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STAFF

Traducción

Andrea

Ester

LizC.

Maria

Juliana

Mery St. Clair

Annaiss

Corrección

Rocío

Mery St. Clair

Annaiss

Diseño

Mery St. Clair

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Dos Amores,

Una mortal Elección

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Sinopsis ane Jonas está cerca de su décimo sexto cumpleaños y con problemas de inquietantes sueños recurrentes, donde un misterioso chico de su edad viene a ella, diciéndole a Jane que

son el uno para el otro. Su madre está cada vez más preocupada por sus perturbadores episodios de sonambulismo de Jane, pero los mundos de Jane, su mundo de sueños y el real están a punto de mezclarse… Cuando desarrolla una amistad con un extraño enigmático en la ciudad, el rubio, súper buena onda Evan, es emocionante, es nuevo y Jane lo quiere más de lo que alguna vez ha querido a alguien—hasta que el chico misterioso de sus sueños se interpone en el camino. Ahora Jane se encuentra atrapada entre dos mundos: uno familiar, pero teñido de romance y la emoción, el otro oscuro y peligroso, donde los ángeles, hombres lobo, y un irresistible extraño están tratando de seducirla…

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Prólogo Traducido por Annaiss

as ramas chocaban contra mi cara mientras corría y mis mejillas dolían donde habían sido azotadas. Seguí adelante, la sangre caliente en mis labios, mi corazón latiendo sordamente en mi pecho. Encima de mí, las

nubes de la noche se deslizaron con inquietud sobre la pálida luna. Más allá oí el crujido de botas en la nieve y vislumbré una figura oscura a través de la densa cerca de árboles. Estaba tan cerca que podía llorar, pero él se deslizó rápidamente fuera de mi vista. Debí haber llamado. Pero lo desconocido me mantenía en silencio.

Al llegar al claro, un lugar que conocía demasiado bien en la base de la colina, escuche el sonido de una camioneta gimiendo ligeramente a lo largo de la carretera de la montaña. Me detuve y me puse de pie, jadeando, no viendo nada, sólo el asfalto negro y la media luna en el cielo.

Quienquiera que fuese, había desaparecido.

De repente, la energía, la fuerza que me había mantenido corriendo por el bosque se evaporó. De pie, congelándome y derrotada, con la cabeza inclinada hacia atrás para mirar hacia el cielo. Azul de medianoche. No había nubes ahora. Sólo una noche amarga, implacable.

Un sonido detrás de mí —el chasquido de una ramita— me hizo saltar. Pero cuando me di la vuelta para mirar, algo pesado se apoderó de mi hombro y me detuve. Mi cara se paralizo, pero mis ojos se enfocaron para ver dedos largos y pálidos descansando sobre mi clavícula.

—No te muevas —me susurró alguien—. Y no tengas miedo —El dueño de la mano con suavidad me dio la vuelta para mirarlo. Ojos grandes, boca ancha, cabello castaño, corto. Yo lo conocía. Yo conocía a este chico.

Pero nunca habíamos estado juntos.

—Jane, —dijo el muchacho, con su mano sorprendentemente caliente, sobre la mía—. Por favor. Yo nunca te haría daño.

— ¿Quién eres? —Mientras hablaba mi aliento se nublaba en el frío—. ¿Qué estoy haciendo aquí? —No recordaba por qué había venido al bosque.

—Tú me seguiste. Has estado soñando conmigo durante mucho tiempo y ahora sabes que soy real. Bueno —hizo una risa seca—, …Casi real.

—Por favor —dije débilmente, como si no hubiera estado siguiéndolo—. Déjame ir a casa.

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—Jane, ya estás en casa —Soltó mi mano y puso las suyas en mi rostro, aproximándome a él.

Ojos verdes, la piel como la de un niño, pero los huesos de las mejillas pertenecían a los de un hombre. Su rostro era dulce, aunque en sus pupilas había algo alerta y salvaje. Estaba tan fría que ni siquiera me podía mover, a excepción del temblar de mis manos y los latidos de mi corazón.

Viendo mi confusión, él acarició mis mejillas con los dedos y de repente me tranquilicé. Luego, gradualmente, fui consciente del resto de mi cuerpo, mis piernas, mis caderas, mis pechos.

—Aquí es donde comienza la historia, —susurró—. Junto a mí, en este lugar.

Y mientras escuchaba, sabía que allí, en ese momento, era cierto.

Hoy era mi decimosexto cumpleaños, y mi historia había comenzado.

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Capítulo 1 Traducido por Annaiss

Jane?

Algo me estaba moviendo.

—Jane. ¡Despierta!

Me desperté sobresaltada. Al abrir los ojos, vi trenzas rubias y un pijama de algodón a cuadros.

—Dot, —le dije de mal humor—. ¿Qué día es?

Mi hermana, de nueve años de edad, inclinó la cabeza, sus grandes ojos azules me miraban seriamente. Arrugó la nariz. —Sábado, tonta. ¡Tu cumpleaños! —Puso ambas manos en la cama y se recostó junto a mí—. Están hablando sobre ti en la planta baja.

— ¿Ya? —dije, todavía con sueño—. ¿Qué están diciendo hoy?

Dot suspiró un poco melodramáticamente. —Mamá está preocupada porque te levantaste por la noche, abriendo ventanas y puertas —Se acercó más a mí—. Ayer por la noche dejaste huellas en la alfombra del pasillo.

—Oh —Descansé mi cabeza hacia atrás—. Caminé sonámbula.

Dot asintió alegremente. — ¡Creo que es genial! —Ella jugueteaba con la cadena de plata en mi muñeca—. ¿Dónde vas, Jane? ¿No tienes miedo?

—No sé y no sé —le dije, presionando mis mejillas contra su cabeza rubia—. Estoy dormida, ¿Lo sabes?

Dot se rió. —Bueno, creo que eres valiente —dijo —. No les hagas caso a ellos.

— ¿Qué más dijo mamá? —Le pregunté casualmente.

—Que tal vez deberías ir a un internado —Dot respondió con tristeza—. Porque eres demasiado clerrada.

— ¿Qué? —Pinché el brazo de Dot—. ¿Clerrada?

—No tienes suficientes amigos —Dot se volvió hacia mí. Deslizó los brazos alrededor de mi cintura y besó mi mejilla—. Pero les dije que me tienes a mí.

—Correcto —Sonreí—. Creo que la palabra es cerrada.

—Como yo dije, —Dot hundió su rostro en mi pecho—. Clerrada.

—Tengo dieciséis. No tengo que ir a la escuela. No si no quiero.

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—Tienes suerte —Dot se sentó y examinó mi cara—. ¿Qué es eso? — Apuntó mi mejilla, empujando mi cabello hacia un lado—. Tienes un rasguño. No estaba allí ayer.

La miré fijamente y puse la mano en mi cara, sintiendo la piel áspera y arrugada.

—Debí habérmelo hecho en un sueño, —le dije, con cautela, recordando los árboles y el intenso frío y calor… como nunca antes lo había sentido. Y alguien…

—Es mejor que lo ocultes —Dot me sacó de mis pensamientos, colocando el pelo oscuro y rizado sobre mi cara, cubriendo la herida—. O mi madre comenzará a asegurar tu puerta por la noche.

—Ella se queja demasiado —Le dije, medio deseando que me encerraran por la noche. Durante las últimas semanas acercándose mi cumpleaños había estado teniendo estos sueños.

Al principio no tenía recuerdos reales de lo que sucedía en ellos, pero últimamente… últimamente había recordado más, despertándome agotada y a veces encontrando moretones inexplicables y rasguños.

—Tengo hambre —Dot se deslizó de la cama.

— ¡Hora del desayuno!

En la planta baja era un típico desayuno de cumpleaños al más estilo Jonas. Mi madre no creía en consentir. Ella y mi padre me comprarían un coche para mi décimo séptimo cumpleaños, por lo que este año depositaron dinero en una cuenta bancaria. Dot, Dios la bendiga, me había comprado un libro y mi padre me había besado en la mejilla y volvió a golpear ligeramente los números en su calculadora. No era el tema candente del día. El estado de ánimo de esta mañana era sobrio.

—Feliz cumpleaños a mí —murmuré, empujando la comida en un bol.

—El viejo Murray anuló su comisión, —dijo papá, a nadie en particular.

—Oh, Dios —Suspiró mi madre, empujando su yogur y plátano sin terminar —. No otra.

Papá asintió con la cabeza, limpiándose la barba con una servilleta.

—Pero vamos a estar bien, Anna. Tengo la mesa de la señora Benjamín y la escalera de Pete. No nos moriremos de hambre.

Mamá cogió su plato y empujó su silla de nuevo, espantando nuestro perro lobo irlandés, Bobby, del camino. Entró en la cocina —Pero se está secando, Jack, —llamó de vuelta—, Nadie tiene dinero, y ellos no vendrán tan lejos, —empezó a

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ponerse los guantes de goma—. La señora Caffrey en la oficina de correos le dice a todo el mundo que esta pequeña montaña está maldita.

Mi papá hizo un guiño a mi hermana y a mí. —Soy un carpintero.

Mi madre, quien nunca deja de buscar el lado oscuro de la vida, gruñó y comenzó a luchar con la bolsa de basura. —Tenemos que prepararnos para lo peor, es todo lo que digo.

— ¿Qué es una maldición? —Preguntó Dot, hundiendo un soldado en su huevo hervido. Vi con náuseas como la yema del huevo corría por la cáscara.

—Son inventos, eso es lo que es, —le dije—. No hay cosas tales como maldiciones.

— ¿Al igual como dicen sobre la magia? —preguntó Dot, interesada.

—Eso no existe tampoco —le dije, poniendo los ojos en blanco—. Es lo que la abuela Jonas llamaba tonterías —Miré hacia mamá y mis ojos encontraron los suyos mientras se ponía de pie, una mano agarrando una bolsa llena de basura, en la puerta.

—Tenemos que hablar sobre tu educación para los próximos años, Jane —dijo bruscamente—. No puedo seguir enseñándote en casa. Tengo que conseguir un trabajo.

—Muy bien. Voy a ir a la universidad —Bebí el resto de mi té—. Hay una en Hassock. Y está a sólo cinco kilómetros de distancia —Le sonreí a Dot—. Puedo ir en bicicleta.

—NO —dijo mi madre rápidamente—. Aquí no.

—A un internado, —Dot me dio un codazo—. Te lo dije Jane.

—Soy demasiado grande —le dije—. Es ridículo.

Mamá dejó la basura. —No es internado. Dios sabe que no podemos darnos ese lujo. Pero en algún lugar donde puedas mezclarte con chicas de tu edad. No es saludable para ti estar encerrada todo el día aquí. —Suspiró—. Un nuevo comienzo. Verdad, ¿Jack?

Mi padre se frotó la frente con torpeza. —No lo sé, Anna… ¿Es realmente necesario? —Se dirigió a mí—. Tu madre sólo quiere que seas feliz, después de lo que esas chicas… quiero decir, una nueva escuela puede ayudarte a olvidar.

Mamá trató de sonreírme. —Va a ser bueno para ti, Jane. Harás amigos adecuados.

Hice una mueca. —No necesito hacer amigos. Es mi cumpleaños y lo están echando a perder. Estoy bien como estoy.

Mis padres intercambiaron una mirada que decía: Ya lo veremos.

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No lo harán, pensé desafiante.

—Voy a dar un paseo en bicicleta —les dije, empujando mi silla y caminando hacia la puerta trasera. Mientras hacía de mi cabello una cola de caballo, mi mano golpeó el rasguño en mi cara.

—Ay —Agarré la manija de la puerta, nerviosa.

— ¿Jane? —Llamó mi madre.

—Estoy bien —Espeté—. Dejen de quejarse.

—Ponte algo cálido, cariño —dijo ella débilmente.

—Vuelvo a las doce —dije—. Tenemos que estudiar matemáticas el día de hoy.

Salí sin contestar, inmediatamente lamentándome no haber traído un abrigo.

No necesito un cambio, pensé furiosamente mientras sacaba mi bicicleta del garaje. Yo no necesito amigos. Cerré los ojos, pensando en un año atrás, cuando había estado en la escuela por última vez.

Yo no tenía amigos, Sarah se había ocupado de eso. La Abeja Reina, Sarah Emerson, que gobernaba la escuela y lanzó un hechizo venenoso sobre todos.

—Eres un bicho raro, Jonas —me decía, una y otra vez—. Te ves como un chico. Te vistes como un vagabundo —Para Sarah, quien nunca usó la misma ropa dos veces, quien aprendió la palabra ―materialista‖ antes de ―mamá,‖ yo le resultaba incomprensible.

Tomé el camino colina abajo hacia el pueblo.

Parecía justo que mi viaje fuera incómodo, sacudido por las piedras de nuestra parte de la montaña. Después de días grises, esta mañana era un día brillante y hermoso. Un día de escape. La frescura del aire golpeando satisfactoriamente en mis mejillas mientras paseaba y comencé a ganar calor mientras presionaba más sobre los pedales. Hacia mi izquierda estaba el bosque, pinos con pequeños glaseados de nieve. Era denso y extraño, no era un lugar en el cual te gustaría estar de noche.

Yo estuve aquí la noche anterior.

Negué con la cabeza, de repente ansiosa y frené. Me puse de pie en el suelo y creí oír que alguien me llamaba.

Algo en los árboles. Tragué saliva y dejé la bicicleta donde estaba. Me acerqué para echar un vistazo más de cerca. Llegué a las afueras del bosque y no vi nada. Nadie. Me había dado la vuelta cuando lo escuché de nuevo, un sonido suave que casi podría haber sido el viento. Jane.

— ¡Jane!

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Me di la vuelta y ahí estaba mi hermana. Estaba agachada a un lado de mi bicicleta, haciendo girar la rueda con una mano mientras me miraba.

— ¿Corriste hasta aquí? —Le pregunté.

—Quería venir, también —dijo en una pequeña voz—. Mamá y papá están discutiendo de nuevo.

—Está bien. Pero estoy tomando la ruta dolorosa —le dije. Dot asintió con la cabeza animadamente.

—No me importan las piedras —dijo alegremente—. Es divertido.

—Niña extraña —Pero le sonreí de todas maneras.

Mientras ella luchaba por poner la bicicleta en posición vertical otra vez, volví a mirar hacia los densos árboles, escuchando.

Nada.

— ¿Qué estás haciendo? —Llamó Dot, balanceándose de un pie a otro—. Vamos.

Le di una mirada final a los árboles antes de volver al camino. Decepcionada.

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Capítulo 2 Traducido por Annaiss

uestro pueblo más cercano, Bale, estaba a sólo una milla de casa, pero con Dot quejándose delante de mí, parecía una eternidad. Cuando por fin llegamos a la calle principal—lo que mi madre

llamaba ―civilización‖—el trasero de Dot dolía.

—Te dije que era la ruta dolorosa —Le sonreí—. ¿Fue divertido?

Dot frunció la nariz y me sacó la lengua. —Necesitamos un batido de leche —dijo , mirando esperanzadoramente la calle.

Bale era un poco como esos pueblos que se ven en las películas antiguas del viejo oeste protagonizadas por Clint Eastwood. Sólo un camino ancho, flanqueado por edificios no similares. Sin supermercado. Sin tiendas de lujo. Sólo lo esencial. Una tienda de abarrotes local, vendiendo todo, desde agujas hasta caviar; un zapatero; una pequeña tienda de chatarra—optimistamente conocida como Town Antiques Emporium—una pequeña oficina postal y un café: Fabio. Pertenecía a una familia italiana, una que había desaparecido antes de que yo naciera, pero Eileen y su marido Greg habían mantenido el nombre. Era un lugar amistoso y pasado de moda. Había estado viniendo a Fabio desde que era capaz de pronunciar ―chocolate con vainilla.‖ Ya había superado el batido, pero era el lugar favorito de Dot en el mundo.

Corrió por la acera hacia él, dejándome asegurando la bicicleta. Cuando me enderecé de nuevo, una figura cruzando la calle me llamó la atención. Alto, camisa marcada y piernas largas en pantalones de mezclilla oscura. Era de mi edad, quizá un poco mayor, pero con una cara bronceada, pelo corto, desordenado. Incluso desde la distancia pude ver que era uno de esos chicos intimidantes y guapos, y no teníamos muchos por aquí. Lo vi mirar a mi dirección y resoplé, con indiferencia, seguí a Dot al café.

Vi que el chico llegó a la entrada de Fabio al mismo tiempo que mi hermana y realizó una reverencia cómica, manteniendo la puerta abierta para ella. La oí gritar, encantada, y caminé más despacio. De repente, deseé haberme puesto algo menos andrógino que mi vieja sudadera gris con capucha y pantalones que eran demasiado cortos para mí.

— ¿Tienes que vestirte como un pilluelo, Jane? —Era el conocido refrán de mi madre—. Eres una mujercita joven, no un mecánico de coches.

Sólo por hoy estaba de acuerdo, ella tenía un punto.

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Rápidamente abrí la cremallera de mi sudadera y la até alrededor de mi cintura. Al pasar por las ventanas para llegar a la puerta, vislumbré mi reflejo y me di cuenta de que eso no era una mejora. Irritada, la desaté y la puse bajo el brazo.

Cuando entré en el café, vi que Dot ya estaba sentada en un taburete de la barra. El chico estaba sentado a su lado, haciéndola reír. Saqué mi cartera del bolsillo delantero y me situé al otro extremo del mostrador.

Eileen se dirigió hacia mí, sonriéndome. —Ella ya tiene su orden —dijo , apuntando con la cabeza a Dot—. Y creo que tiene un admirador.

— ¿Quién es ese chico? —Le pregunté casualmente, vaciando el cambio en el mostrador—. Nunca lo había visto antes.

— ¿Evan? —Se encogió de hombros, se inclinó más cerca hacia mí—. Tiene familia por aquí, padrastros creo —Frunció los labios concentrándose—. Él fue el chico que apareció en el periódico… tú sabes. El chico que desapareció en Australia y después apareció en la puerta de su padre. No puedo recordar su apellido.

—No me acuerdo de eso —Fruncí el ceño.

Eileen negó con la cabeza. —Debes caminar con los ojos vendados y tapones en los oídos —dijo ella, con una sonrisa—. Ese chico fue la comidilla del pueblo por unas semanas.

—Interesante —le dije.

—Muy interesante —dijo con un guiño—. Y demasiado guapo también.

—Hmm —Arrugué la nariz y empujé unas cuantas monedas—. Supongo que será mejor rescatarlo de Dot. Ella es del tipo pegajoso.

Eileen se rió entre dientes. —Ella es adorable y lo sabes —dijo regresándome el dinero—. Es por eso que ustedes, chicas, obtienen el batido de la casa.

—Gracias, Eileen —le dije bruscamente—. Creo que voy a tener un café hoy.

A pesar de que no me gusta el café.

—Está bien, —Eileen me guiñó un ojo—. Mucho más sofisticado.

Me sonrojé, lo que debió haber sido de un color rosa púrpura y me dirigí hacia Dot y Evan.

—Él es Evan —anunció Dot, mientras me acercaba—. Está en busca de alguna compañía. Evan, ella es Jane.

Evan se volvió, sonriendo. Sus ojos eran increíblemente azules. Y a pesar de ser luminosos y agradables, había algo más allí. Algo fuerte, inteligente.

—Hola, Jane —Su voz era profunda, pero tranquila.

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Asentí con la cabeza bruscamente, apartando la mirada con rapidez. De cerca, su belleza era desconcertante. Cada rasgo moldeado a la perfección. Prácticamente inhumano.

Teníamos que salir pronto de aquí como fuera posible, me dije a mí misma. Yo no era capaz mantener una conversación con cualquier persona de mi edad, mucho menos con alguien como él.

—No tenemos mucho tiempo —le dije a Dot, quien entrecerró los ojos.

—Pero acabamos de llegar —dijo , balanceando sus piernas, pegándole en la rodilla a Evan con su bota en el proceso.

Él le sonrió con gracia.

—Tengo matemáticas, ¿recuerdas? —cogí el menú para ocupar mis manos torpes.

Dot lanzó una mirada al Chico Hermoso.

—Jane es educada en casa —le dijo con total naturalidad.

— ¿No vas a la escuela? —preguntó y me vi obligada a conversar con él.

—Sí… No… Yo solía… —Su boca se formó en una media sonrisa, confundida—. Pero… es una larga historia —Miré a Dot, deseando que pudiera mantener la boca cerrada, y sus ojos se agrandaron. Pero Eileen estaba poniendo una taza, un plato y el batido de Dot, y mi hermana se estiró para tomarlo, probando sorbos largos y ruidosos a través del popote. Puse mis ojos en blanco y capté los de Evan, luego ambos estábamos sonriendo.

—Entonces, me puedes contar todo sobre tu secreto pasado en otra ocasión —dijo , estudiando mi cara—. Pareces una chica con una historia que contar.

—No lo soy —le dije—. No muchas cosas suceden en mi vida.

A diferencia de la tuya, quise añadir. Pero no lo hice.

Porque soy socialmente retardada.

— ¿Eileen dijo que tienes familia aquí? —le dije.

Evan cogió una servilleta de la caja y comenzó a doblarla. —Sí, —dijo —. Mi papá, Bill Forrest y su familia. Yo viví con mi madre en Australia durante mucho tiempo.

Mientras trataba de pensar quién era Bill, su apellido me parecía familiar, los dedos de Evan se movían de forma rápida y mis ojos se posaron sobre lo que estaba haciendo.

¿Papiroflexia?

—Me quedaré con mi padre durante el verano, tal vez más, —continuó, y luego me miró a través de sus pestañas—. Si puedo encontrar algo en que

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mantenerme ocupado —Dejó caer la cabeza de nuevo para concentrarse en doblar la servilleta rápidamente. De repente, en sus manos había un cisne blanco, un cisne de papel.

— ¡Genial! —dijo Dot, apartando su bebida y agarrando el cisne.

—Dot, no lo rompas —le dije rápidamente. Miré a Evan—. ¿Te das cuenta de que ahora tendrás que enseñarle cómo hacerlo?

—Cuando quiera —dijo , guiñándole un ojo a mí hermana—. Te dije que necesito algo en que mantenerme ocupado.

— ¿Puedes hacer trabajos ocasionales? —Preguntó Dot, poniendo el cisne en su bolsillo antes de beber lo último de su batido—. Mi papá necesita a alguien para trabajos ocasionales.

—No, no lo hace —le dije—. ¿Cuándo dijo él eso?

Ella sacudió la cabeza. —Lo oí decírselo a mamá —Le pegó en el brazo a Evan—. ¿Cuántos años tienes?

—Dieciocho —dijo Evan—. Recién cumplidos.

—Hoy es el cumpleaños de Jane —Dot le dijo con orgullo—. Tiene dieciséis.

— ¿Es eso cierto? —Me di cuenta de sus tensos pómulos y sus ojos se posaron sobre mí con una sutil sonrisa dibujándose en su rostro—. Dulces dieciséis.

Antes de que pudiera sonrojarme, Eileen llamó desde el otro lado de la habitación.

—Dieciséis ya —sacudió la cabeza y puso dos vasos limpios sobre el estante encima de la máquina de café—. Me estoy poniendo vieja —Nos sonrió a los tres—. Por lo menos tuviste una pequeña fiesta. Feliz cumpleaños.

—Gracias, Eileen —Tomé un sorbo de mi vaso, sintiendo los ojos de Evan en mí.

— ¿Qué hará la cumpleañera para celebrar?

—Oh, nada —Finalmente lo miré—. No es la gran cosa.

—Jugaremos Scrabble más tarde —dijo Dot, jugueteando con su popote—. Y mi mamá cocinará una cena especial.

Asentí con la cabeza a Evan. —Lamentablemente, ella tiene razón. No hacemos un escándalo en casa.

— ¿Y tus amigos? —bebió algunos sorbos de su café sin quitar los ojos de mí.

—Yo…

—No tiene amigos —Dot agregó—. Le gusta tener su propia compañía.

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Hubo un breve silencio, mientras peleaba contra el impulso de estrangular a mi hermana.

Evan terminó su café y me sonrió.

—Bueno, apuesto a que es una excelente compañía —dijo .

Esta vez el rubor se coló por mis mejillas y aunque traté de devolverle la sonrisa, terminé haciendo una mueca extraña.

—Estoy segura de que puedes venir a la cena, —le dijo Dot—. Mi mamá siempre cocina demasiado.

—No seas tonta —le dije rápidamente, con un poco de brusquedad—. Él no está interesado en venir a cenar con un montón de extraños.

— ¿Cómo lo sabes?

Dot no se daría por vencida, por lo que le lancé una mirada de advertencia.

—Tenemos que irnos. Nos tomará una media hora y es cuesta arriba.

Evan miró de una a la otra.

— ¿Dónde viven de todos modos?

—Hacia… —comencé.

—Vivimos en la montaña —dijo Dot interrumpiéndome—. La casa más cercana a la cima. No la puedes perder.

—Vamos —La arrastré fuera del taburete y sonreí secamente a Evan—. Encantada de conocerte. Nos vemos.

—Eso espero —Me estaba mirando y cuando él levantó la cabeza me di cuenta de una pequeña y pálida cicatriz en forma de disco en un lado de su cuello—. Estaré aquí mañana.

—Está bien.

—A la misma hora.

—Está bien —Empecé a empujar a Dot hacia la puerta antes de que ella tuviera la oportunidad de contestar por mí—. Adiós, Eileen, —grité y ella saludó con un paño en la mano.

Al llegar a la puerta, miré hacia atrás rápidamente para ver a Evan mirándonos.

—Él es lindoooo, —dijo Dot, bailando en el pavimento.

—Cierra la boca.

—Creo que ni siquiera notó tu aspecto extraño —continuó, tirando de mis pantalones—. Estaba perdidamente enamorado.

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Gruñí y le di un golpecito. —Tú estás loca, lo sabes.

—Deberías volver a verlo —dijo ella, haciéndome caso omiso—. Él es muy guapo.

—Alto ahí, Dorothea Jonas. Ese no es tu problema y no estoy interesada en tener un novio, —le di una mirada severa—. Además, él es alguien quien mamá no aprobaría.

— ¿Por qué? —frunció el ceño.

—Porque… porque él ha estado en problemas —Hice una pausa antes de decidirme a seguir adelante—. Él estaba en el periódico al parecer… por haber desaparecido en Australia y después llegó aquí meses más tarde.

— ¡¿Él es ese chico?!—Dot tenía los ojos desorbitados—. Papá estaba hablando el otro día sobre él. Mi mamá se puso toda sensible.

—Así es. Por lo que debe tener muchos problemas.

—Ellos son los lindos. Eso es lo que la hermana de Cassidy dice. Los chicos problemáticos son los que a las chicas les gustan.

— Sí, bueno —dije, poniendo los ojos en blanco—. La hermana de Cassidy no sabe nada.

Dot me dio una de sus astutas miradas.

—Por cierto, estamos caminando a casa —le dije—. O mamá enviará un equipo de búsqueda por nosotras.

Había leído tantas novelas como para saber que los chicos coqueteaban y eso no significaba nada. Y era sólo cuestión de tiempo antes de que Evan se diera cuenta de que yo era un bicho raro. La chica que se vestía como chico y no tenía amigos.

Pero a medida que caminaba a casa, con Dot sentada en el asiento y charlando conmigo, no podía evitar la sensación de que algo se había quitado de enfrente de mí.

Todo era un poco más brillante ahora.

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Capítulo 3 Traducido por Annaiss

o quería irme a dormir esa noche. No podía. Los pensamientos se arremolinaban en mi cabeza, por todas partes. Pero también tenía miedo de lo que fuera a soñar. Estaba cansada de despertar cada

mañana con un dolor de cabeza y el tipo de fatiga que obtenía cuando corríamos en la escuela.

Me apoyé en las almohadas y vi la casi luna llena sentada, serena, en el cielo. Una noche clara, las copas de los árboles apenas visibles a través de la ventana. Me estremecí, al darme cuenta de que la ventana estaba ligeramente abierta, y me levanté de la cama para cerrarla.

Cuando me acerqué a la repisa un sonido—un sonido de botas sobre la nieve—me detuvo en seco. ¿Papá?

Poniendo una mano sobre mi pecho me acerqué de puntitas y extendí la mano para cerrar la ventana, pero antes de que pudiera hacerlo, una voz clara llamó desde el exterior.

—Jane.

Con el corazón desbocado, me incliné hacia adelante y miré hacia abajo. Él estaba allí, vestido con un abrigo negro, lo suficientemente largo para llegar a sus tobillos. Cabello oscuro cayendo sobre su rostro. No era exactamente guapo, pero tenía un rostro interesante. Huesos finos, pálido. Incluso desde esta distancia, podía ver que sus ojos eran extraordinarios, grandes y en forma de almendra. El color era como musgo en una piedra en un arroyo.

—He venido a buscarte —Su voz era sorprendentemente profunda, segura.

—Tú dijiste mi nombre —me oí decir—. Y luego desapareciste.

Sonrió. — Vi a tu hermana. Quería verte a ti sola.

Me incliné más por la ventana. — Entonces, este también es un sueño. Tiene que ser.

— ¿Lo es? —Dio un paso atrás en silencio—. ¿Cómo lo sabes?

Me eché a reír. —Porque cuando estoy despierta no recibo visitas de extraños en medio de la noche.

— ¿Y hoy? —dijo —. Cuándo llamé tu nombre. ¿Fue un sueño?

—No —me mordí el labio—. No lo sé. Pude haberlo imaginado.

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Hubo un silencio. Me miró serio.

—Está bien —Descansé los codos en el alféizar de la ventana, puse la cara en mis manos—. Hay algo familiar acerca de ti.

Se echó a reír. —Di mi nombre.

—Luca —dije sin pensar.

—Ves —se abrazó a sí mismo—. Me conoces.

—No sé cómo. ¿Por qué está sucediendo esto?

—No busques por respuestas lógicas —Puso sus manos en sus bolsillos—. No tendrán sentido, no ahora. Pero lo tendrá, con el tiempo. Ya lo verás.

—Espera allí —Di un paso atrás y tomé mis calcetines y botas y mi poncho de lana que perteneció a mi abuela.

Al pasar por el espejo del armario hice una mueca a mi extraña reflexión antes de caminar hacia la escalera y hasta la puerta de atrás.

Estaba de pie delante de mí cuando la abrí.

—Lindo poncho —Tiró de la franja.

Salí, casi cerrando la puerta tras de mí. —Mira, —le susurré—. No sé quién eres. Sólo sé que estoy cansada de soñar contigo —Lo fulminé con la mirada—, No necesito esto.

No dijo nada, pero se inclinó hacia adelante y puso sus brazos alrededor de mí, sosteniéndome dulcemente bajo la luz de la luna. No intenté detenerlo o separarme. De alguna manera se sentía bien. Olía a madera, un poco a humo. Él era cálido.

—Es tan bueno estar contigo por fin —dijo , apoyando la cabeza contra la mía. Aunque sabía que debía luchar o gritar, sólo me sentía aliviada y cómoda. Dejé que me abrazara un minuto más antes de poner mis brazos a su alrededor. Era delgado, pero sólido.

Luca se echó hacia atrás y tomó mi cabeza entre sus manos. — ¿Crees que puedas extender los límites de tu realidad?

— ¿Qué?

—Bueno, —hizo una pausa—. Imagina por un momento que el mundo que tú conoces no es el único.

Puse los ojos en blanco, alejándome de él. —Escucha, Gandalf, yo no me trago eso de los mundos paralelos y lo sobrenatural. Si esto es una especie de broma… —me pregunté de repente si esto se trataba de alguna broma de Sarah. Debía de haber estado tan aburrida el año pasado sin nadie a quien atormentar.

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¿Era esta su segunda fase de su plan para terminar conmigo para siempre?

Mientras nos mirábamos, algo rasguñó la puerta detrás de mí y la cabeza de Bobby se asomó a través de mis piernas, olfateando el suelo. Bajé mi mano para acariciar su pelaje con suavidad, pero un áspero rugido depredador me detuvo. Bobby estaba agazapado sobre sus patas traseras, mirando a Luca, gruñendo, con los dientes al descubierto.

—Tranquilo —me puse al mismo nivel que el perro—. ¿Qué sucede, pequeño? —Pero Bobby continuó gruñendo y temblando demasiado.

Miré a Luca, quien había retrocedido. —Está bien, —le dije—. Realmente no te hará daño.

—Quiere hacerlo —dijo Luca, secándose la cara con la manga.

Froté las suaves orejas del perro. —Bobby no es así. Es un perro amistoso, ¿no es así, muchacho?

—No, quiero decir… —Luca vaciló—. Él puede sentir qué soy… —se detuvo, tragando saliva—. Que no soy de aquí.

— Él y yo —le dije secamente—. Porque no lo eres.

Luca miró hacia el cielo, a la casi perfecta luna.

—Quiero decirte todo acerca de mí, pero aún no confías y todo sonará… ridículo —dijo —. Me gustaría tener más tiempo. Mañana yo…

—Mañana, ¿Qué?

Me puse de pie y me dirigí hacia él, Bobby lloriqueando detrás de mí.

Luca estiró sus manos para tomar las mías, pero luego se detuvo, poniéndolas de nuevo en sus bolsillos.

—No lo entenderías. Te asustarías.

— ¿Cómo si no me estuvieras asustando ahora?

— ¿Es eso realmente lo que sientes? —me preguntó.

— ¿Miedo?

Me di cuenta de que no sentía nada excepto tranquilidad, lo que era preocupante.

—No. Esto sólo es un sueño. Al igual que los otros…

— ¿O se siente como si realmente está pasando?

Luca me miró fijamente, sin pestañear.

Sostuve su mirada.

—Se siente… real —respondí, eventualmente.

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—Entonces lo es —dijo simplemente—. Ese rasguño en tu cara. ¿Te lo hiciste en un sueño?

Tragué. Yo sabía dónde me lo había hecho.

—No tienes nada de que temer. No de mí, —dijo en voz baja—. Yo nunca te haría daño.

—Lo sé —le susurré, porque de alguna manera lo sabía.

Y entonces sentí sus labios en mi frente, el más suave beso al igual que su olor. Me hizo querer acurrucarme contra su cuerpo y sentí mi propio cuerpo responder. Levanté la cabeza para juntar sus labios con los míos, de repente sabiendo qué hacer, y lo que quería, pero él permaneció inmóvil, con una mirada triste.

—Somos amigos —dijo , tocándome el rasguño. Entonces tomó mis manos entre las suyas y entrelazó nuestros dedos.

Cerré los ojos, cansada y confundida de repente.

—Evan —dije—. ¿Qué es lo que quieres?

Mis ojos se abrieron cuando Luca se apartó de mí. Cuando habló, su voz era hostil.

— ¿Quién es Evan?

Al día siguiente me sentía agotada. Me pasé todo el tiempo que pude acostada en la cama, antes de que el traqueteo de mi madre en la planta baja me obligara a levantarme y vestirme.

Otro triunfo para la moda, me dije a mí misma mientras estudiaba mi reflejo en el espejo del armario. Pantalones de combate, tan viejos que estaban desgarrados de la rodilla y los ojales para el cinturón habían desaparecido. Un jersey grueso de lana a rayas, el cual la madre de mi papá había tejido dos años antes de que muriera. Y en los pies, los calcetines que mi madre me había regalado para Navidad el año pasado.

Mi pelo había crecido mucho y era probablemente lo mejor de mí. Lo solté, preguntándome como se vería recto y liso. Realmente debería hacer algo acerca de mi apariencia. Dos chicos misteriosos de repente aparecieron en mi vida. Lo menos que podía hacer era lucir más presentable.

—Hasta que bajas, ya era hora—dijo la voz de mi madre, irritable e impaciente—. Esto no es una pensión.

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Dot me dio una mirada de advertencia cuando llegué a la cocina, después tomó el cuello de Bobby y desapareció por la puerta trasera para ver a mi padre, quien estaba trabajando afuera.

Los ojos de mamá se deslizaron sobre mi jersey ajustado. —Deberías darle eso a Dot, —dijo , mirando mi pecho, que al igual que mi pelo, había crecido en los últimos meses.

—Tenemos que comprarte algo de ropa nueva, estás cada vez más grande, —Mi mamá agitó un trapo de cocina y lo dobló en la manija de la puerta del horno—. Un sujetador adecuado —Ella estaba de espaldas a mí, así que no vio cuando puse los ojos en blanco—. Necesitas más que un chaleco en estos días.

—Está bien —le dije sin interés. Saqué una silla, vertiendo cereal en un tazón.

Mi madre dejó de hacer lo que estaba haciendo y se quedó mirándome mientras comía.

— ¿Saliste ayer por la noche otra vez? —Se aferró de la parte de atrás de una silla con las manos—. Te oí, hablando contigo misma.

Tragué saliva con la boca llena de cereal antes de responder. —No lo recuerdo.

Mi madre se sentó frente a mí. —No es bueno. Es inquietante para todos nosotros.

— ¿En serio? —no me había notado a Dot o papá preocupados. Sólo a ella.

— ¿No recuerdas nada, Jane? —dijo , frotando un lugar de la mesa—. ¿Nada?

—No —dije con firmeza. Como si me fuera a creer si le contaba todo—. Nada.

—Mírate, estás agotada. Creo que deberíamos llevarte al médico…

—No hay nada malo conmigo. Es sólo una fase o algo así… —Alejé el tazón —. ¿Por qué estás tan preocupada por esto?

—Me preocupo por ti, cariño —me dijo, en voz baja—. Estás creciendo, y las cosas están cambiando, tú sabes, con tu cuerpo. Hormonas… —Terminó con torpeza.

—Así que esa es la explicación. Sólo yo estando hormonal —Sonreí falsamente—. Y después se calmarán y todo estará bien.

—Puede ser —Pero su cara estaba ansiosa—. Tal vez eso es todo lo que es.

Miré por la ventana, escuchando a papá y Dot charlando afuera. — ¿Puedo salir ahora? —le pregunté en un tono seco—. ¿O eso también te molestará?

—Ve… —Se levantó y me miró mientras yo fui a tomar mis botas de montaña del pasillo.

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Cuando abrí la puerta trasera la miré para encontrarla observándome, casi con miedo. Y sentí una punzada de culpa. Estaba siendo una mimada.

—Voy a estar bien, mamá, —le dije en voz baja—. No te preocupes.

—Bobby, ¿Qué te pasa? —le dije, empujándolo de mis piernas cuando me senté frente a mi computadora. — No me has dejado en paz en todo el día.

Eran las cuatro de la tarde y por fin había llegado la hora de hacer las tareas, o mejor dicho ―trabajo‖ ya que no iba a la escuela. Tudor había sido asignado para mi asignatura de historia, por parte de mi madre, este trimestre. Normalmente, me encantaba la historia, para mí era como escapar a otro mundo, descubrir una vida que difícilmente me podía imaginar. Pero hoy no podía concentrarme, a pesar de que estaba desesperada por una distracción. Lo que había pasado ayer por la noche fue, por primera vez, claro, en prácticamente todos los detalles. No era de extrañar que las payasadas de Enrique y sus pobres esposas hubieran perdido el interés para mí. Mi propia vida había adquirido una dimensión totalmente nueva e inquietante. Me pregunté por un instante si yo tenía algún tipo de desorden mental, algo que había estado dormido por años hasta ahora. Estaba viendo cosas que no eran reales, imaginado chicos de ojos verdes haciéndome visitas nocturnas. Eso tendría sentido, pensé, inventar una situación que nunca sucedería.

Nunca me sucederían a mí, de todos modos.

Bobby me dio su mirada más encantadora y manoseó mi pierna. — ¡Dottie! — Grité—. Saca al perro afuera, ¿por favor? Está todo sobre mí.

Dot apareció en la puerta. —Ven, chico… —Se agachó y abrió los brazos para tomar al perro, pero él se mantuvo indiferente, a mi lado.

—Perro tonto —Ella se incorporó y caminó a mirar la pantalla—. Ugh. Tarea de historia. Pobre Jane, —Puso su brazo alrededor de mis hombros y volví mi cara hacia la de ella y sonrió.

—Tu rasguño ha desaparecido —dijo , tocando el lugar donde había estado.

Puse mi mano y sentí sólo una piel suave.

—Janey, parece como si hubieras visto un fantasma o algo.

No un fantasma, pensé, con calma. Pero algo igual de irreal.

—De todos modos, mamá quiere que vayas con papá a la tienda antes de que cierre. Ella se ha quedado sin ―cosas para mujeres.‖ Se va ahora mismo.

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En ese momento, las dos oímos a mi padre encender el motor de su camioneta. Miré hacia abajo a mis pantalones y jersey. —Tengo que cambiarme —le dije a Dot, apagando el ordenador—. Dile a papá que tardaré cinco minutos.

— ¿Te estás cambiando para ir a la tienda con papá? —Dot levantó una ceja.

— ¿Y? No puedo salir así.

Dot giró alrededor de la silla enloquecedoramente y después se detuvo. — Ponte una falda. Es posible que te encuentres a ya-sabes-quien.

Evan. Casi me había olvidado de él. Los chicos son como los autobuses, justo cuando te has cansado de esperar, dos aparecen a la vuelta de la esquina.

—Olvídalo —le dije a Dot, mientras caminaba hacia las escaleras—. Ni siquiera tengo una falda.

—Toma una de mamá, —mi hermana gritó cuando llegué a m habitación—. A ella no le importará…

Resoplé mientras tiraba camisetas, shorts, jeans y leggings de mis cajones. Era cierto. No tenía un solo elemento de ropa femenina. Lo único que tenía era mi cabello. Grueso, oscuro y rizado. Estudié mi cara en el espejo del armario. Mis ojos estaban bien, grandes y de un color gris oscuro azulado, pero mi piel era una pesadilla. Pálida y enfermiza. No había esperanzas para mí.

—Jane, date prisa —gritó mi padre desde el exterior—. ¿Qué estás haciendo allí arriba?

Rápidamente me puse un poco de delineador de ojos que había robado de mamá una vez. Fue una mejora, me di cuenta mientras miraba mis ojos en el espejo. Mi froté un poco de lápiz labial rojo para dar a mis mejillas un poco de color. Luego me pasé los dedos por el pelo, el cual al menos estaba brillante. ¿Qué crees que estás haciendo? Me pregunté a mí misma. Evan no puede estar interesado en ti.

Aún así, elegí cuidadosamente el más nuevo y oscuro de mis pantalones y una camiseta que me hizo estar consciente de mí misma porque quedaba muy ajustada sobre mi pecho, pero hoy de alguna manera, no me importó. Eché una mirada alrededor de la habitación para encontrar algo caliente para ponerme sobre ella. Mis ojos se posaron en el poncho en mi silla. Me lo quitaré si veo a Evan, me dije. Incluso si eso significaba morir congelada.

Detente. No lo verás.

Mi padre hizo sonar el claxon ruidosamente.

—Está bien, está bien —Tomé el poncho arrugado y me lo puse sobre mi cabeza—. Ya voy.

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Tuve la más extraña sensación mientras me lo ponía, un sentimiento de aprensión. Por la ventana, podía ver a mi padre esperando pacientemente en la camioneta.

Sonreí, tratando de hacer caso omiso al oscuro pensamiento. Siempre amaba ir a lugares con mi papá. Encendía la radio y cantaba, y a mí me encantaba fingir que me avergonzaba. En secreto, sin embargo, amaba oírlo cantar mientras manejaba. Me hacía sentir segura, protegida.

Papá miró a mi ventana y saludó con la mano.

—Te ves hermosa, Janey —dijo —. Ahora date prisa o tu madre hará nuestras vidas miserables.

Agarré mi bolso y bajé corriendo las escaleras, la aprensión desapareciendo.

Casi.

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Capítulo 4 Traducido por Annaiss

aldita sea, esta cosa vieja se está poniendo cada vez más rezongona, —dijo papá mientras el motor chisporroteaba en el camino hacia Bale. Cambió de velocidad, el motor nos ensordeció con el ruido.

—Necesitas una nueva —le dije, mientras él presionaba su pie en el acelerador. La camioneta se desvió inútilmente hacia el lado de la carretera y luego en el camino otra vez.

— ¿Papá? —dije, alarmada—. Esto se siente peligroso.

—Está bien —dijo , mas no me tranquilizó—. Es el clima frío. Me está diciendo que ha tenido suficiente —Estábamos llegando a la parte inferior de la colina. Papá trató de encontrar una estación en la radio pero esta crujió inútilmente y se dio por vencido. Puse mis pies en el tablero y me eché hacia atrás.

Cuando miré por mi ventana, vi el cielo convirtiéndose rápidamente de brillante a nublado. Una enorme nube negra apareció de la nada, dejándonos casi a la penumbra.

—Excelente —Papá se estiró hacia la guantera para tomar sus gafas—. No puedo ver nada. ¿Jenny puedes…?

Pero algo salió de la parcela de árboles de la derecha y captó mi atención. Un animal, el perro más grande que jamás había visto, se precipitó con fuerza en la carretera delante de nosotros. A medida que el animal aceleró, dio un salto.

Gruñendo, mostrando sus dientes, el rojo enojo de sus encías visibles. Vi sus ojos, negros como la noche, odio. Bajé mis pies del tablero.

— ¡Papá! —me oí gritar—. ¡Para!

— ¡Jesús! —me volví para ver la cara de mi padre cenicienta y asustada—. No puedo… —Con un enorme esfuerzo agarró el volante y volvió a desviarse fuera del camino de la criatura, y la camioneta pareció ganar impulso, dirigiéndose hacia la cerca de alambre retenida por los árboles de la montaña.

Presa del pánico, me llevé las manos a los ojos, incapaz de mirar, únicamente dándome cuenta de que tenía mi cinturón de seguridad. Todo lo que podía oír era el zumbido del motor y después la sacudida masiva cuando se impactó contra la cerca y la pared de piedra detrás de ella. Mantuve mis manos sobre mis ojos, esperando que todo acabara.

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Habíamos dejado de movernos, pero el motor aún estaba rugiendo, zumbando maniáticamente como la más potente de las moto sierras.

Mi corazón aún latía, quité las manos de mis ojos y me volví hacia mi padre. Estaba doblado sobre el volante, su frente manchada de sangre. No se movía.

— ¿Papá? —di un grito ahogado, moviéndome cautelosamente en mi asiento. Yo no parecía estar herida. Quitándome el cinturón de seguridad, me acerqué a él, inclinándome hacia adelante para ver si tenía los ojos abiertos. No lo estaban. Tragué, sintiendo lágrimas de miedo a punto de salir.

