sobre la crueldad

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1 SOBRE LA CRUELDAD. La oscuridad en los ojos. Ana N. Berezin

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Ana Berezin

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  • 1

    SOBRE LA CRUELDAD.

    La oscuridad en los ojos.

    Ana N. Berezin

  • 2

    Captulo 2:

    PARA PENSAR LA CRUELDAD.

    "La adormecida prodigalidad de nuestra

    familiaridad con el horror es una radical derrota

    humana"

    George Steiner.1

    No estaran ustedes ms contentos si

    hubiera logrado demostrarles que todos los que lo

    hicieron estaban locos?

    Ral Hilberg

    Primo Levi, qumico y escritor italiano, nacido en 1919, fue deportado a

    Auschwitz-Monowitz al caer prisionero de los alemanes en 1943, momento en

    el que se haba unido a la resistencia italiana. Su condicin de judo y partisano

    lo llev hacia el campo de concentracin. De ese viaje recuerda: "Nos

    despedimos de la vida. Ya no tenamos miedo". Viaj en un vagn junto a

    cuarenta y cuatro personas, slo sobrevivieron cuatro, y fue, nos aclara, "el

    vagn ms afortunado".2

    Vuelvo a recorrer las pginas de su libro testimonial, y vuelve el tema del

    miedo. Todo poder opresor utiliza el miedo para someter a los hombres;

    generando miedo da el primer paso decisivo para un minucioso proceso de

    deshumanizacin. Dicho proceso abarca una compleja accin estratgica,

    burocrticamente aplicada con sofisticadas tcnicas. Tiene una lgica interna

    precisa, cada paso que da tiene un sentido. Bruno Bettelheim tambin lo ha

    descripto, a pesar de haber sido una de sus vctimas, en su libro "Holocausto.

    Una generacin despus".

    Ya no tenamos miedo?, le preguntara a P. Levi. O necesitaban

    creerlo para no despedirse de la vida, para, de algn modo, aferrarse a una

    1 En el castillo de Barbar Azul. Aproximacin a un nuevo concepto de cultura, Editorial Paidos 1992 2 Si esto es un hombre, Muchnik Editores, 1987

  • 3

    vida donde ya no hay miedo? Nos dice Italo Calvino: "Llegar a no tener miedo,

    esta es la meta ltima del hombre".3Utopa maravillosa que permitira no ser

    quienes somos. Desde que nos sabemos mortales tenemos miedo y an antes

    de ese saber. Pero este es otro tipo de miedo, distinto -al menos

    cuantitativamente- al que siente un ser esclavizado, destinado a la muerte.

    Hago remarcacin en el miedo, el terror, el pnico, el espanto, porque es el

    afecto o la serie de afectos inherentes frente a cualquier acto de crueldad.

    Escena 1.

    Una nia de siete aos corre en la madrugada desde su cuarto hacia el

    de sus padres.

    Est angustiada, grita y llora. Abrazada al cuello de su madre le

    pregunta: "por qu nacemos si vamos a morir?". La madre le responde, desde

    sus propias preguntas, sobre la condicin mortal de los hombres. Intenta

    afirmar el valor de la vida, y la distancia que ese valor abre frente a la realidad

    de la muerte. La nia sigue gritando: "Decime otra cosa, eso no me calma". No

    hay otra respuesta, terminan jugando en el agua de la baadera como

    bsqueda de sosiego.

    Escena 2.

    En la pelcula "La noche de San Lorenzo", realizada por los hermanos

    Taviani, un adolescente italiano de unos catorce aos, en un pequeo pueblo

    de Italia, ocupado por los nazis durante la segunda guerra mundial, realiza -

    bajo las rdenes, entre otros, de su padre colaboracionista- los actos ms

    crueles contra sus vecinos. Cuando luego es apresado por militantes de la

    Resistencia sufre un ataque de pnico. Se retuerce, grita, se agita, se deshace

    en dolor. Ahora es l, el que est enfrentado a su propio terror. Antes haba

    efectuado actos para que su propio terror fuera sufrido por los otros, y no por

    l.

    3 El sendero de los nidos de araa. Editorial Tusquets. 1990

  • 4

    Estas dos escenas que corresponden a acontecimientos micro y macro-

    histricos expresan, de algn modo, antiguas y actuales problemticas

    humanas: la conciencia de la muerte, el desamparo, la indefensin, el miedo...

    Estas problemticas humanas han adquirido desde el siglo XX, una dimensin

    exasperante. Sabemos que la realidad del terror y la crueldad ha acontecido

    desde el comienzo de la historia humana. Pero desde el siglo XVI en

    Occidente, hubo un ideario colectivamente asumido: que un mayor

    conocimiento y racionalidad, plasmado en un progresivo desarrollo cientfico y

    tcnico, permitira que los hombres podamos ser ms libres, ms solidarios,

    ms dignos, ms humanos. Y si bien dicho progreso del conocimiento permiti

    enormes logros, que mejoraron las condiciones de vida para muchos, no para

    todos, siempre se renovaban las ideas y las acciones que hicieran alcanzables,

    para todos, esas mejores condiciones de vida, y siguen renovndose lenta y

    despaciosamente, como suelen ser todas las difciles transformaciones

    humanas. Aunque en estos tiempos regresivos es difcil sostener esta

    esperanza.

    Si bien -deca- el conocimiento cientfico y la tcnica han aportado

    enormes logros, han aportado tambin a la maquinaria del terror y la crueldad

    al servicio del exterminio.

    Ese ideario ha perdido significacin?, o debemos volver a pensar

    muchas cuestiones que hacen a la complejidad humana? Hay cuestiones que

    necesitamos inteligir. Y en este sentido adhiero a P. Levi cuando nos relata que

    algo centellea en la oscuridad de los tiempos crueles: "La facultad de negar

    nuestro consentimiento".

    Hoy como ayer, negar nuestro consentimiento significa una bsqueda

    permanente de la verdad viva e histrica, ni absoluta, ni definitiva, que nos

    permite no condenarnos a una repeticin sufriente. La bsqueda de verdades

    que colaboren para que el dolor intil y evitable de los hombres no se siga

    repitiendo.

    El diccionario4 define el trmino cruel de la siguiente manera: "capaz de

    4 Moliner, Mara: Diccionario de uso del espaol

  • 5

    hacer padecer a otros o de ver que padecen sin conmoverse o con

    complacencia". Y George Bataille5 nos comunica la crueldad como el aspecto

    especficamente humano de la guerra: "La guerra, que difera de las violencias

    animales, desarroll una crueldad de la que los animales son incapaces". Slo

    en la guerra?, sabemos que no. Por eso G. Bataille define a la crueldad como:

    "una de las formas de la violencia organizada".

    Es as que la crueldad es un rasgo exclusivo de la especie humana, es

    una violencia organizada para hacer padecer a otros sin conmoverse o

    con complacencia. La complacencia de no conmoverse? La crueldad es

    un modo de violencia que se despliega para anular cualquier modo de

    alteridad, es la accin de derrotar la alteridad. No es solo la destruccin

    de los otros y de lo otro de los otros, sino tambin la destruccin del

    otro/Otro en cada sujeto, es decir, de s mismo tambin.

    La crueldad no es adscribible a alguna patologa determinada (psicosis,

    perversin) sino una condicin potencial en cualquier sujeto.

    Independientemente de su patologa o problemtica psquica singular, la

    crueldad es una condicin potencial del ser humano que se efectiviza en

    determinadas condiciones micro y macro socio-histricas.

    Definicin de subjetividad

    Defino la subjetividad como el ser en su devenir temporal, en permanente

    estado de conflicto entre determinacin y libertad.

    El sujeto construye y es construido por la realidad social, histrica y

    material. En su devenir se va redefiniendo, en estado de permanente tensin

    conflictiva, en una realidad de la vida: las leyes, la cultura, el lenguaje, unas

    corrientes pulsionales, un cuerpo, una afectividad. Esta conflictividad se da

    siempre en relacin al Otro/otros. Conflictividad consciente e inconsciente, lo

    intrapsquico habitado por el Otro y los otros inaugurales y significativos, que

    han anclado la pulsin al deseo, reconfigurando las relaciones micro y macro

    5 El Erotismo. Tusquets Editores. 1980

  • 6

    sociales, as como tambin sus prcticas. Estos lazos, estas prcticas

    transforman, en la temporalidad, tanto al propio sujeto como a sus prcticas.

    Describo un movimiento espiralado, abierto, complejo, tenso y contradictorio.

    La alteridad, entonces, es siempre un lmite y una posibilidad, un grado

    decisivo de determinacin.

    Esta tensin conflictiva entre determinacin y libertad surca la vida de

    cada sujeto. La libertad como plantea T. Todorov- no es la indeterminacin,

    es la posibilidad de sobreponerse a las determinaciones 6

    Este atravesamiento estructurante de la subjetividad entre determinacin

    y libertad, abre la dimensin de la bsqueda de sentido cada vez que todo

    sujeto tenga la lucidez que tenga- enfrenta la realidad de la vida. Esta ltima

    entendida como:

    -Realidad social: los otros y el orden simblico o la cultura en sus diversas

    producciones discursivas que regulan las relaciones de los hombres entre s.

    -Realidad histrica: planteando la historia como una construccin singular y

    colectiva desde el presente vivido. Trabajo permanente de significacin, apres-

    coup constructivo de la temporalidad en su devenir.

    -Realidad material: a) condiciones de existencia econmica, posibilidad de

    sostener la vida, b) materialidad de un cuerpo determinado por una

    pulsionalidad deseante inconsciente en conflicto con las otras instancias

    intrapsquicas, en donde los otros, lo otro de los otros (diferencias) y lo Otro

    (orden cultural: material y simblico) ubican los avatares de la vida psquica. En

    este sentido deseo remarcar que la realidad material abarca no slo los

    elementos de subsistencia fsica (bios), sino las condiciones necesarias para

    los despliegues de lo psquico.

    Frente al padecimiento del otro nada hace temblar, nada sacude ni

    emociona. Distancia absoluta con el otro, es decir, ninguna distancia que

    delimite las cercanas, imperiosidad del cuerpo padeciente del otro,

    imperiosidad de triunfo sobre la alteridad.

    6 Todorov, Tzvetan Deberes y delicias. Una vida entre fronteras. Editorial Fondo de Cultura Econmica, Buenos Aires, 2003.

