revista espaciocritico n17 segundo semestre de 2012

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  • 7/29/2019 Revista espaciocritico n17 segundo semestre de 2012

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    Filosoa polticaIdeologa y verdad: Repensando la relacinAndrs F. Parra Ayala

    Crtica & debateOrden y organizacin: Relexiones sobre el trnsito de los paradigmasen el pensamiento poltico y administrativo moderno y contemporneoJos Francisco Puello-Socarrs

    Cultura & PolticaOlvido, ideologa y memoriaAlfredo Gmez MullerUna nueva perspectiva de la educacin ticaGerardo Andrade

    Amrica LatinaLas alternativas actuales de la industrializacin en Amrica LatinaJos Luis Rodrguez

    Anatoma del KirchnerismoClaudio Katz

    Historia & memoriaMarx comenta la Constitucin de Cdiz de 1812Ricardo Snchez ngel

    ReseasZibechi, Brasil potencia entre la integracinregional y el nuevo imperialismoBeatriz Stolowicz

    Segundo Semestre de 201217

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    DIRECTOR

    Jairo Estrada lvarez

    EDITOR

    Jess Gualdrn Sandoval

    CONSEJO EDITORIAL ASESOR

    Mara Teresa Ciuentes Traslavia, Nelson Fajardo Marulanda, Vctor Manuel Moncayo Cruz,

    Edgar Novoa Torres, Ricardo Snchez ngel, Libardo Sarmiento Anzola, Renn Vega Cantor

    ASESORES INTERNACIONALES

    Beatriz Stolowicz Weinberger (Mxico) Claudio Katz (Argentina) Nildo Domingos

    Ouriques (Brasil) Manuel Salgado Tamayo (Ecuador) Dietmar Wittich(Alemania)

    DISEO Y DIAGRAMACIN

    Miguel Bustos y Tatianna Castillo Reyes

    DISEO Y DESARROLLO WEB

    Luis Guillermo Quevedo Vlez [email protected]

    UNA PUBLICACIN DE

    Espacio crtico Centro de estudiosBogot D.C., Colombia

    Revista colombiana de anlisis y crtica social

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    Filosoa

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    Andrs F. Parra Ayala*Universidad Nacional de Colombia

    Resumen

    El presente escrito se propone repensar la nocinde ideologa y su articulacin con el problema dela verdad y la realidad social. Frente a la preguntade si hablar de ideologa supone una nocin me-tasica de la verdad como punto de partida deun discurso que no expresa inters alguno, o biensupone un lugar neztral de enunciacin discursiva,proponemos la tesis de que la ideologa no es unamentira, un engao o un ocultamiento de los in-tereses de poder en los actos de habla, sino que,desde Marx, la ideologa es la verdadde la realidadsocial capitalista.

    Introduccin

    El objetivo del artculo es avanzar en la construc-cin de un marco terico en el que la ideologa nose aborde como un problema dentro de la eserade la representacin y su relacin con la realidadobjetiva. De este modo, buscamos desprendernosde las nociones clsicas y metasicas de verdad yrealidad en-s que han acompaado al concepto deideologa en su desarrollo terico.

    El texto sostiene la hiptesis de que la ideologa es

    la verdad de una realidad social atravesada por lasubsuncin capitalista en todos sus niveles y ese-ras. Nuestro punto ser que la ideologa no ocul-ta ni tergiversa la realidad capitalista, sino todo locontrario: es una orma de mostrar(no de ocultar)en el mbito terico la realidad social capitalista ysus pretensiones hegemnicas. La ideologa es elmomento terico de una vida social deshumaniza-da en el marco social capitalista.

    IDEOLOGA Y VERDAD:REPENSANDO LA RELACIN

    Tres partes dividen el texto: la primera, aborda lo

    problemas y limitaciones tericas de concebir laideologa como un error o un engao. La segunda, aborda el punto de que la realidad social paraMarx no es la realidad social objetiva que se esconde detrs de las representaciones conusas de losujetos, sino es el propio modo en que los hombreactan. De ac que las representaciones ideolgicas sean parte y expresin de esa realidad y nosimplemente una antasa o un constructo cticioEste punto ser sostenido por la tercera y ltimaparte del escrito.

    1. Motivos de un abandonoLa nocin de ideologa est comnmente asociada a la alsedad, al engao, la tergiversacin y lamisticacin en avor de la legitimacin terica deorden social existente. Una suerte de distorsin dela realidad est a la base de la misticacin ideolgica: la ideologa responde a la posicin social quetiene un individuo o un grupo y, comprometiendoaspectos parciales de su cosmovisin o todo el aparataje terico que est a la base de su concepcindel mundo, es una muestra vehemente y explcitade que los intereses del grupo histrico-social que

    ostenta una ideologa chocan con la verdadera naturaleza de la realidad.

    En este enunciado general se encuentran dos problemas bastante complicados a los que la tradicinmarxista ha intentado dar una solucin relativaEl primero es la relacin entre las condicionemateriales de existencia y la conguracin de laconcepciones del mundo y las teoras: es posiblesostener que un grupo histrico-social, por ejem

    *M F U N C.

    F U A. E

    D E P R I

    U N. D D C

    P U, T P.

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    plo, una clase, tiene una concepcin del mundo? El segundo, que nos interesa primordialmente aqu, esla relacin entre ideologa y verdad: cmo y por qu la ideologa mistica, alsea o invierte la realidad?

    Lo que a primera vista puede plantearse es que la mayora de abordajes que se han orecido para el rodeode estos problemas caen en puntos deterministas o metasicos. Deterministas, por cuanto el pensamiento

    se reduce a la superestructura jurdica y poltica en los bordes y en la tensin de una semntica irres-trictamente causal: la variable dependiente (la concepcin del mundo) es explicada de orma causal porla variable independiente, la posicin social y estructural de los sujetos. Metasicos, en cuanto la teoracrtica debe cargar siempre con el lastre de declarar la posesin de la verdad sobre la realidad social, atri-buyndose a s misma un estado superior en la evolucin de la conciencia o un cienticismo inapelable,con el n de dotar de sentido a la nocin de ideologa y poder proerir una acusacin al adversario polticoy terico en este sentido.

    El enclave ms problemtico de toda la cuestin es que comenzando por el mismo planteamiento delproblema y de la pregunta por la ideologa, entran en juego dicotomas y categoras epistemolgicasque pareceran ser ajenas al corpus terico de Marx o incluso de Hegel. La que es undamental aqu es ladicotoma sujeto-objeto, que puede ser evidenciada en la oposicin y yuxtaposicin implcita entre sujetoy realidad social que ha recorrido algunos planteamientos sobre la ideologa. En tanto el contenido eec-

    tivo de la ideologa consiste en que el sujeto perciba de orma errnea su realidad social y que todos losmecanismos autnticamente reales y verdaderos de uncionamiento y reproduccin de la totalidad socialse encuentren a sus espaldas, debe existir una separacin y una brecha entre ambos como base de todoel planteamiento. La imagen de que el sujeto se enrenta a la realidad y puede llegar a representarla deacuerdo a su posicin subjetiva, no tiene sentido sin que el sujeto y el objeto estn contrapuestos y sea,asimismo, la representacin el puente que une y junta lo que est separado. Y aunque, en este orden deideas, Althusser hbilmente haya planteado que en el ondo la ideologa es el sentido de la realidad socialque habitan los seres humanos sustentada en prcticas y rituales de reconocimiento ideolgico, y que portanto, los individuos viven dentro de la ideologa siendo esta su propia realidad (Althusser, 2003, pg.56), sus planteamientos llegan a una distincin entre sujeto y realidad que es mucho ms prounda yproblemtica de lo que l mismo podra haber aceptado y deseado: el sentido construido en los AparatosIdeolgicos del Estado no coincide nunca con la realidad estructural de la sociedad que se encuentra enel juego annimo de las estructuras econmicas y la sobredeterminacin que ellas ejercen sobre el camposocial y que, en este sentido, slo puede ser hallada y comprendida por el marxismo como ciencia (Althus-ser, 1974, pg. 174). La disimetra entre la realidad simblica e ideolgica de los Aparatos Ideolgicos delEstado y la realidad econmica y estructural del uncionamiento de la totalidad social, en otras palabras, elhecho de que las concepciones del mundo y el sentido de la vida de las personas se dierencia de la ormaen que la sociedad como tal unciona, opera y se reproduce, marca el comps del retorno a la dicotomasujeto-objeto o sujeto-realidad como el supuesto terico ms espinoso de la nocin de ideologa.

    Las refexiones que han apoyado el abordaje tradicional del concepto de ideologa, no obstante, no sonnuevas, y no se deben precisamente a Marx. Podemos darnos cuenta que en la historia de la losoa,la necesidad de explicaciones elaboradas que justiquen la existencia del error, del engao o de la alse-dad, responde a las consecuencias de un extendido prejuicio racionalista: rente al descubrimiento de laplena potencia de la razn como acultad cognitiva, sustentada muchas veces en Dios y la Providencia, la

    pregunta subsiguiente consiste en cmo es posible que los seres humanos se equivoquen. Fue Descartesquien plante con ms radicalidad el problema: los errores no se deben a acultades cognitivas como larazn o al carcter aparente del mundo emprico, sino a las volitivas relacionadas con el libre albedro:

    D , , ? D q

    q , , q

    q , ,

    ; q qq q. (Descartes, 2004, pg. 85)

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    De mano con la imposibilidad de que la razn nos engae, el error queda remitido a la voluntad: quien seequivoca es porque quiere hacerlo. Descartes, as, quiere buscar la gnesis y la explicacin del error dentrodel propio sujeto, apelando a las acultades y condiciones inherentes a l que se oponen al uso sano ycorrecto de su entendimiento:

    E q . L ;

    q D, . (Descartes, 2004, pg. 85)

    Es curioso que el punto undamental de Descartes, a saber, que la existencia de errores y de engaosse deba a actores y elementos que no tienen nada que ver con las ormas de conocimiento del mundocomo tales y que se atribuyan a eseras extracognitivas del sujeto como la voluntad o los intereses, hayapasado intacto a la sociologa del conocimiento y a la crtica de la ideologa en su acepcin marxista. Evidentemente, se puede objetar, que la sociologa del conocimiento no parte de proerir explicaciones a loerrores individuales sino que toma las prcticas generales de un grupo social y observa cmo desde ellase construye una concepcin general del mundo (Manheim, 1987, pgs. 49-53); tampoco es cierto quela ideologa tenga una relacin con el libre albedro de las personas como en Descartes. Sin embargo, enltima instancia, Descartes y los enoques tradicionales de la ideologa comparten el hecho de encontra

    la explicacin del error dentro del sujeto: ya sea por sus intereses, su posicin social o su voluntad.

