marín cañas - coto - 1934

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JOSE MARIN CAt 'JAS

A

..........

EonORIALC05TA RICA

San J 'o s 't~ ., 97 '6

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I.t'W J () -I-C

~q7'fF1,ti].!{g

(0 ES PROPJEDAD DEL AUTOR

1 9 7 0

HARVARD UN IVERS l lYUSRARY,

JUt t 9 f 9 8 3

~~bodyI

Impreso en Costa Rica. Hecho eJdep6sito de ley.

1mI M PREN TA NAC IO NA L

"INISTEAIO DE OOIlER"_CIOrt

e Sa . , J - Qs e . cesta Rica

A MANERA DE PRO LOGO

ANORANTE

N unca me paso por el magin fa posibilidad

de que "Coto" pudiera alcanzar una segundaedicion. Pero estd visto que la vida, a pesar de sus

asperezas, se saca de la manga algunos conejos

fortuitos y bien nutridos.

Aunque el merito de su narrativa no alcance

valor alguno, para el autor, "Coto" tiene un gran

significado. Quizas no en la medida que "El

Crimen de Colima" 10 tuvo para su autor pero, a

pesar deser menor, significado alfin.

Escribi periodisticamente el relato que hoy vede nuevo fa luz publica, en el ajetreo periodistico

de hace cuarenta y dos afios; en los heroicos

tiempos en que por razones que todavia no he

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podido entender m e lue entregada fa direccion de

un periodieo de mala medra, cu yo va lo r de vento

nunca paso de cinco centimos;.pero que obtuvo

una ca lurosa a co gl do p ar el m undo obrero, _ N o se

trasabo de una hoja diaria de tendencias econo-

micas favorablesal trabafador, sino, e l fapor era

por ei m inimo precio. _ . Este h ec ho f un dam en ta l

lne elque acostumhro 0 1 obrero a leer undiario:.,

coso que con el tiem po seconvirtlo en un a

neeesidod; of lntegrar toda una masade obrerosen

s u d ie ta d ia r ia , la p re se nc ia d e 1 0 Je tra e se rita .-

Con el crecimiento de aquella hoja qu e fue clasi/i-

coda inmediatamente por l os i nt eJ ec t~a Je s , profe:

sionales y genie culta en general, como un

p asq uin - cre cie ro n los dia rio s gra nde sd eo ch o

columnas. Et ambito del period te» se ensancho

hasta lim ites desconocidos por aquet entonces: EI

L ie . C an as a ce pta este [enomeno y 1 0 incluyeen

las lecciones de periodismoque da en 1 0 Univers;"da d de Cos ta R i ca .

Aceptaron los trabajadores de aquet ta hoja , la

dasificacion de pasquin, e hicieron de ella sur

meior bandera de combate.- ; ,E ra n t iem po s

heroicos, porque erandias juveniles!

Pero el anterior desahogo no 1 0 es todo.-

8

"Coto" tieneuna peculiar imponanciadentrode

m i tardo, sudado y os curo vivir. D e su s p ag J'n as,

escritas oyendo iana"aciim del Doctor don

G uille rm o P ad illa C as tro , h oy e min en te lu ris con -sulto, peroalla po r eI 21, comandante ti e un a

expedicion peligrosa y tJ'izgica l levada a cabo en lo s

aciagosdiasde 10 guerra con Panam a.sa/io una

idea qu e poy a conf esar, como s f e l tector fu era u n

cure.- La tectum de su texto logro unaceptable

exito entre los clientes del pasquin y eiln media

im im o pa ra publicar un folletocuyas paginasama-

r iu a s c ad uca r on con el tiempo. - E1 merito.,exc lu-

sivamente intimo, co ns is te e n et f av or - de i os le ct o-re s que me animo a emprender una obra de mas

envergadur.a.- Y asi:en un memento dado, y vio-

tentamenteempujado a ello porlas palabmsde los

c om pa iie ro s= cu yo s n om bre s grabo aqui para res-

ponsabilizarlosde 1 0 a ve ntura = A bela rd o B on illa ,

Adolfo Herrera Garcia y R ub en H ern and ez -me

sente a 1 0 mdquina un dia def.afio35, hace41 aiios,

p ar a i ni ci ar con esta frase: " ... y q ue da ro n tro n-

chados eomo beiucos sobre troncos d e q ue bra -cho", esa obra que todavia, cuarenta a ii os d e spu es

. se ed ita y lee, bajo el titulo de: " EI I nf ie rn o

Verde':-

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"E t Infiemo Verde" fue unacreacion lin ea y

epica, no un docum ento . - Su historia e s e xa ct a ; s u

n ov ela e s c re ac io n. E I lib ro , ed ita do p or "Espasa

Calpe S .A . "Ja mas g rande y seria d e la s editoriaiesespanolas, recogio v io le ntam en te u na critica de

K asombro: E I ''A BC '' d e M ad rid esco ge el libro en -

tre los diez mejores que se han publicado el i

Espaita, nacionales y ex tra nie ro s e n e l aiio 35.- En

Mejico, el mejor critico literario qu e al par es el

autor de d os c la si co s m e ji ca no s: "J uar ez e l impasi-

ble"y "Cuathemne" asegura que: "es un libro

com o no se ha e sc ri to o tr o e n Ame ri ca ". A rg e nt in a

no se queda atrds: En la R ev ista " Su r" , s e Ie colocacomo "10 m ejo r d e la literatura eh aq ue fla ", y e n

lo s E sta do s U nid os se l e p a rangona con "La R oja

b an da d el Carafe", de C ra ne, un ckisico norteame-

ricano, de l s ig lo XIX.

P ara m i, "C oto" co nstitu ye el experim ento

q ue m e llevo a in tentar la c re ac to n d e u na n ov ela

d e g ra n a iie nto .- Cuando la "U.R.S.S.". pidio

para traducir "Mamita Yunai" de Fa ll as , pidi« "EIinfierno" tambien:»- Me n eg ue .-: Yo h ab ia ve n-

d ido los derechos de 'ia obra a "E spasa Calpe" y

n o t en ia e ap ac id ad p ara e nt re ga rla d ire ct am e nt e

lO

sin p erm iso d e lo s d u ei io s . - Era el aiio 37y Espana ...

y Rus ia e st ab an e nfr en ta do s p or 1 0 gue rr a c iv il d e l

36.

****

La pequeiia obra que tiene el lec tor en su

m an a e xu da , p ara e l a u to r, u na e fe me rid e d e g ra n

categoric: De este libro surgio el otro , Que fue, "

c om o d ig o re ite ra da me nte , " El In fie rn o V erd e",

e se ri to e n 1935, qu e cumple yo lo s eu arenta y u n

a lios de vivencia (sobrevolan do el term ino de 40

q ue im p o n e E rn es to S ab ato p ara considerar perma-

n en te u na obra novel is ti ca Lat inoamer icana) . Y so n

esta s fech as d el 76 , cuando se agota la ultima

edicion e sp a fi ol a d e la no v e la -la primera realizada

e n Co st a R ic a s eg li n c rit ic o s avezados= y se prepa-

ra n otras editoriales para lanzar ediciones yo nume-

r os as c on la s q ue s e a ba st ec eria n la s d em a nd as de

e sc ue la s e in st it ut es s ec un da rio s c om o universita-

rio s, e n e uy a poblacion e s tud ian ti l han penetrado

sus paginas con el tremendo vigor vita l que 1 0

critica ub ico desde el p rim er m om ento; -en esto s

d ia s, d ec im os , n os re co nfo rta e l e sp iritu , tra s 1 0

la rg o y desolad a m archa , este p equ eiio libro d el

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aiio 34 en el que amamoselcalentlUllientodele sp ir it u h ac ia masaltos y largos vuelos.-

J .M.C.

DEDICATORIA

A los jovenes de fa presente generacion. r evoluc io-n aria q ue ha n oidohablar d e C oto , y creen que esu n se iio r de C arta go .

Jose Marin Canas

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I

LA CHISPA

C orria el afto 21.

San Jose, -este San Jose pavimentado y

con los alambres electricos puestos en pri-

moroso pentagrama,- era un San Jose mas

tico, mas nuestro, mas concho.

Todavia no nos habia

entrado el furor de imitar el ultimo paso

del blues, ni los hombres hablaban Ingles, nicaminaban con la prisa que ha impuesto el

siglo del V-:8. San Jose era una ciudad con

charcos, con mucho polvo en verano y con

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piedras en las ruas, que servian para que la

chiquillerfa se diera de pedradas en aquellos

dorados tiempos de las "huelga del

Morazan", "huelga del Paso de Ia Vaca",

"huelga de la Puebla". Corda el ano 21, y

aun los muehaehos sabian jugar a los trom-

pos y sacar un diez de Ia raya y sentar una

tapona bajo el eertero disparo del juego de

bolas.

EI Par que Central

tenia sombra, y ..3 los tigres del museo no

Ies habian puesto nombre cientffico, y no

habian aparectdo afm los letreritos de ~'SE

PERFORA", ni tampoeo sa habia abierto

la Eseuela Marcanti} "Manuel Aragon"~

En aquellos tiempos,

Costa Rica vivio una pagina pequefia.

Menos aim: una paginita. Fue breve" pero

fue intensa, No se si algiin politico dijo al'-

guna vez que 10 que Costa Rica ha neeesita-

do siempre, ha sido un dolor intense. Este,

que no llego a pagina~ per ser breve, no

16

deja de poseer profundidad. Porque el

dolor. cuando no tiene amplitud cuantitati-

va, no carece, por eso, de reciedumbre y de

intensidad, La muerte de un hombre es

para la patria un dolor. Y la muerte de mil

hombres es para la patria mil dolores. Pero

en uno 0 en otro caso, es un dolor. Y por

tal, hay que respetarlo, 16 vidas fueron el

saldo de una aventura que paso como rafa-

ga romantica sobre el Viejo solar nacional.

Y la rafaga Ueg6 al hogar burgues, a la

chozacampesina, ala habitacion empapela-

da del rico exportador, Y con el viento se

doblaron los balsales, y se alzaron los pape-

les sellados, sobre los que trajinaba con

afan el codo roto del eseribiente anonimo,

y volaron las facturas de Ia liquidaci6n Ion-

dinensev Fue una rafagaque olio en todas

partes, y San Jose, que aim no habia co-

menzadoa caminar de prisa, y que aim

cenaba enla Gata, y queaunno conocia las

ventajas del entubamiento electrico, sinti6.

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I

 

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olio, aspire y se empapo Con el aliento que

Uegaba envuelto en los marciales sones de

ese him no pendenciero, que dijo entonces a

todos los costarricenses el sentido verdade-ro del verba "trocar", tantas veces dicho y

tan pocas comprendido.

EL ASUNTO LIMITES

Aun en el afio 21

no se habia gastado tanta tinta, ni tanto

discurso, ni siquiera tanta columna de pe-

riodico habiase ocupado del asunto limites.

Los limites con Panama, no habian lIegado

a ser un t6pico politico, ni tenian imp or-

tancia dentro de nuestra literatura nacional,

ni dentro de la patrioteria que luego en uno

o en otro sentido iba a explotarlo.Existia la dificultad

y ...