  • 7

    La cuestin del otro(s) -objeto subjetivo para un sujeto- pone al

    descubierto, de manera bastante decisiva, la relacin de cada sujeto consigo

    mismo. Reconocer que hay (un) otro(s) separado y ligado al sujeto por

    pulsiones (representaciones y afectos) que lo vuelven deseable, necesario,

    querible, compromete al sujeto con ciertas renuncias y aceptaciones que a lo

    largo de su experiencia vital debe realizar.

    Renuncia a la omnipotencia (creencia en el poder de control total sobre

    el otro y sobre la realidad) y a la autosuficiencia (creencia en el poder de

    autosatisfacerse).

    Aceptacin de que ser amado y ser necesitado implica siempre una

    dependencia. No en el sentido de anular la autonoma de deseos y anhelos

    propios. Sino una dependencia que los incluye, pero que establece una

    tensin, ya que hay siempre riesgos de prdida del otro (prdida de su amor,

    prdida por enfermedad y/o muerte).

    Aceptacin de que lo deseado y esperado del otro no se cumplir, como

    si fuera un espejo, en la experiencia vivida con el otro. Distancia entre lo

    fantaseado y lo encontrado. Aceptacin de que el otro tambin es autnomo y

    puede modificarse en su devenir tanto como uno mismo.

    Aceptacin de que ese otro(s) semejante es en su semejanza

    profundamente diferente. No slo diferente en el margen de lo esperable por el

    sujeto hacia otro, sino diferente en lo no esperable, diferente del propio ser del

    sujeto (de all que para anular el reconocimiento y cuidado de las diferencias se

    anula al otro negndolo como semejante). No es la diferencia la que genera la

    crueldad. Es la crueldad la que genera una diferencia radical. Haciendo que el

    otro sea objeto de crueldad, se construye una diferencia radical y al mismo

    tiempo se decide la destruccin de esa diferencia encarnada por el otro/s, por

    su condicin de humanidad no admitida para s.

    Aceptacin de que lo ms amado es tambin odiado porque se depende,

    porque es diferente y en sus diferencias cuestiona e interroga las propias

    certezas identificatorias o identitarias. Porque el otro "obliga" a un trabajo de

    intercambios conflictivos, porque as como satisface, frustra. Porque est fuera

  • 8

    del control del sujeto y porque finalmente, el otro anuncia permanentemente

    nuestros lmites, lo que es posible y no es posible con l. Y tambin el otro

    legitima o no, tanto como el sujeto a s mismo. As, el otro es fuente constante

    de problematizacin para todo sujeto. Es necesario diferenciar la agresividad y

    el odio (tanto como la ternura y el amor) que el otro despierta, de la

    destructividad hacia el otro.

    Afectos amorosos y agresivos, con diversos grados de combinacin se

    juegan en todo vnculo humano (micro o macro, con uno y con muchos). La

    destructividad es un modo de desligazn o anulacin, o desaparicin del otro.

    Es un modo lmite de eliminar la problemtica ms decisiva para cualquier ser

    humano, la problematicidad que los encuentros con los otros siempre plantean.

    Y en ese lmite, el de anular la problematicidad que el encuentro con el

    otro siempre plantea, una de las metas puede llegar a ser el retorno a una

    idealizacin omnipotente y autosuficiente del sujeto frente a otro(s). Es un

    repliegue ltimo sobre un s mismo sin problemas, sin otros.

    La crueldad, en su accionar parcial (torturas, infligir dolor fsico y

    psquico, fragilizar la potencialidad defensiva del otro, provocando todo tipo de

    sufrimiento) o total (provocar la muerte) es una expresin privilegiada de

    pulsiones destructivas que se activan en el ser humano frente al otro(s), ese

    otro(s) que es el ndice de mi propia mismidad.

    Es en el otro(s) donde nos reconocemos a nosotros mismos, nuestro

    lmite, nuestra precariedad, nuestra indefensin, nuestro desamparo, nuestra

    mortalidad.

    Es as que esos cuerpos esclavos, torturados, humillados, dominados,

    dolientes, garantizan con su presencia la unidad inmortal donde el otro no es ni

    necesario, ni deseado, ni amado, ni odiado, ni rechazado, ni perdido, ni

    encontrado. El otro ya no es problema. Se restablece una ficticia unidad

    autogenerada y autosuficiente. Si el otro ya no es problema, ya no hay riesgo

    de sufrimiento, ya no hay "temblor y temor". Ya no hay indefensin y

    desamparo. La muerte es del otro, y el otro es ajeno. Ha sido derrotado.

  • 9

    El desamparo humano.

    En el comienzo de la vida de cada sujeto se van constituyendo las

    representaciones psquicas, es decir, se va creando la vida psquica. Se

    inscribe lo perceptual-sensorial, cuyas fuentes provienen del encuentro con la

    psique-cuerpo materno y con el propio cuerpo. Son los cuerpos de la madre y

    del beb los que portan las marcas de la memoria vivida de las generaciones

    sucesivas y actuales. Gestualidades libidinales y simblicas de los tiempos.

    Seales, afectos, representaciones que se fueron amalgamando en lo

    recordado y en lo olvidado.

    En dichos encuentros primeros y sucesivos se va abriendo el mundo

    representacional psquico para el beb. Freud propuso como vivencia

    paradigmtica de ese encuentro primero psique-cuerpo, psique-otro/mundo, a

    la vivencia de satisfaccin-vivencia de dolor.

    Nacemos prematuramente. Nuestro desarrollo psicofsico necesita, por

    lo menos, quince aos. Las dems especies superiores lo completan en el

    trmino de meses. Larga y compleja es la dependencia que se establece con

    los otros significativos que nos aseguran poder llegar a ser adultos, o al menos,

    "completar" nuestra maduracin.

    Este es un hecho fundante de nuestra condicin humana, largamente

    explicada por Freud y otros. Esta indefensin y dependencia fundacional de

    nuestro psiquismo y sus posteriores avatares, no culmina mientras vivamos.

    Luego retomar este tema.

    La vivencia de satisfaccin-vivencia de dolor podra ser sintetizada del

    siguiente modo: a partir de una necesidad que genera la tensin interna en el

    beb, se produce una intervencin externa (la madre o sustituto), que conduce

    a un estado de apaciguamiento y placer. La imagen o representacin del objeto

    que otorg satisfaccin, por alivio de la tensin, pasa a tener un valor efectivo

    en la constitucin del deseo del sujeto. Dicha imagen o representacin del

    objeto real es reconvocada o recargada por el beb en ausencia de ese objeto

    real (satisfaccin alucinatoria del deseo). Y ser un motor constante en las

    bsquedas posteriores de objetos de satisfaccin. Contradictoria formacin del

  • 10

    deseo humano, sus dos soportes son una bsqueda de una satisfaccin real,

    bajo el modelo de una representacin alucinatoria, representacin psquica que

    evoca las cualidades del objeto que realiz una accin especfica, la cual alivi

    la tensin interna. Esta representacin es denominada por Freud "imagen-

    recuerdo del objeto", y ser la que se reinstale cuando reaparezca la

    necesidad.

    Contradiccin y dinmica permanente en la vida, entre la realidad

    exterior y la realidad psquica, que abarca tanto la realidad externa como la

    interna del sujeto. Una serie similar se plantea en el estado de dolor que se

    reconoce junto al displacer: "si la imagen mnmica del sujeto (hostil) es de

    algn modo investida, se establece un estado que no es dolor, que no tiene

    semejanza con l. Ese estado contiene displacer y la inclinacin de descarga

    correspondiente a la vivencia de dolor".7

    La vivencia de satisfaccin-dolor (cuya amplia comprensin implicara un

    desarrollo en s mismo y que fue brevemente sintetizada), es fundante de la

    vida psquica y se despliega desde el fondo constitutivo de nuestra condicin

    de prematurez, indefensin y dependencia del "auxilio" ajeno.

    Pienso que as como hay un vivenciar del dolor y la satisfaccin que se

    inscribe psquicamente, al tiempo que forja la psique, hay una vivencia de

    desamparo que se inscribe en el psiquismo. De este modo, propongo junto a la

    vivencia de satisfaccin-vivencia de dolor, una segunda vivencia inaugural: la

    vivencia de desamparo-amparo.

    Vivencia de desamparo-amparo.

    En las variaciones de los diferentes modos de sostn psquico (y fsico)

    materno, el beb percibe y siente los estmulos de no sostn. Cuando un dolor,

    un displacer, un grito se presenta sin que haya respuesta de algn otro, ser

    provocado en el beb un estado de no sostn, de desamparo. Por ejemplo, un

    beb que est llorando mientras su madre se prepara para alimentarlo, deja de

    hacerlo si escucha su voz, su canto o sus movimientos. En este caso no fue

    7 Freud, Sigmund: Proyecto de psicologa. Editorial Amorrortu

  • 11

    satisfecha su tensin de necesidad propia del hambre, sin embargo, es

    satisfecha su tensin de necesidad de amparo y sostn.

    Dichas percepciones se inscriben en el psiquismo como

    representaciones de amparo-desamparo, que yo llamar iconogrficas, as

    como se han inscripto las representaciones de placer-displacer, ligadas a la

    imagen-recuerdo del objeto en las vivencias de satisfaccin y de dolor.

    Los modos de descarga que percibe el observador son: descargas

    motrices (agitaciones, temblores, gritos y llantos sin motivo, ni hambre, ni dolor)

    que se articulan, segn mi hiptesis, a la necesidad de una descarga del afecto

    de espanto.

    El espanto es un afecto que se produce frente a un peligro que pone en

    riesgo la vida misma, peligro para un sujeto no preparado, sin capacidad de

    realizar ligazn o elaboracin alguna de defensa. Se produce un desborde

    psquico. Espanto, miedo, angustia se usan equivocadamente como

    expresiones sinnimas; se las puede distinguir muy bien en relacin con el

    peligro. La angustia designa cierto estado de expectativa frente al peligro y

    preparacin para l, aunque se trate de un peligro desconocido (existe

    entonces la idea de intencionalidad de espera, una bereitschaft, una

    preparacin, o tambin una erwartung). El miedo requiere de un objeto

    determinado, una presencia del cual uno lo siente, en cambio, se llama espanto

    al estado en que se cae cuando se corre peligro sin estar preparado: destaca el

    factor de sorpresa. No creo que la angustia pueda producir una neurosis

    traumtica (es el captulo en el cual Freud habla de la neurosis de accidente),

    en la angustia hay algo que protege contra el espanto y, por lo tanto, tambin

    contra la neurosis de espanto. Traumatismo y espanto son ntimamente

    solidarios8.

