libro dioses

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Dioses y Héroes de la Mitología Griega Y otra. Y otra. Siempre los mitos griegos (y romanos, que son más o menos los mismos con otros nombres). Porque son extraños y maravillosos, pero también familiares y cercanos. Porque están vivos. Porque seguimos hablando de ellos, porque los tenemos incorporados al idioma(¿acaso a un hombre forzudo no se lo llama un hércules?, ¿acaso las palabras Eros o Venus no siguen evocando al amor y al deseo?), porque son la fuente de la que seguimos nutriéndonos los escritores, los guionistas de cine, los inventores de historias del mundo entero, y también los pintores, los arquitectos, los músicos. En los dibujos animados, en las películas de aventuras, en las estatuas, en los edificios, los mitos griegos y romanos están presentes y nos saludan (o nos acechan) todos los días. Cada época ha sentido la necesidad de volver a contar a su manera, de acuerdo con su propia sensibilidad, estas historias en las que parecen concentrarse al mismo tiempo todo el poder de la fantasía y todas las contradicciones de la razón y la sensibilidad humanas. Yo las leí por primera vez en un libro para chicos que estaba muy de moda allá por los años cincuenta del siglo pasado: El Tesoro de la Juventud. Y me enamoré para siempre de los héroes y los dioses, pero también de los monstruos, con sus múltiples cabezas, su aliento de fuego, sus cabellos de serpiente. Por eso sentí una enorme alegría cuando empecé a leer y estudiar los mitos para tratar de escribirlos una vez más a la manera del siglo XXI. Ojalá haya logrado transmitir a mis lectores una pequeña parte del terror, la emoción y la felicidad que me provocan estas historias extraordinarias. Síganme. Les propongo entrar al más extraño y oscuro de los laberintos: el de la imaginación humana. ANA MARÍA SHUA Antes que todas las cosas, en el comienzo de todos los comienzos, solo existía el Caos infinito: la confusión y el desorden de lo que no tiene nombre. Y del Caos surgió Gea, la Madre Tierra, enorme, hermosa y temible. Como Gea se sentía muy sola, quiso tener un marido a su medida. Pero ¿quién podía ser tan inmenso como para abrazar a la Tierra entera? Ella misma creó, entonces, el Cielo Estrellado, que es tan grande como la Tierra y todas las noches la cubre, extendiéndose sobre ella. Y lo llamó Urano. Gea y Urano, es decir, la Tierra y el Cielo, tuvieron muchos hijos. Primero nacieron doce Titanes, varones y mujeres. Después nacieron tres Cíclopes, gigantes con un solo ojo en medio de la frente. Los Cíclopes fueron los dueños del Rayo, el Relámpago y el Trueno. Y finalmente nacieron los tres Hecatónquiros, monstruos violentos de cincuenta cabezas y cien brazos. Urano desconfiaba de sus hijos: temía que uno de ellos lo despojara de su poder sobre el Universo. Y por eso no les permitía ver la luz. Los mantenía encerrados en las oscuras profundidades de la Tierra, es decir, en el vientre de su propia madre. Ese lugar oscuro y terrible se llamaba el Tártaro. Gea, inmensa, pesada, no soportaba ya la tremenda carga de tantos hijos aprisionados dentro de su cuerpo y sufría también por ellos y por su triste destino. —Solo ustedes pueden ayudarme, hijos míos —les rogó—. Con esta hoz mágica que yo misma fabriqué, deben enfrentarse a Urano. ¡Ya es hora de que pague por sus maldades! Pero los hijos, aunque eran enormes y poderosos, se sentían pequeños frente a su padre, el inmenso Cielo Estrellado, y no se atrevían a asomarse fuera de la Madre Tierra. Solo el joven Cronos, el menor de los Titanes, un malvado de mente retorcida, estuvo dispuesto a ayudarla. Pero no fue solo por amor a su madre, sino porque, tal como lo temía Urano, planeaba quedarse con todo el poder. Una noche, cuando Urano, el Cielo Estrellado, llegó trayendo consigo a la oscuridad, y cayó sobre la Tierra, envolviéndola en su abrazo, su hijo Cronos le cortó los genitales con la hoz que su madre le había entregado y los arrojó al mar. En ese lugar, rodeada de espuma, nació la más hermosa de las deidades, Afrodita1, la diosa de la belleza y el amor.

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Dioses y Héroes de la Mitología Griega

Y otra. Y otra. Siempre los mitos griegos (y romanos, que son más o menos los mismos con otros nombres). Porque son extraños y maravillosos, pero también familiares y cercanos. Porque están vivos.Porque seguimos hablando de ellos, porque los tenemos incorporados al idioma(¿acaso a un hombre forzudo no se lo llama un hércules?, ¿acaso las palabras Eros o Venus no siguen evocando al amor y al deseo?), porque son la fuente de la que seguimos nutriéndonos los escritores, los guionistas de cine, los inventores de historias del mundo entero, y también los pintores, los arquitectos, los músicos. En los dibujos animados, en las películas de aventuras, en las estatuas, en los edificios, los mitos griegos y romanos están presentes y nos saludan (o nos acechan) todos los días.Cada época ha sentido la necesidad de volver a contar a su manera, de acuerdo con su propia sensibilidad, estas historias en las que parecen concentrarse al mismo tiempo todo el poder de la fantasía y todas las contradicciones de la razón y la sensibilidad humanas. Yo las leí por primera vez en un libro para chicos que estaba muy de moda allá por los años cincuenta del siglo pasado: El Tesoro de la Juventud. Y me enamoré para siempre de los héroes y los dioses, pero también de los monstruos, con sus múltiples cabezas, su aliento de fuego, sus cabellos de serpiente. Por eso sentí una enorme alegría cuando empecé a leer y estudiar los mitos para tratar de escribirlos una vez más a la manera del siglo XXI. Ojalá haya logrado transmitir a mis lectores una pequeña parte del terror, la emoción y la felicidad que me provocan estas historias extraordinarias.Síganme. Les propongo entrar al más extraño y oscuro de los laberintos: el de la imaginación humana.ANA MARÍA SHUA

Antes que todas las cosas, en el comienzo de todos los comienzos, solo existía el Caos infinito: la confusión y el desorden de lo que no tiene nombre.Y del Caos surgió Gea, la Madre Tierra, enorme, hermosa y temible. ComoGea se sentía muy sola, quiso tener un marido a su medida. Pero ¿quién podía ser tan inmenso como para abrazar a la Tierra entera? Ella misma creó, entonces, el Cielo Estrellado, que es tan grande como la Tierra y todas las noches la cubre, extendiéndose sobre ella. Y lo llamó Urano.Gea y Urano, es decir, la Tierra y el Cielo, tuvieron muchos hijos. Primero nacieron doce Titanes, varones y mujeres.Después nacieron tres Cíclopes, gigantes con un solo ojo en medio de la frente. Los Cíclopes fueron los dueños del Rayo, el Relámpago y el Trueno. Y finalmente nacieron los tres Hecatónquiros, monstruos violentos de cincuenta cabezas y cien brazos.Urano desconfiaba de sus hijos: temía que uno de ellos lo despojara de su poder sobre el Universo. Y por eso no les permitía ver la luz. Los mantenía encerrados en las oscuras profundidades de la Tierra, es decir, en el vientre de su propia madre. Ese lugar oscuro y terrible se llamaba el Tártaro. Gea, inmensa, pesada, no soportaba ya la tremenda carga de tantos hijos aprisionados dentro de su cuerpo y sufría también por ellos y por su triste destino. —Solo ustedes pueden ayudarme, hijos míos —les rogó—. Con esta hoz mágica que yo misma fabriqué, deben enfrentarse a Urano. ¡Ya es hora de que pague por sus maldades! Pero los hijos, aunque eran enormes y poderosos, se sentían pequeños frente a su padre, el inmenso Cielo Estrellado, y no se atrevían a asomarse fuera de la Madre Tierra. Solo el joven Cronos, el menor de los Titanes, un malvado de mente retorcida, estuvo dispuesto a ayudarla.Pero no fue solo por amor a su madre, sino porque, tal como lo temía Urano, planeaba quedarse con todo el poder. Una noche, cuando Urano, el Cielo Estrellado, llegó trayendo consigo a la oscuridad, y cayó sobre la Tierra, envolviéndola en su abrazo, su hijoCronos le cortó los genitales con la hoz que su madre le había entregado y los arrojó al mar. En ese lugar, rodeada de espuma, nació la más hermosa de las deidades, Afrodita1, la diosa de la belleza y el amor.—¡Maldito seas! — gritó Urano, enloquecido de dolor—. ¡Yo te condeno a que uno de tus propios hijos te destruya, como hiciste conmigo!Entretanto, Cronos le había prometido a su madre liberar a todos sus hermanos de las profundidades del Tártaro, donde estaban encadenados. Pero cuando vio a los Cíclopes y a los Hecatónquiros, de aspecto tan aterrador, decidió que era mejor volver a encadenar a esos monstruos. Solo los Titanes, los más parecidos a él, quedaron libres y lo ayudaron a gobernar.Urano no murió, pero ya no tenía el poder. Ahora era Cronos, el joven Titán de mente retorcida, el que reinaba sobre el Universo.

Después de destronar a su padre, el joven titán Cronos se casó con la titánida Rea, la de hermosos cabellos. Tuvieron seis hijos.Pero Cronos no olvidaba la maldición de su padre Urano. Con su mente malvada y retorcida, decidió que ninguno de sus pequeños crecería lo suficiente como para enfrentarse con él. Simplemente, se los comería vivos.Y así fue. Primero nació la pequeña Hestia. Su madre apenas había comenzado a envolverla en pañales cuando Cronos la tomó con sus enormes manos y la devoró en un instante. Rea, la de hermosos cabellos, no podía creer lo que había pasado. Su corazón sangraba de dolor.Uno por uno Cronos fue devorando a sus hijos. Deméter, Hera, Hades,Poseidón... apenas alcanzaba la madre, desesperada, a ponerles nombre, cuando ya se habían convertido en monstruoso alimento para su padre.Rea estaba en su sexto embarazo cuando pidió ayuda a su madre, Gea, para salvar a ese bebé. ¡Aunque fuera uno solo de sus hijos tenía que escapar a ese horrendo destino! Siguiendo los consejos de su madre, Rea le dijo a su marido que debía hacer un viaje a la isla de Creta.

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Allí, en medio de un bosque espeso había una profunda caverna, donde se ocultó la titánida para parir a Zeus, el menor de sus hijos. Gea, la Madre Tierra, se hizo cargo del pequeño. Una cabra le daba su leche y las abejas del monte destilaban para él la miel más exquisita.Entretanto, Rea volvió con su marido, quejándose como si estuviera sufriendo en ese momento los dolores del parto. Poco después le entregó a Cronos lo que parecía un bebé, su sexto hijo. Cronos se lo tragó sin dudar un segundo. Solo le pareció que este hijo resultaba más pesado que los anteriores: lo que le había dado su esposa era una enorme piedra envuelta en pañales.Zeus creció rápidamente y en solo un año se había convertido en un dios adulto y poderoso. Su abuela Gea tenía preparado un plan para librarse del malvado Cronos. Pero antes era necesario que Zeus recuperara a sus hermanos. Con ayuda de Rea, hicieron tragar a Cronos una poción mágica que lo obligó a devolver a la vida a todos los hijos que había devorado. Así, convertidos ya en adultos, en toda su fuerza y majestad, se desprendieron de la carne de Cronos los hermanos de Zeus. De este modo, volvieron a la vida Hestia, Deméter, Hera, Hades y Poseidón , y se fueron a vivir junto a Zeus, en lo alto del monte Olimpo. Debían prepararse para la guerra que se avecinaba. ¡Cronos pagaría por su maldad!

Las profecías aseguraban que Zeus sería el rey de los dioses y el dueño del Universo. Pero, por el momento, no parecía tan sencillo. Antes era necesario destronar a su padre, el malvado Cronos, quien contaba con el apoyo sus hermanos, los Titanes.El Universo entero temblaba: había comenzado la Guerra de los Inmortales. Durante diez años, desde las alturas del Olimpo, lucharon los nuevos dioses contra los Titanes y la suerte de la guerra seguía indecisa. El propio Zeus comenzaba a temer que la profecía no llegara a cumplirse. Fue entonces cuando decidió consultar a su anciana y sabia abuela, Gea, la Madre Tierra.—Cronos tiene enemigos poderosos — le dijo Gea—. ¡También ellos son mis hijos, aunque sean deformes! Si liberas de sus cadenas a los Cíclopes y a los Hecatónquiros, atrapados en el Tártaro, ellos te ayudarán a vencer a tu malvado padre.Entonces Zeus bajó a las oscuras profundidades del Tártaro y desencadenó a los Cíclopes, gigantes con un solo ojo en medio de la frente, y también a los Hecatónquiros, los monstruos de cincuenta cabezas y cien brazos. Los dioses olímpicos los invitaron a su morada cerca de las nubes, y compartieron con ellos sus exquisitos alimentos, el néctar y la ambrosía. Así los convirtieron para siempre en sus aliados.Agradecidos por su liberación, los Cíclopes le regalaron a Zeus tres armasinvencibles: el Trueno, el Rayo y el Relámpago. Le entregaron a Hades uncasco que lo hacía invisible. Y le dieron a Poseidón un tridente tan poderoso que con un solo golpe podía hacer temblar latierra y el mar.La batalla final fue atroz. Luchaban entre sí seres gigantescos, que podíancausarse terribles heridas, podían triunfar o ser derrotados, pero no podían matarse unos a otros, porque todos eran inmortales. Mujeres y varones luchaban sin descanso, sin piedad. Cada uno de los Hecatónquiros levantaba enormes rocas con sus cien manos. Después avanzaban los tres juntos hacia adelante, arrojando trescientas rocas al mismo tiempo sobrelos Titanes. Zeus lanzaba sus terribles rayos, Poseidón provocaba terremotos y Hades, invisible, parecía estar en todas partes al mismo tiempo. El mar resonaba, vibraba el monte Olimpo desde su pie hasta la cumbre, el Cielo gemía estremecido y las violentas pisadasretumbaban en lo más hondo de la Tierra.Los bosques se incendiaban y hervían los océanos.Cegados por la violenta luz de los rayos y la humareda que se levantaba delos incendios, semienterrados por la lluvia de enormes piedras, los Titanesfueron vencidos por fin. Zeus los condenó a ser encadenados en el Tártaro, donde los Hecatónquiros se convirtieron en sus guardianes.(Si un yunque de bronce bajara desde la superficie de la Tierra durante nueve noches con sus días, al décimo día llegaría al Tártaro, tan profundo es ese abismo, horrendo incluso para los dioses inmortales).Victoriosos, los dioses decidieron repartirse el poder. Para evitar másluchas, hicieron un sorteo. A Zeus le tocó el cielo, Poseidón obtuvo dominio sobre el mar y Hades se adueñó del mundo subterráneo.Pero Zeus, el rey de los dioses, gobernó además sobre todos los mortalesy los inmortales.Y sin embargo, el Universo no estaba en paz. Gea, la Tierra, se revolvía,furiosa. ¿Cómo se había atrevido su nieto, el soberbio Zeus, a encerrar a sus propios tíos en el Tártaro? Como madre de los Titanes, Gea no podía permitir que los nuevos dioses gobernaran el Universo.Por el momento, los Olímpicos habían triunfado. Pero Gea meditaba su venganza.

Gea, la Tierra, estaba enfurecida contra Zeus y los Olímpicos. Para vengar a sus hijos, los Titanes, cuidaba y alimentaba desde hacía siglos a Tifón, el horror absoluto.La diosa Hera, esposa de Zeus, siempre estaba celosa de su marido (con buenas razones). No le costó mucho a Gea convencerla de que Zeus se había portado mal con ella una vez más. Loca de celos, Hera fue a ver a Cronos, el Titán de mente malvada y retorcida, que estaba encadenado en el Tártaro, y le pidió ayuda. Cronos, que odiaba a su hijo Zeus, le entregó a Hera dos huevos que debían enterrarse juntos.—Una sola criatura nacerá de los dos —dijo con voz torva—. ¡Un demoniocapaz de vengarte! Así nació Tifón, que no era un ser

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humano, ni un dios, ni una fiera. Hera se asustó al verlo, pero Gea se lo llevó con ella para criarlo y prepararlo para enfrentar a los Olímpicos. Era el monstruo de los monstruos, tan alto que su cabeza rozaba las estrellas. Cuando abría los brazos, una mano llegaba hasta el extremo Este, y la otra hasta el Oeste mismo. En lugar de dedos, tenía cien cabezas de dragón. De la cintura para abajo, estaba hecho de víboras, que a veces se alzabansilbando hasta su cabeza humana. Tenía el cuerpo alado y despedía llamas por losojos5.Y por fin, cuando Tifón alcanzó toda su fuerza y su poder, Gea decidió que había llegado el momento de lanzarlo contra sus enemigos. Los propios dioses se aterraron cuando vieron este monstruo inmenso alzarse hacia el Olimpo. Las víboras silbaban y las cabezas de dragón rugían todas a la vez con el estruendo de un ejército de gigantes. Hera estaba arrepentida, pero ya era tarde. Al ver que atacaba el Olimpo, los dioses huyeron hacia Egipto, donde se convirtieron en animales para no ser descubiertos. Solo Zeus y su hija Atenea6, la diosa de la sabiduría y de la guerra, se atrevieron aenfrentarlo. Zeus trató de fulminar a Tifón desde lejos con sus rayos, pero fracasó y finalmente se vio obligado a luchar cuerpo a cuerpo con su hoz de acero, la misma que había usado su padre Cronos contra Urano. Consiguió herirlo, pero las fuerzas del monstruo eran casi infinitas.En un ataque violento y veloz, Tifón enroscó sus víboras en las piernas deZeus y lo hizo caer, arrancándole el arma de las manos. Y con su misma hoz hirió al dios, cortándole los tendones de los brazos y las piernas.No era posible matar a Zeus, pero así, inmovilizado, se había vueltocompletamente inofensivo. Tifón se lo cargó a la espalda y lo llevó hasta una gruta, donde terminó de arrancarle músculos y tendones y lo dejó enterrado.Envolvió los músculos y tendones del dios en una bolsa hecha de piel de oso y la puso al cuidado de su hermana, la dragona Delfina, una horrenda criatura mitad mujer y mitad reptil.Solo Hermes, el dios de los ladrones7, podía haber engañado a Delfina, y así fue.En secreto, silenciosamente, se acercó con su hijo Pan hasta la guarida de la dragona. Con su flauta mágica, Pan tocó una canción adormecedora. La enorme cabeza de Delfina comenzó a balancearse de sueño y sus ojos se cerraron. Mientras su hijo seguía tocando sin descanso, Hermes le robó a la dragona la bolsa de piel de oso. Más tarde, entre los dos, consiguieron devolverle a Zeus las fuerzas, colocando músculos y tendones en su lugar. Con una poción mágica, Hermes curó las heridas del gran dios, que pronto estuvo otra vez en condiciones de volver a la lucha.Zeus regresó al Olimpo y, montado en un carro con caballos alados, se lanzó a perseguir al monstruo con sus rayos. Tifón, sorprendido por un enemigo al que creía haber derrotado, huyó en dirección a un monte donde le habían dicho que existían frutos mágicos, capaces de multiplicar la fuerza de cualquiera que los comiese. Cuando Zeus estaba a punto dealcanzarlo, trató de defenderse arrojándole encima montañas enteras quearrancaba del suelo. Con sus rayos, Zeus se las devolvía lanzándolas una vez más por el aire. Las montañas golpeaban contra el monstruo, haciéndolo sangrar y debilitando sus fuerzas.Tifón se dio cuenta de que ya no podría derrotar al dios. Ahora solo pensaba enescapar. Trató de atravesar lo más rápidamente que pudo el mar de Sicilia, pero cuando estaba llegando a la costaeste de la isla, Zeus tomó la montaña másgrande de todas, la arrojó con todas susfuerzas, y logró aplastar al monstruodebajo de esa inmensidad rocosa. Ydesde entonces Tifón quedó para siempreapresado allí, debajo del monte Etna: lasllamas que despide el volcán son el fuegode sus ojos.Y ahora sí, por fin, el Universo estuvoen paz.

Prometeo era hijo de uno de los Titanes. Gea y Urano fueron sus abuelos,es decir, era primo de Zeus. A pesar de pertenecer a la estirpe de los Titanes, decidió luchar del lado del gran dios en su guerra contra Cronos.Valiente y astuto, Prometeo tenía una debilidad. Amaba a los seres humanos, que intentaban sobrevivir, con mucho sufrimiento, sobre la superficie de la Tierra. Zeus, en cambio, no se interesaba mucho en ellos y estaba dispuesto a destruirlos. Muchos afirmaban que el interés de Prometeo en la humanidad se debía a que él mismo había sido sucreador.Como no tenían poder sobre el fuego, los mortales vivían miserablemente. En las noches oscuras, solo podían protegerse de las fieras escondiéndose en la profundidad de las cavernas. No podían trabajar los metales para fabricar armas o herramientas, y tenían que contentarse con lo que lograran hacer tallando piedras.Comían sus alimentos crudos y vivían casi como animales. Poco podía suinteligencia sin el fuego que Zeus les negaba.El que trabajaba con fuego todo el día era uno de los hijos de Zeus, ese dios rengo y malhumorado llamado Hefesto8,que estaba casado con la más bella de todas las diosas, la increíble Afrodita. En su fragua, en las profundidades de la Tierra, debajo de un volcán, Hefesto fabricaba las armas de los dioses, con ayuda de los Cíclopes.Prometeo, utilizando su ingenio, se acercó a la fragua de Hefesto paraconversar amablemente con el dios. Y en una distracción, consiguió robar un poco de fuego, unas cuantas brasas encendidas que escondió en el interior de una caña hueca. Con ese regalo asombroso, se presentó ante sus queridos hombres. Y no solo les entregó el fuego: les enseñó a

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cuidar que no se apagara, a encenderlo y a utilizarlo de todas las maneras posibles: les entregó la técnica de construir viviendas, armas, herramientas. Desde que fueron dueños del fuego, por primera vez los hombres se sintieron superiores a todos los demás seres que poblaban la Tierra.Zeus estaba furioso. Prometeo había desobedecido su órdenes y debía recibir un castigo ejemplar. Con cadenas de acero, lo sujetó a una roca en el Cáucaso y envió a un águila monstruosa a devorarle el hígado. Para que el castigo fuera terrible y eterno, todas las noches el hígado de Prometeo volvía a crecer, y el águila se alimentaba de él durante el día.Zeus juró por lo más sagrado que jamás desataría a Prometeo de la roca.¿Pasaron años, siglos, milenios? Nadie lo sabe. Mucho, mucho tiempo después, Heracles, un hombre hijo de Zeus, pasó por allí en su camino al Jardín de las Hespérides. Heracles, mató a flechazos al águila que lo atormentaba y rompió sus cadenas. Prometeo, agradecido, lo ayudócon sus consejos.Zeus quería mucho a su hijo Heracles y a pesar de todo estaba orgulloso de su hazaña. ¿Pero cómo podía permitir que Prometeo quedara libre sin romper su juramento? Con una gran idea: hizo que Hefesto fabricara un anillo con el acero de la cadena, que engarzara en él un trozo de la roca a la que Prometeo había estado atado, y lo hizo jurar que jamás se quitaríaese anillo. Así, Prometeo quedó libre para siempre y, al mismo tiempo, para siempre encadenado a la roca del Cáucaso.

Los hombres tenían el fuego, que Prometeo había robado para ellos. Ahora vivían libres de todo mal, no sufrían el cansancio ni el dolor ni las enfermedades.Se habían vuelto altaneros y peligrosos. Para mantener el orden en el Universo, Zeus debía dejar bien clara la diferencia entre hombres y dioses.—¡Les haré un regalo maldito! —rugió Zeus.Había llegado el momento de crear a la mujer. La llamó Pandora y todos losdioses participaron en su creación. Con arcilla y agua, Hefesto modeló unbellísimo cuerpo parecido al de las diosas inmortales. Atenea, la diosa de lasabiduría, le enseñó las labores femeninas, sobre todo a hilar y tejerhermosas telas. Afrodita, la diosa del amor, le otorgó gracia y atractivo. YHermes, el dios de los ladrones y mensajero de los dioses, le enseñó amentir.Entonces, Pandora fue entregada por los dioses a Epimeteo. Junto con la mujer, le regalaron una bonita vasija de cerámica trabajada con bajorrelieves. Antes de ser encadenado en el Cáucaso, Prometeo leshabía advertido a los hombres que jamás aceptaran un regalo de Zeus, porque el gran dios estaba tramando una cruel venganza contra ellos. Pero cuando Epimeteo vio a Pandora, simplemente no se pudo resistir. La amó inmediatamente.No podía ser este el regalo envenenado de los dioses. En todo caso, lo importante era no abrir jamás la vasija: allí debía estar el peligro.Epimeteo le hizo jurar a Pandora que jamás abriría la vasija. Pero apenas ladejó sola por primera vez, Pandora no pudo resistir la curiosidad. ¡Un regalo de los dioses debía ser algo maravilloso! No hacía falta destapar la vasija, no tenía por qué romper su promesa. Solo levantaría un poquito la tapa para mirar adentro.Pandora corrió apenas, menos de un dedo, la tapa de la maldita vasija, y fue suficiente. En un enjambre horrible, oscuro, escaparon de allí todos los males que torturan a la humanidad. Como moscardones negros y pesados, echaron a volar el Dolor, la Vejez, el Cansancio, la Enfermedad y la Muerte. Aterrada, Pandora cerró inmediatamente la vasija.Y algo, a pesar de todo, alcanzó a encerrar en su interior. ¿Qué era? Sepercibían golpecitos tan suaves como si los dieran las alas de una mariposa.Pandora levantó un poquito la tapa para mirar y vio un maravilloso brillo dorado.Entonces ya no tuvo miedo y, abriendo del todo, dejó volar a la hermosa, engañosa Esperanza, que nadie sabe si es un bien o es un mal.Por culpa de la ciega Esperanza, los seres humanos soportan todo el mal que los hace sufrir sobre la Tierra. Gracias a ella son felices, a veces, a pesar de todo.