No entres en pánico, Jane, me dije, pero no tenía qué hacer. Ni si siquiera tenía un teléfono móvil porque no tenía nadie quien me llamara, pero papá lo tenía. Excavé frenéticamente en los bolsillos de su abrigo, pero nada, debió haberlo dejado el día de hoy. Cerré los ojos, deseando que otro coche pasara y nos viera, pero sólo hubo silencio. Sabía que este tramo de carretera no tenía desvíos. Sólo llevaba a nuestra casa y nada más. Nadie vendría hasta aquí.

Dejé escapar un pequeño gemido y me eché hacia atrás, tratando de pensar. Había dejado las Chicas Exploradoras la misma semana que me había unido, típicamente antisocial. Si me hubiera quedado, podría haber tenido alguna idea de qué hacer en este tipo de emergencia.

Idiota egoísta.

Bajé la ventanilla y dejé que el aire frío me calmara. Tenía la sensación, Chicas Exploradoras o no, que debía mantener el calor si se estaba en estado de shock, pero se sentía correcto. Por encima de mí las oscuras nubes se dispersaron, revelando una luna llena.

La miré, perfecta y redonda en el cielo, como si me fuese a dar una vital inspiración. Entonces, sabiendo que estaba perdiendo tiempo, cerré los ojos, dispuesta a ser fuerte, para pensar.

Piensa, Jane.

Y sólo había silencio, vacié mi cabeza de todo otro pensamiento, excepto lo que quería. Ayúdenlo. Ayúdenlo. Ayúdenlo, cantaba en mi mente, una y otra vez.

En mi cabeza vi a mi padre en una camilla en la A&E de Hassock, corriendo por los pasillos hacia un médico y dos enfermeras estaban de pie.

Y entonces la frenética administración de drogas, un monitor cardíaco, los pitidos de las maquinas, alguien gritando ordenes, y una mano rozando mi brazo, una suave voz, femenina, hablándome. — ¿Va a estar bien?

Abrí los ojos, sorprendiéndome a mí misma con el sonido de mi voz.

Una mujer en bata, con pajaritos pequeños impresos en ella, me sonreía.

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—Él estará bien —Me estudió—. ¿Estás segura que no estás lastimada? Creo que tenemos que revisarte.

—Pensé que él estaba… —Me detuve, el alivio haciéndome temblar.

—Tiene una conmoción y pérdida de conciencia por un rato, tiene la cabeza lastimada y lesiones en el cuello —dijo la enfermera—. Pero lo trajeron rápidamente.

— ¿Cómo lo hice…? —Empecé—. ¿Cómo fue que llegamos aquí? —no tenía sentido.

—Nunca había visto nada igual —dijo , apuntando con una luz mis ojos—. Tu amigo sólo entró con tu padre en brazos. Como un héroe —Apagó la luz—. Pareces estar bien. Eres muy afortunada.

— ¿Mi amigo? — ¿Podía este día ser más extraño?

—Está en la sala de visitas —dijo , levantando un sujetapapeles y escribiendo algo—. Y está causando un gran revuelo —Me guiñó—. Chica con suerte.

Me sonrió débilmente. —Ya vuelvo. ¿Me podría decir dónde está el cuarto de visitas?

Señaló hacia el pasillo. —Sigue caminando, la primera a la izquierda.

Caminé lentamente, incapaz de recuperar el aliento ¿A quién iba a encontrar en ese habitación?

Sólo conocía a dos chicos, y uno de ellos era técnicamente un producto de mi imaginación.

A medida que di la vuelta a la esquina, me miré a mí misma. Mi poncho, mis pantalones vaqueros, la camiseta, completamente intactos, incluso mis Converse verdes estaban sin una marca. No tenía un rasguño.

Un gran cartel diciendo SALA DE VISITAS estaba por encima de una puerta de vidrio, con una persiana veneciana colgando detrás de él. Agarré la manija y contuve la respiración. Poco a poco abrí la puerta, revelando casi una sala vacía. Vacía excepto por una figura familiar en una gabardina oscura, encorvado en una silla, sus largas piernas reposando sobre una mesa delante de él.

Su cara se veía más pálida que nunca, pero, al mirarlo, sus dulces ojos verdes viéndome donde estaba parada, me hizo sentir tranquila de nuevo.

—Tú nos has ayudado… —Le susurré, con lágrimas derramándose silenciosamente por mis mejillas—. Gracias.

—No hay de qué —Me dio una débil sonrisa, manteniendo los brazos a su alrededor, sus manos perdidas en los pliegues de su abrigo. Me moví para sentarme a su lado, pero él negó con la cabeza.

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—No… Jane —dijo , con voz tensa—. Ahora no es el momento. Te lo explicaré. Te lo prometo —Me di cuenta de que estaba temblando.

— ¿Qué te pasa? —miré hacia abajo, dándome cuenta que todo su cuerpo parecía estar atravesando un espasmo.

—Yo… yo te lo explicaré… —La voz de Luca vibró—. Pero tienes que irte ahora, entiendes. Vuelve con tu padre.

—Pero yo… — Di otro paso, renuente a dejarlo así.

—Por favor, vete —dijo . Y su tono era duro ahora, con los ojos cada vez más anchos y agresivos. Di un paso atrás, sorprendida, Luca tragó, hablando nuevamente con esfuerzo—. Créeme, esto será demasiado para ti. Vete.

Asentí con la cabeza, dando la vuelta—y luego lo oí. Un sonido, bajo y ronco, detrás de mí. Tragué y salí corriendo por la puerta, cerrándola con firmeza. Entonces, no queriendo escuchar más lo que estaba ocurriendo dentro, caminé rápidamente de regreso a donde tenía que estar.

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Capítulo 5 Traducido por Annaiss

abía estudiado los mitos y leyendas griegas. Había elaborado entre paralelismo los sentimientos, comportamiento, dilemas y desafíos que enfrentaban las personas hoy en día. ¿Pero los elfos y los

duendes, complicados mundos de laberintos donde los dragones hablan y personas se embarcan en misiones? Nunca los había tomado en serio. Sabía que era extraño, dada mi nula alienación con un mundo de redes sociales y revistas de moda y clichés, que no me haya perdido en esos mundos, amarlos y creer en ellos, pero no lo hacía. Mi padre siempre me dijo que había nacido viendo lo que era blanco y lo que era negro y nada entre los dos, pero nunca pensé que eso fuera cierto. Creo que en el fondo, nunca me atreví a creer que la magia existía. Hasta el día en que papá terminó en el hospital.

Tomé la caja de cereal que había estado mirando por cinco minutos y la añadí a la cesta. Revisé la lista de mamá. Jabón, comida para perros y una copia del periódico local.

Encontré el jabón más adelante. Sin perfume. Típico de mi madre.

Luego me cambié al segundo pasillo de nuestra pequeña tienda, recogiendo dos bolsas de comida para perros de lujo. Una vez más, típico de mi madre. Bobby era el único quien recibía lujos en nuestra familia.

Los periódicos y revistas estaban al frente del mostrador y mientras me dirigía hacia ellos podía ver el título del Hassock Gazette. No podían evitar mirarlo. ¿A Dónde FUE EL Héroe MISTERIOSO?

Tomé una respiración fuerte, con el ceño fruncido. No podía pensar acerca de esto más.

De él.

Casi había pasado un mes desde el accidente. Había pasado semanas repasando cada detalle y todavía no podía encontrarle sentido. Sólo me quedaba en mi habitación, leyendo viejas novelas históricas de mi madre y llorando sobre ellas con Dot. Toda la familia estaba en shock mientras papá convalecía en casa, lenta y frágilmente. Estaba mejorando ahora, pero nos había afectado a todos. Mi madre había dejado de querer enviarme a la escuela, por lo menos. Pero ella parecía permanentemente estresada, gritándonos a Dot o a mí por lo más mínimo, diciéndonos que la dejáramos en paz. Pero no quería irme a ninguna parte. Los sueños habían terminado. Luca se había ido. Y a pesar de que debería sentirme aliviada, todo lo que sentí era decepción. Loca. No lo conocía.

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Tomando una copia del periódico y poniéndolo dentro de la cesta, asentí al chico que estaba en la caja. Él había estado en mi escuela, un par de años encima de mí. Eric. Una de las pocas personas en Hassock Academy que no se había divertido atormentándome. Él era bueno… tal vez un poco tímido. Eric me miró una vez y comenzó a pasar los artículos. Cuando llegó al periódico hizo una pausa, leyendo el titular.

—Genial —dijo , mirándome—. Ese tipo. Como una especie de superhéroe.

—Los superhéroes no existen —dije mordaz, agarrando el periódico y poniéndolo en mi mochila—. Son para niños pequeños.

Eric se enderezó. —Lo sé —dijo , a la defensiva—. Es sólo que, tú sabes, que es bastante raro cómo sólo estaba ―deambulando‖ en una montaña —Puso el resto de las cosas en una bolsa de plástico—. Tienes que admitirlo.

Me encogí de hombros. —No, yo no —Tomé la bolsa y le entregué un billete. Mientras contaba el cambio, me miraba de reojo. Puse el dinero en el bolsillo y le sonreí con fuerza.

— ¿Oye? —dijo , finalmente reconociéndome—. ¡Eres Jane Jonas! —Golpeó la mano triunfalmente en el mostrador.

Cerré los ojos, con la esperanza de que cuando los abriera otra vez él habría desaparecido. Pero aún seguía ahí.

—Jane Jonas… —dijo —. Eres la chica del accidente.

—Te agradecería que te callaras —le dije con frialdad—. No quiero hablar de eso.

—Jane… Jane Jonas —cantó, antes de que algo llamara su atención detrás de mí y se detuviera.

—Ella te dijo que te callaras —dijo una voz vagamente reconocible—. Así que hazlo, idiota.

Hubo un silencio mientras me volví para ver a mi rescatador. Alto, rubio, sonriéndome, diminutas arrugas alrededor de sus ojos azules. Tragué saliva, notando una vez más que no estaba vestida para la ocasión.

—Hola, Evan —le dije, deseando que mi cara no estallara en llamas—. Está bien. Puedo manejarlo.

Evan se movió rápidamente y con confianza extendió su mano hacía mí.

—Déjame tomar eso —dijo él, cogiendo la bolsa de plástico—. Y eso —deslizó la mochila de mi hombro—. Aún debes estar afectada… después de lo ocurrido.

—Yo no… — Comencé, mientras él tomo un rizo de mi cara y lo puso de detrás de mi oreja.

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—Lo sé —dijo en voz baja—. No quieres hablar acerca de eso.

Asentí con la cabeza, todo el júbilo dejándome.

—Te daré un aventón a casa.

—Está bien. Traigo mi bicicleta.

— Y yo tengo un coche —Abrió la puerta para que pasara—. Así que gano.

Evan condujo lentamente hasta la casa. No había dicho una palabra cuando caminábamos hacia su coche, y ahora que estaba sentada en el asiento delantero junto a él, sólo me concentraba en no mirarlo. No miré sus largas y musculosas piernas, no miré sus fuertes y firmes manos sosteniendo el volante. Y definitivamente no miré su nariz perfecta y a su cabello desordenado. No tenía por qué hacerlo, me había memorizado cada parte de él durante la media hora que había pasado en su compañía el día que nos habíamos conocido.

Miré delante de mí mientras llegábamos al camino principal y me concentraba en mantener mi ritmo cardiaco a un nivel normal. Debería haber estado haciendo preguntas. Haciendo conversación, algo como, ―Oye, escuché que huiste de tu casa y viviste como un vagabundo por seis meses y causaste a tu familia un sinfín de dolores de cabeza y preocupaciones.‖ Pero no podía. Su presencia física me hacia tímida más que nunca.

Era como evitar un elefante en una habitación.

— ¿Te gusta jugar villar? —preguntó Evan finalmente.

— ¿Villar? —Negué con la cabeza—. No hay ningún lugar en el que puedas jugar villar por aquí. No por millas.

—Conozco un lugar —Me miró—. Está fuera de aquí, pero es un buen lugar para pasar el rato —Asentí con la cabeza, deseando y temiendo que su próxima pregunta fuera ―¿Quieres venir alguna vez?‖ Cuando no lo hizo, miré por la ventana y estudié los arbustos en la carretera. Evan cambió de velocidad cuando empezamos el ascenso hacia la montaña y mi corazón latía más rápido. En un par de minutos estaríamos allí, en el lugar donde esa cosa había obligado a papá a salirse de la carretera.

Sentí la mirada de Evan en mí. — ¿Estás bien? —me preguntó en voz baja.

Exhalé, decida a no ver la cerca rota al otro lado de la carretera.

—Estoy bien —le sonreí—. En serio —A través de los árboles podía ver las luces encendidas de nuestra casa a una milla más o menos arriba—. Puedes dejarme donde el camino áspero comienza. Puedo caminar desde allí.

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—Como tú quieras. Pero estaría feliz de llevarte hasta la puerta de tu casa.

—No es necesario —Comencé a tomar mis bolsas—. Si puedes ayudarme a bajar mi bicicleta…

Mientras Evan cerró el maletero de su coche, me paré torpemente sosteniendo mi bicicleta, la mochila en un hombro, y en la otra mano balanceando la bolsa como una niña tonta.

Se metió las manos por el pelo y luego las metió en los bolsillos de su pantalón, sus ojos en mí.

—Me pones nervioso, Jane —dijo , sonriendo—. Y yo nunca me pongo nervioso.

— ¿De verdad?

—Sí. Quiero decir, me gusta que seas seria. Tú sabes, no superficial como las demás chicas. No hablas sólo para llenar el silencio —Hizo una pausa—. Pero eso hace más difícil pedirte que salgas conmigo. Tú sabes, una cita, porque… no tengo idea de lo que piensas de mí —Incluso en la oscuridad podía ver que estaba conteniendo la respiración.

Sonreí, temblando un poco, aunque no era por el frío.

—Eso sería genial —fue todo lo que pude decir.

— ¿Es eso un sí?

—Es un sí —Miré hacia la casa—. Pero ahora realmente tengo que irme.

—Está bien —Dio un paso hacia mí y, antes de que pudiera pensar en ello, se inclinó para besarme en la mejilla. Sentí su barba y pelo rozando mi cara—. ¿Mañana por la noche?

—Está bien —le dije, aturdida—. Mañana por la noche.

—Genial. Pasaré por ti.

—No —dije rápidamente, pensando en medio de la emoción—. Te veré en el pueblo.

Sonrió. —Por supuesto. ¿Fuera de la vieja gasolinera a las seis? Podemos marcharnos de allí.

—Muy bien —me despedí con las compras en las manos—. Te veré a las seis.

Vi su auto regresar de nuevo a la carretera hacia el pueblo. Cuando finalmente seguí caminando hacia nuestra casa, no podía quitar la sonrisa tonta de mi cara. Colgué mi mochila y las bolsas en las agarraderas de la bicicleta y seguí adelante aún aturdida. Un crujido en los arbustos me detuvo, haciéndome girar hacia el lado del camino.

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— ¿Quién está ahí? —dije en voz alta.

—Jane —Una voz se oyó desde mi izquierda, baja, pero intensa. Me quedé sin aliento y me detuve, entrecerrando los ojos en la penumbra, sabiendo a quien le pertenecía esa voz.

Una figura surgió de entre los árboles. Un abrigo oscuro, ojos verdes. Perdí mi agarré sobre la bicicleta y esta se estalló contra el suelo, dos latas de comida para perro rodando entre la maleza.

— ¿Tú? —dije, tratando de recuperar el aliento—. Regresaste.

Parecía cansado, las sombras oscuras acentuando su piel blanca. Se movió lentamente hacia a mí.

—He venido a explicar —Se humedeció los labios y vi que sus ojos estaban nublados, evasivos.

Estiré mi mano para tocarlo y, a pesar de que mantuvo sus propias manos a su lado, sonrió. —Tú padre, ¿él está bien?

Asentí con la cabeza. — ¿Qué te pasó esa noche? ¿Por qué me alejaste?

—Es una larga historia —Sacó las manos de los bolsillos y se frotó los ojos, luego volvió a mirar hacia la carretera—. ¿Podemos ir a otro lado? Sólo por un rato.

Miré mi bicicleta en el suelo y de nuevo a él. Se inclinó y recogió la comida para perros de donde había quedado, examinando las etiquetas. —Mr. Chow’s Chow Time —dijo , levantando una ceja.

Cogí las latas de sus manos, torciendo la boca. —Para perros.

Vio como ponía las latas en la bolsa de plástico nuevamente.

—Hay un camino cerca de la colina —Indiqué una pequeña abertura en los árboles—. Pero tengo que volver a casa dentro de veinte minutos o Dot comenzará a preocuparse.

—Ah. Dot —Luca sonrió—. Ella es muy protectora cuando se trata de ti.

Fruncí el ceño. — ¿Cómo lo sabes? —Le dije, bruscamente—. ¿Has estado espiando?

—No —se echó reír—. Soy… perceptivo.

—Hmm —. Caminé hacia mi bicicleta y dejé la bolsa a un lado—. Vamos.

Luca y yo no hablamos mientras caminábamos a lo largo del húmedo sendero que rodeaba nuestro lado de la montaña. En el verano, venía aquí mucho tiempo, a veces con el perro y otras con Dot. Cuando el sol salía hacia el pequeño pueblo y los alrededores eran espectaculares. Era un lugar pacífico.

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—Así qué —dije eventualmente—. ¿Explícame por qué has aparecido de repente en mi vida? —Le eché un vistazo—. En mi vida real… porque los sueños han terminado.

Luca se detuvo y caminó hasta el borde del camino, mirando hacia los árboles. Se aclaró la garganta.

—Recuerdas lo que te dije antes… Acerca de extender tu límite…

—Los límites de mi realidad —terminé por él—. Sí. Lo recuerdo.

—Bien —vaciló—. Esto va a sonar… loco. Pero imagina que hay un lugar como éste, donde… seres vivos, seres con corazón y mentes y anhelos… existen — Trató de sonreír—. Cuando alguien como tú crece con la sensación de que no encaja en este mundo. Como si hubiera una pieza perdida. Y a pesar de saber que debe quedarse donde están, ser feliz sin esa parte que les falta, no pueden. Sólo son conscientes del espacio vacío.

Lo miré: recuerdos de mi infancia. De las fiestas de cumpleaños, año tras año, donde niños habían ido, por la fuerza, porque yo no sabía cómo jugar con ellos; de las veces que me había escondido cuando la familia venía de visita; la necesidad que siempre tenía de sentarme, a leer, a pensar. Nadie de la gente a mí alrededor me entendía y yo quería ser comprendida. Amaba a Dot más que nada, pero ella no entendía.

—Puedo imaginarlo —le dije, sosteniendo su mirada, esperando a que continuara. Cuando no lo hizo me concentré en otra cosa que él había dicho—. Dijiste ―seres vivos.‖

Respiró hondo antes de contestar. —Soy humano, en su mayoría —dijo finalmente—. Sólo que puedo vivir para siempre, si yo lo quiero.

—Dios mío —Lo miré y entrecerré mis ojos—. No me digas, ¿en realidad tienes 200 años de edad?

—No —ahora sonriendo—. Tengo diecisiete años. Pero dejaré de envejecer cuando llegue a los cincuenta.

— ¿En serio? — Envolví los brazos a mi alrededor, atónita y examiné la cara de Luca. Ningún asomo de sonrisa—. No es broma, ¿verdad?

Él negó con la cabeza.

Aspiré fuertemente. —Así que… ¿Qué tengo yo que ver en todo esto?

—Tú eres la única —dijo Luca simplemente—. La única que he tenido en mis sueños durante mucho tiempo. Mi otra mitad.

Lo miré fijamente, sin saber si reír o no. Si se trataba de una broma surrealista. Pero en el fondo de mi mente estaba el reconocimiento. Sabía que lo hacía. Era sólo que no lo podía articular. Porque no tenía sentido. Aún.

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—Dios. Me siento halagada y todo, pero…

—Y yo soy tu otra mitad —interrumpió Luca—. Por eso… suceden tus sueños.

Fruncí el ceño. — ¿Quieres decir que, a pesar de que no sabía que existías, te he estado extrañando?

—Sí, estoy seguro de ello.

Me estremecí. —Vamos a seguir caminando. Hay un claro a unos pocos metros adelante y un pequeño banco. Mi padre lo hizo.

Seguimos hasta llegar a un espacio circular, un claro de árboles y arbustos, donde mi padre había tallado un banco contra la madera. Me senté, y después de una pausa, Luca lo hizo. Me froté las manos, sin mirarlo.

—Vaya. Lo que estás diciendo es una especie de… locura.

Se echó a reír y su rostro se iluminó. Hermosos ojos verde musgo brillantes a la luz de la luna. —Lo sé —Enfocó el rostro hacia el cielo—. Pero de donde yo vengo, tenemos el privilegio de dudar la locura. Sabemos que no hay límites reales, a pesar de que se nos recomienda no explorar eso.

Un movimiento fuerte detrás de nosotros me hizo saltar. Luca puso su mano sobre mi brazo, tranquilizándome. —Es un búho —dijo , con calma—. No hay nada de que temer. —Y después allí estuvo, el llamado suave de un búho detrás de nosotros. Me relajé.

— ¿Cómo supiste que necesitaba ayuda… —le pregunté en voz baja—… Aquel día?

—Sólo lo supe —fue todo lo que dijo, sin verme a los ojos.

Me froté las rodillas. —No voy a preguntarte por qué me alejaste ese día, de la sala de espera —Hice una pausa—. Me pareció oír…

—Es complicado —interrumpió Luca—. Me gustaría poder decírtelo de alguna manera que no te asuste, pero tienes que confiar en mí primero… —Terminó. Continué mirando hacia mis piernas. Y nos sentamos por un minuto o dos sin hablar.

—Tengo algo para ti —buscó en su bolsillo, sacando un cuaderno maltratado —. Hace tiempo fui a mi lugar favorito en el mundo y… —hizo una pausa por alguna razón, como si estuviera pensando en lo que diría después—. Bueno, sólo digamos que lo he encontrado, enterrado bajo unas rocas junto a un río que llamamos la Ruta del Agua, un libro —Extendió el cuaderno hacia mí—. Este libro.

Lo tomé de sus manos, dándole la vuelta entre mis manos. Estaba cubierto en desvanecidos dibujos a lápiz; bucles y rizos abstractos. Miré a Luca interrogante.

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—Quienquiera que haya escrito este libro estaba atravesando por una confusión terrible. Estaban enamorados, pero algo salió mal. O se atravesó por el camino. El vínculo se estaba rompiendo —Se detuvo por un momento—. Si lo lees, lo verás —Me tocó el brazo—. Quiero que lo tengas.

— ¿Por qué me estás dando esto a mí?

—Porque algo acerca de este libro me ha traído hasta ti, Jane. No sé cómo, pero sé que está conectado a ti y a mí.

Fruncí el ceño, pero también tenía la extraña sensación mientras sostenía el cuaderno. La misma sensación que tenía cuando Luca me tocaba. Una sensación de calidez y seguridad, de casa.

—Está bien —Deslicé el cuaderno en el bolsillo de mi chaqueta, recordando las compras y que era tarde—. Tengo que volver… mi madre estará preocupada.

Sonrió. —Por supuesto. Pero te veré otra vez muy pronto.

—Eso espero —le dije, realmente deseándolo. Me levanté del banco y comencé a caminar por el camino. Miré hacia atrás a ver qué Luca seguía sentado—. ¿Te quedarás aquí?

—Sí. Me iré a casa desde aquí —dijo —. Pero vendré otra vez… mañana, o…

Me acordé de Evan. — Oh… mañana… tengo algo —le dije torpemente.

—Bien —dijo , levantándose, su espalda hacia el bosque—. Ya encontraremos una manera.

Y a medida que se movía lentamente hacia atrás hasta los árboles parecía que se fundía entre ellos. Y de repente se había ido.

Cuando volví hasta mi bicicleta y las compras de mi madre, deslicé el cuaderno en el bolsillo de mi sudadera antes de coger la bicicleta y seguir el camino hacia la casa.

Si no fuera por el peso del regalo de Luca en mi bolsillo, aún no creería que él existía. Pero no sólo ahora lo sabía a ciencia cierta, sino que también sabía que cuando estaba con él, me sentía más real de lo que jamás me había sentido en mi vida.

Me sentí aliviada al ver a Dot y a mi madre viendo TV cuando entré en la sala de estar. El control a mando significaba que Dot necesitaba mi compañía. Pero el accidente de papá había quitado un poco de sus agallas y curiosidad. En vez de seguirme alrededor de la casa como un perrito ansioso, estas últimas semanas había hecho una tregua con mi madre, y se hizo tímida y pegajosa. Me inquietaba. Contaba con que Dot sería la vida para mi alma. Ella me animaba a tomar riesgos,

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y aunque nunca le daba las gracias a la cara, sabía que sin ella, yo estaría mucho más solitaria y más ―clerrada‖ de lo que ya era.

—Hey, cariño —Desordené sus rubios rizos—. ¿Qué cuentas?

Dot levantó la vista. — ¿Puedo dormir en tu cama esta noche? —Miró inquietamente a mi madre, quien le regresó una mirada de desaprobación—. Sólo una noche más —rogó Dot—. ¿Por favor?

—Si eso está bien con Jane, entonces supongo que… —Mamá me sonrió—. ¿Sólo una noche más?

Lo que realmente quería era acurrucarme en la cama y repasar los hechos increíbles de las últimas horas. Tenía que racionalizar. Convencerme a mí misma que era una chica norma de dieciséis años de edad. Pero yo nunca había sido ―normal,‖ y lo que estaba sucediendo en mi vida ahora, debería de sorprenderme, pero no lo hacía. También tenía que encontrar la razón de por qué Luca me asustaba menos que Evan. Con Dot a mi lado, no tendría la oportunidad.

—Claro —dije—. Una noche más.

—Gracias, cariño —dijo mamá, levantándose para ir a la cocina—. Voy a hacer algo de comer.

—Eres valiente —dijo Dot, enredando queso derretido alrededor de su tenedor—. ¿No te sientes valiente?

Papá estaba durmiendo en la planta alta y mamá nos había hecho pan tostado con queso. Yo no podía comer el mío. Todavía estaba demasiada revuelta en el interior. Dot estaba mórbidamente obsesionada, como lo había estado durante las últimas semanas, con la noche del accidente.

—En realidad no —murmuré—. Yo no hice nada.

—Yo no diría eso. Corriste a buscar ayuda —Añadió una cucharada grande de salsa de tomate a su plato—. En la fría oscuridad. Debiste de estar aterrorizada — Sacudió la cabeza—. Gracias a Dios por ese chico. Es una pena que desapareció antes de que pudiéramos agradecerle.

—Sí —dije, mirando mi plato.

—Me hace temblar el pensar que hay lobos por aquí —continué.

Los ojos de Dot estaban muy abiertos, sus manos aún sin soltar el cuchillo y el tenedor.

— ¿Los lobos se comen a la gente? —preguntó con ansiedad.

Mamá y yo intercambiamos una mirada.

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—Son depredadores, cariño —le dijo mamá—. Pero son muy escasos —Me miró a mí—. Sólo tenemos que asegurarnos de no ir vagando en el bosque por la noche. Solos. Entonces estaremos bien.

Bajé la cabeza, sintiendo sus ojos fijos en mí.

¿Acaso ella lo sabía?

— ¿Viste su cara? —Dot no podía dejar de hacer preguntas.

—Creo que… — Tuve un flash de los ojos negros, la boca roja, los dientes, el enorme cuerpo. Me levanté bruscamente—. Voy a vomitar.

— ¿Jane? —Mamá se levantó también, deslizándose torpemente sobre mí—. Cariño…

Corrí, casi tropezando con el perro que estaba durmiendo, al cuarto de baño. Después de haber vomitado, me quedé inclinada, con una mezcla de miedo e incredulidad corriendo a través de mí.

Había esperado dieciséis años para que algo pasara en mi vida, por una señal de saber que encajaba en algún lugar… o con alguien. ¿Era mi destino un chico extraño con un abrigo negro? Un chico que venía a mí en sueños, que nunca iba a morir. Que venía de un mundo sacado de Tolkien, pero con quien no sentía miedo.

Y ¿Qué sucedía con Evan, un chico humano misterioso en mi vida normal, quien me ponía los pelos de punta sólo por estar a mi lado?

Negué con la cabeza, tratando de olvidar algunos de los pensamientos. ¿Qué significaba todo esto?

— ¿Qué me está pasando? —dije en voz alta.

El sonido de pasos en la puerta me hizo levantar la vista. Mi madre estaba de pie, con un pañuelo de cocina. Me miraba, sin sonreír.

—Te hice un poco de chocolate caliente —dijo desviando sus ojos de los míos—. Hará que todo parezca normal.

— ¿Normal? —dije en voz baja.

—Es importante volver a la normalidad —Dio media vuelta para regresar a la cocina, pero se detuvo—. Regresar a lo que realmente conoces.

—No estoy segura si eso es posible —le dije, estúpidamente melodramática—. Cosas están sucediendo…

—Lo sé, y has sido muy valiente —Sin embargo, su tono era brusco, incluso hostil—. Y ahora debes hacer un gran esfuerzo para seguir adelante —Se volvió de nuevo y había una advertencia en sus ojos—. Para dejarlo atrás —Dio un paso hacia el pasillo y le gritó a Dot que terminara su comida, dejándome desconcertada. ¿Por qué estaba tan irritada sobre esto?

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Esperé hasta que Dot estuviera dormida antes de salir de la cama y caminar lo más silenciosamente posible hacia mi sudadera. Tomé el cuaderno del bolsillo y, echando un vistazo rápido hacia atrás, a mi hermana durmiendo, empujé el resto de mi ropa arrugada de la silla y me senté.

Abrí el cuaderno a la primera página.

Para mi querido mío,

No sé si alguna vez te volveré a ver, cada vez es más difícil llegar a ti. Me necesitan en casa. Sé que muy pronto tendré que elegir entre tú y mi familia, es TAN difícil. Te amo. Nunca creí que se podía amar a alguien así. Pero…

La página estaba rota y me salté a la página siguiente para encontrar una más clara.

Te he visto hoy y nos recostamos en nuestro lugar favorito, escuchando el murmullo del arroyo, y yo tenía mi cabeza sobre tu pecho sintiendo los latidos de tu fuerte corazón, y no quería regresar nunca más a casa. Pero la vida real está interviniendo, es más dulce. Estoy acostada en mi cama, sabiendo que pronto tendré que ir con mi madre y decirle que nunca la dejaré, y que siempre cuidaré de ella porque yo soy todo lo que ella tiene. Ella no vivirá para siempre. Eso es mucho más claro para mí ahora como nunca antes lo había sido.

Di vuelta a la página para ver el dibujo de un río y algunos árboles. No era perfecto, era ingenuo y fuera de proporción, y en la esquina había una tosca elaboración de un par de alas con las palabras Mi Ángel escrito debajo. Me sentí como si estuviera entrometiendo y me pregunté quién sería ella, la chica enamorada. Y cómo diablos Luca había llegado a tener su diario.

La vida real está interviniendo… ¿Qué quiso decir?

Cerré el libro, guardando el resto para otro momento, y volví a la cama, suavemente moviendo a Dot mientras dormía.

No soñé esa noche, caí en un sueño pacífico. Sin embargo, mi último pensamiento fue un tranquilo arroyo, junto a él, una chica y un chico estaban felizmente abrazados el uno al otro.

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Capítulo 6 Traducido por Annaiss

ienes que relajar los hombros. —Evan me dijo mientras me inclinaba, taco en mano, sobre la mesa—. Sólo déjalos relajados.

Traté de hacer lo que él dijo, pero era difícil relajarse con un semi-dios a mi lado. Evan se echó a reír. —Ya sabrás como hacerlo —dijo , recogiendo su botella de cerveza y tomando un trago.

Alineé el taco de madera con la bola blanca. Sabía que tenía que golpear contra la bola roja para que rodara en el agujero de la esquina. Hice un tiro torpe y la pelota rebotó en el lado de la mesa y después en el suelo. Gruñí impaciente.

—Soy la más insatisfactoria compañera para jugar billar, —miré en tono de disculpa a Evan—. Debí haberte advertido que no soy la persona más coordinada en el mundo. —Fui a recoger la bola y mientras me levantaba, lo encontré mirándome con cuidado. —Siéntete libre de jugar con alguien más.

—No quiero jugar con nadie más —dijo , suavemente. Terminó su cerveza—. Pero iré a conseguirnos algo de beber y después podemos tomar un descanso.

—Excelente. —Mientras Evan se acercó a la barra por una cerveza para él y una Coca-Cola para mí, miré alrededor de la habitación llena de gente para encontrar un lugar donde sentarme. Contra una pared había un sofá de cuero suave, desocupado y acogedor. Me dirigí a él, me senté y acurruqué con las piernas metidas debajo de mí.

Habíamos conducido unos pocos kilómetros al salón de billar. Había en su mayoría hombres, chicos. Pocas chicas estaban alrededor, con aspecto aburrido y bebiendo en botellas de Bacardi Breezer o lo que sea. Me pasé dos horas lanzando ropa por mi dormitorio. Eventualmente, había cortado las mangas de una camiseta vieja negra ajustada y la convertí en una mini-falda sobre medias negras y Converse blancas recién lavadas. Entonces planché una camisa blanca de algodón. Me lavé el pelo y dejé secar en grandes rizos brillantes. Mirándome en el espejo, me sentí aliviada al ver que no me veía como un completo desastre. Por lo menos mis piernas eran largas y la camisa ocultaba mis crecientes pechos. Lo último que quería era parecer como si estuviera mostrando mi cuerpo. No me gustaba lo suficiente como para hacer eso.

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—Te ves muy bien, —dijo Evan, cuando llegué a donde habíamos acordado. Sorprendentemente mi madre había estado feliz de que saliera. Con un chico. Dot, obviamente, la había convencido de que no era un asesino y cuando por fin había conseguido el coraje de decirle a papá que tenía ―una especie de cita‖ ella ni se inmutó. Papá había murmurado algo acerca de que los años vuelan más rápido que una rata de una ratonera. Pero mamá lo había callado, diciéndole que debería estar contento de que estaba haciendo lo que todas las chicas de dieciséis años hacían. Ella había insistido en darme un aventón en su coche hasta la calle principal. Estaba bastante segura de que nos espiaría por un rato antes de irse de regreso a casa. Pero estaba tan contenta por su buen humor que no me importó. Era un cambio agradable ante el pesimismo en el que había estado últimamente.

—Es bueno ver que tienes piernas —dijo , dando una palmadita a una de ellas—. Buenas piernas, también. —Sonrió con tristeza—. Tú abuela tenía un gran par de piernas.

— ¿Crees que estoy mostrando demasiada pierna? —Le dije, preocupada, tirando un poco de mi falda—.

—A tu edad, no hay tal cosa. —Se inclinó hacia adelante y me besó la mejilla—. Que se diviertan. Y dile a Evan que nos gustaría conocerlo en algún momento.

—Madre, —puse los ojos en blanco—. ¿Estás tratando de deshacerte de él tan pronto? Porque tiene la historia de haber huido de su casa.

Ella se rió. —Estoy segura de eso ya está olvidado para él.

Nos habíamos detenido justo detrás de la carretera principal, de acuerdo con mis instrucciones específicas.

—Ve. Te veré en casa a las once. ¿De acuerdo?

—Está bien. —Abrí la puerta del coche, los nervios acumulándose en mi estómago—. Pero no te sorprenda si estoy de vuelta en media hora.

Mientras cerraba la puerta, dejé a mi madre sacudiendo su cabeza, sonriendo, esperando un poco antes de encender el motor. Me hubiera gustado compartir su confianza sobre la noche. Honestamente. Estaba aterrorizada.

Y sentada en el sofá de cuero, observando a las otras chicas, me sentí inmadura y tonta. ¿Qué diablos es lo que ve en mí? Pensé, viendo como Evan bromeaba con el barman y recogía nuestras bebidas.

Sonrió mientras se acercaba y me entregó una. Sentándose con sus piernas separadas, tomó un trago de su cerveza y luego se volvió hacia mí.

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—Yo tampoco soy muy social que digamos —dijo en voz baja—. Pasé gran parte de mi infancia en Australia perdiendo el tiempo en la playa, solo, jugando solo. —Tamborileó la botella con su dedo—. Nunca me sentí conectado con nadie.

— ¿Te sentías como un extraño? —Tomé un trago—. ¿Como si todos los demás estuvieran en una broma privada y tú no?

Se echó a reír. —Algo así. —Arrugó los ojos, pensando—. Mi madre siempre me decía que saliera a jugar fútbol, pasar tiempo con mis compañeros de la escuela. Sin embargo, las cosas de las que hablaban… no me interesaban. A veces sentía que tenía más en común con nuestro perro que con los chicos de mi edad.

—Oh, yo también. —Incliné mi cabeza hacia atrás—. Todavía me siento así… Bueno, lo hacía. —Lo miré—. Entonces, ¿qué pasó? —dije con valentía—. ¿Por qué escapaste de tu hogar?

Por una fracción de segundo su expresión era dura, defensiva.

—Por cosas —dijo , llevándose la botella a los labios—. Sólo me sentía atrapado. Había lugares a los que quería ir… Era complicado. — Evan parecía estar incómodo—. Digamos que sólo tenía que salir. No me estaba llevando demasiado bien con mi madre. —Se encogió de hombros —. Podría haberlo manejado mejor, supongo…

—Puedo entenderlo —le dije, aunque la explicación me parecía débil. Él evidentemente, no quería contarme la historia completa.

Evan rodó la botella de cerveza en sus manos, más animado ahora.

—Cuando tenía quince años, miré el mapa del mundo, y todo lo que hay. —Se inclinó hacia adelante—. Pensé que hay tantos tipos diferentes de personas y culturas y creencias en todos estos países. —Me miró—. Es cómo, si pudieras ir dónde quieras y donde quiera que te encuentres, hacer tu propia historia.

No dije nada por un momento, pensando. — ¿Quieres decir, escribir el guión de tu vida propia?

—Supongo. —Sonrió al ver mi expresión reflexiva y luego se recostó en su asiento.

— ¿Cuándo se separaron tus padres? —le pregunté, sintiéndome más segura.

Lo vi cerrarse un poco más, sus labios presionándose con fuerza. —Cuando tenía cinco años —dijo , sin emoción—. Él se volvió a casar. Ella está en relaciones. —Su tono me dijo que no estaba dispuesto a hablar sobre eso—.

—Oh. —Mis ojos buscaron por la habitación, tratando de encontrar algo para cambiar de tema y fallé. Sentía que me miraba mientras daba otro trago de cerveza.

— ¿Y tú, Jane? —dijo finalmente.

— ¿Y yo qué? —jalé mi falda inconscientemente.

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— ¿Puedo preguntar por qué dejaste la escuela?

Esperaba esa pregunta y había decidido decir la verdad, dejando de lado uno de los detalles más patéticos. —No me llevaba bien con los otros chicos. —Rasqué el vidrio de mi botella de Coca Cola—. Uno en particular… —Me detuve, recordando aquel tiempo en mi vida, recordando los pellizcos de Sarah, su rostro enojado, mientras estaba de pie bloqueando la puerta del baño durante el receso, mirándome fieramente mientras escarbaba en el piso, tratando de rescatar mis recientes pertenecías. Sus dos secuaces, Jennifer Gibson y Mariella Hoult, habían formando un bloqueo. Cuando traté de pasar sobre ellas y salir del baño de chicas, el tacón de la zapatilla de Mariella se hundió en mi pie.

— ¿A dónde crees que vas, mujerzuela? —Sarah había gruñido—. ¿Acaso dije que te podías ir? —Tomó mi bolsa y la vació nuevamente. Observé con impotencia, sabiendo que eso, o algo así, sucedería al día siguiente o el día después de ese.

—Las chicas pueden ser viciosas. —Evan interrumpió mis pensamientos. Tosió rápidamente—. Quiero decir ¿asumo que fue una chica?

Asentí con la cabeza, exhalando con fuerza. —Bueno, tenía la cara y cuerpo de chica. —Puse la botella de Coca-Cola en mis labios y después la alejé de nuevo, agregué—. Pero era más como un monstruo.

Se rió en voz baja, tocando la etiqueta en su botella. — ¿Entonces, ella hizo de tu vida un infierno, —dijo , mirando hacia abajo—. ―ese monstruo‖?

—Sí. Todos los días, siempre había algo. Alguna manera en la que tenía que ser castigada.

—Ella estaba celosa —dijo , mirándome—. Obviamente.

El calor inundó mis mejillas. —Obviamente. —Sonreí para cubrir mi vergüenza.

—Realmente te afectó, ¿eh? —Evan sostuvo mi mirada—. ¿De verdad crees que eres un bicho raro?

Me dolía el sonido de esa palabra, una que yo aún no había usado con él. Era como si hubiera leído mi mente. No estaba segura de si eso me hacía sentir tranquila o expuesta.

Sonreí débilmente, de repente con la sensación de que estaba diciendo demasiado, a alguien a quien apenas conocía. No estaba segura de que estuviera preparada para eso. O para tener a un chico como él diciéndome estas cosas sobre mí misma. Todo era demasiado rápido.

— ¿Estás bien? ¿Jane?

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—Tengo que irme a casa, —le dije rápidamente, poniendo mi botella sobre la mesa frente a nosotros—. Lo he pasado muy bien, pero… —Hice una pausa—. Lo siento.

Evan se puso de pie. —Por supuesto —dijo amablemente—. Como tú quieras.

Mientras nos dirigíamos a casa, estaba sentada, en silencio, como de costumbre, odiándome a mí misma por no pasar la noche como yo hubiese querido. Evan encendió la radio en una estación country. Me calmó. La música country es todo sobre historias. Me concentré en Dolly Parton lamentándose sobre su rival Jolene y miré directamente hacia delante. Arruiné la noche porque era un bicho raro solitario que no podía superar a Sarah Emerson y confiar en nadie, fuera de mi familia. Cerré los ojos, pensando que tal vez eso no era muy cierto. Después de lo que había sucedido la noche del accidente, yo confiaba en Luca. ¿Pero realmente podía confiar en alguien que no conocía?

Salí fuera de mis pensamientos, sintiéndome culpable. Era Evan quien estaba sentado a mi lado, no Luca. Una situación extravagante a la vez, me dije. Simplemente vive el momento, Jane.

El sonido de Evan aclarándose la garganta me trajo de regreso a la tierra.

—Ojalá te hubiese conocido en aquel entonces, —dijo de la nada, cambiando de velocidad—. Hubiera puesto a esa zorra en su lugar.

Suspiré. —Ya está hecho. —Me removí en el asiento—. Sólo quiero olvidarme de ella.

—Me molesta, —continuó, como si no me hubiese escuchado—. Como la gente se sale con la suya, por lastimar a otros.

Lo miré, su rostro estaba tenso mientras conducía.

—Bueno, tal vez no, al final, —le dije—. ¿Tal vez el tiempo se las cobrará?

—Espero que sí. —Se mordió el labio, luego dándose cuenta de que lo estaba mirando, relajó su rostro y me sonrió.

— ¿Tienes hambre? ¿Podríamos comer una hamburguesa o algo? —nos acercábamos a Fabio, donde las luces estaban encendidas. En sábados por la noche, Eileen dejaba abierto más tarde de lo habitual. La vi a través de las ventanas, riendo con un cliente en la barra.

Me di cuenta de que estaba muriendo de hambre. — ¿Podemos parar aquí? —dije, necesitando estar en un lugar familiar y amigable—. Eileen hace una hamburguesa estupenda con queso y papas fritas.

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—Claro. —Disminuyó la velocidad y buscó un sitio donde estacionarse—. Lo que tú quieras.

Sonreí ¿Cuántas veces había dicho eso? Lo que tú quieras. Era una persona realmente agradable. Me sentí mal por sentirme incómoda. Evan estaba a mi lado.

—Sólo prepárate para un alboroto todopoderoso, —le advertí, señalando a Eileen—. Vamos a ser la noticia en ese lugar. Los clientes habituales de Eileen son un montón de geriatría y aburridos, y solitarios adolescentes comprando batidos para sus hermanas pequeñas.

—Oye —dijo Evan, empujando mi brazo y sonriendo mientras aseguraba su coche—. Me aseguraré que nunca te aburras… o te sientas sola mientras estoy aquí. ¿De acuerdo?

Reí, feliz de que la noche hubiese mejorado. —Está bien. —Incluso entrelacé mi brazo en el suyo, y entramos en Fabio encontrándome con la expresión de deleite de Eileen, una que se asemejaba a la mía.

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Capítulo 7 Traducido por Annaiss

i madre era todas sonrisas al día siguiente, tarareando mientras cocinaba tocino y huevos. Mi padre, todavía con su cuello ortopédico, leía el periódico del domingo poco a poco, de vez en

cuando mirando por encima para hablar con su esposa.

Mamá repartía comida y puso pan frito en el centro de la mesa. Dot, papá y yo intercambiamos una mirada.

— ¿Está alentándonos a comer grasas saturadas? ¿Madre, se siente bien?

Ella sonrió, levantando su cuchillo y tenedor. —Sólo pensé que nos merecíamos algo especial el día de hoy, —dijo , tomando un poco de pan—. Ha sido un tiempo difícil últimamente… Pero las cosas están mejorando. —Me sonrió—.

—Ella está feliz de que hayas hecho un amigo, —dijo Dot astutamente—. Un amigo especial.

—Sólo es un chico y una noche. No es la gran cosa.

Mamá y Dot sonrieron mutuamente.

—Bueno, nos gustaría conocerlo, ¿a qué no Jack? —Mamá se volvió hacia mi padre—. Asegurarnos de que es lo suficiente bueno para ti.

— ¿Acaso hemos vuelto al año 1900 o algo así? —Tomé un pedazo de tocino con mi tenedor—. ¿Deberíamos haber pedido el permiso de mi papá en primer lugar?

—Eso hubiera sido genial, —dijo mi padre, y, finalmente, dejó el periódico, y me dio un guiño—. Pero probablemente es mucho pedir hoy en día y edad.

—Bueno, ¿tal vez en alguna otra ocasión…? —Mamá tomó un sorbo de té—. ¿Podríamos invitarlo para el almuerzo?

—Ya veremos, —le dije, comprometiéndome a poner ese asunto lo más lejos como era posible—. Iré a dar un paseo después del desayuno. ¿Han visto mi parca? Hace mucho frío afuera.

