sobre la belleza y el arte

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SOBRE LA BELLEZA Y EL ARTE Los humanos tenemos tendencia a valorar. Y es sobre esa tendencia que en cada sociedad se desarrolla un esquema de valores o bienes, que son los móviles de nuestra acción. Ciertamente, es básico el valor de la propia conservación, de la subsistencia económica. Pero el deseo de supervivencia no explica, ni de lejos, la totalidad de los valores. La protección contra el frío no explica la fascinación por determinadas prendas; ni la corbata tiene la finalidad de abrigar la garganta. También el amor se relaciona con la estética, pues no podemos amar si no nos atraen juntamente la presencia exterior y la imagen interior de la persona amada. Así, la estética es un resorte fundamental de la vida humana. A pesar de la inmersión cotidiana en lo estético, resulta difícil definir la estética en el sentido estricto. La estética es la reflexión sobre lo bello y el arte. Pero, ¿lo bello y lo artístico son lo mismo? Una mujer puede ser bella, pero no es una obra de arte. Por tanto, el arte y lo bello, aunque relacionados, no son lo mismo. Lo bello es producto de la naturaleza, que origina en nosotros un placer estético. El arte, en cambio, añade la idea de “lo hecho por el hombre”. Aún así, lo bello y lo artístico ¿coinciden en algo? Es decir, lo artístico, para ser arte ¿ha de ser también bello? Podríamos creer que sí si observamos lo que ocurre en un largo trecho de la historia del arte. Sin embargo, el arte también tiene que ver con lo feo. El arte no se reduce simplemente al reino de la belleza. Arte y belleza se distinguen. Pero los dos se estudian bajo el nombre genérico de “estética”. Porque tanto lo bello como lo artístico producen un placer estético. ¿Qué es el placer estético? Siguiendo a Kant podemos afirmar que es el agrado desinteresado. Agrada desinteresadamente aquello que debe su atractivo, no a la utilidad para algún fin mío, sino a un cierto valor que eso tiene de por sí. En la historia, unas veces ha prevalecido lo bello y otras lo artístico. En términos generales, podemos afirmar que, a partir del Renacimiento, va prevaleciendo cada vez más el arte sobre la belleza. La razón está en que ésta tiene raíces naturales, está dada por naturaleza (el azul de unos ojos es bello) mientras que el arte procede de la iniciativa humana.

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SOBRE  LA  BELLEZA  Y  EL  ARTE    Los humanos tenemos tendencia a valorar. Y es sobre esa tendencia que en cada sociedad se desarrolla un esquema de valores o bienes, que son los móviles de nuestra acción. Ciertamente, es básico el valor de la propia conservación, de la subsistencia económica. Pero el deseo de supervivencia no explica, ni de lejos, la totalidad de los valores. La protección contra el frío no explica la fascinación por determinadas prendas; ni la corbata tiene la finalidad de abrigar la garganta. También el amor se relaciona con la estética, pues no podemos amar si no nos atraen juntamente la presencia exterior y la imagen interior de la persona amada. Así, la estética es un resorte fundamental de la vida humana. A pesar de la inmersión cotidiana en lo estético, resulta difícil definir la estética en el sentido estricto. La estética es la reflexión sobre lo bello y el arte. Pero, ¿lo bello y lo artístico son lo mismo? Una mujer puede ser bella, pero no es una obra de arte. Por tanto, el arte y lo bello, aunque relacionados, no son lo mismo. Lo bello es producto de la naturaleza, que origina en nosotros un placer estético. El arte, en cambio, añade la idea de “lo hecho por el hombre”. Aún así, lo bello y lo artístico ¿coinciden en algo? Es decir, lo artístico, para ser arte ¿ha de ser también bello? Podríamos creer que sí si observamos lo que ocurre en un largo trecho de la historia del arte. Sin embargo, el arte también tiene que ver con lo feo. El arte no se reduce simplemente al reino de la belleza. Arte y belleza se distinguen. Pero los dos se estudian bajo el nombre genérico de “estética”. Porque tanto lo bello como lo artístico producen un placer estético. ¿Qué es el placer estético? Siguiendo a Kant podemos afirmar que es el agrado desinteresado. Agrada desinteresadamente aquello que debe su atractivo, no a la utilidad para algún fin mío, sino a un cierto valor que eso tiene de por sí. En la historia, unas veces ha prevalecido lo bello y otras lo artístico. En términos generales, podemos afirmar que, a partir del Renacimiento, va prevaleciendo cada vez más el arte sobre la belleza. La razón está en que ésta tiene raíces naturales, está dada por naturaleza (el azul de unos ojos es bello) mientras que el arte procede de la iniciativa humana.