Los Inmortales estaban indignados. Los hombres, que habían sido creados para servir y honrar a sus dioses, se habían convertido en una raza impía.Dejaban abandonados los templos y los altares, ya no hacían sacrificios, y el delicioso humo de las reses asadas no ascendía hasta el Olimpo. ¿Qué sentido tenía que existieran sobre la Tierra?, se

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preguntaban.Ninguno, decidió Zeus. Había que exterminar de una vez por todas a esa raza inútil y maldita. La humanidad no servía para nada y debía ser destruida. Hubiera sido sencillo usar sus rayos parafulminarla, pero a pesar de que Gea había enviado contra él a Tifón, Zeus no quería dañar a su abuela Tierra, la Gran Madre de Todas las Cosas. Entonces se decidió por una solución sencilla: una gigantesca inundación haría que todos los hombres murieran ahogados.Pero Prometeo, el Titán, amaba a la humanidad, a la que le había entregado el fuego y, junto con el fuego, el conocimiento y el dominio sobre el mundo. Tenía un hijo mortal, Deucalión, el rey de Tesalia, que estaba casado con Pirra, hija de Epimeteo y de la primera mujer mortal, la bella y temible Pandora.Entre todos los seres humanos, Deucalión y Pirra eran los únicos que podían ser llamados realmente justos, buenos, sabios y, sobre todo, obedientes y temerosos de los dioses. Visitaban los templos, hacían sacrificios, honraban y reverenciaban a los Olímpicos de todas las maneras posibles.Prometeo le rogó a Zeus por la vida de su hijo y su nuera y, a través de ellos, de toda la humanidad. Y el gran dios de los dioses aceptó que se les permitiera construir un arca, un gran cofre queflotaría sobre las aguas y les daría la posibilidad de sobrevivir.Entonces Zeus desató todo su poder en una tormenta que no tuvo igual sobre la Tierra. Dejó encerrados a los vientos secos y liberó a todos los vientos húmedos. Lanzó rayos y relámpagos que destrozaron las nubes y las convirtieron en un diluvio incesante. La lluvia era tremenda, aterradora, brutal y parecíaeterna. En ayuda de su hermano, Poseidón convocó a las mareas, para que el agua de los océanos se desbordara sobre la Tierra. Los dioses de los ríos los hicieroncrecer y salirse de sus cauces, alimentados por la lluvia. Habían pasado apenas unas horas cuando el arca de Deucalión y Pirra flotaba ya sobre las aguas.Durante nueve días y nueve noches el diluvio azotó la Tierra. Al principio, algunos hombres habían creído escapar refugiándose en las colinas, pero pronto fueron cubiertas por las aguas, y también las montañas.El arca encalló por fin en la cumbre del monte Parnaso. Y de pronto, dejó de llover. Deucalión y Pirra ya no eran los reyes de Tesalia. Todos sus súbditos habían muerto ahogados. Ahora eranapenas un hombre y una mujer, solos, mojados y tristes. ¿Qué podían hacer para que la humanidad volviera a la vida? Cuando las aguas se retiraron, Hermes, el mensajero del Olimpo, descendió paraofrecerle a Deucalión un regalo del gran Zeus.—Hombre, ¿qué deseas? —preguntó Hermes.—Compañeros —dijo Deucalión. —Tengo la respuesta de Zeus —dijo Hermes, sin sorpresa—. Deben tirar por encima de sus hombros los huesos de su madre, y la humanidad volverá a nacer.El hombre y la mujer estaban horrorizados.—¿Cómo vamos a arrojar los huesos de nuestras madres? —preguntó Pirra—.Sería un sacrilegio todavía más terrible que la maldad de los hombres que han sido destruidos.Pero Deucalión, después de mucho pensar y de consultar al oráculo, finalmente comprendió: se trataba de arrojar piedras, que son los huesos de la Madre Tierra.De las piedras que sembró Deucalión, nacieron hombres. De las que lanzó Pirra, nacieron mujeres. Para bien y para mal, la humanidad volvería a poblar el mundo. Comenzaba la Edad de los Héroes.

Una atroz profecía desesperaba al rey de Argos: su propio nieto lo mataría.Había una sola manera de escapar a ese destino: debía matar a su hija con sus propias manos. Pero el rey amaba a su hija Dánae. La princesa era la más bella de las mujeres, más bella que las ninfas.Solo con las diosas se podía comparar su hermosura. El mismísimo Zeus estabaenamorado de ella. Para tratar de engañar al destino, el reymandó construir una habitación subterránea, hecha de bronce, con lujos dignos de una princesa. Allí encerró a Dánae con su nodriza, y se ocupó de que nada les faltara. Pero la celda tenía unagrieta en el techo. Y por allí entró Zeus, convertido en lluvia de oro. Nadie entraba en ese cuarto secreto.Completamente solas, Dánae y su nodriza consiguieron mantener en secreto el embarazo y el nacimiento del bebé, al que llamaron Perseo. Hasta que un día el rey escuchó el llanto de su nieto y supo que sus planes habían fracasado. Es difícil engañar al destino, pero el rey de Argos no se daba por vencido.

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Encerró a su hija y a su nieto en un arca de madera, con agua y alimentos, y los echó al mar, confiando en que las olas los llevarían tan lejos que nunca se cumplirían los malos presagios.Poco después, en la lejana isla de Sérifos, un pescador encontró en la playa un arcón cerrado que las olas habían arrojado sobre la arena. Al abrirlo, su sorpresa fue enorme: una mujer y un niño,débiles, pero vivos y sanos, salieron del arca, guiñando los ojos desacostumbrados a la luz del sol. Este pescador no era un hombre cualquiera: era el hermano del tirano que gobernaba la isla, que lo había despojado injustamente del trono. Dánae y su hijo vivieron con el buen pescador y su esposa. Unos años después, Perseo se había convertido en un adolescente que se destacaba por su sorprendente coraje. La belleza de Dánae, que era casi una niña cuando nació su hijo, aumentaba con los años y era muy difícil de ocultar.El tirano de la isla se enamoró de ella y decidió librarse de ese hijo molesto queya tenía suficiente edad como para proteger a su madre. Para eso, cierto día, invitó a todos los nobles de la isla a un banquete. Perseo, cuyo origen noble era evidente en su apostura y sus modales, estaba también allí.—¿Qué regalo les parece digno de un rey? —preguntó el tirano a sus invitados. —Yo le regalaría mi mejor caballo — dijo uno.—¡Yo también! —fueron diciendo todos los demás.Si la pregunta terminaba por convertirse en exigencia, esa era una propuesta fácil de cumplir. Pero Perseo era demasiado joven, nada prudente, y había bebido más de una copa de vino.—¡Yo le regalaría la cabeza de Medusa! —gritó, con entusiasmo. —Muy bien —dijo el rey, satisfechocon la respuesta—. Quiero esos regalos. Ir en busca de la cabeza de Medusa era una decisión suicida. Riéndose por dentro, el tirano pensó que librarse de Perseo sería mucho más sencillo de lo que había pensado.

Medusa era una de las tres Gorgonas, monstruosas hijas de divinidades marinas.Vivían cerca del reino de Hades, no lejos del jardín de las Hespérides. Las tres eranhorribles y dos eran inmortales. Solo Medusa, la más peligrosa de lasGorgonas, era mortal. En lugar de cabellos, la cabeza deMedusa estaba rodeada de serpientes. Tenía el cuello cubierto de escamas dedragón, más duras que cualquier metal, capaz de resistir el golpe de un hacha. Susmanos eran de bronce y podía volar con sus alas de oro. Con su lenguaprotuberante y sus colmillos de jabalí, su cara de mujer conservaba poco de labelleza divina de sus padres. Era temida por hombres y dioses. Solo Poseidón se había atrevido a amarla.Pero lo más temible de Medusa era su mirada, esos ojos enloquecidos queechaban chispas. Cualquier ser vivo que mirara directamente a la cara de Medusa quedaba convertido en piedra. Losalrededores de su guarida estaban adornados por estatuas de piedra dehombres y animales que se habían atrevido a fijar su vista en los Ojos delMal.Contra este monstruo tendría que luchar el joven Perseo.

Pero Perseo, además de ser un muchacho fuerte y valiente, era también elhijo de Zeus y contaba con la protección de los dioses. Apenas se puso en camino, vio venir a su encuentro a un hombre quellevaba un casco alado, sandalias aladas y una varita de oro con alas en un extremo: era Hermes.—Tu valor no es suficiente, Perseo — le dijo el dios—. Necesitas las armasadecuadas. Yo puedo darte una espada con filo de diamante, la única capaz decortar las escamas que protegen el cuello de Medusa. Pero no es suficiente.La diosa Atenea apareció entonces ante ellos en toda su majestad. Y le entregó aPerseo su escudo de bronce, pulido de tal manera que reflejaba todo como unespejo. —Y yo te daré mi escudo, Perseo. Cuando luches contra Medusa, no debesmirarla a la cara jamás. Mirarás solamente su reflejo en este escudo. Perono es suficiente. —Para conseguir todo lo que te hace falta, tendrás que consultar a las Ninfasdel Norte —le dijo Hermes—. Y ni siquiera yo sé dónde viven. Solo lo sabenlas tres Grayas.

Las tres Grayas eran hermanas de las Gorgonas. Vivían siempre en penumbra,en una región donde no era ni de día ni de noche. En esa media luz las encontróPerseo. Las estudió desde lejos, siguiendo los consejos de Hermes.Las Grayas eran tres mujeres viejísimas, arrugadas y consumidas. Entrelas tres tenían un solo ojo y un solo diente, y se los iban pasando por turno cada vezque necesitaban usarlos. Había un solo momento en el que ninguna de las trespodía ver: cuando una se sacaba el ojo de la frente para pasárselo a otra. En eseinstante de debilidad, Perseo se lanzó contra ellas y les quitó el ojo y el diente.—No los devolveré hasta que no me digan dónde viven las Ninfas del Norte.

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Pero cuando las Grayas le indicaron el camino, el héroe no les devolvióenseguida el ojo y el diente porque sabía que, como hermanas de las Gorgonas,podían avisarles que estaba en su busca.Las Ninfas del Norte lo ayudaron sin condiciones, porque sabían que ese era eldeseo de los dioses. Le entregaron tres objetos mágicos. Unas sandalias aladas,que le servirían para llegar hasta la isla de las Gorgonas y para luchar desde elaire. Una bolsa mágica, que le serviría para guardar la cabeza de Medusa, cuyamirada seguiría siendo fatal, aun después de muerta. Y el casco de Hades, regalo delos Cíclopes, capaz de volver invisible a quien lo usara.Gracias a las sandalias voladoras, Perseo llegó rápidamente a su destino.Las tres Gorgonas estaban dormidas, pero Medusa se despertó y lanzó la mirada desus ojos feroces contra el joven héroe. Perseo no le devolvió la mirada. Luchabaguiándose por el reflejo de la imagen de su enemiga en el escudo. Desde el aire, selanzó contra ella y con un solo tajo de su espada de diamante le cortó la cabeza9. Tomando con repugnancia esa cabeza llena de serpientes vivas, que seguíanmoviéndose y silbando, la metió sin mirarla dentro de la bolsa y huyó para notener que enfrentarse con las otras Gorgonas. Las hermanas de Medusaquisieron vengarse, pero no pudieron perseguirlo porque, gracias al casco deHades, Perseo se había vuelto invisible.

Perseo voló por encima del mundo. Al pasar por África, unas gotas de la sangrede Medusa cayeron en la tierra y así brotaron las serpientes venenosas y losescorpiones que viven en el desierto, donde toda vida debería ser imposible.Volando sobre las costas de Palestina, Perseo vio la bellísima estatua de unamujer, que se destacaba en mármol blanco contra las rocas negras. Al acercarse, sedio cuenta de que caían lágrimas de los ojos de la estatua, y sus manos,encadenadas a la roca, se retorcían con desesperación. Era Andrómeda, unaprincesa injustamente castigada por las imprudentes palabras de su madre. Perseonunca había visto una mujer así. Se acercó, le preguntó por qué estaba allíencadenada, y se enamoró inmediatamente de ella.Los padres de Andrómeda eran los reyes de la región. Su madre se habíajactado de que ella y su hija eran más hermosas que las mismísimas Nereidas,las ninfas del mar, hijas de Poseidón. Las Nereidas, ofendidas, se quejaron a supadre, que envió una devastadora inundación sobre la costa y un monstruomarino que devoraba a sus habitantes.Cuando los reyes, desesperados, consultaron al oráculo, la respuesta fueterrible:—Solo si sacrifican a su hija Andrómeda al monstruo marino se veránlibres de la maldición.Y allí estaba Andrómeda, pagando por las culpas de su madre. Los reyes,paralizados por el terror, no podían dejar de mirar a su hija encadenada a la roca.—¿Me darán la mano de su hija si consigo matar al monstruo? —lespreguntó Perseo.No había tiempo que perder. —¡Claro que sí! —dijeron los dos acoro, pero con pocas esperanzas, convencidos de que ese joven tanatractivo moriría un poco antes que su hija.No sabían que Perseo contaba con las armas mágicas que los dioses le habíandestinado. En breve lucha mató al monstruo y rescató a Andrómeda. Cuandovolvió con la muchacha junto a sus padres, los reyes se miraron, agradecidos,pero desconcertados.—En realidad... Andrómeda estaba prometida a otro hombre, pero...Perseo quería volver cuanto antes cerca de su madre Dánae, y las bodas sellevaron a cabo de inmediato. De pronto, un grupo de doscientos hombres armados,dirigidos por el pro metido de Andrómeda, interrumpió la fiesta.—¡La princesa Andrómeda debe casarse conmigo! —gritó el hombre al quele habían prometido la mano de la princesa, pero que no había tenidosuficiente valor para rescatarla del monstruo.Perseo no se molestó en contestar. Cuando el pequeño ejército se le echó encima, se limitó a sacar la cabeza deMedusa, que siempre llevaba encima, y los convirtió a todos en piedra.

Perseo volvió con la cabeza de Medusa y con su esposa Andrómeda a la isla deSérifos, donde lo esperaba angustiada su madre, Dánae, temiendo lo peor. Allí seencontró con una nueva y peligrosa situación. El tirano había tratado deapoderarse de su madre por la fuerza. El hermano del malvado rey, el pescador quelos había recibido en su casa y había criado a Perseo como un padre, había

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ayudado a Dánae a escapar y los dos estaban refugiados en un templo.El joven héroe debía cumplir con el regalo prometido y estaba ansioso porhacerlo. En cuanto supo las noticias, sin dudar, sin detenerse, se presentó en lasala de banquetes del palacio, donde el tirano estaba divirtiéndose con susamigos.—Veo que llega el valiente jovencito que ofrece regalos imposibles... ¿Qué mehabrá traído? —comentó el rey, en tono de burla.—Lo prometido —dijo Perseo.Y sacando del bolso la cabeza de Medusa, los convirtió a todos en estatuasde piedra. Después nombró rey a su querido pescador, para alegría de todoslos habitantes de la isla, que por fin tendrían un gobernante bueno y justo.Había llegado el momento de devolver los objetos mágicos que lo ayudaron acumplir su hazaña. Hermes llevó a las Ninfas del Norte el casco de Hades, lassandalias voladoras y la bolsa mágica. Atenea tomó la cabeza de Medusa y la colocó para siempre en el centro de suescudo de guerra.

Perseo quería volver a ver a su abuelo.A pesar de todos los sufrimientos que habían pasado él y su madre, no leguardaba rencor, porque sabía que el oráculo le había dicho que solomatándolos se salvaría, y sin embargo su abuelo les había perdonado la vida. Teníala esperanza de desmentir la profecía y demostrarle que no tenía por qué temer.Junto con Andrómeda y su madre Dánae, se embarcó hacia Argos. Perocuando su abuelo se enteró de que se dirigía hacia allí, se aterró. ¡Tal como lohabía predicho el oráculo, el hijo de Dánae iba a matarlo! El rey escapó a unpaís vecino llamado Larisa. Cuando Perseo llegó a Argos, no encontró a su abuelo. Entretanto, en elreino de Larisa se habían organizado grandes juegos deportivos y el jovenquiso participar. ¡Nadie lanzaba el disco como él!Cuando le llegó su turno, Perseo arrojó el disco con todas sus fuerzas. Pero en esemomento se levantó una violenta ráfaga de viento, que llevó el disco hacia losespectadores. Un anciano lanzó un grito agudo, tomándose un pie del que manabasangre a borbotones: el disco le había cortado una arteria. Es difícil escapar aldestino. Ese anciano era el abuelo de Perseo y nada se pudo hacer parasalvarlo.Muy apenado por haber matado sin querer a su abuelo, Perseo eligió noreclamar el trono de Argos. Y decidió intercambiar reinos con uno de susprimos, que se hizo cargo de Argos mientras Perseo reinaba en Tirintos.Perseo y Andrómeda tuvieron varios hijos, fueron buenos gobernantes y buenosesposos hasta el fin de sus días.

Muchos años más tarde, en Tirintos reinaban Alcmena y Anfitrión,descendientes de Perseo. Alcmena era una mujer bellísima y el propio Zeus deseabaenamorarla. Como ella era honesta y fiel, al dios se le ocurrió la más pícara de sustransformaciones. Cuando su marido tuvo que salir a combatir contra los tafios,Zeus se convirtió en una perfecta réplica de Anfitrión. Fingió que llegaba de laguerra con todo su ejército y ¿qué más podía hacer Alcmena que recibirlo conamor y admiración?En el banquete, Zeus le relató a la princesa todos los detalles de las batallasen las que había participado el verdadero Anfitrión. Y por fin llegó la hora deacostarse. Tanto amaba Zeus a la bella Alcmena que decidió no permitir lallegada del día: setenta y dos horas duró esa noche interminable.Al día siguiente llegó al palacio el verdadero Anfitrión. En lugar de recibirlocon entusiasmo, su esposa parecía extrañamente cansada y casi indiferente asus caricias. Cuando comenzó con el relato de sus hazañas guerreras, Alcmenabostezó.—Querido mío —le dijo—. Ya me lo contaste anoche. ¿Qué te parece si ahoravamos a dormir un poco? Al principio, el odio de Anfitrión notenía límites y estuvo a punto de matar a su inocente esposa. Poco a pococomprendió que ella no había tenido ninguna culpa y el mismo Zeus intervinopara reconciliar a marido y mujer. Alcmena quedó embarazada de gemelos:uno era el hijo de Zeus y el otro era el hijo de su marido humano.Pero la diosa Hera, legítima esposa de Zeus, era terriblemente celosa. Como no

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podía enfrentar a su todopoderoso marido, trataba de vengarse en las otras mujeres yen sus hijos. Zeus había prometido que el primer descendiente de Perseo quenaciera sería rey de Argos. Hera, con ayuda de su hija, la diosa de losalumbramientos, consiguió que el nacimiento de los mellizos se retrasase yen cambio hizo nacer sietemesino a uno de sus primos, Euristeo. Así fue comoEuristeo le quitó al hijo de Zeus el poder sobre el reino de Argos, que le hubieracorrespondido.Después de nueve días de trabajo de parto, Alcmena pudo tener finalmente asus dos bebés: primero nació Heracles10, el hijo de Zeus, y poco después Ificles, elhijo de Anfitrión.Los bebés tenían diez meses cuando Hera decidió librarse para siempre delmaldito hijo de su enemiga y envió dos enormes serpientes, que se enroscaron enel cuerpo de los niños, apretándolos para triturarlos. Ificles se echó a llorar condesesperación. Pero Heracles tomó del cuello a cada una de las serpientes, comosi fueran sus juguetes, y las estranguló con la sola fuerza de sus manitos de bebé.Cuando Anfitrión llegó a la habitación con la espada desenvainada, se encontró a losbebés jugando con los cuerpos de las enormes serpientes y sus últimas dudas sedisiparon. Ese bebé era sin duda el hijo de un dios.La leyenda del héroe comenzaba a forjarse.

Heracles creció hasta alcanzar, a los dieciocho años, la altura de cuatro codosy un pie: un metro con noventa y ocho centímetros.Por ese entonces, en Citerón, un enorme león devastaba los rebaños de Anfitrión,su padre adoptivo. Durante cincuenta días, Heracles salió de cacería hasta quefinalmente lo encontró, luchó contra él sin más armas que sus manos, y lo venció.Desde entonces se vistió con su piel. Cuando volvía a Tebas después de su hazaña, se encontró con enemigos de laciudad: luchando solo contra todo el ejército, los derrotó. El rey de Tebas,agradecido, le dio en matrimonio a su hija mayor, Mégara, y a la menor la casó conIficles, el hermano del héroe. Mégara y Heracles formaron unmatrimonio feliz y tuvieron varios hijos. Y aquí podría haber terminado la leyendasi no fuera por la intervención de la terrible diosa Hera, que insistía en suvenganza. Con espantosa crueldad, Hera le envió a Heracles su peor aliada: la Locura.Perdida la razón, sin saber lo que hacía, el héroe mató a sus propios hijos y estabaa punto de disparar una flecha contra su padre Anfitrión cuando la diosa Atenea,compadecida, lo golpeó con una piedra en el pecho y lo hizo caer dormido. Aldespertar, Heracles, libre ya de su ataque de locura, se encontró con una realidadpeor que la más terrible de las pesadillas. Sus hijitos yacían muertos a sus pies,asesinados por sus propias flechas. Cuando comprendió lo que habíasucedido, Heracles quiso matarse. La vida ya no tenía sentido para él. Pero sufamilia y sus amigos lo persuadieron de que no era su culpa: una vez más habíasido víctima de Hera. Entonces Heracles no quiso seguir casado con Mégara: ahoratemía por la vida de todos los que amaba. Partió solo y desarmado hacia el oráculode Delfos para que la pitonisa, esa sacerdotisa que hacía de intermediariaentre los dioses y los hombres, le dijera si todavía existía en su vida la posibilidadde futuro. —Solo hay una forma de pagar tu crimen y aplacar a Hera al mismo tiempo—murmuró la pitonisa, envuelta en los vapores que provenían del fondo de laTierra. Sus ojos miraban sin expresión, sus labios temblaban, de su boca partíaese sonido extraño que era la voz de los dioses—. Debes ponerte al servicio de tupeor enemigo, tu primo Euristeo, el hombre que recibió el trono de Argos entu lugar. Cumplirás con los diez trabajos que te ordene. Y si sobrevives, aunque lacruel esposa de Zeus no lo quiera, serás inmortal.Así comenzaron los diez trabajos de Heracles... ¿o fueron doce?

Euristeo era tonto y cobarde. Sabía que su primo Heracles era el verdaderoheredero al trono de Argos y por eso lo odiaba y le temía. Pero se sentía protegido por Hera, que seguía tramando formas de que Heracles perdiera la vida, ya que no podía matarlo directamente sin enfurecer a Zeus. Aconsejado por Hera, Euristeo le encargó a Heracles su primer trabajo:matar y desollar al León de Nemea. Esta vez no se trataba de un simple animal feroz, como había sido el de Citerión, sino de un monstruo en forma de león. Su padre era el horror mismo: Tifón.Su madre era la temible Equidna, una criatura con cuerpo de mujer y cola de serpiente.El León asolaba la región de Nemea, devorando ganado y hombres. Parecía, además, sentir un gusto especial por los niños pequeños. Heracles, recordando su lucha contra el otro león, pensó que solo se trataba de encontrarlo y después sería presa fácil. En cuanto lo tuvo a la vista, comenzó a disparar flechas que, gracias a su enorme fuerza, volaban a una velocidad que jamás se había conocido. Pero las flechas no se clavaban en la carne del león, rebotaban en su piel

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invulnerable. Recién entonces comprendió Heracles que no se trataba de un animal como cualquier otro. El monstruo se refugiaba en una caverna con dos accesos. Heracles comenzó por tapar una de las entradas con una roca. Después cortó el tronco de un olivo silvestre y se fabricó con él una enorme maza. Ni sus flechas ni su espada ni su lanza podían contra el león, pero al menos logró hacerlo retroceder a golpes, hasta que el animal entró en su cueva,mientras el héroe lo seguía valerosamente en la oscuridad.Ahora el León estaba en su propio terreno, al acecho en un rincón de la caverna. Sus dientes brillaban, listos paramorder y desgarrar. En un instante Heracles tuvo que tomar una decisión: no podría estrangularlo, el monstruo era demasiado grande para abarcar su cuello con las manos. Envolverlo en un abrazo mortal era demasiado peligroso, porque no podría escapar de sus mordiscos. A pesar de su fuerza excepcional, Heraclestodavía era un ser humano como cualquier otro. De un salto, abriendo sus fauces, el León se arrojó con todo su peso sobre elhéroe, que no retrocedió ni trató deescapar. Al contrario, lo recibió con elbrazo derecho hacia adelante y el puñocerrado. En lugar de tratar de evitarlo, leintrodujo el brazo en la boca con todassus fuerzas, y su puño le traspasó lagarganta. Esta vez el León de Nemeahabía tragado un bocado demasiadogrande. Asfixiado, en pocos minutos dejóde respirar.Heracles se había preguntado por quése le había especificado que su trabajoconsistía en matar al León de Nemea ydesollarlo. Una vez muerto, ¿desollarlo noera fácil? Y sin embargo ahora seenfrentaba a un problema aparentementeinsoluble: ¿cómo arrancarle la piel a unanimal cuya piel era impenetrable? Prontocomprobó que tampoco el fuego laquemaba. Por suerte, Heracles tenía tantainteligencia como fuerza y se dio cuentade que solo el León de Nemea podíacontra el León de Nemea. Usando comocuchillo una de sus propias garras,consiguió cortar su piel y arrancársela.Desde entonces se vistió con ella y la usópara siempre como armadura.Llevando el cuerpo del enorme leóndesollado, Heracles llegó a Argos. Perosu primo Euristeo no quiso verlo.Aterrado, corrió a esconderse en supalacio y prohibió que Heracles entrara ala ciudad: desde entonces se comunicaríacon él a través de mensajeros.Por consejo de Hera, ya teníapreparado el siguiente trabajo para suquerido primo: matar a la Hidra deLerna... o ser muerto por ella.

