libro tercero

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Caperucita 2002 Se puede representar como Guiñol o como teatro escenificado, siempre con la colaboración de los niños. Pesonajes: Indio, padre de Pocahontas. Lobo calcetines, amigo de Kevin Kosner. Sale a escena el Indio. I.- Jao, niños. ¿estar bien?. Yo ser Pluma blanca de cara pintada(es el apodo de rastreador). Tener 90 lunas, o ¿tener más?; domicilio Montañas Riscosas 5, Campamento rojo, del linaje de los cara pintada o ¿ser padre de Pocahontas?. Dar igual. Niños, ¿ver vosotros acercarse alguien? Bueno, si ver alguien llamar “pluma blanca”. Se marcha el Indio y asoma lobo calcetines. L.- Hola niños, ¿habéis visto a Caperucita Roja?, Yo soy el lobo feroz, pero no soy nada fiero, por eso me llaman calcetines; Unnn….están tan calentitas las patas con ellos puestos… Entra en escena el Indio. I.-Jao L.- ¿Quién es este? Contestan los niños I.- Yo Pluma Blanca de cara pintada, o ¿padre de Pocahontas?.

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Caperucita y una boda

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Page 1: LIBRO TERCERO

Caperucita 2002

Se puede representar como Guiñol o como teatro escenificado, siempre con la colaboración de los niños. Pesonajes: Indio, padre de Pocahontas. Lobo calcetines, amigo de Kevin Kosner. Sale a escena el Indio. I.- Jao, niños. ¿estar bien?. Yo ser Pluma blanca de cara pintada(es el apodo de rastreador). Tener 90 lunas, o ¿tener más?; domicilio Montañas Riscosas nº 5, Campamento rojo, del linaje de los cara pintada o ¿ser padre de Pocahontas?. Dar igual. Niños, ¿ver vosotros acercarse alguien? Bueno, si ver alguien llamar “pluma blanca”. Se marcha el Indio y asoma lobo calcetines. L.- Hola niños, ¿habéis visto a Caperucita Roja?, Yo soy el lobo feroz, pero no soy nada fiero, por eso me llaman calcetines; Unnn….están tan calentitas las patas con ellos puestos… Entra en escena el Indio. I.-Jao L.- ¿Quién es este? Contestan los niños I.- Yo Pluma Blanca de cara pintada, o ¿padre de Pocahontas?.

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-NO LO SE…. L.- Yo lobo feroz para servirte, o ¿Cómo niños? Los niños han de contestar CALCETINES I.- Si tu no ser, del linaje de los cara pintada ¿qué buscar aquí? L.- Yo busco a Caperucita Roja, que según la historia me la tengo que comer, pero ella ha ido huyendo de mi desde que tenía siete años. Las ultimas señas que me han dado me han traído hasta aquí; pero me ha costado mucho y trabajo encontrarla porque viene en enigma. ¿sabéis lo que es un enigma?, el que no lo sepa que se lo pregunte a su maestra que ella lo sabe todo. I.- ¿Y tu creer que Caperucita estar aquí con indios cara pintada? L.- Pues si, eso creo. He dado la vuelta al mundo con Wuilli Fok y nada. Pero escucha, escucha el acertijo: Una cadena de montañas rocosas encontrarás, y bajarás por la nieve como en un tobogán; con un gran árbol toparás en el que dejarás tu señal, luego irás haciendo zig- zaj por la arboleda y allí encontrarás¿…..? I.- Traer aquí. L.- ¿Qué haces? Me lo has roto, ¿por qué? Reflexionemos niños, vamos a pensar; si me ha quitado el papel y lo ha roto es porque sabe donde está y no quiere decírmelo ¿verdad chicos? I.- Jao, yo marchar lobo calcetines, yo no saber nada. L.- Espera, espera un poco. I.- No, esperar tu, yo volver. L.- ¿Qué vamos a hacer ahora? Bien, hagamos esto, yo me voy a marchar por este caminito y si le veis me avisáis enseguida ¿De acuerdo?.

