socioscopio - cultura e identidad

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    CENTRO DE INVESTIGACIN SOCIAL, CISOR.

    Entidad autnoma con personera propia, privada y sin fines de lucro fundada en 1967. Su finalidad especfica es: hacer pertinentes, operativos y tiles los recursos de las ciencias sociales para el provecho de las organizaciones e instancias preocupadas por la dinmica social del desarrollo integral de Venezuela. Desde 1988, CISOR est asociado al Centro al Servicio de la Accin Popular (CESAP); ambas entidades acordaron articularse para estimular una gerencia social de proyectos que redunde en beneficio de la accin de los sectores populares en el campo social del desarrollo de Venezuela.

    Consejo Directivo. Alberto Gruson (presidente), Santiago Martnez, Jos Luis Lpez Noriega, Francisco

    Calvani, Dilia Martnez de Lobo.

    SOCIOSCOPIO: Revista del Centro de Investigacin Social CISOR Publicacin anual al servicio de la gerencia social de proyectos participativos

    Depsito legal ppi. 201202DC4043; ISSN: 2244-8578

    Director de la revista

    Alberto Gruson

    Comit cientfico Alberto Gruson (Centro de Investigacin Social CISOR), Francisco Calvani (Escuela de Ciencias Sociales UCAB)

    Samuel Hurtado (Escuela de Antropologa, y Doctorado en Ciencias Sociales UCV) Vernica Zubillaga (Departamento de Ciencia y Tecnologa del Comportamiento USB)

    Tito Lacruz (Escuela de Ciencias Sociales UCAB, IIES UCAB) Blas Regnault (Escuela de Ciencias Sociales UCAB, BCV)

    Editor Henry Moncrieff

    Diagramacin Aimara Elas

    Diseo de cartula Vicky Ouaknine

    CISOR, Urbanizacin La Paz, Av. C con Calle 1, Quinta Yoly Allys, El Paraso, Cdigo postal 1020 Apartado 5894 Caracas 1010-A. Venezuela.

    Telefax: +58 (212) 472.44.01 / 395.34.96

  • NDICE

    Presentacin 4

    Alberto GRUSON Cultura e identidad 5 Alberto GRUSON Vernica ZUBILLAGA 33 Venezuela: la tentacin mafiosa Alberto GRUSON La vida asociativa como 54 reivindicacin de ciudadana

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    PRESENTACIN

    Para este nmero, el equipo editorial de la Revista Socioscopio ha decido considerar reflexiones tericas producidas en el seno del Centro de Investigacin Social, de la mano de Alberto Gruson, fundador y presidente de la institucin desde 1972. Elegimos tres artculos que recorren temticas de teora sociocultural y sociopoltica, como son: lo societal, lo cultural, lo identitario, lo ciudadano, lo asociativo, lo democrtico; asuntos problematizados en el quehacer diario de CISOR y explicados desde el contexto venezolano.

    El primero de estos artculos, Cultura e identidad, insiste en el vnculo de estos trminos en el terreno de la accin y el intercambio social. El texto, pensado fundamentalmente desde la antropologa cultural y la etnologa, hace notar la idea cientfica de cultura segn los procesos identitarios (fruto de la historia y la aculturacin) que redefinen constantemente una idiosincrasia particular. Llegado a este punto, Gruson propone una interpretacin de la cultura no subordinada a la fuerza de lo habitual y lo tradicional, es decir, ms prxima a las potencialidades de la experiencia (inter)cultural, donde el autor encuentra un acervo para el desarrollo integral de cualquier nacin.

    Venezuela: la tentacin mafiosa, escrito con Vernica Zubillaga, sigue tambin esa lnea de pensamiento. El artculo es una reflexin sociolgica sobre el panorama de la Venezuela actual, desde ah se generan ideas para la consolidacin de alternativas en nuestra vida societal. Este anlisis estima las relaciones sociales y la vida colectiva enmarcadas en el mbito cultural. Ac es donde los autores confrontan la ciudadana y el bienestar social como valores modernos y democrticos con la moralidad matrisocial de la tentacin mafiosa, donde se expolia y avasalla lo social en aras de sustentar y legitimar un nosotros familiar.

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    La preocupacin por lo societal se hace evidente en La vida asociativa como reivindicacin de ciudadana. Para Gruson, la idea de sociedad se concibe como voluntad tica ms all de las solidaridades automticas de la comunidad y la tradicin grupal. Este modelo social precisa de vnculos asociativos, libremente elaborados y asumidos por una ciudadana alineada con valores como la confianza, la equidad y la justicia social. De este modo, la sociedad puede impulsarse a s misma ser soberana- en el conjunto ciudadano que procura, con compromiso pblico y notorio, la finalidad de obtener y articular beneficios comunes para la vida social.

    Henry Moncrieff

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    CULTURA E IDENTIDAD*

    ALBERTO GRUSON*

    Presidente del Centro de Investigacin Social CISOR

    Resumen

    La presente contribucin terica es un esfuerzo por articular los temas concernientes al anlisis de la cultura y la identidad cultural como fenmenos sociales. La contribucin en sociologa y en psicologa, pero ante todo, en antropologa cultural (etnologa), se encuentra presente a lo largo del texto. El motivo de esta reflexin es caracterizar e interpretar las idiosincrasias de un colectivo ante el contacto con otros grupos culturales. De esta manera, se rene aqu una variedad de conceptos (sentido comn, gramtica psicogenerativa, aculturacin, etnognesis, mestizaje, sincretismo, pluralismo cultural, entre otros) que expresan la emergencia de una nocin de cultura abierta al cambio y a la redefinicin constante de s misma.

    Manifestndose las posibilidades y los proyectos que las culturas tienen en su haber (producto de una historia de aculturacin), se resalta el desarrollo integral de un pas por medio de la combinacin de experiencias y experticias que aproveche la convivencia intercultural como demopeda e identidad cultural activa.

    Palabras clave: antropologa cultural, cultura, identidad cultural, contacto cultural.

    * Contribucin introductoria al Simposio Cultura, Migracin e Identidad (UCV & Goethe Institut, Caracas, 7-8 de marzo de 2004). *Socilogo, maestra en Teologa y Ciencias Polticas y Sociales (Louvain, Blgica), especializacin en cole des Hautes tudes en Sciences Sociales (Paris); correo electrnico: [email protected]

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    El propsito, en esta contribucin, es reunir y articular algunos conceptos para vincular los temas de identidad y mestizaje cultural, que son objeto del simposio, con grandes corrientes de la sociologa, la antropologa, la psicologa social1

    . El giro ensaystico y en ocasiones algn toque polmico, deberan favorecer eso espero un intercambio demopdico como al final se sugiere que tengamos.

    CULTURA Y PERSONALIDAD

    Uno de los mritos indudables de la antropologa en su corriente llamada Cultura y Personalidad, es haber llamado la atencin sobre la importancia de estudiar la crianza de los nios para identificar e interpretar las tendencias profundas del comportamiento caracterstico de los portadores de una misma cultura.2

    1 Fuentes generales de la presente contribucin son: Encyclopaedia Universalis (1997); Pierre BONTE & Michael IZARD (1996), Diccionario de etnologa y antropologa, Madrid, pp. 758 (13), Akal. ; Grald GAILLARD (1997), Dictionnaire des ethnologues et des anthropologues, Pars, pp. 286, A. Colin. Gordon MARSHALL & Diane L. BARTHEL (1994), The Concise Oxford Dictionary of Sociology, Oxford, pp. 571, Oxford University Press. Se sealan otras fuentes y referencias en los lugares correspondientes, no slo para el crdito, sino tambin para invitar a la lectura.

    Todo lo que los adultos suelen inculcar a los nios desde muy pequeos (comportamientos, creencias y representaciones), se cristaliza en estos como en un dispositivo o instrumental bsico con el que se encaminan en la vida. Los modos comunes de crianza producen, as, lo que se ha llamado una estructura bsica de personalidad, a partir de la cual, o gracias la cual, las personas adultas, y las colectividades, se proyectan en formas de actuar, de enfocar situaciones y de resolver problemas, que son tpicas consecuencias de aquellos modos de crianza. De esta manera, es posible caracterizar las culturas, y eventualmente compararlas, en trminos de personalidad, es decir, entender las culturas de la misma manera como se entienden personalidades. Ruth Benedict haba hablado as evocando a Nietzsche de culturas dionisacas y apolneas, respectivamente, como de culturas de la dramatizacin, la competicin y el disfrute (caso de la cultura kwakiutl), por un lado y por otro, de culturas de la mesura, la eficiencia y el deber (caso de la cultura zui).

    2 Cultura y personalidad es el nombre de una corriente importante de la antropologa norteamericana, cuyos protagonistas fueron el antroplogo Ralph LINTON (1893-1953) y Abram KARDINER (1891-1981), psiquiatra que fuera discpulo de Freud, como tambin: Ruth BENEDICT (1887-1948), Margaret MEAD (1901-1978), Cora DUBOIS (1903-1991), Clyde K. M. KLUCKHOHN (1905-1960), Alfred I. HALLOWELL (1892-1974), para nombrar a los autores ms destacados. Vase una presentacin de esta escuela en DUFRENNE (1959); tambin: LINTON (1945).

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    Entendamos bien que esta corriente de la antropologa trata de interpretar culturas, de comprenderlas como actitudes globales ante el mundo y la vida, de encontrar una coherencia entre aprendizajes infantiles y desempeos adultos, que puedan decirse tpicos de determinadas colectividades; no se trata de fijar determinismos, si bien algunos simplismos los han insinuado (se habl de culturalismo en este sentido).

