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PERSONA y Trascendencia

Tras el vestigio del“sanador herido”

Inés Riego de Moine1

1. Los vestigios

La exuberante tradición mística, en especial ladel cristianismo, nos ha dejado un legado grandio-so de sabiduría y experiencia escrito al paso de lossiglos, que aún está a la espera silenciosa de quiense anime a ‘descorrer sus velos’. Como hemos seña-

lado en investigaciones anteriores2

, el decir de losmísticos que osa expresar la vivencia directa del en-cuentro con Dios tiene una relevancia ontanal a lahora de hacer una hermenéutica de la historia de latrascendencia religante que habita a la persona, ypor la cual el personalismo ha recibido hondísimainspiración en el siglo XX. Para constatarlo, no haymás que recorrer el itinerario flosófco y vital de unEmmanuel Mounier o una Edith Stein, por sólo darun ejemplo.

Pero ahora quiero circunscribirme a un as-pecto especial de este legado místico que tieneque ver con la igura del ‘sanador herido’, cuyodrama y sentido se hallan encriptados en los ves-tigios que están a nuestra mano y que pueden serdecodiicados desde la conciencia expandida dela razón cordial. En primerísimo lugar, sin duda,es Jesús de Nazareth quien encarna para nosotrosel mayor símbolo del ‘sanador herido’, hecho queparece no haber concitado demasiado la atencióna ilósoos y teólogos, aunque los cristianos ‘sepa-mos’ de sobra que Él es el Salvador, el ‘sanador desanadores’ por excelencia, y el ‘herido’ que más in-luencia ha tenido en la historia de los últimos dosmilenios. La paradoja de su grandeza divina ence-rrada en tal vulnerabilidad humana ue orecida altiempo esencial del hombre como misterio supe-rador de la razón, desde el Kairós y el Kerygma que

1 Doctora en Filosofía, Presidente del InstitutoEmmanuel Mounier de Argentina. (Ver más en nuestrolink de Autores).

2 Vid. Riego de Moine, I.:  De la mística quedice a la persona. Fundación Emmanuel Mounier, Co-lección Persona nº 23, Madrid 2007.

signiicó la encarnación del Hijo de Dios, tras supasión, muerte y resurrección.

Sin embargo, ya antes de Cristo, la mitología

griega había intuido la presencia de esta paradoja enque el hombre se reeja creando el mito de Quirón,más conocido como el mito del ‘sanador herido’, queporta una lectura de la realidad humana y un men-saje puntual para el hombre de aquel tiempo, comolo hicieron todos los mitos, pugnando por expresarlo que todavía el logos no sabía decir. Vale aquí re-cordar que el antiguo logos siempre estuvo aliadoal mythos, y que recién con el advenimiento de lamodernidad que autonomiza la razón se produce sudivorcio defnitivo, aunque no nos cabe duda que elmundo del mito y su misterio así como el de la mís-tica siguen sugiriendo caminos de sabiduría, quizáshoy con uerza inusitada. El mismo origen etimoló-gico de las palabras ‘mito’, ‘misterio’ y ‘mística’ delatasu sintonía: las tres derivan del verbo myo-múein,

que designa el cerrar los ojos o la boca ante la con-templación de algo no claramente penetrable porla mirada humana. “Abrir y cerrar los ojos, el muein

helénico, implica pues una cierta experiencia de esarealidad, que comporta, progresivamente, una ciertaposesión de lo que la realidad sea”3. De ahí que lostres términos, mythos, mysterion y mystikos -emer-

gentes de la misma raíz griega mu-4, sean crucialesen nuestra heurística pues remiten a lo que se oculta,pero para ser revelado.

El mito de Quirón que permaneció velado, sinhermenéutica alguna durante siglos, renace signif-cativamente en el siglo XX cuando la psicología jun-gueana lo saca a la luz -y quizás cuando el dolor de lahumanidad más lo requería-, arrojando una lecturanecesaria para la reexión terapéutica y antropoló-gica desde esa maravillosa constelación de saberes

en que la psicología ecunda a la flosoía y viceversa,hecho tantas veces olvidado. Y como dato curioso deesta historia, el pequeño planeta del sistema solar“2060 Quirón”, es descubierto también recientemen-te, en 1977, orbitando entre Saturno y Urano. ¿Y porqué Quirón? Porque su condición de planeta menor,mitad asteroide, mitad cometa, lo vincula analógica-mente al centauro mitológico Quirón, mitad hom-bre, mitad caballo. Así, desde su descubrimiento, se

3 Disandro, C.: Tránsito del mythos al logos.

Fundación Decus, La Plata 2000, p. 24.4 También en lengua indogermánica, mouth yMund remiten a la raíz mu-.

