mario rabey y omar jerez, 2000, la frontera en tiempos del cólera

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2000. Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, 18: 339-357 LA FRONTERA EN LOS TIEMPOS DEL COLERA Una etnografía de trashumancias internacionales Mario Rabey y Omar Jerez ANTROPOLOGÍA Y FRONTERA Las fronteras no han sido hasta ahora un tema de interés evidente para los antropólogos de Argentina y otros países sudamericanos. Ello contrasta con la atención que se le ha estado prestando a los procesos socioculturales y económicos en la región fronteriza entre México y los Estados Unidos. De hecho, durante los últimos años esa región ha estado atrayendo la atención de numerosos científicos sociales, especialmente antropólogos (Rosaldo 1988; Kearney 1991; Chávez et al 1990; Gupta y Ferguson 1992; Alvarez y Collier 1994; Heyman 1994, 1995, entre otros). La frontera México-USA exhibe una serie de procesos socioculturales y económicos que tienen un carácter visiblemente público: leyes para controlar la migración internacional, maquiladoras, NAFTA e intercambios culturales. Los mismos procesos -o situaciones comparables- aparecen en la frontera Bolivia-Argentina, con la diferencia de que no se expresan como una cuestión de interés público, ni siquiera en las provincias de Salta y Jujuy, cuyos medios de comunicación masiva le prestan muy poca atención. Esto es algo realmente enigmático, un dilema en el sentido cliffordiano, si consideramos la situación altamente conflictiva de la frontera, especialmente en las áreas de tierras bajas, donde se combinan importantes flujos de migración laboral permanente y estacional, contrabando hormiga y una frontera externa de MERCOSUR (Rabey 1995). Además, y en una dimensión probablemente más significativa que en la frontera México-USA, aparece aquí una gran diversidad de etnicidades, como consecuencia de constituir esta zona no sólo un límite internacional, sino una interfase entre dos regiones ecoculturales mayores: los Andes y el Chaco. En ese escenario, el silencio que practican tanto las voces del imaginario social como las de la antropología debe ser significativo. En este trabajo prestaremos especial atención a esas significaciones, puesto que probablemente tengan estrecha conexión con las 1

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La frontera entre Argentina y Boliva como tema antropológico y de una etnografía que se focaliza en los movimientos de población, que en este caso los autores prefieren llamar "trashumancias", en lugar de usar el más convencional término "migraciones estacionales". El trabajo fue realizado durante la epidemia de cólera que asoló a los Ande Centrales de Surámerica y a áreas aledañas durante los años 1992-1994.

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2000. Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, 18: 339-357

LA FRONTERA EN LOS TIEMPOS DEL COLERAUna etnografía de trashumancias internacionales

Mario Rabey y Omar Jerez

ANTROPOLOGÍA Y FRONTERA

Las fronteras no han sido hasta ahora un tema de interés evidente para los antropólogos de Argentina y otros países sudamericanos. Ello contrasta con la atención que se le ha estado prestando a los procesos socioculturales y económicos en la región fronteriza entre México y los Estados Unidos. De hecho, durante los últimos años esa región ha estado atrayendo la atención de numerosos científicos sociales, especialmente antropólogos (Rosaldo 1988; Kearney 1991; Chávez et al 1990; Gupta y Ferguson 1992; Alvarez y Collier 1994; Heyman 1994, 1995, entre otros).

La frontera México-USA exhibe una serie de procesos socioculturales y económicos que tienen un carácter visiblemente público: leyes para controlar la migración internacional, maquiladoras, NAFTA e intercambios culturales. Los mismos procesos -o situaciones comparables- aparecen en la frontera Bolivia-Argentina, con la diferencia de que no se expresan como una cuestión de interés público, ni siquiera en las provincias de Salta y Jujuy, cuyos medios de comunicación masiva le prestan muy poca atención.

Esto es algo realmente enigmático, un dilema en el sentido cliffordiano, si consideramos la situación altamente conflictiva de la frontera, especialmente en las áreas de tierras bajas, donde se combinan importantes flujos de migración laboral permanente y estacional, contrabando hormiga y una frontera externa de MERCOSUR (Rabey 1995). Además, y en una dimensión probablemente más significativa que en la frontera México-USA, aparece aquí una gran diversidad de etnicidades, como consecuencia de constituir esta zona no sólo un límite internacional, sino una interfase entre dos regiones ecoculturales mayores: los Andes y el Chaco.

En ese escenario, el silencio que practican tanto las voces del imaginario social como las de la antropología debe ser significativo. En este trabajo prestaremos especial atención a esas significaciones, puesto que probablemente tengan estrecha conexión con las características de las peculiares relaciones de esta frontera y del papel que ella cumple en los respectivos contextos nacionales e internacional, tanto en referencia al orden estatal, como en lo que hace a las actividades empresariales. Como afirma Sahlins (1989), en las fronteras internacionales es donde se constituyen con más fuerza las identidades culturales propias de las naciones contemporáneas.

No obstante, la imagen de ambas fronteras parece tener algunos puntos en común. El más notable, del cual seguramente se derivan los restantes, reside en que, en ambos casos, están en contacto dos países con diferentes niveles de riqueza: USA es más rico que México, Argentina lo es con respecto a Bolivia. También en ambos casos hay un país con grandes masas campesinas (México, Bolivia), mientras que el otro país del par tiene un campesinado de menor peso relativo (Argentina) o reducido a expresiones prácticamente no significativas (USA). Como primer resultado, los flujos migratorios se dirigen masivamente de México a USA y de Bolivia a Argentina.

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La imagen de la frontera sugiere conflicto, cambio e interés en los relativamente pobres bolivianos -y mexicanos-. Este interés es en nuestro caso, además de significativamente débil, relativamente deslocalizado, algo que coincide con el sobreénfasis en el discurso político e ideológico que menciona Heyman (1994) para USA.

Pero la imagen de la frontera es importante porque sugiere nuevas perspectivas teóricas en antropología, que rechazan el antiguo foco en culturas ahistóricas y aisladas. Rosaldo (1989) argumenta contra la idea según la cual cada cultura "real" tiene un núcleo aislado de las otras culturas. En cambio, propone que todas las culturas son múltiples, incompletas y contradictorias. Las culturas son tramas de relaciones, no son atemporales ni están aisladas, sino que fluyen constantemente. Entonces, las “fronteras” son el estado normal de las culturas, el ámbito donde éstas -y no solamente las nacionalidades- se establecen, algo que, por otra parte, ha sido señalado hace ya tiempo por Frederik Barth (1969).

Entonces, necesitamos análisis que enfoquen relacionalmente las cuestiones de cultura, poder y economía en la frontera. Es decir, cómo opera una organización estatal y productiva dual, pero desigual, y cómo se van desarrollando las relaciones culturales en esta zona de poder dual. Ello permitirá construir una nueva imagen antropológica de la frontera, que servirá tanto para fines teóricos como para objetivos de desarrollo regional.

