oraciÓn - aa.vv. - consejos para la oración (libro)

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Consejos para la oración QUINTA EDICION “La fe de la juventud debe ser una fe orante. La juventud debe aprender a orar... siempre teniendo conciencia de que sin la oración no es posible permanecer fieles a la fe”. (Pío XII. Alocución del 18 de abril de 1952. A.A.S.44 (1952 ) 419 ) .

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  • Consejos para la oracin

    QUINTA EDICION

    La fe de la juventud debe ser una fe

    orante. La juventud debe aprender a orar... siempre teniendo conciencia de que sin la oracin no es posible permanecer fieles a la fe. (Po XII. Alocucin del 18 de abril de 1952. A.A.S.44 (1952 ) 419 ) .

  • La obra original Conseils pour prier fue publicada en 1959 por Rdaction de Vie Chrtienne. Pars. Vie Chrtienne, revista mensual que publican los Padres Jesutas del Secretariado de las Congregaciones Marianas en Francia. Imprimi potest: Raphel Prez, S. J. Praep. Prov. Mexic. Merid. Mexici, 1 Februarii an. D. 1965 - Nihil obstat: Wilfredo Guinea, S. J., Cens. Eccles.-Imprimatur: Miguel naro Miranda, Arz. Primado. Mxico. D. F., 11 de febrero de 1965. Derechos de traduccin de esta 5a. edicin concedidos por el autor a la Editorial Progreso, S. A.

    Derechos Reservados Para obtener este folleto dirija sus pedidos a Gabriel Ochoa Gmez, S. J. Instituto Libre de Filosofa. Ro Hondo 1. Mxico 20, D. F. IMPRESO EN MEXICO PRINTED IN MEXICO Imprenta de la Editorial Progreso, S. A. - Sabino 275 - Mxico 4, D. F.

  • [1]

    CONSEJOS PARA LA ORACION

    Estas pginas van dirigidas a tantos cristianos como hay, profundamente persuadidos de la necesidad de orar, que experimentan incluso nostalgia por la oracin, sienten la falta que les hace orar, pero desgraciadamente, con mucha frecuencia no lo consiguen, o a duras penas llegan a una oracin mediocre.

    La causa de ello no es la falta de buena voluntad ni

    mucho menos del firme propsito. Qu oracin cabe en una vida con exceso de trabajo y ocupaciones? Los esfuerzos hechos no dan el fruto que se esperaba, y se acaba por abandonarlos.

    Lo que quieren los cristianos no es ciertamente que se

    les exhorte a orar: tales invitaciones lo nico que obtienen es avivar su sed de oracin dejndolos incapaces de orar.

    Desean que se les ayude, que se les ensee; tienen

    verdaderas ansias por llegar a orar pero no saben cmo hacerlo.

    En cuanto se les presente un gua que les abra el

    camino y les indique los primeros pasos, quedar abierta para ellos la puerta hasta entonces prohibida. Tan pronto como aprendieron a orar -pues orar es cosa que se aprende-, muchsimos cristianos han dado

  • nuevamente con el deseo, e incluso han hallado el gusto por la oracin; y los obstculos en otro tiempo insuperables: falta de tiempo, atencin dispersa, etc..., parece que desaparecen por s mismos.

    Nuevamente irrumpe la oracin en la vida, y forma parte de ella.

    [2]

    No pocos lectores de Vida Cristiana, como ellos mismos lo confiesan, han hecho la prueba con los artculos de Consejos para hacer oracin publicados sucesivamente por la Revista. Artculos solicitados repetidas veces pero que no se pueden conseguir por haberse agotado ya la mayor parte de esos nmeros. Aqu se hallarn todos formando los diferentes captulos de este folleto. No es que aqu se trate todo, incluso habr alguna repeticin, pero el lector indulgente sabr perdonar tales deficiencias propias de este gnero de publicaciones.

    Despus de un primer captulo en que se dan

    consejos muy generales sobre la meditacin diaria, de ordinario indispensable en una vida de oracin personal, las diversas cuestiones tratadas se dividen en dos grandes partes:

    La primera: En el Umbral de la Oracin da los

    consejos referentes a la entrada inicial de la meditacin. Se trata en particular de tres actos preparatorios, ya familiares a quienes han hecho los Ejercicios de San Ignacio: ponerse en presencia de Dios, (3a. adicin de los Ejercicios), el ofrecimiento de s mismo a Dios por la splica (u oracin preparatoria) y la peticin de la gracia que se desea. Ni es de extraar que se d tanta importancia a estos prembulos: ponerse en oracin

  • supone una ruptura con el ritmo habitual de pensamientos e intereses que nos ocupan. Medularmente, aprender a orar es aprender a estar atentos a Dios, a estar disponibles a la accin del Espritu Santo en nosotros. Estas son las disposiciones que hay que rehacer cuando decae la oracin. El resto, podramos decir que no necesita aprenderse: el mismo Espritu Santo se lo sugiere a quien est atento a su palabra.

    La segunda parte: Modos de Orar es una especie de

    gua que sugiere, sin pretender ser exhaustiva, diversas maneras de hacer oracin. El captulo quinto, en una vista de conjunto, enumera varias. Es muy importante que cada uno llegue a discernir el modo de orar ms apto y conveniente a sus necesidades, a sus posibilidades y a su temperamento espiritual, cosa que exige tanteos y pruebas. Tambin es importante no esclavizarse a una forma nica, sino saber variar, a fin de mantener la capacidad de orar en todas las circunstancias: cuando se siente el deseo de ponerse a pensar delante de Dios, y cuando la fatiga dificulta la reflexin; en tiempo de aridez, o cuando nos sentimos movidos a estar sencillamente en la presencia de Dios para decirle que

    [3] le amamos; cuando nos podemos servir de un libro, y cuando no tenemos ninguno a nuestro alcance... En fin, hay que conocer por lo menos algunos de estos modos de orar, como la oracin hecha sobre un texto conocido, tomando frase por frase ( cap. VI ), la meditacin del Evangelio o de un pasaje de la Sagrada Escritura (cap. VII), la contemplacin de una escena evanglica (cap. VIII), y el modo de orar sobre nuestra vida cotidiana, tan necesaria al apstol y al cristiano que viven en el mundo,

  • el punto donde convergen oracin y accin, que es el examen de conciencia (cap. IX).

    Lo que forma, pues, el fondo de estos Consejos para

    Orar son, sobre todo los mtodos de orar y de una manera especial los mtodos ignacianos. Habituados como estamos a vivir en un mundo tcnico, no hay peligro de que menospreciemos la utilidad de un mtodo. Quiz lo que tengamos que acentuar ms es que el mtodo no lo es todo, y principalmente por esta razn, el presente folleto no agotar todo lo que se pueda decir a propsito de la oracin. El mtodo es un gua que nos pone sobre la pista y nos acompaa hasta determinado punto, despus del cual debe desaparecer porque ya ha cumplido su misin.

    All es donde San Juan de la Cruz dice, en la Subida al Monte Carmelo, que a partir de ese punto no hay ms camino porque no hay ms ley, o como dice San Ignacio que en ese punto deje inmediate obrar al Criador con la criatura y a la criatura con su Criador y Seor para mantenerse familiarmente dcil al Espritu Santo.

    A partir de all, la fidelidad al Espritu Santo que nos

    lleva a donde le place, adquiere la primaca sobre la fidelidad a cualquier mtodo.

    Pero, como de ordinario la gracia divina no nos

    mantiene de modo constante en tal punto, tenemos frecuente necesidad -para no caer en la negligencia y el sopor- de recurrir a los servicios del gua que habamos dejado al terminar la marcha de nuestro acercamiento.

  • I n d i c e Captulo 1 ............................................Pg. 7 La Meditacin diaria En el umbral de la oracin Capitulo 2 ..........................................Pg. 13 Ponerse en presencia de Dios Captulo 3 ..........................................Pg. 19 Ofrecerse a Dios para orar Capitulo 4 ..........................................Pg. 23 Demandar lo que quiero Modos de orar Captulo 5 ..........................................Pg. 29 Los caminos de la oracin Capitulo 6 ........................................ .Pg. 39 Una manera sencilla de orar Capitulo 7 ..........................................Pg. 42 La meditacin del Evangelio Capitulo 8 ..........................................Pg. 49 La contemplacin del Evangelio Capitulo 9 ..........................................Pg. 55 El Examen de conciencia

  • [7]

    1

    La meditacin diaria

    Orar es una necesidad vital

    Cuando cae uno en la cuenta de que la oracin es tan

    necesaria a nuestra vida espiritual como lo es la respiracin al cuerpo, se plantea una cuestin: cmo hacer oracin?

    Hay das en que nada es tan sencillo como orar, o por lo menos la dificultad no es insuperable. Pero, cuando la oracin no nos dice nada? Entonces el Evangelio es explcito: Velad y orad para que no caigis en la tentacin aun cuando no se tenga el menor deseo de orar...

    Pero, en resumidas cuentas, qu es orar?

    Y, cmo orar? Consiste en recitar frmulas hechas? Evidentemente

    esto no basta y hay peligro de que no sea algo propio y personal; por otro lado, si dejo las frmulas consagradas me encierro en m mismo... o quiz divago ms, distrado por completo.

    La oracin es hablar con Dios. Y sin embargo, yo no lo veo, no lo siento; total, que estoy hablando con un desconocido.

  • Orar, no es hacerle peticiones a Dios? Y, qu le debo pedir? Por lo dems, puede reducirse a peticiones el trato verdaderamente personal, digno de Dios? y digno de m? En fin, de veras me escucha Dios?

    Orar es:

    A veces creemos que orar es una accin que

    hacemos nosotros solos, como por ejemplo, redactar una crnica, escribir una carta, desarrollar un tema en una reunin, etc..., cuando orar es ante todo la accin de Dios en m. Durante la oracin, el Espritu Santo -sin que yo caiga en la cuenta- me transforma, aclara mi entendimiento, me inclina de corazn a comprender y a gustar las cosas de Dios, es decir, las realidades del Evangelio: ver, sentir, juzgar, amar todas las cosas como Jesucristo las ve, las siente, las juzga y las ama. Poco a poco Cristo me va despegando de las cosas bajas y egostas. Me hace salir de m mismo y me acerca a S, a su Evangelio. Hace que nazca en m el amor; transforma mi voluntad hacindola ms diligente, menos tosca,

    [8] etc... Semejante accin de Cristo en m, eso es, fundamentalmente, la oracin. Este influjo divino, durante la oracin, con frecuencia no es sensible, pero quien tiene hbito de orar, verifica en su vida cotidiana estos efectos del Espritu de Cristo: en las horas difciles, en la tentacin, en los momentos de ms importancia...

    Entonces, si la genuina oracin es ante todo la accin de Dios en m, qu debo hacer cuando oro?

    Ponerse a la disposicin de Dios

  • Ante todo y sobre todo: ponerme a la disposicin de Dios, o sea, hacer un esfuerzo por recogerme, prescindir de mis habituales ocupaciones (ya esos 15 o 30 minutos robados al sueo o al descanso, y que parecen humanamente perdidos, son un sacrificio agradable al Seor, y lo inclinan a obrar en m) .