    Es gracias a la matriz argumentativa cartesiana que el concepto de ideologa ha sido siempre acompaadopor planteamientos de la Verdad y la Realidad en sus problemticas y aspectos tericos ms undamen-tales. En este sentido, la nocin podra ser abandonada justicadamente: la ideologa como el nombremarxista del error y la equivocacin no escapa a la rbita de infuencia del racionalismo; asimismo, unalosoa crtica no puede tener en su corpus la idea de una Realidad que est ms all del sujeto y susprcticas sociales, ni la idea de la existencia de una Verdad que subyace a espaldas de las representacioneconusas de los seres humanos. Dejar de lado la nocin de ideologa puede llegar a ser comprensible.

    Pero la estrategia analtica y poltica de abandonarla no puede ser pertinente ni conveniente. Si bien esms que cierto que la ideologa como categora acarrea problemas metasicos, se debe plantear que suintroduccin en la obra de Marx est sustentada en un marco terico que prescinde de la dicotoma sujeto-objeto y de la necesidad terica de armar la existencia de una realidad verdadera que opera y uncionaaparte de las representaciones de los sujetos. Se trata entonces la ideologa de un impasse terico, deuna nocin que contradice los supuestos loscos del propio Marx? O ms bien ella mostrara el puntode quiebre metasico y determinista del materialismo histrico?

    Estos interrogantes deben tener una respuesta categricamente negativa. Porque ideologa no es iguaa mentira, engao o a equivocacin. La orma de abordar su signicacin primaria no debe ser comolo plante Althusser, una oposicin entre ideologa y ciencia, ni un anlisis que explique el error desdela posicin subjetiva del sujeto: quienes ostentan una ideologa les conviene, de acuerdo a su posicinsocial, engaarse a s mismos y engaar a los otros. El problema de la ideologa no responde en Marx auna semntica de la Verdad ni a un problema sociolgico abstracto de las concepciones del mundo delos grupos histrico-sociales. La carga explcitamente negativa que el trmino tiene en Marx proviene de

    hecho de que los idelogos (y la ideologa) expresan la verdad de una realidad racturada, alienada y deshumanizada. No se trata de un engao o de un ocultamiento de la realidad social, sino todo lo contrariola ideologa muestra en el mbito terico lo que es propiamente la realidad social capitalista.

    Nuestra tesis permanece en un nivel de abstraccin tosco si no se aclara su contenido undamental. Larmula de que la ideologa es la verdad de la realidad social capitalista, exige para su comprensin eabordaje de al menos dos interrogantes undamentales: el primero consiste en saber qu abarca la nocinde realidad socialy en qu orma la realidad social capitalista es una realidad racturada y escindida; esegundo es cmo y en qu sentido la ideologa es la verdadde dicha realidad. Nos ocuparemos en lo queviene de desarrollar esos interrogantes.

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    2. Marx: realidad social objetiva?

    En las Tesis sobre Feuerbach Marx establece un uerte distanciamiento con una nocin contemplativa de larealidad; ella no es el conjunto de objetos que contemplamos y que percibimos por medio de los sentidos.La realidad nunca es lo que es representado por el sujeto porque la actividad humana undamental no

    puede ser vista loscamente como la representacin cognoscitiva.

    En este orden de ideas, lo que Marx entiende por realidad no es la cosa en-s esttica que, posterior yaccidentalmente, el sujeto puede representar de orma alsa o verdadera de acuerdo a sus acultadescognitivas. Este tipo de caracterizacin terica de la realidad esconde, en verdad, dos cosas que son com-plementarias desde el punto de vista de Marx: la realidad se entiende como una cosa o un gran conjuntode cosas susceptibles de contemplacin y conocimiento, al mismo tiempo que el sujeto se relaciona conella por medio de la representacin: el sujeto se representa la realidad que simplemente est-ah:

    E , F q j

    [ Gegenstand ] , ,

    j j [ Objekt ] ,

    , . (Marx, 2006, pg. 13)

    Con el n de superar la dicotoma sujeto-objeto se ha planteado que Marx introduce en su cuerpo cate-gorial la tesis de que la realidad es siempresocial, lo que implica, por una parte, que no existe un sujetouniversal y abstracto, y por otra, que no existe esa realidad en-s, pues la realidad es la historia: un procesodinmico y no esttico, de alteracin, cambio y movimiento permanente. As, undamentalmente, estaidea implicara que el sujeto no contempla la realidad sino que acta en ella: la realidad no es un objeto decontemplacin sino un marco en el que los individuos desenvuelven sus actividades, entendido como elconjunto de sus relaciones sociales. Que la realidad social sea la historia misma, implica que no existe unaesencia abstracta del ser humano concebida por uera del desarrollo eectivo de sus relaciones sociales:

    L . E

    j . (Marx, 2006, pg. 13)

    L . E , , q

    , q

    . (Marx, 2006, pg. 80)

    Las citas textuales de Marx que sustentan esta idea abundan y seran cilmente acumulables en el tra-yecto de su obra. Pero sin una aclaracin hermenutica ulterior, estas tesis pueden traer consecuenciasneastas. Sobre todo, si se entiende por realidad social la realidad social objetiva, es decir, el conjunto deestructuras objetivas que determinan la accin de los individuos.

    La idea aparentemente sencilla de que no contemplamos la realidad sino que actuamos en ella, puesla realidad no es un objeto de contemplacin sino que es el conjunto de estructuras sociales en las que

    nuestras prcticas tienen lugar, puede complicarse cuando la tesis se ve sometida a un examen analtico.

    Que la accin se desenvuelva en un marco objetivo puede signicar varias cosas. Primero, que hay unarelacin de continente-contenido entre la estructura y la accin. Esta nocin es alejada de la tradicinmarxista pues, en eecto, nunca la historia ha sido entendida como el espacio abstracto donde ocurre laactividad de los seres humanos: no es una coleccin de hechos muertos, como para los empiristas, o unaaccin imaginaria como sujetos imaginarios como para los idealistas (Marx, 2006, pg. 27). Segundo,que hay una relacin de determinacin (de asignacin de contenido) entre la estructura y la accin. Estepunto de vista s ha sido acogido por buena parte de la tradicin marxista y encuentra en Althusser suormulacin ms elaborada: la sobredeterminacin althusseriana evita un enoque causal, sostenien-

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    do que la accin y los niveles especcos de la praxis humana encuentran su realidad y contenido en lasestructuras econmicas, por medio del planteamiento de la determinacin en ltima instancia de laproduccin y la ecacia relativa de las superestructuras (Althusser, 1974, pg. 91).

    Por ello la economa es la realidad ltima de la vida social pues es la que le da una especicidad y par

    ticularidad irreductible. Por ejemplo, siempre ha existido la poltica, pero su orma capitalista no es comola eudal. Lo que aqu nos permite decir que ambas realidades sociales de la prctica poltica no son equiparables, es que la estructura econmica sobredetermina en ltima instancia, es decir, da un contenidoespecco irreductible a la propia poltica de acuerdo a su especicidad histrico-econmica.

    El problema de este entendimiento de la realidad social es que su ortaleza es su propia debilidad: cuandoAlthusser dice que la estructura econmica asigna una especicidad a los niveles de la praxis humana(nivel poltico, cultural, social, etc.), el problema no es tanto un determinismo econmico renado, sino ladistincin y separacin (que no es simplemente una distincin analtica) entre la estructura y la accin. Snos damos cuenta, este presupuesto es metasico porque reproduce la idea de una realidad ltima queexplica y est detrs de la apariencia del sucio mundo emprico. La estructura econmica remplaza ahoraal eidos, a la ousia o a Dios, como una entidad trascendente que, estando uera del mundo, explica lapropia realidad aparente de ste como una maniestacin de aqulla.

    La separacin entre accin y estructura es otra orma de dividir el mundo de los seres humanos entreapariencia y realidad: el mundo de la prctica y la ideologa es un mundo aparente y also, mientras que emundo de la estructura es el mundo verdadero y real que explica el aparente. El mundo objetivo del modode produccin explica el mundo subjetivo de la prctica, la cultura y la realidad simblica.

    Marx nunca deendi tal concepcin de la realidad social: no existe una realidad estructural por encimade las actuaciones cotidianas de los individuos. La realidad social no es nunca objetiva, ni subjetiva; ella esen cambio, lapraxis. La praxis es un concepto que no permite la reduccin subjetivista u objetivista de lavida social. La actividad vital implica la coincidencia entre la accin, el individuo y su marco de relacionesociales. As, la realidad social para Marx es un movimiento dinmico en el que la vida y las acciones delos individuos son sus propias relaciones sociales. Las ormas de relacionamiento social no son estructuraseparadas de las acciones individuales, sino que son la orma y la realidad inmanente de la accin comotal. La realidad social no es el mundo de las relaciones sociales separado de las acciones de los individuospues el punto undamental de Marx es que la vida misma de los individuos en su cotidianidad es el despliegue y desarrollo de sus relaciones sociales: las relaciones sociales estn en la accin y viceversa:

    E : , q

    . (Marx, 2006, pgs. 47-48)

    Frente a la idea de que Marx pretende undamentar su ontologa social en la bsqueda de una realidadeconmica que explica y da cuenta de todas las ormas de vida y relaciones sociales imperantes en unapoca histrica, debemos recordar la signicacin primaria del concepto de modo de produccin (queMarx utiliza en repetidas ocasiones para reerirse a su idea de realidad social). El modo de produccin noes una entidad estructural que da cuenta de la alsedad de la apariencia de la vida social, sino que es la

    orma misma de la apariencia, su inmanencia plena como exterioridad (ue):

    E q

    q . E

    no hay que considerarlo slo en el sentido de que es la reproduccin de la existencia

    sica de los individuos. E (Tk)

    , un determinado modo de exteriorizar(uern) ,

    . T , . (Marx, 2006, pgs. 36-37)

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    La estrategia analtica de Marx no consiste aqu en decir que la vida social es la maniestacin de algo queest oculto, de una estructura secreta que slo puede ser hallada por la genialidad analtica de la cienciamarxista. La vida social es la exteriorizacin de la vida de los individuos, es decir, la orma misma en que suvida aparece, se exterioriza y se hace maniesta; es el propio y simple aparecer de los individuos: sus ac-tividades cotidianas. La actividad del individuo es para Marx su hacerse exterior, es decir, su aparecer y su

    existir eectivo. Debemos, as, notar que las nociones que acompaan en planteamiento radical del modode produccin no son las de trabajo (Arbeit) o necesidad (Bedrfnis); no se trata de categoras econmicasposteriormente transormadas en conceptos ontolgicos como se ha entendido muchas veces. La ormade entender la produccin para Marx tiene poco que ver con la economa; tiene que ver con la vida social,con las ormas de vida y con la exteriorizacin. Un modo de produccin es un modo de vida, un modo deexteriorizacin de la vida de los individuos, un modo de actividad vital.

