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AYUDANTÍA CONTROL 2 Son dos autores muy diferentes. I. Simón Collier- “Chile: la construcción de una república 1830-1865: política e ideas” Es un autor que se caracteriza por dar mucho dato, citar fuente y nunca sabe a dónde quiere ir la investigación o el relato y por qué se dedica a estudiar lo que tuvimos que leer. Lo que busca es determinar con el análisis de variables generales (económica, policita, sociedad) cuál es la matriz o corroborar si los primeros decenios del gobierno portaliano y los anteriores, son la matriz política del Chile moderno. Matriz política en el sentido de que la estabilidad institucional de chile alcanza a consolidarse de manera rápida y que no fue común a latino américa (LA) respecto de la independencia, desde esta perspectiva la consolidación es más sólida y pacífica que en las otras partes de LA. Esta matriz política tiene como protagonista a la elite chilena pero es interesante que señale al artesanado como actor relevante en el Chile del SXIX, reconoce que no solo hay un actor social sino que también las tenciones que la elite conservadora se genera con el artesanado va a dar cuerpo a los 30 primeros años que siguen a la Batalla de Lircay, de este argumento se hace cargo Collier. ¿Cómo estas tensiones desembocan en el E°, sistema republicano y el tipo partidista que va a existir en Chile? Y la influencia de este proceso va a tener repercusión en el resto del SXIX y como en la guerra del pacifico se activan los otros actores de la sociedad. Además es importante cómo chile va a experimentando en términos políticos una liberalización, Liberalización bien entre comillas ya que depende de lo que se entienda por liberalización, si es de una perspectiva económica o en términos político y en este último sentido significa que los grupos políticos van teniendo ciertos desencuentros, hay disensiones tempranas al interior de la elite no de carácter drástico, que van a ir ponderándose con el uso del Poder, estar en el E°, congreso, etc. Esto va a desencadenar obviamente en que posterior a los tres decenios conservadores va a haber un cambio y los liberales tendrán más presencia política y serán un elemento. La beta que tiene Collier de considerar al artesanado nos permite dar cuenta que la sociedad se vuelve más dinámica del SXIX lo que repercute en esta matiz más modernizadora, el discurso político más o menos homogéneo se va a radicar en partidos políticos. El epilogo de lo que se refiere Collier va a ser esta especie de división política y cristalización en el Gobierno de Montt (Martín Rivas- muestra el conflicto) como una especie de retorno a lo más duro de Portales. Hay que entender que el discurso portaliano una vez instaurado busca sanear al pueblo y éste pasa por el establecimiento de un orden institucional donde uno puede encontrar esta especie de idea, concepción higiénica de que el pueblo debe ser saneado de sus vicios como por ejemplo la desproporción en las penas. Esto

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AYUDANTÍA CONTROL 2

Son dos autores muy diferentes.

I. Simón Collier- “Chile: la construcción de una república 1830-1865: política e ideas”

Es un autor que se caracteriza por dar mucho dato, citar fuente y nunca sabe a dónde quiere ir la investigación o el relato y por qué se dedica a estudiar lo que tuvimos que leer.

Lo que busca es determinar con el análisis de variables generales (económica, policita, sociedad) cuál es la matriz o corroborar si los primeros decenios del gobierno portaliano y los anteriores, son la matriz política del Chile moderno. Matriz política en el sentido de que la estabilidad institucional de chile alcanza a consolidarse de manera rápida y que no fue común a latino américa (LA) respecto de la independencia, desde esta perspectiva la consolidación es más sólida y pacífica que en las otras partes de LA.

Esta matriz política tiene como protagonista a la elite chilena pero es interesante que señale al artesanado como actor relevante en el Chile del SXIX, reconoce que no solo hay un actor social sino que también las tenciones que la elite conservadora se genera con el artesanado va a dar cuerpo a los 30 primeros años que siguen a la Batalla de Lircay, de este argumento se hace cargo Collier. ¿Cómo estas tensiones desembocan en el E°, sistema republicano y el tipo partidista que va a existir en Chile? Y la influencia de este proceso va a tener repercusión en el resto del SXIX y como en la guerra del pacifico se activan los otros actores de la sociedad.

Además es importante cómo chile va a experimentando en términos políticos una liberalización, Liberalización bien entre comillas ya que depende de lo que se entienda por liberalización, si es de una perspectiva económica o en términos político y en este último sentido significa que los grupos políticos van teniendo ciertos desencuentros, hay disensiones tempranas al interior de la elite no de carácter drástico, que van a ir ponderándose con el uso del Poder, estar en el E°, congreso, etc. Esto va a desencadenar obviamente en que posterior a los tres decenios conservadores va a haber un cambio y los liberales tendrán más presencia política y serán un elemento.

La beta que tiene Collier de considerar al artesanado nos permite dar cuenta que la sociedad se vuelve más dinámica del SXIX lo que repercute en esta matiz más modernizadora, el discurso político más o menos homogéneo se va a radicar en partidos políticos.

El epilogo de lo que se refiere Collier va a ser esta especie de división política y cristalización en el Gobierno de Montt (Martín Rivas- muestra el conflicto) como una especie de retorno a lo más duro de Portales. Hay que entender que el discurso portaliano una vez instaurado busca sanear al pueblo y éste pasa por el establecimiento de un orden institucional donde uno puede encontrar esta especie de idea, concepción higiénica de que el pueblo debe ser saneado de sus vicios como por ejemplo la desproporción en las penas. Esto refleja en cierto sentido algo estático, pero en Montt se visibilizan conflictos de una masa que tiene conciencia o el artesanado al menos asi lo deja ver.

(Esto se conecta con Pinto- Pinto toca más temas pero uno puede encontrar betas en las cuales los autores se conectan, Collier nos relata cómo era la sociedad decimonónica en Chile después del estado portaliano y Pinto muestra los mecanismos que utiliza la elite para cooptar a la masa social)

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CHILE. LA CONSTRUCCIÓN DE UNA REPÚBLICA 1830-1865. POLÍTICA DE IDEAS. SIMON COLLIER

Introducción

Existe un consenso generalizado que señala que Chile fue un modelo de estabilidad política durante todo el siglo XIX. De hecho, Chile fue la única de las repúblicas hispanoamericanas que ganó una reputación como tal ante los ojos del resto del mundo.

Sin embargo, la transición chilena hacia la estabilidad republicana estuvo llena de conflictos que muchos libros de historia suelen pasar por alto. La tradición política chilena fue forjada en torno a conflictivas y ocasionalmente sangrientas disputas entre el gobierno y sus adversarios liberales. Fue recién a partir de 1860, cuando se concilia realmente el orden.

En la primera parte del libro (capítulos 1 y 2) hay un breve bosquejo socioeconómico de la nueva república chilena y examina el sistema político impuesto por el Partido Conservador, información indispensable para entender los forcejeos políticos de aquel tiempo y la construcción de la tradición republicana. En la segunda parte del libro (capítulos 3 y 4) comienza la narración política que toma la historia desde mediados de la década del 30, considerando la primera división entre los conservadores y la elección de 1851. La tercera parte, es la sección medular del libro. En ella se retratan las actitudes políticas de los chilenos educados, su cosmovisión e imaginario. La cuarta parte, es una continuación de la tercera, y relata la primera etapa de liberalización política que completaron las fundaciones sobre las cuales se construyó lo esencial de la tradición política chilena.

A lo largo de todo el libro, el autor intenta plantear, que el cambio político de la república temprana (de conservador a liberal) se atribuye a la impresionante embestida del liberalismo decimonónico, del cual la clase alta chilena se hizo cada vez más susceptible, en la medida que sus riquezas se expandieron y la sociedad se volvió más sofisticada. A fines de la década de 1850, la mayoría de la clase política chilena quería abrazar la modernidad decimonónica, para la cual el liberalismo era su emblema supremo.

Parte I. La nueva república. 1830-1865.

Capítulo 1: La nueva república: un bosquejo.

El 17 de abril de 1830, se llevó a cabo la Batalla de Lircay. En ella se enfrentó un ejército de 1.700 hombres liderados por Ramón Freire, héroe de tendencia liberal, contra un ejército de 2.200 hombres, liderados por el conservador, Joaquín Prieto. Este último, ganó rápidamente, asegurando su ascenso al poder y el dominio del partido conservador por casi 30 años.

Agricultura, minería y comercio.

Hacia 1830, Chile era un país aislado y pobre. Fue recién en 1830, con la llegada de los barcos a vapor y con la construcción de los ferrocarriles, que el país dejó este aislamiento. El territorio efectivo en la década del 30, estaba constituido por una franja de mil kilómetros que iba desde el desierto de Atacama hasta el río Bío-bío. El censo de 1835, señaló la existencia de un poco más de un millón de habitantes en el país, de los cuales, un 90% era analfabeto. Un 80% de la población trabajaba en el campo como inquilinos o trabajadores ocasionales. Había cerca de mil haciendas, las cuales eran bastante improductivas debido a que sus métodos de producción agrícola eran altamente tradicionales (por no decir medievales).

Las escasamente pobladas provincias de Coquimbo y Atacama se habían desarrollado como una zona minera desde tiempos coloniales. Todas las grandes fortunas provenían de la zona minera. La minería y la agricultura eran la base del comercio exterior chileno. Mientras los impulsos proteccionistas nunca desaparecieron del pensamiento oficial, las políticas del gobierno fueron ajustadas para incrementar el flujo del comercio. En términos económicos, los registros de esta época eran impresionantes, el comercio exterior creció en valor desde un promedio anual de 16, 8 millones de pesos entre 1844-1850, a 46, 6 millones en 1961-1865.

Hacia el año 1865, se calcula que un 10% de la población en edad escolar estaba recibiendo algún tipo de educación primaria. Bajo el gobierno de Manuel Montt se fundaron las escuelas normales para preparar a los profesores, y el

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número de escuelas primarias creció de 571 a 911. En 1843, se funda la Universidad de Chile, siendo su primer rector, el intelectual venezolano, Andrés Bello, gran servidor del régimen conservador, quién en 1855 compiló el Código Civil.

“Gente”, “La Gente”, y la “Clase trabajadora”.

La clase política chilena, estaba compuesta por la clase alta. Como señala Claudio Gay, esta clase era “una aristocracia del dinero ya por derecho hereditario, ya por haber hallado en el comercio una fortuna, o ya también por haberla adquirido mayor aun en la explotación de las minas”. Si bien, muchos linajes tenían pretensiones aristocráticas, nunca fue difícil para comerciantes o empresarios mineros exitosos ser aceptados socialmente.

La propiedad de la hacienda fue un símbolo claro de condición social, y las conexiones familiares se entrecruzaron con la vida comercial y política de aquel tiempo. Europa, especialmente Francia e Inglaterra se convirtieron en un referente para las modas santiaguinas.

En ocasiones, los límites de la “población políticamente relevante” se expandieron para incluir otras pequeñas secciones de la sociedad. Entre la gente “decente” (como ellos mismos se llamaban) y el “pueblo”, había una serie de grupos sociales intermedios. Se puede hablar de una “banda media” que se hizo sobresaliente a mediados del siglo XIX con la expansión comercial. Si bien el pueblo era contantemente evocado como un símbolo positivo en la retórica política, éste nunca fue considerado en el sistema político. El partido conservador trató de disciplinar a los trabajadores pobres, a través del permiso a castigar con azotes a los trabajadores de las haciendas y de las minas.

Cuando los chilenos educados hablaban de la “clase obrera” se referían a los artesanos y personas de oficios manuales de los pueblos, quienes se vieron beneficiados de la prosperidad del período. Este grupo, fue mirado con mucho temor desde el gobierno, ya que fueron los primeros en organizarse en mutuales, y además porque tendían a ser arrastrados a la agitación política debido a que la mayoría formaba parte de la Guardia Cívica.

Capítulo 2. El sistema conservador.

El Partido Conservador puede ser entendido como una fusión del legado autoritario español con el constitucionalismo republicano liberal. El gobierno se basó en la creación de una presidencia fuerte y en la manipulación de las elecciones por parte del gobierno. Esto ayudó a determinar las principales líneas del debate político, concentrándose en las mentes conservadoras el asunto del orden, y en las liberales el tema de la libertad. Los conservadores actuar algunas veces de manera instintivamente autoritaria, y la oposición estuvo tentada en dos ocasiones de seguir el camino de la rebelión armada.

La Constitución de 1833.

La Constitución de 1833, permitía la existencia de una presidencia fuerte. El presidente podía ser reelegido, poseía poder absoluto para nombrar o despedir a sus ministros, y no podía ser procesado mientras ejercía la presidencia. El ejecutivo tenía extensos poderes de emergencia, para los que necesitaba la autorización del congreso, pero cuando éste estaba en receso, el presidente podía decretar “estados de sitio” en provincias específicas. Los poderes de emergencia fueron utilizados con mucha regularidad (según Vicuña Mackenna, los poderes de emergencia, se utilizaron durante un tercio del tiempo calendario).

Los poderes del Congreso no eran despreciables. Una mayoría de dos tercios, tanto en el Senado, como en la Cámara de Diputados, podía anular el veto presidencial. En teoría, una mayoría hostil podía denegar fondos al gobierno Sin embargo, en la práctica, las mayorías hostiles no fueron efectivas en sus demandas.

La Constitución de 1833 era altamente centralista. La administración estaba basada en una cadena de comandos, donde cada provincia estaba gobernada por un intendente, cada departamento por un gobernador, y cada subdelegación por un subdelegado. El intendente era el “agente natural e inmediato” del presidente, a menudo actuaban como jefes de policía. Lo malo de esta centralización, era que suprimía las iniciativas locales y desalentó las empresas independientes.

