pluralización actual de las clínicas y orientación hacia el síntoma-Éric laurent

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Pluralización Actual de las Clínicas y Orientación hacia el Síntoma* Éric Laurent Delegado general de la Asociación Mundial de Psicoanálisis Analista Miembro de Escuela (AME) de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) y de la École de la Cause Freudienne (ECF) Con este título voy a tratar de aproximarme a la situación actual de la clínica o el uso actual que hacen los practicantes del saber depositado en la clínica. Decir que hay un momento actual en la distribución de los síntomas o en las clasificaciones de los síntomas es siempre una cosa que no va de suyo, porque el síntoma, en cierto sentido, es desde siempre, y la actualidad es precisamente el esfuerzo por desembarazarse de todo síntoma. Estamos atravesando un período fecundo de reordenamiento de todo lo que llamamos síntoma. Este término, que vino de la práctica médica, ahora se ha extendido a manifestaciones de desórdenes que van más allá del campo habitual médico. Ha tomado un sentido extendido de desorden de lazo social. Por otra parte, las consecuencias del saber científico introdujeron, modificaron en la práctica médica, en la ciencia biológica, el conjunto de todas las técnicas que dependen de una manera o de otra de este campo. Por ejemplo, no solo las técnicas biológicas sino las terapias en general han sido tocadas, reordenadas por las modificaciones de una clínica cada vez más ligada a los desarrollos científicos. Por extensión, las psicoterapias, las socioterapias, todas las disciplinas clínicas en el momento actual de nuestra civilización han sido modificadas; ellas dan forma y consistencia a lo que llamamos síntoma. Estamos en una época tan fecunda que se puede preguntar seguramente si el síntoma puede decirse hoy en singular. Así que voy a tratar en tres sentidos la relación del síntoma y la actualidad. Primero, en la actualidad histórica de la clínica, en un sentido amplio, que incluye no solo la clínica psicoanalítica sino las otras. El segundo sentido es el de actualidad, el de Freud hablando de neurosis actuales y de la actualidad del trauma. Diré también algunas palabras en un tercer sentido de actual, considerando las modificaciones que en nuestra contemporaneidad tocan a la repartición de la autoridad o de la función paterna en la civilización.

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psicoanálisis. libro que encamina a una visión acerca de la clínica hoy dìa.

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Pluralización Actual de las Clínicas y Orientación hacia el Síntoma*

Éric Laurent Delegado general de la Asociación Mundial de Psicoanálisis Analista Miembro de Escuela (AME) de la Asociación

Mundial de Psicoanálisis (AMP) y de la École de la Cause Freudienne (ECF)

Con este título voy a tratar de aproximarme a la situación actual de la clínica o el uso actual que hacen los practicantes del saber depositado en la clínica. Decir que hay un momento actual en la distribución de los síntomas o en las clasificaciones de los síntomas es siempre una cosa que no va de suyo, porque el síntoma, en cierto sentido, es desde siempre, y la actualidad es precisamente el esfuerzo por desembarazarse de todo síntoma. Estamos atravesando un período fecundo de reordenamiento de todo lo que llamamos síntoma. Este término, que vino de la práctica médica, ahora se ha extendido a manifestaciones de desórdenes que van más allá del campo habitual médico. Ha tomado un sentido extendido de desorden de lazo social. Por otra parte, las consecuencias del saber científico introdujeron, modificaron en la práctica médica, en la ciencia biológica, el conjunto de todas las técnicas que dependen de una manera o de otra de este campo. Por ejemplo, no solo las técnicas biológicas sino las terapias en general han sido tocadas, reordenadas por las modificaciones de una clínica cada vez más ligada a los desarrollos científicos.

Por extensión, las psicoterapias, las socioterapias, todas las disciplinas clínicas en el momento actual de nuestra civilización han sido modificadas; ellas dan forma y consistencia a lo que llamamos síntoma. Estamos en una época tan fecunda que se puede preguntar seguramente si el síntoma puede decirse hoy en singular. Así que voy a tratar en tres sentidos la relación del síntoma y la actualidad. Primero, en la actualidad histórica de la clínica, en un sentido amplio, que incluye no solo la clínica psicoanalítica sino las otras. El segundo sentido es el de actualidad, el de Freud hablando de neurosis actuales y de la actualidad del trauma. Diré también algunas palabras en un tercer sentido de actual, considerando las modificaciones que en nuestra contemporaneidad tocan a la repartición de la autoridad o de la función paterna en la civilización.

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Primer sentido: la actualidad del síntoma en el sentido de la historia de la clínica. El psicoanálisis tiene una dificultad al hacer la historia de su clínica porque hay una divergencia profunda entre corrientes y tendencias analíticas sobre el estatuto y la definición misma de inconsciente. Hay un desacuerdo de las ciencias que permite acercar a este inconsciente neurociencias o logociencias. Con este vocablo poco habitual de logociencias J. -A. Miller agrupaba las ciencias del lenguaje, la lógica, la aproximación de los sistemas de lengua en la mayor generalización. Separar estas logociencias de las otras es más necesario aún en nuestra época, ya que la presentación de la biología, aparentemente, se hace bajo la forma de lenguas del habla de código y de mensaje dentro de la práctica de la biología misma. La estructura del ácido desoxirribonucleico se presenta como una secuencia de proteínas que producen cadenas sintácticamente articuladas, y se habla de lengua en este campo de investigación; pero es una lengua completamente formalizada, es una lengua sin equívocos, y lo que hay como equívocos son errores de reduplicación, y cuando los hay son muy desagradables porque son la causa de cierto número de enfermedades. En cambio, la metáfora biológica invade las lenguas formales y, por ejemplo, en todas nuestras pequeñas computadoras se habla de virus que tienen consecuencias muy problemáticas también, o la gente de Microsoft habla burlándose del ADN de Microsoft, de su software, que va a infectar todas las máquinas que encuentre en su camino, y animar toda clase de máquinas como las heladeras, que con un pequeño programa funcionarán para conectarse con Internet, etc. Así que para orientarnos a partir de las logociencias, necesitamos decir que la particularidad de la orientación lacaniana es esta definición de un inconsciente estructurado como un lenguaje y que este lenguaje se construye como equívoco siempre sometido a la imposibilidad de la univocidad. Esto fue lo que aseguró la clínica de la orientación lacaniana y le permitió conservar una unidad de aproximación en su definición del síntoma frente a la dispersión de la clínica psicoanalítica tras la muerte de Freud. La dispersión clínica dentro del psicoanálisis fue progresiva. Hay que acordarse de que Freud primero definió la clínica en un marco que es esencialmente el de la clínica de Kraepelin pero simplificada. Kraepelin, clínico alemán contemporáneo de Freud y profesor de psiquiatría en Munich, había ordenado la clínica a la alemana. Freud tomó más o menos su clasificación, pero simplificándola:

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tres neurosis -obsesión, histeria, fobia-; para las psicosis, dos campos esenciales, paranoia y parafrenia de un lado, manía y melancolía del otro, y para las perversiones fue más bien Krafft-Ebing –el equivalente vienés de Kraepelin- quien hizo la clasificación que Freud simplificó también. Freud simplificó esta úItima clasificación, hecha en la misma época que Kraepelin en Munich, centrándola sobre la diferencia sexual y la castración. Para iniciar en la práctica a sus alumnos Freud estableció casos muy sólidos: un caso de histeria -el caso Dora-, un caso de obsesión -el Hombre de las Ratas- y un caso de fobia -Juanito-, todo esto ya terminado en 1909; luego las cosas empezaron a complicarse. Freud publicó sobre la psicosis tras una serie de entrevistas con Bleuler, psiquiatra progresista suizo que quería hacer avanzar la psiquiatría e inventar nuevas formas de asistencia. Siendo su hermana esquizofrénica, Bleuler estaba dedicado a ella y tenía las mejores razones para querer encontrar tratamientos nuevos. A sus dos jefes de clínica, Karl Abraham y Carl Jung, Bleuler les confió la misión de ir a hablar con el vienés, que daba la idea de haber encontrado algo nuevo. Ello originó cuatro años de discusiones apasionadas: 1907-191 1, lo que puede leerse en la correspondencia de Freud-Jung. En 1911 Freud rechaza la idea bleuleriana de atrapar la psicosis por una disociación fundamental deficitaria, ubicándola asimismo por el delirio, por el aspecto productivo parafrénico, paranoide. Lo que luego desorganiza las cosas será la "Introducción del narcisismo", de 1914, y en 1918 el caso muy bizarro de "El Hombre de los Lobos". Sergei Pankeiev, rico ruso -rico hasta a Revolución del 17-, ya había visitado todos los psiquiatras de Europa, había tenido todos diagnósticos contradictorios, había consultado ya a Kraepelin en Munich y a Bleuler en Zurich. Llega a Freud pero el caso no se ordena bien, mezcla una neurosis obsesiva infantil, dos episodios delirantes adultos, toda una vida complicada y extraña cuyo diagnóstico no se puede circunscribir muy bien. La clínica analítica empieza a desbordar. Hasta este punto los análisis de Freud eran cortos, seis meses para Dora, un año para el Hombre de las Ratas, cuatro meses para Juanito.... pero el análisis del Hombre de los Lobos empieza a durar cuatro años, y el sujeto siempre pide más. Finalmente va a ser un análisis de por vida, con muchos analistas. Es un caso clínico que sigue interesando a los analistas. Sobre el diagnóstico del Hombre de Lobos hay ahora una biblioteca entera, y más o menos cada dos años hay un libro más que se añade al

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conjunto general. Se evidencia que hay en esto un factor de desorganización potente. A partir de este último, Freud nunca más publicará un caso clínico; ya no puede dar a sus alumnos una brújula con la misma seguridad; él mismo ha abierto una nueva puerta, ha entrado en un espacio clínico particular y ha encontrado el fenómeno clínico que produce un psicoanálisis, que es cierta desorganización propia introducida por el psicoanálisis en las clasificaciones existentes. Lo que tiene el psicoanálisis de más seguro son los grandes casos individuales sobre los cuales se orientan su formación y la de sus practicantes. Freud antes de morir toma cierto número de precauciones en el Abriss der Psychoanalyse, pone cierto número de interdicciones; aconseja no ocuparse demasiado de la psicosis, cuidarse con las personalidades narcisistas; vigilar las neurosis actuales y que para los psicoanalistas lo más prudente es hacer un nuevo análisis cada cinco años.