18

LOS TINOCO

Ya en alios ante-

riores, los Tinoco, en su gobierno de los 30

meses, breve parentesis convulso dentro de

nuestro clasico amodorramiento dernocrati-

co, trataron de poner arreglo a este asunto

que parecfa una amenaza en el futuro del

desenvolvimiento nacional. La posicion de

aquellos gobernantes, aislados internacio-

nalmente por ser gobierno de facto, les im-

pedia encontrar la solucion al punto. As!

cayeron los Tinoco, paso la noche del lOde

Agosto, entraron los del Sapoa, vinieron las

elecciones, y subio a1 poder, el 8 de Mayo

de 1920, don Julio Acosta, que tenia que

reconciliar a la familia costarricense dividi-

da por odios que sanarian en pocos meses.

Arregladas las diferencias, encauzado el

pais por la paz, vuelto de nuevo al clasico

arnodorramiento democratico, se hizo pre-

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ciso dilucidar el asunto Iimites, sin sospe-

char siquiera que aquello iba a producir la

accion de Coto, un 21 de Febrero de 1921,dia en que el calendario nacional tiene ell-

tremezcJado con el numero, 16 finas estrfas

de sangre. Cada estria vale por Un hombre,

y el pendon de Coto tiene 16 rayas, Es un

pentagrams mas glorioso que elprimor de

los pentagramas que hoy dibujan sobre la

ciudad apacible los hilos correctos de la

electricidad ciudadana.

EST ABA YO ENTONCES EN LA

SECRETARIA DE SEGURIDAD ...

entonces

yo, en la Secretarfa de Seguridad ... Dice

nuestro informante. Testigo presencial de

los hechos, desde el arran que hasta el

ex-Iibris, por su boca van a conocer los

lectores una remozada de recuerdos y un

20

descubrimiento de heohos: 10 primero, los

que entonces vivian CQ n pujitos de hombre

o con cansancio de senores. Lo segundo,

todos aquellos que aun no habfan entrado

en ese derecho que todos tienen, pero muy

pocos cursan: el derecho de darse cuenta de

que viven.

No preguntes, lector,

quien es este testigo. Te 10 negaremos. Tal

VeZ, confideneialmente, en un rato de des-

preocupacion, al calor amable de un cigarri-

1 1 0 . despues de haber comido un delicioso

biftee, que siempre 10 torna a uno mas

amable y mas propioio a la confidencia,

podrfamos deslizar su nombr~ y aun hasta

su apellido, Pero sin el solaz amable de la

conversaeion, del cigarrillo y del biftec, di-

ffcil es, porque encargo tenernosde no

deeir al curioso lector emil eran sus patron i-

micos, ya que de la accion 10 que importa

e s e .l verbo, y no el s an to ...

Estaba yo, en la

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Secretaria de Seguridad, y era oficial se-

gundo. Tendria por aquelentonces 20

afios. Vida corriente de muchachito nacio-

nal. Estudios primarios, Liceo. Lecciones

con don Napoleon. Una que otra vez al

muro. Bachillerato. Algunas copas para

festejar y luego, a roer codos, oyendo las

lecciones de Derecho. Cuatro anos, cumpli

20 y me dieron un titulo. Era pasante. Era

oflcial de Seguridad Publica, y tenia 20

afios. Esto val ia mas que el ser oficial y ser

pasante.

EI Ministro de la

Guerra, en aquel entonces, ordeno al Jefe

Politico del Canton de Osa que expulsara

del territorio que nosotros considenibamos

nacional a los extranjeros que, creyendose

en su derecho, 10 habian ocupado. EI Jefe

Politico llevo a cabo su cometido y trajo,

despues de hecho 10 hecho, a San Jose, y

como prueba de que habia cumplido las

instrucciones, un 'letrero en el que se leia:

22

Corregiduria de Coto. Era la representacion

de la autoridad extranjera, la cual habia

tenido que desalojar, vista la actitud delJefe Politico celoso.

Motines, disturbios,

manifestaciones de protesta,' todo cuanto

podia esperarse ocasiono aquel paso del

Jefe Politico del Canton de Osa. Era de

esperarlo. Era natural. En el asunto, ambas

partes ten ian raz6n.

EI Gobierno ordenoinmediatamente la salida de la primera ex-

pedicion, La primera expedicion ida bajo

las 6rdenes de los Coroneles Hector Zuniga

y Daniel Gonzalez. Eran escasamente unos

cincuenta hombres. EI pueblo no sabia

nada. La capital seguia acostandose a las

nueve, ..

De pronto, como unlatigazo, la primera noticia. L a segunda. Latercera, la cuarta. San Jose comenzo a vivir

horas de fiebre. Las calles se animaron, Los

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ciudadanos salian a recoger noticias, En las

esquinas los grupos hablaban, discutian,

gesticulaban. No habia que preguntar: el

tema era unico. La calle central parecia un

hervidero. Voces destempladas, Aparecie-

ron los primeros vivas. EI corro contest6.

La gente, par contagio, se poseia del mismo

nerviosismo, de la misma agitaci6n.

Y LLEGO LA RETRETA DEL

V/ERNES ...

Marcialrnente,

por las calles, paso la banda. Las mocitas se

arreglaron, Los muchachos se dieron un vis-

tazo al espejo, Los mtisicos dieronse prisa

en soplar los bombardones. En el ambiente

habia un estremecimiento de ardor patrio,

y en aquel ambiente, como una vieja

ridicula, la banda evocaba las romantieas

romanzas de la Traviata. EI Parque Morazan

24

fue bien pronto un hervidero. Alguien dio

la idea. Fue un grito sobre todos los demds

gritos , y como a un conjure, como si todos

10 supieran y nadie 10 hubiese dichu,avanze el cerro, se engroso, se sumo, se

multiplico. Iba derecho hacia el kiosco ..

Atacaba PQsiblemente el oboe una cadeneia

del tercer acto cuando la Traviata tuvo que

suspenderse. Habia un calido deseo en

torno al kiosco. Quiza nadie 10 pidio. Posi-

blemente no tuvieron neeesidad de

pronunciar las palabras que todos sentian yque todos deseaban decir: el Himno Nacio-

nal, Y de pronto, rompiendo bruscamente

las melosas cadencias en seis por echo de la

Traviata, cruz6 el aire el marcial son del

himno. Y las gentes se detuvieron y las

cabezas se destocaron y hubo un instante

en que la multitud crecio.

Parecia que se habia

puesto de puntiUas.

Y en el silencio de la

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neche, desde el kiosco, los 64 instrumentos

de la banda dijeron envueltos en el calido

ardor de la protesta, que habia que darle un

sen tido de realidad a l verbo "trocar",

tantas veces conjugado y tan pocas com-

prendido ...

YO, TENIENTE CORONEL

S obre las bombre-

ra~ ~e habian puesto cinco rayas, Era

of'icial, era pasante, era teniente coronet,

Ante mi se abria una aventura y tenia 20

afios. El entusiasmo de la ciudad ardia en

todos, y asi cuando fuiavisado que saldria

con la segunda tropa, sentimos todos una

gran alegria. Paso aquella noche del viernes

y. amanecio un sabado claro, Iimpio, d~

cielo despejado. El verano estaba en todo

su apogeo. Las caUes se llenaban con el oro

26

de las polvaredas ciudadanas. Comenzaban

)'iaa apuntar los calores de Marzo.

EI Gobierno, quehabia enviado la primera tropa dentro del

mayor silencio, descubrio 10 que pasaba, y

se comenzaron a efectuar los reclutamien-

tos con conocimiento del publico. Acudia

gente de todas partes. De las tierras aleda-

nas venian campesinos a ofrecerse. De los

alrnacenes, los empleados; de las tiendas,

los muchachos; de las pulperfas, los horte-ras; de los colegios, los masgrandes, El en-

tusiasmo era enorme y parecia que el con-

tagio nervioso del entusiasmo habiase pasa-

do de mano en mano, de aliento en aliento,

de raf'aga en raf'aga , saltando edificios,

brincando a la campifia, desbordando alco-

res, tramontando co linas, invadiendolo

todo. A toda prisa se iban organizando los

batallones. Llegaba Ia gente y a cada uno se

le daba su fusil, su parque, su cartuchera, y

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al avro , Eran tropas ir re gu la re s, s in m i lie ia

sin conocimiento. Al darles el tusil habia

que ex plicarles que no apretaran el gati~

1 10 . . .

Asi se form 6 por fi n

el batallon en el cual salf yo.

Paso el sabado, y se

nos aviso que en la neche de ese dia saldrfa-

mos para Ia region del sur. Sedan las nueve

de la noche cuando me fui para el Bella

Vista. Aquella noche le habian 'dado unaserenata al Presidente de la Republica, y

cuando se te rrnino ~ nQ S en e aminamos

bacia la mole del Cuartel que se alzaba en la

no che, encintur ado per el sonar de las

lmaginanas,

L a c i d a d e s t a b a

acostada en la bajura, De 10 alto del Bella

Vista partfa un hilo de sonido, El cornetaalargo el timbre de su trompetin y dijo el

lamento de la hora, De la primera torre

28

cayo un clare sonar de campana, l.as9.En-

tramos •..)

ENTRAMOS ...

entrarnos

p orque Ibam o s dos. Mi c o r n p a n e r o e r a

aquel gallardo muchacho, Miguel Angel

Obregon, aventurero y poeta,peleador y

. ronuintico t p er iodista y cultivador delsueno verlenianc, ,gran talento, gran cora-

zon, gran amigo, gran soldado, Pas6 una

horn y emb a rc a rn os . E 1 tr en , largo y negro,

abrio sus bocas . Nos trago, Era un tren si-

lencioso, cargado de gentes desconocidas,

que trafan suefio. Gentes de Alajuela, senci-

llas y r uda s, s in c e r as y bravas, E l tre n bajo

la p eud ient e , l l egamos a In estacion delPacifico, desbordamos el patio, atravesa-

mos el barrio del Sur y salimos a la Sabana,

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Desbordado el limite ciudadano, el tren se

Ilene de gritos. Eran giiipipias clasicos de

las fiestas del llano. eran los roncos alaridos

de pelea de Rio Segundo, de San Josecito,del barrio de La Agon ia.

LA NOCHE

Cinco. horas de

viaje para llegar a Puntarenas. Sedan lascuatro de la madrugada cuando entramos

en la region .donde huele a yodo. Los gritos

se habian ido apagando. La genre, arracima-

da y compacta, come nz o en el largo

trayecto, a sentir suefio. Los mas viejos

cambiaron el giiipipia pendenciero por el

humilde ronquidohogarefio, y con el

compas de esa rmisica, desfilaron las luces

fugaces de Rio Grande, Oro tina , Cambala-

che, Barranca, Chacarita ...

30

Iba a despuntar el

dia, cuando lamia las ruedas del tren la am-

plitud oscura del mar. Como una pantalla

tras de nosotros, ~1sol comenzaba a asomarel pelo rubio de un domingo de febrero ...

"LA ESPERANZA "

A travesamos

Puntarenas stlenciosamente. La ciudaddormia y la arena' es sordina para los pasos.