    As, pues, el aporte de esta antropologa cultural, es un esfuerzo por identificar en las prcticas de la socializacin de la primera infancia, lo que va a constituir el sustrato de las actitudes profundas (percepciones, emociones, sentimientos y predisposiciones) que preforman las actitudes y disposiciones que los jvenes y adultos asumirn en adelante en otras circunstancias especficas. Las actitudes profundas, como las vivencias que estn asociadas a su produccin, son la personalidad bsica; tipifican una cultura de manera anloga a cmo en psicologa general se tipifican personalidades, temperamentos o caracteres; eso es, tipificando tanto maneras de reaccionar como tambin formas de la creatividad ante las situaciones y circunstancias de la vida; la psicologa apunta hacia la dinmica individual, la antropologa hacia la dinmica colectiva y pblica. En otros contextos, podra decirse que la personalidad bsica es el modo psquico de produccin de la cultura; que la estructura de esta personalidad es la gramtica psicogenerativa de la cultura, anlogamente a como la gramtica de un idioma es generativa de las frases, y hasta de las obras literarias, propias de este idioma. La antropologa cultural, y su prolongacin actual en etnopsiquiatra (se la llama a veces neoculturalismo),3

    recalcan la reciprocidad entre cultura y crianza, identificando su raz en mecanismos y procesos psicodinmicos inconscientes o preconscientes de la socializacin.

    3 Si bien no forman entre s una escuela, conviene sealar a: Geza RHEIM (1891-1953), Roger BASTIDE (1898-1974), Georges DEVEREUX (1908-1985); eventualmente tambin a Gregory BATESON (1904-1980).

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    ETHOS Y SENTIDO COMN

    Las vivencias y actitudes fundamentales que caracterizan el sustrato intencional de una cultura, son objeto de atencin y estudio con otras tematizaciones que vale sealar, con miras a sugerir vas de mutua interpretacin. La crtica del conocimiento y la fenomenologa recalcan la intencionalidad de la vida humana y, en particular, la conciencia no reflexiva de la vivencia cotidiana (Lebenswelt, Lebensumwelt, mundo de la vida), que es el trasfondo no verbalizado (no-dicho) de la intersubjetividad, trasfondo especfico de cada cultura particular.4 La sociologa de la vida cotidiana, sociologa fenomenolgica, no procura caracterizar culturas nacionales, sino aspectos especficos de la intersubjetividad, y no suele rastrear sus principios en los modos de crianza, pero la naturaleza culturalmente construida del fenmeno es la misma. Otra vertiente del sustrato cultural, es la que se plasma en el sentido comn, objeto de muchos trabajos de la psicologa social reciente5 particularmente sobre las representaciones sociales. Estas representaciones son el lado cognitivo prediscursivo de la actitud colectiva vivencial el ethos en que consiste la matriz del sentido comn;6

    4 Edmund HUSSERL (1859-1938) describe as el primer nivel de la intencionalidad, en contraste con un segundo nivel el de la conciencia reflexiva que es el objeto propio de su meditacin filosfica. En la sociologa fenomenolgica de Alfred SCHTZ (1899-1959), la intencionalidad de la vida cotidiana (el primer nivel de la intencionalidad en Husserl) es el propio objeto de estudio; all, el contraste aparece en situaciones en las que la vivencia del mundo de la vida se encuentra cuestionada. Vase Alfred SCHTZ & Thomas LUCKMANN (1977), Las estructuras del mundo de la vida, Buenos Aires, pp. 320, Amorrortu; & (1977); una presentacin sinttica clsica de la sociologa fenomenolgica: Peter Ludwing BERGER & Thomas LUCKMANN (1968), La construccin social de la realidad, Amorrortu, pp. 233, Buenos Aires. Para una antropologa fenomenolgica, ver: Clifford GEERTZ (1987), La interpretacin de las culturas, Barcelona, pp. 387 (25), Gedisa.

    son una imagen de la organizacin implcita del mundo, que se proyecta en

    5 Vase Serge MOSCOVICI & Michael BILLIG (1986), Psicologa social: pensamiento y vida social, psicologa social y problemas sociales, Barcelona, captulos 13-15 y 21, tomo 2, Paids Ibrica, donde se encuentran, sobre las representaciones sociales y el sentido comn, las contribuciones de JODELET y FARR, ambos sobre representacin social; MUGNY & PAPASTAMOU, Los estilos de comportamiento y su representacin social. Sobre el mismo tema, en Venezuela, Mara Auxiliadora BANCHS RODRGUEZ. 6 Alejandro MORENO (1993), El aro y la trama. Episteme, modernidad y pueblo, Caracas-Valencia, pp. 505, Caracas: Centro de Investigaciones Populares/Universidad de Carabobo (CIP). Aplica una nocin de episteme, a este lado cognitivo prediscursivo de la actitud colectiva vivencial, para oponer una episteme popular a una episteme dominante (moderna). Advirtase que la acepcin comn de episteme se refiere al modo de aprehensin propio del saber constituido metdicamente (ciencia y tecnologa), que es caracterstico de determinadas pocas; as, en Michel FOUCAULT.

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    las obviedades y verosimilitudes de las rutinas de la vida cotidiana, es decir, en el sentido comn. Esta psicologa social estudia las representaciones sociales y las elaboraciones del sentido comn en aspectos parciales de la vida colectiva; no intenta caracterizar culturas globales, y tampoco busca las huellas de la crianza temprana en los rasgos de las actitudes profundas, mas la naturaleza de la representacin y de la gnesis del sentido comn son las mismas que operan en la formacin psicodinmica de la cultura.

    As, pues, tenemos una caracterizacin del modo particular, tpico de una colectividad, de apropiarse un entorno, de constituirlo en su mundo, de hacerlo domstico. Esta es una definicin de cultura.7 Si bien el individuo es el nico asiento concreto de las vicisitudes psicodinmicas y de las habilidades por las que se adquiere y se proyecta la cultura, la colectividad es la portadora de la cultura ms que el individuo, pues cada cultura plasma el trasfondo intersubjetivo del mundo de la vida ordinaria; sin embargo, la historia psicodinmica de la socializacin deja su impronta en la organizacin del mundo propio colectivo. Un comentario jocoso de Margaret Mead8

    El sentido comn es la proyeccin en pareceres, saberes y procederes corrientes, en refranes, rumores y pnicos de la trama del mundo intersubjetivo, como de los hbitos psquicos que la sustentan y refuerzan. Habr que precisar que la cultura no es tan slo un trasfondo preconsciente (primer nivel de la intencionalidad; personalidad bsica), sino que abarca producciones reflexivas y modelos ticos, junto con su propia crtica cultural. Pero quedmonos un instante en la consideracin del sentido comn como proyeccin de la estructura bsica de la personalidad; van unos ejemplos. Cuando alguien anuncia que cambi de empleo porque le ofrecieron un sueldo mayor, se tiene esta circunstancia y esta motivacin por tan obvias, que con slo sugerirlas, no es ya conveniente explicar que en realidad la circunstancia y los motivos

    ilustra la intencionalidad diferente plasmada en las culturas norteamericana e inglesa: para los norteamericanos el mundo es un espacio amplio ofrecido al control de su dominio tcnico; para los ingleses, el mundo es un espacio natural cultivable como por un jardinero precavido, socio minoritario con Dios en este negocio.

    7 Esta cultura, desde luego, no es ajena a la colectividad portadora de la misma, sea, al modo particular de estarse la gente una con otra para, as precisamente, hacerse propio un mundo. 8 Citado en Raymond BOUDON & Franois BOURRICAUD (1990), Diccionario crtico de sociologa, Buenos Aires, pp. 749, Edicial (artculo: Culturalismo y cultura).

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    eran otros. No estoy de acuerdo con que el papel de madre suplante cualquier responsabilidad profesional. Sin embargo, no me animo para reclamar el cumplimiento del deber profesional ante maestras que encuentran normal que una colega no haya asistido al plantel por haber cuidado de su hijito enfermo. Es posible que estemos varias personas pensando como yo, pero nadie se arriesga a emitir una opinin contraria al sentido comn que enaltece la maternidad. Creo que la maternidad (y la paternidad) coronan la conyugalidad en todo caso no la obliteran pero no me atrevo a censurar a la mujer que vuelve a casa de su madre porque va a ser primeriza y deja soltero al marido; y no s qu decirle al marido. Podemos disentir del sentido comn, pero ms bien en momentos reflexivos, no en la conversacin corriente.

    CRIANZA Y SOCIALIZACIN

    Veamos ahora la socializacin, tanto para apreciar su alcance en la formacin de la personalidad bsica, de la intersubjetividad y del sentido comn, como para subrayar la conexin entre actitudes y capacidades; tambin para reconocer el aporte heurstico de un reporte de sus etapas.

    El tratamiento al que estn sometidos los nios conforma de inmediato una

    canalizacin del afecto, no reflexivo por supuesto, y a la vez una censura a partir de la que se establecer un super ego. Los antroplogos de tendencia psicoanaltica prestan, naturalmente, especial atencin a las primeras manipulaciones y disciplinas que los adultos aplican a los nios. Apuntemos, slo para concretar: la presencia continua o espordica de los padres al lado de sus hijos; las modalidades del amamantamiento y del destete; el aprendizaje de la motricidad y la autonoma fsica; el control de esfnteres y las actitudes hacia las excretas; el tratamiento de la sexualidad infantil. Los primeros aprendizajes inducen definiciones situacionales y actitudinales (que se reflejan en los juegos, por caso) que ameritarn correccin o refuerzo por parte de los pares y de los adultos. Digamos, a manera de ejemplos, en el campo de la sociabilidad: la conceptuacin de lo ntimo y lo privativo, del pudor; la expresin de los sentimientos; la prctica y los lmites del dar y el recibir, del apropiarse y el compartir; la confianza y el recelo en el contacto social; las prevenciones mgicas; los juegos del lenguaje; las circunstancias de lo exigible, por uno al otro, por el otro a uno; la

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    banalidad o la repulsin en que se tienen la violencia, la mentira, el abuso, etc. Todas estas definiciones estn asociadas a determinados mbitos espaciales (la casa y sus ambientes, la calle, la escuela) y grupales (la madre, el padre, los hermanos mayores y menores, los pares fuera del hogar, los extraos) y a circunstancias (el juego, la enfermedad, lo pblico y lo privado, lo obligado y lo permisivo). Ahora bien, situaciones y actitudes no deben entenderse solamente de un aprendizaje y una socializacin en trminos de un flujo de estmulos y respuestas, sino tambin en trminos de los retos existenciales que dramatizan la formacin de la personalidad: el Edipo, por supuesto, o lo que haga sus veces, al menos en cuanto a la superacin de la dependencia afectiva materno-filial.

