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isión Continental y isión Ad Gentes Misión Continental y Misión Ad Gentes.indd 1 30/04/2011 9:52:16 30/04/2011 9:52:16 Misión Continental y Misión Ad Gentes.indd 2 isión Continental y isión Ad Gentes CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO Comisión ad hoc Misión Continental Misión Continental y Misión Ad Gentes.indd 3 30/04/2011 9:52:17

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Comisión ad hoc Misión Continental

CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO

isión Continental y isión Ad GentesM

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Portada: ???

Con las debidas licencias eclesiásticas.

© Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAMReservados todos los derechosCarrera 5 Nº 118-31Apartado Aéreo [email protected]: (571) 587 97 10 Fax: (571) 587 97 17

Bogotá, D.C., 2011ISBN:

Centro de Publicaciones Avenida Boyacá Nº 169D-75 Tel: (571) 587 97 10 Exts. 1-307 y 1-562 Fax: (571) 587 97 12 [email protected]

Diagramación: Doris Andrade B.

Diseño de carátula: ???

Impresión: ???

Impreso en Colombia - Printed in Colombia

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Presentación

En Aparecida los obispos de América Latina y El Cari-be consideraron que, en la Iglesia, nos habíamos dedi-cado de manera especial al cuidado de los cristianos católicos del continente pero menos de aquéllos que, por diversos motivos, iban dejando la Iglesia en canti-dades alarmantes y por los que nunca habían acogido a Jesucristo en sus vidas dentro y fuera del continente. Este descuido afectaba la totalidad de nuestro compro-miso eclesial.

Los Obispos sentían que era necesario superar la pas-toral de pura conservación de los cristianos y pasar a una pastoral que saliese en busca de los que se habían retirado y de los que aún no eran cristianos.

Esta pastoral debía incluir las tres modalidades de misión indicadas por Juan Pablo II en Redemptoris Missio y se le dio el nombre de pastoral misionera y toda la Iglesia fue invitada a entrar en esta nueva visión al servicio de la vida plena, a la manera de Jesús.

Así pues, cuando la misión de la Iglesia se dirige a los cristianos se llama “Pastoral”. Cuando la misión de la Iglesia se dirige a quienes una vez fueron cristianos pero

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que, por diversos motivos, le dieron la espalda a Cristo, esta misión se llama “Nueva Evangelización”. Cuando la misión de la Iglesia se dirige a quienes nunca han acogido a Cristo como Dios y Señor y es necesario ofrecerles el primer anuncio de Jesús desde el testimo-nio de fe y de amor a Cristo de quien anuncia, se llama “Misión ad gentes”.

Las orientaciones que la Comisión ad hoc para la Misión Continental del CELAM ofrece en este subsidio, se refieren especialmente a la Misión ad gentes, tenien-do en cuenta, como dice Aparecida que

… el mundo espera de nuestra Iglesia latinoa-mericana y caribeña un compromiso más signifi-cativo con la misión universal en todos los Conti-nentes. Para no caer en la trampa de encerrarnos en nosotros mismos, debemos formarnos como discípulos misioneros sin fronteras, dispuestos a ir “a la otra orilla”, aquélla en la que Cristo no es aún reconocido como Dios y Señor, y la Iglesia no está todavía presente (DA 376).

Agradecemos a Monseñor Luis Augusto Castro, Arzo-bispo de Tunja, Colombia, miembro de la Comisión ad hoc, por el significativo aporte que nos ha dado en la elaboración de estas orientaciones.

J. LeopoLdo GonzáLezObispo Auxiliar de Guadalajara, México

Secretario General CELAM

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1La Misión y sus ModaLidades

Al celebrar con alegría la beatificación de Juan Pablo II, evocamos también las enseñanzas que él nos ha dejado en su maravillosa encíclica

misionera llamada Redemptoris Missio. Con la ayuda de este rico documento del Magisterio de la Iglesia, podemos hacer claridad en torno a la relación entre algunos conceptos y algunas realidades que tienen que ver con la misión. La precisión del lenguaje contribuye a una mayor acogida y a una mejor comprensión de la misión de la Iglesia.

Juan Pablo II afirma que la misión de la Iglesia es una, pero según los destinatarios de la misma, adquiere diversas modalidades.

Cuando la misión de la Iglesia se dirige a los cristianos se llama Pastoral. Es la misión como ayuda al creci-miento en la fe, la esperanza y la caridad de cada cris-tiano y de cada comunidad cristiana.

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Cuando la misión de la Iglesia se dirige a quienes una vez fueron cristianos pero que, por diversos motivos, le dieron la espalda a Cristo, esta misión se llama Nueva Evangelización. Benedicto XVI al crear un dicasterio para la Nueva Evangelización quiere dar fuerza a la misión que se dirige a todos los que se pueden llamar ex-cristianos.

Cuando la misión de la Iglesia se dirige a quienes nunca han acogido a Cristo como Dios y Señor y es necesario ofrecerles el primer anuncio de Jesús desde el testimo-nio de fe y de amor a Cristo de quien anuncia, se llama Misión ad gentes.

En una situación de cristiandad parecía que todos los hombres fuesen cristianos porque todo respiraba cris-tianismo sea en las culturas como en las instituciones. Pero cuando la cristiandad se dejó de lado y se introdu-jo una pluralidad de visiones y de credos, tomó mucha fuerza la pluralidad de situaciones religiosas y empe-zaron a crecer todos aquellos que le daban la espal-da a Cristo en nombre de la Razón y la modernidad. Naturalmente, en las generaciones siguientes, al fallar la comunicación de la fe, aparecieron personas que no habían acogido a Cristo en sus vidas, sencillamente porque no lo conocían.

Además, los nuevos continentes de África, América y Asia ofrecían un panorama muy especial. Numerosos pueblos desconocían a Jesucristo y aunque el Espíritu Santo trabajaba en esos pueblos sembrando semillas del Verbo, era oportuno anunciarles explícitamente a

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LA MISIÓN Y SuS MOdALIdAdES

Jesucristo y su mensaje como una propuesta de vida y libertad para ser acogida en la fe.