La Hidra de Lerna... Heracles no letenía miedo a nada y, sin embargo, el solonombre de este monstruo hacía estremecera cualquier mortal. La Hidra era unaserpiente acuática de siete cabezas quecausaba horror y destrucción. Tanvenenosa que ni siquiera necesitabamorder para matar. Su aliento pestíferoemponzoñaba a cualquiera que se leacercase, incluso mientras dor mía. Erahija de Equidna y Tifón, como el León deNemea, y la mismísima Hera la habíacriado desde pequeña, para hacerla lucharcontra Heracles. Y ahora que Heracleshabía matado a su hermano, la Hidra teníarazones personales para odiarlo y tratarde destruirlo.Heracles se acercó al pantano de Lerna,

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usando una tela espesa que le tapaba laboca y la nariz, para filtrar los vaporesvenenosos de la Hidra. Atacó primero consus flechas incendiarias, pero solo logróirritar al monstruo, que se irguió porencima de las aguas, listo para matar.Heracles, entonces, sacó una hoz,creyendo que podría segar las cabezas deserpiente como si fueran espigas de trigo.Pero no conocía todavía la característicamás terrorífica del monstruo: cada vezque cortaba una cabeza, crecían otras dos.¡La Hidra parecía inmortal! ¡Y cada vezmás peligrosa!Esta vez Heracles comprendió que nopodría solo contra el monstruo y le pidióayuda a su sobrino Yolao, el hijo de suhermano mellizo. Mientra Heraclescortaba las cabezas de serpiente, Yolao,con una antorcha, quemaba valientementelos cuellos mutilados para impedir quevolvieran a nacer.

La cabeza del medio era inmortal.Heracles la separó del cuerpo, Yolaocauterizó el cuello, pero la malditacabeza, aunque no se podía reproducir,seguía viva.Entonces el héroe la aplastó con sumaza, la enterró a gran profundidad y pusoencima una roca del tamaño de unapequeña montaña.Heracles había vencido para siempre ala Hidra de Lerna. Antes de partir mojólas puntas de sus flechas en la sangrevenenosa del monstruo, haciéndolasinvencibles, y se dirigió a Argos parainformar a su primo Euristeo.Pero el mensajero de Euristeo, que seapresuró a esconderse, como decostumbre, fue terminante: el rey noaceptaba este trabajo como uno de losdiez que le habían sido impuestos.Heracles debía realizar cada tarea por símismo. En este caso había contado con laayuda de Yolao y, por lo tanto, estetrabajo no contaba.

El mensajero de Euristeo le comunicó aHeracles su nueva tarea: debía atraparvivo al Jabalí de Erimanto. El héroeestaba furioso porque su primo se negabaa considerar como uno de sus dieztrabajos el vencer a la Hidra de Lerna.Pero atrapar al Jabalí le resultaría tansencillo que en cierto modo era unacompensación.El Jabalí era un animal de tamañogigantesco. Devastaba las cosechas deErimanto y, como era tan grande, loscampesinos no se atrevían a enfrentarlo.Destruía las redes y mataba a los perroscon los que intentaban cazarlo. Pero noera un monstruo ni tenía poderessobrenaturales.Sintiéndose tranquilo y seguro,Heracles emprendió el camino haciaErimanto. Al atravesar el Bosque de los

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Centauros, aceptó la invitación a cenardel buen Folo, mitad hombre y mitadcaballo, pero todo él gran amigo deHeracles.Los centauros eran seres violentos ysalvajes, pero Folo era diferente. Recibióa Heracles con deliciosa carne asada, apesar de que él comía solamente carnecruda. Y le ofreció agua fresca demanantial para beber.—¿Y el vino? —preguntó Heracles.—Aquí está, pero no puedo servírtelo:es el vino de los centauros y sé que a miscompañeros no les gustaría que teconvidara.—No se irritarán porque me sirvas unacopa de vino. Y además, yo te protejo —insistió Heracles.Ojalá no lo hubiera hecho. Al destaparla vasija, el delicioso aroma del vinosalió de la casa de Folo y se extendió porel bosque. Poco después, un ejército decentauros enfurecidos rodeaba la caverna,armados con rocas, árboles enteros yantorchas encendidas.Heracles comenzó a disparar susflechas envenenadas con tremendapuntería. Los centauros caían muertosalrededor de la cueva y finalmente los quequedaban vivos decidieron escapar.Muy asombrado, Folo se acercó a unode los centauros muertos y arrancó unaflecha que estaba clavada apenas en lasuperficie de la piel.—¿Cómo puede ser que algo tanpequeño mate a un enorme centauro? —preguntó.Heracles corrió hacia él con laintención de quitarle el peligrosoproyectil de las manos, pero ya era tarde.Sin querer, Folo dejó caer la flecha, quele hizo un rasguño en una pata. Era todo loque necesitaba para actuar el terribleveneno de la Hidra de Lerna. Folo cayómuerto a los pies de Heracles, que nadapudo hacer para ayudarlo.Heracles parecía condenado por eldestino a ver morir a sus amigos y a losseres que amaba.Con el corazón entristecido, el héroesiguió su camino hacia Erimanto. Allípersiguió al Jabalí hasta que consiguióacorralarlo en un monte cubierto deespesa nieve, donde se hundían las patasdel animal, que corrió y corrió hasta queel agotamiento lo obligó a detenerse. Deun salto, Heracles se montó sobre su lomoy con una pesada cadena consiguió atarlo.Con el Jabalí de Erimanto vivo,retorciéndose furioso sobre sus hombros,Heracles llegó a Micenas. Esta vez aEuristeo no le alcanzó con refugiarse ensu palacio: se había mandado a construiruna enorme vasija de broncesemienterrada en el jardín, y allí se metiópara ocultarse de su primo y del tremendoJabalí vivo que le había traído de regalo.

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En cuanto al cuarto trabajo, la ordenera precisa: Heracles debía llevar a laCierva de Cerinia a Micenas viva y sana.Euristeo no tenía nada que temer de unacierva y, además, no podía dar orden dematarla, porque era un animal sagrado,protegido por Artemisa, la diosa de lacaza11.Artemisa había encontrado en un montecinco ciervas extraordinarias: eran tangrandes como un toro, tenían los cuernosde oro y las pezuñas de bronce. ¡Esoseran animales apropiados para tirar delcarro de una diosa! Las persiguió, perosolo consiguió atrapar a cuatro. La quintaera tan veloz que logró escapar de lamisma diosa. Desde entonces, la Ciervavivía libre y feliz en los bosques;Artemisa había prohibido que nadie lehiciera daño.Atrapar viva a la Cierva de Ceriniaparecía una tarea imposible: la mismísimadiosa de la caza había fracasado en elintento. Pero nada era imposible paraHeracles (excepto librarse del odio deHera). El héroe no solo era fuerte y veloz,también era inteligente, perseverante ytenía toda la paciencia del mundo. Díatras día, con sus pies de carne y sangre,persiguió a la Cierva de pezuñas debronce. Un año entero duró la locapersecución. Los días de Heracles erantodos iguales: levantarse a la mañana,buscar rastros de la Cierva, correrdesesperadamente por el bosque, y llegara entrever la figura del animal entre losárboles sin poder alcanzarlo. Después deun año de persecución constante, laCierva y el hombre estaban flacos yagotados por igual. Se detenían lo mínimoimprescindible como para descansar ycomer.De pronto, una mañana fresca deprimavera, Heracles vio lo que habíacomenzado a creer que no vería jamás.Allí, delante de sus ojos, a tiro de flecha,la Cierva se había detenido delante de unarroyo demasiado crecido para pasarlo deun salto. Pero su trabajo no consistía soloen llevar a la Cierva viva, tampoco podíaherirla sin enfurecer a Artemisa.Parado contra el viento, para que laCierva no lo olfateara, Heracles tensó suarco, preparó una flecha y disparó con tanprecisa puntería que atravesó una de laspatas traseras del animal justo entre elhueso y el tendón, sin derramar una gotade sangre. La Cierva echó a correr, peroahora rengueaba y el héroe logróalcanzarla.La atrapó, la ató, se la puso sobre loshombros y emprendió el camino aMicenas. Sin embargo, la diosa Artemisase interpuso en su camino.—¿Cómo te atreves? —le dijo,enfurecida.

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También Artemisa era hija de Zeus y deuna titánida, la bella Leto. También ella ysu hermano Apolo12 habían sufrido loscelos de Hera, que había tratado deimpedir su nacimiento. Por eso, cuando sumedio hermano Heracles le contó suspenurias y las tareas que debía cumplirpara Euristeo, la diosa entendió y secompadeció.Así logró Heracles completar su cuartotrabajo y encaminarse a Augías, donde loaguardaba el quinto.

. Nadie en toda Grecia tenía tanto ganadocomo el rey Augías, el hijo de Helios, eldios Sol. Y dos buenas razones loexplicaban. Por decisión de los dioses,los rebaños de Augías no sufríanenfermedades. Pero además su padreHelios le había regalado doce torosferoces que defendían de las fieras alresto del ganado.Augías no mandaba a limpiar susestablos. Al principio, por puro descuidoy abandono. Pero después de unos años,porque se fue convirtiendo en una tareasimplemente imposible. Treinta añosdespués, la bosta de tres mil animales sehabía acumulado de tal manera que eracasi imposible acercarse a los establos acausa del hedor que despedían. Desde elmar, los barcos se enteraban por el olorde que estaban cerca del reino de Augías.Mientras tanto, las tierras de loscampesinos se volvían estériles, porqueAugías les negaba el estiércol que hubieraservido para abonarlas.Cuando Heracles llegó a la tierra deAugías, estuvo a punto de utilizar la telaque le había servido para filtrar elvenenoso aliento de la Hidra. Apestaba deuna manera insoportable. Sus habitantes,sin embargo, parecían estaracostumbrados.Augías lo recibió en su palacio. Lashazañas del héroe ya eran famosas en todaGrecia. En el banquete, bebiendo undelicioso vino, Heracles se jactó de sufuerza: los famosos establos no eran unproblema para él. Estaba seguro de poderlimpiarlos en un solo día. Augías sabíaque eso era imposible.—Si logras esa hazaña —le dijo—, teentregaré la décima parte de mis rebaños.Augías estaba convencido de que elvino había nublado la cabeza de Heracles,pero el héroe sabía muy bien lo que decía.Ya había visitado los establos y habíacomprobado que dos ríos bastantecaudalosos pasaban muy cerca de allí.Al día siguiente Heracles, usando suenorme fuerza, cavó dos canales paradesviar el curso de los ríos y hacerlospasar por los establos. Después derribóuna parte del muro para que entrara elagua y otra para que hiciera de desagüe.Los dos ríos se precipitaron en los

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establos, sus aguas confluyeron ychocaron, y se arremolinaron entre lasparedes. Y en un solo día el trabajo delimpieza estuvo terminado.Augías estaba muy enojado, porquejamás se había imaginado que iba a podercompletar la tarea en tan poco tiempo. Yse negó a pagarle, argumentando que esetrabajo lo tenía que hacer de todos modosporque se lo había encargado Euristeo.Por su parte, Euristeo, que se habíaimaginado a Heracles avergonzado yhumillado, con una pala en las manos,cubierto de estiércol y jadeando de fatiga,no quiso contar este trabajo entre los diezque debía realizar, con la excusa de queHeracles le había pedido un salario aAugías yentonces no lo había hecho solopara él.Heracles había cumplido ya con seis delos diez trabajos... y sin embargo todavíale faltaban otros seis.

Al mensajero de Euristeo le temblabala voz cuando exigió a Heracles quellevara vivo a Micenas al Toro de Creta.El monstruo era justamente famoso entoda Grecia y solo un héroe comoHeracles se le podía enfrentar.Cierta vez, Minos, el rey de Creta,había prometido sacrificar a Poseidón loprimero que apareciese en la superficiede las aguas. Nunca imaginó que iba aaparecer nadando hacia la costa un toroenorme, hermosísimo, perfecto, enviadopor el dios. Cuando Minos lo vio, searrepintió de su promesa: si lo cruzabacon sus vacas, podría mejorar muchísimola calidad de sus rebaños. Decidióquedárselo y sacrificar en su lugar almejor de sus toros.Pero Poseidón no se dejó engañar.Furioso al ver la trampa que habíatramado Minos, se vengó de una maneraterrible. Por una parte, hizo que la esposade Minos enloqueciera y se enamorara deltoro: ese fue el origen del monstruosoMinotauro, un hombre con cabeza de toro.Por otra parte, enfureció al animal, hastaconvertirlo en una violenta máquina dematar que echaba fuego por las narices.Minos no quiso ayudar a Heracles adominar al Toro, pero el héroe noretrocedió. Fue a buscar al animal, loenfrentó y consiguió treparse de un salto asu lomo. Durante horas el Toro corcoveóy luchó tratando de librarse de su jinete,pero al fin Heracles consiguió domarlo.Le puso un anillo de hierro en las naricesy, montado en el Toro de Poseidón, cruzóel mar hasta llegar a Grecia.Euristeo recibió a la bestia, pero, porsupuesto, no fue capaz de controlarla. ElToro divino se escapó de Micenas ysiguió devastando los campos de Grecia:solo otro héroe comparable a Heraclespodría volver a dominarlo.

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El siguiente trabajo no fue menor: setrataba de atrapar a las terribles yeguas deDiomedes.

Eran cuatro, eran hermosas, eranantropófagas. Se habían acostumbradodesde pequeñas a comer carne humana.Diomedes, el rey de Tracia, lasalimentaba con los extranjeros quellegaban a sus tierras, a los que empezabapor alojar con mucha cortesía en supalacio.Esta vez no se trataba solo de animalesodiados y temidos: había un ejército dehombres que protegían a las yeguas.Diomedes las amaba, las llamaba por susnombres y disfrutaba de verlas devorar asus huéspedes. No dejaría que se lasquitaran fácilmente. Por eso Euristeo lepermitió a Heracles que llevara un grupode guerreros para ayudarlo.Una noche sin luna, Heracles y sushombres, acercándose a los establos casisin hacer ruido, lograron reducir a loscuidadores de las yeguas, que estabanencadenadas a un pesebre de bronce.Abriendo los candados, se llevaron a losanimales.En cuanto Diomedes lo supo, envió a suejército con la orden de encontrar a losgriegos y traer de vuelta a sus amadasyeguas. La batalla fue tremenda, peronadie podía contra la fuerza del héroe y elcoraje de sus guerreros. Mientrasluchaban, un amigo de Heracles, elhombre en el que más confiaba, quedó alcuidado de los monstruosos animales.Diomedes cayó herido y su ejército serindió. Entonces Heracles fue a buscar alas yeguas. Al abrir las puertas delestablo, descubrió con horror que habíandevorado a su amigo. Enfurecido, arrojó aDiomedes a sus propios monstruos. Lasyeguas devoraron la carne de Diomedes ypor primera vez parecieron extrañamentesaciadas. Desde que se comieron a supropio dueño, su hambre de carne humanadesapareció, se amansaron. Como yeguascomunes y dóciles se dejaron conducirhasta Micenas.Allí Euristeo le dio a Heracles ordende soltarlas. Las yeguas escaparon y seocultaron en el bosque del monte Olimpo,donde fueron devoradas por las fieras.El siguiente trabajo no consistió enenfrentarse con monstruos. O tal vez sí.Ahora Heracles tendría que vérselas conlas mujeres más peligrosas de la historia:las temibles amazonas.

Esta vez la idea fue de la hija deEuristeo. ¿Por qué no unir lo útil con loagradable?

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—Padre, en lugar de pedirle a Heraclesque traiga a Micenas otra de esas bestiashorribles y peligrosas, pídele que consigapara mí el cinturón de oro de la reina delas amazonas.Las amazonas eran mujeres guerreras ycazadoras que vivían aisladas en unaregiónselvática. Adoraban a Artemisa, suprotectora, la diosa de la caza, y erandescendientes de Ares, el dios de laguerra13. Entre ellas no se admitíanhombres. Desde jovencitas, se lesamputaba el seno derecho para que no lasincomodara a la hora de tirar con arco yllevar el carcaj con las flechas. Hipólita,su reina, usaba un grueso cinturón de oropuro, un regalo de Ares que simbolizabasu poder sobre las demás amazonas.Sabiendo que, una vez más, Heraclestendría que enfrentar a un peligrosoejército, Euristeo le permitió llevarvoluntarios. Varios héroes y otrosguerreros lo acompañaron. En viaje pormar llegaron al país de las amazonas,dispuestos a todo. Y allí se encontraroncon una gran sorpresa.La fama de Heracles era grande.Muchos pueblos le estaban agradecidospor haberlos librado de los monstruos quelos acosaban. La reina Hipólita losesperaba con interés y curiosidad. Enlugar de la resistencia que esperaban, loshéroes griegos fueron recibidos por lasamazonas con fiestas y banquetes.Heracles era fuerte, valiente,inteligente. Hipólita era una mujer comoél jamás había visto, capaz de guerrearcomo un hombre y seducir con su bellezafemenina al mismo tiempo. Fue casinatural que surgiera entre ellos el amor. Ycuando llegó el momento en que losgriegos debían volver a su patria, Hipólitase quitó por propia voluntad el cinturónde oro y se lo entregó a Heracles con unbeso de despedida.Esto era demasiado para la diosa Hera,que había contado con las amazonas paralibrarse finalmente de su odiado Heracles.Disfrazada de amazona, se dedicó a hacercorrer la voz de que el héroe pretendíasecuestrar a la reina. Y cuando los griegosestaban a punto de abordar su nave y lasamazonas se reunían inquietas en la orilla,Hera tensó su arco, disparó y mató a unode los hombres.Los griegos respondieron lanzandoflechas contra las amazonas.Inmediatamente se generalizó la lucha.Heracles estaba furioso. Esa malvadaHipólita lo había engañado con la miel desus ojos para distraerlo y atacar a sushombres cuando menos se lo esperaban.Tenía que matarla para detener la lucha. Yeso fue lo que hizo. Cuando una de lasflechas emponzoñadas de Heracles mató ala hermosa Hipólita, las amazonas sedesbandaron.Así volvió Heracles a Micenas con elcinturón de oro y el corazón destrozado

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por la carcajada con la que se dio aconocer Hera. Hipólita era inocente y otravez el héroe había sido engañado, otra vezse había cumplido su fatal destino: dañara los que más amaba.

Ver a su hija feliz luciendo el cinturónde Hipólita le dio a Euristeo una granidea. A pesar de que disponía de todas lasriquezas de Micenas, siempre habíacodiciado el ganado del gigante Gerión.Era una enorme cantidad de bueyes yvacas rojas de los que mucho se hablaba yque pocos habían visto, porque Geriónvivía en los confines del mundo, más alládel Mediterráneo, a orillas del océanoAtlántico. Se decía que Gerión no era ungigante común: su cuerpo se triplicabadesde las caderas hacia arriba y susfuertes piernas soportaban tres cuerpos,seis brazos y tres cabezas.Para que a Heracles no le fuera tanfácil obtener el ganado como sucedió conel cinturón de Hipólita, impuso unacondición: debía traerle los bueyes deGerión, pero sin pedirlos ni comprarlos.Sencillamente, lo estaba mandando arobar.Heracles se puso en camino. Esta veziba solo. El viaje parecía eterno. Mientrascruzaba el desierto africano, el calor delsol lo agobió de tal manera que se pusofurioso contra Helios, el dios Sol, ydisparó contra él sus flechas envenenadas.Helios miró con interés y curiosidad almortal que se atrevía a tanto.—Si dejas de amenazarme con tusflechas —le propuso—, te prestaré micopa para que cruces el Océano.Heracles no dudó. Helios le estabaofreciendo nada menos que la gigantescacopa dorada en la que el sol hace sucamino todas las noches por debajo de latierra y el mar para poder volver a salirpor el Este después de haberse escondidopor el Oeste al terminar el día.Embarcado en la Copa del Sol,amenazando al dios Océano con susflechas para asegurarse una tranquilatravesía, Heracles llegó mucho antes de loque pensaba a los dominios de Gerión.Apenas puso pie en tierra, se abalanzósobre él, ladrando furiosamente con susdos cabezas, el monstruoso perro Ortro,uno más de los terribles hijos de Equidnay Tifón. Heracles lo enfrentó yconsiguióderribarlo a golpes con su famosa maza,hecha de un olivo entero. También amazazos venció al gigantesco pastor quecuidaba el ganado.Heracles reunió los bueyes y las vacas,y comenzaba a arrearlos hacia el marcuando llegó hasta allí el mismísimoGerión, que se lanzó sobre él paramatarlo, disparando flechas con uno desus cuerpos y manejando lanzas y garrotescon los otros dos. Usando su fuerza

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inverosímil, Heracles disparó el arco ycon una sola de sus flechas venenosasatravesó al mismo tiempo los trescorazones del monstruo.Parecía que ya había conseguido lo quenecesitaba y sin embargo reciéncomenzaba uno de los más difícilestrabajos de Heracles, y el único que noconsiguió cumplir por completo: llevarhasta Micenas a los bueyes de Gerión.De alguna manera, Heracles logróembarcar todo el ganado en la Copa delSol y puso proa a la orilla opuesta. Allídesembarcó con los bueyes y siguió sucamino por tierra, bordeando las orillasdel Mediterráneo.Lo que quizás no había tenido en cuentael héroe era que su valioso rebaño iba aatraer a los bandidos más famosos delmundo.En las costas de Italia lo atacó unpueblo salvaje de la región. Eran tantosque Heracles pronto agotó las flechas delcarcaj. En su desesperación, elevó unaplegaria a su padre Zeus, que paraayudarlo le envió una lluvia de piedras. Apedradas consiguió el héroe alejar a susatacantes. Arrancó las flechas de loscuerpos muertos o heridos y siguióadelante.Dos bandidos bien conocidos en toda laregión, sus propios primos, hijos de su tíoPoseidón, trataron de robar el ganado ymurieron también bajo las flechas deHeracles.Pero después le tocó el turno a Caco,un ladrón tan famoso que les dio sunombre a todos los ladrones. Cacoconsiguió robar una noche buena parte delos animales y se los llevó tirándolos dela cola, para hacerlos caminar hacia atrás.De este modo las reses iban dejando lashuellas al revés, pisando sobre las huellasque habían hecho al llegar. CuandoHeracles se despertó, no entendía lo quehabía pasado. Furioso, pero sin poderhacer nada, se puso en marcha con lo quequedaba del rebaño. De pronto, al pasarcerca de una montaña, las vacas mugierony desde una cueva respondió un mugidoexactamente igual. ¡Allí estaba escondidoel botín de Caco! El ladrón había tapiadola puerta de la cueva con una roca tanenorme que Heracles tuvo que romper lacima de la montaña para poder entrar yrecuperar a los animales robados.Heracles ya llegaba a Micenas, estabaa punto de completar su décimo trabajo yHera no estaba dispuesta a soportarlo.Envió, entonces, una bandada de tábanosque atacaron salvajemente a las reses ylas enfurecieron. Tratando de escapar delos tábanos, bueyes y vacas se echaron acorrer, y se dispersaron por valles ymontañas. Heracles hubiera deseadocorrer hacia todas partes al mismotiempo, pero era imposible. A pesar detodo, con enorme esfuerzo, logró reuniruna parte del ganado y se presentó ante

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Euristeo, que dio su tarea por cumplida ysacrificó los animales en honor de Hera.

Cuando Hera se casó con Zeus todo eraalegría. Nadie sabía aún que sumatrimonio sería tan desdichado. Sumadre Gea, la Tierra, le regaló tresmanzanas de oro. Tanto le gustaron a Heraque decidió plantar las semillas en eljardín secreto de los dioses. Ordenó a lasNinfas del Atardecer que cuidaran sujardín y no permitieran entrar a nadie. Aestas ninfas se las llamaba lasHespérides; eran hijas del titán Atlas, elgigante que sostenía la bóveda celeste,impidiendo que el cielo cayera sobre latierra. Pero como las mismas Hespéridesde vez en cuando se robaban algunamanzana, para estar más segura de quenadie las tocaría, Hera instaló en el jardínal terrible Ladón, un dragón de ciencabezas.Y este fue uno de los últimos trabajosque Euristeo le impuso a Heracles: que lellevara tres manzanas de oro del Jardín delas Hespérides.La primera y gravísima dificultad eraque nadie sabía dónde quedaba el famosojardín. Los rumores hablaban del Norte, yhacia allí partió Heracles. Al cruzar unrío, unas ninfas, compadecidas yadmiradas de su apostura, le dijeron queel viejo dios marino Nereo podía saber elcamino. Con ayuda de las ninfas, Heraclessorprendió a Nereo durmiendo y loatrapó.—¡No te soltaré hasta que me señalesel camino! —lo amenazó.—Tal vez no sueltes a Nereo, pero ¿porqué vas a retener a un pobre animal?Es que el viejo dios podía tomarcualquier forma que quisiera. Heraclestuvo que utilizar toda su inteligencia, sufuerza y su paciencia para dominar al toroy la serpiente en los que se convirtióNereo. Fue más difícil todavía cuando setransformó en agua, y enseguida tuvo quesoportar el dolor quemante de una enormellama que seguía siendo Nereo. Pero sinhacer caso de sus ojos, guiándose por eltacto de lo que aferraba entre sus fuertesbrazos, nunca lo soltó y así consiguió queel viejo dios le revelara el lugar dondeestaba el jardín.Por el camino, Heracles tuvo queescalar las montañas del Cáucaso y allíencontró encadenado al titán Prometeo.Todos los días un águila le devoraba elhígado, que por las noches volvía acrecer, para que fuera eterno su castigopor haber robado el fuego. Heracles nopudo soportar ver a Prometeo sufriendoesa horrible tortura y con sus flechasenvenenadas mató al águila y soltó altitán.Infinitamente agradecido, Prometeo nosolo le señaló el camino, sino que le

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contó otro secreto fundamental para sumisión: en todo el Universo, el único quepodía conseguir que las Hespérides leentregaran las tres manzanas de oro era elgigante Atlas, su padre.Atlas no podía moverse del lugar enque estaba, siempre allí paradososteniendo el Cielo sobre sus hombros.Siguiendo el consejo de Prometeo,Heracles le propuso reemplazarlo porunas horas mientras Atlas iba a buscarlelas manzanas. ¡Nada mejor podía desearel gigante! Pero antes le pidió a Heraclesque matara a Ladón, el dragón de ciencabezas. De un solo flechazo, Heraclesatravesó el corazón del monstruo y lascien malignas cabezas cayeron muertas almismo tiempo. Entonces, con inmensoalivio, Atlas colocó delicadamente elCielo sobre los hombros de Heracles ypartió.No tardó mucho Atlas en volver con lastres manzanas de oro. Pero, pensándolobien, ahora que estaba disfrutando de lamaravillosa libertad, ¿por qué volver a sucondena?—Heracles, haces mi trabajo tan biencomo yo. Puedo estar tranquilo de que elCielo no se caerá. No hace falta que vayasa Micenas. Yo mismo puedo entregarlesus manzanas a Euristeo.—¡Qué suerte tengo! —contestóHeracles—. Precisamente estaba a puntode rogarte que me dejaras ocupar parasiempre tu lugar. Estoy muy orgulloso depoder demostrar mi fuerza y de tener a micargo una tarea de tanta responsabilidad.Sí, me quedaré para siempre. Lo únicoque necesito es una almohadilla para queel Cielo no me lastime la piel de loshombros. ¿No querrías sostenerlo unmomentito mientras me la acomodo?Por supuesto, en cuando el tonto deAtlas se puso los Cielos otra vez sobresus hombros, Heracles tomó las tresmanzanas de oro y corrió sin parar hastaMicenas.Euristeo no sabía qué hacer con esosobjetos tan maravillosos y decidióconsagrarlos a Hera. La diosa, con ungran suspiro porque no había logradovencer a Heracles (y ella mismacomenzaba a admirar al héroe), lasdevolvió al Jardín de las Hespérides,donde debían estar por ley divina.