En el muellecito estaba atracada Ia "Espe-

ranza", EI embarque fue rapido, Los jefes

del batallon, Obregon yyo, hicimos embar-

car inmediatamente para no perder tiempo

en el zarpe, y a eso de las cinco y media, Ia

"Esperanza" enfilaba mar afuera y el timo-

nel daba vueIta a -Ia rueda, para que labrujul a marcara el camino de sangre de

Coto.

31

 

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NAVEGANDO

Desatracada I.

"Esperanza", comenzo el bailoteo sobre las

olas. Las costas iban poco a poco perdiendo

altura y cubriendose del velo de Ia distan-

cia. Las ge n res se habfan echado en la

borda. Era bastante grande Ia "Esperanza",

y los treinta hombres que iban COn noso-

tros, facilmente encontraron buen acomo-

do. Algunos comenzaban a marearse, En-

toncesrecordamos un Incldente comtco en

eI muellecito. Estabamosen Ia faena de en-

trara In genteen Ia Iancha, cuando se pre.

sento un borracho. Venia hasta el pure

seserete y tenia Jacaraabotagada POt el

sueno, po r el madrugon y porel guaro.

i"Yo soy un hombre, mi coronel! A

donde usted vaya voy yo, porque yo soy un

hombre". Se Ie tuvo que decir que se retira-

ra. Como no obedecia, se Ie despacho en

32

mala forma. Ultimamente, se Ie hizo salir

del muellecito. EI borracho desaparecio. El

incidente sirvio para que en la noche con-

versaramos. La navegacion era lenta, el dia

apenas despuntaba. Obregon se sentia un

poco acalenturado. De pronto se nos pre-

sent6 uno de los muchachos: "Mi coronel,

hemos descubierto un espfa", Sacado eI

espfa a 1a luz, 10 r econoc imos : el borracho.

Se le habia bajado la

juma y estaba asustado de verse entre tanto

fusil. Se dio cuenta entonces de que se

habia metido en una aventura peligrosa, Y

pidio que io volvieramos al puerto. Era im-

po sible, Pidio que le dieran 1a lanchita de

r e rno lque para retornar. Se nego aquello

porque producirfa mal efecto en la gente, Y

como nadie Ie pregunto por el nombre, des-

de aqueI memen t o , el "borracho" tuvo quequedarse, surnarse y echar para adelanto.

Nunca llegue a saber so hombre: ya tenia

uno: el borracho,

33

. (r _

 

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DOSDIAS

EI d fa calurosfsi-

mo, paso lentamente. La "Esperanza", ni

buen rnarinero, ni mucho andador, iba sur-

cando el mar con parsimonia. EI sol caia de

plano y eocinaba los craneos de la gente.

Bajo la tolda se tiraban las gentes y se

arma ban las conversaciones. Al principio,

las eonversaciones fueron animadas. El pai-

saje, el mar, los peces que saltaban sobre las

olas, las puestas de sol, el calor. Habia ano-

ranzas de los sembradios de cafia de Ala-

juela. Unos eehaban de men os las pinas,

otros el freseor y la sombra que tenia el

mango del rio Ciruelas. LJeg6 la noche, Una

noche que se inicio calida y se fue enfrian-

do. Hubo necesidad de abrigarse con las

cobijas. Las noches eran malas. La gente se

levantaba agobiada por el mal dormir.

Comenzo a surgir en

34

nosotros una personalidad distinta. Nos

sentiamos desarraigados, extrafios, como si

con la distancia, con el sol, con todo aque-

1 1 0 tan raro, los hombres que viajaban ahora

no eran los mismos. Las malas noches, la

incomodidad, la falta de descanso, la ner-

viosidad que representaba la proxima aven-

tura que se acercaba, todo habia hecho de

nuestros nervios un nuevo sistema, Y co-

menzabamos a sentir ese embrutecimiento

que producen las largas vigilias, -las impre-

siones continuas, el calor sofocante, el na-

vegar despacio ...

En las noches, algu-

nos cantaban tonadas. La voz de aquellas

gentes tenia pereza, y subia sobre el corro

tumbado como un vaho de afioranzas. Eran

tonadas tristes. Cuartetas campesinas. Pasi-

llos que sabian a velas, a los jolgorios de losturnos dominicales en algilll. pueblo remo-

to.

Obreg on y yo Iu-

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rnabamos. Como las noches eran despeja-

das, nos tirabamos boca arriba, mirando Ia

enorme cantidad de puntitos luminosos del

cielo. Miguel Angel contaba cuentos y con-taba estrellas. La "Esperanza" seguia

cab e c e ando al co mpas de su motor

cansado.

La costa, que se adivi-

naba como un reguero de tinta, era brava,

alta, clara bajo el cIaror lunar. EI mar corru-

gada tenia un duro contraste, plano e ilimi ..

te, al chocar con la aspera tierra que iba asorber la vida de tanto muchacho de aque-

110sque ahora cantaban las tonadas tristes

de la region canera,

Y asi nos sorprendi6

la aparicion, entre una arruga de la costa,

del puertecillo al que fbamos a atracar,

Golfo Dulce, la tierra meridional nuestra, se

abria ante nosotros.

EI paisaje era azul.

Azul el cielo, azul el mar, azul la montana.

36

Febrero era azul. Lo rojo 10 ibamos a poner

nosotros ...

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II

Dulce,

SANTO DOMINGO DE

GOLFO DULCE

tierra meridional de este pedazo nuestro, se

abria ante la proa de la "Esperanza", y Ia

calma, una gran calma, una enorme calma,

se aplastaba apoyada sobre los cerros de

Osa , estribaciones bajas que descend ian

hasta el mismo collar de Ia espuma. EIgolfo, bajo la hora plena de sol, era un solo

incendio de luz. El sol estaba en el borde de

un cielo azulfsimo. Y el tinte manchaba de

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azul la lejania, el mar, la montana, y la

pelambre de manglares que cobijaba las

tetas de los alcores, bajos, panzones, acha-

tados por Ia gran calma.Entre una arruga,

estaba el puertecillo. Era Santo Domingo

de Golfo Dulce, aplastado por la lejania,

aplastado por el calor sofocante del tro-

pico, aplastado por el sol y por la calma.

Un silencio enorme circundaba todo el

golfo. De tierra venia un aire calido, a rafa-

gas, como si tras los oteros soplara a inter-val 0 s I abo cad e u n gran criol. La

"Esperanza" se fue acercando. Conforme se

acercaba, las casas fbanse dignificando en la

estatura. Eran casas pequefifsimas. Con la

estatura, nos dimos cuenta de 10 que era:

una rancheria. Bajos techos inclinadisimos

de hojas de platanos secas, de un color cafe

duro, un cafe subido por la fuerza prepo-tente del rayo solar.

Bajo los manglares

40

vive el crotalo, serpea la tamaga, se desliza

con "eses" mortales Ia terciopelo. Sobre los

manglares, golpean el aire la s gaviotas. Y

sobre las gaviotas y los manglares, el cielo

es claro, rutile, como una. lamina brunida

de acero ardiente yealentado, hasta el azul

purisimo de un tr6pico despejado de nubes,

quieto de aire, untado, atollado, repleto de

luz,

BUSTILLOS

Bustillos. tenia

por el afto 21, alrededor de 50 afios. Era

Bustillos, por nombre Magdaleno, un curti-

do marino que se habia tostado el pellejo

con los soles implacables del Pacifico y que

acostumbraba limpiarse los bigotes con las

olas de las tempestades. Guanacasteco

puro, vivia enamorado de la llanada. En la

lIanada nacio y en la llanada vivio.: Como

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guanacasteco pure, fue su vida un jineteo

de jacon lazador. Su jacon era la "Esperan-

za", su saba na , e l mar, sus riendas, el

timon. Magdaleno Bustillos era viejo en

cosas de ciclones y sabia, mirando el cielo,

si el viento vendda traicionero 0 noble,

sobre la planicie inmensa donde el habia

plantado su tienda.

Magdaleno Bustillos

acerc6 la "Esperanza" a Santo Domingo de

Golfo Dulce. Era imposible atracar porque

no habia ni siquiera unos malos postes. La

playa se extendia en semicirculo, y bordea-

ban la playa los ranchos. Los ranchos, la

arena y la espuma formaban tres sernicircu-

los concentricos, de rudo contraste en la

color.

DESEMBARCANDO

A r r i 6 la "Espe-

42

ranza" una lanchita y en ella desembarca-

mos. Obregon se mostraba contento de

todo aquel paseo. La aventura, aparte las

maIas noches, tenia el agrado de las cosas

nuevas. Era una Costa Rica lejana, desco-

nocida, bravia, aspera. Los montes, la selva

misma, los ranchos, aquella civilizaci6n

distante escondida eli un punto que se nos

antojaba el final delmundo, todo tenia algo

de sorprendente. En San Jose habfa sido

Oficial de Seguridad, habfa sido Pasante.

Habia tenido Iibros, Frente a laNaturaIeza

ruda y grandiosa, el titulo resultaba un pa-

pelito sin irnportancia, un incidente lejano,

algo absurdo, como si de pronto toda la

vida pasada en el ajetreo ciudadano se hu-

biese desmoronado tras de nosotros, y sola-

mente quedara sendero para caminar frente

a nuestros pies.

Miguel Angel miraba

los manglares y decia chirigotadas. Encallo

la lanchita en Golfo Dulce y una mano

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abierta se extendio delante de nosotros .

Era ...

DANIEL HERRERA IRIGOYEN

D e Mexico, de Ia

misma ciudad de los Palacios, arribo a

Costa Rica, por el afio 15, un muchacho

mejicano hasta la cepa, mas "manito" que -,

el corrido de Saltillo y tan moreno como

las tinajas de Michoacan, Los embates de Ia

politica mexicana, en plena accion la re-

vuelta, 10 hicieron salir del pais) y a Golfo

Dulce, rincon del mundo, vino aquel Daniel

Herrera Irigoyen. Poeta, Periodista, inquie-

to, viaj6 de un puesto publico a otro, en

esos escalones absurdos de Ia burocracia,

que. ni aun en remotas regiones pierde so

-- aplastante poder anulatorio, y cuando

Herrera se vio en las soledades, dedicose de

44

lleno at negocio de Ia pesquerfa, que dabale

buenos rendimientos, porque la red salta

siempr e cargada. Daniel Herrera Irigoyen

nos tendio la mano y nos senalo el camino.

La m ej o r casa de

aquel rancherio era la del muchacho meji-

cano.I;!)

Fui amigo de Herrera

Irigoyen, mucho antes de que partiera

para Golfo Dulce, Y Ia amistad, enfriada

pot los anos, volvio nuevamente a surgir al

calor de aquella casa situada en e l centro de

una gran soledad hurnana.

Bu en char lador , el

hilo se enhe br6 pronto. Obregon estaba

hablador y conto mil cosas, Herrera nos

dijo sU S planes, Sus ganancias, 10 que el mar

le daba de rendimiento. Estaba contento en

aquellas so ledades , La ciudad era m uy como.plicada, y aquel sitio 10 necesitaba el como

un remedio,

Cuando Daniel se en-

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tero a 10 que fbamos, nos dijo su proposito

de acompanar la expedicion. Tratamos de

desengafiarlo. Insistio. Nuevamente le diji-

mos de los peligros que corda. Tereamente

manifesto su decision y desde entonees ya

10 eonsideramos nuestro.

