stella duayen

489

Click here to load reader

Upload: jamonete-jamonete

Post on 17-Sep-2015

123 views

Category:

Documents


10 download

DESCRIPTION

Stella, novela de César Duayen . Literatura Argentina del siglo XX

TRANSCRIPT

  • f'

    THE UNIVERSITY

    OF ILLINOIS

    LIBRAPY

    ti

    3X7s

    O.FGTON

  • Retum this book on or before theLatest Date stamped below. Acharge is made on il overduebooks.

    U. of I. Library

    DEC O

    OCI 1 191

    '$^^-

  • "IBlv^

    V -A #

    CESA R DU AYEN f^-i*j^-^

    ^ v'A "^ \ V - i. ! v ti-' c. "" ^

    '

    a

    -, cuidado, seorita, atra-ves una gran cocina donde un gordo mar-mitn de patillas y gorro en la nuca, pre-paraba salsas dando rdenes con voz detrueno sus pobres pinches; otra pieza en laque dos ayudantes lavaban fuentes y platosapresuradamente, y un largo corredor; su-bi tres escaleras, una corta, angosta, inc-moda, de pino, dos ms, amplias, de maderade nogal lustrado; recorri una galera an-cha con piso de mosaico de colores vivos laque daban las puertas de varias habitacio-nes, y ah, el gua abri una de estas la queentraron. Toc una llave y la luz elctricailumin de pronto un bonito dormitorio conmuebles claros ingleses, tapizado de cretonaverde mar con rosas t.

  • STELLA ViOS.

    Seorita, disculpe usted los seores; no,ha sido olvido ni desatencin. . . tienen hoyuna comida seguida de recepcin, y no ha si-do posible avisarles porque se sentaban lamesa ....

    La viajera de pie callaba. El gua, mujerde cincuenta aos, desteida, pecosa y afa-ble, no obteniendo respuesta, continu:Se ha mandado dos veces la drsena;

    la ltima contestaron que los pasajeros nodesembarcaran hoy, pues causa del tem-poral el buque entrara muy tarde....La viajera permaneca muda inmvil,

    entumecidos el cuerpo y el alma.He hecho entrar usted, seorita, por la

    puerta de servicio, porque el hall ""-aba lle-no de invitados y era imposible cruzarlo . . . vEs ste el departamento que su to les hadestinado; que l mismo ha arreglado cuida-dosamente .... Tienen ustedes, adems deldormitorio, un saloncito y un cuarto debao .... Un bao tibio les sentara ahoramuy bien para el cansancio .... Yo soyMary, seorita, la gobernanta de los nios.Hace muchos aos que estoy en la casa, ys como se preocupa de ustedes l seordon Luis....Luego, comprendiendo lo que pasaba en el

    interior de la joven, encontr las palabrasque podan hacerla reaccionar.Su pobre hermanita muere de cansancio,

    dijo tomando la mano dla nia que caase-

  • " y.^.jfsfi^r'- '~ipx^v-%i':^BW^^

    10 STELLA

    bre el hombro de su hermana. Tiene las ma-nilos fras, vamos acostaila, y darle to-mar algo caliente. En dos minutos su camaestar tibia.La viajera levant sus ojos, los fij hme-

    dos y suaves en su interlocutora, y le dijo:I thank you, miss, pGnsa.no que entenderamejoras palabras de su agradecimiento pro-nunciadas en su idioma materno.

    Acostaron la nia en la cama blanda y ti-bia, que su cuerpo fatigado por veinte dasde fuerte navegacin reclamaba, y se les sir-vi una comida ligera.Y ahora, seorita, me v V. disculpar

    porque son las nueve, y tengo que vigilar lospreparativos del buffet. Si algo necesita, mien-tras tanto, no tiene V. sino tocar tres vecesla campanilla; vendr en el acto la muchachaque les ha servido la comida

    . . .Buenas no-

    ches, buen reposo en su nueva casa. Goodnig-ht, miss.

    . . Good night, Stella.. .

    La joven viajera sentada al lado dla ca-ma de su hermanala que pesar de estarrendida no poda dormir porque se lo impe-da la sobrexcitacin nerviosa, que se mani-festaba en ella cada vez que sufra algunafatiga alguna impresin, mirbala fija-mente, apretaba su pequea mano entre lassuyas, hablbale muy bajo, para llevarla alsueo reparador.

    Al rato percibi que los ojos iban ce-rrarse, que la mano ceda, que al fin iba re-

  • STELLA 11

    posar. En el silencio de la noche esperabasin respirar. . . De repente, los ojos se abrenmuy rpidos asomando en ellos el asombro,crspase la pequea mano, todo el cuerpo seincorpora, y la nia seala la puerta interior.Por una abertura de la cortina asomaban

    dos foquitos de luz dirigidos sobre ellas, quese prendan y se apagaban, que se apagabany se prendan, y por debajo, entre el fleco yla alfombra, dos piecitos rosados, movibles,vivaces, expresivos, impacientes, con uas degata transparente, que aparecan y desapa-recan . . . Despus ven, que los piecitos em-piezan multiplicarse; ya eran cuatro, yaeran seis, ya eran ocho, ya eran diez! ... yque desaparecen de nuevo, furtivamente, losdiez. . . Cuchicheos, carreras, risas sofocadas,chist. chist ... y todos los piecitos que vuel-ven aparecer. .

    .

    Un silencio, un aleteo, otros murmullos,como el gorjeo de una pajarera. . . y ya des-de la puerta las contempla un diablito encamisa de dormir. Por detrs asoman mu-chos otros, de todos los colores y de todoslos tamaos mirando, tambin ellos, con graninters, mientras el primero permanece all,clavando siempre los foquitos de luz, susgrandes oJQS de turquesa, un poco redondos,muy abiertos, y muy curiosos, en las doshermanas ....

    Atrevido y tmido, decidido indeciso,quiere entrar y vacila, hasta que uno de los

  • ^

    ^

    "^"^y'^VX? ^"*'--; '-; r'iiys*^^-

    12 STELLA

    otros lo empuja para resolverlo. El se vuel-ve, y dndole muy serio un coscorrn feroz,se planta en medio de la habitacin.Qu hermosura! fu lo primero que pen-

    s, y dijo, Alejandra deslumbrada.Grande, fuerte, con un cabello rubio que

    ms tarde deba ser castao, una frente an-gosta, un color blanco y rosado, y una bocacarnosa que era un primor, con los ojazosque conocemos, piernas admirables, aire arro-gante, y una exhuberancia en su cabellera,en sus movimientos, en su vida toda, erarealmente una hermosura! Quin eres, mi linda? le pregunt despus

    de admirarla.Yo?,

    . .Soy la Perla!. . . contest, levan-

    tando la cabeza como sorprendida de quealguien pudiera ignorarlo.Un nombre ciertamente para ti. Dime,

    Perla, de quin eres?Yo?. . . de pap y de mam! Y entrando

    en confianza, aunque siempre desde lejos: es-tos otros son de Carmencita, de Alberto, deMara Luisa, y de Miguel... Detvose...luego pregunt sealando Stella con lacabeza y con el dedo: Y esa. . . por qu nocamina, che?

    Alejandra sin contestarle la fu atrayendo.Cuntos aos tienes?Yo?. . . Voy cumplir seis.Los otros, los que ella deca hijos de una

    Carmencita y de un Alberto, de una Mara

  • STELLA 13

    Luisa y de un Miguel, haban ido acercndo-se tambin. Eran nada menos que siete!Quin es tu pap y quin es tu mam?

    Cuntamelo todo Perla, volvi preguntarlela joven.

    Entonces, la nia con su voz un poco roncay su pronunciacin defectuosa, que daba mu-cha gracia su conversacindeca Pesia,Camencitacont: ella era lahijita menor desu pap Luis, y la ahijada de Mximo, el her-mano de su mam, que se llamaba Carmen;su nombre era Mxima como el de su padri-no, que estaba en Europa. Pero me dicenla Perla, porque soy muy linda >, advirticon la naturalidad y el aplomo de una con-viccin irrevocable. Despus continu con-tando que era ta de los otros chicos, hijosde Carmencita y de Mara Luisa, sus herma-nas, que haba muchos ms, pero que estabandurmiendo porque eran muy chiquitos. Aellos los haban acostado temprano por lafiesta. Cuando Alejandra pas con su herma-na cargada, siguiendo miss Mary, la vieronporque estaban despiertos; despus, aprove-chando la ausencia de la gobernanta ocupadaen el piso bajo, se levantaron y se vinieron espiar. Todo esto, referido muy ligero, conuna respiracin muy corta, y un aire comoafligido, entre las interrupciones de los otrosque queran, cada cual, poner su palabra.

    Stella muy sorprendida por aventuras queignorara ella hasta entonces, confesadas con

  • ,;!,^?.y/. '^ ; . - _. : '-^ "-;:-f^;i'V!?^?:l;??'ff;ff^

    14 STELLA

    tanto desparpajo por su prima, recorra conla vista uno por uno de los nios, y ladetena en su hermana como si la consultara.Los visitantes aclimatados demasiado ! miraban, preguntaban, curioseaban todo, ha-blaban la vez en voz de flauta que iba su-biendo. De pronto dijo la Perla, guiandoel ojo con gesto de malicia:Voy traerla!... Y sali corriendo con una

    resolucin que se llevaba todo por delante. S, que venga, que venga ! Qu la trai-

    ga ! pedan en coro todos, palmoteando ybrincando de entusiasmo.La joven trataba de contenerlos, cuando

    apareci la Perla arrastrando casi un per-sonaje singular, que se resista pataleando ygruendo, quien los chicos recibieron conaclamaciones, y que produjo en Stella unaimpresin de susto, de risa y de admiracin.Era ste un pequeo ser que pareca deazabache, que representaba cinco aos, conun cabello muy motoso todo alborotado, unhocico muy punz estirado para refunfuar,y unas manitos flacas y largas, de palmasblancas, que en ese momento le servan pararestregar sus ojos llenos de sueo, vestidotambin con larga camisa blanca, escotada;en su pescuezo, largo como el de una cigea,un collar de corales grandes y redondos, ensus orejas dos argollas de oro, relucientes.Stella apretbase contra su hermana, pre-guntndole con los ojos: < Es un animal, es

  • STELLA 15

    un mueco ? Qu cosa es sto, que me darisa y me da miedo ? . N, mi querida, le contest aquella, que

    tan bien entenda ese lenguaje mudo, notengas miedo. No es un mueco, no es unanimal, es una nia como la Perla y como t;es una negrita. Zonza, que tiene miedo ! dijo la Perla

    riendo como una loca, si es la Muschinga ! Es la Muschinga ! repiti el coro de

    nios, riendo como ella.Arrancada su cama y su sueo, des-

    lumbrada por las luces, estaba furiosa lanegrita. Ua manzana, que haba quedadosobre la mesa, la consol la Muschingacoma siempre tres bombones la despa-bilaron, y ahora con toda desfachatez mi-raba, charlaba, tocaba como los dems,mostrando sus dientes , exageradamenteblancos, dentro de la flor de grana de suboca. Muschinga, baila ! le orden la Perla.Sin hacrselo repetir, puesta en tren de

    fiesta, se lanz con gran desenfado y elasti-cidad de mono, en las gracias y los requie-bros de sus danzas estrafalarias. Bail elpericn, una jota endiablada, un tango ca-dencioso, un baile negro , inventado porlos chicos, que la animaban acompandolacon palmoteos y tan tan.El baile hzose general. Albertito, desata-

    do, daba saltos de clown, Miguelito se abra

  • ^-m.- i

    16 STELLA

    la boca y los ojos con los dedos para imitar Frank Brown, los ms chiquitos lucan suronda-catonga tomados de la mano, y dabanvolteretas en la alfombra.

