oro: el establecimiento del orden c. 1500-1914 · el descubrimiento español del nuevo mundo ha...

16
PRIMERA PARTE ORO: EL ESTABLECIMIENTO DEL ORDEN c. 1500-1914 Guerra_oro_I_4.indd 17 28/04/15 18:10

Upload: vanthu

Post on 10-Oct-2018

213 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

PRIMERA PARTE

ORO: EL ESTABLECIMIENTO DEL ORDEN c. 1500-1914

Guerra_oro_I_4.indd 17 28/04/15 18:10

Guerra_oro_I_4.indd 18 28/04/15 18:10

19

i

EL SUDOR DEL SOL

E l viejo gotoso permaneció sentado e inmóvil durante toda la ce-remonia, con sus mal encajados anteojos, en medio de la pompa del Gran Salón del palacio de Bruselas. El propio salón estaba adornado con ricos tapices, entre ellos uno con escenas de la vida de Gedeón, el asesino de madianitas. Carlos V, el Sacro Emperador Romano, había decidido abdicar a su trono y esta ceremonia, el jueves 25 de octubre de 1555, era el punto culminante de una serie de actos mediante los cuales renunciaba al poder. Como gobernante hereditario de Holanda, Carlos había convocado ante él a los Estados Generales, una especie de parlamento, para que fuesen testigos de su último acto de abjuración.1

Entonces el emperador procedió a justificar su vida. Desde el mo-mento de su elección como Sacro Emperador Romano en 1519, a Carlos lo habían limitado sus extraordinarios compromisos. Su vida como emperador había estado marcada por una sucesión casi inter-minable de campañas militares contra monarcas rivales de Europa, especialmente el rey francés, Francisco, contra los turcos otomanos y, últimamente, contra la herejía y la rebelión en Alemania. Como cabe-za de la familia imperial de los Habsburgo, y como heredero, por la línea materna, de la corona española, Carlos había emprendido aven-turas militares que habían acabado provocando una crisis financiera. En el transcurso de su reinado, había logrado obtener préstamos sin precedentes de los centros financieros del Europa occidental. Entre 1520 y 1532, había pedido prestados 5,4 millones de ducados. Hacia el final de sus días como emperador, entre 1552 y 1556, ya debía una suma de 9,6 millones de ducados. (De acuerdo con los valores actua-les, eso equivale más o menos a seiscientos millones y mil millones de dólares respectivamente, tasando el oro a mil dólares la onza). El ducado era una moneda veneciana introducida en 1284 que, junto al

Guerra_oro_I_4.indd 19 28/04/15 18:10

20

el oro y el caos

florín florentino, fue la más usada en Europa durante todo el periodo medieval y los comienzos de la modernidad.2 El aumento de los gas-tos había venido acompañado por un incremento en la tasa de interés que Carlos tenía que pagar a sus banqueros. Habiendo pagado un interés anual de cerca del dieciocho por ciento sobre los préstamos recibidos en la década de 1520, en la década de 1550 se le exigieron unos intereses de casi el cincuenta por ciento.3

El hijo de Carlos, Felipe, un hombre delgado que no llegaba a los treinta, con el cabello rubio y el famoso mentón prominente de los Habsburgo, se enfrentó a enormes dificultades financieras. Y adoptó una medida drástica. Al ascender al trono con plenos poderes en julio de 1556, el joven monarca descubrió que todos los ingresos españoles habían sido comprometidos para pagar los préstamos y sus intereses. Ante esta perspectiva, el nuevo rey simplemente suspendió todos los pagos a sus banqueros en enero de 1557.4 Felipe recurrió varias ve-ces al truco de declararse en bancarrota: el 1 de septiembre de 1575, anunció la segunda de su reinado. La suspensión de los pagos a los banqueros por segunda vez creó agitación entre las tropas españolas en Holanda, una frustración que provenía del impago de sus salarios. Al pasar los meses, los soldados se volvieron cada vez más incontrola-bles. El 4 y el 5 de noviembre saquearon la ciudad de Amberes. Este suceso ha sido recordado largo tiempo como la “furia española” de Amberes en 1576.5

