piensaenred. febrero 2015

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Cabeza y Corazón Desde el comienzo de esta maldita crisis ya nada es como antes. Los sueños y anhe- los de todos los ciudadanos han cambiado por completo. Fiábamos nuestra ilusión de bienestar en un horizonte lejano, deseando la multiplicación de nuestra felicidad mate- rial, porque teníamos un presente encauza- do. Antes, soñábamos con el futuro; ahora, pensamos en mañana. Es el momento de dirigentes con cabeza. De hombres y mujeres conocedores del terreno que pisan, sabiendo que los ciu- dadanos no quieren y no perdonan brin- dis al sol de caballeros de postín que te adulan durante un tiempo para después encerrarse en un despacho y mirarte por encima del hombro. O no mirarte. Cabeza, para conocer los medio económicos con los que se cuenta, para optimizar los recursos municipales existentes y devolverlos en forma de iniciativas y realidades solventes, eficaces que alivien la pesadez del instante que vivimos. Es la hora del corazón. De saber que de- trás de cada frío decreto hay un hombre, una mujer, un menor que será salpicado por tu decisión. De políticos sensibles que empatizan con sus vecinos y que le ponen nombres y apellidos, ojos y cara, a cada número o letra que imprimen en un documento institucional. Consecuen- tes, con la realidad en pequeño, de lo que se vive bajo cada techo, en la cabeza de quienes dan vueltas en la cama incapaces de conciliar el sueño pensando en mañana. Valientes y transformadores, que se dejen la piel buscando recursos, abriendo cami- nos a los emprendedores y facilitando la llegada de mayor prosperidad. Cercanos y oyentes para saber interpretar las necesi- dades existentes y transformarlas en polí- ticas centradas en la Persona, con mayús- culas. Llega el día de quienes tenemos cabeza y corazón. Anastasio Arevalillo Martín Febrero 2015 CIUDADANÍA Y ESPACIO PÚBLICO LA IMPORTANCIA DE LO PEQUEÑO El espacio público de las ciudades es un importante espacio social en el que los individuos se agrupan, con- viven, participan; son lugares en los que se produce el intercambio, el encuentro, el aprendizaje pero sobre todo son lugares donde los sujetos se apropian de la idea de ciudadanía. Sin embargo, a partir de los pro- cesos de globalización, estos espacios públicos, los ba- rrios, los parques, las plazas…. se están convirtiendo en las grandes olvidadas de las ciudades. En la medida en la que nos apropiamos de nuestros espacios nos convertimos también en ciudadanos, por tanto las personas debemos ser protagonistas de lo que ocurre en nuestra ciudad. Para ello los espacios y los equipamientos públicos deben proyectarse pen- sando en toda la comunidad; por lo que desde la política, la arquitectura, el urbanismo, la cultura, la educación, la propia ciudadanía –entre otros- tenemos que construir una ciudad donde se reconozca el derecho a participar y que favorezca el sentimiento de pertenencia. Una comunidad vecinal que articula en el espacio pú- blico formas de organización que favorezcan la inte- gración, el encuentro (inter)cultural, la reivindicación social, las relaciones (inter)generacionales, el inter- cambio o incluso un lugar de placer y esparcimiento entre otros; es una ciudadanía que puede perfilar las respuestas a grandes cuestiones sociales como la de- mocracia, la educación, la sostenibilidad, las realida- des de la vida cotidiana…, en definitiva, la transforma- ción social. Desde las instituciones públicas se deben recuperar y mejorar nuestros espacios públicos, para poner en valía su potencialidad como espacios creadores de comunidad y generadores de cambio. Transitar por calles donde se hace ciudad debería ser uno de nuestros retos. Que las calles, plazas, parques e instalaciones públi- cas recuperen el pulso debe ser el objetivo por el que trabajar. Que vuelvan a ser motores que dotan de vida al municipio, a sus vecinos, a sus asociaciones, a sus instituciones, a sus negocios. Recuperar esos espa- cios de encuentro, de intercambio, de ciudadanía; recuperar lo perdido, lo olvidado, lo abandonado; re- cuperar lo que otros no han fomentado y darle valor, debe ser nuestro desafío. Prensa, radio, televisión, internet, todos los canales de comunicación se hacen eco todos los días de la marcha de las grandes empresas: bancos, petroleras, grandes cadenas de distribución, telecos, constructoras, etc. Está claro que son parte fundamental de nuestra eco- nomía, y en muchos campos abanderan la innovación y son palancas de sus sector. Pero nuestra economía no sólo se compone de grandes conglomerados. Pe- queñas empresas, comercios, agricultores o profe- sionales independientes, componen la inmensa ma- yoría de nuestro empleo y de nuestra riqueza. En marzo del año pasado había en España 4188 em- presas de gran tamaño, frente al 1,1 millones de pymes y a los 1,5 millones de autónomos sin asalariados a su cargo. Los datos hablan por sí solos, la pymes repre- sentan más del 60% del PIB español. De ese tejido de lo pequeño es de donde procederá la recuperación del empleo y una distribución más justa de la riqueza. Ahí radica la importancia de lo pequeño, de cuidar, fa- cilitar e incentivar a un tejido sin el cual no se puede entender nuestra sociedad. Desde el taller de repara- ción de coches, el panadero, la tienda de ropa, la ferre- tería, la fábrica de calzado o cualquier otra actividad que requiere del compromiso de la comunidad en la que se ubica. Al pequeño o mediano negocio no le van a venir desde ningún ministerio a consultar, es imposi- ble que una administración central llegue a eso. Pero las administraciones locales y los vecinos deben mostrar su respaldo y compromiso por las activi- dades económicas locales. La marcha de nuestros municipios depende en gran medida del apoyo que nos demos unos a otros. Fernando de Miguel Cuesta Rosa Quirós Querencias

