puente ojea gonzalo-el mito de - unknown

Upload: jorge-aller

Post on 11-Oct-2015

65 views

Category:

Documents


2 download

TRANSCRIPT

  • siglo veintiuno editores, sa

  • CERRO DELAGUA, 24S.04310 MXICO. D.F.

    Todos los derechos reservados. Prohibida lareproduccin total o parcial de esta obra porcualquier procedimiento (ya sea grfico,electrnico, ptico, qumico, mecnico, fotocopia,etc.) y el almacenamiento o transmisin de suscontenidos en soportes magnticos, sonoros,visuales o de cualquier otro tipo sin permisoexpreso del editor.

    Primera edicin, marzo de 2000 SIGLO XXI DE ESPAA EDITORES, S.

    A.Prncipe de Vergara, 78. 28006 Madrid Gonzalo Puente Ojea

  • DERECHOSRESERVADOSCONFORME A LA LEY

    Impreso y hecho en EspaaPrinted and made in SpainDiseo de la cubierta: Juan Jos Barco y

    Sonia Alins ISBN: 84-323-1034-4Depsito legal: M-l 1.202-2000Fotocomposicin e impresin: EFCA, S.A.Parque Industrial Las Monjas28850 Torrejn de Ardoz (Madrid)Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polgono

    Igarsa Paracuellos de Jarama (Madrid)

    A Pilar

  • EVIDENCIA DE UNAFALSEDAD

    Para comprender el perfil definitorio delmito neotestamentario de Cristo, y las arguciasde su falsedad, la explicacin que ofrece estebreve escrito solamente exige buen sentido,respeto de las reglas que impone el sanorazonamiento, y la atenta lectura de los propiosevangelios cannicos, en el contexto de lasencilla informacin que el autor suministrasobre la poca y el medio ambiental en que sesitan esos cuatro incoherentes relatos, una vezdespojados de aditamentos eruditos o premisasdogmticas destinados a deformar y adulterar laesencia de la predicacin y la accin de unvisionario conocido histricamente por elnombre de Jess de Nazaret, cuya existencia realsigue siendo objeto de polmica, pero que porvarias razones me inclino por una respuestapositiva si se concibe como un simple ser humano

  • sin la menor connotacin divina. Una lecturaexenta de los aberrantes prejuicios de la fe ponede manifiesto una evidente contradiccinirreductible entre el anuncio profetico atribuidoa su propia persona y el sangriento e inesperadodesenlace del que fue la vctima cruenta. Desdeeste trgico suceso, la fe fantica de unos-pocosde sus seguidores comenz la tarea detransformar radicalmente a un artesano galilea,ofuscado por las promesas del Reino, en el Hijode Dios, consustancial y coeterno con el Padre,cuyo sacrificio redimira un pecado original a finde aplacar la clera de un Dios vengativo eimplacable. Esta absurda leyenda gener muypronto una enigmtica dogmtica trinitaria queimplicaba una doctrina sacrilega y blasfematoriadel estricto monotesmo bblico, creando unabismo insondable entre Cristianismo yJudaismo: el mito de Cristo.

    Madrid, febrero del ao 2000

    1. La premisa mayor del Evangelio de

  • Marcos, el primero cronolgicamente de loscuatro cannicos, consiste en otorgar autenticidada lo que no es sino una palmaria ficcin legendariasegn la cual Jess habra previsto, asumido yanunciado secretamente a sus discpulos, antes deiniciar el perodo decisivo de su aventurapersonal, el martirio expiatorio y la resurreccinal tercer da. En la historia de la exgesisneotestamentaria, dicha ficcin recibi el nombred e secreto mesinico, porque escenifica larevelacin hecha por Jess de que el Mesas -lmismo- debe sufrir y morir conforme a un plan desalvacin universal establecido por Dios desde elinicio de los tiempos. Este imaginario episodioconstituye la piedra fundacional de la revelacincristiana, razn por la que Hans Conzelmann, consu reconocida autoridad, pudo escribir sinhiprbole que la teora del secreto es lapresuposicin fundamental del gnero Evangelio.

    El perodo galileico de la andadura de Jessalcanza su climax, en los textos sinptic os, en lallamada confesin de Pedro, inmediato preludiodel secreto mesinico decretado por el Nazareno.

  • De esta confesin puede deducirse que el carctermesinico de la empresa de Jess haba sidointuido por sus habituales seguidores ms ntimos,pero la recreacin teolgica del evangelista -unsupuesto vaticinium ex eventu - le lleva a poner enlos labios del Maestro una instruccin terminante:s u mesianidad deba quedar oculta a la miradapblica -es decir, secreta- hasta el momentoinaugural del Reino de Dios en la tierra de Israel,como cumplimiento de las promesas divinas a supueblo elegido. Es cierto que las fuentes escritasno son concluyentes en cuanto a la condicin enque Jess se tomaba a s mismo como agentemesinico: profeta, intermediario, Mesas?Pero todos los datos conocidos, interpretados en elcontexto estrictamente judo en que pensaba yactuaba el Nazareno, permiten presumir conestimable seguridad que su fe mesinica en el gransuceso inminente de la instauracin del Reino secea fundamentalmente a la concepcintradiciona l de este concepto, que adquirivigencia popular incontestable en los das deJess. Un examen objetivo del conjunto de los

  • textos pertinentes, conducido con la visin propiade un historiador independiente, deja muy pocasdudas sobre esta conclusin. El Nazareno jamsdefina la naturaleza del prximo reino mesinico,porque sus auditorios saban perfectamente de quse trataba. Como en otras muchas cuestiones,hablaba con obvias referencias . Precisamente, lasustitucin teolgica que construyeron losevangelistas inicia el mito de Cristo y, a la vez, latergiversacin ominosa del Jess histrico.

    En la ficcin del secreto mesinico se suponedifanamente que ni siquiera los discpuloshabran de comprender adecuadamente, hastadespus de la Resurreccin de Jess, lasinesperadas connotaciones de la radicalmentenueva nocin de mesianidad. El elemento axial delevangelio se sita en las percopas que van de Mc8.27 a 8.31, en las cuales, pese a la calculadacautela del evangelista, lo que se anuncia condramatismo es meridianamente claro: muchosufrimiento, persecucin, condena a muerte yresurreccin tres das ms tarde. El mensaje seinicia as: El les pregunt: Y vosotros,

  • quin decs que soy yo? RespondiendoPedro, le dijo: T eres el Mesas. Y (l) lesencarg que a nadie dijeran esto de El.

    Comenz a ensearles cmo era necesarioque el Hijo del hombre padeciese mucho, y quefuese rechazado por los ancianos y los prncipesde los sacerdotes y los escribas, y que fuesemuerto y resucitara despus de tres das.Claramente les hablaba de esto. Pedro, tomandloaparte, se puso a reprenderlo. Pero El,volvindose y mirando a sus discpulos, reprendia Pedro y le dijo: Qutate all, Satn, pues tuspensamientos no son los de Dios, sino los de loshombres

    (vv. 29-33),Lo que ms debera asombrar al lector atento

    de los Evangelios que contemple este caudal denarraciones que fluyen de una fe ingenua an noremansada en las aguas estancadas de loslaberintos de la erudicin acadmica y la exgesiseclesistica es la chocante presencia de dosvertientes opuestas en el relato de los hechossupuestamente acaecidos.

  • De una parte, la reiteracin del anuncio deldrama de la pasin, muerte y resurreccin (Mc8.31-33, Mt 16.21-23, Lc 9.22-27, para el primeranuncio; Mc 9.31-32, Mt 17.22-23, Lc 9.44-45,para el segundo; y Mc 10.32-33, Mt 20.17-19, Lc18.31-34, para el tercero). De otra parte, laobstinada incredulidad de los discpulos ante lanoticia de que Jess haba resucitado, encabezadapor Mara Magdalena y difundida in crescendo,pero inicialmente rechazada por los discpulos.En los pasajes de las narraciones cannicasaparece sin ambages esta incredulidad: en Me16.11 (pero oyendo que viva y que haba sidovisto por ella [Mara Magda lena], no locreyeron); en Le 24.10-11 (dijeron esto a losapstoles, pero a ellos les parecieron desatinostales relatos y no los creyeron); y en Jn 20.9(porque an no se haban dado cuenta de laEscritura, segn la cual era necesario que Elresucitase de entre los muertos, 20.25 (si no veoen sus manos la seal de los clavos y meto midedo en el lugar de los clavos, y mi mano en sucostado, no creer), repetido en 27-29. En Mt

  • 26.56 se nos informa que tras el apresamiento delNazareno, todos los discpulos le abandonaron yhuyeron, sin duda por entender que la cruelrealidad haba puesto el punto final a una locaaventura.

    Hay ineludiblemente que preguntarse: Cmoes posible que los discpulos hubieran olvidado elanuncio solemne que haca an escasos das leshaba hecho, y luego reiterado, el Maestro,vaticinndoles la inaudita y trgica novedad,apenas imaginable para un judo, de un Mesasque iba a ser humillado, ajusticiado y ejecutadopor sedicin, y resucitado seguidamente' ?:' Sil a ficcin del secreto mesinico hubiera sido unvaticinio real, antecedente a la tragedia, elimpacto psicolgico en el nimo de sus discpulosntimos -los que estaban en el secreto - habrasido imborrable y de tal magnitud que tendran quehaber vivido probablemente el resto de sus dasatenazados, y a la vez insobornablementeesperanzados, por el desenlace a la vez trgico yglorioso de una resurreccin triunfal de unMesas, extrao, indudablemente, pero enviado de

  • Dios, que hara realidad el reino escatol gico-mesinico en la nueva Jerusaln. La pruebaconcluyente de que los discpulos slo conceban yesperaban al Mesas de Israel por antonomasia, elMesas victorioso, se encuentra en Lc 24.17-21,donde se relata que los dos discpulos que, tras eldesastre, se encaminaban a Emas, ante la sbitaaparicin del Nazareno, a quien no reconocieron -tal era su sentimiento de sorpresa y frustracin-,escuchan del aparecido estas palabras, que inicianel siguiente dilogo:

    Qu discursos son estos que vais haciendoentre vosotros mientras caminis? Ellos sedetuvieron entristecidos, y tomando la palabra unode ellos por nombre Cleofs, le dijo:

    Eres t el nico forastero en Jerusaln queno conoce los sucesos en ella ocurridos estosdas?