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convino en llamar ‘centauros’ a los demás objetoscósmicos descubiertos a posteriori y similares en sunaturaleza al planeta Quirón. ¿Tendrá algo que decirel espacio estelar al espacio interior humano, a ese

microcosmos que decimos ser?

Persistiendo en nuestra búsqueda, a la místicay la mítica se une un tercer vestigio que me animoa califcar de ‘vivencial’ con toda la signifcación queesta palabra encierra: desde la más simple, la expe-riencia de vida que se narra arrojando un sentido yuna ‘identidad narrativa’ -aunque no siempre sim-ple en su hermenéutica-, hasta la más compleja, lavivencia que guarda la conciencia como material debase para la inquisición enomenológica. Se tratade la historia de Adam, nuestro tercer ‘sanador heri-do’, un discapacitado intelectual que en su herida ysu minusvalía revestidas del amor incondicional deDios abre un horizonte insospechado de sanacióncomunional, magistralmente ‘develado’ por la plumainigualable del teólogo y escritor Henri Nowen.

Pues vamos a desandar los pasos de nuestrosvestigios -Quirón, Jesús y Adam- sospechando queno sólo ellos curan desde su herida sino que nos de-latan, como arquetipos humanos, en lo más íntimoque albergamos en nuestra condición fnita e infr-

me. Arriesgamos entonces esta hipótesis: el enigmá-tico mundo personal está colmado de un surimien-to salvífco que no sólo se afrma como categoríaantropológica universal -no olvidemos el estupendohomo patiens de Víctor Frankl5 o su precedente, eldolet ergo sum de Sören Kierkegaard6- sino que cadaherida y cada dolor personal están dados y ordena-dos reerencialmente al tú, como portadores semi-nales de sanación y salvación. De cómo se elaborepersonalmente cada herida radicándola en el amorincondicional divino, seremos capaces de saltar los

límites fnitos de la gravedad instalándonos en el es-pacio salvífco de la gracia.

2. Quirón, la herida redentora de la humanidad

Cuenta la mitología griega que Filira (Phylira),hija de Océano y Tetis, ue acosada pasionalmente

5 Vid. Frankl, V.: Homo patiens. Intento de una patodicea. Ed. Platin, Buenos Aires 1955.

6 Vid. Díaz, C.: Dolet ergo sum. Para una re-conciliación con el dolor. Ed. E. Mounier Argentina,Córdoba 2005.

por Kronos, razón por la que pide a Zeus ser trans-ormada en yegua para burlar así al dios. Pero adver-tido Kronos del engaño, se transorma en caballo ylogra su cometido. De esta unión orzada nace un ser

singular, Quirón, con fgura de centauro, es decir, ca-beza, torso y brazos de hombre y cuerpo y patas decaballo. La madre al ver el monstruoso ser ruto desu vientre, reniega de su hijo y Quirón crece en unacueva al amparo de los dioses Apolo y Atenea. De lamano de estos padres adoptivos, Quirón, contraria-mente a sus pares centauros violentos y destructivos,se convierte en ejemplo de sabiduría y prudencia.Conocía el arte de la escritura, la poesía y la músi-ca, pero ante todo, era reconocido como médico ycirujano, sanador y rescatador de la muerte, al cualconsultaban héroes y dioses. Toda su ciencia devinotras un accidente ortuito que le provocó una heridaincurable: un día, accidentalmente, Hércules hiere alcentauro con la punta de su lanza envenenada en unade sus patas traseras, y siendo su condición inmortal,queda condenado a un surimiento perpetuo que nopuede recibir alivio ni curación. Buscando remedio asu mal, comienza a descubrir el arte de curar pero, heaquí su mítica paradoja, mientras puede curar a otrosno puede curarse a sí mismo. El sentido de su exis-tencia se centró así en sanar a los demás y hacersecargo de su dolor; la medicina actual le debe mucho

y por cierto la palabra ‘quiróano’ (de Quirón, Kirón oChirón), que signifca ‘el que cura con las manos lasheridas de otro’. El mito culmina con una nueva inter-vención de Hércules quien, movido por la culpa y suamor a Quirón, ruega a Zeus que Prometeo sea libe-rado de su martirio y le sea orecida su mortalidad aQuirón, con lo cual Prometeo se convierte en un diosinmortal mientras que nuestro centauro muere y esenviado al universo estrellado ocupando desde allí laconstelación de Sagitario. Hasta aquí el mito.