    En segundo lugar, ofrecerme totalmente a Cristo: aqu me tienes, Seor, haz tu obra en m. Luego, reflexionar en presencia de Cristo. Hablarle de m, de mis ms ntimos deseos, de mis dificultades y problemas, de mi porvenir; hablarle de El, de su amor por nosotros los hombres, de su amor por m; hablarle de su poder, de su misericordia, de su gloria.

    Todo esto: recogerme, ofrecerme a Dios, reflexionar, hablar con El, constituye mi colaboracin a su accin en m; cosa que es necesario poner de mi parte para que el Seor obre en m. Pero esto no es lo esencial de la oracin. El es quien pone la parte esencial de la oracin, pues est fuera de mi alcance.

    Por esto precisamente, con tanta frecuencia me esfuerzo por hacer bien mi oracin, por reflexionar, por hablar, etc... y, a pesar de todo me hallo seco, se me escapa la imaginacin y me distraigo, no le hallo gusto a la oracin y la hago mal. En realidad, yo slo he hecho lo que poda, (y puedo tan poco!). El Seor es quien ha obrado.

    La oracin forma parte de la vida de fe.

    La oracin forma parte de la vida de fe. La oracin es

    una buena prueba para mi fe: vivo en la noche, pienso que estoy solo, lucho con lo invisible... Mas, en medio de mi oscuridad, El me transforma. Aparentemente duerme pero all est (ver el pasaje de la tempestad sosegada. Ev. S. Marcos. c. 4. vv. 35-40).

  • [9] Algunos consejos prcticos

    Por qu meditacin diaria?

    Desde luego, si queremos llevar en serio una vida

    cristiana, hemos de insistir en la necesidad de dedicar un rato cada da a la oracin personal. No es nada fcil cumplir este propsito: hay que hallar tiempo para ello, sobreponernos a la pereza, incluso vencer el temor ms o menos consciente de afrontar la palabra de Dios y de compararse con Ella...

    Pero es una exigencia saludable: la vida se unifica poco a poco en la fe en el Padre, se purifica la accin y adquiere una constancia y un vigor nuevos, y el Evangelio se integra mejor en nuestra manera de pensar y en nuestra conducta.

    Ordinariamente es indispensable que el ritmo de la oracin sea cotidiano. Corresponde, por lo dems, al de la vida, lo mismo que se come, que se duerme, que se trabaja y se descansa cada da, as cada da se vuelve uno al Seor Jess a fin de que hagamos todas las cosas en su Nombre, y dando gracias por El al Padre (Col. 3, 17).

    Y ahora, algunas indicaciones de orden prctico, para adquirir el hbito de la meditacin cotidiana.

    Lugar de la meditacin en nuestra vida

    DURACION: cada uno vea, segn el tiempo de que

    dispone y el atractivo personal. Un mnimo de 15 minutos parece indispensable.

    HORA: escoger la ms propicia del da, en que no estemos carrereados por las ocupaciones, el horario, los

  • nios; cuando el sueo y la fatiga no nos agobian. Que esta hora sea siempre la misma y que se mantenga fija en cuanto sea posible.

    LUGAR: no importa cul: el templo, el cuarto, la oficina, el tranva, la cocina: Lo importante es que podamos liberarnos de lo que nos rodea.

    Todos estos consejos caen de su peso, parecen tan evidentes, y, sin embargo, los fracasos en la meditacin provienen de que no nos hemos molestado en buscarle su colocacin a lo largo de nuestras ocupaciones, a reserva de hacer las modificaciones necesarias en la distribucin de nuestro tiempo.

    Hay que preparar la meditacin

    ANTES DE LA MEDITACION: procuremos pensar (por

    ejemplo al levantarnos o al entrar en casa) en la oracin que vamos a hacer. Decirnos a nosotros mismos:

    [10] con quin voy a hablar? con qu actitud de alma he de comenzar? -Humildad, gratitud-. Prever de antemano, la vspera o por la maana, el tema de la meditacin. Si nos servimos de las indicaciones Indicaciones para orar que public Vida Cristiana, tenemos que haber ledo ya, por lo menos una vez, la indicacin correspondiente al da, desde la vspera, o en todo caso, antes de la meditacin.

    Una vez que se tiene oracin diaria, nacer poco a poco la vida de oracin; se establece continuidad de una meditacin a la otra; las ideas capitales cobran realce; las palabras de la Sagrada Escritura o las de los santos llegan a sernos familiares; se pone de manifiesto el sentido divino de un determinado acontecimiento de nuestra existencia; se nos impone la necesidad de

  • recapacitar delante de Dios sobre determinada situacin en que nos hallamos. Sentimos entonces deseos de volver nuevamente sobre la misma reflexin en la meditacin que sigue y se piensa en ello de antemano: hoy meditar tal punto... o maana. El esmero en preparar la meditacin es la condicin para que salga bien, as la meditacin es indicio de que se ha adquirido el hbito de orar.

    Hay que advertir aqu el papel de preparacin remota a la oracin, que juega la lectura espiritual (libro de reflexiones religiosas, vidas de santos); tambin el papel de los crculos de estudio tenidos con un asesor, y el de la revisin de vida, de la Accin Catlica. Todo esto va nutriendo insensiblemente la oracin, dado que los conocimientos religiosos y la accin son necesarios a la oracin, como la oracin es necesaria a la accin y al estudio.

    Saber entrar en oracin

    AL PRINCIPIO DE LA MEDITACION: cortar

    resueltamente con la actividad que ha precedido antes; ahora se est nicamente en oracin; por el momento se sacrifica todo lo dems. Hacer siempre, al comenzar, un acto de fe en la presencia de Dios: ponerme en presencia del Padre, de su hijo Jesucristo, del Espritu Santo, que estn siempre misteriosamente presentes en m. Acto de fe penetrado de humildad y respeto. Este acto es capital: de aqu depende cmo resulte la oracin1 PRIMERA PARTE: EN EL UMBRAL DE LA ORACIN

    [11] 1 Este captulo rene varias notas del P. Roger Dalbert, S.J. publicadas en Vie Chrtienne. No. I (nov. l957) y No. II (nov. 1958).

  • 2

    Ponerse en presencia de Dios

    Lo que es la oracin La oracin es esencialmente presencia de Dios y

    silencio ante El. PRESENCIA DE DIOS: contacto con mi Creador y

    Seor, trato personal con El, reencuentro de amistad: reflexiones inspiradas en la fe, y sencillas palabras que dirijo a Dios, y que expresan, bajo distintas formas, que creo en El, que espero en El, que quiero amarlo por encima de todas las cosas.

    SILENCIO ANTE DIOS: escuchar a Dios. A lo largo de la oracin debo interrumpir mis reflexiones y mi lenguaje interior para adoptar con toda sencillez una actitud acogedora respecto de su Palabra, y debo disponerme a recibir lo que El quiera darme a entender y a gustar. Habla, Seor, que tu siervo escucha (I Sam. 3, 9).

    Eso es oracin.

    Al comienzo de cualquier oracin ponerse en presencia de Dios

    Sea la que fuere la forma o la materia de la meditacin

    lo primero que hay que hacer es ponerse en presencia de Dios. Al tratar de la oracin, los santos y los autores espirituales estn de acuerdo en este punto: para orar, se debe comenzar por recogerse y decirse a s mismo: voy a hablar con mi Seor y mi Dios, que me est viendo y que me convida a platicar con El.

    Dice el P. de Grandmaison:

  • As como cuando se entra en una iglesia donde est el Santsimo, es bueno detenerse un poco, recogerse y persignarse, as antes de entrar en oracin, conviene ponerse en presencia de Dios o volver a ella. Todos esos devocionarios antiguos lo recomiendan al principio del rezo en comn: Pongmonos en la presencia de Dios y adormosle...

    Y un poco despus:

    [12] Se trata de un recogimiento que debe durar, al menos

    virtualmente, un tiempo considerable: quince minutos, media hora... Tenemos pues que entrenarnos y educarnos en el arte de recogernos, porque el recogimiento es todo un arte. En vano pretender uno poder recogerse sin un esfuerzo habitual previo, como tampoco se podr ejecutar un buen trozo de msica sin un ejercicio asiduo.

    Cmo recogerse

    Recogerse para entrar en presencia de Dios es

    indispensable antes de comenzar cualquier oracin. Y hace falta aprender a recogerse:

    A su vez, este recogimiento inicial depende de ciertas circunstancias que preceden a la oracin, y, preciso es decirlo, dependen ante todo de una cierta atencin habitual a Dios y a su voluntad en toda la vida. Pero, ya a las inmediatas, cuando se va a la oracin, hay que cortar por completo la actividad que se tena, esforzarse por romper el hilo de los pensamientos que ocupaban nuestra mente durante la conversacin, la lectura o el trabajo que tenamos. Incluso, es de desear que haya algunos minutos de reposo de la mente y del cuerpo, entre el comienzo de la oracin y aquello que se traa entre

  • manos. Cualquier tensin nos imposibilitar el recogimiento necesario para ponernos delante de Dios.

    Ms an, es necesario que el tiempo destinado a la oracin sea propicio; en cuanto a la actitud corporal, que sea a la vez cmoda y respetuosa.

    La seal de la cruz

    Nos referimos aqu al acto inicial de cualquier oracin:

    ponerse en presencia de Dios: Hacer lentamente la Seal de la Cruz. En el nombre

    del Padre, o sea, con la gracia del Padre, y del Hijo y del Espritu Santo voy a dirigirme realmente a mi Padre y a su Hijo Jesucristo: Dios ha enviado a nuestros corazones el Espritu de su Hijo que clama: Abba!, Padre! (Glatas 4,6; tambin, Rom. 8,12-17).

    Rompamos con el hbito de persignarnos mecnicamente, y dmosle su valor de signo a la seal de la cruz con que iniciamos la oracin. Esto mismo, si se hace con fe, es ya un ponerse delante de Dios.

    Hacer un acto de fe en Dios presente

    Hacer un acto de fe: creo que Dios est aqu. El es mi

    Creador gracias al cual subsisto, como todo lo que tiene ser; como dice san Pablo cuando les descubre a los

    [13] atenienses el Dios verdadero, Creador del cielo y de la tierra: ...no est lejos de nosotros, pues en El vivimos, nos movemos y somos (Act. 17, 27-28).

  • Recordemos tambin que esta presencia de Dios en todos los seres llega a su culmen en los hombres que han sido regenerados por la gracia, por la misma vida divina en cada uno de ellos. (Es lo que se llama gracia santificante, o sea: vivir en estado de gracia). Dios es mi Padre, y yo soy su hijo y vivo de su vida como vive el sarmiento de la vida de la cepa. (Juan 15,1). Simple parbola que expresa una realidad mucho ms profunda. El me ama, me conoce y penetra lo ms ntimo de mi pensamiento. Obra en m y suscita mi fe y mi amor. Si alguno me ama -dice Cristo-, guardar mi palabra, y mi Padre lo amar, y vendremos a l y haremos en l nuestra morada (Juan, 14, 23).

    No es un esfuerzo de la imaginacin

    Y advirtamos que dicho acto inicial de toda oracin no

    es un acto de imaginacin. Todo esfuerzo por imaginarme a Dios presente en m, sera ridculo y sencillamente destinado al fracaso. Se trata de un acto de fe en la realidad de la presencia divina.