    El les dijo: Cules?Contestronle: Lo de Jess Nazareno, varn

    profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios yante todo el pueblo; cmo lo entregaron losprncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados

  • para que fuese condenado a muerte y crucificado.Nosotros esperbamos que sera l quien

    rescatara Israel. (Cursivas mas.) El compositor evanglico

    hace replicar a Jess: Oh, hombres sininteligencia y tardos de corazn para creer todo loque vaticinaron los profetas! No era necesarioque el Mesas padeciese esto y entrase en lagloria? Y comenzando por Moiss y por todos losprofetas, les fue declarando cuanto a l se referaen todas las Escrituras (w. 25-26). El escolloinsalvable que hace imposible conceder ni elmenor crdito a la leyenda del secreto mesinicoes su reiteracin narrativa y su inmediataproximidad a la eclosin de la sangrienta tragediadel Glgota. En efecto, la tercera y ltimareiteracin del martirio y subsiguienteresurreccin gloriosa del Nazareno tuvo lugar,segn los textos evanglicos, solamente comopreludio del inicio del ministerio de Jess enJerusaln (Mc 11.1-11), que hoy celebran loscristianos como triunfal entrada mesinica en laciudad santa entre vtores, palmas y ramos de

  • olivos. Desde esa entrada triunfal hasta elapresamiento de Jess -apenas cuatro das- seproducen varios acontecimientos claves, entreellos dos que, correctamente interpretados en sucontexto judo, representan dos pronunciamientostpicos de la mesianidad tradicional vigente enaquellos das -el violento inc idente de lapurificacin del Templo (11.15-19) y la cuestinsobre la licitud del pago del tributo censal alCsar (12.13-16)-. Pero en las vsperas mismas dela llegada a Jerusaln (cuando iban de camino,subiendo hacia Jerusaln, y Jess caminabadelante, 10.32), el maestro galileo volvi aprofetizar solemnemente lo que haba desucederle (ibdem). Cabe imaginar sensatamenteque en poco ms de una semana de temores yansiedad olvidaran absolutamente todos susdiscpulos (digamos, los doce) el suplicio,muerte y resurreccin de Jess? La falsedad delsecreto anuncio no slo queda probada por el textoconcluyente de Lc 24.17-21, que acabo demencionar, sino por los inequvocos testimoniosque constan en Mc 16.11, Mt 26.56, yJn 20.9, 25,

  • 27-29, que prueban hasta la saciedad que losdiscpulos desconocan la profeca del secretomesinico y que jams haban odo al Maestrohablar de su crucifixin y ulterior subida triunfal alos cielos. Por cierto, Marcos (12.18-27) concibela resurreccin de los muertos al modo paulino (1Cor 15.35-58); es decir, los resucitados de entrelos muertos sern como ngeles en los cielos(Mc 12.25). Muy probablemente, Pablo tuvo encuenta la apora teolgica que planteaba laresurreccin de un muerto que, adems de humano,era divino (Dios mismo, bajo la forma de SegundaPersona).

    2. El saltus entre la esperanza mesinicajuda y la fe postpascual es de tal entidad que losredactores evanglicos del misterio cristiano, yluego sus epgonos durante veinte siglos, hanintentado infructuosamente colmar la brecha entreel Nuevo Testamento y el Antiguo mediante lapaciente e inverosmil tarea de ponerse a detectaren este ltimo el typos del Mesas cristiano.Acabamos de ver cmo en Jn 20.9 se indica quelos discpulos no se haban dado cuenta de la

  • Escritura, segn la cual era necesario que Elresucitase de entre los muertos. Y como en Lc24.27, el Nazareno, comenzando por Moiss ypor todos los profetas, les fue declarando cuanto aEl se refera en todas las Escrituras (Cursivasmas). El sorprendente hecho de que en ningunode ambos textos nada se diga -como seraobligado- del secreto mesinico confiado a losdiscpulos, deja definitivamente malparado estaingenua invencin que Marcos consigna en sumodlico Evangelio, y que deba cumplir lainigualable funcin de acreditar el mito deCristo con las propias y solemnes palabras deJess, otorgndole a los misrrimos einverosmiles testimonios de su Resurreccin elsello divino de lo incuestionable. La Resurreccinfundamenta la divinidad de Jess, y ste garantizala verdad de la Resurreccin: clamorosa peticinde principio. Inmersos en el clima apocalpticoque impregnaba las mentes en algunos cenculosjudos -y que tambin pudo sensibilizarrelativamente, aunque sin duda no esencialmente,el pensamiento de Jess-, los evangelistas,

  • influidos decisivamente por el precedentepaulino, coquetearon -si se me permite laexpresin- con algunos conceptos elaborados en laliteratura apcrifa o pseudoepigrfca de la poca,incluida la heterognea produccin midrshica delos sucesivos nquilinos de Qumrn. Louis Rougierdefini admirablemente el arbitrio hermenuticoque subyace en las prcticas exegticas deljudaismo, y que alcanz las mximas cotas de lafantasa teolgica en las sectas judas marginales yen el cristianismo -que no fue inicialmente ms queuna secta -. Esta mentalidad -escribe Rougier-considera que cada palabra, cada miembro defrase, cada versculo de la Escritura, siendo lapalabra de Dios, tiene un sentido en s,independientemente de su contexto; y que es lcitoagrupar o fundir citas tomadas de los Salmos o delos diferentes libros del Antiguo Testamento demanera que pudiera formarse con ellas unacitacin completa cuyo sentido global es distintodel de cada una de sus partes componentes,estando comnmente admitido, entre los esenios ylos cristianos, que los antiguos profetas han

  • anunciado de manera velada, crptica, todo lo quese ha realizado en el Nuevo Testamento, lo queabre la va a la interpretacin alegrica tal comose encuentra practicada en el pesher qumraniano,en Filn el Judo y en la exgesis tipolgica de laprimitiva Iglesia. Sobre estos presupuestos, qufiabilidad pueden pretender las llamadasciencias sagradas? Realmente, ninguna.

    Por ejemplo, Pablo de Tarso, el arquitectodel mito de Cristo, anticipando el estribillosinptico, nos asegura que Jess resucit segnlas Escrituras, pero no se arriesga a citar ni unasola. Pedro, sin embargo, dice, por la pluma deLucas, que David ya habl de la resurreccin deCristo, quien no sera abandonado en el Hades, nivera su carne la corrupcin (Hechos 2.31). Sinduda, tanto Pablo como Lucas -su bigrafo yepgono-, conocan el Salmo 16, y en l seinspiraron al referirse a la supuesta profecadavdica de la resurreccin de Cristo. Pero resultaque el famoso Salmo dice:

    Pues no abandonars mi alma al sheol, nipermitirs que tu fiel vea la fosa (16.10). Esto

  • piensa el redactor de s mismo.Tiene esta esperanza algo que ver con la

    resurreccin?Segn comenta certeramente mi amigo

    Salvador R. Pecino, nada de corrupcin ni deprofeca mesinica. Simplemente, el poeta noquiere morirse, y expresa su deseo en dosmetforas paralelas: no ir al Sheol y no ver lafosa. Pablo saba todo esto y decide que ms valecallarse, aunque no puede evitar que Pedro haga elridculo.

    Desde que Samuel Reimarus, en la segundamitad del siglo XVIII, situara al Nazareno en elestricto marco del mesianismo judo, y que JuliusWellhausen y Rudolf Bultmann definieran, en elcurso de nuestro siglo, el estricto judaismo deJess, ningn biblista serio puede ya poner encuestin el judaismo esencial de su personalidadreligiosa. Una serie de eminentes historia dores -Joseph Klausner, Solomon Zeitler, Schalom Ben-Chorin, Samuel Brandon, David Flusser, GezaVermes, Hyam Maccoby, etc.- han zanjado todapretensin de discutir este asunto. Cules son las

  • caractersticas que permiten identificar la religinde Jess?

    En los evangelios cannicos se encuentranasociados y confundidos dos mensajessensiblemente divergentes y contrapuestos: laproclamacin (kryma) de la Iglesia sobreCristo, y el anuncio (krygma) de Jess sobre lainminencia del reino mesinico. El primeroconstituye la fe de la Iglesia, el segundo expresabala fe personal de Jess.

    Son cinco, a mi juicio, los aspectosrelevantes del mensaje del Nazareno: laperspectiva mesi nica, el Reino de Dios comoutopa religioso-poltica, la inminencia del Reinoy la exigencia urgente de la reconversin personal,el radicalismo de la tica escatolgica, y elcumplimiento de las promesas de Dios al pueblode Israel.

    3.1. Perspectiva mesianistaEn los textos sinpticos se despliega la

    accin de Jess como la de una personalidadmesianista desde el comienzo de su ministerio.

  • Pero cabe preguntarse si Jess tuvo desde muypronto conciencia de su mesianidad, o si estaconciencia fue slo el fruto tardo de una dilatadareflexin sobre su propia persona y vocacin.

    Todava ms, no hay que excluir a priori quese viese a s mismo como slo un heraldo (keryx)del reino que ya viene pero que se har realidad enun Mesas que no es l.

    En Mc 1.1-12, la primera percopa textual ycronolgica de los Evangelios, se formula laepifana de Jess como Mesas (Jesucristo ), Hijode Dios, y se hace en directa referencia a JuanBautista y su actividad escatolgica vinculada almovimiento mesianista palestino de aquellos das.Ya en Marcos se manifiesta el empeo de reducirla funcin de Juan a la de mero Precursor, esdecir, el anuncio de uno ms fuerte que yo, antequien no soy digno de postrarme para desatar lacorrea de sus sandalias (v. 7), La perplejidad y laincomodidad que reflejan los testimoniosevanglicos sobre el bautismo de Jess sonpatentes. Estos testimonios, y la tradicin cristianaen general, han devaluado el bautismo practicado

  • por Juan. Como anot Maurice Goguel, elbautismo de Juan -que no era un sacramentum enel sentido propio de este trmino- revesta untriple carcter: rito lustral de purificacincorporal; rito de agregacin por el que seconstitua una efectiva confraternidad de penitentesque esperan ansiosamente el reino mesinico y sepreparan para l; rito inicitico como el que,probablemente ya entonces, el judaismo aplicaba alos proslitos. Aunque el rasgo culminante era elinicitico condicionado al arrepentimiento, el queinteresa en este contexto es el referente a laasociacin mesinica. En Mt 3.1-12, se deseaalejar cualquier duda sobre el rango y la funcindel Bautista versus Jess: yo, cierto, os bautizoen agua con vistas a la penitencia []; l osbautizar en el Espritu Santo y en el fuego. Esteera aproximadamente el bautismo paulino, del quenada supo el Nazareno.

    A esta declaracin ya programtica sigue unabreve y pueril discusin sobre quin debe bautizara quin, que se zanja con el enigmtico convieneque cumplamos toda justicia. Uno se pregunta

  • cul. El tono dogmtico de este theologematraiciona su ahistoricidad. Como tengo queabreviar mucho, sealar escuetamente que en Mc11.27-33 aparece difanamente la coincidencia devocacin y de mensaje entre Juan y Jess, hasta elpunto de que un notable biblista creyente, como loes Gnther Bornkamm, no vacila en escribir quela decisin concerniente a Juan y su bautismo depenitencia, es tambin la decisin concerniente aJess y su misin. Pero, adems, tambinsabemos lo suficiente del paralelismo de suhistoria.

    En efecto, Herodes el Grande le asignaba unstatus no inferior al que luego asignarn susdiscpulos a Jess: Este es Juan el Bautista, queha resucitado de entre los muertos, y por esto obraen El el poder de hacer milagros (Mc 6.14).Aunque luego el evangelista trivializa el relato delasesinato de Juan, conocemos por Flavio Josefo laverdadera naturaleza de la cofrada del Bautista,quien no slo excitaba a los judos a practicar lavirtud, la justicia y la piedad, y a unirse en elbautismo, sino que tambin los enardeca y

  • exaltaba con su fogosa palabra: Herodes -nosinforma Josefo- tema que una tal facultad depersuadir suscitase una revuelta , pues la multitudpareca dispuesta a seguir en todo los consejos deeste hombre. Prefiri, pues, apoderarse de l,antes de que se produjese algn disturbiorelacionado con l, que tener que arrepentirse mstarde, si surga algn movimiento, de haberseexpuesto a peligros. A causa de estos recelos deHerodes, Juan fue enviado a Macheronte, lafortaleza de la cual hemos hablado anteriormente,y all fue asesinado (Antigedades Judas XVIII,5.2. Cursivas mas). No les recuerda la aventura yel final trgico del galileo de Nazaret? Amboshaban iniciado su carrera con idntica prdica:cumplido es el tiempo, y el Reino de Dios estcerca; arrepentios y creed en la Buena Nueva(evangelion) (Mc 1.15). Pero este mismo Marcosno se atreve a informar de la verdadera razn deeste asesinato, y prefiere convertirlo en desenlacede una historieta sentimental.