    Alejandra impotente para contener eseenloquecimiento en nios todava extraos,alarmbase por Stella, que rea como nuncahaba redo, con carcajadas de cristal que nole conoca, en cuyos ojos haba una agitacinfebril, y que aplauda entusiasmada el espec-tculo original, que presenciaba, apretabalas manitos nerviosas de placer.De pronto, el grupo en ebullicin se inmo-

    viliz, cesaron las risas, los labios de rosas secerraron . . . Miss Mary estaba all; all en lamisma puerta, en actitud amenazadora y ai-re iracundo, en los que Alejandra descubraesfuerzos extraordinarios para no reir.Nias, caballeritos, la cama! dijo. Ve-

    remos maana... En marcha... Uno, dos, tres!...En marcha! he dicho.Los nios formados en fila, como en la cla-

    se, marchando de dos en dos en sus blancos ylargos camisones, parecan una comparsa depierrots. Todos obedecan, menos la Perla,que se haba instalado en la cama de su pri-ma, como en un palco de primera fila, con suspiernas colgantes, y su "aire el ms impertnente.

    Marche Perla Y. tambin..

    . No?. . . S,

    digo yo! Marche, y la primera! No me oye,Perla? Vamos!

    ..H)i.-.-ik;-,;jr.'

  • STELLA 17

    No quiero! le contest, levantando atre-vida su cabeza, de ngel rebelde.Veremos. . . Levntese, no me obligue

    llevarla, como no le gustara, insisti la ingle-sa impacientada.Est fresca!... y al decir esto, la nia hizo

    un movimiento de todo el cuerpo, que la sen-taba ms firme en su sitio.

    Sigui una lucha, en que se resista con piesy manos, gritando sin llorar. Alejandra inter-vino. Convencindola que su primita necesi-taba descansar, prometindole que al da si-guiente sacaran fotografas y retrataran todo el mundo, consigui que obedeciera.

    Salieron todos seguidos de miss Mary, quecerraba la marcha conduciendo de la mano la nia indmita. Antes de desaparecer, vol-vi esta la cabeza, y pregunt otra vez conmayor curiosidad an, sealando su primaque le sonrea desde su camita.Y esa... por qu no camina, che?...

    Stella dorma. Alejandra sinti recin, en laquietud, el cansancio; un entorpecimiento ensus miembros, un embotamiento en sus fa-cultades. Parecale que tendra necesidad degrandes energas para llegar hasta la cama,y permaneci inmvil en el silln; que se

    ^Hii^^iiiiiil

  • 18 STELLA

    abola en ella toda nocin de persona, detiempo, de lugar; que se le obligaba olvidarla impresin brutal, la decepcin humillantede su llegada; que su pensamiento se hacaimpreciso, impreciso hasta borrarse... Crea /sentir el alivio de su cerebro fatigado al va- /

    ciarse... Quedbale ahora, tan slo, la sen-sacin de un debilitamiento de su con-fianza en los hombres, y el deseo de un largoreposo.

    En los brazos que la levantaban, en los la-bios que balbucientes se detenan en su frente,reconoci su to Luis. Un rato permanecie-ron abrazados, ella llorando, l haciendo es-fuerzos para no llorar. Apartla de s, despus,para mirarla; vio los cabellos rubios, los ojosclaros, la ancha frente del sabio extrangero,y como queriendo renovarle, desde aqu aba-jo, una promesa entorn los ojos y se recogiun instante.

    Lajoven lo llev junto su hermana; ah,al reconocer en la nia dormida de grandespestaas, de cabellos obscuros, de cutis mo-reno la hija de Ana Mara, estall en so-llozos.

    Los dedos de la lluvia golpeaban apresu-rados en los vidrios de la ventana, y se oa lo lejos las voces de la orquesta, que en lafiesta cantaban un lento vals.

    '''fS^MM

  • STELLA 19

    III

    El casamiento de amor de Ana Mara conun joven sabio de Noruega, enviado BuenosAires por una sociedad cientfica, estudiarlas posibilidades de organizar expedicionespolares peridicas, haba producido, anosatrs, ms que pesar, consternacin entre lossuyos.

    Hija nica, era tambin la hija de la vejez,pues vino al mundo cuando sus hermanoseran casi ya hombres, y esta criatura que ha-ba nacido llena de gracias, sola decir consu modito dulce y mimoso: Tengo un papy tres papacitos lo que expresaba bien elmatiz paternal que haba en el cario de lostres muchachos.Don Luis Maura perteneca una antigua

    familia portea, y porque todos los hombresde su raza fueron hombres de campo, lofu l tambin.Desde que se lo permitieron sus piernas

    mont caballo. Todos los das, invariable-

  • ^ TLLAozi:.3d p 3SBpA *BiAn|{ noD 9 yos noD 'arenaraalazn del nio, junto al caballo del patrn,recorrer el campo.A los doce aos ayudaba ya su padre en

    el rudo trabajo, lo substituy cuando su cuer-po reclam el reposo; lo hered ms tarde.A los treinta, era un hombre de regular

    inteligencia, ninguna instruccin, genio vio-lento, moral sana hasta el candor, gran co-razn.

    Enrgico, exigente como patrn, era unbuen amigo fuera de las horas de trabajo,para sus peones, que lo respetaban y lo que-ran.

    La nia con quien casAna Sagasta

    muy joven, muy bonita, muy bondadosa,muy abnegada, muy amanfe, que tena esasinspiraciones y previsiones del corazn, quepueden reemplazar la inteligencia en la mu-jer, lo haca feliz; y l, que slo conoca lashoras alegres de los bailecitos de campo, ylas que iba buscar, de tarde en tarde, laciudad, aprendi en ella la alegra, la ntima,la de buena ley, que nace de la satisfaccin denuestros sentimientos, y no de la de nuestrosapetitos.

    Jams la oy quejarse por el aislamientoen que viva; el aislamiento de una estanciahace cincuenta aos!nunca falt en sus la-bios para recibirlo, al regresar del trabajola sonrisa que borra todas las fatigas.Despus del nacimiento de su tercer hijo,

    w'o.ajii .

  • STELLA 21

    la naturaleza dio una tregua, y este hom-bre sencillo quien bastaba su dicha de pa-triarca, no aspir ms. No prevea ni desea-ba cambios en su existencia.Las primeras palpitaciones de un nuevo ser

    en las entraas de la madre, catorce aosdespus, llen de una sorpresa orgullosa esos padres ya en declinacin. Ingenuamentereligiosos, no dudaron de una intervencin dela Divina Providencia. No le haban pedidodurante tantos aos una nia?... Y nia fu.Una tarde el hijo mayor bajaba del caba-

    llo

    ^justamente el da que cumpla diez yocho aossu padre que lo esperaba en elumbral, dndole un golpe en el hombro, yempujndolo hacia el interior de la casa:Anda ver el regalo que te tiene ,tu ma-

    dre, le dijo con voz temblorosa y ojos quepestaaban.

    Aquella, toda ruborizada, llena de una cor-tedad, ante su hijo ya hombre, que conmova,le present Ana Mara, que tena cuatro ho-ras de existencia.ha nia naci dbil y delicada. El temor

    constante de una enfermedad seria en aque-lla distancia, convenci don Lilis que debaestablecerse en Buenos Aires. Su hijo lo reem-plaz, como l haba reemplazado su padre.En este centro se hizo mujer. Su tipo mo-

    reno de ojos aterciopelados color de avellana,con grandes ojeras que los agrandaban, ypestaas que sombreaban las mejillas; boca

    ..;.f*:i ^-iH^'-.-'a.':-..! .:_. .t- - ' ---.:-E^./-V^'jTt^iaiciisK^^i^'toJj^j-;:Jlifc'i^''^

  • 'V^K' '.^i^^wsm^.

    22 STELLA

    fresca y rosada de corola, cabeza muy movi-ble y muy erguida, descabellos ondulados ne-gros y lustrosos, que su padre comparaba la cabecita de los tordos que poblaban suestancia, y su figura pequea, fina, delicada,hacanle una belleza de gracia y de fragilidad,que despertaba una sensacin de voluptuo-sidad tierna, la voluptuosidad de poseerlapara protegerla.Esta belleza, su posicin, su fortuna, la co-

    locaron en primera lnea; fu cortejada, ad-mirada, solicitada. Divertase ella con eseardor lnguido que pona en todas las cosas,pero nada la turbaba.Una noche, en una fiesta de caridad, en la

    cual venda bombones y champagne, mien-tras, vuelta de espaldas, serva una copa queesperaba solcito uno de sus adoradores, unamigo, hombre de espritu y de mundo, ledeca:

    Seorita de Maura, deseo presentarle, yl lo desea ms que yo, al seor GustavoFussller.

    . .Sera una impertinencia explicar

    usted un nombre que, desde hace un mes,ocupa la crnica, llena los diarios, es el obje-to de todas las curiosidades.La curiosidad se manifestaba, en ese ins-

    tante, en todas las personas cuya proximi-dad les permita oir la voz que pronunciabaun nombre tan brillante, y percibir la figuraalta, flexible y elegante de un joven hermo-ssimo, con ojos claros y barba de Lohen-

  • STELLA 23

    grin, que se inclinaba, cambiando con AnaMara un apretn de manos.El principe Osear, de la leyenda Escan-

    dinava. . . dej caer con afectada indolencia,un poeta que observaba, como entre bru-mas, la escena desde un rincn.Si es un muchacho! observ en voz alta

    la mam de dos bonitas nias, que sonreansin saber por qu.Vaya un sabio!

    . . .Exclam con un can-

    dor, que l crea malevolencia, un buen seorque slo conoci Burmeister.En medio de estos comentarios, la cara de

    la nia expres, al volverse, tan claramentetodas estas impresiones, que Gustavo le dijoen francs, riendo.

    Es posible que este muchacho se leconfen misiones de tamaa responsabilidad!No es verdad, seorita?.

    .. No somos tan j-

    venes, como parecemos, los hombres delnorte, crame.

    Ella ri tambin con toda su gracia y sucoquetera, y el idilio comenz. Un idilio apa-sionado en l, que senta introducirse, comoun cuerpo extrao, en su alma grave y soa-dora, las inquietudes y agitaciones ardientesde un meridional, y se entregaba por ente-ro. En ella, ms bien una gran satisfaccindesamor propio, el placer que encuentran casitodas las mujeres, que exhiben las distincio-nes de un hombre muy en vista, en el des-pecho y las emulaciones de las otras, una

    ial'd*j*'-*itiC.'^^.-U*.'v-Tr:.>.K.^--.";:,;ft^^^^^^^ .>j'i;;i

  • 24 STELLA

    sensacin de seguridad y confianza cuandose encontraba cerca de l, el anhelo orgullosode reinar en ese corazn viril.

    Si el da antes de su partida le hubiera lexigido la palabra decisiva, ante la perspecti-va de una expatriacin, del alejamiento defi-nitivo de los suyos, se habra negado pro-nunciarla. Pero la hora en que la EstrellaPolar deba zarpar para los mares heladosdel Sud, sintise sacudida toda entera, comosi al soltar el barco las amarras su coraznhubiera resentido el contrachoque Y elnuevo sentimiento que engendr la ausencia,lo nutri la ausencia; lo fortalecieron las an-gustias, las inquietudes, la ansiedad.La fijeza de su pensamiento, su pena real,

    como eran reales las causas que la motivaban,su llanto continuo cuando estaba sola, eldeseo imperioso de ver esos ojos, oir esa voz,estrechar esa mano leal que no menta, untemor vago la violencia de la impresin queestaba segura de sentir el da del regreso, laconvencieron de que Gustavo no le habadado, haba cambiado con ella su vida.Conoci las tristezas, los desvelos, el va-

    co. Si hubiera ledo Shakespeare, habras caplicado sus palabras: La seal ms eviden-te de su amor es su melancola.Comprendi recin, cuando temi perderlo,

    el valor de ese hombre, la inmensa distanciaque exista entre tuda esa juventud desocu-pada, intil ignorante, fruta daada antes

    ,^,:-.**\'f;..

