resistencia obrera

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Coordinación: Sandra Raggio Autoras: Victoria Basualdo, con la colaboración de Ivonne Barragán y Florencia Rodríguez Apuntes para una discusión sobre la resistencia obrera UNA PUBLICACIÓN DE LA COMISIÓN PROVINCIAL POR LA MEMORIA ISSN 1852-4060 DOSSIER Nº13 EN LAS aulas Memoria LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA ULTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA 1976-1983

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  • Coordinacin: Sandra RaggioAutoras: Victoria Basualdo, con la colaboracin de Ivonne Barragn y Florencia Rodrguez

    Apuntes para una discusin sobre la resistencia obrera

    UNA PUBLICACIN DE LA COMISIN PROVINCIAL POR LA MEMORIA ISSN 1852-4060

    DOSSIER N13

    EN LASaulasMemoria

    LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LAULTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    1976-1983

  • 2Introduccin

    Grandes ncleos de la produccinacadmica y una parte significativa de losdebates polticos y sociales sobre la ltimadictadura militar desarrollada entre 1976 y1983 han tendido a concentrarse en las caractersticas

    del terrorismo de Estado y sus impactos, y en la

    confrontacin entre organizaciones poltico-militares y

    fuerzas armadas. En este dossier nos proponemos

    retomar un eje central en esta historia que todava no ha

    sido integrado en forma cabal por las v is iones

    predominantes centradas en la historia poltica: el papel

    de la clase trabajadora durante la dictadura. Con el

    objetivo de abordarlo, retomaremos una serie de

    contribuciones realizadas desde la dcada del 80 en

    adelante sobre las estrategias de trabajadores y

    sindicalistas frente a un proceso de cambio estructural

    que promovi una reconfiguracin regresiva del sector

    industrial, una redistribucin regresiva del ingreso de

    profundidad indita y una reduccin de las posibilidades

    de organizacin y lucha de la clase trabajadora.

    El texto est organizado en tres grandes apartados. En pri-

    mer lugar, se sintetizarn brevemente los cambios en las

    polticas econmicas, laborales y represivas que afectaron

    a los trabajadores industriales y sus organizaciones durante

    este perodo. En segundo lugar, se analizarn algunas con-

    tribuciones sobre las formas de resistencia desarrolladas

    por trabajadores y sindicalistas tanto en el pas como en el

    exterior, por parte de las bases y de la dirigencia sindical. En

    tercer lugar, se revisarn algunos aportes recientes que estu-

    dian el papel de la clase trabajadora durante la dictadura a

    partir de analizar casos especficos de empresas indus-

    triales que proponen distintas miradas sobre la cuestin de

    la resistencia.

    Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

  • 3Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    El perodo que se abre a mediados de los aos 70 y se extiende hasta, porlo menos, la crisis institucional, social y poltica de 2001, marca un cambio enel patrn de acumulacin que haba estado vigente en las cuatro dcadas pre-vias: la industrializacin por sustitucin de importaciones. La ReformaFinanciera de 1977, en conjuncin con la arancelaria y el endeudamiento exter-no, derivados de la apertura de 1979, promovi una reestructuracin regresivadel sector industrial. sta implic una desindustrializacin en trminos agrega-dos (es decir que hubo un descenso en la participacin del sector industrial enel PBI), que adems tuvo un impacto heterogneo sobre las distintas ramas, yprovoc un proceso de concentracin econmica. En este contexto, se produjoun incremento exponencial del endeudamiento externo, el cual estuvo vincula-do en forma creciente al proceso de valorizacin financiera.1 Este cambio delpatrn de acumulacin de capital constituye el contexto imprescindible paraanalizar las transformaciones experimentadas por los trabajadores y sus orga-nizaciones durante la dictadura militar.2

    Una breve sntesis de los efectos de las polticas econmicas hacia el sectorindustrial resulta til para dar cuenta, al menos superficialmente, de la magni-tud de la transformacin que tuvo impactos profundos en las condiciones devida y trabajo de la clase obrera. En los primeros aos posteriores al golpe seprodujo el cierre de ms de veinte mil establecimientos fabriles; el productobruto del sector cay cerca de un 20% entre 1976 y 1983; la ocupacin dismi-nuy en ese mismo perodo y se redujo el peso relativo de la actividad manu-facturera en el conjunto de la economa (del 28 al 22%). La industria dej deser el ncleo dinamizador de las relaciones econmicas y sociales, as como elsector de mayor tasa de retorno de toda la economa.3

    La clase trabajadora se vio afectada en este perodo por polticas represivas,laborales y econmicas. En primer trmino, resulta necesario analizar breve-mente las caractersticas de la represin a los trabajadores, que aunque no seinici con el golpe militar (sino, por lo menos, un ao antes) se acentu deforma notable a partir del 24 de marzo de 1976. Entre 1974 y 1976 los focosde mayor agitacin obrera (Crdoba y el cordn industrial del norte de laProvincia de Buenos Aires hasta el sur de Santa Fe) fueron fuertemente repri-midos por fuerzas policiales y militares, algunas de sus organizaciones interve-nidas, y sus lderes perseguidos y encarcelados.4 El punto ms lgido de estaofensiva de las fuerzas de seguridad fue el copamiento de la ciudad de VillaConstitucin el 20 de marzo de 1975 y el arresto de la casi totalidad de los diri-gentes sindicales de la zona.5

    I. El impacto de las polticas dictatoriales sobre la clase trabajadora y sus organizaciones

    1 Para un anlisis exhaustivo del contexto econmico ver: Eduardo Basualdo, Estudios de historia econmica argentina. Desdemediados del siglo XX a la actualidad. Buenos Aires, Siglo XXI, 2006. 2 Para acceder algunas de las ms importantes contribuciones sobre la clase trabajadora durante la dictadura, consultar labibliografa citada y recomendada al final del dossier.3 Sobre la poltica econmica aplicada durante la dictadura y sus efectos, ver Daniel Azpiazu, Eduardo M. Basualdo y MiguelKhavisse, El nuevo poder econmico en la Argentina de los ochenta. Buenos Aires, Editorial Legasa, 1986; Eduardo Basualdo,Estudios de historia econmica argentina; Adolfo Canitrot, La disciplina como objetivo de la poltica econmica. Un ensayosobre el programa del gobierno argentino desde 1976,Desarrollo Econmico 19, no.76, (Ene.-Mar. 1980): 453-475 y JorgeSchvarzer, La poltica econmica de Martnez de Hoz, Buenos Aires: Hyspamrica, 1987, entre otros. 4 Para una lista de las principales organizaciones sindicales intervenidas con anterioridad al golpe de estado, ver ArturoFernndez, Las prcticas sociales del sindicalismo, 1976-1982. Buenos Aires, CEAL, 1985, 135.5 Ese da lleg a la ciudad de Villa Constitucin lo que los testigos describieron como una caravana interminable de vehculosde las fuerzas de seguridad, que se proponan acallar un supuesto complot para el derrocamiento de la Presidenta MaraEstela Martnez de Pern. Las acusaciones fueron completamente infundadas pero la represin se cobr decenas de deten-ciones y distintos hechos de violencia contra los trabajadores y sus familias. Ver, entre otros, A.A.V.V., El Villazo. La experien-cia de una ciudad y su movimiento obrero, Tomo I. Villa Constitucin, Revista Regional-Libros, 1999.

  • 4Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    A pesar de esta aparente continuidad, la violencia aplicada bajo el gobiernoconstitucional de Mara Estela Martnez de Pern tuvo caractersticas cualitati-vamente diferentes a las que vendran despus: hasta 1976, la desaparicin depersonas no se encontraba an institucionalizada. Las formas ms frecuentesde represin eran los asesinatos aislados, aunque reiterados, por parte de fuer-zas paramilitares y la detencin de obreros y dirigentes.6 El golpe militar trajoconsigo un nuevo esquema represivo, cuyo impacto sobre el movimiento obre-ro es descripto por Francisco Delich en los siguientes trminos:

    Dirigentes y activistas fueron muertos, presos, desaparecidos,exiliados. Las cifras, aunque imprecisas, tienen contornossiniestros y horrorosos; se cuentan no por individuos sino porcentenares, por miles. Hubo ejecuciones en las fbricas y vio-lencias fsicas y psicolgicas tendientes a aterrorizar a los obre-ros. Se prohibieron asambleas y reuniones. Se mont un siste-ma complejo de prevencin: el reclutamiento obrero comenz ahacerse de modo provisional; solamente despus de informar ainteligencia de las fuerzas de seguridad y recibida la respuestade stos se adquira una relativa estabilidad en el trabajo. Esobvio que un antecedente como activista impeda el acceso.Este sistema estuvo vigente en las zonas industriales del paspor lo menos hasta 1979. La estabilidad en las fbricasdependa ahora no solamente de la eficiencia, de la clasifica-cin o de la disciplina sino de la adaptacin ideolgica.7

    Como explicaba el sindicalista Vctor De Gennaro, ex Secretario General dela Central de los Trabajadores Argentinos:

    El 67% de los desaparecidos son trabajadores, y fundamental-mente se apunt a destruir a los activistas, delegados, y algunossecretarios generales (). A nivel de los dirigentes intermediosfue tremendo, porque haba que fracturar ese poder posible delos trabajadores organizados: eran los delegados de fbrica, losmilitantes los que construan todos los das ese poder que tenala clase trabajadora. Ah apunt sin lugar a dudas la dictaduramilitar y fue sin piedad. Se entraba a una fbrica, se la tomabapor el Ejrcito, y delante de todo el personal se nombraba a losque haban sido delegados o militantes. Se los llevaban, desa-parecan, y despus terminaban muertos, 15 o 20 das despus,tirados en las puertas de las fbricas o en los basurales.8

    La evidencia recolectada por un conjunto de investigadores y activistasseala que la represin al movimiento obrero, si bien estuvo dirigida y ejecuta-da mayoritariamente por el ejrcito, cont no slo con la connivencia sino tam-bin con el apoyo activo de grandes empresas, que en una gran cantidad decasos denunciaron a sus trabajadores, entregaron fondos a las fuerzas repre-sivas, e incluso en ocasiones hasta autorizaron la instalacin de centros clan-destinos de detencin en el predio de sus fbricas.9 Esta poltica represiva,aunque se extendi a todas las actividades econmicas, se concentr de mane-

    6 Sobre la historia de la desaparicin de personas como institucin represiva ver Pilar Calveiro, Poder y desaparicin. Loscampos de concentracin en Argentina. Buenos Aires: Editorial Colihue, 1998.7 Francisco Delich, Despus del diluvio, la clase obrera, en Alain Rouqui, (comp.), Argentina, hoy. Mexico: Siglo XXI,1982,140.8 Norma Fernndez, 24 de marzo de 1976. 25 aos despus, Revista Milenio No. 5, Buenos Aires, marzo 2001, 69. 9 Victoria Basualdo, Complicidad patronal-militar en la ltima dictadura argentina. Los casos de Acindar, Astarsa, DlmineSiderca, Ford, Ledesma y Mercedes Benz, en Suplemento especial de Engranajes a 30 aos del golpe militar, FETIA-CTA,marzo de 2006. Tambin disponible en: http://www.riehr.com.ar/detalleInv.php?id=7

