payeses al borde del asfalto

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TEXTO Y FOTOS JUAN PEDRO CHUET-MISSé Cada vez hay menos mano de obra joven en una de las comarcas más fértiles de Catalunya. Aunque la crisis ha frenado la presión urbanística, las fincas corren el riesgo de abandono o venta. El colectivo y la Administración buscan soluciones imaginativas. LAS DINASTíAS AGRíCOLAS DEL BAIX LLOBREGAT V isto desde el aire, el Parc Agrari del Baix Llobregat tie- ne la apariencia de un puzle mul- ticolor, donde el verde de los culti- vos y el marrón de las tierras se com- binan con el gris claro de los inver- naderos. Y como cicatrices, lo sur- can autovías, pistas de aterrizaje, vías ferroviarias, caminos rurales, algunas rieras con poca agua y, en un trazo grueso, el curso del río Llo- bregat. Las urbanizaciones y los pue- blos del área metropolitana surgen como islas entre las 3.300 hectáreas de esta zona agrícola. Alrededor de 1.500 campesinos trabajan en esta zona y, además de competir con los productos impor- tados y con la presión urbanística, se enfrentan al envejecimiento de su población. Según un estudio del Parc Agrari, el 40% de los propieta- rios rurales tienen más de 65 años, mientras que solo el 12,5% son me- nores de 45 años. «Hay una tendencia al alza de la llegada de jóvenes al campo, pero no basta para reemplazar a las generacio- nes anteriores», explica Borja Camí, ingeniero agrónomo que asesora a Payeses al borde del asfalto universitarios que quieren introdu- cirse en el mundo agrícola. «Busca- mos una cooperación entre ellos y los agricultores veteranos, para que el saber tradicional se pueda combi- nar con sus conocimientos universi- tarios y las nuevas tecnologías», dice Miquel Doménech, técnico de asun- tos agrícolas del Consell Comarcal del Baix Llobregat, organismo que, junto con el Parc Agrari, ha impulsa- do un curso para capacitar a jóvenes y proyectan un programa para crear emprendedores agrícolas, enfocado a desempleados de la comarca. De las finanzas a las hortalizas «Por el bien de mi salud mental, de- cidí dejar mi trabajo y hacerme car- go del campo de mi familia», confie- sa Pere Tugas, de 41 años, que ha abandonado la carrera de Adminis- tración de Empresas y la especiali- zación en Finanzas, para dedicarse a la agricultura. Las Marinas es una finca de ocho hectáreas en Vilade- cans dedicada a las hortalizas. Ade- más, Tugas también administra y cultiva unas parcelas de cerezos en Sant Climent del Llobregat. Hace más de 120 años que su familia tra- baja en estas tierras. agricultores de la zona. «Uno de los problemas es el acceso a la tierra. Hay propietarios que prefieren mantener- la improductiva para ver si la pueden vender a industrias o a promotoras. Un payés busca contratos de arriendo a largo plazo, pero los especuladores prefieren evitarlos», dice. En este cambio de modelo pro- ductivo están los representantes de la nova pagesia: jóvenes con estudios «Como economista, intento apli- car mis conocimientos en la admi- nistración de la finca, pero cuesta muchísimo, porque en la agricultura dos más dos no siempre son cuatro», cuenta. «Para hacerme cargo de las tierras, puse como condición que ha- bía que convertirlas en cultivos eco- lógicos, pero no es nada fácil», afir- ma. Sin embargo, sus productos han conseguido el certificado de Produc- to de Proximidad emitido por la Ge- neralitat y, gracias a su página en internet (tugasicompanyia.com), la venta de frutas y verduras a domici- lio ha crecido el último año. Roger Badosa, de 27 años, siem- pre supo que quería ser agricultor. Su abuelo y su padre habían teni- «Por mi salud mental, decidí hacerme cargo de la finca familiar», dice un exestudiante de Empresariales Albert Bou y su padre, durante la recogida de las alcachofas. Jaume Pascual, durante una pausa del trabajo, en Mas Colomer. Antoni Tugas sigue trabajando en su campo a los 75 años. 10 13 DE ABRIL DEL 2014 más Periódico

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Reportaje y fotografías sobre la vida y el trabajo de los payeses (agricultores) del Baix Llobregat, cerca de Barcelona. Publicado en El Periódico de Catalunya.

