libro no 337 k marx, manuscritos y otros colección emancipación obrera septiembre 1 de 2012

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular! 1 Colección Emancipación Obrera IBAGUÉ-TOLIMA 2012 GMM

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Marx, Manuscritos y otros. Biblioteca Emancipación Obrera. Guillermo Molina Miranda.

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Page 1: Libro no 337 k marx, manuscritos y otros colección emancipación obrera septiembre 1 de 2012

¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

1

Colección Emancipación Obrera IBAGUÉ-TOLIMA 2012

GMM

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

2 © Libro No. 337. K. Marx, Manuscritos y otros. Colección Emancipación Obrera. Septiembre 1 de 2012.

Título original: © K. Marx, Manuscritos y otros. Colección Emancipación Obrera

Versión Original: © K. Marx, Manuscritos y otros. Colección Emancipación Obrera

Circulación conocimiento libre, Diseño y edición digital de Versión original de textos:

http://www.marxismoeducar.cl/egonzalezp.htm Licencia Creative Commons: Autoría-atribución: Respetar la autoría del texto y el nombre de los autores

No comercial: No se puede utilizar este trabajo con fines comerciales No derivados: No se puede alterar, modificar o reconstruir este texto.

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

3

Karl Marx

Manuscritos

Y

Otros

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

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Indice

MANUSCRITOS

Nota sobre los Manuscritos

Primer Manuscrito

Salario

Beneficio del capital

Renta de la tierra

[El trabajo enajenado]

Segundo Manuscrito

[Antitesis del capital y el trabajo. Propiedad privada y capital.]

Tercer Manuscrito

[Propiedad privada y trabajo. Economía política como producto del movimiento de la

propiedad privada.]

[Propiedad privada y comunismo]

[Requisitos humanos y división del trabajo bajo el dominio de la propiedad privada]

[El poder del dinero]

[Crítica de la dialéctica hegeliana y de la filosofía de Hegel en general]

MANIFIESTO INAUGURAL DE LA ASOCIACION INTERNACIONAL DE

LOS TRABAJADORES

BOLÍVAR Y PONTE

A ABRAHAM LINCOLN, PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS DE

AMERICA

MENSAJE A LA UNION OBRERA NACIONAL DE LOS ESTADOS UNIDOS

ESTATUTOS GENERALES DE LA ASOCIACION INTERNACIONAL DE LOS

TRABAJADORES

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5 LA NACIONALIZACION DE LA TIERRA

Nota sobre los Manuscritos

El Manuscrito n.º 1 consta de nueve folios (l8 hojas, 36 páginas) que fueron unidos por

Marx formando un cuaderno. Las páginas fueron divididas, antes de escribir en ellas, en

tres columnas, por medio de dos rayas verticales. Cada una de las columnas lleva, de

izquierda a derecha, el siguiente título: Salario, Beneficio del Capital, Renta de la tierra.

Aparentemente Marx pensaba desarrollar paralelamente estos tres temas con igual

extensión. A partir de la página XXII Marx escribió sobre la totalidad de las páginas, sin

respetar la división en columnas; esta parte es la que, de acuerdo con el contenido, se ha

titulado: El trabajo enajenado. El Manuscrito se interrumpe en la página XXVII.

El Manuscrito Nº 2 consta de un folio (2 hojas, 4 páginas, numeradas del XL al XLIII).

Comienza a la mitad de una frase y constituye manifiestamente sólo el fragmento final

de un escrito más amplio.

El Manuscrito tercero está contenido en un cuaderno formado por 17 folios (34 hojas,

68 páginas las últimas 23 no escritas). La numeración de Marx salta de la pág. XXI a la

XXIII y de la XXIV a la XXVI.

Comienza el Manuscrito con dos apéndices a un texto perdido que han sido titulados,

respectivamente, por V. Adoratsky Propiedad privada y trabajo, Propiedad privada y

comunismo. Sigue la crítica de la Filosofía hegeliana y el Prólogo, que aquí se ha

colocado al comienzo.

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

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Karl Marx

Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844

[Primer Manuscrito]

Salario

(I) El salario está determinado por la lucha abierta entre capitalista y obrero.

Necesariamente triunfa el capitalista. El capitalista puede vivir más tiempo sin el obrero

que éste sin el capitalista. La unión entre los capitalistas es habitual y eficaz; la de los

obreros está prohibida y tiene funestas consecuencias para ellos. Además el terrateniente

y el capitalista pueden agregar a sus rentas beneficios industriales, el obrero no puede

agregar a su ingreso industrial ni rentas de las tierras ni intereses del capital. Por eso es

tan grande la competencia entre los obreros. Luego sólo para el obrero es la separación

entre capital, tierra y trabajo una separación necesaria y nociva. El capital y la tierra no

necesitan permanecer en esa abstracción, pero sí el trabajo del obrero.

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

7 Para el obrero es, pues, mortal la separación de capital, renta de la tierra y trabajo.

El nivel mínimo de salario, y el único necesario, es lo requerido para mantener al obrero

durante el trabajo. y para que él pueda alimentar una familia y no se extinga la raza de

los obreros. El salario habitual es, según Smith, el mínimo compatible con la simple humanité, es decir, con una existencia animal.

La demanda de hombres regula necesariamente la producción de hombres, como

ocurre con cualquier otra mercancía. Si la oferta es mucho mayor que la demanda, una

parte de los obreros se hunde en la mendicidad o muere por inanición. La existencia del

obrero está reducida, pues, a la condición de existencia de cualquier otra mercancía. El

obrero se ha convertido en una mercancía y para él es una suerte poder llegar hasta el

comprador. La demanda de la que depende la vida del obrero, depende a su vez del

humor de los ricos y capitalistas. Si la oferta supera a la demanda entonces una de las

partes constitutivas del precio, beneficio, renta de la tierra o salario, es pagada por

debajo del precio; una parte de estas prestaciones se sustrae, pues, a este empleo y el

precio del mercado gravita hacia el precio natural como su centro. Pero, 1.) cuando

existe una gran división del trabajo le es sumamente difícil al obrero dar al suyo otra

dirección; 2) el perjuicio le afecta a él en primer lugar a causa de su relación de

subordinación respecto del capitalista.

Con la gravitación del precio de mercado hacia el precio natural es así el obrero el que

más pierde y el que necesariamente pierde. Y justamente la capacidad del capitalista

para dar a su capital otra dilección es la que, o priva del pan al obrero, limitado a una

rama determinada de trabajo, o le obliga a someterse a todas las exigencias de ese

capitalista.

(II) Las ocasionales y súbitas fluctuaciones del precio de mercado afectan menos a la

renta de la tierra que a aquellas partes del precio que se resuelven en beneficios y

salarios, pero afectan también memos al beneficio que al salario. Por cada salario que

sube hay, por lo general, uno que se mantiene estacionario y uno que baja.

El obrero no tiene necesariamente que ganar con la ganancia del capitalista, pero

necesariamente pierde con él. Así el obrero no gana cuando el capitalista mantiene el

precio del mercado por encima del natural por obra de secretos industriales o

comerciales, del monopolio o del favorable emplazamiento de su terreno.

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8 Además: los precios del trabajo son mucho más constantes que los precios de los víveres.

Frecuentemente se encuentran en proporción inversa. En un año de carestía el salario

disminuye a causa de la disminución de la demanda y se eleva a causa del alza de los

víveres. Queda, pues, equilibrado. En todo caso, una parte de los obreros queda sin pan.

En años de abundancia, el salario se eleva merced al aumento de la demanda, disminuye

merced a los precios de los víveres. Queda, pues, equilibrado.

Otra desventaja del obrero:

Los precios del trabajo de los distintos tipos de obreros difieren mucho más que las

ganancias en las distintas ramas en las que el capital se coloca. En el trabajo toda la

diversidad natural, espiritual y social de la actividad individual se manifiesta y es

inversamente retribuida, en tanto que el capital muerto va siempre al mismo paso y es

indiferente a la real actividad individual. En general hay que observar que allí en donde

tanto el obrero como el capitalista sufren, el obrero sufren en su existencia y el

capitalismo en la ganancia de su inerte Mammón.

El obrero ha de luchar no sólo por su subsistencia física, sino también por lograr trabajo,

es decir, por la posibilidad, por lo medios, de poder realizar su actividad. Tomemos las

tres situaciones básicas en que puede encontrarse la sociedad y observemos la situación

del obrero en ellas.

l) Si la riqueza de la sociedad está en descenso, el obrero sufre más que nadie, pues

aunque la clase obrera no puede ganar tanto como la de los propietarios en una situación

social próspera, aucune ne souffre aussi cruellement de son déclin que la classe des ouvriers. (Ninguna sufre tanto con su decadencia como la clase obrera, Smith, II, 162).

III), 2) Tomemos ahora una sociedad en la que la riqueza aumenta. Esta situación es la

única propicia para el obrero. Aquí aparece la competencia entre capitalistas la demanda

de obreros excede a la oferta, pero:

En primer lugar, el alza de los salarios conduce a un exceso de trabajo de los obreros.

Cuanto más quieren ganar, tanto más de su tiempo deben sacrificar y, enajenándose de

toda libertad, han de realizar, en aras de la codicia, un trabajo de esclavos. Con ello

acortan su vida. Este acortamiento en la duración de su vida es una circunstancia

favorable para la clase obrera en su conjunto, porque con él se hace necesaria una nueva

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9 oferta. Esta clase ha de sacrificar continuamente a una parte de si misma para no perecer

por completo.

Además, ¿cuándo se encuentra una sociedad en vías de enriquecimiento progresivo?

Con el aumento de los capitales y las rentas de un país. Esto, sin embargo, sólo es

posible: a) porque se ha acumulado mucho trabajo, pues el capital es trabajo acumulado;

es decir, porque se ha ido arrebatando al obrero una cantidad creciente de su producto,

porque su propio trabajo se le enfrenta en medida creciente como propiedad ajena, y los

medios de su existencia y de su actividad se concentran cada vez más en mano del

capitalista; b) la acumulación del capital aumenta la división del trabajo y la división del

trabajo el número de obreros; y viceversa, el número de obreros aumenta la división del

trabajo, así como la división del trabajo aumenta la acumulación de capitales. Con esta

división del trabajo, de una parte, y con la acumulación de capitales, de la otra, el obrero

se hace cada vez más dependiente exclusivamente del trabajo, y de un trabajo muy

determinado, unilateral y maquinal. Y así, del mismo modo que se ve rebajado en lo

espiritual y en lo corporal a la condición de máquina, y de hombre queda reducido a una

actividad abstracta y un vientre. Se va haciendo cada vez más dependiente de todas las

fluctuaciones del precio de mercado, del empleo de los capitales y del humor de los

ricos. Igualmente, el crecimiento de la clase de hombres que no tienen (IV) más que su

trabajo agudiza la competencia entre los obreros, por tanto, rebaja su precio. En el

sistema fabril esta situación de los obreros alcanza su punto culminante.

c) En una sociedad cuya prosperidad crece, sólo los más ricos pueden aún vivir del

interés del dinero. Todos los demás están obligados, o bien a emprender un negocio con

su capital, o bien a lanzarlo al comercio. Con esto se hace también mayor la

competencia entre los capitales. La concentración de capitales se hace mayor, los

capitalistas grandes arruinan a los pequeños y una fracción de los antiguos capitalistas

se hunde en la clase de los obreros, que por obra de esta aportación padece de nuevo la

depresión del salario y cae en una dependencia aún mayor de los pocos grandes

capitalistas; al disminuir el número de capitalistas, desaparece casi su competencia

respecto de los obreros, y como el número de éstos se ha multiplicado, la competencia

entre ellos se hace tanto mayor, más antinatural y más violenta. Una parte de la clase

obrera cae con ello en la mendicidad o la inanición tan necesariamente como una parte

de los capitalistas medios cae en la clase obrera.

Así, pues, incluso en la situación social más favorable para el obrero la consecuencia

necesaria para éste es exceso de trabajo y muerte prematura, degradación a la condición

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10 de máquina, de esclavo del capital que se acumula peligrosamente frente a él, renovada

competencia, muerte por inanición o mendicidad de una parte de los obreros.

(V) El alza de salarios despierta en el obrero el ansia de enriquecimiento propia del

capitalista que él, sin embargo, sólo mediante el sacrificio de su cuerpo y de su espíritu

puede saciar. El alza de salarios presupone la acumulación de capital y la acarrea;

enfrenta, pues, el producto del trabajo y el obrero, haciéndolos cada vez más extraños el

uno al otro. Del mismo modo, la división del trabajo hace al obrero cada vez más

unilateral y más dependiente, pues acarrea consigo la competencia no sólo de los

hombres, sino también de las máquinas. Como el obrero ha sido degradado a la

condición de máquina, la máquina puede oponérsele como competidor. Finalmente,

como la acumulación de capitales aumenta la cantidad de industria, es decir, de obreros,

mediante esta acumulación la misma cantidad de industria trae consigo una mayor

cantidad de obra hecha que se convierte en superproducción y termina, o bien por dejar

sin trabajo a una gran parte de los trabajadores, o bien por reducir su salario al más

lamentable mínimo. Estas son las consecuencias de una situación social que es la más

favorable para el obrero, la de la riqueza creciente y progresiva.

Por último, sin embargo, esta situación ascendente ha de alcanzar alguna vez su punto

culminante. ¿Cuál es entonces la situación del obrero?

3) «Los salarios y los beneficios del capital serán probablemente muy bajos en un país

que haya alcanzado el último grado posible de su riqueza. La competencia entre los

obreros para conseguir ocupación seria tan grande que los salarios quedarían reducidos

a lo necesario para el mantenimiento del mismo número de obreros y si el país estuviese

ya suficientemente poblado este número no podrá aumentarse». El exceso debería

morir.

Luego, en una situación declinante de la sociedad, miseria progresiva; en una situación

floreciente, miseria complicada, y en una situación en plenitud, miseria estacionaria.

Y como quiera que, según Smith, no es feliz una sociedad en donde la mayoría sufre,

que el más próspero estado de la sociedad conduce a este sufrimiento de la mayoría, y

como la Economía Política (en general la Sociedad del interés privado) conduce a este

estado de suma prosperidad, la finalidad de la Economía Política es, evidentemente,

la infelicidad de la sociedad.

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11 En lo que respecta a la relación entre obreros y capitalistas, hay que observar todavía que el

alza de salarios está más que compensada para el capitalista por la disminución en la

cantidad del tiempo de trabajo, y que el alza de salarios y el alza en el interés del capital

obran sobre el precio de la mercancía como el interés simple y el interés compuesto,

respectivamente.

Coloquémonos ahora totalmente en el punto de vista del, economista, y comparemos, de

acuerdo con él, las pretensiones teóricas y prácticas de los obreros.

Nos dice que, originariamente y de acuerdo con su concepto mismo todo el producto del

trabajo pertenece al obrero. Pero al mismo tiempo nos dice que en realidad revierte al

obrero la parte más pequeña e imprescindible del producto; sólo aquella que es

necesaria para que é1 exista no como hombre, sino como obrero, para que perpetúe no

la humanidad, sino la clase esclava de los obreros.

El economista nos dice que todo se compra con trabajo y que el capital no es otra osa

que trabajo acumulado, pero al mismo tiempo nos dice que el obrero, muy lejos de

poder comprarlo todo, tiene que venderse a sí mismo y a su humanidad.

En tanto que las rentas del perezoso terrateniente ascienden por lo general a la tercera

parte del producto de la tierra, y el beneficio del atareado capitalista llega incluso al

doble del interés del dinero, lo que el obrero gana es, en el mejor de los casos, lo

necesario para que, de cuatro hijos, dos se le mueran de desnutrición (VII). En tanto

que, según el economista, el trabajo es lo único con lo que el hombre aumenta el valor

de los productos naturales, su propiedad activa, según la misma Economía Política, el

terrateniente y el capitalista, que como terrateniente y capitalista son simplemente

dioses privilegiados y ociosos, están en todas partes por encima del obrero y le dictan

leyes.

En tanto que, según el economista el trabajo es el único precio invariable de las cosas,

no hay nada más azaroso que el precio del trabajo, nada está sometido a mayores

fluctuaciones.

En tanto que la división del trabajo eleva la fuerza productiva del trabajo, la riqueza y el

refinamiento de la sociedad, empobrece al obrero hasta reducirlo a máquina. En tanto

que el trabajo suscita la acumulación de capitales y con ello el creciente bienestar de la

sociedad, hace al obrero cada vez más dependiente del capitalista, le lleva a una mayor

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12 competencia, lo empuja al ritmo desenfrenado de la superproducción, a la que sigue un

marasmo igualmente profundo.

En tanto que, según los economistas, el interés del obrero no se opone nunca al interés

de la sociedad, el interés de la sociedad está siempre y necesariamente en oposición al

interés del obrero.

Según los economistas, el interés del obrero no está nunca en oposición al de la

sociedad, 1) porque el alza del salario está más que compensada por la disminución en

la cantidad del tiempo de trabajo, además de las restantes consecuencias antes

desarrolladas, y 2) porque, en relación con la sociedad, el producto bruto total es

producto neto y sólo en relación al particular tiene el neto significado

Pero que el trabajo mismo no sólo en las condiciones actuales, sino en general, en

cuanto su finalidad, es simplemente el incremento de la riqueza; que el trabajo mismo,

digo, es nocivo y funesto, es cosa que se deduce, sin que el economista lo sepa, de sus

propias exposiciones.

De acuerdo con su concepto, la renta de la tierra y el beneficio del capital

son deducciones que el salario padece. En realidad, sin embargo, el salario es una

deducción que el capital y la tierra dejan llegar al obrero, una concesión del producto

del trabajo de los trabajadores al trabajo.

El obrero sufre más que nunca en su estado de declinación social. Tiene que agradecer

la dureza específica de su opresión a su situación de obrero, pero la opresión en general

a la situación de la sociedad.

Pero en el estado ascendente de la sociedad, la decadencia y el empobrecimiento del

obrero son producto de su trabajo y de la riqueza por él producida. La miseria brota,

pues, de la esencia del trabajo actual.

El estado de máxima prosperidad social, un ideal, pero que puede ser alcanzado

aproximadamente y que, en todo caso, constituye la finalidad, tanto de la Economía

Política como de la sociedad civil, es, para el obrero, miseria estacionaria.

Se comprende fácilmente que en la Economía Política el proletario es decir, aquel que,

desprovisto de capital y de rentas de la tierra, vive sólo de su trabajo, de un trabajo

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13 unilateral y abstracto, es considerado únicamente como obrero. Por esto puede la Economía

asentar la tesis de que aquél, como un caballo cualquiera, debe ganar lo suficiente para

poder trabajar. No lo considera en sus momentos de descanso como hombre, sino que deja

este cuidado a la justicia, a los médicos, a la religión, a los cuadros estadísticos, a la

policía y al alguacil de pobres.

Elevémonos ahora sobre el nivel de la Economía Política y, a partir de la exposición

hasta ahora hecha, casi con las mismas palabras de la Economía Política, tratemos de

responder a dos cuestiones.

1) ¿Qué sentido tiene, en el desarrollo de la humanidad, esta reducción de la mayor

parte de la humanidad al trabajo abstracto?

2) ¿Qué falta cometen los reformadores en détail que, o bien pretenden elevar los

salarios y mejorar con ello la situación de la clase obrera, o bien (como Proudhon)

consideran la igualdad de salarios como finalidad de la revolución social?

El trabajo se presenta en la Economía Política únicamente bajo el aspecto de actividad lucrativa.

(VIII) Puede afirmarse que aquellas ocupaciones que requieren dotes especificas o una

mayor preparación se han hecho, en conjunto, más lucrativas; en tanto que el salario

medio para la actividad mecánica uniforme, en la que cualquiera puede ser fácil y

rápidamente instruido, a causa de la creciente competencia ha descendido y tenia que

descender, y precisamente este tipo de trabajo es, en el actual estado de organización de

éste, el más abundante con mucha diferencia. Por tanto, si un obrero de primera

categoría gana actualmente siete veces más que hace cincuenta años y otro de la

segunda lo mismo, los dos ganan, ciertamente, por término medio, cuatro veces más que

antes. Sólo que si en un país la primera categoría de trabajo ocupa únicamente 1.000

hombres y la segunda a un millón, 999.000 no están mejor que hace cincuenta años

y están peor si, al mismo tiempo, han subido los precios de los artículos de primera

necesidad. Y con estos superficiales cálculos de término medio se pretende engañar

sobre la clase más numerosa de la población. Además, la cuantía del salario es sólo un

factor en la apreciación delingreso del obrero, pues para mesurar este último es también

esencia tomar en consideración la duración asegurada del trabajo, de la que no puede

hablarse en la anarquía de la llamada libre competencia, con sus siempre repetidas

fluctuaciones e interrupciones. Por último, hay que tomar en cuenta la jornada de

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

14 trabajo habitual antes y ahora. Esta ha sido elevada para los obreros ingleses en la

manufactura algodonera, desde hace veinticinco años, esto es, exactamente desde el

momento en que se introdujeron las máquinas para ahorrar trabajo, a doce o dieciséis horas

diarias por obra de la codicia empresarial (IX), y la elevación en un país y en una rama

de la industria tuvo que extenderse más o menos a otras partes, dado el derecho, aún

generalmente reconocido, a una explotación incondicionada de los pobres por los ricos

(Schulz, Bewegung del Produktion, pág.. 65).

Pero incluso si fuera tan cierto, como realmente es falso, que se hubiese incrementado el

ingreso medio de todas las clases de la sociedad, podrían haberse hecho mayores las

diferencias y los intervalos relativos entre los ingresos, y aparecer así más agudamente

los contrastes de riqueza y pobreza. Pues justamente porque la producción total crece, y

en la misma medida en que esto sucede, se aumentan también las necesidades, deseos y

pretensiones, y la pobreza relativa puede crecer en tanto que se aminora la absoluta. El

samoyedo, reducido a su aceite de pescado y a sus pescados rancios, no es pobre porque

en su cerrada sociedad todos tienen las mismas necesidades. Pero en un estado que va

hacia adelante que, por ejemplo en un decenio ha aumentado su producción total en

relación a la sociedad en un tercio, el obrero que gana ahora lo mismo que hace diez

años no esta ni siquiera tan acomodado como antes, sino que se ha empobrecido en una

tercera parte (ibid., págs. 65—66).

Pero la Economía Política sólo conoce al obrero en cuanto animal de trabajo, como una

bestia reducida a las más estrictas necesidades vitales.

Para cultivarse espiritualmente con mayor libertad, un pueblo necesita estar exento de la

esclavitud de sus propias necesidades corporales, no ser ya siervo del cuerpo. Se

necesita, pues, que ante todo le quede tiempo para poder crear y gozar espiritualmente.

Los progresos en el organismo del trabajo ganan este tiempo. ¿No ejecuta

frecuentemente, en la actualidad, un solo obrero en las fábricas algodoneras, gracias a

nuevas fuerzas motrices y a máquinas perfeccionadas, el trabajo de 250 a 350 de los

antiguos obreros? Consecuencias semejantes en todas las ramas de la producción, pues

energías naturales exteriores son obligadas, cada vez en mayor medida, a participar (X)

en el trabajo humano. Si antes para cubrir una determinada cantidad de necesidades

materiales se requería gasto de tiempo y energía humana que más tarde se ha reducido a

la mitad, se ha ampliado en esta misma medida el ámbito para la creación y el goce

espiritual sin ningún atentado contra el bienestar material. Pero incluso sobre el reparto

del botín que ganamos al viejo Cronos en su propio terreno decide aún el juego de dados

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

15 del azar ciego e injusto. Se ha calculado en Francia que, dado el actual nivel de producción,

una jornada media de trabajo de cinco horas para todos los capaces de trabajar bastaría a la

satisfacción de todos los intereses materiales de la sociedad... Sin tomar en cuenta los

ahorros gracias a la perfección de la maquinaria, la duración del trabajo esclavo en las

fábricas no ha hecho sino aumentar para una numerosa población (ibid., 67—68).

El tránsito del trabajo manual complejo al sistema fabril presupone una descomposición

del mismo en operaciones simples. Pero por ahora sólo una parte de las operaciones

uniformemente repetidas le corresponde de momento a las máquinas, otra parte le

corresponde a los hombres. De acuerdo con la naturaleza de las cosas, y de acuerdo con

experiencias concordantes, una tal actividad continuamente uniforme es tan perjudicial

para el espíritu como pata el cuerpo; y así, pues, en esta unión del maquinismo con la

simple división del trabajo entre más numerosas manos humanas tenían también que

hacerse patentes todos los inconvenientes de esta última. Estos inconvenientes se

muestran, entre otras cosas, en la mayor mortalidad de los obreros (XI) fabriles... Esta

gran diferencia de que los hombres trabajen mediante máquinas o como máquinas no ha

sido... observada (ibid., Pág. 69).

Para el futuro de la vida de los pueblos, las fuerzas naturales brutas que obran en las

máquinas serán, sin embargo, nuestros siervos y esclavos (ibid., pág.. 74).

En las hilaturas inglesas están actualmente ocupados sólo 158.818 hombres y 196.818

mujeres. Por cada 100 obreros hay 103 obreras en las fábricas de algodón del condado

de Lancaster y hasta 209 en Escocia. En las fábricas inglesas de lino, en Leeds, se

contaban 147 obreras por cada 100 obreros; en Druden y en la costa oriental de Escocia,

hasta 280. En las fábricas inglesas de seda... muchas obreras; en las fábricas de lana, que

exigen mayor fuerza de trabajo más hombres... También las fábricas de algodón

norteamericanas ocupaban, en 1833, junto a 18.593 hombres, no menos de 38.927

mujeres. Mediante las transformaciones en el organismo del trabajo le ha

correspondido, pues, al sexo femenino, un círculo más amplio de actividad lucrativa...,

las mujeres una posición económica más independiente.,,, los dos sexos más

aproximados en sus relaciones sociales (ibid., págs. 71—72).

«En las hilaturas inglesas movidas por vapor y agua trabajaban en el año 1835 20.558

niños entre ocho y doce años, 35.867 entre doce y trece años y, por último, 108.208

entre trece y dieciocho años... Ciertamente que los ulteriores progresos de la mecánica,

al arrancar de manos de los hombres, cada vez en mayor medida, todas las ocupaciones

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16 uniformes, actúan en el sentido de una paulatina eliminación (XII) de la anomalía. Sólo que

en el camino de este mismo rápido progreso está precisamente el detalle de que los

capitalistas pueden apropiarse, del modo más simple y barato, de las fuerzas de las clases

inferiores, hasta en la infancia, para usar y abusar de ellas en lugar los medios auxiliares

de la mecánica» (Schulz: Bew. d. Podukt., págs. 70—71).

«Llamamiento de lord Broughan a los obreros: ¡Haceos capitalistas! ...esto... lo malo es

que millones sólo logran ganar su modesto vivir gracias a un fatigoso trabajo que los

arruina corporalmente y los deforma mental y moralmente; que incluso tienen que

considerar como una suerte la desgracia de haber encontrado tal trabajo»(ibid., pág..

60).

«Pour vivre donc, les non—propiétaires sont obligés de se mettre, directement ou

indirectement, au service des propiétaires, c'est—à—dire sous leur dépendance.»

Pecqueur: Théorie nouvelle d'économie sociale, etc. (página 409).

Domestiques—gages, ouvviers—salaires; employés—traitéments ou émoluments (ibid.,

págs.. 409—410).

«Louer son travail», «prêter son travail à l'intérêt», «travailler à la place d'autrui».

«Louer la matière du travail», «prêter la matière du travail à l'intéret», «faire travailler autrui à sa place» (ibid., págs. 411—12).

(XIII) «Cette constitution économique condamne les hommes à des metiers tellement

abjects, à une dégradation tellement désolante el amère, que la sauvagerie apparaît, en

comparaison, comme une royale condition» (l. c., pág.., 417—18). «La prostitution de

la classe non propriétaire sous toutes les formes» (págs. 421 Y sig). Traperos.

Ch. Loudon, en su trabajo Solution du problème de la population, etc., París 1842, dice

que en Inglaterra existen entre 60.000 y 70.000 prostitutas. El número defemmes d'une vertu douteuse es del mismo (Página 228).

«La moyenne vie de ces infortunées créatures sur le pavé, après qu'elles sont entrées

dans la carrière du vice, est d'environ ,six ou sept ans. De manière ,que pour mantenir

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17 le nombre de 60 a 70.000 prostituées,il doit y avoir, dalns les 3 royaumes, au moins 8 à

9.000 femmes qui se vouent à cet infame métier chaque anné, ou environ vingt—quatre

nouvelles victimes par jour, ce qui est la moyenne d'une par heure; et conséquemment, si la

même proportion a lieu sur toute la surface du globe, il doit y avoir constament un million et demi de ces malheureuses» (ibid., pág.. 229).

La population des misérables croît avec leur misère, el c'est à la limite extrême du

déneument que les êtres humains se pressent en plus grand nombre pour se disputer le

droit de souffrir... En 1821, la population de l'Irlande était de 6.801.827. En 1831, elle

s'était élevée à 7.764.010; c'est 14% d'augmentation en dix ans. Dans le Leinster,

province où il y a le plus d'aisance, la population n'a augmenté que de 8%, tandis que,

dans le Connaught, province la plus misérable, l'augmentation s'est élevée à 21%.

(Extrait des Enquêtes publiées en Angleterre sur l'Irlande. Vienne, 1840) Buret, De la misère, etc., t. I, pág.. [36]—37.

La Economía Política considera el trabajo abstractamente, como una cosa; le travail est

une marchandise; si el precio es alto, es que la mercancía es muy demanda; si es bajo,

es que es muy ofrecida; comme marchandise, le travail doit de plus en plus baisser de

prix; en parte la competencia entre capitalista y obrero, en parte la competencia entre

obreros, obligan a ello. «La popullation ouvrière, marchande de travail, est forcément

réduite à la plus faible part du produit... la theorie du travail marchandise est—elle aultre chose qu'une theorie de servitude déguisée?» (1. c., pág.. 43).

«Pourquoi donc n'avoir vu dans le travail qu'une valeur d'échange?» (ibid., pág.. 44).

Los grandes talleres compran :preferentemente ,el trabajo de mujeres y niños porque

éste cuesta menos que el de los hombres (1. c.). «Le travailleur n'est point vis à vis de

celui qui t'emploie dans la position d'un libre vendeur... le capitalisme est toujours libre

d'employer le travail, el l'ouvrier est toujours forcé de le vendre. La vateur du travail

est complétement détruite, s'il n'est pas vendu à chaque instant. Le travail n'est

susceptibte, ni d'accumulation ni même d'épargne, à la différence des véritabtes

[marchandises]. (XIV) Le travail c´est la vie, et si la vie ne s'échange pas chaque jour

contre les aliments, elle souffre el périt bientôt. Pour que la vie de l'homme soit une

marchandise, il faut donc admettre l'esclavage» (páginas 49, 50, 1. c.). Si el trabajo es,

pues, una mercancía, es una mercancía con las más tristes propiedades. Pero no lo es,

incluso de acuerdo a los fundamentos de la Economía Política, porque no (es) le libre

resultat d'un libre marché. El régimen económico actual baja, a la vez el precio y la

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18 remuneración del trabajo, il perfectionne I'ouvrier et dégrade l'homme (1. c., págs. 52—

3). L'industrie est devenue une guerre et le commerce un jeu (1. c., pág.. 62).

Les machines à travailler le coton (en Inglaterra) representan ellas solas 84.000.000 de

artesanos. La industria se encontró hasta el presente en la situación de la guerra de

conquista «elle a prodigé la vie des hommes qui composaient son armée avec autant

d'indifference que les grands conquérants. Son but était la possesion de la richesse, el

non le bonheur des hommes» (Buret, 1. c., pág.. 20). «Ces intérêts (sc. économiques),

librement abandonés à eux—memmes... doivent nécessairement entrer en conficte; ils

n'ont d'autre arbitre que la guerre el les décisions de la guerre donnent aux una la

défaite el la mort, pour donner aux autres la victoire... c´est dans le conflit des forces

opposées que la science cherche l'ordre et l'équlibre: la guerre perpétuelle est selon

elle le seule moyen d'obtenir la paix, cette guerre s'appelle la concurrence» (l. c., pág..

23).

"Para ser conducida con éxito, la guerra industrial exige a ejércitos numerosos que

pueda acumular en un mismo punto y diezmar generosamente. Y ni por devoción ni por

obligación soportan los soldados de este ejército las fatigas que se les impone; sólo por

escapar a la dura necesidad del hambre. No tienen ni fidelidad ni gratitud para con sus

jefes; éstos no están unidos con sus subordinados por ningún sentimiento de

benevolencia; no los conocen como hombres, sino instrumentos de la producción que

deben aportar lo más posible y costar lo menos posible. Estas masas de obreros, cada

vez más apremiadas, ni siquiera tienen la tranquilidad de estar siempre empleadas; la

industria que las ha convocado sólo las hace vivir cuando las necesita, y tan pronto

como puede pasarse sin ellas las abandona sin el menor remordimiento; y los

trabajadores... están obligados a ofrecer su persona y su fuerza por el precio que quiera

concedérseles. Cuanto más largo, penoso y desagradable sea el trabajo que se les asigna

tanto menos se les paga; se ven algunos que con un trabajo de dieciséis horas diarias de

continua fatiga apenas pueden comprar el derecho de no morir." (l. c., págs. 66, 69).

(XV) «Nous avons la conviction... partagée... par les commissaires chargés de l'enquête

sur la condition des tisserands à la main, que les grandes villes industrielles perdraient,

en peu de temps, leur population de travailleurs, si elles ne recevaient, à chaque instant,

des campagnes voisine des recrues continuelles d'hommes sains, de sang nouveau» (l.

c., pág.. 362).

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Beneficio del capital

1. El capital

||I, 2| ¿En qué se apoya el capital, es decir, la propiedad privada sobre los productos del

trabajo ajeno? «Cuando el capital mismo no es simplemente robo o malversación,

requiere aún el concurso de la legislación para santificar la herencia» (Say, t. I, pág..

136).

¿Cómo se llega a ser propietario de fondos productivos? ¿Cómo se llega a ser

propietario de los productos creados mediante esos fondos?

Mediante el derecho positivo (Say, t. II, Pág. 4).

¿Qué se adquiere con el capital, con la herencia de un gran patrimonio, por ejemplo?

Uno que, por ejemplo, hereda un gran patrimonio, no adquiere en verdad con ello

inmediatamente poder político. La clase de poder que esta posesión le transfiere

inmediata y directamente es el poder de comprar; éste es un poder de mando sobre todo

el trabajo de otros o sobre todo producto de este trabajo que se encuentre de momento

en el mercado (Smith, t. I, pág.. 61).

El Capital es, pues, el poder de Gobierno sobre el trabajo y sus productos. El capitalista

posee este poder no merced a sus propiedades personales o humanas, sino en tanto en

cuanto es propietario del capital. El poder adquisitivo de su capital, que nada puede

contradecir, es su poder.

Veremos más tarde, primero, cómo el capitalista por medio del capital ejerce su poder

de gobierno sobre el trabajo, y después el poder de gobierno del capital sobre el

capitalista mismo.

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20 ¿Qué es el capital?

«Une certaine quantité de travail amassé et mis en réserve» (Smith, t. II, pág.. 312).

El capital es trabajo acumulado. 2) Fondo, stock, es toda acumulación de productos de

la tierra y de productos manufacturados. El stock sólo se llama capital cuando reporta a

su propietario una renta o ganancia (Smith, t, II pág.. 191).

2. El beneficio del capital

El beneficio o ganancia del capital es totalmente distinto del salario. Esta diversidad se

muestra de un doble modo: en primer lugar, las ganancias del capital se regulan

totalmente de acuerdo con el valor del capital empleado, aunque, el trabajo de dirección

e inspección puede ser mismo para diferentes capitales. A esto se añade que todo este

trabajo está confiado a un empleado principal, el salario del cual no guarda ninguna

relación con el capital (II) cuyo funcionamiento vigila. Aunque así el trabajo del

propietario se reduce casi a nada, reclama, sin embargo, beneficios en relación a su

capital (Smith,: t. I, 97—99). ¿Por qué reclama el capitalista esta proporción entre

ganancia y capital?

No tendría ningún interés en emplear a los obreros si no esperase de la venta de su obra

más de lo necesario para reponer los fondos adelantados como salario, y no tendría

ningún interés en emplear más bien una suma grande que una pequeña si su beneficio

no estuviese en relación con la Cuantía del capital empleado (t. I, páginas 96—97).

El capitalista extrae, pues, una ganancia, primero de los salarios y después de las

materias primas adelantadas. ¿Qué relación tiene la ganancia con el capital?

Si ya es difícil determinar la tasa media habitual de los salarios en un tiempo y lugar

determinados, aún más difícil es determinar la ganancia de los capitales. Cambios en el

precio de las mercancías con que el capital opera, buena o mala fortuna de sus rivales y

clientes,

traen un cambio de los beneficios de día en día y casi de hora en hora (Smith, t, I, págs.

179—80). Ahora bien, aunque sea imposible determinar con precisión las ganancias del

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21 capital, podemos representárnoslas de acuerdo con el interés del dinero. Si se pueden hacer

muchas ganancias con el dinero, se da mucho por la posibilidad de servirse de él, si por

medio de él se gana poco, se da poco (Smith, t. I, pág.. 181). La proporción que ha de

guardar la tasa habitual de interés con la tasa de ganancia neta varía necesariamente con

la elevación o descenso

de la ganancia. En la Gran Bretaña se calcula como el doble del interés lo que los

comerciantes llaman un profit honnête, modéré, raisonable, expresiones que no quieren

decir otra cosa que un beneficio habitual y acostumbrado (Smith, t. 4, pág.. 198).

¿Cuál es la tasa más baja de la ganancia? ¿Cuál la más alta?

La tasa más baja de la ganancia habitual del capital debe ser siempre algo más de lo que

es necesario para compensar las eventuales perdidas a que está sujeto todo empleo del

capital. Este exceso es propiamente la ganancia o le bénéfice net. Lo mismo sucede con

la tasa más baja del interés (Smith, t. I, pág.. 196).

(III) La tasa más elevada a que pueden ascender las ganancias habituales es aquella que,

en la mayor parte de las mercancías, absorbe la totalidad de las rentas de la tierra y

reduce el salario de las mercancías suministradas al precio mínimo, a la simple

subsistencia del

obrero mientras dura el trabajo. De una u otra forma, el obrero ha de ser siempre

alimentado en tanto que es empleado en una tarea; las rentas de la tierra pueden ser

totalmente suprimidas. Ejemplo, las gentes de la Compañía de las Indias de Bengala

(Smith, t. I, pág..198).

Aparte de todas las ventajas de una competencia reducida, que el capitalista

puede explotar en este caso, le es posible también mantener, de modo honesto, el precio

de mercado por encima del precio natural.

En primer lugar, mediante el secreto comercial, cuando el mercado está muy alejado de

sus proveedores, es decir, manteniendo en secreto el cambio de precio, su alza por

encima del nivel natural. Este secreto logra que otros capitalistas no arrojen igualmente

su capital en

esta rama.

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22 En segundo lugar, mediante el secreto de fábrica, cuando el capitalista con menores costos

de producción suministra sus mercancías a un precio igual o incluso menor que el de sus

competidores, pero con mayor beneficio. (¿No es inmoral el engaño mediante el secreto?

Comercio bursátil.) Además, cuando la producción está ligada a una determinada

localidad (por ej., vinos de calidad) y la demanda efectiva no puede ser nunca

satisfecha. Finalmente, mediante el monopolio de individuos y compañías. El precio de

monopolio es tan alto como sea posible (Smith t. I, págs. 120—124).

Otras causas ocasionales que pueden elevar la ganancia del capital la adquisición de

nuevos territorios o de nuevas ramas comerciales multiplica frecuentemente, incluso en

un país rico, las ganancias del capital, pues sustraen a las antiguas ramas comerciales

una parte de los capitales, aminoran la competencia, abastecen el mercado con menos

mercancías, cuyo precio entonces se eleva; los comerciantes de estos ramos pueden

entonces pagar el dinero prestado con un interés mayor (Smith, t. I, página 190).

Cuanto más elaborada, más manufacturada es una mercancía, tanto más elevada es la

parte del precio que se resuelve en salario y beneficio en proporción a aquella otra parte

que se resuelve en renta. En el progreso que el trabajo manual hace sobre esta otra

mercancía, no sólo se multiplica el número de las ganancias, sino que cada ganancia es

mayor que las precedentes porque el capital de que brota (IV) es necesariamente mayor.

El capital que hace trabajar el tejedor es siempre y necesariamente mayor que el que

utiliza el hilandero, porque no sólo repone este capital con sus beneficios, sino que

además paga los salarios de los tejedores y es necesario que las ganancias se hallen

siempre en una cierta proporción con el capital (t. I, págs. 102—3).

El progreso que el trabajo humano hace sobre el producto natural, transformándolo en el

producto natural elaborado, no multiplica por tanto el salario, sino, en parte, el número

de capitales gananciosos, y en parte la proporción de cada capital nuevo sobre los

precedentes.

Sobre la ganancia que el capitalista extrae de la división del trabajo se hablará más

tarde.

El gana doblemente, primero con la división del trabajo, en segundo lugar, y en general,

con la modificación que el trabajo humano hace del producto natural. Cuanto mayor es

la participación humana en una mercancía, tanto mayor la ganancia del capital muerto.

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23 En una y la misma sociedad está la tasa media de los beneficios del capital mucho más

cerca del mismo nivel y que el salario de los diferentes tipos de trabajo (t. I, pagina 228). En

los diversos empleos del capital, la tasa de la ganancia varía de acuerdo con la mayor o

menor certidumbre del reembolso del capital. «La tasa de la ganancia se eleva con el

riesgo, aunque no en proporción exacta» (ibid., págs. 226—227),

Se comprende fácilmente que las ganancias del capital se elevan también mediante la

facilidad o el menor costo de los medios de circulación (por ejemplo, papel dinero).

3. La dominación del capital sobre el trabajo y los motivos

del capitalista

El único motivo que determina al poseedor de un capital a utilizarlo, de preferencia en

la agricultura, o en la manufactura o en un ramo específico del comercio al por mayor o

por menor es la consideración de su propio beneficio. Jamás se le viene a las mientes

calcular cuánto trabajo productivo pone en actividad cada uno de estos modos de

empleo (V) qué valor añadirá al producto anual de las tierras y del trabajo de su país

(Smith, t. II, páginas 400—401).

Para el capitalista, el empleo más útil del capital es aquel que, con la misma seguridad,

le rinde mayor ganancia. Este empleo no es siempre el más útil para la sociedad; el mas

útil es aquel que se emplea para sacar provecho de las fuerzas productivas de la

naturaleza (Say, t. II, pág.. 131).

Las operaciones más importantes del trabajo están reguladas y dirigidas de acuerdo con

los planes y las especulaciones de aquellos que emplean los capitales; y la finalidad que

éstos se proponen en todos los planes y operaciones es el beneficio. Así, pues, la tasa del

beneficio no sube, como las rentas de la tierra y los salarios, con el bienestar de la

sociedad, ni desciende como aquellos, con la baja de éste. Por el contrario, esta tasa es

naturalmente, baja en los países ricos y alta en los países pobres; y nunca es tan alta

como en aquellos países que con la mayor celeridad se precipitan a su ruina. El interés

de esta clase no está pues ligado, como el de las otras dos, con el interés general de la

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24 sociedad... El interés especial de quienes ejercen un determinado ramo del comercio o de la

industria es siempre, en cierto sentido, distinto del interés del público y con frecuencia

abiertamente opuesto a él. El interés del comerciante es siempre agrandar el mercado y

limitar la competencia de los vendedores... Es esta una clase de gente cuyos intereses

nunca serán exactamente los mismos que los de la sociedad, que en general tiene interés

en engañar y estafar al público (Smith, t. II, págs. 163—1615).

4. La acumulación de capitales y la competencia entre

capitalistas

El aumento de capitales, que eleva los salarios, tiende a disminuir la ganancia de los

capitalistas en virtud de la competencia entre ellos (Smith, op. cit., t. I, pág. 78 [Garnier,

t. I, p. 179].)

Si, por ejemplo, el capital necesario al comercio de víveres de una ciudad se encuentra

dividido entre dos tenderos distintos, la competencia hará que cada uno de ellos venda

más barato que si el capital se encontrase en manos de uno solo; y si está dividido entre

20 (VI), la competencia será tanto mas activa y tanto menor será la posibilidad de que

puedan entenderse entre sí para elevar el precio de sus mercancías (Smith, op. cit., t. I,

pág. 322 [Garnier, t. II, páginas 372—3].)

Como ya sabemos que los precios de monopolio son tan altos como sea posible y que el

interés de los capitalistas, incluso desde el punto de vista de la Economía Política

común, se opone abiertamente al de la sociedad, puesto que el alza en los beneficios del

capital obra como el interés compuesto sobre el precio de las mercancías (Smith, t. I,

págs. 199—201), la única protección frente a los capitalistas es la competencia, la cual,

según la Economía Política, obra tan benéficamente sobre la elevación del salario como

sobre el abaratamiento de las mercancías en favor del público consumidor.

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25 La competencia, sin embargo, sólo es posible mediante la multiplicación de capitales, y esto

en muchas manos. El surgimiento de muchos capitalistas sólo es posible mediante una

acumulación multilateral, pues el capital, en general, sólo mediante la acumulación surge, y

la acumulación multilateral se transforma necesariamente en acumulación unilateral. La

acumulación, que bajo el dominio de la propiedad privada es concentración del

capital en pocas manos, es una consecuencia necesaria cuando se deja a los capitales

seguir su curso natural, y mediante la competencia no hace sino abrirse libre camino

esta determinación natural del capital.

Hemos oído que la ganancia del capital está en proporción a su magnitud. Por de pronto,

prescindiendo de la competencia intencionada, un gran capital se acumula, pues;

proporcionalmente a su magnitud, más rápidamente que uno pequeño.

||VIII, 2| Según esto, y prescindiendo totalmente de la competencia, la acumulación del

gran capital es mucho mas rápida que la del pequeño;. Pero sigamos adelante este

proceso. Con la multiplicación de los capitales disminuyen, por obra de la competencia,

los beneficios del capital. Luego padece, en primer lugar, el pequeño capitalista.

El aumento de los capitales y un gran número de capitales presuponen, además, una

progresiva riqueza del país.

«En un país que haya llegado a un alto grado de riqueza, la tasa habitual del beneficio es

tan pequeña que el interés que este beneficio permite pagar es tan bajo que sólo los

sumamente ricos pueden vivir de los réditos del dinero. Todas las personas de

patrimonios medianos tienen, pues, que emplear su capital, emprender algún negocio o

interesarse en algún ramo del comercio» (Smith, op. cit, t. I, pág. 86 [Garnier, tomo I,

págs. 196—197].)

Esta situación es la preferida de la Economía Política.

«La relación existente entre la suma de capitales y las rentas determina por todas partes

la proporción en que se encuentran la industria y la ociosidad; donde prevalecen los

capitales, reina la industria; donde las rentas, la ociosidad» (Smith, op. cit, t. I, pág.301

[Garnier, tomo II, págs. 325].)

¿Qué hay del empleo de los capitales en esta incrementada competencia?