  • 5Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    ra preferencial en las actividades industriales (dentro de ellas, metalrgicos ymecnicos fueron dos gremios especialmente perseguidos) y en los serviciospblicos esenciales (transportes, ferroviarios, Luz y Fuerza), es decir, aquellossectores que haban constituido, durante la segunda etapa de la industrializa-cin por sustitucin de importaciones, pilares clave de la organizacin sindical.Un blanco central de la poltica represiva fueron los delegados y miembros delas comisiones internas, es decir los representantes de base de los trabajado-res que durante dcadas haban cumplido un papel muy importante en ladefensa de los derechos laborales y en la organizacin y sostenimiento de con-flictos y negociaciones con la patronal.10

    A estas formas de represin el gobierno de facto sum la intervencin de lamayora de los grandes sindicatos y federaciones, que comenzaron con la de lacentral nacional de trabajadores, la Confederacin General del Trabajo (CGT).11

    En los primeros tres aos, en los que se alcanz el punto represivo ms alto, seintervinieron decenas de las principales organizaciones obreras y se les retirla personera jurdica a otras tantas.12 Mediante la designacin de funcionariosmilitares en casi una tercera parte de las federaciones nacionales, se quebr laestructura nacional centralizada del movimiento sindical. Es de destacar queentre las federaciones intervenidas se encontraban las de mayor peso numri-co sobre el total, como la Unin Obrera Metalrgica (UOM), y la Unin Obrera dela Construccin de la Repblica Argentina (con cerca de 300 mil afiliados cadauna), entre muchas otras.13

    En lo que se refiere a las polticas laborales, la dictadura militar promovi unconjunto de legislacin tendiente a legalizar la actividad represiva y la interven-cin en el mundo sindical. Una serie de normas establecieron el congelamientode la actividad gremial, como la Ley 21.261 del 24 de marzo de 1976 que sus-pendi el derecho de huelga; la Ley 21.356 de julio de 1976, que prohibi la acti-vidad gremial, es decir asambleas, reuniones, congresos y elecciones, facultan-do al Ministerio de Trabajo a intervenir y reemplazar dirigentes dentro de losestablecimientos fabriles; la Ley 21.263 del 24 de marzo de 1976 que elimin elfuero sindical; Ley 21.259 del 24 de marzo de 1976, que reimplant la Ley deResidencia, en virtud de la cual todo extranjero sospechoso de atentar contra laseguridad nacional poda ser deportado, la Ley 21.400 del 9 de septiembre de1976, denominada de Seguridad industrial, que prohibi cualquier medidaconcertada de accin directa, trabajo a desgano, baja de la produccin, entreotras. La Ley Sindical 22.105 sancionada el 15 de noviembre de 1979, derogla de Asociaciones Profesionales 20.615 dictada por el gobierno constitucionalprevio, y termin por legalizar la intervencin extrema del estado dictatorial,socavando las bases institucionales y financieras del poder sindical.14

    10 Para una sntesis de la historia de los delegados y comisiones internas ver Victoria Basualdo, Los delegados y las comi-siones internas en la historia argentina: una mirada de largo plazo, desde sus orgenes a la actualidad, Buenos Aires,Fundacin Friedrich Ebert/FETIA-CTA, 2009 y Daniel Azpiazu, Victoria Basualdo y Martn Schorr (con prlogo de Enrique Arceo),La industria y el sindicalismo de base en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Cara o Ceca, en prensa.11 El comunicado N 58 de la Junta Militar dispuso la intervencin de la CGT. Luego se design un interventor militar que ocupla sede central de la CGT. Ese cargo fue renovado peridicamente, nombrndose a otros jefes del Ejrcito para cubrirlo. verFernndez, Las prcticas sociales, 62.12 Para una lista de las principales organizaciones sindicales intervenidas a partir del 24 de marzo de 1976, ver Fernndez,Las prcticas sociales, 135-7. El mismo autor seala que por resoluciones del Ministerio de Trabajo, a cargo de Toms Liendose intervinieron entre marzo y mayo de 1976 las principales organizaciones sindicales de segundo grado, representativas decerca del 50% de la clase trabajadora. Fernndez, Las prcticas sociales, 62.13 Ver listado de estado de las organizaciones sindicales adheridas a la CGT hasta 1979 en Fernndez, Las prcticas socia-les, 111-2.14 Bernardo Gallitelli y Andrs Thompson, La poltica laboral en la Argentina del Proceso, en Manuel Barrera y GonzaloFallabella (comps.), Sindicatos bajo regmenes militares. Argentina, Brasil, Chile. Santiago de Chile: CES-Naciones Unidas,1990, 28-30.

  • 6Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    Las polticas referentes a salarios y empleo aplicadas por el Ministro deEconoma, Jos Alfredo Martnez de Hoz afectaron de manera profunda a los tra-bajadores. En su mensaje al pas del 2 de abril de 1976, este funcionario explic:

    En cuanto a la poltica salarial, en una etapa inflacionaria como laque est viviendo el pas y en el contexto de un programa de con-tencin de la inflacin, no es factible pensar que puedan tenervigencia las condiciones ideales de libre contratacin entre la parteobrera y empresarial para la fijacin del nivel de salarios. Debe,pues, suspenderse toda actividad de negociacin salarial entre lossindicatos y los empresarios, as como todo proceso de reajusteautomtico de salarios de acuerdo con ndices preestablecidos.Ser el Estado el que establecer peridicamente el aumento quedebern tener los salarios (). El verdadero incentivo para elaumento de los salarios deber provenir de la mayor productividadglobal de la economa y, en particular, del de la mano de obra. Si laproduccin aumenta no slo con el esfuerzo de inversin del sec-tor empresario, sino tambin por la eliminacin de prcticas labo-rales que afecten la productividad, que conduzca a una mayor cola-boracin obrera para lograr dicho objetivo15

    La fijacin de los salarios por parte del Estado estaba estrechamente ligadaal cercenamiento de derechos bsicos como las convenciones colectivas de tra-bajo, el derecho a la negociacin y a la protesta por parte del movimiento obre-ro. Una vez establecida la regulacin oficial de los salarios, stos sufrieron unacada de cerca del 40% respecto a los vigentes en 1974, en un contexto de subadel desempleo, supresin de horas extras y recortes en las prestaciones socia-les. Sin embargo, el gobierno autoriz un marco de flexibilidad a las empresasrespecto a los salarios fijados oficialmente, por lo que como producto de luchasobreras o por la situacin particular de algunas firmas, en muchas industriaslos trabajadores recibieron salarios superiores a los autorizados. Al mismotiempo, la abrupta cada del salario real, aunque afect al conjunto de los tra-bajadores, lo hizo de diferentes maneras en cada caso. Los trabajadores del

    15 Citado en Gallitelli y Thompson, La poltica laboral, 45-6.

  • 7Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    sector pblico se vieron perjudicados frente a los del sector privado, y existie-ron fuertes diferencias salariales entre las industrias localizadas en la CapitalFederal y el Gran Buenos Aires y el interior; entre los trabajadores de plantasgrandes, medianas y pequeas; de acuerdo a la rama de industria; y, dentro deuna misma rama industrial, entre las diferentes categoras profesionales.16

    Las brechas salariales entre las distintas capas de trabajadores y de acuer-do a divisiones regionales tendieron a producir un efecto de fragmentacin ydiferenciacin.17 Esta erosin de la relativa homogeneidad del movimientoobrero, produjo una fractura en uno de los puntos fundamentales de la solida-ridad de los trabajadores: la lucha unificada por el salario, que haba sidodurante dcadas la base del poder de negociacin de los sindicatos centraliza-dos. La fragmentacin de la clase obrera en este perodo se vio tambin refor-zada por otras polticas del equipo econmico de la dictadura, como la de pro-mocin industrial, que foment la relocalizacin de plantas en zonas alejadasde los principales centros industriales, generando desocupacin en las zonashistricamente dedicadas a esta actividad y fomentando la conformacin deuna nueva clase obrera sin tradicin sindical previa en reas hasta esemomento perifricas. Una ilustracin clara y contundente del resultado detodos estos procesos es la participacin de los asalariados en el ingreso nacio-nal, que pas del 43% en 1975 al 22% en la crisis hiperinflacionaria de 1982.18

    Lneas de accin, protesta y organizacin obrera durante la dictadura

    En este contexto debemos analizar el papel jugado por los trabajadores ysus organizaciones frente a las polticas dictatoriales que implicaron un nivelindito de represin, as como un retroceso de gran magnitud en cuanto a lascondiciones de vida y de trabajo de la clase obrera industrial. La evaluacin yel anlisis de la reaccin de la clase trabajadora frente a estas polticas y al pro-ceso de cambio estructural plante un debate entre los historiadores quecomenz en los aos 80 y contina hasta nuestros das sin haber alcanzadouna sntesis superadora. Francisco Delich fue uno de los primeros autores queabordaron la problemtica en textos incluidos en diversas compilaciones sobrela dictadura militar.19 Su apreciacin del comportamiento de la clase obreradurante el perodo se sintetiza en el siguiente pasaje:

    Durante cinco aos, la clase obrera argentina y sus sindicatospermanecieron, en conjunto, inmviles desde el punto de vistasocial y de la actividad sindical respectivamente, o bien cuandose movilizaron, lo hicieron mutando formas de accin.Naturalmente, una afirmacin tan tajante merece algunos mati-

    16 De acuerdo a Gallitelli y Thompson, los trabajadores fabriles de establecimientos privados ms grandes reciban salariosde hasta un 40% ms que los de medianos y pequeos, mientras que en el interior esta diferencia llegaba hasta un 50%.Asimismo, detectaron que los trabajadores del Gran Buenos Aires de cualquier rama y tamao reciban salarios ms elevadosque los de sus pares del interior. Dentro de cada rama de la industria se increment en este perodo la diferencia entre obre-ros no especializados y obreros especializados. A su vez, la brecha entre los obreros especializados de las diferentes indus-trias tendi a ensancharse.17 Existen numerosas evidencias sobre la heterogeneidad salarial. Consultar, entre otros, el trabajo de Falcn que afirma: [se]produjo (...) una modificacin importante en el espectro salarial, que se expresaba, sobre todo, en un incremento de la llamadaflexibilidad salarial, es decir, el aumento de diferencias en los niveles salariales y en distintos rdenes. Ver Ricardo Falcn,La resistencia obrera a la dictadura militar. Una reescritura de un texto contemporneo a los acontecimientos en Hugo Quirogay Csar Tcach (comps.), A veinte aos del golpe. Con memoria democrtica. Rosario, Homo Sapiens Ediciones, 1996, 126-8.18 Basualdo, Estudios de historia econmica argentina, 122.19 Francisco Delich, Desmovilizacin social, reestructuracin obrera y cambio sindical, en Peter Waldmann y Ernesto GarznValds, El Poder militar en la Argentina, 1976-1981. Buenos Aires: Editorial Galerna, 1983, 101-116 y Despus del diluvio,la clase obrera.