Evolución de la clínica en el psicoanálisis

Una vez que Freud muere, todas las interdicciones son transgredidas unas a otras. El primero es Melanie Klein, quien antes de la muerte de Freud publicó el tratamiento de sujetos psicóticos autorizándose en el hecho de que sean niños: es el caso Dick publicado en 1932. Pero rápidamente sigue la publicación de tratamientos de adultos, desde 1949 los alumnos de Melanie Klein, psiquiatras más allá de todos los límites que había puesto Freud sobre las psicosis. Otros se unen a los kleinianos, por ejemplo, en los Estados Unidos, Federn, emigrado vienés; también los de Berlín, que continúan sus estudios sobre las personalidades narcisistas. La enseñanza de Edith Jacobson, psiquiatra y militante socialista, tendrá un gran impacto en los Estados Unidos y va a formar toda una escuela de estudio de la depresión. Llega también, y con un impacto tremendo, la práctica del psicoanálisis con los niños que da a sus practicantes el sentimiento de haber descubierto una mina de oro. Lejos de las fantasías tranquilas de Juanito, en esta práctica se descubren niños invadidos por la angustia, por manifestaciones de la pulsión de muerte, por angustias psicóticas, por deformaciones al mismo tiempo fantasmáticas y corporales, que dan al imaginario en general un aspecto absolutamente central. En los años 50 los psicoanalistas de todas las orientaciones se encuentran desbordados por la

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extensión del síntoma y del síntoma psicoanalítico mismo. Al mismo tiempo, se hallan en la euforia del descubrimiento, pero con el sentimiento de perder cada día más el hilo de lo que hacía verdaderamente al síntoma freudiano. La obra de Lacan parte de la crisis de esta extensión. Él mantendrá que lo que desborda en el síntoma, más allá de toda nosografía clínica admitida, es que el síntoma se dirige al Otro, y en esto al lugar del Otro contenido en la demanda. En la demanda de curación particular que se dirige al analista, el análisis aísla la presencia del Otro en una dimensión propia, una materia propia. Considera esta demanda como un objeto como tal, materialista, que mina toda clasificación posible, que atraviesa la extensión del síntoma y hace que en el psicoanalista encuentre, lo quiera o no, al sufrimiento humano estructurado como un mensaje, en su particularidad. Lacan, entonces, hace valer que lo importante de este síntoma no es su definición nosográfica sino la materialidad significante que tiene, la envoltura formal. Pero hay que entender la envoltura formal como la materialidad misma del significante en obra, que trabaja, que parasita el cuerpo que sufre.

Fuera del movimiento lacaniano, la extensión y el movimiento de extensión del síntoma produce un fenómeno de otra índole. Psicoanalistas de diferentes escuelas y orientaciones subrayan la novedad y la extensión de la importancia de trastornos particulares más marcados de lo que eran en la época de Freud: los trastornos narcisistas. El interés de los psicoanalistas por estos trastornos narcisistas no viene solo de las obras publicadas hace quince años por Otto Kernberg o Heinz Kohut, que centraron su obra sobre estas personalidades. Todo empieza en Viena en el seminario sobre clínica de Reich y en el Instituto de Berlín, al inicio de los años 20, en el debate sobre las indicaciones animado por Karl Abraham. Abraham había transmitido su preocupación a uno de sus alumnos, el psiquiatra Franz Alexander, quien hizo una reconstrucción de toda la clínica a partir de la personalidad narcisista.

Están, entonces, los interesados en la personalidad narcisista en los Estados Unidos, a partir de estudios ya sea sobre las depresiones o sobre los bordeline. En todas estas producciones clínicas nuevas una unidad se dibuja: el trastorno narcisista que produce por su importancia misma cierta depreciación de las viejas

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articulaciones neurosis-psicosis. La enseñanza de Lacan ha tenido sobre esto un efecto paradójico: en un primer sentido insistió en restaurar la articulación, la diferenciación neurosis -psicosis, pero en otro sentido, desde el inicio, 1938, Lacan habla, en un texto titulado Complejos familiares, de la gran neurosis moderna, que reemplaza poco a poco las neurosis estudiadas por Freud y las ubica como neurosis de carácter. Es una reflexión de Lacan en esa época que está directamente inspirada en Alexander y en la corriente berlinesa que leía con mucha atención. Lacan siempre considera estas dos orientaciones al mismo tiempo (me inspiro aquí de indicaciones dadas por J.-A. Miller); por un lado quiere restaurar la diferenciación entre neurosis y psicosis, y por ello va a aislar lo que significa la creencia del neurótico, frente a la increencia del psicótico en el padre; por otro lado, Lacan se interesa en las soluciones encontradas por quienes precisamente no pueden confiar en el Edipo. La cuestión va más lejos que las ingenuidades sobre los bordeline o las fronteras de las clasificaciones; el problema consiste en interrogar de manera consecuente la evolución clínica, que da al mismo tiempo siempre más importancia a la clínica del narcisismo y, por otra parte, la herencia freudiana. Son estas dos cosas al mismo tiempo las que constituyen la dinámica de la enseñanza clínica de Lacan, lo que produjo tensiones en el movimiento lacaniano. Algunos alumnos de Lacan que lo seguían con convicciones religiosas, por ejemplo católicas, encontraban formidable el hecho de que Lacan hablara muy bien del padre y su importancia, y es por esa razón que en la escuela de Lacan había jesuitas. Antes de Lacan los jesuitas iban a ver a los jungianos; no seguían a los freudianos porque consideraban que en Freud había poca cosa sobre la religión. Los judíos laicos seguían a Freud, pero había poco interés de parte del poder católico, mientras que los jesuitas vieron muy rápidamente el interés que podía tener Lacan. No obstante, cuando Lacan empezó a hablar mal del padre, a desvalorizar un poco todo esto, los creyentes se desinteresaron y se mantuvieron en el primer Lacan, al que consideraron esencial. No habían visto el trabajo de pluralización, de reorganización que había operado Lacan sobre el padre del Edipo freudiano, para decir en un momento que el futuro del psicoanálisis era pasar más allá del Edipo. Lacan ha instalado esta dimensión con claridad muy tarde en su enseñanza porque Lacan era prudente; sabía que en una civilización, cuando uno empieza a tocar los nombres del padre, nunca se le perdona.

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Sócrates comenzó a tocar los dioses de la ciudad, a interrogar las creencias y terminó mal. En el Renacimiento o en la escolástica, cuando los lógicos escolásticos intentaron tocar los nombres de Dios, también terminó muy mal para algunos. En el mundo moderno el riesgo no es hacerse quemar como brujo pero uno termina siendo acusado de inmoral. Es verdad que hay bibliografía de Lacan con comentarios que circulan con el tema "Lacan, lo inmoral"; él sabía perfectamente que eso iba a ocurrir, y es la razón por la cual tuvo mucho cuidado en tocar estos temas. Cuando ya había iniciado un seminario sobre los nombres del padre debió detenerse de inmediato y recién a partir de los años 70 toca de nuevo y a fondo la cuestión de la reorganización del Edipo.

El cambio de paradigma clínico fuera del psicoanálisis

Entre las disciplinas clínicas fuera del psicoanálisis, la psiquiatría clásica fue el único campo que definió una clínica consistente. Nuestra época está caracterizada por la yuxtaposición de clínicas distintas, incluso contradictorias, que coexisten perfectamente. La modificación de la clínica psiquiátrica comenzó desde la posguerra, antes de los neurolépticos, por los nuevos aportes de los psiquiatras que rechazaban las instituciones carcelarias que había conocido la enfermedad mental. Todo un movimiento que se puede calificar de psiquiatría social, herederos de los que habían sufrido durante la guerra, ha cambiado de manera central el estatuto del enfermo mental. Luego vino la incidencia de la difusión de los neurolépticos y otras categorías, como los ansiolíticos y los antidepresores. Estas se mantienen fijas desde cierto momento y no podremos encontrar tan fácilmente una medicación verdaderamente nueva. La difusión de los medicamentos produjo un efecto fundamental, que fue la reintroducción, en los años 80, de la psiquiatría en el cuadro de la práctica médica en general. Terminado el estatuto de médico de segundo orden. La psiquiatría encontraba el lugar que había esperado desde siempre dentro de la medicina. Eso fue vivido, a inicios de los años 80, como un encanto. Por fin terminaba la vergüenza que pesaba sobre la psiquiatría que, como la dermatología, acogía a los malos médicos. Al final había medicamentos para el tratamiento, pero diez años después, a partir de los 90, ya no era tal el encanto; el afecto mayoritario fue más bien un malestar porque al medicar

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más y más los comportamientos, se encontraba una pulverización de la clínica, una dificultad muy grande para fijar una prescripción respondiendo a una patología estrictamente definida, una prescripción extendida o una prescripción cosmética. La prescripción de ansiolíticos y antidepresores dio lugar a debates en la medida en que los efectos secundarios eran cada vez más dominados: dónde poner exactamente la barrera, el límite de la prescripción. Los médicos, lejos de encontrarse tranquilos entre sí, entre practicantes de una misma disciplina, vieron surgir el legislador que ha puesto barreras entre lo normal y lo patológico. En el seno mismo de la psiquiatría reabsorbida en la medicina, liberada del mind/body problem, se asiste al surgimiento de la legislación pública y del nuevo aparato de control de los costos de gestión del sistema de salud. Hay que saber que en la psiquiatría de la época precedente el Estado intervenía con los psiquiatras solo prácticamente en el nivel del orden público; ahora es mucho más en el nivel de costo y de fijar, de limitar, la extensión de las prescripciones. En la práctica psiquiátrica misma, la gran extensión de las prescripciones posibles hizo que lo que fijara el límite en cierto momento fuera menos la clínica que el reembolso de seguridad social. Esta reintrodución se hace según el estilo propio de cada espacio: en Europa es el aparato legislativo y estatal y en los Estados Unidos es dentro del aparato de gestión privado, que es mucho más exigente que el aparato estatal en su control de los costos médicos. En el seno mismo de las lenguas clínicas de los practicantes, se yuxtaponen niveles muy diferentes; por ejemplo, la genética psiquiátrica no tiene las mismas clasificaciones clínicas que la de los profesores universitarios en psiquiatría.

