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  • 8/18/2019 Pensamiento de Benjamin Constant

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    Benjamin Constant y el debate sobre las dos libertades

    Enrique Aguilar 

    Es sabido que el debate sobre las dos libertades puede ser examinado, al menos, bajo dos

    aspectos. En efecto, si por un lado encontramos la distinción entre una dimensión cívica o

     participativa y el sentimiento de independencia individual a que responde (Berlin dixit  la

    acepción !negativa",# por el otro est$ el problema de la asignación, respectivamente, a

    antiguos y modernos de esas dos valoraciones de la libertad. % es que no faltan autores

    que, suscribiendo la primer distinción, rec&a'an, en cambio, el criterio segn el cual el

    mundo cl$sico &abría desconocido por completo la libertad negativa. )omo botón de

    muestra, basta con se*alar el caso de +aye en The Constitution of Liberty, donde la

    libertad aparece definida justamente como independencia frente a la voluntad arbitraria

    de terceros (vis-à-vis la libertad política, la libertad interna o de autodeterminación y la

    libertad como poder, al tiempo que se afirma que la aut-ntica y genuina tradición del

    liberalismo se remonta a la Antigedad griega y romana, por lo que el argumento de

    )onstant resultaría, como ya lo &abía considerado /elline, esencialmente erróneo.0 

    El presente trabajo intenta ser una aproximación a ese debate, con )onstant como

     protagonista principal, y a este fin se mencionar$n primero algunos antecedentes que

     puede decirse allanaron el camino para la distinción entre libertad antigua y moderna.

    1orque, si bien es cierto que a )onstant corresponde el m-rito de &aberla populari'ado, 2

    tambi-n lo es que el tema conocía anteriores tratamientos. Así, 3&omas +obbes ya &abía

     procurado disociar el concepto moderno de libertad, la libertad como ausencia de

    # 4saia& Berlin, !5os conceptos de libertad" 6#789:, en Libertad y necesidad en la historia, ;evista de ss. ;ecu-rdese que para Berlin el sentido !negativo" de la palabra libertad est$

    implicado en la respuesta a la pregunta sobre cu$l es el $mbito en que al sujeto se lo deja &acer o ser lo que es

    capa' de &acer o ser, sin que en ello interfieran otros.

    0 ?riedric& +aye, The Constitution of Liberty 6#787:, 3&e @niversity of )&icago 1ress, )&icago, #7, caps. 4 y

    C. =$s adelante volver- sobre esta obra.

    2 )fr. Deorges Burdeau, El liberalismo político 6#7>7:, Eudeba, Buenos Aires, #792, p. #20.

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    impedimentos externos (algo a disfrutar, decía, en !el silencio de las leyes", de la

    tradición &umanista y su culto de los valores cívicos, cuya influencia en la 4nglaterra del

    C44 comparaba con la mordedura de un perro rabioso. 1ara +obbes, era -se el

    significado !propio" de la palabra libertad, alusivo a la facultad que un &ombre tiene de

    &acer lo que quiere, !de acuerdo con lo que su juicio y ra'ón le dicten", mientras que los

    antiguos griegos y romanos la entendían sólo como !libertad del Estado", una acepción

    colectiva, pues, que &acía de aqu-llos  pueblos (no individuos libres, fuera tanto para

    resistir cuanto para invadir a otros.F 

    Giglo despu-s, una apreciación de =ontesquieu nos acerca todavía m$s a nuestro asunto.

    Es la que advierte sobre el error de confundir !el poder del pueblo 6es decir, la

    democracia: con la libertad del pueblo".

    8

     Al igual que otros pasajes de la obra, -ste &allevado a Gtep&en +olmes a sostener que la fuente primaria y próxima de la dicotomía

    entre las dos clases de libertad fue =ontesquieu, que atrajo universalmente la atención

    sobre las diferencias entre la 4nglaterra moderna y Esparta.  % es que, sin duda, una cosa

    es la participación ciudadana, que de inmediato nos remite al mundo antiguo y al apogeo

    de la política basada en la virtud, y otra diversa el sentimiento de confian'a en la

    seguridad individual, proveniente de una organi'ación adecuada del Estado, que es en

    definitiva para =ontesquieu el atributo b$sico de la libertad. El capítulo sobre !Algunas

    instituciones de los Driegos" es por dem$s ilustrativo en su descripción de ese contexto

    de educación en la virtud, exigidad del territorio e indignidad de las profesiones

    mercantiles, propicio para el ejercicio constante de la libertad política. A su ve', de la

    lectura del capítulo sobre !Ha constitución de 4nglaterra" es f$cil inferir &asta qu- punto,

    aunque no usara la expresión libertad moderna, tenía =ontesquieu clara conciencia de

    F er 3&omas +obbes, Leviatán, o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil  6#8#:, 1arte 44,

    cap. CC4, ?ondo de )ultura Económica, =-xico, #77, pp. #># ss. er tambi-n, al respecto, /os- Duil&erme

    =erquior, Liberalismo vieo y nuevo 6#77#:, ?ondo de )ultura Económica, =-xico, #772, pp. 0> s.

    8 =ontesquieu, !el Espíritu de las leyes 6#>F9:, Hibro C4, cap. 44, )laridad, Buenos Aires, #7>#, p. #9.

     Gtep&en +olmesI "enamin Constant and the #a$in% of #odern Liberalism, %ale @niversity 1ress, JeK %or,

    #79F, pp. 07 ss.

    0

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    ella, a la que definía, textualmente, como !la tranquilidad de espíritu que proviene de la

    confian'a que tiene cada uno en su seguridad".>

    Adam ?erguson, en su Essay on the &istory of Civil 'ociety, sinteti'ó de esta forma el

    tr$nsito entre antiguos y modernosI !1ara los antiguos griegos, o los romanos, elindividuo era nada y el pblico todo. 1ara los modernos, en muc&as naciones de Europa,

    el individuo es todo y el pblico nada".9 Gin embargo, el filósofo escoc-s supo ver el

     peligro que entra*aba una declinación semejante en los &$bitos republicanos. 3odas esas

    artes, mayormente comerciales, por las cuales el &ombre moderno aprende a incrementar 

    su fortuna, traían para -l aparejado el costo no desde*able de la indiferencia &acia los

    asuntos pblicos. !6E:l vigor nacional LescribíaL declina por el abuso de esa misma

    seguridad que se procura mediante la supuesta perfección del orden pblico".

    7

     )omo lo&a recordado E'equiel Dallo, la observación suponía, adem$s, que con esa indiferencia

    de los mejores &abían de ser los corruptos los que ocuparan el centro de la escena

     política. 5e a&í que la libertad y la seguridad corrieran el riesgo de perderse por el abuso

    en la prosecución del inter-s personal. El corolario resultaba inquietanteI !...  (olitical 

    ri%hts, )hen ne%lected, are al)ays invaded ". #

     Jo sería -sta la postura de +amilton o /ames =adison, que volviendo Len especial el

     primeroL la espalda al mundo antiguo y en el entendimiento de que, a la &ora de un

    conflicto entre el bien pblico y el privado, los &ombres defenderían sus intereses,

    concibieron un orden republicano donde la acción del legislador compensaba la falta de

    ciudadanía activa. En El *ederalista 4C, por ejemplo, se subrayan los &alla'gos modernos

    de la ciencia política, como la distribución del poder en distintos departamentos, la

    introducción de frenos y contrapesos legislativos, la representación, la inamovilidad de

    >  !el Espíritu de las leyes, ob. cit., pp. 9 ss. y #9> s.

    9 Adam ?erguson,  +n Essay on the &istory of Civil 'ociety 6#>>:, 1art 4, Gection 444, 3ransaction 1ublis&ers,

     JeK BrunsKic, #77#, p. 8 (mi traducción.

    7  bid ., 1art , Gection 444, p. 002.

    # )fr. E'equiel Dallo, !Ha tradición del orden social espont$neoI Adam ?erguson, 5avid +ume y Adam Gmit&, en

     Libertas, nro. , Buenos Aires, mayo de #79>, pp. #8# s. Ha expresión de ?erguson en obra citada, 1art , Gection

    44, p. 0#2.

