rojas, ricardo. archipiélago. selección

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Page 1: Rojas, Ricardo. Archipiélago. Selección

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ARCHIPIELAGO TIERRA DEL FUEGO

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EXPLICACI6N PRELIMINAR ')

* El anol934 —de enero a mayo— residi enUshuaia como confinado politico y, para distraerme del incierto cautiverio, me dedique a escribir alld estas pdginassobre Tierra del Fuego, tambien llamada Onaisin por alusi6n a losonas que primitivamente U habitaron.

No hallard el lector en esta obra desahogos personales, p6rque ella no es un diario intimo ni una cr6nica parti-daria. Por eso he omitido no s6lo el nombre de los que a TJshuaia me llevaron, sino hasta el de mis companeros en el involuntario via)e. Trdtase, pues, de un libro inspirado en el mas sereno ideal patri6tico.

Sucesos recientes han puesto de actualidad los proble-masaustrales, y ello me indujo a sacar de sus carpetasde antano estas pdginas que han permanecido ineditas, casi olvidadas por mi durante un lustro. Ese estado actual de la sensibilidad publica quizd sea propicio para fijar laaten-ci6n sobre mi tema. Quiero prestar con ello un servicio civico, hoy que los argentinos miran hacia el Sur.

V Este pr61ogo fu4 esciito en Buenos Aiies para "La Naci6n" que pubUc6 la obia en sus suplementos dominicales, desde agosto de 1941 hasca enero de 1942, con el titulo de Arthipielago. El libro, escrito en Ushuaia, data de 1934, y aledi-tarlo en volumen se ha conservado integro el texto primitivo, y se ha agregado el subtitulo de Tierra del Fuego para mayor precisi6n geogrifica y tambiin por ser nombre $igoificativo en su valor simb61ico.

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8 R I C A R D O R O J A S

V i Estas pdginas podrdn serkidaspor el presidente de la

Naci6n, autoridad suprema de nuestra soberania en la ol-vidada Tierradel Fuego; por el Ministro del lnterior, de quien depende la Gobernaci6n; por el de Jtisticia, de quien depende el Presidio; por el de Agricultura, de quien de­pende la tierra fiscal; por el de Hacienda, de quien de-penden las aduanas; por el de Obras Ptiblicas, q'ue tiene alld una empresa de carreteras sin realizarse; por el de Rela-ciones Exteriores, que tiene alld varias iskts. en litigio; por el:'de' Gtperra, que tiene alld una frontera internacional abandonada; por el de Marina, a cuya flota corresponden graves funciones en el Archipielago. El Consejo de Educa-ciqn, los Ugisladores y todos los ciudadanos hallardn tam-bien sugestiones utiUs en esta obra que sale a la luzpublica pdra servir a permanentes intereses de Ui nacionalidad.

He visto aUd cosas que como funcionario o como tu-rista no habria podido conocer, y aunque muchas de esas visiones las debo a un estado de alma personalisimo, he pro-curadp no hablar de mi sino de la realidad fueguina que me rodeaba c<m su angustia y su deslumbra1nient0. De ello provienen las intenciones de estas notas, que han Uegado a formar un breve libro.

Hay alld riquezas abandonadas y rutinas pemiciosas que hi Argentina necesita conocer en salvaguardia de su propia seguridad y de su prestigio internacional. De nada vale de-clamar contra las infiltraciones extranjeras, mds o menos imperialistas, si los argentinos descuidamos nuestro deber. Cuando una naci6n soberana extiende su jurisdicci6n a te-rritdrios virgenes, asume deberes de cultura y contrae res-ponsabilidades ante la humanidad, que no podemos eludir.

Cuanto estas pdginas contienenes cosa vista por mi o comprobada en documentos y testimonios vdlidos. Abarco en su con)unto las Islas, el hombre, la economia, y hasta la leyenda, que suele ser una forma simb6lica de la verdad. He compu"esto asi una "historia fueguina", auitque sin apa-

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V--^RCHIPIflLAGO 9

:rato erudito, yacaso con algun desorden propio delas cir-cunstancias por cierto inc6modas en que ld escribi.

A pesar de esa dispersi6n epis6dica, he delineado .una edad antigua,-con sus navegantes y explpradores, casi todos extranjeros; una edad media, de indios, y de evangelistas, extranjeros estos tambien; y una edad moderna, la de so-berania argentina, con sus presidiarios, sus gendarmes, sus latifundistas, sus vagabundos, casi todos asimismo extran­jeros. Tal proceso cronol6gico no ha excluido la emocion literaria del paisaje y de los mitos indigenas. Tampoco ha excluido las reflexiones sobre el porvenir de la Isla, nilas reformas sociales que ella reclama.

Hay un gran dolor en aquella comarca argentina: el exterminio del indio, el regimen del presidio, el despilfarro de las tierras fiscales, el aislamiento geogrdfico, la esteri-lidad econ6mica, la incuria oficial, la falta de estimulos de cultura y, como consecuencia de todo ello, la despoblaci6n, la pobreza, la injusticia, la explotaci6n internacional, la ausencia de la ciudadania.

La maldicion del Onaisin no es condici6n inmutable de la naturaleza, sino obra de los gobiernos. La leyenda nefas-ta, creada hace un siglo por Darwin, referiase al clima in-grato de una isla virgen y a su habitante aut6ctono. La maldici6n achial proviene de causas administrativas que pueden facilmente corregirse.

El objeto de estas pdginas mias es revisar la leyenda darwiniana y divulgar la verdad sobre la Tierra del Fuego, que naci6 a la geografia en un cataclismo de los Andes y que entr6 en la historia con otro cataclismo, cuando lle-garon a la Isla los que dijeron que iban para civilizarla.

Solicitado por generosos pensamientos, trace pdnoramas, retratos, anecdotas, tradiciones y noticias de todo genero, sin excluir mitos o estadisticas, a fin de mostrar la vida del Onaisin maravilloso y trdgico. A la descripci6n de las

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10 ' . R I C A R D O ROJAST

iniquidades antiguas o actudles he agregado un plan de me^' didas urgentes para redimir la vida local. Pago asi la hospi-talidad que los buenos vecinos de Ushuaia me prestarOn , cuando toc6me residir entre ellos, pues quiero alentar a ios que alld padecen, ddndoles, desde dqui, vislumbres de una nueva esperanza.

R.R.

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I . - IA EPOPEYA DE KUANlP

: En Hauwepen, cerca del lago Cahme, apareci6 Kuanip, .Jheroe tibertador de los onas, hace ahora mucho tiemp6.; Es-"to pas6 cuando ks otras tierras ignoraban la existencia de ,Tierra-del Fuego. Los navegantes descubridores de la isla oyeron contar la epopeya de Kuanip, que despues de tantos milenios aun duraba en la memoria de su raza. Como Ket-zalcoatl, mexicano, y El-lal, patag6nico, aquel maestro fue-guino ensefL6 muchas cosas y realiz6 muchas hazaiias. Su epopeya simboliza el espiritu de estas islas australes.

Al aparecer Kuanip como un divino instructor en la Isla Grande,algunos lo creyeron hijo del Lago y de la Monta-fia Roja; pero en verdad era hijo de Kren, el Sol, y de Kerren, la Luna; Kren, la "persona" mas herrnosa del Onaisin, y Kerren, su mujer, que reveIara los misterios

, matriarcales del primer kl6keten, produciendo con ello la rebeKon de los hombres. Enviadb de Timaukel,Sefsupre-mo en quien viven todos los seres, Kuanip conocia los se-cretos de la naturaleza y vino a adoctrinar a los indios del Archipielago, para libertarlos del horror antartico.

,A semejanza de Prometeo, el trajo el fuego;y por aque-Uas fogatas que aun ardian cuando vinieron los navegantes blancos, llamaron del Fuego a esta isla de nieves. El en-cendi6el hogar; el di6 a las mujeres su tarea en el kaus, la choza, y les ensen6 a criar los hijos: la madre iria a lavar

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^erf el agua helada al recien nacido^y luego lo cubnrikrcontc '^ma untura de fuiisuna arena emulsionada en grasa^deJ lobo, coraza para preservarlo del frio. 'Asi formariase junar*

''raza fuette. ' . ," *- <

" " El que trajo el fuego realiz6 ademas, a semejanza de _Hercules, numerosas hazanas, hasta hacer de esta regi6n ^monda habitable para el hombre. Enseh6 a fabricar en troncos de arboles la canoa y a armar el arco de agudas

<^fIechas; a cazar, a pescar, a sobar la piel del guanaco yvla del lobo manno, a conocer las sendas, a husmear los rum-bos, i soportar el frio, a presentir los vientos, a curar las^ enfermedades, a mantenerse tranqudo en la lucha y resjg-^ nado en los trabajos. Para perpetuar estas ensefianzas, ado<> tnno n los prrmeros chaanes y a los pnmeros kones; fund6'< el jaind, colegio del saber tradicional, e instituy6 para"los-^yarones el nuevo kl6keten, el del patriarcado, que persxsti6^ ^asta nuestro tiempo. * "'^

* Kvamp hizo mas aun. Su amor de var6n eligi6 por/ compmera a la seductora Olkta, que lo acompafi6 enJa tierra hasta su ultimo dia; para ella cant6 su mejor canto,* que eri una modulaci6n de pocas notas y ensen6 a^las

^mujeies a usar pulseras y collares de conchas mannas, asji vcomo i pintarse el rostro y el vientre con rayas rojas, ama-^rillas, azules, cuyos colores eran simb6licos. . ^ Dio, por fin, a los onas, preceptos morales para fegirse

. en la vida, fundando en ellos la jerarquia, para que ri6^ ,*fi*esen gob,ernados por caciques suio por maestros. Y corrto' ^yi6-que en la tierra habia hombres perversos, los castig6* ejemphrmente: les aplast6 las cabezas y les cort6 las ma^, nos, transformandolos en lobos y pinguinos; bestias que

1 aun ^ agan por las roquerias junto al mar, con una remi^ mscencia humana en su atroz figura, para recuerdo deT, castigo que merecieron. El mayor antagonismo de Kuanip en la persecuci6n de los malos fue contra el demoniac6 Siaskel, que vivia soterrado, y cuya sangre era veneno. ^

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&%&f%'^ nA7'^^ * ^**-W'V".^ ' /*'fa&**$ ^Elvgran*m*aestro,ona expJuco la ejsencia espirituaLaeila$f fffuerzas naturales y el secreto de los mehnes, espiritus invr- ^ jgp3lps-que perduran en transformac10nes y trasmigraciqnes^

v^Sferminables. Por eso hay algo inteligente en la vida del</ r^mar^de la montana, del bosque, del cielo, del Viento; y; por * *0is6j$a que hay de arumador en el cuerpo del hombre puede *, gpasar al cuerpo de la bestia, si su vivir fue perverso, o-<fmetamorfosearse en una estrella, si su v1v1r fue noble. Asi, *^ ^Mtiaturaleza humamz6se en la rel1g16n de los onas, y su i$WK3n del mundo se h1z0 marav1ll0sa en la beIleza de un i^raniaUzado an1m1smo. En este escenar10 del Onaisin, el ' *^punbre'apareci6 como protagonista d0l1ente y her01c0 del_, ^r^ma* c6smico, mtermed1ar10 entre la opaca^roca y el astro jpy<jsplandeciente. |&^Xuando Kuanip, el heroe ona, termin6 sus hazafias, en-^afriin6se' por la reg16n de Chachanspe, en el 1nter10r de la Mglsf,"hacia'la parte del estrecho que hoy llaman de Le Maire, ^ec1en"abiert0 por el catacl1sm0 que hund16 parte del an- -f&y5u0 continente. Aun hoy, aquel estrecho (por el que yo ^ a s e a l venir), es un mar de andas rocas y c1el0s tempes-f^uqs6s. Entr6 Kuanip en las nieblas por ese mar; retofn6 &j su 0r1gen, a Kon1k-Sc16n, "la isla blanca que esta dentro M*4e^oeIo", yse transf1gur6 en una estrella que aun puede *#erse^en. la noche del cielo austral. ^ &t liQ *

gjgj',Emana un sent1d0 de esas leyendas propias de un pue-Pbjc^pred1luv1ano, y ellas debieran pers1st1r en la memona-7JfeldsJrombres. Ellas dan al paisaje del Onaisin una luz que", ^^ehe/ de las mas antiguas edades del mundo. El muterio rsetidentifica en ellas con la naturaleza visible, y el cielo, J t e t r ^ , j - ' * s?

Habismo^de-meditaciones eternas, alumbra en el refleio de > ^ . J ir"^ h t

^uSs^strellas humanizadas la sugesti6n de la moral y el he-p&ofsmo poetizado en los m1t0s. ^ %M Para poder contaros la leyenda de Kuanip, comun" a 0*ds^qnas'y^a los yaganes, he reun1d0 anecdotas que apare-iftn2dispersas en testimonios'de etn6grafds y viajeros, y las iMJh^r* S -

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^-que^P | Szeo . Aceptada" la primera de"sagradable ^mpKsk<Kj

ssBm ,-, /Rr,v- , , , ^ , . , . ^ . - f ^ , V & S p t o y deUfpQ, empece a descubrir la cambign^p| ^Hp6n de/sUs'5'colores. ELOnaisin^me^mostr6":su5^

m..j.. K,:l:.- _u ,w^.-^^w^^si S8Ff^KST f*^***rA2r " / r* - j - - - ^ — '>F**rag

SMKrsonas"^del drama c6smico.' Hununadas,desdefaPp S*K$*pw3 v * ^ ^ * ' ^Vi*5.-

gps^iguras/las,islas,del ArchIprelago pareciercmn>eJre' tprgidas/de un'diluvio. Los<Andes.habiansejfdesj&&'

aggugrxa i u i j>o i* *uuou*iA*u ^ * - ^ * ^ * - . ^ ^ - ^ - ^ — ^ - ^ '""J*^jffisgs

Slfnuestra^patria; y del pai_saje:trascendi, a s&Kuggrag ^t. ..>xx.. t - ^ ^ {tgD$g

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*2 ^EL C6NDOR DE PLAXA ^* ** ^ ^ | > J

- -<rKmw . Af *^asc 1 i cuppeya'de Kuanip pertenece ^4a mitologia=^pna;

f . i 1 T ' L V " * ' Y+^<l*pk a su pr*,hostona Jtnuenaria. La historia es maslreuent^

^ ^ ' j - , , , " ^ , v ' / ^ v ^ < # W ^ coirtsponde a nuestra edad mecanica, en la^cuaklo^aM&

I1 * r 1 ' J ' TA 1 _S 1 ^ * g P M P ^ iiMlJoiO se^vale de otra maqmna. Deios^a^ales^catttem&^

T 1 1 1 1 $ > ^ ^ ^ J $ * 3 & W ^

*porant.os"tonio el episodio del pnmer av1adpr^^ef5|ega jl ArLlnp1elag0,_y tambien es epica'est3oaventura^>^^K

'dcl Aichipjelago Austral, contemplado desdesaq^eUas*ceJ^^ c11k1 ahdras. FaOeci6 m^s tarde en un accidfen^e^pV^Ee^^ Aionil nuenfras*volaba sobre los Andes patag6n^o%^i |s^ 1cst0s iueron*Uevados a Buenos Aires y^cfenlados^ tu0& ClVuuit^eI T"de mayo de 1931.^Ha^mueko,4piS^e^P

. , *- f ^ > ^ v ^ i p ^ ^ # M | twri 1 u ^ehtina, tragicamente, el aventurero cuya^aza^aJp lnb11 umtado eI m1sm0 en un libro,entUsiasta.i$^^4!^

m fc* L .' j 1 ' t^ rJ^'&-m% riustho^y/antiguo capitan de la mannajakmaria^aturjn^

* <rJ 5 ' . e ^ ^ i " ^ ^ ^ J? *- ^ <s'Jw* &t i r a*S 1 & j < ^ 1 1 3 " -^ j ^>23^3tMSft caniles ^desde^entonces no-los 0lv1d0, spnando'sien*p^esg con poJe^"algun dia verlos en k t realidad.^ C o n t ^ a W |

* N ^ o a ^ ^ ^ ^ ^ f ^ y i . A^** j i*e*

mi<*mu qae^hubo algo de>fatal en^e^a^yocaaonyirfflexjDleS^ > Cuu1dofr ,a^K6mbre se-dedic6 a*"la^ay1ac^6n, ^f6pjo^je^

mrU1/1r sj^suepo7 con'cierta^jactanpia^de*querer<s^el4>^i^ ^ f W V v ^ >i^pT*^" v^^s&j^&

nneio que^olara^;sobre estas isla|legendarj^^cqflyen^d<3f^

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16 RICARDCTROJA,S

de que aportaba con eUo "una nueya luz en"las oscuras ,-<* paginas de la historia del mundo". "Desde hace muchos- --

siglos, la Tierra del Fuego ha sido un pais de misterio que ejerci6 poderosa atracci6n sobre los hombres", dice en su libro; y el sinti6 esa atracci6n. La leyenda fueguina, rica en bellezas y naufragios, coron6se con una nueva leyenda.

Vino por mar desde Europa, y el hidroavi6n fue Uevado por su companero Ernesto Dreblow a Punta Arenas, en / oetubre de 192.8. Su maquina de volar y navegar era blanca ' como un albatros; pero el la llam6 en su idioma Silverkon-dor: C6ndo^^^Plata. Por eso el libro en que describe su"

-': aventura (traducido al espaiiol por Armando Guerra), ti-tulase en aleman Silverkondot Uber Feuerland, o sea "El Cpndor de Plata sobre la Tierra del Fuego". Este hombre , era algo poeta, si no por su arte de escribir, con frecuencia ruperb6lico y barroco, por su amor a lo desconocido, por s,u entusiasmo ante la belleza.

Naveg6 y"' vol6 Pliischow por la costa patag6nica, por los lagos andinos, por el archipielago austral, entre el Cabo de Hornos, cubierto de brumas, y el Monte Sarmiento, cono de nieve, a ratos vestido y desvestido por las nubes/ Elev6se a 3000 metros sobre el mar, con audacia y deslum- . bramiento renovados. En sus acuatizajes, baj6 a una isla-, desierta donde encontr6 a unos alemanes misantropos, lan- " zados hasta alla por las neurosis de la postguerra mundial. En otra ocasi6n, vi6 indios desnudos que navegaban en miserrimas canoas, con fuegos encendidos. Tom6 foto-grafias desde lo alto, dandonos una nueva visi6n de las

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cujpbres, las selvas, las nieves, los fiordos, los canales, que _' fofman los intrincados paisajes de esta comarca llamada

" por el "la maravilla de las maravillas". Luch6 con los famosos vientos magallanicos y vi6 abajo cortinas de nubes, rasgadas a veces por el sol sobre fondo de aguas y glaciares.

El vuelo de Pliischow y el libro en que describe lo que

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^vi6 desde el cielo ocuparan en lo futuro un sitio prestigioso entre los episodios clasicos de la tradici6n fueguina,como el viaje de Darwin por el Beagle, al descubrirse este camino maritimo. Lastima que ambas hazanas y los librosque las

, narran no fueron obra de argentinos. Traza Pluschow en su Hbro un pan6ptico del Onaisin

visto desde el cielo, todo en blanco, distinto de lo que se podria ver en el rinc6n pedestre, segun la perspectiva horizontal de los pintores.