Ellos mismos no utilizan la misma lengua que la de los epistemólogos. La epistemología europea y la epistemología mundial tienen dificultades para acordar en sus clasificaciones, dificultades de la cuales testimonia la OMS. Estas prácticas y estos niveles se yuxtaponen en el sistema de distribución de la salud mental. El lugar que cada uno ocupa en este proceso de distribución orienta de manera pragmática en esta heterogeneidad de la clínica. Ello favorece la idea según la cual no es muy necesario creer en la clínica; hay que creer lo suficiente, pero sin producir guerras de religiones clínicas. En esto, como en otros lugares de las ideologías, hay doctrinas bastante heterogéneas que

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cambian y se sustituyen unas a otras. Un día se habla de un modelo dopaminérgico para la esquizofrenia con cierto tipo de receptores, al día siguiente se dice que no son estos sitios de bloqueo de la recaptura de la dopamina los pertinentes. Esto no plantea ningún problema y permite seguir la investigación, muy lejos de la problemática pragmática del médico prescriptor. El médico generalista continúa indicando el Prozac, porque la gente viene a pedírselo; él mismo se encuentra desbordado por esta demanda. En cambio, el profesor universitario cree que es finalmente menos útil que las IMAO y continúa prescribiéndolas, a pesar del hecho de que necesitan un poco más de vigilancia médica. Estas yuxtaposiciones de prácticas tienen una unidad que es la pragmática de la clínica. En esa perspectiva, la evolución de la clínica psicoanalítica hacia una pluralización, o la falta de unidad de la perspectiva psicoanalítico, está en resonancia perfecta con las doctrinas clínicas en general. El problema es que se introduce una sombra en lo que debiera funcionar perfectamente, el efecto inquietante de depreciación, de obsolescencia, que rodea todo este saber. Siempre se ha de esperar la nueva generación de antidepresivos, siempre el saber que uno tiene resulta cada día más obsoleto; digamos que se encuentra el mismo efecto de terror que con una computadora: cada uno conoce la experiencia tremenda que es comprar una computadora, uno sabe que al comprarla tiene una certidumbre desagradable en el mismo momento en que la compra: que es obsoleta, ya es demasiado vieja. Las categorías clínicas también cambian con un pensamiento siempre más rápido, lo que se ve, por ejemplo, en el DSM 1V. Ya se está discutiendo la próxima edición y la inclusión de nuevas entidades y síndromes como los accesos de pánico en coche o en los vuelos aéreos. ¿A partir de qué indicación estadística de frecuencia de estos incidentes típicos hay que admitir la categoría y pensar en un tratamiento específico? Los discursos convergen o no sobre la inclusión o la exclusión de manera muy sorprendente y es muy útil, precisamente, seguir estos debates democráticos dentro de la Asociación Americana de Psiquiatría para darse cuenta del efecto de obsolescencia.

La evolución de la clínica hace surgir dentro y fuera del psicoanálisis un tipo de fenómeno convergente, la clínica del sujeto narcisista dejado, abandonado, a su propio goce. Esta zona de goce es la que nos muestra las patologías de la modernidad:

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violencia, adicción, depresión, dispersión de la identidad. Todas estas patologías tocan este punto de articulación, de desarrollo, del vacío narcisista. Esta dispersión, esta verificación de la verdad clínica acogida por estos múltiples síndromes, que se agregan uno al otro, puede dar el sentimiento de cierto relativismo clínico. Es la fecundidad del método que Foucault, por ejemplo, había empezado a utilizar y que ahora en lengua inglesa un epistemólogo como Ian Hacking renueva en sus estudios de epistemología de las clasificaciones psiquiátricas. Aconsejo leer, por ejemplo, la historia del síndrome de personalidades múltiples titulado Rewriting the soul, que fue publicado hace tres años. Muestra cómo fue necesario que esta entidad fuera conocida en los Estados Unidos y jamás en otros lugares, ni en Inglaterra ni en Francia, Fue una nueva epidemia histérica acogida bajo esta nueva clasificación. De la misma manera Ian Hacking muestra, de forma muy convincente, en un artículo llamado "Word making by kindmaking", cómo funcionan las clasificaciones. Muestra que todo el esfuerzo de la clínica del siglo XIX estaba centrado en la clasificación del parricidio, y cómo ahora, en nuestra época, el parricidio no tiene ningún interés; esta categoría no produce ningún debate, sino que todo el interés se centra en el niño maltratado, que genera una nueva clasificación clínica; es productivo al nivel de las clasificaciones.

Voy a pasar más rápido sobre la importancia de las nuevas clasificaciones del trauma. El trauma y las neurosis actuales ahora definen toda una nueva clasificación clínica, y la OMS ha puesto un énfasis muy especial en todo lo que es el post traumatic stress disorder. Todo este síndrome de trastorno postraumático demuestra que el ascenso de la categoría de trauma se apoya en un movimiento social fundamental: primero, es el momento en el que las garantías sociales dadas por el estado de bienestar y todas las garantías sociales instaladas, al restringiese, dejan a uno cada día más expuesto a riesgos. Pero más allá, hay un cambio fundamental en la ideología de la civilización. No hay que proteger al sujeto de estos riesgos, es el sujeto mismo quien debe protegerse y aceptar la existencia del riesgo como tal. La protección bajo todas las formas, del seguro a la seguridad, queda del lado del sujeto. La exposición del sujeto es su estado normal. En este sentido, toda intrusión de la violencia, sea el terrorismo, sea el riesgo social, la violencia sexual, puede ordenarse por la

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categoría de trauma.

En su extensión misma deja de lado la especificidad de los traumas. Es muy útil hacer estudios que permiten no poner en la misma categoría, sin prudencia, lo que se llama el trauma del holocausto, el trauma de los desaparecidos o el trauma de la violación. Estos no son de la misma categoría y no deja de ser necesaria la ubicación precisa de la función del Otro. Hay que producir estudios en este sentido.

Orientarse en el síntoma

Concluiré diciendo que el movimiento fundamental de la clínica está basado en el movimiento de nuestra época, en la cual el individualismo, las consideraciones democráticas, la pluralización de la opinión y el nominalismo opuesto al realismo de las esencias hacen que uno crea menos en las categorías. Aquí también puedo remitir al artículo de J.-A. Miller "El ruiseñor de Lacan".1

He constatado en forma recurrente entre mis colegas de otras orientaciones, así como dentro de la orientación lacaniana misma, el sentimiento de que al final la clínica no es lo esencial; lo esencial son los sujetos uno por uno. Eso es la perspectiva nominalista: no creer en el realismo de las estructuras, creer en el nominalismo del caso uno por uno; no en la esencia, que no hay más allá que el sujeto mismo. Esto tiene una vertiente positiva, de atención precisamente a este sujeto. Pero también hay que ver que eso hace desaparecer el realismo de las estructuras, que también tiene su peso, es decir, la función y la intervención del Otro. Es preciso reintroducir este lugar del Otro a través de la figura del necesario lugar de la interpretación. Fuera de la orientación lacaniana, es función de la hermenéutica hacer recordar esto .Es la función que ocupa ahora Lévinas, pero que antes ocupaba Ricoeur.

Así, en la pluralización de las clínicas, ¿cómo orientarse? Decir que hay que orientarse hacia el síntoma no es solo una evidencia, es recordar que el debate entre nominalismo y realismo es fundamental para toda clase de clasificaciones posibles y para la inserción de cualquier sujeto dentro de una clasificación. Tenemos que estar atentos a los efectos contradictorios de la tensión nominalismo/realismo en una cultura dada y a los efectos que la ciencia produce sobre estas clasificaciones. Debemos estar atentos

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a los debates que hay entre epistemólogos sobre este punto para no tener nosotros una práctica ingenua. En nuestro campo, en nuestro nivel, se manifiesta una inquietud que atraviesa toda nuestra civilización: cómo orientarnos hacia lo real en una civilización donde los artefactos, el artefacto de las clasificaciones, está cada día más presente como una evidencia. Entonces, la dificultad para orientarse hacia lo real no es solamente la que encontramos en nuestra práctica; sucede en todos los sectores de la civilización, cuando la ciencia no puede responder por sí sola en esto.

En su campo, cuando un hecho científico es establecido, entonces sí sabe ir hacia lo real, se puede demostrar cuál es. Pero el campo de la ciencia no da respuesta a todo. Precisamente, después de la crisis que hubo entre los científicos tras el estallido de la bomba atómica, por ejemplo, estuvo muy presente el sentimiento de que la ciencia no puede dar respuesta a todo. Entonces se abre un debate acerca de cómo orientarse hacia lo real y cómo orientarse hacia lo real del sufrimiento que conlleva el síntoma, esto es lo que nunca se puede olvidar y es lo esencial. A través de la tensión entre el artefacto de la clínica y la realidad del paciente, se continúa el debate hipocrático sobre las enfermedades y el enfermo. Al mismo tiempo, es un debate sobre los universales que atravesaban toda la filosofía griega. Ahora tenemos un debate global del que es esencial formar parte. Con nuestras dificultades en el campo de la clínica, debemos contribuir a la conversación general que se instaló en la civilización sobre la dificultad para orientarse hacia lo real.