    Pero se trata siempre de un modo (Weise) de vida, de una manera de exteriorizacin de la vida de los in-dividuos, de una orma de realizacin de las actividades. Que se hable de un modo de vida implica que lavida es un proceso relacional, social e histrico. Esto no quiere decir que lo histrico-social sea un atributoaccidental agregado a la actividad humana y a su proceso de exteriorizacin y maniestacin. Toda acti-vidad humana por excelencia es para Marx el desarrollo inmanente y procesual de las relaciones sociales,ya que en primer lugar toda accin del ser humano se da en y por relaciones sociales y en segundo lugar,

    son las propias acciones las que construyen la orma y el desarrollo de las relaciones sociales. La vida paraMarx es este entramado relacional en el que tanto las relaciones sociales como las acciones de los indivi-duos tienen lugar como parte de un mismo movimiento. No se puede, por lo tanto, plantear una rmulaunilateral que establezca que las acciones se desarrollan en un marco social, pero que el marco social tieneun desarrollo autnomo de acuerdo a leyes cientcas, movimientos annimos de las estructuras, etc.

    A pesar de todo, puede pensarse que una lectura ontolgica y no econmica de la teora de la sociedadde Marx es parcial y deja de lado los desarrollos econmicos de su obra, concentrados sobre todo enla poca posterior a la dcada del 50. Frente a ello debemos recordar que lo que se conoce como losdesarrollos econmicos de Marx responden siempre al motivo poltico de una crtica al capitalismo. Noson, en este sentido, desarrollos tericos desinteresados, descriptivos y propios de una ciencia econmicaobjetiva que analiza la esera del mercado o la produccin como un espacio autnomo de reproduccinde relaciones sociales especcamente econmicas. Lo que a Marx interesa es estudiar la relacin entre elcapital y la vida social en su conjunto desde la tensin terica, pero sobre todo prctica y real, en la quelas relaciones capitalistas intentan posicionarse como la orma de realizacin eectiva de todas las accionesde los individuos. Lo que se plantea en los Manuscritos de 1844 por medio de la propiedad privada y eltrabajo asalariado como relaciones sociales que absorben la vida entera de los individuos (tanto la vida enla brica como la vida uera de la brica y el tiempo libre), guarda una correlacin ormal y de contenidocon los anlisis maduros de la subsuncin real de la vida social por el capital.

    A, , j , E P q

    j, ,

    q , q, f ,

    q , , f. (Marx, 1966, pg. 78)

    La gura de la subsuncin est presente aqu: la propiedad privada absorbe toda la realidad social del serhumano, en tanto la propiedad privada aparece como el undamento y el n ltimo de sta realidad. Deigual orma, el proceso de subsuncin de las relaciones sociales por el capital, implica que la dominacindel capital se arma en que todas las relaciones sociales y todas las ormas de vida se convierten en ele-mentos especcos de su reproduccin y valorizacin (Marx, 2001, pg. 269).

    En eecto, la refexin que albergan ambas guras es que las relaciones sociales capitalistas no se restrin-gen al mbito de la brica, sino al mbito propio de la realidad social en su conjunto, es decir, a la ormaen que los individuos despliegan y exteriorizan su vida. El capital es la primera gurasocial(ms no simple-mente econmica) que intenta homogenizar las prcticas sociales de los individuos en toda su dimensin,

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    hasta pretender que el capital mismo sea el punto central de gravitacin en torno al cual gira la vida sociacomo tal. El acento de Marx siempre se encuentra en comprender como la relacin que el individuo tienecon su propia actividad (no exclusivamente con su propio trabajo), est mediada por un basto procesode mercantilizacin y valorizacin en el que las cosas que no tienen un valor de cambio y de las cuales eimpensable atribuirles un carcter mercantil, son ahora vistas como mercancas.

    Es innegable que el capital como gura social tenga reerentes econmicos: precisamente, el capital comorelacin social supone que los individuos desarrollan todas sus actividades como agentes econmicosToda actividad en el marco social capitalista es entendida como reductible en ltima instancia a un actode produccin, distribucin o de consumo: un pan y una interpretacin de una pera son para el economista bienes realizados porproductores que pueden intercambiarse unos a otros y ser distribuidos en laesera del mercado. Pero el capital no solosupone eso, sino que trata de que sea as en eecto, sobre todocuando el tendero y el director se relacionan primordialmente por medio del dinero. Cuando Marx armaque el dinero es la relacin social undamental en el capitalismo (Marx, 2001, pg. 90) alude precisamenta esto: el dinero es la misma orma capitalista de la existencia social, es decir, es el modo en como loindividuos socializan sus actividades, se relacionan con los otros y son habitantes de un entramado sociae histrico. Una de las lgicas inmanentes de la reproduccin de las relaciones sociales capitalistas es quela actividad vital sea economizada y reducida en toda su riqueza a este aspecto unilateral: la orma en que

    los individuos exteriorizan su vida, que recoge actores complejos e innumerables, pasando por las condiciones geogrcas, histricas, por las tradiciones, el lenguaje, etc., se reduce brutalmente en el capitalismo a una cuestin de nmeros, de mercado y de ganancias, en ltima instancia, a la lgica capitalista. Econstructo histrico-social del capitalismo tiene su concrecin ntima en el hecho de que se pueden poneen juego criterios de rentabilidad en cualquier relacin social o orma de vida, pues todas las relacionesestn mediadas por el dinero y son susceptibles de mercantilizacin: desde las relaciones sexuales y degnero hasta las relaciones con la naturaleza. (Marx, 1966, pg. 82)

    En los Grundrisse encontramos que en esta tensin se inscribe el proyecto marxiano de crtica de laeconoma poltica. Es una tensin porque entender la pretensin hegemnica del capital sobre el camposocial entendida como la subsuncin real, es decir, la transormacin eectiva de la vida humana en unacuestin exclusivamente econmica por la mediacin del dinero, implica entender a cabalidad los trminos de dicha hegemona, que son trminos econmicos. Pero el estudio de los trminos econmicos de lahegemona capitalista no es propiamente economa. No se estudia la interaccin abstracta entre agenteeconmicos en un mundo de riquezas limitadas, atenindonos a la denicin neoclsica de economaSe estudia, en cambio, la pugna y el conficto en el que la vida social intenta ser reducida a un trminoexclusivamente econmico que gravita alrededor del capital como condicin de posibilidad de su propiarealizacin y reproduccin. El siguiente pasaje ilustra bien la tensin:

    U , , , ,

    relaciones recprocas determinadas de estos dierentes momentos. A ,

    j su orma unilateral . (Marx, 2001, pg. 20)

    La produccin unilateral es la categora burguesa de la actividad: toda actividad, independiente de su especicidad, es en ltima instancia, una produccin de mercancas, subordinada al mercado. Mientras que

    la Produccin, el concepto de Marx para mentar de una orma general la actividad humana es el procesoinmanente de la exteriorizacin de la vida de los individuos en una poca histrica: por ello, es la produccin de relaciones sociales y no de mercancas. Lo que est a la base de la actividad y de la produccin(como concepto ontolgico) no es la creacin de objetos o subsistencias, sino su pleno acontecer activoen una relacin social, o sea, el ser desarrollo inmanente de la relacin social.

    Donde el economista burgus ve un acto de consumo y de produccin unilateral, Marx ve el campo deuna pugna social entre la vida que tiene su plena potencia de desarrollo y apropiacin de las relacionessociales y el capital que intentaseparar y escindira las acciones y la vida de los individuos de su propiapotencia. Este cambio de punto de vista, esta conrontacin terica, es la crtica de la ideologa.

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    3. Ideologa: de la representacin a las relaciones sociales

    Podemos advertir de una orma inmediata que la crtica de la ideologa va ms all de denunciar los dis-positivos de poder implcitos en el discurso. Es insuciente intentar percibir que todo hecho y todo con-cepto responde a un entramado hegemnico en pugna como lo han sostenido Moue y Laclau (Laclau

    & Moue, 1987). Pues en verdad no se necesita mucha perspicacia intelectual para darse cuenta queun mismo hecho tiene un signicado dierente dependiendo de los intereses y la concepcin del mundopropios del enunciador, o del contexto semntico-hegemnico en el que se inscriba: un vaso puede versemedio lleno o medio vaco, o la lucha contra el narcotrco puede interpretarse como un problema deseguridad o de salud pblica. La insuciencia de ste planteamiento radica en que ese tipo de anlisisdiscursivos pueden hacerse sin hablar de ideologa: algunas vertientes de la losoa de la ciencia danmuestra de ello cuando lo que parecen ser hechos y evidencias que verican las hiptesis, responden aesquemas preelaborados y preexistentes y son de alguna orma adecuados a ellos (Kuhn); o cuando lalosoa hermenutica que toda comprensin se basa en una precomprensin y en un prejuicio aludiendoa que hay nociones anteriores al proceso de comprensin que se ponen en juego a la hora misma delproceso (Gadamer). Pueden, as, estudiarse los prejuicios implcitos que operan en la comprensin, y ellono signica en sentido estricto acoger de orma rigurosa la nocin de ideologa.

    As pues, la refexin que acompaa a la crtica de la ideologa no es una dupla discurso-poder o texto-contexto, en el que se muestra que todo texto o discurso est antecedido por dispositivos de cultura ypoder. Como ha sido observado (Zizek), este marco terico termina en anlisis abstractos del discurso endonde todo es ideologa, y por tanto, nada lo es.

