siete tesis sobre etica profesional

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Page 1: Siete Tesis Sobre Etica Profesional

SIETE TESIS PARA REPENSAR LA ÉTICA PROFESIONAL*

Augusto Hortal Alonso, S.J.Augusto Hortal Alonso, S.J.

1. Definición de profesiónTodo trabajo remunerado es una profesión. No todo trabajo remunerado es

una profesión en sentido pleno. Existe hoy una tendencia hacia la profesionalización

de todo trabajo.Hoy todos quieren ser profesionales. Esto hace que la tarea de definir las

profesiones se convierta en fuente de agravios para quienes no caen bajo esa

definición de profesión.1 Dar un concepto demasiado restringido de profesión podría

parecer una descalificación ex definitione de las pretensiones de determinados

colectivos a ser considerados como verdaderos profesionales. En cambio si toda

ocupación laboral estable y remunerada es considerada como profesión, entonces el

concepto es tan amplio, que apenas puede afirmarse de él nada concreto. La ética

profesional sería una mera ética del trabajo, de la laboriosidad, de la eficacia y de la

eficiencia, etc. Aquí ofrecemos una definición tipológica de profesión. Al definir la profesión

conforme a la semántica de prototipos, cada rasgo caracteriza centralmente lo que es

la típica profesión. Cuando todos esos rasgos se cumplen, estamos ante lo que

podemos llamar la profesión en su sentido pleno, la profesión-tipo. En cambio, cuando

algunos de esos rasgos faltan o se cumplen en menor medida, no por ello hay que

dejar de hablar de profesión, aunque sea en un sentido menos pleno. Los rasgos

admiten grados de realización; es posible, pues, construir escalas de

profesionalización. No todas las profesiones lo son en igual medida, ni todas alcanzan* Publicado en inglés: "Seven Theses on Professional Ethics", Ethical Perspectives 3/4 (Dec.

1996) 200-2051 "En terminología sociológica - escribe T.Parsons -, una profesión es un racimo de roles

'ocupacionales', roles en los que quienes los encarnan desempeñan determinadas funcionesvaloradas en la sociedad en general, y que mediante esas actividades, se 'ganan la vida' con untrabajo 'de tiempo completo." T.PARSONS, Essays..., 372 (cfr. nota 8). Para Max Weber profesión es "laactividad especializada y permanente de un hombre que, normalmente, constituye para él una fuentede ingresos y, por tanto, un fundamento seguro de su existencia". MAX WEBER, La ética protestante yel espíritu del capitalismo. Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid 1955. pág. 78.

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a la vez el mismo grado de profesionalización. Esto parece responder mejor a la

realidad de la que nos ocupamos y a la tendencia generalizada a la profesionalización

de las actividades ocupacionales.Para que un conjunto de actividades ocupacionales pueda llamarse profesión

en sentido pleno se requiere:a) dedicación estable a ese conjunto de actividades que tienen una función

social específica; b) la profesión es para el profesional su medio de vida; c) cuerpo específico de conocimientos del que carecen los que no son

profesionales (expertos/legos);d) transmisión institucionalizada de esos conocimientos a los nuevos

profesionales; sólo quien los adquiere por el procedimiento institucional previsto

obtiene la acreditación imprescindible para ejercer la profesión. La Universidad tiene

hoy como una de sus funciones más importantes la formación de profesionales; el

título académico es indispensable para acceder al ejercicio profesional; las profesiones

no universitarias tienen como meta el pasar a ser universitaria;e) control de los profesionales sobre el ejercicio profesional; para lo que se

constituyen en Colegio. El Colegio establece las normas y procedimientos vinculantes

para todo el que quiera ejercer la profesión. Todo el que ejerce la profesión ha de estar

colegiado y cumplir las normas del Colegio profesional.

2. ¿Ética o deontología?Para configurar el buen ejercicio profesional deben combinarse las referencias

éticas con las normas deontológicas."Ética" y "deontología" son dos palabras que, referidas al ámbito profesional, a

veces se presentan como intercambiables. Aquí vamos a distinguirlas, a marcar las

diferencias, aunque sin separarlas radicalmente, tratando de mostrar la necesaria

complementariedad de perspectivas que representan.La ética profesional se centra ante todo en el tema del bien: qué es bueno

hacer, al servicio de qué bienes está una profesión, cuál es el tipo de bien que busca

como finalidad la abogacía, la medicina, la ingeniería, el trabajo profesional de los

farmacéuticos o de los periodistas, etc.

