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La peligrosa herencia del joven Aykord

Norwell Caldern R.

Querido lector, en este espacio reservado solo para ti, te pedimos que escribas tu nombre. ____________________________________

ndiceCaptulo I. Captulo II. Captulo III. Captulo IV. Captulo V. Captulo VI. Captulo VII. Captulo VIII. Captulo IX. Captulo X. Captulo XI. Captulo XII. Captulo XIII. Captulo XIV. Captulo XV. Captulo XVI. Un familiar poco familiar agoniza ........................................ 11 Una visita inesperada ........................................................... 20 El segundo y extrao testamento de Rogelio Aykord ....... 30 Una mansin y el lugar de todos los lugares....................... 36 La visita de George y la historia de Rogelio Aykord ......... 47 El vuelo del Komodor .......................................................... 59 El universo de la biblioteca en algunas definiciones ......... 70 Evaluaciones, hambre y un gran susto ................................ 74 Cada quien se parece a sus deseos ...................................... 86 Un sorprendente aprendizaje y peligrosas revelaciones.... 99 Sobre otras aventuras.......................................................... 113 Herramientas y revelaciones.............................................. 123 Un mensaje de los vigas .................................................... 131 Los experimentos, una lgrima y un encuentro ............... 136 Cada vez ms solo ............................................................... 146 La magia del saber .............................................................. 153

Captulo XVII. Las luces del combate y los frutos del aprendizaje.......... 158 Captulo XVIII. El dragnvampiro ataca ...................................................... 163 Captulo XIX. Captulo XX. Madre e hijo frente a la muerte ......................................... 168 El significado de la felicidad y de su primer nombre ...... 176

Me temo que en cuestiones de la vida verdaderamente es usted muy tonto, amigo. Tan tonto que buscando una salida no ser capaz de encontrarse ni el ombligo. Jjjssshhhkkk. El extrao pjaro de la mansin Aykord

Captulo I

Un familiar poco familiar agoniza

L a maana del da que cambiara su destino y el de tantos

otros, Crthet vio descender el poderoso vehculo del doctor Blmereth Orin por la cercana colina del castillo; por la enloquecida carrera del auto, el muchacho tuvo la extraa certeza de que algo no estaba bien y sinti cmo su corazn lata fuerte mientras todo su cuerpo adquira una tensin de alerta. El doctor Blmereth Orin no era un mdico de los que se acostumbraba ver por ese condado irlands: era delgado, rpido, decidido; completamente diferente a su padre (Clar ke Orin, tambin mdico, pero ya retirado de su profesin). Para nada se podran confundir sus genios, pues mientras el viejo y discreto anciano de corpachn elegante, cultivaba las formalidades y la tradicin, su hijo, Blmereth, resultaba la encarnacin misma del futuro, con su alegre sinceridad, su cabello largo, rubio y ondulado, y unos ojos azules que son rean antes que su boca. A Crthet, que tena la costumbre11

de buscarles parecido a las personas con personajes hist ricos, el joven doctor Orin se le pareca a las pinturas de Jesucristo que l vea al pasar por la iglesia catlica, solo que Blmereth tena el cabello ms rubio y ondulado. El negro vehculo del doctor Orin vena bajando ve lozmente sobre las hojas y levantaba un remolino de ellas tras de s, pero Crthet no se habra fijado tanto en su recta trayectoria de no haber abandonado unos momentos antes su bicicleta en mitad del camino, mientras aliviaba su vejiga contra un abeto en la entrada de la mansin Aykord. Rpidamente termin lo que estaba haciendo y corri hasta el abandonado aparato. Cuando lleg a l, con sorpresa vio un pequeo conejo blanco en mitad de la va, por lo que instintivamente se atraves en la trayectoria del automotor, provocando una feroz frenada del coche, justo a tiempo para que este no atropellara al indefenso animalito. El doctor Orin, en lugar de molestarse, sonri al ver cmo Crthet levantaba al conejo. Sin embargo, la sonrisa se borr comple tamente de su rostro cuando llam al joven por su segundo nombre. Crthet, sube al auto y acompame a la casa de tu to, ha pasado algo... Est bien, doctor respondi dcilmente el mucha cho mientras arrastraba la bicicleta djeme solo acomodar esto. Crthet, a quien siempre todos llamaban por su segundo nombre (extraamente, a sus 16 aos, el muchacho desco noca an cul era su primer nombre), era un chico de cabe llo rojizo, alto, delgado pero fuerte, con una boca grande de hermosa dentadura y unos ojos de color azul claro. Tal vez en unos aos sera un joven apuesto; pero a su edad haba12

algo que faltaba en sus facciones y por esa causa se vea, no tanto feo, pero s un poco simple. Lo nico que llamaba la atencin en su aspecto era el casi siempre levantado mechn de pelo que caa sobre su frente, y en el que se destacaba, en todo su centro, una mata de blancos cabellos: un mechn de blanqusimas canas, al estilo Santa Claus, metido entre el color cobre intenso del resto de su cabello. Luego de dejar recostada la bicicleta contra la alta e in mensa barda de la mansin Aykord, Crthet subi junto al doctor, quien le inform: Parece que tu to est enfermo y ha llamado a mi pa dre; pero l no se encuentra en condiciones de acudir, por sufrir un doloroso ataque de gota. As que sir Rogelio deber conformarse con mi atencin. Doctor se atrevi a preguntarle, es algo grave? No lo s, Crthet le respondi el mdico, no lo s. Atravesaron raudos la entrada externa y llegaron hasta el umbral de la casa. Cuando el auto se detuvo, no fue la seo rita Duncan la que sali a recibirlos (como era de esperar en el ama de llaves), sino que fue el comisario Endlergei quien se abalanz hacia la puerta del lado del doctor. El seor est en su cuarto. Pero me temo que es muy tarde, doctor le dijo angustiado. l est... Muerto? No, doctor Blmereth, no me atrevera a de cirlo, pero en todo caso su aspecto es terrible. He pedido que nadie entre al cuarto hasta su llegada, doctor; sin embargo, la seorita Duncan vigila desde el marco de la puerta. l no se ha movido en los ltimos veinte minutos. Sin que mediara otra palabra, el doctor Orin subi la es calera con todas las fuerzas de sus veintiocho aos y Crthet13

le sigui con el mpetu de sus diecisis. El muchacho saba que si el doctor Orin se le escapaba en esa carrera, tal vez no tendra otra oportunidad de ver de cerca, por tan solo una vez siquiera en su vida, la cara y el cuerpo de su to, Rogelio Aykord: el dueo en las ltimas seis dcadas, de casi todas las cosas y de casi todos los destinos del condado de Stanford Francis. As que se apur y lleg justo a espaldas del mdico, para ver a su viejo to en la momificada agona de sus 90 aos. La imagen que vio fue devastadora. El viejo, que por su delgadez ms pareca una fotografa que un ser humano, se hallaba tendido con las manos y los pies separados, en el centro del lecho una enorme cama de nogal con una especie de paal cubriendo sus genitales y un gorro tejido de lana sobre su cabeza. En realidad pareca tener mil aos o ms, pues no es posible describir tanta de crepitud en un solo y enflaquecido cuerpo. Cada centmetro de gris y arrugada piel estaba marcado de cicatrices o tena rojos puntos eruptivos que conformaban una especie de geo grafa extica. En la boca entreabierta no se le vea un solo diente, y casi se podra decir que ni siquiera tena labios. Sus ojos eran dos pequeas monedas grises extraviadas entre una papilla amarilla y carnosa. Todo el conjunto era irreal y repugnante, y, auncuando Crthet haba podido observar las momias de Egipto en los libros del Colegio Stanford, ese cuerpo perdido entre las sbanas de suave seda pareca ms viejo y deteriorado que cualquiera de ellas. Pero estaba vivo. Increblemente y a pesar de su aparien cia de polvo a punto de ser barrido por el viento, el ancia no movi sus ojos grises y, con un largo dedo, enflaquecido y rgido, sir Rogelio seal hacia la puerta. El joven doctor Orin se apresur a entrar, mas, cuando haba dado escasos14

dos pasos, debi detenerse ante el mpetu con que el dedo orden una pausa. El dedo, el mismo delgado dedo, le indic que se devolviera hacia la puerta y, esta vez, seal a Crthet en forma inequvoca. Era a l a quien llamaba. A l. Casi todos los que estaban junto al muchacho se sintie ron desconcertados. Cmo poda ser que Rogelio Aykord llamara en sus ltimos momentos, precisamente al nico ser al que pareca no haber prestado ninguna atencin en los ltimos diecisis aos?... Pero si as lo pensaron, ya fuera por temor o por respeto, ninguno se atrevi a dejar que esa duda se reflejara en su rostro. En cuanto a Crthet, tuvo to das las dudas del mundo antes de decidirse a avanzar, mas nada tuvo que decidir, pues pareca que toda la fuerza de ese cadavrico hombre tendido en la gran cama se concentraba en su dedo.