    El concepto de ideologa en Marx est adscrito a su refexin sobre la realidad social y el proceso de sub-suncin de la vida por el capital. Porque la ideologa es la verdadde ese proceso que ractura y escinde lavida social de los seres humanos. As, los planteamientos ideolgicos sobre la naturalidad del mercado, elcarcter ahistrico de las ormas de vida capitalistas, la rentabilidad como el sentido ltimo de la realidadhumana, etc., no son engaos deliberados ni implcitos, ni tampoco suponen, en lo undamental, un ocul-tamiento de la verdadera realidad. Estos enunciados conrman la propia realidad capitalista en donde elmercado se impone como la naturaleza esencial de las relaciones sociales, la rentabilidad es el criterio msimportante para la toma de decisiones en las que est en juego la vida de las personas y el capital se im-pone como la condicinsine qua non de toda la vida social y natural. La ideologa se entiende, entonces,como la expresin terica de la ractura inaugurada por el proceso de subsuncin de la actividad social endonde la vida social se separa de s misma.

    Si la ideologa no es un engao sobre la realidad, sino la expresin terica de la misma realidad social ca-pitalista, necesita la crtica de la ideologa de un lugar neutral epistemolgico para poder llevarse a cabo?En este sentido, debemos enatizar en que la condicin terica de la crtica de la ideologa es de hecho lanegacin de este lugar neutral, no su bsqueda. Si atendemos a la nocin de realidad social que sostieneMarx, desarrollada anteriormente, la pretensin del conocimiento de la esencia de la realidad es algo queno tiene sentido, no en razn de que nuestro conocimiento sea limitado o tosco, sino en virtud de que noexiste ninguna esencia de la realidad social.

    Todo enunciado, discurso y concepcin del mundo que pretenda establecer una esencia de la sociedady una naturalizacin de las relaciones sociales separa y ragmenta a la accin y a la actividad humana desus relaciones sociales: por ejemplo, cuando se dice que toda nuestra actividad se da en el marco delmercado, pero que el mercado no puede ser una entidad subordinada a nuestra actividad o decisiones ydebemos dar la vida por l si es el caso (de la situacin europea actual), se est armando que nuestrasacciones no pueden tener incidencia sobre el marco social y relacional en el que se inscriben. Todo lugarneutral de conocimiento de la vida social en-s, supone una desconexin entre la accin y las relacionessociales; supone una escisin y una ruptura en la unidad ontolgica de la exteriorizacin social de la vida.La neutralidad epistemolgica, que parece ser una exigencia que la sociologa del conocimiento hace a lacrtica de la ideologa, es en el ondo la negacin del carcter social, relacional e histrico de la realidad

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    y la vida de los seres humanos. La neutralidad (su pretensin), ms bien, acompaa a las nociones ideolgicas como expresin terica de la separacin entre accin y relacin, entre estructura y actividad vitacotidiana.

    Pero no hay un reducto en Marx de una pretensin y bsqueda de neutralidad cuando su planteamiento

    de la ideologa se acompaa de nociones como la alsa conciencia y la mistifcacin? Es verdad que Marxes entico en plantear que la ideologa es una inversin en el cerebro de los individuos y que en ese mismo orden de ideas, supone cierta clase alseamiento e ilusin. Sin embargo, debemos atender con cuidado a las consideraciones de Marx: la ideologa no es un alseamiento de las relaciones sociales imperanteo un modo errado de representarlas; como verdad de la realidad social capitalista ella coincide con lamistifcacin del hombre, porque las relaciones sociales capitalistas son sta misma misticacinprctica

    El problema no es la relacin entre la representacin del sujeto y sus relaciones sociales en trminos deverdad o alsedad: no se trata de descubrir si el sujeto se engaa acerca de la naturaleza de la sociedaden la que vive. La cuestin es, de hecho, al contrario: desde la subsuncin del capital, desde su imposicinhegemnica que reduce al ser humano a un productor y consumidor unilateral, el hombre es misticadoporque antes que un ser social que se apropia activamente de sus relaciones sociales, el capital pretendeque el ser humano sea una mercanca ms. Eso supone, sin duda, un alseamiento, pero no un alsea-

    miento en la esera de la representacin, sino en la esera de las propias relaciones sociales que niegany reducen el ser de lo humano a ser un apndice del proceso de reproduccin del capital. No se tratapues, de ir de la representacin a la realidad. El camino de Marx es el opuesto: de la relacin social a larepresentacin buscando siempre las correlaciones entre ambas instancias.

    Dejemos, as, que sea el propio Marx quien responda a esta cuestin:

    Aq , q

    , ,

    . (Marx. 2006, pg. 676)

    Es la limitacin de las relaciones sociales la que constituye la misticacin especca propia de la ideologaque no es equiparable a la mentira sin ms o al engao implcito o deliberado. No es cierto que la ideologa mienta con el ropaje de la verdad, tal y como lo ha planteado Slavoj iek (iek, 2003, pg. 15). Si sereduce la ideologa a la expresin discursiva de un inters de poder, ese tipo de ormulaciones adquierensentido, precisin y relevancia. Pero antes que un inters de poder del sujeto enunciador del discurso, estla hegemona del capital desplegada en las relaciones sociales, entendida como el proceso de subsuncinreal de la vida social. El problema undamental de iek (y de muchos otros) es que muy a pesar suyo ahablar de ideologa se restringen a un campo estrictamente discursivo, donde la pregunta esencial es lacondicin de enunciacin del sujeto. Al igual que Habermas, iek otorga demasiado peso a la relacinentre discurso e inters para su denicin de ideologa, dejando de lado el problema de la realidad social ylas relaciones sociales, que son la condicin de posibilidad para que exista inters alguno y los sujetos puedan llegar a hablar. En este orden de ideas, la ideologa desde la perspectiva discursiva es el ocultamientodel propio inters que se tiene a la hora de hablar. Para iek, este inters se oculta cuando el conceptolacaniano de lo real(comprendido ac como la dimensin de la lucha de clases) es simbolizado y deja de

    ser conrontado. La simbolizacin lleva a que el sujeto a la hora de su enunciacin discursiva evite admitique su discurso responde a un inters de clase (iek, 2003, pg. 39).

    La semntica traumatolgica de iek, anclada en conceptos de la psicologa prounda de Lacan, es uningenioso extravo del problema undamental de Marx: cmo la ideologa es la expresin terica de laespecicidad histrica de la realidad social capitalista y no su evasin simblica. No es aqu el lugar paradecidir la relacin entre Marx y Lacan o entre el marxismo y la psicologa prounda. Lo nico que podemodecir al respecto dentro de la discusin que nos atae es que la ideologa no le da la espalda a la realidadni la evade, sino que mira de rente y expresa el hecho de que dentro de la subsuncin de la actividad vitapor el capital, el hombre se da la espalda a s mismo.

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    La relacin entre discurso e inters es igualmente conusa para abordar el problema de la ideologa porotras razones. La paradoja de Manheim da cuenta de ello: la crtica de la ideologa es ella misma ideol-gica. Si todo discurso posee un inters, cmo y por qu la crtica de la ideologa no es un discurso queexpresa inters? Sostener que el marxismo es una ciencia desinteresada resulta muy dicil en tanto se haconcebido a s mismo como un discurso dentro del terreno de la lucha de clases. Se deduce lo primero

    de lo segundo viceversa? La ciencia lleva a la lucha de clases hay ciencia proletaria y ciencia burguesacomo lo crea alguna vez Bogdanov?

    La paradoja se disuelve y no tiene sentido si la categora de ideologa prescinde de la alsedad repre-sentacional para su caracterizacin. Debemos asumir que hay verdad en la deensa de los intereses yespeccamente en la deensa de la hegemona del capital sobre la actividad vital. Por ejemplo, las teoraseconmicas neoliberales no pueden verse como un dispositivo discursivo que oculta los intereses de laclase dominante. En primer lugar, porque en sentido estricto no oculta los intereses: los expresa de ormaexplcita, abierta y ranca, por ejemplo en la subordinacin de los derechos a la rentabilidad bajo ejerciciosy cuentas econmicas que podran mostrar lo insostenible de una situacin de gasto prolongado porparte del Estado como el atentado ms cruel contra la productividad. Si tomamos el valor de verdad dela ideologa, nos damos cuenta que no es un engao: la tesis de que los derechos no son rentables es enmuchos casos correcta y bien sustentada. La tesis de que el aumento del salario mnimo distorsiona las

    relaciones de mercado es tambin cierta.

    Por su parte, la crtica de la ideologa no consiste en demostrar que el derecho s puede ser rentable o queel aumento del salario no ataca el buen uncionamiento del mercado capitalista. Si uese as, la crtica dela ideologa sera una conciliacin poltica y terica con la burguesa. La crtica de la ideologa muestra,por ejemplo, que hacer una teora que preere el mercado sobre los derechos es una misticacin delproceso de vida social, en el que el mercado y el dinero como entidades religiosas se posan como la causay la condicin de las acciones de los seres humanos cuando, en realidad, es un eecto y resultado de stas(Marx, 2001, pg. 95). Pero lo que parece ser un engao, una inversin, en este caso, el que el mercadoaparece como un punto de partida de la vida social y no un resultado de la historia, es el resultado de queel hombre se comporta como siel mercado uese el undamento ltimo de su propia realidad. La ideologaes la expresin terica del etichismo de la mercanca y de la alienacin como la orma del desarrollo de

    las actividades sociales del hombre bajo la subsuncin real del capital.

    Es por eso, que el idelogo ve interacciones econmicas en todos los procesos sociales y puede subordi-nar la vida al mercado en sus planteamientos con el mayor rigor del caso. Pero el idelogo ve los procesoseconmicos, porque ellos existen en la orma eectiva de despliegue de las relaciones sociales capitalistas.El mercado y el individuo liberal burgus no son quimeras antsticas, sino brutales realidades sociales dela deshumanizacin que se imponen por medio de la desmedida violencia del Estado, como Marx observen su teora de la acumulacin originaria y tambin en los Grundrisse. En este caso, la ideologa del indi-vidualismo liberal responde a: una anticipacin de la sociedad civil que se preparaba desde el siglo XVI y que en elsiglo XVIII marchaba a pasos gigantes hacia su madurez. En esta sociedad de libre competencia cada individuo aparececomo desprendido de los lazos naturales, etc., que en las pocas histricas precedentes hacen de l una parte integrante deun conglomerado humano determinado y circunscrito(Marx. , 2001, pg. 5). La ideologa expresa la realidad delindividuo liberal en la sociedad capitalista, no la mistica ni la oculta.