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Ciudadanía y participación

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Page 1: PiensaenRed. Febrero 2015

Cabeza y CorazónDesde el comienzo de esta maldita crisis ya nada es como antes. Los sueños y anhe-los de todos los ciudadanos han cambiado por completo. Fiábamos nuestra ilusión de bienestar en un horizonte lejano, deseando la multiplicación de nuestra felicidad mate-rial, porque teníamos un presente encauza-do. Antes, soñábamos con el futuro; ahora, pensamos en mañana.

Es el momento de dirigentes con cabeza. De hombres y mujeres conocedores del terreno que pisan, sabiendo que los ciu-dadanos no quieren y no perdonan brin-dis al sol de caballeros de postín que te adulan durante un tiempo para después encerrarse en un despacho y mirarte por encima del hombro. O no mirarte. Cabeza, para conocer los medio económicos con los que se cuenta, para optimizar los recursos municipales existentes y devolverlos en forma de iniciativas y realidades solventes, eficaces que alivien la pesadez del instante que vivimos.

Es la hora del corazón. De saber que de-trás de cada frío decreto hay un hombre, una mujer, un menor que será salpicado por tu decisión. De políticos sensibles que empatizan con sus vecinos y que le ponen nombres y apellidos, ojos y cara, a cada número o letra que imprimen en un documento institucional. Consecuen-tes, con la realidad en pequeño, de lo que se vive bajo cada techo, en la cabeza de quienes dan vueltas en la cama incapaces de conciliar el sueño pensando en mañana. Valientes y transformadores, que se dejen la piel buscando recursos, abriendo cami-nos a los emprendedores y facilitando la llegada de mayor prosperidad. Cercanos y oyentes para saber interpretar las necesi-dades existentes y transformarlas en polí-ticas centradas en la Persona, con mayús-culas.

Llega el día de quienes tenemos cabeza y corazón.