    Toda esta vivencia, desde la percepcin a la descarga, queda inscripta

    en lo que llamo vivencia de desamparo-amparo. Esta vivencia de desamparo-

    amparo se inscribe en el registro originario (momento de indiferenciacin yo-no

    yo) junto a las vivencias de satisfaccin-dolor, y forman una trada de afectos y

    8 J., Laplanche: La angustia. Problemticas 1 Editorial Amorrortu.

  • 12

    representaciones que abarcan el placer, el displacer y el espanto (al cual

    nuestro idioma tambin llama terror). Configuraciones patrimoniales de la vida

    psquica.

    Son propias del registro originario las representaciones pictogrficas9

    que se forjan en las vivencias de satisfaccin-dolor, y que se caracterizan por la

    presencia de una zona-objeto complementaria: boca-pecho, figura de la

    oralidad que seala la centralidad libidinal del primer encuentro psique-mundo,

    en el cual se efectivizan los deseos segn el principio de placer-displacer.

    Centralidad libidinal que es condicin para seguir invistiendo el trabajo psquico

    para la vida. Sobre el fondo libidinal de un mnimo placer necesario y de un

    mnimo displacer necesario10, se debate la psique para sostener el deseo de

    vivir. En la vivencia de desamparo-amparo, la zona-objeto complementaria es

    el cuerpo/psique del beb cuerpo/psique materno. La representacin que

    este encuentro forma en la psique del beb, es una representacin

    iconogrfica. El icono segn Ch. Pierce: "es lo que exhibe la misma cualidad o

    la misma configuracin de cualidades que el objeto denotado (por ejemplo: una

    mancha negra por el color negro)"11. Reproduce o copia las relaciones entre las

    diferentes cualidades del objeto.

    En dicha representacin iconogrfica queda abarcada la cualidad

    perceptual del objeto (cada o ausencia del sostn psquico del otro), semejante

    a la cualidad sentida en el cuerpo/psique del beb (terror o espanto).

    Por qu le doy a estas representaciones la cualidad de iconogrficas?

    Estas representaciones que son fijas, como si fuesen fotografas, reducen la

    posibilidad de posteriores tramitaciones psquicas. Es decir, de entrar en un

    encadenamiento de posibles ligazones con otras representaciones psquicas.

    Al ser representaciones inherentes al espanto o terror, guardan con este afecto

    su cualidad de desborde y de no preparacin ante el peligro, fijan el vivenciar

    aterrorizado a esa imagen-recuerdo primero del desamparo inaugural propio de

    9 Piera Aulagnier: La violencia de la interpretacin. Editorial Amorrortu. 10 Piera Aulagnier: La violencia de la interpretacin. Editorial Amorrortu 11 Osvald Ducrot, Tzvetan Todorov: Diccionario Enciclopdico de las Ciencias del Lenguaje. Editorial XXI.1974.

  • 13

    la indefensin que deviene de la prematurez del ser humano.

    Cuando J. Laplanche (1988) nos dice que en la angustia hay algo que

    nos protege contra el espanto, y que por lo tanto tambin contra la neurosis de

    espanto, est planteando inteligentemente que la angustia (como el sntoma,

    la inhibicin) es un modo defensivo tramitable, capaz de ligazn o de

    elaboracin en el psiquismo, del cual el espanto o el terror carecen. En este

    mismo texto (en el que realiza un preciso trabajo de elaboracin de lo

    desarrollado por S. Freud acerca de la angustia, el miedo y el espanto) retoma

    y articula el espanto a lo traumtico porque le interesa reconsiderar la neurosis

    traumtica, el fondo traumtico de toda neurosis. Es as que parte de dos

    direcciones, una externa: cmo un acontecimiento deviene traumtico, y otra

    interna: el factor autotraumtico.

    Acontecimientos psquicos.

    1) Qu es un acontecimiento psquico, o qu es un acontecimiento para el

    psiquismo?

    Descriptivamente podemos hablar de un hecho exterior a la psique, que

    al inscribirse o registrarse en ella se torna un exterior en el interior

    psquico. Recordemos que el psiquismo humano existe gracias al hiato

    abierto entre la naturaleza y la cultura. En esa ruptura en la continuidad

    entre lo biolgico-natural de nuestro cuerpo anatmico-fisiolgico y el

    cuerpo humano, ertico y simblico.

    2) Qu sucede cuando ese exterior denota peligro real para la vida en un

    interior (cuerpo-psique) indefenso o arrastrado a condiciones de

    indefensin?

    Sucede que este acontecer psquico reactualiza las representaciones

    iconogrficas que se constituyeron en el registro originario. Emerge el

    terror o espanto propio de la vivencia de desamparo inaugural,

    nuevamente instalado. Este espanto es un intento de ligazn psquico

    muy precario. Es una representacin iconogrfica, fija, que reduce la

    posibilidad de que se produzca un encadenamiento simblico, o de

  • 14

    desarrollo de pensamiento.

    Narcisismo de muerte.

    La pulsin de muerte aparece en la obra freudiana en 1920, en el

    texto: "Ms all del principio del placer", en el cual, el conflicto psquico (motor

    de la vida psquica) se plantea entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte.

    Hay un principio de placer que regula las bsquedas de la vida psquica

    en confrontacin con el principio de realidad. Confrontacin en un sentido

    relativo a los encuentros del psiquismo con una realidad (interna y externa),

    que se impone tambin como un principio de funcionamiento en la vida

    intrapsquica y que "combina" con el principio de placer el devenir posible del

    psiquismo.

    Sin embargo, hay un ms all, hay una destructividad que tiende a la

    anulacin de todo devenir posible, que no puede ser explicado por estas

    regulaciones entre el principio de placer-principio de realidad, bajo la fuerte

    impronta del principio del placer en bsqueda de satisfaccin. No insistir aqu

    los recorridos en los que se debate Freud para tratar de explicar la pulsin de

    muerte en su interrogacin de este "ms all" de la destructividad que

    efectiviza. No explicar que se lo plantea a partir de su tarea clnica y de los

    hechos que la cultura y las sociedades producen. Pero tanto l como otros

    pensadores posteriores han intentado tratar de explicar la destructividad. Es as

    como el debate acerca de la pulsin de muerte sigue vigente.

    Podemos explicar la destructividad por el despliegue mudo, sin

    representacin en el inconsciente, de dicha pulsin, en especial cuando se

    "desmezcla" o se escinde de la pulsin de vida?

    Podemos comprenderla mejor siguiendo a J. Laplanche cuando coloca

    a la pulsin de muerte dentro de las pulsiones sexuales, abriendo el dualismo

    conflictivo entre pulsiones sexuales de vida y pulsiones sexuales de muerte (y a

    su vez este dualismo en problematicidad con las funciones yoicas de

    autoconservacin)?.

    Podemos seguir a M. Klein en su formulacin de la vida pulsional

  • 15

    abarcada ms por un problema reductible "a la suerte" de haber nacido con

    ms o menos pulsin de vida u con ms o menos pulsin de muerte? O sea,

    una reduccin cuantitativa que slo se resuelve en una interioridad psquica y

    que designar por s misma las posibilidades de las relaciones con el otro,

    independientemente de la realidad del otro, y de la realidad que el encuentro

    con el otro puede proporcionar?

    Podemos incorporar los aportes de A. Green sobre los modos en que

    la construccin psquica afronta ligazones y desligazones con el fin y la funcin

    de objetalizar (pulsin de vida) y desobjetalizar (pulsin de muerte), estando

    esta tarea desobjetalizante planteada en trminos de una destructividad radical

    del otro, del objeto, lo que lo conduce a proponer un narcisismo negativo con

    aspiracin a nivel cero, porque destruye tambin la actividad psquica de

    investidura de los objetos, de la vida. No slo destruccin de la ligadura con el

    objeto sino as mismo destruccin del trabajo de investir al objeto? Con esto

    ltimo Piera Aulagnier podra acordar plenamente, aunque tambin plantea la

    pulsin de muerte como deseo de no desear, entonces cerca de J. Laplanche

    (pulsiones sexuales de muerte). En esta excesiva sntesis, trato de sealar la

    dificultad presente para abordar la complejidad de la destructividad humana.

    Tanto Freud como otros autores mencionados, me han ayudado a

    pensar la crueldad como una de las respuestas potenciales al desamparo,

    como una forma inherente y propia de la destructividad en la especie humana,

    y como otro posible articulador conceptual y emprico de los conflictos

    psquicos.

    Es posible entonces, tender un puente entre la pulsin de muerte-

    vivencia inaugural de desamparo y el tipo de representaciones

    (iconogrficas) que produce, y la destructividad hacia s mismo y hacia

    otros. Y la crueldad, en su modalidad especfica de ejercer destructividad,

    dndole as a la pulsin de muerte una historicidad subjetiva en el

    encuentro con el otro-Otro, anclada en unas determinadas vivencias y

    produciendo cierto tipo de representaciones conscientes e inconscientes,

    as como de bsquedas potenciales de salida. Es decir, una pulsin no

  • 16

    muda, en todo caso quiz silenciosa en el estrpito del devenir humano.

    Entre el silencio de la pulsin de muerte y el "alboroto" de la pulsin de vida, se

    pueden hallar modos representacionales inconscientes tambin para Tnatos.

    Y la hiptesis es, como deca, representaciones iconogrficas que ya defin,

    que se generaron en la vivencia inaugural de amparo-desamparo con un afecto

    registrado en la psique, como espanto o terror. Entonces, e insistiendo en lo

    que vengo planteando, los movimientos pulsionales (de vida y de muerte) se

    van articulando en sus complejos avatares en el trabajo psquico y en el

    despliegue de sus producciones psquicas singulares y colectivas.

    La precariedad y el destiempo son nuestras condiciones de vida.

    Nacemos prematuros, y en ese largo perodo de dependencia recibimos de

    nuestro cuerpo, de los otros, de nuestros propios procesos psquicos y del

    mundo, una serie de percepciones y de estmulos que siempre exceden

    nuestra capacidad de elaborar respuestas ms o menos satisfactorias. El

    lenguaje nos marca aun cuando no entendemos nada. Y cuando ya podemos

    entender algo, no sabemos hablarlo. La sexualidad nos marca aun cuando no

    sabemos siquiera que tenemos un cuerpo y una psique, y cuando ya lo

    sabemos, todava falta mucho para que podamos satisfacerla.

