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PINTURA BARROCA ESPAÑOLA

La pintura española vive en el barroco su época de gran esplendor. Curiosamente durante mucho tiempo la escuela española fue considerada por la critica europea como una escuela secundaria que tan sólo practicaba una evolución de los modelos de Caravaggio. A partir de mediados del siglo XIX, comienzan a viajar a España pintores europeos, franceses especialmente, que descubren en los maestros de la pintura española del barroco, una escuela llena de originalidad, que influirá poderosamente en el desarrollo de la pintura de vanguardia del silgo XIX, estando presente en la mayoría de movimientos, desde el realismo, el impresionismo o incluso el expresionismo. El auge de la pintura en el barroco español corresponde fundamentalmente con el siglo XVII, aunque algunos pintores extienden su producción hacia el siglo XVIII, cuando los modelos que comienzan a imperar son los procedentes del rococó francés y posteriormente del neoclasicismo y del academicismo. Para entender la pintura de este momento hay que repetir la importación que tienen las características de la cultura y de la mentalidad de la España del barroco, dominada por la presencia ubicua de la Iglesia y del pensamiento contrarreformista, en una sociedad aferrada a los valores tradicionales de la sangre y de la nobleza, obsesionada por la honra y el honor. Una cultura floreciente a pesar de la decadencia total de la monarquía, que tendrá su momento más crítico con el enfermizo Carlos II. Su desarrollo parte de los logros del renacimiento tardío que habría importado a España El Greco, y posteriormente por la poderosa influencia del claroscuro de Caravaggio, que llegará a España a través de los viajes y de los lógicos contactos que había con el reino de las Dos Sicilias. A partir de estos elementos se desarrolla la principal característica de esta pintura que será el profundo realismo barroco, que a veces es casi brutal, sin eludir en ningún momento los aspectos más crudos de la realidad, como la enfermedad, la vejez, la deformidad. De esta forma se aparta cada vez más del idealismo y de la belleza renacentista, o incluso a la contención del barroco del norte de Europa. Se pone especial énfasis en la representación de figuras en entornos cotidianos y doméstico, incluso en la pintura de temática religiosa, expresando así la humanización del hecho religioso, que se quiere acerca a la sensibilidad del espectador.

La clientela española es fundamentalmente eclesiástica, La vida del XVII está mediatizada por la presencia de lo religioso. No existe una clientela burguesa en el sentido de la que hay en Holanda o Flandes. La capacidad adquisitiva es my limitada y sobre todo la capacidad de iniciativa de la clientela privada, incapaz de imponer un gusto, de crear unas fórmulas. Aun cuando nos encontramos con pintura encargada por

I.ES. VALLE DEL AMBROZ2º DE BACHILLERATO HISTORIA DEL ARTEMANUEL TORRES ZAPATA 1

particulares la temática de esta va a ser fundamentalmente religiosa. Aunque las grandes casas nobiliarias tienen grandes colecciones de pintura, proceden en su gran mayoría de Italia o de Flandes, cuando encargan cuadros a españoles son siempre de temática devocional. Los pintores trabajan por encargo y normalmente para la iglesia. Las grandes catedrales tienen un pintor fijo, pero su trabajo es muy limitado, los grandes retablos se han completado en el Renacimiento y sus trabajos van a ser de carácter menor. Las parroquias en cambio si encargan retablos con frecuencia, hay una renovación considerable en el XVII, pero lo curioso es que el pintor cuente my poco en el diseño del retablo, en los contratos que se han conservado se reflejan minuciosamente todos los detalles que composición y temática. Más importante es todavía la clientela monástica. El gran cliente de los pintores del barroco español son los conventos, los conventos son poderosos, tienen dinero y durante el XVII hay una renovación de los monasterios existentes, junto a la construcción de otros nuevos. Va a ser en la pintura claustral donde haya más originalidad, y son las que van a marcar el carácter de nuestra pintura. La pintura monacal fue además a primera que se conoció como consecuencia de la desamortización del XIX. No hay ni un sólo pintor español importante que no haya trabajado en varias ocasiones para un convento o que hay realizado series de importancia. El carácter del convento es conservador, reacio a las innovaciones, muy estereotipado, dejando artista muy limitado en sus posibilidades de innovación.

Una cierta libertad se disfruta con la clientela civil, sobre todo con la Corona. El

llegar a entrar en nómina de la Corte suponía el ascenso mayor al que puede aspirar un pintor en la España del siglo XVII. Hay que distinguir entre pintor del rey, que lo pueden ser varios, y pintor de Cámara, que es el primer pintor del rey. El trabajo de corte tenía como primera obligación retratar al soberano, pero también encargarse de la decoración del palacio, controlar los regalos que el rey hace. La nobleza es cliente en pequeña medida, pero siempre bajo la vinculación religiosa. Los nobles van a ser más mecenas de pintores extranjeros. Junto a la nobleza, quienes tienen muy poco peso son las instituciones.