Las humillantes declaraciones de bancarrota y la constante nece-sidad de más dinero no estaban previstas cuando se produjo el gran descubrimiento del tesoro del Nuevo Mundo. Los historiadores y es-critores de la corte española habían celebrado con prosa acaramelada el inesperado golpe de suerte que supusieron el oro y la plata de las Indias. Pedro Mejía escribió en su Historia del emperador Carlos V (1545) que “Dios reservó a este príncipe el gran favor y fortuna de descubrir las provincias del Perú, donde se ocultaba tan gran tesoro de oro y plata, cuyo igual no vieron los siglos pasados, ni creo yo que habrán de creer los venideros”.6

Las circunstancias en las que se produjo la entrada en España de aquel fuerte flujo de oro y plata habían sido extraordinarias. Un pu-

Guerra_oro_I_4.indd 20 28/04/15 18:10

21

el sudor del sol

ñado de aventureros españoles, en las primeras décadas tras el descu-brimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, habían conquista-do y prácticamente esclavizado un continente entero, hasta entonces desconocido para los europeos. El descubrimiento español del Nuevo Mundo ha sido llamado el “mayor acontecimiento de la historia”.7 Sus protagonistas, hombres como Hernán Cortés y Francisco Pizarro, se hicieron célebres en vida. Entre las poblaciones nativas, los espa-ñoles eran vistos como superhombres, dotados de poderes mágicos y de una codicia sobrehumana. “Aunque se trocasen en oro las nieves de los Andes aún no quedarían saciados”, comentó Manco, el noble inca que se encontró con Pizarro en la década de 1530. En México, Cortés les dijo a los aztecas que él y sus hombres “padecían de una enfermedad del corazón que solo podía curarse con oro”.8 El impulso inicial detrás de los viajes de descubrimiento había sido encontrar oro, mezclado con las puras ansias de aventura que siempre han sen-tido los jóvenes de todas las culturas. Las mentes de los jóvenes espa-ñoles, en los años que siguieron a 1492, estaban excitadas, como dijera W. H. Prescott, el gran historiador norteamericano de la conquista del Perú, por “las llameantes imágenes de El Dorado, donde las arenas chispeaban con gemas y guijarros de oro tan grandes como huevos de pájaro”.9 Un joven conquistador e historiador de aquella época, Pedro Cieza de León, se animó a navegar hasta Perú tras contemplar cómo descargaban enormes montones de oro inca en Sevilla: “Mientras viva no podré apartarlo de mi mente”.10

El propio Hernán Cortés fue el conquistador arquetípico. Nació al-rededor de 1480 en el seno de una familia de la pequeña aristocracia, y recibió una educación en letras en la universidad de Salamanca, donde se dice que aprendió latín, mas no era para él la vida seden-taria de un funcionario estatal o un sacerdote. Viajó por primera vez a las Indias en 1506. Su carácter combinaba varios elementos con-tradictorios: era cauto y sereno, y se jactaba de su desdén por las comodidades materiales; no obstante, su gusto por las mujeres era tan notorio como larga la lista de sus conquistas sexuales durante su campaña militar en México. Pese a las ambivalencias de su naturale-za, nadie ha disputado la magnitud de lo que se logró, aun a costa de

Guerra_oro_I_4.indd 21 28/04/15 18:10

22

el oro y el caos

tantas vidas, con la conquista de México. Cortés siempre demostró ser un excelente comandante, con un temperamento sobremanera ecuánime, y capaz de improvisar creativamente en medio de la ad-versidad. Hablaba a sus hombres en un tono firme e imperturbable que a menudo resultaba inspirador.11

Con las hazañas de Cortés en México rivalizaban las de Francisco Pizarro en Perú. Ambos hombres, al igual que los demás conquistado-res, soportaron extraordinarias privaciones a lo largo de aquella gesta, y a menudo fueron crueles. La “rudeza física” y la “pura determi-nación” de los conquistadores “ciertamente nunca ha sido superada […] Como tampoco es fácil que acuda a la mente otro ejemplo tal de duplicidad, codicia y crueldad absoluta y desenfrenada”.12 El éxito de Pizarro en Perú fue todavía más espectacular que los triunfos de Cortés en México, aunque Pizarro tenía muchísimos menos soldados. Al margen de los relativos méritos de las campañas militares en Perú y México, el resultado fue un flujo considerable de oro y sobre todo de plata hacia España que, durante las siguientes décadas, habría de transformar la economía de Europa occidental.