—Esa cosa es demasiado pequeña para ti. —Mamá sacudió la cabeza—. Pero está en el cuarto de huéspedes. Se lo iba a dar a Dot.

Comí la mitad de mi huevo y luego empujé mi plato.

— ¿Está bien si me voy ahora? Necesito un poco de aire fresco.

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Mamá me miró con desaprobación, pero después se compuso. —Está bien, pero no tardes demasiado. No has terminado la tarea que te asigné la semana pasada.

—Estaré de vuelta en una hora o dos y luego me pondré a hacerla.

Realmente hacía frío afuera. Mirando el cielo me acordé de la casi luna llena la noche anterior y lo serena que se había visto. Esta noche sería luna llena.

Silbé a Bobby, quien estaba fuera del garaje de papá. Frotó sus suaves orejas contra mis piernas.

—Me gustaría tener tu abrigo —le dije, acariciando su espalda—. ¿Dónde vamos a ir?

Bobby me miró con ojos grandes e indecisos.

— ¿Hacia la colina? —Sugerí—. ¿Hasta la ―tierra-sin-hombre‖?

Bobby ladró, lo que tomé como acuerdo y nos pusimos en marcha, rápidamente encontrándonos con los árboles, donde el camino terminaba. Era un día hermoso, brillante y ligero, y por primera vez, sin complicaciones. Pensando en las bromas de Evan mientras comíamos en Fabio la noche anterior, haciendo reír a Eileen y manteniendo al Sr. Garry, quien por lo menos tenía ochenta y generalmente de mal humor, impresionado con sus cuentos de cuando enseñaba surf en la Costa de Oro el verano pasado. Era una vida de sol y buenos momentos que no tenía ningún parecido a mi educación aquí en este lugar frío. Pero a mí me gustaba una buena historia y Evan era un buen narrador.

De repente, Bobby se detuvo. Rígido, dio un paso atrás, terminando atrapado contra un tronco de árbol seco.

— ¿Qué te pasa, muchacho? —me incliné para abrazarlo. Mirando hacia el frente para ver qué había allí. Al principio no había nada, pero luego vi algo detrás de un par de árboles. Una forma oscura. Escondido.

Me quedé sin aliento, sin dejar de acariciar a Bobby.

— ¿Quién está ahí? —Pregunté, sonando más segura de lo que estaba.

La forma se movió y un rostro apareció alrededor de un tronco de uno de los árboles.

— ¿Luca? —Me levanté, aliviada y luego miré abajo a Bobby, quien estaba temblando y gruñendo al mismo tiempo.

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Luca se movió para quedar completamente expuesto. Lo vi dar una mirada compasiva, amistosa al perro, quien lo ignoró, ladrando ferozmente en su lugar.

—Bobby, cállate. —Me arrodillé de nuevo, poniendo ambos brazos alrededor del tembloroso animal—. Luca es bueno. No te hará daño.

Pero Bobby estaba tratando de zafarse, mientras trataba de mantenerlo tranquilo. Nunca antes lo había visto así.

—Llévalo a casa. —La voz de Luca era firme—. Tiene miedo.

Me di cuenta que él también había retrocedido de inmediato.

— ¿Qué te pasa? —dije, tratando de controlar al perro—. ¿Estás bien?

Bobby siguió intentando escapar de mi agarre. Su cuerpo se movía con fuerza y me esforzaba por sostenerlo mientras sus dientes se mostraban con rabia, convirtiendo su suave rostro en uno salvaje, depredador.

— ¡Bobby! —Sentí la fuerza desvanecerse de mis brazos a medida que su cuerpo se tensó bajo ellos.

—Lo siento —dijo Luca sin aliento—. No pensé que…

De repente, Bobby se liberó, saltando brutalmente en el aire, grité.

—Corre, Jane… —Luca retrocedió, su rostro haciendo muecas mientras lo hacía. De pronto, se tambaleó hacia adelante, jadeando como si tuviera dolor.

— ¡Luca! —Vi sus manos temblar sin control.

—Por favor. —Tembló, y sus ojos habían crecido mucho más grande, el verde volviéndose más oscuro y salvaje—. ¡Sólo déjame!

—Pero…

— ¡Vete! —gritó entonces, y cayó al suelo.

Miré al perro, cuyo rugido era más débil, curioso, al igual que con miedo.

Agarré su collar y tiré de él.

—Vamos, chico, —jadeé y tomé al aterrorizado animal, aliviada cuando Bobby finalmente cooperó y comenzó a moverse. Entonces fui consciente de la adrenalina que corría a través de mis venas y de mí, corriendo lo más rápido de lo que nunca lo había hecho en mi vida. Corriendo por el denso bosque, el cual rompía mi ropa mientras corría. Corrí hasta que llegamos de vuelta al garaje de mi padre.

Llegamos a la parte de atrás de la casa y mientras me inclinaba, sin aliento, vi a Bobby deslizarse por la puerta de atrás antes de mirar hacia donde habíamos estado.

— ¿Quién eres? —Susurré hacia el bosque.

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Todavía jadeando, caminé lentamente, pisando tan ligero como podía, lejos de la casa, de vuelta hacia Luca. Pero el sonido que atravesó me detuvo en mi camino.

Un grito, triste y bajo, viniendo desde lo alto.

Y luego, una vez más, no sentí miedo, sólo una preocupación hacia el chico en agonía.

Llévame de vuelta a él, oí mi voz dentro de mi cabeza decir. Él está en problemas. Llévame.

Y luego todo se volvió negro.

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Capítulo 8 Traducido por Andrea

o siento. —dijo Luca, frotando mis hombros con fuerza—. Jane, en serio lo siento. —Se sentó mientras yo parpadeaba en su dirección. Lentamente mis ojos vagaron por el entorno. Estábamos sentados bajo algunos altos y gruesos árboles, como Robles, suave césped verde

debajo de nosotros. A mi izquierda, un río profundo y claro, producía un sonido tranquilizador. Estaba temblando, sentada y tratando de abrazarme a mí misma.

— ¿Dónde estamos? —Pregunté.

—Nissilum —dijo Luca, observando mi rostro—. Mi hogar.

—No recuerdo haber venido aquí.

Luca se sentó a mi lado y frotó sus ojos. —Lo recordarás, poco a poco. Algo que quisiera que no sucediera.

— ¿Por qué? ¿Qué pasó? —Fruncí el ceño. Un recuerdo llegaba a mí, lentamente. El bosque, Bobby estaba allí... y Luca. Me concentré, pero nada más vino.

Se movió inquieto a mi lado. Noté el color en su cara por primera vez. Se veía bien. Saludable. Me di cuenta que estaba cálido aquí y me estaba comenzando a cocer en mi abrigo. Me lo quité.

—Luca —dije seriamente—. Dime la verdad. Toda la verdad.

Frunció sus labios, cerrando los ojos por un segundo. Cuando los abrió nuevamente, comenzó a hablar.

—Te dije que era inmortal —comenzó—. Pero que soy algo más, o menos, con todas las cualidades y apariencias al parecer, humanas.

—Sí. ¿Y?

—Bueno, hay algo más. Algo que me no me agrada, pero que no puedo evitar.

— ¿Qué? —mi respiración comenzó a acelerarse.

—También soy miembro de una raza de lobo. The Hunter Wolves. —Suspiró pesadamente—. Somos licántropos.

Y entonces, allí estaba, una imagen en mi cabeza de Luca, como un animal, retorcido y salvaje en el bosque.

Dejé de respirar por un segundo. —Ya veo —dije pobremente. Tiene sentido. Me volví hacia él y fue entonces que me di cuenta—. Eras tú. La noche del accidente. Eras el lobo.

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Luca asintió. —Estaba en la Tierra mortal cuando me di cuenta que ya era demasiado tarde, la luna estaba llena y tenía que transformarme. Pero los árboles eran muy espesos y mi forma de lobo tenía que liberarse. Solo corrí y, antes de saberlo, estaba cruzando ese camino por la montaña, y luego vi el coche... —Él hizo una pausa, dejando caer su cabeza—. Pero iba tan rápido, no pude parar.

Permanecí en silencio, tratando de asimilarlo. ¿El gentil Luca, una viciosa... bestia?

—Una vez al mes soy incapaz de contenerme a mí mismo de transformarme. No importa dónde esté, siempre que sea día de luna llena.

Me quedé viéndolo, entonces me reí, asustada, queriendo que nada de eso fuera verdad. —Hablas en serio. ¿No es una broma?

—No pensaste que yo siendo inmortal fuera una broma. —dijo tranquilamente—. ¿Por qué te sorprende tanto que sea un hombre lobo?

Lo miré, inclinándose ligeramente, todavía en su abrigo negro. —Eres tan sereno y elegante. Supongo que es difícil de creer que podrías ser algo tan brutal.

—La brutalidad no es incitada aquí —dijo Luca—. Este es un lugar donde personas como yo, y los otros que viven en Nissilum, contenemos nuestros impulsos más violentos. —Él hizo una pausa—. Al menos, eso se supone.

— ¿Otros? ¿Otros lobos?

— Otras criaturas de mundos oscuros. —Soltó una pequeña risa seca—. Los tipos de criaturas que ustedes los mortales sólo leen de ellas en los libros.

— ¿Te refieres vampiros y magos? —Parpadeé.

—Y ángeles y brujas —dijo , totalmente inexpresivo.

—Wow —dije, porque fue lo único que se me ocurrió.

—No pensé —dijo Luca disculpándose—. Que todo esto podría ser realmente aterrador para ti.

—Tal vez no lo he asimilado bien todavía —dije cuidadosamente—. Pero no me siento realmente tan asustada. No ahora de todos modos.

— ¿De verdad? —Observó mi rostro.

—No. Quiero decir. Se siente como una capa más de rareza. —Me reí—. Y he conocido personas más aterradoras que tú.

— ¿Oh? —Se veía casi decepcionado.

—Hubo alguien en la escuela… —Comencé.

—Ella te lastimaba —terminó abruptamente por mí.

Volteé a verlo, sin parpadear. — ¿Cómo sabes eso?

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—Te lo dije. Soy muy perceptivo.

—Lo eres —Le sostuve la mirada un momento antes de voltear a otro lado. Nos quedamos en un silencio cómodo.

—Es un lugar pacífico —dijo por fin—. Nissilum.

Escuchando el canto de los pájaros y el suave burbujear del río, tuve una quietud que me hizo sentir segura.

—Sí —Estuve de acuerdo—. Lo es —Tenía tantas preguntas que no sabía por dónde empezar. Pero Luca, intuitivamente, comenzó a hablar.

—Vivimos prácticamente como ustedes lo hacen –Empezó—. Trabajamos, abastecemos a nuestras familias. Socializamos... —Dudó—. Y hemos aprendido a vivir con nuestros enemigos naturales.

—Vampiros —dije, recordando de alguna parte, que los hombres lobo y los vampiros son rivales.

—Sí… y la comunidad bruja —Rió—. No son violentas pero son astutas y traicioneras. Pueden hacer daño simplemente hablando contigo. Las leyes aquí, establecen que cualquier comportamiento malévolo es castigado severamente, y la mayoría de las especies la obedecen. Pero siempre está el renegado ocasional.

— ¿Pero quién esta cargo? ¿Quién gobierna este mundo?

— Los ángeles —Él sonrió—. Los serafines. Ellos son un poco arrogantes, como puedes imaginar. Pero hacen un buen trabajo. Porque están hechos sin maldad alguna inherente en ellos, son los gobernantes naturales.

— ¿Tienen alas y, ya sabes, arpas?

Se río —Jamás he visto alas. Y las arpas son algo que a ustedes los mortales se les han ocurrido, creo. Pero tienen poderes espectaculares si eligen usarlos. Metamorfosis, Telequinesis, Súper-fuerza. Todo lo ven, y todo lo saben. Pero son estrictos con ellos mismos sobre eso. La confianza es una gran parte de su filosofía. Confiando mutuamente en ellos y en todos los que vivimos aquí en Nissilum, en que nos comportaremos. No abusar de nuestros dones. Viven en el Palacio Celestial y sus terrenos.

— ¿Y qué hay de tu familia? —Le pregunté.

—Mi familia más inmediata son mis padres y mi hermana y hermano pequeño. —Frotó sus rodillas—. Son buenas personas, y respetan las leyes de Nissilum. Desearía poder hacer lo mismo.

—Tú eres una buena persona —dije suavemente—. Lo sé.

Luca tomó mi mano entonces y la sostuvo entre la suya. Sus dedos eran largos, elegantes y fuertes.

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—Este es mi lugar favorito —dijo , me soltó y miró a nuestro alrededor —Se le conoce como la Ruta del Agua. Es donde encontré el diario.

—Leí un poco. Me puso triste —Tomé aire—. ¿Quién se enamoraría? Suena tan doloroso.

—Cuando el amor se acaba —dijo , estirando sus largos brazos—. O si se enamora de la persona equivocada.

—Supongo. —Miré a nuestro alrededor—. ¿Cómo llegue a la Ruta del Agua?

—Yo te traje —Sonrió—. No sabía si funcionaría, pero cuando te encontré tirada en el bosque, sólo te recogí y aquí estas. —Dudó antes de agregar—. Creo que fue un esfuerzo en común, de hecho. Tú debes haberlo deseado también.

Junto a nosotros el agua ondeaba y salpicaba, y vi una rana, su pecho salía y regresaba, nos observa desde una pequeña roca. Una brisa causó que las copas de los árboles a la orilla del río se balancearan suavemente. Fue tan calmante.

—Hmm. Tal vez —Sacudí mi cabeza lentamente—. Pero estoy comenzando a pensar que Eric tenía razón. Realmente eres un superhéroe.

— ¿Eric? —Luca parecía perdido.

—Sólo el chico que trabaja en la tienda del pueblo —Sonreí—. Lo hice sentir como si fuera un idiota solo por decir eso. Pero tenía razón.

—No soy un héroe. Estoy lejos de serlo. Causé el accidente que puso a tu padre en el hospital.

—La camioneta era una trampa mortal. Era un accidente a la espera de ocurrir.

—Eso es muy amable de tu parte —dijo Luca, sombrío—. Pero yo soy el culpable.

Me volví hacia él y tomé su mano. —Sin tu ayuda mi papá estaría… Bueno, yo no podía haber hecho eso por mi cuenta —Apreté sus dedos.

—Me estás avergonzando —Los labios de Luca se movieron nerviosamente. Se quitó su abrigo y por primera vez vi su delgado y ágil cuerpo en sudadera y jeans. Lo observé hasta que sentí sus ojos en mí y aparté la mirada rápidamente hacia el río.

— ¿Cómo es? —Le pregunté, sin mirar hacia él—. ¿Convertirse en un lobo?

—Doloroso —Luca hizo una mueca—. Como si cada órgano dentro de mí se duplicara en tamaño. —Puso su mano sobre el pecho—. Y mi corazón, literalmente, se siente como si fuera a reventar. Sólo dura unos minutos, pero mi cuerpo cambia de forma y mi forma humana tiene que adaptarse demasiado rápido, conlleva el riesgo de un ataque al corazón.

—Dios —Puse mi mano donde mi corazón estaba latiendo—. Debe ser aterrador.

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—Sí. Por eso sólo se supone que pasa una vez al mes —hizo una pausa—. Los hombres lobo dejan de existir si abusan de su poder.

— ¿Por qué querrías convertirte en otro momento?

—Para proteger a los seres queridos. O si estás enfadado más allá de los límites humanos —Luca sacudió su cabeza—. O en situaciones extremas.

—Pobre de ti —dije.

—Tiene sus ventajas —sonrió—. La velocidad, por ejemplo. Siempre está, incluso cuando soy humano. Y la fuerza —Levantó su brazo—. No parece mucho, pero el poder en esto podría destruir un muro de ladrillos en segundos.

Era un brazo nada destacable. Era largo y delgado, pero no parecía nada especial. Sin pensar me acerqué a tocarlo y con la punta de los dedos lo acaricié a lo largo de la parte interior, donde las venas bajaban a su palma. Nunca había tocado a nadie así. Y hace un mes, jamás habría creído que yo podría estar haciendo algo tan íntimo. Retiré mi mano y nos sentamos en silencio durante unos minutos.

—Puedes curar también, ¿Verdad? —dije—. Tú tocaste mi rasguño y desapareció poco después.

Él asintió —Hay también otras cosas… las descubrirás con el tiempo. Pero te traje aquí para mostrarte que no te estaba engañando, que estaba diciendo la verdad —dijo Luca finalmente—. Y así tendrías menos miedo.

—No tengo miedo. De hecho, aparte de mi familia, me siento más segura contigo que con nadie.

Luca me miró — ¿Incluso que con tu novio?

Me ruboricé — ¿Cómo sabes eso?

—Lo vi. —dijo rotundamente—. La noche que nos reunimos en el camino de casa.

—Oh. —Sentí una punzada de deslealtad. No estaba segura si era hacia Evan o Luca.

—Está bien —dijo Luca—. Es inevitable, supongo.

—Nunca lo fue para mí. —Agarré un poco del pasto largo, que crecía entre las rocas—. Y ni siquiera es mi novio.

— ¿Cómo es él? —Preguntó Luca, ignorando eso.

—Mayor. Atento. Ha estado viviendo en Australia.

— ¿Así que es moreno y está en forma? —Luca dijo con ironía—. Bien por él.

Mis labios temblaron. —Pero él no puede romper una pared de ladrillo con la mano. —Miré con una media sonrisa a Luca—. Él no es un superhéroe.

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Se encogió de hombros —Pero es mortal. No es tan complicado.

—Supongo que no —dije, preguntándome si era cierto—. No sé nada sobre él realmente.

El silencio cayó entre nosotros.

—Como sea —dijo Luca finalmente—. No importa, tú y yo somos amigos.

—Eso espero —Tomé una de sus delgadas manos—. Nunca olvidaré lo que hiciste por mí.

—Lo haría de nuevo en lo que dura un latido —dijo Luca, aunque no me miró.

Tragué, confundida de cómo me sentía. Tan cercana, pacífica y segura con el chico sentado junto a mí, pero deseando que Evan me quisiera también. ¿De eso se trataba? ¿Quería que un chico como Evan me quisiera a mí?

—Deberías seguir con este Evan —dijo Luca, leyendo mis pensamientos—. Las chicas mortales no son nada más que problemas —Suspiró—. Y luego está la cosa de la larga distancia.

Me reí —Aunque ahora eso no es realmente un problema, ¿O sí?

—No —Sonrió—. Pero es lo que me voy a decir a mí mismo.

El sonido de unos pasos nos sobresaltó y rápidamente volteé para ver a una niña de unos doce años, con el cabello en dos gruesas, lisas y oscuras trenzas, viniendo hacia nosotros. Mantuvo sus ojos sobre mí mientras se acercaba, entonces le habló a Luca.

—Pensé que te encontraría aquí —dijo —. Ulfred necesita que limpies el granero, Luca... ¿Quién es?

—Se trata de Jane. Jane, esta es mi hermana, Dalya.

— ¿Es un cazador? —dijo Dalya, mirándome de arriba a abajo. Se dejó caer en la hierba junto a nosotros.

—Ella es… una mortal —dijo Luca con cautela.

Los ojos de Dalya ampliaron.

— ¿Has vuelto a estar en la Tierra mortal? —Movió su cabeza con desaprobación—. Se supone que tú no…

—No, y no se lo digas a nadie, Dalya —dijo severamente—. Está bajo control.

Mi mirada viajó de uno a otro. — ¿Bajo control?

Dalya sonrió de manera irreverente —Lo que él quiere decir es que no se enamorará de ti —Ella parecía casi triunfal—. No puede, o va a…

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—Suficiente —Luca sujetó fuertemente su mano—. Ahora se amable con Jane. Ella es mi amiga.

—Luca no tiene a amigos —Dalya me dijo concluyentemente—. Es antisocial.

Mordí mis labios para ocultar una sonrisa; Dalya y Dot eran como dos guisantes de una vaina.

—Eso nos convierte en dos. Luca y yo tenemos mucho en común.

—Sólo lee todos estos libros mortales que él tomó de la tierra una vez —Continuó—. Huckleberry Finn y Colmillo Blanco y Franny y…

—Zooey —Terminé—. También he leído esos.

— ¿Cómo llegaste aquí? —Luca le preguntó—. ¿Corriste?

—No, vine en Sabre —Dalya señalo detrás de sí. Lejos, en los árboles, un pequeño caballo negro estaba atado a uno de los troncos—. Traje a India conmigo también, pero la dejé más atrás. Ella no vendrá hasta estos árboles.

Luca me miró —Quería mostrarte el Palacio Celestial, pero no hay tiempo ahora.

Dalya saltaba de un pie al otro —Eso es lo que vine a decirte. Madre está en el comité para el Gran Baile. —dijo que todos necesitábamos ayudar con los arreglos. Ella está llamando a una reunión familiar.

Luca rodó sus ojos —Me había olvidado de eso.

— ¿Qué es el Gran Baile? —Pregunté.

—La celebración anual de la paz de Nissilum —Luca explicó—. Los Ángeles son los anfitriones en el Palacio Celestial para mantener el bien entre las especies —Él hizo una pausa—. Donde ángeles, vampiros, brujas y lobos fingen no odiarse unos a otros. Sería divertido, si no fuera un requerimiento ponerse un traje y ser cortés durante horas.

—Luca siempre termina siendo convencido para servir bebidas y de indicar a la personas donde deben sentarse —Dalya me dijo—. Es porque nunca tiene a nadie a quien llevar —me miró, sus ojos marrón estaban brillantes y traviesos.

Luca frunció el ceño —Basta, Dalya. El Gran Baile no es para chicas mortales.

—Ella podría fingir. Madre estaría encantada de que tuvieras una compañera.

Levanté una ceja.

—Eso es "novia" en terminología mortal —dijo Luca dando a Dalya un golpe con el codo en el brazo, suavemente.

Mordisqueé mis labios —Suena… interesante —dije lentamente—. Incluso divertido.

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— ¿En serio? —Luca me miró fijamente—. ¿Estás diciendo que te gustaría venir?

—No lo sé... —Alcé mis manos—. Quiero decir, no hay nada más extraño y aterrador ahora mismo.

—Cierto —Luca bajó su mirada a la hierba.

— ¿Tendría que llevar un vestido, verdad? —dije, emocionándome por la idea—. Sólo que yo no soy una chica del tipo elegante.

—Esa es la costumbre —pareció serio por un minuto—. Jane, no creo que sea una buena idea. Si alguien descubre que eres mortal...

—Ella podría ser uno de nuestros primos del Sur —dijo Dalya, emocionada—. Hay tantos de ellos, y nadie les conoce muy bien.

— ¿Cuándo es el baile? —Pregunté.

—En unas pocas semanas —dijo Luca.

Hubo un momento de silencio antes de que yo hablara.

—Supongo que puedo ir —Tomé una pequeña piedra y la lancé al agua—. Si tú quieres. Después de todo, dentro por un centavo cabe una libra.

Hermano y hermana me miraban en blanco.

—Eso es "¡Qué diablos!" en terminología mortal —dije, con la lengua en mi mejilla.

Luca levantó una ceja y luego se volvió hacia Dalya —Bueno, si ella puede mantener la boca cerrada durante el tiempo suficiente, entonces... ya veremos —Se puso de pie.

—Ahora es momento de que vuelvas a la tierra de centavos y libras. —Levantó sus brazos y se estiro, su camiseta se levantó, revelando un firme estomago, de piel aceitunada—. Tendrás que cerrar los ojos y decirte a ti misma que vuelvas a casa.

Como Dorothy, golpeando sus zapatos rojos.

— ¿Eso es todo? —Pegunté.

—Eso es todo —Recogió mi abrigo—. Ven, te ayudaré con tu abrigo.

Metí mis brazos dentro, mientras él lo sostenía. Cuando me subía el cierre, sentí que la parte de abajo se rasgaba ruidosamente. Luca y Dalya me miraban, divertidos.

—Necesitas un abrigo nuevo —dijo Luca, riendo—. Has crecido demasiado para ese.

— ¿Quién eres? Mi madre —Sonreí.

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Dalya rodó sus ojos con impaciencia —Vamos —Gimoteó—. Quiero ver que se vaya.

—Cierra tus ojos —dijo Luca suavemente—. Y date las instrucciones a ti misma.

Hice lo que le me dijo y empujé fuera todos los pensamientos, excepto uno.

Llévame a casa.

Y los sonidos del agua y los árboles se perdieron hasta que ya no hubo nada, excepto la voz en mi cabeza.

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Capítulo 9

Traducido por Andrea

egresé exactamente al lugar del que me había ido, recostada en la base de un árbol. Abrí los ojos lentamente para ver un polvo familiar de nieve que durante el invierno queda y me senté, con esfuerzo. Miré hacia el cielo, preguntándome si había caído directamente a través del

universo desde Nissilum. ¿Existía en el Universo? Sacudí mi cabeza. No ayudaba analizar nada demasiado. Nada de eso tendría sentido.

Imaginé que mi madre había estado paseando de un lado a otro en la cocina durante horas para este momento, preocupada, sin sentido, sobre dónde había ido yo, pero cuando entré por la puerta de atrás, ella se encontraba lavando los trastes, tarareando suavemente. Al sonido de mis pasos, ella se volvió y me sonrió.

—Hola, cariño ¿Ha sido agradable tu paseo?

Busqué el reloj con la mirada. Eran las once y media. Me había ido a dar mi paseo hace un cuarto de hora. Parpadeé. No era posible… Tal vez el tiempo no pasaba en Nissilum.

—Bobby está de un humor extraño —Ella se quitó los guantes y los colgó en el grifo—. ¿Estaba persiguiendo aves o algo? Parecía muy agitado.

Me encogí de hombros —Estaba un poco sobreexcitado, eso es todo.

—Hmmm —me miró—. El almuerzo estará listo en una hora. Y Dot está en la casa de Cassidy. ¿Por qué no vas a la sala y hablas con papá?

No era una pregunta, era una orden cubierta de dulzura. A mi madre no le gusta la compañía mientras estaba en la cocina.

—De acuerdo —Me levanté, y desabroché mi abrigo—. Pero necesito cambiarme primero.

La puerta de la sala estaba cerrada cuando pasé hacia las escaleras, escuché a alguien hablar en voz baja y supuse que papá estaba al teléfono. En mi habitación, me cambié rápidamente, poniéndome lo primero que encontré en mi silla.

Mientras pasaba mis dedos por mi cabello enmarañado, mi mirada cayó sobre la fotografía que estaba encima de mi cómoda. Era de mis padres, cuando se casaron. Mamá llevaba un vestido largo de color azul, satinado, su oscuro cabello

R

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rizado estaba en un moño por la parte posterior de su cuello. Ella lucía impresionante. Levanté la fotografía y estudié su rostro. Podía verme a mí misma en ella. Mi tono de piel y mis ojos. Bajé mi mirada hacia su vestido, preguntándome si alguna vez me vería bien en algo tan elegante y femenino. Sacudí mi cabeza. ¿Podría hacerlo para el Gran Baile? De vuelta en la Tierra Mortal, Nissilum y su belleza tranquila y seductora, ya se estaba desvaneciendo.

Devolví la fotografía a su lugar y abrí el cajón superior. Allí se encontraba el diario. Prueba de que Nissilum y Luca existieron. Lo saqué y lo puse bajo mi almohada así podría leerlo más tarde en la cama.

Bajé las escaleras y me dirigí a la sala para encontrar a Evan sentado en el sofá con mi papá. Parpadeé confundida mientras Evan rápidamente se ponía de pie.

—Oh. Hola —Encubrí mis nervios haciendo una rápida inspección a mi ropa. No estaba tan mal: leggins, una camiseta limpia y una chaqueta corta negra—. Um, ¿Qué haces aquí? —Pregunté torpemente. Después de nuestra velada la semana pasada, Evan me dijo que iba a estar fuera de la ciudad con su papá por un tiempo y que me llamaría cuando estuviera de regreso. No estaba segura de que significó en el momento. Yo no había sido exactamente la compañía más sofisticada en nuestra cita. Prácticamente había salido corriendo del coche cuando me dejó en casa.

—Salí por un paseo —Evan dijo simplemente. Se acercó y me besó suavemente en la mejilla, sus labios se movieron cerca de mi oído mientras decía—. Quería verte.

Mi mirada fue hasta mi papá, que parecía no haber escuchado, antes de permitirme a mí misma formar una tímida sonrisa.

—Éste es mi papá —dije, estúpidamente.

—Sí, lo sé —dijo Evan sonriendo— Ya nos conocimos.

Se veía increíblemente guapo desaliñado, llevaba unos pantalones de mezclilla y una camisa vaquera. Pasó una mano a través de su pelo rubio desordenado.

—Sólo le estaba preguntando a tu padre sobre su trabajo. No me habías dicho que era un carpintero.

—Evan ha hecho algunos trabajos con la madera en Australia —dijo mi padre, pasándole a Evan una cerveza—. Lo contrataría de inmediato, si yo no estuviera tan ajustado financieramente en estos días. —Frotó cuidadosamente su cuello—. Podría tener ayuda, mientras me recupero de esta lesión.

—Hice unos trabajos en un taller los fines de semana, para uno de los constructores de botes de madera. Amé trabajar con madera. Aprendí mucho —Tomó un trago de cerveza—. Una de las cosas que voy a extrañar acerca de estar en casa —sacudió su cabeza—. Creo que voy tras los pasos de mi papá. Necesito encontrar algo que me mantenga ocupado. —Cuando habló me dio, con cuidado,

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una mirada de soslayo, tenía una sonrisa en sus ojos mientras lamía una gota de cerveza de sus labios.

Pensé que la expresión 'piernas de gelatina' era inventada hasta que lo vi hacer eso.

Tragué —Podías enseñarme a conducir —dije sin pensar—. Quiero decir, si lo dices en serio.

—Lo hago —dijo , sus ojos estaban puestos en mí—. Y sería un placer.

Miré a papá, con la esperanza en Dios de que él no hubiera notado mi actuación, pero estaba ocupado frotando la espalda de Bobby, que había venido jadeante y amigable a la sala.

—Oh, pero no tengo coche aún —dije, ya intentando salir de esta—. No lo tendré hasta el siguiente año.

—No hay problema. ¿Cuando quieres iniciar?

Papá asintió agradecido a Evan —No hay mejor tiempo que el presente. —dijo , dándome un guiño.

Abrí mi boca, tratando de pensar en otra razón por la cual no estaba lista, pero no podía idear nada.

—Después del almuerzo —dijo papá. Asintiendo a Evan — ¿Si te quedas a almorzar, joven? Anna siempre hace comida suficiente para cinco personas de todos modos.

—Eso he oído —dijo Evan dándome una rápida mirada—. Gracias. Eso me gustaría, Señor Jonas.

—Informaré a la cocinera —dijo papá jovialmente, caminando hacia la cocina, dejándonos solos.

Evan me observó mejor, de arriba a abajo, sonriendo —Espero que no te importe que llegara de repente, pero era la única forma de volver a verte de nuevo.

Me encogí de hombros, pero no podía quitar la sonrisa de mi rosto.

—Te ves muy hermosa —dijo Evan y, antes de que pudiera decir algo, se acercó a mí, su mano acarició mi espalda, enviando pequeños impulsos eléctricos por mi columna vertebral. Entonces, colocó su mano en mi cintura, acercándome suavemente a él. Me quedé paralizada, preguntándome qué hacer con las chispas que estaban volando en mi interior, pero Evan parecía feliz de hacer todo el trabajo—. Yo no podía esperar a verte de nuevo —dijo suavemente—. No he dejado de pensar en ti. Me gustas, Jane. Eres diferente.

Giré lentamente, no quería estropear el momento diciendo o haciendo nada estúpido o torpe. Pero mientras yo estaba lidiando con esto, Evan levantó su mano y acarició mi mandíbula, deteniéndose para levantar mi mentón con un dedo. Se

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inclinó hacia adelante, llevando sus labios hacia los míos, y sentí la suavidad de su boca cuando me besó. Con delicadeza al principio y luego más firmemente, mientras yo, tentativamente, le devolví el besó. Moví mis brazos alrededor de su fuerte y delgado pecho, mis dedos trazaron los espacios entre sus costillas, consciente de que el hambre que sentía en este momento definitivamente no era de comida.

Pero el sonido de la puerta abriéndose rompió el hechizo y Evan se alejó rápidamente. Ambos esperamos para ver a Bobby en la puerta, mirando a Evan con una especie de adoración.

—Bueno, le agradas al perro —Pude decir, sobre el sonido de los latidos de mi corazón—. Por lo tanto, tienes el sello de aprobación de alguien.

—Siempre y cuando tenga el tuyo —dijo Evan, quitándome el cabello de la cara—. No me importa nadie más.

— ¡La cena esta lista! —Llegó la voz de mi madre desde la cocina.

—No has conocido a mi mamá apropiadamente aún —susurré—. Es la especialista en información, de esta casa.

Evan se inclinó para darme un beso más suave en la boca. —No te preocupes. Las damas me aman —dijo , apartándose con una sonrisa—. Ya lo verás.

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Capítulo 10 Traducido por Andrea

quí tienes —dijo mi madre, pasándole a Evan otra cerveza.

—Uh... no, gracias, señora Jonas —Él sacudió su cabeza—. Voy a manejar —Miró a papá—. Dos es mi límite.

Papá asintió con aprobación mientras mi madre le entregaba la cerveza a él en su lugar y le sonrió a Evan.

—Así que los adolescentes no beben y saquean en cualquier oportunidad tienen —dijo , sentándose y quitando la tapa de la cacerola—. Es bueno saberlo.

—Mamá. Nadie saquea —dije rodando mis ojos, dándome cuenta de que su apariencia no era todo lo que había heredado de ella. También compartimos las mismas habilidades sociales al parecer. Mientras Evan se lavaba las manos, antes de comer, le había advertido que no lo interrogara acerca del tiempo que había desaparecido. Sólo esperaba que ella no dejara que su curiosidad la venciera.

Dirigí mi mirada a Evan, con la esperanza de que no lo estuviera aburriéndose totalmente, pero él sonreía.

—Está bien. He visto la parte que me tocaba de derrochadores… —Hizo una pausa—. Cuando estaba en Australia, había cientos de ellos, bebiendo hasta que se desmayaban.

Levantó su plato y mamá lo atiborró con una enorme cucharada de carne de cerdo en vino blanco—. Siempre fui demasiado aburrido para unirme a ellos.

— ¿Aburrido? —dije, llamando su atención—. ¿Por qué es que no creo eso?

Evan arrugó su nariz —Es cierto. No soy uno de esos tipos enigmáticos. Nunca me senté en mi habitación a escribir poesía y fumar marihuana. Pregúntale a mi madre. Ella estaba prácticamente suplicando que me rebelara. Y fuera como todos los chicos en el vecindario.

Sentía los ojos de mi madre puestos en mí pero no los encontré, y la mesa permaneció tranquila mientras continuábamos pasándonos la comida.

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—Debo admitir —dijo mi madre, cuando finalmente estábamos servidos—. Secretamente, tenía la esperanza de hicieras a Jane más rebelde. Me gustaría verla ser un poco salvaje. Ella necesita salir más.

— ¿Qué? —La miré fijamente. Buen trabajo de relaciones públicas, madre. Me volví a Evan—. Siéntete libre de huir de aquí. Esto no va a mejorar.

Evan sacudió su cabeza y ensartó un frijol con su tenedor.

—No tengo la intención de ir a ningún lado —dijo , con confianza—. Siento decepcionarte.

Mastiqué mi comida y sonreí al mismo tiempo, incapaz de mirar a mi madre. Por lo general, ella tenía una nariz como la de un perro para olfatear tonterías, pero parecía estar creyendo que Evan era un Santo, porque ella le dirigió una enorme sonrisa mientras él devoraba su comida.

—Un chico tan sensato. Tu madre hizo claramente un buen trabajo educándote.

Miré con cautela a Evan, pero su rostro era impasible —Ella es una buena persona —dijo monótonamente.

Él definitivamente cumplía con todos los requisitos. Lástima que mi madre no podía callarse.

—Ella debe extrañarte —Salió diciendo mi mamá, haciendo caso omiso de las señales que le hacía con los ojos—. Estando tan lejos.

Evan se encogió de hombros, ensartando en su tenedor un poco de patatas y carne de cerdo. —Supongo —dijo , molesto.

— ¿Quién es tu pad… —Comenzó mi madre, pero aclaré mi garganta, cortándola. Esto se estaba convirtiendo en un interrogatorio.

—Evan va a enseñarme a conducir —Anuncié rápidamente—. ¿No es genial?

Mi madre levantó una ceja —Eso es genial. Sólo que asegúrense de que nadie vea una chica de dieciséis años en posesión de un vehículo. Particularmente no la policía local —Levantó su copa y tomó un sorbo—. Ellos están muriendo por arrestar a alguien por aquí.

— ¿En serio? —Evan tragó toda la comida que tenía en la boca—. Apuesto que ya tienen sus ojos en mí —Él me miró y le dio un guiño sutil—. El extraño en la ciudad.

—Bien, voy a ponerles las cosas en claro —dijo mi madre—. Será un placer. Un chico con una vida limpia y responsable, realmente les pondrá fin a ellos.

Mi padre y yo intercambiamos una sonrisa. El odio de mi madre hacia la autoridad era legendario en nuestra familia. Extraño, teniendo en cuenta que era una ciudadana modelo en muchos sentidos.

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—Tu madre es un caballo negro, ya sabes —Papá me había dicho, más de una vez—. No siempre fue tan sensible.

Nunca pude entender a Mi Madre la Anarquista, pero hoy, el tema estaba demostrando tener una desviación práctica porque Evan se había relajado nuevamente. Tan relajado de hecho, que no atinó a su boca con el tenedor y salpicó jugo de carne torpemente en su barbilla.

—Oh Dios, lo siento —dijo , recorriendo para atrás su silla—. ¡Qué estúpido!

Mi madre ya estaba de pie —Quédate quieto, te daré otra servilleta —dijo , lanzándose hacia la cocina.

Le sonreír abiertamente a Evan mientras él limpiaba su hermosa barbilla.

—Gracias a Dios por eso —dije—. Comenzaba a creer que no eras humano.

Evan me lanzó una mirada de, lo que yo pensé, era confusión.

— ¿Quién no es humano? —Mi madre apareció junto a él, sosteniendo una servilleta limpia.

— Nadie, madre. Era una broma.

—Una broma, sí —Sus ojos brillaron ligeramente, pero su sonrisa parecía un poco forzada. Tragué, comenzando a sentir nervios, hasta que Evan cortó el ambiente.

—Me gustaría un poco más, ¿Si se puede? —Señaló la cacerola—. Esta delicioso, Sra. Jonas.

—Llámame Anna —dijo mamá, volviendo a la normalidad—. Señora Jonas me hace sentir muy vieja.

Evan sonrió, inclinando su cabeza hacia atrás para poder verla y sólo por una fracción de segundo vi como los ojos de ella se cerraban y abrían rápidamente. Ella puso una mano en la mesa.

— ¿Mamá? ¿Estás bien?

—Estoy bien. Creo que salí de la cocina muy rápido —Se frotó su frente—. Se pone muy caliente ahí con el horno encendido —sonrió, ignorando la expresión ansiosa de papá y caminó alrededor de la mesa hasta su asiento.

— ¿Una cucharada es suficiente? —Preguntó a Evan alegremente—. ¿Qué tal otra papa?

—Estaría bien, gracias —Mientras el sostenía su plato, yo no estaba segura si estaba imaginando la tenue pulsación en su mejilla. Pero cuando sus ojos finalmente se dirigieron hacia mí y la mirada que me daba era cálida, tranquila de nuevo, me relajé. Pero hubo un extraño silencio incómodo, interrumpido únicamente por el ruido de los cubiertos de Evan en su plato. Intenté llamar la atención de mi madre, pero ella parecía tener la intención de mantener su mirada fija hacia el frente

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mientras comía. Papá, notando mi inquietud, me guiñó un ojo, juntando su cuchillo y tenedor.

—Eso estaba delicioso, Anna —Volteó hacia Evan—. Es bueno ver alguien con un saludable apetito por aquí. Jane y su hermana no comen mucho.

—Espero que no sea una dieta que estás haciendo —Evan empujó mi codo—. Eres perfecta.

Las llamas se dispararon nuevamente por mi cuello. Me encogí de hombros. —Sí comemos —Le di una rápida mirada a mi padre—. Está exagerando.

—Yo tenía su misma edad, Jack —dijo mi madre, extrañamente, viniendo en mi defensa—. Hubo un tiempo, cuando tenía 16 años, que mi apetito simplemente desapareció. —Ella me miró atentamente, mientras la conversación tomaba un nuevo giro—. Estaba enamorada en ese tiempo.

Alcé una ceja — ¿Lo estabas?

Mi madre asintió ausentemente, probablemente en su camino hacia la línea de los recuerdos. Papá se hizo cargo.

—No era de mí —Le dijo a Evan—. Desafortunadamente.

Evan tomó un poco de agua —Debió ser un buen chico. No creo que nada ni nadie podrían alejarme de mi comida. —Él le dio un golpe a mi pierna bajo la mesa—. Ni siquiera a la chica que amo.

Sostuve mi aliento. ¿Era posible que un chico como él pudiera amarme alguna vez?

—Absolutamente —dijo mamá vagamente—. Nunca pierdas la cabeza por amor.

Evan bajó su mirada —No —dijo tranquilamente, pero su mano encontró la mía y la sujetó por un segundo. Yo le devolví el apretón, mis piernas se hicieron de gelatina una vez más.

Mi madre había regresado de donde sea que ella estaba. —Como sea, fue hace mucho tiempo. Era joven y... tonta en ese entonces —Se inclinó sobre papá y le dio un beso en la mejilla—. Y tengo a mi maravilloso Jack.

Gemí y rodé mis ojos a Evan —Realmente lo lamento. Ella normalmente no es así.

La mandíbula de Evan pareció tensarse un poco y me sentí mal. Él debía estar pensando en sus propios padres. Me levanté.

—Yo limpio los platos —dije rápidamente—. Eso estuvo realmente bueno, mamá. Gracias.

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—No hay problema —Agitó su servilleta quitándole importancia—. Un placer de hecho —Ella y mi papá se sonrieron mutuamente.

— ¿Quieres una mano? —Evan empujó su silla, pero negué con la cabeza.

—Eres el invitado —dije, sonriendo—. Habla con mi madre.

—Tienes una cicatriz interesante —Le dijo mi madre a Evan, mientras yo recogía los platos—. ¿Cómo te la hiciste?

Evan la miró inexpresivo.

—La cicatriz —dijo mi madre, sirviéndose otra copa de vino—. ¿En el cuello?

Evan abrió su boca, vacilando, antes de tocar la mancha en su garganta con su dedo. — ¿Esto? Lo tengo de cuando estaba trabajando en los barcos en Australia. Algunas chispas de metal caliente saltaron a mi cuello... —Lo frotó suavemente—. Sólo un disco de metal que dejó una pequeña marca.

—Oh Dios —dijo mi madre, aunque su tono fue casi enérgico en contraste con unos minutos antes—. Debió haber dolido.

Evan asintió —Sólo un poco.

—Pobre de ti —dije, tocando su brazo—. ¿Estará allí para siempre?

—Por siempre y para siempre —dijo , burlonamente, pero sus ojos eran suaves.

—Ve y trae la tarta de queso, Jane —dijo mi madre, estropeando el momento—. Está en el congelador.

Evan me hizo un guiño rápidamente mientras me moví a hacer lo que me habían pedido.

—La tarta de queso es mi favorita. Eres una gran cocinera, Anna.

—Tonterías —La vi sonreír, complacida—. Muy pronto te enfermarás de mi repertorio —Me dio un golpe en el brazo cuando atravesé la cocina—. Pregúntale a Jane.

—Espero tener la oportunidad de enfermarme —dijo Evan, osadamente, y yo volteé a verla a ella. Pero sus labios se elevaron, sonriendo.

Después del almuerzo, Evan insistió en ayudar a mi madre con el lavavajillas y papá fue a recoger a Dot a casa de Cassidy. Yo recogí las cosas en una especie de aturdimiento. En las últimas tres horas había visitado un mundo habitado por hombres lobo y vampiros, y mi novio se había presentado a mis padres. ¿Quién dijo que llevo una vida aburrida y monótona? Las cosas pueden cambiar en un instante. Miré por la ventana a las copas de los árboles y en mi cabeza recordé el sonido de

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la corriente del agua, y unos ojos verdes, tristes, y ese chico delicado, amable que me mostró que realmente hay todo un mundo allí afuera a la espera de ser explorado. Me vino un repentino sentimiento de melancolía encima, me esforcé por ver cómo podría ese chico encajar en mi vida.

—Voy a ver la televisión —dijo mi madre, secándose las manos en un paño—. Se pueden divertir los dos —Ella le silbó a Bobby, recogió un diario el mostrador y deambulo por la sala.

Evan frotó sus ojos y luego se estiró perezosamente... Cuando bajó sus brazos sus ojos encontraron los míos y se acercó a mí.

—Así que, ¿Qué tal si te enseño a conducir?

El coche de Evan era un viejo y dañado Saab, dijo su que su papá se lo había prestado por la duración de su estancia. Se veía débil y... bueno, pequeño, en comparación con la camioneta de mi papá. También estaba helando. Me envolví con mis brazos en el asiento delantero.

—Siento la falta de calefacción —dijo Evan cuando giró la llave para iniciar el motor—. Y no es el más fiable de los motores —Revisó el espejo de la ventana y comenzó a ir en reversa por el camino—. Considera esto una prueba de fuego.

Lo miré —Siento lo de mi mamá... hoy. Ella no está acostumbrada a tener visitas.

La cara de Evan era impasible —Es agradable —dijo . Llegamos al final del camino y giró el coche hacia la derecha, acariciando mi pierna con la mano mientras cambio la marcha—. Y yo no estoy acostumbrado a visitar.

Me relajé y junté mis manos entre mis piernas, pensando — ¿Estoy tratando de imaginarme a tu papá? Reconozco el nombre, pero...

Evan no me miró, estaba concentrado en la sinuosa carretera de la montaña. —Bill Forrest —dijo —. Él vive al otro lado de Bale con mi madrastra. Tiene una hija... De tu edad, creo. ¿Sarah Emerson?

