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Page 1: Racionalismo-Empirismo. Filosofía Moderna · Racionalismo-Empirismo. Filosofía Moderna Señalamos la conveniencia de considerar la época renacentista dentro de un periodo histórico

Racionalismo-Empirismo. Filosofía Moderna

Señalamos la conveniencia de considerar la época renacentista dentro de un periodo histórico más amplío que abarcaría desde el siglo XIV hasta el el siglo XVII. En el siglo XVII, comienza la filosofía moderna con Descartes.

La figura de Descartes como iniciador de un nuevo periodo en el pensamiento occidental ha sido exaltada por Hegel con las siguientes palabras: «Con Cartesio entramos, en rigor, desde la escuela neoplatónica y lo que guarda relación con ella, en una filosofía propia e independiente, que sabe que procede sustantivamente de la razón y que la conciencia de sí es un momento esencial de la verdad. Esta filosofía erigida sobre bases propias y peculiares abandona totalmente el terreno de la teología filosofante, por lo menos en cuanto al principio, para situarse del otro lado... Este pensamiento que es para si, esta cúspide más pura de la interioridad se afirma y se hace fuerte como tal, relegando a segundo plano y rechazando como ilegítima la exterioridad muestra de la autoridad.» (Hegel, 'Lecciones sobre la Historia de la Fílosofía, III. México, F.C.E. 1977, p. 252.)

Estas entusiastas palabras de Hegel ponen de manifiesto: (a) que Descartes inaugura una nueva época de la filosofia y (b) que esta nueva época se caracteriza por la autonomía absoluta de la filosofía y de la razón. Hemos asistido a las tensiones que conmocionaron.la filosofía medieval en relación con el problema de la autonomía de la Razón: a partir del Averroísmo, este problema vino a convertirse en una cuestión crucial para los pensadores medievales. Sin embargo, en ningún momento llegó el pensamiento medieval a afirmar la plena autonomía de la Razón, que siempre quedó supeditada, de un modo u otro, a la autoridad de la fe religiosa.

La autonomía de la Razón, proclamada por la filosofía moderna, implica, negativamente, que su ejercicio no sea coartado o regulado por ninguna instancia exterior y ajena a la Razón misma, sea ésta la tradición, la autoridad o la fe religiosa: de acuerdo con las palabras de Hegel, "rechazar como ilegítima la exterioridad muerta de la autoridad" . Positivamente, la autonomía de la Razón implica que ésta es el principio y el tribunal supremo a quien corresponde juzgar de lo verdadero y lo conveniente, tanto en el ámbito del conocimiento teórico como en el ámbito de la actividad moral y política. La afirmación de la autonomía de la Razón no es exclusiva del Racionalismo, sino, a partir de éste, de todo el pensamiento moderno.

Un segundo rasgo esencial de la filosofía moderna: que su surgimiento está en íntima conexión con el triunfo de la ciencia moderna. También hemos de subrayar que tal característica se extiende a toda la filosofía moderna, no solamente al Racionalismo, sino más allá de éste, al Empirismo y a Kant.

Nos ocuparemos del Racionalismo, la primera de las corrientes filosóficas de la Modernidad, corriente inaugurada por Descartes y a la cual pertenecen, con éste, Espinoza, Malebranche y Leibniz. Los dos rasgos que hemos señalado de la Modernidad (autonomía de la Razón, presencia de la ciencia moderna) se cumplen por vez primera en el Racionalismo de un modo pleno: de una parte, la Razón se constituye en el principio supremo y único en que se fundamenta el saber; de otra parte, son las matemáticas las que ejemplifican el ideal de saber que se pretende instaurar.

La construcción del universo en la filosofía racionalista

Los términos «racionalismo» y «racionalista» son utilizados a menudo no solamente en filosofía, sino también en la lengua y conversación comunes. Si preguntáramos a cualquier persona ajena a la filosofía qué significan estos términos, tal vez nos contestaría que el racionalismo es aquella actitud que confiere una importancia, un valor fundamentales a la razón. Esta definición no es, desde luego, desatinada, pero peca de excesiva generalidad e imprecisión. No basta, en efecto, con indicar vagamente que se confiere a la razón un valor de fundamento, de principio supremo, sino que es necesario establecer qué se entiende por razón

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y respecto de qué se la considera principio. lo uno y lo otro solamente puede ser definido si se señala con precisión: a) a qué factores o instancias se niega el rango de principio concedido a la razón (ya que conceder la primacía a un factor implica, obviamente, negársela a otro u otros factores); y b) en qué campo o esfera se concede a la razón el rango de fundamento y principio.

