literal 06

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GACETA DE LITERATURA Y GRÁFICA NÚMERO 6 DISTRIBUCIÓN GRATUITA RAMÓN PERALTA El paso de Eva El pecado, abismo que pocos saben, reconocen y salen sin rasguño. No estará escrito sobre un libro, sino tatuado en la piel del hombre. Juan Rodríguez I Tu marcha, junta el miedo del venado tu pecho, su calor palpitante. Siempre la duda: tu velo y refugio que vence la fragilidad de tu cuello en el sendero donde al fin habito. Encarno sin querer un tornado la imagen y aliento del asesino. Bastión, batalla de los cien años yo, soy el único soldado y herido. Cuántos días silencio más rotundo el tormento cruel de la penitencia. Apenas rozo parte negra de tu sombra tiemblo sin la violencia del rayo la osadía de un golpe de piedra ni la gracia del mosco en el agua. II Avanza descalza sin lastimar la hierba. Pero hoy día del juicio insectos disimulan descanso bajo las adelfas respiran futuro descubren el miedo en una telaraña y la pena no será errante por la mancha que germina en el vientre. Yo, pájaro ciego atento al menor ruido del mal en la seguridad de las frondas no creo, a pocos metros escucho un diluvio. KARLA OLVERA Seducción en línea recta IV Nadie se da cuenta de esa picadura discreta que desata quejiditos en el pupilo que se protege las nalgas cuando está a punto de ser castigado, siendo que el pecho es lo que verdaderamente le arde aún después de los azotes. Tampoco nadie comprende la lágrima que no logra salir esa que se guarda tras un rostro de garbo desafiante que pretende imitar el semblante del destino. V La atracción ya no la provoca el objeto ni el sujeto ahora, esa imprecisión lúdica del “puede ser” –aunque ya esté siendo– del “¿por qué no?” la que abre el juego. XIII Un té es bebido a la par que un whisky. El pulgar y el índice secan lascivamente los labios, trasgresor sabor de boca. EDUARDO CASAR Otro viaje a la semilla Mira a este niño lindo, tan sonriente y tan rojo: cómo se ríe sin dientes, se levanta y se alarga, vocifera con el rostro de acné que poco a poco va cubriendo su barba tan amada por la hermosa mujer que en él se apoya y se da media vuelta y al fin desaparece, mientras una muchacha toma al hombre del brazo y le quita una cana que resalta sobre su saco negro que ya se ha vuelto blanco y ha perdido dos tallas en una lenta curva que se encoge, mas parece que muy alegremente porque mira, muchacha, cómo sonríe sin dientes este ancianito calvo y colorado. Fernando Medellín de la serie “Autorretratos”/ paladio / 1996

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Gaceta de literatura y gráfica Nueva época Número 6 Distribución gratuita

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Page 1: Literal 06

GGaacceettaa ddee LLiitteerraattuurraa yy GGrrááffiiccaa,, NNúúmmeerroo 66,, ddiicciieemmbbrree 22000033 -- eenneerroo 22000044, es una publicación independiente que se realiza gracias al apoyo de la FFaaccuullttaadd ddeeFFiilloossooffííaa yy LLeettrraass ddee llaa UUNNAAMM y de la AAssoocciiaacciióónn ddee EEssccrriittoorreess ddee MMééxxiiccoo.. AA..CC.. Las opiniones expresadas en los textos son responsabilidad exclusiva de sus autoresy no necesariamente reflejan la opinión del equipo editorial. EEddiicciióónn: Jocelyn A. Pantoja De Luna. DDiisseeññoo GGrrááffiiccoo: Hernán García Crespo. CCoonnsseejjoo EEddiittoorriiaall: AndrésMárquez, Alejandro Mendoza y Jorge Jurado. Esta gaceta se elabora dentro el espacio La red-acción, cubículo estudiantil de la FFyL, UNAM. CCoollaabboorraacciioonneess:[email protected]. Impresa en Cromo color, Ediciones, S. A. de C. V. Impresa en México. Tiraje mensual 2000 ejemplares.

¿A dónde nosconduce un proyectoque pretendedesaparecer lossectores estratégicosque constituyen a lanación?

Después de largas jornadas llenas de dimes y diretes, afirma-ciones, retracciones y demás declaraciones demagógicas lle-nas de hipocresía ofrecidas por el escenario político nacional,la comunidad del Centro de Capacitación Cinematográfica,respaldada por innumerables personas e instituciones alrede-dor del mundo, reafirma enérgicamente su absoluto rechazoa la lamentable propuesta de desincorporación, en cualquie-ra de sus formas, de diversas entidades, presentada por el Eje-cutivo a través de su Secretaria de Hacienda.

Con esta irresponsable propuesta el Estado se desnuda mos-trándose incapáz de hacer frente al rezago que sufren la edu-cación y el fomento cultural de nuestro pais.

Esta política evasiva es la misma que día con día queda ma-nifiesta en los temas estratégicos de México: nuestro campo,nuestros recursos energéticos, nuestras telecomunicaciones,etc. Deslindándose así de sus obligaciones con la sociedadofreciándolas a manos del dinero.

