poemas ocultos
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Título: Poemas ocultos Autor: Jessica Freudenthal País: Bolivia Tipo: Poesía Año: 2006TRANSCRIPT
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JESSICA FREUDENTHAL
Poemas ocultos
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© Editorial Yerba Mala Cartonera de Bolivia, 2006
© Jessica Freudenthal. 2006
Proyecto social cultural y comunitario sin fines de lucro.
http://yerbamalacartonera.blogspot.com
Proyectos análogos: Eloísa Cartonera (Argentina), Sarita Cartonera (Perú),
Ediciones la Cartonera (México), Animita Cartonera (Chile), Dulcinéia
Catadora (Brasil), Canita Cartonera (Chile), Santa Muerte Cartonera
(México) entre otras
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Impreso en: Imprenta “Magda I”, Oquendo 371, Cochabamba.
Derechos exclusivos en Bolivia
Hecho el depósito legal: 3-1-1101-06
Impreso en Bolivia
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Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de Magda Rossi
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INCESTICIDA
Al de los pies hinchados
Yocasta, Yocasta
Yo
Casta
¿casta yo?
Si te he amamantado por las noches
en mi pecho incendiándose
en mi pecho lavado con saliva
almidonado por tus labios.
Yocasta
Yocasta
No se te quita
el percudido del cuello
la mancha en el ardor.
Incesto
Culpa
Lujuria
para limpiar la verdad.
Yocasta
Epicaste
épica señora del desastre
al destino los ojos le picaste
enjuagando faltas
espantando moscas
a la hora del té.
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PALABRABIERTA
A Martes
Sentarte
sobre la palabra
noche.
Posarte
mucho más allá
de toda la oscuridad.
Girar
la llave
del lenguaje.
Estira
las manecillas
el café.
Abrir los ojos
ante el tapiz obsceno
oscuro
de esa primera palabra.
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LA MANCHA Para Anuar Elías P.
En el cuarto de la sirvienta
hay una pila
de palabras sin hacer.
Cuadros cegados
Por el destello de bolsas plásticas
—colocadas con ternura—
sobre la ropa que regresa
de una lavandería.
Fuera
El agua hierve la oscuridad
para convertirla en un tarro de café
que ahogue la rutina
y luego
sea el pigmento
del lenguaje
—nuestra sombra—
Las palabras se forjan
en el quehacer
de dos cuerpos que limpian sus heridas
desempolvando un futuro
inscrito ya
en una lengua nueva.
En el cuarto de la sirvienta
hay un lecho desvergonzado,
la cuna en donde duermen
todas las sílabas del mito.
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Allí, entre nuestros pliegues,
damos a luz a un insospechado lenguaje
hecho de adjetivos bordados a mano.
El color de las sábanas
inicia el ciclo,
el ritual del alboroto,
de la cama destendida
que promete
hacerse al día siguiente
para que de noche
nos provoque
desordenarla otra vez.
Nuestras rendiciones
hilvanan la retórica de tus camisas
mientras el deseo
ansía incluirse
en un recetario amarillento.
El tiempo
—en el cuarto de la sirvienta—
se tiende como la ropa
y no existe alacena
en donde puedan caber
todas nuestras delicias.
Esa pequeña mancha
cerca de tu puño
hace de lo ordinario
la perfección.
Remojas tus labios
En los tachones de mi libreta
—me perdonas—
mientras un pan pervierte
el sueño de nuestros libros.
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Me preparas la cena
con un vocabulario
que desviste mis páginas en blanco,
y me pregunto si la sal
extraña el mantel inconsútil
que cubría la verdad.
Como una premonición
a medio abotonar
las vocales se desprenden de nosotros
para dar nacimiento
a nuestra primera palabra.
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BLANCO
El mito
platillo hondo
circular.
La mesa del origen
ordenada
puesta.
En la cabecera el hombre
la mujer a su izquierda
y la sal
junto al mantel
atestiguando el rubor
de una manzana.
Servidos
los ojos de Tiresias,
el cuello de Yocasta,
la boca de Antígona
en salmuera.
El aceite
impregnado en el lenguaje
sobre la brasa del día
que mira el inicio
de una tregua
entre los platos rotos.