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26 «Con el aumento de los capitales debe hacerse cada vez mayor la cantidad de los fonds à

prêter à interêt; con el incremento de estos fondos se hace menor el interés, 1) porque baja

el precio de mercado de todas las cosas cuanto más aumenta su cantidad, 2) porque con el

aumento de capitales en un país se hace más difícil colocar un nuevo capital de manera

ventajosa. Se suscita una competencia entre los distintos capitalistas, al hacer el

poseedor de un capital todos los esfuerzos posibles para apoderarse del negocio que

encuentra ocupado por otro capital. Pero la mayor parte de las veces no puede esperar

arrojar de su puesto a este otro capital si no es mediante el ofrecimiento de mejores

condiciones. No sólo ha de vender la cosa a mejor precio, sino que también con

frecuencia ha de comprar más caro para tener ocasión de vender. Cuantos más fondos se

destinan a mantenimiento del trabajo productivo, tanto mayor es la demanda de trabajo:

los obreros encuentran fácilmente ocupación (IX), pero los capitalistas tienen

dificultades para encontrar obreros. La competencia entre capitalistas hace subir los

salarios y bajar los beneficios» (Smith, op. cit, t. I, pág. 316 [Garnier, tomo II, págs.

358-59].).

El pequeño capitalista tiene, pues, la opción: 1) o de comerse su capital, puesto que él

no puede vivir ya de réditos, y, por tanto, dejar de ser capitalista; o 2) emprender é1

mismo un negocio, vender sus mercancías más baratas y comprar más caro que los

capitalistas más ricos, pagar salarios elevados y, por tanto, como quiera que el precio de

mercado, por obra de la fuerte competencia que presuponemos, está ya muy bajo,

arruinarse. Si, por el contrario, el gran capitalista quiere desplazar al pequeño, tiene

frente a él todas las ventajas que el capitalista en cuanto capitalista tiene frente al

obrero. La mayor cantidad de su capital le compensa de los menores beneficios e

incluso puede soportar perdidas momentáneas hasta que el pequeño capitalista se

arruina, y él se ve libre de esta competencia. Así acumula los beneficios del pequeño

capitalista.

Además, el gran capitalista compra siempre más barato que el pequeño porque compra

en masa. Por tanto puede sin daño vender mas barato.

Así, si bien la baja del interés transforma a los capitalistas medianos de rentistas en

hombres de negocios, produce, por el contrario, el aumento de los capitales de negocio

y el menor beneficio que es su consecuencia, la baja del interés.

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27 «Al disminuir el beneficio que puede extraerse del uso de un capital, disminuye

necesariamente el precio que por su utilización puede pagarse» (Adam Smith, loc. cit, t. I,

pág. 316 [Garnier, tomo II, pág. 359].)

«Cuanto más se acrecienta la riqueza, la industria, la población, tanto más disminuye el

interés del dinero, es decir, el beneficio de los capitalistas; pero los capitales mismos no

dejan de aumentar y aún más rápidamente que antes, pese a la disminución de los

beneficios... Un gran capital, aunque sea con pequeños beneficios, se acrecienta en

general mucho más rápidamente que un capital pequeño con grandes beneficios. El

dinero hace dinero, dice el refrán» (op. cit, t. I, pág. 83 [Garnier, tomo I, pág. 189].)

Por tanto, si a este gran capital se enfrentan únicamente pequeños capitales con

pequeños beneficios, como sucede en la situación, que presuponemos, de fuerte

competencia, los aplasta por completo.

La consecuencia necesaria de esta competencia es entonces el empeoramiento general

de las mercancías, la falsificación, la adulteración, el envenenamiento general, tal como

se muestra en las grandes ciudades.

||X, 2| Una circunstancia importante en la competencia entre capitales grandes y

pequeños es, además, la relación entre capital fixe y capital circulant.

Capital circulant es un capital empleado en la producción de víveres, en la manufactura,

o el comercio. El capital así empleado no rinde a su dueño beneficio ni ingreso mientras

permanezca en su poder o se mantenga en la misma forma. Continuamente, sale de sus

manos en una forma para retornar en otra, y sólo mediante esta transformación o

circulación y cambio continuo rinde beneficios. Capital fixe es el capital empleado en la

mejora de la tierra, en la adquisición de máquinas, instrumentos, útiles de trabajo y

cosas semejantes (Adam Smith, op. cit, t. I, pág. 243-44 [Garnier, tomo II, pág. 197-

98].).

Todo ahorro en el mantenimiento del capital fijo es un incremento de la ganancia neta.

El capital total de cualquier empresario de trabajo se divide necesariamente encapital

fijo y capital circulante. Dada la igualdad de la suma, será una parte tanto menor cuanto

mayor sea la otra. El capital circulante le proporciona la materia y los salarios del

trabajo y pone en movimiento la industria. Así, toda economía en el capital fijo que no

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28 disminuya la fuerza productiva del trabajo aumenta el fondo (Adam Smith, op. cit, t. I, pág.

257 [Garnier, tomo II, pág. 226].)

Se ve, desde el comienzo, que la relación entre capital fijo y capital circulante es

mucho más favorable para el gran capitalista que para el pequeño. Un banquero muy

fuerte sólo necesita una insignificante cantidad de capital fijo más que uno muy

pequeño. Su capital fijo se reduce a su oficina. Los instrumentos de un gran

terrateniente no aumentan en proporción a la magnitud de su latifundio. Igualmente, el

crédito que posee el gran capitalista y no el pequeño es un ahorro tanto mayor en el

capital fijo, es decir, en el dinero que habrá de tener siempre dispuesto. Se comprende,

por último, que allí en donde el trabajo industrial ha alcanzado un alto grado de

desarrollo y casi todo el trabajo a mano se ha convertido en trabajo fabril, todo su

capital no le alcanza al pequeño capitalista para poseer ni siquiera el capital fijo

necesario. On sait que les travaux de la grande culture n'occupent habituellement qu'un petit nombre de bras.

En general, en la acumulación de grandes capitales se produce también una

concentración y una simplificación relativas del capital fijo en relación a los capitalistas

más pequeños. El gran capitalista introduce para sí una especie (XI) de organización de

los instrumentos de trabajo.

«Igualmente, en el terreno de la industria, es ya cada manufactura y cada fábrica una

amplia unión de un gran patrimonio material con numerosas y diversas capacidades

intelectuales y habilidades técnicas para un fin común de producción... Allí en donde la

legislación mantiene la propiedad de la tierra en grandes masas, el exceso de una

población creciente se precipita hacia las industrias y, como sucede en la Gran Bretaña,

es así en el campo de la industria en donde se amontona principalmente la gran masa de

proletarios. Allí, sin embargo, en donde la legislación permite la progresiva división del

suelo, se acrecienta, como en Francia, el número de propietarios pequeños y endeudados

que mediante el progresivo fraccionamiento de la tierra son arrojados a la clase de los

menesterosos y descontentos. Si, por último, se lleva este fraccionamiento a un alto

grado, la gran propiedad devora nuevamente a la pequeña, así como la gran industria

aniquila a la pequeña; y como a partir de este momento se constituyen nuevamente

grandes fincas, la masa de los trabajadores desposeídos, que ya no es necesaria para el

cultivo del suelo, es de nuevo impulsada hacia la industria» (Schulz, Bewegung del Produktion, páginas 58, 59).

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29 «La calidad de mercancías de un mismo tipo cambia mediante las transformaciones en el

modo de producción y especialmente mediante el empleo de maquinaria. Sólo mediante la

exclusión de la fuerza humana se ha hecho posible hilar, a partir de una libra de algodón,

que vale 3 chelines y 8 peniques, 350 madejas con una longitud total de 167 millas

inglesas (36 millas alemanas) y de un valor comercial de 25 guineas» (op cit., pág. 62).

«Por término medio, los precios de los artículos de algodón han disminuido en

Inglaterra desde hace 45 años en 11/12 y, según los cálculos de Marshall, la cantidad de

producto fabricado por la que todavía en el año 1814 se pagaban 16 chelines es

suministrada hoy por un chelín y 10 peniques. La mayor baratura de la producción

industrial aumentó el consumo tanto en el interior como en el mercado exterior; ya esto

está conectado el hecho de que, tras la introducción de las máquinas, el número de

obreros en el algodón no sólo no ha disminuido en Gran Bretaña, sino que ha subido de

40.000 a 1'5 millones. ||XII, 2| Por lo que toca a la ganancia de los empresarios y

obreros industriales, a causa de la creciente competencia entre los fabricantes sus

ganancias han disminuido forzosamente en relación con la cantidad de mercancías

suministradas. De los años 1820 a 1833, la ganancia bruta de los fabricantes de

Manchester por una pieza de percal bajó de 4 chelines con 1 1/3 peniques a 1 chelín 9

peniques. Pero para compensar esta pérdida, el conjunto de la producción ha sido

ampliado. La consecuencia de esto es que en algunas ramas de la industria aparece en

parte una superproducción; que surgen frecuentes quiebras, con lo cual se produce

dentro de la clase de los capitalistas y dueños de trabajo un inquietante bambolearse y

agitarse de la propiedad, que arroja al proletariado a una parte de los económicamente

arruinados; que con frecuencia y súbitamente se hacen necesarias una detención o una

disminución del trabajo, cuyos inconvenientes siempre percibe amargamente la clase de

los obreros asalariados» (ibid., pág.. 63).

«Louer son travail, c'est commencer son esclavage; louer la matière du travail, c'est

constituer sa liberté... Le travail c'est l'homme, la matière au contrare n'est rien de l'homme» (Pecqueur, Théorie sociale, etc., páginas 411—412).

«L'élément matière, qui ne peut rien pour la crêation de la richesse sans l'autre élément

travail, reçoit la vertu magique d'etre fécond pour eux comme s'ils y avaient mis de leur

propre fait, cet indispensable élément» (ibid., 1. c.). «En supposant que le travail

quotidien d'un ouvrier lui apporte en moyenne 400 fr. par an, el que cette somme suffise

à chaque adulte pour vivre d'une vie grossière, tout propriétaire de 2.000 fr. de rente,

de fermage, de loyer, etc., force donc indirectement 5 hommes à travailler pour lui

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30 100.000 fr. de rente représente le travail de 250 hommes, et 1.000.000 le travail de 2.500

individus» (luego, 300 millones [Louis Philippe] el trabajo de 750.000 obreros) (ibid., págs.

412—413).

«Les propriétaires ont reçu de la loi des hommes le droit d'user et d'abuser, c'est—à—

dire de faire ce qu'ils veulent de la matière de tout travail... ils sont nullement oblgés

par la loi de fournir à propos et toujours du travail aux non proprietaires, ni de leur

payer un salaire toujours suffisant, etc. (pág. 413, 1. c.). Liberté entiètre quant à la

nature, à la quantité, à la qualité, à l'opportunité de la production à l'usage, à la

consommation des richesses, à la disposition de la matière de tout travail. Chacun est

libre d'échanger sa chose comme il entend, sans autre considération que son propre intéret d'individu» (p. 413, 1. c.).

«La concurrence n'exprime pas autre chose que l'échange facultatif, qui lui—même est

la conséquence prochaine et logique du droit individuel d'user el d'abuser des

instruments de toute production, Ces trois moments économiques, lesquels n'en font

qu'un: le droit d'user et d'abuser, la liberté d'échanges et la concurrence arbitraire,

entraînent les conséquences suivantes: chacun produit ce qu'il veut, comme il veut,

quand il veut, où il veut, produit bien ou produit mal, trop ou pas assez, trop tôt ou trop

tard, trop cher ou à trop bas prix; chacun ignore s'il vendra, quand il vendra, comment

il vendra, où il vendra, à qui il vendra: et il en est de même quant aux achats. (XIII, 2)

Le producteur ignore les besoins et les ressources, les demandes et les offres. Il vend

quand il veut, quand il peut, où il veut, à qui il veut, au prix qu'il veut. Et il achète de

même. En tout cela, Il est toujour le jouet du hasard, l'esclave de la loi du plus fort, du

moins pressé du pluls riche... Tandis que sur un point il y a disette d'une richesse, sur

l'autre il y a trop plein et gaspillage. Tandis qu'un producteur vend beaucoup ou très

cher, et bénéfice énorme, l'autre ne vend rien ou vend à perte... L'offre ignore la

demande, et la demande ignore l'offre. Vous produisez sur la foi d'un goût d'une mode

qui se manifeste dans te public des consommateurs; mais déjà, lorsque vous êtes prêts à

livrer votre marchandise, la fantaisie a passé et s'est fixée sur un autre genre de

produit... conséquences infaillibles, la permanence et l'universalisation des

banqueroutes; les mécomptes, les ruines subites el les fortunes improvisées; les crises

commerciales, les chômages, les encombrements ou les disettes périodiques;

l'instabilité et I'avilissement des salaires et des profits; la déperdition ou le gaspillage

énorme de richesses, de temps et d'efforts dans l'arène d'une concurrence acharnée» (páginas 414—416, 1. c.).

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31 Ricardo en su libro (renta de la tierra): Las naciones son sólo talleres de producción, el

hombre es una máquina de consumir y producir la vida humana un capital; las leyes

económicas rigen ciegamente al mundo. Para Ricardo los hombres no son nada, el producto

todo. En el título 26 de la traducción francesa se dice (65): «Il serait tout—à—fait

indifférent pour une persone qui sur un capital de 20.000£ ferait 2.900£ par an de

profit, que son capital employât cent hommes ou mille... L'intéret reel d'une nation

n'est—il pas le même? Pourvu que son revenu net et réel, et que ser fermages et profits

soient les mêmes, qu'importe qu'elle se compose de dix ou de douze millions

d'individus?» (t. II, págs. 194—195). «En vérité, dit M. de Sismondi (t. II, pág.. 331), il

ne reste plus qu'à désirer que le roi, demeuré tout seul dans l'île, en tournant

constamment une manivelle, fasse accomplir, par des automates, tout l'ouvrage de l'Angleterre»

«Le maître qui achète le travail de l'ouvrier, à un prix si bas qu'il suffit à peine aux

besoins les plus pressants, n'est responsable ni de l'insuffisance des salaires, ni de la

trop longue durée du travail: il subit lui—même la loi qu'il impose... ce n'est pas tant

des hommes que vient la misère, que de la puissance des choses» (Buret, 1. c., 82).

«En Inglaterra hay muchos lugares cuyos habitantes carecen de capitales parca un

cultivo completo de la tierra. La lana de las provincias orientales, de Escocia, en gran

parte, ha de hacer un largo camino por tierra, por malos caminos, para ser elaborada en

el condado de York, porque en el lugar de su producción faltan capitales para la

manufactura. Hay en Inglaterra muchas ciudades industriales pequeñas, a cuyos

habitantes les falta capital suficiente para el transporte de su producción industrial a

mercados alejados en donde ésta encuentra consumidores y demanda. Los comerciantes

allí son (XIV) sólo agentes de otros comerciantes más ricos que viven el algunas

ciudades comerciales» (Adam Smith,La riqueza de las naciones, t. I, pág.326-27

[Garnier, tomo II, pág. 382].)

«Pour augmenter la valeur du produit annuel de la terre et du travail, il n'y a pas

d'autres moyens que d'augmenter, quant au nombre, les ouvriers productifs, ou

d'augmenter, quant à la puirsance, la faculté productive des ouvriers précédemment

employés. Dans l'un et dans l'autre cas il faut presque toujours un surcroît de capital» (Adam Smith, op. cit., t. I, pág.306-07 [Garnier, tomo II, pág. 338].)

Así como la acumulación del capital, según el orden natural de las cosas, debe preceder

a la división del trabajo, de la misma manera la subdivisión de éste sólo puede progresar

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32 en la medida en que el capital baya ido acumulándose previamente. La cantidad de

materiales que el mismo número de personas se encuentra en condiciones de manufacturar

aumenta en la misma medida en que el trabajo se subdivide cada vez más, y como la tarea

de cada tejedor va haciéndose gradualmente más sencilla, se inventa un conjunto de

nuevas máquinas para facilitar y abreviar aquellas operaciones. Así, cuanto más

adelanta la división del trabajo, para proporcionar un empleo constante al mismo

número de operarios ha de acumularse previamente igual provisión de víveres y una

cantidad de materiales, instrumentos y herramientas mucho mayor del que era menester

en una situación memos avanzada. El número de obreros en cada una de las ramas del

trabajo aumenta generalmente con la división del trabajo en ese sector, o más bien, es

ese aumento de número el que la pone en situación de clasificar a los obreros de esta

forma (Adam Smith, op. cit, t. I, pág. 241-42 [Garnier, tomo II, pág. 193-94].)

«Así como el trabajo no puede alcanzar esta gran extensión de las fuerzas productivas

sin una previa acumulación de capitales, de igual suerte dicha acumulación trae consigo

tales adelantos. El capitalista desea naturalmente colocarlo de tal modo que éste

produzca la mayor cantidad de obra posible. Procura, por tanto, que la distribución de

operaciones entre sus obreros sea la mas conveniente, y les provee, al mismo tiempo, de

las mejores máquinas que pueda inventar o le sea posible adquirir. Sus medios para

triunfar en ambos campos (XV) guardan proporción con la magnitud de su capital o con

el número de personas a quienes pueden dar trabajo. Por consiguiente, no sólo aumenta

el volumen de actividad en los países con el crecimiento del capital que en ella se

emplea, sino que, como consecuencia de este aumento, un mismo volumen industrial

produce mucha mayor cantidad de obra» (Adam Smith, op. cit, t. I, pág. 242 [Garnier,

tomo II, pág. 194-95].)

Así, la sobre-producción.

«Combinaciones más amplias de las fuerzas productivas... en la industria y el comercio

mediante la unificación de fuerzas humanas y naturales más abundantes y diversas para

empresas en mayor escala. También aquí y allá unión más estrecha de las principales

ramas de la producción entre sí. Así, grandes fabricantes tratarán de conseguir grandes

fincas para no tener que adquirir de terceras manos al menos una parte de las materias

primas necesarias a su industria; o unirán con sus empresas industriales un comercio no

sólo para ocuparse de sus propias manufacturas sino también para la compra de

productos de otro tipo y para su venta a sus obreros. En Inglaterra, en donde dueños

individuales de fábricas están a veces a la cabeza de 10 6 12.000 obreros... no son ya

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33 raras tales uniones de distintas ramas de la producción bajo una inteligencia directora, de

tales pequeños Estados o provincias en un Estado. Así, en época reciente; los propietarios

de minas deBirmingham asumen todo el proceso de fabricación del hierro que antes estaba

dividido entre diferentes empresarios y propietarios. Véase El distrito minero de

Birmingham' (DeutscheViertejahrsschift, 3, 1838). Por último, vemos en las grandes

empresas por acciones, que tan abundantes se han hecho amplias combinaciones del

poder monetario de muchos participantes con los conocimientos y habilidades

científicas y técnicas de otros, a los que está confiaba la ejecución del trabajo. De esta

forma les es posible a los capitalistas emplear sus ahorros de forma más diversificada e

incluso emplearlos simultáneamente en la producción agrícola, industrial y comercial,

con lo cual su interés se hace al mismo tiempo más variado (XVI, 2 ), se suavizan y se

amalgaman las oposiciones entre los intereses de la agricultura, la industria y el

comercio. Pero incluso, esta más fácil posibilidad de hacer provechosos el capital de las

más diversas formas ha de aumentar la oposición entre las clases pudientes y no

pudientes» (Schulz, 1 cl. págs. 40—41).

Increíble beneficio que obtienen los arrendadores de viviendas de la miseria. El alquiler

está en proporción inversa de la miseria industrial.

Igualmente, ganancias extraídas de los vicios de los proletarios arruinados (prostitución,

embriaguez, prêteur sur gages). La acumulación de capitales crece y la competencia

entre ellos disminuye al reunirse en una sola mano el capital y la propiedad de la tierra,

igualmente al hacerse el capital, por su magnitud, capaz de combinar distintas ramas de

la producción.

La diferencia frente a los hombres. Los 20 billetes de Lotería de Smith. Revenu net et

brut de Say. |XVI||

Renta de la tierra

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34 (I) El derecho de los terratenientes tiene su origen en el robo (Say t. I, pág.. 136, nota). Los

terratenientes, como todos los hombres, gustan de cosechar donde no han sembrado y piden

una renta incluso por el producto natural de la tierra (Smith, t. I, pág.. 99).

«Podría imaginarse que la renta de la tierra no es otra cosa sino el beneficio del capital

que el propietario empleó en mejorar el suelo. Hay casos en que la renta de la tierra

puede, en parte, ser esto... pero el propietario exige 1) una renta aun por la tierra que no

ha experimentado mejoras, lo que puede considerarse como interés o beneficio de los

costos de mejora es, por lo general, sólo una adición a esta renta originaria. 2) Por otra

parte esas mejoras no siempre se hacen con el capital del dueño, sino que, en ocasiones,

proceden del capital de colono, pese a lo cual, cuando se trata de renovar el

arrendamiento, el propietario pide ordinariamente un aumento de la renta, como si todas

estas mejoras se hubieran hecho por su cuenta. 3) A veces también exige una renta por

terrenos que no son susceptibles de mejorar por la mano del hombre» (Smith, t. I, págs.

300—301).

Smith cita como ejemplo del último caso el salicor, un tipo de alga que, al quemarse, da

una sal alcalina con la que puede hacerse jabón, cristal, etc. Crece en la Gran Bretaña,

especialmente en Escocia, en distintos lugares, pero sólo en rocas que están situadas

bajo la marea alta y son cubiertas dos veces al día por las olas, y cuyo producto, por

tanto, no ha sido jamás aumentado por la industria humana. Sin embargo, el propietario

de los terrenos en donde crece este tipo de plantas exige una renta igual que si fuesen

tierras cultivables. En las proximidades de la isla de Shetland es el mar

extraordinariamente rico. Una gran parte de sus habitantes vive (II) de la pesca. Pero

para extraer un beneficio de los productos del mar hay que tener una vivienda en la

tierra vecina.

«La renta de la tierra está en proporción no de lo que el arrendatario puede hacer con la

tierra, sino de lo que puede hacer juntamente con la tierra y el mar» (Smith, Lomo I,

págs. 301—302).

«La renta de la tierra puede considerarse como producto de la fuerza natural cuyo

aprovechamiento arrienda el propietario al arrendatario. Este producto es mayor o

menor según sea mayor o menor el volumen de esta fuerza, o en otros términos, según

el volumen de la fertilidad natural o artificial de la tierra. Es la obra de la naturaleza la

que resta después de haber deducido o compensado todo cuanto puede considerarse

como obra del hombre» (Smith, t. II, págs. 377—378).

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35 «En consecuencia, la renta de la tierra, considerada como un precio que se paga por su uso,

es naturalmente un precio de monopolio. No guarda proporción con las mejoras que el

propietario pudiera haber hecho en ella o con aquello que ha de tomar para no perder, sino

más bien con lo que el arrendatario puede, de alguna forma, dar sin perder» (Smith, t. I,

pág.. 302).

«De las tres clases productivas la de los terratenientes es la única a la que su renta no

cuesta trabajo ni desvelos, sino que la percibe de una manera por así decir espontánea,

independientemente de cualquier plan o proyecto al respecto» (Smith, t. II, pág.. 161).

Se nos ha dicho ya que la cuantía de la renta de la tierra depende de

la fertilidad proporcional del suelo.

Otro factor de su determinación es la situación.

«La renta varía de acuerdo con la fertilidad de la tierra, cualquiera que sea su producto,

y de acuerdo con la localización, sea cualquiera la fertilidad» (Smith, t, I, página 306).

«Cuando las tierras, minas y pesquerías son de igual fertilidad, su producto será

proporcional al montante de los capitales en ellas empleados y a la forma (III) más o

menos habilidosa de este empleo. Cuando los capitales son iguales e igualmente bien

aplicados, el producto es proporcionado a la fecundidad natural de las tierras y

pesquerías» (t. II, pág.. 210).

Estas frases de Smith son importantes porque, dados iguales costos de producción e

igual volumen, reducen las rentas de la tierra a la mayor o menor fertilidad de la misma.

Luego prueban claramente la equivocación de los conceptos en la Economía Política,

que transforma la fertilidad de la tierra en una propiedad del terrateniente.

Pero observemos ahora la renta de la tierra, tal como se configura en el tráfico real.

La renta de la tierra es establecida mediante la lucha entre arrendatario y terrateniente.

En la Economía Política constantemente nos encontramos como fundamento de la

organización social la hostil oposición de intereses; la lucha, la guerra. Veamos ahora

como se sitúan, el uno respecto al otro, terrateniente y arrendatario.

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36 «Al estipularse las cláusulas del arrendamiento, el propietario trata de no dejar al colono

sino aquello que es necesario para mantener el capital que proporciona la simiente, paga el

trabajo, compra y mantiene el ganado, conjuntamente con los otros instrumentos de labor, y

además, los beneficios ordinarios del capital destinado a la labranza en la región.

Manifiestamente esto es lo menos con lo que puede contentarse un colono para no

perder; el propietario, por su parte, raras veces piensa en entregarle algo más. Todo lo

que resta del producto o de su precio, por encima de esa porción, cualquiera que sea su

naturaleza, procura reservárselo el propietario como renta de su tierra, y es

evidentemente la renta más elevada que el colono se halla en condiciones de pagar,

habida cuenta de las condiciones de la tierra (IV). Ese remanente es lo que se puede

considerar siempre como renta natural de la tierra, o la renta a que naturalmente se

suelen arrendar la mayor parte de las tierras» (Smith, tomo I, págs. 299—300).

«Los terratenientes —dice Say— ejercen una especie de monopolio frente a los colonos.

La demanda de su mercancía, la tierra y el Suelo, puede extenderse incesantemente;

pero la cantidad de su mercancía sólo se extiende hasta un cierto punto... El trato que se

concluye entre terratenientes y colonos es siempre lo más ventajoso posible para los

primeros... además de la ventaja que saca de la naturaleza de las cosas, consigue otra de

su posición, su mayor patrimonio, crédito, consideración; ya sólo el primero lo capacita

para ser el único en beneficiarse de las circunstancias de la tierra y el suelo. La apertura

de un canal, de un camino, el progreso de la población y del bienestar de un distrito,

elevan siempre el precio de los arrendamientos. Es cierto que el colono mismo puede

mejorar el terreno a sus expensas, pero él sólo se aprovecha de este capital durante la

duración de su arrendamiento, a cuya conclusión pasa al propietario; a partir de ese

momento es éste quien obtiene los intereses, sin haber hecho los adelantos, pues la renta

se eleva entonces proporcionalmente» (Say, t. II, páginas 142—143).

«La renta, considerada como el precio que se paga por el uso de la tierra, es,

naturalmente, el precio más elevado que el colono se halla en condiciones de pagar en

las circunstancias en que la tierra se encuentra» (Smith, t. I, pág.. 299).

«La renta de un predio situado en la superficie monta generalmente a un tercio del

producto total, y es, por lo común, una renta fija e independiente de las variaciones (V)

accidentales de la cosecha» (Smith, t. 1, pág. 351). «Rara vez es menor esta renta a la

cuarta parte del producto total» (ibid., t. II, pág. 378).

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37 No por todas las mercancías puede pagarse venta. Por ejemplo, en ciertas regiones no se

paga por las piedras renta alguna.

«En términos generales, únicamente se pueden llevar al mercado aquellas partes del

producto de la tierra cuyo precio corriente alcanza para reponer el capital necesario para

el transporte de los bienes, juntamente con sus beneficios ordinarios. Si el precio

corriente sobrepasa ese nivel, el excedente irá a parar naturalmente a la tierra. Si no

ocurre así, aun cuando el produce pueda ser llevado al mercado, no rendirá una renta al

propietario. Depende de la demanda que el precio alcance o no» (Smith, t. I, págs.

302—303).

«La renta entra, pues, en la composición del precio de las mercancías de una manera

totalmente diferente a la de los salarios o los beneficios. Los salarios o beneficios altos

o bajos son la causa de los precios elevados o módicos; la renta alta o baja es

la consecuencia del precio» (Smith, t. I, pág.. 303).

Entre los productos que siempre proporcionan una renta están los alimentos.

«Como el hombre, a semejanza de todas las demás especies animales, se multiplica en

proporción a los medios de subsistencia, siempre existe demanda, mayor o menor, de

productos alimenticios. En toda circunstancia los alimentos pueden comprar o disponer

de una cantidad mayor o menor de trabajo (VI) y nunca faltarán personas dispuestas a

hacer lo necesario para conseguirlos. La cantidad de trabajo que se puede comprar con

los alimentos no es siempre igual a la cantidad de trabajadores que con ellos podrían

subsistir si se distribuyesen de la manera más económica; esta desigualdad deriva de los

salarios elevados que a veces es preciso pagar a los trabajadores. En todo caso, pueden

siempre comprar tanta cantidad de trabajo como puedan sostener, según la tasa que

comúnmente perciba esta especie de trabajo en la comarca. La tierra, en casi todas las

circunstancias, produce la mayor cantidad de alimentos de la necesaria para mantener el

trabajo que se requiere para poner dichos alimentos en el mercado. El sobrante es

siempre más de lo que sería necesario para reponer el capital que emplea este trabajo,

además de sus beneficios. De tal suerte, queda siempre algo en concepto de renta para el

propietario» (Smith, t. I, págs. 305—306). «No solamente es el alimento el origen

primero de la renta, sino que si otra porción del producto de la tierra viniera, en lo

sucesivo a producir una renta, este incremento de valor de la renta derivaría del

acrecentamiento de capacidad para producir alimentos que ha alcanzado el trabajo

mediante el cultivo y las mejoras hechas en las tierras» (Smith, t. I, pág. 345). «El

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38 alimento de los hombres alcanza siempre para el pago de la renta» (t. I, pág. 337). «Los

países se pueblan no de una manera proporcional al número de habitantes que pueden vestir

y alojar con sus producciones, sino en proporción al número de los que puedan alimentar»

(Smith, t, I, pág.. 342).

«Después del alimento, las dos (sic) mayores necesidades del hombre son el vestido, la

vivienda y la calefacción. Producen casi siempre una renta, pero no necesariamente»

(ibid., t. I, pág.. 338).

(VIII) Veamos ahora cómo explota el terrateniente todas las ventajas de la sociedad.

1) La renta se incrementa con la población (Smith, tomo I, 335).

2) Hemos escuchado ya de Say cómo se eleva la renta con los ferrocarriles, etc., con la

mejora, seguridad y multiplicación de las comunicaciones.

3) Toda mejoría en el estado de la sociedad tiende, de una manera directa e indirecta, a

elevar la renta de la tierra, a incrementar la riqueza real del propietario o, lo que es lo

mismo, su capacidad para comprar el trabajo de otra persona o el producto de su

esfuerzo... La extensión del cultivo y las mejoras ejecutadas contribuyen a ese aumento

de una manera directa, puesto que la participación del terrateniente en el producto

aumenta necesariamente cuando éste crece... El alza en el precio real de aquellas

especies de productos primarios, por ejemplo el alza en el precio del ganado, tiende

también directamente a aumentar la renta de la tierra y en una proporción todavía más

alta. Con el valor real del producto no sólo aumenta innecesariamente el valor real de la

parte correspondiente al propietario, es decir, el poder real que esta parte le confiere

sobre el trabajo ajeno, sino que con dicho valor aumenta también la proporción de esta

parte en relación al producto total. Este producto, después de haber aumentado al precio

real, no requiere para su obtención mayor trabajo que antes. Y tampoco será necesario

un mayor trabajo para reponer el capital empleado en ese trabajo conjuntamente con los

beneficios ordinarios del mismo. Por consiguiente, en relación al producto total ha de

ser ahora mucho mayor que antes la proporción que le corresponderá al dueño de la

tierra (Smith, tomo II, págs. 157—159).

(IX) La mayor demanda de materias primas y, con ella, el alza del valor, puede proceder

parcialmente del incremento de la población y del incremento de sus necesidades. Pero

cada nuevo incremento, cada nueva aplicación que la manufactura hace de la materia

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39 prima hasta entonces poco o nada utilizada, aumenta la renta. Así, por ejemplo, la renta de

las mines de carbón se ha elevado enormemente con los ferrocarriles, buques de vapor,

etcétera.

Además de esta ventaja que el terrateniente extrae de la manufactura, de los

descubrimientos, del trabajo, vamos ha ver en seguida otra.

4) «Todos cuantos adelantos se registran en la fuerza productiva del trabajo, que tienden

directamente a reducir el precio real de la manufactura, tienden a elevar de modo

indirecto la renta real de la tierra. El propietario cambia la parte del producto primario

que sobrepasa su propio consumo —o, lo que es lo mismo, el precio correspondiente a

esa parte— por el producto ya manufacturado pero todo lo que reduzca el precio real de

éste eleva el de aquél. Una cantidad igual del primero llegará a convertirse en una

mayor proporción del último, y el señor de la tierra se encontrará en condiciones de

comprar una mayor cantidad de las cosas que desea y que contribuyen a su mayor

comodidad, ornato o lujo» (Smith, t. II, pág.. 159).

En este momento, a partir del hecho de que el terrateniente explota todas las ventajas de

la sociedad (X), Smith concluye (t. II, pág.. 151) que el interés del terrateniente es

siempre idéntico al interés de la sociedad, lo cual es una estupidez. En la Economía

Política, bajo el dominio de la propiedad privada, el interés que cada uno tiene en la

sociedad está justamente en proporción inversa del interés que la sociedad tiene en el,

del mismo modo que el interés del usurero en el derrochador no es, en modo alguno,

idéntico al interés del derrochador.

Citemos sólo de pasada la codicia monopolista del terrateniente frente a la tierra de

países extranjeros, de donde proceden, por ejemplo, las Leyes sobre el trigo. Pasamos

por alto aquí, igualmente, la servidumbre medieval, la esclavitud en las colonias, la

miseria de campesinos y jornaleros en la Gran Bretaña. Atengámonos a los

pronunciamientos de la Economía Política misma.

1) Que el terrateniente esté interesado en el bien de la sociedad quiere decir, según los

fundamentos de la Economía Política, que esta interesado en su creciente población y

producción artificial, en el aumento de sus necesidades en una palabra, en el

crecimiento de la riqueza; y según las consideraciones que hasta ahora hemos hecho,

este crecimiento es idéntico con el crecimiento de la miseria y de la esclavitud. La

relación creciente de los alquileres con la miseria es un ejemplo del interés del

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40 terrateniente en la sociedad, pues con el alquiler aumenta la renta de la tierra, el interés del

suelo sobre el que la casa se levanta.

2) Según los economistas mismos, el interés del terrateniente es el término opuesto

hostil al del arrendatario, es decir, al de una parte importante de la sociedad.

(XI), 3) Puesto que el terrateniente puede exigir del arrendatario una renta tanto mayor

cuanto menos salarios éste pague, y como el colono rebaja tanto más el salario cuanto

más renta exige el propietario, el interés del terrateniente es tan hostil al de los mozos de

labranza como el del patrono manufacturero al de sus obreros. Empuja el salario hacia

un mínimo, en la misma forma que aquél.

4) Puesto que la baja real en el precio de los productos manufacturados eleva las rentas,

el terrateniente tiene un interés directo en la reducción del salario de los obreros

manufactureros, en la competencia entre los capitalistas, en la superproducción, en la

miseria total de la manufactura.

5) Si por tanto, el interés del terrateniente, lejos de idéntico al interés de la sociedad,

está en oposición hostil con el interés de los mozos de labranza, de los obreros

manufactureros y de los capitalistas, ni siquiera el interés de un terrateniente en

particular es idéntico al de otro a causa de la competencia, que consideraremos ahora.

Ya, en general, la gran propiedad guarda con la pequeña la misma, relación que el gran

capital con el pequeño. Se dan, sin embargo, circunstancias especiales que acarrean

necesariamente la acumulación de la gran propiedad territorial y la absorción por ella de

la pequeña.

(XII) En ningún sitio disminuye tanto con la magnitud de los fondos el número relativa

de obreros e instrumentos como en la propiedad territorial. Igualmente, en ningún sitio

aumenta tanto como en la propiedad territorial, con la magnitud de los fondos, la

posibilidad de explotación total, de ahorro en los costos de producción y de adecuada

división del trabajo. Por pequeño que un campo de labranza sea, los aperos que hace

necesarios, tales como arado, hoz, etc., alcanzan Un cierto límite más allá del cual no

pueden aminorarse, en tanto que la pequeñez de la propiedad puede ir mucho más allá

de estos límites.

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41 2) El gran latifundio acumula a su favor los réditos que el capital del arrendatario ha

empleado en la mejora del suelo. La pequeña propiedad territorial ha de emplear su propio

capital. Se le escapa, pues, toda esta ganancia.

3) En tanto que toda mejora social aprovecha al gran latifundio, perjudica a la pequeña

propiedad territorial, al hacer necesaria para ella cada vez mayor cantidad de dinero

contante.

4) Hay que tener en cuenta todavía dos leyes importantes de esta competencia: a) la

renta de las tierras cultivadas para la producción de alimentos humanos regula la renta

de la mayor parte de las otras tierras dedicadas al cultivo (Smith, t. I, pág.. 331).

Alimentos tales como el ganado, etc., sólo puede producirlos, en último termino, el gran

latifundio. Este regula, pues, la renta de las demás tierras y puede reducirlas a un

mínimo.

El pequeño propietario territorial que trabaja por sí mismo se encuentra, respecto del

gran terrateniente, en la misma relación que un artesano que posee un instrumento

propio respecto del fabricante. La pequeña propiedad territorial se ha convertido en

simple instrumento de trabajo (XVI). La renta de la tierra desaparece para el pequeño

terrateniente; sólo le queda, a lo sumo, el interés de su capital y su salario, pues la renta

de la tierra puede ser llevada por la competencia hasta no ser más que el interés del

capital no invertido por el propietario mismo.

6) Sabemos ya, por lo demás, que a igual fertilidad y a explotación igualmente adecuada

de los campos, minas y pesquerías, el producto está en proporción de la magnitud de los

capitales. Por consiguiente, triunfo del gran latifundista. Del mismo modo, a igualdad de

capitales, en proporción a la fertilidad. Por consiguiente, a capitales iguales, triunfo del

propietario del terreno más fértil.

b) «Puede decirse que una mina de cualquier especie es estéril o rica según la cantidad

de mineral que se pueda extraer de ella con una cierta cantidad de trabajo sea mayor o

menor que la que se podría extraer, con la misma cantidad de trabajo, de la mayor parte

de las otras minas de igual clase» (Smith, t. I, págs.. 345—346). El precio de la mina

más rica regula el precio del carbón de todas las otras de los alrededores. Tanto el

propietario como el empresario consideran, el uno, que puede obtener una renta mayor,

y el otro, un beneficio más alto, vendiendo a un precio un poco inferior al que veden sus

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42 vecinos. Estos se ven muy pronto obligados a vender al mismo precio, aunque pocos estén

en condiciones de hacerlo, y aun cuando el continuar bajando el precio les prive de toda su

renta y de todos sus beneficios. Algunas minas se abandonan por completo, y otras, al no

suministrar renta, únicamente pueden ser explotadas por el propietario (Smith, t. I, pág..

350). «Las minas de plata de Europa se abandonaron en su mayor parte después que

fueron descubiertas las del Perú. ...Esto mismo sucedió a las minas de Cuba y Santo

Domingo, y aun a las más antiguas del Perú, desde el descubrimiento de las del Potosí»

(t. I, pág.. 353j. Exactamente lo mismo que Smith dice aquí es válido, en mayor o menor

medida, de la propiedad territorial en general.

5) «Hay que notar que el precio ordinario de la tierra depende siempre de la tasa

corriente de interés... Si la renta de la tierra descendiera muy por debajo del interés del

dinero nadie compraría más fincas rústicas y éstas registrarían muy pronto un descenso

en su precio corriente. Por el contrario, si la renta de la tierra excediese con mucho de la

tasa del interés, todo el mundo compraría fincas y esto restauraría igualmente con

rapidez su precio corriente» (t. II, págs. 367—368). De esta relación de la renta de la

tierra con el interés del dinero se desprende que las rentas han de descender cada vez

más, de forma que, por último, sólo los más ricos puedan vivir de ellas. Por

consiguiente, competencia cada vez mayor entre los terratenientes que no arrienden sus

tierras. Ruina de una parte de ellos, reiterada acumulación del gran latifundio.

(XVII) Esta competencia tiene, además, como consecuencia que una gran parte de la

propiedad territorial cae en manos de los capitalistas y éstos se convierten así, al mismo

tiempo, en terratenientes del mismo modo que los pequeños terratenientes no son ya

más que capitalistas. Igualmente una parte del gran latifundio se convierte en propiedad

industrial.

La consecuencia última es, pues, la disolución de la diferencia entre capitalista y

terrateniente, de manera tal que, en conjunto, no hay en lo sucesivo más que dos clases

de población, la clase obrera y la clase capitalista. Esta comercialización de la propiedad

territorial, la transformación de la propiedad de la tierra en una mercancía, es el

derrocamiento definitivo de la vieja aristocracia y la definitiva instauración de la

aristocracia del dinero.

1) No compartimos las sentimentales lágrimas que los románticos vierten por esto.

Estos confunden siempre la abominación que la comercialización de la tierraimplica,

con la consecuencia, totalmente racional, necesaria dentro del sistema de la propiedad

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43 privada y deseable, que va contenida en la comercialización de la propiedad privada de la

tierra. En primer lugar, la propiedad de la tierra de tipo feudal es ya, esencialmente, la tierra

comercializada, la tierra extrañada para el hombre y que por eso se le enfrenta bajo la figura

de unos pocos grandes señores.

Ya en la propiedad territorial feudal está implícita la dominación de la tierra como un

poder extraño sobre los hombres. El siervo de la gleba es un accidente de la tierra.

Igualmente, a la tierra pertenece el mayorazgo, el hijo primogénito. La tierra lo hereda.

En general, la dominación de la propiedad privada comienza con la propiedad territorial,

esta es su base. Pero en la propiedad territorial del feudalismo el señor aparece, al

menos, como rey del dominio territorial. Igualmente existe aún la apariencia de una

relación entre el poseedor y la tierra mas íntima que la de la pura riqueza material. La

finca se individualiza con su señor, tiene su rango, es, con él, baronía o condado, tiene

sus privilegios, su jurisdicción, sus relaciones políticas, etc. Aparece como cuerpo

inorgánico de su señor. De aquí el aforismo:Nulle terre sans maître en el que se expresa

la conexión del señorío y la propiedad territorial. Del mismo modo, la dominación de la

propiedad territorial no aparece inmediatamente como dominación del capital puro. La

relación en que sus súbditos están con ella es más la relación con la propia patria. Es un

estrecho modo de nacionalidad.

(XVIII) Así también, la propiedad territorial feudal da nombre a su señor como un reino

a su rey. Su historia familiar, la historia de su casa, etc., todo esto individualiza para él

la propiedad territorial y la convierte formalmente en su casa, en una persona. De igual

modo los cultivadores de la propiedad territorial no están con ella en relación

de jornaleros, sino que, o bien son ellos mismos su propiedad, como los siervos de la

gleba, o bien están con ella en una relación de respeto, sometimiento y deber. La

posición del señor para con ellos es inmediatamente política y tiene igualmente una

faceta afectiva. Costumbres, carácter, etc., varían de una finca a otra y parecen

identificarse con la parcela, en tanto que más tarde es sólo la bolsa del hombre y no su

carácter, su individualidad, lo que lo relaciona con la finca. Por último, el señor no

busca extraer de su propiedad el mayor beneficio posible. Por el contrario consume lo

que allí hay y abandona tranquilamente el cuidado de la producción a los siervos y

colonos. Esta es la condición aristocrática de la propiedad territorial que arroja sobre su

Señor una romántica gloria.

Es necesario que sea superada esta apariencia, que la territorial, raíz de la propiedad

privada, sea arrebatada al movimiento de ésta y convertida en mercancía, que la

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44 dominación del propietario, desprovista de todo matiz político, aparezca como dominación

pura de la propiedad privada, del capital, desprovista de todo tinte político; que la relación

entre propietario y obrero sea reducida a la relación económica de explotador y explotado,

que cese toda relación personal del propietario en su propiedad y la misma se reduzca a

la riqueza simplemente material, de cosas; que en lugar del matrimonio de honor con la

tierra se celebre con ella el matrimonio de conveniencia, y que la tierra, como el

hombre, descienda a valor de tráfico. Es necesario que aquello que es la raíz de la

propiedad territorial, el sucio egoísmo, aparezca también en su cínica figura. Es

necesario que el monopolio reposado se cambie en el monopolio movido e intranquilo,

en competencia; que se cambie el inactivo disfrute del sudor y de la sangre ajenos en el

ajetreado comercio de ellos. Es necesario, por último, que en esta competencia la

propiedad de la tierra, bajo la figura del capital, muestre su dominación tanto sobre la

clase obrera como sobre los propietarios mismos, en cuanto que las leyes del

movimiento del capital los arruinan o los elevan. Con esto, en lugar del aforismo

medieval nulle terre sans seigneur aparece otro refrán: l'argent n'a pas de Maître, en el

que se expresa la dominación total de la materia muerta sobre los hombres.

La división de la propiedad territorial niega el gran monopolio de la propiedad

territorial, supera, pero sólo por cuanto generaliza este monopolio. No supera el

fundamento del monopolio, la propiedad privada. Ataca la existencia del monopolio,

pero no su esencia. La consecuencia de ello es que cae víctima de las leyes de la

propiedad privada. La división de la propiedad territorial corresponde, en efecto, al

movimiento de la competencia en el dominio industrial. Aparte de las desventajas,

económicas de esta división de aperos y de este aislamiento del trabajo de unos y otros

(que hay que distinguir evidentemente de la división del trabajo: el trabajo no está

dividido entre muchos, sino que cada uno lleva a cabo para sí el mismo trabajo; es una

multiplicación del mismo trabajo), esta división, como aquella competencia, se cambia

necesariamente de nuevo en acumulación.

Allí, pues, en donde tiene lugar la división de la propiedad territorial, no queda otra

salida sino retornar al monopolio de forma aún más odiosa, o negar, superar, la división

de la misma propiedad territorial. Pero esto no es el retorno a la propiedad feudal, sino

la superación de la propiedad privada de la tierra y el suelo en general. La primera

superación del monopolio es siempre su generalización, la ampliación de su existencia.

La superación del monopolio que ha alcanzado su existencia más amplia y comprensiva

posible es su aniquilación plena. La asociación aplicada a la tierra y el suelo participa de

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45 las ventajas del latifundio desde el punto de vista económico y realiza, por primera vez, la

tendencia originaria de la división, es decir, la igualdad, al tiempo que establece la relación

afectiva del hombre con la tierra de una manera racional y no mediada por la servidumbre

de la gleba, la dominación y una estúpida mística de la propiedad, al dejar de ser la

tierra un objeto de tráfico y convertirse de nuevo, mediante el trabajo libre y el libre

goce, en una verdadera y personal propiedad del hombre. Una gran ventaja de la

división es que su masa, que no puede ya resolverse a caer en la servidumbre, perece

ante la propiedad de manera distinta que la de la industria.

Por lo que toca al gran latifundio, sus defensores han identificado de manera sofística

las ventajas económicas que la agricultura en gran escala ofrece con el gran latifundio,

como sino fuese sólo mediante la superación de la propiedad como estas ventajas

alcanzan justamente (XX) su mayor extensión posible, de una parte, y su utilidad social,

de la otra. Han atacado, igualmente, el espíritu mercantil de la pequeña propiedad

territorial, como si el gran latifundio en su forma feudal no contuviese ya el tráfico de

modo latente. Por no decir nada de la forma inglesa moderna, en la que van ligados el

feudalismo del propietario de la tierra y el tráfico y la industria del arrendatario.