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Page 3: Siete Tesis Sobre Etica Profesional

La deontología profesional formula ante todo de deberes y obligaciones (deon

en griego significa deber), busca establecer un conjunto de normas exigibles a todos

los que ejercen una misma profesión.

Sin la perspectiva ética, la deontología se queda sin su horizonte de referencia.

No acaba de quedar claro el sentido y el por qué de las normas deontológicas; no se

ve claro hacia dónde apuntan, qué clase de bien tratan de conseguir. La deontología

exige actuaciones. La ética propone también y pide motivaciones.

Las normas no son superfluas. El bien es siempre un predicado "no saturable":

nunca es ni será posible dar una enumeración exhaustiva o caracterización

completamente precisa de lo bueno. El bien es pluriforme; tiene muchas facetas. De

ahí que no sea exigible a todos en todos sus aspectos. Por eso hacen falta normas.

Ellas tratan de salvaguardar unos mínimos obligatorios para todos, compartidos por

todos, que pueden y deben ser interpretados por todos en los mismos términos y que a

todos se deben aplicar con idénticos criterios. Sin normas no hay universalidad ni

igualdad en las exigencias; sin igualdad y universalidad en las cuestiones necesarias,

la cooperación social consagra y legitima desigualdades y arbitrariedades. La

deontología habla de lo que es vinculante para todos. De los espacios abiertos y

plurales que quedan para el bien se ocupa la ética.

La ética tiene como instancia última la conciencia individual. La deontología se

mueve más en el campo de lo que es aprobado por un colectivo. Se puede apelar a la

propia conciencia del deber de cada profesional, pero lo normal es que cuando se

habla de deontología profesional se entienda por tal los criterios compartidos por el

colectivo profesional y normalmente convertido en texto normativo por el

correspondiente colegio profesional.2

2 Los códigos deontológicos contribuyen a la consolidación de una profesión. Toda profesión necesitaimagen, aprecio, reconocimiento social de las capacidades técnicas y también de las actitudes éticasde los profesionales. Los Colegios profesionales al formular los códigos deontológicos intentanestablecer un cierto control de calidad sobre las prestaciones profesionales. Pero los Colegiosrepresentan a los profesionales y esto lleva con frecuencia a que los códigos deontológicos y lasconsideraciones éticas parecen más aptas para proteger o promocionar la imagen, el status de losprofesionales y para legitimar su control monopolístico del ejercicio profesional que para garantizarun buen servicio a los potenciales clientes y usuarios. El axioma básico del corporativismo es que loque es bueno para la profesión, es bueno para los clientes y usuarios de la misma.

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3. El profesional y su ethos: principio de beneficenciaEl bien que se obtiene ejerciendo correctamente una determinada profesión

constituye el mejor criterio para decidir quién es un buen profesional tanto en el sentido

de su competencia técnica como, en principio, de su ética.

Al abordar los temas de una ética profesional lo primero que hay que

plantearse es la finalidad a cuyo servicio se supone que está la actividad profesional en

cuestión, qué bienes se supone que produce o intenta producir, qué servicios presta o

intenta prestar. El ejercicio profesional de la medicina pretende cuidar y restablecer la

salud de las personas con arreglo los saberes y técnicas disponibles en un momento

histórico determinado. El fin del ejercicio profesional del juez es la administración de

justicia conforme a las leyes; el fin del ejercicio profesional del abogado es el

asesoramiento, defensa y representación de la persona de su cliente en relación con

las leyes, los tribunales, la administración, los contratos, etc.

En nuestra sociedad existen muchas actividades en las que no acabamos de

saber para qué sirve lo que hacemos o a quién dañamos cuando lo hacemos mal. Por

ahí tendría que empezar todo planteamiento de una ética profesional: ¿a quién y para

qué sirve el ejercicio de una determinada profesión? Eso a veces se nos escapa, lo

perdemos de vista, no es fácil decirlo, sobre todo cuando no hablamos en abstracto

sino en concreto.

Por ahí tendría que empezar toda reflexión ética. En relación con el fin y con el

modo, con las técnicas y los saberes con que cuenta la actividad en cuestión, es como

se define lo que es un buen profesional, técnicamente competente y moralmente

responsable. El principio fundamental que rige estas relaciones es el de beneficencia o

actuación en beneficio (nunca en perjuicio)3 del cliente, del usuario de cada servicio

profesional. Es decir, se trata de prestar el servicio que se supone que presta el buen

profesional. Desde esta perspectiva el cliente o el usuario es el beneficiario de la

actuación profesional.