Los soportes principales del sistema.

La obediencia al gobierno y a las leyes que se observó durante este período, pudo ser asegurada a través de ciertas técnicas de gobierno serias y determinadas, las cuales descansaron en ciertos soportes que sostuvieron al sistema en su conjunto.

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El más obvio de los soportes fue la REPRESION (esta no fue tan monstruosa ni generalizada como la del siglo XX). Cuando había revueltas, se solía fusilar a las cabecillas, en algunos casos también se les se exiliaba y deportaba. El sistema político también descansaba en el éxito de una atención especial prestada a la Iglesia Católica, los conservadores le devolvieron a la Iglesia sus bienes confiscados antes por los liberales. Los Conservadores procuraron regularizar con fuerza el anómalo status eclesiástico debido a que las dos antiguas diócesis coloniales de Santiago y Concepción estaban todavía sujetas, nominalmente, al arzobispado de Lima en Perú. En 1841, se estableció el arzobispado de Santiago, sin embargo, no se pudo recuperar el derecho sobre el patronato.

Los Conservadores estaban particularmente conscientes de la intranquilidad del ejército y de su propensión a las insurrecciones. Una de las primeras acciones de Portales, fue destituir a 136 oficiales del ejército que habían respaldado a Freire. También se dispuso de una reorganización de las milicias del país, especialmente de la Guardia Cívica. Éstas estaban comandadas por hombres de clase alta, leales al régimen y entre sus filas habían artesanos y pequeños comerciantes. Las Guardias Cívicas ayudaban a la creación del genuino sentimiento de “nacionalidad chilena” y muchas veces fueron un contrapeso del ejército.

Intervención Electoral

Los milicianos tuvieron un papel abiertamente político y normalmente constituyeron un bloque de votos cautivos para el gobierno, lo que sirvió de plataforma para la “intervención electoral”. A diferencia de otros países, donde existían jefes políticos locales que captaban votos, en Chile, fueron los propios agentes estatales quienes dirigieron magistralmente la supremacía electoral del Estado. En esta época, el “electorado” era bastante pequeño, correspondía a un poco más del 2% de la población. La constitución de 1833 limitó la posibilidad de voto a los hombres alfabetizados, con más de 21 años (25 si eran solteros), quienes contasen con propiedades, capital comercial, o al menos con un salario fijo por algún oficio o comercio.

En los campos se veía claramente la intervención electoral, donde los patrones llevaban a sus inquilinos a votar personalmente. También se usó la intimidación física para que algunas personas no llegaran a votar, y en algunos casos en que el gobierno iba perdiendo, se suspendió la votación.

Partidos Políticos

Los políticos habían demostrado su capacidad de agrupación desde la década de 1820. Los partidos políticos constituían de alguna manera, la única manifestación de la opinión pública. Sin embargo, estos partidos, tienen pocos rasgos en común con lo que conocemos actualmente por partido político. Estos partidos eran esencialmente un grupo de políticos del mismo parecer, la mayoría de los cuales vivía en Santiago, y con escasos espacios disponibles para reuniones públicas. El único partido con una continuidad en esta época, fue el Partido Conservador.

Los Conservadores eran llamados Pelucones y los Liberales, Pipiolos. Ambos usaron las mismas técnicas en sus intentos por influir en la opinión pública, y la prensa fue vista como un arma política de gran valor. También se utilizó en ambos partidos, la organización de banquetes políticos, los cuales se hacían en feriados nacionales y en eventos notables.

“Todos somos buenos chilenos”

“Los gobiernos de la república temprana no hicieron esfuerzos supra-humanos para patrocinar la invención de la tradición nacional, pero en ningún caso fueron completamente indolentes. Por muy extendidos que hayan logrado estar los sentimientos nacionales durante la república temprana, pareciera que éstos crecieron espontáneamente construidos sobre el sentimiento de comunidad que ya se había creado en Chile producto del largo aislamiento en el período colonial, que fue reforzado por la victoria del país en la guerra de 1836-1839”. El sentimiento nacional fue reforzado por los ritos patrióticos anuales y por los signos de la nacionalidad, como la bandera, el escudo y el himno nacional.

Parte II: De Portales a Montt, 1835-1851

Capítulo 3: Autoritarios y moderados, 1835-1846

Consolidación del régimen Conservador y su control de la nueva república durante el primer ministerio de Portales (del Interior, 1830-1831), quien ejerce gran influencia sobre sus colaboradores y el propio régimen. La pregunta que se suscita hoy es cómo lo logró cuestión que siempre tendrá un elemento de misterio.

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Portales: lleno de energía, a ratos vehemente y a ratos encantador, perspicaz pero evasivo, su vocación al comercio nunca fue acompañada por un éxito visible en los negocios. Amado por sus amigos y temido por sus oponentes. Su registro político fue claro, pues no toleró la oposición de Liberales derrotados, los persiguió, impuso estándares de orden y regularidad en la administración pública. Retornó al gobierno en 1835 por el primer signo de división del régimen Conservador.

Al principio la identidad “Conservadora” no está afianzada completamente (pues se conformó de los aliados para destruir a los Liberales, los genuinos pelucones, los o’higginistas y los estanqueros, seguidores de Portales). Su identidad solo se afianzo hasta fines de los años 30, donde sus divergencias dejan de tener tanta relevancia. Desde el comienzo del nuevo régimen hubo quienes apoyaban la línea dura de Portales y los que deseaban una aproximación más suave, a quienes llamaremos “moderados”. Los primeros serán llamados “autoritarios”. Para frenar los sueños presidenciales de Reginfo, conservador moderado y ministro de Hacienda, el presidente Prieto, quien quería ser reelecto, pone a Portales en el Ministerio de Guerra y Marina, y posteriormente se toma en ministerio del Interior. Prieto finalmente es reelegido por mayoría en 1836.

Tragedia y triunfo

Tres meses después de iniciado el segundo período de Prieto, Chile fue a la guerra con Perú luego de un tiempo de tensas relaciones. Se forma la fusión de Perú y Bolivia en una nueva Confederación en octubre de 1836. Portales vio en ella una amenaza para la posición comercial y política de Chile en la costa Pacífico. Portales envía a Mariano Egaña a Perú con la demanda de disolución de la Confederación, pero Santa Cruz, Protector de la Confederación, por lo que Egaña declara la guerra. Portales describió esta guerra como una lucha por el poder. Impopularidad de los poderes de emergencia y el reclutamiento forzado de soldados dio amplias oportunidades para nuevas conspiraciones, como el plan de sublevamiento del Batallón del Maipo para ultimar a Portales, pero fue descubierto. Una figura clave en la red de conspiración formada era José Antonio Vidaurre, junto a su Batallón del Maipo. En su visita a la fuerza expedicionaria en Valpo, Portales decide inspeccionar al “Regimiento Maipo” (como pasó a ser denominado) y fue tomado prisionero y obligado a acompañar al regimiento en su marcha a Valpo. El puerto estaba bien defendido por soldados liderados por Juan Vidaurre, primo de José Antonio Vidaurre, y los rebeldes fueron fácilmente repelidos. Sin embargo esto ocurrió demasiado tarde como para salvar la vida de Portales, pues en las primeras horas del 6 de Junio, en el Cerro Barón fue asesinado.

El Mercurio lo describió como “una calamidad pública para Chile”. Portales era considerado “el más firma apoyo de la tranquilidad en Chile”. Su funeral fue rodeado de un impresionante ceremonial, evidentemente diseñado para reforzar la legitimidad del régimen Conservador, el que se fortaleció después de la tragedia. Se convirtió casi en un sacrificio necesario.

Un segundo efecto significativo fue el aumento de la popularidad de la guerra, por la creencia nunca comprobada que el amotinamiento de Vidaurre había sido instigado y apoyado por los agentes de Santa Cruz. Por su parte el gobierno estaba decidido a seguir con la guerra de Portales. En dos oportunidades manda expediciones, sólo la segunda, bajo el mando de Manuel Bulnes, triunfa (Yungay – 20 de enero de 1839), derrotando a Santa Cruz y con él a la Confederación. Y tal como lo anhelo Portales, el prestigio internacional de Chile había aumentado.

¿Ayudó la victoria en la guerra a impulsar el creciente sentimiento de independencia como nación? Es difícil de documental. Si es que sucedió así, fue una mezcla entre espontaneidad y acción oficial, mediante algunos actos concretos (celebraciones por aniversarios, etc.).

La distención política y la sucesión presidencias

La victoria de la batalla de Yungay le dio la presidencia a Manuel Bulnes. Además indujo a un ánimo de distención generalizada. Mientras tanto en el contexto de elecciones para el parlamento, fijadas para 1840, la diminuta oposición Liberal comenzó sus agitaciones con propaganda que tendió a ser sesgada o satírica.

As elecciones de 1940 fueron las primeras, desde el inicio del régimen Conservador, que fueron disputadas por los Liberales, quienes eligieron 9 diputados. Esto permitió que las ideas de los Liberales de reforma fueran ventiladas en las siguientes sesiones del Congreso, lo que trajo algunos conflictos.

En 1940, las miradas estaban dirigidas a la elección presidencia y el servicio prestado por Joaquín Tocornal al régimen Conservador, lo que le dio un fuerte poder para reclamar la presidencia, pero el presidente Prieto se había

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decidido por su sobrino, el general Bulnes, pues se perfilaba como mejor elección por su halo de de gloria militar que fortalecería el régimen Conservador. Mientras tanto siguen las “propagandas” por Bulnes y por Tocornal.

Los tres grupos en disputa: Conservadores pro Bulnes, Conservadores pro Tocornal, Liberales pro Pinto hicieron lo que estuvo al alcance de sus manos para movilizar a la opinión pública, pues existía un nivel razonable de competencia en la propaganda. La propaganda de Tocornal jamás mencionó a Portales. Tanto Liberales como Tocornalistas dirigen sus fuegos hacia Bulnes, insinuado que su triunfo traería “el despotismo de un caudillo militar”.

Finalmente, en la elecciones de 1841, Bulnes ganó 154 votos electorales, Pinto 9 y Tocornal ninguno. El nuevo gobierno estaría ahora, gobernando “un país que ya ha adquirido hábitos de orden y busca su bienestar por las vías legales”, a diferencia de 1830.

EL gabinete de Irarrázaval

La inauguración del gobierno de Bulnes fue seguida rápidamente de una promesa de amnistía general. Para Bulnes era una misión especial de borrar hasta los últimos vestigios de las pasadas disensiones. El pelucón moderado Ramón Luis Irarrázaval quedó como ministro del Interior en el primer gabinete junto con Manuel Rengifo de regreso en Hacienda y Manuel Montt, el único autoritario, como ministro de Justicia.

El nuevo presidente era brusco, pero siempre cortés,, un hombre de presencia imponente, con un apetito saludable. En términos políticos fue en ocasiones poco determinante, pero cuando debía, podía ser obstinado. Tenía un tono conciliador las actitudes relajadas y tolerantes del gabinete de Irarrázaval le dieron buenos resultados políticos, tanto, que el Liberalismo, como fuerza política, logró ubicarse a una distancia cercana a la de Bulnes al punto de poder llegar a ser destruida por su amabilidad.

El Chile de comienzos de 1940 parecía respirar en una atmósfera de expansión y optimismo. En 1942, Santiago tuvo su primer periódico de publicación diaria El progreso, fuertemente subsidiado por el gobierno. 1943, inauguración de la Universidad de Chile. Las elecciones del Congreso en octubre del mismo año fueron reflejo del nuevo ambiente de calma. Sin embargo, bajo la calmada superficie de la vida política, otro tipo de vida se estaba agitando debido a que en las nuevas condiciones establecidas se había generado para la búsqueda de nuevas aspiraciones culturales, las que fueron estimuladas, en arte, por la llegada e intelectuales argentinos que escaparon de la despiadada dictadura “federalista” de Juan Manuel de Rosas. De ahí nace la publicación de revistas literarias efímeras en 1842. También estuvo la formación de una Sociedad Literaria por parte de estudiantes del Instituto Nacional. José Victorino Lastarria, uno de los profesores del Instituto, fue invitado (¿o se invitó?) a dirigir la nueva sociedad y la creación de una revista de literatura chilena, El Seminario de Santiago, les dio una salida para sus escritos.

Este movimiento trajo consigo una atmosfera, sino Liberal en términos políticos, ciertamente liberal en tanto fenómeno cultural. En 1844 se publica el ensayo “Sociabilidad chilena”, de Francisco Bilbao, joven y popular estudiante del I.N. quien se había hecho famoso un mes antes, al declamar una despedida a José Miguel Infante en su funeral, a pesar de la prohibición de asistir de parte del Instituto, pues era admirado por él y otros compañeros por su actitud inalterablemente independentista. EL ensayo “Sociablidad chilena” causó furor, pues ataca al legado colonial español medieval, al régimen Conservador y a la Iglesia Católica. Bilbao fue enjuiciado y condenado por blasfemo e inmoral, además fue expulsado del IN, viajando cuatro meses mas tarde a Francia, donde se mantuvo por varios años.

El gabinete de Montt y las elecciones de 1846

En septiembre de 1844, Bulnes se ausenta de la presidencia por males de salud. Irarrázaval asumió como vicepresidente, quedando Manuel Montt a cargo del ministerio del Interior y José Joaquín Pérez como ministro de Hacienda, por la muerte de Rengifo. Irarrázaval necesitaba un descanso, además que nunca se le hizo fácil trabaja con Montt, pues eran moderado y autoritario, respectivamente, por lo que cuando Bulnes asume nuevamente, se va como delegado a Roma, para conseguir un concordato con el Papado. Montt trajo a su amigo Antonio Varas al ministerio de Justicia, lo que fue visto por los liberales como parte del diseño de Montt para renovar la dominación absoluta de Portales.

