los templos del buen bailar

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  • bailarLos

    templosdel buen

    Amparo Sevilla

  • bailarLos

    templosdel buen

    Amparo Sevilla

  • Primera edicin, 2003

    Produccin: CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTESDireccin General de Culturas Populares e Indgenas

    Cuidado editorial: Subdireccin de Publicaciones de la DGCPI

    Fotografa de la portada: Fototeca del INAH, ArchivoCasasola nmero de registro 88572 y 89443

    Diseo de portada e interiores: Elsa Mendoza Garca

    D.R. 2003Direccin General de Culturas Populares e IndgenasAv. Revolucin 1877, 6 pisoSan ngel, C.P. 01000Mxico, D.F.

    ISBN 970-35-0482-5

    Impreso y hecho en Mxico

  • Primeros pasos ............................................

    Cuando vine la primera vez, me pareci

    un pecado ...................................................

    Historia social de los salones de baile .........

    Lista cronolgica de los tvolis, quintas y

    salones de baile de la Ciudad de Mxico ....

    Testimonios ................................................

    Notas de pie de pgina ................................

    Bibliografa ..................................................

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    NDICE

  • PRIMEROS PASOS

    Y a ti, qu es lo que ms te gusta de la vida? -me preguntcuriosa una seora cuya expresin era muy similar a lascaritas sonrientes que se hallaban en la zona arqueolgicade Tajn. Su sonrisa, adems, delataba una satisfaccinpoco frecuente entre quienes llevan ms de medio sigloviviendo en esta desconcertante Ciudad de Mxico. Antemi evidente indecisin, ella volvi a tomar la palabra y,contundentemente, me dijo que lo ms importante en suvida era bailar: no s por qu, pero si dejo de hacerlo me enfermo.

    El seor Rubio, quien hace ms de medio siglo asistecon frecuencia a los salones de baile, en una amena plti-ca me cuestion: usted cree que esto del baile es una terapia?, puesno maestra est usted equivocada, ms bien es una enfermedad, quien deveras se mete en esto ya no puede dejarlo, como le pas a una amiga quees muy bailadora pero como ya es anciana sus hijos la internaron en unasilo y usted cree que se escap porque ah no poda bailar. Esto del bailems bien es un vicio.

    Enfermedad o terapia? Tal cuestin indujo en m lainquietud de hacer una investigacin sobre la importanciacultural que tienen los viejos salones de baile que an per-sisten en la Ciudad de Mxico, dado que estos lugares sonconsiderados como templos por aquellos que ah encuen-tran un espacio de comunin y en donde el baile se con-vierte en una prctica teraputica.

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  • Hay que advertir que no todo lugar en donde sepuede bailar es, propiamente dicho, un saln de baile. Enesta metrpoli de casi 18 millones de habitantes, sobre-viven tan slo tres: el Colonia, que empez a operar en1922 en la Obrera, Los ngeles, construido en 1937 en laGuerrero y el California Dancing Club, inaugurado en 1954en la Portales.

    Los salones de baile abren sus puertas desde las cincode la tarde y en ellos se puede bailar con orquestas en vivopagando tan slo una mdica suma por la entrada.Existen otro tipo de establecimientos en los cuales tam-bin se puede bailar, pero en ellos se cobra un consumomnimo, el derecho a una mesa, la presentacin de espec-tculos y la venta de bebidas alcohlicas y comida. stostienen, en su mayora, un horario nocturno y funcionancon licencias que no siempre corresponden a los serviciosprestados,1 adems de que ofrecen una serie de atractivosque provienen de pases en los que se estn generandonuevas modas musicales.

    Los salones de baile representan uno de los pocosreductos que ofrece la ciudad para el encuentro y la comu-nicacin directa entre aquellos sectores que han hecho dela prctica de los bailes populares uno de sus principalesejes de identidad. Es ah donde se rene la familia debaile, esto es, los que conocen y conservan la prctica delos bailes de saln que se configuraron en la primera mitaddel presente siglo, mismos que se han convertido en unatradicin.

    Algunos salones han funcionado como verdaderasescuelas para la reformulacin de gneros de msica baila-

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  • ble como lo son el danzn y el mambo. En dichos espaciosse han generado estilos particulares de interpretacin(estilo saln Colonia, estilo saln Los ngeles, etc.), a la vezde que estos lugares han sido un punto de confluencia deaquellos bailadores que han desarrollado un estilo propio.Se ha dado as una especie de mutua configuracindancstica entre el saln de baile y los bailadores; stos ahhan aprendido determinados patrones de movimiento y,a travs del tiempo, han dotado al saln de variantesinterpretativas.

    A pesar de la gran importancia que tienen losviejos salones de baile para la conservacin de la culturapopular, stos se encuentran en desventaja respecto a lasnuevas ofertas que ofrece la ciudad para el baile, dado queexiste una competencia desigual si se considera el montode la ganancia obtenida. Esto lleva como consecuencia quelos salones de baile tengan como futuros escenarios, lassiguientes modalidades: cobrar ms por el servicio presta-do, cambiar de giro o cerrar el negocio.

    El anlisis sobre la aparicin, desarrollo y posibleextincin de los salones de baile que presentamos en esteensayo describe los diversos aspectos que han propiciadoque estos lugares tiendan a desaparecer del panorama cul-tural de la ciudad. Se trata de una historia social de estoslugares que slo puede ser entendida con relacin al desa-rrollo urbano de la Ciudad de Mxico. Pero es una historiaen la cual no slo intervienen factores de ndole econmi-co (lgicas de ganancia de los usos del suelo y de las empre-sas culturales), sino tambin de una produccin simblicaque pasa por la construccin de un sistema normativo yvalorativo que se expresa, entre otras formas, por medio

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  • de varios imaginarios sobre dichos lugares. Es por ello queeste ensayo empieza con un apartado en el cual intenta-mos delinear, mediante varias entrevistas, cmo imagina-ban los asistentes a los salones de baile que eran estoslugares antes de atreverse a conocer uno de ellos.

    Este aspecto nos pareci muy relevante toda vezque, como se podr leer con detalle en el segundo incisode este texto, uno de los factores que propici una imagennegativa de los salones de baile fue la pelcula Saln Mxicoque en 1948 dirigiera Emilio Fernndez. Se trata de unmelodrama que, al igual que la mayor parte de las pelcu-las mexicanas de esa dcada, hace del cabar el escenariopor excelencia. En esa poca la pelcula en cuestin se pub-licitaba bajo el siguiente lema: Hombres y mujeres de lavida nocturna en fiero despertar de la sensualidad y elcrimen. Televisa produjo, en 1995, la segunda versin deaquel legendario saln, reproduciendo el mismo estigmaen su propaganda: Saln Mxico: un lugar donde lapasin, el amor y la muerte bailan al mismo comps. Alparecer, los productores de ambas versiones manejaron lamisma frmula que ha sido muy redituable para todos losmelodramas: asimilar la sexualidad a la muerte, peroadems, la prostitucin y la delincuencia a la pobreza. As,dichas empresas invirtieron en la realidad: un recintodonde se practicaba un acto muy vital como es el baile,aparece como un lugar donde se da cita la muerte, ademsde que los puntos de reunin de los sectores populares fi-guran como los espacios del crimen y la traicin.

    Los salones de baile ofrecan (y an lo siguenhaciendo) un espacio para la prctica de una expresincorporal que posee profundas races culturales; ah los

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  • cuerpos al moverse se conmueven y se transportan a otradimensin temporal y espacial. En estos recintos se puedeobservar cmo, por ejemplo, los asiduos clientes a estoslugares enfrentan los mltiples problemas que da el viviren esta apabullante ciudad, o bien, cmo la prctica delbaile pasa a ser parte de una estrategia contra la adversi-dad. La notable vitalidad que han demostrado tener desdesiempre quienes han hecho de los bailes de saln un eje desu existencia, no tiene nada que ver con los personajes quese presentan en ambas pelculas; sobra decir que lossalones de baile distan mucho de ser guaridas de ladrones.Quiz los productores de la ltima pelcula de Saln Mxicoignoran cules son los lugares en donde se perpetran losgrandes robos que padece la ciudadana en este pas.

    Quiz para muchos lectores el problema planteadono tiene mayor relevancia tomando en cuenta que, enltima instancia, la produccin cinematogrfica puedeinventar y contar todo aquello que le plazca. Sin embargo,en este caso se trata de un lugar que s existi, como anpersisten, a pesar de los embates de la modernidad, otrostres salones que forman parte del patrimonio cultural deesta atropellada ciudad. El problema adquiere relevanciacuando hablamos de una megalpoli que, adems de susmltiples carencias (de servicios urbanos, planeacin,seguridad, etc.) presenta una falta notable de memoriahistrica en la mayora de sus habitantes.

    En la elaboracin de este trabajo participaron variaspersonas. Gina Ogarrio tuvo la enorme gentileza de ofre-cerme el registro que haba elaborado sobre la documen-tacin histrica de los salones de baile que se encuentra enel Archivo General de la Nacin; la consulta del registro

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  • fue de gran ayuda para el trabajo que posteriormente sehizo en dicha dependencia y en la Hemeroteca Nacional;en la transcripcin de estos documentos participEduardo Portillo. Victoria Cifuentes y Miguel Nieto mebrindaron tambin su valiosa contribucin (en distintosmomentos y formas) para el buen desempeo de la inves-tigacin. Los comentarios recibidos por los compaerosque integran el Programa de Cultura Urbana en la Ciudadde Mxico, coordinado por Nstor Garca Canclini, signifi-caron un gran aporte.2 Asimismo, agradezco la importanteayuda recibida de la Direccin de Etnologa y AntropologaSocial del Instituto Nacional de Antropologa e Historia ydel Seminario de Estudios de la Cultura del ConsejoNacional para la Cultura y las Artes para la realizacin deeste trabajo.

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  • CUANDO VINE LA PRIMERA VEZ MEPARECI UN PECADO

    Saba usted que al entrar a un saln de baile se coloca enel umbral de otro mundo? Existe una frontera bien deli-mitada entre la calle, con el tiempo marcado por la coti-dianidad, y el saln de baile, con su espacio lleno de fan-tasa. La cortina de entrada que separa a ambos mundos seatraviesa en unos instantes; el nico requisito para ello esestar dispuesto a dejarse llevar por las notas musicales quelo transportarn a miles de imgenes inolvidables. Claroest que las sensaciones pueden ser sumamente diversas ydismbolas, pero cules fueron las que tuvieron aquellosclientes que llevan ms de 20 aos de asistir cotidiana-mente a los salones de baile?, qu fue lo que caus suregreso recurrente? La enorme curiosidad que encierranestas preguntas nos motiv a elaborar el siguiente aparta-do que gira en torno a las causas, sensaciones y concep-ciones que han tenido los clientes respecto de su primercontacto con un saln de baile.