    La noticia que nos brinda Josefo dice mucho,pero tambin oculta mucho, en consonanca con los

  • demonios que tentaban a su oprimido pueblo: esdecir, el orculo mesinico. Ya haba advertidoGoguel que una simple doctrina moral, por muchoque enardezca a sus audiencias, no llega como tala inquietar a un tirano. Pero si una doctrina as seinserta en el marco de un mesianismo radical yescatolgico, con su indisociable postulado detransformacin poltica, social y econmica,entonces se convierte en un gravsimo peligro parala hegemona de quienes dominan y gobiernan. Talsucedi tambin con el Nazareno frente a laoligarqua juda y a los romanos. Los exgetasapologistas resbalan deliberadamente sobre lapalmara dimensin poltica del mesianismo, tantodel Bautista como del Nazareno. La teologizacindogmtica de Juan es patente en Mt 3.7-10, con locual la disociacin teolgica de algo indisociable-la naturaleza poltico-religiosa del Reino, quepuede entraar violencia fsica de f acto, pero queno la incluye conceptualmente - lanz a losbiblistas creyentes por la extraviada senda de lainterpretacin apoltica v conformista, que tienesu ms autorizada expresin en el captulo 13.1 -7

  • de la Epstola a los Romanos. Incluso Bornkamm,por citar un buen ejemplo, se pliega a esta pautaantihistrica y declara dogmticamente que Juantambin, como Jess, es el profeta del Reino quellega. El nada tiene en comn con los polticosrevolucionarios y con quienes pretenden ser elMesas. Alergia incurable a los hechos de lahistoria.

    Este largo, aunque obligadamenteesquemtico, anlisis del mesianista Juan nos ponede nuevo en pista para examinar la presuncin demesianidad detectable en Jess. Como vimos, enMe 8.29 el galileo pregunta a sus discpulos: Yvosotros, quin decs que soy yo? RespondiendoPedro, le dijo: T eres el Mesas. El Maestro nolo desmiente . Slo responde para introducir elartificio teolgico del secreto, en cuanto sigilosaoperacin sustitutoria evanglica de lamesianidad triunfante por la mesianidad sufriente-una nocin inaudita y novsima, incomprensiblepara los discpulos-. En los relatos sin pticosparece traslucirse un proceso de cristalizacin msbien tarda de la conciencia mesinica de Jess,

  • de la mesianidad tradicional y popular, pese aldeliberado propsito de estos relatos de poner enboca del Nazareno una confesin explcita en estesentido. La obsesin redaccional por acreditar unamesianidad in humilitate, eje del misteriocristiano, satura estos textos de incongruencias einverosimilitudes. Pero una regla heursticaincuestionable exige atribuir una alta probabilidadde autenticidad a dichos o hechos de Jess queestn en contradiccin con la decisin dogmticadefinida en el secreto mesinico, o que coincidancon el concepto judo tradicional y popular delMesas. Nadie asume artificialmente datos otestimonios que daen a sus propios intereses, a noser que exista una tradicin oral o escrita que seaimposible desconocer, en cuyo caso slo resta elinseguro expediente de reinterpretarlo oremodelarlo tergiversando su sentido genuino.Precisamente por ello, estimo que la mejor pruebade que existi histricamente un hombre conocidodespus como Jess de Nazaret o el Nazarenoradica en las insuperables dificultades que lostextos evanglicos afrontan para armonizar o

  • concordar las tradiciones sobre este personaje cone l mito de Cristo elaborado teolgicamente expost. Nadie se esforzara por resolver aporasderivadas de dos conceptos divergentes einconciliables del mismo referente existencial, sidichas aporas no surgieran ante testimonioshistricamente insoslayables. La imposibilidadconceptual de saltar de modo plausible del Jessde la historia a l Cristo de la fe constituye unaevidencia interna -por su virtualidad paradjica-de la altsima probabilidad de que haya existido unmesianista llamado Jess que anunci la inminenteinstauracin en Israel del Reino de Dios de laesperanza juda en el cumplimiento de laspromesas. Ninguna otra prueba alcanza una fuerzade conviccin comparable al espectculo de losdesesperados esfuerzos, a la postre totalmentefallidos para una mirada histrico-crtica, porcohonestar el Cristo mtico de la fe con lamemoria oralmente transmitida, aunque de manerafragmentaria, de un hebreo que vivi, predic y fueejecutado por un delito de laesa majestas en elsiglo I de nuestra era.

  • El deseo de apuntalar histricamente elnuevo mensaje soteriolgico -cuestin que an nole preocup a Pablo- oblig a los evangelistas ausar reiteradamente -casi siempre de modointermitente y elusivo- tradiciones muy antiguassobre actitudes y palabras del Nazareno. De esteprecioso material, que podramos calificar defurtivo, puede inferirse con estimable seguridadque Jess fue un agente mesinico que asumisustancialmente los rasgos bsicos de la tradicindavdica popular y de la escatologa de origenproftico, aderezadas en alguna ocasin conacentos apocalpticos. Su mensaje anunci lainminente llegada del reino mesinico sobre latierra de Israel transformada por una suerte depalingenesia, un reino en el que lo religioso y lopoltico aparecan fundidos -slo disociables conuna mentalidad occidental-, para entrar, en el cualel arrepentimiento y la reconversin espiritual(teshuvah, metanoia ) resultaba inaplazable y erarequisito indispensable para la intervencinsobrenatural de Dios. El verdadero tour de forcque signific remodelar este material y verterlo en

  • las categoras del misterio cristiano exigi una feciega y se desarroll more rabbinico, es decir,acudiendo a los argumenta e scrptura y a losvaticinio ex eventu , aislndolos de sus contextose integrndolos en una interpretacin tipolgica yalegrica exuberante e inverosmil.

    Bajo los esquemas teolgicos de Marcos y desus continuadores -quienes pudieron incorporar,sobre todo, los materiales de la fuente Q (Quelle)-, que operaron la transmutacin del Mesasesperado en un Mesas insospechado queentregaba su vida en funcin expiatoria yredentora, asoma ms o menos confusamente, peroinequvocamente , el Nazareno tal como lo habanpercibido sus discpulos en vida, y lo habanintuido tambin -segn nos indican algunos textos-los poderes satnicos y las audiencias palestinasque lo vieron y escucharon. Sobre el terreno bienroturado y abonado por la precoz interpretacin delas comunidades cristiano-helensticas paulinas oprepaulinas, fue Marcos el primero que asumi lossupuestos teolgicos de la cristologa queempezaba ya a ser la dominante en sus lneas

  • esenciales, encuadrndola histricamente en unanarracin de corte dogmtico: el Mesas habavenido a dar su vida como rescate (lutron) pormuchos (Mc 10.45), es decir, a expiar lospecados de los hombres; a preparar la instauracindel Reino; y a difundir los carismas de lasalvacin. Quienes no se integren en la Iglesia y nocomprendan el misterio de la Pascua quedandescartados para entrar en el Reino, que ahora, enel interim, iba a ser ya la Iglesia. El Evangelio deMarcos es incoativamente un texto eclesistico,que slo esperaba los desarrollos de los otros tresevangelios cannicos. Es un relato dogmtico que,aunque transido de emocin escatolgi-ca, mira yahacia el pasado.

    Mientras el Nazareno tena su vista clavadaen el futuro inminente de la venida del Reino, lasiglesias cristianas a las que pertenecen losredactores sinpticos dirigen su atencinpreferente hacia el suceso salvfico que ya tuvolugar, la muerte sacrificial de Jess; es decir,hacia algo pretrito y que es definitivo eirrepetible. Se haban invertido las perspectivas,

  • quedando abierto el camino hacia la nova religio .La figura tradicional del Mesas de Israel es

    a la que sin duda se refera Caifas cuando pregunta Jess: Eres t el Mesas, el hijo del Bendito?Jess le dijo: Yo soy (Mc 14.62).

    Respuesta inequvoca, como la de Pedro enMc 8.29, pero seguida ahora tambin de unaclusula teolgica formulada ex post por elevangelista para definir, con una extraa intencintitulstica, la cristologa eclesistica. Es decir,algo desconocido para el Nazareno, que habraquedado estupefacto ante la inversin dogmticade la idea mesinica, inversin que estableca unaradical anttesis entre los pensamientos de loshombres (la mesianidad prometida y esperada porel pueblo de Israel) y los pensamientos de Dios(la mesianidad misteriosa de la Iglesia, Mc 8.33).Puede afirmarse, sin el menor gnero de dudas,que si alguien de sus auditorios hubiera preguntadoespontneamente a Jess: Maestro, eres un serdivino, capaz, por consiguiente, de resucitardespus de muerto, para retornar al Cielo?, elNazareno habra rechazado con espanto e

  • indignacin esta presuncin sacrile ga y blasfemapara todo judo fiel al monotesmo estricto de sureligin, que ni siquiera permita pronunciar elnombre de Dios por labios de hombre. Eljudaismo de Jess inclua un concepto de Dioscomo Padre a la vez ntimo y trascendente,infinitamente amoroso e inalcanzablemente lejano.

    El concepto de Mesas, en aquellos das, noimplicaba como nota definitoria la violenciaarmada, aunque tampoco la exclua. Slo podaconcebirse, eso s, como el de un lder victoriosoque inaugurara personalmente el Reino de Dios enla tierra de Israel. Un pretendiente fracasado erarelegado a la condicin de goes -taumaturgo ocharlatn con pretensiones mesinicas-. Jesspromovi la urgencia del Reino mediante elarrepentimiento y la conversin espiritual,esperando que esta actitud de radical entregapersonal de los judos a su causa fuesedeterminante de la accin milagrosa de Dios parala inmediata instauracin del reino escatolgico-mesinico. Por ello, intent poner en marcha unmovimiento ideolgico revolucionario que

  • debera transformar la sociedad juda medianteuna tica escatolgica de radicales efectossociales y polticos. Jess no fue un guerrillero, niun terrorista zelota, aunque parece evidente quecomparti aspectos decisivos del zelotismoteolgico-poltico en su reivindicacin de lasoberana absoluta de Yahv en todos los planosde la vida individual y colectiva.

    No obstante, aparecen intermitentemente enlos relatos evanglicos hechos o indiciosinquietantes que apuntan a una violencia fsicaexplc ita o soterrada, con gran alarma de losobsesos por depurar el pensamiento y la conductade Jess de la menor mcula de uso de la fuerza -en primer lugar, de todos los escritoresneotestamentarios encargados de construir el mitodel Cristo universal y pacifista, y, seguidamente,de los creyentes de ayer y de hoy-. SamuelBrandon ha investigado sagazmente el conjunto detales hechos e indicios, provocando gran enfado enlos biblistas comme il faut. A vuela pluma,sealemos algunos. La llamada purificacin delTemplo (Mc 11.15-18 y par.) indica un talante y

  • unos hechos de innegable violencia fsica. JoelCarmichael, Hugh Schonfield y Hyam Maccoby,entre otros, nos han ofrecido sabrosos comentariosque muestran que estas vas de fuerza dirigidas porel Nazareno nada tienen que ver con la tpicainterpretacin pacifista de poner la otra mejilla.Adems, sus connotaciones polticas sonpalpables. La alusin a una insurreccin polticaen Jerusaln por los das en los que se apresa yprocesa a Jess provoca sospechas que no esposible ni eliminar ni tampoco sustanciar,sospechas que se asocian a la noticia de que un talBarrabs estuvo implicado (Mc 15.7 y par.). Eltemor a una revuelta del pueblo si se apresa aJess (Mc 14.2). El conato de violencia enGetseman (Mc 14.47 y par.). La pblica yreiterada acusacin de mesianismo (Mc 15.26,32). La crucifixin entre dos bandidos(insurrectos, sicarios, zelotas?). La denuncia deque Jess incitaba a la rebelin popular ycondenaba el pago del tributo al Emperador (Lc23.2, 14). La instruccin del Maestro de que cadadiscpulo se compre una espada (Lc 22.36). La

  • pregunta a l sobre si deban usar ya las armas:Seor, herimos con la espada?, pasandoinicialmente a vas de hecho (golpeando) (Lc22.49-50), segn nos informa tambin Mt 26.51:Uno de los que estaban con Jess extendi lamano, y sacando la espada, hiri a un siervo delPontfice, cortndole una oreja.

