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192 PH Boletín 33 Resumen Este artículo intenta resaltar el interés que revisten las manifestaciones de la religiosidad popular andaluza co- mo testimonios de un patrimonio que nos identifica, y que es exponente tanto de un modo común de ex- presión del pueblo andaluz como de los sugerentes matices que aporta nuestra propia pluralidad sociocul- tural. Unos elementos entendidos desde sus raíces tradicionales, adaptados, y por tanto vivos, en su re- producción cultural actual. Sólo atendiendo a esos modos particulares de vivir la religión puede llegarse al entendimiento global y no objetual de esta parte de nuestro patrimonio cultural. Palabras clave Andalucía / Religiosidad popular / Ermitas / Romerías / Cultura / Identidad / Tradición / Patrimonio Etnológico Uno de los factores culturales más complejos del pueblo andaluz son sus expresiones de religiosidad popular. Un concepto -religiosidad popular- que indu- dablemente no se circunscribe a un sector de la socie- dad, ni a las clases iletradas, ni al mundo rural, etc.; no está expresando, por tanto, la extendida oposición culto/popular o rural/urbano, como mundos indepen- dientes y contrapuestos, sino ese modo especial que tiene cada sociedad, cada cultura en su conjunto, de añadir sus propias vivencias, su propia experiencia cul- tural, al núcleo básico de las enseñanzas religiosas. Es, por tanto, la combinación de los planteamientos orto- doxos con tradiciones culturales, que conducen las más de las veces a una separación entre la expresión verbal y la conducta física, entre la aceptación teórica de determinadas ideas y el modo observable en que se llevan a la práctica. Esta mezcla se presenta más o menos equilibrada, de- pendiendo de los pueblos y asimismo de las épocas que se analicen, pero es innegable que en la Andalucía actual se da un fuerte desequilibrio a favor de los componentes tradicionales; unos elementos definido- res de las manifestaciones de nuestra religiosidad po- pular, que sin duda constituyen un reflejo de la cultura de la comunidad que les da vida, siendo por tanto sentidas como un símbolo de identificación y de per- tenencia al grupo. Ahí radica su interés patrimonial, pues sólo teniendo esto en cuenta pueden explicarse las formas concretas de nuestra ritualidad, la resonancia afectiva de múltiples devociones incluso en personas no religiosas, la inevita- bilidad de acudir a los lugares de origen en determina- das celebraciones, principalmente en las fiestas patro- nales, o la propia mudanza de éstas a fechas veraniegas para facilitar la participación de los emigrantes como integrantes de un colectivo que los identifica. Igualmen- te explica el hecho de que los padres inscriban a sus hijos el mismo día del nacimiento en su hermandad pa- tronal o penitencial para continuar la tradición familiar. En definitiva, para transmitir unas pautas culturales, siempre renovadas pero siempre conectadas con el sentir tradicional que las originó y las mantiene. Raíces que se pierden en el tiempo Para ahondar en las claves interpretativas de la religio- sidad popular andaluza, es preciso retroceder más allá de la cristianización primitiva de la región, pues cuan- do se extendieron las doctrinas católicas, ya se halla- ban consolidadas en Andalucía algunas de sus más cla- ras inclinaciones, tal como es el caso del culto a Información: Patrimonio Histórico Andaluz Religiosidad popular andaluza Testimonio de un patrimonio que nos identifica Esther Fernández de Paz Departamento de Antropología Social Universidad de Sevilla 1 Diosa Astarté. Foto: Mario Fuentes

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192PH Boletín 33

Resumen

Este artículo intenta resaltar el interés que revisten lasmanifestaciones de la religiosidad popular andaluza co-mo testimonios de un patrimonio que nos identifica, yque es exponente tanto de un modo común de ex-presión del pueblo andaluz como de los sugerentesmatices que aporta nuestra propia pluralidad sociocul-tural. Unos elementos entendidos desde sus raícestradicionales, adaptados, y por tanto vivos, en su re-producción cultural actual. Sólo atendiendo a esosmodos particulares de vivir la religión puede llegarseal entendimiento global y no objetual de esta parte denuestro patrimonio cultural.

Palabras clave

Andalucía / Religiosidad popular / Ermitas / Romerías /Cultura / Identidad / Tradición / Patrimonio Etnológico

Uno de los factores culturales más complejos delpueblo andaluz son sus expresiones de religiosidadpopular. Un concepto -religiosidad popular- que indu-dablemente no se circunscribe a un sector de la socie-dad, ni a las clases iletradas, ni al mundo rural, etc.; noestá expresando, por tanto, la extendida oposiciónculto/popular o rural/urbano, como mundos indepen-dientes y contrapuestos, sino ese modo especial quetiene cada sociedad, cada cultura en su conjunto, deañadir sus propias vivencias, su propia experiencia cul-tural, al núcleo básico de las enseñanzas religiosas. Es,por tanto, la combinación de los planteamientos orto-doxos con tradiciones culturales, que conducen lasmás de las veces a una separación entre la expresiónverbal y la conducta física, entre la aceptación teóricade determinadas ideas y el modo observable en quese llevan a la práctica.

