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Enfermedad invisible en la Nestlé de Araras

www.rel-uita.org

Carlos Amorín

Enfermedad invisibleen la Nestlé de Araras

LESIONES POR ESFUERZOS REPETITIVOS

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Enfermedad invisible en la Nestlé de Araras

Autor: Carlos AmorínCorrección: Enildo Iglesias

Diseño y armado: Gabriel BallaDibujos: Álvaro Santos

© Ediciones Rel-UITAColección CABICHUI

Secretaría Regional Latinoamericana de la Unión Internacionalde Trabajadores de la Alimentación, Agrícolas, Hoteles,

Restaurantes, Tabaco y Afines.Wilson Ferreira Aldunate 1229 - Ap. 201, C.P. 11.100 - Montevideo, Uruguay

Tel/fax: (5982) 9007473 / 9021048 / 9030905 - [email protected] - www.rel-uita.org

Primera edición noviembre 2004, 2000 ejemplares

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Enfermedad invisible en la Nestlé de Araras

Índice

Presentación .................................................................................................................. 9

Caras y máscaras de la Nestlé ...............................................................................19

Testimonios ..................................................................................................................25

La manzana podrida .................................................................................................27Testimonio de Fátima de Moraes

Fui considerada menos que una máquina ..........................................................33Testimonio de Tania Moreira

La Nestlé masacra a sus trabajadores .................................................................37Testimonio de Geraldo Freitas

Nadie sabe qué hacer con nosotros .....................................................................41Testimonio de Marly Magri

Esto es una epidemia ................................................................................................45Testimonio de Cristiane Gomes de Melo

Agregar carga hasta que el burro no aguante ..................................................49Testimonio de Claudio Pintos de Oliveira

Esto nos ha cambiado completamente la vida ...................................................53Testimonio de Sergio da Silva

Quedé tan traumatizada que evito pasar cerca de la fábrica ........................59Testimonio de Neide Lombi

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“Las ruedas de la historiason de carne y hueso”

Higinio Mena, poeta argentino.

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n nombre de la eficiencia y teniendo a la globalización como excusa,los trabajadores son un insumo cada vez más prescindible para lastransnacionales. “Las reducciones de tamaño compensan a lasacciones y a los directivos. Es muy sencillo: Wall Street prefiere undólar ahorrado en costes a un dólar de beneficio extraordinario”.Sin embargo la reestructuración empresarial global en términosde ocupación laboral no sólo impulsa una drástica disminución deempleos, su objetivo está enfocado a degradar al máximo la calidadde los que restan. A su vez, la falta de empleo y los niveles inéditosde desocupación han servido de pretexto a los empresarios paracomprimir salarios, demandar mayor productividad, incrementarla jornada laboral en un régimen de “trabajo sin fin” que declara laguerra a los “tiempos muertos”, comprimir tareas en una solapersona y sacrificar a todos los trabajadores en un ambientecargado de estrés y presiones. Mientras las condiciones de trabajose degradan, se introyectará a cada trabajador y trabajadora que“la empresa es el eje que estructura su existencia”, desplazándolotodo, inclusive la salud.

Cada día pierden la vida en el mundo 3.300 personas, bien poraccidente o por enfermedad profesional, pero son muchas másaquellas que de por vida padecerán las secuelas de un modo deproducción para el cual el lucro es un factor excluyente, y en unasociedad en la cual el bienestar de la gente ha sido desplazado porel bienestar de las transnacionales. En este entorno, las condicionesde trabajo generadas por el neoliberalismo se caracterizan por suprecariedad, por el estrés y el sufrimiento que provocan. Las nuevasformas de organización del trabajo, sumadas a la intensificacióndel ritmo de producción, generan unas condiciones propicias paraun mayor deterioro de la salud de los trabajadores, que han hechosurgir en todo el mundo una verdadera epidemia de distintasafecciones, entre ellas las Lesiones por Esfuerzos Repetitivos (LER).También denominadas tendinitis o disturbios osteomusculares, lasLER constituyen una enfermedad muy antigua, sin embargo sumagnitud epidemiológica es un fenómeno actual. Son la expresióntrágica de un ritmo de trabajo tan intenso y repetitivo que el organismohumano sencillamente lo rechaza. Hace dos años se conocieron

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en Buenos Aires las penosas y degradantes condiciones de trabajoen una línea de montaje de la empresa Yazaki, una transnacionaljaponesa con sucursales en 64 países, donde diez jóvenestrabajadoras repetían la misma acción 1.100 veces en sus 8 horasde trabajo. Si alguna de ellas disminuía el ritmo en la línea deproducción, comenzaba a sonar una alarma que aturdía a todas,hasta que el grupo retomaba la velocidad inicial y desaparecía elruido. Paula trabajaba encintando arneses eléctricos paracamionetas hasta que le diagnosticaron que sufría del síndromedel túnel carpiano, una de las manifestaciones de las LER. Hoy nopuede hacer ningún esfuerzo. A los 25 años le dijeron que no podrátrabajar más. Para darle el pecho a su beba se tiene que acostarporque se le duermen los brazos. Si durante el día lleva en brazos asu hija, de noche no puede dormir por el dolor. “Sentís un dolor quete va desde arriba del hombro hasta la punta de los dedos. Es lopeor que me pasó en mi vida. Sentís indignación”.Un informe de la OIT sobre las condiciones de trabajo en lasavícolas de Estados Unidos narra cómo se inicia el infernal proceso:“Un colgador de pollos debe agarrar el ave por ambos muslos ycolgarlo de las patas en las argollas de una cinta transportadora.Lo habitual es que se exija a los trabajadores colgar un promediode 23 aves por minuto. En general, siete colgadores en un cintapueden colgar 38.640 aves en cuatro horas antes de llegar a unperíodo de descanso”. Es decir 5.520 aves cada trabajador, casi10.500 kg. Huelga comentar las consecuencias.Estas condiciones de trabajo determinan unas “formas específicasde sufrimiento, que la gente padece cada vez más pero que resisteen silencio, que se calla y no expresa su dolor”. Cuando aparecenlos primeros síntomas de las LER, el miedo a perder el trabajo esun sufrimiento aún mayor, y entonces no se denuncia, y laenfermedad avanza.

Dedicamos este trabajo a Patricia Rocha Vilela, compañeraextrabajadora de la planta de Nestlé de São Luis (São Paulo), quefuera la primera persona que conocimos afectada de Lesiones porEsfuerzos Repetitivos.

Gerardo Iglesias y doctor Roberto Ruiz

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ientras un puñado cada vez más pequeño de personasinescrupulosas e irresponsables se apropia de los recursos delplaneta para explotarlos en su beneficio, otras, miles y milesmilitantes de base, como hormigas organizativas, destejen la telade la araña transnacional e intentan ocupar espacios con otro tejidomás amorfo, menos predecible, más espontáneo y participativo.Unos concentran para dominar, otros se esparcen al viento comosemillas llevando consigo la fuerza, la capacidad y el conocimientode la vida misma.

Sin prisa, pero sin pausa, una vasta red multicolor y poliforme sedibuja a sí misma con el trazo de sus luchas, conquistas ydescubrimientos. Las Lesiones por Esfuerzos Repetitivos (LER), elcontexto socioeconómico en el cual se producen, son una muestracompleta del choque entre estos dos grupos de intereses opuestos:las empresas –en este caso la fábrica de la transnacional Nestléde la ciudad de Araras, en São Paulo, Brasil– que no hesitan enimponer condiciones de trabajo moralmente esclavizantes yfísicamente arrasadoras, y las/os trabajadoras/es, víctimas de lacredulidad en el orden social, en la imagen que “el lobo” difunde desí mismo para “comernos mejor”, traicionados, dañados, perofinalmente organizados para hacer respetar sus derechos y paraayudar a prevenir que otros no lleguen a padecer lo mismo queellos.

Asomarse al mundo de las LER implica estar disponible para ampliarel campo de la sensibilidad, para dominar la indignación ytransformarla junto con otros en movimiento positivo. Requiere,simplemente, saber de qué lado se está: con la araña o con lahormiga.

Este trabajo contiene el testimonio personal, íntimo, de ochotrabajadoras y trabajadores de la fábrica Nestlé ubicada en la ciudadde Araras, en la región paulista. Las vivencias de las víctimas sontan elocuentes que excluirían la necesidad de cualquier otroargumento. Rel-UITA y el autor de este informe agradecen a Fátimade Moraes, Tania Moreira, Geraldo Freitas, Marly Magri, Cristiane

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Gomes, Claudio Pinto, Sergio da Silva y Neide Lombi la generosidad,la entrega y capacidad de solidaridad que demostraron: pocas cosasson más difíciles que hablar de sí mismo en este contexto.

Es posible que muchos establezcan contacto con las LER por primeravez en este momento, y por eso parece imprescindible adelantarrespuestas a algunas de las preguntas que todos nos hicimoscuando descubrimos esta enfermedad silenciosa.

¿Qué son las Lesiones por Esfuerzos Repetitivos (LER)?

Siguiendo la definición aportada por la doctora Maria Maeno,1 sonun conjunto de afecciones que ocurren en los músculos,tegumentos, tendones, ligamentos, articulaciones, nervios y vasossanguíneos. De manera concomitante o aislada suelenmanifestarse síndromes compresivos de nervios periféricos,tenosinovitis, mialgias y otros síndromes dolorosos. Los portadoresde la enfermedad expresan quejas de dolor, parestesia2, sensaciónde peso, fatiga –generalmente de aparición insidiosa– en losmiembros superiores y en la región cervical que al principio semanifiestan en ciertas situaciones del trabajo, o después de lajornada laboral, pero que con el tiempo invaden los fines de semana,las vacaciones y terminan siendo constantes. Los síntomas puedenaparecer días, semanas, meses o años después de la exposicióncontinua o frecuente a factores desencadenantes y/o agravantesde la enfermedad.

¿Cómo se producen las LER?

La doctora Maeno3 define que los factores asociados a la apariciónde LER están asociados a la organización del trabajo en lasempresas que tienen como objetivos la alta productividad y la calidaddel producto en detrimento de la preservación de la salud deltrabajador. Esa organización del trabajo incluye una marcadainflexibilidad, la fuerte intensidad del ritmo de trabajo, la presión porla productividad, la ejecución de una gran cantidad de movimientosrepetitivos a alta velocidad, la sobrecarga de determinados gruposmusculares, la ausencia de control sobre los modos y el ritmo deltrabajo y la ausencia de pausas. Asimismo –agrega Maeno– el usode mobiliarios y equipamientos inadecuados contribuyen a laadopción de posturas inconvenientes. Finalmente, lascaracterísticas psicosociales de los trabajadores y trabajadorasson un elemento que debe ser considerado.

1 Especialista en medicina del trabajo; coordinadora del Centro de Referencia en Salud del Trabajador (CEREST)de São Paulo, Brasil, en “Un mundo sin LER es posible”, editado por la Rel-UITA en 2003.

2 Sensación de hormigueo, adormecimiento o ardor.3 Op.cit.

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Como se ve, no hay una única causa de LER, sino que se trata de laconcurrencia de una serie de factores que conjugados provocan laenfermedad.