    Excelente ocasin para que el Jess irnicopueda ser presentado como escandalizado ante lapresencia de armas en accin: Vuelve tu espada asu lugar, pues quien toma la espada, a espadamorir. O crees que no puedo rogar a mi Padre,quien pondra a mi disposicin al punto ms dedoce legiones de ngeles? (vv. 52-53). Esteltimo versculo trasluce claramente que laviolencia no est excluida, en cuanto principio, delos designios de Dios, lo cual corrobora elNazareno con esta cualifcacin tan restrictivacomo gratuita:

    Cmo van a cumplirse las Escrituras, quedicen que ha de suceder as? (v. 55). Lascircunstancias del apresamiento de Jess por unacohorte romana (cuatrocientos hombres al menos)

  • al mando de un tribuno (Jn 18.3, 12). Habra queaadir que el Nazareno tuvo entre los Doce ahombres asociados de algn modo a la idea deviolencia: Simn el Zelota (Lc 6.15 y Hechos1.13); Judas Iscariote (Mc 3.19 y Mt 10.4), quebiblistas muy serios y creyentes consideran unzelota, al estimar que ho Iskarites es unacorrupcin morfolgica de ho sikarios, epteto conel que se identificaba a los zelotas, que hacan usode la sicca (espada corta) en sus actos terroristas;Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, apodadosBoanerges, epteto que sugiere una reputacin dehombres de talante propicio a recurrir a accionesviolentas; Pedro recibe en Mt 16.17 el epteto BarJona, que se traduce por forajido, proscrito,extremista , y que Martn Hengel seala que fueoriginalmente una designacin de los zelotas(aunque cree que en Mateo slo indica hijo deJuan).

    El historiador independiente se encuentra hoycon numerosos indicios que remiten a una historiatruncada y adulterada en la que sobrenadanalgunos elementos que apuntan a hechos

  • comprometedores pero que apenas podemosreconstruir. Brandon observ que en los dosdepsitos ms antiguos de la tradicin sin ptica -el relato de Marcos y el repertorio de dichos yhechos de Jess que figura en la Quelle (fuente)-no aparece ninguna condena de la violencia, queslo encontramos en los textos, ms tardos, de Mt26.52 y Lc 22.51, cuando la inversin ideolgicadel mensaje de Jess no suscitaba ya problemas yl a apologa ad Chrstianos romanos (Brandon)estaba bien consolidada. Sin embargo, incluso enambos versculos el rechazo de la violencia fsicaequivale ya, en el contexto de la pax romana, a unintento explcito de suprimir la desazonanteimpresin de conflicto frontal con el ordenestablecido y de ruido de espadas que an seescuchan en algunos pasajes evanglicos, pese a sumanifiesto arreglo.

    Pero incluso en Mt 26.54 la condenaaparentemente rotunda del v. 52 (porque todoslos que empuan la espada, por la espadaperecern) queda ostensible mente relativiza-dapor el mvil ya indicado: cmo se cumplirn las

  • Escrituras, que dicen que ha de suceder as?. Laviolencia frustrara el plan divino. No es lacondena incondicionada o absoluta de la fuerza(que las legiones anglicas podran emplear, deacuerdo con su cometido, al modo esenio), sinoms bien la afirmacin de la exigencia de que secumplan previsiones profticas (que noconocemos), aducidas para le gitimar ex eventu undesastre inesperado. En Lc 22.51 ni siquiera haycondena alguna de la violencia, sino una prudentedecisin. Jess cura prontamente la oreja delsiervo agredido, limitndose a interrumpir elconato de lucha, diciendo solamente; Dejadles,basta ya. La relacin de fuerzas, y lascircunstancias, hacan el momento totalmenteinoportuno para herir con la espada (v. 49). Delo que leemos en Jn 18.11 se desprende la mismaimpresin, no de una violencia condenada, sino deuna lucha imposible. El Nazareno quiso al menossalvar a los suyos: si, pues, me buscis a m,dejad ir a stos (v. 8). El protagonista era l: elcliz que me dio mi Padre, no he de beberlo? (v.11). Pero el hecho de que para prender a Jess se

  • hubiera enviado nada menos que una cohorteromana al mando de un tribuno (chiliarchos), msalgunos alguaciles de los sumos sacerdotes yfariseos (Jn 18.3,12), prueba que se presuma laresistencia de una banda armada. De lo contrario,habra que suponer que los romanos, tan avezadosen el gobierno y en el arte de la represin, eransuperlativamente inexpertos. Para detener a unsimple hombre desarmado no se enva la tropa.

    Mc 15.26, y paralelos, resultan, en cuanto alhecho indudablemente histrico, concluyentes paraestablecer la mesianidad de Jess en los trminosde su significado tradicional judo: el ttulo desu causa estaba escrito: el rey de los judos. Locual configuraba un delito de sedicin, castigadopor Roma con muerte en la cruz. La concienciamesinica del Nazareno debi de madurarlentamente, pero los escritores neotestamentarios,llevados de su creciente celo teolgico, fuerondesnaturalizando ese proceso y adelantando elmomento de la exaltacin sobrenatural de Jess.En Hechos 2.36 y 5.31, la cristologa postpascualse explica por la resurreccin y la ascensin a la

  • diestra de Dios. Marcos la retrotrae al bautismo.Mateo y Lucas la hacen remontar a la concepcinmilagrosa en el seno de una virgen. Juan la sitaen el origen mismo de la creacin. Pablo y susepgonos, aunque fuera de todo contexto histrico,afirman la encarnacin de un Mesas que es pornaturaleza igual a Dios (Fil 2.5-6) y preexistentedesde la eternidad (Rom 8.3; Gal 4.4; 1 Cor 8.6;Col 1.13 ss.), pese a lo que se declara en Rom 1.3-4.

    En este itinerario cristolgico, la novareligio salt desde la idea de un hombre (mortal)que se crey Mesas, a la de un ser divino enviadocomo Mesas en figura humana para rescatar a lahumanidad pagando con su sacrificio expiatorio ladeuda contrada por la culpa hereditaria de unaofensa hecha a Dios a causa de la desobedienciade la primera pareja en el Paraso.

    El delirio de la imaginacin teolgicaalcanzaba un cnit.

    3.2. Reino de Dios, utopa poltico-religiosaLa indisociable naturaleza espiritual y

  • material, religiosa y poltica, del reino mesinicoanunciado por el Nazareno ha sidosistemticamente desalojada por la exgesiseclesistica del Nuevo Testamento. Cuando estaidea asoma en los textos, estamos indudablementeen presencia de testimonios de fuerte presuncind e historicidad, pese a todas las tcnicas de laescuela de la historia de las formas y gnerosliterarios, y las de los exponentes del JessSeminar tan en boga en Amrica.

    Esta concepcin del Reino todava refleja -frente a la penetracin del dualismo helenizante enel judaismo intertestamentario- la antropologaeminentemente unitaria del Antiguo Testamento,en el que no caban antinomias entre lo de arriba ylo de abajo, entre lo celeste y lo terreno, entre loespiritual y lo material. El Reino escatolgico-mesinico sera un compendio de hartura materialy superacin de las desigualdades econmicas ysociales, y de hartura espiritual en lacontemplacin del imperio de Dios y en la fruicinde una paz cimentada en la armona entre lossentidos y la mente.

  • Sera el Reino de la solidaridad entre loshombres y dentro del hombre. Pero al mismotiempo, este orden utpico era el Reino de laliberacin de Israel del yugo pagano y la cesacindefinitiva de la condicin de pariah del puebloelegido. As se entenda por este pueblo la nocinde mesianidad. Para un maestro religioso comoJess -escribe Geza Vermes-, que se dirige, no auna minora esotrica, sino a Israel en general,apelar a un concepto tal como el Mesas, habrasido plenamente significativo y digno de atencinsolamente si su nocin de l corresponda, ensustancia al menos, a la de sus oyentes: en otrocaso, su uso de una terminologa mesinica habrasimplemente obstaculizado una concurrencia de lasmentes. En realidad, como seala Vermes, delexamen de la plegaria juda y de la interpretacinde la Biblia por el propio Jess parece que elnico gnero de Mesianismo que los auditorios deJess habran entendido, y el nico gnero quepodra haber posedo aplicabilidad en el mundo ycontexto de los Evangelios, es el del Rey MesasDavdico, La investigacin de M. Prez

  • Fernndez sobre las tradiciones mesinicas en eltargum palestinense (traducciones litrgicassinagogales de textos bblicos hebreos a la lenguaaramea), datables mayormente en los propios dasdel Nazareno, muestran que el Mesas tiene unrasgo primero y decisivo: que es rey, y rey de lacasa de Jud, y es libertador del pueblo,congregador de todos los cautivos de Israel y detodos los judos de la Dispora [], vengador deIsrael, juez mortal de sus enemigos. Se trata delos rasgos del ms tpico Mesas nacional. Hayque recordar aqu que los evangelistas se empean(ficticiamente) en establecer la genealogadavdica del Nazareno a fin de proclamar elsignificado tradicional y popular de su mensaje,pues l vena a realizar las expectativasmesinicas.

    Cules eran estas expectativas? A las queacabo de indicar relativas a la realeza davdica,deben aadirse las que los Sinpticos expresaninequvocamente, y que no quedan desvirtuadaspor la espiritualizacin con que intentanteolgicamente neutralizar mediante

  • cualifcaciones exigidas por el mito paulino deCristo. En Mc 10.28-31, las preocupaciones de losdiscpulos son evidentes: discuten sobre lasrecompensas en el futuro reino. Pedro entoncescomenz a decirle: pues nosotros hemos dejadotodas las cosas y te hemos seguido. RespondiJess: en verdad os digo que no hay nadie que,habiendo dejado casa, o hermanos, o hermanas, omadre, o padre, o hijos, o campos (agrous), poramor a m y del Evangelio, no reciba el cntuploahora en este tiempo (en t kair) en casas,hermanos, hermanas, madre e hijos y campos, conpersecuciones, y la vida eterna en el siglovenidero, y muchos sern los ltimos, y losltimos, los primeros. En Lc 18.28-30 se repitela misma idea, y en Mt 19.27-30 se le agrega quecuando el Hijo del hombre se siente sobre eltrono de su gloria, os sentaris tambin vosotrossobre doce tronos para juzgar a las doce tribus deIsrael.

    Como es patente, las expectativas genuinas sefiltran ya aqu a travs de las especulacionesapocalpticas en las que estaban inmersos los

  • evangelistas al servicio del misterio cristiano. LaIglesia haba optado por leer alegricamentedeclaraciones del Nazareno que desvelan concerteza el mundo ideolgico en que se inserta laaventura mesinica de Jess y sus seguidores.

    3.3. Inminencia del Reino y reconversinespiritual

    El carcter de inminencia de la futurainstauracin del Reino escatolgico-mesinico, yla urgencia de la reconversin de quienesaspiraban a entrar en sus recompensasconstituyen elementos genuinos del mensaje deJess. La tergiversacin eclesistica del mensajedesnaturaliza radicalmente las categoras judas depensamiento que regan la mente del Nazareno.