El episodio de Bilbao había demostrado que había una reserva de liberalismo presente entre los jóvenes educados de la clase alta, especialmente lo de la generación nacida en torno a 1930, que vio nacer a un ramillete de futuros intelectuales, sin embargo no todos estos intelectuales llegarían a ser adeptos al partido Liberal, pero todos, sin

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excepción, pueden ser descritos como liberales. La mayoría de ellos estaban aún demasiado jóvenes para jugar un papel activo en la política de 1845-46.

Para el gabinete de Montt, la situación se tornó un tanto más pesada por la cercanía de las elecciones parlamentarias y presidenciales, las que coincidieron en el mismo año. Comienza las propagandas y las agitaciones, en la que fueron protagonistas el coronel Pedro Godoy y Pedro Félix Vicuña (padre de V. Mackenna). Estas escenas le dieron un impulso a los pelucones autoritarios y les mostró que aun había trabajo que realizar. Montt se preocupo de transmitir alarma a otros. Uno de estos incidentes, con Godoy, impulso a varios Conservadores y Liberales a congregarse en torno a la creación de un apresurada Sociedad del Orden. Vicuña y sus seguidores respondieron con la fundación de su propia Sociedad Demócrata, además de una segunda sociedad fundada por Vicuña llamada Sociedad Caupolicán, para movilizar al artesanado, sin embargo esta contó con gran popularidad. La sociedad del orden también organizó su propia propaganda dirigida a los artesanos.

El gabinete de Montt no tardó en reaccionar exageradamente ante el mero espasmo de agitación, pero los arrestos que ordeno a Godoy y otra media docena de personas terminaron por exacerbar los sentimientos de la oposición. Hubo un par de agitaciones hasta las elecciones de 1846, donde la oposición gano en sólo tres distritos, lo que siguió generando incidentes.

Con las elecciones parlamentarias definidas, el gobierno no enfrentó ninguna dificultad en la reelección del presidente Bulnes. La oposición, o al menos una parte de esta, persistió en la búsqueda de una candidatura de Freire, pero el no estaba interesado en abandonar su vida lejos de la política. Para la mayoría de los liberales y, al menos para algunos pelucones, l agitación de 1845-46, si es que no había sido orquestada por Montt había sido algo explotado por él para sus propios fines, por lo que se transformó en una figura que debía ser observada cuidadosamente.

Su gabinete añadió un ítem al final de su legado, en las semanas previas a su renuncia, a fines del primer período de Bulnes. El gabinete decidió impulsar una nueva y más drástica ley de imprenta para reemplazar la de 1828. Ésta tenía “sobras”, por ejemplo endurecimientos a las penas por abusos de la prensa. Incluso El Mercurio y El Progreso atacaron la nueva ley. Aquí nuevamente resaltaron las diferencias entre moderados y autoritarios. Se debe recordar que la ley de 1946 no tuvo un efecto real en términos de limitar a la prensa. El régimen Conservador fue frecuentemente descrito como tiránico por sus oponentes, pero toleró una sorprendente cantidad de abusos de la prensa de oposición, a los que fue capaz de responder de la misma forma.

Parte III: Las actitudes de medidos de siglo

Capítulo 5:El progreso y sus instrumentos

Durante mediados de siglo, encontramos a los derrotados y revitalizados liberales en disputa con los victoriosos conservadores. Sin embargo, en muchos sentidos conservadores y liberales reclamaron siempre un terreno ideológico similar y usaron un lenguaje común al atacarse mutuamente.

Progreso

Casi todos los chilenos educados durante la república temprana creyeron en que el progreso era la clave (incluso el tema central) de los tiempos que estaban viviendo. El primer periódico se llamó El Progreso.

¿Cómo veían los chilenos el progreso? Una editorial decía que si la atracción es la constitución universal dada por el Creador a todos sus mundos, el progreso puede decirse que es el reglamento interno de cada uno de ellos. Un periódico conservador decía: el progreso es la fermentación espontánea, la elaboración natural de los elementos propios de la sociedad, la sucesión constante de las cosas humanas en una vía siempre ascendente.

Jacinto Chacón presentó una visión de progreso en que el siglo XVI en Europa era el punto de partida. Así, la historia se concibió como una línea recta, no un círculo –como pensaba Vico-, como la ruta trazada a la humanidad en el grandioso plan de la creación. Sanfuentes señaló que el pasado gravita sobre las espaldas del hombre, el presente es resbaladizo, pero el porvenir siempre es risueño. Incluso las catástrofes como la Revolución Francesa tenían su lugar en la marcha hacia delante.

Como quiera que se concibiera abstractamente el progreso, la mayoría estaba convencida que adoptaba una forma visible y material también. “Progresos materiales” es la palabra fascinadora del día. Oponerse a las máquinas es

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combatir los adelantos del espíritu humano, al mismo tiempo que defender la ignorancia, la rutina, la pereza y la barbarie.

Una de las razones para el triunfo de la idea de progreso en el siglo XIX fue el reforzamiento continuo del mismo por intermedio del manifiesto avance científico y técnico. Difícil es encontrar entre los chilenos que escribían en esa época una crítica seria a las mejoras materiales, aunque una voz disidente provino desde la Iglesia Católica, a través de su publicación: La Revista Católica.

Dicha revista vituperó contra el materialismo insensato que estaba invadiendo Chile y protestó señalando que la idea de un progreso indefinido y la eliminación de las miserias que afligen a la humanidad no eran más que una fantasía en las cabezas delirantes de algunos filósofos de nuestra época. Eso sí, la Iglesia siempre se mostró usualmente de acuerdo con el progreso tecnológico.

Capitalismo y Estado

El progreso, para un periódico conservador, se realiza independientemente de todo esfuerzo humano. Chile es un fundo en el que tenemos que empezar a hacer grandes adelantos. Vigorizar el espíritu mercantil es civilizar. La empresa privada fue vista como el mayor instrumento de progreso.

Manuel Miquel distinguió entre la acción espontánea de los particulares, que él veía como el factor fundamental para el progreso, y el papel del gobierno, que era el de facilitar esa acción. Para ello, el Estado debía mantener el orden y multiplicar los ferrocarriles, mejorando las vías de comunicación y difundiendo la instrucción primaria. Y este fue el papel que asumió efectivamente el Estado.

Los gobiernos desde la Independencia cifraron sus esperanzas en la prosperidad mediante la expansión del comercio exterior, pero sus políticas, por otra parte, fueron altamente pragmáticas y proteccionistas de lo que se consideró los intereses vitales de la nación.

El Mercurio llegó a sostener que liberales y conservadores compartían la misma postura en cuanto a asumir la doctrina liberal económica. Pero exageró en el grado de consenso, ya que hubo exponentes destacados de las ideas proteccionistas y de lo cual la prensa se hizo eco. Se dijo que las manufacturas en Hispanoamérica estaban en un estado de verdadera dependencia, una esclavitud respecto de Europa y se urgió por la creación de una industria textil del Estado.

Antonio Varas vio en el libre comercio el ideal fundamental, pero no abandonó el pragmatismo inteligente que había sido el sello de las políticas comerciales desde Manuel Rengifo en adelante.

Educación

La clase alta chilena vio en le educación la clave tanto para el progreso material como para una eventual democratización del país. Manuel Montt declaró que su principio básico era el derecho que los habitantes del Estado tienen a que se les dé instrucción primaria gratuita, y el deber consiguiente del Estado de darles esa instrucción. Lastarria veía la educación primaria como una condición indispensable del desarrollo de la sociedad, por tanto como un derecho que el Estado debe satisfacer. A la falta de instrucción achacó Silvestre Ochagavía, en 1853, la inferioridad de nuestros medios de producción y el atraso de nuestra industria.

En cuanto al control y al contenido de la educación, hubo amplio consenso en la clase política. Debía estar bajo la dirección del Estado, y un control indirecto de las escuelas privadas a través de la Universidad de Chile. Y, al menos hasta 1870, nadie puso en duda que la instrucción debía incluir elementos de formación religiosa. Sin embargo, se dudó si el tipo de educación entregada era la adecuada. El tratado económico de Miquel señaló que la educación no poseía una orientación de carácter técnico, lo que explicaba lo fácil que era encontrar literatos y abogados distinguidos que han adquirido el renombre de celebridades, pero lo difícil de encontrar ilustrados agricultores, ingenieros y financistas.

Inmigración

No hubo controversia real, concretamente sobre la inmigración europea. La inmigración se dijo que era el gran resorte de nuestra transformación social. Traía más civilización que los mejores libros, más riqueza que mil naves cargadas de manufacturas. La inmigración europea parecía traer progreso automático.

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Sin embargo, hubo quienes cuestionaron si la inmigración debía tener un carácter indiscriminado. El Mercurio insinuó que la inmigración descontrolada podía despertar el monstruo adormecido del fanatismo en los chilenos, ya que entre los primeros contingentes de alemanes en el sur la Iglesia llamó la atención sobre el demasiado número de protestantes. Valdivia amenazaba convertirse en un foco de propaganda protestante. Pedro Nolasco Mena propuso que sólo inmigrantes católicos debían ser admitidos. El ministro Varas se manifestó de acuerdo en que el interés del gobierno es que vengan católicos, pero que no se establecieran presiones al respecto. La Iglesia no se rindió y prorrumpió a intervalos regulares contra la amenaza protestante, indicando que Chile corría el riesgo de perder completamente la nacionalidad… y quizá también la religión.

¿Tolerancia religiosa?

La clase política no estaba tan segura que la tolerancia religiosa fuese un instrumento de progreso. Con todo, las posiciones al respecto nunca correspondieron a la división entre conservadores y liberales.

La Constitución de 1833 establecía el catolicismo como la religión oficial de la república y prohibió el culto público de otras iglesias. Fue El Mercurio quien siempre tuvo simpatía por las comunidades de comerciantes extranjeros. Afirmó que no estaba haciendo más que sugerir que el asunto se discutiera en el futuro, aunque añadió que no conocemos país alguno en donde la tolerancia de cultos haya producido la ruina del Estado.

La prensa comenzó a tomar nota de los incidentes de intolerancia de la Iglesia, como cuando El Progreso condenó abiertamente la prohibición del obispo de La Serena de una larga lista de libros, que incluían trabajos de Voltaire, Rousseau, Diderot, Condorcet, Lammenais, Lord Byron, etc. Publicaciones liberales se preguntaron si realmente vivíamos en el siglo XIX o bajo el pontificado de Alejandro VI (fueron estos, a mediados de 1840, los antecedentes inmediatos de una corriente anticlerical emergente en Chile).

La Revista Católica afirmó que la tolerancia que incesantemente predica El Mercurio y el Diario de Valparaíso es la misma que predicó Luther y sus secuaces, la que enseñó Voltaire y su comparsa; es el embrujamiento moral que conduce directamente a la irreligión, al materialismo y al ateísmo. La revista planteó, en 1850, que todos los chilenos tienen la obligación de creer y profesar interior y exteriormente la religión católica, apostólica y romana, la única que en realidad es. Agregó que los chilenos no tenían ni siquiera el derecho de pedir la tolerancia de otros cultos. Y el padre Pedro Ovalle Ibarra llegó a tener, en alusión al carácter exclusivo de la fe, unas palabras cordiales para la Inquisición.

Finalmente, se promulgó una ley interpretativa de la Constitución que consagró el principio de libertad religiosa en Chile. La Iglesia, por su parte, en ningún caso de desvió de su misión auto-impuesta de defender a Chile contra el arribo inminente de la mezquita del mahometano, la sinagoga del judío, la capilla del protestante, la pagoda del chino, etc.

Capítulo 6. Argumento político

¿Qué fue lo que dividió a la clase política, dada su homogeneidad social y económica?

En esencia, las divisiones entre los chilenos se fundamentaron principalmente en sus visiones conflictivas sobre cuál era la mejor forma de conducir el gobierno. Los conservadores creían en un control firme con medidas represivas cuando fuesen necesarias, y donde sus oponentes liberales defendían una posición más flexible, con un mayor respeto hacia las libertades civiles. Los principales argumentos políticos entre los chilenos se enfocaron en el asunto clásico del orden y la libertad, y el balance existente entre ellos.

Bajo algún aspecto, la perspectiva conservadora como la liberal se pueden agrupar dentro de los límites del liberalismo del siglo diecinueve. No hay nada paradójico en esto, porque dicho liberalismo fue como una iglesia acogedora que abrazaba diversas congregaciones que podían ser moderadas-conservadoras, de posición intermedia y radical (en términos ideológicos), así como aristócratas, de clases medias y populares (en términos sociales). En definitiva, los liberales y los conservadores se sentaron en lados opuestos del pasillo durante el siglo XIX, pero pertenecieron a la misma iglesia espaciosa.

El nuevo orden conservador no estuvo basado en una apariencia verdaderamente reaccionaria como el que se dio en Europa durante el período post-napoleónico. Diego Portales puede haber sido duro, pero su visión de Chile a largo plazo fue liberal. Y Mariano Egaña, quien quizá fue el único reaccionario del período, nunca contempló una

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reversión a la monarquía, ya sea de carácter absoluto o constitucional, como la defendida por Lino de Pombo en Nueva Granada o por algunos mexicanos conservadores.