Esta mezcla se presenta más o menos equilibrada, de-pendiendo de los pueblos y asimismo de las épocasque se analicen, pero es innegable que en la Andalucíaactual se da un fuer te desequilibrio a favor de loscomponentes tradicionales; unos elementos definido-res de las manifestaciones de nuestra religiosidad po-pular, que sin duda constituyen un reflejo de la culturade la comunidad que les da vida, siendo por tantosentidas como un símbolo de identificación y de per-tenencia al grupo.

Ahí radica su interés patrimonial, pues sólo teniendoesto en cuenta pueden explicarse las formas concretasde nuestra ritualidad, la resonancia afectiva de múltiplesdevociones incluso en personas no religiosas, la inevita-bilidad de acudir a los lugares de origen en determina-das celebraciones, principalmente en las fiestas patro-nales, o la propia mudanza de éstas a fechas veraniegaspara facilitar la participación de los emigrantes comointegrantes de un colectivo que los identifica. Igualmen-te explica el hecho de que los padres inscriban a sushijos el mismo día del nacimiento en su hermandad pa-tronal o penitencial para continuar la tradición familiar.En definitiva, para transmitir unas pautas culturales,siempre renovadas pero siempre conectadas con elsentir tradicional que las originó y las mantiene.

Raíces que se pierden en el tiempo

Para ahondar en las claves interpretativas de la religio-sidad popular andaluza, es preciso retroceder más alláde la cristianización primitiva de la región, pues cuan-do se extendieron las doctrinas católicas, ya se halla-ban consolidadas en Andalucía algunas de sus más cla-ras inclinaciones, tal como es el caso del culto a

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Testimonio de un patrimonio que nos identifica

Esther Fernández de Paz

Departamento de Antropología SocialUniversidad de Sevilla

1 Diosa Astarté.

Foto: Mario Fuentes

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poderosas imágenes maternas; culto que, por encimade los posteriores y continuos cambios de denomina-ción (Astarté, Tanit, Artemisa, Afrodita, Diana, Venus,Mitra...), siempre se ha mantenido como un rasgo fun-damental en la religiosidad popular de los andaluces.

A esta preferencia por las devociones marianas contri-buyeron enormemente dos culturas tan distintas co-mo Roma y el Islam, de quienes tomamos los senti-mientos de sumisión y fatalismo ante la voluntaddivina. Esto puede provocar, en expresión de Domín-guez Morano, una fuerte rebeldía, opuesta a la sumi-sión, que desemboca en una ambivalencia respecto aun Dios "vivido a niveles inconscientes como padre fatal,arbitrario y causante quizá de la desgracia y opresión queeste pueblo ha sufrido de modo casi ininterrumpido a lolargo de su historia milenaria", frente al cual, la ya arrai-gada religiosidad mariana se intensifica al ver en la figu-ra materna la protección y el consuelo necesariosfrente al Dios-Padre 1.

Ese mismo atributo de mediación entre la autoridaddel padre, por lo general ausente de la casa, y los hijoses, sin duda, una de las notas más definitorias de lamadre andaluza tradicional. De esta forma, el modoandaluz de sentir las relaciones familiares se traspasa alterreno religioso, haciendo "bastante comprensible laatracción de los andaluces por ese símbolo tan querido eidealizado por ellos en la vida cotidiana" 2. De hecho, nopuede descartarse que la Iglesia intuyera esta afinidadpsicológica con algunos patrones familiares en su es-fuerzo por que la cristiandad fuera acrecentando estadevoción, dejando de considerar a María únicamentecomo Madre de Dios, alejada de los asuntos humanos,y haciéndola entrar en la dinámica de mediación antela divinidad.

En Andalucía, además, se dio la circunstancia de que amedida que avanzaban las tropas cristianas, la falta desantos en los territorios hasta entonces musulmanesse va supliendo directamente con imágenes de la Vir-gen, a la vez que coincidió la revitalización del cristia-nismo en nuestro territorio con una época de máxi-mo despliegue de manifestaciones religiosas populares,que en seguida la Iglesia misma propició en las doctri-nas tridentinas.

Así, desde la época barroca el culto a la Virgen es elpredominante en Andalucía. Baste recordar cómo la"Tierra de María Santísima" defendió y festejó la pro-clamación de las bulas de la Inmaculada Concepciónen el siglo XVII. Desde entonces la superioridad deesta devoción es indiscutible. Un recorrido por las er-mitas y santuarios de nuestro territorio atestigua so-bradamente la hegemonía del culto mariano, en co-rrespondencia con las numerosas Vírgenes erigidascomo patronas de una localidad. Del mismo modo, enuna celebración tan específica como la conmemora-ción de la Pasión de Jesús, el pueblo andaluz ha idoacrecentando progresivamente el protagonismo de lasVírgenes Dolorosas, hasta el punto de que, en general,parece que el sufrimiento de la madre que ve a su hijomaltratado hasta la muerte, atrae mucho más la aten-ción que el propio dolor de los Cristos.