Debate

Pregunta: Quería hacerle una pregunta sobre un punto que me parece se reitera a lo largo de las exposiciones que pude escuchar durante estos días respecto de la pragmática. Usted ha hecho mucho hincapié en esta cuestión del uso de la clínica; recuerdo un artículo suyo sobre el uso del síntoma, donde decía que detrás de toda esta yuxtaposición de clínicas se escondía esta pragmática. ¿Cómo se podría pensar también esta pragmática dentro del campo del psicoanálisis, si cabe algún lugar para esto? Es decir, un punto en el cual se opere con un saber que no resulte obsoleto, ese saber obsoleto que propone constantemente la ciencia.

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Asimismo usted ha hecho mención a Rorty, en el día de ayer por ejemplo, y a varios pensadores norteamericanos que se inscriben en esta línea del pragmatismo, y quisiera ver si podría desarrollar un poco más el tema.

Éric Laurent: Gracias por la pregunta; es fundamental porque se introduce la perspectiva de la pragmática. Nuestra orientación la ha desarrollado mucho. J.-A. Miller hizo ver lo que Lacan, en el último período de su enseñanza, llama el saber hacer, lo que tiene de contacto con la pragmática. Pero hay muchos tipos de pragmática. La pragmática de Rorty no es la pragmática de Putnam, no es la pragmática de Lacan tampoco. Es decir que Lacan no tiene ningún relativismo. La categoría de lo real es una categoría que para Lacan ordena todo el sistema; interroga cómo acercarse a lo real, cómo saber hacer con lo real en juego. No hay ninguna relatividad de lo real. En una serie de campos muy distintos estamos en el mismo problema, con distintas soluciones, distintas maneras de aproximarse. El psicoanálisis, para resumir, no puede contentarse con un relativismo posmoderno tipo anything goes; no es que todo va, no es que cualquier sistema va, que cada uno a lo suyo. La pluralización de la clínica reordena a partir de un real que modifica todas las clasificaciones. La tolerancia de la civilización es más grande que antes, por la caída de las grandes narrativas, en términos de Rorty, o de las ideologías del significante amo, como uno quiera. En la caída de esto hay una tolerancia más grande para soportar el hecho de que las clasificaciones sean trastornadas. Pero esto puede llevar a un cinismo, el cinismo posmoderno del todo va. En cierto nivel, Rorty tiene un pragmatismo cínico y ha sido criticado, por ejemplo, por Putnam, quien se niega a abandonar la noción de verdad. Es verdad que en psicoanálisis tenemos el uso de muchos niveles de clínica. Ayer escuché a mis colegas haciendo referencia a la noción del trauma en Freud en 1914, Ferenczi en 1930, también en autores de los 50, donde la noción de trauma no es la misma; estamos utilizando niveles de clínica muy distintos. El criterio es cómo acercarse a lo real en juego del síntoma del paciente, y esto, en la medida misma en que los elementos no estándar dentro de la clínica se vuelven más insistentes con personalidades de carencias primarias, o personalidades narcisistas, o neurosis traumáticas, etc. Según las orientaciones, estamos de acuerdo sobre el hecho de que hay fenómenos que aparecen que no eran

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de la clínica clásica. Al mismo tiempo, mantenemos la doctrina clásica, pero no podemos contentarnos con tres casilleros; las neurosis no están solo constituidas como tres, las psicosis en dos y las perversiones en cuatro. Sería excelente si pudiéramos contentarnos con esto, porque habría diez categorías para aprender, y con diez años de estudio no sería muy cansador. Pero no es así, precisamente tenemos que hacer un esfuerzo mayor.

Pregunta: Quería preguntarle qué diferencias puede mencionar respecto de la práctica clínica en la Argentina y en Francia y qué futuro piensa que le espera al psicoanálisis en el año 2000.

Éric Laurent: En el año 2000 ya estamos, ya es hoy. Me parece que el futuro del psicoanálisis está asegurado porque es un discurso que tiene una brújula bien centrada sobre lo real en juego. Al mismo tiempo, me parece el más fiel acompañante en su discurso de los desplazamientos de la ciencia. El psicoanálisis tiene, como presuposición, el sujeto de la ciencia y acompaña a la ciencia en sus desarrollos como su sombra, como su revés, en cierto nivel. Pero también es una doctrina que puede tratar las angustias del sujeto frente a los avances de la ciencia. Si no, doctrinas ocultas, espiritualismos diversos, creencias psicológicas más o menos fundadas surgen para recuperar el desierto que produce el avance de la ciencia.

Asimismo, el más fiel aliado del psicoanálisis son las epidemias histéricas. La histeria es el mejor aliado del psicoanálisis. Estas epidemias histéricas tienen que ver con el malestar entre los sexos, con la redefinición, a una velocidad fantástica, de la relación entre hombres y mujeres. Vamos a ver en los próximos diez años, por lo menos, una aceleración de la remodelación de la relación entre los sexos que va a alcanzar un nivel y una velocidad jamás vistos antes. Es decir que esto, apoyado en la modificación corporal permitida por las biotecnologías, va a producir síntomas de los cuales estoy seguro que el psicoanálisis podrá decir algo sensato. El psicoanálisis va a aparecer cada día más en nuestra civilización como un discurso esencial.

En cuanto a la práctica en América latina, más precisamente en la Argentina y en Francia, creo que ahora ya está completamente sincronizada la cosa. Con mis colegas estoy en la misma casa; con

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mis colegas de la EOL discuto exactamente de la misma manera que en París. Para mí, no hay ninguna diferencia. Creo que los escucho, aprendo de ellos; ahora estamos tratando de organizar debates internacionales que son publicados y en los cuales analistas franceses, españoles y argentinos debaten en la misma lengua, y podemos intercambiar cada día más. Creo que se verifica en las publicaciones que estamos en la misma preocupación, en nuestro quehacer de psicoanalistas y que el tema del próximo encuentro internacional, "La sesión analítica", subraya nuestra preocupación por este núcleo de la práctica común.

Pregunta: Usted dijo que la clínica del siglo XIX estuvo centrada en el parricidio y que ahora se centra en el abuso de niños.

Éric Laurent.- No toda la clínica del siglo XIX. Pero dentro de la clasificación de los crímenes, la preocupación por el parricidio constituyó efectivamente una serie de debates clínicos, que ahora no apasionan más. Este lugar está ahora ocupado por la consideración del abuso de niños, infanticidios, de los maltratos de niños que generan nuevas categorías productivas a nivel nosográfico y exigen nuevas ficciones jurídicas.

Pregunta: Usted nos señala en su charla estar atentos, y creo que este encuentro demuestra que lo estamos. Sin embargo, consultas que recibimos en nuestros consultorios nos demandan respuestas inmediatas, tanto por el realismo que ha tomado el cuerpo en esta época, las incidencias económicas, como por el hacerse un lugar en el mundo, la caída de los ideales para los jóvenes, que repercute de modo muy directo en el cuerpo; lo vemos incluso en los niños, como si nos encontráramos frente a pequeños consumidores en potencia. El psicoanálisis necesita tiempo para tener la oportunidad del acto, y el sujeto que consulta, en estas condiciones de las que doy cuenta, no siempre asiente a esta variable temporal. ¿Cómo sostener y difundir la eficacia del psicoanálisis cuando la variable del éxito es el ya? Digo, ¿ser optimista en relación con el deseo equivale a ser optimista en relación con el porvenir del psicoanálisis? Yo soy optimista, pero no estoy tan tranquila como usted.

Éric Laurent: La solución es muy fácil. Está claro que no estamos ya en el siglo XIX, cuando la gente podía caminar, atravesar una

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ciudad, quedarse una hora en sesión, después volver a su casa. Es decir que cada día dedicar tres horas, una hora o una hora y media de transporte, una hora de sesión, tres o cuatro horas a su análisis es mucho. Todo esto de la hora de Freud va con esta gente, con estos burgueses vieneses, que eran más o menos jubilados o tenían sus intereses en el banco, no trabajaban mucho. Ahora la gente tiene cadencias infernales, y son pocos los que pueden pasar tres horas cada día en esto. Si la respuesta es que fuera del dispositivo de las cinco sesiones semanales de cincuenta minutos no hay acceso verdadero al inconsciente, uno hace morir al psicoanálisis y cada vez menos personas podrán entrar en el dispositivo analítico. Cuando hay seis meses de espera en un consultorio público, en un centro de salud mental público, ¿se va a decir que el único tratamiento son cincuenta minutos? No, hay que responder a la demanda de la gente, pero desplazándola. Encontrar un analista no consiste en encontrar un funcionario del dispositivo; se trata más bien de que sea alguien que pueda decir a un sujeto, en un momento crucial de su vida, algo que permanecerá inolvidable. La solución a todos estos problemas técnicos es: tenemos que ser inolvidables. En la medida misma en que el artefacto de las categorías produce categorías olvidables, hay que saber formarse suficientemente para dirigirse al sujeto de manera inolvidable. Eso es lo esencial para nosotros, y después tenemos que saber que probablemente sean solo unos apasionados del psicoanálisis los que puedan pasar por los quince años de análisis. Pero también hay muchos pacientes que hace quince años que están en psicoanálisis y a ellos les gusta y siguen; son los apasionados de la cosa. Estamos en la época de la pululación de los estilos de vida; es uno que tiene su dignidad.

Pregunta: En realidad, creo que en parte con la última respuesta está contestado, pero habíamos estado trabajando en algún momento un artículo suyo que apareció en la revista Vertex, donde hablaba del psicoanalista en el ámbito de las instituciones y la salud pública, y hablaba de la regla y de lo que hace que la regla funcione. Por otra parte, decía que Lacan explica la cuestión de hacer un buen uso de la regla en el ámbito de las instituciones o no, no solamente, también en el dispositivo analítico.