    Los motivos

    Hay diversas razones por las cuales las personas que fre-cuentan los salones de baile se animaron a entrar, porprimera vez en su vida, a uno de estos recintos. En primerlugar, tenemos que una buena parte de los asistentes lle-garon motivados porque les gusta mucho bailar. Entre

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  • estos visitantes, encontramos varios que ya saban bailarantes de conocer los salones y otros que acudieron con lailusin de aprender. Aunque tambin hay algunos cuan-tos que fueron por casualidad o en bsqueda de algunadistraccin e incluso contra su voluntad; pero una vezque conocieron el lugar han regresado en mltiples oca-siones. Tal fue el caso de una mujer de 38 aos que yalleva 13 de ser clienta del Saln Colonia, quien al recordaraquel suceso nos comenta: Yo nunca quera ir, me llevaron unascompaeras a empujones pero ahora ya no quiero salir.

    La curiosidad ha sido tambin un factor importante,misma que, por lo visto, se ha presentado paralelamente ala disponibilidad de conocer lugares atractivos en la ciu-dad. Tenemos as, como ejemplo, lo que nos cuenta unamujer de 61 aos, quien hace cuatro asisti por primeravez a un saln de baile: Pas un da caminando enfrente delColonia, entr por curiosidad, se oa la msica muy fuerte. Ya alguien mehaba contado sobre el saln. Ese da vena triste y al entrar al saln mealegr. Me gust el ambiente, la msica y todo.

    Al parecer, la tristeza o la depresin, causada principal-mente por haber enviudado o por una separacin marital,tambin ha sido un elemento motivador para animarse avisitar un saln de baile; as lo puede ejemplificar la na-rracin de otra seora de 42 aos, que lleva cinco de fre-cuentar los salones, quien nos cont que ella lleg ah (alColonia) por primera vez porque: A una amiga se le muri elmarido y casi se vuelve loca, y entonces fuimos juntas al saln para ver simi amiga superaba la depresin; a mi amiga le fascin el lugar y a m tam-bin... mi amiga se volvi a casar con un seor que conoci en el saln.

    Tenemos otro caso en que las ganas de salir de la de-

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  • presin aparece como una causa importante para intro-ducirse en un espacio de recreacin colectiva socialmenteadmitida para las mujeres, como sucede con los salones debaile estudiados. Se trata de una seora divorciada de 54aos, quien nos platic lo siguiente: Un da unos parientes mefueron a dejar al metro Portales, ah afuera haba muchas seoras bienvestidas y me fui detrs de ellas al California; lo hice porque estaba biendeprimida.

    Es probable que muchos de los asistentes que lle-garon por primera vez a un saln de baile debido a lanecesidad de superar la muerte o la separacin de la pare-ja, tengan el propsito de hacer nuevas amistades; sinembargo, slo una persona del total de los entrevistados(200) indic explcitamente que haba asistido porqueestaba interesado en conocer muchachas.

    El festejo de algn aniversario, principalmente,cumpleaos de amigos o parientes, aparece como otra delas causas por las cuales algunas personas han conocidoestos lugares.

    Los salones de baile ejercen cierto impacto en suentorno, convirtindose entre otras cosas, en un punto deatraccin para varias de las personas que habitan en lascalles circunvecinas. Sin embargo, quienes manifiestanhaber ido a un saln porque viven cerca del mismo sonpocos con relacin a aquellos que mencionan alguna delas causas antes citadas.

    Otra importante razn que ha motivado el acer-camiento ha sido la recomendacin mdica; esto es, quevarias personas con problemas fsicos (principalmente del

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  • corazn) y psquicos (de carcter depresivo) fueron bienaconsejadas por sus respectivos doctores, de ir a superarsus padecimientos visitando un saln de baile.

    Salones visitados

    Los salones que fungieron como huspedes de ese primerencuentro fueron, siguiendo el nmero de menciones, lossiguientes: California, Los ngeles, Colonia, Mxico,Smyrna, Iztacalco, Chamberi, Fnix, Polvorn y La Playa.Por desgracia, los ltimos siete salones ya desaparecieron.

    Con quin llegaron?

    Con relacin a este punto, tambin encontramos unadiversidad interesante. Entre las mujeres, la mitad dequienes contestaron esta pregunta, fueron acompaadasde una amiga. Otras formas, mucho menos recurrentes deasistir (cada una de ellas con alrededor de 10%) fueron: conamigas, con una hermana, con su mam o sola.3 Comocasos aislados estn quienes iban con su esposo, novio,amigo, ta, prima, hermano, sobrino y un grupo de la ter-cera edad.

    En este rubro, tambin contamos con narracionesque datan de encuentros fortuitos en la ciudad, queaparecen como una de las vas posibles para llegar, enforma azarosa, al saln de baile. Es el caso de la siguienteancdota experimentada por una mujer de 70 aos y conms de 20 de asistir a los salones: Haba una muchacha quesiempre esperaba su camin en el mismo lugar y a la misma hora queyo, un da ella me hizo conversacin y despus de un tiempo me invit abailar y yo acept.

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    Los hombres presentan otros patrones de asistenciacon relacin al punto que estamos tratando: 35% llegacompaado de amigos y un porcentaje ligeramente msbajo lo hizo solo; 12% se hizo acompaar de un amigo, 5%de vecinos (en palomilla) y, finalmente, en proporcionesmuy bajas con la esposa, la novia, amigas, la prima, elprimo, el compadre y un maestro.

    Quienes llegaron con su palomilla4 (fenmeno queno se registr entre las mujeres) tienen, en su mayora,entre 30 y 40 aos y la mitad de ellos lleva de uno a cincoaos de haber asistido por primera vez a un saln de bailey la otra mitad ms de 20. De lo anterior podemos deducirque el ir acompaado por un grupo de amigos de la colo-nia o del barrio, es una costumbre de hace ya varios aos,aunque no es una forma muy recurrida de asistir en laactualidad.

    El divorcio suele ser tambin una causa para el acer-camiento a los salones de baile. As lo comenta, por ejem-plo, un hombre de 67 aos y siete de haber asistido porprimera vez, de la siguiente manera: Estaba yo recin divorcia-do, yo vena de un matrimonio amargadn y me quera divertir y meencontr que en el saln haba un ambiente festivo.

    El hecho de haber llegado solo o sola por primera veza un saln de baile adquiere, en algunos casos, una con-notacin positiva que otorga cierto orgullo a la personaactuante. En el primer caso tenemos, por ejemplo, a unbailador que nos dijo: Llegu por mi propio instinto. Por suparte, una mujer afirm categricamente: Vine sola porqueme gusta bailar, as que llegu con mi propio pie.

  • Qu sintieron?

    El primer contacto con un saln de baile ha sido una expe-riencia singular para los asiduos asistentes. Este aconteci-miento, por lo general marcado por una gran expectativa,presenta un abanico muy amplio de sensaciones, quepueden ser clasificadas, a grandes rasgos, en las siguientestres categoras: agradables, no agradables e impactantes.

    La mayora de las personas entrevistadas reporta haberexperimentado sensaciones que corresponden a la primeracategora, que fueron expresadas en forma diferenciada,segn la pertenencia de sexo. Los trminos empleados porlas mujeres fueron los siguientes: maravillada, asombrada,encantada, me fascin, sent bonito, me dio confianza, mesent muy a gusto, me hizo sentir tranquila.

    Una de las causas del encantamiento fue, en el casode una mujer que actualmente tiene 53 aos y que llevams de 20 de asistir al saln, el siguiente suceso: La primeravez que vine al saln me encant el locutor... l me dedic un danzn yeso me emocion muchsimo. Segu viniendo porque aqu me siento muya gusto. Cabe indicar que este tipo de respuesta, lejos deconstituir un caso aislado, es una de las formas ms omenos frecuentes de interaccin que establecen los locu-tores con aquellas damas que quieren distinguir dentrodel saln.

    Las palabras utilizadas por los hombres para expresarlo que sintieron al entrar a un saln por vez primera,fueron las siguientes: euforia, alegra, admiracin, seguri-dad, armona, mucho gusto, me sent deslumbrado, mesent a todo dar.

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  • Un hombre de 34 aos, que lleva 13 asistiendo alsaln, nos cont que para l haba sido: Una gran sorpresa,me sent como que estaba volviendo al pasado. Fue una bonita impre-sin... mi mam visitaba con frecuencia los salones de baile.

    Otro hombre que lleva 38 aos de cliente experimen-t lo siguiente: Llega uno de nuevo y no siente uno nada y con eltiempo le va a uno gustando, hasta que se vuelve un vicio.

    En cuanto a las sensaciones no agradables (que esdistinto que desagradables) tenemos que alrededor de10% de los entrevistados recordaron lo siguiente. Cincomujeres y slo un hombre reconocieron que haban sen-tido muchos nervios al entrar. Ello se debi, entre lasmujeres, a que ingresaban en un lugar desconocido. En elcaso del hombre, a que l no tena an la edad necesariapara poder entrar (18 aos), cuestin que trataremos msadelante.

    Otras mujeres admitieron haber tenido muchomiedo y slo dos hombres expresaron que les haba dadoun poco de miedo. En este rengln tambin encon-tramos que el ingresar a un ambiente desconocido generaesa sensacin, pero existe otro tipo de temores que atien-den a las siguientes explicaciones:

    Yo llegu con mucho miedo de qu podra decir de m la gente que me reconociera, pero despus ya me gust (mujer de 48 aos).

    Yo tena miedo, pena de que me vieran bailarporque si uno se equivoca las mujeres ya noquieren bailar con uno (hombre de 53 aos).

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  • Otras sensaciones similares a las anteriores fueron repor-tadas, entre las mujeres, con expresiones como, me sentextraa, me dio vergenza, me saqu de onda. Entre loshombres: me sent cohibido.

    Detectamos otro tipo de sensaciones que no pudimosdeterminar si eran experimentadas como agradables o no(tercera categora); stas se registraron en ambos sexos yfueron expresadas mediante estos trminos: me estremec,me impact, me impresion. La causa de dicha sensacinfue, por ejemplo, en una mujer, la siguiente: Me impresionque todo el mundo bailaba muy bien y sin cansarse. O bien, aquelotro caso de una mujer, que un tanto sorprendida de smisma coment que le haba parecido: Una contradiccin deque segn yo me senta una intelectual y venir aqu era otra cosa.

    Qu les pareci el saln?

    Una vez registradas las distintas sensaciones que se susci-taron entre los entrevistados en su primer contacto con elsaln de baile, podemos atender aquellas respuestas queversan sobre qu les pareci el lugar.

    A la mayora, el saln visitado les gust mucho. A mme gust tanto que empec a venir diario, nos comenta un seorde 50 aos, 28 de los cuales se la ha pasado frecuentandoestos lugares.

    Otras personas, contestando en forma ms brevesimplemente dijeron: Me gust. Varias mujeres sealaronque les haba parecido bonito y a otras agradable. Comoexpresiones aisladas, entre los hombres encontramos lossiguientes adjetivos: maravilloso, magnfico, excelente,

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  • perfecto, cosa preciosa, muy hermoso, muy interesante,algo diferente.

    Entre los pocos individuos que no tuvieron unaopinin tan positiva del recinto, encontramos reflexionesde la siguiente naturaleza:

    La primera vez que conoc un saln de baile fuiinvitada por una ta; al principio me pareciraro, pero despus me fui familiarizando y ahorael saln es como si fuera mi familia (mujer, 54aos, nueve de asistir, divorciada).