Oigamoslo en las propias palabras del aviador: f "Los densos cortinadps de nubes de los ultirhos dias jtempestuosos se rasgan repentinamente; el mar, acariciado

por las reverberaciones de los rayos del sol poniente prima-'' veral, se ha teiiido de un azul oscuro; alla abajo, en donde

parecia finalizar el mundo y en donde dominaban aun -'recientemente nubes, Uuvias, tempestades que se arrastraban

hasta aqui, aparece ahora muy cerca, de una pureza crista-lina a semejanza de una "Fata Morgana", una nueva tierra emergiendo del mar, reflejando a lo lejos, cual monstruoso Grial, sus- picos y almenas, cupulas y torres puntiagudas

*i de un blanco puro, rutilantes visiones magnificas de inma> culado hielo".

De pronto, el sol cay6 en el abismo; desvanecieronse ^ los colores del ocaf^^^^as nubes ocultaron el cuadro; -y al desaparecer la visi6ri^Siterior, el piloto dijo a WiUy, que lo acompanaba en el avi6n y que, por haber'vivido aqui muchos anos, era buen conocedor del Archipielago:

—jDios mio! jWitty! jDinos lo que ha ocurrido, ex-plicanos esa aparici6n, tu que conoces a fondo estos privi-legiados parajes! <Fue realidad? <O acaso fue s6lo enga-nosa visi6n de nuestra fantasia loca?

—No, sefior capitan —contesta Willy—. No fue nin-guna fantasia, sino realmente es la Tierra del Fuego.

El piloto del C6ndor- de Plata declara que sus fatigas

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m 18 %&tF R I G A R D O R O J A S -=tei

iueron eompensadas a menudo por incomparables panoramas desalvajebeUeza.

Ademas de redescubrir a la Isla del Fuego, conterri-plandola desde lo alto en esa visi6n panoramica, Pluschow. vino desde Punta Arenas a Ushuaia en hora y media de vuelo.

Honda fue la emoci6n de este quieto vecindario con-gregado en el muelle cuando vi6 aparecer inesperadamente sobre las cumbres a aquella especie de albatros ^enorme , pajaro blanco— que descendi6 a posarse en el agua de la bahia desierta, con sus centeUeantes alas de plata.

Aquel ajgjig^bria con su vuelo un nuevo camino: el del aire, que ha de ser mafiana la abohci6n de su aislamiento , para este apartado rinc6n del mundo. "Estoy lleyando a -cabo aqui —recalca con enfasis Pluschow— lo que nadie atrevi6se a realizar, lo que nadie admitia como realizabIe: volar a traves de estas solitarias y lejanas regiones, cuyas condiciones climaticas son las peores".

Ignoro si el capitan Pluschow vino hasta aqui en ser-yicio de su gobierno; si vol6 sobre los Andes patagpnicos porque hay en el sur chileno una importante colonizaci6n alemana; si lleg6 hasta el Beagle porque aqui se refugiaron los acorazados germanicos vencidos por la escuadra inglesa en el combate de Las Malvinas durante la guerra mundial. Si asi fuera, eso no impide reconocer la magnitud de su hazafia ni las ventajas de su ejemplo, para que los aviadores argentinos emulen con el aviador aleman y para que, con sus alas de acero, puedan sacar al Onaisin de su aislamiento erancorporarlo de veras a nuestra nacionalidad.

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3.-PANORAMA DE USHUAIA

', El grandioso Onaisin que vi6 Pliischow desdesunave ,> aerea no es como el que yo vi.desde el transporte Cbaco, ^ en mi involuntario viaje hasta Ushuaia, el sitio mas austraI ^habitado por el hombre en nuestro planeta. La Ushuaia ' de Pliischow tampoco es la mia: el Ueg6 a eUa desde Ale-

mania, con la gloria del vuelo y de su libertad. Yo apenas '+soy aqui un argentino confinado.

Despues de Comodoro Rivadavia, mi viejo barco, nada -confortable, no recal6 en ningun puerto de la costa pata-

';g6nica, ys6lo pude ver, durante dias de marcha lentisima, '. la desolaci6n de un vasto mar desierto. Mas al sur del Es-c trecho de MagaUanes, por donde el Atlantico termina, en-

tramos en el peHgroso Le Maire; roce despues la abrupta Isla de los Estados; senti luego el brusco viento del,Antar-

> tico y, finahnente, navegamos por el Canal de Beagle hacia el Oeste. En^asriberas despobladas asomaban su silueta las ahmanas de K^^^^sobre las roquerias: esos lobos con su tristeza de goberna%:es fracasados, esos pinguinos con su solenpudad de jueces mudos. Asi Uegue un anochecer de enero, entre sombras tempestuosas, a esta aldea de presi-diarios, confinada ella misma en sus soledades.

Declinaba la tarde sobre el Beagle cuando avistamos la isla Gable, de formaci6n aluvionalj y luego entramos por el paso de Mackinlay, entre asperos penascos; en

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2BcT R I C A R D O R O J A S

. Ushuaia, el paisaje se cubri6 de humedas sombras, y esa noche tuve la impresi6n de haber Uegado a lo que Darwin Uam6 "el confin de la tierra".

El humilde caserio, edificado de tablas, abreviase a la 6rHla del canal nebuloso. La Angostura Murray abrese en

:frente formando angulo con el Beagle, y arroja entre pe-fiascos su agua revuelta hacia el enhiesto Cabo de Hornos. El horizonte cierrase a todo rumbo en un anfiteatro de oscuras montanas que emergen del mar y ostentanen las cimas una blancura perpetua. Toda Ushuaia es de por si -una carcel natural en la que sus habitantes, aun el gober-nador de la isla y el director del presidio —jerarcas maxi-mos—, pueden considerarse como otros tantos confinados. Dijerase escrita aqui la elegia 10* de los Tristes de Ovidio: , Longius hac nihil est tantum frigius et hostes — E t maris . , abstricto quce coit unda gelu. Mas aUa, en efecto, no hay -sino enemigos y mares helados. Aunque estamos en pleno -estio, la nieve cae a copos sobre las techumbres. Esto parece, en verdad, una frontera del tiempo y del mundo.

Tengo por vivienda una casa de la policia, sobre una 1; loma, entre la montaiia y el mar. A traves de los venta- ^ nales de vidrio que defienden del clima hostil, contemplo el panorama de matizados colores. Poco a poco, voy descu- ' briendo el cambiante paisaje, escenario de una 6pera tras- , cendental.

El sol se eleva tras el Monte OUvia, recortando su rudo ' perfil cimero de catedral g6tica o de castUlo feudal, y una luz amarilla soslaya dulcemente las aguas de la bahia silen-ciosa. A mediodia, la cordillera Le Martial esplende como una fiesta en el anfiteatro, destacando volumenes energicos y espejeando en el cristal de los glaciares. A la tarde, cuandp llega el crepusculo, el Monte Susana aterciopela su frondosa falda en la lejania del Oeste, mientras mas alla t6rnanse negras a contraluz las cumbres nevadas de la Isla Hoste, sobre el fondo incendiado del lento atardecer. Las aguas

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-del canal parecenabsortas a esa hora en la beatitud de su , propia desolaci6n.

Segun tradiciones, el nombre indigena de Ushuaia se traduce por "bahia hermosa" o por "bahia de los vientos"; ambas interpretaciones adecuadas, pues corresponden ados realidades del paisaje ushuaiano: decoraci6n magica y vien-to sinf6nico.

El tiempo, instable aqui, da al paisaje y a la vida con-, trastes violentos. Yo he visto el mas bello dia interrum-

pirse varias veces en bruscas mutaciones teatrales. Sopla el viento del Sur, nublase el cielo, arrecia el chubascd, lIueve

, la escarchiUa, cae la nieve. Luego, parece aquietarse el aire; ^ pero llega de pronto un soplo del Norte barriendo las nubes;

elsol reaparece; deshieIanse las cumbres en hilos de agua clara; pintase el arco iris sobre los canales. Despues, sigue

, soplando el viento. El cielo de Usbuaia es un espectaculo singular a todas

hpras. Kren, el sol, jamas se muestra en el cenit: se mueve hacia el Norte; sus rayos tienen a la hora meridiana la incli-

-, naci6n que en Buenos Aires a la tarde. Las jornadas, lar-- guisimas en enero, ac6rtanse enormemente en inviernb.

Kerren, la luna, sale y se pone por los mas caprichosos lu-gares, vestida de diversos colores; y algunas veces pasa como una visi6n espectral sobre la bahia. El cielo nocturno des-concierta al observador; la Cruz del Sur no esta al Sur sino en lo alto del firmamento. Muchas estrellas y cons-. telaciones conocidas parecen haber cambiado de lugar.

Siento desde mi llegada el hechizo de esta bahia her-mosa, aunque tambien bahia de los mas frios vientos. Percibo la belleza visible de sus formas erratiIes, y a ellas trasciende, desde lo invisible, la leyenda que las dramatiza. fista es una isla donde aun viven, presentes en su paisaje, los dioses primitivos.

Ya instalado en mi encierro (no se por cuanto tiempo), quiero proseguir estas paginas en breves episodios que, al .

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** concluir —si concluyen— iran formando una historiafue-guina, sin estricto pIan cronol6gico. Escribire estasnotas al azar de los temas que los*dias me sugieran; sera cada una de ellas como una isla, y todas agrupadas seran despues comoun "archipielago", con un solo ambiente, unasola

.1 -leyenda, un solo clima; y para cuando haya de reunirlas, * quiero esb6zar desde ahora una observaci6n de caracter _-",generaI: lo fueguino es diferente de'lo patag6nico, por to-

dos sus caracteres geograficos, hist6ricos y politicoa. Si no fuese presunci6n, diria que mi tema es la epopeya

^ del Onaisin, con dos personajes a traves de breves episo-dios: el paisaje viviente, segun los onas lo concebian, y el hombre dentro de 'el, en sucesivos avatares de dolorosa aven-tura. Por eso la obra que empieza con el mito de Kuanip podra. concluir con la leyenda de" Konik-Sci6n. Ya Lu-ciano ensefiaba que ciertas verdades es mejor darlas a co-nocer en alegorias o parabolas. Tales elementos mitol6gicos son tambien parte de la historia; y mi estilizaci6n del Onai-' sin podria ser un simbolo americano.

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4.-KECRMACl6N CARTOGRAFICA

Cuando k>s argentinos miran hacia el Sur, involucran :^ a Tierra del Fuego en la Patagonia, dentro de un solo panp- K rama generalmente confuso. Debemos rectificarese error. La Patagonia es continental; se puede ir a ella desde Buenos Aires por tierra; hay en ella ferrocarrUes, colegios, estancias, chacras, carreteras, aviones, cuarteles, turismo, explotaci6n petrolifera. Tierra del Fuego, en cambio, es insular; tiene por capital un presidio; vegeta, ignorada, en el aisIanuento y S la esterUidad de su riqueza inm6vil; pesa sobre eUa una le-yendanefasta; pertenece a Chile una parte de la Isla, inte- .;| grante a su vez de un vasto archipielago chileno; y de tal isla nos separa un oceano poco frecuentado, aunque pasan por aca rutas mundiales de importancia estfategica. /,; ; Abro-sobre mi mesa de trabajo varios mapas de la re- s gi6nenqueestoy,ymerecreocontemplandolos. Laforma laberintica del Archipielago sugiere una atroz visi6n geol6-gica. La toponimia revela, a su vez, el paso del hombre sobre estas islas y evoca laaventura de los exploradores. Asi llego a ver que estoy en el paralelo 55 del hemisferio austral, ro-deado de islas legendarias, entre dos oceanos, hacia el confin ,- ; j del mundo habitado.

Veo, primero, el rudimentario mapa del italiano Piga-fetta, cronista de MagaUanes, que conmueve por sus rasgos casi pueriles. El mapa de entonces marca en lineas y carteles

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la mas antigua noticia de estas latitudes, ha ya cuatrocientos-aiios, con los nombres que sus descubridores les pusieron. Navegando desde el Rio de la Plata, en 1520, Magallanes bautiz6 a San Julian, Deseado, y al Cabo de las Once Mil Virgenes, antes de hallar el paso que llam6 de Todos los Santos, por el dia en que lo,/descubriera, y que hoy se llama Estrecho de Magallanes, en memoria de su descubridor. Nombr6 Tierra del Fuego a la del Sur, por los fuegos de los indios que, durante los dias y las noches, vi6 arder en las riberas. Antes de entrar en el Estrecho, perdi6 algunas na-ves y fue, por el Pacifico, a morir en Filipinas, victima de " los naturales. De los sobrevivientes, el espaiiol Elcano, vol-yiendo a Espana en la Victoria, complet6 la circunnavega-ci6n (Trimus circundediste me), y Pigafetta march6se a escribir su Primo viaggio in torno al globo terraqueo, na-rrando la proeza. Asi, esta isla en donde ahora estoy, qued6 vinculada a la civilizaci6n del planeta y a la curiosidad de loshombres.

Veo despues el mapa del jesuita Falkner, que data del^ siglo XVIII, rudimentario todavia, lleno de inexactitudes por ser aun mal conocida esta regi6n. Falkner explor6 la Patagonia, pero no lleg6 a Tierra del Fuego. Expulsado en 1767 con la Compania de Jesus, volvi6 a Inglaterra, su patria, y alla public6 su Description of Vatagonia and adjoming parts of South America, a la que pertenece este mapa. Son pintorescas sus acotaciones en ingles y sus ilustraciones mar-ginales: aparecen dos indios majestuosos (los celebres gigan- , tes patag6nicos), ademas de una choza con telares, y unas " extravagantes alimanas armadas de caparaz6n y garras enor- " mes. La baja costa atlantica, sin accidentes, hallase indicada s6lo como lugar de las tumbas de los indios "tehuel-hets"; y mas al sur de aquel ignoto desierto, la Tierra del Fuego -—tabula rasa— muestrasenos apenas como un imaginario cuadrilatero, sin nombres y sin las islas menores que la rodean. Figura esquematica y muda, sugiere el lento esfuerzo del

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hombre en la ocupaci6n del globo. Tres siglos despuesde iniciada la colonizaci6n espaiiola en el Rio de la Plata, el Onaisin continuaba inocupado y desconocido.

Veo, finaknente, entre varios mapas modernos, el novi-simo del salesiano Agostini, verde para el agua, rosado para las costas, gris para las montafias. En su claridad prolija, la contemplaci6n produce un fen6meno de extrafip ver-tigo. Ante el, se siente el cataclismo que despedaz6 a los Andes, separando de la Patagonia esta Isla del Fuego —la Isla Grande— rodeada por centenares de islas menores, como una madre demasiado prolifica rodeada por su cria. Lmumerables canales, algunos tan rectos que parecen labor de ingenieria, cruzan el Archipielago como callejuelas de una metr6poli fabulosa. Antiguos puentes rotos y tierras sumergidas en una edad muy anterior a la forma actual del planeta, imp6nense como hip6tesis necesarias para ex-plicar la dispersi6n insular, con sus lagos, caletas y rios, sus mil peiiascos negros, sus picos nevados. Aqui fue donde los Andes se despedazaron.

Un buen mapa moderno de Tierra del Fuego, con todo el Archipielago, es a su paisaje y a su historia lo que las notas mudas del pentagrama son a la melodia para el mu-sico que las despierta: el dato del cart6grafo conviertese en

^simbolo del arte y, como en la musica, el ahna pasa del signo escrito a la emoci6n maravillada.

Despues de esta recreaci6n cartografica, salgo a la loma de mi habitaculo, al pie de la cordillera Le Martial, desde donde se mira a las montafias y al Beagle. Refundo en mi espxritu la visi6n nebulosa del espacio con la visi6n de los tiempos remotos. Las teorias de los ge61ogos sobre el cata­clismo que despedaz6 aqui los Andes e hizo pasar el agua entre estas islas; el desconcierto de los naturalistas ante una fauna y una flora llenas de variedad y excepciones; las conjeturas de los antrop6logos sobre las misteriosas razas autoctonas que habitaron esta regi6n; la aventura de los

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navegantes que entre hambres y naufragios arrancaron a estas islas su secreto, son pensamientos que acuden tumul-tuosos, ante el paisaje de aguas, selvas, piedras, nubes, nie-ves y luces, confundido todo en un vasto esplendor cosmo-

. g6nico. Y en verdad parece que acabara de ocurrir el cata-

clismo, segun la leyenda que ayer me cont6 Darscapalans, un yiejo indio yagan.

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5.-PRIMERAS EXPLORACIONES

La situaci6n geografica del Estrecho de Magallanes, que di6 paso entre el Atlantico y el Pacifico, atrajo la,atenci6n de las naciones colonizadoras, y los exploradores hallaron camino analogo por el Cabo de Hornos y el Canal de Beagle.

, El trafico se mantuvo activo hasta que se abri6 el Canal - de Panama. Desde entonces, languideci6 el comercio por ' la via austral; pero una obstrucci6n de Panama podria de

pronto restablecerla y hasta convertir a Tierra del Fuego ' en teatro de guerra internacional.

Recordemos ahora a los navegantes que desde ha cuatro ; siglos abrieron estas rutas.

Despues del descubrimiento magallanico realizaronse, 'C en servicio de Espana, las tragicas expediciones de Loaiza l>y de Alcazaba, y la menos desventurada de LadriUero, que ' dej6 valiosas notas y observaciones. En pos de ellas, aun , no concluido el siglo XVI, siendo virrey del Peru don Fran-cisco de Toledo, vino hasta aqui el intrepido Sarmiento

' de Gamboa, de quien tom6 nombre el nevado monte austral. Sarmiento, designad6 gobernador del Estrecho, trajo en 1J81,

' desde Sevilla, J000 hombres para colonizar la regi6n. Su-fri6 entonces penurias, con tenacidad nunca vista; fund6 en Puerto del Hambre la Ciudad del Rey Felipe; vi6 diez-rriada su gente; cay6 prisionero del corsario Cavendish; padeci6 carcel en Liglaterra. A1 volver a Espaiia, escribi6

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la famosa Relaci6n, enla cual refiri6 sus aventuras y des-venturas.

