platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

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I.S.B.N.: 84-500-8470-9 Depósito legal: CA-8/84 Imprime: INGRASA Industrias Gráficas Gaditanas, S. A. Hércules, 13, Cádiz

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JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

P L A T E R O (1948-1954)

Historia, antología e índices de una revista literaria gaditana

FUNDACIÓN MUNICIPAL DE CULTURA Cátedra «ADOLFO DE CASTRO»

CÁDIZ, 1984

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índice

Introducción 5 Sumarios 29 Poetas españoles que colaboraron en el exilio 57 Poetas residentes en España 69 Poetas gaditanos 133 Poetas hispanoamericanos 165 Poetas de otras lenguas 177 Poemas en prosa 197 Textos de narrativa 203 Muestras de teatro 217 Estudios 223 Fragmentos del «Diario» de Carlos Edmundo de Ory 231

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Platero, un grupo y una revista

Introducción

La comprensión adecuada de la historia literaria del presente siglo exige un detenido examen de las revistas y tertulias poéticas. La reconstrucción histórica de estilos y corrientes contemporáneas sería tarea imposible si nos limitáramos exclu­sivamente al estudio de las obras individuales de autores más o menos representa­tivos. No es extraño, por lo tanto, que en los últimos años se hayan multiplicado trabajos descriptivos y críticos sobre estas publicaciones plurales y periódicas (1).

Si queremos conocer los caracteres que "definen los movimientos literarios contemporáneos que se suceden en Cádiz, resulta imprescindible el conocimiento de las diferentes revistas poéticas surgidas en la capital y en algunas otras ciudades de la provincia. Este rincón meridional de la geografía andaluza, cuna fecunda de escritores y poetas, ha sido y sigue siendo centro propicio para la celebración de tertulias y para la edición de revistas.

A manera de ejemplos y ciñéndonos al siglo actual, podríamos recordar los siguientes títulos: Cádiz en Broma, El Cascabel, Garabato, Siglo Cómico, Nueva Época, Azul, Diana, España y América (con los suplementos literarios Literatura Hispano-Americana, y posteriormente Vida Literaria), Renovación, Isla, Cauces, El Parnaso, Platero, Alcaraván, Madrigal, Caleta, Arrecife, Thalasa, Gárgola, El Gorrión, Ánfora, Jerez y el Rocío, Atalaya, Marejada, Bahía, Pandero, Torre Tavira, Gaviota, Eriteia, Fin de Siglo.

(1) A manera sólo de ejemplos, podemos citar los siguientes: RUBIO, Fanny: Las revistas poéticas españolas (1939-1975), Ed. Turner. Madrid, 1976. MUSACCHIO, Daniéle: La Revista Mediodía de Sevilla. P. U. S., Sevilla, 1980. Medio siglo de publicaciones de poesía en España. Catálogo de revistas. (Segovia, Madrid: I Congreso de Poesía, 1952.) VALENCIA JAÉN, Juan: «índice bibliográfico de la revista Mediodía», Archivo Hispalense, números 33 y 34, Sevilla, 1960. Poesía Española. Número extraordinario dedicado a las revistas de poesía, números 140-141. Madrid, agosto-septiembre, 1974. La Estafeta Literaria, números 282-283, Madrid, 10 de enero de 1964. HERNÁNDEZ GUERRERO, José Antonio: Cádiz y las generaciones poéticas del 21 y del 36. La Revista Isla. P. U. C , Cádiz, 1983.

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El hallazgo de las colecciones completas, incluso en bibliotecas y hemerotecas públicas, resulta hoy una empresa prácticamente imposible. Muchos de los núme­ros han desaparecido o se encuentran en poder de particulares difícilmente accesi­bles. Sin embargo, un esfuerzo para localizar la mayor cantidad posible de números y para reeditar, al menos, una selección de las colaboraciones más significativas, sería un servicio muy valioso para el conocimiento de la historia de las letras gaditanas.

Nosotros vamos a colaborar con esta obra antológica en la que presentamos una amplia muestra del contenido de Platero. Esta fue una revista poética que, durante la primera mitad de los años cincuenta, alcanzó singular importancia por el alto número de sus colaboradores —114—, por la calidad de muchas de sus firmas y por el significado de algunas de sus composiciones. Con esta introducción que precede a la antología de textos nos proponemos recordar datos históricos olvida­dos, algunos de los cuales constituyen anécdotas valiosas y pueden servir para ayudar a situar a la revista en su ambiente social y humano, y en su contorno cultural.

La Tertulia de «Las Cortes»

En la segunda mitad de los años cuarenta, se formó en Cádiz un grupo integrado por poetas muy jóvenes, animados de un espíritu de búsqueda y de renovación. «Coincidiendo con otros brotes geográficos aparecen aquí los prime­ros síntomas de algo nuevo, de algo que se insinúa con un vigor joven y auroral» (2).

El contenido de las reuniones y hasta el ambiente festivo que se respiraba nos lo cuenta con detalle y gracia el animador y promotor de las reuniones, Fernando Quiñones:

«Todo empezó sobre 1947 y en «Las Cortes», una vieja taberna gaditana, inmediata al caserón insigne donde, con el de la Constitución, se juró en Cádiz un espíritu liberal que ya no habría de abandonar. Teníamos diecisiete, diecio­cho años, y éramos y hacíamos cosas muy distintas. Pero cada jueves, a las once de la noche, nos juntábamos allí, con el que suscribe, Felipe Sordo Lamadrid, Serafín Pro Hesles y Paco Pleguezuelo (3). Nos leíamos los «descu­brimientos» de la semana y para postre, ansiosamente, nuestros escritos. En aquellos contubernios, que entonces se nos antojaban distinguidamente furti­vos, sobrenadaban, de los años colegiales, Espronceda, Zorrilla, Darío, los aún vivos Marquina y Manuel Machado» (4).

(2) J. de D. RUIZ-COPETE: Nueva Poesía Gaditana. Ed. de la Caja de Ahorros, Cádiz, 1973, pág. 53.

(3) Por esas fechas José Luis Tejada aún no conocía al grupo, aunque ya llevaba años escribien­do muchos versos y publicando algunos en esporádicas revistas locales. El cree recordar que fue su paisano, el poeta Juan Ignacio Várela Gilabert el que le «descubrió» a Lorca y a Alberti. «Platero —nos dice José Luis Tejada— a mí me hizo mucho bien. Me dio a conocer fuera de mi pueblo, me descubrió otros modos de poesía, me regaló la amistad de otros poetas buenos y afines. En resumen, ensanchó un poco mis horizontes poéticos.»

(4) F. QUIÑONES: «...Y en Cádiz, Platero», en Poesía Española, números 140-141. Madrid, agosto-septiembre, 1974.

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Fernando nos describe también el momento, para ellos clave, en el que realizan el feliz descubrimiento de los «poetas del 27»:

«Cierta noche alguien, no sé quién, llegó como loco con unos romances: habíamos encontrado a Lorca y a su leyenda. Otra, tres breves canciones, una de las cuales comenzaba: «No pruebes tú los licores», fueron degustadas cinco, diez, quince veces; eran de un poeta no oído, ¡y gaditano!, que se llamaba Alberti y andaba por América... Unos versos «raros», turbadores, en el primer número de ínsula que vimos, inflamaron largas, encendidas discusio­nes: Vicente Aleixandre nos acercaba para siempre las nuevas formas de la poesía» (5).

Parte del tiempo de estas reuniones se dedicaba al comentario y discusión de los poemas de sus componentes y, en ocasiones, hasta celebraban reñidos certáme­nes entre ellos mismos.

«El Parnaso»

Al objeto de dar a conocer sus composiciones entre los amigos, pensaron en la posibilidad de sacar una revista. Las dificultades, principalmente económicas, eran excesivas. No tuvieron más remedio que conformarse con que saliera mecanogra­fiada y sólo el nombre —El Parnaso— con caracteres impresos.

Con formato de 26 X 39,5 cm. aparecían quincenalmente; se hacían entre diez y veinte copias y los primeros números eran de dos páginas; posteriormente, se ampliaron a tres y, luego, a cuatro.

La fecha del primer Parnaso fue el uno de diciembre de 1948 y la del treinta —y último— el quince de febrero de 1950. Los cuatro primeros números llevaron el rótulo de cabecera hecho a mano, uno a uno y con tinta china, y los veintiséis restantes, impreso. Sendos números monográficos fueron dedicados a «Cádiz y los. Puertos» y a Chopín en su centenario; este último incorporó también un grabado impreso, a línea, del compositor polaco. Aparte de los cuatro componentes del núcleo fundador, ya colaboraron en El Parnaso, Julio Mariscal, Pedro Ardoy, Caballero Bonald, José L. Acquaroni, José Luis Tejada (6), Antonio y Carlos Murciano y Ramón Solís, que envió de Madrid al número 27, un texto informati­vo sobre un ciclo de conferencias recién dictadas en el cine Barceló por Ortega y Gasset (7). Colaboraron también (y ya no lo hicieron en adelante) Vicente Carde­nal, Luis Cappa Franzón, Antonio Escobar, Francisco J. Pro, Manuel Quiñones y Ezequiel Peña.

(5) Ibidetn. (6) José Luis Tejada se acercó al grupo a través de su paisano Felipe Sordo Lamadrid, cuyo

hermano Pepe había estudiado en El Puerto de Santa María con él, como únicos alumnos de primero y segundo curso de Bachillerato.

(7) Número 27, 1 enero 1950.

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Plate-9

Primera época: En estas tertulias se logró crear un clima de amistad. La creciente confianza en sus propias posibilidades aumentó las esperanzas de alcanzar nuevas metas. E" -recimiento de los colaboradores de El Parnaso hizo pensar en el cambio de formato e, incluso, de nombre. Se aceptó el título definitivo de Platero pero todavía, renovada la revista en su cantidad y en sus cualidades literarias, siguió saliendo mecanografiada.

El formato pasa a tamaño cuartilla y la portada es de cartulina, ilustrada e impresa a dos tintas, salvo el número de la revista, que se pone con un sello de caucho.

Aparecen nueve números de periodicidad mensual y unas 18 páginas de promedio, numerados del 31 (marzo de 1950) al 39 (noviembre de 1950). Donato Millán Contreras hace la presentación del número treinta y uno, y en el treinta y siete figura una «Carta a los redactores de Platero», en verso, de José María Pemán.

Segunda época: El número diez, por fin sacó su vestido nuevo. Gracias a la subvención que concedió el gobernador civil, Carlos María R. de Valcárcel, Platero, con el subtítulo «Verso y Prosa», y la aclaración «Segunda época», pasa por las prensas en enero del año 1951. El último número se publica en 1954.

De sus 24 números impresos, los siete primeros se editaron en los talleres del semanario La Voz del Sur (instalado en la plaza de Viudas, posteriormente dejó su título al diario «Ayer» de Jerez de la Frontera), y los otros 17 en la imprenta Rubiales, de la calle Feduchy. Su numeración partió del uno y su formato era de 19 X 24 cm. Los dos últimos números, el 23 y el 24, aparecieron en 1954 y en ellos no constaban los meses de publicación, aunque sí el año.

La tirada llegó a quinientos ejemplares que circularon y se vendieron en toda la geografía española y aún fuera de ella (8). En Madrid la distribuyó la librería «ínsula», editora de la revista de igual nombre. En el número seis se deja constan­cia de los puntos extranjeros en que se vendía Platero: Hamburgo, Santiago de Chile, Nueva York, París (concretamente la «Livrairie des Editions Espagnoles», de la calle Mazarine, fue la mejor pagadora y lo hacía en libros o en dinero). Debemos hacer notar que en ninguno de los puntos de venta los creadores de la revista poseían previamente amistades o contactos directos: tomaron sus direccio­nes de ínsula.

Los artífices

Tanto la primera época mecanografiada como la segunda tipográfica, tuvieron asiento en la «Agencia Hércules». Era una gestoría administrativa de la calle Cobos número seis, propiedad de Francisco J. Pro, hermano de uno de los fundadores de la revista, Serafín Pro. En su época impresa figuraba la dirección de la calle Fernán Caballero 5, donde vivía Francisco Pleguezuelo, otro de los fundadores. En aquella

(8) El precio era de cinco pesetas.

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diminuta oficina, desde las siete u ocho de la tarde hasta, a veces, bien entrada la madrugada, se gestaba la vida de la revista desde sus primeros alientos. El único instrumento era una máquina de escribir, una vieja Remington.

Al objeto de conocer las peripecias de aquella aventura entusiasta, nos hemos entrevistado con algunos de sus protagonistas. Respetamos la letra de sus relatos personales cuyos detalles mantienen bien marcadas las líneas del dibujo y cuyos colores han adquirido la venerable pátina de más de treinta años de «antigüedad».

Es Serafín Pro Hesles quien nos cuenta los primeros pasos, su nacimiento y las circunstancias que se conjugaron para que brotara la idea de aquella empresa:

«Surgió del ansia de comunicación, de la amistad y de afinidades electivas. Quiñones, Pleguezuelo y yo habíamos sido compañeros de colegio y de curso, en San Felipe Neri (9); el cuarto fundador —Felipe Sordo— era amigo de Pleguezuelo. Todo empezó hacia 1947, en tertulias fijas y frecuentes por bares y reservados de añejos establecimientos (como el «Café Novelty»; «Las Cor­tes», una tienda con reservados, en la esquina de Sacramento y San José, que hoy no existe; «La Villa de Madrid», en la calle de la Rosa). Allí nos leíamos escritos propios y textos de los maestros literarios que desordenadamente íbamos descubriendo, dando a éstos prioridad. También celebrábamos alguna reunión en «El FJabanero», una lavandería de la calle José del Toro donde se deslomaba planchando el pintor Lorenzo Cherbuy, afecto al grupo fundador. Vivíamos muy aislados, con muy poco dinero para libros; las bibliotecas familiares, o las que teníamos a mano, no nos servían y el país estaba cerrado a cal y canto por obra y desgracia de la censura y del nefasto Arias Salgado, a quien Dios pida debida cuenta. La «Remington» de la agencia Hércules soportó muchas copias de poesía y de narrativa antes de empezar a parir El Parnaso, copias hechas por puro gusto. Adquirimos saberes y amistades.»

El núcleo inicial creció. En la primera época de Platero a máquina, ya se habían incorporado, con mayor o menor asiduidad, Caballero Bonald, estudiante en Cádiz, Julio Mariscal, maestro nacional en la capital, José Luis Tejada, de El Puerto de Santa María, y Pedro Ardoy, poeta de Jaén que se hizo construir en la Puerca Vieja de La Caleta un yate, el «Clavileño», con el que se echó a navegar por el mundo. Al grupo se unió, desde la distancia de Madrid, Carlos Edmundo de Ory y Pilar Paz Pasamar, jerezana que se trasplantó a Cádiz. Ella nos cuenta los pormenores de su traslado:

«Radiqué en Cádiz por muy poco tiempo ya que desde el año 40 mi padre fue destinado a Madrid, donde estudié desde parvulario al examen de Reválida —Facultad de Derecho antigua en la calle P. Bernardo— en el colegio de Carmelitas de Fortuny. Tuvo dos destinos mi padre esporádicos y breves, uno

(9) José Luis Tejada también fue alumno de San Felipe Neri pero estaba en régimen de internado y pertenecía a cursos anteriores. No recuerda haberlos conocido entonces.

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en Cádiz —no conocí a Platero entonces— y otro en Córdoba, pero yo seguí viviendo en la casa de la calle Nicasio Gallego, con mi hermano Arturo, estudiante, al cuidado de una hermana de mi madre. Todos los veranos nos veníamos a Cádiz donde mis padres habían comprado una casita con jardín en la avenida de Marconi, en la esquina del paseo de eucaliptos que entonces llevaba a uno de los barrios más pobres: el de Puntales. Llegué a Platero uno de esos veranos de vacaciones de la mano de José Manuel Caballero Bonald que se había interesado mucho por mis poemas, los que había escrito desde los catorce a los dieciséis años y que ahora formaban parte de mi primer libro: Mará. Ese verano se celebraba en Cádiz el primer curso universitario para extranje­ros. Un acto a celebrar era en el teatro Arbolí. Lo primero que me sorprendió —ya que por ia profesión de mi padre estoy habituada a valorar la importancia de esos gestos— fue ver a un «soldadito raso» de Infantería de Marina que pasaba el brazo y apretujaba el cuello, sobre los hombros del almirante Martel. Aquel soldadito era Fernando Quiñones. Nuestro cometido, el de José Luis Tejada, Quiñones, y mío, era el de recitar nuestros propios versos ante un auditorio que considerábamos importante: José María Pemán, Miguel Martí­nez del Cerro, el gobernador civil Varcárcel —que nos había prometido ayuda, como así fue— y los estudiantes extranjeros, en su mayoría hispanoa­mericanos. El soldadito «relaciones públicas» de Platero convirtió mi «primera corrida» en una actuación folklórica. Al fallarle el cantaor del grupo de Sección Femenina que actuaría con los poetas, me pidió angustiadísimo que me colocase un traje de gitana y saliera al escenario a bailarle algo al público. Así lo hice y tuve un gran éxito, aunque mi imagen de poetisa quedó un tanto confusa ante los «maestros» asistentes. Luego tuve ocasión, también con el grupo, de visitarles y leerles mis poemas. Lo que no pude evitar en aquel verano fue el asedio y persecución de algunos americanos que continuaban emperrados en oirme cantar lo de la «Pepa». Aquello se lo perdoné a Fernando Quiñones y desde ahí nació una amistad verdadera y mi incorporación defini­tiva al núcleo fundador de Platero. Yo ya conocía la obra de Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego, Gabriela Mistral, Machado, San Juan de la Cruz, y ellos me descubrieron a Vicente Aleixandre, Salinas, Guillen, Hernández, Cernuda y muchos otros.»

Además de amigos, todos ellos quedaron constituidos en colaboradores de la revista y sirvieron de intermediarios para que recalaran en ella otras firmas. Las funciones se distribuyeron de la siguiente manera entre los miembros del grupo fundador: Felipe Sordo Lamadrid llevaba la exigua administración; aún conserva alguno de los pintorescos cuadernos eñ el que las salidas de haberes iban señaladas mediante dibujos de botellas de vino, equivalentes al importe de éstas. Serafín Pro era más bien el responsable del local y del material de redacción. Pleguezuelo recibía la correspondencia, corregía las pruebas y se ocupaba de la situación de las ilustraciones. Quiñones era eminentemente—diríamos hoy— «relaciones públicas», se encargaba de los contactos interiores y exteriores, favorecidos por su labor de redactor en La Voz del Sur.

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Este semanario propició el crecimiento del grupo inicial gracias a la convoca­toria que hizo a los poetas de la provincia para celebrar unas tertulias literarias. Las reuniones, nocturnas y semanales, estaban dirigidas por don Miguel Martínez del Cerro, y se llamaban «Academias». Este título servía también de lema a la página del semanario donde quedaba plasmado el contenido de aquellas sesiones. Apare­cieron poemas en verso y en prosa de jóvenes voces gaditanas o de escritores que pasaron por Cádiz. La Voz del Sur adquiría así un carácter marcadamente literario, aunque sin salirse de los límites de su tendencia falangista. Entre los ya «profesio­nales», sólo colaboraban en exclusiva Camilo José Cela, César González Ruano o Eugenio d'Ors.

El gobernador civil don Carlos María Rodríguez de Varcárcel, creador de La Voz del Sur, fue también el patrocinador de la edición impresa de Platero. Para esta concesión tuvo en cuenta la labor ya realizada por el grupo, su preponderancia en la tertulia, la recomendación de don José María Pemán y la presencia de Fernando Quiñones como redactor literario de La Voz del Sur. Se da así la paradoja —como en otros ámbitos de la vida cultural en el franquismo— de que el Régimen subvencionase la publicación de textos prohibidos por él mismo.

La primera colaboración impresa en esta revista, realizada por el grupo de jóvenes independientes o de tendencias izquierdistas, fue una «Oda a Luis Cernu-da», exiliado y decidido antifranquista, y la última, un artículo en el que entusiás­ticamente se elogiaba el «Canto General» de Neruda, libro prohibido a la sazón en España. Pero, al igual que en los otros casos, los forcejeos de esta contradicción, frecuentes y ásperos, recaían mayormente en Fernando Quiñones, cabeza más visible del grupo y, obligado por su trabajo para sobrevivir, a una presencia cotidiana en La Voz del Sur.

En este semanario ingresó, tras un duro recorrido por trabajos menos gratifi­cantes. Así nos los recuerda su contertulio Serafín Pro Hesles:

«Fernando, que trabajaba como peón en el muelle pesquero y en inverosímiles cobranzas a plazos por los barrios populares, entró en La Voz del Sur a través de la «Academia» para ocuparse del archivo de fotos y clichés del semanario. Enseguida pasó a redactor y asumió tantas tareas que, más tarde, el goberna­dor Varcárcel logró que aun durante el período de instrucción militar como infante de Marina, fuese diariamente a Cádiz para desempeñar su trabajo en el periódico.»

Pero el apoyo oficial no era, por supuesto, suficiente para cubrir todos los gastos. Algunos colaboradores literarios, en ocasiones, también echaban una mano en la economía. Tal es el caso, por ejemplo, de Juan Ramón Jiménez. Serafín Pro Hesles nos lo confirma con las siguientes palabras:

«Fue Alberti quien desde Buenos Aires nos recomendó en carta a Juan Ramón Jiménez, que estaba en Puerto Rico, de donde también nos llegó la colabora­ción de Pedro Salinas. Los primeros poemas de Juan Ramón Jiménez vinieron con la carta que reproducimos y la pequeña rosa disecada a que en ella se

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alude. Se ocupaba de que no faltase su colaboración, cumpliendo así su palabra, y en tres ocasiones nos mandó algún dinero para ayuda de la revista. Tres cheques, uno de quince dólares, y los otros dos de diez. También le inquirió en una carta a Pemán —seguramente por delicadeza a preguntárselo directamente a la interesada— si era verdadero el nombre de Pilar Paz Pasamar o sólo un alias literario.»

La verdad es que, en alguna ocasión, el dinerillo sobrante se empleaba en esparcimientos y reuniones extraliterarias. Fernando Quiñones nos da cuenta de algunas salidas festivas:

«Toreaba Pepe Luis Vázquez en El Puerto, y como la revista estaba ya pagada, recuerdo que nos gastamos el primer cheque de Juan Ramón en ir a los toros y en vinillos. Pero luego se lo contamos en una carta que le cayó por lo visto muy en gracia, puesto que siguió mandándolos.»

Juan Ramón Jiménez envió muchos originales en verso y en prosa. Hemos seleccionado para la antología que sigue el que lleva por título «Ciriaca Marmole-jo», por la situación singular que originó. Nos la explica también Quiñones:

«El relato «Ciriaca Marmolejo» tuvo su historia. Juan Ramón Jiménez no mantenía contacto alguno con su Moguer ni con su Huelva. Llegué a esta ciudad y un redactor del diario Odiel me pidió que hiciese para el periódico un artículo dando noticias del poeta. Así lo hice, y aludí al relato citado, que acababa de mandarnos. Al día siguiente de publicar el artículo llegó de Moguer y me buscó por Huelva un matrimonio; ella era la hija de Ciriaca Marmolejo, me explicaron, y deseaban vivamente leer el relato. Escribí a Cádiz para que se lo mandase el grupo, le mandaron el número correspondien­te y, sin saber por qué ni por qué no, el matrimonio escribió al poeta a Puerto Rico poniéndolo «verde». Nos aterrorizamos, pensando en la sensibilidad y el carácter de Juan Ramón, en su genio especial. Contra lo que temíamos —lo que más, que hubiera podido herirle personalmente el lance— se limitó a excusarse delicadamente en un aforismo publicado en el número veintitrés con el título «Ciriaca Marmolejo» y que terminaba: «Pido perdón a los ofendidos sin mi voluntad despierta.»

A Juan Ramón le llamó la atención, de manera especial, la poesía de Pilar Paz Pasamar. Se interesó por ella y, pensando que se trataba —como ya se ha dicho— de un pseudónimo, preguntó su verdadero nombre. Pilar nos relata cómo llegó a descubrirla:

«Serafín alude a la interrogación epistolar sobre mi apellido. Juan Ramón dio conmigo después de tres recados «Este es mi tercer recado, me dice exaspera­do... ¿tan lejos está el reino de la rebeldital, (se refiere al poema «El rebelde»). Yo recibo el tercer recado no a través de Platero sino de la revista Caracola

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Sevilla, 1958.—Poetas de «Platero», «Aljibe» y «Cántico». En primer término, sentados y de izquierda a derecha, Fernando Quiñones, García Baena y Aquilino Duque. Tras de ellos, Serafín Pro, Francisco Pleguezuelo y Felipe Sordo Lamadrid. No se ve, detrás del

todo, al pintor cordobés, Miguel del Moral.

malagueña. Enseguida le contesto y se inicia mi amistad con Juan Ramón Jiménez que persigue la lectura de mis poemas y me alienta constantemente. Adjunto como muestra esa carta en la que alude a nuestro grupo y la situación de la revista, así como sus penosas enfermedades, las de él y Zenobia. Dice el texto:

«Gracias, querida Pilar de 20 años por tanto regalo como me mandas en tu preciosa carta. Gracias por la encantadora canción por las de Antonia —omite «manos»— por todo lo que el artículo de la excursión a Moguer supone. Si yo no escribí a Platero de Cádiz en tanto tiempo no fue por desidia ni olvido. Desgraciadamente para mi mujer y para mí, nuestras enfermedades simultáneas fueron muy duras y muy penosas. Yo me quedé sin fuerzas, y no podía ni coger el lápiz (con el que escribo siempre). Ahora estaré ya siempre al lado de ustedes, y a tu lado, porque tú estás sola de tu grupo, en Madrid. Hoy mismo he echado una carta para los amigos de Cádiz, con la presentación que me pidieron para Rafael Alberti y anunciándoles el envío de trabajos nuevos para la revista. El primero, un prólogo que escribí para la edición española de París, y ya no les dejaré mientras viva, repito.

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Estoy esperando que lleguen tus dos libros, Pilar. Sí, he leído «El reclinatorio» que me reveló una poesía plena, rica, y delicadamente fuerte. Nada más fuerte que la delicadeza exacta. Pilar de 20 años, te beso desde mis 71, te beso de mis 70 y más primaveras.

Juan Ramón

Zenobia te agradece tus recuerdos. Es la mujer ideal y sigue enferma todavía. Tiene que ir por 3 días al hospital. ¡Muy triste!»

Otros poetas también colaboraron económicamente. A veces, cuando el grupo estaba apurado, acudía a Pedro Pérez-Clotet, quien, además de responder con una carta alentadora solía remitir un giro postal.

La difícil independencia de Platero

Las ideas liberales del grupo «Platero» se fueron abriendo camino trabajosa­mente. La revista entró y salió de la imprenta gracias a la ayuda económica de Varcárcel, pero su espíritu abierto se mantuvo a pesar y en contra del afán ideologizante de este gobernador de talante culturalista. Las mismas contradiccio­nes tuvieron que superar algunos grupos y revistas poéticas de otras provincias como Santander y Salamanca, patrocinados también por gobernadores partidarios de la animación cultural juvenil. Platero luchaba por eludir los condicionamientos políticos que pudieran ser impuestos por las instituciones pagadoras (no olvidemos que la imprenta «Rubiales» enviaba directamente la factura mensual al Gobierno Civil).

Podemos ilustrar este desafío continuo por mantener la independencia mien­tras se buscaba la ayuda imprescindible, con tres ejemplos, tres muestras suficien­temente elocuentes.

—Una etiqueta inevitable En las contraportadas de los tres primeros números se logró que el patrocinio apareciese discretamente disimulado como de la De­legación Provincial de Educación de Cádiz, pero, ya en el número cuatro, no pudieron evitar que se hiciera constar que tal Delega­ción era de FET y de la JONS. Del número 16 al 19, aparece de nuevo eliminado este añadido explicativo y se incorporan los nombres de dos nuevas entidades patrocinadoras: el Ayuntamien­to y la Diputación. Esta última será la única que permanecerá hasta el número final, el 24.

—Un pasaje censurado Invitado por las autoridades políticas, Camilo José Cela da en Cádiz una conferencia, «Literatura y Política». Intima con los «platerianos» y funda en la revista un premio de relatos con su

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Cádiz, marzo Í95Í.—Fernando Quiñones y Felipe Sordo Lamadrid, en el muelle pesquero.

nombre (del que en el segundo anuncio de la convocatoria, en el número once, por indicación del fundador, se da a conocer la cuantía, mil pesetas, «más el quince por ciento de plus de carestía de vida»). De regreso, en Madrid, envía a Platero, para su publicación, un pasaje de su novela La Colmena, inédita entonces. Pero cuando ya estaban sus pruebas corregidas y compuesto y paginado el número cuatro en el que iba a aparecer, la censura decidió suprimirlo. Nosotros lo hemos incluido en este libro.

—La mutación del número siete Un poema de Quiñones dedicado a Alberti promueve la censura y retirada del número siete. El grupo logra, como última solución, que salga la revista con la página mutilada y el título del índice tachado con una sobreimpresión negra.

Hemos acudido a Fernando Quiñones para que nos relate él mismo las delicadas peripecias de su gestión y los riesgos continuos a los que se exponía.

«Como publicábamos textos de exiliados y de autores no bien vistos, o de temas «incómodos», y como era yo quien mayormente los recababa y conse­guía, y estaba obligado a ir por La Voz del Sur, fue mucho lo que tuve que

lí)

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Cádiz, 1953.—Serafín Pro, Felipe Sordo Lamadrid, Francisco Pleguezuelo y Pilar Paz.

aguantar si no me quería ver otra vez arrastrando pescado y definitivamente apartado de mi vocación.»

En ocasiones, los peligros se hacían más inminentes y las amenazas de perder la libertad exterior e interior, más acuciantes.

«Fui promotor, «pagano» y receptor de quejas y represiones. Era para los falangistas «el rojillo», y padecí imposiciones y represiones, siempre bajo amenaza de despido personal del semanario y de cierre de Platero o sanciones especiales.»

Y, ciertamente, mantener abierta la revista supuso un coste político porque Fernando tuvo que ofrecer su poema a José Antonio y hacer su turno de vela en la Cruz de los Caídos.

«Estas extorsiones se producían por sorpresa: forzado en una ocasión a hacer, entre otros poetas, unos versos para una página de La Voz del Sur dedicada a un aniversario de José Antonio Primo de Rivera, y como siempre me negué a escribir de política, convine por fin con el director del semanario que no los firmaría. Pero él, sin mi conocimiento, ordenó que se les pusiera mi nombre al pie, y en 1981 han corrido en un panfleto anónimo. En otra ocasión, me fue imposible evitar guardia nocturna forzada de una hora en la Cruz de los

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Madrid, 1961.—Los fundadores de «Platero», en el día de la boda de Serafín Pro Hesles. De izquierda a derecha, Felipe Sordo Lamadríd, Francisco Pleguezuelo (con la cámara),

Fernando Quiñones y Serafín Pro.

Caídos de la Alameda, aunque sin camisa azul como los demás, y sin ella la hice, por no verme en la calle.»

Este alto precio, sin embargo, no fue suficiente para conseguir los beneficios que otros escritores, más fieles al Régimen y menos laboriosos, habían obtenido.

«Siendo uno de los que más —quizá el que más— trabajaba en Cádiz en prensa, se me excluyó del reparto de dividendos de la Asociación de la Prensa, de los que se benefició hasta el último mono.»

Esta falta de sumisión leal al franquismo privó también a Fernando de conce­siones que le hubieran facilitado una entrega más completa a su vocación literaria y al ejercicio de su profesión de escritor.

«Llegado a vivir en Madrid con quinientas pesetas en el bolsillo, Aparicio —quien me conoció en Cádiz en la redacción de Platero— me dio un puesto de eventual a destajo en la Dirección General de Prensa, que consistía en llevar a texto telegramas de noticias nacionales e internacionales, y me hizo entrar en la Escuela de Periodismo. Me negué a aceptar las líneas políticas y represivas

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imperantes en ella. En una tumultuosa velada se nos expulsó de la sala a Camilo José Cela y a mí, y abandoné la escuela que pudo haberme puesto en posesión del carnet profesional en pocos meses «si me portaba bien». Tenía entonces veintidós años.»

Quiñones ofrece estas explicaciones con la intención de dar a conocer las circunstancias adversas en las que se desarrollaron las actividades del grupo y los obstáculos que tuvieron que vencer para mantener la independencia de la revista.

«No se vean en estas palabras mucho resentimiento y ni gota de contrita disculpa: la vida era aquella para todos y no había otra. Antes, en Cádiz, la batalla consistió en mantener la línea independiente de Platero, y los contraata­ques para lograrlo (así como las consecuencias para mí) no cesaron: a la prohibición de mi poema a Alberti siguieron tres poemas del propio Alberti publicados por la revista, y luego los de «Ora Marítima». La «Oda a Bilbao», de Blas de Otero, totalmente censurada en varias publicaciones, salió intacta en Platero mediante el ardid de cambiarla de título («Muy lejos»). Las colabo­raciones de exiliados y de «non sanctos» siguieron su curso y yo seguí el mío, así como el grupo. La mejor prueba es que nadie, próximo ni lejano, negó su colaboración a la revista, aun firmas sumamente comprometidas y comprome­tedoras, pese a que ninguna ignoraba la procedencia oficial del patrocinio.»

De todas maneras, no sería acertada la interpretación de que la revista poseía una línea expresamente opuesta al Régimen y, menos, una orientación homogénea y singular. Su independencia tenía como objeto hacer posible la libertad de cada uno de los colaboradores. Se trataba de un vehículo plural de expresión. Serafín Pro Hesles lo explica con un ejemplo elocuente:

«Hay que hacer constar la comprensión de José María Pemán ante la línea de la revista, en la que colaboró desde su edición mecanográfica; cuya publicación recomendó desde su influencia, muy grande entonces en Cádiz; a la que defendió en más de una ocasión y alguno de cuyos actos públicos propició, tomando incluso parte activa en uno. Su liberal afecto por la revista cae fuera de dudas, y se demostró en las «imitaciones literarias» que, con motivo de una Fiesta de Poesía, envió al grupo, papeles que conservo y en los que Pemán hacía textos 'a la manera' de Aleixandre, Carlos E. de Ory, José Luis Tejada, Fernando Quiñones y de mí mismo.»

Don José María Pemán llegó, incluso, a colaborar en uno de los actos públicos que organizó el grupo. Pilar Paz Pasamar nos lo relata con las siguientes palabras:

«Creo que el acto público de adhesión y amor al patrón de nuestra revista, Juan Ramón Jiménez fue uno de los poquitos que encabezó José María Pemán. Veníamos desde Huelva a Moguer la compañía teatral de aficionados y José

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Cádiz, Plaza del Palillero, 1951. En pie y de izquierda a derecha: Fernando Quiñones, Antonio Gala, Serafín Pro, Aquilino Duque, José L. Tejada y Felipe Sordo Lamadrid. Delante: F. Pleguezuelo y B. V. Garande. Entre el grupo, una imagen de «Platero».

María Pemán me sugirió que diésemos un recital en la casa de Juan Ramón Jiménez, entonces convertida en cuartelillo de la Guardia Civil (1952). Yo le escribí a Juan Ramón Jiménez contándole la cuestión y a eso alude en su carta, —que adjunto— cuando me da las gracias «por todo lo que el artículo de la excursión supone». No conservo, qué pena, el artículo que se publicó en la Hoja del Lunes y en el que contaba los pormenores de ese recital «espontáneo». Yo volví a Madrid, pero aquello se nos quedó grabado tan profundamente en la memoria que José María Pemán en su discurso de contestación al mío de ingreso en la Academia, lo cita de esta forma:

«Ella—refiriéndose a mí— no hace «poesía social» porque cree, como Juan Ramón Jiménez, que social es toda la poesía. Ella cree, con razón, que ya hizo suficiente política social el día en que Moguer, separándonos unos cuantos de una excursión que. realizábamos, nos fuimos a la casa, convertida en cuartelillo de la Guardia Civil entonces, donde vivió Juan Ramón Jiménez. Pilar se puso a recitar en el patio «La carbonerílla quemada» e hizo llorar a unas mujeres que estaban en una azótenla tendiendo ropa y que se quedaron absortas con sus sábanas y toallas en las manos, como citando desde lejos al toro negro de la injusticia y el dolor. Cuando en 1958 muere Juan Ramón Jiménez, la «oficialidad» le rindió el homenaje de su traslado a Moguer. Yo me negué en rotundo a aceptar invitación alguna a tales actos.»

1.9

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Perfil y carácter de Platero

La revista nació y creció impulsada por un ansia de búsqueda literaria. Se mantuvo abierta a todas las colaboraciones con tal de que poseyeran calidad estética. Más que una plataforma de lanzamiento de sus jóvenes artífices, sus páginas se desplegaban para convocar y difundir todas las voces poéticas auténticas. La aportación de una mayoría de poetas españoles ya consagrados, y de otros autores que empezaban, los trabajos críticos, y las traducciones de escritores de otras lenguas, casi todos inéditos en España, constituyen el testimonio más elocuen­te del afán renovador y del carácter independiente de Platero. Obviamente, una restricción vendría impuesta por la propia naturaleza: la de todos los textos que manifestaran vinculación o tufo político concretos, sobre todo de la ideología imperante.

Su estructura y organización era sencilla. La mayoría de las composiciones eran poemas en verso. Los textos en prosa se intercalan sin un orden fijo. En muchos números —no en todos— la última página y la contraportada se dedican a críticas de libros, a notas y a noticias literarias, índice de revistas...

Pilar Paz nos refiere, a este respecto, una divertida anécdota:

«Una de esas críticas de contraportada me hizo pasar uno de los apuros más grandes de mi vida. A petición de Carmen Conde comenté uno de los libros en italiano de su amiga Juana Granados. Lo hice, claro está, con ayuda del diccionario porque no sabía italiano y mandé la nota a Platero que tuvo a bien publicarla. Ocurrió que por aquellas fechas hice un viaje a Italia y Carmen Conde me encargó sus saludos cuando llegara a la residencia universitaria de Milán, donde vivía la escritora italiana. No pude evitar que se presentara a charlar conmigo, muy agradecida por haber hecho la reseña de su libro. Se me presentó «mi traducida» hablándome en el más correcto italiano para hablar de nuestros asuntos literarios. Fueron tres horas o cuatro angustiosísimas, pero el milagro dialéctico se realizó y mi reciente amiga se despidió muy contenta sin haber advertido nada extraño en nuestra larga conversación. Desde entonces creo en el hecho de Pentecostés, a pie juntillas.»

En la portada figura, además del nombre de la revista, un dibujo a pluma que representa al burro juanramoniano, el subtítulo «verso y prosa», y el número del cuaderno correspondiente. En la contraportada está el sumario y, además de la fecha y lugar de edición, en el ángulo superior derecho, un texto breve de Platero y yo, siempre diferente.

Las secciones o páginas especiales fueron sólo dos: 1.—Verso y Canción del Sur. De aparición intermitente (cuando había material

para cubrirla), estaba dedicada a poemas de tipo andaluz barroco o neopo-pular, en cierta línea clásica de la «Generación del 27»: sonetos, canciones, décimas, etc.

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Cádiz, 1952.—Felipe Sordo Lamadrid, Serafín Pro Hesles (derecha) y Femando Quiño­nes en el día de la marcha a Madrid de Quiñones.

2.—«Crítica-Notas», que apareció en el número tres y que, desde el trece, pasó a titular «Santo y Seña». Reunía críticas y recensiones de libros y revistas recibidos, cartas abiertas y noticias literarias a veces, así como convocato­rias nacionales de premios de poesía.