Me congelé. Claro. La madre de Sarah había mantenido su nombre. Supongo que había supuesto que su padre, Bill, era su padre real. Ella nunca había dicho lo contrario. La única vez que lo había visto fue hace dos años, con mi mamá, después de otra sesión de intimidación de Sarah. Mi madre había marchado hacia su casa, lista para la guerra y él había llevado todo abajo. Mi boca estaba seca.

—Bill Forrest —Me volví hacia Evan pero no respondió, solo cambió la marcha—. ¿Es el padre de Sarah?

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—Sarah, sí —Su tono fue suave y luego me dio una rápida mirada—. Mi hermanastra se llama Sarah.

—Detén el coche, por favor —Susurré. Puse mi mano en el tablero y la guantera se abrió. Evan, sin escucharme, lo alcanzó y lo cerró firmemente.

—Es un coche viejo —dijo , rodando sus ojos y esta vez sonriéndome. Pero mi expresión era a la defensiva.

Mi buen humor se había evaporado.

—Jane —dijo , entrecerrando sus ojos— ¿Dijiste algo?

—Sarah es la perra que hizo de mi vida un infierno en la escuela —dije, incapaz de quitar el tono resentido de mi voz—. Ella es... es horrible —Lo miré fijamente mientras su rostro tenía una nueva mirada. Realización.

—Oh Dios —Bajó la velocidad, a la velocidad de un caracol—. No tenía idea.

Por la esquina de mi ojo vi a papá en su nueva camioneta con Dot saludando maniáticamente en el asiento delantero. Evan levantó una mano y saludó sin entusiasmo. Los dos nos sonrieron y nos pasaron. Difícilmente pude sonreír. Sabía que él era demasiado bueno para ser verdad.

—Déjame salir —¿Cómo describir qué sentí en ese momento? Triste, decepcionada. Y enojada, todo otra vez.

—Jane... —Evan se detuvo y apagó el motor—. No puedo creer que Sarah… —Sacudió su cabeza—. Parece una buena chica.

—Ha —Mantuve mi mirada fija al frente y entonces cerré mis ojos—. No es una niña buena —Lo sentí moverse a mi lado, vi por la esquina de mi ojo su mano acercándose a la mía. Retiré rápidamente mi brazo antes de que pudiera tocarlo.

—Hey —Su voz era suave—. Yo no soy mi hermana.

Mis ojos oscilaron en su dirección. La forma de sus pómulos, las pequeñas líneas en las esquinas de sus ojos, sus suaves labios llenos, el brillo de su piel perfectamente bronceada contra su camisa vaquera.

No, mucho, mucho más guapo que su hermana.

Pero el pensamiento de él, riéndose de mí con Sarah. Viviendo en la misma casa que esa venenosa… Yo estaba temblando, pero no de frío. La felicidad se había drenado de mí. Me sentí marchita y pequeña.

— ¿Ella sabe? —Pegunté tranquilamente.

— ¿Sobre ti? —Suspiró, sus dedos golpeaban el volante nerviosamente—. Ella sabe que he conocido a una chica.

— ¿Pero sabe mi nombre?

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—No —Juntó sus labios, entonces, y se volvió lentamente, con cautela, en mi dirección—. No todavía.

—No quiero que ella sepa que... que estábamos saliendo—. Tragué al darme cuenta que Evan y yo, ahora éramos tiempo pasado. Al menos, no podía ver un futuro. Agarré la manija de la puerta y presioné para abrirla.

—Por favor, Jane. No te vayas —Evan me giró hacia él, su hermoso rostro suplicando. Casi me derritió, pero Sarah había estropeado todo. Y ella ni siquiera estaba aquí.

—Quiero volver a casa —Repetí fríamente.

No dijo nada y salí de su coche, azotando la puerta. Empezó a llover, grandes gotas de agua fría, y me abracé a mi misma mientras caminaba rápidamente hacia la casa. Mi madre estaba alimentando al perro cuando me aparecí en la cocina, goteando. Miserable.

—Eso fue rápido —dijo , enderezándose. Sus ojos se detuvieron en mi cara—. ¿Cariño? ¿Qué pasó?

—Nada —Mi voz era monótona—. Voy a arriba.

Se acercó a mí —Él… ¿Qué hizo? —Ella extendió su mano.

—No hizo nada... No quiero hablar sobre eso.

—Pero…

—Por favor —Caminé pasándola y dirigiéndome la sala. Cuando llegué a las escaleras, Dot salió de la sala dando brinquitos.

—Lo extrañé —Gimió, tirando de mi mano—. Extrañe a Evan —Ella se columpió en mi brazo, antes de que se diera cuenta de que no estaba sonriendo.

—Janey —Ella se detuvo—. ¿Qué te pasa?

—Nada, Dottie —Acaricié su pelo.

Todo está mal, pensé.

Y luego seguí caminando, dejándola allí y comencé a subir las escaleras a mi habitación. Sabía que ella estaba mirándome, ansiosa, pero simplemente no podía consolarla. Todo lo que podía hacer era consolarme a mí misma. Más tarde, acostada en mi cama, oí el teléfono sonando abajo y mi madre me llamó, pero apagué mi luz y la ignoré.

Presioné mi cara contra mi almohada, anhelando un amigo. Alguien en quien poder confiar. Había comenzado a pensar que ese amigo podría ser Evan, pero la única persona que pude ver en mi mente en ese momento, era un chico alto, oscuro, delicado, con los ojos más amables que jamás había visto.

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Capítulo 11 Traducido por Andrea

l día siguiente comenzó nevando de nuevo. Desperté para ver hielo cubriendo los paneles de la ventana de mi dormitorio y jalé el edredón hasta mi cuello.

Abajo, la excitada voz de Dot insistía a mi padre para que saliera y jugara a las bolas de nieve con ella.

— ¡Se te hace tarde! —Escuché a mi madre gritándole a mi hermana por encima del sonido de la radio en la cocina—. Sube a la camioneta y papá te llevará a la escuela.

Las protestas de Dot se fueron perdieron y entonces, la puerta de atrás se cerró con un fuerte golpe. Al mismo tiempo, mamá apagó la radio y la casa se encontró en silencio. Esperé a que ella me gritara para que me levantara, pero sólo se escuchó el sonido de pasos en la sala y la puerta de atrás abriéndose y cerrándose una vez más.

Por mucho que mi familia me volviera loca a veces, no me gustaba estar sola en la casa. Aunque mi madre probablemente sólo había salido por el correo al buzón, me sentí inquieta. La casa era espeluznante.

Me levanté y deslicé mi mano por la sabana y luego bajo la almohada, mis dedos tocaron la dura cubierta del diario. Lo jalé, me senté y me recargué sobre la cabecera y examiné una vez más la desgastada portada. Tenía que tener décadas de antigüedad, sosteniéndola, sentía una emoción agradable. Estaba sosteniendo una parte de la vida de alguien, sentimientos de alguien. Abrí el diario donde me había quedado la última vez.

Había más dibujos, algunos estaban hechos con pluma: ornamentados, detallados… Un boceto de un rostro llamó mi atención y giré el libro para estudiarlo en un ángulo adecuado. Era un rostro delgado, pómulos rígidos, ojos hundidos, enmarcados por rizos. No podía decir si era hombre o mujer. A un lado había un boceto de una cerca y un estupendo y gran edificio. Observé el rostro una vez más… algo acerca de él me parecía familiar, pero no podía pensar cómo. Luego di vuelta a la página para encontrar otra inscripción corta:

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Diciembre, ella escribió. Otro día helado y estoy comenzando a pensar que no eres real. Que simplemente te soñé... Si no fuera por el colgante que me diste, sin duda lo creería. Lo guardo en un lugar seguro y cuando ella está dormida pienso en ti, pero tú no vienes. ¿Ya me has olvidado? Mi madre está mejorando. Hoy ya comió todo un plato de sopa, incluso pan. Es un verdadero alivio, cuando hace sólo unos pocos meses pensaba que ella nunca se recuperaría. Pero ella es fuerte. Le leo durante la noche y a veces quiero decirle sobre ti. Acerca de todo cuánto existe entre nosotros. Y me enojo, porque nada de esto es simple. Y ella nunca lo entendería. He pensado sin cesar sobre nosotros, y por cualquier lado que lo mire, no veo manera de que funcione lo nuestro. Pero entonces ¿Cómo podría algún día estar sin ti? Dieciséis años de edad y siento que mi vida ha terminado. Al menos, si es verdad que te has ido para siempre, estaré sola para siempre.

La inscripción se interrumpió abruptamente luego, pero perduró esa última frase. Melodramática como era, algo de ella resonó fuertemente en mí.

Cerré el libro rápidamente, no quería detenerme en cómo me hizo sentir. Después, metí el diario bajo mi almohada y me recosté. Por ahora debería sentirme feliz. En el inicio de algo maravilloso. Pero en cambio me sentía confusa y triste. Arrugué mi nariz, preparada para la melancolía y el pensamiento de Evan. Las arrugas alrededor de sus ojos y su color, ese azul brillante sobrenatural.

Giré mi cabeza en la almohada y mis párpados cayeron, pero un sonido de algo rechinando los abrió de nuevo. Me enderecé y me recargué sobre mis codos. Una cara familiar me observaba.

— ¿Luca? —Cogí el edredón con una mano y me senté correctamente. Había dos manchas de color rosas en sus mejillas de mármol, pero el verde de sus ojos era tan intenso como siempre.

—Buenos días, Jane —Se sentó sobre la cama, frotando sus rodillas. Su abrigo estaba cubierto con pedazos de ramitas y copos de nieve—. Siento haberte despertado.

— ¿Cómo le…? —Mis ojos salían disparados a la ventana que oscilaba abierta.

—Espero que no creas que esto es indecente —Sonrió, estudiando mi edredón—. Visitar a una dama soltera en su alcoba.

Me acomodé bajo el edredón —Es un poco indecente —dije, sonriendo—. Y un poco riesgoso.

—Ah. Vi a tu madre caminando a la ciudad —dijo Luca—. Pensé que era seguro entrar.

Sacudí mi cabeza.

—Dios sabe lo que ella haría contigo —dije con ironía—. Pareces un pillo Victoriano.

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Se veía confundido —No tengo ni idea de lo que es, pero lo tomaré como un cumplido. —Comenzó a desabrochar los botones de su abrigo y lo arrojó. Vestía sólo una camiseta blanca y unos jeans azul oscuro. Se veía delicado. Pálido.

—Debes estar congelándote —Cuando lo dije, una ráfaga helada entró por la ventana abierta hacia la cama. Parecía que a Luca no le afectaba.

—He estado en movimiento —Explicó—. Estoy todavía cálido por viajar hasta aquí.

Bostecé, mirando el despertador.

—Es muy temprano, —dije—. ¿Ha pasado algo?

Se movió en la cama —No exactamente —Hizo una pausa, olfateando y agarrando un hilo invisible en las colchas—. Pero mi madre me ha hecho una solicitud, —añadió—. Ella quiere conocer a mi... novia.

Levanté una ceja — ¿Tienes una novia?

El color rosa en sus mejillas se esparció por su rostro. Fue adorable.

Esperé un instante antes de sacarlo de su miseria.

—Está bien —Suspiré—. Entonces le dijiste a tu madre sobre mí.

Titubeó, luego —Yo no. Dalya. El demonio.

—Oh —Sonreí con simpatía—. ¿Entonces…?

Se veía un poco suplicante —No te lo pediría…

— ¿Pero necesitas que finja serlo? —Saqué mi brazo fuera de la cama y señalé mi sudadera—. Pásamela… y cierra la ventana, ¿Sí?

Luca se levantó, obediente e hizo lo que le pedí, trayendo mi sudadera a la cama. Se sentó en el borde, observando mientras me envolvía en ella. Me hundí en la almohada, sorprendida de lo natural que me sentía frente a él.

—Mis padres van a pasar tiempo con los grandes, —dijo Luca—. Estarán lejos durante una semana más o menos.

— ¿Los grandes?

—Lo que tú llamas ―abuelos‖ —Arrugó su nariz—. Que es un término muy prolijo si quieres mi opinión. Tu gente es extraña.

—Creo que no estás en condiciones de llamar a las tradiciones de los mortales extrañas —dije, levantando una ceja.

—Tal vez —Me miró divertido—. El punto es… He acordado, tontamente… llevarte a nuestro almuerzo de hoy.

Era, claramente, la semana de conocer-a-los-padres. Suprimí una sonrisa irónica.

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—Si esto es demasiado, —comenzó Luca—. Lo comprendería.

Por un minuto pensé en Evan. Pero ¿Ese era el punto?

—Está bien —dije—. No iba a hacer nada de todas formas.

Luca me dio una mirada curiosa —Eres libre de no hacerlo —dijo , con tristeza—. Estas con alguien, lo sé.

Traté de no revelar nada en mi expresión. Era humillante, de alguna manera, tener que admitir que yo había cometido un error con el chico australiano.

— ¿Sabes qué? —dije, brillantemente—. Me gustaría conocer a tu familia.

— ¿En serio? —Los serios ojos verdes se iluminaron—. ¡Estupendo!

Agarró mi mano con la suya y fue como si hubiera hundido mis dedos en agua caliente y relajante. Momentáneamente cerré mis ojos, disfrutando, antes de detenerme y retírala. Nos miramos por unos segundos, ninguno de nosotros sabiendo lo que el otro estaba pensando, antes de que el sonido de una nueva nevada golpeara la ventana del dormitorio, haciéndonos, a ambos, saltar.

—Estoy listo en cuanto tú lo estés —dijo Luca entonces.

Tomé una respiración profunda, echando un vistazo al montón de ropa en mi silla.

—Oh cielos —dije, suspirando—. No tengo nada que ponerme.

Luca esperó, espaldas mientras me vestía en pantalones vaqueros y una camisa de cuadros y mi confiable, suéter gris, largo.

—Voy a tener que robar algo de mi madre supongo —dije, tirando de uno de mis tenis sobre mi talón—. Para el baile.

—No es hasta dentro de un par de semanas —Luca dijo, finalmente dándose la vuelta—. Ofrecería pagar por algo, pero... nuestra moneda no sería aceptada en Tierra Mortal.

Sonreí —Oh, ya pensaré algo, —dije, luego me miré a mí misma—. Algo más adecuado que esto. Tu mamá va tomarme por un chico.

—No hay ninguna posibilidad de eso —Murmuró Luca y por un segundo nuestros ojos se encontraron, en una especie de incómodo recibimiento.

—Necesito llamar a mi papá —dije—. Le diré que voy a salir un rato. Creo que él fue a recoger unas maderas esta mañana, por esta nieve, probablemente volverá temprano —Recogí mi libreta de direcciones y pasé las paginas para encontrar el número de papá.

— ¿No tienes uno de esas cosas de teléfonos portátiles? —dijo Luca, mirando curiosamente el libro.

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—Nop —Encontré el número del móvil de papá, que todavía no había memorizado—. No tiene sentido.

—Tienes toda la razón —dijo Luca—. Yo me divierto por la obsesión mortal de una comunicación constante. ¿Cómo es que encuentran, todos ustedes, sobre de que hablar?

Manteniendo mi dedo en la página correcta, cerré la libreta de direcciones y lo golpeé con ella.

—No todos comparten nuestras tendencias antisociales, Luca —dije—. Pero para que quede claro, tampoco yo lo entiendo.

—Será mejor hacer la llamada —dijo , mirando por la ventana—. Te agradezco mucho esto, Jane.

—No hay problema —Abrí la puerta del dormitorio.

—Quédate aquí, vuelvo en un momento.

Abajo, dejé un mensaje en el teléfono de papá.

Mi madre estaba todavía por ahí afuera en algún lugar y cuando terminé la llamada, distinguí un trozo de papel sobre la mesa, con su letra en él. FUI A CAMINAR A CASA DE ABIGAIL, comenzó. Abigail era la mejor amiga de mi madre y vivía al otro lado de Bale, lo que significaba mi madre estaría fuera por horas. EVAN LLAMÓ. DOS VECES ANOCHE.

Sostuve mi respiración. ¿Debo devolverle la llamada? Justo en ese momento sonó el teléfono y lo observé fijamente por unos pocos segundos antes de contestar.

— ¿Hola? —dije con cautela.

—Jane —Era Evan, sonando claramente menos seguro de sí mismo que de costumbre—. Me siento tan mal por lo de Sarah. No tenía ni idea. Honestamente... —Él hizo una pausa—. ¿Podemos al menos hablar al respecto?

Dudé antes de contestar. —Yo no sé...

—Sabes que puedes confiar en mí, —continuó—. Lo sabes, ¿Verdad?

—Sí… —dije sin certeza. ¿Lo sabía?

—No puedo soportar la idea de que estés enojada conmigo por su culpa. Ella no lo vale.

No dije nada, esperando.

—Y la idea de no verte... ¿Qué puedo hacer para mejorar las cosas?

—No sé. Y estoy ocupada hoy —dije, enredando el cable telefónico alrededor de mis dedos libres—. Te llamaré

—Está bien.

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Evan sonaba tan desanimado, sentí que debía añadir algo. Darle algo más. Pero Luca me estaba esperando. Tragué, devastada y culpable, pero un movimiento, en el piso de arriba, me decidió.

—Te llamaré —Repetí. Y colgué.

Cuando conseguí volver arriba, mi dormitorio estaba vacío. La ventana está todavía abierta, rechinando y caminé a cerrarla, miré hacia abajo a nuestro patio cuando lo vi. Luca estaba oculto detrás del cobertizo de papá, envuelto completamente en su abrigo. Levantó una mano para saludarme. Amigablemente. No había pensado en cómo lo sacaría de la casa de la forma convencional.

Puse otra capa en ―el poncho‖ y bajé las escaleras corriendo hasta donde él se encontraba.

—No tomará mucho —dijo Luca. Se deslizó a la parte posterior del cobertizo y lo seguí, echando un vistazo detrás de mí para comprobar que nadie nos había visto—. Ahora, déjame hablar a mí —dijo brillantemente, caminando por delante de mí—. Todo lo que necesitas saber es que tu padre tiene una granja y somos parientes lejanos, primos segundos, por parte de mi padre, quien él no recuerda —Hizo una pausa—. Tiene una terrible memoria, que funcionará para nosotros.

—Correcto —Caminé pesadamente tras él, mi mente trabajando muy rápido.

— ¿Algo más?

—No menciones las libras y los centavos —Luca continuó—. Usamos krenels —Giró y sonrió con ironía—. Explicaré la denominación de eso en otro momento... Y mantente con las palabras y las frases sencillas. Ninguno de tu jerga mortal.

—Muchas gracias.

Luca se detuvo —En serio —dijo —. Todo lo demás es igual que aquí. Tiendas, restaurantes, escuelas, incluso la moda. Aunque no solemos llevar los colores neón horrible que a todos ustedes les gustan.

Negué con mi cabeza. Debería de haberme sentido molesta pero encontré su parloteo encantador de alguna manera.

—Oh —Luca se detuvo, mordiendo su labio—. Y no tenemos coches o trenes o camiones o aviones. No los necesitamos.

— ¿Es todo? —Sonreí a sus espaldas.

Luca dudó antes de seguir —Ni televisores, o computadoras o teléfonos. Creerás que somos primitivos; nuestras vidas son mucho más simples que las suyas.

Nos habíamos adentrado por la montaña en este punto y habíamos avanzado tan rápido que sentí que se me iba el aliento. Paré y unos metros delante de mí, Luca intuitivamente, se detuvo también.

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— ¿Cómo funcionará, llegar allí? —Pregunté, jadeando todavía—. Es sólo que nuca he viajado conscientemente a un mundo paralelo.

Luca disminuyó su velocidad delante de mí. Habíamos llegado a un pequeño claro. Se detuvo por completo.

—No estoy seguro, pero ha ocurrido una vez, así que debería de volver a pasar —dijo —. Sé que tiene algo que ver con lo que se desea. Tienes que anhelarlo.

Recordé la noche del accidente de mi papá. Sentada en ese coche esperando, deseando, que alguien nos ayudara. Había funcionado entonces. Y había funcionado cuando me había preocupado por Luca en el bosque.

—Creo que necesito sujetarme de ti, —dije, sintiéndome de pronto incomoda.

Levantó sus brazos —Ven entonces.

Me acerqué a él, abrazándolo, notando cómo su largo cuerpo se sentía diferente al de Evan. Era menudo, pero atlético y fuerte. Apreté mi mejilla contra su abrigo, sintiendo los latidos de su corazón y sus brazos cerrándose alrededor de mi cuerpo.

— ¿Está bien? —Susurró en mi cabello.

Asentí y cerré mis ojos, imaginando la Ruta del Agua, los grandes árboles, el sonido del agua. Comencé a ir a la deriva, y la cabeza de Luca se reposó sobre la mía mientras me sostenía.

No tuve ningún recuerdo del viaje; mi primer pensamiento consciente fue el de una brisa levantando mi cabello y un sonido familiar. Miré el río, corriendo camino hacia algún lugar, llevando a su paso rocas y sacándolas a la superficie. Un pájaro enorme se elevó elegantemente, siguiendo el río. Parecía un águila. Parpadeé mientras la observaba volar. Nunca había visto un águila. Desde esta distancia se veía enorme, pero no desgarbado. Solo magnífica.

Luca, silenciosamente, observó conmigo.

—Leí más partes del libro, —dije por fin—. Era de mi edad, esa chica.

—Sí —Luca se apoyó en sus codos—. Y no tiene un final feliz, me temo.

— ¿Que fue de ella? —Pregunté, más a mi misma que a él.

—Yo creo que era mortal —Luca presionó sus labios juntos—. Y su… amante, creo que era uno de nosotros.

— ¿Un hombre lobo?

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— Puede ser —Dudó antes de seguir—. Hay un rumor sobre un varón, viviendo en Nissilum, hace varias generaciones atrás, que dejó de existir.

Dicen que fue el amor de una chica mortal que lo mató.

Me giré lentamente para mirarlo. — ¿Esa es la razón por la cual son reacios… a enamorarse de un mortal?

Luca asintió —Aunque para mí, la noción, de que uno puede controlar las emociones en ese sentido, me parece ridícula —Suspiró, sentándose y sujetando sus rodillas—. Pero según mi madre, es perfectamente posible controlar este tipo de cosas. Decidir no amar. Sólo es cuestión de mandar con tu cabeza, no tu corazón. No es muy romántico —Él sacudió su cabeza—. Pero, tomando en cuenta lo que está destinado para aquellos de nosotros que se enamoran… probablemente es mejor mantener las relaciones mortales platónicas. Mejor aún, nunca involucrarse, en primer lugar, con los mortales.

Me sentí, remotamente, rechazada. Estúpida. Quiero decir, yo sabía que lo que sentía con Luca era diferente. Más seguro, más tranquilo ¿Tal vez era menos emocionante?

—Necesitas conseguirte una novia apropiada —dije rotundamente—. No una que finja serlo.

—Hmmm —Luca no me miró—. No he conocido aún a alguna chica inmortal que inspire esos sentimientos en mí. No creo que alguna vez lo haga.

Su respuesta me complació, aunque me caí mal a mi misma por eso. No lo quería, pero tampoco quería a alguien más con él.

—De todas formas, pienso que fue algo bueno venir aquí primero —dijo Luca, cambiando de tema—. Antes de que conozcas a mi familia. Es un lugar tranquilizador. No quiero que estés nerviosa.

—Voy a conocer a un montón de hombres lobo —dije medio sonriendo— ¿Por qué hay que estar nervioso? —Luca se rió y mientras volteaba a verme, vi cómo bailaban sus ojos verdes. Cuando él se rió, su rostro, serio normalmente, se iluminó. Algo se sacudió dentro de mí.

Le sonreí de vuelta y, luego volteé a ver al cielo azul pálido.

— ¿No deberíamos irnos? —dije.

—Sí —Luca se puso de pie y extendió su mano para ayudarme a levantarme—. Especialmente ya que vamos por el camino lento —Notó mi rostro perplejo y agrego—. Vamos a caminar.

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Luca y yo caminamos por millas, pero sostuvo mi mano durante todo el camino y me di cuenta de que nos estábamos moviendo enérgicamente, cubriendo la distancia rápidamente. Cruzamos un gran campo de cultivo y llegamos a un camino pedregoso y luego, una bonita cerca, cubierta de plantas glicinas. Luca se detuvo frente a ella.

—El sur está dividido del norte por un gran Río. Los Norteños pagan un peaje para cruzar el puente a la región del sur. También debemos aplicar primero antes de cruzar. Mi padre odia llenar formularios. Y como he dicho, su memoria no es buena. Ni él, ni mi madre preguntarán demasiado sobre tu familia.

—De acuerdo —Asentí—. Es bueno saberlo.

Empujó la puerta y caminamos por un amplio camino de grava, flanqueado por árboles de manzanas. Delante de mí, vi el frente de una gran casa de campo antigua. Era idílico.

Sentí una mezcla de nervios y emoción, y detrás de eso, una especie de aceptación. No me sentí como una extraña en un mundo extraño. Me sentí, de alguna manera, en casa.

Llegamos a la puerta y Luca se giró.

— ¿Lista? —dijo , tocando mí manga.

—Lista.

— ¡Ulfred! ¡Están aquí! —Gritó una voz familiar. Dalya, su cabello oscuro, cayendo hasta su cintura, se situó frente a nosotros. Sus ojos viajaron de arriba y abajo sobre mí.

— ¿Qué lleva ella puesto? —Susurró bruscamente a Luca.

— ―Ella" Esta parada justo aquí —dijo Luca, golpeándole ligeramente en el hombro.

— ¿Luca? —Miré sobre la cabeza de Dalya para ver una mujer alta con cabello corto y oscuro viniendo hacia nosotros. Llevaba un vestido largo y sedoso, con lo que parecía, un pedazo de cuero grabado alrededor de su cintura como un cinturón. En sus pies llevaba elegantes mocasines de gamuza. Su piel estaba pálida y sus ojos eran oscuros como los de Luca y los de Dalya. Ella elevó su cabeza mientras se acercaba, colocando suavemente sus manos sobre los hombros de Dalya para moverla a un lado.

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De cerca, me fijé que tenía un color uniforme gris plateado en el nacimiento de su cabello. Y sus ojos, de un rico café avellana, tenían forma de almendras. Ella era hermosa.

—Hola —dijo , extendiendo su mano—. Mi nombre es Henora. ¿Tú debes ser Jane? —Miró brevemente a Luca, que parecía un poco tenso—. Es un placer conocerte.

—Igualmente —dije, entonces me ruboricé—. Quiero decir... he escuchado mucho acerca de usted, —no me atreví a mirar a Luca.

—He preparado algo para comer —dijo Henora, dándose la vuelta y haciéndonos señas para que la siguiéramos.

Dalya corrió, dejándonos atrás, por un largo corredor, en el extremo vi a un hombre, una versión de Luca más grande, esperando en la cocina.

—La flor favorita de mi madre es la lila —Luca susurró detrás de mí—. Y ella no come carne.

Asentí ligeramente, preguntándome cómo se las arreglaba un hombre lobo vegetariano en la luna llena.

Caminamos a través de en una larga, pero acogedora habitación con rugosas paredes pintadas y una amplia ventana. Una enorme estufa en la esquina y una mesa de madera con un juego de platos de madera en ella. No había cubiertos, pero unas tazas de barro estaban junto a una jarra de agua.

El doble fantasmagórico de Luca se encontraba parado plácidamente en un extremo de la mesa. Sonrió de oreja a oreja.

—Bienvenida, Jane, —dijo , al mismo tiempo que Dalya se aferró a su brazo con adoración. Él se acerco más a mí—. Soy Ulfred. Que chica tan bonita —Se inclinó hacia adelante ligeramente—. Inusual.

—Jane aún esta vistiendo su ropa de trabajo, —dijo Luca, sin mirarme—. Vino directamente de la granja de su padre.

Asentí, mi boca se congeló en una sonrisa despistada.

—Qué buena niña, —dijo Henora con aprobación—. Lealtad a la familia y una fuerte ética de trabajo. Así se alienta a los jóvenes —Ella dio a Luca una mirada socarrona y se dio la vuelta para ocuparse de una olla en la estufa.

Le lancé una mirada desconcertada a Luca, pero él, sabiamente, se negó a encontrarla.

—Hago lo mejor que puedo —Me encontré diciendo—. Pido disculpas por no ser más inteligente.

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—Con una belleza como esa, apenas creo que importe, —dijo Ulfred, guiñando a Luca—. ¿Cómo está el Sur, Jane? Ha pasado tanto tiempo desde que hemos visitado a nuestros primos.

Me le quedé viendo, buscando la respuesta correcta. —Están bien —dije por fin—. Siguen con las cosas… ya sabe.

Ulfred asintió, aparentemente satisfecho con mi respuesta. Se inclinó y plantó un gran beso en la mejilla de Dalya.

—Debo proponerme verlos más a menudo —dijo enderezándose—. Antes de que pierda totalmente la pista de mis familiares —Me estudió—. Sabías que no tienes el aspecto del cazador, Jane. Tienes la cara más redondeada de lo acostumbrada... con forma de corazón... y ojos más grandes. Grises, demasiado… inusual.

Contuve mi respiración por un segundo, preguntándome si ya me habían descubierto. Que estúpida. Los perros generalmente no tienen ojos grises. Los gatos, tal vez. Tragué. Y los perros no eran conocidos por su amabilidad hacia los gatos. Ni mencionar a este montón de caninos alfa. Esperé para que la moneda cayera.

Pero la atención de Ulfred estaba en otro lado ahora, revolvió el cabello de Dalya y preguntó a su esposa si él podría ayudarla en algo.

Luca aprovechó la oportunidad para darme una sonrisa alentadora, pero me sentí nerviosa, mi mente comenzó a correr por la probabilidad de que todo esto pudiera ir horriblemente mal.

El sonido de la puerta principal golpeando nos hizo a todos girarnos para a ver a un chico de unos catorce caminando ruidosamente al final del pasillo.

—Lowe —Henora sacudió su cabeza, con una pequeña sonrisa en sus labios, desafiando la firmeza de su voz—. Tarde... como siempre.

El chico entró a la cocina. Al igual que Luca, era delgado, con las mismas delicadas características, pero su pelo era más delgado, un poco más rizado y tenía los ojos marrón profundo de Dalya. Comenzó a quitarse sus botas, con sus ojos sobre mí mientras le hablaba a su madre.

—Cadmio me llevó a cortar los setos dentro de las puertas del Palacio —dijo . Su voz, no muy ronca aún, era áspera y un poco petulante

Henora sonrió —Este es Lowe —dijo volteándose hacia mí—. Ha pasado la mañana en el Palacio Celestial, preparando los terrenos para el Gran Baile… —Lanzó una rápida mirada a Luca—. Él podría terminar con un poco de ayuda sabes, Luca.

Luca gruñó, viendo cómo su hermano menor ensuciaba con el barro de sus botas en el piso de piedra.

—Tenía otros planes hoy —dijo tranquilamente. Pero por primera vez detecté un ligero filo en su voz—. Y sabes que no soy muy bueno para el trabajo manual.

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Lowe soltó una pequeña carcajada y golpeó a Luca suavemente en el hombro. — ¿No muy bueno, o no muy interesado? —dijo jovialmente antes de volverse a Henora—. Me gusta hacerlo, madre. Luca es un alma delicada. Tú lo sabes.

Aunque algunos años más joven que Luca, Lowe tenía el aire de autoridad de un hermano mayor.

Henora le sonrió indulgentemente, antes de volver a la cocina.

Ulfred intervino. —Presenta a tu invitada, hijo —dijo sutilmente.

—Oh… sí —Luca vaciló un poco—. Lowe, esta es Jane… Mi amiga del Sur —Miró en mi dirección—. Jane, este es mi hermano pequeño, Lowe.

Lowe y yo asentimos como saludo y lo sentí evaluándome, no muy sutilmente.

—Luca suertudo —dijo lentamente, acercándose—. Ella es un lobo... Supongo.

—Por supuesto —dijo Luca—. ¿Qué más podría ser?

Lowe se encogió de hombros. —Simplemente no la reconozco, eso es todo.

—No conoces a todas las personas en todo el mundo —Saltó Dalya, en mi auxilio. Había algo demasiado inteligente acerca de este niño.

—Cierto —Los ojos de Lowe permanecieron un momento más en mí antes de que se volvieran a estudiar la mesa—. ¿Qué hay para almorzar, Henora? Tengo hambre.

—Verduras asadas y lechuza estofada —dijo ella, agitando algo en una olla sobre la estufa. Palidecí. ¿Estofado de lechuza?

Luca me empujó suavemente. —Sabe a conejo —Susurró—. Si lo has probado.

Asentí. Lo había probado. No me había gustado mucho tampoco.

—La comida está lista —dijo Henora—. Tomen sus asientos.

Luca y yo estábamos sentados uno al lado del otro, mientras Lowe y Dalya riñeron momentáneamente sobre sus propios asientos.

—Quiero sentarme junto a Ulfred —Gimoteó ella.

—Muy bien, consentida —dijo Lowe bruscamente—. Lo que tú quieras. Otra vez.

—Lowe, —dijo Henora—, cuida tu temperamento. —Ella frunció el ceño en su dirección mientras él sacó su silla bruscamente.

—Es todo hombre —Me dijo ella, sin asomo de orgullo en su voz—. Con la impaciencia que eso conlleva, también.

—Mientras que Luca es más como una chica —dijo Dalya cruzada de brazos—. Digo eso de un modo agradable.

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—Bueno, gracias —dijo secamente Luca, pero miró muy cariñosamente a su hermana.

Un plato de algo pálido oculto bajo verduras, ennegrecidas, en salsa, fue colocado frente a mí.

—Se ve delicioso —Mentí, poniendo un poco de algo como pimienta sobre él. No había aún cubiertos por ningún lado en la mesa.

Henora le pasó platos a todo el mundo, poniendo sólo un montón de verduras en su propio plato.

—Tenemos que volver al médico pronto, Hen —dijo Ulfred, señalando su comida—. Estarás débil otra vez si nos quedamos sin suplemento.

—Oh no hagas un escándalo, querido —dijo Henora—. Estoy perfectamente bien.

—Henora toma un pro-suplemento —Explicó Luca—. Su recuento de sangre roja sufre porque a ella no le gusta la carne.

—No me comeré a mis hermanos y hermanas —dijo Henora firmemente—. Es por eso que voy a las cuevas que están bloqueadas en luna llena. —Levantó una ceja a su hijo mayor—. Ha sido así desde hace mucho tiempo antes de que nacieras, Luca... —Se volvió a mí—. Y ¿Comes carne, Jane?

—Uh… sí —dije, decidiendo no dar detalles. Sospechaba que la noción de matar y comer luego a un animal crudo era mucho más ajena a mí de lo que era para Henora.

Ella asintió, aceptando esto. —Soy un poco rara, lo reconozco, —suspiró—. Pero tengo principios muy fuertes en ese sentido. Y no cambiaré.

La mesa quedó en silencio. No hay duda de quién era el jefe de esta casa, pensé, sintiendo nostalgia por mi madre. Ella y Henora se llevarían de maravilla.

Ulfred agarró un trozo de carne con sus dedos y la desgarró, sus fuertes dientes trabajaron poco al masticar. Los otros, me di cuenta, comieron de una forma similar. Claro. Eran animales. Dalya se inclinó hacia adelante y sorbió la salsa en su plato desenfadadamente. Su larga lengua lamia como la de Bobby, en su plato de agua.

Mientras mis ojos viajaban alrededor de la mesa, me di cuenta, ruborizándome, de que Lowe me observaba con diversión. Cuando nuestros ojos se encontraron, él también tomó comida en su mano, atacando hambriento.

Cuando un gran pedazo de lechuza desapareció en su boca, limpió su barbilla ostentosamente con la parte posterior de su mano. Sus ojos nunca dejaron de verme.

Henora me miró, ansiosa. — ¿No te gusta tu comida, Jane? —Ella señaló a mi comida no tocada.

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—Por supuesto —Comprendiendo que años de modales en la mesa mortales tendría que ser perdonados, tomé un gran trozo de carne y lo puse todo en mi boca, masticando tan rápido como podía. Al menos, de esta manera, no tendría que saborear realmente la lechuza en su camino a mi estómago. Tomé un gran trago de agua y probé masticar la siguiente pieza de carne, con la esperanza de que mis dientes inadecuados no me hicieran quedar mal.

Resultó que comer como un animal era liberador. Si sólo pudiera librarme de la cara horrorizada de mi madre, sería una manera sensata de comer. Desgarrando la carne con los dientes, especialmente cuando está pegada a los huesos: significa que ni un solo bocado es desperdiciado. Mi madre aprobaría por lo menos esto.

—Espero que Luca te haya dicho sobre el inminente Gran Baile, Jane —Ulfred cambiando al tema, sirviéndose a sí mismo un vaso de agua—. Deberías venir… No creo que haya asistido un lobo del sur durante algún tiempo.

—No en años —Puntualizó Henora—. No desde que Tarn ofendió a Celeste en el último cuarto. —Ella me miró directamente—. Conoces a Tarn, por supuesto. El Patriarca del Sur —Suspiró—. Tiene un temperamento peor que el de Lowe.

Lowe abrió muchos sus ojos, simulando indignación.

—Y, como sabrás —Agregó Ulfred—. Celeste aborrece todas las formas de agresión.

—Oh sí —dije, entrelazando mi pie con el de Luca bajo la mesa. Íbamos rumbo a aguas profundas, en cuanto a conversación se trata, y ahora, en cualquier minuto se revelaría mi ignorancia mortal.

Pero Luca simplemente me dio una mirada serena en retorno.

—Bueno, Celeste es la reina —dijo sutilmente—. Algo así. Es su deber dar un buen ejemplo.

—Ella no hace un buen trabajo con su nieto —dijo Henora—. ¿Y dónde está ahora?

—Está encerrado, ¿No es así? —dijo Lowe—. Rafael fue encarcelado cuando causó aquel alboroto. Hace unos tres años, creo —Se volvió hacia mí—. Tuvo una rabieta porque la comida no era servida lo suficientemente rápido. Hizo destrozos por todo el palacio y rompió cada pieza de porcelana y vidrio que llegaba a sus manos...

Lowe claramente estaba disfrutando relatando la historia. Luca se veía un poco impaciente. —Y su gran-madre ordenó que fuera institucionalizado —Lowe terminó, tomando una enorme porción de carne y verduras—. Loco.

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—Y no hemos visto a su padre durante décadas —Henora suspiró—. La criada de Celeste es muy inescrutable al respecto, pero hay tan sólo demasiadas excusas que uno puede crear para un hombre que es supuestamente el Ejecutor Legal de la tierra.

¿Ejecutor Legal? Debe ser como un abogado o un juez o algo, pensé, masticando otro trozo de carne gris, dándome cuenta de que la lechuza era, de hecho, tan repugnante como el conejo.

—Escuché que se volvió loco también —Lowe dijo—. Los médicos no pudieron hacer nada por él —Miró alrededor de la mesa y se detuvo en mí—. Y eventualmente desapareció.

—Esos son sólo chismes —Ulfred miró a Lowe—. Conocí a Gabe, era un buen hombre. Es una tragedia si verdaderamente ha perdido el juicio.

Dalya nos estaba observando a todos nosotros con una embelesada expresión.

—Él murió —dijo en un susurro ronco—. Sé que puede ocurrir si…

—Por supuesto que no murió —Luca rodó sus ojos—. Nadie muere aquí.

Henora y Ulfred intercambiaron una mirada extraña.

— ¿Quien dijiste que era tu padre? —Lowe me preguntó, casualmente.

—Peto —Respondió Luca antes de que yo pudiera abrir mi boca—. Dirige una granja… prácticamente en medio de la naturaleza en Hallacre. Probablemente no lo conoces a él… O su familia.

— ¿Peto? —Lowe entrecerró sus ojos, pensando—. No, no creo que lo conozca. Debe ser tan antisocial como tú, Luca —Él me dio una sonrisa maliciosa—. Estoy asombrado de que mi hermano lograra entablar una conversación contigo, Jane. No es conocido por ser muy elocuente.

Lowe era un poco desagradable, pensé protectoramente.

—Tal vez él no siente que haya mucha gente con la que valga la pena hablar. —Miré al chico audazmente sobre el borde de mi taza.

Ulfred pasó su mirada de Luca a su hermano y entonces soltó una carcajada.

—Ahora, niños —dijo , entonces, guiñándome un ojo—. Compórtense.

—No le prestes atención a Lowe —dijo Henora—. Le gusta provocar problemas, —golpeó suavemente a su hijo menor en la cabeza—. Y realmente ama a su hermano.

Sonreí, pero la tensión entre Luca y su hermano no me había pasado desapercibida.

Dalya no era la única problemática en esta familia.

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Después del almuerzo Henora nos ordenó a todos ir al jardín mientras hacía té de menta fresca. —Excelente para la digestión —dijo , tomando un puñado de menta de unas flores por la puerta de atrás y volviendo dentro. Ulfred murmuró algo acerca de ir a visitar a un anciano vecino y desapareció.

El jardín era del tamaño de un vasto campo. Tres caballos deambulando en un extremo. Reconocí uno: Sabre, de la vez anterior. Dalya salió corriendo inmediatamente para verlo, mientras que Luca y yo nos instalamos bajo un árbol grande de cedro, donde una mesa de madera sencilla y dos bancos estaban colocados. Lowe guardó su distancia, lanzando una bola en el aire y atrapándola, en ocasiones echaba un vistazo en nuestra dirección.

Mirando la parte trasera de la casa me di cuenta de que era enorme y antigua. Se parecía a los antiguos dibujos de casas medievales que había visto en libros de texto de historia. Y el jardín tenía un sentimiento de vieja usanza, el césped mullido y los arriates ornamentados. Parecía incongruente que este fuera un lugar ocupado y atendido por lo que en realidad eran… animales. Todo era tan correcto.

Luca tomó mi mano, la cual, yo había puesto sobre la mesa. Como siempre, con él, sentí una especie de hipnótica satisfacción. Perezosamente… giré mi cabeza.

—Muchas gracias —dijo —. Espero que esto no sea mucho suplicio.

—Es… una experiencia —dije cuidadosamente—. Pero me agradan tus padres. Han sido muy acogedores... —Hice una pausa—. Dios sabe lo que piensan de mí.

— ¿Dios sabe? —Luca lucía confuso—. Ustedes los mortales y sus dioses.

—Es sólo una expresión, —dije—. Todo el mundo la dice —Me senté—. De todas formas, ustedes deben creer en Dios. Tienen Ángeles gobernándolos.

—Ah —Rascó su cabeza—. Pero simbolizan el orden y la moral. ¿Quién sabe si hay un Todopoderoso que los gobierna a ellos?

—Estoy totalmente confundida —dije y vi sus labios moverse—. ¿Quieres decir que personalmente no crees en un Dios?

—No sé. Creo en algo más allá de nosotros mismos, algo intangible físicamente. Sí. Pero no le he dado un nombre.

Pensé durante un minuto. —Supongo que es muy parecido a lo que yo pienso, también —dije finalmente—. Incluso ahora más.

Nos sonreímos. —Ves, —dijo Luca—. Somos una pareja hecha en el cielo.

Rodé mis ojos con su juego de palabras, pero me sentí feliz y cerca de él, estaba bien de alguna manera.

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— ¿Crees que creen que soy de verdad? —dije, entonces—. ¿Tus padres?

Luca rascó la mesa de madera. —Creo que están dispuestos para pensar bien de todo el mundo —Contestó—. Son expertos en dar el beneficio de la duda.

Fruncí el ceño. —Pero creo que parezco demasiado extraña. Mi cara es demasiado redonda... ¡Mis ojos son de color gris!

El rió —En cuanto a eso, son de una mente muy abierta, también. Al igual que mortales, los hombres lobo son capaces de tener anomalías genéticas. Es cierto, tenemos la cara más larga, y mandíbulas más grandes y los ojos son generalmente de una variante del café, no azul, pero creo que sólo una cosa les ha resultado verdaderamente inusual.

Mi respiración se aceleró. — ¿Mi ignorancia?

—No —Dio un golpe a mi mano, casi tímidamente.

—Algo demasiado bonita.

Me sentí muy agradecida por la sombras proyectadas por la hojas que suspendían del cedro.

Nunca me había sentido bonita o hermosa. Ni siquiera algo parecido. Yo no era rubia y con curvas y vivaz. No sabía nada de moda. Sacudí la cabeza.

El sonido de Dalya gritando a Lowe nos hizo voltear hacia el fondo del jardín para ver su lucha con él por su caballo, Sabre.

— ¡Déjalo, Lowe! —Ella gimió—. Lo agitas mucho.

Lowe golpeó fuertemente al caballo en su parte trasera y este salió disparado al otro lado. Se burló triunfalmente de su hermana. —Tú mimas mucho a ese animal. No es una mascota.

Dalya golpeó el piso con su pie y profirió un fuerte sollozo. Se giró sobre sus talones y marchó hacia la casa, dejando a Lowe sonriendo abiertamente tras ella. Dejó de hacerlo cuando se dio cuenta que estábamos viendo y su expresión se volvió más oscura. Dirigiéndonos una mirada acida, arrancó una rosa del arbusto en el lecho junto a él y le quitó los pétalos.

—Hoy no está en su mejor momento —dijo Luca, frunciendo el ceño —. Pero no es un chico malo.

—Hmmm —Me sentí insegura por agresión de Lowe—. No quisiera estar sola con él en luna llena.

Luca se rió. —Es como Henora —Continuó, mientras Lowe esparcía los pétalos sobre la hierba—. Aferrados a sus ideas y tradicionales. Lo que podrías llamar patriótico.

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—O un chico con demasiada testosterona —dije, sin pensar. Viendo la ceja elevada de Luca—. Quiero decir…

Pero Luca se rio de mi mientras yo fracasaba.

—Probablemente tienes razón —dijo —. Es "todo hombre."

Henora apareció, llevando una bandeja con tazas de vidrio y una especie de tetera transparente llena de agua verdosa caliente. Lo colocó sobre la mesa y se sentó en el banquillo frente a nosotros.

—Gracias por su hospitalidad —Le dije, mientras ella vertía el té en las tazas—. Tiene una hermosa casa.

Henora nos sonrió a ambos. —Estoy tan contenta de conocer a una amiga de Luca —dijo —. Estábamos comenzando a desesperarnos…

—Madre —Luca le advirtió. Tomó un sorbo de su té—. Sabes que elijo cuidadosamente mis amigos.