Y desde ese momen-

t~, todo fue hablar de los planes a realizar,

del trayeeto a seguir, de la accion a ejecu-

tar. Daniel, Obregon y yo estuvimos discu-

tiendo largamente. Daniel hablaba con una

gran alegria. Presentia, en sus mismas ve-

nas, la presencia de la Novia. Y en Coto la

encontro ...

EL FONOGRAFO

Tenia Danielun

aparato deliciosamente insoportable. En la

ciudad, en aquel San Jose lleno de intrigas,

de meeanismos y de adelantos,aquel apara-

46

to 10 habriamos eonsiderado como un uten-

silio impropio de una pignoracion en el

tantas veces visitado local del muy ilustre

prestamista "Puerto Rico", pero en aque-

Has soledades, un fonografo, aunque fuera ,.-

el primero que invento Edison. tenia un

valor insospechado. Porque los hombres, en

las soledades humanas, pierden el valor que

ganan en cambio los objetos. El fonografo

era de esos que poseen una enorrne, una

descomunal, una gigantesca corneta. Y

Daniel nos ensefio aquel trofeo glorioso.

Tenia razon en elorgullo con el cual nos

mostraba su fonografo. Hay que tener en

cuenta que, para darle importancia a estos

aparatitos, es preciso estar en un sitio tan

lejano como este.

Daniel nos expuso su

idea. Era brillante. Consistia en llevar a la

expedici6n el fonografo. Entrariamos en

Coto al son del Himno Nacional, un himno

que, honradamente, para comprenderlo, era

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·preciso un gran pa tr io ttsmo. Hay que

advertir que el fonografo tenia pocos discos

y que el Himno era precisamente uno de los

que con mas asiduidad 10 pedian los vec i-

nos, maravillados de aquel invento.

Desde entonces, todo

quedo decidido. Entrariamos en Coto los

cuatro ; Obregon, Herrera, el Fonografo y

yo.

LAS DOS DE LA TARDE

A 080 de la s do.

de 13 tarde, despue S de haber ingerido

sabrosamente UIi esplendido almuerzo ca-

liente que nos sirvle Herrera, embarcamos

nuevamente en la "Esperanza' y Bustillos

sujeto en sus m anes e i timon. Arranco el

motor, secalentaron los cilindros, y la heli-

48

ce Ieva nt o la espuma. El Barco vito en

redondo y se dispuso a atravesar el Golfo

para ir al punto perfectarnente opuesto 0

fronterizo: Ia entrada del Rio Coto, endonde debiamos desembarcar para

aunarnos a las tropas de la primera expedi-

cion enviada por el Gobierno, y que fue

bajo el comando de los Coroneles, Hector

Zuniga y Daniel Gonzalez, La travesia duro

tres horas. Un calor sofocante en toda ella.

La hora rabiosa del sol, hacia imposible casi

el respirar. La costa se veia muy difumina-

da. Un cendal envolvia las montafias del

interior, los mismos contornos del mat en

la tierra firme, La evaporacion, muy inten-

sa, en 13hora calurosa del tropico, descolga-

ba sobre to do e l paisaje el vaho nebuloso

del fen orne no de absorcion, Y entonces

Herrera no s tonto su visita el dia anterior' a

las tr o pas de la primers expedition, que

estaban en Coto y que nos esperaban. La

charla del muchacho mejicano nos sirvio de

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entretenimiento, mientras "La Esperanza"

atravesaba el golfo.

El dia anterior,

Daniel habia ido a Coto. Alli se encontro

con las tropas, unos cincuenta hombres de

Ia primera expedicion, y charlo largo rato

con los coroneles que mandaban aquella

fuerza, Todo estaba normal. No habiase no-

tado ninguna sefia de presencia del enemi-

go. La calma del ambiente, la gran calma, se

apoderaba tam bien de todas las suposicio-

nes. Y la charla, minuciosa, nos dio Ia con-

viccion de que el viaje se Uevada a efecto

sin el menor tropiezo. Navegabamos en mar

costarricense, fbamos a desembarcar en

tierra costarricense. Nos esperaban fuerzas

costarricenses. Y la gran calma, como en el

paisaje, se apodero de nosotros. En el fon-

do de la lancha dorm ian las maquinas que

llevabamos.

Nadie podia sospe-

char que faltaban pocos minutos para que

50

se manchara de sangre toda la "Esperanza".

LA COSTA

Serian las cuatro

y media, cuando divisamos la abertura del

rio. Era como un tajo en la hilera corrida

de los manglares. Salimos sobre la borda

para ver mejor la tierra. Aquello, frente a

no so tr o s, era Coto. EI mar, de vaciante,

succionaba el chorro del rio. Un silencio

enorme rodeaba todo. Las gentes se habian

echado, cansadas por el agobio del sol, so-

bre la toldilla. La "Esperanza" disminuyo

la marcha para entrar a la barra.

Alguien, no se quien,

dio un grito de alarma. Se levan t o un brazo

sobre todas las cabezas, y hasta los que pa-

recia que estaban adormecidos, alzaron 1a.. .

cabeza y se destocaron del haldudo de paja.

Requerimos 10 que era. Un soldado habia

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visto, muy cerca de la desembocadura de l

rio, un kepis. Veinte, treinta voces pregun-

taron al unisono: "1.06nde? l.Dortde?" Y

el brazo senalaba rigido: "Alli, alii"; Con elanteojo tratamos de vet. Nada. N os dio el

muchacho las sefias, "Alii mismo , donde

hace aquel arbol aquella curva, cerca de 13

~ama desgajada". Miramos nuevamen t e .

Nada . La costa era un cordon de manglares

bajos y enrevesados, verde oscuro, como ci-

lindros que circundaran toda la costa brava

yalta. Nadie creyo en 10 del kepis. EI mu-

chacho dud o un memento. "Tal vez se

habrfa equivocado. Le parecio" , Todos co-

mentaron el asunto: los nervios, al fin. Y la

"Esperanza", con la marcha muy lenta, i'e-

balso la barra y entre en el canon del rio.

SOBRE LAS AGUAS DE COTO

Bailote6 un

52

poco la pesada lancha al salvar el encuentro

de las aguas que salian y de las olas del

Paci f i co , y cayo pesadamente en un plano

r o tun d o , d e fin i iv o , sin cabe ceo sperceptibles. L a navegacion se hizo grata.

Co nfor me avanzabamos, la anchura del

Cote perdia metros; y pocos rninutos des-

pues ya est abamos e ncajo nados en la

c orrie nte q ue , por estar en vaciante el mar,

que daba muy exigua de caudal. Herrera,

Obregon y yo, de pie en la borda,

mirabamos a todos lados, No era la sospe-

cha de un enemigo escondido. Era el deseo

de conooer aquellas tierras, que solamente

habian pasado una vez por nuestras cabe-

zas, cuando a11&, en los idos tiempos de l

Edificio Metalico, la maestra nos hacia re-

petir al pie de la letra, los nombres de las

montanas y de los rfos del Canton de Osa.

En los manglares cer-

eanos de los ribazos, habfa un gran silencio ..

De tarde en tarde, bruscamente, se despren-

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dia de las riberas, descolgandose de algun

arbol, una gaviota, un zonchiche, Atravesa-

ba sobre el rio y se perdia encima del man-

glar contrario. La Naturaleza, conforme

avanzabamos, se iba haciendo mas altiva.

No hacia un cuarto de hora que navegaba-

mos rio arriba, cuando ya, por detras del

cordon bajo de la costa, los grandes arboles

se colgaban del cielo. Arboles copudos,

amplisimos, gigantescos. De tarde en tarde

el viento calido movia las copas inmensas, y

Ilegaba hasta el rio un rumor de or-

questa cion, una sinfonia ronca, un murmu-

1 1 0 inmenso. Las gentes miraban asombra-

das aquella tierra virgen, nunca taladrada

por la planta del hombre salvaje y abando-

nada. En algunos trechos, la ribera era baja,

y por encima de los primeros arboles pe-

queries se divisaba la lejania. Era una leja-

nia irregular, de oteros extendidos, de

selvas intrincadas, de marana tropical.

El Coto, por la va-

S4

ciante del Pacifico, dejaba en seco grandes

playas. El sol los iluminaba en toda la ex-

tension, y como estrias, sobre la arena y

bajo el sol, -unas estrias cafe.s- los lagartos

apaciblemente tomaban el sol.

Obregon dijo algo.

Herrera se rio de buena gana.

EL GARRAFON DE CHIRR ITE

~iajab. conno-

sotros, en un sitio de honor porque siempre

hernos considerado que es necesario hacer

debida y oportuna justicia, un garrafon de

excelente, magnifico y apretador chirrite,

de 10 bueno en cualquier parte, y de 10 su-

perior en aqueUas soledades. Este garrafon

de chirrite 10 habia traido ala "Esperanza"

Daniel Herrera, buen conocedor de que

nada hay en el mundo que lleve mejor el

S5

 

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compas tragico de las balas.ique una opor-

tuna copa a tiempo.

Daniel nos de cia del

dia en que la Historia Ie haria justicia al

chirrite, elernento de imprescindible valor

para los momentos en que el valor es nece-

sario en todo su maximo grado, Pero como

el camino era abierto, facil, la navegacion

tranquila y el peligro lejano, el garrafon de

chirrite iba sin destaponar en la proa, muy

consciente de su papel principal en la aven-

tura de Co to .

LOS FARALLONES

Media horade

navegar rio arriba llevarfa la Esperanza,

cuando entramos de lleno en los farallones.

Taludes cortados a pico de gran altura, en-

cajonaban el rio, y con ello nos pusimos

tristes porque las perspectivas y el paisaje

56

desapar ecfan. Era aqueUo un verdadero

canon, altos los ribazos, sin playa a mano,

estrecho el caudal? hasta el punto de impe-

dir que la lancha se desviara mucho sin

riesgo de encallar, Volver era imposible, No

habia nada mas que un camino: seguir

adelante, Bustillos, que no desamparaba el

timon, se dio cuenta de esto y ert los rna-

mentos mas terribles, fue esa sola su preo ..

cupacion. Herrera comentaba conmigo pre-

cisamente la dificultad de que la lancha se

moviera en sentido giratorio, Si nos ataca-

ban en a qu el c a n o n . eramos pasto de la

metralla enemiga. Pero, como una respuesta

tranquilizadora a todas nuestras conjeturas,

la co nver sac ion quedo suspendida en la

enorrne calma que rodeaba a la "Esperanza".

UNNICA ALARMADO

Iba connosotros,

57

 

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ademas del fonografo, del garrafon, de los

treinta hombres, de Herrera, Obregon, Bus-

tillos Y yo, un nica, experto en el manejo

de la ametralladora y hombre de pelea, que

en otras y anteriores ocasiones se habia ju-

gada el pelo en las revueltas intestinas de

Nicaragua.

Se acerco a nosotros

y nos dijo de la conveniencia de sacar la

maquina que llevabamos para acercarnos a

Coto. En efecto: segun Bustillos faltaban

diez minutos para que en una revuelta del

rio apareciera la rancheria ala cual nos diri-

giamos.

Herrera mismo 10 de-

sanim6. HNo habia necesidad. Todo estaba

en calma .. EI dia anterior e l habia estado

con los coroneles Gonzalez y Zuniga. Coto

estaba en posesion de nuestras tropas. No

se explicaba para que queria sacar el nica la

ametralladora".