    2

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    los jueces que, junto con la unión federal, evitaban las perturbaciones y violentas

    revoluciones que a las repblicas griegas o italianas !mantenían en un estado de perpetua

    oscilación entre los extremos de la tiranía y la anarquía".## En la misma tónica, el artículo

    C alude al terrible espect$culo que ofrecían las democracias puras de la antigedad,

    !incompatibles con la seguridad personal y los derec&os de propiedad". 5e a&í el error de

    los teóricos que patrocinaban esa forma de gobierno, seguros de que, igualando

    absolutamente los derec&os políticos, se podrían igualar a un tiempo las posesiones,

    sentimientos y opiniones.#0 

    1ermítaseme recordar una afirmación de Duillermo de +umboldt, en su obra  Límites de

    la accin del Estado, de #>70, aunque publicada póstumamente en #98#. Ge refiere a la

    considerable distancia que media entre los estados antiguos y los modernos, cuando seevalan las restricciones vigentes, respectivamente, en inter-s de los individuos. !...Hos

    antiguos buscaban la virtudM los modernos buscan la dic&a". Es por eso, a*ade +umboldt,

    que aquellas restricciones eran antes m$s gravosas y peligrosas, porque afectaban

    directamente la !existencia interior" del &ombre, lo cual explica, a su turno, el car$cter 

    unilateral que presentaban, forjado en gran parte por un sistema de educación comn y de

    vida tambi-n comn, !conscientemente organi'ada".#2

    N)ómo no alarmarse frente al discurso de este nuevo g-nero de apóstoles, se preguntaba

    olney en sus  Le.ons d/histoire (#>7F, que &aciendo culto de la antigedad proponen

    modelos diametralmente opuestos a sus intenciones, y que &asta son capaces de olvidar 

    que en Esparta una aristocracia de treinta mil nobles tenía bajo su yugo a doscientos mil

    siervosO#F Jo otro era el motivo de la r-plica de =me. de GtaPl, en su ensayo sobre las

    ## +amilton, =adison y /ayI  El *ederalista 6#>9>L99:, ?ondo de )ultura Económica, =-xico, #78>, p. 20. )fr.

    adem$s Jatalio ;. Botana, La tradicin republicana, Gudamericana, Buenos Aires, #79F, cap. 44, pp. >F s.

    #0  El *ederalista, ob. cit., p. 27.

    #2 Duillermo de +umboldt, deas para un ensayo de determinacin de los límites 0ue circunscriben la accin del 

     Estado 6#>70:, en Escritos políticos, ?ondo de )ultura Económica, =-xico, #7F2, p. 7# s.

    #F )it. por Huis 5íe' del )orralI El pensamiento político de Toc0ueville , Alian'a Editorial, =adrid, #797, p. 0#.

    )fr. tambi-n +olmes, ob. cit., pp. 20 s.

    F

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    Circonstances actuelles 0ui peuvent terminer la 1evolution (#>79, a la glorificación

    rousseauniana de la participación política. El folleto, que viera la lu' en las postrimerías

    del 5irectorio, postulaba lisa y llanamente el absentismo político en aras del sosiego y la

     prosperidad individual. Entre los antiguos, !para captar la opinión pblica era necesario

    levantar el alma, excitar el patriotismo mediante conquistas, triunfos, facciones, incluso

    disturbios que alimentaban las pasiones. El espíritu nacional debe sin duda ser cultivado

    tan pronto como sea posible dentro de ?rancia. 1ero no debemos perder de vista

    Lcontinuaba la autoraL el &ec&o de que 6&oy: la opinión pblica est$ basada en el amor a

    la pa', en el deseo de adquirir rique'a y en la necesidad de conservarla, y que estar$

    siempre m$s interesada en ideas administrativas que en cuestiones políticas, porque tocan

    m$s directamente a nuestras vidas privadas".#8

    +asta aquí algunos precedentes, a los que podrían incorporarse otros, que dejar- de lado,

    como el ensayo de 5avid +ume !

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    todavía no consciente de !los derec&os que nos parecen &oy los m$s sagrados".#9

    1asemos a&ora al discurso de )onstant.

    1ronunciado en el Ateneo ;eal de 1arís, en #9#7, el discurso  !e la liberte des anciens

    compar3e à celle des modernes comien'a proponiendo la distinción entre dos especies de

    libertad, cuya confusión &abía sido causa de no pocos males durante el período

    revolucionario. 1or un lado, la libertad que en los pueblos antiguos !consistía en ejercer 

    colectiva, pero directamente, numerosas partes de la soberanía toda",#7 fuese deliberando,

    votando leyes, promoviendo juicios o concluyendo tratados. 1or el otro, la moderna suma

    de derec&os (de opinión, industria, tr$nsito, culto, asociación, etc. y garantías

    individuales, incompatible con la sujeción completa a la autoridad del conjunto que

    caracteri'aba a la libertad antigua.

    Ha finalidad de los antiguos era !la partición del poder social entre todos los ciudadanos",

    sostiene )onstant, a lo cual llamaban libertadM la finalidad de los modernos !es la

    seguridad en los goces privados" y llaman libertad !a las garantías acordadas por las

    instituciones a estos goces".0 5os factores, a su criterio, alimentaban estas diferencias.

    En primer lugar, el factor territorial. Ha corta extensión de las repblicas antiguas &acía

    #9  !61:orque tenemos a la libertad en estima Lobservaba GismondiL, tratamos de averiguar en qu- consiste la

    libertad de los gobernados. 1ero en los siglos anteriores al nuestro, por el contrario, se trataba de saber en qu-

    consistía la de los gobernantes 6...:" )it. por Bertrand de /ouvenelI  Los orí%enes del Estado moderno 6#7>:,

    Aldaba, =adrid, #7>>, pp. #97 s. (Jo est$ de m$s recordar, con todo, que Gismondi tampoco rec&a'ó por completo

    la libertad políticaM antes bien, creía inconveniente una libertad que no tuviese otro fin que la defensa de los

    intereses individuales, y en otro texto no ocultó su a*oran'a por el modo como los antiguos ense*aban a sus

    ciudadanos el amor a la patria, !en lugar de tener a -sta como una asociación cuyos beneficios y p-rdidas se

    calculan y de la cual uno se retira tan pronto como el balance resulta desfavorable"M íbid ., pp. #7# s.. Gobre su

    !conocimiento fiel de la bondad y excesos de la libertad antigua", ver tambi-n Jatalio ;. Botana, ob. cit., pp. ##2

    s.

    #7 Benjamin )onstant,  !e la libert3 des anciens compar3e à celle des modernes 6#9#7:, en Cours de politi0ue

    constitutionnelle, Ed. par E. Haboulaye, Duillaumin, 1aris, #9#, 3. 44, p. 8F# (mi traducción.

    0  bid ., p. 8F9.

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    que cada pueblo viviese en permanente roce con sus vecinos, por lo que la guerra,

     promotora de la esclavitud, era la ocupación casi &abitual. En segundo lugar, y en parte

    como consecuencia de lo anterior, el &ec&o de que el comercio fuera entonces !un

    accidente feli'" y no, como ocurre en nuestros días, !la verdadera vida de las naciones,

    que apetecen nicamente el reposo, con -l la comodidad, y como fuente de -sta la

    industria".0#

    )onstant, queriendo ser !prudente en 6su: refutación y respetuoso en 6su: censura", 00  la

    emprende contra ;ousseau y, sobre todo, el abate =ably, quien !detestaba la libertad

    individual como se detesta a un enemigo personal".02 A imitación de los antiguos, ambos

    &abían tomado la autoridad del cuerpo social por la libertad, creyendo que las

    restricciones a los derec&os individuales se verían compensadas por la participacióncívica. Gin embargo, afirma, !6l:a independencia individual es la primera necesidad de los

    modernos. En consecuencia, nunca debe sacrific$rsela para establecer la libertad

     política".0F 5e donde se desprende que ninguna de las instituciones que en las repblicas

    antiguas obstaculi'aban la libertad individual (verbigracia, el ostracismo griego o la

    censura romana es actualmente admisible.

    Adelantando su argumentación final, )onstant se*ala que si la libertad individual es la

     primera libertad moderna, la libertad política es su !garantía"08

     y, por tanto, algo ni m$s

    ni menos indispensable. Gólo que, a este derec&o a consentir las leyes y deliberar sobre

    nuestros intereses, se a*aden los nuevos deberes que los avances de la civili'ación

    imponen a la autoridad en defensa de los &$bitos, sentimientos e independencia de los

    individuos, &oy mejor resguardados tambi-n por obra del comercio, que al cambiar la

    naturale'a de la propiedad, &aci-ndola circular, contribuye a eludir la arbitrariedad. 1or 

    lo dem$s, aunque el r-gimen representativo descargue sobre unos pocos !lo que la nación

    0#  bid ., p. 8F8.

    00  bid ., p. 8F7.

    02  bid ., p. 88.

    0F  bid ., p. 880.

    08 bid ., p. 888.

    >

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    no puede o no quiere &acer por ella misma",0  queda siempre la vigilancia activa y

    constante que -sta &a de ejercer sobre sus representantes, y aun el derec&o de alejarlos

    del cargo si &a visto burladas sus aspiraciones.