—Sí —Ella se recargó—. Y te admiro por ello. Me alegra verte feliz, eso es todo.

Luca siguió sorbiendo su té, mirando al frente.

— ¿Así que, vendrás al baile? —Henora me preguntó, bajando su vaso—. ¿Como invitada de Luca?

—Yo… —Volteé a ver a Luca—. Me gustaría, sí.

—Excelente —Ella me dio una sonrisa de oreja a oreja—. Es un evento interesante. Uno tiene que estar en guardia gran parte del tiempo... Hay elementos de nuestra sociedad que podrían causar problemas, si tienen la mitad de oportunidad. Pero en general la mayoría de las personas se comportan.

Asentí.

—Yo cuidaré de Jane —dijo Luca seriamente—. Estará bien.

Lowe caminó a la mesa, tomando una taza y vaciándola en segundos. Lo devolvió bruscamente a la mesa.

—Necesito volver al palacio —dijo a su madre—. Cadmio quiere que trabaje dentro de este por la tarde.

—Por supuesto —dijo Henora.

—Te acompaño más tarde —Luca dijo a su hermano—. Voy a ver qué Jane vuelva a casa y luego iré a ayudar.

Lowe se encogió de hombros, volteándose para verme de frente. —Gusto en conocerte, Jane —dijo —. Espero verte en el Gran Baile.

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—Sí —Estaba desconcertada por su manera, ahora, amigable—. Nos vemos en el baile.

Lowe se inclinó hacia adelante, para besar mi mejilla. Cuando su boca se acerco, mi respiración quedó atorada en mi garganta cuando le escuché susurrar. —Estaré vigilando —Luego en un instante se estaba enderezando como si nunca hubiera hablado, pero sus ojos perforaban los míos. Desvié la mirada, mi corazón estaba latiendo tan fuerte que estaba segura de que los otros podían escuchar.

Con una inclinación a su madre, Lowe se dio la vuelta y se dirigió hacia la casa.

Tuve una sensación de fría intranquila, acerca del hermano menor de Luca.

—Mejor me voy pronto —Miré a Luca y a Henora—. Mi padre me necesita de vuelta para ayudar.

—Por supuesto, —dijo Henora—. Te agradecemos que nos hayas visitado. Da nuestros saludos a tu familia... —Ella asintió a Luca—. Luca verá que vayas segura.

Luca y yo nos deslizamos fuera de la casa, con una hiperactiva Dalya siguiéndonos por el camino pedregoso más allá de la puerta de glicinias.

—No diré nada —dijo a Luca—. Lo prometo.

—Será mejor que no lo hagas —dijo firmemente—. Sabes lo que podría suceder si lo haces.

Ella parecía solemne. —Puedes confiar en mí, hermano —Se volvió a mí—. Adiós, Jane. Buena suerte.

La vimos deslizarse a través de la puerta, antes de que comenzáramos, penosamente, a recorrer el camino por el campo de cultivo, hasta la Ruta del Agua.

—No estoy segura de que Lowe sea tan digno de confianza —dije mientras caminamos—. Sospecha de mí.

Luca sacudió su cabeza. —Está tanteando el terreno —dijo —. Es temperamental e impetuoso, y puede llegar a ser abrasivo. Pero él es leal. Creo —Miró hacia el suelo cuando habló, su cara se ensombreció—. Pero tal vez fue tonto de mi parte, traerte aquí. No pensé... Lowe es acido, es cierto.

—Me dijo algo —Entrelacé mi brazo con el de Luca—. Cuando se despidió, dijo que me estaría vigilando.

—Estoy seguro de que no hay nada por qué estar ansioso —Luca alcanzó mis dedos con su mano libre—. Pero tal vez debí haber sido más cuidadoso.

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Nos estábamos acercando a la Ruta del Agua y ya se podía escuchar el sonido del río.

—Te veré de nuevo pronto —dijo Luca—. Necesitamos hacer los preparativos… para el Gran Baile.

— ¿Estamos siendo unos tontos? —dije, sorprendiéndome a mí misma. El comportamiento de su hermano menor me había intranquilizado.

—Tal vez —Suspiró—. Pero no dejaré de estar a tu lado en toda la tarde. Estarás segura conmigo.

—Lo sé —Sonreí mientras entrecerraba los ojos ante la fuerte luz del sol.

Nos detuvimos silenciosamente y, aunque quería ir casa, me sentía renuente a dejarlo a él.

—Ve, entonces —dijo Luca—. Devuelta con tu novio —Aunque él sonrió, hubo una tristeza en sus ojos verdes y vacilé, esperando de alguna manera serenarlo.

Pero no dije nada.

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Capítulo 12 Traducido por Andrea

o puedo dormir por la noche, y cuando lo hago, sueño contigo. En mis sueños es todo tan simple. Tú y yo estamos juntos, todo va a estar bien. Fácil. Pero cuando estoy despierta el peso de todo lo que pasa entre nosotros y todo lo que nos divide, yace pesadamente sobre mí. Mi madre está casi totalmente

recuperada, pero es frágil. Su tratamiento la ha debilitado más que la enfermedad. Me necesita. Y no puedo dejarla. Pero el pensamiento de no verte nunca más, bueno, es impensable. He intentado ir a ti, pero no ocurre. Lo he deseado con todo mí ser, pero me has detenido. Sólo escribiendo esto que puedo conectarme contigo. Sé que estoy siendo injusta. Desearía no tener que elegir.

Cerré el libro, mi corazón se sentía pesado, preocupado por algo. ¿Qué fue de ella? Me pregunté, ¿Quién era el autor de este diario? ¿Qué pasó con el chico que amaba?

Yo estaba sentada en el asiento de la ventana de la oficina de papá leyendo, mirando al invierno que parecía estar permanentemente en nuestra puerta. La casa estaba vacía de nuevo. Mis padres habían ido a recoger a Dot de una pijamada al otro lado de la ciudad. Levantándome con el libro bajo el brazo, vagué por la cocina y abrí la nevera.

Estaba a medio camino de hacerme un sándwich cuando un golpe en la puerta de atrás me asustó. Nadie viene aquí sin avisar primero. No podía ser Luca: Estaba lejos con su familia. Tomé el cuchillo de pan y me dirigí a la puerta con cautela.

— ¿Quién es? —dije lentamente.

—Soy Evan —Su voz era baja, sumisa.

Bajé mi mirada hacia el cuchillo de pan, reteniéndolo detrás de mi espalda y volteado el pestillo en la puerta para abrirla.

La nieve caía en su pelo rubio desaliñado y en su abrigo gris.

—Hola —dijo , frotando sus manos juntas en sus guantes. Dio un paso hacia adelante.

—Sé que no quieres verme. Y comprendo cómo debes de sentirte acerca de mí viviendo con… Pero quiero explicarte... —Sonrió con humor—. ¿Crees que podría entrar por un momento?

Mordí mis labios, pero abrí más la puerta. Evan se veía y sonaba adorable. Dio un paso provisional dentro, quitándose la nieve de su cabello.

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Dándome cuenta de que aun sostenía el cuchillo, dejé caer mi mano. Los ojos de Evan se ampliaron cuando lo vieron.

—Whoah. Realmente no quiero sacar tu lado equivocado, Jonas —dijo , captando mi mirada, sonriendo. Con sus dientes perfectos y su boca perfecta. Formando pequeñas líneas en las esquinas de sus ojos.

—Lo tenía en la mano —dije tontamente—. Cuando tocaste… No iba a…

— ¿Atacarme? —dijo , sonriendo aún—. Lo sé.

Levanté la mano con el cuchillo. —Voy a dejar esto —dije, dándome vuelta hacia la cocina—. Entra.

Evan me siguió a la cocina. Empujé la tabla con la mitad de mi sándwich a la parte de atrás de la barra y coloqué el cuchillo en el fregadero.

—Voy a preparar un poco de té —dije, dándole la espalda—. Toma asiento.

Mientras llenaba la tetera pude sentir sus ojos sobre mí. Una vez que la había encendido, dejé caer un par de bolsitas de té en ella, me giré y llevé una silla junto a él.

Evan todavía tenía su abrigo puesto, la lana gris hacia que sus ojos se vieran más azules que nunca y su cabello estaba perfectamente desaliñado. Puso sus manos, aún bronceadas, sobre la mesa y me miró fijamente.

—Hablé con Sarah —dijo finalmente—. Acerca de lo que hizo.

Sentí un golpe familiar en mi estómago.

—Oh Dios —Me desplomé en mi asiento—. Sólo puedo imaginar lo que dijo sobre mí —Lo miré furiosa—. Es venenosa.

—Ella ha madurado un poco —dijo seriamente—. Dijo que se siente realmente mal.

—Hmmm —Mordí mis labios—. Lo creeré cuando lo vea

—Bien, tal vez deberías hacerlo —dijo entonces.

— ¿Debería hacer qué? —Me senté ligeramente, entrecerrando los ojos.

— ¿Verla? —Pasó su mano por la mesa.

—Si alguna vez la veo de nuevo sería demasiado pronto —dije firmemente—. No lo entiendes, Evan —Alcé mis manos—. ¿Cómo podrías? Apuesto que siempre has sido perfecto.

Esperó un segundo antes de responder. —Así que, ¿Me has conocido toda mi vida? ¿Sabes todo acerca de mí?

—No... —Comencé, nerviosa—. Por supuesto que no. Pero mírate. No tienes ningún punto débil. Eres intocable.

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Una expresión extraña cruzó su por cara pero él no apartó su mirada.

—Nadie es intocable —Su voz era tranquila—. Yo no, eso es seguro —Vi cómo sus ojos vagaron alrededor de la cocina, deteniéndose sobre una fotografía familiar, mamá la había colocado en el alféizar. Una, mucho más joven yo, con pelo rizado corto. Mi papá, con más pelo y mi madre, sonriendo y mirando hacia abajo a la bebe Dot. Sus ojos permanecieron en ella por un tiempo y tragué. La familia de Evan estaba rota. Dispersa. Y aquí estaba yo, intentando separarlo de los pocos familiares que tenía. Froté mis manos, de alguna manera, sentí culpa.

Evan retiró su mirada de la fotografía y su rostro se suavizó. —Pero no es eso. No es acerca del pasado. Es sobre el futuro. Nunca me he sentido de esta manera por alguna chica antes. Te quiero en mi vida, Jane. No puedo soportar la idea de que esto ha… terminado —Sostuvo mi mirada—. Y para bien o para mal, Sarah está en mi vida también. Si ella te pide disculpas, realmente disculparse, ¿Considerarías la posibilidad de ser mi novia?

¿Podría considerar ser novia de Evan? Casi me reí en voz alta. En lugar de eso, mantuve mi expresión inmutable.

—No puedo imaginar ser amiga de Sarah —dije—. Después de todo lo que hizo...

—Sé que es pedir mucho —Soltó y entrelazó sus dedos con los míos. No los retire. ¿Cómo podría?

—No lo sé —Sacudí mi cabeza—. Tú no la conoces tan bien como yo.

Evan apretó mi mano, su pulgar suavemente masajeaba el mío. —Vale la pena intentarlo —dijo —. ¿Por nosotros?

Sonreí entonces, pero rodé mis ojos. —Eres bueno en esto, ¿Verdad? —dije—. ¿Conseguir lo que quieres?

Él me acercó un poco más a él, levantando una mano para quitar el cabello de mi cara.

—Simplemente no puedo alejarme de esto —Susurró, sus labios cada vez más cerca de los míos—. De ti.

Y sentí como mi determinación se derretía mientras miraba esos ojos, esos pómulos y las pocas pecas esparcidas en su bronceada nariz. Cuando nuestras bocas se unieron y sentí la suavidad de sus labios en los míos, yo sabía que quería hacerlo feliz. Nos besamos con ternura y lentitud, antes de forzarme a mi misma a apartarme.

—Está bien —dije, suavemente—. Pero todavía no. No estoy lista todavía.

—Genial. Como tú quieras.

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—Todo quedó en el pasado, supongo —dije, más alegremente de lo que me sentía—. Tengo que dejarlo atrás.

Sonrió y me acercó para abrazarme.

—Eres una chica valiente.

—No soy valiente. Me siento simplemente como... dejando que las cosas pasen.

—Aún mejor —dijo , juguetonamente, presionando sus labios en mi mejilla.

Pensé en Sarah mientras veía la televisión con mi papá y Dot, que estaba tendida a lo largo del sofá, acurrucada junto a él. Traté de racionalizar lo que ella había hecho. ¿Era sólo una inofensiva cosa de colegialas? ¿Era ella mayor y más prudente... y más amable ahora? La perspectiva de verla, hablar con ella, normalmente, era inimaginable. Pero tal vez dejaría todo en paz. Y nos daría a Evan y a mí una oportunidad.

Miré la pantalla, no viendo lo que estaba pasando frente a mí. No podía creer que ella hubiera cambiado. No realmente. Y tomaría cada gramo de mi columna vertebral darle una oportunidad

Mamá entró con una pila de planchado. Lo volcó en un sillón y se dejó caer pesadamente junto a mí en el extremo del sofá.

— ¿Te reconciliaste con Evan, entonces? —dijo tranquilamente, tocando mi rodilla.

—Algo así —Me senté sobre mis piernas.

— ¿Por qué se pelearon? Parece un chico tan bueno.

—Lo es —Dudé—. Pero su hermana no lo es.

Mi mamá frunció el ceño. — ¿Quién es su hermana?

—Sarah. Sarah Emerson.

— ¿Estás bromeando? —Mi madre dijo en voz alta, causando que Dot nos mirara, con curiosidad—. Bien, puedo ver por qué estabas furiosa al respecto —Sacudió su cabeza—. ¿Esa niña tonta y rencorosa, es hermana de Evan?

—Hermanastra, de hecho... Y Evan piensa que ha cambiado. Que realmente esta arrepentida, al parecer… —Suspiré—. Ella quiere disculparse.

Mi madre levantó una ceja. — ¿Y qué piensas? ¿Qué vas a hacer?

Titubeé. —Creo que... Creo que voy a dejar que se disculpe —dije entonces, con una pequeña sonrisa en mi cara.

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Mamá frotó mi rodilla. —Eso es muy grande de tu parte, cariño. No estoy segura de que yo sería tan indulgente. Pero, de nuevo... Evan podría valer la pena.

—Sí —dije, mirando hacia la televisión—. Creo que él podría.

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Capítulo 13 Traducido por Mery St. Clair

abio estaba vacío, salvo por la familiar figura sentada en un taburete de la barra. Mi corazón dejó de latir habitualmente mientras me acercaba a Evan.

No lo había visto desde que él vino a hablar conmigo una semana atrás. No me había sentido lista. Había tantas cosos sobre que pensar. No sólo sobre Sarah, sobre él. Todo parecía tan intenso de repente. Y luego estaba Luca… eso era intenso, también. En una manera diferente. Había pasado mucho tiempo afuera paseando el perro, estudiando detenidamente el cuaderno la misteriosa chica. Página tras página era una angustia. Quien fuera que ella amó sólo desapareció y la pérdida estaba cerca de matarla. Me asusté. Estar tan atada a alguien, y que ellos simplemente desaparezcan… Cerré el libro apartándolo en mi cajón, incapaz de leer más. No me había ayudado mucho, sólo me hizo sentir más aprensiva. ¿En qué me estaba metiendo?

Debería realmente dejarlo a un lado, supongo.

Evan se giró intuitivamente mientras me acerqué detrás de él.

—Hola, extraña —Él deslizó un brazo alrededor de mi cintura y sus labios rozaron mi mejilla—. ¿Qué te sirvo?

—Una coca-cola, por favor —Subí al taburete al lado de él, corriendo mis ojos sobre sus vaqueros negros.

Él se quitó su chaqueta de mezclilla y la puso en el respaldo del taburete, y fue difícil no notar sus musculosos, bronceados brazos mientras él agitaba su mano hacía Eileen.

—Una Coca-Cola para la dama —dijo , mientras Eileen se acercaba a nosotros—. Y otro té helado, por favor.

—Vienen en camino —Eileen le sonrió y comenzó a buscar nuestras bebidas—. ¿Qué harán ustedes dos para hoy?

Evan me miró. — ¿Quieres dar un paseo?

Asentí. —Pero a algún lugar seguro. Te he dicho lo patosa que soy.

—Exageras. Apuesto que tú eres natural —dijo , sonriendo.

Eileen colocó nuestras bebidas en la mesa y tomé un trago de Coca-Cola directamente de la botella.

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—Te extrañé. Pensé que, después de que te vi…

—Lo sé —Bajé mi mirada hacía mi Coca-Cola—. Sólo necesito algo de tiempo para pensar.

—Entiendo —Pero escuché un ligero borde en su voz, un poco a la defensiva. Por alguna razón sentí la necesidad de explicarme, pero, ¿Qué podría decir?

—Algunas veces sólo necesito ser yo misma —Miré hacia Evan ahora—. Debes saber que se siente.

—Claro —Él tomó su té y bebió algo más, pero pareció un poco tenso aún.

— ¿Evan? —dije en voz baja—. Esta es la manera en que soy.

—Y es exactamente lo que me gusta de ti —Sonrió apropiadamente hacia mí entonces, y me sentí a mí misma relajar.

—Así que —dije—. ¿A dónde iremos?

Evan fue paciente conmigo mientras yo traté de conducir su auto a lo largo de un campo de entrenamiento abandonado. Estábamos a kilómetros de casa, en un lugar que él había investigado previamente. Después de diez minutos me di por vencida, ya que el auto saltaba y se estancaba bajo mi control.

— ¿En otra ocasión? —Le pregunté, desabrochando mi cinturón de seguridad.

Evan negó con su cabeza, pero cambiamos asientos y me relajé ahora que estaba a salvo en el asiento del pasajero. Evan condujo en un círculo y luego detuvo el auto.

—El ejército usualmente utiliza este lugar —dijo . A la izquierda de nosotros una hilera de pequeñas casas estaban abandonadas y horripilantes. Alcancé a ver maquinaria de algún tipo, oxidándose en el interior.

—Es un poco escalofriante —dije—. ¿Cómo lo encontraste?

—Papá me habló sobre él —Evan bajó la ventanilla y el aire helado cortó mis mejillas.

—Él estaba en el servicio… camino de regreso. Esta fue la razón de que él se mudara aquí, de hecho.

— ¿Viviste aquí, entonces? —pregunté—. Quiero decir, en Bale… ¿Viniste con tu papá?

Evan negó con su cabeza. —No… ellos ya habían terminado para entonces. Mis padres. Él vino aquí solo. Dijo que lo entrenaron en este lugar. Como una clase de cuartel salvaje o algo.

Desde afuera del silencio llego un ladrido penetrante, más como un aullido, realmente. Presioné mi cara contra mi ventana y por un segundo o dos pensé que Luca venía saltando hacia a mí. Tragué saliva. El sonido se detuvo abruptamente.

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— ¿Fue eso un lobo? —Me volví a Evan.

Su rostro se ensombreció. — ¿Un qué?

—Un lobo —gesticulé hacia a fuera—. ¿No lo escuchaste?

Evan se encogió de hombros. —No escuché nada —una lenta sonrisa se deslizó en su cara—. ¿Tienes miedo, Jane?

Lo miré fijamente. Él estaba aún sonriendo, pero había una severidad en sus ojos. Era difícil verlo en la débil luz, sin embargo. ¿Quizás lo estaba imaginando?

—Por supuesto que no —Lo encaré—. No me asusto fácilmente.

—Bueno. No quería hacer esto.

Asentí, pero no estaba mirándolo, estaba mirando su reflejo en mi ventana del pasajero.

Él miraba fijamente la parte de atrás de mi cuello. Sentí una punzada de incomodidad.

Pasé de regreso a ver su rostro, amable, con las pequeñas arrugas alrededor de sus ojos azules.

Me relajé otra vez.

Evan frotó mi pierna y envió un hormigueo a través de mí. Esta vez, lo disfruté. Bajé la mirada a su fuerte mano morena, no quería que él la apartara. Me removí y encontré sus ojos.

— ¿Estás bien? —dijo en voz baja. Luego se inclinó y puso una mano en mi muslo, tirando de mí hacia él. Miré su suave, entre abierta boca y puse mis manos en ambos lados de su cara. Nos besamos y sentí mi cuerpo entero responderle a él. Mientras subían a mi cintura, sentí sus dedos tocando la piel allí, y noté que le dejaba hacer lo que sea que él quisiera.

Si yo no tenía cuidado…

Lo aparté, respirando con dificultad. —No aún —dije—. No en este lugar.

Evan parecía hambriento y me dio un fuerte beso al final antes de sentarse de regreso y poner su mano en la llave de contacto.

—Chica mala —dijo , pero vi su sonrisa.

— ¿Habrá una lección más para hoy? —Pregunté tímidamente, envolviendo mis brazos alrededor de mi cuerpo—. Porque me gustaría irme de aquí… si eso está bien.

Evan puso en marcha el motor y condujimos sin problemas fuera del campo. A medida que nos acercábamos hacia la salida, una línea de cuervos se detuvieron en la valla, graznando con ansiedad hacia el auto. Mientras Evan salía del camino uno

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de ellos repentinamente voló a nosotros, gritando amenazadoramente cerca de su ventana.

Evan no se inmutó, aunque el ave era bastante aterradora. De cerca, sus ojos estaban pequeños y brillantes sobre él.

—Cierra la ventana —dije, alarmada—. ¡Te sacará los ojos!

—No me hará daño —El tono de Evan era seguro, y pensé que debería encontrarlo reconfortante, me sentía casi asfixiada por el ruido.

— ¡Evan, por favor! —Alargué mi brazo pasando sobre él y presioné el botón para cerrar la ventana.

Cuando me senté de nuevo en mi asiento, él me miró, burlón.

—Necesitas perderle el miedo —dijo riéndose—. Hay cosas más peligrosas que cuervos allí afuera en el malvado mundo feroz.

A pesar de que él apretó mi mano para tranquilizarme, sentí un escalofrío viajar por mi columna vertebral.

—He estado pensando —dijo Evan, mientras nos dirigíamos de regreso al camino en Bale—. Podría quedarme un poco más de tiempo.

— ¿De verdad? Quiero decir, ¿Por el verano?

—Quizás —Encendió en indicador para girar a la derecha—. ¿Te adaptarías, mi dama?

Fingí encogerme de hombros. —No es importante para mí.

—Eres dura —Él rió—. Sé que no quisiste decir eso.

—Supongo que sería divertido —Froté la ventana empañada—. Acabamos de conocernos el uno al otro. Sería una pena que te fueras.

—Tomaré eso como tu entusiasmo sin límites. Me gusta cómo te subestimas.

— ¿Quieres decir que soy grosera? —dije secamente.

—No. No grosera. Es un poco sexy, de hecho. Las chicas con tan ―alzadas‖ todo el tiempo. Falsas. ¿Sabes lo qué quiero decir?

Asentí. —No hay peligro conmigo.

Evan sonrió, entonces cerró sus ojos un poco, como si estuviera pensando algo, entonces bajó la velocidad. — ¿Puedo pedirte algo? —preguntó entonces, girándose para mirarme—. Y si no te gusta la idea, entonces está bien.

— ¿Qué?

— ¿Has considerado encontrarte con Sarah? —dijo .

Aparté mis ojos lejos de él —Te dije que yo…

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—Quiero decir hoy. Ella quiere hacerlo.

—Correcto —Miré abajo a mis manos, sintiéndome acorralada—. ¿Tiene que ser hoy?

—No —estacionó afuera de Fabio otra vez—. Pero ella está esperando, aquí dentro —Él señaló hacia el café.

—Oh, Dios mío —tragué saliva—. No estoy lista.

—Está bien —dijo Evan. Él quitó una mano del volante y tomó la mía—. Puedes irte en el momento que quieras.

Respiré a fondo. —De acuerdo. Pero no va a funcionar.

—Solo dale una oportunidad —Evan se inclinó y me besó en la mejilla.

Por un momento estuve de pie en la puerta, mis ojos buscando alrededor de la habitación hasta que se posaron en la parte de atrás de su cabeza rubia. Cabello lacio, grueso y brillante, perfecto como de costumbre. Sentí el miedo expandiéndose dentro de mí. Una vez más estaba aquí otra vez. Sentada de espaldas a ella en el salón de clases, escuchando su susurro en voz alta para Mariella, enfatizando esa horrorosa palabra. Vaca fea. ¿Qué diablos está vistiendo? La voz de Sarah era ronca, recordé eso.

Tomé una respiración profunda, atrapando la atención de Eileen.

Ella sonrió, pero su mirada parpadeó hacia donde estaba sentada Sarah, en una banqueta junto a la ventana, y frunció el ceño. Eileen era una de las pocas personas que sabían lo que había ocurrido. Gracias a la gran boca de Dot, por supuesto. Pero estaba agradecida por su mirada protectora mientras caminé lentamente hacia Sarah. Al llegar a su lado, ella se giró cuidadosamente y sus ojos se posaron sobre mí. Contuve mis nervios.

—Hola —dije, torpemente.

—Jane —su voz ronca era más suave de lo que recordaba. Menos arrogante—. Me alegro que hayas venido.

No dije nada, pero me moví para sentarme en el banco frente a ella. Me encogí de hombros al quitarme mi abrigo, manteniendo mi mirada baja un poco.

Sarah estaba bebiendo un café latte en un vaso de vidrio grande, tiró de él hacia ella y tomó un sorbo.

— ¿Cómo va la escuela en casa? —preguntó ella, pero sin su sarcasmo habitual—. Mucho mejor que la clase de matemáticas de la Sra. Parkinson, apuesto.

Le di una pequeña sonrisa. —Es diferente, sí —Jugueteé con la flor artificial colocada en un pequeño lugar en el centro de la mesa.

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—Jane, realmente lo siento —dijo Sarah vacilando—. Sobre todo lo que hice —Ella se dejó caer en su asiento un poco—. Era un monstruo.

Fruncí el ceño ligeramente. Nunca pensé que escucharía a Sarah aplicar ese término en sí misma. Me pareció tan extraño que saliera de su perfecta boca rosada.

Ella había dicho cosas mucho peores, por supuesto.

—Sí. Bueno… —No sabía cómo responder.

Pero quizás una parte de mí no quería hacerlo demasiado fácil para ella. Después de cómo me había hecho sentir durante tanto tiempo.

—Pensé mucho en eso —continuó—. Después de que te fueras, bueno, comencé a notar cómo todos en la escuela me veían. Se alejaron de mí. Como si estuviera contaminada. —Levantó su rostro con una perfecta expresión de remordimiento—. Todo el mundo me odiaba.

Esos grandes, ojos de bebé azules se veían tan lastimados. Sentí algo así como bilis subiendo por mi estómago.

No, ellos me odiaban a mí. Tú hiciste que me odiaran.

Monstruo.

Sin embargo, Sarah no era consciente de mi dilema interno.

—Me dije a mí misma que me gustaría hacer las paces contigo. Pero sabía que nunca querrías verme. Cuando Evan me dijo que él te estaba viendo… —negó con su cabeza—. Sentí que era una señal.

— ¿Una señal?

—Sí. Era hora de hablar.

Mordí el interior de mi boca. Hora de hablar.

—Sólo olvidémoslo —dije, a la ligera—. Acepto tus disculpas.

— ¿En serio? —Los ojos de Sarah se agrandaron, inocentes y agradecidos—. ¿Así nada más?

Me encogí de hombros, ansiosa por irme. No iba a escuchar nada que pudiera creerle. No tenía sentido quedarme. —Claro. Todo está en el pasado.

—Jane, estás… —Sarah deslizó su delgada muñeca sobre la mesa, cogiendo mi mano, pero yo no me moví—. Eres muy linda. No te culpo si me guardas rencor para siempre por lo que te hice.

Ella suspiró, retirando su mano.

—No te preocupes por eso —Comencé a ponerme mi abrigo nuevamente—. La vida es demasiada corta.

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Su expresión se hizo brumosa y confusa por un segundo, antes de que la familiar sonrisa con todos los dientes apareciera.

—Tienes tanta razón —susurró, recogiendo su bolso y mirando por la ventana—. ¿Afuera está Evan? ¿Pueden darme un aventón a casa?

—Claro —mientras ella se giraba para tomar su suéter rodé mis ojos, asegurándome de no tener esa misma expresión cuando ella se dio la vuelta otra vez.

Eileen me guiñó un ojo mientras nosotras salíamos, Sarah en el frente. Le di una sonrisa irónica de regreso.

— ¡Hola! —Sarah saludó emocionada a Evan, quien estaba afuera en el auto. Ella corrió al asiento del pasajero.

—Sabes qué, voy a irme caminando —dije, inclinándome para hablar con Evan a través de la ventana—. Sería bueno hacer un poco de ejercicio.

Sentándose en el asiento delantero, Sarah se estiró hasta la ventana, una sonrisa de gato estaba en su rostro.

—Fue tan grandioso hablar. Espero que podamos ser amigas.

Asentí, absteniéndome de una respuesta civilizada. Sarah y yo no podríamos ser enemigas, pero nunca seríamos amigas.

—Hablaré contigo mañana —dijo Evan, con voz melosa—. Gracias, Jane —Hizo un gesto sutil en el lado de la cabeza de su hermanastra. Ella estaba inclinada, buscando algo dentro de su bolsa.

—Por supuesto.

Me alejé de la esquina y me quedé mirándolos un poco mientras se marchaban. Vi a Sarah inclinarse cerca de Evan mientras él conducía, como si el susurrara en su oído, y su cabeza se movió hacia ella, formando una figura oscura. Mi estómago se apretó por su cercanía.

Una chica que él apenas conoce.

Por supuesto, Evan es así, me dije a mí misma, dando la vuelta. Él es amigable y cálido. Es su manera.

Pero estaba congelándome mientras caminaba a casa. Un tipo de escalofriante confusión se aferraba a mí.

Había hecho lo correcto. Así que, ¿Por qué me sentía tan mal?

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Capítulo 14 Traducido por Mery St. Clair

o estás concentrada —Las cejas de mi madre se juntaron mientras ambas estábamos sentadas en frente del monitor de la computadora. Ella cerró la ventana que ilustraba el linaje de los Tudor y me estudió—. Quizás un novio no es una buena idea después de todo.

—Sólo estoy cansada —dije, malhumorada. No había dormido bien durante varios días. No había soñado con nada.

—Bueno, al menos no vas como sonámbula —suspiró y puso la tapa en su pluma—. Esa etapa ha terminado, gracias a Dios.

Gruñí, pensando en cómo lo extraño, de cierto modo. Extrañaba a Luca.

— ¿Qué es? —Mamá se inclinó más cerca, su mano se posó sobre la mía—. Pensé que todo iba bien con Sarah.

—Sí, va bien —Arrugué la nariz—. Eso fue como ponerle final a algo… después de todo esto.

— ¿Y ahora te sientes decepcionada? —Apretó mi mano—. Ahora que te has librado de ese peso.

—Quizás. Supongo que fue un poco decepcionante.

— ¿Qué querías? ¿Una pelea de gatos?

—No… —Miré inquieta hacia la cocina.

—Pero esto fue demasiado fácil.

—Bueno, estuvo bien —Mamá soltó mi mano y comenzó a recoger las plumas y libros—. El drama no es bueno. Créeme.

Ella apretó sus labios y me pregunté a qué tipo de drama se refería.

—Mamá, ¿Aún tienes ese vestido azul?

— ¿Vestido azul? —Dejó lo que estaba haciendo—. No creo que…

—El que estás usando en la fotografía. El de escote en el pecho… Era satín o algo como eso.

Mamá pensó por un segundo, luego su rostro se suavizo. —Oh. Ese vestido —se relajó en su asiento—. No había pensando en eso desde hace años. Tu abuela me hizo ese vestido.

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— ¿La abuela Ellen? —Me senté.

—Lo hizo cuando estaba recuperándose, —dijo mamá nostálgicamente—. ¿Recuerdas que tenía cáncer de mama cuando tenía unos cincuenta años?

Asentí. La abuela Ellen había tenido una recuperación completa antes de que yo naciera. Sigue vivita y coleando, aunque a cientos de kilómetros de distancia.

—Desearía que ella me hiciera un vestido como ese para mí —dije, mirando al vacío.

— ¡Y llegará ese día! —Mamá aplaudió con sus manos juntas—. Mi pequeña niña finalmente quiere ser una chica.

— ¡Mamá! —Un sonrojo se esparció por mis mejillas—. Es sólo un vestido hermoso, eso es todo.

—Será tuyo —dijo ella, feliz—. Si lo encuentro… y si te queda.

— ¿De verdad?

—Déjame ir y buscarlo ahora —mamá se levantó, espantando al perro, quien nos miraba con curiosidad—. Está en algún lugar allá arriba. Allí debe de estar.

Una hora más tarde, estaba de pie en el dormitorio de mis padres, sosteniendo el vestido de satén azul. Lo encontramos en el ático, en una gran maleta, junto con el resto de la ropa que mamá guardaba desde hace décadas.

— ¿Puedo quedarme con esto, también? —había dicho, agarrando un top de rayas de marinero, perfectamente desgastado del cuello.

—Claro —dijo , sonriendo—. Nunca me lo quité cuando era una adolescente. Tu abuela solía rogarme para que usara un vestido… —se detuvo y nos miramos la una a la otro y comenzamos a reír.

—Lo sé, —dijo mamá, negando con su cabeza tímidamente—. Fui justo como tú una vez.

—Aquí —dijo ahora, mientras yo estaba medio desnuda en su dormitorio. Ella me ayudo a vestirme, sosteniéndolo mientras yo entraba en él—. Tira de él gentilmente.

Lo hice mientras ella lo dijo, deslizando mis brazos por las delicadas mangas. Mamá se movió detrás de mí para subir la cremallera. Contuve la respiración, con la certeza de que algo tan exquisito y pequeño sería demasiado apretado, pero mientras mi madre se alejaba de mí, noté que lo llenaba perfectamente. Bajé la mirada para ver el satén azul brillar, abrazándose a mi cintura y caderas cómodamente. Ahora que tenía pechos reales, llenaba el vestido de arriba lo suficiente para hacerme sentir elegante. El escote corría desde un hombro a otro, hundiéndose un poco

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en el centro.

Mamá jugaba con algo en la parte de atrás, entonces puso sus manos en mis hombros, y me empujó hacía el espejo.

—Mira —ordenó, y levanté mi cabeza para examinar mi reflejo, abriendo mi boca ligeramente ante lo que vi.

—Dios, —dije sin aliento—. No parezco yo.

Sin nada cubriéndome hasta el cuello y los hombros, mi cabello caía en grandes rizos oscuros sobre mi piel desnuda, la cual era pálida, pero tenía que admitirlo, sin defectos. Y por primera vez reconocí mi figura adecuada. Era la figura de una mujer, de arriba hacia abajo, no delgada, pero tampoco gorda.

—Estás perfectamente proporcionada —dijo , ajustando un poco el escote—. Mi hermosa chica.

—Yo no me haría tantas ilusiones —dije torpemente, a pesar de que me era difícil no mirar con admiración la visión en el espejo—. No tengo ocasión para usarlo, supongo.

Vi a mi madre rodar sus ojos detrás de mí. —Tienes que conseguir que ese novio tuyo te lleve a algún lugar donde puedas presumirlo.

Volví a mirar hacia mi reflejo y sonreí. —Estoy segura de que lo podré usar.

—Tengo que lavarlo —dijo mamá, cepillando la tela—. Solo espero que no crezcas más antes de que tengas la oportunidad de usarlo.

Repentinamente, sentí una punzada de emoción por llegar a Gran Baile en este maravilloso vestido. Transformada, incluso puedo imaginármelo.

Saqué el cuaderno otra vez por la tarde, encontrando la página correcta, y me giré para tumbarme sobre mi estómago en mi cama. La mitad del libro estaba cubierta con más dibujos. Ella había trazado el interior de una casa. Una gran sala adornada con luces colgantes y un hombre y una mujer vistiendo lo que parecían albornoces. El suelo de la habitación estaba en cuadros negros y blancos. En una mesa había vasos y una jarra grande o era un florero. Una chica recostada en un sillón; ella tenía un cabello largo. Su ropa era indescriptible, pero usaba pantalones y una camisa.

Di vuelta un par de páginas siguientes y encontré una estrada muy corta.

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Helado. Siempre tan helado aquí. Mi madre dice que vamos a mudarnos. Ahora que ella está mejorando, quiere vivir en algún lugar cálido. No me importa. No me importa nada, nunca más. Tú te has ido. Y mi elección parece más clara que nunca.

Fruncí el ceño. Luca dijo que aquí no había un final feliz. No había nada que me detuviera de leer hasta el final del libro, pero no quería hacerlo. De alguna extraña manera me aferraba a cada entrada. Me hacía sentir más cerca de Luca. Tenía la sensación de que Luca alguna vez había leído todo y al terminar el libro entonces él se desvanecería.

Me bajé de la cama y guardé el libro en mi cajón, enterrándolo debajo de mi ropa interior, donde nadie podría encontrarlo. Me detuve para ver afuera de la ventana.

Los árboles parecían un poco más verdes ahora.

La primavera estaba en camino.

Me giré para ver mi suéter de rayas sobre la silla. Lo puse sobre mi camiseta y me di una rápida inspección en el espejo. Era lindo y olía a mi madre.

Sintiéndome de buen humor, decidí tomar a Bobby para dar un paseo en la ciudad.

Al bajar las escaleras, hojeé el libro de direcciones para encontrar el número de Evan, y después marqué el número esperando, emocionada, ante la idea de un casual encuentro.

—Hola —La familiar voz de chica en el extremo del teléfono me sobresaltó. Tanto que me quedé muda por un segundo o dos.

— ¿Hola? —El tono de Sarah era de nuevo un acento insolente—. ¿Hay alguien allí?

Aclaré mi garganta. —Umm… es Jane.

—Oh, hola —La insolencia se había convertido en algo mucho más dulce—. ¿Cómo estás, Jane?

—Bien —dudé. No tenía nada que decirle a ella—. ¿Está Evan allí?

—Espera un minuto, nena, iré y lo encontraré.

¿Nena?

Unos pesados pasos se hicieron más audibles y escuché su respiración. Ajusté la mía, para que estuviera normal.

—Hola, Jane, estaba a punto de llamarte —dijo Evan—. Te fuiste corriendo ayer antes de que tuviera la oportunidad de hacer planes contigo.

—Oh —dije, tímida, complacida—. No exactamente corrí.

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Él rió, una lenta risa cariñosa, haciendo que mis entrañas se removieran. —Bueno. ¿Quieres hacer algo ahora?

—Creo que llevaré al perro a dar un paseo. Pensé, tú sabes, ¿Podemos pasar el rato?

— ¿Quieres que vaya hasta la colina?

—Es una montaña. Sin embargo, no… Pensé en llevarlo al pueblo. A él le gusta mezclarse con otros perros de vez en cuando.

— ¿Socializar? —Bromeó Evan—. ¿Crees que se molestará si hacemos una parada en mi café favorito?

—Él ama a Eileen —sonreí—. Ella lo consciente con las sobras de las hamburguesas. Nos reunimos allí, ¿Cómo en media hora?

—No puedo esperar —dijo Evan.

Hacía el suficiente calor para usar mi chaqueta suelta, con solo mi nueva-vieja top de rayas debajo, mientras Bobby y yo hicimos nuestro camino hacia abajo y sobre el camino que se dirige a Bale. Respiré profundamente, recordando que la primavera te puede hacer sentir emocionada cuando aparece de la nada. Unos poco más de grados de calor y todo cambia. Levanté mi rostro hacia el sol y sentí que mi corazón se elevó, también. Estaba feliz de encontrarme con Evan. Él tenía razón, yo había corrido desapareciendo. Agrandé los problemas.

Sea cual sea sus razones, no era bueno que Sarah Emerson estuviera tratando de hacer las paces.

Bobby trotó por delante y aumente mi ritmo para alcanzarlo antes de que él corriera por el camino.

— ¡Bobby! —golpeé su cabeza para atraer su atención de nuevo.

Como era de esperarse, él no me prestó atención, pero obedientemente esperó a que yo lo alcanzara.

—Soy feliz, Bobby —Le susurré a su sedosa cabeza.

Bobby inclinó su cabeza hacia un lado, desconcertado, y corrí un dedo sobre su suave oreja.

—En este momento —Le dije—. ¿Quieres uno de los batidos especiales de Eileen?

Bobby lanzó un ladrido entusiasta y me puse de pie y seguí su dirección.

—Vamos a correr —dije, alargando mis pasos—. Todo el camino.

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Para cuando llegamos a la calle principal de Bale, estaba sin aliento y demasiada acalorada, así que caminé lento. Tuve que componerme antes de llegar a ver a Evan. Me detuve y puse mis manos en mis rodillas, y gradualmente recuperé mi respiración, antes de enderezarme y quitarme mi chaqueta, pasando mis manos a través de mi cabello para calmarme.

—De acuerdo —Desinflé mis mejillas—. Creo que estoy lista —Tiré del perro por la acera y cuando llegamos a Fabio, me puse de puntillas, mirando por encima del vidrio de Eileen.

Él estaba allí, sentando en un taburete como de costumbre. Y junto a él, balanceándose de un lado a otro sobre su asiento, moviendo su tonta melena rubia, estaba Sarah.

Me tropecé hacia atrás con mis pies, mi respiración era rápida ahora.

¿Él la trajo? ¿Por qué?

Bobby se quejó, confundido mientras yo apenas podía moverme. Bajé la mirada hacia él como si me proporcionara algún remedio para la situación.

— ¡Cállate! —La escuché a ella decir; fuerte, segura.

—En serio —La voz de Evan, más sociable que de costumbre—. Son animales rabiosos. No son lindos.

A pesar de que no quería, levanté la cabeza para mirarlos. Evan tenía su mano en su hombro, frotándolo mientras hablaba. Su rostro era animado y su mano libre estaba en el mostrador.

— ¡Lo son! ¡Los Koala son lindos! —protestó ella.

¿Ella vestía una falda? Todo lo que pude vislumbrar fue un poco de tela negra en su pierna.

—Muerden —dijo , lanzándose contra ella como si fuera a cortar su mejilla con sus dientes.

De pronto sentí frío. Me estremecí, toqué la cabeza de Bobby con mi palma.

Y sentí nauseas.

—Pórtate bien, —Lo escuché a él decir—. Jane podría estar aquí en cualquier momento.

No pude escuchar lo que Sarah dijo en respuesta. Recargué la punta de mi cabeza contra el cristal, pero todo lo que escuché fue un chirrido en mis oídos.

Me quedé allí, sin embargo. Cansada repentinamente. Y humillada.

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Sarah lo había echado todo a perder. ¿O fue Evan?

Entonces bajé la mirada hacia Bobby, quien estaba tan frío como yo. Él levantó la mirada hacia mí. —Vamos, chico —dije tranquilamente—. Vamos a casa.

Manteniendo la cabeza baja me puse mi chaqueta de nuevo, abrazándome a mí misma, mientras el perro arrastraba sus pies junto a mí, en aparente simpatía.

El camino de regreso fue lento, y las nubes se habían congregado. El sol se había ido.

Oh, no, el sol tenía que irse.

Cuando finalmente regresamos al camino, liberé a Bobby y lo vi volar hasta la casa.

Observé mientras Dot aparecía por la puerta trasera, regresando de su pijamada y yendo hacía él. Mirándome, ella me saludó con la mano, sonriendo, y levanté una mano sin fuerzas correspondiéndole.

No podía darle la cara a nadie en estos momentos. Sabía donde quería estar.

El banco de papá estaba cubierto de trozos de ramas y hojas. Las aparté a un lado y me senté, levantando mis piernas y cruzándolas debajo de mí. Cerré mis ojos y sentí un tipo de serenidad en mi corazón. Una sensación familiar que no había tenido por semanas. Desde… Desde que me había encontrado con Luca, noté.

—Desearía poder verte —dije en voz alta, manteniendo mis ojos cerrados. ¿Dónde estaba él? ¿Por qué él… me dejó?

Un crujido, el sonido de botas sobre las hojas, mis ojos se abrieron de golpe.

—Y aquí estoy —dijo él. Suavemente, con tristeza.

Giré mi cabeza lentamente para mirarlo. No había ninguna duda de que mi corazón se hundió.

—Corrí todo el camino —dijo Evan, limpiando un espacio en el banco para sentarse junto a mí—. ¿Qué pasó? En un minuto te vi afuera de Fabio. Al siguiente desapareciste.

No hablé primero. No confié en mí misma para dejar de despotricar. Pero Evan estaba esperando, obviamente ajeno a mi silencio.

— ¿Jane? —Él frotó mi hombro pero yo lo aparté groseramente.

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—Déjame sola —dije, antes de que él continuara—. Lo has arruinado todo. Tú y tu hermana.

— ¿Podrías dejarme explicar? —dijo cautelosamente.

Lo miré fijamente, negando con mi cabeza.

— ¿Por qué? —Fruncí el ceño—. ¿Por qué la invitaste? Le dije que la perdoné. No significa que quiera hacer cosas con ella.

—Ella se invitó por si sola… —dijo calmadamente—. Es muy determinada cuando pone su mente en algo.

Recordé como él la había mirado.

Relajado, disfrutando. Y sus palabras: “Jane podría estar aquí pronto”

—Tú le gustas —dije, girando mi rostro lejos de él—. Y eso está bien. Ella es mucho más tu tipo de chica. Insensible. Poco profunda.

—Jane —su voz fue fuerte—. No quieres decir eso. Sabes que nosotros somos especiales, tú y yo. ¿Realmente crees que soy poco profundo?

Jugué con el cordón de mis tennis. —No tengo idea de quién eres. Cambias… —vacilé—. Algunas veces te veo y no me gusta…

Él extendió su brazo y tomó mi mano. —Sólo sé cómo manejar a personas como Sarah. ¿Recuerdas todas esas chicas cabeza huecas de las que te hable de regreso a casa? Crecí con chicas como Sarah. Aprendí a verlas con humor.

Arrugué la nariz, mis ojos aún en mis tennis.

—Bueno, aprendiste bien, es todo lo que puedo decir. Sonó bastante convincente para mí.

Silencio.

—Quiero que ella nos acepte —dijo eventualmente, mucho más humilde—. Ella es una de esas chicas que lo arruinan, del tipo exigente. Tú de todas las personas que conozco sabes eso. Mi papá la adora. Ella quiere salir, yo tengo que cuidarla. Quiere actuar femenina y coqueta, tengo que aguantarla —suspiró—. Sé que me hace sonar como si fuera falso. Como si no fuera lo suficiente valiente como para ser sincero con ella. Pero aún soy la oveja negra en nuestra casa. Necesito probarle a mi papá que he madurado… Eres importante para mí… Sólo estoy tratando de hacer malabares con todo. Mantener a todos felices… ¿Tú sabes?

