libro alberto acosta maldición abundancia 2009

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    La maldicinde la abundancia

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    Alberto Acosta

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    LA MALDICIN DE LA ABUNDANCIAAlberto Acosta

    1a. edicin: Comit Ecumnico de Proyectos CEPAv. Amazonas N20-45 y Jorge WashingtonEdificio lvarez Burbano, sexto piso, oficina 603Casilla: 17-03-4589Telfonos: (593-2) 2232-345 / 2564-655

    Fax: 2506-418Correo electrnico: [email protected], Ecuador

    Ediciones Abya-YalaAv. 12 de Octubre 14-30 y WilsonCasilla: 17-12-719Telfonos: (593-2) 2506-267/ 2506-251Fax: (593-2) 2506-255/ 2506-267Correo electrnico: [email protected], Ecuador

    ISBN Abya-Yala: 978-9978-22-844-9

    Edicin: Nadesha Montalvo Rueda y Erika HanekampDiseo ydiagramacin: Ediciones Abya-YalaImpresin: Producciones Digitales Abya-Yala

    Quito, Ecuador

    Impreso en Quito, septiembre 2009

    Con el auspicio de SWISSAID

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    Dedicatoria ............................................................................ 7Presentacin........................................................................... 9

    A modo de prlogo ............................................................... 15

    Realidades, mitos y necedades de la economa extractivista 21 De la Ilustracin al determinismo neoliberal.............. 21 Algunos entretelones de esta maldicin ...................... 27 Ecuador, un pas rico en recursos naturales,

    por lo tanto pobre .................................................... 35

    La actividad petrolera en Ecuador ....................................... 37 Un petrleo demasiado bueno para Ecuador.............. 37 Primera excursin transnacional por la Amazona..... 38 El auge petrolero del siglo XX...................................... 40

    El fin del sueo petrolero ............................................. 45 Repunte pasajero de los precios del petrleo .............. 53 Profundos desbalances energticos .............................. 60 El petrleo se acaba en Ecuador................................... 63 Algunas ubicaciones y algunas cifras ........................... 67

    ndice

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    Del destrozo de la Amazona al juicio del siglo ....... 71 La Amazona se mantiene como periferia de la

    periferia.......................................................................... 82

    La actividad minera en el Ecuador ...................................... 89 Minera desde antes de la Colonia ............................... 89 Soplan vientos neoliberales sobre la minera .............. 92

    Del Mandato Minero a la nueva Ley de Minera ........ 101 La realidad de la minera en Ecuador .......................... 107 Puede ser el Ecuador un pas minero?........................ 112 Las principales amenazas socio-ambientales

    y regionales.................................................................... 114

    Una maldicin que amenaza la democracia........................ 135 Cmo no permanecer atrapados por la maldicin de

    la abundancia ................................................................ 147 Principales patologas de la maldicin de la abundancia 152 La necesidad de repensar el desarrollo ........................ 160 El buen vivir, como una oportunidad a construir ...... 178

    La lucha popular no se detiene .................................... 182

    La revolucionaria propuesta de dejar el crudo en tierraen el Yasun ............................................................................ 187

    Los entretelones de la Iniciativa ITT............................ 187 Amplio respaldo internacional a la propuesta, pero 191 Elementos para consolidar la Iniciativa ITT ............... 196 La va del mercado no es conveniente ......................... 199 La salida poltica pragmtica es la nica posible......... 202

    Anexo Principales rasgos de la evolucin del marco jurdico

    petrolero y minero ........................................................ 205

    Bibliografa ............................................................................ 225

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    Las reflexiones de este libro estn dedicadas a todas laspersonas que hicieron posible el cumplimiento de mi gestin enel Ministerio de Energa y Minas, as como a todas aquellas que

    nos acompaaron y apoyaron de manera franca y leal en el pro-ceso constituyente.Un reconocimiento especial merecen los habitantes de

    Montecristi, aquel pueblo tranquilo y amable donde se llev acabo la Asamblea Constituyente. Su entusiasmo, su hospitali-dad, su respaldo e incluso su tolerancia, fueron importantes pi-lares para completar la tarea.

    Con este texto tambin agradezco a mi familia: hijo,nuera, hijas, nieto, pero sobre todo a Anamara, mi compaera,pues sin su apoyo decidido, sus consejos permanentes, su pa-ciencia ilimitada y su gran cario no podra cumplir con micompromiso.

    D edicatoria

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    En este libro se recogen varios trabajos acadmicos, pe-riodsticos y de estudios del autor. Sintetiza un largo y acumula-tivo proceso de anlisis y discusiones con diversos sectores de la

    sociedad. Se nutre de varias luchas de resistencia y tambin deconstruccin de propuestas colectivas tanto con los movimientossociales y sindicales, como con muchos profesionales, particular-mente del sector energtico. Incorpora propuestas y sugerenciasacumuladas en una multiplicidad de mesas redondas y foros den-tro y fuera del pas, incluso con sectores empresariales privados yestatales. Rescata los principales aportes sobre la materia integra-dos en el plan de gobierno de la revolucin ciudadanaen el ao2006, que represent un gran esfuerzo de construccin colectivadesde la ciudadana. Constituye una suerte de reflexin sobrecuestiones energticas y mineras luego del trabajo en la Corpora-cin Estatal Petrolera Ecuatoriana (CEPE), en la Organizacin

    Latinoamericana de la Energa (Olade), en el Ministerio de Ener-ga y Minas y en la Asamblea Constituyente de Montecristi. In-cluso recoge la sistematizacin de un curso acadmico dictado enla Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), en elcual se discuti detenidamente sobre esta relacin aparentemen-

    P resentacin

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    te perversa entre recursos naturales y subdesarrollo que desem-bocara en la maldicin de la abundancia.

    Este trabajo, en sntesis, se consolid con el debate.Aqu se empieza con la presentacin de las realidades,

    los mitos y las necedades de la economa extractivista, para po-nerlas en el contexto de un pas rico en recursos naturales. Las ac-tividades petroleras y mineras tienen un tratamiento diferencia-

    do, que reconoce su evolucin, estructura y perspectivas a la luzde las patologas propias de este tipo de economa. El previsiblefin del petrleo y sus consecuencias son abordados desde la lgi-ca conclusin de preparar una estrategia que nos permita cami-nar hacia una economa post-petrolera, acicateada por los pro-fundos desbalances energticos y la masiva destruccin de laAmazona, una regin que contina como periferia de la perife-ria. El caos en el manejo minero merece un anlisis detenido, a lapar que los alcances del incumplido Mandato Minero, desvirtua-do, tanto como la misma Constitucin, en la nueva Ley de Mine-ra. Los riesgos para la democracia son dilucidados con firmeza,tanto desde una perspectiva histrica e internacional, como del

    presente. Para concluir se invita a repensar el desarrollo, presen-tando algunas ideas-fuerza a ser desplegadas desde la institucio-nalidad del Estado y los mercados, as como desde la base de lasociedad. Con la audaz y estimulante propuesta de dejar el crudoen tierra en el Yasun se cierran estas pginas, con las que se quie-re demostrar que s hay salidas a la trampa que representa la mal-dicin de la abundancia, planteada en este texto como una met-fora para forzar la discusin antes que como una fatalidad (ade-ms, si se habla de abundancia sta ser entendida en trminosrelativos, por cierto). Este libro se enriquece con otros aportes,presentados en forma de recuadro, destinados a completar y me-

    jorar la informacin.

    El libro pretende ser una invitacin para la discusinen la sociedad. Este es su objetivo primordial. Por lo tanto no esun punto de llegada, sino de partida para seguir debatiendo so-bre un tema tan importante como el que aqu se analiza, la mal-dicin de la abundancia. Una cruda realidad a la que estamos

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    confrontados: somos pobres, porque somos ricos en recursosnaturales

    El reto es repensar el desarrollo, digmoslo ms clara-mente desde el inicio, construir entre todos y todas el buen vi-vir. La historia y la realidad presente nos dicen que es indispen-sable dejar atrs la lgica de una economa extractivista. Ecua-dor ha sido un pas-producto, no ha sido todava un pas- inte-

    ligencia. Una y otra vez han asomado productos provenientesde la naturaleza que han permitido mantener a flote la econo-ma. Ecuador, un pas multidiverso, ha vivido de extraer esos re-cursos. Sin embargo, a la hora de hacer un balance, vemos queel pas, por ms rico que sea en recursos naturales, no se ha de-sarrollado.

    Cmo explicar esta curiosa contradiccin entre laabundante riqueza natural y la pobreza en nuestro pas? Qu im-plicaciones tiene la extraccin de petrleo u otros minerales sobrela economa, sobre la sociedad, sobre la poltica? Es posible so-breponerse a los efectos negativos que ejerce la abundancia de re-cursos naturales? Ser inevitable repetir los fiascos que represen-

    taron las bonanzas del cacao, del banano, del mismo petrleo?La profusin de recursos naturales de que disponeEcuador tiende, entre muchos otros procesos endgenos de ca-rcter patolgico que acompaan al masivo extractivismo, a dis-torsionar la estructura y la asignacin de sus recursos econmi-cos, redistribuye regresivamente su ingreso nacional y concentrala riqueza del pas en pocas manos, mientras se generaliza la po-breza. Esta realidad ha dado paso a crisis econmicas recurrentes,al tiempo que ha consolidado mentalidades rentistas, ha pro-fundizado la dbil y escasa institucionalidad, alentando la co-rrupcin y deteriorando el medio ambiente. Las prcticas clien-telares en lo social estn a la orden del da.

    Como es evidente, todo ello ha contribuido a debilitarla gobernabilidad democrtica, en tanto termina por establecer ofacilitar prcticas autoritarias, voraces y clientelares. En efecto,Ecuador, como todos los pases que han priorizado su economaen base a la extraccin de recursos primarios, sobre todo petro-

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    leros y mineros, no se ha caracterizado como ejemplo de demo-cracia, sino todo lo contrario.

    El sumak kawsayo buen vivir, planteado en la Consti-tucin de Montecristi, nos conmina a superar el extractivismo ya construir conscientemente una economa post-petrolera. Y sihablamos de economa post-petrolera no estamos pensando enque aparezca un nuevo producto primario que nos permita so-

    brevivir en el mercado internacional. Debemos entender que elhecho de ser pases productores y exportadores de recursos natu-rales, no conduce al desarrollo.