Evidentemente en España hay pintura mitológica, literaria o histórica, pero como se ha dicho antes el 90% de la producción es religiosa, impregnada del sentido contrarreformista. Es una pintura militante cuya sentido fundamental es la predicación. La pintura mitológica que se realiza es casi siempre de carácter efímero, y con la intención de darles un significado emblemático. Lo mitológico, que aparece en los palacios, se ha traído de Flandes o de Italia, tan sólo el caso de Velázquez escapa a esta norma general. La pintura rel igiosa española entra de l leno en lo

contrarreformista, que utiliza el lenguaje de lo cotidiano de los verosímil, como instrumento de aproximación. A pesar de al opinión romántica no abundan los temas relacionados con el martirio de santos, su porcentaje es mucho mayor en la pintura italiana del mismo tiempo. España insiste mucho más en el mundo del éxtasis, del arrebato amoroso. Las series que se pintan siempre tienen un carácter narrativo. En las escenas del Evangelio se insiste muchas veces en los temas de la infancia de Cristo, de la Virgen. La devoción mariana es un motivo contrarreformista que tiene en España un peso extraordinario, con temas marianos que casi son exclusivos del país (La Dolorosa, Inmaculadas..) La pintura de la Inmaculada se convierte en uno de los temas más sostenidos, con un vocabulario formal y un estilo diferenciado. En ocasiones el tema se recoge de textos de nuestros místicos, como el de Cristo recogiendo sus ropas, o caído después de la flagelación. La idea

de aislar el tema evangélico de su contexto narrativo, para convertirlo en un objeto de devoción más directo, es una de las frecuentes. En cuanto a los santos aparecen la mayoría de los santos comunes al resto de Europa, aunque hay algunos que tienen una presencia más abundante, como San José, San Jerónimo o los Santos locales canonizados en ese tiempo. Generalmente la figura de los santos suele representarse de tres modos: aislada como imagen de culto; en acto, es decir en alguna escena significativa de su vida; o en apoteosis final. En el primer caso, suele estar solo, sobre un fondo neutro, con su atributo de la mano. En el segundo caso, se muestra al santo en acción, normalmente en un episodio de su vida, en los mártires en el momento de su martirio; siempre en un momento crucial de su vida. Por último esté también el santo en gloria, la apoteosis del santo en gloria corresponde al pleno barroco. Los temas del Antiguo Testamento son muy raros en la pintura española. Quizás por los prejuicios contra la Biblia, como repuesta a la importancia que a ésta daban los protestantes. Cuando hay algunos tema estos están aludiendo a conceptos evangélicos. En la pintura profana los dos temas existentes son únicamente el retrato y el bodegón. El retrato porque es una exigencia de la representación oficial del rey o del


deseo de ostentación nobiliar, y que tiene sus convenciones en el mundo de la pintura oficial y cortesana. Los retratos incluyen símbolos que aluden a la condición del retratado, intentando en ocasiones camuflar el estatus social, vistiéndose con hábito superior al que le correspondía. Hay retratos oficiales, de cuerpo entero, que incluyen los atributos de la autoridad (cortina y mesa de escritorio); y de busto, este último más cercano y para un ambiente más familiar.

El bodegón en el mundo español se ca rac te r iza por su sobr iedad , llamándose en ocasiones “bodegón de Cuaresma”, alude un poco a la parquedad de recursos, pero sobre todo está cargado de un profundo sentido religioso, cargados de sentido alegórico ( no olvidemos que muchos proceden de los refectorios conventuales)

No se puede hablar de la pintura española barroca como una unidad. La cronología determina enormemente el desarrollo. Se inicia la pintura en el siglo XVII con

una fortísima herencia esculiarense. En realidad el punto de partida de llamado realismo español es la recuperación de la realidad de los pintores de El Escorial, el deseo de recuperar lo verosímil, de lo comprensible. Sobre esto llega muy pronto la oleada del caravaggismo, de la realidad dramática, con fuerte luz... Podemos decir que la pintura del XVII surge de la unión del manierismo toscano del Escorial y la aportación caravaggesca. Es el momento de los pintores más realistas de inicios del siglo, como Zurbarán, el joven Velázquez, el joven Cano, o Ribera. A mediados del siglo se va complicando con la llegada de los modelos italianos de ese momento, de la pintura boloñesa y romana. Y también con la llegada de Rubens para realizar sus pinturas en la Torre de Parada (1636). Los modelos rubenianos son esenciales para comprender el arte de la segunda mitad del siglo. Estos modelos, dinámicos, con composiciones diagonales, con agitación y movimiento, van a influir inmediatamente y a modificar el rumbo formal de los pintores españoles. Frente a la severidad del principio predomina la apoteosis dinámica, colorista, barroca en el mejor sentido de la palabra. A lo que se suma un resurgimiento en España de la pintura veneciana del cinqueccento. Junto a Rubens va a ser Tiziano el gran modelo de la pintura barroca española de finales de siglo, sobre todo en autores como Carreño o Rizzi. No sólo por el conocimiento directos de los cuadros de las colecciones reales, sino también por las numerosísimas estampas que se vendían. Durante mucho tiempo se ha hablado de escuela madrileña, escuela valenciana o escuela sevillana, aunque para entender la pintura española y entender su sentido unitario, hay que conceder más importancia al aspecto cronológico, a los modelos de donde toman la inspiración, aunque esto no supongan obviar del todo el factor geográfico.