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COMPOSICIÓN
Tener
la sartén por el mango
observar en el metal
el futuro
y el pasado.
Enjuagar
con el tiempo
sus marcas
las tuyas
todas.
Mirar tu reflejo
en el teflón:
toda tu vida
pasa por delante
de dos hornillas
donde se ha quemado
parte de ti,
donde has sido perdonada
y frita
en aceite de olvido.
El utensilio
gira
con ayuda de tus dedos
que se incendian.
Y así
te enseña
la otra cara
del destino.
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Hardware
EQUIS
Este poema se deshace
desgaja en los pliegues del silencio
lenta
mente
intentando asirse al verbo
a un adjetivo que no existe.
Este poema se rompe:
Acaba de parir otro poema.
se vacía de la forma
y al fondo está el pronombre.
Mi corazón se muere de la risa
cuando me ve llorar.
Este no es un poema.
Esto no es un poema.
Es un trozo incompleto del abismo,
un simulacro de fuga
pura gimnasia cerebral,
un pálido trozo de papel,
Todos los puntos suspensivos…
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TESEO, ASTERIÓN, SÍSAJEC Y EL LABERINTO
Se me acusa de ser una especie débil,
nacida del costado izquierdo,
cavidad viscosa, oscura,
hospicio temporal de vida.
No hay otra como yo
sobre la faz de la tierra,
en simultánea estructura
de enigma hecho corteza y pulpa.
No hay otra como yo que se bifurque,
que se haga Eva,
que transmute en Lilith
bajo la misma lengua.
A veces, en mis sueños,
Morfeo me dice
que soy muchas otras
y que hay hijos míos en la Tierra.
Alguna vez he sentido,
que Teseo pasa las noches
rozando cien mil veces
el etéreo laberinto.
Otras veces me ha parecido
escuchar voces y ruidos,
y que él le ha cortado la cabeza
a mi corazón de Minotauro.
¿Cómo has hecho Teseo
tan hondas galerías en mi cama?
Has entrado por mi boca y has salido
hilando tu soledad por mi vagina.
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JULIO
No alcanzan las espinas para iluminar tu nombre.
La piedra canta
labra el aire.
Se abre el ojo de un dios imaginario
y la tormenta amansa
una que otra inmediatez.
Para que intentar dilucidar
lo que no se ha nombrado nunca
y esta dicho ya
tendido sobre el suelo.
La forma del espejo,
del oráculo perdido
bajo la piel.
No alcanzan
las mareas
las palabras
la sábana encendida
los días inundados de mentiras
la absoluta inensatez de la memoria...
La noche que se abre
que se inicia
y furiosa
se cierra como un rayo
para siempre.
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LOS MUERTOS
Los muertos se hallan bien en esta tierra cuyo misterio seca y los abriga.
Paul Valéry
Entrecerrados, harapientos,
ausentes y con grietas,
debajo de las sombras se esconden como arañas,
hierven oscuridades espesas y rasgadas.
Se afierran entre alambres,
entre bálsamos tramposos
a la tierra que se contrae.
Nosotros podemos nada
Decir nada
Tocar nada
Oír nada Morir nada
Vivir nada
Sólo los entrecerrados y harapientos,
los que se quiebran y agusanan
pueden arder como las velas.
Nosotros sólo estamos compuestos de agujeros:
El tiempo nos escupe.
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GAMA &
Esta ciudad
Que he rechazado tantas veces
Vuelve a poseerme.
Humberto Quino
La ciudad se desliza entre temblores
no hay más que una humareda de sombras
y el rastro de este ombligo inhallado
en el confín del mundo.
Si he sido el centro
la tierra y la ciudad
han sabido guarecerme y perdonar,
sobre todo perdonar
la clara ceguera
que ahora oscurece.
El frío taja
estos vidrios rotos,
estas uñas limpias,
esta conversa piel,
más allá de toda edificación
de todo comienzo
muchísimo más allá del tiempo
la ciudad por encima del hombro...
Recuerdo no llorar
no dejar rastro
sólo la ciudad.
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LA SIRENITA
La pecera tiene rajaduras.
Gotea.