    Nuestros procesos psquicos nos marcan, surgen imgenes,

    representaciones, fantasas, pensamientos que nos van constituyendo como

    sujetos psquicos, y nosotros no sabemos la implicancia y los efectos de estos

    complejos procesos conscientes e inconscientes. El mundo o la cultura nos

    sita en un tiempo y una historia que nos marcan y nos constituyen, y esto no

    lo sabemos hasta muy tardamente, y lo poco que vamos sabiendo nos da

    mrgenes muy acotados de libertad para elegir cmo los queremos vivir. Y todo

    esto nos puede pasar sin que sepamos que podemos entenderlo, darle palabra

    y significacin.

    El desamparo propio de esta condicin de indefensin es extremo en un

    beb, pero no cesa porque va creciendo, en todo caso va apropindose

    progresivamente de s mismo y del mundo, va buscando respuestas ms

    acordes y autnomas para asumir la vida, pero as como descubri el placer y

  • 17

    el displacer, la satisfaccin y la frustracin muy tempranamente y sin palabras

    propias para enunciarlo, tambin descubri el terror de su desamparo. Eso que

    descubri es insisto- su patrimonio libidinal y simblico que ir desplegndose

    mientras est vivo. Este vivenciar primero del desamparo es decisivo en el

    vivenciar del placer y el dolor. Estos primeros encuentros con la madre tienen

    la diversidad y la complejidad, as como hay momentos de satisfaccin y de

    dolor, hay momentos de amparo y de desamparo. Esta ardua combinatoria de

    ausencia y presencia materna, y de cmo se van inscribiendo en la psique del

    beb le dan toda una gama de potencialidades de construccin y destruccin.12

    Muchos insisten en que la niez es traumtica por ms favorable que

    haya sido la predominancia de cuidado y de placer. Siempre hay un exceso

    traumtico en lo que proviene de afuera de la psique, y de lo que la psique

    est en condiciones de tramitar o elaborar. En este sentido podemos hablar de

    la dimensin autotraumtica: nuestra precariedad interna queda desbordada

    por la realidad externa. Es por eso que nuestras neurosis ms o menos

    normales son los modos de tramitar nuestras neurosis de espanto. Es as

    como todos, no slo quienes producen ciertas patologas graves, estamos en

    condiciones potenciales de desplegar el terror como vivencia subjetiva, y la

    crueldad hacia nosotros mismos y/o hacia otros.

    La intensidad, frecuencia y modos de tramitacin psquica de la vivencia

    de desamparo, inciden en la potencialidad de efectividad cruel sobre s mismo

    y sobre los otros. El terror que la psique padece en los estados de desamparo

    es expulsado fuera de la psique hacia un s mismo disociado y/o hacia los

    otros, a travs de los actos crueles.

    Crueldad hacia un s mismo disociado, como por ejemplo en ciertas

    crisis psicticas. Todos los que hemos presenciado el pnico catastrfico de

    dichas crisis, sabemos del terror que compartimos con quienes la sufren. El

    12 Freud, S. Proyecto de una psicologa cientfica para neurlogos. Obras Completas, Amorrortu. Durante las primeras etapas, el organismo humano es incapaz de conseguir esta accin especfica (de satisfaccin). sta se origina gracias a una ayuda exterior, cuando la tensin de una persona con experiencia

    ha sido puesta en la circunstancia del nio en virtud de su descarga.Esta va de descarga adquiere as una funcin secundaria de extrema importancia, esto es, provocar la comprensin de otras personas: el

    desamparo de los seres humanos es as la fuente primaria de todos los motivos morales.

  • 18

    espanto los desborda, y en muchas ocasiones las mismas culminan en

    automutilaciones corporales, mientras que en otras culminan en rotura de

    objetos y/o agresiones violentas contra otros.

    Crueldad hacia los otros -convalidada por soportes sociales e

    ideolgicos, encarnando discursos alienantes- como por ejemplo en la tortura,

    la matanza de nios, los hornos crematorios, hombres hacia mujeres, maestros

    hacia alumnos, etc. En diferentes grados, crueldad hacia el que est en

    inferioridad de condiciones, en estado de mayor indefensin o desamparo.

    Cada vez que los seres humanos somos expuestos a situaciones lmites

    de desamparo, indefensin o ataque a la vida, individual o colectivamente, se

    reactivan y movilizan las vivencias inaugurales de desamparo y -como deca-

    de los modos de tramitacin psquica (siempre precaria pero variable entre las

    diferentes singularidades subjetivas), puede desencadenarse o no la crueldad

    frente al terror nuevamente experimentado en esas situaciones.

    La precariedad humana.

    La dinmica de la subjetividad individual y colectiva en la produccin de

    lo humano es una determinante decisiva, o al menos tan decisiva como

    cualquier otra condicin de produccin. Estamos acostumbrados a diversas

    miradas que nos plantean, por ejemplo, los efectos en la subjetividad de la

    globalizacin, los desarrollos tecnolgicos en las telecomunicaciones o los

    efectos de la biotecnologa, etc., a la manera de un sistema de vasos

    comunicantes desde los cuales dichas innovaciones y transformaciones

    veloces del mundo actual, se efectivizan automticamente sobre la vida

    humana. De este modo, se podra deducir una suerte de impacto inmediato

    entre esos cambios cognoscitivos, econmicos y tecnolgicos sobre la

    subjetividad individual o colectiva. Una especie de efectuacin clnica entre

    produccin material y efectuacin en los cuerpos, las mentes y los lazos

    sociales. Esto implica el riesgo de perder profundidad y comprensin: las

    diversas subjetividades metabolizan en sus singularidades, individuales y

    colectivas, de un modo particular estas innovaciones constantes.

  • 19

    La dinmica productiva entre las modificaciones materiales y simblicas

    en proceso de instituirse o en sus formas ya instituidas, con los modos de

    apropiacin singulares producen un grado de tensin que puede oscilar desde

    el acoplamiento y adaptacin a dichos instituidos, hasta modos de resistencia

    frente a los mismos, as como transformaciones que en ocasiones inciden en la

    creacin de nuevos procesos instituyentes.

    Cada ser humano, como dice el poeta llega con tres heridas: la de la

    vida, la del amor y la de la muerte. Este llegar siempre, generacin tras

    generacin, con estas tres heridas hace que los seres humanos elaboren,

    tramiten y cicatricen, una y otra vez aquello que la realidad externa les

    presenta. En este encuentro es donde se juega, usando la frase de Freud,

    una articulacin y una grieta a lo largo de procesos de construccin socio-

    histrica donde la subjetividad construye y es construida en una tensin

    contradictoria y compleja. Pero me veo convocada a subrayar a contrapelo de

    algunas voces de nuestros tiempos, que la subjetividad es el lugar activo y

    constructor en una realidad que fija sus lmites y condiciones de posibilidad y

    entonces las diversas subjetividades no estn por fuera, o despus, o quizs

    en algn limbo, estn en el interior de esas condiciones que producen y las

    producen.

    Respecto a la relacin del carcter no heterogneo que presentan las

    condiciones de produccin de la subjetividad individual y colectiva; lo primero

    que hay que destacar es que las condiciones de produccin no son ni

    homogneas ni unvocas. Afirmar esto es una primera forma de resistencia al

    llamado a una adaptacin pasiva de los efectos que dichas condiciones

    producen que anulara la diversidad singular y social, es decir, es una

    apelacin a la posicin activa de la subjetividad.

    La precariedad es constituyente de la condicin de existencia de lo

    humano, se da sobre un fondo de una abismal ruptura entre la naturaleza y la

    cultura. Sobre ese abismo insalvable, que la produccin imaginaria y simblica

    ha intentado cerrar, se abren otras condiciones de precariedad constituyentes:

    a) La precariedad que implica que nacemos prematuros y una larga

  • 20

    dependencia de los otros significativos es decisiva para la continuidad de la

    vida psquica y fsica.

    b) La precariedad propia de nuestra relacin con el lenguaje y la potencialidad

    del pensamiento que en sus insuficiencias irrevocables abren una permanente

    bsqueda de sentido entre lo pensado y lo existente, entre lo decible y lo

    inefable, entre lo representado y lo vivido. Esta brecha, este hiato enigmtico

    deja un espacio de una incertidumbre y de una angustia fundante.

    c) La conciencia de nuestra finitud.

    d) La precariedad que nos presenta un orden socio-histrico de dominacin

    que tensa permanentemente un malestar entre lo singular y lo colectivo.

    Estas precariedades constituyentes de lo humano las podramos

    sintetizar as: la precariedad del desamparo y el destiempo, la precariedad de

    saberse mortal, la precariedad que implica la amenaza de perdida del amor y

    del reconocimiento de los otros, la amenaza de perder a los otros, la

    precariedad de un orden de dominacin y predominio de las injusticias. Esta

    enumeracin sinttica amalgama el conjunto de condiciones de produccin de

    la subjetividad, en la medida en que las mismas hacen a lo humano en una

    complejidad en las que las condiciones materiales y simblicas (procesos

    histricos, produccin material de bienes, relaciones de produccin,

    producciones discursivas, etc.) nos abren a una complejidad que impide hablar

    con simpleza cuando hablamos de condiciones de produccin de la

    subjetividad. Cabe sealar tambin que quienes ejecutan actos crueles en sus

    diversos grados de destructividad, utilizan dicha precariedad constituyente de lo

    humano para efectuar el terror y as entonces, consolidan su dominacin.

    La crueldad, lo traumtico y el dolor psquico.

    La crueldad se ha cotidianizado. Desde los espacios deshumanizantes

    de los campos de concentracin y exterminio, los genocidios y el hambre

    genocida, hasta la obscena transparencia informativa de los medios de

    comunicacin masiva que disuelven cada da el dolor humano, nos

  • 21

    enfrentamos a lo que Giorgio Agamben13, en el libro Homo Sacer, plantea

    como la transformacin de la poltica en biopoltica. La biopoltica implica que

    los hombres pueden ser matados sin ninguna consecuencia, sin derechos

    jurdicos que los contemplen, es decir, implica que opera la impunidad para la

    inclusin de los excluidos matables. Un sistema social que propone una

    reduccin de lo humano al bos condena a los seres humanos a estados de

    sobrevivencia biolgica bajo amenaza abierta o encubierta de muerte, o directa

    y libremente los elimina, todo lo cual condena a la subjetividad a un riesgo

    desubjetivante. En cualquier caso considero que este anlisis de G. Agamben

    es una hiptesis que debemos revisar, en tanto ningn ser humano puede ser

    reducido a la nuda vida, ya que an en las condiciones ms deshumanizantes

    de los campos de exterminio y an reducido a la sobrevivencia amenazada, lo

    humano sigue mirando y atestiguando en los ojos inolvidables de los llamados

    musulmanes14.