De las observaciones precedentes se deduce con facilidad que cabe hablar de racionalismo en distintos campos o esferas y que en cada una de éstas el término «racionalismo» adquirirá un significado específico y concreto. Consideremos solamente un ejemplo. A menudo se habla de racionalismo religioso. El término «racionalismo» se aplica en este caso a una esfera determinada, la esfera de lo religioso, y viene a significar aquella teoría que concede la primacía a la razón en la fundamentación y formulación de las ideas religiosas, negándosela a los dogmas y a la fe. El racionalismo religioso así entendido pretende construir una religión natural y universal, de la cual queden excluidos todos los dogmas y creencias que no sean estrictamente racionales. (este racionalismo religioso surge ya en el Renacimiento con el platonismo y se extiende ampliamente durante los siglos XVII y XVIIl.)

A pesar de que pueda recibir distintas acepciones específicas y aplicarse en esferas distintas, el término «racionalismo» suele utilizarse primordialmente para denominar aquella corriente filosófica del siglo XVII a la que pertenecen Descartes y Leibniz, Espinoza y Malebranche. En este caso el racionalismo suele oponerse al empirismo, a la filosofía empirista inglesa del siglo XVIII. Quizá la mejor forma de entender esta oposición sea referir ambas corrientes a la cuestión del origen del conocimiento. El empirismo sostendrá que todos nuestros conocimientos proceden, en último término, de los sentidos, de la experiencia sensible. Por su parte, el racionalismo establece que nuestros conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad proceden no de los sentidos, sino de la razón, del entendimiento mismo. En la esfera del conocimiento, la filosofía racionalista del siglo XVII concede a la razón la principialidad en cuanto fuente y origen de los mismos, negándosela a los sentidos.

Para comprender esta afirmación característica del racionalismo (nuestros conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad proceden del entendimiento mismo) es conveniente tener en cuenta el ideal y el método de la ciencia moderna. El ideal de la ciencia moderna es el de un sistema deductivo en que las leyes se deducen a partir de ciertos principios y conceptos primeros. El problema fundamental consiste en determinar de dónde provienen (y cómo es posible formular) las ideas y principios a partir de los cuales se deduce el cuerpo de las proposiciones, de los teoremas, de la ciencia. Ante este problema no caben más que dos posibles contestaciones: a) los principios, ideas \ definiciones, a partir de los cuales se deduce el resto de las proposiciones científicas, provienen de la experiencia sensible, su origen se halla en la información que nos proporcionan los sentidos, y b) su origen no se halla en la experiencia sensible, sino que el entendimiento los posee en sí mismo y por sí mismo.

Esta última es la respuesta del racionalismo. Las ideas y principios a partir de los cuales se ha de construir deductivamente nuestro conocimiento de la realidad no proceden de la experiencia. Ciertamente los sentidos nos suministran información acerca del universo, pero esta información es confusa y a menudo incierta. Los elementos últimos de que ha de partir el conocimiento científico, las ideas claras y precisas que han de constituir el punto de partida, no proceden de la experiencia sino del entendimiento que las posee en sí mismo. Esta teoría racionalista acerca del origen de las ideas se denomina innatismo, ya que sostiene que hay ideas innatas, connaturales al entendimiento, que no son generalizaciones a partir de la experiencia sensible.

Dos son, por tanto, las afirmaciones fundamentales del racionalismo acerca del conocimiento: en primer lugar, que nuestro conocimiento acerca de la realidad puede ser construido deductivamente a partir de ciertas ideas y principios evidentes; en segundo lugar, que estas ideas y principios son innatos al entendimiento, que éste los posee en sí mismo al margen de toda experiencia sensible.

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