    Tenemos que comenzar a pensar que el buen vivirsloser posible en la medida en que aprovechemos de una manerasustentable en trminos ambientales, sociales, econmicos e in-cluso polticos nuestras riquezas naturales. Para lograrlo hayque reconocer que el principal factor de produccin y de desa-rrollo es el ser humano, el que, a su vez, siempre viviendo en ar-mona con la naturaleza, es el sujeto del buen vivir. No podemospensar siempre en que los recursos naturales, de forma aislada,espontnea y casi mgica, van a resolver nuestros problemas. A

    partir de la utilizacin de estos recursos, sobre bases de equidady con encadenamientos productivos y sociales, tenemos que dise-ar la estrategia para alcanzar el buen vivir. Para lograrlo necesi-tamos dar vuelta a la pgina de la economa primario-exportado-ra. Al respecto, este libro parte de una profunda crtica a este mo-delo explotador, destructor e injusto, que promovi la concentra-cin de la riqueza, que imposibilit la redistribucin de la misma

    y que est deteriorando de manera perversa la naturaleza; el libroconjuga datos, anlisis, propuestas para poder entender el retoque tenemos por delante.

    As, sin ningn afn por dar ctedra en esta materia, to-do lo contrario, se presenta a la sociedad este libro para seguir

    discutiendo y aprendiendo. Slo en base a un permanente ejerci-cio democrtico de efectiva participacin ciudadana se podrconstruir el buen vivir. Esto nos conduce a continuar con el pro-ceso constituyente, an inconcluso.

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    Tengamos presente que la construccin de la Constitu-cin de 2008 fue el resultado de un proceso de larga data, fue pro-ducto de una memoria histrica acumulada en muchas y diver-sas luchas populares. Fue y sigue siendo un intento serio por so-ar colectivamente en un pas ms libre, igualitario, equitativo eincluyente. A pesar de lo largo y complejo del camino recorrido,a pesar de lo mucho que se ha acumulado en trminos histricos,

    la tarea recin comienza, casi todo est pendiente. Falta sobre to-do la apropiacin por parte de la ciudadana de la Constitucin,vista como una caja de herramientas democrticas destinadas ahacer realidad el buen vivir.

    Si este proceso democrtico involucra de forma pro-funda y directa a la gran mayora de la poblacin, y sta a su vezse aduea de las transformaciones necesarias, se puede cambiarel rumbo de una historia de pobreza, violencia, depredacin yautoritarismo. Para lograrlo es indispensable, siempre y en todomomento, ms democracia, nunca menos.

    En la elaboracin de este trabajo se cont con el valiosoapoyo y la crtica de las siguientes personas, citadas en orden alfa-

    btico: Jos Cueva, Eduardo Gudynas, Esperanza Martnez, Lour-des Montesdeoca, Amparito Pilco, Liliana Roldn, Anamara Va-rea, Francisco Vergara, Carlos Zorrilla. A ellos y ellas un agradeci-miento muy sentido.

    Quito, 1 de julio de 2009

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    El buen vivir ms all del extractivismo

    Eduardo Gudynas1

    De acuerdo con las ideas clsicas sobre el desarrollo,siempre se sostuvo que la riqueza en recursos naturales era unacondicin clave para permitir alcanzar mejores niveles de vida.En Amrica Latina, muchos repetan que la abundancia en mine-rales, suelos frtiles, agua dulce y otros recursos bastaba para ase-gurar el camino a la prosperidad y el bienestar.

    Sin embargo, los pases del continente, y entre ellosEcuador, siguen sufriendo serios problemas sociales; persiste lapobreza y la desigualdad es evidente. Es como si esa riqueza se es-curriera entre nuestras manos para perderse ms all de las fron-teras, alimentando los ros del comercio internacional, pero sindesencadenar un salto cualitativo en el desarrollo nacional.

    A modo de prlogo

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    1 Eduardo Gudynas, secretario ejecutivo del Centro Latino Americano de Ecolo-ga Social (Claes), Montevideo.

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    Ese tipo de contrastes ha sido catalogado por distintosanalistas como una maldicin de la abundancia. Esa riqueza pa-recera que no aseguraba el desarrollo, sino que por el contrario,terminaba cristalizando la pobreza. Estos son los temas que seabordan en el presente libro, redactado por el economista Alber-to Acosta. En las pginas que siguen se describen las tensiones en-tre la riqueza en recursos como hidrocarburos, minerales o bio-

    diversidad, y los limitados resultados que tiene una economa ex-tractivista para generar un desarrollo sustantivo.Acosta comienza por considerar los aspectos concep-

    tuales de la maldicin de la abundancia, para enseguida pasar aanalizar con detalle un recurso clave en Ecuador: el petrleo. Re-pasa la historia de su explotacin, el papel de las empresas ex-tranjeras y el desempeo del Estado, sus impactos sociales y am-bientales. Esa es una historia repleta de contrastes, tales como laopulencia de las empresas petroleras y la pobreza de las comuni-dades locales, o los rcords en exportacin de crudo mientras elpas padece serios problemas en autoabastecerse de energa.

    Tambin se describe la historia de la minera en Ecua-

    dor, el estado actual del sector y las implicaciones econmicas,sociales y ambientales de esa actividad. Se llama la atencin sobrela intencin de repetir los caminos del petrleo, pero en el sectorminero. Acosta discute detalladamente las implicaciones de alen-tar el extractivismo minero como respuesta a las necesidades dedesarrollo. La historia y las lecciones que ha dejado el sector pe-trolero deberan servir para generar un debate ms profundo so-bre la minera.

    Las implicaciones polticas de una economa extracti-vista tambin son abordadas en detalle. En esa tarea se rescatanalgunas situaciones que muchas veces parecen ser olvidadas enlas discusiones que tienen lugar en Quito o en Guayaquil, como

    por ejemplo las condiciones en la Amazona, la periferia de laperiferia tal como describe Acosta. Asimismo, en diferentes pa-sajes, el autor no duda en atacar muchos mitos profundamentearraigados en la sociedad, como el de una riqueza que est all,disponible, aguardando a ser extrada para poder venderla.

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    Ese alarmante contraste entre la riqueza en recursos na-turales y la pobreza se viene repitiendo desde la poca de la Colo-nia. En las ltimas dcadas, los casos ms conocidos han sido Ve-nezuela, con su contraste entre la abundancia petrolera y la desi-gualdad social, o Per, donde la reciente bonanza econmica em-pujada por la minera a gran escala no ha logrado solucionar losserios problemas de pobreza. Una observacin ms atenta encon-

    trar esta misma maldicin en otras naciones a veces presentadascomo ejemplo a seguir. Por ejemplo, la economa de Brasil siguedependiendo de las exportaciones de sus recursos naturales, des-de minerales a los agroalimentos, y a pesar del sustantivo incre-mento comercial, los serios problemas de pobreza que padecenmillones de brasileos siguen sin resolverse.

    Por lo tanto, las implicaciones de estos temas no estnrestringidas a Ecuador. Esta es una problemtica que volvi a serprotagonista en las discusiones actuales, ya que muchos gobier-nos se han embarcado en defender economas extractivistas. Es-tas estrategias dependen desproporcionadamente de la exporta-cin de sus recursos naturales, y estn envueltas en serias tensio-

    nes que van desde los efectos ambientales negativos a los conflic-tos con las comunidades locales, tal como ilustra Acosta en estaobra para el caso ecuatoriano.

    A lo largo de las pginas que siguen se torna evidenteque una genuina estrategia de desarrollo no puede basarse nica-mente en exportar hidrocarburos, minerales, cacao o bananos.Por esta razn, el texto de Acosta se adentra en un terreno quepocos se atreven a explorar pero que sin duda es la discusin msimportante que enfrentan nuestros pases: construir economasms all de esa dependencia del extractivismo clsico. En esaperspectiva, se consideran varias alternativas, sobresaliendo susideas sobre una economa post-petrolera.

    Ese tipo de reflexiones se encuentran en la frontera demayor inters e innovacin a nivel mundial, debido a varios fac-tores, tales como la evidencia de la creciente escasez de muchosrecursos. En el caso de las reservas de hidrocarburos a nivel mun-dial, stas parecen haber entrado en declive, y si bien es cierto que

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    se hallarn nuevos depsitos, stos se encuentran cada vez a ma- yor profundidad o bajo situaciones de extraccin ciertamentems difciles. El petrleo no slo se vuelve ms escaso, sino quesu extraccin y procesamiento son cada vez ms caros. Pero ade-ms est claro -tanto para el petrleo como para la minera- quelos costos sociales y ambientales que antes se ignoraban, ahoradeben ser tenidos en cuenta y que en muchos casos echan por tie-

    rra el beneficio econmico del extractivismo. El peso econmicode esos efectos negativos en la dimensin social y ambiental sontan altos que no son pocas las situaciones en las que no vale la pe-na embarcarse en su extraccin.

    Por lo tanto, la construccin de una economa post-extractivista es de primera importancia en el debate acadmi-co y poltico. En ese sentido, en este libro se destaca la propues-ta de mantener sin explotar el petrleo de reas ecolgicas re-levantes, como las que se encuentran en el Parque Yasun. Msall de las posibles vas de llevarla a la prctica, el debate sobreun desarrollo post-petrolero resulta inevitable y necesario pa-ra un pas como Ecuador. En cambio, la insistencia en el cami-

    no extractivista, como puede ser la vieja minera a cielo abier-to, se parece, tal vez demasiado, a las prcticas de la Colonia,cuando el oro y la plata nutran la riqueza de las metrpolis eu-ropeas. Por cierto que una postura post-extractivista generanuevos desafos; ser necesario dotarla de nuevos instrumentos

    y acompasarla a otras estrategias de desarrollo, pero el puntoms importante es que genera nuevas preguntas y abre nuevaspuertas hacia nuevos senderos, que antes parecan inexistentes.

    Estos y otros temas aparecen en esta obra, tratados conuna calidad acadmica sobresaliente, pero tambin con la sal ypimienta de las vivencias del autor. No es un texto fro ni se am-para en la supuesta distancia de un investigador. Es, por el con-

    trario, una obra comprometida, donde no est de ms recordarque el autor desempe un papel decisivo en los profundos cam-bios que han tenido lugar en Ecuador, adems de una experien-cia de muchos aos acompaando a organizaciones ciudadanas

    y movimientos sociales tanto a nivel nacional como internacio-

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    nal. Acosta tuvo un rol clave en promover el recambio poltico re-ciente en Ecuador; fue el primer ministro de Energa y Minas enla administracin de Rafael Correa y despus ocup la presiden-cia de la Asamblea Constituyente, proceso en que jug un papelfundamental.

