nos matan con heroina

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Nos matan con heroína, Juan Carlos Usó Publicat dins: Articles - 17/05/2010 Viñeta del cómic Yonkis Del Espacio de Gallardo y Mediavilla (La Cúpula, 1989) Madrid, capital de la sospecha “Nos matan con heroína”, clamaba Eduardo Haro Ibars en octubre de 1978 desde las páginas de la revista Ozono. El escritor con vocación de maldito, que en ese momento se hallaba en plena sintonía con el anarquismo emergente en

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Juan Carlos Usó

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  • Nos matan con herona, Juan Carlos UsPublicat dins: Articles - 17/05/2010

    Vieta del cmic Yonkis Del Espacio de Gallardo y Mediavilla (La Cpula, 1989) Madrid, capital de la sospechaNos matan con herona, clamaba Eduardo Haro Ibars en octubre de 1978 desde las pginas de la revista Ozono. El escritor con vocacin de maldito, que en ese momento se hallaba en plena sintona con el anarquismo emergente en

  • Espaa, y aos ms tarde desembocara en la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), era tajante al respecto: La herona est aqu, fcil de conseguir, atractiva precisamente por esa leyenda de fruto prohibido fomentada en torno a ella. La herona se puede comprar sin muchas dificultades y a un precio relativamente bajo: por quinientas pesetas es fcil conseguir una dosis, y hasta dos, en cualquier plaza, en cualquier bar de las zonas underground de Madrid. Eduardo Haro denunciaba un hostigamiento o exceso de celo policial contra los camellos y usuarios de hachs y hablaba de ignorancia, confusin y directamente estupidez por parte de los jvenes drogados, pero sobre todo acusaba a socilogos, psiquiatras y periodistas de ser responsables indirectos del envenenamiento masivo al hacer creer que todas las drogas son iguales, es decir, al no establecer distinciones entre el hachs prcticamente inocuo en su opinin y los poderosos polvos blancos. Unos das antes el periodista y guionista de cine Gonzalo Goicoechea Luqun, conocido por su sensibilidad ante determinados temas sociales y por su valenta a la hora de destapar aspectos oscuros de sucesos aparentemente vulgares, ya haba denunciado en prensa (Triunfo, 02.09.1978 y 23.09.1978) las redadas selectivas practicadas por la polica en Madrid y la deliberada ceremonia de la confusin creada por los medios de comunicacin en torno a las drogas. Pero, qu saban los jvenes espaoles sobre la herona en aquel momento? En realidad, pocas cosas, y casi todas a partir de experiencias indirectas. Los que tuvieron la oportunidad de asistir al concierto de Lou Reed celebrado el 18 de marzo de 1975 en el Palacio Municipal de Deportes de Barcelona primera y nica actuacin de la gira en Espaa vieron cmo el icono del underground neoyorquino cuya adiccin al opiceo era sobradamente conocida deambulaba por el escenario dando tumbos y casi se desvaneca sobre el piano de cola, sin apenas atinar a pulsar las teclas, mientras desafinaba con una voz quebrada. A muchos les pareci que Lou Reed iba a morirse en escena. O slo se trataba de una pose, una artimaa ms del show business? Imposible saberlo, porque el uso de herona estaba considerado como una prctica contracultural y transgresora absolutamente extrema, lo cual le confera cierto glamour. En este sentido, en su crnica personal de la poca,

  • titulada Los 70 a destajo. Ajoblanco y libertad (2007), Jos Ribas rememora cmo la herona contaba con sus propios defensores y cmo l, que siempre la conceptu como el enemigo a batir, hubo de reprimirse en ms de una ocasin para no ser tildado de Conservador! Burgus! Miedoso! Puritano!. De hecho, en 1976 se tradujo al castellano y se public la novela autobiogrfica Junkie (1953), de William Burroughs, con una portada muy colorida, tan espeluznante como morbosamente atractiva, reproduciendo un chute en primer plano, y en poco tiempo se convirti en un libro prcticamente de culto. Un xito similar tuvo el LP Rocknroll Animal (1974), de Lou Reed, que fue lanzado en el mercado discogrfico espaol a finales de 1977 con un anuncio en la cubierta destacando que se trataba de la versin original ntegra incluyendo el tema Heroin, una cancin que para bien o para mal segn declaraciones del poeta y msico El ngel cambi la vida de muchos. Finalmente, durante el verano de 1978, en las principales ciudades espaolas haban aparecido vallas publicitarias que representaban en unos casos la figura de un hombre afligido con el eslogan LA DROGA ES DOLOR y en otros enormes esquelas mortuorias con el epitafio LA DROGA MATA y la macabra invitacin rellnala con tus datos. En un pas donde la sustancia ilcita ms abundante y reconocible era el hachs, cuyo consumo contaba con una larga y arraigada tradicin, qu droga era aquella que causaba dolor y mataba?

