my mum. the air

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My mum. The air.

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A little booklet talking about my mum.

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Page 1: My mum. The air

My mum.The air.

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My mum. The air.

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Do not think. Just feel and breathe.

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Tardé muchas horas en nacer, aún lo re-cuerdo. Nunca volvería a estar tan bien, tan acogida, tan segura, tan tranquila. Cuando finalmente nací supe que no era el aire enrarecido del exterior lo que estaba respirando sino el que ella ema-naba. Mi madre, el aire. Mi madre, la paz... es, aún hoy, el

aire que respiro. Mi madre es el aire y el pájaro que lo vuela. Es el aire y es

la mota de polvo que brilla en el haz de luz que se cuela por la persiana.Mi madre, un suspiro. Es ligera, no,

es ingrávida...Y aunque supe, al nacer, que no recu-

peraría ese lugar... resultó que lo que sabía era incierto. No toda yo nací, no toda yo me desprendí, gran parte de mi va a seguir ahí.

Mi madre, el aire, la paz, un suspiro.

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Do not think. Just feel and breathe.

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Mi madre, la paz.

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My mum. The air.

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Page 9: My mum. The air

Do not think. Just feel and breathe.

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Una mañana invernal de mediados de enero ... se asoma a la ventana y comprueba que todo está bien. La ciudad puede desper-tar. Los pétalos del ciclamen ondulan al ritmo del frío aire en el jardín, sua-ves, gráciles, ¿frágiles? en absoluto. En la cocina el te está casi listo,

el aroma ya se escapa por la puerta. El libro la espera en la mesa. Nosotros la esperamos dormidos.

Sus pasos no se oyen. Tan ligera, tan ingrávida. Pero al pasar, en el silen-cio... la nada parece convertirse en so-los de saxo, en agua, en río y viento. Tan ligera, tan ingrávida. Me mece al

despertarme y en vez de levantarme caigo en un sueño más profundo y limpio y blan-co y dulce y ondulante, como los pétalos del ciclamen en esta mañana fría de in-vierno; en un sueño de niño.

Se oyen los tambores de los viajes de Pat Metheny y todo es posible. El mun-do puede, en un instante, transformarse. Nosotros podemos, en un instante, sal-tar. Volar. Las estructuras ya no serán nunca rígidas, nosotros podremos viajar y, mientras, mi casa olerá a gengibre y a te y a pan integral recién tostado.

Mi madre, mi casa.

“Me cuesta soplar las velas porque nunca se me ocurre qué pedir. Prefiero que la vida me sorprenda. La vida me da mucho más de lo que yo pueda desear y por eso prefiero no condicionarla.” Dice.

Yo que, gracias a ella, tanto disfruto las sorpresas, sí le he pedido a la vida un trato especial en alguna ocasión. La primera vez, recuerdo, fue cuando aún era una estrella, antes de ser una idea. Pedí, esa vez, ser su idea, y cuando lo fuí pedí no ser solo una idea. Luego pedí, al nacer, no nacer y así nací y no nací y ese fue el momento decisivo.

Casi siempre he tenido suerte y todas estas cosas que pedí las tuve. Mi madre, mi suerte.

Mi madre. El aire que mece los péta-los del ciclamen en esta fría mañana de

invierno. Acaricia, suavemente; se eriza el vello al roce de su mano, que de tan suave no parece de verdad. Tan real.

Está leyendo un libro, mitad concen-tración mitad paz. Levanta la cabeza, sonríe. Buenos días. ¡Y tan buenos!

Por las tardes es verano y hundimos nuestros pies en la húmeda arena de las playas del norte. La marea está bajando y hacemos dibujos con el dedo. Yo le explico “vete tu a saber qué”, proba-blemente no importa, pero se lo cuento con ganas y ella lo escucha con ganas, como si importase, como si cualquier cosa que yo, (nosotros), pudiese(mos) decir importase.