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El indio se asoma de puntillas para no hacer ruido y que nadie le descubra. Pero el lobo, avisado por los niños acude rápidamente y se monta una buena bronca. L.- Ah malvado, ya te cogí, toma, toma, toma, ¿tenéis vosotros a Caperucita? I.- Noooo L.- Toma ¿tenéis vosotros a Caperucita? I.- Toma embustero. I.- Noo, no pegar más. Yo…yo decir…decir…donde estar Caperucita Roja. L.- Donde, habla, vamos. I.- Si, si, está …en nuestro…campamento… L.- Pero ¿dónde? I.- Tienda roja…con caperuza en lo alto. Pero tu llamar fonoporta entrada campamento o no dejar pasar. Ahora yo tener que huir de mi campamento. L.- Tu, ¿por qué? I.- Por entregar a Caperucita Roja para comer tu.. L.- No, no, ya no quiero comerla, quiero conocerla, decían que era muy guapa y … I.- Vaya si lo es…Pero no preocupar por eso, yo tener fotografía de cuando ser niña. Ahora ser una abuelita muy linda y simpática y querer mucho a todos. L.- Entonces vamos a ver esas fotos. Niños ya nunca más se dirá que el lobo se comió a caperucita, la historia contará que el lobo calcetines conoció a Caperucita Roja cuando era una abuelíta y que todas las tardes se pasaba a merendar con ella porque preparaba unas galletas que quitaban el sentido. ¿Dónde estoy?, ¿Os venís conmigo a dar la vuelta al mundo? Mª Dolores Madrid

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PARA EL PERIÓDICO EL CARMOLÍ Queridos convecinos: Otro verano más con el boletín informativo de El Carmolí. Otro verano más no quiere decir que sea igual que los otros veranos. Tenemos la suerte de ser personas y no máquinas, así los días no se repiten, ni la primavera, ni el otoño ni el verano que es lo que nos une en este maravilloso paraje que es El Carmolí. Este año ha de ser distinto ¿por qué? Porque los tiempos cambian y todo debe de adaptarse a los tiempos. Aquí podréis encontrar una guía de verano: Ocio, cultura, actualidad, cocina, entretenimientos, chistes, teléfonos de primera necesidad, y muchas cosas más. Muchos son los que se han marchado de nuestro lado y han cambiado de domicilio; la vida sigue y no se detiene, siempre los llevaremos en el recuerdo y esa también es una forma de acompañarnos. Este verano, año cuarto del siglo XXI, marcará un hito en la historia y para eso estamos todos, porque con nuestra colaboración y participación cercana podremos hacerlo TODO. Vamos a disfrutar del verano en nuestra Urbanización y a vivir las fiestas con mucha ilusión. Feliz verano La editorial Mª Dolores Madrid

Page 5: LIBRO TERCERO

MARTA Y LA BODA EN LA PLAYA

un día calmoso, caluroso, donde los hechos acaecían

a cámara lenta, sin prisas; lo único que no se detenía era el

reloj aunque andaba con mucha lentitud. Andaba con tanta

lentitud que tuvo tiempo de sacarle brillo a la plata antes

de marcharse a la boda.

Allí se dieron cita todas sus amigas con sus

maridos; Marta era la única que no tenía pareja;

pero, quien no estaba presente eran los familiares

del novio ni de la novia Marta había sido testigo del

nacimiento de las calles de su barrio que la vieron crecer.

Una a una había tenido que sortear piedra por piedra para

guardar el equilibrio y no dar de bruces en el suelo. Vio

elevarse la sombra de los árboles de la plaza hasta llegar a

ser un lugar confortable en pleno estío. Vio, como los

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viejos secaban, debajo de esos árboles, el sudor de su

frente tras el trasiego.

El colegio donde ella había ido era pequeño, por lo

que tenía algo de magia que lo hacía distinto y entrañable.

Marta hacía que todos los sitios que ella frecuentaba

fueran distintos y entrañables; además siempre la tenían

presente cuando la necesitaban para alguna actividad;

solían avisarla para que les echara una mano. Mano si que

tenía la chica, pues siempre llevaba a todos los pequeños

detrás de ella. Les contaba cuentos, jugaba al escondite

con ellos, a las adivinanzas, y todo esto mientras sus

madres estaban organizando la fiesta del colegio.

Cuando salió de la escuela, los profesores no dudaron

en acreditar el trabajo de Marta así que le buscaron un

buen empleo; se colocó en una zapatería.

Su trabajo consistía en atender al publico ofreciendo

la mercancía. Algo muy normal en una tienda; lo que no

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era tan asiduo era que, persona que entraba a la tienda,

persona que se marchaba con un par de zapatos. La verdad

es que le gustaba su trabajo, y estaba agradecida a los que

habían hablado por ella. Por eso su trabajo había de ser

perfecto.