Robar los bueyes de Gerión y llevarlosa Micenas había sido el más largo y lentode los trabajos de Heracles, pero lefaltaba todavía el más peligroso.Solo a Hera se le podría haber ocurridoalgo así y al propio Euristeo se leerizaron los cabellos cuando pronunció supedido: Heracles debía traer a supresencia al Can Cerbero.Cerbero era el perro del dios Hades.

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Su misión era cuidar la entrada del mundode los muertos. Estaba allí para impedirque entraran los vivos al MundoSubterráneo y para que no pudieranescapar las sombras de los muertos.Como muchos otros monstruos, era hijo deEquidna y Tifón y, por lo tanto, hermanode Ortro, el perro que cuidaba losrebaños de Gerión. Además de su tamañodescomunal, tenía tres horribles cabezas ysu cola era una serpiente.

Los seres vivos tenían prohibidodescender al Tártaro, el espantoso reinosubterráneo del dios Hades. Heraclesjamás lo habría logrado si no hubieracontado con la ayuda de los dioses.Atenea y Hermes, por orden de Zeus, loacompañaron y lo ayudaron a cruzar elumbral que muy pocos mortales lograronatravesar estando vivos. Fue Hermes elque persuadió a Caronte, el barquero delos infiernos, de que cruzara el Aquerontecon un mortal en su nave. ¡Y cómo seinclinaba la barca de Caronte,acostumbrada a llevar solo sombras, conel peso de Heracles!En el reino de Hades, las sombras delos muertos huían de la presencia delhéroe. Solo dos se atrevieron aenfrentarlo: Medusa y Meleagro. Cuandovio a la terrible Medusa, con su cabellerade serpientes y sus ojos capaz deconvertir en piedra a quien mirara,Heracles dio vuelta la cara y desenvainósu espada, pero Hermes le recordó quesolo era una sombra.Heracles no conocía a Meleagro y alprincipio lo confundió con un enemigo.Pero la sombra del guerrero le contó latriste historia de su muerte y le rogó queprotegiese a su hermana viva, Deyanira,en forma tan conmovedora que Heraclesle prometió casarse con ella. Meleagrojamás habría aceptado si hubieraconocido el triste destino de todosaquellos a los que amaba el héroe.Al seguir avanzando, Heracles vio depronto un cuerpo vivo, sufriente, que sedestacaba entre las sombras que lorodeaban. Era el héroe Teseo, a quienHades tenía encadenado en sus dominiospor haber intentado raptar a su esposaPerséfone. Heracles sabía que Teseohacía falta en el mundo de los hombres.Consiguió que Perséfone lo perdonara ycon su permiso lo liberó de sus cadenas.—Sangre... sangre... sangre... —rogaban débilmente los muertos a su paso,porque solo bebiendo el rojo vino queinunda el cuerpo de los vivos podían losmuertos reanimar sus sombras.Compadecido, Heracles degolló algunosanimales del ganado de Hades y lespermitió beber para recuperar en parte susfuerzas.Y por fin llegó hasta el temible Hades,el rey de los muertos, cuyo nombre espreferible no pronunciar en voz alta. Con

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todo respeto, le rogó al rey dios que lepermitiera llevarse al Can Cerbero.—Puedes llevártelo —dijo Hades—.Siempre que logres dominarlo sin hacerledaño. Dejarás aquí todas tus armas y solopuedes enfrentarte a mi perro envuelto entu piel de león y con tus manos desnudas.No se trataba solamente de fuerza: en lalucha contra el perro del Infierno,Heracles tuvo que soportar lasmordeduras de la cola-serpiente sin soltaral animal, al que había conseguido atraparpor la base del cuello, de donde salían lastres cabezas. Sin aire, semiasfixiado porlas poderosas manos de Heracles, el CanCerbero se dejó colocar un collar y unacorrea. Una vez dominado, el héroe lotrató con un afecto al que el perro noestaba acostumbrado, y al que respondiócon alegría. Acariciándole las cabezas,Heracles llevó al monstruo, ahora dócil,hasta Micenas. Euristeo, por supuesto,corrió una vez más a esconderse en suridícula tinaja de bronce.Heracles había completado, por fin, losdiez trabajos a los que lo condenara eloráculo, que habían terminado porconvertirse en doce.

Dispuesto a cumplir con la promesaque le había hecho a Meleagro en elHades, Heracles fue a pedir a su padre lamano de Deyanira. La princesa había sidoprometida al dios río Aqueloo, pero noestaba en absoluto de acuerdo con laelección de su padre. Aqueloo tenía lacapacidad de transformarse a voluntad encualquier animal y Deyanira le teníamiedo: no le gustaba la idea de estarcasada simultáneamente con un toro, undragón, una paloma o un jabalí. Cuandoconoció a Heracles, no tuvo dudas; eseera un hombre al que podía amar.Pero Aqueloo no aceptó tranquilamenteque le robaran a su novia. Y Heracles sevio obligado a trabarse en lucha contra eldios río, que cambiaba de forma bajo susmanos, como lo había hecho Nereo en laaventura del Jardín de las Hespérides.Aqueloo lo atacó transformado en toro,pero la fuerza de Heracles era enorme.Luchando con sus manos desnudas, arrojóal toro al suelo y le arrancó uno de suscuernos. El dios río se dio por vencido. YHeracles se casó con Deyanira.Poco después de su boda, en un viaje,Heracles y Deyanira tuvieron que cruzarun río. El centauro Neso se ofreció acruzarlos en su lomo. Cruzó a Heraclessin problemas y lo dejó en la orilla. Peroen lugar de llevar a Deyanira dondeestaba su marido, la llevó a otra parte dela orilla, donde intentó violarla. Deyaniragritó desesperada. Heracles disparó susflechas contra Neso y corrió a rescatarla.Antes de morir, Neso le hizo a Deyanira

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un extraño regalo.—Mi sangre tiene un extraño poder —le dijo, con su último aliento—. Si algunavez Heracles se enamora de otra, teservirá para recuperar su amor.Sin que Hércules se diera cuenta,Deyanira recogió en un frasquito un pocode la sangre de Neso.Heracles y Deyanira tuvieron dos hijosy vivieron felices durante varios años.Hasta que Heracles se enamoró de otramujer. Enloquecida de celos, Deyaniracomprendió que había llegado el momentode utilizar el remedio secreto: la sangredel centauro Neso. Mezclándola con agua,empapó una túnica en la poción mágica.Cuando estuvo seca, se la envió aHeracles, que estaba de viaje, como sifuera un regalo.Sin sospechar nada, Heracles se pusola túnica. Pero la sangre de Neso era unterrible veneno. Cuando se calentó encontacto con la piel del héroe, comenzó aquemarle todo el cuerpo, como si fuera unácido. Heracles, desesperado, trató delibrarse de la túnica, pero se le habíapegado al cuerpo de tal manera que solopodía quitársela arrancando trozos de sucarne.Lo que no había conseguido el odio dedioses, hombres y monstruos, lo estabalogrando el amor de Deyanira. Heraclescomprendió que había llegado su fin sobrela Tierra. Enloquecido de dolor, levantócon ramas secas una pira funeraria, seacostó sobre ella y le rogó a su mejoramigo que le prendiera fuego. Pronto seelevaron las llamas, consumiendo elcuerpo de Heracles. Y sin embargo...Y sin embargo lo que las llamasquemaron fue solo la parte mortal deHeracles, la que había heredado de sumadre Alcmena. Y sobrevivió la partedivina, que había heredado de su padreZeus. Transformado por el poderpurificador del fuego, Heracles fuerecibido por los dioses del Olimpo. Porsu valor, por su fuerza, por sus muchossufrimientos, se le otorgó la inmortalidad.Desde entonces, Heracles vive parasiempre en el Olimpo. Hasta se hareconciliado con Hera, su eterna enemiga,que como prenda de paz le otorgó la manode su hija, la bella Hebe, diosa de lajuventud.

¿Puede un hombre enamorar a unanube? Hubo un rey griego que lo logró yse casó con ella. La diosa nube fue sumujer durante muchos años, y tuvieron doshijos.

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Pero un día el rey se enamoró de otramujer. Y sin reparar en el dolor de ladiosa, la repudió, y se casó con laprincesa Ino, que, además de su belleza,le aportaba la dote de su padre.Al perder el amor de su marido, ladiosa nube estaba obligada a volver alCielo. Los dos hijos del rey y la Nubequedaron al cuidado de su madrastra, quelos odiaba y quería librarse de ellos paraque fueran sus propios hijos los queheredaran el trono. La malvada Ino, ensecreto, hizo tostar todo el grano que seguardaba en el reino para semilla y volvióa ponerlo en su lugar. Por supuesto,cuando los campesinos sembraron elgrano tostado, nada creció y ese año elhambre devastó el reino.El rey, desesperado, no sabía cómoalimentar a su pueblo. Entonces Ino leaseguró que la mala cosecha era uncastigo de los dioses. Había una solamanera de aplacarlos y devolver laprosperidad al reino: sacrificar a los hijosde la Nube maldita, que ni siquiera erandel todo humanos.Pero la madre de los niños los protegíadesde el Cielo. Y para salvarlos les envióun animal extraño y maravilloso: uncarnero alado, cuyos vellones de lanaeran de oro puro.Montados en el carnero mágico, los dosniños, Frixo y Hele, cruzaron el mar.Volaban muy alto. La pequeña Hele,mucho menor que su hermano, se mareó ycayó en el mar, que tomó para siempre sunombre: se llamó Helesponto. Estaba apunto de ahogarse cuando la rescató eldios Poseidón, que con el tiempo llegaríaa enamorarse de ella y la convertiría enprincesa de los mares.Frixo consiguió llegar a un lejano paísllamado la Cólquide, donde fue muy bienrecibido por sus habitantes y por su rey.Agradecido, siguiendo los consejos de sumadre, Frixo sacrificó el carnero mágico,lo desolló y le regaló su piel con lana deoro al rey, que lo consagró a Ares, el diosde la guerra.El Vellocino de Oro fue clavado en unroble, en un bosque que pertenecía aldios. Los adivinos habían predicho quemientras fueran dueños del Vellocino, loshabitantes de la Cólquide seríanprósperos y felices. Para asegurarse deque nadie robara un tesoro tan importante,el rey puso a custodiarlo a un gigantescodragón que nunca dormía.Y allí podría haber permanecido porlos siglos de los siglos si no fueraporque...

En la lejana ciudad de Yolcos, del otrolado del mundo, reinaba injustamente elrey Pelias, que le había robado el trono asu hermano. Para asegurarse de que notendría problemas con sus descendientes,

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el rey Pelias intentó matar a su sobrinorecién nacido. Pero un centauro, el sabioQuirón, logró esconderlo y se lo llevó conél a lo más profundo del bosque, donde locrió y lo educó. Con el paso de los años,el pequeño Jasón se convirtió en un jovenfuerte, inteligente, valeroso, y estuvo listopara reclamar lo que le correspondía: eltrono de su padre, que su tío retenía sinningún derecho.Los adivinos le habían predicho al reyPelias que un extranjero calzado con unasola sandalia conseguiría derrocarlo deltrono.Cuando Jasón se acercaba a la ciudadde Yolcos, al cruzar un río, perdió unasandalia en la correntada. Y así sepresentó en la ciudad, como alguien queviene de vivir en el bosque, vestido conuna piel de animal, con una lanza comolas que solo usan los centauros, y con unsolo pie calzado.Su tío Pelias no lo reconoció, perosupo que ese muchacho era el que le habíaanunciado el oráculo. Y tuvo miedo. Paradisimularlo ante sus súbditos, invitó aljoven a su palacio y dio un banquete en suhonor. Ante todos los cortesanos reunidos,el rey se preguntó en voz alta:—¿Qué hazaña sería en nuestros días lamás extraordinaria, la más incomparableque puede cumplir un mortal?—¡La conquista del Vellocino de Oro!—dijo Jasón, sin dudar.—Ah, si yo tuviera las fuerzas y laedad para llevar a cabo semejanteproeza... —suspiró el rey.Jasón era joven, impetuoso, inexperto.Sintió que los ojos de todas lasmuchachas se clavaban en él. Vio a loshombres mirarlo con una mezcla deadmiración y envidia. Y cayó en latrampa. Había bebido varias copas devino.—¡Yo puedo hacerlo! —dijo, un pocomareado—. ¡Yo traeré el Vellocino deOro para entregarlo a la ciudad deYolcos!—Si lo haces —dijo el rey—, el tronode Yolcos será tuyo.—¡Viva Pelias, viva Jasón! —gritarontodos los presentes.Al día siguiente, Jasón se despertó muytarde, cuando el Sol ya estaba alto enmitad del Cielo. Solo entonces se diocuenta de que había caído en una trampa.Pero no le importó.Enseguida comenzaron los preparativosdel viaje. El rey, encantado con elproyecto, confiando en que Jasón jamásregresaría de su viaje, no tuvoinconvenientes en colaborar de todas lasformas posibles. El mejor constructor debarcos de toda Grecia diseñó para Jasónun barco como jamás se había visto en elmundo: el Argos. Se decía que lamismísima diosa Atenea había ayudado aconstruirlo.El rey Pelias solo frunció el ceño

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cuando supo que los héroes más famososde la Tierra, enterados del proyecto, seestaban presentando para participar en elviaje y ayudar a Jasón. Allí estaban, entreotros, el mismísimo Heracles y tambiénlos mellizos Cástor y Pólux, hijos del diosZeus, y el gran Orfeo, cuya música eracomparable al sonido bello y terrible delas sirenas. Iban también los hijos deBóreas, el Viento del Norte, y muchosotros valientes. Cincuenta guerreros seembarcaron en el Argos. Por el nombredel barco, los llamaron “los argonautas”.¡La aventura había comenzado!

La primera escala del Argos fue la islade Lemnos, habitada solo por mujeres.Afrodita, furiosa contra las mujeres deLemnos porque habían descuidado sustemplos, había lanzado sobre ellas unaterrible maldición. Las pobres lemniascomenzaron a despedir un olor tanrepugnante que sus maridos y novios lasrechazaban y solo querían estar con lasextranjeras o las cautivas. Locas de celos,las malolientes mujeres de Lemnosmataron a todos los hombres de la isla.Afrodita, compadecida de lasdesdichadas, retiró la maldición. Cuandollegaron los argonautas, las lemnias olíanya como mujeres normales y les dieron labienvenida con mucha alegría.

De nuevo en el mar, el Argos llegó aotra isla, habitada por los doliones. Tantoel rey como su pueblo, que sabían yasobre la aventura emprendida por losargonautas, los recibieron con fiestas ybanquetes.La noche siguiente a los festejos fuenegra y nublada. Los argonautas sehicieron a la mar, pero los vientos erancambiantes y no había estrellas paraorientarse. Antes del alba tocaron tierrasin darse cuenta de que habían regresadoa la isla de los doliones. A su vez,confundidos por la oscuridad, losdoliones los tomaron por piratas.Comenzó una horrible batalla a ciegas,donde los héroes mataron a muchos de susamigos doliones, incluso al rey. Cuando laluz del día les mostró lo que habíanhecho, la pena y la vergüenza no tuvolímites. Jasón le hizo solemnes funeralesal rey de los doliones, enterraron a losmuertos, erigieron estatuas que losrecordaran y durante tres días lloraron porellos antes de hacerse nuevamente a lamar.

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A causa de su fuerza descontrolada,Heracles había roto su remo. En una delas islas en las que se detuvo el Argos, seinternó en el bosque en busca de un árbolde madera lo bastante dura como parasoportar la fuerza de su envión al remar.Había llevado consigo a un muchachitomuy joven, el hijo de un amigo, del que sesentía responsable. Mientras Heracles noestaba, desoyendo los consejos de loshombres con más experiencia, eljovencito se echó a correr detrás de unasninfas, que lo llevaron a su perdición:creyendo abrazar a una mujer tan bellacomo una diosa, el desdichado Hilas seahogó en un manantial. Cuando Heraclesvolvió, nadie sabía dónde estaba el jovenHilas. Desesperado, salió a buscarlo portoda la isla. A la mañana siguienteHeracles todavía no había regresado y elArgos tuvo que zarpar sin él.

En el país de los bébrices reinaba elcruel Ámico, un gigante que desafiaba apelear a todos los extranjeros, los vencíay los mataba. Por suerte, los argonautastenían entre ellos a Pólux, el campeón depugilato de toda Grecia: nadie podíacontra sus puños de acero. VencidoÁmico, los bébrices se lanzaron sobre loshéroes, pero no pudieron con ellos.

Perseguidos por una tempestad, losargonautas tuvieron que hacer escala en lacosta del continente, en el país de Fineo.Hijo del dios Poseidón, Fineo era unadivino ciego. Por revelar a los hombreslos secretos de los dioses, Zeus lo habíacastigado de una manera atroz. Todos losdías se presentaba ante él un deliciosobanquete. Y cuando estaba a punto decomer, aparecían las malditas Harpías,unos pájaros de garras afiladas, conhorribles cabezas de mujer. Las Harpíasse lanzaban sobre los alimentos y losdevoraban. Todo lo que no podían comer,lo ensuciaban con sus excrementosrepugnantes, malolientes y venenosos,dejándole a Fineo apenas lo suficientecomo para sobrevivir hasta el díasiguiente, cuando el tormento volvía aempezar.Los argonautas necesitaban el consejode Fineo, que conocía los designios deldestino. Pero Fineo les puso un precio asus visiones: nada les diría hasta que nolo libraran de las Harpías.

Al día siguiente, como siempre, Fineose sentó a la mesa ricamente servida. Enel acto aparecieron, chillando, lasHarpías. Pero esta vez tenían rivales de sutalla: entre los argonautas estaban los

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hijos de Bóreas, el Viento Norte. Soloellos eran capaces de volar a la mismavelocidad que los monstruos, y selanzaron en su persecución. Durante días ynoches las acosaron hasta que lasHarpías, agotadas, se declararonvencidas. Por ser enviadas de Zeus, lesfue perdonada la vida a cambio de quedejaran en paz a Fineo.El adivino estaba feliz. Ahora quenadie lo molestaba, no paraba de comer.Con lágrimas de felicidad en los ojos, conla boca llena de comida, les dijo a losargonautas que en las Rocas Simplégadesse definiría el destino de la expedición.Se trataba de dos enormes rocas que noestaban fijas al fondo del mar, sino que semovían y chocaban entre sí, haciendonaufragar a los barcos que atrapaban en sutenaza fatal.—Cuando estén allí, deben soltar unapaloma, que volará entre las Simplégades—les dijo Fineo—. Si los escolloschocan entre sí atrapando al ave, esosignifica que tienen en contra la voluntadde los dioses y no deben seguir adelante.Siguiendo el camino que les habíaaconsejado Fineo, el Argos llegó pronto ala región de las Simplégades. Eran dosenormes escollos de roca negra, inmensoscomo montañas, que se movían a su antojoen el mar, aplastando los barcos al chocarentre sí.Los argonautas soltaron una paloma,que voló entre las Simplégades. Justocuando estaba terminando de pasar al otrolado, las rocas se cerraronsorpresivamente, atrapando la cola de lapaloma, que perdió algunas plumas. ElArgos se lanzó hacia adelante, detrás dela paloma. Las rocas se abrieron paradejarlo pasar, pero a último momento seprecipitaron otra vez una contra la otra,averiando la popa del barco.Cuando las rocas se separaron, nuncamás volvieron a moverse, porque era sudestino permanecer fijas en su lugar apartir de la primera vez que un barcolograra pasar entre ellas.

Al pasar las Rocas Simplégades, losargonautas habían conseguido entrar alMar Negro. ¡Ya estaban muy cerca de laCólquide! Tocaron tierra para abastecerseen el país de los mariandinos, dondefueron muy bien recibidos por su rey.El rey de los mariandinos había estadoen guerra durante años contra el malvadoÁmico, el rey de los Bébrices, que habíamatado a su hermano a puñetazos. Ya lehabían llegado noticias de la derrota deÁmico a manos de uno de los argonautas.Feliz y agradecido, decidió festejar lallegada de los héroes con una cacería enla que todos participaron. Pero tuvierontanta mala fortuna que un jabalí herido seabalanzó sobre el piloto del Argos y lo

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mató con sus colmillos.Jasón estaba desesperado. Nadiepodría manejar el Argos con la habilidady la sangre fría del piloto muerto. Pero elrey de los mariandinos les propuso quellevaran a su propio hijo como timonel.Quizás tardaría un tiempo en aprender adominar el Argos, pero como habíanacido a las orillas del Mar Negroconocía todos sus secretos.Y nuevamente se hicieron a la mar.

Cuando Jasón y sus héroes sepresentaron ante Eetes, el rey de laCólquide, ya su fama se les habíaadelantado y todos sabían a qué venían.Eetes no se sorprendió ni se enojó cuandoJasón le pidió, con modales de príncipe yfirmeza de guerrero, que le entregara elVellocino de Oro. Tenía una respuestapreparada.—No hay necesidad de arriesgar lavida de tus argonautas, Jasón, ni la de missoldados. No lucharemos. Te daré elVellocino si logras superar dos sencillaspruebas. Solo te pido que unzas al yugodel arado dos bueyes que tengo sin domar.Con ellos tendrás que arar un pequeñocampo y sembrar allí las semillas que teentrego en esta bolsa.Parecía sencillo. Atar dos bueyes alarado. Arar. Sembrar. Nada que nopudiera hacer un hombre como Jasón, queno le temía a un par de toros sin domarpor grandes y fuertes que fueran. Y sinembargo...Jasón nunca lo habría logrado si nohubiera sido por la ayuda de la hermosahija de Eetes, la princesa Medea, expertaen artes de hechicería. Medea conoció aJasón en el palacio de su padre y toda sumagia no la había protegido de caer en elmás poderoso de los hechizos: el delamor.Locamente enamorada de Jasón, Medease presentó esa noche en los aposentosque el rey había destinado a losargonautas.—Vengo a salvarte, Jasón.—No necesito ayuda de una mujer —contestó Jasón—. Me basta con mi fuerzay mi coraje.Medea sonrió (qué bella era su sonrisa)y siguió hablando como si no lo hubieraescuchado.—No son toros comunes los quetendrás que uncir al arado. Son un regalodel dios Hefesto. Tienen pezuñas debronce y su aliento es de fuego. Esteungüento te protegerá de sus quemaduras yte hará invulnerable a sus cornadas.Jasón empezaba a entender la trampaque le habían tendido y ahora miraba coninterés y curiosidad a esa muchacha quehabía venido a salvarle la vida. Y cuandola tuvo en sus brazos, supo que podía

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confiar en ella. Medea le explicó lo quetenía que hacer cuando terminara desembrar esas supuestas semillas, que enrealidad eran dientes de dragón.Al día siguiente, el rey Eetes, suscortesanos, los habitantes de la Cólquidey los argonautas se reunieron para ver elespectáculo.Desarmado, con la sola fuerza de susbrazos, Jasón logró dominar a los toros yuncirlos al arado. Eetes no lo podía creer.Sobre todo, no entendía por qué el fuegoque los monstruos despedían por lasnarices no quemaba al héroe.Después, Jasón aró el campo tal comose lo habían indicado y sembró los dientesde dragón. Apenas había terminado laextraña siembra cuando de cada una delas siniestras semillas brotó un soldadoíntegramente armado y listo para la lucha.En unos instantes, un ejército completo seabalanzaba sobre Jasón, que sinretroceder ni un paso se limitó a levantaruna piedra del suelo y lanzarla entre lossoldados. Culpándose mutuamente dehaber lanzado la piedra, los soldadosmágicos se lanzaron entonces a luchar ypronto se exterminaron entre sí.Eetes no pensaba en modo algunocumplir con su promesa. Había contadocon que Jasón muriera tratando de realizarlas pruebas. Ahora que había fracasado suengaño, fingió alegrarse con el éxito deJasón mientras planeaba la manera máseficaz de prenderle fuego al Argos yasesinar al extranjero con toda sutripulación.Medea, que conocía a su padre, noperdió ni un segundo. Esa misma nocheles dijo a los argonautas que seprepararan para partir. Y llevó a Jasón abuscar el Vellocino de Oro, que brillabacon mágico resplandor clavado al troncode un roble en el bosque de Ares. Nadiepodía vencer a la gigantesca serpienteinsomne que lo custodiaba. Pero Medeano trató de vencerla, solo trató dedormirla. Entonó una canción mágicahasta lograr que la serpiente cayera en unsueño hipnótico.Con el Vellocino en su poder, Jasón yMedea abordaron la nave, que zarpó atoda velocidad, impulsada por los vientosy los remos. Eetes intentó perseguirloscon su flota, pero ningún barco comúnpodía alcanzar al veloz Argos.Jasón y los argonautas volvían aYolcos con el Vellocino de Oro. Pero¿lograrían llegar a destino? El viaje devuelta sería tan largo y tan difícil como elde ida.