  • La droga mata (1978) La respuesta estaba en los propios titulares de prensa: Por la ruta de las drogas duras. La muerte en polvo (Intervi, 23-29.03.1978), Sntomas para detectar la adiccin a la droga (El Alczar, 02.07.1978), Mata la droga? (Disco Exprs, 21.07.1978), La droga no mata (Disco Exprs, 21.07.1978), Muere un joven por sobredosis de herona (El Pas, 12.09.1978),En Valladolid: Naci heroinmana (Diario16, 12.09.1978), Herona, el caballo que mata (Diario16, 12..09.1978, 13,9,78 y 14.09.1978), El incremento de muertes por sobredosis es alarmante (El Pas, 13.09.1978), Escalada de la droga en Espaa (Las Provincias, 02.11.1978), La droga avanza (Los Domingos de El Imparcial, 12.11.1978), La herona al galope (Valencia Semanal, 12-19.11.1978), La droga invade los colegios (El Alczar, 23.11.1978), etc. As, en pleno fragor meditico Haro Ibars denunciaba un motivo oculto en la introduccin del opiceo en Espaa: La herona se est convirtiendo en un perfecto instrumento de control por parte del Poder. Es utilizada para embrutecer, para violar el espritu de quienes la consumen, para

  • crear un nuevo conformismo: el usuario habitual de herona es alguien que no plantea demasiados problemas, siempre que tenga resuelto el alimentar su hbito. Y, por el momento, lo tiene. Como ya he dicho, es muy fcil de conseguir, e incluso barata. Sin embargo, a la hora de identificar a los culpables de la ola de toxicomana, se mostraba mucho ms crptico: Nadie sabe dnde estn los verdaderos traficantes, los que traen los kilos de material necesarios para satisfacer el consumo no solamente en Madrid, sino de toda Espaa. Son invisibles; nadie los conoce.

    La droga mata Winston (1978 Apenas un mes despus, el periodista y escritor Moncho Alpuente tambin se hara eco del mismo misterio: El caballo de la herona corre desbocado por Madrid y otras capitales [] Quin introduce la droga dura? De los oscuros intereses, de las grandes mafias, de los jefes de estas multinacionales de la muerte no hablan las crnicas de los peridicos (Por favor, 19.11.1978). Todo apuntaba a que el cinismo hacia las instituciones y autoridades tradicionales, propio de las huestes contraculturales, haba resuelto filtrar la presencia de la herona por el tamiz de tica de la sospecha.

  • La droga mata Bodegas Olarra (1978) Pocos meses ms tarde el psiquiatra Enrique Gonzlez Duro, autor del libro Consumo de drogas en Espaa (1979) y de un artculo publicado en abril de 1980 en la citada revista Ozono, certificaba el carcter contrarrevolucionario y alienante de la herona y hablaba de placer fascista, parafraseando la expresin utilizada por el propio Haro Ibars en su libro De qu van las drogas

  • (1979). A juicio de Gonzlez Duro, la clave del fenmeno radicaba en el desencanto y la desesperanza que haba cundido entre unos jvenes que ya no crean en nada: ni en la sociedad, ni en la poltica, ni en la revolucin, ni en las comunas, ni en la juventud, ni en el amor. El psiquiatra observaba que se culpabilizaban a s mismos de sus problemas en la misma medida que culpabilizaban a los dems, pero tampoco aportaba ninguna pista sobre los responsables ltimos del cada vez mayor consumo y trfico de herona en Espaa, cuya identidad se mantena en el ms completo anonimato. Construccin de una teora conspirativaLa denominada contrarrevolucin del caballo, que ya haba sido esbozada en algunos textos, como Capitalism plus dope equals genocide (1970), de Michael Cetewayo Tabor, y Los hombres se drogan, el Estado se fortalece (1977), de Jules Henry y Leon Lger, fue uno de los temas troncales tratados en un seminario del movimiento autnomo italiano, celebrado en la primavera de 1979 en la ciudad de Bolonia. All se denunci una situacin que supuestamente haba venido repitindose durante los ltimos aos: la utilizacin estratgica de la herona por parte del Estado para desactivar la amenaza potencial de las vanguardias contestatarias. Tanto en el caso de contracultura californiana en general y del Free Speech Movement de Berkeley en particular, como en el caso del Black Panther Party, de los provos holandeses, del mayo francs, del Autunno Caldo italiano el ciclo haba sido el mismo: 1) Escasean el hachs y la marihuana; 2) Prolifera la circulacin de herona; 3) Se producen continuas detenciones de pequeos camellos, as como se acosa social y policialmente a los consumidores de drogas blandas y 4) Aparecen nuevos camellos especialmente en crculos contestatarios. Segn los autnomos italianos reunidos en el seminario, las consecuencias inevitables haban sido las siguientes: a) La falta de hachs y marihuana contribuye a extender el hbito de la herona; b) Dado el precio, mucho ms caro de la herona, muchos adictos se ven abocados a hacer de todo para costearse sus tomas;