Éric Laurent: Como el tiempo forma parte de las reglas, el buen uso de las reglas es, por supuesto, desbordar un poco. Pero

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también se necesitan reglas para tener un código común, y ahora tenemos que concluir para seguir con la agenda. Es esta la

singularidad en las instituciones; no es nada más que esto. Hay reglas que hacen que, por ejemplo, una institución acoja a niños

de entre cero y tres años, entonces cuando tiene tres años y medio qué hay que hacer: si hay que hablar con la madre, no

hablar con la madre... Si uno piensa orientarse con las reglas está perdido; tiene que orientarse con el hecho de que, por supuesto,

están estas reglas, pero hay que saber hacer con esto, hacen parte del problema, para después actuar de manera conforme al interés

del sujeto que sufre y viene a consultan Es parte del problema saber ha Pluralización Actual de las Clínicas y

Orientación hacia el Síntoma*

Éric Laurent Delegado general de la Asociación Mundial de Psicoanálisis Analista Miembro de Escuela (AME) de la Asociación

Mundial de Psicoanálisis (AMP) y de la École de la Cause Freudienne (ECF)

Con este título voy a tratar de aproximarme a la situación actual de la clínica o el uso actual que hacen los practicantes del saber depositado en la clínica. Decir que hay un momento actual en la distribución de los síntomas o en las clasificaciones de los síntomas es siempre una cosa que no va de suyo, porque el síntoma, en cierto sentido, es desde siempre, y la actualidad es precisamente el esfuerzo por desembarazarse de todo síntoma. Estamos atravesando un período fecundo de reordenamiento de todo lo que llamamos síntoma. Este término, que vino de la práctica médica, ahora se ha extendido a manifestaciones de desórdenes que van más allá del campo habitual médico. Ha tomado un sentido extendido de desorden de lazo social. Por otra parte, las consecuencias del saber científico introdujeron, modificaron en la práctica médica, en la ciencia biológica, el conjunto de todas las técnicas que dependen de una manera o de otra de este campo. Por ejemplo, no solo las técnicas biológicas sino las terapias en general han sido tocadas, reordenadas por las modificaciones de una clínica cada vez más ligada a los desarrollos científicos.

Por extensión, las psicoterapias, las socioterapias, todas las disciplinas clínicas en el momento actual de nuestra civilización han sido modificadas; ellas dan forma y consistencia a lo que

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llamamos síntoma. Estamos en una época tan fecunda que se puede preguntar seguramente si el síntoma puede decirse hoy en singular. Así que voy a tratar en tres sentidos la relación del síntoma y la actualidad. Primero, en la actualidad histórica de la clínica, en un sentido amplio, que incluye no solo la clínica psicoanalítica sino las otras. El segundo sentido es el de actualidad, el de Freud hablando de neurosis actuales y de la actualidad del trauma. Diré también algunas palabras en un tercer sentido de actual, considerando las modificaciones que en nuestra contemporaneidad tocan a la repartición de la autoridad o de la función paterna en la civilización.

Primer sentido: la actualidad del síntoma en el sentido de la historia de la clínica. El psicoanálisis tiene una dificultad al hacer la historia de su clínica porque hay una divergencia profunda entre corrientes y tendencias analíticas sobre el estatuto y la definición misma de inconsciente. Hay un desacuerdo de las ciencias que permite acercar a este inconsciente neurociencias o logociencias. Con este vocablo poco habitual de logociencias J. -A. Miller agrupaba las ciencias del lenguaje, la lógica, la aproximación de los sistemas de lengua en la mayor generalización. Separar estas logociencias de las otras es más necesario aún en nuestra época, ya que la presentación de la biología, aparentemente, se hace bajo la forma de lenguas del habla de código y de mensaje dentro de la práctica de la biología misma. La estructura del ácido desoxirribonucleico se presenta como una secuencia de proteínas que producen cadenas sintácticamente articuladas, y se habla de lengua en este campo de investigación; pero es una lengua completamente formalizada, es una lengua sin equívocos, y lo que hay como equívocos son errores de reduplicación, y cuando los hay son muy desagradables porque son la causa de cierto número de enfermedades. En cambio, la metáfora biológica invade las lenguas formales y, por ejemplo, en todas nuestras pequeñas computadoras se habla de virus que tienen consecuencias muy problemáticas también, o la gente de Microsoft habla burlándose del ADN de Microsoft, de su software, que va a infectar todas las máquinas que encuentre en su camino, y animar toda clase de máquinas como las heladeras, que con un pequeño programa funcionarán para conectarse con Internet, etc. Así que para orientarnos a partir de las logociencias, necesitamos decir que la particularidad de la orientación lacaniana es esta definición de un

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inconsciente estructurado como un lenguaje y que este lenguaje se construye como equívoco siempre sometido a la imposibilidad de la univocidad. Esto fue lo que aseguró la clínica de la orientación lacaniana y le permitió conservar una unidad de aproximación en su definición del síntoma frente a la dispersión de la clínica psicoanalítica tras la muerte de Freud. La dispersión clínica dentro del psicoanálisis fue progresiva. Hay que acordarse de que Freud primero definió la clínica en un marco que es esencialmente el de la clínica de Kraepelin pero simplificada. Kraepelin, clínico alemán contemporáneo de Freud y profesor de psiquiatría en Munich, había ordenado la clínica a la alemana. Freud tomó más o menos su clasificación, pero simplificándola: tres neurosis -obsesión, histeria, fobia-; para las psicosis, dos campos esenciales, paranoia y parafrenia de un lado, manía y melancolía del otro, y para las perversiones fue más bien Krafft-Ebing –el equivalente vienés de Kraepelin- quien hizo la clasificación que Freud simplificó también. Freud simplificó esta úItima clasificación, hecha en la misma época que Kraepelin en Munich, centrándola sobre la diferencia sexual y la castración. Para iniciar en la práctica a sus alumnos Freud estableció casos muy sólidos: un caso de histeria -el caso Dora-, un caso de obsesión -el Hombre de las Ratas- y un caso de fobia -Juanito-, todo esto ya terminado en 1909; luego las cosas empezaron a complicarse. Freud publicó sobre la psicosis tras una serie de entrevistas con Bleuler, psiquiatra progresista suizo que quería hacer avanzar la psiquiatría e inventar nuevas formas de asistencia. Siendo su hermana esquizofrénica, Bleuler estaba dedicado a ella y tenía las mejores razones para querer encontrar tratamientos nuevos. A sus dos jefes de clínica, Karl Abraham y Carl Jung, Bleuler les confió la misión de ir a hablar con el vienés, que daba la idea de haber encontrado algo nuevo. Ello originó cuatro años de discusiones apasionadas: 1907-191 1, lo que puede leerse en la correspondencia de Freud-Jung. En 1911 Freud rechaza la idea bleuleriana de atrapar la psicosis por una disociación fundamental deficitaria, ubicándola asimismo por el delirio, por el aspecto productivo parafrénico, paranoide. Lo que luego desorganiza las cosas será la "Introducción del narcisismo", de 1914, y en 1918 el caso muy bizarro de "El Hombre de los Lobos". Sergei Pankeiev, rico ruso -rico hasta a Revolución del 17-, ya había visitado todos los psiquiatras de Europa, había tenido todos diagnósticos contradictorios, había consultado ya a Kraepelin

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en Munich y a Bleuler en Zurich. Llega a Freud pero el caso no se ordena bien, mezcla una neurosis obsesiva infantil, dos episodios delirantes adultos, toda una vida complicada y extraña cuyo diagnóstico no se puede circunscribir muy bien. La clínica analítica empieza a desbordar. Hasta este punto los análisis de Freud eran cortos, seis meses para Dora, un año para el Hombre de las Ratas, cuatro meses para Juanito.... pero el análisis del Hombre de los Lobos empieza a durar cuatro años, y el sujeto siempre pide más. Finalmente va a ser un análisis de por vida, con muchos analistas. Es un caso clínico que sigue interesando a los analistas. Sobre el diagnóstico del Hombre de Lobos hay ahora una biblioteca entera, y más o menos cada dos años hay un libro más que se añade al conjunto general. Se evidencia que hay en esto un factor de desorganización potente. A partir de este último, Freud nunca más publicará un caso clínico; ya no puede dar a sus alumnos una brújula con la misma seguridad; él mismo ha abierto una nueva puerta, ha entrado en un espacio clínico particular y ha encontrado el fenómeno clínico que produce un psicoanálisis, que es cierta desorganización propia introducida por el psicoanálisis en las clasificaciones existentes. Lo que tiene el psicoanálisis de más seguro son los grandes casos individuales sobre los cuales se orientan su formación y la de sus practicantes. Freud antes de morir toma cierto número de precauciones en el Abriss der Psychoanalyse, pone cierto número de interdicciones; aconseja no ocuparse demasiado de la psicosis, cuidarse con las personalidades narcisistas; vigilar las neurosis actuales y que para los psicoanalistas lo más prudente es hacer un nuevo análisis cada cinco años.