    La socializacin tan slo comienza en la infancia. Hay aprendizajes fundamentales y retos nuevos en la adolescencia, que tambin deben incorporarse en la tipificacin de la personalidad bsica, la intersubjetividad, el ethos y el sentido comn en determinada cultura. Hay nuevas definiciones, actitudes y dramatizaciones constitutivas del mundo propio en que se reconoce la cultura, que se conocen a partir de la consideracin de la socializacin adolescente; la historia psquica del adulto reflejar ms bien el ejercicio o la prctica cultural, sin aadir novedades para el reconocimiento del modo pscodinmico de produccin de la cultura.9 La adolescencia agrega las regiones y cnones culturales de la amistad, las grandes idealizaciones personales y sociales, la competicin y la figuracin social, la sexualidad, las condiciones del parentesco y de gnero, el raciocinio, los planes y proyectos, como tambin la (re)socializacin en torno a la autoridad y la responsabilidad en que consiste una segunda incidencia del Edipo.10

    9 Ralph Linton ha extendido a la adultez la nocin de personalidad bsica, pero no ya en el sentido de complementacin o modificacin de su estructura bsica, sino como una personalidad asociada al estatus; as, podr hablarse de la personalidad tpica acorde con las profesiones. De seguro, la nocin de representaciones sociales asociadas a las prcticas profesionales est ms acorde con lo que hay por caracterizar, que una nocin extendida de personalidad bsica.

    10 Para los efectos de una interpretacin de una gramtica de la dinmica cultural sobre el particular, ver un estudio clsico: J. WHITING; R. KLUCKHOHN & Albert ANTHONY (1968), Funcin de las ceremonias de iniciacin impuestas al varn durante la pubertad en AA.VV., La sexualidad en el hombre contemporneo, Buenos Aires, Horm. Es un estudio transcultural efectuado a partir de una muestra de 56 culturas del mundo primitivo y moderno, sacada de los HUMAN RELATIONS AREA FILES, proyecto liderado inicialmente por George P. MURDOCK (1897-1985). Se muestra que cuanto ms apego materno-filial en la infancia, tanto ms ajuste en la adolescencia para asentar la autonoma del varn y su asignacin a un mundo propio diferente del mundo del hogar.

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    El proceso de crianza, socializacin y educacin constituye, desde luego, un foco privilegiado para poner de relieve la idiosincrasia cultural, mxime cuando se advierte su carcter intergeneracional. En efecto, la interaccin socializadora de nios, jvenes y adultos es la que asegura la continuidad y el cambio cultural en cualquier colectividad;11

    las vivencias son de todos en este proceso. El primer mbito socializador, cronolgicamente, es el ncleo familiar, lugar de las primeras disciplinas infantiles y escenario del primer Edipo. Muy pronto luego, y compitiendo a veces con la familia, la escuela aporta otra socializacin, en la relacin maestro/a-alumno, la relacin entre pares, la relacin entre grupos etarios marcados (los grados); del preescolar a las diferentes etapas de la educacin bsica, y despus, se cristalizan y especifican representaciones y actitudes relativas al espacio pblico, como son: las relaciones asimtricas (superiores e inferiores) y los criterios de mltiples jerarquas (el saber, el privilegio, el poder); las conductas y los argumentos formales e informales, etc.

    EL CONTACTO CULTURAL

    Se ha llamado aculturacin el contacto directo y continuo entre colectividades portadoras de culturas diferentes, junto con los efectos que resultan de dicho contacto en la cultura de una u otra colectividad, o en ambas.12

    11 Las distinciones que marco entre tres tipos diferentes de cultura postfigurativa, en la que los nios aprenden primordialmente de sus mayores; cofigurativa, en la que tanto los nios como los adultos aprenden de sus pares, y prefigurativa, en la que los adultos tambin aprenden de los nios-- son un reflejo del perodo en que vivimos (Margaret MEAD (1970), Cultura y compromiso. Un estudio sobre la ruptura generacional, Buenos Aires, pp. 35, Granica).

    Un inters inicial haba sido el de describir hechos de difusin cultural de elementos materiales o tcnicos (rasgos culturales), pero pronto se ampli hacia todo lo que demuestre la influencia cultural de un grupo sobre otro: lenguaje, artes, religin, costumbres. Las evidencias del contacto se encuentran, desde luego, en los grupos receptores. Estos son, por lo general, poblaciones colonizadas o minoras tnicas de las que se espera que se integren a la cultura del grupo fuente, emisor, dominante. Pero los grupos subalternos tambin son

    12 Pionero de los estudios afro-americanos, entre otros campos, Melville J. HERSKOVITS (1895-1963) publica en 1936, junto con Ralph LINTON y Robert REDFIELD (1897-1958), un Memorandum metodolgico para el estudio de la aculturacin; la definicin de aculturacin que se da aqu, est sacada de este Memorando, en American Anthropologist.

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    emisores, y entonces son los grupos dominantes receptores, pese a sus ideologas y sentimientos de superioridad; les vencedores terminan adoptando la cultura de los vencidos. Herskovits se granje algunas enemistades entre blancos retrgrados, cuando mostr influencias recprocas entre afroamericanos y angloamericanos en los Estados Unidos.13

    El contacto se da entre poblaciones, grupos, personas; no entre culturas directamente. Por eso, deben considerarse al menos las condiciones principales del contacto grupal y de sus efectos. As: el tamao relativo de los grupos; la relacin de superioridad-inferioridad, mayora-minora, dominacin-subordinacin que se da entre ellos; la disposicin favorable o la prevencin para recibir determinados rasgos y tomarlos prestados; la rivalidad, la resistencia o el antagonismo entre los grupos; las vas del contacto (contacto directo entre personas, libros, televisin, etc.); las personas que, dentro de los grupos, originan el contacto inicial y las que luego difunden el rasgo dentro de la poblacin; el nmero y el volumen de los rasgos que pasan de un grupo hacia el otro.

    Y es que, cuando hay contacto, hay efectos mutuos.

    Todo eso recalca la extrema diversidad de los elementos y procesos involucrados en lo que es un flujo constante de intercambio entre los grupos humanos. El que haya grupos que se mantengan aislados, impermeables a la influencia exterior, debe interpretarse como una posicin particular (acaso provisional) de resistencia a la aculturacin. La aculturacin es lo que ocurre normalmente entre grupos, tanto ms en cuanto estn ellos ms prximos por vecindad, migracin, comercio, colonizacin o guerra. Las mismas polticas de segregacin tnica, apartheid, pureza o limpieza tnica, no impiden el contacto.

    Ahora bien, en este contexto del incesante roce, la idea de aculturacin apunta hacia las modificaciones en la cultura de los grupos en contacto, hacia el alcance actitudinal de la incorporacin o del rechazo de rasgos, hacia la manera cmo los rasgos encajan en la configuracin cultural propia. La utilizacin de ollas de aluminio por la poblacin Yanomami es seal de contacto, mas a eso no se reduce el contacto, ni su aculturacin.

    13 Siguiendo en eso al socilogo, precursor de lo que ser la Black Sociology en Estados Unidos, William E. B. DU BOIS (1868-1963) quien, por cierto, deca de su ascendencia: a flood of Negro blood, a strain of French, a bit of Dutch, but thank God! no Anglo-Saxon... (Pierre-Jean SIMON (1991), Histoire de la sociologie, Pars, pp. 441, Presses universitaires de France (PUF).

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    La aculturacin se refiere, pues, a un proceso global, a la atencin que los grupos se prestan unos a otros, a la creatividad con que estos componen, protegen, amplan, transponen, comparten o contrastan sus redes de significaciones, sea que lo hagan de manera explcita o, ms generalmente, en la recomposicin de determinadas reas de intersubjetividad y, desde all, en la modificacin del sentido comn y de las rutinas. No se trata por lo general de recomposiciones totales de la cultura, pero s de modificaciones inducidas en partes notables de la misma. Volvemos a encontrar, as, la productividad de la personalidad bsica; en efecto, acorde con las disposiciones intergrupales pero, ms profundamente, tambin con la impronta de la estructura bsica los prstamos culturales son siempre selectivos y re-interpretados cuando entran en el ethos. Interesa, naturalmente, reconocer estos flujos de la dinmica cultural y, para ello, la identificacin y el uso de marcadores que son los rasgos culturales, indicadores del flujo de la aculturacin en los vericuetos de las configuraciones culturales ya conocidas; el flujo, luego ha de interpretarse. Un rasgo a solas indica bien poco.

    Tomemos unos ejemplos de por aqu. El uso del pantaln se difundi entre las mujeres caraqueas a comienzos de los aos 1960; inicialmente fue una seal de autonoma, acaso de feminismo; pero pronto, entr en la moda con motivaciones meramente femeninas. La difusin de esta moda no aporta nada, desde luego, en cuanto a seguir la expansin de un nuevo concepto de los gneros en el pas; para eso, mejor resultara el estudio de series estadsticas sobre la matrcula estudiantil. El gesto de empujar los labios hacia adelante para indicar algo o una direccin, como se estila en el Oriente y el Llano venezolano, es un rasgo tpicamente africano, seal inequvoca, desde luego, de la influencia negra en la cultura criolla; y el vocablo guachimn14

    14 Palabra reseada en el Diccionario de la lengua espaola, con mencin de su acepcin en diferentes pases, mas no en Venezuela.

    (watchman), o la locucin estoy supuesto (Im supposed to), que se usan en Venezuela, son evidencias del contacto con el mundo anglosajn. Pero qu aportan estas ancdotas semnticas, ms all de la certificacin de los contactos? La locucin estoy supuesto puede aportar algo ms, al considerar que la expresin inglesa seala sujecin a un deber, pero que entr en la usanza venezolana, torcida en el sentido de hiptesis o convencin; si pienso que la torcedura revela sin ms un mal manejo del ingls, me quedo con la mera constancia de un contacto con el mundo

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    anglosajn; pero si pensara que junto con otros indicadores, por cierto fuere reveladora de una manera indefectiblemente convencional de concebir las interacciones en la esfera pblica, hubiere identificado una dimensin del ethos, o inclusive, la impronta de una modalidad gramatical de personalidad bsica (de la gramtica psicogenerativa de la cultura); el rasgo se convierte en sntoma o en indicio.

