porfirio diaz militar y politico

5/13/2018 Porfirio Diaz Militar y Politico - slidepdf.com

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Porfirio Díaz: militar y político

Jorge Esteban Mendoza Ortiz

Desde muy joven aprendí a obedecer como

soldado y ambicioné mandar como caudillo para

luchar hasta morir o liberar al pueblo; pero ya

desde entonces soñé con una paz firme y

completa, fundada en el perdón y en el olvido.

Por conquistar la paz hice la guerra. Fui a los

combates porque fue preciso; pero más que la

gloria y los laureles, amé siempre el trabajo y el

progreso. Mis ideales fueron todos de paz, de

libertad y de grandeza, para mi Madre Patria:

todo para ella.

Porfirio Díaz en el exilio

La historia oficial no sólo está hecha de forma que los personajes un tanto más

incisivos política, económica, cultural o socialmente sean vistos como grandes

héroes por las masas, que los hechos históricos sean clasificables por fechas, sus

significados y aportaciones históricas, y que incluso las batallas sean más

importantes que las guerras sólo porque fueron ganadas en el territorio del que

arma la historia oficial; sino que ésta historia está hecha como una historia

popular: una novela con una trama cerrada, con personajes que son

completamente buenos o completamente malos, con escenarios, vestuarios y

paisajes, y personajes fáciles de reconocer por sus grandes bigotes, pistolas y

charreteras. La historia oficial que trato es la Mexicana, que está adecuada para

ser enseñada desde la primaria, con el fin maniqueo y un tanto maquiavélico de

enseñar la historia a las mentes sin criterio como el evangelio mismo del

mexicano, para que cuando se tenga la edad suficiente de tener criterio, éste se

vea amedrentado por los prejuicios que se le han impuesto al mexicano desde

niño. No sólo eso: la historia oficial mexicana tiene la característica de estar ligadacon la educación moral del mexicano, moral que ha estado desde hace más de 4

siglos, armada en base a la moral católica. De ello se desprenden las evocaciones

morales que se hacen evidentes una y otra vez en la enseñanza evangelizadora

de la historia: personajes buenos y malos, que tenían buenas o malas intenciones,



o que tomaron decisiones que debieron o no haber tomado porque su pueblo se

veía afectado. Tenemos entonces a un Benito Juárez heroico, con sus leyes de

reforma, un cura Miguel Hidalgo que levantó un movimiento popular a nivel

“nacional”, enarbolando, en la educación primaria y secundaria, las banderas de

“libertad y justicia al pueblo”, y todavía en nivel bachillerato, llega el mismo Miguel,

enarbolando, ahora de manera madura, las banderas de “patria e identidad criolla”

y un Porfirio Díaz que militarizó “para mal” a México, sólo porque fue un dictador,

dejando de lado, claro, el proyecto económico de nación que don Porfirio tenía en

mente, proyecto por cierto, que no fue bien llevado a cabo.

Buenos y malos. Apreciaciones subjetiva. Sesgos de razonamiento.

No se debe olvidar que la entrada histórica de México en la cultura occidental, es

de cierta forma una vertiente de la historia española, y que todo lo español tiene la

médula uncida de catolicismo. Por lo tanto, todas las decisiones que en México se

deberían de tomar, tanto educativas, como políticas, económicas, culturales, etc.,

deberían ser vistos a través del catalejo retorcido de la moral católica. Lo que

debería dar otra perspectiva a éste pasaje de las memorias de Díaz como exiliado:

“Cuando en febrero de 1909 llegó a mis manos un ejemplar de La sucesión

presidencial en 1910 , acompañado de una carta de Madero, miré con tedio aquellibro, sus palabras y su pretendida acción política. Si bien en su carta alababa mis

logros económicos, se atrevió a criticar el sacrificio de la libertad política en aras

de la paz, el orden y el progreso. Apuntó que mi permanencia en el poder

amenazaba a las instituciones y la independencia. Este señor se valió de mis

declaraciones hechas a James Creelman; utilizó mis palabras para acrecentar su

prestigio. ¡Estúpido de mí que con mis errores fui contribuyendo a su causa!”1.

Francisco Madero, como un hombre hecho y derecho con aspiraciones políticas,

entiende en ése 1909, que la opinión pública terminaría por derrocar el régimen de

Porfirio Díaz. Así fue.

