lineamientos ideológicos

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LINEAMIENTOS PARA EL TRABAJO IDEOLÓGICO DEL PARTIDO ORGANIZAR EL SISTEMA DE FORMACIÓN 1

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los lineamientos ideológicos para las organizaciones

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LINEAMIENTOS PARA EL TRABAJO IDEOLÓGICO DEL PARTIDO

ORGANIZAR EL SISTEMA DE FORMACIÓN

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PRESENTACIÓN

El VII Congreso tomó decisiones muy importantes para el Partido. Los documentos respectivos están ya en circulación. El estudio concienzudo de los mismos es una tarea que nos obliga a todos los militantes, cuadros y dirigentes, en especial a los últimos.

Desde el VI Congreso venimos abogando por la reconstrucción del Partido. Precisamente las decisiones del VII Congreso le otorgan sus fundamentos ideológicos, teóricos, programáticos, políticos y organizativos.

Están trazadas las líneas maestras. Para marchar en la dirección establecida la primera condición es tener una cabal comprensión de ellas, de su alcance, contenido, métodos y tareas.

Por eso se impone como una necesidad obligatoria la unidad del Partido en torno y a partir de esas decisiones. Sin unidad de pensamiento y acción el Partido no puede marchar ni cumplir su cometido revolucionario. Como es sabido, el Partido es una unidad de organizaciones y no de individuos; pero es también una unidad de pensamiento y acción. Donde esto no funciona se abren paso la anarquía, el liberalismo ideológico, el desorden político y organizativo.

Un asunto fundamental del VII Congreso es la decisión unánime de prestar atención prioritaria a la labor ideológica. El II y el III Pleno del Comité Central, siguiendo esa directiva, debatió documentos que ahora ponemos en conocimiento del Partido. Groso modo, son tres los temas abordados: el primero, cómo entendemos el trabajo ideológico y la lucha ideológica en el Partido, y la crítica y la autocrítica marxistas, como su método. Necesitamos dar término al liberalismo ideológico y al subjetivismo en particular, cuya influencia distorsiona las relaciones entre camaradas, entorpece el tratamiento político de los problemas y conduce inevitablemente a errores de todo tipo. Esta es una tarea planteada. No obstante, la labor ideológica debemos entenderla como una tarea permanente y sistémica.

En segundo lugar, contar con un sistema de formación integral ( ideológica, teórica, política, cultural, orgánica), que vaya desde la célula, que es el organismo de base del Partido, hasta sus más altos niveles de dirección. Dirigentes, cuadros y militantes estamos en la obligación de cualificarnos permanentemente siguiendo un proceso ordenado de formación, donde se combinen las escuelas de capacitación presencial o a distancia con la motivación y el esfuerzo individual. El Partido debe ser no sólo una gran escuela de lucha y de organización del movimiento revolucionario, sino también una gran escuela de capacitación y formación de sus integrantes para liderar ese proceso de cambio social. Esta, desde luego, no es una tarea fácil, pero debemos hacerla aprendiendo en el camino.

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En tercer lugar, la campaña por la unificación del Partido en torno de las decisiones del VII Congreso, que se inicia en septiembre y debe culminar a fines del 2002. Esta es una campaña de estudio de los documentos del VII Congreso, de manera ordenada, y, al mismo tiempo, una campaña para ponerla en práctica. El Congreso ha reconocido -y el Comité Central constatado- que nos falta unidad ideológica y política. Subsisten en el Partido concepciones, estilos y métodos que no corresponden a sus principios ideológicos y sus normas organizativas. Todos ellos están focalizados. Es hora de corregirlos a fin de alcanzar una mayor unidad y una mayor capacidad de lucha y organización.

En esta oportunidad entregamos los “Lineamientos para el trabajo ideológico del Partido” que debatió el II Pleno del Comité Central, y el documento “Organizar el sistema de formación del Partido, aprobado en su III Sesión Plenaria.

Los organismos del Partido están en la obligación de llevar a cabo reuniones de estudio de los documentos congresales, captando sobre todo sus vigas maestras. Asimismo de los contenidos y alcances de los materiales del Comité Central que entregamos en esta oportunidad, confrontándolos con la realidad del Partido y de su trabajo concreto, recurriendo sin temor al uso responsable y correcto de la crítica y la autocrítica, y buscando resolver los problemas existentes. La lucha ideológica en el Partido es completamente ajena a todo método liquidador, subjetivo o sectario. Coloca en primer plano los problemas para conocerlos, descubrir sus causas ideológicas, teóricas y sociales, y encontrar los correctivos para superarlos. Busca “curar la enfermedad y salvar al paciente”, en lugar de liquidar al paciente y conservar la enfermedad.

Lima, agosto del 2001.

Alberto Moreno RojasSecretario General

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LINEAMIENTOS PARA EL TRABAJO IDEOLÓGICO DEL PARTIDO

INTRODUCCIÓN.

El Partido desarrolla el trabajo ideológico en un doble plano: en confrontación con la ideología burguesa e imperialista, por tanto antagónica; en segundo lugar, en el seno del Partido y del pueblo, que pueden ser ubicadas, por lo general, en la esfera no antagónica. Esta singularidad exige un abordamiento concreto, evitando confundir la naturaleza de las contradicciones como los métodos para resolverlos.

Por lo general, al considerar la labor ideológica se la reduce al trabajo con los militantes y su formación como comunistas, donde la ideología ocupa un lugar fundamental. Desde luego que en la construcción del Partido esto es verdad. Un resumen excelente lo proporciona Mao Zedong cuando afirma que “la educación ideológica es el eslabón clave que debemos empuñar para unir a todo el Partido”.

Sin embargo es insuficiente para entender la globalidad de la labor ideológica. Esto es así porque el Partido no existe aislado del mundo ni fuera del conflicto de clases. Es parte de éste conflicto histórico.

Un aspecto fundamental de esta confrontación de clases se da en la esfera de la ideología, por lo tanto de la lucha de clases en el ámbito ideológico. ¿Con quien o quienes? Con la burguesía y el imperialismo, con sus representantes ideológicos y culturales, a escala nacional y también mundial. La “globalización” hace también que la confrontación ideológica y cultural se globalice. Esta visión está ya contenida en el Manifiesto Comunista, en su célebre consigna ¡Proletarios de todos los países, uníos!, pero ahora adquiere una mayor dimensión acelerada por los cambios técnicos y científicos que vive la humanidad en este nuevo siglo.

El capitalismo no opera a escala nacional, sino mundial. También el proletariado y en general los trabajadores sólo pueden luchar con éxito contra el sistema de explotación capitalista e imperialista, a escala global. El internacionalismo proletario no es sino la señal del carácter

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internacional del socialismo, independientemente de sus formas nacionales. El neoliberalismo es un modelo económico capitalista, como fue en su momento el keynesianismo. La “tercera vía” intenta ser el punto intermedio entre ambos. Su denominador común es que sostienen al régimen capitalista mientras se oponen al socialismo, que consideran terminado pero que, sin embargo, les quita el sueño. La esencia es la misma; lo que cambia, en el mejor de los casos, son ciertas políticas económicas, una relativa presencia del rol social del Estado o las políticas laborales menos extremistas que el neoliberalismo a lo Fujimori, que ya el Banco Mundial viene promoviendo ante el temor de estallidos sociales en los países del Tercer Mundo.

El marxismo leninismo, que es la base teórica del Partido Comunista del Perú – Patria Roja y su sustento ideológico, es científico. Su concepción del mundo es el materialismo y su método, la dialéctica. Tiene su punto de partida en la realidad, en los hechos, no en los deseos subjetivos. Por eso no teme confrontarse con la realidad ni demostrar su verdad en la práctica. Como la realidad es siempre cambiante, nunca estática, la teoría debe también desarrollarse incesantemente en correspondencia con aquella. Ocurre lo mismo con el partido de la clase obrera. No es algo parecido a una lámina de acero, sino un organismo vivo, complejo, lleno de contradicciones que deben ser conocidas, estudiadas y resueltas recurriendo al bisturí de la crítica y la autocrítica, la comprobación de su verdad en la práctica, la investigación, el estudio y la sistematización de su experiencia como de la experiencia internacional del proletariado, asumiendo siempre un pensamiento crítico y no dogmático, creador y no empirista. Si el marxismo leninismo se estanca o se niega a avanzar dando respuesta a los nuevos problemas que plantea la realidad social, y en general la vida, se desmiente a sí mismo. Su estancamiento o dogmatización equivale a su propia negación como teoría científica.