    Las palabras son totalmente incapaces de expresar esta misteriosa presencia. Nosotros mismos no siempre le prestamos la debida atencin. Al comienzo de la oracin lo importante es hacernos presentes a esa continua presencia de Dios: Seor, yo s que habitas en m, y yo en Ti. La palabra habitar es todava insuficiente; sin embargo, es la que emplea san Juan para expresar la ntima unin del Padre con el Hijo, y la unin del Padre y del Hijo con el creyente (Juan, 15,1-10).

    Una recomendacin de San Ignacio

    Pensando en esta divina presencia, podemos seguir el

    consejo de San Ignacio de Loyola que nos dice: cuando

  • voy a orar: un paso o dos antes del lugar donde tengo de contemplar o meditar, me pondr en pie por espacio de un Pater Noster, alzado el entendimiento arriba, considerando cmo Dios nuestro Seor me mira, etc..., y hacer una reverencia o humillacin (3a. edicin, Ejs. Esp.)

    Seguir a la letra este consejo: antes de arrodillarme o de sentarme a meditar, me pondr de pie ante mi reclinatorio, mi mesa, o la cama; este permanecer de pie breves instantes precisa el momento en que comienza mi oracin.

    [14]

    Aunque breve, el comienzo debe ser intenso Aqu San Ignacio se refiere a una persona habituada a

    orar, para quien ponerse en presencia de Dios resulta fcil. El seala la duracin de un Padre nuestro. Pero puedo emplear todo el tiempo que sea necesario para hacer con fe el acto por el que me hago presente a Dios que me est viendo. Puede abreviarse o prolongarse ms. Lo que importa es que sea intenso y que no se siga adelante en la oracin, como leer un pasaje de la Sagrada Escritura, reflexionar... sin antes haber hecho con todo esmero este acto inicial.

    Recordemos por ltimo que si se experimenta atractivo por permanecer en este simple ponerse delante de Dios a toda costa se debe uno quedar all. De todos modos hay que mantenerse en esta presencia a lo largo de toda la oracin, cualquiera que sea el modo de orar adoptado, y si la imaginacin divaga, hemos de volver a esta presencia sin buscar por otros lados.

    Actitud humilde y respetuosa

  • Este ponerse en presencia de Dios ha de ir impregnado de respeto y humildad: voy a dirigirme a mi Padre, ante el cual yo seguir siendo un hijo que lo ha ofendido (Hijo prdigo, Lc. 15,11), creatura delante de su Creador, un hombre de labios impuros delante de Dios tres veces santo (Isaas 6,1-13), un deudor insolvente... Cuando me acerco a mi Padre para orar, debo exclamar como san Pedro: aprtate de m, Seor, porque soy un hombre pecador (Lc. 5,8). Slo entonces podr escuchar que me dice: Tranquilzate... y ser admitido a su amistad. Cualquier esfuerzo por hacer oracin que no lleve la marca del respeto y la contricin, es esfuerzo engaoso.

    Toda oracin ha de comenzarse por este acto tan sencillo que podr durar unos segundos o ms, pero nunca omitirse, pues de lo contrario hay peligro de empezar la oracin en pleno flujo de acontecimientos y perderse en ellos...

    Los autores espirituales sostienen que este primer momento de la oracin es el ms importante de todos, ya que es su fundamento mismo2.

    2 Artculo del P. Roger Dalbert, S.J., tomado de Vie Chrtienne, N 2 (Dic. 1957), p. 16.

  • [17]

    3

    Ofrecerse a Dios para orar

    Antes de acercarme al Dios Santo Ya estoy delante de Dios. Por la oracin me acercar

    a El. Debo disponerme a ello. Qutate de los pies las sandalias, porque el lugar que pisas es santo, dijo Dios a Moiss (Ex. 3,5). Orden divina cuya importancia conocen bien las almas interiores.

    Llegarse a Dios por medio de la oracin es acercarse a la pureza misma; al Santo de los Santos. Cualquier ascensin hacia Dios exige que aceptemos la conformidad con la perfecta pureza, y que rechacemos toda actitud de inconformidad aunque no sea ms que aparente.

    Doble protesta

    Moiss se quita las sandalias manchadas por de polvo

    del camino; san Pedro, como por instinto, se viste para ir al encuentro de su Maestro (Juan, 21,7).

    Para entrar a la oracin, los santos han tenido las mismas delicadezas. Con ello parecen decirnos: Vamos con Dios: que de nuestra parte no quede nada por hacer: pureza de intencin, actitud correcta. Y lo que ellos practican lo ensean a sus discpulos. Antes de admitirlos por completo a la oracin, les exigen una doble protesta:

  • Que durante esta oracin todas mis fuerzas y todos mis actos sean slo para Dios

    Una, referente a las fuerzas mismas que desean

    emplear en la oracin: su atencin, capacidad de expresin, su voluntad, su corazn. De ordinario las aplican a cosas creadas, e incluso a futilidades y estrechos egosmos culpables. Hay que volver a sujetar esas fuerzas. Conviene que ahora, de una vez por todas, se caiga en la cuenta de que estn hechas para Dios, que es su objeto propio, ya que en la oracin van a aplicarse al nico Bien para quien fueron creadas: Nos has hecho, Seor, para Ti.

    Pero como si este ofrecimiento global de todas las fuerzas del alma fuese an insuficiente, los santos exigen una segunda protesta: Es nuestra intencin que esta facultad de atender, la inteligencia y el corazn puestos a tu servicio, no produzca ms que actos dignos de ti. Pues de sobra lo saben, ellos y nosotros, que en cuanto se ponen

    [18] en actividad nuestras fuerzas internas, corren el peligro de aflojar por pereza o de desperdiciarse por falta de cuidado.

    Demasiado experimentamos -por desgracia- esta debilidad humana como para no prevenirla...

    De all la necesidad de arrancar de raz esos movimientos nocivos a la oracin: dejadez, rutina, formulismo, flojedad y modorra, distracciones llamadas

  • importunas, y ms de una vez admitidas conscientemente. Cuando se est delante de Dios, no hay lugar para nada de esto.

    Purificar mi intencin

    En un ltimo esfuerzo los santos renuncian de

    antemano al egosmo que, aun entonces, sigue levantndose en ellos: A pesar de cuanto te diga, Seor, temo no ir a la oracin solamente por Ti. Ms bien que tu gloria, busco el feliz xito del esfuerzo en mi apostolado, slo porque es mo, y me recreo en las luces que T me das, con la esperanza de poder lucir ms yo mismo.

    Los santos renuncian por adelantado a todas esas distracciones y a todas las desviaciones que naturalmente brotan (demasiado naturalmente) de sus pensamientos. Bien saben que son el signo de la pesadez humana. Razn de ms para desaprobarlas aun antes de que surjan. Rechacmoslas instantneamente en cuanto las advirtamos.

    El ofrecimiento de s mismo

    Por este ofrecimiento inicial de s mismo la oracin

    tomar un valor de humilde homenaje a Dios N. S. aun cuando no disminuyan las distracciones involuntarias que asaltarn en adelante a la mente.

    Semejante disposicin al comenzar la oracin no puede considerarse como un esfuerzo de la voluntad abandonada a sus propios recursos. El hombre no puede prescindir un solo instante del apoyo divino. Dichas protestas se entendern mejor si se formulan en la oracin humilde: Quisiera permanecer en gracia. Seor, espero no ser muy indigno de Ti, porque confo en Ti.

  • Resultan demasiados cumplidos en el servicio de Dios? nicamente a los espritus poco interiores les da en el rostro tal lujo de precauciones. Estas suponen que se ha entrevisto la infinita distancia que separa al Creador de su hijo.

    Es una oracin

    Otros se extraan de que se les obligue a hacer un

    alto en el umbral mismo de la oracin. Pero, podr una

    [19] detencin frenar el impulso que llevaba al alma a acercarse a Dios? De ninguna manera. En estas pginas hemos analizado paso a paso, el curso de un desarrollo. En realidad la oracin preparatoria forma un solo cuerpo con el impulso que lleva al alma a recogerse en presencia de Dios. No es una orden dada desde afuera; es una ltima mirada llena de afectuoso temor, para asegurarse de que en el alma que se pone en la presencia divina, todo quiere tender puramente a Dios.

    Y con este ltimo cuidado, el sello ha sido roto: ya se puede entrar en el Santuario3 [23]

    4

    Demandar lo que quiero4 3 Artculo del P. J. Letourneulx, S.J., publicado con el ttulo Au seuil de la Priere en Vie Chrtienne No. 3 (enero 1958), p. 24. 4 N. del T.: Demandar lo que quiero. Son las palabras textuales de San Ignacio en sus Ejercicios.

  • Al preparar la meditacin

    Al comienzo de toda oracin, despus de ponerse en

    presencia de Dios, y de la oracin preparatoria de que se trata en los captulos precedentes, demandar a Dios la gracia que quiero obtener como fruto de mi oracin.

    Y, en qu consiste ms exactamente este demandar lo que quiero?

    Aquellos que ya tienen alguna experiencia de la vida de oracin saben que es indispensable preparar su meditacin, si se quiere evitar, una vez entrados en la oracin, la dispersin de la mente y la tibieza en los afectos.

    Se descubre la gracia que hemos de pedir

    Al preparar la meditacin, se hacen consideraciones en torno a un tema o a un texto. Con la ayuda de la Sagrada Escritura, del misal o de algn libro que suscite directamente gusto por Dios y hambre de orar. Se sacan de all pensamientos que orienten al alma durante la oracin, y la dispongan mejor a la accin del Espritu Santo. Y al mismo tiempo, para dar unidad a este trabajo humilde, que viene a ser como el borrador de la prxima conversacin que proyectamos para con Dios, se experimenta un deseo que llega acompaado de otros muchos; dicho deseo indica el rumbo de la oracin, rene en un haz nico multitud de aspiraciones confusas, aclara el tema escogido, y pone ms de manifiesto las riquezas que para nosotros encierra. Se ha descubierto entonces la gracia que hay que pedir.

    Un ejemplo: Meditacin de la Anunciacin

  • Releyendo en san Lucas el relato de la Anunciacin se ven, por ejemplo, las palabras de la Santsima Virgen; reflexionamos sobre su significado, las comparamos con otras respuestas que cuenta la Sagrada Escritura, como la de Sara que refiere el Gnesis5. Iremos cayendo poco a poco en la cuenta de la orientacin que podemos darle a nuestra oracin esta tarde o maana por la maana; en qu materia debemos insistir para otra vez y qu palabras hemos de repetir. La preparacin se acaba cuando, en efecto, se __________________________ 5Gnesis 18, 10 y siguientes [24] ha visto que la humildad de la Virgen Mara es la actitud fundamental que explica la iniciativa divina y la respuesta de Mara que se presta a su accin: respexit humilitatem. O quiz la atenta lectura del pasaje de la Anunciacin despierta en nosotros afectos que llevan a considerar especialmente la fe de nuestra Seora, o bien su maravillosa y total acogida de la gracia que la invade por todas partes. En cada caso concreto sentiremos la gracia que debemos pedir desde el principio y en el transcurso de la meditacin. Evidentemente una sola. No hay para qu multiplicar las gracias pedidas. Una sola contendr las dems al hacernos participar de la fuente misma de la vida divina.