Lógicamente, esta preferencia se halla materializada enla imaginería sacra, tanto de altar como procesional,así como también en elementos de acompañamientocomo insignias, emblemas, banderas y muchos otros.Incluso la iconografía de los retablos callejeros de-muestra que el tema religioso más extendido es el deNuestra Señora, desde sus orígenes en el siglo XVIhasta la actualidad 3.

Pero también la afición a los santos está muy presen-te en Andalucía, puesto que la definitiva supremacíamariana no significa que se ignoren antiguas devocio-nes. Por eso son mucha las poblaciones que cuentancon santos patrones, a quienes dirigen sus cultos,fiestas y romerías. Y ello sin olvidar tampoco el ape-go a las reliquias que se conservan en cualquier lugarde culto o que acompañan las procesiones peniten-ciales. Los santos siguen siendo eficaces protectores,cada uno especializado en el remedio de un determi-nado mal o en la consecución de un determinadobien, actuando por tanto como mediadores específi-cos. Bien es cier to que el avance de la técnica, alerradicar muchas plagas y epidemias y ofrecer solu-

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2. Alanís de la Sierra.Ermita de NuestraSeñora de lasAngustias. Grupoescultórico de LaPiedad.

3. El Madroño. Iglesiade San Blas. San Blas.

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ciones científicas a antiguas incógnitas, ha hecho per-der su razón de ser a la mediación milagrosa de nu-merosos santos especialistas, pero los más enraiza-dos sobrevivirán a este declive.

En la encuesta que el Ateneo de Madrid realizó en1901 sobre las costumbres del ciclo vital en España,pueden hallarse algunas respuestas de enorme interésen este sentido. Así, se testimonia claramente la fe de-positada en San Antonio de Padua a la hora de en-contrar novio: en Badolatosa las jóvenes se encomien-dan al santo "con rigor, quitándole el niño, volviéndolecontra la pared, poniéndole boca abajo y hasta zambu-lléndole en el pozo"; o la confianza hacia San Franciscode Paula en el trance del par to: en El Coronil le en-cienden una vela y "se ponen también un cordón bendi-to del mismo Santo" 4.

Estamos ante una de las características más sólidasde nuestra religiosidad popular : el mecanicismo o

visión utilitaria de los personajes celestiales. En elfondo, lo que se busca es la personalización de lasrelaciones, otra de las características más evidentesde la cultura andaluza. Ante las abstracciones y loscomplicados e inescrutables misterios teológicos, elpueblo necesita buscar los cauces para conseguir elacercamiento de esas figuras a un plano más huma-no, más cercano a su realidad, a sus pasiones y sen-timientos, a los que poder solicitar su intermedia-ción ante la lejana divinidad. Una práctica que laIglesia ha atacado cuando la ha considerado reflejode creencias paganas, mientras que otras veces ellamisma la ha propiciado. ¿De qué otro modo puedeinterpretarse la inacabada costumbre de depositarexvotos a los pies de las imágenes como reconoci-miento a los favores personales recibidos? ¿O cómoentender si no el sinfín de advocaciones marianasque las convier ten en personalidades diferentes yhasta r ivales en la devoción, cuando sólo hay unaúnica madre de Jesús?

De hecho, la elección de una determinada advocacióno de un santo concreto como patrón de una comuni-dad, responde al deseo de individualizar su celo pro-tector, de no compartir su atención para que puedaocuparse de modo exclusivo en procurar el bien desus habitantes.

Las imágenes como parte del nosotros

Tales comportamientos se hallan reflejados, además,en la humanización que la religiosidad popular necesitavolcar en la estatuaria religiosa. Lo importante son lasimágenes, en las que no se ve una figura hecha en ma-dera sino una persona concreta, individual y sin posi-ble transposición, al igual que los individuos vivos. Elloha conducido al aumento imparable de la explotaciónde sus recursos expresivos, de entre los que destacasin duda la afición a vestir las imágenes con indumen-tarias espectaculares y agregarles los adornos mássuntuosos de que se pueda disponer.

Las protestas eclesiales al respecto nos documentande lo temprana de esta tendencia, como la que el pa-dre Bernardino de Villegas publicó en 1635: "Y si biensuele ser este abuso más ordinario y común en el mun-do, y trueco muy usado, en que a las imágenes las vistenya de damas, y a las damas las visten de imágenes: pe-ro también suele aver en esta materia algún abuso enpersonas virtuosas; de las quales algunas, como traen elalma galana allá dentro, visten a los santos de sus orato-rios con tantos dixes y galas, que es cosa indecentissima;y a vezes le da a un hombre gana de reir, viendo las bu-jerias que ponen a los santos; y otras de llorar, mirandola indecencia con que los santos y santas son tratados.¿Qué cosa mas indecente, que una Imagen de nuestraSeñora con saya entera, ropa, copete, valona, arandela,gargantilla, y cosas semejantes? ¿Y unas santas vírgenesvestidas tan profanamente, y con tantos dixes y galasque no traen mas las damas mas bizarras del mundo?Que, a vezes, duda un hombre, si las adorará por SantaLucia, o Santa Catalina, o si apartará los ojos, por no verla profanidad de sus trajes: porque en sus vestidos y