    Como dijera Alfred Loisy, se esperaba elReino, pero vino la Iglesia. La alquimia doctrinaldel Nuevo Testamento, y la paciente labor de susexgetas, han logrado imponer la nocinantihistrica de lo que C. H. Dodd ha designadoescatologa realizada, y W. G. Kmmel, algo msprudente, escatologa inaugurada. Ambos son as

  • protagonistas de una espectacular treta de esgrimacontra el florete del Johannes Weiss y AlbertSchweitzer, quienes pusieron en un brete la imageninstitucionalizada de Jess. Segn Dodd, el Reinode Dios ya comenz con el ministerio delNazareno en las tierras de Israel.

    Segn Kmmel, el Reino ya se inaugur conel paso de Jess sobre este mundo. As, las tesisde ambos coinciden en la afirmacin de que la erade la Iglesia es ya en s misma el Reino de lateofana en los corazones, lugar recndito dondeya se ha producido el trnsito del viejo en de laAntigua Alianza al nuevo en de la NuevaAlianza. La consumacin final de este trnsitotendr lugar en la parousa y en el juiciodefinitivo al trmino de los tiempos -anunciadostambin como inminentes pero que nunca llegan-,y mientras tanto las almas anticipan su destinofinal en el instante de la muerte del cuerpo, con locual hacen superflua la espera y redundante laescatologa eclesistica.

    Pero Jess fue el heraldo (keryx) del mensaje(krygma) de la inminencia del reino mesinico

  • por la mano de Dios, cuya irrupcin en la tierra deIsrael sera visible, sbita y triunfal slo encuestin de das. Por ello, ni fund Iglesiaalguna, ni instituy sacramento alguno. La fuerzade los numerosos textos autnticos que hansobrevivido pese a la manipulacin eclesisticason incontrovertibles en este sentido. Veamosalgunos.

    En Mc 1.15, Jess proclama que cumplidoes el tiempo, y el Reino de Dios est cercano[llega, de engiken]; arrepentios y creed en labuena nueva. En Mc 9.1, declara el Nazareno:en verdad os digo que hay algunos de los aqupresentes que no gustarn la muerte hasta que veanvenir en poder el Reino de Dios. No se trata delReino de ninguna Iglesia, ni de un reino en loscorazones, sino del Reino esperado, constituido enpoder. En Mt 4.17 se repite la inminencia del gransuceso. En Mc 11.9-10, la inminencia clamorosaqueda certificada en el grito hosanna!, benditoel Reino que viene de David, nuestro padre!.Refirindose al benvolo consejo de algunosfariseos de ser ms circunspectos, Jess exclama

  • que si sus seguidores callasen, gritaran laspiedras (Lc 19.39-40). En Mc 13.30-31 sereitera: En verdad os digo que no pasar estageneracin antes de que todas estas cosas sucedan.El cielo y la tierra pasarn, pero mis palabras nopasarn. Y los tres Sinpticos hacen coro paracitar el anuncio del banquete mesinico: enverdad os digo -sigue enfatizando Jess- que ya nobeber del fruto de la vid hasta aquel da en que lobeba en el Reino de Dios (Mc 14.25, Mt 26.29,Le 22.18).

    Como indica Lucas, este beber se refiere a lacomensaldad escatolgica con los suyos: y yodispongo del Reino en favor vuestro, como miPadre ha dispuesto de l en favor mo, para quecomis y bebis a mi mesa en mi reino, y ossentis sobre tronos como jueces de las docetribus de Israel (Lc 22.29-30).

    Sus palabras pasaron sin cumplimiento ,pero la inesperada Iglesia universal, ajena a Israel,se ha convertido desde entonces en unaomnipotente institucin al servicio del ordenestablecido y garanta moral del mismo.

  • La ansiedad ante la inminencia mesinica,dado el hecho incontestable de su demora, generadesde bastante temprano cautelas dirigidas amoderar la tensin y, a la vez, a alimentar lavigilancia: En cuanto a ese da o a esa hora,nadie la conoce, ni los ngeles del cielo, ni elHijo, sino slo el Padre.

    Estad alerta, velad, porque no sabis cundoser el tiempo, etc. (Mc 13,32-37). Estaadmonicin, puesta artificialmente en labios delNazareno, corresponde a la expectativa de laparousa post-pascual, cuando ya la trgicatribulacin personal de Jess haba dejado todocomo antes de su muerte.

    Pero el texto ofrece alto valor para invalidartodos los intentos apologticos de situar elcomienzo efectivo del Reino en un tiempoindefinido en los corazones, que no es visible, nipuede fecharse. Nadie conoce el da y lahora (v. 32), a no ser que Dodd o Kmmelhayan tenido el privilegio de conocerlos.

    Lo autntico y cierto es que el Nazarenoabrigaba la absoluta conviccin de que el Reino

  • estaba al llegar, a la mano , y que sera unimpresionante acontecimiento visible y datable,tangible y pblico. Por ello hay que estar alerta,no sea que, viniendo de repente, os encuentredormidos (v. 36). No es posible decirlo msclaro: estad despiertos, no vaya a ser que

    de repente venga sobre vosotros aquelda (Le 21.34).

    Pero no hubo caso, porque jams lleg.

    3.4. Radicalismo y tica escatolgica

    La novedad del mensaje de Jess no consisteen postular nuevas normas o adicionalespreceptos. En una investigacin reciente, HyamMaccoby ha despejado toda duda sobre suriguroso respeto a la Ley (Torah). En Mc 12.28-34, el Nazareno, en amigable dilogo con unescriba, formula los dos mandamientos bsicos deljudaismo: amar a Dios sobre todas las cosas, yamar al prjimo como a uno mismo. Ningunanovedad. En la aplicacin prctica de lospreceptos, Jess fue un observante de la Ley y un

  • judo leal. Su religin fue el Judaismo, y su fe sebasaba en la Biblia juda. No se le ocurripensarse a s mismo como una figura divina. Talcreencia habra sido, para l, una transgresindirecta del primero de los Diez Mandamientos. Elhecho de que Jess no abogase por ningunadesviacin de la religin juda est probado por laprctica de los seguidores que formaban la"Iglesia de Jerusaln" bajo el liderazgo deSantiago, Pedro y Juan. stos fueron todosadherentes piadosos al Judaismo, que observabanla circuncisin, el sbado, las leyes alimentarias,los festivales y ayunos, el culto sacrificial delTemplo, y las otras observancias del judaismofarisaico. Es evidente que nada de lo que Jess lesdeca les hizo pensar que estas observanciasfueran a quedar interrumpidas (Hyam Maccoby,Judaism in the first century, Londres, 1989, p.35). Estas vivencias de inminencia escatolgico-mesinica y de reconversin tica urgente que semanifiestan en el nimo del Nazareno no parecendiscutibles, a la vista del conjunto testimonial delos Evangelios. Sin embargo, un historiador y

  • biblista de tanto prestigio como Geza Vermes hadespotenciado el valor y el significado de eseconjunto testimonial y ha interpretado en trminosestrictamente eticistas e intimistas la esperanzaescatolgica de Jess. Vermes lo presenta como unjudo muy prximo al pietismo hasdico ytotalmente entregado a la idea del arrepentimientourgente (teshuvah) y de la fe y confianza ciega enDios (emunah) como condiciones de la inmediatainstauracin del Reino de Dios. Segn l, lainminencia escatolgica en el mensaje de Jess noapunta a una instauracin como suceso sbito en unmomento -an desconocido- del tiempo,pblicamente visible y constatable, sino como unamaduracin invisible que se opera en loscorazones, despojada de las connotacionesmesinicas de la religiosidad popular en aquellosdas. La cuestin, en la escatologa del NuevoTestamento -afirma-, consiste en el movimientoreal mismo de darse la vuelta, de entrar en elReino. Es en la entrega del yo a la voluntad deDios como su soberana es realizada en la tierra(G. Vermes, Jess and the world of Judaism,

  • Londres, 1983, p. 39); pero una realizacin cuyasede es la intimidad del sujeto en su vidacotidiana. As,

    el Reino, aunque an no enteramentepresente, no se concibe como una realidad futura.Su pronto establecimiento ha de realizarse ya porel familiar teshuvah. La accin del Reino sedelata ya en las curaciones y exorcismos-divinamente sostenidos- de Jess (The religinof Jess the Jew, Londres, 1993, pp. 139-140). ElNazareno queda as desposedo de tododramatismo.

    Esta tendencia, muy extendida, al reduccionsmo eticista , con categoras modernas por logeneral, ha alcanzado un punto extremo -queVermes, sin duda, no podra admitir- en el trabajode un grupo de biblistas anglosajones asociadosbajo la rbrica The Jess Seminar, a quienesmerece la pena dedicar una fugaz referencia. Ellibro de R. W. Funk y R. W. Hoover, FiveGospels, One Jess! What did Jess really say?(Sonoma, 1992), precedido por el de J. D.Crossan, The historical Jesus.

  • The life of a Mediterranean Jewish peasant(New York, 1991), y seguido por el de B. L.Mack, The lost Gospel: the book of Q

    and Christian origins (San Francisco, 1993),ofrecen el ncleo terico sustancial de estanovsima interpretacin de Jess, si bien susautores y sus epgonos no se pliegan a un modelocoincidente en todos sus detalles, sino abierto aimportantes matizaciones. Pero todos estos retratosdel Nazareno emergen de un mismo fondo comnde enfoque y metodologa, centrados en lareconstruccin estratificada y completa de lafamosa fuente Q (Quelle), a partir de losEvangelios Sinpticos, asociados al Evangelio deToms, texto gnstico, recuperado en su integridaden copio gracias al descubrimiento de una granbiblioteca de textos antiguos en Nag Hamadi, en elao 1945. Las investigaciones del Jess Seminar,en su empresa de rigurosa expurgacin de todotestimonio carente de autenticidad, slo acepta un18% aproximadamente de los dichos atribuidos aJess en los Evangelios; a este exigente escrutiniohay que aadir la cruel poda a que ha sometido los

  • textos de carcter narrativo de esos escritos. Elresultado global de esta extrema crtica de fuentescomporta la eliminacin inapelable en la aventuradel maestro de Nazaret de todo lo que se refiere almarco mesinico-escatolgico y apocalptico en elque los mencionados relatos insertan el ministerioy el magisterio de su hroe: las noticias sobre suorigen sobrenatural y humano, sobre suscuraciones, exorcismos y milagros, sobre supersecucin y su pasin, sobre su resurreccin,ascensin y prometido retorno en gloria, pasan aldepsito de fantasas y falsedades de la historiaheredada. Esta liquidacin al por mayor de lamercanca neotestamentaria no slo es legtima,sino que es tambin necesaria su difusin pblicapara contribuir a superar la ignorancia de la masade creyentes, inmersa en la fe en las supercherasde una tradicin religiosa ancestral inasumible enlo que se refiere a su veracidad. Lo grave einaceptable es la voluntad de los promotores delJess Seminar de exonerar al Nazareno de losingredientes mticos con los cuales l mismoforjaba su propia visin de los tiempos del

  • alumbramiento de la instauracin mesinico-escatolgica que anunci y promovi con toda lafuerza de su personalidad carismtica.

