mula blanca 8

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# 08 | FEBRERO-MARZO, 2014 | LITERATURA Y ARTE | GRATIS MULA BLANCA Literatura: Alejandro Badillo (6) Poesía: Mario Benedetti (16) | Chris Torrance (11) | Galo Ghigliotto (22) | Luis Eduardo García (26) Arquitectura: Estudio Macías Peredo (14) Reseñas: Cordiox, Voces Paranoicas, Nina (28) | El Lobo de Wall Street (30)

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Mula Blanca 8 – Revista bimestral de poesía, literatura, arte y cultura.

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Page 1: Mula Blanca 8

# 08 | FEBRERO-MARZO, 2014 | LITERATURA Y ARTE | GRATISMULA BLANCA

Literatura: Alejandro Badillo (6)

Poesía: Mario Benedetti (16) | Chris Torrance (11) | Galo Ghigliotto (22) | Luis Eduardo García (26)

Arquitectura: Estudio Macías Peredo (14)

Reseñas: Cordiox, Voces Paranoicas, Nina (28) | El Lobo de Wall Street (30)

Page 2: Mula Blanca 8

MULA BLANCA

DIRECCIÓN: José Luis Bobadilla

EDICIÓN LITERATURA: Ricardo Cázares

DISEÑO: Radjarani Torres

DIRECCIÓN COMERCIAL: Abel Ibáñez Galván

PUBLICIDAD: Josué Ríos

SITIO WEB: Alberto Iván Hernández Ruíz

REDES SOCIALES: Beatriz Ladrón de Guevara

DIRECCIÓN: Tamaulipas 153-C, Colonia Hipódromo Condesa,

México. D.F., C.P. 06179.

# 08 | FEBRERO-MARZO, 2014 | PUBLICACIÓN GRATUITA

N° de certificado de reserva de derechos al uso exclusivo del título: en trámite.

mulablanca.comPara obtener información sobre los colaboradores incluidos en este número visita:

La poesía, como escribió Emilio Adolfo Westphalen, transita por vías soterradas.

De un lugar a otro, por medios y caminos muy distintos, los poemas encuentran sus

lectores. Mario Benedetti, homónimo del famoso escritor uruguayo, es un poeta italiano

con algunos libros publicados. La serie “Lágrimas” pertenece a su libro Pitture nere

su cara y gracias a su traductor, José Molina, podemos leer algunos de sus versos

en estás páginas. Cuando Molina me acercó sus traducciones sentí inmediatamente que

debían ser compartidas con nuestros lectores. Los poemas poseen una densidad y hondura

infrecuentes y considero que significarán una ampliación del horizonte poético de

lo que se lee y se escribe nuestro país. Lo mismo sucede con los poemas de Chris

Torrance, poeta inglés poco conocido, y Galo Ghigliotto, poeta, narrador y editor

chileno, autor de Valdivia, un poema-río imperdible. Luego de leer con entusiasmo Dos

estudios a partir de la descomposición de Marcus Rothkowitz le escribí a Luis Eduardo

García, poeta mexicano que generosamente aceptó la solicitud de publicar en esta

revista material inédito. Las fotografías que acompañan los textos son de un proyecto

del Estudio Macías Peredo, jóvenes y destacados arquitectos de Guadalajara.

José Luis Bobadilla

Page 3: Mula Blanca 8
Page 4: Mula Blanca 8

ENCUÉNTRANOS GRATIS EN:

DISTRITO FEDERAL

CENTRO:

Centro de la Imagen

Museo de la Ciudad de México

Laboratorio de Arte Alameda

Colegio San Ildefonso

Centro Cultural España

La Casa del Cine

Crisanta Cervecería Garage

Hostería La Bota-Cultubar

Librería Rosario Castellanos (FCE)

Casa Refugio Ciltlaltépetl

Clorofila

Cine Tonalá

Discoteca-Border

Centro ADM

La Miscelánea-Conejo Blanco

People for bikes

Casa del Lago Juan José Arreola

Museo de Arte Moderno

Museo Rufino Tamayo

Cafebrería El Péndulo

PONIENTE:

Centro de Diseño Cine y TV

Universidad Iberoamericana: Departamentos

de Historia del Arte, Comunicación, Letras,

Arquitectura e Historia.

Estación de radio Ibero 90.9

SUR:

La Esmeralda

Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC)

Librería Octavio Paz (FCE)

Pasillo FFyL-Biblioteca Central, UNAM

Museo Universitario de Arte

Contemporáneo(MUAC)

Museo Soumaya (Loreto)

Happening Store

SOMA

ORIENTE:

Café Jazzorca

Pizza Jazz Café

GUADALAJARA

Instituto Cultural Cabañas

TRAMA Centro

GUANAJUATO

Instituto Estatal de la Cultura

Librería Fondo Guanajuato

OAXACA

Biblioteca Andrés Henestrosa

Librespacio Cultural La Jícara

PUEBLA

Librería y Casa de Lectura Profética

Librería de la BUAP en el Complejo Cultural

Universitario

Instituto Municipal de Arte y Cultura de

Puebla (IMACP)

Bellas Artes (UPAEP)

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Page 6: Mula Blanca 8

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UNA PALABRAAlejandro Badillo

Frente a una sombra hay un cadáver. No

siempre ha sido así. No siempre ha estado

en esta posición, con los brazos abiertos

y los dedos encallados en la tierra. Los

pies están cerca de un árbol: sus raíces,

desencajadas, tienen ramas que parecen

manos queriendo alcanzar nubes. Pero ya no

hay nubes, han desaparecido, como animales

en repentina migración, pájaros devorados

por su propio miedo. Un día antes habría

caminado por algún pueblo cercano: la

lumbre de sus ojos habría perfilado la

silueta de una mujer, la habría seguido, la

habría deseado. Quizás, en su ingenuidad,

mientras pateaba una piedra y su respiración

convocaba sombras, pensaba en un boleto

de autobús, un brindis por las moscas que

miraban el abismo de un vaso lleno de ron.

Ahora está aquí, junto al árbol, como una

piedra esperando el desgaste, una imposible

marea. El calor desbasta la tierra. Los

segundos crecen, se vuelven pesados como

gotas que superan sus límites. El sol avanza

en el polvo: nubes ocres flotan y enmarcan la

escena.