    La gracia proporcionada a nuestras necesidades, y la gracia peculiar de cada misterio del Evangelio

  • Las gracias que queremos obtener en la oracin pueden ser sumamente variadas. Se irn concretando segn nuestras necesidades y el estado de nimo por el que pasamos. Creo, Seor, aumenta mi fe; Seor, dame tu paz; Hazme conocer mi pecado, etc. Pero, sobre todo, deben brotar del tema que se va a meditar, segn el ejemplo que acabamos de ver de la Anunciacin. Evidentemente, ya nuestros propios deseos personales nos llevan a interpretar en un sentido o en otro la escena que contemplamos, pero eso no quita que cada misterio del Evangelio lleve inherente su propio fruto, una gracia peculiar; en cuanto de nosotros dependa, nuestra oracin nos debe disponer a recibir tal gracia. As, pediremos conocimiento de Nuestro Seor, o ms en concreto al meditar la vocacin de los apstoles, la gracia de escuchar su llamada; cuando meditemos la oracin del ciego de nacimiento, la gracia de abrir nuestros ojos a la luz, etc...

    Pedir gracia es:

    Comenzar as la oracin es ya, aun antes de seguir

    adelante el trabajo espiritual de la oracin, un salir de nosotros mismos y abandonarnos a la accin del Espritu Santo. En realidad, no pedimos la divina gracia con miradas egostas, o preocupados por nuestro propio inters, sino para ser cada vez ms y ms dciles interiormente al Seor Jess y a su Reino. Cualquier peticin al principio de la oracin ha de referirse a tal o cual aspecto del misterio de Dios, de Cristo o de la Iglesia. Esto es lo que da impulso a la oracin, impulso que nace de la escena contemplada, no slo de nuestra mera disposicin subjetiva.

    Por tanto, la peticin garantiza la autenticidad de

  • [25] nuestra oracin que es propio renunciamiento y bsqueda de Dios por Dios, es decir, para servirle y glorificarlo.

    Unificar los deseos

    Esto explica la importancia que tiene el poner la

    peticin de la gracia que deseo alcanzar al comienzo mismo de la oracin. Con esto se crea una especie de fijacin de nuestros anhelos espirituales dentro de una corriente precisa, para evitar vaguedades, y al mismo tiempo gil y amplia, lo cual permite mayor intensidad en mi recogimiento interior. Sobre todo, hay ya una iniciacin imperfecta an pero fecundsima del dilogo mismo de la oracin.

    A medida que se sigue el camino trazado al preparar la meditacin, el alma vuelve con insistencia cada vez mayor sobre la gracia que ha de pedir; poco a poco se simplifican las ideas, se habla a Dios en la soledad del corazn, con espritu de fe, y se echa mano, si es necesario, de las frmulas que nos sirvieron para concretar la gracia particular de cada meditacin.

    Abandonarnos en manos de Dios para que El transforme nuestro corazn

    Entonces tienden a unificarse y a simplificarse los

    movimientos de la mente y del corazn, y a crear una apacible actitud de espera sumamente propicia a la accin del Espritu Santo. Y en este silencio, la peticin hecha al principio de la oracin, es quien mejor expresa las disposiciones de alma abierta a slo Dios, iluminada ya por la vista espiritual del Reino, de las Bienaventuranzas y de la Cruz.

  • De este modo se transforma total y radicalmente. Al principio de la oracin, pedimos antes que nada, la gracia que juzgbamos ms apta para ser fieles a Dios y participar en su Reino, y he aqu que bajo la accin del Espritu Santo el alma se ha robustecido y se ha hecho ms autntica, ms capaz de estar en s misma y de darse a los dems. Apenas si caemos en la cuenta, incluso quiz lo ignoramos por completo. Pronto advertiremos que las dificultades se aligeran, nuestras miras son menos estrechas y nuestra susceptibilidad se hace menos sombra. Es que lentamente por el trabajo de la oracin Dios nos ha modelado a su imagen, y la peticin de la gracia, apenas insinuada al principio de la meditacin, ha recibido ya su plena eficacia en nuestra transformacin interior.

    El Espritu Santo nos sugiere lo que debemos pedir

    Quiere esto decir que siempre sabremos encontrar

    desde la preparacin de nuestra meditacin qu gracia debemos pedir, porque la eleccin de tal gracia, es ms

    [26] una revelacin de Espritu Santo que una decisin arbitraria de nuestra voluntad? De ninguna manera, y aun el mismo hecho de dar ms fcilmente con la gracia que debo pedir, o sea de descubrir la savia espiritual con que se ha de nutrir el alma, denota un progreso en la vida de oracin.

    Si es verdad que el Espritu Santo se complace a menudo en echar abajo todos nuestros planes, tambin es cierto que utilizar los humildes esfuerzos que hagamos para revelarnos los secretos de Dios.

  • Transformacin de la gracia en el curso de la oracin En el transcurso de la meditacin, descubriremos ms

    de una vez que la gracia pedida al principio se ha transformado, o hasta se nos ha olvidado: la oracin nos ha hecho experimentar sentimientos hasta entonces desconocidos -en fervor o en la sequedad-, a los que ciertamente no hubiramos podido prepararnos. Aun sucede que el alma es conducida por un camino totalmente diverso del previsto. Es que Dios purifica nuestras peticiones, aun las ms espirituales; es que nos lleva ms all de nuestros deseos, es que su contacto reduce a polvo todo el edificio que habamos construido con la esperanza de su visita. Lo cual no nos dispensa del esfuerzo inicial. No hubisemos hallado nada si, en lugar de buscar con todo ahnco, nuestra espera hubiese sido perezosa y soadora. Sin gnero de duda, no hubisemos recibido nada si no le hubiramos propuesto a Dios una materia de la que El se pudiera valer para revelarnos sus dones.

    Y progresos en la vida de oracin

    Este es el papel de la peticin. Indispensable para

    concretar y fijar los anhelos de nuestra alma y para orientar nuestra oracin, es como una va de acceso al misterio de Dios. Fruto de un esfuerzo humano que el Espritu Santo iluminaba y sostena ya desde antes, es absorbida -sin desaparecer- en las gracias sin cuento que sealan la floracin de la verdadera oracin. As de da en da se hace ms lcido el dilogo con Dios: la meditacin de ayer nos ilumin la gracia que hoy debamos pedir, como el final de la meditacin de hoy podr servirnos de punto de partida para la de maana. No es este el modo como Dios se nos manifiesta

  • incesantemente, con ocasin de nuestros esfuerzos y en medio de ellos?6.

    6 Artculo del P. M Giuliani, S.J., sacado de Vie Chrtienne No. 8, (Junio 1958), p. 21

  • [27] SEGUNDA PARTE: MODOS DE ORAR

    5

    Los caminos de la oracin Los caminos de la oracin son mltiples. Lo que aqu

    pretendemos es conocerlos mejor para que nuestro propio camino nos conduzca ms seguramente a El.

    El fin de nuestros esfuerzos -que es lo que constituye, propiamente hablando, la oracin-, es hallar a Dios en la fe. Elevar el alma a Dios como dice la clsica definicin de la oracin; entrar en contacto con El, como un hijo con su Padre: esa es la mdula de la oracin cristiana.

    La oracin de Jess

    Jesucristo es quien nos revel la oracin de la vida

    cristiana: en el Evangelio se entrev el secreto de su oracin personal, por ejemplo cuando Jess se estremeci de gozo en el Espritu Santo y exclam: Yo te bendigo, Padre, Seor del cielo y de la tierra porque has ocultado estas cosas (El Evangelio) a los sabios y prudentes de la tierra, y las has revelado a los sencillos, o bien, cuando puesto en agona de rodillas oraba diciendo: Padre, si es posible, pase de m este Cliz (la prueba de la Pasin), pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

  • Hacia el Padre por el Hijo en el Espritu Santo

    Accin secreta del Espritu Santo en el alma;

    movimiento interior que impulsa a dirigir al Padre palabras de bendicin, a admirar los misteriosos designios de su amor por los hombres, a asentir a su voluntad: esto es fundamentalmente la oracin de los hijos de Dios.

    Y todo esto: per Dominum Nostrum Jesum Christum: por Cristo, con Cristo y en Cristo nos dirigimos al Padre en esa unidad de vida que opera en nosotros el Espritu Santo.

    Variedad de formas de orar

    Tal es el alma de la oracin. Los caminos que llevan a

    la oracin, mejor dicho, las formas que adopta la oracin, varan segn las circunstancias en que nos hallamos,

    [28] segn el temperamento de cada uno y las dificultades que tenga para recogerse, y sobre todo, segn el atractivo espiritual. O, dicho de otra manera, existen mltiples modos de entrar en contacto con Dios. Describamos algunos de ellos.

    Las frmulas de oracin vocal

    Valernos de una frmula

    Son las plegarias que la Iglesia pone en nuestros

    labios. Podemos rezarlas solos o en comn. Son lo que constituye la oracin vocal; tambin nos puede servir como punto de partida para tener un contacto ms

  • prolongado con el Seor. Se puede tomar un texto litrgico, -una oracin, un prefacio, un himno eucarstico- o una de esas oraciones que los santos nos han enseado: Salve Regina; Seor Jess, ensanos a ser generosos; rezarlas lentamente, haciendo pausa en cada palabra, en cada frase tanto tiempo cuanto nos sintamos movidos a ello, a fin de penetrar su sentido, tomar la actitud interior que las palabras sugieren: he aqu un modo fcil de elevar el alma a Dios.

    En el misal tenemos muchas oraciones, a nosotros

    nos toca escoger las que nos digan ms7.

    Lectura meditada

    Ayudarnos de un libro Si no nos atrevemos a lanzarnos solos por el camino

    de la oracin, un libro puede ser un buen compaero en nuestra marcha hacia Dios.

    Atencin: no tratamos aqu de la lectura de libros. Dicha lectura de formacin es capital, ciertamente: ella solucionar los problemas que se nos planteen y nos presentar otros nuevos; nos har conocer a Cristo, a la Iglesia, sus dogmas, sus santos y su historia.

    Diferencia entre la oracin y la lectura

    Aqu se trata de un contacto ms ntimo con el Seor, que es la oracin, y de la ayuda que nos puede prestar un libro. Hemos de usarlo, entonces, slo en la medida

    7 Ver ms adelante el captulo VI: una manera sencilla de orar.

  • [29] en que nos inicia en la marcha de la oracin, dispuestos a dejarlo en cuanto ya no sea necesario; pues, efectivamente, no es la hora entonces, de leer para aprender cosas nuevas.

    De modo que se puede echar mano de un libro ya ledo, volver sobre algn captulo que nos haya gustado ms, o detenernos en algn prrafo. As, se profundiza al tratar de asimilar las ideas del autor. Y, con qu espritu se ha de hacer esta lectura meditada? Con un humilde deseo de conocer mejor a Dios y de recibir de El su luz.

    La Sagrada Escritura, alimento de nuestra oracin

    Y aqu es obvio y necesario citar el libro de lectura por

    excelencia: La Biblia. Tambin la Palabra de Dios puede leerse de corrida; por largos pasajes vamos adquiriendo un conocimiento familiar de ella, la estudiamos, consultando si es preciso, algn comentario; y al mismo tiempo, nos instruye.

    Pero tambin se puede uno detener en algn versculo conocido -por ejemplo, un salmo, un pasaje de san Pablo-, cuyo contenido nos es ya conocido; en la meditacin ahondamos en l, o bien, oramos sobre el texto sagrado sin preocuparnos de seguir leyendo adelante.