¿Quiénes están expuestos a contraer LER?

Cualquier trabajador/a que reúna los factores mencionados conindependencia de la zona socioeconómica del planeta en la quese encuentre. Al fin de la década de los 70 el Ministerio de Trabajode Japón debió instituir un Comité Nacional de Cervicobraquialgia4

para crear normas sobre el tema, en Australia una epidemia de LERen los años 80 desató un duro debate acerca de la génesis y de losaspectos psicosociales de la enfermedad, en los paísesescandinavos las LER afectan a un importante contingente detrabajadores, y en Estados Unidos, entre 1981 y 1994 el número decasos aumentó 14 veces implicando a más de 300 mil portadoresde LER.

¿Las LER afectan más a las mujeres que a los hombres?

No. La realidad indica, no obstante, que en la actualidad la mayoríade los casos denunciados son mujeres. Sería un error grave, sinembargo, inferir que existe una mayor predisposición de género aesta enfermedad. Sería tan falso como comparar la cantidad dehombres y mujeres que sufren lesiones en las rodillas jugando alfútbol, y concluir que los hombres tienen más tendencia a lesionarseesa articulación que las mujeres. Se trata, pues, y hastademostración de lo contrario, de una consecuencia social productode diversos factores. Entre otros: las mujeres ocupan a menudo lospuestos de trabajo más expuestos a las LER; las mujeres, además,sufren presiones redobladas de las jefaturas en comparación conlos hombres; las mujeres deben ser más eficientes que los hombrespara recibir la misma consideración, lo que implica mayoresesfuerzos; las mujeres tienen menos barreras culturales para admitirsus problemas de salud; las mujeres suelen traer el “salario deapoyo” a la estructura económica de la familia, o por lo menos esrelegada a ese espacio de “menor responsabilidad económica”, loque facilita la expresión de los dolores y limitaciones; las mujerescumplen una doble jornada –en la fábrica y en la casa–, lo queagrava su enfermedad profesional.

4 Cuando el dolor afecta la nuca, base del cuello y base del cráneo se le denomina cervicalgia, cuando el dolor seirradia hacia el brazo, pudiendo llegar a los dedos, se le llama cérvico-braquialgia. Normalmente la columnacervical (el cuello) es, junto con el estómago, asiento frecuente de tensiones acumuladas. La gente calificada de“nerviosa”, con mucha facilidad acumula tensiones en estas zonas, así hacen úlceras estomacales, o hacencervicalgias, que se agudizan en los días de mayores preocupaciones.

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¿Las LER se pueden prevenir?

Parece evidente que se podrían evitar, siempre y cuando laorganización del trabajo coloque en un primer plano la salud de lostrabajadores. En este punto, la profesora Leny Sato5 pregunta: “¿Seráque apenas porque alguien creó determinadas funciones y tareasellas pasan a ser ejecutables y desempeñables?” Esta cuestiónclave plantea la necesidad de definir tanto desde el punto de vistainstrumental como del ético, desde qué lugar se organiza el trabajode los seres humanos, si desde el lucro y todo aquello que haceposible una máquina, o desde el respeto a los derechos humanosde los trabajadores como son el derecho a una vida digna, saludabley productiva. Cuando esto último no sucede, como ahora, el serhumano debe adaptarse a las posibilidades de las máquinas y a laambición de las empresas. La gente “se rompe” antes que losingenios mecánicos, y para sustituir a los “caídos” está el ejércitode reserva de los millones de desocupados en todo el mundo.

Cuando la estructura productiva es concebida como una guerra,los muertos, como siempre, los pone el pueblo.

¿Qué relación hay entre LER y salud mental?

Abordando este punto la profesora Sato propone analizar lasubjetividad de las personas teniendo en cuenta otra unidad: larelación trabajador-contexto de trabajo, y no estos dos elementosaislados uno del otro. Y entonces elabora otra pregunta: ¿existenpersonas reales (y no meras abstracciones) que pueden ejecutareste tipo de trabajos?

Sato ejemplifica el caso con la visión de los trabajadores de lasplantas de faena de pollos, organizadas de tal forma que, porejemplo, una persona debe pasar ocho horas por día cortando elala derecha de miles de pollos que pasan colgados de una cintaelevada. Y se interroga cómo será posible que alguien en esecontexto consiga evitar las enfermedades. Una respuesta concretaque ayude a comprender la marcada coincidencia de LER y deproblemas de salud mental es admitir que las mismas condicionesde trabajo que representan un riesgo de lesión física también loson con respecto al sufrimiento y el padecimiento mental.

Las entrevistas a trabajadores y trabajadoras portadores de LER dela fábrica Nestlé de Araras presentadas en este trabajo son muyilustrativas sobre este aspecto. Todos los entrevistados yentrevistadas expresan diversos grados de afección subjetiva. En

5 Op.cit.

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algunos casos se usa la palabra “depresión”, en otros “trauma”, entodos se menciona directa o indirectamente un sufrimiento quizásmayor: la humillación. La imagen que corresponde a este conceptoes la cabeza gacha, mirando al piso, en señal de sumisión o derrota.Los portadores de LER de Araras son humillados por el sistema detrabajo al que son sometidos; por las relaciones internas abusivasque imponen los jefes; por las incitaciones a la delación y/oculpabilización entre colegas que estimula la compañía; por laestructura de evaluación de la empresa que premia la obedienciaciega, inclusive más allá de la fidelidad a sí mismo (la dignidad);por la noción clara de que el protagonismo en la organización deltrabajo lo ocupan las máquinas y no los seres humanos; por lasamenazas constantes de perder el empleo en caso de enfermedad;por la política oculta de discriminación de género, racial y contralos minusválidos; por la mirada desconfiada de colegas, jefes,médicos y la sociedad en general cuando ya no aguantan más eldolor, acusados implícita o explícitamente de “simuladores”; sesienten humillados cuando la empresa a la que “le entregaron todo”,incluyendo su propia salud, los expulsa con una escueta e inicuacarta de despido no sólo de un trabajo, sino de un futuro, de unproyecto de vida para ellos y sus hijos. Son humillados despuésreiteradamente por un sistema médico pervertido, desnaturalizado,que protege los intereses de la empresa antes que la salud de laspersonas. A la vez, por falta de información, la sociedad no los tratacomo a víctimas de una enfermedad que pudo evitarse, de unaviolación a sus derechos humanos, sino como miembros de unasupuesta “Legión de Expertos Remunerados”, o LERdos, o enfermosde pereza.

Este conjunto de hechos objetivos y elementos subjetivos crean enmuchos portadores de LER un sentimiento de culpa, de inutilidad,de que ellos “tienen” o hicieron algo mal, y a la vez la indignanteconvicción de que fueron “traicionados” por una empresa que losusó, los inutilizó y luego los descartó como a una herramientainservible.

Los/as portadores/as de LER se sienten humillados porque sabenque en el futuro seguirán siendo discriminados por otrosempleadores que no querrán contratar a “trabajadoresproblemáticos”, con enfermedades profesionales, léase perezosos,simuladores, etc. El círculo de hierro de la humillación se cierracon las dificultades económicas, con la minusvalía concreta, conel dolor permanente, con la pérdida definitiva de la autoimagen y,quizás, hasta de la autoestima. No en vano algunos de losentrevistados sugieren haber transitado en algún momento por laidea del suicidio.

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La otra cara de la moneda

Como contrapartida, un conjunto de personas e instituciones hacomenzado a denunciar esta macabra realidad, y a la vez a rodear,apoyar a las víctimas. Inclusive unos cuantos médicos, algunos delos cuales se mencionan en este informe, y especialmente el doctorRoberto Ruiz, asesor en Salud de la Rel-UITA, quien enfrentó unadenuncia presentada ante el Consejo Regional de Medicina deSão Paulo por cuatro médicos dependientes del Instituto Nacionalde Seguro Social (INSS) de la ciudad de Araras, en la cual lo acusabande provocar “confusión” entre médicos y pacientes, ya que ennumerosos casos Ruiz había diagnosticado enfermedad laboralcuando en realidad no existía tal cosa. El Consejo Regional Médicoanalizó la denuncia y decidió archivarla, puesto que no encontraronningún elemento que permitiese afirmar que el doctor Roberto Ruizhabía transgredido la ética profesional.

Por otra parte, la explosión de casos de LER en Brasil ha llamado laatención de organizaciones defensoras de los derechos humanos.Por esa razón la Relatora Nacional para el Derecho a la Salud,Eleonora Menicucci de Oliveira, celebró recientemente en la ciudadde Sorocaba un encuentro con trabajadoras y trabajadores dediversas empresas víctimas de LER. Ante una asistencia superior alas 300 personas, la relatora Menicucci recogió testimonios denumerosos/as portadores/as, especialmente provenientes de lapapelera Mapol, radicada allí en Sorocaba, que ya es responsablede casi 300 casos de LER entre sus funcionarios/as. Además, y enun régimen de micrófono abierto, se expresaron trabajadores/asde otras ramas como empresas de limpieza, dibujantes industriales,cuadros medios de empresas informáticas y, especialmente, ungrupo de funcionarios/as y exfuncionarios/as de Nestlé en Araras.Los testimonios brindados por los/as empleados/as de Nestléresultaron particularmente conmovedores por su dramaticidad, asícomo ilustrativos de la insensibilidad de la empresa y del sistemamédico que ella mantiene a sueldo o bajo presión. La mayor partede estos/as obreros/as se encuentran casi completamenteabandonados a su propia suerte, por lo que varios de ellos haniniciado acciones judiciales contra la Nestlé para que les seanreconocidos sus derechos.

Consultada por la Rel-UITA, la relatora Menicucci expresó que“Este es el primer caso de LER que estoy incorporando en el informeque será presentado en las Naciones Unidas. Todo lo que estoyescuchando aquí me deja una pésima impresión”.

Con respecto a la relación entre las LER y los derechos humanos,Menicucci explicó que “Esta enfermedad afecta la vida cotidiana

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de las personas, lo que impide el ejercicio de la autonomía y ladignidad personales. Las LER son una muerte anunciada, porque latrabajadora y el trabajador que se desempeñan en una tareasabiendo que en seis, ocho o diez meses les provocará una lesiónirreversible viven una sentencia anticipada. Hago un paralelo directoentre las LER y la mortalidad materna: son muertes y enfermedadesevitables, previsibles. En este aspecto estas lesiones pasan a serun caso de derechos humanos”.

Finalmente, la relatora brasileña para las Naciones Unidas adelantóque “Presentaré la epidemia brasileña de LER ante la ONU como uncaso ejemplar de violación de los derechos humanos y solicitaré laresponsabilización de los empleadores de esta situación”.

El informe sobre salud de la relatora Menicucci será presentadoante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidasjunto con los de los otros relatores brasileños en derechos humanoseconómicos, sociales y culturales que trabajan en las áreas dederecho al trabajo, derechos a la alimentación, al agua y la tierrarural, derecho al medio ambiente, derecho a una vivienda adecuaday a la tierra urbana, derecho a la educación.