Se puede jugar con el punto de

observación: inicia en el cabello revuelto

y sigue con la camisa hecha jirones. Hay

sangre coagulada en el estómago: una cauda

roja, relieves casi imperceptibles para

la vista y que invitan al regodeo del

tacto. Es previsible un balazo y la muerte

casi instantánea. Un quejido y las manos

a la tierra o al asfalto caliente. Unos

temblores y, al fin, silencio. Entonces

el sol descubre una mancha circular, la

tela quemada por la diminuta combustión.

Y vuelven las moscas, su imagen y su

vuelo de infinitas nervaduras. Es verdad,

sólo hay una imagen turbia, como mirar un

rostro velado por nubes, pero debe haber un

vínculo entre todo: el boleto de autobús,

las piedras y el vaso nublado por alguna

sombra: una mano en aproximación, un ademán

que vuela sin orden y que vuelve al punto de

origen, tal vez un suspiro o un parpadeo.

Tal vez, incluso, dependiendo del punto de

observación, se pueden añadir más elementos:

una palabra imaginada, un movimiento en

apariencia gratuito pero que echó a andar

un mecanismo que desembocó en la muerte.

Por el momento sólo existe el cadáver

endureciéndose bajo el sol, bocarriba,

afianzados los ojos al vértigo del cielo y

a su vacío.

Una palabra, llega una morosa, de muchas

letras, sumergida en un murmullo opaco. A

veces se intuye su inicio y esta sensación

es suficiente para delinear la boca del

hombre, sus labios ahora inermes pero que,

en un punto del pasado, tenían un temblor

vivo, un principio brillante que se fue

desgastando hasta acabar en un silencio

concreto, casi sólido, como el que ahora

da forma a este cadáver de piel caliente,

asediado por el tiempo y es probable que

la combustión iniciada por la bala siga en

los órganos internos que se desbaratan,

pierden consistencia, quedan como edificios

a punto del colapso, elementos sostenidos

apenas por su memoria y, entonces, llega

la certeza del humo, el tránsito de varios

cigarros en la penumbra y el hombre regresa

en las horas para estar ahí, inmóvil, como

un animal aturdido por el polvo, esperando

una bocanada de luz en el techo, concentrado

en el vaso frente a él y en una mosca que

dibujaba círculos desordenados y el caos,

por alguna razón, iba a las voces que

buscaban protagonismo. Se puede pensar –

mientras una gota de sangre resbala de los

cabellos y cae en la tierra– que la derrota

del cuerpo no es total, porque ahora se

ha liberado de la conciencia y su perfil

que naufraga es un objeto más, que, poco a

poco, crea un equilibrio con las cosas que

lo rodean: el cuervo que mira la muerte

desde una rama, la piedra que interroga las

afiladas ramas y sus sombras.

Una risa grave y profunda debe haber

tenido este hombre. Quizás, en el bar que

se reconstruye, que emerge como la proa de

un barco que combate la marea, la risa del

hombre rompía con el murmullo, con el calor

y una mosca dejaba el vaso para posarse en

un cenicero. Las manos, entonces, buscaron

un cigarro que moría lentamente para dar una

última bocanada y miró el humo displicente,

con un orgullo absurdo que contrastaba

con la indiferencia que lo sofocaba: los

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7

profundos rasgos de un viejo atrás de una

botella de whisky, un aparato de radio que

ponía en juego un bolero interrumpido por

la estática. El murmullo en el bar comenzó

a perder fuerza, a sucumbir como el cadáver

que, para este instante, cede ante una

segunda muerte que se nutre del calor y la

materia se vuelve maleable, dispuesta a

la degradación. En poco tiempo sólo habrá

una huella, huesos alejándose entre sí,

convirtiéndose en una memoria confusa que se

pierde.

Entonces destaca un rastro rojizo en

los labios. Parece una anomalía, un punto

de fuga que llama la atención en el gesto

detenido del cadáver. No es sangre. Le falta

consistencia a este trazo apenas visible y

que, con un acercamiento, se revela como

la huella de un lápiz labial. Queda más

nítida la imagen del hombre y un previsible

encuentro que terminó con un beso, un

contacto que tuvo la suficiente fuerza para

dejar una impronta, un instante parecido al

fugaz viaje de una mosca. El hombre buscó en

el ámbito algo que le recordara el rostro

de una mujer. El viejo, perezoso, salió de

la lenta órbita del whisky y tal vez rió,

pero el hombre no atendía los movimientos

que sucedían a su alrededor, enfrascado en

la imagen que parecía completar segundo

a segundo, con cada parpadeo, con cada

latido. Pudo haberla conocido días antes,

en las calles abandonadas del pueblo y él

le preguntó por una dirección. El encuentro

empezó con reticencias: en aquel lugar las

palabras se decían a cuentagotas, nadie

hablaba más de lo necesario. Sin embargo,

contra toda posibilidad, aquel primer

contacto detonó una plática en un café y el

café, a su vez, los llevó a una cita en un

hotel de paredes amarillas y cuartos con

ventiladores averiados que parecían insectos

detenidos y expectantes. Volvía con la

imagen el calor de aquel día, un calor que

uniformaba el sonido de los autos y que, de

alguna forma, creaba vínculos, simetrías

en las sombras que propagaban las casas.

Pagaron un cuarto y subieron las escaleras

en silencio, como si estuvieran realizando

un acto prohibido y él la desvistió con

urgencia, con un pulso que iba en ascenso y

que contagiaba todo su cuerpo. Ella, desnuda

y secreta, se sentó en el borde de la cama y

se quedó ahí, apenas parpadeando, fingiendo

desinterés aunque sólo bastó un momento para

que la espera se transformara en un anzuelo,

una provocación que se reafirmaba en el

tiempo y que condensaba un poco de odio,

desprecio porque sabía que él no era el

indicado, que sólo estaba ahí para aliviar

su soledad y después del sexo estarían en

silencio, rodeados de sus respiraciones que

semejaban una desordenada e irremediable

marea, mirando la luz que entraba por la

ventana y que iluminaba a medias las sábanas

revueltas, la ropa desperdigada en un

pequeño sillón y los zapatos en el límite

acuoso de la penumbra.

Ella, aún en la cama, lo tuvo que haber

mirado con un evidente rastro de duda,

cubierta apenas por una sábana luida y él

la imaginó descalza en la alfombra de rombos

grises y negros, recuperando su soledad

pero, al mismo tiempo, su desconfianza.

Ella, adivinando el pensamiento, se levantó

de la cama y le habló con palabras oscuras,

como pronunciadas bajo el agua, con ecos que

moldearon una despedida. Él debió inclinar

la cabeza, buscando por instinto un poco

de aire fresco en la atmósfera caliente.