Premios y actividades

La revista, para estimular el trabajo literario de los jóvenes, creó los premios «Platero» de poesía, y «Camilo José Cela» de relatos. Se convocaron en el número cuatro y estaban dotados con la cantidad de mil pesetas cada uno. Gracias a que la convocatoria se difundió por todo el país mediante agencia de prensa y apareció en varios periódicos y revistas, se recibieron más de trescientos originales, (10). Caballero Bonald, tras reñida final con Blas de Otero, obtuvo el premio de poesía y José Luis Acquaroni, el de relatos. Los tres textos citados se incluyen en esta publicación.

El grupo no limitó sus actividades al ámbito de la revista, sino que organizó

(10) En Madrid. Correo Literario, ínsula...

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Cádiz, Í948.—Fernando Quiñones, trabajando en el muelle pesquero.

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múltiples actos literarios como, por ejemplo, las lecturas y recitales poéticos en diversos centros culturales de la capital y provincia. En Radio Juventud, durante dos años (1949-1950), emitió un programa nocturno titulado «Letras». Promovió también la actuación en Cádiz de otros grupos poéticos andaluces como Aljibe de Sevilla (11) y Cántico de Córdoba. Esta capital ya había sido visitada anteriormente por Pilar Paz, J. M. Caballero Bonald, Juan Valencia y Fernando Quiñones, en calidad de representantes del grupo Platero. Pilar Paz, José Luis Tejada y Fernando Quiñones también ofrecieron un recital en el club «La Rábida», de Sevilla. E, incluso, varios miembros del grupo ilustraron, con la lectura de sus poemas, un desfile de modelos que presentó en Cádiz el dibujante y figurinista gaditano Paco Navarro.

Platero significó algo más que una revista literaria; constituyó una llamada al encuentro cordial y un espacio de amistad para los poetas gaditanos y para los «transeúntes». Cualquier hecho servía de pretexto para las festivas reuniones nocturnas.

«Algunos rasgos de aquel 'temps perdu' son las alegres noches de vagabundeo, vino, versos y cante, pasadas en unión de cuanto poeta español o extranjero caía por Cádiz, que eran muchos, y nos visitaba, que eran todos; las lentas atardecidas en el chalet de Pilar Paz; las filas de botellas que el administrador, Felipe Sordo, contabilizaba harto expresivamente sobre el libro mayor» (12).

Cuando a Pilar Paz se le habla de aquel ambiente le revive su entusiasmo juvenil y no para de contar anécdotas (13):

«Estoy segura de que todos deseábamos ansiosamente escribir bien, pero nos ocupaba mucho más el entusiasmo de vivir la aventura literaria con todos sus riesgos y su enorme belleza. Lo importante era estar juntos y descubrir las cosas más apetecibles: un poema, un libro, un baño nocturno en las aguas de Puntales, un paso del pie cojo de Fariña o un desplante nuevo «por fiestas» del Chino de Jerez o el quebrado melisma de Pericón. Una excursión a Córdoba con mi padre —a quien todos llamaban «tío Arturo»— para unirnos en «La Venta de los Arcos» con el grupo Cántico, o un ensayo en la casa de Marconi donde los vecinos se agrupaban detrás de las rejas en dobles o terceras filas para presenciar los ensayos de «La zapatera prodigiosa», o cualquier otro jaleo

(11) Por este grupo vinieron Antonio Gala, Aquilino Duque y Bernardo V. Carande. Leyeron en el Conservatorio de Música de la calle Benjumeda y fueron presentados por Felipe Sordo Lamadrid.

(12) Poesía Española, número citado. (13) «Son muchas las anécdotas —nos dice Pilar— que podría recordar sobre el grupo, como la

de aquel año nuevo del 51 en que Fernando Quiñones se vistió de picador con uno de los trajes de cantaores que se habían presentado en el chalet de Marconi disfrazados. Fernando Quiñones en un arrebato social y sentimental salió corriendo hacia las chozas que existían en Puntales. Volvió con el sombrero de picador abollado de pedradas porque los vecinos se resistieron a perder su precaria intimidad con aquella «aparición» que pretendía recitarles poemas de Rafael Alberti.»

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me crearon un departamento de actividades culturales femenino (14) que no existía, con sede en el Círculo Medina en el que di a conocer —sin que nadie me lo prohibiese— obras en teatro leído que hoy son estrenos en televisión: Camus, Saroyan, Alfonso Sastre, etc., prosistas como Ignacio Aldecoa. (15) Una de esas tardes se dedicó a la lectura de poemas de Platero, de la que yo misma me hice cargo.»

Algunos poetas de fuera, que pasaban en Cádiz temporadas más dilatadas, se integraron totalmente al grupo. Tenemos un ejemplo en el actual dramaturgo y escritor catalán José María Rodríguez Méndez que hizo el servicio militar en esta capital como alférez. Trabó inmediatamente amistad con el grupo y se constituyó en asiduo colaborador de la revista. A través de él llegaron a Platero originales de autores catalanes como los de Susana March, J. E. Cirlot, Alfonso Pintó, J. G. Schróder, etc.

El año 1954 empezaron las penas de Platero. Fernando le escribía a Pedro Pérez-Clotet en los siguientes términos:

«Esta vez, a lo que íbamos es que el burro se muere. Sí, don Pedro, Platero (...). El Gobierno retira sus pesetas..., que muchos gastos, que lo siente mucho. Que las retira. El Excelentísimo Ayuntamiento de la Villa ama la pesca del atún, vela por el ornato del alumbrado (cuando vela), manifiesta una decidida, una plausible inclinación por los homenajes funcionariales. La poe­sía, el arte, el nombre de Cádiz rodando por España, y Francia, y Portugal, y Suiza, y Alemania, Inglaterra, Italia, etc., a lomos de la revista, ¡bah! Empie­zan porque no saben lo que la revista rueda. Siguen por ignorar quién es Vicente Aleixandre, Gerardo Diego,Rafael Alberti, Eugenio D'Ors... Y con­cluyen con una delicadeza fragante, por creer que yo, que nosotros, hacemos Platero en calidad de poetitas o escritorcetes locales que quieren ver sus cositas en papeles, ¡mal rayo los parta!, ¡con lo que nos importará tal!» (16).

El número 25 de la revista ya no salió.

Criterios adoptados para la elaboración de la siguiente selección antológica

La muestra que presentamos responde al subtítulo de la revista «Verso y Prosa». En primer lugar, hemos situado las composiciones en verso y, a continua­ción, los trabajos en prosa. Están presentes los 114 autores que integran la nómina completa de la segunda época. La hemos organizado de acuerdo con el siguiente orden:

(14) No me prohibieron nada, pero el hilo telefónico de nuestro departamento femenino de actividades culturales estaba conectado con El Pardo.

(15) A Nicasio Gallego, iban también Carlos Edmundo de Ory, Antonio Gala, y todo poeta andaluz que pasara por Madrid.

(16) Carta a Pedro Pérez-Clotet sin fecha. Citada por Fanny Rubio en la op. cit., pág. 352.

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Marzo, 1952.—Gerardo Diego con Fernando Quiñones en el Parque Genovés.

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1. Poesía 1.1.—Poetas españoles que colaboraron desde el exilio. 1.2.—Poetas residentes en España. 1.3.—Poetas gaditanos. 1.4.—Poetas hispanoamericanos. 1.5.—Poetas de otras lenguas.

2. Prosa 2.1.—Poemas en prosa. 2.2.—Textos de narrativa. 2.3.—Muestra de teatro. 2.4.—Estudios. 2.5.—Fragmentos del «Diario» de Carlos Edmundo de Ory.

Termino expresando mi agradecimiento a Fernando Quiñones, Serafín Pro Hesles, Pilar Paz y José Luis Tejada. Sin sus notas —retazos de vida recuperados— hubiera sido imposible hilvanar este trozo de historia de la poesía gaditana.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

7,1

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SUMARIOS

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,¡Pla tero. Platero! Di era yo mi vida y anhelara due tú duisieras dar la tuya por la pureza de esta alta noche de Enero, sola, clara y dura.

SUMARIO Oda a Luis Cernuda Ricardo Mol ina

Ahora José Luis Tejada

Este corazón Julio Mariscal Monte»

Tanguillo a la esposa del Emperador . . Jesús de las Cuevas

Poema del hijo Felipe Sordo Lamadrid

La Virgen de la Palpia Serafín Pro Hesles

Unidad..... Pilar Paz

Colegiala del Valle Aquilino Ducfue

Dios total Pedro Ardoy

Cancioncilla de las tres hermanitas Jerónimo Martel

Agua de luna . . . . Francisco Pleguezuelo

Mendigo José Manuel Caballero

Dos canciones Antonio Murciano

Salmo de la Insatisfacción Temporal y Oración

insignificante Miguel Martínez del Ce

Marinas íntimas Fernando (¿guiñones

1 ortada de José Pleguezuelo

CÁDIZ, E N E R O 1951

Núin. 1 - Segunda época Redacción y Administración:

Calle Fernán Caballero núm. 5

31

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«Platero, ¿verdad

(fue tú nos ves1?»

SUMARIO

Canción a solas Carmen Conde

Fuente de Aixa I riña Mercader

O ctubre Juan Vale ncia

Mensaje José Luis Tejada

ÍSombre entregado José Manuel Caballero

Anfe el vaciado en escayola de una mano de Chobi n • ]' rancisco Pl eguezuelo

Poemas a Soledad Julio Mariscal Montes

Canto F : C Jabino-Alejandro Carriedo

Alabanza de María en su embarazo Pilar Paz

l\octurno tráfico Carlos Murciano

El Fluispitinglich Serafín Pro I lesles

Ané ustias í" ernando Quiñones

El muerto An¿el Cresf>o

Postal de la babuehería de letuán Miguel Martínez del Cerro

Lluvia de Abril Manuel 1 errón Alba rran

¿Para c/uéY Manuel Bamadillo

Poema de la reencarnación 1' elif>e Sordo Lamadrid

Mástil de sangre José Luis Acd uaroni

Portada de José Pleó uezuelo

CÁDIZ, FEBRERO 1 9 5 i

NUM. 2 - SEGUNDA ÉPOCA REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN,

FERNÁN CABALLERO NUMERO, 5

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tEsta ñor vivirá poco* días, Platero¡

pero tu recuerdo ha Je ter eterno».

SUMARIO

faro Hura \ ázcjuez

Elegía esperanzada.. ., Guil lermo Oaorio

Granada José María Pemán

De mármol lat pupilat Pedro A r d o y

Retmto tin figura Alejandro Busuioceanu

Carta a Maruxa Carlos Edmundo de O r y

Dos Sonetos Juan Alcaide oanchez

Ize Kranile Juan Eduardo Cirlot

Advenimiento del Amor Juan Valencia

Poemas a Soledad Julio Mariscal Montes

Poema del Hijo Felipe Sordo Lamadrid

José de Cadalso Felifie Ximénez de Sand

Cancionero de Ronda Joaquín Ctonzález-Estrad

En la Caleta Serafín Pro Hes les

Crítica - Ñolas

Portada de José Pleguezuelo

Viñetas de Parodi y Cnerbuy

oval

C Á D I Z , M A R Z O 1 9 5 .

N um. 3 Kedaccion y Adn> ínistración:

Segunda éf>oca h ernán Caballero número 5

33

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*E¡ aire fragante ae pondrá canoro y habrá por el gol Je abril un errar encantado de ala» invisible» y un reguero secreto de trinos claros de oro puroi..

SUMARIO

La playa de Lo» Ladrillos José Luis Cano Mundo mío Pitar Paz Paaamar s\ L,u¿enio d'Ors Adriano del Valle Poema , . . . . Federico Muela» Balada de una noche de amor Antonio Murciano Cantos a Rosa José A . Muñoz Rojas Profecía , Gabino-Alejsndro Carriedo Ceremonia . . Fernando Quiñones Patio de lo» Naranjos Francisco Pie ouezuelo N o sé dué decirte Luí* Felipe Vivanco A Luisa María, amazona Trina Mercader Imprecación José Luis Tejada La» ventana» Stéfihane Mallarmé Bailarina española Jesús de las Cuevas

Crítica — Nota»

Viñeta» de Pilar Paz, Lara, Parodi, Cherbuy y Pleguezuelo

Portada de José Pleguezuelo

C Á D I Z , A B R I L 1051

Núm. 4 Redacción y Administración:

Segunda éJ>oc» Fernán Caballero número 5

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Page 39: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

'Poco a poco, lo lejano no» vuelve a lo

al,.

SUMARIO

Dos poema» Juan Ramón Jiménez El Grito Inútil Angela Figuera Aymerich Mát Triste Todavía . José M. Caballero y Bonald Interior Miguel Martínez del Cerro Cubierta Je Ave* Alfonso Pintó Llamada Julio García Morejón Retrato del artista *Boc(uerón> remando Quiñones Nostalgia . . . . Antonio Fernández Sjjencer Como ¡a Muda Música Leopoldo de Luis Pensativa en la Tarde Felipe Sordo Lamadrid De la Angustia Serah'n Pro Hesles Poemas a Soledad Julio Nlariscal Montes Invocación r rancisco Plegüezuelo Hiéreme, Amor Juan Val encía Esa Pupila Manuel Pacheco Vidas q¡ue Pronto Mueren Ángel Crespo El Vaso Antonio Gala Vel asco Cataluña y su poesía actual José M. Rodríguez Méndez

Crític Notas

Viñetas de Lara, Navarro, Plegüezuelo y Cherbuy

Portada de José Plegüezuelo

CÁDIZ, M A Y O , 1951

Núm. 5 Segunda éjpoca

Redacción y Administración:

Fernán Caballero núm 5, Cádiz

35

Page 40: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

«/Arre, Platerillot»

SUMARIO

Ll Cementerio Marino Paul Valéry

Propósito Manuel Pilares

Duda J osé Luis Acduaroni

Oecreto Pilar Paz Pasamar

Estaciones de un muchacho raro Serafín Pro Hesleí

Primavera en el Sur . Antonio Milla R uiz

Tres Poemas Marinos Fernando Quiñones

Trístán Ricardo Molina

Labio Felif>e Sordo Lamadrid

Primitiva José Luis Tejada

Elegía Lduardo Cote Lamus

No Hay Peligro: La Ciudad está Vigilada . . José M." Rodríguez Méndez

Crítica — Notas

Portada de José Pie auezuelo

C Á D I Z , J U N I O , 1951

Núm. 6 Redacción y Administración:

Segunda é|>oc» Fernán Caballero núm. 5. Cád¡7

36

Page 41: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

«f arece <fue estuviéramos dentro

de un ¿tan panal de luz cfu.i fuese el

interior de una inmensa y cálida rosa

encendida».

SUMARIO

Canto* a fiosa José Antonio Muñoz Rojas

Por el llanto de una muchacha Feiif>e Sordo Lamadrid

Dolor y ¿ozo de] agua de la noria Francisco Villanueva

Mar Pura v ázcjuez

Sexto poema de olvido. Antonio Luis Baena

Tienes turbios los ojos Manuel Pacheco

Dos poemas Miguel Artecne

Cauce r rancisco Oarfias

La Tejedora de Sueños Antonio Duero Vallejo

La Cfo/eta i1 ranciseo Pleguezuélo

Recado Antonio Cíala \ elasco

Estaciones de un muchacho raro Serafín Pro Hesles

Poema de los hijos .[uan » alencia

Poema del Otoño Jerónimo N Iartel

Crítica — i \ otas

Portada de José Pie áuezuelo

C Á D I Z , J U L I O , ig 5 1

Núm. f Segunda éf>oc»

Redacción y Administración: r ernán Canallero núm. 5. Cádiz

37

Page 42: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

«Parece due estuviéramos dentro

de un gran (¡anal de luz dve fuese el

interior de una inmensa y cálida rosa

encendida ».

SUMARIO

Cantos a Rosa José A ntonio Muñoz Rojas

Por el llanto de una muchacha Felipe Sordo Lamadrid

Dolor y ¿ozo del agua de la noria Francisco Villanueva

Mar . . . r u r a Váz duez

Sexto poema de olvido Antonio Luis Baena

Tienes turbios ¡os ojos , Manuel Pacheco

Dos poemas . . Miguel Arteche

Cauce Francisco Garfias

La Tejedora de Sueños Antonio Buero Vallejo

Rafael Alberti Fernando Quiñones

An¿el Primero Gaspar Moisés Gómez

La Goleta Francisco Pleguezuelo

Recado Antonio Gala Velasco

Estaciones de un muchacho raro Serafín Pro Hesles

Poema de loé hijos . Juan Valencia

Poema del Oíoño Jerónimo Martel

Crítica — Notas

Portada de José Pleguezuelo

C Á D I Z , J U L I O , 1951

N ú m . 7 Redacción y Administración:

Segunda éj>oc» Fernán Caballero núm. 5, Cádiz

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Page 43: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

¡Qué sencillo placer diario'

SUMARIO

Fallo de los Premios literarios "PLATERO" y "CAMILO JOSÉ CELA"

Las Adivinaciones José Manuel Caballero y Bonald

Soy de la Luci y de José Luis Accjuaroni

Así Es Blas de Otero

La Siesta Pilar Paz Pasamar Estaciones de un muchacho raro Seíalín Pro Hesles

Soneto . J u a n Alcaide Sánchez Epitafio sobre el Viento Mario Cajina Vega Ruego M . Victoria de Salinas

Eran anhelos Puros Guillermo Portillo

El Lago Felipe Sordo Lamadrid Ángel Primero Gasf>ar Moisés Gómez Rásgame, V/'ento Juan Germán Scnroder

Hombres Marcados Carlos Murciano

Hay libias Rosas Negras Carmen Conde

Norma Fernando (guiñones

velatorio José M. Rodríguez Méndez

Crítica - Notas

Portada de José Pleguezuelo

CÁDIZ, A G O S T O 1051

Núm. 8 Red acción y Administración:

Segunda éboca Fernán Caballero número 5

3 9

Page 44: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

«...sume en el agua umbría su boca, y

bebe acfuí y allá, en lo más limpio, avara-

mente...»

SUMARIO

La buena nueva (tragmento) Crabriel Celaya

Fuga de Octubre José Luis Tejada «Penumbra» Rafael Parodi Feria de vanidades . . Blas de Otero

Los Cubiertos . Pilar Paz Pasamar

Un café español José M." Rod ríguez Ménd ez

Estaciones de un muchacho raro . . . . . . Serafín Pro Hesles

La inhibición Juan Emilio Aragonés Noche - Pcd ro Pérez Clotet

Postal de Antonia «La Grande» y Don Jesús, en

el Café «La Bella Sirena» . . . . . . Fernando Quiñones Tarde gris Felipe Sordo Lamadrid Tríptico Blanco Antonio Murciano Elegía Andaluza Aquilino Duc|ue

Crítica • ¡Sotas

Portada ue José 1 le$uezueIo

C Á D I Z , S E P T I E M B R E i g 5 i

Núm. 9 Red acción y Administración:

Segunda época Fernán Caballero número 5

40

Page 45: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

tjInútil pregón misterioso, </ue ruedas

brutalmente por las margaritas!»

SUMARIO

Cuando mi padre pintaba

Amantes

La Fila

Invitación al Silencio

Playa de Naranjas

Poema del Hij o

rían venido basta mí

Vivir mi» manos.

La Farola,

Deseo

El Retorno

Las Nubes

El Pensamiento

Poema a las telas de Matnías Goeritz . . . . Poesía y Traducción . Tu no puedes saberlo

Signo de Amor

Crítica - Notas

Portada de José Pleguezuelo Viñetas de Miguel del M oral

C Á D I Z , O C T U B R E r 9 5 i

Núm. IO Redacción y Administración!

Segunda éf>oca Fernán Caballero número 5

Angela Figuera Aymerich Pablo Oarcía Baena Pilar Paz Pasamar José María Pemán Francisco Pleguezuelo Felijje Sordo Lamadrid ru r a Váz quez Ángel Crespo Seiafín Pro Hesles Miguel Martínez del l^erro Mario Cajina-Vega Fernando Quiñones Carlos Salomón Carlos Edmundo de Ory José Luis Cano Angelina Gatell Jacinto Lóhez Oorgé

4 1

Page 46: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

«...y en el campo, due va ya a Diciembre,

la tierna humildad del burro cargado empie­

za a parecer divina».

SUMARIO

En la Ausencia de la Amada V icen te Ale ixandre

La Paz del Pueblo Lo renzo G o m i s

Dos Poemas Charles Dav id L e y

Sonetos a un Retrato de Mujer Julio Mariscal M o n t e s

El Llanto Felipe So rdo Lamadrid

Tarantela del Miño Tonto Serafín P r o H e s l e s

Nadir P e d r o A r d o y

Al bi ntor José Q-aballero . . . . . . . . Car los E d m u n d o de O r y

Nana So l A c í n

Feliz Amor Rafael Ja

El Rezagado P i la r P a z P a

Retroceso de la Primavera José Luis Tejada

Ultramar Aqu i l ino D u q u e

-EJ <~oco Fernando Q u i ñ o n e s

Poema de la Vida Honda Gab ino-Ale jandro Carr iedo

La trente Francisco Garfia

Jaume asamar

•tías

Crítica - Notas

Por t ada de José Pie áuezuelo

Viñe t a s de Miguel del M oral

C Á D I Z , N O V I E M B R E 1951

J N ú m . II R e d a c c i ó n y A d m i n i s t r a c i ó n :

.Segunda éf>oca F e r n á n C a b a l l e r o n ú m e r o 5

este número de "platero" es para el poeta español pedro salinas, aquí cerca

42

Page 47: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

< Tímido, el espanto mira por Ja ventana

entreabierta a Dio», (fue se alumbra trági­

camente. »

SUMARIO

La Casa José Manuel Caballero Bonald h/lío Susana Marcn Fragmentos Je Diario Carlos Edmundo de Ory

Dos Poemas Juan Francisco Gutiérrez H . La Palabra Felibe Sordo Lamadrid Parábola del Pájaro Blanco Antonio Gala Velasco Esto Pasa a las Siete Fernando Quiñones Eternidad José Luis Tejada Aqfuel amigo de \ alladolid Mario Cajina-Vega Oda al Mar Leoboldo de Luis La Ulti ma Luz Francisco Pie ¿uezuelo Lo Supe Manuel Pinillos Matisse José María Rod ríguez Mé ndez

Crítica - Motas

Portada de José Pie auezuelo Viñetas de Miguel del Moral

C Á D I Z , DICIEMBRE i g 5 i

N ú m . 1(2 Redacción y Administración:

Segunda éjioca Fernán Caballero número 5

43

Page 48: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

¡Digo (fue es grande como el buey pío. En la

puerta de la herrería, tapa la cata. Pero se estre­

mece/ igual q[ue un niño, con Platero.»

SUMARIO

De Parte de los Campos Luis Felipe Vivanco Mensaje Julio Mariscal Montes Ángel Pedro Pérez-Clotet Hoy Estoy de Buenas Miguel Labordeta El Durmiente del Valle Arthur Rimbaud Angustia Stéjjnane Mallarmé Muchacho sin Novia Serafín Pro Hesles| Los nombres Felipe Sordo Lamadrid Manuela Limón Felipe Ximénez de Sandoval Non Clerviam Manuel Avezuela La Batalla de la Primavera José Luis Tejada Canción para no Confundirte Antonio Murciano

El Ángel de los Ojos Malos . . . . . . . J esús de las Cuevas Luis Rosales o la Poesía del Corazón . . . . Fernando Q_uiñones Dos Cervezas Juan- G ermán Scnróder Entonces An tonio Fernández Mol ina Nocturno X.II Manuel Alvarez Ortega

Oanto y oeña

Portada de José Caballé ro Viñetas de Miguel del Moral

C Á D I Z , E N E R O 1952

N ú m . 13

¿linda éjioca

Redacción y Administración:

Fernán Caballero número 5

Page 49: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

* Platero, de vez en cuando, deja de beber y

levanta, como yo, ¡a cabeza a las estrellas, con una

blanda nostalgia infinita...»

SUMARIO

Grey Oerardo DiejJo Natural ,-José Luis Tejada El Nacimiento del Poeta Pilar Paz Pasamar Ya te Siento Venir Juan Val encía Ahora Julio Mariscal Montes Soneto del nombre Trina Mercader En Eamilia Bernardo \ . Carande El Pasante Hablaba Consigo Alejandro Bu suioceanu Reposo Felifie Sordo Lamadrid

Primeras Lluvias Ricardo Molina June Marúaret r rancisco Pie áuezuelo Tres Poemas Ralael Alberti Don Otón, Médico de Niños beralín Pro Hesles Declaración Jurada remando 0_u!ñones inda ¿ación Antonio Luis Baena Mu erte de Slielley Peter ©_uennell

Santo y Seña

Portada de José Caballero \ ¡netas de Miguel del Moral

C Á D I Z , F E B R E R O 195a

N úm. 14 Redacción v Administración:

Secunda éjjoca Fernán Caballero número 5

45

Page 50: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

tPlatero acababa de beberse dos cubos de

agua con estrellas, en el pozo del corral...»

SUMARIO

Se le notaba c^ue vivía Luis Rosales

s¡, a veces,,. • ousana Marcli

El cuento del ¿alio y ¡a sirena Fernando Quiñones

Amor condicional Alonso Laredo

La visita Pilar r az Pasamar

El Sepulcro . . . . . . . . . . . . José María Rodríguez Méndez

En el mirador, contigo Serafín Pro Hesles

Tempo María Victoria de Salinas

La ¿ranada José Luis Tejada

Poema al Conde de Lautremont Ángel Crespo

El pimpi José María Pemán

Cornada Julio Mariscal Montes

Apuntes Felipe Sordo Lamadrid

Investigaciones en torno a Cadalso Ricardo Gulló Epitafio mío Miguel Martínez del Cerro

Elegía Antonio Gala Velasco

tiimno Gaspar Moisés Gómez

Santo y Seña

Portada de José Caballero

Viñetas de MamJ>aso

CÁDIZ, M A R Z O 195a

Núm. 15

Segunda éf>oca

Redacción y Administración:

Fernán Caballero número 5

4 6

Page 51: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

t Platero, no sé si con su miedo o con el mío,

trota, entra en el arroyo, pisa la luna y la hace

pedazos...»

SUMARIO

Dos poemas Carlos Bousoño The Burial of the Death T . S. Eliot

Carta del Sur Felipe Sordo Lamadrid Con el dolor, a solas Francisco Garfias

Para gíue un burro vuele Serafín Pro Hesles

Yo no í/Wse la luz José María Rodríguez Méndez Negra Delgada Blas de Otero Elp oeta regresa a su Amor Luis Lóf>ez Anglada

Pobleza Julio Mariscal Montes Vieja Alma José Hierro

Consejo Juan Anto nio Camhuzano Desahogo José Luis 1 ejada Carta a Juana A Carlos Ldmundo de Ory Poema del Mijo madurado Pedro Ardoy A Perey B. Shelley F ernando Quiñones

Acción de gracias Juan Gil-Albert Al borde de la estrella Juan de Dios Ruiz

Santo y Seña

Portada de Moreno Galván

Viñeta de Francisco Cafiuleto

C Á D I Z , A B R I L i g 5 a

N ú m . 16 Redacción y Administración:

Segunda é^oca Fernán Caballero número 5

47

Page 52: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

«Nos hemos Quedado solos Platero

y yo. JQué paz! ¡Qué pureza!»

SUMARIO

La Desterrada Pedro Salinas Vivirnos , Vicente Aleixandre Mrs. Caldwell habla con su Hijo . . . . Camilo José Cela La Ele éía de un Joven Poe ta Felibe Sordo Lamadrid

El sepulturero Julio Mariscal Montes Oscuridad Adentro José A . Muñoz Rojas Oración del poeta insignificante Serafín Pro Hesles Por las Mullidas Alfombras r ernando Villaló n A Rosa María, en las Flores Adriano del Valle La Corrida Fernando Quiñones El Juez Pilar Paz Pasamar Fábula. Ernesto Mejía Sánchez Mué rtos de España Antonio Fernández Sf>encer

El hombre </ue fué a la ¿uerra José María Rod ríguez Méndez

¿lanto y Oena

Portada de Francisco Moreno Calvan

Viñeta de Ramón Caya

C Á D I Z , 195a

N ú m . 17 Redacción y Administración:

Segunda é[ioca Fernán Caballero número 5

este número de "platero" es para ¡osé martínez ruíz "azorín", en castilla

Page 53: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

...Nada... Que un dolor... Que noaé

</ué raíz mala... La tierra, entre la hierba...

SUMARIO

Cinco poemas Juan Ramón Jiménez

Carmen de esta noche Eugenio de Nora

A. él lo educaron para buen burgués. . . Serafín Pro Hesles

Pequeño Poema de una E. p ? elifje Sordo Lamadrid

Lo desahuciaron de vivir José M. Caballero Bonald

Prisión y Poesía José Luis Cano

El Reclinatorio Pilar Paz Pasamar

Esto es Amor José Luis Tejada

Canción de Cuna Eduardo Carranza

Una elegía de Corral de Muertos . . Julio Mariscal Montes

Monólogo de y Homenaje al Bosco. . . Fernando Quiñones

Portrait of a lady T . S. Eliot

Eva y ¡a serpiente José Luis Actjuaroni

Santo y Seña

Portada de Francisco Moreno Galván

V iñetas de Francisco Cajmleto y Rafael Alvarez Ortega

C Á D I Z , 1 9 5 3

N ú m . 18 R e d acción y Administración: Segunda é|>oca Fernán Caballero número 5

49

Page 54: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

Y pensé, de pronto, en Platero, </ue aunqfue iba debajo de mí, se me había,

como si fuera mi cuerpo, olvidado.

SUMARIO

Ciriaca Marmolejo Juan Ramón Jiménez

Recordando los árboles de Buelna . . . Luis r eli£>e V¡vaneo

Misericordia Julio Mariscal Montes

Breve Historia de Manuel Español . . . Felipe Sordo Lamadrid

Un momento Juan Gil - Al le r t

Olivia Serafín Pro Hesles

Encarnaciones . . . . . . . . . 1 omás Segovia

Desde la llanura . . . . . . . . . Carmen Conde

La noticia Bernardo Víctor Carande

Canción después del odio José M. a Rodríguez Méndez

La Amada del Poeta José Luis Tejada

Arena del Desierto en un reloj de arena. . J-J. "W. Longfellow

Muñecos Fernando Quiñones

Oanto y Oeña

Portada de Rafael Alvarez Ortega

Viñeta de Lorenzo CherDuy

C Á D I Z , 1 9 5 3

N ú m . 19 R edacción y Administración:

Segunda época Fernán Caballero número 5

50

Page 55: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

corazón.»

SUMARIO

Paloma ofendida Juan Ramón Jiménez

Soneto en la Jjlaya José María Pemán

Tuyo es el tiempo Antonio Fernández Sjjencer

Adolfito Serafín Pro Hesles Campana Felipe Sordo Lamadrid

Anglofobia J. M . Rodríguez-Méndez La octava trompeta . . . . . . José Luis Tejada

El deseo eterno . . . . . . Guillermo Servando Noche de Junio Aquilino Ducfue

Unidades Carlos Edmundo de Ory

I V Julio Mariscal Montes Carta a un tercero Fernando Quiñones

Santo y Seña

Portada de Rafael Alvarez Ortega

Viñetas de Miguel del Moral y Lorenzo Cnerouy

C Á D I Z , 1 9 5 3

Núm. 20 Red acción y Adminis t ración:

Segunda é|>oca Fernán Caballero n ú m e r o 5

51

Page 56: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

«Platero, entonces, dobló sus ma­

nos, y, como una mujer, se arrodilló,

blando, humilde y consentido.»

SUMARIO

r mementos del Diar io de

Ruinas de R o m a

Car ta a una ausencia

Beatriz Isanel . . .

Blasón ajado de mií sueños

M a n o

C o m o una jadeante pedrería

El Golfín . . . .

C arlos E d m u n d o de O r y

i ilar I az i asamar

José A. M uno?. Kojas

Bernardo \ íctor Garande

1 aul l l luard

Julio ^ lariscal M o n t e s

A ntonio Gala Velas co

r ernando Gjuiñones

Oanto y Oeña

Por t ada de Rafael Alvarez O r t e g a

Viñe tas de Migue l Ac<} uarom

C A D I Z , Noviembre I 9 5 3

Núm. 21

Segunda éf>oca

Redacción y Administración:

Fernán Caballero número 5

52

Page 57: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

Tú, Platero, estás en el pasado. Pero ¿(fué

más te dá el pasado a tí, cfue vives en ¡o eterno,

q'ue, como yo aq'uí, tienes en tu mano, ¿rana como

el corazón de Dios perenne, el sol de cada aurorad

SUMARIO

De «Ora Marítima» Rafael Alberti

Angeles del Invierno Serafín Pro Hesles

Poemas a Soledad . . . . . . Julio Mariscal Montes

La Muerte r ernando Quiñones

Porcjue la soledad no tiene labios. . . F ilar Paz Pasamar

Perdón bor la tierra de Esbaña . . . Felibe Sordo Lamadrid

r ragmentos del Diario de . . . . Carlos Edmundo de Ory

Tres sonetos de amor . . . . . José Luis I ejada

y Autocrítica de Juan Ramón Jiménez

Portada de Ramón Gaya.

Viñeta de Lorenzo Cnerbuy.

C Á D I Z , i g 5 3

N ú m . 1<X

Segunda éf>oca

Redacción y A,djnini»tr%ción:

Fernán Caballero n ú m e r o 5

53

Page 58: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

tEntonces, ya en la realidad, como Platero

no puede entrar por ser burro, yo, por ser nombre,

no c/uiero entrar, y me voy de nuevo con él, verja

arriba...»

S U M A R I O

La palma seca. . . . . . .

Ciervo de la noche. — España. — Nostalgia. — La

Virgen de París. — Rabbuni. — Virgen Negra.

A Julio Mariscal, en Arcos, desde el Museo Ro­

mántico . . . .

En la inmensa mayoría

Academia Fantástica. — El niño psírjuico. — Di

cursos del Sacerdote .

Los tres nombres justos. — Canaan

Inicial . . . . .

Claridad intangible .

Espero.— Los ijue no te saben .

«Me da miedo el telélono»

Juan Ramón Jiménez

Fierre Jean Jouve

Serah'n Pro Hesles

Blas de O t e ro

Carlos Edmundo de Ory

r ernando Quiñones

r elipe Sordo Lamadrid

Aleja ndro Busuiocenau

Pilar Paz Pasamar

José María Rodríguez Méndez

Portada de Ramón Gaya

CÁDIZ, IQ54

Núm. 23

Segunda éf>oca

Redacción y Administración!

Fernán Caballero número 5

54

Page 59: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

«o ctubre afila los límpidos sonidos, sube del

valle un alborozo idílico de balidos, de rebuznos,

de risas de niños, de ladreos y de campanillas...»

S U M A R I O

Un amanecer con Cristo .

l e nombro

El Coro de Esbíritus. — Filosofía del

El traje alquilado

La clase de ballet

Primavera doliente .

Viejo jardín .

Cantos a Rosa

\ erso y canción del Sur .

Muy lejos

Poemas . . . .

Sueño y Bio logia. - «Ca nto Ge neral»

Ar

Juan Ramón Jiménez

Julio Mariscal Montes

Onelley

José María Hernán

Serafín Pro Hesles

Acjuilino iJucJue

Hi ginio Cabote

José Antonio Muñoz Rojas

Felibe Sordo Lamadrid

Blas de Otero

Paul Eluard

Fernando ©_uiñones

1 ortada de Ramón Gaya

CÁDIZ, 1Q54

Núm. 24

Segunda éf>oca Redacción y Administración:

Fernán Caballero número 5

55

Page 60: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

Al cabo dé treinta y seis meses de forzada indi-vulgación y merced al mecenazgo de la Delegación Provincial de Educación Nacional de Cádiz, «PLATE­RO», revista literaria, surte a vuestras manos, caliente aún de los aceites de la imprenta y de las voluntades que la han compuesto.

Nosotros somos los poetas y escritores de Cádiz. Noveles, nunca. Jóvenes, sí. Que no es igual. Lleva ya rodando muchas horas la esperanza para que nos digamos nuevecitos.

Traemos una emoción muy grande y unas enor­mes hambres de comunicar belleza. Nuestra hermosa intimidad, nuestro afán creativo sólo puede y debe ser entendido y gustado por el noble espíritu alentador. Como el tuyo mismo.

Del brazo nuestro irán, categoría y nombre otor­gando, destacadas firmas nacionales y extranjeras.

Dios y su bondad con todos.

Y nada más.

56

Page 61: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

POETAS ESPAÑOLES QUE COLABORARON DESDE EL EXILIO

Page 62: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana
Page 63: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

Río Piedras, Puerto Rico, 1952

A «Platero de Cádiz», con tantos abrazos como nú* meros publicados/ y muchos más, abiertos ya, para los </ue vendrán.

Ahora, ami¿os de Platero, voy a desquitarme de mi silencio de enfermo involuntario de dos años. Les envia^ ré algo para cada número,- inédito y revivido de todos mis tiempos. Abrazos.

Y con una rosa de Puerto Rico, J. R. J.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

La ruina

L A soledad encobrece,

bajo el crepúsculo grana,

árboles sin una hoja

y caminos sin un alma.

Anonas ráfagas de sangre tiñen las aguas paradas, donde se refleja el tiempo en infinitud más vasta.

Una carroña sin cul|>a, como un costillar de barca, levanta a la eternidad cuatro f>ata8, cuatro clavas.

La ruina ve sus siglos

en la inmensidad en calma,

y está en su sitio, y está

con el cjue j>or acjuí fiasa.

I de un oriente de olvido, con presencia de citada, sube contra el solo una luna cjue cjuema la cara.

59

Page 64: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

A^uel prado

E \ F R E . la niebla, af}uel prado

alto parece ya e t e rno ,

»olo allí con 8u o r o ú l t imo,

libre con su encon t r amien to .

(Pa rece <jue, a un t i empo , fuera

verdad y sueño , recuerdo

y olvido; tjue se pudiera

vivir y no en él, a un t i e m p o ) .

El corazón se entra en el

por el suave agujero

de la niebla, y se acurruca

en su falda, c o m o un per ro .

Donde íué su primavera

CANTA el cantor en la luz

ardiente de la noja seca,

nostálgico de una isla

donde fué su primavera.

Y ¡hermosura del recuerdo,

para cjuien con él se Ruerna!

Parece su canto el sueño

de una isla (|ue se acuerda.

Carta y tres de los cinco inéditos, en el n.° 18.

60

Page 65: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

RAFAEL ALBERTI

A CÁDIZ

LA CIUDAD MAS ANTIGUA DE OCCIDENTE

QUE ABRIÓ LOS OÍOS A LA LUZ DEL ATLÁNTICO

EN EL ANO Í4OO A. DE J. C.

AL CELEBRAS AHORA SU TERCER MILENARIO

LE OFRECE DESDE LEJOS

ESTE POEMA

UN HIJO FIEL DE SU BAHfA

POR ENCIMA DEL MAR, DESDE LA ORILLA

AMERICANA DEL ATLÁNTICO

iSI yo hubiera podido, oh Cádiz, a tu vera,

hoy, junto a tí, metido en tus raíces,

hablarte como entonces,

como cuando descalzo por tus verdes orillas

iba a tu mar robándole caracoles y algas!

Bien lo merecería, yo sé que tú lo sabes,

por haberte llevado tantos años conmigo,

por haberte cantado casi todos los días,

llamando siempre Cádiz a todo lo dichoso,

lo luminoso que me aconteciera.

Siénteme cerca, escúchame

igual que si mi nombre, si todo yo tangible,

proyectado en la cal hirviente de tus muros,

sobre tus farallones hundidos o en los huecos

de tus antiguas tumbas o en las olas te hablara.

Hoy tengo muchas cosas, muchas más que decirte.

Yo sé que lo lejano,

sí, que lo más lejano, aunque se llame

Mar de Solís o Río de la Plata,

no hace que los oídos

de tu siempre dispuesto corazón no me oigan.

Por encima del mar voy de nuevo a cantarte.