    De ac que el gesto ideolgico por excelencia no sea el que oculta bajo el inters nominal de la huma-nidad una accin en benecio del mercado y las clases dominantes, sino el que junta e iguala de ormaexplcita el inters de la humanidad con el inters del mercado. No es que uno sea el ropaje del otro. Loque sucede es que existe la pretensin (no slo terica, sino real) de que uno sea el contenido del otro ycoincidan plenamente. El gesto ideolgico es el que expresa tericamente esta pretensin.

    As, la ideologa no es, como crea Althusser, la representacin de la relacin imaginaria que tienen losindividuos con sus condiciones materiales de existencia (Althusser, 2003). La subsuncin del capital no esuna relacin imaginaria y el etichismo de la mercanca tampoco lo es: es una orma de comportamiento

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    social y eectivo que no alsea las relaciones sociales capitalistas, sino que las expresa y las conrma entanto maniesta la prioridad social del capital sobre la vida. Y dado que las relaciones sociales no tienenotro contenido que el comportamiento material y eectivo (exteriorizacin) de los hombres, no se puedehacer una separacin entre ambas instancias y ver una como el alseamiento o la apropiacin puramenteimaginaria de la otra. Las relaciones sociales capitalistas son ya el etichismo, pues el etichismo es la

    categora que da cuenta de la orma de exteriorizacin de la vida de los individuos bajo el capitalismo.

    Cuando el ser humano se comporta como sil mismo uese un resultado del mercado (y no al contrariono constituye la tergiversacin de ninguna relacin social capitalista; constituye, en cambio, la alienacinde su propia humanidad ya que su actividad se asume y se vive como la maniestacin exterior de unaentidad extraa. Es el extraamiento de su propia actividad en la exteriorizacin el marco terico de laideologa y no el engao, la alta de comprensin de la realidad objetiva dentro de la representacin delos sujetos. El haber omitido el problema de la alienacin de la actividad vital, llev a conundir el extra-amiento con la mentira en la representacin, el etichismo con el engao en el discurso. La inversinideolgica es una conrmacin verdadera de la inversin real que se lleva a cabo en las prcticas socialesubsumidas por el capital.

    BibliografaAlthusser, L. (1974). L M. M: FCE.

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    El presente ensayo intenta reconstruir terico-con-ceptualmente la hiptesis que supone el paso de ladicotoma Estado-Sociedad, estructura base dela losoa poltica moderna una de las dos orien-taciones didcticas de la teora poltica en tanto Po-litologa- hacia la dicotoma Poltica-Administra-cin como la textura desde la cual se instituyen,por un lado, la Ciencia Poltica contempornea y,por el otro, la Administracin Pblica, ambas comodisciplinas sociales.

    En el centro de esta problemtica, se establecendos hechos signicativos: el primero tiene que vercon la transormacin ontolgica que se percibe enel trnsito de estas dicotomas o, en otras palabras,la transicin epistemolgica delpoderalgobierno(la emergencia de otra imagen-pensamiento quepretender inaugurar al pensamiento poltico y ad-ministrativo como Ciencias), undamento de lasubordinacin de la sociedad poltica y traduccinde la cuestin gubernamental. Este paso, suponeuna transormacin radical en el sentido de cmose piensa La Poltica y lo poltico en la moder-nidad y en la poca contempornea. En segundolugar, presentaremos la evolucin en la denicin

    de lo organizacional como matriz necesaria parala realizacin de lo administrativo, como el presu-puesto de su desarrollo1.

    Con base en este paso undamental entre dico-tomas y de evidentes consecuencias -la cuestindelpodera la del gobierno-, supervive la presen-cia de la temtica organizativa, potenciada comorealidad y prctica, y tambin como teora de lacircunstancia propiamente poltica de la sociedad

    1. E , q

    q

    , pblica.

    ORDEN Y ORGANIZACINREFLEXIONES SOBRE EL TRNSITO DE LOSPARADIGMAS EN EL PENSAMIENTO POLTICO Y

    ADMINISTRATIVO MODERNO Y CONTEMPORNEO

    contempornea. Finalmente, plantearemos que laemergencia tanto de una teora de las organizaciones como la matizacin de esta temtica hacia lopblico -las organizaciones pblicas-, permitirponderar un marco concreto desde el cual es posible pensar la orma especial en que se revelan larelaciones sociales y polticas de las sociedades durante el siglo XX y, por lo tanto, la urgencia de re-denir su campo y reconsiderar su identidad comoconstitucin poltico-politolgica en el marco de latransormaciones del pensamiento social actual.

    1. La transicin delas dicotomas: de laestructura-poder a lafuncin-gobierno

    En primer lugar, debemos considerar hasta qupunto puede resultar til considerar el divorcioentre Poltica yAdministracin propuesta por Moreland y, ms exactamente, la separacin entreestas dos categoras invocada por Wilson, y queOmar Guerrero en un juicioso examen termina resolvindola como una alsa dicotoma2.

    En su lugar -propone este autor-, debera seguirse investigando la separacin entre sociedad yEstado para corregir el equvoco presente en ladenicin de los lmites de la administracin pblica. Aunque adherimos a Guerrero en este ltimosentido, el itinerario real en la produccin de ideay pensamiento poltico y administrativo, antes bienha abandonado la dicotoma original y ha consolidado el estudio autnomo e independientede la Poltica por un lado, en manos de la Ciencia

    2. O G (.995): Laadministracin pblica del

    Estado capitalista. M:F, . 36

    Jos Francisco Puello-SocarrsPolitlogo Universidad Nacional de Colombia. Magster Administracin Pblica. Doctorado

    Ciencia Poltica. Docente de la Universidad Nacional de San Martn (Buenos Aires, Argentina)

    6

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    Poltica y, por el otro, de la Administracin, en cabeza de la Ciencia de la Administracin Pblica, en unarobinsonada que no resiste ningn tipo de justicacin excusa pero que tampoco puede dejar de serobjeto de anlisis.

    En nuestro criterio, la naturaleza del distanciamiento entre poltica y administracin apuntara hacia la

    redenicin de un nuevo marco histrico y terico, el cual puede resumirse en los siguientes trminos:

    Una vez agotada la estructura conceptual hegemnica de la Filosoa Poltica, la reiterada relacinsocie-dad-Estado, la imagen-pensamiento de la Poltica se dispone hacia una divisin al interior de la disciplinapolitolgica bajo un desdoblamiento singular e inestable: por un lado, el nacimiento de la AdministracinPblica como disciplina distanciada (para algunos en retirada) y, por otro lado, la polmica institucinde la Ciencia Poltica como disciplina social contempornea bajo el auspicio, primero, de Gaetano Moscay, despus, bajo el infujo de los modelos sistmicos de David Easton y de la denominada Political Science(norteamericana). En ambos casos se quiso darle un estatuto cientco a la Poltica, en una clara arentaa la tradicin losca preliminar que termin siendo excluida (simblicamente) para producir un discursoserio sobre estos problemas, es decir, incapaz de producir pensamiento autnticamente cientco.

    El trnsito al que aludimos implica no slo la reelaboracin de la red conceptual original sino todo un

    cambio ontolgico undamental en la novedosa concepcin de La Poltica y lo poltico. El giro darcuenta, entonces, que mientras la preocupacin moderna insisti sobre el problema delpoder poltico, entorno a la dicotoma Estado-sociedad, la nueva invocacin gravitar en torno al problema delgobierno

    poltico bajo la distincin Poltica-administracin. La temtica del arkh (gobierno) desplaza la proble-mtica del kratos (poder).

    Para explicarlo mejor, observemos un ejemplo de consecuencias no slo gramaticales sino ante todoepistemolgicas. La Democracia, por ejemplo, es concebida con el nuevo giro no como el poder delpueblo, sino ante todo como el gobierno del pueblo cosas distintas- y como lo plantean los elitistas,predecesores de lospoliticalscientist, entre otros Joseph Schumpeter, la cuestin del pueblo no estaraen realizar su autonoma y pretender el autogobierno, cosa imposible en las sociedades contemporneas,sino la uncin principal de los gobernados sera ms bien producir un gobierno (los gobernantes)quienes determinarn como Gobierno Poltico la orientacin poltica del sistema. Ms que Democracia(Demos Kratos), la Ciencia Poltica terminar avalando la Poliarqua (Polis Arkhe), como el conceptoautnticamente cientco mediante el cual se puede proerir una realidad verdadera sobre el signicadoy la realidad de lo democrtico; lo dems bajo el impulso de esta concepcin- sera pura ideologapero nunca ciencia.

    Ahora bien, analicemos, cmo puede ser este trnsito posible.

    Como lo han mostrado en un estudio clsico, Norberto Bobbio y Michelangelo Bovero, de Hobbes aMarx, la losoa poltica, orma especca de la produccin del pensamiento poltico en la modernidad,reprodujo la relacin entre sociedad y Estado bajo una disposicin dicotmica. La amosa aproximacin deBobbio y Bovero ha establecido una estructura conceptualmente vinculante alrededor de dos modelosparadigmticos. El primero, llamado modelo iusnaturalista, comprende el entramado conceptual derivado

    del pensamiento de Hobbes a Kant en el cual se asiste a la constitucin poltica de la sociedad como enti-dad superior y justica el paso de la disociacin social no poltica a la asociacinpoltica de la socie-dad, una imagen de la superacin y, por lo tanto, de la contraposicin entre un status naturae (estadode naturaleza) y su momento eminentemente poltico: la societas civilis sociedad civil. El segundomodelo, denominado hegeliano-marxiano, estructura la dicotoma en torno a la brgerliche Gesellschat(Sociedad civil3), momento no-poltico y puramente social y el Politischer Staat, Estado poltico.

    Como bien lo subraya Bovero, mientras el modelo iusnaturalista implica necesariamente una dicotomain stricto sensu -es decir, el paso del estado de naturaleza hacia la sociedad civil exige la ausencia ysubstitucin del primer momento (la societas naturalis debe desaparecer)-, en la estructura establecida

    3. E .E, , , q H q civitascivilis- q, , bourgeoisie.P ,

    . L ,, .

    7

    Rf ... |Jos Francisco Puello-Socarrs

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    por Hegel y el joven Marx yace una oposicin; o, si se quiere, una distincin de grado. Para el modelohegeliano-marxiano, el momento social, propiamente no-poltico, no se sustituye por un momentosubsecuente; por el contrario, se conserva simplemente como un momento dierente4. Por lo tanto, lacondicin opuesta a lasociedad civil hegeliano-marxiana, el Estado poltico, se sobrepone y se determinarecprocamente con el primer momento: se distinguen sociedad civil y Estado poltico como inerio

    y superior5

    .