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Poco a poco el joven se fue adelantando hasta el centro de la habitacin, al tiempo que poda sentir, como un vaho caliente en su nuca, las miradas de los que se apiaban en la puerta. Aunque eran muchos los que trabajaban en las propiedades de sir Rogelio, all slo estaban el doctor Orin, la seorita Duncan, el comisario Endlergei, las nicas dos criadas que podan entrar a la mansin miss Sahra y miss Rita y el anciano seor George, que haca las veces de ad ministrador y mayordomo. Cuando el chico se detuvo, el viejo Aykord lo mir de lado y pregunt: Eres Crthet? S seor, soy yo. Eres el hijo de mi hermana... y de un vagabundo que la sedujo con unos cuantos poemas? El viejo se tena que detener para hablar y Crthet no tena ninguna voluntad para interrumpirle. Sabes qu hizo desaparecer a tu madre? le pregun t el anciano. S, muri de fiebres respondi el joven. Mentira susurr el viejo fue la... vergenza. De fiebres dijo el doctor Orin padre!... Crthet Aykord se haba atrevido a hablar fuerte y a ser sarcstico. Crthet le dijo muy despacio el viejo volteando su rostro hacia l yo te sostuve en mis brazos la noche en que naciste... pero bien poda haberte dejado caer. As que no te pases de listo conmigo. Slo respndeme. S, seor. Crthet, eres feliz?16

No s, seor; es tan difcil saber qu es la felicidad cuando uno no tiene con qu compararla. En principio dira que s, pero si la felicidad es no estar mayormente triste. No eres estpido, Crthet, eso ya lo saba. Dijo que lo saba. El gran y temido Rogelio Aykord saba de l y deca que no era estpido. El muchacho se sinti son rer por dentro, aunque su rostro estaba convertido en una mscara inexpresiva. Tambin continuo el anciano s que te gusta leer y, aunque no s cmo lo aprendiste, s que incluso escribes canciones. Slo para el coro, seor. No me interrumpas, muchacho... s que tu vida es eso y slo eso sir Rogelio se detuvo en un acceso de tos antes de continuar. Y s que crees que en este condado de la vieja Irlanda nunca ha sucedido nada extrao, nada excep cional... al menos lo creers hasta esta noche. Seor... Te dije que no me interrumpieras!, Crthet, para to dos eres un chico simple, un muchacho terriblemente nor mal y sin gracia que carece de la disciplina de sus vecinos y de la belleza de su madre. No tienes encanto ni intensidad. Te hace falta ambicin, y yo pienso que nunca tendrs la fuerza y el poder que me han hecho vivir hasta esta noche... Rogelio Aykord tosi un poco y volvi sus ojos hacia el techo, antes de continuar. Uno no sabe a veces por qu las cosas son como son continu diciendo el viejo, uno no sabe. Pero s que esta noche voy a morir... No, no es un secreto y nadie debe17

alarmarse y menos fingir alarma. As que es poco el tiempo que tengo para decirte lo que espero que hagas. Lo escucho, seor dijo el jovencito y le temblaron las piernas, aqu estoy. Sabes cuntos aos tiene la seorita Duncan? No, seor. Eso est bien, y no se lo vas a preguntar; pero te dir que ella ha sido la persona ms cercana a m en los ltimos cincuenta aos. La que me ha hecho la cama y vigilado es crupulosamente cada comida. Ella ha conocido mis humores cambiantes y ha soportado mis furias. La seorita Duncan sabe tanto de mis asuntos comerciales como el seor George y a ambos voy a legarles esos negocios. Se los han merecido por su lealtad y servicio. Pero carraspe un poco tambin debes saber que ninguno de los dos conoce mi biblioteca. Yo... intent decir Crthet. Las criadas sigui diciendo el viejo, sin escuchar lo y todos los que han trabajado para m, recibirn un buen pago para su retiro. Tambin el doctor Orin padre al que lamento no haber visto llegar, recibir otro tanto de mi fortuna, en pago a todos los aos de mentiras que le ha re galado a mi cuerpo enfermo... y a su corts reserva en mis otros asuntos. Todos los que han estado a mi servicio tienen asegurado su justo estipendio. Todos. Pero ninguno de ellos conoce la biblioteca. Yo... Crthet no consigui decir nada ms. T, Crthet, el inmerecido vstago de Anglica Eliane Aykord, recibirs esta casa y la biblioteca, y slo eso Pero a condicin de que vivas dentro de la mansin y que te consa gres a arreglar mis otros asuntos... Asuntos?18

S. Lo entenders cuando revises todo. Cuando veas la biblioteca. Lo har. Crthet, no creas que es tan fcil! Debes jurar! Jurar? S, debes jurar que no abandonars la casa hasta que todo quede en orden... yo no pude hacerlo... yo no poda. No lo entiendo, seor. Lo entenders despus. Ahora debes jurar. Jura! Movido por todo el poder que emanaba ese cadver con voz, el sobrino levant los dedos y cruzndolos dijo: Lo juro! Fue como si de repente un hilo invisible se hubiese re ventado, dejando caer sin gracia el flaco brazo de Rogelio Aykord con todo y su largo dedo amenazante. Ya lo juraste, muchacho... Que el destino se apiade de ti. Ahora vete. Seor, yo quisiera... Vete! El joven se march, mientras todos los dems entraban para agradecerle al viejo. El notario lleg a eso de las 10 de la noche y a las 11.30 todo estaba arreglado. Conforme a su conducta implacable y organizada de toda una vida, el vie jo Rogelio Aykord muri faltando un cuarto de hora para la medianoche. La medianoche del da en que Crthet vio descender el carro del doctor Orin por la colina del castillo; la noche del da en que recibi su legado: la casa y la biblioteca de Ro gelio Aykord; la noche del da en que, entre la turbulencia de fuerzas an desconocidas para l, se empezaba a jugar la suerte de todo el universo.19

Captulo II

Una visita inesperada

Tan solo un da haban tardado en cumplirse las disposicio

nes de Rogelio Aykord y tambin en quedar la casa sola y bajo su completo mando, cual si fuera un barco pirata aban donado a su suerte en manos del inexperto grumete de coci na, luego de la muerte del capitn y todos sus hombres. En efecto, la tarde del da siguiente a su deceso, el an ciano fue depositado en un sepulcro que l mismo haba or denado construir en la capilla que daba a la costa, ms all del bosque, an dentro de sus propiedades. La ceremonia fue sencilla y a ella solo acudieron las mismas personas que lo haban acompaado la noche anterior. Esa misma tarde el chico se haba despedido con tristeza del viejo George y de las criadas, y un poco menos de emocin sinti al despedirse de la seorita Duncan, a pesar de que ella siempre haba sido una mujer comprensiva de su situacin de abandono dentro de la casa. A todos los dems empleados ni siquiera los vio marcharse.20

Se necesit otro da, un da en el que Crthet haba es tado encerrado en su habitacin, entre sorprendido y anona dado, para que el muchacho saliera de su desconcierto y se interesara en recorrer la inmensa residencia. Termin sen tado en un silln de la sala azul, cuya ventana daba al gran depsito de aguas. Desde all mir al frente, al bosque que pareca lamer la bruma, y mientras miraba, lo grave de su situacin se revelaba a su mente: estaba solo, terriblemente solo, sin nada que hacer, con poco que comer y sin nadie que lo acompaara. Pareca estar perdido. Entonces, en vez de sentirse vencido, su espritu juve nil se rebel. Tom la decisin de hacer un rpido recorri do por el lugar, bajo la plida luz del sol; caminando algu nas veces y corriendo otras tantas, se aventur por los lugares que le haban estado prohibidos por orden de su to. Visit las ruinas del castillo, escal el depsito de aguas, circund el bosque, baj hasta la capilla donde se halla ba el sepulcro del anciano, y, estando tan cerca del mar, se decidi a mojar sus pies en esas heladas aguas. Luego, a pesar del cansancio y tratando de calentarse, regres tro tando a la mansin. En ese extenso recorrido se le haba ido toda la tarde y parte de la noche, pero an no haba visitado aquello que ms le despertaba inters y curiosidad: la biblioteca Aykord. Se dijo entonces que ese sera su si guiente paso y que con l tomara completa posesin de su herencia. Aterido por el fro, subi la amplia escalera hasta el se gundo piso, donde supona estaba la entrada a la afamada coleccin de libros, pero aunque recorri vela en mano los muchos pasillos que la circundaban, no encontr puerta al guna para entrar en ella. El ovalado contorno de la biblioteca21

continuaba hacia el tercer piso, y hacia all se diriga el mu chacho, cuando vio un retrato al leo colgado en la pared: se trataba de un hombre mayor con una pipa en su mano, ele gantemente vestido, sentado en un fino silln, que sonrea satisfecho al calor de una chimenea. Ese hombre pareca ser todo lo que el joven nunca haba sido: el dueo de su casa y de su destino. Crthet, hurfano, desconocedor de confort y fortuna, perdi inters en la biblioteca y se detuvo. Decepcionado por no haber encontrado la entrada a la biblioteca en el segundo nivel, muerto de fro y recordando las privaciones que haba sufrido en su corta vida, descendi nuevamente hasta la primera planta de la mansin. Entonces Crthet, que jams lo haba hecho, busc una pipa o algo que fumar: no encontr nada. Motivado an por el retrato del hombre satisfecho, entr a las habitaciones de su to, se quit los hmedos zapatos, se calz unas pantuflas afelpadas del viejo, que no parecan haber sido usadas y, actuando como si fuese un magnate, se dispuso a vivir la seorial felicidad de sus recientes domi nios. El delgado joven esperaba sentirse un hombre importan te; aunque, a decir verdad, esto no sucedi: con la chimenea sin lea, casi a oscuras por no haber iluminado los candela bros, entre el silencio agobiante y con sus ropas viejas, Cr thet no pareca para nada un magnate. Escasamente tuvo la certidumbre de que l era un muchacho solo, abandonado, sin amigos. El dueo y a la vez el prisionero de una mansin enorme y difcil de sostener con la herencia sin dinero que le correspondi, y an ms, vctima de la prohibicin, impuesta por sir Rogelio a sus herederos, de que no podan regalar ningn caudal de su legado so pena de perderlo todo.22

Ninguno de sus conocidos, ni George, ni miss Duncan, lo podan ayudar a su sostenimiento, as lo quisieran. Ah pens el chico y tambin soy preso de una estpida pro mesa, la promesa de no salir de la mansin para nada hasta arreglar los otros asuntos del viejo. Esa es una pesada cade na sobre mi espalda, y que quisiera romper. Con la desazn de esos pensamientos, que le hicieron repudiar su herencia incluida la biblioteca Crthet Aykord busc una cama y se dispuso a dormir; lo que realmente no pudo hacer en casi toda esa noche.