61

Page 66: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

BAHÍA DEL RITMO Y DE LA GRACIA

Diestra en adoptar posturas lascivas al son de las casta­ñuelas de la Bétlca y en cimbrearse siguiendo los ritmos de Cádiz, capas de restituir el vigor a los miembros tem­blorosos de Pillas y de excitar al esposo de Hecuba junto a la hoguera de Héctor, Telethusa tortura y consume a su antiguo amot Él la vendió en otro tiempo como esclava y hoy la rescata como querida.

MARCIAL. Epigramas.

A TELETHUSA, BAILARINA DE GADES

C U A N T A S veces, oh Cádiz, te habré visto

unida al coro blanco de tus puertos,

casi en el aire, cimbrearte toda,

sobre el óvalo azul de tu bahía-

Bailan desnudos tus antiguos hombros,

bailan desnudos tus combados brazos,

bailan desnudas tus caderas largas,

tu grácil vientre y tus preciosas piernas.

Ven, Telethusa, romana de Cádiz, ven a bailar bajo el sol marinero, ven por la sal y las dunas calientes, por las bodegas y verdes lagares.

Diestra en quebrar la delgada cintura, en repicar los palillos sonoros, diestra en volar sin dormirte en el vuelo, en no pesar al pisar en la tierra.

Ven, que te sueñan tus gracias remotas. Las gaditanas sonrisas no han muerto. Del barandal de los finos balcones cantan abiertas sus sales floridas.

Ven, Telethusa, los patios profundos, sus emparrados secretos te esperan: las Alegrías, el Polo, la Caña, la Soledad y el Ole gaditano.

Hondas gargantas dolidas susurran, lentas crepitan guitarras muríentes, Cádiz te ciñe, sos olas te abrazan. Tú eres el mar y la espuma de Cádiz.

los cinco inéditos de «Ora Marítima», en el n.° 22.

Page 67: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

/ íueh e a sangre tíailecito de Bod¿ as

HUELE a sangre mezclada con espliego venida entre un olor de resplandores. A sangre huelen las quemadas flores y a súbito ciprés de sangre el fuego.

Del aire baja un repentino riego de astro y sangre resueltos en olores y un tornado de aromas y colores al mundo deja por la sangre ciego.

Fría y enferma y sin dormir y aullando desatada la fiebre va saltando como un temblor por las terrazas solas.

Coagulada la luna en la cornisa, mira la adolescente sin camisa poblársele las ingles de amapolas.

Pe or ir a I Norte...

SE equivocó la paloma. Se equivocaba. Por ir al norte, fué al Sur. Creyó que el trigo era el agua. Se equivocaba. Creyó que el mar era el cielo; que la noche, la mañana. Se equivocaba. Que las estrellas, rocío; que la calor, la nevada. Se equivocaba. Que tu falda era tu blusa; que tu corazón, su casa. Se equivocaba.

(Ella se durmió en la oril la. Tú, en la cumbre de una rama)

POR el Totoral bailan las totoras del ceremonial. Al tuturuleo que las totorea, baila el benteveo con su bentevea. ¿Quién vio al picofeo tan pavo real entre las totoras por el Totoral? Clavel ni alhelí nunca al rondaflor vieron tan señor como al benteví. Cola color, si, color no, al ojal, entre las totoras por el Totoral. Benteveo, bien, al tuturulú, chicoleas tú con tu ten con ten. ¿Quién picará a quién al punto final entre las totoras por el Totoral? Por el Totoral bailan las totoras del matrimonial.

63

Page 68: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

E D R O S A L I N A S

LA DESTERRADA

TV, ruiseñor, cjue solías

despertarme al Quiebro del alba,

¿borc|ué me dejas dormir

hasta la luz alta?

¿Oerá foorcfue yo me vine,

— soy la extrañada — ,

mientras se rjuedó tu canto,

tan buena ausencia guardándome,

junto a mi ventanal'

¿ P o r cjué estoy yo ac(uí, será,

de tí distanciada

bor ñoras, horas y horas,

bor tierras y mares anchas.

¿ P o r <¡ué yo estoy ac(uí, y tú

estás donde estabas;

San Juan de Puerto Ricof IQ44

Núm. 17

Page 69: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

A N G I L - A L B E R T

Acción Je gracias

ENCANTO del vivir, dulce sosiego

tjue con tu» tenues alas me cobijas

como a una criatura friolera

digna de ser templada en los abrazos

de la existencia: gracias por tus dones

<jue nacen estremecer las verdes fibras

de la ilusión y pueblan de latidos

la frágil costillera de mi pecho;

gracias por los arrullos con c(ue esparces

rosas y violetas ante el sueño

de mi preciosa suerte; cual amante

yo me rindo a ese necnizo en <Jue palpitan

los más bellos engaños como formas

de la verdad, me entrego a tus bondades,

a tus sensibles garras, y en tus besos

me es dado el conocer cuánta fragancia

puede prestar la vida a nuestros labios

cuando una sangre tersa los aflige.

Cjue no me pidan otras devociones

cjue no sea este holgar maravilloso

de saberme elegido, estos desvelos

de recorrer la tierra como en nupcias

de la luz y la sombra entrelazadas,

atentas a su trama inexorable.

Viñeta de Francisco Capuleto

65

Page 70: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

U A N G I L - A L B E R

UN MOMENTO

SUMERGIDO en la nada del recuerdo

veo flotar los rostros inmortales

de la existencia: un pájaro, un acorde,

un gesto silencioso, una caricia

(jue tuvo realidad, la luz los cubre

con su polvo ligero y los traslada

a un planeta d_ue muer to resplandece

como la luna, espejo d_ue en pos marcha

de la cautiva tierra... L o s recuerdos

no dejan d_ue prosperen nuestras ansias

de libertad, tupidos como yedra

oscurecen los muros del espacio

y en su penumbra abrazan nuestros cuerpos

como el amor impide (Jue se cumpla

nuestro destino entero. Sombras, sombras,

más tenaces (jue el nombre en sus Quehaceres

y t(ue la lozanía de los frutos

ante mis ojos, sombras obstinadas

cjue van estrangulándonos con h u m o

nuestro intento de ser otra persona.

Núm. 19

Page 71: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

O M Á S S E G O V I

ENCARNACIONES III

LLUEVE sucio y sin ganas en este cielo turbio, revuelto y herrumbroso donde un destino ciego musita distraído. Tendido a tus orillas quiero ver sin protesta cómo perdidamente todo huye en un inmenso deshacerse en llanto. Y en tanto la esperanza va haciéndose imposible, sentir contra el costado este poco de amor en el que no creemos, esta llama inocente de tan fugaz, de tan desnudamente mentira desarmada, que cuelga estremecida dé este cielo nocturno que por doquier se precipita. Nada bajo la mano ya palpita sino el calor mortal de tu caricia. Y de pronto en tus labios lo que bebe mi sed se hace verdad, viva verdad perecedera con tibieza de carne verdadera. Y quedamos prendidos a ella, sin saberlo, al borde de este mundo que sin cesar cae.

Núm. 19

Page 72: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

E U G E N I O DE N O R A

CARMEN DE ESTA NOCHE

¡DOLOR del alma por quererte! En la noche del viento azul oigo temblar los dulces árboles, y me transpasa su rumor.

Los árboles, que al mediodía eran la tierra puesta en pié, copas de sombra y de abandono alzan a la inefable luz.

Quizá nostálgicos, por eso, por él lejano palpitar de las estrellas desoladas, cuya ternura late allí.

Tibio es el cuerpo, interior, solo como un astro en la oscuridad; como una rosa adormecida en el alma que la soñó.

El aire pasa suspirando, tan ciegamente, sin saber. Toda la noche, inexplicable, se parece a mi corazón.

Núm. 18

Page 73: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

POETAS RESIDENTES EN ESPAÑA

Page 74: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana
Page 75: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

S O L A C I N

NANA

NIÑO pequeñito

que te vas y vienes,

¿me ciarás tu voz¿

Con tu voz de oro

haremos un reló.

Con tu voz de plata

—¡es tu voz de plata!—

por los corazones

de las cuatro esquinas

me rió tú risa.

¿Qué me dices, anda?

¿Cuanto hasdescubierto

por la miel del agua?

Niño pequeñito

que te vas y vienes,

¿me darás tu voz?...

Núm. 11

Viñeta de José Pleguezuelo

71

Page 76: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

J U A N A L C A I D E S Á N C H E Z

El poeta intenta 'decir

adiós a sus palabras

¿Qué nube aliviará vuestros fracasos,

troqueles de mi verbo biennaciente?

¿Qué amor será del surco y la simiente?

¿Qué cerros de San Blas de qué Parnasos?

¿Qué Ovidios, qué Demócritos, qué Tassos

mecerán leche tierna a vuestra hirviente

potrada de la boca y de la frente?

¿Qué viento irá en la crin de vuestros pasos?..

Jabalón de ansiedad fué vuestro borde

de Gramática en flor —lira y acorde—,

regando lo brutal de vuestro empaque.

¡Lázaros de mi fe! ¡Pájaros míos!

¡Vocablos de mi rito! ¡Escalofríos!

¡Quiñón, chilanco, empotro, barja, zaque...!

Núm. 8

N. de la D.-A Juqn Alcaide Sánchez, amigo y poeta, muy buen poeta, se lo han llevado a hombros. Valdepe­ñas arriba, pasando por entre tinajas deidas y desoladas maritornes, cotidiano paisaje de su quehacer artístico y humano. La Mancha cobraba en la voz de Juan su más noble y tradicional sentido, y sus versos briosos y ardientes eran de los que pegan coces de luz en mitad del alma. Este soneto suyo que hoy publicamos es uno de los últimos com­puestos por él. Y no se trata, por desgracia de la composición suya mencionada en nuestro concurso de poesía. Porque ia «Pequeña Oda de Amor a Maritornes» no puede publicarse en «Platero», debido a circunstancias ajenísimas a nues­tra voiuntad, creemos que es procedente la inserción de este poema, ya impreso en otra revista española. Queremos con ello rendir un triste y cordial homenaje al amigo muerto.

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V I C E N T E A L E I X A N D R E

VIVIRNOS

NO rne digas que esta noche tu presencia murmurada, tu casi invisible presencia, de tan rumorosa que aquí me eres, de tan silenciosa y sonreída que esta noche te siento. Aquí, tendida a mi lado, como casi una nota musical suspendida; en medio del silencio de la noche, cuando nadie sospecha tu presencia, una luz que silenciosa, que adelgazadamente ha irrumpido.

Díme. Callemos... ¿Qué es el amor? Vivirnos...

Vivirnos día a día. Son años. Son un minuto. Son el inmóvil discurrir de la vida.

Quietos, quietísimos, vemos pasar el tiempo. Corriente parada, paradísima, milagrosa, donde tú estás eternamente

juvenil, mientras yo te contemplo, yo me vivo, trabajo, amaso mi vivir contra aquello que pasa. Soy lo que pasa. Pero no paso, abrazado a tí, a tu estar, a tu sonreír, a tu existir sin medida. Oh silencio suspenso donde milagrosamente

una nota resuena. Una gota de agua que en la oscuridad nunca cede, nunca cae, y en la cueva indecible misteriosamente

brilla.

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Brillo, vida, amor mío, presente continuo que en la cueva del amor me recrea.

Oigo fuera los tiempos. Oigo el embate cruel de las amontonadas espumas,

y siento aquí el aire parado, el frío delgado del aire inmóvil de la cueva sublime,

y allí tú, delicada perla que por siglos viniste, gota mirífica donde con el sólo brillo interior

interminablemente resplandeces.

Carne, alma mía, verdad concreta, cuerpo precioso. Clara tú, clara siempre, que a mí dadivosamente

has sido pronunciable. Pronunciarte, decirte, con tu bulto adorarte, montón rea I, continuamente vivido como una verdad confesada. Mi confesión, mi dulce ser, mi dulce estar, mi vida sola, tú mi perpetua manifestación hasta el fin de mi vida.

Núm. 17

Viñeta de Ramón Gaya

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M A N U E L A L V A R E Z O R T E G A

Nocturno y\IJ

¿POR quién vives, sombra ya, memoria de este día?

Fuiste huella en la gris quebradura de esta tierra

y sentiste tu nocturno descender fríamente

sobre el pecho insaciable de las vírgenes que amabas,

sobre el sexo violentado bajo lámparas y auroras como ríos.

Buscaste la amarga verdad que nos congrega,

su acida esperanza, esa angustia creciente que todo ser lleva

como un sueño revestido de calcinantes huesos,

ese aroma fugaz que deja un verdadero labio.

Pero dínos, ¿qué hallaste? ¿Qué inexplicable muerte

tendió su mano solitaria por tu muslo?

¿Qué insectos —vivos odios— bogaban vanamente

sobre lagos de sangre amasada con tu llanto?

¿Qué oyes ahí, cima de un desolado mundo,

dios de una orilla de carne desgarrada,

cruzado como un río que estremece los ojos,

borroso como un mar que asesina frenético?

Oh, responde, recuérdate siempre como voz libertada

de ese laberinto de cuerpos tendidos sobre el fango,

de esa lluvia que pregunta en tu abierta garganta

por qué cruel herida penetra la sombra que te aleja...

NÚm. 13

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PLATERO

J U A N E M I L I O A R A G O N É S

LA INHIBICIÓN a R. M.

Vengo de caminar dolidamente por las callejas mal adoquinadas del arrabal, que, con dudoso gusto, llaman suburbio ahora. Vengo de recorrer el arrebal , y he visto su dolor, su herida abierta por la acción lentamente corrosiva de la escasez y el vicio mano a mano. Hombres tristes que apestan a tugurio, a rencor y a miseria, m& miran torvamente desde el odio porque llevo corbata cada día y, quizá, porque aún sé sonreir.

Ellos tienen razón. ¿No lo sabíais? Mi corbata y mi risa son insultos para estos hombres foscos que padecen la tristeza de odiar cada mañana, para estos hombres secos que malcomen e ignoran que vivir puede ser bello. Ellos no van al cine ni al teatro - todo lo más, a bailes de busconas, para saciar su más innoble s e d ; -ellos se están muriendo un poco a la dulzura del amor sin una mano amiga. Ellos viven sólo para ir muriendo muy despacio, para estarse acabando poco a poco, para sentirse agonizando en odio, hombres rotos, truncados, podados de sonrisas, sin ternura.

Vengo del arrabal, y no quisiera alejarme del todo, sin decir a todos estos hombres que he entendido el dolor de vivir como ellos viven, pero regreso y callo, porque soy sólo un cobarde más. que pasa y mira y olvida lo que ha visto cuando es tr iste, porque el dolor repugna y es preciso eludirlo y vivir plácidamente. Regreso muy despacio y no quisiera alejarme del todo, pero soy sólo un cobarde más que vuelve hacia vosotros con el peso de su infamante inhibición al hombro.

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P E D R O A R D O Y

« N ADIR / ' \ l'elipe >Sorao

¿ Q U I É N me ha hurgado la frente reposada? ¿Quién ha roto el silencio con la pregunta tantas veces prohibida? ¿Sois vosotros? ¿Sois vosotros, los que os habéis dormido en la esperanza? Yo estoy por vuestro amor transmutado en recuerdo. Entraros hacia mí ya que está rota la cuerda del silencio. Pero David tenía las tijeras melladas, y el arpa no se había quedado sin eco. Pudo seguir diciendo muchas cosas. Muchas cosas bellísimas. Fuiste tú, Federico, quien sintió las tijeras de los hombres buscándote las venas, Federico García. Tenías que haber vivido para cantar sonriendo muchas cosas que ya necesitan de clave para que no se espante el hombre.

Y ahora. Este iahoral tiene una tuerza inmensa! iQué gozo tan de ahora, tan mío, es romperme en el verso! lQue< rabien todos los aprendices de poeta! Que ruja el burgués en su «chaisse longe». Que todas las niñas de pueblo que se pasean a las cuatro de la tarde espantando lagartos del buen sol, sientan frío en los pechos, y rubor en las trenzas negras, en sus negras cabelleras tontas, esas tontísimas cabelleras que ha trenzado una tía grasienta que se va doctorando en Celestina.

Y el caracol del mundo quiere ir. Va. Y va pisando los huesos de la humanidad. Va dejando su baba en la piel seca de los nichos absurdos donde se encasillan su propia podredumbre los hombres honorables y su honorabilidad.

Pero el caballo está ahí. Y está llamando en las puertas de todos los viejos cementerios de Europa. El caballo está ahí. E l caballo sin vientre. E l caballo de níquel, con penachos de oro ardidos, que le abrasan los ijares y los belfos. Este caballo tiene émbolos dentro de la piel. E l caballo está ahí. Está ahí pisando las cadenas con sus cascos. Escalando las colinas una a una con sus grilletes y sus cascos. Todas las colinas donde los hombres creían que podían reposar. Y todo va a ser humo y polvo. U n auténtico polvo trillado por las patas de ese caballo de acero que toca con su frente las verjas carcomidas de todos los viejos cementerios que hay a poniente del verdadero hombre.

(Ñapóles . Noviembre l 9 5 l ) .

(Poema del libro en preparación «Los Muertos»).

Núm. 11

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C A R L O S B O U S O Ñ O

J\.eposaf España

A M O R limado contra tanta losa como contra una piedra una navaja-Amor (Jue día a día así trabaja campos de soledad, cielo de fosa.

Pretendemos Hacer a España hermosa cual trabajar en nuestra propia caja de muerte, España <Jue en la luz se cuaja como un sepulcro funeral. Reposa.

Reposa» España. Todos reposemos. Oh, blanca tumba entre la luz sumida. Blanca luz de la muerte que bebemos

a diario. No de muerte, no de vida. Dé amor de tí nos envenenaremos. España del amor, patria extináuida.

ralahras de Cmfo en el momento

de la Ascensión

ME rechazasteis cuando vine al mundo. Subí las crestas, descendí a los valles, y arrebataros a la muerte quise: no me dejasteis.

Espumas sin amor, cuerpos sin día: Nadie. Podéis vivir. Os <¡ueda aún este mundo. iGozadlel

Mas cuando acaben vuestras almas torpes,

cuando se pudra vuestra torpe carne,

aún viviré, hombres sin luz que nunca

me contemplasteis-

Sobre la muerte, sobre las colinas

donde tuvisteis vuestra férrea cárcel,

yo reinaré, en medio de la vida,

bajo los aires.

Núm. 16

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PLATERO

G A B I N O - A L E J A N D R O C A R R I E D O

Poema de la vida honda

NACER con la dulzura por costumbre y el corazón temblando. Irse olvidando cosas por los rincones de la casa, sobre las mesas de los bares y los asientos con respaldo. La vida suele ser bastante seria: los niños fallecidos, los hombres con tinajas, las armas relucientes, las mujeres encintas que dalias coleccionan, los jardines nocturnos, los sauces olorosos, el misterio que sale por la puerta, la palabra que sale por la boca y el gesto que acompaña a la palabra, nondos temores llevan al alma timorata cuando nace. Se guardan los papeles y los libros, se guardan los tinteros, los vestidos se guardan, hasta la voz se guarda en la garganta, e, irremediablemente, sobreviene la soledad completa. Los gritos que no damos comprendemos; los ruidos más confusos escuchamos; las páginas futuras, los actos reprobables, los niños que no nacen, las mujeres sumisas

y el hombre solitario que hambre lleva. Comprendemos también el sacrificio del hombre que hace guardia. Pero no comprendemos que en el aire pueda haber más que oxígeno y nitrógeno y el eco sempiterno y vagabundo de palabras lanzadas al espacio. Cuando nace se lleva preparada la rosa y se van olvidando reflexiones por las calles difuntas y las alcobas personales. N ú m . 11

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G A B R I E L C E L A Y A

La Suena Nueva (fragmento)

Cuando pienso en la vida que uno lleva arrastrado y en la broca que a vueltas nos convierte en boquetes y en materia impalpable con terquedad y zumbido,

cuando pienso que a veces seguir dando en el clavo, seguir dando al manubrio según pide el trabajo, presupone un olvido de los últimos fines y un gastarnos, aciagos, para ir mal subsistiendo,

cuando pienso en las penas pequeñitas y absurdas, (por ejemplo, estos niños que hoy no comen son míos), que nadie toma en cuenta más yo tomo en mi canto pues éso debería transtornar todo el orden por minúsculo y vano que lo juzgue el conjunto,

cuando pienso que el verso también se estira inútil, y el mundo cada día cree que empieza de nuevo, y el yo dice «mañana», flotando a la deriva sobre etcéteras mansos de corriente obligada,

cuando pienso qué raro, qué fatal, qué grotesco es todo cuanto hacemos sabiendo o sin saberlo, lloro y lloro, o me río como un bufón y un loco.

Me río hasta quedarme desnudo de evidencia. Me río con mi yo que me baila en andrajos. Me lloro comprendiendo que valgo poca cosa.

Me río del derecho de anárquico cretino. Me río por la izquierda del deseo, que es sexo. Me río, hasta morirme, las tripas, devolviendo lo blando y convulsivo de mi origen al caos.

Me río, y en mí llora, continua, toda carne Me lloro, y en mí ríe tristemente una vida que es más que yo y no es nada, que es el ruido del agua.

Núm. 9

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JUAN EDUARDO CIRLOT

IZE KR AÑILE

Pájaros hondos palpitan sobre el camino deshecho. Un vidrio seco y rugiente destituye el firmamento.

Mis manos rotas y lentas descansan sobre el desierto de venas desmelenadas y crisantemos de acero

¿Dónde están tus senos rosas y la casa de tu pelo? ¿Dónde sus verdes ventanas y tu abrazado cerezo?

¡Ay, doncella sin murallas! En esta plaza hay un muerto. En esta esmeralda abierta gime un delgado destello.

Pálidos caen los paisajes sobre arrugados pañuelos. Monumentos momentáneos apresan voces, no besos.

¿Qué cantas tú Ize Kranile con tus entrañas al viento? Islas dementes rechazan mi absorto \iaje secreto.

Palmeras reinan pulmones en mi rubor descubierto. Cien caballos disecados sobre el monte están erectos.

Difuntas dulzuras suben por los tubos de mis huesos. ¿Qué sueñas, Ize Kranile, con las entrañas al viento?

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C A R M E N C O N D E

ríay tibias rosas negras...

tyay tibias rosas negras y pájaros las cantan cuando no espera nadie que el día tenga flores. 97/7 olor de jardín que yace solitario vagando llega acá, donde mi DOS espera.

tyata decir que un sueño oale más que la pida si no se sueña todo, tengo pura la ooz; y nunca se la doy a pasajeras almas ni la meto en las bocas que desdeño cerrar.

ói; tengo con oosotras, rosas con aoes dentro, un tremendo convenio de dulce esclaoitud. Que la noche os inunde, o que la aurora os oiga: yo sola sé que sois mi silencio perfecto.

—^ay manos que no cogen ni frutas ni jazmines,

que nunca acariciaron un hombro ni una bestia...,

que no saben sentir más que el pan de su hambre.

¿ Qué oan a hacer con ellas los ojos que miraron al mar que no se coge, a la luz que se escapa ? ¿ Quién ofrece estas rosas que nacen en lo negro de una noche cantada por aoes que se ignoran ?—

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ÁNGEL CRESPO

EL MUERTO

El ver a un Hombre muerto deshace, el corazón.

Mucho le había visto comiendo pan difunto, acostándose triste y bordeando esquinas, jugando con sus hijos... Vivo siempre veíale.

Claro es que había visto al ser que anda en dos patas. Siempre con él contaba al masticar mi harina y sentía sus pasos detrás de las paredes y escuchaba sus gritos por cima de las puertas, y, oliendo su basura o tocando sus lirios, vivo siempre veíale.

Pero jamás había visto a un muerto, que le hablas y se calla, y aunque le cojas por los hombros y le sacudas y le digas que se alce, que te mire, no mueve una pestaña ni te dice que si, que no, que luego.

Yo he visto a un muerto y digo que el hombre ya no es lo que creyera y afirmo que los muertos son mucha cosa para que el corazón aguante sus embates.

Núm. 2

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PLATERO

G E R A R D O D I E G O

GREY

LA abolición del pecho entre dos láminas de mica

es el decreto más importante de nuestra pálida centuria

Hay una paz bajo las hojas

que autoriza al restablecimiento de las más atrevidas constelaciones

Signos de materia tersa intercambian sus normas creadoras

y el calor de las axilas emigra a climas

más decididamente favorables

Qué angelidad la nuestra toda alas

Apenas el aldabón repica en la costumbre

y ya es la nueva luz la nueva iniciativa

Todos los borrones borran de derecha a izquierda

y la escritura de amor rompe de abajo a arriba

Venid aquí a albergar vuestras ovejas

aquí donde en su día se alzaba un almagrado túmulo

traspasado de aliento de una boca sin lengua

Venid aquí a estudiar las lanas del deseo

y el balido sin límites que es reino sin Orfeo

y a escuchar a las ranas pidiendo poetisa

y a las rocas que pierden su corazón de eco

y al vacío que vuela de chaleco en chaleco

Dadme un candor de pana y tierno abrigo

y yo os diré lo que vale una pena blanca

la más penosa pena de esta vida

Núm. 14

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PLATERO

Q U I L I N O D U Q U E

Pri inavera dolí ente

El día 7 de abril recibió a Don Higinio

Capote, la tierra del Cementerio de San Fer­

nando de Sevilla.

NOd uele el corazón: duele la vida,

duele lo cjue se va, duelen las llores

y duele el agua de los atanores

jpor lo t^ue de do lo r t iene su nuída.

L a primavera está descolorida,

la tierra seca, el aire sin olores

y a dos días del V iernes de l_)olores

la vida es tierra, y tierra removida.

E.8 tierra sobre un nombre , y yo no Quiero

<^ue se den cuenta de cfue estoy regando

con lágrimas la vida con <jue m u e r o .

K,8 a tierra mojada a lo c(ue huele ,

y a corazón, y a do lo r vivo, cuando

y o sé de más c(ue el corazón no duele .

Núm. 24

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PLATERO

A N T O N I O FERNANDEZ M O L I N A

ENTONCES

UNA tarde venarán a verme los amigos;

el cfue murió y fué causa de elegía,

los nermanos cfue estudian matemáticas,

el buen Villajos cjue es veterinario

y a comer me invitaba algunas veces.

Cerraré la ventana cuando lleguen

bara cjue no se escaben los recuerdos:

los susbensos c(ue tuve,

las beleas,

los brimeros báseos con las chicas,

el brolesor amigo,

la biblioteca acuella solitaria

donde basaba solo algunas ñoras,

las vacaciones largas

y el volver bensativos con dinero.

Parecerá cjue t odo se na cambiado,

cjue la tarde es azul,

la vida un f>oco triste

y con el t iembo haremos muchas cosas. Núm. 13

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A N G E L A F I G U E R A A Y M E R I C H

CUANDO MI PADRE PINTABA

A mi hermano Raiael, pintor

CUANDO mi ¡oven padre pintaba, yo era apenas una oscura araillita merodeando en su torno.

Mi padre era ingeniero. Con los ojos profundos a fuerza de difícil y exacta matemática. Era magro y esbelto. Yo no sabía entonces que mi frente morena era igual a la suya.

Mi padre me gustaba. Llevaba un gran bigote ya pasado de moda, con auténticas guías aulcemente afiladas. Cuando las colegialas, a la hora del recreo, presumíamos bobas de papas y juguetes, aquel largo bigote tuvo más importancia que un surtido de cromos o un muñeco de china.

Mi padre era ingeniero y amaba los paisajes. Quería capturarlos en rectángulos breves y llevarlos consigo. Cuando íbamos al campo o al mar, en vacaciones, meticulosamente, sabiamente pintaba. Y era un gozo asombrado contemplar la obediencia con que todo acudía y quedaba ordenado sobre el lienzo tirante. (Cuando mi ¡oven padre pintaba, sólo entonces, fumaba en pipa. A veces, silbaba por lo bajo, desafinando mucho, romanzas de zarzuela).

Cuando mi ¡oven padre pintaba sin astucia era tremendamente consolador y cómodo ver un árbol honesto pareciéndose a un árbol. Era tremendamente positivo y seguro ver las vacas rollizas ¡lustrando los céspedes y casitas de roja chimenea humeante, y aún más lindo mirar como el sol se ponía, agotando los tubos de carmín y cinabrio sobre un mar de esmeraldas y encaje de bolillos.

Todo era claro y fácil, porque, amigos, entonces, cuando mi ¡oven padre pintaba, yo era sólo una ardilla inocente sin malicia ni versos. N i í m 10

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PLATERO

A N T O N I O G A L A

E L V A S O El vaso que me diste, Señor, aqui lo traigo; aquel vaso de barro que me diste por gracia. Se me quebró una tarde cansado del crepúsculo y luego no he podido reconstruir su forma. Aqui lo traigo roto, y no pienso pedirte, Señor, que me perdones, porque no me arrepiento: en él bebió la boca que ha olvidado el olvido y en él bebió mi alma su parte de cicuta. Ya no me queda nada, Señor, ni Tú siquiera, porque Tú te me fuiste también entré los árboles aquella noche clara en que yo te pedia que volvieses más tarde, para estarme a su lado.

Ahora todo ha pasado. Ya no quiero la vida. Tu vida, ese cilicio que apretaste a mis carnes, sin el cual me desangro por mil largas heridas y con él un mordisco me oprime de jaguares. Sin tus cielos azules, demasiado tranquilos, he vivido, Señor, y no he echado de menos la tibieza de lago de tus manos enormes que sostienen el mundo, como un juego de niños, ni la vasta y segura extensión de tu pecho, donde el alma se pierde, como en un mar de dunas.

Aqui traigo tu vaso, Señor, tornado añicos. Yo, Señor, no te dije que lo hicieses tan frágil, ni siquiera te dije jamás que me lo dieras, porque tal vez sin vaso puede también vivirse. Y si no, yo no quise vivir, no, yo no quise que me inflaras de vida como un globo de goma y me dejaras libre con las risas del viento.

Yo, Señor, hice cosas que Tú llamas pecado y sin embargo amé, como Tú, totalmente, con rai cuerpo y mi alma, con mi vaso de. barro, con lo que no era vaso ni barro todavía. Pero ya ves, Señor, que todo ha sido inútil. Tú no quisiste aquello que yo quise y ya ves, de nuevo estamos solos y esta vez frente a frente, yo con mi loza inútil, Tú con tu inmensidad.

Castígame si quieres, Señor, ya no me importa. Tu mundo es sólo tuyo; tu castigo, tus árboles. Todo es tuyo, Señor; tuya es también la rabia que hace poco'me hervía como un yerro aqni dentro; y hasta este dentro mió, tan inservible ahora, es tuyo, como un campo vallado por Ti mismo.

Haz de mi lo que quieras. Tú eres grande y yo apena» una mota de polvo prendida en tu sandalia. Puedes hacer incluso el milagro terrible de rasgarme del todo y llevarme a tu amor; puedes volverme aqui, en este instante mismo, como se vuelve el paño de un abrigo gastado. Ya todo me es lo mismo. Yo he cumplido contigo, mal o bien yo he cumplido: aquí tienes tu vaso. .Núm. 5

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R E C

EL viento ha puesto su nido en las cornisas y a la rosa se le ha olvidado perfumar. Cuando vayas por agua di a la luna si sabe dónde está el grumete. Yo bien quisiera, pero no puedo hacer milagros a todas horas; hacer que el agua brote de las fuentes es un milagro demasiado grande. Ve tú por agua y pregunta por el grumete. ¿Lo recuerdas? Aquel grumete de los>ojos color del heno y la piel del color del heno.

Mira, es mejor que te vayas La noche puede llegar tanteando y te romperia el cántaro en todos los brocales.

No, no despiertes a la rosa; debajo de sus alas tiene todo el perfume y tú ya sabes: el perfume de las rosas es tan escandaloso como el llanto de un niño. Es mejor que no la despiertes y te vayas por agua . Cuando vengas, yo tendré ya agua en casa y te mandaré llevar el agua que trajiste. Asi el viento creerá que jugamos y no destrozará nuestros castillos de arena.

Ah, y no te olvides de gritarle a la luna que dónde puso al pequeño grumete. La tarde en que el milano aterró a las gallinas yo jugaba con él cerca de la puerta. Mira si por casualidad lo. encerré descuidadamente en el arca.

PLATERO

A D O

Aunque no creo, porque si no hubiera engullido todos los membrillos.

Yo desearla comer un membrillo, pero no tengo con qué mondarlo y su piel es amarga y áspera.

Si, ya sé: la luna tiene forma de cuchillo, pero no es un cuchillo. Por el contrario tu mano, tan suave, me corta cuando me acaricia.

Déjate de conversaciones y ve por agua, para que yo pueda pensar en ti más cómodamente.

Mira, el viento no tiene arreglo; está haciendo florecer aljardfn. Un jardin con flores parece siempre tan extraño como Una tumba sin flores.

¡Cómo me gustarla estar muerto para que tú me trajeras un clavel cada día! ¡Ah, ya te has ido por el agua! Mejor, mejor; antes de que vengas voy a tirar el grumete al pozo. Luego diré que la luna está loca cuando al subir del pozo diga que vio al grumete.

Antes de que vengas con agua voy a beber un poco, para que no pienses que tenia una sed demasiado grande y te debo la vida. No me gusta deberte la vida; en todo caso preferirla deberte la muerte.

Núm. 7

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PLATERO

Co mo una jadean te pedrería

Y nosotros, ¿qué haremos? Los nacidos en tierras soleadas, donde todo es como una jadeante pedrería, que cálida alimenta el indomable tigre del verano.

Donde cada tiniebla es el refugio de un codicioso amante, al que los ojos entregan al pasar su sed durísima y al río van cogidas las cinturas.

Donde el amable peso de sus alas impide defenderse a la Belleza de un proceloso bosque de caricias.

Les nacidos en tierra de naranjos entre los cuales un ciprés levanta asombrado su espíritu, ¿qué haremos, si un ardiente desorden nos envuelve e inseparable tras nosotros, roja como una cauda, tiembla la Belleza?

¿Qué haremos los ungidos con el óleo antiguo, si pisamos sobre aquello que muerto hace crecer a las granadas y cuya ruina de olivar quemado aún desea vivir con nuestra boca?

¿A dónde miraremos si por doquier florece la nupcial campánula y desnudo el cuerpo se echa con regalo en la yerba, extasiándole el singular color de la cantárida; si un sabor tiene el alba no gustado a manzana primera y de ella muerde también corporalmente el pensamiento?

¿Dónde está la Belleza, me pregunto y entre mis labios húmeda desliza Amor su lengua y falsa su respuesta?

Entórnanos las almas el olvido que los frutales muslos nos exigen en su hermoso delirio y, señalados con los salvajes besos de la noche, nos dejamos llevar por los perfumes.

Mas con nosotros, joven y dorado, sonríe ocioso un Ángel, cuya frente el topacio corona y es de ¿baño la suela de su rápida sandalia.

Pues si lánguida y verde adormidera es el aire y se enreda en sus columnas la carnosa sazón de la mandragora, {qué otra cosa es posible para los que nacidos en el sur, sabemos el impío secreto de las selvas y bebemos la púrpura del Sol de Mediodía?

Núm. 21

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PLATERO

P A B L O G A R C Í A B A E N A

AMANTES

EL que todo lo ama con las manos despierta la caricia de las cítaras, siente el silencio y su pesada carne {luyendo como ungüento entre los dedos, lame la lenta lengua de sus manos el hueso de la tarde y sus sortijas se enredan en el ave adormecida del viento. Labra en marmoles de humo el cuerpo palpitante del abrazo extenuado tal cervato agónico y con el pico frío de sus uñas monda la oliva efímera del beso. El que se ama sólo, el que se sueña bajo el deseo blanco de las sábanas el que llora por si, el que se pierde tras espejos de lluvia y el que busca su boca cuando bebe el don del vino, el que sorbe en la axila de la rosa la pereza oferente de sus hombros, el que encuentra los muslos del aljibe entre sus muslos, como un siurio verde sobre el mármol desnudo e inviolado, ese que pisa, sombra, desdeñoso el pavimento de las madrugadas El que ama un instante, peregrino voluble, de la flauta hasta los labios de la trenza al cítiso, de los cisnes a la garganta, de la perla al párpado de la cintura al ágata, del paje a la calandria y tras él, silente, vá talando el olvido mieses altas, tirsos áureos de espigas, leves brotes, todo un bosque confuso de recuerdos, y él va cantando, ruiseñor nocturno, capricho y galanía, bajo luna. Y el que besa llorando y el que sólo sabe ofrecer y aquel que cubre el pecho para no amar de oscuro arnés, sonrisa y un gerifalte lleva silencioso devorando su corazón de gules-Todos, la noche maga con su rezo los enloquece, clava en sus pupilas el helor de su vaga nieve negra, les da a beber rencor entre sus manos, los hurta en el arzón de sus corceles, los trae y los lleva como mar en cólera coronadas las olas de sollozos, de cabelleras náufragas, de sangre y los devuelve dulces, poseidos, hasta la playa bruna y solitaria. _ T . . ^

Num. 1U

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JULIO GARCÍA MOREJÓN L L A M A D A

<jS¡ me llamaras, sí, si me llamarasl»

PEDRO SAUNAS

A M) N O V I A

Yo me muero atfuí solo, yo, en tu ausencia, tus ya eternas ausencias invioladas, Hoviéndome en la sangre las heladas caricias qíue se irán sin tu presencia.

Porqfue tú no me ¡lamas, mi Querencia se na estirado en memorias trasnochadas, pordue tú no me llamas, en arcadas de lágrimas se ha hundido mi paciencia.

A^uí, solo, sin ángel, solo, yerto, como un árbol de enero, dolorido, solo de no pulsar tu labio amigo,

solo en mi sola voz, muy solo, cierto de no saber llamarte, solo, herido por el beso de cal due rué testigo.

Núm. 5

Viñeta de Rafael Alvarez Ortega

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PLATERO

F R A N C I S C O G A R F I A S

LA FRENTE

OH, tú, mi frente, piedra sin acanto, erguida contextura, ámbito esquivo, resquebrajada losa de los sueños, solemne, encaramada rosa mustia...

Cuánto me pesas, frente, sobre el alma. ¡Qué pequeño el cimiento de la sangre para tan amplia bóveda! Quiso el hacha de Dios, el hacha ardiente, desgajarme, menguarme, recortarme, pero dejóme intacto el pensamiento en la patena torva de mi frente.

Cúpula sostenida de milagro, rueca de dura sangre, bosque ardido, pleamar de mis dudas, ven, descansa sobre estas manos que aun conservo, acaso tan sólo para tí, piedra silente...

Todo el cuerpo es puntal para el cimborrio, torpe columna que sostiene el sueño: arbotantes, cruceros... Sube el ansia como una espuma de mi pie y se abre arriba, en el crujido de mis sienes, cerca de Dios que en su latido vive.

Oh, qué cerca del cielo está mi frente, hosca frente llevada a duras penas por este cuerpo que rompiera el hacha del tiempo, el hacha fúnebre y doliente que en las divinas manos centellea.

Núm. 11

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E L I N A G A T E L L

NO PUEDES SABERLO

TU no puedes saberlo. Mi tristeza me condujo hasta tí sólo un momento, y en un vuelo de audacia el sentimiento me llevó hasta los ojos su tibieza.

Tú no puedes saberlo. Me tropieza la voz contra un desnudo y frío viento. No es posible apresar el pensamiento ni dominar su vuelo, su terneza.

Pero aquello pasó. Tú no advertiste el temblor sideral de mi sollozo al mirarte los ojos levemente.

Era pecado amarte y no supiste que tras aquel girón de mi alborozo se ocultaba otra herida amargamente.

Núm. 10

Viñeta de Miguel del Moral

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PLATERO

G A S P A R M O I S É S G Ó M E Z

HIMNO Al P. Antonio Vilariño

ALEGRÍA. Alegría Todo mi cuerpo en las avanzadillas de la sonrisa. Alegría: moneda redonda en el parque internacional de los niños y niñas. Alegría toda calderilla brisa en la mano. Alegría. Yo pienso que, de niño, jugaba mi madre a quererme más cada día. Alegría.