  • STELLA * mde sazonar, infaltable en las fiestas, y esaotra juventud sana intrpida, que iba alpeligro por amor la ciencia, en cumplimien-to de un deber contrado. Y lo esper; loesper en la incertidumbre en que se perma.necia por su suerte.Una multitud enorme llenaba las drsenas;

    las calles de Buenos Aires tenan una anima-cin de fiesta. La bandera noruega, que muypocos conocan, y solamente por haberla vis-to en algn buque mercante alguna vez, sereproduca cada paso al lado de la banderanacional. A las tres de la tarde, de ese da,avanzaron con trabajo por entre la multituddesbordante, los seis carruajes descubiertosque conducan los expedicionarios salvadosde los hielos del polo antartico. Haban ellospagado ya, anticipadamente, al exponer susvidas en una empresa de inters universal, lasmanifestaciones del pueblo que acuda reci-birlos hasta las puertas de la ciudad, des-pus de haber compartido sus angustias.Gustavo empalidecido por las fatiga y las

    responsabilidades que iban cesar, saludabacon un ligero movimiento de cabeza, y unasonrisa tan tanquila que pareca fra esosmillares de almas entusiastas y exhuberantes.

    Este hijo de un pas reflexivo y mesurado, -sentase tocado por tales aclamaciones, en-contrndolas excesivas. La expresin serenade su rostro era la misma que conservaramalterable dentro y fuera del peligro.

    \/

    " %Mm^LA^Z'iii.'!J^-^-S'^j^:Ssi^ ^^r-^iA^-^i^-. t,; l-i-^;?1t'ifiai;iji4^i^/i>^itxt^^

  • 26.

    "-

    ^ STELLA ""' ' ' '"^-'^

    Hay naturalezas tan superiores, que pare-cen haber nacido sin el pecado original delamor propio. Propnense la realizacin deun alto propsito, j para conseguirlo em-plean su vida. En el xito encuentran satis-facciones pursimas, que estn por arriba dela vanidad; en el fracaso, no se sienten depri-midos por haber sido vencidos por algo queno son los hombres.

    As razonan esos hombres de razn, y esste el secreto de su serenidad casi impasible.Gustavo triunfaba una vez ms; senta un

    nti^! o jbilo, pero reposado como su pensa-miento, que no vea en ello hechos maravillo-sos, sino una expedicin feliz entre las quehaba realizado, y seguira realizando durantesu existencia.

    Mas, al enfrentar una casa de altos de lacalle Florida, todo lo que haba de violentoen su naturaleza se levant. Sus ojos se agran-daron y una oleada de sangre lo enrojeci;sus labios empalidecieron, reprimi el impul-so que lo arrojaba del carruaje, una expresinde ansiedad, que interrogaba, descompuso sufisonoma, y sus manos crispadas por la fuer-te conmocin, involuntariamente se extendie-ron; en ellas cay una flor.

    Pasaron.. ..siguieron.

    ..volvi l su tran-

    quilidad; pero ese instante y esa flor, habandecidido su destino.

    .,

    '"":>^"'Jh'.'4!^

  • ,' ^'

    "' STELLA '" "^'

    "W-"-'-^'^l

    Al conocerla decisin de la hija, los padresse aterraron. Vivir sin ella?. . . Una esperanzaconservaban, sin embargo, que su hijo Luisdesvaneci.No nos hagamos ilusiones, que al disipar-

    se nos duplicarn el pesar, les dijo. Todo elamor de la mujer ms amada, sera impoten-te contra una voluntad de hierro; Gustavoes esa voluntad. Nadie ni nada, conseguiradesviar ese joven suave de su rumbo. A qu,pues, oponerse y luchar? Qu argumentos,que no fueran egostas, podramos presen-tarles?. . . . Qu compensacin un amor quetriunfa del dolor. . .? A ella, qu podramosofrecerle en cambio? Un marido mediocreque nos la dejara, pero que nos la hara des-graciada?. .. . Cranme, queridos viejos, lonico, lo mejor, ser consentir, sufrir, callar...dejar que Ana Mara sea feliz lejos de

    nosotros.

    El pesar de Luis fu un gran pesar. En esacriatura haba reconcentrado todas sus ter-nuras. Era la hija adoptiva de su coraznsensible como el de una mujer; como ella lebastaba, y el trabajo lo absorbiera, no pensen formar su propio hogar. Si te casas vas repartirte, y yo no quiero, le deca, y esamanifestacin abusiva de su nia mimada lohalagaba. Hizo vida mundana los meses quepasaba en la ciudad, para que los padresdescansaran de tantas vigilias, aburrindoseheroicamente en las fiestas continuas que la

    .i^ma^fK.

  • if'T^f.T

    28 STELLacompaaba. Gastaba ms, en ella, en un mesque en s mismo en diez.Pefo qu criatura deliciosa era Ana Mara

    los diez y siete aos!Su dolor fu un triple dolor; el de sus pa-

    dres, el suyo propio, tambin el de ella, queno hablaba nunca de lo que todos atormen-taba, y era su tormento. Ms afectuosa, peroms reservada, porque haca esfuerzos parano demostrar su sufrimiento, lo buscaba, y lla hua. Cuando consegua retenerlo le to-maba las manos, miraba largo rato sus ojosde fiel Terranova, empinbase sobre la puntadlos pies para alcanzar su hombro, y repo-sando ah su cabecita lloraba largo rato sinsollozos.

    Parti; llevse tras de s toda la luz, y sucasa, su vieja casa, qued en tinieblas.Nunca volvi; las cartas se sucedan con-

    tando su vida feliz, al lado de aquel compa-ero de noble estirpe y de noble pecho, lasobsequiosidades de una sociedad fra perojusta, que renda homenaje en ella l.i esposade una de sus ilustraciones, alguna nuevaexpedicin de su marido que la dejaba en lazozobra y en la tristeza, separacin la queno se poda habituar, el nacimiento de suprimera hija, la publicacin de un libro nota-ble de Gustavo. Todas sus cartas se enca-bezaban: Mis adorados pap y mam* Misviejos queridos Adorados mos. Un dala correspondencia no fu ya, sino; Adorada

  • 'Wi sju ij-a.

    mam cPobrecita mam ma .... despusces. . . El padre primero, la madre despus,haban abandonado, tambin para siempre,la vieja casa.En el corazn de Luis, no se borraron

    jams las huellas de estos tres dolores. Enese corazn justo y bueno se incrust, sUpesar, un sentimiento amargo, un encono yun rencor para el extrangero que, un da, vino robar la luz del hogar y le arrebat la her-mana, y

  • no STELLA

    lY

    La existencia de ios esposos en Cristianase pas entre las angustias de la separacin,ylos goces de un regreso que libraba uno deellos de la muerte. En los largos entreactosde un viaje y otro se reposaban en su dicha.

    Slo despus de algunos aos les naci unania hermossima. La joven madre, de unanaturaleza siempre dbil, como si hubiese da-do demasiado de s misma su recin nacida,empez sentir los primeros sntomas de unprematuro agotamiento. Las largas perma-nencias en el Medioda, el refugio en esos cli-mas templados en los que ella reconoca sucielo, provocaban reacciones en su salud, conalternativas de nuevos desmayos de su fuerza.En su marido tan enamorado, senta el

    mismo afecto paternal que en su hermanoLuis. Bien saba que, para aquel hombre, se-ra ella siempre la nia mimada, el ser de gra-cia y seduccin; que l no exiga, no deseaba,ni esperaba de ella nada ms; que le bastabaque fuera una criatura de delicias; quenoue-

    ii*i'.yk'..;'^/' . . . -. - . - ;. , .'V .ii.^'^'^isi'-^*,-

  • -^; V STELLA 31

    cesitaba esforzarse en aprender cosas que lahubieran acercado, en espritu, ms l; quesu gran indolencia, su inhabilidad para todoslos pormenores de la vida prctica, encon-traran eterna indulgencia; saba que la ama-

    ba, l, tan slo, porque era ella dulce de con-

    templar.

    Llambala Stella en recuerdo de su nave.tSino te llamara mi Stella, te llamara mi Do-ra decale tiernamente, recordando DavidCopperfield.

    Quin es Dora, quin es Dora? pregunt-bale mordida por sus celos de mujer portea,que esperaban un motivo para despertar. Elsonrea con aire malicioso, y ella figurndosealguna novia muerta, alguna amante desa-parecida, se enojaba. Despus de intrigarla untiempo, porque lo diverta, trjole el libro deDickens, que leyeron juntos.En su corazn haba sin embargo la cica-

    triz de una herida que se abra cada vez quese preparaba una expedicin; era la mismaque en los suyos, all en Buenos Aires, no secerr jams. Decase lo que los otros decan;que Gustavo prefera su ciencia su amor,pues pospona su amor su ciencia.Adoraba su marido, pero no lo compren-

    da. Haba aprendido sentir, pero no lehaban enseado pensar; sus ideas sin serestrechas no eran amplias. Capaz de abne-gacin, hasta el olvido de s misma, por lascriaturas de su corazn, comprenda todos

  • '^ i ^'-:xr;- .

    STELLA gqde su peso. Gustavo, orgulloso y delicado,no qu.so intervenir en nada de lo que se relaaonara con la .arte que tocaba su mu-jer. Limitndose aconsejarla que colocarasus fondos en propiedades que le produjeranuna renta fija y segura, dejla disponer suantojo.La persona encargada de la administracinde esos fondos, la anim que empleara una

    r-rte en acciones de minas en el Cucaso,que producan un fuerte inters. Kl primerdividendo fdi un resultado tan halagadorque fue ella misma la que se empe dfspusen colocar all todo lo dems. Al volver Gus-tavo de uno de sus viajes, en el que por mi-jagro salvara su barco, la fortuna de su mujerhabiazozobrado. Las minas del Cucaso ha-

    "ZTm " " '"''^''' ^""" desaparecido.Ana Mariano conoca del dinero masquelo que el dinero da. Nada le haba faltadonunca, nada le faltaba ahora, no se le ocurripens^a^r que algo podra faltarle alguna vez, jGustavo era de familia noble, reciba cont-Mas mamfestaciones de admiracin y despeto, que le tributaban desde el rey hasta'ultimo plebeyo, y fuertes retribuciones por

    ''feos y estudios que se le encomendaban

    CZ-'T'"'''-'''- ^"-P-

  • !S';g;ri''!B";;fj'-wr'^;,:'a-(?ytfi!fW:

    34 STELLA

    Pensaba con angustia en el da en que l

    faltara .... Cuntas veces en la obscura blan-

    cura de las noches rticas, recordando los

    seres que eran alma de su alma, carne desu

    carne, llor ese hombre fuerte, y temi la

    muerte ! Pensando en el dbil, en el lejano

    hogar, en lo que sera aquel despus, llegaba

    tomar forma tangible su pensamiento: la

    forma de una frgil hoja que arrastraba el

    viento y sentase correr por las mejillas

    gotas de agua amarga que se congelaban.

    Ana Mara habase detenido en sus veinte

    aos; era un milagro de juventud y de bellezapermanentes. Dio luz otra nia, la que

    pas toda su debilidad, y qued muy delica-

    da. Una nueva reaccin se hizo en ella. Cuan-

    do se crea que su salud habase afirmado

    comenz decaer.Fu en Niza en primavera Durante una

    de las ausencias de Gustavo empeor. A su

    vuelta, ste encontr una sombra que lo es-

    peraba para desvanecerse.La mujer tan am^da, necesitaba su pecho

    para morir. En l muri, ignorando su fin, sin

    sufrimientos, sin sacudidas ni estertor, linda,

    suave, feliz de que hubiera llegado el da en

    que le prometa que siempre se quedara all,

    en que consenta, al fin, en sacrificrselo

    todo.Abran los balcones, pidi.Gustavo y su hija consultronse con la tni-

    rada: qu pueden hacerle ya los cambios de

    :3T--v *-?w._ij(i>M

  • STELLA 35

    temperatura!, se contestaron. Abrironselas ventanas de par ea par, y el aire arras-trando todos los perfumes del jardn, embal-sam la pieza.Siempre en el pecho de su marido, abri

    muy grandes sus grandes ojos, como paraabarcar todo lo que se le ofreca. . . En esatarde tibia y apacible apareca un cielo sinnubes, un mar sin olas y todo azul. En lasemi-inconscienca de la ltima hora, esa vi-sin la transport muy lejos Apret lamano de su hija, clav los ojos en el bien ama-do, y dijo en una voz que se evaporaba :Es el Plata !Y en esa suprema ilusin entr en la

    muerte.