    Yo vine con una amiga y para m fue una expe-riencia muy especial porque yo vengo de unafamilia muy catlica, entre mis hermanos haycuras y monjas, as que cuando vine por primeravez se me figur un pecado. Ahora vengo porqueme gusta la msica en vivo, adems mis hijas yaestn grandes, as que ya tengo derecho a diver-tirme (mujer, 44 aos, dos de asistir, casada,maestra de matemticas de secundaria).

    Qu informacin tenan de los salones de baile antes deconocerlos?

    Un aspecto que debe haber incidido, de alguna manera, enlas distintas formas como la gente percibi ese primer con-tacto con un saln de baile, fue lo que circulaba en elimaginario social del grupo de pertenencia. Cabe advertirque, por desgracia, este punto se pudo registrar tan slo endiez bailadores, pues no era una pregunta explcita en elcuestionario aplicado. Sin embargo, llama la atencin que

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    de esas personas slo una de ellas tena buena impresinde los salones antes de conocerlos; es el caso de una mujerque se encontraba por primera vez en un saln de baile elda que se aplic la encuesta, cosa que hizo debido a quele haban dicho que se pona muy bueno el ambiente. Las otrasrespuestas fueron las siguientes:

    Crea que era un lugar feo, pero cuando lo conocya no he dejado de venir (mujer, 50 aos, 18 deasistir por primera vez).

    Al principio me persignaba porque crea que eramalo ir a los salones, pero me gust mucho(mujer, 53 aos, 19 de asistir por primera vez).

    La primera vez me daba mucha vergenzaporque me haban contado que los salones eranlugares malos, pero con el tiempo me di cuentaque era lo contrario (mujer, 55 aos, ocho deasistir por primera vez).

    A m me haban invitado varias veces, pero no mehaba decidido porque no s bailar. Yo tena la ideade que era solamente para las criaditas (mujer 55aos, tres meses de asistir por primera vez).

    A m me invit mi hermana cuando cumpl los18 aos. Yo tena otra impresin del saln debaile, incluso a mis hijas no las dejaba venir, perocreo que es un buen gusto el bailar (hombre, 60aos, 48 de asistir por primera vez).

    Pensaba que era como un prostbulo, por eso

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    antes de venir investigu y pues me anim avenir (hombre, 32 aos, 10 meses de asistir porprimera vez).

    Por mi parte, el primer contacto con un saln de baile meremiti a un tiempo y a un espacio fuertemente teidospor una tradicin que deja sentir sus largas y profundasraces. Para comprender una parte importante de lo quesucede en la actualidad en un saln de baile, fue necesariosumergirme en las pginas de la historia, con el propsitode recuperar aquella pista poblada de sucesos sobre la cualse han deslizado, rtmicamente, las distintas generacionesde bailadores, que han hecho de estos recintos un espacioposible de comunicacin y encuentro.

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    HISTORIA SOCIAL DE LOS SALONESDE BAILE

    Mire usted, en un Domingo de Ramos, con unosamigos de la infancia, nos fuimos a pasear aSanta Anita; ah nos dieron un programa de unsaln de baile que se llamaba Recreativo IztacalcoClub. Dentro del mismo ambiente de SantaAnita haba otro saln que se llamaba ElXchitl, estaba totalmente a la orilla del canal,hacia Iztapalapa, en el mero pueblo (podramosllamarle pueblo porque en aquel tiempo as seestilaba) de Santa Anita estaba precisamente esteotro saln... cmo le decan?... Ya se me fue elnombre! Ah, s! El Parque de los Sabinos, perode que empezaron a meter el Viaducto, ora s quepor la modernizacin, casi se termin eso.

    As es como el seor Ral Caldern, una de las personasms reconocidas dentro del ambiente de los salones debaile, inici su amena pltica, despus de indicarnos quetuvo la suerte de haber conocido muchos de estos recintosdesde 1937. Su memoria, y la de otros viejos bailadores,constituye un manantial profundo cuyas imgenes nostransportan a distintos momentos de la ahora inabarcableCiudad de Mxico. Por fortuna esa memoria de los asi-duos clientes a las catedrales del buen bailar no se haborrado a pesar de los mltiples cambios que se han suce-dido en las dcadas transcurridas y debido, precisamente,

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    a que la prctica prolongada de los bailes de saln los hanmantenido en plena forma fsica y mental.

    Con toda la intencin de poder navegar por los varioscanales que presenta ese esplndido manantial, noshemos aventurado a una incursin histrica, cuya finali-dad es presentar un esbozo sobre el surgimiento, desapari-cin y persistencia de los salones de baile popular, conrelacin al desarrollo urbano de la Ciudad de Mxico.Reconstruccin que nos remite a una reflexin inicialsobre los orgenes de los bailes de pareja en nuestro pas,para posteriormente desarrollar las distintas caractersticasde los bailes de saln.

    Todo parece indicar que el gusto generado por lacoincidencia del movimiento rtmico y corporal con lapareja, ha sido una costumbre aeja observada por todaslas culturas. Como es de suponerse, la tierra mexicanatambin fue acariciada, muchas centurias atrs, por lospies de aquellos gustosos bailadores que en medio de lafiesta se regocijaban al sentir que compartan el movi-miento de su cuerpo con otro ser humano.

    Mucho se ha insistido en que las danzas acostum-bradas por los antiguos pobladores del ahora deterioradovalle de Mxico eran sumamente solemnes. En efecto,stas tenan un carcter ritual que exiga de sus intrpretesuna disciplina militar y una coordinacin matemtica.Sin embargo, tambin realizaban otro tipo de manifesta-ciones dancsticas, cuyo propsito era el regocijo y solazpropio a las cuales les llamaban netotiliztli. Entre dichosbailes haba uno conocido con el nombre de cuecuechcuicatl,que quiere decir baile cosquilloso o de comezn, el cual

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    fue descrito por fray Diego Durn, quien desde su pers-pectiva como clrigo advierte que era para mujeres deshones-tas y hombres livianos.

    En las casas donde residan maestros que enseabana cantar y bailar llamadas cuacacalli, los jvenes aprendanlas danzas ceremoniales y otros bailes que se realizabanen las fiestas o areitos. En stas participaban mancebosy doncellas quienes: Iban asidos de las manos, una mujer entredos hombres y un hombre entre dos mujeres, iban danzando como cule-breando, lo que, segn Durn, sola propiciar la atraccinentre varias de las parejas participantes; en tal caso,durante el areito, el muchacho le prometa a la jovenque llegando el tiempo de poderse casar, se casara con ella.5

    Los datos que aporta fray Bernardino de Sahagnsobre este tipo de bailes coinciden con lo anteriormenteplanteado, pero este clrigo refiere, adems, que en algu-nas danzas rituales participaban parejas que realizaban elsiguiente diseo corporal: Los que iban en la delantera, que era lagente ms ejercitada en la guerra, llevaban echado el brazo por la cintu-ra de la mujer, como abrazndola; los otros que no eran tales no tenanlicencia para hacer esto.

    Mucho ms se podra comentar sobre las caractersti-cas que tenan las manifestaciones dancsticas en la pocaprehispnica; sin embargo, la reconstruccin histricapropuesta en prrafos anteriores nos remite a una pre-gunta central para el tema que nos ocupa: desde cundola ciudad ofrece un espacio cerrado, especficamente dise-ado para la prctica de los bailes de saln?

    Como primer paso para realizar la revisin histrica

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    que requiere la pregunta planteada, es importante adver-tir que existe una diferencia entre los bailes de pareja y losbailes de saln; el primer trmino es ms amplio y en l seencuentran todos los bailes que se interpretan, como sunombre lo indica, en pareja. Los bailes de saln, en cam-bio, constituyen un gnero dancstico que fue ideado,desde su origen, para ser interpretado en un espacio arqui-tectnico determinado: el saln de baile.6

    Los bailes de saln tienen como antecedente msremoto a la Europa renacentista. Curt Sachs indica que enel siglo XV la danza popular y la danza cortesana se sepa-ran de una vez y para siempre: ...continuarn influyendo la unasobre la otra, pero tienen finalidades fundamentalmente distintas y esti-los tambin diferentes (1944: 308).

    Los palacios albergaban amplios salones de baile endonde se organizaban fastuosas fiestas que eran accesiblesnicamente para la aristocracia; los bailes que ah se prac-ticaban eran muy solemnes y cada vez ms estereotipados.Sus evoluciones coreogrficas fueron registradas por dis-tinguidos maestros de danza, mediante una serie de trata-dos (siglo XV) que surgieron con la implantacin de laenseanza de los bailes de saln como una profesinreconocida en las cortes. A mediados del siglo XVI, en1558, aparece la primera historia del baile en Francia(Ivanovski, 1983: 2).

    Los bailes de saln, dentro de un ambiente aris-tocrtico, tambin se llevaron a cabo en nuestro pas comoefecto del proceso de la colonizacin espaola. En lasociedad virreinal se observa el desarrollo de dos herenciasculturales bsicas: por un lado, la cultura hispana perte-

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    neciente a peninsulares y criollos y, por el otro, la culturade los indgenas, los negros y las castas. Entre estas dostendencias existieron, a pesar de las claras diferenciassociales marcadas por un sistema sumamente jerrquico,contactos culturales que generaron influencias recprocas.

    En cuanto a la prctica de bailes de saln tenemosque los realizados por los sectores dominantes no se dife-renciaban de los acostumbrados por las cortes europeas,esto es, realizaban lujosos bailes en amplios salones den-tro de las mansiones en donde vivan los peninsulares ycriollos. Para ello, las damas lucan sus voluminososatuendos y los varones daban muestra de sus habilidadesdancsticas aprendidas, por ambos sexos, mediante lec-ciones impartidas por maestros de baile trados deEuropa.7

    Al igual que en el viejo continente, los bailes de salnque se practicaban en la Nueva Espaa formaban parte delpatrimonio cultural de las lites. stos se desarrollabandentro de las reuniones sociales y eran considerados comouna especie de juegos de saln, cuyos movimientos res-pondan a una reglamentacin, enseada precisamentepor los distinguidos maestros de baile, y cuyo apren-dizaje era indispensable para brillar en sociedad. Entreestos bailes encontramos la Pavana, la Gallarda, la Saraban-da, el Rigodn, la Mazurca y el Minuet.8

    Las clases populares, por su parte, realizaban sus fan-dangos en plena calle o en las tepacheras y en las pul-queras. En estos eventos se acostumbraba bailar un abani-co muy amplio de bailes populares de origen espaol, con-juntamente con los sones y jarabes que surgieron en

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    Mxico conocidos con el nombre genrico de sonecitosdel pas. Dentro de este amplio repertorio result que va-rios de los jarabes ms gustados, los cuales por ciertodenotaban una fuerte influencia afroantillana, fueron pro-hibidos por la Inquisicin desde mediados del siglo XVIIIhasta la segunda dcada del XIX.