    Es preciso considerar la extensin del terror en todos los mbitos en los

    que algo del sistema de dominacin y su mantenimiento est en juego. Si en la

    globalizacin, o en el capitalismo mundializado, hay algo global,

    catastrficamente global, eso es el terror, el instrumento ms acabado para

    mantener cualquier sistema de dominacin. Tres cuartas partes de los seres

    humanos lo conocen en su ms desnuda existencia, en la medida en que se

    ven reducidos a un estado de mera sobrevivencia, donde lo nico que pueden

    sentir, pensar o desear es llegar vivos al da siguiente: ste es un acto

    deshumanizante por excelencia. El terror cotidiano del hambre y del abandono,

    del desamparo y la enfermedad, es el terror que inunda la vida de millones y

    millones de hombres, mujeres y nios. Este terror impuesto a los otros, a los

    dominados, constituye el acto de crueldad humana en su aspecto ms

    catastrfico. Esta reduccin de la humano al estado de sobrevivencia, pone en

    13 Agamben, Giorgio: Homo Sacer, Valencia, Pretextos, 1998. 14 Levi, Primo Los hundidos y los salvados, Muchnik Editores, Barcelona, 1995

  • 22

    cuestin al ser humano mismo. 15

    Es necesario volver a pensar la subjetividad: comprender esta alianza

    entre la lgica del poder y la razn instrumental que amenaza al psiquismo,

    instaurando en lo ms ntimo un riesgo de destruccin de lo humano que ha

    sido interiorizado bajo diversas formas (drogas, violencia domstica, suicidio,

    degradacin del hombre en consumidor, fetichizacin de si mismo y de los

    otros, desafiliaciones, indiferencia depresiva, deterioro de la funcin simblica,

    aislamiento, etc). Sntomas de un tiempo que nos invitan a recuperar lo ms

    valioso de lo ya pensando y elaborar una comprensin psicoanaltica que

    colabore a transformar este estado desgarrante del dolor humano. Esta poltica

    viene desde hace tiempo articulndose en el campo de la salud mental con una

    expansin de la medicalizacin del sufrimiento psquico. Qumicos para un

    cuerpo reducido a un cuerpo biolgico, mordazas para la palabra y el sentido,

    desamparo de una alteridad que se ausenta dejando a los cuerpos

    farmacologizados (y tambin bajo electro-shock), despojados de sus

    cualidades psquicas.

    En el libro de J.B Pontalis El amor a los comienzos16 encontr un

    prrafo en que habla de su padre. Mientras lo escribe, est mirando una

    fotografa donde se encuentran l y su padre. El padre tiene la mano sobre el

    hombro del hijo y en el fondo se ve un paisaje desvastado por la guerra. Tres

    das despus de tomada la fotografa el padre fallece. J. B Pontalis era un nio,

    y esa foto dice que fue y es para l la imagen misma de la proteccin mutua.

    Unas lneas despus escribe: silencio de muerte para hacer venir al muerto,

    nico medio de perpetuar la mano sobre el hombro, el hombro bajo la mano.

    Creencia en la salvacin recproca salvaba a un padre del olvido, salvaba a un

    hijo del abandono. Slo la boca cerrada puede conservar el tesoro en la

    envoltura hermtica de un alma-cuerpo. Para no vivir el duelo de mi padre

    15 En El porvenir de una ilusin, Freud afirma que si una sociedad fracasa en desarrollarse ms all del estadio en que la satisfaccin de una minora depende de la supresin de la mayora ni tiene ni merece la expectativa de una existencia duradera. 16 El amor a los comienzos .Editorial Gedisa.

  • 23

    hasta el fin, es decir hasta la desaparicin, permanecera siempre, en alguna

    medida, en duelo de lenguaje.

    Es menos la mano sobre su hombro que el hombro bajo su mano. El

    hombro de J. B Pontalis bajo la mano de su padre, la marca que hace del alma

    un cuerpo marcado por el duelo del lenguaje, una psique representante y

    representada en el cuerpo de un nio, que prefiere el silencio para no olvidar a

    su padre, pero que crea en la escritura, ese sueo de palabras y no la ausencia

    de ellas, crea as, el recuerdo hecho palabras.

    As es su escritura, lugar de duelo, de dolor y tambin de placer de

    salvar al otro y a s mismo de la desaparicin que la muerte implica, cuando el

    recuerdo en clave de sueo escrito, salva a un padre y a un hijo del olvido.

    Dnde se inscribe el dolor del duelo en este caso? Dnde se inscribe el

    dolor?: Considero que el dolor se inscribe en un yo-cuerpo investido libidinal y

    simblicamente por un padre (y seguramente una madre y otros significativos)

    capaz de dejar una marca, marca de un sentido sostenido en el deseo y el

    amor por ese hijo. El dolor se inscribe como cualquier otro afecto en la corriente

    amorosa y deseante entre (en un encuentro) un hijo y un padre. Estado de

    encuentro dira P. Aulagnier, un estado de, no un momento, no slo una

    marca, sino un estado o experiencia psquica que posibilita un devenir

    significativo de marcas, huellas, representaciones, sentidos sino qu?

    Quizs el vaco enloquecedor, quizs una violencia que se vuelve contra si

    mismo, quizs lo desubjetivante de la crueldad si encuentra ocasin, quizs

    entonces, lo traumtico difcilmente reparable.

    Para soar, escribir, vivir, Pontalis trabaja en el silencio que garantiza la

    envoltura hermtica de un cuerpo-alma, las palabras y los sentidos de un

    lenguaje en duelo. Un lenguaje, el humano, que no se agota, que no puede

    cerrar y cicatrizar y hacer desaparecer la herida o la marca que el dolor

    psquico abre en el cuerpo-psique. Un lenguaje encarnado y dicho de mil

    maneras, no slo las escritas, privilegiadamente en sus sueos y en los

    sueos, sino tambin preservado en un silencio para no volver literal,

    herrumbado, vaco, quizs quejoso, devaluada la posibilidad de su inscripcin

  • 24

    plena.

    Esa mano que abraza su hombro, ese padre que no va a estar nunca

    ms pero que s y tambin va a estar en el dolor-duelo, en el dolor-recuerdo, en

    el dolor-escritura, en el cuerpo-psique.

    El dolor, para este autor, tiene el valor de una experiencia irreductible, lo

    diferencia claramente de la angustia, y es terminante en no hacer del dolor una

    apologa impensable o indecible, una religin salvadora a travs de la agona.

    Es terminante en no quedar encerrado en el lugar de vctima de una orfandad

    temprana, de una guerra, de una partida traumtica. Alerta de la tentacin de

    plantear un misticismo de lo negativo, que es uno de los lugares donde la

    crueldad contina su obra.

    Pontalis es el primero despus de Freud- que profundiza sobre el dolor

    psquico (otros autores a posteriori utilizan y repiten estos desarrollos sin

    citarlo). Y lo hace revisando en la obra de Freud, y en esa revisin lo encuentra

    a lo largo de ella, en general no explcitamente, pero si claramente en

    Proyecto de psicologa para neurlogos, en Inhibicin, sntoma y angustia,

    en Introduccin al narcisismo, en Duelo y melancola. Todava muy cerca de

    su lectura de Freud dice: El dolor es choque: supone la existencia de lmites,

    lmites del cuerpo, lmites del yo, implica una descarga interna, lo que podra

    llamarse un efecto de implosin. Evoca las palabras usadas por Freud en

    Duelo y melancola: herida hemorragia interna, agujero de la psiquis- un

    agujero, no una laguna; no una falta- ese agujero es un exceso. Un exceso

    de excitacin, que traba toda posibilidad de enlace, incluso a nivel del proceso

    primario: el demasiado lleno crea un vaco. Cun importante para pensar que

    el demasiado lleno crea un vaco o que ese agujero es un exceso. Lo subrayo

    frente a ciertas conceptualizaciones que proponen la falta del ser como

    posicin fundante del sujeto deseante y, entonces, el reconocimiento de la falta

    por parte de un sujeto como un logro. Falta a partir de la cual se dirimen los

    avatares del deseo con un grado de generalizacin que la misma clnica pone

    en cuestin.

    El lleno de la experiencia de satisfaccin-dolor y de amparo-desamparo

  • 25

    es, en todo caso, lo que funda el anclaje de la pulsin al deseo en el encuentro

    con el otro significativo. Es de un deseo (parental) a otro por inaugurarse donde

    surgen el deseo y los movimientos deseantes en el sujeto. El demasiado lleno

    da lugar en los comienzos a los devenires de las problemticas deseantes. Y

    se pregunta, volviendo al ms all del principio del displacer-placer, qu es lo

    que est ms all, sino el dolor?

    El dolor ocupa una posicin intermedia entre la angustia y el sufrimiento

    del duelo, y tambin entre la investidura narcisista y la investidura de objeto. Se

    efecta as, en el interior de un yo-cuerpo. As y siguiendo a Freud- el dolor

    psquico y el dolor fsico son analgicos, yo dira: el dolor fsico es psquico y

    viceversa, duele el cuerpo, duele el alma, y duele el alma, duele el cuerpo: no

    hay metfora a saber, creacin de sentido, sino analoga, transferencia directa

    de un registro a otro17. Finalmente, entonces cuerpo psquico en tanto la

    cualidad de la experiencia traumtica no arrase con las condiciones necesarias

    para el trabajo del duelo, de la elaboracin.

    Partiendo de su frase: tengo angustia, soy dolor, en estos registros del

    tener y del ser la angustia se liga a los sntomas, de algn modo puede ser

    dicha, acompaar representaciones o descargarse. El dolor abarca el ser,

    atadura del ser. La angustia es un llamado al otro, el dolor es un grito que no

    alivia, y luego el silencio que encierra el dolor en el ser. As lo que define el

    dolor es que en el movimiento de investiduras narcisistas y objetales lo que

    est presente, con una presencia radical y abarcadora es el objeto ausente y

    perdido, y lo que esta ausente como ausencia desnuda y absoluta- es

    entonces un objeto presente y actual. Este es el dolor es su expresin ms

    radical: el objeto ausente en su presencia, se ha perdido y sin embargo est

    presente. Presencia en una ausencia, es el dolor del choque traumtico en su

    versin ms radical. El otro est y en su estar hace desaparecer al sujeto

    presente, el otro no es conmovido y esto se verifica en la violencia cruel.

    Propongo dos sentidos sobre el dolor psquico:

    17Pontalis, Jean Baptiste Entre el sueo y el dolor. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1978. Todas las citas que aluden al dolor psquico en este apartado corresponden a dicho texto.