Se agacha, una piedra, los cantos ro-dados por el agua de mar; un cristal, una concha. Y ¡mira el cielo!, esa nube, cómo pasa la luz del sol... es tan bonito... el cielo. Pronto será el atardecer.

Mi madre. El mar. La sal. El sol.

Buenas noches. Finales de otoño. In-fusión de gengibre y miel. Un jersey, un pañuelo, una charla en el sofá. ¿Qué libro estás leyendo? ¿Te gusta? ¿Sabes de qué me he dado cuenta...?

Buenas noches.

Descansa. Mañana desayunaremos juntas. ¿A qué hora te despierto?

“Si un día no puedes dormir solo pro-cura respirar. Respirar ocho veces, lle-nando durante ocho segundos los pulmones de aire, reteniendo ese aire otros ocho segundos, y soltándolo, por último, du-rante ocho segundos más.”

Mi madre. El aire. ¿Cómo no van a ser buenas las noches?

Y en el sueño, de nuevo, el aire, la paz y el suspiro. Y en el sueño, de nue-vo, la estrella que aún no es idea, i la idea, y la niña que aún no ha nacido. Y en el sueño, esta vez, yo seré el pétalo del ciclamen que en la fría mañana de me-diados de enero mecía el aire. Mi madre.

Respiro. Mi madre.

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My mum. The air.

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un

suspiro.

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Do not think. Just feel and breathe.

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un haz de luz.

una mota de polvo.

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My mum. The air.

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Una mañana invernal de mediados de enero ... se asoma a la ventana y comprueba que todo está bien. La ciudad puede desper-tar. Los pétalos del ciclamen ondulan al ritmo del frío aire en el jardín, sua-ves, gráciles, ¿frágiles? en absoluto.En la cocina el te está casi listo,

el aroma ya se escapa por la puerta. El libro la espera en la mesa. Nosotros la esperamos dormidos. Sus pasos no se oyen. Tan ligera, tan

ingrávida. Pero al pasar, en el silen-cio... la nada parece convertirse en so-los de saxo, en agua, en río y viento.Tan ligera, tan ingrávida. Me mece al

despertarme y en vez de levantarme caigo en un sueño más profundo y limpio y blan-co y dulce y ondulante, como los pétalos del ciclamen en esta mañana fría de in-vierno; en un sueño de niño.Se oyen los tambores de los viajes de

Pat Metheny y todo es posible. El mun-do puede, en un instante, transformarse. Nosotros podemos, en un instante, sal-tar. Volar. Las estructuras ya no serán nunca rígidas, nosotros podremos viajar y, mientras, mi casa olerá a gengibre y a te y a pan integral recién tostado.

“Me cuesta soplar las velas porque nunca se me ocurre qué pedir. Prefiero que la vida me sorprenda. La vida me da mucho más de lo que yo pueda desear y por eso prefiero no condicionarla.” Dice.

Yo que, gracias a ella, tanto disfruto las sorpresas, sí le he pedido a la vida un trato especial en alguna ocasión. La primera vez, recuerdo, fue cuando aún era una estrella, antes de ser una idea. Pedí, esa vez, ser su idea, y cuando lo fuí pedí no ser solo una idea. Luego pedí, al nacer, no nacer y así nací y no nací y ese fue el momento decisivo.

Casi siempre he tenido suerte y todas estas cosas que pedí las tuve. Mi madre, mi suerte.

Mi madre. El aire que mece los péta-los del ciclamen en esta fría mañana de invierno. Acaricia, suavemente; se eriza el vello al roce de su mano, que de tan suave no parece de verdad. Tan real.

Está leyendo un libro, mitad concen-tración mitad paz. Levanta la cabeza, sonríe. Buenos días. ¡Y tan buenos!

Mi madre. El aire.Mi madre no está en venta.

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Do not think. Just feel and breathe.

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My mum. Te air. By Milena Güell