3 Por encima del principio de beneficencia está el principio de no maleficencia (“primum non nocere”);al repensar las grandes líneas de la ética profesional no le prestamos especial atención porque suaportación baraja los mismos criterios del principio de beneficencia aunque en negativo; confrecuencia no está claro qué es el bien, pero sí están claros los males que se pueden causar connuestras actuaciones. cfr. D.Gracia,

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Page 5: Siete Tesis Sobre Etica Profesional

Las profesiones son “prácticas” o pretenden hacer una aportación funcional

específica a algún tipo de “prácticas”, en el sentido que da a esta palabra MacIntyre:

actividades cooperativas que buscan realizar bienes intrínsecos, es decir, aquellos que

sólo se pueden obtener desarrollando bien esas “prácticas”. Las “prácticas”, por ser

actividades cooperativas recurrentes y relevantes para muchos necesitan

institucionalizarse y al hacerlo necesitan y a la vez proporcionan bienes extrínsecos

como son dinero, poder, prestigio, status, etc. eso serían bienes extrínsecos. La

institucionalización del ejercicio profesional requiere recursos económicos, requiere

una cierta acumulación de poder, requiere un cierto prestigio, un cierto status.

No hay que tener un concepto demoníaco ni del dinero, ni del poder, del

prestigio o del status. Son ambiguos.... Sólo son perniciosos cuando terminan

pervirtiendo el asunto. Pero éste es uno de los grandes problemas del ejercicio

profesional, donde habría que centrar el tema del corporativismo. Las profesiones

entran en escena para estar al servicio de unos determinados bienes. El servicio

permanente de esos bienes requiere recursos económicos, institucionales, de poder,

de status, de imagen y existe continuamente el peligro de "hacer trampas". El bien

intrínseco se pierde, se corrompe cuando se hacen trampas. La trampa, incluso no

descubierta, en el juego de ajedrez o en cualquier práctica profesional (médica,

jurídica, investigadora, etc) hace que ninguna de esas prácticas sea lo que es y valga

por lo que vale.

Es posible conseguir bienes extrínsecos sin participar en determinadas

prácticas, o haciendo trampas en lo que se hace. Nuestra sociedad está montada

sobre los bienes extrínsecos. Coincidimos sólo en lo cuantificable, en aquellas cosas

que consisten en repartrir recursos, dinero, prestigio, etc. En cambio los bienes

intrínsecos están marginados.

4. El usuario y sus derechos: principio de autonomíaEl cliente o usuario de los servicios profesionales no es mero objeto o

destinatario (beneficiario) de esos servicios; es sujeto de derechos que debe ser

respetado, tomado en consideración, informado... Es alguien que tiene una palabra

decisiva que decir sobre algo que le afecta como persona

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Page 6: Siete Tesis Sobre Etica Profesional

El principio de beneficencia, al proclamar la actuación profesional en beneficio

del cliente o usuario, no hace más que consagrar una evidente e inevitable falta de

simetría: la que existe entre el benefactor y el beneficiario. El profesional sabe mejor lo

que le conviene a quien acude a él; por eso se acude a él, y él actúa en bien de quien

acude a él.

Cuando el ejercicio profesional trata de atenerse sólo al principio de

beneficencia, lo absolutiza, y al absolutizarlo cae en el paternalismo o en la tiranía. El

profesional (como el padre adulto de un niño que aún no ha llegado a la madurez) sabe

mejor lo que le conviene al cliente o usuario, le protege incluso frente a sus propias

ideas o ignorancias; se tiende a ver al cliente o usuario como un niño, se le infantiliza.

Su obligación es hacer lo que le digan; pues se actúa por su bien.

Esto es algo que en medicina se ha dado mucho, y que en otras profesiones

también puede darse. La desigualdad que genera el ser experto en proporcionar

aquello que el otro necesita y no puede obtener por sus propios medios, suele

desembocar en una situación en que esa jerarquía se extrapola a todo el sistema de

relaciones; se desconecta el punto de vista del usuario o cliente y queda reducido a

mero destinatario u objeto de la acción del profesional.