Los argumentos con-

58

vencieron al paisano de Darfo, y la ametra-

lladora continuo enfundada y quieta en el

fondo de la lancha, Apaciblemente, como

quien va a un concierto del Nacional,donde sabe que se va a aburrir nos acerca-

mos a Coto.

Daniel record6 su

idea. Habia que hacer una entrada triunfal.

Y para hacer una €!ntrada triunfal, nada

mejor que el tonografo,

Dio dos zancadas y

llego a la proa. Alli estaba el artefacto, consu gran bo cina , con su descomunal, su

enorme, su gigantesca corneta.

Le dio cuerda. Volteo

la cabeza y se so nr io con una sonrisa

amplia. "Ya vedamos 10 que era aqueUa

preciosidad de fonografo".

Y despues de dicho

con la risa, puso la aguja. Las soledades de

Coto nunca habian oido el Himno Nacio-

naI. Y en medio de la gran calma, rompio,

59

 

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con una voz gangosa de cor net In de

f ilar mo n Ia , las no tas p endencieras del

himno, Los soldados IQ canturreaban muy

hajo. Algunos. arm no amilanados POl' elc a lor sof'o can te, Ianzar o n a l alre un

guipipfa,

El corro se animo,

Despues, un instante despues, se oallaron

todos. Aquel las notas habfa que ofrlas,

Eran la patria, una patria cornpuesta pOI: ' la

choza Iejana, por el ranc ho e n el plantio de

cafta, p or Ia yunta que quedo amarradajunto aI palo de limon.

Yen medio de 13 gran

selva de Coto, por primera vez, el fonografo

de Daniel echo al aire las marciales notas

del Himno Nacional,

Ano r a nzas, r e cuer-

dos, tiernas remembranzas, de la easa, los

chacal ines, el tata, la tortilla, el surco

abierto, la paila, la miel hervida, el techado

de hojas de platano.

60

La tard e c aia pe sa da-

mente. La brillantez de la luz habiase esfu-

made. EI cielo estaba Como un cristal lleno

de cnlor es ernpanados, Los arboles mas

altos se ernpingorotaban d e luz, p e n > los

rnanglares comenzaban it apelmazarse con

la sombra. Un airecillo fresco soplo de la

s e lva . Bus ti ll os nos di]o qu e ya estabamos

llegando a toto.

Dio la Iantha un im-

pulse m~ s, sa lv o un r ecodo y divisarnos en

el fondo de tin pedazo bajo y despejado de

tie rra , e l pueblerio. Mejol' d ic ho , e l ranche-

rio . A ig uie fi l an z6 tin g uip ip ia . Daniel co-

rri6 de nuevo a la proa y le dio nuevarnente

cuerda al fOnogtafo, Parecia que basta e l

m i sm o a pa ra to se enteraba de que 1 3 a rrib a ..

da e ta. prox im a, H u bo un silentio de

anhelo en toda tt l trip ul ac io rt. Y c o n tin o r-

g ul lo , c o n f el ic id ad , c o n d e se o s d e abr azar it

a lguie n, Ia "E spe ra nza" e rtfil6 re c tam e n te

h ac ia to to , c on ptisa de l legar tafiibieh.

61

 

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En aquel momento '

sono un disparo. Seco. En nuestra misma

cabeza.

Un hombre dio un

voltazo y se desplomo sobre la borda.

62

II I

ELCOMBATE

E s t . b .yo

e nla

proa. A mi lade, iba Herrera. Cuando sono

el disparo, nos parecio que nos 10 habian

hecho a boca de jarro, pegado a nuestros mis-

mos oidos. Aquel hombre herido dio un

r esping o , fue un saIto grotesco, lugubre,

una contracci6n formidable y una gran

mueca. Se retorci6 en el aire, en un brinco

absurdo, y se desplomo. La caida fue pesa-da, una caida torpe, seguida de unos moli-

netes sin orientaci6n. Quedo panza arriba,

63

 

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con 1a boca abierta, con los brazos en una

cruz quebrada. Sobre el pecho tenia una

mancha roja que se hacia mas roja por lablancura de Ia camisa.

Sonaron dos disparos

simultaneos inmediatamente, Luego, otro.

Otro. De improviso una granizada seguida,

Lasgentes, ante el ataque brusco, se aoerca-

ron a la borda, se tendieron en el suelo y

sacaton los fusiles pol' encima de la baran-

da. Instintivamente volvf la cabeza, Recuer-do que en l a po pa ia Miguel Angel

Obregon. Como yo, tambien miraba hacia

la explication de aquello.Un a d es ca rg a cerrada,

tupida, estruendosa, Ilene la concava sono-

r i dad del cation del rio. Nos agachamos.

Los cristales de la torte del timon saltaron

he cho s tnil padazos. En un movimientoconvulse vi aquella torrecilla. be-tras de los

cristales rotos, veia 1 3 . imponente figura de

Bustillos, agarrado al timon.

64

Herrera dio un grito.

Fu e un grito v ibr ant e. No se si f'ue

solamente la garganta de Herrera la queernit iera aquel alarido. EI alarido agudo,

penetrantisimo, horado la distancia, se so-

brepuso at breve parentesis que hacfan los

disparos, Le entendi al repetirlo, con mas

fuerza q u e a nte s :

"HECTOR, NO TIRE. SOMaS NOSO-

TROS.' iVIVA COSTA RICA! "

Tal Cue el grito,

de reconocimiento, dicho con la angustia

del que ve una equivocaci6n en la cual

viene envuel ta 13 rnuerte, Cien fusiles con-

testaron al grito. Fue una respuesta sorda,

compacta. Era como un estallido repentino.Herrera me mir6. Aim con mas fuerza, con

mas angustia, previendo que el estampido

de la fusilerfa no le dejara salvar a aquellos

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hombres de la metralla, volvio a repetir:

"Hector, no tire. Somos nosotros. [Viva

Costa Rica! "

Ya nos habiamosacercado mucho. No habfa que insistir. No

existia error. El que teniamos al frente, no

era a Hector Zuniga y sus hombres, sino

que era el kepis enemigo. Daniello com-

prendio como un golpetazo en el cerebro.

Hubo algo sobre nosotros mas rapido que la

misma vista. Hay momentos en que el ser se

torna infinitamente sensitivo y las poten-

cias del espiritu captan, como si oyeramos

con la piel, como si adivinaramos con la

carne, el peligro gravisimo que nos acecha.

Daniello comprendi6

en un instante. No tuvo necesidad de decir-

melo. Yo tarnbien 10 habia sentido, Hay

pensamientos que nacen, que se gestan del

espiritu a la periferie, sin que haya una

razon objetiva que los haga nacer. Daniel

dio un saito. Fue un saIto de tigre, un salta

66

feroz. Cafrnos de plano sobre la cubierta,

los dos e ncogidos, los dos agachados,

pegados a la madera. El combate se habia

iniciado, y era preciso batirse a muerte. En

las manos mias senti el fusil. Recuerdo per-

fectamente que me hizo una impresi6n frfa

el canon que aun no habia sentido el roce

de las balas. Daniel esta ba a mi lado,

tendido preparando el mauser..Las descar-

gas, que al principio eran graneadas, se

hicieron ya un concertante horrible. La

"Esperanza" seguia avanzandoentre los

dos farallones que encerraban el cauce del

rio Coto, y a unas cien varas de nosotros

veiamos abrirse mas el rio, formar un

ancho remanso. Volver la embarcaci6n era

imposible por elencajonamiento en que esta-

barnos. Bustillos, el viejo marino, bajo la

metralla, trataba de impulsar la "Esperan-za", llegar al remanso, dar vuelta y escapar.

Magdaleno se iba a

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mojar los b igotes con el salplque de las el mauser y apuntaba nerviosfsimo, con una

balas ... Herrera se levanto, se hinco, saco gran agitacten, hacia los hordes de los fara-

el cuerpo fuera de la borda y comenzo a l lones, con una rabia imponente, lanzando

disparar. EI fuego se habia generalizado. lmprecaciones, rojo como un ene rgumeno ,Desde 10 alto de los taludes, por entre los La presencia de aquel muchacho que la

manglares, desde los grandes troneos de los rabia 10 tallaba en la Ignea llama del herofs-

arboles, la selva vomitaba metralla. Noso- mo, me dio valor. T od os m is m u sc ulo s, en-

tros, en el fondo del rio, avanzabamos len- cogidos, apretados ante el peligro, se movie-

tam en te, defendiendonos como podfamos, r o nco in0 Si 0 bed e ciera n a u n

disparando a ciegas, descargando los mause- agerrotarniento nervioso. Me puse de pi e y

res sin orientacion, sin saber adonde, arne- di dO B pasos para a lcanzar lo , Era preciso

trallando la selva porque la selva nos estaba curvarse, como el, para cargar el magacm.ametrallando. Daniel entonces se puso de D isp aram os d os, tre s veces , Daniel, convul-

pie. Recuerdo que antes de ponerme yo so, segufa tercamente expuesto a las balas,

junto a e l, en un breve parentesis, senti una de pie; altivo, como sl fuera intocable. Los

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .···musicarota.imposible,nnosacordes--fuert';;;;···························II······················" '·tl l .IU.IJ'-C'.l3.J..,.v.~..._. .u...,".W-_ I",_.tiraban Ioc am e nte , .

simos. No volvf a o ir mas la musics. Posi- griando : UllOS gritaban de dolor, otros,

blemente eran los tiltimos acordes del fono- enardecidos por el calor del mauser, por la

grafo de Daniel. brega, por el olor de polvora que nos co-

m enzaba a se c ar las ventani l las de las nari-cas . Conforms la "Esperanza" avanzaba, e l

fuego contrario era mas nutrldo. Una corti-

Herrera estaba ahora

de pie sobre la proa. Tenia entre las manos

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na barbara, tendida, taladrante, se abria

ante nosotros. Como un abanico, los fara-

Hones barrian nuestra pobre lancha.

Daniel no se daba

cuenta de que yo estaba al lado. Hablaba

mucho, a gritos, desafiando al aire, dispa-

rando sin cesar, sudando, como si de impro-

visa se hubiera vuelto loco. Por un r n o -

men to me ere iinto cable. Me crei de

bronce. Hay un contagio que se pasa de

aliento a aliento y que prende en el interior

del alma una llama convulsa. Es el instinto

de conservacion, es la presencia del herois-

mo es algo genial que centuplica las fuerzas.

Mi mauser me agobiaba ya. Los disparos,

a ciegas, envueltos en el humo denso que

nos envolvia, hacian que uno crepitara, sal-

tara, como si estuviera poseido de una in-mensa locura. De pronto se me presento un

hombre. Temblaba convulso. Estaba aga-

c ha do. H ablaba a gritos. Me cogio de la

70

guerrera. Tiro de mi. Casi rodamos los dos.

Me dijo algo. No le 01. No le entendia.