    Es importante advertir que la Inquisicin condendos tipos de expresiones dancsticas de carcter popular:aquellas que provenan de las culturas prehispnicas, lascuales eran consideradas como prcticas supersticiosas, ylos bailes que, bajo la mirada de los mojigatos de aquellapoca, eran vistos como deshonestos. Los casos que elSanto Tribunal de la Inquisicin report como pecami-nosos durante el siglo XVII y la primera mitad del XVIIIeran aquellos que fueron juzgados a partir de su compo-nente supersticioso, ya que se encontraban vinculados alceremonial mgico-religioso de los indgenas. Los que seregistraban a partir de la segunda mitad del siglo XVIIIfueron prohibidos porque, supuestamente, conducan acometer uno de los siete pecados capitales: la lujuria.9

    Cabe sealar que en el siglo que nos ocupa se dio unafuerte influencia de la cultura caribea en Mxico, dado elintenso comercio existente entre las Antillas, la NuevaEspaa y la Pennsula. Por eso, los puertos cobraron unpapel destacado (aunque no nico) en la prctica de estosbailes y, como veremos ms adelante, los movimientostenan un marcado origen afroantillano.

    Con el nombre de fandangos o saraos, estos bailes seefectuaban en lugares tan distintos como son las fiestasprivadas10 y las pblicas, las civiles y las religiosas, en

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    tabernas, pulqueras y tepacheras, en teatros y coliseos.Las melodas de algunos de estos sones se hicieron tanpopulares que algunas de ellas se llegaron a escuchar,incluso, en determinadas iglesias.

    Haciendo eco de las imposiciones del clero, surge unprimer intento de reglamentacin por parte del Estado (elcual estaba ntimamente ligado a la Iglesia) sobre el carc-ter y funcionamiento de los espacios diseados para laprctica del baile. En esta ocasin la mira estaba dirigidahacia las casas de mulatas y las escuelas de danza, en lascuales se enseaban y ejecutaban, hasta bien entrada lanoche, muchos de los bailes prohibidos por la Inquisicin.En 1779, el virrey Bucareli mand publicar la siguienteordenanza:

    Est prohibido en lo absoluto la concurrencia deambos sexos a tales casas, tertulias o escuelas dedanza: y slo queda permitida la asistencia dehombres hasta las diez en punto de la noche y noms; imponiendo como desde luego impongo, alos maestros, o dueos de ellas, que lo contrarioexecutaren (sic), la pena de cuatro aos a un pre-sidio ultramarino, y a los msicos que asistierenla de seis meses de crcel (ibid.: 44).

    Un ao ms tarde, el virrey Marquina, reafirmando lasordenanzas dictadas por su antecesor e intentando pro-hibir definitivamente tales prcticas, elabor el siguientereglamento:

    Artculo 9. Que no haya casas de bailes ni de disolu-cin, celando muy escrupulosamente

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    los jueces la conducta de aquellas per-sonas que por sus torpezas y viciosviven sumergidos en el desorden yrelajacin con gravsimo perjuicio delEstado, con la trascendencia a la quie-tud interior y domstica de las familiasy con el escndalo de la gente incauta einocente que con el mal ejemplo sepervierten, sobre lo cual reitero todaslas providencias y bandos publicados,haciendo responsables a los jueces dela inobservancia.11

    A partir de dichas ordenanzas se inaugura, en la historia delos bailes populares, una larga tradicin enarbolada por laIglesia y el Estado, tendiente a la prohibicin de ciertosbailes de pareja. La imposicin de la religin cristiana ennuestro pas trajo como consecuencia, entre otras muchaspenalidades ya muy conocidas, que la danza en general -yms an los bailes de pareja- sea catalogada, por quienesse han autoconcebido como guardianes del orden y lasbuenas costumbres, como la presencia misma del diabloen la tierra. A ello se ha debido el surgimiento de ciertostrminos que se registran desde los expedientes de laInquisicin hasta las actas levantadas, en pleno siglo XX,por los inspectores del Departamento del Distrito Federal-como veremos posteriormente- en las que ciertos bailesson calificados de inmorales, indecentes, impdicos, las-civos, deshonestos, escandalosos, desenfrenados, ener-vantes o licenciosos.

    Por otro lado, tenemos que los bailes de pareja, pro-hibidos o no y con varias adecuaciones para su proyeccin

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    escnica, aparecen desde el siglo XVIII hasta nuestra actua-lidad en los teatros y coliseos. stos se incorporaron alespectculo teatral en forma de entremeses o intermedios,y su interpretacin corra a cargo de bailarines y maestrosprofesionales.

    Los fuertes aires nacionalistas derivados de la luchapor la Independencia propiciaron que, a principios delsiglo XIX, los jarabes adquirieran una connotacin muyespecial dentro del panorama cultural que se estaba ges-tando. Sin embargo, este auge de los bailes nacionales notuvo repercusin en el conjunto de las clases dominantes,ya que un buen sector de las mismas mantuvo sus tradi-ciones europeizantes hasta bien entrado el siglo XX.

    Ya en plena poca republicana, con la formacin denuevos latifundios, empezaron a crearse incipientescomunidades urbanas que eran habitadas por los nuevosdueos de grandes haciendas y minas, adems de los go-bernantes, administradores y algunos profesionistas. Almismo tiempo surgieron distintos puntos en la Ciudad deMxico que constituan importantes centros de reunin, alos cuales asistan diferentes clases sociales, que disfruta-ban, con su gente y a su manera, de agradables momentosde distraccin.

    Entre los cambios que se registran en la traza urbanade la Ciudad de Mxico entre la colonia y el siglo XIX, seencuentra la formacin del primer fraccionamiento llama-do colonia Francesa o barrio de Nuevo Mxico, localizadoentre las actuales calles de Bucareli, San Juan de Letrn,Victoria y Arcos de Beln (Mara Dolores Morales 1978:190). En ese nuevo fraccionamiento, informa Guillermo

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    Prieto (1976), surgieron cafs y cantinas que eran frecuen-tadas por obreros franceses, quienes, adems de tomar yplaticar, bailaban alegremente. El canal de la Viga, una vade navegacin que penetraba la ciudad por La Merced yllegaba hasta Xochimilco, pasando por Balbuena, SantaAnita y Jamaica, se constituy en uno de los paseos msrecurridos y frecuentados por los sectores populares,incluso hasta la segunda dcada del siglo pasado.12

    Con base en los mltiples relatos que hicieron tantolos intelectuales mexicanos como los viajeros provenientesde otros pases, se sabe que en el paseo de la Viga se acos-tumbraba la realizacin de sonoros fandangos sobre lascanoas, las famosas canoas fandangueras que fuerondescritas profusamente en una narracin versificada porGuillermo Prieto, de donde transcribimos slo los siguien-tes cuartetos:

    Van de gente como piay van alegres cantoresy tenaces bailadores

    que se agolpan como en ria

    Y de all desde el paseose escuchan versos obscenosse oyen gritos como truenos

    se miran los zapateos

    Los fandangos organizados sobre las canoas, en las canti-nas, pulqueras, tepacheras y vecindades, tenan el prop-sito de brindar un momento de recreacin que, de algunamanera, vendra a compensar las fatigas y las severascondiciones de vida en las que se encontraba la mayor

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    parte de la poblacin. La contraparte de estos fandangoseran las fiestas que se realizaban en las casas de las fami-lias de sociedad.

    En las observaciones que hace Guillermo Prieto(1976: 107) sobre las costumbres de su poca, se puededetectar un tono irnico y a veces despectivo, de aquellossectores medios que aspiraban escalar socialmente; y ensus apreciaciones sobre las diferencias sociales se sobreval-ora la distincin de clase, tal y como se puede detectar enla siguiente observacin sobre los bailes en Mxico:

    Por regla general, el que quiera en Mxico distin-guir a la primera ojeada un baile de gente bieneducada y uno de cierto pelo, fjese un momento:si la gente platica, re o se comunica, es gentefina. El bailador de cierto pelo toma el bailecomo por tarea, suda y se afana como leando odndole a una bomba; al descansar se ensimis-ma, arregla su corbata, adopta posturas acad-micas, ve al techo y se ajusta los guantes; ellacompone su tocado, ve al espejo y hace inventariode los trajes y adornos de las que provocan suenvidia.

    Retomando a Guillermo Prieto como un importante cro-nista de su poca13 encontramos la irrupcin en Mxicode un baile de saln que vino a suplantar los acostumbra-dos valses y minuets. ste era la contradanza de figuras,mejor conocida con el nombre de cuadrillas, y cuyo origense remonta tambin a los bailes cortesanos del viejo conti-nente. Este baile de figuras fue acogido entusiastamentepor aquellos que usaban tnicas, tocados y guantes, y

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    varias dcadas despus de su introduccin, era parte obli-gada del repertorio de bailes de saln que se acostum-braron para el carnaval durante el porfiriato. Primero slose bailaban las cuadrillas francesas y lanceros, despus sevariaron las figuras y aparecieron las persas, griegas, mexi-canas, taragotas y otras ms. Aos ms tarde, estos mis-mos bailes fueron interpretados por indgenas de Texcoco,Puebla, Oaxaca, Veracruz y Tlaxcala.14

    Otros bailes que se acostumbraban en la primeramitad del siglo XIX fueron la varsoviana (variante de lamazurca), la cracoviana (variante de la polka), la redowa,la polka, el vals, el schottiisch y la galopa (Campos, 1930:135).

    Los bailes de saln dentro del ambiente palaciego quese observaba entre los sectores dominantes de la pocarepresentaban un momento muy importante para la tomade acuerdos y decisiones. Jos Arenas (1980: 127)15 desta-ca con un sarcasmo singular, cmo los bailes de saln den-tro de este contexto, estuvieron estrechamente ligados alejercicio del poder:

    El que se pintaba solo para estas cosas eraAntonio Lpez de Santa Anna, que organizabaaquellos clebres saraos que dieron lugar a tansabrosas crnicas, y de los que se serva hbil ycmicamente para el ejercicio de la poltica...Don Antonio era un hombre enterado, diramosque lo aprendi de Napolen, y de l tom la cos-tumbre de parlamentar, entre una danza y unacontradanza, con las mujeres de los diplomticoso de sus propios ministros... la cuestin pblica

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    viraba entre un baile y otro. La poblacin enteraestaba fija en los resultados de las veladas dan-zantes, y segn bailara el dictador nada serensi-mo con la seora de fulano o de mengano, sepoda conjeturar su trama y de ah aventurar laconveniencia de amanecer yorkino o escocs.

    Y fue precisamente en medio de un gran baile, por all delao 1854, cuando Santa Anna recibi la noticia de que sehaba lanzado un plan que exiga el derrocamiento del dic-tador y la convocatoria a un congreso constituyente (CosoVillegas, 1973: 109).

    Las Leyes de Reforma, dictadas en 1859, constituye-ron un factor fundamental para la transformacin de laCiudad de Mxico. Las grandes extensiones de tierra aca-paradas por el clero entraron al libre mercado, lo que ori-gin la creacin de nuevos fraccionamientos en manos deuna burguesa naciente y de capitales extranjeros, princi-palmente de origen francs, ingls y estadounidense.

    Durante la Repblica Restaurada (1867-1876), des-pus de varios aos en los que el pas se vio seriamentesacudido por constantes enfrentamientos entre los distin-tos grupos que pugnaban por el poder,16 adems de lasvarias invasiones extranjeras, de la prdida de ms de lamitad del territorio nacional, entre otros acontecimientossignificativos para el pas, empiezan a surgir en las zonasaledaas a la ciudad otros sitios que se convirtieron ennuevos espacios de reunin.