ANTROPOLOGÍA DE LA FRONTERA

Gupta y Ferguson (1992) han desarrollado con cierto detalle la crítica de Rosaldo al modelo una-localización una-cultura, que prevalece en buena parte de las tradiciones antropológicas norteamericanas y británicas. En lugar de constituir una serie de sociedades-con-culturas, separadas unas de las otras por fronteras estrictas, el mundo es, y ha sido desde hace mucho tiempo, una serie de espacios interconectados jerárquicamente. Las fronteras internacionales constituyen una imagen prominente de esa interconexión jerárquica, en el caso que nos ocupa, entre Bolivia y Argentina, y otros espacios como Mercosur y los mercados internacionales. Heyman (1994: 49) se pregunta: “¿Cuál es el rol de la gente en la producción de los vínculos globales, cuando interactúan cotidianamente con dos aparatos de Estado?

Según Gupta y Ferguson (1992), quienes se apoyan en Rouse (1991), el flujo y la interconexión cultural son un producto reciente, aunque todavía confuso, del capitalismo posmoderno. Es cierto que la frontera México-USA, con sus maquiladoras 1, proporciona una imagen fácil de producción capitalista a escala mundial. También lo es la frontera Bolivia-Argentina, con sus flujos estacionales de trabajadores temporarios para la cosecha en las empresas agrícolas. Pero estas imágenes son históricamente insostenibles. Heyman analiza los antecedentes históricos de la maquila. Si bien este sistema aparece recién legislado en 1965, su desarrollo comenzó en la década de 1880. De ese modo, las migraciones laborales desde México a USA ya tienen más de un siglo de historia.

Para el caso de la frontera Bolivia-Argentina, existe una importante producción bibliográfica acerca del papel que ha tenido en la agricultura empresarial la fuerza de trabajo barata constituida por migrantes estacionales de diversas etnias chaqueñas, hasta la década del 30 (Conti et al 1988, Lagos y Teruel 1989, Rutledge 1987a), y de campesinos de las tierras altas jujeñas y bolivianas a partir de esa época (Bisio & Forni 1976; Rutledge 1987a, 1987b; Whiteford 1981, 1977). Sin embargo, con la notable excepción del libro de Whiteford, ninguno de esos autores ha realizado un análisis del papel de la frontera y de las diferencias de nacionalidad en el establecimiento de relaciones de trabajo. Sólo muy recientemente, a partir de la creación de la Carrera de Antropología de la Universidad Nacional de Jujuy, algunos de sus profesores y

1 Sistema de fabricación de productos industriales norteamericanos en ciudades fronterizas del norte de México, aprovechando los bajos salarios de los obreros mexicanos.

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graduados han comenzado a ocuparse de la nacionalidad como un importante organizador de las relaciones productivas y de las relaciones interculturales. Algunos trabajos han incursionado especialmente en la construcción de significados en relación con la imagen del migrante extranjero, tales como los vinculados al racismo (Bohe et al 1992, Karasik 1991). Varios de los trabajos más recientes han analizado un proceso peculiar del noroeste argentino, la producción de periferias urbanas pluriétnicas, con cierto énfasis en el análisis del papel jugado por los migrantes andinos (García Moritán y Echenique 1991; Jerez y Rabey 1999; Rabey et al 1994, entre otros).

Pero, como ya hemos señalado, no se ha estudiado a la frontera Bolivia-Argentina como espacio de producción cultural. Nos referimos a las zonas de frontera como lugares de expresión de poderosas contradicciones, como espacios dinámicos, en constante transformación; y no como sitios topográficos estáticos entre otras dos localizaciones también estáticas -naciones, sociedades, culturas-. Nos proponemos entonces analizar la frontera como una zona intersticial de desplazamiento y desterritorialización que da nuevas formas a las identidades de los sujetos (Heyman 1994: 51). En lugar de minimizarlas como zonas marginales, de escasa significación cultural, franjas estrechas entre zonas más estables, proponemos entonces que la noción de tierras de frontera es especialmente adecuada para la conceptualización de las localizaciones normales de los sujetos de la modernidad tardía. Fronteras como la de Bolivia-Argentina constituyen metáforas de los espacios habituales de producción cultural de la llamada postmodernidad.

ETNOGRAFÍAS EN LAS TIERRAS DE FRONTERA

Cuando el Proyecto de Prevención de Endemias en Areas de Frontera 2 fue formulado, en 1993, las explicaciones corrientes acerca de las causas de la expansión del frente epidémico del cólera en áreas rurales y periferias urbanas de las zonas de frontera entre Argentina y Bolivia, incluían dos factores principales. El primero era la situación de pobreza, cuyos indicadores alcanzan algunos de sus valores extremos -con respecto al resto de la Argentina- en esta zona. El segundo factor causal considerado eran las pautas culturales de las poblaciones aborígenes, tanto de las nativas del área como de las que constantemente se trasladan desde Bolivia hacia la Argentina en busca de mejores condiciones de trabajo y hábitat. Se tomó entonces la decisión estratégica de construir y someter a contrastación una hipótesis de partida que incluyera ambos factores, a la manera de una explicación bicausal.

Se utilizó principalmente el método de los estudios de caso, aplicando técnicas cuali - cuantitativas. La herramienta básica fue una encuesta por muestreo, aplicando un importante formulario que incluyó datos sobre ingresos, educación, hábitat, infraestructura, trabajo, movilidad espacial, adscripción étnica, percepciones sociales y sanitarias, así como sobre el manejo productivo de los recursos naturales. Esta encuesta, que funcionó simultáneamente como un conjunto de entrevistas estructuradas, permitió obtener información tratable mediante procedimientos estadísticos -cuantitativos- y mediante análisis categorial -cualitativo-. Se usaron también entrevistas individuales abiertas y evaluaciones participativas grupales, una técnica especialmente aplicada en ámbitos rurales bolivianos, donde la fortaleza de las instituciones comunitarias contribuyó especialmente a su aplicación. Las técnicas basadas principalmente en la información verbal fueron combinadas habitualmente con el registro observacional, participante y no participante, complementada con la documentación fotográfica. Información secundaria sobre tenencia de la tierra, las características socioculturales de la población, sistemas productivos, salud -especialmente incidencia del cólera y otras epidemias o endemias-

2 Proyecto de Prevención de Endemias en Áreas de Frontera, ejecutado por FLACAM (Foro Latinoamericano de Ciencias Ambientales), con financiamiento de la Unión Europea y la Coordinación Científica de Mario Rabey.

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e infraestructura sanitaria, fue utilizada abundantemente, así como información periodística reciente.

Los casos fueron seleccionados entre algunos de los ámbitos donde fue registrada una mayor incidencia del cólera, de manera de tener acceso al mayor número posible de situaciones socioambientales, representativas de la variedad de condiciones naturales, de asentamiento, económicas, sociales y políticas en las que se encuentran las poblaciones pobres del área, considerando simultáneamente su diversidad étnico-cultural. Para enumerar y caracterizar los casos, consideraremos el mapa del área estudiada como un triángulo con base en el norte y vértice en el sur. Empezando por el vértice nordeste y siguiendo el recorrido en el sentido de las agujas del reloj, los casos fueron:

[1] una comunidad Mataco (Wichí) 3 4 en las cercanías de la ciudad chaqueño-boliviana de Villa Montes;

[2] una comunidad en la periferia rural de una ciudad boliviana de frontera, Yacuiba;

[3] el complejo urbano fronterizo de Yacuiba / Pocitos/ Salvador Mazza;

[4] una comunidad Chiriguano (Abá Guaraní) en la zona ubicada entre la frontera y Tartagal a lo largo de la ruta 34;

[5] un barrio periférico reciente de la ciudad de Orán;

[6] el área de fincas frutihortícolas ubicadas entre esta ciudad y la frontera, a lo largo de la ruta 5O;

[7] el área agroindustrial azucarera de colonización andina, mestiza (Chapaca y Coya) Quechua - 5, centrada en la ciudad boliviana de Bermejo;

[8] el complejo urbano-fronterizo de Aguas Blancas-Bermejo;

[9] una comunidad campesina andina mestiza -Chapaca- localizada en las cercanías de Padcaya, al sur de Tarija.