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texto y fotos juan pedro chuet-missé

Cada vez hay menos mano de obra joven en una de las comarcas más fértiles de Catalunya. Aunque la crisis ha frenado la presión urbanística, las fincas corren el riesgo de abandono o venta. el colectivo y la Administración buscan soluciones imaginativas.

las dinastías agrícolas del baix llobregat

Visto desde el aire, el Parc Agrari del Baix Llobregat tie-ne la apariencia de un puzle mul-ticolor, donde el verde de los culti-

vos y el marrón de las tierras se com-binan con el gris claro de los inver-naderos. Y como cicatrices, lo sur-can autovías, pistas de aterrizaje, vías ferroviarias, caminos rurales, algunas rieras con poca agua y, en un trazo grueso, el curso del río Llo-bregat. Las urbanizaciones y los pue-blos del área metropolitana surgen como islas entre las 3.300 hectáreas de esta zona agrícola. Alrededor de 1.500 campesinos trabajan en esta zona y, además de competir con los productos impor-tados y con la presión urbanística, se enfrentan al envejecimiento de su población. Según un estudio del Parc Agrari, el 40% de los propieta-rios rurales tienen más de 65 años, mientras que solo el 12,5% son me-nores de 45 años. «Hay una tendencia al alza de la llegada de jóvenes al campo, pero no basta para reemplazar a las generacio-nes anteriores», explica Borja Camí, ingeniero agrónomo que asesora a

Payesesal borde del asfalto

universitarios que quieren introdu-cirse en el mundo agrícola. «Busca-mos una cooperación entre ellos y los agricultores veteranos, para que el saber tradicional se pueda combi-nar con sus conocimientos universi-tarios y las nuevas tecnologías», dice Miquel Doménech, técnico de asun-tos agrícolas del Consell Comarcal del Baix Llobregat, organismo que, junto con el Parc Agrari, ha impulsa-do un curso para capacitar a jóvenes y proyectan un programa para crear emprendedores agrícolas, enfocado a desempleados de la comarca.

De las finanzas a las hortalizas

«Por el bien de mi salud mental, de-cidí dejar mi trabajo y hacerme car-go del campo de mi familia», confie-sa Pere Tugas, de 41 años, que ha abandonado la carrera de Adminis-tración de Empresas y la especiali-zación en Finanzas, para dedicarse a la agricultura. Las Marinas es una finca de ocho hectáreas en Vilade-cans dedicada a las hortalizas. Ade-más, Tugas también administra y cultiva unas parcelas de cerezos en Sant Climent del Llobregat. Hace más de 120 años que su familia tra-baja en estas tierras.

agricultores de la zona. «Uno de los problemas es el acceso a la tierra. Hay propietarios que prefieren mantener-la improductiva para ver si la pueden vender a industrias o a promotoras. Un payés busca contratos de arriendo a largo plazo, pero los especuladores prefieren evitarlos», dice. En este cambio de modelo pro-ductivo están los representantes de la nova pagesia: jóvenes con estudios

«Como economista, intento apli-car mis conocimientos en la admi-nistración de la finca, pero cuesta muchísimo, porque en la agricultura dos más dos no siempre son cuatro», cuenta. «Para hacerme cargo de las tierras, puse como condición que ha-bía que convertirlas en cultivos eco-lógicos, pero no es nada fácil», afir-ma. Sin embargo, sus productos han conseguido el certificado de Produc-to de Proximidad emitido por la Ge-neralitat y, gracias a su página en internet (tugasicompanyia.com), la venta de frutas y verduras a domici-lio ha crecido el último año. Roger Badosa, de 27 años, siem-pre supo que quería ser agricultor. Su abuelo y su padre habían teni-

«Por mi salud mental, decidí hacerme cargo de la finca familiar», dice un exestudiante de empresariales

Albert Bou y su padre, durante la recogidade las alcachofas.

Jaume Pascual, durante una pausa del trabajo, en Mas Colomer.

Antoni Tugas sigue trabajando en su campo a los 75 años.

10 13 DE ABRIL DEL 2014más Periódico

cual, que reside en una masía de la misma antigüedad. Mas Colomer, rodeada al norte por las vías de los Ferrocarrils de la Generalitat y la carretera de Sant Boi, produce ce-rezas, melocotones, ciruelas y alba-ricoques; además de alquilar par-celas para la explotación forestal. En la finca también trabajan sus hermanos Francesc y Jaume, pero por ahora Josep no sabe cuál de sus hijos tomará el testigo: «Uno de los problemas de la agricultura es el del relevo generacional. No se qué harán mis hijos: la mayor es dentista, y el pe-queño tiene 10 años y todavía es muy pronto para saber qué hará». El 44% de la producción del Parc Agrari se destina a Mercabarna, el gran centro de logística de alimen-tos de Barcelona y alrededores. El 56% restante se comercializa direc-tamente. En los últimos años han surgido iniciativas para promover el consumo de productos de cercanía. Por ejemplo, en la Colonia Güell,