Después trató de recuperar la iniciativa

mirando la boca que reafirmaba lo dicho

apretando los labios, intentando romper lo

poco que había podido construir en ella:

intuir el olor de su piel, la fugaz visión

de un lunar cerca de la ingle, los densos

pezones y la absurda seguridad de que algo

cambiaría, que el ablandamiento de su

cuerpo mientras la penetraba iba más allá

de lo físico, del natural deseo alimentado

por noches en las que ella fumaba, miraba

el techo y se sentía un poco enferma por

estar sola, por las gotas de lluvia o los

relámpagos que postergaban la oscuridad

absoluta; por eso recorría la habitación

para agotar el tiempo y caminaba en círculos

remedando el vuelo obsesivo de un mosquito

y pensaba que la espera de alguien, con los

años, se transformaría en una locura que en

algún punto se volvería atroz y definitiva;

una locura que la haría hablar con las

paredes, con objetos cuya inmovilidad

aceleraría su destrucción. Pero ella no

dijo nada, quizás por un orgullo cuyo peso

se evidenció en la manera de cubrir sus

pechos mientras los ojos se entretenían en

el polvo que flotaba en una amplia franja de

luz. Entonces le dijo del bar, de la mesa

que compartía con un vaso lleno de ron y la

promesa de un nuevo encuentro.

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El cadáver muestra, además del surco de

sangre, alguna arruga, marcas en la frente

que nacieron por las largas caminatas

bajo el sol corrosivo. Un cuervo mira con

evidente complacencia la sombra de un árbol

y su avance entre las piedras. Quizás este

mismo cuervo siguió a la mujer mientras el

hombre empezaba su naufragio en el bar y

se internaba en la frágil memoria de los

objetos: el último malabar de un cigarro, la

vida inútil de una servilleta. Un bebedor

presumió algún disparate motivado por el

ron mientras los otros aplaudían y daban

voces que los devolvían a un mundo anterior,

un mundo en el que el alcohol es guía y no

remedio. El hombre apuró un trago y sintió

una gota de sudor perderse en la frente.

Pensó en la mujer y en un viaje a la costa

para olvidar todo, para entrar al ámbito de

lo corporal, de lo inmediato: el único sitio

en el que se reconocían, en el que eran

sinceros. Tal vez así la podría retener.

Pensó en su cuerpo renovado con cada

caricia, como un palimpsesto que desdibuja

las huellas de besos pasados para hacer

espacio al deseo presente. El péndulo de un

reloj iba y venía. Sólo habría que ir a la

estación de autobuses y comprar los boletos,

escoger dos asientos y mirar el paisaje

cambiante, cerros disueltos en la lejanía y

en la lenta espuma de las nubes.

El cadáver gana dureza: su gesto se

fija como si estuviera grabado en piedra.

Las mandíbulas parecen hundirse, abrevar

del filo del sol hasta desaparecer por

completo. Es inevitable volver a la marca

del lápiz labial y a la boca cuya ansia

dejó una huella, una clave efímera, casi

volátil, como el paso de un ave en el

agua. Y la mujer entró al bar y quizás

el cuervo merodeó por un tejado de color

rojo y extendió un poco las alas para

después permanecer inmóvil, con el pico

apenas abierto y displicente. El hombre

ponía un pensamiento sobre otro, dirigía

su atención a la luz que desbordaba el

horizonte irregular de vasos. Convocó la

mirada de los bebedores, el paso de la

mujer. Entró y bebió el silencio con los

ojos mientras el hombre la seguía recordando

en el hotel, tratando de reconstruir el

momento después del amor, cuando ella se

concentró en el techo y su rostro, por un

segundo, se volvió viejo, porque el deseo

se había agotado pronto y sólo quedaba un

espacio para llenar con frases vacías, para

recuperar el ventilador y mirar sus aspas

como un gesto detenido. Y el hombre alzó

la vista y sintió un hueco que se expandía

cuando ella se sentó y le dio un beso en

la mejilla, un beso que apenas dejó su

impronta de provocación y deseo. Entonces

el hueco en el pecho del hombre se colmó y

su mente se llenó de fuego. Pidió un par

de tragos de ron y ella cruzó las piernas.

Los vasos llegaron lentos y las manos de

ambos se buscaron en la mesa y ella sumergió

la mirada en el alcohol esperando en su

transparencia, inútil refugio, como si

estuviera desnuda otra vez ante ese hombre

que le devoraba el cuerpo con la mirada,

protegida apenas por unas sábanas luidas.

Comenzaron a hablar. A la distancia, para

un remoto habitante de la barra, la escena

prometía esperanza: la mujer acercaba su

lejanía y el hombre salía de su sombra. Sin

embargo, la feliz perspectiva acabó pronto:

ella le dijo que era un error estar ahí, que

el instante construido en el hotel no debía

ramificarse porque perdería su fuerza. Él

pidió razones, pero ella apretó los labios

dejando que el ron descendiera y abrasara su

respiración. Los bebedores se desdibujaron

en las lejanas mesas y, por un instante,

parecieron un sueño. Igual de inaprensibles

eran las razones de la mujer y el hotel

desapareció porque el hombre rescataba,

obcecado, el boleto de autobús, pulía en sus

palabras la vida en un pueblo en la costa

y ellos dos olvidados de todo, atendiendo

sólo al amor, a las indecisas siluetas sobre

la arena y a los despojos arrojados por

la marea. Eso era él en su ofuscación: un

despojo sometido a la mirada de la mujer que

tomaba su bolsa, dejaba unos pesos junto a

su vaso y emprendía la huída en medio de un

coro de voces que acicateaban la escena. Él

la siguió por la calle. Pero ella se alejaba

de él, de ella misma, del mundo.