Así como el gran latifundio puede devolver el reproche de monopolio que la división de

la propiedad territorial le hace, pues también la división se basa en el monopolio de la

propiedad privada, así también puede la división de la propiedad territorial devolver al

latifundio el reproche de la división pues también en el latifundio reina la división, sólo

que en forma rígida y anquilosada. En general, la propiedad privada se apoya siempre

sobre la división. Por lo demás, así como la división de la propiedad territorial

reconduce al latifundio como riqueza—capital, así también la propiedad territorial

feudal tiene que marchar necesariamente hacia la división, o al menos caer en manos de

los capitalistas, haga lo que haga.

Pues el latifundio, como sucede en Inglaterra, echa a la inmensa mayoría de la

población en brazos de la industria y reduce a sus propios obreros a una miseria total.

Engendra y aumenta, pues, el poder de su enemigo, del capital, de la industria, al arrojar

al otro lado brazos y toda una actividad del país. Hace a la mayoría del país industrial,

esto es, adversaria del latifundio. Así que la industria ha alcanzado un gran poder, como

ahora en Inglaterra, arranca poco a poco al latifundio su monopolio frente al extranjero

y lo arroja a la competencia con la propiedad territorial extranjera. Bajo el dominio de la

industria, el latifundio sólo podría asegurar su magnitud feudal mediante el monopolio

frente al extranjero, para protegerse de las leyes generales del comercio, que contradicen

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46 su esencia feudal. Una vez arrojado a la competencia, sigue sus leyes como cualquier otra

mercancía a ella arrojada. Va fluctuando, creciendo y disminuyendo, volando de unas

manos a otras y ninguna ley puede mantenerlo ya en unas pocas manos predestinadas.

(XXI) La consecuencia inmediata es el fraccionamiento en muchas manos, en todo caso

caída en el poder de los capitalistas industriales.

Finalmente, el latifundio que de esta forma ha sido mantenido por la fuerza y ha

engendrado junto a sí una temible industria, conduce a la crisis aún más rápidamente

que la división de la propiedad territorial, junto a la cual el poder de la industria está

siempre en segundo rango.

El latifundio, como vemos en Inglaterra, ha perdido ya su carácter feudal y tomado

carácter industrial cuando quiere hacer tanto dinero como sea posible. Da al propietario

la mayor renta posible, al arrendatario el beneficio del capital más elevado que sea

posible. Los trabajadores del campo están así ya reducidos al mínimo y la clase de los

arrendatarios representa ya dentro de la propiedad territorial el poder de la industria y

del capital. Mediante la competencia con el extranjero, la mayor parte de la renta de la

tierra deja de poder constituir un ingreso independiente. Una gran parte de los

propietarios debe ocupar el puesto de los arrendatarios, que de este modo se hunden

parcialmente en el proletariado. Por otra parte, muchos arrendatarios se apoderan de la

propiedad territorial, pues los grandes propietarios, merced a sus cómodos ingresos, se

han dedicado en su mayoría a la disipación y son, en la mayor parte de los casos,

también incapaces para dirigir la agricultura en gran escala; no poseen ni capital ni

capacidad para explotar la tierra y el suelo. Así, pues, una parte de éstos se arruina

completamente. Finalmente, el salario reducido al mínimo debe ser aún más reducido

para resistir la nueva competencia. Esto conduce entonces necesariamente a la

revolución.

La propiedad territorial tenia que desarrollarse en cada una de estas dos formas para

vivir en una y otra su necesaria decadencia, del mismo modo que la industria tenía que

arruinarse en la forma del monopolio y en la forma de la competencia para aprender a

creer en el hombre.

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47

[El trabajo enajenado]

(XXII) Hemos partido de los presupuestos de la Economía Política. Hemos aceptado su

terminología y sus leyes. Damos por supuestas la propiedad privada, la separación del

trabajo, capital y tierra, y la de salario, beneficio del capital y renta de la tierra;

admitamos la división del trabajo, la competencia, el concepto de valor de cambio, etc.

Con la misma Economía Política, con sus mismas palabras, hemos demostrado que el

trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las mercancías; que

la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y magnitud de su producción;

que el resultado necesario de la competencia es la acumulación del capital en pocas

manos, es decir, la más terrible reconstitución de los monopolios; que, por último;

desaparece la diferencia entre capitalistas y terratenientes, entre campesino y obrero

fabril, y la sociedad toda ha de quedar dividida en las dos clases

de propietarios y obreros desposeídos.

La Economía Política parte del hecho de la propiedad privada, pero no lo explica. Capta

el proceso material de la propiedad privada, que esta recorre en la realidad, con

fórmulas abstractas y generales a las que luego presta valor de ley. No comprende estas

leyes, es decir, no prueba cómo proceden de la esencia de la propiedad privada. La

Economía Política no nos proporciona ninguna explicación sobre el fundamento de la

división de trabajo y capital, de capital y tierra. Cuando determina, por ejemplo, la

relación entre beneficio del capital y salario, acepta como fundamento último el interés

del capitalista, en otras palabras, parte de aquello que debería explicar. Otro tanto ocurre

con la competencia, explicada siempre por circunstancias externas. En qué medida estas

circunstancias externas y aparentemente casuales son sólo expresión de un desarrollo

necesario, es algo sobre lo que la Economía Política nada nos dice. Hemos visto cómo

para ella hasta el intercambio mismo aparece como un hecho ocasional. Las únicas

ruedas que la Economía Política pone en movimiento son la codicia y la guerra entre los codiciosos, la competencia.

Justamente porque la Economía Política no comprende la coherencia del movimiento

pudo, por ejemplo, oponer la teoría de la competencia a la del monopolio, la de la libre

empresa a la de la corporación, la de la división de la tierra a la del gran latifundio, pues

competencia, libertad de empresa y división de la tierra fueron comprendidas y

estudiadas sólo como consecuencias casuales, deliberadas e impuestas por la fuerza del

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48 monopolio, la corporación y la propiedad feudal, y no como sus resultados necesarios,

inevitables y naturales.

Nuestra tarea es ahora, por tanto, la de comprender la conexión esencial entre la

propiedad privada, la codicia, la separación de trabajo, capital y tierra, la de intercambio

y competencia, valor y desvalorización del hombre; monopolio y competencia; tenemos

que comprender la conexión de toda esta enajenación con el sistema monetario.

No nos coloquemos, como el economista cuando quiere explicar algo, en una imaginaria

situación primitiva. Tal situación primitiva no explica nada, simplemente traslada la

cuestión a uña lejanía nebulosa y grisácea. Supone como hecho, como acontecimiento lo

que debería deducir, esto es, la relación necesaria entre dos cosas, Por ejemplo, entre

división del trabajo e intercambio. Así es también como la teología explica el origen del

mal por el pecado original dando por supuesto como hecho, como historia, aquello que

debe explicar.

Nosotros partimos de un hecho económico, actual.

El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en

potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata

cuantas más mercancías produce. La desvalorización del mundo humano crece en razón

directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce

mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente

en la proporción en que produce mercancías en general.

Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto: el objeto que el trabajo produce, su

producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independientedel

productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha

hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su

objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política

como desrealización del trabajador, la objetivación comopérdida del objeto y

servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación.

Hasta tal punto aparece la realización del trabajo como desrealización del trabajador,

que éste es desrealizado hasta llegar a la muerte por inanición. La objetivación aparece

hasta tal punto como perdida del objeto que el trabajador se ve privado de los objetos

más necesarios no sólo para la vida, sino incluso para el trabajo. Es más, el trabajo

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49 mismo se convierte en un objeto del que el trabajador sólo puede apoderarse con el mayor

esfuerzo y las más extraordinarias interrupciones. La apropiación del objeto aparece en tal

medida como extrañamiento, que cuantos más objetos produce el trabajador, tantos menos

alcanza a poseer y tanto mas sujeto queda a la dominación de su producto, es decir, del

capital.

Todas estas consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabajador se

relaciona con el producto de su trabajo como un objeto extraño. Partiendo de este

supuesto, es evidente que cuánto mas se vuelca el trabajador en su trabajo, tanto más

poderoso es el mundo extraño, objetivo que crea frente a sí y tanto mas pobres son él

mismo y su mundo interior, tanto menos dueño de si mismo es. Lo mismo sucede en la

religión. Cuanto más pone el hombre en Dios, tanto memos guarda en si mismo. El

trabajador pone su vida en el objeto pero a partir de entonces ya no le pertenece a él,

sino al objeto. Cuanto mayor es la actividad, tanto más carece de objetos el trabajador.

Lo que es el producto de su trabajo, no lo es él. Cuanto mayor es, pues, este producto,

tanto más insignificante es el trabajador. Laenajenación del trabajador en su producto

significa no solamente que su trabajo se convierte en un objeto, en una

existencia exterior, sino que existe fuera de él, independiente, extraño, que se convierte

en un poder independiente frente a é; que la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta

como cosa extraña y hostil.

(XXIII) Consideraremos ahora mas de cerca la objetivación, la producción del

trabajador, y en ella el extrañamiento, la pérdida del objeto, de su producto.

El trabajador no puede crear nada sin la naturaleza, sin el mundo exterior sensible. Esta

es la materia en que su trabajo se realiza, en la que obra, en la que y con la que produce.

Pero así como la naturaleza ofrece al trabajo medios de vida, en el sentido de que el

trabajo no puede vivir sin objetos sobre los que ejercerse, así, de otro lado, ofrece

también víveres en sentido estricto, es decir, medios para la subsistencia

del trabajador mismo.

En consecuencia, cuanto más se apropia el trabajador el mundo exterior, la naturaleza

sensible, por medio de su trabajo, tanto más se priva de víveres en este doble sentido; en

primer lugar, porque el mundo exterior sensible cesa de ser, en creciente medida, un

objeto perteneciente a su trabajo, un medio de vida de su trabajo; en segundo término,

porque este mismo mundo deja de representar, cada vez más

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50 pronunciadamente, víveres en sentido inmediato, medios para la subsistencia física del

trabajador.

El trabajador se convierte en siervo de su objeto en un doble sentido: primeramente

porque recibe un objeto de trabajo, es decir, porque recibe trabajo; en segundo lugar

porque recibe medios de subsistencia. Es decir, en primer termino porque puede existir

como trabajador, en segundo término porque puede existir como sujeto físico. El colmo

de esta servidumbre es que ya sólo en cuanto trabajador puede mantenerse como sujeto físico y que sólo como sujeto físico es ya trabajador.

(La enajenación del trabajador en su objeto se expresa, según las leyes económicas, de

la siguiente forma: cuanto más produce el trabajador, tanto menos ha de consumir;

cuanto más valores crea, tanto más sin valor, tanto más indigno es él; cuanto más

elaborado su producto, tanto más deforme el trabajador; cuanto más civilizado su

objeto, tanto más bárbaro el trabajador; cuanto mis rico espiritualmente se hace el

trabajo, tanto más desespiritualizado y ligado a la naturaleza queda el trabajador.)

La Economía Política oculta la enajenación esencial del trabajo porque no considera la relación inmediata entre el trabajador (el trabajo) y la producción.

Ciertamente el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privaciones para

el trabajador. Produce palacios, pero para el trabajador chozas. Produce belleza, pero

deformidades para el trabajador. Sustituye el trabajo por máquinas, pero arroja una parte

de los trabajadores a un trabajo bárbaro, y convierte en máquinas a la otra parte.

Produce espíritu, pero origina estupidez y cretinismo para el trabajador.

La relación inmediata del trabajo y su producto es la relación del trabajador y el objeto

de su producción. La relación del acaudalado con el objeto de la producción y con la

producción misma es sólo una consecuencia de esta primera relación y la confirma.

Consideraremos más tarde este otro aspecto.

Cuando preguntamos, por tanto, cuál es la relación esencial del trabajo, preguntamos

por la relación entre el trabajador y la producción.

Hasta ahora hemos considerado el extrañamiento, la enajenación del trabajador, sólo en

un aspecto, concretamente en su relación con el producto de su trabajo. Pero el

extrañamiento no se muestra sólo en el resultado, sino en el acto de la producción,

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51 dentro de la actividad productiva misma. ¿Cómo podría el trabajador enfrentarse con el

producto de su actividad como con algo extraño si en el acto mismo de la producción no se

hiciese ya ajeno a sí mismo? El producto no es más que el resumen de la actividad, de la

producción. Por tanto, si el producto del trabajo es la enajenación, la producción misma

ha de ser la enajenación activa, la enajenación de la actividad; la actividad de la

enajenación. En el extrañamiento del producto del trabajo no hace más que resumirse el

extrañamiento, la enajenación en la actividad del trabajo mismo.

¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo?

Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser;

en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz,

sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su

cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y

en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo

suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la

satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades

fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan

pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo

como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un

trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra

la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en

que cuando está en él no se pertenece a si mismo, sino a otro. Así como en la religión la

actividad propia de la fantasía humana, de la mente y del corazón humanos, actúa sobre

el individuo independientemente de él, es decir, como una actividad extraña, divina o

diabólica, así también la actividad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a

otro, es la pérdida de sí mismo.

De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones

animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la

habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo

animal se convierte en lo humano y lo humano en lo animal.

Comer, beber y engendrar, etc., son realmente también auténticas funciones humanas.

Pero en la abstracción que las separa del ámbito restante de la actividad humana y las

convierte en un único y último son animales.

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52 Hemos considerado el acto de la enajenación de la actividad humana práctica, del trabajo,

en dos aspectos: 1) la relación del trabajador con el producto del trabajo como con un

objeto ajeno y que lo domina. Esta relación es, al mismo tiempo, la relación con el mundo

exterior sensible, con los objetos naturales, como con un mundo extraño para él y que se

le enfrenta con hostilidad; 2) la relación del trabajo con el acto de la producción dentro

del trabajo. Esta relación es la relación del trabajador con su propia actividad, como con

una actividad extraña, que no le pertenece, la acción como pasión, la fuerza como

impotencia, la generación como castración, la propia energía física y espiritual del

trabajador, su vida personal (pues qué es la vida sino actividad) como una actividad que

no le pertenece, independiente de él, dirigida contra él. La enajenación respecto de si mismo como, en el primer caso, la enajenación respecto de la cosa.

(XXIV) Aún hemos de extraer de las dos anteriores una tercera determinación

del trabajo enajenado.

El hombre es un ser genérico no sólo porque en la teoría y en la practica toma como

objeto suyo el género, tanto el suyo propio como el de las demás cosas, sino también, y

esto no es más que otra expresión para lo mismo, porque se relaciona consigo mismo

como el género actual, viviente, porque se relaciona consigo mismo como un

ser universal y por eso libre.

La vida genérica, tanto en el hombre como en el animal, consiste físicamente, en primer

lugar, en que el hombre (como el animal) vive de la naturaleza inorgánica, y cuanto más

universal es el hombre que el animal, tanto más universal es el ámbito de la naturaleza

inorgánica de la que vive. Así como las plantas, los animales, las piedras, el aire, la luz,

etc., constituyen teóricamente una parte de la conciencia humana, en parte como objetos

de la ciencia natural, en parte como objetos del arte (su naturaleza inorgánica espiritual,

los medios de subsistencia espiritual que él ha de preparar para el goce y asimilación),

así también constituyen prácticamente una parte de la vida y de la actividad humano.

Físicamente el hombre vive sólo de estos productos naturales, aparezcan en forma de

alimentación, calefacción, vestido, vivienda, etc. La universalidad del hombre aparece

en la práctica justamente en la universalidad que hace de la naturaleza toda su cuerpo

inorgánico, tanto por ser (l) un medio de subsistencia inmediato, romo por ser (2) la

materia, el objeto y el instrumento de su actividad vital. La naturaleza es el cuerpo

inorgánico del hombre; la naturaleza, en cuanto ella misma, no es cuerpo humano. Que

el hombre vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el cual

ha de mantenerse en proceso continuo para no morir. Que la vida física y espiritual del

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53 hombre esta ligada con la naturaleza no tiene otro sentido que el de que la naturaleza está

ligada consigo misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza.

Como quiera que el trabajo enajenado (1) convierte a la naturaleza en algo ajeno al

hombre, (2) lo hace ajeno de sí mismo, de su propia función activa, de su actividad vital,

también hace del género algo ajeno al hombre; hace que para él la vida genérica se

convierta en medio de la vida individual. En primer lugar hace extrañas entre sí la vida

genérica y la vida individual, en segundo termino convierte a la primera, en abstracta,

en fin de la última, igualmente en su forma extrañada y abstracta.

Pues, en primer termino, el trabajo, la actividad vital, la vida productiva misma, aparece

ante el hombre sólo como un medio para la satisfacción de una necesidad, de la

necesidad de mantener la existencia física. La vida productiva es, sin embargo, la vida

genérica. Es la vida que crea vida. En la forma de la actividad vital reside el carácter

dado de una especie, su carácter genérico, y la actividad libre, consciente, es el carácter

genérico del hombre. La vida misma aparece sólo como medio de vida.

El animal es inmediatamente uno con su actividad vital. No se distingue de ella. Es ella.

El hombre hace de su actividad vital misma objeto de su voluntad y de su conciencia.

Tiene actividad vital consciente. No es una determinación con la que el hombre se funda

inmediatamente. La actividad vital consciente distingue inmediatamente al hombre de la

actividad vital animal. Justamente, y sólo por ello, es él un ser genérico. O, dicho de

otra forma, sólo es ser consciente, es decir, sólo es su propia vida objeto para él, porque

es un ser genérico. Sólo por ello es su actividad libre. El trabajo enajenado invierte la

relación, de manera que el hombre, precisamente por ser un ser consciente hace de su

actividad vital, de su esencia, un simple medio para su existencia.

La producción práctica de un mundo objetivo, la elaboración de la naturaleza

inorgánica, es la afirmación del hombre como un ser genérico consciente, es decir, la

afirmación de un ser que se relaciona con el género como con su propia esencia o que se

relaciona consigo mismo como ser genérico. Es cierto que también el animal produce.

Se construye un nido, viviendas, como las abejas, los castores, las hormigas, etc. Pero

produce únicamente lo que necesita inmediatamente para sí o para su prole; produce

unilateralmente, mientras que el hombre produce universalmente; produce únicamente

por mandato de la necesidad física inmediata, mientras que el hombre produce incluso

libre de la necesidad física y sólo produce realmente liberado de ella; el animal se

produce sólo a sí mismo, mientras que el hombre reproduce la naturaleza entera; el

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54 producto del animal pertenece inmediatamente a su cuerpo físico, mientras que el hombre

se enfrenta libremente a su producto. El animal forma únicamente según la necesidad y la

medida de la especie a la que pertenece, mientras que el hombre sabe producir según la

medida de cualquier especie y sabe siempre imponer al objeto la medida que le es

inherente; por ello el hombre crea también según las leyes de la belleza.

Por eso precisamente es sólo en la elaboración del mundo objetivo en donde el hombre

se afirma realmente como un ser genérico. Esta producción es su vida genérica activa.

Mediante ella aparece la naturaleza como su obra y su realidad. El objeto del trabajo es

por eso la objetivación de la vida genérica del hombre, pues éste se desdobla no sólo

intelectualmente, como en la conciencia, sino activa y realmente, y se contempla a si

mismo en un mundo creado Por él. Por esto el trabajo enajenado, al arrancar al hombre

el objeto de su producción, le arranca su vida genérica, su real objetividad genérica y

transforma su ventaja respecto del animal en desventaja, pues se ve privado de su

cuerpo inorgánico, de la naturaleza. Del mismo modo, al degradar la actividad propia, la

actividad libre, a la condición de medio, hace el trabajo enajenado de la vida genérica

del hombre en medio para su existencia física.

Mediante la enajenación, la conciencia del hombre que el hombre tiene de su género se

transforma, pues, de tal manera que la vida genérica se convierte para él en simple

medio.

El trabajo enajenado, por tanto:

3) Hace del ser genérico del hombre, tanto de la naturaleza como de sus facultades

espirituales genéricas, un ser ajeno para él, un medio de existencia individual. Hace

extraños al hombre su propio cuerpo, la naturaleza fuera de él, su esencia espiritual,

su esencia humana.

4) Una consecuencia inmediata del hecho de estar enajenado el hombre del producto de

su trabajo, de su actividad vital, de su ser genérico, es la enajenación del hombre

respecto del hombre. Si el hombre se enfrenta consigo mismo, se enfrenta también

al otro. Lo que es válido respecto de la relación del hombre con su trabajo, con el

producto de su trabajo y consigo mismo, vale también para la relación del hombre con

el otro y con trabajo y el producto del trabajo del otro.

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55 En general, la afirmación de que el hombre está enajenado de su ser genérico quiere decir

que un hombre esta enajenado del otro, como cada uno de ellos está enajenado de la esencia

humana.

La enajenación del hombre y, en general, toda relación del hombre consigo mismo, sólo

encuentra realización y expresión verdaderas en la relación en que el hombre está con el

otro.

En la relación del trabajo enajenado, cada hombre considera, pues, a los demás según la

medida y la relación en la que él se encuentra consigo mismo en cuanto trabajador.

(XXV) Hemos partido de un hecho económico, el extrañamiento entre el trabajador y su

producción. Hemos expuesto el concepto de este hecho: el trabajoenajenado, extrañado.

Hemos analizado este concepto, es decir, hemos analizado simplemente un hecho

económico.

Veamos ahora cómo ha de exponerse y representarse en la realidad el concepto del

trabajo enajenado, extrañado.

Si el producto del trabajo me es ajeno, se me enfrenta como un poder extraño, entonces

¿a quién pertenece?

Si mi propia actividad no me pertenece; si es una actividad ajena, forzada, ¿a quién

pertenece entonces?

A un ser otro que yo.

¿Quién es ese ser?

¿Los dioses? Cierto que en los primeros tiempos la producción principal, por ejemplo,

la construcción de templos, etc., en Egipto, India, Méjico, aparece al servicio de los

dioses, como también a los dioses pertenece el producto Pero los dioses por si solos no

fueron nunca los dueños del trabajo. Aún menos de la naturaleza. Qué contradictorio

sería que cuando más subyuga el hombre a la naturaleza mediante su trabajo, cuando

más superfluos vienen a resultar los milagros de los dioses en razón de los milagros de

la industria, tuviese que renunciar el hombre, por amor de estos poderes, a la alegría de

la producción y al goce del producto.

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56 El ser extraño al que pertenecen a trabajo y el producto del trabajo, a cuyo servicio está

aquél y para cuyo placer sirve éste, solamente puede ser el hombre mismo

Si el producto del trabajo no pertenece al trabajador, si es frente él un poder extraño,

esto sólo es posible porque pertenece a otro hombre que no es el trabajador. Si su

actividad es para él dolor, ha de ser goce y alegría vital de otro. Ni los dioses, ni la

naturaleza, sino sólo el hombre mismo, puede ser este poder extraño sobre los hombres.

Recuérdese la afirmación antes hecha de que la relación del hombre consigo mismo

únicamente es para él objetiva y real a través de su relación con los otros hombres. Si él,

pues, se relaciona con el producto de su trabajo, con su trabajo objetivado, como con un

objeto poderoso, independiente de él, hostil, extraño, se esta relacionando con él de

forma que otro hombre independiente de él, poderoso, hostil, extraño a él, es el dueño

de este objeto; Si él se relaciona con su actividad como con una actividad no libre, se

está relacionando con ella como con la actividad al servicio de otro, bajo las órdenes, la

compulsión y el yugo de otro.

Toda enajenación del hombre respecto de sí mismo y de la naturaleza aparece en la

relación que él presume entre él, la naturaleza y los otros hombres distintos de él, Por

eso la autoenajenación religiosa aparece necesariamente en la relación del laico con el

sacerdote, o también, puesto que aquí se trata del mundo intelectual, con un mediador,

etc. En el mundo práctico, real, el extrañamiento de si sólo puede manifestarse mediante

la relación práctica, real, con los otros hombres. El medio mismo por el que el

extrañamiento se opera es un medio práctico. En consecuencia mediante el trabajo

enajenado no sólo produce el hombre su relación con el objeto y con el acto de la propia

producción como con poderes que le son extraños y hostiles, sino también la relación en

la que los otros hombres se encuentran con su producto y la relación en la que él está

con estos otros hombres. De la misma manera que hace de su propia producción su

desrealización, su castigo; de su propio producto su pérdida, un producto que no le

pertenece, y así también crea el dominio de quien no produce sobre la producción y el

producto. Al enajenarse de su propia actividad posesiona al extraño de la actividad que

no le es propia.

Hasta ahora hemos considerado la relación sólo desde el lado del trabajador; la

consideraremos más tarde también desde el lado del no trabajador.

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57 Así, pues, mediante el trabajo enajenado crea el trabajador la relación de este trabajo con

un hombre que está fuera del trabajo y le es extraño. La relación del trabajador con el

trabajo engendra la relación de éste con el del capitalista o como quiera llamarse al patrono

del trabajo. La propiedad privada es, pues, el producto, el resultado, la consecuencia

necesaria del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y

consigo mismo.

Partiendo de la Economía Política hemos llegado, ciertamente, al concepto del trabajo

enajenado (de la vida enajenada) como resultado del movimiento de la propiedad

privada. Pero el análisis de este concepto muestra que aunque la propiedad privada

aparece como fundamento, como causa del trabajo enajenado, es más bien una

consecuencia del mismo, del mismo modo que los dioses no son originariamente la

causa, sino el efecto de la confusión del entendimiento humano. Esta relación se

transforma después en una interacción recíproca.

Sólo en el último punto culminante de su desarrollo descubre la propiedad privada de

nuevo su secreto, es decir, en primer lugar que es el producto del trabajo enajenado, y

en segundo término que es el medio por el cual el trabajo se enajena, la realización de esta enajenación.

Este desarrollo ilumina al mismo tiempo diversas colisiones no resueltas hasta ahora.

1) La Economía Política parte del trabajo como del alma verdadera de la producción y,

sin embargo, no le da nada al trabajo y todo a la propiedad privada. Partiendo de esta

contradicción ha fallado Proudhon en favor del trabajo y contra la Propiedad privaba.

Nosotros, sin embargo, comprendemos, que esta aparente contradicción es la

contradicción del trabajo enajenado consigo mismo y que la Economía Política

simplemente ha expresado las leyes de este trabajo enajenado.

Comprendemos también por esto que salario y propiedad privada son idénticos, pues el

salario que paga el producto, el objeto del trabajo, el trabajo mismo, es sólo una

consecuencia necesaria de la enajenación del trabajo; en el salario el trabajo no aparece

como un fin en si, sino como un servidor del salario. Detallaremos esto más tarde.

Limitándonos a extraer ahora algunas consecuencias (XXVI).

Un alza forzada de los salarios, prescindiendo de todas las demás dificultades

(prescindiendo de que, por tratarse de una anomalía, sólo mediante la fuerza podría ser

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58 mantenida), no sería, por tanto, más que una mejor remuneración de los esclavos, y no

conquistaría, ni para el trabajador, ni para el trabajo su vocación y su dignidad humanas.

Incluso la igualdad de salarios, como pide Proudhon no hace más que transformar la

relación del trabajador actual con su trabajo en la relación de todos los hombres con el

trabajo. La sociedad es comprendida entonces como capitalista abstracto.

El salario es una consecuencia inmediata del trabajo enajenado y el trabajo enajenado es

la causa inmediata de la propiedad privada. Al desaparecer un termino debe también,

por esto, desaparecer el otro.

2) De la relación del trabajo enajenado con la propiedad privada se sigue, además, que

la emancipación de la sociedad de la propiedad privada, etc., de la servidumbre, se

expresa en la forma política de la emancipación de los trabajadores, no como si se

tratase sólo de la emancipación de éstos, sino porque su emancipación entraña la

emancipación humana general; y esto es así porque toda la servidumbre humana está

encerrada en la relación de trabajador con la producción, y todas las relaciones serviles

son sólo modificaciones y consecuencias de esta relación.

Así como mediante el análisis hemos encontrado el concepto de propiedad

privada partiendo del concepto de trabajo enajenado, extrañado, así también podrán

desarrollarse con ayuda de estos dos factores todas las categorías económicas y

encontraremos en cada una de estas categorías, por ejemplo, el tráfico, la competencia,

el capital, el dinero, solamente una expresión determinada, desarrollada, de aquellos

primeros fundamentos.

Antes de considerar esta estructuración, sin embargo, tratemos de resolver dos

cuestiones.

1) Determinar la esencia general de la propiedad privada, evidenciada como resultado

del trabajo enajenado, en su relación con la propiedad verdaderamente humana y social.

2) Hemos aceptado el extrañamiento del trabajo, su enajenación, como un hecho y

hemos realizado este hecho. Ahora nos preguntamos ¿cómo llega el hombre a enajenar,

a extrañar su trabajo? ¿Cómo se fundamenta este extrañamiento en la esencia de la

evolución humana? Tenemos ya mucho ganado para la solución de este problema al

haber transformado la cuestión del origen de la propiedad privada en la cuestión de la

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59 relación del trabajo enajenado con el proceso evolutivo de la humanidad. Pues cuando se

habla de propiedad privada se cree tener que habérselas con una cosa fuera del hombre.

Cuando se habla de trabajo nos las tenemos que haber inmediatamente con el hombre

mismo. Esta nueva formulación de la pregunta es ya incluso su solución.

ad. 1) Esencia general de la propiedad privada y su relación con la propiedad

verdaderamente humana.

El trabajo enajenado se nos ha resuelto en dos componentes que se condicionan

recíprocamente o que son sólo dos expresiones distintas de una misma relación.

Laapropiación aparece como extrañamiento, como enajenación y

la enajenación como apropiación, el extrañamiento como la verdadera naturalización.

Hemos considerado un aspecto, el trabajo enajenado en relación al trabajador mismo,

es decir, la relación del trabajo enajenado consigo mismo. Como producto, como

resultado necesario de esta relación hemos encontrado la relación de propiedad del no—

trabajador con el trabajador y con el trabajo. La propiedad privada como expresión

resumida, material, del trabajo enajenado abarca ambas relaciones, la relación del

trabajador con el trabajo, con el producto de su trabajo y con el no trabajador, y la

relación del no trabajador con el trabajador y con el producto de su trabajo.

Si hemos visto, pues, que respecto del trabajador, que mediante el trabajo se apropia de

la naturaleza, la apropiación aparece como enajenación, la actividad propia como

actividad para otro y de otro, la vitalidad como holocausto de la vida, la producción del

objeto como pérdida del objeto en favor de un poder extraño, consideremos ahora la

relación de este hombre extraño al trabajo y al trabajador con el trabajador, el trabajo y

su objeto.

Por de pronto hay que observar que todo lo que en el trabajador aparece como actividad

de la enajenación, aparece en el no trabajador como estado de la enajenación,

del extrañamiento.

En segundo término, que el comportamiento práctico, real, del trabajador en la

producción y respecto del producto (en cuanto estado de ánimo) aparece en el no

trabajador a él enfrentado como comportamiento teórico.

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60 (XXVII) Tercero. El no trabajador hace contra el trabajador todo lo que este hace contra si

mismo, pero no hace contra sí lo que hace contra el trabajador.

Consideremos más detenidamente estas tres relaciones.|XXVII||

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61

Karl Marx

Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844

[Segundo Manuscrito]

[Antitesis del capital y el trabajo.

Propiedad privada y capital.]

[...] ||XL| Constituye los intereses de su capital. En el trabajador se da, pues,

subjetivamente, el hecho de que el capital es el hombre que se ha perdido totalmente a si

mismo, de la misma forma que en el capital se da, objetivamente, el hecho de que el

trabajador es el hombre que se ha perdido totalmente a si mismo. El trabajador tiene, sin

embargo, la desgracia de ser un capital viviente y, por tanto, menesteroso, que en el

momento en que no trabaja pierde sus intereses y con ello su existencia. Como capital,

el valor del trabajo aumenta según la oferta y la demanda, e

incluido físicamente su existencia, su vida ha sido y es entendida como una oferta

de mercancía igual a cualquier otra. El trabajador produce el capital, el capital lo

produce a él; se produce, pues, a sí mismo y el hombre, en cuantotrabajador en

cuanto mercancía, es el resultado de todo el movimiento, Para el hombre que no es más

que trabajador, y en cuanto trabajador, sus propiedades humanas sólo existen en la

medida en que existen para el capital que le es extraño. Pero como ambos son extraños

el uno para el otro y se encuentran en una relación indiferente, exterior y casual, esta

situación de extrañamiento reciproco ha de aparecer también como real. Tan pronto,

pues, como al capital se le ocurre —ocurrencia arbitraria o necesaria— dejar de existir

para el trabajador, deja éste de existir para sí; no tiene ningún trabajo, por

tanto, ningún salario, y dado que él no tiene existencia como hombre, sino como

trabajador, puede hacerse sepultar, dejarse morir de hambre, etc. El trabajador sólo

existe como trabajador en la medida en que existe para sí como capital, y sólo existe

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62 como capital en cuanto existe para él un capital. La existencia del capital

es su existencia, su vida; el capital determina el contenido de su vida en forma para él

indiferente. En consecuencia la Economía Política no conoce al trabajador parado, al

hombre de trabajo, en la medida en que se encuentra fuera de esta relación laboral. El

pícaro, el sinvergüenza, el pordiosero, el parado, el hombre de trabajo hambriento,

miserable y delincuente son figuras que no existen para ella, sino solamente para otros

ojos; para los ojos de medico, del juez, del sepulturero, del alguacil de pobres, etc.; son

fantasmas que quedan fuera de su reino. Por eso para ella las necesidades del trabajador

se reducen solamente a la necesidad de mantenerlo durante el trabajo de manera que no

se extinga la raza de los trabajadores. El salario tiene, por tanto, el mismo sentido que

el mantenimiento, la conservación de cualquier otro instrumento productivo. El mismo

sentido que el consumo de capital en general, que éste requiere para reproducirse con

intereses, como el aceite que las ruedas necesitan para mantenerse en movimiento. El

salario del trabajador pertenece así a los costos necesarios del capital y del capitalista, y

no puede sobrepasar las exigencias de esta necesidad. Es, por tanto, perfectamente

lógico que ante el Amendment Bill de 1834 los fabricantes ingleses detrajeran del salario

del trabajador, como parte integrante del mismo, las limosnas públicas que éste recibe

por medio del impuesto de pobres.

La producción produce al hombre no sólo como mercancía, mercancía humana, hombre

determinado como mercancía; lo produce, de acuerdo con esta determinación, como un

ser deshumanizado tanto física como espiritualmente. Inmoralidad, deformación,

embrutecimiento de trabajadores y capitalistas. Su producto es la mercancía con

conciencia y actividad propias..., la mercancía humana. Gran progreso de Ricardo,

Mill, etc., frente a Smith y Say, al declarar la existencia del hombre —la mayor o menor

productividad humana de la mercancía— como indiferente e incluso nociva. La

verdadera finalidad de la producción no estará en cuántos hombres puede mantener un

capital, sino en cuántos intereses reporta, en la cuantía de las economías anuales.

Igualmente fue un grande y consecuente progreso de la reciente (XLI) Economía

Política inglesa el explicar con plena claridad (al mismo tiempo que eleva el trabajo a

principio único de la Economía Política) la relación inversa existente entre el salario y

el interés del capital y que el capitalista, por lo regular, sólo con la reducción del salario

puede ganar y viceversa. La relación normal no sería la explotación del consumidor sino

la explotación reciproca de capitalista y trabajador. La relación de la propiedad privada

contiene latente en si la relación de la propiedad privada como trabajo, así como la

relación de la misma como capital y la conexión de estas dos expresiones entre sí. Es,

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63 de una parte, la producción de la actividad humana como trabajo, es decir, como una

actividad totalmente extraña a sí misma, extraña al hombre y a la naturaleza y por ello

totalmente extraña a la conciencia y a la manifestación vital; la existencia abstracta del

hombre como un puro hombre de trabajo, que por eso puede diariamente precipitarse de

su plena nada en la nada absoluta, en su inexistencia social que es su real inexistencia.

Es, por otra parte, la producción del objeto de la actividad humana como capital, en el

que se ha extinguido toda determinación natural y social del objeto y ha perdido la

propiedad humana su cualidad natural y social (es decir, ha perdido toda ilusión política

y social, no se mezcla con ninguna relación aparentemente humana), que también

permanece el mismo en los más diversos modos de existencia natural y social, y es

perfectamente indiferente respecto de su contenido real. Esta oposición, llevada a su

culminación, es necesariamente la culminación, la cúspide y la decadencia de la relación

toda. Por eso es también una gran hazaña de la reciente Economía Política inglesa haber

denunciado la renta de la tierra como la diferencia entre los intereses del peor suelo

dedicado a la agricultura y el mejor suelo cultivado, haber aclarado las ilusiones

románticas del terrateniente (su presunta importancia social y la identidad de sus

intereses con los de la sociedad, que todavía afirma Adam Smith, siguiendo a los

fisiócratas) y haber anticipado y preparado el movimiento real que transformará al

terrateniente en un capitalista totalmente ordinario y prosaico, simplificará y agudizará

la contradicción y acelerara así su solución. La tierra como tierra, la renta de la

tierra como renta de la tierra, han perdido allí su diferencia estamental y se han

convertido en capital e interés que nada significan o, más exactamente, que sólo dinero

significan. La diferencia entre capital y tierra, entre ganancia y renta de la tierra, así

como la de ambas con el salario; la diferencia entre industria y agricultura, propiedad

privada mueble e inmueble, es una diferencia histórica no fundaba en la esencia de las

cosas; la fijación de un momento de la formación y el nacimiento de la oposición entre

capital y trabajo. En la industria, etcétera, en oposición a la propiedad inmobiliaria, sólo

se expresa el modo de nacimiento y la oposición en que se ha formado la industria con

relación a la agricultura. Esta diferencia sólo subsiste como un tipo especial de trabajo,

como una diferencia esencial, importante, vital, mientras la industria (la vida urbana) se

forma frente a la propiedad rural (la vida aristocrática feudal) y lleva aún en si misma el

carácter feudal de su contrario en la forma del monopolio, el gremio, la corporación,

etc., dentro de cuyas determinaciones el trabajo tiene aún

una aparente significación social, tiene aún el significado de la comunidad real, no ha

progresado aún hasta la indiferencia respecto del propio contenido, hasta el pleno ser

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64 para sí mismo, es decir, hasta la abstracción de todo otro ser y por ello no llegado aún a

capital liberado.

(XLII) Pero el desarrollo necesario del trabajo es la industria liberada, constituida como

tal para si, y el capital liberado. El poder de la industria sobre su contrario se muestra

en seguida en el surgimiento de la agricultura como una verdadera industria, en tanto

que antes ella dejaba el principal trabajo al suelo y a los esclavosde este suelo, mediante

los cuales éste se cultivaba a sí mismo. Con la transformación del esclavo en un

trabajador libre, esto es, en un asalariado se ha transformado el terrateniente en sí en un

patrono industrial, en un capitalista; transformación que ocurre, en primer lugar, por

intermedio del arrendatario. Pero elarrendatario es el representante, el

revelado secreto del terrateniente; sólo mediante él existe económicamente, como

propietario privado, pues las rentas de sus tierras sólo existen por la competencia entre

los arrendatarios. Esencialmente el terrateniente se ha convertido, por tanto, ya en

el arrendatario, en un capitalista ordinario. Y esto tiene aún que consumarse en la

realidad: el capitalista que se dedica a la agricultura, el arrendatario, ha de convertirse

en terrateniente o viceversa. El tráfico industrial del arrendatario es el del terrateniente,

pues el ser del primero pone al del segundo.

Como acordándose de su supuesto nacimiento, de su origen, el terrateniente ve en el

capitalista a su petulante, liberado y enriquecido esclavo de ayer, y se ve a si mismo en

cuanto capitalista, amenazado por él. El capitalista ve en el terrateniente al inútil, cruel

y egoísta señor de ayer, sabe que le estorba en cuanto capitalista; que, sin embargo, le

debe a la industria toda su actual importancia social; ve en él una oposición a la

industria libre y al libre capital, independiente de toda determinación natural. Este

antagonismo es sumamente amargo y se dice recíprocamente la verdad. Basta con leer

los ataques de la propiedad inmueble a la mueble y viceversa para forjarse una gráfica

imagen de su recíproca indignidad. El terrateniente hace valer el origen noble de su

propiedad, los recuerdos feudales, las reminiscencias, la poesía del recuerdo, su

entusiástica naturaleza, su importancia política, etc., y cuando habla en economista dice

que sólo la agricultura es productiva. Pinta al mismo tiempo a su adversario como

un canalla adinerado, astuto, venal, mezquino, tramposo, codicioso, capaz de venderlo

todo, rebelde, sin corazón y sin espíritu, extraño al ser común que tranquilamente vende

por dinero, usurero, alcahuete, servil, intruso, adulador, timador, que engendra, nutre y

mima la competencia y con ella el pauperismo, el crimen, la disolución de todos los

lazos sociales, sin honor, sin principios, sin poesía, sin nada. (Véase entre otros, al

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65 fisiócrata Bergasse, a quien ya fustiga Camille Desmoulins en su periódico Revolutions de

France et de Brabant; véase v. Vincke, Lancizolle, Haller, Leo, Kosegarten, y véase

también Sismondi). La propiedad mueble, por su parte, señala las maravillas de la industria

y del movimiento; ella es el fruto de la época moderna y su legítimo hijo unigénito

Compadece a su adversario como a un mentecato no ilustrado sobre su propio ser (y

esto es perfectamente cierto), que quisiera colocar en lugar del moral capital y del

trabajo libre, la inmoral fuerza bruta y la servidumbre; lo pinta como un Don Quijote

que bajo la apariencia de larectitud, la honorabilidad, el interés general, la estabilidad,

oculta la incapacidad de movimiento, la codiciosa búsqueda de placeres, el egoísmo, el

interés particular, el torcido propósito; lo denuncia como un

taimado monopolista; ensombrece sus reminiscencias, su poesía y sus ilusiones en una

enumeración histórica y sarcástica de la bajeza, la crueldad, el envilecimiento, la

prostitución, la infamia, la anarquía y la rebeldía que tuvieron como talleres los

románticos castillos.

(XLIII) La propiedad mobiliaria habría dado al pueblo la libertad política, desatado las

trabas de la sociedad civil, unido entre sí los mundos, establecido el humanitario

comercio, la moral pura, la amable cultura; en lugar de sus necesidades primarias habría

dado al pueblo necesidades civilizadas y los medios de satisfacerlas, en tanto que el

terrateniente (ese ocioso y molesto acaparador de trigo) encarece para el pueblo los

víveres más elementales y obliga así al capitalista a elevar el salario sin poder elevar la

fuerza productiva; con ello estorba la renta anual de la nación, la acumulación de

capitales, esto es, la posibilidad de poder proporcionar trabajo al pueblo y riqueza al

país. Finalmente la anula totalmente, acarrea una decadencia general y explota

avaramente todas las ventajas de la civilización moderna, sin hacer lo más mínimo por

ella e incluso sin despojarse de sus prejuicios feudales. Basta, por último, con que mire

a su arrendatario (él, para quien la agricultura y la tierra misma sólo existen como una

fuente de dinero que se la ha regalado) y diga si él no es un

canalla honrado, fanático y astuto que en corazón y en realidad hace tiempo que

pertenece a la libre industria y al dulce comercio por mas que se oponga a ellos y por

más que charle de recuerdos históricos y de finalidades morales o políticas. Todo lo que

realmente alega en su favor sólo es cierto respecto del cultivador de la tierra (del

capitalista y de los mozos de labranza), cuyo enemigo es más bien el terrateniente;

testimonia, pues, contra sí mismo. Sin capital, la propiedad territorial sería materia

muerta y sin valor. Su civilizado triunfo es precisamente haber descubierto y situado el

trabajo humano en lugar de la cosa inanimada como fuente de la riqueza. (Véase Paul

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66 Louis Courier, St. Simon, Canilh, Ricardo, Mill, Mac Culloch, Destutt de Tracy y Michel

Chevalier.)

Del curso real del proceso de desarrollo (intercalar aquí) se deduce el triunfo necesario

del capitalismo, es decir, de la propiedad privada ilustrada sobre la no ilustrada,

bastarda, sobre el terrateniente, de la misma forma que, en general, ha de vencer el

movimiento a la inmovilidad, la vileza abierta y consciente de sí misma a la escondida e

inconsciente, la codicia a la avidez de placeres, el egoísmo declarado, incansable y

experimentado de la ilustración, al egoísmo local, simple, perezoso y fantástico de

la superstición; como el dinero ha de vencer a todas las otras formas de la propiedad

privada.

Los Estados, que sospechan algo del peligro de la industria plenamente libre, de la

moral plenamente libre y del comercio humanitario, tratan de detener (aunque

totalmente en vano) la capitalización de la propiedad de la tierra.

La propiedad de la tierra, en su diferencia respecto del capital, es la propiedad privada,

el capital, preso aún de los prejuicios locales y políticos, que no ha vuelto aún a si

mismo de su vinculación con el mundo, el capital aún incompleto. Ha de llegar, en el

curso de su configuración mundial, a su forma abstracta, es decir, pura.

La relación de la propiedad privada es trabajo, capital y la relación entre ambos. El

movimiento que estos elementos han de recorrer es el siguiente:

Primeramente: Unidad inmediata y mediata de ambos.

Capital y trabajo primero aún unidos, luego separados, extrañados; pero exigiéndose y

aumentándose recíprocamente como condiciones positivas.

Oposición de ambos, se excluyen recíprocamente; el trabajador sabe que el capitalista es

la negación de su existencia y viceversa; cada uno de ellos trata de arrebatar su

existencia al otro.

Oposición de cada uno de ellos consigo mismo, Capital = trabajo acumulado = trabajo.

Como tal descomponiéndose en sí mismo y sus intereses, así como éstos a su vez se

descomponen en intereses y beneficios. Sacrificio total del capitalista. Cae en la clase

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67 obrera así como el obrero —aunque sólo excepcionalmente— se hace capitalista. Trabajo

como momento del capital, sus costos. El salario, pues, sacrificio del capital.

Trabajo se descompone en si mismo y el salario. El trabajador mismo un capital, una

mercancía. Colisión de oposiciones recíprocas.

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68 Karl Marx

Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844

[Tercer Manuscrito]

[Propiedad privada y trabajo.

Economía política como producto

del movimiento de la propiedad privada.]

||I| Re la pág. XXXVI. La esencia subjetiva de la propiedad privada, la propiedad

privada como actividad para sí, como sujeto, como persona, es el trabajo. Se

comprende, pues, que sólo la Economía Política que reconoció como su principio

al trabajo —Adam Smith—, que no vio ya en la propiedad privada solamente

una situación exterior al hombre, ha de ser considerada tanto como un producto de

la energía y movimientos reales de la propiedad privada, cuanto como un producto de

la industria moderna; de la misma forma que la Economía Política, de otra parte, ha

acelerado y enaltecido la energía y el desarrollo de esta industriay ha hecho de ella un

poder de la conciencia. Ante esta Economía Política ilustrada, que ha descubierto

la esencia subjetiva la riqueza —dentro de la propiedad privada—, aparecen

como adoradores de ídolos, como católicos, los partidarios del sistema dinerario y

mercantilista, que sólo ven la propiedad privada como una esencia objetiva para el

hombre. Por eso Engels ha llamado con razón a Adam Smith el Lutero de la Economía.