    Oracin sobre la vida cotidiana

    Dios est presente en nuestra vida

    Los acontecimientos que constituyen la trama de

    nuestra vida y la de los dems son un camino natural para entrar en contacto con Dios. Aun es preciso afirmar

  • que es absolutamente necesario buscar la presencia de Dios en nuestra vida y descubrir el designio personal que tiene sobre cada uno de nosotros si queremos ser fieles a El. Esta bsqueda y este descubrimiento son ya una oracin: nos vuelven ms atentos a la accin misteriosa de Dios en nuestra vida, nos disponen a colaborar con ella, nos establecen a la vez en un sano realismo y en un clima de accin de gracias.

    Los acontecimientos de nuestra vida, alimento de nuestra oracin

    Un encuentro en apariencia fortuito, una reflexin que

    escuchamos, un incidente doloroso, o incluso un escndalo, un acto de abnegacin que he presenciado o en el que he participado, una noticia del peridico, una actitud que hemos debido tomar, una eleccin, etc... Seor, en estos

    [30] acontecimientos que me tocan de cerca, cmo estas T presente?

    Cmo se manifiesta tu Providencia? Qu relacin tiene con tu Evangelio? Sobre todo, qu planes sobre m, sobre los dems, me descubre eso? Qu llamada tuya, particular para m, se encierra en todo esto?

    Y de esta mirada sobre mi vida, sobre mi jornada nacern: asombro, admiracin, agradecimiento, dolor, pesar, tal vez contricin, propsito...

    Para qu seguir desarrollando ms? As debe ser la oracin de nuestros exmenes de conciencia. Y all debe tender la revisin de vida o el examen en comn hecho entre varios.

    Con qu espritu se ha de hacer esta oracin sobre la vida cotidiana? Con el humilde deseo de que el Seor

  • Jess nos abra los ojos para ver las cosas como El las ve, y de una mayor correspondencia a su voluntad8.

    Reflexin religiosa

    Reflexionar sobre una verdad de nuestra fe Pero sucede que en el curso de mi lectura o en las

    reuniones, o simplemente al recapacitar sobre mi experiencia, se desprende poco a poco determinada idea que me hiere especialmente...

    Por ejemplo: Decididamente, como dice Cristo, hay ms dicha en dar que en recibir; el amor consiste en dar mutuamente algo de lo que se tiene. O bien, esta otra verdad se me presenta con particular riqueza de contenido: Yo he sido creado para alabar y servir a Dios, todas las cosas me han de ayudar a ello; o bien, llego a descubrir el nexo necesario que existe entre mi vida eucarstica y mi accin, etc... A menudo ser una frase de la Escritura la que nutra mi reflexin, por ejemplo: Dios nos ha amado primero que nosotros a El.

    Paso de la reflexin a la oracin Tal manera de orar consiste en aplicar mi inteligencia

    a esa idea, en profundizarla, volverla y revolverla en

    8 Ver el captulo 9: El Examen de Conciencia.

  • todos sus aspectos, de modo que llegue a serme personal;

    [31]

    acordmonos lo que es una idea querida, amada: se vuelve a ella muchos das seguidos, se la rumia, yendo y viniendo se la lleva siempre consigo...

    Oro, pues, con el entendimiento. Oro: mi espritu no se entrega entonces a una pura especulacin, dejado tan slo a sus propias luces o a sueos piadosos. A la luz de la fe profundizo el misterio de mi vida en Dios y le pido a El que me lo aclare. Sobre todo, no considero framente la idea que trato de ahondar; debe mover mi voluntad, es decir, mi capacidad para el amor, el deseo y el afecto. Esta manera de orar culmina naturalmente, en una conversin del corazn: en un propsito de vivir en adelante segn la verdad que acabo de descubrir, lo cual debe llevarme a dar gracias y a adorar.

    Fruto de este modo de orar Semejante modo de orar responde a la necesidad que

    tenemos de comprender, y de poseer slidas convicciones. Convendr mejor a los temperamentos ms reflexivos, menos afectivos, pero todos deben caer en la cuenta que el mismo reflexionar a la luz de Dios es ya un entrar en contacto con El; que todo esto exige de nuestra parte humildad y respeto, y en fin, que toda idea que no nos lleve a amar ms, es ajena a la oracin.

    La Santsima Virgen deber ser el modelo que nos hemos de poner delante cuando meditamos de esta manera: Mara -dice el Evangelio- conservaba diligentemente todos estos recuerdos y los meditaba en su corazn.

  • Contemplacin del evangelio

    Otra manera de ponerse en contacto con Dios -

    apenas si hay que decirlo- es familiarizarse con los gestos y las palabras de N. Seor Jesucristo. All encontraremos sin duda alguna lo que decamos de la lectura meditada: aqu la lectura es de un texto del Evangelio; de la reflexin religiosa: el entendimiento y la voluntad tratan de comprender el sentido de los gestos y las palabras de Cristo, y de reformar nuestra mentalidad y la conducta al contacto con ellos; finalmente, de la oracin sobre la vida de cada da: comparamos naturalmente nuestra vida con la del Verbo de Dios que se ha encarnado por nosotros.

    [32]

    Ms sencillo que meditar: mirar

    As pues, en esta manera de orar, todo se unifica y se

    concentra en la Persona de Jess. Nos olvidamos en cierto modo de nosotros mismos, para no ver ni escuchar sino al Seor.

    Ya en esto mismo se da un progreso: partimos de un

    episodio del Evangelio, lo seguimos en sus diferentes actos como si tomramos parte en ellos. Nos detenemos en cada pormenor, por ejemplo, en las diligencias del Centurin que tiene a su criado enfermo: las palabras de las personas, lo que hacen. Penetramos su actitud, como la estima del oficial por su servidor, su humildad, la sencillez de su fe, etc... Incluso meditamos, al hacernos

  • presentes, a la escena; meditacin, por lo mismo, muy fcil.

    Centrar nuestras miradas en Cristo

    Despus la atencin espontneamente se concentra

    poco a poco en el mismo Jess. Llega un momento en el que dejamos de pasar de un pormenor al otro en el episodio, para no fijarnos ms que en El, para no orlo ms que a El, a su palabra decisiva, como la que dirige al hijo de la viuda de Nam: Joven, yo te lo ordeno, levntate. Nos quedamos ante el Seor como las turbas, maravillados de lo que El ha obrado a nuestros ojos.

    En esta manera de orar, hemos pasado, de la reflexin que se detiene en cada punto del episodio a un mirar simplemente a Cristo; o bien, si sentimos necesidad, le hablamos con toda paz. Y que el espritu de esta oracin sea el humilde deseo de conocer al Seor para mejor amarlo y seguirlo9.

    Silencio en presencia de Dios

    Toda oracin culmina en el silencio Esto ya no es un modo de orar, es ms bien dicho, el

    punto donde culminan todos los modos de orar que hemos descrito. Este silencio en presencia de Dios corresponde al momento en que se interrumpe la lectura, o se deja la reflexin sobre un acontecimiento, una idea o un pasaje del Evangelio. Fijmonos bien: cesa 9 Ver ms adelante el captulo 8: La Contemplacin del Evangelio.

  • espontneamente: ya no hay deseos de seguir el discurso. Hemos hallado al Seor, con toda sencillez, como una presencia despus de un camino pesado. Es que la fe nos ha convencido, y, por

    [33] as decirlo, empujado a experimentar interiormente que el Padre nos ama, a nosotros y a los dems, en Jesucristo su Hijo, y que este amor nos envuelve.

    La vida de oracin que progresa va simplificndose cada vez ms

    Entonces, para qu seguir discurriendo? Guardamos

    silencio en la presencia de Dios, con un sentimiento de admiracin, de confusin, de gratitud; entonces nos invaden la grandeza y la misericordia divinas, y en cambio nosotros nos ofrecemos enteramente a El. Tal es, propiamente hablando, la adoracin. Indudablemente para mantenernos en esta presencia sera preciso hacer un simple acto de fe, de esperanza y de caridad, sin mucha palabrera. Tal o cual frase del Evangelio podr servirnos: Seor, ten piedad de m, porque soy un pobre pecador - Seor, que yo vea! - Creo, pero ayuda mi incredulidad.

    Hay, pues, progresos en la vida de oracin: de la multitud de reflexiones, de actos de la voluntad, de los mismos afectos, se llega a una actitud ms simple: Yo te bendigo, Padre, porque ocultaste tu amor a los sabios y a los prudentes del mundo y lo has revelado a los pequeos. Por eso, para adelantar en la oracin, hay

  • que insistir en la humildad; hay que hacernos nios para que Dios nos ilustre10.

    10 Artculo del P. Roger Dalbert, S.J. Tomado de Vie Chrtienne N 14 (febrero 1958) p. 21.

  • [37]

    6 Una manera sencilla de orar

    Por qu no explotar en nuestra oracin de cada da

    los textos deprecatorios tan bellos que emplea la Iglesia? Esa es una manera fcil de hallar a Dios a lo largo del da. De ordinario, tales oraciones se rezan en privado o en comn, conforme lo exige el ritmo de la frase. En cambio, aqu se trata de pararse en cada palabra tanto tiempo cuanto se encuentre gusto en ella, antes de seguir adelante -se entiende, en las palabras que tienen sentido en s mismas, o en cada frase; por ejemplo: Padre -nuestro- que ests en los cielos... o bien: Dios te salve -Mara- llena eres de gracia -El Seor- es contigo... De este modo, las oraciones hechas vienen a ser como el hilo conductor que mantiene nuestra meditacin. De tal manera, que se asimila esa oracin, que se convierte en alimento del espritu. Entonces ya no ser para nosotros slo una frmula compuesta por otro y que repetimos nosotros; se convierte en mi oracin interior que expresa mis deseos ms personales.

    Algunos ejemplos

    Abunda esta clase de oraciones. Estn las de la Biblia;

    concretamente los Salmos, que constituyen el fondo mismo de la oracin de la Iglesia como lo fueron tambin para el pueblo elegido y para el mismo Cristo durante su vida mortal. Estn tambin todas las oraciones de la liturgia que hallamos en abundancia en el misal; basta recordar las oraciones del Bautismo. Qu profundos

  • hallamos entonces los textos de la liturgia al leerlos de nuevo durante los oficios, cuando los hemos ya asimilado en la oracin personal. Finalmente estn esas oraciones tan hermosas en que los santos han expresado su apasionado amor por Dios y por su Reino, y que la Iglesia nos ha conservado. Suelen venir muchas de ellas al fin del Misal.

    Nos podrn servir para la meditacin el Adoro Te y los himnos eucarsticos; las antfonas de la Virgen: Salve,

    [38] Regina Caeli, etc...; el Acordaos; el Canto de la Creacin, de San Francisco de Ass; la oracin: Seor Jess, ensanos a ser generosos, o aquella otra: Seor hazme un instrumento de tu paz, etc...; y desde luego, el Credo, el Ave Mara y el Padre Nuestro. Por ejemplo, en vacaciones, es rarsimo que no se tenga un rato en el da para ir a la iglesia del pueblo o a la capillita del casero, o para retirarse a su cuarto, o incluso para pasearse a solas por el camino en medio del silencio de la naturaleza. Durante el curso, abrumados de trabajos, hay das en que se siente la necesidad de rehacerse espiritualmente. Cinco o diez minutos de oracin reposada bastarn, cuando la reflexin no se preste por la fatiga y la meditacin se dificulta ms. Esta sencilla manera de orar puede ayudarnos mucho en estas ocasiones. Y, cmo valernos de ella?