  • 26

    a) El dolor del duelo, presencia de una ausencia irrecuperable.

    b) El dolor que inflinge la crueldad del otro, presencia del otro capaz de no

    conmoverse ni reconocer al otro como semejante. Ausencia en una presencia.

    El primero est ligado a los procesos del duelo, o de uno de los

    momentos y de los aspectos del duelo, en especial cuando el mismo ha

    quedado bloqueado; as el dolor bloquea la resolucin del duelo que queda

    silenciado, recluido, en ocasiones sosteniendo sufrimientos compulsivamente

    repetitivos en las relaciones consigo mismo y con los otros. El segundo, el dolor

    es efecto en el sujeto que fue o es afectado por la violencia mortfera del otro,

    por la crueldad destructiva del otro, tanto en los vnculos originarios y fundantes

    del psiquismo como en las violencias macro-sociales, por ejemplo en la tortura

    (tortura del latn torquere, luxar, contorcer, dislocar).

    De este modo pienso al dolor psquico asociado a las vivencias de

    desamparo e indefensin y las ubico en relacin a la vivencia primaria de

    amparo-desamparo. Cuando a lo largo de la vida reaparecen nuevas

    experiencias de desamparo e indefensin frente a la crueldad del otro, el dolor

    atraviesa y se instala en los anudamientos del cuerpo y de la psique.

    De qu modo la realidad viene a veces a acreditar a los fantasmas!18.

    Las representaciones iconogrficas en el comienzo de la vida psquica, y en

    este caso, en el afecto de espanto o terror correspondientes a esas primeras

    representaciones iconogrficas de desamparo; y que pueden encadenarse a lo

    que l llama trabajo de la muerte, en una experiencia cercana a la descripta

    por A. Green como tiempo muerto, des-catexia del tiempo, catexia de la

    ausencia. Finalmente define el dolor: acoplamiento del afuera y del adentro,

    de la realidad y del fantasma, del pasado y del presente. Es difcil desanudar

    ese cuerpo a cuerpo.

    Trabajo de la muerte, trabajo de la vida, trabajo de la escritura, trabajo

    bajo la proteccin de una mano que abraza a un hombro, de un hombro

    abrazado por su padre. Frente a esa representacin iconogrfica: la fotografa;

    l, Jean Baptiste, transforma una y muchas veces en representaciones

    18 Pontalis, Jean B. Op cit,

  • 27

    metafricas y metonmicas en los trabajos del sueo, de la cura, de las

    transferencias que l sostiene, sostenido por las muchas escrituras de su

    propio dolor.

    Los procesos traumticos que padecen las vctimas directas e indirectas

    de la crueldad (y las vctimas indirectas finalmente son la humanidad toda) no

    son siempre irreparables19, pero es importante aqu hacer una serie de

    reflexiones, que tambin tienen un carcter de denuncia frente a las diversas

    prcticas teraputicas de atencin a las vctimas directas o sobrevivientes de

    la crueldad.

    Pensar de nuevo el trauma. La experiencia psquica de sobrevivir

    Lo traumtico es constituyente del funcionamiento psquico: el

    psiquismo siempre est obligado a elaborar los estmulos que provienen de la

    realidad externa, de la interioridad psquica y del propio cuerpo. En el comienzo

    de la vida psquica estos estmulos exgenos y endgenos, guardan siempre

    una relacin de exceso respecto a lo que la psique est en condiciones de

    metabolizar. Ese exceso en el que adviene el sujeto psquico es lo que

    llamamos el trauma constitutivo. Esto ha sido conceptualizado por J. Laplanche

    primero y por Silvia Bleichmar despus, como teora traumtica de la

    constitucin psquica. Una vez constituidos los sistemas diferenciados del

    aparato psquico, muchas veces la realidad irrumpe en el psiquismo

    desestabilizando la relacin del sujeto consigo mismo y con el mundo. En

    estos casos dice Silvia Bleichmar- podemos afirmar que el impacto de lo

    traumtico pone en riesgo, en mayor o menor medida, dos grandes aspectos

    de la organizacin del yo y de su funcin: la autopreservacin y la

    autoconservacin.20

    19 As como lo inefable es un lmite, hay cuestiones, hay violencias y crueldades que realizan efectos irreparables y no elaborables. Aceptar y decir esto es una forma de resistir a que el terror vuelva a repetirse Berezin, Ana, Variaciones sobre clnica analtica, Vigas en la Noche, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2003 20 Bleichmar, Silvia, Clnica Psicoanaltica ante las catstrofes sociales, La experiencia Argentina, Paidos,

    2003

  • 28

    Por otra parte, es necesario definir el proceso traumtico derivado de las

    catstrofes socio-histricas y sus efectos en la psique. Partiendo de lo que

    Piera Aulagnier define en el concepto de interpenetracin, podemos pensar el

    modo en que se articulan las siguientes determinantes para abarcar el proceso

    traumtico, stas son: a- la situacin psquica del sujeto antes de producirse el

    proceso traumtico, b- la cualidad material del episodio traumtico, c- lo que del

    mismo se dice, qu significacin le otorgan los otros significativos y d- la

    respuesta que da el conjunto social. Entonces, de la interpenetracin de las

    determinantes mencionadas se efecta sobre la psique: un enunciado de valor

    identificante pronunciado por una voz particularmente investida, la vivencia

    emocional del sujeto en el momento en que enfrenta ese enunciado, la

    cualidad del acontecimiento externo que impacta en la psique y las diferentes

    significaciones que el conjunto social propone a las vctimas, es decir, cmo el

    conjunto social opone resistencia al olvido, si exige o no justicia y en qu

    medida las instituciones sociales y el Estado responden con actos de justicia.

    La posibilidad de lo reparable y de lo irreparable respecto del dao psquico de

    las vctimas est en relacin directa con estas determinaciones que se

    interpenetran en el proceso traumtico. Es necesario subrayar a partir de lo

    aqu explicado, la importancia de que la reparacin sea una responsabilidad

    asumida colectivamente.

    Hablar del trabajo psquico de transitar experiencias que ponen en

    riesgo la supervivencia fsica, implica que se trata tambin de la supervivencia

    psquica, es decir, se trata de la preservacin de la subjetividad. Trabajo ms

    complejo an, si las experiencias traumticas son responsabilidad de otros

    seres humanos y no de las catstrofes naturales.

    Hablamos comnmente de sobrevivir en referencia a la superacin de

    experiencias que amenazan nuestra integridad fsica, y tambin en referencia

    al trabajo de la subjetividad para sobreponerse cotidianamente a condiciones

    de vida no garantizadas en trminos dignos. En general observamos que en

    ambos sentidos y con demasiada ligereza quedan veladas las condiciones

    psquicas de los sujetos en tiempos de supervivencia; donde no son tenidas en

  • 29

    cuenta ni la problemtica psquica de la supervivencia, ni los riesgos y las

    graves dificultades que los estados de supervivencia le imponen a la

    preservacin de la vida psquica. Es ms, en ocasiones esa ligereza redunda

    en una alabanza cruel por el valor de los ms fuertes que aguantan y hasta se

    hacen mejores personas. En este sentido, hace pocos aos se import de la

    ciencia fsica el concepto de resiliencia para aplicarla a las prcticas en el

    campo de la educacin y de la salud mental, en especial se utiliza en

    situaciones de vulnerabilidad producidas por diferentes catstrofes socio-

    histricas. En tal sentido con Gilou Garcia Reinoso escribimos un trabajo

    Resiliencia o la seleccin del ms apto. Ideologa y prctica del aguante?21,

    del cual paso a citar algunos prrafos:

    El concepto y la prctica de la resiliencia vienen en lnea directa del

    conductismo partiendo de una observacin banal, que describe lo obvio

    observable: no todo el mundo reacciona de la misma manera ni registra

    impactos de la misma magnitud ante acontecimientos de gran exigencia o

    incluso ante los que tienen carcter de trauma. Siguiendo la lnea de la

    ingeniera humana y a partir de un fenmeno observado por la Fsica: la

    resiliencia22 que es aplicada a lo humano, postula que todos los sujetos con

    posibilidades de soportar grandes exigencias puedan aprender de la

    adversidad y de este modo proponen que los educadores o psiclogos o

    trabajadores sociales apliquen esta propuesta a todos los que han sufrido un

    trauma. Es decir, dichos sujetos se reconstruyen despus de un quiebre,

    catstrofe o violencia destructiva, haciendo ms fuertes a los que padecieron

    esas violencias sin que les quede ningn dao traumtico.

    Dicen que lo dijo Nietzsche, nosotras lo venimos escuchando como un

    dicho popular: Lo que no mata fortalece... Analicemos esta frase: existe algo

    que puede matar, el crimen an no se concret. Lo que s se concret es el

    crimen cotidiano, crimen socio-poltico de la exclusin, por seleccin de los

    ms aptos.

    21 Berezin, Ana y Garcia Reinoso, Gilou, Sntesis publicada en Pgina 12. 22 Ej. Se trata de cuando un resorte es aplastado y vuelve al estado anterior al quitarle la presin, lo hace

    sin ningn dao o marca

  • 30

    Cabe preguntarse: siempre aprendemos algo de la experiencia? En qu

    condiciones la experiencia puede ser adquirida, apropiada por quien la vive?

    Algunas dificultades que slo enunciaremos: Giorgio Agamben23 plantea que

    nuestra contemporaneidad est marcada por la expropiacin de la experiencia

    humana. sta ha devenido experimento y cita a W. Benjamn: ...la gente

    regresaba enmudecida... no ms rica, sino ms pobre en experiencias

    compartibles... porque jams ha habido experiencias tan desmentidas como las

    estratgicas para la guerra de trincheras, las econmicas por la inflacin, las

    corporales por el hambre, las morales por el tirano...

    Con la resiliencia, prctica para la sobrevivencia, se inventa un

    concepto valorativo y se propone una prctica tendiente a reforzarla, en vez de

    trabajar para que algo de la verdad humana pueda emerger y transformar las

    condiciones de vida, y no simplemente para poder soportarlas. Como

    metodologa de intervencin en el campo de la Salud Mental, se sostiene,

    aunque desmentido, la consolidacin de modos adaptativos al exceso de

    exigencia y de sufrimiento.