    El autor no es un recin llegado a estas cuestiones, yaque ha trabajado desde hace dcadas en el anlisis, el acompaa-

    miento a las ms diversas organizaciones ciudadanas y el ejerciciode la opinin independiente desde un compromiso tico.A lo lar-go de los aos, he tenido el placer de acompaarle en algunas vi-sitas a diferentes localidades en Ecuador, donde la temtica que seanaliza en este libro era ms que evidente: rodeados por la rique-za amaznica en Puyo, ensombrecidos por los signos evidentes dela contaminacin y las repetidas demandas de las comunidadeslocales para salir de la pobreza en Nueva Loja (Lago Agrio), dis-cutiendo con las gremiales de pescadores en Esmeraldas o en unapresentacin acadmica en Cuenca. Muchos de los pasajes que si-guen reflejan fielmente los problemas y necesidades en esas y otraslocalidades y fundamentan la importancia de este abordaje.

    Estas razones tambin hacen especialmente interesan-tes las secciones finales de este libro, en las que se analiza el nue-vo contexto poltico ecuatoriano, en particular las potencialida-des que ofrece la reciente Constitucin para avanzar hacia unaestrategia de desarrollo que abandone la obsesin extractivista yque vuelva a poner a la calidad de vida como su objetivo. La ac-tual discusin sobre la apertura de la minera a gran escala a cie-lo abierto implica muchos desafos bajo el nuevo ordenamientoconstitucional ecuatoriano.

    Este libro tambin ofrece una leccin que va ms all desu temtica especfica: su abordaje es multidisciplinario. No es unanlisis econmico clsico, ensimismado en la propia disciplina,

    sino que aparecen consideraciones sobre cuestiones polticas, losproblemas sociales, la mirada ambiental, y por sobre todas las co-sas, un compromiso con Ecuador. Los lectores podrn estar msde acuerdo con algunas tesis, y menos con otras, pero esta obraes sin duda un ejemplo sobre cmo debe hacerse un anlisis mul-

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    tidisciplinario, que discurre transversalmente por varios campos.Un camino que resulta imprescindible para que la economa re-cupere otras miradas y la frescura de la innovacin.

    Siguiendo estas lneas, en este libro Alberto Acosta de-muestra que la maldicin de la abundancia se puede superar. Laslecciones de la historia y las nuevas miradas alumbran otros ca-minos, en los que la abundancia de los recursos naturales, una

    verdadera riqueza con la que ha sido bendecido Ecuador, permi-tir alcanzar una sociedad ms justa y con una mejor calidad devida. Es, en otras palabras, un camino hacia el buen vivir.

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    Esa es la paradoja eterna - los pobres viven en nacionesque son ricas por la generosidad de la naturaleza.

    Jos Cecilio del Valle, 1830

    De la Ilustracin al determinismo neoliberal

    Cuando Alejandro von Humboldt1 lleg a lo que hoy esEcuador, en su histrico recorrido por tierras americanas, hacems de doscientos aos, se qued maravillado por la geografa, laflora y la fauna de la regin. Cuentan que vea a sus habitantes co-mo si fueran mendigos sentados sobre un saco de oro, refirindo-se a sus inconmensurables riquezas naturales no aprovechadas.Desde entonces, apegados a esta visin, tal como ya lo hicieron losespaoles cuando conquistaron estas tierras, una y otra vez los go-

    biernos del Ecuador han pretendido extraer los tesoros existentesen dicho saco

    R ealidades, mitosy necedades de laeconoma extractivista

    La maldicin de la abundancia 21

    1 Naci el 14 de septiembre de 1769 y muri el 6 de mayo de 1859 en Berln.Sus obras, escritas a raz de su expedicin por nuestra Amrica (1799-1804),tuvieron repercusiones polticas y econmicas profundas. Aquellas obras atra-

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    Recogiendo esta ancdota del clebre cientfico alemn,de la poca de la Ilustracin, es vlido preguntarse cmo es po-sible que en un pas tan rico en recursos naturales, la mayora desus habitantes no puedan satisfacer sus necesidades bsicas?

    Aunque resulte poco creble a primera vista, la eviden-cia reciente y muchas experiencias acumuladas permiten afirmarque esa pobreza est relacionada con dicha riqueza2. Esto permi-

    te sostener que los pases ricos en recursos naturales, cuya econo-ma se sustenta prioritariamente en su extraccin y exportacin,encuentran mayores dificultades para desarrollarse. Sobre todoparecen estar condenados al subdesarrollo aquellos que disponende una sustancial dotacin de uno o unos pocos productos pri-marios. Estos pases estaran atrapados en una lgica perversa co-nocida en la literatura especializada como la paradoja de laabundancia, la maldicin de la abundancia de recursos natura-les, o simplemente, como la define Joseph Stiglitz (2006), lamaldicin de los recursos.

    La gran disponibilidad de recursos naturales que ca-racteriza a estos pases, particularmente si se trata de minerales

    o petrleo, tiende a distorsionar la estructura econmica y laasignacin de los factores productivos del pas; redistribuye re-gresivamente el ingreso nacional y concentra la riqueza en po-cas manos. Esta situacin se agudiza por una serie de procesosendgenos de carcter patolgico que acompaan a la abun-dancia de estos recursos naturales. En realidad esta abundanciase ha transformado, muchas veces, en una maldicin. Una mal-

    22 Alberto Acosta

    jeron el inters del capitalismo colonial. El afn cientfico que movi a ese granberlins para llegar a Amrica, sin que esto represente una acusacin en sucontra, no puede desvincularse de la expansin econmica y poltica de las

    potencias europeas. Humboldt lo saba. Los progresos de los conocimientoscsmicos exigieron el precio de todas las violencias y horrores que los con-quistadores, que se tenan a s mismos por civilizados, extendieron por todoel continente, escribi en su obra magna: Cosmos.

    2 En algunos puntos de este libro, el autor recurri a varias reflexiones ya publi-cadas en Jrgen Schuldt y Alberto Acosta, Petrleo, rentismo y subdesarro-llo: Una maldicin sin solucin?, revista Nueva Sociedad, No. 204, BuenosAires, julio/agosto 2006.

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    dicin que, vale decirlo desde el inicio, s puede ser superada,no es inevitable.

    Sin embargo, hay quienes han asumido esta maldicin(casi) como un fatalismo: el Banco Interamericano de Desarrollo(BID), por ejemplo. Eduardo Gudynas (2009)3 nos recuerda que:

    los ms recientes reportes anuales y estudios tcnicos del BIDdefienden un determinismo geogrfico del desarrollo: los pases

    ms ricos en recursos naturales y ms cercanos al Ecuador (a lalnea ecuatorial, NdA) estn condenados a ser ms atrasados ypobres. Los problemas actuales no se deben a las reformas es-tructurales o a las acciones de los gobiernos, sino a las condicio-nes ambientales. ()4

    Sorpresivamente, el BID defiende un determinismo geogrficoy ecolgico, donde la inequidad se correspondera con la latitudy bajo una mayor riqueza ecolgica, ms se deterioran las opcio-nes de desarrollo. Asoma un fatalismo tropical, donde las nacio-nes ecuatoriales parecen destinadas a la pobreza. ()

    La contracara de esta vinculacin, y que el banco ejemplificavarias veces, se observa en pases templados y fros que poseen

    dotaciones reducidas en recursos, pero que han ganado en ri-queza y equidad. A juicio del BID, cuanto ms rico sea un pasen recursos naturales, ms lento ser su desarrollo y mayoressus desigualdades internas. ()

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    3 Eduardo Gudynas, La ecologa poltica del giro biocntrico en la nueva Cons-titucin del Ecuador, Revista de Estudios Sociales, No. 32, Bogot, 2009.

    4 Son varios los tratadistas que construyeron este fatalismo tropical. Entreotros podemos mencionar a los siguientes: Michel Gabin y Ricardo Haus-mann, Nature, development and distributions in Latin America Evidence onthe role of geography, climate and natural resources, 1998; Michel L. Ross, Thepolitical economy of the resource curse, 1999 y Does oil hinder democracy?,

    2001, trabajos considerados clsicos en la materia; Jeffrey Sachs, Tropical Un-derdevelopment, 2000, clave para entender el determinismo geogrfico; Ri-cardo Hausmann y Roberto Rigobon, An alternative interpretation of the re-source curse. Theory and policy implications, 2002, un aporte terico sobre lamaldicin de los recursos naturales; Ivar Kolstad, The resource matter: Whichinstitutions matter?, 2007: que resume las ideas ms recientes en el asunto,pero adems analiza el peso de las instituciones.

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    El BID realiza una serie de anlisis, en los que correlaciona losniveles de desigualdad (medidos por el coeficiente de Gini), conla disponibilidad de recursos. Encuentra que la mayor correla-cin se da entre la latitud y la desigualdad, afirmando que lospases cercanos al Ecuador poseen sistemticamente mayoresinequidades en el ingreso, incluso despus de tener en cuenta elhecho que los pases en los trpicos tienden a ser menos desa-rrollados que los pases en otras regiones templadas. Esto es ver-

    dad a nivel global, y tambin en Amrica Latina. El anlisis delbanco avanza todava ms: los pases tropicales, especialmentecuando sus economas son intensivas en tierra y recursos mine-rales, tienden a ser ms desiguales, ya que estos usan intensiva-mente la tierra, una mayor proporcin del ingreso se acumulaen ella, y tiende a convertirse en un bien con una propiedad msconcentrada. Las tierras tropicales y sus cultivos ofreceran laposibilidad de grandes economas de escala bajo condicionesclimticas ms adversas y con menores innovaciones tecnolgi-cas que en zonas templadas. El resultado ha sido, segn el BID,una baja productividad relativa del trabajo en los trpicos, queha deprimido los salarios fomentando empleos sin calificacin.A todo esto, el banco agrega que los recursos naturales son su-

    mideros de capital en tanto succionan capitales intensamente,hacindolo todava ms escaso para otros fines (por ejemplo, laindustrializacin) y generando poco empleo.5

    Frente a estas afirmaciones, casi no queda otra opcinque la resignacin. Sin embargo, el BID ofrece una salida a lospases que sufren esta maldicin de la abundancia de recursosnaturales. Esa salida como sintetiza el mismo Gudynas es elmercado y acentuar todava ms las reformas neoliberales. Nohay duda de que la audacia, con grandes dosis de ignorancia y deuna bien programada amnesia, va de la mano de la prepotencia.