  • 8Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    ces: movilizacin de bancarios, metalrgicos y tentativa de unparo general en 1979. Pero esto no cambia en suma esta carac-terizacin general, ni alcanza para disminuir la importancia de uncomportamiento inhabitual que merece explicaciones acordes.20

    Esta imagen de completa inmovilidad y derrota no ha sido compartida por lamayor parte de la historiografa sobre el tema. El historiador Pablo Pozzi cues-tion esa mirada en un libro publicado a fines de la dcada del 80, en el cualsostuvo que, por el contrario, existi una amplia gama de actividades de resis-tencia y oposicin. Pozzi no solamente cuestion las apreciaciones de Delich res-pecto a la ausencia de conflictos sindicales frontales y de tipo clsico (en tr-minos de las formas histricas de lucha de los trabajadores argentinos), enespecial la huelga general de 1979, sino que adems enfatiz la importancia delas acciones subterrneas de resistencia, a las que nos referiremos ms exten-samente luego. En sus conclusiones, el autor seala que las actividades deresistencia obrera tuvieron una magnitud importante, sino que, adems, habranadquirido un papel protagnico en el debilitamiento del rgimen militar:

    La resistencia de la clase obrera, frente al tremendo poderque desat la ofensiva de la gran burguesa financiera atravs del partido militar, se convirti en un escollo funda-mental frente al cual relativos xitos en otros campos se reve-laran secundarios.21

    () Los conflictos obreros tienen un profundo significado poltico queva a imposibilitar la resolucin de la crisis orgnica determinando,por ende, el fracaso del Proceso de Reorganizacin Nacional.22

    Los trabajos de Delich y Pozzi presentan, entonces, dos polos del debate sobrela accin de trabajadores y sindicalistas en este perodo. El resto de las contribu-ciones, an con sus diferencias, matices y aportes especficos, cuestiona ambosextremos: ni coincide con la tesis de Delich de inmovilismo sindical, ni suscribe,tampoco, la concepcin de Pozzi de que la oposicin y resistencia de la claseobrera hayan determinado el fracaso de la dictadura. De hecho, esta polari-zacin de los trminos del debate sobre la accin obrera y sindical, que puedehaber sido til en su momento para mostrar la importancia de ambos argumen-tos (el profundo impacto de la represin y la existencia de estrategias de resis-tencia an en este contexto extremadamente crtico), vuelve difcil rescatar losaportes parciales de las diversas investigaciones en una interpretacin sinttica.

    En cambio, resulta mucho ms productivo articular sus respectivos aportes.Como lo sostiene Delich, las polticas instrumentadas en el perodo tuvieron unefecto claramente perjudicial sobre la clase obrera industrial y marcaron unquiebre profundo en su historia. Sin embargo, como sostiene Pozzi, a pesar deeste impacto claramente negativo y regresivo, es posible no slo detectar lapresencia de formas nuevas de organizacin y protesta, sino tambin ciertaprogresiva recuperacin, en especial a partir de 1979, de formas de lucha tra-dicionales de la clase obrera argentina, an en un contexto de profunda desar-ticulacin y represin de la actividad sindical.

    Por lo tanto, aunque las polticas represivas, laborales y econmicas de ladictadura tuvieron un impacto decisivo en las condiciones de vida y de trabajode la clase obrera, existieron respuestas de los trabajadores frente a stas quese desarrollaron, debido a las caractersticas particulares del proceso represi-vo, tanto en el territorio argentino como en el extranjero. En lo que se refiere a

    20 Delich, Desmovilizacin social, 71.21 Pablo Pozzi, Oposicin obrera a la dictadura (1976-1982). Buenos Aires, Contrapunto, 1988, 23.

  • 9Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    las acciones desarrolladas en el territorio nacional, resulta necesario introduciruna serie de diferenciaciones: por un lado, entre la accin de las bases y la dela dirigencia obrera, y por otro, entre formas tradicionales de protesta y nuevasestrategias, adaptadas al contexto de extrema represin bajo la dictadura.

    El trabajo de Pozzi tiene el mrito de llamar la atencin acerca de la exis-tencia prcticas subterrneas a nivel de planta que haban sido subestima-das o directamente omitidas por la mayora de las contribuciones previas. Estasmedidas de protesta encubiertas llevadas adelante por grupos de trabajadorescon reducida coordinacin e impacto, incluan el trabajo a tristeza, el traba-jo a desgano (reducciones del ritmo de trabajo), interrupciones parciales detareas, sabotajes, y una multiplicidad de iniciativas tendientes a la organizacinde los trabajadores y al perjuicio de la patronal. Este autor considera a estasnuevas formas de protesta como producto de un aprendizaje previo, desarro-llado en el contexto de la resistencia peronista contra los gobiernos militares(o producto de elecciones en las que el peronismo estaba proscripto), posterio-res al derrocamiento del gobierno constitucional de Pern en 1955.23 Ms allde las posibles controversias sobre su origen, sera de particular importanciainvestigar en profundidad estas tcticas, que podran ser consideradas comoun ejemplo interesante de lo que James Scott ha denominado hidden trans-cript, o discurso oculto.24 Esto es, se trata de formas de protesta que aunquerespetaban la letra de la ley y las reglas impuestas, subvirtieron en realidad elespritu de las mismas, convirtindose en un desafo al rgimen que se volvicrecientemente evidente.25

    Por sus caractersticas, la difusin e impacto de estas protestas han resulta-do difciles de detectar y cuantificar. La propia legislacin dictatorial se encarg,sin embargo, de reconocer su extensin e importancia durante los primerosmeses de la dictadura: La ley 21.400, ya mencionada, de septiembre de 1976,prohibi cualquier medida concertada de accin directa, entre las que se incluael trabajo a desgano y la baja de produccin, estableciendo penas de 1 a 6 aospara quienes participaran en la medida de fuerza o instigaran a su realizacin,y penas de 3 a 10 aos para los casos en los que la instigacin fuera pblica.

    La reiteracin de formas de organizacin y lucha subterrneas, que tuvie-ron un carcter en general fragmentario y disperso evidencia una movilizacinde las bases lo suficientemente fuerte como para ponerse de manifiesto anen la etapa de mayor intensidad represiva. Esta posicin, en un comienzo aca-llada, logr concretarse, de manera creciente, en formas de lucha ms con-

    22 Pozzi, Oposicin obrera a la dictadura, 32-3.23 Ver Pozzi, Oposicin obrera a la dictadura.24 Ver James C. Scott, Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance, New Haven: Yale University Press, 1985,y Domination and the Arts of Resistance: The Hidden Transcript of Subordinate Groups, New Haven: Yale University Press, 1990.25 Un ejemplo posible es el recurso a la protesta individual, en un contexto de absoluta prohibicin del reclamo colectivo: sedetectaron casos en los que los trabajadores solicitaban entrevistas individuales con la gerencia de personal, generando con-gestionamiento en las oficinas y planteando la misma queja o demanda una y otra vez. Se respetaba, por un lado, la prohibi-cin de peticionar en conjunto al realizar peticiones individuales, pero se converta a stas en colectivas, al repetir una y otravez las mismas consignas. Lo mismo sucede con los casos de trabajo a desgano, o a tristeza. Dado que les estaba prohibidoparar, los trabajadores respetaban la letra de la ley, aunque disminuyendo el ritmo de produccin de forma tal que se repli-caba (o al menos se aproximaba a) los efectos de un paro. Otro ejemplo fueron las formas de comunicacin entre trabajado-res, en un marco en el que el silenciamiento y disciplinamiento eran extremos en el contexto de la fbrica. Al estar prohibidatoda forma de reunin, los obreros establecan formas de informacin alternativas, como la pegatina de un volante o docu-mento en los baos, que los trabajadores iban leyendo en forma sucesiva en sus momentos de descanso. Otro ejemplo, quesegn los documentos sobre la resistencia obrera que circularon clandestinamente en el pas y en exterior, fue muy generali-zado, fueron los sabotajes, otra forma de protesta oculta: numerosas acciones paralizan la produccin: el olvido de cami-sas en los motores de las unidades fabricadas, la prdida de llaves de un automvil hermticamente cerrado al final del pro-ceso de ensamblaje, la aparicin de fallas en un 80% de la produccin diaria, etc. Ver Pozzi, Oposicin obrera a la dictadu-ra, caps. 3-5 y conjunto de documentos incluidos en el Dossier sobre la situacin sindical en Argentina presentado alTribunal Permanente de los pueblos, Bibliothque de Documentation Internationale Contemporaine (BDIC), Nanterre, Francia.

  • 10Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    vencionales y caractersticas de la historia del movimiento obrero argentino. Encontraste con lo que sostena Delich en su trabajo, fueron numerosas las ins-tancias de protesta de los trabajadores desde los primeros das del rgimenmilitar, y aumentaron en las coyunturas que posibilitaban mayor xito.

    En trminos de las formas de organizacin y lucha que tuvieron lugar en terri-torio nacional, es posible dividir al perodo de la dictadura en dos etapas dife-rentes, divididas por un hecho trascendente que transform la dinmica sindi-cal: la primera huelga general de abril de 1979. El primer perodo, se extiendedesde marzo de 1976 a abril de 1979, mientras que el segundo se inicia enmayo de 1979 y concluye con el inicio de la transicin democrtica en 1983.

    El primer perodo estuvo caracterizado por una mayor fragmentacin de las ini-ciativas de oposicin abierta, una situacin de enfrentamiento y diferenciacinentre las corrientes sindicales y, sobre todo, por la elevada intensidad de la pol-tica represiva, que acall y dio por concluidos conflictos importantes y promovila desmovilizacin en casos en los que un contexto relativamente ms permisivoprobablemente habra ocasionado protestas de magnitud. Como intentaremosdemostrar en los prximos prrafos, los conflictos obreros fueron, incluso en estaetapa, numerosos y algunos de ellos lograron un impacto significativo.

    El sindicalismo argentino haba estado lejos de la unidad en el perodo pre-vio, comprendido entre fines de los 60 hasta comienzos de los 70, y elenfrentamiento entre los sectores que apoyaban a los lderes ms ortodoxosdel movimiento obrero y los sectores combativos se volvi crecientementeagudo y virulento a partir de 1973.26 Desde el golpe militar de 1976 en ade-lante, las divisiones sindicales continuaron, y la actitud de la dirigencia sindicalfrente a la dictadura en sus primeros aos estuvo lejos de ser unvoca. Sin

    26 En trminos simplificados, puede afirmarse que el cuestionamiento del sindicalismo combativo a los lderes de los secto-res ortodoxos, en general vinculados con prcticas burocrticas tuvo como ejes principales: la demanda de mayor represen-tatividad de las reivindicaciones obreras, el rechazo a la connivencia con los sectores patronales a cambio de beneficioseconmicos e institucionales, el cuestionamiento a la negociacin con los sucesivos gobiernos como condicin para recibirprebendas, y la reivindicacin de ideologas polticas radicales de distinto signo, que, sin dejar de sostener luchas econmi-cas parciales, se proponan como objetivo ltimo un cambio social y econmico radical.