1ROSAS,Alejandro;etal.“Lasdoscarasdelahistoria.Revoluciónmexicana:eltiempodelcaos”.México.

Septiembre,2010.Grijalbo.Págs.58–59.



Para los fines que busca éste ensayo nos hacemos valer de la división histórica

necesaria del porfiriato por ámbitos o tópicos: preámbulo, pacificación, progreso

económico, poder y política, campesinado y obraje, caída y conclusión. Lo que

busca éste texto es enunciar la estrategia política del susodicho dictador en los 34

años de duración de su gobierno, sus aciertos y desatinos y el desarrollo histórico

que conllevó su mandato; siempre tomando en cuenta el punto medio entre

realidad y ficción, inexistente en la historia oficial, porque como dice Alejandro

Rosas: las narraciones netamente históricas “parten de una visión compartida

donde no existen héroes ni villanos, lo que impera es la naturaleza humana con

sus claroscuros”. Por lo tanto, tiene que siempre estar muy presente la realidad

contextual del momento del que se habla, donde la moral, los hechos, y la opinión

pública son un punto de partida para entender por qué.

Preámbulo.

La historia del S. XIX mexicano no es difícil de entender si partimos de una

premisa: no existía en ése tiempo ni en su minoría una sociedad constituida por

las estructuras socioeconómicas ni sociopolíticas esperadas. Partiendo de eso es

fácil entender lo demás: México no era un país constituido como un organismo

funcional. De otro modo, la abolición de la esclavitud impuesta por Hidalgo en sumomento hubiera surtido el efecto deseado: erradicar todas las prácticas

esclavistas en México. Si las legislaciones en México decimonónico no

funcionaron fue porque nunca dejaron de ser teorías sin posibilidad de realización,

sin un poder judicial que existiera en realidad. Encontramos así, ejemplos como el

siguiente: En los primeros 40 años de México independiente (1821-61) se tuvieron

58 gobiernos, de los cuales 56 no llegaron a su fin legal. La batalla por el poder se

había vuelto la dinámica de la política oficial, marcada por la personalización y la

mafia interna: la viva imagen de la historia popular actual, que prefigura las

instituciones políticas como mafias marcadas por el nepotismo y el estado que no

funciona sino como ejecutor del poderoso actual.

En México había bandolerismo, incomunicación entre las poblaciones, -razón por

la que se perdió en la guerra de 1848 contra los Estados Unidos más o menos la



mitad del territorio nacional-. Con un país asediado por innumerables crisis, sin

una clase media que promocionara las ideas de democracia. La clase promedio

empobrecida por las numerosas guerrillas y el desorden económico interno; con

prácticas neo-feudales vigentes, sin un proyecto ni perspectivas propias de país y

la administración marcada por la imperiosa necesidad de tener que europeizar los

conceptos.

La sociedad no tenía contacto político sino porque las decisiones que eran

tomadas eran a medias de conocimiento popular, con un problema de

desinformación y censura casi absoluto. Las personas conocían las reformas de

arriba pero se ignoraba la responsabilidad de la base. En éste estado México

había conseguido su independencia a principios de siglo, pero la independencia

no era más que situación de política internacional, sin que el país lograra

deslindarse de su realidad inmediata de estado anárquico.

Otras cuestiones de política internacional eran igualmente preocupantes: México

había adquirido en la época de la post-independencia deudas de proporciones

estratosféricas con otros países que lo habían apoyado para completar su

movimiento independentista. El plan de regeneración social que se tenía pensado

en ése momento contemplaba ocupar capitales extranjeros e invertirlos en

infraestructura de comunicaciones, transportes y urbanización, así como las

mejoras en la administración a nivel general, que para entonces era inexistente.

México también había ganado una reputación non grata ante el mundo, que había

cultivado a pulso, maltratando a la clase obrera y dando muestras siempre

mayores de corrupción y poca eficacia política, dando como resultado que las

potencias extranjeras no encontraran redituable invertir en territorio mexicano.

Ése fue el panorama que encontró Porfirio Díaz.

Pacificación.