Soy la niña gotera.
Ni pies ni cola de pez.
Tampoco ciempiés.
Yo soy, aquí estoy: sin mar y sin botas.
Los anzuelos flotan alrededor
junto a las luces de neón, las hamburguesas
y los cigarrillos húmedos.
Lo he mordido. He picado.
Tengo los labios agujereados
Por todos tus besos de plástico.
No puedo alcanzar la superficie
y todos los barcos han partido atormentados.
Tu no eres ni mitad príncipe,
ni tierra firme, ni isla desierta.
Yo no soy ni mitad pez, ni mitad hembra.
Yo soy sólo espuma
en la boca de una epiléptica
convulsionándose.
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LA CAPERUCITA ROJA
Aquí estoy
De regreso a mi cueva
Después de haber lamido tus entrañas.
Yamilé Paz Paredes
Consagraron mi vida
injustamente
a una canastilla.
Consagraron mis entrañas
a una caperuza
a un disfraz de niña.
Consagraron mi vida
injustamente
a un cuento sin final.
Jamás creceré.
Jamás conoceré las delicias de la carne.
Nunca regresaré con mi madre.
Me habré quedado con la idea
de que el mundo es un lobo hambriento.
¿Porqué la vida es tan dura?
Para dolerte mejor.
Quise vivir, pobrecita.
Quise crecer.
Quise creer.
Pero consagraron mi vida a las mentiras.
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JASMINE
Aladino me frota la panza,
cree que soy una lámpara maravillosa.
No es mentira que yo le haya hecho realidad muchos de sus deseos,
como el de hacerlo volar en una cama.
Aladino delira, hace mucho tiempo ya.
Olvida que soy una mujer y no una lámpara,
además yo ya he dejado de iluminarle los días.
El switch de encendido está roto como yo,
Y el genio no es más que un mal genio de rutina.
Aladino está a mi costado
y no deja de frotarme la panza.
Morimos de tristeza con un «había una vez»
atravesado en la cortina.
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LA BELLA Y LA BESTIA
De este cuento no hay mucho que contar.
No más que es puro cuento
Y que yo soy bella
Y tu un bestia.
Fin.
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POEMA CURITA
Una muñeca es algo
que puedes vestir, desvestir
y llevarte a la cama para jugar... Tú no ves, con tus ojitos de botón, que yo podría volarte la cabeza; tú no escuchas, con tus orejas de corcho, la música que engendra mi saliva. Tú no sientes, con tu corazón de hormiga, que mi corazón, es de carne molida por tu culpa. Y cada vez que me golpeas ni te fijas que los moretones pintan un hermoso lienzo en mi piel blanca abandonada. Y yo no entiendo, como tú con esos ojitos de botón, tus orejas de corcho, el corazón de licuadora y tu lengua de alfiletero, puedes tenerme así: Empolvada y rota, hecha jirones debajo de la cama, con las piernas abiertas y el vestido levantado, la piel de porcelana y los labios de papel, toda enamorada chorreándome las ganas en las bragas. Y yo no entiendo por qué admito que me tengas así, si yo podría volarte la cabeza....
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Ediciones Yerba Mala Cartonera
Para no desesperar en las trancaderas, para dejar pasar las propagandas de la TV, para aguantar las marchas, para
caminar subidas sin darse cuenta, para bailar al ritmo de la cumbia del minibús o para cuando tengas simplemente ganas
de leer. Un libro cartonero, casero, tu mejor cómplice.
Otros títulos
Crispín Portugal, Almha, la vengadora
Gabriel Pantoja, Plenilunio
Juan Pablo Piñeiro, El bolero triunfal de Sara
Jessica Freudenthal, Poemas ocultos
Beto Cáceres, Línea 257
Darío Manuel Luna, Khari-khari
Gabriel Llanos, De muertos y muy vivos
Santiago Roncagliolo, El arte nazi
Vicky Aillón, Liberalia
Adolfo Cárdenas, Sueño de Reyes
Juan José Podestá, Novela Negra
Saavedra, Lourdes: Memorias De Un Walkman
Cuentos De Alasitas (Ganadores Concurso Cuento Breve
Oscar Cerruto