LOS CASOS ESTUDIADOS

Caso I: Una comunidad Mataco (Wichi)

Los Wichí habitan, en el área estudiada, zonas próximas al río Pilcomayo, lo que les permite conservar su antigua base de recursos naturales alimenticios, consistente principalmente en peces fluviales y animales de caza que pueden encontrarse, sobre todo en la estación seca, en las proximidades de los ríos, junto con una variedad de recursos de recolección, principalmente miel silvestre. Suelen estar asentados en poblados con fuerte influencia de iglesias cristianas no católicas -cuando no directamente administrados por éstas- y son vecinos de poblaciones no aborígenes -los criollos chaqueños-, con los cuales suelen tener relaciones cargadas con 3 En este, como en todos los casos en que se menciona una población con adscripción étnica, indicamos en primer lugar el nombre con el que son conocidos por el resto de los habitantes del área y luego, entre paréntesis, la denominación que cada grupo se da corrientemente a sí mismo.

4 Hemos creído conveniente no mencionar los nombres de muchos lugares, especialmente de los más pequeños, para resguardar la confidencialidad de la información que nos dieron muchos habitantes de los sitios en que trabajamos. Por ese motivo, también evitamos mencionar los nombres y apellidos de los mismos.

5 Chapaco es la designación con la que se autorreconocen los habitantes de la porción andina -occidental- del departamento boliviano de Tarija; otros grupos suelen describirlos con la ambigua denominación de mestizos. Coya es, al mismo tiempo una denominación externa al grupo y en gran parte asumida por éste: refiere a los habitantes de los Andes de Bolivia y la Argentina noroccidental, quienes, al mismo tiempo que conservan sus autodenominaciones étnicas -puneños, quebradeños, vallistos en Argentina, quechuas y aymaras en Bolivia-, asumen la denominación externa que, por otro lado, es muy antigua y proviene del tiempo de la dominación incaica.

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distintos niveles de conflicto. Algunos criollos contratan a sus vecinos Wichí como trabajadores temporarios -"changueros"-.

Además de las relaciones ya mencionadas con la población no aborigen de la cuenca media del Pilcomayo -misioneros y criollos- los Wichí desarrollan importantes interacciones con los habitantes de otras zonas, tanto dentro como fuera del área estudiada por nuestro proyecto. Estas interacciones están centradas principalmente en sus actividades y conocimientos pesqueros, e incluyen dos importantísimos vínculos, uno referido principalmente a la Argentina y el otro casi exclusivamente a Bolivia. En primer lugar, los Wichí son buscados como guías para excursiones de pesca deportiva encaradas por miembros de sectores medios, especialmente de las ciudades de las provincias argentinas de Salta y Jujuy, quienes muchas veces acampan en los propios poblados Wichí, donde pueden eventualmente aprovisionarse de algunas mercaderías y contratar algunos servicios personales: las comunidades próximas a Villa Montes, por su fácil accesibilidad vial, constituyen un importante destino en esta actividad. En segundo lugar, los Wichí son proveedores de pescado de bajo precio -sábalo- para las áreas andinas de Bolivia, a través de un sistema de acopio en las riberas del Pilcomayo, que en las proximidades de Villa Montes y hasta las cercanías de la frontera con Argentina, se ve facilitada por la existencia de una red vial transitable fuera de los períodos de grandes lluvias y que es utilizada por acopiadores que vienen desde Tarija y Potosí. Estos descargan contenedores con hielo cerca de los lugares donde se instalan los campamentos de pesca de los aborígenes, quienes se ocupan de irlos llenando hasta que el camión vuelve a recogerlos.

Caso II: Una comunidad en la periferia rural de Yacuiba, Bolivia

Las comunidades ubicadas en la periferia rural de la ciudad boliviana de Yacuiba están habitadas principalmente por campesinos criollos chaqueños dedicados a una producción agropastoril doméstica que se destina principalmente al consumo familiar, con excedentes vendidos en forma directa a los habitantes de la ciudad. En este sentido, las relaciones económicas entre este campesinado y la ciudad son semejantes a las de los criollos chaqueños que habitan del otro lado de la frontera, en Argentina, con dos importantes diferencias, una más estructural y la otra más coyuntural.

La diferencia estructural reside en la existencia de una importante trama de instituciones comunitarias reconocidas jurídicamente y promovidas social y políticamente en el agro boliviano, algo que no sucede en el agro argentino. Una importante consecuencia de esta diferencia consiste en que la toma de decisiones se da allí en gran parte en el ámbito grupal / comunitario, mientras que en Argentina, se da en el ámbito individual/familiar. La diferencia coyuntural proviene de la variación en los tipos de cambio relativos entre ambos países producida a principios de 1992 y estabilizada desde entonces y que cambió abruptamente el sentido dominante de los intercambios comerciales, especialmente de los que se producen a través de transacciones en pequeña escala -"contrabando hormiga"-, favoreciendo decididamente a la venta de productos de diversos orígenes -principalmente del Extremo Oriente-, que se concentran en el comercio minorista de Yacuiba -y otras ciudades bolivianas de frontera- para su clientela argentina. Este proceso ha producido un importante crecimiento urbano y la consecuente demanda de alimentos al entorno rural, que encuentra así un mercado en expansión para sus excedentes, un estímulo para la expansión productiva y un aliciente adicional para la movilidad cotidiana campo-ciudad.

Por otra parte, este proceso coyuntural de intensificación comercial tiene consecuencias quizás más estructurales en el ámbito de los asentamientos humanos. En efecto, la expansión de la trama urbana de Yacuiba está produciendo una periferización que empieza a mostrar señales de suburbanización de zonas de producción campesina, algo que tampoco, por diversos motivos, se produce del otro lado de la frontera con Argentina.

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Caso III: El complejo urbano fronterizo de Yacuiba / Pocitos / Salvador Mazza

La zona urbana fronteriza de Yacuiba / Pocitos / Salvador Mazza ha sufrido, como vimos en el apartado anterior, una importante transformación reciente, vinculada al cambio de sentido de los principales flujos comerciales minoristas. Yacuiba / Pocitos, del lado boliviano, constituye actualmente un importante destino de comerciantes minoristas formales e informales del noroeste argentino, así como de numerosísimos viajeros individuales que practican una suerte de turismo comercial, visible por lo demás en todas las ciudades de frontera vecinas a la Argentina y, a veces, en ciudades no fronterizas como la chilena de Iquique.