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As amaneci: sin nimos para nada. El tercer da en solita rio transcurra ms fro que los anteriores y Crthet se hallaba todava ms aburrido y fastidiado. Lo nico que haba hecho hasta ese instante era utilizar la despensa de la cocina, an bien provista de alimentos. Coma y dorma a cualquier hora. Nadie, ni persona, ni animal, ni siquiera el viento, haba vuel to a cruzar por la colina del castillo. nicamente el sol plido, que caa muy lentamente sobre el bosque, le traa noticias de fuera: era seguro que se acercaba una nueva noche de lluvia. A eso de las nueve de la noche la hora reson en el gran reloj del comedor y ya cansado de comer siempre lo mismo, se le ocurri buscar bocado en la alacena de la planta alta, a donde nunca haba tenido permiso de entrar. En rea lidad, siempre haba estado desterrado de la mansin de su to, y esa era la causa por la que Crthet nicamente conoca, de toda la mansin, la cocina y la puerta de la sala. El resto del tiempo lo haba pasado en la casa de los viejos sirvientes, en el colegio Stanford o escondido en la enorme casita de madera, nunca habitada por el San Bernardo de sir Rogelio, que de nio l haba amoblado para sus juegos con la discre ta complicidad del viejo mayordomo George. En la alacena encontr carne salada, pat, frutas deshi dratadas, almendras, y... encontr algo muy curioso: detrs de uno de los cajones haba una perilla. Crthet la gir sin saber bien para qu serva, pero, cuando esta se abri, lo sor prendi encontrarse ante la ms extraordinaria coleccin de whisky, brandy y vino que persona alguna pudiera imaginar. El asombroso tesoro se asomaba por una portezuela, abierta con la perilla, como si estuviese demasiado apretado del otro lado de esa pequea claraboya. As que el viejo tena li cor! Pens Crthet, esbozando una sonrisa de picarda.24

La sonrisa desapareci de su rostro cuando un ruido ex trao y repentino lo distrajo por un momento, pero despus no tuvo ninguna duda: estir su brazo y fue sacando varias botellas de los tres licores. Las puso en una canastilla y baj a la sala de recepciones. Quera sentirse como lord Carway, el nico vecino rico que lo haba tratado con aprecio. El joven entraba a la casa de Carway con alguna frecuencia y hasta el da de su muerte haba sido su amigo. Con l lea o con versaba al final de las tardes, mientras el respetado seor se dorma plcidamente, vencido por su nico vicio: el licor. Figurndose ser lord Carway, sentado en la sala principal de la mansin, el primer trago que bebi Crthet fue a nom bre de Lorriane Jaineth, la delgada y rubia compaera de colegio que no volvera a ver hasta que comenzaran nueva mente las clases en el Stanford College, si es que este volva a abrir sus puertas. Ella era hermosa y delicada, y aunque no haban hablado mucho pues las nias no se pueden rela cionar con los muchachos en el Stanford College siempre le haba parecido que un gesto muy amable y una sonrisa franca avivaban el rostro de Lorriane cuando se escuchaba su nombre como autor de las canciones del coro. Un nuevo y ms fuerte ruido lo sac de ese agradable pensamiento. Alcanz a preocuparse, pero el brandy entibi y adormeci poco a poco sus preocupaciones. Los dems brindis sucesivos fueron por el seor George y lord Carway con sincero afecto y ya con cierto orgullo, bebi brin dando por su to, por la directora Patricia Dumonnt, por el aburrido profesor Churchil, por los detestables hermanos Wilson y por todos los que lo haban despreciado o lastimado en los ltimos diecisis aos. Ahora l era el dueo de la casa y la biblioteca, y si sta tena libros suficientemente valiosos,25

Crthet poda tener su vida asegurada, o al menos eso le pa reca a l. La verdad es que nunca haba sido ambicioso ni dado a los gastos. Pero justo cuando la mezcla de licores lo tena bastante mareado y sooliento, su tranquilidad se acab, cuando, ju gando a mirar a travs de la alta copa de cristal, el muchacho tuvo una visin alocada: del otro lado del rojo vino en la copa, se vea en pie una bata como la del to Rogelio. Asustado, y creyendo as poder alejar la visin, el chico cerr los ojos y se bebi de un solo trago la copa de vino que sostena en su mano. Sinti entonces que el mundo le daba vueltas y le entraron unas horribles ganas de vomitar. Poco a poco dej caer su frente sobre la espesa alfombra mientras pensaba que se iba a morir. Sin embargo, lo peor para el joven heredero fue que, a pesar de haber tratado de beber la visin de la bata tomndose la copa de vino, al abrir nuevamente los ojos, al menos los zapatos de esa visin se guan all, justo delante de l, con muestras de barro y briz nas del bien cuidado pasto del jardn. Eso pens Crthet a pesar de su mareo no poda ser as.

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S puede ser dijo alguien. La voz, que le son a voz de un gordo aunque Crthet no vea sino sus zapatos daba respuesta a lo que l haba pensado, y eso, volvi a meditar el chico, tampoco poda ser verdad. Crthet se tranquiliz con un nuevo pensamiento: entonces esto es lo que se siente y sucede cuando uno est borracho. S dijo la gorda voz de gordo eso es lo que se sien te. Pero lo que ves es real y si tienes un minuto para m te lo puedo explicar... Ah, claro, primero debes vaciar ese est mago. Fue como si le hubiesen dado una orden. El revuelto estmago de Crthet Aykord trat de salir por su garganta, arrastrando con l todo lo que el muchacho recordaba ha ber bebido y comido ese da. El alfombrado suelo era en ese momento la cosa ms horrible y que peor ola, pero l no era capaz de levantarse. Y todo iba de mal en peor, pues el suelo de la sala de recepciones de la mansin Aykord, en lugar de tener la decencia de detenerse, segua girando cada vez ms y ms y ms rpidamente bajo su cabeza. Ser mejor que en otra oportunidad no me ensucies los zapatos, Crthet dijo el hombre. Seor pidi lastimeramente el muchacho, ayde me, creo que voy a morir. No vas a morir, pequeo alcohlico. O al menos no por esta borrachera que te has regalado. Lo siento, seor, es la primera vez que lo hago y si mi destino me permite vivir despus de esta noche, ser la ltima. Bueno, bueno, la verdad es que eso no importa, no he venido a hablar de tus placeres o tus vicios y menos acerca27

de tu muerte. Lo que necesito es entregarte algo... algo muy importante que debes recibir esta noche. En verdad, seor, que en otra oportunidad lo atender con... Crthet no pudo terminar la frase, pues un nuevo tirn de su estmago lo hizo contener todo su cuerpo para no vo mitar una vez ms en el zapato del desconocido. Mira, muchacho, no tenemos todo el tiempo del mun do... aunque, por otra parte, deberamos tener todo el tiempo del mundo. Es... es algo un poco complejo para m, al fin y al cabo, yo slo me encargo de entregar los testamentos. Pero te dir que las cosas deben hacerse como estn ordenadas, porque, de lo contrario, todo se vuelve confuso y complica do. As que djate de excusas y estira ese brazo. La nica condicin que se requiere en este asunto es que el heredero reciba en su mano el testamento y nada se dice acerca de si lo recibe acostado o en pie y menos acerca de si est vomi tando. Creo que me has entendido. La verdad es que no le entiendo nada, seor dijo el joven. Pues eso ya no va a importar, hijo, tengo otras cosas que entregar y si no estiras tu mano para recibir con ella el gran testamento, ser intil que siga con las otras entregas. Debes saber que slo hay cuatro testamentos para repartir en cada siglo y lo dems son simples credenciales y autoriza ciones. Los testamentos son lo ms importante. No entregar esos otros documentos no trae sino molestias... en cambio, no entregar un testamento sera el fin de mi carrera. El fin de su carrera? S. Cul carrera?28

Soy un Entrega. Es decir, un mensajero, el ave del co rreo; entre ustedes me llamaran un cartero. Cmo as que entre ustedes? No me distraigas de lo importante, nio, yo soy un En trega Mayor. Si me ayuda a salir de esta, puede ser ms que eso le dijo Crthet, incapaz de levantar su cabeza y an sin enten der muy bien qu le decan, yo lo nombrar mayordomo de esta casa. Crthet, pequeo pcaro, aunque t no me conozcas, yo te conozco. No tienes con qu pagar un mayordomo y yo tampoco quiero serlo. Quiero ser lo que soy. Un Entrega Mayor. Por qu? Porque eso es lo que soy y cuando uno no puede ser lo que es, es como si no existiera. No te parece? No s, yo lo nico que s es que me siento muy mal, aydeme. Si no me ayuda, soy yo quien no va a existir. Usted dice conocerme... por favor, auxlieme. Te ayudar, slo si t me recibes el testamento. Lo que sea... Y me prometes leerlo antes del medio da de maana. Seguro... Debes cumplir, Crthet, ahora todo depender de ti. Y si hago eso, usted me ayudar? S, te ayudar. Dormirs tranquilo y despertars como si nada te hubiese pasado... pero ahora venga esa mano! El joven Aykord no pudo ver la cara del que se haca llamar un Entrega Mayor, pero s sus enormes dedos alcan zndole un sobre mediano y amarillo. Eso fue lo ltimo que vio esa noche.29