La mimbre aguda, parado el aire, la mimbre desnuda como lengua fina del aire. iQué hable! lAlegrial La mimbre no habla. Si hablase diría que quisiera ser índice del mediodía.

Y a tí muchacho joven, vino reluciente, dimensión infinita de alegría, a tí quién te podrá quitar esa razón de la sinrazón de la llama y la prisa? Si no te alcanzaras la mano con las manos de cada día: Alegría. Si se te pierde un trigal de oro en los ojos y la lengua te brilla de aguda miel encendida: Alegría.

Y alegría si sabes hacer de la hormiga una décima de tu alegría.

Ay, ¿quién no tuvo millones de pájaros en el oído dormidos? ¿Quién no espera ser un día epifanía? ¿Quién no tiene un charol de zapatos de comunión continua?

Yo, una vez, me quedé olvidado, yo mismo quédeme olvidado — alegría — y cuando quise regresarme iba como una maravilla. Dejé como San Juan, mi cuidado olvidado entre las azucenas. Y alegría.

Mi pulso, como pétalo, no quebró ni el motivo de su estricta caricia.

Alegría. Alegría. Que no me cambien éste corazón que se desnuda y brinca.

Núm. 15

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P L A T E R O

L O R E N Z O G O M I S

LA PAZ DEL PUEBLO

LA paz del pueblo está hecha de sol,

de aire quieto,

de una miel de silencio laborioso.

La paz del pueblo es la mano de D ios ,

amorosa y distraída,

que palpa el relieve de las casas, las colinas,

los campos, Ja iglesia, el trenecito allá lejos:

cinco notas perezosas y mágicas del piano del mundo*

La paz del pueblo es una olorosa manzana abierta por

la mitad,

una olorosa mañana abierta por la mitad.

La paz del pueblo es estar en un alto maduro,

con el sol , con el viento en la cara,

y tener el pueblo a los pies, tendido como un perro

soñoliento y caliente.

La paz del pueblo es ver como baja por la calle

un grueso cazador ya un poco viejo,

con sus pesados zapatones, su chaqueta de pana,

su escopeta cruzada en bandolera

y su perro,

que va delante, y detrás,

y delante, y detrás

de su amo;

ver atareadas mujeronas

con sus batas azules,

que van de su casa a la tienda

y vuelven de la tienda a su casa

porque les {altaba un poco de perejil para la comida;

ver en un prado húmedas vacas

y minuciosas gallinas blancas y negras.

La paz del pueblo es el humo delgado,

la respiración de las casas.

La paz del pueblo se corona con una lenta campanada: como una gran paloma que vuela al ciclo.

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Núm. 11

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JOAQUÍN GONZÁLEZ-ESTRADA

CANCIONERO DE RONDA

¿Ceje! del amor perdido Al paso del velón ero

Homenaje a Abulbeka Para Andrea Castillo

Perdida, perdida

yo tengo la vida.

Por mi mala suerte aia volver a verte me llama la muerte

gritando en mi herida.

Tra» de conocerte f>erdí la partida.

¿Qué importa la vida?

\ flonero de Lucena,

¡velonera!

Con tu jjregón callejero

se me ha volado el sombrero

y mi clavel de verbena...

¡Velonera!

Núm. 3

97

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PLATERO

J O S É H I E R R O

VIEJA ALMA

DE noche lo comprendo aunque no sé explicarlo. Cuando me muera, nadie sabrá que me he marchado.

Me hablarán pero no sabrán que es un extraño. Será como si oyera hablarle a mi retrato.

Besarán a la cárcel que me tuvo encerrado.

Núm. 16

Viñeta de Francisco Capuleto

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R A F A E L J A U M E

FELIZ AMOR

A Celia Viñas OlivelL,

FELIZ amor si finge que me salva,

que salvarme de veras no es posible

por muchas amarguras qne me tiran

y me arrastran al fondo de los mares.

La esperanza no es más que un fruto seco

que las moscas trepanan para hacerle

más llevadero el sol con que se hizo.

En un bosque no mío y alejado

corre el aire marero y turbador,

no este fuego que quema mi follaje

y el árbol de mis huesos desuncidos.

Feliz amor si finge que me salva,

si se obliga a salvarme, si se pierde

por salvarme, si muere por salvarme,

si se aniquila por salvarme, sólo

porque otro amor que muere se lo pide.

Núm. 11

Viñeta de Miguel del Moral

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M I G U E L L A B O R D E T

HOY ESTOY DE BUENAS

SI gómez pereces es un infierno lindo

un kilómetro de pulga con que aupo

al noble anciano de las noches sin pijama

yacente en agonía sobre el oculto cielo embaldosado

de mi destartalado aposento en Buen Pastor 1

y creedme: aquí tuve instalada la oficinapoéticainternacional

donde barbudos universos se quitarían la chaqueta

a la hora del racionamiento misererable si...

Caballero: está ya gorda su señora cuñada?

Ah... es macho grande esto de vivir...!

esto de aguantar las jetas insaciables

del feroz bípedo inmortal

y sus específicas conclusiones metafísicas

amén de su cara de idiota cuando se pone muerto

e intenta oposiciones con su medio pelo ya inservible

al honorable escalafón de los olvidos!

Mas si vous plaie no me toméis por un frivolo

pues éxtasis y eso quiero pero sin reuma ni angélicos olores

de oculopédicas tertulias consagradas nihil obstat

pero si la aniquilación en los desvanes absolutos

el asesinato común la fosa del amor

y un beso para colmo como una bestia comiendo

así estoy clueco y pondré mis huevos al sol

entre astrales reencarnaciones hacia arriba

pero pegúeme con la teta en el techo agrietado

y tuve que ceder u obligóme la vieja pernambuca

a ir a la cama sin cenar con las napias en énfasis

pues convenceos: es muy pequeño el hombre.

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Es muy pequeño esto.

Es muy inmensa la luz lloriqueando

y solamente el niño con un antiguo orinal en la cabeza.

Pero que dulce el adondepanhorizonte!

Pero que amargo el locomano abandonado

cayéndose borracho por los pasillos del mar enloquecido

entre facturas

y la sonrisa traicionada de la perfumada entradita

para el Coliseum Cinema...!

Ya es bastante dijo Dios proyectando heterodoxo

colectivos trenes de ondas sinergéticas

pero ella se despierta y no tiene aún el suficiente

parece esto un bolero pero no creáis

es la fundación irremisible de las criaturas

sin título académico

que se casan y tal y cobran sus puntitos

bajo la luna llena

estupendamente falleciendo en sus viejos lechos de bodas

allí donde tantas horas consagráronse

a la religiosa reproducción de boquiabiertos nenes.

Y ahora que os divertí divinamente

dadme please unos centavos de piojo clandestino

para purgar los recibos del gas el agua y la sardina

y el coro de mujeres rebuznantes

propiedad de la oficinapoéticainternacional

que en las brisas de mayo santifican.

Gracias muchas... Y su familia?

Nos incendiaremos a pesar de todo

oh llamarada inmensa de quita y pon los grifos de este mundo...!

Núm. 13

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J A C I N T O L Ó P E Z G O R G É

SIGNO DE AMOR N O (Hiedo ya ocultar mi voz ardiente.

N o [>uedo contener mí sangre airada,

N o f>uedo, no , ser noene serenada

sino estallante luz de sol naciente.

S e nan fundido los yelos de recente

y el agua corre libre, enajenada,

fior los cauces abiertos... La llegada

del amor coincidió con la corriente,

N o (>uedo, no , callar este alboroto

(fue £»or mis venas cruza, este lamento

mineral ({ue mis buesos va boradando.

N o fmedo, no , no f>uedo, ya estoy roto

de tanto amar, de tanto desaliento.

M a s yo nací {>ara morir amando.

Núm. 10

Viñeta de Pilar Paz

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LEOPOLDO DE LUIS

COMO LA MUDA MÚSICA

COMO la muda música del tiembo

suena tu baso bróximo. Resbala

tu sombra cual los días en fluyente

transitar bor mis surcos, como un agua.

Motamos en el tiembo, en el continuo

ir del río. N o s lleva. N o s desgasta

lentamente. Nos suena honda en el becho

la rota frialdad de su cascada.

Fuimos de abril. Teníamos

una luz inefable, como un ala.

r lor o bájaro o nombre

del amor, en el sueño y en la rama.

Fuimos también de mayo. Dulcemente

el mirar como un fruto se doraba

de bresagios. Madura y entreabierta

la fresca bulba en cjue el besar se abrasa.

El estío nos bizo arena ardiente,

carne encendida de besada playa

donde blancos caballos como esfuma

bor la sangre de agosto se abalanzan.

Como cuerbos de otoño nos amamos

bajo la luz dulcísima y dorada

y sentimos el cobre de noviembre

de hermosura sonar en nuestras almas.

Cuánto diciembre acude, cuánto enero

cerca el amor, la vida, la esperanza.

Por la nieve tus basos cómo suenan

a rosas deshojadas.

Somos de tiembo. Soledad y tiembo

nos vuelven sombra y nada.

Núm. 5

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S U S A N A M A R C

M / O

VEN, acércate...

D a m e tu mano. Rebosa tu cabeza

en mis rodillas.

V en.. .

¡ Q u é dulce tu conibafiía!

Lejos, más allá de (í, está el silencio,

la soledad, el írío.

Y o me recojo en tí. Ace rco a tu hoguera

mis manos ateridas.

¡ i \ o me dejes nunca! ¿>¿)ué liaré cuando te vayas

con tu mundo a la esbalda. ¿ Q u é haré?

Pasará una mujer hermosa

y te irás.

Dirás: «Mad re, es la vida».

Y yo no bodré, ni sabré, ni cjuerré retenerte.

«Es Ja vida», diré.

V e n , acércate.

D a m e tu mano. Rebosa tu cabeza

en mis rodillas.

V e n . . .

¡ Q u é hermoso tenerte niño,

entero, mío, esta tarde!

Núm. 12

Page 109: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

T R I N A M E R C A D E R

Soneto del nombre

Y el hombre crece así. Sonrisa y beso le labran el amor sobre la muerte que teme a cada paso. Y va a la suerte de lo que gane o pierda, al juego preso.

Y así se forma el hombre. Herido, ileso, vencido y vencedor de sí que vierte su eterna trascendencia en propia muerte. Que al fin no es más que hombre, y sólo eso

El arco piedra a piedra conseguido se yergue desde el suelo lentamente, con llanto y sed y orgullo concebido.

Y el hombre muerde a Dios, en dios creído. Y a Dios le basta un gesto indiferente para que vuelva el hombre a su gemido.

Núm. 14

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PLATERO

A N T O N I O M I L L A RUIZ

PRIMAVERA EN EL SUR

ALGUIEN dicta la clara belleza que de tu alegre fondo trasciende y como astro en un halo te aquieta: Pues tú tienes una voz interior sonora, de zéjel donoso... ¡esa campana de cristal que se te oye! Expresión de tu sino es la amena intimidad de sonrisa que eres, esa Venus que da a tu primavera su relato, su verbo de azahares y su abril de narciso a tu estrella. No es un duende interior, no es el "daimon" que sugiere la voz del poeta, no el demonio la voz de tu sino quien tu rostro ilumina y renueva... Es tu ser, es tu propia sustancia, ¡ese ensalmo de rosa y canela! Femenina es tu esencia: ¡Una Gracia te da forma, te aclara y te lleva!

Núm. 6

Viñeta de C. Pascual de Lara

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RICARDO MOLINA

ODA A LUJS CERNUDA

«Honorate laltíassimp poetan

Tu has visto y has vivido aquellos días, tu has bebido aquel agua armoniosa, tu has ceñido tu frente con un junco y luna grande refrescó tu boca y vida matinal abrió sus flores en la espinosa rama de tu sangre, por eso vas tan solo y desdeñoso.

Qué penumbrosa arquitectura verde alojó en sus estancias tembladoras tu hermosa vida que era lus de un sueño, qué claras galerías, qué rincones de virginales aguas suspirantes a tu paso temblaron como alma profunda al paso lánguido de un beso, qué música indecisa de los bosques se derramaba como madreselva del silencioso muro de un jardín cuando Abril recogíase en reflejos dentro de tu nostalgia de agua pura.

Supiste que el amor era tan sólo un grácil juego de la Primavera, ay, o fugas y delicioso mimo de dioses que se. burlan de los hombres, y era bello aquel tiempo aunque te hiriese y era bello el dolor de aquella herida. ¿Por eso vas tan solo y desdeñoso?

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Arrojaste de tí el opaco libro y todo lo dejaste por el árbol eternamente verde de la vida. Mirar, gozar, amar, vivir, morir, morir para nacer, vivir de nuevo, y a cada vida conquistar su muerte simiente de otro amor y de otra vida, en ves de ir descifrando en vanas páginas los vanos pensamientos ambiciosos, la vana sombra que desgarran soles de vivo amor y de amorosa vida. Lo que aprendiste tú, tú solamente aprenderlo podías: era tu vida, tu vos, tu muerte, gloriosa espada. Los otros no sintieron desde el alba su soledad de hombres ante el día ni un momento sintieron esa angustia de ser diamante altivo ni surgieron con desnudes de dios del vago seno triste v odiado de letal costumbre. ¿J'or eso vas tan solo y desdeñoso?

Sevilla oscura, negra lus y llanto, desesperada flor, quemante yelo, las liquidas ruinas de una lágrima sin palmoteo ni ruidosa sambra, sino la ahogada hierba silenciosa verde rumor que solo oyen y olvidan errante viento, candido rocío, o matinal alondra embriagada.

La dura España interior combate en ti; su martinete desolado en la fiesta sombría de tu frente abrasa su guirnalda inconsolable. Una mano divina te golpea el corazón, Cernuda, día y noche y te arranca el acorde misterioso donde el cielo se ahoga pero queda el cielo de tu vos para los hombres.

Núm. 1

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F E D E R I C O M U E L A S

POEMA La mañana me dijo que sabia tu nombre. ¿Dónde lo has aprendido?, le pregunté. Impasible seguía lentamente creciendo. En el puente más alto de la tarde dije adiós a sus luces.

¿Y tú lo sabes, noche? ^-No, cuando llego cruza la tarde por el vado, sonámbulas las manos y va a contar las flores imposibles que nacen en la costa lejana donde el alba renace.

Como vaciado frió de yeso que remonta la corriente, en las manos tristes ramos de piedra, a la hora en que sale de su cisterna el dia cuando atracan las negras barcazas de la noche,

me voy detrás de la mañana aquella. Inútilmente pregunto, nadie sabe nada de mi delirio. La fuente está soñando con llegar al arroyo y al camino han bajado los charcos pensativos.

Núm. 4

Viñeta de Ramón Gaya

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SÉ A. M U Ñ O Z R O J A S

CARTA A UNA AUSENCIA

U N sentido Que acaso no tenian van cobrando las cosas en el tiempo. Se ve vé más ciato todo. ¿Todo? Saben acaso más amargas y las sombras se van enterneciendo con el uso. Tu recuerdo conmijo entre estas cosas que tanto amaste, amigo, me acompaña. Sobre este mismo mar de tanto azul que no ka dejado un día de tu ausencia de preguntar por ti con ola y ola, bajo este mismo cielo que ni un día dejara tu recuerdo sin amparo, por este mismo aire que no encuentra ni corazón que mueva por sus cielos una esperanza viva que lo alegre, ninguna soledad como la tuya. A la tierra, ya sabes, cada dfa la amamos más y más y más y con los años somos más y más suyos. (Parece que los años fueran brazos que nos fuera alargando para hacernos cada dfa más suyos).

Por las guijas de tus playas, las curvas de tu* montes que hacen puro temblor el sol poniente, las cañadas hondísimas sin agua, arroyos de adelfares donde late hondo bajo lo seco un hilo dulce, que une las altas sierra* a los mares, cudriale* pobrisimos, pizarra* ruinas de viñedo* y lagares, almendrales fantasmas que conceden alguna leve nieve a estos inviernos,

Núm. 21

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entre estas sienas puras que recogen tu ciudad, maternales, entre estas cosas que no se ven, que van por dentro y tan seguras, entre lo que pasa como un ouadi, sigue tu recuerdo. ¿Parte tuya o yo mismo?

Cuantas veces quisiera uno quedarse en el instante, inmóvil con aquellos que se quieren, pura piedra en la sierra, agua perdida, ruego ardido y perenne, mar cuajado, dureza de un espejo conmovido por la sola visión de la belleza, justo instante de amar que a los humanos nos hace eternos, ángeles acaso parados en el aire de las horas. Oh ya segura luz, amistad dulce, me echo a amar por tus cielos y pureza, y siento el aire leve con nombrarte, el corazón caliente con sentirte, vivo el paisaje mismo que aquí sigue, con soledad de tí, con su hermosura sin tasa a tu llamada. ¿No lo sientes?

Núm. 21

Viñeta de Miguel Acquaroni

111

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GUILLERMO OSORIO

ELEGÍA ESPERANZADA

Se ha duehraJo el cantar/ »e ha muerto el viento.

Una forma deforme te ha potado

en la pena del hombre y al coatado

de un reseco reptil amarillento.

Se ha nublado la nube y en el hielo se ha nublado el perfil de la tonrita

de lat cotat dormidas, y la brita

te ha perdido en lat alai de un mochuelo.

Tiene pez el paisaje. Tiene arcilla

el concejo de Diot, y el a¿ua tiene

un arado formal due va y due viene.

Ya no hay tierra ni mar/ todo et orilla.

Pero queda la sombra de la estela

de lot viejo» y lentos ¿aleones i y les queda a los ¿rites torreones

un fantasma feudal de centinela.

Y nos dueda el dolor, y hasta nos dueda

un retrato lejano y andarie¿o,

una roca podrida, un perro cie¿o

y un alerce perdido entre la olmeda.

Se ha quebrado el cantar due amanecía, pero el sol se ha ocultado en las escamas de ¡as viejas ¡¿lesias y en las ramas quedan pájaros secos todavía.

Núm. 3

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B L A S DE O T E R O

PLATERO

ASI ES

H A Y momentos en que la mano se me acorta y tiembla el pie, y a veces pienso en la muerte con los cinco sentidos y caigo en la cuenta que esti de mis el tiempo y todo eso, y sollozo y me cierro en mi cuarto basta sangrar, y rezo.

Ab, da rabia vivir a ras de tierra, ahora comprendo por qué me duele el vientre y otras cláusulas, el basta nunca de los siempremuertos, la tela que se acaba,

el qué solos se quedan, Dios mío, esos que sabes-

Bien es verdad que andando el tiempo, a trecbos

se cae la fe, a pedazos la esperanza,

y los cabellos poco a poco; en fila

los dientes y las lagrimas. Se acaban.

Vine al mundo a enterrarme con mis manos y mis pies, y soporto ante mis párpados una sombra que acaso soy yo mismo avanzando en silencio bacía la muerte.

Hay momentos en que la mano se me cae y casi pierdo pie, y a veces pienso si no sería mejor ahogarme, meterme un puñalito entre dos pestañas y sacarme la muerte, bijos de madre, os juro que a veces gozo imaginando el día.

Honradamente hablando, estoy cayéndome de hambre, de Dios, en fin. Asi es la muerte.

Núm. 8

(Poema finalista del I Premio Platero de Poesía).

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PLATERO

ÍLn la inmensa mayoría

PODRAN faltarme el aire,

el a¿ua,

el jjan.

S é d_ue me rallarán.

r J aire (fue no es de nadie,

el agua fjue e» del sed ien to ,

el pan...

S é fjue me ialtarán.

I^a lé , jamás.

C u a n t o menos aire, más.

C u a n t o más sed ien to , más.

N i mas ni menos . Más.

Núm. 23

114

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PLATERO

MUY LEJOS

Así también vosotros bor fuera os mostráis justos a los nombres; mas por dentro estáis llenos de hipocresía y Je iniquidad. - Mat. 23, 2 S.

UNAS mujeres, tristes y pintadas, sonreían a todas las carteras, y ellos, analfabetos y magnánimos, las miraban por dentro, hacia las medias.

Oh cuánta sed, cuánto mendigo en faldas de eternidad. Ciudad llena de iglesias y casas públicas, donde el hombre es harto y el hambre se reparte a manos llenas.

Bendecida ciudad llena de manchas, plagada de adulterios e indulgencias, ciudad donde las almas son de barro y el barro embarra todas las estrellas.

Laboriosa ciudad, salmo de fábricas donde el hombre maldice, mientras rezan los presidentes de Consejo: oh altos hornos, infiernos hondos en la niebla.

Las tres y. cinco de la madrugada. Puertas, puertas y puertas. Y más puertas. Junto al Nervión un hombre está meando. Pasan dos guardias en sus bicicletas.

Y voy mirando escaparates Paca y Luz. Hijos de tal. Medias de seda. Devocionarios. Más devocionarios. Libros de misa. Tules. Velos. Velas.

Y novenitas de la Inmaculada. Arriba, es el jolgorio de las piernas trenzadas. Oh ese barrio del escándalo. Pero duermen tranquilas las doncellas...

Y voy silbando por la calle. Nada me importas tú, ciudad donde naciera. Ciudad donde, muy lejos, muy lejano, se escucha el mar, la mar de Dios, inmensa.

Núm. 24

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Negra delgada

L A nocne se afiló como un cuchillo

berjueñito. I las buntas de tus senos

eran dos astros abretados, llenos

de color, entre rosa y amarillo.

Baila, negra. 1 u cucrbo es un cnicjuillo

con forma de serbiente, y sus venenos

se beben — baila — como miel. 1 us senos

son dos maracas... ¡corre cjue te billo!

Baila, negra. Mueve , negra. A y C onsuelo.

T i e n e linda biel. 1 iene negro belo.

T i e n e dos racimos con bcrjueña uva.

A n d a , negra. P u m , bum. Anda , jaleo.

M u e v e bierna y bie mientras yo te veo

bantalón azul como ciclo Cuba .

Núm. 16

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MANUEL PACHECO

E S A P U P I L A . . .

Esa pupila con airón de estela por mi noche de arena derretida, esa fiebre de sal en donde anida la lumbre del relámpago que vuela.

Ese morder la niebla de la tela para dejar la carne desvestida y saber que el amor es una herida que arropándola mucho se nos hiela.

Y ese chocar de labios derretidos con uñas de marfil para morderse y saber dónde nacen los latidos.

Muslos quemados para hacerse espuma, hombre y mujer clavados para olerse en la fragancia que los hace brumaf.

Núm. 5

Page 122: Platero 1948 1954 historia antologia e indices de una revista literaria gaditana

M A N U E L P I L A R E S

PROPÓSITO N O Quiero hablar del mármol. N i de metales nobles. Ni de la primavera. Quiero hablar de lo< nombres <jue se ganan la vida como humildes peones. Hablar prosaicamente. Y en tono menor, {jorque yo soy J>eón como ellos y nadie nos conoce.

Para decir cjue estamos bajo el mismo uniforme: de azul marión las venas, de f>ana los tendones, firmes, casi columnas.., y agrumadas en dólmenes esmerando la vuelta del <Jue inventó las flores.

Núm. 6

Viñeta de Lorenzo Cherbuy

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PLATERO

M A N U E L P I N I L L O S

L O SUPE

MUY pronto de nacido lo supe, lo sabía. Al principio temí, debéis saber, temí; tuve un temor, me vi tan solo, solo, inatendido, inerme. Debéis saberlo, oirme, tuve un temor horrible. A nada había surgido, nadie me llamaba, ninguna urgente voz precisaba de mi caricia.

Ahora me sonrío. Ahora me sonrío a solas en mí alegre, en mí vivaz, en mí cumplido, alegre. Ahora me sonrío, me lleno de rastros la boca; de plumas felices, de rayos calurosos, de despertados aplausos; aún seré posible, aún me guardo entera; aún puedo ser todo.

Tenía que ser así, precisamente. Tenía que ser plaza roquera, inexpugnable. Elevarme en vertical desvío. Tenía que ser alzado pozo, hoyo en el viento. Cuántos aires en mí, contradictorios, rozándome, trayéndome, desperdigando el torso de piedra tamizada lluvia, horizontalidad tendida, defraudado altozano.

¡Cellisca fría del mundo azotando uno a uno los rostros, los hombros! Oh vencido caer cuando nos seccionamos. Arrastrados vamos por los cierzos falaces, de uno en otro como las fáciles hembras, la muchacha que nos sonríe en la esquino.

Ahora ya sé, ya sé, desprevenido por qué. he crecido duro, sobre mí, alzada ésta mi frente como muro hacia arriba. Ahora ya sé.

Golpea el tiempo, proseguirán los pájaros, las fauces y el beso, el creciente embate, conspiración o dulzura total para acabarnos. Pero yo, entero, pasaré hacia la inmensidad.

(De "El Otro".) Núm. 12

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ALFONSO PINTÓ

CUBIERTA DE AVES

Encendido ramaje te corona.

Por tu marmórea sien cruzan las aves

como amoroso manto descendidas.

Tú los ojos inundas de su vuelo

y acaricias el rastro de su pluma.

Al entreabrir los labios, los suspiros

las alas van meciendo. Se adormece

la fúlgida pupila: en la tarde

tu tímido temblor va recorriendo.

Yo repito en la bruma de la nieve:

Alucinada sangre derramada

por agónicos cauces vas manando.

Núm. 5

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PLATERO

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ MÉNDEZ

UN CAFE ESPAÑOL

QUIZAS porque eran muchas las miradas que allí se amontonaban, o porque eran los niqueles, anuncios de otros metales que nos daban miedo... O quizas por el humo del tabaco que por suave se hacia olvidadizo.

Quizás por un momento de descanso, o un poco de café y una muchacha, que mira con horror sin darse cuenta...

Que mira con horror todas las cosas, porque hay delante espejos y mentiras, y luces envidiosas, y cristales, que sólo dicen una cosa: Vida.

Pero era el caso que nos reuníamos sin saber para qué, para mirarnos, y clavarnos miradas como agujan y en el tormento del de enfrente vernos atormentados a nosotros mismos. O para maldecirnos uno al otro por sabe quién que nos maldijo a todos.

Allí era, entre cristales y muchachas de luz tramposa y ojos que mentían, más pasable el transcurso, porque fuera un español destino de pobreza nos hacia patentes las mortajas.

Y creímos ver muerte en toda cosa: en tranvía y ventana, y en el mismo guardia municipal que hay en la esquina...

Allí, pues, otra cosa parecía: mirábamos los ojos de la amiga, o leímos despacio el mismo texto,

O bebimos despacio, fisiológicos, un poco de café por hacer algo.

121

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Era el signo de cientos y de cientos que pasaron allí entre veladores, todo el turbio dolor de los destinos, todo el trágico agobio y la vergüenza de derrotas e imperios que se hundían...

Y allí nos. convencíamos despacio de que todo se iba, que quedaba una hoja de un libro de Giner sólo para recuerdo y añoranza.

Y ahora nos gustaba mirar hacia la amiga y recordarla con un sombrero grande de anchas plumas, y una sonrisa clara, y unos ojos que hacían zozobrar todas las naves.

Nos gustaba también hacer poéticos viajes a la vida que pudiera haber cuajado firme en nuestra sangre. Hablar de juventud y de política. Porque creímos que nosotros éramos un principio y un fin, e indestructibles salvados de la nada y la materia por solidaridad y empuje junto.

Pero hoy todo está claro. Hoy miran-.os con otros ojos, nos odiamos todos, leemos los periódicos y vamos ciegos de sangre, como un golpe fuerte que no sabemos ni porqué ni cómo.

¡Café español!, rumor de hogar y aroma, feliz continuación de algo acabado, yo te recordaré cuando ante mí sólo haya un hombre con machete y frío jugándose la Historia y la Mortaja.

CÁDIZ - E S T Í O 95

Núm. 9

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M.A V I C T O R I A S A L I N A S

ivue¿o

DETENTE, Dios... Deja tu mano abierta que juegue con el viento de suspiros que marchan hacia Til

Déjame aquí... Que aún hay miles de ñores que han quedado vacías de caricias. ¡U hay tantas sin abrir!

Mírame, ven... En este mundo umbrío donde pusiste penas y temores-, yo aún me siento feliz.

Núm. 8

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C A R L O S S A L O M Ó N

El Pensamiento Como enjambre de abejas irritada.

G. A. B.

Hoy que la vida tiene no sé <jue honda apariencia de fuego que se apaga, de rama, que está seca,

me he parado a pensar. Pensar, que es existencia, si es que el que piensa existe, si no sólo el que intenta.

Pensamos. Existimos. N o existimos apenas. Que apenas si hoy existe quien que ha existido piensa.

I I

El pensamiento a veces se hace recuerdo. Llega junto al ayer, pretende gustar su miel secreta.

Pensar es muchas veces recordar. Quien recuerda siente que estuvo vivo, más vivo estar desea,

Recuerda quien vivía. Yo soy el que recuerda, quien del amor y el gozo tanto un día supiera.

Mi pensamiento busca la miel en las colmenas. Pero el ayer no quiere ceder, su miel nos niega.

Recuerdo. Vivo estuve. Y o soy quien más viviera. Yo, a quien hoy más persiguen las airadas abejas.

I I I

Ea el ayer. Ayer tuyo, que nos enseña cómo la vida pasa, cómo el placer con ella.

Días y días fueron. Noches y noches Bellas. Claros momentos hubo, luz que era casi flecha.'

Flecha de luz que puso, sobre la carne abierta, del corazón la mancha roja que amor expresa.

I V

Pensar es dulce oficio cuando la noche es bella, cuando, bajo la noche, el corazón espera.

Pero cuando en la noche el corazón se entrega, pensar es triste oficio, morir ventura fuera.

La noche es alta. Brillan sobre mí sus estrellas. Mejor es no pensar que existe la belleza.

Mejor es olvidar cuanto el amor nos diera, las palabras ardientes, la llama que hoy no quema

Pero, ¿cómo olvidar, cómo olvidarte si eras el milagro aprendido, la soñada sorpresa,

lo que vino del sueño, la alegría primera, la verdad del pecado — no la que me dijeran— el fruto que doblaba la rama hacia la tierra?

Ciego cuerpo tu cuerpo de amor, oscura ciencia. ¿Cómo olvidar que pudo ser lo que nunca fuera? La armonía del mundo, su gozo, su promesa.

Núm. 10

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J U A N - G E R M A N S C H R O D E R

Dos C ervez¿is

CONOZCO un bar flotante,

una barcaza anclada en un rincón del puerto,

donde podremos dialogar

sobre esas cosas que el patrón no entiende.

Sabe que escribo versos,

que una muchacha me acompaña a veces.

Más de un beso ha alargado su prudencia.

El me quiere. Se alegra como un niño

si le pregunto algo sobre el tiempo,

la niebla, la parroquia, un hijo suyo

que ya va por los quince y entrará en un Banco.

Le ayuda, transportándole las cajas

al ¡da y vuelta de una golondrina,

por las mañanas hace lo de casa

que madre tiene no sé qué en las piernas,

y va de siete a nueve a una Academia

en donde aprende un cálculo muy raro.

Vamos allá, que la cerveza es buena,

sale fresca del mar donde la hunde

a medio metro, en redes bajo el agua.

Le invitaremos a tabaco rubio

y le verás feliz fumar allá en su proa

con anuncios de Osbornes y Cinzanos.

Ningún viajero te dará noticia

de esa isla habitada por un justo

y no obstante existe un meridiano

que cruzará la mesa y las palabras

de un diálogo inédito entre amigos.

Núm. 13

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P L A T E R O

G U I L L E R M O S E R V A N D O

El Jes eo eterno

/ \ r<l¡l>c Sordo I.anuiarid

1

N O busques la palabra en estos versos,

busca el amor y la muerte flue los ha hecho posibles y flue en su corazón escuchas.

Porgue este poema es un hombre solitario

que ríe y canta cuando tú le saludas

y le das cariño o le pides consuelo,

un hombre triste y pensativo

que no está hecho a tu medida de lo justo y lo bueno,

pero flue responde con la mano en el corazón

y la mirada en el mundo

cuando intentáis callar su voz verdadera.

La voluntaria esclavitud le siega ahora la palabra,

y su voz enmudece hasta ser clamor de silencio,

muerte sonora ofrendada al amor no entendido,

a los flue nunca le amaron a él,

—el verdadero, el reo de una culpa no suya —,

sino a la máscara triste flue le cubre

con un cartón de piedra espantosamente inútil.

2 H a y dentro un yo flue llora y se enamora,

un niño flue de antiguo se asoma a sus prisiones

y llama, y mira, y nadie le responde,

y al fin se duerme con su pena a solas.

Y hay fuera un yo flue calla y se detiene,

un guardián flue tuerce mis cadenas

y rompe y siembra mi corazón de hombre,

pedazo por pedazo, sin pobreza,

en el campo flue ciñen sus yermas soledades.

Y asi siempre, irremediablemente siempre, siempre desde el fin hasta el principio

en duelo a muerte se miran el reo y el verdugo, «1 niño flue se fluida, pájaro en reja, esperando la mañana,

y el carcelero cjue aborta en su garganta

au amor, su nuevo nido, y la tibia plumazón del vuelo en flue se huye.

Núm. 20

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LLUVIA DE ABRIL Fsta lluvia de abril tan silenciosa

se desmaya en U cimpo pensativa, con un sollozo gris sobre el paisaje, y un distinto rumor en cada espiga.

El campo es soledad, el campo tiene con la lluvia su faz reverdecida. El agua es la canción que arrulla al campo, clavicordio de notas fugitivas.

Pero el paisaje con la lluvia ha abierto su corola de rumbos y alegrias. Abril es nube. Y es pájaro, y es rosa con un viento prendido en cada esquina.

Manuel TERRÓN AL BARRAN

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A D R I A N O DEL VALLE

/ \ rtosa María, en las llores

E N el abecedario de las flores, si un ruiseñor su canto deletrea liba en su polen dulce miel híblea la abeja, doctorada en mil dulzores.

£1 canario, tenor entre tenores, en el proscenio de la luz febea, flamenco y celestial, se canturrea requiriendo a una pájara de amores.

Albahacas, magnolias, yerbaluisa, celindas, azucenas y jazmines... El alma se enajena y desvaría.

De flor en flor enhebra en sol la brisa el hilo del olor de cíen jardines y estás bordada tú, Rosa María.

Núm. 17

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P U R A V Á Z Q U E Z

lian venido hasta mí

H A N llegado hasta mí, solitaria gacela de paisajes de bruma. Han llegado, figurando cortejos de lejanas sombras por el oscuro sendero de los delirios. Densamente, mezcla extraña de rostros apenas olvidados en remoto horizonte, entre montón de ruinas. Les be visto otra vez, |tan lejos y tan cereal, fantasmas tenaces de horas en huida que mis ojos guardaron cegados en su propia luz; que mis manos acariciaron; que llamaron mis labios con rendida suavidad, con sigilo tierno, venturoso, en la claridad hiriente de los altos anhelos. Llegaron envueltos en su inquietante silencio, tapia muda dej tiempo que les arrebatara caminos hondos, florecidas rutas, sombras fugaces de mi misma sombra, que el recuerdo entrelaza y arropa en las orillas del mar cerrado de todos los olvidos.

¡Oh, cortejo vencido, sangre atada a mis venas por impulso ciego, arrebatadol Brazos que han anudado el minuto, reteniéndome, en la exaltada fronda de la última estrella. {Qué sollozos lleváis en vuestra silente, fría presencia, que ha cesado su crecida marea de pasión o sueño, dejándome, gacela de los grises paisajes buceando horizontes, cielos ilimitados?

jPasadl Las hojas han muerto. Muerto las primaveras entristecidas de luna en que uno a uno aparecíais sobre el arco tibio de las corolas.

lPasad, vivientes tumbas encadenadas ál destino común de amarme y perderme en mi errante fluir hacia las islas luminosas!

Núm. 10

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FERNANDO VILLALON

Por las muíliaas aitomoras...

P O R las mullidas ailombras

de tu césped, ¡verde brado!,

tan lejos de t o d o ,

tan cerca de nada...

P o r las escalas de nubes

de tu cielo, ¡estrellas vivas!,

tan cerca la más lejana,

tan lejos la c|ue me guía...

¿Adonde voy £>or el cielo?

Mañana £>or la mañana

yo no daré con mi cuerbo.

Núm. 17

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PLATERO

L U I S F E L I P E V I V A N C O

DE PARTE DE EOS CAMPOS...

ESTE perro ha salido (de parte de los campos) a mi encuentro, y me sigue... Se viene con nosotros (No llevamos ni carne ni pan para su hambre). De parte de los montes y sus tardes azules que ahondan las arrugas del cuerpo de la tierra De parte del arroyo— su luz y su sonido—, de parte del aquel puente, de parte de aquel viejo picapedrero —¡ qué agua sonando—! y de su hijo.

Nos acompaña todo el día, mientras subimos las cuestas. Nos precede con sus posturas. Salta sobre las matas espinosas. Vuelve la cabeza para ver si le seguimos. Y se echa a nuestros pies, jadeante (y dispuesto) siempre que nos paramos a descansar.

No sabemos su nombre ni su raza, ni si es Tuyo este perro. Y él —su olfato —tampoco debe de saber nada. Sólo al salir al campo después de tantos meses de encierro y vida falsa, se viene con nosotros...

Con nosotros estuvo sobre piedra caliente de sol, sobre la yerba salpicada de nieve, y en cada fuente de agua fría, y en el sendero de vuelta, envuelto en polvo vibrante de oro quieto.

Después, con el crepúsculo, al entrar en el pueblo, sin avisar, de pronto— ¿no era Tuyo ese perro? ¿no Te tocaba algo, por lo menos, no olía las huellas de tus pasos?— ya se había marchado. Tal vez cambie de orejas, de piel y de ladridos de hocico inteligente, pero sigue esperándonos, (también de parte tuya) de parte de los campos...

Núm. 13

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POETAS GADITANOS

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M A N U E L A V E Z U E L A

XON SERVÍAM

SE necesita ser demasiado rostro pálido para decir que el mundo tiene por eje América y Europa vale sólo treinta y ocho monedas. Hay algo más que chicle para mascar, amigos. Hay algo más que negros directores de músicas. Hay algo más que todos los mercados del mundo. No sirven los «Baedeker» para visitar Roma ni bastan cuatro días para entender París. Berlín tiene más alma que cuatro leikas juntas. En Londres no se admiten camisas de colores. Madrid no puede verse metido en «Pasapoga». No nos deslumhran humos de Chesterfield o Lucky ni Ford puede llevarnos donde nosotros vamos Quedad en vuestras tierras enormes de cemento bailando swings al borde de vuestra coca-cola. Dejadnos a nosotros seguir nuestro camino difícil, a la búsqueda de Dios, detrás del qlma.

Núm. 13

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A N T O N I O LUIS BA EN A

INDAGACIÓN

¿Y habremos de sabernos cada paso con menos estatura y menos sangre, y resignarnos a subir de nuevo oscuros trampolines para saltar a ciénagas sin fondo? ¿Y habremos de saber que a cada instante nos aguardan sollozos tras la puerta' y que tendremos que acabar, sabiéndonos amplios gigantes de la madrugada? Pero por qué; nadie nos dijo cuando el latir primero nos ganaba centímetros de luces, cuando el soplo vital nos iba alzando en el sagrado y maternal recinto, cuando impacientes dedos golpeaban paredes interiores con ventanas de sangrantes células, nadie nos dijo si estábamos conformes de llegarnos a la amargura inútil de la tierra, a este pasar furtivo de cazador abandonado y sólo ; nadie quiso decirnos que en múltiples recodos se congregan los ágiles fantasmas de inconfesables noches sin finales. Pero estamos aquí, de pié, como si nada; como si esto no fuera can nosotros,-bailando en estos trágicos valses de oposiciones para tener mas tierra entre los dedos, sonriéndole a imbéciles porque sostienen cintos de monedas, cayendo con la lluvia, levantándonos, siendo menos nosotros, menos yo, a cada nuevo paso que nos piden; y para qué, me digo, para qué este incansable arar los mares, ¿Para servir de abono a alguna planta con su podrida savia descompuesta?

Núm.

