salinas actualidad de la poesía medieval

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8/20/2019 Salinas Actualidad de La Poesía Medieval http://slidepdf.com/reader/full/salinas-actualidad-de-la-poesia-medieval 1/4 1 ACTUALIDAD DE LA POESÍA MEDIEVAL  Poesía Española es el título general de una antología de la poesía nacional, desde los orígenes hasta nuestros días, que ha comenzado a publicar la casa editorial «Signo». Ha de constar de cuatro volúmenes de más de 500 páginas cada uno, consagrados: el prime- ro a  Poesía de la Edad Media,  el segundo al Siglo XVI,  el tercero a  Barroquismo y siglo  XVIII  y el cuarto a  Romanticismo y Realismo. Los seleccionadores son, respectivamen- te, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Gerardo Diego y Pedro Salinas. El tomo ya publica- do por la misma editorial con el título de Contemporáneos, y que se reseñó en esta re- vista, servirá de complemento a la obra en lo concerniente a la poesía de nuestro siglo. La empresa, por su amplitud de campo, por la extensión con que ha de ser desarrollada, y por la variedad de los seleccionadores, se presenta con aire de singular importancia. Por lo pronto, y aparte de la cantidad y calidad del material poético que nos ofrezca es- cogido, y que depende del acierto de los colaboradores, se nos da como una revalora- ción de nuestro tesoro poético nacional, ya que una antología es siempre una visión crítica implícita que no por dejar de ser expresada literalmente está menos patente en el criterio de selección de obras y autores. Cada época añade a la historia de los juicios literarios un acento, un tono, una corroboración o una rectificación. Y estos juicios laten con sinceridad evidente en la actividad básica de una antología: el escoger. Una antolog- ía del siglo XVIII ve la poesía española de manera totalmente distinta a como la verá años más tarde otra compuesta en el periodo romántico. Podría decirse que una antolog- ía es un ensayo de crítica dejado entre líneas: entre las líneas de las obras escogidas. La obra que hoy empieza a publicarse tendrá, pues, además del valor de su contenido, el de representar lo que una generación literaria española del siglo XX piensa sobre la poesía española de siempre. El pasado literario de un país, inmóvil y grandioso en su bulto material, en el conjunto y número de sus obras, es, sin embargo, constantemente remo- vido por las corrientes del gusto de cada época, que a modo de focos de luz desde cam-  biantes puntos iluminan hoy lo que ayer yacía en sombra, o dejan en semipenumbra las  partes que antes resplandecían alumbradas por la plena luz. Y así, en esa fatal necesidad de contacto, ley de noble fidelidad histórica que toda época humana tiene con el conjun- to temporal que la precedió, su pasado, los puntos de toca con él por lados muy diver- sos, tangencia son distintos y se toca con él por lados muy diversos, opuestos a veces. Buen ejemplo de ello nos podría ofrecer la  Poesía medieval  de Dámaso Alonso. Si nos fijamos en las antologías más importantes del XVIII y XIX (recordemos a López de Sedano en su  Parnaso Español , o a Quintana en sus selecciones líricas y épicas) vere- mos que para el gusto de entonces (y no es tan lejana la época) lo medieval no existía, antológicamente hablando, sino como rareza o curiosidad, expuesta parvamente. Cono- cimiento y amor de la Edad Media han sido una conquista del siglo XIX .  Conquista gradual, realizada a veces por los literatos, ayudados por los eruditos, como sucede con el retorno del favor al romance de la época romántica. El romance medieval se gana  para la conciencia española entre los años 30 y 50. Y, en parte, ya la épica extensa co- mienza también a asomar su ingente valor, en breves vislumbres. Pero la parte de la  poesía medieval que no es romance propiamente, la épica extensa, penetra y se difunde en España, más que por la intuición y gusto de los poetas, por el lento y abnegado es- fuerzo de los críticos e historiadores. Milá y Fontanals, Menéndez Pelayo, Menéndez Pidal son los descubridores, en distinto grado y con varia eficacia, de toda la gran poesía narrativa medieval y de su lírica. Esta poesía empieza a vivirse, por decirlo así, saltando de las colecciones de textos a la lectura del público extenso y al aprecio de los literatos en los primeros años de nuestro siglo. Rubén Darío, los Machado, Azorín son los exal-

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ACTUALIDAD DE LA POESÍA MEDIEVAL