Los dos párrafos anteriores nos ofrecen cinco elemen-tos muy importantes:

• Siesverdadqueunadiócesisseidentificaconunterritorio para llegar a todos los que se encuen-tran en esa circunscripción, entonces la diócesis debe llegar a los cristianos, a los ex-cristianos y a los aún no cristianos presentes en el mismo. Si la misión de la Iglesia toma únicamente la modali-dad de pastoral, según la división de Juan Pablo II, y se dedica únicamente a la atención de los cristianos, pues no cumple con su misión global que le pide llegar también a los ex-cristianos con la nueva evangelización y a los no cristianos de la diócesis con la Misión ad gentes.

• SilaIglesiaestállamadaairatodoslospueblospara anunciar el evangelio, entonces, la Iglesia universal y cada una de las iglesias locales o dió-cesis deben interesarse en llegar a esos pueblos con el primer anuncio de Jesús.

• Loanteriorsignifica,quetodadiócesistienedosfrentes de Misión ad gentes: uno ad intra, den-tro de su realidad territorial y otro ad extra, más allá de sus fronteras, cercanas o lejanas, hacia los pueblos de la tierra todavía no cristianos. No puede reducir su compromiso con la Misión ad gentes, a la Misión ad gentes ad extra de carácter

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universal, ni tampoco a la Misión ad gentes ad intra, dentro de su propia realidad local, huma-na y cultural. Pero, en virtud de la caridad y del compromiso universal de todo católico, cada iglesia local está llamada a ayudar, en la medida de sus posibilidades a las otras iglesias locales también en el campo de la pastoral y de la nueva evangelización. Este compromiso suele llamarse ayuda entre iglesias hermanas.

• EnAparecidalosobisposdeAméricaLatinacon-sideraron que nos habíamos dedicado de mane-ra especial al cuidado de los cristianos católicos del continente pero menos de aquéllos que, por diversos motivos, iban dejando la Iglesia en can-tidades alarmantes y por los que nunca habían acogido a Jesucristo en sus vidas dentro y fuera del continente. Este descuido afectaba la totali-dad de nuestro compromiso eclesial. Los Obis-pos sentían que era necesario superar la pastoral de pura conservación de los cristianos y pasar a una pastoral que saliese en busca de los que se habían retirado y de los que aún no eran cristia-nos. Esta pastoral debía incluir las tres modali-dades de misión indicadas por Juan Pablo II y se le dio el nombre de Pastoral misionera y toda la Iglesia fue invitada a entrar en esta visión misio-nera al servicio de la vida, a la manera de Jesús. (DA 365)

• LamisióndelaIglesia,comolostrenes,procedesobre dos rieles indispensables que son: la evan-

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gelización y la promoción humana. Considerada la evangelización, era necesario también consi-derar la promoción humana y, por ello, Apareci-da reiteró su opción preferencial por los pobres de todo el mundo, su opción por el desarrollo integral, su opción por la vida y los derechos humanos y su opción por una cultura de la vida en contraposición a una cultura de la muerte.

LA MISIÓN Y SuS MOdALIdAdES

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2La Misión en eL continente

y desde eL continente, aniMadora de La PastoraL Misionera

Un hombre medio loco quería vender su casa y salía por las calles mostran-do un ladrillo para que la gente se provocara de comprar la casa. En ver-

dad poco se obtiene, para vender una casa, con mostrar un ladrillo.

Pero debemos proceder como ese loco para venderles la Misión continental. No vamos a mostrar un ladrillo sino cinco y coinciden con las cinco vocales A, E, I, O, U que todos aprendimos cuando pequeños. Ellos presentan cinco logros que la misión desea alcanzar, a partir de los cuales, podemos enfrentar la gran pregun-ta de qué es la misión continental.

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aCErCArSE

La misión será un acercarse cariñoso, devoto, respe-tuoso a la gente, a sus hogares, a su cultura, a su fe. De manera especial quiere llegar a quienes están en crisis religiosa o han caído, por diversos motivos, en el indiferentismo. No es un acercarse como quien está de paseo o tiene curiosidad. Es un acercarse porque somos enviados por el Señor como fueron enviados los apóstoles casa por casa.

Ese acercarse tiene como signo vivo la amistad como fue el acercarse en los primeros tiempos de la Iglesia que llevó a que el cristianismo se expandiera por todas partes.

En efecto, los estudios sobre la difusión del cristianismo han indicado que un factor importante fueron las rela-ciones interpersonales que ya se daban con los propios parientes y amigos. Así como Andrés llamó a Pedro, muchos otros llamaron a sus familiares1.

Sin embargo, esa red de amigos y conocidos no se vol-vió cerrada sino que pudo mantenerse abierta. De allí que fuese creciendo poco a poco. Las redes cerradas acaban con los nuevos movimientos religiosos.

El cristianismo, desde sus orígenes, no fue una secta. Una secta surge cuando dentro de un movimiento reli-gioso hay una separación. Los que se separan tienen

1 Ver, Stark, Rodney, Ascesa e affermazione del cristianesimo, Ed. Lan-dau, Torino 2007, pp. 49-71.

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como finalidad renovar el movimiento religioso, lograr que sea mejor. A partir de la resurrección de Cristo, novedad absoluta, era claro que el cristianismo no pretendía ni renovar el judaísmo para que fuese mejor judaísmo ni renovar el paganismo para que fuese mejor paganismo. Era algo completamente diferente de los dos anteriores.

Era una novedad. Era un nuevo movimiento de culto. Pablo no pide a los paganos que sean mejores paga-nos sino les ofrece un nuevo Dios, el Dios revelado en Jesucristo. Como tal, el cristianismo empezó a ser fuer-te especialmente cuando llegó a las clases más instrui-das, lo que hoy podríamos llamar la clase media, pero se dirigía a todos ya que cuanto ofrecía era algo que no estaba dentro de ninguna de las posibilidades huma-nas: la salvación, la vida eterna.

Basta pensar que los esfuerzos misioneros de Pablo tuvieron más éxitos dentro de las clases media y alta, como nos indican los historiadores actuales del Nuevo Testamento2. Si aceptamos cuanto nos dice Aparecida que debemos inspirarnos en la Iglesia primitiva, hay que hacer una opción de acercamiento especialmente a las clases media y alta que se encuentran en situación de búsqueda especialmente frente a las dificultades actuales que los llevan al escepticismo y al indiferen-tismo. El cristianismo debe ser para ellos una novedad, debe incluir una innovación cultural frente al mundo de hoy, es decir, debe ser profético y contracultural.