II

Llegado aquí conviene definir cómo entendemos la ideología en general, y la ideología comunista en particular. Su incomprensión lleva muchas veces a discusiones estériles o distorsiones de consecuencias funestas para el Partido.

Se puede definir la ideología como el reflejo de los fenómenos y procesos sociales que tiene que ver con la conciencia y con la vida espiritual de la sociedad. La conciencia, a su vez, abarca una esfera más amplia que la ideología, que incluyen otras formas científicas, precientíficas, emocionales, volitivas (actos o fenómenos de la voluntad), que son también formas del reflejo de la realidad social.

Desde el punto de vista del marxismo, la ideología desempeña un rol directriz en la vida social y en la formación y desarrollo de la conciencia social. En ese sentido tiene un carácter sistémico, es decir se caracteriza por ser un conocimiento sistematizado. En segundo lugar, está vinculado con el reflejo, entendido éste como un proceso zigzagueante, complejo, y no estático como la imagen en un espejo.

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“La conciencia social – expresa Lenin – refleja la existencia social”. Se debe anotar que el reflejo, para ser preciso, no debe desconectarse de su carácter clasista, de los intereses de clase que están en juego en toda sociedad clasista.

La ideología ejerce una influencia determinante como medio de formación y educación, de elevación cultural del ser humano. Pero también como base para la realización de actividades prácticas. Divorciada de la práctica se convierte en un concepto gaseoso. Se explica así que se traduzca, en la actividad del Partido y en la actividad de los comunistas, en estilos de trabajo, en actitudes frente a la vida en sus diversas manifestaciones, en puntos de vista con un definido sello de clase.

A estas alturas estamos en condiciones de definir la ideología comunista como un sistema de ideas y teorías que expresan los intereses de clase del proletariado, cuya esencia es el marxismo leninismo. No surge por vía espontánea ni se forma directamente como influencia de las condiciones de vida. “Su carácter científico está determinado porque se desarrolla a partir de la reelaboración crítica y la asimilación del legado espiritual del pasado” ( Diccionario sobre el Comunismo Científico), progresando y perfeccionándose con la práctica revolucionaria del proletariado.

Uno de sus rasgos característicos es su espíritu partidista, expresión política de los antagonismos de clase en la sociedad capitalista.

III

No cabe duda la enorme importancia que tiene la ideología comunista en la construcción del Partido y en la formación de sus integrantes como luchadores firmes y creadores por la revolución y el socialismo. Su descuido o aflojamiento sólo traerá consecuencias perniciosas, cuyos costos los conocemos por experiencia vivida. En fin de cuentas: o prevalece y se afianza de continuo la ideología del proletariado en el Partido, o cede el paso a otras concepciones, estilos y métodos que le son ajenos. Es una cuestión que no se resuelve por vía espontánea sino a través del estudio del marxismo leninismo como concepción y método, de la lucha ideológica correctamente entendida y la autoformación o autocultivación permanente de los comunistas, de la lucha de ideas en confrontación con la ideología, teorías, valores y cultural del capitalismo.

Esta es la razón por la que el Partido está obligado a desplegar una lucha constante en dos frentes: contra las concepciones, puntos de vista, valores, cultura y métodos decadentes que caracterizan al capitalismo y al imperialismo, y que defienden sus ideólogos y publicistas, que es lo que llamamos lucha de ideas, cuya naturaleza es antagónica; y contra las tendencias subjetivistas, dogmáticas, conservaduristas, empiristas o espontaneistas que, como reflejo de

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aquellas, hallan eco en el Partido. Las manifestaciones de revisionismo de derecha o “izquierda”, o las desviaciones de uno u otro tipo puestas de manifiesto a lo largo de su historia, es un claro ejemplo al respecto.

El Partido no se construye en medio de una torre de cristal, sino en el torrente vivo y contradictorio que es la lucha de clases. Proceso donde la lucha ideológica y cultural influye determinantemente a favor o en contra de la causa revolucionaria, involucrando en su torbellino millones de individuos: las clases dominantes para legitimar y preservar el sistema vigente y sus privilegios; la clase obrera y su vanguardia para abrir espacio al socialismo e incorporar a las masas a la lucha por su realización.

Nada tiene de sorprendente que las ideas dominantes en la sociedad sigan siendo las ideas de las clases dominantes. Ni que el imperialismo y la burguesía desplieguen una inmensa labor de manipulación y confusión dirigida a imponer el pensamiento, los valores, cultura, hábitos y costumbres decadentes que representa. Si es verdad que han declarado ”muerto” el socialismo y “terminado” el marxismo leninismo, en los hechos lo que les quita el sueño es cómo evitar que resurjan, se desarrollen y orienten la lucha de millones de hombres y mujeres en el planeta. Necesitan convencer al mundo de que el capitalismo es perpetuo y la explotación y la opresión de hombres, pueblos y naciones, una realidad inmodificable. Por eso es que conceptos como globalización, neoliberalismo, tercera vía o nuevo centro, mercado, libertad, entre otros, están cargados de fuertes connotaciones ideológicas y culturales; constituyen en realidad su artillería pesada para garantizar su hegemonía y dominio en la sociedad y perpetuar la explotación del hombre por el hombre.

El neoliberalismo no es únicamente una política económica como muchas veces se cree. Es también una ideología, cultura, política, ética, valores, que pretende unidimensional y universal. En ese sentido auspician un “pensamiento único” global basado en la absolutización del mercado, la democracia liberal, el irracionalismo y el individualismo, el consumismo y el modo de vida norteamericano. Su objetivo apunta a uniformizar la humanidad bajo la hegemonía del imperialismo y los monopolios, utilizando para ello las ventajas que le proporciona el control que ejercen en la economía y en los cambios tecnológicos, científicos y los medios de comunicación.

Esto explica por qué la lucha de ideas adquiere dimensiones colosales en el mundo moderno. También su reflejo al interior del movimiento popular y al interior del propio Partido, respecto del cual no existe la claridad que el caso amerita. La lucha ideológica a través de la crítica y autocrítica marxistas es, una necesidad que el Partido debe entender y abordar como tarea interna permanente y también como campañas a partir de temas concretos acuciantes en cada momento dado. Todo eso sin desconocer ni descuidar la presencia constante en su seno de contradicciones entre lo correcto de lo erróneo, lo nuevo de lo viejo, lo avanzado de lo atrasado, a fin fortalecer su unidad y su capacidad de combate

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Necesitamos considerar un tercer aspecto: el pueblo. Como es conocido, para el marxismo el concepto pueblo implica examinarlo de manera concreta. En países como el nuestro, neocolonizados y subdesarrollados, lo integran diversos sectores sociales: obreros, campesinos, pequeños propietarios, intelectuales, estudiantes, etnias, incluso sectores de la burguesía nacional oprimidos por la dominación neocolonial del imperialismo. Dada su diversidad se manifiestan en su seno ideologías, culturas, valores, criterios éticos no uniformes que deben ser conocidos y tomados en cuenta con objetividad. Entonces entenderemos que el pueblo tampoco es una lámina de acero, sino una diversidad porosa y contradictoria, muchas veces conflictiva.

Tomemos por ejemplo la ideología propia de los sectores de la pequeña burguesía, marcada fuertemente por el individualismo, proclive al subjetivismo y al eclecticismo; o bien la ideología del pequeño propietario rural, muchas veces lastrada por el patrialcalismo, el conservadurismo o el localismo; o el de los pequeños y medianos empresarios cuyo ideal y meta es convertirse en empresarios de éxito, fuertemente arraigado en el sentido de la propiedad privada; o la intelectualidad inclinado a la figuración, la unilateralidad, y en no pocos casos al arribismo o al espíritu burocrático administrativo. Tampoco es casualidad el arraigo que tiene entre los mismos trabajadores, o más exactamente en el proletariado, la tradiciones espontaneistas y economicistas, que nada tienen que ver con el socialismo. El transfuguismo político tan criticado recientemente, encuentra en estos sectores su base social y su cemento ideológico, tanto más si es débil la influencia del socialismo y no está presente una firme lucha de ideas ( teoría, ideología, cultura, ética, valores, etc.) desde las posiciones del proletariado y el marxismo-leninismo creador.

IV

La lucha de ideas que enfrenta al proletariado con la burguesía y el imperialismo abarca todos los aspectos de la vida de la sociedad, cuya naturaleza es antagónica. El socialismo no podrá desarrollarse sin dar a fondo y ganar esta batalla. Ni siquiera las ideas democráticas, nacionales y populares. Pongamos por ejemplo la cuestión nacional. Los ideólogos del neoliberalismo se esmeran en convencernos de que en el mundo globalizado la nación ha perdido sentido y la soberanía nacional es una antigualla. Desde luego que nada de esto es casual. Responde a los intereses y a las necesidades de los monopolios y el imperialismo para saquear nuestras sociedades y garantizar la hegemonía global del imperialismo, en especial norteamericano. También su concepto de que los derechos humanos están por encima de la soberanía nacional, sirviéndole de caballito de batalla para intervenir militarmente, como ocurrió en Yugoslavia, o la amenaza de intervención -teniendo como pretexto el tema de la droga- en Colombia.

