sonoridades de la lengua -...

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1 Si cada hora viene con su muerte, si el tiempo es una cueva de ladrones, los aires ya no son los buenos aires, la vida nada más que un blanco móvil usted preguntará por qué cantamos. Si los nuestros quedaron sin abrazo, la patria casi muerta de tristeza y el corazón del hombre se hizo añicos antes de que explotara la vergüenza, usted preguntará por qué cantamos. Cantamos por que el río está sonando y cuando el río suena, suena el río, cantamos por que el cruel no tiene nombre y en cambio tiene nombre su destino. Cantamos por que el niño y porque todo y porque algún futuro y porque el pueblo, cantamos por que los sobrevivientes y nuestros muertos quieren que cantemos. Si fuimos lejos como un horizonte, si aquí quedaron árboles y cielo, si cada noche siempre era una ausencia y cada despertar un desencuentro, usted preguntará por qué cantamos. Cantamos porque llueve sobre el surco y somos militantes de la vida y porque no podemos ni queremos dejar que la canción se haga ceniza. Cantamos por que el grito no es bastante y no es bastante el llanto ni la bronca, cantamos porque creemos en la gente y porque venceremos la derrota Cantamos por que el sol nos reconoce y porque el campo huele a primavera y porque en este tallo, en aquel fruto, cada pregunta tiene su respuesta. Mario Benedetti Número 10 Octubre 2017 Microscopías (El Cosmos en un bolsillo)

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Si cada hora viene con su muerte, si el tiempo es una cueva de ladrones, los aires ya no son los buenos aires,

la vida nada más que un blanco móvil usted preguntará por qué cantamos. Si los nuestros quedaron sin abrazo,

la patria casi muerta de tristeza y el corazón del hombre se hizo añicos antes de que explotara la vergüenza, usted preguntará por qué cantamos.

Cantamos por que el río está sonando y cuando el río suena, suena el río,

cantamos por que el cruel no tiene nombre y en cambio tiene nombre su destino.

Cantamos por que el niño y porque todo y porque algún futuro y porque el pueblo,

cantamos por que los sobrevivientes y nuestros muertos quieren que cantemos.

Si fuimos lejos como un horizonte, si aquí quedaron árboles y cielo,

si cada noche siempre era una ausencia y cada despertar un desencuentro,

usted preguntará por qué cantamos. Cantamos porque llueve sobre el surco

y somos militantes de la vida y porque no podemos ni queremos

dejar que la canción se haga ceniza. Cantamos por que el grito no es bastante

y no es bastante el llanto ni la bronca, cantamos porque creemos en la gente

y porque venceremos la derrota Cantamos por que el sol nos reconoce y porque el campo huele a primavera y porque en este tallo, en aquel fruto,

cada pregunta tiene su respuesta. Mario Benedetti

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Sonoridades de la lengua

Hoy: Benedetti y la música

A partir de la década del ‘70 la obra poética de Mario Benedetti fue visitada por numerosos cantantes de habla hispana. Numa Moraes, cantautor uruguayo musicalizó «Cielo del 69», una de sus Letras de emergencia (1973) («Mejor se ponen sombrero / que el aire viene de gloria / si no los despeina el viento / los va a despeinar la historia»). Esta fue la primera vez que un poema de Benedetti se hizo canción. Pero es a través de la colaboración con Alberto Favero y Nacha Guevara, de la que surgió el disco Nacha canta a Benedetti (1972), cuando los poemas de Benedetti comienzan a popularizarse verdaderamente como canciones.

En esa ocasión fueron retomados sus primeros poemas y, especialmente, los de la oficina, como por ejemplo, Te quiero. («Tus manos son mi caricias mis acordes cotidianos / te quiero porque tus manos / trabajan por la justicia»).

En 1978, en colaboración con Daniel Viglietti, otro cantautor uruguayo y personaje clave desde el punto de vista político, cultural y musical en la transformación del Uruguay a partir de 1968, se

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editó A dos voces. Las canciones son, en su mayoría, de denuncia política y crítica social.