  • c) Cualquier cosa para conseguir dinero es, por ejemplo, traficar o cobrar por delatar, como confidentes sociopolticos (en ocasiones se combinan ambos trabajos, implicando a organizaciones contestatarias y cuyo desprestigio se encargan de orquestar los medios de comunicacin de masas) y d) La adiccin a la droga herona margina e inhibe. Caba preguntarse por qu no se haba producido un intento de rechazo en los colectivos ms afectados, ni por qu en pases como Chile, Uruguay y Argentina se haba apostado por soluciones militares, y no por la introduccin de herona, para frenar la subversin, pero a esas alturas nadie pareca dispuesto a cuestionar la lgica de una explicacin que resultaba bastante ms congruente y verosmil que el discurso establecido. De tal manera, aquellos que estaban dispuestos a creer en el objetivo por parte de los poderes pblicos de promover la abulia, el desinters, el sopor, el distanciamiento, la desconfianza, etc., incentivando la renuncia de las vanguardias contestatarias a participar en el proceso transicional en Espaa, contaban con un marco terico atractivo, bastante desarrollado y con un gran potencial dramtico.

    La Vanguardia, 17.02.1989 Las vctimas de la droga siguen aumentando

  • La teora de la escaladaEl discurso asumido institucionalmente para explicar el consumo de herona tena y tiene su origen en la idea expresada por el comisionado Harry J. Anslinger, director de la Oficina Federal de Narcticos (FBN) de EEUU desde su creacin en 1930, y otros destacados lderes prohibicionistas estadounidenses, quienes repitieron hasta la saciedad que fumar marihuana es el camino directo para acabar siendo un adicto a la herona. Segn esta hiptesis, el hachs y la marihuana seran drogas de inicio, o sea, las puertas de entrada o los primeros peldaos a partir de los cuales se ira escalando progresivamente hacia el consumo de otras drogas cada vez ms potentes y peligrosas. De acuerdo con este relato de signo fatalista, centrado en la demanda, las propiedades adictivas de la herona bastaran por s solas para explicar su expansin, y la muerte por sobredosis de jvenes descarriados sera la anunciada culminacin de dicha escalada. Una especie de castigo divino para todos aquellos que haban convertido la violacin de la norma en un modo de vida. Frente a este modelo farmacolgicamente insostenible, y ajeno a todo anlisis racional, la hiptesis alternativa no careca de evidencias verificables. A diferencia de la teora de la escalada no pona tanto nfasis en la demanda como en la oferta, y en su favor concurra la circunstancia de que el argumento que avalaba a la herona como arma de Estado contaba con un precedente que haba gozado de cierto xito y predicamento en los medios de comunicacin durante los aos 50 y 60: el peligro amarillo que representaba el envo masivo de opiceos opio, morfina y herona por parte de la China comunista con el fin de debilitar a la civilizacin occidental.

  • La Vanguardia, 15.09.1991 La polica encontr a este joven en un edificio de la Barceloneta con la jeringuilla todava colgando de su brazo La versin crata del asuntoSea como sea, lo cierto es que la teora conspirativa servira para explicar el impacto de la herona en el pujante movimiento libertario surgido tras la muerte de Franco en Barcelona y su rea de influencia inmediata, que aspir a renovar el viejo anarcosindicalismo desde los ateneos de los barrios, atrayendo a personas de distintas generaciones con el denominador comn del espritu crtico. Efectivamente, su labor cultural, ldica y social, que segn Pepe Ribas suscitaba temor al Ayuntamiento y al President Tarradellas, se fue diluyendo a medida que muchos jvenes militantes libertarios se apartaban de la causa, hundindose en una especie de autoinmolacin calculada. En poco tiempo, el censo de heroinmanos en Catalua elev hasta 10.000-12.000 el nmero de afectados, y para conservar memoria de aquella amarga leccin que supuso la sensacin de inutilidad de la revuelta colectiva, combinada con el fracaso de la experiencia individual, contamos con la conmovedora novela de David Castillo El cel de linfern (1999). Jos Ribas siempre se ha mostrado contundente a la hora de explicar el fenmeno: Desde el poder se aniquil aquella posibilidad. No fue difcil acabar