Evolución de la clínica en el psicoanálisis

Una vez que Freud muere, todas las interdicciones son transgredidas unas a otras. El primero es Melanie Klein, quien antes de la muerte de Freud publicó el tratamiento de sujetos psicóticos autorizándose en el hecho de que sean niños: es el caso Dick publicado en 1932. Pero rápidamente sigue la publicación de tratamientos de adultos, desde 1949 los alumnos de Melanie Klein, psiquiatras más allá de todos los límites que había puesto Freud sobre las psicosis. Otros se unen a los kleinianos, por ejemplo, en los Estados Unidos, Federn, emigrado vienés; también los de Berlín, que continúan sus estudios sobre las personalidades

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narcisistas. La enseñanza de Edith Jacobson, psiquiatra y militante socialista, tendrá un gran impacto en los Estados Unidos y va a formar toda una escuela de estudio de la depresión. Llega también, y con un impacto tremendo, la práctica del psicoanálisis con los niños que da a sus practicantes el sentimiento de haber descubierto una mina de oro. Lejos de las fantasías tranquilas de Juanito, en esta práctica se descubren niños invadidos por la angustia, por manifestaciones de la pulsión de muerte, por angustias psicóticas, por deformaciones al mismo tiempo fantasmáticas y corporales, que dan al imaginario en general un aspecto absolutamente central. En los años 50 los psicoanalistas de todas las orientaciones se encuentran desbordados por la extensión del síntoma y del síntoma psicoanalítico mismo. Al mismo tiempo, se hallan en la euforia del descubrimiento, pero con el sentimiento de perder cada día más el hilo de lo que hacía verdaderamente al síntoma freudiano. La obra de Lacan parte de la crisis de esta extensión. Él mantendrá que lo que desborda en el síntoma, más allá de toda nosografía clínica admitida, es que el síntoma se dirige al Otro, y en esto al lugar del Otro contenido en la demanda. En la demanda de curación particular que se dirige al analista, el análisis aísla la presencia del Otro en una dimensión propia, una materia propia. Considera esta demanda como un objeto como tal, materialista, que mina toda clasificación posible, que atraviesa la extensión del síntoma y hace que en el psicoanalista encuentre, lo quiera o no, al sufrimiento humano estructurado como un mensaje, en su particularidad. Lacan, entonces, hace valer que lo importante de este síntoma no es su definición nosográfica sino la materialidad significante que tiene, la envoltura formal. Pero hay que entender la envoltura formal como la materialidad misma del significante en obra, que trabaja, que parasita el cuerpo que sufre.

Fuera del movimiento lacaniano, la extensión y el movimiento de extensión del síntoma produce un fenómeno de otra índole. Psicoanalistas de diferentes escuelas y orientaciones subrayan la novedad y la extensión de la importancia de trastornos particulares más marcados de lo que eran en la época de Freud: los trastornos narcisistas. El interés de los psicoanalistas por estos trastornos narcisistas no viene solo de las obras publicadas hace quince años por Otto Kernberg o Heinz Kohut, que centraron su obra sobre estas personalidades. Todo empieza en Viena en el

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seminario sobre clínica de Reich y en el Instituto de Berlín, al inicio de los años 20, en el debate sobre las indicaciones animado por Karl Abraham. Abraham había transmitido su preocupación a uno de sus alumnos, el psiquiatra Franz Alexander, quien hizo una reconstrucción de toda la clínica a partir de la personalidad narcisista.

Están, entonces, los interesados en la personalidad narcisista en los Estados Unidos, a partir de estudios ya sea sobre las depresiones o sobre los bordeline. En todas estas producciones clínicas nuevas una unidad se dibuja: el trastorno narcisista que produce por su importancia misma cierta depreciación de las viejas articulaciones neurosis-psicosis. La enseñanza de Lacan ha tenido sobre esto un efecto paradójico: en un primer sentido insistió en restaurar la articulación, la diferenciación neurosis -psicosis, pero en otro sentido, desde el inicio, 1938, Lacan habla, en un texto titulado Complejos familiares, de la gran neurosis moderna, que reemplaza poco a poco las neurosis estudiadas por Freud y las ubica como neurosis de carácter. Es una reflexión de Lacan en esa época que está directamente inspirada en Alexander y en la corriente berlinesa que leía con mucha atención. Lacan siempre considera estas dos orientaciones al mismo tiempo (me inspiro aquí de indicaciones dadas por J.-A. Miller); por un lado quiere restaurar la diferenciación entre neurosis y psicosis, y por ello va a aislar lo que significa la creencia del neurótico, frente a la increencia del psicótico en el padre; por otro lado, Lacan se interesa en las soluciones encontradas por quienes precisamente no pueden confiar en el Edipo. La cuestión va más lejos que las ingenuidades sobre los bordeline o las fronteras de las clasificaciones; el problema consiste en interrogar de manera consecuente la evolución clínica, que da al mismo tiempo siempre más importancia a la clínica del narcisismo y, por otra parte, la herencia freudiana. Son estas dos cosas al mismo tiempo las que constituyen la dinámica de la enseñanza clínica de Lacan, lo que produjo tensiones en el movimiento lacaniano. Algunos alumnos de Lacan que lo seguían con convicciones religiosas, por ejemplo católicas, encontraban formidable el hecho de que Lacan hablara muy bien del padre y su importancia, y es por esa razón que en la escuela de Lacan había jesuitas. Antes de Lacan los jesuitas iban a ver a los jungianos; no seguían a los freudianos porque consideraban que en Freud había poca cosa sobre la religión. Los

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judíos laicos seguían a Freud, pero había poco interés de parte del poder católico, mientras que los jesuitas vieron muy rápidamente el interés que podía tener Lacan. No obstante, cuando Lacan empezó a hablar mal del padre, a desvalorizar un poco todo esto, los creyentes se desinteresaron y se mantuvieron en el primer Lacan, al que consideraron esencial. No habían visto el trabajo de pluralización, de reorganización que había operado Lacan sobre el padre del Edipo freudiano, para decir en un momento que el futuro del psicoanálisis era pasar más allá del Edipo. Lacan ha instalado esta dimensión con claridad muy tarde en su enseñanza porque Lacan era prudente; sabía que en una civilización, cuando uno empieza a tocar los nombres del padre, nunca se le perdona. Sócrates comenzó a tocar los dioses de la ciudad, a interrogar las creencias y terminó mal. En el Renacimiento o en la escolástica, cuando los lógicos escolásticos intentaron tocar los nombres de Dios, también terminó muy mal para algunos. En el mundo moderno el riesgo no es hacerse quemar como brujo pero uno termina siendo acusado de inmoral. Es verdad que hay bibliografía de Lacan con comentarios que circulan con el tema "Lacan, lo inmoral"; él sabía perfectamente que eso iba a ocurrir, y es la razón por la cual tuvo mucho cuidado en tocar estos temas. Cuando ya había iniciado un seminario sobre los nombres del padre debió detenerse de inmediato y recién a partir de los años 70 toca de nuevo y a fondo la cuestión de la reorganización del Edipo.

El cambio de paradigma clínico fuera del psicoanálisis

Entre las disciplinas clínicas fuera del psicoanálisis, la psiquiatría clásica fue el único campo que definió una clínica consistente. Nuestra época está caracterizada por la yuxtaposición de clínicas distintas, incluso contradictorias, que coexisten perfectamente. La modificación de la clínica psiquiátrica comenzó desde la posguerra, antes de los neurolépticos, por los nuevos aportes de los psiquiatras que rechazaban las instituciones carcelarias que había conocido la enfermedad mental. Todo un movimiento que se puede calificar de psiquiatría social, herederos de los que habían sufrido durante la guerra, ha cambiado de manera central el estatuto del enfermo mental. Luego vino la incidencia de la difusión de los neurolépticos y otras categorías, como los ansiolíticos y los antidepresores. Estas se mantienen fijas desde cierto momento y

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no podremos encontrar tan fácilmente una medicación verdaderamente nueva. La difusión de los medicamentos produjo un efecto fundamental, que fue la reintroducción, en los años 80, de la psiquiatría en el cuadro de la práctica médica en general. Terminado el estatuto de médico de segundo orden. La psiquiatría encontraba el lugar que había esperado desde siempre dentro de la medicina. Eso fue vivido, a inicios de los años 80, como un encanto. Por fin terminaba la vergüenza que pesaba sobre la psiquiatría que, como la dermatología, acogía a los malos médicos. Al final había medicamentos para el tratamiento, pero diez años después, a partir de los 90, ya no era tal el encanto; el afecto mayoritario fue más bien un malestar porque al medicar más y más los comportamientos, se encontraba una pulverización de la clínica, una dificultad muy grande para fijar una prescripción respondiendo a una patología estrictamente definida, una prescripción extendida o una prescripción cosmética. La prescripción de ansiolíticos y antidepresores dio lugar a debates en la medida en que los efectos secundarios eran cada vez más dominados: dónde poner exactamente la barrera, el límite de la prescripción. Los médicos, lejos de encontrarse tranquilos entre sí, entre practicantes de una misma disciplina, vieron surgir el legislador que ha puesto barreras entre lo normal y lo patológico. En el seno mismo de la psiquiatría reabsorbida en la medicina, liberada del mind/body problem, se asiste al surgimiento de la legislación pública y del nuevo aparato de control de los costos de gestión del sistema de salud. Hay que saber que en la psiquiatría de la época precedente el Estado intervenía con los psiquiatras solo prácticamente en el nivel del orden público; ahora es mucho más en el nivel de costo y de fijar, de limitar, la extensión de las prescripciones. En la práctica psiquiátrica misma, la gran extensión de las prescripciones posibles hizo que lo que fijara el límite en cierto momento fuera menos la clínica que el reembolso de seguridad social. Esta reintrodución se hace según el estilo propio de cada espacio: en Europa es el aparato legislativo y estatal y en los Estados Unidos es dentro del aparato de gestión privado, que es mucho más exigente que el aparato estatal en su control de los costos médicos. En el seno mismo de las lenguas clínicas de los practicantes, se yuxtaponen niveles muy diferentes; por ejemplo, la genética psiquiátrica no tiene las mismas clasificaciones clínicas que la de los profesores universitarios en psiquiatría.