    Una de las consecuencias que ahora podemos inerir es que no existe, entonces desde el punto de vistaterico-, una dicotoma esencial entre sociedad y Estado como lo pretende Guerrero. No, si se lo considera en una dimensin rigurosa. Como sucede en el caso de Hegel y Marx y trasladando la refexin a lotrminos propuestos, entre Poltica yAdministracin existira una oposicin que revela paralelamenteuna distincin de grado. Mal haramos con calicar de also algo que no es susceptible de calicacindado que no podramos enjuiciar algo inexistente.

    Pero llevando un poco ms all el contenido de la separacin entre sociedad y Estado, el anlisis queplantea Bobbio y Bovero y al que trata de persuadirnos, desde su propio anlisis de Marx, Omar Guerreroproporciona una clave conceptual de poderosa signicacin para nuestros propsitos.

    El signicado terico especco de los conceptos particulares de la dicotoma iusnaturalista y de la distincin hegeliano-marxiana est mediado por la dierencia undamental de sus signicados histricos. Mientras el primer modelo expresa la aspiracin y la tendencia histrica eectiva del establecimiento de unorden social general sobre la base de una nueva ormacin social precisamente, la irrupcin del ordenmoderno rente al pre-moderno y la construccin del Estado (los iusnaturalistas tratan la gnesis terica y abstracta del Estado moderno de los siglos XVI-XVIII), Hegel y Marx interpretan la ormacin dla relacin social moderna (despus de las revoluciones, especialmente, la Revolucin Francesa de 1.789)En las refexiones hegeliano-marxianas ya no se mostrara simplemente el paso de la disociacin a laasociacin, como suceda en el modelo iusnaturalista, sino que se examina la estructura de la sociedadmoderna en su dimensin de orden constituido y se orecen puntos clave sobre su organizacin6.

    La distincin entre sociedad y Estado, en su oposicin-separacin-contradiccin, contempla entoncesdesde el punto de vista del momento poltico de la sociedad, es decir: el Estado y ste, como objetode refexin, el divorcio interior entre Poltica yAdministracin. Es ms, esta distincin hace parte de unaescisin terico-conceptual que se sucede al interiordel Estado. Con la realizacin objetiva del paradigmade la losoa moderna, el Estado se entiende como realidad: acto que presupone un orden y potencia que se traduce en organizacin pero aunque se plantee en abstracto su signicacin inequvocaes la de Estado Capitalista. Esta undamental distincin terica de signicacin histrica, ms all desuperar, limitar o renovar la dicotoma original contrario al argumento de Guerrero-, vendr a comple-mentarla, por diversas razones7.

    En buena parte, la proundizacin de la ractura entre Estado-Sociedadhacia una nueva relacin PolticaAdministracin puede ser posible cuando la constitucin del poder poltico se arma previamente en losocial y aparece ya en-tanto-realidad-concreta: es decir, el Estado es la estructura poltica socialmenteestablecida que como totalidad reproduce un orden. Ella, a su vez, permite que el problema se ma

    nieste como uncin de gobierno (arkh) pudiendo as entenderse la delimitacin-separacin percibidaal interior de la comunidad poltica. En otras palabras: el Estado se percibe como totalidad que debe yes susceptible de ser organizada; en s mismo ya es un orden (social) bien determinado: el Estadocapitalista como proyeccin de orden-organizacin8.

    El mismo Karl Marx en el anlisis que adelanta sobre el poder en los Grundrisse plantea: el Estado aparece tendiente hacia la gura del gobierno; en donde el Ejecutivo sera su realidad prctica. En cambiocuando se reere al querer poltico o comunidad poltica, el Estado aparece tendiente hacia la guradel Parlamento9. Como resulta claro, la distincin marxista, en el seno mismo del anlisis del Estadoy la sociedad, incorpora ya la distincin subsidiaria y esencial que existe entre poltica y administracin

    4. M B: E H-M :N B M

    B (.997): Sociedad yEstado en la flosoa moderna: elmodelo Iusnaturalista y el modelo

    Hegeliano-Marxiano. S B: F CE (P

    : .96), . 36.

    5. M B. dem.

    6. M B.Ibdem, . 40.

    7. E q .

    P , .

    D , -

    q, ,

    .8. E ,

    q A P,

    , q, ,

    j, M W,

    .

    9. M B. Op. Cit.,N N. 0, . 33.

    Rf ...|Jos Franci sco Puello-Socarrs

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    como dierencia entre voluntad y accin; la misma que expresan Goodnow y Willoughby guardandolas distancias-, plubliadministrativistas contemporneos a Wilson que al decir de Guerrero resultaraarticiosa10.

    Por esta y no por otras razones, encontramos en Weber, al Estado, a travs de la burocracia, maniestn-

    dose como actor socialy tambin esta es la manera especca como la obra de Mosca introduce el con-cepto de clase gobernante. Ambos conceptos permiten develar la orma concreta la realidad prcticadir Marx- como emerge el Estado poltico en su sentido capitalista. El Estado no se revela simplementecomo constitucin de la esencia de poder poltico como crudo orden sino que, en cuantogobiernoen accin, visible y evidente11, gura en tanto orden pero, en adelante y undamentalmente, pura or-ganizacin en ysobre el capitalismo.

    Desde el punto de vista del estudio de la Poltica, se ha generado un cambio en el valor ontolgico,alternativo al de la vieja flosoa poltica. La realizacin del kratos deja abierta la posibilidad de su su-peracin por un valor nuevo, producto a su vez tanto de una innovacin terica como de la cristalizacinhistrico-ormal de la orma-Estado: el arkh. Con ello, este problema, elgobierno, ser la reerencia dela nueva ciencia de lapoltica y con ello tambin dictar la escisin etichizada entregobierno poltico y

    gobierno administrativo, con el n de ocultar la relacin social contradictoria del Estado-nacin capitalista

    como orden (contradictorio) y reemplazarlo por el Gobierno (poltico y administrativo en el cual existendistorsiones u oposiciones todas superables y que pueden lograr un equilibrio social, econmico y, porsupuesto, poltico) como realidad uncional a este orden que la misma teora lo considera como dado o, sise quiere, nico, unvoco y sin posibilidad de construccin constitucin alternativa.

    2. Consolidacin de las distinciones: entre lasociedad ordenada y la sociedad organizada

    Como ha quedado sentado, hasta el momento, el anlisis del trnsito de las dicotomas undamenta-les, lo poltico tendr que aspirar hacia su realizacin social, a la postre y undamentalmente comoorden-organizacin eminentemente capitalista. Cuestin que es posible derivar de la distincin poltica-administracin. Sin embargo, este desarrollo brinda igualmente parmetros para pensar la proundizacindel carcter organizativo de la sociedad que se instala sobre este orden. En la consolidacin de las dis-tinciones, las transormaciones internas quedarn reseadas por el paso entre la sociedad-orden haciauna sociedad-organizacin.

    La realidad prctica del Estado que haca relacin Marx, deja muy en claro un elemento de sustancialimportancia. Ms all, de analizar el Estado como instrumento de clase, la institucin poltica del ordensocial signica exactamente que su accionar no necesariamente esta dispuesto al servicio de la bur-guesa. Se entiende mejor, que el Estado est al servicio del sistema, un Orden, en el cual y por el cualla burguesa, existe como clase dominante12. As, la realizacin de la relacin Estado-sociedad comolo dijimos se traduce undamentalmente en sociedad-orden.

    Las implicaciones de este hecho son evidentes. Desde el punto de vista, de la constitutiva distincin entrepoltica y administracin, pero, en particular, de la expresin propiamente organizativa, no podr an

    revelarse, como es el caso de Taylor y Barnard, sino bajo una idea particular del modo en que el mundocotidiano de los seres humanos est controlado por sus actividades organizativas13; , en el caso de lasociologa weberiana y el anlisis de la burocracia, relacionando dos momentos especcos: la textura dela sociedad como Orden. El marco y el contexto organizacional slo podrn remitirse al Taller y la Organi-zacin propiamente dicha, esperar todava por consolidarse. Resulta bastante claro por qu, haciendo unrecuento de la ideologa administrativa como queda consignado en Barley y Kunda14-, desde la teora dela Administracin pblica, la Administracin cientca y la Escuela de las Relaciones Humanas no puedenencontrar en su entorno un anlisis que considere la organizacin en s; aparecen, entonces, como an-tecedentes estereotipados . La misma teora de las organizaciones no se consolida con Weber ni an

    10. O G. Op.Cit., . 40-4.

    11. O G. Op. Cit., .37. E q elEstado el aparato E, E : ) Q E , j; )Q M , . E , .

    12. M B. Op. Cit.,N N. 66, . 9.

    13. M H R M(.999): eora de la organizacin

    para la administ racin pblica.M: F CE. .00, . 9.

    14. S B G K(.99): P : : InnovarN. 6. UN C. J D .995, . 4-9.

    Rf ... |Jos Francisco Puello-Socarrs 9

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    con Parsons, autores de las teoras del orden, sino que en este trnsito del taller a la organizacinsolamente podr cristalizarse especcamente con el nacimiento del hombre administrativo de Simon.

    En eecto, el paso del taller a la organizacin, que en nuestra traduccin resulta del camino entre laconstitucin poltica terico-histrica de la sociedad del orden-organizacin hacia la de la organiza

    cin propiamente, permite ya observar la textura primordial en la cual se proundizarn especcamentelas realidades prcticas. Mayntz, por ejemplo, designa una sociedad organizada, desde el punto devista sociolgico, como una ormacin social compleja, multiactica y racionalmente burocratizadasolamente propia del siglo XX15.

    No se puede concebir, pues, una teora de las organizaciones, tal y como la concibi Hebert Simon, sinoen el marco de la Sociedad Organizada: realidad concreta y con la que es posible ya no considerar laorganizacin como refejo social de un orden, sino en s misma, por s misma, bajo una autonomarelativa rente a su orden especco.