  • con la fiesta barcelonesa crata y alternativa, solidaria con Espaa, faro cultural de toda la pennsula. Barcelona entr en una crisis profunda y se encerr en s misma. Las Ramblas y el [Barrio] Chino se llenaron de partidos fantasmas que incendiaban autobuses y rompan escaparates. Se cerr el Sal Diana y Zeleste se impregn de disseny (Ajoblanco, 00.04.1993). Hubo un complot para acabar con el movimiento libertario y dejar Barcelona preparada para la oligarqua de los partidos y la falsa democracia que actualmente tenemos. Ah se fragu la generacin sumisa que pronto ser barrida [] a los libertarios ya no hay quien los resucite: los mat la polica infiltrndose en los ateneos y repartiendo herona (El Pas, 15.04.1994). En su citada crnica personal de los 70, Pepe Ribas se hace eco de un comentario que hizo alguien del Ateneo de Sants durante la celebracin de las Jornadas Libertarias de julio de 1977 en el sentido de que alguien estaba pasando herona de mala calidad, aunque entonces, en plena euforia crata, no se le dio importancia. Nueve meses ms tarde, la epidemia orquestada era masiva, y pudo comprobarse cmo el viejo sueo de la libertad, hilvanado ahora con la droga dura, promova pasividad y muerte, apostilla Ribas. En el mismo libro da crdito a la historia que le cont un joven gitano en 1978 para explicar la introduccin de la herona en Barcelona: Aos atrs, cuadrillas de poca monta que trapicheaban con hachs merodeaban los domingos por el campo del Bara y robaban los radiocasetes de algunos de los miles de coches aparcados. Muchos de ellos acabaron en reformatorios o en la crcel. Otros intimaron con carceleros y policas. Convenientemente formados, los soltaron en plena ola libertaria a cambio de cumplir ciertos servicios. Un da les lleg el encargo de cambiar de mercanca y dirigirla a determinados ambientes. Aquellos camellos de poca monta que trapicheaban con chocolate, polen, marihuana y cidos adulterados se pasaron a la nueva sustancia. Las primeras partidas no fueron grandes y tampoco tenan precio. No deja de ser significativo que este testigo excepcional de la poca tambin se apunte a la plot theory. Eran las mismas tcticas que haban patentado los servicios secretos norteamericanos como arma de destruccin contra los Black Panthers y dems grupos radicales. Luego las extendieron por todo occidente, asegura Ribas. Por lo que respecta a la respuesta de los usuarios ante la supuesta trama txica, es decir, a la demanda, Pepe Ribas se

  • limita a reconocer que haba muchos alternativos pasados de revoluciones que se apuntaban a la herona y otras drogas sin ton ni son.

    La Vanguardia, 19.08.1988 Un joven sin sentido en Bellvitge con la jeringuilla colgando del brazo y al fondo el rostro deshecho de su madre. Un dogma abertzaleEn Euskadi, donde hasta el propio Gobierno vasco admitira la sospecha histrica de que la introduccin de la herona se realiz en connivencia con los cuerpos policiales, la teora conspirativa como muy bien apunta Germn Labrador Mndez en su libro Letras arrebatadas (2009) fue elevada a la categora de dogma, seguramente porque el impacto del opiceo todava fue ms visible que en otros lugares del Estado. De hecho, el nmero de consumidores habituales de herona en Euskadi no tard en cifrarse en torno a 135.000, de los cuales entre 6.000 y 10.000 podan considerarse heroinmanos, calculndose que en San Sebastin proporcionalmente haba tantos yonquis como en Nueva York. Los viajes a Tailandia se haban hecho tan frecuentes y numerosos que, ante la invasin vasca, las autoridades locales haban habilitado un pasillo especial en la aduana del aeropuerto de Bangkok