En 1985 llega El Sur también existe, con música de Joan Manuel Serrat y letra de Mario Benedetti, en algunos casos los temas son adaptaciones de poemas previos y otros fueron compuestos para la ocasión. Los temas son de lo más variado: la reivindicación político-social («El Sur también existe»), el canto de la esperanza («Vas a parir felicidad»), lo cotidiano («Testamento de miércoles»), la descripción del paisaje del exilio cubano («Habanera»), la ironía («Los formales y el frío»), el discurrir a lo largo de la vida («Currículum»), etc. Aquí también hay crítica social, el tema de las injusticias, la desigualdad entre los hombres, pero no faltan referencias al amor.

Además de estos tres trabajos más articulados y conocidos, Mario Benedetti tiene unas 80 letras de canciones que figuran en el repertorio de numerosos intérpretes, y un pequeño libro titulado Canciones del más acá (Benedetti, 1988), que incluye 60 textos suyos.

Más allá de la gran popularidad del poeta, muchos de sus versos son conocidos por millones de personas porque con ellos se hicieron canciones.

M.L.

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Chivos, Canjes y Recomendaciones

Para comunicarse con el editor, publicitar o arrimar textos: [email protected] www.microscopiasblog.wordpress.com

Agradecimientos:

Ileana Gómez Gavinoser,

María Fernanda Macimiani,

Edición, selección y compilación de

textos: Martín Linares

A partir de septiembre en las

librerías amigas

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Wikipedia dice. Y si ella dice…

El aguafuerte es una modalidad de grabado que se efectúa tomando como base una plancha o lámina de aleación metálica, habitualmente de hierro, zinc y, más frecuentemente, cobre. Esta se recubre de una fina capa de barniz protector, o de cera resistente a los ácidos. El grabador dibuja con un estilete de punta cónica muy afilada en esta capa de barniz, llegando justo hasta el cobre sin penetrar en él. Posteriormente se sumerge la lámina con su barniz en una solución de agua y ácido nítrico, la cual recibe el nombre del aguafuerte propiamente dicho. Esta solución corroe el cobre en las zonas en que este no está protegido por el barniz, y deja unos surcos. El tiempo de inmersión de la lámina en el ácido determina la profundidad de la línea en el grabado, otorgándole a mayor tiempo mayor valor.

Se retira el barniz, y la plancha ya está lista para el proceso de estampación. Se impregna la superficie con una tinta de componente graso que penetra en los surcos y se retira el sobrante de manera manual. El resultado será una imagen transferida de forma invertida en el papel de grabado.

Una de las ventajas de esta técnica sobre otras es que pueden corregirse los errores, o hacerse

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retoques antes de someter la plancha metálica a la acción corrosiva.

Y usted se preguntará qué tiene que ver este proceso con la literatura y sus formas del hacer. Y allí se interpelará acerca de lo extremadamente acertado del título con el que Roberto Arlt definió sus crónicas, que trascendieron los cánones periodísticos y encontraron una retórica inquisitiva, socavada, cincelada.

Las Aguafuertes porteñas que Arlt publicó a partir de 1928 están construidas desde el óxido corrosivo de una sociedad que buscaba su identidad, perdida entre tantas identidades.

Quizás su principal biógrafa, Sylvia Saítta, destaca de la producción de Arlt "su mirada sarcástica ante un mundo donde los valores se han perdido, ridiculiza no sólo al comportamiento de cada uno de los tipos porteños, sino que pone en cuestión la organización de todo el sistema sobre el cual está basada la ética social" - Saítta, Sylvia. "Roberto Arlt y las nuevas formas periodísticas".

Lo siguiente es un extracto de una de sus famosas Aguafuertes, todas ellas están a disposición en microscopiasblog.wordpress.com desde donde pueden leerse y descargarse.

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Los tomadores de sol en el Botánico

Por Roberto Arlt La tarde de ayer lunes fue espléndida. Sobre todo

para la gente que nada tenía que hacer. Y más aún para los tomadores de sol consuetudinarios.

Gente de principios higiénicos y naturistas, ya que se resignan a tener los botines rotos antes que perder su bañito de sol. Y después hay ciudadanos que se lamentan de que no haya hombres de principios.. Y estudiosos. Individuos que sacrifican su bienestar personal para estudiar botánica y sus derivados, aceptando ir con el traje hecho pedazos antes de perder tan preciosos conocimientos.