Captulo III

El segundo y extrao testamento de Rogelio Aykord

E ntre todas las habitaciones, Crthet Aykord haba elegido

para s el cuarto de huspedes que se hallaba en el segun do piso del ala azul de la mansin y que permita, ms que ningn otro, ver la llegada del da, perseguida su luz por el vuelo de los cisnes. Por esta causa, cuando se despert, le vant solo un poco su cabeza para admirar el espectculo. Sin embargo, lo sorprendi que la luz fuera de una intensidad inesperada y que el sol o su plido reflejo en el cielo no se viera en ninguna parte. Supuso que se haba despertado ms tarde que en los das anteriores. En verdad eso era normal, pues recordaba haber encontrado la despensa de licores de su to y haber probado algo. No recordaba ms y lo nico que pens en ese momento fue en buscar comida, porque tena hambre. Pero oh sorpresa!, al levantarse de la cama y meter sus pies en las afelpadas pantuflas, el joven Aykord sinti algo que30

deslizaba sobre su estmago en direccin al piso, y con un gran salto de temor, se quit las sbanas y se subi a una silla. El animal Crthet supuso que era un animal no se atrevi a salir de las sbanas. As que el chico esper unos momentos y luego empez a hacerle ruidos procurando es pantarlo. Fushh, fushh. Como nada pasaba, se decidi arrojarle con fuerza una de sus pantuflas, as que la tom en su mano y la lanz con la misma precisin con la que derribaba hongos en los altos troncos del bosque. Pero nada sucedi. Fushhh, fushhh, vete animal! grito Crthet. Tal vez el animal era sordo, pues no se movi un mil metro de debajo de la sbana, a pesar de que Crthet vea claramente que all haba un pequeo bulto agazapado. Finalmente, y despus de verse en el espejo en cal zoncillos y subido en una silla, cobarde ante sus propios ojos, cuando l siempre haba querido ser muy valiente el joven corri hasta la sbana, la levant de un golpe con el pie y sigui de largo hasta treparse sobre la amplia cama. All mis mo, vio el objeto de sus preocupaciones justo donde haba estado la sbana en el piso. Se trataba de un sobre amarillo que pareca a punto de reventar por el abundante material que llevaba adentro. Por supuesto el sobre no se movi, Cr thet s. Desde la cama estir la mano y tom el liviano paquete, lo abri, y todava acostado quitndose de tanto en tanto el rebelde mechn blanco y rojizo que caa sobre su frente, empez a vaciar el contenido. Esto fue lo que encontr en el sobre: Un lpiz.31

Unas tijeras Una libreta en blanco Una mariposa disecada Una enorme pluma de ave La fotografa de una mujer Crthet iba nombrando en voz alta cada objeto que en contraba, como si hiciera un inventario, a la manera que lo hizo el jueznotario Rodfull con los haberes de su to. Un anillo transparente, con un grabado Un espejo pequeo Tres llaves viejas El joven comenz a inquietarse porque no era posible que ese sobre, ms bien pequeo y liviano, contuviera tantas cosas. Pero la realidad era que seguan y seguan saliendo. Un borrador Una brjula Un extrao reloj Una concha de caracol. De repente, enmudeci al encontrar algunos papeles to talmente escritos en smbolos desconocidos cuyo ttulo em pezaba as: bcef hijkm nrs tuvwxz 123690. Crthet recuper su voz para decir: Otros papeles... pero, pero si esto es un testamento! S, lo ltimo que sali del sobre, aparte del cartapacio de hojas viejas escritas en quin sabe qu jerigonza de sm bolos, fueron ocho hojas de apretada caligrafa y que como ttulo general deca: Testamento esencial y de orden del seor Rogelio Aykord.

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De repente, Crthet sinti un fro a lo largo de su espal da, mir el reloj de pared del cuarto y comprob que an no era medioda. No saba de qu forma pero todos los sucesos de la noche anterior volvieron a su cabeza con una fuerza terrible. Pareca que bajo los cabellos rojos de su frente no haba espacio para nada que no fuera el recuerdo de los mi nutos que pas de cara contra el suelo en la alfombra de la sala de recepciones, escuchando las palabras del Entrega. Maldicin se dijo. Y sin ms ropa puesta que los largos calzoncillos blancos, se lanz en una veloz carrera hacia el lugar donde vio ms bien donde escuch al inesperado visitante que se llama ba a s mismo el Entrega Mayor. Cuando lleg, su sorpresa fue mayscula. En la alfom bra no haba nada. En realidad, en ninguna parte haba nada extrao, todo reluca de limpio y ni siquiera se vean rastros de las botellas que el muchacho, ahora s, recordaba haber bebido la noche anterior. En medio de su confusin, Crthet iba a decir que todo eso estaba muy raro, pero el recuerdo le trajo un sbito te mor de escuchar alguna voz respondiendo a su observacin y no articul palabra. Poco a poco volvi a subir los escalones y se dirigi a su habitacin. Cada cuatro o cinco pasos miraba repentinamente hacia atrs o hacia el techo, como esperando descubrir algo. En efecto, en la enorme lmpara, al final de las escaleras, un pjaro blanco y extrao lo miraba con curio sidad, o al menos as le pareci al muchacho. Qu miras? pregunt al animal, seguro de que no habra respuesta. Pero el ave lo preocup an ms, porque su vuelo lo llev al piso, justo frente al heredero de Rogelio Aykord.33

Si llegas a hablar me vuelvo loco le dijo un Crthet, nervioso. Para su fortuna, ste pareci distraerse y final mente se alej con parejos aletazos hasta el pasamano de la escalera. Ahora veremos de qu se trata todo esto se dijo Cr thet. Y as lo hizo, de nuevo en su habitacin, el joven extrajo el testamento esencial y de orden del viejo Aykord, es decir, las ocho pginas resecas como la piel de su to, de un color casi marrn, y escritas en una letra pequea y meticulosa. Crthet lo tom en sus manos, lo oli sorprendentemente no ola a nada, y se dispuso a leerlo. Antes de iniciar la lec tura, llev hasta su cama unas almendras y as aprovisionado fue leyendo en voz alta. Mi nombre es Rogelio Aykord y por esta fe consagro mi testamento esencial y de orden, dirigido a la persona superior que me habr de suceder en mis haberes y responsabilidades, como guardin de uno de los cuatro pilares del mundo, que descansa en la biblioteca de la que hasta mi muerte habr sido honrado en ser viga y administrador. Este es uno de los cuatro testamentos del siglo, que extiendo an con el temor de que, suma de los astros, ste sea el primer siglo en que todos los testamentos confluyan en un mismo ao, como lo ha profetizado la viga del Este y parece estar escrito en el prlogo del tiempo. En ese momento de la lectura Crthet se detuvo por que le pareci que algo muy raro haba sucedido. Estaba seguro de que, cuando la haba iniciado, todo se encontraba redactado en la misma caligrafa y en idioma ingls, pero ahora notaba que, despus de las ltimas palabras ledas, todo se encontraba escrito en la misma jerigonza que se34

repeta en las otras hojas, aquellas que no contenan el tal testamento esencial y de orden. Esper un momento y vol vi a intentarlo. Otra vez el chico pudo leer algo y esto es lo que ley: La persona superior que me habr de suceder como viga y heredero deber empezar la revisin de los textos un da despus de recibido este documento, para que se cumplan las normas de asentamiento del espritu, que han sido instituidas desde el principio de los das. Y no podr encontrar paz definitiva, hasta que un Entrega Mayor le confirme que los otros pilares se hallan en perfecta armona, y l pueda casar el sello esencial sin que se escape un solo fragmento de luz o de sombra. El pobre Crthet se detuvo a pensar qu poda signifi car toda aquella retahla, pero, por ms que haca esfuerzos, nada le pareca claro. Nada, excepto el hecho de que su to estaba completamente loco o quera hacerlo partcipe de una broma, aun despus de haberse muerto. Estaba loco se dijo loco, loco. Luego de esas palabras y un amplio movimiento de su dedo describiendo crculos contra su cien, el heredero inten t seguir su tarea; pero, aunque insisti una y otra vez, no fue posible reiniciar la lectura, pues el resto de las letras, conver tidas en los extraos smbolos, se negaron a ser ledas. Todo era demasiado raro y el chico se preguntaba por qu no poda seguir leyendo el testamento, pero no encon traba explicacin razonable a todo cuanto aconteca. As que, luego de nueve pruebas, Crthet se dio por vencido y se acost nuevamente, para dormir lo que l llamaba un sueo de reparar inteligencias. A los dos segundos estaba dormi do, sin percatarse de que, sobre la cabecera, el pjaro blanco vigilaba su sueo.35

Captulo IV

Una mansin y el lugar de todos los lugares

L a mansin, de la que ahora era nico propietario, era una

enorme edificacin, con tres pequeos edificios a su alrede dor, bosques que hacia el norte llegaban hasta la costa, una capilla cerca al mar, la colina donde estaban los cimientos del viejo castillo, un gran depsito de aguas, una alberca y am plios jardines con rboles. De los tres edificios, dos estaban asignados a los criados, y el tercero permaneca siempre solo, pero limpio, ya que de eso se encargaba la seorita Duncan en persona. La mansin estaba construida en tres pisos, y tena cua tro alas de diferentes colores, que, vistas desde el aire, le deberan dar forma de equis. En su centro y uniendo las di versas alas, se encontraban una serie de salas y salones de ceremonias sala de recepcin, sala de te, sala de juegos todas ellas muy grandes, elegantes, amobladas y todas en el primer piso.36