- ¿Qué desea Sr? - Preguntaba con esa dulzura que la

caracterizaba.

-.¿Qué número gasta?

- ¿Clásicos o deportivos?

Esta conversación, no es que fuera muy

imaginativa…, ella lo sabía, pero era lo que los clientes

esperaban oír y ella se lo regalaba con toda su sencillez.

Tenía una segunda parte, y era la ”fantástica” - decía

ella - que sacar y sacar cajas de zapatos, presentarlos al

cliente con una suave caricia, formaba parte de ella

misma.

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Con los niños tenía un tacto especial. Siempre

guardaba unos caramelos bajo el mostrador; se lo ofrecía

al clásico niño revoltoso que no iba a dejar títere con

cabeza y también al niño lleno de bonanza que con su cara

sonriente hacía las delicias de su madre y también de los

dependientes.

Tenía un buen sentido del humor, por lo que, a veces

se encontraba en situaciones un tanto comprometidas.

Todas esas virtudes, eran enriquecidas por su

candidez, que rozaba la ingenuidad, dejándose llevar por

todo y por todos.

No había cumplido aún los veinticinco años cuando

murió su madre, con la que vivía. Quedó sola en el piso

que le dejaron sus padres, pues era única hija. Había

tenido una infancia plena de cariño que le prodigaron los

suyos. Su vida, a cualquier persona podría parecerle

monótona, pero no, ella la colmaba con su trato jovial,

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amable, educado y profesional. Los dueños estaban

satisfechos con el trabajo que desempeñaba, así que la

mimaban como si de su propia hija se tratara.

Marta, conoció un día, camino de su casa, a un joven

apuesto que le cantó requiebros al oído. Eran tan dulces y

armoniosos que, ante esta situación ninguna mujer se

podía resistir, y Marta, tampoco lo hizo.

Nicolás, nombre que le dio el joven, la acompañaba

todos los días a su trabajo y también la esperaba a la salida

del mismo.

Salían al cine; se veían en la cafetería y hasta iban de

excursión al monte más cercano y a la playa.

Marta, el primer mes, pensó que Nicolás estaba de

vacaciones y no le dio importancia; tampoco el segundo.

Pero cuando habían cambiado impresiones mutuamente y

le pareció oportuno, le preguntó que donde tenían la suerte

de tenerlo como empleado; se puso tenso y masculló unas

Page 10: LIBRO TERCERO

cuantas palabras que Marta no entendió; pero lo que sí

entendió Marta era que no debía de insistir en ello.

Nicolás desapareció como si se lo hubiera tragado la

tierra. Se esfumó como el humo.

Le llamó por teléfono en varias ocasiones pensando

que estaría enfermo; no pudo localizarle. Entonces,

durante una semana, hizo todos los días las mismas rutas;

recorrió las mismas calles y visitó las mismas cafeterías

que habitualmente tenían por costumbre. ¡Nada!, ninguna

señal de él.

Marta se quedó un tanto decepcionada, pero,

dispuesta a recuperar su alegría y no verse envargada por

la tristeza preparó más actividad para sacar de su vida a

Nicolás y olvidarse de él, algo que no consiguió del todo.

Muchas de sus amigas estaban felizmente casadas y

eran madres de uno o dos niños.

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Transcurrieron los años y seguía haciéndole frente a

una vida que, sin duda, alguien había diseñado para ella,

pero que no estaba dispuesta a cambiarla. Tenía un puesto

de trabajo con el que estaba contenta; ganaba un dinero

para vivir y podía mantener su casa. No exigía más. Si

quería salir, se unía al grupo de ”amigas” que había

conocido en las Ferias del Calzado, y que asiduamente

organizaban un salida para los fines de semana.

Un día cuando llegó a casa, el teléfono sonaba

incansablemente. Era su amiga Isabel, que, con mucha

prisa le comunicaba que dentro de un mes se casaba su

perla a las 13 h. en....pi...pi...pi....el teléfono interrumpió

la comunicación

Isabel era una amiga a la que no veía desde hacía

algún tiempo; desde que Nicolás dejó de recogerla en el

trabajo. Antes, de camino para la zapatería, pasaba por su

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casa y se tomaban un café y se contaban cosas

confidenciales.