El neoliberalismo, deificando el mercado, pretende erigirse como la única interpretación que permite entender el mundo en su estado actual y puede dirigir su destino. Esta visión totalitaria y arrogante no reconoce oponentes, ni otra alternativa que no sea la suya. De este

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modo, “lo natural no es la sociedad, sino el individuo; no es la solidaridad sino el egoísmo; no es lo político sino lo económico. En fin, lo natural no es la humanidad sino el mercado; la concentración de la riqueza y no la igualdad”. Esto es ideología pura, demagogia barata que se difunde como verdadera y masivamente.

El agotamiento del modelo económico neoliberal no puede llevarnos al facilismo de considerar también desacreditada la ideología y la cultura difundida por el neoliberalismo. En este aspecto su hegemonía continúa siendo abrumadora. El resultado de esta batalla será decisivo para la recuperación del socialismo. No entenderlo, o peor aún no abordarlo y resolverlo, significará aceptar una derrota estratégica. La pregunta que queda es la siguiente: en lo que a los comunistas peruanos concierne, ¿estamos preparados para darla en regla? Desde luego que no.

Todo esto hace indispensable la lucha ideológica en el propio seno del Partido para afirmar en sus filas el pensamiento marxista leninista, la concepción del mundo del proletariado, los estilos de trabajo comunistas, la ética y los valores fundamentales que le son inherentes, en confrontación, desde luego, con la influencia ideológica burguesa y pequeño burguesa en cualesquiera de sus variedades.

La labor ideológica del Partido debe entenderse entonces como una necesidad permanente, y también en sus singularidades en cada momento concreto, con sus formas, estilos y métodos respectivos.

V

Considerado en su conjunto, el problema de la ideología en el Partido es de capital importancia. Pero no siempre se lo entiende así. Además, es un problema que no se queda en los conceptos sino que tiene un profundo sentido práctico y concreto.

Esta conclusión nos lleva a examinarla en su integridad evitando así una visión parcelada o coyuntural.

Queda claro que necesitamos trabajar teniendo como objetivo contar con un sistema de formación ideológica en un plazo medio. Tenemos avances importantes, por ejemplo en lo concerniente a los cursos y temas de una escuela central e intermedia del Partido. Pero la escuela central que se aspira es un medio, no un fin. La idea de organizar cursos a distancia, seminarios, difusión de material formativo como libros, revistas, videos, etc. constituyen partes del mismo esfuerzo.

El plan de 4 años, en lo que concierne al trabajo ideológico debe proponerse alcanzar este objetivo, perfectible desde luego. Pero tal sistema sería incompleto si no se proyectara en el tiempo. El programa recientemente aprobado por el VII Congreso, el estatuto, el informe político y otros documentos del Comité Central constituyen su base fundamental. Pero donde se concentra la idea maestra que sirve de sustento al trabajo ideológico, por su concisión e integralidad, es precisamente la LINEA BÁSICA que sancionó el VII Congreso.

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Pero esto será insuficiente si el Partido no se asienta en una sólida base teórica y doctrinal. Ello implica una más profunda comprensión y dominio del marxismo leninismo, entendido como guía para la acción. La tradición dogmática de la que no nos hemos desprendido del todo, como la permanencia del empirismo y el espontaneismo, representan bloqueos muy serios que obstruyen el camino. En ese sentido tiene importancia especial retomar y continuar la tradición iniciada por Mariátegui: su manera creadora de entender y asumir el marxismo, su compenetración con la realidad del país y su entorno mundial, su actitud, sus estilos y métodos de trabajo, su horizonte cultural, dándonos cuenta cabal de las implicancias que representan para el partido revolucionario del proletariado los cambios que se vienen produciendo en el mundo.

Tenemos un Partido hasta cierto punto debilitado en su pensamiento teórico, fuertemente atrapado por el espontaneismo y el coyunturalismo, el empirismo y el subjetivismo, que activa más por emoción social que por la comprensión de los procesos profundos que mueven la sociedad peruana; un Partido cuya mirada muchas veces continúa anclada en el siglo XX en lugar de abrirse con audacia hacia el siglo XXI y los cambios que implica. En suma, un Partido con insuficiente elaboración teórica, cultural e intelectual.

Durante décadas estos fueron temas de debate. Las divisiones internas que sufrió el Partido en diferentes momentos fueron parte de esta historia, con resultados más de las veces negativos por las concepciones y métodos erróneos entonces predominantes. A estas alturas podemos decir que todavía no están zanjadas las fronteras con la herencia revisionista e izquierdista acumulada a lo largo del tiempo. Esto constituye un serio déficit que hay que abordar con fuerza, no por prejuicios sino por la necesidad que tenemos de eliminar obstáculos que obstruyen o deforman el camino de avance. Si bien fue más intensa la batalla librada para desarraigar las corrientes reformistas y revisionistas, eso no significa que se haya atacado y superado sus bases fundamentales. En parte, por que durante mucho tiempo se cayó en un debate metafísico donde la verdad había que buscarla en los textos de los clásicos del marxismo-leninismo o en la cabeza calenturienta de los polemistas, antes que en la realidad profunda y cambiante del país y el mundo. Pero también, es hora de reconocer, que se trató de derrotar y superar la influencia del revisionismo desde posturas izquierdistas y dogmáticas, cuya influencia queda hasta ahora. Ni el reformismo ni el izquierdismo representan el marxismo leninismo; ni uno ni otro es mejor. Esta ambigüedad debe terminar en el Partido, pues sus efectos han sido y son perniciosos.

Plantearse la lucha ideológica como método de trabajo para unir al Partido y asegurar su línea y acción revolucionarias, implica iniciar una rectificación profunda en su vida interna. Es verdad que no es un asunto coyuntural sino permanente, no obstante, por las circunstancias en que se encuentra el Partido adquiere una connotación concreta y actual al que debemos aferrarnos con fuerza para desatar el nudo de problemas que arrastramos.

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VI

Por dónde empezar. O mejor dicho: ¿cuál es el eslabón clave que debe empuñar el Partido?.

Los ismos a resolver suman muchos. Allí están aguardando la atención del Partido la lucha contra el espontaneismo, el subjetivismo, el empirismo, el dogmatismo, y tantos otros. Todos ellos son importantes. Subestimarlos sería un error. Sin embargo, ninguno de ellos es la llave que necesitamos coger.

Es indispensable, desde luego, fomentar el estudio del marxismo-leninismo. Esta es una tarea permanente y de primer orden. Pero quedarnos en un concepto tan general tampoco nos ayuda mucho. Necesitamos estudiarlo teniendo como eje los problemas concretos, prácticos, de la revolución en el Perú. No olvidar nunca que la teoría es una guía para la acción y no un dogma a cuyo conjuro se resuelven los problemas.

El X Pleno del VI Congreso planteo 7 problemas a resolver, los mismos que siguen pendientes de solución. No se puede decir que los planteamientos de entonces han envejecido. Necesitamos acentuar la lucha para sacarnos de encima fardos pesados como esos.

¿Donde, entonces, se encuentra el eslabón ideológico del cual aferrarnos para agarrar la cadena en su conjunto? La respuesta la dio el VI Congreso: partir de la realidad, de los hechos, que es precisamente lo que nos falta. Necesitamos asumir como un axioma el criterio de que “quien no investiga no tiene derecho a la palabra”. El subjetivismo, el empirismo o el espontaneismo, por ejemplo, se nutren del divorcio con la realidad y de la manera metafísica, no dialéctica, como se la aborda.

La concepción del mundo y la sociedad del marxismo-leninismo es el materialismo. Su método la dialéctica. Esto es precisamente lo que nos ha fallado desde siempre, luego de la muerte del Amauta. Allí hay que encontrar la causas de los errores y las desviaciones, y también de las limitaciones del Partido para encontrar respuesta a los grandes problemas del país y la revolución peruana.

Si estudiamos el marxismo-leninismo pero descuidamos el conocimiento profundo y sistemático del país y la revolución peruana, tal conocimiento será unilateral y, al final, inútil. Se explica porque los comunistas necesitan de una teoría científicamente fundamentada precisamente porque se proponen sustituir el sistema económico y social capitalista por otro radicalmente distinto, el socialismo. Asumimos la teoría marxista leninista por que es el arma que nos permite estudiar y conocer la realidad; con esa guía estudiamos la realidad para actuar racionalmente en ella y transformarla, enriqueciendo en este proceso la teoría.