 Poesía Española es el título general de una antología de la poesía nacional, desde losorígenes hasta nuestros días, que ha comenzado a publicar la casa editorial «Signo». Hade constar de cuatro volúmenes de más de 500 páginas cada uno, consagrados: el prime-

ro a Poesía de la Edad Media, el segundo al Siglo XVI, el tercero a Barroquismo y siglo XVIII  y el cuarto a Romanticismo y Realismo. Los seleccionadores son, respectivamen-te, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Gerardo Diego y Pedro Salinas. El tomo ya publica-do por la misma editorial con el título de Contemporáneos, y que se reseñó en esta re-vista, servirá de complemento a la obra en lo concerniente a la poesía de nuestro siglo.La empresa, por su amplitud de campo, por la extensión con que ha de ser desarrollada,y por la variedad de los seleccionadores, se presenta con aire de singular importancia.Por lo pronto, y aparte de la cantidad y calidad del material poético que nos ofrezca es-cogido, y que depende del acierto de los colaboradores, se nos da como una revalora-ción de nuestro tesoro poético nacional, ya que una antología es siempre una visióncrítica implícita que no por dejar de ser expresada literalmente está menos patente en el

criterio de selección de obras y autores. Cada época añade a la historia de los juiciosliterarios un acento, un tono, una corroboración o una rectificación. Y estos juicios latencon sinceridad evidente en la actividad básica de una antología: el escoger. Una antolog-ía del siglo XVIII ve la poesía española de manera totalmente distinta a como la veráaños más tarde otra compuesta en el periodo romántico. Podría decirse que una antolog-ía es un ensayo de crítica dejado entre líneas: entre las líneas de las obras escogidas. Laobra que hoy empieza a publicarse tendrá, pues, además del valor de su contenido, el derepresentar lo que una generación literaria española del siglo XX piensa sobre la poesíaespañola de siempre. El pasado literario de un país, inmóvil y grandioso en su bultomaterial, en el conjunto y número de sus obras, es, sin embargo, constantemente remo-vido por las corrientes del gusto de cada época, que a modo de focos de luz desde cam-

 biantes puntos iluminan hoy lo que ayer yacía en sombra, o dejan en semipenumbra las partes que antes resplandecían alumbradas por la plena luz. Y así, en esa fatal necesidadde contacto, ley de noble fidelidad histórica que toda época humana tiene con el conjun-to temporal que la precedió, su pasado, los puntos de toca con él por lados muy diver-sos, tangencia son distintos y se toca con él por lados muy diversos, opuestos a veces.

Buen ejemplo de ello nos podría ofrecer la Poesía medieval  de Dámaso Alonso. Si nosfijamos en las antologías más importantes del XVIII y XIX (recordemos a López deSedano en su  Parnaso Español , o a Quintana en sus selecciones líricas y épicas) vere-mos que para el gusto de entonces (y no es tan lejana la época) lo medieval no existía,

antológicamente hablando, sino como rareza o curiosidad, expuesta parvamente. Cono-cimiento y amor de la Edad Media han sido una conquista del siglo XIX .  Conquistagradual, realizada a veces por los literatos, ayudados por los eruditos, como sucede conel retorno del favor al romance de la época romántica. El romance medieval se gana

 para la conciencia española entre los años 30 y 50. Y, en parte, ya la épica extensa co-mienza también a asomar su ingente valor, en breves vislumbres. Pero la parte de la

 poesía medieval que no es romance propiamente, la épica extensa, penetra y se difundeen España, más que por la intuición y gusto de los poetas, por el lento y abnegado es-fuerzo de los críticos e historiadores. Milá y Fontanals, Menéndez Pelayo, MenéndezPidal son los descubridores, en distinto grado y con varia eficacia, de toda la gran poesíanarrativa medieval y de su lírica. Esta poesía empieza a vivirse, por decirlo así, saltando

de las colecciones de textos a la lectura del público extenso y al aprecio de los literatosen los primeros años de nuestro siglo. Rubén Darío, los Machado, Azorín son los exal-

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tadores literarios de la poesía medieval. Berceo, el Arcipreste de Hita y, más en lo remo-to, el Poema de Mío Cid  son ensalzados y hasta poéticamente glosados por los mejoresescritores de la generación del 98 y del modernismo, que de este modo ponen en circu-lación y vida la labor de los críticos académicos. Pero aun queda otro sector interesante

 por revivir: el de la lírica popular, tan abundante en primores rítmicos y en gracias de la

sensibilidad. El propio Rubén Darío vislumbró algo de esta riqueza. Pero hay que decirque no era entonces fácilmente accesible aun. Los estudios de Menéndez Pidal y Henrí-quez Ureña y algunas colecciones de este género de poesía la acercaron al público. Y un

 poeta como Rafael Alberti ha aprovechado para hacer una hermosa lírica, personal yactual, las virtudes latentes en ese género. Es decir, que la labor lenta de descubrir yganar los territorios abandonados al olvido, de nuestra poesía medieval, realizada anuestro juicio por una cadena de historiadores y eruditos beneméritos y por tres genera-ciones de poetas, los románticos para los romances y lo épico, los modernistas para elmester de clerecía, y la generación a que pertenece Alberti para la lírica popular, estárecién terminada, lo ha sido a nuestros ojos. Ninguna mejor sazón para recoger todosestos resultados del trabajo paciente y de la sensibilidad revivificadora, en una obra pa-

norámica. Alonso ha sabido aprovechar esta oportunidad histórica con tino de poeta ymaestría de historiador, y su antología es un modelo del género.