LA GRAN MUECA

Aquel hombre

tenia una gran mueca de angustia. Era una

mueca horrible, una mueca honda. Todas

sus facciones estaban desfiguradas. No era

ninguno de aqueUos que iban can nosotros,

Lo mire fijamente. Me olio. No 10 vi. Me

olio. Lo senti en la nariz. Entre el panico y

el vaho 10 reconoci; "l,D6nde me meto, m :i

coronel? " y la pregunta la repet ia,

agarrado a mi guerrera, convulso, todo tiri-

tando. Le gr ite, EI posiblemente no me

habia oido, pero adivino el sitio que yo lequeria senalar. Y se consumio en la escoti-

lla, para esconderse debajo de las maquinas,

Era el borracho.

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Y LABALA ...

l C u a n t otiempo habfa pasado desde el primer tiro?

No se. He tratado luego de recordar cuan-

tos minutes, cuantas horas, cuantos siglos

habtan transcurrido, y no es posible preci-

sa rl o , S610 se que escapado el borracho,

votvi la cabeza. Ann Herrera es taba en pie,

c on aque l terco gritar y con aquel terce

disparar. Volvi ala earga. Nuevamente, con

los nervios desatados, cargue mi mauser y

volvi .a eoha rme lo a la cara, Dispare , Senti

un g o lpe tazo horrible en el hombro, De

pronto me Ilego al alma un estertor. Fue un

berrido. No tuvo agudeza, ni tuvo delgadez.

Fue algo ast como un grito ronco, como un

ronquido aplastado. Herrera abri6 los bra-

zos, solto el m a use r, e c ho la eabeza haciaatras. Lo mire horrorizado. Vi, no s e c omo ,que sus pies, sus mismos pies, se doblaban

72

para adentro, se falseaban. No era una

flexion de las piernas. Eran los zapatos de

aquel muchacho que tomaban una postura

absurda, un bailoteo macabre. Daniel giro

sobre sf mismo y cayo bruscamente, con

todo el peso de su cuerpo intocable, Cayo

sobre mis pies. Tendido. Abierto, con una

mueca decisiva en la cara. Me agache sobre

el, Tenia elpecho abierto con una gran rosa

de sangre. Atin viv ia, pero era cosa de

mom e n tos. Los ojos los co nservaba

abiertos. Parecian de cristal. E I sudor, queIe nacfa en etpelo, en la misma raiz de

aquel su pelo indomito, seguia naciendo

aun y segufa cayendo, Tuve un miedo ho-

rrible. Otra vez, como en el comienzo del

combate, mis nervios se agarrotaron, se en-

cogieron. La metralla seguia tupida, tenaz,

implacable. Asf, agachado sobre el cuerpo

de Daniel. mire hacia la cubierta de la "Es-peranza". V i un cuadro horrible. Hubo algo

en mi que se sobrepuso, que me incitaba a

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levantarme, a gritar, a morder, a matar.

Senti en las venas, en la sangre, en todos,

en cada uno de mis rmisculos, el deseo de

matar.

La cubierta estaba

inundada de sangre. Sobre el gran charco,

los cuerpos estaban tendidos. Unos, boca

arriba, desangrandosc, otros, agarrados con

ambas manos a la herida. EI mas cercano

tenia la cabeza abierta, y aim respiraba. No

cesaba el fuego. Recuerdo que pense en

Dios para contener aquella metralla. Lamuerte, cercaria, allf mismo, hecha una ho-

rrible realidad, me hizo despertar el instinto

de conservacion, Alguno que otro de los

nuestroscontestaba aim. Las detonaciones

de la "Esperanza" ibanse haciendo mas len-

tas, mas de tarde en tarde. Comprend ique

como aquellos, tambien iba a morir. Una

bala, otra bala, cualquiera, no sabia cual,me iba a destrozar la cara, me iba a abrir los

intestinos. Agachado asi, me pegue a la ma-

74

,

dera. Tenia deseos de que la madera

pudiera abrir un regazo para esconderme en

ella. Recuerdo que con las ufias me agarre

al suelo y pegue todo el cuerpo, con deseosde laminarrne, de desaparecer adherido. La

sangre de Daniel me habia manchado la ro-

pa y me habia pringado la cara. Levante la

cabeza y 10 mire. El sudor ya no corrfa,

Conservaba la boca abierta, Ia lengua mora-

da y gruesa. Los ojos entreabiertos. Tuve

rabia. Una rabia que me hacia enloquecer.

Volvi a coger el mauser. No cesaba la fusile-ria. La "Esperanza", de pronto, comenz6 a

bailotear y a torcerse. Me levante sobre la

borda para alzar el fusil. Senti un golpe en

la mano. Fue un goIpetazo tremendo. Con-

traje eI brazo. Vi sangre. Vi la carne abierta.

Otro golpetazo en el codo. Otro. Otro. De

pronto, un ultimo golpe en el pecho y cai

boca arriba sobre el charco de sangre. Tratede incorporarme, No me dolia la mano, de

la que caia un chorro de sangre, pero 1a

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presencia de los huesos al alre, In vista de In

carne abierta como una corola me crispaba

en horror. De pronto un dolor agudisime

me parti6 del hombre. Me fue bajando por

e l antebrazo, Se m e acercaba a In mano .

Yo, con In misma rabia con Ia que habia

apretado e l m a nse t, ahora meapretaba In

mano herida. Con In izquierda trataba de

ocultar aquel desfloramiento de In c ar ne ,

aquellos musculos reventados, Por un ins-

tante no oi los disparos, Me parscie que

todo a mialrededor habia desaparecido. Ya

no sonaba la metralla, ni siquiera recordaba

que estaba sobre Ia "Esperanza'Ylistaba

ii0ti z a do; sobre la borda; agarrado a Ia

mano, crispado de horror.

Debieron pasar quizas

dos minutes. Qu iza s d os afios. Hay mstan-

tes tan intensos en la vida que dejan un

cansancio enorme en el espfritu, EI alma

del individuo se duerme, Mejor aun: se eva ..

poriza, El sueno no es nada mas que una

76

funeion fisiologica, porque el espiritu no

c onoc e e l sue no. P ero Ia e vaporizac ion de sf

mismo, Ia huida de alma es algo que se pre-se nta por e l e fe cto de un gran c ontraste , de '.

una gran emocion dentro de otra emocion.

Si nuestros sentidos y nuestras potencias

estan abar cadas p or una idea, por una

accion , por un sentimiento y de pronto

algo se reallza, un fenorneno de dolor por

ejemplo, sobre nuestra carne, aquello, que

es como la condensacion de to do el feno-

m e no que nos rode a, acapara, atrae y absor-

be la atencion del espfritu y todo desapare-

ce. Quedamos idio tizados.

No se S1 pasaron dos

minutes 0 pasaron dos siglos. Yo segufa

agarrado a la mann, a mi mano destrozada,

abierta, con los huesos pelados. La sangre,

e so si 10 recuerdo bien, no salia en unchorro fijo. igual, de volumen parejo, Era

un a sangre de bocanadas, Agarrado a la

herida debf permanecer mucho rata. Me fui

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sintiendo como con suefio, con una gran

laxitud en el cuerpo. Tenia deseos de ten-

derme. Recordaba, como una idea a la cual

no podia sujetarla porque me revoloteaba

en el cerebro, que habia vivido una gran

emocion. Sentia que los nervios los tenia

flojos, rotos, como si hubiese pasado por

un gran trabajo que hubiera puesto cansan-

cio en cada uno de los miembros.

Mire al mar y vi que

la "Esperanza" estaba encallada. Aquellome volvi6 un poco en si. Ya no se oia el

sonar de la metralla. Ya habianse acallado

todos los tiros. No me" di" cuenta de que

to do habia pasado. De tarde en tarde un

disparo repercu tia, aisladamente, en

silencio. Pense en la navegacion, rio arriba.

Los playones lIenos de sol. Aquellos lagar-

tos tendidos, como estrias de un cafe duro,de un cafe encendido par la potencia lumi-

nosa del rayo solar. Recorde que veniamos

tranquilamente, mansamente. Me pare cia

78

estar viendo la figura de Bustillos, acholado

y alto, grueso, con sus grandes bigotes. Por

un momento se me antoj6 que la rueda del

timon no era nada mas que un gran bigote

en circulo del viejo y curtido guanacasteco

del mar. "Aquel zonchiche. AqueUa gavio-

ta", Sentia suefio. La "Esperanza" estaba

inclinada sobre la borda.

ELENEMIGO

L a vista del

cadaver de Herrera me dio de nuevo la sen-

sacion de algo real. Una cosa tangible, una

tragedia concreta me rodeaba. Me acorde

del dolor. Y al acordarme del dolor, el

dolor volvi6 a dolerme. Sentfa el brazo

como plomo. Ademas, ahora 10 percibia pe-

gajoso. Ya el tibia correr de la sangre no me

hacia impresi6n. Posiblemente la sangre se

me habia coagulado en el brazo y toda la

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que salta pasaba par encima de una gran

capa de sangre dura, negra, amoratada.

El suelo estaba rojo.

Era un rojo de varios colores. Oi que se

quejaban, Mire mas alla, Un pobre mucha-

cho sacaba la lengua fuera de la boca y se

relam ia los labios. Estaba sudando y se

chupaba el sudor. El que tenia la cabeza

abier ra, y que cay6 r esp irando, habia

parado definitivamente de abombarse, Nue-

vamente llego a mis oidos el sonido de la

gran calma. Hubo un instante en que todo

parecio volver a Ia normalidad, EI silencio

inmenso del manglar. Las gaviotas golpean-

do bruseamente los aires. El cabeceo de la

"Esper anza". Vi avanzar a Miguel Angel

Obregon.

-l.Estas herido?

Cuando se me acerco

y le repeti la pregunta, me miro con una

gran m ueca de horror. No contesto, Se

80

tocaba el pecho, se tocaba los brazos, se

tocaba la cabeza.

Par ec Iam os dos so-

nambulos dialogando en media de una gran

loeura.

-No, no. lo Y vos?

Yo l e m o s t r e la

mana. destrozada. Obregon no la mira

mucho. Estaba fijo en la cabeza rigida deHerrera. Y los ojos del mejicano se queda-

ron mirando al poeta, con una gran infini-

tud de tristeza, con una gran infinitud de

rebeldia ...

Subieron unos

hombres par ia borda. Vi a Obregon que

hablaba can ellos. Yoestaba muy debil. No

me levante, Ellos vinieron hasta donde mi yme dieron a tomar alga. Aquello me reani-

mo. Obregon me dijo que habiaque desem-

barcar. Eramos prisioneros del enemigo. Me

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importo 10 mismo que si me hubiera dicho

que era Domingo 0 Viernes. No Ie entendi.

Mi espiritu estaba en descifrar por que sen-

tia yo el brazo tan grande, tan hinchado,con tanto peso. Conferenciaron de nuevo

con Miguel Angel.

Despues kaleidoscopi-

camente, pasaron ante mis 'ojos otras

escenas y otras cosas. Me parece que desem-

barcamos con algunos oficiales enemigos.

Nos trataban bien. Eran deferentes. Yo pormi estado delicadfsimo, era llevado con el

me j 0r tr at o. Recuerdo que descendimos

frente a una rancheria. AqueUo era Coto.

Me internaron en una choza. Tuve frente a

mi una cama de hojas y me eche. Sentia un

gran suefio, un enorme suefio. La calma de

la contornada se me habia colgado de los

parpados, Me eche sobre las hojas de plata-

nos y me pareci6 que todo iba marchando

exquisitamente.