Este flujo comercial creciente es visible en la gran cantidad de ómnibus, tanto de línea como especialmente fletados, e incluso de taxis, que arriban a cada rato a la ciudad de Salvador Mazza -en Argentina-, en la interminable hilera de gente que vuelve de Bolivia a la Argentina con pequeñas cantidades de mercadería y en la cantidad de "bagayeros" -portadores de bultos que son contratados por terceros para pasarlos por la frontera-. Sus consecuencias, como ya dijimos, son una formidable expansión de la actividad comercial del lado boliviano, evidenciada en la formación de miríadas de pequeños locales, muchos de ellos callejeros, que han atraído migrantes del resto del país, especialmente de las tierras altas andinas, aunque también de Santa Cruz de la Sierra y, secundariamente, de otros orígenes de las tierras bajas chaqueño-bolivianas. Muchos de estos pequeños -y en general, informales- comerciantes, duermen en sus locales y la mayoría de ellos come allí, servidos por vendedores de comida también callejeros e informales, cuyos implementos de higiene están normalmente reducidos a un balde con agua que se cambia de tanto en tanto, que tal vez reciba lavandina, y en el cual se lavan verduras, utensilios de cocina, platos y -por supuesto- los cubiertos que han pasado directamente por la boca de sus comensales. Tal vez el único -aunque significativo- cambio que se ha producido en los hábitos de los comerciantes callejeros de comida en tiempos del cólera ha sido la incorporación de vasos descartadles de plástico.

Como también señalamos en el apartado anterior, Yacuiba sufre un proceso de periferización creciente. Numerosas personas provenientes del resto de Bolivia -y a veces de Argentina- son atraídas por las oportunidades laborales creadas por la expansión comercial de frontera. En estas circunstancias, la atracción no se produce sobre grupos que trasladan sus vínculos comunitarios y culturales locales de origen hacia el área de destino -como veremos que sucede en el otro sistema urbano fronteriza, Aguas Blancas/Bermejo, sino sobre actores sociales individuales y/o familiares que generan un paisaje socio-urbano fuertemente desarticulado.

Caso IV: Una comunidad Chiriguano (Abá Guaraní)

La comunidad Chiriguano o Abá Guaraní estudiada forma parte de las alrededor de 15 ubicadas, en las inmediaciones de la ruta 34, en la zona entre la frontera y Tartagal. Estas comunidades son el resultado actual de los procesos migratorios de las etnias Tupí-Guaraní y Arawak, dos veces milenarias, que llevaron -hace unos cinco o seis siglos- a algunas de sus poblaciones desde las tierras bajas centroorientales sudamericanas hasta los contrafuertes andinas, en el chaco occidental, donde se enfrentaron bélicamente con las poblaciones andinas organizadas política y militarmente por el imperio incaico. Hacia allí llevaron sus sistemas productivos de agricultura aldeana itinerante, basada en la rotación de campos de cultivo en los alrededores de sus poblados, y en la siembra de maíz, calabaza, mandioca y porotos; un sistema, que con algunas transformaciones, sigue en vigencia y constituye la base de su producción de alimentos y de excedentes para la venta en las ciudades próximas.

La presencia concreta de chiriguanos en esta zona parece ser el resultado de otros dos factores más recientes, que actuaron durante la primera mitad del siglo XX. El primero es la importante demanda de mano de obra por las grandes explotaciones agroindustriales azucareras de las provincias de Salta y Jujuy, que atrajo importantes contingentes de esta etnia instaladas en

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territorio boliviano. La segunda fue la guerra boliviano-paraguaya del Chaco, en la década de 193O, que impulsó a muchos chiriguanos bolivianos a instalarse definitivamente en territorio argentino. Finalmente, las transformaciones acaecidas durante las últimas dos décadas en el sistema productivo azucarero expulsaron mucha mano de obra, incluyendo varios grupos de chiriguanos, lo cual por un lado consolidó sus asentamientos rurales y por el otro, como veremos, contribuyó al proceso de periferización de varias ciudades argentinas del área.

Los chiriguanos actualmente ocupan tierras propias o cedidas por misiones franciscanas y protagonizan -como muchos otros grupos étnicos de todo el mundo- una tendencia a la afirmación de su identidad y sus instituciones socioculturales. Esto tiene tres consecuencias importantes. En primer lugar, una intensificación de los lazos entre grupos y comunidades, tanto entre los que están asentados en distintos ámbitos del noroeste argentino -urbanos y rurales- como entre ambos países, una intensificación que a su vez produce la recuperación de antiguos patrones de movilidad espacial. En segundo lugar, una mayor confianza comunitaria, que incide en una activa búsqueda de la consolidación de títulos de propiedad sobre sus dominios rurales así como en la expansión de éstos y, en general, en una tendencia hacia la re-ruralización cultural de la sociedad chiriguana en la Argentina. Por último, es visible una reaparición del antiguo y conflictivo patrón de oposición con la gente que proviene de las tierras altas andinas -en este caso bolivianas-.

Caso V: Un barrio periférico de la ciudad de Orán, Argentina

El estudio de un barrio periférico de la ciudad de Orán permitió descubrir otras características de los procesos de urbanización en el área y relacionarlos con patrones ambientales microrregionales. Se trata de una periferización reciente, mayormente de la última década, y expansiva, abarcando ya varios miles de personas de distintos orígenes. Fue desencadenada en gran parte por el proceso de expulsión de mano de obra operado por las grandes plantaciones azucareras -una de las cuales casi rodea desde el sur a la ciudad de Orán- y potenciada por la crisis ocupacional y demográfica generada por las transformaciones del sector petrolero argentino. Otro factor importante está constituido por las bruscas fluctuaciones en la actividad del sector de fincas frutihortícolas instaladas al norte de Orán, en gran parte producidas por las oscilaciones en los precios del mercado nacional -al cual se destina toda su producción- agravadas recientemente por los cambios en las políticas impositivas referidas a la importación.

En este barrio hay una composición pluriétnica pero, a diferencia de la situación descripta para Yacuiba y siguiendo un patrón que parece ser también compartido por Pichanal, se produce una localización espacial para cada grupo de pertenencia, aunque esta localización no es estricta y las barreras espaciales parecen difuminarse a medida que pasa el tiempo. Hay tres grupos principales, claramente diferenciados entre sí: los coyas, migrantes o hijos de migrantes de los Andes argentinos y bolivianos 6 -y muchas veces con escalones migratorios intermedios en otros lugares de ambos países-; los chiriguanos, también provenientes de Bolivia o Argentina, en este caso principalmente del área y específicamente de la comunidad descripta en el apartado anterior, corrientemente con estadías intermedias en las plantaciones azucareras; y los criollos, en gran parte provenientes de sitios rurales del resto de la región chaqueña argentina y de complejas historias de vida residencial/laborales. La fricción interétnica está también presente en este barrio, remarcada perceptualmente pero al mismo tiempo moderada interactivamente por la evidencia de otros culturales muy visibles grupalmente.

El barrio está trazado en cuadrícula, lo cual puede facilitar la provisión de servicios, aunque sus sectores más viejos encierran, dentro del damero urbano, lotes muy irregulares con dificultades en ese sentido. De todos modos, no hay aquí cloacas, los baños consisten principalmente en

6 En este contexto, como en el de la mayor parte de la Argentina, el término "Coya" refiere a todos los migrantes andinos, incluyendo a los provenientes del departamento de Tarija, a los cuales en Bolivia suele llamarse "Chapacos" -ver Nota 5-.