Una de las expresiones más enfáticas de la creciente concienciaque desarrolla la sociedad en relación con esta enfermedad es elMovimiento por un Brasil Libre de LER que acaba de fundarse y yacuenta con dos importantes sindicatos, el de los papeleros deSorocaba y los Sindicatos Químicos Unificados de Campinas,además del Núcleo Sindical de Salud del Trabajador de Sorocaba,una organización no gubernamental, y el Sindicato de Trabajadoresde Telemarquet del sur del país, así como los lesionados de Brasil-Telecom que es un grupo específico.

Recientemente el Movimiento recibió el apoyo de la Plataforma deDerechos Humanos, Económicos, Sociales y Culturales(Plataforma DESC), que es una amplia red de asociaciones civilesextendida en todo el país.

Es deseable que otras organizaciones civiles y sindicatos,federaciones y las centrales nacionales incorporen esta luchacuanto antes, para defender a las víctimas de esta masacreanunciada y para impedir que otros miles de trabajadores ytrabajadoras pierdan su futuro y la esperanza de una vida productiva,plena, feliz.

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estlé es la mayor empresa mundial en el área de la alimentación. Aprincipio de 2002 tenía 468 fábricas distribuidas en 81 países y casi230 mil empleados, de los cuales un tercio corresponde a susfábricas en América. En 2001 sus ventas alcanzaron los 84 milmillones de francos suizos, y su beneficio fue de 6 mil millones deesa moneda.*

Se estableció en Brasil en 1921, cuando abrió una fábrica de lechecondensada y crema de leche en Araras, en el interior de SãoPaulo.

En 1953 expandió sus actividades con una fábrica para producciónde Nescafé. Durante los años 80 implantó diversas plantas en elpaís y varias unidades de procesamiento, pero su crecimientoocurrió fundamentalmente mediante la adquisición de empresastradicionales, sus marcas y mercados. En 1967 compró la fábricade galletitas San Luiz, y en 1993 adquirió la empresa Confiança,que producía los “Biscoitos Tostines”. Por sus comprasinternacionales también tomó el control de filiales en Brasil, comola Chambourcy (lácteos helados), con una fábrica en Barra Mansa,la Ralston Purina, con fábricas en Riberão Preto (SP) y Canoas(RS).

En Brasil, Nestlé tiene 25 fábricas mayoritariamente ubicadas enciudades de menos de 150 mil habitantes, contrata a 150 miltrabajadores/as y su producción araña el millón de toneladas para430 productos distintos.

Además de empresas de alimentación, la transnacional controlalaboratorios farmacéuticos (Galderma, Darrow, ambos de Brasil, y

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* Este trabajo está basado en un informe del Observatorio Social, una organización sin fines de lucro creada ainiciativa de la CUT de Brasil y la Escola Sul, en cooperación con el Centro de Estudos de Cultura Contemporânea(Cedec), el Departamento Intersindical de Estatísticas e Estudos Sócio-Econômicos (Dieese) y la Rede Inter-Universitária de Estudos e Pesquisas sobre o Trabalho (Unitrabalho). Su misión es analizar la aplicación de lasnormas y convenciones sociales, laborales y ambientales, por parte de las empresas, organizaciones ygobiernos en el ámbito nacional e internacional.

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Alcon Laboratorios Ltda.) y la L’Oreal (cosméticos) que cuenta confábricas en Brasil.

Tiene una presencia importantísima en la base de la cadenaagrícola, lo que le otorga un dominio grande sobre la producción yla comercialización de productos agrícolas. Es el mayor compradorde leche de Brasil y en 2002 fue el mayor exportador de café soluble,producto sobre el cual ya ejercía un fuerte dominio sobre las ventasen el mercado interno.

Nestlé es firmante del Global Compact de las Naciones Unidas,presentado en enero de 1999 en el Foro Económico Mundial enDavos por el secretario general de la ONU, Kofi Anan, quien solicitóa los líderes de las multinacionales allí presentes que adoptasensus “nueve principios” que contemplan el compromiso de apoyar yrespetar los derechos humanos en el ámbito de las empresas, y lacerteza de que estas no serán cómplices de abusos a los derechoshumanos (Principios 1 y 2).

Si atendemos a la definición aportada por la profesora Menicuccien el capítulo anterior, las LER son una flagrante violación a losderechos humanos, y esa violación se perpetúa en el tiempomientras no se tomen medidas concretas que modifiquen lascondiciones de trabajo en Nestlé.

En su declaración de principios, Nestlé proclama tener “Ambientesde trabajo seguros”, y para ello “Verificamos la seguridad de nuestrascondiciones de trabajo, que deben cumplir con las normascorporativas de Nestlé. Nuestros Comité de Seguridad y Salud sereúnen normalmente una vez por mes para cumplir con su deber ydesarrollar y mantener un ambiente de trabajo seguro”.

Es extraño, entonces, que el Comité de Seguridad y Salud de lafábrica de Araras no se haya percatado de que más y mástrabajadoras/es caen bajo las ráfagas del trabajo frenético,maquinal, a un ritmo inhumano. Quizás ese Comité vela por laseguridad y la salud de las máquinas y no de los seres humanos.

Entre los “elementos obligatorios en todos los locales de trabajo deNestlé”, su declaración de principios cita los siguientes:

• estricto acatamiento de las leyes locales o de normas internacionalmentereconocidas;

• actuación clara, explicativa y activa de los líderes para la promoción de un ambientede trabajo seguro y el manejo seguro de los riesgos en los locales de trabajo;

• proceso continuo en el manejo de la seguridad y la salud operacionales.

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Ninguna de estas condiciones se cumplen en el caso de Araras,donde se manipula a los médicos para que no ordenen descansosa los lesionados y nieguen la existencia de LER, porque los líderesde la fábrica presionan a los funcionarios para alcanzar sus metasde productividad, inclusive a riesgo de su seguridad y salud físicas,porque la preocupación por la seguridad integral y la salud de lostrabajadores no aparece en la vida cotidiana de la fábrica. EnAraras, Nestlé no respeta sus propios principios.

La pregunta es: ¿por qué? Obviamente no se trata de simplecrueldad, de maldad bíblica. Basta leer con cuidado los propiosinformes de la transnacional para hallar los motivos de tantamasacre.

“Este año –dice el citado informe del Observatorio Socialrefiriéndose a 2001– Nestlé cerró sus fábricas de café soluble enArgentina y Chile y transfirió esa producción para su fábrica deAraras (SP). Previamente, Nestlé había dado pistas de su intención:en 2000 inició una inversión de 18 millones de reales en lamodernización de sus dos fábricas del Complejo Industrial de Araras.Cerca de dos tercios de esa cantidad fueron aplicados en la fábricamás antigua, que produce café soluble, pero también el Nescau,leches condensadas, cremas, etc. Esa es la mayor fábrica de Nestléen Brasil y la cuarta de la corporación en el mundo (...) Parte de esedesarrollo se destinó al aumento de la producción de café solublepara exportar a Chile y Argentina”.

Quiere decir que premeditadamente la empresa invirtió millonesde reales para concentrar la producción de tres plantas en unasola, la de Araras, al tiempo que reducía el personal. Es probableque desde entonces, cada trabajador/a de la Nestlé de Araras trabajepor tres, pero cobre por uno. El hecho de que el producto del trabajode estos obreros/as sobreexplotados termine regresando a dondeantes era fabricado, seguramente consumido por los empleadosdespedidos de las Nestlé de Argentina y Chile, instala una muecade sarcasmo en el rostro real de la corporación.

Pero aún así no está todo explicado. En esos mismos años Nestléadoptó el llamado Globe (Global Businesss Ecxellence) cuyoobjetivo fue armonizar las instalaciones de la empresa para dominarpartes crecientes del mercado abaratando sus productos. Paralograr ese objetivo, entre otras medidas, la transnacional se planteóuna “Reducción de costos y gastos de capital: aumentando lacapacidad de utilización del parque productivo existente (...)”, segúnrelató el austríaco Peter Brabeck, principal ejecutivo de la empresa.

En el Nestlé Management Report 2001 esto quedó claramente dicho:“Una de las principales iniciativas pan-zone (global) es acelerar la

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realización de la sinergia de la cadena de insumos al acrecentar losbeneficios de un proceso de compra más centralizado. Esto sesuma a nuestros continuos esfuerzos para concentrar laproducción en un pequeño número de fábricas diferenciadasy altamente eficientes. Tales iniciativas están reduciendo elcosto de venta de los bienes (...)”.

Reducen los costos... y los brazos de las trabajadoras y trabajadores,jibariza sus vidas, sus futuros, sus esperanzas, pero todo eso quéimporta, hay miles de desempleados esperando su turno para –sinsaberlo– arruinarse la salud trabajando en la Nestlé.

El informe del Observatorio Social anota con acierto que “Estaestrategia claramente expuesta por la empresa coloca bajo unapresión importante a la fuerza de trabajo, que debe estructurarsepara alcanzar una gran productividad, al tiempo que debe soportaruna amenaza creciente sobre la precarización de sus condicionesde trabajo y el mantenimiento de su empleo”.

Asimismo, el mencionado informe relata que “Como en todaempresa con proceso productivo continuo y ritmo acelerado, fueapuntada la existencia de numerosos casos de LER y de otrascondiciones incapacitantes. Serían más de mil los procesosjudiciales por reintegro, jubilación, e indemnización de trabajadoresque perdieron o vieron disminuida su capacidad de trabajo. Esealto índice de lesionados se agrava porque el Instituto Nacional deSeguridad Social y la empresa intentan negar el nexo causal entrela enfermedad y la pérdida de capacidad con el trabajo en la fábrica(...) En 1997 la Nestlé del Reino Unido reconoció oficialmente laexistencia de LER entre sus trabajadores y anunció que estabadesarrollando un programa para reducir la manifestación de laenfermedad. En esa época –continúa el informe del ObservatorioSocial– la secretaría regional latinoamericana de la UITA denuncióque Nestlé despedía sistemáticamente a los trabajadores lesionados(especialmente jóvenes mujeres) en lugar de solucionar el origendel problema (...) También difundió la carta de un médico sorprendidopor la posición de la empresa de negar la enfermedad. En esacarta, el doctor Roberto Ruiz, del Departamento de Salud ySeguridad de la Rel-UITA, decía: ‘En abril de 2001 fui consultadopor Maria Alice, trabajadora de Nestlé, quien manifestaba dolor enlos hombros, puños y codos, que venían empeorandoprogresivamente y estaban provocando un descenso en laproductividad de su trabajo. Maria traía un examen deelectroneuromiografía cuyo resultado era claro: síndrome del túnelcarpiano en los puños izquierdo y derecho, y otro examen mostrabatendinitis en los extensores del puño. Ella comentó conmigo quehabía consultado al médico de la empresa quien no le había dado

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gran importancia a sus quejas, diciéndole que eso era normal yrecomendando siempre que regresara al trabajo (...) Después deexaminar su historia clínica y ocupacional, así como esos exámenesmencionados, no tuve dudas: la hipótesis era de Lesiones porEsfuerzo Repetitivo y, procediendo según la ley, solicité a la empresasu evaluación para el debido diagnóstico. Para mi sorpresa, unosdías después recibí una carta del médico de la empresa –firmadatambién por el responsable del sector de Recursos Humanos de lafábrica, lo que demuestra que hubo una discusión clínica del casocon profesionales no médicos– discrepando con mi diagnóstico yesgrimiendo la posibilidad de que la trabajadora me hubieseinducido a cometer un diagnóstico errado’”.