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    5 La experiencia mundial segn Mario Teijeiro (2009), funcionario del FondoMonetario Internacional (FMI) y consultor del Banco Mundial es abrumadoray muestra que los pases pobres pero con rentas importantes de sus recursosnaturales, ni se desarrollan ni adhieren a democracias genuinas. La principalrazn es que esos pases no incentivan la cultura del trabajo, pues resulta msatractivo participar de la puja por, y vivir de, esa riqueza fcil.

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    El BID ignora? la historia6. Desconoce que este tipo deeconomas primario-exportadoras tienen orgenes coloniales.Incluso el sistema concentrado de propiedad, exacerbado en laactualidad, data de esa poca. No hay espacio en sus anlisis pa-ra considerar la hecatombe demogrfica que provoc la llegadade los europeos a Amrica. No le interesan ni las desigualdades,ni las inequidades, que tanto aumentaron desde la creacin de

    esta institucin en 1959. No incorpora para nada el efecto de-moledor, presente hasta ahora, de la colonialidad del poder7.Asume como que los rigores del clima slo estn presentes en lostrpicos; creern sus expertos que el clima en las regiones tem-pladas les transforma en una suerte de paraso que invita al tra-bajo y a la prosperidad? Para nada incorpora en sus anlisis lasaberraciones derivadas de economas atadas histricamente aun esquema de comercio exterior injusto y desigual, inclusive entrminos ambientales. Menos an le interesa el impacto nocivode las polticas del Consenso de Washington8, que con tanto

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    6 Estas crticas pueden hacerse extensivas a los otros organismos multilateralesde crdito, en particular al FMI y Banco Mundial. De todas formas, el caso delBID es ms complicado en la medida en que se trata de un organismo que de-ba atender las demandas de desarrollo de la regin y de los pases que confor-man el banco.

    7 Ser posible que sus expertos ni siquiera conozcan este concepto? Para te-ner una mejor comprensin de los antecedentes histricos del subdesarrollo,sobre los que se asienta el poder mundial, cabra considerar, como lo precisaAnbal Quijano (2001), que el actual patrn de poder mundial consiste en laarticulacin entre: 1) la colonialidad del poder, esto es la idea de raza comofundamento del patrn universal de clasificacin social bsica y de domina-cin social; 2) el capitalismo, como patrn universal de explotacin social; 3)el Estado como forma central universal de control de la autoridad colectiva yel moderno Estado-Nacin como su variante hegemnica y 4) el eurocentris-mo como forma central de subjetividad/intersubjetividad, en particular en elmodo de producir conocimiento.

    8 En la actualidad los organismos multilaterales de crdito -FMI, Banco Mundial yBID- difunden las mismas recetas causantes de la crisis: contraccin del gastopblico, incremento de las tasas de inters, restriccin salarial, mayor aperturacomercial, liberalizacin financiera vase los nuevos acuerdos que ha nego-ciado el FMI con El Salvador o Pakistn, por ejemplo. Estos organismos, apoya-dos ahora por el G-20, parecera que estn empeados en reinventar el mismosistema, al que ahora lo cobijaran el Consenso de Londres, como acertadamen-te define Alfredo Serrano a los arreglos logrados por el G-20 en abril de 2009.

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    ahnco ha difundido, consenso que consolida un proyecto pol-tico de dominacin. No se ha escuchado al BID denunciar la ile-galidad e ilegitimidad que muchas veces acompaa a la deudaexterna, que con tanto entusiasmo ayud a ampliar y luego a co-brar. Apoy con entusiasmo a las dictaduras militares de losaos setenta y ochenta, as como a los gobiernos civiles autorita-rios de Bolivia, Argentina o Per, que llevaron adelante las pol-

    ticas del Consenso de Washington. Y por supuesto, no aceptaranunca que su modo de producir conocimiento es tambin unade las causas del subdesarrollo, pues no es slo un pensamientonico o dominante; sino que en la prctica es un pensamientocero, en la medida en que intenta cerrar la puerta a la crtica, lainnovacin y la creatividad.

    Volvamos a Gudynas:

    El determinismo geogrfico negativo del BID anula o reduce asu mnima expresin, los componentes sociales, polticos y cul-turales. Aparece como una superacin de las posturas de la Teo-ra de la Dependencia, y ni siquiera se entretiene en rebatir ideascomo las determinantes externas al desarrollo, los trminos de

    intercambio desventajosos, el control extranjero del capital y losmedios de produccin o las intervenciones militares o polticas.En ese sentido la historia se desvanece, los hechos que sucedie-ron en el pasado pierden su significancia y dejan de ser relevan-tes para explicar las situaciones actuales.

    Con la aceptacin de algunas excepciones que confir-man la regla, como los pases del sur-este asitico, el BID ha con-figurado una trampa an ms perversa que la de los recursos na-turales abundantes; con esta trampa ideolgica se quiere asegu-rar el cumplimiento del declogo del Consenso de Washington.Los defensores de la fe neoliberal pretenden enraizar aquellaideologa depredadora del ser humano y de la naturaleza, que se

    difunde desde los centros del poder; una ideologa que ha hechodel consumo su objetivo final, del mercado el nico instrumentoregulador de las relaciones socioeconmicas, as como de la ex-plotacin y dominacin su razn de ser.

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    Algunos entretelones de esta maldicin

    El punto de partida de esta cuestin radica, en granmedida, en la forma en que se extraen y se aprovechan dichos re-cursos, as como la manera en que se distribuyen sus frutos. Estoha conducido a una generalizacin de la pobreza, ha dado paso acrisis econmicas recurrentes, al tiempo que ha consolidadomentalidades rentistas. Todo esto profundiza la dbil y escasa

    institucionalidad, alienta la corrupcin y deteriora el medio am-biente. Lo expuesto se complica con las prcticas clientelares ypatrimonialistas desplegadas, que contribuyen a frenar la cons-truccin de ciudadana.

    La realidad de una economa primario-exportadora derecursos petroleros y/o minerales preferentemente, es decir ex-portadora de naturaleza, se refleja adems en un escaso interspor invertir en el mercado interno. Esto redunda en una limita-da integracin del sector exportador con la produccin nacional.No hubo los incentivos que permitan desarrollar y diversificar laproduccin interna, vinculndola a los procesos exportadores,que a su vez deberan transformar los recursos naturales en bie-nes de mayor valor agregado.

    Esta situacin es explicable por lo relativamente fcilque resulta obtener ventaja de la generosa naturaleza y de unamano de obra barata. Explicable quizs, pero de ninguna mane-ra justificable, en la medida en que el beneficio de estas activida-des va a las economas ricas, importadoras de estos recursos, queluego sacan un provecho mayor procesndolos y comercializan-do productos terminados. Mientras tanto los pases exportadoresde bienes primarios, reciben una mnima participacin de la ren-ta minera o petrolera y son los que cargan con el peso de los pa-sivos ambientales y sociales.

    Est claro que si se contabilizan los costos econmicos delos impactos sociales, ambientales y productivos de la extraccindel petrleo o de los minerales, desaparecen muchos de los bene-ficios econmicos potenciales de estas actividades (sobre los pasi-vos de la industria petrolera vase, por ejemplo, el aporte de Fan-der Falcon, 2004).

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    mulacin orientada en extremo hacia afuera fortalece un esque-ma cultural dependiente del exterior, que minimiza o definitiva-mente margina las culturas locales.

    La dependencia de los mercados forneos, aunque pa-rezca paradjico, es an ms marcada en pocas de crisis. Todoso casi todos los pases cuya economa est atada la exportacinde recursos primarios, caen en la trampa de forzar las tasas de

    extraccin de dichos recursos. Esta realidad termina por benefi-ciar a los pases centrales: un mayor suministro de materias pri-mas petrleo, minerales o alimentos en pocas de precios de-primidos ocasiona una reduccin mayor de sus precios. Ese es elconocido crecimiento empobrecedor, al que haca referencia elprofesor Jagdish N. Baghwati ya en 19589y que ocurre una y otravez cuando caen los precios internacionales10.

    A modo de un breve parntesis, cabe anotar que lamembresa del Ecuador en la Organizacin de Pases Exportado-res de Petrleo (OPEP) siendo un pas exportador marginal decrudo no representa una limitante real para su tasa de extrac-cin, como pretenden hacer creer algunos personajes que dicen

    saber de temas petroleros, pero que en realidad hacen el juego aintereses extraos a los nacionales. La reduccin de la cuota ex-portable decisin ptima desde una perspectiva global, si quequiere defender los precios, los ingresos y sobre todo las reservasno tendra por qu complicar al pas si hubiera personas conoce-doras de la materia al frente del manejo petrolero11. Ecuador in-gres a la OPEP en 1973, en pleno proceso de recuperacin de la

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    9 Jagdish N. Baghwati, Inmiserizing Growth, Review of Economic Studies, ju-nio, 1958.

    10 En la primera gran crisis global del siglo XXI, cuando han cado los precios del

    petrleo y los minerales, por ejemplo, en Ecuador o en los pases del Merco-sur (Gudynas, 2008), se reforzaron las tendencias para aumentar el volumenproducido y para ofrecer compensaciones a las empresas por los menores in-gresos obtenidos.

    11 En 1982 y 1983 el Ecuador consigui que la OPEP le permita tener un margende extraccin de crudo menos rgido, sin afectar el techo establecido por elcartel. En base a una adecuada negociacin, no habra afectacin alguna pa-ra los intereses nacionales.

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    soberana petrolera; sali en el ao 1992, en medio de la larganoche neoliberal12, y se reincorpor al cartel en el ao 2007.Hasta ahora, el pas no ha aprovechado adecuadamente todo elpotencial comercial, financiero, cultural e incluso poltico quepodra obtener de esa membresa.

    En este escenario hay que reconocer que el real controlde las exportaciones nacionales est en manos de los pases cen-

    trales, an cuando no siempre se registren importantes inversio-nes extranjeras en las actividades extractivistas. Incluso muchasempresas estatales de las economas primario-exportadoras (conla anuencia de los respectivos gobiernos, por cierto) pareceranprogramadas para reaccionar exclusivamente ante impulsos for-neos. En sntesis, la lgica de su produccin, motivada por la de-manda externa, caracteriza la evolucin de estas economas pri-mario-exportadoras.

    Debido a estas condiciones y a las caractersticas tecno-lgicas de las actividades petrolera o minera, no hay una masivageneracin directa de empleo. Esto explicara tambin la contra-diccin de pases ricos en materias primas donde, en la prctica,

    la masa de la poblacin est empobrecida. Adicionalmente, lascomunidades en cuyos territorios o vecindades se realizan estasactividades extractivistas han sufrido y sufren los efectos de unaserie de dificultades socioambientales derivadas de este tipo deexplotaciones. En Ecuador, por ejemplo, justamente en las pro-vincias petroleras amaznicas, se registran graves problemas am-bientales y, por consiguiente, los mayores niveles de pobreza.