Para evitar encontrarse con la flota deEetes, los argonautas no tomaron la mismaruta que habían usado para llegar a laCólquide y pusieron proa hacia elDanubio. En el camino, una tremenda

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tempestad estuvo a punto de hacerlosnaufragar. Y entonces, por primera vez,habló el Argos, que había sido construidocon madera mágica y dotado por Ateneadel arte de la profecía.—Esta tormenta ha sido enviada porZeus —dijo el barco, con su ronca voz demadera—. Ya no podré avanzar sin ayudade Circe, la hechicera.Circe era hija del Sol, como el reyEetes, y, por lo tanto, la tía de Medea.Con sus conjuros, aplacó la furia de Zeuspara que el Argos pudiera continuar suviaje.Al salir de la isla de Circe, losargonautas entraron al temible Mar de lasSirenas. Las sirenas eran genios marinos,mitad mujer y mitad ave. Vivían en unaisla del Mediterráneo, y con su músicamaravillosa, irresistible, atraían a losnavegantes. Los barcos se acercaban a lascostas rocosas de la isla y zozobrabancontra los escollos. Después, las sirenasdevoraban a los náufragos.Pero los argonautas llevaban entre ellosal músico más extraordinario de la tierra,al gran Orfeo, capaz de encantar con sulira al mismo dios de los Infiernos. Orfeotocó su lira y entonó una canción tanmelodiosa que consiguió apagar las vocesde las malditas sirenas.Y los argonautas consiguieron pasaruna vez más.

Por haber tomado otra ruta, losargonautas tenían que enfrentarse a nuevospeligros. Pronto llegaron al estrecho deEscila y Caribdis, que ningún barcolograba cruzar sin daños.Escila era un monstruo con torso demujer y cola de pez, que a partir de lacintura estaba formado, además, por seisperros feroces que devoraban todo lo queestaba a su alcance.Caribdis era un monstruoso remolinoque tres veces por día tragaba agua delmar en cantidades inconcebibles,absorbiendo también todo lo que había enella: peces, barcos o ballenas. Unas horasdespués vomitaba todo lo que se habíatragado.Los monstruos estaban enfrentados enun estrecho. Cada uno ocupaba una de lasorillas entre las que tenían que pasar losbarcos. Y estaban a solo un tiro de flechauno del otro. Tratando de alejarse delremolino de Caribdis, los navegantescaían en las fauces de los perros deEscila.Pero los argonautas contaron con laayuda de una de las Nereidas, las ninfasdel mar, que conocía las costumbres delos monstruos y los hizo atravesar elestrecho fuera del alcance de Escila,mientras Caribdis dormía con el vientrelleno de agua salada.Del otro lado los esperaban las Islas

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Errantes, que flotaban como inmensostémpanos, haciendo que los barcoschocaran contra ellas. Pero gracias a lagran habilidad de su timonel, lograronsortear también este peligro.

Los argonautas tenían queaprovisionarse constantemente de víveresy agua dulce. Cuando, después de haberenfrentado tantos peligros, se detuvieronen la isla de Corfú, creyeron que tendríanun merecido descanso: sus amistososhabitantes los recibieron con honores.Sin embargo, antes que ellos habíallegado a Corfú una parte del ejército dela Cólquide, que pretendía rescatar elVellocino y llevarse con ellos a Medea.Eran guerreros valientes y desesperados,porque sabían que no podían regresar a supaís con las manos vacías. Le exigieron alrey de Corfú que les entregara a losextranjeros y a la princesa Medea, hija desu rey Eetes.Pero el rey de Corfú solo buscaba lapaz.—Si la princesa Medea ya es la esposade Jasón —les dijo—, no tengo derecho adevolverla a su padre.Enterado en secreto de la decisión delrey, Jasón se apresuró a casarse conMedea, que, por supuesto, no tuvo ningúninconveniente. Convertida en la esposa deJasón, su padre ya no tenía ningún derechosobre ella.—Jasón es mi marido. Y el Vellocinoes la dote que me corresponde comoprincesa de la Cólquide —afirmó Medeaante el rey de Corfú y los guerreros quehabían venido a buscarla.Los soldados de la Cólquide sabían queno podrían luchar contra los Argonautas yel ejército de Corfú al mismo tiempo.Resignados, pero con mucho miedo a lavenganza del padre de Medea y a lavergüenza que les esperaba si volvían asu patria con las manos vacías, decidieronquedarse a vivir para siempre en la isla.

Poco después de salir de Corfú, seabatió sobre el Argos una tormentagigantesca, mucho más potente y feroz quetodas las que había sufrido hasta entonces.Vientos huracanados como jamás habíanconocido hicieron volar el barco sobrelas aguas en medio de la noche. Y depronto, todo fue calma, silencio, y la másabsoluta inmovilidad.Cuando la luz del alba les permitió verdónde estaban, los argonautas no podíancreer en sus ojos. Volando por el aire,transportado por el ciclón, el Argos sehabía adentrado en la costa africana. Yano estaban en el mar. Ahora estaban enmedio del desierto, con el barcoencallado en la arena.

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Muchos creyeron que este era el fin desu viaje. Pero Jasón y otros valientesdecidieron que había que seguir a todacosta. Entre todos, se cargaron el barcosobre los hombros y se echaron a caminar(lenta, pesadamente) por el desierto, enbusca de agua: para beber, para navegar.Doce días eternos caminaron bajo un soldestructor hasta llegar a un lago.Felices, los argonautas se lanzaron alas aguas frescas. Pero cuando se dieroncuenta de que se trataba de agua salada,creyeron, una vez más, que el fin habíallegado. Agotados, muertos de hambre yde sed, no podían seguir cargando elbarco sin saber adónde iban.Desesperados, rogaron ayuda a losdioses. Jasón tenía un magnífico trípodede oro y prometió regalarlo a quien loayudara. Atraído por el regalo,compadecido por la desdicha de loshéroes, Tritón, el dios del lago, decidióayudarlos. Les dio agua dulce y los ayudóa descubrir el canal que unía el lago conel mar.¡El Argos navegaba otra vez haciaYolcos!

El Argos llegó por fin a la isla deCreta, ya muy cerca de su destino. PeroMinos, el rey de Creta, no queríaforasteros en su isla. Para impedir que losextranjeros desembarcaran, un gigante debronce a las órdenes de Minos custodiabalas costas, dando la vuelta completa a laisla tres veces por día.El gigante se llamaba Talos, y habíasido construido por el dios Hefesto, elgran inventor. Levantaba enormes rocas ylas arrojaba contra los barcos que seacercaban a la costa. Cuando conseguíaatrapar a los hombres que intentabandesembarcar, su cuerpo de bronce sevolvía incandescente, y los quemabaabrazándolos contra el enorme pecho defuego. Su vida de autómata dependía dellíquido que corría por una vena artificialque lo recorría desde el cuello hasta eltalón, donde un clavo la mantenía cerrada.Al acercarse a la costa de Creta,Medea preparó una de sus pocionesmágicas, tan potente que con solo sentir suaroma desde lejos, el gigantesco Taloscayó en una especie de ensoñación. Entrealucinaciones extrañas, Talos escuchabala voz de Medea, que le prometía lainmortalidad si lograba quitarse el clavodel talón. En su locura, Talos golpeó unay otra vez su pie contra las rocas, hastaque consiguió arrancarse el clavo del quedependía su vida. Y al derramarse ellíquido que lo mantenía vivo, cayómuerto, convertido en una inmóvil masade bronce.Los argonautas no tenían ningún interésen pelear contra el ejército del rey Minos.

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Pasaron esa noche en la playa y con lasprimeras luces volvieron a partir.

Esa misma tarde, cuando el sol se puso,una oscuridad como jamás habíanconocido antes envolvió al Argos. No erauna noche común. No había luna niestrellas, ni los relámpagos queacompañan las nubes de tormenta. Era unaoscuridad aterradora, silenciosa, única,parecida al caos anterior a la creación delUniverso.Aterrados, los argonautas rogaron aldios Sol que les enviara una luz paraorientarse. Y una tímida llamita lespermitió ver las costas de una isla dondepudieron anclar.

En unos pocos días más de navegación,los argonautas llegaron a las costas deYolcos. El largo viaje había terminado.Traían con ellos el Vellocino de Oro.Jasón y sus héroes había conseguidorealizar la hazaña más grande de toda lahistoria de la humanidad y seríanrecordados para siempre.¿Cumplió Pelias con su promesa deentregar el trono a Jasón? Unos dicen quesí, otros dicen que no.Lo único seguro es que Jasón nuncacumplió con la promesa de amar parasiempre a Medea, y la abandonó despuésde haber tenido con ella dos hijos. Elhéroe, que no temía a ningún monstruo,tuvo miedo, quizás, de las arteshechiceras de su propia mujer. Un tiempodespués, Medea se casó con Egeo, el reyde Atenas.

Minos, el rey de Atenas, no podía tenerhijos. Por más que repudiara a susmujeres y volviera a casarse, ninguna desus esposas quedaba encinta. Estaba muypreocupado. Si no lograba tenerdescendencia, el trono les corresponderíaa los hijos de su hermano y él quería(desesperadamente) legárselo a un hijo desu propia sangre.Para saber si algún día llegaría acumplir su deseo, consultó al oráculo deDelfos. Pero la respuesta fue confusa. Subarco se detuvo en el camino de vuelta aAtenas porque Egeo quería consultarsobre el significado de la profecía alsabio rey de una pequeña ciudad.Lo que había dicho el oráculo era que

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Egeo tenía una oportunidad de tener hijos,pero solo una. El sabio rey entendióperfectamente. Y como le gustaba la ideade que su nieto fuera rey de Atenas,emborrachó a Egeo y lo hizo pasar lanoche con su hija. Así nació Teseo.Egeo amaba a su hijo, pero temía por suvida si regresaba con él a Atenas. Susmalvados sobrinos eran capaces de todocon tal de quedarse con el trono. Entoncesdecidió volver solo y dejar a su pequeñoen un lugar seguro, con su madre y suabuelo. Antes de irse, escondió su espaday sus sandalias debajo de una enormeroca.—Cuando nuestro hijo tenga bastantefuerza como para levantar esa roca, loenviarás a Atenas en secreto. Recuerdaque mis sobrinos están dispuestos a matara un heredero del trono —le dijo a lamadre de Teseo.Teseo fue valiente desde muy pequeño.Se cuenta que cierto día Heracles, devisita en el palacio de su abuelo, se habíaquitado la piel del León de Nemea y latenía a su lado. Creyendo que era un leónde verdad, los niños del palacio huyerongritando. Solo Teseo, que tenía siete años,tomó la espada de uno de sus criados yatacó a la supuesta fiera. Heracles le sacóla espada de la mano con una sonrisa deadmiración que Teseo nunca olvidaría.

Teseo tenía solo dieciséis años cuandosu madre juzgó que ya estaba encondiciones de cumplir lo que Egeo lehabía ordenado. Y así fue. De un soloempujón, Teseo movió la roca y recuperólas sandalias y la espada de su padre.—Debes ir a Atenas, hijo, pero novayas por tierra —rogó la madre—. Eneste momento Heracles está cautivo de susenemigos y el camino está infestado demonstruos y criminales.Pero Teseo era muy joven y en lugar dedetenerlo, la advertencia lo entusiasmó.Eso era exactamente lo que deseaba: laoportunidad de luchar contra monstruos ycriminales. El muchacho soñaba conconvertirse en un héroe de la talla deHeracles, a quien tanto admiraba.Por supuesto, inició su viaje por tierra,cruzando el istmo de Corinto. El primerenemigo que probó sus fuerzas fue unasaltante de caminos que no era un ladróncualquiera, sino un hijo del dios Hefesto,feo y rengo como su padre. Mataba a losviajeros con una enorme maza de broncecon la que Teseo, después de vencerlo, sequedó para siempre.Un gigante cruel devastaba la región.Lo llamaban “El doblador de pinos”.Doblaba dos pinos, ataba a sus víctimas alas copas de cada uno y después lossoltaba de golpe, para descuartizar a losdesdichados. Teseo lo mató con tan pocapiedad como la que “El doblador”

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mostraba con los demás.Luego, de un solo sablazo, logródecapitar a la Cerda de Cromión, unanimal monstruoso, otro hijo de Tifón yEquidna, contra el que nadie podía.Teseo también se cruzó con Cerción,hábil como nadie en la lucha. El criminalobligaba a todos los que pasaban cerca desu guarida a pelear con él con las manosdesnudas. Y mataba a los vencidos. Nuncapensó que un jovencito como Teseolograría levantarlo y arrojarlo por el aire,matándolo de un solo golpe contra elsuelo.Y, finalmente, Teseo tuvo que enfrentara Procusto, “el estirador”, el más cruel yperverso de todos los bandidos. Procustoinvitaba a los viajeros a su posada, dondetenía dos camas, una grande y unapequeña. Atacaba a los viajeros, los atabay amordazaba. A los de gran tamaño, losponía en la cama pequeña y les cortabatodo lo que sobraba, empezando por lospies. A los de poca estatura los ponía enla cama larga. Con sogas ydescoyuntándolos a martillazos losestiraba hasta que morían del tamaño desu lecho.Teseo fingió aceptar la posada que leofrecía Procusto y allí lo mató, paraenorme alivio de los pobladores de lacomarca.

Teseo llegó a Atenas sin darse aconocer, tal como su madre se lo habíaaconsejado. Pronto comprendió que noera solo a sus primos a quienes debíatemer. Egeo, su padre, se había casadocon la hechicera Medea, repudiada porJasón. Con sus artes mágicas, Medeahabía prometido curarlo de su esterilidad.Y, por supuesto, si lo lograba, quería quesu hijo heredara el trono.Cuando el joven llegó a la corte, yatodos conocían su fama de justiciero,matador de monstruos y bandidos. Portemor a su madrastra, Teseo decidiópermanecer de incógnito hasta entendermejor lo que estaba pasando. Pero, porsupuesto, Medea lo reconocióinmediatamente y trató de librarse de él.Convenció a su marido de que enviara aljoven héroe a luchar contra el Toro deMaratón14.¡Qué más quería Teseo que laposibilidad de luchar contra un torogigante que respiraba fuego! Y mástodavía si se trataba de repetir una de lashazañas de su admirado Heracles. Con sumaza de bronce logró vencerlo y loofreció en sacrificio a los dioses.Entonces, Egeo, siempre aconsejadopor Medea, lo invitó a celebrar suvictoria con un gran banquete en supalacio. Los esposos se habían puesto deacuerdo en darle una copa de vinoenvenenado al peligroso extranjero. Teseo

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ya tenía la copa en la mano cuando sacó laespada para cortar un trozo de carne dejabalí que le ofrecían en una fuente.Egeo reconoció en el acto la espadaque había ocultado bajo la roca para suhijo. El muchacho se llevaba ya la copade veneno a los labios. No había tiempode dar explicaciones. Con un movimientobrusco, su padre le golpeó el brazo, lacopa cayó al suelo, y se derramó sucontenido mortal.Allí mismo, Egeo reconoció a su hijoante todos los cortesanos presentes, lonombró único heredero del trono deAtenas y desterró para siempre a Medea ya su hijo.Los cincuenta primos de Teseo, que yase relamían pensando en heredar el tronode Atenas, se enfurecieron al ver queEgeo tenía ahora un descendiente de supropia sangre. Enfurecidos, se prepararonpara luchar contra Teseo y le tendieronuna emboscada. Por suerte, uno de lossoldados, que quería y admiraba al jovenhéroe, le detalló el astuto plan y así Teseologró vencerlos.Pero antes de sentarse en el trono deAtenas, lo esperaba a Teseo la másgrande de todas sus hazañas, aquella porla que sería recordado para siempre.

El Minotauro era hijo del monstruosoToro contra el que habían luchadoprimero Heracles, y después el propioTeseo, que finalmente lo ofreció ensacrificio a los dioses.Su madre era la esposa de Minos, elrey de Creta, que por culpa de unamaldición de Poseidón se habíaenamorado del toro. El Minotauro era unhorrendo monstruo con cuerpo de hombrey cabeza de toro que solo se alimentabade seres humanos.El rey Minos, sin embargo, no lo quisomatar. El Minotauro era hijo de su esposa,y él se sentía responsable de sunacimiento. Si no hubiera enfurecido aPoseidón, negándole el sacrificio del toro,el Minotauro jamás habría nacido. Supobre mujer, enloquecida por lamaldición de los dioses, no tenía ningunaculpa.Minos, entonces, le pidió al granarquitecto Dédalo que construyera unlaberinto con tal confusión de pasillos,habitaciones y escaleras que no llevaran aninguna parte, que una vez encerradoadentro, nadie fuera capaz de encontrar lasalida. Allí encerró al Minotauro y cadaaño le hacía llegar su ración de jóvenestiernos y apetitosos. Pero, como no queríatener problemas con sus súbditos, en lugarde exigir que entraran al laberinto jóvenescretenses, le había impuesto a Atenascomo tributo que le entregara cada nueveaños siete varones y siete doncellas paraentregarlos a la voracidad del Minotauro.

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Dos veces Atenas había entregado elterrible tributo y la fecha se acercabanuevamente. Hacía veintisiete años que elmonstruo de Creta se alimentaba concarne de jóvenes atenienses. El pueblocomenzaba a murmurar contra el rey. Loshombres hubieran preferido morirluchando antes que entregar a sus hijos.¿Y por qué el rey no destinaba su propiohijo al Minotauro?—Iré a Creta —dijo entonces Teseo—.Y mataré al Minotauro.Egeo trató por todos los mediosposibles de disuadir a su único hijo. PeroTeseo sentía que esa era su obligación ysu misión, y no se dejó convencer.Como siempre, el barco que llevaba latriste carga de catorce jóvenes paraalimento del horror partió con velasnegras. Pero el padre de Teseo hizocargar velas blancas, porque si su hijolograba el triunfo, quería saberlo cuantoantes, sin esperar a que el barco tocarapuerto.En Creta, los jóvenes fueron recibidoscon banquetes y festejos. Las víctimas delsacrificio debían ser honradas y era fácilhacerlo con alegría cuando no se tratabade parientes ni amigos. Teseo sedestacaba entre los demás por su altura,su porte, su gentileza y su buen humor, quecontrastaba con la actitud temerosa yafligida de los otros. Una de las hijas delrey Minos, la rubia princesa Ariadna, seenamoró perdidamente de él.—No temas —le decía Teseo, viendolas lágrimas correr por la cara deAriadna, que lo visitaba en secreto—.Luché contra criminales más feroces queel Minotauro y los vencí.Pero Ariadna sabía que el monstruo noera el único desafío que esperaba aTeseo. Aunque lograra matarlo, ¿cómopodría salir de ese palacio maldito,inventado para perder a sus ocupantes?Había una sola persona en Creta capaz deayudarla: Dédalo, el constructor dellaberinto.Una noche, justo antes de laconsumación del sacrificio, Ariadna pusoen la mano de Teseo un ovillo de hilo. Eljoven la miró desconcertado.—Lo atarás a la entrada del laberinto—dijo ella.Y Teseo comprendió.—Pero debes prometer que me llevaráscontigo a Atenas —le rogó Ariadna—. Mipadre me matará si sabe que te ayudé aescapar.Al día siguiente, los catorce jóvenesatenienses entraron al laberinto.Empujados por las lanzas de los soldados,se vieron obligados a avanzar hastaperderse en los infinitos corredores. Perono se separaron. Y Teseo iba adelante.

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Sin que nadie lo notara, iba soltando elhilo del ovillo que le había dado Ariadna.Pronto escucharon una respiraciónestruendosa y poco después un mugidogigantesco, estremecedor, como el rugidode una fiera. El Minotauro apareció anteellos, en todo su horror, hambriento yferoz. La lucha fue breve. El Minotauroarremetía con toda su fuerza animal, peromanejaba con torpeza su cuerpo dehumano. Y Teseo luchaba con su enormefuerza, pero también con su inteligencia.Cuando consiguió matar al Minotauro, losjóvenes atenienses lo rodearon,desconsolados.—¿Y ahora? ¡Moriremos de hambre ysed, perdidos en el laberinto! ¿No hubierasido mejor que nos matara el Minotauro?—se decían.Pero Teseo no tuvo más que caminardirectamente hacia la salida, guiándosepor el hilo que Ariadna le habíaentregado. Así salieron al exterior. Era denoche. Ariadna los estaba esperando a lasalida del laberinto y se abrazó a Teseocon pasión, con inmensa alegría.Corrieron al puerto. Antes de abordar lanave que los sacaría de la isla, Teseoordenó a sus compañeros que rompieranlos maderos de las naves cretenses, paraque no pudieran perseguirlos. Fue fácil,porque no estaban custodiadas: Cretacreía haberse librado de todos susenemigos.

En el viaje de vuelta, el barco de Teseohizo escala en una isla. Ariadna, agotada,se quedó dormida en la orilla. Cuandodespertó, las velas negras se perdían a lolejos, ya en mar abierto. Algunos dicenque fue por culpa de una tempestad quearrastró la nave a mar abierto, otros dicenque Teseo se vio obligado a abandonarlapor orden de los dioses. En todo caso, ladesesperación de Ariadna no duró mucho.Un bellísimo joven, transportado por unextraño carro cubierto de racimos de uvay hojas de parra, acompañado por ninfas ysátiros, salió a su encuentro. Era el diosDioniso15, que se había enamorado de larubia Ariadna y quería proponerlecasamiento.Entretanto, Teseo se acercaba a la costade Atenas. A causa del dolor y laconfusión que le había provocado lapérdida de Ariadna, se había olvidado decambiar las velas negras por blancas.Cuando su padre vio desde lejos que elbarco volvía con velas negras, su pena notuvo límites. Su único hijo había muerto.La vida ya no tenía sentido. Desde lo altode un acantilado, se arrojó al mar, y murióen el acto. Desde entonces el mar Egeolleva su nombre.

Teseo fue un buen rey. Instauró enAtenas la democracia. Por primera vez en

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la historia de la humanidad, losciudadanos podrían votar para elegir a susautoridades. Construyó muchos de losedificios públicos de la ciudad, conquistóMegara y la sumó a los dominios deAtenas…Pero Teseo amaba la lucha por sobretodas las cosas. Y embarcó a Atenas enuna peligrosa guerra contra las amazonas,en la que, por suerte, consiguieronderrotar a las salvajes mujeres guerreras.También participó en el viaje de losargonautas. Y por defender a Pritoo, unode sus amigos, se metió en la lucha entrelos lapitas y los centauros.Sus aventuras con Pritoo terminaronmuy mal. Los dos amigos habían decididocasarse con hijas de Zeus y para esoraptaron primero a la pequeña Helena,hermana de Cástor y Pólux, los Dióscuros,y después fueron nada menos que al Reinode los Muertos con la mala idea derobarle al dios Hades su esposaPerséfone, la Primavera.Hades fingió recibir con grandeshonores a los dos héroes y los invitó asentarse para compartir un banquete. Perocuando Teseo y Pritoo quisieronlevantarse, se encontraron pegados a susasientos.Y allí estarían todavía si no fueraporque Heracles, cuando tuvo queapoderarse del Can Cerbero, el perro delos Infiernos, para llevárselo a Euristeo,consiguió convencer a Perséfone de queliberara al menos a Teseo, cuya fuerza ycoraje todavía hacían falta sobre laTierra.Entretanto, los Dióscuros, Cástor yPólux, habían entrado a espada y lanza enAtenas. Liberaron a su hermana Helena yse la llevaron de vuelta junto con la madrede Teseo. En lugar del reemplazante queTeseo había dejado cuando se fue alHades, pusieron a un rey aliado.Cuando Teseo volvió a Atenas, despuésde su largo encierro en el reinosubterráneo, se la encontró dividida engrupos políticos que luchaban entre sí.Muy desanimado, renunció al trono y a suquerida ciudad y se fue al exilio, dondemurió tiempo después.Pero sus hazañas nunca fueronolvidadas por los atenienses, que durantesiglos le rindieron honores.