2 Véase, Stark, Rodney, o.c., p. 71.

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Esto quiere decir que el acercamiento cuidadoso y pre-ferencial, más no exclusivo, a quienes tienen una cierta preparación cultural no debe chocar contra una forma tradicional de ver los orígenes del cristianismo como un hecho de los más pobres que encontraban una forma de superación de su pobreza.

Si esta visión hubiese tenido un cierto aire de acción política por parte de un supuesto movimiento proleta-rio, el Estado romano jamás habría aceptado el cristia-nismo y hubiese aplastado este nuevo movimiento, sin misericordia. Pero el estado romano no lo vio como un movimiento político, aunque hubo algunas excepcio-nes, sino como un nuevo movimiento de culto.

NCuENTrO

La misión invitará de corazón a vivir el encuentro con Jesucristo vivo, porque no basta tener una fe religiosa; es necesario vivir una fe cristiana cuyo centro y funda-mento es la persona de Cristo y el encuentro con Él. Por eso, cuanto se desea no es otra cosa que suscitar un destello de asombro por la persona de Jesús.

Para alguien puede ser el primer asombro, no el asom-bro de encontrarse frente a una doctrina sino frente a una persona de carne y hueso llamada Jesucristo. Gregorio de Niza decía algo difícil pero bellísimo: “Los conceptos crean ídolos, solo el estupor convence”. Se trata del estupor o sea el asombro frente a una presen-cia concreta, la de Cristo, el Señor.

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Una mujer tuvo un hijo prematuramente. Cada día debía controlar su peso pero no tenía balan-za. Entonces iba donde su amigo el carnicero y éste tomaba al niño, lo colocaba en la balanza de la carnicería y lo devolvía a la mamá diciéndole: “Pesa dos libras con hueso y todo”.

El encuentro con Cristo es así, con hueso y todo, es decir, con una persona real, concreta, viva, no con una idea o un conocimiento de Jesús. Es un encuentro que genera el asombro ante una presencia en el cual la gra-cia juvenil encuentra el corazón del hombre atrayéndo-lo hacia sí.

Veinte siglos de fe, caridad, santidad y teología no sir-ven para hacer feliz el corazón del hombre aquí y ahora, si no sucede algo nuevo, si no nace gratuitamente un nuevo brote, si no sucede el asombro o estupor de un nuevo inicio. Este recomenzar de nuevo en el tiempo es, ante todo, el recomenzar desde Cristo. Es un acon-tecer de nuevo de la gracia en el tiempo. Lo eterno se vuelve nuevamente temporal.

Decía Peguy que éste es el mecanismo propio del cristia-nismo: siempre hay que recomenzar. La descristianiza-ción del mundo es consecuencia de un error de mística, de haber olvidado que la gracia siempre recomienza.

La tragedia de la Iglesia en los últimos decenios, añade Peguy, es la reducción que hizo del cristianismo a sím-bolos religiosos para transmitir una ética. Toda la Iglesia reducida a una inmensa escuela de enseñanza!

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Pero puede suceder que el corazón del hombre, tocado por la gracia, se asombre. Basta algo así y el cristianis-mo renace. No sólo Peguy sino también Aparecida es explícita en su invitación: Recomenzar desde Cristo y asombrarse una vez más de su presencia y de la belleza del encuentro con Él (DA 12).

Luis Giussani decía en el Sínodo del 1987:

Lo que falta no es tanto la repetición verbal del anuncio como la experiencia de un encuentro. El hombre de hoy espera, quizás inconscientemen-te, la experiencia del encuentro con personas para las cuales el hecho de Cristo es realidad tan presente que cambió su vida.

Se trata de encuentros que son signo viviente, carnal, visible y tangible de la misma Presencia.

Se trata de encuentros que sean eco del acontecimiento inicial cuando Jesús levantó la mirada y dijo: “Zaqueo, baja en seguida, que hoy quiero entrar en tu casa” o cuando dirigiéndose a la samaritana, le dijo: “Dame de beber”. Estos encuentros “eco” no remplazan el encuentro personal y amoroso con Cristo sino suscitan el deseo del encuentro con el Señor que transforma sus vidas. Estos encuentros hacen que la gracia se vea en carne y hueso.

dENTIdAd

La identidad es la historia de mí mismo que yo me digo a mí mismo. La misión nos moverá a todos los cristia-

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nos a tomar conciencia de que nuestra identidad, como las medallas, tiene dos caras: Somos, sin excepción, a la vez discípulos y misioneros de Jesucristo vivo, es decir, llamados por Él y enviados por Él al mundo, para que en Él todos tengan vida. Nuestra historia tiene dos capítulos: el del discípulo y el del misionero. Desgra-ciadamente, en los últimos siglos, se ha escrito mucho el primer capítulo, el del discípulo pero muy poco el segundo, el del misionero.

Veamos brevemente esos dos capítulos.

A. El discípuloCaminaba un hombre por la calle cuando oyó música en una de las casas. Se trataba de una fiesta familiar. Entonces se dijo: ¿Por qué no puedo entrar a divertirme un poco? Dicho y hecho. La puerta estaba abierta y él terminó en medio de la sala gozando de los platos que se distribuían.

El dueño de la casa se dio cuenta de su presen-cia y le dijo: ¿Usted qué hace aquí? ¿Acaso lo hemos invitado? “No, nadie me invitó –contestó el hombre– pero yo soy una persona muy hones-ta, cabal, correcta. Además soy doctor. Tengo muchos años de estudio y muchos diplomas”.

El dueño de la casa le dijo: “Bien puede ser usted un genio o un santo pero nadie lo ha invi-tado. Salga de mi casa”. El hombre no tuvo más remedio que retirarse apenado.

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Es una historia muy simple pero nos ayuda a entender que para ser discípulo no cuentan ni las capacidades intelectuales ni las morales sino en primer lugar la lla-mada de Jesús quien llamando crea en nosotros algo nuevo. Juan Pablo II advertía que el ser discípulo no es una específica pertenencia social sino una vocación, un llamado. Esto es esencial.