Díaz sabía que México no gozaba de buena reputación en el extranjero por la

mala política, el ámbito de seguridad nacional, las constantes guerras y las

increíbles deudas que tenía con países foráneos; pero conocía también la



dinámica económica-social del mundo, por lo que decidió que se tenía atraer

capitales extranjeros, pero esto no iba a lograrse más que en un país pacífico, así

que éste sería el primer objetivo del gobierno de Díaz: “pacificación”, lo que deja

en claro a qué se referían el cabildo de Díaz y Díaz mismo al explicitar como

consigna gubernamental por más de tres décadas “orden y progreso”.

El gobierno de Díaz inicia legalmente en 1877, con la victoria en las elecciones de

aquel año, convocadas por el Gral. Juan N. Méndez, esbirro de Díaz, quien ocupó

la presidencia de la república durante dos meses con el único fin de ceder el

gobierno a su precedente bigotudo.

Para efectos de legalidad en la dictadura Porfirista, frente a un país que acababa

de salir de la dictadura Juarista, quien había sido derrotado por la campaña deDíaz por el “sufragio efectivo, no reelección”; Díaz hace acopio de inteligentes

estrategias en el campo de derecho: hace la reforma constitucional que niega la

reelección inmediata en un principio, y posteriormente, en 1893, vuelve a reformar

la constitución del 54 para ahora permitirse la reelección, hecho que le concedió

tener el control sobre la administración de las elecciones de sus 34 años de

mandato. No sólo eso, sino que Díaz contaba también con una reputación brillante

como militar, hecho que le permitió tener la mejor de las dictaduras; también,

durante su mandato disminuyó los efectivos del ejército y profesionalizó a los

restantes, creó, cuando José Yves Limantour fue el responsable de hacienda, los

astilleros y recursos infraestructurales necesarios para fundar la Marina Mercante;

además de propiciar los años de oro del Heroico Colegio Militar, quien dejó sus

instalaciones en el Arzobispado de Tacubaya, y las pasó a Chapultepec; creó

además, en apoyo al medio castrense al que el Presidente Díaz debía tanto su

vida profesional como política, las escuelas Naval militar, Militar de Aspirantes y

Militar de Esgrima. Todo el apoyo que Díaz otorgara al ámbito militar sería parte

de una estrategia política muy bien estructurada, pues existe una gran diferencia

entre las dictaduras anteriores a las de Díaz y la que éste último asumió: No había

apoyo militar a Juárez ni a Lerdo de Tejada. Porfirio Díaz otorgó apoyo a toda la



extensión de la milicia, lo que fue el engrasado que hizo falta en el engranaje de

las anteriores dictaduras.

Porfirio Díaz, una vez poseso de su célebre silla presidencial, emprende

rápidamente las acciones necesarias para la pacificación de su país, hecho atodas luces justificado, que además contaba con la respetabilidad de la clase

empobrecida que rogaba por tener paz en su país, aquella que se esperaba

obtener por medios no militares; por ésa razón es que la característica de pantalla

gubernativa de Díaz consistió en la instauración de una república centralista, cual

fue anunciada por todos los medios como federal, obedeciendo el deseo de su

pueblo. También hay que recordar que aunque la opinión pública de aquel

momento agraviaba cruelmente el que Porfirio Díaz fuera un militar consumado, el

hecho de que él fuera quien soterrara a Lerdo de Tejada le ganó cierto

reconocimiento entre un pequeño sector de la población.

Existe una frase que señala de forma muy certera la manera en que Díaz se

opuso a indios desobedientes, como los apaches y los yaquis; los sublevados del

campo, aunque eso cobrara numerosas vidas; los generales sediciosos, contrarios

al régimen porfirista; así como a cualquier enemigo ideológico: “Díaz se puso en

plan de filósofo militar y dijo: ‘Vale más prevenir un desorden y cortar cualquier

asonada que combatirla después que ha estallado’”2. Ésta última frase señala

cómo Díaz quería cortar, de raíz, cualquier intento de sublevación, utilizando para

tal menester los elementos de la ley contra plagiarios y ladrones, la famosísima ley

fuga y el sistema “mátenlos en caliente”. Así Díaz consiguió una supuesta paz,

forzada, pero suficiente para ser vista por los países extranjeros como los reglazos

en las manos que necesitaba México.

Progreso económico.

Una vez conseguida la paz requerida para que los países del mapa reconocieran

el gobierno de Díaz, éste se preocupó en invertir en la tecnología necesaria para

que México se pusiera al día con la economía mundial, que en ése momento se

2TURNER,JohnKenneth.“MéxicoBárbaro”.México.1965.CostaAmic.



veía influida por la segunda revolución industrial, razón por la que los campos

como la siderurgia, y la industria textil fueran en ése momento de prioridad

nacional, así como las comunicaciones.