    Depurar la mente del visionario galileo deesos ingredientes mticos es una operacinhistoriogrficamente arbitraria y teolgic amenteengaosa. La desmitologizacin operada en su dapor R. Bultmann afectaba a la propia figura deJess, no slo, en numerosos contenidos de larepresentacin mitolgica del mundo en laPalestina del siglo I, a las primeras comunidadescristianas. Su mentalidad y sus representacionesreligiosas eran intensamente mticas e insertas enel contexto de la esperanza de Israel, inseparables,en todo el perodo intertestamentario, del contextomesinico-escatolgico, aunque an noadulteradas por la reinterpretacin paulina delsuplicio de Cristo. Buitmann exoner a Jess de laimaginera cristiano-helenstica de Pablo y de laIglesia subsiguiente, pero no del lastre mitolgicodel paradigmtico judo Jess de Nazaret en eltiempo de las tribulaciones mesinicas. Laalternativa hermenutica buitmanniana -la

  • interpretacin del keryma de Jess con categorasexistencialistas y luteranas- nada tiene que ver,como veremos enseguida, con la propuesta de losmiembros del Jess Seminar.

    John Dominique Crossan puede tomarse comoejemplo brillante y representativo de esta escuelaexegtica. El nivel ms antiguo de la Quelle,estudiado a partir sobre todo de la fecundainvestigacin de J. S. Kioppenborg, The formationof Q (Philadelphia, 1987), constituye la estructuraideolgica fundamental para desvelar laidiosincrasia de Jess como persona y la esenciade su mensaje, que Crossan define como unCinismo Judo, identificable por un aspectoexterior y una vestimenta, un modo de comer, devivir y de relacionarse que anunciaban sudesprecio de los honores y las vergenzas, delpatronaje y el clientelismo (ob. cit., p. 421). Erala protesta cnica contra el sistema social vigenteapoyado en normas convencionales protectoras delos intereses dominantes. El Jess histrico fueun cnico judo aldeano []. No fue un corredorde comercio (broker) ni un intermediario, sino,

  • algo paradjicamente, el anunciador de queninguno de ambos debe existir entre humanidad ydivinidad o entre la humanidad y s misma.Milagro y parbola, curacin y comida, erancalculadas para forzar a los individuos al contactoespiritual y fsico con Dios sin mediaciones, y alcontacto espiritual y fsico inmediato de unos conotros, Anunci, en otras palabras, el Reino deDios, sin mediacin y sin corretaje (brokerless)(pp. 421-422). Esta elptica semblanza se repitecon idnticas palabras por Crossan en su libro de1994, Jess. A revolutionary biography, p. 198).

    B. L. Mack reitera este sello de escuela alescribir que los agudos dichos de Jess en Qmuestran que sus seguidores lo vean como unsabio de corte cnico (ob. cit., trad. castellana,Barcelona, 1994, p. 125); y explica que, comobuen cnico, estaba ms interesado en la cuestinde la virtud (aret), o en cmo deba vivir unindividuo, dado el fracaso de los sistemas socialesy polticos para proporcionar lo que ellosllamaban una forma de vida natural (p. 128). Lalectura crtica de los Evangelios, descargados de

  • la teologa eclesistica, muestra que Jess, talcomo lo recuerda el pueblo de Jess, se parecams a un maestro cnico que a un Cristo-salvador oa un Mesas con un programa para reformar lasociedad y la religin judas del Segundo Templo(p. 253). El Jess del Seminar es el producto deun rabioso secularismo postmodernista que apenasresiste la ptina teolgica que exige, aunque seamnimamente, el gnero al que el Nazarenoirrevocablemente perteneci. Un Jess exento demitos.

    La seriedad y reverencia con las que Vermesse acerca a la personalidad de Jess impidenasociarlo, ni remotamente, al desenfadointerpretativo que manifiesta el Jess Seminar anteel visionario galileo. Sin embargo, uno y otrocomparten un elemento decisivo de sus respectivosretratos: el Nazareno nada tuvo que ver con lapreocupacin escatolgica-mesinica en que losumergen los Evangelios Sinpticos. Para Vermes,aunque no lo diga, admitir veleidades de ordenmesianista, adulterara el retrato del judo ntegroy cabal que eligi para Jess. Subray as con

  • energa, la ausencia total de inters de Jess enlas realidades polticas y econmicas de sutiempo.

    No fue un reformador social ni unrevolucionario nacionalista, pese a recientespretensiones de lo contrario (Jess and the worldof]udaism, ob. cit., p. 50). No es un fabuladorapocalptico, pues del mismo modo que,practicando y con ello sancionando los poderesdel exorcismo y la curacin, tendi a localizar eneste mundo la lucha del bien contra el mal, enlugar de situarla en la arena mtica extramundana,as tambin transforma en realidad los ingredientes"irreales" de la imaginera heredada del Reino(p. 36). Para l hubiera sido incomprensible uncredo centrado en la muerte y la resurreccin delMesas (p. 54), a la manera de Pablo de Tarso.Ahora bien, cuando se hace una valoracin globalde los documentos ms significativos sobre lafigura de Jess y la circunstancia histrica que letoc vivir, una conclusin parece clara yconvincente : el ncleo escatolgico-mesinicodel anuncio del Nazareno es histrico, forma

  • parte del legado mtico que l mismo hered yasumi; por el contrario, el mito paulino deCristo es, referido a Jess, una ficcin teolgicaque abri el camino para una nova religio, elcristianismo.

    Una lectura de los Evangelios en el contextode una informacin solvente del judaismodemuestra la exactitud de esta conclusin deMaccoby.

    Pero lo que resultaba una novedad era elradicalismo de la tica escatolgica que Jessimpuso a los destinatarios del Reino en lasvsperas de su instauracin. Lo peculiar de estatica no consista en un cdigo de reglasdestinadas a la convivencia en una sociedadduradera, sino en el acento de urgencia y deintegralidad con que tena que ejercerse el doblemandamiento de amor a Dios y al prjimo. Era laradical exigencia de una tica de entrega totalpara el tiempo brevsimo que precede a laeclosin inminente del Reino. En este captulo delkeryma de Jess es donde se manifiestan conmayor crudeza y rudeza las tergiversaciones que

  • la doctrina y la prctica eclesisticas haninflingido al mensaje del Nazareno. No se hacomprendido que solamente una tica no previstapara durar, no exigida con pretensiones devigencia en un mundo secular, poda reclamar sinla menor reserva la concentracin de todas laspotencias del corazn y de la mente en la idea deservicio y negacin de s en el ltimo minuto delltimo lapso de tiempo que resta para elagotamiento del en premesinico. No captar estaforma absoluta del mensaje tico del Jesshistrico lleva a condenarse a ignorar la notadiferencial de su empresa. Slo, y no ms quehasta cierto punto, la iglesia original de Jerusalnacogi por un corto espacio de tiempo lasexigencias de esta tica improrrogable, a juzgarpor el testimonio de Hechos 2.44-46, 4.32-37 y5.1-ll.

    L a parentica paulina (Gal 5.16-26, 1 Cor6.12-18, Rom 13.1-10, etc.) no tiene ya nada decomn con la forma y el sentido de la tica esca-tolgica predicada por Jess.

    El visionario de Galilea tena una fe ciega y

  • plena en que todo su anuncio se cumplira entiempo brevsimo por la mano de Dios con elarrepentimiento y la actitud de los hombres.

    Poniendo en la literalidad de cada palabra laseriedad y el dramatismo que quiso infundir ensus sentencias, dijo el Nazareno: Tened fe enDios. En verdad os digo que si alguno dijese a estamontaa: qutate y arrjate al mar, y no vacilare ensu corazn sino que creyere que lo dicho se ha dehacer, se le hara (Mc 11.22-24). Esta premisa detoda la tica de Jess es la de un visionario que secree posedo por Dios, e intermediario de unasublime utopa que para l es ms real que lossucesos cotidianos de un mundo que tiene las horascontadas. Por ello, su mensaje tico esincompromisorio, pleno, total, cuya obediencia noa d mi t e un ms o un menos segn lasconveniencias de cada da. La premisa de la feciega es, ella misma, la parte fundamental de estatica. Slo admite el todo o nada, y ahora mismo.La fe es mbatible y lo mueve todo. Precisamenteen su patria, l se admiraba de su incredulidad(Me 6.6), y as no pudo hacer all ningn

  • milagro (v. 5). Lo que revela los mecanismos dela creencia en milagros, tanto como el milagrode esta creencia.

    El decisivo elemento de urgencia yradicalidad est ya tempranamente expresado enMe 8.34-35: el que quiera venir en pos de m,niguese a s mismo, tome su cruz y sgame.

    Pues quien quiera salvar su vida, la perder,y quien pierda la vida por m y la buena nueva, sese salvar. Pero si se desgaja esta perentoriaexhortacin a dejarlo todo y seguirle, del marcoescatolgico en que debe insertarse como suhabitculo natural, entonces se trivializa sucontenido, como sucedi muy pronto segn crecala Iglesia. En Mc 10.17-27 est yainequvocamente presente la tica revolucionariaque caracteriza la predicacin del Nazareno de unReino futuro pero inminente que transformar latierra. Esta tica decreta la caducidad perentoriade toda sociedad estructurada en dominantes ydominados, en ricos y pobres. Pero hay queadvertir que la lgica del reino mesinico lleva,por su propio impulso utpico, a una superacin

  • de todo planteamiento en trminos de justiciasocial. De ah que los movimientos ideolgicosrevolucionarios desnaturalizan el carcterescatolgico y palengensico del Reino de Dios,tal como aparece en la mente de Jess, cuando loinvocan como precedente de la organizacinsocialista o comunista de la sociedad. Estapretensin tiene que invocar otros ttulos, pues elideal escatol gico-mesinico se inscribe en unmarco soteriolgico que desborda intrnsecamentetoda sociedad secular. Como ya he dicho, el Reinose postulaba como una entidad religioso-poltica,pero en este doble adjetivo quiere expresarse unafusin estricta de ambos planos, que no traduce laidea trivial de su mera agregacin. La historiajuda es una historia sagrada, inconciliable contodo anlisis que opere inicialmente con doscategoras conceptualmente independientes: loreligioso y lo poltico. Por consiguiente, losapologetas de la fe eclesistica deben renunciar alas simplificaciones espiritualizantes de un Jessceleste que repita sin cesar mi Reino no es deeste mundo. No hablemos ya de esa retrica

  • miscelnea llamada doctrina social de la Iglesia .El Jess histrico nada tiene que ver ni con losunos ni con los otros, porque se rega por lascategoras judas del mesianismo escatolgico.

    El Nazareno peda el cumplimiento radical ypleno de la ley mosaica. Pero aun si alguien diceque cumple todos los mandamientos, l leresponde que para salvarse, una sola cosa tefalta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres,y tendrs un tesoro en el cielo; luego ven ysgueme. Ante estas palabras se nubl susemblante y se fue triste, porque tena muchahacienda. Mirando en torno de s, dijo Jess a susdiscpulos: Cuan difcilmente entrarn los ricosen el Reino de Dios! Los discpulos quedaronespantados al or esta sentencia.

    Tomando entonces Jess de nuevo la palabra,les dijo: Hijos mos, cuan difcil es entrar en elReino de los cielos! Es ms fcil a un camellopasar por el ojo de una aguja que a un rico entraren el Reino de Dios (Mc 10.21-25). Para unintrprete que valore esta percopa en su sentidocontextual -es decir, en el marco escatolgico-

  • mesinico de las ideas visionarias del Nazareno-,esta exigencia era extrema pero coherente.

    Quien quiera entrar en el Reino debe hacersin la ms mnima demora dos cosas: entregartodos sus bienes a los pobres, y seguir en el acto,abandonndolo todo (familia, cargos, honores,compromisos, etc.) al Maestro. Maana ya es elReino, hoy es la prueba definitiva e inaplazableque se exige para entrar en l. Slo si el Reinorealmente llegaba y el vaticinio de Jess secumpla, la decisin adquira sentido y coherencia.En caso contrario, la tica escatolgicademostraba su inanidad y se hunda al mismotiempo que el orculo mesinico. La emergenciade la Iglesia acredita que sucedieron ambas cosas.