Así como Lutero reconoció en la religión, en lafe, la esencia del mundo real y se opuso

por ello al paganismo católico; así como él superó la religiosidad externa, al hacer de la

religiosidad la esencia íntima del hombre; así como él negó el sacerdote exterior al

laico; así también es superada la riqueza que se encuentra fuera del hombre y es

independiente de él —que ha de ser, pues, afirmada y mantenida sólo de un modo

exterior—, es decir, es superada ésta su objetividad exterior y sin pensamiento, al

incorporarse la propiedad privada al hombre mismo y reconocerse el hombre mismo

como su esencia así, sin embargo, queda el hombre determinado por la propiedad

privada, como en Lutero queda determinado por la Religión. Bajo la apariencia de un

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69 reconocimiento del hombre, la Economía Política, cuyo principio es el trabajo, es más bien

la consecuente realización de la negación del hombre al no encontrarse ya él mismo en una

tensión exterior con la esencia exterior de la propiedad privada, sino haberse convertido el

mismo en la tensa esencia de la propiedad privada. Lo que antes era ser fuera de sí,

enajenación real del hombre, se ha convertido ahora en el acto de la enajenación, en

enajenación de sí. Si esa Economía Política comienza, pues, con un reconocimiento

aparente del hombre, de su independencia, de su libre actividad, etcétera, al trasladar a

la esencia misma del hombre la propiedad privada, no puede ya ser condicionada por

las determinaciones locales, nacionales, etc., de la propiedad privada como un ser que

exista fuera de ella, es decir, si esa Economía Política desarrolla una

energía cosmopolita general, que derriba todo límite y toda atadura, para situarse a si

misma en su lugar como la única política la única generalidad, el límite único,

la única atadura, así también ha de arrojar ella en su posterior desarrollo

esta hipocresía y ha de aparecer en su total cinismo. Y esto lo hace (despreocupada de

todas las contradicciones en que la enreda esta doctrina) al revelar de forma más

unilateral y por esto más aguda y más consecuente, que el trabajo es la esencia única de

la riqueza, probar lainhumanidad de las consecuencias de esta doctrina, en oposición a

aquella concepción originaria, y dar por último, el golpe de gracia a aquella última

forma de existencia individual, natural, independiente del trabajo, de la propiedad

privada y fuente de riqueza: la renta de la tierra, esta expresión de la propiedad feudal

ya totalmente economificada e incapaz por eso de rebeldía contra la Economía Política

(Escuela de Ricardo). No sólo aumenta el cinismo de la Economía Política

relativamente partir de Smith, pasando por Say, hasta Ricardo, Mill, etc., en la medida

en que a estos últimos se les ponen ante los ojos, de manera más desarrollada y llena de

contradicciones, las consecuencias de la Industria; también positivamente van

conscientemente cada vez más lejos que sus predecesores en el extrañamiento respecto

del hombre, y esto únicamente porque su ciencia se desarrolla de forma más verdadera y

consecuente. Al hacer de la propiedad privada en su forma activa sujeto, esto es, al

hacer simultáneamente del hombre una esencia, y de hombre como no ser un ser, la

contradicción de la realidad se corresponde plenamente con el ser contradictorio que

han reconocido como principio. La desgarrada (II) realidad de la industria confirma

su principio desgarrado en si mismo lejos de refutarlo. Su principio es justamente el

principio de este desgarramiento.

La teoría fisiocrática del Dr. Quesnay representa el tránsito del mercantilismo a Adam

Smith. La fisiocracia es, de forma directa, la disolución económico—políticade la

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70 propiedad feudal, pero por esto, de manera igualmente directa, la transformación

económico—política, la reposición de la misma, con la sola diferencia de que su lenguaje no

es ya feudal, sino económico. Toda riqueza se resuelve en tierra y agricultura. La tierra no

es aún capital, es todavía una especial forma de existencia del mismo que debe valer en

su naturalidad, especialidad, y a causa de ella; pero la tierra es, sin embargo,

un elemento natural general, en tanto que el sistema mercantilista no conocía otra

existencia de la riqueza que el metal noble. El objeto de la riqueza, su materia, ha

recibido pues al mismo tiempo, la mayor generalidad dentro de los limites de la

naturaleza en la medida en que, como naturaleza, es también inmediatamente riqueza

objetiva. Y la tierra solamente, es para el hombre mediante el trabajo, mediante la

agricultura. La esencia subjetiva de la riqueza se traslada, por tanto, al trabajo. Al

mismo tiempo, no obstante, la agricultura es el único trabajo productivo. Todavía el

trabajo no es entendido en su generalidad y abstracción; está ligado aún como a su

materia, a un elemento natural especial; sólo es conocido todavía en una especial forma

de existencia naturalmente determinada. Por eso no es todavía más que una enajenación

del hombre determinada, especial, lo mismo que su producto es comprendido aún como

una riqueza determinada, mas dependiente de la naturaleza del trabajo mismo. La tierra

se reconoce aquí todavía como una existencia natural, independiente del hombre, y no

como capital, es decir, no como un momento del trabajo mismo. Más bien aparece el

trabajo como momento suyo. Sin embargo, al reducirse el fetichismo de la antigua

riqueza exterior, que existía sólo como un objeto, a un elemento natural muy simple, y

reconocerse su esencia, aunque sea sólo parcialmente, en su existencia subjetiva bajo

una forma especial, está ya iniciado necesariamente el siguiente paso de reconocer

la esencia general de la riqueza y elevar por ello a principio el trabajo en su forma más

absoluta, es decir, abstracta. Se le probaría a la fisiocracia que desde el punto de vista

económico el único justificado, la agricultura no es distinta de cualquier otra industria,

que la esencia de la riqueza no es, pues, un trabajo determinado, un trabajo ligado a un

elemento especial, una determinada exteriorización del trabajo, sino el trabajo en general.

La fisiocracia niega la riqueza especial, exterior, puramente objetiva, al declarar que

su esencia es el trabajo. Pero de momento el trabajo es para ella únicamente laesencia

subjetiva de la propiedad territorial (parte del tipo de propiedad que históricamente

aparece como dominante y reconocida); solamente a la propiedad territorial le permite

convertirse en hombre enajenado. Supera su carácter feudal al declarar como

su esencia la industria (agricultura); pero se comporta negativamente con el mundo de

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

71 la industria, reconoce la esencia feudal, al declarar que la agricultura es la única industria.

Se comprende que tan pronto como se capta la esencia subjetiva de la industria que se

constituye en oposición a la propiedad territorial, es decir, como industria, esta esencia

incluye en sí a aquel su contrario. Pues así como la industria abarca a la propiedad

territorial superada, así también su esencia subjetiva abarca, al mismo tiempo, a la

esencia subjetiva de ésta.

Del mismo modo que la propiedad territorial es la primera forma de la propiedad

privada, del mismo modo que históricamente la industria se le opone inicialmente sólo

como una forma especial de propiedad (o, más bien, es el esclavo librado de la

propiedad territorial), así también se repite este proceso en la comprensión científica de

la esencia subjetiva de la propiedad privada, en la comprensión científica del trabajo; el

trabajo aparece primero únicamente como trabajo agrícola, para hacerse después valer

como trabajo en general.

(III) Toda riqueza se ha convertido en riqueza industrial, en riqueza del trabajo, y la

industria es el trabajo concluido y pleno del mismo modo que el sistema fabriles la

esencia perfeccionada de la industria, es decir, del trabajo, y el capital industrial es la

forma objetiva conclusa de la propiedad privada.

Vemos cómo sólo ahora puede perfeccionar la propiedad privada su dominio sobre el

hombre y convertirse, en su forma más general, en un poder histórico-universal.

[Propiedad privada y comunismo]

Re la pág. XXXIX. Pero la oposición entre carencia de propiedad y propiedad es una

oposición todavía indiferente, no captada aún en su relación activa, en su

conexión interna, no captada aún como contradicción, mientras no se la comprenda

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72 como la oposición de trabajo y capital. Incluso sin el progresivo movimiento de la

propiedad privada que se da, por ejemplo: en la antigua Roma, en Turquía, etc. puede

expresarse esta oposición en la primera forma. Así no aparece aún como puesta por la

propiedad privada misma. Pero el trabajo, la esencia subjetiva de la propiedad privada

como exclusión de la propiedad, y el capital, el trabajo objetivo como exclusión del

trabajo, son la propiedad privada como una relación desarrollada basta la contradicción

y por ello una relación enérgica que impulsa a la disolución.

ad. ibídem. La superación del extrañamiento de si mismo sigue el mismo camino que

éste. En primer lugar la propiedad privada es contemplada sólo en su aspecto objetivo,

pero considerando el trabajo como su esencia. Su forma de existencia es por ello

el capital que ha de ser superado «en cuanto tal» (Proudhon). O se toma una forma

especial de trabajo (el trabajo nivelado, parcelado y, en consecuencia, no libre) como

fuente de la nocividad de la propiedad privada y de su existencia extraña al hombre

(Fourier, quien, de acuerdo con los fisiócratas, considera de nuevo el trabajo

agrícola como el trabajo por excelencia; Saint Simon, por el contrario, declara que

el trabajo industrial, como tal, es la esencia y aspira al dominio exclusivo de los

industriales y al mejoramiento de la situación de los obreros). El comunismo,

finalmente, es la expresión positiva de la propiedad privada superada; es, en primer

lugar, la propiedad privada general. Al tomar esta relación en su generalidad, el

comunismo es: 1º) En su primera forma solamente una generalización y conclusión de

la misma; como tal se muestra en una doble forma: de una parte el dominio de la

propiedad material es tan grande frente a el, que el quiere aniquilar todo lo que no es

susceptible de ser

poseído por todos como propiedad privada; quiere prescindir de forma violenta del

talento, etc. La posesión física inmediata representa para él la finalidad única de la vida

y de la existencia; el destine del obrero no es superado, sino extendido a todos los

hombres; la relación de la propiedad privada continúa siendo la relación de la

comunidad con el mundo de las cosas; finalmente se expresa este movimiento de oponer

a la propiedad privada la propiedad general en la forma animal que quiere oponer al

matrimonio (que por lo demás es una forma de la propiedad privada

exclusiva) la comunidad de las mujeres, en que la mujer se convierte en

propiedad comunal y común. Puede decirse que esta idea de la comunidad de mujeres es

el secreto a voces de este comunismo todavía totalmente grosero e irreflexivo. Así como

la mujer sale del matrimonio para entrar en la prostitución general, así también el

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73 mundo todo de la riqueza es decir, de la esencia objetiva del hombre, sale de la relación del

matrimonio exclusivo con el propietario privado para entrar en la relación de la prostitución

universal con la comunidad. Este comunismo, al negar por completo la personalidad del

hombre, es justamente la expresión lógica de la propiedad privada, que es esta negación.

La envidia general y constituida en poder no es sino la forma escondida en que

la codicia se establece y, simplemente, se satisface de otra manera. La idea de toda

propiedad privada en cuanto tal se vuelve, por lo menos contra la propiedad privada más

rica como envidia deseo de nivelación, de manera que al estas pasiones las que integran

el ser de la competencia. El comunismo grosero no es más que el remate de esta codicia

y de esta nivelación a partir del mínimo representado. Tiene una medidadeterminada y

limitada. Lo poco que esta superación de la propiedad privada tiene de verdadera

apropiación lo prueba justamente la negación abstracta de todo el mundo de la

educación y de la civilización, el regreso a la antinatural (IV) simplicidad del

hombre pobre y sin necesidades, que no sólo no ha superado la propiedad privada, sino

que ni siquiera ha llegado hasta ella.

La comunidad es sólo una comunidad de trabajo y de la igualdad del salario que paga

el capital común: la comunidad como capitalista general. Ambos términos de la relación

son elevados a una generalidad imaginaria: el trabajo como la determinación en que

todos se encuentran situados, el capital como la generalidad y el poder reconocidos de

la comunidad.

En la relación con la mujer, como presa y servidora de la lujuria comunitaria, se expresa

la infinita degradación en la que el hombre existe para si mismo, pues el secreto de esta

relación tiene su expresión inequívoca, decisiva, manifiesta, revelada, en la relación del

hombre con la mujer y en la forma de concebirlainmediata y natural relación genérica.

La relación inmediata, natural y necesaria del hombre con el hombre, es

la relación del hombre con la mujer. En esta relación natural de los géneros, la relación

del hombre con la naturaleza es inmediatamente su relación con el hombre, del mismo

modo que la relación con el hombre es inmediatamente su relación con la naturaleza, su

propia determinación natural. En esta relación se evidencia, pues, de manera sensible,

reducida a unhecho visible, en qué medida la esencia humana se ha convertido para el

hombre en naturaleza o en qué medida la naturaleza se ha convertido en esencia humana

del hombre. Con esta relación se puede juzgar él grado de cultura del hombre en su

totalidad. Del carácter de esta relación se deduce la medida en que el hombre se ha

convertido en ser genérico, en hombre, y se ha comprendido como tal; la relación del

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74 hombre con la mujer es la relación más natural del hombre con el hombre. En ella se

muestra en qué medida la conducta natural del hombre se ha hecho humana o en qué

medida su naturaleza humana se ha hecho para él naturaleza. Se muestra también en esta

relación la extensión en que la necesidad del hombre se ha hecho necesidad humana, en

qué extensión el otro hombre en cuanto hombre se ha convertido para él en necesidad;

en qué medida él, en su más individual existencia, es, al mismo tiempo, ser colectivo.

La primera superación positiva de la propiedad privada, el comunismo grosero, no es

por tanto más que una forma de mostrarse la vileza de la propiedad privada que se

quiere instaurar como comunidad positiva.

2º) El comunismo a) Aún de naturaleza política, democrática; b) Con su superación del

Estado, pero al mismo tiempo aún con esencia incompleta y afectada por la propiedad

privada, es decir, por la enajenación del hombre. En ambas formas el comunismo se

conoce ya como reintegración o vuelta a sí del hombre, como superación del

extrañamiento de si del hombre, pero como no ha captado todavía la esencia positiva de

la propiedad privada, y memos aún ha comprendido la naturaleza humana de la

necesidad, está aún prisionero e infectado por ella. Ha comprendido su concepto, pero

aún no su esencia.

3º) El comunismo como superación positiva de la propiedad privada en

cuanto autoextrañamiento del hombre, y por ello como apropiación real de la

esenciahumana por y para el hombre; por ello como retorno del hombre para sí en

cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de

toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente. Este comunismo es, como

completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la

verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el

hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y

autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma

resuelto de la historia y sabe que es la solución.

(V) El movimiento entero de la historia es, por ello, tanto su generación real —el

nacimiento de su existencia empírica— como, para su conciencia pensante, el

movimiento comprendido y conocido de su devenir. Mientras tanto, aquel comunismo

aún incompleto busca en las figuras históricas opuestas a la propiedad privada, en lo

existente, una prueba en su favor, arrancando momentos particulares del movimiento

(Cabet, Villegardelle, etcétera, cabalgan especialmente sobre este caballo) y

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75 presentándolos como pruebas de su florecimiento histórico pleno, con lo que demuestra que

la parte inmensamente mayor de este movimiento contradice sus afirmaciones y que, si ha

sido ya una vez, su ser pasado contradice precisamente su pretensión a la esencia.

Es fácil ver la necesidad de que todo el movimiento revolucionario encuentre su base,

tanto empírica como teórica, en el movimiento de la propiedad privada, en la

Economía.

Esta propiedad privada material, inmediatamente sensible, es la expresión material y

sensible de la vida humana enajenada. Su movimiento —la producción y el consumo—

es la manifestación sensible del movimiento de toda la producción pasada, es decir, de

la realización o realidad del hombre. Religión, familia, Estado, derecho, moral, ciencia,

arte, etc., no son más que formas especiales de la producción y caen bajo su ley general.

La superación positiva de la propiedad privadacomo apropiación de la vida humana es

por ello la superación positiva de toda enajenación, esto es, la vuelta del hombre desde

la Religión, la familia, el Estado, etc., a su existencia humana, es decir, social. La

enajenación religiosa, como tal, transcurre sólo en el dominio de la conciencia, del fuero

interno del hombre, pero la enajenación económica pertenece a la vida real; su

superación abarca por ello ambos aspectos. Se comprende que el movimiento tome

su primer comienzo en los distintos pueblos en distinta forma, según que la verdadera

vida reconocida del pueblo transcurra más en la conciencia o en el mundo exterior, sea

más la vida ideal o la vida material. El comunismo empieza en seguida con el ateísmo

(Owen), el ateísmo inicialmente está aún muy lejos de ser comunismo, porque aquel

ateísmo es aún más bien una abstracción ...

La filantropía del ateísmo es, por esto, en primer lugar, solamente una

filantropía filosófica abstracta, la del comunismo es inmediatamente real y directamente

tendida hacia la acción.

Hemos vista cómo, dado el supuesto de la superación positiva de la propiedad privada el

hombre produce al hombre, a sí mismo y al otro hombre; cómo el objeto, que es la

realización inmediata de su individualidad, es al mismo tiempo su propia existencia para

el otro hombre, la existencia de éste y la existencia de éste para él. Pero, igualmente,

tanto el material del trabajo como el hombre en cuanto sujeto son, al mismo tiempo,

resultado y punto de partida del movimiento (en el hecho de que ha de ser este punto de

partida reside justamente la necesidad histórica de la propiedad privada). El

carácter social es, pues, el carácter general de todo el movimiento; así como es la

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76 sociedad misma la que produce al hombre en cuanto hombre, así también es producida por

él. La actividad y el goce son también sociales, tanto en su modo de existencia como en su

contenido; actividad social y goce social. La esencia humana de la naturaleza no existe más

que para el hombre social, pues sólo así existe para él como vínculo con el hombre,

como existencia suya para el otro y existencia del otro para él, como elemento vital de

la realidad humana; sólo así existe como fundamento de su propia existencia humana.

Sólo entonces se convierte para él su existencia natural en su existenciahumana, la

naturaleza en hombre. La sociedad es, pues, la plena unidad esencial del hombre con la

naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo realizado del

hombre y el realizado humanismo de la naturaleza.

(VI) La actividad social y el goce social no existen, ni mucho menos, en la

forma única de una actividad inmediatamente comunitaria y de un goce

inmediatamentecomunitario, aunque la actividad comunitaria y el goce comunitario es

decir, la actividad y el goce que se exteriorizan y afirman inmediatamente en real

sociedadcon otros hombres, se realizarán dondequiera que aquella

expresión inmediata de la sociabilidad se funde en la esencia de su ser y se adecue a su

naturaleza.

Pero incluso cuando yo sólo actúo científicamente, etc., en una actividad que yo mismo

no puedo llevar a cabo en comunidad inmediata con otros, también soysocial, porque

actúo en cuanto hombre. No sólo el material de mi actividad (como el idioma, merced al

que opera el pensador) me es dado como producto social, sino que mi propia existencia

es actividad social, porque lo que yo hago lo hago para la sociedad y con conciencia de

ser un ente social.

Mi conciencia general es sólo la forma teórica de aquello cuya forma viva es la

comunidad real, el ser social, en tanto que hoy en día la conciencia general es una

abstracción de la vida real y como tal se le enfrenta. De aquí también que la actividad de

mi conciencia general, como tal, es mi existencia teórica como ser social.

Hay que evitar ante todo el hacer de nuevo de la «sociedad» una abstracción frente al

individuo. El individuo es el ser social. Su exteriorización vital (aunque no aparezca en

la forma inmediata de una exteriorización vital comunitaria, cumplida en unión de

otros) es así una exteriorización y afirmación de la vida social. La vida individual y la

vida genérica del hombre no son distintas, por más que, necesariamente, el modo de

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

77 existencia de la vida individual sea un modo más particular o más general de la vida

genérica, o sea la vida genérica una vida individual más particular o general.

Como consecuencia genérica afirma el hombre su real vida social y no hace más que

repetir en el pensamiento su existencia real, así como, a la inversa, el ser genérico se

afirma en la conciencia genérica y es para si, en su generalidad, como ser pensante.

El hombre así, por más que sea un individuo particular (y justamente es su

particularidad la que hace de él un individuo y un ser social individual real), es, en la

misma medida, la totalidad, la totalidad ideal, la existencia subjetiva de la sociedad

pensada y sentida para sí, del mismo modo que también en la realidad existe como

intuición y goce de la existencia social y como una totalidad de exteriorización vital

humana.

Pensar y ser están, pues, diferenciados y, al mismo tiempo, en unidad el uno con el otro.

La muerte parece ser una dura victoria del género sobre el individuo y contradecir la

unidad de ambos; pero el individuo determinado es sólo un ser genéricodeterminado y,

en cuanto tal, mortal.

4) Comoquiera que la propiedad privada es sólo la expresión sensible del hecho de que

el hombre se hace objetivo para si y, al mismo tiempo, se convierte más bien en un

objeto extraño e inhumano, del hecho de que su exteriorización vital es su enajenación

vital y su realización su desrealizacion, una realidad extraña, la superación positiva de

la propiedad privada, es decir, la apropiación sensible por y para el hombre de la esencia

y de la vida humanas, de las obras humanas no ha de ser concebida sólo en el sentido

del goce inmediato, exclusivo, en el sentido de la posesión, del tener. El hombre se

apropia su esencia universal de forma universal, es decir, como hombre total. Cada una

de sus relaciones humanas con el mundo (ver, oír, oler, gustar, sentir, pensar, observar

percibir, desear, actuar, amar), en resumen, todos los órganos de su individualidad,

como los órganos que son inmediatamente comunitarios en su forma (VII), son, en su

comportamientoobjetivo, en su comportamiento hacia el objeto, la apropiación de éste.

La apropiación de la realidad humana, su comportamiento hacia el objeto, es

laafirmación de la realidad humana; es, por esto, tan polifacética como múltiples son

las determinaciones esenciales y las actividades del hombre; es la eficacia humana y

el sufrimiento del hombre, pues el sufrimiento, humanamente entendido, es un goce

propio del hombre.

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78 La propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y unilaterales que un objeto sólo

es nuestro cuando lo tenemos, cuando existe para nosotros como capital o cuando es

inmediatamente poseído, comido, bebido, vestido, habitado, en resumen, utilizado por

nosotros. Aunque la propiedad privada concibe, a su vez, todas esas realizaciones

inmediatas de la posesión sólo como medios de vida y la vida a la que sirven como

medios es la vida de la propiedad, el trabajo y la capitalización.

En lugar de todos los sentidos físicos y espirituales ha aparecido así la simple

enajenación de todos estos sentidos, el sentido del tener. El ser humano tenía que ser

reducido a esta absoluta pobreza para que pudiera alumbrar su riqueza interior (sobre la

categoría del tener, véase Hess, en los Einnundzwanzig Bogen).

La superación de la propiedad privada es por ello, la emancipación plena de todos los

sentidos y cualidades humanos; pero es esta emancipación precisamente porque todos

estos sentidos y cualidades se han hecho humanos, tanto en sentido objetivo como

subjetivo. El ojo se ha hecho un ojo humano, así como su objetose ha hecho un objeto

social, humano, creado por el hombre para el hombre. Los sentidos se han hecho así

inmediatamente teóricos en su práctica. Se relacionan con la cosa por amor de la cosa,

pero la cosa misma es una relación humana objetiva para sí y para el hombre y

viceversa. Necesidad y goce han perdido con ello su naturaleza egoísta y la naturaleza

ha perdido su pura utilidad, al convertirse la utilidad en utilidad humana.

Igualmente, los sentidos y el goce de los otros hombres se han convertido en

mi propia apropiación. Además de estos órganos inmediatos se constituyen así

órganossociales, en la forma de la sociedad; así, por ejemplo, la actividad

inmediatamente en sociedad con otros, etc., se convierte en un órgano de

mi manifestación vitaly en modo de apropiación de la vida humana.

Es evidente que el ojo humano goza de modo distinto que el ojo bruto, no humano, que

el oído humano: goza de manera distinta que el bruto, etc.

Como hemos visto, únicamente cuando el objeto es para el hombre objeto humano u

hombre objetivo deja de perderse el hombre en su objeto, Esto sólo es posible cuando el

objeto se convierte para él en objeto social y él mismo se convierte en ser social y la

sociedad, a través de este objeto, se convierte para él en ser.

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79 Así, al hacerse para el hombre en sociedad la realidad objetiva realidad de las fuerzas

humanas esenciales, realidad humana y, por ello, realidad de sus propias fuerzas esenciales

se hacen para él todos los objetos objetivación de si mismo, objetos que afirman y realizan

su individualidad, objetos suyos, esto es, él mismo se hace objeto. El modo en que se

hagan suyos depende de la naturaleza del objeto y de la naturaleza de la fuerza esencial

a ella correspondiente, pues justamente la certeza de esta relación configura el modo

determinado real, de la afirmación. Un objeto es distinto para el ojo que para el oído y

el objeto del ojo es distinto que el del oído. La peculiaridad de cada fuerza esencial es

precisamente su ser peculiar, luego también el modo peculiar de su objetivación de su

ser objetivo real, de su ser vivo. Por esto el hombre se afirma en el mundo objetivo no

sólo en pensamiento (VIII), sino con todos los sentidos.

De otro modo, y subjetivamente considerado, así como sólo la música despierta el

sentido musical del hombre, así como la más bella música no tiene sentido algunopara

el oído no musical, no es objeto, porque mi objeto sólo puede ser la afirmación de una

de mis fuerzas esenciales, es decir, sólo es para mí en la medida en que mi fuerza es

para él como capacidad subjetiva, porque el sentido del objeto para mí (solamente tiene

un sentido a él correspondiente) llega justamente hasta donde llega mi sentido, así

también son los sentidos del hombre social distintos de los del no social. Sólo a través

de la riqueza objetivamente desarrollada del ser humano es, en parte cultivada, en parte

creada, la riqueza de la sensibilidad humana subjetiva, un oído musical, un ojo para la

belleza de la forma. En resumen, sólo así se cultivan o se crean sentidos capaces de

goces humanos, sentidos que se afirman como fuerzas esenciales humanas. Pues no sólo

los cinco sentidos, sino también los llamados sentidos espirituales, los sentidos prácticos

(voluntad, amor, etc.), en una palabra, el sentido humano, la humanidad de los sentidos,

se constituyen únicamente mediante la existencia de su objeto, mediante la

naturaleza humanizada. La formación de los cinco sentidos es un trabajo de toda la

historia universal hasta nuestros días. El sentido que es presa de la grosera necesidad

práctica tiene sólo un sentido limitado. Para el hombre que muere de hambre no existe

la forma humana de la comida, sino únicamente su existencia abstracta de comida; ésta

bien podría presentarse en su forma más grosera, y seria imposible decir entonces en

qué se distingue esta actividad para alimentarse de la actividad animal para alimentarse.

El hombre necesitado, cargado de preocupaciones, no tiene sentido para el más bello

espectáculo. El traficante en minerales no ve más que su valor comercial, no su belleza

o la naturaleza peculiar del mineral, no tiene sentido mineralógico. La objetivación de la

esencia humana, tanto en sentido teórico como en sentido práctico, es, pues, necesaria

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80 tanto para hacer humano el sentido del hombre como para crear el sentido humano correspondiente a la riqueza plena de la esencia humana y natural.

Así como la sociedad en formación encuentra a través del movimiento de la propiedad

privada, de su riqueza y su miseria —o de su riqueza y su miseria espiritual y

material— todo el material para esta formación, así la sociedad constituida produce,

como su realidad durable, al hombre en esta plena riqueza de su ser, al hombre rica y

profundamente dotado de todos los sentidos.

Se ve, pues, cómo solamente en el estado social subjetivismo y objetivismo,

espiritualismo y materialismo, actividad y pasividad, dejan de ser contrarios y pierden

con ello su existencia como tales contrarios; se ve cómo la solución de las mismas

oposiciones teóricas sólo es posible de modo práctico sólo es posible mediante la

energía práctica del hombre y que, por ello, esta solución no es, en modo alguno, tarea

exclusiva del conocimiento, sino una verdadera tarea vital que la Filosofía no pudo

resolver precisamente porque la entendía únicamente como tarea teórica.

Se ve cómo la historia de la industria y la existencia, que se ha hecho objetiva, de la

industria, son el libro abierto de las fuerzas humanas esenciales, lapsicología humana

abierta a los sentidos, que no había sido concebida hasta ahora en su conexión con

la esencia del hombre, sino sólo en una relación externa de utilidad, porque,

moviéndose dentro del extrañamiento, sólo se sabia captar como realidad de las fuerzas

humanas esenciales y como acción humana genérica la existencia general del hombre,

la Religión o la Historia en su esencia general y abstracta, como Política, Arte,

Literatura, etc. (IX). En la industria material ordinaria (que puede concebirse cómo

parte de aquel movimiento general, del mismo modo que puede concebirse a éste como

una parte especial de la industria, pues hasta ahora toda actividad humana era trabajo, es

decir, industria, actividad extrañada de al misma) tenemos ante nosotros, bajo la forma

de objetos sensibles, extraños y útiles, bajo la forma de la enajenación, las fuerzas

esenciales objetivadas del hombre. Una psicología para la que permanece cerrado este

libro, es decir, justamente la parte más sensiblemente actual y accesible de la Historia,

no puede convertirse en una ciencia real con verdadero contenido. ¿Qué puede pensarse

de una ciencia que orgullosamente hace abstracción de esta gran parte del trabajo

humano y no se siente inadecuada en tanto que este extenso caudal del obrar humano no

le dice otra cosa que lo que puede, si acaso, decirse en una sola palabra: «necesidad»,

«vulgar necesidad»?

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81 Las ciencias naturales han desarrollado una enorme actividad y se han adueñado de un

material que aumenta sin cesar. La filosofía, sin embargo, ha permanecido tan extraña para

ellas como ellas para la filosofía. La momentánea unión fue sólo una fantástica ilusión.

Existía la voluntad, pero faltaban los medios. La misma historiografía sólo de pasada se

ocupa de las ciencias naturales en cuanto factor de ilustración, de utilidad, de grandes

descubrimientos particulares. Pero en la medida en que, mediante la industria, la

Ciencia natural se ha introducido prácticamente en la vida humana, la ha transformado

y ha preparado la emancipación humana, tenia que completar inmediatamente la

deshumanización, La industria es la relación histórica real de la naturaleza (y, por ello,

de la Ciencia natural) con el hombre; por eso, al concebirla como

develación esotérica de las fuerzas humanas esenciales, se comprende también la

esencia humana de la naturaleza o la esencia natural del hombre; con ello pierde la

Ciencia natural su orientación abstracta, material, o mejor idealista, y se convierte en

base de la ciencia humana, del mismo modo que se ha convertido ya (aunque en forma

enajenada) en base de la vida humana real. Dar una base a la vida y otra a la ciencia es,

pues, de antemano, una mentira. La naturaleza que se desarrolla en la historia humana

(en el acto de nacimiento de la sociedad humana) es la verdadera naturaleza del

hombre; de ahí que la naturaleza, tal como, aunque en forma enajenada, se desarrolla en

la industria, sea la verdadera naturaleza antropológica.

La sensibilidad (véase Feuerbach) debe ser la base de toda ciencia. Sólo cuando parte de

ella en la doble forma de conciencia sensible y de necesidad sensible, es decir, sólo

cuando parte de la naturaleza, es la ciencia verdadera ciencia. La Historia toda es la

historia preparatoria de la conversión del «hombre» en objeto de la

conciencia sensible y de la necesidad del «hombre en cuanto hombre» en necesidad. La

Historia misma es una parte real de la Historia Natural, de la conversión de la

naturaleza en hombre. Algún día la Ciencia natural se incorporará la Ciencia del

hombre, del mismo modo que la Ciencia del hombre se incorporará la Ciencia natural;

habrá una sola Ciencia.

(X) El hombre es el objeto inmediato de la Ciencia natural pues la

naturaleza sensible inmediata para el hombre es inmediatamente la sensibilidad humana

(una expresión idéntica) en la forma del otro hombre sensiblemente presente para él;

pues su propia sensibilidad sólo; a través del otro existe para él como sensibilidad

humana. Pero la naturaleza es el objeto inmediato de la Ciencia del hombre. El primer

objeto del hombre —el hombre— es naturaleza, sensibilidad, y las especiales fuerzas

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82 esenciales sensibles del ser humano sólo en la Ciencia del mundo natural pueden encontrar

su autoconocimiento, del mismo modo que sólo en los objetos naturales pueden encontrar

su realización objetiva. El elemento del pensar mismo, el elemento de la exteriorización

vital del pensamiento, el lenguaje, es naturaleza sensible. La realidad social de la

naturaleza y la Ciencia natural humana o Ciencia natural del hombre son expresiones

idénticas.

Se ve como en lugar de la riqueza y la miseria de la Economía Política aparece

el hombre rico y la rica necesidad humana. El hombre rico es, al mismo tiempo, el

hombre necesitado de una totalidad de exteriorización vital humana. El hombre en el

que su propia realización existe como necesidad interna, como urgencia. Nosólo la

riqueza, también la pobreza del hombre, recibe igualmente en una perspectiva socialista

un significado humano y, por eso, social. La pobreza es el vinculo pasivo que hace

sentir al hombre como necesidad la mayor riqueza, el otro hombre. La dominación en

mi del ser objetivo, la explosión sensible de mi actividad esencial, es la pasión que, con

ello, se convierte aquí en la actividad de mi ser.

5) Un ser sólo se considera independiente en cuanto es dueño de sí y sólo es dueño de sí

en cuanto se debe a sí mismo su existencia. Un hombre que vive por gracia de otro se

considera a si mismo un ser dependiente. Vivo, sin embargo, totalmente por gracia de

otro cuando le debo no sólo el mantenimiento de mi vida, sino que él además

ha creado mi vida, es la fuente de mi vida; y mi vida tiene necesariamente fuera de ella

el fundamento cuando no es mi propia creación. Lacreación es, por ello, una

representación muy difícilmente eliminable de la conciencia del pueblo. El ser por sí

mismo de la naturaleza y del hombre le resulta inconcebible porque contradice todos

los hechos tangibles de la vida práctica.

La creación de la tierra ha recibido un potente golpe por parte de la Geognosia, es

decir, de la ciencia que explica la constitución de la tierra, su desarrollo, como un

proceso, como autogénesis. La generatio aequivoca es la única refutación práctica de la

teoría de la creación.

Ahora bien, es realmente fácil decirle al individuo aislado lo que ya Aristóteles dice:

Has sido engendrado por tu padre y tu madre, es decir, ha sido el coito de dos seres

humanos, un acto genérico de los hombres, lo que en ti ha producido al hombre. Ves,

pues, que incluso físicamente el hombre debe al hombre su existencia. Por esto no debes

fijarte tan sólo en un aspecto, el progreso infinito; y preguntar sucesivamente: ¿Quién

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83 engendró a mi padre? ¿Quién engendró a su abuelo?, etc. Debes fijarte también en

el movimiento circular, sensiblemente visible en aquel progreso, en el cual el hombre se

repite a si mismo en la procreación, es decir, elhombre se mantiene siempre como sujeto.

Tú contestarás, sin embargo: le concedo este movimiento circular, concédeme tú el

progreso que me empuja cada vez más lejos, hasta que pregunto, ¿quien ha engendrado

el primer hombre y la naturaleza en general? Sólo puedo responder: tu pregunta misma

es un producto de la abstracción. Pregúntate cómo has llegado a esa pregunta:

pregúntate si tu pregunta no proviene de un punto de vista al que no puedo responder

porque es absurdo. Pregúntate si ese progreso existe cómo tal para un pensamiento

racional. Cuando preguntas por la creación del hombre y de la naturaleza haces

abstracción del hombre y de la naturaleza. Los supones como no existentes y quieres

que te los pruebe como existentes. Ahora te digo, prescinde de tu abstracción y así

prescindirás de tu pregunta, o si quieres aferrarte a tu abstracción, sé consecuente, y si

aunque pensando al hombre y a la naturaleza como no existente (IX) piensas, piénsate a

ti mismo como no existente, pues tú también eres naturaleza y hombre. No pienses, no

me preguntes, pues en cuanto piensas y preguntas pierde todo sentido tu abstracción del

ser de la naturaleza y el hombre. ¿O eres tan egoísta que supones todo como nada y

quieres ser sólo tú?

Puedes replicarme: no supongo la nada de la naturaleza, etc.: te pregunto por su acto de nacimiento, como pregunto al anatomista por la formación de los huesos, etc.

Sin embargo, como para el hombre socialista toda la llamada historia universal no es

otra cosa que la producción del hombre por el trabajo humano, el devenir de la

naturaleza para el hombre tiene así la prueba evidente, irrefutable, de su nacimiento de

sí mismo, de su proceso de originación. Al haberse hecho evidente de una manera

practica y sensible la esencialidad del hombre en la naturaleza; al haberse evidenciado,

práctica y sensiblemente, el hombre para el hombre como existencia de la naturaleza y

la naturaleza para el hombre como existencia del hombre, se ha hecho prácticamente

imposible la pregunta por un ser extraño, por un ser situado por encima de la naturaleza

y del hombre (una pregunta que encierra el reconocimiento de la no esencialidad de la

naturaleza y del hombre). El ateísmo, en cuanto negación de esta carencia de

esencialidad, carece ya totalmente de sentido, pues el ateísmo es una negación de Dios y

afirma, mediante esta negación, la existencia del hombre; pero el socialismo, en cuanto

socialismo, no necesita ya de tal mediación; él comienza con la conciencia sensible,

teórica y práctica, del hombre y la naturaleza como esencia.

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84 Es autoconciencia positiva del hombre, no mediada ya por la superación de la Religión, del

mismo modo que la vida real es la realidad positiva del hombre, no mediada ya por la

superación de la propiedad privada, el comunismo. El comunismo es la posición como

negación de la negación, y por eso el momento real necesario, en la evolución histórica

inmediata, de la emancipación y recuperación humana. El comunismo es la forma

necesaria y el principio dinámico del próximo futuro, pero el comunismo en si no es la

finalidad del desarrollo humano, la forma de la sociedad humana. |XI||

[Requisitos humanos y división del trabajo

bajo el dominio de la propiedad privada]

||XIV| (7) Hemos visto que significación tiene, en el supuesto del socialismo,

la riqueza de las necesidades humanas, y por ello también un nuevo modo de

producción y un nuevo objeto de la misma. Nueva afirmación de la fuerza

esencial humana y nuevo enriquecimiento de la esencia humana. Dentro de la propiedad

privada el significado inverso. Cada individuo especula sobre el modo de crear en el

otro una nueva necesidad para obligarlo a un nuevo sacrificio, para sumirlo en una

nueva dependencia, para desviarlo hacia una nueva forma del placer y con ello de la

ruina económica. Cada cual trata de crear una fuerza esencial extraña sobre el otro, para

encontrar así satisfacción a su propia necesidad egoísta. Con la masa de objetos crece,

pues, el reino de los seres ajenos a los que el hombre está sometido y cada nuevo

producto es una nueva potencia del reciproco engaño y la reciproca explotación. El

hombre, en cuanto hombre, se hace más pobre, necesita más del dinero para adueñarse

del ser enemigo, y el poder de su dinero disminuye en relación inversa a la masa de la

producción, es decir; su menesterosidad crece cuando el poder del dinero aumenta. La

necesidad de dinero es así la verdadera necesidad producida por la Economía Política y

la única necesidad que ella produce. La cantidad de dinero es cada vez más su única

propiedad importante. Así como él reduce todo ser a su abstracción, así se reduce él en

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

85 su propio movimiento a ser cuantitativo. La desmesura y el exceso es su verdadera medida.

Incluso subjetivamente esto se muestra, en parte, en el hecho de que el aumento de la

producción y de las necesidades se convierte en el esclavo ingenioso y

siempre calculador de caprichos inhumanos, refinados, antinaturales, e imaginarios. La

propiedad privada no sabe hacer de la necesidad bruta necesidad humana; su idealismo

es la fantasía, la arbitrariedad, el antojo. Ningún eunuco adula más bajamente a su

déspota o trata con más infames medios de estimular su agotada capacidad de placer

para granjearse más monedas, para hacer salir las aves de oro del bolsillo de sus

prójimos cristianamente amados. (Cada producto es un reclamo con el que se quiere

ganar el ser de los otros, su dinero; toda necesidad real o posible es una debilidad que

arrastrará las moscas a la miel, la explotación general de la esencia comunitaria del

hombre. Así como toda imperfección del hombre es un vinculo con los cielos, un flanco

por el que su corazón es accesible al sacerdote, todo apuro es una ocasión para aparecer

del modo más amable ante el prójimo y decirle: querido amigó, te doy lo que necesitas,

pero ya conoces laconditio sine qua non, ya sabes con que tinta te me tienes que obligar;

te despojo al tiempo que te proporciono un placer.) El productor se aviene a los más

abyectos caprichos del hombre, hace de celestina entre él y su necesidad, le despierta

apetitos morbosos y acecha toda debilidad para exigirle después la propina por estos

buenos oficios.

Esta enajenación se muestra parcialmente al producir el refinamiento de las necesidades

y de sus medios de una parte, mientras produce bestial salvajismo, plena, brutal y

abstracta simplicidad de las necesidades de la otra; o mejor, simplemente se hace

renacer en un sentido opuesto. Incluso la necesidad del aire libre deja de ser en el obrero

una necesidad; el hombre retorna a la caverna, envenenada ahora por la mefítica

pestilencia de la civilización y que habita sólo en precario, como un poder ajeno que

puede escapársele cualquier día, del que puede ser arrojado cualquier día si no paga

(XV). Tiene que pagar por esta casa mortuoria. La luminosamorada que Prometeo

señala, según Esquilo, como uno de los grandes regalos con los que convierte a las

fieras en hombres, deja de existir para el obrero. La luz, el aire, etcétera, la más simple

limpieza animal, deja de ser una necesidad para el hombre. La basura, esta corrupción y

podredumbre del hombre, la cloaca de la civilización (esto hay que entenderlo

literalmente) se convierte para el en un elemento vital. La dejadez

totalmente antinatural, la naturaleza podrida, se convierten en su elemento vital.

Ninguno de sus sentidos continúa existiendo, no ya en su forma humana, pero ni

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

86 siquiera en forma inhumana, ni siquiera en forma animal. Retornan las más

burdas formas (e instrumentos) del trabajo humano como la calandria de los esclavos

romanos, convertida en modo de producción y de existencia de muchos obreros ingleses.

No sólo no tiene el hombre ninguna necesidad humana, es que incluso las

necesidades animales desaparecen. El irlandés no conoce ya otra necesidad que la

de comer, y para ser exactos; la de comer patatas, y para ser más exactos aún sólo la de

comer patatas enmohecidas, las de peor calidad. Pero Inglaterra y Francia tienen en

cada ciudad industrial una pequeña Irlanda. El salvaje, el animal, tienen la necesidad de

la caza, del movimiento, etc., de la compañía. La simplificación de la máquina, del

trabajo, se aprovecha para convertir en obrero al hombre que está aún formándose, al

hombre aún no formado, al niño, así como se ha convertido al obrero en un niño

totalmente abandonado. La maquina se acomoda a la debilidad del hombre para

convertir al hombre débil en máquina.

El economista (y el capitalista; en general hablamos siempre de los hombres de

negocio empíricos cuando nos referimos a los economistas, que son su manifestación y

existencia científicas) prueba cómo la multiplicación de las necesidades y de los medios

engendra la carencia de necesidades y de medios: 1º) Al reducir la necesidad del obrero

al más miserable e imprescindible mantenimiento de la vida física y su actividad al más

abstracto movimiento mecánico, el economista afirma que el hombre no tiene ninguna

otra necesidad, ni respecto de la actividad, ni respecto del placer, pues también

proclama esta vida como vida y existencia humanas: 2º) Al emplear la

más mezquina existencia como medida (como medida general, porque es valida para la

masa de los hombres), hace del obrero un ser sin sentidos y sin necesidades, del mismo

modo que hace de su actividad una pura abstracción de toda actividad. Por esto todo

lujo del obrero le resulta censurable y todo lo que excede de la más abstracta necesidad

(sea como goce pasivo o como exteriorización vital) le parece un lujo. La Economía

Política, esa ciencia de la riqueza, es así también al mismo tiempo la ciencia de la

renuncia, de la privación, del ahorro y llega realmente a ahorrar al hombre

la necesidad del aire puro o delmovimiento físico. Esta ciencia de la industria

maravillosa es al mismo tiempo la ciencia del ascetismo y su verdadero ideal es el

avaro ascético, pero usurero, y el esclavo ascético, pero productivo. Su ideal moral es

el obrero que lleva a la caja de ahorro una parte de su salario e incluso ha encontrado

un arte servil para ésta su idea favorita. Se ha llevado esto al teatro en forma

sentimental. Por esto la Economía, pese a su mundana y placentera apariencia, es una

verdadera ciencia moral, la más moral de las ciencias. La autorrenuncia, la renuncia a la

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

87 vida y a toda humana necesidad es su dogma fundamental. Cuanto memos comas y bebas,

cuantos menos licores compres, cuanto menos vayas al teatro, al baile, a la taberna, cuanto

menos pienses, ames, teorices, cantes, pintes, esgrimas, etc., tanto más ahorras,

tanto mayor se hace tu tesoro al que ni polillas ni herrumbre devoran, tu capital. Cuanto

menos eres, cuanto menos. exteriorizas tu vida, tanto más tienes, tanto mayor es tu

vida enajenada y tanto más almacenas de tu esencia... Todo (XVI) lo que el economista

te quita en vida y en humanidad te lo restituyen en dinero yriqueza, y todo lo que no

puedes lo puede tu dinero. El puede comer y beber, ir al teatro y al baile; conoce el arte,

la sabiduría, las rarezas históricas, el poder político; puede viajar; puede hacerte dueño

de todo esto, puede comprar todo esto, es la verdadera opulencia. Pero siendo todo esto,

el dinero no puede más que crearse a sí mismo, comprarse a si mismo, pues todo lo

demás es siervo suyo y cuando se tiene al señor se tiene al siervo y no se le necesita.

Todas las pasiones y toda actividad deben, pues, disolverse en la avaricia. El obrero

sólo debe tener lo suficiente para querer vivir y sólo debe querer vivir para tener.

Verdad es que en el campo de la Economía Política surge ahora una controversia. Un

sector (Lauderdale, Malthus, etc.) recomienda el lujo y execra el ahorro; el otro (Say,

Ricardo, etc.) recomienda el ahorro y execra el lujo. Pero el primero confiesa que quiere

el lujo para producir el trabajo, es decir, el ahorro absoluto, y el segundo confiesa que

recomienda el ahorro para producir la riqueza, es decir, el lujo. El primer grupo tiene

la romántica ilusión de que la avaricia sola no debe determinar el consumo de los ricos

y contradice sus propias leyes al presentar el despilfarro inmediatamente como un

medio de enriquecimiento. Por esto el grupo opuesto le demuestra de modo muy serio y

circunstanciado que mediante el despilfarro disminuyó y no aumentó mi caudal. Este

segundo grupo cae en la hipocresía de no confesar que precisamente el capricho y el

humor determinan la producción; olvida la «necesidad refinada»; olvida que sin

consumo no se producirá; olvida que mediante la competencia la producción sólo ha de

hacerse más universal, más lujosa; olvida que para él el uso determina el valor de la

cosa y que la moda determina el uso; desea ver producido sólo «lo útil», pero olvida que

la producción de demasiadas cosas útiles produce demasiada población inútil. Ambos

grupos olvidan que despilfarro y ahorro, lujo y abstinencia, riqueza y pobreza son

iguales.