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letrinas y la provisión de agua es a través de una red con canillas públicas, de la cual se surte la población mediante baldes y a veces mangueras, manteniendo una reserva en depósitos domésticos sumamente riesgosos en términos sanitarios. Muy poca gente tiene aquí empleos permanentes y, en su mayoría, se ocupan en una combinación de empleos ocasionales y estacionales, entre los cuales predomina el de cosechero, a veces en la zafra azucarera, otras en cultivos extensivos de oleaginosas o leguminosas, pero principalmente en las fincas frutihortícolas ubicadas al norte de Orán. Durante el tiempo de cosecha, muchos habitantes del barrio se trasladan cotidianamente a las fincas próximas, generalmente en vehículos de carga por los propios finqueros o sus encargados, que los pasan a buscar por una zona de dos cuadras de largo próxima al barrio, donde los desocupados también se instalan frecuentemente esperando la oportunidad de una "changa". Otros -los menos- se trasladan a la finca, solos o acompañados por toda o parte de su familia, durante una temporada, normalmente hasta que juntan una cantidad de dinero, objetivo difícil de alcanzar con los jornales actuales -unos siete u ocho pesos diarios-.

A estos movimientos cotidianos y estacionales en busca de trabajo se les agregan otros, de periodicidad variable, pero muy habituales, orientados a dos objetivos. Uno es la visita a familiares -muchas veces combinada con la participación en fiestas, como el Carnaval y Navidad-Año Nuevo- en sus lugares de origen. El segundo objetivo es el aprovisionamiento de bienes de consumo baratos en zonas de frontera, en este caso la ciudad boliviana de Bermejo. También es bastante corriente la recepción de visitantes, generalmente familiares que provienen de sus zonas de origen y que muchas veces utilizan sus viviendas como cabeceras de puente para una escala migratoria más o menos permanente.

Caso VI: Las fincas frutihortícolas, Argentina

Pocos kilómetros al norte de Orán comienza un área de fincas frutihortícolas que continúa a lo largo de la ruta 5O hasta la frontera, más o menos paralela al río Bermejo. Estas fincas presentan una importante variabilidad en términos de tenencia -hay propietarios de varias décadas, propietarios recientes, arrenderos con continuidad y discontinuos-, de estrategias productivas -desde el casi monocultivo de bananas hasta un policultivo de diversas especies de frutas y hortalizas-, de mayor ó menor orientación a la reinversión y la acumulación de capital, entre otras variables.

Quizás donde las diferencias se manifiesten de una manera más dramáticamente visible sea en los estilos de manejo de los recursos humanos. En un extremo, hay finqueros -los hemos llamado "pésimos"- que alojan a sus trabajadores en "conventillos" rurales de materiales muy precarios, muchas veces escondidos entre los bananales, sin letrinas y sin otra provisión de agua potable que la constituida por tachos de 2OO litros en los que se vierte agua periódicamente desde una cisterna móvil y a los cuales acuden todos los habitantes de un mismo "conventillo" -normalmente varias decenas- a servirse de agua introduciendo para ello diversos recipientes -y sus manos- en el tanque de uso común. En el otro extremo están los finqueros "óptimos", que han hecho construir habitaciones de material para sus trabajadores, con baños de uso compartido pero completos y provisión de agua corriente potabilizada en duchas, piletas y piletones para lavar. Es importante destacar que, desde el punto de vista de estos últimos finqueros, la provisión de adecuadas condiciones y medio ambiente de trabajo y vivienda para sus trabajadores proviene de una consideración fundamentalmente económico-empresarial, basada en una elemental pero correcta estimación costo/beneficio: cosecheros mejor alojados en términos de comodidades y salubridad se enferman menos, descansan más y, en consecuencia, rinden mejor en su trabajo. Entre ambos tipos extremos se ubica la mayor parte de las fincas, debiendo destacarse que los finqueros arrendatarios parecen encontrarse en condiciones desfavorables al respecto.

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Entre los cosecheros podemos distinguir tres modalidades principales: [a] los que habitan más o menos permanentemente en la finca, acompañados por su familia y con una relación laboral estable -aunque no siempre completamente legal y casi siempre fuertemente paternalista-; [b] los que se establecen en la finca durante un período limitado, generalmente no menor a un mes, acompañados frecuentemente por su familia o parte de ésta, la cual cambia así de residencia durante ese tiempo; y [c] los que cotidianamente se trasladan desde la periferia de la ciudad -en este caso Orán- hacia la finca. Estas formas de vinculación laboral en la finca se asientan entonces sobre una gran movilidad poblacional que implica, asimismo, importantes cambios de hábitat. Ello se ve potenciado porque en la finca se ponen en contacto poblaciones de orígenes y formas de vida muy diferentes: por un lado, están los migrantes trashumantes provenientes del campesinado de las tierras altas andinas, en este caso muy preponderantemente bolivianas, que utilizan esta actividad como complementaria de las que desarrollan en la zona boliviana próxima -cosecha de la caña de azúcar y pequeño comercio informal-; por el otro, los habitantes de la periferia de Orán. Para terminar de pintar las condiciones que han hecho posible que en algunas fincas de esta franja se hayan producido los más altos índices de incidencia del cólera, hay que agregar que todos estos trabajadores y sus familias viajan frecuentemente a Bermejo para aprovisionarse de mercaderías, y muchos de ellos realizan periódicamente recorridas más largas para visitar a sus parientes, acudir a fiestas o, sencillamente, retornar a sus hogares campesinos durante un período del año.

Caso VII: La ciudad de Bermejo, Bolivia

Hasta la década de 1960, la zona comprendida entre los ríos Bermejo y Grande de Tarija -el "triángulo de Bermejo"- tenía, como casi todo el resto de las tierras bajas bolivianas, una población muy escasa, dedicada a la cría de ganado vacuno y a la explotación maderera para los aserraderos de Orán. En realidad, esta zona de Bolivia influía directamente sobre las otras márgenes de ambos ríos, ubicadas en territorio argentino y a las cuales sólo se podía llegar -algo que sigue sucediendo- a través de esa faja de territorio boliviano. A principios de siglo, una incipiente explotación de hidrocarburos empezó a atraer otras actividades y algunos migrantes, con una cada vez mayor dependencia de Orán, que le servia como centro comercial, de servicios y de mercado. No existía entonces un camino en buenas condiciones para llegar a Tarija, la capital departamental a cuya jurisdicción pertenece el triángulo. A partir de la década de 1930, la zona empezó a ser atravesada por importantes contingentes de migrantes golondrina habitantes de las tierras altas andinas, que empezaron a ser reclutados como mano de obra estacional para la zafra en las grandes plantaciones de caña azucarera de Salta y Jujuy, donde también se encontraban con migrantes provenientes de las áreas andinas de estas dos provincias argentinas.

En la década de 1960, el gobierno boliviano incluye esta área en sus planes de colonización de las tierras bajas tropicales y crea dos ingenios de fomento, para la producción de azúcar de caña. Ello atrae primero a cientos y más tarde a miles de campesinos andinos, muchos de ellos con años de experiencia en la cosecha de caña en la Argentina. Estos colonos se instalan en el triángulo, creando dos hileras de comunidades a lo largo de los dos ríos, como sendos frentes de expansión, longitudinales y transversales, todavía hoy en plena dinámica, que tienden a ocupar todas las zonas con potencial para el cultivo en el triángulo, con ocasionales -e ilegales- expansiones del otro lado de la frontera, cruzando el río Grande de Tarija. Crearon así uno de los ambientes más originales de América Latina, al combinar organización social y territorial campesina con producción agroindustrial y un éxito económico poco común en el campesinado del continente. Estos colonos provienen principalmente del área andina chapaca del departamento de Tarija, aunque también son numerosos los coyas provenientes de Potosí, y mantienen sólidos lazos culturales, sociales y económicos con sus lugares de origen, a donde viajan de visita con bastante frecuencia.