    La miseria de grandes masas de la poblacin pareceraser, por tanto, consustancial a la presencia de ingentes cantidadesde recursos naturales (con alta renta diferencial). Esta modalidadde acumulacin no requiere del mercado interno e incluso fun-ciona con salarios decrecientes. No hay la presin social que obli-

    ga a reinvertir en mejoras de la productividad. El rentismo deter-

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    12 En el ao 1993, se public un libro en la editorial Icaria, con este ttulo: La lar-ga noche neoliberal Polticas econmicas de los 80 , varios autores, en el quese aborda el impacto del neoliberalismo en Espaa.

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    mina la actividad productiva y por cierto el resto de relaciones so-ciales. Estas actividades extractivas petrolera o minera promue-ven relaciones sociales clientelares, que benefician los intereses delas propias empresas transnacionales, pero impiden el desplieguede planes de desarrollo adecuados.

    Las compaas extranjeras han tenido un marco refe-rencial favorable y, en no pocas ocasiones, sus propias gentes han

    estado incrustadas en los mbitos gubernamentales, encargadasno solamente de lograr que al pas ingresara la inversin extran-jera, sino, sobre todo, de velar porque las reformas legales les fue-ran ventajosas. Esta intromisin alentada por organismos comoel BID y sus hermanos mayores: Banco Mundial y FMI se regis-tr una y otra vez en los sectores petrolero y minero, en los cua-les, los mismos directivos de las empresas o sus abogados llega-ron a dirigir las instancias de control estatal. Luego se reproduci-ra de manera perversa, cuando la direccin de la empresa estatalpetrolera o del ministerio del ramo fue asumida por personajesabiertamente al servicio de las empresas transnacionales o porgente desconocedora de la materia, con quienes su funciona-

    miento se deterior casi en forma planificada.Como es evidente, todo ello ha contribuido a debilitarla gobernabilidad democrtica, en tanto termina por establecer ofacilitar la permanencia de gobiernos y de empresas autoritarias,voraces y clientelares. En efecto, estos pases no se han caracteri-zado como ejemplos de democracia, sino todo lo contrario. Adi-cionalmente, el manejo muchas veces dispendioso de los ingresosobtenidos y la ausencia de polticas previsibles termina por debi-litar la institucionalidad existente o impide su construccin.

    Amrica Latina tiene una amplia experiencia acumula-da en este campo; Venezuela, por ejemplo, ha sido desde los aostreinta del siglo XX un ejemplo paradigmtico. Bolivia13 o Ecua-

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    13 Entre los diversos trabajos sobre el caso boliviano, se recomienda el informecoordinado por George Gray Molina (2005), en el que se aborda la experien-cia de este pas con el estao y ahora con el gas. Aqu no slo se analizan losproblemas existentes en este tipo de economa primario extractivista, sino quese plantean interesantes reflexiones para superar la economa de base estre-cha construyendo una economa de base ancha.

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    dor han registrado perodos con claros rasgos de autoritarismoderivados de esta modalidad de acumulacin primario-exporta-dora, sustentada en pocos recursos naturales de origen mineral.Igual reflexin se podra hacer en relacin con los pases expor-tadores de petrleo; considrese, a modo de ejemplo, aquellosubicados en los Golfos Prsico o Arbigo. Arabia Saudita y losEmiratos rabes, entre otros pases de dicha regin, pueden ser

    considerados como pases muy ricos en trminos de acumula-cin de ingentes depsitos financieros y con elevados niveles deingreso per cpita; sin embargo, estos pases no pueden incorpo-rarse en la lista de pases desarrollados: los niveles de inequidadregistrados son intolerables y sus gobiernos no slo que no sondemocrticos, sino que se caracterizan por profundas prcticasautoritarias14.

    Se podran encontrar ejemplos contrarios, como No-ruega; pero en este caso la extraccin de petrleo empez y se ex-pandi cuando ya existan slidas instituciones econmicas y po-lticas democrticas e institucionalizadas, con una sociedad sininequidades comparables a la de los pases petroleros o mineros,

    es decir cuando el pas escandinavoya era un pas desarrollado.No puede concluir la reflexin sin dejar sentado unpunto que aparece en estos pases atrapados por la maldicin dela abundancia: la violencia, que parece configurar un elementoconsustancial de un modelo biocida. La violencia, desatada porlas propias empresas extractivistas, pasando por diversos grados

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    14 Arabia se destaca por sus prcticas misognicas, por su intolerancia religio-sa, por su apartheid para los inmigrantes, por su vinculacin con los integris-tas, pero al ser el segundo exportador de petrleo a los Estados Unidos, esdecir al ser aliado de los Estados Unidos, no recibe crtica alguna de los gru-pos de poder a nivel mundial, como son los organismos multilaterales de

    crdito. Otro caso escandaloso es el de Guinea Ecuatorial, pas de hablacastellana, que exporta 400 mil barriles de petrleo al da, ms de un millnde metros cbicos de maderas tropicales al ao, que ocupara el puesto 38en lo que a renta per cpita se refiere, pero el puesto 121 en el ndice de De-sarrollo Humano. En este pas africano, tambin aliado de los gobiernos deoccidente, muy rico en recursos naturales, la esperanza de vida apenas su-pera los 43 aos y su gobierno se mantiene en manos de la misma familiadesde hace ms de 30.

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    de represin estatal, ha provocado acciones represivas (Dayumaen noviembre del 2007, en Ecuador) e incluso genocidas (comola desatada por el gobierno Alan Garca en el norte de la Amazo-na del Per, en junio del 2009, en respuesta a la resistencia de lapoblacin amaznica al cuerpo legal derivado del TLC suscritocon Estados Unidos, que fomenta las actividades extractivistasen la regin15), guerras civiles, hasta guerras abiertas entre pa-

    ses o agresin imperial por parte de algunas potencias empea-das en asegurarse por la fuerza los recursos naturales, sobre to-do hidrocarburferos en los ltimos tiempos. Para ilustrar esteltimo caso bastara con mencionar la agresin militar nortea-mericana a Irak y Afganistn, en ambos pases buscando el con-trol de las reservas petroleras y gasferas. Nigeria es otro pas queconfirma estas aseveraciones: all se registr una larga y doloro-sa guerra civil por el control del crudo y posteriormente una re-presin en contra de los ogoni. Luego del colapso de la UninSovitica la violencia no cesa en los pases del Cucaso, ricos en

    La maldicin de la abundancia 3

    3

    15 Alan Garca est dispuesto a arrasar la Amazona en busca del Dorado de loscombustibles fsiles, una bonanza improbable y que bien corta sera. Esotampoco es nuevo. La internacionalizacin de la agresin contra los pueblosindgenas de Amrica empez en 1492. Los llamados pueblos jbaros en laAmazonia de Ecuador y de Per, han resistido durante siglos. () Las conce-siones se ofrecen a empresas extranjeras, y la empresa estatal Perupetro so-lamente interviene en la negociacin. () Estos son los Pizarros de hoy en da.No respetan los derechos indgenas ni temen irrumpir en zonas de indgenasno contactados, con las consecuencias de enfermedad y muerte que se co-nocen desde la Conquista. Ms internacionalizado no puede estar el conflic-to. El conflicto actual viene de aos atrs. La actividad petrolera en la Amazo-na peruana empez a principios de los 70s. Las poblaciones indgenas hanluchado para su reconocimiento y el respeto de sus territorios ancestrales. Apesar de los logros que llevaron a que Per ratificara en 1993 el Convenio 169de la OIT y en 2007 la Declaracin de Naciones Unidas sobre los Derechos delos Pueblos Indgenas (leyes peruanas que obligan al Estado a reconocer los

    derechos territoriales indgenas, as como la consulta previa, libre e informadade cualquier actividad que se quiera desarrollar en sus territorios), el gobiernode Alan Garca ha querido eliminar tales derechos mediante los decretos legis-lativos n 994, 995, 1020, 1064, 1080, 1089 y 1090 (la conocida como la Leyde la Selva) aprobados en 2008 por el poder ejecutivo gracias a las faculta-des legislativas que el Congreso le otorg en virtud de la ley 29157, promul-gada para favorecer la implementacin del Tratado de Libre Comercio (TLC)con EE.UU. (Mart Orta y Joan Martnez Alier, 2009).

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    hidrocarburos: Turkmenistn, Kazajistn, Azerbaiyn, Georgia,Osetia, Dagestn o Chechenia. Ecuador tampoco es una excep-cin, como se ampliar ms adelante.

    Michael J. Watts (1999), que analiza el tema de la vio-lencia petrolera y que compara el caso nigeriano con el ecuato-riano, nos dice que

    Toda la historia del petrleo est repleta de criminalidad, co-

    rrupcin, el crudo ejercicio del poder y lo peor del capitalismode frontera.

    Por todas estas razones rpidamente descritas, estaseconomas primario- exportadoras no han logrado establecerun esquema de desarrollo que les permita superar la trampa dela pobreza. Esta es la gran paradoja: hay pases que son muy ri-cos en recursos naturales, que incluso pueden tener importantesingresos financieros, pero que no han logrado establecer las ba-ses para su desarrollo y siguen siendo pobres. Y son pobres por-que son ricosen recursos naturales, en tanto han apostado prio-ritariamente por la extraccin de esa riqueza natural para elmercado mundial, marginando otras formas de creacin de va-lor, sustentadas ms en el esfuerzo humano que en la generosi-dad de la naturaleza16.

    Antes de continuar con el anlisis, recordemos que enla actualidad la cuestin de los recursos naturales no renova-bles debe ser enfocada a la luz de las recientes evoluciones y ten-dencias. Dado el enorme nivel de extraccin, muchos recursosrenovables, como por ejemplo el forestal o la fertilidad del sue-lo, pasan a ser no renovables, ya que el recurso se pierde porquela tasa de extraccin es mucho ms alta que la tasa ecolgica derenovacin del recurso17. Entonces, a los ritmos actuales los pro-

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    16 Ver el valioso aporte de Jrgen Schuldt,Somos pobres porque somos ricos?Recursos naturales, tecnologa y globalizacin, Fondo Editorial del Congresodel Per, Lima, 2005.