Y no sólo debes privarte en tus sentidos inmediatos, como comer, etc.; también la

participación en intereses generales (compasión, confianza, etc.), todo esto debes

ahorrártelo si quieres ser económico y no quieres morir de ilusiones.

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88 Todo lo tuyo tienes que hacerlo venal, es decir, útil. Si pregunto al economista. ¿obedezco a

las leyes económicas si consigo dinero de la entrega, de la prostitución de mi cuerpo al

placer ajeno? (Los obreros fabriles en Francia llaman a la prostitución de sus hijas y esposas

la enésima hora de trabajo, lo cual es literalmente cierto.) ¿No actúo de modo

económico al vender a mi amigo a los marroquíes? (y el tráfico de seres humanos como

comercio de conscriptos, etc., tiene lugar en todos los países civilizados), el economista

me contestará: no operas en contra de mis leyes, pero mira lo que dicen la señora Moral

y la señora Religión; mi Moral y mi Religión económica no tienen nada que

reprocharte. Pero ¿a quién tengo que creer ahora, a la Economía Política o a la moral?

La moral de la Economía Política es el lucro, el trabajo y el ahorro, la sobriedad; pero la

Economía Política me promete satisfacer mis necesidades. La Economía Política de la

moral es la riqueza con buena conciencia, con virtud, etc. Pero ¿cómo puedo ser

virtuoso si no soy? ¿Cómo puedo tener buena conciencia si no tengo conciencia de

nada? El hecho de que cada esfera me mida con una medida distinta y opuesta a las

demás, con una medida la moral, con otra distinta la Economía Política, se basa en la

esencia de la enajenación, porque cada una de estas esferas es una determinada

enajenación del hombre y (XVII) contempla un determinado circulo de la actividad

esencial enajenada; cada una de ellas se relaciona de forma enajenada con la otra

enajenación. El señor Michel Chevalier reprocha así a Ricardo que hace abstracción de

la moral. Ricardo, sin embargo, deja a la Economía Política hablar su propio lenguaje; si

esta no habla moralmente, la culpa no es de Ricardo. M. Chevalier hace abstracción de

la Economía Política en cuanto moraliza, pero real y necesariamente hace abstracción

de la moral en cuanto cultiva la Economía Política. La relación de la Economía Política

con la moral cuando no es arbitraria, ocasional, y por ello trivial y acientífica, cuan: do

no es una apariencia engañosa, cuando se la considera como esencial, no puede ser sino

la relación de las leyes económicas con la moral. ¿Qué puede hacer Ricardo si esta

relación no existe o si lo que existe es más bien lo contrario? Por lo demás, también la

oposición entre Economía Política y moral es sólo una apariencia y no tal oposición. La

Economía Política se limita a expresar a su manera las leyes morales.

La ausencia de necesidades como principio de la Economía Política resplandece sobre

todo en su teoría de la población. Hay demasiados hombres. Incluso la existencia de los

hombres es un puro lujo y si el obrero es «moral» (Mill propone alabanzas públicas para

aquellos que se muestren continentes en las relaciones sexuales y una pública

reprimenda para quienes pequen contra esta esterilidad del matrimonio. ¿No es esta

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89 doctrina ética del ascetismo?) será ahorrativo en la fecundación. La producción del hombre

aparece como calamidad pública.

El sentido que la producción tiene en lo que respecta a los ricos se

muestra abiertamente en el sentido que para los pobres tiene; hacia arriba, su

exteriorización es siempre refinada, encubierta, ambigua, apariencia; hacia abajo,

grosera, directa, franca, esencial. La grosera necesidad del trabajador es una fuente de

lucro mayor que la necesidad refinada del rico. Las viviendas subterráneas de Londres

le rinden a sus arrendadores más que los palacios, es decir, en lo que a ellos concierne

son una mayor riqueza; hablando en términos de Economía Política son, pues, una

mayor riqueza social.

Y así como la industria especula sobre el refinamiento de las necesidades. así también

especula sobre su tosquedad, sobre su artificialmente producida tosquedad, cuyo

verdadero goce es el autoaturdimiento, esta aparente satisfacción de las necesidades

esta civilización dentro de la grosera barbarie de la necesidad; las tascas inglesas son

por eso representaciones simbólicas de la propiedad privada. Su lujo muestra la

verdadera relación del lujo y la riqueza industriales con el hombre. Por esto son, con

razón, los únicos esparcimientos dominicales del pueblo que la policía inglesa trata al

menos con suavidad.

Hemos visto ya cómo el economista establece de diversas formas la unidad de trabajo y

capital. 1º) El capital es trabajo acumulado. 2º) La determinación del capital dentro de

la producción, en parte la reproducción del capital con beneficio, en parte el capital

como materia prima (materia del trabajo), en parte comoinstrumento que trabaja por sí

mismo —la máquina es el capital establecido inmediatamente como idéntico al

obrero— es el trabajo productivo. 3º) El obrero es un capital. 4º) El salario forma parte

de los costos del capital. 5º) En lo que al obrero respecta, el trabajo es la reproducción

de su capital vital. 6º) En lo que al capitalista toca, es un factor de la actividad de su

capital.

Finalmente, 7º) el economista supone la unidad original de ambos como unidad del

capitalista y el obrero, ésta es la paradisiaca situación originaria. El que estos dos

momentos se arrojen el uno contra el otro como dos personas es, para el economista, un

acontecimiento casual y que por eso sólo externamente puede explicarse (véase Mill).

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90 Las naciones que están aún cegadas por el brillo de los metales preciosos, y por ello adoran

todavía el fetiche del dinero metálico, no son aún las naciones dinerarias perfectas.

Oposición de Francia e Inglaterra. En el fetichismo, por ejemplo, se muestra hasta qué punto

es la solución de los enigmas teóricos una tarea de la practica, una tarea mediada por la

practica, hasta qué punto la verdadera práctica es la condición de una teoría positiva y

real. La conciencia sensible del fetichista es distinta de la del griego porque su

existencia sensible también es distinta. La enemistad abstracta entre sensibilidad y

espíritu es necesaria en tanto que el sentido humano para la naturaleza, el sentido

humano de la naturaleza y, por tanto, también el sentido natural del hombre, no ha sido

todavía producido por el propio trabajo del hombre.

La igualdad no es otra cosa que la traducción francesa, es decir, política, del alemán yo

= yo. La igualdad como fundamento del comunismo es su fundamentaciónpolítica y es

lo mismo que cuando el alemán lo funda en la concepción del hombre

como autoconciencia universal. Se comprende que la superación de la enajenación parte

siempre de la forma de enajenación que constituye la potencia dominante: en Alemania,

la autoconciencia; en Francia, la igualdad a causa de la política; en Inglaterra, la

necesidad práctica, material, real que sólo se mide a si misma. Desde este punto de vista

hay que criticar y apreciar a Proudhon.

Si caracterizamos aún el comunismo mismo (porque es negación de la negación,

apropiación de la esencia humana que se media a sí misma a través de la negación de la

propiedad privada, por ello todavía no como la posición verdadera, que parte de si

misma, sino mas bien como la posición que parte de la propiedad privada).

....(extrañamiento de la vida humana permanece y continúa siendo tanto mayor

extrañamiento cuanto más conciencia de el como tal se tiene) puede ser realizado, así

sólo mediante el comunismo puesto en práctica puede realizarse. Para superar la

propiedad privada basta el comunismo pensado, para superar la propiedad privada real

se requiere una acción comunista real. La historia la aportará y aquel movimiento, que

ya conocemos en pensamiento como un movimiento que se supera a si mismo,

atravesará en la realidad un proceso muy duro y muy extenso. Debemos considerar, sin

embargo, como un verdadero y real progreso el que nosotros hayamos conseguido de

antemano conciencia tanto de la limitación como de la finalidad del movimiento

histórico; y una conciencia que lo sobrepasa.

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91 Cuando los obreros comunistas se asocian, su finalidad es inicialmente la doctrina, la

propaganda, etc. Pero al mismo tiempo adquieren con ello una nueva necesidad, la

necesidad de la sociedad, y lo que parecía medio se ha convertido en fin. Se puede

contemplar este movimiento práctico en sus más brillantes resultados cuando se ven

reunidos a los obreros socialistas franceses. No necesitan ya medios de unión o

pretextos de reunión como el fumar, el beber, el comer, etc. La sociedad, la asociación,

la charla, que a su vez tienen la sociedad como fin, les bastan. Entre ellos la fraternidad

de los hombres no es una frase, sino una verdad, y la nobleza hombre brilla en los

rostros endurecidos por el trabajo.

(XX) Cuando la Economía Política afirma que la demanda y la oferta se equilibran

mutuamente, está al mismo tiempo olvidando que, según su propia afirmación, la oferta

de hombres (teoría de la población) excede siempre de la demanda, que, por tanto, en el

resultado esencial de toda la producción (la existencia del hombre) encuentra su más

decisiva expresión la desproporción entre oferta y demanda. En qué medida es el dinero,

que aparece como medio, el verdadero poder y el únicofin; en que medida el medio en

general, que me hace ser, que hace mío el ser objetivo ajeno, es un fin en sí..., es cosa

que puede verse en el hecho de cómo la propiedad de la tierra (allí donde la tierra es la

fuente de la vida), el caballo y la espada (en donde ellos son el verdadero medio de

vida) son reconocidos como los verdaderos poderes políticos de la vida. En la Edad

Media se emancipa un estamento tan pronto como tiene derecho a portar la espada.

Entre los pueblos nómadas es el caballo el que hace libre, participe el la comunidad.

Hemos dicho antes que el hombre retorna a la caverna, etc., pero en una forma

enajenada, hostil. El salvaje en su caverna (este elemento natural que se le ofrece

espontáneamente para su goce y protección) no se siente extraño, o, mejor dicho, se

siente tan a gusto como un pez en el agua. Pero la cueva del pobre es una vivienda hostil

que «se resiste como una potencia extraña, que no se le entrega hasta que él no le

entrega a ella su sangre y su sudor», que él no puede considerar como un hogar en

donde, finalmente, pudiera decir: aquí estoy en casa, en donde él se encuentra más bien

en una casa extraña, en la casa de otro que continuamente lo acecha y que lo expulsa si

no paga el alquiler. Igualmente, desde el punto de vista de la calidad, ve su casa como lo

opuesto a la vivienda humana situada en el más allá, en el cielo de la riqueza,

La enajenación aparece tanto en el hecho de que mi medio de vida es de otro;

que mi deseo es la posesión inaccesible de otro; como en el hecho de que cada cosa

es otra que ella misma, que mi actividad es otra cosa, que, por ultimo (y esto es válido

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

92 también para el capitalista), domina en general el poder inhumano. La determinación de la

riqueza derrochadora, inactiva y entregada sólo al goce, cuyo beneficiario actúa, de una

parte como un individuo solamente efímero, vano, travieso, que considera el trabajo de

esclavo ajeno, el sudor y la sangre de los hombres, como presa de sus apetitos y que por

ello considera al hombre mismo (también a si mismo) como un ser sacrificado y nulo (el

desprecio del hombre aparece así, en parte como arrogancia, en parte como la infame

ilusión de que su desenfrenada prodigalidad y su incesante e improductivo consumo

condicionan el trabajo y, por ello, la subsistencia de los demás), conoce la realización

de lasfuerzas humanas esenciales sólo como realización de su desorden, de

sus humores de sus caprichos arbitrarios y bizarros. Sin embargo, esta riqueza que, por

otra parte, se considera a sí misma como un puro medio, una cosa digna sólo de

aniquilación, que es al mismo tiempo esclavo y señor, generosa y mezquina, caprichosa,

vanidosa, petulante, refinada, culta e ingeniosa, esta riqueza no ha experimentado aún

en sí misma la riqueza como un poder totalmente extraño; no ve en ella todavía más que

su propio poder, y no la riqueza, sino el placer.

(XXI) ...y a la brillante ilusión sobre la esencia de la riqueza cegada por la apariencia

sensible, se enfrenta el industrial trabajador, sobrio, económico, prosaico, bien

ilustrado sobre la esencia de la riqueza que al crear a su [del derrochador F. R.] ansia de

placeres un campo más ancho, al cantarle alabanzas con su producción (sus productos

son justamente abyectos cumplidos a los apetitos del derrochador) sabe apropiarse de la

única manera útil del poder que a aquél se le escapa. Si inicialmente la riqueza industrial

parece resultado de la riqueza fantástica, derrochadora, su dinámica propia desplaza

también de una manera activa a esta última. La baja del interés del dinero es, en efecto,

resultado y necesaria consecuencia de movimiento industrial. Los medios del rentista

derrochador disminuyen, en consecuencia, diariamente, en proporción inversa del

aumento de los medios y los ardides del placer. Está obligado así, o bien a devorar su

capital, es decir, a perecer, o bien a convertirse el mismo en capitalista industrial... Por

otra parte, la renta de la tierra sube, ciertamente, de modo continuo merced a la marcha

del movimiento industrial, pero, como ya hemos visto, llega necesariamente un

momento en el que la propiedad de la tierra debe caer, como cualquier otra propiedad,

en la categoría del capital que se reproduce con beneficio, y esto es, sin duda, el

resultado del mismo movimiento industrial. El terrateniente derrochador debe así, o bien

devorar su capital, es decir, perecer, o bien convertirse en arrendatario de su propia

tierra, en industrial agricultor.

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

93 La disminución del interés del dinero (que Proudhon considera como la supresión del

capital y como tendencia hacia la socialización del capital) es por ello más bien solamente

un síntoma del triunfo del capital trabajador sobre la riqueza derrochadora, es decir, de la

transformación de toda propiedad privada en capital industrial; el triunfo absoluto de la

propiedad privada sobre todas las cualidades aparentemente humanas de la misma y la

subyugación plena del propietario privado a la esencia de la propiedad privada,

al trabajo. Por lo demás, también el capitalista industrial goza. El no retorna en modo

alguno a la antinatural simplicidad de la necesidad, pero su placer es sólo cosa

secundaria, desahogo, placer subordinado a la producción y, por ello, calculado,

incluso económico, pues el capitalista carga su placer a los costos del capital y por esto

aquél debe costarle sólo una cantidad tal que sea restituida por la reproducción del

capital con el beneficio. El placer queda subordinado al capital y el individuo que goza

subordinado al que capitaliza, en tanto que antes sucedía lo contrario. La disminución

de los intereses no es así un síntoma de la supresión del capital sino en la medida en que

es un síntoma de su dominación plena, de su enajenación que se esta planificando y, por

ello, apresurando su superación. Esta es, en general, la única forma en que lo existente

afirma a su contrario.

La querella de los economistas en torno al lujo y el ahorro no es, por tanto, sino la

querella de aquella parte de la Economía Política que ha penetrado la esencia de la

riqueza con aquella otra que está aún lastrada de recuerdos románticos y

antiindustriales. Ninguna de las dos partes sabe, sin embargo, reducir el objeto de la

disputa a su sencilla expresión y, en consecuencia, nunca acabará la una con la otra.

La renta de la tierra ha sido, además, demolida como renta de la tierra, pues en

oposición al argumento de los fisiócratas de que el terrateniente es el único productor

verdadero, la Economía Política moderna ha demostrado que el terrateniente, en cuanto

tal, es más bien el único rentista totalmente improductivo. La agricultura sería asunto

del capitalista, que daría este uso a su capital cuando pudiese esperar de ella el beneficio

acostumbrado. La argumentación de los fisiócratas (que la propiedad de la tierra como

sola propiedad productiva es la única que tiene que pagar impuestos al Estado y, por

tanto, también la única que tiene que acordarlos y que tomar parte en la gestión del

Estado) se muda así en la afirmación inversa de que el impuesto sobre la renta de la

tierra es el único impuesto sobre un ingreso improductivo y por esto el único impuesto

que no es nocivo para la producción nacional. Se comprende que, así entendido, el

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

94 privilegio político del terrateniente no se deduce ya de su carácter de principal fuente

impositiva.

Todo lo que Proudhon capta como movimiento del trabajo contra el capital no es más

que el movimiento del trabajo en su determinación de capital, de capital industrial,

contra el capital que no se consume como capital, es decir, industrialmente. Y este

movimiento sigue su victorioso camino, es decir, el camino de lavictoria del

capital industrial. Se ve también que sólo cuando se capta el trabajo como esencia de la

propiedad privada puede penetrarse el movimiento económico como tal en su

determinación real.

La sociedad, como aparece para los economistas, es la sociedad civil, en la que cada

individuo es un conjunto de necesidades y sólo existe para el otro (XXXV), como el

otro sólo existe para él, en la medida en que se convierten en medio el uno para el otro.

El economista (del mismo modo que la política en sus Derechos del Hombre) reduce

todo al hombre, es decir al individuo del que borra toda determinación para

esquematizarlo como capitalista o como obrero.

La división del trabajo es la expresión económica del carácter social del trabajo dentro

de la enajenación. O bien, puesto que el trabajo no es sino una expresión de la actividad

humana dentro de la enajenación, de la exteriorización vital como enajenación vital. Así

también la división del trabajo no es otra cosa que el

establecimiento extrañado; enajenado, de la actividad humana como una actividad

genérica real o como actividad del hombre en cuanto ser genérico.

Sobre la esencia de la división del trabajo (que naturalmente tenia que ser considerada

como un motor fundamental en la producción de riqueza en cuanto se reconocía

el trabajo como la esencia de la propiedad privada), es decir, sobre esta forma

enajenada y extrañada de la actividad humana como actividad genérica, son los

economistas muy oscuros y contradictorios.

Adam Smith: «La división del trabajo no debe su origen a la humana sabiduría. Es la

consecuencia necesaria, lenta y gradual de la propensión al intercambio y a la

negociación de unos productos por otros. Esta tendencia al intercambio es

verosimilmente una consecuencia necesaria del uso de la razón y de la palabra. Es

común a todos los hombres y no se da en ningún animal. En cuanto se hace adulto, el

animal vive de su propio esfuerzo. El hombre necesita constantemente del apoyo de los

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

95 demás, que sería vano esperar de su simple benevolencia. Es mucho más seguro dirigirse a

su interés personal y convencerlos de que les beneficia a ellos mismos hacer lo que de ellos

se espera. Cuando nos dirigimos a los demás no lo hacemos a su humanidad, sino a

su egoísmo; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de su conveniencia.

Como quiera que es a través del cambio, el comercio, la negociación, como recibimos la

mayor parte de los buenos servicios que recíprocamente necesitamos, es esta propensión

a la negociación la que ha dado origen a la división del trabajo. Así, por ejemplo, en

una tribu de cazadores o pastores hay alguno que hace arcos y flechas con más rapidez y

habilidad que los demás. Frecuentemente cambia a sus compañeros ganado y caza por

los instrumentos que él construye, y rápidamente se da cuenta de que por este medio

consigue más cantidad de esos productos que cuando es él mismo el que va a cazar. Con

un cálculo interesado, hace, en consecuencia, de la fabricación de arcos, etc., su

ocupación principal. La diferencia de talentos naturales entre los individuos no es tanto

la causa como el efecto de la división del trabajo.

»... Sin la disposición de los hombres al comercio y el intercambio cada cual se vería

obligado a satisfacer por si mismo todas las necesidades y comodidades de la vida. Cada

cual hubiese tenido que realizar la misma tarea y no se hubiese producido esa

gran diferencia de ocupaciones que es la única que puede engendrar la gran diferencia

de talentos. Y así como es esa propensión al intercambio la que engendra la diversidad

de talentos entre los hombres, es también esa propensión la que hace útil tal diversidad.

Muchas razas animales, aun siendo todas de la misma especie, han recibido de la

naturaleza una diversidad de caracteres mucho más grande y más evidente que la que

puede encontrarse entre los hombres no civilizados. Por naturaleza no existe entre un

filósofo y un cargador ni la mitad de la diferencia que hay entre un mastín y un galgo,

entre un galgo y un podenco o entre cualquiera de éstos y un perro pastor. Pese a ello,

estas distintas razas, aun perteneciendo todas a la misma especie, apenas tienen utilidad

las unas para las otras. El mastín no puede aprovechar la ventaja de su fuerza para

servirse de la ligereza del galgo, etc. Los efectos de estos distintos talentos o grados de

inteligencia no pueden ser puestos en común porque falta la capacidad o la propensión

al cambio, y no pueden, por tanto, aportar nada a la ventaja o comodidad común de la

especie... Cada animal debe alimentarse y protegerse a si mismo, con absoluta

independencia de los demás; no puede obtener la más mínima ventaja de la diversidad

de talentos que la naturaleza ha distribuido entre sus semejantes. Por el contrario, entre

los hombres los más diversos talentos se resultan útiles unos a otros porque, mediante

esa propensión general al comercio y el intercambio, losdistintos productos de los

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96 diversos tipos de actividad pueden ser puestos, por así decir, en una masa común a la que

cada cual puede ir a comprar una parte de la industria de los demás de acuerdo con sus

necesidades. Como es esa propensión al intercambio la que da su origen a la división del

trabajo la extensión de esta división estará siempre limitada por la extensión de la

capacidad de intercambiar o, dicho en otras palabras, por la extensión del mercado. Si

el mercado es muy pequeño, nadie se animará a dedicarse por entero a una sola

ocupación ante el temor de no poder intercambiar aquella parte de su producción que

excede de sus necesidades por el excedente de la producción de otro que él desearía

adquirir...» En una situación de mayor progreso: «Todo hombre vive del cambio y se

convierte en una especie de comerciante y la sociedad misma es realmente una sociedad

mercantil. (Véase Destutt de Tracy: La sociedad es una serie de intercambios

recíprocos, en el comercio está la esencia toda de la sociedad...) La acumulación de

capitales crece con la división del trabajo y viceversa.» Hasta aquí Adam Smith.

«Si cada familia produjera la totalidad de los objetos de su consumo, podría la sociedad

marchar así aunque no se hiciese intercambio alguno; sin ser fundamental, el

intercambio es indispensable en el avanzado estadio de nuestra sociedad; la división del

trabajo es un hábil empleo de las fuerzas del hombre que acrece, en consecuencia, los

productos de la sociedad, su poder y sus placeres, pero reduce, aminora la capacidad de

cada hombre tomado individualmente. La producción no puede tener lugar sin

intercambio.» Así habla J. B. Say. «Las fuerzas inherentes al hombre son su inteligencia

y su aptitud física para el trabajo; las que se derivan del estado social consisten en la

capacidad de dividir el trabajo y de repartir entre los distintos hombres los diversos

trabajos y en la facultad de intercambiar los servicios recíprocos y los productos que

constituyen este medio. El motivo por el que: un hombre consagra a otro Sus servicios

es el egoísmo, el hombre exige una recompensa por los servicios prestados a otro. La

existencia del derecho exclusivo de propiedad es, pues, indispensable para que pueda

establecerse el intercambio entre los hombres. Influencia recíproca de la división de la

industria sobre el intercambio y del intercambio sobre esta división. Intercambio y

división del trabajo se condicionan recíprocamente.» Así Sharbek.

Mill expone el intercambio desarrollado, el comercio, como consecuencia de la división

del trabajo.

«La actividad del hombre puede reducirse a elementos muy simples. El no puede en

efecto, hacer otra cosa que producir movimiento; puede mover las cosas para alejarlas

(XXXVII) o aproximarlas entre si; las propiedades de la materia hacen el resto. En el

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97 empleo del trabajo y de las máquinas ocurre con frecuencia que se pueden aumentar los

efectos mediante una oportuna división de las operaciones que se oponen y la unificación de

todas aquellas que, de algún modo, pueden favorecerse recíprocamente. Como, en general,

los hombres no pueden ejecutar muchas operaciones distintas con la misma habilidad y

velocidad, como la costumbre les da esa capacidad para la realización de un pequeño

número, siempre es ventajoso limitar en lo posible el número de operaciones

encomendadas a cada individuo. Para la división del trabajo y la repartición de la fuerza

de los hombres de la manera más ventajosa es necesario operar en una multitud de casos

en gran escala o, en otros términos; producir las riquezas en masa. Esta ventaja es el

motivo que origina las grandes manufacturas, un pequeño número de las cuales,

establecidas en condicione ventajosas, aprovisionan frecuentemente con los objetos por

ellas producidos no uno solo, sino varios países en las cantidades que ellos requieren.»

Así Mill.

Toda la Economía Política moderna está de acuerdo, sin embargo, en que división del

trabajo y riqueza de la producción, división del trabajo y acumulación del capital se

condicionan recíprocamente, así como en el hecho de que sólo la propiedad

privada liberada, entregada a si misma, puede producir la más útil y más amplia

división del trabajo.

La exposición de Adam Smith se puede resumir así: la división del trabajo da a éste una

infinita capacidad de producción. Se origina en la propensión al intercambio y

al comercio una propensión específicamente humana que verosimilmente no es casual,

sino que está condicionada por el uso de la razón y del lenguaje. El motivo del que

cambia no es la humanidad, sino el egoísmo. La diversidad de los talentos humanos es

más el efecto que la causa de la división del trabajo, es decir, del intercambio. También

es sólo este último el que hace útil aquella diversidad. Las propiedades particulares de

las distintas razas de una especie animal son por naturaleza más distintas que la

diversidad de dones y actividades humanas. Pero como los animales no

pueden intercambiar, no le aprovecha a ningún individuo animal la diferente propiedad

de un animal de la misma especie, pero de distinta raza. Los animales no pueden

adicionar las diversas propiedades de su especie; no pueden aportar nada al provecho y

al bienestar común de su especie. Otra cosa sucede con el hombre, en el cual los más

dispares talentos y formas de actividad se benefician recíprocamente porque pueden

reunir sus diversos productos en una masa común de la que todos pueden comprar.

Como la división del trabajo brota de la propensión al intercambio, crece y esta limitada

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98 por la extensión del intercambio, del mercado. En el estado avanzado todo hombre

es comerciante, la sociedad es una sociedad mercantil. Say considera el intercambio como

casual y no fundamental. La sociedad podría subsistir sin él. Se hace indispensable en el

estado avanzado de la sociedad. No obstante, sin él no puede tener lugar

la producción. La división del trabajo es un cómodo y útil medio, un hábil empleo de las

fuerzas humanas para el desarrollo de la sociedad, pero disminuye la capacidad de cada

hombre individualmente considerado. La última observación es un progreso de Say.

Skarbek distingue las fuerzas individuales, inherentes al hombre (inteligencia y

disposición física para el trabajo), de las fuerzas derivadas de la sociedad(intercambio y

división del trabajo) que se condicionan mutuamente. Pero el presupuesto necesario del

intercambio es la propiedad privada. Skarbek expresa aquí en forma objetiva lo mismo

que Smith, Say, Ricardo, etc., dicen cuando señalan el egoísmo, el interés privado,

como fundamento del intercambio, o el comercio como la forma esencial y adecuada del intercambio.

Mill presenta el comercio como consecuencia de la división del trabajo. La actividad

humana se reduce para él a un movimiento mecánico. División del trabajo y empleo de

máquinas fomentan la riqueza de la producción. Se debe confiar a cada hombre un

conjunto de actividades tan pequeño como sea posible. Por su parte, división de trabajo

y empleo de máquinas condicionan la producción de la riqueza en masa y, por tanto, del

producto. Este es el fundamento de las grandes manufacturas.

(XXXVIII) El examen de la división del trabajo y del intercambio es del mayor interés

porque son las expresiones manifiestamente enajenadas de la actividad y la fuerza esencial humana en cuanto actividad y fuerza esencial adecuadas al género.

Decir que la división del trabajo y el intercambio descansan sobre la propiedad

privada no es sino afirmar que el trabajo es la esencia de la propiedad privada; una

afirmación que el economista no puede probar y que nosotros vamos a probar por él.

Justamente aquí en el hecho de que división del trabajo e intercambioson

configuraciones de la propiedad privada, reside la doble prueba, tanto de que, por una

parte, la vida humana necesitaba de la propiedad privada para su realización, como de

que, de otra parte, ahora necesita la supresión y superación de la propiedad privada.

División del trabajo e intercambio son los dos fenómenos que hacen que el economista

presuma del carácter social de su ciencia y, al mismo tiempo, exprese

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99 inconscientemente la contradicción de esta ciencia: la fundamentación de la sociedad

mediante el interés particular antisocial.

Los momentos que tenemos que considerar son: en primer lugar, la propensión al

intercambio (cuyo fundamento se encuentra en el egoísmo) es considerada como

fundamento o efecto recíproco de la división del trabajo. Say considera el intercambio

como no fundamental para la esencia de la sociedad. La riqueza, la producción, se

explican por la división del trabajo y el intercambio. Se concede el empobrecimiento y

la degradación de la actividad individual por obra de la división del trabajo. Se reconoce

que la división del trabajo y el intercambio son productores de la gran diversidad de los

talentos humanos, una diversidad que, a su vez, se hace útil gracias a aquéllos. Skarbek

divide las fuerzas de producción o fuerzas productivas del hombre en dos partes: 1) Las

individuales e inherentes a él, su inteligencia y su especial disposición o capacidad de

trabajo; 2) las derivadas de la sociedad (no del individuo real), la división del trabajo y

el intercambio. Además, la división del trabajo está limitada por el mercado. El trabajo

humano es simple movimiento mecánico; lo principal lo hacen las propiedades

materiales de los objetos.

Má aún la división del trabajo es limitada por el mercado. El trabajo humano es

simple movimiento mecánico: el trabajo principal es realizado por las cualidades

materiales de los objetos. A un individuo se le debe atribuir la menor cantidad posible

de funciones. Fraccionamiento del trabajo y concentración del capital, la inanidad de la

producción individual y la producción de la riqueza en masas. Concepción de la

propiedad privada libre en la división del trabajo.

[El poder del dinero]

(XLI) Si las sensaciones, pasiones, etc., del hombre son no sólo determinaciones

antropológicas en sentido estricto, sino verdaderamente afirmaciones ontológicasdel ser

(naturaleza) y si sólo se afirman realmente por el hecho de que

su objeto es sensible para ellas, entonces es claro:

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100 1) Que el modo de su afirmación no es en absoluto uno. y el mismo, sino que, más bien, el

diverso modo de la afirmación constituye la peculiaridad de su existencia, de su vida; el

modo en que el objeto es para ellas el modo peculiar de su goce. 2) Allí en donde la

afirmación sensible es supresión directa del objeto en su forma independiente (comer,

beber, elaborar el objeto, etc.), es ésta la afirmación del objeto. 3) En cuanto el hombre

es humano, en cuanto es humana su sensación, etc., la afirmación del objeto por otro es

igualmente su propio goce. 4) Sólo mediante la industria desarrollada, esto es, por la

mediación de la propiedad privada, se constituye la esencia ontológica de la pasión

humana, tanto en su totalidad como en su humanidad; la misma ciencia del hombre es,

pues, un producto de la autoafirmación práctica del hombre. 5) El sentido de la

propiedad privada —desembarazada de su enajenación— es la existencia de los objetos esenciales para el hombre, tanto como objeto de goce cuanto como objeto de actividad.

El dinero, en cuanto posee la propiedad de comprarlo todo, en cuanto posee la

propiedad de apropiarse todos los objetos es, pues, el objeto por excelencia. La

universalidad de su cualidad es la omnipotencia de su esencia; vale, pues, como ser

omnipotente..., el dinero es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la vida y

los medios de vida del hombre. Pero lo que me sirve de mediador para mi vida, me sirve

de mediador también para la existencia de los otros hombres para mi. Eso es para mi

el otro hombre.

¡Qué diablo! ¡Claro que manos y pies,

Y cabeza y trasero son tuyos!

Pero todo esto que yo tranquilamente gozo,

¿es por eso memos mío?

Si puedo pagar seis potros,

¿No son sus fuerzas mías?

Los conduzco y soy todo un señor

Como si tuviese veinticuatro patas.

(Goethe: Fausto)

.

Shakespeare, en el Timón de Atenas:

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101 «¡Oro!, ¡oro maravilloso, brillante, precioso! ¡No, oh dioses,

no soy hombre que haga plegarias inconsecuentes! (Simples raíces,

oh cielos purísimos!)

Un poco de él puede volver lo blanco, negro; lo feo, hermoso;

lo falso, verdadero; lo bajo; noble; lo viejo, joven; lo cobarde,

valiente

¡oh dioses! ¿Por qué?

Esto va arrancar de vuestro lado a vuestros sacerdotes y a vuestros

sirvientes;

va a retirar la almohada de debajo de la cabeza del hombre más

robusto;

este amarillo esclavo

va a atar y desatar lazos sagrados, bendecir a los malditos,

hacer adorable la lepra blanca, dar plaza a los ladrones

y hacerlos sentarse entre los senadores, con títulos, genuflexiones y

alabanzas;

él es el que hace que se vuelva a casar la viuda marchita

y el que perfuma y embalsama como un día de abril a aquella que

revolvería

el estómago al hospital y a las mismas úlceras.

Vamos, fango condenado, puta común de todo el género humano

que siembras la disensión entre la multitud de las naciones,

voy a hacerte ultrajar según tu naturaleza.»

Y después:

«¡Oh, tú, dulce regicida, amable agente de divorcio

entre el hijo y el padre! ¡Brillante corruptor

del más puro lecho de himeneo! ¡Marte valiente!

¡Galán siempre joven, fresco, amado y delicado,

cuyo esplendor funde la nieve sagrada

que descansa sobre el seno de Diana! Dios visible

que sueldas juntas las cosas de la Naturaleza absolutamente

contrarias

y las obligas a que se abracen; tú, que sabes hablar todas las lenguas

||XLII| Para todos los designios. ¡Oh, tú, piedra de toque de los

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102 corazones,

piensa que el hombre, tu esclavo, se rebela, y por la virtud que en ti

reside,

haz que nazcan entre ellos querellas que los destruyan,

a fin de que las bestias puedan tener el imperio del mundo...!»

Shakespeare pinta muy acertadamente la esencia del dinero. Para entenderlo,

comencemos primero con la explicación del pasaje goethiano.

Lo que mediante el dinero es para mi, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero

puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi fuerza es tan grande como

lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son mis —de su poseedor—

cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y lo que puedo no están determinados en

modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la mujer más bella.

Luego no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada por

el dinero. Según mi individualidad soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro

pies, luego no soy tullido; soy un hombre malo y sin honor, sin conciencia y sin ingenio,

pero se honra al dinero, luego también a su poseedor. El dinero es el bien supremo,

luego es bueno su poseedor; el dinero me evita, además, la molestia de ser deshonesto,

luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el dinero es

el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿cómo podría carecer de ingenio su poseedor?

El puede, por lo demás, comprarse gentes ingeniosas, ¿y no es quien tiene poder sobre

las personas inteligentes más talentoso que el talentoso? ¿Es que no poseo yo, que

mediante el dinero puedo todo lo que el corazón humano ansia, todos los poderes

humanos? ¿Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en su contrario?

Si el dinero es el vinculo que me liga a la vida humana, que liga a la sociedad, que me

liga con la naturaleza y con el hombre, ¿no es el dinero el vínculo de todos los vínculos?

¿No puede él atar y desatar todas las ataduras? ¿No es también por esto el medio general

de separación? Es la verdadera moneda divisoria, así como el verdadero medio de unión, la fuerza galvanoquímica de la sociedad.

Shakespeare destaca especialmente dos propiedades en el dinero:

1º) Es la divinidad visible, la transmutación de todas las propiedades humanas y

naturales en su contrario, la confusión e inversión universal de todas las cosas; hermana

las imposibilidades;

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103 2º) Es la puta universal, el universal alcahuete de los hombres y de los pueblos.

La inversión y confusión de todas las cualidades humanes y naturales, la conjugación de las

imposibilidades; la fuerza divina del dinero radica en su esencia en tanto que esencia

genérica extrañada, enajenante y autoenajenante del hombre. Es el poder enajenado de

la humanidad.

Lo que como hombre no puedo, lo que no pueden mis fuerzas individuales, lo puedo

mediante el dinero. El dinero convierte así cada una de estas fuerzas esenciales en lo

que en sí no son, es decir, en su contrario. Si ansío un manjar o quiero tomar la posta

porque no soy suficientemente fuerte para hacer el camino a pie, el dinero me procura el

manjar y la posta, es decir, transustancia mis deseos, que son meras representaciones;

los traduce de su existencia pensada, representada, querida; a su existencia sensible,

real; de la representación a la vida, del ser representado al ser real. El dinero es, al hacer

esta mediación, la verdadera fuerzacreadora.

Es cierto que la demanda existe también para aquel que no tiene dinero alguno, pero su

demanda es un puro ente de ficción que no tiene sobre mí, sobre un tercero, sobre los

otros (XLIII), ningún efecto, ninguna existencia; que, por tanto, sigue siendo para mi

mismo irreal sin objeto. La diferencia entre la demanda efectiva basada en el dinero y la

demanda sin efecto basada en mi necesidad, mi pasión, mi deseo, etc., es la diferencia

entre el ser y el pensar, entre la pura representaciónque existe en mí y la representación

tal como es para mí en tanto que objeto real fuera de mí. Si no tengo dinero alguno para

viajar, no tengo ninguna necesidad (esto es, ninguna necesidad real y realizable) de

viajar. Si tengo vocación para estudiar, pero no dinero para ello, no tengo ninguna

vocación (esto es, ninguna vocación efectiva, verdadera) para estudiar. Por el contrario,

si realmente no tengo vocación alguna para estudiar, pero tengo la voluntad y el dinero,

tengo para ello una efectiva vocación. El dinero en cuanto medio y poder del

universales (exteriores, no derivados del hombre en cuanto hombre ni de la sociedad

humana en cuanto sociedad) para hacer de la representación realidad y de la realidad

una pura representación, transforma igualmente las reales; fuerzas esenciales humanas

y naturales en puras representaciones abstractas y por ello en imperfecciones, en

dolorosas quimeras, así como, por otra parte, transforma

lasimperfecciones y quimeras reales, las fuerzas esenciales realmente impotentes, que

sólo existen en la imaginación del individuo, en fuerzas esenciales reales y poder real.

Según esta determinación, es el dinero la inversión universal de

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104 las individualidades, que transforma en su contrario, y a cuyas propiedades agrega

propiedades contradictorias.

Como tal potencia inversora, el dinero actúa también contra el individuo y contra los

vínculos sociales, etc., que se dicen esenciales. Transforma la fidelidad en infidelidad, el

amor en odio, el odio en amor, la virtud en vicio, el vicio en virtud, el siervo en señor, el

señor en siervo, la estupidez en entendimiento, el entendimiento en estupidez.

Como el dinero, en cuanto concepto existente y activo del valor, confunde y cambia

todas las cosas, es la confusión y el trueque universal de todo, es decir, el mundo

invertido, la confusión y el trueque de todas las cualidades naturales y humanas.

Aunque sea. cobarde, es valiente quien puede comprar la valentía. Como el dinero no se

cambia por una cualidad determinada, ni por una cosa o una fuerza esencial humana

determinadas, sino por la totalidad del mundo objetivo natural y humano, desde el punto

de vista de su poseedor puede cambiar cualquier propiedad por cualquier otra propiedad

y cualquier otro objeto, incluso los contradictorios. Es la fraternización de las

imposibilidades; obliga a besarse a aquello que se contradice.

Si suponemos al hombre como hombre y a su relación con el mundo como una relación

humana, sólo se puede cambiar amor por amor, confianza por confianza, etc. Si se

quiere gozar del arte hasta ser un hombre artísticamente educado; si se quiere ejercer

influjo sobre otro hombre, hay que ser un hombre que actúe sobre los otros de modo

realmente estimulante e incitante. Cada una de las relaciones con el hombre —y con la

naturaleza— ha de ser una exteriorización determinada de la vida individual real que se

corresponda con el objeto de la voluntad. Si amas sin despertar amor, esto es, si tu amor,

en cuanto amor, no produce amor recíproco, si mediante una exteriorización vital como

hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu amor es impotente, una desgracia.

||XLIII|

[Crítica de la dialéctica hegeliana y de la filosofía de Hegel en general]

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105

(VI) Este punto es quizá el lugar donde, para entendimiento y justificación de lo dicho,

conviene hacer algunas indicaciones; tanto sobre la dialéctica hegeliana en general

como especialmente sobre su exposición en la Fenomenología y en la Lógica y,

finalmente, sobre la relación con Hegel del moderno movimiento crítico.

La preocupación de la moderna crítica alemana por el contenido del viejo mundo era tan

fuerte, estaba tan absorta en su asunto, que mantuvo una actitud totalmente acrítica

respecto del método de criticar y una plena inconsciencia respecto de la siguiente

cuestión parcialmente formal, pero realmente esencial: ¿en qué situación nos

encontramos ahora frente a la dialéctica hegeliana? La inconsciencia sobre la relación

de la crítica moderna con la filosofía hegeliana en general y con la dialéctica en

particular era tan grande, que críticos como Strauss y Bruno Bauer (el primero

completamente, el segundo en sus Sinópticos, en los que, frente a Strauss, coloca la

«autoconciencia» del hombre abstracto en lugar de la sustancia de la «naturaleza

abstracta» e incluso en el Cristianismo descubierto) están, al memos en potencia,

totalmente presos de la lógica hegeliana. Así, por ejemplo, se dice en el Cristianismo

descubierto: «Como si la autoconciencia, al poner el mundo, la diferencia, no se

produjera a sí misma al producir su objeto, pues ella suprime de nuevo la diferencia de

lo producido con ella misma, pues ella sólo en la producción y el movimiento es ella

misma; como si no tuviera en este movimiento su finalidad», etc., o bien: «Ellos (los

materialistas franceses) no han podido ver aún que el movimiento del universo sólo

como movimiento de la autoconciencia se ha hecho real para sí y ha llegado a la unidad

consigo mismo». Expresiones que ni siquiera en la terminología muestran una

diferencia respecto de la concepción hegeliana, sino que más bien la repiten

literalmente.

(XII) Hasta que punto era escasa en el acto de la critica (Bauer, Los sinópticos) la

conciencia de su relación con la dialéctica hegeliana, hasta qué punto esta conciencia no

aumentó incluso después del acto de la crítica material es cosa que prueba Bauer cuando

en su Buena causa de la libertad rechaza la indiscreta pregunta del señor Gruppe:

«¿Qué hay de la lógica?)», remitiéndola a los críticos futuros.

Pero incluso ahora, después de que Feuerbach (tanto en Sus «Tesis de

los Anekdota» como, detalladamente, en la Filosofía del futuro) ha demolido el núcleo

de la vieja dialéctica y la vieja filosofía; después de que, por el contrario, aquella critica

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106 que no había sido capaz de realizar el hecho, lo vio consumado y se proclamó crítica pura,

decisivo, absoluta, llegada a claridad consigo misma; después de que, en su orgullo

espiritualista, redujo el movimiento histórico todo a la relación del mundo (que frente a ella

cae bajo la categoría de «masa») con ella misma y ha disuelto todas las contradicciones

dogmáticas en la única contradicción dogmática de su propia agudeza con la estupidez

del mundo, del Cristo crítico con la Humanidad como el «montón», después de haber

probado, día tras día y hora tras hora, su propia excelencia frente a la estupidez de la

masa; después de que, por último, ha anunciado el juicio final crítico, proclamando que

se acerca el día en que toda la decadente humanidad se agrupará ante ella y será por, ella

dividida en grupos, recibiendo cada montón su testimonium paupertatis; después de

haber hecho imprimir su superioridad sobre los sentimientos humanos y sobre el

mundo, sobre el cual, tronando en su orgullosa soledad, sólo deja caer, de tiempo en

tiempo, la risa de los dioses olímpicos desde sus sarcásticos labios; después de todas

estas divertidas carantoñas del idealismo (del neohegalianismo) que expira en la forma

de la crítica, éste no ha expresado ni siquiera la sospecha de tener que explicarse

críticamente con su madre, la dialéctica hegeliana, así como tampoco ha sabido dar una

indicación crítica sobre la dialéctica de Feuerbach. Una actitud totalmente acrítica para

consigo mismo.

Feuerbach es el único que tiene respecto de la dialéctica hegeliana una actitud seria,

crítica, y el único que ha hecho verdaderos descubrimientos en este terreno. En general

es el verdadero vencedor de la vieja filosofía. Lo grande de la aportación y la discreta

sencillez con que Feuerbach la da al mundo están en sorprendente contraste con el

comportamiento contrario.

La gran hazaña de Feuerbach es:

1) La prueba de que la Filosofía no es sino la Religión puesta en ideas y desarrollada

discursivamente; que es, por tanto, tan condenable como aquélla y no representa sino

otra forma, otro modo de existencia de la enajenación del ser humano.

2) La fundación del verdadero materialismo y de la ciencia real, en cuanto que

Feuerbach hace igualmente de la relación social «del hombre al hombre» el principio

fundamental de la teoría'.

3) En cuanto contrapuso a la negación de la negación que afirma ser lo positivo absoluto

lo positivo que descansa sobre él mismo y se fundamenta positivamente a si mismo.

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107 Feuerbach explica la dialéctica hegeliana (fundamentando con ello el punto de partida de lo

positivo, de sensiblemente cierto) del siguiente modo:

Hegel parte de la enajenación (lógicamente de lo infinito, de lo universal abstracto) de

la sustancia, de la abstracción absoluta y fijada; esto es, dicho en términos populares,

parte de la Religión y de la Teología.

Segundo. Supera lo infinito, pone lo verdadero, lo sensible, lo real, lo finito, lo

particular (Filosofía, superación de la Religión y de la Teología),

Tercero. Supera de nuevo lo positivo, restablece nuevamente la abstracción, lo infinito;

restablecimiento de la religión y de la Teología.

Feuerbach concibe la negación de la negación sólo como contradicción de la Filosofía

consigo misma; como la Filosofía que afirma la Teología (trascendencia, etc.) después

de haberla negado; que la afirma en oposición a sí misma.

La posición o autoafirmación y autoconfirmación que está implícita en la negación de la

negación es concebida como una posición no segura aún de sí misma, lastrada por ello

de su contrario, dudosa de si misma y por ello necesitada de prueba, que no se prueba,

pues, a si misma mediante su existencia; como una posición inconfesada (XIII) y a la

que, por ello, se le contrapone, directa e inmediatamente, la posición sensorialmente

cierta, fundamentada en si misma.

Pero en cuanto que Hegel ha concebido la negación de la negación, de acuerdo con el

aspecto positivo en ella implícito, como lo verdadero y único positivo y, de acuerdo con

el aspecto negativo también implícito, como el único acto verdadero y acto de

autoafirmación de todo ser, sólo ha encontrado la

expresión abstracta,lógica, especulativa para el movimiento de la Historia, que no es

aún historia real del hombre como sujeto presupuesto, sino sólo acto genérico del

hombre,historia del nacimiento del hombre. Explicaremos tanto la forma abstracta

como la diferencia que este movimiento tiene el Hegel en oposición a la moderna crítica

del mismo proceso en La Esencia del Cristianismo, de Feuerbach; o más bien,

explicaremos la forma crítica de este movimiento que en Hegel es aún acrítico.