4. San Antonio con el Niño. Estampa.

5. Exvoto.

6. Los Palacios-Villafranca. Ermita de Nuestra Señora de la Aurora. Exvoto.

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adorno no parecen santas del Cielo, sino damas delmundo: y a no estar Santa Catalina con su espada en lamano, y Santa Lucía con sus ojos en el plato, por lo quetoca al vestido y traje galán con que las visten, nadie di-xera que eran santas, ni vírgenes honestissimas, como lofueron" 5.

Desoyendo las indicaciones al respecto, la religiosi-dad popular andaluza siguió alimentando esta cos-tumbre hasta el punto de que no pocas figuras debulto fueron reconvertidas en imágenes de candele-ro para poder disponer la vestimenta. Así fue suce-diendo con muchas pequeñas tallas góticas, especial-mente vírgenes veneradas en ermitas y santuarios,para las que se confeccionaron sayas y mantos y selabraron joyas, coronas o ráfagas, a la vez que se ves-tía igualmente al Niño-Dios que llevan en sus manos,siguiendo las pautas de la imaginería penitencial, prin-cipal receptora de esa exuberancia ornamental. Dehecho, cuando algunas de aquellas tallas se perdieronen guerras o incendios, se sustituyen con otras nue-vas que, aún respetando la más de las veces la fiso-nomía original, son ya trabajadas directamente comoimágenes de vestir.

En correspondencia con el plano más humano, laVirgen, como mujer que es, necesita un amplio y va-riado vestuario que luce según la ocasión, incluyendoel traje de pastora para determinados traslados porel campo y hasta el traje de luto para cuando se uneal dolor por la muerte de algún destacado persona-je. En los momentos de mudar la indumentaria, locorriente es que ningún hombre pueda estar presen-te para no atentar contra el pudor femenino. Enocasiones existen expresas y rígidas disposiciones alrespecto, como por ejemplo la referida a NuestraSeñora del Monte, patrona de Cazalla de la Sierra,dada por el cardenal Spínola a principios de siglo, en

la que se prohibe que nadie pueda ver a la Virgensin ropas a excepción de la camarera. De hecho, és-ta es una de las imágenes de bulto que se comenzóa vestir en el XVIII.

Igual comportamiento puede observarse mientras setalla una nueva imagen, desde el mismo instante enque la madera va cobrando forma, desde que em-piezan a configurarse unos rasgos específicos y dife-renciadores. En esos momentos, y aun en el caso detratarse de una imagen de candelero, los imaginerosactúan ya como si de una persona se tratara, por loque suelen impedir el paso a todo visitante ajeno altaller, cubriéndola, incluso, para ocultar su desnudezcuando no se está trabajando.

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7. La Virgen del Castillo,patrona de Lebrija, enprocesión.

8. Alcalá de Guadaira.Ermita de NuestraSeñoras del Águila.Nuestra Señora delÁguila.

9. Guadalcanal. Ermita de la Virgen de Guaditoca. Niño bellotero.

Foto: Juan Agudo

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Una vez finalizada, la imagen saldrá del taller envueltaen la solemnidad que exige dicho acto, y, dentro de lalógica de la humanización, el siguiente paso, como entodo nacimiento, será el rito del bautismo por el queel nuevo miembro se incluye en la comunidad católica,se presenta a la sociedad y adquiere un nombre pro-pio. Evidentemente, es la bendición eclesial de la ima-gen la que cumple estas funciones.

A lo largo del año, las imágenes devocionales andaluzasestán presentes entre el pueblo. Se les hace partícipesde rituales como bodas, bautizos y otras muchas cele-braciones como un miembro más de la comunidad.Durante las fiestas patronales, si la imagen se venera enla ermita, se la traslada a la localidad para que convivaesos días entre sus gentes. Hay ejemplos en los que sela hace participar en los actos más lúdicos de las fiestas,como la Virgen de Guaditoca en Guadalcanal, que esllevada en procesión hasta el real de la feria donde loscostaleros la hacen bailar al son de marchas procesio-nales. Por el contrario, si la imagen se mantiene todo el

año en la iglesia parroquial, caso por ejemplo de la Vir-gen de Valme en Dos Hermanas, la fiesta consiste en irtodos juntos de romería hasta la ermita.