Muchos cristianos pueden considerarse tales sencilla-mente porque tienen un sentimiento de pertenencia a la Iglesia pero no han dado una respuesta personal a esa invitación de Cristo: “Sígueme”.

¿Qué características tiene el discípulo de Cristo?

Ya vimos la primera: El discípulo no escoge al Maestro sino es escogido por él. “Llamó a los que él quiso” (Mc 3,13).

Segunda: El discípulo acepta seguir al Maestro que lo llama, hasta el fondo, con todas sus consecuencias. “Vamos nosotros con él hasta morir con Él” (Jn 11,16). De manera que el discípulo está atento a no ser mere-cedor del reproche de Agustín: “Corres muy bien pero por el camino equivocado”.

Tercera: El discípulo sigue por el mismo camino del Maestro. No usa el camino como una inspiración, como un modelo para hacerse su propio camino. No hay dos caminos.

Cuarta: El camino no se hace solo pues Cristo precede, va adelante. (Jn 10,3-4). El discípulo lo sigue, no como

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admirador de una nueva cultura; no como estudiante de doctrinas, sino como aprendiz en el arte de ser cru-cificado (Jn 16,2).

Quinta: El discípulo sigue al Maestro muy de cerca teniendo fijos los ojos en el Maestro, estando en comu-nión con el Maestro.

B. El misioneroDe las tantas formas como podemos entender esta identidad, tomemos la forma misionera de la mujer samaritana que vivió la misión en cuatro actos.

Primer acto: Dejó el cántaro. ¿Cuál es el cántaro que debemos dejar hoy para vivir nuestra identidad misionera?

Segundo acto: Corrió a la ciudad. La ciudad es el mun-do hacia el que somos enviados. Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para salvarlo. Como misio-neros, somos enviados al mismo mundo para conti-nuar la misma misión. Cuando presentamos a un Dios sin mundo, la gente termina concibiendo un mundo sin Dios.

Tercer acto: Dijo a la gente. Comunicó la experiencia de Dios que tuvo en el encuentro con Jesús y su tes-timonio fue una invitación para que tuvieran la mis-ma experiencia. Es un paso fundamental que nos dice mucho hoy cuando no es muy fuerte la transmisión de la fe.

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Cuarto acto: También nosotros hemos visto y escucha-do. Esta es la exclamación de los ciudadanos que fue-ron donde Jesús, gracias al eco que la Samaritana hizo a las palabras del Maestro. Estas palabras de los ciuda-danos habrán llenado de alegría a esta mujer al descu-brirse ministra, servidora, misionera, esto es, portadora de un agua más valiosa que la de su cántaro.

TrOS

Los otros son aquellos que, habitualmente, conside-ramos como ubicados, no en nuestra orilla de fe, de cultura, de nación, sino en la otra orilla. Los otros son quienes se encuentran en las otras diócesis, las otras naciones, los otros continentes, las otras culturas, las otras religiones.

La misión nos pedirá movernos en amistad y solida-ridad hacia estos otros que están más allá de nuestra orilla, para compartir con ellos la alegría de la fe y el apoyo a los más necesitados.

El problema es que aunque no nos encerremos en nosotros mismos, podemos terminar encerrados en lo conocido y amado por nosotros, y nada más. Perdemos de vista la totalidad del mundo y nos volvemos como la rana del pozo que lo consideraba como lo máximo en términos de agua y cuando una rana que vino del mar le habló de la inmensidad del océano la consideró una embustera, una mentirosa, una engañadora. Y siguió convencida de que su pozo era lo máximo que se podía concebir.

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Esta pérdida del horizonte de los otros, de los que viven otra experiencia de fe no cristiana y viven otro tipo de cultura, no ha sido sólo personal sino también eclesial.

“La Iglesia es bella como la luna, como quiera que es iluminada por la luz de su Esposo, Cristo”. Así escribía un monje, en el siglo IX, retomando una imagen muy querida por los padres de la Iglesia. Pero en los siglos inmediatamente siguientes esta imagen se olvidó, o mejor, se deformó. La Iglesia construyó una cristiandad medieval donde se creía que todo el mundo ya había sido evangelizado, de manera que “el otro” no evan-gelizado desapareció del horizonte. Como si no fuera poco, la Iglesia asumió la función del sol –en forma delegada– y la luna venía a ser el poder temporal que naturalmente dependía en definitiva de ese sol llamado Iglesia.

Es significativo que un hombre como Tomás de Aquino considerase que el tiempo de la evangelización había terminado. Se podría decir que en esa época había hebreos y había musulmanes. Pues el caso es que la Iglesia no los vio como “otros” sino como deformacio-nes o desviaciones del único destino de la humanidad como es el Reino de Cristo ya iniciado en la Iglesia3.

Podemos criticar justamente esta aridez misionera de la Iglesia pero no podemos olvidar que es la misma aridez misionera de muchos cristianos hoy, que han perdido

3 Xeres, Saverio, Chiaro di Luna, Tempi e fasi Della Missione nella Sto-ria della Chiesa, Ed. Ancora, Milano, 2008, pp. 136-139.

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u

conciencia de su propia identidad de discípulos misio-neros. De allí la insistencia tan fuerte de Aparecida en que se recobre la identidad cristiana. Todo esto signifi-ca que la misión continental se coloca al servicio de la Misión ad gentes en su doble modalidad hacia aden-tro y hacia afuera. Es necesario dejar de pensar que la misión continental se opone a la Misión ad gentes cuando lo que busca es precisamente darle una fuerza especial a partir de la identidad cristiana misionera y de su apertura al otro, ese otro para quien Cristo es un extraño.

NIdAd

La misión nos pide con las palabras de Aparecida (365) una unidad de todos, obispos, sacerdotes, religiosos consagrados, laicos, movimientos y comunidades, en torno a la pastoral misionera, para anunciar a Jesucris-to en el mundo entero.