Aunque el personaje de Quirón ue rescatadoen la literatura por Dante en La divina comedia y porGoethe en su Fausto, entre otros, hubo que esperarel albor del siglo XX para que el mensaje encerradoen su historia adquiriera un claro sentido antropoló-gico de la mano del psicólogo Carl Gustav Jung. Ensu lectura, Quirón es el arquetipo del ‘sanador herido’siendo la polaridad su trama básica: el sanador lo esporque sana, pero a su vez está herido, lo cual consti-tuye una paradoja existencial de rango universal quese encarna en cada persona, tanto en la que busca

curar su dolor como en la que orece curación. Parallegar a este aserto, parte de su original noción de‘arquetipo’ que se defne como una imagen ancestral

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autónoma relacionada con motivos universales delas religiones, los mitos y las leyendas, que constituye

 junto a otras imágenes arquetípicas la estructura bá-sica del inconsciente colectivo7. Pero lo inconsciente

no implica necesariamente la atalidad. Jung insinúaque hay un juego entre lo determinante del arqueti-po y la libertad de la persona: “no se trata, pues, de‘representaciones’ heredadas, sino de ‘posibilidades’heredadas de representaciones. Tampoco son he-rencias individuales, sino, en lo esencial, generales,como se puede comprobar por ser los arquetipos unenómeno universal”8. Asimismo, este carácter uni-versal del arquetipo queda evidenciado en la para-doja de los opuestos que constituyen la psiquis -ins-tintos y espiritualidad, aectividad y razón, miseriasy grandezas, tensión entre bien y mal, vicio y virtud,dolor y alegría, angustia y esperanza, etc.-, los cua-les deben ser integrados y armonizados si queremosllegar a ser ‘individuos maduros’. Aunque, como diríaMiguel de Unamuno, el hombre ‘de carne y hueso’ esconstitutivamente un ser paradojal y debe aprendera vivir con su insita contradicción.

El ‘sanador herido’ es por esta razón la fgu-ra arquetípica de la relación terapéutica, dondeel analista ejecuta el arte de curar más allá de unmétodo o una terapia puntual, involucrando todo

su ser en ese acto y empatizando con la herida delpaciente que le rememora y activa su propia heri-da devolviéndole así su percepción, de modo quepaciente y analista se ‘pasan’ sus roles haciendoructíeramente sanador el dolor de ambos. Jung,adelantándose a Carl Rogers y a Martin Buber9, yasabía que ningún proceso terapéutico unciona sinel involucramiento de la subjetividad que implica larelación personal. “La psicoterapia y los análisis sontan distintos como los mismos individuos. Yo trato acada paciente lo más individualmente posible, pues

la solución del problema es siempre personal. (…)Frente al individuo no hay para mí más que la com-prensión individual”10. Cuando relata su experiencia

7 Los arquetipos más importantes son paraJung: ánima, padre, madre, Dios, sí-mismo, sombra,

 persona.

8 Jung, C. G.: Los arquetipos y lo inconsciente

colectivo. Vol. 9/1, Ed. Trotta, Madrid 2003, § 136.

9 Vid. Buber, M.: Sanación y encuentro. Fun-

dación Emmanuel Mounier, Colección Persona nº 16,Salamanca 2005.

10 Jung, C. G.:  Recuerdos, sueños, pensamien-

terapéutica nos dice que no sólo le da al pacientela oportunidad de encontrar un sentido a sus he-ridas, sino que se da a sí mismo esa oportunidad,reconociendo que en el ondo somos susceptibles

de adoptar aquellas interpretaciones con las queestamos secretamente de acuerdo.

Ahondando en su trasondo antropológico,ya uera del pensamiento de Jung, Quirón se nospresenta como ese sanador herido que llevamosdentro todos, con mayor o menor conciencia, esaimagen interior de cada persona que se eleva a lomás alto de su espíritu tratando de comprenderqué es lo que Dios quiere de ella y así, desde la com-prensión de su misión, superar o asumir el dolor yla enermedad que son parte sustancial de la vidapersonal. Mientras más se haya surido y maduradoa través del dolor, más capacitados estaremos parasanar y ser sanados. Por eso también Quirón, anti-cipándose a la buena nueva evangélica, representaen cada persona a ese ‘sacerdote’ que el cristianoinaugura a partir de su bautismo11. El sacerdoteporta todo lo que su preciosa etimología nos dice:él es sacer-dos, ‘don sagrado’ que cura, sana y salva.Por eso no sólo lo es el sacerdote ordenado por laIglesia en nombre del Padre, del Hijo y del EspírituSanto, sino cada uno de los cristianos: “El bautiza-

do deviene regalo sagrado para su prójimo, y porello decir ‘sacerdote’ es lo mismo que decir ‘misio-nero consagrado del Espíritu Santo’”12. Y si misione-ro es quien porta una ‘misión’ con la cual estableceun ‘com-pro-miso’ -ambos términos derivados delverbo latino mitto, enviar-, todos somos misionerosconvertidos y enviados en misión salvífca.