Francisco Pizarro había nacido en Trujillo, un pueblo de Extrema-dura, a finales de la década de 1470. Era de hecho primo lejano de Hernán Cortés, cuya abuela, Leonor, era una Pizarro. Siendo el hijo ilegítimo de un soldado, sus perspectivas eran poco halagüeñas, y es bastante probable que en su juventud fuera porquerizo, ya que los cerdos eran importantes en la economía de la zona.13 Pese a ser anal-fabeto y pobre, era valiente y decidido. Ya en 1502 había abandonado España para viajar al Nuevo Mundo y, con los años, llegó a hacer fortuna en la nueva colonia española de Panamá. En 1532, arribó al Perú acompañado tan solo por ciento sesenta y ocho hombres. La mayoría rondaba los veinte o treinta años, y eran más una banda que un batallón regular de soldados: el espíritu de la expedición era una “fiebre del oro” combinada con la “convicción de una cruzada”. Lle-garon al Nuevo Mundo para mejorar, para “valer más”, en el lenguaje de la época, lo cual significaba adquirir no solo riquezas sino también honor y estatus social.14 Estos hombres procedían generalmente de las clases desposeídas; eran pobres y ambiciosos. De los ciento sesenta y

Guerra_oro_I_4.indd 22 28/04/15 18:10

23

el sudor del sol

ocho que siguieron a Pizarro, solo una cuarta parte, aproximadamen-te, podía jactarse de poseer la menor huella de linaje noble, y ninguno tenía derecho a ser llamado “don”, título que por entonces estaba reservado para quienes tenían estrechos vínculos familiares con la nobleza en Castilla.15

El propio Pizarro ha sido descrito como un hombre “célebre por sus dotes de liderazgo”, con una resistencia extraordinaria que le per-mitía soportar las circunstancias más difíciles. Como muchos buenos líderes, tenía un trato agradable y era popular entre sus hombres. Con ellos, o con los incas que se habían ganado su favor, era modesto y gentil. Su vestimenta era austera, incluso anticuada, pues nunca abandonó la casaca negra que llevara en su juventud. Años después, con un humor más cordial, solía vestir el abrigo de piel que Cortés, su primo conquistador, le había enviado desde México. Sin embargo, en contraste con el talante afable que mostraba a sus paisanos, Pizarro podía ser despiadado cuando era necesario, llegando a matar indios tan solo para obtener una ventaja psicológica.16

Fue una suerte para él y para sus ambiciosos hombres, ávidos de oro y de tesoros, que una guerra civil estuviese desgajando el imperio inca justo en el momento de su llegada. El último gobernante independien-te de Perú, Huayna Cápac, había reinado sobre su imperio desde 1498 hasta 1527; era un hombre poco activo y enfermo, puede que de sífilis. A su muerte dejó dos vástagos: Huáscar, hijo de su primera esposa; y Atahualpa, hijo de la segunda, una princesa de una tribu norteña con-quistada por el Inca. Al parecer, Huayna había contemplado entregar una porción del reino a cada uno de sus hijos: Atahualpa gobernaría el norte, y Huáscar, que era el primogénito, el sur. Pero al morir el viejo emperador, sus hijos se negaron a ceder y ambos reclamaron toda la herencia para sí.17 Se inició una feroz guerra civil en la que triunfó Ata-hualpa. Esta guerra civil fue el contexto que permitió a Pizarro y a su pequeña banda alcanzar sus espectaculares victorias.