    17 Uno de los graves problemas en Ecuador es la elevada tasa de deforestacin,que bordeara los 3.400 kilmetros cuadrado por ao; es decir una superficieequivalente a 680 mil canchas de ftbol. El 44,7% de la superficie del pas yaestaba alterado en el 2005, de una superficie total de 251.000 kilmetros cua-drados (Albn y Alier 2009).

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    blemas de los recursos naturales no renovables podran afectarpor igual a todos los recursos, renovables o no. Esto podra apli-carse ya para los manglares y poco a poco para los pramos an-dinos, en el caso ecuatoriano. Un tema que merece una discu-sin especial.

    Ecuador, un pas rico en recursos naturales, por lo tantopobre

    Ecuador ha sido y es un pas tradicionalmente depen-diente de la renta de la naturaleza, por lo tanto, el escenario an-teriormente descrito le calza perfectamente. Desde los orgenesde la repblica en 1830, y con creciente intensidad desde 1880, sueconoma se ha caracterizado por actividades de produccin pri-mario-exportadoras, es decir ha buscado financiarse con la ex-traccin y venta de recursos naturales.

    Ecuador ha sido sucesivamente y de manera sosteni-da un pas-producto: pas-cacaotero, pas-bananero, pas-flori-cultor, pas-camaronero, pas-petrolero ser algn da un

    pas-minero?Una y otra vez, en la historia de la repblica, se ha es-

    perado la solucin de los problemas con la llegada de otro pro-ducto disponible en la naturaleza. El diario Frankfurter Allgemei-ne Zeitungperidico alemn de circulacin nacional afirmabaen 1974 en su editorial, que Ecuador es como un pas corcho,pues repetidamente encuentra un producto natural de exporta-cin que le permite reflotar su economa y superar la crisis pre-cedente, normalmente provocada por la cada de la produccin

    y/o precios del producto dominante en su balanza comercial has-ta ese entonces.

    La actividad extractivista en el Ecuador tiene una histo-

    ria centenaria. Sin olvidar el uso de los esquistos bituminosos ola explotacin de recursos minerales en las pocas precolonial ycolonial, es conveniente recordar la explotacin de crudo en laPennsula de Santa Elena y tambin la extraccin de oro en Por-tovelo desde inicios del siglo XX.

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    En Ecuador, el peso abrumador de este tipo de econo-ma extractivista, atada a la renta diferencial de la naturaleza, hagenerado una serie de efectos perniciosos en las estructuras eco-nmicas y sociales. Esto ha configurado relaciones sociales verti-cales y una estructura poltica que impide el procesamiento delos conflictos sociales. Igualmente se han consolidado las desi-gualdades sociales y econmicas.

    Ms tarde, con el descubrimiento del petrleo en laAmazona, en los aos setenta del siglo pasado, se anticip queel pas estaba en la puerta del desarrollo. La economa ecuato-riana entr de lleno en el mercado internacional. Sus exporta-ciones y, por ende, sus importaciones crecieron aceleradamen-te; Ecuador se volvi un buen negocio. El pas consigui los cr-ditos que no haba recibido el Ecuador bananero y mucho me-nos el cacaotero. Al concluir la primera dcada del siglo XXI,como sucedi en ocasiones anteriores, se alientan nuevas ex-pectativas por lo que podra significar la explotacin de recur-sos minerales a gran escala. La minera, desde esa lgica, servi-ra para sustituir a las declinantes reservas petroleras sin afec-

    tar para nada la esencia primario-exportadora de la economa.El truco para sostener la creencia en las bondades deeste esquema extractivista ha consistido en mantener a la po-blacin en la ignorancia de la dinmica de una economa pri-mario-exportadora y del subyacente carcter rentista y autori-tario de la misma.

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    Un petrleo demasiado bueno para Ecuador

    El petrleo hizo su acto de presencia en la economaecuatoriana desde la Pennsula de Santa Elena, hace ms de unsiglo.

    La primera concesin petrolera en Ecuador fue otorgadaen 1878 a la empresa M.G. Mier and Company,a la que se le entre-garon derechos exclusivos de explotacin de petrleo, kerosene ysustancias bituminosas en la Pennsula de Santa Elena. Esta rea nofue explorada hasta 1909, ao en que fue entregada la concesin ala empresa Concepcin Ecuador Oil de propiedad de una familiaecuatoriana. En ese mismo ao se suscribi un contrato de explo-racin con la empresa britnica Carlton Granville Dunne, en elque la empresa impuso las condiciones, una situacin que se repe-tira con mucha frecuencia en las relaciones empresas-Estado.

    En la dcada de 1910 iniciaron sus actividades dosempresas que impulsarn ms tarde el desarrollo y la produc-

    L a actividad petroleraen Ecuador1

    La maldicin de la abundancia 37

    1 Para la elaboracin de esta seccin sobre la actividad petrolera se cont conel apoyo de la economista Lourdes Montesdeoca.

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    cin del rea petrolera de la Pennsula de Santa Elena: la An-glo-Ecuadorian Oil Fields, subsidiaria de la British Petroleum,

    y la Ecuador Oil Fields. La primera compaa, que inici suproduccin en 1917, era propietaria de la refinera La Libertad.Aqu cabra recordar que el crudo de la Pennsula, de gran ca-lidad, era exportado porque se consideraba demasiado buenopara ser consumido en el Ecuador. Las mismas empresas que lo

    extraan y exportaban, vendan al pas crudos reconstituidosimportados (una mezcla de derivados de petrleo) para serprocesados nuevamente en sus instalaciones de refinacin.

    En esa poca, Ecuador atraa todava un flujo pocosignificativo de inversiones extranjeras. Paulatinamente llega-ron algunos capitales, desde principios del siglo XX. Buscabanexplorar las riquezas nacionales e iniciar, algo que aconteci enpocos casos, proyectos relativamente ambiciosos de explota-cin petrolera y tambin minera.

    En la dcada de los treinta ya se registraron varios con-tratos. En la Pennsula de Santa Elena aparecan los logotipos devarios grupos internacionales: Anglo Ecuadorian Oilfields Limi-

    ted, Ecuador Oilfields Limited, Carolina Oil Company, Interna-tional Petroleum Company, Concepcin Ecuadorian Oilfields Li-mited y Petropolis Oil Company, todos dedicados a las activida-des petroleras.

    Primera excursin transnacional por la Amazona

    Las empresas transnacionales demostraron oportuna-mente inters en las riquezas petroleras de la regin amaznica.La primera en llegar a la Amazona, en la dcada de los treinta,fue la Leonard Exploration Company, subsidiaria de la StandardOil de New Jersey, a la que se entreg una zona para exploracin

    en la parte central de la Amazona.A partir del contrato de agosto de 1937, la Anglo Saxon

    Petroleum Company Limited, afiliada a la Royal Dutch Shell, em-pez con sus trabajos, pero los abandon varios aos despusporque no habra encontrado crudo, segn su versin. El Estado

    3

    8 Alberto Acosta

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    nunca supo a ciencia cierta cules fueron las actividades y los ha-llazgos de la Shell.

    La actividad petrolera, si bien relativamente limitada,afect las relaciones sociales de la zona. Particularmente estable-ci un sistema de control mercantil de la mano de obra de los in-dgenas de la Amazona. En esa regin, adems de las petroleras,

    ya haban aparecido grupos de misioneros evangelistas y otras

    empresas que buscaban caucho, balsa y oro, sobre todo durantelos aos de la Segunda Guerra Mundial.En los aos sesenta del siglo XX, el potencial hidrocar-

    burfero del Ecuador volvi a ser interesante para los consorciostransnacionales que empezaron a buscar otras alternativas de su-ministro a nivel mundial. Con miras a diversificar las zonas pro-ductivas y aumentar la oferta, las empresas transnacionales re-gresaron al pas. Una vez ms, se optara por la explotacin de losrecursos naturales, en este caso el petrleo, por las necesidadesexternas y no por razones nacionales, como ha sucedido siempredentro de la lgica de una economa primario-exportadora.

    Entonces el festn del petrleo, para ponerlo en pala-

    bras de Jaime Galarza2, entr en su apogeo. En un proceso de des-bocada corrupcin, a lo largo y ancho del Ecuador se registr elaparecimiento de una gran cantidad de empresas y sus fielesprestanombres. El mapa petrolero pareca una colcha de retazos.A la postre seran las compaas Texaco y Gulf las ms importan-tes; stas desarrollaran los mayores campos amaznicos.

    En este punto de la historia, febrero de 1972, intervinoel Estado con un gobierno militar. Con el Decreto Ejecutivo N420, del 6 de junio de 1972, se puso en vigencia la Ley de Hidro-carburos expedida el ao anterior, que regira slo para los nue-vos contratos firmados despus de octubre del ao 1971. Con es-ta disposicin se mantenan los contratos anteriores, en su mayo-

    La maldicin de la abundancia 3

    9

    2 De este valeroso defensor de los intereses nacionales tambin se puede men-cionar otro libro, Los piratas en el Golfo, Quito, 1973, en el que narr todo elcomplejo sistema de corrupcin montado por las estructuras del poder criollopara entregar las concesiones petroleras en el Golfo de Guayaquil, lo que seconoci como el caso ADA.

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    queza petrolera.Antes, la economa ecuatoriana haba tenido unaimportancia relativamente marginal para los capitales forneos.Las reservas disponibles habran sido de facto despreciadas porlas compaas internacionales al inicio de los aos cincuenta,puesto que en esa poca les era ms fcil, seguro y rentable explo-

    tar petrleo en otras regiones del mundo.Como ya se mencion, el Ecuador petrolero consigui

    los crditos que no haba recibido el Ecuador bananero y muchomenos el cacaotero. Pero la riqueza petrolera no fue el nico de-tonante de la carrera de endeudamiento externo, sino la existen-cia de importantes volmenes de recursos financieros en el mer-cado mundial que no encontraban una colocacin rentable en laseconomas de los pases industrializados a causa de la recesin.

    La consecuencia de aceptar ese ingreso fcil de capitalesfue el masivo endeudamiento externo del pas. As, el monto de ladeuda externa ecuatoriana creci en casi 22 veces: de 260,8 millo-nes de dlares al finalizar 1971 a 5.868,2 millones cuando concluyel ao 1981. Esta deuda pas del 16% del PIB en 1971, al 42% delPIB en 1981. Es preciso anotar que, en este mismo perodo, el ser-vicio de la deuda externa tambin experiment un alza espectacu-lar: en 1971 comprometa 15 de cada 100 dlares exportados,mien-tras que diez aos ms tarde acaparaba 71 de cada 100 dlares.