No nos ha de extrañar pues que lo arquetípicoinconsciente haya coincidido en elaborar en las die-rentes religiones primitivas la idea de un sanador-sal-

vador que libere al hombre de su situación de homoin-frmis, de ser infrme sujeto a enermedad, ísica,psíquica o moral, debida a los múltiples condiciona-mientos inherentes a su fnitud corpórea, al asediodel mal que hiere y provoca su libertad, o a su inca-pacidad de alinear su vida a las exigencias históricas

tos. Ed. Seix Barral, Barcelona 1999, pp. 161-162.

11 Según el catecismo católico, el bautismo nosconvierte en “sacerdotes, profetas y reyes”.

12 Díaz, C.:   Diez palabras clave para leer el Credo. Fundación Emmanuel Mounier, Colección Si-nergia, Salamanca 2004, p. 61.

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y personales del espíritu. Pero ahora, a la idea de unsanador-salvador, que de alguna manera podría re-montarse también al antiguo arquetipo del ‘héroe’,se suma la de estar herido o enermo a su vez, con-

dición ésta ajena a la ortaleza del héroe, con lo cualla lógica habitual parece enloquecer o quedar ano-nadada, sin respuesta alguna. ¿Quién, diría la lógicausual, estando herido podría tener el poder de curar?Pues no es tan simple inerir tal consecuencia si inter-pretamos con Luis Cencillo, que “las maniestacionesdel inconsciente y del subconsciente presentan unaestructura y unos valores que concuerdan perecta-mente con los de las maniestaciones conscientes,y como estas últimas son ‘razonables’, en el sentidode que se justifcan lógicamente, se podría hablarde una lógica sub o transconsciente que no ueranecesariamente y siempre heterogénea a la lógicaracional”13. Hay sin duda en Quirón un coefcientede alogicidad que resbala por las mallas lógicas deldiscurso, pero no para caer en el vacío o el absurdosino para inscribirse en una lógica distinta que ya co-mienza a insinuarse en aquel tiempo desde el centrocordial que nos habita: es la ‘lógica del amor’, propiadel místico, más abarcativa y superadora aunque nonegadora de la racional, que emerge libremente dela condición relacional y amorosa de la persona hu-mana parada ante la presencia del amor divino14.

Hasta este límite, el primer vestigio. Vamosahora por nuestro segundo vestigio del ‘sanador he-rido’, para lo cual es necesario producir un salto her-menéutico del mito a la revelación, de Quirón, sím-bolo de la paradoja viviente de una humanidad en-erma y redimible, a Jesucristo, el salvador herido devulnerabilidad convertida en cruz por estricto amor

13 Cencillo, L.: “Las categorías del pensamiento primitivo como categorías del pensamiento en gene-

ral”. En Psicología y pensamiento existencial , Vol. II.Ed. Guadarrama, Madrid 1963, pp. 333-334.

14 Para entender la lógica del amor debemos partir de esta convicción: “Si convenimos con Pascalen que conocemos la verdad no sólo por la razón sinotambién por el corazón, o con san Agustín en que nose entra a la verdad sino por la caridad, es porque laevidencia de las razones tiene un límite que es reba-sado por la evidencia cordial que accede a la verdad

sí misma, de esas ultimidades a las que sólo llega el

amor, y por ende, el corazón”. (Riego de Moine, I.: Dela mística que dice a la persona. Cap. I, 3, “Del decirante Dios: la lógica del amor”, cit., pp. 29-41).

al hombre, un salto que sólo el decir del místico pue-de producir a la altura que el tema lo amerita.

3.“El ciervo vulnerado”, la paradoja de la cruz

La paradoja, como venimos viendo, siemprenecesita ser iluminada, narrada, develada y, por su-puesto, tuvo que ser un místico su develador. Unmístico cristiano que puso palabras a lo indecibledel amor divino del Hijo de Dios capaz del máximosurimiento y de la máxima entrega por puro amora la humanidad. Así versifcó san Juan de la Cruz laparadoja de la vulnerabilidad divina, que sólo su in-conmensurable amor al hombre le puede inigir:

“Vuélvete, paloma,que el ciervo vulneradopor el otero asoma,al aire de tu vuelo, y resco toma”15.