Marta no entendió bien a Isabel, puesto que hablaba

atropelladamente,

-. Pero, ¿por qué habrá colgado?.-. Si....a mi me

faltan datos y detalles de esa información.

Isabel era una mujer que trabajaba el oro bordando

refajos regionales de su ciudad; una investigadora de los

dibujos antiguos y autoctonos que llevaban estos trajes. Se

empeñó en fomentar la utilización del traje regional y lo

consiguió.

Casada, con un hijo mayor y otro pequeño, su

marido y una perra que la llevaba de cabeza; Isabel era la

programadora de los alborotos en toda su extensión. Se

casó muy jovencita y por eso tenía un hijo tan mayor.

Marta ya había cumplido los treinta y ella le superaba en

siete.

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A pesar de todo, no sabía por qué le había invitado a

la boda de su hijo por teléfono, con lo detallista que era.

Como pudo, se enteró que la ceremonia se celebraría

a la orilla de la playa, pero a Marta le intrigaba todo el

secretismo que había envuelto a esta boda. Con lo cual

decidió seguirle el juego y no hacer preguntas que podían

llegar a ser malinterpretadas o, incluso tacharla de

marujona.

Llegó la fecha esperada. Amaneció. El tiempo

parecía sin correr. La playa, situada en el mar menor,

estaba tranquila; una ligera brisa descargaba una suave

espuma sobre la dorada arena.

La transparencia de las aguas dejaba ver las

caracolas menudas; unas almejas asomaban el gajo y

jugaban haciendo burbujas. Su pudor les hacía cerrarse si

notaban que algún intruso penetraba en el agua.

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Un caballito de mar saltaba salvajemente sobre la

superficie, exhibiendo su torso sonrosado y musculoso

ante los atónitos ojos de las hembras de su especie.

Se oyeron murmullos y ladridos. Al volverse

pudieron apreciar a una perra Terrier color canela(Perla)

vestida de novia. Un tutú blanco rodeaba su cuerpo. El

velo de tul colgaba desde lo alto de su cabeza entre sus

esbeltas orejas, volando al aire a la vez que corría y

arrastraba mediante la correa de su collar a Isabel, que

hacía de madrina.

A la izquierda iba el novio, un pastor alemán negro

azabache (Pocco), que lucía traje gris marengo, camisa

blanca con pajarita negra, y una chistera, también negra,

que se negaba a quedarse quieta en la cabeza del animal.

Con la lengua fuera llevaba a su dueño que, a la vez hacía

de padrino.

Marta no lo podía creer, ¡era Nicolás el padrino!

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De pronto, en las inmediaciones de la playa, se oyó

el eco de unas risas alegres y divertidas que salieron de

boca de cada uno de los invitados. Isabel, con el rictus de

oreja a oreja saludó a sus amigos y les hizo señas para que

se acercaran, pues iba a dar comienzo la ceremonia.

Isabel entregó a Marta un devocionario perruno, en

el cual solo había que leer lo que había escrito. Marta no

cabía en su asombro, pero, siguiendo las instrucciones,

comenzó la parodia de esta boda.

Estuvo muy simpática la ceremonia; aunque Marta

estaba confundida, porque no entendía qué pintaba Nicolás

en toda esta parafernalia. Isabel tuvo que convencerla para

que disfrutase del momento, puesto que otra boda como

esta no se iba a repetir en mucho tiempo

Marta, muy discretamente, le preguntó de qué

conocía a ese chico. A lo que Isabel explicó que lo había

conocido su hijo y que quería cruzar su perro con una

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perra, a lo que el hijo ofreció a la suya. Pero Isabel puso la

condición de que en su casa ni los perros se apareaban sin

pasar por la ceremonia nupcial. Nicolás accedió y allí

estaban todos dispuestos a pasar el día más increíble.

Nicolás no paraba de mirar a Marta, hasta que por

fin se decidió. "¿No te acuerdas de mi?". Soy Nicolás, nos

conocimos en ...-Sssss,- le dijo Marta, no hace falta que te

excuses.

Nicolás le explicó que no pretendía excusarse, sino

darle las gracias porque, si no llega a ser por ella, no se

habría dado cuenta que no tenía un futuro; así que se clavó

los codos en la mesa, marchó a la Universidad porque

tenía que estudiar algo que le gustara y fuera digno de

volver a ella. Lo que no podía pensar era que habiéndose

instalado ayer, se hubieran visto antes de lo que tenía

planificado.