Para corregir esto hay que hacer intervenir el segundo principio de la ética

profesional: el principio de autonomía. Este principio se gesta y articula en la cultura

jurídica y en la mentalidad política occidental de los últimos doscientos años.

Cuando se tiene en cuenta el principio de autonomía el profesional no es el

único que define e interpreta su propia actuación; entra en diálogo con el usuario, toma

en consideración su punto de vista, establece con él unos pactos, unos acuerdos

acerca de las prestaciones profesionales. El usuario es interlocutor adulto (o es

representado por quienes pueden serlo en su nombre, por ser los más allegados),

tiene la oportunidad de decir si quiere esto o prefiere lo otro. El usuario es sujeto

protagonista de lo que con él se hace o se va a hacer; entiende la acción del

profesional como subordinada a sus propios planteamientos, como contribución

necesaria e importante para seguir su propio modo de entender la vida. Es él el que

debidamente informado debe decidir acerca del servicio o prestación que se le ofrece.

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Page 7: Siete Tesis Sobre Etica Profesional

5. Profesión y sociedad: principio de justicia.El principio de justicia sitúa el ejercicio profesional en el marco de una ética

social.

La ética social abre la perspectiva en la que se articulan las múltiples

necesidades e intereses con las posibilidades y recursos disponibles conforme a

criterios de justicia. De esta manera se corrige la tendencia al corporativismo en que

tienen a caer los planteamientos de la ética profesional cuando no se toma en cuenta

esta perspectiva. Las profesiones, y con ellas la ética profesional, corren el peligro de

constituir un espacio segregado, alejado de las necesidades sociales, para crear un

mundo plenamente autónomo, al margen de lo que la sociedad necesita de ellas, o de

la escasez de recursos con que cuenta para financiar sus actividades.

Las profesiones no son tan autónomas como pretenden ser. Las profesiones

no se entienden sino desde la función social que desempeñan, y eso las vincula al

contexto del que surgen y al que pretenden servir. El profesional y el cliente o usuario

de sus servicios no se encuentran, y menos hoy, en un espacio infinito y neutro en el

que ellos se mueven a sus anchas sin interferencias extrañas, sin cortapisas ni

limitaciones. Hoy es cada vez más frecuente el ejercicio profesional en el marco de

organizaciones, instituciones y empresas. No es lo mismo el médico que tiene su

propia consulta que el médico que trabaja en un hospital de la Seguridad Social. Un

psicólogo que trabaja en la selección de personal de una empresa tiene que

compaginar sus obligaciones de profesional competente y honesto en relación con la

persona que acude a él, con las obligaciones contraídas con la empresa que le emplea

y le paga.

El ejercicio profesional tiene lugar en un espacio social, con recursos escasos,

con necesidad de compatibilizar o jerarquizar demandas plurales, ya que no es posible

dar la razón a todos y ofrecer a cada uno lo que desea o le conviene. Si el presupuesto

de un hospital tiene que ser empleado preferentemente en un programa de prevención

de la esterilidad o de fecundación humana asistida, no es una cuestión sobre la que

baste la opinión de los afectados que dicen "yo quiero...", ni sólo la de los médicos que

dicen "yo puedo...". Hay que articular criterios de justicia para responder a la pregunta

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¿Qué es justo para todos cuando no hay recursos para satisfacer las demandas de

todos?

La ética profesional entronca entonces con la ética social al hacer intervenir

criterios de justicia, en orden a marcar prioridades y distribuir recursos escasos. Sin

eso la ética profesional carece de criterios para hacer frente a las desmesuradas

demandas de los profesionales que quieren más medios y las desmesuradas

reclamaciones de los usuarios que quieren más y mejores prestaciones. Hay que tener

en cuenta el marco social, las necesidades de todos y los recursos disponibles a la

hora de establecer prioridades con criterios de justicia.

Por eso la ética profesional tiene que preguntarse si la función social que de

hecho desempeña una profesión es la misma que la que la sociedad necesita o espera

de ella. Las circunstancias (escasez de recursos, nivel cultural de la población,

modulación de las necesidades, prioridades) en las que ha de ejercerse la profesión

tienen también relevancia ética. Del hecho de ejercer una profesión en un país

desarrollado o en otro que no lo es, en un país democrático o en otro que no lo es, etc.

se siguen consideraciones éticas que no es posible desatender.