    ASIMILACIN Y CONTRA-ACULTURACIN

    Segn cmo es el contacto entre grupos, as tambin los efectos en la cultura. Los inmigrantes, mientras sean pocos o estn dispersos, suelen asimilar buena parte de la cultura del pas y del estrato social en el que se encuentran; incorporan ciertas bondades de su nueva patria, sin que eso transforme sus actitudes profundas ante la vida; comparan mucho las cosas de sus dos patrias, pero se adaptan a la nueva, componen con su cultura tratando de conformarse a las expectativas de su ambiente. Los hijos, que se socializan, en la casa como inmigrantes (parcialmente asimilados), y en la escuela como todo el mundo, presentan a veces algo como una doble identificacin tanto ms en cuanto las culturas que en ellos conviven son dispares pero, en la adolescencia, suelen acentuar las seales de su opcin por el pas donde han nacido, aunque luego se casen con una pareja del mismo pas de sus padres. En la tercera generacin, dicen los entendidos, es cuando la personalidad bsica se corresponde a la cultura del pas; lo que queda del origen ser algo del aspecto somtico y la consonancia del apellido. Con el tiempo, los descendientes de los inmigrantes asimilan la nueva cultura, es decir, no guardan ya nada de la cultura original, menos tal vez unas supervivencias anecdticas.

    La contra-aculturacin15

    15 La contracultura es un rechazo a los valores y patrones de la cultura dominante, con la prctica y la ostentacin de los que se tienen por sus opuestos; el ejemplo clsico ha sido el de los grupos de hippies. Es una cultura de resistencia, de disidencia. Se trata de una subcultura en el sentido de que no es entendible fuera del contexto de la cultura en la que est enmarcada (no subcultura en el sentido de cultura inferior; ni como subdivisin de una cultura ms amplia); es una aculturacin antagonista (en acuacin de Devereux). La contra-aculturacin puede presentar tal rechazo, mas no lo supone; supone slo la promocin de valores y patrones distintos.

    se da en grupos culturalmente minoritarios en la medida en que compiten con la cultura mayoritaria y a veces la rechazan; sienten la amenaza de la

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    asimilacin y, para (sobre) vivir, procuran restaurar su pasado (real o idealizado) o, ms precisamente, ostentan algunos de sus emblemas. Puede ser el caso de inmigrantes de primera generacin, ante sus hijos y nietos que representan ya la cultura mayoritaria. Puede ser tambin el caso de una dispora, dispersin en mltiples pases, de los que se reconocen en un origen comn (origen que se promueve a veces como una vocacin) y lo reivindican con orgullo, inclusive, al cabo de muchas generaciones. El trmino y el paradigma provienen del exilio judo. Esta contra-aculturacin multisecular en muchas latitudes es la que ha permitido que se reconociesen una identidad comn, gentes de diferentes orgenes raciales y lenguas maternas (del este europeo, del norte de frica, entre otros lugares), como de diferentes estratos sociales y opciones polticas en cada pas, inclusive con diferentes posiciones con respecto a la religin judaica (desde judos ortodoxos hasta ateos) y al sionismo. Hoy en da, el trmino se aplica tambin a otras colectividades, nacionales por ejemplo (hay una dispora italiana), como tambin a la (re)elaboracin de identidades16 tnicas, indgenas o afrodescendientes (con la apologa, para estos ltimos, de la negritud y la mulatez).17

    La asimilacin y la contra-aculturacin pueden ir parejas, como en la explicacin que fuera dada a la difusin en el Imperio Romano de los cultos orientales, del judasmo y del cristianismo. Los inmigrantes fieles de estas religiones, una vez asimilados cvicamente en el Imperio, lejos de asimilar adems los aspectos religiosos del mismo, se pusieron a difundir sus propias religiones, las cuales por cierto venan a llenar un vaco, o una esperanza implcita, de sus conciudadanos.

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    Tratndose de religiones proselitistas, con vocacin universal, sus portadores no podan dejar que se contaminaran; en este aspecto, su aculturacin fue antagonista y contracultural.

    16 Ms abajo, se comenta esta elaboracin como etnognesis. 17 Jess GARCA (2002), Encuentros y desencuentros de los saberes. En torno a la africana latinoamericana, en: MATO Daniel (2002), Estudios y otras prcticas intelectuales latinoamericanas en cultura y poder, Caracas, pp. 388, CLACSO. 18 Dario SABBATUCCI, Syncrtisme en Encyclopaedia Universalis, o.c.

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    SINCRETISMO

    Lo contrario de la contra-aculturacin que es un afn por distinguirse, es el sincretismo. El sincretismo es una compenetracin, difusin recproca, aleacin de dos o ms culturas inicialmente diferentes que produce otra cultura, nueva. El vocablo sirvi para describir y denunciar fenmenos religiosos de amalgamacin y reinterpretacin (contaminacin o degradacin de un culto institucionalizado por otro advenedizo);19 tambin para remitir a procesos de contra-aculturacin en el campo religioso.20

    Un clebre antroplogo brasileo, el nordestino Gilberto Freyre

    Pero se utiliza actualmente de manera amplia, sin connotacin peyorativa (como ocurra, por parte de una religin o una cultura en defensa de su autenticidad o pureza), en ocasiones para celebrar la creatividad cultural de las poblaciones portadoras del proceso. Para referirse a lo mismo, se habla a veces de mestizaje o de hibridacin cultural, en el entendido que se trata de cultura, no de raza, pese a la connotacin biolgica de estos trminos. El fenmeno puede afectar campos restringidos o regiones enteras de la cultura; y hasta culturas totales, como hasta que el sentido comn, el ethos, la intersubjetividad y la estructura bsica de la personalidad hayan conformado una idiosincrasia propia.

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    19 Los profetas de Israel han denunciado la contaminacin del culto a Yavh con prcticas del culto de Baal o de los baalim.

    ha acuado la voz de lusotropicalismo para caracterizar el sincretismo de las culturas en pases y regiones donde se establecieron los portugueses, proliferando como mestizos en la India y en frica, adems del Brasil. Propuso parecidamente el trmino de hispanotropicalismo para incorporar la aventura paralela de los espaoles: civilizaciones vigorosamente hbridas como es el caso de la indo-lusitana, de la filipina, de la brasilea, de la mexicana, de la paraguaya, para slo hablar de esas. Distinto del anglosajn, el hispano, tal vez por ser ya un mestizo relativamente reciente en Europa (habiendo sido

    20 Contra-aculturacin, como en el caso del Vud haitiano en tanto protesta contra el catolicismo y su colusin con los explotadores; subversin del catolicismo con la utilizacin del bautismo y dems ritos catlicos celebrados por el clero catlico, asumidos en un culto a los Loas que niega el catolicismo. Pero el Vud no debera reducirse a una contra-aculturacin. En otros casos tambin, la resistencia del dominado que camufla sus ritos y creencias originales para que supervivan entrampadas, habr dado origen a un sincretismo que consiste precisamente en la mezcla novedosa que pervive luego sin necesidad ya alguna de la resistencia y de la trampa. 21 Gilberto FREYRE (1987), Interpretacin del Brasil, Mxico, pp. 197 (55), Fondo de Cultura Econmica.

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    conquistado por los moros), ms propenso a recibir tanto como a dar, no tuvo reparo en la formacin de una capa poblacional intermediaria entre peninsulares, indgenas y negros (los pocos mulatos estadounidenses tienen su origen en la ocupacin francesa de Luisiana)22

    Nuevo porque surge como una etnia nacional... fuertemente mestiza, dinamizada por una cultura sincrtica... porque se ve a s mismo y es visto como gente nueva... porque es un nuevo modelo de estructuracin societal, que inaugura una forma singular de organizacin socio-econmica fundada en un tipo renovado de esclavitud y una continua supeditacin al mercado mundial. Nuevo, inclusive, por la inverosmil alegra e espantosa vontade de felicidade... sin antagnicas minoras... que reclaman autonoma... La urbanizacin... contribuy a uniformar an ms a los brasileos en el plano cultural.

    ; distinto del protestantismo puritano, un catolicismo formalista y devoto habra tolerado versiones religiosas sin control dogmtico. El colonizador hispano se ha adaptado voluptuosamente al trpico y a sus gentes, en vez de imponer su forma de vida peninsular, por dems poco apta para el trpico. Freyre describe, en el Brasil, una fusin afro-lusitana temprana, como una luso-amerindia transferida a la poblacin negra, para referir las mezclas de valores de numerosas fuentes, hasta en un football tan dionisaco como una samba. De Freyre, tenemos esta conclusin sobre el sincretismo: tan singularmente plural. Darcy Ribeiro, tambin recalca la novedad del pueblo brasileo:

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    Hay, pues, sincretismo en el Brasil, y es tal vez ms evidente en la religin:

    24

    22 Vase la nota 13 sobre William E.B. Du Bois, arriba.

    cultos de origen amerindio (pagelance, catimbo), sincretismos africanos (candombl, macumba, batuqu), sincretismos afro-amerindios (babassu); la umbanda en la que confluyen cultos de origen africano, el espiritismo y la lgica sacramentaria cristiana, estara a punto de convertirse en una religin nacional. En todo eso, el trance es lo

    23 Darcy RIBEIRO & Mrcio PEREIRA G. (1992), Las Amricas y la civilizacin. Proceso de formacin y causas del desarrollo desigual de los pueblos americanos, Caracas, pp. 19-21, Biblioteca Ayacucho. 24 Un estudio clsico es: Roger BASTIDE (1986), Sociologa de la religin, Madrid, pp. 821 (1), Jcar. Roger BASTIDE (1986), Sociologa de la religin, Madrid, pp. 821 (2), Jcar; el original lleva como ttulo: las religiones africanas de Brasil. Retomamos ideas vertidas en una resea de este libro en Presencia ecumnica, 10 (julio 1988), pp. 20-22: Sobre la religin popular. Presentacin de un libro de Roger Bastide.

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    comn como experiencia religiosa. Estn presentes tambin, fuera de sincretismos por supuesto, el catolicismo, las confesiones protestantes, el pentecostalismo, el espiritismo racionalista; pero un catolicismo superficial proporcionara all un trasfondo (un sentido comn) de religin general, una especie de lingua franca para comunicarse entre s tantas vivencias; a fin de cuentas no faltan quienes abogan por evocar un pas naturalmente catlico.

