orgullo y prejuicio y zombies

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ORGULLO Y PREJUICIO Y ZOMBIS Jane Austen y Seth Gráname-Smith 

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  • ORGULLO Y PREJUICIO Y ZOMBIS

    Jane Austen y Seth Grname-Smith

  • Algunos invitados, que haban tenido la desgracia de estar demasiado cerca de las

    ventanas, fueron atacados y devorados de inmediato.

    La clsica novela romntica de la Regencia, aderezada con unos zombis ultraviolentos

    que siembran el terror

    Umbriel Editores

    Argentina Chile Colombia Espaa Estados Unidos Mxico Uruguay Venezuela

    Ttulo original: Pride and Prejudice and Zombies

    Editor original: Quirk Books, Philadelphia, Pennsylvania

    Traduccin: Camila Batlles Vin

    Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin

    escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la

    reproduccin parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento,

    incluidos la reprografa y el tratamiento informtico, as como la distribucin de

    ejemplares mediante alquiler o prstamo pblicos.

    Copyright 2009 by Quirk Productions, Inc.

    Cover zombification and design by Doogie Horner

    Cover art courtesy the Bridgeman Art Library International Ltd.

    Interior illustrations by Philip Smiley

    Ail Rights Reserved

    First published in English by Quirk Books, Philadelphia, Pennsylvania This book was

    negotiated through Ute Krner Literary Agency

    de la traduccin 2009 by Cama Batlles Vin 2009 by Ediciones Urano, S.A.

    Aribau, 142, pral. - 08036 Barcelona

    www.umbrieleditores.com

    ISBN: 978-84-89367-71-5 Depsito legal: B. 37.232 - 2009

    Fotocomposicin: APG Estudi Grfic, S.L.

    Impreso por Romany Valls, S.A. - Verdaguer, 1 - 08786 Capellades (Barcelona)

  • Impreso en Espaa - Printed in Spain

    1

    Es una verdad universalmente reconocida que un zombi que tiene cerebro necesita

    ms cerebros. Esa verdad nunca fue ms evidente que durante los recientes ataques

    acaecidos en Ne-therfield Park, en los que dieciocho miembros de una familia y sus

    sirvientes fueron asesinados y devorados por una legin de muertos vivientes.

    -Querido seor Bennet -le dijo su esposa un da-, te has enterado de que Netherfield

    Park vuelve a estar ocupado?

    El seor Bennet respondi negativamente y continu con su labor matutina,

    consistente en afilar su daga y pulir su mosquete, pues en las ltimas semanas los

    ataques de los innombrables se haban producido con alarmante frecuencia.

    -Pues lo est -afirm su esposa.

    El seor Bennet no contest.

    -No quieres saber quin lo ha alquilado? -pregunt su esposa irritada.

    -Estoy puliendo mi mosquete, mujer. Sigue hablando si quieres, pero deja que me

    ocupe de la defensa de mi propiedad!

    La seora Bennet lo interpret como una invitacin a proseguir.

    -Vers, querido, la seora Long dice que Netherfield ha sido alquilado por un joven

    de gran fortuna, que huy de Londres en una calesa de cuatro ruedas cuando la

    extraa plaga atraves la lnea Manchester.

    -Cmo se llama?

    -Bingley. Un soltero de cuatro o cinco mil libras anuales. Qu gran partido para

    nuestras hijas!

    -En qu sentido? Es capaz de adiestradas en el manejo de la espada y el

    mosquete?

    -No seas pesado! Debo decirte que he decidido que se case con una de ellas.

    -Casarse? Con los tiempos que corren? No creo que ese tal Bingley tenga esas

    intenciones.

    -Intenciones! No digas tonteras! Es muy probable que se enamore de una de

    nuestras hijas, por lo que conviene que vayas a visitarlo en cuanto llegue.

    -No veo la necesidad. Adems, no debemos circular por las carreteras ms de lo

    imprescindible, no sea que perdamos ms caballos y coches a manos de esa condenada

    plaga que asuela desde hace tiempo nuestro amado Hertfordshire.

    -Pero piensa en tus hijas!

    -Estoy pensando en ellas, boba! Preferira que se dediquen a instruirse en las artes

    mortales en vez de tener la mente ofuscada con sueos de matrimonio y fortuna, como

    evidentemente lo est la tuya. Ve a ver a ese tal Bingley si quieres, aunque te advierto

    que ninguna de nuestras hijas tiene gran cosa que ofrecer; todas son estpidas e

    ignorantes como su madre, a excepcin de Lizzy, que posee un instinto asesino ms

    agudo que sus hermanas.

    -Seor Bennet, cmo puedes criticar a tus propias hijas de esa forma? Te complace

    contrariarme. No tienes ninguna compasin por mis pobres nervios.

    -Te equivocas, querida. Siento un gran respeto por tus nervios. Son viejos amigos

    mos. Hace por lo menos veinte aos que apenas oigo hablar de otra cosa.

  • El seor Bennet era una mezcla tan singular de ingenio, sentido del humor sarcstico,

    reserva y autodisciplina, que la experiencia de veintitrs aos no haba bastado para

    que su esposa comprendiera su carcter. La mentalidad de la seora Bennet era menos

    complicada de descifrar. Era una mujer de pocas luces, escasa informacin y mal genio.

    Cuando estaba enojada, deca que estaba nerviosa. Y cuando estaba nerviosa -como lo

    estaba casi siempre desde su juventud, cuando la extraa plaga haba aparecido por

    primera vez-, buscaba solaz en las tradiciones que a los dems les parecan absurdas.

    La misin del seor Bennet en la vida era mantener a sus hijas vivas. La de la seora

    Bennet era casarlas.

    2

    El seor Bennet fue una de las primeras personas en presentar sus respetos al seor

    Bingley. Siempre haba tenido la intencin de visitarlo, aunque hubiese asegurado a su

    esposa que no lo hara. La seora Bennet no se enter de esa visita hasta la tarde

    despus de que su marido hubiera ido a ver al seor Bingley. Su marido se lo comunic

    de la siguiente forma. Mientras observaba a su segunda hija tallar el blasn de los

    Bennet en la empuadura de una nueva espada, el seor Bennet dijo inopinadamente:

    -Espero que al seor Bingley le guste, Lizzy.

    -No podemos saber qu le gusta al seor Bingley puesto que no hemos ido a visitarlo

    -replic irritada la madre de la joven.

    -Olvidas, mam -apunt Elizabeth-, que lo conoceremos con ocasin del prximo

    baile.

    La seora Bennet no se dign responder, pero, incapaz de contenerse, comenz a

    regaar a una de sus hijas.

    -Por lo que ms quieras, Kitty, deja de toser! Parece que ests a punto de sufrir un

    ataque!

    -Mam! Cmo se te ocurre decir semejante cosa rodeados como estamos de

    zombis? -replic Kitty disgustada-. Cundo se celebra tu prximo baile, Lizzy?

    -Dentro de quince das.

    - Ay, s! -apostill su madre-. No podremos presentrselo a nuestras amistades,

    puesto que no lo conocemos. Ojal no hubiera odo nunca el nombre de Bingley!

    -Lamento orte decir eso -dijo el seor Bennet-. De haberlo sabido esta maana, no

    habra ido a presentarle mis respetos. Es una lstima, pero puesto que he ido a visitarlo,

    no podremos fingir que no lo conocemos.

    El asombro de las damas fue exactamente como el seor Bennet haba imaginado. El

    de la seora Bennet quiz fue mayor que el de sus hijas, aunque, cuando el primer

    tumulto de alegra se disip, afirm que ya haba supuesto que ira a verlo.

    -Has hecho muy bien, seor Bennet! Pero ya saba yo que acabara convencindote.

    Qu contenta estoy! Ha sido muy ocurrente por tu parte ir a verlo esta maana y no

    decirnos una palabra hasta ahora.

    -No confundas mi tolerancia con un relajamiento en materia de disciplina -respondi

    el seor Bennet-. Las chicas continuarn con su adiestramiento como hasta ahora, con

    o sin seor Bingley.

    -Desde luego, desde luego! -exclam la seora Bennet-. Sern tan peligrosas como

    atractivas.

    -Y t, Kitty, tose cuanto quieras -dijo el seor Bennet. Tras lo cual abandon la

    habitacin cansado del entusiasmo de su esposa.

  • -Tenis un padre excelente, hijas mas! -dijo la seora Bennet cuando se cerr la

    puerta-. No abundan estas alegras desde que el Seor decidi cerrar las puertas del

    infierno y condenar a los muertos a rondar entre nosotros. Lydia, cario, aunque eres

    la menor, estoy segura de que en la prxima fiesta el seor Bingley bailar contigo.

    -Eso me tiene sin cuidado -respondi Lydia con firmeza-, porque aunque sea la

    menor, soy la ms hbil en el arte de atraer al sexo opuesto.

    El resto de la velada la pasaron conjeturando sobre cunto tardara el seor Bingley

    en devolver la visita del seor Bennet, y cundo deberan invitarle a comer.

    3

    No todo lo que la seora Bennet, con ayuda de sus cinco hijas, pregunt sobre el

    asunto bast para sonsacar a su marido una descripcin satisfactoria sobre el seor

    Bingley. Lo atacaron de varias formas, con preguntas descaradas, suposiciones

    ingeniosas y remotas conjeturas; pero el seor Bennet consigui eludir la astucia de

    todas ellas, y su esposa y sus hijas tuvieron por fin que aceptar la informacin de

    segunda mano de su vecina, lady Lucas. El informe de sta fue ms que favorable. El

    seor Bingley haba causado a sir William una excelente impresin. Era muy joven,

    extraordinariamente apuesto y, para remate, iba a asistir al prximo baile acompaado

    por un nutrido grupo de amigos. Qu maravilla!

    -Si lograra ver a una de mis hijas instalada en Netherfield -coment la seora Bennet

    a su marido-, y a las otras bien casadas, no podra pedir ms.

    -Y si yo lograra ver a las cinco sobrevivir a las vicisitudes que afligen actualmente a

    Inglaterra, yo tampoco podra pedir ms -respondi el seor Bennet.

    Al cabo de unos das el seor Bingley devolvi la visita del seor Bennet,

    permaneciendo unos diez minutos con l en su biblioteca. El seor Bingley haba

    confiado en ver a las jvenes Bennet, sobre cuya belleza y dotes guerreras haba odo

    hablar, pero slo vio al padre. Las jvenes fueron ms afortunadas, pues pudieron

    observar desde una ventana superior que el seor Bingley luca una casaca azul,

    montaba en un caballo negro y portaba una carabina francesa a la espalda, un arma

    muy extica para un ingls. No obstante, a juzgar por la torpeza con que la manipulaba,

    Elizabeth dedujo que haba recibido escasa instruccin en el manejo de un mosquete o

    en la prctica de las artes mortales.

    A los pocos das los Bennet enviaron al seor Bingley una invitacin para almorzar.