Ya que todo el capital requerido para esto no podía venir de los fondos de latesorería nacional, se entiende que una gran preocupación en el gobierno de Díaz

fuera abrir el mercado internacional. José Yves Limantour es un importante

personaje, encargado de hacienda, en éste contexto.

Tras la crisis de 1892, Yves Limantour se ocupó de sanear las finanzas a nivel

general, mejorar el crédito y organizar el sistema bancario, que no sería invalidado

sino hasta 1940, con el presidente Cárdenas. Para lograr eso, Yves Limantour,

que tenía gran afecto por la cultura y las costumbres europeas, hizo algunas jugadas que no serían, a posteriori , beneficiosas con las finanzas internas.

Permitió la suprema apertura nacional del extranjero, caracterizándose su

administración por la creación y la inclusión extranjera de grandes compañías

enajenadoras de los terrenos baldíos y latifundios. En el 93, por ejemplo, crea

leyes que permiten la grande explotación minera por parte de compañías de Gran

Bretaña y los Estados Unidos.

El 13 de mayo de 1891, se promulga una ley expedida por el congreso por la cual

los quehaceres públicos del poder ejecutivo se distribuyen en 7 secretarías de

estado, entre las que figuraba, por primera vez, la de comunicaciones y obras

públicas, por muchos autores llamado “Ministerio de…”. Ésta secretaría

conservaría su estructura inicial hasta después del proceso revolucionario.

Desde 1878 ya se habían hecho las modificaciones necesarias para que un gran

flujo de industria extranjera entrara en tropel a territorio Mexicano, gracias a la

exención de impuestos, tasas de ganancia garantizadas y demás reformas fiscales

benéficas para los inversionistas.

Con las grandes propiedades, la agricultura sufrió un cambio radical, siendo

prioridad actual la exportación de productos, hilo que Díaz no debió mover de

aquella forma.



La desmedida libertad de apoderamiento extranjero del mercado interno tuvo

consecuencias catastróficas al gobierno de Díaz -si se pueden recordar las

razones del sublevamiento zapatista…-. Si bien es cierto que la creación de vías

férreas, telégrafos, puertos, la triplicación de las exportaciones y la sextuplicación

de las importaciones fueron puntos buenos para el gobierno de Díaz, es cierto que

la industria, en un nivel alarmante casi general, y la minería, eran de propiedad

extranjera; también un quinto de la agricultura pertenecía al extranjero, en un

principio, y luego fue aumentando el valor de la fracción.

Todo lo bueno del gobierno de Díaz no tenía cabida ante 14 millones de

mexicanos pobres, frente a unos cuantos oriundos y extranjeros que gozaban de

las posibilidades de inversión necesarias. Díaz había invertido de forma que el

extranjero se beneficiara del país, pero nunca supo mantener: a) ni al pueblo

pobre, contento, ni b) el capital extranjero, dentro del país.

La política bilateral que se planteaba era sólo beneficiosa para los extranjeros que

vinieron a modernizar el país, pero eso nunca se tradujo en que la población

hubiera dado pasos agigantados en el escalafón socioeconómico, aunque el

gobierno de Díaz también se hubiera preocupado por el problema grave de

ineducación, y aunque el porfiriato haya sido una época de fecundidad artística

increíble.

Poder y política.

Francisco Bulnes alguna vez escribió que:“Existía una convicción universal de que

mientras el general Díaz disfrutase del apoyo ultraamistoso que le había

concedido Estados Unidos, nada debía temer a las revoluciones. La diplomacia

mexicana debió dedicarse a mantener intactas tan valiosas simpatías, básicas

para nuestra orden social”.

Porfirio Díaz hizo valer su gobierno con una mano de acero omnipresente, en

conjunto del siempre mencionado ejército marcial que le sirvió, de entre otras

numerosas tareas de represión, para la opresión de batallas, por medio de la

constante leva de jóvenes a las cada vez más enaltecidas líneas militares.



La fuerza de acción del ejército porfirista incluía 3000 efectivos asalariados de la

policía montada, y un número mayor de miembros en las policías regular y

secreta, ésta última recientemente inaugurada.