Sincroniza con este periodo heroico, dramatizando las rivalidades de Inglaterra y Espana, el continuo asalto de los piratas britanicos: Francisco Drake, Tomas Cavendish, John Davis y Ricardo Hawkins. Drake saque6 Valparaiso yLima, despues de haber andado por Tierra,del Fuego, como Cavendish. En 1587 habiasido ya destruida aqui -

;la colonia de Sarmiento. Hawkins (o Hauquines) na-veg6 tambien por estos mares, y despues lo apresaron en *'. las costas ecuatorianas. Tales personajes (a^junos de ellos protegidos de la reina Isabel) fueron considerados bandidos , en laAmerica espafiola que depredaban, y la figura de ^ualquiera de ellos mereceria ser evocada en un libr6, sobre el tempestuoso mar de estas latitudes, digno escenario de sus barbaras empresas. A ellos alude La novia del here)e, novela de Vicente F. L6pez. ^

Holanda, que tuvo su momento de ambici6n ecume- <. nica en rivalidad con Inglaterra y Espaiia, Ueg6 tambien < hasta la Isla del Fuego. Oliverio van Noort, en 1599, pas6 por aqui en su viaje alrededor del mundo, y otros mas tarde; asi Le Maire y Schouten, en 1615, descubrieron el * estrecho que hoy se llama Le Maire. De aquel viaje pro-viene el bautizo de la Isla de los Estados, por las Provincias Unidas o "Estados" de Holanda, y el del Cabo de Hornos, que originariamente fue de Horn, por la ciudad holandesa donde se organiz6 la expedici6n. Vino posteriormente el holandes L'Hermite (1623) y explor6 el Archipielago, ha-biendose dado su nombre a una isla. Pero aquellos Estados -de Holanda declinaron luego en su empresa mundial. '

Paralelamente, desenvuelvese la labor de los explora-dores franceses: Bougainville (1763), que parti6 de Saint Mal6 y por este puerto di6 a las islas Falkland el nombre deMalouines, convertido por nosotros en Malvinas. Drou-mont D'Ourville (1837), que elogi6 el clima de esta regi6n,

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recomend6 a Frahcia la fundaci6n de una col6nia, y se la intent6 despues. Finalmente, el capitan Le Martial, cuyo nombre ha quedado en los montes de Ushuaia, que veo desde la ventana de mi habitaci6n, vino en 1882, enviado por la

,Academia de Ciencias de Paris, para estudiar el paso .de .Venus por el Sol y hacer observaciones de fisica terrestre. i< Los ingleses han contribuido, asimismo, al conocimiento rde estos mares australes. John Byron (1764), en nombre Tde Jorge III, toc6 las Falkland o Malvinas, y realiz6 impor-|itantesestudios. Walter y Costeret (1769) levantaron un fc>buen mapa del Estrecho de MagaUanes. John Cook (1769-t'l77S). practic6 valiosos trabajos hidrograficos y cartogra-*<'ficos desde la Isla de los Estados hasta el Cabode Hornos. *JMaine, Nares y Waston ilustran esta serie de exploradores 'ingleses en el siglo XLX, que se inicia con el celebre viaje

,2mundial de la Beagle (1826-1837), cuyo nombre ha que­dado en este canal, por los estudios de Fitz-Roy y de Carlos

* Darwin, autores de libros sobre Tierra del Fuego y sus abo--rigenes.

Espana, tan impetuosa en la epoca de los descubri-; mientos, adopt6 mas reflexivos planes en los siglos poste-'^riores, y no descuid6 el estudio hidrografico de la Patagonia 'hasta la Tierra del Fuego. Bartolome y Gonzalo de Nodal yiegaron en 1619, por el estrecho Le Maire hasta el Cabo ^de Hornos, y una de las islas vecinas llamase Diego Ramirez '**por el cosm6grafo de la expedici6n. De 1789 a 1794, Malas-"<pina visit6 el Le Maire, el Magallanes y las Malvinas; perb ,fue preso al volver a Espafia, y sus estudios quedaron ine-

j,ditos. Tambien pertenecen a esos aiios, bajo el reinado de <Carlos III, el viaje de Vularino y el de Antonio de C6rdoba,

>rque parti6 de Cadiz en 1788, soporto grandes dificultades " y dej6 una obra con noticias sobre las costas, el clima y los

indios. En la extensa n6mina de las exploraciones costaneras

que empieza con Magallanes (1520), descubridor de la ri-

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bera norte de la Isla del Fuego, y concluye con Fitz-Roy (1834), descubridor de la costa%pr en el Beagle, debemos seiialar especiaImente el viaje espairol de los hermanos Nodal, que en dos fragiles carabelas —Nuestra Senora del Buen Sticeso y Nuestra Senora de Atocha— circunvalaron por , primera vez toda la isla, en cincuenta dias, delineandola " y bautizando cabos y senos con nombres que han durado / hasta hoy. En esos dos barquichuelos, partiendo de Punta ( Virgenes, barajaron la ribera del Atlantico por elEste,'. navegaron el Le Maire hacia el Sur, doblaron el Gabo de ^ Hornos, pasaron hacia el Antartico, salieron al Pacifico >

^yentraron por el Magallanes desde el Oeste, volviendo al/., punto de partida, de donde regresaron a Espana con el"-^ Diario de tan importante periplo. Esto ocurri6 en 1619,

- No se conocia entonces el Beagle, que permaneci6 ignorado-' en el laberinto del Archipielago hasta dos siglos despues. S6lo ha cien aiios que el hombre blanco conoce este rinc6n "del mundo en donde ahora escribo.

Como se habra notado, durante tres siglos la historia fueguina se reduce a navegaciones cosmopolitas, y a reco- -, nocimientos de las costas, sin fundaciones estables.

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6.-TOPONIMIA POLIGLOTA

La toponimia del Archipielago Austral es como uri abreviado archivo de su historia. Los nombres de ciertos parajes describenla hostilidad primitiva de la tierra ignota-y del clima inclemente, con sus anecdotas de dolores y espe-ranzas. "Tierra del Fuego", el bautizo ^gaUanico, alude a las fogatas de los indios, las mismas que Cook vi6 des-.pues en las canoas de los yaganes y Darwin en las chozas de los onas: calefacci6n encendida en tueros de roble, sin ,la que el hombre no habria podido subsistir en esta latitud; el mismo fuego del mismo roble que yo quemo aqui en mi -

^vivienda de la Isla, mientras evoco su azaroso pasado. Muchos nombres hay iguaLtnente expresivos: Paramo

'Y Buen Sueeso, sobre la costa oriental; en otros lugares:; 33ahia Inutil, Puerto del Hambre, Paso de la Aventurai .Seno del Chasco, Punta Braya, Isla Laberinto, Isla Furia, Isla de la Desolaci6n. Al poner la vista en esos nombres, rememoro a los primeros navegantes: Bougainville, Le Maire,; Byron, Cook, Fitz-Roy, que despues de Sarmiento y los 'Nodal, espaiioles, exploraron antano estas islas de oro por 'entre la niebla y la nieve, en sus viajes alrededor del mundo para conocer y unir los mares. Asf, como esos nombres, fueron terrificas aqueUas primeras navegaciones.

Casi toda la toponimia aut6ctona ha ido desapareciendo bajo el aluvi6n cosmopolita de los nuevos bautismos. Eh

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el interior fueguino quedan los nombres ojtfe^de Tulue, Chequen, Hauwepen, y en las playas del Beagle quedan los de Ushuaia, Yendegaia, Lapataia, Lewaia, Wulaia, euf6-nicos nombres yaganes; pero nadie recuerda aqui que el Lago Grande, Uamado hoy Fagnano por un misionero sale-siano, se Uarn6 Cahme entre los indios, y que la peninsula ushuaiana, llamada hoy de la Mision (por la misi6n brita-nica protestante) se Uam6 la peninsula de Usin. La angos-tura Murray, que entre las Islas Navarino y Hoste sale del Beagle hacia el Mar Antartico, aqui enfrente de mi resi-dencia, Uamabase antiguamente Yagasaga, que quiere decir "el canal de los yaganes". Esa misma angostura aparece en los mapas con el nombre ingles de Murray Narrow, pero la fonetica popular lo ha transformado aqui en Moli-naro, toponimico sin sentido, como transform6 el Cabo de Horn, nombre holandes, en Cabo de Hornos, frustrando aquel recuerdo. Otras denominaciones inglesas que apare-cen en las cartas son traducci6n de toponimias anteriores, generalmente espaiiolas, y sera menester restaurarlas, como debera restaurarse la nomenclatura indigena.

El santoral cristiano, com,un a toda la America espanola, llega hasta aqui, en los Cabos San Pio, San Diego, San Pablo, Santa Maria, San Sebastian, Espiritu Santo; devociones que generalmente conmemoran el dia de la arribada o del descu-brimiento. La tradici6n cosmopolita de los descubridores subsiste en Hannover, Cambridge, Brunswick, D'OurviUe, Pasteur, Garibaldi, y Carmen Silva, nombre de una mon-taiia asi bautizada por un rumano en homenaje de la reina de su pais.

La tradici6n patricia americana, que aparece despues de las europeas, trajo aqui sus ep6nimos: Manuel Rodriguez, Morla Vicufia, Montt, Barros Arana, en la parte chilena; y en la parte argentina: la sierra Lucio L6pez, el lago Roca, el rio Pellegrini, la peninsula Mitre, la cordillera Irigoyen, asi llamada por don Bernardo, quizas en conmemoraci6n

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; del tratado que estableci6 el limite argentino-chilenp. Los escritores quehicieron conocer a Tierra del Fuego en Bue-nos .Aires —Eduardo Holmberg (hijo), Roberto Payr6, Fray Mocho, Carlos Gallardo, Jose M. Eyzaguirre— no figuran en la toponimia fueguina, lo cual es grande in-justicia.

Hace ahora treinta afios inicie una campafia contra la nomenclatura advenediza del mapa argentino y la paula-tina extinci6n de nombres anteriores, generalmente pinto-rescos porque traducen la emoci6n del paisaje o lo describen. En el caso de nuestra Tierra del Fuego debemos protestar nuevamente de que al indio no s6lo le hayan quitado su tierra los presuntos pobladores, sino de que, tras haberlo exterminado con verdadera crueldad, vayan borrando en el solar nativo los nombres de su idioma, descriptivos y euf6nicos. En cuanto a designaciones mas reci<p^es, mu-

* chas obedecen, como se ha visto, a caprichos deexplora-, , dores europeos o a adulaciones palaciegas. El conjunto de

. la toponimia fueguina documenta los cataclismos de su his-^ toria, peores que los de su geografia. v - Las cartas geograficas del Archipielago, registran, pues,

^ en su nomenclatura y para nuestro rubor, la tenue presencia de lo argentino dentro de un vasto proceso internacional;

J pero aun quedan algunos nombres, antes citados, que por descriptivos o aut6ctonos, permiten imaginar este paisaje en medio de esa n6mina ex6tica y heterogenea.

> El dima es aqui duro, ciertamente: el aire en continua agitaci6n por los furiosos vientos; la nieve, perpetua; el agua, helada; el sol, palido; la temperatura, muy baja; la atm6sfera, gris; las noches, largas en la mayor parte del ano. Pero del fondo de ese abismo ca6tico brota la vida con beUeza y pujanza. Florecen aqui la blanca margarita de

__ los bafiados y la dorada violeta de las nieves. Con extra-ordinario vigor se alzan los robles de la montana y abre sus alas la Diomedea exulans, el albatros potente. El hombre

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Tf"y por la magia de su vivir legendario, interesa a la histofiai ^rdel planeta y de la humarudad la de estos indxos fueguinos* ^ que superaron el ambiente hostri, idealizaron el paisaje^erTl * mitos giandiosos y hablaron ncos idiomas con los cuales

j*/bautizaron a las islas donde moraban. ' V*y

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sMr- ' 7.-RUTA DE NAUFRAGlOS , '>*g5 &*y- < ' "*<5^ E*i5te, #vt* *_ i ^ / ^ J

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^ * f t S " ' j . . 1 ^ * i c - r? J - J < ' * ? -;s_iSxpe,cuc10nes hasta estos mares: la hnnque teaerico, der^ j f j '

pj^andujano (4623); Orangie Boom, de Brouwer(li5430V^*

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7.-RUTA DE NAUFRAGIOS

Antes de iniciarse el periodo moderno de las misiones cientificas en las que colaboran varias naciones, los viajes fueron azarosos. A las inclemencias del mar y a los asaltos piraticos, habian seguido las andanzas de fiHbusteros y co-

erciantes libres. El contrabando contra Espafia en sus olonias estimul6 las aventuras. La vida adquiri6 en el Ar-

_hipielago un cariz a veces novelesco, en viajes siempre expuestos a peligro de naufragios. l Al llegar Magallanes a estas latitudes, perdi6 algunas

de sus naves, entre ellas la Santiago. Asi empez6 en 15"20 lk secuela dejsiniestros que han hecho mas sombria la fama del mar austJ|il. En la epoca de las primeras exploraciones, tambien soportaron perdidas analogas otros navegantes: Ioaiza en 1526, Camargo en 1J30, Ladrillero en 1558, Sar-miento en 1580. Por esa fecha vinieron los ingleses, y no les fue mejor, pues Drake perdi6 la Marygold en la costa de la Desolaci6n.

, El publicista chileno don Manuel Zorrilla C., en su obra Uv.'agallanes, ha consignado una menci6n de los naufragios |^curridos en el Sur, y tomo de ella los nombres de algunos

ircos perdidos en la epoca colonial, cuando eran escasas y>expediciones hasta estos mares: la Enrique Federico, de an Noort (1600); un barco de Spilberghen (161J); una

;&*ve desconocida, de Nadalen (1619); Capitana y Patache, f^Mandujano (1623); Orangie Boom, de Brouwer (1643);

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una nave filibustera, de Davis (1683); Hernione, de Piza- | rro (1741); Wager, de Anson (1741); Punsima Concep- 1 ci6n, mercante espanol (176J). Naves, algunas,del comer-^ cio clandestino. ,

Ante el Cabo San Diego, sobre el Estrecho Le Maire, de _ triste fama, var6 la Purislma Concepci6n, que el aiio ]765 venia del Plata con caudales para el CaUao. El teniente de navio Hector R. Ratto ha referido con pormenores ese epi- l sodio, en su libro Actividades maritimas en la costa patag6-nica. Descuidaron la sonda, no vieron el cabo en las tinie- '' blas, y de pronto la marejada arroj6 contra la costa esa nave. Doscientos pasajeros y tripulantes lograron salvarse; pero V, hallaronse en tierra expuestos al hambre y a los indios. Pro-dujose entonces un hecho mas singular que el simple nau- 1 fragio: aquellos hombres construyeron con madera fuegui- ' na una pequefia goleta para reemplazar al barco perdido, s y en ella se aventuraron nuevamente al oceano, despues de varios meses de trabajos, privaciones y angustias. La -, goleta a la que denominaron pomposamente Nuestra Real Capitana San Jose y Animas del Buen Suceso, Ueg6 a Bue-nos Aires con su gente y con el Diario de a bordo, que mi-nuciosamente refiere estas vicisitudes. Si un naufragio es tragico siempre, fue epico esta vez, y memorable por el espiritu de esos hombres de mar, asi con%por la ingenieria de su improvisado astiUero. Con ejemplos de esta clase ha de templarse la educaci6n de nuestros marinos.

Durante la guerra de nuestra independencia, la barca Uribe, que sali6 de Buenos Aires en 1815 para hostilizar al comercio espafiol en el Pacifico, naufrag6 en el Cabo de Hornos. Espana a su vez perdi6 en el mismo lugar al San Telmo, con 640 hombres, entre eUos 15 oficiales, cuando -, venia de Cadiz a hostiUzar, en 1819, a los patriotas que con San Martin preparaban en Valparaiso su expedici6n a las costas peruanas.

Todavia en nuestro tiempo han ocurrido catastrofes de

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esa especie, y algunas de cariz novelesco. En 1910 venia de Cardiff la Swanilda con carb6n para Antofagasta; el capi-tan Paine, que la comandaba, traia a bordo a su flamante esposa en un extravagante viaje de bodas. En el Le Maire,

^ frente a la Isla de los Estados, la marejada arroj6 el barco sobre las rocas, rompiendole la quilla; los navegantes creye- . .ron salvarse a bordo de una baUenera, pero esta fue hundida por la borrasca; nadaron los navegantes hasta Uegar a tierra,

iV tpdos alla perecieron de frio. En puerto Cook yacen en--, terrados el capitan Paine y su esposa. Los novelistas roman-'- ticos de antafio no habrian desechado este raro argumento,<

y debieran aprovecharlo los cineastas de hoy. ^ Relatos de naufragios y salvamentos hay en casi todos los libros que se refieren a estos mares, donde la tempestad fue siniestra sobre todo para los antiguos veleros. Perdie-ronse los barcos generalmente por escollos o tormentas. En ocasiones, los tripulantes-intentaron salvarse en botes, pero murieron de hambre o desaparecieron. Barcos que pasaban despues, encontraron a veces cascos de buques varados en la arena o tumbados sobre las rocas. Los naufragos, refu-

'^ giados en las costas, fueron alguna vez acogidos por los in-dios, otras muertos por eUos, en circunstancias que se igno- "

T ra. Muchos se salvaron, pero ha perecido en este mar del Sur casi tanta gente como la que poblaba o puebla hoy sus islas.

Los puntos de mas frecuentes catastrofes fueron el Cabo de Hornos y la Isla de los Estados; continuan siendolo. Mo-via a los navegantes la ambici6n imperialista, la codicia mer-cantil, el sentimiento del deber, o el simple gozo de la aventura y del ensuefio marinos; pero cualesquiera que

; hayan sido los m6viles, el peligro y la muerte han purificado fr las hazanas. Por ellos se hizo redonda la tierra, se comu- "

nicaron los oceanos, se extendieron los continentes. Epopeya, novela y drama, eso han sido las navegaciones

del mar austral.