Anastasio Arevalillo Martín

Febrero 2015

CIUDADANÍA Y ESPACIO PÚBLICO

LA IMPORTANCIA DE LO PEQUEÑO

El espacio público de las ciudades es un importante espacio social en el que los individuos se agrupan, con-viven, participan; son lugares en los que se produce el intercambio, el encuentro, el aprendizaje pero sobre todo son lugares donde los sujetos se apropian de la idea de ciudadanía. Sin embargo, a partir de los pro-cesos de globalización, estos espacios públicos, los ba-rrios, los parques, las plazas…. se están convirtiendo en las grandes olvidadas de las ciudades.

En la medida en la que nos apropiamos de nuestros espacios nos convertimos también en ciudadanos, por tanto las personas debemos ser protagonistas de lo que ocurre en nuestra ciudad. Para ello los espacios y los equipamientos públicos deben proyectarse pen-sando en toda la comunidad; por lo que desde la política, la arquitectura, el urbanismo, la cultura, la educación, la propia ciudadanía –entre otros- tenemos que construir una ciudad donde se reconozca el derecho a participar y que favorezca el sentimiento de pertenencia.

Una comunidad vecinal que articula en el espacio pú-blico formas de organización que favorezcan la inte-gración, el encuentro (inter)cultural, la reivindicación

social, las relaciones (inter)generacionales, el inter-cambio o incluso un lugar de placer y esparcimiento entre otros; es una ciudadanía que puede perfilar las respuestas a grandes cuestiones sociales como la de-mocracia, la educación, la sostenibilidad, las realida-des de la vida cotidiana…, en definitiva, la transforma-ción social.

Desde las instituciones públicas se deben recuperar y mejorar nuestros espacios públicos, para poner en valía su potencialidad como espacios creadores de comunidad y generadores de cambio. Transitar por calles donde se hace ciudad debería ser uno de nuestros retos.

Que las calles, plazas, parques e instalaciones públi-cas recuperen el pulso debe ser el objetivo por el que trabajar. Que vuelvan a ser motores que dotan de vida al municipio, a sus vecinos, a sus asociaciones, a sus instituciones, a sus negocios. Recuperar esos espa-cios de encuentro, de intercambio, de ciudadanía; recuperar lo perdido, lo olvidado, lo abandonado; re-cuperar lo que otros no han fomentado y darle valor, debe ser nuestro desafío.

Prensa, radio, televisión, internet, todos los canales de comunicación se hacen eco todos los días de la marcha de las grandes empresas: bancos, petroleras, grandes cadenas de distribución, telecos, constructoras, etc. Está claro que son parte fundamental de nuestra eco-nomía, y en muchos campos abanderan la innovación y son palancas de sus sector. Pero nuestra economía no sólo se compone de grandes conglomerados. Pe-queñas empresas, comercios, agricultores o profe-sionales independientes, componen la inmensa ma-yoría de nuestro empleo y de nuestra riqueza.

En marzo del año pasado había en España 4188 em-presas de gran tamaño, frente al 1,1 millones de pymes y a los 1,5 millones de autónomos sin asalariados a su cargo. Los datos hablan por sí solos, la pymes repre-sentan más del 60% del PIB español. De ese tejido de

lo pequeño es de donde procederá la recuperación del empleo y una distribución más justa de la riqueza.

Ahí radica la importancia de lo pequeño, de cuidar, fa-cilitar e incentivar a un tejido sin el cual no se puede entender nuestra sociedad. Desde el taller de repara-ción de coches, el panadero, la tienda de ropa, la ferre-tería, la fábrica de calzado o cualquier otra actividad que requiere del compromiso de la comunidad en la que se ubica. Al pequeño o mediano negocio no le van a venir desde ningún ministerio a consultar, es imposi-ble que una administración central llegue a eso. Pero las administraciones locales y los vecinos deben mostrar su respaldo y compromiso por las activi-dades económicas locales. La marcha de nuestros municipios depende en gran medida del apoyo que nos demos unos a otros.