    ALEJANDRA

    Gustavo trasmiti su hija Alejandra Alex en el idioma familiarno slo su natu-raleza sana y vigorosa, sino tambin su con-formacin moral intelectual; su gran cere-bro y su alma vasta.

    Elejida por l, quien tanto amaba, parareemplazarlo, adivin lo que esperaba de ella,

    .,-'v;^';,i; ttlii.Wivfc

  • 36 STELLA

    y animosa, obedeci la orden que slo enintencin se atrevi darle. Comprendi, que falta de un hijo, deba ella serlo; substituir su padre en sus ausencias, prepararse paraarrostrar la' vida ms tarde; que para conse-guirlo necesitaba condenar su infancia y suadolescencia una labor continua, forzar suvoluntad aprender ms ])ronto, y encon-trando en su inteligencia las razones de estarazn, se entreg al estudio.Los libros austeros que leen los hombres

    y muy pocos hombresfueron sus diversio-nes; las figuras geomtricas, los instrumentosde qumica, el globo terrestre, sus juguetes;sus fbulas, los clsicos que su padre amaba.Como hubiera dicho Maitre corbeausur unarbre perch, declamaba para l, ya enten-dindolo, Canta, Oh Diosa! la clera deAquiles!

    .. .

    .

    Una vez acostumbrada al estudio se apa-sion de l, y pudo complacerlo complacin-dose.

    Pas todas las clases, obtuvo ttulo y ttu-los en la Escuela Superior de Mujeres deCristiana; despus sigui estudiando con Gus-tavo, que fu siempre el mejor de sus maes-tros.

    Sin tiempo ni ocasin, no tuvo nunca ami-gas, pero tuvo amigos; los amigos de su pa-dre, sabios, artistas, escritores, entre los cua-les no haba uno solo, que no sobresaliera delnivel comn, ^rupo de elejidos, que forma-

  • STELLA 37

    ban un ambiente especial y peligroso, paralos que no haban de respirar siempre en l.Queralos ella sin admirarlos; no conociendootros, crea que todos los hombres debanser as.

    Su madre parecale una criatura de excep-cin, como eran excepcionales sus ojos, suscabellos, su color, su s^racia de americana,y no entr pensar en lo que poda faltarle.La cuidaba, la acariciaba, la reprenda, cuan-do expona su salud tan delicada; era la niafuerte, velando por la nia dbil y enfermiza.Gustavo sealaba sus compaeros el gru-

    po encantador. Presento ustedes seores, la hija de su hija, con la madre de sumam.

    As creci. Muy mujer, conservaba la deli-cadeza, el perfume, las debilidades de la mu-jer, sin la pedantera ni los aires pretenciososcon que suele marcar otras el saber. Arroja-ron semillas en su mente: tierra frtil, allbrotaron, eso fu todo.Haba en ella perfecta naturalidad, una do-

    cilidad que ceda siempre al convencimiento,un modo suave y afable, una amabilidad son-riente; el hbito de la reflexin sin ensimisma-miento, una igualdad de humor inalterable,espiritualidad expontnea sin irona ni mor-dacidad jams; una prontitud brillante y vi-vaz de chispa en su rplica, que sorprenda.Decisin en sus actos; en su carcter fir-me, que resista sonriendo detrs de su dul-

  • -"^^^iwf''

    S8 STELLA

    zura, mucha altivez en reposo; y aunque eraslo una nia ejerca ya sbrelos suyos, lainfluencia positiva de su fuerza moral.

    Posea el don de la alegra, muclia sensibili-dad sin sensiblera, un corazn que no habahecho sino amar, una frescura moral de clarafuente. Su alma, era como una planta que sedesarrollara libre y sin esfuerzo al sol, sin na-da cerca que la contaminara.De una imaginacin muy sana, apesar de

    sus lecturas y de sus estudios, conservaba in-tacto su candor; candor inteligente, bien dife-rente de las inocencias ridiculas de algunasingenuas. Hab^ aprendido ciencias natura-les; saba pues, que las plantas nacen de lasplantas, que los hombres nacen de los hom-bres, que todo ser nace de otro ser; bastndo-le, no se detuvo pensar ms. En ella no pe-netr jams un pensamiento mrbido.De estatura mediana, la proporcin arm-

    nica de su figura la haca aparecer ms alta;de una elegancia innata, sus movimientos te-nan una gracia vibrante, su andar ligero yrtmico era sin embargo firme; bien saba elladonde pona su pie largo y delgado.Una cabellera rubia y brillante, suave co-

    mo la seda, coronaba su cabeza y haca unmarco de oro su cara expresiva de perfilneto, ancha frente, color primaveral, boca elo-cuente. Los ojos largos, llenos de inteligencia,de mirar profundo cuando se detenan en unpensamiento, algo soadores, en los que no

  • STELLA 89

    se reflejaba nunca la malicia, tenan los cam-biantes verde, azul, violeta y oro de los deGustavo.

    El seno desenvuelto, las formas ya acusa-das, no quitaban nada la flexibilidad deli-cada de su figura,, que tena toda la esbeltezde una nfora. En su soltura de mujer bienhecha, en su amable gracia, en su belleza, enella toda, haba una seduccin que no tur-baba.Lleg el momento de su entrada en el

    mundo.As, toda iluminada por su juventud, con

    el vestido y el velo blancos tradicionales delas nias nobles, atraves el saln de corte,lleno de concurrencia, del brazo de su pa-dre que la conduca para presentarla susoberano.

    El viejo rey sinti como un sbito reju-venecimiento la aproximacin de esa her-mosa frescura, que se inclinaba ante l sincortedad, y dijo, en una voz que lleg muj^pronto los odos de los cortesanos: quisie-ra disponer de una condecoracin la belle-za gentil para ofrecrsela >.Tena ya otra que la enorgulleca. Un bra-

    zalete de hierro con las palabras, en oro, delproverbio Armenio: La buena hija vale pors sola ms que siete hijos, que su padre pu-so en su brazo izquierdo, el da que terminsus estudios, y que no se quit nunca des-pus.

  • 40 STELLA

    Gustavo la llev viajar.Las ruinas y los restos consagrados no u

    lo nico que los sedujo en Grecia, sino tam-bin su naturaleza misma, suave hasta en eldeclive de sus montaas, apacible hasta en sumar; sus bosques de laurel rosado, la sonrisade sus hijos, la diafanidad del aire, el colorde sus flores y de sus frutos.La visin del pasado permaneca en sus

    ojos. Si perciban ruido de pasos, crean queiban ver aparecer alguna de las figuras paraellos familiares de ese pasado; si oan voces,esperaban el canto guerrero de sus soldadosgiles... Un da Gustavo la convid aun fes-tn frugal de aquellos tiempos: as deca lainvitacin. Gozaba contemplando su cria-tura tan moderna, tan coquetamente moder-na en su elegante traje de Doucet, sentada alaire libre, probar con fruicin la miel, la le-che de cabra, morder las frutas de los viejospastores. Cerrando los ojos y apretando susmanos, con el entusiasmo con que expresabael ms Hgero placer, exclamaba:Qu rico, qu rico pap! Es exquisito tu

    banquete!Exquisito, s, porque es el paladar de tu

    imaginacin el que lo saborea, mi hija, lecontestaba l, que haba vivido ms.Conoci la Francia. Su capital recibi al

    padre, como ella recibe todo lo descollante.Gustavo FussUer, adems de navegante y ex-plorador audaz, posea otros ttulos, que lo

  • ^^.l T^jj^.jjjy,^lj. 1^^-

    STELLA 41

    nacan una gloria Europea: sus descubrimien-tos y observaciones, sus rectificaciones de lageografa polar, sus libros de ciencia, querevelaban un admirable artista, y losque se lean con ms placer que un ro-mance.

    Banquetes, recepciones, conferencias, se-

    siones especiales de Academias, fueron sus ob-sequios. En todas las fiestas ella apareca sindespojarse un momento de su naturalidadcandorosa. A aquellos hombres gastados enlas alabanzas, parecanles nuevas las que sa-lan de los labios frescos de esa joven, encuyos ojos entrevean ellos su alma elegante.Tena el arte del

  • ', ^^F \

    42 STELLA

    un beso la boca, de donde salan tantas pa-labras doradas! >

    Entraron Italia. Dese sola con su pa-dre, libre hasta del gua que no necesitaban,visitar los antiguos monumentos; recibir consu maestro la impresin intensa y honda.

    Llev despus su madre. Ana Mara habarecibido un barniz muy leve de instruccin.Un francs, que habl recin en Europa, unpoco de geografa la tierra es redonda; loscontinentes son cinco; qu es una isla?...

    Otro poco de historiaColn descubri laAmrica; San Luis, rey de Francia; Isabelmand ejecutar por celos Mara Estuardo;Napolen tocar el piano y pintar enseda. Ms tarde al lado de Gustavo, apren-di algo ms; pero aprender no es compren-der. Cuando lleg Italia, saba ya que Csarconquist las Galias, que Nern incendi Roma; pero en su cabecita no caba la ideade aquel inmenso mundo desaparecido.

    Alejandra le explicaba su historia como seexplican las leyendas los nios: achicaba,achicaba para ella las grandes narraciones....Mam sabes cuntos gladiadores murieronel da que Tito inaugur este anfiteatro? Dosmil... Sabes cuntas fieras? Cinco mil... sabescuntos das duraron las fiestas? Cien...Y para que se diera bien cuenta de las gi-

    gantescas proporciones y de la capacidaddel enorme fantasma: Caban aqu, en elColiseo, cien mil personas, mam.

  • STELLA * " 4'

    En las catacumbas, mientras Alex iba le-yendo con gran inters, la luz del gua, losepitafios en las sepulturas de los cristianos yde los gentiles, los grabados simblicos dealgunas piedras, Ana Mara recorra las ga-leras lbregas, interminables, prendida delbrazo de vSU marido y cerrando los ojos comocuando atravesaba los tneles. Aqu celebraban sus cultos los Santos

    Mrtires, aqu se form nuestra Iglesia. Loque aqu se guarda son reliquias, no sonmuertos, pues, mam.Gustavo conoci su vez, el ntimo, el pu-

    rsimo placer de guiar su hija, esa esenciade su propio espritu, por el mundo creadopara los elegidos. Ante los cuadros, las escul-turas, ante lo verdaderamente artstico, seextasiaba. Haba en ella tal intuicin y talpreparacin, su gusto era tan seguro, tanhecho antes de haber visto, que jams seequivoc; su instinto la guiaba hasta la obraque deba admirar, y all permaneca contem-plndola.Jams sinti rubor ante el desnudo; admi-

    raba la perfeccin de las formas, la verdadde las carnes, como admiraba el colorido deun paisaje, los sabios pliegues de una vesti-dura.

    Ana Mara senta, en cambio, ante ese des-nudo cierta inquietud, cCuando visites elVaticano, mi hijita, te curars de espantohabale dicho Gustavo. El da que se con-

    Bi

  • V44 . STELLA

    venci que Venus habitaba tambin la casade los papas, qued libre de sus escrpulos.Y prefera las iglesias por sus nombres:

    Santa Mara de Fiore, cLa Madonna degliAngeli. >

    Para distraerla, en ciertas viejas y feasciudades, que no tenan inters para ella, enSiena, por ejemplo, su marido le deca:Aqu naci Santa Catalina, la Serfica

    Doctora, la patrona de tu ta monja.

    .

    Ah, s!... Cmo te acuerdas, Gustavo!...Si me parece estar viendo el convento de lacalle de Yiamonte!...Pero lo que la interesaba sobre todo, por-

    que la conmova, eran las ciudades y losmonumentos que tenan historia de amor...Pia de Tolomei la hizo llorar, y mucho tiempodespus, fuera de Italia, enferma ya, peda:Alex... Pia...! y Alex le recitaba con su vozcantante:

    ricordati di me, che son la Pa...Desde una de las tribunas reservadas en

    San Pedro las personas de distincin, cono-cieron al Papa-rey.Cuando se oyeron las trompas de plata,

    anunciando que la procesin se acercaba, yse le vio aparecer en la silla gestatoriamuy en alto, desde la que rezando bendecaal orbe, y atravesar el templo en medio detoda la majestad y la pompa dla IglesiaCatlica, Ana Mara empalideci y creydesmayarse.