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    embargo hubo cambios dramticos en la dinmica interna del movimiento sin-dical. Fundamentalmente, tanto los dirigentes como los trabajadores afiliadosa las corrientes combativas del sindicalismo fueron uno de los blancos centra-les de la represin dictatorial y fueron en su mayora encarcelados, desapare-cidos, o condenados al exilio externo o interno. Por lo tanto, aunque hubo divi-siones en torno a la necesidad de participacin o confrontacin en el seno delsindicalismo durante la dictadura, la disputa estuvo sostenida por lneas sindi-cales diferentes a las predominantes antes de 1976. Por un lado, es posible dis-tinguir a un sector de dirigentes que cultivaron una relacin de cercana y apoyoa la dictadura, y por otro, hubo lderes moderados cuya posicin se fue radica-lizando frente a la connivencia de otros sindicalistas con el rgimen.

    El primer sector, de tendencia participacionista, proporcion el grupo dedirigentes obreros que concurri a la conferencia de la OrganizacinInternacional del Trabajo en mayo de 1976, a slo dos meses del golpe militar.Por otro lado, un segundo grupo, crecientemente confrontacionista, concreten este primer perodo la creacin de la Comisin Nacional de las 25 organiza-ciones (denominada Comisin de los 25), que propuso desconocer la pre-sencia de los interventores militares o civiles en los gremios. En 1978, en uncontexto de estabilizacin del plan econmico y el auge de la propaganda dic-tatorial por el Campeonato Mundial de Ftbol, el gobierno militar logr acerca-mientos mayores con dirigentes participacionistas, que terminaron confor-mando en junio de ese ao la Comisin de Gestin y Trabajo, que luego se con-virti, en octubre, en la base principal de la Comisin Nacional de Trabajo (CNT).Por su parte, el ala confrontacionista fund en junio de 1978 el MovimientoSindical Peronista (MSP), que organiz la convocatoria al primer paro nacional,que se llev a cabo en abril de 1979.

    En lo que se refiere a cantidad de conflictos laborales, los datos agregados disponi-bles, provenientes del procesamiento de la informacin de prensa de la poca (es decir,que reflejan nicamente los conflictos ms importantes que no podan ser omitidos porla prensa de la dictadura) confirman la impresin del incremento progresivo de las pro-testas obreras, con la excepcin del ao 1978 en el que se evidencia un retroceso en tr-minos de la lucha sindical: mientras en 1976 se habran desarrollado 89 conflictos, en1977 habran sido 100, de los que se habra bajado a 40 en 1978, para culminar, en1979, con un pico de 188 conflictos.27 Del total de medidas de fuerza reflejadas en losmedios de comunicacin masiva del pas, la mayor parte fueron, hasta 1979, paros y qui-tes de colaboracin, y tuvieron como principal demanda el aumento de los salarios, aun-que una minora se propuso cuestionar las condiciones de trabajo, demandar la posibi-lidad de organizacin sindical.28

    Otro anlisis cuantitativo, en este caso de casi 300 conflictos sindicales entreel 24 de marzo de 1976 y octubre de 1981 que tuvieron lugar en el Gran BuenosAires, la Capital Federal, Crdoba y Rosario, y que se llevaron a cabo en activi-dades industriales, mayoritariamente en fbricas metalrgicas, automotrices,textiles y otros, de ms de cincuenta obreros (en su mayora, superiores a 100),confirma que la mayor cantidad de medidas de fuerza se debi a demandassalariales, mientras que una minora se debi a protestas por las condiciones detrabajo, falta o disminucin del trabajo, defensa de la organizacin sindical, orechazo a las represalias patronales o a la represin estatal o paraestatal.29 Dela totalidad de las medidas de fuerza analizadas, casi un 33% fueron huelgas,otro tanto fueron quites de colaboracin y trabajo a reglamento, mientras que

    27 Gonzalo Lenidas Chaves, Las luchas sindicales contra el Proceso. 1976-1980. Cinco aos de resistencia. Buenos Aires:Ediciones de La Causa, 1983, 17-9.28 Chaves, Las luchas sindicales contra el Proceso, 17-9.29 Falcn, La resistencia obrera, 125-6. El autor analiza un universo de 291 conflictos, utilizando como fuentes la prensadiaria de Buenos Aires y otras ciudades importantes del pas, informacin estadstica provista por el INDEC y por FIEL, as comoun conjunto de publicaciones clandestinas o semi-clandestinas editadas por distintos sectores sindicales y polticos. El traba-jo fue originalmente publicado en Holanda en 1982.

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    otro 10% consisti en medidas diversas como boicots al comedor de planta, con-centraciones internas y escasas ocupaciones de planta. El resto, alrededor de un23% se plasm en petitorios, reclamos y negociaciones. Ricardo Falcn destacala prctica de eleccin de delegados provisorios o representantes de base, almargen de los procedimientos legales, que en muchos casos terminaban siendoreconocidos por las empresas como interlocutores legtimos.30

    Resulta imposible, en el marco de este dossier, realizar un anlisis exhaustivodel desarrollo de las medidas de fuerza ao a ao, ni siquiera de las ms impor-tantes, pero cabe destacar una lnea general de desarrollo que nos brindar unpanorama general del problema. Incluso durante 1976 se produjeron conflictossignificativos en grandes fbricas. Algunos ejemplos son los conflictos de IKA-Renault de Crdoba en marzo, General Motors en el barrio de Barracas en abril,Mercedes Benz, Chrysler de Monte Chingolo y Avellaneda y Di Carlo en mayo.

    A partir de octubre de 1976 entraron en conflicto los trabajadores del gre-mio de Luz y Fuerza, que aglutinaba a trabajadores de las empresas SEGBA,Agua y Energa, DEBA y Compaa Italo Argentina de Electricidad. El conflicto seextendi a varias ciudades del pas e involucr a centenares de afiliados. En losprimeros meses de 1977 el Sindicato de Luz y Fuerza desarroll nuevamentemedidas reivindicativas, y de resistencia a la aplicacin del plan econmico delministro de economa Jos Martnez de Hoz. En el contexto de dicha lucha, ycuando se haba concretado un acuerdo con la patronal, el dirigente ms impor-tante de Luz y Fuerza, Oscar Smith, fue secuestrado por las Fuerzas Armadas,lo que sin embargo no logr frenar el surgimiento de otros conflictos.

    En junio de 1977, ms de seis mil trabajadores agrcolas se sumaron amedidas de obreros industriales en la zona de Rosario y San Lorenzo, mientrasque en agosto los transportistas petroleros desarrollaron protestas contra lasempresas Shell y Exxon. En octubre, los obreros de IKA-Renault de Crdobareclamaron un aumento salarial del cincuenta por ciento, y la intervencin delas fuerzas armadas dej el saldo de cuatro obreros muertos. Tambin en octu-bre, los ferroviarios entraron en huelga, mientras que en noviembre se declaruna medida de fuerza en la planta de Alpargatas de Florencio Varela que se pro-long por das, y que fue seguida por un lockout patronal, despidos y represincontra varios de los trabajadores involucrados.

    En 1978, un ao de relativo descenso de la protesta obrera debido a unarelativa recuperacin econmica y a sucesos polticos de importancia (el men-cionado Mundial de Ftbol, las informaciones sobre el supuestamente inmi-nente enfrentamiento militar con Chile, entre otros), las principales acciones lasllevaron adelante los portuarios, los obreros de la fbrica Fiat y del frigorficoSwift de Rosario, bancarios y transportistas, ferroviarios, y automotrices de lasempresas Renault y Firestone.

    El ao 1979 constituy un momento de transicin en el que pudo concre-tarse la convocatoria a la primera huelga general, llevada adelante por laComisin de los 25 con la oposicin de los sectores participacionistas nucle-ados en la CNT. En abril de 1979, en un contexto de agitacin creciente (unode los conflictos ms resonantes fue el de Alpargatas: los 3.800 obreros de laplanta de Barracas decretaron en asamblea en la puerta de la fbrica un paropor tiempo indeterminado, desoyendo las amenazas oficiales) el consejo direc-tivo de los 25 llam a defender la industria nacional, a revisar la poltica aran-celaria y a restituir el poder adquisitivo del salario, convocando a una jornadade protesta sin concurrencia al trabajo el 27 de abril de 1979. Ms all de quela convocatoria fue de un solo sector del sindicalismo, expres un grado decohesin y organizacin del movimiento sindical ausente en los aos previos, al

    30 Falcn, La resistencia obrera, 130.

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    tiempo que constituy un desafo al gobierno militar de una extensin y fuerzainusitadas, con fuerte repercusin nacional e internacional. 31

    Esta coyuntura planteada por el punto de inflexin que implic el conflicto de1979 resulta interesante para introducir una segunda dimensin de la resis-tencia en este primer perodo que no hemos abordado aqu: el anlisis de lasacciones de resistencia por parte de trabajadores y sindicalistas en el mbitointernacional. An sin compartir la apreciacin de Delich respecto a que elespacio sindical nacional habra estado completamente clausurado, conside-ramos correcta su apreciacin respecto a que el espacio internacional cobruna importancia inusual y las acciones que all se desarrollaron tuvieron reper-cusiones inesperadamente relevantes, en especial en este primer perodo quese extendi entre 1976 y 1979.32

    En lo que se refiere a las acciones en el exterior, cabe destacar algunos procesos quehasta muy recientemente haban sido poco estudiado por la historiografa, como la laborde trabajadores y sindicalistas que debieron dirigirse al exilio, y que sumaron sus esfuer-zos a la campaa de denuncia y aislamiento internacional de la dictadura militar porparte de organizaciones de defensa de los derechos humanos. Una serie de contribu-ciones recientes sobre el tema han demostrado que no slo se constituyeron distintosagrupamientos en el exilio dedicados a la problemtica sindical que establecieroncontactos fructferos con otros movimientos sindicales nacionales en Europa y Amricaprincipalmente, sino que, adems, varias de las iniciativas desarrolladas tuvieron impactoen la situacin argentina.33 Ejemplos de ellas son las campaas por la liberacin de lospresos obreros y sindicalistas, que incidieron en la supervivencia e incluso liberacinanticipada de trabajadores por los que se reclamaba (es el caso de los obreros de VillaConstitucin, por ejemplo), y las intervenciones en coyunturas crticas, en las que some-ter al gobierno dictatorial a presiones internacionales en ocasiones ampli el margende maniobra para los que luchaban en territorio argentino. Al mismo tiempo, la Organi-zacin Internacional del Trabajo se convirti, en este perodo, en un foro de denuncia dela situacin argentina, tanto por las intervenciones de delegados obreros del pas quedesconocan el mandato del gobierno de presentar una buena imagen ante la comu-nidad internacional, como, fundamentalmente, por la presencia de lderes exiliados enla conferencia que facilitaban la difusin de informacin sobre la represin a obreros ysindicalistas, promoviendo el repudio a la dictadura.34