1-. ETAPA INICIAL.

Corresponde fundamentalmente con el reinado de Felipe III, el final del siglo XVI y el comienzo del XVII, es una etapa de transición entre el renacimiento manierista y el barroco, manteniéndose la vinculación con las obras de decoración de El Escorial de la mayoría de los pintores, unos españoles, otros de origen italiano. En el entorno de la corte podemos citar a Bartolomé y Vicente Carducho, originarios de Italia, ambos consiguieron plaza como pintores de corte, el más importante de los hermanos es posiblemente Vicente (1578-1638) que fue el pintor con mayor prestigio en la corte, hasta la llegada de Velázquez., trabaja en diferentes encargos reales como la decoración primitiva del Salón de Reinos, desarrollando también una labor teórica en su libro Diálogos de la pintura. De los pintores españoles el más destacable es Juan Bautista Maino (1584-1664), como otros pintores viajó a Italia en donde entró en contacto con la pintura del momento, Carraci y Caravaggio, aunque su producción fue escasa podemos mencionar el cuadro de tema histórico sobre la “Recuperación de Bahía”, también para el Salón de Reinos. En Toledo, cerca de la influencia de los pintores de la corte, trabaja Fray Juan Sánchez Cotán, autor de algunos de los más característicos bodegones de la pintura barroca española.

En Valencia se desarrollará una de las escuelas más importantes, con un estilo mucho más barroco, muy cercano al estilo claroscurista de Caravaggio

Francisco Ribalta (15651628). Aunque su producción se centra en Valencia, su formación incial se produjo en Madrid dentro del círculo de pintores de El Escorial, muy influenciado por los pintores italianos que trae Felipe II como Tibaldi, Cambisso o Zuccaro o pintores españoles del Renacimiento como Navarrete el Mudo. Sólo a finales de la segunda década del siglo XVII se integra en el naturalismo que marca la primera fase del barroco español, sus composiciones huyen de lo complicado y con expresividad

más comedida que en los cuadros de Caravaggío que debió conocer en su viaje a Italia, su pintura si que tiene una fuerte carga espiritual y mística. En su periodo de madurez las figuras aparecen sobre un fondo muy oscuro, sin demasiada preocupación por buscar la profundidad, presenta una considerable habilidad para la volumetría de las figuras y el modelado de la anatomía. A esta época pertenecen cuadros como "San Francisco abrazando a Cristo" (1622), una escena alegórica de carácter místico en la que se presenta al santo abandonando el mundo para abrazar pobreza y el camino de Cristo. Un cuadro muy semejante, aunque con mejor tratamiento de los volúmenes y de las telas es el de "Cristo abrazando a San Bernardo", con una composición y


un tratamiento de la luz más barroca, casi sobrenatural, consiguiendo unir la experiencia mística con el profundo realismo en las telas y en la anatomía

2-. EL ESPLENDOR,

La producción de los autores más importantes del barroco se concentra en el reinado de Felipe IV (1621-1665), entre otras razones por los múltiples que hacia el propio rey, amante de las artes. La mayoría de los pintores está vinculado a los de la generación anterior, en cuyos talleres se formaron, y a los que aventajan. La llegada de influencias flamencas, como las de Rubens, los distintos viajes a Italia que realizan o al menos el conocimiento de la obra de los maestros italianos a través de las colecciones de estampas que se publican. La mayoría comienzan su obra muy marcados por el estilo claroscurista, que progresivamente abandonan, al menos la mayoría, evolucionando hacia estilos personales más vinculados a la pintura general europea.

En Levante siguiendo la trayectoria abierta por Ribalta, destacará la obra genial de José de Ribera (15911652)Aunque pintor español de nacimiento, de formación y de estilo, casi toda su producción se desarrollo en Nápoles, donde era conocido como el Spagneleto. Fue alumno de Ribalta en Valencia, aunque su influencia es muy limitada. Desarrollo toda su producción en Nápoles por lo que es conocido como “IL Spagnoletto” Su partida hacia Italia debió producirse en tomo a 16071610, trasladándose a Roma, allí realiza alguna de sus primeras pinturas conocidas, una serie de cinco cuadros sobre los sentidos, el más importante de ellos es "El sentido del gusto", a diferencia de otros pintores que tratan el mismo tema y que llenaban el cuadro de figuras simbólicas, Ribera opta por un fuerte naturalismo con el mínimo de componentes posibles.