Lo que sigue son los testimonios de las víctimas. Ellas hablan por símismas y explican mejor que cualquier discurso cuál es la realidaden la Nestlé de Araras.

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Testimonios

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Fátima de Moraes, 46 años, separada, una hija,presidenta de la asociación de portadores de LER de Araras.

La manzanapodrida

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omencé a trabajar en la Nestlé en abril de 1987. Al principio eramuy agradable trabajar allí, ellos hacían que nos sintiéramos comouna familia. Fue muy buena aquella época. Pero en los últimosaños la empresa experimentó un cambio radical en su relacióncon los funcionarios: empezamos a ser tratados como números,como objetos descartables prácticamente sin ningún valor.

Las máquinas del sector donde yo trabajaba tienen un ritmo rápidoy exigen movimientos repetitivos; bueno, la mayor parte de lasmáquinas de la Nestlé son así, pero “la sección estampado” tienehasta un riesgo mayor. Cuando alguien de otros sectores eradesignado para trabajar en estampado siempre decía que teníamiedo, porque el régimen era diferente, no teníamos relevos para iral baño o tomar agua, había un dispensador de café, pero sólopodíamos usarlo cuando se rompía una máquina. Mi puesto detrabajo estaba a cinco o seis metros del agua, pero pasaba lajornada con sed porque no podía acceder a ella. El ritmo es muyrápido, no se puede parar. Al principio no era malo, hasta llegué apensar que trabajando de esa manera la hora pasaba más rápido,pero se fueron afectando principalmente mis brazos.

Tenía una buena relación con las jefaturas porque yo era muydedicada en el trabajo. Recuerdo inclusive que en 1995 el señorArnoni, uno de los jefes, durante una cena de camaradería conjubilados de la empresa me presentó a uno de ellos, José María,diciendo que si todos en la sección estampado fuesen como yo, noserían necesarios los jefes. Pero en 1997, cuando mi rendimientocomenzó a bajar como consecuencia del dolor que sentía, todocambió. En esa época no sabía qué era LER. Supe que alguna gentedel sector refrigerados había recibido licencias por enfermedad deun médico que los enviaba al Instituto Nacional de Seguridad Social(INSS). Pero ese sector está cruzando una avenida y no teníamosmucho contacto con ellos.

En octubre de 1999 fue la primera vez que alguien del Ministerio deTrabajo hizo una visita a la Nestlé de Araras, justamente por causade la cantidad de accidente de trabajo registrados. En esa ocasión

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estuvieron primero en “refrigerados” que era donde estabaocurriendo la mayor parte de casos de lesionados. En nuestra partede la fábrica trataron como únicos a los tres o cuatro casosdeclarados que había hasta ese momento, pero en realidad habíaotros muchos encubiertos, como el mío. Hacía meses que penabacon dolores, hormigueo en los brazos durante la noche. Pero elrégimen de “cuartel” que padecíamos en estampado –algunosllamaban al sector “el Vietnam de Nestlé”– provocaba quetuviésemos miedo de ir al médico. Nos amenazaban con perder elempleo. Eramos un mero número, y cuando el número deja de darlucro es descartado. Muchos, como yo, éramos el principal o únicosustento de la familia, y no podíamos arriesgarnos. Hasta que en2000 llegó para mí el límite físico y psicológico. El 24 de abril deese año estaba trabajando y sentí que algo estallaba en mi muñecaizquierda, me quemaba, y en un segundo me creció un bulto deltamaño de un huevo de paloma que rápidamente quedó negro. Medolía mucho, pero seguí trabajando y cuando terminó mi horario fuial dispensario de la empresa. La enfermera me dijo que los médicosya se habían retirado y que buscara uno particular. Busqué al doctorZuntini quien ya me había atendido por un problema en una rodilla.El tratamiento que había estado siguiendo durante bastante tiempopara curar la rodilla me obligaba a tomar todos los días dosmedicamentos cuyos efectos encubrieron el dolor en los brazos.Cuando suspendí esa medicación aparecieron los dolores. El doctorme dijo que debía darme un descanso de dos días, aunque sabíaque no era bueno para mi foja de servicio, pero mi muñeca estabamuy fea. Al cabo de esos dos días fui a ver al doctor Elder, en laempresa, quien mirando mi brazo me dijo que no podía regresar altrabajo. Me reenvió a Zuntini para que éste me diera más días dedescanso, y me aseguró que él se hacía responsable de larecomendación para que no hubiese ningún problema en laempresa. Pero me quedé pensando que algo andaba mal: ¿porqué el médico particular no me podía dar más días sin autorizacióndel médico de la empresa? Zuntini me dijo que entonces íbamos ahacer un buen tratamiento para la muñeca y los brazos, y confesóque tenía miedo de certificar empleados de Nestlé porque losmédicos que procedían así era acusados por la empresa de servagos que daban certificados para haraganes que no queríantrabajar. A partir de ese momento empecé a desconfiar de todo loque hacían estos médicos cuya actitud me parecía reñida con laética profesional, así que sacaba copias de todos los papeles queme daban.

Poco después, por presión del Ministerio, la empresa montó unservicio propio de fisioterapia y anunció en una reunión que en casidos mil funcionarios se habían constatado apenas cinco casos deLER. En realidad, creo que deberían ser cinco casos por turno y por

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sector, porque ya en esa época había mucha gente con licenciamédica por esa causa. Yo seguí trabajando porque no me atrevía apedir descanso. Consumía remedios por vía oral e inyectables,hacía fisioterapia y trabajaba ocho horas diarias sin descanso a unritmo muy intenso.

Cuando llegó la fisioterapeuta que contrataron –que vino con airesde “doctora” para curar todo– todos pensamos que era algo positivopara nosotros, pero luego comprendimos que estaba allí para ayudara los médicos a justificar las altas que ellos ordenaban. Ellasimplemente mandaba a trabajar a personas con los brazosreventados, en tratamiento fuera de la empresa.

Parte de mi tarea consistía en llenar un formulario con datos de laproducción dentro de un programa llamado “gestión a la vista”.Colocaron esa planilla sobre un soporte fijo junto a la máquina, enun lugar inadecuado, incómodo y peligroso para el trabajador.Después que varios colegas se habían cortado con eso un díallamé a alguien de la seguridad y pregunté si habían evaluado esadisposición en relación con nuestra seguridad física. Esta personano conocía la respuesta y acudió al jefe Arnoni quien cinco minutosdespués me llamó a su oficina. Esta misma persona que tanto mehabía elogiado antes me sometió a la peor humillación de mi vida,porque me dijo tantos disparates que no los puedo relatar, aunqueno olvido ninguno. Me acusó de querer tomar decisiones en lugarde la empresa. Intenté explicar el hecho objetivo teniendo en cuentael contexto real de la persona que trabaja en esa máquina, cuyosmovimientos están totalmente coordinados y predeterminados paraacompasar el ritmo de la producción, y que agregar un obstáculoen ese proceso era muy riesgoso. Esa discusión fue para mí unaexperiencia traumatizante.

Poco después la empresa hizo pequeñas modificaciones en elsistema de trabajo que quizás significaron una reducción del 1 porciento de nuestro esfuerzo, no más. En contrapartida, disminuyeronlas órdenes gratuitas para consultas médicas de doce a cinco poraño. Siguiendo las indicaciones del médico de la empresa, solicitéal especialista doctor Zuntini una carta justificando mi necesidadde un número mayor de consultas médicas al año, en virtud de miafección crónica, y él anotó en la carta “lumbalgia de esfuerzo”.Pero la médica auditora de la empresa, que nunca me vio la carasiquiera, no autorizó la ampliación de consultas médicas. Mepareció absurdo que tomara esa decisión sin ver al paciente.

Yo no aguantaba más. Ya sabía que tenía LER y pagué por mi cuentauna serie de exámenes que lo comprobaron.

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Como todos los afectados por LER en la Nestlé de Araras, Fátimatuvo que librar una verdadera batalla burocrática contra la estructuramédica dependiente de la empresa directa o indirectamente. Esalucha por la salud, por la vida, somete a las personas a un desgasteindecible, porque como en otras circunstancias de violaciones alos derechos humanos, la víctima es relegada al lugar del acusadopor el espeso entramado del poder victimario. Así, la violenciadoméstica es “justificada” en supuestas provocaciones de la mujer,las violaciones sexuales contra mujeres en la “ambigüedad”femenina del “no pero sí”, y hasta son desatadas guerrasinternacionales con base en la existencia de supuestos arsenalesde armas de destrucción masiva que, finalmente, nunca seencuentran. La víctima siempre es culpable, y la Nestlé coloca asus empleados portadores de LER en esa humillante e indignanteposición.

Cuando finalmente los médicos admitieron que debería cambiarde tarea, el jefe Arnoni, airado, replicó que estábamos acabandocon el empleo, que las mujeres éramos las únicas que dábamosproblemas y que sería mejor contratar robots antes que mujeres,porque las máquinas no sienten dolor en los brazos, cólicosmenstruales y tampoco quedan embarazadas. De hecho la Nestléde Araras hace años que no admite mujeres en ciertos sectores.Cuando supieron que yo no podía ocuparme de la limpieza de micasa, me enviaron a hacer la fajina del sector, una tarea para míimposible. Eso me lastimó aún más porque nunca pensé quellegarían a la crueldad. Entonces decidí ver a algún médico fuerade Araras, y en abril de 2001 encontré al doctor Roberto Ruiz quienme examinó, vio mis antecedentes y me dijo que sin ninguna dudapadecía LER. El me hizo una carta recomendando la licencia porenfermedad y un pase al INSS. Los médicos de la empresadesautorizaron al doctor Roberto, y se negaban a pasarme al INSS.Discutían conmigo que mi enfermedad no era laboral, decían queel doctor Ruiz estaba loco, que no sabía nada. Después de pasarpor numerosos incidentes, presiones y manipulaciones, intentéreintegrarme al trabajo, y cuando volví a ver al doctor Roberto, dosdías después, supe que la empresa le había enviado una cartaafirmando que yo era una simuladora que lo había inducido alerror, y lo invitaban a concurrir a la fábrica. El doctor, acostumbradoa este tipo de cosas, me entregó la carta firmada por varios médicosy la fisioterapeuta de la empresa, y aún la tengo en mi poder.

En mayo de 2001 pasé por una junta médica del INSS que resolviódarme licencia por enfermedad, habiendo constatado inclusive larelación entre mi tarea en la Nestlé y mi enfermedad.