    La seora Bennet haba planificado el men que la acreditara como una excelente ama

    de casa, cuando lleg una respuesta que dio al traste con sus planes. El seor Bingley

    tena que trasladarse al da siguiente a la ciudad, por lo que no poda aceptar el honor

    de su invitacin, etctera. La seora Bennet estaba desconcertada. No imaginaba qu

    asunto poda llevar al seor Bingley a la ciudad a los pocos das de haber llegado a

    Hert-fordshire. Lady Lucas aplac un poco sus temores sugiriendo que el joven habra

    ido a Londres para reunir a un numeroso grupo de amigos con los que asistir al baile;

    y a los poco das se enteraron de que el seor Bingley iba a acudir a la fiesta

    acompaado por doce damas y siete caballeros. Las jvenes Bennet se lamentaron del

    nutrido nmero de damas, pero se consolaron al averiguar que en lugar de doce, el

    seor Bingley haba trado slo a seis damas desde Londres: sus cinco hermanas y una

    prima. Y cuando la comitiva entr en el baile, result que el grupo se compona slo de

    cinco personas: el seor Bingley, sus dos hermanas, el marido de la mayor, y otro

    caballero.

  • El seor Bingley era apuesto y ofreca el aspecto de un caballero; tena un rostro

    agradable y un talante afable y educado. Sus hermanas eran muy distinguidas, vestidas

    a la moda, pero con un aire que revelaba escasa formacin en materia de combate. Su

    cuado, el seor Hurst, presentaba simplemente el aspecto de un caballero; pero su

    amigo, el seor Darcy, no tard en atraer todas las miradas de los presentes debido a

    su elevada estatura, su elegancia, sus armoniosas facciones y su porte aristocrtico. A

    los cinco minutos de que apareciera empez a circular la noticia de que haba

    exterminado a ms de un millar de innombrables desde la cada de Cambridge. Los

    caballeros comentaron que era un hombre de aspecto distinguido, las damas

    declararon que era mucho ms guapo que el seor Bingley y lo contemplaron con gran

    admiracin, hasta que la actitud de ste hizo que su popularidad mermara, pues

    comprobaron que era arrogante, que se crea superior a todos los presentes, y

    mostraba un aire de evidente disgusto.

    El seor Bingley se apresur a saludar a todas las personas ms importantes que

    haba en la sala; era un joven alegre y extravertido, no se perdi un baile, se mostr

    contrariado de que la fiesta terminara tan pronto y dijo que organizara un baile en

    Netherfield. Y aunque no posea la destreza del seor Darcy con la espada y el

    mosquete, sus admirables cualidades bastaron para granjearle la admiracin de los

    asistentes. Que diferencia con el seor Darcy! ste era el hombre ms arrogante y

    desagradable del mundo, y todos confiaban en que no volviera a poner los pies all. La

    seora Bennet fue una de las personas que se manifest con ms virulencia contra el

    seor Darcy, no slo por la psima impresin que le caus su comportamiento sino

    porque haba desairado a una de sus hijas.

    Elizabeth Bennet se haba visto obligada, debido a la escasez de caballeros, a

    permanecer sentada durante dos bailes; y durante buena parte de ese rato el seor

    Darcy haba estado lo suficientemente cerca de ella para que la joven oyera una

    conversacin entre ste y el seor Bingley, que haba abandonado la pista de baile unos

    minutos para animar a su amigo a que sacara a bailar a alguna dama.

    -Vamos, Darcy -dijo el seor Bingley-, tienes que bailar. Me disgusta verte solo, es

    una estupidez.

    -Me niego a bailar. Sabes que lo detesto, a menos que conozca a mi pareja. En una

    reunin como esta me resultara insoportable. Tus hermanas estn ocupadas, y no hay

    otra mujer en la habitacin que no representara para m un castigo invitarla a bailar.

    -Palabra que jams haba visto a tantas jvenes agradables como esta noche! -

    exclam el seor Bingley-. Y algunas de ellas son muy bonitas.

    -T bailas con la nica chica bonita que hay en la habitacin -respondi el seor

    Darcy mirando a la hija mayor de los Bennet.

    -S, es la mujer ms bella que he visto en mi vida! Pero una de sus hermanas est

    sentada detrs de ti. Es muy bonita y parece muy agradable.

    -A cul te refieres? -pregunt el seor Darcy volvindose y mirando a Elizabeth

    unos instantes, hasta que sta le devolvi la mirada y el joven desvi la vista y

    respondi con frialdad-: Es pasablemente atractiva, pero no lo suficiente para tentarme.

    En estos momentos no me apetece entablar conversacin con jvenes que otros

    hombres menosprecian.

    Cuando el seor Darcy se alej, Elizabeth sinti que se le helaba la sangre en las

    venas. Jams se haba sentido tan ofendida. El cdigo guerrero le exiga vengar su

    honor. Se llev la mano al tobillo, procurando no llamar la atencin. Palp la daga que

    llevaba oculta debajo de su vestido, decidida a seguir al altivo seor Darcy cuando se

    marchara y rebanarle el cuello.

  • Pero en cuanto asi el mango del arma se oy un coro de gritos en el saln de baile,

    seguido de inmediato por el estrpito de cristales rotos. Unos innombrables

    irrumpieron en la sala, movindose con torpeza pero con rapidez; la vestimenta con

    que haban sido enterrados presentaba diversos grados de deterioro. Algunos llevaban

    unas ropas tan andrajosas que dejaban al aire sus vergenzas; otros, unos ropajes tan

    cochambrosos que parecan componerse slo de poco ms que sangre seca y asquerosa.

    Su carne mostraba una fase ms o menos avanzada de putrefaccin; la de los fallecidos

    recientemente tena un aspecto fofo y verdoso, mientras que la de los que haban

    muerto haca tiempo era gris y frgil. Sus ojos y sus lenguas haban quedado reducidos

    a polvo, y sus labios estaban contrados en una perenne sonrisa macabra.

    Algunos invitados, que haban tenido la desgracia de estar demasiado cerca de las

    ventanas, fueron atacados y devorados de inmediato. Cuando Elizabeth se levant, vio

    a la seora Long tratando de liberarse de dos monstruos hembras que le mordan la

    cabeza, partindole el crneo como si fuera una nuez y haciendo que brotara un chorro

    de sangre oscura que alcanz a los candelabros.

    Mientras los invitados huan despavoridos, se oy la voz de la seora Bennet a travs

    del tumulto:

    -Nias! El Pentagrama de la Muerte!

    Elizabeth se uni de inmediato a sus cuatro hermanas, Jane, Mary, Catherine y

    Lydia, en el centro de la pista de baile. Las jvenes sacaron la daga que llevaban

    oculta en el tobillo y se colocaron formando una estrella imaginaria de cinco puntas.

    Desde el centro de la habitacin empezaron a avanzar al unsono, esgrimiendo una

    daga afilada como una navaja de afeitar con una mano y ocultando la otra

    modestamente a la espalda.

    Desde un rincn de la sala, el seor Darcy observ a Elizabeth y a sus hermanas

    avanzar a travs de la habitacin, decapitando a un zombi tras otro. Slo conoca a

    otra mujer en Gran Bretaa capaz de manejar una daga con semejante destreza, gracia

    y mortfera precisin.

    Cuando las jvenes alcanzaron las paredes del saln de baile, el ltimo de los

    innombrables yaca inmvil en el suelo.

    Aparte del ataque, la velada result muy agradable para toda la familia. La seora

    Bennet haba observado que su hija mayor haba sido objeto de gran admiracin por

    parte del grupo de Netherfield. El seor Bingley haba bailado con ella en dos

    ocasiones, y las hermanas de ste le haban hecho el honor de conversar con ella. Jane

    se senta tan complacida de ello como su madre, aunque lo manifest con ms

    discrecin. Elizabeth not la satisfaccin de Jane. Mary haba odo a alguien comentar

    a la seorita Bingley que era la joven ms inteligente de la comarca; y Catherine y

    Lydia haban tenido la fortuna de no andar escasas de parejas, que era lo nico que les

    preocupaba en un baile. Por consiguiente regresaron muy animadas a Longbourn, el

    pueblo donde vivan, y en el que eran los habitantes principales.

  • 4

    Cuando Jane y Elizabeth se quedaron solas, la primera, que hasta el momento se

    haba mostrado cauta a la hora de elogiar al seor Bingley, manifest a su hermana lo

    mucho que le admiraba.

    -Es tal como debera ser un joven -dijo-, sensato, jovial, alegre. Nunca he conocido

    a nadie con mejores modales! Qu desenvoltura, qu educacin ms exquisita!

    -S -respondi Elizabeth-, pero en el fragor de la batalla, no le vi ni a l ni al seor

    Darcy empuar un cuchillo o un palo.

    -Me sent muy halagada cuando me sac a bailar por segunda vez. No esperaba

    semejante honor.

  • -Es ciertamente un joven muy agradable, y comprendo que te guste, pese a su falta de

    valor. Te han gustado muchos jvenes mentecatos.

    -Querida Lizzy!

    -Sabes que tienes tendencia a que todo el mundo te caiga bien. Nunca ves un defecto

    en nadie. Jams te he odo hablar mal de ningn ser humano.

    -No me gusta precipitarme en criticar a nadie.

    -Me choca que con tu buen juicio seas tan ciega ante los desatinos y las estupideces

    de los dems. Tambin te han cado bien las hermanas de ese joven? No tienen sus

    modales.

    Lo cierto es que eran unas damas muy distinguidas, que saban mostrarse agradables

    cuando queran, aunque eran orgullosas y engredas. Eran bastante agraciadas, haban

    sido educadas en uno de los mejores colegios privados de la ciudad, pero apenas

    saban nada sobre las artes mortales en las que Jane y sus hermanas haban sido

    perfectamente adiestradas, tanto en Inglaterra como durante sus viajes a Oriente.

    En cuanto al seor Bingley, entre l y Darcy exista una buena amistad, pese a lo

    distintos que eran de carcter. Bingley no era estpido, pero Darcy era muy inteligente,

    al tiempo que era altivo, reservado y quisquilloso, y su talante, aunque era bien

    educado, no resultaba agradable. Bingley saba que caa bien en todas partes; Darcy,

    por el contrario, ofenda siempre a todo el mundo.

    Pero lo que nadie saba -ni siquiera el seor Bingley- era el motivo que se ocultaba

    detrs del fro talante de Darcy. Hasta haca poco, haba sido la viva imagen de la

    simpata; un joven de temperamento alegre y extremada amabilidad. Pero una traicin

    sobre la que se negaba a hablar haba alterado su carcter para siempre.

    5

    A poca distancia a pie de Longbourn, por un camino corto pero peligroso, viva una

    familia con la que los Bennet mantenan una profunda amistad. Sir William Lucas

    haba sido anteriormente un fabricante de vestiduras de enterramiento tan exquisitas

    que el Rey le haba concedido el ttulo de caballero. Sir William haba ganado una

    relativa fortuna, hasta que la extraa plaga haba hecho que sus servicios fueran

    innecesarios. Pocos estaban dispuestos a pagar una elevada suma en vestir a los

    muertos con una suntuosa mortaja cuando sta quedara hecha una pena en cuanto

    abandonaran sus sepulturas. Sir Lucas se haba mudado con su familia a una casa

    situada a menos de dos kilmetros de Meryton.