cada sábado por la mañana, Albert Bou y la familia Pascual Casanovas, junto con otros agricultores de la zo-na, venden sus productos a los habi-tantes y visitantes de la colonia mo-dernista. También en Sant Boi, Sant Vicenç dels Horts, Sant Feliu, Sant Cugat y El Prat se han instalado mer-cados similares. Un impulso paralelo es el de los restaurantes de la red Slow Food, que otorgan el distintivo kilómetro cero a los establecimientos que pro-muevan el consumo de productos de cercanía. «No podemos competir con los precios de los productos im-portados, pero sí ofrecer los de tem-porada con una mejor calidad. Ade-más, quien compra sabe que ayuda a potenciar la economía de la zona», dice Bou en su puesto del mercado de la Colonia Güell. En su escapa-rate, el gran tamaño de las lechu-gas y las alcachofas que vende pa-rece darle la razón. H

El 44% de la producción delParc Agrari se destina a Mercabarna y el resto se comercializa directamente

do cultivos y los abandonaron tras una serie de crisis; pero este joven de Sant Vicenç dels Horts desde ha-ce tres años alquila parcelas entre su pueblo natal y la autovía A-2, y en ellas produce verduras de tempora-da con pautas del cultivo ecológico. Badosa y su novia, Laura, los venden en la tienda Els Bandolers de Gràcia, donde también comercializan que-sos, embutidos, vinos catalanes y cervezas artesanales. «Los payeses nos enfrentamos a problemas eco-nómicos y de producción, y también tenemos que luchar contra las pla-gas, las lluvias y las sequías. No es fá-cil, pero nos gusta. Somos los últimos mohicanos de la tierra», dice. Albert Bou, de 53 años, es el últi-

mo de cuatro generaciones de agri-cultores que han cultivado entre El Prat y Sant Boi desde hace dos si-glos y medio. Ahora está a cargo de la finca Can Coracero, de seis hectá-reas, dedicada al cultivo de ciruelos, melocotones, alcachofas y brócolis. «La conselleria de Agricultura, el mi-nisterio y Bruselas no están por la la-bor de proteger a los que trabajamos el campo. Los jóvenes lo vieron y se marcharon, pero con la crisis tampo-co encuentran trabajo y muchos aca-ban volviendo a las fincas abandona-das de la familia», describe. Sin embargo, Bou advierte de que para ser agricultor en una zona periurbana «hay que ser muy inte-grista; te tiene que gustar demasiado

Bou no tiene hijos, pero no le preocu-pa la herencia de la finca a medio pla-zo. «Creo que seguiré trabajando has-ta los 80 años, como mi padre, que to-davía sigue al pie del cañón», dice. «Y cuando llegue el momento en que no pueda más, quizás otro se hará cargo de la explotación». La figura del hereu que recibe el mayor patrimonio familiar y conti-núa con la actividad también se re-fleja en la historia de Josep Pascual Casanovas, de 55 años, propietario de las 26 hectáreas de la finca Mas Colomer, entre Sant Vicenç dels Hor-ts y Santa Coloma de Cervelló. «Se-gún los registros de la parroquia ve-cina, hace cinco siglos que mi familia trabaja estas tierras», explica Pas-

porque de lo contrario no sales a tra-bajar». Una de las dificultades es la presión urbanística. «Aquí nadie tie-ne asegurado el porvenir. Se han ido los de Eurovegas, pero si mañana de-ciden que mis tierras son para algún otro proyecto, me tendré que ir».

Masía de 1754

La familia Bou ya ha sufrido el paso del progreso: la masía familiar cons-truida en 1754 fue derribada para que pasara la autovía Pau Casals (C-32). De aquella casa de 600 metros cuadrados solo quedó una placa de piedra con la fecha de fundación. Además, le expropiaron 10 hectá-reas «pagadas a un precio ridículo».

Roger Badosa, de 27 años, es un representante de la ‘nova pagesia’ del Baix Llobregat. Hace tres años que trabaja en cultivos ecológicos en Sant Vicenç dels Horts, rodeado de autovías y vías de tren.

Albert Bou y su hermana, en el mercado de la Colonia Güell.

Roger Badosa vende su género en tienda Els Bandolers de Gràcia.

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