    ^ ' '. -_ ' .._- J iH. .I ILUllLMIJ.Tl

  • . SELLA ^ ' Ife.Su hija miraba y pensaba: que no era eso

    lo que quiso Jess, que no era eso lo que vino

    prometer y ensear los hombres el Hijopobre de Nazareth; pero comprenda que yano exista la simple fe, ni el alma sencilla delos primeros tiempos; que la Iglesia de Pedroel pescador tena que luchar hoy con uertes:)||enemigos; y que para perdurar en el mundo,y estimular las almas vacilantes de las ra-zas imaginativas impresionables en que es-taba destinada reinar, necesitaba produciren ellas, la profunda impresin que vea aho-ra en su madre.Obtuvieron una audiencia.El Papa-rej^ habala hecho pensar, el Buen

    Pastor hzola sentir. Las lgrimas brotaron(le sus ojos cuando sus odos recogieron laspalabras de bendicin del anciano. Benedi-cat-te-Dominus... sinti que su corazn se ele-vaba, que su alma se estremeca. . . . despus,una profunda paz: la paz que el mundono d>.

    El Santo Padre tuvo especiales distincio-nes para con Gustavo, que era una eminencia,cuyos libros eran de los que l lea, y aunqueen otra religin, su hermano en Cristo. Hzolepreguntas sobre sus viajes, sus descubrimien-tos, su familia.

    Mi esposa es americana. Santidad.

    -Ah, s? dijo sonriente; Brasil .... Mjico...Chile?

    No, Santidad, de la Repblica Argentina.

    ^

  • 46 STELLA

    Conozco, prosigui aun ms sonriente; hayall muchos italianos, cerca de un millnY ser muy buena cristiana, no es verdad?S, Santidad, y mis hijas son como yo:

    catlicas, apostlicas, romanas, respondiella, animada ya por su bondad sencilla.

    Alejandra conserv siempre en su memoriaaquella voz augusta que repiti dos vece-^sobre su cabeza y la de su madre: cBenedicatte-Dominus.En Espaa permanecieron mucho tiempo

    para prolongar la dicha de Ana Maria. Nola encontraba ella en el Museo de Madrid, elAlczar de Sevilla la Alhambra de Granada.La hallaba en respirar, moverse, sentirse vi-vir en la noble tierra de sus antepasados, eii-

    ^ tre gente de su temperamento, de sus hbitos,de su lengua; entre una raza de su propiaraza. Tambin, en la forma ostentosa y gala-na con que se manifestaba la admiracin delos hombres ante su belleza; en la amabilidadde corazn y de simpata de sus lindas mujeres,La primera vez que asistieron los toros,

    los ojos llenos de calor que iban hacia el pal-co que ocupaban, con la intencin de conoceral Fussller, que los diarios saludaban como un husped ilustre, con biografas y puntosde exclamacin, detenanse sorprendidos yhechizados...Haban descubierto entre el hom-bre y la nia, hermosos tipos rubios del Nor-te los dos, como colocada ah por el azar,esa figurita morena, ligera, inquieta y delica-

    li*"-'

  • ''

    .

    '5

    "^^^".' STELLA ' r"' "^

    da, que con su mantilla blanca, su gracia ysus claveles, pareca robada de alguno de loscuadros dess Museos.Dnde ha atrapado este cazador de focas

    ese colibr?...

    Cundo- vino buscar ese grano de nues"tra ms fina sal?...

    En tiempo de la guerra de los moros y loscristianos... sola decir ms tarde, de vueltaen su tierra, Gustavo, refirindose su recien-te excursin por las provincias Espaolas.AnaMara conoca- los conquistadores ara-

    bes travs del tradicional ttulo de perrosmoros el que provocaba una indignacin enAlex que brotaba hirviendo borbollonessegn aqulla. Era esta lucha entre hija ymadre, la que aluda Gustavo.N, mam, no eran crueles ni sanguina-

    rios, eran benignos y tolerantes ... A los cris- v/tianos les dejaron sus cultos y sus leyes.N, mam, no eran brbaros ni salvajes!...

    Cuntas cosas les debemos! . . . Lo que ahoraadmiramos son restos de su efmera y brillan-te civilizacin

    . . . Pregunta pap, aada,percibiendo en su madre un mohn de antipa-ta incredulidad; que l te diga, si estabanadelantados, ellos, en esa rama de la cienciaque nos lo hace l tan notable.Cmo me duele, mam, que hables as...

    Yo los adoro, prosegua con su apasionadavehemencia, porque son poticamente melan-clicos... Y tan melanclicamente resigna

  • 48 STELLA

    dos!... No es verdad, pap? No es verdad queellos nos ensean una dulce resignacin?S, mi hija, Alex tiene razn, contestaba

    el infalible juez. Recuerdas que lloraste la pri-mera vez que tus ojos vieron el cielo de Italia?Pues as lloraba uno de sus eminentes sobe-ranos cuando vea una palmera de Siria, quecomo t el cielo, le recordaba el lejano pasnatal. Y mira, aprende t, querida, las pala-bras con que el ltimo de ellos consolaba suscompaeros que lloraban al dejar, expulsados,esta linda tierra de Andaluca: No lloremospor bienes genos, nada es nuestro, todo esde Dios!

    Todava cuando admiraban la Giralda,Alex desliz en el odo de vSu madre, con ungesto de carioso desafo: Esto es obra deuno de ellos! Y en la corrida de toros, dn-dose vuelta, para no ver un caballo mori-bundo, vaco ya de sus entraas, que se ex-tremeca en la arena, apretando su brazo conhorror: Esto no lo hacan los perros moros,mam.La voz de su hija era el goce ntimo, el

    supremo orgullo de su padre. En su gransaln-biblioteca, donde se tena la reuninfamiliar, la madre sentbase al piano, y Alexcantaba. Su acento, brotaba puramente apa-sionado, tiernamente ansioso en el relato deLohengrin; transparente y sereno, ligado co-mo los sonidos de un violoncello en el AveMara de Gounod; reconcentrado, intenso,

  • STELLA 49

    agitado, ardiendo como una llama interiorque quiere ocultarse, en los sublimes liedersde Schumann.La Estrella, pedale aquel pequeo p-

    blico artista y recogido.Y ella empezaba:

    Oh! tUy beirastro incantator . ...

    Despus, su voz delicada y profunda,unase la voz grave de bartono de Gustavo;elevbanse las dos, para recogerse siempreunidas, j terminar as la soadora cancin.

    Los amigos de Cristiana, conservaron ensu memoria la visin de ese grupo admirable:la Fuerza, la Juventud y la Belleza.

    As era Alejandra. Su padre crey formar-la para la vida y la form. fuera de ella. Alexconceba un mundo irreal; un mundo justo,bello, bueno.

    Sabia vendar una herida, curar un enfer-mo, aplicar el remedio que aplaca el dolor;no saba que el alma tiene^llagas. Saba quehay delitos que condenan los cdigos y pier-den los hombres; pero hasta ah slo llega-ba su ciencia del mal.

    Delicada 3^ pura, se hubieran gritado ensus odos los ms monstruosos vicios de lahumanidad, sin que ella se ruborizara fuer-za de ignorarlos. Nacida, crecida entre hom-bres excepcionales, hija de un hombre excep-cional, no conoca las baje:as, las mezquin-dades ni la traicin. 'STKliLA 4 > - =

    gK

  • 60 STELLA

    Le haban enseado todas las lenguas, pe- /ro no entenda el idioma de la multitud.Y as, contenta, feliz de lo que saba y de

    lo que ignoraba, miraba pasarla vida desdeuna gran altura.

    Despus del nacimiento de su hermana,Alejandra dedic sus cuidados inteligentes fortalecer en lo posible una naturaleza ago-

    tada antes de usarse. No era cuidar un nioenfermo dbil; era hacer revivir un serinconcluso, consagrarse como una vestal velar la pequea llama que se le extingua.Aquella nia, nacida antes del tiempo na-

    tural, fu depositada como una larva entrealgodones, la alta temperatura de una in-cubadora. El cuerpo diminuto comenz modelarse, brotaron las uitas, una pelusita.

    .

    fina, fina, cubri su cabeza como un polvo deoro, sus ojos pudieron soportar la luz, loslabios encoiitrar ya solos el seno nutritor;nacieron sus primeros dientes 1)1 ancos y me-nudos coiao granitos de arroz, aprendi agitar las manos y extender sus bracitos, conocer y nombrar los que la rodeaban;pero cuando cumpli dos aos, u forzosoconvencerse que sus piernas estaban conde'nadas la inmovilidad.

    .1' ". -.....^k.A_.^,.A.T.aiaBrjgS^J

  • Stella aSeghicieron en ella experimentos, se proba-

    ron sistemas, inventos, remedios; energa, te-nacidad, paciencia, todo se prob. Los m-dicos, que eran los sabios amigos del padre,agotaron hasta la ltima gota de su ciencia.Todo fu intil. Hasta las rodillas solamentehaba vida; la nia conclua ah.Se desisti de curarla, ya slo se trat de

    conservarla. Sus pobres miembros descansa-ron, y Stella dej de sufrir. La instalacin ensu cochecito de invlida tuvo, para los su-yos, toda la importancia de los hechos defi-nitivos.

    Stella, los seis aos, era una criatura ex-traordinaria; la impresin que causaba era deasombro. De un desarrollo mental casi inve-rosmil, pareca que su espritu hubiera absor-bido toda la savia que faltaba su cuerpo.Muy pequea cuando su madre muri, ha-

    bituada los cuidados de su hermana, nopudo ni sentirla ni extraarla. La conoci re-cin mucho tiempo despus, cuando fu capazde comprender lo que Alex le deca: cMames muy linda, muy buena, nos quiere muchoy CvSt en el cielo. > Entonces pens en ella,imaginndola adorable, sin defecto, espern-dola sonriente all. ...

    El sistema de vida que fu necesario im-ponerle, el ambiente especial de su casa, queera el mismo en que su hermana habase des-arrollado, la falta de nios de su edad cercade ella, la melancola que la muerte de su

  • 52 STELLA " " - -^'^'W

    mujer dejara en su padre, forzaron su inte-ligencia, 3'- pens, antes de tiempo, como ha-

    ba nacido.La mayor, sabiendo que nada era posible,

    que esa existencia persista tan slo como una

    concesin, se propuso que esa criatura casiinmaterial pasara por la tierra, sin conocerloque la tierra tiene: el dolor. Apart de ellatodo lo que poda revelarlo.No le ocult la muerte. Comprenda que

    hubiera sido un error. La inteligencia precozde la nia, la habra concebido aun sin sa-berla. Callarle un nombre que le llegara bajocualquier forma, sera obligarla pensar encL Y como ese ser le estaba la muerte dedi-cado, quera que fuera ella sin temor. Se lamostr no como un fin, sino como un reco-meuzamiento, no como un pasaje de la luz las sombras, sino de las sombras la luz. Yas su amor piadoso, sin otra intencin quela de preparar con anticipacin una hora fa-talinculc fcilmente en ese espritu denia, el dogma que cuesta tanto la Igle-sia inculcar en los hombres: la resurreccinde las almas.

    Stella hablaba y peof?aba de la muerte conla misma naturahdad que de los viajes de supap, cuyos azares ignoraba, y su corazn seform intrpido para aguardar el nico peli-gro de que FU hermana no poda preservarla.

    '

    Componale cuentos que parecan oracio-nes, y oraciones que parecan cuentos. En los

    afy.0mv^>^,%Mrt *'

  • ' '

    ""^^ STELLA -" ' - "'"--#-"^'

    primeros, los ngeles bajaban mezclarse conlos nios, en las segundas, los nios suban mezclarse con los ngeles.Nada triste, nada sombro, en la religin que

    le enseaba. Una gran omnipotencia y unainfinita bondad: ese era Dios. La nica perfec-cin que haya la tierra conocido desde quese formara

    perfeccin suave, dulce, humil-de, indulgente, llena de amor y de ansiedad

    un hombre superior todo lo creado, y queconoci tambin la muerte, era Jess. Mara,una figura blanca y delicada como una palo-ma, pura y perfumada como un lirio, linday buena como su mam. Slo el paraso delos Santos, la gloria de los Serafines; ni pur-gatorio ni infierno. Para qu necesitaba co-nocerlos, la que morira sin pecar?