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Isabel imaginó que ese muchacho sería el mismo por

quien suspiraba tanto Marta, aún sin darse cuenta; por lo

que invitó también a Nicolás a comer con ellos.

Nicolás le dijo a Marta -.Ahora ya puedes

preguntarme en qué trabajo.

- Venga pues, reanudemos aquella conversación -

contestó Marta.

Había estudiado veterinaria, y como consecuencia

había abierto una clínica, incorporando criadero de perros

y una alternativa para las familias que tienen que viajar y

no pueden llevarse a sus mascotas: Una hospedería canina.

Marta debía estar soñando porque no oía nada de lo

que le decía hasta que dijo:- "solo estaba deseando de

acabar con lo que me había propuesto para venir a

buscarte".

Eso lo oyó a la perfección y siguió prestándole

atención a su entretenida exposición. La chica le dijo que

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había cambiado mucho, ya no era la jovencita que había

conocido y que quizás ya no le interesaba como antes.

Además, podía estar casada.

- Pero no lo estás ¿verdad?.

Nicolás le contó que estaba buscando una persona

para su clínica, para que le ayudase en las gestiones. Con

mucho tacto le preguntó si le gustaría cambiar de trabajo.

Marta estaba dispuesta a intentarlo de nuevo, sin prisas,

para comprobar si de verdad estaban ambos interesados el

uno en el otro. Así que hablaron de las condiciones del

contrato y quedó en pensarlo.

Aquel día se hizo memorable; la boda, el

encuentro.... Cuando pasó el tiempo, recordaba aquélla

boda como una anécdota muy simpática, que cambió su

vida y la de Nicolás.

Pasados unos meses, Marta abandonaba su lugar de

trabajo a otra chica tan joven como ella cuando empezó.

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Estuvo enseñándole el sistema que utilizaba, la forma de

facturar las cuentas, los balances y demás datos

administrativos hasta que cogió la soltura suficiente para

dejar la zapatería en buenas manos.

Marta dejaba la zapatería para casarse con Nicolás y

ayudarle en el negocio, ya que necesitaba una persona de

confianza que le llevase las cuentas. Los perros no la

entusiasmaban pero Nicolás sí.

La boda se celebró en la playa, siendo los pajes Perla

y Pocco, seguidos de una docena de cachorrillos canela y

negro.

Mª Dolores Madrid

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¡ Qué ironía!

Lo que voy a relatar ocurrió a lo largo de toda una

vida; en una ciudad que podría ser la tuya, cuando los

tiempos eran difíciles, pasando por otros no más fáciles

pero sí con otras posibilidades.

Se desarrolla en una sociedad donde todo el mundo es

consciente de que tiene que arrimar el hombro para

sobrevivir. La mujer iba ocupando cada vez más puestos

de trabajo,…pero este no era el caso de la mujer de Quico.

Quico se casó muy joven, hizo la mili en su ciudad

natal y pronto fue padre. Pero Quico no era un padre

normal porque tuvo los hijos a pares, o sea, su mujer tuvo

mellizos. La crianza de estos hijos supuso mucho

sacrificio y esfuerzo para sus padres, que a pesar de todo

el cariño que profesaban a los pequeños, a uno le falló su

corazón y no sobrevivió.

La niña le dio muchos quebraderos de cabeza, pues de

pequeña cogía todas las plepas que flotaban en el

ambiente. Esto, y como dar a los suyos todo lo que

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necesitaban privó del sueño a Quico hasta que encontró

otro trabajo extra como complemento.

A los dos años nació un hermoso niño. La preocupación

de Quico aumentó hasta que por fin la Providencia le

regaló con un trabajo estable y bien remunerado. La

situación había mejorado un poco y le dio pie para darse

el capricho a soñar. Soñaron y soñaron, pero pronto

cayeron en la cuenta de que lo más prioritario era

comprar una casa. Entonces, se unió Quico a un grupo

de compañeros que iban a construir una vivienda. Con la

euforia que tenía, no profundizó muy bien en los pagos

que tenía que hacer durante el tiempo de la obra, sin

olvidar los que tenía que afrontar durante quince años.

Esto también quitó el sueño a Quico, que se pasaba el

tiempo libre haciendo cuentas. Así fue como haciendo

números comprobó que, si entraba a turno podría sacar

Page 22: LIBRO TERCERO

un plus que le aliviaría de los muchos gastos que tenía

que soportar.