    Por lo pronto, como al principio de toda oracin debo recogerme; hacer un acto de fe en la presencia de Dios, en quien vivo y que vive en m, ofrecerme todo a El, y consagrarle especialmente este rato de oracin. Digo luego toda la oracin sobre la que he decidido meditar; despus, la repaso, esta vez palabra por palabra, detenindome en cada una de ellas para profundizar por la reflexin su sentido verdadero, ahondar en todo lo que

  • me recuerda; orar verdaderamente, dicindola y volvindola a decir, al Padre, al Hijo, o a la Santsima Virgen. Y esto tanto tiempo cuanto en ello encuentre gusto. Luego, paso a la siguiente palabra y as en adelante. Si al terminar el tiempo destinado a la oracin no he podido ahondar sino algunas palabras, quiz una sola, no importa. Acabar rezando de nuevo la oracin entera, y terminar con el Padre Nuestro. Las palabras en las que no me he detenido podrn ser la materia de la siguiente meditacin.

    Lo que se pretende, antes que nada, es que el alma descanse en presencia de su Creador y Seor gracias al apoyo que hall en una oracin11.

    [41]

    11 Tomado de Vie Chrtienne, No. 9, (Julio - Sep. 1958) p. 10.

  • 7 La meditacin del Evangelio

    El alimento de la oracin es la palabra de Dios

    La forma de orar ms tradicional en la Iglesia, la ms

    comnmente practicada por los amigos de Dios consiste en valerse de la Sagrada Escritura: leerla detenidamente, penetrarla, asimilarla (Pensar en un texto que deseamos hacer propio en una idea que queremos penetrar, hacrnosla familiar).

    La palabra de Dios lleva consigo una fuerza, un poder

    divino de transformacin e iluminacin para aqul que la lee con las disposiciones de recogimiento, silencio, deseo de escuchar a Dios que le habla a travs del texto inspirado, de ofrecimiento de s mismo y de reflexin.

    Y sobre todo el Evangelio

    Dentro de la misma Sagrada Escritura hay un lugar

    privilegiado: los Evangelios que refieren la vida de Aqul que trabaja en m cuando yo oro. Un pasaje del Evangelio no es slo un episodio de la vida de Jess que se desarroll hace siglos, o una palabra suya dirigida a un auditorio que ya no existe. Ms bien, si lo deseo y me dispongo a ello, es Cristo que hace tal accin para m, que me dirige tal o cual palabra. Familiarizndome con la vida y las palabras del Seor, llegar a la larga, a ser evanglico: Cristo transformar poco a poco mi entendimiento, mi corazn, mi voluntad.

  • Y decimos, a la larga, pues efectivamente se produce esta transformacin en quien lee asiduamente el Evangelio y aprende a meditarlo. A menudo no nos dice gran cosa un texto del Evangelio ledo de prisa. Pensamos que lo conocemos, y pasamos de largo junto a sus riquezas.

    El fin es hablar de Dios; lo dems es slo un medio

    No necesariamente toda oracin ha de ser meditacin

    del Evangelio. Se puede hacer oracin sobre un pasaje de alguna epstola de San Pablo, sobre un Salmo, etc... y hasta sobre un texto religioso que no est en la Biblia. Podemos tambin hablar a Dios sin ayuda de ningn texto. Tambin es cosa muy buena. Todo texto, incluso el texto

    [42] de la Biblia, no es ms que un medio. Se trata de hablar a Dios, pero como con frecuencia no es cosa fcil, tenemos que familiarizarnos con un mtodo de oracin. Y para esto, no hay como meditar el Evangelio.

    Cmo meditar el Evangelio

    1. Ofrecimiento de s mismo a Dios

    Que el principio de la meditacin sea lo ms intenso

    posible. Con esto afirmo mi voluntad de orar. Por eso: Caigo en la cuenta, lo mejor que puedo, de que estoy con el Seor que me ama, que me est viendo y me espera. Por mi parte me ofrezco enteramente a El con estos 15 30 minutos que he decidido consagrarle: Aqu me tienes, Seor, quiero estar contigo este rato; es para Ti; te lo

  • entrego en humilde homenaje, en seal de que quiero ser totalmente tuyo.

    Este comienzo es sumamente importante. Debe ser breve e intenso. De este acto de ofrecimiento inicial depende todo el resto de la meditacin. El es quien da a sta su valor a los ojos del Seor. Si luego, a pesar de todos mis esfuerzos, la imaginacin me distrae, poco importa, lo esencial est hecho, me he entregado al Seor. El puede muy bien obrar en m.

    2. Leer el texto

    Luego, leer el texto del Evangelio sin detenerme en los

    pasajes oscuros que no entiendo bien. Al principio es preferible tomar una escena que sea de fcil meditacin. En tal caso, procurar reconstruir con la imaginacin la escena mientras se va leyendo: ver a Jess, a las dems personas, escuchar sus palabras, asistir a la escena.

    Leer todo el pasaje entero una vez, muy despacio; si es necesario, dos veces, con la disposicin de quien desea algo, y decir para sus adentros: Seor, aqu me tienes, en contacto con tu Palabra; concdeme que te comprenda!.

    3. Pedir la gracia

    Acabar la lectura con esta peticin: Seor, Jess, haz

    que yo te conozca profundamente a fin de amarte ms y de seguirte mejor; que no me haga sordo a tus llamamientos, mas presto y diligente para cumplir perfectamente tu santsima voluntad. Aqu, me puedo dirigir a Nuestra Seora, para que me ayude a ser evanglico, Ella, que

    [43]

  • es la que mejor ha escuchado la Palabra de Dios y la que ms perfectamente la ha puesto en prctica en su vida.

    4. Meditacin

    Se puede, entonces, cerrar el libro y pararse a

    reflexionar personalmente. Qu tengo yo que ver con este pasaje, con esta palabra? Se pretende hallar esta relacin y se le habla al Seor. Reflexin y palabra directa al Seor van mezcladas, como quien dice: reflexiono y le digo mis reflexiones al Seor. Me apropio la palabra de tal personaje: soy yo quien se la dirige a Cristo, por ejemplo: Seor que yo vea!; o bien hago ma tal o cual actitud, como la prontitud de Mara en ponerse a disposicin de su prima Santa Isabel; o tambin, el arrepentimiento de la Magdalena. Es a m a quien se dirige Cristo cuando dice: Tus pecados te son perdonados. Vete en paz. Ya reflexiono sobre la verdad de tal o cual palabra, ya dejo que hable el corazn. No es cosa fcil precisar ms lo que es la meditacin rezada. Puede uno, o bien inspirarse de manera general en el pasaje del Evangelio, o bien, despus de haberlo ledo entero, repasarlo punto por punto, versculo por versculo y hacer alto en esta palabra, en aquel pormenor, tanto tiempo cuanto se halle materia de reflexin y de oracin, sin preocuparse del resto de la escena. Esta ltima indicacin es muy importante. Ya volveremos sobre ella ms adelante12. 12 El cuerpo de la meditacin, lo puede pues formar una reflexin religiosa sobre las ideas sugeridas por el pasaje del Evangelio, o una sencilla manera de orar en que simplemente se toman frases del texto, saborendolas reposadamente una despus de la otra, o incluso convertirla en contemplacin del Evangelio (Vase el cap. sig.). El mtodo debe ser sumamente flexible. Lo esencial es hallar a Dios.

  • 5. Oracin personal

    Para terminar, sobre todo si se ha hecho reflexin,

    hablar ms a Jesucristo durante los cuatro o cinco ltimos minutos.

    Tambin se puede uno dirigir a la Santsima Virgen (con el espritu que dijimos en el No. 3).

    De todos modos, nunca terminar sin haber agradecido al Seor, puesto que yo creo que El ha trabajado en m: un breve acto que ponga fin a la oracin, como: [44]

    Te agradezco Seor estos minutos que pas contigo; quiero estar contigo, cumplir tu santsima voluntad todo el resto del da (o maana), haz que tu Palabra, que me he esforzado por acoger, fructifique en mi vida. Acabar con la oracin del Padre Nuestro, rezada pausadamente13.

    Algunos consejos

    Detenerse en el punto en que se halla devocin, sin prisas por pasar adelante

    Hemos dicho al fin del No. 4, que en la meditacin nos

    detengamos en aquel punto que nos inspira y nos hace orar, sin preocuparnos del resto. Es cosa importantsima. En efecto, no se trata de agotar el sentido del presente episodio evanglico y de sacar una perfecta inteligencia

    13 Nos hemos referido al Evangelio, pero evidentemente este mtodo se puede aplicar a cualquier pasaje de la Sagrada Escritura.

  • de l. Para m, dicho pasaje slo es un medio para hallar a Cristo y para hablarle. A veces basta una sola palabra del texto. Entonces all hay que detenerse sin volverse a preocupar del resto. Ya se podr volver sobre l en otra ocasin.

    En fin, si ni siquiera tengo ganas de hablarle a Nuestro Seor, sino de quedarme uno o dos minutos callado sin decir nada, slo gustando a Cristo, de una manera, por decirlo as, general, descansando en su presencia, tanto mejor: sta es la ms preciosa de las oraciones. Bastar entonces permanecer en tal estado, a reserva de mantenerme en alguna sencilla invocacin a Cristo, inventada por m, como sera: Gracias, Seor, porque te me has dado a conocer, o bien, Seor, T bien sabes que yo quiero amarte, etc...

    San Ignacio de Loyola, que fue un maestro de oracin, ha dicho: Orar es gustar las cosas internamente: saborear ntimamente las cosas de Dios. Y da un consejo muy importante: cuando se ha llegado a este gusto no hay por qu preocuparse de pasar a otra cosa. De modo que si se ha llegado a comprender determinada palabra de un pasaje evanglico, si sentimos que nos ilumina y nos hace bien, debemos quedarnos all y dejar lo dems. [45]

    Qu hacer en caso de sequedad? Y si nada nos gusta ni encontramos luz en nada? No desalentarse: recurrir ms y ms al texto,

    releyndolo pausadamente varias veces, o bien continuar la lectura de corrido. Y en caso de que ni siquiera esta lectura seguida nos diga nada, entonces ofrecer esta sequedad al Seor. Los santos tambin han sabido lo que son esas terribles arideces en la oracin. Semejante

  • dificultad en la oracin es una prueba de nuestra fidelidad. Podemos decirle al Seor: Estoy seco, ten piedad de m. Dame lo necesario para servirte mejor. Y estos interminables minutos de aridez, comenzados por un generoso ofrecimiento de s mismo, (cfr. I) son verdadera oracin: Dios obra en m.

    Si la dificultad para orar persiste, habr que tratar de ello con el Director espiritual y ver con l si se ha de cambiar un poco la manera de hacer oracin.