Con funciones específicas, el Centro de Capacitación Cine-matográfica, el Instituto Mexicano de Cinematografía, los Es-tudios Churubusco Azteca, junto con la Cineteca Nacional yel FIDECINE, de modo orgánico conforman el único medio delEstado para fomentar la cinematografía nacional. Por tantoexigimos el inmediato retiro de la propuesta de desincorpora-ción y exhortamos al Estado y a la comunidad cinematográfi-ca a la elaboración de un proyecto de cine mexicano que fo-mente de manera eficiente la producción cinematográfica; através de la construcción de un marco legal que permita laconstante reinversión de los recursos generados por el cinemismo. Tales como la retención de un porcentaje de la ganan-cias generadas en taquilla y distribución en video, sólo pormencionar algunos.

¡¡NUESTRO MUNDO NO ESTÁ EN VENTA!!

Alumnos del Centro de Capacitación Cinematográfica

Responsable de la publicación: Yoame Escamilla

GACETA DE LITERATURA Y GRÁFICA ◊ NÚMERO 6 ◊ DISTRIBUCIÓN GRATUITA

RAMÓN PERALTA

El paso de Eva

El pecado, abismo que pocos saben, reconocen y salen sin rasguño.

No estará escrito sobre un libro, sino tatuado en la piel del hombre.

Juan Rodríguez

II

Tu marcha, junta el miedo del venadotu pecho, su calor palpitante.Siempre la duda: tu velo y refugioque vence la fragilidad de tu cuelloen el sendero donde al fin habito.

Encarno sin querer un tornadola imagen y aliento del asesino.

Bastión, batalla de los cien añosyo, soy el único soldado y herido.

Cuántos días silencio más rotundoel tormento cruel de la penitencia.

Apenas rozo parte negra de tu sombratiemblo sin la violencia del rayola osadía de un golpe de piedrani la gracia del mosco en el agua.

IIII

Avanza descalza sin lastimar la hierba.Pero hoy

día del juicioinsectos disimulan descanso bajo lasadelfasrespiran futurodescubren el miedo en una telaraña y la pena no será errantepor la mancha que germina en el vientre.

Yo, pájaro ciegoatento al menor ruido del malen la seguridad de las frondas no creo,a pocos metros escucho un diluvio. ◊

KARLA OLVERA

Seducción en línea recta

IIVV

Nadie se da cuentade esa picadura discretaque desata quejiditos en el pupilo que se protege las nalgascuando está a punto de ser castigado,siendo que el pechoes lo que verdaderamente le ardeaún después de los azotes.

Tampoco nadie comprendela lágrima que no logra saliresa que se guarda tras un rostrode garbo desafianteque pretende imitarel semblante del destino.

VV

La atracción ya no la provocael objetoni el sujetoahora,esa imprecisión lúdicadel “puede ser”–aunque ya esté siendo–del “¿por qué no?”la que abre el juego.

XXIIIIII

Un té es bebidoa la par que un whisky.El pulgar y el índicesecan lascivamente los labios,trasgresor sabor de boca. ◊

EDUARDO CASAR

Otro viaje a la semilla

Mira a este niño lindo, tan sonriente y tan rojo:cómo se ríe sin dientes, se levanta y se alarga, vociferacon el rostro de acné que poco a pocova cubriendo su barba tan amadapor la hermosa mujer que en él se apoyay se da media vuelta y al fin desaparece,mientras una muchacha toma al hombre del brazoy le quita una cana que resaltasobre su saco negro que ya se ha vuelto blancoy ha perdido dos tallas en una lenta curva que se encoge,mas parece que muy alegremente porque mira, muchacha,cómo sonríe sin dientes este ancianito calvo y colorado. ◊

Fernando Medellín de la serie “Autorretratos” / paladio / 1996

Page 2: Literal 06

Polvo y cenizaMAURICIO SALVADOR

S u abuelo, me contó, fue cocinero en un bu-que de carga que hacía la ruta entre lospuertos de Nueva York y Bissau, en Gui-

nea. Muy joven contrajo nupcias con una mucha-cha mayor que murió once meses después sin dar aluz. Sin esposa, sin descendencia (que de haber si-do una hija habría sido una buena inversión) y sincapital, el abuelo de Martina participó brevementeen el conflicto de 1911 antes de embarcarse en uncarguero inglés que transportaba papel floreadode primera calidad (y opio), en el que trabajó in-cluso durante los molestos años de la guerra. Ahíencontró a un viejo amigo de la infancia, un tal Jin-ming, proveniente de un barco norteamericano re-cién liquidado. Jin-ming y el abuelo, según Marti-na, eran espíritus impares, pues mientras el abuelose dedicaba pacientemente a cortar ajos y apios,Jin-ming adquirió la vaga costumbre de acodarsesobre la borda y pasar así largas horas mirando másallá de la luna y el mar. No pasaron muchos días,claro está, antes de que la tripulación comenzara ahacer chistes del antagonismo de los amigos, em-pezando por la figura, pues mientras el abuelo su-daba su gordura metido en la cocina, Jin-ming lu-cía su desgarbo al trasluz de la luna; y creo quemuy pocos sospecharon que tras el deleite culina-rio de uno y el asombro infantil del otro latía lamisma vena de un carácter modelado por cientosde años. Eso es algo que quise creer al escuchar es-ta historia, la del abuelo de Martina.