Examinando la gente que pulula por el Jardín Botánico, uno termina por plantearse este problema:

¿Por qué las ciencias naturales poseen tanta aceptación entre sujetos que tienen catadura de vagos? ¿Por qué la gente bien vestida no se dedi-ca, con tanto frenesí, a un estudio semejante, saludable para el cuerpo y para el espíritu? Porque esto es indiscutible: el estudio de la botánica engorda. No he visto a un bebedor de sol que no tenga la piel lustrosa, y un cuerpazo bien nutrido y mejor descansado.

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¡Qué aspecto, que bonhomía! ¡Qué edificación ejemplar para un señor que tenga tendencias al misticismo! Porque, no dejarán de reconocer ustedes, que una ciencia tan infusa como la botánica debe tener virtudes esenciales para engordar a sujetos que calzan botines rotos.

De otro modo no se explicaría. Cierto es que el reposo debe contribuir en algo, pero en este asunto obra o influye algún factor extraño y fundamental. Hasta los jardineros tienden a la obesidad. El portero -los porteros están bien saciados-, los subjardineros ya han adquirido ese aspecto de satisfacción íntima que producen las canonjías municipales, y hasta los gatos que viven en las alturas de los pinos impresionan favorablemente por su inesperado grosor y lustroso pelaje.

Yo creo haber aclarado el misterio. La gente que frecuenta el Jardín Botánico está gorda por la influencia del latín.

Roberto Emilio Godofredo Arlt1

(Buenos Aires, 26 de abril de 1900 -Buenos Aires, 26 de julio de 1942) fue novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor.

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Frente al mar – Alfonsina Storni

Oh mar, enorme mar, corazón fiero De ritmo desigual, corazón malo,

Yo soy más blanda que ese pobre palo Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda, Yo me pasé la vida perdonando,

Porque entendía, mar, yo me fui dando: «Piedad, piedad para el que más ofenda».

Vulgaridad, vulgaridad me acosa. Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.

Hazme tener tu cólera sin nombre: Ya me fatiga esta misión de rosa.

¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena, Me falta el aire y donde falta quedo,

Quisiera no entender, pero no puedo: Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma, Me empobrecí porque entender sofoca,

¡Bendecida la fuerza de la roca! Yo tengo el corazón como la espuma.

Mar, yo soñaba ser como tú eres, Allá en las tardes que la vida mía Bajo las horas cálidas se abría... Ah, yo soñaba ser como tú eres.

Mírame aquí, pequeña, miserable, Todo dolor me vence, todo sueño;

Mar, dame, dame el inefable empeño De tornarme soberbia, inalcanzable.

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Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza. ¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo!

Desdichada de mí, soy un abrojo, Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso, Ah, la ciudad la pudre y la equivoca;

Pequeña vida que dolor provoca, ¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele... La vida mía debió ser horrible,

Debió ser una arteria incontenible Y apenas es cicatriz que siempre duele.

Historias microscópicas

Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello

El Hombre Invisible - Gabriel Jiménez Emán

Se venden zapatos de bebé, sin usar.

Ernest Hemingway

2° JORNADAS DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL 2017

Invita María Fernanda Macimiani Corresponsal de la AALIJ en Tres de Febrero, integrante de la Comisión Organizadora. INFORMACIÓN e INSCRIPCIÓN desde la web oficial:

http://academiaargentinadelij.org/

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Pequeñeces

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De cómo Maui venció al sol – Leyenda maorí