    La huelga general de 1979 constituye una coyuntura interesante para apre-ciar, an en forma parcial y limitada, el funcionamiento de la campaa de apoyoa los trabajadores a nivel internacional. Las reacciones internacionales se pro-dujeron sobre todo a partir de la detencin, tres das antes de la medida de fuer-za, de veinte de los sindicalistas que la haban convocado. El episodio fue espe-cialmente escandaloso debido a que los sindicalistas fueron apresados a la sali-da de una reunin en el Ministerio de Trabajo, a la que haban sido convocadospor miembros del gobierno militar. Este hecho proporcion a las organizacionesde exiliados la oportunidad de colaborar concretamente con los sindicalistas ensuelo argentino, convocando a la solidaridad del sindicalismo internacional. La

    31 Para un reporte detallado del nivel de acatamiento de la huelga general ver Crnica de la resistencia sindical argentina.Resumen de publicaciones periodsticas argentinas del mes de abril de 1979 elaborado por la Rama Sindical del MovimientoPeronista Montonero, Mayo de 1979, en Archivo CGT, Francia. 32 Francisco Delich, Despus del diluvio, la clase obrera, 146.33 Ver Victoria Basualdo, Dictadura militar, sindicalismo combativo y relaciones internacionales: apuntes para una historiareciente de los trabajadores industriales en Antologa. A treinta aos del golpe, Secretara de Cultura de la Nacin Argentina-Central de los Trabajadores Argentinos, 2006; La participacin de trabajadores y sindicalistas en la campaa internacionalcontra la ltima dictadura militar argentina, en Revista Sociedad No. 25, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad deBuenos Aires, Primavera de 2006 y Una aproximacin al exilio obrero y sindical en Pablo Yankelevich y Silvina Jensen (eds.),Exilios. Destinos y experiencias bajo la dictadura militar, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2007.34 Sobre la OIT y la dictadura argentina puede verse: Victoria Basualdo, The ILO and the Argentine dictatorship, 1976-1983,en Marcel van der Linden et al. (coords.), ILO: Past and Present, Peter Lang, en prensa.

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    reaccin de las organizaciones internacionales no se hizo esperar: las tres cen-trales mundiales enviaron telegramas pidiendo la inmediata liberacin de losdetenidos, numerosas centrales nacionales europeas (sobre todo las francesasy espaolas) presentaron inmediatas protestas y hasta voceros del gobierno deEstados Unidos manifestaron la preocupacin del presidente Carter por los dete-nidos.35 A los pocos das algunos de los dirigentes comenzaron a ser liberados,mientras otros fueron procesados y puestos a disposicin del Poder Ejecutivo.36

    El segundo perodo en trminos de conflictos llevados adelante por los tra-bajadores se abri con el primer paro general y culmin con la transicin a lademocracia en diciembre de 1983 estuvo marcado por la sancin de la Ley deAsociaciones Profesionales, al tiempo que estuvo caracterizado por intentosfallidos de unificacin de las tendencias sindicales, una disminucin significa-tiva de la intensidad de la poltica represiva, y el surgimiento de nuevos espa-cios para la organizacin, que permitieron que las formas de lucha se exten-dieran y se volvieran crecientemente masivas.

    Una iniciativa importante en lo que se refiere a los intentos de unificacin, aun-que finalmente result efmera, fue la conformacin de la Conduccin Unificadade los Trabajadores Argentinos (CUTA), en septiembre de 1979, para enfrentar lainminente aprobacin de la Ley Sindical promovida por la dictadura. Debido a laimposibilidad de consolidar acuerdos sobre las tcticas de oposicin a la norma,el intento culmin en fracaso, y la CUTA se escindi en abril de 1980. La aproba-cin de esta norma implic un ataque directo al poder sindical ya que se disol-vieron las entidades de tercer grado existentes, no contemplaba la existencia defederaciones, se ampliaron las facultades de intervencin en los sindicatos porparte del estado, entre otros, y a su fuente de financiamiento a partir de la esti-pulacin de que los sindicatos no seran destinatarios de los recursos provenien-tes de las obras sociales, ni intervendran en la conduccin y administracin delas mismas, estableciendo adems restricciones a su patrimonio.37

    Paradjicamente, a partir de la sancin de la Ley Sindical, las diferencias entreestas dos corrientes del sindicalismo no disminuyeron sino que se expandieron. Yla conflictividad, lejos de acallarse, se increment sin pausa hasta el final de ladictadura. Los cambios en la situacin poltica y sindical argentina no slo abrie-ron nuevas oportunidades de apoyo concreto al movimiento sindical en Argentinapor parte de la solidaridad internacional, sino que modificaron los ejes de traba-jo de las agrupaciones sindicales en el exilio. En efecto, an cuando la actividadde denuncia internacional sigui siendo importante, el desarrollo de alternativaspolticas en el propio pas pas a ocupar en esta nueva etapa el lugar principal.38

    Las divergencias de las dos corrientes principales en trminos de proyectosde vinculacin del sindicalismo con el Estado se plasmaron an ms claramen-te cuando los sectores confrontacionistas decidieron reconstituir la CGT. Estastentativas culminaron a fines de noviembre de 1980, cuando se constituy, bajoel signo de la explcita hostilidad oficial, la CGT Brasil (denominada como lacalle donde tena su sede).39 En abierto desafo al decreto especial de la JuntaMilitar que declaraba a la CGT disuelta, y a la Ley 22.105, vigente desde noviem-

    35 Crnica de la resistencia, Mayo de 1979, en Archivo CGT, Francia, 9-10.36 Crnica de la resistencia, Mayo de 1979, en Archivo CGT, Francia, 12-14.37 Para un anlisis detallado de la Ley Sindical ver, entre otros, Fernndez, Las prcticas sociales, 63-66.38 Un ejemplo de esta tendencia es la posicin de uno de los dirigentes sindicales ms importantes en el exilio, RaimundoOngaro. Ver carta de Raimundo Ongaro a Ren Salanne desde Madrid, 5 de octubre de 1979, Archivo CFDT, Francia. Ongaroafirma en ella: Tengo mucho trabajo, haciendo documentos para los compaeros que estn en el pas... He recibido nume-rosas invitaciones desde distintos pases, pero en estas circunstancias procuro dedicarle el mayor tiempo a los problemas yenlaces con Argentina.39 Alvaro Abs, Las organizaciones sindicales y el poder militar. Buenos Aires: CEAL, 1984, 75.

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    bre de 1979, que vetaba la existencia de entidades sindicales de tercer grado,fueron electos el 12 de diciembre el dirigente cervecero Sal Ubaldini comoSecretario General, Fernando Donaires del sindicato de papeleros como adjun-to, Lesio Romero, del sindicato de la carne, como Secretario de Hacienda.40

    Al mismo tiempo, a partir de 1980 los efectos de la campaa de denuncia dedistintos grupos de exiliados, por parte de agrupamientos sindicales y fundamen-talmente de derechos humanos, comenzaban a mostrar importantes progresos.La dictadura militar se encontraba prcticamente aislada internacionalmente, locual puede verse claramente en la convocatoria que la Junta Argentina extendien octubre de 1979 a los gobiernos militares de Chile, Uruguay y Paraguay paraconformar un mecanismo geopoltico y geoestratgico de defensa.41

    El nuevo protagonismo de los sectores confrontacionistas del sindicalismo argen-tino qued claro en 67 Asamblea de la OIT en Ginebra, en julio de 1981, cuando SalUbaldini comenz su mensaje, como cabeza de la delegacin paralela, sosteniendo:

    La situacin poltica, econmica y social del pas no puede serms crtica. Han pasado ms de cinco aos desde el 24 demarzo de 1976 y nada ha cambiado en cuanto a las restric-ciones a la actividad gremial, pero todo ha empeorado encuanto a las condiciones de vida de nuestro pueblo.42

    A partir de mediados de 1981 las protestas sindicales se fueron sucediendode manera ms frecuente y fueron adquiriendo un carcter cada vez ms masi-vo. Se realiz una segunda huelga general con muy alto acatamiento el 22 dejulio de 1981, a raz de la cual el gobierno detuvo a gran cantidad de sindicalis-tas involucrados en su organizacin. El 7 de noviembre de 1981 se realiz la pri-mera movilizacin popular contra la dictadura que no se restringi al mbito sin-dical pero en la cual ste tuvo presencia central. El sindicalismo confrontacio-nista busc confluir con la Iglesia, llamando a una marcha a San Cayetano(santo del trabajo de acuerdo a la religin catlica) bajo el lema Paz, Pan yTrabajo. Numerosos partidos polticos y organizaciones sociales adhirieron a lamedida, y a pesar de la fuerte represin, de la intimidacin en los medios decomunicacin y del sitio establecido por las fuerzas de seguridad, ms de10.000 personas participaron de la movilizacin. El 30 de marzo de 1982, slodos das antes de la declaracin de guerra a Gran Bretaa por las Islas Malvinasse realiz una huelga y marcha a Plaza de Mayo a la que concurrieron 30.000personas y que termin con graves disturbios y numerosas detenciones.

    El interregno de la Guerra de Malvinas puso en suspenso por dos mesestoda movilizacin sindical de protesta contra la dictadura. Sin embargo, des-pus de la derrota y del papel cumplido por los altos mandos del Ejrcito en laguerra, percibidos por muchos sectores como la sentencia final de la dictadu-ra, el movimiento de protesta por el descenso en las condiciones de vida de losasalariados, el cierre de fbricas y el incremento del desempleo no hicieronms que aumentar.43 El 22 de diciembre de 1982, 30.000 personas se movi-

    40 Abs, Las organizaciones, 75-6.41 Le Monde, 20 de octubre de 1979. El diario, citando al matutino argentino La Nacin, indica que los Ministros deRelaciones Exteriores de los cuatro gobiernos dictatoriales se reuniran en Punta del Este, Uruguay, en Noviembre de 1979.Se destaca asimismo que una de las razones principales que causaron esta iniciativa fue el recrudecimiento en Francia de loque la dictadura denomin campaa antiargentina. Esta convocatoria tuvo como objetivo principal contrarrestar las crticasdel gobierno norteamericano, de numerosas organizaciones y partidos polticos europeos y de los organismos de defensa delos derechos humanos a la poltica represiva de las dictaduras latinoamericanas. El que los gobiernos militares coordinaranmecanismos defensivos sugiere que con muy escasas excepciones, la comunidad internacional y particularmente los secto-res sindicales a los que haban apelado las agrupaciones de exiliados haban respondido de manera extremadamente solida-ria a las campaas de denuncia sobre la situacin del pas.42 Abs, Las organizaciones, 78.43 Ver Federico Lorenz, Las guerras por Malvinas, Buenos Aires: Edhasa, 2006.