La rivalidad entre Pizarro y Atahualpa, el choque de dos culturas y mentalidades diferentes, ha fascinado desde siempre a historiadores y dramaturgos. En La real cacería del sol, el dramaturgo Peter Shaffer retrata a Atahualpa y a Pizarro como representantes de dos civiliza-

Guerra_oro_I_4.indd 23 28/04/15 18:10

24

el oro y el caos

ciones opuestas. En el segundo acto de la obra, Atahualpa le dice a Pizarro: “Tú quieres oro. Lo sé. Habla”, a lo que Pizarro responde sencillamente con una pregunta directa: “¿Tú tienes oro?” Atahualpa le replica: “Es el sudor del sol. Me pertenece”.18 El proceso mediante el cual Atahualpa cayó en manos de Pizarro parece casi milagroso. Los españoles lograron hacer lo mismo que en México, capturando al cabeza del imperio y haciéndose de este modo con el control. Era la estrategia suprema de la “decapitación”. Cortés la aplicó en México apresando a Moctezuma; Pizarro hizo lo mismo con Atahualpa. Es fácil pintar a los españoles como guerreros crueles e inmisericordes que no mostraban piedad ni compasión por los indios, pero habría que recordar la naturaleza sanguinaria del imperio inca. El propio Atahualpa no ocultaba sus intenciones hacia los españoles. Había in-tentado secuestrar a Pizarro, y capturar y criar los caballos españoles, que eran lo que más admiraba de los invasores. También habría sacri-ficado algunos soldados españoles al sol, el dios del que los empera-dores incas se consideraban descendientes; a otros los mandó castrar para que sirvieran como eunucos de su casa y custodiaran a sus muje-res.19 La notable audacia y el temple de los españoles sorprendieron al emperador inca. Armados con arcabuces y cañones, los hombres de Pizarro le prepararon una ingeniosa trampa: luego de invitarlo a una cena de conversaciones en Cajamarca, una ciudad a tres mil metros de altura en la cordillera de los Andes, le tendieron una emboscada en la que murieron siete mil incas. Atahualpa fue capturado. Entonces fue cuando el líder inca ofreció su famoso rescate.

Pizarro preguntó a Atahualpa cuántos tesoros entregaría a los es-pañoles para comprar su libertad. Atahualpa, afectando indiferencia, respondió que les daría una sala llena de oro. La estancia medía siete metros de largo por cinco de ancho y se llenaría, según el líder inca, hasta una altura de dos metros con diversos objetos de oro: “jarras, vasijas, baldosas, y otras piezas”.20 Atahualpa prometió entregar tam-bién una cantidad aún mayor de plata, “las lágrimas de la luna”, como la llamaban los incas. Prometió que todo esto sería entregado en dos meses. Durante su estancia en Cajamarca, los españoles observaron que Atahualpa tenía aproximadamente “treinta años, era de buena

Guerra_oro_I_4.indd 24 28/04/15 18:10

25

el sudor del sol

apariencia y modales, aunque algo macizo”. Tenía un “rostro grande, apuesto y fiero, con ojos enrojecidos de sangre”. Comentaron que hablaba “con mucha gravedad, como un gran gobernante”.21

Tras meses de cautiverio, y después de haber proporcionado abun-dante oro y plata a sus captores, Atahualpa fue juzgado por cargos amañados de traición a los españoles. Pizarro lo acusó de intentar es-capar y de ordenar que un ejército viniese a liberarlo. La conclusión de aquel episodio era tal vez inevitable, dada la obsesión de los espa-ñoles por el oro, y su vulnerabilidad en aquella tierra desconocida, a miles de kilómetros de España. El 26 de julio de 1533, las trompetas saludaron a Atahualpa mientras era conducido a la plaza mayor de Cajamarca. Pizarro lo colocó sobre una plancha de madera. Casi a manera de burla, el infortunado monarca inca, que había gobernado uno de los mayores imperios del mundo, recibió los sacramentos de un cura que los españoles habían traído, el padre Valverde. Ata-hualpa recibió una breve introducción a los artículos de una fe que apenas entendía. Después, extrañamente, solicitó el rito del bautis-mo, y le fue administrado. Recibió el nombre de “Francisco”, tal vez en homenaje a su captor. Tras las ceremonias formales, Atahualpa murió en el garrote.22