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En el segundo nivel, separado de las salas y habitaciones por un largo pasillo ovalado, ese mismo espacio estaba parcial mente cerrado y no se poda ver qu haba all, aunque era evidente que haca parte de la biblioteca, y en el tercer piso se hallaba sta, que tena la forma de un gigantesco huevo. En ese formidable edificio repleto de objetos, cuadros y muebles, Crthet vio nacer un nuevo da, y, si bien nunca recordaba sus sueos, tena la certidumbre de haber dormido agradablemente; as que se levant con mpetu renovado y decidido a iniciar una nueva bsqueda por la mansin. En el primer nivel alcanz a contar diecisis habitaciones, pero entr slo a tres de ellas. Eran iguales en tamao, lujo y diseo, con techos labrados en yeso y lmparas de plata. La tercera, que escogi como su oficina, dispona de cuatro si llones, una mesa, dos estantes y un amplio escritorio, donde el muchacho deposit el sobre con los objetos de su legado. Quera saciar su curiosidad y encontrar respuestas acerca de cada uno de ellos, pero esa tarea debera esperar. Ms tarde pas al segundo piso y all sinti una impensa da alegra cuando descubri, en el centro del primer cuarto que visit, un enorme piano de cola, con su respectiva silla. Quiso tocarlo, pero algo en su mecanismo se resisti a vibrar. Con pesar, Crthet se dijo que lo intentara ms tarde y se lament de que los ricos estuvieran llenos de trucos para que nadie pudiera usar sus cosas. A pesar de todo, se entusiasm al pensar que, ahora, ese piano servira para que cualquiera que lo deseara, viniera a su casa y lo hiciera sonar. Crthet era un muchacho de buenos deseos y pensamientos genero sos, y saberse as lo alegraba inmensamente. El joven pas todo ese da recorriendo cada una de las piezas y salones que acertaba a abrir con alguna llave, entre38

toda la inmensa cantidad que constitua el llavero que le en tregara el seor George. Se senta triste y abrumado por la extensin de la casa, por sus cuartos enormes, por los salones altos de pisos hermosos, completamente vacos de presencia humana. Crthet recordaba que, excepto unas cuantas per sonas, nadie haba acudido a la mansin Aykord desde que l tena memoria, y le pareca terrible que algo tan hermo so hubiera sido recorrido solamente por los criados y por los ojos de carne cruda de su amargado to. A eso de las tres de la tarde, infinitamente aburrido en la solitaria residencia, decidi hacer algo muy especial: subi ra al tercer piso para entrar a la famosa biblioteca de su pro piedad y sobre la que Rogelio Aykord tanto insista en que nadie conoca. As lo hizo, mas, para su disgusto, no supo cul era la llave de la biblioteca, aunque busc y prob entre el numeroso manojo casi durante una hora sin tener xito. Luego, fue a buscar las tres viejas llaves que venan en el so bre del legado, pero fue intil. Desconsolado se sent junto a la gran puerta de madera. Cmo se puede abrir una puerta cuando no se tienen las llaves? se pregunt, ser que existe otra forma de abrirla? Entonces, Crthet se dedic a revisar los bordes de la puerta una puerta doble, de amarilla y hermosa made ra, con la apariencia ms slida que l jams hubiese visto. Intent girar las perillas externas como lo haba hecho con la puerta secreta de la alacena, lo intent varias veces y nada pas. Busc en los rebordes y tampoco. Todo haba sido in til pens Crthet, y lo mejor sera dedicarse a otra cosa. As se dispona a hacerlo cuando un ruido, junto a su cabeza, lo alarm. Eran, como se dio cuenta un segundo despus, los39

aletazos del extrao pjaro blanco. Crthet lo mir intensa mente y se asombr de la redonda cabeza, que pareca ser la de una arrugada tortuga que se hubiera puesto un abrigo para disfrazarse de paloma. El animal haba volado hasta posarse en el centro donde se unan los dos pomos de las puertas. Crthet, un poco asustado y sorprendido se levant para salir corriendo, pero una vez en pie descubri algo que no haba visto antes. En el centro de las dos puertas, en el cen tro de los pomos cuando estos estaban unidos, justo debajo de las patas del pjaro, se haba formado una extraa figura; un labrado especial, que, aunque le recordaba algo, no logra ba precisarlo bien. Pollo le dijo sonriendo nerviosamente, aydame con esto. Yo s que t sabes algo ms. Pero el ave se mantuvo en silencio y Crthet se ri. El da en que llegues a hablar, salgo corriendo de aqu y no me vuelven a ver ni en postales. As que mejor qudate callado, pollo. El pjaro de largas alas blancas sigui en silencio unos segundos y luego volvi a volar hasta la escalera. Mientras qued solo, Crthet estuvo pensando dnde haba visto ese labrado. Le pareca que haba sido en un aparador o una ventana de negocio. Sera en una estampa de Londres, de Dubln? O sera en el pueblo? No estaba seguro, pero s estaba seguro de que era un objeto brillante. Sin detenerse a pensar ms, Crthet fue hasta la habi tacin, se puso un abrigo para protegerse del fro y trajo el testamento y todos los papeles, para revisarlos nuevamente, a fin de encontrar una clave que le permitiera entrar a la bi blioteca.40

Ya no se trataba para l del juramento que haba hecho a su to, ni de lo que haba alcanzado a leer del segundo tes tamento que le dio el Entrega. Se trataba de obstinacin de adolescente. No iba a dejar que la puerta le ganara la partida y estaba decidido a encontrar la forma de tomar posesin de lo ms preciado de sus dominios: la famosa, y al parecer por nadie nunca vista, biblioteca Aykord. Con los objetos junto a l y nuevamente sentado con los pies cruzados, fue tomando una a una las cosas en el mismo orden en que las haba sacado del sobre. Nada result de esa bsqueda. Despus de ese tiempo perdido le pareci que la casa estaba ms sola y silenciosa que nunca y fue consciente de que hasta el pjaro se haba alejado. Crthet se sinti nio y solo, un poco ridculo y muy confundido. La tristeza y el abatimiento se apoderaron profundamente de su nimo. Quin eres, Crthet? se pregunt en voz alta. Qu ser de ti ahora? Y por qu estas sentado aqu? Se mir en el pequeo espejo que traa el sobre del tes tamento. A sus ojos se revel una cara distinta a la que l se haba acostumbrado a ver reflejada en la taza de t o en las vitrinas del pueblo. Por un momento se sinti otra persona. Le pareci que en lugar de ver su rostro, estaba observando la cara de un personaje de cuentos, algo ledo en Kippling o en Dickens o en quin sabe qu otra lectura. Tuvo la horrible sensacin de que todo eso que estaba viviendo era una mentira, y l, Crthet Aykord, parte de un sueo. Por un instante sinti temor de que quien lo soaba estuviera a punto de despertar, pues en ese caso todo se des vanecera y Crthet no conocera la suerte de Stanford Fran cis, de la vida de sus vecinos, de todas las cosas que amaba y en especial de Lorriane Jaineth.41

Todo aquello se le ocurri mirando su cara en el espe jo, as que, para alejar esos turbios pensamientos, retir los ojos y dej de mirarse. El espejo cay del lado contrario a la puerta y Crthet, al levantarlo con desgano para volverlo a guardar, not repentinamente en l un destello que dibuj en su mente el grabado de la puerta. S, ah estaba! pero estaba en el espejo, en el pequeo espejo que vena en el sobre del segundo testamento. El grabado slo haba apa recido por unos instantes, justo cuando Crthet alcanz a observarlo. Lo vio como se ven las cosas en un espejo: de revs y reflejado en la pulida superficie. Finalmente, el jo ven descubri que el grabado en los pomos de la puerta era el mismo del anillo transparente del sobre. Despus de eso, ya no tuvo ninguna duda de lo que tena que hacer: se puso el anillo en el dedo anular de su mano derecha. Corri a las puertas y cuando acerc el anillo en el espacio de los pomos, ste produjo un ruido poderoso y las puertas se abrieron. La biblioteca se dijo. Ahora vamos a ver qu te nemos aqu. A lo mejor en este lugar est la solucin a todos mis problemas. Curiosamente, el pjaro blanco se haba acomodado un metro atrs, a su espalda, sin que l pudiera verlo. Y eso era lo mejor para Crthet, porque, quien lo hubiese visto, habra jurado que el extrao animal se burlaba, en silencio, de las ltimas palabras del muchacho. A Crthet jams se le habra ocurrido que algo tan sorpren dente como lo que tena ante sus ojos pudiera existir en este mundo. El muchacho estaba all, en la entrada de la biblio teca Aykord, de pie, con la boca abierta de par en par, viendo el colosal milagro de miles y miles de libros preciosamente acomodados en los infinitos estantes.42

Eran libros grandes y pequeos, libros de colores y li bros que conservaban la oscuridad de lo antiguo. Mareaba ver tantos volmenes, tantos colores en las portadas, bajo la extraa luz que coloreaba en tonos rosados la biblioteca, y de la que no era posible saber de dnde provena. Luego de entrar como si estuviera entrando a un tem plo sagrado el chico comprendi por qu senta una fuerte sensacin de mareo: la forma y disposicin de la biblioteca era ms que extraa. Y es que resultaba imposible entender lo que suceda, pues l, poda ver cada uno de los extremos de la biblioteca: el abajo y el arriba, los lados, el frente y el atrs; es decir, toda la ovalada biblioteca, la inmensa bi blioteca, y toda ella caba en sus ojos deslumbrados. En ese infinito segundo siguiente, Crthet Aykord experiment la certidumbre de que ese lugar era una cosa viva, de que la biblioteca tena su propio tiempo, su propio clima y su pro pia atraccin gravitacional. Crthet, adems, tuvo la siniestra sensacin de que la biblioteca entera lo estaba mirando. Poco a poco se fue tranquilizando, slo para comprobar, unos instantes despus, que por alguna razn el enorme huevo acostado entre los pisos dos y tres, que era ese lugar de lectura, tena la particularidad de desconocer las leyes de la naturaleza. De tal suerte que, aunque los libros llenaban cada uno de los espacios de las paredes, del techo y lo que parecan ser sus pisos, los volmenes que se encontraban en lo que normalmente correspondera al techo en realidad, no haba un arriba y un abajo claros no se caan ni amena zaban con hacerlo, a pesar de que esto era un imposible de la naturaleza. Adems se pregunt Crthet cmo era po sible ver todo al tiempo en una cosa tan desmesuradamente grande?43

Un poco repuesto de la primera impresin, el joven se sent a pensar, y lo hizo en la nica silla que exista en la bveda ovalada. Dos pensamientos cruzaron por su mente: el primero que call fue que ese era un lugar muy peli groso. El segundo, lo expres en voz alta: Soy archirrecontrarremultimillonario! Con el corazn latindole con la fuerza y velocidad de un ferrocarril a todo vapor, Crthet Aykord corri hacia el estante ms cercano y empez a sacar libros. Primero sac un atlas enorme y hermoso, del que slo oje las imge nes. Luego extrajo un pequeo libro, ley su ttulo: Biografa del sol, y otro, Biografa del mar, y otro, Biografa del aire. Luego busc uno ms arriba: La ua de rascarse. Eran nombres diferentes de los que Crthet haba ledo o es cuchado en el colegio Stanford, pero al fin y al cabo aqu,