Martina, por supuesto, nació mucho tiempodespués. Yo la conocí en la universidad (a la que ha-bía dejado de asistir y en la que su padre creyó quese llenaría de datos útiles la cabeza). Íbamos al ci-ne, comíamos, caminábamos por lugares atestadosde gente pero no recuerdo haberla visto más de dosdías seguidos. De vez en cuando recibía su llamaday conversábamos durante horas. Es un recuerdoborroso el que tengo de aquellos días. Una nochehicimos el amor. Sucedió así sin más y creo que nofue la gran cosa. Su opinión, no obstante, fue quenunca había sentido tanta ternura. Pero fue a partirde ese día, sin embargo, que comencé a sentirlatriste e irremediablemente lejana. Luego fue lo de

Buenos Aires, la larga ausencia que me obligó aecharla en un olvido provisional (esa clase de olvi-do que se disipa por un olor, una imagen) y que du-rante meses (y años, aunque parezca inverosímil)me fustigó como sólo fustigan las ocasiones precio-sas que se dejan pasar. Por eso recuerdo tan bien lanoche que pasamos juntos, las cosas que me dijo, lahistoria de su abuelo, los discos que escuchamos.Ella subió uno de sus muslos sobre mi vientre y meabrazó con fuerza; creo que fue en ese momentocuando le dije que la amaba. La luna se veía cruza-da de nubes por la ventana; era un bonito departa-mento aquel, fresco, de hermosas paredes empape-ladas y lámparas hechas por ella misma. Recuerdouna foto sobre el librero: Martina sentada sobre lasraíces enormes de un árbol con un holgado vestidocolor arena; recuerdo sus ojos, su cuello, y recuer-do que notó mi atención porque en un gesto que medolió (no sé si por su cursilería o por lo que habíade irremediable en ello), tomó el marco, dejó librela foto y me la dio. Guárdala, dijo, como un recuer-do. A la mañana siguiente preparamos un desayunoexquisito y corrimos al cine; por la noche fuimos atomar un café y conversamos. La acompañé a sudepartamento pero al llegar me detuvo frente a lapuerta. Hoy no, dijo, no quiero que entres. Y creoque más bien fue en ese momento cuando le dijeque la amaba, pero Martina se limitó a mirar másallá de mí en espera de mi partida.

Me alejé y comencé a ver las noches más oscu-ras y llenas de estrellas. Como Jin-ming. Y como élsabía que había perdido algo que nunca más volve-ría a estar entre mis brazos. Después de diez años omás de cortar las aguas del Atlántico, con sus aho-rros los amigos se establecieron en San Francisco.Jin-ming, sin embargo se enamoró y exigiendo suparte de la inversión compró pasaje para NuevaYork donde al cabo de dos años o más corrió a em-barcarse de nuevo hasta que una noche, simple-mente, desapareció del carguero sin dejar nada sinouna carta con la dirección de San Francisco. Laspreguntas que Martina solía hacer sobre este suce-so me ponían a pensar toda la noche. ¿Cuál fue elmotivo para que Jin-ming de-sapareciera así sin más. Marti-na lo pensaba un poco y decía:Una mujer, esa mujer. Por par-te del abuelo una ley vino acomplicar las cosas para el ne-gocio y no tardó en comprarun boleto de tren para ir a Mé-xico. En Chihuahua volvió aestablecerse y durante treintaaños administró con su esposaun floreciente negocio de co-mida. Por fin un día, con tansólo el periódico bajo el brazo,volvió a cruzar el Atlántico yno volvió a ver a su mujer ni asus hijos.

Martina y yo, en cambio,nos volvimos a encontrar doso tres veces más. Un fin de se-mana viajamos a la playa; a lolejos contemplamos la vapo-rosa silueta de un barco en sucamino a la nada. Martina metomó de un brazo y me llevó acaminar. Ya no tengo en lamemoria todo lo que habla-mos esa vez, pero recuerdoque de pronto se puso a hablarirónicamente de la distanciaque nos había separado, comosi nunca hubiera existido, co-mo si nunca se hubiera mar-

chado. Hundimos los pies en la playa y miramoslos peces que la marea arrojó sobre la playa, vién-dolos morir lentamente. Luego el sol se marchó yquiero creer que Martina se sintió feliz a mi lado.

La perdí una vez más. Con el tiempo me ente-ré que vivía con un hombre más allá del Atlánticoquien, después de los buenos tiempos del romance,la golpeó sin que ella opusiera resistencia. Se sepa-raron. Martina deshizo el camino y fue a dar a Bue-nos Aires. Recibí una postal suya, una vista de Mardel Plata. Luego volvió a México y según supe sededicó a bailar en un bar y en otro y con eso iba ja-lando. Muchas ocasiones, años atrás, la vi bailar.Nunca olvidaré aquellas noches cuando volvíamosde una noche de juerga para derrumbarnos en el so-fá y conversar hasta el amanecer; cuando me habla-ba del olor almizcleño de los hombres, de lo que eratener un cuerpo latiendo junto al tuyo.