El trasfondo de la conquista de los incas es significativo porque Perú era la fuente más importante del flujo de oro y plata hacia Europa. El término “Perú” se aplicaba en el siglo xvi “a toda la América del Sur, no solo a los territorios que hoy llevan este nombre”.23 El imperio de Atahualpa, el último Sapa Inca, o emperador, había sido rico en oro y plata. Fue en Perú donde tuvo lugar el último descubrimiento minero en el Nuevo Mundo. En abril de 1545, un pequeño aristócrata indio, llamado Diego Gualpa por los españoles, subió a una colina en busca de un santuario y fue arrojado al suelo por una fuerte ráfaga de vien-to. Se sorprendió al ver que sus manos aferraban mineral de plata, e informó de su descubrimiento a algunos escépticos aventureros es-pañoles que andaban cerca. Al explorar más, aparecieron cinco ricos filones de plata en Potosí, lo que desencadenó enseguida una fiebre de la plata.24 Lo que “se convirtió en el símbolo del enriquecimiento rápido” a los ojos del mundo fue la plata, no el oro. Para los franceses

Guerra_oro_I_4.indd 25 28/04/15 18:10

26

el oro y el caos

del siglo xvi el término “Perú” llegó a ser simplemente sinónimo de fabulosa riqueza.25

Los depósitos de Potosí, situados en la actual Bolivia, fueron des-critos como “una ‘montaña de plata’ de diez kilómetros de perímetro sobre una meseta remota y desolada, a cuatro mil metros sobre el ni-vel del mar”. La ciudad, construida a raíz del descubrimiento, creció rápidamente gracias al flujo de inmigrantes. En 1555, solo diez años después, la población de Potosí había aumentado de cero a cuarenta y cinco mil personas. Tan solo cincuenta y cinco años más tarde, en 1610, alcanzaría un pico de ciento sesenta mil.26 El trabajo voluntario de muchos inmigrantes era complementado por brigadas de mine-ros, reclutadas bajo el sistema de mitas, que prescribía que las aldeas indias que se encontraban dentro de cierto radio respecto a Potosí debían enviar a una parte de sus habitantes para trabajar en las mi-nas. Este sistema no fue abolido hasta 1812. Cada año los indios de la región prescrita tenían que enviar “aproximadamente una séptima parte de sus varones adultos a trabajar en las minas y refinerías de Potosí”; unos trece mil quinientos hombres, según se estima. La aldea o ciudad más lejana desde donde llegaban los mitayos era Cuzco, la capital histórica del imperio inca; desde allí los reclutas viajaban durante dos meses cruzando los Andes, hasta completar el trayecto de mil kilómetros. Una vez en Potosí, los mitayos trabajaban una de cada tres semanas, y con este fin a su llegada los jefes dividían a los hombres contratados en tres turnos. Las condiciones de trabajo en las minas se hicieron proverbiales por su dureza y su crueldad. El mitayo tenía una jornada de doce horas diarias, con solo una hora de descanso al mediodía, en una mina de hasta ciento cincuenta metros de profundidad, donde el aire era “espeso y maloliente, estancado en las entrañas de la tierra”, y el rudo trabajo físico se realizaba en una oscuridad casi total, con las velas como única fuente de iluminación.27

La corona española no poseía, ni administraba, las minas direc-tamente. La participación de los Habsburgo en las ganancias de la riqueza mineral del Nuevo Mundo tomó la forma de un impuesto: el quinto real. Como su nombre indica, esta tasa equivalía al veinte por ciento de cada onza de oro y plata extraída del Nuevo Mundo, y que

Guerra_oro_I_4.indd 26 28/04/15 18:10

27

el sudor del sol

era descargada en Sevilla, el único puerto autorizado en Europa para la entrada de los tesoros españoles llegados del oeste. En un periodo de apenas ciento sesenta años, se ha estimado que arribaron a Sevilla dieciséis mil toneladas de plata, suficiente para triplicar las existen-cias de ese metal en Europa, mientras que en el mismo periodo solo llegaron ciento ochenta y cinco toneladas métricas de oro, que incre-mentaron las reservas de oro de Europa en solo una quinta parte.28 La plata era el elemento clave de la riqueza imaginaria de España. Y era imaginaria, porque sus efectos sobre la monarquía española fueron ines perados y conducirían, a la larga, a su bancarrota y a su pérdida de influencia en los asuntos mundiales.