    El largo camino entre el taller y el individuo anunciada por Charles Taylor, la preocupacin del nacienteorden de la sociedad in extenso alrededor de la burocracia weberiana y el interregno parsoniano perladohacia el sistema y la organizacin dan inclusive, como ya lo hemos dicho, el nacimiento de un hombre

    nuevo, el hombre administrativo, que se dene, en primer lugar, por las consecuencias que derivan de unarealidad organizativa asentada. La misma sntesis del desarrollo terico-histrico da cuenta que, durante losantecedentes de la sociedad del orden-organizacin existi una imagen social de la organizacin. Lo quese revela ormalmente a partir de Simon y ms all es propiamente la organizacin como imagen social

    Poltica, Organizaciones y Administracin

    Queremos dejar en claro que, las relaciones que apuntan especcamente a las conclusiones que puedenderivarse aqu, deben poner presente el vnculo estrechsimo entre teora e historia.

    Como en este caso, los conceptos y la produccin inmaterial precisamente encierran una dimensin material de lo histrico y, slo as, deben ser dispuestos y entendidos. La intencin primaria de rescatarun recorrido preciso, aunque bastante sumario, que desembocara en la alusin de un campo de la teoraorganizacional tiene un inters, ante todo, imaginativo. Creemos, tambin, hace parte del mismo papeque puede invitar una introduccin inaugural.

    A primera vista, el campo que orece la poltica, las organizaciones y la administracin estara en crisis y, loque es peor, sin alternativas disponibles. La trada de trminos rene, sin embargo, varias refexiones, entorno al carcter especco de delimitacin y autonomas de los campos y disciplinas, como ha sucedidoen las ciencias sociales actuales.

    El tema organizacional y las organizaciones estn en medio de la Poltica y la Administracin. Tanto si sele tiene desde un punto de vista histrico-real como terico-abstracto. No se trata de un mero juego depalabras. Creemos que, haciendo justicia con la trayectoria desarrollada la necesidad de integracin eevidente y, ms an, proundamente provocadora, contrariamente al estado actual de las refexiones que

    escinden el anlisis poltico de lo organizacional el elemento organizacional del anlisis poltico.

    La posibilidad de proundizar en torno a una teora poltica de las organizaciones administrativas, una teora organizacional de las administraciones polticas una teora administrativa de la organizacin polticaquede como quede, encarna todava un potente desao.

    Dixi!

    15. R M (.977): Sociologade la organizacin. M:

    A E. . .

    Rf ...|Jos Franci sco Puello-Socarrs

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    Cultura

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    Introduccin

    A principios de ebrero de 1991, la Comisin Na-cional de Verdad y Reconciliacin, creada por elpresidente chileno Patricio Aylwin con el n decontribuir al esclarecimiento global de la verdadsobre las ms graves violaciones a los derechoshumanos cometidas durante la dictadura militar,presenta su inorme, al cabo de 9 meses de inves-tigaciones: da cuenta, en esa echa, de 2115 ase-sinatos y desapariciones orzadas perpetradas porlas Fuerzas Armadas o con su complicidad. Un mesy medio despus, el Ejrcito de Chile maniestasu undamental discrepancia con el inorme dela Comisin, negndole tanto la validez histricacomo jurdica1. Sin tomar en cuenta la objetividadde los hechos establecidos por la Comisin, los mi-litares oponen a esta verdad actual un relato ge-neral sobre el pasado, que toma la orma de unaautojusticacin2. El desase entre este relato y elinorme de la Comisin llama de entrada la aten-cin: el inorme se sita en el terreno de la positivi-dad de los hechos, e indaga por la verdad actual;la apologtica militar se atrinchera en el terreno dela interpretacin general, y pretende orecer unarepresentacin global de lo pasado.

    Frente a esta estrategia militar de encubrimien-to de los hechos, el presidente Aylwin rearma ladistincin entre el plano de la verdad actual y elplano de la representacin global de lo sucedido.Anticipando la reaccin de los militares al Inormede la Comisin de Verdad y Reconciliacin, Aylwinanota, el 4 de marzo, que la verdad relativa a lasviolaciones de los derechos humanos es indepen-diente deljuicio que cada uno puede tener sobre

    1. E Ej,

    , Ej, 7 99,

    . 6. C : P. S ., H, C, 9-00.

    Rf , S C,

    L , 00, . .

    2. S , FA

    P, q

    ; , F A

    ,

    , (Ibd.).

    OLVIDO, IDEOLOGAY MEMORIA

    los acontecimientos polticos que tuvieron lugar enesos aos, o sobre la legitimidad del 11 de septiembre de 19733. Las violaciones de los derechos humanos son un hecho, que no podr abolir ningnjuicio sobre tales acontecimientos, esto es, ninguna interpretacin globalde la historia de Chileen los tiempos de la Unidad Popular dirigida poSalvador Allende. Sobre la verdad de los hechopuede y debe haber desde ya consenso entre todolos chilenos, mientras que sobre la interpretacinglobal del perodo, del que cada uno puedetener un juicio propio, slo la historia ser el l-timo juez (Ibd.). En los trminos de la tradicinpoltica liberal, a la que pertenece Aylwin, podradecirse que slo la exigencia de verdad actual puede legtimamente pretender en el tiempo presentea un reconocimiento pblico, a dierencia de la memoria (narracin que conere un sentido generaal perodo) que, en el tiempo presente, slo podraser particular, y por ende mltiple y confictual. EEstado, en el mejor de los casos, slo podra asumir la verdad actual, ms no la memoria histricaentendida como articulacin narrativa de la multiplicidad de hechos en la cual se inserta la verdadactual, y a travs de la cual se construye una inte

    ligibilidad de lo humano y lo inhumano. Esta inteligibilidad, que es reinvindicada por las vctimas y lasociedad-vctima a travs de la exigencia del debede memoria, es as excluida en tanto que memoriapblica o comn.

    El conjunto de prcticas y discursos que producentanto la exigencia de memoria como su exclusin odistorsin delimitan el mbito de un conficto quees indisociablemente poltico y simblico, enten

    3. D P P.Aw, 4 99. C

    S L, Politiquesdu pardon, P U

    F, P, 00, . 336.

    Alredo Gmez Muller*

    * P F F U C

    P (I q P), D G I A

    F P, F, G I T PC, F D, C P

    S UN C.

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    diendo por lo simblico la instancia de produccin de inteligibilidad prctica e histrica. Las posiciones eneste conficto, que constituye la matriz general de los procesos de salida de la dictadura, de la guerra ode otras situaciones caracterizadas por violaciones graves y masivas de los derechos undamentales de laspersonas y los pueblos, pueden ser presentadas esquemticamente en las tres perspectivas siguientes: enla primera, ejemplicada aqu por la declaracin de los militares chilenos, la verdad actual es omitida, por

    medio de un relato que hace abstraccin de la positividad de los hechos y se presenta como interpretacingeneral del pasado; en la segunda, que puede ser representada aqu por la poltica transicional de Aylwin,se distingue la verdad actual de la memoria-historia entendida como narracin general de lo acontecido,pero, al mismo tiempo, se atribuye implcitamente a esta narracin el carcter particular y contingentede una opinin, con lo cual se excluye la posibilidad de una memoria comn; en n, en la tercera, quecorresponde a la exigencia de memoria planteada por las vctimas y la sociedad-vctima, se arma la ne-cesidad tica y poltica de una apropiacin narrativa del pasado de inhumanidad en la cual lo narrativo nose disocia de la verdad actual, ni lo poltico de lo simblico.

    En los procesos histricos de transicin, el terreno donde se juega de manera ms inmediata y explcitaeste conficto poltico-simblico se halla congurado por determinadas polticas del pasado. En toda so-ciedad en transicin hacia la paz y el rgimen de derecho se ponen siempre en juego diversas polticas delpasado, en la medida en que la tarea de construccin de un presente y un uturo de derecho y democracia

    supone siempre una cierta construccin del pasado de violencia y arbitrariedad, esto es, una determinadamanera de tomar a cargo pblicamente, en el presente y para el uturo, el pasado de inhumanidad. Laspolticas del pasado correspondientes a las dos primeras perspectivas mencionadas comparten, a pesarde las dierencias que las separan, una serie de elementos comunes que se encuentran en oposicin conla exigencia de memoria de las vctimas, la cual, como lo ha sealado entre otros Axel Honneth4, contieneun dimensin tica central, reerida a la relacin compleja entre reconocimiento, identidad, memoria ycultura. Estas dos polticas del pasado tienen como denominador comn la ruptura de esta relacin com-pleja, que corresponde, de hecho, a la ruptura entre lo poltico y lo simblico. Ambas polticas, que seoponen a la exigencia de memoria de las vctimas, esquivan esta exigencia transormando a la memoriaen algo que no es: en ideologa. Para producir esta transormacin, estas polticas del pasado establecenuna determinada caracterizacin, basada en un modelo de racionalidad especco, de la relacin tem-poral al pasado, de las condiciones de la apropiacin narrativa del pasado de inhumanidad, as como delas relaciones entre lo poltico, lo tico y lo subjetivo entendido en tanto que subjetividad de la vctima.

    El propsito del presente trabajo es identicar y describir algunos de los elementos constantes que inter-vienen en esta transormacin, y que podemos organizar en cinco temticas: (I) las polticas de olvido y lamemoria administrada; (II) la desarticulacin entre la narracin del pasado y la verdad actual; (III) la asimi-lacin de la narracin comn al relato ocial; (IV) la desubjetivacin de la vctima, a travs de tres disposi-tivos interpretativos (relato de los dos demonios, relato de la horizontalidad entre vctimas y victimarios,patologizacin de la vctima); (V) la anulacin de la dimensin tica de la memoria. El anlisis de estoselementos constantes, visibles en diversos contextos histricos, pasados y presentes, donde intervienen ohan intervenido las dos primeras polticas del pasado mencionadas, nos puede proporcionar algunos da-tos preliminares para un replanteamiento de las relaciones entre olvido, ideologa y memoria histrica. Enorma de eplogo, presentaremos por ltimo algunas breves consideraciones relativas al reconocimientopblico de la inhumanidad perpetrada y a la relacin undamental entre los procesos de produccin de

    memoria y los procesos de produccin de democracia.

    I. Las polticas de olvido y la memoria administrada

    Toda poltica del olvido supone, evidentemente, el recuerdo: en este terreno, se puede hablar de poltica,es decir, de intencin y proyecto, porque precisamente no hay olvido, porque se conserva en la sociedadun recuerdo de la inhumanidad sucedida que ciertos sectores de esa sociedad desearan abolir demanera voluntarista por medio de determinadas medidas pblicas. Quin y por qu desea abolir eserecuerdo, y qu puede signicar aqu abolir, son las preguntas inmediatas que debemos plantearnos.