En forma muy general, Aparecida introduce el cam-bio o conversión que es necesario realizar en todo el continente:

La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera con-servación a una pastoral decididamente misio-nera. Así será posible que “el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial (NMI 12) con nue-vo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se

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manifieste como una madre que sale al encuen-tro, una casa acogedora, una escuela permanen-te de comunión misionera (370)

Hay dos términos que se utilizan de modo muy varia-ble y pueden generar confusiones. Uno es el de “misión continental” y el otros es el de “misión permanente”.

Es conveniente aclarar que la misión continental es un evento evangelizador que tiene lugar durante un deter-minado tiempo y lugar. Es algo puntual y pasajero pero tiene una finalidad muy precisa. La misión continental busca infundir el sentido misionero en la pastoral para que ésta sea en forma permanente, una pastoral misio-nera. Esta pastoral misionera bien se puede llamar la misión permanente.

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3eLeMentos de La Misión continentaL

Así como con los ladrillos hacemos casas y con las vocales leemos o escribimos, con estos cinco elementos anotados, vamos a construir la misión continental.

Tratemos de introducir las cinco palabras en una des-cripción de la misión continental que compromete a todas las fuerzas vivas de la Iglesia católica, niños y jóvenes, hombres y mujeres, ministros ordenados y laicos, consagrados activos y contemplativos, todos y cada uno en su calidad de discípulos misioneros.

La misión continental es:

el esfuerzo evangelizador que la Iglesia realiza para que:

• Cadacatólicoviva un encuentro personal, amo-roso, fresco, vital con Jesucristo vivo.

• Apartirdeeseencuentro,descubra su identidad de discípulo misionero.

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• Como discípulo se descubra un llamado porJesús a quien sigue con entusiasmo.

• Comomisionerotengauncorazónqueamesinfronteras, que anhele que Cristo sea conocido, amado y seguido y, de esta manera, sea enviado a los otros para acercarse a sus hogares, a sus culturas y a sus naciones, según el caso.

• Dé testimonio de su fe y amor a Jesucristo frente a los demás.

• Yenestos,movidosporelEspírituSanto,sesus-cite el deseo de encontrarse personalmente con Cristo.

• Deestamanera,ayudaadarvidaaunaúnica pastoral misionera permanente que se abre a los cercanos y lejanos en el propio ambiente y en el mundo entero, para llevarles el anuncio funda-mental de Jesucristo.

• Yfavorecerelsurgirdenuevosdiscípulosmisio-neros que vivan su fe en comunión eclesial.

El punto de partida es uno mismo, pero nuevo en Cristo. El punto de llegada son los otros, también ellos asom-brados con Jesucristo vivo. El camino para acercarse a los otros es también nuevo y se llama pastoral misione-ra. No es un evento puntual, ocasional, pasajero, sino permanente, que deja atrás otra pastoral llamada de conservación, de mantenimiento o centrípeta.

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Expliquemos brevemente cada uno de los elementos de esta descripción.

3.1. EL ESfuErzO EvANgELIzAdOr quE LA IgLESIA rEALIzA EN CAdA PAíS

Fue Benedicto XVI quien en Aparecida habló de “esfuerzo evangelizador”. Efectivamente, no es una tarea fácil ni sencilla sino que requiere dedicación, tiempo y sacrificio.

Pero sabiendo que este esfuerzo tiene como finalidad que Jesús sea conocido, amado y seguido por todos, especialmente hoy cuando muchos le han vuelto la espalda a Él y a la Iglesia, será acogida por muchos católicos con entusiasmo y fe.

3.2. quE CAdA CATÓLICO vivA uN ENcuENTro PErSONAL, AMOrOSO, frESCO, vITAL CON JESuCrISTO vIvO

Nosotros no estamos llamados a vivir una fe solamente religiosa que cree en lo divino, en la eternidad, en el cielo etc. Nosotros estamos llamados a vivir una fe cris-tiana que tiene como punto de partida exactamente el encuentro con Jesucristo vivo, un encuentro personal, único en su especie, lleno de amor.

3.3. A PArTIr dE ESE ENCuENTrO, DEScubrA Su iDENTiDAD dE dISCíPuLO MISIONErO

La historia de Pablo es la de todos nosotros. En el encuentro personal y único con Jesucristo vivo, Pablo

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descubrió que el Señor lo amaba y lo quería como su discípulo. Pero al mismo tiempo le enviaba a una misión evangelizadora.

3.4. COMO dISCíPuLO, dESCuBrA quE JESúS LO LLAMA PArA quE LO SIgA CON vALENTíA Y AMOr

No es como otros discípulos que escogen a sus maes-tros. Es Jesús quien lo escoge a él. No tiene a Jesús como un modelo para hacer su proyecto propio sino que sigue el proyecto mismo de Jesús. Se siente pro-fundamente unido a Jesús como Pablo quien decía: “Vivo yo pero no yo, es Cristo quien vive en mí”. Está decidido a cargar la cruz pues quiere seguir a Cristo crucificado con valentía y amor. Vive su seguimiento junto con otros discípulos en la comunidad de fe llama-da iglesia.

3.5. COMO MISIONErO, TENgA uN COrAzÓN quE AME SIN frONTErAS, quE ANhELE quE CrISTO SEA CONOCIdO, AMAdO Y SEguIdO Y, dE ESTA MANErA, SEA ENviADo A LOS OTrOS

¿Qué hace Jesús con aquellos a quienes llama? No los deja como en un nicho donde se colocan estatuas de santos muy buenos pero que no se mueven. Los pone en movimiento con la fuerza del Espíritu Santo. Esto quiere decir que los envía a evangelizar, a anunciar con la vida, los hechos y las palabras la Buena Nueva del Reino de la Vida. Esto quiere decir, que les da una misión que no es otra que la misma de Él.

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3.6. PArA ACErCArSE A SuS hOgArES

Los Obispos en Aparecida decían que la Misión conti-nental es “un afán y anuncio misioneros que tiene que pasar de persona a persona, de casa en casa, de comu-nidad en comunidad”.

Pero fue el mismo Benedicto XVI quien insistió en la visita a los hogares, con estas palabras:

En este esfuerzo evangelizador la comunidad se destaca por las iniciativas pastorales, al enviar, sobre todo entre las casas de las periferias urba-nas y del interior, sus misioneros, laicos y religio-sos, buscando dialogar con todos en espíritu de comprensión y de delicada caridad (DA 550).

