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PANCHO Y YO

TextoÓscar María BarrenoIlustracionesPaola PaolucciDiseño y MaquetaciónMayra Paredes Ortega

El presente documento se encuentra protegido por Licencia Creative Commons Versión 4.0: BY - SANoviembre de 2017 (www.creativecommons.org)

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A Juan, eternamente. A Adriano. Y a mi sobrino David. A los tres, mil besos.

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Julia y su amigo Pancho son dos amigos singu-lares. Ella es una niña delicada, y él un perro sin modales.

Se conocieron cuando Pancho era cachorro. No le gustaba jugar con sus hermanos de camada a correr y a saltar, y pasaba las horas enganchado a la teta de su mamá. ¡Anda que no tenía morro!

Cuando Julia vio al cachorro mamando constan-temente, no lo dudó ni un momento, y se llevó al perrito Pancho a su nuevo apartamento.

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En el apartamento jugaban a saltar sobre el sofá, a profesoras y a médicos, y a las mamás y a pa-pás. Pero Julia y su perro Pancho crecían año tras año. Pancho se hizo un perro grande y Julia cumplió veinticuatro. Y para celebrar el cumple, fueron juntos al teatro.

En el teatro, la gente observa con atención todo lo que ocurre en escena. Menos Pancho, que duer-me en la butaca y sueña con su deliciosa cena.

La gente se acerca al ropero, ha terminado la fun-ción. Y allí está Pancho mordiendo cuatro abri-gos de visón.

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A Julia le gusta la música de orquesta: a la ópe-ra siempre acude con largos vestidos de fiesta. Pancho en cambio tiene tres amigos: un gato, un gallo y un burro que se llama Platero, con los que hace música en la calle para conseguir dinero.

Cuando Julia y Pancho van en coche, Julia baja los cristales, porque Pancho tiene serios proble-mas de gases, pero no de ventilaciones.

Y cuando la ventana está bajada, Pancho asoma la cabeza, dejando caer su baba. Un motorista que pasa, contra la baba tropieza.

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¡Ay pobrecita Julia, que está tan desesperada! Quie-re enseñar a Pancho a comer sentado en la mesa, pero Panchito es más bruto que un fiero perro de presa. Aun así, Julia se empeña en enseñarle modales, y a vestir con elegancia, a comprar le ha llevado a unos centros comerciales, y le ha vestido con trajes de lo mejorcito de Francia.

Nada más salir de la tienda, repeinado y bien vesti-do, con el mejor de sus trajes, Julia le busca trabajo en una agencia de viajes.

Pancho acompaña a turistas a ver grandes monu-mentos. Y los turistas, sorprendidos, no dan crédito a lo que ven: Pancho se acerca a una estatua y orina sobre sus pies.

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La pobre Julia ya no sabe cómo hacer para darle una educación de altura, porque Pancho se re-vuelve entre cubos de basura.

Cuando llegan a casa, Julia le prepara un buen baño con el agüita caliente. Y a Pancho, del gus-tito que siente, se le escapan tres burbujas de un aroma maloliente.

La paciencia de Julia se agota y lo saca de la ba-ñera, y le dice que un buen día le abandona en la perrera.

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Pero cuando van al sofá y juntos miran la tele, Julia sonríe y piensa que Pancho es lo que más quiere.

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