    PLURALISMO CULTURAL

    El que haya sincretismos en el Brasil (y bastante) no implica que todo Brasil sea sincrtico; all se cotejan sincretismos de diferente cuo (religiosos y culinarios, por decir noms estos) con culturas (de diferente cuo tambin) aculturadas entre s pero no sincrticas, con valores tanto portugueses, como espaoles integrados en ambiente tropical y mezclados a valores moros, amerindios, africanos, sirios y no slo ingleses, franceses, italianos, alemanes, polacos, semitas, angloamericanos, tambin presentes en civilizacin tan compleja. En esta cita, Freyre alaba ms bien el multiculturalismo, convivencia de varias culturas que se destien siempre algo unas en otras, pero se mantienen distintas (algunas de entre estas culturas pueden haber resultado de un proceso sincrtico), todo lo cual redunda en un clima de permisividad pblica, cuando no en el deleite de la variedad o la mezcolanza.

    El multiculturalismo, como ideologa, suele alojarse en los pases poblados por aluviones migratorios, no siempre para celebrar la diversidad, sino por caso, para forjar un ideal o la ilusin de que todos caben en un territorio con oportunidades para cada cual y para ms. Todos caben en el crisol nacional (un melting-pot), cuya cultura (melting-pot culture) es la de la convivencia. Esto puede significar cosas diferentes, algunas compatibles: que los inmigrantes estn destinados a fundirse en una raza mestiza; que sus culturas estn destinadas a sincretizarse en otra nueva (mestizaje y sincretismo no se implican mutuamente). Tambin puede significar que los inmigrantes mantendrn sus culturas particulares (lengua y religin, de pronto), pero que no habr sino una sola en lo que toca la vida colectiva y los asuntos pblicos (sea, una sola cultura poltica); que tendrn los inmigrantes todos un lugar separado en micro-patrias (con) federadas y que la nacin ser un mosaico de minoras, sin mayora

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    que las domine. Hay pases donde se espera teniendo polticas pblicas en este sentido que los inmigrantes se confundan a la brevedad con los ciudadanos corrientes (es el caso de Francia); otros esperan que las colonias extranjeras mantengan sus respectivas identidades y hagan valer sus intereses como tales (es el caso britnico).

    Fuera del ideal o de la ilusin, lo corriente es que una mayora se tiene por ms antigua o ms autctona o criolla, distinta de los pueblos algenos25

    El pluralismo cultural dentro de un rea y una colectividad es un supuesto, o un requisito, para que haya sincretismo; ms an, el sincretismo acarrea una deculturacin: indgenas desindianizados, negros desafricanizados, europeos deseuropeizados, como apunta Darcy Ribeiro cuando, entre los pueblos americanos, tipifica los pueblos nuevos (Brasil, Cuba, Venezuela), en contraste con los pueblos testigos de culturas antiguas (mesoamericanas y andinas) y los pueblos transplantados (como los Estados Unidos).

    llegados ms tarda o recientemente o tan slo en condiciones diferentes; estos algenos quedan discriminados, dando lugar incluso a jerarquizaciones refinadas pinsese en el caso de los Estados Unidos, no slo por los amerindios, negros, hispanos y asiticos, sino por la distincin del origen entre americanos mestizados (caucsicos) y asimilados hace siglos, y otros que (de lejos) lucen cercanos: hay sutiles discriminaciones entre anglosajones, alemanes, polacos, italianos, irlandeses; entre diferentes confesiones protestantes, judos, catlicos. La alcurnia criolla desplaza al indgena, no slo o siempre geogrficamente sino en todo caso socialmente; en efecto la sociedad vigente es de los criollos entre s. Cuando los indgenas son numerosos, el pas es francamente dual.

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    25 Se llamaron as desde finales del siglo XIX, algenas (originarias de otra parte), las grandes minoras tnicas en los imperios ruso, austraco, otomano. La discriminacin atribuida al origen migratorio no es propia de estos imperios, ni de sus pocas. 26 RIBEIRO (1992). En Venezuela, desde la Colonia, los otomacos y caquetos se haban convertido y confundido ya en llaneros criollos, por el uso del caballo y la lengua castellana. Vase: Nelson MONTIEL A. (1993), Etnohistoria del llanero en Barinas y Apure, Barinas, pp. 137, Secretara Ejecutiva de Investigacin de la UNELLEZ-Barinas.

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    IDENTIDAD SOCIAL, IDENTIDAD CULTURAL

    Si hay contacto cultural e influencias mutuas, ser preciso identificar las culturas o, mejor dicho, delimitar los grupos portadores de culturas distintas. Los etnlogos no tienen sobre el particular otros criterios que no sean los que se desprenden de los propsitos comparativos circunstanciales: la cultura de los alemanes y de los ingleses; las culturas caribeas para compararlas con las andinas; los inmigrantes portugueses para distinguirlos de los inmigrantes espaoles o libaneses, en determinado pas o en sus disporas; entre aquellos inmigrantes, los de una u otra generacin; las culturas urbanas (o modernas) y las rurales (o tradicionales); la cultura de la pobreza en diferentes colectividades; las culturas segn ocupaciones o profesiones.

    Las colectividades insulares, nacionales o lingsticas son fciles de identificar, pero es bien sabido que hay colectividades pluri-culturales y que una misma cultura puede cubrir varios pases.27 Muchas veces, la claridad con que se nombran o enumeran culturas (etnias, gentes, naciones, pueblos, tribus) se debe a la reproduccin de estereotipos, es decir, a la ratificacin de la mirada (a veces despectiva) de los grupos vecinos, o entonces a autodefiniciones estratgicas en orden a reivindicarse y competir en escenarios ms amplios, o para refugiarse en algn privilegio. Se ha venido llamando etnognesis, el proceso de autodefinicin cultural o tnica de identidades colectivas nuevas, que se hizo patente, en particular, en situaciones migratorias en ciudades o campamentos de trabajo del frica post-colonial. La identidad cultural o tnica se vio, no ya como un hecho (identidad), sino como una construccin cognitiva (identificacin) suscitada en interacciones problemticas, mecanismo de defensa de minoras discriminadas o maltratadas. La identidad es social, el sealamiento es cultural. Es ilustrativo aqu el recurso a la nocin de etiquetaje (labelling), proceso de atribucin y aceptacin de identidad entre mayoras y minoras, con conciencia altiva o avergonzada.28

    27 MURDOCK (1983), distingue para fines documentales ms de 2400 grupos tnicos, combinando criterios geogrficos e histricos; veintitrs cdigos aparecen para Venezuela (algunas etnias estn reseadas bajo los epgrafes de Amazona, Colombia, Guyana; uno de los cdigos corresponde a los venezolanos contemporneos no aborgenes, sin ms distincin).

    En ocasiones, la etiqueta apela a antecedentes

    28 La teora del etiquetaje tiene su ms clebre exponente en BECKER (1971). El proceso de etiquetaje, aplicado inicialmente en contextos de desviacin, tiene un alcance mayor; as, Moscovici lo adopta en el caso de las minoras activas o militantes: Serge MOSCOVICI (1981), Psicologa de

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    comunes, raza, historia o tradiciones, sea, a la cultura, pero es ante todo por conveniencia dentro de la competicin social. As, si bien la resistencia o la militancia son autnticas, los argumentos tnicos pueden ser fantasiosos o arbitrarios.29

    Eso no quita que pueden discernirse configuraciones culturales coherentes cuando se concentran en poblaciones distintas, como cuando, entre tonalidades, se reconoce sin duda lo negro y lo blanco, mientras no sea preciso fijar entre ellos un deslinde por los grises (o los marrones), con todo y en el supuesto, claro est, que los elementos a distinguir estn debidamente ordenados por tonalidad. Fuera de las concentraciones notables, la realidad cultural est toda hecha de todas las tonalidades de la aculturacin. Con todo, en principio, hay lugar para identificar culturas y, para los portadores de las mismas, identificarse a ellas, si bien es cierto que se reconocen ms espontneamente colectividades o idiomas que culturas. Naturalmente, debiramos precisar lo que entenderemos por cultura, fuera, en lo posible, de la perspectiva de las estrategias intersociales. Ya hemos sealado de la cultura, un concepto superficial en trminos de conjunto de rasgos, y un concepto profundo en trminos de modo psicogenerativo de hacer significativo y propio un entorno; el primero es un mundo tangible de cosas, el segundo una manera de producir sentido; lo uno no va sin lo otro, pero se entiende que un mismo modo de producir sentido sea aplicable o discernible en variados conjuntos de cosas tangibles. Una visin arqueolgica o materialista de las culturas las llama civilizaciones por cuanto estas no existen fuera de sus realizaciones monumentales (y

    las minoras activas, Madrid, pp. 303, Ediciones Morata; vase tambin el captulo de Machteld DOMS & Serge MOSCOVICI (1986). 29 Por caso, puede remitirse al movimiento social de los autctonos australianos en la actualidad (los descendientes de aquellos que la antropologa hizo famosos: aranda, kariera, murngin, etc.). Los indgenas viven all mayormente en las ciudades, donde suelen hacer vida en los estratos bajos; aceptan la representacin que el pblico en general tiene de la vida autctona (ya desaparecida) y exhiben de ella algunos smbolos, para no ser considerados como gente marginada, a medio camino entre la cultura primitiva y la moderna (es decir, ni de una, ni de otra). Su lucha es social, para mejores condiciones en la vida urbana y con el mismo propsito, bajo la misma bandera del movimiento autctono, se dan cita muchos inmigrantes que estn tambin en condiciones desfavorables. Ver: George MORGAN (2003), Autochtonous Australian syncretism, Current Sociology, 51 (3), pp. 433-451. En el mismo sentido pueden mencionarse reivindicaciones tnicas en las que la referencia a una cultura especfica es confusa o anecdtica (proclamarse indgena, sin saber de cul etnia, o sabiendo muy poco de ella).