  • para inspeccionar exclusivamente a los turistas procedentes de Euskadi. Por lo dems, se rumoreaba que ETA Militar estaba seriamente preocupada al haber detectado entre sus filas consumidores de herona, tal vez necesaria para mantener el ritmo y la tensin en la que se desenvolvan. El 17 de abril de 1980 Herri Batasuna, a travs del diario Egin, denunciaba la existencia en Euskadi de una mafia de la herona amparada por los poderes del Estado espaol. Segn la izquierda abertzale, estaba conformada por delincuentes de corbata que actuaban en connivencia y protegidos por aquellos que tericamente estn encargados de defender el bien pblico, cuyos maquiavlicos objetivos se centraban en los siguientes puntos: a) Apartar de cualquier otro tipo de intereses o preocupaciones, como los sociales, polticos, culturales, etc., a un importante sector de la juventud vasca, para que se consuma a s misma en la adiccin a las drogas. De este modo se ofrece la droga como alternativa encaminada a inhibir toda actividad (en el joven, en el parado, en el reprimido en situacin marginal, etc.) que pueda dirigirse a lograr un cambio de la sociedad (no es casualidad que sea precisamente en las zonas ms combativas de Euskadi donde se estn dando ms facilidades para la introduccin de las drogas duras). b) Disponer, llegado el caso, de personas (los drogadictos) indefensas, automarginadas, sin resistencias ni capacidad de reaccin, fcilmente manipulables por quienes disponen de poder de coaccin, a las que poder forzar a la confidencia policial o a la colaboracin vergonzante de cualquier caso. c) Crear un estado de peligrosidad en las calles, a travs de la delincuencia indiscriminada que originan las drogas duras. Tal estado y consiguiente psicosis de peligro indiscriminado ayudaran a justificar el crecimiento de los efectivos policiales y sus actuaciones de todo tipo, y a provocar el temor entre la poblacin quedndose cada cual en su casa y preocupndose de lo que ocurra al vecino. d) Sustituir un tipo de delincuencia comn, que cabra considerar selectiva en sus fines y actuaciones y, hasta cierto punto, contraria al sistema establecido, por otra que acta indiscriminadamente contra cualquier ciudadano y que

  • voluntaria o inconscientemente favorece la inseguridad y la represin del pueblo. e) Provocar una sensacin de caos social en el ciudadano y de confusin ideolgica que predisponga al pueblo a aceptar como mal menor la llegada de un libertador exterior, que con mtodos represivos y el respaldo total de las instituciones imponga su orden haciendo desaparecer al mismo tiempo las escasas libertades populares conquistadas y desacreditando por otra parte cualquier frmula social basada en el imperio de la voluntad popular. Al mes siguiente la revista Punto y Hora de Euskal Herria y en octubre de ese mismo ao el peridico Zer Egin?, rgano del EMK-Movimiento Comunista de Euskadi, insistan en la misma lnea: Parece clara la existencia de una manipulacin poltica orientada a conseguir la autodestruccin pura y simple de miles de jvenes, que de otro modo podran engrosar las filas de los contestatarios. Miles de jvenes, muchos de ellos pertenecientes a la clase obrera, consumen sus das entre el trapicheo y el robo con el nico fin de sacar un dinero que les permita obtener nuevas dosis de droga. De tal manera, ETA (m) comenz su guerra particular convencida de que era el Gobierno espaol quien introduca la droga en Euskadi para corromper [a] la sociedad vasca. A travs de largos comunicados acusaba a los grandes traficantes de herona de estar envenenando a la juventud y a la clase obrera vascas, en colaboracin con el aparato represivo, para neutralizar su potencial revolucionario, beneficiando as a los intereses del capitalismo imperialista espaol, conchabado con el mundial, y avisaba de que pronto pasara a la accin. Algunos locales pblicos y personas sealadas de los bajos fondos empezaron a recibir annimos amenazantes. Luego siguieron atentados de intimidacin con bombas a determinados establecimientos pub El Huerto y bares El Cielo y Tanit, todos de San Sebastin por considerarlos como centros de consumo y distribucin de herona. Finalmente, la espiral de violencia desatada alcanzara a las personas: el 29 de octubre de 1980 ETA (m) asesinaba a Carlos Juan-Jos Fernndez Azpiazu, propietario del bar Kopos y responsable de la publicidad de las pginas amarillas de la gua de Telefnica en San Sebastin, como responsable de participar en el trfico de herona; el 31 de ese mismo mes secuestraba y mataba al abogado criminalista