Su estilo permanecerá uniforme durante casi toda sus vida, algunos intentos de periodización hablan de una fase después de 16291631, años en los que Ribera pudo conocer a Velázquez en uno de sus viajes a Italia y recibir su influencia. Se mantiene fiel al claroscurismo toda su vida, aunque matizado al final. Como hemos dicho sus temas son los propios de la pintura española, escenas religiosas, temas populares de carácter truculento en ocasiones, el hecho de encontrarse lejos de España y del control inquisitorial hace que tenga algunos de temática religiosa; o incluso algunos paisajes, como los descubiertos en el Palacio de Monterrey.


En Italia su primera influencia será Caravaggio, durante su estancia en Roma se dejara influenciar por la rotundidad de la anatomía de Miguel Ángel y una pasión por la antigüedad romana. Es un gran colorista y el más realista de todos los pintores españoles, se decanta incluso por la representación de la vejez o lo desagradable, pero esto no hace que abandone la religiosidad y la espiritualidad propias de la pintura española. La búsqueda de la profundidad está bastante atenuada. También se desatacó como retratista, pero como una actividad marginal, sólo al final de su vida recibe numerosos encargos de personajes de la corte.

Una forma de entender su estilo es conocer lo que de él se decía unos años después de su muerte:

“...No se deleitaba en pintar cosas dulces y devotas, sino en expresar cosas horrendas y ásperas: cuales son los cuerpos de los ancianos, secos, arrugados y consumidos, con el rostro enjuto y macilento; todo hecho puntualmente del natural, como extremado pintor, fuerza y elegante manejo; como en el San Bartolomé en el marrito, quitándole la piel, y descubierta la anatomía interior del brazo...”

A. Palomino, El Parnaso español pintoresco laureado, 1724

Recibió muchos encargos de los condes de Monterrey (virreyes en Nápoles) que canalizarán su influencia y sus obras hacia España.. Con el se cierra la escuela valenciana, y es junto con Velázquez el pintor que mejor aglutina las influencias europeas. De sus obras podemos destacar las siguientes:

Uno de los temas religiosos mejor tratados por Ribera es el del santo penitente y ascético, que le permite tratar el tema de la vejez, empleando una iluminación fuertemente caravaggesca. El San Andrés de 1630 aparece representado sobre un fondo completamente negro, en el que destaca el cuerpo envejecido y abrazado a la cruz, que se pierde en la oscuridad, buscando el impacto emotivo

"La mujer barbuda", de 1631 es un encargo del virrey de Nápoles como testimonio documental, potenciado por la larga inscripción que narra el caso, a pesar de la crudeza de tema y de lo macabro, lo dota de cierta dignidad, lo que es propio de la pintura española; introduce algunos elementos simbólicos como el huso, de la condición de esposa de la mujer o el hecho de que aparezca amamantando al niño de la maternidad. Supo expresar la tragedia, el abatimiento y la resignación que se expresa en los rostros del marido y de la mujer, para potenciar los sentimientos de compasión y lastima.


"El patizambo". Un cuadro que podríamos relacionar con los de Murillo sobre niños, aunque aquí se añade un contenido alegórico sobre la caridad (en la nota se lee "Dame limosna por el amor de Dios" No se trata de un testimonio sobre una aberración de la naturaleza como en el caso anterior, ni es un retrato de un personaje concreto como los que pintará Velázquez. Ribera quiera recordar la función del miserable como instrumento de Dios para la salvación humana, al dar al cristiano la oportunidad de ejercer la caridad, lo que implica tratar al personaje con respeto para mover la simpatía del espectadorUna de sus inmaculadas más conocidas es la “Inmaculada de las Agustinas de Monterrey" Pintada hacia 1630, como pieza central del altar de la iglesia del convento de Agustinas en Salamanca construido por el Conde de Monterrey, representa a Maria

libre de la mancha del pecado original, una creencia muy extendida en España, aunque no es declarada oficialmente por la Iglesia hasta el siglo XIX. Para este tema habrá una forma asentada por la tradición, la Virgen aparece envuelta en la gloria del sol y pisando la media luna, rodeada de ángeles portadores de atributos marianos, flotando entre nubes o asentados en el paisaje, en la esquina superior izquierda puede aparecer la figura de Dios, Cristo o el Espíritu Santo acogiendo a la Virgen. Las ropas se agitan por un fuerte viento y contribuyen a dar monumentalidad a la figura. También para esa iglesia pinto una piedad y un San Jenaro.

Uno de los temas que tuvo mucho éxito en el XVII fue la representación de los filósofos de la a n t i g ü e d a d c o m o personajes populares, por lo que son difíciles de identificar, como el "Demócrito" o "Arquímedes", representa al filósofo pobremente vestido, rodeado de papeles y compás de la mano, separando de la forma de representan este tema durante el Renacimiento."El martirio de San Felipe", fechado hacia 1639 es un ejemplo de la maestría de Ribera en combinar el más convincente realismo físico y psicológico de sus personajes con una organización compositiva regulada por una clara geometrización y equilibrio clásico. Las referencias al clasicismo se concretan en la anatomía y los escorzos de algunos personajes. Refleja el momento de los preparativos del martirio como si fuera una instantánea fotográfica.