Para comprender el efecto, bastante sorpresivo, de la afluencia de oro y plata, tenemos que analizar el contexto estratégico general del siglo xvi. España no utilizó su riqueza recién adquirida para construir infraestructura alguna, ni para incrementar a largo plazo su poten-cial productivo. Más bien, “dilapidó la riqueza procedente del Nuevo Mundo en la primera guerra global”.29 La plata del Nuevo Mundo fue utilizada para financiar tropas que guerrearon sucesivamente contra los franceses, los turcos, los holandeses y los príncipes protestantes alemanes. La España de los Habsburgo estaba perpetuamente en gue-rra, y los recursos del Nuevo Mundo se invirtieron generosamente para pagar estas campañas. Según Earl Hamilton, el gran estudioso norteamericano de la economía imperial española del Nuevo Mundo, “los historiadores por lo general coinciden en que el oro y la plata americanos avivaron las llamas del imperialismo de los Habsburgo”. Estas riquezas “aportaron elementos para la guerra” y “constituyeron un factor importante de la agresiva política exterior de España”.30 Dentro de la propia España, fue el puerto de Sevilla el único que se benefició del tráfico del oro y la plata del Nuevo Mundo. Fue allí donde se fundó la Casa del Comercio, un organismo público para la regulación y desarrollo de los intercambios con el Nuevo Mun-do. Sevilla fue también la sede del Consejo de Indias, y del Archivo General de Indias, donde se encuentran los extraordinarios registros que documentan los cinco siglos del imperio americano español. No es casual que cuatro de las óperas más famosas de la era moderna

Guerra_oro_I_4.indd 27 28/04/15 18:10

28

el oro y el caos

—Las bodas de Fígaro y Don Giovanni de Mozart, El barbero de Sevilla de Rossini y Carmen de Bizet— tuvieran por escenario esta ciudad, que en 2011 tenía tan solo setecientos mil habitantes. Sevilla en los siglos xvi y xvii fue uno de los mayores centros financieros del mundo. Para afianzar su posición, en 1572 Felipe II designó esta ciudad como el único destino legal del comercio americano, estatus que conservaría por ley hasta 1717.31 En Sevilla, la afluencia de lingotes de oro y plata ofrecía una oportunidad incomparable de “adquirir gran riqueza con el comercio”, lo que “atraía a la nobleza del país y a comerciantes extranjeros y de otras regiones de España”.32

Los Habsburgo tuvieron la desgracia de que su apuesta por la hege-monía mundial coincidió con una revolución de la tecnología militar que condujo a un “enorme incremento de la magnitud de los costes y la organización de la guerra”.33 Carlos V logró recabar préstamos ava-lados por el flujo constante de oro y plata que entraba en España. A falta de un banco central, la corona española dependía de banqueros privados, sobre todo de Génova, pero principalmente de los Fuggers de Augsburgo, con quienes los Habsburgo sostuvieron estrechas re-laciones durante el primer cuarto del siglo xvi. Es bien sabido que Jakob Fugger, en 1519, cubrió la mayor parte de los gastos electorales de Carlos V en su exitosa campaña por convertirse en emperador. Fu-gger aportó quinientos treinta mil florines de los ochocientos cincuen-ta mil que se invirtieron en sobornar a electores. (En términos del precio moderno del oro, esta contribución fue de aproximadamente sesenta millones de dólares estadounidenses, fijando el precio de la onza de oro en mil dólares).

Fugger se jactaba abiertamente de su influencia, declarando en una carta a Carlos en abril de 1523 que “es público y notorio, y tan claro como el día, que de no ser por mí no habría obtenido usted la corona romana”.34 A diferencia de los modernos bonos del gobierno, que cualquiera puede comprar, los préstamos que los Fuggers concedie-ron a Carlos derivaban principalmente de sus fortunas personales. La venta al público de la deuda del gobierno español (juros) no comenzó hasta la década de 1540, cuando los funcionarios españoles descubrie-ron que los mercaderes que comerciaban en las grandes ferias de Am-