La poesía, además de su patente belleza, con-tiene un altísimo signifcado místico que nadie mejorque su autor puede revelar: “Compárase el Esposo alciervo; porque aquí por el ciervo entiende a sí mismo.Y es de saber que la propiedad del ciervo es subirse alos lugares altos, y cuando está herido vase con gran

prisa a buscar rerigerio a las aguas rías; y si oye que- jar a la consorte y siente que está herida, luego se vacon ella y la regala y acaricia. Y así hace ahora el Es-poso, porque viendo a la Esposa, herida de su amor,Él también al gemido de ella, viene herido del amorde ella; porque en los enamorados la herida de unoes de entrambos, y un mismo sentimiento tienen losdos. Y así es como si dijera: Vuélvete, esposa mía, amí, que si llagada vas de amor de mí, yo también,como el ciervo, vengo de ésta tu llaga llagado a ti,porque soy como el ciervo, y también en asomar por

lo alto; que por eso dice: por el otero asoma”16.

El entorno hermenéutico del ‘ciervo vulnerado’es el amor esponsal de los enamorados que, desdeel veterotestamentario Cantar de los cantares, losmísticos cristianos han elegido como el ‘icono analó-gico’17 del amor entre Dios y el hombre, cuando éste,

15 San Juan de la Cruz: Cántico espiritual,

Canción XIII. Obras completas, Ed. Apostolado de la

Prensa, Madrid 1966, p. 630.16 Ibid., p. 635.

17 Sobre el recurso hermenéutico de la ‘analogía

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movido por una gran e en el misterio de Jesús -eque se trasunta en amor-, busca anticipar mediantela experiencia mística el encuentro con Quien es ob-

  jeto de su e y su amor, sin olvidar que es precisa-

mente ese Dios Persona quien lo buscó y amó prime-ro18. Por eso, para Juan de la Cruz, Cristo es el Esposoamante y él la Esposa amada, la ‘consorte herida’ que,más allá de la irrepetible relación personal, simbolizaa la humanidad entera necesitada del don y la cariciadel ‘ciervo vulnerado’ porque “en los enamorados laherida de uno es de entrambos, y un mismo senti-miento tienen los dos”. La clave radica en la com-pa-sión -el sentir con el otro- inherente al amor que desuyo exige reciprocidad, como toda relación amoro-sa. Pero la dierencia estriba en la magnitud del amorque Uno y otro pueden dar: Cristo al hacerse hom-bre se humana y abaja a la condición fnita -se hacehumus, humilde- pero sigue siendo Dios y por tanto,en su infnitud, rebasa toda medida siendo su límiteinsondable para el hombre. En tanto, el hombre ac-tual, herido de ‘poca e’19, ni siquiera se asoma a supropia medida en respuesta recíproca al gran amorque Dios ya le orece sin medida: es el manikós eros

-‘el amor loco de Dios para el hombre’- que desbordaen la ‘locura de la cruz’ renunciando libremente, poramor, a su omnipotencia ormal20. “Dios puede todo,menos orzar al hombre a que lo ame”21.

Es por eso que Jesús, verdadero hombre yverdadero Dios, se manifesta a la persona respetan-do su medida fnita y, ante todo, su libertad. No seanuncia con trompetas ni en altavoz sino que “por elotero asoma”, con la humildad del ciervo buscando asu consorte herida. “Porque la contemplación es unpuesto alto por donde Dios en esta vida se comien-za a comunicar al alma y mostrársele, mas no acaba;que por eso no dice que acaba de parecer, sino queasoma; porque por altas que sean las noticias que de

Dios se le dan al alma en esta vida, todas son como

icónica’ apropiada al discurso místico y teológico, vid.Beuchot, M.: Las caras del símbolo: el icono y el ído-

lo. Ed. Caparrós. Colección Esprit. Madrid, 1999.

18 “Él nos amó primero”, 1Jn 4, 10.

19 Vid. Riego de Moine, I.: El Sí a Dios en tiem-

  pos de poca fe. Ed. E. Mounier Argentina, Córdoba2007.

20 Cfr. Evdokimov, P.: El amor loco de Dios. Ed. Narcea, Madrid 1972, p. 33.

21 Ibid., p. 90.

unas muy desviadas asomadas”22. Como las ‘aso-madas’ de la vida cotidiana, en la que Dios apenasse asoma si el alma no se abre y desallece ante suamor. Al igual que en el amor entre hombre y mujer,

sólo cuando los enamorados se unen en un mismosí el encuentro se consuma en un abrazo pleno. Noes casual que el místico haya elegido la fgura de losesposos para hacer un retrato fel del ‘ciervo vulne-rado’ enamorado de la humanidad, o mejor, de cadahombre y de cada mujer, personal e íntimamente.