    En San ngel y Tacubaya se organizaron sociedadesrecreativas en donde se bailaba, jugaba y se hacan tertulias

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    (Coso Villegas, 1974: 459). Todo esto facilitado por elrecin inaugurado gran ferrocarril que llegaba a estoslugares, en ese entonces considerados pueblos. Muycerca de San ngel, por ejemplo, se encontraba un lugarpara comer, muy famoso en su poca, que se llamaba LasPeas del Cabro, el cual tena una gran plazoleta al airelibre para bailar; era el paseo favorito de muchos excur-sionistas, quienes pedan a gritos a los msicos queinterpretaran una habanera, baile que se haba puesto demoda entre los jvenes de entonces.

    Ms cercano al centro de la ciudad, en los linderos dela misma, se encontraban los famosos tvolis, casas derecreo muy comunes en Pars, que se fueron estableciendoen las principales ciudades de Amrica. En estos lugarespodemos observar la aparicin de una empresa privada entorno a la recreacin (que en su origen era de capitalfrancs), dentro de la cual se daba la prctica de los bailesde saln.

    La Ciudad de Mxico cont con varios tvolis, loscuales estuvieron funcionando desde mediados del sigloXIX hasta las primeras tres dcadas del siglo XX. Desde suorigen y durante la primera etapa del porfiriato, estoslugares fueron destinados a las clases pudientes y, por lotanto, sus instalaciones ofrecan diversos atractivos a susvisitantes, entre los cuales encontramos: jardines, kioscos,albercas, billares, boliches, restaurantes y, por supuesto,salones de baile. Uno muy famoso fue el de Fulcheri, fun-dado en 1867 en el paseo de Bucareli, el cual se distinguade los dems por contar con un amplio y elegante saln debaile que llegaba a albergar a 1 500 personas. Otros tvolisconocidos durante los aos que comprenden la Repblica

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    Restaurada fueron, adems del antes citado, el de SanCosme y el de San Jos (en Tlalpan).

    Los tvolis que estn mejor documentados fueron eldel Eliseo y el Central. El primero se encontraba en lo quehoy es la colonia Tabacalera (Puente de Alvarado eInsurgentes); estaba instalado en un predio de aproxi-madamente 6 mil m2 y tena kioscos, alberca, boliches ysalones de baile (Icaza, 1957: 77). En este lugar se realiza-ban, con frecuencia, bailes de gala organizados por distin-tos grupos de extranjeros que radicaban en el pas, sobretodo por espaoles, franceses, ingleses y alemanes (Casa-sola, 1978: 1208-1213).

    El tvoli Central, instalado en pleno centro de laCiudad de Mxico, en la 2a. calle de Independencia 7, fun-cion desde 1882 hasta 1936. Ofreca a sus clientes la posi-bilidad de disfrutar de sus modernas instalaciones en lascuales haba boliches, billares, cantina, restaurante y, claroest, saln para bailar. A este lugar acudan, sobre todo, laclase media, artistas e intelectuales. Uno de ellos, FedericoGamboa (1979), incluye en Santa una breve descripcinsobre los bailes que ah se realizaban, entre los cualesencontramos el danzn (Flores, 1993: 333).

    Otro lugar favorito de las damas y los caballeros de laalta sociedad fue La Lonja, ubicada en el portal de lasFlores (abajo del Palacio de Gobierno); all se reunan diaria-mente los comerciantes para celebrar sus transaccionesmercantiles. Los socios tenan la obligacin de contribuircon una cuota mensual para todos los gastos necesarios delos dos o tres bailes que se efectuaban anualmente (GarcaCubas, 1945: 179).

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    Una descripcin sobre el lujo que tena el saln de LaLonja se encuentra en la importante obra que coordinDaniel Coso Villegas (1974: 497) sobre la poca de laRepblica Restaurada:17

    El enorme saln de baile daba la impresin de uncuento de hadas hecho realidad, tal era el derrochede lujo y belleza; a los raudales luminosos de lasvelas de coloreada esperma, colocadas en las fas-tuosas araas de bronce, se una la luz ms claray brillante que produce el gas para baar losexpresivos rostros y las ricas telas de los trajes quese reflejan en los inmensos espejos de cuerpoentero que adornan el saln.

    La fama de La Lonja competa con el prestigio que tenaEl Casino, el cual se encontraba en la esquina del Puentedel Espritu Santo y Capuchinas y pareca un verdaderopalacio.

    Tambin estaban los clubes a los cuales asistan loscolonos de origen extranjero. Una mencin especialmerece el Club Alemn, lugar en el que se celebraba lafamosa fiesta de locos. Por la breve narracin que hicieraun cronista de la poca, al parecer se trata de una reminis-cencia de la fiesta de locos que se realizaba en losprimeros das del ao en Europa durante la pocamedieval.18

    El Saln del Gran Circo Chiarini fue tambin uno delos escenarios preferidos por la gente decente deentonces (ahora conocida como la gente bonita) para ir abailar. Este local ofreca como uno de sus principales atrac-tivos un buen alumbrado de gas, atributo que era muy

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    apreciado por aquellos aos. El saln de baile era conside-rablemente amplio, pues hubo una vez que la concurren-cia lleg a tres mil personas. En este lugar se organizabanbailes normales en cualquier da del ao, otros de fan-tasa (que no eran los de carnaval) y otros ms llamadosmitolgicos (Coso Villegas, ibid.: 499).

    Como contraparte de este tipo de escenario para larealizacin de bailes estaban las maromas, lugares quedespus se llamaran carpas. La ms conocida de ellas erala de Don Chole, ubicada en las calles del Reloj. Estosjacalones eran el polo opuesto a los teatros visitados porlas clases altas; eran amplios corralones con piso de tierra,apenas acondicionados con graderas de maderos viejos ytechos de tejamanil, aunque algunos de ellos tenan comotecho el propio cielo.

    Gente de trabajo ocupaba la mayor parte de lasgraderas: artesanos, herreros, carpinteros, vaqueros, man-tequilleros y pequeos comerciantes. Una vez concluida lafuncin, en la cual se alternaban nmeros gimnsticos,cmicos (con payasos) y teatrales (comedias interpretadascon actores reales o con tteres), estos corralones a veces setransformaban en amplios espacios para bailar:

    [...] desalojados los bancos como una catarataestrepitosa se desbordaban los ocupantes de lasgradas al primer toque de las panderetas queanunciaban el baile; formbanse parejas entu-siastas de dama y galn, o de chicos nones quebailaban con verdadero frenes.Es la danza no obscena, ni pretenciosa, en quehace meme la nia desfallecida y remeda al Seor

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    en la respiracin el polluelo; es una danza que za-patea, que desarticula, en que se baila por tenergusto, por sacudir el polvo... porque le da la gana...El chicanate con su gran sombrero cado a la espal-da, con su cabello flotando, dejndose ir en brazosde su compaera, bebiendo vida, abalanzndose alplacer (Coso Villegas, ibid.: 610).

    La naciente clase obrera frecuentaba adems el Saln deSanta Clara, ubicado en la calle Santa Clara 18. Las clasesmedias organizaban los famosos bailes de escote, loscuales eran promovidos entre la gente de escaso pre-supuesto, pero alegre y temperatura ertica, afirmaGuillermo Prieto (1976: 109):

    [...] conseguidos los empresarios y el saln debaile, se fijaba el da, se sealaba el nmero decontribuyentes y el escote... y a gozar. En esastertulias se confeccionaban compadrazgos y posa-das, excursiones a Santa Anita e Ixtacalco, paseosen burro y meriendas de tamales y atole de leche.En ellas se comprometan las rifas de camisas condeshilados, y se ajustaban matrimonios.

    Todo parece indicar que los bailes de escote tenan lugarel da de La Candelaria (2 de febrero), ocasin en la que sehaca una rifa de compadres:

    [...] se sortean los hombres entre las mujerespara ir formando parejas; entre cada pareja hayintercambio de regalos, siendo por esto com-padres el uno del otro y bailando de preferenciaentre ellos (Coso Villegas, ibid.: 524).

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    Con base en las crnicas de la vida social del siglo XIX,todo parece indicar que los bailes, tanto los realizados porlas clases altas como por el pueblo, estaban presentes entodo tipo de festividades, ya fueran privadas o pblicas,profanas o religiosas, como podremos observar en lossiguientes prrafos.

    Entre las fiestas civiles, la que se celebraba conmayor entusiasmo era la del 5 de Mayo, da en que lascalles eran tomadas con los alegres y populares fandan-gos. La algaraba era tal que se convirti en un eventopreocupante para el Estado, que intent ejercer un con-trol cada vez ms severo sobre las actividades festivas,mediante la imposicin de un programa elaborado porlas juntas patriticas.

    En cuanto al calendario religioso, tenemos que desdeel virreinato se acostumbraba la celebracin de fiestas reli-giosas mayores: Da de Reyes, La Candelaria, Carnaval,Semana Santa, Da de Muertos, Da de la Virgen deGuadalupe, Posadas y Navidad; amn de la celebracin delos santos patronos de cada uno de los barrios.

    En la Ciudad de Mxico, el carnaval constituy, sinlugar a dudas, la ocasin preferida para la realizacin debulliciosos bailes. Dentro de esta festividad encontramosla realizacin de bailes de pareja, en salones y al aire libre;aunque durante la cuaresma, y sobre todo el Viernes deDolores y el Sbado de Gloria, el pueblo acostumbraba ir alas canoas fandangueras descritas en pginas anteriores.Estos sectores celebraban el carnaval en los portales demercaderes, en la calle Plateros, en sus barrios y en lasvecindades; mientras que las clases pudientes acostum-

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    braban asistir a los bailes de mscaras que se hacan encasas particulares y en algunos teatros.

    Ethel Correa y Ruth Sols (1994: 7) sealan que enlos pueblos aledaos a la Ciudad de Mxico la poblacinindgena tambin festejaba el carnaval, cuyas manifesta-ciones ms caractersticas eran el baile de los Huehuen-ches y la representacin del ahorcado, mientras queentre los espaoles, criollos y mestizos predominaban losbailes de mscaras, los paseos o desfiles de carruajes ylas burlas callejeras.

    El Teatro Nacional, fundado en 1844 con el nombrede Gran Teatro de Santa Anna, conocido despus como elTeatro de Vergara, meses ms tarde como Gran TeatroImperial, hasta que finalmente, con el triunfo de laRepblica, adquiri dicho nombre. Fue el lugar preferidoa mediados del siglo XIX para la realizacin de los bailes demscaras, celebrados el martes de carnaval. Aos mstarde, estos bailes tambin se llevaban a cabo en los otrosteatros de la ciudad como el Principal y el Iturbide.

    En plena cuaresma, esto es, el primer domingodespus del Mircoles de Ceniza, se hacan los famososbailes de piata, en el recinto de los principales teatros dela ciudad. Este tipo de baile adopt tal nombre debido a quela empresa colocaba en el centro del escenario una granpiata, en cuyo interior haba billetes de lotera, premios,dulces y palomas. stos se realizaron hasta el porfiriato,poca en la cual haba mucha competencia para atraer a laclientela entre los teatros y los salones de baile. Para entoncesse bailaban las elegantes y modernas cuadrillas, polkas,schots, mazurcas, adems de las arrebatadoras habaneras.