Los conservadores chilenos no manifestaron una nostalgia por el período colonial. Si el periódico pro-gobierno La Civilización hizo un llamado clamando por el retorno al “espíritu español”, no fue en ningún caso una visión estándar ni compartida ampliamente en el seno conservador. Más aún, el régimen conservador aparentó estar de acuerdo con ciertos ideales liberales republicanos y democráticos, independiente de que su comportamiento no fuera precisamente liberal.

¿Qué distinguió a los liberales de sus adversarios conservadores en términos de argumento político? ¿Cómo se podría definir al conservadurismo chileno?

Conservadurismo: orden y progreso

“Orden y progreso debe ser nuestra divisa”, declaró El Mercurio en 1841. La libertad, palabra clave del pensamiento liberal, también estaba fuertemente enraizada en la retórica conservadora, aunque la libertad, desde el punto de vista pelucón, dependía esencialmente de una estructura firme del orden.

“No la libertad con mengua del orden, ni el orden con mengua de la libertad, sino la justa armonía de estos dos principios salvadores”, declamó Manuel Montt. Casi todos los pelucones habrían aceptado esta fórmula, pero es posible que sus emociones estuviesen más apegadas a la idea de orden que a la de libertad. Se decía que el orden público era la fuente de donde emanan todos los bienes sociales y sin la que no podemos esperar felicidad ni progreso.

El orden para los conservadores abrigaba una concepción de jerarquía social. En todas las sociedades del mundo hay pobres y ricos, porque así lo dispone la Providencia. En todo caso, los conservadores nunca plantearon una propaganda de carácter aristocrática. Hubo pelucones que en forma individual se abalanzaron hacia la defensa de las familias de raigambre colonial que poseían títulos y mayorazgos, y que fueron catalogados de “retrógrados” por ciertos liberales. Sin embargo, la propaganda conservadora no apeló al sentimiento tradicionalista, sino que prefirió enfatizar que los ricos por herencia son muy pocos en comparación con los que son ricos por el trabajo.

El énfasis en la idea de orden implicó una clara tendencia a considerar cualquier movimiento de oposición como potencialmente conducente al caos. El coronel Bernardo Letelier, en 1840, introdujo diligente y absurdamente la idea de que una victoria liberal llevaría a la más espantosa revolución. Y en el caso del estado de sitio de noviembre de 1850, éste fue aclamado porque se proponía terminar con todos los temores por la suerte de la república; hoy, el sitio va a librar la república de una completa disolución social.

La anarquía liberal de la década de 1820 resulta ser un tema lógico de propaganda conservadora efectiva. Los conservadores muchas veces hicieron uso del contraste entre “antes” y “después”: todo lo acontecido con anterioridad a 1830, había sido incierto y precario, con el comercio y la agricultura destruida y paralizada. Al reflexionar acerca de su éxito en el mantenimiento del orden, los pelucones estuvieron de acuerdo en que derivaba de las instituciones que habían sido impuestas con posterioridad a 1830, y en particular de la excelencia de la Constitución de 1833.

La Constitución era ampliamente reconocida como el código más perfecto que se conozca en la América española. Esto era lo que constituía la razón del porqué los chilenos eran los únicos hispanoamericanos perfectamente constituidos. La democracia que dicha Constitución concebía llevó a algunos conservadores a sostener incluso que Chile era, quizá, el pueblo más libre de la tierra.

Los términos “izquierda” y “derecha” no llegarían a ser parte del vocabulario político chileno por varias décadas, pero muchos pelucones se habrían ubicado a sí mismos cerca del centro de dicho espectro. Declaraban que querían pasar por liberales y republicanos. Se habló del partido conservador progresista, o progresistas moderados, o le parti modéré… Esta posición centrista y moderada fue a menudo justificada retóricamente en relación a aquellas alternativas indeseadas. Los conservadores serían personas de una posición intermedia entre las doctrinas exageradas de la libertad y las ideas coloniales retrógradas.

La propaganda conservadora nunca apeló a una visión de tradición inmemorial, y menos aún a la tradición hispana, al mismo tiempo que jamás implicó que la sociedad fuese estática e inalterable. El manifiesto de 1851 contrasta el afán conservador de “orden y progreso gradual” con el proyecto liberal de “revolución y retroceso”. El cronograma de

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reforma de los conservadores estipulaba avances más pausados que en el caso de los liberales, ya que consideraba las fortalezas de la tradición (“el peso de la noche” de Portales).

Liberalismo: república, libertad, revolución

Tanto conservadores como liberales fueron excesivamente indulgentes en su propaganda. Si las exageraciones en ella tendieron a ser cada vez más drásticas, fue simplemente producto de la desesperación, la que queda en evidencia en un impreso de 1850, en el que los pelucones fueron descritos como esa funesta facción liberticida, sanguinaria, traidora, hipócrita, egoísta, maquiavélica, anti-republicana, anti-social, terrorista de los últimos 20 años. Pero ello fue excepcional y pintoresco. Lo normal fue la crítica seria.

Federico Errázuriz y José Victorino Lastarria señalaron que el partido progresista (rótulo temporal de los liberales en 1849) tenía como término de sus aspiraciones la REALIZACIÓN DE LA REPÚBLICA en Chile. A veces también llamada “verdadera república”. Fue una palabra clave con una enorme carga emocional. El Progreso proclamó que la república es la ciudad de Dios y nuestro deber es trabajar por hacer que la ciudad de Dios o la república baje a la tierra y viva en toda alma y todo pueblo. Lo que la república significaba, en este sentido, era simplemente el programa liberal, que buscaba esencialmente: la eliminación de las prácticas autoritarias del régimen, la reducción del poder del ejecutivo, y la reforma de la Constitución de 1833.

La idea de liberales y conservadores acerca de los derechos políticos de la ciudadanía era sustancialmente similar. Un periódico liberal denunció el sufragio universal, el cual daba la supremacía a la ignorancia y era tanto un almacén de pólvora, una hoguera a su puerta o como una lotería popular. Por ello, Errázuriz y Lastarria apostaron por un denominado “sufragio universal inteligente”, que excluyera a los gañanes y sirvientes de las haciendas, no así a los artesanos, ya que aquellos no tienen la inteligencia de las cuestiones sociales y la voluntad de resolverlas en sentido del interés general.

En concepto de los liberales, Chile tenía un sistema altamente autoritario, bajo un presidente que es un coloso omnipotente investido de facultades ilimitadas. El disgusto liberal por la Constitución de 1833, debido a su ideal de centralismo y represión, fue acompañado de una nostalgia por la desdichada Constitución predecesora de 1828, calificada de monumento y que, para Manuel Antonio Carmona, simbolizaba el triunfo de la libertad.

Un aspecto final de la propaganda liberal que sobresale fue la actitud indulgente hacia los disturbios y agitaciones, lo que constituyó una posición diametralmente opuesta al estricto énfasis en el orden de los conservadores. Era natural para los liberales invocar el clásico derecho de rebelión, no sólo para contener los abusos del poder, sino también para derribar una mala legislación cuando la tiranía ha logrado organizarla en su interés. Se citó en tono aprobatorio la idea de Jefferson de la necesidad de regar el árbol de la libertad con sangre de tiempo en tiempo. Se alabó que una guerra civil ilustra sentimientos generosos, ilustra el país con hechos gloriosos y conquista casi siempre sólidos bienes para la humanidad. Diego José Benavente llegó a decir, en 1852, que la reciente guerra civil había sido más bien un duelo entre caballeros.

El grupo marginal radical

El ala más radical del liberalismo se transformó en políticamente significativa por primera vez con la Sociedad de la Igualdad de 1850. ¿Cuáles fueron sus argumentos distintivos?

A aquellos que buscaron ser admitidos en dicha sociedad se les pedía reconocer la soberanía de la razón como autoridad de autoridades; la soberanía del pueblo como base de toda política; y el amor y fraternidad universal como vida moral. Los igualitarios hicieron un juego con el término “revolución”. Declararon: proclamemos en alta voz la revolución y aceptemos el título de revolucionarios. Ahora bien, precisaron que esto no significaba la revolución por la violencia y que su único objeto era el progreso de las ideas con la ayuda de la propaganda escrita y hablada. Con todo, hubo ocasiones en que su periódico, El Amigo del Pueblo, hizo resonar ideas cercanas a la lucha de clases.

¿Qué políticas específicas recomendó El Amigo del Pueblo? Deploró la escasez de monedas de baja denominación y las fichas que los dueños de tiendas usaban para mantener ligados a sus clientes a sus negocios. También abogó por una limpieza de los sectores más pobres de Santiago, y denunció la brutalidad de la policía en contra de los más pobres. Se argumentó a favor de la expansión generalizada de la educación y la democratización de las guardias cívicas. Se propusieron tarifas proteccionistas para los artesanos, y señaló que se requería una considerable

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subida en los impuestos de importación sobre toda manufactura que pueda competir con la obra de la industria nacional.

Cinco tratados políticos

Varios chilenos trataron de exponer sus ideas en tratados políticos. Los mejores escritos en el período y sus autores son.

1) José Victorino Lastarria, “Elementos de derecho público constitucional, teórico, positivo y político”: Es un manual de ciencia política, que siguió a Ahrens en el sentido de no mezclar las discusiones teóricas con las cuestiones del día, aunque Lastarria señaló que el sistema liberal era la tendencia del siglo XIX. Interpreta el programa conservador de 1830 como que intenta rehabilitar la colonia y perpetuar su espíritu. Pero defiende la Constitución de 1833 porque ésta usó la “soberanía de la nación” por sobre la “soberanía del pueblo”, ya que el pueblo puede significar cualquiera y él es de la idea que en Hispanoamérica el populacho carece de voluntad propia. Por otro lado, encontraba a la Constitución de 1833 muy defectuosa en la protección a las libertades civiles. Y criticó severamente la supremacía de que gozaba el poder ejecutivo.

2) Juan Manuel Carrasco Albano, “Comentarios sobre la Constitución Política de 1833”: Más que una crítica al modelo conservador, es un borrador para el futuro liberal. Manifiesta que Chile es una república a medias. Abogó por la libertad religiosa, la separación de la Iglesia y el Estado, y una mayor flexibilización de las leyes de nacionalización, porque Chile necesita la inmigración protestante. Carrasco defendía que todas las personas sociales (ejemplo, jefes de familia) debían votar, ya que el voto al pobre serviría como estímulo para alfabetizar y educar.

3) Ambrosio Montt, “Ensayo sobre el Gobierno en Europa”: Prescindió completamente de Chile en su enfoque, eligiendo examinar la política en un sentido mucho más amplio y principalmente en un contexto europeo. El eje central está en el contraste entre los exitosos anglosajones y las menos exitosas naciones latinas. Sugería que era la homogeneidad de los hombres, de las instituciones y de las costumbres lo que había hecho a la sociedad inglesa la más seria, la más ingeniosa, la más práctica del mundo. Sostuvo que el gobierno es un hecho histórico, tradicional, y que la libertad absoluta es ilusoria y que las leyes deben descansar en las costumbres en vez de ser determinadas a priori. Junto con De Maistre, creía que los países tenían a los gobernantes que se merecían. Las razas latinas necesitaban revitalizarse a través de una honesta y fecunda emulación de los anglosajones. La necesidad política más importante para la gente de Hispanoamérica es formar un gobierno.

4) Pedro Félix Vicuña, “El porvenir del hombre”: Se focalizó en el futuro de la democracia, viejo ideal de este anciano pipiolo. Decía que la democracia requería de una apropiada base económica y social. La propiedad era una institución por la cual la sociedad necesitaba tener un respeto inviolable, pero consideraba también que la ilimitada libertad de la propiedad había llevado a la más completa desigualdad social y hacia un nuevo feudalismo. Propuso una suerte de reforma del agro. Su visión de Chile, sin embargo, no era del todo agraria, porque según él Chile estaba destinado a ser un pueblo fabril e industrial. La clave para el comercio exterior no estaba tanto en el comercio exterior sino en el desarrollo interno.

5) Santiago Arcos, “Carta a Francisco Bilbao”: Es un panfleto de 32 páginas y que, dado su carácter utópico, la incluimos por ser una pieza rara de escritura política. Se fundamentó en sus experiencias en la Sociedad de la Igualdad. Se enfocó en las realidades sociales y económicas más que en las cuestiones de orden institucional. Desde su perspectiva, no importaba quién fuera presidente de Chile, porque no había esperanzas de democracia hasta que la atención no estuviera puesta en la condición del pueblo, la pobreza y degradación de las nueve décimas de nuestra población. Contempló las divisiones políticas entre liberales y conservadores como la clásica historia que refleja a “los de dentro” y a “los de fuera”, en donde los liberales, dado que eran permanentemente los de fuera, atraían perdedores. Arcos dividió a la sociedad en tres clases: los pobres, los ricos y los extranjeros. El nuevo partido democrático-republicano debía tener una atención especial hacia la tercera clase, los extranjeros, quienes ya fueran comerciantes o inmigrantes, anhelaban libertad de culto y de comercio. Sostuvo que sin importar la forma como el nuevo partido llegue al poder –el motín, la asonada, etc.-, el primer paso del Gobierno Revolucionario,

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Todopoderoso, debía ser el de garantizar todos los derechos civiles, excepto uno: reservarse para sí mismo el derecho de disponer de las propiedades privadas que puedan ser útiles a la república y fijar la remuneración debida al desposeído. “Quitar sus tierras a los ricos y distribuirlas entre los pobres”, expresó Arcos. Decía que atacando el mal de frente, Chile podría evitar una revuelta agraria como la que había experimentado Francia en 1790. El pensamiento de Arcos fue utópico; no obstante, cuando a su juventud generosa y patriótica le tocó más tarde hacerse cargo de los asuntos chilenos, no mostró gran inclinación por adoptar su reforma agraria. Como sea, la fuerza y carácter directo y despiadado convirtieron su tratado político en uno de los más imaginativos de su tiempo.