    Aparece claro, así, el peligro que amena'a a la libertad moderna. 1orque del mismo modoque el &ombre antiguo, ocupado tan sólo en asegurar su participación en el poder social,

    descuidaba sus derec&os y goces individuales, puede a&ora suceder que, !absortos en el

    goce de nuestra independencia privada y en la persecución de nuestros intereses

     particulares, renunciemos demasiado f$cilmente a nuestro derec&o a participar en el

     poder pblico".0> Hos goces deben ir de la mano de las garantías que, insiste )onstant,

    est$n en la libertad política. ;enunciar a ella, por consiguiente, sería una locura

    semejante a la de quien, so pretexto de no &abitar sino en el primer piso, edificara unedificio sin cimientos. Ge trata, por a*adidura, del !m$s en-rgico medio de

     perfeccionamiento" a nuestro alcance, toda ve' que, !sometiendo a todos los ciudadanos,

    sin excepción, al examen y estudio de sus intereses m$s sagrados, engrandece su espíritu,

    ennoblece sus pensamientos, establece entre todos ellos una suerte de igualdad intelectual

    que &ace a la gloria y al poderío de un pueblo".09

    En conclusión, )onstant cree &aber demostrado la necesidad de !aprender a combinar"

    las dos especies de libertad, por lo que &ace votos para que las instituciones, adem$s de

    respetar los derec&os individuales, procuren que los ciudadanos !consagren su influencia

    a la cosa pblica", llam$ndolos a participar con sus determinaciones y sufragios en el

    ejercicio del poder y garanti'$ndoles un derec&o de control y vigilancia.07

    Antes de volver sobre el discurso y sus posibles interpretaciones, no parece inoportuno

     preguntarnos acerca de la repercusión que tuvo el tema en otros autores, &abida cuenta

    0  bid ., p. 889.

    0>  bid4

    09  bid4 p. 887 s.

    07  bid4

    9

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    que no tardó en convertirse en un verdadero leitmotiv dentro de la bibliografía

    decimonónica. Empecemos por Edouard Haboulaye y su escrito sobre  La libert3 anti0ue

    et la libert3 moderne, de #92. 3ambi-n este autor, caído &oy en el olvido pero tan

    influyente en su momento, polemi'a con ;ousseau, =ably y sus pros-litos, consagrados

    al oficio, !peligroso y pueril", de imitar la antigedad.2 Giguiendo a )onstant, Haboulaye

    recuerda que entre los griegos solamente se consideraba &ombre libre al que no vivía de

    su trabajo manual sino dedicado de cuerpo entero a los asuntos comunes, mediante el

    ejercicio diario de la soberanía. 5e a&í que la m$s democr$tica de las repblicas griegas

    no fuese, en los &ec&os, m$s que una aristocracia encubierta.

    4d-ntica concepción predominaba en ;oma, que ofrecía el extra*o espect$culo de un

     pueblo libre, en lo tocante al gobierno, pero esclavo en orden a la religión, la educación yla vida. Junca la antigedad &ubiera comprendido la moderna teoría de los derec&os

    individuales, aduce HaboulayeI el ciudadano estaba &ec&o para el Estado en tanto la

    relación inversa &ubiese constituido una &erejía. 1or eso es que el germen de la

    revolución que separa al mundo antiguo del moderno &ay que buscarlo en el

    advenimiento del cristianismo, cuando son reconocidos nuevos deberes y derec&os

    independientes del Estado, adquiere rango la conciencia de los individuos y se distingue

    al fiel del ciudadano. En efecto, los m$rtires son para Haboulaye los precursores de la

    moderna libertad, proceso que interrumpió )onstantino al restablecer la unidad del

    gobierno me'clando !intereses pasajeros, cambiantes, miserables, y derec&os eternos,

    sobre los cuales no se transige".2# 1osteriormente, los 1apas reincidirían en el error, salvo

    que, esta ve', en desmedro del 4mperio.

    N5ónde encontrar otros brotes de moderna libertadO Haboulaye se acoge, por un lado, a la

    tesis germanista que antes =ontesquieu, 3ocqueville y Dui'ot, entre otros, &abían

    sostenido, segn la cual los b$rbaros conquistadores, que no sabían qu- era el Estado, alentrar a las Dalias como &ombres libres &abían introducido el espíritu de libertad

    2 Edouard HaboulayeI La libert3 anti0ue et la libert3 moderne 6#92:, en L/Etat et ses limites, cinqui-me -dition,

    )&arpentier et )ie., HibrairesLEditeurs, 1aris, #9>#, p. # (mi traducción.

    2#  bid .

    7

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    individual, que encarnara luego en los privilegios feudales. 20 1or otro lado, reconoce la

    deuda que la libre asociación, la libertad de opinión y de prensa, así como la educación

    libre mantienen con la emancipación de la conciencia proclamada por los reformadores

     protestantes.

    En los albores de la ;evolución, prosigue el autor, bajo el influjo de Hafayette, los

     pensadores norteamericanos y, desde luego, el  "ill de #97, la libertad moderna parecía

    imponerse. 1ero a poco recaería ?rancia en la soberanía antigua, con ;obespierre, Gaint

    /ust y dem$s políticos incapaces de comprender el peligro que ello significaba para los

    grandes Estados modernos, cuyos pueblos viven de la industria y no se renen a todo

    &ora en la pla'a pblica. 4ndustria e inter-s privado que, a la vuelta de unos a*os, pasada

    ya la )onstitución del a*o 444, Bonaparte y la )arta, resistía an al control de laadministración, !que quiere confiscarlo y dirigirlo todo".22

    Es cegarse a la evidencia, termina Haboulaye, no ver que !el reino de individuo se acerca,

    y que todo el esfuer'o de la política debe ser secundar este nuevo progreso de la

    &umanidad".2F % enseguida, en respuesta a quienes objetaban a ?rancia no tener ni el

    espíritu ni las costumbres de libertad, se preguntaI !N)u$ndo se nos &a dejado go'ar de la

    libertad, para declararnos incapaces de usarlaO" !6H:a libertad no es una cuestión de ra'a,

    es una cuestión de civili'ación, es decir, de pr$ctica y de educación".28

     La cit3 anti0ue (#9F, de ?ustel de )oulanges, es otra de las obras a mencionar, m$s

     precisamente en su capítulo C444, del Hibro 444, cuyo título es en sí mismo elocuenteI

    !, pp. 0F9 ss.

    22 

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    &asta la vestimenta. Gegn los antiguos códigos de Esparta y ;oma, recuerda tambi-n de

    )oulanges, no se toleraban ciudadanos deformes o contra&ec&os. Hos filósofos u &ombres

    de estudio no tenían derec&o a vivir aparteI debían votar en la asamblea y ejercer, llegado

    el caso, la magistratura. Jo enrolarse en un partido era una falta pasible de p-rdida de

    ciudadanía. Ha educación, sobre la cual los padres carecían de derec&os, era comn y el

    &ombre no era libre tampoco de elegir sus creenciasI estaba sometido a la religión de la

    ciudad, so pena de ser ajusticiado (como Gócrates o reprimido severamente. Ge dictaba,

    sin m$s, el ostracismo, como medida precautoria, a quien &ubiese adquirido demasiada

    influencia pblica. !... El Estado consideraba el cuerpo y el alma de cada ciudadano

    como de su pertenencia", asegura de )oulanges. 1or eso, es !un error singular entre todos

    los errores &umanos, el &aber creído que en las ciudades antiguas &abía go'ado el &ombre

    de libertad. Ji siquiera tuvo idea de ella. Jo creía que pudiera existir un derec&o frente a

    la ciudad y sus dioses 6...: Do'ar de derec&os políticos, votar, nombrar magistrados,

     poder ser arconte, &e aquí lo que se llamaba libertadM pero el &ombre no estaba menos

    avasallado por el Estado. Hos antiguos, y sobre todo los griegos, exageraron siempre la

    importancia y los derec&os de la sociedadM sin duda se derivó esto del car$cter sagrado y

    religioso que la sociedad &abía revestido en su origen" (enti-ndase, el &ec&o de que la

    ciudad antigua se &ubiese fundado sobre una religión, que se confundía con el poder 

     político, basamento incompatible -ste con el reconocimiento de !la verdadera libertad, la

    libertad individual". 2

    2 ?ustel de )oulangesI La ciudad anti%ua 6#9F:, Emec-, Buenos Aires, #78#, p. 2#F, 2# y, en general, todo el

    capítulo. Excuso recordar que en esta obra basó Alberdi las conclusiones de su trabajo sobre  La omnipotencia del 

     Estado (#9>7, donde se atribuye enf$ticamente a la noción grecoLromana del patriotismo y la patria la negación de

    la libertad individual característica de las tiranías sudamericanas. Gegn aqu-lla, refiere Alberdi, !6l:a 1atria eslibre, en cuanto no depende del extranjeroM pero el individuo carece de libertad, en cuanto depende del Estado de

    un modo omnímodo y absoluto. Ha 1atria es libre, en cuanto absorbe y monopoli'a las libertades de todos sus

    individuosM pero sus individuos no lo son porque el Dobierno les tiene todas sus libertades". ()ito por la edición del

    )entro de Estudios EconómicoLGociales, Duatemala, #79, p. 2. Al respecto, ver E'equiel DalloI !Hiberalismo,

    centralismo y federalismo. Alberdi y Alem en el 9", en  nvesti%aciones y Ensayos, nro. F8, Academia Jacional de

    la +istoria, Buenos Aires, #77, pp. 2>> ss.