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    Es muy importante advertir que las otras celebra-ciones de carcter religioso presentaban una excelente va-riedad de atractivos, entre los cuales encontramos losbailes. Cabe mencionar que, entre las fiestas patronales delos barrios, la de Los ngeles (celebrada el 2 de agosto) erade las ms tpicas y de las que causaban ms revuelo enla capital.19

    Coso Villegas (ibid.: 513-514) ofrece una descripcinde esta fiesta, la cual aparece como un referente del am-biente que tenan las celebraciones religiosas en aqueltiempo. El cronista de la poca citado por el autor indicaque se trata de un exceso en la comida, en el juego y en elbaile. Es ms, nos dice el alarmado cronista:

    Estas fiestas son ya una especie de prolongacindel carnaval; aqu se dan cita todos los calaverasy las hijas de la alegra. En la plaza de la iglesia,entre mesas con todos los antojos imaginables:dulces, frutas, carnes, tacos, enchiladas, etc., co-rren sin cesar vasos de pulque curado de todas lasespecies, que provocan una exaltacin y unmovimiento generales. Al medioda se quemanlos castillos, espectculo que dura no menos deuna hora, durante el cual la multitud aleladaaprueba al final con gritos de alegra el ingenio delos pirotcnicos, siempre dispuestos a lucirse.Despus viene la comida; ms tarde los tteres, encarpas que se han levantado en las calles vecinas;siguen el baile y las maromas, para concluir enuna verdadera bacanal: ahora no hay una sola,sino varias reinas del desorden y del escndalo,las juanas tangos o las peteneras.

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    La cita transcrita en el prrafo anterior cobra singularimportancia para el presente estudio debido a que el actualsaln Los ngeles se construy (varias dcadas ms tarde)precisamente a un costado de la iglesia en donde se lleva-ba a cabo una de las celebraciones que causaba mayoratractivo en la ciudad.

    Es interesante destacar que el barrio de Los ngelesera originalmente un barrio indgena, que fue integrado ala colonia Guerrero. Esta colonia surgi en 1873, junto conla construccin de la estacin del primer ferrocarril cuyodestino era Veracruz, y fue creada para la clase obrera comoresultado del impulso que alcanz el naciente movimien-to obrero durante la Repblica Restaurada, segn indicaMara Dolores Morales (1978: 191).

    La sociedad porfiriana (1877 a 1911) anhelante y adu-ladora de la paz que, como ahora, era muy relativa dadaslas pauprrimas condiciones de vida del pueblo, trataba dehacerse cada vez ms cosmopolita. No obstante la presen-cia de Jos Mart y el nacimiento de las luchas socialistas, lacultura francesa y el academismo -llamado modernismo-conformaron modas y proyectos estticos en todas lasramas de la cultura, seala Simn Jara (et al.,1994: 47).

    Los tvolis siguieron albergando los bailes de saln alos cuales acudan preferentemente los sectores adinera-dos del porfiriato, aunque poco a poco empezaron a surgiralgunos que eran frecuentados por la clase media, artistase intelectuales. Despus de la Revolucin Mexicanasurgieron otros que fueron considerados de mala muerte(por ejemplo el Tivolito) a los cuales acudan distintos sec-tores de las clases populares.

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    Para el pueblo, los salones de baile siguen siendoparte de las atracciones campestres, de las excursionesdominicales a sitios con columpios y peleas de box. Estossalones se encontraban al interior de las Quintas, lascuales eran casas solariegas o de campo con grandes exten-siones de terreno, instaladas en la periferia de la ciudad,especialmente en la zona de canales situada en el sur-oriente, acondicionadas para salones de baile, saraos yfiestas de carcter popular.20 Se vendan toda clase de hor-talizas, pulque, cerveza, aguardiente y licores del pas,adems de cosas para comer. En la Quinta Saln Corona,por la cantidad de seis centavos se adquira el derecho debailar, tomar un jarrito de atole y un plato de tamales,informa Armando Jimnez (1995: 87).

    Como se indic en un prrafo anterior, durante elporfiriato ingres a nuestro pas el danzn, gnero musi-cal y dancstico que paulatinamente ira adquiriendo cartade naturalizacin mexicana, adems de una distincinespecial entre los diversos bailes de saln. Creado en Cuba,ingres a nuestro pas por Yucatn (va Progreso),Campeche y Champotn, Alvarado y el puerto de Veracruz,Tuxpan y Tampico.21

    A la Ciudad de Mxico el danzn lleg a travs de lasdistintas compaas de Bufos Habaneros, quienes desde1882 hasta 1915 lo interpretaban junto con las habanerasy las guarachas entre sus actos. Varios msicos acadmicoso de gran reconocimiento (entre los cuales estabaJuventino Rosas), al escuchar el nuevo ritmo, se inspiraronpara componer varias melodas.

    Quienes inicialmente lo bailaron fueron los represen-

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    tantes de la aristocracia pulquera, siendo un baile elitista(el mismo Porfirio Daz lo interpret) hasta 1903. Flores(ibid.: 2) nos comenta que ello constitua una diversin

    [...] propia para seoritingos, dandys, fifs,lagartijos y buen nmero de educadas seoritasque asistan por puro enfado a los tvolis citadi-nos. De rompe y rasga, popular y cotidiano,comenz a serlo desde 1905 cuando adquiricarta proletaria masificndose en quintas,prostbulos, cabars y vecindades con la alca-huetera del fongrafo.

    El pas experiment importantes cambios tecnolgicosdurante esta poca, paralelamente al establecimiento deuna infraestructura bsica para el desarrollo de las comu-nicaciones: obras portuarias, ferrocarriles, telgrafo, tel-fono, entre otros. La aparicin del fongrafo22 junto conlas empresas disqueras, como parte de la introduccin deesta nueva tecnologa, provocaron importantes modifica-ciones en el consumo cultural de la poca. Por un lado, esefenmeno dio inicio a la difusin de la msica interpreta-da en Estados Unidos y, por el otro, propici que los bailesfamiliares prescindieran de la msica en vivo.

    El uso que se haca de este nuevo aparato de sonidono se reduca al mbito familiar, sino que amenizaba losbailes populares que se realizaban en las vecindades y enlos locales de todo tipo, incluidos los salones de baile y lasacademias. Los ritmos que en ese entonces seguan demoda eran la contradanza, cuadrillas, rigodn, vals, polka,jota, corrido, jarabe y habanera; lista a la que se agreg,finalmente, el danzn y la guaracha.

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    El periodo revolucionario, contrariamente a lo quepudiera suponerse, no inhibi demasiado la asistencia alos salones de baile en la capital. Durante estos aos (1910-1920) incluso se observa la aparicin de 20 recintos para eldisfrute del baile, varios de los cuales eran frecuentadospor diversos sectores de las clases populares; los msfamosos entre estos sectores fueron El Tivolito, LaAlhambra, Allende y El Azteca.23

    Durante estos aos se organiz una cantidad conside-rable de bailes de paga en los ms diversos lugares de lacapital, como academias, casinos, frontones, carpas(Ideal), balnearios (Atizapn), parques (Golden ParkPopotla), cines (Mxico, Azteca y Lux), circos (Victoria,Welton y Delton); adems de los teatros Guillermo Prieto,Cervantes, Apolo y Arbeu.

    Son mltiples los efectos que produjo la RevolucinMexicana en la vida econmica, social y cultural del pas.Entre stos se observa la consolidacin de un nuevoEstado que empezara, desde ese entonces, a centralizar elpoder en la Ciudad de Mxico. La instauracin de la vidainstitucional del pas, aunada a una aparente estabilidadeconmica, basada en el impulso de nuevas fuentes deempleo, provocaron el inicio de la migracin campo-ciudad, fenmeno que posteriormente se dio en formaintensiva. Como un suceso paralelo a dicha migracin seobserv una mayor presencia de mujeres en el mercadode trabajo y, de alguna manera, en los espacios pblicosque ofreca la ciudad, entre los cuales estaban los teatros,las carpas, los circos, los toros, los paseos por los canales,las jamaicas, el cinematgrafo y, por supuesto, los salonesde baile.

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    La Ciudad de Mxico cambiaba su rostro europeizadoadoptando modelos ms modernos, provenientes de laspujantes ciudades estadounidenses, beneficiarias directasde la Primera Guerra Mundial. Este fenmeno sera adver-tido por algunos periodistas de la poca en los siguientestrminos:

    Aqu nada es bueno si no se pronuncia en ingls.El Caf Concert se ha transformado en Musichall, el Saln de Dance se llama hoyDancing, la journe de campagne, cam-ping, la valse ha sido desterrada por el fox-trot... el fox trot es una lengua internacionalque sirve para entrar en relaciones con la mitaddel universo.24

    Cabe recordar que, a partir de 1918, el vecino pas delnorte ejerci un control de la economa mundial a travsde sus industrias de punta: la blica, la automotriz y lacinematogrfica. Con base en dicha produccin se da laprimera etapa de expansin estadounidense, la cual alcan-zara fuerte incidencia en las distintas esferas de la vidasocial de nuestro pas.

    Debido al fuerte impacto que caus el desarrollo de lajoven industria cultural en Mxico (y en las principalesciudades de Amrica Latina) aument considerablementeel consumo de aquellos gneros musicales que, de manerasucesiva, se fueron poniendo de moda en Estados Unidos:one-step, two step, fox-trot, blues, shimmy, charlestn yboston. Estas novedades irrumpieron vertiginosamentepropiciando el surgimiento de mltiples bandas de jazzcompuestas por msicos mexicanos25 que interpretaban,

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    adems de la msica anterior, otros gneros provenientestambin del extranjero: vals, rumba, tango, paso doble,danzn y machicha.

    El acelerado proceso de agringamiento de la incipien-te cultura nacional que se estaba forjando en el Mxicoposrevolucionario, corra paralelamente a la tendencianacionalista impulsada por los funcionarios responsablesde la poltica cultural del gobierno. Tambin es necesariorecordar, entonces, que la conformacin y consolidacindel moderno Estado mexicano se pudo dar debido a queste, obligado por el fuerte empuje popular que tuvo laRevolucin Mexicana, debi asumirse como un Estadonacionalista y popular; posicin que, por cierto, durpocos aos.

    Debido al ambiente social antes referido, la prcticadel danzn se hizo cada vez ms popular y fue adquirien-do un estilo nacional. Los danzones que desde 1882 fueranpresentados por los Bufos Habaneros eran ahora inter-pretados por artistas mexicanos en las escenificaciones decarcter nacionalista que se presentaban en los teatros derevista.26 Pero estos mismos foros fueron tambin unimportante medio de difusin de los modernos yarrebatadores bailes provenientes del vecino pas delnorte. Destacadas tiples como Lupe Vlez,27 Alicia Murillo,Juanita Barcel y Mara Luisa Arosamena, entre otras,causaban furor con sus atrevidas interpretaciones de losbailes desenfrenados acostumbrados por los yanquis.

    Tenemos entonces que en los teatros de revista se lleva-ba a cabo una ntida escenificacin de dos corrientes cul-turales divergentes: por un lado, la tendencia nacionalista

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    que daba impulso a las manifestaciones populares y/oreconocidas como mexicanas y, por el otro, la exhibicinde los bailes importados de Estados Unidos.