Capítulo 7: República modelo

El complejo de superioridad chileno

Ya en 1835 se había sugerido que los chilenos eran excesivamente apreciadores de las cosas de su país, las que fueron un aporte para la creación de un complejo de superioridad, especialmente cuando se comparaban con otros hispanoamericanos.

“No hay duda que Chile es la primera de las naciones sudamericanas”, se escribía. Chile era lección espléndida para otros países. El sol brilla en el cielo; Chile en la América del Sur. Con el paso del tiempo, ese tipo de actitudes tendientes a celebrar los logros del país llegaron a ser casi un coro. Era como nación “la más adelantada, indudablemente, de Sudamérica”. Era la Inglaterra de Sudamérica.

El complejo de superioridad tendió a ser reforzado cada vez que los chilenos viajaban a otros lugares de Hispanoamérica. La consigna de república modelo, aparte de halagadora para la sociedad chilena, fue utilizada en forma cada vez más recurrente. Había algunos que creían que el aislamiento histórico había sido el factor más influyente para la configuración del carácter nacional. Un escritor sugirió, en 1860, que los chilenos combinaban rasgos de la impetuosidad francesa, el espíritu hidalgo español, el orgullo inglés, la testarudez alemana y el carácter flemático holandés. Somos por temperamento fríos, reservados, meditadores, aunque de pocas ideas.

Este carácter reflexivo y eminentemente conservador, sin embargo, tenía su lado negativo: la perniciosa dejadez, que también denominan apatía. Los chilenos podían ser físicamente robustos e inteligentes, pero también poseían una marcada falta de ambición, lo que explicaba el lento progreso del espíritu capitalista. Esta apatía del carácter nacional y la indolencia del espíritu podían ser achacadas según ellos, con justicia y honradamente, al legado colonial español.

Otro rasgo particular mencionado como propio de los chilenos fue el espíritu errante, expresado en el amor por el viaje. Ciertamente los chilenos tenían una inclinación a deambular por distintos lugares del país y el mundo.

El futuro de Chile

Cualesquiera fueran las imperfecciones en el carácter nacional, los chilenos con educación estaban convencidos de que el progreso le daría a su país un futuro brillante. Chile estaba en una marcha ascendente y rápida. El país estaba destinado por la mano divina a ser el paraíso de la felicidad común. Las ventajas obvias de Chile: una población casi sin mezcla alguna de razas, un clima templado tan favorable a la vida activa y laboriosa, un territorio en que abundan las fuentes de una riqueza tan variada como inagotable. El horizonte de nuestro porvenir es inmenso. Chile tiene las condiciones para ser una verdadera potencia. Chile asumía en 1848 un papel mesiánico a la cabeza del movimiento progresista universal…

La política exterior durante la república temprana puede ser descrita como minimalista. Algunos encontraron que la diplomacia inerte era un hecho que podía ser de utilidad para criticar al gobierno, y es así como los adversarios del presidente Montt lo castigaron por haber perdido el justo prestigio que Chile se había conquistado en el extranjero, y no haber hecho nada para poner a Chile en el puesto elevado que el país se merecía.

Una incipiente memoria nacional

La historia llegó a ser inusualmente una parte preponderante del panorama cultural de la república temprana, en parte porque hubo un estímulo oficial. La ley que creó la Universidad de Chile estipuló que debería haber una sesión

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anual solemne del consejo de la Universidad, con la presencia de su autoridad máxima –el presidente de la república-, en donde se escucharía un ensayo o memoria académica sobre algún episodio de la historia de Chile.

José Victorino Lastarria presentó una memoria titulada “Investigaciones sobre la influencia social de la conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile”. Sus argumentos a favor de una aproximación filosófica de la historia, lo cual implicaba dar cabida a grandes generalizaciones que sostuvieran su agenda política liberal, provocaron una polémica entre él y Bello, donde Bello fue el vencedor. Los historiadores que empezaron a dejar su huella en las décadas de 1850 y 1860 siguieron a Bello en su estricta adherencia a la investigación basada en documentos y la narración, aunque en términos políticos casi todos ellos eran más cercanos a Lastarria.

Un punto de discusión entre Bello y Lastarria en 1844 fue la visión profundamente negativa del legado colonial español por parte de Lastarria, el cual Bello defendió en forma mesurada. Sn embargo, en general la visión chilena del pasado colonial se caracterizó por una fuerte desazón, e incluía una letanía de cargos en contra de España. No obstante, los chilenos siempre estaban preparados para hacer una excepción en relación al conquistador local, Pedro de Valdivia.

Los aniversarios patrióticos crecieron en gran número en los años cuarenta y cincuenta. El primero en ser inmortalizado en bronce fue Ramón Freire, emblema del abolido liberalismo de la década de 1820. Ante los honores a Freire, el gobierno no se quedó de brazos cruzados y la Municipalidad de Santiago organizó una colecta pública para erigir no menos de cinco estatuas para O´Higgins, Carrera, San Martín, el erudito colonial Juan Ignacio Molina y Diego Portales. La inauguración solemne de la estatua de Portales fue una demostración política, tal como lo fue el homenaje liberal al general Freire.

Apareció un compendio impreso de breves biografías y grabados de héroes o figuras prominentes de la patria: O´Higgins, Francisco A. Pinto, Juan Agustín Alcalde, 36 oficiales de la batalla de Chacabuco, etc. No todas las figuras de la era heroica escaparon de las controversias, lo que se ejemplifica con el papel político de O´Higgins, que marchitó sus laureles. Miguel Luis Amunátegui publicó “La dictadura de O´Higgins”. La memoria de la profunda rivalidad de O´Higgins con los hermanos Carrera todavía persistía, dándose el caso de que José Miguel Carrera tendió a ser más venerado por los liberales que por los conservadores; ahí está el viejo carrerino y liberal, don Diego José Benavente. Tanto O´Higgins como Carrera estaban bien encaminados para llegar a ser mitos nacionales.

Diego Portales no se había convertido aún en un mito nacional por entonces, y es que, a diferencia de Carrera y O´Higgins, él todavía era una persona muy bien recordada. Sólo en la década de 1850 el silencio se rompió. Esto ocurrió debido a que el presidente Montt y su ministro del Interior Varas, tendieron a presentarse a sí mismos como continuadores de la obra de Portales. La auto-identificación de Montt y Varas con Portales fue inevitablemente explotada por sus adversarios, para quienes el presente orden de cosas estaba lejos de ser ideal, debido a lo cual la oposición adoptó una táctica impredecible: en vez de condenar a Portales, como habían hecho antes, aceptaron su grandeza con expresiones como “era un genio, era un audaz”. De manera que frente a él, Montt sería una simple caricatura de Portales. En todo caso, no todos los liberales compartieron semejantes declaraciones sobre el ministro omnipotente. El mismo Lastarria fue eminentemente hostil hacia su persona.

Araucanía indomable

El padre José Manuel Orrego se preguntó, en 1854, si los cristianos chilenos habían hecho algo por esa gente –los mapuches-, que tan útiles podrían ser si se civilizasen. Su respuesta fue que habían hecho nada o casi nada.

Los araucanos eran en gran medida parte del presente de Chile, tanto como de su pasado histórico. Hasta la década de 1850, el gobierno continuó la vieja política colonial hacia los mapuches, con un sistema de vigilancia a lo largo de la frontera, el establecimiento de contactos con los indígenas a través de oficiales intermediarios –capitanes de amigos- y subsidios a caciques amigos. El boom agrícola de mediados de siglo impulsó a muchos habitantes a instalarse al sur del río Biobío, sumado a los nuevos asentamientos de colonos más al sur. Por ello, el tema fue un asunto político de los más importantes del momento.

La resistencia de la Araucanía indomable frente a los conquistadores españoles, les había dado a los patriotas de la independencia un mito apropiado que inspirara su lucha contra España, por lo que se identificaron a sí mismos, hasta cierto punto, como araucanos. Y se arraigó un hábito de identidad con ellos. Sin embargo, hubo algunos que reconocieron abiertamente su impaciencia ante este tipo de relaciones. “No somos araucanos, como algunos han

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pretendido en el atolondramiento de la revolución”, expresó El Ferrocarril. Otros creyeron que los mapuches ya no eran los nobles guerreros de antaño.

No hubo indicio alguno de “relativismo cultural” en las percepciones de muchos chilenos con respecto a la Araucanía. Se la trató de república salvaje, una raza carnicera enemiga. En el contrapunto, Ignacio Domeyko, con respecto a la vida doméstica y al confort material, señaló que los indios araucanos no son salvajes, y tal vez son más civilizados que una gran parte de la plebe chilena y sus civilizadores de la frontera.

Hubo un acuerdo generalizado en que era imposible dejar a los mapuches abandonados a su suerte. Sería inhumano, inmoral dejarlos en la oscuridad en que yacen. Varas señaló que era deber los Estados modernos el civilizar y convertir, preparar a esos bárbaros para la introducción en el régimen constitucional.

El Progreso expresó que había una ley inmutable que implicaba que las razas imperfectas, y por tanto incapaces de cultura, debían ser reemplazadas por otras con el poderoso germen de desenvolvimiento. Un periódico pro-gobierno llamó, en 1854, a una cruzada de la civilización chilena contra la barbarie indígena.

Una vez que se determinó que había que intervenir la Araucanía, la oposición más consistente a una opción militar vino de la Iglesia. Ella cifró sus esperanzas en la acción misionera y en la conversión gradual de los mapuches, objetivo que fue apoyado por el gobierno. No obstante, la evidencia más tarde constató el fracaso de la Iglesia de no convertir más que un puñado de araucanos.

Aquellos que pensaron más seriamente en el problema –Varas y Domeyko, entre ellos- tendieron a estar de acuerdo en que resultaba vital mejorar el estado de la población cristiana limítrofe, a través de las colonias militares agrarias. Domeyko compartió la visión de Varas acerca del comercio y la compra de tierras, pero fue mucho más escéptico acerca de los colonos extranjeros industriosos, defendiendo en cambio la idea de una serie de asentamientos misioneros en los que se podría impartir la instrucción religiosa e inculcar el respeto por las autoridades nacionales. La única voz ausente en todas estas discusiones fue, por supuesto, la de los propios mapuches, que tampoco sería escuchada en la década de 1860.

Capítulo 8: Mirando hacia afuera

Chile y las repúblicas hermanas “semi-salvajes”

Si para los chilenos educados los araucanos eran unos salvajes, sus vecinos latinoamericanos eran al menos “semi-salvajes”. Las visiones de los chilenos de los otros países latinoamericanos estuvieron invariablemente teñidas por el complejo de superioridad. Para El Mercurio, Hispanoamérica era un naufragio universal, desde México hasta Buenos Aires. Un circo de gladiadores y caos revolucionario.

Esto hizo aparecer al régimen conservador como un parangón de benevolencia. Los numerosos exiliados argentinos que llegaron a Chile debido a la larga dictadura federalista de Juan Manuel de Rosas, se mostraron gustosos de poder ventilar sus sentimientos acerca de la política argentina a través de la prensa chilena. Así, ningún personaje extranjero fue más detestado en Chile durante la república temprana que Rosas.

Aunque Chile se involucró en una guerra con Perú y Bolivia en la década de 1830, esto nunca implicó que hubiera mucho interés en Chile sobre la política interior de aquellos países. No se puede afirmar que las visiones chilenas sobre las más remotas de las repúblicas hermanas fuesen más halagadoras. México, que gozó de una cierta simpatía entre los chilenos durante la guerra con los Estados Unidos, siempre recibió comentarios negativos por su política como país desgraciado, incapaz de darse una nacionalidad.

¿Por qué estaba Hispanoamérica (dejando a Chile aparte) en una situación tan mala? Se decía que por el legado colonial, altamente defectuoso. España no había sido una de las naciones más cultas de Europa. Hispanoamérica había sido simplemente debilitada por la mezcla de fanatismo y tiranía del imperio español.

¿Una Unión Latinoamericana?

Había una cura posible para los males de Hispanoamérica que fue discutida en forma intermitente y con variados grados de confianza.

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La Hispanoamérica había sido una patria común, por lo que las nuevas repúblicas debían formar una gran familia de naciones con el fin de llegar a la civilización y prosperidad. El tema de la unión era una vieja idea con importantes precedentes durante la independencia. Había que conjurar el peligro de que Europa pudiera aprovecharse de la debilidad de Hispanoamérica y del caos interno.

La idea de la unión se discutió. El Mercurio, de hecho, apoyó y se opuso a la iniciativa en distintos momentos según las circunstancias, sugiriendo en una ocasión que Hispanoamérica se presentaría como una masa nada despreciable ante el resto del mundo. Pero dudó, en otra ocasión, si es que las necesidades hispanoamericanas podrían ser mejor satisfechas a través de las bulliciosas discusiones de un congreso supranacional. Manuel Camilo Vial se mostró favorable al establecimiento de algún tipo de unión, siempre y cuando esto no implicara menoscabar la independencia y la soberanía de la república.