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    Cuadro 1. Evolucin de los precios del Crudo Oriente

    Fuente: Banco Central del Ecuador

    Evolucin precio del crudo Oriente 1972-2008

    13,0

    23,5

    35,3 35,9

    20,219,0

    26,2

    32,0

    8,9

    25,1

    43,2

    53,2

    61,8

    85,4

    20,0

    30,0

    40,0

    50,0

    60,0

    70,0

    80,0

    90,0

    Aos

    1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010

    2,510,0

    US$/BBL

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    El auge petrolero y el masivo endeudamiento externoinfluyeron en una economa bastante aletargada. Sin embargo nose puede creer que esos dos factores fueron los nicos determi-nantes. Aqu influy una batera de factores sustentados en la di-solucin de relaciones no capitalistas en el agro, sobre todo en laSierra; la crisis de la actividad agroexportadora del banano; elcrecimiento de una industria protegida por el Estado y un masi-

    vo y desordenado proceso de urbanizacin reprodujeron la mal-dicin de la abundancia. No cambiaron los patrones de produc-cin y consumo dependientes del exterior. No se alter el proce-so de acumulacin atado a las exportaciones de productos pri-marios y menos an se transform la estructura de la propiedad,caracterizada por niveles de elevada concentracin, tanto en lossectores agrario e industrial como en el comercial y bancario.

    En sntesis, la bonanza motivada por el petrleo lamayor cantidad de divisas que haba recibido hasta entonces elpas que apareci en forma masiva y relativamente inesperada, seacumul sobre las mismas estructuras anteriores y reprodujo, auna escala mayor, gran parte de las antiguas diferencias. El salto

    cuantitativo llev al Ecuador a otro nivel de crecimiento econ-mico pero, al no corresponderle una transformacin cualitativasimilar, en poco tiempo se cristaliz en el mito del desarrollo4.

    Este riesgo estara nuevamente presente con la actividadminera a gran escala. Se pueden registrar importantes flujos de re-cursos financieros, pero que no necesariamente conduciran aldesarrollo del pas. Sobre esta cuestin se discutir ms adelante.

    De la mano de los ingresos petroleros y del endeuda-miento externo, llegaron otros problemas propios de este tipo debonanzas. Estos fenmenos desequilibrados y desequilibradores,provocados por un auge primario-exportador inesperado, consti-tuyen lo que se conoce en la literatura econmica como la enfer-

    medad holandesa, virus que infecta al pas exportador de materiaprima, cuando su elevado precio o el descubrimiento de una nue-

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    4 Sobre esta evolucin de la economa se puede consultar el libro del autor Bre-ve Historia Econmica del Ecuador, Corporacin Editora Nacional, Quito, 2002.

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    va fuente o yacimiento desata un boom de exportacin primaria5.La distorsin en la economa se materializa en la estructura relati-va de precios. Las inversiones fluyen hacia los sectores beneficiadospor la bonanza, entre los que se cuentan los bienes no transables(no comerciables en el mercado internacional), por ejemplo el sec-tor de la construccin. En paralelo se produce un deterioro acele-rado de la produccin de aquellos bienes transables que no se be-

    nefician del boom exportador, en tanto pueden ser importados, in-cluso debido a la revalorizacin de la moneda nacional. Luego delauge, debido a la existencia de rigidez para revisar los precios y lossalarios, los procesos de ajuste resultan muy complejos y doloro-sos; otra manifestacin de dicha enfermedad.

    Esta situacin de abundancia relativa de recursos fi-nancieros que permiti en los aos setenta en el siglo XX un ma-nejo poltico de cierta tolerancia en medio de un ambiente pol-tico dictatorial6, fue posible sobre todo mientras existi un con-siderable flujo de dlares provenientes del exterior que facilitabala postergacin y an la superacin de algunos conflictos. Enotras palabras, haba suficientes ingresos externos como para te-

    ner que recurrir a cambios internos en Ecuador. Aos ms tarde,uno de los gobernantes militares de la poca, el general Guiller-mo Rodrguez Lara, se vanagloriaba de que en su gestin no secobraba impuesto a la renta

    No se puede olvidar que, mientras dur el auge petro-lero, el Estado se constituy, por primera vez, en el actor princi-pal del manejo de la economa. Sin embargo, en ningn momen-to se instaur una economa centralmente planificada con unmanejo antagnico al empresariado privado. El Estado ecuato-

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    5 La enfermedad holandesa ha sido estudiada ampliamente en varios pasesy circunstancias. Recomendamos ver tres anlisis, diferentes en sus enfoques:uno para Ecuador, de Marco Naranjo Chiriboga (2005), un segundo para Co-lombia, de Oeindrila Dube y Juan Fernando Vargas (2006), y un tercero sobrePer, de Jrgen Schuldt (1994).

    6 Recurdese que el pas vivi una larga etapa dictatorial desde junio de 1970,primero con Jos Mara Velasco Ibarra, que luego se prolong hasta agostode 1979 con dos gobiernos militares sucesivos.

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    riano, como lo reconoci el Banco Mundial, garantiz la eficien-cia privada con un sistema complejo de subsidios implcitos ypoco transparentes. Y ese Estado petrolero ms all de las in-tenciones reformistas de los militares fue, una vez ms, expre-sin del poder de los grupos dominantes.

    A pesar de que no tenan un control directo sobre la ri-queza petrolera, estos tradicionales grupos de poder, obtenan

    importante tajada de la expansin del gasto pblico y la inversinfiscal, as como crditos preferenciales para la industria, por lasbarreras arancelarias que la protegan de la competencia externa.No pocos participaron directa o indirectamente en la corrupcin

    y en el despilfarro de la riqueza petrolera.No se pueden olvidar las distorsiones provocadas por

    una mal entendida estrategia de industrializacin, va sustitucinde importaciones, cuya aplicacin errada e incluso incompletatermin por consolidar las prcticas rentistas y poco democrti-cas de amplios segmentos empresariales, sobre todo en el sectorindustrial. A travs de estos mecanismos, explcitos o implcitos,el Estado transfiri masivamente excedentes a las burguesas ur-

    bano-oligoplicas durante el boom del petrleo de los aos 70 enel siglo XX. Importantes transferencias fueron del campo a la ciu-dad, del agro a la industria, de los exportadores a los importado-res industriales, de los ahorristas a los acreedores industriales, delos que pagan impuestos indirectos respecto a los que deberancancelar impuestos a la renta y a las ganancias, etc. (ver Acosta2002). Ms tarde, cuando mengu la bonanza petrolera y empe-z la larga crisis de la deuda externa, el Estado instaur varios es-quemas de apoyo a los grupos oligoplicos, mientras la mediana

    y pequea empresa, conjuntamente con el grueso de la sociedad,sufran mayormente los embates del ajuste.

    Siempre los capitalistas han contado con la capaci-

    dad de utilizar los aparatos del Estado en beneficio propio, re-conoce Immanuel Wallerstein (1988). Esta es una de las cons-tantes del capitalismo histrico, cuyas prcticas de redistri-bucin anti-igualitarias han sido el lado vergonzante del poderdel Estado (en el sentido en que los gobiernos se sentan un tan-

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    4 Alberto Acosta

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    to avergonzados por estas actividades y trataban de mantener-las ocultas).

    El fin del sueo petrolero

    A inicios de la dcada de los ochenta del siglo XX, co-mo parte de la estrategia de reordenamiento del poder mundial,

    los precios del petrleo y de otras materias primas empezaron adebilitarse en los mercados internacionales. A esto se sumaron lastendencias neoproteccionistas en los pases ricos que afectaban alresto de exportaciones.

    Adicionalmente, la Agencia Internacional de la Energa(AIE) creada en 1974 como una respuesta poltica a la OPEPintegr a las transnacionales petroleras en un gran esfuerzo paradisminuir la dependencia energtica, particularmente la petrole-ra, que tenan los pases capitalistas industrializados.

    Tambin impact con fuerza el efecto de la nueva pol-tica econmica de los Estados Unidos conocida como reagano-mics que provoc un encarecimiento y una notable disminu-

    cin de los prstamos para los pases latinoamericanos.Esta estrategia, en definitiva, apunt al fortalecimiento

    del sistema capitalista a nivel mundial, imponiendo cambios enlas polticas de los pases pobres para que se reajustaran a los nue-vos requerimientos de las naciones del Norte, en especial de losEstados Unidos. Esta concepcin, al rebasar las fronteras de loeconmico, se introdujo con la fuerza de una ideologa totalita-ria, apta para garantizar la proyeccin del poder global de dichopas en Amrica Latina. En este contexto internacional muchospases empobrecidos, Ecuador uno de ellos, se vieron forzados aprofundizar su dependencia como economas primario-exporta-doras, marginando los tmidos esfuerzos por industrializarse y

    modernizarse.A partir de 1982, a raz del deterioro que se produjo por

    la cada de los precios del petrleo y la reversin del flujo de losprstamos a los pases subdesarrollados, se interrumpi la bonan-za petrolera. Ya el ao anterior se haban presentado los primeros

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    dolores de cabeza en la economa, a raz del estrangulamiento fis-cal que se agudiz con el conflicto fronterizo con el Per. Y desdeentonces, terminada la bonanza petrolera y con el arranque de lacrisis de la deuda externa, Ecuador entr de lleno en los ajustes deinspiracin neoliberal. A pesar de que hay quienes sostienen locontrario, la economa ecuatoriana, como la de casi todos los pa-ses de la regin, ejecut y sufri el recetario del ajuste inspirado

    en el Consenso de Washington.El precio del crudo Oriente que se increment de 2,4dlares por barril en 1972 a 35,2 dlares por barril en 1980, llega un pico superior a los 40 dlares en el mercado ocasional (mer-cado spot), a inicios de 1981. Posteriormente caera a 32,5 en1982, como parte de un proceso de deterioro sostenido. En mar-zo de 1983, por primera vez la OPEP redujo oficialmente en cin-co dlares el valor del crudo marcador. Ese fue un perodo espe-cialmente crtico para la comercializacin del crudo. Desde en-tonces el precio del crudo mantuvo una tendencia descendente,hasta precipitarse vertiginosamente a menos de nueve dlarespor barril en julio de 1986. De todas maneras,en todos estos aos

    como ha sucedido en otras pocas se mantuvo la esperanza deque los precios del petrleo se recuperaran para poder retomar lasenda perdida

    En este escenario, no debe sorprender que los prime-ros esfuerzos por ajustar la economa hayan sido complejos yconfusos en extremo. La sociedad no tena conciencia del pro-blema que se avecinaba, mientras todava mantena las expecta-tivas de la poca petrolera.