    ##

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    En una obra posterior, la &istoire des institutions politi0ues de l/+ncienne *rance (#9>8,

    y en uno de sus capítulos iniciales sobre !Ha monarquía romana", escribir$ ?ustel de

    )oulangesI !6H:o que los romanos llaman  1es publica era una autoridad dominante,

    cuyos poderes no tenían límite 6...: Guponer que las instituciones, al igual que los

    comicios y que las elecciones de magistrados, estaban &ec&as para garanti'ar la libertad

    de los ciudadanos, es atribuir a los romanos ideas 0ue se hallaban muy aleadas de su

    espíritu". % a continuaciónI !Ha ;epblica era una especie de monarca absoluto ante el

    cual todo se doblega. 3odo se encontraba bajo la vigilancia del Estado, incluso la religión,

    incluso la vida privada y todo le estaba subordinado, &asta la moralM el &ombre carecía de

    toda garantía en sus derec&os individuales".2>

    Esta visión en nada difería de la que Ernest ;enan volcó en su conferencia, de #97,sobre La part de la famille et de l/Etat dans l/education. En efecto, tambi-n aquí se &abla

    de la educación y la religión como asuntos que, en las peque*as sociedades griegas,

    estaban reservados exclusivamente al Estado. Ha primera, leemos, estaba reglada &asta en

    sus menores detallesI todos reali'aban los mismos ejercicios corporales, aprendían los

    mismos c$nticos y participaban en ceremonias igualmente uniformes. 5e nuevo se

    menciona aquí el caso emblem$tico de Gócrates y se pone de relieve, asimismo, el &ec&o

    de que la ciudad antigua fuese al mismo tiempo familia, 4glesia y Estado. Gemejante

    imperio sobre las cosas del alma sería &oy considerado como una !insoportable tiranía",

    aduce ;enan. !... Ha libertad era la independencia de la ciudad, pero de ningn modo la

    independencia del individuo, el derec&o del individuo a desarrollarse a su gusto, aparte

    del espíritu de la ciudad."29 El !noble error" de los revolucionarios &abía sido creer que

    era posible recrear ese modelo de ciudadano, que no vivía sino para el Estado. Esparta

    fue entonces el sistema de ensue*o. Ge quería formar soldados en lugar de &ombres. 1ero

    el &ombre moderno, que tambi-n tiene una patria, la concibe contrariamente como !una

    libre sociedad que cada uno ama porque encuentra en su interior los medios para

    2> )it por =arcel 1relotI &istoria de las ideas políticas, Ha Hey, Buenos Aires, #7>#, p. #82.

    29 Ernest ;enanI La part de la famille et de l/Etat dans l/education  6#97:, en La 13forme intellectuelle et morale,

    )almanLH-vy, Editeurs, 1aris, #707, p. 2# (mi traducción.

    #0

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    desarrollar su individualidad". 5e a&í que un sistema uniforme de educación constituya al

     presente, para ;enan, !la muerte intelectual de una nación".27

    En la que, a pesar de su corta extensión, es acaso la obra m$s divulgada de +erbert

    Gpencer, El individuo contra el Estado (#99F, el contraste entre los dos mundos Lantiguoy el modernoL es descripto con deliberada mordacidad. !6H:a semejan'a de las

    instituciones romanas con las instituciones realmente libres Lasevera GpencerL es menor 

    que la que &ay entre un tiburón y un puerco marino, semejan'a meramente externa que

    oculta muy distinta estructura porque el gobierno romano era una peque*a oligarquía

    dentro de otra oligarquía m$s alta, siendo los miembros de cada una de ellas autócratas

    arbitrarios. @na sociedad donde los individuos, poco numerosos relativamente, que

    monopoli'aban el poder político y podían llamarse libres en cierto sentido, eran otrostantos peque*os d-spotas que no distinguían jurídicamente a sus esclavos y dependientes,

    y aun a su familia, de las bestias de su propiedad, estuvo, por su naturale'a intrínseca,

    m$s próxima a un despotismo vulgar que a un cuerpo de ciudadanos políticamente

    iguales."F

    =enos enf$tico, y aun reconociendo que la semilla de la libertad fue plantada en Atenas,

     por Golón y 1ericles, Hord Acton, en su discurso de #9>> sobre la !+istoria de la libertad

    en la Antigedad" no desconoce, sin embargo, que en aquellos tiempos el Estado asume

    facultades que no le pertenecen, al entrometerse en el $mbito de la vida personal. !... Hos

    antiguos LescribeL comprendían mejor la regulación del poder que la de la libertad.

    )oncentraban tantas prerrogativas en el Estado, que no daban posibilidad al &ombre de

    negar su jurisdicción o asignar límites a su actividad. 1ara emplear un expresivo

    anacronismo, el defecto del Estado cl$sico radicaba en el &ec&o de ser a la ve' 4glesia y

    Estado. Jo existía diferencia entre religión y moral, ni entre -sta y la políticaM y en

    religión, moralidad y política &abía sólo un legislador y una autoridad. El Estado, aunque&acía lamentablemente poco por la educación, la ciencia pr$ctica, los indigentes y

    desvalidos, o por las necesidades espirituales del &ombre, reclamaba no obstante el uso

    27  bid ., pp. 20L08.

    F +erbert GpencerI El individuo contra el Estado 6#99F:, /ucar, =adrid, #7>>, p. #F

    #2

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    de una repblica &umilde en los Alpes, sin perspectivas de influencia m$s all$ de su

    estrec&a frontera, que sbdito de una magnífica autocracia due*a de la mitad de Asia y

    Europa"O Acton no vacila en admitir que !el objetivo político supremo debe a veces

     postergarse ante objetivos morales superiores". 1ero en relación a las doctrinas que

     pusieron al gobierno arbitrario bajo control, ya sea mediante la difusión del poder o

    apelando a una autoridad trascendente, es innegable que !los m$s grandes filósofos de

    Drecia no tienen derec&o a ser considerados".FF

    )iertamente, fueron los estoicos quienes ac&icaron el abismo que divide al Estado

    antiguo del cristiano ense*ando el camino de la libertad. %, no obstante, así como lo m$s

    que pudo &acer Gócrates contra la injusticia de las leyes que lo condenaban !fue morir 

     por sus convicciones", así los estoicos sólo pudieron aconsejar a los sabios que semantuviesen apartados de la política, !guardando la ley no escrita en su cora'ón". !1ero

    cuando )risto dijoI R5ad al )-sar lo que es del )-sar y a 5ios lo que es de 5iosS

    Lconcluye ActonL, estas palabras, pronunciadas en Gu ltima visita al templo, tres días

    antes de Gu muerte, otorgaron al poder al poder civil, bajo la protección de la conciencia,

    un car$cter sagrado del que nunca &abía go'ado y límites que nunca &abía reconocidoM y

    ellas sirvieron de repudio al absolutismo y de origen a la libertad 6...: Ha nueva ley, el

    nuevo espíritu y la nueva autoridad dieron a la libertad un significado y un valor que no

    &abía tenido en la filosofía o en la constitución de Drecia o ;oma antes de que se nos

    diera a conocer la verdad que nos &ace libres."F8

    5e nuevo cabe aclarar, como se &i'o m$s arriba a propósito de los antecedentes previos al

    discurso de #9#7, que en los pasajes aquí citados de Haboulaye, ?ustel de )oulanges,

    ;enan, Gpencer o Acton no se agotan ni con muc&o las referencias en donde es posible

    seguir la &uella de )onstant. Gin ir m$s lejos, dos citas de /o&n Gtuart =ill resultan no

    menos elocuentes en este sentido. Ha primera, tomada de 5n liberty, refiere cómo !6l:as

    antiguas repblicas se consideraban con derec&o Lcosa que los filósofos aprobabanL a

    FF  bid4, p. 02.

    F8  bid ., pp. 0> s.

    #8

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    reglamentar, por medio de la autoridad pblica, toda la conducta privada, fund$ndose en

    que el Estado tenía profundo inter-s en la disciplina corporal y mental de cada uno de los

    ciudadanos".F  Ha segunda, de  1epresentative 2overnment , que en obvia alusión a la

    Antigedad describe la inclinación de aquella naciones !donde el deseo de ejercer 

    imperio o mando sobre los otros excede por tal manera al sentimiento de independencia

     personal que los individuos sacrifican la substancia de la libertad a la mera apariencia del

     poder. )ada uno, como el simple soldado de un ej-rcito, abdica de buen grado su libertad

    de acción en manos del general, con tal que el ej-rcito obtenga la victoria, y -l pueda

    lisonjearse de ser uno de los conquistadores, por m$s que la parte del poder que ejer'a

    sobre el pueblo conquistado sea una ilusión 6...: En esta6s: naci6ones:, un individuo

     preferir$ la probabilidad (por remota e inverosímil que sea de ejercer alguna parte del

     poder sobre sus conciudadanos a la certidumbre de que ni -l ni los dem$s se ver$n nunca

    sujetos a intiles coacciones".F>

    A mayor abundamiento, /elline destaca los nombres de Gta&l, T. ?. +ermann y, en

    especial, ;. von =o&l, de quienes provendría en Alemania la communis opinio sobre el

    desconocimiento, en las antiguas formas de Estado, de los derec&os subjetivos. El ltimo,

    en su Enciclopedia de las ciencias del Estado (#987, &abía escritoI !Entre los antiguos el

    individuo est$ al servicio del Estado, y &alla la satisfacción de sus fines mediante el bien

    del Estado. Entre los modernos es el Estado el que sirve 6a: los individuos y alcan'a su

    gloria cuando consigue el bien de sus ciudadanos. Ha libertad consiste entre los griegos

    en la participación en el gobiernoM &oy en ser gobernados por el mínimum de gobierno

     posible. En el Estado antiguo las prestaciones de los ciudadanos son como el remate de

    su personalidadM en la -poca moderna significan una limitación de la misma." F9 A&ora

     bien, siendo /elline, precisamente, uno de los principales críticos de esta concepción,

    F  /o&n Gtuart =illI 5n liberty  6#987:, c&apter 4, Ed. by Alburey )astell, AppletonL)enturyL)rofts, JeK %or,

    #7F>, p. #2 (mi traducción. En el capítulo 44 alude a la moralidad de las mejores naciones paganas, para la cual

    !los deberes &acia el Estado guardan un lugar desproporcionado infringiendo la justa libertad del individuo" (íbid .,

     p. F7.