    No replegarse sobre s mismo, ofrecerse a Dios

    Al trmino de estas lneas, se ve qu lejos est este

    gnero de oracin, todo centrado en Cristo, de una meditacin que sera una especie de ejercicio psicolgico donde se replegara uno sobre s mismo, se interrogara, se analizara, etc... Nada hay tan ajeno a la oracin cristiana, como contemplarse a s propio. En la verdadera oracin me olvido de m mismo y de mis intereses mezquinos, lo que le digo al Seor es que yo quiero amarlo, servirlo; que deseo vivir una vida ms autntica, ms generosa y ms pura; que yo me ofrezco a El para que El haga lo que quiera de m; que El es digno de todo amor, de todo servicio, porque El es el Seor (cfr. el Gloria de la Misa); que le doy gracias con toda la Iglesia por todo lo que ha hecho, por todo lo que me ha dado; lo que le pido es que me haga mejor, ms caritativo; que cumpla su voluntad etc... Todo esto encierra el Padre Nuestro.

    Hay que aadir tambin que el Pater es la oracin por excelencia, la nica oracin que Jess ense a sus discpulos cuando ellos le pidieron ensanos a orar. Y

  • lo es en tal grado, que el Pater Noster es el modelo y el criterio de toda oracin y de toda meditacin14.

    14 Tomado de un artculo del P. Roger Dalbert, S.J., aparecido en Vie Chrtienne, N I (nov. 1957) p. 16.

  • [49]

    8

    La contemplacin del Evangelio

    Mirar la escena evanglica Por estas palabras se entiende una manera de orar

    muy sencilla, pero que tambin exige sencillez en el que ora; por lo dems, muy tradicional: la recomiendan con frecuencia los santos y los maestros de oracin. No incluye nada de extraordinario ni exige un temperamento especial: no se necesita ser extraordinariamente imaginativo, porque no se trata de crear minucias por millares, que por lo dems no narra el Evangelio, sino de representar la escena simplemente segn el relato evanglico y la idea que nos hemos formado de aquello, valindonos, si nos ayuda, de tal o cual fresco, de tal o cual talla de algn artista que nos gusta particularmente, que nos inspira y nos lleva a orar: Fra Anglico, Rembrandt, Rouault...

    Dicha contemplacin se hace sobre las escenas del Evangelio. E1 razonamiento tiene en ella, por lo general, menos lugar que en otras maneras de orar ms meditativas. Aqu lo esencial es hacerse uno presente a la escena; no basta simplemente recordar los hechos. Hay que darles nuevamente vida con ayuda de la imaginacin. Pinsese anlogamente en el trabajo interior que realizan la memoria, la imaginacin y la sensibilidad, al recordar una escena especialmente importante en nuestra vida, ya se trate de una pena o de una alegra, lo mismo da; o cuando nos imaginamos, por lo que se sabe

  • o se supone, lo que le est pasando lejos de nosotros, a una persona querida.

    En esta contemplacin del Evangelio es como si la escena tuviera lugar por vez primera, y como si nosotros furamos testigos oculares que pudisemos mirar, escuchar, intervenir con preguntas, esforzndonos por penetrar los sentimientos de las personas, incorporndonos con simplicidad y respeto a las turbas que siguen a Jess, al grupo de los discpulos, al lado de Pedro, de Mara la hermana de Marta, a los pies del Seor, etc...

    [50]

    Creer en la actualidad de los misterios de Cristo Y, en qu verdad de fe se basa este modo de orar?

    En la conviccin de que cualquier ademn, cualquiera palabra del Verbo Encarnado tienen un valor y una trascendencia eternas: cuanto El ha dicho, cuanto El ha hecho aun en sus pormenores ms insignificantes lo ha dicho y lo ha hecho para toda la Iglesia y para cada uno de nosotros en particular. Recibimos la gracia de Nuestro Salvador, por medio de su humanidad santsima (de aqu que las escenas de su vida se llamen misterios). Por eso cuando aplicamos la imaginacin y la sensibilidad a los pormenores de la vida de Cristo, nos disponemos a recibir de E1 su luz y su fuerza (a condicin, claro est, de que continuemos la contemplacin con el fin desinteresado de servirle mejor).

    Cmo proceder en la prctica?

    1. Los preludios

  • Lo primero, como al principio de toda oracin, es ponerse en la presencia de Dios, despus de recogerse y de ofrecerse totalmente a su Divina Majestad, as como ofrecerle tambin el tiempo de la oracin que va a seguir. Luego, leer lentamente la escena evanglica escogida para la contemplacin, para tener una visin rpida del conjunto representndose el lugar donde sucede: el Templo de Jerusaln, la orilla del lago de Genesaret, el establo de Beln, etc...

    En seguida, hacer explcitamente a Dios esta peticin: que yo adquiera, por la consideracin de este misterio, un conocimiento ms hondo del Seor Jess a fin de amarlo ms y servirlo mejor. Formulo entonces, bajo la forma de una oracin que sin duda se va a repetir luego muchas veces, el fruto que el cristiano saca de este tipo de meditacin evanglica: conocimiento ntimo del Salvador, aumento de amor de Dios.

    2. Contemplacin

    Despus de los prembulos, que deben hacerse

    reposadamente -no importa que se lleven una parte considerable de la oracin-, comienza la contemplacin propiamente dicha: se vuelve a menudo, sin prisas, sobre el episodio.

    [51]

    San Ignacio de Loyola, cuando explica este modo de contemplar, en sus Ejercicios Espirituales, sugiere que se proceda como sigue (a nosotros nos toca comprender que no se trata de dividir artificialmente nuestra atencin sino de un modo indudablemente cmodo para los principiantes, de concretar el pormenor de la escena):

    1 - VER LAS PERSONAS

  • Es la presentacin de los personajes que hablan y

    actan en el misterio. Trabar conocimiento con cada uno en particular. Primeramente, contemplar su exterior; luego, en la medida de lo posible, contemplar sus sentimientos ms ntimos, sean buenos o malos. Si se trata de Jess o de Mara, decirle respetuosamente que nos ponemos a su servicio. Pero, ms que todo, reflexionar sobre m mismo y sacar algn fruto personal.

    2 - ESCUCHAR LAS PALABRAS

    Pesarlas con atencin cada una de ellas, gustarlas

    detenidamente, pedir el penetrar ms en su sentido. Puedo or tal o cual palabra como dirigida a m personalmente. En escenas donde no ha habido dilogo, como en la de la cueva del Nacimiento, puedo gustar internamente y como escuchar el silencio en que se envuelve el Hijo de Dios. Y despus, reflexionar sobre toda ella para sacar algn fruto personal de las palabras.

    3 - CONSIDERAR LAS ACCIONES

    En ciertos pasajes hay un desarrollo, una serie de

    peripecias, como en el de la tempestad calmada, la curacin del ciego de nacimiento, la subida al Calvario, la aparicin junto al lago. Seguir las diversas acciones de Jess o de las dems personas.

    Tratar de penetrar hasta los motivos de tales acciones y los sentimientos que los han inspirado. Luego, reflexionar sobre m mismo y sacar algn fruto personal.

    San Ignacio, al explicar esta manera de contemplar, repite estas palabras reflectir sobre lo visto y odo y sacar

  • [52] algn provecho personal. Por tanto, la reflexin ocupa una parte muy importante. Hasta podramos decir que la imaginacin se aplica a cada uno de los pormenores del pasaje a fin de esclarecer el entendimiento, tocarnos el corazn y ayudar a nuestra transformacin, a nuestra conversin, que es el fruto personal de todo verdadero contacto con Dios.

    3. Oracin final

    As pues, simple contemplacin, reflexin y coloquio

    con Cristo se funden en uno. Acabar, dice san Ignacio con un coloquio, o sea, con un ratito de pltica con Jess o con su Madre Santsima.

    Un ejemplo: contemplacin del Nacimiento segn San

    Ignacio Pongamos, a guisa de ejemplo, cmo explica el autor

    de los Ejercicios Espirituales este mtodo de contemplacin sobre el Nacimiento desde que Jos y Mara dejan Nazaret y se ponen camino de Beln, hasta despus de nacido Jess, cuando llegan los Pastores; esas lneas transpiran la simplicidad de este gnero de meditacin; la ingenua espontaneidad a la que uno se puede entregar si se siente movido a ello -No a la puerilidad!-, y las reflexiones tan profundas a que puede llevarnos la contemplacin.

    El primer punto es ver las personas, es a saber, ver a Nuestra Seora y a Joseph... y al Nio Jess, despus de ser nacido, hacindome yo un pobrecito y esclavito indigno, mirndolos, contemplndolos y sirvindolos en sus necesidades como si presente me hallase con todo

  • acatamiento y reverencia posible; y despus reflectir en m mismo para sacar algn provecho.

    El segundo, mirar, advertir y contemplar lo que hablan; y reflictiendo...

    El tercero mirar y considerar lo que hacen, como es el caminar y trabajar, para que el Seor sea nacido en suma pobreza, y a cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, de calor y de fro, de injurias y afrentas, para morir en Cruz; y todo esto, por m. Despus reflictiendo, sacar algn provecho espiritual.

    Diferencia entre contemplacin y meditacin

    En realidad, se pueden hacer consideraciones

    profundsimas y adems magnficas, sobre el amor de Dios, el espritu de pobreza, etc..; pero, si vamos con sencillez, si nos da devocin, podemos mirar simplemente la paja de la gruta, los paales; incluso al buey y al asno!; podemos escuchar cmo anuncian los ngeles la buena nueva

    [53] a los pastores; echar a andar con ellos, arrodillarnos ante el Nio Jess presentado por su Madre etc... Cada minucia nos habla; nos dice, a su manera, que Dios es amor15.

    [54] 15 Artculo del P. Roger Dalbert, S.J., tomado de Vie Chrtienne N 5, (marzo 1958), p. 20.

  • 9

    El examen de conciencia

    Dios obra sin cesar en nosotros y en el mundo Jesucristo nos ha revelado al Padre, como Aquel que

    trabaja sin cesar en la obra de la Creacin y de la Redencin tanto en la historia del mundo, como en la vida particular de cada hombre (Jn. 5, 17).

    Nosotros, como cristianos estamos llamados en Cristo a cooperar a la obra del Padre, y esto, en todo aquello que tenemos que hacer, por diversas que sean nuestras ocupaciones, tanto en la accin como en la oracin. Y, cul ser el secreto que haga posible nuestra fiel colaboracin a su obra y d a nuestra vida esa unidad tan anhelada, sino esta atencin a Dios?

    Oracin y accin

    Para El, no comenzamos a existir en el momento en

    que nos ponemos a orar. Mucho antes de arrodillarnos, El ya estaba obrando en nosotros convidndonos a cooperar con El. A travs de las casualidades habidas a lo largo de la jornada, en los acontecimientos de nuestra vida, en las exigencias de nuestro trabajo all estaba El dirigindose a nosotros. Nos hablaba desde el interior, en el silencio del corazn, por sus inspiraciones, por medio de los pensamientos y sentimientos que nos sugera el Espritu Santo. Si no le hemos estado atentos, no habremos podido hacer de nuestra accin una fiel colaboracin a este incesante trabajo divino.

  • Lejos de oponerse Semejante atencin habitual no puede ser sino fruto

    de la oracin: si no sabemos cerrar las puertas de nuestro aposento y del corazn, ni sabemos buscar esta atencin, difcil de por s, mucho menos sabremos hallarla en la accin, que no ser ms que distraccin y dispersin, e inatencin respecto de Dios.