    Como ejemplar utopa , se trataba de unatica acsmica, no terrenal, en sus exigencias,pero proclamada para regir en un mundo realsostenido por Dios en una Jerusaln transformada.

    Sin embargo, en las vsperas, se trataba deuna tica agnica, de lucha contra los enemigospblicos de Dios. El amor fraternal al prjimoinclua a los enemigos privados (inimici), pero

  • tambin a los enemigos pblicos (hostes) en tantoen cuanto entrasen en una relacin personal oprivada en virtud de cualquier circunstancia. Esdecir, cuando el enemigo pblico en general seconvierte en mi prximo, debe extendrseletambin a l la regla del amor fraternal. Laparbola del samaritano ilustra difanamente elimperativo del amor al prjimo cuando ste entraen una relacin personal, inmediata, aunque sea unextranjero, un hereje o un pagano (Lc 10.30-37).Un prjimo.

    Los campos aparecan bien delimitados en elsuelo de Palestina. El Nazareno no slo imponauna tica de fraternidad para los aspirantes alReino, sino tambin, y con el mismo rigor, unatica de hostilidad y lucha ideolgica frente a losenemigos pblicos (hostes) del Dios de Israel.stos eran: de una parte, los poderes paganos quepervertan al pueblo judo o que explotaban susbienes y sus tierras; de otra parte, las clases ycolectivos palestinos que formaban la oligarquasocial y poltica: saduceos, alto sacerdocio,herodianos, algunos sectores de fariseos y

  • escribas, y de modo cua lificado los ocupantesromanos, que encontraban en esta oligarqua, enmayor o menor medida segn la coyuntura y loscasos, un poder colaborador vinculado al ordenestablecido por comunes intereses de dominacin,y opuesto a quienes intentasen alterarlos. Elprograma mesinico de Jess representaba ungrave riesgo. Aunque los Sinpticos, tanto porrazones teolgicas como polticas, oscurecen osuprimen toda formulacin explcita de estadimensin tica agnica, sus relatos estnsaturados de actitudes y de palabrasinmisericordes y atroces contra los enemigospblicos del reino escatolgico-mesinico, consus connotaciones subversivas del ordeneconmico, social y poltico reinante.

    En Mt 17.24-27, por ejemplo, apareceexplcitamente esta hostilidad a props ito delpago anual de la tasa (la didrachma) del Templo aque vena obligado todo varn judo. Losrecaudadores reprocharon a Pedro que elNazareno no paga las didrachmas (v. 24). Larespuesta de Jess al discpulo manifiesta, bajo su

  • irona, un despectivo desafo a la aristocraciasacerdotal (vv. 25-26). Como desenlace, secompone una historieta milagrosa que permite,para no escandalizar, pagar un tributo que elMaestro reputaba ilegtimo. Cuando escribe elevangelista, las comunidades cristianas estaban yacomprometidas en la concordia fiscal con elsistema de dominacin vigente.

    Jess se opona resueltamente a ladominacin romana. Es ste el punto mstenazmente disimulado o falseado por Pablo y losevangelistas. Los escritores eclesisticos habanperdido contacto con la empresa real y elpensamiento genuino del Nazareno, que secaracteriz por una hostilidad radical a lospaganos y apstatas, y a cuantos apareciesen comoconfabulados contra su ministerio pblico: los quel calificaba reiteradamente de raza de vboras.Los romanos presidan la simbiosis de losenemigos pblicos, como ha quedado impreso conletras de fuego en el drama principal de laaventura de Jess: su apresamiento, proceso yejecucin por el poder romano. No resulta posible

  • apoyar en el argumentum e silentio la ausencia deuna postura anti-romana de parte de Jess. Losevangelistas se ocuparon diligentemente desuprimir toda posible alusin a esta gravsimacuestin -especialmente despus de la catastrficaguerra juda-. Por el contrario, la ausencia de lamenor condena del zelotismo en los textosevanglicos -donde saduceos, fariseos,herodianos, etc. son ardorosamente atacados-configura un estimable argumentum e silentio afavor de una relativa afinidad de Jess con ciertasideas del nacionalismo de los zelotas.

    Por razones de espacio, me limitar a unrpido anlisis del episodio que los apologetasexhiben como prueba concluyente de la actitudneutral y pasiva de Jess hacia el poder romano:su postura respecto del pago del tributo alEmperador (Mc 12.13-17). Las premisasteolgicas que fundamentaban el total rechazo deeste tributo haban sido ampliamente difundidas enlos das de Jess con la ideologa religioso-poltica del zelotismo : los hombres y losciudadanos de Israel pertenecen a Yahv.

  • Cualquier tributo censal o de capitacin pagado alCsar era un acto de sumisin personal a otroSeor, y por consiguiente una traicin a Dios, unaapostasa de hecho. En el episodio compuesto, orecompuesto, por Marcos, la respuesta a lapregunta formulada pblicamente al Nazareno seproduce tcitamente por referencia -enconsecuencia, no toma la forma de un s o un no-,tomando pie en la efigie del Emperador sobre unacara de un denarius. El sentido de esta respuestaera obvio e inequvoco para todo el que conocieselas muy difundidas implicaciones teolgicas delasunto, ciertamente relevante en aquel perodocrtico del judaismo en Palestina. Pero este sentidodesaparecera para los gentiles, o los judos de ladispora, que ignorasen tales implicacionesteolgico-polticas. Los evangelistas tenan todo elinters en no explicarlas. La astucia de Marcos -obediente ya a la ideologa paulina de Rom 13.1-7, que siguen igualmente Mateos y Lucas- consistie n no consignar para sus lectores lasimplicaciones religiosas de la pregunta, queresultaban indispensables para captar el sentido

  • de la respuesta atribuida a Jess.Lo primero que hay que sealar es que la

    pregunta no es tal pregunta . En el sentidoriguroso del trmino, se pregunta para saber loque no se sabe; es decir, para informarse. Pero enesta ocasin, los interrogadores haban seguido yacosado a Jess desde los comienzos de supredicacin y conocan ya perfectamente laenseanza del Nazareno en este punto tanrelevante. Ahora slo se trataba de obtener de luna declaracin pblica y solemne en la capitalreligiosa y poltica de Israel por la que serechazase abiertamente el pago del tributo alSeor extranjero. La encerrona estaba bien urdida,pues la confabulacin contra Jess necesitaba serahora algo ms que un rumor o un magisteriovelado dicho en parbolas (Mc 12.12, 4.10-12,4.33-34). Se necesitaba

    un pronunciamiento pblico que permitierasustanciar una denuncia por sedicin. Pienso quefue el rechazo del tributo, tanto o ms que supretensin de mesianidad, lo que condujo a Jess ala cruz. Visto as, la percopa evanglica sobre

  • este asunto cobra un relieve insospechado. No setrataba realmente de definir slo un punto dedoctrina, sino de poner en manos del gobernadorromano una prueba indubitable de subversin.

    Para los evangelistas, exonerar a Jess, atoda costa, de este cargo resultaba determinantepara demostrar que su hroe no fue un Mesastradicional que promovi la instauracin divinadel Reino en la Nueva Jerusal n, sino el Diosencarnado que vino para expiar con su muerte elpecado de la humanidad. Al propio tiempo, larecentsima accin violenta en el Templo -existaya la tradicin de que el Mesas deba destruir elviejo Templo prostituido y sustituirlo por unonuevo e inmaculado- tambin haba colmado lapaciencia y el temor de la oligarqua sacerdotal,porque lleg todo esto a odos de los prncipesde los sacerdotes y de los escribas, y buscabancmo perderle; pero le teman, pues toda lamultitud estaba maravillada de su doctrina (Mc11.8). Los herodianos y los fariseos necesitabanahora, ellos tambin, sorprenderle en algunadeclaracin (Mc 12.13). Acercndosele, le

  • preguntan: es lcito el tributo al Csar, o no?Debemos pagar o no debemos pagar? (v. 14).

    En segundo lugar, obsrvese que no se lepregunta si hay obligacin de pagar el tributo ,sino si es lcito (exestin) pagar el tributo. En esteatributo verbal est inequvocamente implcita -para los advertidos- la cuestin teolgica. No sepregunta si es lcito a los romanos cobrar eltributo, sino si es lcito a los judos pagarlo. Mt22.17 y Lc 20.22 repiten literalmente la cuestinde la licitud; este tenor redaccional prueba que setrataba de una de las cuestiones ms candentes delda entre el pueblo judo, porque sealaba unafrontera entre quienes se conformaban con elestatuto de Israel como colonia de un Estadopagano y quienes se alineaban con elnacionalismo poltico-religioso de los judos.Jess estaba de este lado, como vamos a ver.

    La licitud de pagar o no el tributo entraabauna doble cuestin: una cuestin de obediencia alEmperador como soberano en terrenoconquistado, y una cuestin de fidelidad a Yahvcomo seor del pueblo elegido, que le deba una

  • lealtad ntegra derivada de las recprocasobligaciones de un pacto (berith). Como lapregunta no era tal sino una treta, una encerrona,una respuesta afirmativa en boca de Jessequivaldra a condonar un doble pecado: deidolatra y de apostasa . Conociendo muy bien laopinin del Nazareno, los interrogadores lo ponanen una situacin realmente difcil y comprometida.Si negaba la licitud del pago del tributo, este gravepronunciamiento pblico desencadenara unainmediata reaccin romana violenta que l nodeseaba provocar, pues todo indica que estabaconvencido de que el Reino slo poda imponersepor la mano milagrosa de Dios en el contexto deuna movilizacin ideolgica en la direccin delarrepentimiento y la obediencia a la Ley. Siadmita la licitud del pago, no slo arruinaba antesus seguidores la excelencia y crdito de su causa,sino que cancelaba ante su inquebrantableconciencia la empresa a la que se habaconsagrado enteramente por inspiracin de Dios.Jess, hombre de gran coraje personal e integridadmoral, pero tambin astuto como una serpiente,

  • improvis la estratagema del denarius con laefigie del Csar: De quin es esta imagen y estainscripcin?

    Ellos dijeron: del Csar. Jess replic: dadal Csar lo que [en el latn de la Vulgata, quae, lascosas que] es del Csar, y a Dios lo que es deDios. Y se admiraron de l (Mc 12.16-17).

    La efectista anfibologa se centra en lamoneda: como ostenta la efigie del Csar, puedetomarse a primera vista como una cosa quepertenece a l; pero el tributo no es la moneda,que es un simple medio de pago, sino el acto desumisin personal, que slo se le debe a Dios. Lasincdoque tuvo xito.

    Intrpretes eclesisticos del NuevoTestamento traducen literalmente apodte porrestituid o devolved -en lugar de dad-,creyendo afianzar as la exgesis heredada y atodas luces falseadora. Realmente, esta traduccin,adems de no alterar el significado de lo que estoyexplicando, enfatiza el juego de la sincdoqueastutamente compuesta para el caso, pues sesubraya el giro metonmico que busca desplazar la

  • cuestin de la licitud del pago del tributomediante la insercin de la deliberadamenteequvoca referencia a una moneda que, por llevarla efigie imperial y haber sido acuada en lascecas del Estado romano, podraconvencionalmente tomarse en sentido lato porcosa perteneciente al Csar, algo que haba querestituir. Se trataba de una respuesta que salvabaaparentemente las formas, pero que realmenterevelaba sin equvocos el fondo del pensamientode Jess: el sentido de su posicin no poda -estimaba l- escaprseles a quienes debanentender que no era lcito entregar al Csar loque era de Dios, a saber, la lealtad personal delpueblo de Israel. La sumisin fiscal en materiacensal solamente se le deba al Seor legtimo delos judos, porque el tributo per capita era elsmbolo cualificado de obediencia y fidelidad alnico soberano de Israel.