    F> /o&n Gtuart =illI !el %obierno representativo 6#90:, capítulo 4, 3ecnos, =adrid, #798, pp. 8# s.

    F9 )it. por Deorg /elline, ob. cit., p. 000.

    #

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    interesa &acer lugar a sus argumentos, junto a otros m$s o menos afines, antes de entrar 

    en el desarrollo final del trabajo.

    1rimeramente, entiende el autor que es imposible caracteri'ar en pocas palabras, por lo

    comn basadas en la experiencia espartana, un tipo de Estado que cubrió varios siglos yque reviste varios aspectos. Así, en la Atenas del siglo 4 (caso en el que prefiere

    concentrarse por estimarlo muc&o m$s representativo e influyente que el lacedemonio el

    individuo tenía !un poder tan grande y tan reconocido que todo reformador social

    necesitaba contar con -l", y aun lo que perdía, sin darse cuenta, en beneficio del Estado

    !lo recibía con creces mediante su participación en el gobierno 6donde: reside justamente

    lo esencial del ciudadano, lo que le diferencia del mero &abitante".F7

    /elline reitera algo dic&o aquí m$s de una ve'I que la  polis descansaba en la !unidad

    inquebrantable" de Estado e 4glesia. En ello debería buscarse el origen de las pesadas

    exigencias venidas de un Estado que se ocupaba del 5erec&o, la &onestidad de la vida y

    !cuanto es sagrado y querido al &ombre". @n giro importante indica que se produjo tras la

    guerra con los persas, cuando 5emócrito y Gócrates empie'an a sentirse ciudadanos del

    mundo. A poco andar, en cínicos y estoicos se ver$ !claramente formulado el concepto

    individualista de la libertad", así como en los epicreos la noción !mec$nica, atomística y

    utilitaria del Estado". Este individualismo &abría alcan'ado plena satisfacción en la

    democracia ateniense a partir de 1ericles, agrega /elline, y bastaría con remitirse al libro

    4 de  La (olítica  para dar con la antítesis entre participación en el Estado y libertad

    respecto de -ste prevista ya, !con gran sagacidad", por Aristóteles.8

    A /elline no lo conmueven los comentarios de )oulanges. NJo existen acaso en nuestro

    tiempo leyes de temperancia, limitaciones a la rique'a, regulaciones a la ense*an'a y

    otras varias !medidas policíacas"O N)ómo concebir las insuperables creaciones

    espirituales de Atenas sin una anc&a esfera de libertad individualO NUu- son unos pocos

     procesos por impiedad al lado de !las &umillaciones y los desafueros jurídicoLsociales"

    de esta -poca, tan ponderada, de los derec&os fundamentales garantidosO NJo proviene de

    F7  bid ., pp. 002 y 008.

    8 bid ., pp. 00 s.

    #>

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    los griegos la idea, recogida por el moderno Estado de 5erec&o, de que las obligaciones

    al individuo sólo pueden ser impuestas por leyO =$s bien, la diferencia entre Estado

    antiguo y moderno pasaría sólo por el reconocimiento que el segundo &iciera del

    !car$cter jurídico" (en sentido positivo de la libertad individual, que por fuer'a &ubo de

    faltar a Drecia y a ;oma al faltarles lo que es su correlato, a saberI la conciencia de la

    oposición entre individuo y Estado. !6H:a libertad del individuo moderno est$

    expresamente reconocida dentro de la ley del Estado, en tanto que en la antigedad se

    consideraba esto tan evidente y claro, que jam$s llegó a &allar un puesto en la

    legislación."8#

    Estas y otras ra'ones llevan a /elline a concluir que la doctrina de )onstant, Gta&l y

    =o&l !debe desaparecer definitivamente de la literatura".

    80

      Gin embargo, no deja desorprender su afirmación de que !6j:am$s la antigedad llegó a reconocer al &ombre por 

    sí mismo, como persona", y de que sin la oposición medieval entre rex y re%num, por un

    lado, e 4glesia y Estado, por el otro, !difícilmente se &ubiese llegado a reconocer de una

    manera expresa al individuo como un poder social que tiene derec&os por sí mismo, sin

    correr el riesgo de que el Estado lo &ubiese absorbido por completo". A lo que a*ade

    todavíaI !... Ha esfera enteramente libre del Estado de que disfrutaba el &ombre antiguo

    tenía precisamente un car$cter precarioM pero dada su propia concepción del mundo y del

    Estado, no se encontraba en condiciones de defenderla y transformarla en un derec&o

     propio 6...: El Estado antiguo sólo conocía la forma democr$tica como la nica en que se

     pudiera reali'ar la idea de libertadM y lo creía con justicia, porque en la formación monista

    del Estado la participación de todos en la soberanía es la nica manera posible de

    alcan'ar la libertad 6...:" % termina /ellineI !... ?alta por completo a la doctrina antigua,

     precisamente, el reconocimiento de que corresponde al individuo un lugar propio y

    originario jurídicamente frente al del Estado, 6que aparece como: omnipotente, porque

    falta todo motivo para una limitación jurídica y porque no existía en el mismo, tan

    8# bid ., pp. 009 ss. 1ara el caso romano, ver pp. 02F ss.

    80  bid ., p. 020.

    #9

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    unitariamente edificado, ninguna restricción constitucional posible para el nico órgano

     primario e inmediato sobre que descansaba el Estado."82

    Duido de ;uggiero, en su &istoria del liberalismo europeo, coincide con /elline al tildar 

    de falsa la tesis de )onstant, por cuanto las repblicas de Antigedad consentían !muc&aslibertades de las denominadas modernas". 1or otra parte, aunque )onstant se oponga

    !en-rgicamente" a la libertad que es reminiscencia de la antigua y profese, como todos

    los escritores liberales de la restauración, un !odio implacable contra la democracia", es

    sin duda inevitable, sostiene de ;uggiero, que una ve' admitida la necesidad de una

    libertad política como garantía de los individuos, el propio desarrollo de la actividad

     política condu'ca a una !progresiva extensión" de la participación.8F =$s adelante se ver$

    cu$n alejada se &alla esta interpretación de la que, en el presente trabajo, consideramos plausible.

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    realidad de las grandes obras que los &ombres libres de Atenas llevaron a cabo en la

     política, en el pensamiento, en la poesía, en las artes, en toda la cultura y la civili'ación".

    Hos $mbitos de la vida social todavía no penetrados de libertad ser$n, en todo caso,

    materia de futuras reclamacionesM pero, entretanto, los que sí lo est$n componen !la

    &istoria efectiva", que es adelanto y progreso, la nica que de verdad interesa a quien es

    capa' de distinguirla !en sus sombras 6y: con sus sombras, pero 6que: no por eso llama

    tiniebla a la lu'".8

    =encion- inicialmente a ?riedric& +aye y sus obra The Constitution of Liberty, en la

    cual la libertad es definida como la ausencia de limitaciones yVo coacción derivadas de la

    voluntad arbitraria de terceros que, en tanto libertad personal o individual, no debemos

    confundir con la libertad (usualmente llamada política que consiste en participar en laelección del gobierno, el proceso de legislación y en el control de la administraciónM esta

    ltima, segn +aye, una libertad colectiva, aplicable a grupos de &ombres tomados en

    conjunto, y que no obliga a alguno en particular a ejercitarla para ser considerado libre

    como individuo.8>

    Gin embargo, en el capítulo C4 sobre !Ha evolución del Estado de 5erec&o", no escatima

    críticas a la !falsa interpretación" de +obbes, )onstant, ?ustel de )oulanges o,

    contempor$neamente, +arold Hasi, a la que opone, de la mano de /elline y, asimismo,

    el importante estudio de +aveloc sobre The Liberal Temper in 2ree$ (olitics, el

    testimonio, entre otros, de la 5racin fúnebre de 1ericles, donde, si &emos de creer a

    3ucídides, se declara abiertamente que !la libertad de que disfrutamos en nuestro

    gobierno se extiende tambi-n a la vida ordinaria 6y: lejos de ejercer celosa vigilancia

    8  bid4, pp. 008 ss.