    Lady Lucas era una mujer muy bondadosa, no demasiado inteligente para serle til

    como vecina a la seora Bennet. Los Lucas tenan siete hijos. La mayor, una joven

    sensata e inteligente, de unos veintisiete aos, era amiga ntima de Elizabeth

    -Empez usted la velada con buen pie, Charlotte -coment la seora Bennet a la

    seorita Lucas con admirable autodominio-. Fue la primera que eligi el seor Bingley.

    -S, pero la segunda le gust ms.

    -Ah, supongo que se refiere ajane, porque bail con ella dos veces, y porque Jane

    luch valerosamente contra los innombrables.

    -No les he contado la conversacin que escuch entre l y el seor Robinson? El

    seor Robinson pregunt al seor Bingley si le gustaban nuestras fiestas en Meryton, si

    no crea que haba muchas mujeres bonitas presentes, y cul le pareca la ms guapa. Y

    el seor Bingley respondi a la ltima pregunta sin vacilar: La mayor de las

    seoritas Bennet, por supuesto! No cabe la menor duda.

  • -Caramba! Es una afirmacin muy categrica.

    -El seor Darcy no es tan amable como su amigo -dijo Charlotte-. Pobre Eliza!

    Dijo que era pasablemente atractiva!

    -Le ruego que no disguste a Lizzy comentndole lo que el seor Darcy ha dicho de

    ella. El seor Darcy es un hombre tan desagradable que sera una desgracia conquistar

    sus simpatas. La seora Long me cont anoche -A la seora Bennet se le quebr la voz al recordar a la pobre seora Long, con el crneo aplastado entre las fauces de

    esas monstruosas criaturas. Las damas guardaron silencio unos momentos, absortas en

    sus pensamientos.

    -La seorita Bingley me cont que su hermano apenas despega los labios -dijo Jane

    por fin-, salvo cuando est con sus amigos ntimos. Con ellos se muestra

    extraordinariamente amable.

    -Su orgullo -observ la seorita Lucas- no me ofende tanto como suele ofenderme el

    orgullo, porque tiene motivos. No es de extraar que un joven como l, con familia,

    fortuna y todo a su favor, sea tan orgulloso. Si se me permite decirlo, creo que tiene

    derecho a mostrarse orgulloso.

    -Es cierto -respondi Elizabeth-, yo podra perdonar fcilmente su orgullo si no

    hubiera herido mi amor propio. Os aseguro que de no haber estado ocupada peleando

    contra los innombrables le habra rebanado el cuello.

    -El orgullo -terci Mary, que se ufanaba de la solidez de sus observaciones-, es un

    defecto muy comn. Segn lo que he ledo, estoy convencida de que es muy frecuente.

    Elizabeth no pudo por menos de poner los ojos en blanco mientras Mary prosegua:

    -La vanidad y el orgullo son dos cosas muy distintas, aunque a menudo la gente

    utiliza esas palabras como sinnimos. Una persona puede ser orgullosa sin ser

    vanidosa. El orgullo tiene que ver con la opinin que tenemos de nosotros mismos, la

    vanidad con lo que creemos que los dems piensan de nosotros.

    En ese momento Elizabeth emiti un sonoro bostezo. Aunque admiraba la valenta de

    Mary a la hora de pelear, siempre la haba considerado un tanto aburrida cuando

    estaba en un ambiente distendido.

    6

    Las damas de Longbourn no tardaron en presentar sus respetos a las de Netherfield.

    Los agradables modales de Jane conquistaron las simpatas de la seora Hurst y la

    seorita Bingley; y aunque la madre les pareca insoportable, y consideraban que no

    mereca la pena conversar con las hermanas menores, ambas expresaron el deseo de

    profundizar en su trato con las dos mayores. Jane recibi esa noticia con gran

    satisfaccin, pero Elizabeth segua viendo cierta altanera en el trato que ambas damas

    dispensaban a todo el mundo. Qued muy claro, cuando se reunieron, que el seor

    Bingley senta admiracin por Jane, tanto o ms que el hecho de que Jane se estaba

    enamorando profundamente de l, pero se alegraba al pensar que no era probable que

    los dems se dieran cuenta de ello. Elizabeth se lo coment a su amiga, la seorita

    Lucas.

    -Quiz sea agradable -respondi Charlotte-, pero a veces es una desventaja

    mostrarse tan reservada. Si una mujer oculta con tanta habilidad su afecto al hombre

    merecedor de l, es posible que pierda la oportunidad de cazarlo. Nueve veces de diez

    conviene que una mujer muestre ms afecto del que siente. No cabe duda de que a

  • Bingley le gusta tu hermana, pero si sta no le alienta, puede que el asunto no pase de

    una mutua atraccin.

    -Jane le alienta en la medida en que su carcter se lo permite. Recuerda, Charlotte,

    que ante todo es una guerrera, y luego una mujer.

    -En fin- contest Charlotte-, deseo de todo corazn que Jane tenga xito en esa

    empresa; y si se casara maana con Bingley, creo que tendra tantas probabilidades de

    ser feliz como si se pasara doce meses estudiando el carcter del joven. La felicidad en

    un matrimonio depende totalmente de la suerte, y es mejor conocer los menos defectos

    posibles de la persona con quien pretendes compartir tu vida.

    -Me haces rer, Charlotte, pero lo que dices es una insensatez. Lo sabes bien, y t

    jams te comportaras de esa forma.

    -Ten presente, Elizabeth, que no soy una guerrera como vosotras. Soy simplemente

    una chica tonta de veintisiete aos y soltera.

    Ocupada como estaba en observar las atenciones del seor Bingley hacia su

    hermana, Elizabeth estaba lejos de sospechar que ella misma era objeto de cierto

    inters a los ojos del amigo de Bingley. Al principio el seor Darcy haba pensado que

    Elizabeth apenas era fsicamente agraciada; durante el baile la haba mirado sin

    admiracin; y cuando haban vuelto a encontrarse, la haba observado slo con nimo

    de crtica. Pero tan pronto como el seor Darcy lleg a la conclusin y dijo a sus

    amigos que Elizabeth no tena unas facciones bonitas, empez a pensar que su rostro

    mostraba una expresin de inusitada inteligencia debido a la hermosa expresin de sus

    ojos oscuros y a su inslita destreza con la espada. Ese descubrimiento fue seguido de

    otros, no menos humillantes. Aunque el seor Darcy haba detectado ms de un fallo en

    la simetra de los rasgos de Elizabeth, no poda por menos de reconocer que tena un

    cuerpo esbelto y agraciado, con unos brazos sorprendentemente musculosos, aunque

    ello no mermaba un pice su femineidad.

    Sinti deseos de conocer ms cosas sobre ella, y a tal fin empez a prestar atencin a

    la conversacin que Elizabeth mantena con los dems. Elizabeth se dio cuenta de ello.

    Ocurri en casa de sir William Lucas, donde daban una fiesta con muchos invitados.

    -Qu pretende el seor Darcy -pregunt Elizabeth a Charlotte- al escuchar mi

    conversacin con el coronel Forster?

    -Es una pregunta que slo el seor Darcy puede responder.

    -Pues si vuelve a hacerlo, le dir que me he percatado de su maniobra. An no le he

    perdonado por haber herido mi amor propio, y es posible que coloque su cabeza sobre

    la repisa de mi chimenea.

    Al poco rato el seor Darcy se acerc a ellas. Elizabeth se volvi hacia l y

    pregunt:

    -No cree, seor Darcy, que hace unos momentos me expres muy acertadamente al

    insistirle al coronel Forster que nos invitara a un baile en su mansin de Meryton?

    -Lo hizo con gran energa, pero los bailes son un tema que siempre infunde energa a

    las damas.

    -Depende de quin los ofrece, seor Darcy.

    -Bien -terci la seorita Lucas sonrojndose de pronto-, abrir el piano. Ya sabes lo

    que te toca, Eliza.

    -Eres una amiga muy extraa! Siempre quieres que toque y cante delante de todo el

    mundo!

    La actuacin de Elizabeth fue grata pero no excepcional. Despus de un par de

    canciones, fue sustituida al piano por su hermana Mary, quien, tras concluir un largo

    concierto, se apresur a reunirse con sus hermanas menores, algunas de las jvenes

    Lucas y dos o tres oficiales, para bailar en un extremo de la habitacin.

  • El seor Darcy permaneci de pie cerca del grupo, sumido en un indignado silencio

    ante ese modo de pasar la velada, que exclua toda conversacin. Estaba tan absorto en

    sus pensamientos que no se percat de la presencia de sir William Lucas junto a l

    hasta que ste dijo:

    -Qu diversin tan encantadora es para los jvenes el baile, seor Darcy!

    -Ciertamente, seor; y tiene la ventaja de estar de moda entre las clases menos

    refinadas del mundo. Cualquier salvaje puede bailar. Imagino que incluso los zombis

    pueden hacerlo medianamente bien.

    Sir William se limit a sonrer, sin saber cmo departir con un caballero tan

    maleducado, y sinti un gran alivio al ver que Elizabeth se acercaba a ellos.

    -Estimada seorita Eliza, cmo es que no baila? Seor Darcy, permtame que le

    presente a esta seorita para que sea su pareja. Estoy seguro de que no se negar a

    bailar con una joven tan hermosa. -Sir William tom la mano de la seorita Bennet y se

    la ofreci al seor Darcy, quien la tom sin vacilar. Pero Elizabeth la retir enseguida

    y respondi a sir William con cierta indignacin:

    -No tengo la menor intencin de bailar, seor. Le ruego que no suponga que me he

    acercado a ustedes en busca de pareja.

    El seor Darcy le pidi, con expresin seria y educada, que le ofreciera su mano,

    pero fue intil. Elizabeth estaba decidida. Le mir con arrogancia y dio media vuelta.

    Su negativa no haba influido de forma negativa en el seor Darcy, quien pensaba en

    Elizabeth con cierta complacencia cuando se le acerc la seorita Bingley.

    -Creo adivinar el tema de sus reflexiones. -No lo creo.

    -Piensa en lo insoportable que sera pasar muchas veladas como esta La insipidez, el ruido, la vacuidad y el engreimiento de estas personas. Dara cualquier cosa por or

    sus crticas sobre ellas!

    -Le aseguro que sus conjeturas son errneas. Pensaba en cosas ms agradables.

    Meditaba sobre el profundo placer que producen unos ojos hermosos e inteligentes en

    el rostro de una mujer bonita.

    La seorita Bingley fij enseguida sus ojos en el rostro del seor Darcy, rogndole

    que le revelara qu dama le haba inspirado esas reflexiones. El seor Darcy

    respondi:

    -La seorita Elizabeth Bennet.

    -La seorita Elizabeth Bennet? -repiti la seorita Bingley-. La defensora de

    Longbourn? La herona de Hertford-shire? Me asombra usted. Tendr una suegra

    encantadora, y, claro est, con la destreza que usted y Elizabeth poseen en las artes

    mortales conseguirn eliminar a un sinfn de innombrables.