No creo haberlo dicho, pero habré charladocon ella por última vez hará dos años. Ya eran cosadel pasado las cosas que vivimos juntos y las quesupimos por terceras personas. Yo había vuelto deuna larga estancia en el extranjero y lo que menoshubiera esperado era volverla a ver. No quisieradetallar lo que me pasó por la cabeza en cuanto lavi franquear la puerta y dirigirse a mi mesa. No erala misma, daba la impresión de estar al pendientede una cita no concertada. Y eran sus manos, enparticular, las que insinuaban su secreto en su ma-nera de estar nerviosas, cerradas hacia sí mismas.Me dijo que lucía así porque en los últimos mesesle era imposible dormir bien. Intercambiamos al-gunas frases. Me contó una historia que sería largocontar ahora, y finalmente colocó sobre la mesauna hermosa urna que según ella contenía las ceni-zas de su abuelo. No dije nada sobre eso. Le dije,sí, que me iba bien. Luego Martina tomó un últimosorbo de café, miró más allá de mis ojos y se mar-chó. Nunca más la he vuelto a ver y las cenizas desu abuelo están ahora junto a su foto. Alguien medijo que la historia de Martina es una linda histo-ria. Y un amigo, ayer que me visitó, opinó que laurna era una fina pieza de alfarería. ◊

CARLOS CID GUILLÉN

Primer encuentro con Xilitla

EL ASCENSO

Cada curva de la serpiente es un colmillo de la tuza.Cada curva de la serpiente es un gemido del zopilo-te. Cada curva de la serpiente es un salto del asfalto.Modula las voces de la noche. Mañana será el río.Mañana será el río. Mañana será hoy, para alcanzarel ayer. Mañana las columnas cortarán el tiempo.Las marionetas tienen sed y beben la miel de lasfuentes del muro. Mañana el río masacrará los días.Mañana. Sed. Marionetas. Soy la marioneta quemonta una víbora. Me lleva al monte encima de larealidad. Mañana resucito sin sed.

LOS JARDINES

Flor encarcelada entre los rugidos del río. Las aletasde la verticalidad. Arcos sin sustento. Aletas delviento: días sin cola, sin branquias, sin quijadas. Losgusanos también vuelan. Los gusanos tienen esque-letos helicoidales, de acero indestructible, y traganimprudentes que saltan a las hoces de la selva. Preci-picio de piedra. Voces innecesarias. Gritos de las tri-pas. Traga la luz. Capullos miran hacia las nubes y lascomen, untadas sobre el tiempo.

AMAR

Las palabras rebotan y sacan sangre de la piel. Elamor es, a veces, el mejor asesino. No se debe amarsi no se está dispuesto a morir mientras se caminapor el sueño más inspirador. Las lechuzas puedenamar a su presa mientras la devoran. Al borde de lamuerte, las aves cantan y susurran el destino de lossuicidas. Te acecho como el ocelote acecha a la libé-lula. Ad infinitum.

EPÍLOGO

¡Muerte a los turistas! Larga vida a quien sueña el con-creto. Esto no es una construcción, es una descons-trucción. Ellos miran, nosotros vivimos, soñamos.Ellos tratan de entenderlo, nosotros lo tragamos y loescribimos o lo pintamos. Quien me lee, si no es ahoraun cráneo que vuela, está con ellos. ◊

Subterfugios de lo real ARMANDO ALONSO

A yer, en el pueblo donde vivo, un ranchero tomó la botella frente a él yse sentó a mi mesa. Yo pago, trae cervezas y tacos, fue una orden queno me interesó discutir. Pagó nuestra comida y bebida, abrió unos ojos

rojos vidriosos, tratando de encontrar algo en mi mirada. Se presentó y no puseatención, su nombre no me importaba. Miró fijamente mis ojos para después ba-jar la vista, sacudir la cabeza, escupir al piso y fallando algunas veces dejaba sali-va en la manga de su camisa. Discúlpame si te ofendo. No me has ofendido en loabsoluto, ¿yo te ofendí? No. ¿Estamos bien? Sí. Traté de hilar una conversaciónpero su borrachera lo hacía imposible. Te llamas como mi hermano, dijo. Sonreímientras su mirada se tornaba en abismo ¿Crees en la maldad? Sí, contesté. ¿Porqué, por qué a él?, preferiría que me mataran. ¿Está bien tu hermano? No, mo-vió la cabeza y alzando un dedo formaba círculos en el aire, está loco, recordé miinternamiento en el psiquiátrico, a toda la gente desequilibrada que me acompa-ñaba, no sabía si carcajear como mi cuerpo lo exigía, temía insultar sus ojos hú-medos. Al fin sonreí, yo también estoy loco, le dije. Por eso me acerqué, por quete pareces a mi hermano, ¿por qué no te rasuras? Porque no tengo ganas. ¿Y porqué no te cortas el pelo? No tengo ganas. Pedía más cervezas, miraba temerosoa los lados, tiraba cerveza en el piso como si así conjurara el mal que rondaba decerca y que sólo él percibía. Los dueños del local se impacientaban más a cadagesto exorcizante realizado por el beodo que ellos veían importunando clientes.No comprendí la mitad de sus preguntas. Quería un diagnóstico psicológico ahímismo. Soy escritor, tuve que repetir varias veces. Su mirar se alargó, dudaba, laangustia brotaba de sus ojos, yo apenas intuía el sufrimiento ahogado en alcohol.Si conocieras a mi hermano, te asustabas. ¿Por qué? ¿Es igual a ti, no pude evi-tar una sonrisa de placer, y está loco. Yo también. No te creo. Sí. O... ¿eres tú Ar-mando? Soy yo y yo no soy tu hermano, tuve miedo de hacerme pasar por su her-mano, la situación estaba desbarrando a un oneirismo que tornaba inasible larealidad. Tu hermano y yo somos dos personas distintas, acoté por lo inmediato.Pero tu mirada... es la de mi hermano, la de un loco. Sí. Lloró y me conmoví conél. Volvió a derramar cerveza y nos corrieron sin más. En los escalones de la en-trada tropezó y cayó de rodillas. Lo tomé del brazo mientras se levantaba. Memiró a los ojos nuevamente, su mirada se inundó de terror, tiró su brazo soltan-do mi mano y caminó por la calle oscura, vi su silueta trastabillante empequeñe-cer, detenía los muros cuando se venían sobre él, las casas se le iban encima le eraimposible cargar con algo más que su tristeza, sólo las hacía a un lado. ◊