Me sentí ligeramente mal. Quizás, sólo tal vez, había reaccionado un poco de manera exagerada. Quizás él estaba tratando de hacer lo correcto. Jugando un largo juego.

Pero él no estaba totalmente perdonado. Aún no.

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—La cosa es que me molestó —dije—. Que ella se consiga su propio camino. Intervendrá entre nosotros. Simplemente parece que de ahora en adelante vamos a ser tres. La conozco. Sé exactamente como opera ella.

Él negó con la cabeza. —No dejaré que eso ocurra. De hecho, tenía un plan… iba a decirte sobre eso.

Mantuve mi cabeza baja, esperando, mientras él aclaraba su garganta.

—Vamos a ir a algún lugar, sólo nosotros dos… a acampar o algo así. —Él esperó a que respondiera mientras yo estaba fascinada con mi calzado. Eventualmente, levante mi cabeza.

—Es mejor llevar una tienda de campaña para tres… —Le dije secamente—. Solo en caso…

— ¿Es una manera indirecta de aceptar mi oferta? —Una leve sonrisa se dibujó en sus labios.

Me encogí de hombros, —No sé… tú siempre te las arreglas para hacerme sentir… ridícula. Como una paranoica o algo así.

—Estás muy lejos de ser ridícula —dijo Evan serio—. A pesar de que puedes ser un poco paranoica algunas veces —Me di cuenta de que él contenía su respiración, y le di lo que quería. Una sonrisa.

—Quizás la próxima semana —suspiré—. Hay un punto en el otro lado de la montaña. Mi padre nos llevaba allí cuando éramos pequeñas. Está agradable en esta época del año.

—Grandioso —Evan se deslizó más cerca de mí y puso un brazo tentativamente sobre mis hombros—. Lamento haberte molestado.

—Está bien —Pude sentir mis piernas acalambrándose y las descrucé, pateando el suelo—. Sólo mantenla lejos de mí.

—Dalo por hecho —dijo , atrayéndome hacia él—. Desde ahora, sólo tú y yo.

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Capítulo 15 Traducido por Mery St. Clair

os días transcurrieron y comencé a brillar. No veía un destino amargo o la oscuridad en cada cosa. Perdí la paranoia. Me convencí a mí misma, como Evan dijo, que todo estaba en mi cabeza. Supuse que tenía

sentido. Por un largo tiempo apenas pude recordar que tenía desconfianza de la mayoría de las personas.

Y cuando conocí a Sarah esa cautela se convirtió en algo mucho más oscuro. Ella hizo que saliera de mí. Yo era diferente y tenía que ser castigada. Esa era mi suerte. Todo el mundo era mi enemigo, excepto mi familia.

Y Luca.

Nunca había sentido realmente miedo en algún momento con él, lo cual pensándolo racionalmente, estaba claro que era irracional. Quiero decir, ¡Él era un hombre lobo! Un peligroso depredador.

Sin embargo, Luca me había mostrado todos los rincones de la oscuridad, los ocultos.

Quizás, ¿El miedo es a lo que no conozco? ¿La confianza se trata de conocer?

No era estúpida, sabía que la atracción que tenía por Evan se debía en parte por su enigma. Y el hecho de que él era tan bueno que brillaba. La parte menos profunda de mí quería a ese buen chico, quería creer en él. Su belleza parecía reflejar la que yo no tenía. Así que por eso yo me pasaba los días fantaseando sobre pasar la noche bajo las estrellas, al otro lado de la montaña, con mi novio, negándome en pensar en su hermana, tratando de no dejar a Luca entrar.

No era como si Luca estuviera alrededor.

Tomé el vestido y lo apreté contra mí delante del espejo. El satín brillaba y mi cara resplandecía con ello. Me vi a mí misma recorriendo el gran palacio hacia un baile de gala.

Elegante, femenina, con Luca sosteniendo mi brazo con orgullo. Pero, ¿Alguna vez estaría allí? ¿No era una ridícula fantasía?

Me estremecí mientras notaba cuanto podría incomodarme si eso fuera verdad.

Porque yo quería ser la princesa en el baile.

Quería bailar con el atractivo chico y que todo el mundo me mirara. Supongo que no hay una chica en el mundo que no lo deseé muy en el fondo.

L

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Negué con mi cabeza, avergonzada con la línea de mis pensamientos. Nunca acostumbraba ese tipo de cosas románticas. Nunca quería vestidos. Pero al ponerme en este vestido… viéndome a mí misma como un chico podría verme… eso cambiaba las cosas.

Y ese vestido no pertenecía aquí en el planeta mortal. Esto pertenecía a otro mundo. Donde yo era otra Jane.

Y esto me pertenecía a mí y Luca.

Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.

—Jane —la voz de papá—. Necesito algo de ayuda para subir una mesa en la camioneta. Tu madre y tu hermana han ido al pueblo. ¿Puedes echarme una mano?

—Voy —Coloqué el vestido sobre la cama y agarré una sudadera.

Papá finalmente terminó la mesa de la Sra. Benjamin y era enorme. Jadeé mientras él abría la puerta del cobertizo.

—Haré la parte más pesada —dijo —. Sólo necesito que me guíes a través de las puertas.

—Papá, no deberías levantar nada aún —dije, dándole una mirada severa—. Esperamos a ver lo que mamá y yo podemos hacer.

—Se necesita a alguien más fuerte que tu madre en un extremo, por lo menos. —Él suspiró, frotando suavemente su hombro—. Pero tal vez tengas razón.

—Puedo llamar a Evan. ¿Si tu puedes esperarlo en veinte minutos?

Papá negó con la cabeza. —Voy a llamarle a la Sra. Benjamin. Quizás ella pueda esperar otro día y tu madre pueda ayudar.

—De acuerdo —Me moví para apoyarme contra la camioneta, donde papá se unió a mí.

Estuvimos de pie en un cómodo silencio, mirando hacia la mesa, detrás de la puerta.

— ¿Te gusta él, entonces? —dijo papá después de un tiempo.

—Evan. —Lo miré de reojo—. Supongo —dije, un poco tímida.

Papá asintió —Parece un buen chico. Parece un poco solitario, también —Él atrapó mi atención—. No quiero que te lastime.

Mi piel se erizó. —Él se quedara todo el verano, me lo dijo.

—Bueno. Sólo se cuidadosa con todo esto.

Me encogí de hombros. —No va a herirme. No a propósito, de todos modos.

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—Jane —Papá frunció sus labios por un segundo—. Eres muy joven. Puedo ver como un chico como él —mundano, viajero, ese tipo de cosas—pueda resultarte atractivo. Pero es independiente. Puedo ver eso. Sólo no estoy seguro de si deberías poner tu corazón en él.

—No lo haré —dije, molesta—. ¿Qué es esto? No te gusta que tenga un novio.

—No del todo —Papá sonrió—. Supongo que cada padre le dice esto a su hijo, pero eres especial, Janey. Una chica especial. Y eres sensible.

—Puedo cuidar de mí misma. Ya no soy una niña.

Papá continuó sonriéndome, se movió más cerca y puso un brazo alrededor de mis hombros.

—Recuerdas cuando él vino a almorzar. Y tu madre habló sobre estar enamorado.

—Lo recuerdo. Ella no comió.

—Eso es correcto —Papá rió—. Bueno… cuando conocí a tu madre, ella estaba desecha. No me lo dijo todo… pero tengo la impresión de que este chico, su ―primer amor‖, realmente le rompió su corazón. Me dijo que él era un espíritu libre… siempre supo que no estaba disponible… que en el fondo sabía que nunca terminarían juntos, pero él era su alma gemela, y ella se enamoró de él. Estaba devastada cuando terminó.

— ¿Qué ocurrió? —pregunté, curiosa—. ¿Cómo terminó?

—Él sólo desapareció. —Papá se encogió de hombros—. Trató de contactarlo, pero nunca lo vio o escuchó de él, otra vez.

—Pobre mamá —suspiré. Me volví para mirar a papá—. Pero entonces ella se enamoró de ti.

—Me tomó un tiempo. Pero ella sabía que yo no me iría a ninguna parte, y la adoro. Y eventualmente, ella se enamoró de mí.

Apreté su brazo. —Mamá te ama, mucho. Es obvio.

—Lo sé. No era su primera opción —El apretó mi agarré sobre mi hombro, apoyándose para besar la cima de mi cabeza—. Pero me dijo cuando nos comprometimos que ella sabía que era la elección correcta.

—Por supuesto que lo eres —Me acurruqué contra él—. El otro chico nunca la hubiera hecho finalmente feliz.

—Así es, yo sólo estoy diciendo… que todo lo que brilla no es oro. No entregues tu corazón hasta que estés segura. Enloquece un poco. Diviértete. Pero quédate con algo de regreso.

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Asentí. Estaba segura de que Evan era la decisión correcta. Y él no estaba disponible, ¿O sí?

Él es hermoso. Él siempre parece encontrar las palabras adecuadas… cuando tengo dudas, ansiedades. Evan siempre dice lo correcto. Él me quería. Y yo lo quería.

Pero no era mi alma gemela. No podía confiar completamente en él. No aún.

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Capítulo 16 Traducido por Mery St. Clair

van dio unos pasos hacia atrás y contempló su trabajo.

La vieja tienda del ejercito que él tomó prestada de su padre se balanceó un poco con la brisa. Pero se mantuvo recta y al menos era resistente. —Será una noche un poco fría —dijo , tomando mi mano—.

Pero te mantendré caliente —Pasó un brazo alrededor de mi cintura.

Se me ocurrió pensar que quizás él no planeaba dormir en bolsas para dormir separados.

Mordí mi labio. —Evan… —comencé—. No creo que esté lista para… quiero decir, nunca he hecho esto…

Evan me estudió, una sonrisa jugaba en sus labios. — ¿Hacer qué?

El calor inundó mis mejillas. — ¡Evan! ¡Sabes lo que quiero decir!

—Oh —dijo sus ojos se ampliaron—. Quieres decir… ¿Eso?

—Sí —El color abandonó mi cara—. Sólo en caso de que tú esperabas…

Me interrumpió con una sonrisa. —No te preocupes por hacer nada. Sólo estoy feliz de pasar una noche entera en tu compañía.

—De acuerdo… bien —Mi vergüenza desapareció y miré a nuestro alrededor. Evan había manejado cinco kilómetros más o menos alrededor de la montaña, en el lugar del que le había hablado. Esto era agradable. Los árboles eran menos densos, y la vista hacia el valle era de un verde puro. Sin casas, sin personas. Solo los pájaros en los árboles y zorros en la noche.

—Voy a encender una fogata —dijo Evan, comenzando a recoger ramas delgadas de madera para la leña—. Esto debería seguir ardiendo hasta que nos vayamos a dormir… podríamos cocinar, también.

—Genial —Me uní a él buscando más leña y pasamos veinte minutos en un agradable silencio. Cuando reunimos lo suficiente, Evan se puso a trabajar encendiendo la fogata, mientras yo desempacaba la comida que compramos. Un par de filetes, algunas papas para hornear y algunos tomates para asar. Me moría de hambre. Busqué a tientas en la parte de debajo de la bolsa para encontrar algunos cubiertos, pero no había nada.

—Maldición, vamos a tener que comer con los dedos —dije, vaciando inútilmente la bolsa de compras.

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Evan levanto la mirada, —Tengo algunos cubiertos en mi mochila —dijo , entrecerrando los ojos por los rayos del sol—. En el maletero del auto. Voy por ellos en un segundo —Sin embargo, el crujido de la madera encendiendo capturo su atención y se giró de regreso hacia la fogata para avivar el fuego añadiendo más leña.

—Yo voy por ellos —dije, trotando hacia el auto, mientras que Evan, sin escuchar, estaba detrás de mí, concentrado.

Abrí el maletero, inmediatamente localicé su mochila. Mientras la sacaba, mis ojos captaron algo en el piso del maletero, lo que parecía ser papeles enrollados. Cartas o algo, atados juntos. Dejando colgar la mochila de Evan en mi brazo, extendí mi mano para tomarlos. Miré sobre la cima del auto para ver la figura curvada de Evan, traté de quitar la cinta para abrir los documentos, mientras sostenía apretadamente la mochila en mi brazo. Sin embargo, el peso era demasiado y la dejé caer con un golpe sordo en el suelo.

Suspirando, abrí los papeles, todavía atados juntos, y estaba a punto de liberarlos cuando sentí su mano en mi hombro. Sorprendida, estuve a punto de golpear mi cabeza contra la puerta.

—Ten cuidado —dijo él, casi cortante —. Te dije que yo los traería. Ve y cuida la fogata.

Me giré para mirarlo, sorprendida por su tono de voz. Pero su expresión era amigable.

—Bien… —Bajé sutilmente la mirada hacia los papeles.

Él puso su mano en la puerta del maletero, empujándolo lentamente para cerrarla. —Mantén ocupadas tus manos.

Retrocedí mientras él cerraba firmemente el maletero. Y a pesar de que él me sonrió, me di cuenta de que era algo espinoso, algo oculto sobre él.

—Vamos —dijo enérgicamente —. Consigamos nuestra cena —Tomó su mochila y puso un brazo a mi alrededor.

Al anochecer, Evan y yo nos recostamos, llenos por la carne asada y patatas,

esperando que las estrellas comenzaran a salir. Esto siempre fue mi cosa favorita, recostarme allí con mi padre, mientras él las señalaba y observábamos como se hacían más brillantes en el cielo.

Apoyé mi cabeza en el pecho de Evan, escuchado los latidos de su corazón, mientras él acariciaba mi cabello con una mano. Me sentía casi relajada cuando estaba con él, el calor del fuego estaba en frente de nosotros, y la botella de cerveza que Evan me persuadió a beber me estaba poniendo soñolienta.

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—Tus padres parecen buena gente —dijo él, tranquilamente, rompiendo el silencio—. Felices.

—Lo son. —Recordé mi conversación con papá—. Mi papá es una persona tranquila, mientras que mamá es muy nerviosa… emocional, supongo. Se complementan el uno al otro.

Evan se movió y levanté mi cabeza para apoyarme sobre mi codo. —Lamento que tus padres se separaran. Debió ser duro para ti.

Puso sus manos detrás de su cabeza. —Eso fue hace mucho tiempo. Estoy viviendo el ahora —Hizo una mueca—. Tienes suerte de tenerlos a ambos, sin embargo.

No tenía algo más que decir, porque obviamente era vedad.

— ¿Cuándo se conocieron? ¿Tu mamá y papá?

Cerré mis ojos para pensar. —Creo que mamá tenía sus veinte. Papá era un poco más mayor. —dudé—. Ella estaba enamorada de otro chico… ella nos lo dijo, ¿Hace cuándo fue eso? No lo sé, no puedo imaginarme a mi mamá enamorada… tú sabes, entusiasmada por tener citas… actuando femenina y coqueta —Sonreí hacia el bosque—. Desearía haberla visto.

El rostro de Eva fue serio, casi duro. —Corazones rotos —dijo sombríamente—. Es una lección que a todos nos toca.

Las palabras de mi papá vinieron de regreso. — ¿No crees que vale la pena correr el riesgo… de enamorarse?

Él hizo una mueca. —No dije eso… solo… quizás si eligiéramos de quién enamorarnos con más cuidado se elimine la posibilidad de salir herido.

Evan era demasiado cínico. Supuse que era comprensible, pero él estaba equivocado. Me senté sintiéndome un poco mareada por el alcohol. —Ese es el punto, ¿no? Nunca puedes saber con certeza que ese alguien estará allí para siempre… sólo tienes que confiar en que ellos estén allí. Si nadie confía, podría ser terrible —cerré mi boca, notando que estaba diciendo mucho sobre mí misma a Evan.

—Las personas hieren… —su voz sonó distante ahora. Lo observé buscando una sonrisa, una señal de que estaba bromeando, pero su rostro era impasible—. No quise decir eso. Es sólo sentido común, deberías estar en guardia —Cerró su mandíbula y en un instante su rostro cambió mientras me miraba con suavidad—. Aunque hay excepciones. Para toda regla. —Tiró de mí hacia él.

Puse mis brazos a su alrededor, pero me sentí confundida.

Evan parecía estar deprimente esta noche. Sin embargo, él era demasiado intenso conmigo a la vez. No podía tratar con él así. Justo cuando yo comenzaba a relajarme a su lado, él hacia o decía algo que me volvía insegura otra vez. Era

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como si él fuera dos personas diferentes.

Lo sentí besando la cima de mi cabeza, sus manos se movieron hacia abajo, deslizándose debajo de la cinturilla de mis pantalones, y mis pensamientos incómodos fueron reemplazados por el deseo. No estaba preparada para dormir con Evan. O alguien más. No por mucho tiempo. Pero quería sus manos sobre mí, me moví para que así él pudiera tocar mi piel en mi espalda baja, haciendo círculos con sus pulgares expertamente, haciendo que me retorciera por su toque. Levanté mi cabeza para mirarlo, y sus manos tomaron mi rostro y entonces estábamos besándonos, más urgentemente que nunca. Eché mi cabeza hacia atrás y dejé que sus labios encontraran mi cuello, arqueando mi espalda ligeramente, sintiendo mi cuerpo entero reaccionar.

—Puedo hacer una gran excepción contigo, Jane. —dijo Evan sin aliento. Él levantó mi camisa hacia arriba, y me di cuenta de que no quería que se detuviera ahora. Estaba estremeciéndome, expectante, y él acarició mi cabeza con la suya, agarrando mi cintura con sus fuertes manos.

—Evan —Me obligué a apartarme—. Si no nos detenemos ahora, entonces no creo…

Él puso un dedo en mis labios, silenciándome, luego trazó el contorno de mi boca.

—Se siente muy bien, ¿no? —susurró—. Tú y yo.

Asentí, se había sentido más que bien unos minutos atrás. Se sintió perfecto.

—Podemos esperar —dije—. No tiene que ser ahora, ¿verdad?

Apartó un mechón de mi cabello de mi rostro, sus ojos intensos me estudiaron por un largo tiempo. Entonces, finalmente, bajó su mano y su mirada.

—No tiene por qué ser ahora. Pero creo que ambos queremos que así sea —Habló hacia el suelo.

—Pero vamos a quererlo otra vez. Habrá otras ocasiones —dije en voz baja.

—Bien —su voz sonó gruesa, fría—. No hay prisa.

Ignorando mi expresión lastimada, él se apartó, pateando las brazas de fuego.

—Vamos a dormir. Estoy cansado.

Yo no estaba nada cansada. Estaba un poco aturdida y confundida. Definitivamente no cansada.

—Ve tú —Le dije, mirando una llama débil—. Estaré aquí sentada un rato. No tengo sueño.

Él asintió, despeinó un poco mi cabello, luego lo observé mientras él iba hacia la tienda.

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Sola, con el único sonido de un búho como compañía. Me sentí melancólica. Sola.

Como antes. Y entonces las lágrimas vinieron. ¿Cómo alguien tan encantador, tan atento, cambia en un instante a frío y distante?

Cruel.

Tragué saliva. Quería irme a casa. Todo estaba arruinado.

Lentamente me puse de pie, estirándome. Estaba muy oscuro, y me giré para mirar atrás, observando el auto de Evan, acechando como una bestia de metal. Silenciosamente, caminé hacia él, mirando la tienda por un segundo, pero aún seguía allí, sin ninguna luz encendida. Evan debió haberse dormido rápido. Troté alrededor de la parte trasera del auto y cuidadosamente presioné la empuñadora del maletero para abrirla. Con un leve crujido se abrió, y me permití relajarme, inclinándome para conseguir lo que fui a buscar.

Deslicé la cinta que juntaba los papeles y los documentos se extendieron en mi mano, un pasaporte, una licencia de conducir, un par de recortes de periódicos.

Abrí el pasaporte. La cara de Eva, —diferente, más joven—miró fijamente hacia a mí. Y su licencia de conducir. Lo observé en la oscuridad. Él otra vez, serio, rubio. Acerqué la fotografía. Era difícil de verlo, y su cabello era más largo, pero su cicatriz no estaba allí. Debió haber sido tomada antes de su accidente.

Los recortes de periódico eran de un periódico local de Australia. Informes sobre la desaparición de Evan. Un artículo de su madre preocupada. Suplicando información a los testigos. Una entrevista con su papá. Una fotocopia de un contrato de alquiler de un auto del año pasado.

El resto era lo que supondría como recuerdos. Un certificado de natación, una insignia de surf.

Repentinamente, me sentí como si fuera entrometida. Reunía apresuradamente los papeles cuando un recorte cayó al suelo. Lo recogí y estaba a punto de enrollarlo con los otros cuando el encabezado llamó mi atención: UNA CHICA AFIRMA VER AL CHICO DESAPARECIDO SER ATACADO. Había una fotografía de una atractiva chica sentada en la jefatura, afirmando que ella vio a Evan Forrest siendo atacado la noche que él desapareció, pero había corrido por miedo.

Dejé de leer. Era demasiada información para digerir. Evan sin duda tenía cosas ocultas. Una historia que contar.

Sentí las hojas crujir y me puse nerviosa, otra vez. Agarrando todo, me apresuré a atar la cinta. No hubo más ruido y me relaje un poco, aunque mi corazón seguía latiendo más rápido de lo normal.

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Lancé el rollo de papeles dentro del maletero y suavemente cerré la puerta, mis manos descansaron en el frío metal mientras esperaba que mi respiración se regulara. Apoyé mi cabeza contra el auto después.

Me sentía casi paralizada por los eventos de la pasada media hora. Sentía mis parpados cayendo pesadamente por el cansancio que se apoderaba de mí, y sentí mi conciencia desvanecerse.

Una mano, repentinamente, en mi espalda me dejó muerta de miedo. Grité y me di la vuelta para estar frente a él.

— ¿Qué estás haciendo, cariño?

Esperé que mi temblor no fuera visible.

—Yo… tenía calor —dije débilmente—. Por la fogata.

¿Me había estado observándome? ¿Cómo no lo escuché venir detrás de mí?

Él asintió, mirándome sin expresión por un par de segundos. Pero luego, para mi alivio, él sonrió.

—Estás cansada —dijo con amabilidad—. Te quedaste dormida de pie.

— ¿Lo estuve? —tragué saliva. Eso podía explicar porque no lo escuché—. ¿Cuánto tiempo he estado aquí?

—Escuché un ruido. Y cuando vi afuera de la tienda no te vi. Cuando salí vi tus pies y la cima de tu cabeza. Estabas apoyada contra el auto. —Él frotó sus brazos—. Necesitas entrar en calor. Vamos.

Tomó mi mano y me llevó de regreso a la tienda. No estaba segura de si quería estar a su lado, pero no tenía elección.

Dentro de la tienda, Evan amablemente me ayudó a quitarme mi sudadera, zapatos y calcetines. —Estará bien si duermes con tus jeans y camisa puesta —dijo , palmeando una almohada en el lugar donde estaba mi bolsa de dormir, la cual él había abierto—. Realmente lo siento… por lo de antes —susurró cuando estaba envuelta de forma segura—. Supongo que me dejé llevar un poco. Eres tan hermosa… y sexy. Estaba frustrado… Soy un idiota. ¿Me perdonas?

Me las arreglé para sonreír. —No te preocupes —dije, y cerré mis ojos.

—Evan —dije después de unos minutos, abriendo mis ojos.

— ¿Qué? —Inclinó su cabeza, su expresión era amable.

— ¿Te ocurrió algo… de regreso a Australia?

Frunció el ceño. —No… ¿Qué te hizo preguntar eso?

—Nada —Negué con mi cabeza con desdén—. Sólo me pregunté… quiero decir, ¿Parece que hay algo que no me estás diciendo?

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Y ahí estuvo eso otra vez, sus ojos entrecerrándose por un segundo, antes de que él recordara sonreír. —Duerme, Jane —dijo , suavemente—. Estás cansada.

Era verdad. Difícilmente podía mantener mis ojos abiertos. Me encogí de hombros. —Buenas noches, entonces —murmuré, sintiéndome a la deriva.

—Dulces sueños. Te veo en la mañana —Lo sentí tirando de mi bolsa de dormir para cubrirme correctamente.

Después de un minuto seguí despierta, mi mente zumbaba, pero me quedé con mis ojos cerrados y coloqué mi cabeza en la almohada. Evan tomaba mi mano a través de su bolsa de dormir mientras él estaba recostado a mi lado, no recordaba que tomara mi mano, porque lo último que recordaba a través de mis parpados entreabiertos era su rostro en la oscuridad.

Él sonriendo y tranquilo, observándome mientras dormía.

En la mañana, abrí mis ojos para ver que me seguía observando y sonriendo,

como si hubiera estado en esa posición toda la noche. Incluso su cabello estaba desordenado y tenía pequeñas sombras bajo sus ojos, él seguía siendo el mejor espécimen de chico que jamás había visto.

—Buenos días —dijo en voz baja—. ¿Dormiste bien?

Froté mis ojos. Temía pensar en mi cabello enredado por dormir y necesitaba lavar mis dientes.

Evan tomó mi rostro entre sus manos, volvió a sonreírme. —Roncas —dijo , bromeando—. Pero de una manera cómica.

—Oh, Dios —cerré mis ojos—. ¿Te mantuve despierto?

Frunció sus labios. —A mí y a la población entera al otro lado de la montaña, probablemente —dijo —. Pero no importa.

Gruñí y me senté, mirando mi camisa arrugada, aclarando mi mente, recordando…

—Me voy a vestir —dije, señalando hacia afuera de la tienda—. ¿Te importaría…?

—Tienes razón… por supuesto —Evan desabrochó su saco de dormir, y me sentí aliviada al ver que había dormido con sus pantalones—. Haré otra fogata, prepararé el desayuno, también.

Desapareció fuera de la tienda y rápidamente me vestí un par de pantalones viejos y una camisa negra desteñida, puse mis zapatos en mis pies. Normalmente haría un esfuerzo por estar presentable, pero esta mañana no me importaba.

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Afuera, había un sol brillante; Mi corazón no pudo evitar hincharse al sentir el calor en mi cara. Evité mirar el auto, con el paquete de la vida de Evan adentro. Ese último recorte de periódico estaba rondando mi mente. Me mordí el interior de mi boca, preguntándome que hacer. ¿Quizás debería olvidarme de eso? No era de mi incumbencia. Él debe tener sus razones para no decírmelo… ¿Pero por qué tenía todo eso dentro de su auto? ¿Por qué trajo toda esa información consigo de Australia?

Íbamos a regresar a casa hoy. Quizás podría preguntarle sobre eso, con tacto, cuando estemos fuera del bosque. Por alguna razón me inquietaba la reacción que podía tener… Y no me gustaba la idea de estar remotamente a solas con él cuando eso ocurriera.

Observé a Evan mientras encendía la fogata, rompiendo un par de huevos dentro de una cacerola, revolviéndolos con una cuchara mientras chisporroteaban. Él se giró y me vio observándolo, sonrió con satisfacción.

— ¿Quieres un poco de café? —dijo —. ¿O té?

Sonreí, parpadeando ante la repentina idea de Evan y yo en nuestra propia cocina, preparando el desayuno. Me detuve. Era ridículo. Acabábamos de conocernos.

Él se veía lindo, pensé, mientras cocinaba huevos, y llenaba la tetera con agua de una botella que trajimos con nosotros. Qué práctico.

Debía cuidar de mí.

Me coloqué a su lado, apoyando mi cabeza contra su brazo.

—Gracias —dije—. Por hacer esto.

—Quiero hacerlo —dijo , calmadamente, colocando la tetera en la improvisada hornilla—. Me gusta cuidarte.

Sentí los pensamientos negativos alejarse. Estaba dramatizando. Realmente necesitaba calmarme y relajarme.

—Esto es divertido —dije, dándole un codazo, sintiendo culpa de alguna manera—. Despiértame cuando los huevos estén listos.

Me deslicé dentro de la tienda, el sonido del tintineó de Evan raspando la cuchara en la cacerola me arrullaron para dormir.

— ¡Mamá! —Grité, dejé caer mi bolsa en el pasillo—. ¡Papá! Ya regresé.

La casa estaba en silencio, aunque las manecillas del reloj de la cocina avanzaban ruidosamente. Suspirando, caminé hacia la cocina y giré el grifo de agua fría para un vaso de agua.

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Tomando un largo trago, miré hacia el patio. El taller de mi padre estaba cerrado. Me pregunté si mamá y él habían conseguido subir la mesa en el camión.

Me senté en la mesa, sintiéndome sola. Había esperado ver a todos. Evan y yo habíamos tenido una buena mañana. Los extraños sucesos de la noche anterior parecían lejanos. No había vuelto a husmear en los papeles dentro del maletero. No era de mi incumbencia. Y a pesar de eso, estaba intrigada de una mórbida manera, pero Evan me lo diría cuando estuviera listo. Si hubiera sido al revés, yo me hubiera puesto furiosa si él se metiera en mis asuntos e hiciera preguntas curiosas.

Y él no había parado de pedirme disculpas por su comportamiento.

—Supongo que solo soy un chico —me dijo—. Encendido por una chica linda. Pero estoy más que feliz de esperar. Todo el tiempo que tú quieras.

El reloj marcó las dos de la tarde. Me relajé en mi silla, preguntándome que comería. Había desayunado mucho, pero estaba aún hambrienta. Debía de ser por toda la excitación… por todos los nervios. Pero si seguía comiendo como un caballo, nunca sería capaz de entrar en el vestido azul.

Pensar en el vestido inevitablemente me llevó a pensar en Luca. Habían pasado casi dos semanas desde que lo vi. Esto era extraño. No me gustaba.

Quizás él había perdido interés en mí ahora.

Quizás Lowe había estado trabajando su particular malicia.

No quería pensar en otra posibilidad.

No quería tener esas preocupaciones en mi cabeza.

Me acerqué al refrigerador y tomé un trozo de pastel y una botella de leche. Vertí en un vaso una porción generosa, me senté en la mesa y no pensé en nada que no fuera más que satisfacer mi hambre. Esto no me gustaba, este apetito; Era como si estuviera tratando de llenar otro vacío. Nada estaba dentro de mi estómago.

Cuando terminé me pregunté si debía sacar el perro a pasear. ¿Quizás ver a Evan nuevamente? No tenía más que hacer y por una vez no quería estar sola.

Pero no quería la compañía de un animal.

Suspiré y me incliné hacia atrás, preguntándome si debía atacar la caja de galletas, cuando un suave sonido me hizo sentarme con la espalda recta y mirar afuera de la ventana.

— ¿Papá? —dije, sin ver nada allí. Me levanté y arrojé el plato y vaso en el fregadero, mirando hacia el patio. Un destello de una figura moviéndose detrás del cobertizo hizo que mi corazón latiera de prisa.

Esperé en silencio, observando mientras la figura se movía cuidadosamente y una sonrisa se extendió en mi rostro.

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Él estaba allí. Un poco sonrojado, su cabello oscuro caía suavemente sobre su cara. Me sonrió de regreso.

Mantuve mis ojos sobre él, abrí la ventana. — ¡Oye tú! —dije, feliz—. Estaba comenzando a pensar que nunca regresarías.

—Lo siento —dijo , su mirada era de disculpa—. He tenido mucho trabajo en el palacio. Celeste estaba personalmente supervisando los preparativos y tiene ojos de halcón. Sabe exactamente quien ha esta escabulléndose de su trabajo.

—Así que, ¿Has estado ocupado con cosas del palacio? —dije ligeramente—. ¿Ya todo está listo para el baile?

—Sí —sonrió—. Está listo para la gran entrada de la Srta. Jane Jonas.

Sabía que él no me defraudaría.

—Tengo un vestido. Es hermoso. Mi abuela lo hizo para mi madre cuando era una adolescente.

—Excelente —vaciló—. Apenas puedo esperar para verte en él. Sería mala suerte para mí verte en él antes. Una vieja tradición de los bailes.

—Como en una boda —dije, arqueando una ceja—. El novio no puede ver el vestido de la novia hasta que ella camine por el pasillo de la iglesia. Una vieja tradición mortal en la Tierra.

Él rió, cruzando sus brazos. —Una buena tradición. ¿Crees qué pueda entrar? Hace un poco de frío aquí.

—Claro, pero no sé cuando mi familia vaya a regresar, así que prepárate para salir rápido si es necesario.

—Por supuesto —Luca desapareció y lo esperé en la puerta trasera.

—Vi a tu chico —dijo él casualmente mientras lo dejaba entrar—. Evan. Bajando la colina.

— ¿Él te vio? —pregunté apresuradamente.

—Soy muy discreto —Luca cerró la puerta detrás de él y me siguió a la cocina—. ¿Fuiste a algún lugar?

—Sí —dije, dándole la espalda, así él no podía ver mi culpabilidad mientras yo llenaba la tetera—. Fuimos a acampar anoche.

Luca no respondió, pero cuando me giré pude ver que él trataba de parecer aburrido. Puse la tetera en la estufa y me senté a su lado en la mesa.

—Te extrañé —dije, mirándolo intensamente—. Más de lo que debería.

Luca sonrió ligeramente. —Suena como si tú te hubieras estado divirtiendo —dijo , apartando la mirada.

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—Fue sólo una noche, acampamos —dije, preguntándome por qué quería explicárselo—. Y nada ocurrió.

—No tienes porque justificarte —Luca se encogió de hombros.

—De acuerdo, entonces —Me levanté y puse el agua caliente en un par de tazas. Mientras depositaba las bolsitas de té, miré por la ventana. Todo estaba tranquilo. Estábamos a salvo por ahora—. ¿Bebes el té normal? —pregunté, poniendo las tazas sobre la mesa.

Luca agarró su taza y la olfateó intencionalmente. —No me vas a envenenar, supongo —dijo , sus ojos se movieron entre mí y el borde de la taza. Tomó un sorbo tentativamente—. Está bueno —Bajó la taza de regreso a la mesa y me observó mientras bebía de mi té—. Y aquí estoy yo tratando de ser educado —rió—. En frente de una refinada chica mortal, y sus cuidadosos modales.

Él me observó, cada centímetro de su cara sonreía. Casi como si el observarme fuera un placer para él. Eso me gustó. Me gustó mucho.

—Tenemos una expresión, ―comer como cerdos‖ —Le dije—. Cuando nuestros modales mortales no son los mejores.

—Gracias a Dios por eso. Me gusta que una chica no se deje llevar siempre por los modales —Puso sus manos detrás de su cabeza.

—Una chica —dije, tímidamente—. Sólo cualquier chica, ¿verdad?

Él dudó brevemente. —Sabes muy bien que no cualquier chica. —A pesar de que estaba sonriendo, sus ojos no tenían nada de inocencia.

Y me gustó eso, también.

Me recordé a mí misma que Luca y yo éramos amigos, nada más. Jugué con mi taza, determinada a no seguir con el coqueteó otra vez. Eso podría ser humillante.

Y ambos seguimos sentados, escuchando el sonido del reloj por un rato.

—Así que… —Luca comenzó torpemente después—. ¿Todo va bien con Evan?

Encubrí la decepción que sentí con lo que estoy segura era una expresión extraña. —Claro —fruncí el ceño—. ¿Por qué?

—Nada —Él juntó sus manos, pareciendo incluso más serio—. Es sólo… —Parecía estar buscando las palabras.

— ¿Es sólo, qué? —Sé que no soné amigable, pero estaba molesta. Molesta y decepcionada de que la atmosfera hubiera cambiado. No quería hablar de Evan, tampoco.

—Es sólo que tengo esta sensación de que anoche ocurrió algo que no estaba bien —Me miró fijamente.

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Él no pudo haber sabido cómo me había sentido… Como Evan me había hecho sentir cuando me aparté de él.

Mantuve mi expresión neutral.

—A veces tengo imágenes en mi cabeza —siguió—. Y muchas veces no significan nada… pero… bueno, supongo que es lo que ustedes llamar un ―sexto sentido‖.

—Mi abuela tiene eso —dije secamente—. Y habitualmente después de comer queso en las noches.

Vi sus labios curvarse en una sonrisa.

—Tienes razón. No siempre son ciertas. Siento haberlo mencionado.

—Está bien. Todo está bien. Estoy feliz —dije, sin saber si lo estaba o no—. Pero tú serías el primero en saber si las cosas cambian.

Soné más fría de lo que me sentía.

—Bien —su voz era alegre, pero sus ojos se quedaron en los míos por mucho tiempo. Era como si él pudiera ver dentro de mi cabeza y notar mi inseguridad e incomodidad. Pero mi orgullo no me permitía admitir eso. No con Luca.

El reloj seguía haciendo tic-tac de nuevo.

—Entonces —Me incliné hacia adelante, negándome en pensar en ese rollo de documentos y recortes—. ¿Cuándo es el baile?

Finalmente, los ojos de Luca se iluminaron. — ¿Todavía quieres venir?

—Por supuesto que quiero. He estado esperándolo durante semanas.

—Bien —Parecía aliviado—. Comenzará mañana en la tarde.

Mordí mi labio. —Le diré a mi madre que iré con Evan —dije, más para mí misma que para Luca—. Espero que él no llamé, o venga a buscarme.

—Estarás de regreso antes de que te des cuenta —dijo Luca, estudiando mi ansioso rostro—. Literalmente.

Quizás no quiera regresar, pensé.

—De acuerdo. Olvidemos las leyes de tiempo de Nissilum.

Luca bebió el resto de su té. —Estoy contento de que vengas. Será mi noche de suerte.

—Y la mía, también. —Despeiné su cabello y sonreímos.

—Será mejor que me vaya —dijo él, levantándose—. Te veré mañana —se detuvo—. Si cambias de opinión lo entenderé.

—Estaré allí —dije, mientras él salía hacia el patio—. Lo prometo.

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Capítulo 17 Traducido por Mery St. Clair

Realmente me veo bien? —Le pregunté a Luca nerviosamente mientras nos encontrábamos frente a las puertas del palacio. Me había tomado mi tiempo preparándome para este día y había estado bastante satisfecha con el resultado. Usar el vestido azul me había convertido de una chica

ordinaria y sin forma a… una chica con curvas, con piel blanca como la leche y largos rizos brillantes. El color del vestido y un poco de rímel resaltaban el gris en mis ojos.

Todo me hacía sentir… femenina. Como si me fueran a tomar una fotografía para una revista. Y esto me hacía sentir como si estuviera flotando por el aire.

Los ojos de Luca me recorrieron. Si él no fuera el chico caballeroso que era, tenía la sensación de que hubiera silbado como mi papá lo hacía algunas veces cuando mi madre se vestía elegante. Incluso en la penumbra pude ver el brillo en sus mejillas.

— ¿De verdad necesitas preguntar eso? —dijo con una sonrisa pícara.

Recorrí sutilmente mis ojos sobre él. Sin su ropa desaliñada, noté que él tenía el físico perfecto para usar ropa formal. Un cuerpo musculoso, delgado y pómulos más prominentes después de un corte de cabello. Si no pensara en él como un extraño amigo, podría decir que él parecía atractivo. Como un modelo de ropa masculino.

Aparté mi mirada, tratando de aparentar que no lo había notado. Pero la verdad era que hacíamos una buena pareja. Juntos.

Nuestra piel pálida, nuestro color de cabello, nuestras personalidades…

Me recordé que no debía pensar así. Los polos opuestos se atraen, me dije a mi misma. Los polos opuestos como Evan y yo.

La mano de Luca se entrelazó con la mía y él se giró tímidamente hacia la fila en frente de nosotros.

Henora no estaba feliz con algo, juzgando por el tono de su voz.

—Vayámonos hacia atrás un poco —ella le resopló a Ulfred, levantando los dobladillos de su largo vestido aterciopelado—. Quiero esperar hasta que la mayoría haya entrado —gesticuló hacia un grupo de pequeñas brujas, quienes hablaban las unas a las otras por el camino hacia el palacio.

—Hen… —Ulfred negó con su cabeza—. Pasamos por esto cada año… sólo ignóralas. Ellas ya han olvidado cómo hechizar. Cadmiun se ha asegurado de

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destruir todos los libros de brujería. Durante varias décadas. —suspiró él—. Ellas son inofensivas. Todas.

Henora entrecerró sus ojos. —Quizás —Pero miró hacia Lucas y yo, a un par de metros de distancia—. Luca, Jane —gruñó—. Quédense con nosotros. No los provoquen.

Luca me dio un codazo. —Henora es paranoica con las brujas —susurró—. De todas las criaturas en Nissilum, son a las que más miedo les tiene.

Miré hacia el grupo. Una de las mujeres lideraba a las otras y nos dirigía una fea mirada a nosotros. Vi sus ojos vagar de Henora a Ulfred, de Luca y después a mí. Dejó bajar sus ojos sobre mi vestido, haciendo una mueca en su rostro. —Una extraña —dijo a sus compañeras, su voz era penetrantemente aguda —. Una muy bonita.

Las otras siguieron su mirada, escudriñándome groseramente.

—De hecho —dijo una—. Es una chica lobo, también. Más inusual.

—Que indignante —murmuró Henora, acercándome a ella—. Que criaturas tan terribles. Ignóralas, querida.

Sonreí nerviosamente, pero antes de que tuviera la oportunidad de hablar, la bruja estaba frente a nosotros.

Luca instintivamente dio un paso hacia adelante para protegerme.

—Tilly —dijo en advertencia—. Ella no te ha hecho ningún daño.

Tilly olfateó, una inhalación profunda, como si memorizara mi olor. —Debería ser yo quien juzgue eso, chico. ¿Ella ha estado bajó investigación, espero?

—No hay necesitad de que ella sea investigada —dijo fríamente Henora—. Ella es un lobo. Como yo, mi marido y mi hijo. No es ni remotamente de tu incumbencia.

—Oh, claro que es de mi incumbencia, mi dama —se burló Tilly—. Tengo que saber bien quien camina por mis rumbos.

—Ya lo ha hecho —Ulfred se inclinó diplomáticamente—. Y espero que haya aliviado sus temores, Srta. Tilly. Deseamos que tenga una buena noche.

Tilly apretó sus labios, frustrada. —Muy bien —Dio un paso hacia atrás, reuniéndose con su grupo en lo que pareció una milésima de segundo.

—Tonta pequeña idiota —Henora levantó su barbilla y cerró sus ojos como si quisiera recuperar el buen humor. Cuando los abrió otra vez, una amplia sonrisa iluminó su rostro. Su larga y recta nariz hizo un mohín.

—Hora de hacer nuestra entrada.

Caminamos dejando atrás a las brujas, con Ulfred, Luca y yo siguiéndolas. Me detuve un poco, tirando del brazo de Luca para detenerlo.

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— ¿Estás seguro que ellas no detectaran que soy mortal? —susurré con ansiedad.

—Te lo dije. La hierbabuena y el laurel son excelentes contra el olor de la sangre mortal. Está escrito en la mitología de aquí. Créeme —Froté mis brazos, esperando que esos diez minutos que froté las hojas contra mi piel hubieran sido suficiente.

Estaba comenzando a relajarme cuando Luca me dio una mirada seria. —Sin embargo, hay una cosa, Jane. No aceptes demasiado vino… o tu propia boca te traicionará.

La entrada hacia al palacio brillaba con deslumbrantes luces de cristal blanco, atados de una delicada cuerda dorada. El frente del palacio tenía un parecido con el Palacio de Versalles, blanco y brillante, pero sólido, como un pastel de boda de varios pisos. De alguna manera, el efecto no era demasiado femenino o cursi, pero era por igual grandioso y encantador.

Dos centinelas hacían guardia en las puertas del palacio, permitiendo a los visitantes atravesarlas. Vi una pareja alta, con cabello oscuro. La mujer, quien estaba de perfil, tenía una piel del color de la nieve, su oscuro y grueso cabello colgaba en un moño flojo debajo de su cuello. Alrededor de sus hombros tenía una capa de piel. Su pareja, parecía extrañamente un joven, su cabello estaba peinado hacia atrás, vestía un elegante traje de gala: el cuello bien abotonado, su chaqueta abrochada y sin arrugas.

Lucas me vio observándolos fijamente.

—Vampiros —dijo en voz baja—. Son ridículamente atractivos, pero debes tener mucho cuidado de ellos. Parecen hermosos y civilizados, pero son maestros en la manipulación.

Me estremecí, esperando que lo que Luca había dicho hace rato fuera cierto y este antídoto para ocultar mi sangre funcionara toda esta noche. Repentinamente me sentí vulnerable y Luca instintivamente tomó mi mano. —Todo estará bien. Sólo quédate a mi lado.

Eventualmente, entramos dentro de la sala de recepción.

Debajo de mis pies, el suelo de mármol estaba pulido a la perfección, sobre mí una red de lámparas de araña arrojaban luz como una lluvia de magia en la cima de nuestras cabezas.

A la derecha estaba una mujer amazónica vestida con un tul de plata. Su cabello blanco estaba peinado elegantemente. Sonrió cálidamente a cada uno de los invitados mientras pasaban a su lado. Ella tenía sorprendentes ojos color zafiro y una pequeña nariz puntiaguda.

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Además de unas pequeñas líneas alrededor de sus ojos, ella podía tener entre treinta y cinco a cincuenta.

Su piel parecía como si hubiera pasado toda su vida debajo de una sombrilla, protegiéndola de la intemperie. Ella junto sus manos, mostrando un gran anillo de piedras preciosas que brillaron poderosamente.

—Celeste —El tono de Luca fue reverente y, mientras nos acercábamos, sus ojos se abrieron más cuando lo vio.

—Te ves tan guapo —dijo en voz baja, enderezándole su chaqueta en un gesto maternal—. Querido Luca —sus ojos se giraron hacia mí, al lado de él—. ¿Quién es ella?

Ella levantó una ceja hacia Luca.

—Esta es Janes, Madre Celeste —Luca tiró amablemente de mí hacia el frente. Me incliné torpemente haciendo una reverencia un poco incómoda, sintiéndome ligeramente ridícula.

Celeste rió. — ¡Que encantadora! —dijo , mientras otro grupo de personas se formaba detrás de nosotros.

—Discúlpenme —se giró con gracia para saludarlos y Luca y yo continuamos en dirección hacia unas enormes puertas dobles, a través de las cuales los sirvientes entraban sosteniendo bandejas de bebida para atender a la multitud.