Cuando Teseo, después de matar alMinotauro, consiguió salir del laberinto yescapó de Creta llevándose a su hijaAriadna, el rey Minos se enfureció másallá de lo imaginable. Él sabíaperfectamente que Teseo no podría haberencontrado la salida del palacio maldito

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sin la ayuda del único hombre en Cretaque tenía la solución: Dédalo, elconstructor del laberinto.Dédalo era un gran arquitecto y tambiéninventor. Era capaz de diseñar toda clasede artefactos mecánicos y podía imaginar,proyectar y dirigir la construcción decualquier edificio que se le encomendara,siempre con imaginación y sentido debelleza.Por eso cuando el rey Minos decidióconstruir un palacio maldito que sirvierapara encerrar y contener al príncipeMinotauro, el monstruo con cuerpo dehombre y cabeza de toro que había paridosu esposa, no dudó en consultar a Dédalo.Y Dédalo creó el laberinto: un inmensopalacio sin techo, donde no entrabancortesanos ni servidores. Solo elMinotauro vivía allí, siempre solo, consus mugidos de fiera, perdido en losinfinitos corredores, pasillos, salas,jardines y escaleras que no llevaban aningún lado. Su propio constructor, elgran Dédalo, jamás hubiera podidoencontrar la salida sin tener un plano. Ysin embargo…Cuando Teseo logró salir del laberinto,el rey Minos no dudó: Dédalo tenía quehaberlo ayudado. Y sin escuchar sudefensa, lo hizo encerrar en su propiatrampa, junto con Ícaro, su joven hijo. ElMinotauro ya no estaba allí, pero Ícaro yDédalo estaban condenados a morir dehambre y sed sin poder escapar delpalacio maldito. El rey Minos,sospechando la trampa de Teseo, se habíaasegurado de que no llevaran nadaparecido a un plano ni a un ovillo decordel.Encerrado en el laberinto, Dédalocomenzó inmediatamente a pensar en laforma de escapar. Sabía que no teníanmucho tiempo. Viendo la gran cantidad deplumas de pájaro que se habíanacumulado en el suelo del palacio sintecho, tuvo una gran idea. Con ramas quetomó de los jardines y un poco de ceraque encontró en un panal de abejas,construyó para él y su hijo dos pares deenormes alas. Ya que no podían salir pordonde habían entrado (aunque encontraranel camino, los soldados de Minos estaríanesperándolos a la salida), huirían porarriba, hacia el Cielo.—Ícaro, hijo, no debes volar muy bajo.Si las olas del mar te llegan a salpicar lasplumas de las alas, se volverán máspesadas y ya no podrán sostenerte.Tampoco debes volar muy alto. El Solpodría derretir la cera y se despegaríanlas plumas.—Sí, papá —dijo Ícaro.Pero era demasiado joven. Apenas unadolescente que se sintió el rey de loscielos cuando agitó las alas y se encontróde pronto volando en el aire, como unpájaro, como una paloma, ¡como unáguila! Voló detrás de su padre, pero cada

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vez más y más alto, hasta acercarse tantoal Sol que la cera se derritió y las plumascomenzaron a caerse de las alas.Ícaro cayó al mar. Su padre Dédalo,desesperado, revoloteó un tiempo sobre ellugar donde su hijo había desaparecido,pero nada pudo hacer para ayudarlo.Cargando con su enorme dolor, Dédalollegó sano y salvo a una ciudad dondesiguió trabajando como arquitecto hasta suvejez.

Belerofonte era hijo de una noblefamilia de Corinto. Cuando todavía eramuy joven, el destino quiso marcar suvida con la tragedia. Sin querer, en unaccidente de caza, mató a un hombre.Perseguido por su propia culpa y por lavenganza de los parientes, el muchachotuvo que irse de su ciudad natal.Un largo viaje lo llevó hasta Tirintos,donde fue muy bien recibido por el rey,encantado con sus modales de príncipe, suinteligencia y su simpatía. Pero el maldestino seguía persiguiendo a Belerofonte.También la esposa del rey estabaencantada con él y trató de enamorarlo.Cuando el muchacho la rechazó,indignado, ella fue a quejarse con sumarido de que Belerofonte había intentadotomarla por la fuerza.Había un solo castigo posible para undelito tan grave: la muerte. Pero el rey deTirintos no quería romper la antigua leyde hospitalidad, que le prohibía matar aun hombre al que hubiera invitado acomer a su mesa.Entonces decidió dejar el castigo acargo de su suegro.—Quisiera que le llevaras esta carta ami suegro, que reina en Licia, donde terecibirá con todos los honores —le dijo aBelerofonte.Yóbates, el rey de Licia, recibió alenviado de su yerno con un gran banquete.El mensaje que le entregó Belerofonte eramuy breve. Decía simplemente:

Pero tampoco el rey de Licia queríamatar a ese joven apuesto y agradable,que había comido en su mesa. Entonces sele ocurrió una gran idea. Liberarse de dosproblemas al mismo tiempo. O, al menosde uno de ellos.Asolaba por entonces toda la región deLicia un espantoso monstruo, hijo, comotantos, de Equidna y Tifón. Era laQuimera, que tenía el torso de león, elresto del cuerpo de dragón, y dos cabezas,una de león y otra de cabra, por las quelanzaba fuego. Este monstruo mataba

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hombres y animales abrasándolos con susllamas.—Hijo mío —le dijo a Belerofonte—.Estoy dispuesto a compartir mi reino,dándole la mano de mi hija a quien libre ami país de la Quimera.—Dígame dónde está ese monstruo.¡Yo lo mataré! —aseguró Belerofonte,que se sentía observado por los bellosojos negros de la hija del rey, cuyasllamas podían quemar el corazón de unhombre casi tanto como las de laQuimera.Excelente, pensó el rey. Si la Quimeramataba a Belerofonte, cumpliría con suyerno. Si Belerofonte mataba a laQuimera, al menos se vería libre delmonstruo. Y si tenía mucha suerte, podríanmatarse el uno al otro.Belerofonte viajó hacia el Sur. Sabíaque allí sería más fácil encontrar almonstruo. Ya no estaba tan tranquilo y tanseguro como en el banquete del palacio.Por el camino, la gente trataba dedisuadirlo, contándole de qué manerahorrible habían muerto otros jóveneshéroes en lucha contra la Quimera.Acampaba a orillas de un río, cuando vioun espectáculo asombroso, que jamáshubiera imaginado. Un caballo blanco,desplegando sus enormes alas, bajaba delcielo para beber de las aguas.Era Pegaso, el caballo alado, el hijo deMedusa y Poseidón, que había brotado delcuerpo de la horrenda Medusa cuando elhéroe Perseo le cortó la cabeza.Belerofonte se dio cuenta de que solopodría vencer al monstruo si conseguíamontar en ese extraordinario animal. Pero¿cómo? Apenas trataba de acercarse, elcaballo levantaba vuelo. Y sin embargo,no escapaba del todo, se quedaba siemprea su alcance. De pronto, una mujerenorme, imponente y hermosa con suescudo y su lanza, se apareció ante él. Erala diosa Atenea, que venía a ayudarlo,compadecida de su destino.Atenea le entregó a Belerofonte unasbridas y riendas de oro.—Si logras colocárselas, Pegaso sedejará montar.Muchos días y mucha paciencia empleóel muchacho para hacerse amigo delcaballo alado y conseguir que se dejaracolocar las bridas de oro. Por fin lo logróy se montó en el animal. Cuando Pegasosalió volando por el aire, Belerofontedisfrutó del viento en la cara, miró lascasas y los ríos pequeños allí abajo ysintió que era el dueño del mundo.

La lucha contra Quimera no fue larga.El héroe trató en primer lugar demantenerla a raya con sus flechas. Pero elmonstruo se acercaba cada vez más,decidido a quemarlo con su aliento dellamas. Entonces, Belerofonte puso enpráctica un plan que se le había ocurridomientras domesticaba a Pegaso. Empuñó

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una lanza muy larga, con la punta de acerotemplado, como todas. En esa punta habíaensartado un trozo de plomo, un metalblando que se funde con facilidad.Belerofonte atacó a la Quimera con sulanza y le metió en la boca la bola demetal. Fundido por el calor de las llamasque lanzaba la Quimera, el plomoderretido le atravesó la garganta,destruyendo sus órganos vitales.Yóbates estaba desconcertado, perocontento. ¡Se había librado de la Quimera!Sin embargo, seguía en deuda con suyerno. Y tampoco tenía apuro en casar asu hija con ese extranjero, por valienteque fuera. Para tratar de remediar lasituación, se le ocurrieron otras pruebas.Así, envió primero a Belerofonte aluchar contra los sólimos, un pueblofamoso por su ansia guerrera, que asolabalas fronteras de Licia. Por supuesto,Belerofonte casi no necesitó ayuda paradestruir el ejército de los sólimos.A continuación, acompañado por ungrupo de valientes, el héroe se enfrentó alas amazonas, y una vez más logró vencer.En otra ocasión, sus enemigos letendieron una emboscada, de la que saliósin una herida después de matarlos atodos.Ahora sí, Yóbates estaba lleno deadmiración por sus hazañas. Entonces lemostró a Belerofonte la carta de su yernoy le ofreció el premio que deseara porhaber librado a su reino de tantos males.—Nada deseo —dijo Belerofonte—,sino lo que me prometiste: la mano de tuhija menor.Así, Belerofonte se casó con lahermana de la mujer que tanto había hechopara perderlo.Y fueron muy felices hasta un díadesgraciado en que el destino trágicovolvió a alcanzar al héroe. Belerofontequería más. No le alcanzaba con serfamoso y adorado por sus hazañas.Muchos habían matado monstruos.Muchos habían triunfado en la guerra. Élquería realizar una proeza tan grande quefuera única en la historia de los humanos.Montado en Pegaso, se propuso llegarhasta el mismísimo Olimpo. Pero Zeus nopodía permitir que se alterara el orden delUniverso. El Cielo no es el lugar de losmortales. Y, fulminándolo con uno de susrayos, lo precipitó a tierra.

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—¡No quiero que Eris venga a miboda! —dijo la bella Tetis—. Es la diosade la discordia, solo nos traeráproblemas.Peleo, su futuro marido, aceptó sindiscutir. Era un gran rey, pero también eraun simple mortal, muy orgulloso de queuna ninfa del mar hubiera aceptadocasarse con él.Pero no invitar a Eris era tan peligrosocomo invitarla. Y quizá más.Estaban en pleno banquete de bodas, alque habían sido invitados todos los diosesdel Olimpo, cuando llegó el regalo de laDiscordia. Una hermosísima manzana deoro del Jardín de las Hespérides rodósobre la mesa como si la hubiera arrojadouna mano invisible. Tenía una inscripciónen grandes letras:PARA LA MÁS HERMOSA.¿Y quién era la más hermosa? Estandopresentes Atenea, Hera y Afrodita, lanovia no se atrevió a reclamar el regalo.Las diosas se echaron miradas de fuego.—¡Que lo decida mi padre Zeus! —dijo Atenea.Pero el mismísimo Zeus temía la cólerade las diosas. La decisión no era fácilpara él, que era el suegro de Afrodita, elpadre de Atenea y estaba casado conHera. ¿Quién podría ser un buen juez entan delicada cuestión? Entonces Zeuspensó en uno de los hijos de Príamo, elrey de Troya. El joven Paris erainteligente, apuesto, y no parecíacorrompido por las riquezas y el poder.Era famoso y muy consultado por sussensatas decisiones. Sería un juez justo.Y tan justo era Paris que cuandoHermes, el mensajero de los dioses, bajóa comunicarle la decisión de Zeus, suprimera elección fue la mejor y la que sedebió haber tomado: que se dividiera lamanzana en tres partes. Pero las diosas noaceptaron la división y le exigieron queeligiera entre las tres.En el monte Ida se realizó el juicio.Cada una de las diosas, por separado, seentrevistó con Paris. Cada una descubrió

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para él todas sus belle zas. Y cada una leofreció un soborno irresistible.—Tendrás todo el poder —le dijo Hera—. Si me eliges a mí, te haré elemperador del Asia.—Tendrás sabiduría —le dijo Atenea—. Si me eliges a mí, serás el más sabio yel mejor en la guerra.—Mira este espejo mágico —le dijoAfrodita, la diosa del amor. Y Paris viopor primera vez a Helena y supo por quéla llamaban la mujer más hermosa delmundo. Afrodita le prometió,simplemente, el amor de Helena. Fuesuficiente.—Afrodita es la más bella de lasdiosas —declaró Paris. Y le entregó lamanzana de oro.Hera y Atenea, despechadas, se fuerontramando venganza contra Paris, contraTroya y contra todos los malditostroyanos. Y quizás no fuera tan difícilcumplir sus propósitos. Porque Helena nosolo era hija de Zeus y hermana de losDióscuros, Cástor y Pólux. No solo era lamujer más hermosa y más deseada delmundo. También era una mujer casada: laesposa de Menelao, el rey de Esparta.La terrible, la destructora Guerra deTroya estaba a punto de comenzar.

La belleza de Helena ya había sidocausa de muchas desventuras. Todavía erauna niña cuando fue raptada por Teseo, ysus hermanos Cástor y Pólux tuvieron querescatarla. Unos años después, todos losreyes y príncipes de Grecia queríancasarse con ella. La familia de Helenatemía que la elección desatara una guerraentre los pretendientes. Hasta queOdiseo16, el más inteligente y astuto, lespropuso una gran idea:—Todos los pretendientes debemosjurar que defenderemos al marido queHelena elija contra cualquiera quepretenda atacarlo.Así se hizo, y solo entonces Helena seatrevió a informar sobre su decisión:quería casarse con el bravo Menelao, elrey de Esparta.A cambio de su buen consejo, a Odiseose le concedió la mano de una prima deHelena: la leal y bondadosa Penélope.Helena y Menelao tuvieron una hija.Parecía un matrimonio feliz. Un día, pocodespués del Juicio de Paris, Menelaodecidió visitar Troya, con la intención demejorar las relaciones comerciales con supaís. Paris, el hijo de Príamo, el rey deTroya, lo recibió con tantas muestras deamistad que Menelao lo invitó, a su vez, aconocer Esparta. El buen Menelao,amable y confiado, no se imaginaba queParis solo pensaba en conseguir el amorde su esposa Helena.El encuentro entre Paris y Helena

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provocó en los dos una loca pasión queapenas pudieron disimular. Allí estabaAfrodita, la diosa del amor, para avivarlas llamas. Unos días después, Menelaorecibió la noticia de que su padre habíamuerto en la isla de Creta. Debía asistir alfuneral. Con mucho dolor, se despidió porunos días de su invitado y su esposa, quequedaba a cargo del gobierno de Esparta.Esa misma noche Helena hizo cargar enla más rápida de las naves los tesoros delpalacio, que había heredado de supadrastro. Entretanto, con ayuda de sushombres, Paris robó el oro del templo deApolo. A toda vela, zarparon hacia Troya.Los troyanos recibieron con enormealegría a Paris y Helena, cargados deriquezas. Estaban muy orgullosos de lahazaña de su príncipe. Con ayuda deAfrodita, hasta el rey Príamo perdió lacabeza por la belleza de Helena. ¡Que nise hablara de devolvérsela a los griegos!

La diosa Hera, que odiaba a Paris,avisó inmediatamente a Menelao. Furioso,el marido engañado decidió preparar unaexpedición para castigar a Paris y a todaTroya por el rapto de su mujer.En primer lugar, le pidió ayuda a suhermano Agamenón, que estaba casadocon Clitemnestra, una hermana de Helena.Al principio, Agamenón lo intentó por lasbuenas, pero el rey Príamo le devolvió asus mensajeros con las manos vacías.—Si Helena se llevó con ella su tesoro—les dijo—, es prueba de que eligió a mihijo Paris por su propia voluntad.Entonces Agamenón, invocando eljuramento que habían hecho todos lospretendientes (defender al marido deHelena), los convocó a la guerra contraTroya.Además de su juramento, los reyesgriegos tenían buenas razones para laguerra. Troya y sus ciudades aliadasdominaban el estrecho que daba entrada alMar Negro y cobraba altos impuestos pordejar pasar hacia Grecia todos losproductos que venían de Oriente:especias, perfumes, piedras preciosas ymuchos otros.Agamenón y su amigo Palamedesfueron a buscar a Odiseo, rey de Ítaca.Sabían que necesitarían su inteligencia enla guerra. Pero Odiseo no queríaparticipar en la expedición contra Troya.El oráculo había dicho que, si partía,tardaría veinte años en volver a su casa.Cuando Agamenón y Palamedesllegaron a Ítaca, se encontraron a Odiseoarando la playa y sembrando sal en laarena. Si trataban de hablarle, respondíacon risotadas y frases inconexas. ¿Estabaloco?Palamedes también era muy inteligente.El hijito de Odiseo y Penélope era un

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bebé. Palamedes lo arrancó de los brazosde su madre y lo puso en el suelo, pordonde tenía que pasar la cuchilla delarado. Odiseo soltó inmediatamente elarado y corrió a levantar a su hijo.Demostró así que tan loco no estaba y nole quedó más remedio que recibir a losvisitantes, conversar con ellos y acordarsu participación en esa guerra que no erala suya.—El joven Aquiles debe luchar connosotros —dijo Odiseo.—Lo necesitamos —acordó Agamenón—. Pero no será fácil encontrarlo. Sumadre Tetis no quiere que vaya a laguerra.Aquiles era hijo de Peleo y Tetis, encuya famosa boda había comenzado eldisgusto entre las diosas que ahorallevaba a la guerra entre los hombres:Eris, la diosa de la discordia, se habíasalido con la suya.Cuando Aquiles nació, la ninfa Tetis lollevo al río Estigia y, sosteniéndolo deltalón, lo sumergió entero en las aguassagradas. A partir de ese momento,Aquiles fue invulnerable… excepto sufamoso talón derecho, que no alcanzó amojarse y era el único punto débil de sucuerpo. Por ser hijo de una inmortal,Aquiles creció rápidamente y en pocotiempo se había convertido en un jovenguerrero dispuesto a la lucha.Pero su madre insistía en protegerlo.Los adivinos habían dicho que novolvería vivo de la guerra contra Troya.Tetis lo escondió, entonces, en la cortedel rey de Esciros, disfrazado dejovencita.Odiseo había escuchado el rumor yviajó a Esciros con un cofre de regalospara las princesas. Todas las muchachitascorrieron a ver de qué se trataba. Depronto, a un gesto de Odiseo, el trompetatocó la alarma: ¡llegaban enemigos! Todaslas muchachitas huyeron excepto una, quesacó del cofre un escudo, se lo calzósobre la túnica de lino y, tomando unaespada, se lanzó hacia la puerta.A Odiseo no le costó mucho convencera Aquiles de que participara en laexpedición contra Troya.

Jamás en la historia de la humanidad sehabía visto una flota como la que losgriegos reunieron contra Troya. Habíamás de mil naves, llegadas de todos losrincones del Peloponeso. Agamenón, elcuñado de Helena, comandaba laexpedición.Pero era inútil que los barcos tratarande avanzar hacia Troya. La diosaAfrodita, para proteger a Paris, habíaenviado tormentas, vientos contrarios, ytoda clase de dificultades. Y de pronto seenfrentaron a una calma total. Las velas

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caían lánguidas sobre los mástiles. Lossoldados murmuraban, los reyes dudabande seguir adelante.—Artemisa, la diosa de la caza, estáofendida —dijo Calcas, el adivino, sinestar muy seguro—. Agamenón se jactó detener más puntería que ella. Paraapaciguarla, el rey debe sacrificar a suhija Ifigenia.Agamenón no quería que su hija fuerasacrificada y trató de impedirlo, perofracasó. Los jefes griegos amenazaban conreemplazarlo. Finalmente enviaron unmensajero en busca de Ifigenia,engañando a ella y a su madre con lanoticia de que la casarían con Aquiles.Cuando Ifigenia supo la verdad, noaceptó que Aquiles saliera en su defensa.Ella misma se ofreció al sacrificio paraasegurar la victoria de los griegos. Peroen el momento en que el puñal de Calcasestaba a punto de clavarse en su cuerpo,la diosa Artemisa la rescató en un destellode fuego y la puso a salvo en una lejanaregión, donde se convirtió en una de sussacerdotisas.Con vientos favorables, los aqueospartieron hacia Troya.

Los griegos habían llegado por fin auna isla desde la que avistaban la ciudadde Troya. Pero nada sería fácil en estaguerra, trágica para todos loscontendientes. Las desdichas volvieron acomenzar cuando una serpiente mordió enel pie al rey Filoctetes. Su presencia eraimportantísima en la guerra, porqueFiloctetes había sido el mejor amigo deHeracles, y había heredado su arco y lasfamosas flechas embebidas en la sangrede la Hidra de Lerna. A causa de lapicadura, su pie se hinchó y comenzó aoler de una manera espantosa. Un dolorterrible lo hacía lanzar alaridos. El malolor y los gritos desmoralizaban a lastropas. Agamenón tuvo que tomar la duradecisión de dejar a Filoctetes abandonadoen la isla de Lemnos, donde sobrevivióalimentándose de los animales quecazaba, sin que su herida curara.Había pasado un año cuando las navesaqueas consiguieron llegar a Troya. Lostroyanos intentaron por todos los mediosimpedir el desembarco y, como no lolograron, se aprestaron para la batalla.Fue una lucha feroz y sanguinaria. Cicno,un hijo del dios Poseidón, taninvulnerable a las armas como Aquiles,dirigía a los troyanos. Las flechas, lasespadas y las lanzas rebotaban contra supiel. Entonces Aquiles lo golpeó en lacara con la empuñadura de su espadahasta arrojarlo contra una roca, searrodilló sobre su pecho y lo estrangulócon la correa de su casco.Los troyanos comenzaron a perder labatalla y tuvieron que huir a refugiarse en

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la ciudad. Entonces los griegosaprovecharon para hundir todos losbarcos de la flota enemiga, que habíaquedado sin custodia. Después arrastraronsus propias naves sobre la playa yconstruyeron una empalizada de troncosalrededor.Eran muchos, eran fuertes, eranvalientes, estaban bien armados: creyeronque tomar Troya sería cuestión de un parde días. Tres veces atacaron la ciudad ytres veces tuvieron que retirarse congrandes pérdidas. No habían contado conlas excelentes defensas y la fortificaciónde Troya, más la determinación de susguerreros.—Tendremos que sitiar la ciudad —decidió Agamenón—. ¡Troya se rendirápor hambre!Pero ¿cómo establecer un sitiorealmente eficaz? Por mar era fácil. Portierra era casi imposible. Los aqueosnecesitaban muchos hombres paracustodiar las naves: si los troyanosllegaban a destruirlas, estaban perdidos.Con los hombres que quedaban noalcanzaba para rodear la ciudad.Establecieron algunos campamentosarmados alrededor de Troya, pero todaslas noches los troyanos conseguían hacerentrar provisiones.—El sitio de Troya durará nueve años—había predicho Calcas, el adivino.Y nadie le había creído hasta que eltiempo empezó a pasar sin que ninguno delos dos bandos lograra triunfar sobre elotro. De tanto en tanto, el ejército troyanose lanzaba sobre los griegos tratando deexpulsarlos, o los griegos volvían aintentar la toma de la ciudad. En esasterribles batallas, en las que interveníantambién los dioses, morían muchoshombres sin que se decidiera el final de laguerra. Entre los aqueos, el enorme Ayax,primo de Aquiles, se distinguía por suvalor. Entre los troyanos, pocos luchabancomo Héctor, el hermano de Paris.Por consejo de Odiseo, los griegosdecidieron enviar naves al mando deAquiles para atacar y saquear todas lasislas y las ciudades de la costa quefavorecían a Troya. Así obtendríanprovisiones y botín, pero además dejaríanal rey Príamo y a sus hijos sin aliados.Entretanto, los sitiadores extrañabansus casas, sus esposas, sus hijos y seaburrían interminablemente. No fueextraño que se volviera tan popular yquerido Palamedes cuando inventó unjuego con trocitos de huesos bien pulidosen forma de cubos, que tenían grabadosnúmeros en sus caras. ¡Eran los primerosdados!En una oportunidad, Paris y Menelaopidieron una tregua para batirse en unduelo personal, a muerte, por el amor deHelena. Y allí podría haber terminado, dela manera más justa, la Guerra de Troya,si no fuera por la intervención de los

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dioses. Cuando Menelao estaba a punto dematar a Paris, la diosa Afrodita loprotegió, haciéndolo invisible. Atenea, asu vez, disfrazada de troyano, provocó laruptura de la tregua y los ejércitos seenfrentaron una vez más.Solo el gran Zeus hubiera podidoimpedir que la guerra siguiera su curso,pero no quería intervenir para no irritar alas diosas. Cuando su ánimo se inclinabapor defender a Troya, su esposa Hera lopersuadía de volver a la imparcialidad.