Fernando Medellín de la serie “Autorretratos” / paladio / 1996

Fernando Medellín de la serie “Autorretratos” / paladio / 1996

Fernando Medellín de la serie “Autorretratos” / paladio / 1996

Fernando Medellín de la serie

“Autorretratos” / paladio / 1996

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Polvo y cenizaMAURICIO SALVADOR

S u abuelo, me contó, fue cocinero en un bu-que de carga que hacía la ruta entre lospuertos de Nueva York y Bissau, en Gui-

nea. Muy joven contrajo nupcias con una mucha-cha mayor que murió once meses después sin dar aluz. Sin esposa, sin descendencia (que de haber si-do una hija habría sido una buena inversión) y sincapital, el abuelo de Martina participó brevementeen el conflicto de 1911 antes de embarcarse en uncarguero inglés que transportaba papel floreadode primera calidad (y opio), en el que trabajó in-cluso durante los molestos años de la guerra. Ahíencontró a un viejo amigo de la infancia, un tal Jin-ming, proveniente de un barco norteamericano re-cién liquidado. Jin-ming y el abuelo, según Marti-na, eran espíritus impares, pues mientras el abuelose dedicaba pacientemente a cortar ajos y apios,Jin-ming adquirió la vaga costumbre de acodarsesobre la borda y pasar así largas horas mirando másallá de la luna y el mar. No pasaron muchos días,claro está, antes de que la tripulación comenzara ahacer chistes del antagonismo de los amigos, em-pezando por la figura, pues mientras el abuelo su-daba su gordura metido en la cocina, Jin-ming lu-cía su desgarbo al trasluz de la luna; y creo quemuy pocos sospecharon que tras el deleite culina-rio de uno y el asombro infantil del otro latía lamisma vena de un carácter modelado por cientosde años. Eso es algo que quise creer al escuchar es-ta historia, la del abuelo de Martina.

Martina, por supuesto, nació mucho tiempodespués. Yo la conocí en la universidad (a la que ha-bía dejado de asistir y en la que su padre creyó quese llenaría de datos útiles la cabeza). Íbamos al ci-ne, comíamos, caminábamos por lugares atestadosde gente pero no recuerdo haberla visto más de dosdías seguidos. De vez en cuando recibía su llamaday conversábamos durante horas. Es un recuerdoborroso el que tengo de aquellos días. Una nochehicimos el amor. Sucedió así sin más y creo que nofue la gran cosa. Su opinión, no obstante, fue quenunca había sentido tanta ternura. Pero fue a partirde ese día, sin embargo, que comencé a sentirlatriste e irremediablemente lejana. Luego fue lo de

Buenos Aires, la larga ausencia que me obligó aecharla en un olvido provisional (esa clase de olvi-do que se disipa por un olor, una imagen) y que du-rante meses (y años, aunque parezca inverosímil)me fustigó como sólo fustigan las ocasiones precio-sas que se dejan pasar. Por eso recuerdo tan bien lanoche que pasamos juntos, las cosas que me dijo, lahistoria de su abuelo, los discos que escuchamos.Ella subió uno de sus muslos sobre mi vientre y meabrazó con fuerza; creo que fue en ese momentocuando le dije que la amaba. La luna se veía cruza-da de nubes por la ventana; era un bonito departa-mento aquel, fresco, de hermosas paredes empape-ladas y lámparas hechas por ella misma. Recuerdouna foto sobre el librero: Martina sentada sobre lasraíces enormes de un árbol con un holgado vestidocolor arena; recuerdo sus ojos, su cuello, y recuer-do que notó mi atención porque en un gesto que medolió (no sé si por su cursilería o por lo que habíade irremediable en ello), tomó el marco, dejó librela foto y me la dio. Guárdala, dijo, como un recuer-do. A la mañana siguiente preparamos un desayunoexquisito y corrimos al cine; por la noche fuimos atomar un café y conversamos. La acompañé a sudepartamento pero al llegar me detuvo frente a lapuerta. Hoy no, dijo, no quiero que entres. Y creoque más bien fue en ese momento cuando le dijeque la amaba, pero Martina se limitó a mirar másallá de mí en espera de mi partida.