    8>

     5ice +ayeI !... 5ifícilmente pueda sostenerse que los &abitantes del 5istrito de )olumbia, o los residentesextranjeros de los Estados @nidos, o las personas demasiado jóvenes para votar no go'an de completa libertad

     personal porque no participan de la libertad política." % renglones abajoI !... Uui'$ el &ec&o de que &ayamos visto

    a millones de seres votar su total subordinación a un tirano &aya &ec&o comprender a nuestra generación que la

    elección del propio gobierno no asegura necesariamente la libertad. =$s an, parecería tonto discutir sobre el valor 

    de la libertad si cualquier r-gimen aprobado por el pueblo fuera, por definición, un r-gimen de libertad" (ob. cit.,

    cap. 4, pp. #2 s.M mi traducción.

    0

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    sobre todos y cada uno, no sentimos cólera porque nuestro vecino &aga lo que le pla'ca".

    1arejamente, +aye destaca el modo como la filosofía estoica preservó el sentido de la

    libertad individual trasmiti-ndolo a la posteridad y, sobre todo, &ace &incapi- en el

    significado que para los griegos tuvo la palabra isonomía, que ya +erodoto &abía

     preferido a democracia, y una de cuyas consecuencias fuera la exigencia de igual

     participación de todos en el gobierno. Andando el tiempo, parte de la moderna doctrina

    )hi%  estar$ impregnada de esta concepción que, bajo la fórmula del !gobierno de las

    leyes y no de los &ombres", sería recogida adem$s en la 5ceana de +arrington.89

    5e la tradición derivada de la ;epblica romana, +aye reivindica las famosas Heyes de

    las C44 3ablas, bajo cuyos auspicios se formó gradualmente !el primer sistema

    desarrollado de derec&o privado"M tambi-n ensal'a a 3ito Hivio, 3$cito y, en especial, a)icerón que acu*ó, entre otros, el concepto de las le%es le%um o reglas generales que

    gobiernan la legislación ordinaria, y, finalmente, recuerda cómo en este período cl$sico

    (que se extiende &asta el siglo 44 de nuestra era, cuando empe'ó su avance !el socialismo

    de Estado" existió una !completa libertad económica", causa en gran medida de la

     prosperidad y poderío de ;oma.87 

    Hlama la atención que +aye considere !difícil de comprender" que en una fec&a tan

    avan'ada como #722 Hasi pudiera argumentar todavía en la misma línea de )onstant.

    1orque, a decir verdad, no son pocos los autores que, en el transcurso de este siglo,

    &icieron lo propio. 1or lo pronto, cuando en el capítulo 44 sobre !El gobierno

    mayoritario" +aye subordina, en t-rminos de una relación de medio a fin, la democracia

    al liberalismo cita en abono de su posición un ensayo de

  • 8/18/2019 Pensamiento de Benjamin Constant

    22/32

    total" en el cuerpo de la (olis o Civitas, !se apodera del &ombre íntegramente, sin dejarle

    resto alguno para su uso particular".

    7 ss., donde dice

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    discípulos de Gócrates cínicos y cirenaicos. En cuanto a

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    3ambi-n a Gartori le parece innecesario enredarse en distinciones !dudosas y

    secundarias" para discutir si los antiguos go'aban o no de libertades civiles. En su lugar,

    'anja la cuestión diciendo que las ideas antiguas en torno a la libertad civil, política,

     jurídica, individual o de cualquier otro tipo mal podían &aber sido las mismas que las

    nuestras desde que !nuevos valores, que ellos no conocían, nos separan de los

    antiguos."F Ello no obstante, no pierde ocasión de describir a la democracia antigua, que

    ;ousseau pretendió ex&umar, como una relación !simbiótica" del ciudadano con la  polis,

    que requería su dedicación completa. !Autogobernarse significaba pasarse la vida

    gobernando", afirmaI una !&ipertrofia política" que enseguida produjo la !atrofia

    económica". Jo se &abían planteado los griegos el problema de conceder a cada

    individuo la seguridad de su libertad, y si fue uno de los rasgos peculiares de Atenas su

    vitalidad individual, a Gartori no se le oculta que &ay una gran diferencia entre -sta y !el

    respeto del individuo en su condición de persona". El vocablo ídion (en latín privatus,

     por oposición a $oinn, que designaba al elemento comn, revela con sobrada intensidad

    esta diferencia, que &acía del no ciudadano o idites un &ombre ignorante y sin valor, que

    sólo se interesaba por sí mismo.8

    Ha !ra'ón obvia" por la que Gartori sostiene que los antiguos no podían concebir al

    individuo como persona, como un !yo privado" digno de respeto, estriba en que esta

    2  bid4, p. #82. En la 4ntroducción reci-n citada aclara Berlin que el sentido en que utili'a indistintamente el

    t-rmino libertad civil o política !no implica simplemente la ausencia de frustración (que puede conseguirse

    eliminando los deseos, sino tambi-n la ausencia de obst$culos que impidan posibles decisiones y actividades, la

    ausencia de obstrucciones en los caminos por los que un &ombre puede decidir andar" (p. 2>.

    F  Diovanni GartoriI Teoría de la democracia 6#79>:, ol. 44, cap. C (!Ha democracia griega y la democracia

    moderna", Alian'a Editorial, =adrid, #799, p. 28>.

    8

      bid ., pp. 2FF ss. En p. 288 dice Gartori, en relación a Atenas, que !6e:ra una comunidad que desconfiaba de las personalidades destacadas, capric&osa en su alaban'a, inmisericorde en su persecución, y en la que el ostracismo

    era una medida precautoria, no una medida de castigo Lun castigo para un delito inexistente. Era la democracia de

    la que fue proscrito Ermodoro de Efeso porque no se permitía que un ciudadano fuera mejor que otros. En un

    sistema de tales características, la posición del individuo era precaria 6...:". Gobre !el enorme conjunto de energías

    que la  polis  absorbía en la política" ver adem$s, de Diovanni Gartori,  Elementos de teoría política, Alian'a

    Editorial, =adrid, #770, pp. 20 ss. Gobre la contraposición  polítesLidites, íbid ., pp. 08 s.

    0F

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    noción es originaria del )ristianismo, &abiendo sido posteriormente desarrollada por el

     pensamiento renacentista, el 1rotestantismo y moderna escuela del 5erec&o Jatural. 3al

    la diferencia b$sica entre la libertad de los antiguos y la de los modernos, que !se

    encuentra precisamente en que nosotros creemos que el &ombre es más que un ciudadano

    del Estado 6...: 5e a&í que no podamos resolver nuestros problemas mediante un sistema

    que estable'ca solamente que el ejercicio del poder debe ser colectivo." =$xime si

    tenemos en cuenta el componente pluralista de las democracias modernas, la idea de que

    el disenso y la diversidad Lun punto de vista que se abrió paso en el siglo C44L no son

    incompatibles con el bienestar del cuerpo político. En definitiva, sinteti'a Gartori, !es la

    democracia liberal , no la democracia antigua, la que est$ basada en el disenso y en la

    diversidad. Gomos nosotros, no los griegos, los que &emos descubierto cómo construir un

    sistema político sobre la base de una concordia discors, de un consenso del

    desacuerdo".

    5esde una perspectiva ligeramente distinta, )arl ?riedric& &a subrayado !la poca

    libertad" de la que go'aba la polis griega en lo que respecta a la independencia de los

    individuos, llegando a considerar la descripción de ?ustel de )oulanges como

    !fundamentalmente cierta", a pesar de la 5racin *únebre de 1ericles.>  % una

    aceptación implícita de la tesis de )onstant puede verse tambi-n en Deorges Burdeau,

     para quien la interpretación liberal de la libertad no se remonta m$s all$ de la

    emancipación espiritual surgida en el siglo C4, por lo que el liberalismo naciente &abría

    sido &ijo, !ilegítimo, sin duda, pero de filiación segura", de un movimiento religioso.9 Al

    igual que )onstant, Burdeau sostiene que el dualismo establecido entre la !libertad como

    autonomía" (equívocamente, así denomina a la moderna libertad individual y la !libertad

    como participación" no encierra en sí mismo una antinomia, puesto que, lejos de

    excluirse, ambas dimensiones se completan y perfeccionan mutuamente. 1ero esto sólo

     Teoría de la democracia , ob. cit., pp. 282 s., 28, 2 y 20.

    > ). ?. ?riedric&I El hombre y el %obierno 6#72:, cap. vig-simo, 3ecnos, =adrid, #79, pp. 29> s. y, en general,

    todo el capítulo.