    Lucas perfila la maquinacin urdida contraJess: quedndose al acecho, enviaron espas,que se presentaron como varones justos, parasorprenderle en su doctrina, de manera que

  • pudieran entregarlo a la autor idad y poder delgobernador (Lc 20.20). Es decir, los altossacerdotes y escribas conocan exactamente laopinin denegatoria del Nazareno respecto delpago del tributo (actuaban simplemente parasorprenderle en su doctrina, v. 20). Necesitabanslo una declaracin indubitable a la luz del da.Fueron hacia l a tiro hecho a fin de quepudieran entregarlo a la autoridad y poder delgobernador. No haba curiosidad, sinoconspiracin. Pero la frtil astucia de Jessfrustr sutilmente la treta: no pudiendosorprenderle en sus palabras delante del pueblo,y maravillados de su respuesta, callaron (v. 26.Cursivas mas). La clusula delante del puebloque nos brinda Lucas vale mucho oro para conocerel verdadero mvil de todo el episodio: no setrataba de conocer su doctrina -que saban muybien que era denegatoria -, sino de que ladeclarase pblicamente, ante todos, comotestimonio de un acto de laesa majestas. Cmocientos de sesudos exgetas resbalan sobre unaevidencia tan luminosa? La ofuscacin de la fe

  • recibida nubla la vista de los mejores talentos.Una mente bien informada y sin prejuicios tieneque ver que Jess se pronunciaba en contra delpago del tributo, pero que eluda declararlopblicamente en aquellas circunstancias.

    En este contexto, la noticia que nos suministraLucas, segn la cual los miembros del Sanhedrnacusaron al Nazareno ante Pilato de que losorprendieron subvirtiendo a nuestro pueblo, yque prohibe pagar el tributo al Csar (Lc 23.1-2), parece concluyente. Adems de que Jess no ladesmiente ante el gobernador, la denuncia habraresultado incongruente y absurda si el Nazarenohubiera declarado pblicamente muy pocos dasantes, en presencia del pueblo, que es lcito pagarel tributo al Emperador. Los denunciantes sabanperfectamente lo que todos conocan: que Jessrechazaba la licitud del pago del tributo. Pero nose ci a lo que nos ha enseado la cate quesis:responder si o no como Cristo nos ensea. Sloun necio puede poner en tela de juicio que si sumagisterio fuera favorable al pago del tributo -como lo requera la imagen sinptica de un Mesas

  • celeste totalmente ajeno a las discordias polticas-, Jess habra replicado lacnicamente con unsimple y rotundo s. De este modo habralogrado de un solo golpe dos objetivos: chasquearpblicamente a sus hostigadores y granjearse labenevolente proteccin de las autoridadesromanas. Se podra argir, a la desesperada, quesi era desfavorable al pago del tributo, pudo haberrespondido no, y que no lo hizo. Pero estahiptesis no respeta la complejidad de la situacinque el propio evangelista escenificacuidadosamente para hacer pasar ante susdesinformados lectores como afirmativa unarespuesta de sentido negativo para los buenosentendedores -su squito y todos los judosconocedores de la tesis zelota, a la que se ajustabaen este asunto la posicin de Jess-. Este quisoexpresar la recta doctrina, pero, a la vez, burlar eldesignio criminal de sus interrogadores. Losproyectos del Nazareno no se acomodaban a esedesignio. Por ello, los discpulos y circunstantess e maravillaron (exethaumazon) de la habilidaddel Maestro (Mc 12.17). No era para menos. Pero

  • no porque l hubiera afirmado la licitud de pagarel tributo -lo cual pudo expresarse sin tan sutilcircunloquio-, sino justamente por lo contrario:por el hbil modo implcito y encubierto derechazarlo sin arriesgarse.

    La percopa de Mc 12.13-17 responde a lasconveniencias de zanjar toda duda sobre laautenticidad del Cristo eclesistico, un Mesasindiferente ante el destino de Israel y lastradiciones mesinicas. Por su vivo colorido y sufuerte valor simblico, el episodio del pago deltributo jug una funcin eminente en la inversinideolgica que represent el salto desde el Jessde la historia al Cristo de la fe. La evidentetradicin oral del rechazo por el Nazareno depagar el tributo al Csar impeda acreditar lateologa del mito de Cristo y obligaba a manipulartodo testimonio que fuera incompatible con la ideade un Mesas universal, pacifista y apoltico, y conla tranquilidad ciudadana de los cristianos en elsolar de un Imperio que acababa de aplastarmilitarmente, con gran coste de vidas y pertrechos,la ms sangrienta y dilatada insurreccin de una

  • colonia . Desde Pablo, la concordia fiscal con elImperio fue un punto definitivamente incorporadopor la doctrina (Rom 13.6-7). El episodio pudohaber sido inventado por el autor de Marcos o porsu fuente -lo mismo que pudo suceder con elsecreto mesinico-, o simplemente recompuesto ytergiversado a partir de un hecho real pero desentido contrario al que intenta hacer pasar elevangelista. En cualquier caso, sirvi eficazmentea los intereses teolgicos y polticos de lasiglesias cristianas. Pese a su maliciosatergiversacin de la mente del Nazareno, Mc12.13-17, y sus paralelos Mt 22.15-22 y Lc 20.19-26, y su precioso complemento Le 23.1-2, delataningenuamente un rasgo esencial de la ticaescatolgica de Jess en su vertiente agnica, lade la hostilidad a los enemigos pblicos delReino de Dios. La interpretacin irenista delMesas que acu Marcos encuentra undesmentido lapidario en la sentencia que recogeMt 10.34: No pensis que vine a poner paz(eirenn) sobre la tierra; no vine a poner paz, sinoespada (machairan).

  • Incluso una lectura metafrica no permitesuprimir la radical divisin (Lc 1251) que elNazareno traz entre los combatientes por lainstauracin del Reino y los enemigos pblicos. ElJ e s s inexistente de los Sinpticos quedtroquelado para siempre como un ser evanescentealejado de toda preocupacin terrena por el autordel Cuarto Evangelio:

    mi reino no es de este mundo (Jn 18.36).Pertrechada de Pablo y los evangelistas, la Iglesiapudo emprender la tarea de seducir a las clasesdirigentes del Imperio, y construir ms tarde sudogmtica de los dos poderes, cuando declin suabsoluta hegemona sobre la sociedad cristiana yhubo de renunciar de facto a su doctrina teocrticade la suprema potestas. El Nazareno ya no tenavoz para clamar desde el fondo de los tiempos.

    3.5 . Israel y la esperanza mesinica

    La naturaleza escatolgico-mesinica delReino en cuanto cumplimiento de las promesasdel Dios de Israel a su pueblo fiel define el

  • carcter histrico de la empresa de Jess, quenada tuvo que ver con la concepcin cristiano-gentil y paulina de la predicacin eclesistica atodas las naciones y a todas las criaturas antesde que advenga la paurousa gloriosa de Cristo yel juicio final sobre el mundo.

    Jess predic a su pueblo la inminencia delReino mesinico, emplazndolo a unareconversin radical desde el corazn paravivificar el significado de la Ley y su pleno ysincero cumplimiento. Sin alterar ni una tilde de laLey (Mt 5.17-18), peda la inmediata entregaexistencia l a Dios en humildad y obediencia. EnMc 13.1-30 -extraa pieza apocalptica escrita yadesde la fe post-pascual, pero que an conserva elacento escatolgico del Jess histrico-, cuando ellector debera pensar que se haba alcanzado ya elclimax de las tribulaciones que anuncian lainminente presencia de Cristo en poder y gloria,se introduce sbita y extemporneamente unaclusula de aplazamiento, en consonancia con losintereses de la Iglesia; antes [primeramente,protn habr de ser predicado el Evangelio a

  • todas las naciones (v. 10). La clusula se repiteen forma de instruccin en la seccin apcrifa delrelato de Marcos: Id por todo el mundo ypredicad el Evangelio a toda criatura (16.15),que reiteran Mt 28.19 y Le 24.47. Se supone que elS e o r resucitado confirma solemnemente losttulos de legitimacin de la Iglesia -como obradel Jess en vida (Mt 16.18-19)-, para la cual elPequeo Apocalipsis haba habilitado, rompiendoel relato, un tiempo indefinido para completar laredencin universal. Esta teologa eclesiolgicaha br a asombrado al Nazareno, porque susperspectivas, sus esperanzas y sus conviccionescorrespondan a otro universo mental. Vemoslo.

    En Mc 6.7 leemos: llamando as a los doce,comenz a enviarlos de dos en dos, dndolespoder sobre los espritus impuros, y les encargque no tomasen para el camino nada ms que unbastn, ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturn, yse calzasen con sandalias y no llevasen dostnicas Estas exhortaciones para un caminarpresuroso y ligersimo de impedimenta forman unaunidad coherente con la tica del interm, con las

  • normas para las vsperas del Reino. La mis in noadmite prrrogas ni dilaciones. Y agrega Marcos:dondequiera que entris en una casa, quedaos enella hasta que salgis de aquel lugar, y si un lugarno os recibe ni os escucha, al salir de all sacudidel polvo de vuestros pies en testimonio contraellos (6.10-11). Que la misin eraintencionalmente conclusiva queda corroboradopor la puntual rendicin de cuentas al mandante:volvieron los apstoles a reunirse con Jess y lecontaron cuanto haban hecho y enseado (Mc6.30). Se operaba sobre el terreno y con lapremura del instante final (eschaton).

    A quines deban dirigir su mensaje losdiscpulos? No ciertamente a toda nacin ycriatura, como se le hace decir al Cristoresucitado. Los tres Sinpticos son unnimes y nodejan lugar a dudas en esta cuestin capital: elNazareno vino a predicar la buena nueva (lainminencia del Reino) al pueblo de Israel comodestinatario eminente. Ninguna pirueta exegticapuede vaciar o neutralizar las palabras de Jess.Se aleja de Galilea, en una especie de anticlmax

  • de su perodo de predicacin, y se va a lasproximidades de Tiro en territorio gentil. Me 7.24-30 relata concisamente un episodio de valorincalculable porque establece, deliberadamente ysin equvocos, el sentido de su proyectoescatolgico-mesinico: entr en una casa, noqueriendo ser de nadie conocido; pero no le fueposible ocultarse, porque luego, oyendo hablar del, una mujer, cuya hijita tena un espritu impuro,entr y se prostern. Era gentil, siriofenicia denacin, y le rogaba que echase al demonio fuera desu hija. l le dijo: deja primero hartarse a loshijos, pues no est bien tomar el pan de los hijos yecharlo a los perrillos. Pero ella le contestdiciendo: s, Seor, pero los perrillos, debajo dela mesa, comen de las migajas de los hijos. El ledijo: por lo que has dicho, vete; el demonio hasalido de tu hija. El sentido de toda la percopaes difano: los perros (apodo de los gentiles en ellenguaje coloquial judo) no poseen ttulospropios como destinatarios del Reino anunciado.El exorcismo en favor de la nia cananea seejecuta como una concesin personal ante la

  • insistencia y la espontnea fe de su madre. Loshijos son los judos, a quienes hay que dejarhartarse antes de ceder las migajas de su pan a losgentiles, a los que se alude con un trmino relegatorio y despectivo: son los perros que debajode la mesa comen de las migajas de los hijos (v.28. Cursivas mas).

    Vale la pena subrayar algunos matices delparalelo de Marcos que se encuentra en Mt 15.21-28. Aqu, los apstoles manifiestan abiertamentesu impaciencia y malhumor ante la angustiadamujer gentil, y se acercan al Maestro pidindoleque la despid