    Aprendi leer casi sola en sus libros deimgenes, supo escribir por su sola voluntad;dibujaba con su lpiz y sus colores todo loque vea, y aprenda sacar bonitos sonidosde una pequea y coqueta guitarra, en la queAna Mara sola cantar unas vidalitas parasu marido.

    Al alcance de su mano, estaban siempre susjuguetes, sus libros, sus objetos preferidos.Un cochecito especial le fu enviado, un da,

    por la princesita Amelia, nieta del soberano,que la conoci en la playa. La hijita deCristian de Noruega, la hijita de GustavoFussller, deca la tarjeta.Su cabeza era una maravilla. Su color ha-

    '"^-^'------ .i.i.*rti*>.t-^.^

    ^. , .-.

    .....^^aadkli:^^-..----^-.-.-^-^,.i^-^..>....*..^-t.^^

  • 54 STELLA ''" I

    bra sido moreno sin la palidez transparenteque lo emblanqueca, no la amarillosa de lacera, sino una palidez fresca de flor. Su bocaera la de su madre, mas solo en la forma,aquella no se entreabri sino para sonrer,sta haba conocido ya las crispaciones deldolor. Su naricita, levantbase un poco alaire, slo lo suficieate para dar esa fisono-ma, una gracia infantil, que algo mitigara lademasiada gravedad de su expresin.Su frente ancha y fugitiva, abrase en las

    sienes, antes de perderse en un nido de cabe-llos obscuros con reflejos. Los ojos... Ah! losgrandes ojos de Stella, color del mbar, queparecan ms bien dar que recibir la luz!... Laexpresin de esos ojos dolientes, de una infini-ta dulzura, en los que no haba sombras, no seolvidaba jams. Eran dos astros; tenan todoel brillo melanclico de la Estrella patrona desu nombre.Nada de enfermizo, nada de morboso en su

    aspecto; era ella una degeneracin, no unadegenerada.

    ;

    i

    En las largas temporadas que permaneca ien las costas del Mediterrneo,pasaba todo el Jda en la playa bandose de sol, saturndose

    |

    de las exhalaciones salinas del mar, y era icentro donde convergan las miradas, elinters de todos. Los nios ms humildes ju-gaban con ella, los ms aristocrticos tirabansu cochecito; unos y otros, entremezclndose,formaban grupos, para que los fotografiara,'

    IJ '^ 'AJ* ,a --.-.ih^'K'.'^V^tJljni--.

  • STELLA 55

    las madres la acariciaban con los ojos hme-dos! Haba en ella tal poder de seduccin,algo tan inexplicable, que nadie pas nuncapor su lado, ni la duquesa ni el pescador, queno volviese la cabeza para mirarla otra vez.Bien vea ella, que era diferente de los otros

    nios; que no era solamente una enferma,que era una excepcin; bien senta en todaslas caricias una compasin. Pero tena elinstinto de la discrecin, del fino tacto; nuncapregunt lo que no deba saber, algo le decaque deba siempre ignorarlo.No pudiendo caminar, sus ojos recorran

    las grandes distancias. Todo tena interspara ella; sus pupilas parecan siempre dila-tadas como para abarcar ms en menos tiem-po; el menos tiempo de su corta vida. Perosu inters era ms vivo por todo aquello qutena movimiento; observaba los niosque corran, los animalitos que saltaban,el andar rtmico de su hermana, 3^ las olas desu amigo el mar. Segua largo tiempo con losojos el vuelo de los pjaros.

    . , .

    Miraba con ojos ms ansiosos los rbo-les, que perdian sus hojas, y volvan rever-decer; que nacan, crecan y Inoran en unmismo sitio, y pensaba en la similitud de supequea existencia con la de esos grandesseres de la vida vegetal.Todo esto era confuso en esa alma de seis

    aos, pero iba acostumbrndola la medi-tacin.

  • 56 STELLA

    Al tin lleg el da sin regreso, . . . Mi pa-dre no vuelve! fu el grito desolado de Ale-*jandra. Gustavo Fussller no vuelve! con-testle en el duelo toda la Nacin.

    Ella, una vez impuesta de su ltima volun-tad, la cumpli sin detenerse pensar mssino en que l as lo quiso. Cuando supo quesu to la esperaba, tom su hermana, ydej su casa, su pas, la Europa, en busca delo desconocido.

    As se deshaca ese hogar feliz yjoven. Eraya, ahora, la frgil hoja que arrastraba elviento, de la visin que arranc lgrimas Gustavo en las soledades de las noches r-ticas.

    " "' >^

  • STELLA 57

    Y

    La casa de Maura Sagasta daba la idea deuna ancha existencia de lujo y de respeta-bilidad.

    Estar relacionado con ella, ser convidado sus fiestas, era una aspiracin para los quehacen vida social.El hijo mayor de don Luisquien llevando

    el mismo nombre que su padre, agreg al su-yo el apellido materno, Sagastahabase ca-sado poco tiempo despus que Ana Mara.Cansado los treinta y seis aos, del cansan-cio de no'haber vivido, sabindose incapaz deamor violento, y seguro de no necesitarlopara encontrar en el matrimonio lo que bus-caba: llenar el vaco que su hermana le dejara,rodear de nietos sus viejos solos incon-solables, se decidi fundar una familia.

    Eligi Carmen Quirz, la que, buena mo-za

    lo bastante para ser agradable los ojos

  • i-*^m..,^^^

    58 STELLA

    sin retenerlosnaturaleza sobria y fra, que

    se exteriorizaba, aire reposado y serio, ima-ginacin ciega, humor igual sin animacin ysin alegra, reuna las condiciones que hacenposible la estabilidad y la armona de unamin sin calor.

    Un.afecto tranquilo, una tranquilidad afec-

    tuosa, eran los elementos principales de laperpetuacin de esta armona, garantizadaya por el hibito de veintinueve aos de vi-da comn. La prescindencia de la inujer enlo relacionado con los negocios intereses,del marido en las cuestiones y administracindomsticas, no daban ocasin de aparecer,al carcter dbil del uno, al dominante de laotra, interpona, entre ambos, como unacolchado blando y aislador, que les evitabatodo choque.La fecundidad de la esposa respondi ai

    deseo del esposo: dile ocho hijos.De inteligencia estrecha como su moral y

    su religin, de principios severos intransi-gentes, de una virtud poco amable como sucaridad, llena de prejuicios, solo conoca untemor: los comentarios del mundo; una pa-sin: la maternal. Temor, que era terror ser-vil por el qu dirn; pasin absoluta, ciega,llena de debilidad y de transigencias por to-do lo que pas x)or sus entraas.

    Intolerante para con todo aquello que noestuviera dentro de las ms estrechas leyessociales, para la ms pequea incorreccin

    sm^s^maxmmmm

  • STELLA 59

    moral, era todo indulgencia con los vicios dealgunos de los suyos; del hijo porque era elhijo, del yerno porque haca parte de la hija.Su rigidez implacable en las prcticas religio-sas, que no hubiera permitido faltar misa un agonizante, abstenerse del ayuno untsico, provocaba una flaca observacin desu parte, de tarde en tarde, los hijos que nopisaban una iglesia nunca y las regalonerasde las hijas, pasaban por razones justificati-vas que tranquilizaban su conciencia.Mam, no puedo ir misa porque me

    duele la muela, deca una de las menores,mostrando entre sus labios unos dientes blan-cos y sanos, que la desmentan. Jess, mam,con tus vigilias nos vas estragar el est-mago y debilitarnos! se lamentaba otra,gruesa, fuerte, con unos colores que respon-dan de la solidez de su estmago y de suspulmones. Con esto, en misia Carmen, desapa-reca todo escrpulo.

    Entre cinco hijas mujeres y tres hijos varo-nes, reparta su corazn y sus debilidades.

    El primognito, Carlos, mediocre incolo-ro, casado con Elena Prado, nia de familiapobre distinguida, linda, y superior l mo-ral intelectualmente. Muy enamorado deella, y naturalmente vanidoso, habala colo-cado una altura de lujo de la que no habrapodido verla descender. Para el caso de sen-tirla amenazada, hubiera sido capaz de unade esas luchas todas armas con la suerte,

  • f30 STELLA

    que arrastran lejos muchas veces. . . La be-lleza de la joven, que pona una nota bri-llante de arte decorativo, en las fiestas tanmentadas de su casa, compensaban, para laorguUosa misia Carmen, la falta de fortuna.

    Carmencita, la segunda, la que una ma-ternidad copiosa como la de la madre habadeformado, conservaba su cara bonita insig-nificante. De inteligencia nula, exenta de to-da coquetera, lo que es delito es virtudsegn su clase y sus fines,de carcter ap-tico, no la animaban sino las enfermedadesde sus hijos, y los celos que despertaba enella su marido, Alberto de la Riega, con quiense haba casado por amor, muy jovencita.Era el tipo genuino de la mujer cargantecuyo cario abruma ms que el odio, y de lamadre tierna, dbil y vulgar. Su marido, mu-chacho lindo, elegante, nada tonto, espiritual,de buen carcter y genio alegre, vicioso ycnico, con calor en el corazn y rasgos caba-llerescos, casado por la posicin y la fortuna,tratbala bien en la forma sin importrselede ella. Quera sus hijos casi sin conocerlos,y al viejo comprometindolo en garantasy deudas de juego; bromeaba continuamen-te con su suegra y sus cuadas, llevbasebien con sus cuados; conservaba toda sulibertad, viva en el club, provocaba los celosde su mujer con aventuras ruidosas que lellegaban de cuando en cuando.

    Enrique, un buen mozo enamorado de su

  • \;:W^' V,*-'-""'*'

    STELLA 61

    hermosura, egosta, indiferente todo lo queno fuera gastar, ostentar, divertirse. Afortu-

    nado cerca de algunas mujeres frivolas ycoquetas, comprometalas por amor propio,mezclando sus nombres otros nombrescompletamente extraos sus pretensiones,y que, as mezclados, quedaban en el esp-ritu de muchos por la simple aseveracinde un fatuo. En cambio, no era afortunadoen el juego; arrastrado l por la mezquinaambicin del lucro, no por la pasin como sucuado Alberto, en su afn insistente, ibainternndose en el camino sin lmites ....Gastaba y perda el dinero de su padre, pre-parndose hacerlo, ms tarde, con el de al-guna rica heredera, hurfana, en posesinde su fortuna.Mara Luisa era el reflejo de su marido,

    hombre serio que se impona; grave, con pre-tensiones al talento, abogado estudioso y dereputacin, el Dr. Miguel Linares. Su suegraque deca Alberto >, lo nombraba mi yerno,elDr. Linares.

    Isabel, grande, hermosa, con tendencias ytemores engrosar, de facciones correctas,cabellos, cejas y ojos muy negros, mejillasmuy rosadas, pies y manos grandes como losde la madre, voz algo ronca como la Perla,comparbasela Juno, y tena fama de belle-za en el interior y en el exterior. Sus opinio-nes prevalecan, sus juicios eran inapelables;su rol de professional beauty hacanla gran

  • ^?i^- n-;;*^.^-^ -i-i.^-^. , 'Jmlf::^-^'"^

    62 STELLA

    soberana en esta casa de pequeas soberanas, las que Alberto sola llamar, mis cua-das las municipalidades aludiendo la au-tonoma desbarajustada de este rgimen pro-vincial.

    Emilio, delgado, moreno, feo, despreocupa-do en su traje y en todas sus cosas, parecano estar unido su familia sino por el cari-o. Fsicamente parecase su padre, moral-mente ninguno. Muy inteligente, de ideasavanzadas y carcter independiente, tenanial genio y nobilsimo corazn. Adoraba su padre, admirando hasta el enternecimien-to su gran bondad. Perezoso, no estudiaba,pero lea. Nunca fu preparado un examen;los profesores le encontraban tan simptico ytan abierto, sus respuestas eran tan inteli-gentes, aunque fuera de un programa queno conoca, que ao tras ao, inclinbanse la indulgencia. Sus amigos eran casi todosestudiantes, entre ellos muchos provincianos,que si vestan mal, trabajaban bien su por-venir, siendo los ms estudiosos, los msmodestos, los ms ambiciosos y los mstenaces.