Me alejé y comencé a ver las noches más oscu-ras y llenas de estrellas. Como Jin-ming. Y como élsabía que había perdido algo que nunca más volve-ría a estar entre mis brazos. Después de diez años omás de cortar las aguas del Atlántico, con sus aho-rros los amigos se establecieron en San Francisco.Jin-ming, sin embargo se enamoró y exigiendo suparte de la inversión compró pasaje para NuevaYork donde al cabo de dos años o más corrió a em-barcarse de nuevo hasta que una noche, simple-mente, desapareció del carguero sin dejar nada sinouna carta con la dirección de San Francisco. Laspreguntas que Martina solía hacer sobre este suce-so me ponían a pensar toda la noche. ¿Cuál fue elmotivo para que Jin-ming de-sapareciera así sin más. Marti-na lo pensaba un poco y decía:Una mujer, esa mujer. Por par-te del abuelo una ley vino acomplicar las cosas para el ne-gocio y no tardó en comprarun boleto de tren para ir a Mé-xico. En Chihuahua volvió aestablecerse y durante treintaaños administró con su esposaun floreciente negocio de co-mida. Por fin un día, con tansólo el periódico bajo el brazo,volvió a cruzar el Atlántico yno volvió a ver a su mujer ni asus hijos.

Martina y yo, en cambio,nos volvimos a encontrar doso tres veces más. Un fin de se-mana viajamos a la playa; a lolejos contemplamos la vapo-rosa silueta de un barco en sucamino a la nada. Martina metomó de un brazo y me llevó acaminar. Ya no tengo en lamemoria todo lo que habla-mos esa vez, pero recuerdoque de pronto se puso a hablarirónicamente de la distanciaque nos había separado, comosi nunca hubiera existido, co-mo si nunca se hubiera mar-

chado. Hundimos los pies en la playa y miramoslos peces que la marea arrojó sobre la playa, vién-dolos morir lentamente. Luego el sol se marchó yquiero creer que Martina se sintió feliz a mi lado.

La perdí una vez más. Con el tiempo me ente-ré que vivía con un hombre más allá del Atlánticoquien, después de los buenos tiempos del romance,la golpeó sin que ella opusiera resistencia. Se sepa-raron. Martina deshizo el camino y fue a dar a Bue-nos Aires. Recibí una postal suya, una vista de Mardel Plata. Luego volvió a México y según supe sededicó a bailar en un bar y en otro y con eso iba ja-lando. Muchas ocasiones, años atrás, la vi bailar.Nunca olvidaré aquellas noches cuando volvíamosde una noche de juerga para derrumbarnos en el so-fá y conversar hasta el amanecer; cuando me habla-ba del olor almizcleño de los hombres, de lo que eratener un cuerpo latiendo junto al tuyo.

No creo haberlo dicho, pero habré charladocon ella por última vez hará dos años. Ya eran cosadel pasado las cosas que vivimos juntos y las quesupimos por terceras personas. Yo había vuelto deuna larga estancia en el extranjero y lo que menoshubiera esperado era volverla a ver. No quisieradetallar lo que me pasó por la cabeza en cuanto lavi franquear la puerta y dirigirse a mi mesa. No erala misma, daba la impresión de estar al pendientede una cita no concertada. Y eran sus manos, enparticular, las que insinuaban su secreto en su ma-nera de estar nerviosas, cerradas hacia sí mismas.Me dijo que lucía así porque en los últimos mesesle era imposible dormir bien. Intercambiamos al-gunas frases. Me contó una historia que sería largocontar ahora, y finalmente colocó sobre la mesauna hermosa urna que según ella contenía las ceni-zas de su abuelo. No dije nada sobre eso. Le dije,sí, que me iba bien. Luego Martina tomó un últimosorbo de café, miró más allá de mis ojos y se mar-chó. Nunca más la he vuelto a ver y las cenizas desu abuelo están ahora junto a su foto. Alguien medijo que la historia de Martina es una linda histo-ria. Y un amigo, ayer que me visitó, opinó que laurna era una fina pieza de alfarería. ◊

CARLOS CID GUILLÉN

Primer encuentro con Xilitla

EL ASCENSO

Cada curva de la serpiente es un colmillo de la tuza.Cada curva de la serpiente es un gemido del zopilo-te. Cada curva de la serpiente es un salto del asfalto.Modula las voces de la noche. Mañana será el río.Mañana será el río. Mañana será hoy, para alcanzarel ayer. Mañana las columnas cortarán el tiempo.Las marionetas tienen sed y beben la miel de lasfuentes del muro. Mañana el río masacrará los días.Mañana. Sed. Marionetas. Soy la marioneta quemonta una víbora. Me lleva al monte encima de larealidad. Mañana resucito sin sed.

LOS JARDINES

Flor encarcelada entre los rugidos del río. Las aletasde la verticalidad. Arcos sin sustento. Aletas delviento: días sin cola, sin branquias, sin quijadas. Losgusanos también vuelan. Los gusanos tienen esque-letos helicoidales, de acero indestructible, y traganimprudentes que saltan a las hoces de la selva. Preci-picio de piedra. Voces innecesarias. Gritos de las tri-pas. Traga la luz. Capullos miran hacia las nubes y lascomen, untadas sobre el tiempo.