    Pero si nuestra atencin a Dios no comienza hasta que nos ponemos a orar, entonces no ser slo nuestra accin lo que quede vaco de Dios. Si los minutos que hemos

    [55]

    decidido consagrarle a Dios en la oracin nos parecen tan vacos, tan poco ntimos, tan ajenos a nuestra vida, es simplemente porque Dios, en la prctica, no comienza a existir para nosotros sino hasta entonces; es decir, que aun en ese momento Dios no existe para nosotros. Muy frecuente es la triste y dolorosa experiencia de que si Dios est ausente de nuestros deberes de hombres, tambin lo estar de nuestra oracin.

    Deben encontrarse

    La oracin pide fidelidad a Dios en la accin, no

    menos que esta fidelidad pide oracin. La unificacin, tan deseable y necesaria en nuestra

    vida no podr realizarse sin que la oracin y la accin de algn modo coincidan. Para eso necesitamos una forma de oracin que sea suscitada por la accin (la de Dios y la nuestra) y que sea capaz de orientar y de nutrir nuestra actividad. Y tal forma de oracin existe. Y es ya tradicional en la Iglesia: se llama Examen de conciencia.

  • Qu es el examen de Conciencia?

    Nuestros exmenes de conciencia

    Quiz ms de alguno se extraa del papel que

    atribuimos al Examen de Conciencia. Muchos cristianos regularmente lo hacen: antes de confesarse, y a veces por la noche en sus oraciones. Es un rato de silencio interior que interrumpe la oracin vocal. Se traen las faltas y las imperfecciones del da al tribunal de la conciencia: procura uno recordarlas para sentir pesar de ellas y pedir perdn al Seor. Con esto resultar ms fcil el examen que precede a la confesin porque es por el estilo: antes de acusar sus pecados a Dios y a su representante, procura uno reconocerlos en su propia vida. Para este fin repasa uno con la memoria los das y las semanas pasadas.

    Deben poner nuestra vida a la luz de Dios

    Entonces, el examen no es ms que un ejercicio de

    la memoria? Si as fuera a veces, no debera serlo. El mal y el pecado en nuestra vida son una misteriosa realidad. Un simple esfuerzo por recordar las faltas, aun acompaado de contricin, no puede bastar para revelrnoslas. Slo el espritu de Dios puede revelarnos el pecado que est en nosotros, mostrrnoslo tal cual es, como el rechazo o el olvido del amor en nuestra vida, en mi vida. No se [56] trata tanto de mirarse a s mismo, cuanto de descubrirse tal como uno es a la luz de Dios. Lo cual supone, ms que atencin a s mismo que estemos atentos al Espritu

  • Santo, que estemos a la espera de lo que El nos quiere descubrir.

    Es una forma de oracin personal

    Por eso precisamente, el examen de conciencia debe

    ser antes que nada, una oracin: un contacto personal con Dios, un dilogo en el que me abro al Seor y le escucho.

    No estara de ms recorrer un cuestionario previamente preparado; releerlo de cuando en cuando puede ayudar a despertar la atencin, a ilustrar con nueva luz tal o cual regin de la conciencia, o algn sector de la vida, que la pereza o la rutina nos haban hecho que dejramos en la sombra. Pero nos hace falta algo ms, porque aunque este examen est bien hecho -y gracias a Dios, hoy en da los hay capaces realmente de ayudarnos-, con todo, no deja de ser un examen ya hecho. Por ms que trate de ser preciso, de recorrer las distintas situaciones del hombre, sin embargo, no deja de ser un examen para todo mundo. Ahora bien, nada nos toca ms personalmente que la luz de Dios. El me ama con un amor personal, pues no se contenta con amarme en general. Su amor se extiende a todos, pero a cada uno lo toca en lo ms ntimo de su ser. Slo experimentando tal amor podr reconocer mi pecado, y slo as podr aprender a corresponder a este amor con un amor personal que invada mi vida entera y la transforme.

    Muy necesaria al apstol y al cristiano que viven en el

    mundo Es claro que el beneficio del examen de conciencia se

    extiende ms all del reconocimiento de las faltas

  • propias. Nuestra vida toda vuelve a ponerse a la luz de Dios. Forma de orar particularmente necesaria al apstol y al hombre de accin, a todos los cristianos que, sin ser sacados del mundo, deben guardarse del mal (Jn. 17,15), a los que ayudan a ser vigilantes, segn el consejo de Cristo, que san Pablo repite.

    El cristiano debe vivir en el mundo, no segn el mundo sino segn Cristo. El examen le servir de instrumento de purificacin interior que le har descubrir con la gracia lo que ninguna introspeccin le hubiese podido revelar; todos los lazos del espritu maligno, ensendole a colaborar generosamente con la accin de Dios que trabaja en l para librarlo de estos lazos, para hacerlo vivir en este mundo la vida del Hijo y no la de esclavo.

    [57]

    Atento a Dios y a su incesante accin, el cristiano aprende a juzgar segn Cristo, a conformar su accin con la de El, a hallar a Dios en todas las cosas, en todos los acontecimientos y circunstancias de la vida, en cualquier hecho fortuito y en todo hombre, para consagrar un mundo profano, para redimir en Cristo un mundo perdido por el pecado.

    Cmo se hace este examen?

    Los cinco puntos

    Qu hemos de hacer para que nuestro examen de

    conciencia sea verdaderamente esa oracin que transforma nuestra vida? Sabemos por la experiencia que no basta la buena voluntad. Necesitamos un gua. En sus Ejercicios Espirituales, San Ignacio nos propone un sencillo mtodo, dividiendo el examen de conciencia en

  • cierto nmero de puntos, que son como otras tantas etapas o aspectos de esta oracin.

    1. Accin de gracias

    Despus de un instante de recogimiento destinado a

    pacificarnos tranquilamente, tiempo para acordarnos que toda oracin tiene por ideal el silencio en presencia de Dios, comenzamos por agradecerle al Seor sus beneficios, las maravillas que en nosotros, para nosotros y en torno a nosotros ha obrado.

    Y, por qu esta actitud eucarstica? Slo porque conviene agradecer de tiempo en tiempo a quien nos colma incansablemente de todos los bienes naturales y sobrenaturales? Sin duda alguna. Pero, mucho ms profundamente que este rasgo de educacin para con Dios, este primer paso expresa la actitud esencial de la creatura, que reconoce haberlo recibido todo de Aquel que es la fuente de todo bien.

    Recordar las gracias que ms hondamente han marcado mi vida. Alabar a Dios por todo lo que ha hecho en favor del hombre al crearlo, al redimirlo y al llamarlo a participar de su propia vida divina. Pero tambin gratitud concretamente por la presencia de este misterio de amor en mi vida. Y por la accin de Dios sobre m. Estoy rodeado de seales que me hablan de El, y a travs de las cuales llega hasta m y me toca. A cada momento, si lo s

    [58] ver, El irrumpe en mi vida. Hoy mismo, a propsito de una coincidencia, de tal trabajo, de esta palabra... Eventos aparentemente profanos, pero que en realidad para m fueron una verdadera epifana (manifestacin de Dios) Supe reconocerlo en ellos?

  • La mirada que descubre al Seor obrando en todas las cosas procede de la fe. No es una mirada natural. Es preciso no slo que consienta en ejercitarme pacientemente en ella, sino incluso que pida humilde y constantemente tal gracia.

    Es preciso que, poco a poco aprenda a hacer ma la actitud de accin de gracias de la Virgen: El Seor hizo en m maravillas. No es un agradecimiento que hay que demostrar de tarde en tarde, sino a cada instante, puesto que la urdimbre de mi existencia la entreteje esa indefectible mirada de Dios sobre m.

    2. Oracin de splica

    Ya este mismo agradecimiento por la obra de Dios

    puede hacerme comprender lo dbil de mi respuesta, pero es preciso ir ms lejos an; tiene que brotar de all una renovacin en mi vida. Ante todo debo pedir insistentemente al Seor, como una gracia, su luz y su fuerza que me hagan discernir cuanto impide en m su obra. No pueden separarse nunca accin de gracias y contricin, conocimiento de Dios y propio conocimiento. Es una verdad fundamental en la vida cristiana que slo a la luz de la Cruz, es decir, del testimonio mximo del amor de Dios, de la obra de salvacin y de gracia que El lleva a cabo en el mundo y en m, puedo yo reconocer realmente mi pecado, y llamarlo por su nombre.

    3. Examen

    As impregnado de presencia de Dios, de su luz y de

    su gracia, el examen de conciencia puede ser muy fructuoso. Lo que entreteje la urdimbre de mi vida no es nicamente la accin preveniente de Dios, sino mis faltas,

  • mis olvidos, mis omisiones. Los acontecimientos a lo largo de mi jornada no son solamente encuentros con Dios. Tambin son tentaciones y cadas. Y sin embargo, Dios estaba all; pero cuntas veces yo no acud a la cita? Para no quedarme en una vista general, sino tener el valor y la humildad de bajar a pormenores, podr recorrer rpidamente con el pensamiento los lugares donde me he encontrado durante el da, las personas con quienes he tratado, las ocupaciones que he tenido, y juzgar mi conducta a la

    [59] luz de Dios. En particular examinar mis inclinaciones personales que me son ya conocidas, y en las que el hbito fcilmente me arrastra y me aparta de Dios.

    4. Oracin de contricin

    Si se hace regularmente examen, por ejemplo todas

    las noches, procuremos que no se alargue demasiado. Nacido de la oracin, debe convertirse lo ms rpidamente posible en oracin, pero en una oracin que ahora se hace ms implorante: la oracin del pecador que delante de Dios que lo persigue con su amor, implora perdn para volver a nacer a ese amor, para pasar de la muerte a la vida.

    El pecado ni es la primera ni la ltima palabra de nada. Antes y despus de l, est el Amor de Dios que debe triunfar definitivamente en la Cruz de Cristo.

    Si halla acogida en m la gracia de la contricin que yo he implorado, como salta la vida de la muerte, as volver a saltar la vida de cada una de mis faltas.

    Esta accin divina es a la que me someto siempre; accin creadora que da el ser a lo que antes no exista y que devuelve la vida a lo que estaba muerto. La

  • verdadera contricin brota de la accin de gracias y conduce a ella.

    5. Propsito

    Todava, es necesario que yo sepa vivir esa nueva

    vida que se me ha dado, que me disponga y me prepare a ella.

    El examen de conciencia no es una simple mirada sobre el pasado, debe llevarme a mirar hacia el futuro, a mirar la etapa del camino que tengo que andar. Ya fortalecido con la contemplacin de las maravillas que Dios ha obrado hoy en mi favor, ya ilustrado por un conocimiento ms concreto y ms real de Dios y de m mismo, es preciso que esta luz y esta fuerza me sigan conduciendo a lo largo del da de maana. Pedir al Seor que me ayude a discernir su voluntad, y yo la buscar en mi vida propia: ocupaciones, actividades, responsabilidades, trato con los dems... Bien s que Dios est trabajando en todo ello, que nada es indiferente o profano. Es la oracin quien me ensea a distinguir este proceder de Dios en m.

    Slo me queda vivir de fe, no nicamente en la oracin, tambin en la accin, y en particular, en esas acciones concretsimas que ya entreveo en un futuro prximo. [60]

    Cmo debo comportarme para actuar realmente como hijo, colaborando con Cristo en la obra del Padre?

    Podra tomar una resolucin precisa sobre tal o cual punto, o respecto de tal o cual actividad que me espera y terminar con una breve oracin vocal, agradecindole a Dios las gracias que me acaba de conceder.

    La docilidad a Dio