Y por fn dice el poema que nos ocupa: “al airede tu vuelo, y resco toma”, refriéndose al aire comoel espíritu de amor y al vuelo como la contemplacióndel éxtasis místico causada por este amor. PorqueDios no se comunica propiamente al alma por el vue-

lo, la contemplación o la visión mística, sino por elaire del vuelo, es decir, por el amor implicado en di-cho conocimiento. “Y de aquí es que aunque un almatenga altísimas noticias de Dios y contemplación, yconociere todos los misterios, si no tiene amor, no lehace nada al caso, como dice san Pablo (1 Cor., 13, 2)para unirse con Dios. (…) Esta caridad, pues, y amordel alma hace venir al Esposo corriendo a beber deesta uente de amor de su Esposa, como las aguasrescas hacen venir al ciervo sediento y llagado a to-mar rerigerio”23.

En suma, Jesús está vulnerado porque noso-tros estamos vulnerados, Jesús está herido porquenosotros estamos heridos, y su herida es doble: estávulnerado por amor y está herido por nuestro pe-cado que es enermedad, por eso Él mismo se hacesalvación y sanación para el hombre. Dijo Jesús en lacruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que ha-cen”24, y cuando uno no sabe lo que hace es porqueestá enermo, alienado, actúa uera de sí como un in-sensato, es ‘ciego y sordo’: el pecado no es otra cosa

que la enermedad del espíritu. Pero Jesucristo vinoa ‘salvarnos’ que es lo mismo que decir que vino a ‘sa-narnos’: “En hebreo, salvación ( yéchà) signifca libe-ración total y en griego el adjetivo sôs correspondeal sanus latino y quiere decir devolver la salud. La ex-presión ‘tu e te ha salvado’ incluye su sinónimo ‘tu ete ha sanado’. Por eso el sacramento de la conesiónse concibe como ‘clínicamente medicinal’ y la euca-

22 San Juan de la Cruz: Cántico espiritual , Can-

ción XIII, p. 635.23 Ibid., p. 636.

24 Lc 23, 34.

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ristía, según san Ignacio de Antioquía, es ‘remedio deinmortalidad’”25.

Pero ¿de dónde procede el poder sanador de

Jesús? Precisamente de su herida, que no es cual-quier herida sino la herida de su costado, dondetiene asiento su sagrado corazón. Como ha sabidoentender Dietrich von Hildebrand, Jesús mismo enlos Evangelios “nos concede penetrar en el secretomás santo e íntimo: se nos permite contemplar undestello de las heridas inigidas a su Corazón por lainfdelidad sus discípulos o por la indierencia de Je-rusalén y del pueblo elegido; tenemos el privilegiode contemplar su tierno amor por sus discípulos, sucontinuo mirar a sus supremo sacrifcio, su ansiedad,su soledad”26. Quien entra en el corazón herido deJesús entra al surimiento de la humanidad entera ala que ama, pero a su vez entra a su misterio y a suremedio divino centrado en la cruz. Quien entra allí no escapa del mundo sino que lo penetra en su cora-zón, en toda su hondura y anchura. Ha dicho el teólo-go irlandés William Johnston: “Afrmo de nuevo queel misterio de Cristo se centra en su cruz. Eso quieredecir que es el misterio de los pobres, los enermos,los aigidos, los perturbados, los encarcelados, losmoribundos y de todas las personas que suren, conlas cuales se identifca Jesús. Es el misterio del explo-

tado, del manipulado, del aterrorizado, del oprimido.Es el misterio de la guerra nuclear, del hambre, de lainjusticia, de la angustia humana. Es tu misterio y elmío cuando surimos y cuando pecamos”27.

Parece que a partir del misterio de la ‘lógicadel amor’ que Jesús inaugura, sobre la mayor debi-lidad -la herida, el surimiento, la cruz- se yergue lamayor ortaleza -la sanación, la justicia, la salvación.Cuando seamos capaces de comprender la unidadesencial entre la herida y la sanación que Jesús -el

Maestro sanador herido- ha venido a entregar almundo, nuestro modo de mirar, de vivir y de curarvirará 360º convirtiendo nuestra centralidad actual,desviada, depauperada y conundida, en la centra-lidad del corazón, única revolución capaz de sanar

25 Evdokimov, P.: Op. cit., p. 87.

26 Von Hildebrand, D.: El corazón. Un análisisde la afectividad humana y divina. Ed. Palabra, Madrid2005, p. 175.

27 Johnston, W.:  El ciervo vulnerado. El misti-cismo cristiano hoy. Ed. Paulinas, Madrid 1986, pp.22-23.

al otro y a sí mismo desde el poder insondable delamor, tal como el personalismo comunitario vieneproponiendo al mundo desde la voz inconundiblede Emmanuel Mounier.