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Ellos mismos no utilizan la misma lengua que la de los epistemólogos. La epistemología europea y la epistemología mundial tienen dificultades para acordar en sus clasificaciones, dificultades de la cuales testimonia la OMS. Estas prácticas y estos niveles se yuxtaponen en el sistema de distribución de la salud mental. El lugar que cada uno ocupa en este proceso de distribución orienta de manera pragmática en esta heterogeneidad de la clínica. Ello favorece la idea según la cual no es muy necesario creer en la clínica; hay que creer lo suficiente, pero sin producir guerras de religiones clínicas. En esto, como en otros lugares de las ideologías, hay doctrinas bastante heterogéneas que cambian y se sustituyen unas a otras. Un día se habla de un modelo dopaminérgico para la esquizofrenia con cierto tipo de receptores, al día siguiente se dice que no son estos sitios de bloqueo de la recaptura de la dopamina los pertinentes. Esto no plantea ningún problema y permite seguir la investigación, muy lejos de la problemática pragmática del médico prescriptor. El médico generalista continúa indicando el Prozac, porque la gente viene a pedírselo; él mismo se encuentra desbordado por esta demanda. En cambio, el profesor universitario cree que es finalmente menos útil que las IMAO y continúa prescribiéndolas, a pesar del hecho de que necesitan un poco más de vigilancia médica. Estas yuxtaposiciones de prácticas tienen una unidad que es la pragmática de la clínica. En esa perspectiva, la evolución de la clínica psicoanalítica hacia una pluralización, o la falta de unidad de la perspectiva psicoanalítico, está en resonancia perfecta con las doctrinas clínicas en general. El problema es que se introduce una sombra en lo que debiera funcionar perfectamente, el efecto inquietante de depreciación, de obsolescencia, que rodea todo este saber. Siempre se ha de esperar la nueva generación de antidepresivos, siempre el saber que uno tiene resulta cada día más obsoleto; digamos que se encuentra el mismo efecto de terror que con una computadora: cada uno conoce la experiencia tremenda que es comprar una computadora, uno sabe que al comprarla tiene una certidumbre desagradable en el mismo momento en que la compra: que es obsoleta, ya es demasiado vieja. Las categorías clínicas también cambian con un pensamiento siempre más rápido, lo que se ve, por ejemplo, en el DSM 1V. Ya se está discutiendo la próxima edición y la inclusión de nuevas entidades y síndromes como los accesos de pánico en coche o en los vuelos aéreos. ¿A partir de qué indicación estadística de

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frecuencia de estos incidentes típicos hay que admitir la categoría y pensar en un tratamiento específico? Los discursos convergen o no sobre la inclusión o la exclusión de manera muy sorprendente y es muy útil, precisamente, seguir estos debates democráticos dentro de la Asociación Americana de Psiquiatría para darse cuenta del efecto de obsolescencia.

La evolución de la clínica hace surgir dentro y fuera del psicoanálisis un tipo de fenómeno convergente, la clínica del sujeto narcisista dejado, abandonado, a su propio goce. Esta zona de goce es la que nos muestra las patologías de la modernidad: violencia, adicción, depresión, dispersión de la identidad. Todas estas patologías tocan este punto de articulación, de desarrollo, del vacío narcisista. Esta dispersión, esta verificación de la verdad clínica acogida por estos múltiples síndromes, que se agregan uno al otro, puede dar el sentimiento de cierto relativismo clínico. Es la fecundidad del método que Foucault, por ejemplo, había empezado a utilizar y que ahora en lengua inglesa un epistemólogo como Ian Hacking renueva en sus estudios de epistemología de las clasificaciones psiquiátricas. Aconsejo leer, por ejemplo, la historia del síndrome de personalidades múltiples titulado Rewriting the soul, que fue publicado hace tres años. Muestra cómo fue necesario que esta entidad fuera conocida en los Estados Unidos y jamás en otros lugares, ni en Inglaterra ni en Francia, Fue una nueva epidemia histérica acogida bajo esta nueva clasificación. De la misma manera Ian Hacking muestra, de forma muy convincente, en un artículo llamado "Word making by kindmaking", cómo funcionan las clasificaciones. Muestra que todo el esfuerzo de la clínica del siglo XIX estaba centrado en la clasificación del parricidio, y cómo ahora, en nuestra época, el parricidio no tiene ningún interés; esta categoría no produce ningún debate, sino que todo el interés se centra en el niño maltratado, que genera una nueva clasificación clínica; es productivo al nivel de las clasificaciones.

Voy a pasar más rápido sobre la importancia de las nuevas clasificaciones del trauma. El trauma y las neurosis actuales ahora definen toda una nueva clasificación clínica, y la OMS ha puesto un énfasis muy especial en todo lo que es el post traumatic stress disorder. Todo este síndrome de trastorno postraumático demuestra que el ascenso de la categoría de trauma se apoya en

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un movimiento social fundamental: primero, es el momento en el que las garantías sociales dadas por el estado de bienestar y todas las garantías sociales instaladas, al restringiese, dejan a uno cada día más expuesto a riesgos. Pero más allá, hay un cambio fundamental en la ideología de la civilización. No hay que proteger al sujeto de estos riesgos, es el sujeto mismo quien debe protegerse y aceptar la existencia del riesgo como tal. La protección bajo todas las formas, del seguro a la seguridad, queda del lado del sujeto. La exposición del sujeto es su estado normal. En este sentido, toda intrusión de la violencia, sea el terrorismo, sea el riesgo social, la violencia sexual, puede ordenarse por la categoría de trauma.

En su extensión misma deja de lado la especificidad de los traumas. Es muy útil hacer estudios que permiten no poner en la misma categoría, sin prudencia, lo que se llama el trauma del holocausto, el trauma de los desaparecidos o el trauma de la violación. Estos no son de la misma categoría y no deja de ser necesaria la ubicación precisa de la función del Otro. Hay que producir estudios en este sentido.

Orientarse en el síntoma

Concluiré diciendo que el movimiento fundamental de la clínica está basado en el movimiento de nuestra época, en la cual el individualismo, las consideraciones democráticas, la pluralización de la opinión y el nominalismo opuesto al realismo de las esencias hacen que uno crea menos en las categorías. Aquí también puedo remitir al artículo de J.-A. Miller "El ruiseñor de Lacan".1

He constatado en forma recurrente entre mis colegas de otras orientaciones, así como dentro de la orientación lacaniana misma, el sentimiento de que al final la clínica no es lo esencial; lo esencial son los sujetos uno por uno. Eso es la perspectiva nominalista: no creer en el realismo de las estructuras, creer en el nominalismo del caso uno por uno; no en la esencia, que no hay más allá que el sujeto mismo. Esto tiene una vertiente positiva, de atención precisamente a este sujeto. Pero también hay que ver que eso hace desaparecer el realismo de las estructuras, que también tiene su peso, es decir, la función y la intervención del Otro. Es preciso reintroducir este lugar del Otro a través de la figura del necesario

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lugar de la interpretación. Fuera de la orientación lacaniana, es función de la hermenéutica hacer recordar esto .Es la función que ocupa ahora Lévinas, pero que antes ocupaba Ricoeur.

Así, en la pluralización de las clínicas, ¿cómo orientarse? Decir que hay que orientarse hacia el síntoma no es solo una evidencia, es recordar que el debate entre nominalismo y realismo es fundamental para toda clase de clasificaciones posibles y para la inserción de cualquier sujeto dentro de una clasificación. Tenemos que estar atentos a los efectos contradictorios de la tensión nominalismo/realismo en una cultura dada y a los efectos que la ciencia produce sobre estas clasificaciones. Debemos estar atentos a los debates que hay entre epistemólogos sobre este punto para no tener nosotros una práctica ingenua. En nuestro campo, en nuestro nivel, se manifiesta una inquietud que atraviesa toda nuestra civilización: cómo orientarnos hacia lo real en una civilización donde los artefactos, el artefacto de las clasificaciones, está cada día más presente como una evidencia. Entonces, la dificultad para orientarse hacia lo real no es solamente la que encontramos en nuestra práctica; sucede en todos los sectores de la civilización, cuando la ciencia no puede responder por sí sola en esto.

En su campo, cuando un hecho científico es establecido, entonces sí sabe ir hacia lo real, se puede demostrar cuál es. Pero el campo de la ciencia no da respuesta a todo. Precisamente, después de la crisis que hubo entre los científicos tras el estallido de la bomba atómica, por ejemplo, estuvo muy presente el sentimiento de que la ciencia no puede dar respuesta a todo. Entonces se abre un debate acerca de cómo orientarse hacia lo real y cómo orientarse hacia lo real del sufrimiento que conlleva el síntoma, esto es lo que nunca se puede olvidar y es lo esencial. A través de la tensión entre el artefacto de la clínica y la realidad del paciente, se continúa el debate hipocrático sobre las enfermedades y el enfermo. Al mismo tiempo, es un debate sobre los universales que atravesaban toda la filosofía griega. Ahora tenemos un debate global del que es esencial formar parte. Con nuestras dificultades en el campo de la clínica, debemos contribuir a la conversación general que se instaló en la civilización sobre la dificultad para orientarse hacia lo real.

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Debate

Pregunta: Quería hacerle una pregunta sobre un punto que me parece se reitera a lo largo de las exposiciones que pude escuchar durante estos días respecto de la pragmática. Usted ha hecho mucho hincapié en esta cuestión del uso de la clínica; recuerdo un artículo suyo sobre el uso del síntoma, donde decía que detrás de toda esta yuxtaposición de clínicas se escondía esta pragmática. ¿Cómo se podría pensar también esta pragmática dentro del campo del psicoanálisis, si cabe algún lugar para esto? Es decir, un punto en el cual se opere con un saber que no resulte obsoleto, ese saber obsoleto que propone constantemente la ciencia. Asimismo usted ha hecho mención a Rorty, en el día de ayer por ejemplo, y a varios pensadores norteamericanos que se inscriben en esta línea del pragmatismo, y quisiera ver si podría desarrollar un poco más el tema.