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Pero el cultivo de caña requiere de numerosa mano de obra estacional y aquí, a causa del tamaño medio de las propiedades, éstas ni se pueden bastar habitualmente con el trabajo de los miembros de la familia, ni tienen la escala suficiente como para mecanizarse. Entonces, y contrariamente a lo que sucede con las grandes plantaciones azucareras del lado argentino, hay una demanda sostenida y creciente de trabajadores estacionales, "zafreros", que son contratados casi exclusivamente en las tierras altas andinas y, muchas veces, en las mismas localidades de donde provienen los campesinos "cañeros", que ahora son los patrones de sus paisanos. Los zafreros, entonces, trabajan de cuatro a siete meses cortando caña, alojados en campamentos o en habitaciones construidas por sus patrones, habitualmente con su mujer y algunos hijos que suelen trabajar también en la zafra.

Caso VIII: El complejo urbano-fronterizo de Aguas Blancas-Bermejo

La ciudad boliviana de Bermejo, ubicada en la ribera norte del río del mismo nombre, en el sur del "triángulo de Bermejo", fue durante muchos años un pequeño poblado desde el cual se manejaban las relaciones del área con la mucho más importante ciudad argentina de Orán. El desarrollo de la explotación de hidrocarburos constituyó durante la mayor parte de este siglo el único factor dinámico de este asentamiento. Recién hacia fines de la década de 1960, con el desarrollo agroindustrial y colonizador centrado en la producción de azúcar, Bermejo empieza a tomar fisonomía de ciudad, sobre la base de su consolidación como centro político-administrativo, comercial y de servicios. Y, respaldada en el crecimiento de Bermejo, también se expande Aguas Blancas, un pequeño poblado ubicado enfrente, en la margen argentina del río, que se carga principalmente de funciones comerciales. Comienza así una breve pero dinámica historia de crecimiento complementario y oscilante, donde cada uno de los dos asentamientos crece más en los períodos donde se ve favorecido por las equivalencias entre las monedas de ambos países y, consecuentemente, por los flujos comerciales de compra.

Sin embargo, fue Bermejo el asentamiento con mayor crecimiento demográfico y ello principalmente por dos motivos: [a] el carácter principalmente minorista e informal del comercio en Bolivia, frente a su mayor concentración y formalidad en Argentina; [b] la condición de centralidad de Bermejo con respecto a un área rural densamente poblada y con una importante producción mercantil. A dichos factores debe agregarse el mejoramiento del camino entre esta ciudad y Tarija -y a través de ésta con otras ciudades bolivianas-, lo que facilitó enormemente el flujo de personas y bienes.

Durante los años de esta década, esta asimetría se acentuó, a causa de dos factores que a su vez se potenciaron mutuamente: [a] un tipo de cambio que favorece los intercambios de Bolivia a la Argentina, como fue descripto en el caso III; [b] el mantenimiento de la atracción colonizadora del triángulo de Bermejo sobre los campesinos de las tierras altas bolivianas, en un contexto de cada vez mayor escasez de tierras aptas para el cultivo de caña. La combinación sinérgica de ambos factores ha venido produciendo, junto con el retroceso demográfico de Aguas Blancas -hoy con unos mil habitantes-, el crecimiento explosivo de Bermejo -donde ya habitan casi cuarenta mil personas-, y su periferización que ya comienza a afectar las áreas cañeras más próximas. En esta proceso, aunque sin los preocupantes conflictos de fragmentación étnica que caracterizan al caso de Yacuiba, y con la potencialidad de un sistema productivo pujante y con grandes posibilidades de complementación con el instalado del otro lado de la frontera, Bermejo se enfrenta a importantes dificultades para aprovisionar a su población de los servicios de saneamiento básico necesarios en una ciudad de esa escala.

Caso IX: Una comunidad campesina andina mestiza (Chapaca) en Padcaya, al sur de Tarija, Bolivia

El último caso trabajado en el diagnóstico fue el de una comunidad campesina chapaca de la zona de Padcaya, a unos 100 Km al sur de Tarija. La gran mayoría de los habitantes de este

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sitio es de campesinos que practican una agricultura andina de valle, basada en el cultivo bajo riego de maíz y algunas otras pocas especies, suplementado por la cría de algunas ovejas y cabras. La producción se orienta principalmente al consumo doméstico y, en algunos casos, al intercambio no monetario de bienes con los producidos por los pastores de llamas y ovejas de las "punas", tierras ubicadas por encima de los 3000 m de altura, quienes acuden una o dos veces al año, con sus tropas de llamas cargadas de carne, sal y tejidos, para truequearlos por productos agrícolas. Muchos campesinos acuden con sus excedentes a venderlos directamente en ferias campesinas, pero son pocos los que obtienen un ingreso monetario apreciable.

Entonces, la economía monetaria en esta zona no está basada principalmente en la venta de una parte de la producción campesina, sino en la obtención de ingresos extraprediales, basados en las diversas articulaciones laborales y productivas que existen entre esta zona de tierras altas y las tierras bajas cercanas, ubicadas en las proximidades de la frontera argentino-boliviana. Estas vinculaciones están apoyadas en distintos grupos de actores sociales y organizan una serie de movimientos de población, que describiremos brevemente.

En primer lugar, hay mucha gente originaria de Padcaya que se ha instalado como colonos cañeros en el triángulo de Bermejo y que visitan con bastante frecuencia a sus comunidades de origen, donde conservan tierras e importantes vínculos sociales y familiares. Es bastante corriente que mantengan sus tierras en producción, encargadas a un vecino o pariente, que les entrega una parte del producto a cambio, con lo cual el campesino-colono se asegura el acceso a alimentos producidos en tierras altas. En segundo lugar, hay muchos habitantes de estas comunidades que no han conseguido asentarse como colonos en el triángulo, pero que acuden casi todos los años a esta zona como cosechadores temporarios de caña -"zafreros"-, muchas veces reclutados por antiguos vecinos ahora convertidos en colonos. Entre este grupo se reclutan también muchos de los cosecheros temporarios y permanentes que trabajan en las fincas frutihortícolas del área Orán-Aguas Blancas. Estos trabajadores temporarios están fuera de su comunidad entre los meses de mayo y noviembre, coincidentemente con el período de zafra de la caña azucarera y de cosecha del tomate y el pimiento. Cuando la cosecha termina, regresan a su comunidad campesina en las tierras altas, a tiempo para incorporarse a la actividad agrícola en sus predios.