Aquiles junto a su inseparable amigoPatroclo y al frente de sus hombres, losmirmidones, día tras día llevaba las navesaqueas a la lucha y volvía cargado debotín. Pero Agamenón, como jefe de lasfuerzas griegas, había decidido un sistemade reparto que a Aquiles le parecía muyinjusto. ¿Por qué tenían que quedarse conlo mejor todos esos reyes que sequedaban a resguardo en el sitio de Troya,mientras él luchaba sin descanso?Casi nueve años llevaba ya estahistoria de muertes y desgracias cuandoun grave conflicto estalló entre losaqueos.En el reparto del botín, la hija de unsacerdote de Apolo había sido entregabacomo esclava a Agamenón. Su padreofreció rescate, pero Agamenón se negó adevolverla. Entonces el dios Apolo, muyenojado, se dedicó a lanzar contra losgriegos sus flechas, que llevaban la peste.Los guerreros griegos enfermaban ymorían sin la oportunidad de luchar.—¿Quién me protegerá si digo cómoacabar con la peste? —preguntó Calcas,el adivino.—Yo lo haré —aseguró Aquiles.Pero cuando Calcas informó que habíaque devolver a la hija del sacerdote deApolo, Agamenón se enojó muchísimo yculpó a Aquiles.—Si yo tengo que entregar a mi esclavapreferida, Aquiles tiene que hacer lomismo —se empeñó Agamenón. Y esanoche mandó a dos hombres a secuestrar ala esclava de Aquiles de su tienda.Los dos grandes jefes, que siempre sehabían odiado, estaban a punto deenfrentarse por las armas, haciendocombatir a los griegos entre sí. La propiadiosa Atenea tuvo que intervenir paracalmar la disputa. Hasta en el Olimpohubo malestar y discusiones entre losdioses.Aquiles estaba tan enojado que decidióapartarse de la lucha. Se encerró en sutienda y dejó que los aqueos seenfrentaran con los troyanos sin su ayuda.Obedeciendo órdenes de su jefe, tampocosus hombres, los mirmidones, interveníanya en la guerra. Los troyanos comenzarona sacar ventaja. Héctor y Paris obtenían

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todos los días grandes triunfos para sustropas y comenzaban a soñar con librarsede los aqueos empujándolos al mar.Después de varios días de combate, lostroyanos habían logrado avanzar hasta laempalizada que protegía los barcosgriegos. Los griegos morían a centenaresmientras trataban de impedir que susenemigos se acercaran a las naves paraquemarlas con antorchas encendidas.Entonces Patroclo, el gran amigo deAquiles, decidió que había llegado elmomento de intervenir en el combate.—Si no quieres dar el brazo a torcer —le dijo a Aquiles—, al menos préstame tuarmadura. Los mirmidones me seguirán,los griegos se animarán al confundirmecon el gran Aquiles, y los troyanostemblarán de miedo.Y así fue. Creyendo que Aquiles habíavuelto a la lucha, sus hombres lo siguierony consiguieron rechazar a los troyanos, yde ese modo los alejaron de las navesaqueas.Entonces Héctor, el más grande de losguerreros troyanos, desafió al supuestoAquiles a un duelo personal. El diosApolo, que seguía muy enojado con losgriegos, intervino a favor de Héctor. Sulanza atravesó a Patroclo.El dolor de Aquiles ante la muerte desu amigo no tuvo límites. Durante toda unanoche se escuchó el llanto del héroe en elcampamento.Agamenón había aprendido la lección:sin Aquiles no tenían posibilidades contralos troyanos. Llegaron a un acuerdo yAquiles fue nombrado en formaprovisoria comandante en jefe de lasfuerzas aqueas.Al día siguiente, los dos ejércitos seenfrentaron en el campo de batalla conuna inesperada novedad: Zeus habíadecidido que todos los dioses podíantomar parte en la batalla y luchar entreellos o contra los hombres si así lodeseaban. Diez dioses se enfrentaron entresí, apoyando a aqueos o troyanos.Aquiles buscaba a Héctor para vengarla muerte de su amigo Patroclo. Elenfrentamiento se produjo junto a lasmurallas de Troya. Con ayuda de Atenea,el héroe griego consiguió matar alvaliente jefe del ejército troyano y,enganchándolo a su carro de guerra, diocuatro vueltas a la ciudad arrastrando elcadáver.Los griegos habían ganado esa batalla,pero los troyanos ganaban otras. La guerraparecía eterna.

Nuevos aliados llegaban ahora de todaAsia Menor para ayudar al rey Príamocontra los griegos.En uno de los combates, Paris, ansiosopor vengar la muerte de su hermano, lanzósus flechas contra Aquiles. El propio dios

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Apolo intervino entonces, y dirigió una delas flechas directamente hacia el talónderecho, el único punto vulnerable delgran guerrero. Aquiles cayó muerto.Tanto Ayax como Odiseo pidieronentonces la armadura de Aquiles, quehabía sido fabricada por el mismísimodios Hefesto. Tetis, la ninfa marina madrede Aquiles, le dijo a Agamenón que debíaelegir al más valiente. Agamenón leentregó la armadura a Odiseo.Ciego de rabia, Ayax juró vengarse.Pero Atenea lo volvió loco. Creyendoluchar contra sus enemigos en el consejoreal, Ayax atacó los rebaños que él mismohabía logrado capturar en sus ataques agranjas troyanas.—¡Muere, maldito Agamenón! ¡Muere,tramposo Odiseo! —gritaba Ayax,matando ovejas, cabras y corderos.Cuando volvió en sí y descubrió lo quehabía hecho, se llenó de vergüenza y solopensó en quitarse la vida. Se matólanzándose sobre su propia espada.Calcas, el adivino, predijo finalmenteal Consejo Real que solo podrían tomarTroya con el arco y las flechas deHeracles. Solo entonces los griegosrecordaron a Filoctetes, que había sidoaban- donado con su herida dolorosa ymaloliente en la isla de Lemnos. Allí loencontraron, milagrosamente vivo. Con lapromesa de curarlo, consiguieron llevarloa las puertas de Troya. En efecto, el granmédi co Asclepio consiguió sanar suinmunda herida.Entonces Filoctetes desafió a Paris a unduelo con arco y flecha. Gravementeherido por las flechas envenenadas, Parisconsiguió escapar y entrar en Troya,donde murió en brazos de Helena.Sin Paris, Helena ya no queríapermanecer en Troya, pero el rey Príamono aceptaba de ningún modo devolverla aMenelao. Sus hijos se peleaban entre sípor su amor. Helena trató de escapar,pero fue capturada por los centinelas.Deifobo, uno de los hermanos de Paris,decidió casarse con ella por la fuerza.

La guerra parecía estancada. Losaqueos estaban hartos del sitio, de viviren un campamento, de luchar y luchar sinconseguir nada. Todos deseaban volver asu querida Grecia, a sus casas, a susfamilias.Fue entonces cuando el ingeniosoOdiseo propuso la famosa trampa quecambiaría la historia y quedaría parasiempre en la memoria de los hombres: elcaballo de madera. La propia Atenea leinspiró la idea. Era increíblemente simpley el Consejo la aprobó de inmediato.Al mejor carpintero de todo el ejércitogriego se le ordenó construir un enormecaballo hueco, hecho de tablas de abeto.Tenía una escotilla oculta en el flanco

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derecho y del otro lado había una frase engrandes letras que decía:DESPUÉS DE NUEVE AÑOS DEAUSENCIA, ROGANDO POR UNREGRESO SEGURO A LA PATRIA,LOS GRIEGOS OFRENDAN ESTECABALLO A LA DIOSA ATENEA.Veintidós hombres armados, al mandode Odiseo y Menelao, el marido deHelena, entraron al caballo con una escalade cuerdas. Se jugaban la vida.El resto del ejército fingió una retiradatotal. Incendiaron el campamento, echarontodas las naves al mar y remaronalejándose de la costa. Pero se quedaronescondidos en el primer lugar desdedonde los troyanos no alcanzaban averlos, esperando la señal que los haríavolver.Por la mañana, los exploradorestroyanos llevaron la increíble noticia: ¡losgriegos habían levantado el sitio! Elcaballo de madera era lo único quequedaba intacto en el campamentodestruido.El rey Príamo y sus hijos decidieronentrar el caballo a la ciudad. ¡Era elsímbolo de su triunfo sobre los aqueos!Trajeron una armazón con ruedas paratrasladarlo y no fue fácil. Entre otrascosas, era demasiado grande para laspuertas de la ciudad. Había sidoconstruido así con toda intención: paradespistar a los troyanos y para quetuvieran que romper la muralla si queríanmeterlo en la ciudad. Con tremendoesfuerzo, los troyanos lograron hacerentrar al caballo.Casandra, la hija de Príamo, tenía eldon de la adivinación. Pero, porque habíarechazado al dios Apolo, llevaba sobreella una terrible maldición: sus profecíasnunca serían escuchadas.—¡Ese caballo está repleto de hombresarmados! —gritó Casandra. Y comosiempre, se rieron de ella.

Después de casi diez años, la guerrahabía terminado. El pueblo de Troya nopodía creer en tanta alegría. Durante todoel día y buena parte de la noche, la ciudadentera festejó alrededor del caballoabandonado por el enemigo. Lossoldados, las madres, los príncipes, losmendigos, las doncellas, los artesanos,todos cantaron y bailaron y bebieron yfestejaron durante horas hasta caerrendidos en el sueño más profundo. SoloHelena permanecía despierta, atenta atodo, escuchando el silencio. Odiaba a sunuevo marido Deifobo, el hermano deParis, que la había tomado por la fuerza.Era medianoche cuando los guerrerossalieron del caballo. Un grupo de hombresfue a abrir las puertas de Troya para queentrara Agamenón con todo el ejército.Otros mataron a los centinelas borrachos.Y los griegos tomaron la ciudad deTroya.

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La masacre fue atroz. Muchos troyanosfueron asesinados mientras dormían.Menelao y Odiseo corrieron a la casade Deifobo, que luchó valientemente porsu vida. Estaba a punto de matar aMenelao cuando la mismísima Helena loapuñaló por la espalda. Menelao ibadispuesto a cortarle la cabeza a esamaldita mujer que lo había engañado yhabía provocado la guerra. Pero al verlaotra vez en toda su belleza y su coraje,capaz de matar a un hombre para salvarlela vida, decidió perdonarla y llevarlaconsigo.Durante tres días y tres noches lasfuerzas griegas saquearon Troya sinpiedad. Después quemaron las casas yderrumbaron las murallas. Paraasegurarse de que no habría venganza,mataron a todos los hijos y nietos dePríamo, incluso a los niños.Las naves aqueas volvían por fin a lapatria. Pero los reyes griegos que habíantomado parte en esta aventura, que habíansaqueado Troya sin piedad y sin medida,serían castigados por los dioses.Entre ellos, el ingenioso Odiseo seríacondenado a vagar durante diez años porislas y mares antes de poder volver a suquerida Ítaca, a su esposa Penélope, a suhijo Telémaco.La Guerra de Troya había terminado.La gran Odisea estaba a punto decomenzar.

La Guerra de Troya había terminado.Después de diez años de luchas ypenurias, los guerreros aqueos regresabana sus ciudades y sus islas, triunfadores. O,al menos, sobrevivientes.Odiseo y su flota partieron rumbo a suquerida isla de Ítaca. El plan eraacompañar a los barcos de Agamenón unaparte del camino.Pero ese era el plan de los hombres.Los dioses no lo habían dispuesto así. Unatempestad separó las dos flotas.Empujados por el viento, Odiseo y sushombres llegaron a la costa de Tracia,donde no fueron bien recibidos. Enterrible lucha contra sus habitantes, loscicones, tomaron y saquearon la ciudad deÍsmaro. Odiseo solo le perdonó la vida aun sacerdote de Apolo que, enagradecimiento, le regaló muchos odresde vino dulce tan fuerte, que para beberlohabía que diluir una copa en veinte copasde agua.Siempre a merced de vientoscontrarios, los barcos griegos llegaronluego a una isla desconocida. Odiseoenvió tres hombres a informarse sobre sus

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habitantes. Pero los hombres novolvieron. Un contingente armado fue abuscarlos y los encontró sanos y salvos,comiendo un delicioso fruto del país, enalegre compañía con sus habitantes, loslotófagos.Quien probaba los lotos perdía lamemoria y, por lo tanto, la humanidad.Los tres exploradores de Odiseo ya norecordaban ni los horrores de la guerra nilas alegrías de su patria, ni siquiera suspropios nombres. Solo querían quedarseallí, comiendo lotos. Tuvieron queembarcarlos por la fuerza, con laesperanza de que el efecto de los frutos nodurara para siempre.

La siguiente escala fue en la isla deSicilia. Odiseo y sus hombres seadentraron en tierra para buscarprovisiones. Habían matado varias cabrascuando encontraron una enorme cavernaque parecía habitada. Allí había queso,cuajada y otras delicias. Mientras lasprobaban, encantados, llegó el dueño dela cueva, un pastor con su rebaño.Pero los héroes aqueos jamás habíanvisto un pastor como ese: era un cíclope,un gigante enorme, con un solo ojo enmedio de la frente. Antes de que nadiehubiera atinado a escapar, el cíclopecerró la puerta de la cueva con una rocatan inmensa que ni siquiera veintidóscarros de cuatro ruedas hubieran logradomoverla.Solo entonces Polifemo prestó atencióna los hombres.—Somos griegos —se presentó Odiseo—. Venimos de la famosa Guerra deTroya. Danos tu hospitalidad en nombrede Zeus.—Yo soy Polifemo. Los cíclopes notememos a Zeus —dijo el gigante. Luegotomó a dos de los marineros, les rompióel cráneo contra la roca, les quitó la ropay se los comió, sin perdonar tripas nihuesos.Satisfecho, se echó a dormir. Odiseorefrenó el impulso de matarlo porque sedio cuenta de que entre todos sus hombresno podrían mover la roca que tapaba lacueva. ¡Estaban atrapados!Por la mañana, el cíclope se comió aotros dos hombres como desayuno yvolvió a salir con su rebaño.En cuanto se quedaron solos, Odiseo,con ayuda de sus guerreros, tomó unaenorme rama de olivo del tamaño de unmástil, que el cíclope guardaba para leña,y le aguzó la punta con la espada. Caía lanoche cuando Polifemo volvió con surebaño. Mató a otros dos hombres, loscondimentó y se los comió de cena.Viéndolo saciado, Odiseo se atrevió aacercarse y le ofreció probar el vino quele había dado el sacerdote de Apolo en

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Ísmaro.El cíclope lo encontró delicioso.—¿Cómo te llamas? —le preguntó aOdiseo.—Mi nombre es Nadie —contestó elingenioso héroe.—A cambio de tu exquisito vino te haréun regalo: Nadie, he decidido comerteúltimo.Y después de ofrecer su generosoregalo, Polifemo cayó en el profundosueño de la embriaguez.Odiseo y cuatro de sus hombrestomaron entonces la estaca, con la puntacalentada al fuego, y entre todos se laclavaron al cíclope dormido en el únicoojo, haciéndola girar. Polifemo sedespertó con un rugido de dolor y defuria. Tenía la cara ensangrentada y estabaciego.Atraídos por sus gritos, los demáscíclopes llegaron hasta la entrada de lacaverna, preguntando qué pasaba.—¡Nadie me engañó! —aullabaPolifemo—. ¡Nadie me mata!—Si nadie te ataca, nada podemoshacer. Que los dioses te libren de tu mal—le contestaron su amigos. Y volvieron asus cuevas.Ciego, Polifemo no conseguía atrapar alos hombres. Al día siguiente, las cabras ylas ovejas balaban de hambre. El cíclopequitó la roca que cerraba la entrada y dejósalir a los animales, palpándoles el lomopara asegurarse de que los hombres noescaparan. Pero Odiseo había hecho quecada uno de sus hombres fuera atado alvientre de una oveja. Él mismo ató alúltimo y, de un salto, se instaló debajo deun carnero, agarrándose de la lana contodas sus fuerzas.Una vez más, la inteligencia habíatriunfado sobre la fuerza bruta. Una vezmás, Odiseo y sus hombres pusieron proahacia la patria.

Los aqueos fueron más afortunados enla siguiente escala. Eolo, el Señor de losVientos, los recibió generosamente en supalacio. Cuando decidieron seguir viaje,Eolo le entregó a Odiseo una bolsa decuero.—Cuida mucho esta bolsa —le dijo—.Aquí están encerrados todos los vientosdel mundo. No los dejes salir. Solo hedejado libre una suave brisa que losllevará directamente a Ítaca.Odiseo no podía creerlo. Durantevarios días avanzaron rápidamente y en ladirección correcta. La felicidad lomantenía despierto casi todo el tiempo.Hasta que tuvieron a la vista la costa deÍtaca, no se permitió dormir. Entonces,tranquilo al fin, cayó en un sueñoprofundo.—¿Por qué Odiseo no comparte connosotros los tesoros que le regaló Eolo?

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—preguntó entonces uno de lostripulantes.Y un grupo de descontentos abrió labolsa. Todos los vientos salieron almismo tiempo, con una violencia atroz. Enuna sola hora estaban de vuelta en la islade Eolo, que se negó a ayudarlos otra vez.Ahora la calma era absoluta y losaqueos tuvieron que usar sus remos paraavanzar penosamente. Seis días despuésllegaron a la isla de los lestrigones, queresultaron ser gigantes caníbales. Cuandose dieron cuenta de que otra vez habíancaído en una trampa, los exploradoresgriegos corrieron a sus naves, pero loslestrigones los persiguieron y comenzarona destruir los barcos arrojando rocasdesde los acantilados. Con lanzasatravesaban a los náufragos como sifueran peces, y se los comían con deleite.Solo Odiseo tuvo la calma necesariacomo para cortar las amarras. Susmarineros remaron desesperadamente y sealejaron de la isla de los lestrigones.La flota ya no existía. La mayoría delos hombres había muerto. Un barcosolitario al mando de Odiseo seguíaintentando llegar a Ítaca.

Azotado por un vendaval, el barco tocótierra en una isla poblada de extrañosanimales: lobos y leones parecían saludara los hombres y se acercaban a lamerloscon afecto.Un grupo de valientes salió en busca deagua dulce y provisiones. Era la isla deCirce, diosa y hechicera. Con tantagentileza invitó a los exploradores a supalacio, que esos hombres precavidos porla desdicha (pero hambrientos) aceptaroncompartir el banquete. Solo uno se negó aentrar y, al ver que los demás no volvían,corrió a informar a Odiseo la horriblenoticia: Circe los había convertido encerdos. También los extraños lobos yleones habían sido seres humanos.El héroe corrió al rescate de sushombres. Por el camino, el dios Hermesle entregó una poción mágica que loprotegería de los hechizos de Circe.Cuando la hechicera comprobó que esehombre era inmune a su magia, se diocuenta de que debía ser el gran Odiseo,del que mucho le habían hablado.Perdidamente enamorada, aceptódevolver a todos sus hombres a la formahumana.Odiseo se quedó a vivir con Circe,mientras él y sus hombres reponíanfuerzas. Pero pasó más de un año y loshombres empezaron a murmurar.Extrañaban su patria. También Odiseoquería volver junto a su mujer, Penélope,y a Telémaco, ese hijo al que habíadejado cuando era apenas un bebé.—Te dejaré ir —dijo Circe, conlágrimas en los ojos—, pero solo si bajas

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antes al Reino de los Muertos, a consultara Tiresias, el adivino. No quiero quesufras más desgracias en tu viaje.Con ayuda de Circe, Odiseo fue uno delos pocos hombres que entraron vivos alreino de Hades, como Heracles antes queél. Las sombras, gimiendo, se reunieronpara rogar que les permitiera beber lasangre de los animales sacrificados a losdioses. Odiseo se encontró allí con sumadre, con Aquiles y con varios de loshéroes muertos en la Guerra de Troya.También estaba la sombra de Agamenón,asesinado por el amante de su esposa alllegar a Micenas.—El viaje de regreso será largo yterrible —predijo la sombra de Tiresias—. Pero volverás a Ítaca. Llegarás solo,en un barco extranjero, y tendrás queluchar para recuperar el trono.De vuelta en su isla, Circe despidió alhéroe con enorme pena y con sabiosconsejos para vencer los obstáculos queencontraría en el camino.Odiseo y sus hombres se lanzaron alancho mar desconocido. Otra vez rumbo ala isla de Ítaca, la siempre deseada, lasiempre lejana.

Siguiendo los consejos de Circe,Odiseo se preparó para pasar sin dañocerca de la isla de las sirenas, pájaros concara de mujer que hechizaban a losmarineros con su canto, haciendo que losbarcos se estrellaran contra los escollos.El héroe ordenó a todos sus hombrestaparse los oídos con cera. Pero comotenía muchísima curiosidad por conocer elfamoso canto de las sirenas, se hizo ataral mástil para escucharlas sin riesgo.—Si trato de soltarme, átenme con másfuerza —ordenó.Y cuando, enloquecido por la canciónmágica, Odiseo trató de desatarse paraarrojarse al mar, sus marineros, que no looían, cumplieron lo pactado. Asíconsiguieron pasar el primer obstáculo.Pero un poco más adelante los

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esperaban las Rocas Errantes. Y cuandoconsiguieron atravesarlas, se encontraroncon el estrecho entre Escila, con sus seisperros gigantescos, y Caribdis, elhorrendo ser que bebía tres veces por díael agua del mar para después expulsarlaen forma de remolino. Como Jasón y susargonautas, el barco de Odiseo consiguiópasar entre los dos monstruos, peroperdieron varios hombres en las fauces deEscila.

Los sobrevivientes atracaron en latierra de Helios, el dios Sol, dondeestaban sus tentadores rebaños de vacasblancas. Odiseo ordenó respetarlas. Peromientras dormía, sus compañeros,hambrientos y desesperados, mataronvarios animales. Solo Odiseo se negó aparticipar en el banquete sacrílego.Helios se quejó a Zeus de la falta derespeto de los hombres. En cuanto sehicieron otra vez a la mar, Zeus,indignado, lanzó un rayo que hundió lanave.Todos los que habían probado elganado de Helios murieron ahogados.Odiseo flotó solo y desesperado durantenueve días, aferrado a un mástil, hastallegar a las orillas de otra isla. Eran losdominios de la ninfa Calipso.

También Calipso se enamoró deOdiseo y usó todos sus poderes de mujerdivina para retenerlo. Durante años,Odiseo vivió junto a Calipso, en esa islaque era para él paraíso y prisión al mismotiempo.Se pasaba los días sentado en la playamirando tristemente el mar. Calipsotrataba de distraerlo de todas las manerasposibles. Ella y su corte de ninfasimprovisaban fiestas y banquetes. Llegó aofrecerle incluso el bien más preciadopara los hombres: la inmortalidad. Y sinembargo no consiguió que Odiseoolvidara a Ítaca y a su familia.Finalmente, el dios Hermes llegó conuna orden directa de Zeus. Calipso debíadejar que Odiseo continuara su viaje.Llorando, la ninfa le dio los materiales ylas herramientas para construir unapequeña embarcación, que aprovisionóella misma con los más deliciososmanjares.Se despidieron con un beso y Odiseo selanzó una vez más a los peligros del mar.

Al salir de la isla de Calipso, unatempestad dio vuelta la balsa de Odiseo.Dos días sobrevivió en el mar, aferrado auna tabla, hasta que las olas lo arrojaron ala playa en el país de los feacios.La princesa de ese reino, la bella

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Nausicaa, y sus doncellas habían ido alavar la ropa en la desembocadura del río.Jugaban a la pelota cuando de prontovieron a un hombre desnudo entre losmatorrales. Era Odiseo. Las jovencitas seasustaron, pero la princesa Nausicaa notuvo miedo. Le prestó ropa y conversócon él. Convencida, al escucharlo, de quese trataba de un gran noble, lo llevó alpalacio de su padre.Odiseo fue muy bien recibido por losreyes. Como siempre, la princesa se habíaenamorado de él, y le ofrecieron su mano.Como siempre, la rechazó.—Ya tengo esposa. Se llama Penélope.Y tengo un hijo que era apenas un bebécuando dejé Ítaca. Telémaco debe tenerya más de veinte años, no conoce a supadre y ni siquiera sabe que está vivo.La tierra de los feacios estaba cerca deÍtaca. El rey ordenó que uno de sus barcoslo llevara hasta su patria. Una vez más, ala vista de su querida isla, un profundosueño venció a Odiseo. Los feacios no seatrevieron a despertarlo y lo dejarondormido en la playa de Ítaca.

Cuando Odiseo despertó, un pastorcilloestaba junto a él. Era la diosa Atenea, suantigua protectora, que había llegado paraayudarlo. La diosa le aconsejó que solo sediera a conocer a su viejo porquerizo,Eumeo, que lo informaría sobre lasituación en la isla.—Ciento ocho hombres pretenden a tumujer y tu trono —le dijo Eumeo, despuésde la emoción del reencuentro—. Sininguno se atrevió a tomarlos, es solo pormiedo a los demás. Quieren que Penélopeelija a tu sucesor. Entretanto, paraobligarla, se instalaron en tu palacio.Comen, beben y se divierten gastando tutesoro.—¿Qué fue de mi hijo Telémaco?—Es un bravo joven, les hace frente sinmiedo, y sospecho que planean matarlo encuanto vuelva de su viaje a Esparta.—¿Y mi padre? ¿Está vivo?—Sí, Laertes está muy viejo, pero vivetodavía. Penélope está bordando sumortaja y aseguró a los pretendientes queen cuanto termine el trabajo, elegirá a unode ellos por esposo y rey de Ítaca.—¡Ah, entonces me engaña!—No, los engaña a ellos. La ventrabajar todo el día, pero por las nochesella deshace el bordado, de manera quenunca avanza. Los pretendientes estánimpacientes.Odiseo era demasiado inteligente paraceder a sus deseos de entrar al palaciocon la espada en la mano. Al díasiguiente, disfrazado de mendigo, fue acomprobar con sus propios ojos lo queestaba pasando. Al llegar al palacio seencon tró con un viejísimo perro

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agonizante, tirado sobre un montón deestiércol. El animal se puso de pie sobresus débiles patas, movió la cola, y antesde morir lanzó un ladrido de felicidad.¡Era su perro Argos, el cariñoso cachorroque había tenido que dejar cuando partió ala guerra!Los pretendientes de Penélope seburlaron cruelmente del supuesto mendigoy no quisieron darle ni siquiera los restos.Pero cuando otro limosnero lo desafió apelear, Odiseo lo derrotó de un sologolpe.Telémaco volvió de Esparta y gracias aAtenea pudo escapar a la emboscada delos pretendientes. En la tienda de Eumeose encontró con su padre, al que abrazóemocionado. Los tres prepararon un planpara librarse de sus enemigos.Esa noche, siguiendo las órdenes de supadre, Telémaco hizo transportar al pisoalto todas las armas del palacio.Penélope, enterada de la llegada de unmendigo extranjero, quiso hablar con élpara preguntarle por su marido. Noreconoció a ese hombre vestido deharapos y con la cara tiznada, que le hablóde un encuentro con Odiseo en camino aun oráculo. Agradecida, Penélope le pidióa una anciana criada que le lavara lospies. La vieja, que lo había cuidadocuando era niño, reconoció una cicatriz enla pierna, pero Odiseo la obligó alsilencio. Todavía no se sentía seguro dePenélope.Al día siguiente, aconsejada porTelémaco, la fiel Penélope anunció a lospretendientes que se casaría con el quedemostrara mejor puntería. Todos debíandisparar sus flechas con un mismo arco: elde Odiseo.Pero para usar el arco primero habíaque tensarlo, es decir, doblarlo ycolocarle la cuerda. El arco había sidoconstruido para un hombre muy fuerte yademás la madera estaba rígida porquehacía veinte años que nadie lo usaba. Unotras otro los pretendientes trataroninútilmente de tensar el arco.Hasta que, en medio de protestas y deinsultos, el mendigo harapiento tomó elarco entre sus brazos poderosos, lo tensósin dificultad, disparó dando en elblanco… y siguió disparando, esta vez ala garganta de los pretendientes. En esemomento entró Telémaco con la espadadesenvainada y, con la ayuda de Eumeo yde otro criado, mataron a todos susenemigos.Solo entonces Odiseo se volvió haciaPenélope.—Si todavía no sabes quién soy, tedescribiré nuestro lecho, que yo mismoconstruí con ramas de olivo.Penélope se abrazó a su maridollorando de alegría.Odiseo y Penélope gobernaron Ítaca enpaz y con felicidad durante largos años.Tal como lo había predicho la sombra de

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Tiresias, Odiseo murió en su querida isla,muy anciano y muy lejos del mar.