Fernando de Miguel Cuesta

Rosa Quirós Querencias

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PiensaenRed# Febrero 2015

El empleo es sin duda el principal reto al que no enfrentamos y por ello debe constituir el princi-pal eje sobre el que se vertebre la política local. La puesta en marcha de políticas transversales que tengan como objetivo la regeneración del empleo y el crecimiento de puestos de trabajo así como las actuaciones inmediatas que faciliten el acceso al empleo a los trabajadores que se encuentran fue-ra del sistema y en riesgo de exclusión permanen-te, generalmente los trabajadores de mayor edad, coordinadas con la formación y facilitación de ex-periencia en el entorno laboral dirigido a los más jóvenes, son los ejes en los que debe ordenarse una política de empleo efectiva.

Los Ayuntamientos por sí solos son insuficientes para generar puestos de trabajo y para absorber tan importante volumen de desempleados. En

muchas ocasiones solo ofrecen trabajos de baja cualificación y con unas condiciones laborales y sa-lariales totalmente precarias. Por ello, los progra-mas de creación de empleo a nivel local en el sector público pueden proporcionar un “colchón” útil que ayude a preservar el vínculo con el mercado labo-ral, pero no son útiles si lo que queremos es apos-tar por el empleo duradero y de calidad.

La identificación de los puntos fuertes y débiles de la economía local, para potenciar los primeros, y la búsqueda activa de nuevas iniciativas em-presariales dispuestas a asentarse en nuestra localidad y consolidar aquí sus proyectos, se convierte a medio y largo plazo en las bases de la recuperación y el crecimiento de un empleo que perdure en el tiempo y ofrezca garantías salariales y sociales.

Esta identificación servirá a su vez para poner la lupa sobre las áreas formativas y calificaciones más demandas a nivel local y comarcal de forma que pueda trabajarse en facilitar dentro de las competencias del Ayuntamiento la adquisición de formación y cualificación que apunten en esa di-rección.

Desde este punto de vista y con estas premisas la definición de estrategias económicas deben ir di-rigidas a corto plazo en retener e intentar mante-ner la población activa y productiva, las empresas, comercios y proyectos de inversión, definir estra-tegias económicas en línea con los factores de cre-cimiento e identificar futuras fuentes de empleo, creación de empresas e innovación apostando por atraer nuevas inversiones.

Ana María Gómez Diego

NUEVAS INICIATIVAS Y EMPLEO

Cuando un político en su discurso de campaña dice que su principal objetivo es velar por los intereses de los ciudadanos y ciudadanas, ¿A qué intereses se refiere? ¿Conoce realmen-te a su ciudadanía como para saber qué necesidades tiene?

Pues bien, igual que cada uno de nosotros y nosotras necesi-tamos cosas diferentes según nuestro estilo de vida, y cuando algo es vital para unos, para otros eso mismo es prescindible; según la ideología política que se tenga, las prioridades y la visión de las necesidades del otro también son totalmente di-ferentes.

Y esa realidad es la que hoy refleja un sistema que no conoce a sus ciudadanos y por tanto los ciudadanos no se reconocen en ese sistema y surge la desconfianza, el des-contento y hastío hacia todo aquello que huele a política.

Pero solo hay que hablar con el vecino de al lado, ir a la oficina del paro, o echar un vistazo a informes que elaboran aquellos que trabajan en contacto con la gente. Hoy, el día a día de la inmensa mayoría de las personas se basa en sobrevivir, en encontrar un empleo para poder comer y pagar las facturas que mes a mes llegan al buzón. Pero hay quienes se empeñan en crear un sistema de mínimos que lejos de ayudar a las per-sonas a salir de esa situación, ponen parches y encargan a la caridad que se ocupen de ellos y estas personas se convierten en dependientes del sistema.