El sol declina en el cadáver y le opaca

sus reflejos. El blanco que resta en la

mirada se vuelve un confuso amarillo. A lo

lejos, para un observador ocasional, podría

parecer un relieve más del terreno, un

sedimento acumulado por el tiempo. La sangre

ya no busca su curso natural: permanece

inmóvil como quieta ceniza, como la huella

remanente del fuego. Sin embargo, a pesar

de la corrupción, a pesar de las moscas que

zumban y se regodean, el cuerpo mantiene

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una voluntad por perdurar, por estar ahí

con su inútil testimonio, con la historia

que se degrada y se pierde y el beso sigue

ahí, en la mejilla, casi brillante, como un

acto acabado de realizar, como cuando la

alcanzó en la calle y detuvo su huída, y

en ambas voces hubo algo definitivo, algo

que los devolvió, por un momento, al cuarto

de hotel, cuando él exploraba la marea

de luz que dejaban las cortinas sobre sus

pechos y había cierta distancia que ella

marcaba con pestañeos lentos, un límite

que complementaba con la respiración que

sustituía las palabras y con los brazos

y manos que se endurecían para buscar un

espacio propio, un ámbito predecible y

solitario. Y mientras ella besaba su mejilla

en la calle desierta, mientras el cuervo

volaba hacia tierra de nadie, él se detuvo

en el segundo en el que ya no pudo seguirla

tocando, el instante en el que sólo pudieron

mirar aquel ventilador averiado, como si

fuera un objeto de otro mundo, y entonces

comprendieron que la culpa era del calor,

de la humedad que evidenciaba el transcurso

del tiempo y que se extendía como una bestia

caliente, deshilvanándose como el humo del

cigarro que ella deseaba fumar para romper

esa burbuja que los envolvía. Entonces,

el último beso ocurrió en dos lugares: en

la calle desierta y en la cama de aquel

hotel de ventiladores detenidos. Quizás

ella elaboró, en ambos escenarios, el mismo

gesto, una sonrisa triste y resignada,

una sonrisa que parecía venir del fondo

de un espejo. Los labios, en la calle

desierta, quedaron un poco abiertos, como

si contuvieran el impulso de una palabra y

él sólo pudo estar ahí, inmóvil, náufrago

de algo que nunca llegaría, como si midiera

en silencio la distancia hasta su cuerpo y

ella regresó a su primitiva condición, a

emparentarse con el polvo y la fija mirada

de él, un poco incrédula, la siguió por la

acera mientras buscaba esa palabra y tuvo la

terrible certeza de que tampoco había sido

dicha en el hotel y que, quizás, no sería

pronunciada nunca porque no existía.

El hombre regresó al bar y lo vieron

deambular entre las mesas, buscando en

el horizonte de vasos, en el declive

irrevocable del sol, un rostro que no se

le escapara, una certeza para nombrar en

las noches de lluvia cuando la derrota

adquiriera matices profundos, y volvió a la

mesa que había ocupado antes y pidió más

tragos de ron. Estuvo bebiendo largo rato,

habitado por la sed y la sombra, y el bar

se transformó en una caldera, en una cueva

incendiada por las crecientes voces de los

parroquianos. Quizás estuvo ahí, mirando la

orilla de la noche y el indeciso aliento

de los focos, extraviada su mente en los

hielos que se disolvían circulares en el

ardor del alcohol y llegaron más tragos que

entumecieron las ideas, la vida breve de

sus pensamientos. Como toro de lidia, buscó

fuerzas sondeando su derrota, y, al quinto

o sexto trago de ron, levantó la vista de

la mesa y pensó que, si había perdido todo,

no valía nada la pena. Sus dedos dejaron

un último reflejo en el vaso y se levantó

buscando alguien que pagara los dolorosos

saldos de su desgracia, que lo redimiera de

una vez por todas. Tambaleante se acercó a

la barra, los ojos indagaron entre el humo

candidatos para su revancha, alguien que

resumiera en su semblante la posibilidad

de un cambio en su destino, una variación

que lo salvara de esa noche aborrecible.

En la barra pensó en un insulto que echara

a andar la espiral de la violencia y el

socorro llegó cuando una voz lo interrogó

con burla. El hombre volteó y alejó como

pudo la fatiga del alcohol hasta ubicar a

la silueta que lo invocaba y que, en ese

momento, estaba ahogada por la penumbra.

La luna era alta y coronaba con luz las

bocas de los vasos. El hombre supo que

era su oportunidad y contestó de mala

manera al agresor. Llegaron los golpes,

palabras como lanzas y el demonio del ron

acabó por envenenar todo. Se sujetaron de

las camisas. Los bebedores, como diablos,

hicieron valla con sus gritos y el sudor y

el forcejeo que terminó en el suelo fueron

un suceso en expansión, fichas que empujaron

a otras fichas hasta que las camisas

quedaron hechas jirones y los enemigos se

levantaron para buscar espacio y, también,

nuevas perspectivas, resuello. Entonces,

el de la pregunta, embebido también por el

intercambio de golpes, sacó una pistola y

la empuñó en dirección a su oponente: el

hombre sintió la descarga y un dolor en el

estómago que comenzó a desgarrarlo desde lo

profundo. El bar se abandonó de pronto a la

incertidumbre y salieron, espantadas, las

primeras bandadas de bebedores. Algunos,

los menos, curiosearon los últimos momentos

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10

del hombre que parecía estar conforme con su

muerte, clavados los ojos en el techo como

si estuviera a cielo abierto, como si la

breve bocanada de un foco, su resplandor,

le revelara la palabra no dicha, la última

imagen de ella en el hotel, cuando cruzó el

umbral de la puerta y el espacio remanente

fue habitado por su olor, una esencia que

permaneció en el ámbito, casi flotando, como

esperando ser encendida por la memoria.

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11

TRES POEMASChris TorranceTraducción del inglés: José Luis Bobadilla

LOVE POEM (for L.H.)

the geraniums are of a lovely, most perfect crimson

this year

even more striking than before

in previous summers

& as always, I think of you

year by year writing poetry as

wonderful, fragile & quick

as flowers

“you infest me”,

I said, & again

I really like you

I love you

most strange, most

disconcerting of lilies, most abstract

of fine delineation

& yet most concretely

expressful of feeling, restrained

(it is a pity the sense of this

is so restrained: )

with the change of light at

sunset of course the colour deepens

but seems more luninous still:

& so I come again

to the perennial problem

of just how to love you

& again can only think

that loving you is not grasping you

at all

which is in itself

a form of knowledge of you:

which I am most privileged to receive.

Bristol, August, 1969.