    El seor Darcy la escuch con profunda indiferencia mientras la seorita Bingley

    segua parloteando; y cuando la compostura del seor Darcy convenci a la joven de

    que tena el campo libre, sigui perorando durante largo rato.

    7

    Los bienes del seor Bennet consistan casi enteramente en una propiedad rural de

    dos mil libras anuales de renta, la cual, lamentablemente para sus hijas, pasara, en

    ausencia de unos herederos varones, a manos de un pariente lejano; y,

    desafortunadamente para todos, estaba rodeada por los cuatro costados por un terreno

    elevado, por lo que era difcil de defender. La fortuna de la madre, aunque suficiente

  • para su posicin, apenas poda suplir los escasos recursos de su marido. El padre de la

    seora Bennet, que haba sido procurador en Meryton, le haba dejado cuatro mil

    libras.

    La seora Bennet tena una hermana casada con un tal seor Philips, que haba

    trabajado de pasante para su padre y le haba sucedido en el bufete, y un hermano que

    viva en Londres, donde se haba licenciado en ciencias, y era propietario de un par de

    fbricas destinadas al esfuerzo blico.

    La aldea de Longbourn estaba slo a dos kilmetros de Meryton; una distancia muy

    conveniente para las jvenes, que solan ir a Meryton tres o cuatro veces a la semana,

    pese a los innombrables que con frecuencia atacaban a los viajeros en la carretera,

    para visitar a su ta y una sombrerera cerca de donde viva sta. Las dos hijas menores

    de la familia, Catherine y Lydia, frecuentaban ese establecimiento a menudo; eran ms

    frivolas que sus hermanas, y cuando no tenan nada mejor que hacer, daban un paseo

    hasta Meryton para entretener sus horas matutinas y, de vez en cuando, practicar sus

    habilidades. En esos momentos estaban eufricas por la noticia de que dentro de poco

    llegara un regimiento militar a la comarca, donde permanecera todo el invierno,

    excavando tumbas en la tierra endurecida y prendindoles fuego. El regimiento iba a

    acuartelarse en Meryton.

    Las visitas de las jvenes a la seora Philips les proporcionaban unas noticias de lo

    ms interesantes. Cada da se enteraban de algo nuevo que agregar a los nombres y

    amistades de los oficiales, as como las novedades sobre los campos de batalla en

    Derbyshire, Cornwall y Essex, donde se libraba un combate feroz. Las jvenes Bennet

    no hablaban de otra cosa que de los oficiales; y la enorme fortuna del seor Bingley,

    cuyo mero nombre animaba visiblemente a su madre, no tena valor alguno a sus ojos

    en comparacin con la ensea de un regimiento, y con el fervor con que el seor

    Bingley afirmaba haber decapitado a los muertos vivientes con un solo toque de su

    espada.

    Una maana, despus de escuchar las efusiones de sus hijas sobre el tema, el seor

    Bennet observ framente:

    -Por vuestra forma de expresaros, deduzco que debis ser las dos chicas ms tontas

    del pas. Hace tiempo que vengo sospechndolo, pero ahora estoy convencido.

    -Me asombra, querido -dijo la seora Bennet-, que pienses que tus hijas son tontas.

    -Si mis hijas son tontas, espero ser siempre consciente de ello.

    -S, pero resulta que todas son muy listas. Olvidas lo rpidamente que dominaron

    esos trucos orientales que insististe en que aprendieran.

    -Tener la habilidad de matar a unos cuantos de esos monstruos no significa que sean

    inteligentes, tanto ms cuanto que la mayora de las veces utilizan su destreza para

    divertir a apuestos oficiales.

    -Mam -exclam Lydia-, la ta dice que el coronel Forster y el capitn Crter no

    frecuentan la casa de la seorita Watson tan a menudo como cuando llegaron. Ahora

    los ve a menudo quemando las criptas en el cementerio de Shepherd's HUI.

    La aparicin del lacayo con una nota para la seorita Bennet, procedente de

    Netherfield, impidi a su madre contestar. El criado esper una respuesta.

    -Bien, Jane, de quin es? De qu se trata?

    -Es de la seorita Bingley -respondi Jane, tras lo cual ley la nota en voz alta.

    querida amiga:

    Si no nos hace el favor de venir a comer con Louisa y conmigo, corremos el riesgo de

    odiarnos el resto de nuestras vidas, pues una entrevista entre dos mujeres no puede

  • terminar nunca sin una disputa. Venga tan pronto como reciba esta nota, siempre y

    cuando la carretera est libre de la amenaza de los innombrables. Mi hermano y los

    caballeros almorzarn con los oficiales. Atentamente,

    caroline bingley

    -Qu mala suerte que salgas a almorzar -coment la seora Bennet-, dados los

    problemas con que puedes encontrarte camino de Netherfield.

    -Puedo ir en el carruaje? -pregunt Jane.

    -No, querida, es mejor que vayas a caballo, pues todo indica que va a llover, y los

    innombrables surgen de la tierra hmeda con gran facilidad. Prefiero que el viaje

    transcurra tan rpidamente como sea posible. Adems, si llueve, tendrs que quedarte

    a pasar la noche en Netherfield.

    -Ese sera un buen ardid -dijo Elizabeth-, siempre que ests segura de que no se

    ofrezcan a conducirla de regreso a casa.

    -Preferira ir en carruaje -insisti Jane, evidentemente preocupada por la idea de

    partir sola a caballo.

    -Querida, tu padre no puede cederte los caballos. Los necesita en la granja, no es

    as, seor Bennet?

    -Los necesito en la granja con ms frecuencia de la que los tengo a mi disposicin.

    Hemos perdido a muchos a causa de los ataques de los innombrables en la carretera.

    De modo que Jane no tuvo ms remedio que partir a caballo. Su madre la acompa

    hasta la puerta con numerosos y animados pronsticos de mal tiempo. Sus esperanzas

    se cumplieron. Al poco rato de partir la joven empez a llover torrencialmente, y la

    mullida tierra dio paso a un sinfn de criaturas abominables, vestidas an con sus

    elegantes ropajes hechos jirones, pero sin dar muestra de la exquisita educacin que

    haban recibido en vida.

    Sus hermanas se mostraron preocupadas, pero su madre estaba eufrica. La lluvia

    no remiti en toda la tarde, por lo que era imposible que Jane regresara a casa.

    -Qu idea tan afortunada la ma! -exclam la seora Bennet en ms de una ocasin,

    como si hubiera sido ella quien haba hecho que lloviera. Pero no fue hasta la maana

    siguiente cuando la dama comprendi lo acertado de su ardid. Apenas haban

    terminado de desayunar cuando se present un criado de Netherfield con el siguiente

    mensaje para Elizabeth:

    querida lizzy:

    Esta maana me siento indispuesta, lo cual cabe achacarlo al ataque que sufr

    mientras me diriga a Netherfield a manos de varios innombrables recin desenterrados.

    Mis amables amigas se niegan a permitirme regresar hasta que est mejor. Asimismo,

    insisten en que me vea el seor Jones, por lo que no debis preocuparos si os enteris

    de que me ha visitado el mdico, y salvo unas contusiones y una pequea pualada, mi

    estado no reviste gravedad.

    tu hermana que te quiere

    -Bien, querida -observ el seor Bennet despus de que Elizabeth leyera la nota en

    voz alta-, si tu hija se muere, o lo que es peor, sucumbe a esa extraa plaga, ser un

    consuelo saber que ha sido en aras de conquistar al seor Bingley, y por orden tuya.

  • -No temo que Jane se muera. La gente no se muere debido a unos cortes y

    contusiones. Estoy segura de que la atendern perfectamente.

    Elizabeth, que estaba muy preocupada por su hermana, decidi ir a verla, aunque no

    poda ir en coche; y puesto que no era una buena amazona, no tena ms remedio que

    ir andando. La joven comunic a sus padres su intencin de ir a Netherfield.

    -Cmo se te ocurre una idea tan absurda -replic su madre-, sabiendo que la

    carretera estar cubierta de barro y plagada de esos monstruos? Cuando te presentes

    all, suponiendo que llegues viva, estars hecha una pena!

    -Olvidas que soy una discpula de Pei Liu, del templo de Shaolin, madre. Adems,

    por cada innombrable que te encuentras en la carretera, te encuentras a tres soldados.

    Regresar a la hora de cenar.

    -Te acompaaremos hasta Meryton -dijeron Catherine y Lydia.

    Elizabeth acept su propuesta y las jvenes partieron juntas, armadas slo con las

    dagas que llevaban adheridas al tobillo. Los mosquetes y las katanas eran unas armas

    eficaces para protegerse, pero consideradas poco apropiadas para unas damas, y como

    no disponan de sillas de montar donde ocultarlas, las tres hermanas se rindieron al

    recato.

    -Si nos apresuramos -dijo Lydia mientras avanzaban con cautela-, quiz veamos al

    capitn Crter antes de que se marche.

    Al llegar a Meryton se dividieron; las dos menores se dirigieron a la vivienda de la

    esposa de uno de los oficiales, y Elizabeth continu sola, atravesando un prado tras

    otro a paso rpido, saltando cercas y charcos. Durante esa frentica actividad, se le

    desat el cordn de una de las botas. Como no quera ofrecer un aspecto desaliado al

    llegar a Netherfield, se arrodill para atrselo.

  • De pronto oy un terrible chillido, semejante al que emiten los cerdos cuando los

    sacrifican. Elizabeth comprendi en el acto de qu se trataba, y se apresur a tomar la

    daga que llevaba sujeta al tobillo. Al volverse, empuando el arma, se top con los

    siniestros rostros de tres innombrables, que tenan los brazos extendidos y la boca

    abierta. El que estaba ms cerca daba la impresin de haber muerto recientemente,

    pues su traje de enterramiento no estaba manchado ni cubierto de polvo. Avanz hacia

    Elizabeth a una velocidad pasmosa, y cuando se hallaba a medio metro de distancia,

    Elizabeth le clav la daga en el pecho y tir de ella hacia arriba. La hoja atraves el

    cuello y la cara del monstruo y sali por la parte superior del crneo. El innombrable

    cay al suelo, inmvil.

    El segundo innombrable era una dama, la cual llevaba ms tiempo muerta. Ech a

    correr hacia Elizabeth, agitando torpemente en el aire sus dedos como garras.

    Elizabeth se levant la falda, prescindiendo de todo recato, y asest rpidamente una

  • patada al monstruo en la cabeza, que estall en una nube de fragmentos de piel y

    huesos. La innombrable cay tambin al suelo, y no volvi a levantarse.

    El tercer monstruo era extraordinariamente alto, y aunque haca mucho que haba

    muerto, conservaba una gran fuerza y agilidad. Elizabeth an no haba recobrado el

    equilibrio despus de la patada que haba asestado a la innombrable cuando el

    monstruo la agarr del brazo y la oblig a soltar la daga. Elizabeth se libr del

    innombrable antes de que le clavara los dientes y asumi la postura de la grulla,

    creyendo que era la ms adecuada para enfrentarse a un contrincante de esa estatura.