"El sueño de Jacob", de la misma fecha que el anterior es otro cuadro de grandes dimensiones, y uno de los pocos en los que refleja un tema del antiguo testamento, el asunto está descrito en los más escuetos términos visuales y el contenido expresivo se limita as la representación del sueño.

"Magdalena penitente" En este cuadro hay una cierta presencia del paisaje que ya se anunciaba en el anterior, y una mayor búsqueda de la profundidad, representa a Maria Magdalena, pero a diferencia de otros pintores que pintan el mismo tema prefiere representar a un mejer más bella y más digna. Se percibe la influencia de Velázquez en el empleo de los colores más brillantes (grises y rosas

“La piedad” es un tema que pinto en varias ocasiones, pues se prestaba muy bien al tratamiento dramático y efectista que Ribera intenta conseguir en sus cuadros; el cuerpo muer to de Cr i s to des taca fuertemente iluminado sobre el sudario blanco, y de la oscuridad aparecen el rostro y las manos dolientes de la Virgen. De todos los cuadros que pintó sobre el mismo tema, destacamos la que actualmente se encuentra en el Museo Thyessen.

"La Trinidad",fechado entre 1635-1636, el modelo iconográfico se remonta a grabados de Durero, aunque el Greco también había pintado un cuadro con el mismo tema, en el centro del lienzo está el cuerpo de Cristo, suspendido en el aíre, su peso es sostenido inverosímilmente por paño que sujetan dos angelotes, los brazos se apoyan en las cabezas de otros angelotes y en las piernas de Dios Padre, que fija la mirada en el espectador; entre las cabezas de ambos aparece la paloma del Espíritu Santo; aunque el cuadro

m a n t i e n e l a i l u m i n a c i ó n claroscurista de sus p r imeras obras , especialmente en el cuerpo de Cristo, la combina con una luz durada mucho más brillante en la zona superior del cuadro

Si importante fue la pintura levantina, aun lo es más la escuela andaluza, centrada en los focos sevillano y granadino. En Sevilla destacará Francisco de Zurbarán en una primera generación, dentro de la cual entrarían los años sevillanos de Velásquez (ver tema aparte) y en un segunda generación incluiríamos a Murillo y Valdés Leal


Francisco de Zurbarán (15981644), , desde que su pintura fue reconocida a mediados del siglo pasado pocos artistas han representado para el gran público el arte y la esencia de la España del siglo XVII, su pintura religiosa ha sido vista como el fiel reflejo de la piedad de la sociedad española de su tiempo y de la fe ascética de sus instituciones religiosas. Es una imagen bastante acertada, pero no es de una validez absoluta, y en gran medida responde a la visión creada por lo románticos franceses de España en el siglo XIX.

Nace en Extremadura, y sus primeros estudios pictóricos debieron ser muy escasos, con catorce años se traslada a Sevilla donde posible se formó en el taller de Pacheco, y quedará como figura principal de la Escuela Sevillana después del traslado de Velázquez a Madrid en la década de 1620.

Su estilo está muy marcado por el tenebrismo y el claroscuro, y no se abre al iluminismo de la generación posterior, lo que supone que será desplazado por Murillo como pintor más importante de Sevilla. Velázquez intentó instalarlo en Madrid aunque sin ningún éxito.

Lógicamente toda su temática va a ser religiosa, llegando a conocerse como el pintor de frailes y santos; las variaciones en esta temática son pocas, tan sólo algunos bodegones o cuadros de encargo de tema histórico. A pesar de la importancia de los temas religiosos en su obra, tratará estos siempre con una fuerte tendencia al realismo laico. El tratamiento de las telas en Zurbarán es magistral, que son las que construyen la figura, ya que en el tratamiento de la anatomía no es tan perfecto, En cuanto a los colores, el tono clave de sus cuadros será el blanco, con muchísimos matices y de gran luminosidad. Las figuras son tratadas por Zurbarán como objetos, adquiriendo una gran quietud y serenidad, suspendidas en un momento concreto

Su primer encargo importante son las pinturas para la Cartuja de Santa María de las Cuevas en Sevilla, datadas entre 1624 y 1626, en ellas se percibe su nulo interés y conocimiento de la perspectiva, en este encargo hay cuadros como la 'Virgen de los Cartujos" o "San Hugo en el Refectorio". También de esta época inicial es el "Crucificado " de San Pablo el Real, con él crea el modelo de sus Cristos Crucificados, situados en un ambiente tenebroso, con un intenso realismo, con la figura aislada de cualquier contexto espacial, uniendo el fuerte realismo de la figura y de la cruz con un contexto completamente metafísico.