POEMA DE AMOR (Para L.H.)

los geranios son, del más perfecto y lindo rojo

este año

incluso más notables que antes

en veranos previos

& como siempre, pienso en ti

año con año escribo poemas

delicados, maravillosos y súbitos

como flores

“tu me contagias,”

dije, y otra vez

me gustas mucho

te amo

más extraña, más

desconcertante que las lilas, más abstracta

de una fina delineación

& más concretamente

expresiva, contenida

(es una pena que el sentido de todo esto

sea tan restringido: )

con el cambio de luz al

atardecer desde luego el color se ahonda

aunque pareciera más luminoso todavía:

& de este modo vuelvo

al problema perene

de simplemente cómo amarte

& de nuevo sólo puedo pensar

que hacerlo no es de ningún modo

tocarte

que es en sí

una forma de conocerte:

la cual soy privilegiado en recibir

Bristol, Agosto, 1969.

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BLONDE WAVES

The kestrel, swinging and hovering

reminds me of a child’s kite

country people will call any hawk “a kite”

which takes my head up to the skies

the bones of sheep swimming into the soil

the cow and her calf distantly afloat in dried reed beds

pivoted & looned. A snipe hoots,

peels of our chimney at dawn

the woods wait

for rain to burst the buds

April, 1971

OLAS RUBIAS

El cernícalo batiéndose & planeando

me recuerda el papalote de un niño

la gente de campo llama a cualquier halcón “un papalote”

lo que me hace mirar al cielo

los huesos de las ovejas nadan en el barro

la vaca y su cría a la distancia flotan en secas camas de caña

dan vueltas & se desquician. Una agachadiza grita,

pedazos de nuestra chimenea en el atardecer

el bosque aguarda

la lluvia para que exploten los retoños

Abril, 1971

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13

STRAIGHT FROM SLEEP

straight from sleep

to chase sheep from the garden

a bloody, dead blackbird on the doormat

‘mid thousands of feathers & catspew

the word jumps

from this to that

to brake the ennui

of my own tense control

all goes into the melting pot of acid

over the hill kicking a dead lambskin

what to do with all this energy, lambent, unreconciled

at atmosphere almost of terror

the planet helpless with mirt

gold coins rolling in the streets

the skylark’s interminable raga

borne aloft on shivering wings

Mid-May 1971

AL DESPERTAR

Al despertar

persigo ovejas del jardín

un mirlo sangrante, en el tapete de entrada

entre miles de plumas & adormideras

el mundo salta

de aquí a allá

para quebrar el tedio

de mi tenso control propio

todo cayendo en el caldero de ácido

colina arriba pateando un cuero muerto de oveja

qué hacer con toda esta energía, chispeante, irreconciliable,

una atmósfera casi de terror

el planeta indefenso se ríe

monedas de oro ruedan por las calles

el raga inagotable de la alondra

cargada en el vuelo de las batientes alas

A mitad de mayo 1971

Page 14: Mula Blanca 8

TERRAZA CVEstudio Macías Peredo 2013Zapopan, Jalisco, México, 220 m2

Autores: Arq. Salvador Macías / Arq. Magui Peredo

Colaboradores: Hector Covarrubias / Elizabeth Fernández

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16

LÁGRIMAS Mario BenedettiTraducción del italiano: José Molina

del libro Pitture Nere Su Carta

1

Contar el invierno, uno a uno.

Fácil noche, no negra no blanca no azul.

Fácil noche, es el dormir esta vigilia.

El rostro grande en el rostro pequeño. Fragmento

en su llanto de hueso interno y mejillas.

Vueltos atrás los ojos. El gemido.

Y la fuente de la calle, del muro alguna cosa de la pila.

De qué mente, pequeño, la vista paterna en ti, suelta.

La mucosa de tantos, años soportados,

cremado invierno, ve, ve, ve.

1

Contare l’inverno, a uno a uno.

Facile notte, non nera non Bianca non blu.

Facile notte, è il dormire questa veglia.

Il viso grande nel viso piccolo. Frantumo

nel suo pianto di ossa interne e guance.

Indietreggiati gli occhi. Il rantolo.

E la fontana della via, del muro qualcosa della vasca.

Da quale mente, piccolo, la vista paterna in te, sciolta.

La mucosa dei tanti, sopportati anni,

cremato inverno, va, va, va.

Page 17: Mula Blanca 8

17

2

hospital

Respiro, lugares idos,

En el paso re-plasmado, re-suspendido.

Plasma y ojos dejados otra vez en la pared.

Yo, y tú que me cubrías, cubierta, descubierta,

hacia el llanto.

Boca, rodilla, mano y esperabas

gracia por esta cama.

Una sombra me sostienes. Y el cuadro, la poesía

del agua de la fuente. Respira

entre la gota.

3

Todo parece visto, las palabras

en los rostros. En aquello que ha estado,

que vuelve, común, que es

la vida, desenvuelta. Y los años

en cima, que siguen, ves,

puedo ir, al no regreso, y no

lloro por esto, oh por esto

no hay labios que tocar.

No tengo gestos, emociones, qué

es un vestido rojo, amarillo.

2

ospedale

Respiro, andati posti,

nel passo riplasmato, risospeso.

Plasma e occhi rilasciati alla parete.

Io, e tu che mi coprivi, coperta, scoperta,

verso il pianto.

Bocca, ginocchio, mano, e speravi

grazia per questo letto.

Un’ombra tienimi. E il quadro, la poesia

dell’acqua della fontana. Respira

tra la goccia.

3

Tutto sembra visto, le parole

nei volti. In quello che è stato,

che torna, comune, che è

la vita, disinvolta. E gli anni

a capo, che seguitano, vedi,

posso andare, nel non volto, e non

piango per questo, oh per questo

non ci sono labbra da toccare.

Non ho gesti, emozione, cosa

è una veste rossa, gialla.

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5

Nada, ahora, es decir.

Cuántas las vidas de hábitos, caras, manos,

cuántas. Atrás, alrededor.

Lo sabes, es terminar, aquí.

Venías del llanto, recuerdas, desgarrado

de la voz. Los ojos sobre la página

que escribías, azul, negra.

Padres, esposas, en blancas

lápidas, blancas.

Y sostenías todo sobre tu suéter.

5

Niente, adesso, è dire.

Quante le vite di abiti, visi, mani,

quante. Indietro, intorno.

Lo sai, è finire, qui.

Venivi dal pianto, ricordi, strappato

alla voce. Gli occhi sulla pagina

che scrivevi, blu, nera.

Padri, spose, in bianche

lapidi, bianche.

E tutto tenevi sul tuo maglione.

6

E anche i fiori, il portone

del cortile, aperto. Le voci

verso il cielo rosa e dei nomi,

della fortuna. Come inverni

quegli occhi, grandi, aprivano

alle primavere. La nostra ombra

che li piangeva. Lì, sempre,

accostati, erba, le belle di notte.