Solicitó el puesto y como había una vacante se la

concedieron. Ahora también le costaba el sueño, pues al

entrar en el turno de noche durante una semana seguida

tenía que dormir por la mañana. ¡No era agradable

dormir por la mañana! Es más, no se podía dormir bien.

Cuando no era el cartero, era el butano, o para tomar

nota de la luz o del agua. Su mujer era una de las

muchas sufridoras silenciosas, que saben que su marido

no puede descansar, que ha de tener el teléfono mudo

además de a sus hijos; pero algún día dejará el turno –

decía ella

Estrenada la casa nueva, todo iba sobre ruedas. Un

vergel,- decía – con los pinos asomándose a las

ventanas, adornando las paredes con esas sombras

grotescas y caprichosas que ofrecen los árboles en

Page 23: LIBRO TERCERO

movimiento. Un sitio tranquilo, sin tráfico, donde los

niños podían jugar en la calle y hasta hacer las hogueras

de San Juan sin provocar ningún peligro.

La calle se fue llenando de más viviendas, de coches,

y poco a poco de tráfico. Los bajos de los edificios

aún estaban vacíos. ¡Había mucha tranquilidad!.

Posteriormente se estableció en un bajo un almacén,

en otro un bar, en otro una panadería, una mercería.

Cerró la mercería y colocaron una sala de recreativos; lo

que era un almacén pasó a ser otro bar; donde había un

bajo cerrado, otro bar; una cochera y la panadería fueron

también locales de copas.

La calle se llenó de coches que se acercaban a

comprar; camiones que llegaban a descargar y a los

vecinos les quedaba poco sitio para aparcar. A pesar de

todo Quico encontraba su calle tranquila y empezaba a

dormir.

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Se había adaptado al turno, a los coches y había

podido aislarse del cartero, del butanero, y de la vecina

que llegaba pidiendo un poco de sal o un poco de aceite.

Los pinos que tapaban el sol del verano en la fachada de

su casa le ayudaban a relajarse.

Todo empezaba a ir sobre ruedas. Se compró un

coche, primer signo de que las cosas iban bien; con él

llevaba a la familia a la playa y al campo donde vivía su

madre.

De pronto y como un torbellino, comenzaron a

instalarse bares incontroladamente; de tal manera, que la

juventud se pasaba las horas durante todo el día y ya no

podía dormir cuando le tocaba el turno de noche. ¡Esto son

modas que pronto pasan!- decían sus amigos.

Pasaron unos años y lo que parecía que iba a

desaparecer se convirtió en un peligro para la juventud y

para los vecinos que ya no podían aparcar sus coches en la

zona porque los utilizaban como mesa de copas.

Cambiaron las costumbres; ya dejaron de reunirse

durante el día y comenzaron a hacerlo por las noches. Esto

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llevó a otro cambio en el ritmo ya alterado de Quico, con

la consiguiente falta de descanso en su cuerpo, un tanto

cansado.

Lo que antes eran simples alborotos en la calle, acabó

en música estridente dentro de los locales acompañado por

arrastrónes de sillas, gritos y cantos de cumpleaños hasta

las tres o las cuatro de la madrugada. Las malas lenguas

decían que en los bares se servían algo más que bebidas.

De aquella manera, Quico no podía dormir y decidió

pregonar a los cuatro vientos lo que estaba pasando en esta

calle.

Así conoció a un grupo de personas que estaban en la

misma situación que él, y se unió a ellas para hacer más

fuerza y que le escucharan. Algunos de ellos tuvieron que

cambiar de domicilio, pero él no aceptaba eso como

solución. ¡Tenía que haber otra vía!

Quico solo pretendía vivir tranquilo, sin que le

molestaran en su propia casa; de la misma forma que él no

molestaba a nadie.

Le escucharon en muchos sitios, pero en ninguno le

oyeron. Después de quince años, Quico sacó la conclusión

de que la administración está formada por gente sorda.

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Quico se retiró del trabajo, aún siguió soportando

durante muchos años la música hasta que se aburrió y se

marchó a vivir al campo.

Pronto comenzaron a instalarse en el campo

discotecas y pub, dándose la circunstancia que una se

construyó en uno de los terrenos que Quico vendió cerca

de su casa.

Mª Dolores Madrid