En el Partido no siempre se maneja correctamente la relación dialéctica entre teoría y práctica, pensamiento y acción, precisamente

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porque este problema no está resuelto. En estas condiciones es inevitable que aparezca y echen raíces fenómenos como el dogmatismo o el empirismo, el espontaneismo como el economicismo, el reformismo como el izquierdismo, el formalismo como el sectarismo, el subjetivismo como el voluntarismo. Todos ellos son hijos de un mismo tronco: la falta de fortaleza ideológica, teórica y cultural marxista-leninista y comunista.

El marxismo reconoce en la práctica el criterio de verdad. “Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento” (Marx, Tesis sobre Feuerbach). Los conceptos deben reflejar la realidad en toda su complejidad. En nuestra experiencia – lo demostró el curso seguido por las diversas luchas internas- para muchos camaradas que luego escindieron el Partido, la verdad de la revolución peruana debía encontrarse en los libros, demostrarse mediante citas de los clásicos del marxismo leninismo, comprobarse en los conceptos o en su subjetividad personal, en lugar de buscarla en la realidad recurriendo al bisturí teórico marxista-leninista. Aquello no es marxismo leninismo sino idealismo y metafísica. Esta trayectoria de pensamiento sigue influyendo en el Partido, muchas veces vestida de radicalidad verbal.

Situación que explica la poca atención que se presta al conocimiento de la realidad peruana, a la investigación seria y rigurosa de la realidad concreta. Allí encontramos la causa de los errores como de las desviaciones que se tiene. Explica también la dificultad para elaborar alternativas a los diversos problemas del país, la región o la localidad, respuestas acertadas a las exigencias de la lucha de clases. En esas condiciones ganará siempre la coyuntura, y el tareísmo nos impondrá su dinámica empírica y estrecha .

Un Partido revolucionario necesita forjarse una mentalidad estratégica. Pero esto es imposible donde se vive al día. Exige contar con una visión de conjunto, totalizadora, inseparable del conocimiento multilateral de la realidad, de sus cambios e interrelaciones, inseparable todo ello de una enorme creatividad y flexibilidad táctica. Pero esto no funciona donde domina la rigidez, el estereotipo o la superficialidad en la apreciación de los fenómenos. La planificación, por ejemplo, no es algo que caracteriza nuestra labor. Se explica porque no se presta la debida atención a la importancia que tiene ni se toma en cuenta los principios y métodos que la rigen, porque nos gana la coyuntura, la dinámica espontánea de los acontecimientos. Sumar tareas no es planificar. No se planifica lo que no se conoce o no se ha investigado ni se sabe con precisión qué es posible alcanzar qué perspectivas son previsibles.

Nos viene como anillo al dedo una frase de Mao Zedong: “Quien no investiga no tiene derecho a opinar” (Prefacio y epílogo a investigaciones rurales). Si esta regla nos aplicáramos con rigurosidad seguramente tendríamos un Partido de mudos.

Necesitamos darnos cuenta que el año 2000 es un parteaguas también para el Partido. Debemos mirar adelante para marchar acorde con las

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nuevas condiciones que vive el mundo. Esto no significa debilitar en absoluto los ideales comunistas ni dejar de lado los principios marxista-leninistas. Todo lo contrario. Lo que requerimos es hacer avanzar el marxismo leninismo dando respuesta a los nuevos problemas y tareas que plantea la revolución peruana. Necesitamos un marxismo leninismo vivo y no fosilizado, creador y no estancado, abierto a lo nuevo y no arrinconado en el pasado. Bien miradas las cosas en esto reside el mensaje central del pensamiento socialista de Mariátegui.

VII

Alcanzar un sistema integral de formación requiere tiempo y también elementos humanos y recursos materiales que hay necesidad de construir. Asimismo, tomando en cuenta nuestras posibilidades reales, encontrar las formas y los métodos apropiados. En suma, descubrir lo nuestro y explotar de mejor forma las posibilidades disponibles.

Por ejemplo: ¿Estamos en condiciones de contar con una Escuela Central estable? Ello supone infraestructura, planta de profesores, disposición de tiempo de los participantes, etc. Si no es factible por el momento ¿ por dónde empezar?. ¿Qué caminos seguir?

Si el mecanismo que seguiremos son, por ejemplo, los cursos a distancia, necesitamos estudiar su factibilidad, sus posibilidades , también las exigencias que nos obliga cumplir.

De ceñimos a la propuesta ya elaborada, allí se habla de tres niveles en el proceso formativo de los cuadros. Este es un tema que hay que profundizar más, sobre todo en lo que se refiere a su concreción. Su lógica es válida...pero ¿por qué no 4 en lugar de tres?. La formación ideopolítica y orgánica de los comunistas comienza en la premilitancia y en la militancia celular, es decir con los militantes que se incorporan a sus filas. Esta fase debe convertirse, obligatoriamente, en su primer nivel. De lo que se trata, seguidamente, es examinar los procedimientos que permitan hacerlo realidad.

Otros métodos complementarios son seminarios, mesas redondas, etc., sobre temas precisos que motiven la investigación y la reflexión. Esto, tratándose principalmente de los cuadros centrales e intermedios. Este procedimiento tiene la ventaja de proporcionar material teórico para alimentar la prensa escrita: “Patria Roja”, revista teórica, folletería, y también grabaciones en cassettes o vídeo, lo que implica ingresar en el ámbito de la informática y la tecnología avanzada.

Dada la amplitud de la tarea, exige también una ordenada articulación del plan de capacitación general con la especializada, que no hay que descuidar, y la coordinación con las restantes secretarías según los principios de concentración de fuerzas y de máximo resultado con el menor esfuerzo. Debemos dar término a la labor anárquica, de dispendio de recursos y de fuerzas, coordinando todas las esferas del trabajo partidario (su estructura, la del MNI, de la JP, de los sindicatos y movimientos regionales, de los movimientos juveniles e intelectuales, etc.). Esto sólo será posible si hay visión estratégica, plan, métodos de

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dirección eficientes, estructura organizada en funcionamiento, cuadros cualificados que saben explotar con inteligencia todas las posibilidades disponibles.

Un sistema de formación ideológica debe ser, finalmente, un sistema nacional articulado, permanente y sistémico.

VIII

La debilidad ideológica en el Partido hace que se impongan estilos y métodos ajenos y que se sustituya la lucha ideológica y su estilo de crítica y autocrítica, por otros estilos y métodos de origen burgués o pequeñoburgués que le hacen enorme daño, tales por ejemplo: el burocratismo, el sectarismo, el subjetivismo, el individualismo, el espontaneismo, la indisciplina, la crítica irresponsable, la conciliación frente a los errores, el espíritu de grupo o el método de las correlaciones impropio en un partido comunista, etc.

A ello contribuye la debilidad organizativa. Si el aparato organizativo no funciona lo demás no funcionará o funcionará deficientemente, incluyendo el sistema de comités, las células como organismos de base activos, el centralismo democrático, la política de cuadros. Esta es una tarea que necesitamos resolver y no dejarlo para las calendas griegas. Hoy y no mañana, debe ser la consigna.

Necesitamos promover un estado de ánimo favorable al estudio, la investigación, la reflexión y el debate enriquecedor; de crítica franca y leal, yendo siempre a la esencia de los problemas; un ambiente de confianza, camaradería y estabilidad, y oponernos con firmeza a la actitud anárquica, subjetiva, liquidadora, a las murmuraciones, y en general al liberalismo ideológico en cualesquiera de sus formas.

Pero estabilidad supone institucionalidad, e institucionalidad que las cosas funcionen de acuerdo de las decisiones colectivas y las normas establecidas. El Estatuto adquirirá entonces un significado nuevo, y también los acuerdos congresales como las decisiones del Comité Central.

La pieza clave para ingresar en esta nueva fase es el COMITÉ CENTRAL. Y, con él, el núcleo de cuadros intermedios. Es por aquí por donde hay que empezar, pues es el eslabón fundamental con que contamos para el ordenamiento ideológico que el Partido necesita.

La unidad ideológica que el Partido precisa son las decisiones congresales. Es de allí de donde se parte y se llega, para enriquecerlo y desarrollarlo. La comprensión profunda y sistemática de sus criterios eje es de fundamental importancia. En segundo lugar, los esfuerzos serios para traducirlos en acción política del Partido.