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    lizaron a Plaza de Mayo y entregaron un petitorio con demandas en Casa deGobierno. En noviembre, 10.000 trabajadores se movilizaron en Rosario,demandando mejoras salariales y una poltica contra el desempleo. A fines de1982 la CGT Azopardo (que reuna a los sectores antes vinculados con la CNT)convoc por primera vez a una medida de fuerza, llamando a huelga generalpara el 6 de diciembre. Pocos das despus, el 16 de diciembre de 1982 laMultipartidaria convocaba a la Marcha por la Democracia, a la que asistieron100.000 personas. En 1983, an siendo pblico el llamado a elecciones y elfin de la dictadura se realizaron dos paros generales, el 28 de marzo y el 4 deoctubre. La transicin a la democracia estaba en camino.

    Contribuciones recientes para analizar la problemtica de laresistencia obrera a la dictadura militar desde estudios de caso

    Queda claro, a partir de lo analizado en los dos apartados previos que laspolticas econmicas, laborales y represivas tuvieron un impacto profundamen-te negativo sobre la clase trabajadora, restringiendo sus posibilidades de orga-nizacin y lucha, al mismo tiempo que erosionaron fuertemente su podereconmico, poltico y social. Aunque para el conjunto de la clase trabajadoraestas polticas tuvieron un efecto devastador, importantes sectores de la mismadesarrollaron formas de organizacin y protesta, que fueron variando y cam-biando a lo largo del perodo junto con la intensidad de la poltica represiva, yla disponibilidad de mrgenes de accin.

    Si una oposicin absoluta y excluyente entre resistencia e inmovilidad noresulta til para caracterizar las acciones de la clase trabajadora, la asociacinde la primera con resistencia y de la segunda con tolerancia o incluso apoyo ala dictadura presenta mayores desafos interpretativos. A partir de miradas glo-bales predominantemente cuantitativas resulta difcil determinar cules fueronlos motivos, objetivos, caractersticas e impactos de los conflictos obrerosdurante la dictadura militar. Es correcto asumir que toda iniciativa de accin yorganizacin por parte de los trabajadores constituy una accin de resisten-cia, que expresaba una oposicin consciente a la dictadura?

    Esta es una de las principales preguntas implcitas en la investigacin deDaniel Dicsimo sobre la historia de los trabajadores de dos empresas en Tandildurante la ltima dictadura militar. La primera es la Metalrgica Tandil, empre-sa autopartista fundada en 1948, que en los primeros aos setenta ingresa alcomplejo automotor mediante la subcontratacin con Industrias KaiserArgentina (IKA). La segunda es la filial de la empresa de cemento Loma NegraVilla Cacique, que fue construida por Alfredo Fortabat en el ao 1955 a siete kil-metros de Baker, en Loma Cacique, al sudoeste de la Provincia de Buenos Aires.

    La investigacin de Dicsimo al estar focalizada en dos casos especficosdifiere de otras aproximaciones previas que haban intentado dar cuenta degrandes tendencias y conflictos a nivel nacional. Sin embargo, esta investiga-cin le permite al autor afirmar que en sus casos, en los que se llevaron a cabodistintas medidas de protesta y reivindicativas durante la dictadura no es posi-ble detectar una posicin anti-dictatorial unnime y clara, sino que por el con-trario, el eje de los conflictos fue predominantemente econmico y no tuvo uncontenido poltico de magnitud. Desde su perspectiva, el comportamiento delos trabajadores sustenta ms la interpretacin de una defensa de los intere-ses econmicos de clase que la de una oposicin poltica al proyecto delProceso de Reorganizacin Nacional.44

    44 Daniel Dicsimo, Disciplina y conflicto en la Historia durante el Proceso de Reorganizacin Nacional (1976-1983), TesisDoctoral indita en Historia, Universidad Nacional del Centro, 2007.

  • 17Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    En este punto surge una nueva pregunta: Es correcto considerar que slo aque-llas protestas abierta y explcitamente identificadas como anti-dictatoriales fueronexpresiones de protesta contra la dictadura? Ivonne Barragn, realizando una lec-tura crtica de Daniel Dicsimo cit una interesante afirmacin de Vctor de Gennaro:

    Hubo resistencia [a la ltima dictadura militar]. Cuando unoempieza a buscar sin prejuicio encuentra que hubo paros todoslos das. Uno puede aceptar que a los efectos de anlisis teri-cos puede haber una separacin de lo reivindicativo de lo pol-tico, despus, cuando uno aprende otras cosas, va aprendien-do que sigue siendo todo mucho ms integral.Lo reivindicativo es tambin parte de lo poltico, cmo se enfren-ta la reivindicacin es una definicin poltica, porque uno puededecir que quiere ganar ms plata, ahora la puede ir a pedir porfavor o puede hacer un paro cuando est prohibido Es unadefinicin poltica, tambin la lucha reivindicativa.En un pas dominado por los militares, con el terror y los gruposeconmicos, la estructura meditica, todo manejado de formaautoritaria cualquier lucha es una lucha poltica.45

    Contrariamente a lo sostenido en este argumento, Dicsimo tiende a escindirel plano de la reivindicacin econmica de la poltica, an en el marco de polti-cas represivas extremas que incluyen la prohibicin y penalizacin del conflictoy la agitacin poltica con la desaparicin, la tortura y la muerte. Aunque reco-noce la presencia de una poltica represiva por parte del Estado, y de una polti-ca disciplinaria por parte de la patronal, cuya interseccin y/o vinculaciones noson cabalmente exploradas en su trabajo, stas aparecen en un segundo plano:

    Si bien hubo seales claras de cul sera el costo de oponersecomo la detencin en das previos de seis delegados sindicalesde la empresa, amenazas e incluso breves secuestros el con-senso hacia el golpe de Estado parece haber tenido mucho devoluntario: los testigos recuerdan que la planta funcionaba apleno esa maana y que el comentario era ahora vamos aestar mejor, se a acabar el despelote, vamos a poder trabajar.46

    45 Entrevista a Vctor De Gennaro por Ivonne Barragn citada en Ivonne Barragn, Prcticas y formas de resistencia de lostrabajadores. Astillero Ro Santiago 1974-1984, Tesis de Licenciatura, Departamento de Historia, Universidad Nacional deMar del Plata, 2009, 71.46 Daniel Dicsimo, Dirigentes Sindicales, racionalizacin y conflictos durante la ltima dictadura militar en RevistaEntrepasados, Ao XV, N 29, Buenos Aires comienzos de 2006, 98.

  • 18Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    La referencia a un consenso voluntario parece sugerir la existencia de una liber-tad de eleccin y de expresin que en principio son contrarias a la dinmica socialque trae aparejada un Estado Terrorista con su correlato de intervencin militar entodos los mbitos, y la existencia de desaparecidos, presos, torturados y campos deconcentracin. Pero yendo an ms lejos, Dicsimo afirma que existan amplios sec-tores obreros que apoyaban a la dictadura militar. Al respecto, sostiene:

    Deberamos tener en cuenta las expectativas que el cambio [intro-ducido por el golpe militar del 24 de marzo de 1976] haba generadoentre los trabajadores ms antiguos y menos politizados, quienessegn varios testigos manifestaban que a partir de entonces estaranmejor, que se terminara el despelote y que podran trabajar tran-quilos. El contraste entre esta actitud y el activismo de la ltima semanasorprendi y hasta decepcion a algunos militantes sindicales msjvenes. No obstante, para el observador lejano estas expresiones dealivio pueden indicar hasta qu punto los trabajadores ms integra-dos al sistema disciplinario de la fbrica haban vivido traumtica-mente el desorden entre 1974 y 1976, causado por una combinacinde activismo juvenil, espontaneidad en los reclamos, ausentismo, sus-pensiones y retraso en los pagos.47

    Sera particularmente interesante dar cuenta de la procedencia de estos testi-monios, lo cual permitira profundizar en su significado. Las frases citadas tambinpodran interpretarse ms que como una expresin de apoyo a la dictadura, como unreflejo de rechazo a las polticas represivas previas que desarrollaron los grupos para-militares nucleados en torno a la Triple A desde 1974 en adelante, as como a la cre-ciente violencia existente en los tiempos previos al golpe. En todo caso, los estudiosde caso realizados por Dicsimo proveen elementos para alertar sobre los peligrosde la asociacin automtica entre la existencia de conflictos y una posicin de opo-sicin poltica consciente a la dictadura militar.

    Ivonne Barragn abord este tema en su investigacin sobre el caso de Astille-ros Ro Santiago (ARS) en Ensenada, y hall nuevos elementos para este debate.ARS fue un establecimiento en el que no registraron episodios visibles de conflictoy protesta durante la dictadura militar, a pesar de que la fbrica tena una larga y ricahistoria de organizacin y lucha sindical, que se haba acelerado y profundizado enla primera mitad de los aos 70. Barragn se pregunt en su investigacin si estaausencia de acciones de organizacin y lucha implicaba una anuencia, un apoyo otolerancia por parte de los trabajadores hacia la dictadura militar, como el contra-punto entre resistencia e inmovilidad podra llevar a pensar.

    En el transcurso de la investigacin enfatiz la importancia de algunos factores expli-cativos. En primer lugar, subray la necesidad de examinar las polticas patronaleshacia los trabajadores. El caso del astillero presentaba la particularidad de tener undirectorio compuesto por militares, el cual responda a la conduccin del Ministerio deDefensa, lo cual aparece relacionado con un grado de control y disciplinamiento extremoen el seno de la fbrica. En segundo lugar, Barragn destaca la importancia que asu-mi la poltica represiva por parte de las fuerzas militares, a la que considera no comoescindida sino como plenamente articulada con el control en el seno de la fbrica. Alrespecto, Barragn explica:

    La desaparicin de cerca de cincuenta trabajadores sumada al ase-sinato de militantes, la expulsin, el despido masivo y el autoexiliode los trabajadores del ARS modificaron el funcionamiento de la fbrica,

    47 Dicsimo, Disciplina y conflicto, 69.

  • 19Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    su composicin humana y poltica. En este sentido, los trabajadoresdel astillero vieron erradicadas algunas de sus representaciones yarrasadas las estructura afectivas y vinculares en el lugar de trabajo.De acuerdo a la evidencia recabada, estimativamente, este caso pre-senta: cuarenta y dos trabajadores desaparecidos, once trabajadoresasesinados, ciento treinta y cuatro trabajadores despedidos por la Ley21.274 de Prescindibilidad, doscientos noventa y nueve trabajadoresdespedidos por la Ley 21.260 de bajas de Personal por SeguridadNacional y la renuncia de mil diecisis trabajadores en los dos pri-meros aos de la dictadura, datos que dan cuenta de la magnitud delcambio de las condiciones laborales en el ARS.48

    En tercer lugar, Barragn encuentra evidencias fcticas que sealan que no escorrecto inferir, a partir de la contraposicin entre resistencia y pasividad, que la faltade iniciativas de protesta y organizacin conlleva necesariamente una actitud deindiferencia o apoyo frente a la dictadura militar. An cuando no se registraron ini-ciativas visibles de organizacin y lucha en el astillero durante la dictadura, los tra-bajadores haban manifestado de distintas formas su rechazo a la poltica represivaantes del golpe. Afirma Barragn:

    Una de estas manifestaciones fue la continua denuncia y la convo-catoria a medidas de fuerza en rechazo de la persecucin, represin,el secuestro y asesinato de militantes en un contexto de crecienterepresin, siendo una de las prcticas de resistencia por parte de lostrabajadores a los diferentes intentos de avasallar sus derechos y lasreivindicaciones logradas en los lugares de trabajo en el perodo pre-vio al 24 de marzo de 1976.49

    El cuestionamiento de los trabajadores del astillero no slo se manifest enacciones de protesta ante los secuestros de militantes y activistas durante la pri-mera mitad de los aos 70, sino que incluso unos pocos das antes del golpemilitar, en una asamblea multitudinaria en el astillero, los trabajadores expresa-ron de manera unnime el rechazo a la posibilidad del inminente golpe deEstado.50 La autora considera que el caso de ARS es, por lo tanto, de gran impor-tancia para demostrar que no puede asumirse que la falta de protestas refleje enforma automtica una anuencia o apoyo a la dictadura, sino que por el contrario,el desarrollo de cada caso tiene que examinarse teniendo en cuenta el contextonacional y especfico y sobre todo a la luz de las polticas represivas.