  • Jos M Prez de Orueta, quien haba defendido algunos casos relacionados con el trfico de drogas; el 12 de noviembre asesinaba al transportista Miguel Zunzunegui Arratibel en su casero de Ataun, tambin como responsable de participar en el trfico de herona; el 5 de enero de 1981 mataba de dos disparos en la cabeza a Antonio Daz Garca, propietario del pub La Gramola en Rentera (Guipzkoa), por idntico motivo as, hasta sumar casi una veintena de vctimas acusadas de vinculacin con el narcotrfico. Mientras tanto los envenenados seguan consolidando su estatuto de vctimas involuntarias, al tiempo que su adiccin se converta en una especie de coartada genrica contra la responsabilidad personal. La voz del fundador de Askatasuna, Mikel Orrantia, describiendo la extraa mezcla de misticismo y desdoblamiento esquizoide que les permite rizar el rizo para justificar su autodestruccin (Cambio16, 22.12.1980), constitua una tmida excepcin a la hora de cuestionar la actitud de los jvenes txicos.

    La droga es dolor Savin vinos (1978)

  • De la consolidacin de la teora del complot a la institucionalizacin del problemaEn octubre de 1981, cuando la herona ya no resultaba tan barata, Josep Llus Gmez Mompart, profesor de Periodismo de la Universitat Autnoma de Barcelona (UAB), public un extenso y documentado artculo en la revista El Viejo Topo en el que identificaba la situacin que se haba registrado en el Estado espaol, y especialmente en Euskadi, con lo ocurrido anteriormente en otros lugares. La CIA ha silenciado grandes operaciones multinacionales de trfico de estupefacientes, en particular cuando de droga dura se trata, facilitando indirectamente que el caballo, por ejemplo, penetre con fluidez, especialmente en aquellos pases donde surgen movimientos anti establishment, deca Gmez Mompart, basndose en las conclusiones de los autnomos italianos y en diversas informaciones aparecidas en publicaciones contraculturales norteamericanas. Definitivamente, Gmez Mompart se inclinaba por la teora conspirativa para definir el trasfondo singularmente de la herona como arma estratgica del Estado planetario, como instrumento de control social, poltico y cultural, y en tanto que mercanca de especial magnitud econmica e intencionadamente conclua su artculo con un interrogante, que remita a los lectores al misterio, al secreto, reforzando el caldo de cultivo para seguir alimentando cualquier teora basada en el complot. Aunque la hiptesis de la herona como arma de Estado presentaba serias lagunas hubo un complot a nivel estatal o se orquest por autonomas?, acaso no existan recursos menos arriesgados?, y ninguna prueba concluyente, en general fue admitida sin reservas. Cual profeca autocumplida, la epidemia acabara convirtindose en un problema social de primera magnitud, digno de la alarma social que haban creado los medios cuando todava no estaba justificada. A medida que el problema adquira el volumen y dimensin de genocidio involuntario, de una catstrofe colectiva y encriptada, la teora conspirativa segua cobrado fuerza y ganando adeptos. As, en enero de 1984 el actor Will More, que haba protagonizado la pelcula Arrebato (1979), en la que se punteaba el tema de la herona, declaraba en una entrevista publicada en la revista La Luna que la herona es el arma que emplean las democracias para sedar a la juventud, y unos meses ms tarde el Partido

  • Comunista de Espaa (PCE) tom la decisin de combatir desde la base de la sociedad el consumo de herona sin entrar a cuestionar dicho presupuesto (El Pas, 24.06.1984). Ese mismo ao se estren la pelcula El pico 2, en la que Eloy de la Iglesia presentaba el asesinato de un srdido camello de herona y confidente protegido por la Guardia Civil papel protagonizado por Ovidi Montllor como desencadenante de la trama. Y, por citar un ltimo ejemplo, el 11 de marzo de 1985 la revista Cambio16 public un artculo titulado De las banderas rojas a la jeringuilla en el que confirmaba que muchos antiguos progres desencantados han elegido los parasos artificiales de la droga como nica salida. De hecho, cuando el Gobierno puso en funcionamiento el Plan nacional sobre Drogas (PND) lo hizo con el objetivo fundamental declarado de luchar contra la herona (El Mdico, 13.09.1985), y en ningn momento se pronunci en contra de la teora conspirativa. Y ya se sabe lo que dice el refrn de que quien calla, otorga.