    El monstruo avanz hacia ella, y Elizabeth le propin un contundente golpe en los

    muslos. Las piernas del innombrable se desprendieron y se desplom en el suelo,

    inerme. Recuper su daga y decapit al ltimo de sus adversarios, asiendo la cabeza

    por el pelo y emitiendo un grito de guerra que se oy a varias leguas a la redonda.

    Por fin divis la casa, a la que lleg sintiendo que las piernas le flaqueaban, con las

    medias sucias y el rostro encendido debido al esfuerzo.

    Un sirviente la condujo a la salita del desayuno, donde se hallaban reunidos todos

    menos Jane. Su presencia caus una gran sorpresa. A la seora Hurst y a la seorita

    Bingley les pareci increble que hubiese recorrido casi cinco kilmetros por unos

    caminos repletos de innombrables, con un tiempo tan infecto y sola. Elizabeth estaba

    convencida de que la menospreciaban por ello. No obstante, la recibieron cortsmente.

    El hermano de las damas la acogi con un talante ms agradable que la mera

    educacin, con buen humor y amabilidad. El seor Darcy apenas despeg los labios, y

    el seor Hurst no dijo nada. El seor Darcy experimentaba a un tiempo admiracin por

    la luminosidad que el esfuerzo haba conferido al cutis de Elizabeth, y la duda de que la

    ocasin justificara el que sta se hubiera arriesgado a venir sola, armada nicamente

    con una daga. El seor Hurst pensaba slo en su desayuno.

    Sus preguntas sobre el estado de su hermana obtuvieron unas respuestas algo

    inquietantes. La seorita Bennet haba dormido mal, y aunque se haba levantado, tena

    mucha fiebre y no se senta con nimos de abandonar su habitacin. Elizabeth fue a

    atenderla, preocupada, aunque sin manifestarlo, de que su hermana hubiera contrado

    la extraa plaga.

    Despus del desayuno, las hermanas se reunieron con sus anfitriones. Elizabeth

    empez a sentir simpata por ellos al observar el afecto y la solicitud que demostraban

    hacia Jane. Al poco rato lleg el boticario, y tras examinar a la paciente, dijo, para

    alivio de todos, que no haba contrado la extraa plaga, sino que padeca un fuerte

    catarro, sin duda debido a haber peleado contra los innombrables bajo la lluvia.

    Cuando el reloj dio las tres, Elizabeth decidi que haba llegado el momento de irse.

    La seorita Bingley le ofreci su carruaje. Como Jane se mostr preocupada al

    despedirse de su hermana, la seorita Bingley se vio obligada a convertir su oferta en

    una invitacin a permanecer en Netherfield de momento. Elizabeth accedi con

    profunda gratitud, y la seorita Bingley envi un criado a Longbourn para informar a

    la familia de que la joven iba a quedarse en Netherfield, y a recoger unas ropas para

    que se cambiara y, a instancias, de Elizabeth, su mosquete favorito.

    8

    A las cinco Elizabeth se retir para reflexionar y vestirse, y a las seis y media le

    anunciaron que la cena estaba servida. Jane no haba mejorado. Al enterarse de ello,

    las hermanas Bingley repitieron tres o cuatro veces lo profundamente que lo

  • lamentaban, lo horrible que era estar acatarrada y lo mucho que les disgustaba

    ponerse enfermas, tras lo cual no volvieron a mencionar el asunto. Su indiferencia

    hacia Jane cuando sta no se hallaba presente restituy la animadversin que Elizabeth

    haba sentido hacia ellas en un principio.

    El hermano de las damas, el seor Bingley, era el nico del grupo que inspiraba a

    Elizabeth cierta simpata. Su preocupacin por Jane era palmaria, y la atencin que

    dedicaba a Elizabeth muy grata, impidiendo que la joven se sintiera como una intrusa,

    que al parecer era como los dems la consideraban.

    Despus de cenar, Elizabeth regres junto ajane, y la seorita Bingley empez a

    criticarla en cuanto la joven abandon la habitacin. Declar que tena unos modales

    psimos, una mezcla de orgullo y descaro; careca de conversacin, de estilo y de

    belleza. La seora Hurst, que opinaba lo mismo, aadi:

    -En resumidas cuentas, no posee ninguna cualidad, salvo estar bien instruida en los

    mtodos de combate. Nunca olvidar el aspecto que presentaba esta maana. Pareca

    casi una salvaje.

    -Tienes razn, Louisa. Qu necesidad tiene de andar por ah sola, con los tiempos

    tan peligrosos que corren, simplemente porque su hermana est resfriada? Con esas

    greas y ese desalio!

    -S, por no hablar de sus enaguas. Supongo que te fijaste en sus enaguas, con un

    palmo del bajo manchado de barro, y con unos fragmentos de carne muerta adheridos

    a la manga, sin duda de sus atacantes.

    -Puede que tu descripcin sea cierta, Louisa -dijo Bingley-, pero no repar en esos

    detalles. Pens que la seorita Elizabeth Bingley ofreca un aspecto magnfico cuando

    apareci esta maana. No me fij en sus enaguas manchadas.

    -Estoy segura de que usted s se percat, seor Darcy -coment la seorita Bingley-,

    y me inclino a pensar que no le gustara que su hermana exhibiera ese aspecto.

    -Desde luego que no.

    -Recorrer a pie cinco kilmetros, o los que sean, hundida en el lodo hasta los

    tobillos, y sola! Con la amenaza de los innombrables atacando y asesinando da y

    noche a pobres incautos en los caminos! Por qu se comporta as? Lo considero una

    abominable muestra de arrogante independencia, una indiferencia hacia el decoro

    digna de una palurda.

    -Demuestra un afecto por su hermana muy reconfortante -apunt Bingley.

    -Me temo, seor Darcy -observ la seorita Bingley casi en un susurro-, que esta

    aventura habr empaado la admiracin que le inspiran los bonitos ojos de la joven.

    -En absoluto -respondi el seor Darcy-. El esfuerzo que haba realizado haca que

    parecieran ms luminosos.

    Tras la breve pausa que sigui a esas palabras, la seora Hurst dijo:

    -Siento una gran estima por la seorita Jane Bennet, que es muy dulce, y deseo de

    todo corazn que haga una buena boda. Pero con un padre y una madre como los suyos,

    y unas amistades tan poco refinadas, me temo que no tiene la menor oportunidad.

    -Creo haberle odo decir que el to de las seoritas Bennet es un procurador en

    Meryton.

    -En efecto, y tienen otro to que vive cerca de Cheapside.

    -Una circunstancia primordial -aadi su hermana, y ambas damas se rieron a

    carcajadas.

    -Aunque tuvieran tantos tos como para llenar todo Cheapside -terci Bingley-, ello

    no hara que fueran menos agradables. No sents la menor admiracin por esas

    jvenes guerreras? Jams he visto a unas damas tan diestras a la hora de luchar.

  • -Pero eso reducir sensiblemente sus posibilidades de que se casen con hombres de

    cierta posicin -observ Darcy. Bingley no respondi al comentario, pero sus hermanas

    asintieron con vehemencia.

    No obstante, al abandonar el comedor regresaron a la habitacin de Jane con

    muestras de renovada ternura, y le hicieron compaa hasta que un criado anunci que

    el caf estaba servido. Jane segua muy acatarrada, y Elizabeth no se separ de ella

    hasta ltima hora de la tarde, cuando observ aliviada que su hermana se haba

    dormido y pens que tena el deber, por ms que le desagradara, de bajar a reunirse

    con los dems. Al entrar en el saln vio que estaban jugando a las cartas. Enseguida la

    invitaron a unirse a ellos, pero sospechando que las apuestas eran muy elevadas,

    Elizabeth declin la invitacin y, utilizando a su hermana como disculpa, dijo que

    durante el breve rato que poda permanecer en el saln se distraera leyendo un libro.

    El seor Hurst la mir asombrado.

    -Prefiere la lectura a jugar a las cartas? -le pregunt-. Qu curioso.

    -Prefiero muchas cosas a jugar a las cartas, seor Hurst -respondi Elizabeth-.

    Como por ejemplo la sensacin de un cuchillo recin afilado al hundirse en el abultado

    vientre de un hombre.

    El seor Hurst no volvi a despegar los labios durante el resto de la velada.

    -Me consta que el hecho de atender a su hermana le proporciona una gran

    satisfaccin -coment el seor Bingley-; y espero que su satisfaccin aumente al

    comprobar que la seorita Bennet mejora.

    Elizabeth le dio las gracias, tras lo cual se acerc a una mesa en la que haba unos

    libros. El seor Bingley se ofreci de inmediato a traerle otros, todos los que hubiera

    en su biblioteca.

    -Ojal tuviera una biblioteca mayor, para complacerla y ufanarme de ella, pero soy

    perezoso y, aunque no poseo muchos libros, tengo ms de los que he hojeado.

    Elizabeth le asegur que le bastaban los que haba en la habitacin.

    -Me sorprende -dijo la seorita Bingley- que mi padre dejara una coleccin de libros

    tan exigua. Su biblioteca en Pember-ley es magnfica, seor Darcy!

    -Es natural que est bien surtida -respondi ste-, ya que representa la labor de

    muchas generaciones.

    -Pero usted la ha ampliado mucho, y adquiere nuevos volmenes continuamente.

    -No comprendo, dados los tiempos que corren, que alguien descuide la biblioteca

    familiar. Qu podemos hacer salvo quedarnos en casa y leer hasta que alguien

    descubra una cura contra esa plaga?

    Elizabeth alz la vista del libro que estaba hojeando y se acerc a la mesa de juego,

    situndose entre el seor Bingley y su hermana mayor, para observar la partida.

    -Ha crecido mucho la seorita Darcy desde la primavera? -pregunt la seorita

    Bingley-. Llegar a ser tan alta como yo?

    -Creo que s. Ahora tiene aproximadamente la estatura de la seorita Elizabeth

    Bennet, o quiz sea un poco ms alta.

    -Estoy deseando volver a verla! No conozco a nadie que me deleite tanto como su

    hermana. Qu porte, qu modales! Y qu instruida para una muchacha de su edad!

    -No deja de asombrarme -coment el seor Bingley- la paciencia que tenis todas las

    jvenes para adquirir tantos conocimientos.

    -A qu te refieres, querido Charles? Todas las jvenes no poseemos los mismos

    conocimientos!

    -Todas pintis mesas, tapizis biombos y tejis bolsos. No conozco a ninguna joven

    que no sepa hacer esas cosas, y nunca me han hablado de ninguna que no fuera

    extraordinariamente instruida.

  • -Ese trmino se aplica a muchas mujeres que no lo merecen -observ Darcy-, puesto

    que slo saben tejer bolsos o tapizar biombos. No obstante, mi hermana Georgiana s

    merece esa distincin, ya que no slo domina las artes femeninas, sino las artes

    mortales. No creo conocer a ms que a media docena de mujeres, entre mis amistades,

    que sean tan instruidas.

    -Yo tampoco -apostill la seorita Bingley.