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    documentales); no menos tampoco fuera de sus colectividades portadoras.30 Teniendo eso en cuenta, la identidad cultural se referira a la idiosincrasia, a la congruencia entre determinada intencionalidad y sus efectuaciones. Esta congruencia se da por hiptesis, desde el momento en que la cultura o la civilizacin sea vista como obra; pero como obra en curso de realizacin (pues, de lo contrario, se tratara de una civilizacin muerta), de tal manera que debe tratarse de una coherencia incoativa. La identidad cultural apuntara, desde luego, hacia una verificacin de coherencia31

    , tanto en el sentido de una verificacin etnolgica (ver qu tanto se da, cmo se da), como en el de una preocupacin o verificacin tica (esforzarse por que se d, por que se d ms explcitamente); es decir, que la identidad cultural remitira a una labor de crtica cultural, orientada hacia la procura (acaso utpica, azarosa y peligrosa) de una idiosincrasia reflexiva, aun abierta a la aculturacin y al sincretismo.

    INTERPRETACIN DE LA CULTURA

    La verificacin etnolgica de la coherencia de una cultura (o parte de ella) es, a todas luces, una tarea interpretativa, hermenutica. Adems del reconocimiento de una tal coherencia y de sus races, una preocupacin tica supondra luego, que se hiciese una exploracin de posibles culturales que pudiesen concebirse en adelante, como tambin que se procurase un consenso en torno a criterios de valoracin cultural. Los posibles culturales seran real y concretamente tales cuando derivasen de un modo de producirse sentido en armona con la idiosincrasia. Hermenutica y eticidad desembocan, as, en una mayutica, es decir, en la elaboracin dialgica de una visin de futuro.32

    30 Dejamos de lado la acepcin del vocablo de civilizacin como de cultura superior (con ms dominio tcnico sobre el entorno), para guardar la acepcin de cultura vista desde sus realizaciones materiales.

    31 El examen de la congruencia entre una intencionalidad y sus efectuaciones, es lo que caracteriza la obra de Max WEBER (1864-1920) que versa sobre religin, economa y sociedad. Vase: La tica protestante y el espritu del capitalismo (1977) del mencionado autor. La congruencia en el ethos, del calvinismo y de la racionalizacin instrumental capitalista, no ser la causa del surgimiento y de la expansin del capitalismo, pero s es una creacin idiosincrsica, una armonizacin peculiar entre inmanencia y trascendencia. 32 Todo eso, o casi, se encuentra en los esfuerzos de la Teora crtica en cuanto a la problematicidad de la sociedad industrial. Teora crtica, como la fund Max HORKHEIMER (1895-1973), asociada a la

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    En etnologa, la veta hermenutica tiene un iniciador y vocero en Clifford Geertz33

    El smil del texto es bien productivo para idear un derrotero de la objetivacin y de ella hacia la reflexin; lo es igualmente la psicodinamia aadmoslo ahora para elaborar un paradigma de la intencionalidad.

    , si bien con orientacin mayutica menor (predomina an la circunstancia de que los etnografiados no son sus propios etngrafos). Como tramas de significaciones, las culturas (sus instituciones, sus representaciones) son pblicas, disponibles, legibles; el antroplogo debe aprender a leerlas y luego traducirlas o (re)escribirlas. El escrito etnolgico suele tener como destinatarios a los connacionales del etnlogo (a los que proporciona un acceso a las respuestas dadas por otros, que guardaban ovejas en otros valles). Pero importa destacar que, si algn texto ha de ser til al etnografiado (bien sea un texto autctono o la traduccin hecha por un extrao), es por ser precisamente un texto, es decir, una objetivacin del ethos sobre la que, as, es posible entablar una reflexin.

    34 La psicodinamia y, en particular, su exploracin y exposicin por medio del examen de la socializacin ordinaria de los nios y jvenes, junto con su confirmacin en clave de representaciones sociales y de sentido comn, ofrece un marco apropiado para objetivar la actitud vivencial profunda, sustrato y contexto compartido por una colectividad, su ethos. En esta perspectiva, la representacin social debera incluir el aspecto gentico de esta actitud fundamental, por medio de las dramatizaciones implicadas en el decurso de la vida ordinaria35

    Escuela de Frankfurt de Investigacin Social, en la que destacan tambin Theodor ADORNO (1903-1969), Herbert MARCUSE (1898-1979) y actualmente Jrgen HABERMAS. Digamos, con osado simplismo, que la razn instrumental es la matriz de la civilizacin industrial y de sus derivaciones imperialistas y totalitarias; la emancipacin (superacin de la instrumentalizacin) vendr acaso de la accin de minoras, tnicas o estudiantiles (Marcuse), o intelectuales (Adorno), pero requerir una tica (y un ethos) del debate (Habermas).

    , para incluir los momentos edpicos y dems retos que signan la verosimilitud de los destinos usuales. Se podra analizar historias de vida con este propsito, inclusive

    33 Clifford GEERTZ (1987), La interpretacin de las culturas, Barcelona, pp. 387 (25), Gedisa. 34 Una contribucin notable y una invitacin en este sentido: Paul RICUR, El conflicto de las interpretaciones (en particular los artculos de la parte II sobre hermenutica y psicoanlisis); Del texto a la accin. Estos libros constituyen los tomos 1 y 2 de Ensayos de hermenutica (originales en francs, respectivamente, en 1969 y 1986). 35 La dramatizacin de la vida, y no slo la interaccin, caracteriza la obra de Erving GOFFMAN (1922-1982) como micro-sociologa; Erving GOFFMAN (1971), La presentacin de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires, pp. 272, Amorrortu.

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    historias noveladas que moldean y codifican las representaciones. A su vez, el discurso pblico, aqul destinado al pblico en general, es un espejo que refleja las plausibilidades del sentido comn, como de la dramatizacin usual; en este caso, la objetividad del texto se presta para el anlisis sistemtico.36

    La referencia psicodinmica no significa determinismo que no est supuesto tampoco en el psicoanlisis sino remisin al modo de producirse sentido, aqu, un sentido comnmente compartido. El determinismo equivaldra al diagnstico de una patologa que la prctica clnica, en el caso individual, incita, ms bien, a desbloquear. La misma energa y los mismos mecanismos del psiquismo con los que el yo se defiende, son los que constituyen a la vez el recurso interno de su recuperacin y promocin. Las pulsiones tanto como las razones mueven al hombre, en compleja alquimia que hemos encontrado en los procesos de la aculturacin. As pues, en efecto, la dinmica de la identificacin, entre el yo ideal y el ideal del yo cifra la dinmica cultural en los aspectos de la socializacin ordinaria de los menores y la conformacin del sentido comn, tanto como en las diferentes facetas de la identidad crtica o idiosincrasia reflexiva. El yo ideal es una representacin de su inconsciente, narcisista, preedpica; es un sentimiento de potencia, hasta en la negacin del obstculo y del otro en aras de la afirmacin de s, y es a la vez, imagen complaciente de cmo el yo desea ser visto e imagina que lo es. Un supery se forma, inclusive desde el perodo preedpico, con la incorporacin de lo que los adultos aprueban y prohben, hasta constituirse en observador, modelo y juez del yo; es as el inductor de los sentimientos de culpabilidad y de inferioridad. El ideal del yo procede de la maduracin diferenciada del yo, de la persona, en acuerdo con un ideal reflexivo que se enriquece y ensancha por el esmero en educacin, religin, moral. El yo se pliega y somete al supery por temor, se sujeta y ordena al ideal del yo por amor.

    37

    36 Tmese por ejemplo la siguiente cita de una felicitacin pblica, y pinsese en lo que el discurso da por supuesto, y a cules resortes psquicos apela. La felicitacin iba dirigida a un equipo deportivo que estaba de regreso despus de una victoria no anunciada en competencia internacional: ... (demostracin de) lo que es capaz un grupo humano cuando comienza reconociendo su estima, su moral, su propia fuerza, cuando sale de esquemas derrotistas y se hace irreverente y se codea con cualquiera en cualquier espacio (El Universal, Caracas, 5-4-2004, pp. 1-6).

    Las tres instancias del

    37 Sobre un ideal reflexivo del yo, la psicologa humanista es ms explcita que el psicoanlisis, como es de esperar. Ver: Jean LAPLANCHE & Jean-Bertrand PONTALIS (1993), Diccionario de psicoanlisis, Barcelona, pp. 535, Labor. (1993, artculos: yo, supery, yo ideal, ideal del yo,

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    yo (yo ideal, supery, ideal del yo) conviven, naturalmente, y gobiernan unas u otras secuencias de la vida personal, como lo hacen anlogamente en episodios, sectores y niveles de la vida social y cultural.

    La interpretacin de una cultura descansa, pues, en la elucidacin de la manera cmo un grupo humano constituye su mundo propio, cmo sus obras cobran sentido; se trata de reconocer la forma cmo el grupo se reconoce a s mismo en sus formas de sociabilidad, y en sus obras (la intencionalidad, el ethos grupal). Es preciso enumerar rasgos y mostrar la configuracin (Gestalt, pattern) que los hace distintivos de configuraciones ajenas; pero eso no es suficiente, es preciso derivarlos del modo propio de generar relaciones y obras que caracterizan el grupo, de tal forma que en adelante se podr reconocer como tpicas otras relaciones y otras obras, que no haba considerado o que an no se han producido (son los posibles culturales del grupo). Los resortes de esta generacin se encuentran muy conveniente y humanamente en el modelo del aparato psquico (la personalidad bsica) y de la gramtica de sus producciones. Como un yo, la cultura es ella misma en su carcter38

    , sea, en su manera de componer con las pasiones, la pulsin, el yo ideal, el supery, y de componer razones, fines que quiera promover y a los que pueda sujetarse, un ideal del yo. As, se aprehende el reto de la idiosincrasia y del sentido: de la intencionalidad, que se juega entre las pasiones y las razones; y de las obras, que peligran entre la genialidad y la aberracin. Una colectividad, si bien portadora de una misma cultura (por hiptesis), no es homognea en su composicin social; hay numerosos grupos y eventualmente subculturas a travs de los cuales se presentan ya mltiples posibles culturales y todo tipo de muestras y combinaciones de pasiones y razones. La interpretacin de la cultura consiste tambin en sopesar las tensiones que surcan la colectividad, tensiones que se perciben en los procesos de aculturacin en que todos sus grupos estn envueltos.

    narcisismo). ERIKSON (1985), describe los desafos propios de cada etapa del desarrollo personal, desde la infancia hasta la vejez avanzada (los noventa aos, en la edicin revisada y ampliada). 38 Se ha hablado de carcter nacional para referirse a la personalidad bsica. Wilhelm REICH (1897-1957) llam precisamente carcter el modo particular de resistirse un paciente a la cura; aqu, adems de aludir a la cultura, se extiende la nocin a la manera general del yo de componer con sus recursos psquicos.