    Otra contribucin sobre este tema es el anlisis que realizamos, en el marcode una investigacin sobre la historia de organizacin de base de los trabaja-dores industriales en Argentina entre los aos 40 y 80, de tres casos de gran-des empresas industriales: el de la planta siderrgica Acindar en VillaConstitucin, y el de las fbricas de la empresa textil y del calzado Alpargatasen Barracas y en Florencio Varela.51 En primer lugar, a partir de la investigacinconcluimos que resulta imprescindible reconocer la existencia de distintas con-cepciones, acciones y estrategias en la clase trabajadora industrial. Es decir,aunque es posible visualizar su unidad desde una dimensin estructural, desdeel punto de vista de su experiencia es posible distinguir distintos sectores quedifieren en sus conciencias y estrategias. En este sentido, es posible distinguirdos lneas principales dentro de la clase trabajadora: una lnea conciliadora,

    48 Barragn, Prcticas y formas de resistencia, 81.49 Barragn, Prcticas y formas de resistencia, 84.50 Barragn, Prcticas y formas de resistencia, 59-60 y 84.51 Victoria Basualdo, Labor and structural change: Shop-floor organization and militancy in Argentine industrial factories(1943-1983), Tesis de Doctorado, Universidad de Columbia, 2010.

  • 20Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    que enfatiza la interdependencia entre trabajadores y patrones y la necesidadde articular intereses con el objetivo de alcanzar el bien comn, y una lneacombativa, que enfatiza la contradiccin de intereses entre patrones y traba-jadores, tomando como central la explotacin de los segundos por los primeros.

    En segundo lugar, la investigacin realizada sugiri que las confrontacionesy disputas entre 1973 y 1976 resultan de gran importancia para comprenderlas condiciones de posibilidad del golpe de estado del 24 de marzo. Hasta1973 haba existido, a pesar de sus grandes diferencias y enfrentamientos, unacierta coexistencia de las dos principales corrientes dentro del movimientoobrero, en un contexto de polticas fuertemente represivas y de restriccin dela organizacin obrera desarrolladas por las dictaduras militares de Ongana,Levingston y Lanusse. Sin embargo, en 1973 cuando el ciclo de movilizacionespopulares logr el retorno a un gobierno democrtico que condujo luego alascenso de Pern a la presidencia, se produjo una confrontacin creciente-mente profunda entre ambas corrientes en el seno de la clase trabajadora. Estadisputa entre proyectos y concepciones distintas de la relacin entre capital ytrabajo, que estuvo estrechamente vinculada con las confrontaciones polticasy militares, ocasion una fractura en el seno de la clase trabajadora.

    En este contexto, el pnico generado por el violento accionar de las bandasparamilitares nucleadas en la Triple A, que fueron respondidos por acciones deorganizaciones poltico-militares, fueron aprovechados por las fuerzas militaresy las fracciones econmicas dominantes, que se haban visto forzadas a retro-ceder por las luchas y movilizaciones populares agudizadas desde el Cordobazoen adelante. Las fuerzas militares, en articulacin con fracciones dominantes dela elite econmica llevaron adelante el golpe del 24 de marzo. Aunque la nuevadictadura militar se present como una alternativa salvadora frente al caos y laviolencia, termin en cambio instaurando un estado terrorista que aplic la pol-tica de desaparicin forzada de personas, e implementando un profundo cam-bio econmico que marc el cauce posterior de la historia argentina.

    Desde esta perspectiva, es posible comprender ciertas expresiones de alivioiniciales de algunos sectores por el fin de la escalada represiva que tuvo lugarentre 1974 y 1976. Esta mirada permite adems apreciar que en el momentodel golpe del 76, la clase trabajadora, aunque haba logrado recuperar logroshistricos (como una participacin en la distribucin del ingreso cercana a los48 puntos del PBI en 1974) y expresarse en momentos polticos y econmicosde gran importancia (como las grandes movilizaciones de Junio y Julio de 1975contra las polticas econmicas del Ministro Celestino Rodrigo, que luego se rei-teraran contra Eugenio Mondelli) estaba atravesada por fuertes divisiones y

  • 21Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    disputas que debilitaron sus posibilidades de enfrentar la avanzada patronal ymilitar sobre sus derechos y conquistas histricas. Esta mirada sugiere tam-bin que lejos de buscar una posicin uniforme de la clase trabajadora, resul-ta necesario identificar las distintas lneas de accin en su seno.

    El estudio de los casos de Acindar y Alpargatas sugiere que existe una corre-lacin entre el grado de represin y las posibilidades de organizacin y lucha,como sealaba Barragn para el caso de ARS. En el caso de Acindar, en el quela corriente combativa haba tenido presencia desde 1970 y haba finalmenteganado la comisin interna y luego la direccin de la seccional entre 1973 y1974, la represin ejercida desde marzo de 1975 encarcel a la totalidad de ladirigencia sindical y se extendi a los trabajadores, sus familias y los sectores dela comunidad que los haban apoyado, llegando a incluir la instalacin de un cen-tro de detencin en el interior de la planta. Luego de este ciclo de represin, nose visualizan acciones de protesta y organizacin en la planta, que durante la dic-tadura se caracteriz por un control extremo sobre los trabajadores. Este casomarca adems la articulacin entre los intereses de sectores importantes de laspatronales con los de las fuerzas militares, que se expresaron no slo en la figu-ra de Jos Alfredo Martnez de Hoz, que pas de ser Presidente de Acindar(durante los tiempos ms duros de la represin de 1975) a ser el ms emblem-tico Ministro de Economa de la dictadura militar entre 1976 y 1981, sino a par-tir de numerosas instancias de colaboracin entre ambos en la represin a lostrabajadores.

    En los casos de Alpargatas Barracas y Florencio Varela, en cambio, los repre-sentantes obreros elegidos por los trabajadores haban desarrollado una polticamucho ms conciliadora con la patronal y ms moderada en trminos polticos, yhaban enfrentado fuertemente a los sectores combativos, cuyas lneas de acciny organizacin consideraban perjudiciales para los intereses de los trabajadores.La preeminencia de una corriente conciliadora que consolid una relacin msflexible y cercana con la patronal, puede ser un factor importante para explicaruna poltica represiva considerablemente ms moderada en estas fbricas. Al mismotiempo, resulta significativo sealar que en ambas plantas de Alpargatas, que sehaban caracterizado por una mucho menor propensin al conflicto en los aos pre-vios al golpe, se produjeron paros durante la dictadura (en noviembre de 1977 enFlorencio Varela y en abril de 1979 en Barracas), que se caracterizaron por una granparticipacin de los trabajadores, y fueron respondidos por lockouts patronales yrepresin por parte de las fuerzas armadas. Esto estuvo vinculado con el hechode que los trabajadores y los dirigentes conciliadores, que en muchos casos no con-sideraban que debieran hacer algo respecto a los secuestros de militantes com-bativos y de izquierda, se vieron afectados por las polticas de la dictadura militar.No slo tuvieron en muchos casos estadas en la crcel o persecuciones (que en lamayora de los casos asumieron formas mucho menos violentas que las aplicadassobre los combativos), sino tambin sufrieron un retroceso de gran magnitud encuanto a condiciones de trabajo, salarios y posibilidades de organizacin.

    En suma, a partir de las contribuciones analizadas, que slo reflejan algunasde las aproximaciones en curso sobre la clase obrera durante la dictadura,puede concluirse que resulta til e importante replantear el anlisis sobre estetema intentando evitar dicotomas que enfrentan tajantemente las posicionesde resistencia y de pasividad. Estas dicotomas, que suelen vincular estos tr-minos automticamente con una oposicin poltica a la dictadura, en el primercaso, y con indiferencia o incluso apoyo, en el segundo, no permiten dar cuentade las complejidades que caracterizaron a este proceso histrico. Por el con-trario, coexistieron a lo largo del perodo la inmovilidad y el movimiento de laclase trabajadora, que asumieron distintos significados y que fueron variando alo largo del perodo, de acuerdo con los contextos geogrficos y con las particu-lares visiones y concepciones de cada sector de la clase trabajadora.

  • 22Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    La articulacin de estos casos con las interpretaciones de corte ms generalnos permite construir un panorama ms acabado del accionar de la clase tra-bajadora durante la dictadura. Es posible concluir que la clase trabajadora en suconjunto se vio afectada en forma dramtica por las transformaciones instaura-das por la ltima dictadura militar, y que existieron en el seno de esta clase dis-tintas lneas de accin, que cuestionaron distintas polticas represivas, laboralesy/o econmicas, desde concepciones y marcos poltico-ideolgicos diversos.Estas iniciativas, que deben ser siempre analizadas en su contexto histrico y enfuncin de un conjunto de variables entre las que la poltica represiva resultacentral, fueron producto de sectores con visiones, objetivos y formas de accindiversas. Sin embargo, todas ellas, an las ms moderadas, tuvieron en comnla caracterstica de que fueron otorgando mayores mrgenes de accin a la clasetrabajadora frente a las polticas dictatoriales, constituyndose en fuerzas impul-soras de la transicin a la democracia que se produjo en 1983.