    4. A H, S , ' j (), P , 5( 006- 007),. 5-56. E ,H (. 54-55).

    3

    O, |Alredo Gmez Muller

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    El olvido que es objeto de las polticas del olvido se reere a hechos en los cuales ciertas personas sonindividualizadas como vctimas y otras como perpetradores. Por vctima entendemos no slo la personaque ha surido directamente un ataque a su integridad, segn la denicin establecida por las NacionesUnidas5, sino tambin la sociedad en cuanto reconoce en los atentados contra las vctimas directas unatentado contra la sociedad como tal: los hechos de inhumanidad producen una sociedad-vctima. Tale

    hechos, que producen un tipo asimtrico de relacin entre las vctimas directas y sus verdugos, generanen las primeras y en la sociedad-vctima intereses y exigencias especcas, de contenido normativo: reparacin y justicia. Reerida a este marco ormal, la poltica del olvido, entendida como abolicin pura y simplede esos hechos pasados, busca abolir al mismo tiempo las exigencias normativas de las vctimas y, por estomismo, expresa, dentro del marco de esa relacin, los interereses particulares del perpetrador: abolir epasado es abolir el deber de reparar y la posibilidad de ser juzgado y castigado. En tanto que expresin detales intereses particulares, la poltica de olvido puede dicilmente pretender un reconocimiento universaes decir, ganar la universalidad de lo pblico. Por eso, en la medida en que pretende alcanzar este reconocimiento universal, la poltica del olvido ha de construir un inters comn, que pueda ser compartidotanto por las vctimas como por sus victimarios y por el conjunto de la sociedad. Siguiendo una lgicaque reproduce de hecho el esquema contractualista clsico del paso del estado de naturaleza al estadopoltico, este inters comn es denido como paz y seguridad. As, en la versin de la poltica del olvidoproducida por los perpetradores, el olvido de la inhumanidad perpetrada se halla invariablemente asocia

    da a los temas de la paz y la reconciliacin: en Chile, el dictador Pinochet describe analgicamentela memoria como una chispa o llama que puede en cualquier momento reanudar el incendio, esto es, eestado de violencia; el olvido sera, inversamente, el balde de agua ra que se arroja sobre el uego (lamemoria) para apagar totalmente el incendio6. De la misma manera, en Argentina, la dictadura militaopone explcitamente, en el momento de la transicin, la reconciliacin a la memoria 7 : sin olvido nohay salida posible del estado de guerra.

    En su particular construccin del universal de la paz y la reconciliacin, los perpetradores asocian eolvido a la paz y, simtricamente, la memoria a la guerra y la violencia. Reivindicar memoria en lo pblico es pues un acto de guerra, que como tal, genera como respuesta otros actos de guerra. La idea deque para obtener la paz se requiere silenciar las exigencias normativas de las vctimas signica, en claroque si tales exigencias son mantenidas no habr paz sino guerra. Se debe olvidar para no despertar vie

    jos demonios. El trasondo implcito de la paz es la amenaza de guerra o, ms claramente, el chantajede la continuacin indenida de los actos de inhumanidad. Para no ser vctimas de nuevos atropellos, opara que no haya nuevas vctimas, las vctimas y la sociedad-vctima deben olvidar, es decir, callar suexigencias normativas de justicia y de reparacin material y simblica. La paz en la poltica del olvidoconstruida por los victimarios es siempre paz condicional, paz sometida a una condicin basada en laposibilidad de la guerra, posibilidad que supone la capacidad de guerra del perpetrador, la cual a su vezsupone que su poder se mantiene intacto.

    Esta concepcin de la paz condicionada, o del universal condicionado, es retomada por otra versin dela poltica de olvido, elaborada no ya por los perpetradores sino por agentes que estn o pretenden estapor uera de la relacin vctima-victimario y que, por eso mismo, se pretenden en general neutros eimparciales. Esta versin, que reproduce de diversa manera el esquema de la doble simetra olvido/paz ymemoria/guerra, no es nueva, como lo demuestra la historia de las prcticas de amnista. En esta larga his

    toria, se suele evocar el caso de la amnista ateniense del ao 403 A.C., que acompaa el establecimientode la democracia despus del rgimen de los Treinta Tiranos, as como el Edicto de Nantes de 1598, poel cual Enrique IV logra instaurar una paz provisoria y precaria entre catlicos y protestantes8. Al igual queel decreto ateniense, que prohbe recordar los males pasados, el Edicto rancs declara que la memoria detodas las cosas pasadas permanecer apagada y adormecida, y establece penas para quienes intentenrenovar la memoria de tales males. En estas dos experiencias histricas, se asegura la impunidad, esdecir, se sacrican las exigencias normativas de las vctimas, en nombre del absoluto de una paz quesegn se cree, ha de ser universal y duradera. En esta decisin de olvidar la violencia surida algunosautores han credo poder ver el nacimiento de lo poltico, entendido como lo otro de la violencia y comonegacin de la violencia; otros autores, por el contrario, interpretan esta decisin como la muerte de lo

    5. L q q

    j, q ,

    , q ,

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    E. ONU, D

    j (R

    40/34 A G,9 95).

    6. Q q ?

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    A (...).E .

    A. P , : R. C E. S, E ,

    S, P, 996, . 4.

    7. N f

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    L P N(93). C S

    L, Pq ,P U

    F, P, 00, . 34.E .

    8. P RICOEUR, L M,', ', P, S,

    000, . 56-57; SL, Op. Cit., . 9 340.

    S A, N L, L C

    . L' 'A, P, P, 997.

    O, |Alredo Gmez Muller

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    poltico, entendido, desde una perspectiva arendtiana, como instancia de la pluralidad y del conficto 9.Desde ambas perspectivas, se construye lo poltico excluyendo, diversamente, a las vctimas: en el primercaso, silenciando pura y simplemente sus exigencias; en el segundo, considerando stas ltimas comoexpresin de un punto de vista particular, que no se podra racionalmente establecer como universal.

    En las polticas del olvido, el universal de la paz deriva, al igual que en el contractualismo clsico, deuna construccin estratgica, basada en un modelo de racionalidad calculadora e instrumental. Dentrode este esquema, la memoria de lo inhumano se administra en uncin de su aporte o no a la realizacindel bien general, esto es, el bien que grupos hegemnicos calican unilateralmente de general o depblico excluyendo precisamente la posibilidad de una construccin comn del bien comn, a partirde las exigencias normativas de las vctimas y de la sociedad-vctima. La poltica del olvido en tanto queadministracin de la memoria es un abuso poltico, que es inseparable de lo que Paul Ricoeur ha denomi-nado abuso del olvido y de la memoria: los abusos del olvido, al igual que los abusos de la memoria, sonabusos del poder o de una potencia superior10. Hay abuso del olvido o de la memoria cuando el olvidoy la memoria son manipulados, planicados y administrados por quienes detentan el poder (dtenteursdu pouvoir), es decir, por un grupo particular que ocupa el Estado y se atribuye el poder de decidir loque las subjetividades y la sociedad deben olvidar y recordar en el espacio pblico, segn un criterio deracionalidad puramente nalista o estratgica. En Max Weber, recuerda Ricoeur, la racionalidad nalista

    (Zweckrationalitt) se opone a la racionalidad del valor (Wertrationalitt), as como en Habermas la ra-cionalidad estratgica se opone a la racionalidad comunicacional11. En tanto que instrumentalizacin delolvido segn una nalidad por ejemplo, la nalidad de la paz o de la reconciliacin las polticas deolvido se inscriben dentro de un tipo de racionalidad meramente estratgica y nalista. Al decir que es eneste plano que se puede de la manera ms legtima hablar de abusos de la memoria, los cuales son tam-bin abusos del olvido, Ricoeur sugiere negativamente, a travs de esta reerencia a Weber y Habermas,que el uso no abusivo de la memoria y del olvido, en el espacio pblico, supone un modo de racionalidadcomunicativa, que implicara una discusin pblica donde las vctimas deberan ser participantes, y dondela validez de los argumentos no dependera de su adecuacin a un nalidad poltica preestablecida, sinode su conormidad a valores que una sociedad dada considera como estructurantes de su ser social.

    En tanto que abuso del olvido, las polticas del olvido tienen eectos negativos en la subjetividad, en lopoltico y en la cultura. A nivel de la subjetividad la subjetividad de la vctima pero tambin la de cual-quier miembro de la sociedad que reconoce en los atentados contra las vctimas un atentado contra lasociedad como tal, el abuso del olvido violenta el tiempo propio del olvido, que es el tiempo del lentotrabajo de duelo. Destituir en lo pblico el trabajo subjetivo de la vctima signica recortar la dimensinsocial de la memoria propia, que se pretende connar en lo privado. Este connamiento mutila a lasubjetividad concreta, entendida como sntesis viviente y abierta de lo interior (la relacin a s mismo) ylo exterior (la relacin con los otros y con lo dado), lo que Jean-Paul Sartre ha denido como universalsingular12. El tiempo propio del universal singular el t iempo singular de su trabajo de memoria y de olvi-do puede ser violentado en las polticas del olvido ya sea por medio de la coercin (castigo pblico paraquienes intenten renovar la memoria de las cosas pasadas), o por medio de incitaciones apremiantesapoyadas en el peso de lo pblico, como en el caso de las polticas del olvido producidas por gobiernosque se autopresentan como un tercero entre las vctimas y los perpetradores. En esta segunda variante,el discurso poltico del olvido se estructura alrededor de una serie de lugares comunes que se reproducen

    persistentemente en los diversos contextos nacionales: es necesario cerrar las heridas del pasado (o nohay que abrir esas heridas), es preciso voltear la pgina o cerrar el captulo, se debe mirar hacia el uturoy no hacia el pasado13. Frente a este discurso, las vctimas y la sociedad-vctima han sealado en mltiplesocasiones que el cierre del captulo no puede legtimamente ser decretado, y que la declaracin unilateraly vertical del cierre ilustra de manera caracterstica lo que Ricur denomina abuso del olvido. A esterespecto, el texto del Inorme Uruguay Nunca Ms resulta particularmente signicativo: Se ha dichoque hurgar en estos acontecimientos del pasado es abrir nuevamente las heridas del pasado. Nosotrosnos preguntamos por quin y cuando se cerraron esas heridas. Ellas estn abiertas y la nica manera decerrarlas ser logrando una verdadera reconciliacin na