El San Serapio es parte de una serie de retratos de santos mercedarios hechos para el Monasterio de la Merced Calzada, en él el santo ya inerme, aparece atado a un árbol, y su cabeza cae sobre un hombro. El realismo físico y humano de la imagen


contribuye aquí a su función como modelo de fe y sacrificio. La luz que baña el hábito blanco da a la escena y al personaje su significado trascendental. En estos años en los que realiza las obras para la Merced Calzada se despliega al completo el estilo y la técnica de Zurbarán. En la 'Visión de San Pedro Nolasco", posiblemente el cuadro más hermoso de todo el ciclo, Zurbarán crea con el color, la luz y la expresión un conjunto de gran intensidad. La figura de San Pedro, clavado cabeza abajo en la cruz y flotando en una masa de nubes, crea una primera diagonal, mientras que la segunda la forma la figura del fraile, arrodillado, ningún otro pintor ha s ab ido desc r ib i r

como él los pesados pliegues de los hábitos blancos de los monjes con mayor sutileza y riqueza de tonos.

En los últimos años de la década de 1620 la estimación por el arte de Zurbarán va en rápido ascenso y su primer efecto notable fue la invitación que le hace el Cabildo sevillano para trasladarse definitivamente a la capital, pinta entonces una serie nueva para otro convento, en este caso el de los franciscanos, con escenas de San Buenaventura, que ya había sido iniciada por Herrera el Viejo, el más conocido de estos es el "Los funerales de San Buenaventura", la escena parece desarrollarse en un estrecho plano inclinado en el que las figuras se agolpan sin espacio vital recortándose sobre un fondo completamente negro.

El lienzo más impresionante de estos años es "La apoteosis de Santo Tomás de Aquino", pintado en 1631, un cuadro dividido en dos escenas, en la superior, la apoteosis esta ocupada por monumentales figuras de los cuatro padres de la iglesia y Santo Tomás recibiendo la inspiración para escribir del Espíritu Santo, en un plano más

lejano Cristo, la Virgen, Santo Domingo y San Pablo. La zona inferior la forman el fundador del colegio, otros frailes donúnicos y el Emperador Carlos V."Cristo y la Virgen en la casa de Nazareth" representan en apariencia una escena domestica, pero con un claro contenido simbólico, como anticipo de la Pasión Cristo se ha pinchado en un dedo al tejer una corona de espinas. Se mezcla lo domestico con lo trascendental para producir el efecto de realidad transformada y tocada por el misterio. Las tinieblas están rotas por una luz de origen divino que ilumina intensamente las figuras, los escasos muebles y objetos. Cada


uno de esos objetos tiene un tratamiento individualizado, aislado de los demásEn 1634 Zurbarán recibe le encargo por parte de Velázquez de hacer un cuadro para la decoración del nuevo Palacio del Buen Retiro, concretamente la escena de la "Defensa de Cádíz", se trata del primer cuadro realizado a gran escala por Zurbarán, y consigue un cuadro de gran calidad dentro de los del conjunto, tan sólo superado por la "Rendición de Breda"' o la Reconquista de Bahía" de Maino. Es uno de los pocos cuadros en los que introduce paisaje, aunque no hay ninguna conexión entre los personajes del primer plano y el fondo; se percibe su preciosismo para representar las vestimentas.

El último encargo de importancia que recibe Zurbarán, y el único que se conserva in situ es la decoración de la nueva sacristía del monasterio de Guadalupe. Los cuadros iban a estar colocados entre los entrepaños de las ventanas y la pared de enfrente por lo que algunos son más luminosos que otros. En ellos representa escenas de las vidas de los monjes y acontecimiento milagrosos, con la función didáctica de enseñar los principios de la regla jerónima entre los novicios, por lo que podemos considerar todo el programa como un sermón en imágenes que transmite las virtudes que debe tener todo buen fraile: la humildad (Fray Fernando Yánez despreciando el arzobispado de Toledo) la obediencia (la despedida del padre Juan de Carrión), la

confesión (misa del padre Cabañuelas), el recogimiento y la clausura (Fray Gonzalo de Illescas) el silencio (visión del padre Pedro de Salamanca) la compostura exterior (aparición de Cristo al padre Salmerón) la lucha contra la tentación ( Fray Diego de Orgaz y los demonios) la caridad (Fray Martín de Vizcaya repartiendo limosnas) Entre ellos destaca "La misa del padre Cabañuelas” pintado en 1638, posiblemente como obra de presentación antes de conseguir el encargo definitivo de todas las obras, narra el milagro sucedido al padre Cabañuelas mientras celebraba la eucaristía, en ese momento dudo sobre la presencia real de Cristo en el vino y en el pan, el cielo se oscureció, la ostia desapareció, apareciendo más tarde flotando entre nubes dorados, mientras una voz le decía la fraile que

creyera y callara lo que había visto. "Fray Gonzalo de Illescas", en el que el retratado parece haber sido sorprendido en su trabajo y mira ceñudo al espectador, la composición acentúa el papel intelectual de su trabajo con la introducción de una naturaleza muerta sobre la mesa de trabajo (memento mori), el prestigio del personaje se potencia con el estilo enfático y monumental del cortinaje. "El padre Vizcaíno ejerciendo la caridad"; "., Para la capilla de la sacristía pintó "San Jerónimo tentado por la música" y “Los azotes de San Jerónimo”.