Una tarde, preparando la cena, el Sol se puso rápidamente y Maui, enfurecido por este hecho clamó a los cielos que él mismo atraparía el Sol y le enseñaría a viajar correctamente por la bóveda celeste. Sus hermanos trataron de aleccionarle y rebajarle su ego, haciéndole ver la imposibilidad de tal hecho. Pero Maui-tikitki, confiado en el poder que tenía su nueva arma, el hechizado maxilar inferior de su abuela sacerdotisa Murirangawhenua, se dispuso a emprender un viaje en busca del Sol. Salieron hacia el este, por donde cada nuevo día salía el Sol. Durante el día se escondían tras árboles y arbustos y viajaban de noche. Al decimosegundo día de viaje, se encontraron los hermanos frente a un acantilado donde se retiraba el Sol durante la noche a descansar. Allí, con cuerdas y lazos, le pararon una trampa justo antes del amanecer. Atrapado, el Sol vio como Maui se abalanzaba sobre él blandiendo el maxilar hechizado. Golpe tras golpe, el Sol aguantó la brutal paliza mientras trataba de liberarse de los nudos, pero los golpes mágicos que le propinaba Maui eran demasiado y acabó cediendo a las peticiones de su agresor: “a partir de este día viajarás despacio por el cielo y la duración de nuestras jornadas nunca jamás será dictada por ti”. Desde ese día el Sol fue despacio y la estirpe de Tumatauenga tuvo más tiempo para pescar, navegar, recolectar comida y hacer sus tareas bajo la luz del Sol. Y así fue como Maui frenó al Sol.

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Poiesis

La luna y la muerte – Federico García Lorca

(1919)

La luna tiene dientes de marfil. ¡Qué vieja y triste asoma! Están los cauces secos, los campos sin verdores

y los árboles mustios sin nidos y sin hojas.

Doña Muerte, arrugada, pasea por sauzales

con su absurdo cortejo de ilusiones remotas. Va vendiendo colores de cera y de tormenta

como un hada de cuento mala y enredadora.

La luna le ha comprado

pinturas a la Muerte. En esta noche turbia

¡está la luna loca!

Yo mientras tanto pongo en mi pecho sombrío una feria sin músicas

con las tiendas de sombra.

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El Pancho y la Coca (difusión de textos inéditos)

Margen de la casa

Cuando ve alejarse la mole por los rieles de una vía quejumbrosa, la madrugada del lunes, después de haber salvado con apenas algo de dignidad la hora estoica del suicidio, en el sentido contrario al de la travesía diaria y la lectura infame de un periódico sanguinolento y voraz, con el instinto apocado por el recuerdo de un viernes gris de gritos de un jefe impotente y traicionero y la consiguiente fecha de pago nuevamente demorada por los caprichos de una ruleta que no detiene su suerte jamás en el 32 y desperdicia jornales ajenos en cada golpe de bolilla contra el círculo que contiene números y dolor de obrero; tañe fuertemente la campana del odio en la cabeza de Juan Cruz.

No bastaron los reclamos airados del plantel femenino ni los ayunos de cremona de los mateadores veteranos, para lograr el hartazgo y la clemencia del capitalista que explica en continuado que no hay ventas y que con la mano así habrá que cerrar las puertas de la fábrica más temprano que tarde.

La producción continúa, por tanto se hace difícil comprender el momento crítico de la empresa. Los camiones salen presurosos a las rutas averiadas de años y gobiernos, con la excusa programada de hacer acopio para tiempos más amables. Secretarias y recepcionistas suman horas extraordinarias para

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cumplir con tareas que asemejan los buenos días de antaño, en plena crisis salarial.

La yerba del estante se acabó y hubo que recurrir nuevamente al fiado de doña María, que sufre los convulsos vaivenes de cada quincena con sanguches y cigarros a cuenta, que son la apuesta de cada mes por una patria más justa y soberana. Las tortas fritas son hoy cortesía del amigo de siempre, en la estación que el progreso dictaminó Villa Crespo en lugar del triste paradero de otros tiempos; las doce cuadras bajo la llovizna, el tónico de los esperanzados empedernidos que reposan los sueños en los contratos del plantel que será campeón a fin de año.

Las camisas azules de grafa, formadas en hilera, a la izquierda del galpón. Las pocas blancas, con sus faldas, en la puerta pequeña que lleva a la Administración. El estacionamiento del gerente, aún vacío, al frente del local, niega la sombra del único árbol de la cuadra a la masa que se apila frente al molinete de ingreso.

Los minutos se amontonan sobre los hombros machacados y los silbidos se trasladan a silencios. La imagen se congela, se entroniza. Las novedades son el oxígeno que comienza a faltar.

Los rayos de un sol injusto laceran los rostros de aquellos que sospecharon las ocho, las nueve, y hasta las once, sentados en la vereda, con la persiana cerrada.

Martín Linares

microscopiasblog.wordpress.com