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8.-N6MlNA SINIESTRA

Durante los cien ultimos afios han naufragado en este mar tantas naves, que su lista resulta aterradora. Para estos . casos, la ret6rica esta de mas; la n6mina escueta es mas elocuente que un relato homerico. Veamosla: 0'Higgins, Delchine, Haddington, Express, Achues, Minerva, BrUlant, * Elizabeth, AUem, Neptune, Emma, Victoria, Fox, Regina, Aristocrat, MarygoId, Canning, Bodman, Manuela, Rumay-ron, Beronne, Crisis, Perseverancia, Lyra, Robert Surcof, Soberling, Affgan, North Carolina, Manchester, Condage of Liverpool, Panama, Rosario, Maria Isabel, Washington, F. Bridge, Cresida, Benhard, Ritterschaft, Vision, Carlos Tupper, Anne Baker, Tornado, Seine, Antumnus, Cubana, Reposter, Pellican, Siam, Olesen, Northern &own, Aracan, Franck Pearce, Thebes, Lady Prondpe, Victoruie, Heath ex BeU, Don Bartolo, Simon Hobby, Annie Wilson, S. G. Por-tales, Asia, Wallasea, Santiago, Rippling Wabe, Scheffiel3, "Dreadnought, Grassendale, Jap6n, Cincinato, America, Gol-den Hayden, Maria Godard, James W. Elwell, Wayarie, Reserve, Oceano Express, Landra, Lady Heathcole, Doctor Hansen, Castle Head, Denis Apres, Lola, Cleredon, New Waben, Lotus, Senator, Albert Gallantin, Eugenia, Kar-nack, Le Bar6n, Patmos, Prince Arthur, Jeanne Amelie, Lea SheU, Georgia, Vencedora, United States, Mercator, San Rafael, Dendarak, Anita, Veloz, San Pedro, Indoma-

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ble, P. R. Hazeltein, Cosmopolit, Cambrian, Pacific, Juliet, Talia, Jeesaie Brown, Esther, Sparair, Halfk, Fortuna, Rayo, Los Amigos, Doterel, Wanderer, Luisita, Larco, Delaware, San Jose, Rosenkth, Surprise, Oracle, Antioquie, Ernesto, Rever Tugon, Irida Sehment, Mountainer, Herma, Ori6n, Artist, C6rdoba, Juana Augusta,^Victoria, Cotopaxi, Bro-^cedora, Vichuquen, Gulf of Aden, Shalimar, MageUan, St. Mary, Adamant, Yoca, VirgiHa, Olivia, Branche, Wamporr >hey, Crown of Italy, Roma, Cleopatra, Artesea, Peremoble, Maud M., Derbyshire, ^oulon, Beatrisci, Express, Romero,

^AtIantique, Hengist, Anny, Pandora, Julieta (bjs), Arabia, -Bron Carlo, Europa, Calcuta, Hellen Scoth, Copernicus, "Tres Montes, Bankwille, Comandante, Maria Kasinca, Co-rocoro, Matanza, Matura, Greta, Biene, Kirckless, Huemul,

rAlbatros, King Fisher, Dimtroone, Alida, General Clarette,. P. N. Blanchard, San Agustin, ZeHa, Alida (bis), Lusie Clark, BeUaisla, C6ndor, Henry Schlin, Nordjet, Efdol, Sei-ne (bis), Burslenn, Astrie, Cosmopolita, C6ndor, Huemul (bis), Alhena, Alejandro, Loreto, Torino, Isis, Lady Joicy, Gleneriff, Two Brothers, Vichuquen (bis), Laurel Branch, Thelen, Anita (bis), Uni6n, Telvicum, Maria Ale, Brita-nic, Tymerx, Albuera Cumbal, Abydos, Volador, Florence, M. Mursil, Herriette, Luise, Olympia, Clara, Hugin, Saint

v,ReguH, Belle of Island, Albey Holm, Hayuford, Sbatheam, -Paly Nunia, Express, Ortya, Piedrabuena, San Pedro, Fle-cha, Glen Cairn, Prussia, Indore, King Arendal, Consort, Elena, Raphael, Hazil Branch, Tercia, Gundy, Palmira, Van-dee, Volturno, Telefon, Oak, Branch, Utgard, Decan, Schulan, Deknira, 'ftltima Esperanza, Angosto, Bellogio, Riol, Tekla, Oreste, Elm Branch, Berenger, Corn Exchan-ge,' Wilhelmine, Indian Empire, Thode Yagelund, Foxley, Ushuaia, Alexandria, Sultan, Kavigurvo, Cedar Branch, Virginia, Wynerick, Wally, Valdivia, Cleverly, River Cly-,de, Brunell, Antartico, Acilia, Bruze, Chimu, Carter Hall, Epsom, Andrea, Traukly, Santa Clara, Transquerar Lovart,

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40 RICARDO R O J A S |

Poplard Branch, Tamar, Casma, Vestland, Meteoro, Alfon-| so, Sara, Paula, Lima, Almirante Senoret, Texas, Roma, Keel | Row, Valparaiso, Potrerillos, Chiloe, Hesperos, Swanilda,| Riber Logan, Garnock, Dumberg, Glem More, C6rdoba,--$catrollar, New York, Guy Maunnering, Esmeralda. Todos v estos barcos se hundieron aqui. '*'(-

Esa n6mina, que entresaco del ya citado libro de Zorr i - | Ua y de otras cr6nicas, podria aumenta^'se, hasta l l ega ra l | mas reciente naufragio del Monte Cervantes, frente a Us- i huaia. La lista es pavorosa, segun se ve —y aun faltan al- -' gunos nombres—; pero los citados bastan para expHcar la;' leyenda tragica que flota sobre estos mares del Sur. ]

La mayoria de esos barcos perdidos fueron ingleses'(los j que mas traficaban entre el Atlantico y el Pacifico); pero los hay suecos, daneses, alemanes, franceses, italianos, espa-fk>les, norteamericanos, y, excepcionalmente, uno del Sal-vador, uno de Nicaragua, uno de Uruguay, en esa n6mina | cosmopolita. Tampoco faltaron algunos argentinos y chile- ' nos. Sin embargo, un mejor conocimiento geografico, por las cartas modernas, y una mayor seguridad por la navega-ci6n a vapor, faros y estaciones de auxilio, han hecho en riuestro tiempo menos frecuentes, au^que no imposibles, tales siniestros. %

Bien que la navegaci6n es hoy mecanica y las cartas in-dican la ruta, el peligro subsiste por las tempestades y por i lostraidores pefiascos, si el piloto se descuida o se arriesga. --Entre la Isla de los Estados y la costa fueguina, corre el estrecho de Le Maire, lugar famoso por sus catastrofes. A1 venir a Ushuaia he pasado por alli viendo con cuanto temor se lo navega.

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9.-PEftASCO Y NIMBLA

He pasado el Estrecho Le Maire en el transporte Chaco, "de la Armada Nacional; barco que no navegaba hace dos

afios. Sus condiciones de seguridad, de higiene y hasta de 'aseo en los camarotes, eran deficientes. El jefe de maquinas ^no tenia confianza en las mismas a consecuencia del desuso. ;El servicio de aguas corrientes funcionaba mal; no habia ;salvavidas a bordo; los botes de auxilio filtraban de tan re- , 'secos en la juntura de sus tablas. A pesar de todo ello,- la autoridad del Estado de Sitio orden6 el viaje, y despues de

Tuna lentisima navegaci6n de ocho dias entr6, dando ban-^dazos y cabeceos, en aquel estrecho tan famoso por sus -naufragios.

El numero de confinados, presos a bordo, excedia a la capacidad del barco, por lo que se mand6 una parte de ellos

',a la bodegay hubo que poner a los otros de a trespersonas en cada camarote para dos, debiendo el tercero improvisar

ksu cama en el sofa. Recuerdo esto, no para describir el pro-

!

jo vejamen, sino para expHcar que por esa circunstancia o, que tenia mi cama en un sofa, maldormia entonces, uando ibamos pasando el Le Maire. Los camarotes del )haco tienen las puertas hacia el mar, y debiamos dejar la el nuestro abierta, porque, cerrada, la atm6sfera era des-gradableporel servicio de aguas en el lavatorio maloliente.

K3on la puerta"franca, en cambio, entraba el viento marino

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y el frio nocturno, mas intenso a medida que avanzabamos ha'cia el Sur. De pronto, una ola enorme salt6 al barco y | empap6 el camarote. Yo opte por vestirme y saKr a cu-bierta.

Todo era sombra cuando sali. Brincaba la nave como un potro, cabeceando en las aguas del tide riper bajo el vien-to de la tempestad, alli continua. Despues de haber baraja-do la costa oriental de Tierra del Fuego, llegabamos a la punta sur, entre el Cabo San Diego y la Isla de los Estados. Aunque en el norte era la hora del amanecer, alla reinaban las sombras. Presentiase, en la niebla, —Es.cila y Caribdis— la mole oscura de ambas costas. Aquel paso tragico conser-va en sus riberas algunos restos de sus frecuentes naufragios. La tradici6n marinera suele referir los siniestros, no ya de cuando eran mal conocidas sus traidoras corrientes y la na- j vegaci6n haciase a vela, sino los de epocas modernas, con mejores cartas y navios. La historia naval documenta mu-chos de esos episodios ingratos, a los cuales debe su mala fama el lugar, tanto como al terrifico aspecto de la Isla de los Estados y a la desolaci6n de la opuesta costa fueguina.

Por ser ahi tan frecuentes las catastrofes, el aflo 1884 pusose en San Juan de Salvamen%^ una prefectura y una estaci6n de auxilio. Roberto Payr6, en La Australia Argen-tina, cuenta de varios naufragios ocurridos desde esa fecha hasta 1898; la barca Ana, de Genova; la River Logan,in-glesa; la fragata Mountainer, que iba de Hull a California; la Garnock, de Londres a Vancouver; la Glenmore, de Ma-riport a Talcahuano; la Scaiollar, de Glasgow a Valparaiso; la New York, de Swansea a San Francisco; la Crown of lta-ly, de Liverpool al Pacifico; la Guy Mannering, de South Shields a El Callao; y entre otros mas, la Amy,fragata dina-marquesa, y la Esmeralda, barca alemana. En todos estos casos las peripecias fueron dramaticas y se las conoce porque la estaci6n de San Juan de Salvamento intervino en el auxi­lio a los naufragos.

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N o se hundi6 el Chaco, a pesar de sus viejas maquinas y de ese Le Maire proceloso; pero el maquinista no durmi6 aqueUa noche. Temiase un desperfecto en las cafierias del petr61eo; esforzabase la helice contra la onda revuelta; y estremeciase todo el maderamen del casco, a punto de rom-perse o tumbarse, entre corrientes encontradas y vendavales enloquecidos. Salimos al Sur con vida y entramos luego en el Canal de Beagle, proa al^Qeste. A la mafiana pude oir con bonhomia las tragicas hisTOrias de antafio que contaban sfbordo. ^ Al pasar por Bahia Aguirre se evoc6 la memoria de AUen Gardiner, misionero ingles que vino con el prop6sito de evangeUzar a los indios y que en esa bahia muri6 de hambre, 'antes de que empezara aqui la ocupaci6n argent ina .Se instal6 primero en la Isla Picton y de esta pas6 a la costa fueguina del Beagle, con sus compafieros. Agotadas las pro-*visiones se dirigi6 a la boca de un rio llamado Puerto de los Espafioles. Dej6 una inscripci6n que decia: "Cave usted :abajo. Voy al Puerto de los Espafioles. Marzo 1851", por si ^llegaba un barco ingles a buscarlos. Lleg6 la Dido al aiiosi-guiente; se cav6 al pie de una piedra que contenia aquella "inscripci6n, y se hall6 un papel que daba las sefias para en-'contrarlos: el avisoterminaba con este clamor: "No tarde, ^ porque estamos muriendonos de hambre". Pasaron los de

i a Dido hasta el Puerto de los Espaiioles y encontraron el 'cadaver insepulto de Gardiner y los de sus compafieros. To-'"dos habian muerto de hambre. 0 Semejantes anecdotas del Beagle, poco alegres cierta-mente, se completaron esa misma tarde, al encontrarnos con Jfel casco tumbado del M'onte Cervantes, poderoso barco ale-,man que, al llegar a Ushuaia, naufrag6 tres afios antes entre -los pefiascos. {- s Bajo signos tan halaguenos arribe al lugar donde ahora fescribo.

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nados; y casi nula es la poblaci6n blanca, que ha venido a reemplazarlos. Una impresi6n de naturaleza virginal sumi-i da en profundo siIencio recogi al pasar cerca de estas islas| desiertas: la Picton, la Nueva, la Lennox, a la entrada del] canal por el Atlantico, y, en mitad de su curso, la Gable, Ia| Navarino, gris, y las Ecleraires, mtiltiples crestas desiertas.| A babor y a estribor se muestran simultaneamente ambas| riberas, por no ser muy ancho su cauce. |

Aunque tambien prevalecen en la regi6n de UsKuaia las| tintas sombrias propias del paisaje austral, no faltan horas| de mas serena emoci6n. En la playa sollozan las olas, acenTf

' . * - w tuando el recogimiento de la inmensidad. Mantos de ensue-l flo envuelven las cumbres espectrales. Tiembla a lo lejos unaj fosforescencia sobre el agua azulosa de la bahia. De noche, losVj ventanales de la poblaci6n abren en la sombra los ojos rojiz6s| de sus fogatas. A cierta hora todo el caserio queda como| dormido en una atm6sfera de misterio. La nieve adquiere un=5 tnite lunar, y la luna da a la arrinconada aldea un ambiguo blancor sobre las techumbres; panorama de aldea siberianaj' como aquella donde Lenin residi6 confinado por el Zar.

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ll.-LA LEYENDA DARWINIANA

Darwin estuvo en Wulaia —aqui enfrente— con los indios; naveg6 los canales; observ6 la naturaleza local. En su libro intitulado Viaje de un naturali$ta alrededor del mundo dedic6 numerosas paginas a su andanza fueguina. La fama del autor, ulteriormente, di6 prestigio a aqueUa obra, y el ' Viaje de Darwin pas6 a ser como una biblia del Beagle, a > pesar de sus abundantes errores, que otros estudiosos eh-mendaron despues, aunque sin lograr la popularidad de la / primitiva leyenda darwiniana.

El joven naturalista abarca en su conjunto el archipie-Iago con un rasgo acertado: "Se puede describir la Tierra del Fuego endos palabras: un paisaje montuoso en parte sumergido de tal modo que profundos estrechos y bahias anchas pcupan el lugar de los vaUes". Mas adelante, hablan-do del Beagle, dice: "Este canal, descubierto por el capitan Fitz-Roy en su viaje anterior, constituye el rasgo notable de la geografia local, y podria decirse lo que de todo el pais: se lo puede comparar al valle de Lochness en Escocia, con su cadena de lagos y bahias". FinaLmente, en el mismo Ca-pftulo X, a que pertenecen esas observaciones exactas, enr contramos esta afirmaci6n err6nea: "El pais entero no es sino una enorme masa de rocas, de elevadas colinas, de bos-ques inutiles, todo envuelto en nieblas perpetuas y atormen- ^ tado por tempestades continuas. La tierra habitable se re-

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3^g^aSSSgSSS^^^^_^Si>a^&a^SS&.v%' f #r Wmmmm *T3Ste^^ goVe a ^ ^ ^ ^ c o ^ a ' ^ f e ^ t u n % > a | ^ * sl V/^y^^^^pi%iiitfalogas equivbcaciones y coritradjcfii^^ y%ies, ex^G^&^2^inJiviajero demasiado joven que, atpique4. ^se dem<D^S|qur<^^iunlustro, vivi6 casi siempre a. bordcry^

*s61o viojl^r^i6nfdfisdesus riberas. ^ ^ r^- * * ^ ' j > * ^ *

; ^ A"H.'

Na^ga;ef l^^ic ior ies azarosas, padeci6 tempestades7,*t " oyo en los fiordos el estruendo de las lurtes, admir6 las&Ve& 5 11ezas deLpaisaje local, hasta decir, como otros exploradores^ sfio dirian mas tarde, que "la grandeza del espectaculo'com-j: ' pensa las fatigas"; pero esto no lo salv6 de numerosos errores^ - y de juicios ligeros, generalmente pesimistas. "Apenas*si eri j ^rtodo eL pals —afirma— se puede hallar una hectarea def ^ llanura";- pero es que el no se intern6 en la Isla Grande^

aonde se extienden leguas de pampas aptas para la ganaderi'a^ ^ Esas selvas riberefias, que el llama "inutiles", fueron, sin* ^embirgo, bien,descriptas por el en sus especies arb6rgas dei; 'madera excelente,"y no se le escap6 que a la sombra de las^ gi mdes hayas, la extrana vegetaci6n fueguina "recuerda la#i3

' florestas del tr6pico", segun el mismo lo dice, consignando^ a<a otra inexplicable contradicci6n. ^ ' - '

Imagino a^Darwin joven, navegando hace un siglo por-estos canales, cuando, desde su barca inglesa, describe laxos-/, ta "Al pie de la barranca, elevada y casi perpendicular,-elevise un wigwan abandonado, recordando que el -hombre'%

*- habita' estas desoladas regiones. Pero es dificil concebir un* lugir en que el hombre pueda tener menos derechos y auto- ;

-'ridad. Las obras viejas d.e la naturaleza, rocas, nieve, hielo*i z ^iento y agua, en guerra perpetua, coaliganse contra el"hom^.' *_ 'bre y lo dqminan". Hoy, aquel wigwam —la kaus de los$ f onas, la kiria de los yaganes—, choza de palos en pabellon^| 'con cueros' de guanaco a barlovento, ha desaparecido,^y> * tambien el hombre,que lo habitara; pero ese hombre, semti fc,

desnudo, tenia en esta tierra derechos y autoridad. El pr67<f. *pio Darwin, un dia que baj6 a tierra con sus companefos^b

* ac0gid9 en elhogar de-una familia india, vi6 lo quejcuenfca{ |

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iNjb$otjGos^—Hicterr estabamos vestidos^yncerca^deLfuegoy*| M * * / ' t v , , - , r% f, $s ' , , , j* /<j<w.V>* 3$&*& Conffjbto; perolostsalvatesNdesnudDs^aleiados d$l'fuego,-sur^iL^ ftB&2^*^ ^* ' > i ^ 1 ^ ^ ^ <^ 1 ^%Vff2?

dapan^a'gotas gruesas, con sorpresa-de nuestra-gente^JLo^p53 ronfieso". Tal es el mikgro del fuego en la Isla delJFuego;^P Sj,(.*^- . . , . . , . | , . 4s &^ftS

el^misteno de un fuego antiqmsuno, que el sabio europea^g| pi6^con sorpresa pero sin comprender, porque tanto"*la^^ Sierra como el hombre le parecieron detestables. ^ * ' ^ | ^5,<Supus0 Darwin a los fueguinos como venidos de la P a ^ j S jtagonia, sin expHcarse c6mo habian abandonado su pse- $ ^ s unta patria de origen "para habitar uno de los paises mas. f^ mhospitalarios del mundo", por lo cual Uam6 al hombre d e f ^ %sfe'archipielago: "miserable amode un miserable pais".^'^k Tales opiniones hansido rectificadas por minuciosos estu^*$f? jdi6s cientificos realizados durantelosultimos cincuenta an0s;'^5 $p)L la colaboraci6nde losmisioneros. Ya los rriapas no^alu-^^ ^en a esos imaginarios'antrop6fagos, y se sospecha que lbs^#J *antrop6fagos son los advenedizos cdlonizadores. Hoy se s'abe>*^ <mej6rxuales son lasposibilidades econ6micas de Tierra del^J^ JPuego, regi6n habitable y cultivabIe. Sabemos tam"bien ax&x&*% <tico fue el idioma de los yaganes, cuarivaronil la vida deJios^**5 "dnas, cuan profunda la c9ncepci6nreL[giosa de estos indios " r*,7 ftfente al paisaje magicodesucomarea. Pero debemos agra-V^#

^decer a Darwin su-leyenda —tierramiserable, la mas inh'os--V-^ pitalaria del mundo, s6lo habitadaporcanibales casi bestia^>-" 4es— porque acaso eUadesvi6 laayilantez imperialista, que ,"** ^pas6 por aqui sin tentarse corielbotin de estas otras isIas i"V; raiistrales. f "v * 1 *s - H

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lZ.-TESTIMONIOSCONTRADICTORJ[OS M r-.m

. -W No es aventurado creer que la dura vida en los antigubs|

barcos a vela, sin cartas ni provisiones, en dias de mal tiemS| po y en playas sin abrigo, haya dictado el juicio pesimista*| de los primeros navegantes. La mala impresi6n de Darwin| habia sido precedida por otra analoga de Cook, tambieri^ autor de un Viaje alrededor del mundo. Es necesario, sin emJ| bargo, precisar los lugares a que cada autor se refierey conrl frontarlos con otros que les son contradictorios. |

El ingles Cook, en 1774, escribiendo sobre la costaque| va del Cabo Pilar al Cabo de Hornos, dice en su libro: "Es;| la mas espantable que he visto jamas; esta al parecer cuajada'| de montanas y de rocas, sin el menor rastro de vegetaci6n.^ Terminan estas montanas en horribles precipicios y se e l e - | van en escarpadas cumbres a grandes alturas. No hay en la 1 naturaleza otro sitio que presente mas salvajes y horripilan- i tes visiones".