    9 Deorges BurdeauI ob. cit. pp. #7 ss. y 7# ss.

    08

  • 8/18/2019 Pensamiento de Benjamin Constant

    26/32

    en la -poca modernaI en la Antigedad, apunta, !la existencia de la esclavitud &acía

    inconcebible una libertad que no fuera exclusivamente  política".7 ?inalmente, Nno es

    conocida la imagen del se*or feudal en su castillo como sinónimo de &ombre libre que

    Bertrand de /ouvenel difundiera, al promediar el siglo, en su tratado sobre  El poder O

    4mpregnada de principio a fin por la idea de los orígenes góticos de la libertad individual,

    la obra marca un claro contraste entre la fragmentación in&erente al poder medieval y la

    !personificación del todo", inspirada por la Drecia antigua, que los defensores de la

    soberanía ilimitada del pueblo se empe*aran en justificar.> % en uno de sus pasajes m$s

    ligados al tema se leeI !Ha libertad no es nuestra participación m$s o menos ilusoria en la

    soberanía absoluta del todo social sobre las partes, sino que es la soberanía directa,

    inmediata y concreta del &ombre sobre sí mismo 6que lo salva: del papel de instrumento,

    a que tienden siempre a reducirle los deseos de poderío, y consagra la dignidad de su

     persona.">#

    1ero est$bamos en la crítica de +aye y otras precedentes que convienen, segn vimos,

    en recusar por falsa o, al menos, inexacta la tesis de )onstant, con argumentos en su

    mayoría sugestivos. A&ora bien, al margen de que sea o no &istóricamente defendible,

    N&ay en ella la afirmación tajante de la superioridad de un modelo sobre el otroO !... Ge

    comprende Lescribe BobbioL que en una concepción progresiva de la &istoria, como lo era

    aquella en la que se inspiraba )onstant, el epíteto de RmodernoS expresara un juicio de

    aprobación y el de RantiguoS un juicio de condena." >0  Gin embargo, de una lectura

    7  bid ., p. #22 (la cursiva es mía.

    > Bertrand de /ouvenelI El (oder  6#7F8:, =undos Abiertos, =adrid, sVf., Hibro , cap. #F, pp. 200 ss.

    >#

      bid ., Hibro 4, cap. #>, pp. 277 s.

    >0  Jorberto BobbioI  %ualdad y libertad  6#7>>L>7:, 1aidós, Barcelona, #772, p. ##8 y tambi-n siguientes. 5el

    mismo autor, v-ase  Liberalismo y democracia 6#798:, cap. 4 (!Ha libertad de los antiguos y de los modernos",

    ?ondo de )ultura Económica, =-xico, #77#, pp. >L#. 4nsiste aquí Bobbio en que !)onstant, como buen liberal,

    consideraba que estos dos fines 6se refiere a la demanda antigua de distribuir el poder y la moderna de limitarlo:

    eran contradictorios", toda ve' que la participación directa en las decisiones termina por someter al individuo a la

    autoridad del conjunto.

    0

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    detenida del discurso lo que parece desprenderse es m$s bien la aceptación de que las

    condiciones sociales y políticas de la Antigedad eran en un todo diferentes de lo que son

    en los Estados modernos, que por lo mismo requieren de una teoría y una organi'ación

     política determinadas.>2 /ustamente, el &ec&o de abstenerse de un juicio valorativo es,

    como explica 1ierre =anent, lo que lleva a )onstant a condenar cualquier intento de

    imponer al &ombre de &oy instituciones o pr$cticas pensadas para un mundo distinto, que

    si no es posible que rena'ca no es debido a la irreversibilidad de la &istoria, sino al &ec&o

    de que las pasiones modernas se abandonan menos a la acción que a la observación y la

    reflexiónI de a&í la necesidad del r-gimen representativo. )on )onstant, arguye =anent,

    !la crítica rousseauniana del &ombre moderno o del alma moderna se pone al servicio del

    liberalismo. Gi el &ombre moderno est$ esencialmente dividido entre su independencia y

    su dependencia, entre -l y sí mismo en virtud de la mirada de los dem$s y de su propia

    introspección, si vive en el elemento de la representación, entonces el mundo de la acción

     política pura en el que cada individuo se proyectaba a la pla'a pblica tal como era y de

    manera ingenua y generosa, le es en adelante inaccesible".>F

    % de este modo venimos a dar con el segundo de los aspectos mencionados en un

    comien'oI el de la relación entre las llamadas libertad política y libertad civil que, tal

    como se presenta en )onstant, fuera motivo de interpretaciones encontradas. >8  +emos

    >2 Gegn la autori'ada opinión de +olmes, si el estado liberal resultaba deseable para )onstant no era ello en virtud

    de su respeto por los derec&os naturales sino por ser la solución política m$s adecuada a los problemas de la

    sociedad europea en el presente estado de su desarrollo económico, científico y moral (ob. cit., p. 20. Gobre este

     punto, v-ase tambi-n el artículo de Harry Giedentop titulado !3Ko Hiberal 3raditions", donde se explica cómo los

    liberales franceses de principios del C4C (GtaPl, )onstant, los doctrinarios y, fundamentalmente, 3ocqueville

    dieron un paso decisivo para el posterior desarrollo del pensamiento político al elaborar una teoría inductiva del

    cambio social como consecuencia de la cual, dadas ciertas condiciones sociales y económicas, sólo algunas

    opciones políticas resultan viables (en Alan ;yan ed.I The dea of *reedom4 Essays in &onour of saiah "erlin,

    7, especialmente pp. #88L#8>. Jo obstante los m-ritos de su trabajo, Giedentop pasa

     por alto la importancia de la 4lustración escocesa y aun de =ontesquieu a este respecto. Gobre )onstant y las dos

    libertades, íbid ., pp. #7 s.

    >F 1ierre =anent, &istoria del pensamiento liberal 6#79>:, Emec-, Buenos Aires, #77, pp. 02L0.

    >8 =e &ago cargo de que el uso de estos conceptos ofrece alguna dificultad puesto que ambos parecen derivar de

    una misma vo', ciudad , sólo que en griego y latín respectivamente. Empero, =erquior y otros &an se*alado que

    0>

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    visto cómo al t-rmino de su discurso la libertad de tomar parte en las decisiones pblicas

    (la libert3 des anciens era entendida como la garantía que a la par defiende y

     perfecciona nuestras modernas libertades civiles, por lo que resultaba imperioso, segn la

     propuesta, aprender a combinarlas. 3al la fórmula de integración a la que, con menos

    rodeos que su antecesor, arribar$ despu-s 3ocqueville mediante la noción de ese !sensato

    egoísmo", que lleva a sacrificarse en aras de la comunidad, que es el inter-s bien

    entendido. )omo es notorio, 3ocqueville creía que las garantías constitucionales eran

    insuficientes sin la disposición de los individuos a reservar parte de su tiempo a lo

     pblico. 1or un lado, estaban las instituciones comunales, que ponen la libertad política

    al alcance del pueblo y le &acen !paladear" su uso pacíficoM por el otro, la pr$ctica de las

    asociaciones (con motivos de seguridad, de comercio e industria, de moral, religión u

    otros que &abitan al &ombre a obrar en comn con sus semejantes, convocando los

    esfuer'os divergentes para empujarlos &acia una misma meta.> Galvo que, en su caso, no

    se ensamblaban dos concepciones diferentes de la libertad sino una forma unitaria,

    aristocr$tica en su origen pero democrati'able (el derec&o otrora particular a la

    independencia que se &a vuelto ya general, con sus dos versiones de participación y

    seguridad individual.>>

     por lo menos desde ;ousseau y ?erguson lo civil  est$ asociado no ya a civitas sino a civilitas, en el sentido decivilidad o civili'ación, por ende, el estado de la moral y las costumbres, sin ninguna conexión necesaria con la

     política (ob. cit., p. F9. Al respecto, ver tambi-n Gartori,  Elementos de teoría política, ob. cit., p. 0. )onste,

     pues, que cuando &ablo aquí de libertad política, no empleo el t-rmino en la acepción de =ontesquieu (cfr. infra

    nota >, sino en la m$s contempor$nea de ;aymond Aron, que la definía como !aquella de las libertades formales

    que garanti'a al ciudadano una participación en los asuntos pblicos, que le da la impresión de que, por medio de

    sus elegidos y eventualmente tambi-n de sus opiniones, ejerce una influencia sobre el destino de la colectividad"

    ( Ensayo sobre las libertades 6#78:, Alian'a Editorial, =adrid, #7>F, p. #FF.

    > Alexis de 3ocquevilleI !e la democracia en +m3rica 6#982L#9F:, ?ondo de )ultura Económica, =-xico, #7>9,

    en particular pp. >> s, 0 s y F9F s.