Una ojeada al sistema hegeliano. Hay que comenzar con la Fenomenología hegeliana,

fuente verdadera y secreto de la Filosofía hegeliana.

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108

Fenomenología

A) La autoconciencia

I. Conciencia a) Certeza sensorial o lo esto y lo mío b) La percepción o la cosa con sus

propiedades y la ilusión. c) Fuerza y entendimiento, fenómeno y mundo suprasensible.

II. Autoconciencia. La verdad de la certeza de sí mismo. a) Dependencia e

independencia de la autoconciencia, señorío y vasallaje. b) Libertad de la

autoconciencia. Estoicismo, escepticismo, la conciencia desventurada.

III. Razón. Certeza y verdad de la razón. Razón observadora; observación de la

naturaleza y de la autoconciencia. b) Realización de la autoconciencia racional mediante

ella misma. El goce y la necesidad. La ley de corazón y el delirio de la presunción. La

virtud y el curso del mundo. c) La individualidad que es real en sí y para si. El reino

animal del espíritu y el fraude o la cosa misma. La razón legisladora. La razón

examinadora de leyes.

B) El espíritu

I. El verdadero espíritu: la ética. II. El espíritu enajenado de sí, la cultura. III. El espíritu

seguro de si mismo, la moralidad.

C) La Religión

Religión natural, religión estética, religión revelada.

D) El saber absoluto

Cómo la Enciclopedia de Hegel comienza con la lógica, con el pensamiento

especulativo puro, y termina con el saber absoluto, con el espíritu autoconsciente, que se

capta a sí mismo, filosófico, absoluto, es decir, con el espíritu sobrehumano abstracto,

la Enciclopedia toda no es más que la esencia desplegada del espíritu filosófico, su

autoobjetivación. El espíritu filosófico no es a su vez sino el enajenado espíritu del

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109 mundo que piensa dentro de su autoenajenación, es decir, que se capta a sí mismo en forma

abstracta. La lógica es el dinero del espíritu, el valor pensado; especulativo, del hombre y

de la naturaleza; su esencia que se ha hecho totalmente indiferente a toda determinación real

y es, por tanto, irreal; es el pensamiento enajenado que por ello hace abstracción de la

naturaleza y del hombre real; el pensamiento abstracto. La exterioridad de

este pensamiento abstracto... La naturaleza tal como es para este pensamiento

abstracto; ella es exterior a él, la pérdida de sí mismo; y él la capta también

externamente, como pensamiento abstracto, pero como pensamiento abstracto

enajenado; finalmente, el espíritu, este pensamiento que retorna a su propia cuna, que

como espíritu antropológico, fenomenológico, psicológico, moral, artístico—religioso,

todavía no vale para al mismo hasta que, por último, como saber

absoluto, se encuentra y relaciona consigo mismo en el espíritu ahora absoluto, es decir,

abstracto, y recibe su existencia consciente, la existencia que le corresponde, pues su

existencia real es la abstracción.

Un doble error en Hegel.

El primero emerge de la manera más clara en la Fenomenología, como cuna de la

Filosofía hegeliana. cuando él concibe, por ejemplo, la riqueza, el poder estatal,

etcétera, como esencias enajenadas para el ser humano, esto sólo se produce en forma

especulativa... Son entidades ideales y por ello simplemente un extrañamiento del

pensamiento filosófico puro; es decir, abstracto. Todo el movimiento termina así con el

saber absoluto. Es justamente del pensamiento abstracto de donde estos objetos están

extrañados y es justamente al pensamiento abstracto al que se enfrentan con su

pretensión de realidad. El filósofo (una forma abstracta, pues, del hombre enajenado) se

erige en medida del mundo enajenado. Toda la historia de la enajenación y toda

la revocación de la enajenación no es así sino la historia de la producción del

pensamiento abstracto, es decir, absoluto (Vid. página XIII) (XVII), del pensamiento

lógico especulativo. Elextrañamiento, que constituye, por tanto, el verdadero interés de

esta enajenación y de la supresión de esta enajenación, es la oposición de en si y para si,

de conciencia y autoconciencia, de objeto y sujeto, es decir, la oposición, dentro del

pensamiento mismo, del pensamiento abstracto y la realidad sensible o lo sensible real.

Todas las demás oposiciones y movimientos de estas oposiciones son sólo

la apariencia, la envoltura, la forma esotérica de estas oposiciones, las únicas

interesantes, que constituyen el sentido de las restantes profanas oposiciones. Lo que

pasa por esencia establecida del extrañamiento y lo que hay que superar no es el hecho

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110 de que el ser humano se objetive de forma humana, en oposición a si mismo, sino el que

se objetive a diferencia de y en oposición al pensamientoabstracto.

(XVIII) La apropiación de las fuerzas esenciales humanas, convertidas en objeto, en

objeto enajenado, es pues, en primer lugar, una apropiación que se opera sólo en

la conciencia, en el pensamiento puro, es decir, en la abstracción, la apropiación de

objetos como pensamientos y movimientos del pensamiento, por esto, ya en

la Fenomenología (pese a su aspecto totalmente negativo y crítico, y pese a la crítica

real en ella contenida, que con frecuencia se adelanta mucho al desarrollo posterior) está

latente como germen, como potencia, está presente como un misterio, el positivismo

acrítico y el igualmente acrítico idealismo de las obras posteriores de Hegel, esa

disolución y restauración filosóficas de la empiria existente. En segundo lugar. La

reivindicación del mundo objetivo para el hombre (por ejemplo, el conocimiento de la

conciencia sensible no es una conciencia sensible abstracta, sino una conciencia

sensible humana; el conocimiento de que la Religión, la riqueza, etc., son sólo la

realidad enajenada de la objetivación humana, del as fuerzas

esenciales humanas nacidas para la acción y, por ello, sólo elcamino hacia la verdadera

realidad humana), esta apropiación o la inteligencia de este proceso se presenta así en

Hegel de tal modo que la sensibilidad, laReligión, el poder del Estado, etc., son

esencias espirituales, pues sólo el espíritu, es la verdadera esencia del hombre, y la

verdadera forma del espíritu es el espíritu pensante, el espíritu lógico, especulativo.

La humanidad de la naturaleza y de la naturaleza producida por la historia, de los

productos del hombre, se manifiesta en que ellos son productos del espíritu abstracto y,

por tanto y en esa misma medida,

momentos espirituales, esencias pensadas. La Fenomenología es la crítica oculta,

oscura aun para si misma y mistificadora; pero en cuanto retiene el extrañamiento del

hombre (aunque el hombre aparece sólo en la forma del espíritu) se encuentran ocultos

en ella todos los elementos de la crítica y con frecuencia preparados y elaborados de un

modo que supera ampliamente el punto de vista hegeliano. La «conciencia

desventurada», la «conciencia honrada», la lucha de la «conciencia noble y la

conciencia vil», etc., estas secciones sueltas contienen (pero en forma enajenada) los

elementos críticos de esferas enteras como la Religión, el Estado, la; Pida civil, etc. Así

como la esencia, el objeto, aparece como esencia pensada, así el sujeto es

siempre conciencia o autoconciencia; o mejor, el objeto aparece sólo como

conciencia abstracta, el hombre sólo comoautoconciencia; la diversas formas del

extrañamiento que allí emergen son, por esto, sólo distintas formas de la conciencia y de

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111 la autoconciencia. Como la conciencia abstracta en si (el objeto es concebido como tal) es

simplemente un momento, de diferenciación de la autoconciencia, así también surge como

resultado del movimiento la identidad de la autoconciencia con la conciencia, el saber

absoluto, el movimiento del pensamiento abstracto que no va ya hacia fuera, sino sólo

dentro de si mismo; es decir, el resultado es la dialéctica del pensamiento puro.

(XXIII) Lo grandiosa de la Fenomenología hegeliana y de su resultado final (la

dialéctica de la negatividad como principio motor y generador) es, pues, en primer

lugar, que Hegel concibe la autogeneración del hombre como un proceso, la

objetivación como desobjetivación: como enajenación y como supresión de esta

enajenación; que capta la esencia del trabajo y concibe el hombre objetivo, verdadero

porque real, como resultado de su propio trabajo. La relación real, activa, del hombre

consigo mismo como ser genérico, o su manifestación de sí como un ser genérico

general, es decir, como ser humano, sólo es posible merced a que el realmente

exterioriza todas sus fuerzas genéricas (lo cual, a su vez, sólo es posible por la

cooperación de los hombres, como resultado de la historia) y se comporta frente a ellas

como frente a objetos (lo que, a su vez, sólo es posible de entrada en la forma del

extrañamiento).

Expondremos ahora detalladamente la unilateralidad los limites de Hegel a la luz del

capítulo final de la Fenomenología, el saber absoluto: un capítulo que contiene tanto el

espíritu condensado de la Fenomenología, su relación con la dialéctica especulativa,

como la conciencia de Hegel sobre ambos y sobre su relación recíproca.

De momento, anticiparemos sólo esto: Hegel se coloca en el punto de vista de la

Economía Política moderna. Concibe el trabajo como la esencia del hombre, que se

prueba a si misma; él sólo ve el aspecto positivo del trabajo, no su aspecto negativo. El

trabajo es el devenir para sí del hombre dentro de la enajenación o como

hombre enajenado. El único trabajo que Hegel conoce y reconoce es el abstracto

espiritual. Lo que, en general, constituye la esencia de la Filosofía,

laenajenación del hombre que se conoce, o la ciencia enajenada que se piensa, lo capta

Hegel como esencia del trabajo y por eso puede, frente a la filosofía precedente, reunir

sus diversos momentos, presentar su Filosofía como la Filosofía. Lo que los otros

filósofos hicieron (captar momentos aislados de la naturaleza y de la vida humana con

momentos de la autoconciencia o, para ser precisos, de la autoconciencia abstracta)

lo sabe Hegel como el hacer de la Filosofía, por eso su ciencia es absoluta.

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112 Pasemos ahora a nuestro tema.

El saber absoluto. Capítulo final de la Fenomenología

La cuestión fundamental es que el objeto de la conciencia no es otra cosa que

la autoconciencia, o que el objeto no es sino la autoconciencia objetivada, la

autoconciencia como objeto (poner al hombre = autoconciencia).

Importa, pues, superar el objeto de la conciencia. La objetividad como tal es una

relación enajenada del hombre, una relación que no corresponde a la esencia humana, a

la autoconciencia. La reapropiación de la esencia objetiva del hombre, generada como

extraña bajo la determinación del extrañamiento, no tiene, pues, solamente la.

significación de suprimir el extrañamiento, sino también la objetividad; es decir, el

hombre pasa por ser no objetivo, espiritualista.

El movimiento de la superación del objeto de la conciencia lo describe Hegel del

siguiente modo:

El objeto no se muestra únicamente (esta es, según Hegel, la concepción unilateral —

que capta una sola cara— de aquel movimiento) como retornando al si mismo. El

hombre es puesto como igual al si mismo. Pero el si mismo no es sino el

hombre abstractamente concebido y generado mediante la abstracción. El

hombre es mismeidad. Su ojo, su oído, etc., son mismeidad; cada una de sus fuerzas

esenciales tiene en él la propiedad de la mismeidad. Pero por eso es completamente

falso decir: la autoconciencia tiene ojos, oídos, fuerzas esenciales. La autoconciencia es

más bien una cualidad de la naturaleza humana, del ojo humano, etc., no la naturaleza

humana de la (XXIV) autoconciencia.

El si mismo abstraído y fijado para sí es el hombre como egoísta abstracto,

el egoísmo en su pura abstracción elevado hasta el pensamiento (volveremos más tarde

sobre esto).

La esencia humana, el hombre, equivale para Hegel a autoconciencia. Todo

extrañamiento de la esencia humana no es nada más que extrañamiento de

laautoconciencia. El extrañamiento de la conciencia no es considerado

como expresión (expresión que se refleja en el saber y el pensar) del

extrañamiento real de la humana esencia. El extrañamiento verdadero, que se

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113 manifiesta como real, no es, por el contrario, según su más intima y escondida esencia (que

sólo la Filosofía saca a la luz) otra cosa que el fenómeno del extrañamiento de la esencia

humana real, de la autoconciencia. Por eso la ciencia que comprende esto se

llamaFenomenología. Toda reapropiación de la esencia objetiva enajenada aparece así

como una incorporación en la autoconciencia; el hombre que se apodera de su esencia

real no es sino la autoconciencia que se apodera de la esencia objetiva; el retorno del

objeto al si mismo es, por tanto, la reapropiación del objeto. Expresada de

forma universal, la superación del objeto de la autoconciencia es:

1) Que el objeto en cuanto tal se presenta a la conciencia como evanescente; 2) Que es

la enajenación de la autoconciencia la que pone la coseidad; 3) Que esta enajenación no

sólo tiene significado positivo, sino también negativo, 4) Que no lo tiene sólo para

nosotros o en sí, sino también para ella; 5) Para ella [la autoconciencia] lo negativo del

objeto o su autosupresión tiene significado positivo, o lo que es lo mismo,

ella conoce esta negatividad del mismo porque ella se enajena así misma, pues en esta

enajenación ella se pone como objeto o pone al objeto como si misma en virtud de la

inseparable unidad del ser para sí 6) De otra parte, está igualmente presente este otro

momento, a saber: que ella [la autoconciencia] ha superado y retomado en sí misma esta

enajenación y esta objetividad, es decir, en su ser otro como tal está junto a sí; 7) Este es

el movimiento de la conciencia y ésta es, por ella, la totalidad de sus momentos; 8) Ella

[la autoconciencia] tiene que comportarse con el objeto según la totalidad de sus

determinaciones tiene que haberlo captado, así, según cada una de ellas. Esta totalidad

de sus determinaciones lo hace en sí esencia espiritual y para la conciencia se hace esto

verdad por la aprehensión de cada una de ellas [las determinaciones] en particular como

el al mismo o por el antes mencionado comportamiento espiritual hacia ellas.

Ad. 1) El que el objeto como tal se presente ante la conciencia como evanescente es el

antes mencionado retorno del objeto al si mismo.

Ad. 2) La enajenación de la autoconciencia pone la coseidad. Puesto que el hombre =

autoconciencia, su esencia objetiva enajenada, o la coseidad (lo que para él es objeto, y

solo es verdaderamente objeto para él aquello que le es objeto esencial, es decir, aquello

que es su esencia objetiva. Ahora bien, puesto que no se hace sujeto al hombre

real como tal y, por tanto, tampoco a la naturaleza —el hombre es

la naturaleza humana— sino sólo a la abstracción del hombre, a la autoconciencia, la

coseidad sólo puede ser la autoconciencia enajenada), equivale a

la autoconciencia enajenada y la coseidad es puesta por esta enajenación. Es

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114 completamente natural que un ser vivo, natural, dotado y provisto de fuerzas esenciales

objetivas, es decir, materiales, tenga objetos reales, naturales, de su ser, así como que su

autoenajenación sea el establecimiento de un mundo real, objetivo, pero bajo la forma de

la exterioridad, es decir, no perteneciente a su ser y dominándolo. No hay nada

inconcebible o misterioso en ello. Mas bien seria misterioso lo contrario. Pero

igualmente claro es que una autoconciencia, es decir, su enajenación, sólo puede poner

la coseidad, es decir, una cosa abstracta, una cosa de la abstracción y no una cosa real.

Es además (XXVI) también claro que la coseidad, por tanto, no es nada independiente,

esencial, frente a la autoconciencia, sino una simple creación, algo puesto por ella, y lo

puesto, en lugar de afirmarse a sí mismo, es sólo una afirmación del acto de poner, que

por un momento fija su energía como el producto y, en apariencia —pero sólo por un

momento— le asigna un ser independiente, real.

Cuando el hombre real, corpóreo, en pie sobre la tierra firme y aspirando y exhalando

todas las fuerzas naturales, pone sus fuerzas esenciales reales y objetivas como objetos

extraños mediante su enajenación, el acto de poner no es el sujeto; es la subjetividad de

fuerzas esenciales objetivas cuya acción, por ello, ha de ser también objetiva. El ser

objetivo actúa objetivamente y no actuaría objetivamente si lo objetivo no estuviese

implícito en su determinación esencial. Sólo crea, sólo pone objetos porque él [el ser

objetivo] esta puesto por objetos, porque es de por sí naturaleza. En el acto del poner no

cae, pues, de su «actividad pura» en una creación del objeto, sino que su

producto objetivo confirma simplemente su objetiva actividad, su actividad como

actividad de un ser natural y objetivo.

Vemos aquí cómo el naturalismo realizado, o humanismo, se distingue tanto del

idealismo como del materialismo y es, al mismo tiempo, la verdad unificadora de

ambos. Vemos, también, cómo sólo el naturalismo es capaz de comprender el acto de la

historia universal.

El hombre es inmediatamente ser natural. Como ser natural, y como ser natural vivo,

está, de una parte dotado de fuerzas naturales, de fuerzas vitales, es un ser

natural activo; estas fuerzas existen en él como talentos y capacidades, como impulsos;

de otra parte, como ser natural, corpóreo, sensible, objetivo es, como el animal y la

planta, un ser paciente, condicionado y limitado; esto es, los objetos de sus impulsos

existen fuera de él. en cuanto objetos independientes de él, pero estos objetos los

son objetos de su necesidad, indispensables y esenciales para el ejercicio y afirmación

de sus fuerzas esenciales. El que el hombre sea un sercorpóreo con fuerzas naturales,

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115 vivo, real, sensible, objetivo, significa que tiene como objeto de su ser, de su exteriorización

vital objetos reales, sensibles, o que sólo en objetos reales sensibles, puede exteriorizar su

vida. Ser objetivo natural sensible, es lo mismo que tener fuera de si objeto, naturaleza,

sentido, o que ser para un tercero objeto; naturaleza, sentido. El hambre es

una necesidad natural; necesita, pues, una naturaleza fuera de si, un objeto fuera de si,

para satisfacerse, para calmarse. El hambre es la necesidad objetiva que un cuerpo tiene

de un objeto que está fuera de él y es indispensable para su integración y exteriorización

esencial. El sol es el objeto de la planta, un objeto indispensable para ella, confirmador

de su vida, así como la planta es objeto del sol, como exteriorización de la fuerza

vivificadora del sol, de la fuerza esencial objetiva del so.

Un ser que no tiene su naturaleza fuera de sí no es un ser natural, no participa del ser de

la naturaleza. Un ser que no tiene ningún objeto fuera de si no es un ser objetivo. Un ser

que no es, a su vez, objeto para un tercer ser no tiene ningún ser como objeto suyo, es

decir, no se comporta objetivamente, su ser no es objetivo.

(XXVII) Un ser no objetivo es un no ser, un absurdo.

Suponed un ser que ni es él mismo objeto ni tiene un objeto. Tal ser seria, en primer

lugar, el único ser, no existiría ningún ser fuera de él, existiría único y solo. Pues tan

pronto hay objetos fuera de mí, tan pronto no estoy solo, soy un otro, otra realidad que

el objeto fuera de mi. Para este tercer objeto yo soy, pues, otra realidad que él, es decir,

soy su objeto. Un ser que no es objeto de otro ser supone, pues, que no existe ningún ser

objetivo. Tan pronto como yo tengo un objeto, este objeto me tiene a mi como objeto.

Pero un ser no objetivo es un ser irracional, no sensible, sólo pensado, es decir, solo

imaginado, un ente de abstracción. Sersensible, es decir, ser real, es ser objeto de los

sentidos, ser objeto sensible, en consecuencia, tener objetos sensibles fuera de sí, tener

objetos de su sensibilidad. Ser sensible es ser paciente.

El hombre como ser objetivo sensible es por eso un ser paciente, y por ser un ser que

siente su pasión un ser apasionado. La pasión es la fuerza esencial del hombre que

tiende enérgicamente hacia su objeto.

El hombre, sin embargo, no es sólo ser natural, sino ser natural humano, es decir, un ser

que es para si, que por ello es ser genérico, que en cuanto tal tiene que afirmarse: y

confirmarse tanto en su ser como en su saber. Ni los objetos humanos son, pues, los

objetos naturales tal como se ofrecen inmediatamente, ni el sentidohumano, tal como

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116 inmediatamente es, tal como es objetivamente, es sensibilidad humana, objetividad humana.

Ni objetiva ni subjetivamente existe la naturaleza inmediatamente ante el ser humano en

forma adecuada; y como todo lo natural tiene que nacer, también el hombre tiene su acto de

nacimiento, la historia, que, sin embargo, es para él una historia sabida y que, por tanto,

como acto de nacimiento con conciencia, es acto de nacimiento que se supera a si

mismo. La historia es la verdadera Historia Natural del hombre (a esto hay que volver).

En tercer lugar, por ser este mismo acto de poner la coseidad sólo una apariencia, un

acto que contradice la' esencia de la pura actividad, ha de ser a su vez superado y

negada la coseidad.

Ad. 3, 4, 5, 6: 3º) Esta enajenación de la conciencia no tiene solamente

significado negativo, sino también positivo y, 4º, este significado positivo no sólo para

nosotros o en sí, sino para ella, para la conciencia misma. 5) Para ella lo negativo del

objeto o la autosuperación de éste tiene un significado positivo o, en otros términos,

ella conoce esta negatividad del mismo porque ella se enajena a si misma, pues en esta

enajenación ella se conoce como objeto o conoce al objeto, merced a la inseparable

unidad del ser —para— sí, como sí misma. 6) De otra parte, está aquí implícito

simultáneamente el otro momento: que ella, igualmente, ha superado y retomado en si

esta enajenación y objetividad, y que así en su ser otro como tal está junto a sí.

Hemos ya visto que la apropiación del ser objetivo enajenado o la superación de la

objetividad bajo la determinación de la enajenación (que ha de progresar desde la

extrañeza indiferente hasta el real extrañamiento hostil) tiene para Hegel igualmente, o

incluso principalmente, el significado de superar la objetividad, porque en el

extrañamiento lo chocante para la autoconciencia no es el carácter determinado del

objeto, sino su carácter objetivo. El objeto es por eso un negativo, algo que se supera a

sí mismo, una negatividad. Esta negatividad del mismo no tiene para la conciencia un

significado negativo sino positivo, pues esa negatividad del objeto es precisamente

la autoconfirmación de la no—objetividad, de la abstracción (XXVIII) de él mismo.

Para la conciencia misma, la negatividad del objeto tiene un significado positivo porque

ella conoce esta negatividad, el ser objetivo, como su autoenajenación; porque sabe que

sólo es mediante su autoenajenación...

El modo en que la conciencia es y en que algo es para ella es el saber. El saber es su

único acto. Por esto algo es para ella en la medida en que ella sabe este algo. Saber es

su único comportamiento objetivo. Ahora bien, la autoconciencia sabe la negatividad

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117 del objeto, es decir, el no—ser—diferente del objeto respecto de ella, el no—ser del objeto

para ella, porque sabe al objeto como su autoenajenación, es decir, ella se sabe (el saber

como objeto) porque el objeto es sólo laapariencia de un objeto, una fantasmagoría

mentirosa, pero en su ser no es otra cosa que el saber mismo que se ha opuesto a al

mismo y por eso se ha opuesto una negatividad, algo que no tiene ninguna objetividad

fuera del saber; o, dicho de otra forma, el saber sabe que al relacionarse con un objeto,

simplemente está fuerade sí, que se enajena, que él mismo sólo aparece ante sí como

objeto, o que aquello que se le aparece como objeto sólo es él mismo.

De otra parte, dice Hegel, aquí está implícito, al mismo tiempo, este otro momento: que

la conciencia ha superado y retomado en si esta enajenación y esta objetividad y, en

consecuencia, en su ser—otro en cuanto tal está junto a sí.

En esta disquisición tenemos juntas todas las ilusiones de la especulación.

En primer lugar: La conciencia, la autoconciencia, está en su ser—otro, en cuanto tal,

junto a si. Por esto la autoconciencia (o si hacemos abstracción aquí de la abstracción

hegeliana y ponemos la autoconciencia del hombre en lugar de la autoconciencia) en su

ser—otro en cuanto tal está junto a sí. Esto implica, primeramente, que la conciencia (el

saber en cuanto saber, el pensar en cuanto pensar) pretende ser lo otro que ella misma,

pretende ser sensibilidad, realidad, vida: el pensamiento que se sobrepasa en el

pensamiento (Feuerbach). Este aspecto está contenido aquí en la medida en que la

conciencia, sólo como conciencia, no se siente repelida por la objetividad extrañada,

sino por la objetividad como tal.

En segundo lugar, esto implica que el hombre autoconsciente, que ha reconocido y

superado como autoenajenación el mundo espiritual (o la existencia espiritual universal

de su mundo), lo confirma, sin embargo, nuevamente en esta forma enajenada y la

presenta como su verdadera existencia, la restaura, pretende estar junto a si en su ser—

otro en cuanto tal. Es decir, tras la superación, por ejemplo, de la Religión, tras haber

reconocido la Religión como un producto de la autoenajenación, se encuentra, no

obstante, confirmado en la Religión en cuanto Religión. Aquí está la raíz

del falso positivismo de Hegel o de su solo aparente criticismo; lo que Feuerbach llama

poner, negar y restaurar la Religión o la Teología, pero que hay que concebir de modo

más general. La razón está, pues, junto a sí en la sinrazón como sinrazón. El hombre que

ha reconocido que en el Derecho, la Política, etc. lleva una vida enajenada, lleva en esta

vida enajenada, en cuanto tal, su verdadera vida humana. La autoafirmación, la

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118 autoconfirmación en contradicción consigo mismo, tanto con el saber como con el ser del

objeto, es el verdaderosaber y la vida verdadera.

Así, no puede hablarse más que de una acomodación de Hegel a la Religión, al Estado,

etc., pues esta mentira es la mentira de su principio.

(XXIX) Si yo sé que la Religión es la autoconciencia enajenada del hombre, sé

confirmada en ella no mi autoconciencia, sino mi autoconciencia enajenada. Sé, por

consiguiente, que mi yo mismo, la autoconciencia correspondiente a mi esencia, no se

confirma en la Religión, sino más bien en la Religión superada, aniquilada.

Así en Hegel la negación de la negación no es la confirmación de la esencia verdadera

mediante la negación del ser aparente, sino la confirmación del ser aparente o del ser

extrañado de sí en su negación; o la negación de este ser aparente como un ser objetivo

que mora fuera del hombre y es independiente de él, y su transformación en sujeto.

Un papel peculiar juega en ello el superar, en el que están anuladas la negación y la

preservación, la afirmación.

Así, por ejemplo, en la Filosofía del Derecho de Hegel, el Derecho Privado superado es

igual a Moral, la moral superada igual a familia, la familia superada igual a Sociedad

civil, la sociedad civil superada igual a Estado, el Estado superado igual

a Historia Universal. En la realidad siguen en pie Derecho privado, moral, familia,

sociedad civil, Estado, etc., sólo que se han convertido en momentos, en existencias y

modos de existir del hombre que carecen de validez aislados, que se disuelven y se

engendra recíprocamente, etc. Momentos del Movimiento.

En su existencia real, esta su esencia móvil está oculta. Sólo en el pensar, en la Filosofía,

se hace patente, se revela, y por eso mi verdadera existencia religiosa es mi

existencia filosófica—religiosa, mi verdadera existencia política es mi

existencia filosófico—jurídica, mi verdadera existencia natural es mi

existencia filosófico—natural, mi verdadera existencia artística la existencia filosófico—

artística, mi verdadera existencia humana es mi existencia filosófica. Del mismo modo,

la verdadera existencia de la Religión, el Estado, la naturaleza, el arte, es la Filosofía de

la Religión, de la naturaleza, del Estado, del arte. Pero si para mí la verdadera existencia

de la Religión, etcétera, es únicamente la Filosofía de la Religión, sólo soy

verdaderamente religioso como Filósofo de la Religión y niego así la religiosidad real y

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119 el hombre realmente religioso. No obstante, al mismo tiempo los confirmo, en parte, dentro

de mi propia existencia o de la existencia ajena que les opongo, pues ésta es simplemente la

expresión filosófica de aquéllos, y en parte en su peculiar forma originaria, pues ellos valen

para mi como el meramenteaparente ser otro, como alegorías, como formas, ocultas

bajo envolturas sensibles, de su verdadera existencia, es decir, de mi existencia

filosófica.

Del mismo modo, la cualidad superada es igual a cantidad, la cantidad superada igual

a medida, la medida superada igual a esencia, la esencia superada igual afenómeno, el

fenómeno superado igual a realidad, la realidad superada igual a concepto, el concepto

superado igual a objetividad, la objetividad superada igual aidea absoluta, la idea

absoluta superada igual a naturaleza, la naturaleza superada igual a espíritu subjetivo, el

espíritu subjetivo superado igual a espíritu objetivo,ético, el espíritu ético superado

igual a arte, el arte superado igual a Religión, la Religión superada igual a saber absoluto.

De un lado, este superar es un superar del ser pensado, y así la propiedad

privada pensada se supera en la idea de la moral. Y como el pensamiento imagina ser

inmediatamente lo otro que sí mismo, realidad sensible y como, en consecuencia,

también su acción vale para él como acción real sensible, este superar pensante, que

deja intacto su objeto en la realidad, cree haberlo sobrepasado realmente. De otro lado,

como el objeto es ahora para él momento de pensamiento, también en su realidad vale

para él como confirmación de él mismo, de la autoconciencia, de la abstracción.

(XXX) Por tanto, de una parte, las existencias que Hegel supera en la Filosofía no son

la Religión, el Estado o la Naturaleza reales, sino la Religión misma ya como objeto del

saber, es decir, la dogmática, y así también la jurisprudencia, la ciencia del Estado,

la ciencia natural. De una parte, pues, está en oposición tanto al ser real como a

la ciencia inmediata, no filosófica o al concepto no filosófico de este ser. Contradice,

por tanto, los conceptos usuales de estas ciencias.

De otra parte el hombre religioso, etc., puede encontrar en Hegel su confirmación final.

Hay que resumir ahora los momentos positivos de la dialéctica hegeliana, dentro de la

determinación del extrañamiento.

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120 a) El superar como movimiento objetivo que retoma en sí la enajenación. Es esta la visión,

expresada dentro del extrañamiento, de la apropiación de la esencia objetiva mediante la

superación de su extrañamiento, la visión enajenada de la objetivación real del hombre, de

la apropiación real de su esencia objetiva mediante la aniquilación de la determinación

enajenada del mundo objetivo, mediante su superación de su existencia enajenada. Del

mismo modo que el ateísmo, en cuanto superación de Dios, es el devenir del

humanismo teórico, el comunismo, en cuanto superación de la propiedad privada, es la

reivindicación de la vida humana real como propiedad de sí misma, es el devenir del

humanismo práctico, o dicho de otra forma, el ateísmo es el humanismo conciliado

consigo mismo mediante la superación de la Religión; el comunismo es el humanismo

conciliado consigo mismo mediante la superación de la propiedad privada. Sólo

mediante la superación de esta mediación (que es, sin embargo, un presupuesto

necesario) se llega al humanismo que comienza positivamente a partir de sí mismo, al

humanismo positivo.

Pero ateísmo y comunismo no son ninguna huida, ninguna abstracción, ninguna perdida

del mundo objetivo engendrado por el hombre, de sus fuerzas esenciales nacidas para la

objetividad; no son una indigencia que retorna a la simplicidad antinatural no

desarrollada. Son, por el contrario y por primera vez, el devenir real, la realización,

hecha real para el hombre, de su esencia, y de su esencia como algo real.

Al captar el sentido positivo de la negación referida a sí misma (aunque de nuevo lo

haga en forma enajenada) Hegel entiende el extrañamiento, respecto de si mismo, la

enajenación esencial, la desobjetivación y desrealización del hombre, como un ganarse

a si mismo, como manifestación esencial, como objetivación, como realización. En

resumen, aprehende (dentro de la abstracción) el trabajo como acto autogenerador del

hombre, el relacionarse consigo mismo como un ser extraño, y su manifestarse como un

ser extraño, como conciencia genérica y vida genérica en devenir.

b) En Hegel (a pesar del absurdo ya señalado, o más bien a consecuencia de él) este acto

aparece, sin embargo, en primer lugar, como acto puramente formalporque abstracto,

porque el ser humano mismo sólo tiene valor como ser abstracto pensante, como

autoconciencia; en segundo lugar, como la aprehensión esformal y abstracta, la

superación de la enajenación se convierte en una confirmación de la enajenación o,

dicho de otra forma, para Hegel ese movimiento

deautogeneración, de autoobjetivación como autoenajenación y autoextrañamiento, es

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121 la manifestación absoluta de la vida humana y por eso la definitiva, la que constituye su

propia meta y se satisface en si, la que toca a su esencia.

En su forma abstracta (XXXI), como dialéctica, este movimiento pasa así por la vida

verdaderamente humana pero como esta verdadera vida humana es una abstracción, un

extrañamiento de la vida humana, esa vida es considerada como proceso divino, pero

como el proceso divino del hombre; un proceso que recorre la esencia misma del

hombre distinta de él, abstracta, pura, absoluta.

En tercer lugar: Este proceso ha de tener un portador, un sujeto; pero el sujeto sólo

aparece en cuanto resultado; este resultado, el sujeto que se conoce como

autoconciencia absoluta, es por tanto el Dios, el espíritu absoluto, la idea que se conoce

y se afirma. El hombre real y la naturaleza real se convierten simplemente en

predicados, en símbolos de este irreal hombre escondido y de esta naturaleza irreal.

Sujeto y predicado tienen así el uno con el otro una relación de inversión

absoluta sujeto—objeto místico o subjetividad que trasciende del

objeto, el sujeto absoluto como un proceso, como sujeto que se enajena y vuelve a sí de

la enajenación, pero que, al mismo tiempo, la retoma en sí; el sujeto como este proceso;

el puro, incesante girar dentro de sí.

Primero. Concepción formal y abstracta del acto de autogeneración o autoobjetivación

del hombre.

El objeto enajenado, la realidad esencial enajenada del hombre no son nada más (puesto

que Hegel identifica entre y autoconciencia) que conciencia, simplemente la idea del

extrañamiento, su expresión abstracta y por ello irreal y carente de contenido,

la negación. Igualmente, la superación de la enajenación no es por tanto nada más que

una superación abstracta y carente de contenido de esa vacía abstracción, la negación de

la negación. La actividad plena de contenido viva, sensible y concreta de la

autoobjetivación se convierte así en su pura abstracción, en negatividad absoluta; una

abstracción que, a su vez, es fijada como tal y pensada como una actividad

independiente, como la actividad por antonomasia. Como esta llamada negatividad no

es otra cosa que la forma abstracta, carente de contenido, de aquel acto vivo, real, su

contenido sólo puede ser un contenido formal, generado por la abstracción de todo

contenido. Se trata, pues, de las formasgenerales y abstractas de la abstracción, propias

de todo contenido y, en consecuencia, indiferentes respecto de cualquier contenido y

válidas para cualesquiera de ellos; son las formas de pensar, las categorías lógicas

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122 desgarradas del espíritu real y de la real naturaleza. (Más adelante desarrollaremos el

contenido lógico de la negatividad absoluta.)

Lo positivo, lo que Hegel ha aportado aquí (en su lógica especulativa) es que, al ser

los conceptos determinados las formas fijas y generales del pensar, en su independencia

frente a la naturaleza y el espíritu, un resultado necesario del extrañamiento universal

del ser humano y, por tanto, del pensamiento humano, Hegel las ha expuesto y resumido

como momentos del proceso de abstracción. Por ejemplo, el ser superado es esencia, la

esencia superada concepto, el concepto superado... idea absoluta. ¿Pero qué es la idea

absoluta? Ella se supera, a su vez, a sí misma si no quiere recorrer de nuevo y desde el

principio todo acto de la abstracción y no quiere contentarse con ser una totalidad de

abstracciones o la abstracción que se aprehende a al misma. Pero la abstracción que se

aprehende como abstracción se conoce como nada; tiene que abandonarse a si misma, a

la abstracción, y llega así junto a un ser que es justamente su contrario, junto a

lanaturaleza. La lógica toda es la prueba de que el pensamiento abstracto no es nada

para si, de que la idea absoluta de por sí no es nada, que únicamente la naturaleza es

algo.

(XXXII) La idea absoluta, la idea abstracta, que «considerada en su unidad consigo

es contemplación» (Hegel, Enciclopedia 3ª de., pág. 222), que «en la absoluta verdad de

sí misma se resuelve a dejar salir libremente de sí el momento de su particularidad o de

la primera determinación y ser—otro, la idea inmediata como reflejo suyo; que se

resuelve a hacerse salir de si misma como Naturaleza» (I. c.), toda esta idea que se

comporta de forma tan extraña y barroca y ha ocasionado a los hegelianos increíbles

dolores de cabeza, no es, a fin de cuentas, sino la abstracción, es decir, el pensador

abstracto. Es la abstracción que, aleccionada por la experiencia e ilustrada sobre su

verdad, se resuelve, bajo ciertas condiciones (falsas y todavía también abstractas)

a abandonarse y a poner su ser—otro, lo particular, lo determinado, en lugar de su ser—

junto—a—sí, de su no ser, de su generalidad y su indeterminación. Se resuelve a dejar

salir libremente fuera de sí la Naturaleza, que escondía en si solo como abstracción,

como cosa de pensamiento. Es decir, se resuelve a abandonar la abstracción y a

contemplar por fin la naturaleza liberada de ella. La idea abstracta, que se convierte

inmediatamente en contemplación, no es en realidad otra cosa que el pensamiento

abstracto que renuncia a sí mismo y se resuelve a la contemplación. Todo este tránsito

de la Lógica a la Filosofía de la Naturaleza no es sino el tránsito (de tan difícil

realización para el pensador abstracto, que por eso lo describe en forma tan

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123 extravagante) de la abstracción a la contemplación. El sentidomístico que lleva al filósofo

del pensar abstracto al contemplar es el aburrimiento, la nostalgia de un contenido.

(El hombre extrañado de si mismo es también el pensador extrañado de su esencia, es

decir, de la esencia natural y humana. Sus pensamientos son, por ello, espíritus que

viven fuera de la Naturaleza y del hombre. En su Lógica, Hegel ha encerrado juntos

todos estos espíritus y ha comprendido a cada uno de ellos, en primer lugar, como

negación, es decir, como enajenación del pensar humano, después como negación de la

negación, es decir, como superación de esta enajenación,

como verdadera exteriorización del pensar humano; pero, presa ella misma aun en el

extrañamiento, esta negación de la negación es, en parte, la restauración de estos

espíritus en el extrañamiento, en parte la fijación en el último acto, el relacionarse—

consigo—mismos en la enajenación como existencia verdadera de estos espíritus. (Es

decir, Hegel coloca en lugar de aquella abstracción fija el acto de la abstracción que gira

en torno a sí mismo; con esto tiene ya el mérito de haber mostrado la fuente de todos

esos conceptos impertinentes, que de acuerdo con el momento de su origen pertenecen a

distintas filosofías; de haberlos reunido y de haber creado como objeto de la crítica en

lugar de una abstracción determinada, la abstracción consumada en toda su extensión,)

(Más tarde veremos por qué Hegel separa el pensamiento del sujeto; desde ahora está ya

claro, sin embargo, que cuando el hombre no es, tampoco su exteriorización vital puede

ser humana y, por tanto, tampoco podía concebirse el pensamiento como exteriorización

esencial del hombre como un sujeto humano y natural, con oídos, ojos, etcétera, que

vive en la sociedad, en el mundo y en la naturaleza), en parte, y en la medida en que esta

abstracción se comprende a si misma y se aburre infinitamente de sí misma, el

abandono del pensamiento abstracto que se mueve sólo en el pensamiento y no tiene ni

ojos, ni dientes, ni orejas, ni nada, aparece en Hegel como la decisión de reconocer a

la naturaleza como esencia y dedicarse a la contemplación.

(XXXIII). Pero también la Naturaleza tomada en abstracto para sí, fijada en la

separación respecto del hombre, no es nada para el hombre. Es fácil entender que el

pensador abstracto que se ha decidido a la contemplación la contempla abstractamente.

Como la naturaleza yacía encerrada por el pensador en la figura, para él mismo

escondida y misteriosa, de idea absoluta, de cosa pensada, cuando la ha puesto en

libertad sólo ha liberado verdaderamente de sí esta naturaleza abstracta(pero ahora con

el significado de que ella es el ser—otro del pensamiento, la naturaleza real,

contemplada, distinta del pensamiento), sólo ha liberado la naturaleza en cuanto

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124 cosa pensada. O para hablar un lenguaje humano, el pensador abstracto, en su

contemplación de la naturaleza, aprende que los seres que él quería crear de la nada, de la

pura abstracción, de la divina dialéctica, como productos puros del trabajo del pensamiento

que se mece en sí mismo y no se asoma jamás a la realidad, no son otra cosa

que abstracciones de determinaciones naturales. La naturaleza toda le repite, pues, en

forma exterior, sensible, las abstracciones lógicas. El analiza de nuevo unas y otras

abstracciones. Su contemplación de la naturaleza es únicamente el acto confirmatorio de

su abstracción de la contemplación de la naturaleza, el acto genético, conscientemente

repetido por él, de su abstracción. Así es, por ejemplo: el tiempo igual a la negatividad

que se relaciona consigo misma (pág. 238, 1. c.) Al devenir superado como existencia

corresponde —forma natural— el movimiento superado como materia. La luz es la

forma natural de la reflexión en sí. El cuerpo como Luna y cometa es la

forma natural de la oposición que, según la Lógica, es, de una parte, lo positivo que

descansa sobre si mismo, de la otra, lo negativo que descansa sobre sí mismo. La tierra

es la forma natural del fundamento lógico como unidad negativa de los opuestos, etc.

La Naturaleza como Naturaleza, es decir, en cuanto se distingue aun sensiblemente de

aquel sentido secreto oculto en ella, la naturaleza separada, distinta de estas

abstracciones, es nada, una nada que se confirma como nada, carece de sentido o tiene

sólo el sentido de una exterioridad que ha sido superada.

«En el punto de vista teleológico—finito se encuentra el justo supuesto de que la

Naturaleza no tiene en sí misma el en absoluto» (pág. 225).

Su fin es la confirmación de la abstracción. «La Naturaleza se ha revelado como la idea

en la forma del ser otro. Puesto que la idea es, así, lo negativo de sí misma

o exterior a sí misma, la naturaleza no es exterior sólo frente a esta idea, sino que la

exterioridad constituye la determinación en la cual ella es en cuanto naturaleza» (página

227)

No hay que entender aquí la exterioridad como sensibilidad que se exterioriza, abierta a

la luz y al hombre sensible. Esta exterioridad hay que tomarla aquí en el sentido de la

enajenación, de una falta, de una imperfección que no debía ser. Pues lo verdadero es

siempre la idea. La naturaleza es únicamente la forma de su ser—otro. Y como quiera

que el pensamiento abstracto es la esencia, lo que le es exterior es, de acuerdo con su

esencia, simplemente un exterior. El pensador abstracto reconoce, al mismo tiempo, que

la esencia de la Naturaleza es la sensibilidad, la exterioridad en oposición al

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

125 pensamiento que se mece en sí mismo. Pero, simultáneamente, expresa esta oposición de tal

forma que esta exterioridad de la naturaleza, su oposición al pensamiento, es

su defecto; que en la medida en que la naturaleza se distingue de la abstracción es una

esencia defectuosa (XXXIV). Una esencia que es defectuosa no sólo para mi, ante mis

ojos, una esencia que es defectuosa en al misma, que tiene fuera de sí algo de lo que ella

carece. Es decir, su esencia es algo otro que ella misma. Para el pensador abstracto la

naturaleza, por tanto, tiene que superarse a sí misma, pues ya ha sido puesta por él como

una esencia potencialmente superada.

«El espíritu tiene para nosotros, como presupuesto, la naturaleza de la cual es

la verdad y, por ello, lo absoluto primero. En esta verdad ha desaparecido la naturaleza

y el Espíritu se ha revelado como la Idea llegada a su ser—para sí, de la cual es

el concepto tanto objeto como sujeto. Esta identidad es absolutanegatividad, porque en

la naturaleza tiene el concepto su plena objetividad exterior, pero esta enajenación suya

ha sido superada y el concepto se ha hecho en ella idéntico consigo mismo. Así él es

esta identidad sólo como retorno de la naturaleza» (pág. 392).

«La revelación, que como idea abstracta es tránsito inmediato, devenir de la naturaleza,

es, como revelación del espíritu, que es libre, establecimiento de la naturaleza como

mundo suyo; un establecimiento que como reflexión es al mismo

tiempo presuposición del mudo como naturaleza independiente. La revelación en el

concepto es creación de la naturaleza como ser del espíritu, en la cual él se da

la afirmación y verdad de su libertad... Lo absoluto es el espíritu; esta es la definición

suprema de lo Absoluto».

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126

C. M A R X

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

127 MANIFIESTO INAUGURAL DE LA

ASOCIACION INTERNACIONAL DE LOS

TRABAJADORES

Fundada el 28 de septiembre de 1864, en una Asamblea Pública celebraba en Saint

Martin's Hall de Long Acre, Londres [1]

Trabajadores:

Es un hecho notabilísimo el que la miseria de las masas trabajadoras no haya

disminuido desde 1848 hasta 1864, y, sin embargo, este período ofrece un desarrollo

incomparable de la industria y el comercio. En 1850, un órgano moderado de la

burguesía británica, bastante bien informado, pronosticaba que si la exportación y la

importación de Inglaterra ascendían a un 50 por 100, el pauperismo descendería a cero.

Pero, ¡ay! el 7 de abril de 1864, el canciller del Tesoro [*] cautivaba a su auditorio

parlamentario, anunciándole que el comercio de importación y exportación había

ascendido en el año de 1863 «a 443.955.000 libras esterlinas, cantidad sorprendente,

casi tres veces mayor que el comercio de la época, relativamente reciente, de 1843». Al

mismo tiempo, hablaba elocuentemente de la «miseria». «Pensad —exclamaba— en los

que viven al borde de la miseria», en los «salarios... que no han aumentado», en la «vida

humana... que de diez casos, en nueve no es otra cosa que una lucha por la existencia».

No dijo nada del pueblo irlandés, qu en el Norte de su país es remplazado gradualmente

por las máquinas, y en el Sur, por los pastizales para ovejas. Y aunque las mismas

ovejas disminuyen en este desgraciado país, lo hacen con menos rapidez [6] que los

hombres. Tampoco repitió lo que acababan de descubrir en un acceso súbito de terror

los más altos representantes de los «diez mil de arriba». Cuando el pánico producido por

los «estranguladores» [2] adquirió grandes proporciones, la Cámara de los Lores ordenó

que se hiciera una investigación y se publicara un informe sobre los penales y lugares de

deportación. La verdad salió a relucir en el voluminoso Libro Azul de 1863 [3],

demostrándose con hechos y guarismos oficiales que los peores criminales condenados,

los presidiarios de Inglaterra y Escocia, trabajaban muchos menos y estaban mejor

alimentados que los trabajadores agrícolas de esos mismos países. Pero no es eso todo.