Diversos hechos alentaron el afán de unión: la intención de Ecuador de ceder islas Galápagos a un empresario norteamericano, las actividades filibusteras de William Walker en Centroamérica, la incorporación voluntaria de República Dominicana al Imperio Español, o la invasión de Francia a México en 1862. Esto generó una indignación generalizada y que estuvo representada en la prensa. Juan Manuel Carrasco Albano vio el peligro de Europa o los Estados Unidos como inmediato e inminente, tras lo cual bosquejó un ambicioso plan para el establecimiento de un Congreso Sudamericano. Eso sí, la unión tendría una moneda común con carácter decimal, incentivaría la inmigración europea, poseería un sistema educativo común y una sociedad de historia de antigüedades americanas, una red de ferrocarriles, etc. ¿Qué país debía liderar este proyecto? La respuesta era más que obvia…

La consigna “Por la Unión Americana” llegó a ser uno de los cinco puntos del programa del nuevo partido radical, creado en 1863. El propio ex-presidente Montt presidió el Congreso Americano de Lima. Y Antonio Varas llegó a expresar que él tenía una tan pobre idea de los gobiernos de las repúblicas hermanas, que sentía mucho que Chile tuviera que hacer causa común con ellas.

Extranjeros (no hispanoamericanos)

Las actitudes chilenas hacia los extranjeros que no provenían de Hispanoamérica variaron dependiendo principalmente de la clase social. La clase alta chilena les dio la bienvenida, especialmente a los comerciantes extranjeros congregados en Valparaíso. Sin embargo, ocasionalmente hubo resentimiento debido a la presencia constante en Valparaíso de buques de guerra que se sumaban a los navíos mercantes. Los buques de guerra ponían a Chile en una situación abyecta y degradada en la escala social de las naciones soberanas.

Manuel Antonio Tocornal expresó que la nacionalidad era irrelevante en el comercio, el que estaba basado en las relaciones de intereses y de conveniencia mutua. Sin embargo, las actitudes chilenas hacia los extranjeros siempre incluyeron un fuerte componente de respeto propio hacia lo nacional; se defendió la idea de que los extranjeros tenían todo el derecho a la protección y seguridad, pero no a una protección especial y privilegiada.

El punto sobre la seguridad es importante, ya que en las clases populares solía haber, ciertamente, muestras de xenofobia. En 1829, la turba saqueó el consulado francés en Santiago. Por otro lado, los políticos usaron la xenofobia para sus propios intereses, como sucedió en las elecciones de 1846 en Valparaíso, cuando la oposición liberal defendió la idea de que el gobierno y los ingleses estaban conspirando para despojar a los cocheros de su fuente de trabajo para introducir los ferrocarriles.

“La Europa de hoy es nuestro mañana”

El viejo continente inspiró a los chilenos educados. Las informaciones de Europa dominaban la sección de noticias extranjeras en los periódicos y el público seguía con ansiedad los eventos europeos. Los chilenos también criticaron acciones específicas de los poderes europeos, y es por eso que hubo exasperación por la insufrible arrogancia europea hacia Hispanoamérica. Nos quejábamos de que los europeos tenían las creencias más absurdas y falsas acerca de Hispanoamérica. El Progreso lamentaba que por allá se nos creyera todavía salvajes, matándonos despiadadamente unos a otros. Por esto, las nuevas repúblicas debían patrocinar en forma conjunta una revista de publicidad (que debía publicarse en Paris) para contrarrestar este tipo de ignorancias entre los europeos.

A pesar de los enojos, casi todos los chilenos educados estuvieron de acuerdo en que Europa era la imagen de su propio futuro. El Progreso predijo que mal que nos pese, llegará el tiempo en que seamos europeos hasta en la médula de los huesos. Los chilenos que viajaron a Europa encontraron a veces una gran brecha entre los ideales que

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tenían de este continente y la realidad. Carlos Bello notó que todos hablaban del poderío y riqueza de Gran Bretaña, mientras los periódicos franceses estaban llenos de historias de los que mueren de hambre en Irlanda y Escocia, y de los asesinatos y robos en Francia. Manuel José Irarrázaval constató consternado lo raro que era oír a un inglés que se lamente del pauperismo y degradación horribles de la plebe de Londres.

Aunque nunca se dio un debate amplio sobre la superioridad de Europa, hubo quienes abogaron por una defensa del republicanismo de América. El Mercurio señaló que América no quiere el brillo de la púrpura. No. La América prefiere ser salvaje con sus presidentes elegibles, que eminentemente civilizada con vuestros hombres coronados. Se enfatizó que no debemos abrazar ciegamente las ideas extranjeras ni servilmente la civilización europea.

Los modelos de la realidad europea fueron dos: Francia e Inglaterra. La publicación de novelas francesas fue muy popular en la prensa. Tanto el vestuario femenino, el estilo de los muebles, la moda literaria y la viticultura, como las prácticas de devoción de la Iglesia se vieron alteradas por la influencia francesa en Chile. Francia fue vista como la primera nación del mundo e indudablemente la nación más civilizadora del universo.

Debido al peso de la civilización, los chilenos podían a veces pasar por alto los detalles escandalosos de la sociedad y política francesas, pero no siempre. Ramón Luis Irarrázaval se mostró impactado por tanta corrupción y vicio al lado de tanto saber, y se preguntó a sí mismo si es que la situación de Hispanoamérica era en realidad peor. Bilbao también se mostró impactado por la pobreza y la falta de igualdad que se podía ver en Paris.

Francia irradió cultura y estilo mientras Gran Bretaña irradió poder, manejo tecnológico y fortaleza económica. Los británicos fueron los extranjeros más prominentes en Valparaíso, donde mantuvieron sus tradiciones peculiares, incluido el cricket. Eso sí, las sospechas de imperialismo británico cerca de casa fueron hechas públicas por personas como Joaquín Campino, quien recordó que los británicos habían estado recorriendo el Estrecho de Magallanes por años.

Los conservadores chilenos admiraron a su contraparte británica, argumentando que incluso el partido Tory de Inglaterra incluía a algunos de los espíritus más elevados de la raza humana. Benjamín Vicuña Mackenna se preguntó: ¿qué progreso material de Chile en el medio siglo que lleva de nación no está ligado a Inglaterra? ¡Todos! A pesar de esto, Vicuña encontró las condiciones de vida inglesas deplorables y desiguales, y las de sus trabajadores industriales consternantes. Ningún huaso o roto chileno desearía cambiar su manta en hilachas por la ciudadanía británica.

El cocodrilo del norte

Los chilenos estaban impresionados por el rápido crecimiento de los Estados Unidos, e identificaron a la educación y la inmigración (panaceas del momento) como las claves para la consolidación de dicho crecimiento.

Miles de chilenos tuvieron experiencias personales en los Estados Unidos o California, mientras que otros se codearon en las calles de Valparaíso con estadounidenses, aunque no siempre se llevaron buena impresión. Atrajeron críticas por su carácter descortés. Los episodios de discriminación en contra de los chilenos en California ayudaron a moderar la admiración por los Estados Unidos. Se habló de la brutal arbitrariedad de los yankees.

En todo caso, los sentimientos anti-estadounidenses entre los chilenos educados nunca lograron sobrepasar la admiración por la democracia de Estados Unidos, aunque la inquietud acerca de su creciente poder se hizo notoria en la retórica pública de los años cincuenta. Se dijo que el cocodrilo del norte, cebados ya sus dientes con la carne de México y Texas, comienza a engullirse a Centroamérica, y avanza hacia el sur, en donde la anarquía y la división le preparan espléndido banquete. Hispanoamérica podía caer perfectamente en las garras del ave rapaz del norte.

Las ideas anti-estadounidenses fueron representativas de un amplio sector de la sociedad. La Revista Católica siempre detectó la influencia insidiosa del protestantismo, condenando el espíritu de anexiones y conquistas que animaba a la totalidad de la población de Estados Unidos. Con todo, la corriente de opinión anti-estadounidense se contrajo producto de la guerra civil de los Estados Unidos, contemplando el quiebre inminente del norte y el sur en 1861. El Mercurio castigó a aquellos que creían que Latinoamérica se podría beneficiar de este acontecimiento.

Parte IV: Orden y libertad

Capítulo 9: La deserción conservadora, 1851-1858

El primer periodo de Montt, y un presagio desde atacama.

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Los primeros dos presidentes conservadores habían sido generales militares y héroes de la independencia, mientras que Manuel Montt, el primer civil que logro gobernar en Chile por un tiempo duradero, no tenía ni el prestigio militar de su predecesor ni el desapego aristocrático de su sucesor, aunque compensó lo anterior con su claro deseo de poder.

El apodo de Montt era el “negro”.

La victoria del gobierno en la guerra civil de 1851 garantizo el triunfo de la tendencia pelucona autoritaria. La propaganda inicial del Gob. De Montt capitalizo los éxitos del boom económico del momento proclamando el deseo de alcanzar el progreso material. La expansión comercial facilito tal vez el que la clase política comenzara a olvidar el reciente alzamiento.

Hubo propuestas paga garantizar la amnistía general, algo que Montt había prometido al general Cruz en Purapel, sin embargo luego como Montt no lo quiso así se considero su postura como una traición al espíritu de Purapel. Poco después ocurrió un amotinamiento en los cuarteles de artillería, con el fin de apoderarse de los fondos del regimiento, los líderes fueron fusilados. Los partidarios de la represión con Mujica a la cabeza, propusieron que los poderes de emergencia se aumentaran a catorce meses.

Montt y varas se mantuvieron intransigentes en la cuestión de la amnistía. Montt dijo “la consolidación del orden, era todavía un deber”.

Antonio Varas, se mantuvo como ministro del interior durante el primer periodo de Montt. El min. De justicia de Montt era Lazcano, quien tomo la decisión de poner la educación secundaria del Instituto Nacional bajo el control exclusivo del clero, medida que trajo muchos problemas. Montt luego lo reemplazo. Esto simbolizo la aparición de una nueva fisura que se estaba abriendo en el partido conservador, fisura que dejaba en evidencia las antiguas divisiones entre moderados y autoritarios.

A comienzos de la década de 1850 los más devotos entre los pelucones estaban asumiendo posturas cada vez más “clericales”, las que los inclinaron a defender los derechos de la iglesia católica y a aceptar el liderazgo que esta imponía. La otra facción pelucona, se mantuvo estrictamente regalista en sus posturas. Montt estaba consciente de la creciente división entre los regalistas y los protoclericales.

La iglesia católica de mediados de siglo estaba expresando su preocupación por el auge creciente del secularismo. La iglesia estaba ansiosa por detener drásticamente las crecientes demandas pro tolerancia religiosa, por lo que se mostro disgustada ante la actitud permisiva del Gob. Hacia las congregaciones extranjeras protestantes existentes en Valparaíso.

Hubo varios otros puntos de disputa que tenían que ver con asuntos relacionados con la iglesia católica que aunque de menor intensidad contribuyeron a profundizar la división en las filas conservadoras.

Hubo otros factores que perturbaron al redil pelucón. La obstinación de Montt sobre el tema de la amnistía luego de la guerra civil irrito a los moderados.

Otro punto de discusión para los conservadores surgió a partid de la forma en que Montt y Varas seleccionaron a las personas para cargos públicos, mostrando un mayor interés en la competencia de las personas para asumir los cargos que en el privilegio de las conexiones familiares. Los “nuevos hombres” llegaron a conformar la generación política más brillante en la historia de Chile.

A pesar de los síntomas de problemas y conflictos dentro del partido conservador, la posición de Montt a lo largo de su primer periodo como Presidente parecía invulnerable en un ambiente en que la política se encontraba estancada.

En 1855 tres liberales (Federico Errazuris, José Victorino Lastarria y Manuel Antonio Matta) fueron elegidos para entrar en la cámara de diputados. Lastarria y Matta se presentaron para Copiapó, capital de Atacama y provincia que se había transformado en la más independiente en lo político de Chile. El diario El copiapino apoyaba el progreso de Montt, pero cambio su actitud asumiendo un tono crítico y apoyando a Lastarria y Matta durante la presidencia de Montt. La victoria de ambos hizo notar un presagio que indicaba que había una nueva actitud tomando cuerpo.

La reelección de Montt en 1865 era inevitable. Se hizo cambio de ministros pero no le gusto a nadie, lo cual hizo que nuevamente el partido Conservador se dividiera en dos, marcando el nuevo rumbo de la política chilena.

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La cuestión del Sacristán.

Este incidente fue en 1856 cuando el sacristán de la Catedral de Sgto., rompió el vidrio del tragaluz de la sacristía e invito a algunos de sus amigos a tomar vino de comunión, a raíz de lo cual lo despidieron. El despido fue anulado por los canónigos del cabildo, aunque después el vicario arzobispal anulo esa decisión. Dos canónigos presentaron una apelación a la Corte Suprema, sin embargo esto se negó y ninguno de ellos echo pie atrás a su postura, con lo cual se volvió de curiosidad pública todo este tema. Los pelucones proto-clericalistas se pusieron de lado del arzobispo mientras que los regalistas apoyaron a los canónigos.

Los dos canónigos volvieron a recurrir a la Corte Suprema requiriendo la ejecución de su decisión, tras lo cual la corte le solicito documentación al arzobispo Valdivieso, quien respondió otra vez con su afirmación de la incompetencia del poder secular en asuntos eclesiásticos, pero la corte le dio al arzobispo tres días para obedecer la decisión judicial bajo la pena del exilio y el embargo de sus temporalidades.

Valdivieso saco a los clérigos de sus funciones hasta que estos fueron persuadidos de retirar la apelación y de realizar demostraciones respetuosas hacia la persona del arzobispo, con eso Valdivieso el reintegro. En lo más profundo, la cuestión del sacristán había causado un daño irreparable, ya que las semillas clericales y anticlericales ya habían sido sembradas y brotarían con fuerza en la política chilena por al menos cincuenta años más.