La tercera y cuarta situación constituyen variaciones de la segunda. Así, algunos de estos migrantes temporarios instalan una vivienda en la periferia de Bermejo, que les sirve como base de operaciones en la búsqueda de trabajo como zafreros del lado boliviano o cosecheros de frutas y verduras del lado argentino. Este puesto urbano les sirve también para buscar otros horizontes laborales y de hábitat, desde alguna participación en el activo comercio de Bermejo, hasta la migración más permanente -aunque conservando siempre lazos con su comunidad de origen- hacia el sur de la Argentina, buscando una formalización económica mayor, muchas veces asentada en la adquisición de un oficio en la construcción. La cuarta situación que vincula a las comunidades de los Andes de Tarija con las tierras bajas es el comercio; alguna gente de Padcaya y otras áreas campesinas próximas tientan fortuna trabajando en alguno de los numerosísimos puestos de comercio más o menos informal en Bermejo, que se abastecen con periódicos viajes a Oruro, La Paz, Santa Cruz y a veces al puerto libre chileno de Iquique. Sin embargo, las posiciones laborales que obtienen los campesinos en el comercio suelen ser de muy bajo rango y, en todo caso, constituyen un mecanismo que los pone en contacto con condiciones ambientales propicias para la expansión de las endemias.

EL PATRÓN AMBIENTAL REGIONAL

El análisis de los nueve casos estudiados, y su integración en una perspectiva más amplia, permitieron poner en evidencia la insuficiencia de la explicación bicausal -pobreza y pautas culturales- de la hipótesis de partida que había sido construida siguiendo las explicaciones

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corrientes acerca de las causas de la expansión del frente epidémico del cólera en las zonas de frontera entre Argentina y Bolivia. Un tercer factor, vinculado a los anteriores, pero que en cierto modo los engloba y los ubica en una trama de gran complejidad, apareció con todo su vigor explicativo. Las poblaciones que habitan en el área están construyendo, al combinar pautas culturales preexistentes con un conjunto de intensificados comportamientos innovadores frente a los cambiantes escenarios políticos y económicos, una estrategia de vida basada en la trashumancia generalizada: es decir, en el acceso a ofertas productivas y laborales instaladas en hábitats muy diversificados.

Semejante estrategia implica el movimiento periódico de individuos, familias y grupos entre distintos sitios dentro de la zona donde hemos trabajado. Estos movimientos que muchas veces van y vienen más allá de dicha zona: desde y hacia el norte -cuando se trata de gente proveniente de departamentos alto andinos fuera de Tarija, como sucede prominentemente con Potosí- y desde y hacia el sur, cuando el desarrollo de sus estrategias lleva a estas poblaciones trashumantes a las regiones más prósperas de la Argentina. La gente se mueve para acceder a trabajos estacionales, para conservar el acceso a parte de la producción de parcelas campesinas, para mantener y reforzar vínculos familiares y sociales y pertenencias comunitarias, para comprar y para vender. Muchos -probablemente la mayoría- de los movimientos no tienen objetivos directamente económicos. La gente va de visita y muchas veces a participar en festividades como el carnaval o fiestas patronales y en todos los casos se encontrará con sus parientes e incluso podrá tener la oportunidad de formar una familia con un paisano o una paisana, cuando se trata de solteros. Así, esta estrategia de vida trashumante tiene aspectos económicos, simbólicos y sociales.

En semejante contexto, con tal dinámica de poblaciones, de bienes y de información, con sistemas de hábitat tan complejos y cambiantes, aun cuando la estrategia de vida de estas poblaciones fuera claramente exitosa, aparecen gigantescas dificultades para que puedan equiparse con adecuadas infraestructuras de saneamiento y condiciones de vivienda y ambiente laboral. Estas dificultades se potencian y generan situaciones explosivas cuando se combinan con factores provenientes de escenarios más globales, como los conflictos interétnicos, la política [anti] migratoria con sus secuelas de situaciones de ilegalidad y, en general, la poco adecuada comprensión que muchas veces tienen los organismos públicos sobre las potencialidades del sistema.

Dicho en otros términos, este trabajo nos permitió reconocer un patrón ambiental generado por las vigorosas y cada vez más intensificadas interacciones entre las estrategias de vida de las poblaciones locales y los cambiantes escenarios globales. Semejante patrón ambiental se caracteriza por constituirse en la interfase entre distintos sistemas y, por lo tanto, por poseer valores muy altos de diversidad natural y sociocultural, con la correlativamente alta presencia de conflictos y potencialidades. La instalación del cólera como endemia puede ser vista entonces, junto con el recrudecimiento de otras infecciosas y la aparición o reaparición de diversas enfermedades tropicales, como un síntoma de la consolidación en la zona de un estilo de desarrollo que aprovecha vigorosamente la diversidad de recursos naturales y humanos y se adapta ágilmente a los cambios de macroescenarios, pero que todavía carece de sustentabilidad.

En este sentido, no sólo hemos distinguido un patrón ambiental regional que puede ser ahora utilizado como la base para la formulación de una hipótesis general. También nos hemos aproximado a comprender algunas de las variantes intrarregionales que, si bien requieren todavía mayores grados de profundización, ajuste y validación, nos permiten desplegar dicha hipótesis general en hipótesis particulares y proponer algunos campos proyectuales de actuación. La mencionada comprensión de las variantes intrarregionales del patrón regional ha sido interpretada mediante un análisis de corredores -que se describen más adelante-, a partir de

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la idea básica según la cual la característica principal de aquél es la alta velocidad e intensidad con la que circulan las personas, los bienes y la información.

LOS CORREDORES FRONTERIZOS

En la región estudiada se registra la presencia de tres corredores, a lo largo de los cuales circulan bienes, personas e información y en los cuales se expresan, con diferentes características, las diversas potencialidades y conflictos de este sistema de interfases. Cada uno de ellos está formado por un eje principal y ramales secundarios. Dos son carreteros (Tarija - Pichanal y Villa Montes - Pichanal) y el otro, fluvial (río Pilcomayo). Entre los dos primeros, uno conecta a las tierras altas bolivianas de los departamentos de Potosí y Tarija con las tierras bajas argentinas (ruta Tarija - Pichanal). Los dos restantes conectan las tierras bajas bolivianas de Santa Cruz de la Sierra y la región chaqueña con las tierras bajas del chaco y el piedemonte andino argentinos: uno por vía terrestre (ruta Villa Montes – Pichanal) y el otro por vía fluvial (río Pilcomayo).

[Potosí-] Tarija - Pichanal Carreteros

Tierras Altas / Tierras Bajas

[S. Cruz de la Sierra-] Villa Montes - Pichanal

Tierras Bajas / Tierras Bajas

Río PilcomayoFluvial

Así, dos corredores son intrachaqueños y vinculan tierras bajas con tierras bajas. De ellos, uno es transversal -corre de oeste a este- y es fluvial, con eje en el río Pilcomayo, utilizado principalmente por las etnias chaqueñas: los Wichí o Mataco y otros grupos menores como los Chorote y los Chulupí, quienes conviven con un número importante de criollos pobres -bolivianos y argentinos-. En nuestro diagnóstico, debido a las dificultades de accesibilidad, éste fue el corredor menos estudiado -con excepción de su cabecera noroeste, en las cercanías de Villa Montes-. Así, entre los casos estudiados, solamente el caso I pertenece a este corredor. A partir de nuestros datos de campo y de la información bibliográfica disponible, se lo puede caracterizar como un corredor de aislamiento étnico, poblado por grupos con escasa tendencia a salir del corredor, pero con importante movilidad en su interior -especialmente entre los Wichí, quienes se trasladan frecuentemente en busca de peces y animales de caza-.