Respirando con fuerza me preparé para lo que estaba por venir.

—Hermano —Una voz familiar nos detuvo. Lowe, de pie con un par de chicos de aspecto angelical nos saludo despreocupadamente. Susurrándole algo a sus compañeros, los dejó y cruzó la sala hacia nosotros.

Luca frunció el ceño. — ¿No deberías estar haciendo algo útil, Lowe? No sólo dando vueltas.

—Ya he hecho mi parte —Lowe deslizó sus ojos sobre mi vestido—. Increíble, te ves tan dulce, Jane.

La burla en su voz me hizo difícil no tratar de mirarlo, pero me las arreglé para sonreír falsamente.

—Gracias.

—Y pensar que apenas conocía de tu existencia hasta ahora —continuó Lowe—. Parece imposible. —Su mirada estuvo sobre mí demasiado tiempo, a pesar de eso no parpadeé al mirarlo, deseando que Luca le dijera que se marchara. O que hiciera algo.

—Vete, Lowe —dijo Luca, tomándome del brazo—. Estoy seguro que en la cocina agradecerán un par de manos extras.

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—Oh, no te lo dije —dijo a la ligera Lowe—. Celeste me ha dado este noche libre para disfrutarla… para mezclarme… —hizo una pausa—. Como un invitado.

— ¿Lo hizo? —Luca parecía sorprendido pero sonrió, complaciendo a su hermano—. Entonces, será mejor que no la defraudes.

Lowe volvió a mirar a sus amigos. —No te preocupes por nosotros. No vamos a avergonzarte… o a tu encantadora compañera —con una sonrisa exasperante, él se marchó.

Luca sacudió su cabeza. —Se supone que no me preocupe por él. Él es demasiado… ¿Cómo lo llamarías tú? ¿Engreído?

—Engreído es la palabra justa —dije secamente.

Dentro del gran salón —el salón de baile—el ruido era casi ensordecedor. Era más como un murmullo de voces, casi como siseos, un nido de criaturas susurrando. Me sorprendieron los distintos grupos que estaban reunidos.

Hay estaba Tilly y su aquelarre, charlando. Su apariencia le daba a Tilly un parecido con a un pájaro, la nariz afilada, su cabeza moviéndose hacia adelante y atrás.

En la esquina, los vampiros que había visto hace un rato estaban observando a los demás. La mujer sostenía un elegante abanico de mano, y la vi susurrándole a su pareja mientras ella hacia ademanes, haciendo una pausa para tomar una copa de champagne de los que parecían ser meseros.

Tomando un largo trago, ella echó su cabeza hacia atrás y comenzó a tener hipo. Sonreí. Eso la hacía parecer más humana.

Y en la orquesta, sentados en un escenario encima de una plataforma, estaba Dalya, inclinándose concentradamente sobre su violín.

Repentinamente deseé que Dot estuviera aquí para ver todo esto, y sentí una punzada de dolor. Ella nunca debería saber de eso. Ella no podía saberlo.

Dalya levantó su cabeza y nos miró. Dos pequeñas manchas rosadas aparecieron en sus mejillas y movió su cabeza a modo de saludo.

—Dalya pasa la mayor parte de sus tardes aburrida como un caracol —dijo Luca, saludando de regreso a su hermana—. No puede esperar para hacer su entrada como una invitada.

Secretamente la envidié, observándola segura en su lugar en la orquesta. Si no fuera porque Luca estaba a mi lado, yo no me sentiría cómoda. La noche se abría delante de mí, desconocida y prohibida. Me sentí nostálgica mientras veía a un camarero con una bandeja llena de copas pasar frente a nosotros.

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Luca siguió mi mirada. —Un poco de jugo vino no te hará ningún daño —dijo , deteniendo al camarero para tomar dos copas—. Aunque a grandes dosis tiene un efecto alucinógeno, así que mejor lo tomaremos con calma. —Él me tendió una copa.

Bebí, encontré un sabor como a limonada.

Efervescente, pero inofensivo.

—No quería decírtelo —murmuró Luca por encima de su copa—. Pero ya eres fuente de interés.

— ¿En serio? —Miré sutilmente a mí alrededor, mi estómago se apretó. Mientras mis ojos viajaban alrededor de la habitación, me encontré con algunas miradas curiosas. Los vampiros en particular observaban descaradamente mi vestido.

—Vamos —dijo Luca—. Vayamos a saludarlos.

Él me tomó del brazo y me dirigió a través de los invitados, hacia la pareja de vampiros en la esquina.

—Hola —susurró la mujer con la capa.

Ella bajó su abanico, sonriendo espectacularmente hacia Luca mientras él se acercaba. —Que grosero de tu parte no presentarme a tu compañera —Ella extendió una mano hacia a mí—. Que delicia eres —dijo , sus ojos ahumados me atravesaron totalmente—. ¿De dónde has venido?

Abrí mi boca, pero Luca intervino besando su mano.

—Vanya, ella es Jane. Una prima lejana del sur —Sonrió de manera relajada—. Jane, ella es Vanya. Y su esposo Milton —señaló hacia Milton, quien estaba a unos metros de distancia consiguiendo más vino—. Ellos dirigen el nido de vampiros en Nissilum.

—No es como si viviéramos en una choza —dijo Vanya—. Hemos trabajado duramente para disfrutar de una existencia lujosa. Y esto les da a nuestros discípulos algo a lo cual aspirar —Parpadeó hacia mí y me sentí siendo arrastrada hacia ella. Miré mi copa, recordando la advertencia de Luca.

—Qué hermoso vestido —dijo , una ligera risa escapó de sus labios. Mi boca se congeló en una sonrisa—. Uno muy hermoso viniendo de tu raza —le dijo a Luca sobre mi cabeza, como si yo no estuviera presente.

Habiendo conseguido su bebida, Milton apareció frente a nosotros; sostenía en su mano enguantada una copa con un espumoso líquido claro, me extendió la otra mano.

—Encantado de conocerte, hermosa criatura —dijo . Estaba obsesionada con su boca, gruesa y roja, aunque su piel me dejaba perpleja. Contrariamente a lo que yo esperaba, él tenía una piel saludable y unos ojos marrones muy comunes, no

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eran oscuros como los había imaginado.

Luca asintió cautelosamente hacia él, entonces, mirando a Vanya, él aclaró su garganta, tratando de cambiar la conversación. —Vanya y Milton son vampiros de Borgia. Una gran dinastía.

Vanya movió su abanico de un lado a otro, pavoneándose como si se tratara de un título real.

—Nosotros tomamos los nombres de algunos conocidos mortales hace algunos años atrás.

Ella miró con dolor a Milton. —Teníamos tanto en común con ellos, ¿Verdad, querido?

—Era un país exquisito, también —agregó Milton, con nostalgia—. Italia —Me dirigió una mirada—. ¿Has escuchado de ese país?

¿Borgia? Familia italiana… Parpadeé y aparté mi mano del agarré de Milton, insegura de si esto era un truco.

—No, nunca. ¿Es un lugar hermoso?

—Mucho. ¡Y la comida! Lástima que no podíamos comer.

Luca me dio un ligero empujón, recordándome que la ignorancia sería mejor para mí.

Vanya abrió su bolso y sacó un pequeño espejo y un lápiz labial. Ajena a su público, ella retocó sus labios, haciendo un mohín a su reflejo. Milton la mirada con adoración, me di cuenta.

— ¿No es bastante hermosa? —murmuró él, luego sutilmente me miró de arriba a abajo—. Aunque sospecho que esta noche tiene un poco de competencia.

Levanté la mirada hacia Luca para ver el orgullo en su rostro, intercambiamos una sonrisa. A pesar de que no me sentía cómoda con estos vampiros, toda esta atención me daba un poco de placer.

Ajena a cualquier cumplido, excepto a los dirigidos a ella, Vanya cerró su espejo y lo metió en su bolso. Enlazó su brazo con el mío y su capa se frotó agradablemente contra mi piel desnuda.

— ¿Te gustaría ver la galería ancestral? —Me susurró al oído—. Todos esos fantásticos Serafines puros. Que horripilante.

— ¿Por qué no? —dije, mi cabeza estaba un poco mareada. ¿Era lo que bebí o era Vanya?

—Voy a llevármela, Vanya —Luca sonrió amablemente, pero su tono era firme. Él se movió entre nosotras, apartándonos, y deslizó su propio brazo entre el mío.

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La cara de Vanya se oscureció por un segundo, pero ella recobró la compostura y sonrió ampliamente. Sus dientes eran los más blancos que jamás había visto.

—Como desees —dijo , de una manera cortante, y levantó su copa hacia Milton—. Necesito algo más refrescante, cariño —Le dijo mientras él obedientemente tomaba su copa.

Vanya se giró hacia mí y sentí el agarre de Luca apretarse un poco. —Habrá que platicar algún día —dijo , tocando mi mejilla con su dedo. Entonces, guiñó un ojo hacia Milton.

—Ella es increíble —suspiré—. Y me siento mareada.

—Vanya tiene ese efecto —La expresión de Luca era seria—. Es terriblemente coqueta. Pero sin duda tiene un buen ojo para detectar la belleza —sus ojos se posaron tímidamente sobre mi vestido y por dentro me sentí radiante.

—Apenas puedo creer que lo que está ocurriendo. Todo es tan glamoroso.

—No puedo negar que lo estoy disfrutando —Luca tiró suavemente de mí en dirección hacia el gran salón, y mientras caminábamos entre un grupo de brujas, ellas nos miraron fijamente—. Yo normalmente sirvo las bebidas —agregó en un susurro.

En la puerta de entrada a la gran sala estaba un hombre con cabello blanco, vestido con un frac pálido azul, se inclinó solemnemente hacia nosotros. Asentí en saludo.

—Ese es Ned —dijo Luca cuando pasábamos hacia dentro del gran salón—. Él y yo tendemos a pasar tiempo juntos en el baile. Tiene un buen sentido del humor. Es un ángel.

Reí. —Lo dices en serio, ¿verdad?

—No soy de los que hacen muchas bromas —dijo lentamente Luca—. Bueno, en términos humanos.

— ¿Pero no se supone que los ángeles sean serios? —dije—. Bueno, no totalmente serio.

Luca se detuvo y puso su copa en una mesa de mármol con lo que parecía patas de oro macizo.

—Envidio como confías en la gente —dijo , y pensé que sus ojos se veían suaves y amables al verme—. Como te puedes imaginar, la confianza no es algo muy preciado en la población de Nissilum… Bueno, aparte de los ángeles. Y en cuanto a los hombres lobo… bueno, los animales no confían… ellos sobreviven. —La cara de Luca era seria. Triste.

Él odia esto, pensé. Él odia no saber que quién confiar.

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—Pero, ¿tú confías en tu familia? —dije, queriendo suavizar las arrugar de ansiedad en su frente.

—La lealtad quizás es un poco diferente.

¿Y que hay sobre mí? Quise preguntar, pero no lo hice.

Una fila de camareras apareció por una puerta en el pasillo. Vestidas en tonos de pálidos rosas, ellas eran lo que podría describir como angelicales. Pálidos rizos rubios, vestidas al estilo Jane Austen y con piel cremosa. Las miré fijamente, embelesada.

—Bastante bien —dijo Luca, mientras ellas llevaban sus bandejas hacia el salón de baile—. Son demasiado dulce. No es lo mío.

Sonreí. —Son como salidas de un cuento de hadas.

Observamos como ellas desaparecieron por la puerta.

—Entonces —dije a la ligera—. ¿Has tenido más… imágenes en tu cabeza?

Luca parecía confundido.

—Ya sabes, ¿Sobre Evan? —contuve mi respiración, esperando que la respuesta fuera no.

Luca parecía como si quisiera decir algo, pero vacilo.

—Creía que no hablaríamos de Evan está noche. Es sólo… Te estaba disfrutando para mí mismo.

Él sonó tan formal, pero aún así tan dulce, aparte cualquier pregunta de mi cabeza.

—Claro —dije, aliviada—. Y yo también. Quiero decir…

—Sé lo que querías decir —dijo sonriendo—. Vamos, te mostraré la galería.

Él me dirigió a través del resbaladizo piso de mármol, tan pulido y limpio que podía ver el resplandor de mi vestido azul reflejado como si estuviera frente a un espejo.

Al final del pasillo había una escalera ornamentada, ancha de la base, con los pasamanos de oro curvados hacia el siguiente piso. Los escalones estaban cubiertos por una alfombra de terciopelo de color marfil. Cuando llegué a las escaleras miré a mi alrededor, vi una enorme pintura con marco dorado, con vista hacia el pasillo.

—Ese es Cadmium —dijo Luca, asintiendo hacia la pintura—. Capturado en su mejor momento.

Mientras subíamos pude ver un hombre increíblemente guapo. Vestido con una túnica blanca, como un atractivo emperador romano, una delicada corona de plata estaba entre los rizos de su cabello. Sus ojos azules eran penetrantes, a pesar

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de que la fotografía estaba muy lejos.

—Bien parecido, ¿eh? —dijo Luca, echando su cabeza hacia atrás para ver mejor la pintura—. Debo de haber visto esta pintura miles de veces, y cada vez que la veo hace que mi respiración se atoré en mi garganta.

— ¿Dónde está él? —susurré, por razones que no podía comprender, me sentía como si estuviera frente a un santo en una iglesia.

— ¿Ahora? —Luca miró de regreso hacia el pasillo, el cual estaba vacío, pero los sonidos dentro del salón de baile hacían eco. Una fuerte risa atravesó el pasillo—. No lo he visto en toda la tarde. Debe de haber algo que necesite su atención.

Continuamos caminando sobre la alfombra de marfil, pasando por una hermosa pintura de Celeste, sonriendo con benevolencia; la última matriarca con ojos azul zafiro, y una fina cara en forma de corazón, ella usaba un collar con un colgante de plata semi—circular.

—Matilda —dijo Luca, asintiendo hacia una hermosa mujer vistiendo una capa. Igual que los otros, ella era rubia, pero sus pestañas eran oscuras, y tos rosados puntos en sus mejillas le daban más humanidad—. Es la hija mayor de Cadmium y Celeste. Ella debe de estar en algún lugar —dijo vagamente Luca—. Supervisando que todo esté a la perfección o algo. Ella está casada con Reuben.

Luego pasamos a Dorcas, la hermana menor de Matilda, me dijo Luca. A diferencia de los demás, ella tenía una mirada melancólica, y su cabello era un tono más oscuro que rubio, su piel era un poco opaca. Me pregunté donde estaba esta noche…

— ¿Qué es esto? —dije mientras subíamos más, acercándonos a un marco sin ninguna fotografía, sólo con una placa con el nombre de Raphael escrito abajo.

—Raphael. Él es lo que tu llamarías, ―la oveja negra de la familia‖ —Luca se giró hacia a mí, continuó en voz baja—. ¿Recuerdas que te hablé de él cuando conociste a mi familia por primera vez?

—Él es… ¿Ese chiflado?

—Eso es lo que ellos dicen —Luca miró a nuestro alrededor, comprobando que estábamos muy solos—. Pero nadie está realmente seguro. Él siempre ha sido un poco… volátil.

— ¿Así que ellos quitaron su retrato para enseñarle una lección?

—Algo así —dijo Luca—. Celeste necesita dar el ejemplo, pero ella adora a Raphael.

Siguiendo más arriba, otro retrato también había sido desaparecido. Ni siquiera tenía un nombre. Miré interrogativamente a Luca.

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—El padre de Raphael, el esposo de Dorcas: Gabriel —dijo —. Nadie sabe exactamente que le sucedió a él —La cara de Luca palideció un poco.

—Qué triste —dije, observando la expresión dolorosa de Luca. Él asintió, pero siguió subiendo las escaleras.

En la cima de las escaleras estaba un gran pasillo y otras dos grandes puertas. Dos sillas blancas estaban a los lados. Eché una mirada a Luca.

—Es la sala de recepción de Celesta y Cadmium, —susurró, tomando mi mano y tirando de mí hacia las puertas. Él tocó firmemente, pero no hubo respuesta. Nos miramos el uno al otro—. Déjame mostrarte… sólo será un momento. La vista es espectacular.

Él abrió la puerta con suavidad y la luz que inundó la habitación fue deslumbrante. Las paredes opuestas eran enormes ventanas, con vistas a un cielo nocturno oscuro, una luna casi llena y copas de árboles de cedro a lo lejos.

Un gran buró de madera con hileras de cajones estaba contra una pared, mientras que en el centro de la habitación había una gran mesa circular cubierta con fotografías. Me acerqué, mis ojos se deslizaron sobre las imágenes.

Fotografías familiares. Había de Celeste con sus hijas, una de ellas sostenía a un bebé, y otra de Cadmium y un chico de alrededor de trece o catorce años. Decir que él parecía angelical sería poca cosa. El chico tenía un cabello largo y rizado, y vestía una túnica azul pálida. Su cabello parecía húmedo y rizado alrededor de su cuello y sus hombros, como si hubiera estado nadando; pequeñas gotas de agua caían en su frente. Parecía muy serio. Me moví más cerca.

Algo en ese chico me llamó la atención.

—Ese es Raphael —dijo Luca en voz baja—. Parece dulce, ¿no? Pero él ya estaba comenzando a comportarse de manera extraña.

No dije nada, continúe mirando fijamente la imagen de padre e hijo. No podía explicar porque no podía apartar mi mirada—pero Raphael era cautivante de alguna manera. Cambié mi mirada hacia Cadmium, vi en sus ojos el mismo color que en los de su hijo.

— ¿Dónde está su padre? —pregunté—. ¿Gabriel?

—Gabriel ha estado desaparecido desde entonces —Luca sacudió su cabeza—. Raphael no lo tomó muy bien.

—Pobre chico —fruncí el ceño.

El sonido de pasos en la escalera nos sorprendió y me sacudí, golpeando la mesa. Algo cayó detrás de la fotografía de Cadmium y Raphael.

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—Rápido—dijo Luca—. Debemos irnos —Se volvió hacia la puerta. Volví a mirar la cosa en el suelo. Otra fotografía, una suelta, que debió haber sido escondida detrás de uno de los marcos.

—No te preocupes por eso —dijo Luca vagamente sobre su hombro—. En realidad no deberíamos estar aquí.

Aún así, tomé una foto, es decir, volví a ponerla sobre la mesa, pero como Luca abrió la puerta había cambiado de opinión, la metí tan rápido como pude en la parte superior de mi manga, donde se raspó contra mi piel.

Me lancé tras Luca y salimos al pasillo, con un poco sin aliento.

Los pasos se acercaban más y una figura se volvió en la parte inferior del último escalón de las escaleras. Un vestido de tul de plata familiar y una sonrisa benigna se detuvo debajo de nosotros.

—Luca—dijo una voz suave. Era Celeste, que tenía las llaves en una mano y un vaso de agua en la otra. Una vez más miró con cariño a Luca.

—Le estaba mostrando la galería a Jane —dijo con nerviosismo—. Llegamos un poco lejos—Me tomó la mano de nuevo, de manera tranquilizadora. Y fuimos a su encuentro donde se encontraba.

Celeste no aparecía tener la menor sospecha. En lugar de eso me dio lo que me di cuenta era su acostumbrada sonrisa, llena de calidez.

—Tu madre debe estar muy feliz —dijo , mirando desde mí a Luca—. ¿Espero que estés disfrutando del baile? ¡Qué hermosa pareja son!

—Sí —Se sonrojó Luca. Me tomó del brazo, sin saber si era el protocolo de una reverencia a Celeste cada vez que nos encontramos.

Celeste comenzó su descenso, Luca y yo detrás de ella, pero cuando llegó a los retratos vacíos de su hijo y su nieto, hizo una pausa. Ella se acercó al de Raphael y con un movimiento vacilante trazó su nombre grabado en la placa.

—He fallado, Luca —dijo en voz baja. Se volvió hacia los dos—. ¿Te acuerdas de Raffy? Los dos fueron cercanos una vez... Cuando niños.

Le lancé una mirada a Luca, quien estaba en silencio.

La cara de Celeste se ensombreció. —Mi pequeño Raffy —murmuró—. Demasiado alegre y sensible.

Me toqué sutilmente mi manga, sintiendo que la fotografía seguía en su lugar.

Ella sacudió la cabeza, arreglándose su escote con una mano, y luego levantando sus faldas.

Todos bajamos al vestíbulo.

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Cuando llegamos a la final de la escalera y los sonidos camorristas venían de la sala de baile, dio un suspiro frente a nosotros y recupero su abanico.

—Es hora de bailar... y luego el discurso —dijo , con ironía—. Espero que los invitados se estén comportando.

Con eso, fue con elegancia hacia la sala de baile, dejándonos de pie detrás de ella.

— ¿Puedes bailar?—dijo Luca, su voz estaba muy cerca detrás de mí. Esperaba que pusiera su mano en mi cintura, pero en vez de eso tomó mi brazo de nuevo.

—No sé. Pero lo haré si tú quieres.

—De acuerdo—dijo y así me atrajo hacia él, sentí un revoloteó de felicidad.

Caminamos a través del sonido de los animados violines que tocaban un clásico concierto. La orquesta estaba en pleno apogeo y las personas estaban bailando. Vi a Vanya, con su cabeza echada hacia atrás, con el brazo de Milton rodeando su cintura y un grupo de brujas cerca, tomados de las manos y girando en un círculo, sus pequeñas caras felinas no tenían sonrisa, pero sus movimientos eran expertos.

—Casi todo el mundo está en sus propios asuntos —me dijo Luca con una sonrisa. Me tomó del brazo y puso una mano suavemente alrededor de mi cintura, acercándome más a él. En su esmoquin negro y camisa blanca parecía a una estrella de cine de antaño. Clásico y hermoso. Sus ojos verdes fijos en los míos y nos movimos alrededor con una habilidad sorprendente.

—Todo el mundo te está mirando —dijo —. La reina de la fiesta.

— ¿En serio? —Sentí que me sonrojé. Era como si esto fuera un increíble sueño mágico. El sueño de toda chica. Sosteniendo la mirada de Luca, mientras bailábamos, mi estomago saltaba de emoción. Placer puro, inocente. Estaba en todo mi derecho a sentir, me dije. Sólo por una noche. No quiere decir nada. Todavía tenía un novio.

Finalmente desvíe mis ojos, concentrándome en mi trabajo de pies. Afortunadamente, Luca parecía saber exactamente lo que estaba haciendo. Se movió de una manera segura, inconscientemente.

—De verdad puedes bailar —le dije, sabiendo que de verdad yo no podía, pero disfrutando de mí misma al intentarlo.

—Tuve que aprender —replicó Luca, con la respiración un poco agitada mientras me tomó del brazo y me dio una vuelta, riendo y volviendo hacia él—. ¿Tú no?

—Todo esto es parte de la humillación de la vida mortal para una persona joven… no tengo ni idea de cómo bailar o hablar con los chicos —le dije.

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—Yo no diría eso —dijo con rapidez, sus ojos veían lejos a medida que hablaba. Escondí una sonrisa, dejando pasar a mi lado a un hombre con una chaqueta de cena larga de color azul oscuro con una raya azul a juego con su pelo. El hombre, de unos veinte años, me dedicó una sonrisa de oreja a oreja.

—Valdar —susurró Luca—. El hijo de Vanya.

—Pero ella no aparenta más de treinta años —le dije, yendo lentamente. Le eché otro vistazo a Valdar, cuya pareja de baile me estudió con los ojos entrecerrados—. Se ven como hermano y hermana.

—Vanya detuvo su envejecimiento en sus últimos veintitantos años, ya que la mayoría de ellos lo hacen. Los vampiros son tan vanidosos —Él hizo una mueca—. Es sólo la verdad.

La música se detuvo y la gente se alejó de la pista de baile para reunirse a los lados de la sala, por las mesas de bebidas. Un grupo de jóvenes, muchachos de pelo negro, bebían un brebaje una mezcla de tomate rojo.

¿Sangre? Me estremecí entonces, recordando que las personas en esta sala pudieran literalmente drenarme la vida, si quisieran.

— ¿Crees que alguien sospecha que soy mortal? —dije en voz baja a Luca cuando empezamos a deambular hacia un sofá de estilo otomano junto a la puerta.

— ¿Mortal? —dijo una voz chillona a mi lado y me congelé. Tilly apareció, su pelo rizado salvaje incluso estaba más despeinado. Su ceñido vestido de terciopelo se aferró a su cuerpo sílfide. Se desmayó ligeramente y mi corazón latía más lento. Si estaba borracha...

— ¿Qué estás hablando, Tilly? — La voz de Luca fue la salvación, pero una de sus manos encontraron la mía y me aferré a él.

—Ella dijo algo acerca de un mortal —Los ojos de Tilly brillaron—. ¿Hay uno aquí? ¿En el palacio?

—No seas ridícula. —La expresión de Luca era de perplejo—. Has bebido vino en exceso, Tilly. Te estás imaginando cosas.

Tilly levantó la cabeza y enfrentando sus ojos almendrados en mí. —Ella lo dijo —Se acercó a mí y movió la nariz, como si estuviera oliéndome—. Has aparecido de la nada, señorita... ¿Quién eres tú?

—Yo... —empecé, mirando por encima de Luca—. Soy Jane, una mujer lobo del sur —Mantuve mi voz lo más firme que pude.

—Hmmm —Se quedó cerca un segundo más y mi aliento pareció congelarse en mi garganta. Me acordé de lo que Luca había dicho: las brujas pueden hacerte daño con sólo mirarte. Mis ojos se apartaron de ella.

—Tengo un oído excelente —dijo a Lilly con altanería—. Como bien sabes.

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—Por supuesto —dijo él con una sonrisa muy convincente a ella—. Sin embargo, el vino puede alterar los sentidos, ¿no?

Tilly miró su vaso, que estaba vacío, y lo olió. —Es posible —dijo ella con voz crepitante. Negó con la cabeza en un movimiento excéntrico—. ¿Cuándo servirán el pastel? —dijo con truculencia—. ¿O tenemos que soportar uno de esos discursos triste antes de que lo hagan?

Los labios de Luca se contrajeron en una sonrisa sincera y luego mi cuerpo se relajó.

El sonido del tintineo de metal contra el vidrio llamó la atención de todos hacia la parte delantera de la sala, donde estaba Celeste esperaba pacientemente.

— ¿Están pasándolo bien? —Vanya se lamió los labios incómodamente cerca de mí y luché contra el instinto de alejarme de ella. Eso sin duda me delataría.

—Muy bien, gracias —le dije cortésmente, notando por primera vez un diamante pequeño incrustado en su delicada nariz.

Ella sonrió, levantando un dedo como si quisiera borrar una lágrima invisible de su ojo. —Encontré nuestra pequeña reunión encantadora.

Milton apareció detrás de ella, envolviendo sus brazos alrededor de su figura esbelta. —Tal suavidad, ¿no te hace endulzarte? —dijo con voz sedosa—. Personalmente, estas ocasiones, simplemente me dan hambre —Cuando me volví, lo encontré mirándome directamente, y me sonrojé ligeramente—. No hay comida decente, como vez —añadió—. Sólo un montón de emparedados en las bandejas.

Sonreí, con miedo de repente. Milton y Vanya estaban tan cerca que mis oídos zumbaban. Mis ojos se movían alrededor para localizar a Luca, pero estaba al otro lado de Tilly, que estaba murmurando algo al oído.

El ruido en la habitación después desapareció, cuando Celeste finalmente llamó a todos a callar.

Caminé lentamente hacia atrás, pero me encontré con un brazo sólido. Mantuve mis ojos en Luca, pero él miraba al frente cuando Celeste habló con una voz suave pero poderosa para todos nosotros. Consciente de que no había escapatoria, por ahora, me quede donde estaba, escuchando sólo la mitad el discurso, mucho más conscientes de los latidos de mi corazón. Horas parecían pasar hasta Celeste terminó de hablar, levantando la copa para los invitados.

La orquesta empezó a afinar y me orillé hacia adelante.

—Mejor quedarte, cariño —Vanya se inclinó para susurrarme—. Luca está escoltando a aquella desgraciada Tilly al tocador. —Me sonrió mientras yo levanté la cabeza para mirarla—. Milton y yo seremos tu compañía hasta que vuelva.

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Con un creciente sentimiento de pánico miré a Luca llevando a la reacia Tilly por las puertas dobles, consciente de la mano de Vanya en mi codo.

Vamos Luca, hubiera querido, tener entrenamiento de mis ojos en la puerta. En lugar de Luca, Lowe apareció, siguiendo a una de las chicas que sirve mientras ella recogía los platos vacíos y los vasos.

— ¡Lowe! —Llamé en voz alta, sorprendiéndome a mí misma.

Frunció el ceño, interrumpiendo su camino y eso. Para mi alivio sus ojos me encontraron. Por un momento horrible pensé que iba a darse la vuelta y dejarme en las garras de Vanya, pero cruzó la sala, con una sonrisa burlona en su rostro.

—Oh, querida. ¿Te ha abandonado ya? —dijo , asintiendo con la cabeza bruscamente a los Borgia—. Déjame llevarte para tomes algo más de beber —Con un movimiento rápido, contundente tomó mi mano y me llevó con él al otro lado de la habitación.

—Gracias —dije, recuperando el aliento después de mantenerlo durante tanto tiempo—. Pensé que nunca escaparía de ellos.

—No es nada —Lowe miró a su alrededor de forma casual, pero su mirada volvió a mí—. Pero seguramente podría haberte escapado de ellos... ¿si hubiera surgido esa necesidad?

—Sí, pero... estaba con la guardia baja —dije improvisando, nerviosa—. Y son bastante abrumadores.

—Interesante —Sacó un vaso de lo que parecía ser agua de una pequeña chica de servicio que llevaba a otro grupo de personas—. O eres una muy ingenua, o si tiene buenas razones para temer los Borgia... —Hizo una pausa, intensificando su mirada—. ¿Cuál es?

Negué con la cabeza como si no le había entendido. En el interior me di cuenta de que el escrutinio de Lowe era más alarmante que de los Borgia.

Me volví tan sutilmente como pude a ver a los vampiros, pero habían desaparecido. Me volví a relajar.

—No tienes que estar conmigo —le dije—. Estoy segura de que tienes cosas más importantes que hacer.

—No, en absoluto —dijo en voz baja—. No la mitad de interesante que tú.

Para mi alivio, Luca apareció en el salón de baile, mirando a su alrededor, preocupado. Deteniéndose en Lowe y yo, corrió hacia nosotros.

—Siento mucho haberte dejado. Pero veo que has sido rescatada —Le dio una palmadita a su hermano en el brazo—. Gracias, hermano.

—En verdad debes mantener un ojo sobre Jane —le dijo Lowe—. Ella es como un cordero alrededor de leones hambrientos.

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Luca palideció un poco, pero mantuvo la calma.

—Vamos por aire fresco, creo —dijo dirigiéndose a mí—. Cada vez es más asfixiante aquí —Se quitó la chaqueta y la dejó en su brazo.

Lowe sonrió, sus dientes afilados, blancos totalmente expuestos. —Una habitación llena de bestias —se burló—. ¿Qué esperabas?

Luca rodó los ojos a su hermano y tiró de mi mano. —Hay un hermoso jardín en la parte trasera del palacio. Un buen lugar para sentarse lejos del ruido. — Pasando a un lado de Lowe nos dirigimos hacia una puerta grande cerca de la vidriera, más allá de la orquesta, donde Dalya estaba sentada bostezando.

La música se desvaneció un poco cuando la puerta se cerró detrás de nosotros. La sala en la que estábamos estaba llena de cuadros con marcos dorados y azulejos de mármol espectacular, pulido a la perfección. Nunca podría resistirme a un piso pulido y me encontré dando vueltas, deslizándose alrededor, recogiendo el ruedo de mi vestido como no lo había hecho desde que era una niña pequeña. Casi se me olvida Luca estaba conmigo hasta que me detuve, sintiéndome un poco mareada y vi que me observaba con una sonrisa.

—Lo siento —le dije con hipo—. No actúo y siempre así... supongo que es por tener que ser tan adecuado durante toda la noche. Me dan ganas de portarse mal un poco.

—Estoy de acuerdo —dijo , todavía sonriendo—. Espero tener la oportunidad de ver que te portas mal con más frecuencia.

— ¿Ahora? —dije, agitando mis faldas de lado a lado—. No dejes que los preciosos ángeles te escuchen decir eso, o nos van a echar.

—No me importaría eso —dijo —. Podríamos ir y portarnos mal en algún lugar privado.

—Luca —le dije con una falsa desaprobación—. ¡Y has sido un caballero en toda la noche!

—No quise decir... —dijo sonrojado—. Quise decir...

Sonreí. —Entonces, ¿vamos a ver este jardín secreto o no?

La puerta fue difícil de manejar al principio, pero finalmente Luca la abrió y nos deslizamos bajando y a través de un pequeño pasillo alfombrado. Todo estaba tranquilo, pero a medida que caminábamos más por el pasillo, oímos el sonido de voces apagadas procedentes de una gran sala al final. El interior estaba oscuro. Miré con ansiedad a Luca, que aminoró el paso, poniendo su brazo suavemente para detenerme.

— ¿Quién está ahí? —dijo una voz familiar, ronroneando.

—Vanya —murmuró Luca—. Se trata de Luca —dijo en voz alta.

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Vanya apareció en la puerta, sus ojos entrecerrados. —Bueno, hablando del demonio —dijo .

—Valdar y yo estábamos deliberando sobre algo... —hizo una pausa, su mirada radical sobre mí como un reflector. — ¿Cuando es un lobo... no un lobo?

La expresión benigna Luca se congeló en su rostro. —No entiendo.

— ¿En serio? —Ella dio un paso más cerca, mucho más cerca, de nosotros y extendió un dedo para levantarme la barbilla con una de sus uñas de color negro brillante. Me quedé donde estaba arraigada.

—Vanya —Suspiró Luca, con el ceño fruncido en el gesto—. ¿Qué vas a hacer?

—Oh, cariño —dijo teatralmente—. Tenemos un pequeño... dilema... en nuestras manos.

Mis ojos se movieron inquietos a Luca, cuya expresión era impasible. Sólo el ligero tic en su mejilla lo descubrió.

—Verás el problema es —continuó Vanya—. Que esta criatura privilegiada, nada más no huele bien.

Tragué. No había funcionado. La menta y el laurel no habían funcionado.

—Estás borracha —dijo Luca con firmeza—. Estás imaginando cosas.

—No lo creo, amigo mío... —salió Valdar de detrás de Vanya, como una sombra gigante en la oscuridad—. No estoy en lo más mínimo borracho y estoy de acuerdo con mi madre. —Me sonrío y allí estaban, agudos y afilados, sus dientes brillando en la penumbra.

Luca caminó tranquilamente delante de mí. —Sugiero que vuelvan a la fiesta y se olviden todo esto al respecto —dijo , mirando de Vanya a Valdar—. Saben las consecuencias de morder y alimentarse en Nissilum. ¿De verdad vale la pena?

—Oh, dulce infierno, sí —dijo Vanya, inclinando la cabeza hacia atrás y riéndose—. Por una momentánea pausa en la vida de buena conducta tediosa. Por una, dulce gota de sangre mortal en mi lengua. —Ella se estremeció, dejando caer su cabeza.

Y justo cuando me aparté de ella, su mano salió disparada para agarrar mi brazo, retorciéndolo, tirando de mí cerca.

— ¡Jane!— Luca salió disparado hacia adelante, empujándome hacia detrás de él rápidamente. Tratado de saber lo que estaba pasando, me di cuenta del calor que provenía de su cuerpo y el pulso en su mejilla. Parecía crecer más y mientras miraba, el algodón de su camisa se estiraba en su brazo.

—Cuidado muchacho lobo —se burló Vanya, todavía arrastrándome hacia ella—. Soy más rápida que tú... —Pero con un chasquido de su mandíbula, Luca

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abrió la boca, revelando sus dientes y echó atrás la cabeza y rugió, en su cara fiereza.

— ¡Luca! —Grité, vislumbrando la cara alarmada de Valdar detrás de Vanya.

Vanya mientras tanto, había retrocedido hasta su hijo, empujando a los dos tan lejos de Luca como sea posible.

Di un paso atrás también cuando Luca gruñó, con la camisa rota, y los brazos cubiertos de pelo negro y fino. No me atreví a examinar sus manos. Miré hacia otro lado y cerré los ojos.

—Bueno, váyanse entonces —gruñó a Vanya y Valdar—. ¡Ahora!

Con una breve mirada alterada a los dos, Valdar arrastró a Vanya con firmeza a lo largo del corredor, mientras gruñía y murmuraba en voz baja.

Me quedé en la misma posición, mirando la parte posterior de Luca, con la camisa destrozada, los músculos alrededor de su cintura un poco punzantes. No se volvió. En su lugar, puso su cabeza entre las manos, revolviéndose el cuero cabelludo alrededor, haciendo pequeños ruidos gimiendo.

—Luca. —Con cautela puse una mano para tocar su hombro—. ¿Estás bien?

Hubo una pausa y luego, aún de espaldas a mí, comenzó lentamente a sacudir su cabeza.

— ¡Maldita sea! —masculló—. No estoy bien.

Me tomó mi mano, esperando, preguntándome si debería irme. Salir de este lugar y Nissilum, de inmediato. Pero aún no me movía. No lo podía dejar. No así.

Eventualmente, Luca levantó la cabeza y vi que su cuerpo había vuelto a la normalidad. Se volvió lentamente hacia mí y aunque sus ojos eran verde oscuro y un poco enrojecidos, era Luca de nuevo.

—He hecho una tontería, —dijo sombríamente—. Te traje aquí, a este lugar. Fue egoísta e ingenuo de mí parte. —Negó con la cabeza—. Debemos tratar de llevarte a casa. Tan pronto como sea posible.

— ¿Y dónde sería eso? —Una voz fría habló fuera de la vista.

Luca y yo nos volvimos rápidamente para ver Lowe, apoyado de forma casual contra la pared detrás de nosotros, con una sonrisa insolente en su cara. — ¿Dónde está su casa?

Luca me lanzó una mirada que me decía Mantente callada y déjame hablar a mí. Así que permanecí callada, asegurándome sin embargo de echarle a Lowe una mirada resentida como fuese posible.

Él no parecía darse cuenta. Esta vez sólo tenía ojos para su hermano.

—Sabía que no era un lobo —dijo fríamente—. Lo supe en el momento que la vi. Sentí su aura.

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— ¿Y? —dijo Luca con valentía—. Ella no hace daño.

—Ahora no es que no... —Comenzó Lowe agresivamente, pero al ver la expresión de dolor de Luca alteró su tono de voz a uno más adulador—. Estoy preocupado por ti, hermano. Sabes cómo termina. Todos sabemos lo que en verdad le pasó a Gabriel.

—No me importa, —dijo Luca fuertemente—. No sabes nada de esta chica. No sabes nada de mí.

Lowe estuvo en silencio durante un minuto y finalmente sus ojos se volvieron hacia mí.

—Entonces. Lo has seducido. Tejiste tu mágica y mortal trampa para atraerlo hacia ti. ¡Pero míralo! Él se ha convertido esta noche... por ti. —Dio un paso hasta mí, entonces y con una voz que goteaba de burla, enfrentó su cara a la mía—. Te estoy diciendo esto. Vas a irte esta noche y nunca volverás. No voy a permitir que lo arruines.

—No hay nada como eso entre nosotros —le dijo Luca—. Si quieres saberlo, estaba enfermo y cansado de que Henora y Ulfred preguntándome si tenía una novia. Jane es mi amiga y ella estuvo de acuerdo... a interpretar el papel esta noche.

Me abrase a mí misma. Era cierto, sobre todo. Entonces, ¿por qué me sentía tan… decepcionada? ¿Por qué me siento un poco tonta?

—Lo que tú digas —dijo Lowe suavemente—. Todavía no pertenece aquí.

—Nunca fue mi intención lastimar a Luca, —mi propia voz era agrietada—. Pero puedo ver que estoy en problemas aquí.

—No, no, Jane, —dijo Luca suavemente, colocando su mano sobre mí brazo. Apreté sus dedos, como si fuera la última vez que lo tocaría, no queriendo dejarlo ir.

—Sí. —Volví mi cara hacia él para enfrentarlo, bloqueando la vista de Lowe de él—. No tuve la intención de serlo, pero no funcionará. Muy pronto, todo el mundo sabrá que no soy un lobo. Si Vanya no les dice, entonces él lo hará. —Hice un gesto con la cabeza detrás de mí.

He estudiado cada centímetro de la cara de Luca. Su ternura, ojos verdes, sus pómulos afinados y la franja oscura que cayó hacia delante ahora a los ojos. Quería recordar para siempre esta cara.

—Lowe, déjanos, por favor, —dijo Luca, con firmeza.

—Yo no…

—Me gustaría decirle adiós a Jane —insistió Luca—. Permítenos eso, por lo menos.

Hubo una vacilación antes de que Lowe volviera a hablar.

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—Muy bien. Tienes cuatro minutos para deshacerte de ella. —Con esto se dio vuelta y caminó por el pasillo. Vimos hasta que se cerró la puerta al final detrás de él.

Luca se volvió hacia mí. —Voy a venir a verte —dijo , en voz baja pero febrilmente—. Va a ser difícil, porque Lowe informará de esto a Henora y Ulfred... me observarán de ahora en adelante. Pero lo haré. —Me tomó la cara con una mano y me atrajo hacia él, apoyando su frente contra la mía. Sentí las lágrimas venir y la soledad.

A pesar de que debería haberle dicho que este era el final, que era mejor para todos nosotros, si él y yo nunca nos viéramos de nuevo, no lo hice.

Mi corazón egoísta no me lo permitió.

Tuve que ver el tranquilo jardín de la parte trasera del palacio. Luca me llevó allí y nos encontramos con su longitud, su mano sosteniendo la mía. Cuando llegamos al otro lado de ella, una hilera de arbustos oscuros, frondosos con raya en medio revelaba un camino trillado, pero no planificado. Nos deslizamos en silencio hasta un gran portón de hierro forjado, que Luca abrió y nos deslizamos a través de él, fuera de los terrenos.

Miré hacia atrás por el camino estrecho, a través de las hectáreas de pasto, en la parte trasera del palacio, que brillaban hermosamente—sombras moviéndose detrás de la vidriera de la gran sala.

Me moví para sostenerme de Luca, pero él negó con la cabeza.

—No puedo llevarte o volver contigo, —dijo con tristeza—. Puedes hacer esto por ti misma.

Me sentí de nuevo de cinco años de edad, de pie en la puerta de la escuela con mi padre. Desolada y asustada que nunca volvería a verlo. La seguridad, la familiaridad me dejaban.

—Iré cuando pueda. —Luca entrelazó mis manos y me besó suavemente a un lado de mi cabeza, descansando contra la mía—. Cierra los ojos.

Hice lo que me dijo, pero a regañadientes. Lamentablemente.

Deseando volver a casa a mí misma.

—Adiós, Jane... —Vaciló—. Cuídate.

Cerré mis ojos y sentí como una pequeña parte de mi mundo se derrumbaba.

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Capítulo 18 Traducido por Juliana

ra casi primavera. De repente todo el aire frío se había vuelto polvoriento, las flores habían aparecido en el bosque. Las ventanas de la casa permanecían abiertas. Mi madre había empezado a cantar de

nuevo. Dot y yo nos recostamos a través del banco de papá. Tenía media hora antes de que Evan viniera a hablar con papá acerca de trabajar para él. El trabajo de papá había aumentado de nuevo y podía costear la ayuda. Recordando, todavía tenía que estudiar para mi próximo examen. Había evitado tanto como pude los trabajos de la escuela las últimas semanas. No había sido capaz de concentrarme en nada más allá del vacío de mi estómago. Me sentía desinflada, como si alguien me hubiera sacado el aire. Evan había estado llevándome a conducir concienzudamente, mientras mi madre me ponía a prueba en la teoría. Era una distracción, pero desde que faltaba otro año antes de que pudiera manejar por mi cuenta, tenía que forzarme a mí misma un poco.

— ¿Qué pasa? —Mamá me había preguntado una noche mientras yo miraba fijamente al espacio en la mesa de la cocina—. Estás muy callada últimamente.

—Me siento un poco desanimada es todo. —Me quedé mirando la parte de atrás del libro que ella tenía levantado—. No sé por qué.

Pero yo sí sabía por qué. Lo supe la noche que regresé a casa del baile, llegando sólo una hora después de haberme ido, y corriendo escaleras arriba, halándome el vestido y arrojándolo inadecuadamente en el armario, y yendo a la cama a las 8 en punto de la noche. Sentía como si algo hubiera sido arrancado de mí. Algo integral para mi vida, para mí. Y estaba enojada. Conmigo misma, con Lowe, incluso con Luca. Algo que quería había sido sostenido frente a mí y después había sido arrebatado. Simplemente así. Mamá asumía que era algo que tenía que ver con Evan y yo no le dije lo contrario. ¿Qué en la tierra podría haber dicho? Simplemente miré fijamente afuera de la ventana por horas, diciéndome a mí misma que era lo mejor. Que el sueño se había roto. Necesitaba concentrarme en la vida real ahora. Tenía un futuro por el cual preocuparme.

Y tenía a Evan.

Evan era un poco impredecible y volátil, pero al menos él sólo vivía a un par de millas de distancia. Al menos no tenía que escaparme para verlo. Debía estar agradecida de estar saliendo con alguien como él, que me hacía sentir atractiva y

E

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nerviosa y tímida y segura de mí misma, todo al mismo tiempo. Me gustaban sus manos sobre mí, me gustaba su cercanía. Pero...

— ¿Pero qué?

— ¿Jane? —Dot abrió sus ojos y se sentó. Ladeó la cabeza y me observó con la ceja levantada—. Estás hablándote a ti misma.

— ¿Qué? —Hice una mueca—. Dios… lo siento. —Estiré la pierna dándome cuenta de que mis vaqueros eran muy cortos para mí.

—Has estado un poco rara estos días, —Dot tomó una hoja del arbusto junto a ella y comenzó a triturarlo con sus dedos—. Como mal humorada y esas cosas. —Me miró de reojo—. Si eso es lo que es estar enamorada, es realmente molesto para las otras personas.

Me reí.

— ¿Quién dice que estoy enamorada?

—Estás de mal humor todo el tiempo, no comes nada, y no te puedes concentrar. —Dot arrojó lo que quedaba de la hoja al piso—. Eso fue lo que le paso a la hermana de Cassidy, Clare, justo antes de que se comprometiera con Harry. Dijo que estar enamorada era horrible y te daba acné. —Dot me miró con atención a la cara.