    -En tal caso, seor Darcy -observ Elizabeth-, su idea de una mujer instruida debe

    de englobar numerosos conocimientos.

    -Una mujer debe poseer buenos conocimientos de msica, canto, dibujo, baile y

    lenguas modernas; debe de estar perfectamente adiestrada en los estilos de combate de

    los maestros de Kyoto y en las tcticas y armas europeas modernas. Adems, debe

    poseer cierta cualidad en su aire y modo de caminar, el tono de su voz, su forma de

    hablar y expresarse, para poder considerarla una mujer instruida. Aparte de esas

    cualidades, debe aadir algo ms sustancial, en virtud del perfeccionamiento de su

    mente a travs de una lectura exhaustiva.

    -No me sorprende que no conozca ms que a media docena de mujeres instruidas. Lo

    que me extraa es que conozca a alguna.

    -Tan severa es usted con su propio sexo para dudar de esa posibilidad?

    -Jams he conocido a una mujer semejante. Segn mi experiencia, una mujer o est

    bien adiestrada o es muy refinada. En estos tiempos una no puede permitirse el lujo de

    poseer ambas cualidades. En cuanto a mis hermanas y a m, nuestro querido padre

    crey ms conveniente que dedicramos menos tiempo a los libros y a la msica, y ms

    a protegernos contra los innombrables.

    La seora Hurst y la seorita Bingley protestaron por lo injusto del comentario de

    Elizabeth, afirmando conocer a muchas mujeres que respondan a esa descripcin,

    cuando el seor Hurst las llam al orden. Eso puso fin a la conversacin, y al cabo de

    unos minutos Elizabeth abandon la estancia.

    -Elizabeth Bennet -dijo la seorita Bingley cuando la puerta se cerr-, es una de esas

    jvenes que pretenden seducir al sexo opuesto menospreciando el suyo. Quiz tenga

    xito con muchos hombres, pero a mi modo de ver es una vil artimaa, un arte

    despreciable.

    -Sin duda -respondi Darcy, a quien iba dirigido principalmente el comentario-,

    existe cierta vileza en todas las artes que las damas emplean a veces para cautivar.

    Todo cuanto se asemeje al artificio es despreciable.

    La respuesta no satisfizo a la seorita Bingley lo suficiente como para insistir en el

    tema.

    Elizabeth se reuni de nuevo con ellos para informarles de que su hermana haba

    empeorado y no poda abandonarla. Bingley orden que mandaran llamar al seor

    Jones de inmediato; mientras sus hermanas, convencidas de que el consejo de una

    persona que viva en el campo no poda ser til, propusieron enviar recado urgente

    para que acudiera uno de los mdicos ms eminentes de la ciudad. Elizabeth se neg en

    redondo, alegando que era demasiado peligroso enviar a un jinete a esas horas de la

    noche; pero accedi a la propuesta del seor Bingley, por lo que decidieron mandar

    llamar al seor Jones a primera hora de la maana, en caso de que la seorita Bennet

    no mostrara una clara mejora. Bingley se senta profundamente incmodo; sus

    hermanas declararon estar consternadas. No obstante, aplacaron su consternacin

    cantando unos duetos despus de cenar, mientras que el seor Bingley no hall mejor

    forma de aliviar sus sentimientos que ordenar a su ama de llaves que prestara todas las

    atenciones a la joven enferma y a su hermana.

  • 9

    Elizabeth pas buena parte de la noche en la habitacin de su hermana, y por la

    maana tuvo la satisfaccin de poder enviar una respuesta aceptable a las preguntas

    que le remiti el seor Bingley a travs de una criada. La joven pidi que enviaran una

    nota a Longbourn, expresando el deseo de que su madre visitara ajane y juzgara por s

    misma la situacin. La nota fue enviada de inmediato, pero el jinete se top en la

    carretera con un grupo de zombis que acababan de salir de sus tumbas, los cuales

    probablemente le arrastraron a la muerte.

    La nota fue enviada por segunda vez con ms xito, y su contenido rpidamente

    acatado. La seora Bennet, acompaada por sus dos hijas menores armadas con sus

    arcos, lleg a Netherfield poco despus de que la familia terminara de desayunar.

    De haber encontrado a Jane en claro peligro de contraer la extraa plaga, la seora

    Bennet se habra llevado un gran disgusto; pero al comprobar que la enfermedad que

    la aquejaba no era alarmante, dese que su hija no se recobrara de inmediato, ya que

    su restablecimiento probablemente la obligara a abandonar Netherfield. As pues, se

    neg a atender la propuesta de su hija de llevarla de regreso a casa; y el boticario, que

    lleg al mismo tiempo, opin tambin que no era conveniente. Bingley las salud y

    expres su deseo de que la seora Bennet no hubiera hallado a la seorita Bennet peor

    de lo que haba supuesto.

    -Lo cierto es que la he encontrado muy desmejorada, seor Bingley -respondi la

    seora Bennet-. Jane est demasiado enferma para moverse. El seor Jones dice que no

    debemos trasladarla. Por lo que debemos abusar un poco ms de su amabilidad, seor.

    -Trasladarla? -exclam Bingley-. Ni pensarlo!

    La seora Bennet se deshizo en muestras de gratitud.

    -De no tener Jane tan buenos amigos -aadi-, no s qu sera de ella, pues est muy

    enferma y sufre mucho, aunque con toda la paciencia del mundo, sin duda debido a los

    muchos meses que pas bajo la tutela del maestro Liu.

    -Es posible que llegue a encontrarme con ese caballero aqu en Hertfordshire? -

    inquiri Bingley.

    -No lo creo -respondi la seora Bennet-, porque nunca ha abandonado los lmites

    del templo de Shaolin en la provincia de Henan. Nuestras hijas pasaron all muchos

    das, siendo adiestradas para soportar todo gnero de vicisitudes.

    -Puedo preguntar qu tipo de vicisitudes?

    -Desde luego -contest Elizabeth-, pero prefiero hacerle una demostracin.

    -Lizzy! -protest su madre-. Recuerda dnde ests y no te comportes de forma tan

    atolondrada como haces en casa.

    -Ignoraba que tuviera usted tanto carcter -dijo Bingley.

    -Mi carcter carece de importancia -replic Elizabeth-. Lo que me inquieta es el

    carcter de los dems. Dedico muchas horas a su estudio.

    -El campo -terci Darcy- ofrece escasas probabilidades para llevar a cabo esa clase

    de estudios. En una comarca rural uno se mueve en un crculo muy estrecho y poco

    variado.

    -Excepto, claro est, cuando el campo est tan plagado de innombrables como la

    ciudad.

    -Desde luego -convino la seora Bennet, ofendida por la forma en que Darcy se

    haba referido a una comarca rural-. Le aseguro que esa situacin se da en el campo

    con tanta frecuencia como en la ciudad.

  • Todos se mostraron sorprendidos, y Darcy, despus de observarla durante unos

    momentos, se volvi en silencio. La seora Bennet, que crea haberle derrotado,

    prosigui triunfante:

    -No veo que Londres tenga una gran ventaja sobre el campo, especialmente desde

    que construyeron la muralla. Quiz sea una fortaleza repleta de tiendas, pero no deja

    de ser una fortaleza, nada beneficiosa para los frgiles nervios de una dama. El campo

    es mucho ms agradable, no es as, seor Bingley?

    -Cuando estoy en el campo -respondi ste-, no siento deseos de abandonarlo; y

    cuando estoy en la ciudad, me ocurre lo mismo. Ambos tienen sus ventajas, tanto en

    relacin con la plaga como otras cosas. Pues aunque duermo mejor y me siento ms

    seguro en la ciudad, el entorno que me rodea en estos momentos mejora mi buen humor.

    -S, pero eso se debe a que est predispuesto a ello. Ese caballero -agreg la seora

    Bennet mirando a Darcy-, parece menospreciar el campo.

    -Te equivocas, mam -terci Elizabeth sonrojndose por el comentario de su madre-.

    Juzgas mal al seor Darcy. Se refera a que en el campo no tienes tantas posibilidades

    de conocer a diversas personas como en la ciudad, lo cual debes reconocer que es

    cierto. Al igual que el seor Darcy sin duda reconocer que la escasez de cementerios

    hace que el campo resulte ms agradable en estos tiempos.

    -Ciertamente, querida, pero en cuanto a conocer a pocas personas en esta comarca,

    a mi entender existen pocas comarcas ms grandes. Nosotros tenemos trato con

    veinticuatro familias. Es decir, veintitrs Que Dios acoja en su gloria a la pobre seora Long.

    Darcy se limit a sonrer, y la pausa que se produjo a continuacin hizo que

    Elizabeth se echara a temblar. Deseaba decir algo, pero no se le ocurra nada. Tras un

    breve silencio, la seora Bennet empez a reiterar sus muestras de gratitud al seor

    Bingley por su amabilidad hacia Jane, disculpndose por tener que acoger tambin a

    Lizzy. El seor Bingley respondi con un tono sencillo y corts, obligando a su

    hermana menor a mostrarse tambin corts, la cual dijo lo que requera la ocasin. La

    seorita Bingley desempe su papel sin excesiva amabilidad, pero la seora Bennet se

    sinti satisfecha, y al poco rato pidi que trajeran su coche. Ante esa seal, la menor de

    sus hijas se adelant. Las dos hermanas no haban dejado de cuchichear durante toda

    la visita, y, en consecuencia, la menor se encarg de recordar al seor Bingley la

    promesa que haba hecho al llegar al campo de ofrecer un gran baile en Netherfield.

    Lydia era una muchacha de quince aos, robusta y muy desarrollada para su edad,

    con un bonito cutis y un semblante risueo. Posea las habilidades mortferas de Lizzy,

    aunque no su sentido comn, y haba derrotado a su primer innombrable a la

    asombrosa edad de siete aos y medio. Por tanto, era ms que capaz de plantear al

    seor Bingley el asunto del baile, recordndole bruscamente su promesa y aadiendo

    que sera vergonzoso que no la cumpliera. La respuesta de Bingley a ese inopinado

    ataque le son a la seora Bennet a msica celestial.

    -Le aseguro que estoy ms que dispuesto a cumplir mi palabra; y cuando su hermana

    se haya restablecido, usted misma puede fijar la fecha del baile. No creo que le

    apetezca asistir a un baile estando su hermana enferma.

    Lydia declar que se senta satisfecha.

    -S, es preferible esperar a que Jane est bien! Para entonces es probable que el

    capitn Crter haya regresado a Meryton. Y cuando usted celebre el baile -aadi la

    joven-, insistir en que los oficiales organicen tambin uno. Dir al coronel Forster que

    sera vergonzoso que no lo hiciera.

    Al cabo de un rato la seora Bennet y sus hijas partieron, y Elizabeth regres de

    inmediato junto a Jane, dejando que las dos damas y el seor Darcy comentaran su

  • conducta y la de su madre y hermanas. No obstante, pese a los comentarios irnicos de

    la seorita Bingley sobre los hermosos ojos de Elizabeth, el seor Darcy se neg a

    participar en las crticas contra la joven.