Occhi che stringevano occhi,

la nostra ombra che li piangeva.

4

Te dijeron: “Embudo de oraciones.

Dividida la tierra en el rayo para siempre.

Tú eres, te suplico, lo escuchas?, el rayo,

en el negro, para siempre”.

4

Ti dissero: “Imbuto di preghiera.

Divisa la terra nel fulmine per sempre.

Tu sei, ti prego, lo senti?, il fulmine,

nel nero, per sempre”.

6

Y también las flores, el portón

del jardín, abierto. Las voces

hacia el cielo rosa y unos nombres,

de la fortuna. Como inviernos

aquellos ojos, grandes, se abrían

a las primaveras. Nuestra sombra

que los lloraba. Allí, siempre,

recostados, yerba, las bellas de noche.

Ojos que apretaban ojos,

nuestra sombra que los lloraba.

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6

Y también las flores, el portón

del jardín, abierto. Las voces

hacia el cielo rosa y unos nombres,

de la fortuna. Como inviernos

aquellos ojos, grandes, se abrían

a las primaveras. Nuestra sombra

que los lloraba. Allí, siempre,

recostados, yerba, las bellas de noche.

Ojos que apretaban ojos,

nuestra sombra que los lloraba.

7

Las campanas son los campos vivos en el frío.

Quería ir al circo,

caminaba al atardecer,

el color rosa donde caminar.

El torrente.

La escarcha es la única luz de las cosas.

Quería ir al circo,

caminaba al atardecer,

el color rosa donde caminar.

Entre las vitrinas de mi vida.

7

Le campane sono i campi vivi nel freddo.

Volevo andare al circo,

camminavo nella sera,

il colore rosa dove camminare.

Il torrente.

La brina è la sola luce delle cose.

Volevo andare al circo,

camminavo nella sera,

il colore rosa dove camminare.

Tra i vetri della mia vita.

8

No la escucho, está la vigilia, sin.

Carretillas de muros, no contados.

Ninguno, al término de los ojos.

Tampoco las caras. Has habitado,

bastante, el cuerpo.

Habitado. Acá. Un sol, una lluvia.

Los zapatos, los zapatos recordados.

Los cuerpos, los dos cuerpos, tres.

Permanecidos, en su casa.

En su casa quedados.

8

Non l’ascolto, sta la veglia, senza.

Carriole di muri, non raccontate.

Nessuno, nel finire degli occhi.

Neanche i visi. Hai abitato,

abbastanza, il corpo.

Abitato. Qua. Un sole, una pioggia.

Le scarpe, le scarpe ricordate.

I corpi, i due corpi, i tre.

Rimasti, nella loro casa.

Nella loro casa rimasti.

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20

9

Índigo, color sutil.

Y color de nuevo color que aletea.

Y olas sonoras, no vistas.

Estados que no se pueden. De cuánta luz,

ojos, de cuáles.. Vista de tierra, calcárea.

Terrones aplastados sobre la madera,

aquel día,

pesado, en el paso encaminado

a volver en los sentidos,

imprudentes y dóciles en la vida.

10

In cosa risolti.

Dalle balaustre. Sui binari.

Straziati contro.

Non guardati abbastanza.

Non guardati, abbastanza. Mai.

Sangue, capelli, orbite

nei loro globi. E gonfi,

nell’acqua, del loro cielo.

Non guardati abbastanza.

Non guardati, abbastanza. Mai.

10

En qué resultados.

De las balaustradas. Sobre los binarios.

Torturados contra.

No mirados suficientemente.

No mirados, suficientemente. Jamás.

Sangre, cabellos, orbitas

en sus globos. E inflas,

en el agua, de su cielo.

No mirados suficientemente.

No mirados, suficientemente. Jamás.

9

Indaco, colore sottile.

E colore di nuovo colore sfarfalla.

E sonore onde, non viste.

Stati che non si possono. Di quanta luce,

occhi, di quale. Vista di terra, calcare.

Zolle schiacciate sul legno,

quel giorno,

pesato, nel passo incamminato

a tornare nei sensi,

inconsulti e docili sulla via.

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9

Índigo, color sutil.

Y color de nuevo color que aletea.

Y olas sonoras, no vistas.

Estados que no se pueden. De cuánta luz,

ojos, de cuáles.. Vista de tierra, calcárea.

Terrones aplastados sobre la madera,

aquel día,

pesado, en el paso encaminado

a volver en los sentidos,

imprudentes y dóciles en la vida.

11

Así, ni estacionario ni otro.

Todo de ti. Dónde.

Los sedimentos, la medida del carbono.

Las nubes desligadas, y subir.

Quisieras, crecer del llanto.

Alegría de perfumes impensados.

Del almizcle quedarse almizcle, oh.

Así decir, como no sucedía.

Después el negro,

evanescente, de la tierra y el cielo.

11

Così, né stazionario né altro.

Tutto di te. Dove.

I sedimenti, la misura del carbonio.

Le nuvole slegate, e salire.

Vorresti, crescere dal pianto.

Gioia dei profumi impensati.

Dal muschio stare muschio, oh.

Così dire, come non capitava.

Dopo il nero,

evanescente, della terra e cielo.

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22

MONOSÚPER (fragmentos)Galo Ghigliotto

desde los paisajes celulares se vislumbra el sol:

es una molécula de ADN gigante que proyecta información

a lo ancho del citoplasma. parece sonar de tanto que vibra

colores de fuego. se desenrolla en sentido del tiempo

como un papiro demasiado moderno de tan antiguo.

sobre los paisajes celulares y el estadio de la mitocondria empuja

un largometraje de colores que lo tiñe todo. esta vida es efímera

a la velocidad de la luz.