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Cuando mi caso fue conocido por los colegas, muchos vinieron ahablar conmigo para saber qué hacer. Desde entonces unos 40empleados de la Nestlé de Araras han constatado ser portadoresde LER. Desde hace varios meses el INSS está reclamando a laNestlé un puesto de trabajo para mí acorde con mi situación, peroella no me acepta, ni siquiera me deja ingresar al local de la fábricadonde está la agencia bancaria donde cobro mi salario. El personalde seguridad me retiene en la puerta de la empresa y el gerente delbanco viene hasta allí para entregarme el dinero. Todavía soyfuncionaria de la Nestlé, pero no puedo trabajar. Me tratan como sifuese la manzana podrida que echará a perder a todo el resto.Hasta hice una denuncia policial para enfrentar esta segregación.

Todo esto, la forma en que me han tratado, el hecho de saber queno conseguiré más empleo, me afecta mucho psicológicamente.La presión la discriminación y, en mi caso, la persecución de sertratada como la manzana podrida que echa a perder el cajón, esdemasiado fuerte. Muchas veces no duermo por la noche acosadapor la angustia de no saber qué haré con todo esto, qué será de mivida.

Ahora hemos fundado una asociación de portadores de LER deAraras que en la actualidad está integrada en un 99,9% porfuncionarios de Nestlé. Decenas de personas llaman por teléfonoa casa para contarme lo que están pasando, lloran porque tienenmiedo, el mismo miedo que tuve yo hasta que no aguanté más. Laempresa ha hecho correr la voz de que quien se integre a nuestraasociación será despedido.

Espero que las autoridades oficiales reconozcan esta realidad, quela Nestlé cambie su forma de tratar a los portadores de LER e instalemétodos de trabajo que no dañen a las personas.

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Tania Moreira, 29 años,separada, una hija de siete años.

Fuiconsideradamenos que

una máquina

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ntré en Nestlé en 1995. Durante los primeros seis meses fui auxiliargeneral, que es el puesto menos especializado. Después pasé aoperadora de la engomadora donde embalaba y controlaba lacalidad de los “fondos”. Por algún tiempo trabajé alternando en lostres turnos: de 5 a 13, de 13 a 21 y de ahí a las 5 de la mañana.Siempre llegaba unos diez minutos antes para saber cómo estabala máquina. Teníamos 15 minutos para una colación. Luego loshorarios cambiaron y ya no se podía parar 15 minutos. Era un trabajopesado, exigente, muy rápido. Me empezaron a cambiar de puesto,hoy hacía un trabajo, mañana otro, pero todos con las máquinas.Ya sentía dolor desde antes, pero el médico me decía que debíaser una desviación en la columna. Cuando entré en la Nestlé notenía idea de lo que son las LER. A partir de los dos años de trabajocomencé a sentir muchas molestias, y cuando tenía mucho dolorme daban un antiinflamatorio inyectable hasta que mejoraba.

Existía mucha presión dentro de la fábrica. Por lo menos una vezpor semana teníamos reuniones en las cuales los jefes nospresionaban a fondo. Decían que necesitaban personas con brazosfuertes para trabajar y que atendiesen las expectativas de la fábrica.Exigían que el rendimiento diario no bajase del 95% definido paracada tarea. Hasta existía un documento de control del rendimiento:cada hora había que mirar el velocímetro de la máquina y anotar suregistro. La máquina donde más tiempo trabajé hacía 300 piezaspor minuto. Yo tenía que verificar la calidad, hacer paquetes de 240piezas que pesaban 3,5 kilos y colocarlos en un palet. En una deesas reuniones uno de los jefes pensó que yo me estaba durmiendoy delante de decenas de compañeros me dijo que si no estabainteresada en lo que estaba hablando podía irme, que la puerta dela fábrica era de entrada y salida y que afuera había miles depersonas esperando para ocupar mi puesto. Me sentí completa-mente humillada.

Durante mucho tiempo trabajamos espalda con espalda con otraoperaria que, a su vez, hacía lo mismo que yo en otra máquinacontigua En los últimos tres años implementaron un “programa demejoramiento continuo” por el cual quedó una sola operaria para

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atender las dos máquinas, o sea que teníamos que atender el doblede producción en el mismo tiempo. Fue entonces cuando misbrazos no aguantaron, comenzaron a empeorar los dolores. Fui almédico un día que tenía el brazo completamente hinchado yhormigueo en la mano. Recuerdo que fue el 26 de julio de 2002.Me atendió el doctor Zontini, y me dijo que estaba con tendinitis,pero no me dio días de descanso, sino que me dijo que hablaracon mi jefe para que me dieran una tarea más liviana. Mecambiaron, y con los medicamentos que me ordenó el médicomejoré un poco, pero al mes tuve que regresar a mi antiguo puesto,pero en máquinas que producían 350 piezas por minuto y tenía queatender dos. A la semana tenía un dolor tan insoportable que pedípara hablar con el jefe quien me llamó a las 11 de la mañana del 9de setiembre de 2002 para comunicarme que estaba despedida.Desde que descubrió que estaba enferma esperó un poco más deun mes y me echó. Su nombre es Luiz Antonio Arnoni.

Todo esto afectó mucho mi vida. Apenas me despidieron pasé poruna fuerte depresión, porque pensaba que mientras estuve sanaellos me aceptaron, pero en cuanto me enfermé me desecharon.En el momento de comunicarme el despido el jefe me dijo que yano estaba produciendo lo que la empresa esperaba de mí. Sentirque me consideraban menos que una máquina me lastimó mucho.También sé que no será fácil para mí encontrar otro trabajo, porqueesta enfermedad no es banal, me impide hacer muchas cosas.Todavía soy una persona joven, tengo toda mi vida por delante,pero estoy impedida de hacer la mayor parte de los trabajos queestarían a mi alcance. Sin contar que cualquier empleador pedirámis referencias a la Nestlé, y con certeza que la empresa no mefavorecerá. Para todos los que somos despedidos de allí es muydifícil encontrar otro empleo.

Tengo dificultades para abrazar a mi hija, para limpiar mi casa,cocinar, para ir en automóvil a algún lado tengo que conseguiralguien que lo conduzca, porque yo no puedo. Mi vida cambiómucho. Antes podía hacer de todo, y ahora...

Había diferencias de tratamiento con respecto a las mujeres, porquela mayor parte de los casos de LER en Araras son mujeres. El jefedecía que estábamos fingiendo, que los hombres que son másfuertes y no se quejaban, no tenían esa enfermedad. Decía queemplear mujeres era puro perjuicio. Las mujeres en la Nestlé deAraras recibíamos un tratamiento discriminatorio. La verdad es quelos hombres también sufren lo mismo que nosotras, pero se callanhasta que salen de la empresa. Tienen miedo de perder el empleo,trabajan hasta que ya no pueden más. En la actualidad la Nestlé noadmite más mujeres en esas tareas.

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No sabía que existían las LER, nadie hablaba de eso. Los médicosde la empresa por razones obvias, y los particulares de la ciudad deAraras están en general dentro del convenio con la Nestlé, por lotanto no hablan de LER, no las mencionan. Atribuyen los dolores a“problemas sicológicos”, a desviaciones de la columna... Llegué ahacerme radiografías de toda la columna sin necesidad, porqueella está completamente normal. De a poco me fui enterando dequé era lo que tenía, pero al principio no por los médicos, sino porcompañeros de trabajo que me lo dijeron. Tenía mucho miedo; soyseparada y tengo que criar a mi hija. Vivía bajo aquella presiónconstante, bajo la amenaza de perder el empleo y sentía dolorpermanentemente. Demoré demasiado en reaccionar. Todavía hayalgunos que no creen que esto exista, tienen un preconcepto porquela enfermedad no es aparente. El dolor no sangra, apenas se vealgo cuando el brazo se hincha.

Cuando llegaba a casa en la mañana –casi siempre hice el horarionocturno– me daba un baño bien caliente, mi madre me hacía unmasaje, tomaba el antinflamatorio y me iba a dormir porque noaguantaba más el dolor. Hasta hoy, durante las noches es cuandosiento más dolor, a la hora del reposo, no encuentro una posiciónen la cama en la que no me duela. No duermo bien. Llegué a tenerinsomnio que fui superando con medicamentos.

Mi vida ha cambiado tanto. No puedo hacer las tareas de mi casa,no puedo ser abrazada por mi hija porque siento dolor, me sientodiscriminada por personas que no creen lo que me pasa. Recuerdoque cuando entré en la Nestlé pensé que mi vida cambiaría, perono para peor. Lo único que conseguí fue perder mi salud. No puedoimaginar cómo será mi futuro, qué trabajo podré hacer. Eso es loque más me lastima por dentro, porque quiero trabajar, producir,pero no sé qué podré hacer.

Estoy siguiendo un tratamiento en Campinas que me alivia un poco.Fisioterapia dos veces por semana y estoy cubierta por el INSS.Quiero que mis derechos sean respetados y para eso he iniciadouna acción judicial. Ya sé que no voy a recuperar la salud que teníaantes, esta enfermedad en mi caso ya es crónica.

Estoy en la asociación de afectados por LER porque estoy segura deque ahora conseguiremos cambiar esta situación. Casi todo elmundo cree que la Nestlé es una empresa maravillosa, que ayudaal Plan “Fome Zero”, pero hay que estar adentro para conocerla.Espero que la asociación consiga develar la realidad para que laNestlé no pueda seguir crucificando a tantas personas. Dependede nosotros, de que permanezcamos unidos y seamos muchosmás.

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La Nestlémasacra

a sustrabajadores

Geraldo Freitas,46 años, soltero.

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rabajé ocho años y medio en la Nestlé, hasta junio de 2003, siempreen tareas con esfuerzos repetitivos. Me despidieron cuandodescubrieron que estaba con LER. Me estuve tratando con fisioterapiaindicada por el médico de la empresa; cuando terminé el tratamientome echaron sin una explicación coherente.

Era operador de una máquina en la que debía controlar la calidade higiene de las piezas, luego las embalaba y las ponía sobre unpalet. Hacía un promedio de 85 paquetes de 248 piezas por hora,esto es 350 piezas por minuto, más de cinco por segundo durantesiete horas y media.

En la Nestlé de Araras nadie quiere tener licencia médica, porquese sabe que quien la acepta es carta marcada para el despido. Lapresión de los jefes es enorme, y la razón es la ganancia, producirmás gastando menos. Los cambios que hubo mientras estuve allífueron para incrementar la productividad aumentando el ritmo detrabajo.

Sabía antes de ser despedido que había colegas con problemas,pero yo era de los que bromeaban diciendo que las LER atacan a losperezosos, creía que se trataba de una bobería porque durante untiempo el dolor pasa cuando uno descansa en su casa, perodespués es una bola de nieve y sólo aumenta y aumenta. Se sientedolor siempre, uno duerme con dolor, con hormigueo en el brazo yel hombro. La mano pierde resistencia, fuerza. Los médicos nosobligan a seguir trabajando y uno es tratado como un animal. Laempresa se vanagloria de tener una guardería –con la cual inclusivelos trabajadores colaboramos con lo que podemos–, pero por otrolado masacra a sus empleados sometiéndolos a ritmos infernalesde producción. La Nestlé da una imagen simpática para afuera,pero internamente es muy dura.