Queda fuera de toda duda la importancia que tienen los cuadros, junto a su capacitación y autoperfeccionamiento constantes. No olvidemos aquella máxima que dice: “definida la política son los cuadros quienes lo deciden todo”.

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Lima, 16 de marzo del 2001.

II Sesión Plenaria del Comité Central

ORGANIZAR EL SISTEMA DE FORMACIÓN DEL PARTIDO

El objetivo que se propone alcanzar el Partido durante el lapso del Plan Cuatrienal es llegar a contar con un sistema de formación de cuadros y del conjunto de su militancia, más o menos sistematizado y organizado inicialmente.

Ello implica pasar de una labor formativa irregular y esporádica, que es la característica hasta el presente, a otra organizada y sistemática de abajo arriba. Es decir iniciando con la pre- militancia y, sobre todo, con la célula, hasta llegar a los organismos y cuadros centrales del Partido, como un todo articulado y ordenado, tomando en cuenta, sin embargo, las condiciones objetivas y las particularidades de la labor formativa en

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un Partido con las características, dificultades y limitaciones del nuestro.

No somos un partido en el poder, ni uno grande por su influencia, contingente de militantes, cantidad y calidad de sus cuadros o suficiencia de recursos. Partimos del reconocimiento de que seguimos siendo aún un partido pequeño, con escasa implantación en la clase obrera y en el pueblo mismo, con insuficiencias ideológicas, teóricas, culturales y organizativas, y que necesita conocer y adecuarse a las nuevas condiciones, retos y posibilidades que plantea el siglo XXI a los comunistas peruanos.

No se puede decir que no son importantes los avances que representan el V, VI y VII Congresos, sobre todo el último. Si observamos con actitud crítica y realista nos daremos cuenta que hemos alcanzado, a lo largo de estos años, logros importantes que muchas veces no los tomamos en cuenta o no reflexionamos suficientemente; y hemos tenido y seguimos teniendo limitaciones o errores que necesitamos conocerlos, cara a cara, para corregirlos y superarlos.

Sin embargo, la tarea de reconstrucción del Partido no es pequeña. Debemos entenderla como un fenómeno y proceso integral en cuyo núcleo está su unidad ideológica y política. Para ello, como señala con acierto el VII Congreso, “no es suficiente ratificar la fidelidad marxista leninista del Partido. Necesitamos ir más allá: a resolver los problemas concretos y las peculiaridades que plantea la revolución a los comunistas peruanos”. Ser comunista no es declararlo, es serlo; es decir, asumirlo como pensamiento y acción, como teoría y práctica, como actitud y compromiso de vida por el único ideal que asume los intereses del ser humano en su plenitud. Desde luego que esto implica una posición de clase; no puede serlo de otro modo en una sociedad clasista. La nuestra, es la ideología y la teoría del proletariado, la clase más avanzada de la sociedad.

El Partido Comunista, a juzgar desde su fundación, tiene una historia de 73 años. A lo largo de ella ha tenido momentos gloriosos y también caídas y desviaciones muy graves, izquierdistas como de derecha, con las cuales todavía no hemos saldado las cuentas en toda su dimensión. No hemos alcanzado aún a depurarnos del todo tanto del izquierdismo que viene desde Ravínez ni del derechismo que se inicia también con Ravínes, en la década de los 30 del siglo pasado, adoptando a lo largo del tiempo diversos rostros pero un denominador común: su distanciamiento de la concepción y de la práctica marxista leninistas.

Reconstruir el Partido es restaurar el pensamiento, los estilos y los métodos marxista leninistas, así como la herencia teórica y práctica de Mariátegui, que es nuestro patrimonio común y deber continuar y enriquecer como respuesta a los retos que plantea al Partido el mundo de hoy. El pensamiento de Mariátegui es el nexo entre la teoría general del marxismo leninismo y la realidad concreta del País. Es el camino que debemos seguir impulsando. Estamos persuadidos que, al respecto, en los últimos años hemos alcanzado algunos logros importantes pero no suficientes.

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Uno de ellos es que estamos aprendiendo a pensar con cabeza propia. Nunca hemos abandonado nuestra filiación marxista leninista. Esto es un hecho. Pero es igualmente un hecho que no basta declararlo, que es necesario pensar y actuar marxista-leninistamente. De lo que se trata es precisamente de esto último. Pensar con cabeza propia es pensar el marxismo desde nuestras condiciones concretas ( histórica, económica, social, política, cultural, geográfica, étnica, etc) fundiendo en un todo único teoría y práctica, encontrando respuestas correctas a los problemas que la realidad del Perú plantea a la revolución. Para ello debimos y debemos vencer dos factores negativos acumulados a lo largo del tiempo y que, por eso mismo, han tenido influencia deformante en el pensamiento y en la acción de los comunistas peruanos: el dogmatismo o el empirismo, por un lado, el espontaneismo o el voluntarismo por el otro. Aquí encontramos las fuentes ideológicas y cognoscitivas de las desviaciones sufridas y de los errores cometidos por los revolucionarios peruanos, y también por nuestro Partido, independientemente de las particularidades o formas que hayan adquirido a lo largo del tiempo.

Otro logro es la recuperación del pensamiento y la acción de Mariátegui como punto de apoyo del pensamiento revolucionario y creador del Partido, que nos corresponde continuar y desarrollar. Entonces percibiremos el significado exacto de lo que implica entender el socialismo como “creación heroica” y “realización de un inmenso ideal humano”, y la política como actitud y conducta que “ se ennoblece, se dignifica, se eleva cuando es revolucionaria”. El divorcio del Partido con el pensamiento y acción creadores de Mariátegui ha resultado fatal para el Partido y la revolución peruana. Acerca de esta cuestión debemos alcanzar una exacta comprensión. Pero volvemos al reencuentro del Amauta no para quedarnos en él, fosilizando su pensamiento y obra, sino para continuarlo, enriquecerlo y elevarlo a nuevas alturas. Esta es la misión que tiene el Partido en el ámbito de la teoría y el pensamiento.

Tampoco podemos desconocer los avances que representa para el Partido contar con un nuevo programa, resultado de una comprensión más profunda del país como de las tareas que nos toca asumir a los comunistas peruanos. En ella se enriquece la teoría de la revolución peruana, parte de la cual es el Nuevo Curso (como ayer la teoría de la democracia directa, entre otros), que no se reduce, como muchos creen, a plantear un programa de reformas para un período determinado. Desde luego que es una táctica especial, por eso su calificación de “táctica principal”, pero es mucho más que eso. Es también una manera de entender la acumulación de fuerzas revolucionarias en una etapa de reflujo de la revolución, de ofensiva del imperialismo y el capitalismo mediante el neoliberalismo, de una globalización sin precedentes en la historia, de atraso de las fuerzas productivas. Como señala el VII Congreso, “El Nuevo Curso, en las condiciones de la correlación de fuerzas de hoy, cierra esta concepción ( la falsa polarización entre la lucha por reformas y la revolución, que entre otras cosas aceleró el derrumbe de IU y la bancarrota del senderismo) unilateral y metafísica. Ni la lucha por reformas, sobre todo cuando tiene un sentido que trasciende la

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coyuntura, es por sí misma sinónimo de reformismo, ni la lucha revolucionaria por el Poder del Estado ( y desde luego también por el socialismo) es pura, lineal, sin transiciones previas”. Los comunistas tienen que tomar en cuenta las condiciones reales, no los deseos por hermosos que parezcan.

De otro lado, no es poca cosa identificar la raíz ideológica de muchos de los problemas que arrastra el Partido desde mucho tiempo atrás. No percatarse del sustrato no proletario ni marxista del espontaneismo y sus consecuencias negativas en el Partido, por ejemplo, es cerrar los ojos a la realidad y hundirse en un camino de errores cuyas consecuencias estamos pagando caro. Dejarlo pasar, o peor aún encubrirlo por desconocimiento o miopía, significaría perder de vista más de medio siglo de experiencia de lucha de la clase obrera y el pueblo peruanos neutralizada o distorsionada por la presencia influyente del espontaneismo y el economicismo en el pensamiento y la acción de generaciones de comunistas.

Al lado de avances tenemos también concepciones y prácticas erróneas que necesitamos reconocerlas, descubrir sus causas y encontrar los correctivos. Lo que implica, de nuestra parte, un serio esfuerzo autocrítico y firme voluntad de cambio. Esto explica por qué es importante dar paso a un proceso de formación ordenado y sistemático en el Partido, y también, com0 parte del mismo, a una adecuada lucha ideológica cuyo objetivo sea en todo momento criticar las concepciones, puntos de vista, actitud de clase, estilos y prácticas erróneas no comunistas, que subsisten o penetran en nuestras filas, afirmando en su lugar las concepciones, puntos de vista, actitudes, estilos y métodos de trabajo comunistas, a fin de habilitar el camino que lleve a su reconstrucción.