    El Alczar, 22.12.1984

  • Leyenda negra de la transicin?Cmo es posible que hasta los poderes pblicos hayan admitido tcitamente la teora conspirativa? Hubo realmente un intento de represin dirigido por el poder contra toda forma de disidencia e incluso contra la juventud como identidad colectiva? De verdad la introduccin de la herona estuvo inducida, alentada y posibilitada por los aparatos policiales del Estado con el fin de neutralizar el poder subversivo de la juventud espaola durante la etapa de la transicin? O ms bien nos enfrentamos a una leyenda negra fundada en indicios de difcil comprobacin? Segn Germn Labrador Mndez, no es fcil descubrir una mano negra moviendo los hilos de la herona en Espaa siguiendo las pautas de un guin oculto. Y de hecho, hasta la fecha, nadie ha aportado ni una sola prueba definitiva al respecto. Sin embargo, a nadie se le escapa la presencia de infinidad de personas dispuestas a asumir con facilidad verdades no probadas, especialmente cuando se trata de detectar la existencia de enemigos invisibles. Basta darse una vuelta por Internet para verificar la fascinacin que siente una buena parte de la poblacin por encontrar verdades ocultas aunque no se sostengan con pruebas. Los filsofos Fernando Savater y Antonio Escohotado alzaran sus discursos frente a tanta irracionalidad, y el antroplogo Juan F. Gamella vino a demostrar que la crisis de la herona en el contexto transicional (1976-1982) fue el resultado de una compleja interaccin de factores. En este sentido, habra que mencionar primer lugar la disposicin poco hostil de las autoridades concentradas como estaban en reprimir el trfico y empleo de LSD y marihuana con que contaron las mafias siciliana y corso-marsellesa para hacer circular grandes cargamentos de herona por Espaa hacia finales de los 60 y principios de los 70. Herona que, tras la ilegalizacin del cultivo de adormidera en Turqua (30 de junio de 1970), comenz a llegar procedente del sudeste asitico, en cantidades nunca vistas hasta ese momento. En segundo lugar, podramos certificar la coincidencia en el mercado de algunos de productos de consumo libros, discos que contribuyeron a estimular la demanda de herona, despertando la curiosidad e incentivando y socializando el deseo de los jvenes. Asimismo, la cobertura excesiva por parte de unos

  • medios de comunicacin vidos de sensacionalismo determin que el procesamiento epidemiolgico del problema fuera anterior a su aparicin. Como consecuencia, se registr una promocin indirecta del opiceo a travs del alarmismo. Un factor que, sin duda, otorg a la sustancia un valor aadido en determinados segmentos de poblacin, pues de sobras es sabido que el miedo y la exageracin pueden alimentar por una suerte de efecto bumern el inters y la fascinacin, ya que todo el mundo tiene por seguro que algo muy caro, perseguido y peligroso alberga placeres inmensos. Igualmente podra hablarse de irresponsabilidad por parte de algunas iniciativas privadas paradjicamente orientadas a la prevencin de la toxicomana como otro factor concurrente en la expansin de la herona. Por otra parte, es cierto que los ajustes de la economa va paro provocaron una degradacin del mercado laboral que afect profundamente a las condiciones de vida de la clase trabajadora y a sus expectativas de futuro. En este sentido, los efectos del desempleo fueron paliados en gran medida por el surgimiento y crecimiento de una economa informal de considerables dimensiones, y no cabe ninguna duda de que el mercado negro de la herona jug un papel importante en esa economa sumergida. Por lo que respecta a los poderes pblicos, podra acusrseles de cierta pasividad o abstencin activa, por haberse limitado a poner en circulacin un discurso moral de orden pblico durante los momentos cruciales, retardando el intento de abordaje de la cuestin. Pero tampoco podemos olvidar la presencia de toda una generacin paradjicamente predispuesta a confirmar los designios del represor, descendiendo uno a uno todos los peldaos de la teora de la escalada y sucumbiendo a la lgica endovenosa, entre el interesado desinters de la clase poltica y la temerosa incomprensin de la opinin pblica. Una generacin que coincidi con el advenimiento de una nueva delincuencia, basada en la decisin que tomaron muchos jvenes de buscarse la vida, frente al ganrsela de sus padres. La espiral delictiva en la que se haban embarcado (sustracciones de vehculos, tirones de bolsos, robos en comercios y domicilios particulares, atracos a farmacias y joyeras), con la irrupcin del caballo en sus vidas, derivara en una oleada de atracos a bancos sin precedentes. Una generacin de jvenes, en definitiva, dispuesta a representar el rol de vctimas