Muchas profesiones nacieron como servicio público y todas ellas tienen esa

dimensión como constitutiva del servicio que pretenden proporcionar. Los grandes

problemas que tiene hoy planteados la humanidad, como las desigualdades Norte Sur,

el medio ambiente, el paro, la violencia, el SIDA, las nuevas fuentes de energía, etc. no

pueden soucionarse sin poner la contribución competente de los profesionales al

servicio de la solución de dichos problemas. Al ejercicio profesional le afectan los

criterios de justicia social (nacional e internacional); cada colectivo profesional tiene

que plantearse qué contribución al bien común debe hacer y corresponde a los

responsables del gobierno de la sociedad asignar prioridades y distribuir recursos

conforme a criterios de justicia.

Tampoco es posible silenciar que hoy las responsabilidades profesionales se

suelen ejercer en contextos en los que la corrupción y la confusión están muy

extendidas. La reflexión ética no se puede limitar a hacer propuestas ideales; tiene

también que reflexionar sobre las condiciones reales en que dichas propuestas tienen

que llevarse a cabo.

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6. Diálogo entre expertos, afectados y responsables en la toma de decisioneséticas.

En los planteamientos de ética profesional, en los comités de ética, en los

debates públicos sobre estos temas, hay que intentar escuchar y hacer oír estas tres

voces: la voz de los expertos, la voz de los afectados y la voz de los responsables.

En toda decisión compleja acerca de una actuación profesional hay que tener

en cuenta, por supuesto, el punto de vista de los profesionales; ellos son, por hipótesis,

competentes en los temas de su profesión. Lo que se sabe de derecho, de medicina,

de arquitectura, ingeniería, etc. lo saben los juristas, los médicos, los arquitectos, los

ingenieros, etc. respectivamente. Y si hay profesionales que no saben, son otros

colegas de su misma profesión quienes, en principio, mejor pueden juzgar acerca de

su ignorancia o incompetencia.

Quien al plantearse cualquier problema en el que intervienen o pueden

intervenir profesionales, no tiene en cuenta lo que pueden aportar los expertos, corre

el riesgo de ignorar elementos muy decisivos de dicho problema. Hay pues que tener

en cuenta a los expertos profesionales para acertar en las decisiones acerca de

asuntos de su competencia.

Ahora bien, eso no significa que sean ellos los únicos que tengan voz y voto en

estos asuntos. Cuando se deja todo en sus manos, es fácil que caigan en el secuestro

corporativo de los asuntos, en la ideología del profesionalismo. Las operaciones serán

técnicamente perfectas, aun cuando los enfermos se mueran. Hemos aludido más

arriba al paternalismo como la forma de dejar exclusivamente en manos de los

expertos las decisiones.

Esas decisiones afectan a otros; por eso hay que hacer intervenir el punto de

vista de los afectados, sea que ellos mismos estén en condiciones de articularlo, sea

que su punto de vista y sus intereses sean articulados por otros que los representan.

El punto de vista de los afectados y lo que desde esa perspectiva se puede

aportar tiene y debe tener un peso específico insustituible. Eso no convierte a los

afectados en expertos, pero sí añade elementos centrales que hay que tener en cuenta

en las tomas de decisiones. Al fin y al cabo los que busca la actuación profesional es el

beneficio del cliente, la utilidad de los usuarios.

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Tampoco conviene absolutizar esta perspectiva. Los afectados son los que

tienen el problema; pero la solución no se la pueden proporcionar; no tienen para ello

ni conocimientos ni recursos. Cuando todo se enfoca desde este punto de vista puede

haber gran empeño en los resultados finales, pero no se acaba de saber qué medios

hay que poner para lograrlos. Se cae fácilmente en un moralismo estéril o sentimental.

El discurso que se hace sólo desde esta perspectiva sirve para descalificar

actuaciones, pero no para solucionar problemas.

Como hemos dicho más arriba expertos y afectados no se encuentran ni en un

espacio extrasocial ni en un paraíso de recursos y posibilidades ilimitadas. Tiene que

existir una perspectiva en la que se articulen las múltiples necesidades e intereses, con

las posibilidades y recursos disponibles conforme a criterios de justicia. Eso es lo que

toca hacer a los responsables políticos a nivel de toda la sociedad y a los directivos en

los niveles institucionales. Ellos tendrán, por supuesto, que estar asesorados por los

expertos y deberán tener en cuenta a los afectados. Cuando no se puede llegar a

todos, hay que arbitrar fórmulas para que los recursos se distribuyan razonable y

equitativamente conforme a criterios de justicia.