    Una de nosotras ha sido testigo de cmo supuestos agentes de Salud re-

    victimizan a los refugiados que huyen del conflicto armado en Colombia, el que

    lleva 40 aos sin solucin: con las mejores intenciones el agente de Salud se

    acerca a una mujer sobreviviente de violaciones, que no sabe donde est su

    marido: Pare de llorar, le dice, deje de quejarse. Ud debe aprender de la

    experiencia que vivi, sea fuerte, agradezca que est viva. La mujer,

    desesperada se va corriendo, vuelve a huir. Ante la interpelacin que se le

    hace desde una supervisin, la supuesta agente de Salud mira desconcertada:

    T no conoces el concepto de resiliencia? Nosotros trabajamos con l. No

    se asombren los tericos ni crean que esa persona entendi mal el concepto.

    Entendi muy bien, lo que no hizo es simular. Ha recibido la enseanza de una

    pedagoga de la opresin.

    23 Agamben, Giorgio. Infancia e historia. Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2001.

  • 31

    Resiliencia: resilencio, acallemos el dolor humano, enmudezcamos a los nios

    de la guerra: miren qu dibujo maravilloso ha hecho; es terrible, s, pero como

    aprendi a dibujar.

    Declarar que se aprende despus de padecer es una denegacin de la

    dimensin destructiva que el Poder impone a la subjetividad. La expropiacin

    de la experiencia del dolor y la desmentida del padecer deshumanizante,

    amenaza la subjetividad. sta, apoyada en las pulsiones de Eros lucha por

    sobrevivir, en la cama de un hospital, en el delirio luego del derrumbe psquico

    como intento de restablecer alguna relacin con el otro, en o despus de

    alguna trinchera, o de la mesa de tortura. Esta lucha humana por sobrevivir,

    esta resistencia no es una aptitud del ms fuerte, es una aptitud humana para

    la vida.

    Naturalizado como cualidad intrnseca a sujetos singulares, el concepto

    de resiliencia es esencialista, y no ser entonces necesario analizar sus

    condiciones; solo sern viables y valoradas, prcticas tendientes a desarrollarla

    sintnicamente con la demanda que se le hace al sujeto en obediencia. Si no

    naturalizamos la crueldad de las condiciones de vida, ni la capacidad de

    resistirles, nos vemos obligados a analizar cada situacin en su singularidad y

    en su particularidad, comprometidos en ello, implicados.

    La crueldad es una potencialidad del accionar humano, es humana la

    disposicin a hacer el mal o a someterse a l. Tambin lo es la capacidad de

    resistirlo y de resistirle. Pero esto no es ni abstracto ni fatal. Hay que analizar

    las condiciones objetivas y subjetivas como resultado de situaciones

    productoras de dao, cuando no ofrecen o permiten elaborar el sufrimiento en

    vez de promover su renegacin, como es de temer en un uso banalizado

    acrtico y entonces abusivo del concepto y la prctica de la resiliencia.

    No tomemos los hechos como hechos consumados, comprometmonos

    a dar nuestro testimonio y realizar acciones para contribuir a transformar la

    crueldad. Implicarse constituye un trabajo psquico en el que tomamos en

    cuenta nuestras propias potencialidades humanas, dispuestas, tambin, a la

    crueldad; es decir responsabilizarnos, sin asumir la culpa de otros, agentes de

  • 32

    un sistema cuyos efectos son crueles. Los sistemas polticos ms crueles

    tienen como arma ms poderosa un operativo ideolgico de culpabilizacin de

    los que padecen la crueldad; si lo adoptamos contribuiremos a prolongarla y

    reproducirla

    Entendemos, y es lo que queremos poner en cuestin, que los que estn

    dedicados en el campo de la Educacin y de la Salud Mental a desplegar una

    prctica y una teora (ms bien una ideologa) de la resiliencia, corren el riesgo

    de promover una adaptacin al sufrimiento que produce el orden de violencia,

    hambre y exclusin en el cual viven o sobreviven nuestras sociedades y

    muchsimos de sus habitantes.

    La resiliencia, herramienta para logros adaptativos, y de eficacia -

    llamada en la jerga del marketing creatividad abarca una lnea que parte de

    la seleccin de personal para empresas y desemboca en su extremo en

    racismos, clasismos y exclusiones de todo tenor.

    Por el contrario, se podra hablar de necesidades bsicas

    humanizantes sin las cuales se trata tambin de sobrevivir psquicamente, y

    esto implica un trabajo psquico diferente del que se pone en juego cuando las

    condiciones permiten el despliegue y la realizacin de una vida no amenazada.

    Qu sera un psiquismo en riesgo desubjetivante?

    En relacin con el Trabajo psquico requerido para los desafos de la

    vida intrapsquica y de su articulacin con la realidad externa, siempre pueden

    ser afrontados con los mecanismos de defensa propios de los procesos de

    constitucin psquica, tales como: represin, sublimacin, proyeccin-

    introyeccin, etc.

    Si bien estos mecanismos de defensa se mantienen vigentes tambin en

    los procesos traumticos, existen otros mecanismos psquicos de defensa

    propios de las situaciones de supervivencia, ms ligados a la

    autoconservacin y menos a la preservacin de la subjetividad24. Esta ruptura

    24 Bleichmar, Silvia, Clnica Psicoanaltica ante las catstrofes sociales, La experiencia Argentina, Paidos,

    2003: podemos afirmar que el impacto de lo traumtico pone en riesgo, en mayor o menor medida, dos grandes aspectos de la organizacin del yo y de su funcin: la autopreservacin y la autoconservacin.

  • 33

    entre lo autoconservativo y lo autopreservativo se expresa entonces en una

    serie de defensas psquicas que funcionan de modo predominante:

    Omnipotencia: creencia que no se sostiene en ninguna condicin real

    humana, que permitira superar o sobrevivir a cualquier realidad por

    amenazante o brutal que sea (Ej.: durante un bombardeo, si no tenemos la

    creencia que no nos va a caer una bomba, que estamos a salvo; nos

    paralizara el terror y quedaramos ms expuestos al bombardeo).

    Negacin: de la mano de la omnipotencia, una parte de la realidad tiene

    que ser negada para sostener la creencia, tal como analiza Bruno Bettelheim

    (El Holocausto. Una generacin despus), acerca de la decisin del padre de

    Ana Frank de esconderse en un lugar que no contempla ninguna posibilidad de

    huida, decisin en la cual coexisten tanto la omnipotencia de creer en la total

    seguridad del sitio que l garantizaba, y la negacin de una realidad donde la

    delacin era moneda corriente. Comenta Bettelheim que otros perseguidos

    dejaban a sus hijos a resguardo en un convento y los padres se refugiaban en

    una casa de personas no perseguidas. Con estas afirmaciones no est

    haciendo un juicio de valor, sino intentando comprender y comprenderse ya

    que l tambin fue prisionero en Dachau y Buchenwald.

    Disociacin afectiva: este mecanismo se hace evidente despus de las

    experiencias traumticas, y se expresa como intentos fallidos de ligar el afecto

    que qued disociado durante la experiencia traumtica a situaciones presentes

    que no guardan relacin con lo sufrido.

    Disociacin del otro: el hecho fundante de la vida humana que es el

    vnculo con el otro, queda disociado. Los otros no son tenidos en cuenta en esa

    situacin. (Ejemplo: personas que se ocultan en un escondite, y cuando un

    beb llora su madre le tapa con desesperacin la boca ocasionndole asfixia, o

    los delatores que rompen con todo vnculo de alianza con los otros para salvar

    su vida).

    Entendiendo al yo como una organizacin defensiva, lo traumtico es aquello que pone riesgo tanto la

    forma con la que el yo se representa la conservacin de la vida no necesariamente la conservacin de la vida en trminos determinados por la biologa sino de la forma mediante la cual el yo se representa la

  • 34

    Estos mecanismos en situaciones de vida, no de sobrevivencia,

    atentaran contra la posibilidad de vivir, y cuando se dan este tipo de defensas

    propias de la sobrevivencia en la existencia habitual, decimos que se trata de

    pulsiones destructivas asociadas a patologas narcisistas graves. En el caso de

    personas que han sido vctimas de catstrofes socio-histricas no los

    consideramos del lado de la patologa. Es importante no psicopatologizar las

    respuestas defensivas propias de los procesos traumticos.

    Lo que tiene que quedar claro, entonces, es que los mecanismos de

    defensa y posteriormente los sntomas propios de las vctimas no son cuadros

    psicopatolgicos, son las afectaciones que cualquier ser humano en esas

    circunstancias puede sufrir. Es ms, si alguien viene y nos cuenta que no tiene

    pesadillas, que no tiene insomnio, que no tiene trastornos psicosomticos, que

    no sufre de angustia y ansiedad, que no llora y se siente abatido, que no se

    auto-culpabiliza como causante de su sufrimiento, que no siente ira e impulsos

    violentos, que los recuerdos de la humillacin no lo conducen a su propia

    humillacin, etc, nos preocupan porque implican grados de disociacin psquica

    muy profundos que antes o despus producen consecuencias muy difciles de

    revertir. La ausencia de sntomas o de alguna expresin del padecimiento

    vivido es lo que nos tiene que preocupar en trminos psicopatolgicos.

    A posteriori de la catstrofe o de experiencias traumticas extremas,

    esas defensas y experiencias dejan marcas, modos defensivos e

    identificaciones difciles de revertir y es frecuente que observemos lo siguiente:

    a) culpa por haber sobrevivido (ligado a la omnipotencia (yo ideal) y

    ligada a la culpa superyoica (ideal del yo): el sobreviviente se auto-culpabiliza

    por lo que padeci (por ej. si no hubiese ido a tal lugar, o habr hecho algo

    muy malo y este es el castigo merecido, etc), que lo conducen a producir actos

    de auto-revictimizacin o repeticin autodestructiva en la bsqueda

    inconsciente de expiar la culpa. Es el xito mayor de los sistemas de terror y

    dominacin: las vctimas siguen el derrotero fijado para ellas por los victimarios

    conservacin d e la vida y sus riesgos-, como, desde el punto de vista de la autopreservacin , las formas

    en las que el yo se siente en riesgo respecto de los enunciados identificatorios que lo constituyen.

  • 35

    en el tiempo anterior, y lo continan en el presente por su propia accin.

    b) la cristalizacin en una identidad de vctima que se liga con la

    bsqueda de castigo y es una pieza clave para la auto-revictimizacin. En

    cualquier caso la auto-revictimizacin ms comnmente observable es quedar

    atrapado en sentirse permanentemente vctima, generando una serie de

    referentes identificatorios que consolidan as una identidad que se vuelve, para

    decirlo de algn modo, un nuevo documento de identidad.

    c) dificultad en los procesos de elaboracin de los duelos y trasmisin a

    la siguiente generacin de lo no elaborado. Como ya fue dicho, es decisivo en

    este sentido, la asuncin de la responsabilidad por el conjunto social, tanto en

    lo que abarca la poltica de la memoria como en la bsqueda de verdad y

    justicia.