Adam, el amor que cura

¿Quién puede dudar del poder del amor? Diosha querido que sean las creaturas más rágiles de lacreación, los enermos, los pobres, los discapacita-dos, los puentes tendidos hacia su amor incondicio-nal, pues ellos desde su vacío y su nada concebidospor nuestra ría lógica, lo pueden todo, pueden loque ninguno de nosotros ha podido jamás: ser ree-

 jos vivos, desnudos y puros del amor divino, quizáspor estar justamente libres de las ‘vestimentas’ de lamoda, del intelecto, del ego y de tanto más. Así loue descubriendo Henri Nowen, teólogo destacadoy gran divulgador de la espiritualidad cristiana, al co-nocer y convivir con Adam, un discapacitado intelec-tual cuya única capacidad era su mirada, que era supresencia: no podía caminar, ni hablar, ni entender,limitándose su existencia a una silla de ruedas y a lacompasión de quienes lo ayudaban. ¿A qué? Simple-mente a vivir, porque solo se hubiera muerto de se-guro, como un recién nacido que se lo abandonara

a sus propios medios. Pero dejemos hablar a quienvivió esta historia: “Para la mayoría, Adam era unapersona discapacitada con muy poco que orecer yque suponía una carga para su amilia, su comuni-dad y, en último término, la sociedad. Y mientras sele considerara de esta orma, su verdad permanece-ría oculta. (…) Adam no poseía virtudes excepciona-les en grado heroico: no destacó en nada de lo quesuele escribir la prensa. Pero yo estoy convencido deque Dios eligió a Adam para maniestar su amor ensu ragilidad. Cuando afrmo estas cosas no preten-

do hacer de él un héroe romántico ni ponerme sen-timental. Adam, al igual que todos nosotros, ue unapersona limitada, más limitada que la mayoría, y queno podía expresarse con palabras. Pero ue tambiénuna persona completa y un hombre bendito. Su de-bilidad le convirtió en un instrumento sin igual de lagracia de Dios. Llegó a revelar la presencia de Cristoentre nosotros”28.

Amado y cuidado por sus padres, Adam vivióen su casa hasta los 18 años, pero tras agravarse su

28 Nouwen, H. J.: Adam, el amado de Dios. Ed.PPC, Madrid 1999, pp. 28-29.

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nº11, año IV, 2009

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aección cerebral por un accidente tuvo que ingresara un hospital para enermos crónicos porque ya suspadres no tenían la uerza ni los medios para prestar-le todos los cuidados que requería. Cinco años vivió

Adam en este hospital de Canadá, cuyo ambienteimpersonal y alto de estímulo agravó su estado,perdiendo mucho peso y la capacidad para moversesolo. Fue ésta la etapa oculta de la vida de Adam, laetapa de mayor surimiento espiritual donde la nadaera la habitación que lo acogía, una nada análoga ala ‘noche oscura’ y al ‘desierto’ en los que, no sólo Je-sús, sino de su mano muchos místicos y espirituales,ueron probados en su ortaleza y en su e. Llegadosaquí, resulta inevitable el paralelismo con la vida do-méstica de Jesús. “Jesús no vino a este mundo conuerza y poder. Vino vestido de humildad. La mayorparte de su vida transcurrió oculta, participando denuestra condición humana como bebé, como niñopequeño, como adolescente inquieto y como adultoen su madurez. La vida oculta de Adam, como la deJesús de Nazareth, ue una preparación invisible paracuando llegara la hora de dar testimonio ante grannúmero de personas (…). No quiero decir que Adamuera otro Jesús. Lo que digo es que en la vulnerabi-lidad de Jesús podemos ver la vida en extremo vul-nerable de Adam como una vida con un signifcadoespiritual supremo. (…) Adam llevaba en su interior

una luz resplandeciente. Era la luz de Dios”29.

A los 24 años Adam ingresa a la ‘vida pública’en Daybreak, la llamada “Comunidad del Arca” don-de su signo distintivo es el amor con que convivenlos discapacitados y sus cuidadores, una verdaderacomunidad de ideales personalistas. El Arca es unaederación internacional de comunidades, basadaen las bienaventurazas y undada por el canadien-se Jean Vanier en 1964. Allí, bajo este espíritu, Henriconoció a Adam y permaneció junto a él con algu-

nas intermitencias hasta su muerte ocurrida a los 34años. Y ya su vida no pudo ser la misma. “Vivir cercade Adam y de los demás me había aproximado a mispropias vulnerabilidades. Si bien al principio pare-cía muy claro quién era discapacitado y quién no, lavida juntos día tras día desdibujó las ronteras. (…) Ycuando tuve el valor de mirar con mayor proundi-dad, de hacer rente a mis necesidades emocionales,a mi incapacidad para rezar, a mi impaciencia y a minerviosismo, a mis inquietudes y temores, la palabra‘defciencia’ empezó a cobrar un signifcado comple-

tamente nuevo. (…) En este ambiente amable, aec-

29 Ibid., p. 28.

tuoso, sin rivalidad, sin que nadie destacara sobrelos demás y sin mucha presión para distinguirme yomismo, experimenté lo que no había podido ver oexperimentar con anterioridad. Me enrenté con una

persona muy insegura, necesitada y rágil: yo mismo.Desde este punto de vista aventajado, comprendí que Adam era el uerte. Siempre estaba allí, callado,tranquilo y estable en su interior30.