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en esta biblioteca, deben estar todos los libros del mundo. Volvi a los estantes donde haba encontrado las biografas y sigui desplazndose lateralmente por ellos, con una cu riosidad desbordada y un sentimiento de sorpresa que en vez de decaer aumentaba a cada minuto. Luego de un lar go rato, Crthet se dedic a una bsqueda sistemtica. Al parecer el muchacho buscaba algo en particular y a fe que lo encontr: con un empastado de lujo y el irreconocible retrato de un hombre joven que no pareca ser l, all estaba la Biografa de Rogelio Aykord. An alelado, dej el libro a un lado antes de ojearlo y sigui sacando y leyendo ttulo tras ttulo, posedo por una fiebre de curiosidad. De repente, con la velocidad de un rayo y sorpresi vamente, Crthet palideci. No poda creer lo que vean sus ojos. Frente a l, en una edicin completamente especial, de licadamente ilustrada en la portada, estaba la inesperada bio grafa de las primeras letras estaban en la extraa jerigonza 90z126 Crthet Aykord, del condado de Stanford Fran cis. All estaba su propia biografa. Lstima que al igual que le haba sucedido antes, las letras se transformaron en los terribles smbolos que l no entenda y, para mayor contrariedad, el libro se negaba de finitivamente a ser abierto, pareca un solo bloque, como un ladrillo y no un conjunto separado de finas hojas. Igual lo tom bajo su brazo y se lo llev junto con el de su to hasta la silla. El libro del brazo su biografa fue al ancho bolsillo de su abrigo, mientras que la biografa de sir Rogelio fue llevada directamente en sus manos hacia la puerta. Entonces, para su sorpresa, encontr que la puerta se haba cerrado sin que l hubiese hecho algo al respecto o tan siquiera lo hubiese escuchado.45

De este lado de la puerta no haba espacio para el ani llo y Crthet se asust. Al principio mantuvo la calma, pero poco a poco y mientras fracasaba en cada uno de sus inten tos por abrir la enorme puerta, se fue tornando nervioso y preocupado. El tiempo pasaba y l no saba qu hacer: gol pe la puerta, llam a gritos, busc detrs de los libros de los estantes y slo encontr ms y ms estantes detrs de ellos. Entonces s se aterroriz. Nadie vendra, nadie saba que l estaba all, no haba forma de salir... iba a morirse entre los libros y tal vez nunca lo encontraran para al menos darle religiosa sepultura. Bueno, eso no era tan importante, pero morirse de hambre y sed s. Mir a todos lados y no vio nada que le sirviera para abrir la. Aunque se dijo, burlndose de s mismo, por lo menos alcanzara a comer un pedazo de carne cruda antes de morir, si alcanzaba al extrao pjaro blanco que, haba entrado y lo estaba mirando, en medio de la desmesurada biblioteca. Creo que te metiste en una grande, pollo: moriremos encerrados, pero t morirs primero, pues creo que vas a ser mi almuerzo. Por primera vez el ave emiti un sonido que a Crthet le pareci la risa de un beb; lo cual resultaba muy curioso en esa cara de viejecita arrugada. El joven se abalanz sobre el animal, pero ste vol raudo y al levantarse, en el aire oloroso a papel de la biblioteca, dej caer algo amarillo de una de sus patas. Crthet lo recogi y se percat de que se trataba de una nota. Con susto y curiosidad la ley: Me temo que en cuestiones de la vida, verdaderamente es usted muy tonto, amigo. Tan tonto que buscando una salida, no ser capaz de encontrarse ni el ombligo.46

Captulo V

La visita de George y la historia de Rogelio Aikord

En vano Crthet intent alcanzar al pjaro, por el doble

placer de vengar el insulto y asegurar algo de comida. El pa jarraco blanco era muy veloz y cada vez pareca ms inteli gente. Incluso ahora s haba notado claramente el muchacho la apariencia de risa que tomaba la extraa cara del ave, que, adems, tena un pico corto y gracioso. Desconsolado, no acertaba a saber cunto tiempo estara preso all. Tan solo se complaca en recordar las comidas de los ltimos das y el rostro de Lorriane, que ltimamente cobraba mayor importancia entre sus afectos. De pronto le pareci escuchar algo. No tuvo que hacer silencio porque silencio era su mayor propiedad en ese momento; as que simplemente Crthet se abandon a escuchar. George, es usted? dijo junto a la puerta cuando cre y reconocer la voz del anciano.47

S, lo soy, joven seor Aykord ambos tenan que gri tar con fuerza para escucharse. George, estoy encerrado. Por favor, debe conseguir que alguien me saque de aqu. No se preocupe, joven Aykord, usted solo puede salir de all. No, George, no existe manera, ya lo intent todo. Aqu no hay ventanas. Permtame que le diga que usted saldr por la puerta, joven Crthet. Le permito que lo diga, pero la verdad es que no veo cmo ironiz Crthet a pesar de que estaba aterrado. Ser de la siguiente manera, joven, usted slo siga mis indicaciones, y est tranquilo, sir Rogelio me previno de que esto podra suceder y me escribi lo que se debera hacer. Es muy sencillo. Me escucha, joven? S, amigo George, te escucho con los odos del cora zn... aqu espero. Pues bien, sepa usted que slo debe leer al menos una pgina de un libro cualquiera que haya sacado de los estan tes, antes de intentar salir. Pues nunca se puede salir de la biblioteca sin haber ledo nada. Perdn, pero as dice la nota que escribi Sir Rogelio. Tambin dice que no se puede sa car ningn libro de la biblioteca, porque entonces ella no lo dejar salir hasta que lo devuelva a su lugar o lo abandone. Me ha comprendido, joven seor? Todo esto es una locura, pero lo he entendido. Esp reme, George, por favor, voy a intentarlo. Luego de leer la primera pgina de La ua de rascarse, una especie de reflexin filosfica sobre la importancia de la tal ua y el xtasis que de ella se poda derivar, y ya48

habiendo dejado los libros en cualquier parte, Crthet se di rigi a la puerta de salida y esta se abri como si l le hubiese dado una orden. Una vez afuera del enorme huevo repleto de libros, corri hasta el anciano mayordomo y lo abraz con una intensa emocin. George, padrino George, qu alegra! Lo abrazaba con fuerza, ante la sorpresa del anciano, quien por cierto no comprenda muy bien por qu el chico le deca padrino. l nunca haba sido padre o padrino de nadie. Pero en el fondo el detalle le agrad y no slo permiti el lar go abrazo sino que lo correspondi mientras Crthet lloraba como un pequeo nio asustado. Hemos sido malos con usted, joven dijo el antiguo mayordomo. Cualquiera menos usted, George, usted nunca ha sido malo conmigo. S, amo Aykord, por no advertirle... debimos haberle advertido! George, por favor no me llame amo... Joven Aykord... No, llmame Crthet, como lo haras con un sobrino o un ahijado. No sabes cunto necesito este da tener una familia. Sir Rogelio no lo era, no lo fue nunca. De ese viejo lo nico que recib fue indiferencia, soledad y una chifladura con apariencia de biblioteca. Con palabras entrecortadas por la emocin, Crthet in tent contarle al seor George acerca del sobre que haba recibido como segunda herencia y de lo que haba visto en la biblioteca, pero el mayordomo, levantando su mano con un gesto grave, evit que el joven continuara su confuso relato y lo dej sumido en una angustia mayor. El anciano acarici49

el cabello de fuego del muchacho y trat de calmarlo, pero cuanto ms lo consolaba, ste ms lloraba. Todo tiene una explicacin, Crthet... pero para ti el camino no ser corto ni ser fcil. Yo no puedo ayudarte mu cho, pero lo que te voy a decir puede serte til. Quieres escucharlo ahora? S, mi viejo amigo, estoy dispuesto a escucharte ahora dijo el chico enjugndose las ltimas lgrimas, y mostrando las dos largas hileras de sus dientes en una amplia sonrisa. No debes hablar mal del seor Rogelio dijo finalmente el anciano que, ese da y por primera vez, tuteaba al mucha cho, pronto comprenders, pequeo, que no era un seor cruel, sino un ser humano desesperado y confundido.

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Conmigo no fue un caramelo dijo Crthet con iro na. Contigo no supo cmo ser. No se decidi entre que rerte y tenerte miedo, y al final prefiri hacer como que no existas. Hasta hace una semana ese fue un gran favor que le agradezco, pero ahora las cosas parecen estarse despeando. George, creo que me estoy volviendo loco. No, Crthet, no ests ni te vas a volver un desquiciado, pero ser el sobrino de sir Rogelio y recibir su fantstico lega do tiene un precio parecido a la locura. George... en la biblioteca hay dos libros... uno es la biografa del viejo... El seor era muy importante en el condado apunt George. S, pero... tambin est mi biografa. El anciano mayordomo mir hacia otro lado y sus ojos se enrojecieron. No la habr ledo, joven... No pude, George, esos libros slo se abren cuando quieren. No debe leerlo todava, joven balbuce nerviosa mente el anciano, se lo ruego, as el libro se abra, no debe leerlo an. Qu pasa, George? Te ves asustado. Qu es? Es slo que hay cosas que deben llegar a su debido tiempo. Nadie debe saber quin es hasta que llegue a ser todo lo que puede ser. De lo contrario, corre el peligro de no alcanzarse nunca a s mismo. Ahora eres t el que est hablando como luntico, amigo.51