AMAR

Las palabras rebotan y sacan sangre de la piel. Elamor es, a veces, el mejor asesino. No se debe amarsi no se está dispuesto a morir mientras se caminapor el sueño más inspirador. Las lechuzas puedenamar a su presa mientras la devoran. Al borde de lamuerte, las aves cantan y susurran el destino de lossuicidas. Te acecho como el ocelote acecha a la libé-lula. Ad infinitum.

EPÍLOGO

¡Muerte a los turistas! Larga vida a quien sueña el con-creto. Esto no es una construcción, es una descons-trucción. Ellos miran, nosotros vivimos, soñamos.Ellos tratan de entenderlo, nosotros lo tragamos y loescribimos o lo pintamos. Quien me lee, si no es ahoraun cráneo que vuela, está con ellos. ◊

Subterfugios de lo real ARMANDO ALONSO

A yer, en el pueblo donde vivo, un ranchero tomó la botella frente a él yse sentó a mi mesa. Yo pago, trae cervezas y tacos, fue una orden queno me interesó discutir. Pagó nuestra comida y bebida, abrió unos ojos

rojos vidriosos, tratando de encontrar algo en mi mirada. Se presentó y no puseatención, su nombre no me importaba. Miró fijamente mis ojos para después ba-jar la vista, sacudir la cabeza, escupir al piso y fallando algunas veces dejaba sali-va en la manga de su camisa. Discúlpame si te ofendo. No me has ofendido en loabsoluto, ¿yo te ofendí? No. ¿Estamos bien? Sí. Traté de hilar una conversaciónpero su borrachera lo hacía imposible. Te llamas como mi hermano, dijo. Sonreímientras su mirada se tornaba en abismo ¿Crees en la maldad? Sí, contesté. ¿Porqué, por qué a él?, preferiría que me mataran. ¿Está bien tu hermano? No, mo-vió la cabeza y alzando un dedo formaba círculos en el aire, está loco, recordé miinternamiento en el psiquiátrico, a toda la gente desequilibrada que me acompa-ñaba, no sabía si carcajear como mi cuerpo lo exigía, temía insultar sus ojos hú-medos. Al fin sonreí, yo también estoy loco, le dije. Por eso me acerqué, por quete pareces a mi hermano, ¿por qué no te rasuras? Porque no tengo ganas. ¿Y porqué no te cortas el pelo? No tengo ganas. Pedía más cervezas, miraba temerosoa los lados, tiraba cerveza en el piso como si así conjurara el mal que rondaba decerca y que sólo él percibía. Los dueños del local se impacientaban más a cadagesto exorcizante realizado por el beodo que ellos veían importunando clientes.No comprendí la mitad de sus preguntas. Quería un diagnóstico psicológico ahímismo. Soy escritor, tuve que repetir varias veces. Su mirar se alargó, dudaba, laangustia brotaba de sus ojos, yo apenas intuía el sufrimiento ahogado en alcohol.Si conocieras a mi hermano, te asustabas. ¿Por qué? ¿Es igual a ti, no pude evi-tar una sonrisa de placer, y está loco. Yo también. No te creo. Sí. O... ¿eres tú Ar-mando? Soy yo y yo no soy tu hermano, tuve miedo de hacerme pasar por su her-mano, la situación estaba desbarrando a un oneirismo que tornaba inasible larealidad. Tu hermano y yo somos dos personas distintas, acoté por lo inmediato.Pero tu mirada... es la de mi hermano, la de un loco. Sí. Lloró y me conmoví conél. Volvió a derramar cerveza y nos corrieron sin más. En los escalones de la en-trada tropezó y cayó de rodillas. Lo tomé del brazo mientras se levantaba. Memiró a los ojos nuevamente, su mirada se inundó de terror, tiró su brazo soltan-do mi mano y caminó por la calle oscura, vi su silueta trastabillante empequeñe-cer, detenía los muros cuando se venían sobre él, las casas se le iban encima le eraimposible cargar con algo más que su tristeza, sólo las hacía a un lado. ◊

Fernando Medellín de la serie “Autorretratos” / paladio / 1996

Fernando Medellín de la serie “Autorretratos” / paladio / 1996

Fernando Medellín de la serie “Autorretratos” / paladio / 1996

Fernando Medellín de la serie

“Autorretratos” / paladio / 1996

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GGaacceettaa ddee LLiitteerraattuurraa yy GGrrááffiiccaa,, NNúúmmeerroo 66,, ddiicciieemmbbrree 22000033 -- eenneerroo 22000044, es una publicación independiente que se realiza gracias al apoyo de la FFaaccuullttaadd ddeeFFiilloossooffííaa yy LLeettrraass ddee llaa UUNNAAMM y de la AAssoocciiaacciióónn ddee EEssccrriittoorreess ddee MMééxxiiccoo.. AA..CC.. Las opiniones expresadas en los textos son responsabilidad exclusiva de sus autoresy no necesariamente reflejan la opinión del equipo editorial. EEddiicciióónn: Jocelyn A. Pantoja De Luna. DDiisseeññoo GGrrááffiiccoo: Hernán García Crespo. CCoonnsseejjoo EEddiittoorriiaall: AndrésMárquez, Alejandro Mendoza y Jorge Jurado. Esta gaceta se elabora dentro el espacio La red-acción, cubículo estudiantil de la FFyL, UNAM. CCoollaabboorraacciioonneess:[email protected]. Impresa en Cromo color, Ediciones, S. A. de C. V. Impresa en México. Tiraje mensual 2000 ejemplares.