    10

    El da transcurri como el anterior. La seora Hurst y la seorita Bingley haban

    pasado unas horas por la maana con la enferma, que segua recuperndose, aunque

    lentamente; y por la tarde Elizabeth se reuni con ellos en el saln. Sin embargo, la

    mesa de juego no apareci. El seor Darcy estaba escribiendo, y la seorita Bingley,

    sentada junto a l, observaba cmo escriba la carta al tiempo que le distraa con

    repetidos mensajes para su hermana. El seor Hurst y el seor Bingley jugaban al

    piquet, y la seora Hurst observaba el desarrollo del juego.

    Elizabeth se puso a engrasar la culata de su mosquete, escuchando divertida la

    conversacin entre Darcy y su acompaante.

    -La seorita Darcy estar encantada de recibir esa carta!

    Darcy no contest.

    -Escribe usted muy deprisa.

    -Y usted no deja de parlotear.

    -Debe de escribir muchas cartas en un ao! Me refiero tambin a cartas de

    negocios! Que odioso que se me haya ocurrido pensar en ellas!

    -Y qu odioso que tenga que escribirlas a menudo en su presencia.

    -No olvide decir a su hermana que estoy impaciente por verla.

    -Ya se lo he dicho una vez, tal como me pidi que hiciera. -Cmo consigue escribir

    con una letra tan pareja? Darcy guard silencio.

    -Diga a su hermana que me alegra saber que ha mejorado con el arpa, y que su

    maravilloso boceto para una mesa me ha encantado.

    -Seorita Bingley, los gemidos de un centenar de innombrables seran ms gratos a

    mis odos que otra palabra salida de sus labios. Si no se calla, me ver forzado a

    cortarle la lengua con mi sable.

    -Da lo mismo. Ver a su hermana en enero. Siempre le escribe unas cartas tan

    largas y encantadoras, seor Darcy?

    -Suelen ser largas, pero soy el menos indicado en decir si son encantadoras.

    -Siempre me guo por la mxima de que una persona capaz de escribir una carta

    larga, no puede escribir cosas desagradables.

    -Tu comentario no halagar al seor Darcy, Caroline -dijo su hermano-, porque lo

    cierto es que no escribe con facilidad. Estudia demasiado para emplear palabras de

    cuatro slabas, no es as, Darcy?

    El seor Darcy sigui escribiendo en silencio, aunque Elizabeth not que estaba

    irritado con sus amigos.

    Cuando termin de escribir, el seor Darcy pidi a la seorita Bingley y a Elizabeth

    que le complacieran ofrecindole un poco de msica. La seorita Bingley se acerc con

    cierta desgana al piano y, tras rogar educadamente a Elizabeth que fuera la primera en

    tocar una pieza, se sent.

    La seora Hurst cant con su hermana mientras Elizabeth tocaba.

  • Cuando la Tierra estaba en calma y los muertos en silencio, y Londres estaba slo

    ocupada por seres vivos, la plaga cay violentamente sobre nosotros obligndonos a

    defender a nuestra amada Inglaterra.

    Mientras las jvenes ofrecan su recital de msica, Elizabeth no pudo por menos de

    observar que el seor Darcy la miraba con frecuencia. La joven no supona que fuera

    un objeto de admiracin para un hombre tan distinguido; pero le chocaba que ste la

    mirara porque le inspiraba antipata. Elizabeth slo alcanzaba a suponer que Darcy la

    observaba con insistencia porque tena algn rasgo defectuoso, o ms desagradable,

    segn el concepto que el seor Darcy tena sobre la belleza, que cualquiera de las

    personas presentes. Esa suposicin no la hiri, pues el seor Darcy le desagradaba

    hasta el extremo de que su aprobacin la tena sin cuidado.

    A continuacin toc la seorita Bingley, variando el encanto del momento al

    interpretar un alegre aire escocs. Poco despus, el seor Darcy se acerc a Elizabeth

    y le dijo:

    -No siente el deseo, seorita Bennet, de aprovechar esta oportunidad para bailar

    una giga?

    Elizabeth sonri sin responder. Darcy repiti la pregunta, sorprendido por el

    silencio de la joven.

    -Ya le he odo -dijo Elizabeth-, pero en esos momentos no saba qu responder. S

    que usted deseaba que dijera s, para gozar criticando mis gustos; pero a m me

    divierte echar por tierra esas artimaas e impedir que la persona en cuestin se d el

    lujo de humillarme. Por tanto, he decidido responder que no tengo el menor deseo de

    bailar una giga. Y ahora censreme si se atreve.

    -Lo cierto es que no me atrevo.

    La gallarda de Darcy sorprendi a Elizabeth, que haba supuesto que sus palabras

    le ofenderan. En cuanto a Darcy, nunca se haba sentido tan cautivado por una mujer

    como por Elizabeth. Estaba convencido de que, de no ser por la inferioridad de las

    amistades de la joven, corra el riesgo de enamorarse de ella, y que de no ser por su

    gran habilidad en las artes mortales, se expona a que Elizabeth le superara en ellas,

    pues jams haba conocido a una dama ms diestra a la hora de derrotar a los muertos

    vivientes.

    La seorita Bingley observ, o sospech lo suficiente como para sentirse celosa; y a

    su sincero anhelo de que su querida amiga Jane se restableciera se uni su deseo de

    librarse de Elizabeth. Se esforz en repetidas ocasiones en indisponer a Darcy contra

    su invitada, refirindose al supuesto matrimonio entre ellos y planeando la felicidad de

    Darcy en esa unin.

    -Confo -dijo la seorita Bingley al da siguiente mientras daban un paseo por el

    jardn-, que ofrezca a su suegra algunos consejos, cuando tenga lugar el feliz

    acontecimiento, sobre la ventaja de mantener la boca cerrada; y si se cree capaz de

    conseguirlo, procure impedir que las hermanas menores persigan a los oficiales. Y, si

    me permite abordar un asunto tan delicado, trate de reprimir la poco femenina aficin

    de la seorita Bennet por los mosquetes, las espadas, el ejercicio, y todas esas tonteras

    ms propias de hombres, o de mujeres de baja alcurnia.

    -Tiene alguna otra sugerencia que hacer en aras de mi felicidad domstica?

    En esos momentos se encontraron con la seora Hurst y Elizabeth, que caminaban

    por otro sendero.

    -No saba que iban a salir a dar un paseo -dijo la seorita Bingley, confundida y

    temiendo que la hubieran odo.

  • -Os habis portado muy mal con nosotras -contest la seora Hurst-, desapareciendo

    sin decirnos que ibais a salir.

    Luego, tomando el brazo que el seor Darcy tena libre, la seora Hurst dej que

    Elizabeth continuara sola, pues el sendero slo admita tres personas. Al percatarse de

    su descortesa, el seor Darcy se apresur a decir:

    -Este sendero no es lo bastante ancho para que paseemos los cuatro por l. Ser

    mejor que tomemos por la avenida.

    Pero Elizabeth, a quien no le apeteca seguir con ellos, contest risuea:

    -No es necesario que se muevan. Forman un grupo encantador, y as podrn pasear

    cmodamente. La presencia de una cuarta persona estropeara el pintoresco cuadro.

    Adems, sospecho que este sendero est repleto de zombis, y hoy no tengo ganas de

    pelear con ellos. Adis.

    Acto seguido se alej alegremente, confiando, mientras paseaba, en regresar a casa

    dentro de uno o dos das. Jane estaba muy recuperada e iba a abandonar su habitacin

    durante un par de horas esa tarde.

    11

    Cuando las damas se retiraron despus de cenar, Elizabeth corri junto a su

    hermana y, al verla muy recuperada, la acompa hasta el saln, donde la seorita

    Bingley y la seora Hurst recibieron a Jane con profusas muestras de gozo. Elizabeth

    nunca las haba visto comportarse de forma tan amable como durante la hora que

    transcurri hasta que aparecieron los caballeros. Pese a la falta de adiestramiento de

    ambas damas en los mtodos de combate, Elizabeth tuvo que reconocer que posean

    una gran habilidad como conversadoras.

    Si las palabras pudieran decapitar a un zombi -pens-, en estos momentos me

    hallara en presencia de las dos guerreras ms grandes del mundo.

    Pero cuando entraron los caballeros, la seorita Bingley dirigi la vista de

    inmediato hacia Darcy y le dijo unas palabras antes de que ste hubiera avanzado unos

    pasos. Darcy salud a Jane, felicitndola educadamente por su recuperacin; el seor

    Hurst hizo tambin una leve reverencia y dijo que se alegraba mucho de que se tratara

    slo de un catarro, en lugar de la extraa plaga. Pero fue Bingley quien la salud ms

    efusivamente, mostrndose encantado de su mejora y colmndola de atenciones.

    Bingley se afan en atizar el fuego durante media hora, no fuera que Jane empeorara

    debido al cambio de habitacin. Luego se sent junto a la joven, sin apenas dirigirse a

    nadie ms. Elizabeth se sent junto a la pequea rueda de afilar situada en un extremo

    de la habitacin y observ divertida la escena mientras afilaba las espadas de los

    caballeros, las cuales haba comprobado que estaban escandalosamente romas.

    Despus del t, el seor Hurst record a su cuada la mesa de juego, pero fue en

    vano. La seorita Bingley haba averiguado secretamente que el seor Darcy no era

    aficionado a las cartas, por lo que la abierta peticin del seor Hurst fue rechazada. La

    joven le asegur que nadie deseaba jugar a las cartas, y el silencio de todos los

    presentes sobre el asunto pareci confirmar sus palabras. De modo que al seor Hurst

    no se le ocurri otra cosa que sentarse en uno de los sofs y descabezar un sueecito.

    Darcy tom un libro; la seorita Bingley hizo lo propio; y la seora Hurst, que se

    entretena jugando con una de las estrellas voladoras de Elizabeth, participaba de vez

    en cuando en la conversacin entre su hermano y la seorita Bennet.

  • La seorita Bingley estaba ms pendiente de observar al seor Darcy mientras ste

    lea que en la lectura de su propio libro; y no cesaba de hacerle preguntas o de mirar

    la pgina que lea Darcy. Pero no logr obligarle a entablar conversacin con ella. El

    seor Darcy se limitaba a responder a sus preguntas y segua leyendo. Por fin, agotada

    por el esfuerzo de tratar de distraerse leyendo su libro, que haba elegido slo porque

    era el segundo volumen del seor Darcy, emiti un sonoro bostezo y dijo:

    -Qu agradable es pasar la velada de esta forma! No hay nada ms entretenido

    que la lectura!

    -Dicho por alguien que jams ha conocido el xtasis de sostener un corazn que an

    palpita en su mano -observ Darcy.

    La seorita Bingley -que estaba acostumbrada a que le echaran en cara su falta de

    adiestramiento en los mtodos de combate- se abstuvo de responder. Bostez de nuevo,

    dej el libro y mir a su alrededor en busca de algo con qu distraerse. Al or a su

    hermano mencionar a la seorita Bennet un baile, se volvi hacia l y dijo:

    -A propsito, Charles, piensas en serio organizar un baile en Netherfield? Te

    aconsejo que consultes los deseos de los presentes. O mucho me equivoco, o para

    algunos sera ms un castigo que un placer.