Hijo de Titanes, Zeus enfrentó a supadre Cronos por el dominio del Universoy después a su abuela Gea, la Tierra.Victorioso en sus luchas por la conquistadel poder, Zeus se convirtió en el másgrande de los dioses olímpicos, y reinósobre ellos así como sobre los mortales.Pero nunca fue un dios todopoderoso niperfecto. Tuvo defectos y debilidadeshumanas. Se enamoró muchas veces, dediosas y mujeres, y muchas veces mintió yengañó para seducirlas. Sus peleas con suesposa Hera fueron la diversión y lacomidilla del Olimpo.Y sin embargo también es un diosgigantesco y justo, que mantiene el ordendel Universo. Él mismo está sometido alas leyes del destino, que nadie puedeburlar. En la puerta de su palacio hay dosjarras: una contiene todos los bienes y laotra todos los males, que Zeus dispensade acuerdo con su divino sentido de lajusticia, a veces difícil de comprenderpara los simples mortales.seguir leyendo

En los comienzos del tiempo, muchoantes de que existieran los dioses delOlimpo, Cronos, el titán de menteretorcida, mutiló a su padre Urano yarrojó sus genitales al mar. Allí dondecayeron nació la bellísima Afrodita, ladiosa de la belleza y el amor. Nunca tuvoinfancia: apareció entre la espuma de lasolas como una hermosísima mujer.Cuando los olímpicos vencieron a susenemigos, el gran Zeus se convirtió en elamo del Universo y tuvo miedo de que labelleza de Afrodita fuera causa dedisgustos y peleas entre los dioses. Poreso la casó con su hijo Hefesto, el diosdel fuego y de la fragua.

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Pero su marido era feo, rengo, deforme,y Afrodita estaba perdidamenteenamorada de Ares, el salvaje dios de labatalla. De sus amores con Ares tuvomuchos hijos, entre ellos Deimos y Fobos(el Terror y el Miedo), que acompañabana su padre en las batallas, pero tambiénEros, el dios del amor, mucho másparecido a su madre.El enojo de Afrodita era muy peligroso,porque el amor apasionado puede causarcatástrofes. Pero también eran peligrosossus favores, como sucedió cuando hizoque Helena se enamorara de Paris yprovocó así la Guerra de Troya.Aunque no logró que los troyanosganaran la guerra, Afrodita los protegió entodo momento. Con uno de ellos,Anquises, la diosa tuvo a su hijo Eneas ylos defendió a los dos cuando escaparonde la ciudad en llamas en busca de unanueva patria. Los romanos seconsideraban descendientes de Eneas y,por eso, Roma estuvo siempre bajo laprotección de Afrodita-Venus.seguir leyendo

Es el penúltimo hijo de Cronos y Rea.Cuando los dioses olímpicos vencieron asu padre y al resto de los Titanes, aPoseidón le tocó en suerte el dominio delos mares y océanos, de los lagos ylagunas. Nunca reinó, en cambio, sobrelos tres mil dioses ríos.Poseidón es un dios muy malhumorado.Los mortales temen los golpes de sutridente, capaces de provocar naufragios,terremotos y maremotos que se llevanparte de la costa. En cambio, cuando estáde buen humor, asegura un mar calmo,navegación tranquila y es capaz de hacersurgir nuevas islas del fondo del océano.Cuando la ciudad de Atenas debía serconsagrada a uno de los dioses, Poseidóny Atenea compitieron por ella. Con ungolpe de su tridente, Poseidón le regaló ala ciudad una laguna de agua salada.Atenea le entregó el olivo. El rey de laciudad y también sus habitantes eligieronel olivo, que les daba alimento, aceite ymadera, en lugar del agua salada que depoco les servía. Poseidón se puso tanfurioso que inundó la llanura de laEleusis.Solo el poderoso Poseidón podíaatreverse a enamorar a la terrible Medusa,con sus colmillos de jabalí, su cabellerade serpientes y su mirada capaz deconvertir en piedra a los mortales. Elfamoso caballo alado, Pegaso, fue el hijode la temible pareja.seguir leyendo

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También Hades es hijo de Cronos yRea. Cuando los Olímpicos vencieron alos Titanes y se repartieron el Universo,al dios Hades le tocó en suerte elinframundo, el Reino de los Muertos.Desde entonces reina allí, con la ayudade genios y demonios, y no es buenopronunciar su nombre. Hades no conoce lacompasión. No permite que las sombrasde los muertos vuelvan a la Tierra ni dejaque entren los mortales al reino de lassombras.Para llegar hasta su reino, los muertosdeben cruzar un río oscuro y turbulento, elAqueronte. Solo el barquero Carontepuede atravesarlo con su navedesvencijada, pero hay que pagarle por elviaje. Por eso los griegos enterraban a susmuertos con una moneda de un óbolo en laboca, el precio de la barca de Caronte.Las sombras sin dinero se agolpangimiendo en las orillas del Aqueronte.Hades se enamoró de su sobrina, labella Perséfone, y la raptó. Solo tresmeses por año la deja volver junto a sumadre, Deméter.Muy pocos mortales consiguieronentrar a su reino. Uno de ellos fue el granhéroe Teseo, a quien Hades encadenó porsu osadía. Otro fue Heracles, queconsiguió liberar a Teseo. Solo el másgrande los músicos, Orfeo, el único queconsiguió acallar con su lira y su canto lavoz de las mismísimas sirenas, tuvopermiso para llevarse del MundoSubterrráneo a su mujer Eurídice otra vezhacia la vida. Hades le aseguró que ellalo seguiría, a condición de que Orfeo nose diese vuelta a mirarla. Pero el músicono pudo resistir la duda. ¿Venía realmenteEurídice siguiendo sus pasos? Y al darsevuelta para comprobarlo, la perdió parasiempre.En lugar de su peligroso nombre, losromanos optaron por llamarlo a vecesPlutón, que significa “el rico”, porqueHades es el dueño de todo el oro y laplata que se esconde debajo de la tierra.seguir leyendo

Como su marido Zeus, la diosa Hera eshija de Cronos y Rea. Se dice que sudivino esposo la enamoró en tiempos muyantiguos, cuando todavía reinaban Cronosy los Titanes.Después de afirmar su poder sobre elUniverso, Zeus se casó con Hera en una

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boda importante y solemne. Tuvieroncuatro hijos, entre ellos, los diosesolímpicos Hefesto y Ares.Pero Hera nunca fue feliz en sumatrimonio, porque su marido erademasiado enamoradizo: le gustaban lasdiosas, las ninfas, las mujeres mortales, yestaba dispuesto a cualquier engaño contal de seducirlas.Hera se hizo famosa por sus terriblescelos. Perseguía de todas las manerasposibles a las amantes de su marido yodiaba con todas sus fuerzas a los hijosque Zeus había tenido fuera de sumatrimonio. Trató de impedir elnacimiento del famoso héroe Heracles, ycuando no lo consiguió, consagró todossus esfuerzos a destruirlo. Los diosesApolo y Artemisa nunca habrían nacido sihubiera sido por Hera, que prohibió quesu madre Leto pudiera dar a luz.A pesar de eso, o tal vez precisamentepor eso, Hera fue la diosa del matrimonioy la fidelidad, y la protectora de lasmujeres casadas.seguir leyendo

Deméter es la diosa de la tierracultivada y del trigo. Es hija de Cronos yde Rea, como sus hermanos Zeus, Hades,Hestia, Hera y Poseidón.Tuvo una sola hija, Perséfone, a la queadoraba. La muchachita, toda luz yalegría, se criaba feliz en compañía deAtenea y Artemisa, las otras hijas deZeus. Pero su tenebroso tío Hades, el reydel mundo subterráneo, se enamoró deella.Cierto día, Perséfone estaba juntandoflores para adornar su morada en elOlimpo y se inclinó para arrancar un lirio.En ese momento la tierra se abrió,apareció Hades y tomó a Perséfone por lacintura. Inmediatamente volvió a hundirseen las profundidades de su reino. Deméteralcanzó a escuchar el grito que habíalanzado Perséfone al hundirse en la tierra.La madre, desesperada, dejó el Olimpo ysalió a buscar a su hija por el mundo.Durante nueve días y nueve noches, sincomer ni beber, Deméter recorrió todo elmundo conocido hasta enterarse de losucedido por los habitantes de la regióndonde se había realizado el rapto.Furiosa con su hermano Hades, decidióno regresar al Olimpo hasta que no ledevolvieran a su hija. Transformada enuna anciana, se sentó durante días enterosen una roca, llamada desde entonces“Piedra sin alegría”. Después se empleócomo nodriza y al niño que ayudó a criarle dio como misión difundir el cultivo detrigo en el mundo.Pero, entretanto, al faltar Deméter del

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Olimpo, la tierra entera se volvió estéril yya nada crecía en ella. Zeus ordenó aHades que devolviera a Perséfone, pararestablecer el orden del Universo.Y sin embargo ni siquiera Zeus podíahacer que Perséfone volviera con sumadre. Porque cualquiera que come obebe algo en el mundo de los muertos,queda atrapado para siempre. El error dePerséfone fue probar, convidada por sumarido, una simple semilla de granada.Ya no podría regresar al Olimpo.Zeus tuvo que encontrar la manera deconformar a Deméter para convencerla deque volviera a hacerse cargo de susdeberes de diosa. Perséfone tendría quevivir para siempre en el Mundo de losMuertos, pero cada año podría volver portres meses a la Tierra, para estar cerca desu madre. Desde entonces, cada vez quesu hija vuelve a la Tierra, la felicidad deDeméter hace que broten los tallos,crezcan las hojas, se abran las flores. Losmortales lo llaman Primavera.seguir leyendo

Hestia es la diosa del hogar y lafamilia. Es la hermana mayor de Zeus, laprimera hija de Cronos y Rea, y laprimera en ser devorada por su padre.Poseidón y Apolo se enamoraron deHestia al mismo tiempo y pidieron sumano, pero ella quería ser virgen parasiempre y consiguió que Zeus lepermitiera mantenerse soltera.Agradecido por la decisión de Hestia,que evitó una nueva lucha entre losdioses, Zeus le concedió honores muygrandes: no solo sería objeto de culto entodas las casas de los hombres, sino quepodría ser honrada también en el templode cualquier otro dios.Hestia nunca quiso intervenir en losasuntos de los hombres, una de lasgrandes diversiones de los demás dioses.Siempre inmóvil en el centro del Olimpo,al cuidado del fuego sagrado, representóel refugio del cariño familiar, el lugartranquilo y seguro adonde volver despuésde viajes y aventuras. Tal vez por esosiempre se llevó tan bien con Hermes, elmás viajero de los dioses.Fue la inventora del arte de construircasas y la responsable de la felicidadconyugal y la armonía familiar.Hestia es el fuego que da calor y vida alos hogares.seguir leyendo

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La primera mujer del gran Zeus, antesque Hera, fue Metis, la Prudencia. Cuandoquedó encinta, el dios consultó a susabuelos, Gea y Urano, sobre el destino desus descendientes.Lo que Gea y Urano adivinaron sobreel futuro era bastante difícil de aceptar. Elbebé que Metis tenía en su vientre era unahija. Si Metis daba a luz a esa hija,después tendría un varón destinado adestronar a su padre.Zeus no quería encerrar a sus hijos,como su abuelo Urano, y mucho menosdevorarlos, como su padre Cronos.Desesperado, trataba de idear una manerade escapar del destino, cuando la propiaMetis lo persuadió con una extrañapropuesta.—Trágame —le dijo a su marido—.Trágame entera sin hacerme daño. Así,cuando llegue el momento del parto, noseré yo la que dé a luz a nuestra hija, sinoque saldrá de tu propio cuerpo.Y así fue. Cuando llegó el momento delparto, Zeus le ordenó a Hefesto que lepartiera la cabeza de un hachazo. De lacabeza de Zeus salió Atenea, que no eraun bebé, sino una joven diosa enteramentearmada para la guerra.Atenea es una diosa guerrera, perotambién es la diosa de la sabiduría. Comodiosa de la guerra, a ella le correspondedecidir las cuestiones estratégicas,mientras que el horror y la confusión de labatalla quedan a cargo de su mediohermano Ares. La ciudad de Atenas leestá dedicada.seguir leyendo

Hefesto es hijo de Zeus y de su legítimaesposa, la diosa Hera. Se cuenta queHera, siempre celosa de los amoríos deZeus con las mujeres mortales, estabadiscutiendo con su marido cuandoHefesto, todavía niño, salió en defensa desu madre. Furioso con su hijo, Zeus lotomó de un pie y lo arrojó fuera delOlimpo. No temía que muriese en lacaída, porque como hijo de dioses,Hefesto era inmortal. El pobre muchachocayó, cayó y cayó por el espacio durantehoras, hasta que, al final del día, chocócon la Tierra. Desde entonces le quedópara siempre esa renguera que lodiferenciaba de los demás Inmortales.Sin embargo, Hefesto es un dios muypoderoso. Todos los volcanes son sus

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fraguas. Trabaja allí con la ayuda de losCíclopes y cuando lo desea puede lanzarfuego, humo y lava sobre la tierra.A pesar de su fealdad, se casó con lamás bella de todas las diosas, la increíbleAfrodita. Pero Afrodita no lo amaba ypronto escapó con Ares, el dios de labatalla. Helios, el Sol, que todo lo ve, fuea contarle al marido engañado dóndeestaban Ares y Afrodita.Ahora bien, Hefesto era famoso por susinvenciones. En sus fraguas podía fabricararmas, herramientas y todo tipo demaravillas. Lo que hizo esta vez fuefabricar una red indestructible y al mismotiempo invisible. Envolvió en ella a losculpables mientras dormían,impidiéndoles todo movimiento, y llamó atodos los dioses del Olimpo para quecontemplaran el espectáculo. Lasdivinidades rieron y rieron a costa de losamantes, que no podían escapar. ApenasHefesto la dejó libre, Afrodita huyóavergonzada.Pero Hefesto no se quedó solo. A pesarde su poco atractivo físico, siempreconsigue ser amado por mujereshermosas.seguir leyendo

Hijo de Zeus y Hera, Ares es el dios dela guerra. Pero su media hermana Ateneaes la que se encarga de las cuestionesestratégicas, aplicando su prudencia y susabiduría. En cambio, Ares es el dios delhorror y la confusión de la batalla. Susprincipales ayudantes son sus hijosDeimos y Fobos, el Terror y el Miedo,nacidos de sus amores con Afrodita.También la diosa de la Discordia tiene unlugar en su carro de guerra. Ares encarnala fuerza bruta, y solo le importa lamatanza y la sangre. Como no tiene ningúnsentido de justicia, cuando los hombresluchan entre sí, le da lo mismo ayudar acualquiera de los dos bandos: y eso fue loque hizo en la Guerra de Troya.Heracles, que también era fuerte peromucho más inteligente, lo hirió en dosocasiones. Como cualquier dios, Ares erainmortal, pero sufría como si fuerahumano el dolor de las heridas.Con su casco en forma de cresta,participaba en las batallas montado en sucarro de guerra: una cuadriga tirada porcuatro caballos inmortales que respirabanfuego.Fue el eterno enamorado de labellísima Afrodita, con la que tuvo varioshijos, burlando a su marido Hefesto.De su unión con la ninfa Harmoníanacieron las primeras amazonas, lasterribles mujeres guerreras.seguir leyendo

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Leto, una hija de Titanes, habíaquedado encinta del gran Zeus. Hera, laesposa de Zeus, loca de celos, trató deimpedir que nacieran esos niños yprohibió que nadie en tierra firme le dierarefugio a Leto para su parto. Sin embargo,Zeus encontró para Leto una tierra que noera firme: la isla flotante de Delos. Allínacieron los mellizos divinos: la primeraen nacer fue Artemisa, que surgió delvientre de su madre ya convertida en unajoven adulta, y ayudó con el parto de suhermano Apolo. Desde entonces, comoagradecimiento de los dioses, cuatrofuertes columnas mantienen a la isla deDelos atada al fondo del mar.Poco después de nacer, los hermanosmellizos tuvieron que luchar con elgigante Ticio, que por encargo de Heraintentó atacar a su madre. Artemisa y suhermano Apolo lo derribaron a flechazos.Hermosa, salvaje, vengativa,independiente, así era Artemisa, quenunca se interesó en ningún varón, humanoo inmortal. Diosa de la caza, le gustabavagar por los bosques con su arco y susflechas. Protegía a los cazadores, perotambién a las fieras salvajes, sus amigas ycompañeras.Artemisa defendía, además, a lasamazonas, que eran, como ella, mujeressolas, fuertes, independientes, guerreras ycazadoras.seguir leyendo

Apolo es el hermano mellizo deArtemisa, hijo de Zeus y Leto. Despuésdel penoso parto de su madre, que lacelosa Hera trató de impedir, Zeus leregaló a su hijo el don de la adivinación,una mitra de oro, un carro tirado porcisnes y le ordenó que fuera a Delfos.Pero los cisnes llevaron a Apolo alPaís de los Hiperbóreos, más allá de lapatria del Viento Norte, donde el cielo essiempre puro. Recién un año después, enpleno verano, llegaron a Grecia. Apoloera tan hermoso que la Naturaleza sealegraba con su presencia: las cigarras ylos ruiseñores cantaban en su honor, lasfuentes se volvían más cristalinas, elmundo entero se embellecía a su paso.En Delfos vivía el dragón Pitón, queasustaba a las ninfas, mataba al ganado y alos campesinos y corrompía el agua de losmanantiales y los arroyos. Apolo lo matóa flechazos y estableció para siempre el

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famoso Oráculo de Delfos, que le fueconsagrado, y que sería consultadodurante muchísimos siglos.Nadie tenía un cuerpo tan perfectocomo el de Apolo, nadie tenía una caratan bella, que enamoraba por igual aninfas, diosas y mortales. Y sin embargo,Apolo amó locamente a Casandra sin sercorrespondido. Para seducirla, leprometió que le enseñaría el arte de laadivinación. Pero cuando Casandra huboaprendido lo que deseaba, se atrevió arechazar al dios. En venganza, Apolo lequitó el don de inspirar confianza. Desdeentonces, la desdichada era capaz deadivinar el futuro con cruel precisión…pero nadie le creía.Uno de los hijos de Apolo fueEsculapio, el dios de la medicina. Llegótan lejos en su arte que finalmenteconsiguió resucitar a los muertos. Esa erauna grave alteración en el orden delUniverso, algo que Zeus no podíapermitir. Con uno de sus rayos, mató aEsculapio.Apolo estaba furioso. Como no podíaatacar directamente a Zeus, quiso vengarla muerte de su hijo matando a loscíclopes a flechazos. El castigo de Zeusfue obligarlo a servir como pastor de unrey, convertido en simple mortal. Fue enese momento cuando su hermano Hermes,recién nacido, le robó el ganado, paradespués cambiárselo por la lira.Apolo es el dios de la profecía, de lamúsica y de los pastores, pero es tambiénun dios guerrero capaz de matarrápidamente y a distancia con sus flechascerteras, como su hermana Artemisa.seguir leyendo

Hermes es el menor de los hijos deZeus. Su madre fue una ninfa, una de lassiete Pléyades, tiempo despuésconvertidas en estrellas.El mismo día de su nacimiento, Hermesse retorció hasta librarse de las vendascon las que aseguraban a los reciénnacidos y viajó hasta una región lejana,donde su hermano Apolo, transformado enhombre, cuidaba un rebaño por orden deZeus. Aprovechando una distracción deApolo, le robó todo el ganado, atando unarama a la cola de cada uno de losanimales para que borraran sus huellas alcaminar. (Por esa hazaña, el dios Hermeses considerado el protector de losladrones). Después sacrificó dos de losanimales a todos los dioses del Olimpo,para asegurarse su buena voluntad. Conlos intestinos de una de las víctimas y elcaparazón de una tortuga, inventó la lira.Cuando Apolo llegó, furioso, aquejarse del robo, la madre de Hermes le

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mostró al niño en pañales. ¿Cómo podíaacusar a un bebé? Pero Zeus, qué conocíala hazaña del pequeño, lo obligó adevolver los animales.—Te dejo quedarte con el ganado acambio de la lira —propuso Apolo, quehabía escuchado, asombrado, la músicaque producía ese maravilloso instrumento.Y así fue.Tiempo después, Hermes inventótambién la flauta y la siringa, y se lascambió a Apolo por un bastón de oro quellevaba siempre consigo. Desde entonces,Apolo es considerado el dios de lamúsica.Zeus, orgulloso de su hijo menor, loconvirtió en el mensajero de los dioses.Con sus sandalias aladas, su bastón de oroy su sombrero de ala ancha, vuela por elUniverso transmitiendo las órdenes de losOlímpicos. También está encargado deacompañar al reino de Hades a lassombras de los muertos, y por eso se lollama a veces “el Acompañante de lasAlmas”.seguir leyendo

Tal vez por ser hijo de una mujermortal, Dioniso no fue reconocido deinmediato como un dios y mucho menoscomo uno de los Olímpicos.Hera, la celosa esposa de Zeus, seenteró de que una princesa humana iba atener un hijo del dios y planeó venganza.Disfrazada de criada, se ganó la confianzade Sémele y la hizo dudar de que suamado fuera realmente el rey de losdioses. La muchacha le pidió entonces aldios que se mostrara en todo su poder.Zeus se negó varias veces, pero ante lainsistencia de Sémele, apareció en sumáxima majestad, rodeado de rayos yrelámpagos. La visión fue tan tremendaque la muchacha no pudo resistirla y cayófulminada.Zeus se apresuró a salvar al bebé queestaba en el vientre de su madre. Pero losseis meses de gestación no eransuficientes para que pudiera sobrevivir.Entonces el gran dios se abrió uno de susgigantescos muslos, metió al bebé dentrode la herida y la volvió a cerrar. Tresmeses después volvió a cortarse el muslopara que naciera el pequeño Dioniso.Para evitar la furia de Hera, Zeus loentregó para su crianza a una pareja dereyes. Ordenó primero que lo vistieran demujer y, como no fue suficiente disfraz, selo llevó otra vez consigo y lo transformóen cabrito. En esta forma lo criaron unasninfas hasta que tuvo edad suficiente paradefenderse por sí mismo.Dioniso fue el dios del vino, el primeroen descubrir las maravillosasposibilidades de la uva. Viajó por todo el

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mundo, al principio perseguido por Hera,que le envió la Locura. Pero Dionisologró recobrar la razón y en cambio seapoderó de la Locura para usarla a suantojo y así lo hace con los que abusan desu mágica bebida. Después siguióviajando y enseñando a los humanos aplantar vides y fabricar vino. En unaexpedición mitad guerrera y mitad divina,gracias a su ejército y sus poderesdivinos, consiguió conquistar la India.Cierta vez, en su forma humana,contrató los servicios de una nave paraque lo condujera a una isla. Era una navepirata, y sus tripulantes creyeron que seríafácil vender a ese joven tan hermosocomo esclavo. Cuando Dioniso se diocuenta, transformó los remos enserpientes, llenó el barco de hiedra y loparalizó en medio del mar entreenramadas de parras, mientras sonabanflautas invisibles. Los piratas,enloquecidos, se arrojaron al mar,transformándose en delfines.Sus viajes terminaron cuando el mundoentero lo reconoció como dios y Zeus ledio su lugar entre los demás Olímpicos.Entonces Dioniso, que no había conocidoa su madre, rescató la sombra de Sémeledel Mundo de los Muertos y la llevó conél al Cielo.seguir leyendoNotas1 Para más información, ver Afrodita en elapartado Los dioses del Olimpo” o hagaclic aquí.2 Para más información ver Hestia en elapartado “Los dioses del Olimpo” o hagaclic aquí.3Zeus, dios máximo del Olimpo. Para másinformación ver Zeus en el apartado “Losdioses del Olimpo” o haga clic aquí.4Deméter es la diosa de la tierracultivada; Hera, la diosa del matrimonio yde la fidelidad; Hades, el dios de losmuertos, y Poseidón, el dios de los mares.Para más información, haga clic en cadaunos de los nombres.5 De su unión con Equidna, otro monstruomitad mujer, mitad serpiente, nacierontodos los horrores que devastaban laTierra: la Esfinge de Tebas, el CanCerbero, el águila que devoraba el hígadode Prometeo y muchos otros.6 Para más información, ver Atenea en elapartado “Los dioses del Olimpo” o hagaclic aquí.7 Para más información, ver Hermes en elapartado “Los dioses del Olimpo” o hagaclic aquí.8 Hefesto es el dios del fuego. Para másinformación, véase en el apartado “Losdioses del Olimpo” o haga clic aquí.9 Dos seres vivos escaparon de la herida.Eran los hijos de Medusa y Poseidón: ungigante y un caballo alado, el famosoPegaso.10 Hércules, en la mitología romana.11 Para más información, ver Artemisa en

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el apartado “Los dioses del Olimpo” ohaga clic aquí.12 Apolo es el dios de las profecías, lamúsica y los pastores. Para másinformación, véase en el apartado “Losdioses del Olimpo” o haga clic aquí.13 Para más información, ver Ares en elapartado “Los dioses del Olimpo” o hagaclic aquí.14 Se trataba del mismísimo Toro deCreta, el padre del Minotauro, al queHeracles había vencido sin matarlo, yllevó luego al Peloponeso.15 Dioniso es el dios del vino. Para másinformación, véase en el apartado “Losdioses del Olimpo” o haga clic aquí.16 Ulises, en la mitología romana.