No es estar en contra de las entidades que ayudan a que las familias puedan comer, se trata de movilizar los recursos de las personas para que esa situación y ese recurso sea tem-poral, y de que todos aquellos cabezas de familia que cada día que pasa tienen su autoestima más hundida por no poder sacar a su familia adelante, sean capaces de fortalecerla y se presenten ante su realidad con las armas necesarias para afrontarlo y seguir luchando. Y esto tiene nombre propio, se llama bienestar social y quienes lo hacen posible son los ser-vicios sociales, y todo ello es la base desde dónde tiene que empezar a construirse la “nueva política”.

Es recuperar el bienestar social que durante tantos años hemos construido los españoles, dejando atrás la caridad donde prevalece la posición del que tiene la voluntad de dar limosna, para establecer la solidaridad que defiende el apoyo y la ayuda entre iguales.

Esos son los intereses de la gente, esas son sus necesidades, y en eso es en lo que estamos trabajando.

La evolución del mercado laboral en los úl-timos veinte años desdibujando las figuras tradicionales de empresario y trabajador, con una diversidad de figuras intermedias entre uno y otro, han contribuido a que una gran parte de la ciudadanía no se sienta identifi-cada con la figura del obrero como lo hemos entendido tradicionalmente.

Hasta mediados de los noventa la mentali-dad de clase estaba muy arraigada. Sin em-bargo durante las diferentes crisis económi-cas, se pusieron en marcha nuevas políticas laborales que intentaban dar respuesta con mayor flexibilidad a una realidad más comple-ja. Hasta ese momento existía la identifica-ción entre capital y empresario, y obrero y trabajo. Pero las nuevas formas de empleo se han llevado el esquema mental que tenía la sociedad sobre ello.

Y como ejemplo más claro el resultado de la crisis actual. Aunque, como hemos dicho, es un proceso que empezó hace dos décadas, desde 2008 vemos como se destruye empleo y como una gran parte de lo que se crea res-ponde a otras formas de trabajo: emprendi-miento, contratos laborales como autónomos forzosos, contratos por horas en uno y otro sitio, y así hasta un sinfín de variedades.

El resultado, buscado o no, es que la gran par-te de los ciudadanos hemos dejado de sentir la pertenencia al grupo de los trabajadores. El peso que el mercado laboral ha puesto en nosotros como individuos ha ido vinculando cada vez con mayor fuerza esa mentalidad de

pequeño empresario o “autónomo contra to-dos” que ha ido distanciandonos de nuestro sentimiento de colectivo y de nuestra defensa de los derechos.

Hace tiempo que escuche a un pequeño em-presario decir unas palabras muy sabias: “Yo llevo más de veinte años administrando una empresa con diez trabajadores, pero no me considero empresario. Yo soy un trabaja-dor”. Esa afirmación chocaba con todo lo que veía en noticias y escuchaba a la gente. Ante mi pregunta del por qué, él me respon-dió con contundencia: “Para mi un empresa-rio es aquel que en el momento que decide cerrar su empresa tiene capital como para vivir sin problemas. Yo vivo de mi trabajo día a día, como el resto de personas que están en mi empresa. Soy un currito, con más res-ponsabilidades por las personas a cargo, pero currito”.

Está claro que nuestra sociedad es diferente a la de hace treinta años, y no podemos preten-der volver a la división clásica de trabajador y empresario. Vivimos en un sistema econó-mico más complejo, que requiere de una di-versidad de soluciones diferente. Pero lo que no cambia es otra cosa, quien vive de su trabajo diario es un trabajador, con la ne-cesidad de defender sus derechos y los de sus iguales. Da igual si es asalariado, autó-nomo o emprendedor. Somos un colectivo. Ahí no nos pueden dar gato por liebre.

Ester Martínez Palomo

Fernando de Miguel Cuesta

TRABAJADORRECUPERANDO LA SOLIDARIDAD

“¿Quién paga los 200.000€ de todos los despidos, juicios perdidos, multas y

sanciones?

A mi me da igual, de mi bolsillo

no sale