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23

yo estuve al interior de una célula

y me pareció igual que esto:

compartimentos, divisiones, organelos

estructuras y vacío indispensable

para que exista movilidad:

yo estuve al interior de un cuerpo

y floté entre los órganos

que eran todos inmateriales

pero ahí estaban y los flujos

del mismo modo en que están las corrientes del océano

y los vientos sobre la tierra:

yo estuve en la ciudad y volví a ver lo mismo

estructuras, organelos, vacío

vientos, corrientes, desplazamientos:

nada parecía un poema, pero todo lo era:

la costa de Bretaña mide más de lo aparente

el mar la escribió y la corrigió por años

y el conjunto de cada molécula marina que golpea

cada grano de arena costera

es un escalante:

nunca hubo sacrilegio en negar al inventor

el creador también es creación

lo único primordial es lo escrito:

¿qué importa quién habla?:

toda voz es la voz de un muerto

toda voz la silueta de un fantasma

a millones de años luz en el tiempo

hacia atrás o hacia adelante

esa voz que clasifica ni siquiera es un murmullo

–es un [silencio¯¹] elevado a menos uno–:

del mismo modo en que Antares es 300.000 veces más grande que Arcturus

que a su vez es 250.000 veces más grande que el sol

–y cualquiera sabe lo que es la tierra en relación a estas estrellas–:

conociendo la distancia que separa las

galaxias y la rapidez con que se alejan unas de

otras, podemos, a través de cálculos, ir atrás

en el tiempo hasta el principio de la expansión.

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24

de ahí que los partidarios de la teoría del

big bang concluyan que el nacimiento del uni-

verso se produjo hace diez billones de años.

“La evolución del mundo puede compararse

con un grandioso fuego artificial cuyos últimos

cohetes acaban de apagarse: quedan algunos

residuos incandescentes, cenizas y humo. En las

brasas más frías se extinguen soles.” (Lemaitre):

no me avergüenzo de decir que soy

lo menos importante del universo

porque al mismo tiempo

yo soy el universo

y si disparo un cometa en mi cabeza

todo desaparece:

soy el cometa

y permanezco

sobre mi ruta:

soy la paradoja

el carácter del arracimamiento

mis pulmones un territorio que se extiende

y yo mismo viajo con ellos hasta el fondo

hasta lo ínfimo

para encontrarme con

O y N

y las moléculas del aire:

mi lengua viaja millones y millones de micrones hacia el fondo

y mis órganos se desplazan de sí

para saludar de la mano

a H2 y O

y dejarles pasar al templo de mi cuerpo

–porque también soy credo y necesito feligreses–:

todo es un asunto de relaciones

los planetas [que bailan a lo lejos]

con largos vestidos y máscaras

y uniformes

envían informes a los ejércitos que avanzan sobre la tierra

a los cardúmenes que avanzan bajo las aguas [donde el mar es el mar]

a los electrones y a las partículas de tiempo:

el gran reloj cosmológico

empieza su ritmo en mi vientre

donde estoy yo, encerrado

dando vueltas a una manija:

y siempre me olvido de mí

porque mi oído está

demasiado cerca de mis pensamientos

y demasiado lejos de todo el resto:

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25

las ideas

monumentos de la estética del azar

obstruyen con su invisibilidad

los lazos que me unen al todo:

el único pensamiento se disfraza de lenguaje

y se transfigura

para despistar a los hombres de los cinco continentes

todos amarrados a privadas contingencias

diluyéndose en el único día

en la única clepsidra de la historia y me digo

“cuando ya antes

miles de generaciones padecieron

los mismos síntomas de la vida

¿qué hay más obsoleto que la contingencia?”:

todo es simulacro

y punto [.]

una simulación de final:

hay que ser absolutamente posmoderno

jalarse unas líneas de posmodernidad

otras más de barroco latinoamericano

otras tantas de minimalismo y de todos los ismos posibles

y quizás entonces, recién, podamos aprender a hablar:

no hay mucho más que decir

ni tampoco es necesario

el que tenga ojos, que entienda:

sin metáforas, imágenes poéticas, métrica, estrofas, idiomas

sin palabras que corran más rápido que la mente

sin complejos de estupidez ni de inferioridad

–nunca nadie ha salido del planeta–:

estoy vivo, eso es mucho

y respiro

sé que soy sólido y puro

en mí convergen las cosas del universo

en su perpetuo fluir:

todo ha sido escrito para mí,

y soy yo quien debe descifrar

el significado de las escrituras.

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26

De VACACIONES EN ARMENIA (INÉDITO)Luis Eduardo García

PRESENTACIÓN DEL PROTAGONISTA

Aún el sonido de mi madre en las manos

en mi paleta que se pudre. Aún el recuerdo

en mi cabeza

violonchelo

(haga espacio ahora

para el drama)

mi madre es una hilera de púas

la línea del horizonte.

ORIÓN

Bienvenido al mundo.

Es un lugar lindo

si te gusta el ruido que producen los

metales al chocar

y la carne al ablandarse.

¿Has oído hablar de los milagros?

No existen. Pero con algo de suerte

los vidrios que se claven en tu cara

podrían formar una constelación.

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27

NUESTRO AMIGO VISITA AL PSICÓLOGO

No tan bien.

Hay mañanas en las que algunos erizos entran por mi boca

y se ríen

organizan reuniones en mi páncreas

dejan sus agujas colgadas por doquier.

No puedo pintar, mi espíritu se encoge con el frío.

Mi esposa tampoco lo cree.

No me soporta, creo que me engaña con un chino.

Me siento un poco desarraigado, ¿sabe?

He soñado con un pulpo

durante diez noches seguidas

sí:

me saca a pasear

me alimenta, me besa

sus ojos brillan de amor

¿mi madre? Ella era hermosa y tenía dos brazos.

Estoy muy seguro.

Los horizontes están demasiado lejos

demasiado inundados

de líquidos que arden con facilidad.

“Estamos adelantados”, piensan.

¿En relación a qué?

Allá no hay nada.

No es una línea

ni un círculo. Más bien una acumulación de fragmentos

no muy bellos.

La conclusión de una vida:

no vamos a sitio alguno y la poesía nos sigue.

Todo esto es acerca de un lugar

muy frío

llamado persistencia.