Cuando a consecuencia de la guerra civil de Norteamérica [4], quedaron en la calle los

obreros de los condados de Lancaster y de Chester, la misma Cámara de los Lores envió

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

128 un médico a los distritos industriales, encargándole que averiguase la cantidad mínima de

carbono y de nitrógeno, administrable bajo la forma más corriente y menos cara, que

pudiese bastar por término medio «para prevenir las enfermedades ocasionadas por el

hambre». El Dr. Smith, médico delegado, averiguó que 28.000 gramos de carbono y

1.330 gramos de nitrógeno semanales eran necesarios, por término medio, para

conservar la vida de una persona adulta... en el nivel mínimo, bajo el cual comienzan las

enfermedades provocadas por el hambre. Y descubrió también que esta cantidad no

distaba mucho del escaso alimento a que la extremada miseria acababa de reducir a los

trabajadores de las fábricas de tejidos de algodón [*]. Pero escuchad aún: Algo después,

el docto médico en cuestión fue comisionado nuevamente por el Consejero Médico del

Consejo Privado, para hacer un informe sobre la alimentación de las clases trabajadoras

más pobres. El "Sexto Informe sobre la Sanidad Pública", dado a la luz en este mismo

año por orden del parlamento, contiene el resultado de sus investigaciones. ¿Qué ha

descubierto el doctor? Que los tejedores en seda, las costureras, los guanteros, los

tejedores de medias, etc., no recibían, por lo general, ni la miserable comida de los

trabajadores en paro forzoso de la fábrica de tejidos de algodón, ni siquiera la cantidad

de carbono y nitrógeno «suficientes para prevenir las enfermedades ocasionadas por el

hambre».

[7]

«Además» —citamos textualmente el informe— «el examen del estado de las familias

agrícolas ha demostrado que más de la quinta parte de ellas se hallan reducidas a una

cantidad de alimentos carbonados inferior a la considerada suficiente, y más de la

tercera parte a una cantidad menos que suficiente de alimentos nitrogenados; y que en

tres condados (Berks, Oxford y Somerset), el régimen alimenticio se caracteriza, en

general, por su insuficiente contenido en alimentos nitrogenados». «No debe olvidarse»

—añade el dictamen oficial— «que la privación de alimento no se soporta sino de muy

mala gana, y que, por regla general, la falta de alimento suficiente no llega jamás sino

después de muchas otras privaciones... La limpieza misma es considerada como una

cosa cara y difícil, y cuando el sentimiento de la propia dignidad impone esfuerzos por

mantenerla, cada esfuerzo de esta especie tiene que pagarse necesariamente con un

aumento de las torturas del hambre». «Estas reflexiones son tanto más dolorosas, cuanto

que no se trata aquí de la miseria merecida por la pereza, sino en todos los casos de la

miseria de una población trabajadora. En realidad, el trabajo por el que se obtiene tan

escaso alimento es, en la mayoría de los casos, un trabajo excesivamente prolongado».

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129 El dictamen descubre el siguiente hecho extraño, y hasta inesperado: «De todas las regiones

del Reino Unido», es decir, Inglaterra, el País de Gales, Escocia e Irlanda, «la población

agrícola de Inglaterra», precisamente la de la parte más opulenta, «es evidentemente la peor

alimentada»; pero hasta los labradores de los condados de Berks, Oxford y Somerset

están mejor alimentados que la mayor parte de los obreros calificados que trabajan a

domicilio en el Este de Londres.

Tales son los datos oficiales publicados por orden del parlamento en 1864, en el siglo de

oro del librecambio, en el momento mismo en que el canciller del Tesoro decía a la

Cámara de los Comunes que

«la condición de los obreros ingleses ha mejorado, por término medio, de una manera

tan extraordinaria, que no conocemos ejemplo semejante en la historia de ningún país ni

de ninguna edad».

Estas exaltaciones oficiales contrastan con la fría observación del dictamen oficial de la

Sanidad Pública:

«La salud pública de un país significa la salud de sus masas, y es casi imposible que las

masas estén sanas si no disfrutan, hasta lo más bajo de la escala social, por lo menos de

un bienestar mínimo».

Deslumbrado por los guarismos de las estadísticas, que bailan ante sus ojos

demostrando el «progreso de la nación», el canciller del Tesoro exclama con acento de

verdadero éxtasis:

«Desde 1842 hasta 1852, la renta imponible del país aumentó en un 6%; en ocho años,

de 1853 a 1861, aumentó ¡en un veinte por ciento! Este es un hecho tan sorprendente,

que casi es increíble... Tan embriagador aumento de riqueza y de poder» —añade Mr.

Gladstone— «se halla restringido exclusivamente a las clases poseedoras».

Si queréis saber en qué condiciones de salud perdida, de moral vilipendiada y de ruina

intelectual ha sido producido y se está produciendo por las clases laboriosas ese

«embriagador [8] aumento de riqueza y de poder, restringido exclusivamente a las

clases poseedoras», examinad la descripción que se hace en el último «Informe sobre la

Sanidad Pública» referente a los talleres de sastres, impresores y modistas. Comparad el

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

130 «Informe de la Comisión para examinar el trabajo de los niños», publicado en 1863 y donde

se prueba, entre otras cosas, que

«los alfareros, hombres y mujeres, constituyen un grupo de la población muy

degenerado, tanto desde el punto de vista físico como desde el punto de vista

intelectual»; que «los niños enfermos llegan a ser, a su vez, padres enfermos»; que «la

degeneración progresiva de la raza es inevitable» y que «la degeneración de la

población del condado de Stafford habría sido mucho mayor si no fuera por la continua

inmigración procedente de las regiones vecinas y por los matrimonios mixtos con capas

de la población más robustas».

¡Echad una ojeada en el Libro Azul al informe del señor Tremenheere, sobre las

«Quejas de los oficiales panaderos»! Y quién no se ha estremecido al leer la paradójica

declaración de los inspectores de fábrica, ilustrada por los datos demográficos oficiales,

según la cual la salud pública de los obreros de Lancaster ha mejorado

considerablemente, a pesar de hallarse reducidos a la ración de hambre, porque la falta

de algodón los ha echado temporalmente de las fábricas; y que la mortalidad de los

niños ha disminuido, porque al fin pueden las madres darles el pecho en vez del cordial

de Godfrey.

Pero volvamos una vez más la medalla. Por el informe sobre el impuesto de las Rentas y

Propiedades presentado a la Cámara de los Comunes el 20 de julio de 1864, vemos que

del 5 de abril de 1862 al 5 de abril de 1863, 13 personas han engrosado las filas de

aquellos cuyas rentas anuales están evaluadas por el cobrador de las contribuciones en

50.000 libras esterlinas y más, pues su número subió en ese año de 67 a 80. El mismo

informe descubre el hecho curioso de que unas 3.000 personas se reparten entre sí una

renta anual de 25.000.000 de libras esterlinas, es decir, más de la suma total de ingresos

distribuida anualmente entre toda la población agrícola de Inglaterra y del País de Gales.

Abrid el registro del censo de 1861 y hallaréis que el número de los propietarios

territoriales de sexo masculino en Inglaterra y en el País de Gales se ha reducido de

16.934 en 1851, a 15.066 en 1861, es decir, la concentración de la propiedad territorial

ha crecido en diez años en un 11% Si en Inglaterra la concentración de la propiedad

territorial sigue progresando al mismo ritmo, la cuestión territorial se habrá simplificado

notablemente, como lo estaba en el Imperio Romano, cuando Nerón se sonrió al saber

que la mitad de la provincia de Africa pertenecía a seis personas.

[9]

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

131 Hemos insistido tanto en estos «hechos, tan sorprendentes, que son casi increíbles», porque

Inglaterra está a la cabeza de la Europa comercial e industrial. Acordaos de que hace pocos

meses uno de los hijos refugiados de Luis Felipe felicitaba públicamente al trabajador

agrícola inglés por la superioridad de su suerte sobre la menos próspera de sus

camaradas de allende el Estrecho. Y en verdad, si tenemos en cuenta la diferencia de las

circunstancias locales, vemos los hechos ingleses reproducirse, en escala algo menor, en

todos los países industriales y progresivos del continente. Desde 1848 ha tenido lugar en

estos países un desarrollo inaudito de la industria y una expansión ni siquiera soñada de

las exportaciones y de las importaciones. En todos ellos «el aumento de la riqueza y el

poder, restringido exclusivamente a las clases poseedoras» ha sido en realidad

«embriagador». En todos ellos, lo mismo que en Inglaterra, una pequeña minoría de la

clase trabajadora ha obtenido cierto aumento de su salario real; pero para la mayoría de

los trabajadores, el aumento nominal de los salarios no representa un aumento real del

bienestar, ni más ni menos que el aumento del coste del mantenimiento de los

internados en el asilo para pobres o en el orfelinato de Londres, desde 7 libras, 7

chelines y 4 peniques que costaba en 1852, a 9 libras, 15 chelines y 8 peniques en 1861,

no les beneficia en nada a esos internados. Por todas partes, la gran masa de las clases

laboriosas descendía cada vez más bajo, en la misma proporción, por lo menos, en que

los que están por encima de ella subían más alto en la escala social. En todos los países

de Europa -y esto ha llegado a ser actualmente una verdad incontestable para todo

entendimiento no enturbiado por los prejuicios y negada tan sólo por aquellos cuyo

interés consiste en adormecer a los demás con falsas esperanzas-, ni el

perfeccionamiento de las máquinas, ni la aplicación de la ciencia a la producción, ni el

mejoramiento de los medios de comunicación, ni las nuevas colonias, ni la emigración,

ni la creación de nuevos mercados, ni el libre cambio, ni todas estas cosas juntas están

en condiciones de suprimir la miseria de las clases laboriosas; al contrario, mientras

exista la base falsa de hoy, cada nuevo desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo

ahondará necesariamente los contrastes sociales y agudizará más cada día los

antagonismos sociales. Durante esta embriagadora época de progreso económico, la

muerte por inanición se ha elevado a la categoría de una institución en la capital del

Imperio británico. Esta época está marcada en los anales del mundo por la repetición

cada vez más frecuente, por la extensión cada vez mayor y por los efectos cada vez más

mortíferos de esa plaga de la sociedad que se llama crisis comercial e industrial.

[10]

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

132 Después del fracaso de las revoluciones de 1848, todas las organizaciones del partido y

todos los periódicos de partido de las clases trabajadoras fueron destruidos en el continente

por la fuerza bruta. Los más avanzados de entre los hijos del trabajo huyeron desesperados a

la república de allende el océano, y los sueños efímeros de emancipación se

desvanecieron ante una época de fiebre industrial, de marasmo moral y de reacción

política. Debido en parte a la diplomacia del Gobierno inglés, que obraba con el

gabinete de San Petersburgo, la derrota de la clase obrera continental esparció bien

pronto sus contagiosos efectos a este lado del Estrecho. Mientras la derrota de sus

hermanos del continente llevó el abatimiento a las filas de la clase obrera inglesa y

quebrantó su fe en la propia causa, devolvió al señor de la tierra y al señor del dinero la

confianza un tanto quebrantada. Estos retiraron insolentemente las concesiones que

habían anunciado con tanto alarde. El descubrimiento de nuevos terrenos auríferos

produjo una inmensa emigración y un vacío irreparable en las filas del proletariado de la

Gran Bretaña. Otros, los más activos hasta entonces, fueron seducidos por el halago

temporal de un trabajo más abundante y de salarios más elevados, y se convirtieron así

en «esquiroles políticos». Todos los intentos de mantener o reorganizar el movimiento

cartista [5] fracasaron completamente. Los órganos de prensa de la clase obrera fueron

muriendo uno tras otro por la apatía de las masas, y, de hecho, jamás el obrero inglés

había parecido aceptar tan enteramente un estado de nulidad política. Así pues, si no

había habido solidaridad de acción entre la clase obrera de la Gran Bretaña y la del

continente, había en todo caso solidaridad de derrota.

Sin embargo, este período transcurrido desde las revoluciones de 1848 ha tenido

también sus compensaciones. No indicaremos aquí más que dos hechos importantes.

Después de una lucha de treinta años, sostenida con una tenacidad admirable, la clase

obrera inglesa, aprovechándose de una disidencia momentánea entre los señores de la

tierra y los señores del dinero, consiguió arrancar la ley de la jornada de diez horas [6].

Las inmensas ventajas físicas, morales e intelectuales que esta ley proporcionó a los

obreros fabriles, señaladas en las memorias semestrales de los inspectores del trabajo,

son ahora reconocidas en todas partes. La mayoría de los gobiernos continentales tuvo

que aceptar la ley inglesa del trabajo bajo una forma más o menos modificada; y el

mismo parlamento inglés se ve obligado cada año a ampliar la esfera de acción de esta

ley. Pero al lado de su significación práctica, había otros aspectos que realzaban el

maravilloso triunfo de esta medida para los [11] obreros. Por medio de sus sabios más

conocidos, tales como el doctor Ure, profesor Senior y otros filósofos de esta calaña, la

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

133 burguesía había predicho, y demostrado hasta la saciedad, que toda limitación legal de la

jornada de trabajo sería doblar a muerto por la industria inglesa, que, semejante al vampiro,

no podía vivir más que chupando sangre, y, además, sangre de niños. En tiempos antiguos,

el asesinato de un niño era un rito misterioso de la religión de Moloc, pero se practicaba

sólo en ocasiones solemnísimas, una vez al año quizá, y, por otra parte, Moloc no tenía

inclinación exclusiva por los hijos de los pobres. Esta lucha por la limitación legal de la

jornada de trabajo se hizo aún más furiosa, porque —dejando a un lado la avaricia

alarmada— de lo que se trataba era de decidir la gran disputa entre la dominación ciega

ejercida por las leyes de la oferta y la demanda, contenido de la Economía política

burguesa, y la producción social controlada por la previsión social, contenido de la

Economía política de la clase obrera. Por eso, la ley de la jornada de diez horas no fue

tan sólo un gran triunfo práctico, fue también el triunfo de un principio; por primera vez

la Economía política de la burguesía había sido derrotada en pleno día por la Economía

política de la clase obrera.

Pero estaba reservado a la Economía política del trabajo el alcanzar un triunfo más

completo todavía sobre la Economía política de la propiedad. Nos referimos al

movimiento cooperativo, y, sobre todo, a las fábricas cooperativas creadas, sin apoyo

alguno, por la iniciativa de algunas «manos» («hands») [*] audaces. Es imposible

exagerar la importancia de estos grandes experimentos sociales que han mostrado con

hechos, no con simples argumentos, que la producción en gran escala y al nivel de las

exigencias de la ciencia moderna, puede prescindir de la clase de los patronos, que

utiliza el trabajo de la clase de las «manos»; han mostrado también que no es necesario

a la producción que los instrumentos de trabajo estén monopolizados como

instrumentos de dominación y de explotación contra el trabajador mismo; y han

mostrado, por fin, que lo mismo que el trabajo esclavo, lo mismo que el trabajo siervo,

el trabajo asalariado no es sino una forma transitoria inferior, destinada a desaparecer

ante el trabajo asociado que cumple su tarea con gusto, entusiasmo y alegría. Roberto

Owen fue quien sembró en Inglaterra las semillas del sistema cooperativo; los

experimentos realizados por los obreros en el continente no fueron de hecho más que las

consecuencias prácticas de las teorías, no descubiertas, sino proclamadas en voz alta en

1848.

[12]

Al mismo tiempo, la experiencia del período comprendido entre 1848 y 1864 ha

probado hasta la evidencia que, por excelente que sea en principio, por útil que se

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

134 muestre en la práctica, el trabajo cooperativo, limitado estrechamente a los esfuerzos

accidentales y particulares de los obreros, no podrá detener jamás el crecimiento en

progresión geométrica del monopolio, ni emancipar a las masas, ni aliviar siquiera un poco

la carga de sus miserias. Este es, quizá, el verdadero motivo que ha decidido a algunos

aristócratas bien intencionados, a filantrópicos charlatanes burgueses y hasta a

economistas agudos, a colmar de repente de elogios nauseabundos al sistema

cooperativo, que en vano habían tratado de sofocar en germen, ridiculizándolo como

una utopía de soñadores o estigmatizándolo como un sacrilegio socialista. Para

emancipar a las masas trabajadoras, la cooperación debe alcanzar un desarrollo nacional

y, por consecuencia, ser fomentada por medios nacionales. Pero los señores de la tierra

y los señores del capital se valdrán siempre de sus privilegios políticos para defender y

perpetuar sus monopolios económicos. Muy lejos de contribuir a la emancipación del

trabajo, continuarán oponiéndole todos los obstáculos posibles. Recuérdense las burlas

con que lord Palmerston trató de silenciar en la última sesión del parlamento a los

defensores del proyecto de ley sobre los derechos de los colonos irlandeses. «¡La

Cámara de los Comunes —exclamó— es una Cámara de propietarios territoriales!».

La conquista del poder político ha venido a ser, por lo tanto, el gran deber de la clase

obrera. Así parece haberlo comprendido ésta, pues en Inglaterra, en Alemania, en Italia

y en Francia, se han visto renacer simultáneamente estas aspiraciones y se han hecho

esfuerzos simultáneos para reorganizar políticamente el partido de los obreros.

La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en

la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia del

pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los

trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en

todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus

esfuerzos aislados. Guiados por este pensamiento, los trabajadores de los diferentes

países, que se reunieron en un mitin público en Saint Martin's Hall el 28 de septiembre

de 1864, han resuelto fundar la Asociación Internacional.

Otra convicción ha inspirado también este mitin.

Si la emancipación de la clase obrera exige su fraternal unión y colaboración, ¿cómo

van a poder cumplir esta gran misión [13] con una política exterior que persigue

designios criminales, que pone en juego prejuicios nacionales y dilapida en guerras de

piratería la sangre y las riquezas del pueblo? No ha sido la prudencia de las clases

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

135 dominantes, sino la heroica resistencia de la clase obrera de Inglaterra a la criminal locura

de aquéllas, la que ha evitado a la Europa Occidental el verse precipitada a una infame

cruzada para perpetuar y propagar la esclavitud allende el océano Atlántico. La aprobación

impúdica, la falsa simpatía o la indiferencia idiota con que las clases superiores de

Europa han visto a Rusia apoderarse del baluarte montañoso del Cáucaso y asesinar a la

heroica Polonia; las inmensas usurpaciones realizadas sin obstáculo por esa potencia

bárbara, cuya cabeza está en San Petersburgo y cuya mano se encuentra en todos los

gabinetes de Europa, han enseñado a los trabajadores el deber de iniciarse en los

misterios de la política internacional, de vigilar la actividad diplomática de sus

gobiernos respectivos, de combatirla, en caso necesario, por todos los medios de que

dispongan; y cuando no se pueda impedir, unirse para lanzar una protesta común y

reivindicar que las sencillas leyes de la moral y de la justicia, que deben presidir las

relaciones entre los individuos, sean las leyes supremas de las relaciones entre las

naciones.

La lucha por una política exterior de este género forma parte de la lucha general por la

emancipación de la clase obrera.

¡Proletarios de todos los países, uníos!.

Escrito por C. Marx entre el 21 Se publica de acuerdo con el texto

y el 27 de octubre de 1864. del folleto.

Publicado en inglés en el Traducido del inglés.

folleto "Addres and Provisional

Rules of the Working Men's

International Association,

Established September 28, 1864,

at a Public Meeting held at

St. Martin's Hall, Long Acre,

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136 London", editado en Londres en

noviembre de 1864. Al mismo

tiempo se publicó la traducción

al alemán, hecha por el autor,

en el periódico "Social-Demokrat",

núm. 2 y en el apéndice al núm. 3, del

21 y 30 de diciembre de 1864.

NOTAS

[1]

1. El 28 de setiembre de 1864 se celebró en St. Martin's Hall de Londres una gran asamblea internacional de

obreros, en la que se fundó la Asociación Internacional de los Trabajadores (conocida posteriormente como la I

Internacional) y se eligió el Comité provisional. C. Marx entró a formar parte del mismo y, luego, de la

comisión nombrada en la primera reunión del Comité celebrada el 5 de octubre para redactar los documentos

programáticos de la Asociación. El 20 de octubre, la comisión encargó a Marx la redacción de un documento

preparado durante su enfermedad y escrito en el espíritu de las ideas de Mazzini y de Owen. En lugar de dicho

documento, Marx escribió, en realidad, dos textos completamente nuevos —el "Manifiesto Inaugural de la

Asociación Internacional de los Trabajadores" y los "Estatutos provisionales de la Asociación"— que fueron

aprobados el 27 de octubre en la reunión de la comisión. El 1º de noviembre de 1864, el "Manifiesto" y los

"Estatutos" fueron aprobados por unanimidad en el Comité provisional, constituido en órgano dirigente de la

Asociación. Conocido en la historia como Consejo General de la Internacional, este órgano se llamaba hasta

fines de 1866, con mayor frecuencia, Consejo Central. Carlos Marx fue, de hecho, su dirigente, organizador y

jefe, así como autor de numerosos llamamientos, declaraciones, resoluciones y otros documentos.

En el "Manifiesto Inaugural", primer documento programático, Marx lleva a las masas obreras a la idea de la

necesidad de conquistar el poder político y de crear un partido proletario propio, así como de asegurar la unión

fraternal de los obreros de los distintos países.

Publicado por vez primera en 1864, el "Manifiesto Inaugural" fue reeditado reiteradas veces a lo largo de toda la

historia de la Internacional, que dejó de existir en 1876.- 5.[*]

W. Gladstone. (N. de la Edit.)

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

137 [2] 2. Estranguladores (garroters), ladrones de los años 60 del siglo XIX, que agarraban a sus víctimas por el

cuello.- 6.

[3] 3. Libros Azules (Blue Books), denominación general de las publicaciones de documentos del parlamento

inglés y de los documentos diplomáticos del Ministerio del Exterior, debida al color azul de la cubierta. Se

editan en Inglaterra a partir del siglo XVII y son la fuente oficial fundamental de datos sobre la historia

económica y diplomática del país.

En la pág. 6 trátase del "Informe de la comisión para investigar la acción de las leyes referentes al destierro y a

los trabajos forzados", t. I, Londres, 1863; en la pág. 90, de la "Correspondencia con las misiones extranjeras de

Su Majestad sobre problemas de la industria y las tradeuniones", Londres, 1867.- 6, 90[4]

4. La guerra civil de Norteamérica (1861-1865) se libró entre los Estados industriales del Norte y los

sublevados Estados esclavistas del Sur. La clase obrera se Inglaterra se opuso a la política de la burguesía

nacional, que apoyaba a los plantadores esclavistas, e impidió con su acción la intervención de Inglaterra en esa

contienda.- 6, 19, 38, 89, 119, 164

[*] Dudo de que haya necesidad de recordar al lector que el carbono y el nitrógeno constituyen, con el agua y

otras substancias inorgánicas, las materias primas de los alimentos del hombre. Sin embargo, para la nutrición

del organismo humano, estos elementos químicos simples deben ser suministrados en forma de substancias

vegetales o animales. Las patatas, por ejemplo, contienen sobre todo carbono, mientras que el pan de trigo

contiene substancias carbonadas y nitrogenadas en la debida proporción.

[5] 5. El cartismo era un movimiento revolucionario de masas de los obreros ingleses en los años 30-40 del siglo

XIX. Los cartistas redactaron en 1838 una petición (Carta del pueblo) al parlamento, en la que se reivindicaba

el sufragio universal para los hombres mayores de 21 años, voto secreto, abolición del censo patrimonial para

los candidatos a diputado al parlamento, etc. El movimiento comenzó con grandiosos mítines y manifestaciones

y transcurrió bajo la consigna de la lucha por el cumplimiento de la Carta del pueblo. El 2 de mayo de 1842 se

llevó al parlamento la segunda petición de los cartistas, que incluía ya varias reivindicaciones de carácter social

(reducción de la jornada laboral, elevación de los salarios, etc.). Lo mismo que la primera, esta petición fue

rechazada por el parlamento. Como respuesta, los cartistas organizaron una huelga general. En 1848, los

cartistas proyectaban una manifestación ante el parlamento a fin de presentar una tercera petición, pero el

Gobierno se valió de unidades militares para impedir la manifestación. La petición fue rechazada. Después de

1848, el movimiento cartista decayó. - 10

[6] 6. La clase obrera de Inglaterra sostuvo la lucha por la reducción legislativa de la jornada laboral a 10 horas

desde fines del siglo XVIII. Desde comienzos de los años 30 del siglo XIX, esta lucha se extendió a las grandes

masas del proletariado.

La ley de la jornada laboral de 10 horas, extensiva nada más que a las mujeres y los adolescentes, fue adoptada

por el parlamento el 8 de junio de 1847. Sin embargo, en la práctica, muchos fabricantes hacían caso omiso de

ella.- 10.[*]

Hands, manos, significa también obreros. (N. de la Edit.)

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

138

C. Marx

BOLÍVAR Y PONTE

(1858)

BOLÍVAR Y PONTE, Simón, el "Libertador" de Colombia, nació el 24 de julio de

1783 en Caracas y murió en San Pedro, cerca de Santa Marta, el 17 de diciembre de

1830. Descendía de una de las familias mantuanas, que en la época de la dominación

española constituían la nobleza criolla en Venezuela. Con arreglo a la costumbre de los

americanos acaudalados de la época, se le envió Europa a la temprana edad de 14 años.

De España pasó Francia y residió por espacio de algunos años en París. En 1802 se casó

en Madrid y regresó a Venezuela, donde su esposa falleció repentinamente de fiebre

amarilla. Luego de este suceso se trasladó por segunda vez a Europa y asistió en 1804 a

la coronación de Napoleón como empe rador, hallándose presente, asimismo, cuando

Bonaparte se ciñó la corona de hierro de Lombardía. En 1809 volvió a su patria y, pese

a las instancias de su primo José Félix Ribas, rehusó adherirse a la revolución que

estalló en Caracas el 19 de abril de 1810. Pero, con posterioridad a ese acontecimiento,

aceptó la misión de ir a Londres para comprar armas y gestionar la protección del

gobierno británico. El marqués de Wellesley, a la sazón ministro de relaciones

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

139 exteriores, en apariencia le dio buena acogida. pero Bolívar no obtuvo más que la

autorización de exportar armas abonándolas al contado y pagando fuertes derechos. A su

regreso de Londres se retiró a la vida privada, nuevarnente, hasta que en setiembre de 1811

el general Miranda, por entonces comandante en jefe de las fuerzas rectas de mar y

tierra, lo persuadió de que aceptara el rango de teniente coronel en el estado mayor y el

mando de Puerto Cabello, la principal plaza fuerte de Venezuela.

Cuando los prisioneros de guerra españoles, que Miranda enviaba regularmente a Puerto

Cabello para mantenerlos encerrados en la ciudadela, lograron atacar por sorpresa la

guardia y la dominaron, apoderándose de la ciudadela, Bolívar, aunque los españoles

estaban desarmados, mientras que él disponía de una fuerte guarnición y de un gran

arsenal, se embarcó precipitadamente por la noche con ocho de sus oficiales, sin poner

al tanto de lo ocurría ni a sus propias tropas, arribó al amanecer a Guaira y se retiró a su

hacienda de San Mateo. Cuando la guarnición se enteró de la huida de su comandante,

abandonó en buen orden la plaza, a la que ocupade inmediato los españoles al mando de

Monteverde. Este acontecimiento inclinó la balanza a favor de España y forzó a

Miranda a suscribir, el 26 de julio de 1812, por encargo del congreso, el tratado de La

Victoria, que sometió nuevamente a Venezuela al dominio español. El 30 de julio llegó

Miranda a La Guaira, con la intención embarcarse en una nave inglesa. Mientras

visitaba al coronel Manuel María Casas, comandante de la plaza, se encontró con un

grupo numeroso, en el que se contaban don Miguel Peña y Simón Bolívar, que lo

convencieron de que se quedara, por lo menos úna noche, en la residencia de Casas. A

las dos de la madrugada, encontrándose Miranda profundamente dormido, Casas, Peña

y Bolívar se introdujeron en su habitación con cuatro soldados armados, se apoderaron

precavidamente de su espada y su pistola, lo despertaron y con rudeza le ordenaron que

se levantara y vistiera, tras lo cual lo engrillaron y entregaron a Monteverde. El jefe

español lo remitió a Cádiz, donde Miranda, encadenado, murió después de varios años

de cautiverio. Ese acto, para cuya justificación se recurrió al pretexto de que Miranda

había traicionado a su país la capitulación de La Victoria, valió a Bolívar el especial

favor de Monteverde, a tal punto que cuando el primero le solicitó su pasaporte, el jefe

español declaró: "Debe satisfacerse el pedido del coronel Bolívar, como recompensa al

servicio prestado al rey de España con laentrega de Miranda".

Se autorizó así a Bolívar a que se embarcara con destino a Curazao, donde permaneció

seis semanas. En cornpañía de su primo Ribas se trasladó luego a la pequeña república

de Cartagena. Ya antes de su arribo habían huido a Cartagena gran cantidad de

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140 soldados, ex combatientes a las órdenes del general Miranda. Ribas les propuso emprender

una expedición contra los españoles en Venezuela y reconocer a Bolívar como comandante

en jefe. La primera propuesta recibió una acogida entusiasta; la segunda fue resistida,

aunque finalmente accedieron, a condición de que Ribas fuera el lugarteniente de

Bolívar. Manuel Rodríguez Torices, el presidente de la república de Cartagena, agregó a

los 300 soldados así reclutados para Bolívar otros 500 hombres al mando de su primo

Manuel Castillo. La expedición partió a comienzos de enero de 1813. Habiéndose

producido rozamientos entre Bolívar y Castillo respecto a quién tenía el mando

supremo, el segundo se retiró súbitamente con sus granaderos. Bolívar, por su parte,

propuso seguir el ejemplo de Castillo y regresar a Cartagena, pero al final Ribas pudo

persuadirlo de que al menos prosiguiera en su ruta hasta Bogotá, en donde a la sazón

tenía su sede el Congreso de Nueva Granada. Fueron allí muy bien acogidos, se les

apoyó de mil maneras y el congreso los ascendió al rango de generales. Luego de dividir

su pequeño ejército en dos columnas, marcharon por distintos caminos hacia Caracas.

Cuanto más avanzaban, tanto más refuerzos recibían; los crueles excesos de los

españoles hacían las veces, en todas partes, de reclutadores para el ejército

independentista. La capacidad de resistencia de los españoles estaba quebrantada, de un

lado porque las tres cuartas partes de su ejército se componían de nativos, que en cada

encuentro se pasaban al enemigo; del otro debido a la cobardía de generales tales como

Tízcar, Cajigal y Fierro, que a la menor oportunidad abandonaban a sus propias tropas.

De tal suerte ocurrió que Santiago Mariño, un joven sin formación, logró expulsar de las

provincias de Cumaná y Barcelona a los españoles, al mismo tiempo que Bolívar

ganaba terreno en las provincias occidentales. La única sistencia seria la opusieron los

españoles a la columna de Ribas, quien no obstante derrotó al general Monteverde en

Los Taguanes y lo obligó a encerrarse en Puerto Cabello el resto de sus tropas.

Cuando el gobernador de Caracas, general Fierro, tuvo noticias de que se acercaba

Bolívar, le envió parlamentarios para ofrecerle una capitulación, la que se firmó en La

Victoria. Pero Fierro, invadido por un pánico repentino y sin aguardar el regreso de sus

propios emisarios, huyó secretamente por la noche y dejó a más de 1.500 españoles

librados a la merced del enemigo. A Bolívar se le tributó entonces una entrada

apoteótica. De pie, en un carro de triunfo, al que arrastraban doce damiselas vestidas de

blanco y ataviadas con los colores nacionales, elegidas todas ellas entre las mejores

familias caraqueñas, Bolívar, la cabeza descubierta y agitando un bastoncillo en la man,

fue llevado en una media hora desde la entrada la ciudad hasta su residencia. Se

proclamó "Dictador y Libertador de las Provincias Occidentales de Venezuela" --

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141 Mariño había adoptado el título de "Dictador de las Provincias Orientales"--, creó la "Orden

del Libertador", formó un cuerpo de tropas escogidas a las que denominó guardia de corps y

se rodeó de la pompa propia de una corte. Pero, como la mayoría de sus compatriotas, era

incapaz de todo esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una

anarquía militar, en la cual asuntos más importantes quedaban en manos de favoritos

que arruinaban las finanzas públicas y luego recurrían a medios odiosos para

reorganizarlas. De este modo el novel entusiasmo popular se transformó en descontento,

y las dispersas fuerzas del enemigo dispusieron de tiempo para rehacerse. Mientras que

a comienzos de agosto de 1813 Monteverde estaba encerrado en la fortalede Puerto

Cabello y al ejército español sólo le quedaba una angosta faja de tierra en el noroeste de

Venezuela, apenas tres meses después el Libertador había perdido su prestigio y

Caracas se hallaba amenazada por la súbita aparición en sus cercanías de los españoles

victoriosos, al mando de Boves. Para fortalecer su poder tambaleante Bolívar reunió, el

1de enero de 1814, una junta constituida por los vecinos caraqueños más influyentes y

les manifestó que no deseaba soportar más tiempo el fardo de la dictadura. Hurtado de

Mendoza, por su parte, fundamentó en un prolongado discurso "la necesidad de que el

poder supremo se mantuviese en las manos del general Bolívar hasta que el Congreso de

Nueva Granada pudiera reunirse y Venezuela unificarse bajo un solo gobierno". Se

aprobó esta propuesta y, de tal modo, la dictadura recibió una sanción legal.

Durante algún tiempo se prosiguió la guerra contra los españoles, bajo la forma de

escaramuzas, sin que ninguno de los contrincantes obtuviera ventajas decisivas. En

junio de 1814 Boves, tras concentrar sus tropas, marchó de Calabozo hasta La Puerta,

donde los dos dictadores, Bolívar y Mariño, habían combinado sus fuerzas. Boves las

encontró allí y ordenó a sus unidades que las atacaran sin dilación. Tras una breve

resistencia, Bolívar huyó a Caracas, mientras que Mariño se escabullía hacia Cumaná.

Puerto Cabello y Valencia cayeron en las manos de Boves, que destacó dos columnas

(una de ellas al mando del coronel González) rumbo a Caracas, por distintas rutas. Ribas

intentó en vano contener el avance de González. Luego de la rendición de Caracas a este

jefe, Bolívar evacuó a La Guaira, ordenó a los barcos surtos en el puerto que zarparan

para Cumaná y se retiró con el resto de sus tropas hacia Barcelona. Tras la derrota que

Boves infligió a los insurrectos en Arguita, el 8 de agosto de 1814, Bolívar abandonó

furtivamente a sus tropas, esa misma noche, para dirigirse apresuradamente y por atajos

hacia Cumaná, donde pese a las airadas protestas de Ribas se embarcó de inmediato en

el "Bianchi", junto con Mariño y otros oficiales. Si Ribas, Páez y los demás generales

hubieran seguido a los dictadores en su fuga, todo se habría perdido. Tratados como

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142 desertores a su arribo a Juan Griego, isla Margarita, por el general Arismendi, quien les

exigió que partieran, levaron anclas nuevamente hacia Carúpano, donde, habiéndolos

recibido de manera análoga el coronel Bermúdez, se hicieron a la mar rumbo a Cartagena.

Allí a fin de cohonestar su huida, publicaron una memoria de justificación, henchida de

frases altisonantes.

Habiéndose sumado Bolívar a una conspiración para derrocar al gobierno de Cartagena,

tuvo que abandonar esa pequeña república y seguir viaje hacia Tunja, donde etaba

reunido el Congreso de la República Federal de Nueva Granada. La provincia de

Cundinamarca, en ese entonces, estaba a la cabeza de las provincias independientes que

se negaban a suscribir el acuerdo federal neogranadino, mientras que Quito, Pasto,

Santa Marta y otras provincias todavía se hallaban en manos de los españoles. Bolívar,

que llegó el 22 de noviembre de 1814 a Tunja, designado por el congreso comandante

en jefe de las fuerzas armadas federales y recibió la doble misión de obligar al

presidente de la provincia de Cundinamarca a reconociera la autoridad del congreso y

de marchar luego sobre Santa Marta, el único puerto de mar fortificado granadino aún

en manos de los españoles. No presentó dificultades el cumplimiento del primer

cometido, puesto que Bogotá, la capital de la provincia desafecta, carecía de

fortificaciones. Aunque la ciudad había capitulado, Bolívar permitió a sus soldados que

durante 48 horas la saquearan. En Santa Marta el general español Montalvo, disponía

tan sólo de una débil guarnición de 200 hombres y de una plaza fuerte en pésimas

condiciones defensivas, tenía apalabrado ya un barco francés para asegurar su propia

huida; los vecinos, por su parte, enviaron un mensaje a Bolívar participándole que, no

bien apareciera, abrirían las puertas de la ciudad y expulsarían a la guarnición. Pero en

vez de marchar contra los españoles de Santa Marta, tal como se lo había ordenado el

congreso, Bolívar se dejó arrastrar por su encono contra Castillo, el comandante de

Cartagena, y actuando por su propia cuenta condujo sus tropas contra esta última

ciudad, parte integral de la República Federal. Rechazado, acampó en Popa, un cerro

situado aproximadamente a tiro de cañon de Cartagena. Por toda batería emplazó un

pequeño cañón, contra una fortaleza artillada con unas 80 piezas. Pasó luego del asedio

al bloqueo, que duró hasta comienzos de mayo, sin más resultado que la disminución de

sus efectivos, por deserción o enfermedad, de 2.400 a 700 hombres. En el ínterin una

gran expedición española comandada por el general Morillo y procedente de Cádiz

había arribado a la isla Margarita, el 25 de marzo de 1815. Morillo destacó de inmediato

poderosos refuerzos a Santa Marta y poco después sus fuerzas se adueñaron de

Cartagena. Previamente, empero, el 10 de mayo 1815, Bolívar se había embarcado con

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143 una docena de oficiales en un bergantín artillado, de bandera británica, rumbo a Jamaica.

Una vez llegado a este punto de refugio publicó una nueva proclama, en la que se

presentaba como la víctima de alguna facción o enemigo secreto y defendía su fuga ante los

españoles como si se tratara una renuncia al mando, efectuada en aras de la paz pública.

Durante su estada de ocho meses en Kingston, los genrales que había dejado en

Venezuela y el general Arismendi en la isla Margarita presentaron una tenaz resistencia

las armas españolas. Pero después que Ribas, a quién Bolívar debía su renombre, cayera

fusilado por los españoles tras la toma de Maturín, ocupó su lugar un hombre de

condiciones militares aun más relevantes. No pudiendo desempeñar, por su calidad de

extranjero, un papel autónomo en la revolución sudamericana, este hombre decidió

entrar al servicio de Bolívar. Se trataba de Luis Brion. Para prestar auxilios a los

revolucionarios se había hecho a la mar en Londres, rumbo a Cartagena, con una

corbeta de 24 cañones, equipada en gran parte a sus propias expensas y cargada con

14.000 fusiles y una gran cantidad de otros pertrechos. Habiendo llegado demasiado

tarde y no pudiendo ser útil a los rebeldes, puso proa hacia Cayos, en Haití, adonde

muchos emigrados patriotas habían huido tras la capitulación de Cartagena. Entretanto

Bolívar se había trasladado también a Puerto Príncipe donde, a cambio de su promesa

de liberar a los esclavos, el presidente haitiano Pétion le ofreció un cuantioso apoyo

material para una nueva expedición contra los españoles de Venezuela. En Los Cayos se

encontró con Brion y los otros emigrados y en una junta general se propuso a sí mismo

como jefe de la nueva expedición, bajo la condición de que, hasta la convocatoria de un

cóngreso general, él reuniría en sus manos los poderes civil y militar. Habiendo

aceptado la mayoría esa condición, los expedicionarios se hicieron a la mar el 16 de

abril de 1816 con Bolívar como comandante y Brion en calidad de almirante. En

Margarita, Bolívar logró ganar para su causa a Arismendi, el comandante de la isla,

quien había rechazado a los españoles a tal punto que a éstos sólo les restaba un único

punto de apoyo, Pampatar. Con la formal promesa de Bolívar de convocar un congreso

nacional en Venezuela no bien se hubiera hecho dueño del país, Arismendi hizo reunir

una junta en la catedral de Villa del Norte y proclamó públicamente a Bolívar jefe

supremo de las repúblicas de Venezuela y Nueva Granada. El 31 de mayo de 1816

desembarcó Bolívar en Carúpano, pero no se atrevió a impedir que Mariño y Piar se

apartaran de él y efectuaran, por su propia cuenta, una campaña contra Cumaná.

Debilitado por esta separación y siguiendo los consejos de Brion se hizo a la vela rumbo

a Ocumare [de la Costa], adonde arribó el 3 de julio de 1816 con 13 barcos, de los

cuales sólo 7 estaban artillados. Su ejército se componía tan sólo de 650 hombres, que

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144 aumentaron a 800 por el reclutamiento de negros, cuya liberación había proclamado. En

Ocumare difundió un nuevo manifiesto, en el que prometía "exterminar a los tiranos" y

"convocar al pueblo para que designe sus diputados al congreso. Al avanzar en dirección a

Valencia, se topó, no lejos de Ocumare, con el general español Morales, a la cabeza de

unos 200 soldados y 100 milicianos. Cuando los cazadores de Morales dispersaron la

vanguardia de Bolívar, éste, según un testigo ocular, perdió "toda presencia de ánimo y

sin pronunciar palabra, en un santiamén volvió grupas y huyó a rienda suelta hacia

Ocumare, atravesó el pueblo a toda carrera, llegó a la bahía cercana, saltó del caballo, se

introdujo en un bote y subió a bordo del « Diana», dando orden a toda la escuadra de

que lo siguiera a la pequeña isla de Bonaire y dejando a todos sus compañeros privados

del menor auxilio". Los reproches y exhortaciones de Brion lo indujeron a reunirse a los

demás jefes en la costa de Cumaná; no obstante, como lo recibieron inamistosamente y

Piar lo amenazó con someterlo a un consejo de guerra por deserción y cobardía, sin

tardanza volvió a partir rumbo a Los Cayos. Tras meses y meses de esfuerzos, Brion

logró finalmente persuadir a la mayoría de los jefes militares venezolanos -que sentían

la necesidad de que hubiera un centro, aunque simplemente fuese nominal- de que

llamaran una vez más a Bolívar como comandante en jefe, bajo la condición expresa de

que convocaría al congreso y no se inmiscuiría en la administración civil. El 31 de

diciembre de 1816 Bolívar arribó a Barcelona con las armas, municiones y pertrechos

proporcionados por Pétion. El 2 de enero de 1817 se le sumó Arismendi, y el día 4

Bolívar proclamó la ley marcial y anunció que todos los poderes estaban en sus manos.

Pero 5 días después Arismendi sufrió un descalabro en una emboscada que le tendieran

los españoles, y el dictador huyó a Barcelona. Las tropas se concentraron nuevamente

en esa localidad, adonde Brion le envió tanto armas como nuevos refuerzos, de tal

suerte que pronto Bolívar dispuso de una nueva fuerza de 1.100 hombres. El 5 de abril

los españoles tomaron la ciudad de Barcelona, y las tropas de los patriotas se replegaron

hacia la Casa de la Misericordia, un edificio sito en las afueras. Por orden de Bolívar se

cavaron algunas trincheras, pero de manera inapropiada para defender contra un ataque

serio una guarnición de 1.000 hombres. Bolívar abandonó la posición en la noche del 5

de abril, tras comunicar al coronel Freites, en quien delegó el mando, que buscaría

tropas de refresco y volvería a la brevedad. Freites rechazó un ofrecimiento de

capitulación, confiado en la promesa, y después del asalto fue degollado por los

españoles, al igual que toda la guarnición.

Piar, un hombre de color, originario de Curazao, concibió y puso en práctica la

conquista de la Guayana, a cuyo efecto el almirante Brion lo apoyó con sus cañoneras.

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145 El 20 de julio, ya liberado de los españoles todo el territorio, Piar, Brion, Zea, Mariño,

Arismendi y otros convocaron en Angostura un congreso de las provincias y pusieron al

frente del Ejecutivo un triunvirato; Brion, que detestaba a Piar y se interesaba

profundamente por Bolívar, ya que en el éxito del mismo había puesto en juego su gran

fortuna personal, logró que se designase al último como miembro del triunvirato, pese a

que no se hallaba presente. Al enterarse de ello Bolívar, abandonó su refugio y se

presentó en Angostura, donde, alentado por Brion, disolvió el congreso y el triunvirato y

los remplazó por un "Consejo Supremo de la Nación", del que se nombró jefe, mientras

que Brion y Francisco Antonio Zea quedaron al frente, el primero de la sección militar y

el segundo de la sección política. Sin embargo Piar, el conquistador de Guayana, que

otrora había amenazado con someter a Bolívar ante un consejo de guerra por deserción,

no escatimaba sarcasmos contra el "Napoleón de las retiradas", y Bolívar aprobó por

ello un plan para eliminarlo. Bajo las falsas imputaciones de haber conspirado contra los

blancos, atentado contra la vida de Bolívar y aspirado al poder supremo, Piar fue

llevado ante un consejo de guerra presidido por Brion y, condenado a muerte, se le

fusiló el 16 de octubre de 1817. Su muerte llenó a Mariño de pavor. Plenamente

consciente de su propia insignificancia al hallarse privado del concurso de Piar, Mariño,

en una carta abyectísima, calumnió públicamente a su amigo victimado, se dolió de su

propia rivalidad con el Libertador y apeló a la inagotable magnanimidad de Bolívar.

La conquista de la Guayana por Piar había dado un vuelco total a la situación, en favor

de los patriotas, pues esta provincia sola les proporcionaba más recursos que las otras

siete provincias venezolanas juntas. De ahí que todo el mundo confiara en que la nueva

campaña anunciada por Bolívar en una flamante proclama conduciría a la expulsión

définitiva de los españoles. Ese primer boletín, según el cual unas pequeñas partidas

españolas que forrajeaban al retirarse de Calabozo eran "ejércitos que huían ante

núestras tropas victoriosas", no tenía por objetivo disipar tales esperanzas. Para hacer

frente a 4.000 españoles, que Morillo aún no había podido concentrar, disponía Bolívar

de más de 9.000 hombres, bien armados y equipados, abundantemente provistos con

todo lo necesario para la guerra. No obstante, a fines de mayo de 1818 Bolívar había

perdido unas doce batallas y todas las provincias situadas al norte del Orinoco. Como

dispersaba sus fuerzas, numéricamente superiores, éstas siempre eran batidas por

separado. Bolívar dejó la dirección de la guerra en manos de Páez y sus demás

subordinados y se retiró a Angostura. A una defección seguía la otra, y todo parecía

encaminarse a un descalabro total. En ese momento extremadamente crítico, una

conjunción de sucesos afortunados modificó nuevamente el curso de las cosas. En

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146 Angostura Bolívar encontró a Santander, natural de Nueva Granada, quien le solicitó

elementos para una invasión a ese territorio, ya que la población local estaba pronta para

alzarse en masa contra los españoles. Bolívar satisfizo hasta cierto punto esa petición. En el

ínterin, llegó de Inglaterra una fuerte ayuda bajo la forma de hombres, buques y

municiones, y oficiales ingleses, franceses, alemanes y polacos afluyeron de todas

partes a Angostura. Finalmente, el doctor [Juan] Germán Roscio, consternado por la

estrella declinante de la revolución sudamericana, hizo su entrada en escena, logró el

valimiento de Bolívar y lo indujo a convocar, para el 15 de febrero de 1819, un

congreso nacional, cuya sola mención demostró ser suficientemente poderosa para

poner en pie un nuevo ejército de aproxi madamente 14.000 hombres, con lo cual

Bolívar pudo pasar nuevamente a la ofensiva.