Aparecida tiene otras motivaciones interesantes como por ejemplo, la de seguir el ejemplo de la comunidad cristiana primitiva cuando la fe se transmitía de casa en casa, de vecino a vecino, de amigo a amigo, en forma muy sencilla pero productiva. El cristianismo entraba en cada casa con una nueva cultura, ofreciendo una manera diversa de vivir y era, por ello, acogido con gusto.

Ese ejemplo no está fuera de lugar hoy, aún con las condiciones de nuestra época. Más allá de la casa, a la que se llega con un movimiento interno, puede haber también pueblos y culturas diferentes a la propia, a los que un cristiano puede desear llegar con el primer anuncio de Jesús.

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3.7. Dé TESTimoNio DE Su fE Y AMOr A JESuCrISTO

La visita al hogar no tiene la finalidad de atosigar a la familia de enseñanzas de todo tipo. La finalidad es solamente encender una llamita de amor a Jesús, a tra-vés del anuncio fundamental del Señor apoyado en el Tríptico de Aparecida y del testimonio personal sincero y sencillo. El anuncio fundamental se llama el Kerygma y contie-ne cuatro “S” muy importantes referidas a Jesús:

Jesús, Signo de amor del Padre. (Tuvo piedad de él).Jesús, Salvador. (Me amó y se entregó por mí).Jesús Señor. (Señor mío y Dios mío).Jesús, Santificador. (Sopló sobre ellos…).

3.8. Y, A rAíz dE LA vISITA, EL ESPírITu SANTO, SuSciTE EN loS morADorES, El DESEo DE ENcoNTrArSE PErSONALMENTE CON CrISTO

Una llamita puede encender otra llamita. La visita pue-de suscitar un acercamiento a Jesucristo, a la manera de la Samaritana, de Zaqueo y otros personajes del Evangelio.

Sin embargo, no estamos llamados a hacer triunfar el Evangelio. Esa es tarea de Dios y no nuestra. Estamos llamados sencillamente a trabajar por el Evangelio. Que una visita lleva a una conversión a Jesucristo es tarea y poder del Espíritu Santo. Sólo nos toca agradecer y confirmar que somos siervos inútiles. Hacemos sólo lo

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que debemos hacer. Por eso, entramos con sinceridad, humildad, alegría y simpatía al hogar pero oramos antes, para que el Señor esté con nosotros.

De esta manera, se da vida a una única pastoral misio-nera permanente que se abre a los cercanos y lejanos en el propio ambiente y en el mundo entero, para lle-varles el anuncio fundamental de Jesucristo y desde allí su progresiva y necesaria comunión con la Iglesia y con los valores del Reino.

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4eL Fruto PastoraL de La Misión

El fruto pastoral no es otro que ese pasar de la pastoral de conservación a la pastoral misio-nera. Este paso es como una expresión sin-tética y general de muchos pasos explícitos y

específicos que hay que dar. Para que se tenga una idea de estos pasos, conviene presentarlos en forma muy sencilla1, y siguiendo de cerca la pastoral misionera de San Pablo y haciendo ver cómo los mismos favorecen la Misión ad gentes:

4.1. PASO dE uNA fE rELIgIOSA A uNA fE CrISTIANA CuYO CENTrO Y fuNdAMENTO ES JESuCrISTO vIvO

Es obvio que Pablo era un hombre de fe y muy religioso. El encuentro con Cristo significó en su vida acoger en la fe a Jesucristo vivo y de una manera radical y deci-dida: “Todo lo considero basura a cambio de ganarlo a Él y encontrarme unido a Él” (Fil 3,8).

1 Para una explicación más detenida pueden recurrir a mi obra La pas-toral misionera, Ed. Paulinas, Bogotá, 2009.

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Un sacerdote muy famoso estudió muchísimo el tratado sobre Cristo y después de terminar sus estudios y de dominar toda la historia de la Cris-tología, las grandes discusiones sobre los dogmas y la doctrina completa, se dio cuenta de algo que le desconcertó: Sabía todo sobre la persona de Jesús pero no conocía a Jesús de persona, al Jesús concreto, en carne y hueso.

Qué importante es volver a mi persona y preguntar-me: ¿Conozco a Jesús Vivo o sólo conozco la doctrina, las teorías, o las novelas, todo ese parasitismo literario manipulado fantásticamente hoy, sobre un Jesús hecho a medida del mercado?

4.2. PASO dE MI ACCIÓN PASTOrAL A LA ACCIÓN PASTOrAL dE CrISTO

Un piadoso sacerdote, de rodillas ante el sagra-rio, oraba así: “Señor, quiero darte a conocer la forma como adelanto mi pastoral”. El Señor le habló y le dijo: “Te escucho y cuando termines, te diré cómo adelanto yo la mía”.

El encuentro de Cristo con Pablo concluyó con una pre-gunta de Pablo: ¿Qué debo hacer? Desde ese momento, Pablo dejaba su “pastoral” dentro del partido fariseo, se despojaba de su actitud fanática consecuente que lo llevaba a ser perseguidor de los cristianos y cesaba de ser el defensor estricto de la ley al comprender que la única pastoral que le correspondía realizar era la de Cristo, desde la fe y el amor y no desde la ley.

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Sepan ustedes esto, hermanos: el Evangelio que yo anuncio no es invención humana. No lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino que Jesu-cristo mismo me lo hizo conocer (Ga 1,11).

El mensaje era claro. Dado que la Iglesia no tiene una misión propia sino que ha sido creada para continuar la misión de Cristo, su pastoral debe modelarse, no sobre una visión propia de la Iglesia, sino sobre la persona misma de Jesús.

4.3. PASO dE uNA PASTOrAL APOYAdA EN LA SOCIALIzACIÓN A uNA PASTOrAL quE APOYA LA PErSONALIzACIÓN

Cuando los legisladores del país aprobaron la ley que permitía cambiar el nombre, Talco López fue el primero en presentarse. ¿Por qué quiere cambiar su nombre? Le preguntaron. Vea usted, cuando yo nací mi madre murió, debido al parto. Pero antes de morir, preocupada por mi bienes-tar, dijo a los presentes: “Al niño, pónganle talco”. De manera que al bautizarme, todos decidieron llamarme Talco. Esto fue cuanto me pusieron los demás, pero ahora yo quiero ponerme el nom-bre que yo deseo.