    Como resultado del desarrollo de esas dos tendenciassurgieron varias oposiciones. Se trata de un periodo endonde no slo se dio un enfrentamiento entre lo tradi-cional y lo moderno (la belleza y el ritmo espiritual delballet clsico, el tango y el vals contra las convulsioneshistricas del shimmy)28, sino tambin, y sobre todo, entrelo mexicano y lo yanqui (el danzn y el jarabe tapatocontra el fox y el charlestn).29

    Claro est que en ambas oposiciones lo made in USAera sinnimo de lo moderno, pero no se trataba de unaresistencia ante la importacin de nuevos modelos cultu-rales, sino ms bien a la presencia africana de stos. As,dentro de la corriente que defenda el nacionalismo seencontraba un sector que no slo era conservador sinoprofundamente racista, que enarbolaba una frmula mssofisticada de oposicin: la civilizacin, el cristianismo ylos blancos, por un lado, y el salvajismo, lo diablico ylos negros, por el otro.

    Son varias las opiniones reportadas en los peridicosde la poca sobre la concepcin anterior, como ejemploslo citaremos fragmentos de algunas de stas, publicadasen distintos artculos de El Universal Ilustrado:

    En Estados Unidos hay desde hace algunos aosuna verdadera locura por todo lo extico, y lomismo en el cine que en el teatro, que en la pin-tura y en la msica, triunfa desmedidamente la

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    lujuria tropical. Pero estas danzas brbaras, estasmsicas angustiosamente salvajes, no son deEstados Unidos, sino una caricatura envilecidade las verdaderamente tropicales... Pero esos bailesque nos reimporta Estados Unidos, degenerados,envilecidos ya por todos los criollismos babilni-cos de yanquilandia, no pueden pasar sinofugazmente entre nosotros los latinos, que tene-mos un ideal ms completo de la belleza y delritmo espiritual.30

    La locura por lo extico, como veremos ms adelante, fueinvadiendo paulatinamente a los ms diversos sectores denuestra sociedad. Pero, cmo es que estas influencias cul-turales se fueron dando en nuestro pas?, o mejor dicho,de qu manera se fueron incorporando los bailes esta-dounidenses en Mxico? Con base en ciertas narracionesescritas a principios de los aos veinte tenemos que, alparecer, las clases populares no consuman las modas baila-bles que llegaban de Estados Unidos con la misma veloci-dad y forma que las clases altas. Los reportes que hicieronlos inspectores del Departamento de Diversiones delAyuntamiento Constitucional de la Ciudad de Mxico en1921, apuntan que en los salones de baile frecuentadospor la clase humilde no se bailaba el jazz ni el shimmy,debido a que:

    [...] la gente del pueblo es algo refractaria aentrar a la moda, principalmente a la del baile,pues en la actualidad apenas si stos empiezan abailar bailes como el fox en su forma primitiva,no obstante que la msica que se toca es la ameri-cana se conserva (sic) reaccionariamente el estilo

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    del baile europeo y el cubano tratndose deldanzn.31

    Sucede que, algunos aos ms tarde, esta incorporacinde los modernos bailes de origen estadounidense se dabacon mayor velocidad entre las clases populares. Elcharlestn, por ejemplo, se adopt con gran rapidez noslo en los teatros, cabars, salones y academias de baile,sino tambin en los bailes familiares y en la propia calle.Existen varias narraciones sobre la gran popularidad quealcanz este baile en nuestro pas, una de ellas nos refiere,por ejemplo, lo siguiente:

    Cuando apareci [el charlestn] en los salonespopulares de baile, caus sensacin. Los choferes,mecnicos, en fin, el pueblo, lo desdearon a laprimera impresin. Es gringo, y todo lo gringochoca, aun cuando termina por imponerse. Y elcharlestn sigui el mismo camino: a los 15 dasel pueblo lo bailaba, torpemente pero lo bailaba.He visto y admirado a incomparables mecnicosdejarse arrastrar por el charlestn. Tambin los heconocido elogiados, aplaudidos, admirados...Pero no slo en los salones populares de baile, queal fin son sitios donde se rene la gente ms omenos pulida, sino tambin en las fiestas dondeslo imperaba lo tpico. Fui a Santa Anita.Preguntaris: se encontraba el jarabe, danzadocon admirables complicaciones por las chinassonrientes? No, respondo, ni el jarabe ni nadaque se le parezca sino el charlestn brbaro, dis-locado. Jorge Crdenas, clebre boxeador campende Mixcalco y clebre bailarn, obtena triunfos

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    resonantes en la maana del viernes de Dolores,nicamente con el charlestn... La famosa dan-zonera Cuba, tuvo que cambiar su repertorio,porque los danzones no dejan ya dinero y elcharlestn lo piden todos. O gritar a uno delos msicos: -Hey, familia! charlestn dedi-cado a ...32

    La modernidad en el baile implicaba una nueva actitudcorporal que representaba, a la vez, una concepcin nove-dosa de la vida: lo sport. Los bailes modernos seran con-siderados por ciertos sectores de la sociedad como unagradabilsimo deporte, o bien, como un modernosport.33 Es interesante observar que desde entonces hastanuestros das, el baile urbano es concebido como unaactividad deportiva.34

    Es muy importante subrayar que, en la dcada queestamos tratando, conocida como los fabulosos veinte,se da una ruptura abrupta con las costumbres deci-monnicas. En varios pases de occidente se observa unaoleada de excitacin, una tendencia a la diversin desen-frenada -segn algunos reporteros de la poca- que tirapor la borda las inhibiciones y la solemnidad imperantehasta entonces. Surgen nuevas modas que permitenmostrar, cada vez ms, las piernas femeninas, las largascabelleras se transforman en pequeos cortes de pelo, lasmujeres pueden fumar en pblico y usar pantalones en losactos hpicos.

    Dentro de ese contexto se da la fiebre del baile, quegenerara lo que pareciera ser (desde ese entonces hasta loscincuenta) una interminable produccin de nuevos

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    gneros bailables, que seran difundidos por los ms diver-sos medios de la impactante industria cultural esta-dounidense.35 Estos bailes contaban con el pblicohiperextasiado de las grandes capitales, en donde losnervios de la gente se aguzan y parece que estn siempreprontos a toda clase de crispamientos y de espasmos.36

    Lo que en ese momento se conoca como la locurapor el baile, la fiebre de hoy perfumada de gasolina,formaba parte del contexto en el cual se dieron losfamosos bailes de resistencia o maratones. En la ciudadde Mxico, stos se realizaban en el Teatro de la Ciudad, enel Teatro Iris y en el Politeama, y se acostumbraron hasta1952, ao en que fueron prohibidos por las autoridadescapitalinas.37

    Los principios ideolgicos que sustentaban los cam-bios en el ambiente social de la poca, fueron explicadospor los preocupados analistas de aquel entonces, a travsde las siguientes reflexiones:

    [...] hemos puesto en boga la frivolidad. Lo queantes era hermoso, ya no es bello. Nuestro con-cepto de la esttica ha tomado un cauce distinto yahora lo que nos satisface es lo ligero. Nuestranorma es no pensar mucho y gozar todo lo que lavida nos d; y qu mejor gimnasia para esteobjeto que el baile?... El fox es la danza ideal parano pensar; pero en cambio, al ejecutarlo, se puederer, y mientras ms alegre y ms estruendosa seaesta risa, ms concordancia ir con su melodaaudaz... el fox le har sentir un cosquilleo en laplanta de los pies, e insensiblemente empezar a

  • bailarlo, no seducido, sino obligado por esesonido que se mete hasta el alma como una car-cajada de chiquillo.38

    El afn por estar a la moda con los nuevos ritmos abon ala ciudad capital, para que de sta surgieran como hongos39

    las famosas y tan disputadas academias y estudios debaile. Adems, algunos hoteles y casinos ofrecan clases debaile con profesores renombrados, quienes tambin erancontratados para acompaar a las damas que no tenanpareja para asistir a un baile de gala. Estas formas de sociali-zacin inauguran, para el caso de las mujeres urbanas (noprostitutas), la posibilidad de bailar con desconocidos.

    De 1920 a 1930 se registra la aparicin de treceacademias de baile, a las cuales se suman las ya existentesdesde principios de siglo, y tres estudios de baile, ms dospreviamente creados. La mayor parte de estos centros deenseanza permanecieron abiertos hasta mediados de ladcada de los cuarenta. Estos lugares estaban ubicados enpleno centro de la ciudad, y sus caractersticas diferannotablemente segn la categora del lugar.

    Los estudios de baile fueron creados por maestros ymaestras que tenan como profesin la enseanza de losbailes de saln. Por lo general, eran bailadores distinguidosque asistan a los salones de baile para aprender y mostrar(a la vez) los ritmos que estaban de moda. Cobraban unacuota semanal o mensual. A estos lugares acostumbrabanir personas que necesitaban aprender los ritmos de moda,entre quienes se hallaban algunas vedettes y artistas que sepresentaban en los espectculos nocturnos y en los teatrosde revista.

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    En las academias de baile haba instructoras omaestras, quienes cobraban por medio de unas fichasque se entregaban por cada pieza bailada. Entre estasmaestras se encontraba una amplia gama de mujeresque asistan a estos recintos con el fin de obtener unaentrada de dinero (jovencitas que andaban en bsquedade empleo) o para compensar sus bajos ingresos (comoen el caso de las fabriqueas). Haba otras academias debarriada en las que haba jovencitos de pelo engomadoy pantaln balloon que ayudaban a los directores de estoslugares en la enseanza de los bailes.40

    Algunas academias, las ms grandes y famosas, soli-citaban licencias especiales para organizar bailes pblicos;adems ofrecan servicio de bar, tocaban orquestas y serealizaban concursos de danzn, en los cuales se con-frontaban los estudiantes de las distintas academias yestudios de baile. En la Academia Metropolitana, fundadadesde principios de siglo, haba asimismo funciones decine, teatro, conciertos y bailes dominicales.

    El Saln Rojo, instalado desde principios de siglo enMadero y Bolvar, ofreca una amplia variedad de opcionesde recreacin a sus asistentes, entre las que encontramos,adems de las primeras escaleras elctricas de la ciudad,caf, teatro, cinematgrafo y saln de baile. Por desgracia,en 1940 este centro recreativo se transform en un edifi-cio para oficinas. Cabe anotar que, desde 1915 hasta ladcada de los cincuenta, aparecieron varios cines en loscuales se acostumbraba bailar una tanda musical en losintermedios que duraba casi una hora, mientras llegaba lapelcula que se haba exhibido antes en otro cine, ya fueracon msica en vivo o con fongrafo.

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    Pues bien, la entrada a nuestro pas de distintas for-mas bailables de origen afroyanqui a los sitios frecuenta-dos por las familias decentes (como era el caso del SalnRojo) caus una conmocin pblica de alcances inusita-dos. El 19 de mayo de 1921, cuando la ciudad contaba conalrededor de 600 mil habitantes, se public una nota en elperidico Las Noticias que recoge la opinin de los sectoresms conservadores de la poca. Dicho artculo es una exce-lente muestra de la contradiccin que se dio entre el puri-tanismo reinante y la prctica de los modernos bailesenervantes:

    La inmoral explotacin del shimmy en el Saln Rojo

    Como un morbo incombatible va cundiendo entrenuestros mejores salones la inmoralidad en elbaile: como una serpiente bblica va enroscndoseentre la juventud loca, la epilepsia de los bailesmodernos, envenenando trgicamente las cos-tumbres de las familias y haciendo girar a losjvenes frenticamente entre calambres antiestti-cos y estremecimientos lbricos.