Porfirio Díaz, tuvo un control especial sobre los reos en su momento, y no por especial me refiero a agradable, sino que logró una técnica con la que el noventa

por ciento de los presos no sobrevivieran al cabo de 3 años. Era simple, si no se

estaba en las cárceles en condiciones deplorables e insalubres, se lo enviaba a

uno como preso, a las plantaciones de Quintana Roo, Yucatán, Morelos y

Veracruz para continuar con la próspera producción de henequén, caña de azúcar

y algodón; o a las guerras todavía constantes contra los mayas.

Díaz también centralizó su poder bajo el lema “poca política, muchaadministración”, es decir que él nombró a los jefes regionales y caciques, dejando

desprovistos de poder alguno a los gobernadores y a las autoridades locales. Si

cacique o funcionario alguno llegaba a ser incómodo, era erradicado. Se habla de

una política de pan y palo: los afines al gobierno eran investidos de poder y

riqueza, mientras que cualquier detractor del poder era pasado por el sistema

“mátenlos, luego hagan las averiguaciones”.

Se reeligió varias veces, y ésta fórmula funcionó por largo tiempo, ya que las

personas se daban cuenta del importante auge económico que el que Díaz

estuviera en el gobierno, suscitaba. Pero con el tiempo los defectos de las

expectativas económicas empeoraron. Cada vez las personas se dieron más

cuenta que las crisis de campesinos y obreros no tendrían voz en las políticas

extranjeras que el Presidente Díaz obedecía. Tal vez otro problema que terminó

por derrocar a Díaz fue que él ocupaba cada vena y arteria del complejo sistema

político nacional, de forma que nadie podía ingresar en la política local ni degobierno general.

Éste inexorable gobierno, marcado por el positivismo y la tecnocracia, que Díaz

había cultivado, había crecido de forma que hasta los frutos más bajos se



encontraban inalcanzables para las clases empobrecidas y oprimidas que llenaban

los libros de registro civil.

Campesinado y obraje.

Mientras Díaz había dado pie a que las grandes compañías extranjeras

introdujeran maquinarias de última generación a la industria nacional, la situación

de la que se percataron los campesinos y obreros no fue de mejora, sino de todo

lo contrario: ahora aumentaba el repertorio de males del trabajador promedio. Los

ejidos, las tierras que habían pertenecido a la comunidad, pasaron a ser de

pertenencia extranjera, y como los campesinos no tenían forma de invertir en sus

tierras, tuvieron que trabajar en las tierras comunales, en condiciones de peonaje,

con turnos de 12 horas, sin días de descanso, con un sistema hereditario de

deudas; en condiciones de insalubridad increíble y siempre a expensas de la

grave falta total de atención médica.

Para los obreros no campesinos las cosas no eran mejores: los salarios con los

que los contaban eran bajos, no se tenía ningún tipo de representación del

gobierno, el que generalmente adoptaba, en situaciones en que se tuviera que

arreglar, aquí o allí algo, la postura del patrón, quien mantenía asalariados a sus

trabajadores y sometidos con las tiendas de raya, famosas también entre los

trabajadores del campo. Si bien el gobierno no negaba el derecho de las

asociaciones mutualistas, éstas no surtían el efecto que se deseara. Los

trabajadores, como todos, sufrían de represiones laborales, consistentes en hacer

oídos sordos a las súplicas de condiciones de trabajo que se pedían, resolviendo a

latigazos los asuntos, castigando incluso la sola petición de un aumento de sueldo.

La situación real del campesinado y obraje, que constituía más del 90% de la

población total, había sobrepasado los límites de visión del viejo y reacio Don

Porfirio Díaz. Él nunca pensó que las acciones que tomaran las compañías

extranjeras llegaran al límite al que llegaron, que marcaron las pautas históricas ya

muy famosas, con las rebeliones de 1906, de la fábrica textil de Río Blanco y la

llevada a cabo en The Cananea Compilated Copper Company, en la que por



primera vez se usó la represión por medio de las armas de elementos federales, lo

que fue el primer paso del fin del régimen de Díaz.

Caída.

Aquí tocaré un punto que he defendido en muchas ocasiones, sobre lo que de

verdad quiso decir Porfirio Díaz en su muy citada entrevista con James Creelman,

de la que es de conocimiento popular la declaración de Díaz que dictaba que

México ya estaba preparado para tener unas elecciones democráticas.