Los oficiales extranjeros le aconsejaron diera a entender que proyectaba un ataque

contra Caracas para liberar a Venezuela del yugo español, induciendo así a Morillo a

retirar sus fuerzas de Nueva Granada y concentrarlas para la defensa de aquel país, tras

lo cual Bolívar debía volverse súbitamente hacia el oeste, unirse a las guerrillas de

Santander y marchar sobre Bogotá. Para ejecutar ese plan, Bolívar salió el 24 de febrero

de 1819 de Angostura, después de designar a Zea presidente del congreso y

vicepresidente de la república durante su ausencia. Gracias a las maniobras de Páez, los

revolucionarios batieron a Morillo y La Torre en Achaguas, y los habrían aniquilado

completamente si Bolívar hubiese sumado sus tropas a las de Páez y Mariño. De todos

modos, las victorias de Páez dieron por resultado la ocupación de la provincia de

Barinas, quedando expedita así la ruta hacia Nueva Granada. Como aquí todo estaba

preparado por Santander, las tropas extranjeras, compuestas fundamentalmente por

ingleses, decidieron el destino de Nueva Granada merced a las victorias sucesivas

alcanzadas el 1 y 23 de julio y el 7 de agosto en la provincia de Tunja. El 12 de agosto

Bolívar entró triunfalmente a Bogotá, mientras que los españoles, contra los cuales se

habían sublevado todas las provincias de Nueva Granada, se atrincheraban en la ciudad

fortificada de Mompós.

Luego de dejar en funciones al congreso granadino y al general Santander como

comandante en jefe Bolívar marchó hacia Pamplona, donde paso mas de dos meses en

festejos y saraos. El 3 de noviembre llego a Mantecal, Venezuela, punto que había

fijado a los jefes patriotas para que se le reunieran con sus tropas Con un tesoro de unos

2.000.000 de dólares, obtenidos de los habitantes de Nueva Granada mediante

contribuciones forzosas, y disponiendo de una fuerza de aproximadamente 9.000

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147 hombres, un tercio de los cuales eran ingleses, irlandeses, hanoverianos y otros extranjeros

bien disciplinados, Bolívar debía hacer frente a un enemigo privado de toda clase de

recursos, cuyos efectivos se reducían a 4.500 hombres, las dos terceras partes de los cuales,

además, eran nativos y mal podían, por ende, inspirar confianza a los españoles.

Habiéndose retirado Morillo de San Fernando de Apure en dirección a San Carlos,

Bolívar lo persiguió hasta Calabozo, de modo que ambos estados mayores, enemigos se

encontraban apenas a dos días de marcha el uno del otro. Si Bolívar hubiese avanzado

con resolución, sus solas tropas europeas habrían bastado para aniquilar a los españoles.

Pero prefirió prolongar la guerra cinco años más.

En octubre de 1819 el congreso de Angostura había forzado a renunciar a Zea,

designado por Bolívar, y elegido en su lugar a Arismendi. No bien recibió esta noticia,

Bolívar marchó con su legión extranjera sobre Angostura, tomó desprevenido a

Arismendi, cuya fuerza se reducia a 600 nativos, lo deportó a la isla Margarita e invistió

nuevamente a Zea en su cargo y dignidades. El doctor Roscio, que había fascinado a

Bolívar con las perspectivas de un poder central, lo persuadió de que proclamara a

Nueva Granada y Venezuela como "República de Colombia", promulgase una

constitución para el nuevo estado --redactada por Roscio-- y permitiera la instalación de

un congreso común para ambos países. El 20 de enero de 1820 Bolívar se encontraba de

regreso en San Fernando de Apure. El súbito retiro de su legión extranjera, más temida

por los españoles que un número diez veces mayor de colombianos, brindó a Morillo

una nueva oportunidad de concentrar refuerzos. Por otra parte, la noticia de que una

poderosa expedición a las órdenes de O'Donnell estaba a punto de partir de la Península,

levantó los decaídos ánimos del partido español. A pesar de que disponía de fuerzas

holgadamente superiores, Bolívar se las arregló para no conseguir nada durante la

campaña de 1820. Entretanto llegó de Europa la noticia de que la revolución en la isla

de León había puesto violento fin a la programada expedición de O'Donnell. En Nueva

Granada, 15 de las 22 provincias se habían adherido al gobierno de Colombia, y a los

españoles sólo les restaban la fortaleza de Cartagena y el istmo de Panamá. En

Venezuela, 6 de las 8 provincias se sometieron a las leyes colombianas. Tal era el

estado de cosas cuando Bolívar se dejó seducir por Morillo y entró con él en tratativas

que tuvieron por resultado, el 25 de noviembre de 1820, la concertación del convenio de

Trujillo, por el que se establecía una tregua de seis meses. En el acuerdo de armisticio

no figuraba una sola mención siquiera a la Republica de Colombia, pese a que el

congreso había prohibido, a texto expreso, la conclusión de ningún acuerdo con el jefe

español si éste no reconocía previamente la independencia de la república.

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148 El 17 de diciembre, Morillo, ansioso de desempeñar un papel en España, se embarcó en

Puerto Cabello y delegó el mando supremo en Miguel de Latorre; el 10 de marzo de 1821

Bolívar escribió a Latorre participándole que las hostilidades se reiniciarían al término de

un plazo de 30 días. Los españoles ocupaban una sólida posición en Carabobo, una

aldea situada aproximadamente a mitad de camino entre San Carlos y Valencia; pero en

vez de reunir allí todas sus fuerzas, Latorre sólo había concentrado su primera división,

2.500 infantes y unos 1.500 jinetes, mientras que Bolívar disponía aproximadamente de

6.000 infantes, entre ellos la legión británica, integrada por 1.100 hombres, y 3.000

llaneros a caballo bajo el mando de Páez. La posición del enemigo le pareció tan

imponente a Bolívar, que propuso a su consejo de guerra la concertación de una nueva

tregua, idea que, sin embargo, rechazaron sus subalternos. A la cabeza de una columna

constituida fundamentalmente por la legión británica, Páez, siguiendo un atajo, envolvió

el ala derecha del enemigo; ante la airosa ejecución de esa maniobra, Latorre fúe el

primero de los españoles en huir a rienda suelta, no deteniéndose hasta llegar a Puerto

Cabello, donde se encerró con el resto de sus tropas. Un rápido avance del ejército

victorioso hubiera producido, inevitablemente, la rendición de Puerto Cabello, pero

Bolívar perdió su tiempo haciéndose homenajear en Valencia y Caracas. El 21 de

setiembre de 1821 la gran fortaleza de Cartagena capituló ante Santander. Los últimos

hechos de armas en Venezuela --el combate naval de Maracaibo en agosto de 1823 y la

forzada rendición de Puerto Cabello en julio de 1824-- fueron ambos la obra de Padilla.

La revolución en la isla de León, que volvió imposible la partida de la expediúión de

O'Donnell, y el concurso de la legión británica, habían volcado, evidentemente, la

situación a favor de los colombianos.

El Congreso de Colombia inauguró sus sesiones en enero de 1821 en Cúcuta; el 30 de

agosto promulgó la nueva constitución y, habiendo amenazado Bolívar una vez mas con

renunciar, prorrogó los plenos poderes del Libertador. Una vez que éste hubo firmado la

nueva carta constitucional, el congreso lo autorizó a emprender la campaña de Quito

(1822), adonde se habían retirado los españoles tras ser desalojados del istmo de

Panamá por un levantamiento general de la población. Esta campaña, que finalizó con la

incorporación de Quito, Pasto y Guayaquil a Colombia, se efectuó bajo la dirección

nominal de Bolívar y el general Sucre, pero los pocos éxitos alcanzados por el cuerpo de

ejército se debieron íntegramente a los oficiales británicos, y en particular al coronel

Sands. Durante las campañas contra los españoles en el Bajo y el Alto Peru --1823-

1824-- Bolívar ya no consideró necesario representar el papel de comandante en jefe,

sino que delegó en el general Sucre la conducción de la cosa militar y restringio sus

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149 actividades a las entradas triunfales, los manifiestos y la proclamación de constituciones.

Mediante su guardia de corps colombiana manipuló las decisiones del Congreso de Lima,

que el 10 de febrero de 1823 le encomendó la dictadura; gracias a un nuevo simulacro de

renuncia, Bolívar se aseguró la reelección como presidente de Colombia. Mientras tanto

su posición se había fortalecido, en parte con el reconocimiento oficial del nuevo estado

por Inglaterra, en parte por la conquista de las provincias altoperuanas por Sucre, quién

unificó a las últimas en una república independiente, la de Bolivia. En este país,

sometido a las bayonetas de Sucre, Bolívar dio curso libre a sus tendencias al

despotismo y proclamó el Código Boliviano, remedo del Code Napoleón. Proyectaba

trasplantar ese código de Bolivia al Perú, y de éste a Colombia, y mantener a raya a los

dos primeros estados por medio de tropas colombianas, y al último mediante la legión

extranjera y soldados peruanos. Valiéndose de la violencia, pero también de la intriga,

de hecho logró imponer, aunque tan sólo por unas pocas semanas, su código al Perú.

Como presidente y libertador de Colombia, protector y dictador del Perú y padrino de

Bolivia, había alcanzado la cúspide de su gloria. Pero en Colombia había surgido un

serio antagonismo entre los centralistas, o bolivistas, y los federalistas, denominación

esta última bajo la cual los enemigos de la anarquía militar se habían asociado a los

rivales militares de Bolívar. Cuando el Congreso dé Colombia, a instancias de Bolívar,

formuló una acusación contra Páez, vicepresidente de Venezuela, el último respondió

con una revuelta abierta, la que contaba secretamente con el apoyo y aliento del propio

Bolívar; éste, en efecto, necesitaba sublevaciones como pretexto para abolir la

constitución y reimplantar la dictadura. A su regreso del Perú, Bolívar trajo además de

su guardia de corps 1.800 soldados peruanos, presuntamente para combatir a los

federalistas alzados. Pero al encontrarse con Páez en Puerto Cabello no sólo lo confirmó

como máxima autoridad en Venezuela, no sólo proclamó la amnistía para los rebeldes,

sino que tomó partido abiertamente por ellos y vituperó a los defensores de la

constitución; el decreto del 23 de noviembre de 1826, promulgado en Bogotá, le

concedió poderes dictatoriales.

En el año 1826, cuando su poder comenzaba a declinar, logro reunir un congreso en

Panamá, con el objeto aparente de aprobar un nuevo código democrático internacional.

Llegaron plenipotenciarios de Colombia, Brasil, La Plata, Bolivia, México, Guatemala,

etc. La intención real de Bolívar era unificar a toda América del Sur en una república

federal, cuyo dictador quería ser él mismo. Mientras daba así amplio vuelo a sus sueños

de ligar medio mundo a su nombre, el poder efectivo se le escurría rápidamente de las

manos. Las tropas colombiams destacadas en el Perú, al tener noticia de los preparativos

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150 que efectuaba Bolívar para introducir el Código Boliviano, desencadenaron una violenta

insurrección. Los pruanos eligieron al general Lamar presidente de su república, ayudaron a

los bolivianos a expulsar del país las tropas colombianas y emprendieron incluso una

victoriosa guerra contra Colombia, finalizada por un tratado que redujo a este país a sus

límites primitivos, estableció la igualdad de ambos países y separó las deudas públicas

de uno y otro. La Convención de Ocaña, convocada por Bolívar para reformar la

constitución de modo que su poder no encontrara trabas, se inauguró el 2 de marzo de

1828 con la lectura de un mensaje cuidadosamente redactado, en el que se realzaba la

necesidad de otorgar nuevos poderes al ejecutivo. Habiéndose evidenciado, sin

embargo, que el proyecto de reforma constitucional diferiría esencialmente del previsto

en un principio, los amigos de Bolívar abandonaron la convención dejándola sin

quórum, con lo cual las actividades de la asamblea tocaron a su fin. Bolívar, desde una

casa de campo situada a algunas millas de Ocaña, publicó un nuevo manifiesto en el que

pretendía estar irritado con los pasos dados por sus partidarios, pero al mismo tiempo

atacaba al congreso, exhortaba a las provincias a que adoptaran medidas extraordinarias

y se declaraba dispuesto a tomar sobre sí la carga del poder si ésta recaía en sus

hombros. Bajo la presión de sus bayonetas, cabildos abiertos reunidos en Caracas,

Cartagena y Bogotá, adonde se había trasladado Bolívar, lo invisteron nuevamente con

los poderes dictatoriales. Una intentona de asesinarlo en su propio dormitorio en

Bogotá, de la cual se salvó sólo porque saltó de un balcón en plena noche y permaneció

agazapado bajo un puente, le permitió ejercer durante algún tiempo una especie de

terror militar. Bolívar, sin embargo, se guardó de poner la mano sobre Santander, pese a

que éste había participado en la conjura, mientras que hizo matar al general Padilla,

cuya culpabilidad no había sido demostrada en absoluto, pero que por ser hombre de

color no podía ofrecer resu tencia alguna.

En 1829, la encarnizada lucha de las facciones desgarra ba a la república y Bolívar, en

un nuevo llamado a la ciudadanía, la exhortó a expresar sin cortapisas sus deseos en lo

tocante a posibles modificaciones de la constitución. Como respuesta a ese manifiesto,

una asamblea de notables reunida en Caracas le reprochó públicamente su ambiciones,

puso al descubierto las deficiencias de gobierno, proclamó la separación de Venezuela

con respecto a Colombia y colocó al frente de la primera al general Páez. El Senado de

Colombia respaldó a Bolivar, pero nuevas insurrecciones estallaron en diversos lugares.

Tra haber dimitido por quinta vez, en enero de 1830 Bolívar aceptó de nuevo la

presidencia y abandonó a Bogotá para guerrear contra Páez en nombre del congreso

colombiano. A fines de marzo de 1830 avanzó a la cabeza de 8.000 hombres, tomó

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151 Caracuta, que se había sublevado, y se dirigió hacia la provincia de Maracaibo, donde Páez

lo esperaba con 12.000 hombres en una fuerte posición. No bien Bolívar se enteró de que

Páez proyectaba combatir seriamente, flaqueó su valor. Por un instante, incluso, pensó

someterse a Páez y pronunciarse contra el congreso. Pero decreció el ascendiente de sus

partidarios en ese cuerpo y Bolívar se vio obligado a presentar su dimision ya que se le

dio a entender que esta vez tendría que atenerse a su palabra y que, a condición de que

se retirara al extranjero, se le concedería una pensión anual. El 27 de abril de 1830, por

consiguiente, presentó su renuncia ante el congreso. Con la esperanza, sin embargo, de

recuperar el poder gracias a la influencia de sus adeptos, y debido a que se había

iniciado un movimiento de reacción contra Joaquín. Mosquera, el nuevo presidente de

Colombia, Bolívar fue postergando su partida de Bogotá y se las ingenió para prolongar

su estada en San Pedro hasta fines de 1830, momento en que falleció repentinamente.

Ducoudray-Holstein nos ha dejado de Bolívar el siguiente retrato: "Simón Bolívar mide

cinco pies y cuatro pulgadas de estatura, su rostro es enjunto, de mejilla hundidas, y su

tez pardusca y lívida; los ojos, ni grandes ni pequeños, se hunden profundamente en las

órbitas; su cabello es ralo. El bigote le da un aspecto sombrío y feroz, particularmente

cuando se irrita. Todo su cuerpo es flaco y descarnado. Su aspecto es el de un hombre

de 65 años Al caminar agita incesantemente los brazos. No puede andar mucho a pie y

se fatiga pronto. Le agrada tenderse o sentarse en la hamaca. Tiene frecuentes y súbitos

arrebatos de ira, y entonces se pone como loco, se arroja en la hamaca y se desata en

improperios y maldiciones contra cuantos le rodean. Le gusta proferir sarcasmos contra

los ausentes, no lee más que literatura francesa de carácter liviano, es un jinete

consumado y baila valses con pasión. Le agrada oírse hablar, y pronunciar brindis le

deleita. En la adversidad, y cuando está privado de ayuda exterior, resulta

completamente exento de pasioness y arranques temperamentales. Entonces se vuelve

apacible, paciente, afable y hasta humilde. Oculta magistralmente sus defectos bajo la

urbanidad de un hombre educado en el llamado beau monde, posee un talento casi

asiatico para el disimulo y conoce mucho mejor a los hombres que la mayor parte de sus

compatriotas."

Por un decreto del Congreso de Nueva Granada los restos mortales de Bolívar fueron

trasladados en 1842 a Caracas, donde se erigió un monumento a su memoria.

Véase: Histoire de Bolivar par Gén. Ducoudray-Holstein, continuée jusqu'á sa mort par

Alphonse Viollet (Paris, 1831); Memoirs of Gen. John Miller (in the service of the

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152 Republic of Peru; Col. Hippisley's Account of his Journey to the Orinoco (London, 1819).

Artículo publicado en el tomo III de The New American Cyclopedia. Escrito en enero de

1858. Apareció en la edición alemana de MEW, t. XIV, pp. 217-231. Digitalizado para

MIA-Sección en Español por Juan R. Fajardo, y transcrito a HTML por Juan R. Fajardo,

febrero de 1999.

C. MARX

A ABRAHAM LINCOLN, PRESIDENTE

DE LOS ESTADOS UNIDOS DE

AMERICA

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

153 [1]

Muy señor mío:

Saludamos al pueblo americano con motivo de la reelección de Ud. por una gran

mayoría.

Si bien la consigna moderada de su primera elección era la resistencia frente al poderío

de los esclavistas, el triunfante grito de guerra de su reelección es: ¡muera el

esclavismo!

Desde el comienzo de la titánica batalla en América, los obreros de Europa han sentido

instintivamente que los destinos de su clase estaban ligados a la bandera estrellada.

¿Acaso la lucha por los territorios que dio comienzo a esta dura epopeya no debía

decidir si el suelo virgen de los infinitos espacios sería ofrecido al trabajo del colono o

deshonrado por el paso del capataz de esclavos?

Cuando la oligarquía de 300.000 esclavistas se abrevió por vez primera en los anales del

mundo a escribir la palabara «esclavitud» en la bandera de una rebelión armada, cuando

en los mismos lugares en que había nacido por primera vez, hace cerca de cien años, la

idea de una gran República Democrática, en que había sido proclamada la primera

Declaración de los Derechos del Hombre [2] y se había dado el primer impulso a la

revolución europea del siglo XVIII, cuando, en esos mismos lugares, la

contrarrevolución se vanagloriaba con invariable perseverancia de haber acabado con

las «ideas reinantes en los tiempos de la creación [19] de la constitución precedente»,

declarando que «la esclavitud era una institución caritativa, la única solución, en

realidad, del gran problema de las relaciones entre el capital y el trabajo», y proclamaba

cínicamente el derecho de propiedad sobre el hombre «piedra angular del nuevo

edificio», la clase trabajadora de Europa comprendió de golpe, ya antes de que la

intercesión fanática de las clases superiores en favor de los aristócratas confederados le

sirviese de siniestra advertencia, que la rebelión de los esclavistas sonaría como rebato

para la cruzada general de la propiedad contra el trabajo y que los destinos de los

trabajadores, sus esperanzas en el porvenir e incluso sus conquistas pasadas se ponían

en tela de juicio en esa grandiosa guerra del otro lado del Atlántico. Por eso la clase

obrera soportó por doquier pacientemente las privaciones a que le había condenado la

crisis del algodón [3], se opuso con entusiasmo a la intervención en favor del

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154 esclavismo que reclamaban enérgicamente los potentados, y en la mayoría de los píses de

Europa derramó su parte de sangre por la causa justa.

Mientras los trabajadores, la auténtica fuerza palítica del Norte, permitían a la esclavitud

denigrar su propia república, mientras ante el negro, al que compraban y vendían, sin

preguntar su asenso, se pavoneaban del alto privilegio que tenía el obrero blanco de

poder venderse a sí mismo y de elegirse el amo, no estaban en condiciones de lograr la

verdadera libertad del trabajo ni de prestar apoyo a sus hermanos europeos en la lucha

por la emancipación; pero ese obstáculo en el camino del progreso ha sido barrido por la

marea sangrienta de la guerra civil [4].

Los obreros de Europa tienen la firme convicción de que, del mismo modo que la guerra

de la Independencia [5] en América ha dado comienzo a una nueva era de la

dominación de la burguesía, la guerra americana contra el esclavismo inaugurará la era

de la dominación de la clase obrera. Ellos ven el presagio de esa época venidera en que

a Abraham Lincoln, hijo honrado de la clase obrera, le ha tocado la misión de llevar a su

país a través de los combates sin precedente por la liberación de una raza esclavizada y

la transformación del régimen social.

Escrito por C. Marx entre el 22 Se publica de acuerdo con el texto

y el 29 de noviembre de 1864. del periódico.

Publicado en "The Bee-Hive Traducido del inglés.

Newspaper", núm. 169, del 7

de enero de 1865.

NOTAS

[1]

8. El "Mensaje" de la Asociación Internacional de Trabajadores a A. Lincoln, Presidente de los EE.UU., con

motivo de su segunda elección al cargo de Presidente, fue escrito por Marx de acuerdo con la decisión del

Consejo General. En el momento más álgido de la guerra civil de los EE.UU., este "Mensaje" tuvo mucha

significación.- 18

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155 [2] 9. Trátase de la "Declaración de la independencia" adoptada el 4 de julio de 1776, en el Congreso de

Filadelfia, por los delegados de 13 colonias inglesas en América del Norte. Se proclama en ella que las colonias

norteamericanas se separan de Inglaterra para constituir una república independiente: los Estados Unidos de

América. En dicho documento se formulan principios democrático-burgueses, como la libertad del individuo, la

igualdad de los ciudadanos ante la ley, la soberanía del pueblo, etc. Sin embargo, la burguesía y los grandes

propietarios de tierras norteamericanos vulneraban desde el comienzo los derechos democráticos proclamados

en la Declaración, apartaban a las masas populares de la participación en la vida política y conservaron la

esclavitud. Los negros, que formaban una parte considerable de la población de la república, quedaron privados

de los derechos humanos elementales.- 18

[3] 10. La crisis del algodón fue provocada por el cese de los envíos de algodón desde América por causa del

bloqueo de los Estados esclavistas meridionales por la flota del Norte durante la guerra civil. Una gran parte de

la industria de tejidos de algodón de Europa estuvo paralizada, lo cual repercutió gravemente en la situación de

los obreros. Pese a todas las privaciones, el proletariado europeo apoyaba resueltamente a los Estados del

Norte.- 19

[4] 4. La guerra civil de Norteamérica (1861-1865) se libró entre los Estados industriales del Norte y los

sublevados Estados esclavistas del Sur. La clase obrera se Inglaterra se opuso a la política de la burguesía

nacional, que apoyaba a los plantadores esclavistas, e impidió con su acción la intervención de Inglaterra en esa

contienda.- 6, 19, 38, 89, 119, 164

[5] 11. La guerra de la Independencia de las colonias norteamericanas de Inglaterra (1775-1783) contra la

dominación inglesa debió su origen a la aspiración de la joven nación burguesa norteamericana a la

independencia y a la supresión de los obstáculos que impedían el desarrollo del capitalismo. Como resultado de

la victoria de los norteamericanos se formó un Estado burgués independiente: los Estados Unidos de América.-

19, 89, 165.

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156

C. MARX

MENSAJE A LA UNION OBRERA

NACIONAL DE LOS ESTADOS

UNIDOS [1]

Camaradas obreros:

En el programa inaugural de nuestra Asociación hemos declarado: «No ha sido la

prudencia de las clases dominantes, sino la heroica resistencia de la clase obrera de

Inglaterra a la criminal locura de aquéllas la que ha evitado a la Europa Occidental el

verse precipitada a una cruzada infame para perpetuar y propagar la esclavitud allende

el océano Atlántico» [*] . Ahora ha llegado el turno de ustedes de impedir una guerra,

en consecuencia de la cual el creciente movimiento obrero de ambos lados del Atlántico

volvería por un período indeterminado a niveles ya superados.

Seguramente huelga decirles que existen potencias europeas ansiosas por arrastrar a los

Estados Unidos a la guerra contra Inglaterra. Un simple vistazo a los datos de la

estadística comercial nos muestra que la exportación rusa de materias primas —y Rusia

no tiene otra cosa que exportar— se había replegado rápidamente ante la competencia

norteamericana hasta que la guerra civil [2] no cambió bruscamente la situación.

Transformar los arados americanos en espadas significaría precisamente ahora salvar de

la inminente bancarrota a esta despótica potencia, a la que vuestros sabios estadistas

republicanos han elegido como consejero confidencial. No obstante,

independientemente de los intereses particulares [165] de uno u otro Gobierno, ¿acaso

no responde a los intereses comunes de nuestros opresores el convertir nuestra

colaboración internacional, cada vez más poderosa, en una guerra intestina?

En el mensaje de saludo al Sr. Lincoln con motivo de su reelección a la presidencia

hemos expresado nuestro convencimiento de que la guerra civil de América tendría una

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157 significación tan grande para el progreso de la clase obrera como la que tuvo para el

progreso de la burguesía [*] la guerra de la Independencia americana [3]. En efecto, el final

victorioso de la guerra contra el esclavismo ha inaugurado una nueva época en la historia de

la clase obrera. Precisamente en ese período surge en los Estados Unidos el movimiento

obrero independiente, al que miran con odio los viejos partidos de su país y sus

politicastros profesionales. Para que llegue a fructificar, el movimiento requiere años de

paz. Para destruirlo, se necesita una guerra entre los Estados Unidos e Inglaterra.

El resultado palpable directo de la guerra civil ha sido, como es natural, el

empeoramiento de la situación del obrero americano. En los Estados Unidos, lo mismo

que en Europa, el monstruoso vampiro de la deuda nacional, que se pasa de unos

hombros a otros, se ha descargado finalmente sobre los de la clase obrera. Los precios

de los artículos de primera necesidad —dice un estadista de su país— subieron desde

1860 en el 78%, mientras que los salarios de los obreros no calificados subieron nada

más que en el 50%, y de los calificados, en el 60%

«El pauperismo» —se queja el estadista— «crece ahora en América con más rapidez

que la población».

Además, sobre el fondo de los sufrimientos de la clase obrera resalta aún más el

ostentoso lujo de la aristocracia financiera, la aristocracia de arrivistas [4] y otros

parásitos engendrados por la guerra. Sin embargo, con todo y con eso, la guerra civil ha

tenido un resultado positivo: la liberación de los esclavos y el impulso moral que ha

dado a vuestro propio movimiento de clase. Los resultados de una nueva guerra, que no

se vería justificada ni por la nobleza de los objetivos ni por la magnitud de la necesidad

social, de una guerra en el espíritu del mundo antiguo, no serían las cadenas rotas del

cautivo, sino unas cadenas nuevas para el obrero libre. El inevitable crecimiento de la

miseria brindaría en seguida a los capitalistas de vuestro país, con la ayuda de la fría

espada del ejército permanente, el pretexto y los medios para distraer a la clase obrera

de sus audaces y justas aspiraciones.

E;sta es la razón de que precisamente sobre vosotros recaiga el glorioso deber de probar

al mundo que, al fin y al cabo, la clase [166] obrera no sale ya al escenario de la historia

como un ejecutor dócil, sino como fuerza independiente, consciente de su propia

responsabilidad y capaz de imponer la paz allí donde sus pretendidos amos vocean

acerca de la guerra.

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158 Londres, 12 de mayo de 1869

Escrito por C. Marx. Se publica de acuerdo con el texto

de la octavilla.

Publicado como octavilla titulada

"Address to the National Labour

Union of the United States", London, Traducido del inglés.

1869.

NOTAS

[1]

95. El Mensaje del Consejo General a la Unión Obrera Nacional de los Estados Unidos fue escrito por Marx y

leído por él en la reunión del Consejo General del 11 de mayo con motivo del peligro de guerra entre Inglaterra

y los Estados Unidos en la primera de 1869.

La Unión Obrera Nacional fue fundada en los EE.UU. en agosto de 1866, en el Congreso de Baltimore; tomó

parte activa en la creación de la Unión W. Sylvis, destacado militante del movimiento obrero norteamericano.

Desde sus primeros días, la Unión apoyó a la Asociación Internacional de los Trabajadores y se propuso

adherirse en 1870 a la misma. Sin embargo, no llegó a cumplir su propósito. La dirección de la Unión se dejó

llevar pronto por los proyectos utópicos de reforma monetaria, a fin de acabar con el sistema bancario y

asegurar un crédito barato por el Estado. En 1870-1871 se apartaron de la Unión las tradeuniones, y en 1872, la

Unión dejó prácticamente de existir. Pese a todos sus aspectos débiles, la Unión Obrera Nacional desempeñó un

valioso papel en el despliegue de la lucha en los EE.UU. por una política obrera independiente, por la

solidaridad de los obreros negros y blancos, por la jornada de trabajo de 8 horas y por los derechos de la mujer

obrera.- 164

[**] Véase el presente tomo, pág. 13. (N. de la Edit.)

[2] 4. La guerra civil de Norteamérica (1861-1865) se libró entre los Estados industriales del Norte y los

sublevados Estados esclavistas del Sur. La clase obrera se Inglaterra se opuso a la política de la burguesía

nacional, que apoyaba a los plantadores esclavistas, e impidió con su acción la intervención de Inglaterra en esa

contienda.- 6, 19, 38, 89, 119, 164

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

159 [**] Véase el presente tomo, pág. 19. (N. de la Edit.)

[3] 11. La guerra de la Independencia de las colonias norteamericanas de Inglaterra (1775-1783) contra la

dominación inglesa debió su origen a la aspiración de la joven nación burguesa norteamericana a la

independencia y a la supresión de los obstáculos que impedían el desarrollo del capitalismo. Como resultado de

la victoria de los norteamericanos se formó un Estado burgués independiente: los Estados Unidos de América.-

19, 89, 165.

[4] 96. En el original se dice «shoddy aristocrats»; «shoddy» son los entrepeines de algodón, absolutamente

inutilizables y sin el menor valor hasta que se halló un medio de tratamiento y aprovechamiento de los mismos.

En América se calificaba de «shoddy aristocrats» a los que se habían enriquecido rápidamente merced a la

guerra.- 165

C. MARX

ESTATUTOS GENERALES DE LA

ASOCIACION INTERNACIONAL DE

LOS TRABAJADORES

[1]

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160

Considerando:

que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase obrera; que la

lucha por la emancipación de la clase obrera no es una lucha por privilegios y

monopolios de clase, sino por el establecimiento de derechos y deberes iguales y por la

abolición de todo dominio de clase;

que el sometimiento económico del trabajador a los monopolizadores de los medios de

trabajo, es decir, de las fuentes de vida, es la base de la servidumbre en todas sus

formas, de toda miseria social, degradación intelectual y dependencia política;

que la emancipación económica de la clase obrera es, por lo tanto, el gran fin al que

todo movimiento político debe ser subordinado como medio;

que todos los esfuerzos dirigidos a este fin han fracasado hasta ahora por falta de

solidaridad entre los obreros de las diferentes ramas del trabajo en cada país y de una

unión fraternal entre las clases obreras de los diversos países;

que la emancipación del trabajo no es un problema nacional o local, sino un problema

social que comprende a todos los países en los que existe la sociedad moderna y

necesita para su solución el concurso práctico y teórico de los países más avanzados;

que el movimiento que acaba de renacer de la clase obrera de los países más industriales

de Europa, a la vez que despierta [15] nuevas esperanzas, da una solemne advertencia

para no recaer en los viejos errores y combinar inmeditamente los movimientos todavía

aislados;

Por todas estas razones ha sido fundada la Asociación Internacional de los

Trabajadores.

Y declara:

que todas las sociedades y todos los individuos que se adhieran a ella reconocerán la

verdad, la justicia y la moral como base de sus relaciones recíprocas y de su conducta

hacia todos los hombres, sin distinción de color, de creencias o de nacionalidad.

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161 No más deberes sin derechos, no más derechos sin deberes.

En este espíritu han sido redactados los siguientes Estatutos:

1.- La Asociación es establecida para crear un centro de comunicación y de cooperación

entre las sociedades obreras de los diferentes países y que aspiren a un mismo fin, a

saber: la defensa, el progreso y la completa emancipación de la clase obrera.

2.- El nombre de esta asociación será «Asociación Internacional de los Trabajadores».

3.- Todos los años tendrá lugar un Congreso obrero general, integrado por los delegados

de las secciones de la Asociación. Este Congreso proclamará las aspiraciones comunes

de la clase obrera, tomará las medidas necesarias para el éxito de las actividades de la

Asociación Internacional y elegirá su Consejo General.

4.- Cada Congreso fijará la fecha y el sitio de reunión del Congreso siguiente. Los

delegados se reunirán en el lugar y día designados, sin que sea precisa una convocatoria

especial. En caso de necesidad, el Consejo General podrá cambiar el lugar del

Congreso, sin aplazar, sin embargo, su fecha. Cada año, el Congreso reunido fijará la

residencia del Consejo General y nombrará sus miembros. El Consejo General elegido

de este modo tendrá el derecho de adjuntarse nuevos miembros.

En cada Congreso anual, el Consejo General hará un informe público de sus actividades

durante el año transcurrido. En caso de urgencia podrá convocar el Congreso antes del

término anual establecido.

5.- El Consejo General se compondrá de trabajadores pertenecientes a las diferentes

naciones representadas en la Asociación Internacional. Escogerá de su seno los

miembros necesarios para la gestión de sus asuntos, como un tesorero, un secretario

general, secretarios correspondientes para los diferentes países, etc.

6.- El Consejo General funcionará como agencia de enlace internacional entre los

diferentes grupos nacionales y locales de la Asociación, con el fin de que los obreros de

cada país estén constantemente al corriente de los movimientos de su clase en [16] los

demás países; de que se haga simultáneamente y bajo una misma dirección una encuesta

sobre las condiciones sociales en los diferentes países de Europa; de que las cuestiones

de interés general propuestas por una sociedad sean examinadas por todas las demás y

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162 de que, una vez reclamada la acción inmediata, como en el caso de conflictos

internacionales, todas las sociedades de la Asociación puedan obrar simultáneamente y de

una manera uniforme. Si el Consejo General lo juzga oportuno, tomará la iniciativa de las

proposiciones a someter a las sociedades nacionales y locales. Para facilitar sus

relaciones, publicará informes periódicos.

7.- Puesto que el éxito del movimiento obrero en cada país no puede ser asegurado más

que por la fuerza resultante de la unión y de la organización, y que, por otra parte, la

utilidad del Consejo General será mayor si en lugar de tratar con una multitud de

pequeñas sociedades locales, aisladas unas de otras, tratará con unos pocos centros

nacionales de las sociedades obreras, los miembros de la Asociación Internacional

deberán hacer todo lo posible por reunir a las sociedades obreras, todavía aisladas, de

sus países respectivos, en organizaciones nacionales representadas por órganos centrales

de carácter nacional. Es claro que la aplicación de este artículo está subordinada a las

leyes particulares de cada país, y que, prescindiendo de los obstáculos legales, toda

sociedad local independiente tendrá el derecho de corresponder directamente con el

Consejo General [*].

8.- Cada sección tendrá derecho a nombrar su secretario correspondiente para sus

relaciones con el Consejo General.

9.- Todo el que adopte y defienda los principios de la Asociación Internacional de los

Trabajadores, puede ser recibido en ella como miembro. Cada sección es responsable de

la probidad de los miembros admitidos por ella.

10.- Todo miembro de la Asociación Internacional recibirá, al cambiar su domicilio de

un país a otro, el apoyo fraternal de los trabajadores asociados.

11.- A pesar de estar unidas por un lazo indisoluble de fraternal cooperación, todas las

sociedades obreras adheridas a la Asociación Internacional conservarán intacta su actual

organización.

12.- La revisión de los presentes Estatutos puede ser hecha en cada Congreso, a

condición de que los dos tercios de los delegados presentes estén de acuerdo con dicha

revisión.

[17]

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163 13.- Todo lo que no está previsto en los presentes Estatutos, será determinado por

reglamentos especiales que cada Congreso podrá revisar.

256, High Holborn, Londres,

Western Central, 24 de octubre de 1871.

Publicado como folletos aparte Se publica de acuerdo con el texto

en inglés y francés en noviembre de la edición inglesa de 1871.

y diciembre de 1871, y en alemán

en febrero de 1872. Traducido del inglés.

NOTAS

[1]

7. Los Estatutos Generales fueron aprobados en setiembre de 1871 en la Conferencia de la Asociación

Internacional de los Trabajadores celebrada en Londres. Para su redacción se tomaron como base los Estatutos

provisionales escritos por Marx en 1864, al ser fundada la I Internacional (véase la nota 1). En septiembre de

1872, en el Congreso de La Haya, fue adoptada una resolución, escrita por Marx y Engels, acerca de la inclusión

en los Estatutos, después del artículo 7, de un artículo suplementario, el 7-a, en el que se resumía el contenido

de la IX resolución adoptada en la Conferencia de Londres (1871) consagrada a la acción política de la clase

obrera (véase el presente tomo, pág. 286, nota). Véase la resolución del Congreso de La Haya acerca de la

inclusión del artículo 7-a en los Estatutos en el presente tomo, págs. 309-310.- 14

[*] Después del artículo 7 por decisión del Congreso de la Internacional, que se celebró en La Haya en

septiembre de 1872, se incluyó el artículo 7-A:

«En su lucha contra el poder colectivo de las clases poseedoras, el proletariado no puede actuar como clase sino

constituyéndose él mismo en partido político propio y opuesto a todos los antiguos partidos formados por las

clases poseedoras.

Esta constitución del proletariado en partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución

social y el logro de su fin supremo: la abolición de las clases.

La coalición de las fuerzas obreras, obtenida ya por medio de la lucha económica, debe servir también de

palanca en manos de esta clase en su lucha contra el poder político de sus explotadores.

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164 Por cuanto los señores de la tierra y del capital se sirven siempre de sus privilegios políticos para defender y

perpetuar sus monopolios económicos y sojuzgar el trabajo, la conquista del poder político pasa a ser el gran deber

del proletariado».

C. MARX

LA NACIONALIZACION DE LA

TIERRA [1]

La propiedad de la tierra es la fuente original de toda riqueza y se ha convertido en el

gran problema de cuya solución depende el porvenir de la clase obrera.

Sin plantearme la tarea de examinar aquí todos los argumentos de los defensores de la

propiedad privada sobre la tierra —jurisconsultos, filósofos y economistas—, me

limitaré nada más que a hacer constar, en primer lugar, que han hecho no pocos

esfuerzos para disimular el hecho inicial de la conquista al amparo del «derecho

natural». Si la conquista ha creado el derecho natural para una minoría, a la mayoría no

le queda más que reunir suficientes fuerzas para tener el derecho natural de reconquistar

lo que se le ha quitado.

En el curso de la historia, los conquistadores han estimado conveniente dar a su derecho

inicial, que se desprendía de la fuerza bruta, cierta estabilidad social mediante leyes

impuestas por ellos mismos.

Luego viene el filósofo y muestra que estas leyes implican y expresan el consentimiento

universal de la humanidad. Si, en efecto, la propiedad privada sobre la tierra se basa en

semejante consentimiento universal, debe, indudablemente, desaparecer en el momento

en que la mayoría de la sociedad no quiera más reconocerla.

[306]

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165 No obstante, dejando de lado los pretendidos «derechos» de propiedad, yo afirmo que el

desarrollo económico de la sociedad, el crecimiento y la concentración de la población, que

vienen a ser las condiciones que impulsan al granjero capitalista a aplicar en la agricultura

el trabajo colectivo y organizado, a recurrir a las máquinas y otros inventos, harán cada

día más que la nacionalización de la tierra sea «una necesidad social», contra la que

resultarán sin efecto todos los razonamientos acerca de los derechos de propiedad. Las

necesidades imperiosas de la sociedad deben ser y serán satisfechas, los cambios

impuestos por la necesidad social se abrirán camino ellos mismos, y, a la larga o a la

corta, adaptarán la legislación a sus intereses.

Lo que nos hace falta es un crecimiento diario de la producción, y las exigencias de ésta

no pueden ser satisfechas cuando un puñado de hombres se halla en condiciones de

regularla a su antojo y con arreglo a sus intereses privados o de agotar, por ignorancia,

el suelo. Todos los métodos modernos, como, digamos, el riego, el avenamiento, el

arado de vapor, los productos químicos, etc., deben aplicarse en grandes proporciones

en la agricultura. Pero, los conocimientos científicos que poseemos, al igual que los

medios técnicos de practicar la agricultura de que disponemos, como las máquinas, etc.,

sólo pueden emplearse con éxito si se cultiva la tierra en gran escala.

Si el cultivo de la tierra en vasta escala (incluso usando los métodos capitalistas

actuales, que reducen al productor al nivel de simple bestia de carga) resulta tanto más

ventajoso desde el punto de vista económico que la hacienda en terrenos pequeños y

fraccionados, ¿acaso la agricultura a escala nacional no daría un impulso todavía mayor

a la producción?

Las demandas de la población, crecientes sin cesar, por una parte, y la constante alza de

los precios de los productos agrícolas, por otra, muestran irrefutablemente que la

nacionalización de la tierra es una necesidad social.

La disminución de la producción agrícola por abuso de uno u otro individuo será, como

es lógico, imposible cuando el cultivo de la tierra se halle bajo el control de la nación y

en beneficio de la misma.

Todos los ciudadanos a los que he oído durante los debates en torno a esta cuestión han

defendido la nacionalización de la tierra, pero lo han hecho partiendo de muy distintos

puntos de vista.

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166 Se han hecho muchas alusiones a Francia, que con su propiedad campesina se halla mucho

más lejos de la nacionalización que Inglaterra con su sistema de gran posesión de la tierra

de los lores. Es cierto que en Francia, la tierra está al alcance de cualquiera que esté en

condiciones de comprarla, pero precisamente esta accesibilidad [307] ha llevado al

fraccionamiento de los terrenos en pequeñas parcelas cultivadas por gentes de escasos

recursos, que cuentan más que nada con su trabajo personal y el de sus familias. Esta

forma de propiedad sobre la tierra y el cultivo de terrenos pequeños, que de ello se

desprende, excluyendo todo empleo de perfeccionamientos agrícolas modernos, hace, a

la vez, que el propio agricultor sea el más decidido enemigo del progreso social y, sobre

todo, de la nacionalización de la tierra. Este agricultor se halla aherrojado a la tierra, a la

que debe consagrar todas sus fuerzas vitales para conseguir un ingreso relativamente

pequeño, tiene que entregar la mayor parte de su producto al Estado, en forma de

impuestos, a la camarilla judiciaria, en forma de costas judiciales y al usurero, en forma

de interés; no sabe absolutamente nada del movimiento social fuera de su limitado

campo de acción y, sin emburgo, se agarra con celo fanático a su terruño y a su derecho

de propiedad puramente nominal sobre el mismo. Así es como el campesino francés ha

sido llevado al antagonismo fatal con la clase obrera industrial.

Siendo la propiedad campesina el mayor obstáculo para la nacionalización de la tierra,

Francia, en su estado actual, no es, indiscutiblemente, el país en el que debamos buscar

la solución de ese gran problema.

La nacionalización de la tierra y su entrega en pequeñas parcelas a unos u otros

individuos o a asociaciones de trabajadores, cuando el poder se halla en manos de la

burguesía, no engendraría más que una competencia implacable entre ellos y, como

resultado, conduciría al crecimiento progresivo de la renta, lo cual, a su vez, acarrearía

nuevas posibilidades a los propietarios de tierras, que viven a cuenta de los productores.

En el Congreso de la Internacional, celebrado en 1868 [2], en Bruselas, uno de nuestros

camaradas [*] dijo:

«La pequeña propiedad privada de la tierra está condenada por la ciencia, y la grande,

por la justicia. Por tanto, queda una de dos: la tierra debe pertenecer a asociaciones

rurales o a toda la nación. El porvenir decidirá esta cuestión».

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167 Y yo digo lo contrario: el movimiento social llevará a la decisión de que la tierra sólo puede

ser propiedad de la nación misma. Entregar la tierra en manos de los trabajadores rurales

asociados significaría subordinar la sociedad a una sola clase de productores.

La nacionalización de la tierra producirá un cambio completo en las relaciones entre el

trabajo y el capital y, al fin y a la postre, acabará por entero con el modo capitalista de

producción tanto en la industria como en la agricultura. Entonces desaparecerán [308]

las diferencias y los privilegios de clase juntamente con la base económica en la que

descansan. La vida a costa de trabajo ajeno será cosa del pasado. ¡No habrá más

Gobierno ni Estado separado de la sociedad! La agricultura, la minería, la industria, en

fin, todas las ramas de la producción se organizarán gradualmente de la forma más

adecuada. La centralización nacional de los medios de producción será la base nacional

de una sociedad compuesta de la unión de productores libres e iguales, dedicados a un

trabajo social con arreglo a un plan general y racional. Tal es la meta humana a la que

tiende el gran movimiento económico del siglo XIX.

Escrito por C. Marx en Se publica de acuerdo con el texto

marzo-abril de 1872. del periódico.

Publicado en el núm. 11 del

periódico "The International Traducido del inglés.

Herald", del 15 de junio de 1872.

NOTAS

[1]

241. El manuscrito de Marx "La nacionalización de la tierra", uno de los más importantes documentos del

marxismo sobre el problema agrario, fue redactado con motivo de la discusión en la sección de Manchester de la

Internacional del problema de la nacionalización de la tierra. En su carta del 3 de marzo a Engels, Dupont

informó acerca de la confusión que reinaba en las mentes de los miembros de la sección en el problema agrario

y, tras de exponer 5 puntos de su futura intervención, pidió a Marx y Engels que hicieran sus observaciones para

tenerlas en cuenta antes de intervenir en la reunión de la sección. Marx expuso una extensa argumentación de

sus puntos de vista en el problema de la nacionalización de la tierra, que Dupont utilizó enteramente en su

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!

168 informe. Marx enfoca la nacionalización de la tierra, ese gran problema, según expresión de Marx, en

indestructible ligazón con las tareas de la revolución proletaria y la reorganización socialista de la sociedad.- 305.

[2] 212. El Congreso de la Internacional celebrado en Bruselas se reunió del 6 al 13 de septiembre de 1868.

Marx participó personalmente en la preparación del mismo, pero no asistió a sus labores. Acudieron al Congreso

alrededor de 100 delegados en representación de los obreros de Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica, Suiza,

Italia y España; se adoptó en él el importante acuerdo acerca de la necesidad de que se entregasen en propiedad

social los ferrocarriles, el subsuelo, las minas, los bosques y las tierras de labor. Este acuerdo, prueba del paso a

las posiciones del colectivismo de la mayoría de los proudhonistas franceses y belgas, significó la victoria en la

Internacional de las ideas del socialismo proletario sobre el reformismo pequeñoburgués. El Congreso adoptó

igualmente la resolución propuesta por Marx acerca de la jornada de trabajo de 8 horas, del empleo de máquinas

y de la actitud respecto del Congreso de la Liga de la paz y de la libertad (véase la nota 211) de Berna (1868),

como también la resolución, presentada por F. Lessner en nombre de la delegación alemana, recomendando a

los obreros de todos los puíses estudiar "El Capital" de Marx y contribuir a su traducción del alemán a otros

idiomas.- 266, 307.

[*] César de Paepe. (N. de la Edit.)