En efecto, de lo que se trata es de la reconstrucción del Partido. No se reconstruye lo que marcha bien, sino aquello que se queda, que no avanza acorde con los tiempos y, en nuestro caso, ajustado al marxismo leninismo y la realidad concreta de la revolución peruana. El mandato del VII Congreso, al respecto, es claro: “ necesitamos construir un partido revolucionario de masas, unificado y correcto, grande por su influencia y presencia organizada, por su enraizamiento entre la clase obrera y el pueblo, con capacidad de conducción de masas, con claridad en su línea y con amplitud de horizonte, con un liderazgo que se construya en los diversos ámbitos de la vida política, social y cultural. Un Partido seguro de contar con su propio espacio de influencia política e ideológica, con bases políticas que le sirvan de puntos de apoyo estratégicos, con un contingente de dirigentes y cuadros que garanticen su papel de dirección y una fuerte periferia de simpatizantes y amigos. En suma, un Partido armado con el marxismo leninismo, firmemente implantado en las masas y en la realidad del país, con vocación de Poder”. La línea de la reconstrucción del Partido está ahora clarificada; ella debe ser la línea rectora que oriente el trabajo a lo largo de estos años promisorios que vienen.

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Necesitamos darnos cuenta que la dimensión de la tarea planteada exige cambios de fondo en el Partido y en la conciencia de cada militante, cuadro o dirigente. El partido revolucionario de masas que nos proponemos construir no puede ser abarcado ni entendido desde la visión de partido “ostra” que conservamos, es decir de un Partido encerrado en sí mismo. Ni tampoco desde una tradición espontaneista y movimientista. Necesitamos captar en toda su riqueza y complejidad la relación dialéctica entre partido y masas populares, dirigente y dirigido, donde ambos se complementan e interrelacionan en un proceso único que es la revolución y el socialismo. Pero todo cambio de fondo implica una intensa lucha ideológica para remover los escombros y depurar las trabas ideológicas, políticas, organizativas, teóricas, culturales, así como los hábitos, costumbres, estilos y métodos anquilosados. Necesitamos, pues, una correcta lucha ideológica al interior del Partido para llevar a cabo la reconstrucción partidaria, acerando nuestra identidad comunista, como necesitamos también resolver las contradicciones entre lo nuevo y lo viejo, lo correcto y lo erróneo, lo avanzado y atrasado, el interés individual y el colectico, que siempre estarán presentes en nuestro trabajo. La lucha ideológica que en el seno del Partido necesitan desplegar los comunistas, es un método necesario para fortalecer el espíritu comunista y partidista, corregir los errores, perfeccionar el trabajo y unificar sus filas, a fin de encontrarse en mejores condiciones para llevar a cabo su misión revolucionaria, que no tiene nada que ver con métodos liquidacionistas y sectarios, con “luchas implacables” contra tales o cuales camaradas, o con soluciones organicistas y administrativas de los problemas planteados.

Si nos apoyamos en estos y otros avances, y en general en la línea, programa, principios y políticas del Partido, si explotamos los factores positivos a disposición y si desplegamos la iniciativa, el entusiasmo y la creatividad de los comunistas y las masas populares, encontrareromos los caminos necesarios para hacer del Partido un verdadero partido revolucionario de masas, asentado en cimientos teóricos marxista-leninistas sólidos, en una comprensión solvente del país y el mundo, con rica experiencia de lucha sistematizada, con una conducción científica, capaz, eficiente, moderna, que garantice la continuidad y dirección correcta del proceso revolucionario.

Desde luego que esta es una tarea que abarca a todo el Partido y compromete todos sus sectores de trabajo y estructura orgánica. En primer lugar al Comité Central y los cuadros de dirección centrales. Y es también, como debe ser, una tarea que otorga un lugar central al ámbito ideológico en la unidad del Partido, que es lo que hay que preservar y fortalecer constantemente. La labor formativa adquiere así un papel relevante, puesto que se trata de la formación de los cuadros y los militantes a la luz del marxismo leninismo, la línea, programa, estatuto y otros materiales centrales que orientan la vida partidaria, y a través de la práctica revolucionaria concreta.

Aquí conviene advertir que la formación de los comunistas abarca todos los ámbitos de su actividad: ideológica, teórica, política, social, cultural, ética, organizativa, económica, artística, administrativa. No se restringe a su participación en las escuelas del Partido que, que

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desde luego, será siempre muy importante. Sobre todo porque permite una formación sistemática, secuente, ordenada. Pero además incluye la autoformación o autocapacitación, es decir el esfuerzo que realiza cada militante para avanzar teóricamente, elevar sus conocimientos de la realidad mediante la investigación y el estudio propios, sobresalir cultural y éticamente, fortalecer sus vínculos con las masas y sus luchas; en suma, ser cada vez mejor comunista. Un comunista que espera que le proporcionen todo, sin iniciativa, creatividad, disciplina en el trabajo y el estudio, sin voluntad de avance y autoperfeccionamiento constantes, es como un puente rígido y no como un río que fluye libre, poderoso. Llevar a cabo una tarea así no es asunto de unos días o meses, sino un esfuerzo de siempre que sólo terminará con el fin de cada vida.

No obstante, tenemos problemas concretos que están al frente y que exige de nosotros respuesta y solución sin dilaciones. No son nuevos sino viejos temas siempre recordados pero no vencidos.

En el ámbito ideológico tres son los temas centrales a empezar a resolver: el empirismo, el subjetivismo y el espontaneismo, que están en la base del liberalismo ideológico que erosiona la vida partidaria, lo desestabiliza e impide que avance en su reconstrucción. Son verdaderos fardos pesados de los cuales necesitamos desprendernos. Este es un mandato que viene del VII Congreso. Ninguna de estas tres maneras de pensar es marxismo leninismo, sino todo lo contrario, tienen un origen burgués o pequeño burgués. Se impone una crítica de fondo a esas concepciones y sus consecuencias políticas, organizativas y prácticas en el Partido, desde posiciones marxista leninistas, el punto de vista de clase del proletariado y la actitud partidista de los comunistas.

En el ámbito político necesitamos desplegar una labor intensa para alcanzar una unidad consistente en torno al programa, la línea, la táctica principal del Nuevo Curso, la superación enérgica del abstencionismo político, inseparable todo ello de la lucha contra las concepciones y programa principalmente neoliberales y también de Tercera Vía. Aquí necesitamos acompañarlo de una consistente labor teórica, una lucha de ideas con sólidos fundamentos científicos, y una labor de investigación y propaganda a la altura del reto planteado. Tenemos que hacer una política con visión estratégica y no sólo coyuntural, de cara a las masas, rompiendo el enclaustramiento que nos dificulta vincularnos como fuerza de vanguardia con el pueblo peruano. Contamos con un programa y línea estratégica, con la teoría del Nuevo Curso, con plataformas y políticas, que facilitarán enormemente la tarea. A condición, claro está, de saber llevarlos y difundirlos entre las masas populares.

El abstencionismo político no es, nunca ha sido política comunista, sino de secta, de puertas cerradas, de economicistas estrechos o de controlismo vertical y de real aislamiento respecto de las masas y sus luchas. Nuestra verdad sólo tiene sentido si se fundamenta en la realidad y si se convierte en la verdad de las masas aprendida en su experiencia práctica y por la prédica indesmayable de los comunistas,

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si se convierte en bandera que hacen suyas y por las cuales luchan. No estamos por el culto al legalismo, tampoco por el culto al clandestinismo, pues ambos, si se unilaterializa y extrema la lucha legal o ilegal, y no se toma en cuenta las condiciones concretas, conducen a errores derechistas o izquierdistas, al sectarismo o al liberalismo político. ¿De qué hegemonía ideológica o política podemos hablar si el pueblo no nos conoce ni sabe de nuestros planteamientos encerrados bajo siete llaves?. ¿Cómo puede crecer la influencia del Partido si vivimos atrapados por el gremialismo, el economicismo o el abstencionismo de la política comunista? ¿Cómo ganar nuevos militantes, amigos o aliados y orientarlos como corresponde, sin hacer política y difundir nuestro programa y principios de cara a las masas? . Nuestra consigna debe ser, una vez más: ¡El Partido de cara a las masas luchando por la justicia social, la nueva democracia, la independencia nacional y el socialismo! Sólo entonces cobrará sentido el Nuevo Curso, quedando clara su conexión con la estrategia revolucionaria en su conjunto, y por qué necesitamos construir el espacio de la izquierda peruana. Siempre hemos sostenido que el MNI es parte del esfuerzo por la reconstrucción de la unidad de la izquierda peruana y de ninguna manera la culminación de la misma.