El camino de la sanación para Henri y paralos que compartimos su historia, había comenzadoa través de Adam y de toda la vulnerabilidad que élencarnaba. Como Quirón remotamente y como Je-sús cercanamente, Adam había venido a este mundopara cumplir una misión especialísima: anunciar consu vida el misterio maravilloso de saber que somosqueridos, amados, completos, independientementede nuestras capacidades y méritos, y todo ello por-que Dios es nuestro padre. Tras su joven muerte, sumensaje se amplifcó, nosotros lo divulgamos y él re-novó desde su discapacidad el anuncio de que la sal-vación viene siempre de la mano de la cruz de otro.Adam vino, sencillamente, a curar nuestras heridasy a reconciliarnos con ellas porque su cuerpo rotosembró semilla de vida entera y nueva en la resurrec-ción a que todos estamos llamados. Pero su misiónno ha terminado porque es necesario que muchos

sean sanados por su contacto, y porque “el amor noacaba nunca”31, como el amor y la vida de Dios. An-tes de morir Jesús dijo: “Pero yo os digo la verdad: osconviene que yo me vaya, porque si no me voy, elParáclito no vendrá a vosotros; pero si me voy, os loenviaré; (…) Cuando venga él, el Espíritu de la verdados guiará hasta la verdad completa”32.

A la luz de este relato que se me dio un día aconocer, yo misma ya no pude ser la misma ni pensarlo mismo ni sentir lo mismo, porque también había

sido ‘tocada’ por Adam, aunque no tuve su contactoísico. No ue necesario, la imaginación lo suple engran medida y mi empatía con él ue inmediata. Peroa la vez cada uno puede hallar en su entorno cerca-no a su propio ‘Adam’, y si no lo tiene a mano debebuscarlo hasta encontrarlo, quizás un pobre, un en-ermo, un inválido, un amigo perdido, pues la vida hasido generosa y nos ha bendecido con estos seres deaparente minusvalía que nos salvan desde su dolor.

30 Ibid., pp. 78-79.31 1 Cor 13, 8.

32 Jn 16, 6-13.

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PERSONA y Trascendencia

“Todos los que lo tocaban quedaban curados”33, de-cían los apóstoles de Jesús. De la misma manera, “eltocar pobre”, en la rica expresión de Carlos Díaz34, de-bería ser la piedra angular para una vida con pie en el

peso del amor. Aunque aquí no sirven las recetas, nilos mandatos éticos, ni las conclusiones discursivas,sino lo que cada cual pueda elaborar en la intimidadde su corazón, acatando el tiempo interior que espe-ra paciente el acuerdo con el Tú infnito que un díallegará iluminado por la luz de uno de estos seres deluz. Ellos están ahí, son ‘el acontecimiento’ que la vidanos ha preparado.

Termino, no con conclusiones (las dejo a cadauno), sino con este testimonio que escribió Nouwentras la muerte de Adam:

“Éste es el hombre que me ha puesto en con-tacto más que ningún otro, conmigo mismo, con micomunidad y con mi Dios. Éste es el hombre que seme encomendó cuidar, pero que me metió en suvida y en su corazón con una uerza increíble. (…)Éste es mi consejero, mi maestro y mi guía, que nopudo nunca dirigirme una palabra, pero que me en-señó más que ningún libro, proesor o director espi-ritual. Éste es Adam, mi amigo, mi querido amigo, lapersona más vulnerable que he conocido y al mismo

tiempo la más uerte. Ahora está muerto. Su vida haterminado. Su tarea está cumplida. Ha regresado alcorazón de Dios, de donde provenía”35.

Sólo me pregunto en voz baja, ¿cuántas vecesen la vida habremos dejado ir a ese ‘sanador herido’que Dios nos tenía destinado?

33 Mc 6, 56.

34 “Nivel uno. Como opción preferencial, la cer-canía y la solidaridad con los pobres, que son los quemás sufren la explotación y los que peor lo pasan, sinque tengan el monopolio de ello. Desde arriba los cam-

 bios nunca son profundos. Hay que ‘tocar pobre’, es-tar ahí, y -a ser posible- serlo”. Díaz, C.: Mi encuentro

con el personalismo comunitario. Fundación Emma-nuel Mounier, Salamanca 2004, pp. 131-132.

35 Nouewen, H. J.: Op. cit., pp. 104-105.