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    DEMOPEDIA

    Las masas, los pnicos, las revueltas, los rumores, las publicidades, son todas ocasiones en las que rezuman las pulsiones, por ms que estas hayan sido represadas; pero debemos convenir en que estas permisividades pulsionales no son el todo de la cultura de un colectivo, aunque delatan la pendiente de sus regresiones.39

    el trance del candombl representa el triunfo del Super-ego, esto es, de las normas colectivas, mientras que el de las sectas sincrticas o improvisadas representa la victoria del Ello ... El sincretismo y el espiritismo no slo multiplican estas personalidades de repuesto, al ofrecer a cada individuo una opcin multirracial de cabocles, de negros y de blancos, de santos catlicos y de desencarnados como Juana de Arco o Pedro II, sino que incluso diluyen las caractersticas de los dioses, los despersonalizan, haciendo de ellos vagos conceptos que cada cual puede rellenar con lo que le apetezca, lo que significa finalmente que lo har con sus deseos, sus sueos, sus ilusiones o su resentimiento.

    As tambin, en torno a una misma institucin, hay niveles de vivencia, experiencia y experticia, superiores e inferiores, que pertenecen todos a una misma cultura. Tomemos por caso el anlisis que Bastide ofrece al argumentar a favor del candombl (al que, en lo personal, se haba convertido). Apunta que, si bien es doblemente sincrtico (sincretismo africano, y luego afrobrasileo), no por eso el candombl es, de por s, un sucedneo religioso menguado, pues alcanza un misticismo que va de los estados beatficos a los de teopata. Remarca luego que, sin embargo, el trance puede ser un mero fenmeno de compensacin, psiquiatra para pobres, pero que entonces deja de ser propiamente religioso. Precisamente,

    40

    No todos, en el candombl o en el cristianismo, se esmeran por igual hasta alcanzar la unin mstica en el Uno que es Todo en todo, ni todos escudrian las Escrituras y elaboran teologas. Hay, en las religiones, como en cualquier tipo de prcticas

    39 Nuestra herencia ms terrible es esa de llevar siempre en nosotros impresa en el alma la marca del torturador, pronta para explotar en brutalidad racista y clasista. Ella reluce, an hoy, en cuanta autoridad brasilea, predispuesta para torturar, serviciar e machucar a los pobres que les caen en las manos (Darcy RIBEIRO (1996), O povo brasileiro: a formao e o sentido do Brasil, So Paulo, pp. 120, Companhia das Letras). 40 Roger BASTIDE (1986), Sociologa de la religin, Madrid, pp. 740, 748 (1), Jcar; Roger BASTIDE (1986), Sociologa de la religin, Madrid, (2), Jcar. pp.). Vase la nota 24 arriba.

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    (sanitarias, artsticas, deportivas, cientficas, artesanales, gerenciales, polticas, etc.), un nivel de participacin en el que estn todos, y nadie se esmera, en el que se es meramente usuario o consumidor; es el nivel del sentido comn, de las usanzas ordinarias, del hombre de la calle o de a pie (es decir, cuando est de peatn en la calle), de lo que a menudo se llama popular. No hay absolutamente nada despectivo en estas calificaciones, pues no aluden a personas, sino a prcticas. Todos somos usufructuarios de muchas prcticas y nos esmeramos tan slo en una u otra; sabramos, en principio, adnde acudir en busca de un cultor de alguna prctica de inters, y recprocamente, los dems en busca de unos servidores.41

    En la medida en que surgen especialistas, o sea, en la medida en que se desarrollan metdicamente experiencias, saberes y experticias, la cultura se especifica en reas nuevas; y en esta misma medida se van diferenciando campos sociales en los que, desde luego, hay lites sabedoras y pueblo usuario, produccin y reproduccin, pretensiones y recelos. Con todo, la dinmica de este campo no debe verse slo en trminos de dominacin o poder, sino primordialmente en trminos de participacin (no de tener parte pasivamente, sino de tomar parte activa), de facilitacin del aprendizaje y de comunicacin bi-direccional. Desde un punto de vista, digamos, estrictamente cultural (ms que social o civilizatorio), hay ms o mejor cultura, o hay desarrollo cultural: cuando hay ms diversificacin de los bienes culturales, es decir, cuando son ms las reas especficas; cuando ms gente se esmera en estas reas, como cultora y como productora; cuando ms gente cultiva ms reas, en ms variadas formas; cuando hay ms conexiones entre reas; pero, sobre todo, cuando se intensifica la relacin demopdica entre lite y pueblo en cada rea. Entendamos por demopedia

    42

    41 Una colectividad es llamada ortodoxa cuando tiene a algunos de sus miembros por conocedores de la doctrina o de la prctica con las que esta colectividad se distingue, y a quienes quiere acudir para saber qu creer o qu hacer en determinados casos. Creo todo lo que deber creer cuando sea necesario creerlo; la necesidad podr presentarse en caso de emergencia o de amenaza a la colectividad. El fenmeno ha sido caracterizado en comunidades religiosas, pero es evidente igualmente en grupos polticos y cenculos artsticos o cientficos. La ortodoxia es un recurso grupal cuando el grupo es idiosincrsico. Ver: Serge MOSCOVICI & Michael BILLIG (1986), Psicologa social: pensamiento y vida social, psicologa social y problemas sociales, Barcelona, captulos 12 y 21, tomo 2, Paids Ibrica.

    esta educacin popular que fomenta el gusto por cultivar las reas

    42 La voz demopedia fue creada por Pierre-Joseph PROUDHON (1809-1865): Dmocratie, cest dmopdie, para significar una educacin popular libertaria, por el pueblo, para el pueblo, en el entendido que toda la vida es un aprendizaje; todos deben aprender de todos y preocuparse por

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    culturales (eleva los ideales); multiplica el nmero y potencia la experticia de los cultores (eleva las capacidades); promueve, desde luego, la exigencia del usuario comn (eleva el disfrute); educacin que es un hbito del intercambio de saberes y procederes, un hbito de la discusin y de la reflexin. Todo lo contrario de una prctica que tal vez podamos llamar demagogia, que en vez de incitar al conocimiento y al arte, desmenuza cosas sabidas o fabricadas para esparcirlas o reservar, a manera de vulgaridades o privilegios. En la demopedia, encuentra la gente la forma de elaborar su identidad cultural activa, siempre a futuro.

    transmitir lo aprendido. No excluye la prctica escolar, por supuesto; pero se refiere en todo caso a una educacin continua de adultos, para la cual la escuela debe capacitar. Este es el concepto que inspira lo que se expone aqu. Otros utilizan actualmente esta palabra en un sentido ms bien reducido al contexto de la escuela, para promover, bien una educacin cvica, bien una educacin que sea republicana y laica, a cargo, inclusive, de una Repblica docente.

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    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

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  • VENEZUELA: LA TENTACIN MAFIOSA

    ALBERTO GRUSON*Presidente del Centro de Investigacin Social CISOR

    VERNICA ZUBILLAGA**

    Escuela de Ciencias Sociales. Universidad Catlica Andrs Bello (UCAB)

    Resumen

    La tentacin mafiosa es la exacerbacin de ciertas lgicas matrisociales (ejemplificada en la figura del malandro). Dentro de esta racionalidad se hace notable un nosotros familiar y comunitario (los mios) que transforma en otredad amenazante la sociedad ms all de estos lmites (las instituciones, lo pblico, el Estado). La interpretacin del artculo se centra en la tensin creada por dicha lgica mafiosa y las orientaciones que construyen el horizonte societal en Venezuela.

    As pues, el siguiente texto puede leerse como un diagnostico sociolgico de la realidad societal venezolana. Si bien el anlisis parte de las dificultades de constituir sociedad en la colectividad venezolana, culmina con un examen de ese cdigo relacional para entrever una contribucin terica que alumbra algunas alternativas societales para el pas.

    Palabras clave: sociologa de la familia, cultura venezolana, matrisocialidad, etnopsiquiatra, malandro joven.

    *Socilogo, maestra en Teologa y Ciencias Polticas y Sociales (Louvain, Blgica), especializacin en cole des Hautes tudes en Sciences Sociales (Paris); correo electrnico: [email protected] **Sociloga (UCAB) y Doctora de la Universit catholique de Louvain en Blgica; profesora de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Catlica Andrs Bello (UCAB) y en la Universidad Simn Bolvar (USB); correo electrnico [email protected]

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    Al zarandear algunas ideas para producir una reflexin sociolgica sobre la Venezuela actual, nos propusimos concebirla como un diagnstico, apelando sin duda al smil mdico. En el actual contexto parece pertinente decir, en efecto: Usted, Venezuela, se siente mal y quiere vivir; quiere revelar y nombrar sus sntomas, ver cmo maneja este padecimiento para fortalecer la vida.

    Pues bien, luce conveniente sugerir que la sociologa es una ciencia que tiene algo de mdica, y digamos tambin de mayutica: se observa, se sistematiza los sntomas, se describe la lgica del padecimiento y, a partir de elementos vitales presentes que se le oponen al padecimiento, se sugiere favorecer las alternativas de superacin. Este ltimo aspecto es el propiamente mayutico: el propsito de contribuir a alumbrar y consolidar alternativas de vida societal ya presentes. Alternativas observadas empricamente, por esparcidas que ellas sean, y que se oponen al padecimiento. Alternativas que es necesario discernir, revelar y subrayar para que al mismo tiempo sus portadores, en cuanto los hay o los habr, las asuman, las tomen y consoliden.