Éric Laurent: Gracias por la pregunta; es fundamental porque se introduce la perspectiva de la pragmática. Nuestra orientación la ha desarrollado mucho. J.-A. Miller hizo ver lo que Lacan, en el último período de su enseñanza, llama el saber hacer, lo que tiene de contacto con la pragmática. Pero hay muchos tipos de pragmática. La pragmática de Rorty no es la pragmática de Putnam, no es la pragmática de Lacan tampoco. Es decir que Lacan no tiene ningún relativismo. La categoría de lo real es una categoría que para Lacan ordena todo el sistema; interroga cómo acercarse a lo real, cómo saber hacer con lo real en juego. No hay ninguna relatividad de lo real. En una serie de campos muy distintos estamos en el mismo problema, con distintas soluciones, distintas maneras de aproximarse. El psicoanálisis, para resumir, no puede contentarse con un relativismo posmoderno tipo anything goes; no es que todo va, no es que cualquier sistema va, que cada uno a lo suyo. La pluralización de la clínica reordena a partir de un real que modifica todas las clasificaciones. La tolerancia de la civilización es más grande que antes, por la caída de las grandes narrativas, en términos de Rorty, o de las ideologías del significante amo, como uno quiera. En la caída de esto hay una tolerancia más grande para soportar el hecho de que las clasificaciones sean trastornadas. Pero esto puede llevar a un cinismo, el cinismo posmoderno del todo va. En cierto nivel, Rorty tiene un pragmatismo cínico y ha sido criticado, por ejemplo, por

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Putnam, quien se niega a abandonar la noción de verdad. Es verdad que en psicoanálisis tenemos el uso de muchos niveles de clínica. Ayer escuché a mis colegas haciendo referencia a la noción del trauma en Freud en 1914, Ferenczi en 1930, también en autores de los 50, donde la noción de trauma no es la misma; estamos utilizando niveles de clínica muy distintos. El criterio es cómo acercarse a lo real en juego del síntoma del paciente, y esto, en la medida misma en que los elementos no estándar dentro de la clínica se vuelven más insistentes con personalidades de carencias primarias, o personalidades narcisistas, o neurosis traumáticas, etc. Según las orientaciones, estamos de acuerdo sobre el hecho de que hay fenómenos que aparecen que no eran de la clínica clásica. Al mismo tiempo, mantenemos la doctrina clásica, pero no podemos contentarnos con tres casilleros; las neurosis no están solo constituidas como tres, las psicosis en dos y las perversiones en cuatro. Sería excelente si pudiéramos contentarnos con esto, porque habría diez categorías para aprender, y con diez años de estudio no sería muy cansador. Pero no es así, precisamente tenemos que hacer un esfuerzo mayor.

Pregunta: Quería preguntarle qué diferencias puede mencionar respecto de la práctica clínica en la Argentina y en Francia y qué futuro piensa que le espera al psicoanálisis en el año 2000.

Éric Laurent: En el año 2000 ya estamos, ya es hoy. Me parece que el futuro del psicoanálisis está asegurado porque es un discurso que tiene una brújula bien centrada sobre lo real en juego. Al mismo tiempo, me parece el más fiel acompañante en su discurso de los desplazamientos de la ciencia. El psicoanálisis tiene, como presuposición, el sujeto de la ciencia y acompaña a la ciencia en sus desarrollos como su sombra, como su revés, en cierto nivel. Pero también es una doctrina que puede tratar las angustias del sujeto frente a los avances de la ciencia. Si no, doctrinas ocultas, espiritualismos diversos, creencias psicológicas más o menos fundadas surgen para recuperar el desierto que produce el avance de la ciencia.

Asimismo, el más fiel aliado del psicoanálisis son las epidemias histéricas. La histeria es el mejor aliado del psicoanálisis. Estas epidemias histéricas tienen que ver con el malestar entre los sexos, con la redefinición, a una velocidad fantástica, de la relación

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entre hombres y mujeres. Vamos a ver en los próximos diez años, por lo menos, una aceleración de la remodelación de la relación entre los sexos que va a alcanzar un nivel y una velocidad jamás vistos antes. Es decir que esto, apoyado en la modificación corporal permitida por las biotecnologías, va a producir síntomas de los cuales estoy seguro que el psicoanálisis podrá decir algo sensato. El psicoanálisis va a aparecer cada día más en nuestra civilización como un discurso esencial.

En cuanto a la práctica en América latina, más precisamente en la Argentina y en Francia, creo que ahora ya está completamente sincronizada la cosa. Con mis colegas estoy en la misma casa; con mis colegas de la EOL discuto exactamente de la misma manera que en París. Para mí, no hay ninguna diferencia. Creo que los escucho, aprendo de ellos; ahora estamos tratando de organizar debates internacionales que son publicados y en los cuales analistas franceses, españoles y argentinos debaten en la misma lengua, y podemos intercambiar cada día más. Creo que se verifica en las publicaciones que estamos en la misma preocupación, en nuestro quehacer de psicoanalistas y que el tema del próximo encuentro internacional, "La sesión analítica", subraya nuestra preocupación por este núcleo de la práctica común.

Pregunta: Usted dijo que la clínica del siglo XIX estuvo centrada en el parricidio y que ahora se centra en el abuso de niños.

Éric Laurent.- No toda la clínica del siglo XIX. Pero dentro de la clasificación de los crímenes, la preocupación por el parricidio constituyó efectivamente una serie de debates clínicos, que ahora no apasionan más. Este lugar está ahora ocupado por la consideración del abuso de niños, infanticidios, de los maltratos de niños que generan nuevas categorías productivas a nivel nosográfico y exigen nuevas ficciones jurídicas.

Pregunta: Usted nos señala en su charla estar atentos, y creo que este encuentro demuestra que lo estamos. Sin embargo, consultas que recibimos en nuestros consultorios nos demandan respuestas inmediatas, tanto por el realismo que ha tomado el cuerpo en esta época, las incidencias económicas, como por el hacerse un lugar en el mundo, la caída de los ideales para los jóvenes, que repercute de modo muy directo en el cuerpo; lo vemos incluso en

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los niños, como si nos encontráramos frente a pequeños consumidores en potencia. El psicoanálisis necesita tiempo para tener la oportunidad del acto, y el sujeto que consulta, en estas condiciones de las que doy cuenta, no siempre asiente a esta variable temporal. ¿Cómo sostener y difundir la eficacia del psicoanálisis cuando la variable del éxito es el ya? Digo, ¿ser optimista en relación con el deseo equivale a ser optimista en relación con el porvenir del psicoanálisis? Yo soy optimista, pero no estoy tan tranquila como usted.

Éric Laurent: La solución es muy fácil. Está claro que no estamos ya en el siglo XIX, cuando la gente podía caminar, atravesar una ciudad, quedarse una hora en sesión, después volver a su casa. Es decir que cada día dedicar tres horas, una hora o una hora y media de transporte, una hora de sesión, tres o cuatro horas a su análisis es mucho. Todo esto de la hora de Freud va con esta gente, con estos burgueses vieneses, que eran más o menos jubilados o tenían sus intereses en el banco, no trabajaban mucho. Ahora la gente tiene cadencias infernales, y son pocos los que pueden pasar tres horas cada día en esto. Si la respuesta es que fuera del dispositivo de las cinco sesiones semanales de cincuenta minutos no hay acceso verdadero al inconsciente, uno hace morir al psicoanálisis y cada vez menos personas podrán entrar en el dispositivo analítico. Cuando hay seis meses de espera en un consultorio público, en un centro de salud mental público, ¿se va a decir que el único tratamiento son cincuenta minutos? No, hay que responder a la demanda de la gente, pero desplazándola. Encontrar un analista no consiste en encontrar un funcionario del dispositivo; se trata más bien de que sea alguien que pueda decir a un sujeto, en un momento crucial de su vida, algo que permanecerá inolvidable. La solución a todos estos problemas técnicos es: tenemos que ser inolvidables. En la medida misma en que el artefacto de las categorías produce categorías olvidables, hay que saber formarse suficientemente para dirigirse al sujeto de manera inolvidable. Eso es lo esencial para nosotros, y después tenemos que saber que probablemente sean solo unos apasionados del psicoanálisis los que puedan pasar por los quince años de análisis. Pero también hay muchos pacientes que hace quince años que están en psicoanálisis y a ellos les gusta y siguen; son los apasionados de la cosa. Estamos en la época de la pululación de los estilos de vida; es uno que tiene su dignidad.

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Pregunta: En realidad, creo que en parte con la última respuesta está contestado, pero habíamos estado trabajando en algún momento un artículo suyo que apareció en la revista Vertex, donde hablaba del psicoanalista en el ámbito de las instituciones y la salud pública, y hablaba de la regla y de lo que hace que la regla funcione. Por otra parte, decía que Lacan explica la cuestión de hacer un buen uso de la regla en el ámbito de las instituciones o no, no solamente, también en el dispositivo analítico.

Éric Laurent: Como el tiempo forma parte de las reglas, el buen uso de las reglas es, por supuesto, desbordar un poco. Pero también se necesitan reglas para tener un código común, y ahora tenemos que concluir para seguir con la agenda. Es esta la singularidad en las instituciones; no es nada más que esto. Hay reglas que hacen que, por ejemplo, una institución acoja a niños de entre cero y tres años, entonces cuando tiene tres años y medio qué hay que hacer: si hay que hablar con la madre, no hablar con la madre... Si uno piensa orientarse con las reglas está perdido; tiene que orientarse con el hecho de que, por supuesto, están estas reglas, pero hay que saber hacer con esto, hacen parte del problema, para después actuar de manera conforme al interés del sujeto que sufre y viene a consultan Es parte del problema saber hacer con las reglas de la misma manera que hay que saber concluir.

* Conferencia del 22 de septiembre de 1999, en el Congreso de Salud Mental organizado por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.

Texto de presentación de ICBA (Instituto Clínico de Buenos Aires) 1998