Guerra_oro_I_4.indd 28 28/04/15 18:10

29

el sudor del sol

beres y Lyon estaban ansiosos de comprar acciones en los préstamos del gobierno.35 El que los soldados españoles en campaña exigieran recibir su soldada en monedas de oro generó un nuevo problema de gestión financiera. Como hemos comentado, la afluencia de plata desde el Nuevo Mundo era mucho más significativa que la de oro, y es probable que los banqueros genoveses, al servicio de la corona española, emplearan la plata americana para comprar las existencias de monedas de oro europeas.36 La plata americana solía hallar su camino hasta la Holanda española, la cual fungía como “centro de distribución desde donde […] pasaba a Alemania, al norte de Europa y a las islas británicas”.37

El mayor efecto del descubrimiento del Nuevo Mundo fue la in-flación derivada de ese auge en el suministro de metales preciosos. Los precios en España durante el primer cuarto del siglo xvii llega-ron a ser más del triple que cien años atrás, y aunque no parece un alza espectacular comparada con los incrementos actuales, para los contemporáneos marcó un cambio significativo.38 Un comentarista español observó en 1551 que en España “en tiempos cuando el dinero escaseaba más, los bienes vendibles y la mano de obra se ofertaban por mucho menos que después del descubrimiento de las Indias, que inundó al país de oro y plata”. Y algo más importante: se hizo eviden-te que “el dinero vale más donde y cuando escasea que donde y cuan-do abunda”. Un año antes, en 1550, Diego de Covarrubias se quejaba de que poco tiempo atrás “los bienes básicos, la comida, y todas las otras necesidades humanas eran tan baratas y los precios tan bajos que con un real del mismo peso que los de hoy se podía comprar lo que ahora no se puede comprar con diez, quince o veinte reales”.39

Pese a estas observaciones españolas, fue sin embargo un contem-poráneo francés quien se llevó acaso injustamente, el crédito de ser el primero en identificar el fenómeno de la inflación provocada por un incremento del suministro de oro y plata. Jean Bodin, abogado, diplomático y filósofo político, nació en 1530 cerca de Angers en Mai-ne, al noroeste de Francia. El historiador económico estadounidense Earl Hamilton comentó que “hasta donde yo sé, Jean Bodin […] fue el primero en demostrar mediante un cuidadoso análisis que las mi-

Guerra_oro_I_4.indd 29 28/04/15 18:10

30

el oro y el caos

nas americanas fueron la causa principal de la revolución de los pre-cios”.40 La doctrina que luego quedaría consagrada como la “teoría cuantitativa del dinero” es una ley fundamental de la economía. Se-gún un estudioso moderno, Bodin “ciertamente formuló una versión reconocible de la teoría cuantitativa del dinero” en La Response de Jean Bodin à M. De Malestroit, que publicó en 1568.41 La teoría cuantitativa del dinero postula simplemente que “el nivel de los precios es pro-porcional a la cantidad de dinero”.42 Como dijera Milton Friedman cuatro siglos después con sugestiva retórica: “la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario”.43 Cuatro siglos antes, Bodin había sido igualmente directo al adscribir las causas de los incremen-tos de precios: “La causa principal y casi única (que nadie ha mencio-nado hasta ahora) es la abundancia de oro y plata, que es mayor en este reino de lo que ha sido durante los últimos cuatrocientos años”. Bodin no tenía dudas de que los españoles eran los culpables de la subida de precios, puesto que cuando “el español se autoproclamó señor del Nuevo Mundo, allá las hachas y cuchillos se vendieron más caros que las perlas y las piedras preciosas”. Como consecuencia, “todo es más caro en España e Italia que en Francia, y más caro aún en España que en Italia”.44

Otros grandes economistas compartían el criterio de Bodin sobre la significación monetaria del descubrimiento español del Nuevo Mun-do. En el libro primero de La riqueza de las naciones, Adam Smith afir-maba que “el descubrimiento de las minas de América hizo disminuir el valor del oro y la plata en Europa”. Smith adujo también que, tras el descubrimiento de Potosí, “las minas de plata de Europa quedaron, en su mayor parte, abandonadas”, ya que el valor de la plata “se re-dujo tanto que su producción [en las minas de plata europeas] ya no lograba pagar los costes de su explotación […] y sacar alguna ganan-cia”. Volviendo a Inglaterra, Smith observó que la plata americana no parecía “haber tenido ningún efecto sensible en el precio de las cosas en Inglaterra hasta después de 1570; aunque las minas de Potosí habían sido descubiertas más de veinte años antes”.45