    La economa ecuatoriana se aferr cada vez ms al mer-cado mundial.Fue justamente en esa poca de finalizacin de la bo-nanza petrolera, cuando se agot el esquema de acumulacin sus-tentado en la sustitucin de importaciones. En la gran mayora de

    pases de la regin,se retorn a un esquema liberal, rebautizado co-mo neoliberal. Desde entonces se pretendera modernizar el mo-delo primario-exportador implantado profundamente en Ecuadordesde el siglo XIX. El petrleo se transform en una herramientafundamental en este proceso, a pesar de la cada de su cotizacin.

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    A ms de la cada del precio del petrleo, durante 1981,el Ecuador debi enfrentar las inundaciones del invierno de losaos 1982 a 1983 el fenmeno de El Nio que afectaron la pro-duccin agrcola y la economa en general. Adems, en esos aosse fraguara un cambio sustancial en el mercado financiero inter-nacional, al que el pas haba logrado acceder con facilidad gra-cias al petrleo en la dcada anterior.

    A poco de la suspensin de pagos de la deuda externa deMxico, en agosto de 1982, el gobierno ecuatoriano ingres en laronda de las continuas negociaciones de la deuda externa con losacreedores internacionales. Desde entonces incorpor cada vezcon mayor profundidad las recomendaciones y condiciones delcapital financiero internacional, formuladas y forzadas por el FMI

    y el Banco Mundial (en suma, el Consenso de Washington). En-tonces aparecieron con enorme crudeza los problemas que la eta-pa petrolera haba mantenido relativamente ocultos. Ecuador em-pez una tortuosa marcha de ajustes y desajustes interminables.

    En agosto de 1986 se destinaron oficialmente todas lasdivisas provenientes de las exportaciones de petrleo para pagar

    la deuda externa. Sin embargo, en enero de 1987, esta estrategiamostr sus lmites y el servicio de la deuda tuvo que ser suspen-dido. Los problemas se agravaron con el terremoto de marzo de1987, que rompi el oleoducto transecuatoriano y oblig a dete-ner la produccin de petrleo por cerca de medio ao. Ecuador,una vez ms, sufra los impactos de una excesiva dependencia deun bien primario de exportacin. La necedad de insistir en esteesquema nos pasaba nuevamente la factura, tal como haba suce-dido con la crisis del cacao por 1920, cuando las pestes la moni-lla y la escoba de bruja liquidaron la produccin cacaotera.

    En esta poca, como consecuencia de las presiones pri-vatizadoras, se dio marcha atrs en la poltica nacionalista del

    ao 1972. Poco a poco el Estado cedi crecientes porciones de larenta petrolera, para atraer inversiones extranjeras. La empresaestatal Petroecuador (nombre que se le puso a CEPE en 1989 co-mo parte de un proceso de reorganizacin) lleg a una situacinde claro debilitamiento. Este proceso fue planificadamente pro-

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    movido en favor de las empresas privadas. Esto se observa tam-bin en la cada de las tasas de extraccin de la empresa estatal yen el crecimiento de las empresas transnacionales (ver cuadro 2).

    Posteriormente, con una nueva cada de los precios delpetrleo y como consecuencia de otros factores exgenos y end-

    genos, Ecuador concluy el siglo XX con una de las mayores cri-sis de su historia. Luego de un prolongado perodo de estanca-miento econmico desde 1982, cuando se empezaron a sentir losefectos de la grave crisis de deuda externa en todo el continente, elao 1999 se recordar por la mayor cada del PIB. ste declin en30,1%; de 19.710 millones pas a 13.769 millones de dlares. ElPIB por habitante se redujo en casi 32%, al desplomarse de 1.619a 1.109 dlares.

    Una serie de factores exgenos como la crisis asitica,las inundaciones provocadas por un nuevo fenmeno de El Ni-o, la cada de los precios del petrleo y, por cierto, los resultadosde las polticas econmicas inspiradas en el Consenso de Was-

    hington afectaron al pas, que experiment uno de los empobre-cimientos ms acelerados en la historia de Amrica Latina: entreel ao 1995 y el ao 2000, el nmero de pobres se increment sig-nificativamente. En trminos porcentuales, el aumento fue de39,3% a 52,18%; la pobreza extrema casi dobl su nmero con

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    Cuadro 2. Produccin diaria de petrleo

    Fuente: Petroecuador

    Produccin diaria histrica de petrleo1972-2007

    1970

    400,000

    350,000

    300,000

    PROD.

    DIARIA

    BPPD)

    250,000

    200,000

    150,000

    100,000

    50,000

    1975 1980 1985

    PETROECUADOR PRIVADO

    1990 1995 2000 2005 2010

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    un salto relativo del 13,60% al 20,12%. El ingreso por habitanteen Ecuador alcanz apenas un 43% del promedio latinoamerica-no. Lo anterior vino acompaado de una mayor concentracinde la riqueza. As, mientras en 1990 el 20% ms pobre reciba el4,6% de los ingresos, en el 2000 captaba menos de 2,5%; entretanto el 20% ms rico incrementaba su participacin del 52% ams del 61%. Esta inequidad es, sin duda alguna, una de las prin-

    cipales explicaciones de la pobreza.Al entrar el pas en la mayor crisis de su historia, rela-cionada incluso con los mecanismos adoptados para enfrentarlacomo la dolarizacin, se inici un proceso sostenido de emigra-cin, cuya magnitud y velocidad no tienen precedentes. En efec-to, segn varias estimaciones, desde el ao 2000 al ao 2005, mu-cho ms de un milln de ecuatorianos habran salido del pas.Hay clculos que establecen que el nmero de ecuatorianos yecuatorianas en el exterior podra bordear los 2,5 millones.

    En este contexto, la dolarizacin asumida el 9 de ene-ro del 2000 como la tabla de salvacin a la crisis econmica norindi los frutos ofrecidos. Por el contrario, la ansiada reduccin

    de la inflacin, que estaba lejos de una hiperinflacin, se demorcasi cinco aos en alcanzar niveles internacionales, con el consi-guiente deterioro del costo de vida y de la competitividad delaparato productivo. Las tasas de inters, que se esperaba bajarancon la dolarizacin, se mantuvieron en niveles elevados, superio-res a las existentes en crditos en dlares en muchos pases veci-nos sin dolarizacin.

    En el mbito fiscal, las autoridades no dudaron en creary reformar leyes adems de cambiar metodologas de clculo pa-ra asegurar los recursos necesarios y atender las demandas de losacreedores externos, limitar el gasto fiscal, convertir ciertas asigna-ciones en rgidas; todo para reducir artificialmente los ingresos del

    presupuesto, desviando los excedentes del precio del petrleo ha-cia fondos de estabilizacin, entre otros. Muchos de estos ajustes selos hizo en contra de las normativas vigentes: a travs de leyes seatropell la Constitucin Poltica de la Repblica y con reglamen-tos se ampliaron o incluso tergiversaron las leyes.

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    En este punto es conveniente recordar la creacin de unaserie de fondos petroleros en la primera mitad de la primera dca-da del siglo XXI, destinados a atender preferentemente las deman-das de la deuda externa. De acuerdo con un anlisis de Unicef so-bre la Ley de Transparencia Fiscal, que dio a luz al Fondo de Esta-bilizacin, Inversin y Reduccin del Endeudamiento Pblico(Feirep), de haberse mantenido la prioridad del servicio de la deu-

    da y el establecimiento de lmites al incremento del gasto pblico(3,5% ms el deflactor del PIB7), Ecuador no habra podido alcan-zar en 47 aos el nivel de inversin social per cpita de 540 dlaresanuales, promedio que el resto de Amrica Latina tena ya en el ao2001. El lmite mencionado estuvo vigente en el pas hasta 2005.

    La poltica econmica permanentemente monitorea-da por el FMI logr incrementar sustantivamente la cotizacinde los Bonos Global. Antes de la creacin del Feirep, establecidoen el 2002, durante el gobierno de Gustavo Noboa Bejarano losBonos Global a 12 aos se cotizaban en menos del 50%. Estosbonos fueron emitidos por 1.250 millones de dlares. Los BonosGlobal a 30 aos, emitidos por 2.700 millones se cotizaban inclu-

    so por menos del 40%. Con el slo anuncio del nombramientoavalado por el FMI y Wall Street de Mauricio Pozo8 como mi-nistro de Finanzas, los bonos comenzaron a subir. Al inicio de sugestin, en enero del 2003, los bonos a 12 aos ya se cotizaban a67% y los bonos a 30 aos, en 48%. Slo ese ao, con el auge dela poltica ortodoxa, estos papeles alcanzaron valores inimagina-

    50 Alberto Acosta

    7 Elemento numrico que permite convertir a precios constantes una serie quese encuentra inicialmente en precios corrientes o en trminos reales. La herra-mienta que se utiliza es un ndice de precios (determina la inflacin). Entende-mos como precios corrientes aquellos precios que incluyen el efecto de la in-flacin, es decir, los precios de los bienes y servicios segn su valor nominal

    (valor considerado en ese momento). Y por precios constantes entendemosaquellos precios en los que se han eliminado los efectos de la inflacin, paracomparar la variacin de un ao a otro tomando en cuenta un ao base (nor-malmente ao 2000 en nuestra economa).

    8 Pozo, ministro de Finanzas de Gutirrez, se transformara en el economistade cabecera del dictcrata (Ral Vallejo dixit). El coronel defini a su gobier-no como una dictocracia: dictador con los grupos de poder y demcrata conlos sectores populares, una situacin contraria a la realidad, por cierto.

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    bles: los primeros llegaron a 101% y los segundos al 85%, y si-guieron subiendo.

    En realidad, con los recursos del Feirep se recomprexclusivamente deuda pblica interna para financiar el Presu-puesto y as atender, de carambola, a los acreedores externos: lasola existencia de dicho fondo maximiz el precio de los BonosGlobal, pues para eso fue expresamente creado el Feirep. Y esa

    sola revalorizacin, que podra haber cobijado actos de colu-sin y uso indebido de informacin privilegiada, otorg ganan-cias potenciales a los tenedores de bonos muchos de ellosecuatorianos, entre ellos la banca privada al menos por 1.400millones de dlares.

    Para consolidar estos logros, Gutirrez y su equipoeconmico, utilizando simples decretos ejecutivos, no dudaron enalterar el espritu de la ley para limitar el gasto y tambin para re-ducir artificialmente el ingreso petrolero del presupuesto desvian-do los excedentes del precio del petrleo ha