Tal vez por eso sea tan difícil y compleja una ética profesional en una sociedad

como la nuestra en la que cada cual vive en su mundo y casi sólo escucha a los que

piensan más o menos como él, por vivir las situaciones desde contextos y perspectivas

semejantes. No sería pequeño servicio el que puede prestar la Iglesia a este mundo

fragmentado: reunir a los dispersos en un nuevo y cotidiano Pentecostés en el que

hablando cada cual su propia lengua diferente, todos llegasen a entenderse. Las

Universidades de la Iglesia deberían ser un buen lugar para hacer oír y entender esas

lenguas diferentes.

Este es el esquema de ética profesional que os quería presentar. Se trata de

un planteamiento genérico que para ser válido y aplicable a las distintas profesiones,

tiene primero que ser enriquecido, modulado y modificado. Sólo así podrá adaptarse a

las diferentes profesiones e incluso a situaciones muy dispares dentro de cada

profesión.

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7. Identidad y vocaciónDigamos una última palabra sobre lo que la profesión significa para el que la

ejerce. El trabajo puede verse como "puesto de trabajo", como "carrera" y como

"vocación".4 En el primer caso lo importante es el dinero que el profesional se lleva a

casa a cambio de sus prestaciones. En el segundo caso se valora el status, prestigio

social, poder y competencia crecientes (en principio) que hacen que el trabajo se

convierta en fuente de estima social. Cuando el trabajo se ve como vocación la labor

de una persona se convierte en algo inseparable de su vida. Vive para el trabajo que

realiza y no sólo de él.Hoy no se suele insistir en los aspectos vocacionales de la profesión.5 Sí

permanecen, sin embargo, rasgos caracterizadores de este aspecto que hoy suelen

agruparse más en torno al concepto de identidad. La componente ocupacional es muy

importante en la configuración de la propia identidad. Nadie acaba de decir quién es sin

aludir a lo que hace y profesa hacer, a lo que se dedica, para lo que vive y de lo que

vive. Suele señalarse como rasgo importante del concepto de profesión lo que

podríamos llamar el aspecto vocacional, o si se prefiere la fuerte implicación personal

en esas actividades ocupacionales. "profesión" y "vocación": son originariamente

términos religiosos. Fue Lutero, según Max Weber, quien, con la palabra Beruf

(profesión, oficio), introdujo este término en el mundo de las actividades mundanas y

aplicó el concepto de profesión muy cercano al de vocación (Berufung). Algo paralelo

sucede con la palabra "profesión" que originariamente significa la consagración por los

votos del miembro de una orden religiosa, y posteriormente pasa a significar la

consagración de una persona al tipo de actividad que se presenta como una forma de

vida a la que uno también se consagra con cierto sentido religioso. Se habla también

de que ser juez, militar o médico es una especie de sacerdocio. En el sacerdocio

destaca el aspecto religioso, vocacional. Nadie es sacerdote, sino el que es llamado y

4 R.N.BELLAH, R.MADSEN, W.M.SULLIVAN, A.SWIDLER, ST.M.TIPTON, Hábitos del corazón. Alianza.Madrid 1989. págs. 96-102.

5 Cfr. G.Marañón, Vocación y Ética y otros ensayos. Espasa-Calpe. Madrid 1947. J.MARTÍN-MORENO Y

AMANDO DE MIGUEL en su libro Ética de las profesiones (CIS. Madrid 1982. págs. 53-73, esp. 57 y 68)dedican un capítulo a "la ideología del profesionalismo y la metáfora religiosa". Ver también A.AUER,El cristiano en la profesión. Herder. Barcelona 1970.

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responde a la llamada libremente. De igual manera el profesional siente la llamada a

vivir para su profesión, y se dedica a ella, hace "profesión" de la forma de vida que

comporta vivir para prestar ese servicio.Afirman Robert N.Bellah y sus colaboradores que "la idea de vocación es cada

vez más difícil de comprender, ya que nuestra sociedad es cada vez más compleja y

utilitarista." La cosa no les parece banal pues piensan que "la ausencia de vocación

implica la ausencia de un sentido moral."6

El trabajo no agota su significado en las funcionalidades sociales o individuales

que desempeña. Cabe en esto ser más inner directed (vocación) o más outer directed

(prestigio, poder, dinero).

6 BELLAH y otros, Hábitos..., pp. 97,102.

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