Sin duda, es en estos recorridos cuando las imágenescobran toda su humanidad, compartiendo el ambientefestivo del momento, lo que provoca no pocos rocescon los representantes de la Iglesia. Además, cuando laimagen es portada en andas, ciertamente se les trans-mite una realidad casi humana: sea mediante el rítmicocaminar de los portadores, diferente según el momentoo lugar por el que transcurre la procesión, sea mediantelas mecidas al son de la música, o con los espontáneosacercamientos a sus devotos. Evidentemente, esa llama-da al mantenimiento de una más seria y ortodoxa salidaprocesional se incrementa para los desfiles penitencia-les. No puede descartarse que algunos intentos de laautoridad eclesiástica por conseguir la introducción deruedas en los pasos andaluces, al sobrio estilo castella-no, escondan el deseo de mantener el adecuado esta-tismo de las imágenes durante todo el recorrido.

El espectáculo compartido como símboloidentitario

Teniendo todo esto presente puede entenderse fácil-mente por qué el modo de sentir la religiosidad no sedetiene para el andaluz en la composición de las imáge-nes ni en la del resto de elementos procesionales, sinoque siempre se pretende el reconocimiento de que sucofradía, su Virgen, su fiesta patronal, su cruz de mayo,etc., sea la más vistosa y espectacular, compitiendo concualquier otra devoción ajena. Competencias que sirvena su vez para renovar regular y públicamente el senti-miento de pertenencia a un determinado colectivo.

Y es que en Andalucía es innegable la importancia delos iconos religiosos como símbolos de apropiación delterritorio. En tal sentido, resulta tremendamente reve-lador cómo en los últimos años están construyéndoseermitas en lugares en los que nunca existieron, o cofra-días penitenciales en barrios de nueva construcción,con la velada finalidad de actuar como referente deidentificación, un nosotros frente a un ellos dentro deunos límites espaciales.

Una característica muy extendida por la Baja Andalucíaes la presencia de hermandades semicomunales, lasque dividen a una comunidad en dos mitades, formal-mente a efectos religiosos y ceremoniales, pero conentera incidencia en otros importantes aspectos de laorganización social. Un claro ejemplo es el de la locali-dad aljarafeña de Carrión de los Céspedes, donde laVirgen de Consolación y la Virgen del Rosario se re-parten las devociones, siendo ambas consideradas co-mo la verdadera patrona por sus partidarios, aunqueya oficialmente sea una de ellas la elegida 6; o tambiénel de la Asunción y la Divina Pastora en Cantillana, quedividen al pueblo en asuncionistas y pastoreños, mien-tras que la patrona es la Virgen de la Soledad quecuenta con ermita propia. Rivalidades que se entablanigualmente con otros símbolos como las cruces de ma-yo, presentando idéntico esquema de división ceremo-

10 y 11. Romería de la Virgen de

Cuatrovitas.

Foto: Juan Agudo

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nial de los habitantes de una misma localidad en crucesantagónicas, siempre con asignación territorial propia.

En el otro extremo se hallan las devociones supracomu-nales, ante las que cabe resaltar el hecho de estar esta-blecidas principalmente en torno a una advocación ma-riana: desde el Rocío hasta la Virgen de la Cabeza. Enellas las confrontaciones se entablan entre las herman-dades filiales y, por supuesto, entre éstas y la hermandadmatriz. Recordemos cómo la Virgen de Cuatrovitas, pa-trona de Bollullos de la Mitación y del Gremio de laAceituna de Verdeo del Aljarafe, tuvo hasta el sigloXVIII a Sevilla como hermandad matriz, lo que ocasionóno pocos roces con los vecinos de Bollullos.

De esta manera, las más ricas galas, las carretas mejorengalanadas, las caballerías más prestigiosas, las másreputadas bandas de música o los más afamados tam-borileros, están siempre dirigidos a lograr la más lucidapuesta en escena, el reconocimiento propio y ajenode la superioridad de una concreta devoción; al tiem-po que, con tales recursos expresivos, siempre se pre-tende el realce de cualquier manifestación de cultoexterno, buscando despertar las emociones tanto desus protagonistas como del público que acude a pre-senciarlos, algo que se logra sin duda alguna.

En estas formas de actuación podemos ver, a su vez, lamaterialización de la afición de los andaluces por la tea-tralización de sus rituales festivo-religiosos, con unamezcla simbiótica de elementos sagrados y profanos.Por esto se viven como fiestas todas las conmemora-ciones del calendario religioso, aun considerando quemuchas de ellas vinieron a superponerse a festividadesya existentes, en ese empeño de la iglesia católica porerradicar o, en su defecto, cristianizar las prácticas paga-nas. Lógicamente, ese modo particular de expresar laritualidad se extiende a todas aquellas festividades esta-blecidas ex novo, sean éstas romerías, representacionesde moros y cristianos o cabalgatas de reyes magos.

Y es que la antigua mezcla de elementos sagrados yprofanos se mantiene, más o menos encubierta, en to-das las manifestaciones de la religiosidad popular anda-luza, ignorando las reiteradas reglamentaciones ecle-siásticas. Particularmente para las celebraciones de loscultos en las ermitas, los obispos del sur de España si-guen insistiendo en que se acote "una zona de silencioen torno a los santuarios, evitando que llegue hasta ellosel bullicio festivo de los alrededores"7; algo que, sobre to-do en determinadas devociones que mueven a milesde andaluces, parece del todo imposible de conseguir.