¿A dónde nosconduce un proyectoque pretendedesaparecer lossectores estratégicosque constituyen a lanación?

Después de largas jornadas llenas de dimes y diretes, afirma-ciones, retracciones y demás declaraciones demagógicas lle-nas de hipocresía ofrecidas por el escenario político nacional,la comunidad del Centro de Capacitación Cinematográfica,respaldada por innumerables personas e instituciones alrede-dor del mundo, reafirma enérgicamente su absoluto rechazoa la lamentable propuesta de desincorporación, en cualquie-ra de sus formas, de diversas entidades, presentada por el Eje-cutivo a través de su Secretaria de Hacienda.

Con esta irresponsable propuesta el Estado se desnuda mos-trándose incapáz de hacer frente al rezago que sufren la edu-cación y el fomento cultural de nuestro pais.

Esta política evasiva es la misma que día con día queda ma-nifiesta en los temas estratégicos de México: nuestro campo,nuestros recursos energéticos, nuestras telecomunicaciones,etc. Deslindándose así de sus obligaciones con la sociedadofreciándolas a manos del dinero.

Con funciones específicas, el Centro de Capacitación Cine-matográfica, el Instituto Mexicano de Cinematografía, los Es-tudios Churubusco Azteca, junto con la Cineteca Nacional yel FIDECINE, de modo orgánico conforman el único medio delEstado para fomentar la cinematografía nacional. Por tantoexigimos el inmediato retiro de la propuesta de desincorpora-ción y exhortamos al Estado y a la comunidad cinematográfi-ca a la elaboración de un proyecto de cine mexicano que fo-mente de manera eficiente la producción cinematográfica; através de la construcción de un marco legal que permita laconstante reinversión de los recursos generados por el cinemismo. Tales como la retención de un porcentaje de la ganan-cias generadas en taquilla y distribución en video, sólo pormencionar algunos.

¡¡NUESTRO MUNDO NO ESTÁ EN VENTA!!

Alumnos del Centro de Capacitación Cinematográfica

Responsable de la publicación: Yoame Escamilla

GACETA DE LITERATURA Y GRÁFICA ◊ NÚMERO 6 ◊ DISTRIBUCIÓN GRATUITA

RAMÓN PERALTA

El paso de Eva

El pecado, abismo que pocos saben, reconocen y salen sin rasguño.

No estará escrito sobre un libro, sino tatuado en la piel del hombre.

Juan Rodríguez

II

Tu marcha, junta el miedo del venadotu pecho, su calor palpitante.Siempre la duda: tu velo y refugioque vence la fragilidad de tu cuelloen el sendero donde al fin habito.

Encarno sin querer un tornadola imagen y aliento del asesino.

Bastión, batalla de los cien añosyo, soy el único soldado y herido.

Cuántos días silencio más rotundoel tormento cruel de la penitencia.

Apenas rozo parte negra de tu sombratiemblo sin la violencia del rayola osadía de un golpe de piedrani la gracia del mosco en el agua.

IIII

Avanza descalza sin lastimar la hierba.Pero hoy

día del juicioinsectos disimulan descanso bajo lasadelfasrespiran futurodescubren el miedo en una telaraña y la pena no será errantepor la mancha que germina en el vientre.

Yo, pájaro ciegoatento al menor ruido del malen la seguridad de las frondas no creo,a pocos metros escucho un diluvio. ◊

KARLA OLVERA

Seducción en línea recta

IIVV

Nadie se da cuentade esa picadura discretaque desata quejiditos en el pupilo que se protege las nalgascuando está a punto de ser castigado,siendo que el pechoes lo que verdaderamente le ardeaún después de los azotes.

Tampoco nadie comprendela lágrima que no logra saliresa que se guarda tras un rostrode garbo desafianteque pretende imitarel semblante del destino.

VV

La atracción ya no la provocael objetoni el sujetoahora,esa imprecisión lúdicadel “puede ser”–aunque ya esté siendo–del “¿por qué no?”la que abre el juego.

XXIIIIII

Un té es bebidoa la par que un whisky.El pulgar y el índicesecan lascivamente los labios,trasgresor sabor de boca. ◊

EDUARDO CASAR

Otro viaje a la semilla

Mira a este niño lindo, tan sonriente y tan rojo:cómo se ríe sin dientes, se levanta y se alarga, vociferacon el rostro de acné que poco a pocova cubriendo su barba tan amadapor la hermosa mujer que en él se apoyay se da media vuelta y al fin desaparece,mientras una muchacha toma al hombre del brazoy le quita una cana que resaltasobre su saco negro que ya se ha vuelto blancoy ha perdido dos tallas en una lenta curva que se encoge,mas parece que muy alegremente porque mira, muchacha,cómo sonríe sin dientes este ancianito calvo y colorado. ◊

Fernando Medellín de la serie “Autorretratos” / paladio / 1996