Durante el verano de 1857 el gobierno arresto súbitamente a dos liberales de renombre y a varios oficiales del ejército acusándolos de estar tramando un amotinamiento. Estos arrestos tuvieron un efecto inmediato al revivir las demandas de los liberales y los pelucones moderados por una amnistía general.

Montt no hizo referencia a este tema en el congreso, sin embargo un senador desconocido presento un proyecto de ley para lograr una amnistía general. Obviamente hubo distintas reacciones, pues algunos veían que el retorno de exiliados produciría agitación publica. Finalmente la cámara rechazo la ley por 30 votos contra 18, pero el senado insistió en el proyecto de ley con 13 votos contra 3.

Los opositores de la amnistía en la C.de Diputados no tenia los dos tercios necesarios para anular la decisión del senado, por lo que la ley llego a las manos de Montt, quien la mando de nuevo al congreso con dos enmiendas, una de las cuales permitía la amnistía para aquellos que habían participado en la rebelión de 1851 pero q ahora estaban viviendo en el país y para los exiliados que pidieran volver a Chile. Sin embargo esto no fue suficiente para quienes querían una amnistía total, con lo cual los debates en ambas cámaras se intensificaron. Montt finalmente logro imponer sus términos, el senado aprobó 10 contra 8 y los diputados 36 contra 17.

Un acuerdo histórico

Lo que los debates por el tema de la amnistía revelaron fue la existencia de hartos pelucones que se opusieron al gobierno y quienes se alinearon informalmente con los Liberales.

Los disidentes se caracterizaron por su decisión de mantener su postura con firmeza y sus reservas con respeto a la inflexibilidad de Montt al pasar por alto los sentimientos que emergieron producto de la cuestión del sacristán.

Varas vislumbro claramente lo que estaba sucediendo, una “descomposición de partidos”, con un grupo ultra pelucón moviéndose hacia los liberales y el partido conservador progresista manteniéndose fiel a Montt.Tanto los desertores pelucones como los liberales se esforzaron por establecer periódicos para influir en el ánimo de la opinión pública con el diario El conservador y El país. Ambos periódicos desplegaron una irreconciliable hostilidad hacia Montt. Montt ahora tenía una oposición muy grande que amenazaba su control sobre el Congreso, es por ello que deicidio reorganizar su gabinete ministerial para lograr un espacio para maniobrar.

A Montt le costo mucho conformar un nuevo gabinete, elegían a uno y ese ponía como condición estar con otro, lo cual Montt generalmente no aceptaba. José Joaquín Pérez fue nombrado min. De hacienda pero no estaba dispuesto a trabajar sin Covarrubias.

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Montt se vio muy complicado frente a todo esto, se le murió un hijo de 15 años pero esa tregua política para el duro muy poco, muy pronto volvieron los ataques al gobierno, con lo cual Montt decidió decretar la amnistía general el día 15 de septiembre para ganarse el favor de la oposición.

Urmeneta fue el min del interior, Salvador Sanfuentes de justicia y Francisco de Borja Solar en el min de hacienda. El min Sanfuentes nomino a dos conservadores disidentes para llenar puestos vacantes de magistratura, pero Montt veto las nominaciones y Sanfuentes y Solar renunciaron.

Se considera el mes de diciembre de 1857 como un punto nodal de la historia De chile, encontrándose en ese instante la génesis de los que ocurriría en adelante en el mundo de la política con el establecimiento de un sistema multipartidista.

Con el realineamiento que se hizo evidente por los debates del tema de la amnistía, el Mercurio informo que los dos partidos políticos habían hecho comités para discutir la posibilidad de una fusión.

Seguidores de Montt y Varas publicaron un volante-manifiesto en el cual decían que querían trabajar por un candidato de carácter nacional para las elecciones de 1858, decían que la libertad en el orden era el principio que los guiaba, decían que los conservadores eran retrógrados y los liberales utópicos, este movimiento se pasó a conocer como el “partido Nacional”.

Se juntaron los liberales y los conservadores a mediados de enero de 1858, los liberales dijeron que querían reformar la constitución, dijeron que podían dejar de lado otros temas como la libertad religiosa si es que el congreso lo discutía después. No se sabe si ambos partidos estrecharon manos o no, pero se consagro un acuerdo histórico.

El mercurio el 25 de enero informo que la fusión liberal conservadora estaba “convenida y arreglada”.Con las elecciones en solo dos meses más, la alianza tomo medidas inmediatas. Se creó el periódico “ La Actualidad”, editado en su mayoría por Diego Barros Arana.

Las elecciones y el congreso de 1858

-En esta ocasión el gobierno de Montt y su nuevo partido Nacional, se enfrentaban a un reto muy superior de parte de la fusión: Liberal-Conservadora. Montt contaba con la adhesión de familias de “hombres nuevos” y del “nuevo dinero” del reciente boom económico.

-La oposición estaba compuesta mayoritariamente por la clase alta, gente acomodada, la juventud y el clero. Tenía la certeza de los conservadores y la fortaleza de los liberales. Sin embargo la oposición no podía pensar en tomar el poder en la cámara de diputados menos en el senado.

-El ministro del interior Urmeneta quiso asegurar elecciones justas. Ante esto la Fusión estableció una fuerte propaganda con el fin de ganar el voto del artesanado. El gobierno por su parte respondió con fuertes publicaciones en el diario Ferrocarril. Un accidente en Copiapó protagonizado por el intendente de la zona (Juan Vicente Mira) puso al gobierno en una situación complicada, la cual fue aprovechada por la fusión para criticar a Montt y a su gobierno.

-La Fusión elaboro un programa en el cual consideraban una baja de impuestos, disminución en el gasto público, entre otras demandas. Estas peticiones tenían carácter más liberal que conservador. Sin embargo las demandas políticas, tanto del gobierno como las de la fusión fueron más bien tácitas y diseñadas para obtener sus fines.

-La iglesia, se ubico tras la fusión, aun que tuvo participación directa elaborando una propaganda que atacaba a Montt y Varas. El partido Nacional, por su parte, manifiesta gran desprecio a la Fusión, criticándola por ser una alianza falsa.

-La oposición fue capaz de organizar una manifestación pública, la cual conto con gran convocatoria, sin embargo el gobierno evito que se llevara a cabo una segunda manifestación pública. La campaña de la Fusión se vio afectada por el gobierno, también influyo que los radicales liberales postularon a sus candidatos separados en varios distritos.

-Las elecciones produjeron varios incidentes, se tuvo que contar con apoyo militar, hubo casos de registros falsificados, casos de forcejeos e intimidación cerca de las mesas de votación y compra de votos (Protagonizada por Varas el cual fue descubierto). Una vez terminado los alborotos, la Fusión había logrado asegurar 15 de 72 escaños en la

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cámara de diputados, siendo el mayor contingente opositor elegido hasta el momento y era lo suficientemente grande para transformarse en un factor disociador.

-La sesiones “ordinarias” de 1858 fueron más agitadas que las de 1849-1850 y mucho más prolongadas. Se mostraron ingeniosas formas de maniobrar por parte del Parlamento. Uno de los hechos que causó mayor tensión en el Congreso en 1858 fue el del ferrocarril de Santiago a Valparaíso. Para concluir este trabajo el gobierno tuvo que solicitar un préstamo a Londres, aunque para tomar control de la compañía propuso la adquisición por parte del Estado de las acciones de los inversionistas privados. La oposición denunció la medida considerando como una ayuda a quienes apoyaban a Montt.

Prepárense los hombres independientes y patriotas.

-La agitación ocurrida en 1858 pude verse como una fundación de la tradición política chilena: con partidos, 2 de ellos en coalición y uno alejado, uso vigoroso de la prensa, grandes manifestaciones públicas.

-Aníbal Pinto, observo que el gobierno tenía grandes temores, pero los cuales eran injustificados ya que la oposición era muy débil para formar una revolución.

-19/octubre/1858: momento simbólico para la Fusión”Banquete de Protesta”: asistieron varias figuras tanto conservadores como liberales, y los discursos fueron hostiles hacia Montt

-Montt tomo varias medidas para prevenir un movimiento revolucionario, se hicieron varios arrestos, sin embargo estos no desanimaron a la Fusión.

-La crisis final de este año agitado fue más bien causada por la facción radical del partido liberal que por los líderes de la Fusión. Conformada por jóvenes liberales los cuales estaban disgustados con el pacto con los conservadores. Estos jóvenes se inspiraron en textos franceses de la revolución y decidieron publicar “la asamblea constituyente” un impreso cuyo fin era la reforma de la constitución de 1833. Los radicales llamaron a los ciudadanos de Santiago a formar parte de una asamblea constituyente, intendente de Santiago prohibió la reunión, la que se llevo a cabo. Ante tal situación Montt reacciono declarando estado de sitio por 90 días en Santiago, Valparaíso y Aconcagua.

Capítulo 10. El triunfo de la libertad, 1859-1864.

La segunda guerra civil de Manuel Montt.

-El ejército se mantuvo leal al gobierno, lo cual llevo a la Fusión a improvisar sus propias fuerzas a través del fomento de las insurrecciones urbanas acompañadas de guerrillas (montoneras). El gobierno ante los levantamientos rebeldes, reacciono con sus poderes de estado de emergencia rápidamente. El grupo “la asamblea constituyente” fue arrestado y sus miembros condenados a pena de muerte, la cual no fue confirmada por la Corte Suprema. A pesar del fracaso de los levantamientos urbanos, la fusión no perdió las esperanzas de amarrar al gobierno con sus improvisadas bandas de guerrillas.

-Levantamiento en provincia de Atacama: magnates mineros, que en un principio apoyaban a Montt con el transcurso del tiempo se volcaron a la oposición. En noviembre de 1858 Gallo se encontraba preparando un levantamiento. 5/enero/1859rebeldes copiapinos se tomaron cuarteles e impusieron el control sobre las calles, causando la huída del intendente Silva Chávez y proclamando a Gallo como intendente de la zona. A mediados de febrero Gallo estaba en situación de invadir la provincia de Coquimbo, en la batalla de la meseta ubicada al norte de la serena, Gallo vence a Silva Chávez en los Loros el 14/marzo.

Frente a esto los políticos liberales estaban consiente que los potenciales triunfos de Gallo podían debilitar el proyecto de la Fusión como el liderazgo que tenían en la causa liberal.

El gobierno, ante tal situación preparo un ejército de 7000 hombres de los cuales 3000 fueron a norte comandados por general Juan Vidaurre Leal y el ministro de hacienda Matías Ovalle para enfrentarse a Gallo. Vidaurre vence a gallo ocupando la ciudad de la serena y tomando el control nuevamente en la provincia de Atacama.

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-18/septiembre: Grupo de hombres armados dan muerte a Vidaurre. El gobierno reacciona arrestando a 5 miembros del ex comité revolucionario de la Fusión. Después de la guerra civil, se establecieron varias sentencias de pena de muerte. Los líderes de la Fusión capturados por el gobierno fueron exiliados y algunos optaron por el autoexilio.

La política después de la Guerra Civil.

-Una calma aparente llegó a la república luego de mayo 1859.

-opiniones acerca de la situación país sufrieron cambios profundos, predominado un ánimo de tolerancia. La explicación se puede deber al hecho del cambio generacional más el boom económico habían generado un ambiente de confianza y un sentimiento de relajo.

-Montt tuvo la intensión de reconstruir el “viejo” partido conservador, lo cual no funciono.

-Después de la guerra civil, la vida política estaba en decadencia, por lo que muchos buscaron consuelo en la literatura.

-Montt en la práctica política se mantuvo inflexible, por la reciente crisis “había desmoralizado en parte las masas debilitando el respeto a la autoridad” por esto era necesario una autoridad con grandes atribuciones de poder. (Conservo los poderes de excepción de la guerra civil)

-sucesión presidencial: Los Nacionales interesados en que Antonio Varas fuera el próximo presidente, uno de los conservadores propuso al general Bulnes como candidato y el ministro del interior (Urmeneta) se consideraba apto para el cargo de presidente. Lo común era que los ministro de interior no fueran candidatos a la presidencia ya que estaban encargados de preparas las elecciones. Montt puso en el cargo a su hombre de confianza, Antonio Varas, lo que fue interpretado como su renuncia a la presidencia.

-A. Varas: a cargo del ministerio del interior, propuso un proyecto de ley para el Congreso de 1860 en el cual estaba la Ley De Responsabilidad Civil: castigos de orden financiero para quienes participen en revoluciones o tumultos y los asociados a ellas. Tal proyecto fue rechazado por el senado y la cámara de diputados. Varas impulso la defensa de su proyecto y la Cámara lo ratificó, aunque la ley nunca fue aplica y fue derogada en 1865.

¿Varas Resucitado?

Los líderes de la fusión comenzaron a darse cuenta gradualmente que estaba desencadenándose una revolución silenciosa en el ámbito político. Montt dejo en claro que quienes lo apoyaban debían elegir un candidato que pudiese superarlos conflictos recientes, admitiendo que la Nueva Presidencia marcaria un nuevo punto de partida.

Con la candidatura de Varas “eliminada patrióticamente”, el asunto de la sucesión presidencial se transformo en la obsesión de los políticos, no hubo indicación alguna de intención que alcanzara al público.

Agosto 1860: al menos diez nombres habían sido ungidos como posibles candidatos (Bulnes, José Joaquín Pérez, General Gana, Larraín Moxó, etc.)

A pesar del acto de renuncia de Varas, el Partido Nacional hizo un gran esfuerzo por revivir su candidatura.