En torno a 1639 obra de Zurbarán comienza a entrar en decadencia, diversos acontecimientos familiares, como la muerte de su segunda esposa, o el surgimiento de Murillo como gran rival, hace que su paleta que vuelva más apagada y sobre que disminuya drásticamente el número de encargos. En sus últimos años nos encontramos a un pintor que no ha sabido adaptarse a las nuevas tendencias, aunque sigue produciendo obras maestras como la serie de bodegones caracterizados por la austeridad de elementos vinculada a aire místico que han tenido todos sus cuadros.

El relevo a Zurbarán en la escuela sevillana lo toman dos pintores más jóvenes que acaparan os nuevos encargos, Bartolmé Esteban Murillo y Juan de Valdés Leal, corresponden a la generación final del Barroco del siglo XVII, pasada la era

tenebrista de los valencianos Ribalta y Ribera, terminado el esplendor de Zurbarán que lo mantuvo, como vimos, hasta los años de 1640, y la primacía indiscutible del genio de Velázquez.

Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) se adaptó al gusto imperante y plasmó una religiosidad familiar y tierna. Es el pintor de

la gracia y de la alegría, autor de obras en las que las inmaculadas y los niños son representaciones de personajes de la época. Siempre predomina un carácter afable y tierno. Su mayor preocupación la constituye el colorido y no presta atención a la investigación plástica que tanto atareó a Zurbarán. Su obra fue muy conocida también fuera de España y durante mucho tiempo fue tenido como el mejor pintor del barroco español, por encima incluso de Velázquez; respaldado por el éxito fundó incluso una academia en Sevilla, sin demasiado éxito

En su juventud se inició en la técnica tenebrista; a esta época pertenecen obras que reflejan el ambiente de golfillos y mendigos de los ba jos bar r ios sevillanos.En las décadas centrales del siglo (1640-60) conoce un éxito grande, atendiendo innumerables encargos que le impidieron poder ausentarse de su ciudad y le imponen un horizonte algo estrecho, al tiempo que adolece de una superficial fecundidad, pues temas muy poco numerosos y variados se repiten sin cansancio.Obra suya muy divulgada es "La


Sagrada Familia del pajarito" de amplio éxito popular. En ésta y otras Murillo ofrece una pintura llena de ternura, intimidad y misticismo que culmina en sus Vírgenes y Niños (El Buen Pastor, San Juan Bautista con el cordero). Sus Inmaculadas con rostros juveniles y sus Anunciaciones son el culmen de este género tan característico. Mucho más recios y testigos de una elevada factura son 105 dos lienzos conocidos como El sueño del patricio (ambos en el Museo del Prado).

VALDÉS LEAL (1622-1690) es otro sevillano alejado de la Corte y ocupado en satisfacer a una clientela ávida de pintura religiosa. Abunda la expresión dramática, con un fuerte carácter efectista y teatral A este género pertenecen sus largas series, como las del monasterio de San Jerónimo de Buenavista (Sevilla), o los retablos de Córdoba. Pero llega a su más caracterizada expresión en las terribles pinturas del hospital de la Caridad, los llamados “jeroglíficos de las postrimerías” ( In ictu oculi, Finis gloriae mundi), se trata de dos alegorías de la vanidad, donde la balanza, ataúdes, cadáveres corrompidos, y otros macabros símbolos de la muerte constituyen una reflexión

muy propia del barroco español sobre lo insignificante de las glorias terrenales y el desengaño que trae la muerte.

Granada fue el otro centro artístico de Andalucía durante el siglo XVII, en donde destaca el polifacético Alonso Cano (1601-1667), que hemos visto ya como escultor y arquitecto.. De vida azarosa, se vio envuelto en algún asesinato, por lo que tuvo que huir de Granada y refugiarse en Madrid, donde es protegido por Velázquez, pero es acusado del asesinato de su esposa, y vuelve a Granada. Su estilo continua las características de su escultura, elegancia, cuerpos y rostros


ovalados, como pintor se manifiesta como uno de los más clásicos y equilibrados de la época, recordando en gran medida al renacimiento italiano; no representa el crudo realismo barroco español, sino la búsqueda de cierta perfección idealista, y sin seguir fielmente los principios del tenebrismo. Plantea unas composiciones claras y simples, con escasas figuras ante un fondo neutro o un paisaje vaporoso. Pinta sobre todo cuadros de altar, al servicio del poder eclesiástico o civil. En su trayectoria pueden verse tres etapas, la primera es la que comprende sus años de formación en Sevilla, en el taller de Pacheco y Montañés, muy vinculado aun a los modelos claroscuristas. La segunda etapa transcurre entre 1638 y 1652, fundamentalmente son sus años de residencia en Madrid, una época más liberal, donde acentúa la humanización de los temas clásicos, con un toque ecléctico con influencias

venecianas, pincelada suave, luz difusa, tonos de claro colorido, obras de esta etapa son “El milagro del pozo”, o “Cristo sostenido por un ángel”.