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MANUEL BARBADILLO

¿PARA QUÉ? ¿Para qué ese traje verde

de oro mate...? ¿Para qué? ¿V esas zapatillas negras, y esa faja rosicler, y esas medias indecisas entre doncella y doncel...? Tanto atuendo y tanto garbo, tanto alarde... ¿para qué?

¿Para matar a un berrendo, para rendir fl clavel de una mirada morena o para llegar a ser. entre el clamor d;l gentío, capitán de un redondel donde sean vela; las capas y sea el valor timonel?

Para un berrendo de lunas, no hace falta tanto... aquel: basta la mano y un trapo y el viento de un volapié. Tanto atuendo y tanto garbo.., tanto alarde, ¿para qué?

Manuel BARBADILLO

Núm. 2

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JOSÉ M. CABALLERO BONALD

LAS ADIVINACIONES

i

E S T A palabra de hoy, esta llaga inicial de cada día, que vá depositando en mi memoria su virus penetrante, su estrato corrosivo, venida desde el mundo a fuerza de infligirla, de irla haciendo mollar, dúctil como una arcilla con mis lágrimas, pierde pie poco a poco hacia un fragor de olvido, hacia sombras inicuas donde es número el hombre, donde amar es morirse entre brazos anónimos.

Allí la vida asigna su identidad liviana al corazón más puro, a los ojos más viles, a la humilde criatura que oprime con su verbo la canora textura milagrera de una creación con márgenes de cánticos, con pasmos prodigiosos de evidencia inviolable.

(Soy muchedumbre acaso que deriva en las ondas de un misterioso acecho. Mi palabra pronuncia nombres vivos, materias conocidas de todos, asuntos comunales que van de boca en boca. ¿Por qué, entonces, —me dice— mi voz ulcerativa besa y canta y contagia cuando ahora la fundo con metales secretos, cuando quiero acuñarla con troqueles de indicios? ¿Qué desdén me aniquila si me llamo el hermano de otro ser que construye su paz con el silencio?).

I I

Esta boca letal que, entre sus luces germinales, sintió acudir, un día, hasta su abismo o hueco de ignorancia, los signos del humano: las adivinaciones,

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PLATERO

las despeñadas aguas de náufragos espejos, el soplo alucinado de lo por descubrir, hunde, al fin, en la nada su abdicación inútil, se deshace en el ocio mineral de la tierra y junta sus hallazgos a la órbita cruel de esa flor insensible que es un pecho sin llamas.

Allí circula el mundo, reparte entre miserias un pan copulativo, inventa la esperanza, la armonía oscurísima, que fulge desde el fondo de los seres estrechando sus reinos con filiación idéntica. Allí los cuerpos crecen, se acompasan, ciegos y semejantes, hacia la esclavitud de una palabra sola en cuya sombra vamos destruyéndonos, en cuya sombra yacen, afines, los hastíos.

(Soy temblor que se aumenta entre animales ávidos y asombros y escrituras, entre letras que han hecho su verdad con mentiras, amor y desamor jamás distantes. Todo lo que me cerca en mí palpita como una indagación, ya en su origen frustrada, donde es poco estar vivo, donde es poco abrir los brazos siempre, ir a todos los sueños, destruirse en la luz de todas las bellezas.

Tengo a la tierra —dice—; podré cantar sus ámbitos. Poblada está mi boca de piedras o de senos, de frutales despojos, de basuras que aún sirven a mis hambres, de trabajos sin ley, del frenesí radioso de las anunciaciones. Si es verdad esta herencia, ¿por qué, entonces, no ciño con mi palabra de hoy, con mi obraje sonoro, aquéllo que más amo, lo que tan torpemente se me vuelve sustancia de afinidad inútil? ¿Cómo es posible que en mi voz no prenda ese lumbror de paz que agolpan en sus pechos los otros, mis hermanos, los que a mi semejanza adivinan planetas y contemplan sus límites desde alguna adorable perseverancia muda, desde ese arder a solas que es un labio sellado?).

Núm. 8

Premio Platero de Poesía.

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J U A N A N T O N I O C A M P U Z A N O

COXSFJO

No te importe que en el granado se desgarre los pies el sol;

que la higuera se descoyunte en la samba del avión.

No te importe que el mar lejano se derrame del paredón

con sus barcos de verde humo y sus mimbres de tornasol;

que en el ojo de la ventana se refleje el gobernador

con la escolta de Su Excelencia, encargada del rigodón.

Es lo mismo que tú te mueras sin saber que me he muerto yo.

Pero atiende a la maga lluvia que ha volcado su cangilón:

cuélgate sus collares trémulos antes que se los lleve Dios.

Núm. 16

140

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P!.

H I G I N I O C A P O T E

\7/: . /0 JAk'DIX

, \ /•:. I). A'

ESTE es el jardín, ahora, polvor iento y blanquecino, sin color, en esta tarde de Septiembre, cuando ya el verano se ha desangrado por tantas heridas y todo tiene el cansancio de haber pasado por el fuego del eslío. N o como en aquel la mañana de Junio en que la verde cancela daba entrada al ¡ardín de un rey moro y el mármol de la fuente era rubio de un oro encenaido y el verdor subía estallante hacia arriba y todo tenía una maravil losa fragancia.

Pero tú tienes el poder y el encanto de la poesía, pequeño ¡ardín de delicia encerrado entre cuatro muros en el corazón de la ciudad, y hasta el insistente tecleo de la maquina de escribir que de pronto ha roto el silencio toma en el aire caliente y perfumado de la tarde un tono musical y parece el picotear de un pájaro en el tronco de un árbol de un bosque de sueño.

Núm. 24

(Septiembre 1953).

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J E S Ú S DE L A S C U E V A S

/"./ ~\ngel de l(i-i O/o.s ,\ Lilas

SALINERO. Llenos los ojos de orzuelos.

Me los lavaré de pronto porque tardando no puedo. Se me enredan con salitre de mis pestañas, los dedos. Me los lavaré, descuida, al alba de los esteros, con un poci l io de loza y algodones marineros.

No quiero quedarme así. La verdad, que no lo quiero. En mitad de las salinas mirando lo que no veo.

Núm. 13

Viñeta de M. Mampaso

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L U I S L Ó P E Z A N G L A D A

LL,I poeta regresa a su amor

P O R Q U E Ke mirado el corazcín de nuevo

de nuevo acjuí lo cjue constante era

verso y razón de tanta ¡jrimavera

como contigo y con mi vida llevo.

Primavera tenaz, floral relevo

de un dulce A b r i l cjue eterno se me hiciera

dando a t iempos y nieves su primera

leccióa de amor a la cjue el alma elevo.

E l alma elevo, mas la carne viva

cfueda sola y el {jeso la derriba

de esta carga de amor c|ue tanto Hiere.

Y así He mirado el corazón y canto

el alto aroma de mi vida, en tanto

calla lo Humano y su amargura muere.

Núm. 16

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PLATERO

J U L I O M A R I S C A L M O N T E S

MISERICORDIA

NACIÓ en Anda lucia. Un pueblo pequeñito de sudor y alpargatas, con sus terratenientes, su cacique, su política oscura de tresillo y sotana-Tenía un nombre dulce y espeso como un vino de siglos, como un áspero piñonate casero. Era Misericordia, con tres hermanas secas de vísperas y maitines, que, a la luz casi huida del «Ángelus», bordaban interminables randas olorosas de manzana o espliego, o levantaban sombras de pecado desmantelando idilios que no tuvieron nunca, husmeando miserias, trabajando en pro de una virtud que no quisieron, que aceptaron rebeldes, deshojadas de esperar y esperar tras los cristales.

Al lá, casi secanos, la lengua polvorienta del camino lamiendo una miseria de olivares, los padres ya crepúsculo, y la casa colgada de ésa blancura hiriente de la cal de Morón, los cinco, encastiilados en sus «buenos pañales» se dejaban morir tranquilamente, sorbiéndose despacio la miseria, sin pensar en la hija, aquella hermana de ancas nerviosas como ¡oven potro, que levantaba turbios ventisqueros a los mozos de recuas, o clavaba en largas noches huérfanas de besos los diecinueve dardos de su sangre...

Núm. 19

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R Ó N I M O M A R T E L

P O E M A DEL O T O Ñ O

OTOÑO, si. Otoño, cuand» el árbnl ya no cuelga de pájaros y nidos. Yo lie buscado alboradas que ito fuPrail tan dulce y tristemente melancólicas. Voltear de campanas, grito en las amapolas o los trigos.

He repudiado esta tristeza mía que se cuelga a mi cuello y a mis brazos. Ya no quiero para mi corazón ausente el oro viejo del Otoño. Cero el Otoño sigue golpeando can insistencia larga, con acento de can humilde o niño mendicante, cunlra mi frente, contra mis sentidos, contra el arca sonora de mi pecho. Otoño, si, Otoño que persigue mis pasos por la senda melancólica, vampiro de mi corazón niño que sólo sabta de rosas... Me ha enredado en el labio amargura y en mi corazón se han quebrado las notas.

Núm. 7

Viñeta de Miguel Acquaroni

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ORACIÓN INSIGNIFICANTE

Miguel Martínez del Cerro

/;/((/ (fué rtsa, _eÑor, cuando estando contigo

recuerde las menudas cotillas en tytic andamos...!

¿bnlonccs pensaré mientras vivo gozoso

en C u amorosa plenitud: ~—\^uién sane

si en el leve hormiguero de mi vida :y mis cosas

entraron los audaces eruditos

que en ñoras de pesada somnolencia

han tomado mis versos con ademán cansado

a comentan leyéndolos: ¡Uuántos desconocidos

poetas escrioieron a la mitad del X0C> ¿K^uién será este artíaez del Cerro gaditano,.

amigo de Jfemáti if olvidado de todos?

Núm. 1

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A N T O N I O M U R C I A N O

TRÍPTICO BLANCO

Qu< etica, le jes , baje mi pisada

la entrena de la t i n t a oscura y Ksada.

El cíele sebee mi, sebee mis bambee*,

repleto de veranos y de estrellas.

Austero el encinar duerme « tedie

costra el duro azul-gris de las reqreáas,

y al sexo lado, coáidor, el río

de altas espigas que abanica el aire.

Amplias llanadas, haertos, hentaaares,

y u silencie iaicial de looa l i e n

<|ae se dobla ea la coeva del san dato.

Y ye pestaes», «Üemteaea, absorte,

—caliente « a e r e del paisaje beledo—

del a s a d a vencedor, de Dios vencido.

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Carlos MURCIANO

Cuando las nubes cubran a la luna, se ahogarán dos estrellas en el río..

El sapo gris, guardián de la ribera, con su chillido largo y asustado, quebrará los narcisos soñadores.

Y el pez adormecido entre las ondas, arrastrará hasta el cieno más profundo un anzuelo clavado en la garganta.

Quizás a la mañana, encuentre el sol, flotando sobre el rio, inmóvil, al barquero de la orilla...

Núm. 2

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CARLOS EDMUNDO DE ORY

/ \ ('¿ule ni i n / ' ¿i n t ¿ísi {('<»

U N O se siente como en la silla eléctrica cuando crea, cuando vence los obstáculos cuando en siete minutos viste el Mundo y mira a Adán y Eva bajo un árbo l las fieras, el tren de la humanidad, los jardines lo ve, lo ve, como un reo del pensamiento

Tú a nadie le digas cómo se hacen los versos porque nadie es digno de no dormir con la cabeza vendada de abejas Nadie es d igno de afi lar un lápiz hasta las uñas hasta que uno se afila a sí mismo y afila sus piernas y desaparece

El período de la Academia renace Es como si hubiera venido un gran Ángel a decirnos nos pasa Yo creo con Flaubert que hay que crear sentado cuando el Espíritu Santo está atado en la silla como un perro hambriento ol iéndonos.

El poeta bueno entrega sus pechos y no va a los banquetes como las cortesanas los trompeteros de la fama, los hijos de p... los versolaris de manteca y retórica Ellos sacan sus pechos de pelota maciza y enseñan dentaduras de cabal lo y se suben en los pianos y los revientan y ríen, v ia jan, leen libros sucios leen en el cielo el porvenir de la noche y en los labios de la noche escupen

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hl ni no psíquico

Mi barbo le (Minoren los dieses Yo soy el niño apocalíptico y é*dc8 como uno torrola frita una noche de viento

Mis ef©s son un por de huecos por dónde penetra la corriente del mes olla y vuehre a irse Elevándose el mor del mundo

Ye soy un niño que conserva en une mono la muy célebre lampare de ere de Aladin© y en otra la espode de Anfíbraco

rCuidod de mf! Pues soy el rey del emer pero también el diablo Mis medres son dos viejecifas cuyos hombres adoro y beso

Uno se liorna Infancia eterna y le restante Sabiduría Luego tengo también un padre con varios nombres invariables

Cuyos son Soplo o Llama e Genio o Locura o Delirio o Manía e Homo e Eros o Corazón o Vida o Dolor o Dicha

Y así entre vosotros permonezco enajenado y extraviado llevado en andas por mil moscas y mü cangrejos sonoros

Habito una cueva donde el sol me sirve de sagrado alfombra por el dfa y donde la luna me suministra plata y agua

rOjo con esle grande niño* Que ye soy y fré ¡Cuidad de mí! •ue* con mi ciencia y mi ironía puede encerrares en un círculo

•ere mirad come me alejo demende alegre y müearese con mi origen ónice y mi flauta per los caminos de w vida

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PLATERO

1Jisca rao*; del Sacerdote

La honda del enfermo y el horror del tejedor de la catapulta. El puente mord ido en las oraciones

La úlcera tierna me fatiga y la tranqui la escala temo por todas partes los navios de las moscas y del horror

Verla empleada sin descanso verla pero no mirai la calor de carne y de tr igo calor de odio. El puente hinchado del duelo del templo

A l pie de los muros los gatos y las mujeres que arrancan taladros y cables dulces estuvieron formulando estuvieron alternativos viendo el recaimiento fiero de la serpiente de la serpiente

Elijo la furiosa carrera y la ola barbuda del abismo el po lvo que flota y forma una varoni l noche humana

Oh ceremonia cautelosa aumentativo y fresco lago cuando la noche se hace paja y vestidos llenos de pelos pál ido amo del amor y de embeleso irrevocable

Cuando el gal lo avaro cante dame muchas muchas cenizas dame muchas muchas cenizas ahora que acudí al pontífice que l lora a fondo en la taberna y come en la diurna cuadra tribus de nubes y detritus de incienso y grita con fuerza y l lama a las llamas

Núm. 23

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A R P A Z P A S A M A R

«Los CUBIERTOS»

Con el metal frío y dormido llegáis a mí todos los días entre sueños de peces heridos y chocar de piedras marinas.

Húmeda y mínima presencia de algas pequeñas, en la orilla del mantel, donde se renueva la ternura de la vajilla con el dolor de cosas útiles y vuelo de sombra precisa.

Entre asperezas de pan y vino vuestro lomo de plata gira y entre las aguas cotidianas dejáis la luna derretida

Porque os manejo entre mis dedos diariamente, entre la risa y la palabra familiar y el dolor sólo, sin familia, porque os trato y os acaricio como pequeñas cosas sumisas, porque sabéis de la acidez del alimento, y la sonrisa donde la madre pone el rezo y la dulzura de sus rodillas, y el hijo quema los recuerdos, y vá gastándose la vida.

Porque sabéis de nuestras manos y la esperanza reunidas, porque sabéis como se nombra el dolor nuestro de cada día, y de la lágrima en la boca, de esa que nunca se adivina yo os reconozco entre mis cosas:

(Señor, bendice esta comida...)

Núm. 4

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PILAR PAZ PASAMAR

EL RECLINATORIO

¿QUIEN colocó mentira sobre el suelo para las descansadas bienvenidas? ¿Para qué fé sin luz ansias mullidas arropan al dolor con terciopelo?

Quien cabalgue amargura vaya a pelo con las roncas espuelas doloridas, fluyéndole la sangre por las bridas sobre las ancas de la bestia en celo.

De rodillas aquellos, los que ignoren que pueden encontrarte en una rosa o en la terrible soledad espesa.

Que es muy fácil Señor, que aquí te lloren con una bienvenida presurosa y la sangre rotundamente ilesa.

De «Los Butnos Días»

Núm. 18

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J O S É M A R Í A P E M A N

EL PIMPI

COCHERO... ¡látigo atrási

VjJue vá un f>im¡)i en la trasera...

¡Bayo!.. ¡Vá!

E n la acera

un mayo con dos abriles

canta matarile, rile,

sin compás,

C o e n e r o , látigo atrás,

(fue llevas la f>rimavera

subiaita en la trasera...

¡Bayo!.. . ¡vá!

Núm. 15

154

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JOSÉ M A R Í A P E M Á N

Soneto en la f^laya

La playa coii los claros renglones de sus olas

me na exigido un soneto. Este soneto.

Duro de lorma, y en lo más secreto

con alma de rumores como las caracolas.

O t ra vez, otra vez — ¡y cuantas veces! —

soy un vaivén de piedras y blanduras;

metiendo en geometría languideces,

languideciendo las arquitecturas.

Parida entre los muslos de rocas y de edades,

mecida en una duda de perfiles y vientos,

la playa es un minuto c(ue teje eternidades.

Así también yo vivo futuros y momentos,

i entre el soneto de mis claridades

la oscuridad de mi presentimiento.

Núm. 20

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R O P E R E Z - C L O T E T

NOCHE

L a noche, en ti, no muere,

no gime, f>or el suelo.

(La noche abandonada,

perdida en su misterio).

Tu noche es tierna nube,

rebelde, ¡oh niño!, en medio

de esa ignorada sombra

<jue Quiere hundir tu sueño.

Tu noche, ¡oh niño!, brota

como un din'cil tallo.

(Lasl unas aún ausentes

de sus cristales lalsos

— tus lunas inlinitas,

radiantes —, van dorando,

furísimas, tu sueño

fjrolundo y solitario).

1 u noche es la del hombre

cjue, oscuro, te contempla,

te inva de... (P resurosa

noche iugaz, eterna,

< ue te alza como un ala

dulcísima de estrellas).

T u noche es la del hombre

<{ue ya en tu sueño vela.

Núm. 9

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F R A N C I S C O PLEGUEZUELO

INVOCACIÓN

Sé <jue hay alguien, Señor, due me espera

duizás allá, donde los eucaliptos

ahogan el, camino con su fronda.

Sé due alguien, Señor, me espera,

— ¿en c[ué puerta, encrucijada o celosía1? —

encendida la lámpara de su corazón, y

de sus ojos,

due no conoce aún las sombras de mi rostro.

Y no (fuiero morir, Señor, pordue presiento

c(ue na de llegar mi frío hasta sus labios,

due su pulso habrá de detenerse

sin saber due amor ya no lo impulsa,

Núm. 5

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G U I L L E R M O P O R T I L L O

Eran anhelos puros, no lo sabes, pero ya se acabaron.

Uo íuí techando de ilusiones breves todas las niñas-noches de mi alma al aire fresco de la estrella libre.

y no pude decírtelo, porque eras muy pequeña.

fíhora está malograda por la mancha aquélla línea débil.

Dios sabe todo y dá. Lo que no tengo lo pensé para tí que te sobrará.

Ua no quiero variarlo. y ahora pido lo mismo cada día.

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P L A T E R O

F E R N A N D O Q U I Ñ O N E S

RAFAEL ALBERTI

EN los fi nos cristales de cualquier alba crema volverás, caballero, de un viento conmovido, con todo el beso enorme de tus ojos del fondo y dos verdes maletas de versos y bescados.

Tal vez, indiano rubio, no te conozca nadie. i \ o habrá un aire de esbera ni un mirar a lo lejos, fiero el collar del agua se rizará de un golbe mientras altos veleros restallan sus amarras.

José Luis , en la huerta, bor los lilos del sueño, sentirá en las bestañas un alerta ignorado y las dormidas báginas de tus brimeros libros volarán, (jara verte, de las estanterías.

¡Ay de tu vuelta a sorbos nostalgiando las (nayas con el contorno madre de tu bresencia antigua! ¡Y cfué temblor de nieve, cjué gozo derramado f>or las costas en vilo de Cádiz a Samúcar!

T u corazón cansado sembrará de resoles las campanas del día, las riberas, las algas. Serán cont igo- ¡en tonces! - la torre y la marea. Habrá en tu (Jecho al aire un titilar de siglos.

Y al oro de la tarde, cuando el sol dore el río, brisas recién venidas q(ue no sabrán tu nombre te encontrarán llorando bor las calles del P u e r t o , o tendido de bruces sobre cualquier salina.

Censurado del Núm. 7

Viñeta de Daniel Vázquez Díaz

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P L A T E R O

J U A N D E D I O S R U I Z

A / borde de la estrella

Pregúnteme muchacho: porqué el silencio verde se proclama en nostalgia; porqué su molde tibio participa en mi hechura.

Subiendo, todavía, por los últimos puentes, por las primeras lluvias que no traían mensajes, cuando las madrugadas se enredaban al sueño, cuando yo confundía vientos de bocacalle, ya la nube se ampliaba por abarcar mí frente. Pero no me arrepiento.

E n aquellas espumas donde el sol no se pudre, donde se convertía la sangre en un sigilo, los árboles gritaban para evitar la angustia que se difuminaba, cayendo de los pómulos.

La gran veleta azul convertía las luces, en un crecer de cúpulas agrandando las tardes, y mientras las palmeras, los vértices del pino lanzaban sus señales al sauce y a los pájaros, nosotros conspirábamos al ordenar los montes y al guardar en la frente a lo más infinito.

Y sólo cuando el viento restalla mariposas, asomando la punta de la sabiduría, el l lanto prodigioso se levantaba en pico, anulando el delirio de la primera espiga.

H o y cualquier olorcillo, con algún manotazo, se atreve abrirme bocas donde habit-an las nubes, y aparecen los júbilos llenos de corazones, de sublevados palpitos y voces conmovidas, porque también entonces, casi diariamente, el amor como un pulpo se asomaba a los labios.

Uoa golpes de nevada, hacen esta antevíspera, que se levanta ahora al borde de la estrella, que se proclama al roce de un credo en la garganta, y que se constituye pidiendo ampliaciones.

P o r eso la inauguro en cada voz clamada, porque sé que en esta agua de lluvia, procurarán las alas pisarme los talones, unirse a mis cabellos batidos en bandera, Porque sé que en ei hueco de mis ojos tendidos, *e injertarán de fuerza para abrir mi pestañas.

Núm. 16

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PLATERO

F E L I P E S O R D O L A M A D R I D

Breve Historia Je hlanuel Español

FUÉ Manuel un buen hombre que habitó bajo el cielo de España.

Manuel nació sumiso y apuntaba a lo bueno. Manuel era aplicado, comprensivo, dócil para con

su semejante. Manuel lloraba incluso con perjuicio de su decencia

física.

Así corrió la vida como un triste pandero, supo lo más elemental, la religión, como también odiar ciertas cosas confusas.

Hasta aquí el comienzo de su historia de hombre sin antologizar.

(Pobre Manuel, la vida, luego las circunstan­cias, haber nacido pobre—aunque suene vulgar— amar la democracia, por intuición al hombre.)

Su formación, su creencia, le indujeron a cosas como el matrimonio:

Buena mujer. Oremos. Y a preparar la casa. Pobre Manuel.

El roce con los hombres le habían vuelto la cara; le habían vuelto las manos un poco más hurañas. Manuel que intentó amar al prójimo. Al que Dios llamó prójimo; al que tú y yo fomentamos. Al que nó hemos amado nunca.

Pobre Manuel, tu historia... Cinco hijos, matrimonial y sumiso, muerte con Cristo y palmatoria honrada, hombre de bien: fabricado en España.

Núm. 19

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VERSO Y CANCIÓN DEL SUR

J O S É L U I S T E J A D A

El retroceso de la primavera

ACHANTA Marzo al ave que aún se duele. Campa el frescor. La yerba se apoquina: no hay más verdad que el hueso, que la espina del tronco, sin más cielo que lo encele.

Creímos en el sol como se suele dar crédito al Amor, si se avecina... Y ay que se fué por la cuaderna esquina, almanaquillo atrás, yela que yele!

Y el prado que se estaba ya engreyendo en que si pito de añafil o flauta de Abri l , ritmando un poker de colores...

...Y el zorro Pan brincándose la pauta del Aries por el Tauro y sorprendiendo o Flora ingenua en pétalos menores.

Núm. 11

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JOSÉ LUIS TEJADA

ESTO ES AMOR...

"cfuien ¡o probó lo sahe>- Lofn-

ESTO es amor. Lo noto por la aroma. Me da en el centro y túmbame y me eleva y en andas de su vuelo tráeme y lleva y en gustos de su azar me deja y toma

Bien me sé yo el sabor, la añeja poma retoñada a un milagro de la gleba. Pero qué vieja ya, pero qué nueva al ventanal la faz que la alma asoma!

Si esto no fuera amor no me tendría, tan viejo ya, tan niño todavía, naciendo y me muriendo deste modo.

Que él y nada más que él ignora y sabe y cabe la alma en él y en la alma cabe, virgen amor después y antes de todo.

Núm. 18

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J U A N V A L E N C I A

Ya te siento venir

YA te siento venir, oh, ya te siento prevenirme la sangre, adelantarme la vida, la mirada, presentarme la luz, el ancho mar, el movimiento.

Toda la vida en tí, todo el acento de la tierra y el mar vienes a darme. Me los traes en los ojos, con mirarme los miro ya desde mi pensamiento.

Que tanto puede y dice tu hermosura que se arrodilla el mundo a tu sonrisa y hasta tu mano viene el horizonte.

Oh tú, que con tu vista y tu figura das al agua canción, cuna a la brisa, al pájaro temblor y flor al monte.

Núm. 14

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POETAS HISPANOAMERICANOS

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PLATERO

M I G U E L A R T E C H E

ADIÓS PARA OTROS DÍAS

VOY a errar, voy a errar en la noche por tierras desoladas, donde el viento es antiguo, donde el sol tiene el pálido amor de la distancia/ voy a errar en la noche sin descanso, sin memoria due muerda ¡a sanare de otros días; voy a errar por los mares profundos; voy a huir arrastrado por millares de estancias solitarias, con el viento de otoño de lejanos países/ voy a huir por las calles de ciudades secretas due de ¿o I pe te sacan del pecho solitario las vidas anteriores de tus antepasados. ¡ Y alguien, alguien dice en la noche due has de morir en una tierra extraña, oh días solitarios tirados al abismo cavado por el tiempo!

Chile. Núm. 7

167

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E D U A R D O

C A R R A N Z A

C A N C I Ó N DE CUNA

A A/.•iri'.'i C /.I/VI {}*l>ina

TU madre en la fuente.

Tu padre en la guerra.

Duérmete mi niña

que azulas la tierra.

Tu madre en la fuente

recoge la estrella.

Tu padre en la guerra

lleva la bandera.

A tu madre, en sueños,

alcanza la estrella.

A tu padre, en sueños,

lleva la bandera.

Azul de la fuente.

Azul de la guerra.

Mi niña dormida:

azul de la tierra.

Colombia. Núm. 18

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M A R I O C A J I N A - V E

amigo de Vaüaaolid

SE había enamorado como quien se abre grietas.

Bailaba sobre ella con la tristeza de un caballo al que le crecen pétalos.

Cerca de su ojera. Donde sale la luna de aquellos campos de tierra.

Lo vi ¡unto a los álamos como un salvaje agrietado.

Nicaragua. Núm. 12

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PLATERO

E D U A R D O C O T E L A M U S

E L E G ÍA

YO no lo conocí. Pero en una mañana me dijeron: "Ha muerto". Secamente. Como quien alza la voz para ocultar un pájaro. De él no sé más que noticias, frases. Pero vi su rostro: era un rostro que siempre iba de crepúsculo.

El hombre sólo dijo que había muerto y esto bastó para sentirlo; después nada aumentaron sus amigos porque yo me sentía resbalar por su alma en un viaje de leños, como quien va por las montañas buscando la tarde con una orquídea en las manos.

El tuvo que irse. Lo llamaron. El no era de aquí, ni del "aquí" , sino del más allá, donde la mar se comprende y donde la muerte se comprende y piensa.

Tenia que ser asi, porque era de Castilla, de Valladolid, y porque siempre llevaba en sus ojos esa tristeza como alegre de la tierra —un poco salpicada de árboles— que va por el dia como una sonrisa por los labios.

(Tal vez quiso alguna noche repartirse en las estrellas y quedarse únicamente con la luz. Tal vez, también, recorrió este Madrid queriendo hablar con los vivos, queriendo decir que él iba de parte del viento paseando por sus cabelleras. —Otra vez quiso vivir para quedarse sin nada).

Ese dia, cuando se quedó sin nada, no pudo decir: esta palabra es mia, estos huesos son mios, son mias estas manos. Porque algún pájaro eiego habfa dicho entre su sangre que era mejor ser asi, sin nada.

Tenia que ser asi. Porque era de Castilla. Y en Castilla los hombres no se mueren, sino que se van, se marchan, se dan todos enteros a quienes los llaman.

Colombia. Núm. 6

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P L A T E R O

A N T O N I O F E R N Á N D E Z SPENCER

TUYO ES EL TIEMPO

¿Quién puede nada contra el tiempo esta tarde de mayo? Vieja es la ciudad, con sus pescadores, sus redes, sus barcas volcadas como peces muertos sobre el mar, con los niños y sus canarios amarillos prisioneros.

¿Quién puede destejer, aquí, el tiempo de la cosecha y el amor, del engaño, del estupro y la política? Tuyo es el reino del tiempo para morir. Tuyas son las redes, las botas y las barcas. Has de partir, Ulises; en tu viaje por el tiempo irán tejiéndote las penas sus mallas y sus redes.

Beberás en la taberna vino antes de partir. Arreglarás tu pelo, tu canción y tu conciencia. Has de partir sobre la tierra como un nadador en el mar, No te seguirán gaviotas, ni escualos, ni te verán las estrellas del cielo. N o llevarás sabor de algas en los labios ni abejas en las mejillas, ni un corazón hermano de la flor, ni el rumor del manzanar.

Tuyo es el tiempo de morir y de partir y de regresar. Con la camisa raída y el pelo revuelto viajas. Viajas sobre ciudades muertas, tiempos muertos, barcas desventradas, olor a pez, a rabia y a desolación.

Tuyas fueron las cosechas, las naves, las mujeres. Hoy el tiempo es el único fardo sobre tus hombros. Viejas son las playas recorridas, viejas las montañas y la primavera que hoy te sigue como un perro que procura su amo.

Viejos son los árboles que plantaste, las olas que soñaste, las cabelleras de las jóvenes que besaste como un licor lleno de sol, de músculos de jóvenes marinos.

Recuerdas a Teilán, la bailarina; a Menandra, la zurcidora: todas ovejas de tus corrales de amador, ceras propicias para tus aventuras de joven desatado. Todo eso es tiempo ya, consumida viña que no dará jamás sus vinos.

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PLATERO

El tiempo primero viene en forma de rumor, en forma de colmena precipitada, y su rumor es como el mar o como los bosques movidos por el viento. Entonces los pechos se llenan de algas y de ciudades, y de tabernas con mujeres, y de sedas y de viñedos. Sin embargo, en la juventud se presiente que hay una brasa que lo consumirá todo.

Tuyo es el tiempo, Ulises; viaja, viaja, pescador de redes raídas, de ciudades con gaviotas muertas y espumas de mar destrozadas. Viaja, Ulises, viaja... Nadie podrá detener la vejez de las cosas: La vejez del ciervo reluce como una lámpara cjue se apaga; la vejez del mar como un palacio cjue desbace sus mármoles; la de las muchachas, como una tumba desolada y triste.

Recuerdas a Talía, la vendedora de manzanas; a Riña, que en sus espejos multiplicaba el mundo. Tuyo es el mundo, pescador; tuyas sus penas y su tonel de vinos y de lágrimas. Apresura tus sandalias sobre el polvo: el tiempo te perseguirá con sus abejas. Porque tuyo era el tiempo de la mar y las carreras sobre la arena de oro, cuando el primero que llegaba a la meta ganaba una muchacha, cuando el que perdía pagaba con una docena de manzanas o con una canasta humilde de naranjas.

Viejos son los labios, y los mármoles, y la sal de esta mañana. Riña es un poco de polvo, un poco de suspiro en el sauce, un temblor entre la lana sucia de las ovejas. Ya no hay quien multiplique el mundo, quien mueva esta barca para partir; ya no hay ceras donde poner los labios y engendrar una sonrisa de mujer. Sin embargo, tuyo es el tiempo, Ulises; viaja, sigue viajando.

Tuyo es el tiempo hasta despertar o morir; hasta que el mar sea tu dueño y los peces viajen por tus ojos.

República Dominicana. Núm. 20

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J U A N F R A N C I S C O G U T I É R R E Z H.

DESDE LOS LEJANOS CAUCES DKoDE los lejanos cauces de Pochomil,

¿víasapa y Tecolapa.

ÍLn pangas mutiladas de ceibo,

de espabel y de ¿enízaro;

suben las voces perfumadas de tu recuerdo pálido,

cual teñios pescadores de amorosas cabalas

Caravana india de tu amor en fila,

río arriba, siempre río arriba.

Y cuando dice su triste adiós de luz el día,

y por entre los raudales Ja noche camina:

Vuelven en la perplejidad azul de las derivas,

como infantiles pájaros sin rumbo anochecidos.

Regresan vacías!

Desde acuella azul comarca de estero impasibles,

y húmedos manglares;

inútilmente tu recuerdo llama y llama

Nicaragua. Núm. 12

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ALONSO LAREDO

AMOR CONDICIONAL

SI te han amado de amor hondamente

en silencio como la noche ama

al duro monte y lo envuelve, tú,

cualesquiera de las que pasáis huyendo

mi contacto, si te hubieran amado...

Eso fué, ya sabes, una sombra

blanca de timidez, de olvido. Fué

tu cuerpo tembloroso de hoja sensitiva

que voló raudísimo rozando apenas

la piel amarga de mi cuerpo desamado.

Fueron mis ojos hechos agua fúlgida

los que, horadando la fina epidermis del aire,

te buscaron luego, palpaban casi,

como un ciego palpa, el contorno solitario

de las cosas extendidas a la búsqueda.

Fui yo, mi yo entero, iracundo, trastornado,

el que corría hecho agua de amor tras de tu imagen.

Era yo, en la noche del amor huido, era yo,

y tú no lo supiste. Si me hubieran amado.

Si a tí y a mí nos hubieran amado. Pero no fué

posible tanta unión y no nos conocimos.

Nunca nadie fué más solitario. Una niña

pasaba por el aire de la noche circundada,

una niña de lunada sombra. Un hombre agrio

también cruzó la noche, la hirió de pena.

Dos figuras cambiaron su perfume al paso.

Si te hubiera amado..., si tú me hubieras amado.

Chile. Núm

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PLATERO

E R N E S T O M E J I A S Á N C H E Z

FÁBULA Homenaje a Enrique González

Martínez, en sus 5o años.

A Q U E L L A fre nte blanca, fairísima

de llorar a sus adentros, soñó

grabar mi nombre jsara siembre

en su blancura. Láf>ida sepulcral,

la calavera (como narra Stej jnens)

del olvido f>rocaz me guardaría.

¡Dioses desmemoriados, el simple

sueño tomaron f>or blaslemia! So lo

cfuedó mi canto; la belleza cjue antes

canté, la irente fiura, mármol f>or

tierra entre amorosas ruinas.

Nicaragua. Núm. 17

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POETAS DE OTRAS LENGUAS

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A L E J A N D R O B U S U I O C E A N U

El pasante hablaba consigo

EL fulgor de los ojos entre dos diamantes

El corazón latiendo puro duro

en su capullo entreabierto Y el calor del mundo

Ala cubriendo de cristal su frente

Luz luz alegría

¿Eres? ¿Estás? ¿Vinieras?

Nada más que una sombra a tus pies

una forma oscura huyente

Pasará Pasará con las hojas del día

con las rosas del viento deshojándose en las fuentes

Nada más y llorando añorando te alejas Te estoy desde siempre viendo

Rumania. Núm. 14

Texto español del poeta, inédito para «Platero».

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PLATERO

T . S . E

THE BURIAL OF

(fragmento)

Me diste jacintos por primera vez hace un año; Me llamaban la muchacha de los jacintos. Sin embargo, cuando volvíamos, más tarde, del jardín de los Jacintos, Tus brazos colmados, y tus cabellos húmedos, yo no pude Hablar, y mis ojos perecieron, yo no estaba ni Viva ni muerta, no percibía nada, Mirando en el corazón de la luz, el silencio, Od und leer das Meer.

Madame Sosostris, famosa clarividente, Tenía un mal catarro, sin embargo Es conocida como la mujer más sabia de Europa, Con una perversa baraja de naipes. Aquí, dije. Esta es su carta, el Marino Fenicio Ahogado, (Aquellas perlas que eran sus ojos. iMiral) Aquí, Belladonna, la Dama de las Rocas, La dama de las situaciones. Este es el hombre de las tres duelas, y aquí la Rueda, Y aquí el comerciante tuerto, y ésta carta, Que, como vés> está en blanco, es algo lo que lleva en su dorso, Que me está prohibido mirar. No encuentro Al Hombre Ahorcado. Terrible muerte en el agua. Veo la multitud, dando vueltas en un círculo. Gracias. Si vé a la querida Mrs. Equitone, Dígale que traigo mi propio horóscopo: Uno debe ser así de cuidadoso estos días.

Irreal ciudad, Bajo la oscura bruma de un alba de invierno, Una muchedumbre fluye sobre el Puente de Londres, tantos, Que no podría imaginarlos deshechos por la muerte. Suspiros, breves e insólitos, eran exhalados, Y cada uno fijaba los ojos delante de sus pies. Subían la colina y bajaban luego por Kíng William Street, Hacía donde Saint Mary Woolnoth daba las horas Con un sonido apagado en el toque final de las nueve. Entonces vi a uno a quien conocía, y le paré gritando: ¡«Stetson»! iTú que estabas conmigo en los barcos de Mylae! Aquél cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín, ¿Comenzó a retoñar? ¿Dará flores éste año? ¿O la helada del Sur ha deshecho su cama? iOh, llévate el Perro lejos de aquí, el amigo de los hombres, O con sus uñas lo sacará nuevamente! iTú!, hypocrite lecteur —mon semblable,— mon frére!

(Versión de FRANCISCO PLEGUEZUELO).

L I O T

THE DE A Til

U.S. A.-Inglaterra. Núm. 16

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P A U L E L U A P D

BLASÓN AJADO IDE MIS SUEÑOS

E N este sueño y a pesar de que estaba casi despierto Me sentía en el umbral de la eran avalancha La ligera cabeza hundida bajo el peso de la tierra. Mi rastro se había ya disipado, sofocaba El último suspiro, primer abismo definitivo.

A menudo respiro muy mal, me encierro Incluso moralmente, sobre todo cuando estoy solo.

En este sueño el tiempo vital estaba reducido A su más. simple expresión, nacer y morir, Mis vértebras, mis nervios, mi carne, Temblaban, balbucían de ignorancia Y yo perdía mi apariencia.

Vine a salvarme soñando con animales Perros vagabundos y locos, nocturnos inmensos, Carcomas y racimos pegajosos, Masas movedizas Más confusas cjue las rocas, Más enmarañadas que la tórrida selva Donde el sol se desliza como una neuritis, Animales, mazmorras, túneles y laberintos Sobre tierra y bajo tierra olvidados Animales en el seno del agua cjue los nutre A flor del aire que los contiene, Animales decantados Hechos de todo y de nada Como los falsos astros Sin límites inmediatos, sin relaciones ciertas, Vértigo en la bruma yo permanecía yermo.