    Hace algunos aos, muy pocos todava, un salnde cine situado en la avenida Madero, era un cen-tro en donde las familias iban a distraerse y a dis-traer a sus hijos con las exhibiciones de las pelcu-las o a recrear sus odos con un buen concierto enel que tomaban parte algunos cantantes y com-petentes msicos. A poco se quit este solaz a losasistentes al cine ms elegante y ms cntrico yapenas si de cuando en cuando una orquestacomn y corriente haca sonar conocidos fox-trots, a cuyo comps bailaban los aficionados,

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    convirtiendo desde luego, aquel centro de diver-sin en una especie de cabar. Pero ahora ya no esel Saln Rojo, centro de las familias decentes ybien puede llamarse el cabar Granat [nombre delempresario del saln].

    Cuando comenzaron los bailes, naturalmenteinvadieron los salones de este recinto, muchosmozalbetes que no hacen sino recorrer los salonespblicos de baile, hacindose acompaar de loque llaman sus parejas y sin las cuales no puedenbailar. Los bailes ms modernos eran exhibidosall, a ciencia y paciencia de los propietarios delsaln: las parejas de los bailarines de ocasin,mujeres de vida alegre o cuando menos de pocamoralidad, lucen sus escotes escandalosos, entrela barahnda de una orquesta reforzada con losindispensables ruidos, enlazadas a sus precocescompaeros recorren los salones repartiendo son-risas y descaros. Los mozalbetes que se titulanpomposamente profesores de baile, o los que ape-nas saben que hay un paso nuevo, ya lo estnponiendo en prctica; llevaron al Rojo el shimmy,que hizo popular una mujer cubana, ardiente ydescocada que llen algunos meses las funcionesdel Teatro Lrico: Hilda Moreno. Los ojos, trgi-camente encantadores de aquella mujer quequera hacerse ingenua, sus carnes frescas de vir-gen oriental, temblorosas al comps del shimmycautivaron a cuantos la vean y contagindose losmozalbetes y cursis, al grado de que fue precisoimponer este baile como el ms moderno, como elindispensable para seguir la moda. No importa

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    que en Estados Unidos, pueblo libre en costum-bres, lo hubiera rechazado y prohibido comoinmoral: no importa que en la Convencin deProfesores de Baile en Pars, se hubiera prohibidoeste estilo por incompatible con la moral.... tam-poco bast que el Prncipe de los Cristianospasara circulares recordando no se bailara elshimmy...

    El Saln Rojo no ha vacilado en incluirlo entresus bailes, all los fatuos y cursis de ambos sexos,se contorsionan y tiemblan al comps de un fox,con aire de shimmy; ah chiquillas que apenascomienzan a subir los peldaos de la juventud, seabrazan inmoralmente al precoz fif y sus cuerpostiemblan al mismo tiempo en convulsiones tor-pes, mientras se despiertan las fieras de sus deseosy sus ojos se entornan lbricamente y una son-risa desflora los labios.

    Ya no es el Saln Rojo el centro de recreo, ahora espeor que un cabar porque en stos, ya se sabe alo que se asiste, mientras que en aqul, el honra-do padre de familia que dominicalmente acos-tumbra divertir a su familia, entre con esperan-zas de ver alguna pelcula y se encuentra que elcine est a la entrada, en donde la pelcula msinmoral se exhibe, no tiene sino un episodio: elshimmy, no teniendo ms que un nombre: LaInmoralidad. Y el padre de familia tiene queabandonar aquel saln porque sus hijos no seenfanguen y porque su moralidad no tolera seme-jante espectculo. Granat no ha reparado en los

  • perjuicios que recibirn los dems, si l recibedinero y ms dinero. Pero las familias no es posi-ble que consientan en rozarse con los mozalbetesdegenerados por la morfina y la cocana y con lasmujerzuelas que cobardes para descubrirse ante lasociedad como lo que son, se amparan tras de losdueos del Rojo, para satisfacer un momento dedeseo, deslizndose por los salones de este cabardisfrazado, al comps de un shimmy yanqui.

    El estrecho criterio sobre los nuevos bailes que estaban crean-do furor entre ciertos sectores de la juventud citadina, noera exclusividad de algunos voceros de las familias msconservadoras de la poca, pues varios interventores delDepartamento de Diversiones del Ayuntamiento Constitu-cional de la Ciudad de Mxico tambin reprobaban suprctica por considerarlos atentatorios de las buenas cos-tumbres. Esto se puede constatar en los reportes quedichos inspectores presentaron ante la dependencia citada,que se encuentran en el Archivo General de la Nacin. Estosreportes muestran con claridad una parte importante delos mecanismos de control que, sobre las diversiones engeneral y los usos del cuerpo en particular, trataba de seguirimponiendo el Estado sobre la ciudadana.

    Esos mecanismos de control se ejercan sobre losusuarios y empresarios de los lugares en donde se llevabana cabo los bailes; contra aquellos que gustaban de la prc-tica de los bailes inmorales se buscaba su satanizacin,utilizando el medio de opinin pblica predominante (elperidico), mientras que contra los empresarios se aplicabauna poltica de dotacin o negacin de licencias, adems dela imposicin de un reglamento para los bailes pblicos.

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    As en los primeros meses de 1921 se desat unafuerte campaa periodstica que adverta a las familiasdecentes sobre la invasin de los bailes impdicos, sobretodo el antes citado shimmy,41 que atentaban contra laPaz y el Orden. Condicionado por la moralidad de losgrupos en el poder, cuya expresin civil se daba a travs dela Liga de la Decencia, quien fue entonces presidentemunicipal de la Ciudad de Mxico, orden al jefe delDepartamento de Diversiones que llevara a cabo unainvestigacin sobre el funcionamiento de cabars, salonesy academias de baile.

    Todos los reportes, elaborados por los seis inspectoresencargados del caso, coinciden en sealar la necesidad deelaborar un nuevo reglamento y adems llegan a la curiosaconclusin de que la vigilancia deba ser ms estrecha enlas academias de baile, porque en esos lugares se da cte-dra de los bailes inmorales que despus se van a poner enprctica en los bailes pblicos.

    El ataque contra las academias por parte de los cita-dos inspectores fue, como en la poca oscura de laInquisicin, directo y sin tregua alguna; los argumentosesgrimidos denotan una clara adscripcin a los preceptosenarbolados por la Liga de la Decencia, como podemosobservar en el siguiente documento firmado por uno delos seis inspectores:

    En mi humilde concepto, creo que para la morali-zacin de nuestra sociedad, y bien de las que mstarde sern madres de un hogar, estas clases de bailesdeben prohibirse por considerrseles altamenteinmorales; tanto ms, cuanto que se bailan con ms

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    frecuencia en las academias en donde asisten damasde buenas costumbres, que en los salones de repu-tacin dudosa, donde las mujeres elegantes van noa lucir las figuras ridculas de que se compone elbaile sino las figuras voluptuosas de sus carnes.42

    Con el propsito de ubicar los lugares en los cuales se per-mita la prctica del escandaloso shimmy, el jefe delDepartamento de Diversiones mand elaborar una lista delas licencias que dicha dependencia haba expedido paracabars, salones y academias de baile. En sta aparecen elSaln Rojo y el Palacio de Mrmol (tambin conocido conel nombre de El Gato Negro) bajo el giro de salones debaile; sin embargo, en los reportes elaborados por los mis-mos inspectores de la dependencia antes citada, estoslugares aparecen con el rubro de cabars, debido al sesgomoralista que tenan sus observaciones, y al hecho de queen ese entonces no exista una clara diferencia de ndoleoficial entre ambos recintos.

    Otro elemento que se puede derivar de una lecturaanaltica de los reportes antes mencionados, es que enstos se detecta una lucha por la apropiacin de los espa-cios pblicos en general, y del centro de la ciudad, en par-ticular. Esto se puede advertir en los informes citados, losque en su gran mayora incluyen la solicitud de que elPalacio de Mrmol y el Pars Cabaret (ambos localizados enpleno centro de la ciudad) fueran expulsados a la periferia,por considerar inconveniente su ubicacin puesto queson lugares inmorales, antihiginicos y su concurrenciademasiado vulgar.

    En los mismos documentos encontramos tambin

  • varias opiniones en las cuales se establece una clara dife-rencia entre los lugares para las personas galantes y hon-radas y aqullos a los que asiste la gente corriente y de lavida alegre. La moral, segn los interventores, era un atri-buto de los primeros, lo cual se puede deducir del criterioutilizado en uno de los reportes, en el que se indica que sise llegara a interpretar el tan citado shimmy en los salonespopulares no tendra importancia pues: por la calidad desu concurrencia no sera en modo alguno reprochable dadoque ah no seran perjudiciales a la moral pblica.

    El escndalo propiciado por la Liga de la Decencia,por medio de algunos peridicos de la poca, tuvo comoresultado que la Jefatura del Departamento de Diversionespropusiera al H. Ayuntamiento de la Ciudad de Mxico elsiguiente dictamen:

    Deben clausurarse: El Palacio de Mrmol y elPars Cabaret. El primero, por ser un foco deescndalos, y el segundo, por estar en psimascondiciones de higiene.

    Debe reglamentarse el baile, en los siguientessalones: CAF COLN; CABARET DINNERDANCING CONCERT, de Chapultepec; SALNROJO; SALN AZTECA Y SALN ALLENDE.Es de manifestarse que el SALN ROJO ha sidouno de los ms atacados por los inspectores; peroque, reglamentando enrgicamente el baile, ynombrando inspectores capaces para vigilarlo,puede remediarse todo mal o escndalo.

    La reglamentacin que me propongo presentar a

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  • la consideracin de esa H. Superioridad, es lasiguiente:

    Colquese en todos los salones arriba indicados yen lugares visibles, unas cartulinas con la si-guiente redaccin:

    I. Quedan prohibidos los bailes llamadosShimmy y Jazz.II. Toda persona que baile de manera inconve-niente, ser consignada a las autoridades.III. El Inspector de Diversiones est facultado porel H. Ayuntamiento para hacer, sobre el particu-lar, cualquier indicacin a la empresa.Ahora, como el SALN ROJO no se encuentra

    en las mismas condiciones que los otros salones,se puede agregar en las mencionadas cartulinas,otras dos clusulas:(a) La empresa, por ningn motivo, permitir laentrada a personas de conducta dudosa.(b) Se prohbe, terminantemente, que bailenseoritas menores de quince aos de edad.

    En cuanto a las academias de baile, y siendostas las incubadoras de las danzas inmorales,considero oportuno que esa superioridad les remi-ta oficios contundentes prohibiendo la enseanzade los bailes arriba indicados. Al mismo tiempo,esta Jefatura, activar las inspecciones correspon-dientes.43

    Todo parece indicar que el Saln Rojo logr sortear losinsidiosos ataques en su contra, debido a que la empresamantena buenas relaciones con altos funcionarios del

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  • gobierno. La habilidad del seor Granat (quien por ciertoera dueo de varios cines) lo ll