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28

CORDIOX Ariel Guzik / Laboratorio Arte AlamedaFebrero / Abril 2014

La obra de Ariel Guzik (México D.F., 1960) se articula desde hace décadas como una de las más

sólidas del arte actual en México. Su experiencia abarca distintas aproximaciones que incluyen la

música, el arte sonoro y la escultura. Guzik ha conseguido desde un punto de vista muy personal

relacionar además el arte y la ciencia. Ha dedicado parte de su tiempo al estudio de la herbolaria y

trabaja también como iridólogo. Su obra se ha ocupado de la resonancia, el electromagnetismo y los

intervalos armónicos naturales. Para ello ha construido diversos aparatos como el espejo plasmaht,

el resonador espectral armónico o el submarino canoide. Con éstos ha producido música a partir

de elementos naturales como la luz solar, el agua o sonidos emitidos por ballenas. Un componente

fundamental de sus objetos es que poseen un carácter escultórico que obliga a quienes se aproximan

a ellos a recorrerlos y experimentar el espacio de un modo nuevo. Esto fue posible apreciarlo hasta

hace poco en el Cárcamo de Chapultepec, donde Guzik intervino el sitio con su cámara lambdoma. El

Laboratorio Arte Alameda bajo la curaduría de Itala Schmeltz presenta de febrero a abril Cordiox,

pieza de Guzik que representó a México en la 55 Bienal de Venecia. La pieza es instrumento

monumental que consta de un sistema de puentes de madera que acopla cuerdas de arpas con un tubo

de cuarzo fundido. Estos materiales se encuentran dentro de una estructura de acero más o menos

sencilla pero que soporta la tensión de varias toneladas que ejercen las cuerdas sobre ella. El

instrumento funciona mediante una serie de controles y circuitos. Como toda la obra de Ariel Guzik,

Cordiox busca generar una experiencia plurisensorial y abierta.

VOCES PARANOICAS Eros AlesiCuadrivio, México, 2013. Traducción del italiano: Hiram Barrios

Hace algunos años sin demasiado ruido la editorial Bonobos publicó en versiones de Guillermo

Fernández, Mamá morfina, un breve grupo de poemas del poeta italiano Eros Alesi (1951-1971) quien

muriera lanzándose del Muro Torto a los diecinueve años. Alesi jamás publicó en vida, pero sus

cuadernos fueron rescatados del olvido y han ido publicándose poco a poco. Los poemas de Alesi son

a veces filosos fragmentos en prosa que registran momentos de exaltación. Sin embargo, su poesía no

es solamente un arrebato, es más bien un registro concentrado de una breve y desbocada existencia:

“Oh muerte que es muerte. Muerte que pone punto a esta saeta vibrante.” Voces Paranoicas coincide en

algunos poemas de Mamá Morfina, sin embargo agrega otros poemas desconocidos en nuestra lengua hasta

este momento. El prólogo y la traducción de Hiram Barrios son igualmente concentrados y demuestran

una generosa dedicación.

José Luis Bobadilla / @jlbobadilla

NINAXiu Xiu + Tim Berne, Tony Malaby, Mary Halvorson, Andrea Pakins y Ches Smith Graveface Records / Diciembre, 2013

La influencia de Nina Simone resulta indispensable en alguna música desde la segunda mitad del siglo

XX y hasta nuestros días. Esto es posible corroborarlo en cantantes como Joni Mitchell o Fiona

Apple, raperos como Kanye West e incluso compositores de la talla de Luciano Berio, quien realizó

arreglos para dos canciones de Simone en su ciclo titulado Folk Songs. Jamie Stewart, voz y líder

del interesante proyecto conocido como Xiu Xiu logró convocar en esta ocasión a músicos excelentes

como el saxofonista alto Tim Berne para acompañar sus versiones de Nina Simone. Las aproximaciones

de Stewart son muy originales aunque no abandona el tono melancólico de la cantante. La voz de

Stewart resulta por momentos un tanto dramática, sin embargo logra crear una ambiente sonoro nuevo y

estimulante.

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30 Beatriz Ladrón de Guevara García / @LadronadGuevara

EL LOBO DE WALL STREET Dir. Martin Scorsese, EE.UU., 2013 Duración: 180 minutos

Tenía tanto dinero que no sabía qué hacer con él.

Basado en el libro The Wolf of Wall Street y adaptado sagazmente a guión cinematográfico por Terence

Winter –guionista de Los Soprano-, el director estadounidense Martin Scorsese registra en su más

reciente filme la voracidad desenfrenada del sistema capitalista. A partir de las memorias de Jordan

Belfort, un corredor de bolsa que pasó solamente 22 meses en la cárcel luego de ser acusado de

fraude, lavado de dinero y manipulación del mercado de valores, Scorsese nos presenta a un hombre

que se volvió leyenda robando y defraudando y, que hoy vende libros e imparte conferencias sobre

cómo ser un emprendedor y alcanzar el éxito.

Una ambición que pronto se convierte en avaricia corrompe a un hombre que llega a Wall Street, el

único lugar para saciar sus ambiciones, con el fin de alcanzar el modelo del sueño americano. En

un ritual de iniciación, Mark Hanna (Matthew McConaughey), el primer jefe de Belfort (Leonardo

DiCaprio), introduce al ingenuo empleado en el mundo de las inversiones y lo aconseja sobre como

sobrevivir a la presión de su trabajo practicando la masturbación, desfogándose con prostitutas y

consumiendo drogas. Ambos sellan el encuentro golpeando sus pechos y emitiendo sonidos como si se

encontraran en una tribu y así comienza un viaje sin límites. A partir de ese día, Belfort aprende

que no es necesario pensar en el bien común cuando puedes llevarte todo. No hay tal cosa como una

situación de ganar-ganar, porque en el sistema capitalista gana el más astuto.

En una escena de la película, Scorsese introduce al personaje interpretado por el actor Jonah

Hill, Donnie Azoff, un simple vendedor que, tras ver en un estacionamiento un bello y lujoso

Jaguar amarillo, tiene el valor de entrar a una cafetería para interrogar a Belfort. Al escuchar

que Belfort gana 72 mil dólares mensuales, se da cuenta de lo tonto que ha sido viviendo una vida

aburrida y decide renunciar a su trabajo y seguir a su nuevo gurú.

Scorsese plantea la avaricia como el motor de sus personajes. Belfort fascina, no sólo por la

excelente interpretación de Leonardo DiCaprio, sino porque logra plasmar en sí mismo al sistema

que hoy rige las grandes potencias económicas. Belfort es la ironía misma del sistema, quien pese a

ser un delincuente, adicto al sexo, a las drogas, al dinero, y representar todo aquello condenable

por la justicia y la sociedad, es indestructible. Tras ser perseguido y juzgado por la ley,

pasar algunos meses en la cárcel, perder parte de sus bienes y a su familia, el sistema vuelve a

asimilarlo y lo convierte en un héroe. Personas ordinarias, como a las que él solía defraudar, de

nuevo pagan dinero y se sientan a escuchar sus conferencias.

Al final, como espectadores ¿qué nos queda, podemos huir de esa realidad? El lobo de Wall Street

representa una sociedad enferma que quiere ser redimida por el dinero y el estatus. En la película

no hay una transformación del personaje porque no hay forma de romper la vorágine y el círculo

vicioso en el que nos encontramos todos.

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