 No se atiene a ninguna división entre poesía de tipo narrativo o lírico, como hizoMenéndez Pelayo, sino que ofrece la producción poética total sin exclusión por razonesretóricas. En la parte consagrada a la poesía de nuestros primeros siglos literarios me-dievales predomina, como es natural, lo narrativo. Del Poema de Mío Cid  se dan nume-rosos fragmentos, precedidos casi siempre por una pequeña explicación en prosa parasituar al lector en el momento argumental a que se refiere el pasaje. Del mester de cle-recía, el autor más favorecido por Dámaso Alonso en la selección es Juan Lorenzo Se-gura de Astorga: el Libro de Alexandre es, conforme a este criterio numérico, uno de lostextos revalorados en esta antología. Se da un fragmento del Cantar de Roncesvalles descubierto por Menéndez Pidal, y otro del Cantar de los infantes de Lara. En la poesíade tipo no narrativo son novedades que aporta esta antología la inclusión de la disputade Elena y María y la profecía de Casandra, de las poesías de la Historia Troyana. En elsiglo XIV domina, como era natural, la figura del gran poeta Juan Ruiz. Alonso nos daalgún ejemplo de fábulas y de sátiras, dos cántigas de carácter lírico. E insiste especial-mente en la parte novelesca del poema, incluyendo en su antología numerosos y exten-sos fragmentos de la historia de Don Melón y Doña Endrina por la que cruza la figurade Trotaconventos. El Rimado de Palacio, de Pero López de Ayala, tiene representaciónadecuada, así en trozos tan pintorescos cual el de la sátira de los comerciantes y de los

abogados, como en la cuerda moral y subjetiva. Acaso hubiera podido ampliarse el lu-gar concedido a Sem Tob y a sus proverbios morales, donde hay tan abundantes ejem- plos de concisión y elegancia en la expresión poética. Del siglo XV, y después de los poetas del Cancionero de Baena, sobresale la selección de la obra poética del marquésde Santillana, del cual no solían darse sino sus deliciosas «Serranillas». Alonso añadeotras poesías no menos encantadoras de carácter lírico, como el villancico a sus hijas, untrozo de la Comedieta de Poma y tres sonetos de la colección con que el marqués deSantillana inicia el cultivo de esta composición en lengua castellana. Se sigue con abso-luta fidelidad en la antología la creciente progresión de la poesía lírica en nuestro sigloXV, ya sea en encantadoras obras menores, como la de Carvajales, ya en otras de mayorentidad, como la de Gómez Manrique, extensamente representado. Del gran poeta ele-

giaco Jorge Manrique van, además de las coplas a la muerte de su padre, dos canciones.Los poetas de Enrique IV y los Reyes Católicos nos ofrecen en Fray Iñigo de Mendoza,

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en Fray Ambrosio Montesino y en Juan de Padilla muestras de poesía religiosa; por lade los dos primeros cruzan ya esos aires de lirismo popular que cada vez irán infiltrán-dose más y más en nuestra poesía, creando ese género tan particularmente atractivo dela poesía de los cancioneros. Aquí es donde cobra más valor en su novedad la obra deDámaso Alonso. Esa exquisita poesía, toda gentileza y gracia, donde los finos matices

de sensibilidad lírica se expresan en formas de sin igual esbeltez rítmica, la vemos en poetas cultos y conocidos, como Juan del Encina y el mismo Montesino; llega a puntode perfección en la maravillosa obra lírica de Gil Vicente, que en esta antología es otrade las más importantes revisiones de valor ofrecida por Alonso, aparece en poesías deOrozco y Timoneda, relativamente conocidas, y en otras de Antonio Villegas y Pedro dePadilla, verdaderas revelaciones del antólogo, y termina en el nombre de Lope de Vega.Ya se habrá advertido que muchos de estos autores pertenecen al siglo XVI. ¿Cómofiguran, pues, en esta antología? Es que Dámaso Alonso, en vez de atenerse a clasifica-ciones cronológicas externas, ha seguido en este punto de la antología un criterio muchomás fiel con las auténticas corrientes vitales de nuestra poesía. En efecto, este lirismo deorigen popular, compuesto de canciones breves, casi todas ellas destinadas a ser canta-