En 2003 tuve que empezar a usar el convenio de salud de la empresaporque sentía mucho dolor en un hombro y falta de fuerza en elpuño y brazo izquierdos. Me hicieron un examen que mostró unalesión, pero el médico le restó importancia, me recetó un

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medicamento para el dolor y me envió de nuevo a trabajar. De esaforma el dolor desaparecía sólo mientras duraba el efecto delmedicamento, pero después reaparecía, y como seguía realizandotareas con esfuerzos repetitivos... Mi lesión fue empeorando, regreséal mismo médico quien me envió al de área. Este me ordenó 10sesiones de fisioterapia Luego de la quinta sesión el fisioterapeutacanceló mi tratamiento y al día siguiente la empresa me comunicóel despido. Ese mismo día despidieron a ocho trabajadores por lasmismas razones, todos con problemas de salud y haciendotratamiento por LER, algunos con lesiones mayores que las mías.

Ahora estoy cubierto por el INSS donde me presenté inmediatamentedespués de ser despedido. Me hicieron los exámenes que probaronque tengo LER y quedó claro que no podrían haberme despedidomientras estaba en tratamiento. Sé que tendré muchas dificultadesen conseguir trabajo, porque en mi carta de trabajador ya estámarcado que tuve un accidente de trabajo, y ¿cuál será la empresaque me tomará con problemas de salud?

Uno queda muy limitado para cosas simples como lavarse losdientes, peinarse, barrer, conducir un auto, en fin, para todo. Esmuy duro asumir que hasta el entorno afectivo más cercano nos vecomo personas impedidas. Quiero defender el derecho de todoslos trabajadores, no sólo el mío, de ser respetados en nuestra saludy nuestros derechos. Inicié una acción judicial contra la empresa ydecidí integrarme a la asociación de afectados con LER en Araras.

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Marly Magri,38 años, soltera.

Nadie sabequé hacer con

nosotros

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rabajé en la Nestlé durante 14 años desde 1988, como operadorade máquinas. Cuando empecé a sentir algunos dolores en loshombros y los brazos no imaginé que sería algo serio. De a poco sefue agravando porque la empresa fue disminuyendo la cantidad depersonal pero manteniendo la misma productividad o, en algunoscasos, aumentándola. Cuando se me empezaron a hinchar losbrazos –en 1997– fui al médico de la empresa quien me pidióvarios exámenes. Cuando vio los resultados no me hizo ningúncomentario y me retiró de la máquina durante 30 días. Al cabo deese tiempo regresé a la tarea en la máquina, y una semana despuésrecomenzó la hinchazón. Recién entonces, hablando de miproblema con las colegas, escuché hablar por primera vez de LER,y de Fátima, que fue la primera que tuvo conciencia de la situación.Fue ella quien me advirtió que los resultados de los exámenes nodebían quedar en posesión del médico. Cuando los recuperé elmédico no me dijo qué decían, pero Fátima, que ya teníaexperiencia, me explicó que estaba con tendinitis y que eso era LER.

Conseguí que me mandaran a hacer algo de fisioterapia en laempresa. Eso me alivió un poco pero el brazo se empezó a hincharde nuevo, y entonces me cambiaron nuevamente de tarea y estuvecuatro meses en el servicio de personal. Mejoré un poco, peroluego me enviaron a las máquinas. Hablé con el jefe explicandoque no podía regresar a trabajar allí porque tengo LER, y en la secciónde personal no tenían lugar para mí. Entonces me despidieron.Intenté que me viera algún médico laboral en Araras, pero en laciudad, que tiene miles de trabajadores industriales, no hay ninguno.Viajé a Sorocaba donde entré en contacto con el doctor RobertoRuiz quien me hizo una carta para los médicos de la empresa en lacual me diagnosticaba LER y solicitaba que me dieran un pase alINSS. Pero los médicos de la empresa se negaron a firmar, por loque regresé con el doctor Roberto y fue él quien firmó el formulariodel INSS. Los profesionales del Instituto diagnosticaron finalmenteenfermedad por accidente de trabajo. Ahora estoy en tratamientocon fisioterapia y cuando tengo dolor o hinchazón tomoantiinflamatorios. Cada dos o tres meses regreso al INSS para que

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me hagan exámenes y me renuevan la asistencia. Estoy en segurode enfermedad desde hace tres años. Esto continuará así hastaque me den el alta, pero como es una enfermedad crónica nadiesabe bien qué hacer con nosotros. No está prevista una jubilaciónpor esta causa.

Casi nadie creía en los que se quejaban de dolores. Pero todo esocomenzó a agravarse cuando disminuyeron el personal yaumentaron la exigencia de rendimiento. Fue una masacre. Quieroaclarar que no recibíamos ningún estímulo económico por producirel promedio exigido, simplemente nos presionaban, nosamenazaban, nos humillaban si no alcanzábamos lo que ellospedían. Todos tienen miedo de manifestar que se sienten mal,porque saben que rápidamente perderán su empleo. Los hombrespostergan asumir el dolor más que la mujer porque quizás el suyoes el único ingreso en su familia, porque tienen hijos, porque ennuestra tradición el hombre es el principal responsable del sustentofamiliar, inclusive por competencia machista con los demáscolegas. Pero me animo a afirmar que el 90 por ciento de loshombres que trabajaban conmigo tenían dolor.

Esta no es una enfermedad visible, y la gente tiende a pensar queuno no tiene nada, que simulamos, y sufrimos discriminación. Porejemplo, voy todos los meses a cobrar mi seguro al banco, y algunosfuncionarios de allí me hacen sentir que no creen que tenga algunainvalidez, me preguntan una y otra vez cuál es mi problema. Unaqueda tan deprimida de experimentar eso. No consigo escribir. Medicen que me van a mandar a hacer algún curso, pero ¿cómo voya hacerlo si no puedo escribir? No consigo peinarme, sostener elteléfono, dormir normalmente. No puedo más ir al gimnasio comoantes a practicar deportes, no me dan deseos de salir, de exponermea la discriminación. No consigo limpiar mi casa, ayudar a mi madreque ya es mayor. Tengo que pagar a alguien que me asiste con lastareas domésticas. La convivencia es más difícil porque muchasveces una anda de mal humor, deprimida, tal vez pasé una malanoche o pensé más que lo habitual en lo difícil que parece mi futuroa los 38 años. Lo único que se me ocurre que puedo hacer estrabajar en un comercio donde sólo tenga que hablar con losclientes. Pero, ¿quién me dará trabajo con esta enfermedad taninvalidante?

Espero que el trabajo de la asociación que integro pueda colaborara parar esta masacre, para que otros no se enfermen como nosotrosy queden en la situación nuestra, enfermos y desempleados,limitados.

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Cristiane Gomes de Melo,27 años, casada.

Esto es unaepidemia

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ntré en Nestlé en 1996. Trabajaba en una máquina donde se embalaNescafé en una caja. Allí hay varias tareas distintas, todas conesfuerzos repetitivos: la primera es armar las cajas y colocarlas enuna cinta, luego hay tres personas llenando las cajas, otra personalas cierra y las empuja hacia otra cinta donde una máquina laslacra y finalmente otra persona pone las cajas en palets. Cadamedia hora se rota de tarea y durante todo el turno se va haciendoese recorrido. Después de tres años de trabajar en esa máquinaempecé a sentir dolor en el brazo derecho. El primer médico queconsulté me dijo que tenía LER, una enfermedad sin cura. Me alertó,inclusive, acerca de que en tres o cuatro años más habría unaepidemia de LER en la Nestlé de Araras. Me explicó que lo únicoque podía hacer era enviarme a fisioterapia, aunque como mis LERya eran crónicas eso sólo me proporcionaría un alivio relativo.

Me atendí durante seis meses con ese doctor, hice 50 sesiones defisioterapia, pero busqué otra opinión porque no había ningúncambio. Otro médico me hizo exámenes que confirmaron las LER,me dio una carta para la empresa y allí me cambiaron de tarea: fuidurante un mes para el sector limpieza. Pero al cabo de ese tiempome regresaron a la máquina y entonces ya me dolían los dos brazos.Regresé al médico que entonces sí, me ordenó un licencia porenfermedad. Permanecí 15 meses en tratamiento con fisioterapiay antiinflamatorios. Me dieron el alta y regresé a trabajar dos años ymedio. Empecé en el sector laboratorio donde tenía que clasificarcafé verde, tostarlo, degustarlo, lavar la taza y comenzar de nuevo.La tarea de clasificado me exigía una posición muy dolorosa, conlas LER ya instaladas no conseguía hacer lo que otros sí podían. Allíhay aire acondicionado y tenía que trabajar con camisa de mangalarga porque el aire me hacía doler el brazo. Además, pasaba de lasección fabricación de café, donde la temperatura es alta, allaboratorio donde es mucho más baja; ese choque térmico mehacía sentir aún más los dolores. Volví a consultar al médico que,esta vez, me dijo que cualquiera fuese la intensidad del dolor queyo sintiera él no podía darme licencia médica porque la Nestlé loquitaría de la lista de médicos con convenio y perdería a la mayoríade sus pacientes. No tenía inconveniente en recetarme cualquier

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medicamento, pero no licencia médica. Cambié otra vez de médico,y este nuevo se indignó con el relato de mi experiencia anterior,similar al de otras trabajadoras que él había atendido recientemente.Me dio licencia por 15 días, sesiones de fisioterapia al cabo de lascuales debía regresar a verlo. Cuando volví a verlo según loconvenido me contó que había tenido una reunión con la Nestlé yque había visto que las cosas no eran como decíamos las personasque nos quejábamos de dolores. Me dio el alta.

Cristiane inició entonces un agotador periplo por médicos de laempresa, instituciones públicas, jefes de la Nestlé, médicosprivados, especialistas varios, y a todos lados concurría con uncreciente dossier de exámenes, cartas, pruebas de la humillacióncreciente a la que era sometida mientras iba asumiendo que habíaquedado inválida para muchas tareas. La llamaron de “oportunista”,“perezosa”, “mentirosa”, y no logró ingresar su caso en el INSS.Cambió de ciudad para intentar sortear el cerco levantado por lainfluencia de la Nestlé, y cuando parecía que todo estaba prontopara hacer valer sus derechos, los médicos y funcionarios del INSSiniciaron una huelga que duró tres meses. Los médicos de la nuevaciudad (Leme) no conocían la existencia de las LER y se negaron aacordarle la protección a la que tenía derecho. Uno de ellos leaconsejó que regresara cuando consiguiera pruebas de suenfermedad.

Cambió nuevamente de ciudad, esta vez inició trámites en el INSSde Sorocaba, argumentando que los médicos de Araras trabajabanpara la Nestlé y no para la salud de los trabajadores, y los de Lemeno conocían las LER. Allí encontró receptividad en una médica quele ordenó licencia por un período de un mes. Luego nadie sabíacuál sería su situación. En el momento de realizar esta entrevistaCristiane estaba esperando ese desenlace.