Uno de los dones que he recibido desde pequeño es la vivencia religiosa. Puedo aceptarla como la he reci-bido, puedo rechazarla como ha acontecido en algún caso o puedo sencillamente perfeccionarla y asumir-la de una manera más consciente y más personal. En este último caso, estoy pasando de la socialización a la

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personalización donde yo hago una opción que, con la gracia de Dios, me lleva a un encuentro muy personal con Jesucristo vivo.

El encuentro con Cristo llevó a Pablo a tomar decisio-nes personales muy en contravía con cuanto había sido el proceso de socialización y de educación vivido desde su infancia. En Jesús se ha revelado o manifestado el nuevo rostro de Dios y esto ha cambiado el destino de Pablo. Era una nueva vida, fruto de su opción por Cristo a quien Dios Padre había revelado en él. Era el hombre nuevo que tomaba forma en Pablo por la acción del Espíritu Santo.

4.4. PASO dE uNA PASTOrAL dE dISCíPuLOS A uNA PASTOrAL dE dISCíPuLOS MISIONErOS

Cuando al señor Ernesto, buen católico del barrio, le pidieron que invitase a sus vecinos al congreso eucarístico de la parroquia, él se rehusó diciendo: “Si hay que ir donde los vecinos que vaya el cura párroco. No tengo por qué meterme en sus vidas”.

Ernesto estaba dispuesto a vivir su vida cristiana como discípulo de Jesús pero no estaba interesado en ser enviado a los demás. De manera que él necesitaba des-cubrir aún otra dimensión esencial de su vida cristiana: la dimensión misionera.

Esta historia me recuerda el problema que tuvo un primer ministro en cuyo reino se acabó el metal con

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que se hacían las monedas que circulaban por todas partes haciendo posibles los negocios. Ordenó que se buscara en todo el reino ese metal y los encargados de la búsqueda llegaron diciendo que las estatuas de las iglesias estaban hechas con ese metal. Entonces, este primer ministro dijo: “Derritan las estatuas y pónganlas en circulación”.

Hay cristianos como el señor Ernesto que son muy buenos cristianos, que podían estar en el nicho donde se colocan las estatuas de lo puro buenos que son, pero no pasan de ser estatuas inmóviles, no hay en ellos dis-ponibilidad para ponerse en circulación, esa circulación de que hablaba Jesús cuando enviaba a los apóstoles por todo el mundo. Estos cristianos son muy buenos discípulos pero les falta descubrir la otra mitad de su ser cristiano: ser misioneros.

El encuentro de Cristo con Pablo fue simultáneamen-te un llamado a ser discípulo y una indicación de su nueva condición de misionero, enviado por Cristo a los gentiles. Pablo podía colocarse en la misma línea de los llamados a los profetas del pasado como Jeremías y de Isaías.

Pero Dios, que me escogió antes de nacer y por su gran bondad me llamó, tuvo a bien hacerme conocer a su Hijo, para que anunciara su evan-gelio entre los no judíos. Y no fui entonces a con-sultar con ningún ser humano; ni fui tampoco a Jerusalén a ver a los que eran apóstoles antes

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que yo. Por el contrario, me dirigí sin tardar a la región de Arabia, y luego volví a Damasco (Ga 1,16-17).

4.5. PASO dE uNA PASTOrAL EN MI PrOPIA OrILLA A uNA PASTOrAL EN LA OTrA OrILLA

En estos tiempos de guerras y guerrillas, no es raro que en muchos lugares surja el monumento al soldado desconocido. Lo hay también en Was-hington en el cementerio nacional de Arlington. Durante las 24 horas del día, un soldado está allí como vigilante, en posición firme, como impone el lugar tan solemne. Cada hora este soldado es cambiado por otro. La ceremonia es sencilla. El soldado que sale, le dice al soldado que entra: “Las órdenes no han cambiado”.

Cambiemos la vigilancia del soldado por la vigilancia del cristiano, llamado también a ser centinela cada día. Una generación de cristianos y cada uno en par-ticular debe decir a la siguiente: “Las órdenes no han cambiado”.

¿Cuáles son esas órdenes? ¿Cuál es ese mandato tan especial que no ha cambiado? De diversas maneras los Evangelios nos ofrecen cada una de esas órdenes que solemos llamar el mandato misionero.

Si hay alguien que con pasión quiso obedecer a esta orden, fue San Pablo. La Carta a los Romanos fue un

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grito misionero de ayuda a esa comunidad por parte de Pablo para que lo ayudasen, lo enviasen, lo recomen-dasen y pudiese llegar hasta los últimos confines de la tierra conocida y que se ubicaba en España.

Esta visión geográfica debe ampliarse hoy con la visión cultural y la visión de fe. La otra orilla es todo pueblo, toda cultura y sobre todo, toda persona, esté cerca o esté lejos, donde sea necesario repetir el gesto de Pablo de encender el fuego de la fe por primera vez.

4.6. PASO dE uNA PASTOrAL quE ASuME LA MISIÓN hACIA LOS quE NO CrEEN EN CrISTO COMO uNA ACCIÓN PuNTuAL, A uNA PASTOrAL quE ASuME ESTA MISIÓN COMO COrAzÓN MISMO dE LA PASTOrAL MISIONErA

Los incendios son fuegos ocasionales que no acontecen todos los días. Cuando en una parro-quia conocida por su poco ardor evangelizador, la iglesia se incendió, toda la gente corrió a ayu-dar a apagar el incendio. Entre los que corrían había un joven. El párroco lo saludó, diciéndole: Es la primera vez que te veo en esta Iglesia. Él respondió: Y es la primera vez que yo veo que esta Iglesia arde.

Cuando en una parroquia o en una diócesis, cuya pas-toral es de pura conservación, sus coordinadores se dan cuenta de ello, entonces tratan de dar un cariz misione-ro organizando una misión de ocho días e invitando para ello, expertos que vienen de fuera.