82

ELREMANSO

ABustillos 10

hirieron. Un balazo primero, en el hombro,

no Ie hizo gran efecto. Otro, poco despues,

10 tumbo. Fue en aquel instante cuando la

"Esperanza" cornenzo a avanzar sin orien-

tacion hasta quedar encallada. Magdaleno

quiso avanzar basta frente a Coto, virar en

redondo, aprovechando el remanso que for-

maba el rio, tomar la corriente abajo y es-

capar. Para hacer esta maniobra habia que

sostenerse de pie sobre la torrecilla, manio-

brar con presteza, con serenidad y con

pulso. Lo intent6, pero la bala era certera y

la maniobra quedo trunca. Asi encall6 la

"Esperanza ".

Cuando me vinieron a

levantar, ya habia anochecido. Una noche

clara de Febrero pigmentaba el cielo de es-

trellas. El gran silencio de la noche se llena-

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ba con el chirriar de los fuegos prendidos

en el campamento y con el sonar, -una

gran orquestaci6n muda,- de la selva. Medijeron que tenia que reconocer los muer-

tos, sali de la choza. Sentia siempre la

misma pesadez en los parpados y el mismo

suefio. Pero habia una fuerza que me soste-

nia. AIgunas veces tuve que cerrar los

ojos. Los arboles gigantescos del frente,

habian comenzado a crecer mucho, mucho.

Pareciera que las ramas mas altas se estabanllenando de estrellas. Me pareci6 que estaba

sonando. Miguel Angel me acompano para

que reconocieramos a los que habian caido

en la brega. Estaban puestos en hilera. Los

tapaban con hojas de platano. Obregon lle-

vaba la lista de los hombres. Algunos otros

muchachos ayudaban en la faena. Un sol-

dado con trario levantaba un tiz6n quetenia apenas una llamita muy pequefia. Le-

vantaron las hojas de platano del primero.

Recuerdo que tenia una cara sin afeitar,

84

con una gran baba sanguinolenta cayendo

por las cornisuras de los labios.

Luego otro. Otro.Otro.

Obregon iba senalan-

do sobre la lista los nombres de los caidos:

Sergio Gomez, Jose Rivera, Miguel

Ramirez, Pedro Jimenez S. Juan R.

Vilches, Jose Jimenez, Abel Pacheco V.,

Emilio Rojas M., Emilio Mendez, Jose Gra-

nados, Manuel Zuniga, Jose L. Jimenez,Hernan Castro, Alberto Sanchez, Miguel

D iaz, Daniel Herrera Irigoyen, Recaredo

Ramos c ., Juan Hernandez, Pedro Morales,

Rafael Cedeno, Ruben Campos, Nemesio

Araya, Juan L. Guevara, Angel Alvarado S.,

Juan Rafael Coto, Hernan Alvarado.

16 eran los cuerpos,

16 vidas habian sido sacrificadas en aquella

malhadada navegacion entre los farallones.

Todo el resto de la tripulacion, hasta ajus-

tar 35 hombres, estaba herida, sangrante,

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destrozada. Los lamentos de los heridos se

agrandaban en 1a noche. Eran unos lamen-

tos ternblantes.

La noche estaba azul.

Como unos flecos en rojo, las llamas de las

hogueras matizaban todo de rojo palido.

Alguien me sefialo un

bulto mas a ll a. Caminamos para reco-

nocerlo. Lo destaparon. Estaba boca arriba.

Tenia una gran mueca. Lo reconoci. La

misma mueca, fija por la muerte. Era el bo-

rracho.

86

IV

EL CAUTIVERIO

y comenzo la

noche. Sobre la selva y sobre el rio, la oscu-

ridad se fue haciendo gorda. Los arboles

perdieron sus contornos, y el bosque se

apelrnazo. Humillados quedaron los man-

glares en Ia sombra, y solamente hubo luz,

una clara luz de Febrero, en los girones de

cielo que se veian al traves de la copudamarafia tropical.

En el campamento de

Coto, habia un sordo murmullo de som-

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bras. Eran hombres que pasaban de vez en

euando por el reducido circulo rojo de las

hogueras. Yo les veia a todos negros. Habia

algunos, pero la noche los igualo a todos.

La sangre perdio el prestigio de su color, y

del drama, despojado del colorin de las car-•

nes abiertas, naufragada en la sornbra el

eontraste de las camisascon grandes man-

chas, quedo unicamente un corro sordo de

lamentos. A los heridos nos alojaron en dos

/ ranchos. Yotuve que tenderme muy tem-

prano, porque me sentia muy debil, Un

gran sopor me invadia todos los rmisculos:

me lIenaba el cuerpo. Minutosdespues de

tendido sobre un camastro de hojas de phi-

tano, me pareeio que me evaporaba. No es-

taba dormido. EI brazo me dolia mucho

para dormir. Pero senna-como que el cuer-

po se hub iera ido ...Es una s ensacio n

difi cil de descri bir. De toda nuestra

perso na, solamente queda la cabeza, des-

88

pierta, insomne. Estuve mirando el techo.

Por entre las rendijas se veia la c1aridad

estelar. EI brazo continuaba doliendomemucho. De pronto una luz roja y temblona

ilumino el espacio del rancho. Unas som-

bras se proyectaron sobre las paredes. Eran

unas sombras quebradas. Entraron dos

hombres. Uno de elIos parecfa frances por

la forma de habIar. Se incline sobre rmy

me estuvo examinando el brazo. Yo-quise

hablarIe, pero aunque hice el esfuerzo, laspalabras nome llegaron a los Iabios. Des-

pues via a otros que estaban acostados pa-

ralelamente a mi cuerpo. Dijo algo. En es-

pano!.- Yo Ie entendi, pero no recuerdo.

Sali6.

LAS PRiMERAS CURAS

A q u e l hombre,

que era frances, cornenzo a organizar los

89

j

I

J

 

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primeros auxilios a los heridos. Se trajo

agua del rio. EI agua era sucia, pero la

noche evitaba que se viera Ia presencia os-

cura de aquella agua. Senti que habia pasadomucho tiempo. Debia ser tarde. EI frances

me extrajoeI brazo, me lavo las heridas, me. .

envolvie todo el brazo. Despues de aquella

cura, el dolor del brazo 10 senti mas fuerte,

mucho mas intenso. Asi sigui6 curando a

los demas. EI que estaba a mi lado, tenia un

balazo en el pecho que le salia por la cade-

ra. Yo volvi la cabeza para mirar al frances.Estaba muy afanado curando un herido.

Debia estar grave, tal vez moribundo, por

los gestos que hacia al hablarle al oficial

que 10 acompafiaba. La luz, que seguia tem-

blando, proyectaba sombras muyabsurdas.

De tarde en tarde un viento entraba por las

rendijas. La bocanada hacia inclinarse la

llama, y las sornbras corrian velozmente deltecho al suelo, quebrandose, A mi me pare-

cia que aquellos hombres eran muy altos,

90

muy delgados. Tambien el techo del rancho

se habia ido hasta el cielo. Dije algo en voz

alta. Posiblemente pedi agua, porque me la

trajeron solicitamente. Bebi un poco .:Me

extrano que aquel hombre me la sirviera.

Yo esperaba que alguien de mi casa viniera

a darrnela. Tarnbien note que se habian Ile-

vado la biblioteca. Le pregunte it mi madre

por que se ha bian llevado la biblioteca.

Miguel Angel me inquiri6 por el brazo. No

Ie conteste, Tenia otra vez sed. EI frances

dejo al herido al que curaba y vino a verme.

Recuerdo que me toco la frente. La mano

la tenia helada.

Llame en voz alta a la

sirvienta. No venia. Miguel Angel me decia

que callara. Yo segui lIamando, llamando,

llamando a gritos. Me canse, Mama, posible-

mente la despacharia. l,Por que no me

tra ian agua , mas agua? [Yo necesitaba

ag ua! Vi al frances alejarse y seguir

haciendo algo. i.Por que estaba aquel

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hombre alIi? lQuien era? Miguel Angel

me trat6 de explicar, Pense que posible-

mente era un medico nuevo, recien llegado.lPor que 10 traian, si a mi me dolia mucho

el brazo y era preciso que trajeran un medico

mas conocido? Miguel Angel volvio a

callarme. Vi que de pronto, el frances se

irgu io , se cuadro, se llevo la mane a la

frente saludando militarmente. El oficial

que 10 acompafiaba tambien se cuadro,

Miguel Angel saco del bolsillo un papel ysenalo un nombre.

De sp u es , POCQ des-

pues se llevaron el cuerpo ...

NOSUPEMAS

Las cosascomen-zaron a perder, definitivarnente, su presen-

cia concreta para mi. Miguel Angel estaba

sentado en el mismo camastro, POCQ a

92

poco, el murmullo de las sombras se fue·

acallando. Alguna hoguera se debi6 apagar,

porque el angulo de la puerta se torno mas

oscuro. El que estaba a mi lado se in-

corpore. Ya no se quejaba. Se acerc6 un

poco a mi camastro.

=;Como se siente, mi

coronel?

No Ie c on te s t e .

Queria decirle que me dolia mucho el bra-

zoo Tenia los ojos entornados yme extrafi6

la pregunta, Abri los parpados y 10 mire.

iPor que aq uel hombre me preguntaba

aquello? Quizas yo habfa muerto tambien.

Trate de recordar mi cuerpo. Seguia sin-

tiendo como si se hubiera ido. Miguel Angel

Ie contesto en voz baja. Le dijo que estaba

yo dormido. Recuerdo que quise sonreir.

HNo no estaba dormido". Quizas estaba

muerto. Miguel Angel tal vez no se habia

dado cuenta de que yo estaba muerto.

Quise decirle que yo estaba muerto. Hice

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un esfuerzo para decirselo. Vi que Miguel

Angel se alejaba. Sus facciones se alargaron,

se hicieron mucho mas grandes. Tarnbien se

hizo rara, lejana, extrafiisima la cara del

compafiero herido. Despues, todo se hizo

en el silencio. Recuerdo que otra vez se

apodero de todo la gran calma del paisaje.

Me pareci6 que naveg abamos. Senti 1a

sensaci6n repentina de haber caido en un

vacio. Caia, caia. Debi moverme porque

me doli6 eI brazo. Hubo un momento en

que todo se detuvo. Ni navegaba, ni cafa, ni

nada. Mi cerebro entre en un sueno pesado,

Despues de un rato, volvi otra vez a sentir

la sensaci6n del vacio. Esta vez caia vertigi-

nosamente, en un hueco insondable. De

pronto me detuve. Mire hacia arriba y vi a

Bustillos. Le habian dado un balazo en la

cara. Pero Bustillos tenia la misma cara del

campesino que estaba a mi Iado. Miguel

Angel estaba apuntandorns con un fusil. Se

habia trepado a un arbol, en 10 mas alto de

94

un farallon. Vi que me iba a matar y grite.