das, desde un punto de vista material corresponde en su inmensa mayoría al siglo XVI yse le encuentra en textos de esa época; pero su arranque original está en la Edad Media,y las poesías de esta inspiración y corte que se escriben y publican en el siglo XVI son,en realidad, poesías de tipo tradicional, heredadas de una época muy anterior. Aquí seha encontrado el antólogo, y lo ha resuelto con tanta clarividencia como gallardía, conuno de los problemas literarios más significativos de España, que es el empalme delespíritu medieval y el renacentista, la imposibilidad, por consiguiente, de cortar por unarazón de externa cronología una vena de pensamiento y expresión poética que, arraigadaen el siglo xv, florece en pleno XVI al lado de las producciones nuevas, en caso deconstantemente reanimada supervivencia. Así que la inclusión en esta antología de poe-sías firmadas por poetas del siglo XVI corresponde al criterio del antólogo de ir si-guiendo fielmente «esa vena de lo medieval, penetradora del Renacimiento y el Post-renacimiento y aun viva en la tradición de hoy». Y podría asegurarse que las cuarenta

 páginas consagradas, bajo el título general de «Cancionero Anónimo», a la lírica popu-lar de forma rítmica, desperdigada por los cancioneros, es el acierto máximo de estaantología, el más evidente ejemplo de valoración justa de un género poético que merecetoda clase de atención y admiración. Dámaso Alonso ha espigado de los cancioneros ylibros de música, muy especialmente del de Barbieri, una colección de poesías sobretemas amorosos, en su parte esencial, donde se encuentran muchos ejemplos de elegan-cia y garbo poéticos, avalorados casi siempre por la brevedad de la composición, que

 pueden rivalizar muy bien con las más hermosas formas de expresión que ha alcanzado

nunca nuestra poesía culta. Seguramente esta parte de la obra es de las llamadas a teneruna más inmediata eficacia en el gran público, que hasta hoy ignoraba casi totalmenteeste maravilloso campo de nuestra lírica. La antología termina por un «Romancero».Este género español y medieval por excelencia lo cierra con una nota de variedad y degrandeza que la antología hecha por Dámaso Alonso traduce a la perfección. La obrainmensa del Romancero causa asombro en su conjunto por la cantidad, en su detalle,

 por la variedad de tono y matices poéticos que en esa forma caben. Quien lea la selec-ción, que abarca unas cien páginas, hecha por Dámaso Alonso percibirá sin duda, y esees el mayor elogio que del antólogo puede hacerse, esas dos cualidades de nuestra épica

 popular la panorámica magnitud del romancero y los innumerables ejemplos de acierto poético en los más distintos tonos que nos ofrecen los romances históricos, los noveles-

cos y los líricos. La antología lleva al final unas breves y escuetas notas que se refierena cada una de las obras escogidas. Y para facilidad del lector se da un vocabulario con

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las equivalencias modernas de muchas voces anticuadas.

Al cerrar el libro, la poesía española de cerca de cuatro siglos se nos presenta en im- ponente panorama. Una antología ha de tener siempre algo de enorme composición pictórica. En su marco han de encajarse masas, figuras, todas en su lugar debido, alum-

 bradas y sombreadas en una justa valoración luminosa. En esta antología de DámasoAlonso el acierto estriba, precisamente, en que el tumultuoso y variado mundo de sen-timientos e ideas poéticas, de formas expresivas de nuestra Edad Media, está sujetadoen una perfecta relación jerárquica de valores: cada poeta ocupa en la antología el espa-cio que le corresponde en el ámbito general se le aprecia en sus líneas esenciales y no

 borra ni oculta a los demás. Y una vez percibida la grandiosidad del cuadro general elrelieve y bulto de cada poeta, adviértense primores y exquisiteces de obras menores que,

 bien colocadas, contribuyen a ese efecto total de la obra. El criterio que ha dominado noes ni de sumisión a los judíos elaborados hasta hoy sobre la poesía medieval, ni el de lacaprichosa extravagancia que desea innovar a toda costa. Todas las novedades incluidasen esa antología responden a una profunda razón de ser estética. Y sin que esto sea dis-

minuir en nada la pulcritud y seguridad de lo histórico y de lo crítico en esta obra, po-demos decir que nadie se había acercado hasta hoy a la poesía medieval para realizaruna obra de este género guiado por el que es en estos casos insustituible guía: el amor yla comprensión a la poesía en su esencial valor poético.

Pedro Salinas. Obras Completas. Tomo II. Junio 1930. Índice Literario IV, 6