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Hay una pastoral que ve lo misionero como algo pun-tual, ocasional, eventual y claro está, accidental. Por el contrario, hay una pastoral que se declara toda ella en estado de misión permanente y muy atenta a la lectura de los signos de los tiempos.

San Pablo no vivió una pastoral de ocho días. No me refiero sólo al hecho de sus continuos viajes sino al hecho de que todos los elementos de su pastoral mira-ban a encender el fuego de la fe allí donde no estu-viese encendido. Su opción primordial era por estas situaciones.

Por eso, él se definía como el apóstol de los gentiles, es decir, de los paganos; por eso, realizó sus incansables viajes; por eso, el estilo misionero de sus cartas, por eso la fundación de comunidades, por eso su espiritualidad de hombre muchas veces encadenado pero convenci-do de que la Palabra de Dios no está encadenada (2 Tm 2,9).

4.7. PASO dE uNA PASTOrAL quE CONSIdErA A LA IgLESIA COMO EL OBJETO PrEfErENCIAL dE dIOS A uNA PASTOrAL quE ASuME EL MuNdO COMO EL OBJETO PrEfErENCIAL dE dIOS

Un viejito se sentó en el parque en un lugar para descansar. Se dio cuenta de que la gente pasaba frente a él y hacia una inclinación o se quitaba el sombrero. El viejito estaba aterrado de tanta gentileza y, claro está, se sentía muy contento. De pronto llegó una señora y también saludó pero como mirando más arriba de donde esta-

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ba el viejito. Entonces, él se dio cuenta de que había una estatua de la Virgen y era a ella a la que todos saludaban. Le dio pena por ser tan presumido.

A nosotros, miembros de la Iglesia, nos puede suceder algo parecido a lo que le aconteció al viejito, pero en relación con Dios. Podemos convencernos de que Dios nos tiene una preferencia especial por ser su Iglesia y tal vez alcanzamos a intuir que nos hace una especial reverencia o mejor nos da un signo de especial cariño. Sin embargo, no nos damos cuenta de que a nuestras espaldas hay algo más, el mundo y es hacia él que Dios dirige su preferencial cariño. ¿Cuándo se ha leído que Dios amó tanto a la Iglesia que envió a su Hijo para sal-varla? Nunca. En cambio sí se lee algo muy especial:

Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. 17Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él (Jn 3, 16-17).

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concLusión

A partir de la visión de la misión de la Igle-sia que Juan Pablo II nos ha ofrecido en la Redemptoris Missio, hemos determinado tres modalidades de misión: Pastoral, Nueva

Evangelización y Misión ad gentes, cuyo corazón es el primer anuncio. La actual situación del mundo nos lle-va a darnos cuenta de que las tres son muy necesarias no sólo porque hay familias cristianas que viven al lado de familias ex - cristianas y de familias aún no cristia-nas, sino porque hoy descubrimos estos destinatarios en una misma familia. Por eso, la misión de la Iglesia hoy debe comprender las tres modalidades indicadas por Juan Pablo II.

La misión continental quiere favorecer y motivar una misión de la Iglesia que considere las tres modalidades y a esta misión se le ha llamado Pastoral misionera.

A partir de las vocales hemos visto los propósitos de la misión continental y hemos ofrecido una definición de la misma con su respectiva explicación.

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El paso de una pastoral no misionera a una pastoral misionera contiene muchos elementos. De los mismos hemos tomado aquellos que más se refieren a la Misión ad gentes para que se aprecie suficientemente que la Misión continental, lejos de oponerse a la Misión ad gentes, es su gran aliada. No hay oposición entre ser el buen pastor que da la vida por sus ovejas y ser el gran pionero que, a la manera de Pablo, quiere llegar a todos los pueblos con el primer anuncio de Jesús, signo del amor del Padre, Salvador, Señor y Santificador.

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Índice GeneraL

Presentación ................................................................ 5

1. La Misión y sus ModaLidades .................... 7

2. La Misión en eL Continente y desde eL Continente, aniMadora de La PastoraL Misionera ................................................... 13

Acercarse ................................................................ 14 Encuentro ............................................................... 16 Identidad ................................................................ 18 A. El discípulo .................................................... 19 B. El misionero .................................................. 21 Otros ..................................................................... 22 Unidad ................................................................... 24

3. eLeMentos de La Misión ContinentaL ....... 27 3.1. El esfuerzo evangelizador que la Iglesia

realiza en cada país .......................................... 29 3.2. Que cada católico viva un encuentro personal,

amoroso, fresco, vital con Jesucristo Vivo......... 29 3.3. A partir de ese encuentro, descubra su

identidad de discípulo misionero ...................... 29 3.4. Como discípulo, descubra que Jesús lo llama

para que lo siga con valentía y amor ............... 30

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3.5. Como misionero, tenga un corazón que ame sin fronteras, que anhele que Cristo sea conocido, amado y seguido y, de esta manera, sea enviado a los otros ..................................... 30

3.6. Para acercarse a sus hogares ............................ 31 3.7. Dé testimonio de su fe y amor a Jesucristo....... 32 3.8. Y, a raíz de la visita, el Espíritu Santo, suscite

en los moradores, el deseo de encontrarse personalmente con Cristo ................................ 32

4. eL Fruto PastoraL de La Misión ............... 35 4.1. Paso de una fe religiosa a una fe cristiana cuyo

centro y fundamento es Jesucristo Vivo ........... 35 4.2. Paso de mi acción pastoral a la acción pastoral

de Cristo .......................................................... 36 4.3. Paso de una pastoral apoyada en la

socialización a una pastoral que apoya la personalización ............................................ 37

4.4. Paso de una pastoral de discípulos a una pastoral de discípulos misioneros ..................... 38

4.5. Paso de una pastoral en mi propia orilla a una pastoral en la otra orilla ................................... 40

4.6. Paso de una pastoral que asume la misión ...... hacia los que no creen en Cristo como una acción puntual, a una pastoral que asume esta misión como corazón mismo de la pastoral misionera ......................................................... 41

4.7. Paso de una pastoral que considera a la Iglesia como el objeto preferencial de Dios a una pastoral que asume el mundo como el objeto preferencial de Dios ......................................... 42

ConCLusión ..................................................... 45

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