Pocos afios antes, en 1764, el comodoro John Byron (abuelo del poeta), se intern6 en la Isla del Fuego, y de eUa dice: "La tierra estaba cubierta de fiores,_que en nada des-merecen a las que comunmente cultivamos en nuestros jar-dines, ni por su variedad, ni por la magnificencia de sus colores, ni por el aroma que despedian. No puedo a menos de creer que si no fuera por el excesivo rigor de los inviemos,

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* * peria esta regi6n, por sus cu^ivos,una de las mas hermosas | e l globo". | . La instabilidad del clima y la diversidad de paisajes po- iS farian expHcar tan contradictorios testitnonios, y es error ^ fadoptar uno de ellos para todas las circunstancias de tiempo :-'-M fyde lugar. La impresi6n de Cook: "no hay eh la n a t u r a k z a ^ btro sitio de mas horripilantes visiones", y la impresi6nde S Byron: "una de las mas hermosas regiones del globo", cua-dran, la primera, al Cabo de Hornos y la Isla de los Estados -;^| durante el invierno, y la segunda, al Canal de Beagle y a s u | ' i costas eh la estaci6n estival. El expl6rador Agostini, que cita a ambos predecesores y que conoce por sus propios viaj^s t todo el Archipielago y el interior de la Isla Grande, rechaza "los horrores que muchos autores le han atribuido", y en su moderno libro sobre la Tierra del Fuego, lujosamenteilus-tracta, describe rincones que compara con algunos de los ' Alpes por su apacible belleza; aunque el propio autor habla del aspecto "h6rrido y sublime" de ciertas costas y de la &mpresi6n de silencio y de muerte que en ellas impera. ' Al viejo testimonio de los marinos agreg6 el aviador Pliischow una versi6n nueva, cuando desde cierta perspec-tiva de su vuelo describi6 este otro paisaje fueguino: "Hie--lo, hielo, siempre hielo, formand6 abruptas e inmaculadas torres, como amenazando al cielo con sus soberbios picos; por todos los costados se precipitan hacia abaj6 regueros blancos, regueros de plata que briUan y corren hacia el vaUe; jhielo, hielo purisimo que, despues de haber pasado las fron-teras de las nieves eternas, que a mil metros de altura cubre 'por completo las montaiias, invade sin piedad los bosques y !se deja caer desde lo alto, con imponente estrepito sobre el 'mar azul".

Y ese nuevocuadro es tambien verdadero, porque asi debe aparecer desde el cielo la cordillera Le Martial, a cuyo pie, sin embargo, yo vivo y escribo: desde mi habitaculo veo sus picos nevados alla arriba; en la falda, la oscura selva

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estriada de blanco por el deshielo; y mas aqui las lomas| ushuaianas que descienden, ondukndo, hasta la bahia, mienf tras cae la nieve . . 1

La reaHdad fueguina es tan variada que abarca ambos extremos, y su gama es infinita. Selvas que suben desde e! mar hasta mil metros por la falda de los montes que de las aguas emergen; hayas de clima frio junto a helechos del tro4 pico; aridos y fangosos turbales; vaUes arcadicos; pampas| de ricos pastos; negros penascos desolados; fiordos como los de Noruega; picos blancos de nieve, lagos, rios, cascadas, tempanos; todo eso hay aqui, fantasticamente entremezcla-do, envueltcyp mantos nebulosos, bajo el mismo cielo en que a vecesB^Ua un doble arcoiris sobre el espejo glauco de los canaIefr

Mutaciones y contrastes dan su caracter a esta regi6n. La foca antartica se tiende sobre la playa nevada, no lejos del monte donde cantan el zorzal y otros pajaros nortefios! Todo desconcierta aqui a los naturalistas, porque hay en la flora especies de la Oceania lejana y faltan en la fauna los insectos de la cercana Patagonia. Como en el antiguo Peru. fue indigena aqui el guanaco y este animal hizo al ona car-nivoro y cazador.

Dos rasgos singularizan a la Isla del Fuego, dos rasgos simb6licos que me complazco en senalar: sobre esta tierra no repfcan viboras; bajo este cielo no truena el rayo.

Isla magica, ciertamente, y digna de una nueva leyenda; porque la de Darwin, que tanto ha persistido, no contiene toda la verdad.

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13.-LOS INDlOS ANTARTICOS

Los descubridores del Archipielago dejaron, junto con la noticia sobre las islas, algunas observaciones superficiales sobre los indios que las habitaban. Perfeccionaron esta in^ formaci6n los misioneros, protestantes y cat6licos, que aqui residieron despues de 1851, y gracias a ellos supimos algo cierto sobre las razas locales. La labor cientifica de diversos especialistas modernos permite hoy hablar de esto con cierta claridad. ^ Los indios del Archipielago se dividen en varias "nacio-nes" cuya nomenclatura tradicional es confusa, aunque han sido ya clasificados por etn6grafos, rectificando en varios puntos a los primeros exploradores. Como ejemplo de fan-itasia en los antiguos viajeros, recordemos aqueUa hiperbole delos gigantes patagones: "Vino a bordo un hombre —di-bePigafetta— de estatura tan gigante que le llegabamos a lacintura". Tales exageraciones pudieran aplicarse a los onas, quealgunos creen de la misma raza que los patagones; unos y^btr6s caracterizados por su gran estampa. No asi los ya-ganes, que son pequefios, y a quienes Darwin crey6 cani-b^ies, desprovistos hasta de lenguaje articulado. Tales errores han sido concluyentemente expurgados en el ultimo medio siglo,como se ha fijado la vacilante nomenclatura, a veces ;tergiversada por malas transcripciones foneticas o por anec-dotas casuales. ).rFitz-Roy, el navegante ingles, habla de Oens, Tekeeni-

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^cas, AHkoolip y Pecherays. Cook habia antes Uamado "pe­cherays" a ciertos indios, porque les oy6 repetir mucho esa palabra; pero hay quien distingue de estos (que habrian "habitado el Estrecho de Magallanes) a los huemules, en las ensenadas de Skiring y Otway; y se adopta el nombre de chonos para los que viven en los canales del Oeste, hasta el

; Cabo Tres Montes. Los tekeenicas serian una rama de los yaganes, cerca del Cabo de Hornos. Los aHkoolip de Fitz-Roy no son sino los alacaluf de otros viajeros. Los oens (Darwin dice: "los terribles oens") son los onas de Tierra del Fuego. Los yaganes, que habitan la Navarino y otras islas del Canal de Beagle, se llaman a si mismos "yaganes", que en su idioma quiere decjfe"los hombres". EUos dieron a los que habitaban la costa $Smb Tierra del Fuego el nom­bre de onas, que en idiomayamana quiere decir "viento norte", porque esta ribera esta. al Norte para ellos y de ese rumbo llega aquel viento; pero los onas, a si propios, nom-brabanse "shelknam", que en su lengua significa "los hom­bres". Asi los onas y los yaganes se llamaban "los hombres" como los indios del Imperio Incaico se llamaban t*unas (hombres), y runa-simi ("boca humana") a su habla, el quichua; aunque los espanoles dieron a la palabra "runa" el significado de indio. Los onas, raza especificamente fuegui-na, reconocieron una rama de su estirpe en los huach o Jtna-nekenkn, hacia inmediaciones de la bahia Tetys, y estos por su dialecto se distinguian de los onas clasicos, que moraban en las costas atlanticas y del Gran Lago (Cahme) desde don-

, de excursionaban, pasando las cordilleras, hasta Ushuaia', en la margen sur del Beagle, frente a la isla Wula (hoy Na­varino) , ocupada por los yaganes. *

Toda esa nomenclatura se simplifica en tres naciones: los alacalufes, gente navegadora, oriunda de las islas del Paci-fico; los yaganes, sobre las islas australes del Beagle, tambien marinos y pescadores, que Uevaban en las canoas el fuego de sus hogares errantes; y finahnente, en la Isla Grande o

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del Fuego, los onas, hombres altos y broncineos, habituados a la caza y a la marcha. Del gentilicio de los onas provino el nombre indigena de Onasaga para el Canal de Beagle, y el de Onaisin para su habitar de la Isla Grande. Onas y yaganes —el Beagle de por medio— sintieronse rivales un tiempo, aunque se redujeron y mezclar6n cerca de Ushuaia al fundarse aqui las misiones evangehcas. Entonces —a fines -del siglo XIX— Uegaron a su ocaso ambas estirpes. <. Sobre el origen de los onas cabrian dos hip6tesis: la pri-

<mera los supone oriundos de Tierra. del Fuego, porque no navegaban como los yaganes; la segunda los imagina Ue-gados de la Patagonia, en canoas de los alacalufes, y en tal caso s61o habrian tenido que atravesar el Estrecho de Ma-. gallanes entrando en la Isla Grande por el Norte. Perotodo esto es simple conjetura poco sostenible, por no haber tenido despues los onas relaci6n con la Patagonia. Sin ser una rama

,etnica de los tehuelches patag6nicos (con quienes, sin em-bargo, presentan vagas semejanzas fisicas), pudieron haber habitado su isla actual desde antes que el Onaisin fuera se-parado del Continente por el cataclismo que abri6 el Estre­cho y form6 el Archipielago; pero son distintos los idiomas de ambas regiones. Tal misterio reaparece tambien en la flora y la fauna fueguinas, pues hay aqui algunas especies

' patag6nicas, pero faltan otras. Algunos autores llegan a su-" poner contactos de esta regi6n con la Oceania. Los yaganes,

en,efecto, son pequeiios, de p6mulo saliente y ojo oblicuo; perolos onas con su aventajada estatura y su lengua, se ale-

> jan del hombre asiatico, en tanto que sus leyendas los acer-can al yagan, cuya cultura parece indigena. S6lo podemos" afirmar que el origen del hombre de nuestro archipielago es un enigma, aunque todo induce a suponerlo aut6ctono, sobreviviente de cataclismos geol6gicos muy antiguos.

Tales son los indios mas australes de America, casi to- ' talmente extinguidos hoy, pues en ese exterminio consiste el

' primer paso de lo que el hombre europeo Uama civilizaci6n.

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14.-MISTERIOS DEL ARCHIPl6LAGO

Aunque la colonizaci6n blanca lleg6 al Archipielago en pleno siglo XDC, no se comprendi6 lo que significaban para la ciencia estos pueblos virginales y arcaicos, conservados, como un misterio del planeta, en su aislamiento insular. Los blaricos rompieron este misterio, sin descifrarlo, y sin sos-pechar siquiera el mal que perpetraban.

Cuando Fitz-Roy volvi6 de su primer viaje, Uev6 del Beagle a Inglaterra tres indios yaganes: los bautizaron con los nombres de Mathews, Jimmy y Fueguia, una mujer. Co­mo habian aprendido el ingles, Fitz-Roy los trajo de in-terpretes en su segundo viaje. Darwin, que entonces los tra-t6 a bordo, los encontr6 bondadosos e inteligentes. De Jimmy dice: "No parecia pertenecer a la misma raza de salvajes innobles e infectos que habiamos visto en Tierra del Fuego". Descubrese aqui una contradicci6n que nece-sita ser explicada.

No es posible pensar que Jimmy habiase tornado inteli-' gente y bondadoso por haber estado en Liglaterra, sino que, por haber aprendido el ingles, Darwin pudo comunicarse con el y conocerlo. En cambio, los demas permanecian en un misterio hermetico para el extranjero. Sorprende, por eso mismo, que el joven naturaHsta juzgue a esa raza, ape-nas entrevisa al pasar, como si la conociera. Vi6 las canoas y las chozas, pero no las aknas. Asegur6, sin fundamento

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alguno, que eran canibales; dato que pas6 a las cartas geo-graficas del siglo anterior. Los yaganes aparecieron a sus ojos como los seres mas degradados de la especie humana.

' Darwin juzg6 el idioma de los yaganes como algo tan . pobre que no merecia el nombre de lenguaje articulado;

pero el joven sabio ingles ignoraba ese idioma en absoluto. ', Otro ingles, el pastor Bridges, con rhas conocimiento y auto-

ridad en ese punto, ha dado elementos para rectificarlo. La cantidad de palabras yaganas recogi^9s por Bridges es su-periora las que Shakespeare y Darwin emplearon, y a las

. de muchas lenguas modernas de ilustre literatura, y desde luego extraordinariamente mayor al poco caudal que suele ; contar el lexico de los pueblos primitivos. Abunda el ya-mana en nombres y verbos, por el matiz con que representan las diversas acciones y por la precisi6n con que denominan las cosas individualizadas en una minuciosa observaci6n de la naturaleza. Las que nosotros expresamos por adjetivos y adverbios, ellos las incluyen en nombres y verbos de sutiles distinciones. La gramatica de los yaganes me parece tan admirable como suabundante lexico, que da testimonio de una extraordinaria vida mental no desprovista de rMleza poe-tica en sus expresiones.

Darwin dice de estos indios antarticos: "Las diferentes , tribus no tienen g Q M ^ " - Asi es, en efecto; y no lo nece-

sitaban, porque ypPnmaestros. Maestro fue Kuanip, el heroe mitico, el mstructor que les trajo el fuego y que hoy esta en una estrella a la cual se fue despues de naber ense-fiado a los hombres la ciencia del vivir, su economia, su mo-

> ral. El colegio de Jaind mantuvo despues para los j6venes las tradiciones de esa antigua ciencia que los patriarcas enseiia-ban y practicaban. No es que no tenian gobierno; carecian de "Estado", en el sentido europeo o mititar de esta palabra,

' pero poseian un gobierno moral en el clan, que regia y con-servaba la raza.

Un dia, los mapas dejaron de mencionar a los imagina-

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5 8 R I C A R D O R O J A S '

xvx antrop6fagos, sin duda porque se averigu6 que mas bien ; lo eran.quienes vinieron a civiKzarlqs. Sabemos hoy cuan.;> rico iM el idioma de los yaganes, cuan admirable la m o r a l | | varorul de los onas, cuan profunda la concepci6n rehgiosa^S

; d e ambos pueblos. Los misioneros, asi protestantes como ca- |^ t6licos, rectificaron los viejos errores, despues de haber vft |^

,.vido largos aiios en la intimidad de las tribus hasta habei j^ aprendido sus lenguas y penetrado en el secreto de sus almas>||| Lastima que la verdad vino a saberse cuando ya esas es t rucS^

- turas sociales habian sido rotas por los civilizadores y la r a z a ^ : aut6ctona llegaba a su extinci6n. ;-^

Dificil es perietrar en la conciencia del hombre pr imi-g | tivo, captar sus secretos. Los datos sueltos de los e tn6gra fos^

i ;por mas exactos que sean en la verdad externa, son insufi^i;S cientes. Las interpretaciones tendenciosas de los hombres d e ^ ciencia y de los misioneros religiosos, tambien suelen ser oca-:;| sionadas a error. S6lo des^ojandonos de nuestra mental idad; | de hombres civilizados y captando por intuici6n la m e n t a - | lidad primitiva, podemos acercarnos a aquel secreto y cqn- 'fi templar su cultura desde adentro de ella. Asi debemos pro-;>J ceder con la cultura aut6ctona del Onaisin, que por ser>l insular y tan antigua se distingue de la de otros pueblosj^ indigenas, con caracteres propios. *- La religiosidad del Onaisin presenta caracteres muy o r i - ; |

ginales y profundos. Nose,parece al monoteismo hebreo, m-:-;i al politeismo helenico, ni al panteismo hindu; y aunque"J ofrece algunos leves puntos de contacto con otras religionesMi primitivas, nada es mas diferente del fetichismo de Oceania,-| | o de la heliolatria incaica o de la aparatosa magia africana^sif Acaso la religi6n del Archipielago Austral sea la mas antigua,f:s del planeta, y habriase conservado gracias al aislamiento in-fl? sular. De ahi que no haya sido facil comprenderla. -.-pg

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* 15.-EL ONAIStN MAGICO 4

f

Asomemonos ahora al secreto religioso del Onaisin, bus-cando comprender los aspectos exteriores de su cultura, que fundabase en los "mehnes" y ordenaba la vida en funci6n de su propio paisaje.

AJgunos de los primeros exploradores de la regi6n fue-guina afirmaron que sus indios eran ateos. Esto fue un error, que ha de atribuirse a mtej^&$aciones tendenciosas, a lo que siempre hay de accidenji^Ruperficial en la visi6n de un viajero, y a la ignorancj^pPiria lengua aut6ctona. Tal afir-macion de ateismo serviria a los materialistas para demostrar que la noci6n de Dios no es innata en todos los hombres, y a losdeistas para decir que los fueguinos, puesto que no

' conciben a Dios, marcan un grado casi bestial en la especie humana. * ^*

Dicho error provino de que estos indios no practicaban el culto de los muertos, ni tenian fetiches, y careciande rito externo; pero hoy saberrios que no eran ateos. Lo sabemos

^ por el testimonio de los etn6grafos y de los misioneros cris->j;tianos. Las noticias de estos sobre lps idiomas, leyendasy j costumbres de los fueguinos rectifican el viejo error. . Los yaganes llamaban Vatainueva a un Ser Supremo, y l{ Timaukel lo llamaban los onas; para ambos, aquel ser inefa-f| ble, invisible, era la mas antigua "persona", anterior al hom-j/bre y a la montana, el poderosp en quien ^ c e n y perecen,

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las formas. Dentro de este ser viven los otros seres visibles del Universo. Todas las cosas de la tierra, del cielo y del mar son tambien "personas"; lo mismo el hombre que la roca, el lobo, el arbol, la nube, la nieve, el viento, la estreUa. Cada forma tiene un doble espiritual, Uamado mehn, que la mol-dea, sostiene y anima. No se trata de una concepci6n pro-piamente panteista, aunque todos los seres son de una misma esencia, ni de una representaci6n mitol6gica al modo griego, aunque dramatizaron en leyendas la vida de esas personas ; del cosmos.

Llarhaban Omeling al espiritu del cielo y Jalpen al de la "i-nube, cuyo vestido es blanco y vuela sin ruido, como ciertas aves. Uno es el "mehn" del arbol verde, otro el del arbol j seco, otro el del arbol quemado, y otro, impalpable y dia-fano, llamado Josha, el del aire que vive entre los arboles, y este es el verdadero espiritu del bosque. La montaiia, Hue-pen, y el lago, Cahme, son hombre y mujer; espirituahnente, sus "mehnes" procrean.

Los onas dieron asimismo el nombre de "mehn" al "do­ble" o espiritu de los que han muerto. Algunos "mehnes" (manes, decian los latinos), son ahora estrellas y constela-ciones. Los heroes, por su condici6n divina como entre los -griegos, son hijos del Cielo y se transformaron en los mas lucientes astros de la noche fueguina. Aquel lampo de fuego que veo alla arriba, es el "mehn" de Kuanip, el heroe civi-lizador de los onas.