    Queremos que nuestro diagnstico de la Venezuela actual sea dinmico; eso quiere decir, aqu, no determinista. Como bien dijera R. Boudon que el determinismo es una patologa de la ciencia, si fuera determinista el nuestro sera un mal diagnstico; sera como decir que la sociedad est a punto de morir y que no hay ya nada que hacer. As, la mirada que deseamos ofrecer apela a conceptos que aluden a la dinmica de la vida social que es constante oscilacin entre orientaciones alternas. El diagnstico que realizamos mira concretamente la cultura venezolana en tanto matriz de sentido por la que se valoran las relaciones sociales y la vida colectiva. El diagnstico se centra en una caracterstica ampliamente reconocida en Venezuela: la dificultad de construir sociedad y de construirla en democracia. Recurriendo a la idea de tensin, queremos presentar un eje hipottico en dos polos: un polo mira la dificultad de fundar sociedad; el otro polo considera los indicios que conjuran esta dificultad, y apuntan a la construccin de sociedad.

    La interpretacin se centra, pues, en esta tensin: entre las orientaciones que, llevadas al extremo, lucen como la tentacin de avasallar lo social y las orientaciones que se vislumbran como horizonte de vida societal. La primera la entendemos como hiptesis comprensiva porque intenta comprender y develar la matriz de sentido comn que genera una lgica de relaciones sociales que pareciera mayoritaria, extensiva y que

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    llena de pesimismo al socilogo y al ciudadano; es la lgica matrisocial que, exacerbada, deriva en lo que concebimos y apodamos como la tentacin mafiosa. La segunda, que entendemos como hiptesis mayutica, en esta ocasin ser solamente esbozada se centra en develar pistas alternas que se oponen a esta tentacin, que aparecen apenas minoritarias, pero nos siembran optimismo. La vislumbramos y designamos como el horizonte asociativo. Lo que est en juego, y a nuestro parecer es la gran pregunta, es si en Venezuela tiene futuro la apuesta sobre la polarizacin entre esta hiptesis comprensiva y esta hiptesis mayutica, o si, por lo contrario, no habr tal polaridad y vencer la inercia de la matrisocialidad.

    LA MATRIZ DE SENTIDO: LA MATRISOCIALIDAD

    Las reflexiones que fundamentan la hiptesis de la tentacin mafiosa, tienen su origen en las observaciones de Alejandro Moreno1 y, ms precisamente, en la etnopsiquiatra de Samuel Hurtado2

    La matrisocialidad es pues la herramienta conceptual que permite aprehender: el complejo de significacin y de relaciones sociales intricadas que abarca el posesivo protagonismo de la figura materna en la familia; la perpetua y mutua dependencia materno-filial, plasmada especial y paradigmticamente en la figura del hijo ya mayor;

    a propsito de la cultura venezolana y el papel dinamizador que en sta ocupa la familia y la madre. Hurtado, a quien hemos acompaado en algunas de sus investigaciones, ha documentado el modo en que se enaltece la familia en la cultura nacional; y no cualquier familia, sino en ella sobre todo la relacin materno-filial, y ms an una mutua dependencia materno-filial. El que dicha relacin est a tal punto encumbrada en la cultura venezolana, que hasta se traza en toda perspectiva de vida colectiva, y se proyecta en todas las esferas de la vida social, es lo que se ha dado en llamar matrisocialidad.

    1 Alejandro MORENO (1995), La familia popular venezolana (Curso de formacin sociopoltica 15), Caracas, pp. 52, Centro Gumilla y Centro de Investigaciones Populares. 2 Samuel HURTADO (1995), "Matrisocialidad y la problemtica estructural de la familia venezolana", Caracas, Volumen 1 (1), en: Revista Venezolana de Economa y Ciencias Sociales. Samuel HURTADO (1998), Matrisocialidad. Exploracin en la estructura psicodinmica bsica de la familia venezolana, Ediciones FACES, Caracas, Universidad Central de Venezuela.

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    por ltimo, su proyeccin en las lgicas de relacin que conforman, no ya slo la vida familiar, sino la vida colectiva.

    El excesivo protagonismo de la figura materna en la familia tiene su origen en la adoracin de carcter mtico hacia la madre3. La devocin a la madre se constituye en la pauta central de la vida familiar. Este fervor que se elabora en la relacin con los hijos, puesto que la mujer alcanza su destino a partir de la maternidad4

    La madre se convierte en la figura central de la vida familiar tanto en el espacio de la significacin cultural, que es propiamente el de la matrisocialidad, como en el nivel de la gerencia concreta del hogar, que es matrifocal, como resulta de estudios sobre la familia popular urbana

    , se construye al mismo tiempo a travs de la disminucin, cuando no de la anulacin, de la figura del padre. Refranes de la sabidura popular venezolana subrayan este hecho definitivo que encarna la maternidad en contraposicin a la virtualidad de la paternidad; Quin no ha escuchado el refrn que canta: Los hijos de mis hijas mis nietos son, los hijos de mis hijos no s si son?

    5 y sobre familias campesinas6

    La madre en el papel de abuela madre dos veces, madre por excelencia, rene a su prole y, encarnando el centro de la vida de un clan familiar, se ocupa en elaborar el sentido y la continuidad de la vida familiar, afianzando su potestad y control sobre

    . En estos espacios el lugar del padre es el de un segundn, cuando no est fsicamente ausente. En el mbito de la gerencia del hogar especialmente, el padre aparece como mero proveedor y as es cmo puede ser reivindicado como buen padre y merecer el respeto que le corresponde; de otro modo si se comporta como irresponsable e inconsecuente proveedor se convierte en el centro de los rencores. As, en la estrechez del vnculo materno-filial el padre no tiene puesto, es expelido; resulta ser una figura ausente. As alejado el padre, la familia se convierte en un asunto de mujeres e hijos.

    3 Samuel HURTADO (2003), "La participacin discordante en la familia y los niveles de su transformacin simblica", Caracas, Volumen 9 (1), en: Revista Venezolana de Economa y Ciencias Sociales. 4 En el imaginario el destino de toda mujer es el de ser madre. 5 Samuel HURTADO (1984), Trabajo Femenino, fecundidad y familia popular urbana, Caracas, pp. 213, UCAB. 6 Samuel HURTADO y Alberto GRUSON (1993), Gerencias campesinas en Venezuela pp. 325, Universidad Central de Venezuela, CDCH.

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    su descendencia; asegura la reproduccin y gestin de la vida familiar, como tambin la socializacin de los nietos y la distribucin del trabajo masculino y femenino. El hogar extendido7

    En trminos de la significacin, el modelo de sentido portado en este modo de relacin, la preeminencia de la madre, la ascendencia que por derecho tiene sobre los hijos y la correspondiente subordinacin de los hijos frente a su mando, corresponde precisamente al diseo de la vida buena (vida bien lograda) en Venezuela, es decir aquello que representa lo bueno, lo correcto y lo deseable, aquello que es preciso alcanzar para merecer reconocimiento y respeto a los ojos de los dems.

    se constituye as en un mundo de significacin completo que colma a sus miembros, y en una organizacin eficiente de reproduccin de la vida cotidiana y de gestin de las economas familiares.

    En este sentido, por prescripcin, la mujer-madre y la hija que ser madre para ser verdaderamente mujer debe asumir la asignacin cultural del protagonismo que le toca, producir de su vientre la prole que la coloca en el puesto del privilegio; y los hijos someterse a los designios y a la sabidura que encarna la madre, puesto que, como nos ha sido mltiples veces repetido, madre slo hay una y ninguna madre quiere mal para su hijo. Esta figura central y absorbente de la madre amorosa tiene su correlato en el hijo subordinado y dependiente; siempre hijo e incapaz de realizarse en tanto individuo, a tal punto se halla ligado emocionalmente a su madre y a su grupo familiar. As si la buena madre por sus hijos se sacrifica, su sacrificio exige contraprestacin y los hijos estn acaparados por esta madre que se convierte en el primer foco de sus amores y el referente de sus esfuerzos.

    El hijo, as, se independiza difcilmente de la figura de la madre y crece bajo la gida consentidora de la que, como mienta el verbo popular, alcahueta. En este sentido, la madre no disciplina, porque ama o porque teme perder el afecto filial, y no hay hombre-padre que ensee los lmites y el imperio de la autoridad, ni que represente el principio de realidad. Pero no ser menester que una buena madre impida el forjamiento de la masculinidad de sus hijos capturndolos en el hogar que es por definicin el mundo de lo femenino, pues los hijos aprendern a ser hombres de la

    7 No se trata siempre de un hogar en el sentido estadstico de la palabra, sino ms bien en un sentido afectivo y simblico; en todo caso, la abuela procura la cercana fsica (viviendas vecinas, de ser posible) o al menos el diario contacto telefnico con su gente.

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    mano de sus tos, hermanos, compaeros, acaso del padre como compinche, o toda la red de varones cercanos; y sobre todo en la calle.

    La calle es el espacio de las pruebas para el forjamiento de la masculinidad; en ella tenemos el segundo foco de la conformacin de la identidad masculina. Los muchachos experimentan de parte de pares varones y varones mayores el acoso necesario que los obliga a reaccionar y mostrar el aplomo que los constituye en hombres de verdad, y especialmente en hombres que hay que respetar. Sobre los lmites (que no se cultivan en casa) as como sobre la propia salvaguarda, se aprende muy pronto que es preciso imponerse personalmente y por la fuerza. Es decir, en la calle, arena de las pruebas necesarias para convertirse en varn, los lmites vienen representados por la capacidad de la propia persona en mostrar su osada y arrojo. En la calle, el lmite no es tanto aqul que lo limita a uno, como ms bien, idealmente, aqul que uno impone a los dems; el respeto, y la autoridad, es aqu el capricho retador. Esta capacidad es la que constituye al joven varn en hombre y se resume en la propia reputacin. La reputacin se constituye de este modo en el testimonio de la hombra y en el signo del lmite, es decir, el exhibidor fundamental frente al hostigamiento sistemtico de los otros en la carrera por convertirse en hombre de respeto.

    Para ser hombre y demostrarlo, la calle no debe evitarse; es, por lo contrario, el preciso escenario que marca la iniciacin en la masculinidad de respeto. Y la madre, para forjar el carcter del hijo varn, all debe lanzarle. Se aprende entonces que la calle constituye el mundo de los desconocidos y los amenazantes, necesario para forjarse; y la casa, el mundo del nosotros familiar. En ambos mundos las reglas y los lmites vienen ntimamente asociados al rostro que se respeta, y a la cara que puede perderse. En la calle, el propio joven como en las sociedades donde el honor adherido a la persona es un valor fundamental, alejado de las norm