Igual puede decirse de otras muchas celebraciones.Aunque el pueblo andaluz siempre ha manifestado supostura frente a la injerencia eclesial, en numerosasmanifestaciones de culto externo ha terminado consi-guiendo que sea la Iglesia la que tenga que seguir tran-sigiendo ante las consideradas desviaciones, por el te-mor de una separación definitiva entre la postura delcatolicismo oficial y las expresiones de la religiosidadpopular. De hecho, esta separación llega a ser casi to-tal en algunas festividades, tales como las cruces demayo, donde el aspecto religioso está continuamente

simbolizado por la santa cruz, pero en la que los re-presentantes de la Iglesia oficial tienen ya escasa, si nonula, intervención. Ciertamente, continúa siendo la an-cestral fiesta del pueblo en honor de la naturaleza.

Por idéntico argumento, es el propio pueblo quienasume la organización de la mayoría de sus más signifi-cativos rituales a través de hermandades, mayordomí-as, asociaciones, etc. Incluso la generalización de lasdenominadas casas de hermandad para las cofradíasde penitencia, responde claramente al deseo de inde-pendencia de cada agrupación concreta respecto a lasconstricciones de la Iglesia.

Y son otras muchas formas tradicionales de expresar lateatralidad popular las que todavía siguen teniendo lu-gar, a pesar de las seculares prohibiciones eclesiásticas.Podría citarse, por ejemplo, la afición a cantar y bailarcomo medio de alabanza a la divinidad, que cuentacon testimonios muy antiguos. Con el tiempo, sin em-bargo, la Iglesia fue suprimiéndola para propiciar mani-festaciones más interioristas, y aunque en los grandesnúcleos de población han terminado por desaparecercon la única salvedad de los controlados seises, en laszonas rurales de mayor aislamiento estas prohibicionesjamás hallaron eco. Por ello continúan suponiendo unaparte esencial de las celebraciones romeras, hoy prác-ticamente en su totalidad desviadas a cantes y bailesprofanos, los propios del lugar, aunque también perma-necen algunos reductos en Andalucía de antiguas dan-zas rituales, como las de lanzas o espadas y las de cas-cabeles y palillos, estrechamente emparentadas entreellas. Todas son exclusivamente masculinas, tal comoquedaron fijadas en la reglamentación del siglo XVIII, ysuelen acompañar al patrón o patrona del pueblo, dan-zando sin cesar durante todo el trayecto que conducea la ermita, donde se adentran igualmente para seguirel baile en el interior del sagrado recinto.

En este sentido, no podemos tampoco dejar de men-cionar la vigencia de espectaculares montajes teatralesen el interior de las iglesias, como el que tiene lugaren Cantillana, donde el día de la Asunción se utilizaningenios mecánicos para escenografiar dicho evento.

12. Danza de espadas.San Bartolomé de la Torre. Huelva.

Foto: Mario Fuentes

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Así, desde un escenario preparado al efecto, y dondeen principio la imagen de la Virgen permanece ocultaa la vista de los espectadores, se la va haciendo ascen-der hasta el centro del retablo de la iglesia, en mediode cantos, vítores y revoloteo de palomas. Una cortede niñas vestidas de ángeles acompañan a la Virgen ensu subida a uno y otro lado de la rampa.

Con todo, son los recorridos romeros y los desfilesprocesionales los momentos que concentran mayorafluencia de participantes y espectadores y, por consi-guiente, donde cabe desplegar las mayores dosis deteatralidad. Y no sólo durante los trayectos pues, porlo general, las entradas de las imágenes en sus ermitaso templos correspondientes se alargan voluntariamen-te, dejando manifiesto el esfuerzo de los porteadoresdel paso y del que dirige la operación, siempre acom-pañados con música, vítores y aplausos. En ocasiones,incluso con atronadoras trabucadas, como las que sue-nan en honor de la Virgen de Setefilla en Lora del Río.

En cualquier caso, el mantenimiento de las singularida-des de cada una de las fiestas, incluidos aspectos talescomo la gastronomía propia de cada celebración, ac-túa como elemento de identificación que distingue ellugar de todos los demás, conformando todo un mun-do cultural sentido y vivido por sus protagonistas.

La materialización de unas formas deexpresión cultural

Vemos, por tanto, que las formas específicas en que sedesenvuelven las manifestaciones de la religiosidad po-pular andaluza, se hallan tan consolidadas que resultaimposible cualquier intento de modificación. De ahípueden llegar a comprenderse los ingentes esfuerzosdel pueblo por mejorar y enriquecer continuamentesus imágenes, sus enseres procesionales y sus lugares

de culto, algo que sin duda coadyuva al mantenimien-to de unas formas de trabajo artesanas, aun reflejandoen ellas las variaciones y adaptaciones inherentes a ladinámica cultural. Y ello nos adentra en otra parte re-levante de nuestro patrimonio cultural: los procesosde trabajo que dan forma a estas expresiones denuestra religiosidad popular.