Asi, la leyenda indigena se infunde en el cielo, en el mar, en la tierra, en el bosque, en la nieve, y es como el * alma del paisaje, porque cada ser es una persona y tiene . un "mehn" diferente.

El Universo era para ellos una esencia en que no distin-guian lo natural de lo sobrenatural, acaso porque todo es sobrenatural. La reaKdad se les presentaba como un esce- i nario de fuerzas espirituales. El pensamiento se transferia

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al mundo externo, tanto como las imagenes del contorno se proyectan por los sentidos en la mente. La visi6n onirica era tan corp6rea como la experiencia sensible. Todo era magico en estos pueblos y su ambiente. Su religi6n estaba implicita en la vida, porque ella misma era la vida, quiza no imaginada como algo diferente de la muerte. Careci6 de artes ornamentales, porque el paisaje era el mejor ornamen-to. Careci6 de cuko idolatrico, porque su liturgia era cos-rnog6aica. Careci6 tambien, por eso mismo, de ritos mor-tuorios. La muerte y la vida, como el sueno y la vigilia, eran

* un solofluir espiritual en las formas del tiempo y del espacio.

Condenaban el homicidio voluntario, para salvar la in-tegridad ^biol6gica de la familia y la concordia entre los clanes. La muerte natural no tenia mayor importancia, porque el "mehn" del difunto sobrevivia y su cadaver se desintegraba lentamente, acaso sin putrefacci6n, cremado o depositado en la nieve, pero sin tumba. Los hijos no nom-braban a sus padres fallecidos, para no evocarlos, porque se creia en una transmigraci6n de los espiritus; idea" analoga a la de Egipto, aunque sin-sarc6fagos ni momias. La muerte

- era una perfecta desmaterializaci6n, pero no un pere^er. En ,el mito de Konik Sci6n, Isla Blanca que esta dentro del Cielo, esta era una especie de Hades Antartico, un "doble" del Onaisin, donde perviven los "mehnes" de los hombres mas puros.

. & - . Dentro de esas raras concepciones, que no son metafi-' sica panteista, hi politeismo antropomorfo, sino magia pri--mordial y biologia del espiritu, concibieron ese Dios Su-;premo al que dieron nombre, aunque sin darle forma y sin

;.- rendirle cultos ceremoniales, puesto que los hombres vivian ) 'en 61 y 61 en ellos. Poblaron el universo de tantas "personas" ,como seres existen; en lo esencial, no diferentes de la perso-

i na humana. Lo divino y lo humano y lo natural carecieron _de distinciones. Semejante cosmosofia form6 la religi6n, la

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5r y ciencia, el arte, y trascendi6 a la moral, formukda en sabias .a$

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normas y en hermosos mitos que dramatizaban la vida y exaltaban el heroismo, para la subsistencia de la raza que^/ asi venci6 al medio hostil, en una selecci6n milenaria. - ; ^

Y ahora, yo, aqui, sumido en el paisaje del Onaisin xai-A% gico, veo que todo eso era verdad, y que lo es todavia. ^

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16.-EVANGELISTAS INGLESES ^

/ A la zaga de exploradores y descubridores llegaron al Beagle los misioneros ingleses, hasta que lograron estable-cerse aqui, como primeros ocupantes de esta regi6n, apoya-dos desde las Malvinas. Cierrase con ello la edad antigua del Onaisin y abrese su edad media.

Hoy he tenido en mis manos el original aut6grafo de unos ' breves apuntesque en 1896 escribi6 el Reverendo John , Lawrence sobre esas primeras misiones, anteriores a la ocu-paci6n argentina y a las misiones salesianas.

Segun dicha memoria, escrita en ingles pf>r un actor de la empresa, el primer protestante que quiso "civiHzar" a estos indios del Beagle fue el capitan AUen Gardiner, que* lleg6 directamente desde Londres inducido por las recientes , pubKcaciones de Fitz-Roy y de Darwin, a mediados del si- ' 'glo. Vino Gardiner en 1851 y con t gdos sus companeros muri6 de hambre en la Bahia Aguirre, que he visto desde 'el Chaco, al pasar por el Beagle. Sigui6le en ese intento el Rev. George Packersham, que tuvo su centro de accion en las Malvinas y construy6 en 18J6 las casas de una misi6n en Wulaia; pero casi todos los aUi instalados, menos el cocinero, 'fueron muertos por los yaganes. En 1862 Ueg6 el Rev. Wai-te Hockin Sterling, como superintendente de la misi6n, y la traslad6 de Wulaia a Ushuaia, o sea de la Isla Navarino ' ala costa norte del canal. A Sterling le sucedi6 en 1863*el

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Reverendo Thomas Bridges, quien refeccion6 y ampli6 esa residencia. En 1873 vinieron para continuar los trabajos Mr. John Lawrence y su esposa, los cuales, con la seiiora Hem-mings, abrieron un asilo de nifios indios. En 1887 incorpo-r6se a Lawrence el Reverendo Adwin C. AspinaIl como me- ;

; "drco de la Misi6n. Ese mismo afio, Mr. Burligh traslado a Wollaston Island una ineipiente reducci6n establecida hasta / entonces en Jenika; pero la misi6n, propiamente dicha, con-tinu6 siendo la de Ushuaia, establecida en la peninsula con- v tigua al pueblo actual, y que se llama por eso "Peninsula de la Misi6n", aunque originariamente se llam6 Darskapalan entre los yaganes y Usin entre los onas, nombres hoy olvi- : dados. ^

Esta peninsula avanza con direcci6n al Sur y se mterna * en el Beagle, cerrando por el Oeste la bahia ushuaiana. Es ^ un terreno aluvional, herboso y plano, que contrasta con la f orografia circundante. Hay en eUa un manantial de aguas i minerales que podria explotarse y un matadero en que se faenan las ovejas con que se provee de carne al presidio y a '. la poblaci6n, de la que ahora formo parte. Por deshielo de los montes vecinos llegan hasta ese lugar algunos chorrillos que la riegan de agua dulce. Crecen aUi muchos arbustos, calafates sobre todo, y se ha ensayado un cultivo de avena, que yo he visto muy lozana. El lugar es agradable, entre un panorama de aguas marinas y nevadas montanas, pero nada subsiste ya de la antigua misi6n protestante, que se estable-ci6 cuando ni el Beagle ni el resto del Onaisin habian sido ocupadospor la soberania argentina.

La empresa evangelica de Bridges y de sus colaboradores. en las Misiones del Beagle ha resultado esteril, porque no logr6 evitar la desaparici6n de las razas indigenas, y aun se dijera que la conversi6n civilizadora s61o ha servido para extinguirlas. Bridges y Lawrence, en cambio, introdujeron aqui las primeras ovejas, traidas de Malvinas; iniciaron las : primeras labores agricolas en la Isla Gable, las ganaderas y "* -

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forestales en Remolino y Haberton. Dejaron hijos criollos - que hoy trabajan en las tierras que poseen. Segun tradiciones

que he oilo aqui, algun descendiente de misionero se cas6 con mujer yagana, que es cuanto puede pedirse como asi-milaci6n eurindica.

-Tales resultados, segun se ve, son mas bien de orden do-mestico y econ6mico; pero la misi6n evangelica, en lo que tuvo de empresa espiritual y reducci6n salvadora para el indio fueguino, pereci6 sin lograr mayores frutos. No seria justo decir lo mismo si recordamos los estudios que reali-zaron en la Misi6n, sobre la raza que los pastores evangeH-zaban. Los trabajos del Rev. Bridges merecen gratitud en ese punto.

La contribuci6n mas importante de Bridges a la cultura fueguina consiste en sus estudios sobre los aborigenes, du-rante varios aiios deconvivencia con ellos, y especialmente su Diccionario yamana-ingles, de extraordinaria importan-cia para la ciencia. Yamana -d ice el— porque ha adoptado este nombre para el idioma, dejando para la raza el de ya-gana, que era el gentilicio aut6ctono de este pueblo.

No se puede juzgar lapersonalidad del pastor Bridges ni estudiar a los yaganes, sin tener presente dsfcha obra filo-l6gica, monumental po^,la magnitud del esfuerzo y la irri-portancia de sus resultados cientificos.

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17.-LA LENGUA YAMANA

A mediados del siglo anterior, un niiio huerfano fue recogido en el puente de Lincoln (Liglaterra) y adoptado-como hijo por el Reverendo George Packersham Despard;-se le di6 el apeUido de "Bridges" por el "puente" en que lo , haUaron. Se ignora el nombre de sus padres, aunque se sps-,.' pecha que fuesen de origen espafloL Hombre de tipo m e - > ridional, cencefio y palido, mediana estatura, ancho craneo, : cara apergaminada y barbada, ojos grandes y soiiadores, su fisonomia era la de un mistico. Tal fue el mas tarde Reve­rendo Tomas Bridges, que evangeHz6 a los yaganes y escri-bio ese Diccionario del idioma que estos indios hablaban. Segun Barclay en el prefacio del Diccionario, Tomas Brid­ges fue un amigo de los fueguinos, buen padre de familia, "pioneer" del extremo sur, filantropo generoso, cuya vida se consagr6 totaLtnente a una mision civilizadora. De todos los misioneros ingleses que vinieron al Beagle, la personali-dad mas vigorosa es, sin duda, ese Bridges, hombre de bio-grafia novelesca.

A los 13 anos, Tomas fue t'raido por Despard a las Mal-vinas y a los 18 se lo encarg6 de la Misi6n en Keppel. Gra-duado de pastor, volvi6 a Inglaterra, donde contrajo enlace, y regres6 con su mujer para consagrarse a la conversi6n de los indios en el Archipielago austral. Fue superintendente , de la Misi6n en Tierra del Fuego y trabaj6 en esta casi treinta aiios, dirigiendo durante varios lustros la Misi6n de

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-^Ushuaia. Produjo pubHcaciones y conferencias para dar a conocer la etnografia fueguina. Defendi6 a los yaganes de

- la mala fama que ech6 sobre ellos Darwin con sus muchos errores. Bridges viaj6 a Buenos Aires en 1898 y falleci6 en-

' tonces ennuestra capital, inesperadamente, dejando varios -hijos nacidos en este rinc6n austral.

ElReverendo Bridges termin6 su Divcionario en 1879, aunque parece haberlo retocado posteriormente. Diez afios despues de la muerte del autor, el manuscrito pas6 a manos del Dr. Ferdinand Hestermann, de la Universidad alemana de Miinster en Westfalia. Por fin, en 1933, ha aparecido en Austria la edic^n de la obra, una buena edici6n de"300. ejemplares, costeada por los hijos de Bridges y dedicada a

- la memoria paterna. Han intervenido en la publicaci6n, ademas de Hestermann, etn6graf# de Viena, Martin Gu-sinde, que por encargo del gobierno chileno realiz6 cuatr6 expediciones, de 1918 a 1924, parae#l estudio de los indios yaganes, de los que, segun el, en 1932 s61o quedaban 43 so-brevivientes, lo que da a la documentaci6n de su idioma va-v. lor especial, por tratarse de un pueblo casi s6xtinguido, que habit6 desde epocas inmemoriales, en su aislamiento insular, la regi6n mas austral del globo."

El Ubro, que me ha sido franqueado por el gobernador Siches, se titula: Yamana-English, a dictionary of speech of Tierra del Fuego, By the Reverend Thomas Bridges, Su-perintendent of the Soufh Amegican Missionary Society in Tierra del Fuego from 1870 to 1887. Printed for private circulation only. Modling in Austria, 1933. Ademas del retrat6 de Bridges y de la fotografia de un cazador indio,

. el volumen trae una breve introducci6n de Gusinde y un prefacio de Barclay, con las necesarias noticias preliminares.

El comentador Barclay dice en su prefacio que el Sr. <- Bridges compuso esta obra por el mejor metodo con que ^ puede recogerse un vocabulario aborigen, despues de haber

vivido mucho tiempo entre los indios, de haber oido sus

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4 eonfidencias, hasta fijar la recta pronunciaci6n y el sentido de las voces por el diario testimonio de diferentes personas.

El texto contiene 32.000 palabras, abundante lexico muy superior al usado por Cervantes y Shakespeare, y que con-trasta con la rudimentaria vida exterior de estos indios, por .% lo que ese diccionario adquiere un gran interes filol6gico.

': El arcaismo que debe atribuirsele y las sutilezas de obser- ; vaci6n que tal vocabulario supone, completanse con las no-ticias para la etnografia que de todo eUo resulta.

A bordo del Phantom en viaje a Buenos Aires, el aflo 1898, Bridges, pocos dias antes de.su muerte, escribi6 unas notas en que explica^cual fue su metodo en la elaboraci6n del Diccionario: no anot4un vocablo hasta que no estuvo seguro de la exactitud de su sonido, y adopt6 para ello un alfabeto fonetico especial, en el que a cada sonido corres-pohde una letra y a cada letra un sonido. Ademas de esas indicaciones, resaltan en las glosas de Bridges, tres observa-ciones importantes sobre el idioma yamana. La una se re-fiere a la vida del "wigwam" o choza, que por el clima y la cordialidad familiar fue favorabIe al desarroUo de la con-versaci6n y del discurso, llamado teehamunan; la segunda refierese a la pureza de la lengua hablada por los yaganes, pureza debida al aislamiento insular, como se lo comprueba hasta en los nombres geograficos, salvo algunas excepciones en la frontera ona del Norte y en la alacaluf del Oeste; la tercera se refiere a la extremada antiguedad de dicho idio­ma que, aunque pobre en historia, arte y ciencia, es, sin em-bargo, riquisimo, por su estructura gramatical y por su i abundancia de voces, sin contar otras numerosas palabras compuestas que con gran libertad se forman para el uso : diario.

Por ese libro debemos gratitud al sefior Bridges; y ya que los indios de su misi6n no se han salvado, al menos po-demos imaginar, gracias a el, c6mo era el mundo mental de, los yaganes.

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18.-UN VIEJO YAGAN

Me avisan que ha Uegado al muelle un bote con una fa-' mllia indige$a. Al saberlo me encasqueto el gorro de Iana, .: me pongo mi sobretodo, me envuelvo al cuello un chal de

yicufia y desciendo por la callejuela que baja desde la colina en donde vivo, hasta la ribera del mar, frente a la policia. Junto al muelle esta, en efecto, la goleta Ano Nuevo, del sefior Lawrence, y a bordo el joven indio Agustin Clemente; su padre, llamado Darskapalans, poco antes descendi6 a tie-rra para hablar con el dueiio de la embarcaci6n.

Estos indios vienen de la Isla Navarino, cuya costa fron-i tera seve desde el muelle, al otro lado del Beagle. Aquella : fue la patria inmemorial de los'yaganes, especialmente sobre

el canal hacia el Antartico, que hoy llaman Angostura Mu-. rray y antes llamafoan Yagasaga. AUa, en Wulaia, descubri6 .Darwin a los abuelos de estos que hoy son ultimo residuo de una raza en agonia.

Darkaspalans se cas6 con Chetenaite, hermana de Kaan-kot, jefe ona. De esta uni6n de ambas razas naci6 Agustin

, Clemente, mocet6n robusto, de fisonomia despejada, en quien se descubre la prevalente herencia ona de la madre. Contrasta el con la figura de su esposa, que viene a bordo, una desmirriada mujer, menudita y fea, de p6mulos salien-/tes y cabeza estrecha. En el hijo de estos, nieto de Darskapa­lans, ha persistido el tipo del padre ona sobre el de la madre

" yagana.

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> El abuelo, nacido en la mlsi6n protestante hace mas de

sesenta anos, conserva aun el ixigles que le ensenaron los evangelistas; habla malamente el espanol y <no ha olvidado suidiomanativo. &$. .<

Todo este grup6 de la goleta representa, pues, la tran- , sici6n del indio austral al cristianismo; el mestizamiento del

- . & *

yagan con los onas que bajaron desde el interior de Tierra del Fuego hasta las costas del Beagle; la decadencia de un -" pueblo legendario.minado por la pobreza, las enfermedades, los vicios, porque esto fue para ellos la nueva civilizaci6n.

El viejo yagan vino a m i vivienda, al saber mi interes por conocerlo. Darskapalans, bronceado indio lampino, de p6mulos salientes y ojos encapotados, vestia pantal6n, saco . rotoso, chambergo sucio, y olia a carne de lobo. Le ofreci -el unico asiento 'que en mi habitaci6n habia, y yo me sente ^ en mi cucheta de hierro. Mostr6 desde el primer instante

f:. un gesto de urbanidad, dispuesto a satisfacer mis curiosida-des. Inquiri noticias sobre la vida actual de los yaganes y sobre los antiguos mitos de su raza. A todo respondi6 con dignidad y sabiduria de anciano.

Estos indios no tenian caciques, sino patriarcas y maes-tros. La unidad social era la familia; procreaban normal-mente; lavaban al recien nacido en agua fria y luego lo embadurnaban hasta formarle una costra de grasa y arena -para protegerlo del frio, esperando la mocedad para ensenar-le a vencer la naturaleza hostil. Condenaban la consangui-^ , nidad, el homicidio y el hurto. N o tenianvicios; ni sodo-mia, ni borrachera, ni tabaco, ni enfermedades venereas. Eran candorosos y se regian por una sabia moral. Fundaban su vida en una concepci6n animista del mundo, Uena de profundidad y de belleza. Amaban la conversaci6n, 'a que el recogimiento del hogar obHga en tierra o en la canoa, y

. poseian numerosisimo vocabulario, con palabras muy poe-ticas, que bastan, por si solas, para iluminar el antiguo mis-

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terio de sus almas y el misteriomagico del paisaje en que eUos se recreaban.

Darskapalans me habl6 de Kuanip, el heroe civilizador; :ycuando aludi6 a la partida, despues de sus pro.ezas,para volver al cielo de donde vino, dijo estas palabr^yyrtiguas:

-^-Parti6 de la Isla <Grande por la punta del Surf^&ndo apababa de abrirse el estrecho que ahora Uaman de Le Maire.

Darskapalans acordabase del diluvio... Todo este grandioso mundo prehist6rico comenz6 a des-

aparecer cuando Uegaron los evangelistas, con nueva reli-gi6n, nueva lengua, nuevas maneras de vivir. Tal cambio fue como un cataclismo espiritual. Las ahnas se debiHtaron y con ellas los cuerpos. Los indios, que entonces eran nu-*merosos, empezaron a morir, hasta no quedar de eUos sino muy pocos, sumidos en la inopia.

Como Darskapalans me hablara de la miseria en que vi-via, aldespedirse quise obsequiarlo con algun dinero, y 6l se resisti6 a recibirlo, pero ante mi insistencia accedi6 por fin: tom6 el regalo, mir6me con lagrimas en los ojos, y ex-clam6 con voz melanc6lica:

—You are a christian genipman. Habria deseado omitir esta anecdota; pero la cuento por­

que ella revela la nobleza del pobre anciano y porque me sorprendi6 que recurriera al ingles para decir lo que me dijo. Durante los tiempos de la'misi6ft protestante, siguieron ha-blando la lengua yamana y vistiendo sus quillangos de gua-naco; a fines del siglo pasado, dicha misi6n se clausur6, y los catecumenos quedaron Ubrados a su propia suerte, como de-tritos de una formaci6n rota por el cataclismo. Los yaganes eran oriundos de la Isla Navarino, y el tratado de limites los declar6 chilenos. Las misiones salesianas reanudaron en­tonces la tarea evangelica, pero la extirici6n de los indios con-

-tinu6 hasta extremos dolorosos, como lo dire mas adelante. Darskapalans me ha parecido la personificaci6n del atroz

destino de su raza.