No sé qué me espera. Mi futuro es incierto. No solamente estoyafectada por esta enfermedad sino que debo enfrentar unaburocracia insensible. Mi situación económica está completamentedesequilibrada, me endeudé y no sé cómo podré pagar esospréstamos. Siento dolor cuando me cepillo los dientes, cuando mepeino, cuando quiero cocinar, cargar una olla, abrazar a mi marido,se me caen las cosas al piso, no puedo usar un teclado decomputadora. Pero lo que más duele es el preconcepto de la gente,de muchos de mis colegas de trabajo que no creen en lo que mepasa. La empresa me dio la espalda. Los médicos me despreciarony humillaron.

No me gusta hablar de lo que pasé, lo hago para ayudar a otraspersonas. Todo esto son heridas que van quedando y removerlas

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es doloroso. Ya tengo 27 años, pero ni pienso en tener hijos en estasituación, estoy sicológicamente frágil, y me pregunto cómo podríacuidarlos si los tuviese, qué de bueno podría darles. Quiero tenerhijos porque pienso que una pareja sin hijos no es bueno, pero nosé cuándo podré, no sé cómo será mi futuro. Todo esto afectó larelación con mi esposo, en fin, con todos. Ya no soy la misma queera antes. Estoy más endurecida, más fría. Si no fuese por el apoyode mi esposo y mis padres no sé qué sería de mí.

Integro la asociación de portadores de LER porque creo que esnecesario que se sepa que esto es una epidemia, y que si nohacemos algo muchos otros enfermarán.

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Claudio Pintos de Oliveira,46 años, casado, dos hijos.

Agregarcarga hastaque el burrono aguante

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ngresé a la fábrica Nestlé en setiembre de 1977, y me jubilé enoctubre de 2003 por haber cumplido la cantidad de años necesariapara ello. Trabajo desde los 14 años, cuando empecé ayudando ami padre en las quintas. Como el trabajo en la Nestlé estáconsiderado insalubre, cuando cumplí 20 años de servicio lainsalubridad me agregaba ya ocho años más. Estaba muy feliz dehaber conseguido ingresar a la Nestlé, una empresa de renombremundial. Tenía la expectativa de crecer junto a la empresa. Aunqueesto último no sucedió, porque la empresa creció mucho y nosotrosquedamos siempre igual, de cualquier forma los salarios eran losmayores de Araras a nivel de la industria. Durante muchos añosrecibíamos un trato respetuoso por parte de la empresa que cuidabaa sus funcionarios, pero a partir de 1990 fue cambiando el directorioy la presión de la competencia aumentó mucho. Ellos aplican ellema de que hay que colocar peso sobre el burro hasta que noaguante, entonces se cambia de burro. La producción aumentó aldoble en 25 años y el plantel de funcionarios se redujo de 2.100empleados a los actuales 1.300. Hubo un recambio tecnológico,pero con menos trabajadores. Cuando ingresé trabajaban dospersonas por máquina. Cuando me retiré había dos máquinas parauna persona. La política interna es muy desagradable, la empresamanipula a los trabajadores para que se opongan entre ellos, paraque se denuncien unos a otros. El ambiente de trabajo se volviócasi insoportable. Creo que también hay discriminación contra lasmujeres y las personas de más edad, la empresa no empleaminusválidos y muy pocos negros.

Durante muchos años sentí pequeños dolores que con la ayuda demedicamentos me resultaban llevaderos, me permitían trabajar.Pero a fin de 2000 la empresa me cambió de lugar de trabajo, y deoperador de una máquina que estaba parada desde hacía untiempo me pusieron a empaletar productos. Mi tarea consistía enempaletar 18 toneladas de piezas en 8 horas de labor en el horarionocturno, de las 21 a las 6 con una hora para la cena. Fue entoncescuando empecé a hacer muchos más esfuerzos repetitivos y conun ritmo muy intenso. Era un trabajo muy arduo que hasta lamuchachada de 20 años tenía dificultades para hacer. Era un

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equipo de cinco personas para un palet, cuatro recibían laproducción de sus máquinas y uno empaletaba. Íbamos a cenarde a uno, de manera que los cuatro que quedaban tenían quehacer la tarea de cinco, y eso sucedía durante cuatro horas. Lomismo ocurría si alguien quería ir al baño. No había personal quenos sustituyera. Lo mismo sucedía con el agua: uno está a unospocos metros de una heladera con agua fresca, pero durante horaspasaba sed porque no se podía abandonar la máquina pues seperdía producción. Es una situación humillante.

Otra tarea que me dieron fue embalar Nescafé de exportación. Ahíhabía que armar dos cajas de 20 kilos por minuto, empaletar, pesar,empujar un carrito cargado. Era realmente muy duro. Estas tareasme empeoraron mucho. Me empezó a doler el brazo, la manoderecha me hormigueaba, tenía dolor en las costillas.

Me hicieron una tomografía que dio normal. Fui perdiendo lasensibilidad en la mano y no conseguía mantener el brazo erguido.En ese momento consulté al doctor Roberto Ruiz en Sorocabaquien me diagnosticó LER. El me hizo una carta solicitando se mediera otra tarea atendiendo mi enfermedad y mi inminente retiro,pero el médico de la empresa no quiso siquiera tomar la carta ensus manos y me pidió que se la entregara a mi jefe, el señor JoséAntonio Pasqualini, gerente de fabricación. Este leyó el documentoy me preguntó qué era un “servicio compatible con mi salud”. Nohabía ninguna posibilidad de cambio y entonces entré en segurode enfermedad durante un año y luego me jubilé.

Los jubilados de Nestlé seguimos teniendo la cobertura de saludde la empresa. Durante un tiempo hacía fisioterapia, pero la empresadecidió limitar las sesiones a 20 por persona y por año, de formaque ya no pude continuar con el tratamiento. Nestlé montó su propioservicio de fisioterapia dentro de la empresa con una médica a sufrente, y quisieron que hiciese el tratamiento allí pero me neguéporque ya había sucedido con otros colegas que habían usado eseservicio, y luego la doctora hacía un informe donde afirmaba que lapersona estaba curada. Como consecuencia, el INSS se quedabacon esa versión y la gente permanecía totalmente desprotegida.Preferí eludir esa manipulación y busqué la atención en laUniversidad de Araras donde los alumnos de último año enfisioterapia hacen entrenamiento con asesoramiento de losprofesores. En la actualidad hago masoterapia y hay épocas en lasque tengo que tomar analgésicos porque el dolor no me deja dormir

En noviembre de 2003, un compañero que trabajó conmigo durantediez años fue despedido –lo responsabilizaron por una pérdida deproducción–, y prácticamente expulsado de la fábrica con guardias

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de seguridad. El comenzó una acción judicial y me pidió que mepresentara como testigo para describir el proceso industrial queconozco muy bien. No exageré ni inventé nada, y dije que ese tipode pérdida de producción era bastante habitual en la fábrica y quese debía a una falencia tecnológica crónica de la Nestlé de Ararasen ese procedimiento concreto. Una semana después fui a buscarun medicamento en la farmacia y ya me habían borrado de la listade personas comprendidas en el convenio con Nestlé. Quiseconocer las razones y la empresa me envió una carta donde diceque por las “actitudes” que yo estaba tomando me suspendía losbeneficios voluntarios. En ese momento mi esposa ya tenía fechaen el hospital para una operación quirúrgica importante cuyo costoen parte estaba cubierto por el convenio. Me presenté ante la justiciaque ordenó a la empresa mi reintegro inmediato al convenio. Miesposa pudo operarse. Poco después me ofrecieron un acuerdopor el cual me respetarían el convenio de asistencia y a cambio yome comprometía a no iniciar ningún otro proceso judicial contra laNestlé. Eso mismo se lo ofrecieron a otros 70 jubilados que habíanpasado por la misma situación que yo. Cuando leí el texto de lo queme ofrecían, me di cuenta de que varios de los beneficios que teníapor el convenio original no aparecían en la propuesta de la empresa.

Mis dolores son irregulares, me afecta mucho la humedad.Conducir me cuesta mucho, no puedo levantar los brazoscompletamente. Tenía intención de continuar trabajando, por lomenos hasta los 60 años, pero ahora qué empresa me dará trabajo.Ya no podré hacer lo que aprendí en una vida de trabajo, y tampocootras cosas. Tengo 46 años...

Claudio aún no consigue hablar de cómo esta enfermedad afectasu vida familiar, su autoestima, enmudecido por la angustia queanuda su garganta.

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Esto nos hacambiado

completamentela vida

Sergio da Silva,34 años, casado, 3 hijos. Nacido en Araras.

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rabajé en la Nestlé desde mayo de 1989 hasta junio de 2003. Cuandoentré tenía 19 años y fue la realización de un sueño, porqueescuchaba hablar tan bien de la empresa, una multinacional seria,sólida. Luché por llegar allí. Comencé como auxiliar haciendocontrol de cantidad en productos larga vida. También debía colocartodo eso dentro de cajas y las cajas en un palet. Luego fui promovidoal sector “acondicionamiento” donde quedé un año y después paséa la sala de envase. Allí tenía que alimentar la máquina con elmaterial de embalaje como bobinas y cintas. En esa época todo sehacía manualmente sin ninguna ayuda mecánica. No recuerdocuánto pesaban esas bobinas, pero tenían 4.500 embalajeslaminados. También colocaba en cajas diversos productosmanualmente. Ambas tareas implicaban esfuerzos repetitivos.Varios años después pasé a ser operador de la máquina, peroentonces casi nunca tenía un auxiliar que me ayudara y debíacumplir las dos funciones al mismo tiempo. Los embalajesdefectuosos debían ser retirados de la línea y su contenido vaciadoen tambores de 50 litros porque el contenido se reciclaba. Paraesa operación había que golpear el embalaje sobre el borde deltambor y mantenerlo apretado para que el contenido salierarápidamente. Mientras tanto había que continuar atendiendo lamáquina porque de lo contrario se desorganizaba el trabajo y losjefes venían a pedir explicaciones. Rompía entre 1.200 y 1.500embalajes por día. Eso eran otros tantos impactos en el puño, lamuñeca, el brazo y el hombro. Había que atender otras cosas en lamáquina, una de ellas era subiendo una pequeña escaLERa parahacer una verificación, pero había que hacerlo en fracciones desegundo. No se podía bajar del 97% del estándar de producciónporque los jefes presionaban y amenazaban. En otras máquinashabían reducido tanto el personal que los colegas no daban abasto,y espontáneamente tendíamos a ayudarnos.