    Ana Maia, era la favorita de su padre

    que quiso darle el nombre de su hermana

    de su hermano Emilio, de Alberto, de raissMary y de los criados. Amable, buena, tra-viesa, generosa, franca, siempre contenta,llenaba la casa con sus risas y sus cantos.No tena ms belleza que sus ojos, sus dien-

  • STELLA 68

    tes, su color y su gracia; con tan poco, en-cantadora.La ltima, Mxima, la PerlaaquelSefor

    sin ley ni rey, hroe de tantas aventuras . .

    .

    El tronco de estas ocho ramas, encerrabatodas aquellas cualidades que acercan ms la perfeccin; pero cualidades blandas, sinmdula y sin eficacia. Desebase verlo despo-jado de algunas de ellas, como de un exceso,en la esperanza de que eso entonara su ca-rcter dbil y debilitado, su voluntad cadaen la enervacin. Asemejbase aun instrumen-to de alto mrito, pero cuyas cuerdas sintemplar, sueltas, flojas, faltara el sonido y lavibracin.

    Nacido, crecido, hecho hombre en el cam-po, sin amigos, lejos de sus hermanosuno deellos militar y el otro asociado un ingenio deazcar en Tucumn y establecido all, sinms sociedad que la naturaleza, sin el hbitode la lectura, hzose un contemplativo y suimaginacin se embot. No pudo imaginar,pues, placeres y goces que no conoca, y sujuventud plcida se pas sin desearlos. Tem-peramento fro, tranquilo y ordenado, no ha-biendo tenido en s mismo pasiones, vicios,ni turbulencias que combatir, no saba comba-tirlas en los otros.

    Una vez sus hijos grandes, daados ya porlas condescendencias de la madre, no supodirigirlos y cada uno se entreg sus propiasinclinaciones. Crey ensearles el trabajo es-

    . .,

    .. -? ^ ;', '

  • 64 STELLA

    tableciendo un escritorio cuyo frente colo-c Carlos, con todas las atribuciones, entre-gando Enrique la direccin de una estancia la vieja estancia en que l y sus hermanosnacieron la que ste convirti en cabanamodelo y en Stud, que coman diez veces loque producan.Las hijas, que lo queran entraablemente,

    habran visto en sus labios un no, como unode esos fenmenos en los que no se cree; y l, hubirale costado ms encontrarlo, paraellas, que todos los sacrificios que el pedidopudiera haberle impuesto.

    Pacfico, modesto, enemigo de ruido y deostentacin, nunca haba hecho sin embargo,la ms pequea observacin por las fiestasque se sucedan en la casa, el lujo en que seviva, los gastos que todo esto ocasiona-ba. Su bolsa y su condescendencia no se ce-rraban jams.En esas fiestas, que se vea obligado

    asistir, apareca afable, con esa sencillez conque cumpla todos sus deberes. Sus fiestaseran las reuniones familiares del domingo, yel mes que pasaba en la estancia todos losveranos con su mujer y con sus hijas, queiban hasta all por complacerlo.

  • '' STELLa' 65

    Desde la muerte de Gustavo Fussler, ibadesvanecindose para Alex la nebulosa quele ocultara la vida. Ahora senta que, comoun recin nacido, iba entrar en ella. Y mi-diendo la altura que se haba mantenido suexistencia hasta entonces, se dijo: Es el len-to declive que comienza.

    El choque que recibiera en el dintel de latierra y de la casa extraas, llevla compa-rar el hoy con el ayer, y sintise removidahasta la desesperacin. Las lgrimas que de-rramaba, eran sus primeras lgrimas amar-gas, y stas la alejaban por instinto de laspersonas que an no conoca, y con quienesdeba vivir en adelante. Su inexperiencia leimpeda juzgar imparcialmente los actos age-nos; no poda distinguir, pues, todo lo quehaba de involuntario en lo sucedido.Despus de separarse de su to, pas el fin

    de la noche sin dormir, caminando agitada, apo^^ando su frente contra los vidrios desu balcn, mirando el cielo obscuro que pare-ca llorar con ella.

    Con el alba entr en la reflexin, y saliconvencida de la esterilidad de lgrimas queener\raran sus energas, determinada crearsu independencia dentro de la casa inhospi-talaria que su padre la enviara, alejandoavS, la ms remota posibilidad de humillacio-nes su dignidad.El alba haba disipado las nubes y calma-

    do el viento; el sol llegaba. Se impuso, tam-8TELT.A 5

    -iAf^.^ :.. ;>\: ;.;>, t .^S

  • 66 STELLA'

    --1:-;v-

    biu ella reaccionar, y se irgui resuelta. Suinstruccin, la continua labor de su adoles-cencia, no haban tenido otro fin que prepa-rar este momento. Respondera las previ-siones de quien habra de ser siempre sugua.

    Insensibilizada para todo lo que no fuerasu conmocin interior, y sin ningn temor yapor las nuevas impresiones que iba recoger,esper la hora de entrar en la familia de sumadre, bajo una sensacin de absoluta indi-ferencia.

    No fu indiferencia lo que encontr; se lemanifestaba, momentos despus, tanta afec-tuosidad que crea no estar despierta. Cuan-do hubo recibido los abrazos de sus primos,reunidos en el hall para conocerla, su cora-zn se desentumeci. Se le hacan mil pre-guntas, se la rodeaba, se le demostraba tminters caluroso y cordial; su misma ta, desen-redndose de sus aires de condescendencia,conseguti parecer afable.No fu menor la sorpresa de los otros; en

    lugar de la mujer tiesa, brusca y reservadaque imaginaban, conocieron Alejandra.Faltaba Stella, la enferma, la nia invlida

    inutilizada, de quien dijera el padre: Quinque no fuera de su propia sangre consentiraen cobijarla?.Fueron todos ella por atencin y miseri-

    cordia. Iban ese fragmento de vida, queconceban como un pequeo ser raqutico y

  • STELLA 67

    terroso en su niez decrpita, y los dCvSluni-

    br aquella flor de luz!La conquista fu rpida, inmediata, abso-

    luta; la hurfana quedaba adoptada, perte-neca ya todos y cada uno de aquellosque haca un momento pensaban en su de-formidad con desconfianza. Cmo te llamas, mi hijita?A esta pregunta, obligada para todos los

    nios, ella contest con su voz musical y susuave despejo:Stella, como el barco de mi pap.Eres realmente una estrella! pensaron

    todos acaricindola.Kn las preguntas, las explicaciones, la per-

    turbacin que produce siempre el cambio demedio, la iniciacin en hbitos distintos, sepas rpido el da. Alex, cuya sobrexcitacindecaa, sinti la necesidad imperiosa de des-cansar. Retirse temprano su habitacin.Su hermanita dorma tranquilamente; la bestres veces en la frente, como haca siempre aldormir 3^ al despertar: por mam, porpap, por Alex, y se ^acost para reposaral fin.

    Durante algunos mementos pasaron antesus ojos sombras vagas que se entrecruzaban:amigos de Cristiana, su to Luis, una de susprimas, la negrita, la Perla... Ms vagamentean y ms lejanos, l camino lquido que aca-baba de recorrer... la nave de su padre enea-Hada all en las tierras heladas... la figura

    b :'iL .jU.C5Kirii::i_i,.

  • ^Wf^'^"

    68 STELLA

    ruda y bondadosa del capitn del buque quelas trajo Amrica... el dulce rostro sonrien-te de su madre... Despus, toda esa confusinsumergise en un profundo sueo.

    i:;.;-_"^%->^i*"'Ma

  • STELLA'

    6y

    VI

    ....Van decirme ustedes que s; no escierto, tos? concluy Alex que conversabacordialmente con ellos en una pieza cuadra-da, espaciosa, confortable, que llamaban celcosturero, destinada ala intimidad.Desde haca un mes espiaba la oportunidad

    de poner en prctica su resolucin: ganar susitio y el de su hermana en aquella casa. Hoylo peda en una forma delicada, haciendo va-ler como una necesidad de su espritu, lo queera realizacin de sus propsitos.MissMary, viejo jefe del ejrcito de hijos y

    de nietos, despus de quince aos de batallarcon sus propios soldados desde Isabel laPerla, desde Emilio los hijos de Mara Lui-sa y Carmencita! exiga medio retiro. Ade-ms, sus lecciones eran deficientes, y habaque traer maestros extraos, que daban lassuyas mal y de prisa. Para qu todo esto siella estaba all?

  • 70 STELLA

    Bn mucho tiempo ni su estado de nimoni su luto le permitiran entrar la vida mun-dana que haca la familia. Si no se le con-senta tomar su cargo la enseanza de losnios la condenaran una existencia soli-taria y vaca. Miss Marj poda quedar degobernanta; ella se responsabilizara de lainstruccin.He aqu las razones que presentaba como

    base de su pedido. Misia Carmen encontrabademasiadas ventajas en la proposicin, parano haberla aceptado en su interior muchoantes de condescender. Su marido viendo enello una distraccin nicamente, como siem-pre dijo s.

    Al da siguiente organiz su escuela.Los discpulos aprendan las lecciones, la

    docilidad y la disciphna insensiblemente, allado de quien se impona convenciendo, y lesenseaba divirtindolos.La joven segua as la lnea de conducta

    que se haba trazado, a3^udada por su carc-ter firme, viviendo retirada, en el ambientecandido que creaban los nios su alrededor,apasionados de ella, idlatras de Stella, queera ejemplo, premio y estmulo.Su alma estaba melanclica; su herida era

    demasiado fresca para admitir an otra es-peranza, que la esperanza pasiva de que suexistencia actual no cambiara. Crea que lamuerte de su padre haba sido la deS(!olora-cin del mundo, el fin de su alegra.

    IS.V-L.-iii-f;;^ f^ML&l' Ti .' o.

  • STELLA n

    Sin embargo, muerto, viva en ella; todossus actos estaban destinados complacerlotodava; la comunin de sus espritus conti-nuaba travs de la muerte.Cuntas veces se sorprenda repitiendo

    sus discpulos las mismas palabras que l lerepitiera cuando era una nia como ellos.Un da, por ejemplo, reprendiendo Alberti-to, muy irritable, le dijo: La clera es unacorta locura. En el acto se pregunt: dn-de, dnde he ledo esto yo... cundo lo heodo?... Y de pronto record, sus ojos lo vie-ron, sus manos lo palparon, al libro azulque una noche, cuando tena trece aos,encontr al acostarse, abierto, sobre sualmohada, y la raya roja del lpiz de supadre que marcaba la mxima de Horacio. VEra una reprensin un momento de impa-ciencia.

    Poco poco fu agrandndose el crculode su tarea. Una de sus primas le pidi que -le enseara el ingls, otra el dibujo, Isabeldese perfeccionar su francs.

    .

    .

    A medida que iba entrando ms hondo enel conocimiento de esta familia tpica porte- /a, notaba que los padres se preocupabande instruir, descuidando el educar, dos co-sas tan distintas.

    Y as era, que poseyendo correccin en losmodales, finura y moderacin en las pala-bras, carecan todos en aquella casa de la edu-cacin interior, que es formacin, desenvolv-

  • 72 STELLA

    miento, perfeccionamiento de la inteligencia,del carcter, del corazn.Por ella comprenda ahora lo que faltaba

    los hijos generosos y despiertos de la hermosatierra de su madre. Descubra que estaba enuna sociedad moralmente ineducada, en laque era absoluta la despreocupacin de en-sear y de aprender pensar; que era stala razn por la cual apesar de la asombrosafacilidad de comprensin, y el desarrollo dela facultad intelectiva de los ms, tan pocosdescollaban; por la cual, tambin, mientrasen otras haba tantos hombres superiorescon inteligencias mediocres, en sta habatantos hombres mediocres con inteligenciassuperiores. Se asombraba ahora menos de quese consideraran todava como cosas secunda-rias, el arte, las letras, la misma ciencia; de que.la intelectualidad no tuviera su ambiente.