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Representaba, como un mendigo, La naturaleza y los elementos Y mi carne pobre y mi sangre rica Y mis alegres plumas marchitas, Mis escamas, mi piel vacia, Mi voz muda, mi corazón apagada. Mi pelaje, mis firmes garras, Mi marcha y mi andadura, Mi postura y mi despanzurramiento, Mi muda y mi muerte sin ruptura, Mi cuerpo absurdo, prisionero De los impulsos de la vida en desorden, Mi función de ser reproducido Interminablemente Me inclinaban siempre un poco más Hacia el fondo mas inconsciente.

Acabé por salvarme creyéndome animal. Bogan, vuelan, se entierran mis estremecimientos de niño, Mis ojos nunca abiertos y mi vagido. N o rehuyo el invierno, vivo todavía En el umbral del otoño, pero paso A los primeros fríos como una hoja O bien muero como nazco, sin majestad. En un borbollar soy la burbuja nacida y rota al sol, yo tejo sin conocer, La tela, la piel o el salto sin ruptura Que me permiten durar por un instante Jamás nadie ha reído ni llorado Ni me atasco ni me asfixio N o me quemo ni me ahogo Soy el número indefinido En el corazón de una página de cifras.

Soy hijo de mis orígenes Tengo de ellos las arrugas y los ca uces La sangre ligera y la savia espesa Las cumbres vaporosas, las simas sombrías El rodo y la herrumbre Me equilibro y zozobro Como las capas de tierra Yo me extiendo y me arrastro Ando y me congelo para siempre. Soy insensible Pues mis sentidos absorben La caída y la ascensión La flor y su raiz El gusano y su capullo El diamante y la mina El ojo y su horizonte.

N o soy ni pesado ni ligero N i solitario ni poblado

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PLATERO

Nadie puede separar Mi cabellera de mis brazos N i mi garganta de su silencio N i mi luz de mi noche Soy la muchedumbre en todas partes De las profundidades, de las alturas £1 gesto vaciado en relieve La crispación de la distancia La claridad cerrada o provocante La máscara reflejada en el nácar La tierra cavada por el topo La ola alzada por el tiburón La brisa sonora de pájaros Para nada, para que todo continúe En un hogar brillante, extinto Y reanimado por una brasa.

Los animales son la bisagra De las alas del movimiento No conocen ni naufragios N i escombros, perpetúan La larga alianza del fango Con el azul, con la piedra Con la ola, con la llama Dura y dulce como una boca N o puedo descansar Me sumo al juego sin ealida Al ruido sin color de música N o es cosa de reinar r N i de hablar para turbar el orden insano N i de alzar el declive de mi cráneo Más alto que el zarzal del dia N i de permitir a mi pecho Turbar con su roda E l poso de la quietud.

Animal, no tengo nada que me conduzca a otra parte. N o dispongo de tiempo, está completo Mi cadáver ignora las rutas E l rayo anima mi esqueleto

Y el rayo me inmobiliza Soy por una primavera el batir de ala Resbalo y paso sobre el aire llano Estoy herido por el hierro al rojo De la aurora y el crepúsculo La tierra absorbe mi reflejo N o soy objeto de ninguna duda N o contemplo nada, acecho La proliferación de la sombra Donde puedo estar y abolirme Cuyo deseo me llega sin reflexionar El muro que golpeo me derriba

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PLATERO Y caigo y me levanto En el mismo abismo esencial En la misma ausencia de imágenes

Más acá y más allá de la verdad elemental La verdad sin contradicción N o hay ni un error en el mundo El día banal y la noche ordinaria Y los lazos para siempre Con un panto fijo la vida N i buena ni mala Una vida absorbiendo a la muerte Sin apariencia de prestigio.

Ninguna aureola para el león Ninguna uña de oro para el águila Y las hienas no tienen vergüenza. Los peces se ignoran nadando Ningún pájaro vuela La liebre corre para salvar La mirada fija de la lechuza La araña no hace más que una tela Útil o inútil, un granero, una ruina.

Me siento caer muy bajo Muy alto, muy cerca, muy lejos, muy desvanecido Y puro, inmenso, más pequeño Que el cielo amasado para mi Imito el más maquinal De los gestos de un lugar llamado la tierra Luna y sol están sin misterio N o más que el hombro a las axilas N o más que el viento a mis alas.

Blasón ajado de mis sueños ¿Hice acaso renuncia de mí mismo?

Acostándome como la ceniza bajo la llama •¡He abdicado, no puedo designar nada Señalándome con el dedo yo, tan orgulloso de estar en el mundo?

No, yo duermo y a pesar del poder de la noche Me doy cuenta como un niño que voy a despertarme Mis sábanas son la mortaja de mis sueños, vivo, Y del abismo paso a la luz dorada Respiro como un enamorado desfallece Como un rio se teje bajo una golondrina.

Si que no estoy solo, mi fiebre aumenta Me yergo y subo y afirmo mi fin He salido ya de mi sueño, vivo.

(Versión de FRANCISCO PLEGUEZUELO).

Francia. Núm. 21

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PIERRE JEAN JOUVE

K s p a ñ a

¡Magnífica hija y ondeada por la lunal los árboles de la meseta de creta marejean hacia tí tocante oh mensajera de amor cerca de circos desnudados cerca de las ciudades de pintura de desolación <{ue curva un TÍO verde. £1 cielo es negro, con el tiempo. Una bella rapiña toma su vuelo entre tus senos hacia las nubes y se pierde, sin poder alcanzar al Supliciado ni apaciguarte oh hendidura rosa de las calizas.

N o s t a l g i a

Reaparece, oh humana diosa de anchas caderas, carmesi descubierto de bosques animales (surgid anhelos casi hacia unas formas lácteas! loh estatua toda hambrienta de carnes semifrancasl

Torna de nuevo heroica corpulencia nocturna anima de pensares tus dos muslos gigantes muchacha siempre en lloros cuando límpido es tu antro dé tanto oleoso beso y tanto falso espejo

lY vuelve oh qv>*bradiza majestadl Sé otra ve* de un enorme perfume cerca de antiguas casas la blancura animal en el decor más hondo cual grave sol desnudo de las populaciones

Francia. Núm. 12

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PLATERO

P I E R R E J E A N J O U V E

Ciervo de Ja noche

Si buscáis el cisrvo, debéis de recogeros ovillado en el calor de la unidad secretamente arrodillado antes del alba sin balito en el espesor de las montañas

ser ansioso, sutil, y terrible y astuto presto a todo, necesario y dulce como una mujer lo que es entrar desnudo en vuestro destino,

vuestro destino lleva tras si el destino de la bestia inaudita de la bestia invisible de la bestia que no parece la primera en los espacios llenos de hostilidad.

vuestra alma de cazador maldito ha salido a ligar muy lejos el alma del ciervo mucho antes que sea, y el alma de la bestia mucho antes «lúe os oree su soplo.

iLucha para escapar, cuando en salto divino ocupa la roca invisible! Batalla sutil hábil de vuestros deseos que no encontrará fin más que en la bala,

y llegado al punto misterioso y finalmente la bala será vuestro último deseo y todo vuestio destino proyectado en el sublime destino del ciervo

mientras la sangre muy sombríamente os recompensa.

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PLATERO

La Virgen Je Pa ns

Oh tú lloras. Silencie caído oscura lágrima y del hogar la flor bajo la nube negra y el temor de la muerte desde antiguo desnuda el estandarte hollado con el cielo de tarde,

tú lloras. Y brillantes corren sobre tu piedra y tocan a tu seno. Los milagros lejanos erran y el amor ve tu párpado morir oh tú quién inspirabas al poeta cercano

en un olor de augustas maderas y de libros y mirando tesoros por antiguos cristales madre de nuestro amor y Virgen que no entregas

el secreto de mística libertad y que es bello mas conservas el himen bajo veste de piedra y sueñas el eterno perdón, perdón cual yedra.

Virgen Megra

Oh Virgen negra en un templo de viento claro estrella del mar sobre los sitios desecados risa bajo el pilar de mármol del muerto corazón Princesa dcla mañana a la noche desolada

Me has conocido infausto sobre un banco sombrío tu hijo y recibiendo tu tribulación llorando, y desde entonces las miserias en número me han cercenado de la dalzura de tu rayo.

Oh Virgen negra en un templo de viento claro vuelvo a hallarte en las manos en cruz de la memoria Cada noche me hallo en el banco tal una carne antes de que el sol no alce sus moarés

(Versión de A. Busuioceanu y C. E. de Ory)

Francia. Núm. 23

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PLATERO

C H A R L E S D A V I D L E Y

rrimev viaje a fíarcelona

¡AURORA mía, saca tus tambores! ¡Despierta, corazón, inútil frente al río!

La mañana lechosa en el agua se refleja. A un metro, a dos del tren hay un sendero por el que van hombres apresurados con la rapidez de quien va por la orilla de un río al amanecer hacia el trabajo, más veloz que el río, olvidado de esa leche de amargura que la aurora nos trae.

¡Sigue adelante, oh tren! ¡Desvélame los montes del Ebro y la nueva tierra de Cataluña!

ÍLn ¿>ocuéliamos

CUANDO el sol cayó sobre las cosas se hizo más blanco todavía.-por la tarde ha de dorar los jardines polvorientos y los bermejos vestidos de las muchachas paseando.

Y después, la ruda Mancha, descansando del trabajo, se agrupa en la calle para discutir, y el olor del vino añejo nos invade desde la sombra de los soportales.

Inglaterra. Núm. 11. Textos en español del poeta, inédito para «Platero».

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W. L O N G F E L L O W JKrena del Desierto en un reloj de arena

U N puñado de roja arena, del caliente clima de desiertos arábigos traído, dentro de este cristal se convierte en espía del tiempo. En ministro del pensamiento-Cuantos cansados siglos habrá sido llevado por el viento y qué de extrañas vicisitudes habrá visto. Cuántas historias conocido.

Acaso los camellos de los Israelitas lo pisaron, pasaron sobre él, cuando a Egipto a la vista del patriarca su favorito hijo llevaran;

acaso los desnudos, quemados pies de Moisés lo aplastarían bajo su pisada, o de Faraón las relampagueantes ruedas en el aire al pasar lo esparcieron;

o María, con el Cristo de Nazareth dulcemente estrechado en su caricia, cuyo peregrinaje de esperanza, amor y fé iluminaba la desolación;

o anacoretas, bajo las palmeras de Eugaddi, paseando la playa del Mar Muerto, lentamente cantando viejos salmos armenios en balbuceado discurso;

o caravanas a las puertas de Bassora dirigiendo sus pasos para el Este. O peregrinos de la Meca, confidentes del destino y decididos de corazón;

éstos pasaron sobre él, o podrían haberlo hecho. Y ahora en esta torre de cristal, encarcelado al fin por mano minuciosa, cuenta la hora que corre.

Y, mientras contemplo, las estrechas paredes se hacen grandes Delante de mi ojo soñador se extiende el desierto y su cambiante arena y su cielo implacable.

Ah, sostenido en alto por el apoyo del aire, este pequeño hilo dorado se dilata en una alta y vasta columna, forma de miedo y sobresalto.

Y en el través del sol poniente, por el llano infinito, la columna y su ancha sombra corren hasta que el pensamiento persigue en vano.

\Se desvanece la visiónl Estas paredes otra vez dejan fuera el ardiente sol, dejan fuera la abrasada, inconmensurable planicie. Ha pasado la media hora de arena.

(Versión de I N É S P A L A Z U E L O ) .

U.S.A. Núm. 19

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PLATERO

S T É P H A N E M A L L A R M É

LAS VENTANAS

Cansado de las sábanas y del incienso fétido que asciende por la albura banal de las cortina», el sagaz moribundo yergue su vieja espalda hacia el gran crucifijo del hueco muro triste.

Menos por calentar su fría podredumbre que por mirar al sol en las piedras, se arrastra y posa sus cabellos y su huesudo rostro en las Ígneas ventanas que un rayo hermoso curte,

y su boca febril y de un azul voraz bebió de aquel tesoro, tal la juvenil piel virginal de otros dias, y en un amargo beso empaña largamente los tibios vidrios áureos.

Embriagado en su miedo y olvidando los óleos, las tisanas, el lecho infligido, el reló, la tos, al desangrarse la tarde entre las tejas, en e] vasto horizonte lleno de luz, sus ojos

ven galeras de oro, graciosas como cisnes, durmiendo sobre un río de púrpura y perfumes, meciendo la leonada lumbre de su riqueza en una dejadez que el recuerdo embaraza.

Preso asi en el hastio del hombre de alma cruel en la dicha volcado, donde sus ansias solas se consumen y obstinan buscando esa basura ofrecida a la madre que da el pecho a sus hijos,

huyo y me aferró a todas las ventanas posibles desde las que se vuelven los hombros a la vida, y en su cristal, glorioso, de rocíos eternos, que dora la mañana casta del infinito,

me miro y me parezco ángel, y muero, y quiero —que la vidriera sea la mística o el a r t e -renacer, sosteniendo mi sueño cual corona, en el cielo anterior donde está la Belleza.

Mas, ay, esclavo soy de acá abajo: su roce llega a veces hasta este amparo, acobardándome, y el oleaje impuro de la atroz Necedad me obliga a guarecerme ante el índigo cielo.

¿Existe forma, oh Yo que conoces lo amargo, de quebrar el cristal por lo increíble herido, y de huir de mi cuerpo, con mis alas sin plumas, a riesgo de caer por toda la eternidad?

(Versión de José Manuel CABALLERO BONALD)

Francia. Núm. 4

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PLATERO

R T H U R R I M B A U D

EL DURMIENTE DEL VALLE

ES de verdor un cerco, es donde canta un río que entre la hierba harapos de plata loco apiña, donde el sol ilumina desde el monte bravio y es, espumando rayos, una exigua campiña.

Un juvenil soldado, boquiabierto, desnuda la cabeza, y la nuca en berro azul bañando duerme bajo la nube, pálido, en la menuda hierba, su lecho agreste donde la luz va dando.

Los pies en los gladiolos, sueña. Su faz riente semeja la de un niño que enfermo se ha dormido. ¡Naturaleza, mécelo con calor! Está helado.

Su olfato los fragantes perfumes ya no siente; la mano sobre el pecho, descansa al sol, sumido. Tiene dos agujeros rojos en un costado.

(Versión de C. E. de Ory)

Francia. Núm. 13

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P L A T E R O

PERCY B. SHELLEY rLl Coro de Kspíritus

D E S D E remotas edades somos

dulces guías y guardianes

de los hombres que el cielo oprime.

N o respiramos ni enfermamos

en el clima del pensamiento,

ya nebuloso, ingrato y gris

— así un día que mata la tormenta

y se surca de muertos esplendores—,

o diáfano como cuanto hay

entre los limpios cielos y corrientes,

sereno, fluente y silencioso

como los pájaros en su viento,

como los peces en sus aguas,

como los discursos de la propia mente humana,

aquellos que llegan a flotar por cima de una losa.

Nuestro líquido lecho allí tramamos

viajando como nubes, s in barreras

a través del espacio i l imitado,

para cumplir así la profecía

que comienza y termina en tí.

rilosoiía del .Amor

S E mezclan con el río los manantiales;

los ríos con la mar;

fúndense para siempre los vientos de los cielos

con muy dulce emoción.

N a d a en el mundo es solo:

todas las cosas, por su ley divina,

en un todo se encuentran y confunden.

¿Porqué no yo contigo?

Mira como los montes besan el aire

y cómo se abrazan las unas olas con las otras;

ninguna hermana flor sería perdonada

si de su hermano fiel no hiciera caso,

y la luz del gran Sol estruja al mundo

y los lunares rayos se aprietan contra el mar.

¿Y para qué estos dulces trabajos, me pregunto,

si no te arrojas a besarme?

(De la vieja edición <Lonaon ana Glasgow: (Jollins Clear=lyp& Press->, vertieron estos versos al castellano V. F. B*_ y F. Q.J

(Versión de Vicente Fernández de Bobadilla y Fernando Quiñones)

Inglaterra. Núm. 24

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PLATERO

P A U L V A L E R Y

EL CEMENTERIO MARINO

(Carlos Edmundo de Ory, autor de esta versión castellana de 'El Cementerio Marino", dedica a Cádiz IU trama y su traza.)

ESTE techo tranquilo y con palomas, late entre pinos, entre tumbas late; al Mediodía justo allí se incendia el mar, el mar, sin cesar renaciente. ¡Oh galardón, después de un pensamiento mirar al fin la calma de los dioses!

¡Qué pitra-trama de sutiles fuegos gasta el diamante de la espuma etérea, y qué quietud parece concebirse! Cuando sobre el abismo un sol reposa, empresas puras de una eterna causa, el Tiempo irradia y es el Suefio omnímodo.

Firme tesoro, templo simple a Palas, masa de calma y reserva viable, agua parpadeante, Ojo que escondes bajo un velo de llama tanto suefio, ¡oh mi silencio...! Edificio en el alma, ¡mas techumbre de oro de mil tejas, Techo!

Templo del Tiempo, que un suspiro cifra, subo a esa zona pura y me habitúo, quedando envuelto en mi mirar marino; como a los dioses mi máxima ofrenda, el inmutable fulgor disemina sobre las cumbres un magno desdén.

Como en fruición la fruta se deslié, como en goce su ausencia transfigura cuando muere su forma en una boca, absorbo aqui mis postumos efluvios y el cielo canta al alma consumida la mudanza de orillas en rumor.

¡Mírame, bello cielo y ve que cambio! después de tanto orgullo y tanta extraña ociosidad, mas de pujanza llena, a este brillante espacio me abandono, sobre estancias de muertos va mi sombra que me acostumbra a su movilidad.

Expuesta el alma a teas del solsticio, soy tu sostén, ¡magnifica justicia la de la luz, en armas sin piedad! Yo te devuelvo pura a tus orígenes: ¡mírate...! ¡Ay, mas reintegrar las luces supone una mitad triste de sombra!

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¡Oh, sólo, sólo para mi, en mi mismo, cerca de un corazón, germen del verso, entre el vacio y el suceso puro, de mi grandeza interna aguardo el eco, ¡cisterna amarga, lóbrega y sonora, siempre un hueco futuro vibra en mi alma!

¿Sabes tú, falsa esclava de las frondas,

f olfo devorador de enjutas rejas, enios enigmas a mis ojos ciegos,

qué cuerpo a su postrer pereza llévame, y qué frente lo atrae al óseo suelo? Allí una chispa piensa en mis ausentes.

Sacro dique, de un fuego etéreo lleno, fracción de tierra que a la luz se ofrece, me hechiza este lugar de antorchas ara, compuesto de oro, piedra y negros árboles, donde entre tantas sombras tiembla el árbol; fiel duerme el mar aquí sobre mis tumbas.

¡Al idólatra expulsa, perra espléndida! Cuando a solas como un pastor riente yo apaciento carneros misteriosos, el blanco hato de mis quietas tumbas, ¡desvia de ellas las palomas cautas, los vanos sueños, los curiosos ángeles!

Llegado aqui, pereza es el futuro. La sequedad escarba el puro insecto; todo en el aire son restos quemados hacia yo no sé qué graves esencias... Si ebria de ausencia está, la vida es vasta, y dulce la aflicción y terso el ánimo.

A gusto están los muertos en la tierra que los calienta y seca en su misterio. El Mediodía inmóvil allá arriba pensando en si, consigo se conviene. Integra testa y perfecta diadema, yo soy en ti la secreta mudanza.

¡Sólo a mi tienes que tus ansias freno! Mis pesares, mis dudas, mis conflictos son el defecto de tu gran diamante... Pero en su noche cargada de mármol, un vago pueblo filtrado en los árboles lentamente por ti se determina.

Ya se han fraguado en la compacta ausencia, la arcilla consumió a la blanca especie, ¡y ha pasado a la flor el don de vida! ¿Dónde están esas frases de los muertos, el arte personal, las almas únicas? La larva hila donde alzóse el llanto.

La queja aguda de sobadas jóvenes, ojos, dientes y párpados mojados, el seno amable que en la llama juega, la sangre ardiente en bocas que se rinden, dedos que encubren la postrera dádiva, ¡todo penetra en tierra y torna al juego!

Y tú, gran alma, ¿esperas algún sueño carente ya de los falaces iris con que estos ojos visten oro y ondas?

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¿Cantarás cuando seas impalpable? ¡Fuga total! Porosa es mi presencia, ¡también expira la impaciencia santa!

Flaca inmortalidad, dorada y negra, refugio de espantosas aureolas, que transformas la muerte en un regazo, ¡la hermosa farsa y el ardid piadoso! ¿Quién no conoce y quién no los evita, un hueco cráneo y un eterno rictus?

Hondas progenies, testas desoladas, que bajo tanto peso acumulado, la tierra sois y nos mezcláis las huellas, el real roedor, gusano irrefutable, no es para los que yacen bajo tabla, ¡de vida-vive, a mí no me abandona!

¿Acaso amor, o bien el odio es esto? Su oculto diente tengo tan cercano ¡que cualquier nombre puede convenirle! ¡Qué importa! ¡El quiere, sueña, toca, mira! ¡gusta mi carne y ya desde los cauces yo vivo en relación a este viviente!

¡Zenón! ¡Cruel Zenóu! ¡Zenón de Elea! ¡Me has traspasado con la flecha alada que vibra y vuela, pero que no vuela! ¡Me crea el fragor y el dardo me asesina! ¡Ah, el sol!... ¡Qué silueta de tortuga es para el alma, Aquiles quieto y raudo!

¡No, no...! ¡Arriba! ¡En la era sucesiva! ¡Mi absorto aspecto quiebra, cuerpo mió! ¡Oh, pecho, liba el brote de las auras! La tibia brisa que del mar proviene me restituye el ser... ¡vigor salobre! ¡Con redivivo empuje al mar corramos!

¡Si! Regio mar dotado de delirios, piel de pantera y clámide horadada por los miles de Ídolos solares, ebria de carne azul, hidra tiránica que vuelves a morder tu cola fúlgida en un tumulto idéntico al silencio.

¡Se eleva el viento!... ¡Proyectemos vida! Mi libro cierra y abre el aire inmenso. ¡La ola en polvo intenta hendir la roca! ¡Volad, volad, oh, páginas insólitas! ¡Olas, romped en aguas placenteras este sereno techo que hurgan foques!

Francia. Núm

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POEMAS EN PROSA

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PLATERO

V I C E N T E A L . E I X A N D R E

En la A usencia ele la Amada

OLITARIO está el ser que amó y vivió. Entro en el cuarto, y la sombra de

amor, en la hora crepuscular, con el dedo en el inexistente labio me

pide vivir: «Vive. Espera». Qué largamente acaba la luz, qué intermina­

blemente sigue la vida. Mientras, los seres que rodean a un hombre, a

su sombra en la tierra, murmuran las convenidas palabras, los acentos

gastados, y suenan desde unas colgadas telas iguales que rodean, agitan, dicen, engañan.

Alzar unos ojos en la soledad, en la falsa soledad, entre los fantasma? vestidos que

con su nombre insisten, es mirar en el secreto rincón a la piadosa sombra odorada, resto

de una luz que existió, y ver allí la turbia mancha clara, el ademán de hermosura, el entre-

soñado labio, el índice que sobre su casi carmín dice: «Silencio. Silencio; espera. Existo.

Vuelvo».

Vosotros, sombras impuras, flotantes, falsas, gruesas, pobres, que imitáis a los seres

y que rodeáis a quien sueña y olvida: borrándoos vais con el último rayo de sol y en él

escapáis con una muda algarabía de ademanes extintos. Solo estoy; solo contigo, amor,

alma, sed. Soledad pura. Solo: avanza. Osténtate. Despliega tu dulce gracia. Tu doloroso

gracia ausente, y reina para mi sufrimiento. (Desnuda y dulce, te yergues. La noche empie­

za. En la sombra absoluta sólo el beso de dos bocas entrelazadas existirá hasta las luces).

NÚm. 11

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PLATERO

F E R N A N D O Q U I Ñ O N E S

Monólogo de y homenaje a 1 B oseo

por «el jardín de las delicias» de hieronymus

van aeken museo del prado.

DIGO que seres. Digo que seres a manos llenas. Digo que pintar, ahora y aquí, los seres todos. Y las íormaciones. Tengo sitio; sitio para la Creación entera. Pues siempre es posible fundir una corola con un gato montes. Una torre ebúrnea con un haz de rosadas, de rabiantes ovas. Un hombre y una mujer con una piedra capaz de venas.

Será la Creación toda. Puedo. Sin duda y por mi fé que tengo sitio. Puedo. Lleguen las variantes del horror, las declinaciones de la gracia. Para todo hay su lugar y su sangre.

Puedo. He aquí a una gran chinche, de homívoros dientes en acto y de vellajes como perlas. Véase la facilidad

conmovedora con Que surte del huevo el pájaro, y del p&jaro, la luna. Puedo. Por todos los santos, metan ya el pie en este dulce semitono, cortésmente marítimo.

£1 lapislázuli más tercamente bello para esta color de uno de Mayo. £1 más espantable violeta para la húmeda opacidad de este antro, sin posible salida. £1 verdín más tierno para la ribera donde éste beso empa­pado, el más poderoso de la tierra, se colma y se agarra. Puedo. Sea hecho.

£1 rayo me nutre. Los dedos me valen bien. La ballena y el sol me abrigan eon sus bocas de amor. Sea hecho.

Yo he trasegado el amoroso vino; velé al difunto en la noche; me levanté en la amanecida, transitando el aljófar incambiable. Supe del espanto que mora en un cabello inicial y descubrí el poderío altísimo que en la sustancia pupilar del pez recién muerto se posa. Puedo.

Todo es lo mismo y nada va suelto, salvo el cansado corazón del hombre. Puedo. Sea hecho.

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PLATERO

L U I S R O S A L E S

o e le notaba cfue vivía

— «MIRA Luis. La convalecencia de la ilusión es necesaiia. Vuel­

ve a hacernos crecer. Vuelve a hacernos adolescentes. N o lo olvides»

— Yo no puedo olvidarla. Vestía siempre de la misma manera, vestía

como rezando, igual que un labio sacristán que tropieza y tropieza en

la misma palabra. N o tenía ceñidor, sobre la bata amplia donde su

cuerpo—tan pequeño—se amortizaba. N o tenía más adorno que unos

lunares ateridos allá en el fondo negro. Su carne había cobrado una

apariencia inerme y natural, y se le había encojido y encorvado igual

que encoje y vuelve a hacerse curva con el tiempo la materia de un tra­

je. Los huesos se le transparecían en ella con una luz contigua que el

movimiento hacía cambiar de posición y titilar. A veces se le perdían

hacia la hondura de la carne como una piedra que blanquea en el fon­

do del agua. Era tan débil, tan necesariamente junta y tan reunida. El

pelo de marfil, algo más pálido que la frente, lo s dedos acrecentados

y exteriores, la muñeca que llegaba hasta el codo y allí se replegaba co­

mo el hombro de un ala, la cintura ya deshojada y administrativa: to­

do era en ella tan material, tan existido, tan exangüe. Se le notaba que

vivía. Se le notaba algo interior, algo que estaba en movimiento y que

la hacía vibrar entera como quedan vibrando los railes cuando ha pa­

sado el tren. Así quedaba junta. Durante mucho tiempo después, hasta

que hablaba, era solo esta vibración lo que la unía.

Núm. 15 (de la primera versión de «El contenido del corazón»).

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PLATERO

F R A N C I S C O V I L L A N U EVA

DOLOR Y GOZO DEL AGUA DE LA NORIA

TRAS la mampara tupida y erecta de los chopos, adivínase el rodar de la noria, con su en­sarta de grandes cangilones lavados y musgosos, volcando en el pilón el agua clara, palpitante de luz, arrebatada a la foscura del pozo...

Giran las ruedas dentadas al son del cencerro que bate en el tosco maderamen, y la viga central y la que cruza en ángulo cerrado, chirrían como huesos que quieren dislocarse...

Pasan y repasan las cuerdas tensas por el peso de la carga, ennegrecidas en la labor húmeda y constante, ofreciendo sus lomos a la almohadilla de esparto en que descansa el cangilón de barro.

Y después... ¡con qué graciosa lentitud se vierte el agua, mostrando su desnudo caudal, lenta, despaciosamente, cual si sintiese desasirse del cántaro de arcilla que la sacó de la paz infecunda de la hondura...!

¡Con qué gozoso sobresalto precipitase en la alberca, para fundirse con la otra, en un abrazo esclarecido por la luz cenital...!

En el reposo nuevo, después de aquietadas las primeras emociones, el agua parece ensimis­mada en el recuerdo del viaje: En la obscuridad del pozo, adentráronse los cangilones insaciables, con sus bocas abiertas, llenando sus antros de un solo trago; después el agua se sintió secuestrada, laazando en su negro desamparo un sordo burbujeo agrandado por el eco... Y más tarde se sintió pequefiita, prisionera en el molde de barro, temblando en aquella asunción y sirviendo de espejo a un pedazo de cielo...; después, cabalgaba en la rueda al son del cencerro hasta precipitarse en el pilón...

El agua soñaba nuevas inquietudes, porque la hermana, aprisionada en la alberca antes que ella, bajaba llenando de rumores las acequias, invadiendo la arboleda entre la agitación alegre y de saludo de las hojas del maizal.

Tras aquel correr alocado por los hortales inundados de sol, aprisionada entre lomos negruz­cos, el agua se volvia menos límpida a su pesar... Espumas cenicientas cubrían su superficie y en los recodos del bancal se iba parando, parando lentamente, llorando su dolor... Toda la tierra enar­decida, como una boca inmensa, sorbía con avidez aquel caudal prodigioso que no supo pasar por la huerta sin menguarse.

Ahora el agua se sentía desfallecer añorando el reposo de la hondura y maldiciendo el se­cuestro, la alegría de la alberca y el discurrir nervioso por la acequia bajo la agitación del plantío saludando su paso...

Entre tanto el cencerro despertaba los sones monótonos, iguales, alentando el rodar de la noria, como un son de lamento de agonía... y el chasquido del látigo hostigaba a la bestia en sus desfalleceros y la vena del agua se henchía en un nuevo y engañoso sobresalto de vida..-.

Por la noche, entre los bancales quedaban mareados por el agua los linderos de las locas in­vasiones y cuando la noria se quedaba estática, parada, sólo la tierra húmeda se tendía como un manto negro amparando el sueño fecundo de toda la huerta y el dolor del agua de la noria...

Núm. 7

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TEXTOS DE NARRATIVA

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P L A T E R O

J O S É L U I S A C Q U A R O N I

uoy de la Lucí y de...

la tarde, poco a poco, como a odre mal empegado, se le ha ido yendo la luz; sorbiendo de las cosas y los seres, con delicadeza, casi mimosamente, ese punto de plétora que durante el día pone todo a estallar, para que en la noche todo ande como sangrado y descosido, que es lo natural.

Como si fuera descamándose, esparciéndose cada día un poquito sobre los tejados y las torres cercanas; como los vencejos que asoman por el ventano alto de su cuarto deben

dejar, de vez en cuando, algún plumón en el vuelo, hasta acabar ralos, aunque ella no los haya visto nunca así, a la Luci, esta tarde y todas, se le escapa algo, no sabe bien qué, mientras con la última luz del crepúsculo se echa del catre, se pone el vestido y se pinta.

E l catre, un aguamanil, una mesa camilla desnuda y un almanaque anuncio Anís «La Mocita», eso es todo en el cuarto de la Luci. Sobre la mesa camilla, un jarrito de hierro esmaltado de un tono azulón. Dentro del jarrito, una. barra de labios barata.

Con la barra, la Luci se ha pintado una boca corazón y, sobre cada mejilla, una cruz. Con dos dedos, pasados previamente por la lengua, la Luci va haciendo desaparecer las cruces de las mejillas en un frote vio­lento, desigual. Lo que arranca la friega — que no es precisamente lo que la Luci, en su símil, empareja al plumón de vencejo —, de un color ya totalmente desvirtuado, lo sacude con todos los dedos de la mano. Los demás detalles del acicalamiento de la Luci son del mismo tenor.

El jarrito azulón, en una mano; el lápiz, en el desmazalado seno. — Hasta luego, madre. La madre está sentada a la puerta, en una silla baja, de enea, mano sobre mano, como pasmada y

emperezada de muerte. La Luci sabe que cualquier madrugada, cuando ella venga de recogida —el jarrito con un poco de mosto aguado y tres jazmines como tres estrellas de mar en el fondo; la bruja del sueño y el can­sancio apernacada en sus hombros, asida a su cabellera pringosa— se la ha de encontrar en su silla de enea, en esa silla de enea donde se pasa el día, donde podría pasarse también —tan seca y acartonada está— la larga noche de la muerte, sin oler, sin molestar a nadie.

Desde que la Luci trabaja en el pupilaje de la Sota Vieja —va para los siete años— no puede olvidar una sola tarde el jarrito azulón: «Aquí, niña, la casa no gana para cristalería. Así que, cada una, su vaso. Y ellos, a beber en el de la pareja, que mayores porquerías se hacen». A la mañana siguiente, la Luci se fué de­recha a una ferretería y, como en el fondo es una sentimental, en cuanto oyó de labios del dependiente, «color azul-cielo», ya no quiso ver más y se quedó con aquél, por catorce reales y un guiño prometedor que, sin em­bargo, no valió para rebajar una sola perra del precio. E l «Soy de la Luci y de...», en almagra y una caligrafía torpe y llena de jeribeques, se lo pondría luego un amigo aficionado a los pinceles: Quirico el santero.

Cada anochecer, en su recorrido de punta a punta, la Luci, desde que no tiene bolso—y ya no lo ten­drá nunca, creemos—hace frente a la ciudad, porque el llevar algo en la mano siempre es una ayuda, con su jarri to «azul cielo». Y con unos ojos, grandes, algo saltones de escudriñar en los crepúsculos, verdipardos, de pupilas vacías, como dos aceitunas de tarro que hubieran perdido el tapón de pimiento. Unos ojos en los que la tristeza anduvo durante algunos años, hasta desaparecer del todo y para siempre; que la tristeza, cuando no se la distrae, acaba royéndose a sí misma, como estómago puesto a hambrear.

Bajo los bardales de la casa rectoral, la Luci recoge del suelo unos jazmines, que echa al jarrito, para adornarse luego, en cualquier entretanto, el tocado. N o sabe por qué, pero los jazmines le traen siempre deli­cados, ternísimos recuerdos de niñez. La niñez de la Luci tiene otro jarrito —éste de aluminio y con un «Soy de Lucila Estudillo» punteado — , siempre entre quince o veinte más, dentro de una jofaina, en «el cuarto de beber» de la escuela de doña Albina. E l cuarto donde, al primer trueno, ya estaba doña Albina cerno clueca, hecha un burujín con las quince o veinte crías, la puerta atrancada, el cabo de vela de la Candelaria chispo­rroteando, reza que te reza un trisagio embarullado, interminable.

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Alguna vez, la Lucí Ka pensado que del jarrito aquel a éste no hay apenas diferencia: sólo el color y el mote. Lo que no acierta a explicarse es el cambio del «Lucila» de entonces por el cía Lucí» de ahora, aunque canfusamente presume que en la vida todo es un ir quitando cosas — años, sueños, esperanzas...—de delante y poniéndolas detrás,

— Mírala ella, al rosario que vá, tan jovencita... — Hazte a un lado, muchacho, que corren aires de podre. La Lucí atraviesa las calles céntricas del pueblo, aunque sabe que su fuerte no es, no puede ser ya,

la calle, repartiendo estereotipadas, implorantes, lamentables sonrisas con su boca grande, tan hecha a las babas como la concha de un caracol. Alguna vez —la costumbre da esos excesos—a la Lucí una sonrisa se le queda larga y ya pues, ¿qué va a hacer?, la prolonga sobre alguna mujer o algún chiquillo que la miran con curiosidad. Este anochecer, mientras anda y sonríe a unos y a otros, a todos, la Luci va acordándose de cierto reguero de hormigas que, pared arriba, pared abajo, estuvo contemplando una hora larga, este mediodía, desde su catre: cada hormiga que subía topaba, transmitiendo una consigna, un secreto, vaya usted a saber qué, a todas las que bajaban, y viceversa. La Luci, se tercie o no, porque esto, lo serio, la filosofía, sí que es su fuerte, piensa dar esta noche la nota diciendo a sus corapañeras — la Folklore, la Peleona y las Virtudes — que todas ellas son como hormigas toponas. La Sota Vieja, como siempre que la Luci abre la boca, la va a llamar, está. segura, desangelada y tonta, «más tonta que Pichóte»; pero eso ya no le importa: lo oirá como si lloviera. iY cómo va a sobresalir sí no, ella que no canta, como la Folklore, ni hace chistes, como la Virtudes, ni, como la Peleona, se bebe, cabeza abajo, medio litro sin derramar gota? Su fuerte es eso, lo serio, la filosofía. Y, tam­bién, llevar el son con el dedo índice, sobre la mesa, mientras la Folklore se canta algo, y hacer, palmeando, el redoble, primorosamente, virtuosamente, con inéditas filigranas, hasta con cierta insobornable, ruborosa seriedad.

En cuanto emboca la calle Pina, a la Luci se le alegra el corazón, dentro de lo que cabe, como for­zosamente se le tiene que alegrar el corazón al gato corrido que consigue ponerse al otro lado de la tapia. En la calle Pina vive Tóbalo el maníaco, el loco Tobalíto. Al pasar la Luci por la casa de Tóbalo, percute sua­vemente con el fondo del jarrito azul-cielo sobre los barrotes de la ventanas, y Tóbalo se dispara hacia los visillos, la mirada desbordando las gafas, la barba crecida, los puños, postizos, blanquísimos, sueltos y reba­sándole los nudillos de las manos, para saludarla y hacerla, —eso, antes— gestos obscenos.

Una tarde, ya osbcurecido, la calle solitaria, la Luci se detuvo ante la reja de Tóbalo el loco. — Si te afeitas, Tobalito, me caso contigo. La mirada desbordada de Tóbalo puso el relien© en los ojos verdipardos, de aceitunos deshuesadas

de la Lucí. Loco y ramera se sintieron los raquíticos pechos henchidos de un fluido extraño. — ¿Por qué estás encerrado, si eres bueno, Tóbalo? Tóbalo, por toda contestación, pellizcó la mejilla de chafalla de la Luci, delicada, amorosa, compren­

sivamente, mientras ella, queriéndole besar la muñeca, le dejaba el corazón de sus labios sobre el naipe del puño blanquísimo.

Todo ocurrió sin pensar. Como dos perros que 8* encuentran a diario hozando basuras en un mula­dar y resuelven, encogidos, temblorosos, intercambiarse los hallazgos y la sarna.

Desde aquélla tarde, Tobalito el loco de la calle Pisa, al paso de la Luci, tira besos en vez de hacer gestos cochinos.

Sobre el escaloncíllo del umbral, rescostada en una jamba, mano sobre mano, como pafmada y em­perezada de hastío, está la Peleona, la que cabeza abajo se bebe media botella sin derramar gota-

Una mesa camilla desnuda, media docena de sillas d< enea y un almanaque anuncio Anís «La Mo­cita», eso es todo en la pieza de recibo del burdel de la Sota Vieja. Sobre la mesa camilla, junto a tres más y una botella vacía, el jarrito azul-cielo de la Luci, con el «Soy de la Luci y de...», en almagra y caligrafía revesada.

A través de la cortina de arpillera, la bombilla se deja ver desnuda de los que pasan por la calle. Desde la mitad del arroyo, uno de esos perros que en la noche van parándose ante todas las puertas

abiertas, mira hacia dentro con una ternura infinita, hondísima, sobrehumana en los ojos. La Peleona, sin moverse, apenas entreabriendo un ojo, ha dicho:

—I Fuera, perruuu!... Y el perro ha seguido, trotón, errabundo, calleja abajo, cumpliendo su incomprendida ronda.