En el ámbito organizativo está a la orden del día la lucha enérgica para vencer la herencia sectaria que arrastramos, la insuficiente comprensión y práctica del centralismo democrático, el fortalecimiento del sistema de comités y de la dirección colectiva, la organización celular obligatoria y eficiente enraizada en las masas trabajadoras y populares. El democratismo y la anarquía ni el centralismo burocrático tienen que ver con el marxismo leninismo ni con la naturaleza de un partido comunista. Necesitamos darnos cuenta que seguimos siendo un Partido de fuerte presencia social pequeñoburguesa. Esto tiene, en ausencia o con una débil labor ideológica, su impacto en la esfera organizativa: marcada tendencia individualista, proclividad a la anarquía y la indisciplina, flacidez organizativa, culto por la espontaneidad del movimiento, subestimación del partidismo y su reemplazo por el club de amigos, tendencias grupistas, subestimación del proletariado y como resultado de ello, débil inserción en la clase. Necesitamos reimplantar el Partido en la clase obrera y requerimos un fuerte partido organizado y disciplinado. Nada de esto se logrará si no contamos con una fuerte dirección ideológica y política, firme espíritu partidista, institucionalidad basada en el cumplimiento del estatuto, la asimilación y defensa del programa, el rol dirigente de sus organismos. Precisamente por ello es de fundamental importancia terminar con toda forma de subordinación del factor consciente al movimiento espontáneo; es decir con el espontaneismo, el economicismo y el asistencialismo, cuyo daño es cuantioso para el Partido y para la revolución peruana.

Pero la unidad que necesitamos alcanzar tiene como punto de arranque los cuadros del Partido. Unificar a los cuadros en lo ideológico y político, y también en lo organizativo, es de vital importancia para unir a todo el Partido. Es aquí, sin embargo, donde encontramos las mayores resistencias debido al

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conservadurismo, a la actitud rutinaria y también a la insuficiente formación ideo-política de nuestros cuadros. Lo que tenemos es todavía más cantidad que calidad. Debemos darle a esta cantidad (desde luego que todavía insuficiente) la cualificación que necesita. Esta es la razón que nos lleva a sostener que estos dos años próximos son decisivos para cumplir esta tarea y colocar al Partido sobre una nueva base. De otro modo no estaremos en condiciones de llevar a la práctica las decisiones del VII Congreso ni contaremos con la unidad, estabilidad y capacidad de acción requeridos para que el Partido se encuentre en las mejores condiciones de enfrentar, con éxito, el período político que se avecina . Esas condiciones objetivas son buenas. El problema está en el factor subjetivo, en la voluntad de lucha debilitada y en la capacidad para superar los problemas acumulados, que se han convertido en verdaderos tapones que impiden nuestro avance.

II

De aquí se desprenden dos tareas centrales: 1) Contar con un sistema de formación nacional del Partido, con labor permanente y criterio sistémico, que asegure la capacitación y cualificación de los militantes, cuadros y dirigentes; 2) la unificación del pensamiento y acción del Partido en torno de las decisiones del VII Congreso. La primera, que se organiza de abajo hacia arriba teniendo en la formación del militante en la célula su punto de arranque, y que se extiende a toda la estructura del Partido, incluyendo al Comité Central y los cuadros centrales; la segunda, que exige la organización de una campaña nacional que se inicia con el III Pleno del Comité Central y debe culminar a fines del año 2002.

Esta segunda tarea exige contar con un plan concreto, cuya resolución deberá aprobar el Comité Central por separado, aún cuando uno y otro guardan relación estrecha.

Con relación al primer punto, esto es al sistema de formación, debemos entenderlo como un trabajo por lo menos de mediano plazo. Hasta el próximo congreso del Partido debemos haber sentado sus bases fundamentales. Al hablar de sistema estamos diciendo integralidad, es decir abarca a todo el Partido y es, al mismo tiempo, una tarea permanente mientras exista el Partido. Se trata, en esencia, de cómo formamos a los militantes, a los cuadros y dirigentes en el espíritu del marxismo leninismo y una visión de conjunto, independientemente de la especialización de los mismos, cómo los capacitamos para la correcta, eficaz y oportuna conducción política, cómo forjamos un firme espíritu partidista y una práctica partidista, cómo construimos un correcto estilo de trabajo ( es decir el modo de trabajo del partido que lucha por la revolución y sirve al pueblo y que se expresan en los rasgos políticos, morales y culturales de sus cuadros), cómo aseguramos una comprensión y dominio de la estrategia y la táctica revolucionarias, cómo, en fin, realizamos la línea de masas y construimos los instrumentos fundamentales de la

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revolución, entendiendo que los valores del socialismo se comienza a construir hoy.

Un sistema así combina el trabajo a través de las escuelas de formación y procedimientos similares con el impulso y motivación de la autoformación de los comunistas. Estudio, investigación, organización, lucha y propaganda se concertan en un esfuerzo común.

Acerca de la labor formativa de los cuadros contamos con un avance importante, aunque en líneas todavía generales, en el PROGRAMA DE ESTUDIOS DE FORMACIÓN IDEO-POLITICA que preparó la CONAFIP que cesó en el VI Congreso. El documento debe ser el punto de partida para avanzar en la formulación de los lineamientos y las políticas, así como de los temas o cursos a tomar en cuenta en cada uno de los tres niveles propuestos. Para completar estos avances necesitamos el concurso de todos los camaradas que puedan contribuir a su perfeccionamiento, sobre todo los que tienen experiencia pedagógica.

De otro lado, es importante considerar la metodología que se habrá de seguir, así como las modalidades, sobre todo en el nivel II y más importantemente en el nivel III, partiendo de la premisa de la imposibilidad de contar con una escuela central de funcionamiento por lo menos trimestral o semestral, que sería lo ideal. Lo que obliga a buscar mecanismos que sean apropiados, incluyendo cursos a distancia, cursillos, conferencias y mesas redondas u otras ( tomando en cuenta experiencias de otros partidos y también adquiridas en las universidades, organismos empresariales, etc.).

Partiendo de estas consideraciones, lo aconsejable es desdoblar el sistema de formación en cuatro niveles, a manera del sistema educativo que tiene también 4 niveles: la escuela primaria, segundaria, universitaria y de postgrado, pero reconociendo las diferencias existentes entre lo que es propio y singular del Partido y lo que corresponde a la la escuela pública.

1.- El primer nivel: el trabajo formativo del militante de base, que se inicia en la pre-militancia y se desarrolla en la célula, cuya obligatoriedad alcance a todos los militantes sin excepción. Ello implica:

a) El estudio ordenado de los conceptos básicos del marxismo leninismo, el estatuto, el programa, la línea y táctica, en conexión con la realidad concreta donde operan los organismos de base del Partido.

b) Conocimiento de los principios básicos del marxismo-leninismo, de su concepción del mundo y su método, la dialéctica materialista.

c) conocimientos generales de la realidad nacional e internacional.d) Principios y métodos básicos de trabajo, de organización, frente

único, de lucha y labor entre las masas.

2.- El segundo nivel: preparación de los cuadros de base (Comités Locales, dirigentes políticos, de masas, culturales, sindicales, étnicos, femeninos, funcionarios locales (alcaldes, concejales, etc. ) para la dirección política y la conducción de masas. Se trata aquí de

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diferenciar entre el militante de base y el cuadro de base, entendiendo que el cuadro de base es ya un dirigente de un nivel determinado, con cierta capacidad ideológica, teórica, política y experiencia que le permite actuar con iniciativa. En resumen, estamos hablando de un dirigente local capacitado para el ejercicio de esa responsabilidad, que cuenta con una base ideopolítica consistente, experiencia de dirección, información, conocimientos, vínculos de masas. Alentando su capacidad de autoformación el Partido y los organismos superiores respectivos deben estar con condiciones de ayudar a esa cualificación. Los cuadros se forman. Es deber del Partido, de sus órganos dirigentes, motivarlos, apoyarlos y prepararlos. En cada cuadro de base existe un potencial dirigente intermedio, un futuro dirigente nacional y líder político, de masas o intelectual.