    Estas observaciones guardbalas bien ocul-tas para s; tena demasiado tacto y culturapara dejarlas entrever.Mantena relaciones cordiales con sus pri-

    mas, sin mezclarse su torbellino festivo ybullicioso. \ iva entre gente buena sin bon-dad; de esa que no hace el mal, pero no sabeevitarlo, que slo ve el dolor en las lgrimas.No se

    ,preocupaban, por lo tanto, de conso-

    lar su inmensa pena sin lamentos; y as sentacada da crecer el vaco de un afecto msconsciente que el de los nios, ms viril queel de su to.

    . iv;;;..: r

  • STELLA 73

    Trataba de disciplinar su imaginacin, nopermitindole traspasar los lmites donde co-menzaba el peligro; detena su pensamiento,que se volva con una especie de fascinacin '

    hacia el pasado.Con la pequea renta de una propiedad

    que qued su madre, atenda sus necesi-dades y las de su hermana, sin verse obliga-da pedir jams los otros.

    Emilio, que ayudaba su padre, tuvo queir la estancia; ofrecise ella para tomar su cargo interinamente la correspondencia ylos libros, mientras tanto. Se acept el ofreci-miento, y encontraba gran placer en un tra-bajo que obligndola permanecer muchashoras cerca de su to los aproximaba ms, yestableca entre ambos la confianza. As seconocieron ntimamente los dos.Con un cario cuyas nuevas races se ente-

    rraban muy hondo, quera don Luis Alexya, por s misma, sin necesidad de recordarde quien era hija. Haba en su cario ademsuna ternura compasiva, como temiendo pa-ra ella algo desconocido. Alex lo quera enigual medida, admirando su gran bondad, sucorazn generoso y sensible, sintiendo igualternura compasiva que la de l por ella. Com-pasiva por algo desconocido, inexplicabletambin. Lo aligeraba de trabajo, jugaba alecarte, tena con l largas conversacionespn que se repeta sin cesar el nombre dela adorada Ana Mara, y leale cosas agra^

  • "liV* : .'

    -

    . :

    '--'':.' " " \^ '/, .^T^;

    74 STELLA

    dables, que lo distraan sin obligarlo pensar.

    Emilio, el muchacho noble y violento, re-fractario al movimiento mundano, haba te-nido tiempo de descubrir toda la superioridadde su prima extrangera. Se apasion de ella.Demasiado inteligente para no darse cuentade que era, y sera siempre el nio susojos, hizo de la joven, que lo deslumhraba, suamigo, su maestro y su consejero.Los yernos tenan con ella atenciones ex-

    cepcionales. El importante Doctor vea uninterlocutor digno de l. Alberto, gran cono-cedor, adivinaba detrs de esa joven de luto,que haba llegado enfaquecida y desfiguradapor el dolor, la mujer elegante y seductoraque haba sido, y que sera despus. . . .Haca un ao y medio que Ai ex y Stella vi-

    van en la casa de sus tos.En sta, el domingo se destinaba la reu-

    nin de la familia. Cada uno tena su asientofijo en la mesa, y esa comida semanal era lanica obhgacin de que ninguno de sus miem-bros se crea dispensado.Contbase entre ellos las dos hermanas

    de misia Carmen. Dolores, soltera, muy ms-tica, angelical. Al perder, cuando joven, sunovio, se retir del mundo consagrndose Dios, y hacer beneficios y caridades; dedi-caba su fortuna al alivio de los que sufren, ytambin de los que caen. Escondase de suhermana^ en cuya casa viva, para socorre^ ^

    --yCiM~''J:.Tik^.^ .

  • i^l'ELL T

    algunas criaturas que haba perdido el vicio la necesidad; lavaba piadosamente las lce-ras como Santa Isabel.La otra, Micaela, era la personificacin de ^

    la prima Bette de Bakac.Como sta, posea todas las miserias de un

    carcter sucio, con una hipocresa tan refina-da Y tan convincente que se le llamaba labuena Micaela. Baja con las personas dedinero de posicin, envidiosa de los bienesgenos de cualquier clase que fueran, no tenaescrpulos en ir repitiendo un chisme, en le-vantar una calumnia, en echar como pasto la maledicencia pblica aquella con quienhaba est'-ido ms ligada en los buenos tiem-pos, una vez que vea eclipsarse su suerte.Grande, morena, con pequeos ojos negroscomo dos manchitas de tinta, dientes largosy amarillos, aire de jovencita tmida que ca-mina haciendo pininos, una amabilidad ama-nerada, guardaba en el bolsillo su marido,especie de viejo buey manso, obtuso, en elque todo era pequeo menos la ignorancia.Era un domingo. En la mesa, reunidos to-

    dos, hablaban mucho, muy fuerte y la vez.Hacase crnica, dbanse bromas, repasbaselo sucedido durante la semana, formbanseprogramas para la que iba empezar.Qu esplndida estaba anoche en la Ope-

    ra Nina Plazas! dijo Alberto.Estaba notable realmente, aprob En-

    rique.

    i.,i:i53^iij!

  • 76 STELLA

    Si vieras ta, qu vestido magnfico te-na; de terciopelo verde, con pieles y encajes,agreg Isabel; estaba, es cierto, preciosa,preciosa!

    Y qu alhajas!Llevaba un peinado rarsimo que le sen-

    taba divinamente: todo el pelo ondulado ysalpicado de alfileres de esmeraldas y bri-llantes.

    i

    De dnde sacar para lujos sa, observla buena Micaela. El marido no creo que an-de muy avanti... y el padre no tiene nada...Oh! los maridos estn siempre avanti

    cuando se trata de mujeres como Nina. Ysino que lo diga don Vicente... all en susbuenos tiempos! dijo Alberto que saba queMicaela

    quien lo detestabase haba casa-do de cuarenta y ocho, haba sido fea siem-pre, y la que su marido, metido en especu-laciones, l tambin, haba perdido en hipote-ca tras hipoteca las propiedades heredadasde sus padres, conservando apenas, y enagona, la casa en que vivan.No estaba Clarita Montana en su palco,

    mam.Estara enferma.Sin duda, volvi decir Micaela. Pare-

    ce medio tsica esa chica; tan negrita, tanpobre cosa como es, apesar de sus millones.Tambin la madre que nadie conoca,.... y elpadre... un gringo cualquiera que fu fruterocuando joven...

  • STELLA 77

    Por los ojos de misia Carmen pas un re-lmpago y apret disimuladamente los la-bios. La otra comprendi que acababa dedecir una torpeza, y como la tema, trat derepararla.

    Pero es muy mona, muy distinguida ymuy amable, Clarita...Ana Mara, el nio terrible, solt una car-

    cajada que contagi todos los dems, di-ciendo:

    En los apuros que te pone mam, ta!No me hagas seas, mam, m, ahora...Qu tiene que me ra?... Enrique no va resentirse por tan poco.

    Alberto hizo un gesto de malicia su sue-gra, y con aire dramtico, deca:No hay peligro, mamita, no hay peligro!

    Nuestros planes no se derrumbarn; yo se lojuro!Me dicen que Sandringhan es una caba-

    na esplndida, preguntaba el Doctor que con-versaba con Don Luis, Carlos, Elena y Ale-jandra en el otro extremo de la mesa, oyendocon inters las descripciones que esta ltimales daba de sus viajes.Tiene fama de serlo Yo he pasado tres

    das con pap all, invitados como huspedesdel rey Eduardo y de la reina; pero franca-mente, nosotras las seoras nos ocupamos deadmirar otras cosas que nos interesaban msque los carneros y los toros. Mientras l rey,que all es slo un gran Seor, mostraba

  • x/

    78 STELLA * '

    sus huspedes sus animales de que est muyorgulloso, la reina nos llevaba visitar losjardines, la maravillosa selva agreste, suparque poblado de ciervos, la avenida de r-boles plantados cada uno por un personajeclebre. Es muy curiosa tambin la pequealechera en la que ella y sus hijas hacen exce-lente manteca.

    Ah! usted conoce la reina? exclamMicaela cj[ue tena la mana aristocrtica, laobcesin dla corte inolesa.S, seora.

    Y cmo es?. . . Y el rey?. . . Pero es unacorte muy cerrada? sigui, lanzando con an-siedad, esta aglomeracin de preguntas: S 3^ no, seora, contest Alex. Pap por

    su familia tuvo siempre derecho entrar enlas cortes europeas. Su reputacin y su saberhaca ms que posible su relacin con algu-nos soberanos. El de Inglaterra, acorta ladistancia entre l y aquellos que trata 3'recibe como amigos. En su casa es uncaballero encantador y distinguido, nadams.Es muy elegante .... observ Enrique. S, apesarde estar muy grueso. La rein;

    est asombrosamente conservada, es una jo-ven de sesenta aos. Toda la familia real esde una amabilidad sencillsima. La princesaVictoria no ha querido casarse, hasta ahora.Es muj^ artista; sus grabados sobre cuero sonnotables. Ms tarde les mostrar una tapa

    : >AJ .^ .;l^;:.:;^'

  • STELLA id

    de libro con que obsequi pap para una desus obras, y que estuvo expuesta en Londres,en Stokolmo y en Cristiana ....Todos se haban dedicado escucharla,

    asedindola preguntas. Micaela vea crecer la muchacha, que hasta entonces habaconsiderado entre la institutriz 3^ la parientepobre, y que ahora resultaba haberse trata-do con los reyes!Me ha interesado siempre mucho la Sue-

    cia y la Noruega, expres enfticamente Li-nares, con su voz de garganta; me gustaraconocerlas.

    No s qu atractivo puede tener ese paspara los que no han nacido en l, dijo Carlos.Tendra para usted la originalidad, que

    tiene para nosotros el suyo. Aquel pueblo sos-tenido sobre el agua, les causara una im-presin diferente, pero igualmente grande,que nosotros la Pampa, ese inconmensu-rable espacio, que sin su verdura sera el de-sierto.

    En clima tan rudo, todo debe ser muytriste?

    " No crea usted. Stokolmo es una ciudadmtjy alegre, por sus casas pintadas cubiertasde baldosas de colores vivos, sus balcones lle-nos de flores, la profusin de sus jardines, ysus puentes que parecen trabajos de orfebre-ra, se multiplican y van enlazndose hastaencerrar las islas vecinas. Recuerdas, MaraLuisa^ la emocin q^ue me causaron las casitas

  • 'W"''

    ^

    '.'\''

    -

    '.

    80 STELLA

    de la calle Libertad y de la calle Guido, eldomingo, cuando volvamos de misa y quete parecan tan raras? As son las de mi tierra,y se ve que Christophersen ha copiado conamor, la habitacin tan caracterstica denuestro pas ....Pero son caracteres taciturnos los Suecos

    y los Noruegos, afirm Linares.Los largos inviernos sin luz, el clima gla-

    cial, los vientos helados, influyen natural-mente en el carcter y las ideas de los hom-bres. Sus hijos son reconcentrados, creyentesy soadores. Mi pas es por eso el pas de lasleyendas. Los chicos conocen muchas que yoles cuento. Stella tiene un largo repertorio.Y la sociedad? Y las mujeres?

    preguntAlberto, con un aire de decir: Si se le parecen usted?...Oh no son centros de alegra y de ele-

    gancia sus ciudades. Pueblo pobre, de vidadificultosa, la mujer coopera en el trabajodel hombre, y su influencia ha penetrado entodas partes. Las casas bancarias, las ofici-nas de registros y correos, estn amuebladascon un confort envidiable; es que sus emplea-dos son mujeres.Ejerce all ya la mujer algunas profesio-

    nes liberales? pregunt el solemne Doctor.Todas, Las practicantes y las enfermeras

    de los hospitales, por ejemplo, son niasque estudian la medicina y la ejercitarn mstarde.

    ^l i'.,4Vn.EaM.':r'-''''' '-

  • ^i'tgm-t,;^?!f?fpf?;"f ; H3' 2/ ; ' ^V*

    STELLA 81

    Todo est muy bien... pero el alcohol?...Era la plaga; hoy se han promulgado

    leyes tan severas que se va extirpando... Encambio el robo no se