  • propiciatorias que toda sociedad en transicin necesita para conjurar sus temores. A estas alturas, nadie niega que la crisis de la herona resultara beneficiosa para el consenso ideolgico sellado en los denominados Pactos de la Moncloa (1977), por el que las fuerzas polticas y sociales decidieron apoyar un sistema de democracia parlamentaria, la integracin en Europa y una redistribucin de la renta mediante reforma sin ruptura de las estructuras capitalistas. De hecho, el problema, reconocido como tal a partir de la expansin de la herona, se configurara como un tpico institucionalmente seguro sobre el cual unificar voluntades polticas, favoreciendo la aceptacin de una legislacin ms estricta, mayores gastos en fuerzas de orden y cuerpos de seguridad y ms proteccin paternalista. Pero una cosa es que los sectores ms afectados por la expansin del consumo de herona fueran precisamente aquellos que prefiguraban una amenaza potencial para el consenso social e ideolgico que requera la transicin y otra bien distinta es que existiera un plan maquiavlico orquestado por el Gobierno, ciertos poderes econmicos en la sombra y los servicios secretos estadounidenses con el fin de neutralizarlos. Recientemente, el psiclogo Eduardo Hidalgo Downing, en su libro Herona (2007), ha deconstruido esa estructura conceptual que considera como una interpretacin sesgada, burda y simplista, adornada con buenas dosis de paranoia, y el investigador Martn Barriuso ha resumido claramente el caso particular vasco: Nunca sabremos si hubo una trama orquestada dirigida a introducir drogas en Euskadi desde las fuerzas policiales. Lo ms probable es que se tratara de uno ms de los numerosos casos de corrupcin policial que se produjeron en Espaa durante aquellos aos, con la ventaja aadida para los corruptos de la proteccin extra que les proporcionaban sus responsabilidades en la lucha armada contra ETA, que les ofreca impunidad y acceso a fondos reservados (Camo, especial 2005). En resumen, es probable que se dieran casos puntuales en los que algn agente institucional promoviese la herona con intenciones contrarrevolucionarias, pero no hay pruebas definitivas que indiquen que dichos casos formaran parte de un plan a gran escala del Poder en maysculas como estrategia de dominacin y control social.

  • Reflexin vs. compasinEntonces, cmo ha podido calar tanto y tan hondo esa idea en el colectivo imaginario de los espaoles, que hasta hoy en da es compartida por muchas personas? En general, las teoras conspirativas son a menudo preferidas por las personas como modo de entender lo que est pasando a su alrededor sin tener que lidiar con las complejidades de la historia y la interaccin poltica. Tambin es cierto que los humanos sentimos una honda pasin natural que nos atrae hacia el misterio. Asimismo, est comprobado que solemos aplicar una lgica en funcin de la cual esperamos que un evento significativo responda a una causa significativa. No obstante, sin descartar estos tres aspectos, creemos que el xito en este caso obedece a dos factores especficos. En primer lugar, podemos atribuir su xito inicial al hecho de que facilit la descarga emocional de amplios sectores, al ubicar el evento en un contexto moral entendible para una izquierda revolucionaria que comenzaba a experimentar el aislamiento social y la prdida de influencia poltica y a mostrar signos de agotamiento. Si posteriormente se asent fue porque en realidad no entraba en contradiccin, o al menos no era del todo incompatible, con la versin oficial o institucional de los hechos, amn de resultar mucho ms romntica. A fin de cuentas, ambas coincidan en exonerar a la sociedad en general y a los

  • afectados en particular de cualquier responsabilidad en el proceso. En el fondo se trataba de dos modelos retricos que movan a la compasin y excluan todo anlisis racional. Si en la teora de la escalada los toxicmanos eran presentados como vctimas involuntarias de la accin txica de la herona, para los creyentes en los oscuros designios del poder se constituan en sujetos asimismo no responsables sobre los que se ejerca la accin represiva del Estado. Efectivamente, como dice el escritor colombiano Hctor Abad Faciolince, los humanos, en el dolor ms hondo, podemos sentirnos confortados si en la pena nos conceden una rebaja menor, pero como no est demostrado que la compasin ayude a comprender las dinmicas o procesos histricos, desde el mbito de las ciencias sociales nos vemos obligados a apelar a la razn y a promover un ejercicio de reflexin que nos impida caer en la trampa que supone la tentacin permanente de creer en indemostrables intervenciones de proporciones metafsicas. Juan Carlos Us,

    Nos matan con herona, Juan CarlosUs