No es verdad, y para averiguarlo sólo basta con revisar lo que en verdad dijo Díaz

en la dichosa entrevista con Creelman de 1908. Y cito: "Tengo firme resolución de

separarme del poder al expirar mi período, cuando cumpla ochenta años de edad,

sin tener en cuenta lo que mis amigos y sostenedores opinen, y no volveré a

ejercer la presidencia." Además agregó el pasaje tantas veces citado

apócrifamente: "Si en la República llegase a surgir un partido de oposición, le

miraría yo como una bendición y no como un mal, y si ese partido desarrollara

poder, no para explotar, sino para dirigir, yo le acogería, le apoyaría, le

aconsejaría y me consagraría a la inauguración feliz de un gobierno

completamente democrático."

Ésta entrevista fue la ruina de la imagen pública de Porfirio Díaz, no por el hecho

mismo de lo que dijo, en todo caso, sino por el tratamiento que se dio a la

información después de ser declarada.

En la entrevista Porfirio Díaz dice a Creelman que se retirará obediente de su

mandato al haber cumplido 80 años, en las elecciones de 1910. Esto es un punto

en contra al mandato de Díaz ya que es una promesa muy esperada por la

población en general, la que ya se preparaba para tener unas eleccionesdemocráticas propias; y el general Díaz no cumple con su promesa al reelegirse

en 1910. Por otro lado, Díaz también afirma que él se consagraría al cuidado y

apoyo de un grupo de oposición, siempre y cuando éste viera por las condiciones

del pueblo. Eso fue una decisión muy inteligente que nuestro buen Díaz no supo

explotar. ¿Por qué? Es sencillo: Díaz, dejando de lado que fue un político que



atrasó muchas decisiones a las que debió haber dado prontitud de respuesta,

sabía que tenía al pueblo en su contra, que lo temía en lugar de amarlo, como en

su momento ocurrió. Con esto en mente, Díaz necesitaba una manera de aliarse a

su pueblo, y la única forma viable de ello era aliarse con el grupo que fuera

aceptado por el pueblo, grupo que nunca permitió la alianza con el gobierno

porfirista, sino que inició una campaña de derrocamiento, tomando como base las

pésimas condiciones de los obreros, a las que Díaz jamás prestó atención.

Entró, además, en circulación un libro del bien acomodado Francisco Ignacio

Madero, que se convirtió en el destino manifiesto de la insurrección naciente en

México. Era la ruina de Díaz.

Conclusión.

El gobierno de Porfirio Díaz tuvo un inicio sin duda próspero y bien administrado,

orillando intensivamente al país a su modernización, y manteniendo al pueblo a la

expectativa de mejoras socioeconómicas para ellos. El gran problema fue que

Díaz nunca supo propiciarlas. La política bilateral de apoyo al extranjero tuvo tal

influencia en todos los sectores de la gobernación que quedaron expuestos los

frentes de la sociedad con más injerencia social por su acentuado peso

demográfico.

Díaz tampoco supo dar el paulatino paso de la capacitación de México para su

autarquía, ocupando cada célula del cerebro gubernamental y siendo

omnipresente, sin dejar, por lo menos, a un sucesor, o a un cabildo de discípulos

que gobernaran de forma planificada a México. ¡Qué mal acostumbrado estaba a

la zalamería! Ciego y viejo, Don Porfirio no pudo aprender el truco nuevo de

modernizar al país y no sólo al territorio.

Porfirio Díaz murió, sintiéndose traicionado por su pueblo, que no pudo ver el bien

que le hacía; y su pueblo vio morir a Díaz, el traidor que nunca se percató de lo

desmejorado que lo traía.



Fuentes consultadas

ê Rosas,Alejandro;etal,“Lasdoscarasde lahistoria.Revoluciónmexicana:el tiempodel

caos”,México,Grijalbo,2010,Págs.58–59.

ê Turner,JohnKenneth,“MéxicoBárbaro”,México,CostaAmic,1965. ê Rosas,Alejandro,“PorfirioDíaz”,México,PlanetaDeAgostini,2002.

ê Vasconcelos,José,“UlisesCriollo”,México,UNAM,2007.

Documentos

ê 500añosdeMéxicoendocumentos(internet:

www.biblioteca.tv/artman2/publish/index.shtml)

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