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19.-MlSIONES ITALIANAS

En 1883 el Papa cre6 en el Sur una Prefectura Apost6-hca de J07.049 k. c., desde el rio Santa Cruz hasta las islas mas australes del Archipielago magallanico, y la en-treg6 a los salesianos para el gobierno espiritual y la pre-dicaci6n del catolicismo. Chile y la Argentina quedaron asi incluidas en una sola jurisdicci6n eclesiastica entre am­bos oceanos. Los salesianos llegaron a Tierra del Fuego en 1886, cuando las primitivas misiones protestantes llevaban treinta afios de acci6n y estaban en visperas de desapare-cer. Los misi6neros protestantes fueron ingleses; los mi-sioneros cat6licos han sido o son italianos. En ambos casos estuvo ausente el espiritu argentino. El Padre Jose Fagna-no fue el precursor de la nueva empresa. Misioneros ya en el Chaco y en el norte de4a Patagonia, los salesianos exten-dieron su obra a las islas del Sur; y Punta Arenas fue el centro de sus trabajos. En esta ciudad chilena del Estre-cho, asi como en las tierras inmediatas, dan testimonio de su labor importantes edificios y establecimientos, pero ha sido de infimos resultados su empresa en la parte argentina del territorio.

Los salesianos han venido a nuestra Tierra del Fuego sobre la huella de las misiones protestantes que los pre-cedieron, como ocurri6 en el Canal de Beagle, o a la som-bra de poderosas empresas industriales, como ocurre en la

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pampa de Rio Grande. Sus trabajos se han reducido a man-tener un cura en la capUla parroquial de Ushuaia, gene-rahnente desierta de fieles, y a fundar la Misi6n de la Can-delaria en Rio Grande, sobre la cosTa del Atlantico, de

- ctfyas caracteristicas dare noticia con insospechables datos : que tomo de opusculos publicados por la misma congre-' ^ gaci6n.

Lleg6 el Padre Fagnano a la costa atlantica de Tierra del Fuego en 1882 como capellan de la expedici6n de Lista; pero hasta una decada mas tarde no- intent6 una fundaci6n en el territorio. Entretanto, Fagnano y otros padres de la

- 0rder4 salesiana habian navegado por todo el archipiek^>; entraron en contacto con las tres razas insulares, sjporta-ron padecimientos, practicaron bautismos. Aquel fmsione-ro tuvo el centro principal de sus trabajos en Chile como

. Bridges lo tuvo en Malvinas; de Punta Arenas parti6 en 1893con Don Beauvoir, a bordo del Amadeo, y desembar-caron en la bahia San Sebastian en cuyas inmediaciones construyeron un templo y treinta casas para los indios;

y pero en 1896 todo esto. desapareci6 en un incendio. La misi6n fue reedificada cerca del Cabo Domingo, donde hoy subsiste.

Esta colonia fueguina, segun publicaciones de los sa-lesianos, les ha costado mucho dinero: pesos 40.000, la pri-mera expedici6n, pesos 100.000, las^perdidas del incendio; otro tanto la reedificaci6n y mantenimiento en aiios pos-teriores. Informaciones de opuesto origen aseguran por lo cotitrario, que esta y otras misiones son establecimientos que han dado utilidad a la orden. Lo cierto es que hoy po-seen alli varias leguas de tierra cedidas por el gobierno

- argentino, con miles de ovejas que esquilan los indios y que se faenan en el frigorifico anglo-chileno de Rio Gran-de, del que dependen. La obra social en favor de los onas parece, en cambio, haber sido alli muy escasa.

La misi6n de Rio Grande se compone de la capilla y

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Ia residencia para los padres; de un asilo de Maria Auxilia-dora, a cargo de hermanas,en donde se hallan recogidas algunas pocas onas viejas; de un colegio elemental para -unos pocos mnos; y de malas chozas para los indigenas" adultos que trabajan en la ganaderia. Pero los onas, a quie-nes un libro salesiano llama "la hist6rica raza de formas atleticas y costumbres moderadas", han disminuido hasta tocar los limites de su total extinci6n. Nunca fueron mu-chos los reducidos, y esos pocos estan desapareciendo, por-que se mueren, o porque se van sin haber adquirido"un oficio.

Mas importante ha sido la obra salesiana en territorio chileno, y a esta deben su fama. En Punta Arenas, por ejemplo, la iglesia parroquial del Sagrado Coraz6n de Je-sus, el Instituto del venerable Don Bosco, el Observatorio Meteorol6gico, el Museo Territorial, la Misi6n San Rafael en la Isla Dawson, los asilos para ancianos y nifios, los co-Jegios de educaci6n indigena, los importantes trabajos cien-tificos sobre temas de la regi6n, los frutos econ6micos de industrias locales, las valiosas donaciones que reciben, dan pruebas elocuentes de la actividad salesiana en tierra chi-lena; pero no se podra decir lo mismo cuando se habla de su labor en la parte argentina de Tierra del Fuego; aunque virtuosos los esfuerzos, han sido escasos los resultados.

Los asilados en la Misi6n de Rio Grande, actuaunente, son apenas unas 30 personas, casi todas viejas y nifios. Ha ocurrido, asi, con la evangelizaci6n cat6Hca, algo analogo a ,-lo que pas6 con las misiones protestantes: escaso fruto social para los indios. En cambio de eso, los misioneros salesianos, en sus casas chilenas, han publicado numerosos estudios so­bre los onas, de gran interes para la etnografia local. Me ha obsequiado algunos de ellos el Padre Giaccomuzzi, salesiano, . parroco de Ushuaia, y los he leido con devoci6n casi p6stuma.

El doctor Otto Nordenkj6ld, que visit6 esta Misi6n y la de la Isla Dawson cuando pas6 por aqui en su viaje al -

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, p6lo, estima que es obra filantr6pica la de los salesianos, ^ por ser ella la unica ocasi6n que4os indios han tenido de

con'tacto con la civilizaci6n; pero es lo cierto que poco ' ' deben a "la civiKzaci6n" esos pobres indios. Los adultos * - se alcohoKzanj otros mueren de^ambre y de pestes. Prac-

ticamente, los ultimos onas estan desapareciendo, como des-aparecieron los yaganes.

Yo no he visitado la misi6n de Rio Grande porque me lo impiden las restricciones del confinamiento; pero. los

' hechos que dejo anotados los tomo de fuentes salesianas. ' - No descon6zco el merito de esos misioneros, cuya virtud se

muestra cdn haber venido a Vivir en latitudes tan inhos-pitalarias. Mis referencias a la obra misional s6lo son un antecedenterindispensable para referirme luego a la ext.ing, ci6n de los onas.

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20.-EL KL6KETEN DE LOS ONAS

Misioneros cat6licos y protestantes, asi como despues de ellos algunos etn6grafos laicos, han descripto al ona co­mo un tipo de aventajada estampa; gran cazador y buen guerrero, cuya organizaci6n social reposaba en los mitos de un ideal viril.

El Kl6keten es una antigua tradici6n de los onas, se-gun la cual, en epocas inmemoriales, los hombres vivieron sometidos a esclavitud por el espiritu de Alpe y de las hijas de la Luna, a quienes asistia el privilegio de no se que potencia freudiana. Descubierto un dia el secreto de aquel poder equivoco, los hombres, protegidos por el espiritu masculino de Kzortu, se sublevaron, y sacrificaron ven-gativamente a todas las hembras de la dinastia matriarcal, aunque dejaron con vida a las ninas, no iniciadas aun en el primitivo secreto. De aqueUas hembras sacrificadas, algu-nas metamorfosearonse en anades; otras en murcielagos. Los varones habian triunfado de las hembras, y de los monstruos equivocos, hijos de la Luna, suceso que acaso corresponda a la caida del matriarcado. Los hombres, a fin de mantener su victoria, necesitaron de un nuevo rito, y este fue el misterio del Kl6keten, iniciaci6n del hombre va- . leroso, que hasta hace pocos anos se practic6 en el "jaind", -recinto iniciatico de la raza.

Al llegar el otono<^os magos se revestian de paramentos .i

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simb6licos para encarnar a los espiritus de la piedra, del' viento, de la ltfZ, de la nube, de la nieve, del agua, delos' seres marinos, e irrumpian en la floresta, sembrando el te-

<* rror en las chozas^Tales eran los hijos de Kzortu, mehnes mascuHnos, en cuya magia fundabase el nuevo reinado de los hombres.

Cuando el joven puber iba a entrar en la fraternidad ,jerarquica de su sexo, era enviado' al bosque mas abrupto, para probar sus fuerzas. AUa, solitario en la montaiia ne-vada, debia probar su cuerpo y su animo en todo genero de fatigas.Privado de aHmentos, debia, tras de ciertos ayu-nos, procurarse el mismo su caZ%,de guanaco,' para lo cual Uevaba consiga su arco y sus flechas. Soportaba el viento

, y la nieve, y voces de inexplicables amenazas, surgidas de la tierra sbmbria, sobresaltaban constantemente al solitario en su aislamiento. Aquellos funestos presagios provenian del espiritu f^jenino del mundo, la progenie de Alpe exas-perada hastjp&elo, la venganza y el odio, por quien sabe que ircep4g&fflH^&asos. Si el ne6fito vencia con resisten-

- , cia fisica y^MBiresforzado en esas pruebas terribles, al volver a la trfl^pira incorporado a la jerarquia viril y se lo iniciaba en la parte esoter^:a de aquel rito, entrando en

- posesi6n de sus derechos y de sus deberes. En el Kl6keten , eladolescente asi iniciado pasaba a ser hombre para gober-

nar a las hijas de la Luna y a la progenie de Alpe, equivoca y terrible.

Al joven que habia pasado por el Kl6keten y la escuela hermetica del Jaind, Uamabanle Senalpen, el var6n. El ideal de la perfecta belleza, fisica y moral, no la encarnaban-los onas en la mujer, sino en el hombre, y llamaban Ket-

. terrnem a su arquetipo varonil. Sobre este mito y otros correlativo| organizaron una vida espartana, dominando el medio inclt%ente y los instintos primordiales. El sexo y el clima eran los ejes de la cultura fueguina.

Tenian los onas sus "doctores del viento" y los mas

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grandes fueron Muyee y CaucoshiL quienes enseiiaron a ha-cerlos cesar. Sud Muyee, Jua Caucoshil, decian esos magos para que cesaran viento y lluvia.

Una apreciaci6n superficial y aislada de tal hecho no permitiria ver en el sino un caso de superstici6n, comun al de otros pueblos primitivos; pero los ushuaiarios de hoy atribuyen al Monte Susana, situado hacia donde el sol se pone, la virtud de anunciar el tiempo en las nubes y som-bras de su falda al atardecer. Repitese con ello una tra-dici6n de los onas, que tenian khones especializados en la premonici6n de los cambios mete6ricos. Puesto que todos los seres del universo son "personas", tambien lo son los vientos. Vinieron a la tierra los cuatro vientos y lucharon, en pugna corporal, segun la costumbre de la raza. El Horro-ken Hayen venci6 a los otros'; y desde entonces qued6 rei-nando en el Onaisin. Su aHento dominador sopla todavia. Pero, a veces, ese viento duernje, y Kren, el sol, as6mase entonces a mirar el cielo fugazmente sereno.

Probablemente una observaci6n minuciosa de la natu-raleza local, transmitida por una tradici6n milenaria y agu-zada por una fina observaci6n, habia dado a los doctores del viento la capacidad de predecir el tiempo y la ilusi6n de un poder magico. Lo cierto es que, sin ese don, los fue-guinos habrian perecido, y y a he contado que Darwin vi6 un grupo de yaganes, desnudos, que transpiraban de calor, mientras el y sus compaiieros, abrigados, tiritaban de frio. Tanto podian, pues, aquellos indios.

El ona conoci6 ese ambiente hasta identificarse con ^1. Su conocimiento pareci6 magia. La montafia de la Isla na-tiva le entreg6 sus secretos. El viento, que es aqui el vigo-roso arrancador de arboles y revolvedor de olas, fue su ini-ciador en la fuerza. Triunf6 de la fria intemperie en la marcha cinegetica y en la choza malcerrada. Fue grande, hermoso y esforzado como un titan.

El explorador Ram6n Lista, argentino, pudo, cincuen-

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ta afios ha, consignar algunas observaciones sobre la vida de los onas, fragmentarias y err6neas aIgunas, pero no pocas ciertas y confirmadas mzs tarde por los catequistas.

: Li,sta no dominaba el idioma Iocal, y sus interpretaciones C;sobre la religi6n fueron superficiales; mas acertado andu-g v o en la observaci6n de costumbres y cosas exteriores. Vi6 l d e que modo hacian sus flechas con puntas de silex y sus :a rcos de casi dos metros, como la estatura de esos hombres. : A n o t 6 que el matrimonio era convencional y que rara-;men te faltabala mujer a sus deberes de esposa. Reconoci6 l que el hombre era el juez de la familia, y que el cuidado j d e la prole pesaba integro sobre las hembras.,Comprob6, S con cuanto frenesi se ^alegraban todos en las horas de abun-;dancia , cantando mon6tonamente: -^Eyay, miyay — ye-^

gay, yegoni". La experiencia llev6le a rectificar las opi-; niones de Darwin, que antes creyera; y concluy6, gracias

al trato familiar, por estimar a los onas, a quienes juzgd bondadosos, inteligentes, hospitalarios; y, si agresivos, s6lo por necesidad, en casos de hambre o de guerra.

Estas observaciones del explorador Lista, hansido con­firmadas y ampliadas minuciosamente por los misioneros salesianos y, sin embargo, esa raza virtuosa y viril, ha desaparecido en los ultimos cincuenta afios.

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21.-EL ONA SILCHA

La otra noche alarm6se Ushuaia por unos ruidos en el Nfonte Olivia, acompaiiados de nubes y chispas, cerca del : campamento de los penados que estan abriendo aIli una pi- :: cada. Vinieron del campamento a avisar a la policia, muy >-sobresaltados, porque se crey6 ser fen6meno volcanicoeso que, probablemente, s6lo era brusco deshielo con avalancha de piedras. Pasada la medianoche, parti6 la policia a ver lo que alla ocurria, y como necesitaran baqueano, la expedi-ci6n se lo llev6 al ona Silcha, para que los guiara en la selva obscura por donde debian andar.

Fue aptitud de la raza el presentir los vientos, conocer los rumbos, ver en la noche del monte. Silcha conserva esas virtudes hereditarias, naeidas en la antigua intimidad de la naturaleza, que hizo del ona la conciencia viviente de su paisaje. Silcha, uno de los pocos onas que sobreviven, es agente de policia.

Al oir las cr6nicas de lo ocurrido, quise conocer a este ona civilizado, y ayer convers6 conmigo, Silcha en persona: un gigantesco mocet6n. Vino a mi pedido, con venia de su propio jefe, que me lo mand6 para que yo conozca a uno de los ultimos representantes de la raza. Hay otros d6s agen- ! tes indios en la policia local y tambien he platicado con ellos; El uno se llama Thomas y parece mestizo de yagan; x

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el otro se llama Garibaldi por la bahia de ese nombre que hay en el Beagle. Pero Silcha es ejemplar de mas pura raza.

Es un joven bien proporcionado. Calza botas y viste el uniforme gris de su empleo; vestidura que realza la es-tampa airosa y el gesto mihtar. Su rostro es moreno. Me sorprende l^desenvoltura de sus ademanes, la correcci6n de su saludo^%uando ha entrado en mi habitaci6n le ofrez-co una silla, pero no la acepta, permaneciendo de pie en^ senai de respeto: Observo la elegancia con que mantiene la gorra en la mano izquierda, mientras con la derech| acciona garbosamente. Sus ojos negros, de mirar agudo, son ligeramente obKcuos, bajo el encapotado parpado. Su ges­to es expresjvo; su voz varonil.

—lY esta contento de su empleo? —Si, senor. El jefe me aprecia y el gobernador dice que

va a hacerme dar un lote fiscal para cuando me case. —^Y tiene mucho trabajo en la policia? —No, seiior: esto es muy tranquilo. Ni en la casa de

mujeres hay peleas. Borrachos, tal vez haya, pero no dan traSajo. Si toman sera en sus casas. Toda es aqui gente buena.

A preguntas mias, Silcha va refiriendome su historia y la de su gente. Su padre muri6 cuando el era nifio, pero su madre vive aun. Por esta, y por lo que recuerda de su infancia, y por lo que oy6 a los ancianos, conoce las tra-diciones. Tiene 24 afios y vivi6 hasta los 14 en el ambiente de la tribu, alcanzando a iniciarse en el Kl6keten, la ins-tituci6n ya explicada en la nota anterior. Conoci6 el "co-legio" del jaind que inicia al puber en el poder de su sexo y le da jerarquia para gobernar a las mujeres. Asi descri-bi6me los animales dionisiacos evocados por el maestro ini-ciador y las pruebas de ayuno, soledad y trabajo que 1 mismo soport6 en el bosque para graduarse de var6n, a1 Uegarle la edad viril.

Este ona sobreviviente aprendi6 por si mismo a leer y es aficionado a los libros. Le muestro en el Hbro de Agostini

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una lamina en color de la fHesia buxifolia y, al ver sus campanulas rojas, las reconoce emocionado. Le muestro el hbro de Carlos GaUardo, en que hay retratos, y reconoce a Anneken, a Kitemink, a Alepen; y me pregunta si no sera ese Hbro uno en el cual, segun oy6 decir, esta el retrato de ' su madre. La busca entre los retratos, pero no esta en ese libro su madre

Corho tengo a mano un vocabulario, lo interrogo so-bre el: cuerpo se dice choo; ojo, otrr; boca, shem; labios, -chai; cabeza de hombre, calits; cabeza de mujer, maal; cie-lo, sohn; guanaco, pohn; invierno, yashiken; hijo, laal; mi esposa, yi naa; mi madre, yi aam Despues traduce al-gunas frases:

—Vamos al Norte: —Koor uomshka chen yekura. —La carne esta podrida: —Kar kuachen yeper. —El sol estahundiendose ahora: —Kan u>arrpen kren. No siempre su prosodia coincide &on las grafias de aquel

vocabulario, porque el ona tiene sonidos que no corres-ponden a nuestras letras. Ademas, Silcha casi no practica su idioma, porque alterna con yugoeslavos o espafloles, y mas corrientemente usa el idioma castellano. Es un hombre inteHgente, que entiende las cosas con rapidez y las explica con claridad. Para que yo entendiese lo que era el khon, le Uamaba "doctor"; y al chaan, "medium"; y al jaind, "co-legio". Con los nombres indios de la luna, el sol, los arbo-les, los pajaros, los lobos, las nubes, va pintandome la tie-rra del Onaisin, y luego me cuenta muchas cosas de los mitos antiguos, que aprendiera en su infancia y de la me-dicina india, de cuya magia tenia experiencia personal.