El panorama comenzó a cambiar cuando Varas encomio la figura de Portales por haber realizado la gran obra de “tranquilizar al país y basar para siempre un nuevo y estable orden de cosas”, así como la Constitución de 1833.

Los seguidores del Partido Nacional que escucharon a Varas consideraron que se trato de un discurso inspirador. Sus últimas palabras cifraban esperanzas en que Chile y Sudamérica avanzarían “por la senda de la republica, apoyadas en la libertad, la fraternidad, el progreso y la tolerancia universal”. Varas había llegado a situarse a la altura del profeta del porvenir, en los periódicos se publican ediciones que exaltan a Varas. Por lo que Partido Nacional fijo la mirada en Varas como candidato.

La fusión no pudo hacer más que adoptar un tono amenazante en su propaganda en lo que constituyo una táctica lógica diseñada para distancias a los seguidores del partido Nacional de Varas. Esto llevo incluso a la posibilidad de una nueva guerra civil.

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Los miembros del Partido Nacional no se arredraron y se siguió presentando a Varas como “Gran Ciudadano, Eminente Estadista”. Los líderes del partido se reunieron y reafirmaron su compromiso con Varas, pero este, dijo NO a la posibilidad de ser candidato, y sugirió que el próximo presidente no debía ser ni un abogado por chicaneros, ni un soldado por su ignorancia.

Enviaron una delegación para dialogar con Montt y presionar por la candidatura de Varas, pero el presidente se mostro inflexible en el sentido de considerar que la posición de Varas como ministro del interior transformaba su candidatura en imposible.

Los líderes del Partido Nacional insistirían en la candidatura de Varas, la campaña parecía imposible de detener y las proclamaciones de la candidatura fueron organizadas en varia provincias con listas de apoyo.

La fusión pudo hacer poco más que continuar su campaña de propaganda, a sabiendas de que solo la maquinaria intervencionista del gobierno podía imponer a Varas como presidente.

Varas acabo con el asunto cuando envió una carta al comité del Partido Nacional dejando en claro que su decisión de no competir por la presidencia era irrevocable, fundamento su decisión en que como ministro del interior estaría obligado a intervenir en las elecciones lo que difícilmente le daría al nuevo gobierno la fuerza moral que necesitaría.

Los líderes del Partido Nacional hicieron un último esfuerzo al respecto, rehusándose a publicar la carta y manifestándole a Varas que lo elegirían contra su propia voluntad, pero Varas replico que si lo hacían, el abandonaría el país, por lo que la carta fue publicada.

Muchos de los seguidores del Partido Nacional se desilusionaron con el retiro de su héroe.

Al resistir a la tentación, Montt y Varas aprobaron su examen como estadistas.

La figura emergente de José Joaquín Pérez

La tarea para Montt y los miembros del Partido Nacional fue encontrar un nuevo presidente, tras lo cual el nombre del general Bulnes fue una vez más reflotado, así como lo del Rafael Larraín Moxó, Silvestre Ochagavía; pero ninguno de ellos genero un entusiasmo significativo éntrelas filas del Partido Nacional.

La fusión, ni siquiera se molesto en hacer campaña para las elecciones parlamentaria de marzo de 1861.

Tanto las elecciones parlamentarias como las municipales fueron la misma historia: ningún miembro de la oposición se ha acercado a las mesas, y el triunfo del gobierno ha sido unánime.

Esto dejo al partido Nacional con el control de la sucesión presidencial en sus manos.

El gobierno continuo con la mantención de un estricto silencio acerca de sus intenciones.

Los líderes de la fusión aparentemente enviaron a Montt u los líderes del Partido Nacional algunos nombres que resultaban ser aceptables, tomando en cuenta que el objetivo era evitar la revolución por medio de un cambio de política que inaugure un gobierno de conciliación y tolerancia.

Más tarde el gabinete se reunió con el presidente Montt para votar en base a una “lista pequeña” de posibles candidatos compuesta por Pérez y Ochagavía. Se informo que el gobierno y la oposición habían llegado a un acuerdo en torno a la figura de Pérez.

El 2 de abril de 1861 poco después de las elecciones parlamentaria, los líderes del Partido Nacional se reunieron nuevamente y propusieron formalmente a José Joaquín Pérez como el candidato del Partido Nacional

Pérez estaba a un mes de cumplir los 70 años, pero con una salud solida. Su experiencia diplomática en EEUU, Francia y Argentina, y su reputación como pelucón moderado que se había quedado con Montt, luego de la deserción Conservadora, sumada a su imagen pública amigable y de buen humor, lo convirtieron en una figura ideal para ocupar la presidencia.

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La oposición asumió en forma instantánea que se trataba de un nuevo comienzo para el país.

Pérez era una persona capaz de recoger las enseñanzas dejadas por los recientes sacudimientos violentos y alguien que evitaría circundar por los aminos peligrosos que conducen al abismo. El Partido Nacional no deseaba que Pérez fuese visto de esa forma y lo presento como un líder que mantendría la tradición autoritaria, no obstante su intención de conducir una política progresista conservadora. Esto no presento problemas ante aquellos conservadores con un apego al ideal de los gobiernos fuertes y alerto someramente a algunos liberales quienes aun estaban nerviosos debido a que vislumbran una posible desintegración de la fusión.

La fusión fue rescatada por el arzobispo Valdivieso, quien retorno a chile y cuyas recepciones en Valparaíso y Santiago fueron asistidas por miles de personas. La pasión política de mezcla con la pasión religiosa.

Los liberales veían a Valdivieso como un ariete que les sirve para derrocar al gobierno.

La fusión por su lado, no vio contradicción alguna en el acoger la candidatura de Pérez y mantener al mismo tiempo sus ataques contra Montt y Varas.

La acogida de la candidatura de Varas fue en todo caso sincera debido a que se daban todas las razones para suponer que Pérez adoptaría una política tendiente a “la unión, la paz, la concordia” y en ese sentido se podría decir que la oposición también lo había proclamado.

La elección de Pérez en junio de 1861 fue inevitable, absteniéndose la fusión de votar.

Pérez estaba confiado en que las reformas que hoy se juzgan más temerarios, se verán cumplidas. Se necesita solo paciencia y perseverancia para la obra, sus intenciones eran rectas y puras.

De hoy en adelante no será difícil gobernar Chile, porque el poder se ha elevado sobre todo.

El triunfo de la fusión

El ascenso al poder del presidente Pérez el 18 de septiembre de 1861, fue saludado por una multitud jubilosa. Era “La esperanza de Chile”

Pérez probó ser un fuerte defensor de la libertad de prensa incluso cuando la prensa lo critico o satirizo incluyendo caricaturas suyas

El nuevo presidente recibió a un par de delegaciones, una de las cuales estaba compuesta por cien jóvenes de las principales familias de Santiago y la otra formada por unos dos mil artesanos.

Una semana antes de que asumiera el cargo, Pérez ya habría recibido a otro grupo de artesanos que se congregaron y manifestaron dispuestos a organizar una sociedad mutualista con el nombre de la unión, llegando a abrir ese mismo año una escuela nocturna, contando con la presencia de Pérez y su gabinete para la celebración

Otra sociedad mutualista siguieron los pasos, floreciendo en forma modesta en el nuevo clima político, aparecieron también otras formas de asociación cívica como las compañías de bomberos, las nuevas asociaciones políticas y católicas, las logias masonas, todas las cuales fueron fortaleciendo la sociedad civil y las bases fundadoras de la liberalización del país

Pérez hablo de la reconciliación nacional y de su anhelo de contar con un gobierno de todos y para todos. Envió un proyecto de amnistía general al congreso.

Comienza bien su gobierno, substrayéndose a las exigencias de los partidos y gobernando solo conforme a la ley y a la honradez. Todos están contentos con él, excepto los más fanáticos sectarios del pasado gobierno. El gobierno cuenta siempre con la unanimidad en las simpatías de la opinión.

A pesar de su estilo conciliador, era poco probable que el gabinete del alcalde se prolongara por mucho tiempo porque la fusión no estaría satisfecha hasta que hubiere tomado el control del gobierno, mientras los miembros del partico nacional continuaban presionando al presidente, la fusión fortalecía su posición.

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La victoria de la libertad chilena, podríamos decir que fue lograda no en el campo de batalla sino en los salones y comedores de Santiago.

El presidente tenía la capacidad de olfatear los vientos que prevalecerían, pero rehusó en demasía, con lo que los políticos comenzaron a descubrir que en realidad Pérez nunca se apuraba por nada. Es un hombre excelente, sencillo, sagaz, ilustrado y con más energía de la que se cree, pero es perezoso y marcha con demasiada lentitud, esperando de los sucesos lo empujen.

El nombramiento del ideólogo liberal Lastarria fue un símbolo particularmente elocuente del quiebre que impuso Pérez en relación al pasado.

La formación del primer gabinete de la fusión fue saludada con escenas de entusiasmo delirante, con multitudes de gente en las calles. Mediante el patriotismo y noble corazón del presidente de la republica, asistimos en estos momentos a la resurrección de los pueblos.

No todo el entusiasmo fue de carácter estrictamente positivo ya que, había en sus hosannas más rencor y venganza que amor y complacencia. Sin embargo, había algo drásticamente nuevo en el ambiente chileno a comienzos de la década de 1860 debido a que el nuevo estilo del presidente era muy distinto al de su predecesor. Sus morales eran mucho más afables, era feliz, bromista; estas cualidades eran precisamente las que se necesitaba para inducir a un ánimo de calma luego de la década anterior. Su ejemplo contribuyo a reforzar el nuevo consenso, demostrándole a la ciudadanía que la pasión política, incluso cuando era intensa, no llevaba automáticamente a una catástrofe.

Pese a toda su indolencia y escepticismo, Pérez merece ser recordado como uno de los grandes presidentes de Chile, acepto desde el comienzo que gobernaría en asociación con el partido mayoritario o alguna coalición, con lo que se demuestra una vez más que estaba consciente de las corrientes que prevalecerían.

La fusión fue exitosa al mantenerse sin muchos problemas como una alianza de gobierno, aunque tanto las identidades liberales como las conservadoras se mantuvieron distinguibles unas de otras.

Varios liberales independientes se distanciaron de la fusión; los liberales tampoco fueron capaces de mantener en el redil a la facción radical, surgiendo los “Liberales reformistas” o “rojos” o “radicales”.

Cuando la alianza Liberal-Conservadora fue formalmente renovada en noviembre de 1863.

Las fuertes tendencias hacia lo laico de los radicales les permitieron encontrar un interés común con los miembros del partido Nacional en relación a las afinidades anticlericales y unirse a ellos en la oposición a la fusión. Chile pudo haber consolidado una división política bipartidista permanente, pero la diversificación implicada en el realineamiento de 1857-1858 llevo a que el país, o la nación política, se sintieran más a gusto con un sistema multipartidista, el que se ha mantenido vigente en chile desde entonces.

“El porvenir es nuestro”

Para completar su triunfo la fusión necesitaba controlar el congreso además del gabinete, pero los parlamentarios del partido nacional se mantuvieron leales a su agrupación y recurrieron a una obstrucción sistemática contra la fusión.

Su gabinete puso contrarrestar la hostilidad parlamentaria a través de la activa movilización de la opinión en diputaciones leales al presidente Pérez o en demostraciones públicas.

Todo lo que el gabinete de Tocornal necesitaba hacer, era esperar las elecciones parlamentarias de marzo de 1864, pero independiente e la propaganda critica utilizada con anterioridad respecto de las elecciones, la fusión no tenía interés alguno en abandonar la posibilidad de la intervención electoral porque era simplemente demasiado útil. Las elecciones permitieron al gobierno obtener una mayoría.

Ante el nuevo panorama se abrieron las posibilidades para efectuar reformad constitucionales.

En 1868-1869 en forma precursora os radicales y los liberales independientes se juntaron con varios jóvenes monttvaristas para formar una red de clubes de reforma en Santiago y las provincias, desarrollando una convención nacional. La fuerte presencia de monttvaristas en ese movimiento fue especialmente significativa porque implico el

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marchitamiento definitivo de la antigua tendencia pelucona autoritaria que había jugado un papel tan importante durante gran parte de la historia de chile.

El programa reformista fue de hecho un reflejo del liberalismo puro: libertad electoral, expansión del derecho a voto, el principio de la libertad industrial, y una reducción del poder presidencial, las reformas constitucionales comenzaron a implementarse solo 7 años después del triunfo de la fusión den 1864 con el establecimiento de la prohibición de reelección inmediata de los presidentes en la constitución de 1833.

El triunfo de la fusión Liberal-Conservadora en el cambio de gabinete de julio de 1862 y la elección de 1864 marcaria el fin de una fase de la historia de chile

El periodo conservador, después de todo, las memoria de la era colonial y sus prácticas autoritarias se mantuvieron vigentes.

Los conservadores recientemente crearon el marco dentro del cual se pudo desarrollar el chile una vida política civilizada más liberal, ellos al parecer aseguraron el activismo de la oposición, el que fue canalizado por las vías constitucionales.

Los liberales también contribuyeron a crear la tradición nacional al desafiar a los conservadores a cumplir con los ideales políticos que ambos partidos proclamaron constantemente

A mediados de la década de 1860, la corriente del liberalismo llego a ser irresistible. En la disputa entre el orden y la libertad, fue la última la que triunfo en definitiva y sin sacrificar el orden.

La prolongada dictadura de las décadas de 1970 y 1980 nunca fue capaz de inculcar a los chilenos algún corpus de principios más poderosos o persuasivos que aquellos de la democracia liberal.