  • 23Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    MATERIALES Y SUGERENCIA DE ACTIVIDADESgPARA EL AULA:

    Este dossier se propuso analizar el papel de la clase trabajadoradurante la dictadura en una clave que permitiera reevaluar eldebate sobre resistencia obrera entre 1976 y 1983. A lo largo deltexto las distintas contribuciones sobre el concepto de resistenciamostraron que el intento de analizar el proceso en trminosunidireccionales, buscando identificar si hubo accin o inaccin,resistencia o parlisis, y oposicin o indiferencia e incluso apoyo no permitereflejar la existencia de un arco de posiciones en el seno de la clasetrabajadora. La intencin de estas actividades es brindar elementos queles permitan pensar qu implic la dictadura para los trabajadores y darcuenta de algunas de las iniciativas y formas de accin diversas llevadas acabo por la clase obrera en el perodo, as como reflexionar sobre lasdistintas posiciones desde las cuales se realizaron.

  • 1. Transformaciones estructurales en el perodo 1976-1983. Los cambios en la distribucin del ingreso.

    1.1 Algunas categoras de anlisis

    MATERIALES Y SUGERENCIA DE ACTIVIDADESg1. PARA EL AULA:

    El Producto Bruto Interno (PBI) es el valor monetario de losbienes y servicios finales producidos por la economa todoslos sectores- de un pas en un perodo determinado.

    La distribucin funcional del ingreso mide la participacinrelativa de los salarios y de los beneficios en el PBI. Permitedeterminar qu porcentaje del ingreso total generado en unpas en un determinado ao se destina a los asalariados (esdecir a todos aquellos que reciben un salario a cambio de sutrabajo), as como el porcentaje que se destina a los empre-sarios o dueos de capital.

    La redistribucin progresiva o regresiva del ingreso alude alcambio en la distribucin del ingreso que hace que la mismadevenga ms equitativa (progresiva) o inequitativa (regre-siva), caracterizndose esta ltima por la concentracin delos ingresos.

    1.2 Grfico 1: Evolucin del PBI y la participacin de los asalariadosen el ingreso, 1956/74(Nmero ndice 1956=100 y porcentajes)

    Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA 24

  • 25Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    MATERIALES Y SUGERENCIA DE ACTIVIDADESg1. PARA EL AULA:

    1.3 Grfico 2 Evolucin del PBI y de la participacin de losasalariados en el PBI, 1974/1982(Nmeros ndice y porcentajes)

    Fuente de ambos grficos: Eduardo Basualdo, Estudios de historia econmica argentina.Desde mediados del siglo XX a la actualidad. Buenos Aires: Siglo XXI, 2006.

    * En este caso, la participacin de los asalariados en el PBI no incorpora los aportes jubilatorios

  • 26Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    EJES DE ANALISIS Y SUGERENCIA DE ACTIVIDADESg1. PARA EL AULA:

    Indagar en las polticas de distribucin y su impacto en la vida de los tra-bajadores.

    Conocer algunos indicadores de medicin de la economa que dan cuen-ta del bienestar o malestar de la poblacin.

    gPara analizar:Observe y analice los dos grficos, teniendo en cuenta las definicionesincluidas sobre producto bruto interno (PBI) y distribucin del ingreso.Algunas preguntas gua:- Cmo es el dibujo de la curva en los grficos? Qu dicen los datossobre los cambios en relacin con la participacin de los asalariados en elPBI desde el perodo previo a la dictadura (1956-1975) y el perodo que seinicia a mediados de la dcada del 70? - Fueron estos cambios de carcter positivo o negativo para los trabaja-dores? Por qu?- Tienen importancia estos datos para pensar las transformacioneseconmicas? - Qu nos estn diciendo sobre las condiciones de vida de los trabajado-res durante la dictadura y en el perodo previo?

    gPara investigar:Qu otro tipo de informacin puede expresar el malestar o bienestar deuna poblacin? Realizar un listado de posibles indicadores cuantitativoscomo cualitativos. (por ejemplo, evolucin salario real ver anexo docu-mental: cuadro Evolucin de los principales indicadores industriales,1974-1983-, indicadores sobre la salud, vivienda, alimentacin, educa-cin o relatos sobre las expectativas de la gente) Buscar informacin sobrelos mismos en diarios, revistas o en imgenes, fotografas y testimonios dela poca.Qu nos dicen sobre la economa del pas o de la localidad en ese pero-do? Hay contradicciones en los datos encontrados? Comparar con losdatos sobre la distribucin del ingreso.

    A partir de lo trabajado y las fuentes encontradas, qu evaluacin pode-mos hacer sobre la calidad de vida de la gente durante la dictadura?Todos vivan de la misma manera?Cmo afectaron estos cambios a los trabajadores?

    gPara pensarDividirse en grupos para trabajar la siguiente propuesta: Buscar informacin sobre la distribucin del ingreso en la Argentina hoy.Teniendo en cuenta los reclamos y lucha de los trabajadores, las tensionesentre empresarios y sindicatos en el presente, reflexionar por qu se dadeterminada distribucin del ingreso. Debatir sobre cul es el rol del esta-do en este caso. Podemos hablar de una redistribucin equitativa o no?

    Ver: Basualdo, Eduardo, La distribucin del ingreso en la Argentina y suscondicionantes estructurales

    Distribucin del ingreso, pobreza y crecimiento en la Argentina,Ministerio de Trabajo. Subsecretara de programacin tcnica y estudioslaborales.

  • 27Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    MATERIALES Y SUGERENCIA DE ACTIVIDADESg2. PARA EL AULA:

    2. La represin contra la clase trabajadora y la violacinde los derechos humanos y laborales.

    2.1 Mensaje del dictador Jorge Rafael Videla el 1 de mayo de 1976.Fragmentos del libro Alvaro Abs, Las organizaciones sindicales yel poder militar (1976-1983), Buenos Aires: CEAL, 1984, 114-5.

    Descuento () la participacin activa de la clase obrera a efectos de cerrardefinitivamente un ciclo histrico y abrir uno nuevo. La caracterstica fun-damental estar dada por la tarea de reorganizar la Nacin, emprendidade conjunto por las Fuerzas Armadas y la civilidad.

    () La etapa que se inici el 28 de abril ltimo con la nueva conduccinmilitar a cargo de la CGT posibilitar concretar la renovacin y reorganiza-cin de la dirigencia obrera y de las asociaciones profesionales y de nivelsuperior de la estructura sindical. Esa tarea ser encarada por el equipomilitar designado en la central obrera, con la colaboracin de los interven-tores militares y los consejos directivos de aquellas no intervenidas.

    () Con relacin a la actividad de la subversin en el mbito fabril se sabeque ella intenta desarrollar una intensa y activa campaa de terrorismo eintimidacin a nivel del sector laboral. Los objetivos de esa campaa son:la destruccin de la Nacin, la paralizacin del aparato productor, la ins-tauracin de una dictadura marxista y la negacin del ser nacional.

    Para combatir y destruir a la subversin hay que conocer su modo deactuar: adoctrinamiento individual y de grupos para la conquista de basesobreras, colocndose a la cabeza de falsas reivindicaciones; creacin deconflictos artificiales para lograr el enfrentamiento con los dirigentesempresarios y el desprestigio de los autnticos dirigentes obreros; el sabo-taje a la produccin, la intimidacin, secuestro y asesinato de obreros yempresarios que se opongan a sus fines. Ejecutores de ese accionar sonagentes infiltrados y activistas perfectamente diferenciables de los verda-deros delegados que ejercen la representacin gremial de sus mandantes.

    Frente a ese accionar, el gobierno y las Fuerzas Armadas han comprometi-do sus medios y su mximo esfuerzo para garantizar la libertad del traba-jo, la seguridad familiar e individual de empresarios y trabajadores y el ani-quilamiento de ese enemigo de todos.

    Pero cabe la reflexin que aquellos que se apartan del normal desarrollodel proceso buscando el beneficio individual o sectorial, se convierten encmplices de esa subversin que debemos destruir, lo mismo que quienesno se atrevan a asumir las responsabilidades que esta situacin impone.Por todo ello, en este difcil campo de lucha la consigna es: para el obrero,no prestarse al juego de la subversin. Para el empresario, asumir plena-mente sus responsabilidades.

    Extracto citado en Alvaro Abs, Las organizaciones sindicales y el poder militar (1976-1983), Buenos Aires: CEAL, 1984, 114-5.

  • 28Memoria en las aulas LA CLASE TRABAJADORA DURANTE LA LTIMA DICTADURA MILITAR ARGENTINA

    MATERIALES Y SUGERENCIA DE ACTIVIDADESg2. PARA EL AULA:

    2.2 Sobre el caso Ford. Fragmentos del libro Alvaro Abs, Las organi-zaciones sindicales y el poder militar (1976-1983), Buenos Aires:CEAL, 1984, 12-13.

    En Ford, como en otras fbricas, se produjo un hecho indito: el ejrcito entraba en lasplantas fabriles y se instalaba en el mismo lugar de trabajo. Los obreros tenan que tra-bajar con los fusiles apuntndoles. A los ritmos infernales, contra los que no podan pro-testar, y el aplastamiento de viejas conquistas relativas a derechos individuales, se suma-ba la intimidacin directa del Ejrcito. En el campo de deportes de Ford estuvo instaladadurante mucho tiempo una guarnicin del Primer Cuerpo del Ejrcito. Alrededor de 100delegados fueron detenidos, desmantelndose totalmente la comisin interna. Muchostrabajadores fueron sacados de sus puestos, al pie de las mquinas y detenidos con undestino siempre incierto. Muchos de ellos integraron luego las listas de desaparecidos. Heaqu algunos testimonios directos de la represin en Ford, de boca de trabajadores delestablecimiento:

    El ejrcito no entr apenas se dio el golpe. S rodearon Ford con camiones y jeeps, arma-dos hasta los dientes, nos registraron uno por uno y llevaron muchos compaeros deteni-dos. Nos revisaban los cofres, los vestuarios, hacan requisas permanentes

    Se llevaron a los delegados, subdelegados, activistas. Destrozaron el cuerpo de delega-dos y a muchos, poco antes del golpe o durante el propio golpe, la compaa los apretpara que renunciaran. Pero el ejrcito se instal ac despus de un paro que hicimos enseptiembre de 1976

    Antes, el material declarado inservible, el operario se lo poda llevar. Hoy, no. Lo queman,lo hacen fardo, pero no lo dan

    Ac el material importado viene en cajas enormes de madera. Y muchos no tenemoscasa. El 50% de la gente vive alquilando. Y otro 30% no tiene su vivienda terminada. Antesla mayora se llevaba la madera de ac para hacerse una prefabricada. Despus, entre el77 y el 81, la tuvimos que comprar la madera. Y el cartn igual

    Cuando se instal el ejrcito ac dentro se llenaron las arcas. Se llevaron todas las made-ras de importacin que antes nos llevbamos los operarios. El cartn de deshecho, todoeso que era beneficio para algunos compaeros, se lo llevaron ellos

    Ac adentro hay muchos superintendentes, capataces, de todo, que son retirados delejrcito, de la marina o de la aeronutica. Cmo se puede trabajar en esas condiciones?

    A los compaeros de estampado, por ejemplo, los han sacado de sus mquinas traba-jando, y se los han llevado, a otros los sacaban del bao

    Ac hubo unos cien desaparecidos. Muchos aparecieron despus como d