Cuando vivi6 en Rio Grande, siendo entonces adoles-cente, amaneci6 cierto dia con un punzante dolor en el hombro, el brazo inmovilizado; llamaron al medico indio, *

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que le di6 unos masajes, en la choza, juntoal fuego, mien-tras decia algunas raras palabras; de pronto, sac6le del hombro un bulto vivo y velludo como un rat6n, que arro-j6inmediatamente a las Uamas, y aqueUa C6sa estaU6 como un ccwfe. A1 siguiente dia, Silcha estaba sano: el dolor

1 habia p^kdo y el brazo habia recobrado su movimiento. Dejo ahora de lado estos embelecos de la superstici6n

antigua, y solo quiero atenerme a la estampa de Silcha y a . su inteligencia natural. Me dicen que en Haberton hay unJ*

. mujer ona que mide un metro y noventa de estatura. Si - tales eran los onas, ipor que han desaparecido? ^Por que

no se organiz6 plantel con eUos para mantener tan noble ' raza? ^Por que su brusca extinci6n coincide con el perio-

do de las misiones y de la autoridad argentina en el Onai-sfn? Ya vere si es posible en pr6ximos capitulos haUar res-puesta a esas preguntas.

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22.-EL COLEGIO DEL JAIND

De las dos razas que poblaroh el Beagle, los onas, pri-mordialmente cazadores y guerreros, fueron como los es-partanos del Onaisin, sobrios, activos, fuertes; mientras los yaganes, con su idioma de 32.000 voces, y sus canoas, fue-, ron los atenienses, traficantes y conversadores. Diferencia-banse ambos pueblos por el tipo fisico, por el idioma y por las costumbres; pero los dos realizaron su adaptaci6n vic-toriosa en un mismo clima y fundaron su cultura en ana-logos mitos e instituciones. A Dios, la persona universal —ya lo dije antes—, Uamabanle los unos Vatainueva y los otros Timaukel; a la escuela de la iniciaci6n patriarcal Ua­mabanle los unos Ciechaus y los otros Kl6keten; todos con-servaban la tradici6n de Kuanip o Kuanip'en, y la idea de los mehnes y la ciencia magica de los doctores del viento.

Acaso unos y otros habian heredado esa antiquisima cultura comun, cuyos mitos se diferenciaron en los nom-bres.

Hasta hace una decada, aun se podia ver a los onas con sus mantas de pieles de guanaco, reunidos en familia, cerca del Lago Cahme, o aqui en Ushuaia, donde se juntaban con los yaganes del Beagle, fieles tambien a sus antiguas costumbres. Hoy s6lo quedan las fotografias de ellos, las noticias de misioneros y viajeros. La vecindad geografica pudo asemejarlos en muchas cosas, aunque efan antropo-

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I6gicamente mtuy distintos: parecidos a los japoneses losya-ganes, y mas esbeltos los onas.

Cierto, los yaganes fueron menospreciadospor su feal-dad y su aspecto esmirriado; pero los misioneros compro- ,-baron, al convivir con ellos, que eran agiles, habiles y ade- ^ mas muy inteligentes. Los padres Gusinde y Koppers afir-man que sus costumbres eran hospitalarias y honestas. El Pastor Bridges nos dej6 en su Diccionario el documento de una sutil y extensa vida mental. Cuando he oido al viejo Darskapalans, he confirmado todo eso; aunque educado en la misi6n britanica, alcanz6 en su niiiez las antiguas cos­tumbres, y recordaba su idioma, sus leyendas, sus preceptos morales. Y cuando he conversado con el ona Silcha, he confirmaio tambien todo lo que .sobre su raza dicen los libros, ponderando la estampa varonil, la inteligencia vivaz, las costumbres virtuosas.

Las tribus o clanes familicos, de cuarenta o cincuenta individuos, eran la celula racial, asi confundida con la fa-milia. El fuego ardia continuamente en la choza o en la canoa y, en torno del hogar, se conversaba mucho. Daban

f tema a sus platicas, las cotidianas aventuras de la caza o la ;. pescai los accidentes del clima, casi nunca la guerra. Este

conversar aguz6 el espiritu y enriqueci6 el idioma. Adap-tados al clima, no se quejaban de el ni sabian que hubiera -otros mejores. Sus islas eran el Universo. Quiza por ser muy -antiguos, estos pueblos carecieron de telares y alfareria,

p, artes conocidas por otros indios de nuestro continefrte.' ^ Fueron casi nulos su utileria y su atuendo, segun corres-

' ponde a hombres virginales y viejos como el mundo. Res-petaban a los padres y educaban a los hijos; las mujeres estaban sometidas a los varones; estos trabajaban para bus-car alimentos, y hablaban con autoridad. N o cultivaban mayormente la poesia, aunque eran poetas: al otofio le lla-maban "el tiempo de las hojas rojizas", y al lucero, "el cantor de la mafiana". A este vivo sentimiento estetico de f

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la naturaleza y del lenguaje, asi como al profundo sentido magico de su mitologia, corresponde un delicado sentimien-to etico, expresado, en sentencias, que los misioneros cat6-licos alcanzaron a recoger. El padre Cavi, misionero sale- ^ siano, ha pubKcado algunas de esas sentencias, ensenadas en el jaind de los yaganes.

Decian como normas para los hombres: "Cuando seas casado y tengas choza propia, si alguno

viene a sentarse junto a tu fuego, no lo tomes a mal; antes alegrate de ello, porque con ello te honra".

"Cuando quieras hacer a alguien un regalo, no le ofrez-cas un arp6n usado, sino algun objeto nuevo, para que aquel se regocije y alabe en todas paftes tu bondad".

"Cuando andes fuera de tu choza y encuentres un cie-go que ha extraviado el camino, acompanalo hasta Uevarlo al sitio que buscaba".

"Cuando encuentres un nifio abandonado, aunque sea hijo de tu enemigo, llevalo a sus padres, porque el niiio es inocente, y tu enemigo te quedara grato y la paz rena-cera entre ustedes".

"No mates un hombre sino cuando aquel te moleste -como un perro".

"Si rines con tu mujer, no la mates; mas bien aban^ ; d6nala".

"No robes, porque quien roba no puede ser estimado". . "Cuando habla un anciano, aunque te aburra, escu-

chalo con atenci6n, porque tu tambien podras llegar a viejo y entonces desearas que los j6venes te escuchen".

Y decian para las mujeres: "Parte al trabajo desde la madrugada: si el Dios Vatai-

nueva te ve ociosa, te hara morir joven". "Debes ser solicita en ir por agua, en cuidar el fuego,

en asistir a los viejos". "No grites por nada. No repitas todo lo que oyes decir,

pues en caso diverso, haras nacer lamentos y disputas". '

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"Cuando tengas marido, sele fiel y obediente. Si tu marido se inclina a otra mujer, no te es permitido imitarlo

t. con otro hombre. Sopprta todo, porque pronto o tarde ,. volvera, y sabiendote fiel te sera reconocido y viviras" de

Mnuevo en paz". En el antiguo jaind, el maestro ensefiaba estos preceptos ,

para la vida, correlativos de otros que en apartado misterio ;; se enseiiaba a las mujeres. El hombre que habia pasado : por esa iniciaci6n, podia asumir las responsabilidades pater-'na les . Tanto los onas como los yaganes casabanse a los 15

p 16 aiios; pero el casamiento no se perfeccionaba sino des- . pues de la procreaci6n, y eran preferentemente mon6-

-;, gamos. La educaci6n Consistia en el conocimiento de la > riaturaleza: arboles, animales, vientos; la medicina y crianza --" de la prole; el manejo del grupo social; la caceria y la pesca;

todo en funci6n del paisaje nativo y del alma humana. ' Tradiciones legendarias como la del Kl6kcten y mitos he-

roicos como el de Kuanip, comunes a ambos^pueblos insu-lares, inspiraban la vida cotidiana, la moral domestica.

Toda esa maravillosa creaci6n espiritual del Archipie-lago ha sido rota por los que vinieron a civiHzarlo. Ha sido rota como se rompe un beUo vaso que contuw> una esencia. Contemplo yo ahora este paisaje etereo, de confui

^de l mundo, y hablo con los ultimos indios, procurando ' sorprender siquiera el moribundo reflejo de sus ahnas mi-*; lenarias.

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23.-EL CATACLlSMO HIST6RICO

Preguntopor los indios, que fueron los primitivos se-fiores del Archipielago, y me responden:

—Han desaparecido. —iC6mo es posible? Unos contestan que por el alcohol, otros que por la

tuberculosis; pero en realidad porque los despojaron de su tierra; los lanzaron a nuevas condiciones de vida sin ayuda alguna; los esclavizaron y enviciaron; les contagiaron in-mundas pestes, y ademas los cazaron como si fueran ali-tnafias.

El exterminio del nativo es el punto dolor6so de la his-toria fueguina, y de el arranca toda la iniquidad que ha sido, desde la Uegada de la "civilizaci6n", la obra del hom-bre blanco en esta isla tragica.

Los yaganes habitaban la Isla Navarino cuando Darwin los descubri6 en Wulaia, hace un siglo, y entonces calcul6 su poblaci6n en 3000 individuos. En 1884, el Rev. Bridges, que los evangelizara, levant6 censo de eUos, y ya no pasaban de 1000; despues, una epidemia de escarlatina los redujo a 400. En 1908, s6lo quedaban 170. Segun Barclay, etn6-grafo vienes que vivi6 entre eUos, no hay 40 sobrevivientes en la actualidad. Condenados a una vida misera, los de aquel residuo haUahse condenados a inevitable extinci6n.

La cifra demografica de los onas, oriundos de Tierra del Fuego y ep6nimos del Onaisin, no es menos ingrata.

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De 2000 onas que Bridges calcul6 hace medio siglo, al fundarse aqui la soberania argentina, no quedan hoy 40. Un opusculo del salesiano Calvi, hablando de la Misi6n de

' Rio Graride, transcribe estos datos: "Don Del Turco in-forma que son 163 los indios presentes en la Candelaria

t el 19 de mayo de 1899". En la pagina 76 de su folleto, Don Del Turco agrega que de 19 alumnos tomados para darles lecciones en 1901, faltan 14 en 1903, "por haber muerto". He ahi el triste destino de los onas: perecer los adultos en la dispersi6n o el vicio, y niorir los niiios en las misiones, aunque antes proliferaron y crecieron a la, intemperie del viento y de la nieve.

Sin etnbargo, hace un siglo, cuando Darwin vi6 a los indios del Archipielago, aunque juzgados muy despectiva-

' mente por el, sorprendi6se de que pudieran subsistir casi :- desnudos en este clima, y escribi6 sobre ellos en el capitulo

X de su Viaje: "No hay motivo para creer que los fuegui-nos disminuyen, y debemos pensar que gozan de una cierta felicidad, la suficiente para retenerlos a la vida". Los fue-guinos, en efecto, eran fuertes: los onas, admirados por su estampa de atletas; los yaganes, por su resistencia marinera.

.' Bast6les a estos hombres una piel de guanaco o de lobo para vestirse; unos mariscos y pajaros para alimentarse; una cho-za, una canoa, unas flechas, y nada mas. Asi triunfaron del clima hostil y subsistieron hasta que la civilizaci6n vino a exterminarlos.

Se ha observado que cuando el hombre europeo entra a gobernar en las tierras de su colonizaci6n, sobreviene una disminuci6n brusca de la poblaci6n indigena. Con perver-sidad intelectual, se extrae de ese hecho una prueba de infe-rioridad de las razas aut6ctonas: los nativos perecen porque no pueden adaptarse a las condiciones de vida "superior" que el extranjero les ofrece. Tal es la doctrina; pero el he­cho obedece a otras causas y otro es su sentido.

Toda penetraci6n extranj^ra —militar, econ6mica o

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religiosa— es para las razas primitivas un cataclismo. Se destruye su regimen social, producto de una larga expe-riencia y de una creaci6n del espiritu. El medio fisico sub- '. siste, pero no los instrumentos con que el hombre aut6c-tono logr6 su adaptaci6n a ese medio, en un trabajo mile- -nario. El colonizador ignora ese fen6meno psicol6gico, o prescinde de el. A pesar de su vanidad, procede como una fuerza ciega. La catastrofe biol6gica y moral que ello com- -porta, bastaria para explicar el fen6meno, y en analogas condiciones ppdria ocurrir lo mismo entre pueblos civili-zados. En el caso de los fueguinos, el cataclismo fue pro-fundo, por las peculiarisimas circunstancias de su ambiente fisico, de su mundo mental, de su adaptaci6n ya Iograda. Cambi6 su vestidura, su alimentaci6n, su economia, su len-gua y hasta su concepci6n religiosa. A esto debieron seguir miserias, neurosis, muertes; fatalidad que no habria podido atenuarse sino por una paternal comprensi6n de lo que al indio le ocurria. El civilizado, en cambio, nada entendi6; hasta crey6 hacerle un bien con su cataclismo.

La civilizaci6n que se les traia a los fueguinos consisti6, ademas, en las siguientes especies: los peores tabacos y los peores alcoholes, con lo que los indios aprendieron a fumar y a emborracharse, cosas que antes ignoraban; la tubercu-losis, que apareci6 al cambiar las condiciones de vida; las enfermedades venereas, obsequio de los intrepidos nave-gantes. Como eso no bastaba para hacerlos desaparecer, empezaron a cazarlos con armas de fuego, aunque los in­dios eran hospitalarios.

A veces el colonizador quiso conocer al nativo, e in-curri6 en graves errores, como a Darwin le ocurri6 cuando crey6 que los fueguinos eran ateos, canibales de lenguaje , raiserrimo y el pueblo mas degradado de la especie humana. -Si tal decia el sabio naturalista ingles, el explotador que despues vino se libr6 de remordimientos. Cuando se supo la verdad, era ya tarde: los indios habian perecido.

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Y* 24.^LA RAZA EXTERMINADA

La pritnera exploraci6n argentina que Ueg6 al interior de Tierra del Fuego desembarc6 en la costa atlantica en son de guerra; los onas, arrojandole flechas, defendieronse del invasor, como es permitido en pueblos civiHzados co'n-tra sus agresores. Hubo un combate y, victimas de las armas de fuego, quedaron 28 indios muertos. Asi empez6, despues de 1880, la ocupaci6n argentina.

Del lado chileno, las cosas no se condujeron con ma-yor piedad. Alli, un gobernador de Magallanes, en 189J, quiso apoderarse de la Isla Dawson y mand6 un piquete que casi extermin6 a los alacalufes sorprendidos en sus chozas. Mataron a muchos, destruyeron familias, llevaronse nume-rosos cautivos a Punta Arenas y, segun el padre Agostini, que refiere el caso, fueron vendidos en subasta para entre-garlos como esclavos a sus amos blancos.

Leo en libros autorizados una historia analoga: la de Popper, aquel aventurero rumano, buscador de oro, que explot6 yacimientos' cerca de Bahia Slogget y otros lugares

* ^ argentinos. Como los indios no siempre le avisaran d6nde -hallaria el oro anhelado, se termin6 cazandolos a tiros. La

' tradici6n agrega que aquella especie de loco hizose retratar . mientras los cazaba; y Popper tuvo en Buenos Aires, influ-t yentes padrinos.

En Ushuaia refierenme con insistencia el caso de no

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se que capitalista cuya capataz —un europeo— pagaba dos libras por cada oreja de indio que le presentaran; eufe-mismo y seiial con que el meritorio poblador despoblaba la tierra para que los gobiernos la entregaran mas limpia, a fin de echar a pacer innumerables ovejas. El propio ca­pataz, ebrio, cont6 el caso en un cafetin de Punta Arenas; y aparece referido tambien por Payr6, y esta aludido en -libros de los salesianos.

Mas brutal es aun la anecdota de aquel dia en que el mar, sobre la playa de Rio Grande, arroj6 una ballena. Cuando tal presente hacia el mar, era ocasi6n de bulHcioso festin para los naturales. Corri6 la noticia a las chozas cercanas; vinieron en numero de cuarenta, hombres, m u - ^ jeres y niiios a repartirse la ballena, y cuando la hubieron comido, quedaron casi todos muertos junto a la osamenta. -Se asegura que una mano criminal, quiza la misma que despoblaba de indios el futuro latifundio, mand6 envenenar ia carne del festin.

Como se ve, no pudo ser mas brutal la entrada en Tierra del Fuego de eso que solemos llamar "la civilizaci6n". A estas crueldades se ha de atribuir, tanto como al cambio de vida y a las pestes, la desaparici6n de los nativos. Dos mil onas habia en el Onaisin hace cincuenta afios, y hoy ) no quedan 40, en su mayoria viejos, enfermos y miserables. Cuando he visto a Silcha, mocet6n inteligente cuya esta-tura mide ciento ochenta y dos centimetros, he conocido a uno de los ultimos representantes de la raza tal como fue en otros tiempos, y ya he dicho que en Haberton vive una mujer de la misma raza, cuya estatura Uega a ciento no-venta centimetros. Con ejemplares asi debi6 organizarse un plantel de reproductores. Pero se prefiri6 la matanza.

Los misioneros, tanto cat6licos como protestantes, que vivieron entre estos indios y pueden hablar de eUos con autoridad porque practicaron su lengua y conocieron sus -costumbres, elogian la salud fisica y moral de onas, alaca- ,.

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Iufes y yaganes. Los consideraron inteligentes, honestos, fuertes y d6ciles. Los creyeron aptos para asimiIar nuestra cultura, en lo que ella tiene de mas noble. Sin embargo, los indios del Onaisin han desaparecidof y es vergiienza grande para nosotros que esta iniquidad se haya consumado bajo la soberania argentina. Habiamos declamado tanto

' contra Espafia, contra sus crueldades en el siglo XVI, contra ;. su regimen colonial, para concluir nosotros portandonos

;-peor, tres sigIos despues. Habria sido un notable acierto de la Argentina salvar

; a esta raza (al menos como hoy se esta criando al caballo ^: crioUo), para aprovechar las virtudes de su atavica adap- _, :'T""taci6n geografica. Los onas, gente vigorosa, habrianse mul-

tiplicado en sus pampas y montafias, para trabajos de gana-deria e industria forestal; los yaganes, criados durante gene-raciones en la canoa, habrian servido para la pesca y la navegaci6n, puesto que son marineros por idiosincrasia.

f Una reeducaci6n inteligente habrialos adaptado sin esfuerzo a las labores de la caza, la peleteria, la madera, los astilleros y la conserva de mariscos. Ademas, ha sido una desgracia para la ciencia la brusca desaparici6n de los indios fuegui-

;v nos porque se ha roto el molde de una cultura milenaria; pero esta ha sido tambien una desgracia para la economia

- nacional, porque al exterminarlos no hemos sabido substi-; tuirlos. El Onaisin ha quedado desierto, y con su riqueza : casi inm6vil. Aqui, la vida se ha deshumanizado hasta el H' crimen. ':-" A