El segundo corredor intrachaqueño es longitudinal -corre de norte a sur- y vial. En nuestro estudio, está representado por los casos I a IV y por él circulan poblaciones de origen muy diverso. Ocupa un lugar muy conspicuo la gente nacida en las tierras altas (los Coyas), que se han instalado como colonos en las áreas rurales o como comerciantes en las ciudades del área integrada de Santa Cruz de la Sierra y que utilizan este corredor en sus movimientos hacia y desde las zonas más prósperas de Argentina o en vinculación al transporte de mercadería para aprovisionar al comercio de Yacuiba y Pocitos. Un segundo grupo son los Chiriguano o Guaraní de ambos países cuyas visitas mutuas vienen incrementándose en los últimos años, a caballo de un creciente revivalismo cultural que está alimentando incluso la idea de la re-constitución de una nación chiriguana -en sentido etno-cultural- boliviano-argentina. Un tercer grupo, en continua expansión, son los compradores de bienes en Yacuiba-Pocitos, pertenecientes a los estratos medios y medio-bajos de las ciudades argentinas de Córdoba para el norte.

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El tercer corredor también es longitudinal y vial, pero a diferencia del anterior - que es intrachaqueño -, vincula tierras altas con tierras bajas, a lo largo de un recorrido que, proviniendo del corazón de los Andes Centrales -con centro en Potosí- conecta principalmente a la zona de Tarija con el segundo corredor, al cual confluye en el área de Pichanal. Esta representado por los casos V a IX, dentro del recorrido Tarija-Orán, dentro del cual aparecen los valores más elevados de diversidad natural y cultural. Así, dentro de una región que hemos considerado como de interfase natural, cultural, social, económica y político-institucional, este tercer corredor aparece como el más representativo del patrón regional, y es donde la estrategia trashumante de sus actores sociales se expresa con mayor riqueza en una trama mucho más compleja que en el primer corredor y mucho más articulada que en el segundo.

ANTROPOLOGÍA Y SUSTENTABILIDAD

Paradójicamente, como se planteó al principio de este trabajo, pese a haber sido la frontera un tema fundacional en los estudios culturales -no tanto las fronteras transnacionales como las fronteras de la etnicidad-, el mismo ha sido escasa y fragmentariamente abordado por la producción antropológica. A esto debemos agregarle la ausencia de la frontera con Bolivia como tema en el imaginario popular de los argentinos, salvo en las representaciones regionales. En ellas, la frontera con Bolivia aparece como espacio comercial, donde el “turismo de compras” puede adquirir productos a precios relativamente más bajos que en los mercados locales. Ello da como resultado la falta de interés que le han prestado, tanto los académicos como los encargados de llevar adelante políticas sanitarias, sociales y ambientales en estos ámbitos.

El contrasentido de esta falta de interés se hace aún más evidente, si consideramos que esta área -las tierras bajas de la frontera de Argentina y Bolivia- constituye una importante interfase cultural y natural. Esta importancia como interfase cultural proviene del dinamismo que le imprimen las poblaciones de las tierras altas y las tierras bajas a través de la utilización de los distintos corredores de trashumancia que hemos descripto. Son zonas de entrecruzamiento cultural y, por lo tanto, de gran interés para el análisis de los procesos de construcción cultural.

Nuestro trabajo ha intentado presentar, por un lado, los flujos de circulación y contacto: entre las etnias y comunidades aborígenes y las áreas agroindustriales; entre el campesinado y las ciudades; entre las comunidades de las tierras altas y la producción capitalista de las tierras bajas. Por otro lado, intentamos establecer la relación entre los corredores trashumantes y los mecanismos de expansión, contagio y prevención del cólera en las tierras de fronteras. Esta cuestión se ha demostrado imbricada por múltiples factores de disfuncionalidad en el desarrollo social, económico y en el manejo de los recursos naturales. De esta manera, al menos para los casos de los corredores con fuerte movilidad interétnica -como en la trashumancia laboral-, y los de relativo aislamiento étnico -el caso de los Wichí del Pilcomayo-, el cólera y otras endemias tropicales, se instalan y difunden de la mano de las migraciones temporarias o permanentes.

El cólera ha viajado por los circuitos culturales, más rápido que por los ríos, y ha bajado superando largamente los límites de las cuencas hídricas, como se ha visto por su incidencia en las provincias de Mendoza y Buenos Aires, con graves consecuencias para las economías regionales. Como es lógico, un brote epidémico y, más aún la instalación de una endemia, hace caer el turismo e impide exportar productos alimentarios.

Este trabajo ha permitido reconocer ciertos factores comunes del cólera y otras endemias "ambientales", cuando su contexto es de una gran movilidad demográfica y una fuerte dinámica de construcción cultural en áreas transfronterizas. La movilidad migratoria y trashumante genera una interfase socioambiental de altos niveles de complejidad, en la cual se producen varios tipos de contactos que, al constituir un espacio de construcción y reconstrucción cultural, establecen la

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base para la implantación de fuertes conflictos, que se expresan a través de patologías sociales elementales como la instalación y la difusión del cólera. La complementariedad ya existente entre los sistemas en contacto, aun cuando sometida entonces a importantes tensiones, debe ser concebida como la base (y no como el obstáculo) para un modelo de desarrollo más sustentable para la región.

La instalación del cólera como, junto con el recrudecimiento de otras infecciosas y la aparición o reaparición de diversas enfermedades tropicales, como el paludismo, la lehismaniasis y el dengue, no constituyen solamente problemas sanitarios. Por el contrario, constituyen el síntoma de la consolidación en la región de un estilo de desarrollo que aprovecha vigorosamente la diversidad de recursos naturales y humanos y se adapta ágilmente a los cambios de macroescenarios, pero que todavía carece de sustentabilidad y por ello provoca graves conflictos, en este caso sanitarios.

El análisis antropológico de los procesos de construcción y reconstrucción cultural en regiones que, como las fronteras, constituyen el escenario de vigorosos movimientos de poblaciones humanas y entrecruzamientos de grupos de distintos origen cultural, no sólo provee material para el desarrollo teórico-empírico de la disciplina. En el proyecto dentro del cual se ha producido la información aquí discutida, este análisis ha constituido la base para un conjunto de actividades de desarrollo experimental con participación comunitaria, así como de transferencia social y tecnológica (Pérez 1997). Distintos organismos públicos de ambos países, en la escala nacional, provincial y municipal, así como organizaciones comunitarias y otras ONGs, además de empresarios, están siendo los destinatarios de esa transferencia (Rabey 1997, Folch 1997). Aquí, como en casos anteriores (Rabey 1987, 1990a, 1990b, 1994), la antropología aplicada no sólo parece pertinente para la intervención social y la mejor implementación de políticas sociales. Provee de situaciones experimentales, en el contexto de un conocimiento etnográfico socialmente coproducido junto con las comunidades locales (Rabey y Kalinsky 1991), para la producción teórica (Merlino y Rabey 1981, Rabey y González 1985); en este caso, para la producción de una antropología de las fronteras internacionales.

AGRADECIMIENTOS

Queremos agradecer profundamente a los habitantes de las distintas comunidades donde efectuamos el registro etnográfico.Los datos vertidos en este trabajo fueron construidos en el marco de nuestra participación en el Proyecto de Prevención de Endemias en Areas de Frontera, ejecutado por FLACAM (Foro Latinoamericano de Ciencias Ambientales), con financiamiento de la Unión Europea.

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