Hace unos seis años comencé a sentir dolor en los brazos y lascostillas, pero debido a las presiones internas en la fábrica, y externaspor el alto desempleo, evitaba ir al médico porque sabía que laempresa no acepta enfermedades que no tuviesen síntomas visibles.Sólo uno sabe cuánto dolor se siente. Me automedicaba y un rato

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después se aliviaba el dolor por el resto de la jornada, pero al díasiguiente todo recomenzaba. En mi sector teníamos reuniones casidiarias, algunas en horario de trabajo y otras no. No asistir a ellasera interpretado como sinónimo de desinterés por el equipohumano, por el trabajo. En las reuniones se presionaba muchosobre la productividad, la competitividad en el mercado, la calidad,y siempre se llegaba al mismo punto: “si no están dispuestos asostener el esfuerzo, la calle está llena de gente que mataría portrabajar en la Nestlé”. Eso entra en la cabeza, uno piensa en sufamilia, en sus hijos, y se dice que hay que hacer cualquier cosapara no perder el empleo, inclusive seguir trabajando con dolor. Yasí fue pasando el tiempo, hasta que llegó un momento en que fueimposible soportar el dolor. Fui a un médico fuera del horario detrabajo y llevé las radiografías que tenía de la columna vertebral. Leexpliqué que el dolor en la columna corría hasta los hombros, y quecuando en la pausa del trabajo iba a la sala de lectura no conseguíasostener el diario porque me dolían los brazos. Le pedí que mehiciera una ecografía porque nunca había tenido dolores tan fuertes.Pero el médico ya había visto funcionarios de Nestlé con el mismoproblema, y como todos, en lugar de una ecografía me pidió otraradiografía y un análisis de ácido úrico en sangre. Hice todo lo queme ordenó y él me recetó dos medicamentos para tomardiariamente. Uno de ellos tenía algo que me afectaba los intestinos,pero igual continué trabajando. Un jueves decidí ir al médico enlugar de ir a la fábrica. Le conté lo que me estaba pasando, y medijo que disminuyera la dosis, pero nada de ecografía ni defisioterapia. Me extendió un certificado de licencia médica por dosdías, jueves y viernes, pero le pedí también el sábado porque no mesentía bien y quería realmente recuperarme. Además, a partir dellunes de la semana siguiente tenía vacaciones y me parecía mejordarle un descanso continuo al cuerpo. Me contestó que en virtudde una solicitud de la empresa, él o cualquier otro médico de Ararascon convenio con Nestlé no podían dar más de dos días de licenciamédica y que me remitía a un médico de la Nestlé para que éldecidiera. Al día siguiente fui a la empresa, vi al médico que tampocopodía darme un día más y me reenvió al doctor anterior. Y me explicóque uno de los jefes llamado Leandro había convocado a todos losmédicos para darles aquella indicación: no más de dos días delicencia por enfermedad. Decidí hablar con el jefe de mi sector aquien le expliqué la situación, y él concordó conmigo acerca deque podía quedarme en casa. Durante las vacaciones conseguíque otro médico me ordenara 10 sesiones de fisioterapia que sólome mejoraron parcialmente. A mi retorno me habían asignado aotro sector de trabajo donde estuve una semana descargandocamiones con azúcar. Sentí mucho dolor pero conseguí terminarla semana. Luego regresé a mi sector de siempre, pero apenasdos días después me llamaron al despacho de uno de los jefes y

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este me preguntó qué era ese lío que había armado que habíallegado hasta el departamento de personal. Contesté que no habíaningún lío y conté los hechos como ahora, y agregué que de miparte había hecho todo según las reglas, como siempre lo habíahecho en la empresa. Era él mismo quien me había autorizado afaltar el sábado. Sin más palabras, abrió un cajón de su escritorio,sacó un sobre y me lo dio diciendo: “Viste, ahora lo que ganaste fueel despido”.

No puedo admitir que tengamos que trabajar enfermos, que sólopodamos bajar la cabeza, quedar en silencio. No firmé mi despido,él llamó dos testigos que firmaron en mi lugar y ya estaba todojugado.

Yo creía que me jubilaría trabajando en esa empresa, por lo menosque llegaría a ser alguien allí dentro, siempre hice todo bien, peroen un abrir y cerrar de ojos me habían despedido.

Antes de llegar a casa pasé por el doctor que me había habilitado lafisioterapia y le pedí una ecografía, y ese mismo día tenía eldiagnóstico de tendinopatía en los hombros. Con ese resultadoregresé al doctor anterior para mostrarle que por haberse negado adarme un día más de descanso me habían despedido. Infelizmente,me respondió que él también es funcionario de la Nestlé porquedepende del convenio con la empresa.

Enseguida me enteré de la existencia de médicos en Sorocabaque nos trataban con dignidad. Rápidamente tuve un diagnósticode LER, y me dieron una carta para el INSS donde otro doctor meotorgó la cobertura social por enfermedad.

En la actualidad sigo en seguro de enfermedad, haciendofisioterapia, y en este mismo momento en que estamos conversandosiento bastante dolor porque cuando los días son húmedos comohoy, el dolor se hace más intenso.

Sé que voy a tener muchas dificultades para conseguir un nuevoempleo, porque en cualquier empresa tengo que pasar por los tresmeses de prueba, y ahí hay que matarse para conseguir el puesto.Pero el problema es que no podré hacer eso, porque no tengocondiciones físicas, y si lo hago usando medicamentos, entoncesagravaré mi enfermedad. Le he planteado este problema a todoslos que conozco, y nadie puede resolverlo. De hecho, creo que yano podré trabajar.

Muchas veces siento deseos de salir a pasear con mi hijo máspequeño que tiene un año y medio, pero no podemos sostenerlo en

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brazos porque mi mujer, ex empleada de Nestlé, también tiene LER.Y si nos esforzamos y lo hacemos, hay personas que nos acusan deestar fingiendo la enfermedad, de ser unos sinvergüenzas. Todoesto afecta mucho emocionalmente, uno tiende al aislamiento,disminuye el diálogo, estamos más sensibles y propensos alenfrentamiento. Nos quedamos en casa, pero tampoco allí podemoshacer gran cosa, no puedo arreglar una cortina, limpiar, arreglar eljardín... tenemos que pagar para todo. Entonces se agregandificultades económicas. La convivencia se torna problemática.Hasta hay momentos en los cuales uno piensa en hacer algunaestupidez.

En este punto Sergio no consiguió seguir hablando de sí mismo.Veinte minutos después pudimos empezar a conversar sobre elcaso de su esposa.

María también es funcionaria de Nestlé desde 1986, donde trabajósiempre en la sección estampado, que es una locura por laintensidad de la tarea. Siempre llegaba a casa cansada, nerviosa,obsesionada por alcanzar los estándares de productividad. Amediados de 1996 sentía tanto dolor que no podía seguirtrabajando. Se hizo algunos exámenes y se detectó que tenía LER.En esa época nadie sabía aún qué era esta enfermedad. Elder,médico de la empresa, le mandó tomar varios medicamentos y ledijo que podía continuar trabajando. Había noches en las cualesMaría lloraba de dolor en los brazos y los hombros. Así y todo, eltiempo fue pasando hasta que no aguantaba más, porrecomendación del médico se le encomendó otra tarea en lasoficinas. Pero después de un tiempo quisieron regresarla a lamáquina, también por presión de algunos colegas que envidiabansu situación creyendo que ella no estaba enferma. Durante muchotiempo sufrió una persecución de algunos jefes, hasta que en febrerode 2001 le comunicaron el despido sin previo aviso. Pero ella teníacita con el ginecólogo en esos días porque estaba con lamenstruación atrasada. El médico constató que estabaembarazada. María regresó a la empresa, dijo que estaba encinta,y cuando vieron que habían cometido un doble error, porque ladespidieron estando en tratamiento por LER y, además, embarazada,la reintegraron. Desde entonces estuvo en licencia por maternidady luego por LER. En diciembre de 2003 debía pasar una pericia delINSS, pero los médicos están en huelga hasta hoy. Así que nosabemos tampoco qué pasará con ella.

Todo esto ha provocado que María cambie completamente. Ellaera una mujer que estaba siempre alegre, y ahora...

Sacudido, conmocionado, Sergio no pudo continuar hablando desu vida, de su esposa, de sus hijos.

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Neide Lombi,40 años, divorciada, un hijo.

Quedé tantraumatizada

que evitopasar cercade la fábrica

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n febrero de 1986 ingresé en la Nestlé, pero un tiempo despuésrenuncié porque mi esposo no quería que trabajara. Al año y medio,sin embargo, y después de separarme de mi esposo, reingresé enla empresa donde permanecí en la sección estampado durante 12años. En ese tiempo hubo muchos cambios de jefes, de forma detrabajar, de ambiente de trabajo. Cuando salí de la empresa, en2001, sentía muchos dolores en brazos y hombros, pero nadiehablaba de tendinitis o de LER.

A partir de determinado momento ya no aguantaba el horario de lanoche, no comía ni dormía, y además sufría mucho con la presióndel jefe. Caí en una depresión fuerte, no tenía deseos de vivir, sentíamuchos dolores pero igual iba a trabajar. Mis colegas meaconsejaron que hablara con el jefe para que me cambiara dehorario. Fue lo que hice. Estuve esperando cuatro horas en laantesala, y cuando entré me recibió de mala manera, gritando,protestando. Le expliqué lo que necesitaba, que me sentía mal,enferma. Me contestó que no podía cambiarme, que era unproblema, y me amenazó diciendo que si me daban licencia porenfermedad me despediría. Salí más decepcionada que antes,llorando. No sé cómo conseguí trabajar esa noche, y al día siguientefui al médico quien me dio licencia por enfermedad por once días.Tomaba unos remedios que me hacían dormir todo el día, no veíael sol. Regresé al trabajo pensando sólo en que debía mantener ami hijo. Durante tres meses soporté cualquier humillación de partedel jefe, hasta que me despidió. Pasé una época muy difícil, sufrímucho, hasta ahora evito pasar cerca de la empresa porque mequedó una suerte de trauma, de impotencia y rabia. Pasédemasiadas humillaciones. Recuerdo al médico de la empresaordenándome regresar al trabajo como si uno fingiera los dolores,al jefe calificándonos a todos de burros, de brutos, o echándomede una reunión por simple persecución.

Hice terapia con un psicólogo y ahora mejoré bastante, conremedios y distensión. Los dolores continuaban a pesar de que yano trabajaba, y yo no sabía que no pasarían. Se me dormía todo ellado derecho, desde la cabeza hasta la mano, no podía pelar una

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naranja, lavar una olla, barrer. Una amiga me aconsejó hacermeexámenes en Sorocaba, porque cuando la gente se los hacía enAraras no daban nada. Entonces supe que tenía LER en ambosbrazos. Comencé un tratamiento, pero no mejoro mucho. Estoymuy limitada, no consigo regar mis plantas. Es duro. Ahora sólopuedo desear que mi hijo no tenga que pasar por una situacióncomo esta. Uno se siente inútil. Afortunadamente tengo una familiaque me apoya. Mi novio también me ayuda, y a veces nuestraintimidad se ve afectada por mis dolores, mi estado de ánimo cambiacuando estoy muy dolorida.

Inicié una acción judicial para que se reconozcan mis derechos.Integro la asociación de portadores de LER de Araras, y como creoque una golondrina no hace verano, cuando nos unimos y luchamospor lo mismo tenemos más posibilidades de que esto no les sucedaa otros. También es importante el intercambio que hacemos entrenosotros, el contacto humano y poder compartir experiencias.

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