En principio, parece evidente que la proliferación y re-forzamiento de las romerías en todo el territorio anda-luz sustentan la pervivencia de los muchos oficios rela-

cionados con el mundo del caballo, tanto guarnicioneríay albardonería como talabartería que, combinando cue-ro y textiles, siguen surtiendo de objetos tan necesarioscomo zahones, arreos o sillas de montar, a los que seagregan los elementos fabricados con metales, como elbocado, los estribos o las espuelas, además de la elabo-ración ar tesana de mantas estriberas. Pero al mismotiempo, también explica el nuevo auge que está co-brando la construcción de carruajes tirados por caballe-rías, imprescindibles para romerías y otras fiestas, inclu-yendo trabajos de ebanistería, forja y guarnicionería.

Respecto a las indumentarias específicas de los inte-grantes de las fiestas, son numerosos y variados lostrajes asociados a un ritual determinado y, dentro deél, al papel asignado a quien lo por ta: mayordomos,danzantes, etc., y que precisan que se mantengan vi-vos los conocimientos necesarios para su elaboración.Para el grueso de los asistentes, sin embargo, no cabeduda de que la influencia de romerías tan difundidascomo la del Rocío, se hace sentir en cuanto a la rele-gación de la vestimenta propia del lugar en pro deltraje campero para el hombre y el de faralaes para lamujer. A éstos últimos se vincula a su vez, en no po-cas ocasiones, el mantón de Manila, una prenda singu-lar hoy plenamente identificada con Andalucía, sin sersus creadores, debido al uso extendido y ritualizadoque le hemos prestado, junto a la consolidada adapta-ción de sus diseños a nuestros gustos ornamentales.Su confección industrializada alcanza ya todos los rin-cones, aunque todavía podemos encontrar ejecuciónar tesana en varias localidades del Aljarafe y la Vegade Sevilla.

Tampoco cabe olvidar la música propia de estas cele-braciones, tan ligada en Andalucía al tamboril y a laflauta o gaita, cuya construcción ha estado tradicional-mente ligada a la artesanía pastoril. A estos instrumen-tos hay que unir la omnipresente guitarra, además depalillos, panderos y otros, para los que cada vez resul-ta más difícil encontrar artesanos ocupados en su ela-boración artesanal.

Pero, sin duda, son todos los elementos ornamentalesde las imágenes los que concentran el mayor esmeroy atención. La fuerza de la tradición de las peculiarescaracterísticas de la religiosidad popular andaluza pue-de explicar igualmente el hecho de que, en la actuali-dad, la inmensa mayoría de estos elementos continúenapegados a una peculiar estética neobarroca, como ig-norando el transcurso de los siglos y los cambios su-cedidos en las directrices artísticas. Sin lugar a dudas,es justamente este estilo el que mejor expresa el sen-tido teatral, tan arraigado en el pueblo, y el que logramantener viva la emoción de los espectadores en suscelebraciones religiosas, a pesar de que la propia Igle-sia intente hoy desvalorizar la exuberancia ornamentalque ella misma propició en los momentos de feroz lu-cha contra la iconoclastia luterana.

Esta tendencia es perfectamente observable, como diji-mos, en las vestimentas de las imágenes. Pero, es más,incluso en las tallas patronales de madera policromadaque no han recibido adición de indumentaria alguna, la

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13. Taller de Orfebrería

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fastuosidad con que la religiosidad popular rodea siem-pre a sus imágenes titulares se concentra inevitablemen-te en las andas procesionales. En su morfología resultacada vez más evidente la similitud con la de los pasospenitenciales, usando para ello los metales o la maderadorada o charolada, e incluyendo candelería, figuras es-cultóricas y exorno floral al estilo cofradiero. De hecho,para su elaboración se acude cada vez más insistente-mente a los mismos talleres que trabajan de forma prio-ritaria para las hermandades de penitencia. Y es que unode los grupos de oficios artesanos de mayor singularidaden Andalucía es, indudablemente, el conjunto de activi-dades necesarias para la consecución de los elementosprocesionales de la Semana Santa, compendiando enellas unas formas de trabajo fuertemente consolidadas yaltamente representativas de nuestra tradición cultural8.

Mención aparte merecen siempre los imagineros, loscreadores de las obras centrales de estas manifestacio-nes, esto es, las imágenes titulares alrededor de las cua-les gravitan los elementos decorativos. A nadie escapala distinta consideración que se les atribuye, remontan-do la mera categoría artesanal para ser incluidos entrelos "artistas". El mismo hecho de que los historiadoresdel arte vuelquen hacia ellos un gran interés (o al me-nos hacia su obra, que está exhaustivamente docu-mentada y analizada), contribuye al refuerzo social detal distinción. No obstante, aunque en otro tipo deproducciones estén libres de sujeciones y puedan llegara crear verdaderas obras innovadoras, en la actual ico-nografía sacra forzosamente han de mantener las pau-tas formales dictaminadas por el gusto popular.