Crthet volvi a tutearlo, ya sabrs de lo que ha blo. Hay cosas que no debes saber an y otras que debes ha cer primero antes de saberlas. Es demasiado importante que as sea. Te lo pido, ya que me ofreces tu afecto, te lo pido por ese afecto. Est bien? Est bien, pero, la biografa del viejo s la podr leer? S, tal vez ms adelante, pero antes djame que te cuente algunas cosas acerca de sir Rogelio. Luego de preparar un t, el anciano y el joven, se senta ron en una banca del jardn de la casa. Caa una lluvia leve, ola a hmedo y a musgo. El viejo mayordomo bebi un sor bo y sin mirar a Crthet le dijo: Dicen que cuando l lleg aqu era slo unos aos ma yor que t. Que compr el terreno para construir una man sin para l y los muchos hijos que esperaba tener cuando se casara con una mujer muy hermosa. S que habrs visto el retrato de una muchacha, el que est a la entrada de la biblioteca. No me fij, George. Pues bien, esa era Eleonora, la joven con la que el amo iba a casarse. As que el joven sir Rogelio se dedic en cuerpo y alma a la construccin de la mansin, con tantos salones y tantas habitaciones como lo permita su prosperi dad. Segn cuentan, en este caso casi todas las leyendas sobre l son verdad, cuando la casa estaba casi completa, una noche, sir Rogelio, recibi una comitiva. Venan en un coche tirado por caballos en medio de una tormenta de di ciembre. Eran tres personas, una dama y dos seores. Estu vieron conversando hasta la madrugada y cuando el sol iba a despuntar, l mismo los acompa hasta el carruaje. Tam bin dicen que, desde ese amanecer, nunca fue el mismo y52

que una mueca de tristeza y preocupacin cubri para siem pre su rostro. Despus de que ellos se marcharon, sir Rogelio se dedic con una fiebre de locura, a construir el resto de la mansin. Pero algo cambi en los planos y en l mismo. Despidi a las personas de la vecindad que trabajaban en la obra, y en adelante slo se recibi a gente muy silenciosa que vena desde lejos. No hablaban ni se relacionaban con nadie, ni siquiera con l. Fueron ellos los que terminaron la obra. Despus de su partida, la casa se cerr para la gente y jams se volvi a hablar del matrimonio con Eleonora. Yo llegu aos despus del suceso, que los ms ancianos habitantes de Stanford Francis imprudentemente me relataron. Era fcil comprender que el amo sufra y segua amando a Eleonora, y sin embargo, ni una sola vez la nombr, ni jams la busc. En verdad! Se haba vuelto loco? pregunt el mu chacho. No. El amo siempre estuvo condenado a ser cuerdo. Y ese fue un gran castigo. Pues si hubiese enloquecido, habra podido escapar a su destino. El anciano de canas lacias seal con su mano hacia el camino del castillo. Por ese camino lleg el carruaje y por ese mismo cami no lleg tu madre. Mam. S, ella lleg cuando miss Duncan y yo tenamos ya aos de trabajo para el seor Aykord. Ella fue para todos no sotros una bendicin. Era casi una nia, sencilla y amigable, poda hablar con el doctor Orin de medicina y con las em pleadas sobre el zurcido de la ropa. No puedes imaginarte un ser ms dulce y perfecto, con tanta cultura como compasin... y tan joven! Me parece verla con su vestido de organd...53

Yo no la recuerdo, George. T eras muy chico cuando ella se nos fue. Fue una tragedia. George, por qu mi to me odiaba? Odiarte? No, l no poda odiarte, eras el hijo de An glica Aykord, cmo podra odiarte? Entonces? l se culpaba por su desaparicin. Siempre crey que tu nacimiento y la tragedia de tu madre fueron producto de una falla suya. No entiendo. El seor tena una misin, una misin muy importante, la ms importante que te puedas imaginar. Pero algo suce di en algn momento y l no pudo controlarlo... Recuerdas cuando hace tres aos hubo un eclipse? S, lo recuerdo. Crthet, recuerdas cmo los animales enloquecieron? El gallo cantaba y eran tan slo las dos de la tarde, y as tam bin los dems animales sufrieron la confusin. Pues bien, te dir que hay mundos que no deben mezclarse, as como la noche y el da no deben existir al mismo tiempo, cual sucede en los eclipses. Eso es demasiado confuso para que yo entienda algo, George, estoy eclipsado. No te burles, hijo. Pues lo ms terrible del caso es que t tienes esa misma misin y no s si ests mejor o peor pre parado que el seor Rogelio para cumplirla. Yo no quiero ninguna misin. Pero, cul es, George, cul misin? Crthet, eso lo tendrs que descubrir t mismo... en la biblioteca.54

El viejo George le explic al muchacho que l no poda per manecer all ms que un par de das y quiz venir de vez en cuando. Pasaron juntos el resto del da y recorrieron parte de la casa. Crthet preguntaba por todo y George responda slo algunas cosas. Fue un da agradable y sin pensamientos oscuros; se sentan como dos familiares que, despus de vivir a cientos de kilmetros, por fin estn juntos para conocerse. Crthet escuch algunas cosas sobre su mam y algunas ancdotas del personal que all haba trabajado. Conoci por primera vez detalles de lo que fue su primera infancia, y se sorprendi de que fuera la seorita Duncan la que hubiese asumido su cuidado en sus primeros cuatro aos. No poda imaginarse a esa seca y meticulosa dama cambiando sus pa ales y cantndole canciones de cuna.

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Ella fue la que escogi tu nombre susurr junto a un abeto el mayordomo para no espantar un pjaro carpin tero, al menos el segundo nombre. George... Dime, Crthet. Desde siempre he escuchado que hablan de mi se gundo nombre. El segundo nombre por aqu y el segundo nombre por all, pero yo no he escuchado jams una letra de mi primer nombre. Ni siquiera en el Stanford lo escriben. Ni una inicial. Es cierto que tengo otro nombre? Tan cierto como puede ser este da. Entonces dime, cul es? No puedo pequeo, yo no soy el que pueda darte ese nombre. No lo encontrars tampoco en tu registro ni en nin guna otra parte. Ese nombre no est escrito, slo existe hoy en la memoria de dos personas y una de ellas es la seorita Duncan. No s si ella pueda revelrtelo. Vaya, qu misterioso se puso todo de repente... as que... Crthet Aykord vino al mundo con un misterio bajo el brazo en vez de pan. Mi nio, no sabes cun cierto es lo que dices, no lo sabes. Mira, George!... Crthet sali corriendo a la caza del curioso pjaro blan co, que cruz frente a ellos. Pero, como de costumbre, no pudo alcanzarlo. Regres jadeante y sonriente. Si te contara lo que detesto ese pajarraco. l volver. El pjaro blanco?... S. Lo conoces, George? Sabas que escribe notas?56

Es tuyo. Mo? De la herencia? S, pero no de la de sir Rogelio. Ese animal lo here daste de la seora Anglica Aykord. Cuntame sobre ella y sobre el pjaro, George. Por ahora no puedo decirte ms, jovencito se dis culp George. Y del sobre que recib... Tampoco de eso puedo decirte palabra alguna lo in terrumpi rpidamente el anciano. Regresaron a la casa. Hablaron el resto del da de cosas simples, hasta el anochecer, cuando el anciano George anun ci su partida. No te vayas, por favor pidi Crthet. Quisiera no tener que hacerlo, pero as debe ser. Para cumplir tu misin debes estar solo y descubrir por tu cuenta dnde estn las costuras de este embrollo. Te quiero, George. Se abrazaron frente a la puerta principal y Crthet ob serv al anciano que se alejaba, invadido por una profunda tristeza y una impresin de desolacin. El mayordomo ca min tan elegante como siempre, pero, al cruzar la puerta externa de la propiedad, sus hombros se doblaron y dej es capar un fuerte suspiro antes de proseguir. Al destino habra que ensearle a saber qu es justicia dijo, y se alej en su carruaje hacia la naciente oscuridad. Por su parte, el muchacho regres a la cocina y agrade ci una vez ms que el anciano hubiese preparado alguna comida caliente para l. Se estaba cansando de carne salada, salchichn y almendras. Casi todos los das su alimento era el mismo, por lo que al final de la noche su juego favorito57

era preparar en voz alta ficticios platos llenos de delicias y salsas. ...Dorando por los dos lados el cordero y agregando una cucharada de miel. Deca esto mientras recorra la casa a grandes zancadas o en la patineta. ...Trocitos pequeos servidos con un gran vaso de jugo de fresa... Su voz se oa como un eco mientras recorra la mansin y pareca la de un loco, pero un loco de hambre. Sin em bargo, esa noche cuando lleg al segundo piso mientras recitaba un suculento banquete se detuvo frente al lugar donde se supona estaba la parte baja de la biblioteca, mir intrigado hacia el lugar y decidi subir a toda prisa hacia el tercer piso, para buscar la puerta de amarilla madera que se abra con el anillo labrado. Entrara nuevamente a la bi blioteca. Una vez adentro, ya sentado en la biblioteca, el mu chacho realiz un movimiento inesperado, qued en pie y grit con todas sus fuerzas: ELEONORAAA. Ya nada lo sorprenda, as que no se extra cuando su voz, en vez de salir con toda potencia, se oy apenas como un susurro y, en cambio, se escucharon sonidos de libros cerrndose, de alas levantando el vuelo y de murmullos de gente invisible. Nada raro por hoy se dijo tomndose el pelo a s mismo, ahora a trabajar. Y para hacerlo tom un libro de la fila ms baja a su derecha, tena un nombre que le gust: ISHQUIE DOOM BAJO EL CIELO ROJO. Cmodamente, sentado en la silla comenz a leerlo, pero, cosa bien extraa! Despus de las primeras letras, sinti que la silla daba vuel tas y todo a su alrededor qued a oscuras.58

Captulo VI

El vuelo del komodor

En la ms terrible oscuridad Crthet Aykord choc su nariz

contra un muro de piedra. Ola horrible y se senta hmedo, algo baboso. Qu asco se quej en voz alta. Antes de que pudiera saber qu pasaba, auncuando ya comenzaba a acostumbrarse a la oscuridad, una mano tap su boca y unos ojos se acercaron a los suyos. Estaban completa mente enrojecidos. Si haces ruido, yo mismo te mato, extranjero advir ti alguien con aliento ftido. Crthet no poda hablar porque la mano era muy gran de, enorme. Sin embargo, trat de hacer algunos gestos para dar a entender que no saba qu estaba sucediendo, pero francamente dudaba de que el otro quienquiera que este fuera lo estuviera viendo.59