Herrera me animo. Le pregunte que si no 10

habian matado. Dijo que si t pero que eso

era para despues ... Me extrane la contes-

tacion, De pronto senti que me golpeaban

el brazo. Abri Ios ojos. Era la misma sensa-

cion de los balazos. Mire en la sombra. EI

frances dijo algo. Despues que me examine,

se fue alejando despaciosamente. AI desper-

tar, tuve una vision clara de todo. Miguel

Angel se habia levantado y paseaba por el

cuarto. Hacia frio. Yo Ie hable al cholo.

Obregon vino.

ELRONQUIDO

-lC omo te

sentis?

-Mejor.

Me to co la frente.

Ardia en fiebre, pero posiblemente ahora

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tenia menos que cuando se inicio Ia noche.

=l:Y los demas?

Miguel Angel movin

la cabeza. Se sento en el mismo camastro.

El herido a Ia vera "demi camastro nos noti-

fico que habfa dos que estaban ya mori-

bundos. Cuando termino de hablar, las pa-

Iabras se continuaron por un ronquido.

Miguel Angel me explic6. "Hay dos que es-

tan ya muriendosa", EI ronquido era un es-

tertor. Uno de ellos soplaba de tarde en

tarde y respiraba rnuy cortado. EI otro

tenia un gernido pegado a Ia garganta. EI

campesino al Iado de mi camastro comenzo

a rezar. En el silencio dijo una frase. Yo Ie

pregunte a Obregon que hora era. Me dijo

que posiblemente sedan las tres de la ma-

drugada. Hacia frio. EI poeta de tarde en

tarde se frotaba las manos. Tenia las sola-

pas subidas. EI carnpesino volvio a rezar en

voz alta. "Padre nuestro que estas en los

96

cielos". Los parentesis entre cada una de las

frases se lIenaban con el ronquido de los

moribundos. "Santificado sea tu nombre".

Uno de los heridos, en el fondo del rancho,

comenzo tambien a rezar, Eran dos voces.

Lo hacia muy bajito, pero al sentirse acorn-

pafiado, las frases f'uer on mas fuertes.

"Venganos en tu reino". Pedi agua. "Haga-

se , sefior tu voluntad", dije en voz alta.

Mire a Miguel Angel. Desde mi postura su-

. pina, su menton se hacia mas delgado. Su

cabeza mas grande. Sus ojos eran mas

profundos. "As! en la tierra como en el

cielo". Ya rezaban varios de los heridos. E1

ronquido seguia entrecortado, hiposo, De

tarde en tarde, un largo quejido se alargaba

sobre Ia sombra. Oimos unos golpes, Era un

pajaro que pasaba, "EI pan nuestro de cada

dia". Volvi yo a repetir en voz alta: "EI

pan nuestro de cada dfa". EI ester tor se

comenz6 a apagar, EI otro, mas cortado, se

sostenfa, El rezo, en coro, se fue engruesan-

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-do, se fue alzando, inundaba ahora toda la

madrugada. Yo mire a Miguel Angel. Yo

tambien estaba rezando. Y ya.todos, como

si conforme se fuera apagando el estertor,fueramos subiendo la voz, rezamos al uni-

.S 0 no, "Dadnoslo hoy y perdona nuestros

pecados asi como nosotros perdonamos".

Miguel Angel no rezaba. Estaba con los

labios apretados. Con los brazos apretados

contra el cuerpo. Hacia mucho frio. " ... A

nuestros deudores. No nos dejes caer en la

tentacion ... " iPor que Miguel Angel norezaba? EI ronquido se fue apagando poco

a poco. Ya casi no se oia. Y el coro del

r ez o , en la sombra, se hacia mas fuerte.

"Mas Iibranos de todo mal, amen. Padre

nuestro que estas en los cielos, santifica-

do". Una sombra paso por la puerta. Me

dolia mucho el cuerpo. Miguel Angel no

reza ba. "Sea tu nombre, venganos en tureino" ... EI ronquido dej6 de sonar. Se

quedo solo el ronquido del otro moribun-

98

do. Miguel Angel comenzo a mover los

labios.

"Hagase tu voluntad

asi en Ia tierra como en el cielo. El pan ...

Miguel Angel seguia moviendo los labios .

.; "Nuestro de cadadia"-

No rezaba. Maldecia.

LUZ

sol me dio en

la cara. Senti algo tibio. Como la sangre. EI

murmullo de todos los hombres lleg6 hasta

mi. Me incorpore. Los heridos seguian en el

mismo sitio. A dos de elIos se los habian

llevado ya. Vinieron dos caras amigas. Eran

los militares costarricenses que mandaban

la primera expedici6n. Me explicaron: ha-

bian sido sorprendidos por las fuerzas con-

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trarias, el dia mismo del combate de Coto,

Me explique entonces por que cuando Uega...

mos creyendo encontrar tierra y amigos,

encontramos metralla y muerte.

Sail a Ia puerta del

rancho. Habia muchos hombres. Quizas

cuatrocientos. Allf estaban tambien los

nuestros. Los supervivientes. Los prisione-

ros. Sobre el remanso de Coto, el mismo

remanso al que Bustillos trat6 de llegar, la

"Esperanza" flotaba .. Me dijo alguien queibamos a embarcar. Nos llevaban lejos,

hacia la otra tierra. EI frances me pregunt6

que tal me sentia. Dije que me sentia me-

jor. E l sol, el dia, la clara manana, todo me

volvio un poco las fuerzas. Pense que.aun se

podia vivir. Solamente me horrorizaba

aquella debilidad de las piernas, No podia

casi sostenerme en pie. Nos dieron algo decomer. Yo comi poco. Probe un poco de

cafe. No necesitaba comer. La vuelta al dia,

100

la presencia de la luz me volvi6 a 1 a vida. y

entonces recorde que atin no habia muerto,

que arm estaba pegado al deseo de vivir.

OTRA VEZ EN LA "ESPERANZA"

E m barcamos almedio dfa, EI sol volvia a caer de piano,

sof'o can te, ta.ladrando los craneos, Volvi-

mos a vernos en una "Esperanza" lIena de

agujeros taponados. La sangre se habia bo-

rrado casi com.pletamente. Desde muy tem-

prano baldearon las cubiertas. DesaIojaron

de Is bodega Jas maquinas ametralladoras.

E l ferro de las maquinas tenia manchas de

sangre. AI nica 10 encontraron tendido

so bre elias Con un balazo barbaro en Ja

frente.

Con grandes trabajos

subimos todos al barco, 35 heridos iban

101

 

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con nosotros. EI rumbo era Ia tierra extra-

fia. Bustillos atravesado por dos balas, bro-

:~eaba. Miguel Angel corria de un lado a

otro. Al pasar frente a un centinela, se me

acerco:

- Prefiero que me

mate a que me muerda.

Solto el poeta Ia car-

cajada. Mire al soldado. Era un .hombron

con una gran dentadura saltada por debajo

de los carnosos Iabios. Seria Ia una, cuando

Ia "Esperanza" fatigosamente comenzo a

andar. Miguel Angel me sefialo el sitio.

"AlIi, alIi". Era unaexplanadapequefia.

Desde el barco se veia la tierra recien remo-

vida.

Habia encima de

aquello una pequefia piedra.

- i.Cu an do los ente-

rraron?

-Esta madrugada a

las cinco.

102

La corriente impulsa-

ba a Ia "Esperanza". Nos fuimos a la popa.

Empezamos a reeorrer el sitio mismo, los

farallones mismos, el eauee mismo. Reco-

noei la madera del sueio. Era la misma. Los

eabeceos de la embarcaci6n. En la torrecilla

me pareeia que iba Ia procer figura del gua-

nacasteco Magdaleno. Los ranchos se empe-

quefiecian. En un reeodo dejamos de ver la

explanada, con la piedra, con Ia tierra re-

movida. Los prisioneros iban en la bodega.

Faltaban 16 hombres. Volvf a ver a Miguel

Angel. Me daba la espalda. Tenia el rostro

vuetto hacia Coto. La "Esperanza" cogio. . . ._---,.

un recodo definitivo y el raneherio se

perdio tras de un farallon. La brujula mar-

caba ahora eJ camino hacia Ia tierra enemi-

ga, prisioneros, rotos, heridos todos. Mire a

Miguel Angel.

Seguia moviendo losIabios.

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Noches del martes 20, miercoles 21. jueves 22 y

viernes 23.

En las redacciones de Bonilla, Revollo y Montene-gro. Donde hubiera menos ruido.

En San Jose de Costa Rica y durante el mes de

Febrero del 34.

105

 

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INDICE

A MANERA DE PROLOGO ANORANTE 7

DEDICATOR-IA 13

I. LA CHISPA 15EI asunto Ifmites.-Los Tinoco.-En la Se-

cretarfa de Seguridad.-La retreta del vier-

nes.- iTeniente Coronel! -Entramos.-Lanoche.-"La Esperanza".-Navegando.-Dos

dfas,

II. SANTO DOMINGO DE GOLFO DULCE .. 39

Bustillos.-Desembarcando.-Daniel Herrera'

Irigoyen.-EI fon6grafo.-Las dos de la tar-

de.-La costa.-Sobre las aguas de Coto.-EI

garraf6n de chirrite.-Los faralloAes.-Unnica alarmado.

III. ELCOMBATE 63

iHector, no tire! -La gran mueca.-La

bala.-EI enemigo.-EI remanso.

IV. EL CAUTIVERIO 87

Las primeras curas.-No supe mas.-EI ron-

quido.-Luz.-Otra vez en- "La Esperanza" ..

 

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O BR AS D EL A UTO R:

"Los Bigardos del Ron". Estampas, cuentos, imagenes.

Imp. Borrase, (agotada).

"Memorias de un hombre Triste". (agotada).

"Pueblo Macho". Ensayo sobre la guerra civil espanola,(agotada).

"Coto", (La ernboscada en laguerra del 21l .

P Edici6n, "La Hora", 1934 (agotada) ,

2a Edici6n, Irnp, Trejos, 193$. (agotada).

3a Edici6n, Edi torial Costa F i lea, 1976.

"Ellnfierno Verde". Novela.

1a Edici6n, "La Hora", 1935.

2aEdici6n, "Editorial Espasa Calpe", Madrid, 1935.

(agotada).

3 Edic ion, Edi torial Anaya, Madrid , 1971. {agotadaJ."Pedro Amsez", Novela,

1a Edici6n. Irnprenra Treios 1942, (agotada).

2 < i Edici6n, Editorial Costa Rica, 1969. (agotada).

3aEdic i6n, Editor ia l Anaya, Madrid , 1971.

"Tierra de Conejos"

1a Ediclon, "La Naci6n".2a Edici6n, Edt. Anaya, 1971.

"EnsaYDS'~

1a Edici6n, Edi tor ia l Costa Rica, 1972.

"Realidad e Ima!Jiilaci6n'~ Ensayos.

1a Edici6n, Editorial Hombre y Sociedad, 1974.

 

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Estelibro setermin6 de imprimiren los talleresde Ia Imprenta Nacional en el mes de noviem-bre de 1976. Su edlclon fue acordada en la

sesion N°. 647 del Consejo Directivo de la Edi-torial Costa Rica y consta de 3.000 eJemplaresen papel bond de 20 l ibras con forro de cartu-tina barnizable. Composici6n tipografica deLevantex S. A. Diseii6 la portada Oswaldo Sa-las. Esta edlcion estuvo al cuidado de CeciliaTrejos Calleja.