    -Si te refieres a Darcy -contest su hermano-, si lo desea puede irse a la cama antes

    de que comience, pero en cuanto al baile, est decidido; y cuando la tierra se haya

    endurecido y haya disminuido la inslita cantidad de innombrables, enviar las

    invitaciones.

    -Los bailes me gustaran ms -dijo la seorita Bingley- si se organizaran de otra

    forma.

    -Los bailes le gustaran ms -replic Darcy- si supiera algo sobre ellos.

    Elizabeth se sonroj y reprimi una sonrisa, un tanto sorprendida de que el seor

    Darcy hubiera rozado la descortesa, y admirada de que coqueteara con sta. La

    seorita Bingley, que no haba comprendido el significado de sus palabras, no

    respondi, y al cabo de unos minutos se levant y dio una vuelta por la habitacin.

    Tena una figura elegante, y caminaba airosamente; pero Darcy, a quien pretenda

    impresionar, segua enfrascado en la lectura. Exasperada por no conseguir su

    propsito, decidi intentarlo por ltima vez y, volvindose hacia Elizabeth, dijo:

    -Seorita Bennet, permtame que le proponga imitarme y dar un paseo por la

    habitacin. Le aseguro que es muy tonificante despus de permanecer sentada tanto

    tiempo.

    Aunque no necesitaba sentirse tonificada -en cierta ocasin le haban ordenado que

    hiciera el pino durante seis das bajo el sol abrasador de Beijing-, Elizabeth accedi en

    el acto. El seor Darcy alz la vista y cerr el libro distradamente. La seorita Bingley

    le invit a que se uniera a ellas, pero Darcy declin la invitacin, haciendo la

    observacin de que slo se le ocurran dos motivos por los que hubieran decidido dar

    un paseo por la habitacin, y no quera desbaratarlos acompandolas.

    -A qu se refiere? -La seorita Bingley, que estaba muerta de curiosidad por

    averiguar el significado de ese comentario, pregunt a Elizabeth si lo haba entendido.

    -No -respondi Elizabeth-, pero crame, el seor Darcy pretende censurarnos con

    severidad, y la mejor forma de impedir que se salga con la suya es no hacer ninguna

    pregunta.

    Pero la seorita Bingley era incapaz de semejante autodisciplina, e insisti en pedir

    a Darcy que les explicara sus dos motivos.

    -No tengo ningn inconveniente en explicrselos -respondi Darcy-. Si han elegido

    esa forma de pasar la velada es o bien porque son incapaces de permanecer sentadas

    tranquilamente, o bien porque saben que al pasearse por la habitacin ponen de realce

  • sus figuras. En el primer caso, demuestran ser unas jvenes necias y no merecen que

    me ocupe de ustedes, y en el segundo, puedo admirarlas mejor desde aqu. De hecho, el

    resplandor del fuego proyecta una silueta muy reveladora contra el tejido de sus

    vestidos.

    -Eso es de muy mal gusto! -protest la seorita Bingley alejndose del fuego-.

    Jams haba odo nada tan abominable. Cmo podemos castigarlo por esas palabras?

    -Se me ocurren varias ideas -respondi Elizabeth-, pero me temo que ninguna

    obtendra la aprobacin de los presentes. No conoce ninguna de sus debilidades,

    habida cuenta de la estrecha amistad que la une al seor Darcy?

    -Palabra que no. Le aseguro que mi estrecha amistad con l no me ha permitido

    averiguarlo. El seor Darcy posee un talante sosegado, presencia de nimo y valor a la

    hora de luchar.

    -S, pero no posee tambin vanidad y orgullo?

    -En efecto, la vanidad es una debilidad -contest la seorita Bingley-, pero el

    orgullo Las personas con un intelecto superior saben siempre modular su orgullo. Elizabeth volvi la cabeza para ocultar una sonrisa.

    -Si ha terminado de analizar al seor Darcy -dijo la seorita Bingley-, le ruego que

    nos diga a qu conclusin ha llegado.

    -Mi anlisis me ha convencido de que el seor Darcy no tiene ningn defecto.

    -Se equivoca, tengo muchos -objet Darcy-, pero espero que ninguno relacionado

    con la ignorancia. De mi mal genio no puedo responder. He dado muerte a muchos

    hombres por unas ofensas que a otros les pareceran insignificantes.

    -Eso es decididamente un fallo! -exclam Elizabeth-. Pero ha acertado al elegir ese

    defecto, el cual comparto. Yo tambin me atengo al cdigo guerrero, y estara dispuesta

    a matar para vengar mi honor. Por tanto, no represento una amenaza para usted.

    -Creo que cualquier persona es propensa a un determinado defecto, un fallo natural,

    que ni la educacin ms esmerada puede eliminar.

    -Y su defecto, seor Darcy, es detestar a todo el mundo. -Y el suyo -replic ste

    sonriendo-, es malinterpretar adrede a los dems.

    -Un poco de msica! -exclam la seorita Bingley, cansada de una conversacin en

    la que no participaba-. Louisa, te importa que despierte al seor Hurst?

    Su hermana no opuso la menor objecin, y la seorita Bingley abri el piano. A

    Darcy no le disgust. Empezaba a advertir el riesgo de prestar demasiada atencin a

    Elizabeth.

    12

    Debido a un acuerdo entre las hermanas, Elizabeth escribi a la maana siguiente a

    su madre para rogarle que les enviara el coche durante el da. Pero la seora Bennet,

    que haba calculada que sus hijas siguieran en Netherfield hasta el martes siguiente,

    con lo cual Jane habra permanecido all una semana, no estaba dispuesta a acogerlas

    con los brazos abiertos si regresaban antes. Por tanto, su respuesta dio al traste con los

    planes de las jvenes. Les envi recado diciendo que no podan disponer del carruaje

    antes del martes, pues estaba muy deteriorado por haber recibido unos disparos de

    mosquete durante una escaramuza entre soldados y un grupo de zombis cerca del

    campamento en Meryton.

    Eso era en parte cierto, pues el vehculo haba quedado atrapado en un fuego

    cruzado cuando Catherine y Lydia lo haban utilizado para visitar a un grupo de

  • oficiales; pero los daos eran menos graves de lo que la seora Bennet daba a entender.

    En su posdata aadi que si el seor Bingley y su hermana les rogaban que se

    quedasen unos das ms, deban aceptar. No obstante, con el fin de no prolongar su

    estancia, Elizabeth inst a Jane a que pidiera prestado de inmediato el coche al seor

    Bingley. Por fin decidieron manifestar su intencin de abandonar Netherfield y pedir

    que les prestaran el faetn.

    Dicha peticin suscit numerosas manifestaciones de preocupacin, y Bingley y su

    hermana rogaron a las jvenes que se quedaran al menos hasta el da siguiente para

    dejar que la tierra se endureciera ms. Elizabeth y Jane accedieron a aplazar su

    partida hasta el da siguiente. La seorita Bingley se arrepinti enseguida de haberles

    pedido que se quedaran, pues sus celos y antipata hacia Elizabeth superaban en mucho

    su afecto por Jane.

    El seor Bingley se mostr sinceramente consternado al averiguar que deseaban

    partir tan pronto, y trat reiterada e infructuosamente de convencer a la seorita

    Bennet de que era una imprudencia, de que an no estaba lo bastante restablecida para

    pelear en caso de que unos innombrables atacaran el coche; pero Jane le record que

    Elizabeth era una guardaespaldas tan eficaz como cualquiera en Inglaterra.

    El seor Darcy acogi la noticia con agrado, pues opinaba que Elizabeth haba

    permanecido demasiado tiempo en Netherfield. La joven le atraa ms de lo

    conveniente, y la seorita Bingley se mostraba grosera con ella y no dejaba de lanzarle

    pullas a l. Darcy decidi no mostrar la menor seal de admiracin. Firme en su

    empeo, durante todo el sbado apenas dirigi diez palabras a Elizabeth, y aunque en

    cierta ocasin se quedaron solos durante media hora, Darcy se enfrasc

    deliberadamente en la lectura de su libro, sin siquiera mirarla.

    El domingo, despus del servicio religioso, lleg el momento de las despedidas. La

    amabilidad de la seorita Bingley hacia Elizabeth aument rpidamente, as como su

    afecto por Jane; y cuando se separaron, despus de asegurar a sta que siempre sera

    un placer para ella verla en Longbourn o Netherfield, abrazndola con ternura, la

    seorita Bingley incluso estrech la mano de Elizabeth. Elizabeth se despidi de todos

    con aire jovial.

    El trayecto a Longbourn fue muy agradable, salvo por el breve encuentro con un

    pequeo grupo de nios zombis, sin duda procedentes del orfanato de la seora

    Beechman, que haba cado recientemente junto con la parroquia de St. Thomas. El

    cochero del seor Bingley no pudo por menos de vomitar encima de su corbata al ver a

    los diablillos devorando unos cadveres endurecidos por el sol en un campo cercano.

    Elizabeth ech mano de su mosquete, por si las atacaban. Pero tuvieron suerte, y los

    condenados chiquillos no prestaron atencin al coche.

    Cuando llegaron, su madre las recibi con escasa cordialidad. La seora Bennet

    opinaba que haban hecho mal en regresar tan pronto, y estaba segura de que Jane

    haba vuelto a acatarrarse. Sus protestas arreciaron al ver la corbata del cochero

    manchada de vmitos, una prueba irrebatible de que se haban topado con unos

    innombrables en la carretera. Pero su padre se mostr muy contento de verlas, pues la

    ausencia de Elizabeth y Jane restaba aliciente a las sesiones vespertinas de

    adiestramiento en las artes mortales.

    Las jvenes hallaron a Mary, como de costumbre, absorta en el estudio de la

    naturaleza humana; Catherine y Lydia tenan otro tipo de noticias para ellas. En el

    regimiento se haban producido muchas novedades desde el mircoles anterior; varios

    oficiales haban comido recientemente con el to de las hermanas Bennet, un soldado

    raso haba sido azotado por cometer actos licenciosos con un cadver, y corra el

    rumor de que el coronel Forster iba a casarse.

  • 13

    -Espero, querida -dijo el seor Bennet a su esposa a la maana siguiente mientras

    desayunaban-, que hayas encargado una suculenta cena, porque tengo motivos para

    creer que tendremos un invitado.

    -A qu te refieres, querido? No creo que vaya a presentarse nadie, a menos que

    Charlotte Lucas decida visitarnos. Adems, estoy segura de que mis cenas son lo

    suficientemente suculentas para ella, dado que es una solterona de veintisiete aos y,

    por tanto, slo puede esperar muy poco ms que un mendrugo de pan regado con una

    copa de soledad.

    -La persona a la que me refiero es un caballero, un extrao.

    -Un caballero y un extrao! -exclam la seora Bennet con ojos chispeantes-.

    Estoy segura de que se trata del seor Bingley! Estar encantada de recibir al seor

    Bingley, pero Cielo sant