Habran transcurrido algunos minutos sin que l se hu biese atrevido siquiera a mover un msculo y sin que pudie se ver algo ms, cuando todo se ilumin de repente. Ahora! grit quien lo sujetaba, y se alej corriendo como un demente. An poda verlo porque la luz no se haba apagado. En tonces Crthet crey observar a lo lejos la fuente de esa re pentina iluminacin. En el suelo de la cueva era evidente que estaba dentro de una cueva el piso arda. Incluso algu nas piedras ardan. Sorprendentemente, en vez de alejarse, un grupo de seres similares al que lo haba atrapado corra hacia ese preciso sitio, semidesnudos, con los cabellos re vueltos y prorrumpiendo espantosos gritos. Para l, aquella era una situacin imposible y no saba qu hacer. Quedarse solo hasta que el fuego se extinguiera, a riesgo de que la cueva volviera a quedar a oscuras? Correr hacia la oscuridad?, seguir detrs de esos extraos?... Corri detrs de ellos con todas sus fuerzas. Cuando estaba por alcanzarlos, vio lo que estaban hacien do los primeros, entre ellos el que le haba tapado la boca. La visin hizo que Crthet parara en seco y, tanto, que sinti como si sus ojos siguieran de largo por fuerza de la inercia. Por los cielos de Dubln dijo para s, qu es eso? Varios hombres trepaban en increble carrera sobre una montaa de brillantes y grandes escamas, mientras llevaban en sus manos las puntas de una red brillante como un dia mante. Los otros clavaban la red al suelo a grandes martilla zos y otros metan bloques gigantescos de diamantes por un orificio de la montaa, que en ese instante abra sus ojos. Pero aquella no era una montaa con ojos, era un gigan tesco dragn como los que Crthet slo haba visto en las60

ilustraciones de San Jorge y el dragn, en la biblioteca del Stanford College. El dragn se rebull en su prisin que ya haba sido completada con la red, y alcanz a mover la cola lo suficiente para arrojar a un hombre por los aires. El hombre grit y Crthet pudo ver sus ojos enrojecidos que se acer caban a l como rayo. No alcanz a hacer ms que tapar sus ojos. Cuando los abri, un sonido espantoso se escuch justo sobre su cabeza. No quiso volver la cara para mirar: saba que el hombre haba muerto. Aqu! grit Crthet. Algo pas con su amigo.

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Nadie prest la menor atencin a sus palabras, pues se guan en una espantosa lucha contra el terrible animal. El muchacho prefiri alejarse del cadver a su espalda y se acer c al borde de la batalla. Desde la cabeza del dragn alguien le grit: Usted, clvele la Perschia. Crthet no saba qu era eso, pero fcilmente lo imagin. La Perschia deba corresponder a una pequea y delgadsi ma lanza con una burbuja en la parte posterior que guardaba un lquido verde. Yo? pregunt tontamente Crthet, pues no haba nadie ms junto a l. Todos estaban ocupados librando una lucha feroz contra los movimientos del dragn. Extranjero, cul cree que era la labor de Sicheco, el muerto? Vamos, aprese! En un repentino arranque de valor que l mismo se des conoca, Crthet tom la Perschia en sus dos manos y corri hasta el lugar donde haba visto al tal Sicheco recibir el po deroso golpe que lo mat. Luego, Crthet se desliz bajo la cola del animal y le enterr la Perschia en la nica mancha de color blanco que alcanz a ver y que no estaba cubierta de escamas. El animal lanz un atronador bramido y se desplo m casi de inmediato. Entonces todos bajaron y se le acercaron. Algunos le die ron leves puetazos de cortesa en las costillas, dejndolo sin aire. Finalmente, el hombre que le haba tapado la boca le habl: Ishquie Doom, ahora su amigo, extranjero le dijo poniendo el canto de su puo frente a l. Crthet, con el canto de su puo, lo choc como presu mi que deba hacer. El otro sonri.62

Qu extraa manera de saludar la suya dijo el alto y musculoso seor Doom. Perdn, cre que ustedes saludaban as. No dijo Doom, es slo que le traa esto: Abri su puo y en su mano brill un grueso hilo de me tal. Crthet tom el hilo sin saber de qu se trataba. Era duro como el metal, y al mismo tiempo flexible como el ptalo de una flor. Es una pestaa de dragn aclar Ishquie Doom, dicen que es de buena suerte y siempre se le entrega al que clava la Perschia. Gurdela. Soy Crthet Aykord, de Stanford Francis. Todos los presentes se miraron con cara de no entender y algunos se rieron frente a l. Extranjero, no sabemos de qu hablas, pero hablas muy claro el igr. El igr? pregunt Crthet. S, nuestro idioma, el igr. Pues Crthet no saba cmo hablaba un idioma que ni siquiera saba que exista, sin embargo, eso no era nada com parado con tener en su mano la pestaa de un dragn por ser el ms valiente de los cazadores. Se lo van a comer? pregunt el muchacho. Qu dice? Todos rieron a reventar. Incluso el propio Ishquie Doom no era capaz de decir palabra. Cuando se calm, le dijo: La carne de dragn no se puede cocinar, y si se cocina apesta a varios valles de distancia. Si se le da a un animal y este lo come, el animal se empieza a encoger de piel y esta se rompe, pero apesta a varios valles tambin. No, quin va a comer dragn! Qu cosas dice, Porte.63

Crthet es mi nombre corrigi con un matiz de fas tidio en su voz, y slo preguntaba. Entonces, para qu la cacera? agreg. Para volarlo, claro est. Vuelan dragones? S. Sobre ellos atacamos a los ilirdes, que son nuestros enemigos. Tambin aqu hay guerras! Dnde no las hay, Portet? No s, esperaba que aqu, ya es suficiente con que haya dragones y los cacen. Nunca haba visto un dragn o nunca haba cazado, extranjero? Ninguna de las dos cosas. Vamos a baarnos y le contar sobre todo esto. Crthet descans cuando oy lo del bao. Los cazadores apestaban y aunque era cierto que tampoco era aficionado a baarse, no exageraba tanto. Luego de llegar al campamento de chozas de cuero, todos volvieron blancos, con sus largos cabellos azules recogidos en una cola. Creo que pensaba que ramos desaseados dijo Ishquie Doom, pero es una necesidad de la cacera. Ellos seal hacia donde haba quedado el dragn pueden olernos si no estamos cubiertos del aero negro de las cue vas. Es pegajoso y no se soporta casi, irrita los ojos, pero es muy necesario. La cacera fue impresionante dijo Crthet. Es una costosa necesidad, a veces perdemos hombres y a veces se pierde toda una tribu. Hay que saber cmo ha cerla. Y ante todo debes saber que hay que esperar en silen cio. Si el dragn nos huele o nos oye, es muy posible morir64

fredos en sus cuevas. Por eso hay que esperar hasta que es tornuden fuego, lo que sucede en cualquier momento, pero algunas veces se puede demorar hasta tres cielos. Levant la mano sealando el rojizo firmamento. Tardan bastante en recuperarse entre un estornudo de fuego y otro, ah es cuan do podemos cazarlos. Qu le metieron en la boca? Agua. Querr decir hielo, del agua no se pueden hacer blo ques ni redes como las que vi all. Pues, no s qu agua conozca usted, extranjero, por que la que nosotros conocemos sirve para hacer bloques o redes o zapatos; pero los zapatos no sirven en estos das de cielo rojo. Seor Doom, usted sabe cmo puedo hacer para vol ver a mi condado? Lo siento. No... no s de dnde viene usted, Portet. El muchacho clav la mirada en sus propios zapatos y guard silencio. No se aflija dijo Ishquie Doom, maana volar en el komodor. En qu cosa dice? En el dragn. No hay nada mejor para alejar los pe sares. A la maana siguiente Crthet desayun temprano con la misma masa sin sabor de la comida anterior y se dispuso a marcharse sin ser visto, pues no quera, ni por un momento, verse montado en ese negro y colosal dragn. Cuando sala de su choza tocaron su hombro. Era Ishquie Doom. El komodor est listo, vamos.65

Yo no... Vamos le repiti Ishquie Doom. No haba nada ms hermoso que el miedo y el espacio juntos cuando se volaba sobre un dragn. El joven estaba encadenado a su lomo, ms duro que cualquier metal, bri llante y negro, impregnado con un perfume de la tribu. Aba jo, el suelo cambiaba de tamao en segundos y el corazn de Crthet quera reventarse. El aire lo golpeaba tan fuerte que deba entrecerrar los ojos y a veces casi le era imposible respirar por el temor y la emocin. Volar sobre un dragn era la cosa ms bella e intensa que le haba pasado a Crthet en toda su vida. Mientras se acercaban al suelo, se imagin cmo se lo contara a George apenas lo volviera a ver... De repente, despus de pensar en contarle a George, el muchacho se encontr sentado en la silla de lectura y el libro que lea desapareci con un destello de luz de su mano, dejndolo desolado. No puedo contar nada a otra persona reflexion Crthet. Tan solo si lo pienso, el libro desaparece. Ojal vuelva a encontrarlo alguna vez!, quisiera saber qu fue de Ishquie Doom. Desilusionado, se dedic a buscar los libros del da an terior. Ni su biografa, ni la de sir Rogelio, volvieron a sus manos por mucho que las busc. Al parecer, los libros cam biaban libremente de lugar o se escondan cuando l los bus caba. Estuvo leyendo algunas hojas al azar de libros que ya haba ledo en el Stanford. Le pareci que por ahora, eso era menos peligroso que buscar desconocidos libros de aventu ras, por ms que sus nombres le sonaran agradables. El que haba tomado en sus manos era uno muy conocido. Ley en l lo siguiente:66