    Lo reparable y lo irreparable. Modos de intervencin.

    Es fundamental para revertir los efectos de estas marcas, el sentido y la

    significacin que el conjunto social da a las catstrofes socio-histricas, a sus

    acciones y a sus efectos, as como a las vivencias de supervivencia, para la

    elaboracin singular de lo experimentado. Es decisivo que se pueda desplegar

    la capacidad singular y colectiva de dar significacin y de dar resistencia y

    oposicin al poder destructivo de la crueldad, de exigir y luchar por la justicia

    para los crmenes de lesa humanidad y para todos los crmenes.

    As tambin es decisivo de que modo pensamos lo traumtico y hasta

    donde son posibles las intervenciones reparatorias, porque repito: hay

    violencias y crueldades irreparables, hay destrucciones irreparables en las

    catstrofes socio-histricas.

    Es decisivo que las vctimas de la violencia dejen de ser vctimas, que

    dejen de sufrir pasivamente las consecuencias de la violencia o evitar que

    activamente las repitan contra s mismos o contra los otros, y en esto estamos

    implicados todos, en cualquier lugar o tarea en la que participemos.

  • 36

    La psicopatologizacin del sufrimiento psquico que deviene de las

    catstrofes socio-histricas y de las injusticias permanentes, no se resuelve

    con ningn manual y de ningn modo con el DSM IV u otros mecanismos de

    control de la salud mental que proponen que la sociedad en su conjunto sea un

    gran cuadro psicopatolgico, en el cual la responsabilidad acerca del

    padecimiento propio pase a ser slo responsabilidad del padeciente. Entonces

    vamos a psicopatologizar la sociedad entera, a las diferentes modalidades

    culturales, a las clases sociales, a los excluidos, a los pobres, a los que se

    rebelan, a quienes fuera, siempre que sea necesario algn tipo de dominacin

    o de silenciamiento sobre ellos; con lo cual nadie se va a hacer cargo de la

    injusticia, ni de la extrema vulnerabilidad, ni de la exclusin, ni de las guerras,

    ni de la tortura, ni de las crceles, ni de nada. En todo caso es problema de

    cada uno; cada uno se la tendr que arreglar con su enfermedad o con su

    salud segn los criterios que alguna razn instrumental establezca. Hagamos

    sndrome de todo, pongmosle etiqueta a todo, el DSM IV es un excelente

    instrumento para eso.

    Nosotros nos hemos resistido al DSM IV, muchos nos oponemos

    abiertamente y con fundamentacin. Lo menos preocupante en su aplicacin,

    son aquellas cosas que estn operando como censura o pseudo-adaptaciones

    que realizan los psiquiatras y los psiclogos para trabajar en servicios

    hospitalarios, obras sociales, prepagas o donde sea que exijan su utilizacin

    para asistir a los pacientes. Lo que s es preocupante, es la censura que

    empieza a operar de manera no consciente; cmo la capacidad para pensar

    empieza a quedar capturada por esa especie de pseudo-sistema terico, de

    clasificaciones empobrecedoras, simplificadoras y discriminatorias que

    convierten a grandes grupos humanos, sociales o culturales en cuadros

    psicopatolgicos.

    Quienes nos dedicamos a estas problemticas cuando asistimos a las

    victimas directas, podemos ser el ltimo eslabn de una cadena de violencia

    porque tenemos miedo, porque nos asustamos, porque en ocasiones no

    sabemos, porque escuchamos historias terribles que nos despiertan mucha

  • 37

    impotencia. As como la emergencia en ocasiones, de sentimientos

    persecutorios, muy angustiosos, que pueden desencadenar actitudes violentas,

    a veces expresadas sutilmente bajo el amparo de la ideologa de la resiliencia,

    del DSM IV u otras. Es importante desmantelar a ciertas corrientes en las

    prcticas psiquitricas y psicolgicas, que an con las mejores intenciones

    reparatorias frente a los sobrevivientes, desarrollan una serie de conocimientos

    y de prcticas teraputicas que continan por otros medios, consolidando los

    efectos de la crueldad sufrida por las vctimas25.

    As mismo es sumamente errneo proponer un sistema de referencias

    para las intervenciones en la asistencia a las vctimas, que se fundamente en

    los criterios derivados de lo denominado como intervencin en crisis y estrs

    postraumtico. Eso servir si alguien padeci un accidente de trnsito, si

    atraves la situacin de bajarse de un avin luego de un aterrizaje de riesgo o

    si le robaron, etc. No es lo mismo que un proceso de destruccin y tortura, de

    terror y muerte. Casi resulta obvio decir que no se trata de una crisis y un

    estrs los cuarenta aos de violencia terrorfica en Colombia, los ocho aos de

    proceso militar en Argentina o un atentado terrorista que mata a ochenta y

    cinco personas y deja a trescientos heridos. Eso es otra cosa: el terrorismo de

    Estado es otra cosa, la guerra de Malvinas o de Irak o la que fuere es otra

    cosa. No se puede equiparar.

    Si el terapeuta logra la posibilidad de asumir un relato compartido con

    los afectados directos de un proceso traumtico se evita instalar lo traumtico

    en el interior del propio proceder. Se evita as colocar a la vctima en un lugar

    25 Amry, Jean, Ms all de la culpa y la expiacin, Tentativas de superacin de una vctima de la violencia,

    Editorial Pre-Textos, 2001 Pero al sugerir pareja tentativa de rplica me encuentro en la posesin de mis plenas facultades mentales? Me ausculto con sospecha: podra estar enfermo, pues la cientificidad objetiva,

    partiendo de la observacin de nuestra condicin de vctima, ha elaborado, con admirable distanciamiento,

    el concepto de KZ-Syndroms- (sndrome del campo de concentracin). Todos nosotros padeceramos, segn leo en un libro, recin publicado, sobre Secuelas tras la persecucin poltica, no solo daos fsicos,

    sino tambin psquicos. Los rasgos caracterolgicos que condicionan nuestra personalidad estaran

    desfigurados. Desasosiego nervioso y repliegue hostil sobre nuestro propio yo seran los sntomas de

    nuestro cuadro clnico. Estaramos, segn dicen, -deformados-. Esto me hace pensar de pasada en mis

    brazos dislocados tras mis espaldas durante la tortura. Pero todo esto me obliga tambin a redefinir nuestra

    deformacin o torcedura como expresin de una humanidad con un rango moral e histrico superior a la

    salutfera derechura. Es preciso delimitar pues mi resentimiento desde dos perspectivas, defenderlo frente a

  • 38

    pasivo, realizndole interrogatorios con el argumento de que es importante

    que hable.

    Se posibilita que se apropie de aquello que padeci pasivamente, es

    decir, que lo haga experiencia propia. Creo que alguno de los grandes errores

    provienen de una especie de ansiosa invasin, por parte del terapeuta, de dar

    apresuradamente un sentido a la vivido por el otro. Se trata de hacer un puente

    comn hacia un posible sentido que ligue dolorosamente lo humano y lo

    inhumano en esta humanidad precaria. De lo contrario se corre el riesgo con

    las mejores intenciones- de volver a violentar, con interpretaciones que intentan

    explicarlo todo y terminan, a veces, culpabilizando a la vctima.

    Con la mejor intencin, les deca. Creo que debemos cuidarnos mucho

    de nuestras buenas intenciones: bajo la mscara de lo bueno que deseo para

    el otro se produce un olvido del otro, se refuerza la propia omnipotencia, se

    olvida el saber de que sin el otro nada es posible. Tambin olvidamos que

    nosotros somos precarios, sufrimos nuestras indefensiones. Y compartimos

    con los dems la violencia que unos hombres les han inflingido a otros.

    Lo segundo y ltimo que quera transmitir se sintetiza muy bien en un

    verso del poeta Ren Char que dice: En mi pas no se hacen preguntas a un

    hombre emocionado. Este verso me permite presentar un tema muy

    importante que se liga con el anterior. Me refiero a la aceptacin de lo inefable,

    de lo que no se puede decir con palabras.

    Lo inefable lo es del origen y de la muerte, del tiempo y del otro. Cuando

    nos referimos a estos temas nos faltan palabras. Cmo hablar del enigma o

    de la contingencia del origen y de la muerte? Cmo decir lo indecible del

    tiempo y del otro? Cmo decir lo indecible de lo traumtico vivido? Es

    imposible representarlo.

    Creo y haciendo una digresin- que el arte que mejor expresa es aquel

    que representa la existencia de lo inefable. Como sugiere o representa lo que

    hay de inefable en la vida.

    dos definiciones: contra Nietzsche que conden el resentimiento desde una perspectiva moral, y contra la

    moderna psicologa que lo reduce a un conflicto perturbador.

  • 39

    Lo inefable no se puede transmitir, se realiza en un tiempo que tiene su

    propia lgica. Lo inefable nos impone un lmite.

    En la pre-modernidad, lo inefable era dicho o respondido por lo sagrado.

    Lo que no tena palabras daba lugar a la palabra de lo sagrado. Respuesta

    totalizadora que con su certeza despojaba de toda inquietud a los hombres.

    Cuando se ha atravesado o se atraviesa el terror, lo traumtico, no hay

    palabras, y las que hay ya no alcanzan. Figura de la ausencia que invita al

    terapeuta a llenar de interpretacin o de explicacin con un doble efecto. El

    primer efecto es traumtico, le cierra al otro el acceso a la diversidad de

    produccin de sentido. Irrumpe y niega la existencia de lo inefable y lo satura

    de sentido. Cierra la polisemia que es intrnseca a lo inefable, y que tambin

    est presente en el silencio. As se produce el segundo efecto: el terapeuta

    enuncia un discurso que puede volverse sagrado, en tanto respuesta

    totalizadora, cerrada, nica.

    Si hay algo que es decisivo en estas cuestiones que estamos

    considerando es resistir a lo sagrado, en el sentido de desacralizar el horror y

    el terror. No es un horror divino, que puede explicarse y que aloja, como todo

    discurso sagrado, una condena o un destino para los hombres. Es un horror

    producido por los hombres, y un camino de bsqueda conjunta nos espera.

    Bsqueda sustantivada en la experiencia con el otro, para expresar, elaborar,

    impedir y reparar, hasta donde se p