La tercera y última fase de su trabajo la desarrolla en Granada, mostrándose como un pintor cada vez más barroco, que generaliza las diagonales en su composición, ubicando las escenas en ambientes cada vez más irreales, como se observa en “Descenso de Cristo al Limbo”

En la escuela madrileña del barroco pleno destaca la figura de Diego de Silva y Velázquez, formado en la escuela y aunque desarrolla toda su actividad en la corte, su obra supera cualquier clasificación regional ( ver tema de Velásquez)

Sus contemporáneos quedaron en gran medida ensombrecidos por el enorme prestigio y calidad de Velázquez, aunque podemos citar a autores como Pereda, con obras de temática religiosa, especialmente bodegones de contenido moral, las llamadas vanitas, que hacen referencia al paso del tiempo, a la caducidad de las glorias terrenales, como “El sueño del caballero o desengaño de la vida”, que refleja perfectamente el ambiente religioso católico de la época de los Austria menores.

Otro de los discípulos de Velásquez es Juan Bautista del Mazo, posiblemente el que intenta seguir más fielmente el estilo de sus maestro, sobre todo en el modelo de retrato.

Podemos añadir aun el siglo XVII, ya en un periodo de decadencia respecto a los años anteriores una generación que trabaja en el reinado de Carlos II, la crisis generalizada que vive la monarquía, se traduce en el terreno artístico en el


triunfo del barroco como herencia de la obra de los grandes pintores de la generación anterior. En tenebrismo ha desaparecido, sustituido por un amplio colorido, con pincelada sueltas en composiciones dinámicas y teatrales.

El primer pintor de este momento es Juan Carreño Miranda (1614-1685), llegó a ser pintor del rey después de la muerte del Mazo. Se centra fundamentalmente en la temática religiosa, donde aplica la influencia de la pintura veneciana y flamenca que conoció a través de las colecciones reales, por lo que sus cuadros presentan composiciones dinámicas y teatrales, En sus retrato, representa tanto a la nobleza como a la familia real, especialmente a Carlos II, o de la reina madre vestida con el hábito de monja. Sigue el gusto típico del barroco español, retratando bufones y s e r e s c u r i o s o s , c o m o “ l a monstrua”.

Claudio Coello (1642-1693), de origen portugués y formado en el taller de Rizzi, fue también pintor de cámara, toma mejor la influencia velazqueña en el tratamiento del espacio y de la perspectiva aérea; el lujo y la teatralidad son elementos presentes en todos sus cuadros, de gran formato destinados a ser colocados en altares, como es el caso de “Carlos II adorando la sagrada forma” realizado entre 1685 y 1688, para el monasterio de El Escorial, hace un buen estudio de los efectos lumínicos a través del color y de las líneas, con composiciones dinámicas y complicadas, empleando para ello efectos arquitectónicos y perspectivas


3-. EL SIGLO XVIII.

La llegada de la nueva dinastía provoca en la pintura transformaciones muy semejantes a las que nos encontramos en las demás artes. Con el comienzo del reinado de Felipe IV supone una reactivación del panorama pictórico que había entrado en cierta decadencia en el reinado de Carlos II, con un toque extranjerizante debido a la llegada pintores franceses e italianos, que diluyen lo que eran las características tradicionales del barroco español. Fueron estos pintores los encargados de la decoración de los nuevos palacios reales, y los responsables de la llegada de los elementos propios del Rococó, centrado en la corte. Es la corte también la que crea en 1752, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que según el modelo clasicista francés, empieza a orientar la producción artística hacia el academicismo y el futuro triunfo del Neoclásico en la segunda mitad del siglo.

Los pintores t r a d i c i o n a l e s , anclados en el estilo del siglo anterior, mantienen una posición secundaria recibiendo tan sólo encargo de algunas iglesias y de ordenes religiosas, parroquias y cofradías, sin aportar ninguna novedad. De los pintores llamados por Felipe V, y también por la reina Isabel de Farnesio, destacan los franceses Jean Ranc o Louis van Loo, que destaca por sus retratos de la familia real en frías y distantes composiciones, con una claro sentido cortesano grandilocuente, muy alejado de la

cercanía y humanidad velazqueña. De los últimos pintores extranjeros q u e l l e g a n a España es Gian Battista Tiepolo, pero su estilo está mucho mas cercano al Rococó tardío y a los modelos neoclásicos que veremos más adelante, encargándose de la realización de los frescos del Palacio Real de Madrid, glorificando la m o n a r q u í a española.


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