Pero de los economistas modernos fue John Maynard Keynes quien volvió más frecuentemente sobre el tema del descubrimiento de las

Guerra_oro_I_4.indd 30 28/04/15 18:10

31

el sudor del sol

Américas y su efecto sobre el mundo moderno. En 1930 escribió: “La era moderna se inauguró […] con la acumulación de capital iniciada en el siglo xvi. Creo […] que esto se debió inicialmente a la subi-da de los precios, y a las ganancias a que esto condujo, como resul-tado de los tesoros de oro y plata que España introdujo del Nuevo al Viejo Mundo”.46

Las posibilidades creadas por la expansión de España hacia las Américas, con el flujo de lingotes y tesoros que acompañó el descu-brimiento de nuevas minas, fascinaron a Keynes. En su Tratado del dinero (1930), habló de la “inflación de los precios” que “comenzó en 1519 cuando arribó el botín azteca, y terminó ya en 1588, el año de la Armada”; en una afirmación típicamente atrevida, declaró que esta inflación había “creado el mundo moderno”.47 Keynes describió la afluencia inicial procedente del saqueo de los incas conquistados por Pizarro y del “botín azteca de México” como “un monto insig-nificante”, reconociendo que era la “nueva producción de las minas de Potosí y de otros lugares con la ayuda de métodos mejorados de excavación”.

Al igual que Adam Smith, Keynes se dio cuenta de que en Inglate-rra la inflación se produjo en una fecha más tardía. Observó que allí “la sensacional subida de los precios no comenzó en realidad hasta después de 1550, tal vez no hasta 1560”. Según Keynes, los años “des-de (digamos) 1550 hasta 1600 fueron el periodo de las transformacio-nes revolucionarias en los precios, y ya en 1630 esta fase específica de la historia monetaria había llegado a su fin”. Keynes vinculaba el periodo de la “inflación de los precios” con “un periodo de auge nacional”, comentando que, como consecuencia del incremento de los precios, los ingleses estaban “en una posición financiera que les permitió asumir el coste de un Shakespeare en el momento en que este apareció”.48

La España imperial desarrolló un mercado para la deuda guber-namental, los juros, conocidos por los comerciantes financieros de Amberes. Sin embargo, no creó ningún banco central que organizase esa deuda gubernamental. Esta nueva institución sería inventada por los holandeses, y más tarde adaptada por los ingleses. España había

Guerra_oro_I_4.indd 31 28/04/15 18:10

32

el oro y el caos

descubierto el Nuevo Mundo y lo había incorporado a la estructura de poder de la política europea; mas otras potencias, empleando ins-trumentos financieros más sofisticados, no tardarían en eclipsar a los Habsburgo. El auge de los precios fue extremadamente importante por el impulso que dio a la clase mercantil. Como señalara Keynes: “un periodo de alza de los precios sirve de estímulo a las empresas y beneficia a los hombres de negocios”. Mientras los precios suban, el mercader o productor “preferirá generalmente comprar a vender […] Por lo tanto, si mes tras mes asciende el precio de las reservas en sus manos, siempre podrá vender a un precio mejor de lo esperado […] En un periodo así el negocio del comercio se vuelve indebida-mente fácil. Cualquiera que pueda pedir un préstamo y no tenga una excepcional mala suerte, logrará una ganancia que habrá hecho bien poco por merecer”.49 Fue el estímulo que dio a las empresas esta inflación general lo que, en opinión de Keynes, creó el mundo mo-derno. Entretanto Sevilla, con los enormes compromisos adquiridos y los imprudentes gastos estatales, fracasó totalmente en obtener algún beneficio estratégico perdurable de los logros de los conquistadores.

Guerra_oro_I_4.indd 32 28/04/15 18:10