(Premio «Camilo José Cela» de relato breve). Núm. 8

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P L A T E R O

J U A N R A M Ó N J I M É N E Z

CIRIACA M ARMO LE JO

— ¿ Q U I É N era Ciriaca Marmolejo? El muchacho jeranio colorado de una maceta sin pintar del balcón de la barbería del Conde Reyné,

le repitió más fuerte y ya por tercera vez a una jeranita rosa mocilla de la otra maceta, la pintada de azul, de la ventana de la honda casa de Paquito Pérez Coronel, el que se llamaba a sí mismo el Milord; la casa aque­lla pegada al Cabildo:

— ¿Quién era Ciriaca Marmolejo? Aquella mañana de oro fino tras la lluvia del amanecer, la calle de Las Vendederas tenía sus grandes

losas limpias y brillantes como plata, y Crespa la buñolera estaba ya empezando a freír sus tejeringos para las mandaderas que iban y venían corriendo de las casas particulares a la Plaza del Pescado.

— Ciriaca Marmolejo, Ciriaca... Espera, hermano. ¿Cómo se te ha ocurrido hacerme esa pregunta tan de repente? Estoy creyendo recordar que mi madre dijo una vez que Ciriaca vivía al lado de tu casa, en lo que hoy es de Paniagua; pero, la verdad, yo no me acordaba ya de eso. Oye, a mí me parece haber oído decir que se asomaba muy poco a la calle y sólo por la ventana de la esquina de la Plaza del Cabildo. Ya me voy acor­dando... Mi madre contaba que siempre se ponía una bata muy larga de cuadros blancos y negros, igualita al tablero de las damas de Pelayito Infante. Que se sentaba un momento, algunas veces, a un piano negro, muy caro, que tenía en su sala llena de espejos ovalados, con marcos de oro; que lo abría, que pensaba un momen­to, con el dedo en la sien, mirándose en el espejo de cuerpo entero que tenía detrás del piano; y que luego lo cerraba de pronto sin tocar ninguna cosa. Mi madre nunca la oyó tocar.

—¿Y para eso quería el piano? Ya tú ves, cuando se murió se lo podía haber dejado al pobre Modesto Pérez, el director de la banda, que está muriéndose él mismito por uno, y para tocarlo, para tocarlo todo el tiempo; para tocar en él la «Rapsodia húngara» que, como dice Juanito Prieto, no le sale muy bien con la banda.

— Ella creo que se lo dejó a las monjas. No me cortes el hilo, déjame seguir. Cuando pasaba por aquí Josefito, que mi madre decía que era muy mirón, y que se paraba delante de nuestras macetas, Ciriaca lo lla­maba sonriéndole con su boca grande, enseñándole unos dientes muy buenos que le iluminaban de pronto su cara larga, que decía mi madre que era de color de almagra, una cara de india igual que la cara de La Arena, esa que dicen que ya no tiene edad; la que vende las castañas pilongas al lado del aguaducho. I Qué exajerada y qué gran habladora era mi madre, y qué cosas tan bonitas decíál Decía que los dientes de Ciriaca se atrevían con sus ojos negros que eran enormes, unos ojos así, saltones, que brillaban como huevos de madera pálida, resbalona, de los que sirven para zurcir medias. Y Josefito le decía:

—¿Cuándo va usted a tocarme algo en su piano nuevo? E l Conde Reyné me ha dicho que le ha oído a usted decir que usted toca muy bien la «Sinfonía de Poeta y aldeano». Y don Pepe Garrido dice en el Casino

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de los Caballeros que usted es un poema musical. Y él debe entender mucho de música, porque he oído decir que cuando todavía visitaba le decía a sus enfermos que oyeran música y se sentirían mejor. Y él era un aran médico de los nervios. Y entonces Ciriaca Marmolejo le contestaba:

— Cuando tú quieras, hermano, cuando tú quieras... —Pues ahora mismito, ahora mismito. — lAy, nol IA hora no, cristianol [Ay, nol lAhora nol Mañana al oscurecer. Ven tú cuando no haya

jente por aquí. Yo no quiero que me oiga nadie más que tú. Y se escondía un poco para que los que pasaban, camino del Cabildo, Camilo Ventana, Joaquín Rasco

Jenaro Maury, no la vieran, como decía mi madre. Y también para que Concha la mandadera, que era muy chismosa, no le dijera luego muerta de risa a Josefito:

—¿Y Ciriaca, Josefito, y Ciriaca? ¿Cuándo te lleva a comulgar? — ¿Oye, y no tenía madre? —Yo nunca le oí decir a mi madre quién era su padre ni quién era su madre, pero sí oí a alguien que

pasaba por aquí, que ella vivía sola con su ama de cría, La Montemayora, ya vieja y consumida, que la crió aquí en Moguer y se fué con ella a La Habana cuando Ciriaca desapareció de aquí. Y que no volvieron en muchos años, y que el piano lo había comprado ella mismita, huérfana y todo, y jamona ricachona como de­cía mi madre ahuecando la voz; porque Josefito le había dicho una vez:

—¿Usted no toca el piano, Ciriaca? Y un mes más tarde llegó un día un vagón especial directo con un piano negro de cola, muy brillante,

que se lo mandaron de Sevilla. Y un día Ciriaca abrió de pronto la ventana de par en par, cuando pasaba Jose­fito, y Josefito se quedó asombrado cuando ella le dijo que le había costado sus buenos diez mil reales en la Casa de Plaza de Sevilla, y que lo había comprado por él, por él y para él y para nadie más; y se lo decía muy despacito, mi madre la imitaba muy bien, mirándolo muy fija con sus ojos saltones.

— ¡Qué bien lo cuentas tú todo, jeranital — Hermano jeranito, yo soy hija de mi madre, se hace lo que se puede. Sigo. Y entonces las manos de

Ciriaca, unas manos largas, gorditas y llenas de hoyuelos, como de masa de flor de pan, con sus uñas de un nácar precioso, manos que ellas se cuidaba tanto, untándose aceite de coco, que ya parecían coco puro, de yema de coco, hacían como que tocaban en los aires escalas y fugas y lentos y rondós y qué sé yo cuantas cosas más que decía ella y que mi madre no sabía lo que eran; en fin, todo lo que tú te puedas figurar; todo lo que Paquito Pérez dice que toca Doña Feliciana Sáez, que es quien mejor toca ahora el piano en Moguei, para que Doña Concha Gancinotto sienta celos. Josefito miraba aquellas maravillas que no sonaban y aquellas manos volando, y le decía a Ciriaca que parecían flores magnólicas de una enredadera colgante, y que la enre­dadera misma era la reja de la ventana. Y Ciriaca gritaba ponderativa, inflando la garganta como una paloma:

— {Flores magnólicas! ¡Flores magnólicasl lAy Josefito, Josefito, cristiano, qué estás diciendo! ¿Quién te ha enseñado eso?

Yo no puedo contar esto como lo contaba mi madre. Como ella se crió en un macetón grande del cole-jio de Doña Benita Barroeta y Escudero, que era una gran maestra de la conversación, como decía Camacho. Y desde aquel mismo día empezó la conversación diaria:

— Ciriaca, ¿no quiere usted tocar algo para mí en su piano nuevo? — Cuando tú quieras, hermano, cuando tú quieras; para tí lo he comprado y sólo para tí. — Pues ahora mismito, ahora mismito. Y Ciriaca, muy nerviosa, replicaba: — ¡Ay, ahora no! ¡Ay no, qué vergüenza! Mañana, ven tú mañana al oscurecer, cuando haya menos

jente por aquí... El muchacho jeranio cortó de pronto: — ¡Qué rarísima debía de ser Ciriaca! ¿No te parece a tí? Y la jeranita, volviendo un poco las hojas, como avergonzada: —A mí no, a mi no me parece rara. ¡Ay no, ay no, a mí no me parece rara, a mí no!

(1924, inédito).

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C A M I L O J O S É C E L A

LA COLMENA

0X.i Ramona Bragado, cuando doña Matilde y doña Asunción te marcharon dé la lechería, se puso el abrigo y se fué a la calle de la Madera donde trataba de catequizar a una chica que estaba empleada dé empaquetadora en una imprenta.

-iK*iá Victoritat —Si. ahí la tiene usted. Vicépnttt, detrás de una larga mesa, se dedicaba a preparar unos paquetes de libros. ~¡H»la, Jictorita, hija! ¿Te quieres pasar después por la lechería* Van avenir mil

sobrinas 4,,jugn.r a la brisca, yo creo que lo pasaremos bien'y que nos divertiremos. Vú-torita se puso colorada. - Uiir.no; si, señora, como usted quiera.

A I «Vertía no le faltó nada para echarse a ttorar; ella sabía muy bien dónde se metía. Víctoritu undaba por los dieciocho años, pero estaba muy desarrollada y parecía una mujer de veinte o velntitfoii. La chica tenía un novio a quien habían devuelto del cuartel porque estaba tuberculoso; ti ¡tobre no podía trabajar y se pasaba todo el día en la cama, sin fútreos para nada, esperando a. que Victorita fuese a verlo, al salir del trabajo.

— ¿O'"'» te encuentras* — flftjor. Yi&arita, en cuanto la madre de su novio salía de la alcoba, se acercaba a la cama

y lo besaba. —No me beses, te voy a pegar esto. —Kada me importa, Paco. ¿Atino te gusta besarme* -¡Mujer, si! —Pues lo demos no importa, yo por ti sería capee de cualquier cosa... ün día que Victorita estaba pálida y demacrada, Paco le preguntar —¿Qitétepasa*

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—Nada, que he estado pensando. -¿En qué pensaste? — Pues pensé que esto se te quitaba a ti con medicinas y comiendo hasta hartarte. -Puede ser, pero, ;ya ves!

— Yo puedo buscar dinero. — i Tú? A ViHorita *e le puso la voz gangosa, como si estuviera bebida'. - Yo, sí. T'na mujer, joven, por fea que sea, siempre vale dinero. -4Que dices*

ViHorita estaba muy tranquila. — Pues lo que oyes. Si te fueses a curar me liaba con el primer tío rico que me

sacase de querida. A Paco le subió un poco el color y le temblaron ligeramente los párpados. Yictorita se quedó algo extrañada cuando Paco le dijo: — Ilueno. Pero en el fondo, Yictorita le quiso todavía un poquito miis.

Yictorita, a la hora de la cena, riñó con la madre. — ¿Cuándo dejas a ese tísico? ¡Anda, que lo vas a sacar tú de ahí! — Yo saco lo que me da la gana. —Sí, microbios y qué un día te hinche el vientre. — Yo ya sé lo que me hago, lo que me pase es cosa mía. —¿Túf ¡Tú qué vas a saber! Tú no eres más que una mocosa que no sabe de la

misa la media. — Yo sé lo que necesito. —Sí, pero no lo olvides: si te deja en estado, aquí no pisas. Yictorita se puso blanca. —¿Eso es lo que te dijo la abuela? La madre se levantó y le pegó dos tortas con toda su alma. Victorita no se movió. — ¡Golfa! ¡Maleducaia! ¡Que eres una golfa! ¡Así no se le habla a una madre! Yictorita se secó con el pañuelo un poco de sangre que tenía en los dientes. —Ki a una hija tampoco. Si mi novio está malo, bastante desgracia tiene para qut tú estés

todo el día llamándole tísico. Yictorita se levantó de golpe y salió de la cocina. El padre había estado caüado

todo el tiempo. —¡Déjala que se vaya a la cama! ¡ Tampoco hay derecho a hablarla así! ¿Que quiere a ese

chico? Bueno, pues déjala que lo quiera, cuanto más le digas va a ser peor. Además, ¡para lo que va a durar el pobre!

Desde la cocina se.oia un poco el llanto entrecortado de la chica, que se había tumbado encima de la cama.

— ¡Niña, apaga la luz! Para dormir no. hace falta luz... Yictorita buscó a tientas la pera de la luz y la apagó.

Fromentos, cedidos por el tutor pa­

ra PLATERO^ de tu nove/a «£,*

Colmena » tjue te imprim* en la

Editorial Emece, Buenot Aire; lQit

Núm. 7 (censurado)

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S E R A F Í N P R O H E S L E S DE LA ANGUSTIA

O le queda más que el esqueleto y los huesos- decía Julita, que la pobre era muy buena, pero muy bruta.

Desde luego estaba en las últimas. Sumido entre las sacias sábanas, renqueante, con los pómulos marcadísimos, los ojos cansados, los parietales con afán de encontrarse. La tuberculosis era agudísima y, con benevolencia, se le podían echar de vida cuatro o cinco días. No se sabia cómo vivía. Era uno de esos casos perdidos desde hace tiempo que, contra lo natural, seguía tirando. ¡Qué perra vida! Ni el golpe horroroso, verdaderamente horroroso, de su mujer, le había liquidado.

La pobre Asunción habia muerto hacía mes y medio, tísica pasadita, en la misma cama de matrimonio. Llevaba ya más de tres meses sin levantarse. Una mañana amaneció muerta junto a él. Habia dormido—poco, porque la asfixia y la tos no lo dejaban—con un cadáver. Y era su mujer.

¡Cuánto padeció aquel hombre! Sin poderse valer. Hecho un gurruño. Los hermanos le lle­varon al comedor, única habitación que con el dormitorio y la cocina formaban el piso. Temblaba de frío y de coraje. Lloraba.

—Pero cálmate, ¿no ves que no consigues nada? ¡Qué le vamos a hacer! Dio3 lo quiso. Ten paciencia, hombre, ten paciencia.

Pero, ¡qué consuelo!, él estaba harto de tanto sufrimiento. Pensaron en llevarlo al sanatorio, pero hasta el médico se negaba ya, diciendo que lo único

que quedaba era esperar el desenlace y en seguida quitar aquel foco de infección. El médico, siem­pre entraba fumando para no coger miasmas. El enfermo, que se daba cuenta, procuraba aguantar su tos en la garganta. El picor le obligaba a escupir.

•—Si Vd., mire, nunca debía quedarse al lado de ella. Si eso no es humano ni es nada. Bien se lo dije. Hágame caso, hombre, hágame caso y póngale en cura. En el sanatorio le atenderán divi­namente.

Pero nada. Yo creo que el médico decía esto por decir algo. El trance era duro. Aquello no tenia solución.

Luego, D. Francisco, secretario de la Junta General, remachaba sobre lo mismo hablando con la familia:

—Es brutal querer mantener esto así. No conduce a nada. Quizá si se hubiera ido al sanato­rio, como le recomendé... Pero, claro está, ellos se emperran. La familia, que mira esto como el ir a la horca; los hijos...

A los cuatro días de la visita de D. Francisco, acabó el sufrimiento. Los hijos, seis, de todos tamaños: cuatro hembras y dos varones. El mayor—Ángel, como el

padre- de diez años largos. La más chiquita de tres. Todos pululaban tristones por el corredor, por la cocina. A veces, entraban en la habitación del muerto y los sacaban amorosamente alguna prima. Ya llevaban el luto, que les habia servido para la madre. El mayorcito, traje de hombre con pan-tolón corto, teñido. Se lo regaló el vecino del tercero, al que se le habia quedado estrecho. El pe­queño, en cambio, estrenaba su blusa y pantalón, todo negro, y unas alpargatas. Las chiquillas llevaban todas un luto colectivo; un monumental lazo de moaré en la cabeza.

—Rosa irá con Ramón a Galicia. Las dos pequeñas vendrán con nosotros, ¿no, Antonio? Ellos dos con Pilar (veremos cómo le sienta a Félix, con e'l genio que tiene y los galones). Y con Rosario ¿qué hacemos?

—¡Mujer! —Yo no puedo echarme más cargas, hijo. Tengo como diez y doy como veinte. Siempre ten­

go algo empeñado. ¿Qué quieres? No puede ser más. —Bueno, mujer, tus sobrinos son. El entierro fué algo impresionante. Gritos y lamentos a destiempo, que son los peores, los

que sacan de quicio. Los pequeños, asustados, con los ojos parados de espanto, no se atrevían a llorar. Los hermanos, nerviosos y deseando terminar de una vez. Los dos bolicheros -aquél , con los dientes de azada, verdinegros como pitones—deseando echar mano para ganarse el duro. Y el jefe de la oficina, y el amigo, solo, y el tendero de los hermanos y el conocido y...

El sol empezaba a salir por encima de las torres. El motor del coche empezó a trepidar. Los curas rezaron ligeritos. Hacia frió y luego tenían funeral en la Parroquia.

Al otro dia en la oficina, se comentó con interés la muerte de Ángel. Se habló con calor del problema de los hijos. De lo que les correspondía por la Mutualidad... El hermano, que también trabajaba alli, llegó un poco tarde, porque estaba cansado del ajetreo del día anterior.

Al pasar comentó uno por lo bajo: —Oye, ¿el 25 no es el Santo de ése? —Hijo, café que nos perdimos... - T , _

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P L A T E R O

P E T E R Q U E N N E L L

MUERTE DE SI¡ELEEY

(Eftadot Unidos)

N veinte minutos pasó la toimenta; peio cuando Trelawny examinó de nuevo el mar, las alta velas del Arie/, el bote de Shelley ,«e hablan desvanecido por completo. Desde la torre del puerto, el capitán Robeit había tenido una última visión del Ariel, a unas diex millas

- de distancia. t

Por su parte, Skelley habla descubierto ahora «el aran misterio» —si involuntariamente o por un

acto de deliberada temeridad, es imposible determinarlo- . La oscuridad que rodea su manera de morir no se ha

aclarado jamas. Esta claro, sin embargó, que el poeta tuvo el ¿enero de muerte que habla deseado, y sin duda

se hundió como una y otra vez habla anunciado que intentaba hacerlo: serenamente, sin protesta ni esfuerzos ignominiosos.

Durante quince dia nada se supo en Leghorn de la tripulación del Ariel; al tercer día Trelawny corrió a Pisa a hablar con Byron. «Cuando se lo dije le temblaron los labios, y balbureba al preguntarme». Poco des" pues, un bichero, un barrilito y unas botella» del Ariel «parecieron a l o largo de la playa. Dos día después el mar arrojó dos cuerpos: uno cerca de Viareggio y el otro a tres millas de Boca Lericcio. En el primero reconoció Trelawny a Shelley, no por la cara, que estaba completamente descarnada »»í como las manos, sino por su alta figura y sus prendas de estudiante. Conservaba en un bolsillo el volumen de Esquilo y la copia de los poemas

de Keats.

Fué Trelawny quien entendió enseguida lo que había que disponer. Con la energía de un hombre de acción habla dispuesto partidas de búsqueda, y el mismo galopó a lo largo de la playa, mientras Byron perma­necía en Pisa desvalido y desanimado. Y (ué Trelawny quien, para evitar toda infracción de las severas leyes de cuarentena, persuadió a las autoridades que los cuerpos fuesen inmediatamente desenterrados e incinerados. Por orden de Trelawny levantóse un horno de hierro en Legborn; y en la mañana del 14 de Agosto, Trelawny y Byron, con oficiales, soldados y algunos tripulantes del Bolívar, acudieron a la tumba de Williams, el carne­rada de Shelley en la trágica excursión marinera. «Un considerable número de espectadores», incluso «muchas señoras ricamente vestidas», agrupábanse a poca distancia. Cuando loa restos del cuerpo de Williams fueron de­senterrados de la arena, Byron los miró con horrorizado interés: *<Es eso un cuerpo humano?», exclamó.

A la mañana siguiente, el mismo grupo se reunió en la playa inmediata a Viareggio. Era un día lumi­noso de Italia. En el horizonte, los perfiles de Gorgona, Capri y Elba. Detrás, los bosques de pinos subían desde la orilla a las blancas crestas de mármol de los distantes Apeninos. El mar sereno y azul. Trelawny, pensando cuánto habría deleitado a Skelley aquella perspectiva, no disimuló su repugnancia al extraer el cuerpo de la arena amarilla. Encendióse la leña. Trelawny arrojó incienso y sal en la hoguera y esparció vino y aceite sobre los restos. E l aceite y la sal daba un tono peculiar a las llamas. Tan fiera era la radiante combinación del fuego y e l sol , que todo en la atmósfera, en t o m o de ellos, ondulaba y temblaba. Mientras, el cuerpo se abrió. Salióse el corazón (que Trelawny aseguró después haber tratado de arrebatar al brasero). Y habiéndose desprendido del cráneo el frontal, los sesos de Skelley dentro de la rota cabeza, quedaron como en la plancha de un horno, «literalmente hirviendo, burbujeando y cociéndose durante un gran rato». Este último fué un detalle que im­presionó profundamente a Byron, y sobre el cual volvía a menudo en la conversación.

(Del libro « B Y B O N en ITALIA)

Versión de Juan Antonio CAMPUZANO. Núm. 14

H

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P L A T E R O

FELIPE X I M E N E Z DE S A N D O V A L

MANUELA LIMÓN

A N transcurrido fugaces para las ¿entes felices, y pesados y lentos para los tristes y los enfermos, los encendidos días del verano y los amarillentos del otoño membrillero.

E n los campos que rodean a Castañares, terminaron las faenas de la siega y la trilla, la vendimia y el pisado, y ya está ensacada la blanca harina de la molienda y embodegado el rojo mosto fermentado del lagar.

A los borreguitos y los cirros blancos, los estratos dorados y los cúmulos carmesíes, han sucedido en el cielo los nubarrones plomizos, que al descargar sus aguaceros, prenden bien hondo la semilla en los surcos <lel arado.

De la rosa de los vientos, ya no se desprende el pétalo fragante y suave de las auras amables, sino las ásperas espinas del cierzo preferido de la Muerte, para cosechar vidas tempranas y abrir las dalias y las siemprevivas, con que quienes la esperan cada día amedrentados, rinden piadoso homenaje a sus víctimas, es­tremecidas de frío en las gélidas noches de los camposantos.

Ya se acercan—Octubre está muriéndose— para la conmemoración de los Difuntos, la nieve en las montañas, el tabardo de grana del Tenorio en los tablados, las mariposillas para el aceite de las Animas, los buñuelos de viento para los paladares de los golosos...

Castañares se ha vestido de invierno, aunque el invierno no ha de llegar hasta las alegres vísperas na­videñas y las sillas de paja y los toldos estivales, duermen en los sótanos húmedos en donde reinan los ratones.

Los novios y los poetas, son los únicos con audacia para pisar la crujiente alfombra de hojas secas que cubre la Alameda, pues para ellos todo cuanto no sea la primavera desbordada de sus calientes corazo­nes, es una invención estúpida de los burgueses y los viejos frioleros.

Ya no hay balcones abiertos por los que llegue hasta la calle la roja llamarada de un geranio, o la eter­na melodía chopiniana en mí bemol de las señoritas que estudian el piano.

Los pájaros transeúntes, emprendieron el vuelo alarmados por el clamor del ventarrón, y solo los go­rriones proletarios, que no tienen nidos en los climas cálidos como los otros privilegiados, permanecen acurru­cados y silenciosos en las copas desnudas de las acacias, no muriéndose de hambre y de frío, porque Dios es s u amigo dadivoso y cada día les provee milagrosamente de un invisible maná y un braserito, para que los pobres vayan tirando hasta Abril.

También parece que ahora no hubiera niños en la ciudad y que fuera un sueño soñado casi en otra vida, que las niñas cantaban jugando al corro o saltaban a la comba, que los niños se creían cowboys, indio». policía montada o salteadores de diligencias, internacionales famosos o toreros machos.

{Dónde están, dónde alborotan, dónde intranquilizan con sos pelotazos • los mayores, dónde se hacen sus confidencias?... N i siquiera a la salida de las escuelas y colegios hay niños. Porque aquellos seres pequeñitos con gorros de lana, bufandas cubriéndoles las bocas y narices, las manos en los bolsillos y el portalibros a la espalda, no son niños sino aprendices de esa triste y fea cosa que es ser hombre.

Los niños de verdad solo son los del verano, con la cabeza y los brazos descubiertos, renegridos del sol, despreocupados de »F»g'"" y cátanos, que saltan, corren, brincan y cantan, confundiéndose con las mariposas, con los pájaros, con el chorro de la fuente, con el céfiro, con la tierra, con el pan, con el sol.

Ahora se está muriendo Octubre, y ni en Castañares ni en ninguna parte hay niños, sino sucedáneos de niños que aprenden la tabla de multiplicar, los ríos de la península, los reyes godos y las declinaciones la­t inas . N i ñ o s falsos, que ni rien ni chillan ni lloran ni molestan, sino que pasan inadvertidos y silenciosos co­mo hombrea enanitos, cargado* con libros de texto absolutamente ininteligibles pata sus imaginaciones, llenas todavía da la aventura y poesía del verano

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PLATERO

E»C4 qw salen de los colegios y del Instituto, no son niños, sino fantasmas de los niños de verdad que se quedaron haciendo castillos de arena en las playas o se escaparon de casa para jugar con las sirenas y se les hizo tarde, o se perdieron en el monte persiguiendo a una liebre o una ardilla, o les arrastró la corrien­te impetuosa del rio, por querer pescar una trucha con la mano... Estos niños del invierno— nostálgicos de vacaciones y libertad—son como pobres prisioneros de los hombres en un Büchenwald o un Karaganda con dómines por carceleros, con aulas por cámaras de gas. iQue tristeza ser niños de invierno y que vértigo de fe­licidad serlo en verano, cuando de la tierra brotan bicicletas y balones de fútbol y llueven del cielo globos y cometas de alegres colorines!

En la plazuela de Santa María, el invierno ha hecho aún más dura la convivencia de Doña Josefina y de Manuela, solas una frente a la otra y sin entenderse, como los dos supervivientes últimos de la próxima guerra atómica, que solo serán capaces de decirse «nitchevó» y «o k», con lo que no podrán entablar el diá­logo de la paz.

Doña Josefina ha recorrido cientos de lenguas de ganchillo y de silencios y Manuela, ha devorado Hi-malayas de libros. Manuela ha meditado siglos de silencios y Doña Josefina ha rezado millares de rosarios por sus muertos. A la vuelta de todo ello, las dos están hastiadas y envejecidas y casi parecen en la inmensa casa vacia de vida, dos almas en pena, servidas por dos fantasmas que se llaman todavía Ramona y Vicente.

Pero no han pasado años, sino meses desde que Enrique dejó la vida por la muerte y María Rosa se embarcó en la arriesgada barquilla de la huida, pretendiendo burlar a su destino.

ÍFrai mentó de la novela inédita * Manuela Lj~ wón», de Felipe Ximénez de Sandoval, finalitta en el reciente « Premio Ciudad de Barcelona»).

Núm. 13

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P L A T E R O

B E R N A R D O V Í C T O R C A R A N D E

EN FAMILIA

E quedó fregando la madre. Dos colillas en el suelo. Dos colillas... «¿quién las habría

dejado?*... La husmeó antes de echarlas en el balde. Luego se levantó, a la cocina; fre­

gar mas. Silbó el vecino de enfrente que se desperezaba tarde. Silbaba mucho hoy;

por el patinillo asomóse ella, lo vio, en camiseta de invierno afelpada. Se sonreía a sf

mismo, mirándose en el espejo; se peinaba hacia atrás, se puso brillantina. Volvió la cara ella, se quedó mi­

rando a sus cincuenta años largos sobre un espejo roto. Llamaron a la puerta. Un calendario que subían para

1952 desde la imprenta del bajo. N i lo hojeó; le habían dicho que esle año sería bisiesto; y para qué. de qué.

que m i s le daba...

A la hija, a la muchacha triste, se le había quitado el frío de otros días con aquel brasero, que el dueño

de la tienda de juguetes— en e$tt segundo día ella estrenaba una falda negra ceñida — había mandado poner,

buscando un rinconcito entre la tarima de los pies, empolvada y manchada de barro. Había mirado gazapa-

mente ella, como la rata que olisqueó el queso, desde su sitio, por la vidriera del sotanillo iluminado a la calle.

en donde había joven que llevaba bigote y un hermoso abrigo amplio y negro; y ella había captado encariña-

damente un gesto instintivo de él, allá fuera, de procurar que una manga rozada en la camisa no se viese por

fuera del abrigo. Y él sin darse cuenta, siguió su camino atravesando la calle, volviendo a otra acera, en otra

esquina, y volviéndose a tirar de la manga; y ella mirando, ya sin ver nada, sólo una hoja de árbol cayéndose

en aquel espacio de calle ante la vidriera.

Y el padre, oficinista padre, que aquel día segundo también supo que era bisiesto el año, y además se

murió un hermano del dueño, cuñado del pasante primero; y como no era amigo suyo, que gruñía mucho, no

fué al pésame, y si, sin oficina, al Retiro, que estaba abierto, bonito y casi nevado. Y vio a su hijo, de quince

años, y quiso regañarle: que porque no había ido a clase, y luego si, recordó; que estaba de vacaciones todavía

y le permitió que se fumase aquel cigarrillo de sus amigos, alrededor y también fumando. Y el padre siguió

andando, por el lado izquierdo del paseo de cochee, viendo algunas parejas, pocas, con bufanda; y guardias ju­

rados de la banda y escarapela, y humo de pitillo y vaho de frió, junto saliendo por la nariz y boca. Y siguió

andando.

Luego la chica hija se lo había dicho a sí misma: «hoy estoy m i s mona que ayer*. Se lo dijo a sí misma

como un piropo, piropo único para ella, suyo. Pero se lo habla dicho tan tenuemente, que habla llegado a su

calle, atravesando las otras calles, mirando al frente, contoneándose y si, un poco ya segura de si misma, de su

cuerpo. Subió la escalera y en ella estaba su hermano, sentado acariciándose el cabello, y tonto. N o se detu­

vo, saludándolo con la mano a su cara, en una sonrisa que el hermano extrañó. Pero la muchacha se lo habla

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dicho: «estas may mona hoy» al final de su hora en la tienda, y seguía subiendo la escalera. £1 padre ya es­

taba sentado con pantallas y lela un ABC, sonriendo. Solo la madre, cosía en la cocina unas camisas, con la

mi rada ardiendo, entre el picor de la ceniza y el murmullo del ¿as, a la sombra del cacharro de las judias. Lle­

gó en sus manos la comida a la mesa, y habia polvorones.

Era la tarde en la ciudad la que llegó después a la familia. Habíase ido acabando el mediodía, como se

acaba una botella de gaseosa sola y con hambre. La hija se separó de la cintura de la madre, a la que habia es,

tiechado en su cadera encogida de estar sentada. Se separó, que veía tras el cristal y la ventana y bajando los

pisos en un suspiro, sobre.la calle, fría, bajo una acacia, al abrigo de antes, al hombre de la manga rozada. Se

lo vio, se lo quedó mirando, viendo; con unos ojos abiertos de sorpresa, y lacios. Con deseo agudo de chillar­

le abriendo las maderas, apretándose los senos, para que alzase su mirada, que debía ser blanca. Solo lo vio,

el hombre luego se fui. La madre la miró asustada, como agatrada a la pena que veía en el cuerpo de su hija.

El hermano en el retrete estaba fumando matalahúva y el padre lo olió, y se levantó de au sillón cómo­

do, suspirando.

Núm. 14

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MUESTRAS DE TEATRO

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A N T O N I O BUERO VALLEJO

LA TEJEDORA DE SUEÑOS

(Las esclavas recogen sus cosas y, después de incli­narse, salen en silencio por la izquierda. PENELO­PE se acerca a la derecha del foro y atisba por la rendija de la cortina. Comenta, con un sorprendente tono de alegría:)

PENELOPE.—Mis pretendientes terminaron su comida. Los criados devoran ahora las sobras... Hay hambre en la casa.

EURICLEA. —Ama: déjame castigar a Dione. PENELOPE.— (Sin volverse.) No. (Riendo suavemente.) El pastor Filetio me ha dicho que sólo nos

queda un rebaño... Todo lo han consumido esos hombres. EURICLEA. —¿Por qué nunca me dejas castigar a Dione? PENELOPE.—(Se vuelve sonriente.) Mi hijo Telémaco se apiadaría y la querría más. Lo sabes muy

bien, nodriza. (Brevepausa.) Cuando le autoricé su viaje por mar, en busca de su padre..., no lo hice sólo por librarle de la» celadas de ios pretendientes. Ni tampoco para que encontrase a mi esposo... No. Ulises sabría, si queria, encontrar solo el ca­mino de esta casa. (Breve pausa.) Pero había que alejarle de Dione. Y ya ves; no sirvió de nada. Y ahora me odia, lo sé...

EURICLEA.-¡Ama! PENELOPE.- -Me odia porque sabe que no quiero a esa entrometida. Y si la castigase... me odiaría

más. (Suspira.) ¡Es muy difícil ser madre, Euriclea! (Sombría.) Y más difícil aún, ser reina,

EURICLEA. —Tú sabrás, ama. Yo no soy más que una pobre mujer... PENELOPE. —Como yo. ¡Qué le vamos a hacer! Este palacio, que fue ayer de Ulises, se empobrece

hoy porque está a cargo de una débil mujer... y una ciega. EURICLEA.— (Melancólica.) Si. Hace treinta años que soy ciega. Y hace veinte que... PENELOPE.—Que soy viuda, ¿no? EURICLEA.-¡Ama! PENELOPE.—¡Dilo! Sé que todos lo dicen. EURICLEA —(Suave.) Sólo iba a decir que Ulises marchó hace veinte años a la guerra de Troya.

(Breve pausa.) Soy ciega, ama. Y casi sorda. Pero oigo a los dioses invisibles que nos rodean. Escucho los pasos fatales de las Furias vengadoras, cuando rondan esa esca­lera .. (Por la derecha.) Soy ciega, y por eso tú me pones a la puerta de tu telar, pa­ra que ni yo ninadie veamos las figuras que tejes ahí dentro... Ciegay casi sorda, ape­nas vivo... más que para ti. ( Transición.) ¡Y por eso te conozco bien! Sé que eres fuer­te y astuta como tu esposo Uli-es. ¡Astuta, muy astuta frente a los pretendientes y tú lo sabes! Y muy dura frente a otros caprichos de tu hijo. ¿Qué se te da a ti de que Telémaco guste de Dione? ¡Déjame castigarla!

PENELOPE. -No castigarás a Dione. EURICLEA. - P e r o ¿por qué? PENELOPE. -Te lo he dicho. Por Telémaco. (Pausa.)

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EURICLEA. —Tienes razón. Soy ciega. La oscuridad me aplasta y me impide comprenderte. Nada sé de ti. (Penélope la mira fijamente.) Sólo sé que ries y gimes cuando tejes. (La reina se le acerca despacio.)

PENÉLOPE.—¿Y qué más? EURICLEA.—Algo más, Ama... Sé que cuando alguna nueva desgracia nos abate... Cuando te

anuncian que se acaban las reses, o que hay que aguar el vino escaso, o que esos bandidos te robaron tus joyas, entonces...

PENÉLOPE.—(A su lado.) ¿Entonces? EURICLEA. —Entonces no gimes. Ries. PENÉLOPE.— (Retirándose, brusca, para volver al foro.) No es cierto. EURICLEA. —¡Acabas de hacerlo! Te oí reir ahora, cuando miraste a los criados en el patio. PENÉLOPE.--(Irónica.) Tus pobres oídos creen sentir muchas cosas. La risa de los dioses... y los

pasos de las Furias en la escalera. (Pausa. Ante el silencio de Euriclea, se vuelve.) ¿Qué te ocurre?

EURICLEA. —(Temblando.) Como ahora, ama... Las Furias suben... y la venganza sube con ellas. ¿No las oyes? ¡Suben! (Señala a la derecha y se enfronta con la puerta. Después de escuchar un segundo, Penélope se acerca decidida a la puerta y mira. >

PENÉLOPE.—(Sonriente.) Tranquilízate, nodriza. Sólo es Telémaco.

(TELEMACO entra cuando su madre aún no ter­minó de hablar. Es un adolescente atormentado por sus deseos de madurez, que el desvío de Dione y la burla de los pretendientes agrian.)

TELEMACO.—Y un extranjero, madre, que quiero presentarte.

(El EXTRANJERO aparece inmediatamente tras él. Es un viejo mendigo de cabellos blancos y mirada huidiza, recio, pero encogido por los reveses de la fortuna, que se apoya en un alto garrote de viaje. Ante la reina, se inclina en silencio.)

PENÉLOPE. — (A Telémaco, extrañada y altiva.) ¿Por qué? TELEMACO.—(Con acento de triunfo.) Porque trae noticias de mi padre. ¡Ulises estará pronto

aquí! ¡Este hombre lo ha visto!

(Escena del primer acto de <La Tejedora de Sueños*, drama inédito de Antonio Buero Vallejo). ~j, -

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PLATERO

R A F A E L P A R O D I

"PENUMBRA"

(Un diablo decidor, vestido de caminante, se ha despedido de Pedro, el viejo dueño de un teatro de títeres'al due acaba de hacer un enred'o).

Pedro Es tá visto que nunca se debe andar en línea recta. Diablo ¿Que estás diciendo? La línea recta es lo más serio que hay: es obra del

Supremo Hacedor.

Pedro N o lo había oído decir. Diablo A b . Deberías saber que los orígenes de la geometría están en un pugi­

lato entre Dios y mi A m o .

Pedro ( Intentando retenerle).—¡Si me quisierais ilustrar un poco!... Diablo Vaya... Será la úl t ima historia que te cuente. (Se quita la capa) Ea, pues

u n día Dios creó la línea recta, perfecta, infinita. Y l lamando a mi A m o se la mostró, diciéndole: «Esta línea marcará al hombre el camino a seguir en la Vida. Con ella, tendida, separaré el espectáculo del mar de la grandeza de los cielos. Indicará también, en verticalidad, la caída de los cuerpos».

Pedro iY qué más? Diablo Cuando mi A m o oyó lo de la caída de los cuerpos, quedó ya compla­

cido. Y despidiéndose del Señor, se hundió en la oscuridad. A l amane­cer se presentó nuevamente ante Dios, con las manos en la espalda, como ocultando algo: «Señor Todopoderoso, mira lo que h ice anoche». Y mostró la línea quebrada. «¿Te gusta? Es tu misma línea recta, pero quitándole monotonía», Díjole Dios: «Mucho te conozco para que pue­das engañarme. Te ha molestado, ángel negro, te ha molestado la suce­sión de puntos alineados, sumisos»... «No, Señor, nó; es que así marco yo los vericuetos de mis intervenciones». Y entonces...

Pedro iSoís estupendo cuando cogéis la palabra! Diablo ...entonces, y termino, Dios trazó en el éter, con su divino dedo, un

t r iángulo equilátero que allí quedó, plasmado y visible. Le miró mi

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A m o , absorto y quedo, bas ta due rompió el silencio. «Bello. ¡Muy bello!». Dios le manifestó: «Con él podrá explicarse el misterio de mi t r inidad: tres lados, en todo iguales, pero u n a sola figura». Se retiró mi A m o , cabizbajo, al Caos . Y allí permaneció a la luenga, pensando en hacer algo que al Creador pasmase . Y después de mucho , mucho , m u ­cho t iempo, u n a noche, g i rando desesperadamente sobre sí mismo, vio la trayectoria de su rabo en el aire: hab ía descubierto la circunferencia.

Pedro <¡En el infierno lleváis rabo? Diablo ¡Que siempre hayas de interrumpirme!. . . C o n su descubrimiento, corrió

el R e y de las Tin ieblas a la Glor ia : «Señor, Señor, te he superado.. . ¡Mi circunferencia es maravillosa!» E l Creador le miró compasivo. Y mi A m o : «Llama a tus arcángeles, a tu s potestades, a u n dorado serafín, a u n dulce t rono , a quien T u quieras. Y que decida». «Estás ofuscado» Lucifer. N o h a s hecho m á s que el borde de las esferas celestes con las que decoré el firmamento. S in embargo, m i t r iángulo lleno está de p ro ­piedades que descubri rán los hombres ; entre ellas, que sea cual fuere la forma que adopte , va ldrá dos rectos, o sea, u n ángulo l lano , que, a la postre es la imagen de mi l ínea recta». R u g i ó Lucifer, y desapareció de su vista .

¿Y acabó la presente his tor ia? A ú n tengo que decirte la moraleja endiablada desto. M i A m o , avergon­zado y fallido, cogió u n t r iángulo de Dios y para escarnio le llevó a la logia. D ios misericordioso puso la circunferencia en los al tares, sobre la cabeza de sus santos . ¿ Q u é te parece?