3.- Tercer nivel: Comprende el trabajo con los cuadros intermedios ( del nivel zonal y regional) : cuadros del aparato de dirección, dirigentes públicos, de masas, culturales, profesionales, sindicales, étnicos, femeninos, frentes políticos o personalidades públicas –alcaldes, regidores, congresistas, etc. Se entiende que los cuadros de este nivel cuentan con una formación teórica marxista leninista apropiada, una comprensión multilateral del país y, sobre todo, de su espacio de trabajo regional, capacidad de dirección y de organización y también un adecuado nivel cultural y ético. Estamos hablando de dirigentes políticos con relativa experiencia de conducción y de construcción del Partido, de dirección de masas, que han pasado por las dos fases previas, cuya promoción respondió a sus cualidades, capacidades y vinculación de masas comprobadas en la práctica revolucionaria. Independientemente de su actividad en el aparato, en el seno de las masas, en los organismos de frente único o en la actividad pública, todos los cuadros deben, obligatoriamente, participar del plan formativo del Partido.

Ya se ha dicho que es un error reducir la labor formativa a las escuelas u otros medios de capacitación organizados colectivamente. A ello hay que sumar, orientado apropiadamente, el estudio individual, obligatorio en todo cuadro y dirigente del Partido. Entender la labor de formación comunista como un esfuerzo permanente, metódico, orientado a la elevación teórica, política, cultural y ética, tanto en el sistema colectivo como en el esfuerzo individual, es un imperativo que nos obliga asumir a todo dirigente o cuadro del Partido.

El plan de estudio preparado por la CONAFIP del VI Congreso debe desdoblarse, previo un estudio adecuado a fin de evitar duplicidad, para cubrir los niveles 2 y 3 del sistema de formación. A ello se deben sumar otros temas no considerados en ese material como por ejemplo: la línea de autosostenimiento del Partido, de frente único, del movimiento sindical, para citar sólo algunos casos. Esto implica la elaboración de un programa o currícula de estudio nacional para cada uno de los niveles indicados, que sirva de marco orientador en las escuelas, independientemente de la forma como se organicen y de su duración. Esto incluye los cursos por correo u otros que se considere tomando en cuenta la realidad concreta.

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4.- Cuarto nivel. Comprende a los cuadros centrales del Partido, incluyendo los miembros del Comité Central. Este debería funcionar a manera de una escuela de Altos Estudios o postgrado, combinando cursos intensivos de acuerdo a las posibilidades de tiempo y recursos que se tenga, con seminarios sobre temas puntuales a partir de investigaciones y ponencias que se encarguen a los participantes. Estos podrían comprender temas como:

1. La concepción y el método del marxismo-leninismo y su aplicación a la realidad nacional.

2. El marxismo como ciencia y como praxis en el pensamiento y obra de Mariátegui

3. El partidismo de la filosofía marxista y las corrientes filosóficas actuales.

4. El capitalismo y el imperialismo en la era de la globalización.5. La experiencia histórica del socialismo y los retos del presente.6. La teoría del socialismo primario, significado y alcances a la luz de

la experiencia.7. La teoría marxista-leninista del Estado y el concepto del poder

popular.8. La construcción del partido revolucionario de masas y retos que

representa .9. La realidad nacional. El agotamiento de la república surgida con la

independencia nacional.10.El proyecto nacional de desarrollo.11.Los modelos económicos aplicados en los últimos 50 años y sus

resultados.12.Balance crítico de l os partidos políticos en el Perú.13.Problemas de la conducción estratégica y táctica revolucionaria.14.Teoría y práctica del frente único en el Perú.15.Las formas de lucha del proletariado en la revolución.16.El problema cultural en la revolución peruana.17.La ética y moral comunistas.18.El problema del medio ambiente y retos en el Perú.19.Métodos y técnica de la planificación y administración moderna.20.Metodología de la investigación científica.21.El panorama mundial: globalización neoliberal y sus resultados en

América Latina.22.Tercera vía, sus fundamentos teóricos, económicos y sociales.23.Significado y alcances de la revolución científico tecnológica.24. El proletariado hoy y las clases sociales en el Perú.25. El papel y los alcances de los medios de comunicación.26. La estrategia de los Estados Unidos para América Latina.

En este caso pueden seguirse métodos diversos aprovechando también los avances técnicos como internet,, cursos a distancia, reuniones de trabajo (seminarios), mesas redondas, entre otros.

Una cuestión importante a tomar en cuenta: configurar el sistema de formación del Partido requiere tiempo para su puesta en práctica, independientemente de que el trabajo comience ya. Así mismo contar con los métodos de estudio apropiados, la currícula, la infraestructura, el personal especializado. Una cosa es la labor formativa desordenada,

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fragmentaria; otra, contar con un sistema que permite una formación del militante, cuadro y dirigente, de abajo hacia arriba, en el que participa todo el Partido y ninguna de sus partes está suelta sino articulada. Un esfuerzo así requiere recoger las diversas experiencia propias, del sistema educativa nacional e internacional, de los partidos hermanos. Por eso, siendo de necesidad urgente es también un proceso que llevará a ajustes, perfeccionamientos y, por tanto, tiempo. Comenzado por tener que acostumbrarnos a un orden y secuencia formativa y obligatoria que no hemos tenido.

Esto nos lleva también a la necesidad de organizar el INSTITUTO DE ESTUDIOS MARXISTAS JOSE CARLOS MARIATEGUI, como centro de investigación, estudio y difusión del marxismo y la realidad nacional, pero también de formación de los cuadros teóricos e intelectuales que necesita el Partido.

Está claro que el eslabón fundamental al cual debemos asirnos es el marxismo leninismo que asumimos con sentido creador y en relación con la práctica de la revolución peruana, además de los documentos del Partido: programa, línea general, Estatuto, su estrategia y táctica, entre otros. Queda así clarificado el objetivo a conseguir: contar con militantes, cuadros y dirigentes idóneos, a la altura de las responsabilidades que plantea la revolución peruana, con conocimiento de la teoría marxista y la realidad nacional, con una consiste formación ideológica, cultural y ética, diestro en el manejo de la estrategia y táctica, en la construcción del Partido y en la conducción de las masas, y capacitados crecientemente para llevar a cabo la lucha de ideas contra el imperialismo, el capitalismo, y los remanentes ideológicos, culturales y políticos del feudalismo y el colonialismo, desde firmes posiciones socialistas.

Un asunto que no debemos perder de vista en ningún instante son las condiciones concretas de la lucha de clases en el Perú. Un sistema como el propuesto debe funcionar en cualquier situación en que nos encontremos: legal o ilegal, abierto o secreto. Lo que cambia son las formas, tiempos, métodos, procedimientos, que deberán ajustarse a cada realidad o momento. Aquí no existen reglas fijas, excepto el “análisis concreto de cada situación concreta”.

Si se trabajara con dedicación y orden, en el lapso que comprende el plan cuatrienal estaríamos en condiciones de alcanzar lo siguiente:

1. Contar con el Manual Básico del Comunista, libro de texto para los militantes desde el momento en que se incorporan al Partido, es decir para el primer nivel.

2. La currícula, plan y métodos para el segundo y tercer nivel. Entrar de lleno en su fase experimental.

3. Planta de profesores especializados en el nivel central y regional.

4. Plan e instrumentos para la escuela a distancia.5. Condiciones básicas para el uso de internet. 6. Infraestructura y medios técnicos mínimos, incluyendo material

bibliográfico.

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En resumen, por las circunstancias en que se encuentra el Partido y por la complejidad que implica llegar a contar con un sistema de formación, esta tarea se podrá cumplir si se concientiza y moviliza toda la estructura partidaria, y de modo especial el Comité Central y los cuadros centrales. Esta es una tarea de todo el Partido y no exclusivamente de la Comisión de Formación. Es una tarea, además, que implica romper esquemas y hábitos adquiridos, perezas mentales acentuadas, desconfianza en las propias fuerzas, posturas defensivas frente a la ofensiva general del capitalismo y el neoliberalismo. Necesitamos darnos cuenta, además, que ésta es una tarea estratégica, “el nudo gordiano” que necesitamos cortar para ubicarnos como corresponde en el nuevo escenario político y social.

Diferenciar el método de la lucha ideológica, hacia adentro de la lucha de ideas, hacia fuera, es de enorme importancia. Pues indica una lucha en dos direcciones, con blancos y métodos diferentes, y un objetivo único a alcanzar: reconstruir el Partido y hacer avanzar la causa revolucionaria y socialista de cara a las masas. Confundirlos llevará a cometer serios errores que hay que evitarlos desde el principio.

Como queda señalado, la campaña por la unificación del Partido en torno de las decisiones del VII Congreso es materia de una resolución especial. Todo el Partido debe atenerse a los contenidos y directrices de esa resolución.

Lima, 4 de agosto del 2001.

III Sesión Plenaria del Comité Central

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