    >> )fr. Huis 5íe' del )orral, ob. cit., pp. 0F s. y Jatalio ;. Botana, pp. #>F s. 5e este autor, ver tambi-n  La

    libertad política y su historia, Gudamericana, Buenos Aires, #77#, pp. #9 s., donde se explica lcidamente cómo

    el objeto de la libertad política en 3ocqueville se desdobla segn se oriente a los ciudadanos como consumidores de

    decisiones pblicas o como productores y partícipes de las mismas. En su ensayo sobre el  Estado social y político

    de *rancia antes y despu3s de 9:;<  6#92>:, 3ocqueville &abía distinguido la noción aristocr$tica de la libertad,

     perteneciente a un pasado muerto, de la noción democr$tica, que concepta m$s !justa". !6U:uerer ser libre en los

    09

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    1ues bien, existe la opinión de que aquella parte final del discurso fue una !coletilla"

    oportunista a*adida a su cuerpo principal, producto de una !operación de montaje" de

    consideraciones circunstanciales con pie'as procedentes de anteriores manuscritos. >9 1or 

    lo pronto, es indudable que la ?rancia de la ;estauración distaba muc&o de ser la que

    )onstant conociera en el -poca del 5irectorio o del 4mperio. Gi entonces &abía que

    defender la privacidad y la pa' frente a los desbordes nacidos de la imitación de las

    antiguas repblicas, urgía a&ora afrontar a quienes pretendían volver las cosas a quicio,

    esto es, anclarse en la Antiguo r-gimen y borrar el proceso revolucionario. 5e a&í que no

     bastara con reclamar las libertades de expresión, conciencia, asociación o comercio. En

     pleno reinado de Huis C444, y para contener el avance de los ultras, se trataba de evitar 

    adem$s que el individuo, refugiado en la fortale'a de sus derec&os, abdicara por 

    indiferencia de sus deberes ciudadanos.>7

    1ero segn la versión, m$s convincente a nuestro criterio, que Gtep&en +olmes nos ofrece

    de )onstant, esa posibilidad de síntesis, que como &a dic&o Botana es !condición

    &istórica de la repblica moderna o representativa que a la ve' descansa sobre la virtud y

    el inter-s,9 lejos de responder a un giro obligado por las circunstancias, &abría sido una

    temprana aspiración de )onstant, que si en la etapa presente lo enfrentaba a los

    actos LescribíaL o en algunos de los actos Lno porque todos los &ombres tengan un derec&o general a la

    independencia, sino por poseer uno mismo un derec&o particular a permanecer independienteL era la manera de

    entender la libertad en la Edad =edia, y casi siempre &a sido interpretada así en las sociedades aristocr$ticas 6...:"

    En cambio, segn la noción moderna, !dando por supuesto que todos &an recibido de la naturale'a las luces

    necesarias para guiarse a sí mismos, cada &ombre trae consigo al nacer un derec&o igual e imprescriptible a vivir 

    independiente de sus semejantes en todo aquello que solo est$ relacionado consigo mismo, y a disponer como le

     pare'ca de su propio destino" (incluido en Alexis de 3ocquevilleI  El anti%uo r3%imen y la revolucin 6#98:,

    Alian'a Editorial, =adrid, #790, vol. 4, p. 29.

    >9

     Huis 5íe' del )orralI ob. cit., p. 0F.

    >7  )fr. el Estudio preliminar de =aría Huisa G$nc&e' =ejía a Benjamin )onstantI  !el espíritu de con0uista,

    3ecnos, =adrid, #799, particularmente pp. CCC444 s. 3ambi-n +olmes, ob. cit., pp. #7 s, 22, 2 y 29 s. En esta

    ltima p$gina, se admite que la intención original de )onstant, en los a*os de la guerra civil entre #>72 y #>77,

     pudo &aber sido !describir la libertad moderna como inocente 6pues: no &abía tenido nada que ver con el

    surgimiento del 3error". !Gin embargo Lprosigue +olmesL, al final de su discurso de #9#7, sus instintos teóricos y

    el cambio de la escena política lo llevaron a criticar la libertad moderna precisamente porque fomentaba la apatía."

    07

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     partidarios de una ?rancia corporativa, ya venía alentada por la ense*an'a que le dejara la

    experiencia bonapartista, a saberI que la independencia individual no puede sobrevivir sin

    alguna forma de compromiso ciudadano. En otras palabras, que la despoliti'ación sirve a

    la causa de la tiranía. Escuc&emos a +olmesI !... 5emasiado muc&o y demasiado poco de

    espíritu cívico eran igualmente destructivos para la libertad y el orden social. Ha fuer'a

    del an$lisis de )onstant sobre la era revolucionaria deriva ampliamente de su capacidad

     para combinar estas dos ideas antit-ticas, ideas que son usualmente vistas como

    alternativas &ostiles 6...: Así como la libertad civil presupone la libertad política, así los

    derec&os políticos carecen de significado sin la garantía de la independencia personal.

    Dobierno limitado y autogobierno se sostienen mutuamente. )onstant usó la imagen de la

    antigua democracia participativa como una advertencia a los ciudadanos modernos acerca

    de los peligros de elegir sólo la libertad civil. Gin embargo, se las ingenió para &acerlo sin

    ideali'ar la ciudad antigua a la manera de ;ousseau."9#

    +olmes no oculta su desacuerdo con /o&n 1lamenat', /. H. 3almon e inclusive Berlin, que

    caracteri'an al liberalismo de )onstant como esencialmente no democr$tico.90  Ji el

    3error (del que fuera testigo indirecto ni la dictadura de Bonaparte &abían sido

    genuinamente democr$ticos, por lo que el motivo de su &ostilidad debería ser buscado en

    !la perversa utili'ación" de una retórica demagógica fundada en el propósito de justificar 

    la concentración del poder y encubrir actos de opresión. 1or lo dem$s, el rasgo de la

     política cl$sica que a )onstant m$s disgustaba no era la participación sino !el ideal de un

    estado mono-tico y la imagen pro&ijada de un Hegislador sobre&umano que tratara de

    9  Jatalio ;. BotanaI !Ha ;epblica representativa", en )arlos ?loria (compilador,  La +r%entina (olítica,

    Editorial de Belgrano, Buenos Aires, #79#, p. >0.

    9#

     Gtep&en +olmes, ob. cit., p. 0.

    90 Es cierto que, para Berlin, )onstant !valoraba a la libertad negativa m$s que ningn otro escritor moderno" (ob.

    cit., p. F2, y que lo consideraba !el m$s elocuente de todos los defensores" de la intimidad ( íbid ., p.#F#, capa' de

    ver mejor que nadie el conflicto entre los dos tipos de libertad (íbid ., p. #>F. Así y todo, no por eso desestima su

    temor de que, a falta de libertad positiva, !pueda violarse f$cilmente la libertad negativa" ( íbid ., p. FF. El texto de

    /o&n 1lamenat' aludido es !Hiberalism", en !ictionary of the &istory of deas, GcribnerSs, JeK %or, #7>2, vol. 0,

     p. F8M el de /. H. 3almon, (olitical #essianism= The 1omantic (hase, 1raeger, JeK %or, #7, pp. 2#>L00.

    2

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    modelar el alma imperfecta de los ciudadanos de conformidad con su propia y uniforme

    concepción de la virtud y la bondad".92

    Buena parte de su extenso y valioso libro lo dedica +olmes al desarrollo de esta

    interpretación m$s !democr$tica" del autor de los  (rincipios de política. Jo es este ellugar para extenderse en sus detalles, pero sírvanos lo dic&o para ubicar a )onstant en

    una tradición liberal de la que su contempor$neo 3ocqueville fuera acaso el principal

    exponenteI aquella que ve en la relación entre democracia y liberalismo un nexo m$s

    estrec&o de lo que sugiere la fórmula medioLfin.9F 1orque, como pensaba Aron, si es

    cierto que las elecciones, la competencia de los partidos y las asambleas no son, despu-s

    de todo, m$s que procedimientos para elegir a los gobernantes, que no determinan ni con

    muc&o los objetivos que se propondr$n alcan'ar, no lo es menos que !esos procedimientos, a condición de que se respeten, garanti'an el paso regular del poder de

    un &ombre a otro o de un grupo a otro. En las sociedades en las que la idea democr$tica

    se &a impuesto como el nico principio de legitimidad es concebible, pero raro, que un

     poder autoritario Les decir, que no se somete a las pr$cticas democr$ticasL siga siendo

    liberal en su forma de ejercicio".98

    Hiberalismo democr$tico, por un lado, que reconoce en su contenido positivo Lla

     participación políticaL una expresión necesaria de la libertadM sentido &istórico, por el

    otro, para ju'gar impracticable la resurrección de la ciudadanía cl$sica en un contexto

    que le es totalmente ajeno, tanto por ra'ones físicas como morales Llo que =ontesquieu

    92  bid ., pp. 08 s.

    9F 1ara una clara ilustración de esta fórmula v-ase +erbert Gpencer, !1olitical ;ig&ts GoL)alled", en The (rinciples

    of Ethics 6#9>7L72:, 1art 4, c&apter 00, Hiberty 1ress, 4ndianapolis, #7>9, vol. 44., pp. #72 ss. Gi bien Gpencer 

    reconoce aquí que las demandas de participación constituyen una salvaguardia para la vida, la libertad y la

     propiedad de los ciudadanos, niega rotundamente que sea v$lido colocarlas en un mismo plano. El poder de emitir 

    un voto, aduce, es !un instrumento para el mantenimiento de los derec&os" y no un derec&o en sí mismo, que a

    veces puede conducir a que se conculquen aqu-llos. Asimismo, atribuye la confusión al &ec&o de que se consideren

    como !concomitantes necesarias" la igualdad y la libertad, cuando la primera es factible encontrarla en el dolor y

    la opresión.

    98 ;aymond Aron, ob. cit., pp. #0F s.

    2#

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    &ubiese denominado su !espíritu general", que al paso que permite apre&ender su

    originalidad proporciona a las m$ximas del gobierno limitado una base sociológica.

    5esde ambas perspectivas, creemos, es que debe ser anali'ado el discurso de Benjamin

    )onstant sobre las dos libertades.