A s í , todo lo t u y o . Ingenioso y artificial. Pero algo me decía que debía retenerte u n poco. Y lo he conseguido. ¿ Q u é esperabas? ( E n la puer ta suenan u n a s a ldabadas) .

¡Y qué se yol «¿Se sabe a lguna vez lo que se espera? Acaso esta l lamada.. .

(Escena del tercer acto de «Penumbra», farsa nocturna de Rafael Parodi)-

Núm. 9

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ESTUDIOS

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PLATERO

R I C A R D O G U L L O N

In vestigaciones en torno a C^aaalso.

L a profesora norteamericana Edith F. Helman (ilustre hispanista, autora de una excelente tesis sobre «Valera, critico» y traductora de Pedro Salinas) define al Coronel Cadalso con un haz de expresivas

antítesis: «racionalista sentimental, europeizante profundamente español, neo-clásico por cultura y teoria de escuela, pero romántico en la práctica de la vida». Y en su introducción a las Noches lúgubres, publicadas conforme a la primera edición recientemente descubierta por ella en el tomo VI del Correo de Madrid (1789-90), traza del simpático personaje un retrato exacto.

Don Joseph Cadalso es una de las figuras más atractivas de nuestra literatura. Hijo de vasco y gaditana, nació en Cádiz el 8 de Octubre de l 74 t y estudió allí primeras letras en el colegio de los padres Jesuítas. Via­jero curioso, erudito e inteligente, la estancia en París y Londres le ayudó a depurar su sensibilidad. El amor por la famosa actriz María Ignacia Ibáñez —la Filis cantada por Moratín—, la tentativa de desenterrar el ca­dáver de la amante, muerta en la flor de su belleza, y la muerte en acción de guerra ante Gibraltar, cuando el bloqueo de esta plaza, en l 78 í , convirtieron al humanista Cadalso en figura con halo novelesco; en torno a su persona y a su obra creció una leyenda que, como todas está forjada con datos reales y elementos fantásticos. Conviene despejar las incógnitas que le rodean, y en conseguirlo se esfuerza hace tiempo un selecto grupo de eruditos, del que forma parte la Profesora Helman.

La diligencia de tan perspicaz investigadora no sólo le deparó el hallazgo de la primera versión de las Noches, sino el de algunos documentos interesantes que, al concretar las incidencias del proceso inquisitorial seguido contra esta obra, proporcionan plausible explicación de las razones que pudieron mover a sus defenso­res para añadir a la Noche tercera, desde la edición l 8 l 5 , la conclusión moralizante cuya autenticidad se dis­cute.

Edith F. Helman subraya el debate íntimo perceptible en la conciencia de Cadalso: «el conflicto cjue a menudo surgía entre sus sentimientos y sus ideas, entre sus creencias y sus opiniones; por una parte, su creen­cia profunda e irracional en el heroísmo y su acendrado patriotismo, y, por otra, el humanitarismo racionalis­ta y su cosmopolitismo, adquiridos en lecturas y viajes». Quedaba en él un fondo de iberismo que como en tantos otros españoles europeizantes, se encrespaba súbitamente, pero su figura es la de un disconforme y se reveló con la mejor exactitud en las Cartas marruecas. Acertaron los noventayochistas al contarle entre los precursores.

Las Noches lúgubres me parecen uno de los documentos más curiosos del preromanticismo español. Ca­dalso vaciló constantemente entre consentirse la plena expansión de sus imaginaciones o sujetarlas con bridas racionales. Tuvo en sus manos un tema apropiado para dejarse arrastrar a los llamados «estravíos» de escuela^ pero su condición escéptica, revelada en distintos pasos de la obra, le impidió dar al asunto un desarrollo en consonancia con el arrebatado espíritu del protagonista. Este podrá ser un exaltado, pero no es un visionario.

La edición presentada por la señora Helman (Colección «El viento Sur») incluye, además del original de las Noches lúgubres según apareció en el Correo de Madrid, relación de las variantes registradas respecto a im­presiones posteriores, extensa lista de ediciones, la famosa carta, atribuida a un amigo del autor, en que se re­sumen los amores de Cadalso con María Ignacia Ibáñez, la conclusión de la Noche tercera, la Noche cuarta una carta de Cadalso al Conde Floridablanca y fragmentos de la denuncia de las Noches a la Inquisición de Córdoba. Estos últimos documentos se reproducen en facsímil, y del mismo modo se insertan portadas y pá­ginas de diversas ediciones, a partir de la original.

A todo ello antepone la editora un estudio detallado y ameno que comprende tres partes: sucinta y no insuficiente síntesis biográfica de Cadalso, análisis de las Noches lúgubres e historia del texto de ellas. Cadal­so queda notado como «romántico antes del romanticismo» y las Noches como pieza romántica. Si la primera

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aseveración es discutible, la segunda es menos dudosa en cuanto se acepte el carácter apócrifo de la conclusión añadida a la tercera noche, siquiera algunas frases de Tediato (las amonestaciones al sepulturero por su miedo a los fantasmas) revelan actitud racionalista. Otros fragmentos son netalmente románticos y recuerdan las in­venciones de los escritores alemanes de aquel tiempo, aunque al buscar una explicación lógica a hechos de apa­riencia fantástica (el misterioso bulto es simplemente un perro desnutrido), el autor hace dudar de su concien­cia «romántica».

Para considerar como obra romántica las Noches lúgubres —y no sólo pre-romántica— conforme hace la profesora Helman, sería preciso resolver dos problemas. El primero, relativo a la conclusión de la Noche tercera, no es fácil darlo por zanjado, pues aún aceptando con la editora la falsedad de la conocida, parece que el texto reputado auténtico está incompleto y no sabemos cual fuere su verdadero final ni cuales las conclu­siones que de él pudieran deducirse. El segundo fué planteado por Montesinos en un ensayo, magnífico de sen­sibilidad y agudeza, Cadalso o ¡a noche cerrada (publicado en Cruz y raya, 1934,) y consiste en determinar si el sentimiento expresado en las Noches es auténtico o se trata de una superchería,una simple imitación de los Pensamientos Nocturnos de Young. N o me ha sido posible cotejar ambas obras, pero del examen realizado por la profesora Helman se deduce que la tristeza de Cadalso, tan exasperada y dramájtica, dista bastante de la apacible melancolía del inglés.

Ulteriores investigaciones en la vida de Cadalso y el conocimiento de cartas y papeles todavía no publi­cados, servirán para precisar puntos oscuros de su biografía, harto velada e insegura. Si algún día se demues­tra la realidad de los hechos narrados en la carta de un amigo del autor sobre las supuestas tentativas de ex­humación del cadáver de María Ignacia Ibáñez, la tesis de Edith F. Helman resultaría inatacable. La cuestión estriba en saber si las Noches aluden a un episodio real o si la leyenda del desenterramiento arrancó precisa­mente de la publicación de esta obra. Es de creer que no tardará en dilucidarse pues no han de faltar nuevos estudios de quien, en muerte como en vida, acertó a granjearse fieles amigos..

Santander,' l9Sz

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P L A T E R O

J O S É L U I S C A N O

PRISIÓN Y POESÍA

(Un tema en la poesía de Luis CernudaJ

E N su primera ¿poca, que podríamos encuadrar entre 1926 y 1936, la poesía de Luis Cernada insiste en un tema característicamente romántico, aunque en todos los tiempos pueda baber poeta» que lo expresen. Me refiero a la juventud que siente como los muros de una prisión—invisible prisión—impiden la libertad de s u deseo y de su amor, la realización de sus sueños. E l adolescente que sueña la vida como embeleso inagota­ble, se encuentra muy pronto con que sus deseos tropiezan con los muros de una realidad invencible, que no es la hermosa realidad soñada. Esos muros se alzan contra un afán de verdad y de dicha, que la juventud yergue como una llama, y que m u y pronto una sucia realidad enturbia y abate. E n ellos, el poeta simboliza la fealdad, la vulgaridad y la injusticia del mundo. U n mundo hostil al alma pura. U n a realidad que pronto se odia. E l poeta que asi ve derrumbado un sueño, se parece al enamorado que ha creído en la pureza y hermo­sura de su diosa, y luego ha podido comprobar su fealdad de alma, de cuerpo-

Aquel afán por la libertad de los deseo» se insinúa ya en el reino vago e indeciso de la adolescencia. La majen de la prisión que se opone a esa libertad está en una de las primeras poesías de Cernada:

El afán entre muros, debatiéndose aislado, sin ayer ni mañana, yace en un limbo extático.

E n otra poesía inicial , el poeta rechaza eso» muros que presiente sitiando sus deseos:

Existo, bien lo sé, Mas no Quiero estos muros, porque le transparenta aire infiel a si mismo, el mundo a mis sentidos ni esas ramas que cantan su amorosa presencia. en el aire dormido.

Los muros se alzan implacables, y el poeta ya no ve en la vida sino a ellos:

Los muros nada más. Yace la vida inerte, sin vida, sin ruido, sin palabras crueles.

La imagen de la prisión vuelve a aparecer en el primer poema—Homenaje—del segundo l ibio del poeta:

Ni mirto ni laurel. Fatal extiende su frontera insaciable el vasto muro por ¡a tiniebla fúnebre. En lo oscuro todo vibrante un claro son asciende.

Y en Égloga, parte central del l ibio:

¿Y qué invisible muro su frontera más triste gravemente levantat

Pero éste es el muro de la noche cuya oscuridad ensordece la celeste voz de la belleza. La noche es pri­s ión también, y su oscura frontera hace aun más vivos lo» deseo». E n Donde habite el olvido, uno de los libros centrales de Cernuda, confiesa el poeta:

Fui niño prjfioncro entre muros cambiantes.

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Y a ese mismo libro pertenece un poema capital de la poesía de Cerno da, por lo menos de la de su pri­mera época. Su tema es también el de la prisión que se alza contra la libertad del amor. £1 tema llena todo el poema, y éste expresa patéticamente la trágica impotencia del deseo:

El invisible muro entre loa brazos todos, entre ¡os cuerpos todos, islas de maldad irrisoria.

No hay besos, sino losas; no hay amor, sino losas tantas veces medidas por el paso febril del prisionero.

Quizá el aire afuera suene cantando al mundo el himno de la fiel alegría; quizá, glorias enajenadas, alas radiantes pasen.

Un deseo inmenso,

afán de una verdad, bate contra los muros, bate contra la carne como un mar entre hierros.

Ávidos un momento unos ojos se alzan hacia el rayo del día, relámpago cobrizo victorioso con su espada tan alta.

Entre piedras de sombra, de ira, llanto, olvido, alienta la verdad. La prisión. La prisión viva.

¿Cómo no recordar a Holderlin, sediento de belleza, sintiéndose como en una cárcel entre los muros de la Fundición de Tubinga? También Holderlin en la época febril de su juventud, como tantos otros adolescentes de todos los tiempos y lugares, vela alzarse muros <Jue cercaban implacables sus deseos y sueños:

¡Ay de mil ¿Dónde cogeré yo cuando llegue el invierno, las flores? ¿Dónde el rayo del sol, las sombras de la tierra? Los muros se alzan mudos y fríos, y al vierit* rechinan las banderas.

De esos grises muros, que el deseo y el amor aprisionan, sólo el amor mismo puede escapar y levantar, sobre los aires, desde la carne misma, su libertad soñada, como otra bandera de la sangre. Pero el deseo, ya libre de la prisión inicial, ¿no se siente otra vez preso cuando en amor se transforma? £1 mismo Cernuda nos lo dirá en otros versos:

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oir sin escalofrío.

Versos que recuerdan los de un bello soneto de Villamediana, poco conocido:

Esta Aecha de amor con <jue atraviesa de parte a parte el corazón rendido, de tan gloriosa causa ha procedido que me siento morir y no me pesa. Ya el alma en su tormento no confiesa sino su cautiverio apetecido, pues con aprobación de mi sentido funda su libertad en estar presa.

Hay otra prisión no menos invencible que la de los deseos: la cárcel del tiempo, la prisión de las horas. De ella, sólo el amor puede abrir las puertas. Así dice Cernuda en su Elegía Anticipada, dirigiéndose a los amantes:

Libres vosotros del espacio humano del tiempo quebrantasteis las prisiones.

SL Sólo el amor, con sus aéreas alas, puede cruzar misteriosamente esos muros que se le oponen: la realidad y el tiempo. Aunque el amor mismo sea tantas veces otra prisión, y más trágica, como la mejor poesía de Cernuda nos recuerda.

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JOSÉ M. RODRI

CATALUÑA Y SU En las regiones de lenguaje bilingüe es

particularmente difícil enfrentarse! con u lite­ratura por la casi imposibilidad de dar una nota de conjunto. Y si hoy es difidl redu­cir a la unidad el atomismo literario referente a un solo idioma, imagínense lo que supone pre­tender resumir <en corto espacio el significado de dos corrientes tan opuestas como la poesía castellana escrita ett Cataluña y la poesía ver­nácula catalana. Hay que caer por fuerza en (a inelegancia de la relación estadística de poetas y obras. De modo que la sota insinua­ción de un matiz unificador debe darnos por satfsfchos.

La primera nota, que me sorprenda) al ini­ciarme en la poesía catalana vernácula fué la facilidad lingüistica del hombre catalán. Aca­so, como el alemán, ej catalán tenga particu­lares dotes de filólogo debido a su facilidad de abstracción. Facilidad de abstracción necesaria para ver objetivamente algo tan cerca del su­jeto como es el propio lenguaje. También aquí es posible que obren fuerzas extrañas de evo­lución, ya que el catalán literario, como len­guaje, es de creación reciente, está en él prin­cipio de su desarrollo.

Pues bien, Cataluña en su lenguaje lite­rario aún lucha por la grandeza y tiene tan buenos guerreros como: J. V. Fóix, Salvat Papasseit. Cirios Riba, Segarra, López Pico, Espriú, Triadú,'Torna* Garcés entre los viejos. Entre los más jóvenes: Albert Manént, Jordi Cots, Brossa, Juan Garrabou, Raventós, etcé­tera... Nombres sacados de la memoria Sin orden de preferencia y con el dolor de tener ls intuición de dejar en el olvido a muchos otros.

Maduro ei idioma en su etapa épica a tra­vés de "La Atlántida" de Verdaguer permanece aún niño en la lírica; pues ésta aun se reman­sa en el bucoiismo y la égloga. El paisaje: campo, cíelo, luz, olivos, ej mar traspasa la poesía lírica hasta darla un tono monótono acentuado por el matiz patriarcal de la vida catalana. Esto produce un cargado neotro-mantidsmo.

Pero para obviar esta dificultad—que con. sideran los poetas catalanes como su mayor vicio—también existe un deseo de universali­dad y cosmopolitismo—por la cercanía unifl-cadora del Mare Nostrum—que produce una

PLATERO

GUEZ MÉNDEZ

POESÍA ACTUAL gran asimilación de movimientos modernistas europeos: Dadaísmo, Ultraísmo, Surrealismo y, últimamente, el tremendismo existenclallsta. De modo que al producirse ei equilibrio entre la corriente bucólica y lo modernista nace la gran poesía catalana representada por el triunvirato i. V. Fóix, Carlos Riba y José Ma. ria de Segarra.

J. V. Fóix, considerado como surrealista, no deja sin embargo de alimentar un sentido pagano, puramente provenzal en sus hondos poemas dasfcistas—de on puro clasicismo— en cuanto a la forma y de lingüistica cuidada intuitivamente. J. V. Fóix, uno de los "Amlcs de las Arts", ha paseado su perfil mediterrá­neo desde Gerona a Tarragona, recogiendo «1 giro de] lenguaje y conservándole del mal uso que hace el payés catalán o la vendedora del "Mercat del Born". El sentido provenzal afrancesado le lleva a una ironía estudiada, a cierto anarquismo ideológico con un gusto es­pecial por lo sentimental caricaturesco, aunque esto ha sido nota más fundamental del más joven del grupo de catalanes mayores: Salva­dor Espriú en sus recientes "Cansons a Adriad. ne". J. V. Fóix publicó un tomo de sonetos, "Sol 1 de Ool", que le eleva i r cielo poético propio en el que se señala un paisaje de lineas rectilíneas, simétricas, donde danza la alegría un poco espesa de su sangre catalana, rica de vino y tierra. Ciclo continuado satisfactoria­mente en "Les Irreales Omeges".

Carlos Riba, sin embargo, es el prototipo del hombre de cultura unfversil, poeta abs. tracto, no tiene otro enlace con Cataluña que su lenguaje. Educado en Alemania y formado en la cultura germánica, quizás con una afi­nidad racial, da a la poesía catalana una gran hondura trascendente. También ha introduci­do una forma poética japonesa: '1.a Tanka", composición breve, de gran profundidad poé­tica, que ha cultivado por su gran anhelo de medir posihilidaries al lengua}» catalán.

José María de Segarra es «l más popular de los poetas catalanes, el que ha calado más en el pueblo. Hombre de enorme cabeza y corpulencia, de perfil romano asimismo, con ef Mediterráneo presente ante sus ojos. Cultiva la épica en su inacabado poema "Montserrat". La lírica, de acento neopopular, de delicioso romance musical, la recoge «n varios tomos,

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entre ellos el conocidísimo "Cansons de Rem y de Vela", de finísimo juego. Además ha tra­ducido en verso "La Divina Comedia", ha es» crito infinidad de obras de teatro poético—es el primer autor dramático catalán contempo. raneo—y hace algunos años con su novela "Vida Privada", descripción Hel de personajes vivientes produjo un gran escárdalo por su crudeza, hasta el punto de ser perseguida la edición y retirada, lo que hace que hoy dia aún se paguen grandes cantidades por uno de los pocos ejemplares salvados, lo que acaba de suceder recientemente con su traducción de "La Divina Comedia". Y últimamente, ha em­prendido el gran trabajo de traducir todo Sha­kespeare. Por su gran capacidad y su indiscu­tible talento, Segarra está considerado y respe­tado como «1 más grande de los literatos ca­talanes de la actualidad.

Entre los poetas muertos hay una persona­lidad interesante como e$ la de Salvat Papas-seit, que puede considerarse rl García Lorca catalán, poeta de travesura, de alegría, de juego inocente a veces, a veces satírico y cruel, con una gran profundidad vital y una ideología anarquista muy frecuente en los ar­tistas catalanes.

En cuanto a los jóvenes lo mismo que su. cede en la poesía castellana, se nota un des­censo de calidad, aún considera do sus posi­bilidades. Albert Manent, hijo d«l otro gran poeta, Mario Manent, cultiva cierto cladsismo formal y una hondura trascendente, ecléctica entre la solidez germánica ás Riba y la sua. vidad mediterránea de Fóix o de Segarra.

Discípulo más directo de Riba es Jordi Cots, creador de una poesía kantiana, cientí­fica, desnuda de toda accesori-rdad, recta, dis­ciplinada intuitivamente la pasión romántica que le conmueve en su libro "Fidelitat" o «1 trágico matiz angustioso que desconcierta.

En la recientemente publicada "Antología Poética Universitaria" destaca asimismo Juan Garrabou, que inicia una vuelta a la poesía épica, en ciertos aspectos, y a la musicalidad del lenguaje, no sin olvidar la trascendencia y la solidez, coi lo que llega a una síntesis de forma, fondo y espíritu muy (stimables.

En cuanto a la poesía castellana que se escribe en Cataluña está en tan abierta oposi. clon como las ideologías castellanas y catala­nas, más opuestas de lo que pare*. Son dos rectas que se cortan, pero que nunca llegarían a ir paralelas.

Por su situación fronteriza y Su personali­dad universalista, Barcelona ha sido un gran foco de recepción de las corrientes uitrafron-terizas. Asi sucede actualmente con el "super­realismo", ya que un grupo poético Impor-

PLATERO tantísimo, el integrado por los poetas Julio Garcés, Juan Eduardo Cirlot, Manuel Segala y Alfonso Pintó vive bajo ese signo, si bien ei surrealismo de los tres primeros tiene un ca. rácter personal y neorromántico. que han dado en llamar "Neosobrerreallsmo". Asi e» ia "Nu-manda" de Gircés o en el "Canto "e la Vida Muerta" de C'riot, aunque este último haya evolucionado hoy hacia un intimismo de honda raíz (Lillith).

Como figura aislada, hay que considerar también el gran poeta Fernando Gutiérrez, que últimamente acaba de obtener el premio de poesías "Ciudad de Barcelona" que ha estable­cido el Ayuntamiento de la Ciudad Condal pa­ra el mejor libro de poesía por el titulado "Anteo e Isolda", poema de enorme trascen­dencia en que el tono intimista-trascendente típico de Gutiérrez se combina con una épica novísima, punto, con una amargura angustiosa de carácter existencialista, pero suavizado to. do ello por la gran belleza del lenguaje de Fernando Gutiérrez.

Y £1 último grupo catalán, el más joven, el integrado por la personalidad fallecida del gran mediterráneo Jorge Folch cuya Inmensa obra es hoy continuada por sus discípulos Al­berto Oliart, Carlos Barra! y Jaime Ferrán, se inclina hacia un paganismo mediterráneo y un canto exaltado a la vida para salvarse de la certeza terrible de la muerte, o en otras pala­bras, el problema de la angustia existen, cialista.

Alrededor de la desaparecida revista joven "Verde Viento" se dio a conocer el poeta Mi­guel de la Villa, de cierto patetismo desgarra, do que recuerda a Rimbaud.

No debemos olvidar a las' poetas barcelo­nesas aunque sólo jsea por su aproximación a la poesía castellana, grupo importantísimo in­tegrado por Carmen Sender, que también hizo su aparición en "Verde Viento", de una gran profundidad filosófica unido a una imagen di­recta y muy eficaz o mejor dicho, productiva, por Susana March, apasionada tremendista, y por Ana Inés Bonnin, feliz cantadora del mi­lagro de la vida y del amor (quizás recuerde a Gertrudis Gómez de Avellaneda, aunque sea sólo por su origen Centroamericano). Y tam­poco debemos olvidar a dos poetas retiradas del trabajo: María Marcela S. Coquillat, deHe-liz memoria para todos en su aportación a la revista "Garciiaso" y la hoy ilustre novelista Ellisabeth Mulder, que un tiempo creó una personalisima poesía modernista.

Este es el esquema, que a grandes rasgos, puede hacerse del gran movimiento literario catalán en su variedad bilingüe.

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FRAGMENTOS DEL «DIARIO» DE CARLOS EDMUNDO DE ORY

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PLATERO

C A R L O S E D M U N D O DE O R Y

rragmentos de Uiéirio

Poesía Onega y Poesía Romántica

(Cultura griega y Edad moderna)

E L arte griego, su poesía misma, era impresionantemente objetiva, se confundía tanto con el objeto que no le era dado al artista y al poeta figurar con su obra como no fuese sólo en condición de olvidado de

sí mismo, aunque fuese en ese olvido donde habría de estar presente. En esta clase de fusión, característica de lo griego, radica la verdadera pasión, el verdadero amor por la belleza de una época artística triunfante como es la griega. «Este olvido de sí mismo —dice Richter—es a veces en los griegos realmente conmovedor; aun en este caso en que el artista recuerda de sí mismo, pero solamente como al objeto de un objeto».

En cambio, la poesía moderna, en contraposición a la antigua, está falta de objetos. Por eso se basa en la subjetividad. Es una poesía sentimental. Una poesía del yo analítico y psicológico. Tiene por tanto los ojos cerrados a la naturaleza.

La diferencia de la poesía griega con la moderna o romántica se observa en que la primera tomaba su materia de la vida, veía la vida—como dice Richter—«y vivía por sí misma. Veía las guerras, los países, las estaciones y no las leía*. En cambio, la poesía posterior habría de leer la vida en los libros y habría de imitar la belleza de los griegos.

Creo que no sería un pensamiento inexacto decir que la poesía, o en general el arte griego, nace y se inspira en el hombre y en su carácter divino, o bien de los mismos dioses que deparan la más grande serenidad y confieren al ser humano sus cualidades eternas, mientras que, por otro lado, la poesía del Romanticismo florece con el descubrimiento cristiano de la mujer, como fuente elevada de amor. Richter hace notar que Bon-terwch «señalaba como madre de la poesía romántica más meridional y antigua, la estimación mayor hacia las mujeres, procedente de los antiguos germanos, y por consiguiente la forma más espiritual del amor».

(2-XII-So)

A r t e {:>or el espíritu

NO creo en la obra de arte que no consigue el poder de una espiritualidad. No hay arte sin espiritualidad. E l arte debe de nacer de una alta teoría del hombre grande, esto es, debe renacer merced a una concep­

ción de la vida. Todo lo que no es, en la obra de arte, profundo, substancial y verdadero, es falseamiento del arte, es

vana fantasía sin principios básicos, ingenio insubstancial, superficialidad sin objeto. La filosofía ha de servir de base al artista para fundar su realidad viviente estética, su mundo ideal, su

idea de las ideas. (12-XII-50)

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Sobre el C me

E D A D Media! ¡Edad Media! Me meto en el cine, de tarde, solo o con alguien, muchacha o muchacho, y me siento, me creo en pleno medievalismo animalizado; hundido hasta las orejas (recuérdese a Juna) en

un cálido baño mágico de sentimentalidad religiosa hacia la vida, ¡Siento eso! Me siento cósmico cuando, en mi butaca de cine, veo la vida vestida de muerte que pasa, en su carrera de luces blancas y negros, ante nues­tros ojos de muertos, en la oscuridad llenos de vida. ¡Siento eso! Aparte de que las películas son acostumbrada­mente malas. (Esto es a veces interesante). Lo que me gusta del cine es su especie de clandestinidad, de misa de cabezas (eso se ve cuando el acomodador, delante-de nosotros, enfoca su linterna); cabezas que están en ese momento llenas de la fiebre del cine. Nunca, en ningún tiempo de la historia, se reunió pacíficamente tanto «grupo» en la oscuridad.

(3-1-51)

Núm. 12

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ÍNDICE ALFABÉTICO GENERAL DE AUTORES EN LA SEGUNDA ÉPOCA DE LA REVISTA E ÍNDICE DE LOS TRABAJOS CONTENIDOS EN ESTE LIBRO

Las cifras que siguen a los nombres de autores corresponden a los números en que colaboraron con trabajos de creación, traducción, crítica o recensión, indistintamente.

En cursiva, y entre paréntesis, se detalla la situación de los textos contenidos en este libro.

ACIN, Sol. Núm. 11. {Pág. 11.) ACQUARONI, José Luis. Núms. 2, 6, 8, 10 y 18. (Pág. 205.) ALBERTI, Rafael. Núms. 14 y 22. {Pág. 61.) ALCAIDE SÁNCHEZ, Juan. Núms. 3 y 8. {Pág. 12.) ALEIXANDRE, Vicente. Núms. 11 y 17. {Págs. 13 y 199.) ALVAREZ ORTEGA, Manuel. Núm. 13. {Pág. 15.) ARAGONÉS, Juan Emilio. Núm. 9. {Pág. 16.) ARDOY, Pedro. Núms. 1, 3, 6, 11 y 16. {Pág. 11.) ARTECHE, Miguel. Núm. 7 {Pág. 161.) AVEZUELA, Manuel. Núm. 13 (Pág. 135.)

BAENA, Antonio Luis. Núms. 7 y 14. (Pág. 136.) BARBADILLO, Manuel. Núm. 2. (Pág. 131.) BOUSOÑO, Carlos. Núm. 16. (Pág. 18.) BUERO VALLEJO, Antonio. Núm. 7. (Pág. 219.) BUSUIOCEANU, Alejandro. Núms. 3, 14 y 23. (119.)

CABALLERO BONALD, José Manuel. Núms. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 8, 9, 12 y 18. (Pág. 138.) CAJINA-VEGA, Mario. Núms. 8, 10 y 12. (Pág. 169.) CAMPUZANO, Juan Antonio. Núms. 14 y 16. (Pág. 140.) CANO, José Luis. Núms. 4, 10 y 18. (Pág. 221.) CAPOTE, Higinio. Núm. 24. (Pág. 141.) CARANDE, Bernardo Víctor. Núms. 14, 19 y 21. (Pág. 215.) CARRANZA, Eduardo. Núm. 18 (Pág. 168.) CARRIEDO, Gabino Alejandro. Núms. 2, 4 y 11. (Pág. 19.) CELA, Camilo José. Núm. 17 (Pág. 209.) CELA YA, Gabriel. Núm. 9. (Pág. 80.) CIRLOT, Juan Eduardo. Núm. 3. (Pág. 81.) CONDE, Carmen. Núms. 2, 8 y 19. (Pág. 82.) COTE LAMUS, Eduardo. Núm. 6. (Pág. 110.) CRESPO, Ángel. Núms. 2, 5, 10 y 15. (Pág. 83.) CUEVAS, Jesús de las. Núms. 1, 4 y 13. (Pág. 142.)

DIEGO, Gerardo. Núm. 14. (Pág. 84.) DUQUE, Aquilino. Núms. 1, 6, 9, 11, 20 y 24. (Pág. 85.)

ELIOT, T. S. Núms. 16 y 18. (Pág. 180.) ELUARD, Paul. Núms. 21 y 24. (Pág. 181.)

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FERNANDEZ MOLINA, Antonio. Núm. 13. (Pág. 86.) FERNANDEZ SPENCER, Antonio. Núms. 15, 17 y 20. (Pág. 172.) FIGUERA AYMERICH, Angela. Núms. 5 y 10. (Pág. 87.)

GALA, Antonio. Núms. 5, 7, 12, 15 y 21. (Pág. 88.) GARCÍA BAENA, Pablo. Núm. 10. (Pág. 91.) GARCÍA MOREJON, Julio. Núm. 5. (Pág. 92.) GARFIAS, Francisco. Núms. 7, 11 y 16. (Pág. 93.) GATELL, Angelina. Núm. 10. (Pág. 94.) GIL ALBERT, Juan. Núms. 16 y 19. (Pág. 65.) GÓMEZ, Gaspar Moisés. Núms. 8 y 15. (Pág. 95.) GOMIS, Lorenzo. Núm. 11 (Pág. 96.) GONZÁLEZ ESTRADA, Joaquín. Núm. 3. (Pág. 97.) GULLON, Ricardo. Núm. 15 (Pág. 226.) GUTIÉRREZ, Juan Francisco. Núm. 12. (Pág. 173.)

HIERRO, José. Núm. 16. (Pág. 98.)

JAUME, Rafael. Núm. 11. (Pág. 99.) JIMÉNEZ, Juan Ramón. Núms. 5, 18, 19, 20, 21, 22, 23 y 24. (Págs. 59 y 207.) JOUVE, Pierrejean. Núm. 23. (Pág. 185.)

LABORDETA, Miguel. Núm. 13. (Pág. 101.) LAREDO, Alonso. Núm. 15. (Pág. 174.) LEY, Charles David. Núm. 11. (Pág. 188.) LONGFELLOW, Henry Wadsworth. Núm. 19. (Pág. 189.) LÓPEZ ANGLADA, Luis. Núm. 16. (Pág. 143.) LÓPEZ GORGE, Jacinto. Núm. 10. (Pág. 102.) LUIS, Leopoldo de. Núms. 5 y 12. (Pág. 103.)

MALLARME, Stephane. Núms. 4 y 13. (Pág. 190.) MARCH, Susana. Núms. 12 y 15. (Pág. 104.) MARISCAL, Julio. Núms. 1 al 24 excepto 4, 6 al 10, 12 y 23. (Pág. 144.) MARTEL, Jerónimo. Núms. 1 y 7. (Pág. 145.) MARTÍNEZ DEL CERRO, Miguel. Núms. 1, 5, 10 y 15. (Pág. 146.) MEJIA SÁNCHEZ, Ernesto. Núm. 17. (Pág. 175.) MERCADER, Trina. Núms. 2, 4 y 14. (Pág. 105.) MILLA, Antonio. Núm. 6. (Pág. 106.) MOLINA, Ricardo. Núms. 1, 6 y 14. (Pág. 107.) MUELAS, Federico. Núm. 4. (Pág. 109.) M U Ñ O Z ROJAS, José Antonio. Núms. 4, 7, 17, 21 y 24. (Pág. 110.) MURCIANO, Antonio. Núms. 1, 4, 9 y 13. (Pág. 147.) MURCIANO, Carlos. Núms. 2 y 8. (Pág. 148.)

NORA, Eugenio de. Núm. 18. (Pág. 68.)

ORY, Carlos Edmundo de. Núms. 3, 6, 10 al 13, 16 y 20 al 23. (Págs. 149 y 233.) OSORIO, Guillermo. Núm. 3. (Pág. 112.) OTERO, Blas de. Núms. 8, 9, 16, 23 y 24. (Pág. 113.)

PACHECO, Manuel. Núms. 5 y 7. (Pág. 117.) PARODI, Rafael. Núm. 9. (Pág. 221.) PAZ PASAMAR, Pilar. Todos excepto 3, 5, 7, 12, 13, 16, 20 y 24. (Pág. 152.) PEMAN, José María. Núms. 3, 10, 15, 20 y 24. (Pág. 154.)

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PEREZ-CLOTET, Pedro. Núms. 9 y 13. (Pág. 156.) PILARES, Manuel. Nüm. 6. (Pág. 118.) PINILLOS, Manuel. Núm. 12. (Pág. 119.) PINTÓ, Alfonso. Núms. 5 y 16. (Pág. 120.) PLEGUEZUELO, Francisco. Núms. 1, 2, 4, 5, 7, 10, 12, 14, 16, 18, 21 y 24. (Pág. 157.) PORTILLO, Guillermo. Núm. 8. (Pág. 158.) PRO HESLES, Serafín. Núms. 1 al 24 excepto núm. 4. (Pág. 211.)

QUENNELL, Peter. Núm. 14. (Pág. 212.) QUIÑONES, Fernando. Núms. del 1 al 24. (Págs. 159 y 200.)

RIMBAUD, Arthur. Núm. 13. (Pág. 191.) RODRÍGUEZ MÉNDEZ, José M. \ Núms. 5, 6, 8, 9, 12, 15, 16, 17, 19, 20 y 23. (Págs. 121 y 229.) ROSALES, Luis. Núm. 15. (Pág. 201.) RUIZ, Juan de Dios. Núm. 16. (Pág. 160.)

SALINAS, Pedro. Núm. 17. (Pág. 64.) SALINAS, María Victoria de. Núms. 8 y 15. (Pág. 123.) SALOMÓN, Carlos. Núm. 10. (Pág. 124.) SCHRÓDER, J. G. Núms. 8 y 13. (Pág. 125.) SEGOVIA, Tomás. Núm. 19. (Pág. 67.) SERVANDO, Guillermo. Núm. 20. (Pág. 126.) SHELLEY, Percy B. 24. (Pág. 192.) SORDO LAMADRID, Felipe. Núms. del 1 al 24, excepto núm. 4. (Pág. 161.)

TEJADA, José Luis. Núms. 1, 2, 4, 6, 9, 11 al 16, 18, 19, 20 y 22. (Pág. 162.) TERRÓN ALBARRAN, Manuel. Núm. 2.

VALENCIA, Juan. Núms. 2, 3, 5, 7 y 14. (Pág. 164.) VALER Y, Paul. Núm. 6. (Pág. 193.) VALLE, Adriano del. Núms. 4 y 17. (Pág. 128.) VÁZQUEZ, Pura. Núms. 3, 7 y 10. (Pág. 129.) VILLALON, Fernando. Núm. 17. (Pág. 130.) VILLANUEVA, Francisco. Núm. 7. (Pág. 202.) VIVANCO, Luis Felipe. Núms. 4, 13 y 19. (Pág. 131.)

XIMENEZ DE SANDOVAL, Felipe. Núms. 3 y 13. (Pág. 213.)

OTROS COLABORADORES

DORESTE, Ventura. Núm. 7. (Crítica-Notas). FERNANDEZ DE BOBADILLA, Vicente. Núm. 24. (Versión). PALAZUELO, Inés. Núm. 19. (Versión).

ILUSTRADORES EN LOS 24 NUMÉREOS D E LA SEGUNDA ÉPOCA DE «PLATERO».

a) Portadas

ALVAREZ ORTEGA, Rafael. (Dibujo de portada en los núms. 19, 20 y 21.)

CABALLERO, José. (Dibujo de portada en los núms. 13, 14 y 15.) GAYA, Ramón. (Dibujo de portada en los núms. 22, 23 y 24.) MORENO GALVAN, Francisco. (Dibujo de portada en los núms. 16, 17 y 18, y viñeta de contraportada de los núms. 16 al 24.)

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PLEGUEZUELO, José. (Rótulo de cabecera, dibujos de portada núms. 1 al 12, y viñetas de contraportada núms. 1 al 15.)

b) Ilustraciones

ACQUARONI, Miguel. (3 en el núm. 21.) ALVAREZ ORTEGA, Rafael. (1 en el 18.) CAPULETO, Francisco. (2 en los núms. 16 y 18.) CHERBUY, Lorenzo. (4 en los núms. 3, 4, 5 y 19.) GAYA, Ramón. (1 en el 17.) LARA, Carlos Pascual de. (2 en los núms. 4 y 5.) MAMPASO, Manuel. (2 en el núm. 15.) MORAL, Miguel del. (12, en los núms. 10 al 14, y 20.) NAVARRO, Francisco. (2 en los núms. 1 y 2.) PARODI, Rafael. (2 en los núms. 3 y 4.) PAZ PASAMAR, Pilar. (2 en los núms. 4 y 7.) PLEGUEZUELO, José. (4 en los núms. 2, 4, 5 y 7.) VÁZQUEZ DÍAZ, Daniel. (1 en el núm. 7.)

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índice

Introducción 5 Sumarios 29 Poetas españoles que colaboraron en el exilio 57 Poetas residentes en España 69 Poetas gaditanos 133 Poetas hispanoamericanos 165 Poetas de otras lenguas 177 Poemas en prosa 197 Textos de narrativa 203 Muestras de teatro 217 Estudios 223 Fragmentos del «Diario» de Carlos Edmundo de Ory 231

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José Antonio HERNÁNDEZ GUERRERO, escritor, licenciado en Filología Moderna y doctor en Filología His­pánica, es profesor titular numerario de Lengua Española de la Universidad de Cádiz.

Ha publicado más de treinta trabajos sobre sintaxis española, crítica literaria, historia de las ideas gramaticales, semiótica poética, y didáctica lingüística, entre los que des­tacan «El agua en las Soledades de Antonio Machado: semántica y simbolismo», «Datos para la historia de las letras gaditanas», «Estructura simbólica de «El muro levan­tando de Vicente Carrasco», «La teoría gramatical de Arbo-lí», «Lista y la polémica sobre el verbo único», «La aporta­ción de Alberto Lista a la definición del artículo gramatical», «Estudio semántico de la función poética del tiempo», «Aná­lisis semántico del simbolismo paisajístico en la poesía de Pedro Pérez-Clotet», «Análisis semántico de la luz y la sombra como símbolos poéticos», «El Anónimo de 1852 de Sanlúcar de Barrameda: Proyecto y Gramática de un idioma universal», «Filosofía y Gramática: una polémica «ideológi­ca» en el siglo XIX», «La interjección como núcleo origina­rio del lenguaje oral», «La teoría verbal de Jaime Balmes», «Principios y criterios lingüísticos para la elaboración de una didáctica de la Lengua Española», «Esquema didáctico para una explicación del lenguaje como comportamiento huma­no», «Análisis crítico del verbo en Eduardo Benot», «José Joaquín de Mora, un gaditano en Chile», «Las tertulias hispanoamericanas de los años 20», «La expresividad verbal», «Niveles significativos en «Signo del Alba de Pedro Pérez-Clotet». Es colaborador en las revistas Gades, Archivo Hispalense, Revista Española de Lingüística, Revista de Filología Española, Boletín de Filología de la Uni­versidad de Chile, Thesavrvs (Boletín del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá), revista Cádiz e Iberoamérica 1492-1992 y Patio Abierto (Revista de orientación educativa del I.C.E. de la Universidad de Cádiz). Su último libro publica­do es Cádiz y las generaciones poéticas del 27 y 36, Cádiz, 1983).