En suma, son muchas las artesanías que dan vida a lasexpresiones de la religiosidad popular andaluza, por-que muchos son los elementos precisos para su desa-rrollo. Todas ellas nos revelan un mundo ideológico,verdadero patrimonio cultural de los andaluces, queha determinado incluso el desenvolvimiento de la pro-pia actividad, porque la vida de los talleres (su organi-zación interna, las relaciones con los clientes, la jerar-quización del trabajo, los grados de especialización, elsistema de aprendizaje, la elección de materias primas,instrumentos y técnicas, y hasta su propia esperanzade continuidad), está fuertemente influida por las ide-as de la religiosidad popular andaluza y por las fórmu-las estéticas que sirven a la expresión de esas ideas.

La situación presente de cada uno de estos oficios re-fleja a su vez el continuo esfuerzo adaptativo de nues-

tras tradiciones culturales, que origina la pérdida, per-vivencia o introducción de determinados materiales otécnicas de elaboración y que, consiguientemente, re-clama la debida atención por par te de las instanciasencargadas de velar por su documentación.

La valoración de un patrimonio propio

En resumen, del análisis antropológico de la ritualidadandaluza se desprenden datos de incuestionable valorpara la comprensión de nuestra ideología y nuestraestructura social, reproducida simbólicamente en cadauna de nuestras celebraciones 9. Claramente la religio-sidad popular entraña formas de expresión culturalque rebasan con mucho el aspecto puramente religio-so y que, como tales, deben ser objeto de la adecuadaatención patrimonial en sus múltiples vertientes: luga-res, bienes, saberes y conductas fruto de la tradicióncultural, tal como contempla expresamente en su Tí-tulo VII la Ley de Patrimonio Histórico Andaluz.

Atendiendo a estos enunciados, parece que al fin seha superado la añeja consideración esteticista de lostesoros histórico-artísticos para dar paso a una visiónmás antropológica, para la cual son los valores inmate-riales que se le atribuyen a los objetos de referencia(sea cual sea el sopor te en que se encuentren) losque definen su significación cultural y los que justificanlas razones argumentables para su preservación 10. Deesta forma, cuando hablamos específicamente de losbienes culturales emanados de nuestra religiosidad po-pular, no cabe ya, por tanto, limitar la selección de losmismos a unas determinadas realizaciones materialessupuestamente valorables en sí mismas: por su firma,su estilo, sus trazos, su genialidad en definitiva. Muy alcontrario, su valor principal siempre será el de consti-tuir el testimonio de una identidad cultural, de un mo-do de expresión colectivo, vivo, dinámico y cambiante.

De ahí el interés de una ermita, una talla anónima o unacarreta rociera. De ahí el respeto que debe presidir laelección de los criterios a aplicar en toda restauración.De ahí la importancia de documentar unas específicastécnicas de trabajo o unas concretas formas de rela-ción. De ahí la inevitabilidad de insertar estos bienes ensu contexto sociocultural. De ahí, sobre todo, la con-gruencia de que sea el propio pueblo andaluz quien,también en este caso, tenga la potestad de decidir so-bre un patrimonio que le pertenece.

1. Carlos Domínguez Morano: "Aproximación psicoanalítica a lareligiosidad tradicional andaluza" en La religión en Andalucía.Sevilla, 1985, pp. 136-142.

2. Antonio Limón Delgado: Andalucía ¿tradición o cambio?. Sevilla,1988, pp. 163-164.

3. Eva Fernández de Paz: Religiosidad popular sevillana a través delos retablos de culto callejeros. Sevilla, 1987, pp. 72-78.

4. Antonio Limón Delgado: Costumbres populares andaluzas denacimiento, matrimonio y muerte. Sevilla, 1981, pp. 100 y 45.

5. La esposa de Christo, instruida con la vida de Santa Lutgarda, v.V, c. XVIII, pp. 430-431. Cifr. Julio Caro Baroja: Las formascomplejas de la vida religiosa. Madrid, 1978, p. 116.

6. Isidoro Moreno Navarro: Propiedad, clases sociales y herman-dades en la Baja Andalucía. Madrid, 1972.

7. Las Hermandades y las Cofradías. Carta pastoral de losObispos del Sur de España, nº 51. Madrid, 1988, p. 62.

8. Esther Fernández de Paz: Los Artífices Sevillanos de la SemanaSanta Andaluza. El Ornato Tradicional. Sevilla, 1998.

9. Juan Agudo Torrico: "Romerías, ferias y fiestas. Significados yfunciones de las fiestas andaluzas" en Conocer Andalucía, v. VI.Sevilla, 2000, pp. 256-303.

10. Esther Fernández de Paz y Juan Agudo Torrico (coords.):Patrimonio Cultural y Museología. Significados y Contenidos.Santiago de Compostela, 1999, pp. 7-15.

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Notas