—Detente. —La aparté rápidamente—. Tal vez estoy enamorada. No lo sé.

—Debes saber. —Dot frunció los labios en concentración—. ¿Piensas en Evan y te da esa sensación de retorcijón en el estómago?

Eso era verdad.

—Así que… —Dot se giró sobre su estómago—. ¿Por qué estás triste?

—No estoy triste. Sólo estoy… distraída supongo. —Pausé, preguntándome por un loco momento si decirle a Dot sobre Luca, sobre Nissilum. Pero decirle que los Vampiros no son sólo cosa de la ficción, sino algo real y viviente en alguna parte en otro mundo, era totalmente de tontos. Ella tendría pesadillas por semanas.

Afortunadamente el sonido de un auto entrando en la vía captó la atención de Dot al igual que la mía. Me asomé a ver a través de los árboles, y vislumbré el familiar azul oscuro del Saab de Evan.

—Evan. —Le sonreí a Dot—. Vamos y saludemos.

Evan estaba sumergido en una conversación con mi padre en la mesa de la cocina cuando Dot y yo entramos, pero él alzó su cabeza para sonreír desamadoramente en mi dirección. Era extraordinario como olvidaba que efecto tenía él en mí cuando no lo había visto por un par de días.

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—Hey, Dot. —Él levantó su mano para darle un gentil dame-esos-cinco—. ¿Cómo está mi hermana pequeña favorita?

—Bien. —Dot estaba inusualmente tímida, y papá levantó una ceja en la dirección de nosotros dos.

—Dennos media hora, chicas. Después él será todo suyo.

Evan me dio una de sus miradas. Lenta, sexy… su boca sin sonrisa y sus intensos ojos azules.

—Vamos. —Le di un codazo en el brazo a Dot—. Ven y ayúdame a ordenar mi habitación.

Escaleras arriba, Dot se recostó en mi cama, mientras intentaba recoger el reguero de ropa que había permanecido sin tocar durante unos días en el suelo. El armario estaba medio abierto, y vislumbré el vestido azul de satín. La melancolía me atravesó. No quería mirarlo. Atravesé la habitación y lo saqué, alcanzando torpemente un gancho.

—Ooh. —Dot miró con atención lo que yo hacía—. Eso es lindo. —Se sentó parpadeando—. ¿Cuándo te pusiste eso?

— ¿Esto? —Me encogí de hombros casualmente—. Sólo me lo probé… era de mamá. —Alisé la falda, de alguna manera reticente de guardarlo ahora, y el movimiento causó que algo se cayera al suelo. La fotografía. Me había olvidado completamente de la fotografía. Sin mirar a Dot, la levanté y la puse en la parte superior de la cómoda para mirarla después. Pero los ojos de águila de Dot estaban en ella. Se bajó de la cama lentamente para darle un vistazo.

—No es nada, Dot. Déjalo. —dije un poco cortante.

Me ignoró y la alzó para estudiarla.

—La foto de un chico. —dijo , luciendo bastante decepcionada—. ¿Por qué tienes esto? ¿Quién es? —Sintiéndome desprevenida, se lo arrebaté.

Era Rafael. Se veía como de 15 años en la foto. El mismo rubio claro y ondulado cabello, la nariz perfecta. Él no sonreía; de hecho lucía molesto, ciñéndole a la cámara, sus ojos reducidos. Estudié la foto por un par de segundos más antes de ponerla de vuelta en la cima de la cómoda.

—Debió ser algo que mamá tenía y de lo cual se había olvidado. —dije vagamente—. Le preguntaré sobre ello…

Dot había perdido el interés afortunadamente. Estaba ocupada llevándose la muñeca rusa en mi espejo. Finalmente puse el vestido en el gancho y lo colgué en la parte de afuera del armario.

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—Eso es suficiente limpieza por hoy. —dije mirando a mi cama sin hacer—. Pero muchas gracias por tu ayuda. —Golpeé fuertemente a Dot en la cabeza justo al mismo tiempo en que sonó un golpe en la puerta.

— ¿Está bien si entro? —dijo la voz de Evan—. Tú papá y yo hemos terminado, creo.

Antes de que pudiera hablar, Dot se apresuró a la puerta. Los ojos de Evan se abrieron dramáticamente.

—Por fin soy capaz de ver la habitación de los Jonas. —dijo , con exagerado asombro. Entró, barriendo la habitación: mi cama deshecha, la pila de ropa desordenada en la silla, y zapatillas de entrenamiento en el suelo.

—Veo que no has tenido la oportunidad de limpiar aún. —dijo , sonriendo en mi dirección.

—Nos distrajimos. —dije ligeramente, disponiendo a Dot para que entendiera la señal y abandonará la habitación.

Predeciblemente, ella no se movió.

—Dot. —dije, a través de mis ligeramente apretados dientes—. ¿No tienes que hacer tarea o... algo?

—Excelente habitación. —dijo Evan, caminando hacia la ventana—. Maravillosa vista. —Él se dio la vuelta en mi dirección—. Apuesto que pasas mucho tiempo aquí dentro, ¿cierto?

—Difícilmente solía salir. —dijo Dot—. Pero las cosas son un poco diferentes ahora. —Miró a Evan.

—Bien. —Él palmeó su cabeza—. ¿Te importa si paso un poco de tiempo a solas con tu hermana? —Como si fuera por arte de magia, Dot se transformó en un modelo de obediencia.

—Por supuesto. —Saltó hacia la puerta—. Pórtense bien. —Cantó mientras cerraba la puerta tras ella. Rodé los ojos pero me estaba riendo ahora y también Evan.

—Ella es tan dulce. —dijo .

—Sí... —Concordé—. Aunque a veces me vuelve loca.

—Hermanas pequeñas. —Él suspiró. Miré en su dirección resistiendo la necesidad de decir algo condenatorio acerca de Sara.

Evan se acercó a donde yo estaba de espaldas a la ventana, delante de la cómoda. Hoy estaba vestido todo de negro y se había cortado el cabello. Su piel aún ligeramente bronceada incluso por el escaso sol de la semana pasada. Él sonrió con su hermosa boca, poniendo sus brazos alrededor de mi cintura, tirando de mí hacia él, sus manos acariciando mis brazos. Él sonrió con su hermosa boca, poniendo

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sus brazos alrededor de mi cintura, tirando de mí hacia él, sus manos acariciando mis brazos. Me sentí derretirme, empujando mis caderas hacia él. Posicioné mi cabeza en su nuca.

— ¿Estás bien cariño? —dijo suavemente—. Estás un poco callada.

Me separé. —Sólo estoy un poco preocupada. —Me encontré a mí misma diciendo—. Con trabajos de la escuela... Tengo grandes exámenes por presentar...

— ¿Necesitas que te ayude? —Preguntó, esponjando mi cabello—. Podría hacerte una prueba. —Sonrió—. Ser tu tutor.

Golpeé su brazo levemente. —Apuesto que puedes. Pero no estoy segura si podría concentrarme... contigo como mi maestro.

—Tal vez necesitas un descanso. —Él acarició mi cabello—. Pasar algún tiempo con tu novio.

Mandé lejos la inexplicable incomodidad que sentí en ese momento. —Probablemente tengas razón. —Suspiré, y observé sus ojos pasear y quedarse en algo detrás de mí. Frunció el ceño.

— ¿Qué? —dije.

—Nada. —Evan sonrió—. Es sólo que vi un pájaro... fuera de tu ventana. —Me di la vuelta para no encontrar nada más que las copas de los árboles meciéndose.

—No lo veo.

—Se ha ido. —dijo alegremente, pero me soltó y me acercó al tocador, donde examinó brevemente su reflejo en el espejo de encima.

—Salgamos. —dijo , en un tono de voz diferente. Más alto, nervioso.

— ¿Evan? —Me quedé mirando a su espalda, atrapando sus ojos en el cristal—. ¿Qué acaba de pasar? —Vi su expresión cambiar, tratando de relajarse. Se frotó las sienes y se volvió hacia mí.

—No pasó nada. —dijo restándole importancia—. Eres tan sensible.

Lo miré fijamente, dolida y confundida. —Yo sólo preguntaba...

—Salgamos. —Repitió, rehusándose a encontrar mi mirada—. Necesitarás un suéter o algo... va a estar frío afuera más tarde.

—Está bien. —Hojeé a través de mi ropa en la silla, sintiéndome nerviosa y decaída al mismo tiempo. Encontré un suéter negro y arrugado y metí los brazos a través de las mangas, consciente de que Evan me observaba a pesar de que estaba de espaldas a él.

—Está bien, estoy lista ahora. —No estaba entusiasmada de salir, y me preguntaba acerca de encararlo, pero Evan siempre parecía vaciar mi cabeza de todas las preguntas que quería hacerle. Sentí sus manos en mis hombros, escuché

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su aliento mientras las deslizó hacia abajo alrededor de mi cintura desde atrás.

—Lo siento, estoy un poco temperamental supongo. —dijo , entre mi cabello—. No puedo explicarlo, sólo me entra un sentimiento de tristeza a veces. —Sonaba tan arrepentido que me solté suavemente de su agarre para quedar al frente.

—Soy sensible. —dije, escaneando su rostro—. Hacemos una buena pareja. Entonces él sonrió. —Nunca un momento aburrido, al menos. —dijo .

Le devolví la sonrisa, pero me sentí insegura. Una parte de mí quería empujar Evan hacia mi cama y darle paso a la fuerte atracción que sentía por él. Otra parte de mí quería algo más estable, más seguro, algo en lo que pudiera confiar. Pero me incliné y lo besé rápidamente en la mejilla.

— ¿Caminata? Podemos llevar al perro.

Evan y yo terminamos al otro lado de Bale, mucho para el deleite de Bobby, pero no para mi ligero miedo. Estábamos un poco muy cerca a la casa de Evan para mi gusto. Me preguntaba si él iba a ingeniarse una de sus misiones "Buenas obras" y llevarme a casa para vincularme con Sara otra vez. Sin embargo, no mostró ningún signo de ello, a pesar de que parecía perdido en sus pensamientos mientras caminaba. Estaba armando un buen espectáculo de relajación y bienestar, pero pensamientos, preguntas se acumulaban en mi cabeza. Empecé a pensar en los cortes que había encontrado en el coche de Evan esa noche. Preguntándose si su estado de ánimo cambiante tenía algo que ver con eso... Pero yo no sabía cómo traer a colación el tema. No me fiaba de él. Pero hasta que lo supiera, no podía sentirme tranquila sosteniendo su mano, hablando con él.

Parecía que tenía un secreto, y yo estaba comenzando a descubrir que no me gustaban los secretos. Ni tan siquiera un poco.

Finalmente, el grupo de casas que se alineaban en un lado del camino de Bale se interpusieron en nuestro camino.

—Fin del camino, —le dije—. Será mejor que regrese a casa.

—Espera, —dijo abruptamente—. Todavía no.

Fruncí el ceño ligeramente. — ¿Qué pasa?

Dudó un momento. —Estoy pensando… me pregunto, cómo te sientes hacia mí. Quiero decir… ¿en verdad te gusto o simplemente estás aburrida y yo soy una distracción?

—Por supuesto que no.

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Movió sus pies torpemente. —No soy muy tolerante con las personas. O las chicas. —Miró duramente hacia mí—. No es algo que puedo tomar a la ligera.

—Lo sé. — ¿A qué se refería con eso? —. En verdad me gustas. Pero apenas comenzamos a salir… Es muy pronto.

—Claro que sí, —dijo —. Es sólo que estoy quedándome el resto del verano por ti… No puedo descifrar si tú ves esto como algo casual, a corto tiempo o si quieres que me quede más tiempo…

Abrí la boca, sorprendida. Sólo unas semanas atrás había visto su cinismo hacia las relaciones. Todo esa mierda sobre elegir amar o no. Lo que él estaba diciendo no tenía sentido.

— ¿Qué quieres que diga? —Envolví los brazos alrededor de mi cuerpo—. Apenas te conozco… Hay tantas cosas que no sé sobre ti… —Di un paso más cerca hacia él.

— ¿Cómo qué? —Un par de líneas aparecieron en su frente—. Ya te he dicho todo sobre mí.

— ¿No me has dicho por qué escapaste? Sólo parece que lo pasas por alto.

Él contuvo el aliento y el silencio era tenebroso. — ¿De verdad quieres saber?

—Por supuesto que quiero saber.

Yo no iba a sacar a relucir lo que había visto en la parte de atrás de su coche. Él pensaría que estaba hurgando.

—Debiste haberte sentido muy firmemente… para desaparecer, —le dije—. Quiero decir tu madre…

—A ella no le importó —espetó—. Hizo una buena actuación, debo admitirlo. Pero ella estaba perdida en su propio mundo. En sus novios. En el alcohol que consumía todas las noches. Ni siquiera se daba cuenta que estaba allí la mayoría del tiempo.

—Así que… ¿escapaste para llamar su atención? —dije, tentativamente.

Él negó con la cabeza y soltó una extraña risa sin humor.

—No exactamente. Fue de ella de quien estaba huyendo. Sus ataques de ira. Por el hecho de que ella no se levantaba de la cama hasta el mediodía y que nuestra casa estaba sucia y sin importar cuántas veces limpiaba, al día siguiente todo estaba sucio otra vez.

—Lo siento, —dije, pensando que tomaba a mi propia madre por sentado—. ¿Qué estaba mal con ella?

—Deprimida, —murmuró—. Pero no haría nada al respecto… Hasta que se dio cuenta que me había ido. Y entonces ella se asustó y comenzó a actuar como el padre preocupado. Supongo que quería llamar la atención. Incluso llegó a

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aparecer en la televisión en Australia. —Sacudió la cabeza—. Todo el mundo pensó que era un santo. —Me miró—. Tú lo crearías, si la conocieras. Ella puede ser ―normal‖ cuando le conviene.

Tomé su mano, la cual se sentía helada por alguna razón. —Evan. Puedo ver del por qué no confías en las relaciones. Quiero decir… Yo nunca había estado involucrada con un chico hasta hace unos meses. No tengo idea de lo que estoy haciendo. Pero sí sé que soy atraída por ti. Y te admiro… —Hice una pausa—. Creo que a veces tienes un poco de mal humor, pero tienes tus razones. Tu familia…

Evan sostuvo mi mano con fuerza. —Te tengo ahora, sin embargo. Eres como mi familia…

Sonríe tanto como pude hacia él, pero la intensidad y responsabilidad que conllevaba su última declaración se sentía pesada y opresiva.

Dejé a Evan en la ciudad y regresé con Bobby. Debería estar saltando de éxtasis de que alguien como él se sintiera de esa manera sobre mí. Del bicho raro. Pero en su lugar me sentía ansiosa. Y en un rincón de mi corazón sentía una especie de nostalgia.

Por Luca. Quien no me hacía sentir ninguna de las dos cosas. No tenía ni idea de cómo el amor se suponía debía sentirse, y suponía que no se trataba de sentirse en casa con alguien. Para eso estaban los amigos. Estar enamorado era sobre emoción y desafío y tu corazón a la espera de salirse de tu pecho.

¿No?

La casa estaba en silencio cuando volví. Papá estaba trabajando fuera cuando llegué al final del camino y él me saludó, silbándole a Bobby. Mamá estaba haciendo algo en la cocina y Dot estaba absorta en la televisión. Subí a mi habitación y me quedé mirando mi reflexión en el espejo. Me sentía un centenar de años más mayor a lo que me sentía antes de conocer a Evan… y Luca.

Miré hacia abajo, para buscar la fotografía—mi recuerdo de Nissilum. Pero no estaba donde la había dejado. Fruncí el ceño. Necesitaba esa foto.

Salí al descansillo y asomé la cabeza por la escalera.

— ¡Dot! —Le grité.

— ¿Qué?

— ¿Puedes venir un momento?

Oí gemir a Dot en protesta, pero ella apareció con una expresión entre burla y molestia en su cara.

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— ¿Pensé que te habías ido con Evan? —dijo , estirando la cabeza para ver mi expresión—. ¿Qué te pasa?

—Nada. —dije con desdén, y luego bajé mi voz a un susurro—. ¿Tomaste la fotografía?

— ¿Qué foto? —Arrugó la nariz—. ¿Te refieres a la foto del chico? No. —Puso los ojos en blanco—. ¿Por qué querría la foto de ese chico?

—Está bien. No importa. Vuelve a ver cualquier cosa que estás viendo en televisión.

Dot rodó los ojos otra vez y se volvió a la sala de estar.

Me quedé donde estaba, escuchando a la TV, a los sonidos de mi madre en la cocina. Luego me fui a mi habitación y me recosté en el suelo, buscando debajo del tocador, debajo de mi cama. Nada.

Gruñí en frustración. Esa fotografía era mi conexión con Luca, con un mundo que de lo contrario fácilmente podía creer haberlo sólo imaginado. Me senté en mis rodillas, cerrando los ojos. Mi realidad pareció borrarse en ese momento. Tratando de sentirme conectada con un chico humano, con alguien que estaba dispuesto a bajar sus barreras para mí. Pero en su lugar extrañando a un chico cuya existencia no podía demostrarme a mí misma, ni mucho menos a cualquier otra persona.

Mi cabeza se sentía gruesa, nublándose, como si el peor de los dolores de cabeza estuviese a punto de llegar. Puse mis manos en mis oídos, como si eso fuese a ayudar. A través de la neblina en mi cerebro, podía escuchar palabras dando vueltas, indistintas. Cerré los ojos fuertemente tratando de concentrarme en ellas.

No estás a salvo.

Tan claro como una campana, la voz habló en mi cabeza. Abrí los ojos, mirando a mi alrededor.

No había nadie allí.

Él no es de fiar.

La misma voz. Los latidos de mi corazón se aceleraron y puse una mano en el pecho.

— ¿Quién eres? —dije débilmente en el silencio de mi habitación.

No te puedo encontrar.

—Luca, —le susurré—. ¿Eres tú? ¿Estás aquí?

Casi podía sentir sus manos, suavemente sosteniendo mis hombros cuando me senté, todavía agachada en el suelo. Levanté una mano a mi hombro para tomar la que estaba segura que estaría allí.

Pero no había nada.

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Capítulo 19 Traducido por Annaiss

van estaba trabajando a tiempo parcial con mi papá. Ayudándole con algunos trabajos. Debería de estar satisfecha. El hecho de que Evan estuviera más cerca significaría que podríamos comenzar a relajarnos a

estar juntos. Mamá lo estaba alimentando. Pero él estaba un poco incómodo a su alrededor, un poco rígido. Él no quería hablar sobre su familia y, mi madre, lo hacía.

La verdad es que cuando él tomaba un descanso y lo pasábamos a solas, él estaba más interesado en el aspecto físico de nuestra relación. Cada conversación que yo comenzaba, él la terminaba besándome o diciéndome lo bonita y sexy que era. Él era atento y magnifico y me quitaba el aliento, especialmente cuando él estaba fuera trabajando junto a mi padre, vistiendo una descolorida camiseta que acentuaba sus musculosos brazos. Sí, aún yo lo quería. Su toque aún hormigueaba mi piel. Pero últimamente él parecía casi necesitado.

Yo quería que habláramos. Yo quería que él me contara más acerca de sí mismo, pero todo lo que hacíamos era besarnos.

Tan guapo como él estuviese, estaba comenzando a perder su apelación.

—Es un chico tranquilo, ¿no? —Mi madre dijo después de que él se había ido a su casa una noche y nosotras estábamos sentadas en la cocina—. Tengo la sensación de que tuvo una dura infancia.

—La tuvo, —le dije, ojeando a través de mi GCSE1 de matemáticas revisando mis notas. Tendría suerte si conseguía una calificación pasable.

— ¿Ah, sí? —Ella estaba curiosa—. ¿Qué pasó?

—Su madre era una depresiva. Es por eso que él huyó.

— ¿En serio? —Mamá parecía sorprendida—. Pobre muchacho. Pobre mujer.

—Hmm. —Dejé mis notas—. Pero es tan difícil, mamá. Él es de esa manera. Él es más feliz cuando está cortando trozos de madera o conduciendo por el pueblo, o jugando con el perro… haciendo cosas físicas. Es como si todo lo demás está fuera de su alcance.

—No todos tienen la suerte de tener a dos padres juntos o relativamente sanos, —dijo , levantándose para tomar un poco de masa para pastel de la nevera—. Debes

1 General Certificate of Secundary Education es un programa para estudiantes desde las edades de 14 a 16, dicho

programa sólo permite estudiantes del Reino Unido, Wales e Irlanda del norte.

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de tener un poco más de compasión. Sé que pasaste por cosas horribles en la escuela. Pero nos tenías a nosotros. Él tuvo que madurar muy rápido. Su vida ha sido más complicada.

No tan complicada como la de Luca, pensé.

—Pero las cosas son diferentes ahora. Él es libre de esas cosas… sin embargo, sigue actuando como un chico confuso. —Suspiré—. No es como si él estuviera hablando de eso… desearía que lo hiciera. Pero no lo hace, todo lo reprime. No estoy segura de que sólo pueda pasarlo por alto. Pero… no estoy segura de estar lista para ello.

O no quería estarlo. Era curioso cómo yo me había enredado por voluntad propia con los problemas de Luca, pero no estaba preparada para hacer lo mismo con Evan.

—Él está lidiando con el trauma, —dijo mi madre—. No lo superará así como así. —Frunció el ceño—. Tienes que madurar un poco. Nadie es perfecto.

—Lo sé. —Estaba siendo inmadura. Tal vez había llegado a hacer un poco malcriada. Me había acostumbrado a tener a Luca y Evan satisfaciendo mis necesidades entre ellos. Mamá estaba en lo correcto. Y Luca no estaba aquí. Si él y yo realmente teníamos un vínculo entre nosotros, ¿por qué no lo había visto desde el baile? Me acordé de sus palabras hacia Lowe esa noche. Él no pudo haber sido más claro. Sus sentimientos hacia mí eran sólo platónicos, mientras que Evan me quería como su novia.

Tomé las notas nuevamente y me levanté de mi silla.

—Iré a mi habitación a estudiar un poco, —dije de mal humor.

Mamá detuvo de amasar la masa para mirarme, preocupada.

—Todo funcionará, lo sabes, —dijo , con una media sonrisa—. Siempre lo hace.

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Capítulo 20 Traducido por Annaiss

e repuse después de haber tenido la plática con mi madre. Uno no puede tener todo. Y lo que yo tenía era bastante bueno. Tenía mucho camino hacia adelante. Todo estaba bien.

Así que cuando me levanté para ver a Luca, finalmente, frente a mí, no podía creer la felicidad que sentí.

Su rostro tenía un poco más de color, sus verdes contrastaban contra su piel. No pude evitar la amplia sonrisa que se extendió sobre mi cara. ¿Cómo fue que llegué a pensar que él parecía raro?

— ¡Has venido! —dije estúpidamente—. ¿Cómo fue qué…?

—Shh. —Luca puso su dedo en mis labios—. Siento no haber estado aquí… yo… he visto cosas. Yo no sé qué… —Dudó, ansioso—. Pero no pude mantenerme alejado por más tiempo. Tenía que verte.

Realmente no estaba escuchando lo que decía. Todo lo que podía pensar era que yo sabía que él no me abandonaría. En el fondo yo sabía que él iba a volver. Todo iba a estar bien.

Le sonreí estúpidamente, ignorando su expresión grave.

—Estoy muy contenta de verte, —le dije—. Te he echado de menos más de lo que pensé…

Puso su mano en mi brazo y sentí un mal agüero.

—He venido a avisarte.

—Luca, ¿qué sucede? ¿Ha pasado algo…?

—Escucha, Jane, —dijo con firmeza—. He estado viendo cosas. Cosas malas. Cosas que no puedo entender, pero tengo que advertirte.

Estaba comenzando a sentir miedo. — ¿Sobre qué?

Los ojos de Luca me miraron nerviosamente, se sentó torpemente en el banco de papá, donde yo había venido a olvidarme de mis sentimientos confusos. O solucionarlos. O algo así.

—De Evan, —dijo —. Evan no es bueno para ti.

Fruncí el ceño. — ¿Has estado viendo más de esas imágenes en tu cabeza?

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Luca asintió con la cabeza. —Él no es lo que pretende ser, Jane. Hay algo que no te está diciendo… No sé por qué, pero tengo la sensación de que te va hacer daño.

Lo miré fijamente durante unos segundos antes de que la sonrisa regresara a mi rostro.

—Vamos… es una broma, ¿verdad?

—Traté de hablar contigo antes… pensé que podías oírme. —Luca sostuvo mi mirada—. Yo sé que puedes oírme.

—Te oí, —Recordé las palabras de Luca del día anterior—. Hablas en serio, ¿no?

Miró directamente a mis ojos. —Espero que no. Pero yo casi nunca veo premoniciones…

—Espera un minuto, —lo interrumpí—. ¿Premoniciones?

Me di cuenta que lo estaba taladrando con la mirada. Tan feliz como había estado de verlo nuevamente, mi estado de ánimo había cambiado. ¿Por qué todo tenía que ser tan intenso? ¿No era suficiente el hecho de que estuviera dividida entre dos mundos diferentes; tenía un novio como un Dios griego que era inexplicablemente para mí? Ahora aquí estaba Luca, quien había entrado a mi vida y la había puesto al revés con sus ―premoniciones.‖

Luca no se inmutó, pero sí parecía estresado. Otra cosa lo estaba molestando. ¿Por qué no todos simplemente se relajaban?

—Sí, —dijo finalmente—. La primera vez sólo tenía ocho años. Cuando mis padres estaban en el Bosque Verde; cerca de la Ruta del Agua. Mi padre fue casi asesinado por un vampiro renegado. Yo me estaba convirtiendo entonces, pero por mi edad regresaba a forma humana con rapidez. Volví a nuestra casa y fue allí que fui arrojado contra la pared por un grito que me atravesó el cráneo. —Él se detuvo para respirar, sus ojos oscureciéndose con la memoria—. Ulfred escapó, a pesar de haber estado mal herido. Él y Henora me encontraron agazapado debajo de la cama, temblando.

—Qué terrible, —le dije, de forma inadecuada. Era difícil saber qué decir.

—No es un regalo. Es más como una maldición, excepto… excepto cuando se puede hacer una diferencia. No te lo dije antes, esperaba haberme equivocado.

—Te has equivocado, —le dije—. Evan tiene un poco de mal humor, a veces, pero nunca me haría daño.

— ¿Estás segura de eso? —Luca me miró.

— ¡Sí! —Levanté mis manos, exasperada y enojada—. Esto está comenzando a molestarme. No te veo durante semanas, y luego decides aparecer así como así y complicarme las cosas. Sólo para que yo no pueda seguir adelante. Tú no me

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quieres, pero nadie más puede hacerlo tampoco. —Cerré mis ojos y suavicé el tono de mi voz—. Quiero decir… es probable que sea tu subconsciente o algo así. Tal vez no sabes lo que estás haciendo. Pero tal vez eso es lo que está pasando aquí.

— ¿Eso es lo que piensas? —dijo —. Que no quiero…

— ¡Basta! —Puse mis manos sobre mi cara, cubriendo mis ojos—. Déjame en paz. No puedo soportar esto nunca más. —En algún lugar dentro de mí me sentí mal por lo que estaba diciendo, pero estaba harta de estar confundida acerca de Luca y yo.

—Eso es un desastre, —le oí decir.

—Luca. —Suspiré, dejando caer las manos para mirarlo—. Creo que es hora de que ambos aceptemos que nunca podremos tener una relación normal. Es todo tan extraño y peligroso… y yo odio guardar secretos. Creo que deberíamos seguir adelante con nuestras vidas por separado.

Contuve la respiración.

—Si eso es lo que quieres, —dijo en voz baja—. Por supuesto.

Asentí con la cabeza, alejándome de él, demasiada cansada para saber cómo me sentía.

Todo lo que podía oír era el latido de mi corazón mientras esperaba a que se fuera.

Cuando me di la vuelta dos minutos después, una ardilla estaba en medio del camino, masticando algo. Y Luca se había ido.

¿Conocen ese sentimiento que tienen después de haber dicho o hecho algo que no pueden retirar? Sienten miedo, pero aún así un poco eufóricos. Al principio. Sin embargo, cuando el drama se ha acabado, sólo sienten vacío y dolor y no pueden recordar por qué se sentían tan fuerte. Y que les gustaría retirar sus palabras y volver en el tiempo.

Así es exactamente como me sentí el día que Luca desapareció. O mejor dicho, el día que yo le pedí que se fuera. Pasé el resto de la tarde en mi habitación, odiándome a mí misma, sintiéndome vacía y plana. Luché contra la culpa por un rato, pero entonces empecé a entrar en pánico. ¿Estaba Luca en lo correcto? ¿Era Evan malo para mí? Cuanto más lo consideraba en mi mente, más dudaba haber hecho lo correcto.

Traté de ir a Nissilum, cerrando los ojos y deseándolo una y otra vez. Pero nada sucedió. Sólo tenía que esperar hasta que Luca regresara a mí.

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Si alguna vez volvía.

En los días siguientes fui sometida. Dentro de mí me sentía miserable. Miraba en la mesa de mi madre, a mi padre y a Dot, ajenos a los pensamientos arremolinándose en mi cabeza. Mi madre reprendía a Dot sobre comer sus verduras, mi padre sutilmente atravesaba su pulgar a través de un folleto titulado Timber World, mientras se llevaba comida a la boca. Nadie notaba mi expresión de cristal.

Cuando llevaba a pasear al perro, lo llevaba a través de los árboles, con la esperanza, supongo, de encontrarme con Luca. Una vez subí hasta la cima, y me quedé mirando hacia arriba en lugar de abajo, estudiando la luna en medio de la noche, distante y tímida en la luz del día, a la espera de pasar de ser una franja blanca trasluciente a una presencia brillante en el cielo nocturno.

Todo había vuelto a la normalidad. No había un chico lobo.

Eventualmente me hice a la idea. Necesitaba centrarme en Evan. Necesitaba olvidarme de todo relacionado a Luca. No era real, nada de eso. Nunca realmente lo había sido. Era sólo… una fase.

Todavía soñaba con él en la noche. En Nissilum. Una noche estaba de nuevo allí y esta vez era Lowe, no Luca, quien estaba esperándome junto la Ruta del Agua. Estaba sentado, con los ojos entrecerrados y cuando lo vi él se puso de pie y caminó hacia mí.

—Él no quiere volver a verte nunca más, —me dijo, sus ojos viajando a través de mi rostro, sin malicia, pero con una mirada de advertencia—. Tú no puedes venir aquí de nuevo.

Y entonces, mientras me movía para pasar por delante de él, extendió su mano para detenerme.

—Debiste haberlo escuchado, —dijo entonces, aunque yo no sabía a qué se refería—. Muy pronto entenderás.

Y después él se había ido y los árboles se llenaron de ojos y caras. Y más allá de los árboles, cuerpos susurrando, mirando.

Di un paso atrás y sentí poner un pie en el aire, y me acordé que el agua estaba detrás de mí. Presa del pánico, extendí mi brazo a una figura sonriente delante de mí

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quien se estiró para tomarla. Pero a medida que el brazo me atraía más cerca, vi la piel blanca y el pelo oscuro y la boca de color rojo rubí.

—Estoy tan encantada de que estés de vuelta, —ronroneó Vanya, presionando una larga y negra uña en mi piel—. Espero que podamos ser amigas.

Abrí la boca pero mi grito fue silencioso y mientras retiraba el brazo, la sonrisa de Vanya se hizo aún más lasciva.

—Vuelve, querida, —susurró ella—. Luca te necesita.

He vuelto. He encontrado el camino de regreso, por mí misma y estoy escribiendo esto junto a una curva en el río, esperando por ti. Tengo que decir adiós y verte una vez más. Y espero que tú sepas donde estoy. Esperaré por ti. Recuerda, pase lo que pase, que deseo con todo mi corazón que no tuviera que elegir. Sin embargo, casi perdí a mi madre, y ahora que ella está bien nuevamente, no puedo dejarla. Es parte de mi deber, parte de mi amor. Pero en cuanto a la otra clase de amor… Nunca tendré nada tan fuerte, tan emocionante, como lo tuve contigo. Si no vienes, lo entenderé. Pero toma en cuenta que mi corazón está roto. Dejaré este libro aquí porque esta será la última vez que vendré. Espero que lo encuentres y leas todo lo que he estado pensando en las últimas semanas. Mi tiempo contigo ha sido el más hermoso sueño—así es como me gusta pensar de él, por lo menos. Siempre conservado en mi memoria como algo preciado.

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Capítulo 21 Traducido por Mery St. Clair

o volveré, —dijo Evan, mientras yacía con un brazo alrededor de mí en mi cama.

Apoyé la cabeza sobre mi codo. — ¿En serio?

—No hay nada allí… excepto por mi madre, —dijo rápidamente, casi como si ella fuera una idea de último momento, algo insignificante—. Prefiero estar con ustedes.

— ¿Qué es exactamente lo que ves en mí? —Le pregunté—. Quiero decir… debe haber un montón de chicas haciendo fila para estar contigo.

Me dio una sonrisa torcida. —No las veo… no puedo concebir la idea del por qué no ves lo grande que eres, Jane. Eres hermosa, pero no eres vana. Eres inteligente, pero eres modesta. —Hizo una pausa—. Tienes cualidades.

—Tienes razón. —Suspiré—. No lo puedo ver.

Él asintió con la cabeza. —No es de extrañar. Después de lo que pasó… Pero tienes que tratar de olvidar el pasado. Sarah lo hizo… No había nada que ver contigo. Fue algo de ella. Ella tiene sus propios ―problemas‖… por su verdadero padre. No era una buena persona por lo que tengo entendido. Él acostumbraba golpear a su madre. Fue un tiempo difícil para ella. Se sentía sin poder.

Intenté una mirada comprensiva, pero creo que no lo logré.

—No sabía eso, —dije en su lugar—. Creo que explica las cosas.

—Te refieres a sus ansias por poder, —dijo Evan.

Me reí entonces. —Ahora que lo dices, sí.

—No estoy diciendo que debes excusarla—continúo—. Simplemente trata de ver que la raíz de todo lo malo que Sarah hizo no fue acerca de ti. Tú sólo estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado.

—Hmm. —Acarició el edredón—. Me sentía feliz odiándola y culpándola por todo lo que había ido mal en mi vida. Pero supongo que nadie nace malo.

—No sé sobre eso. —Evan se encogió de hombros, su voz más baja ahora—. Pero la mayoría de las personas nacen buenas.

—Eres tan sabio. —Le empujé juguetonamente—. ¿Cómo puedes ser tan maduro para tu edad?

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—Por la mierda que te da la vida. Te puede hacer que examines la naturaleza humana un poco más cerca, supongo.

—Siento lo de tu madre, —le dije, esperando que expresara sus sentimientos—. No puedo imaginar qué…

—Está bien, —interrumpió Evan—. No quiero… necesito hablar de ello. Lo he superado… estoy tratando de estarlo. —Negó con la cabeza—. Carajo, esta conversación de repente se ha puesto muy…

— ¿Profunda? Me gusta la profundidad. Es mejor que lo superficial, creo.

Evan me acarició la mejilla con el dedo. —Seriamente, poco profundo es algo que tú nunca serás.

—Oh, tengo mis momentos, —murmuré.

—Definitivamente.

Evan se inclinó más cerca de mí, y a pesar de haberme sentida abrumada por él pocos días antes, me sentí contenta de ser adorada por él. Evan era capaz de amarme. Y vivía en mi mundo. Era mucho más sencillo.

Su boca suavemente encontró la mía, sus ojos abiertos mientras me besaba, y mis caderas se movían involuntariamente a su dirección. Gentilmente puso una mano sobre mi estómago, acariciando a través de mi camiseta, y yo me retorcí en respuesta, estirándome para sacar su camisa, tocando su fuerte estómago, sintiéndolo contractarse. Y después su dulzura se convirtió en algo más, algo hambriento. Deslizó su mano hacia arriba y luego hacia mi espalda, donde sus dedos encontraron el cierre de mi sostén y hábilmente se deshizo de él.

—Evan, —suspiré, alejándome ligeramente en señal de resistencia, cuando ninguna parte de mí quería detenerlo.

Sostuvo mi mirada mientras continuó haciendo lo que estaba haciendo, tirando me mi rostro hacia el suyo para besarme de nuevo, más duro. Mi cuerpo estaba muy por delante de mi mente, estaba dando instrucciones a mi débil cerebro que no tuvo más remedio que obedecer y le devolví el beso, de la misma manera. Antes de darme cuenta, mi camiseta estaba sobre mi cabeza y él estaba besando mi estómago. Me recosté, sabiendo que debía encontrar la fuerza para detenerlo, cuando él levantó su mirada.

— ¿Esto está bien? —Me preguntó en voz baja—. Dime si quieres que me detenga.

Asentí con la cabeza, tranquilizándome por sus palabras. Esto no era como cuando habíamos ido a campar.

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— ¡Jane! —La voz de mi madre resonó desde la planta baja, arruinando totalmente el momento—. Ya fue suficiente tiempo en el dormitorio. Evan debe estar en su camino a casa.

Suspiré y puse mis ojos en blanco, y él hizo una cara de cachorrito decepcionado. Se sacudió el pelo hacia atrás con la mano, luego se levanto sobre sus rodillas y comenzó a abotonar su camisa.

Miré hacia prácticamente parte superior de mí desnuda, aliviada al ver que mi sujetador todavía me cubriera—casi—y automáticamente puse los brazos alrededor de mi pecho.

—Lo siento, —le dije, realmente sintiéndolo—. Mi madre definitivamente nos tenía en contador el día de hoy…

—Está bien. —Evan se levantó de la cama de nuevo y me uní a él y puso sus brazos alrededor de mí, acariciando mi cuello con su cara.

—Te amo, Jane, —dijo , su voz amortiguada, mientras me preguntaba cómo responderle, él levantó la cabeza y puso un dedo en mis labios—. No tienes que decir nada de vuelta, —me dijo, sonriendo—. Sólo quería que lo supieras.

De repente me sentí ridícula por estar tan metida en Luca. Evan era perfecto en todos los sentidos.

—Gracias, Evan, —dije en voz baja—. Es bueno saberlo. —Estiré mis manos para abotonar otro botón en su camisa.

Pero no pude decirlo de vuelta. Supongo que mi corazón no estaba del todo allí.

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Capítulo 22 Traducido por Mery St. Clair & Ester

l primero de mayo me encontraba junto a mis padres en el pequeño pueblo de Bale viendo a Dot, de la mano de Cassidy, saltando alrededor de un árbol con cintas.

—Este lugar se ha quedado atascado en un túnel del tiempo —dije con ironía, apretando la correa del perro, que estaba ansioso por participar—. Te juro que vi a Tess de los D'Urberville con ropa medieval por el puesto de tortas.

Mi madre me dio un codazo. —Detente. Esto es encantador.

—Supongo que sí. —Saludé débilmente a Dot, que era amante de la atención—. Es encantador de una manera nauseabunda.

Diez niñas estaban vestidas con vestidos blancos de vuelos y sus mejores zapatos, riéndose y gritando, agitando sus cintas en la cabeza mientras el acordeonista aumentaba el ritmo. Era demasiado para Bobby, quién comenzó a ladrar celosamente.

—Ve y lleva al perro a otro lugar —dijo mamá por la comisura de los labios, dirigiendo una sonrisa a su hija menor, al mismo tiempo.

—Oh —dije, simulando decepción—. Pero me estoy divirtiendo tanto.

Se dio vuelta, rodando los ojos. —Oh, vete, aguafiestas. Anda a buscar algo miserable que hacer.

Suspiré, tirando de Bobby para alejarnos. —Nos vemos de vuelta en casa, entonces. Después de que Dot haya sacado toda su energía.

Froté las orejas del perro y me acerqué a un puesto de venta de sidra casera. Ted, un amigo de mi padre, se quitó el sombrero en señal de saludo y me ofreció una bandeja con vasos pequeños.

— ¿Pruebas un poco de sidra? —dijo , guiñando un ojo antes de bajar la voz—. No se lo diré a tu padre.

—Gracias, Ted —Sonreí sacudiendo mi cabeza—. Es tentador, pero será mejor que no.

— ¿Qué pasó con la rebelión adolescente? —Vació el contenido de un vaso en su boca—. Hasta yo puedo tener un poco de diversión de vez en cuando, ¿Por qué tú no?

Sonreí, seguí adelante. Él estaba en lo cierto, debería tener un poco de diversión y mientras rodeaba los puestos, pasando por el puesto de mermelada y

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luego a algunas mujeres arreglando los premios de los concursos, me pregunté si Evan estaría aquí. Dijo que iba a venir, a pesar de que una fiesta de pueblo no era lo suyo.

Me detuve y observé a un montón de niños jugando al fútbol, gritando los uno a los otros, y luego miré mi reloj. Las tres y media. El resto de la tarde se extendía delante de mí.

— ¿Quieres un poco de brezo? —dijo una voz ligera y familiar—. Te traerá suerte.

Me di vuelta, mi piel ardió al ver el pelo largo y oscuro, trenzado sin apretar y unos grandes ojos oscuros, mirándome fijamente.

—Dalya —suspiré, observando su conjunto juvenil de un vestido de flores con cuello blanco y un chal—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?

—Cálmate —susurró, mientras Bobby empezó a gruñir. Ella colocó una palma sobre su cabeza y el movimiento lo tranquilizó. Era obvio que tenía una conexión con sus parientes lejanos, eso no lo tenía Luca—. Soy una extraña, señorita —Sus ojos brillaban con picardía mientras sostenía el brezo envuelto en papel aluminio—. Cuesta una de tus libras mortales —dijo ella, sonriendo—. Y ningún penique.

Mis labios temblaron y me detuve a tocarla. El parecido con su hermano era reconfortante. Saqué una libra de mi bolsillo trasero del pantalón y se lo entregue.

—Gracias, señorita —dijo humildemente, mirando con curiosidad la moneda antes de mirar hacia mí—. Le puedo mostrar donde crece el brezo, si quiere —Miró a nuestro alrededor, sonriendo dulcemente a una pareja de mediana edad que pasaba por allí—. Puede traerle suerte —Mientras su cabeza giraba hacia atrás, me pregunté lo que quería decir. Pero antes de que pudiera analizarlo, me tocó suavemente el brazo—. No está lejos.

Miré al perro, que se había recostado en el suelo, atípico de él y pasivo. — ¿Qué le has hecho al perro? —dije con cautela—. Parece como si hubiera sido drogado.

—Sólo un poco de magia —dijo ella satisfecha de sí misma—. Estará un poco flexible por un tiempo antes de que desaparezca —Volvió el rostro hacia el cielo—. En alrededor de una hora de su tiempo mortal —Bajó la cabeza, notando mi expresión de ansiedad—. No te preocupes. Es verdadera y completamente inofensivo. —Asintió rápidamente y se dio vuelta para caminar hacia fuera de la fiesta, mientras que yo la seguía.

Dalya parecía saber exactamente hacia dónde iba y al poco tiempo estábamos lejos de la multitud, en dirección a las desérticas calles. Se movía sigilosamente, con elegancia, al final llegamos a la base de la montaña, donde se detuvo.

— ¿Por qué has venido? —pregunté, sin aliento por mantener el paso con

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ella.

Me estudió en serio, dijo: —Luca está en confinamiento. Lowe les ha dicho todo a nuestros padres... Luca no está contento.

—Lo siento. Es mi culpa. Yo nunca…

—Luca tiene mente propia —me interrumpió con firmeza—. Él es sensible.

—Ya lo sé —Sonreí con tristeza.

Suspiró profundamente. —No quiero que Luca sea herido. Él seguirá su corazón... si es capaz de... Y es peligroso. Pero...—Hizo una pausa—. Él se preocupa por ti.

—Lo sé... Pero no hay necesidad. —Miré a nuestro alrededor—. Estoy a salvo. Esto no es Nissilum. Tengo la libertad de tomar mis propias decisiones... De estar con quién quiero. Ser quien yo quiero. No hay nada de qué preocuparse.

—No lo entiendes —Me sostuvo la mirada—. Él tiene un sexto sentido.

—Sí —dije, empezando a sentirme irritada de nuevo—. Me habló de sus premoniciones.

Dalya entrecerró sus ojos. —No lo tomas en serio, sin embargo —dijo —. No lo tomas a él en serio.

—Por supuesto que sí. Pero... Luca no fue específico. Lo sepa o no, creo que tiene su propia conclusión en cuanto a Evan se refiere.

Puso las manos en las caderas. —Eso puede ser... Pero no es un mentiroso. Es una persona buena y honesta. Quiere protegerte.

—Entonces, ¿Qué debo hacer? —Levanté una ceja.

—Mantenerte alejado de él —Su tono era firme, con el rostro inexpresivo—. Deja de verlo.

La irritación volvió a encenderme. —Escucha, Evan está aquí, no vive en un remoto mundo paralelo. Él quiere estar conmigo, y puede estarlo. No hay un final trágico aquí.

Sonaba bien. Sonaba bastante convincente.

Ella sacudió la cabeza. — ¿No has notado nada extraño en... Evan?

— ¡No! —La miré fijamente—. Y si piensas que hay algo ―extraño‖, entonces dímelo. Dime a lo que debería tenerle miedo.

—No puedo decirte eso. Luca tiene un sentimiento... un sentimiento fuerte.

—Lo siento —rodé mis ojos—. No es suficiente.

Dalya hizo una pausa. —Muy bien, entonces. Haz lo que quieras. No valió la pena el riesgo que corrí al venir aquí. Veo que eres terca.

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—No soy terca —dije con indignación—. Yo sólo…

—Está bien —Se quitó su chal sobre los hombros—. He dicho lo que he venido a decir. Y ahora tengo que irme.

Ella pasó junto a mí, caminando lentamente hacia los árboles que marcaba el inicio de la colina. Al llegar al pequeño bosque, se volvió, sonriéndome tristemente.

—Te deseo suerte —me dijo—. Créeme, vas a necesitarla —Y entonces ella se movió hacia los árboles y la perdí de vista.

Me quedé un rato, mirando fijamente. Con la sensación de un repentino miedo. Tenía que significar algo que Dalya se haya arriesgado mucho para venir aquí y advertirme, pero todavía no podía creer o confiar en que los motivos de Luca eran cualquier cosa menos egoísta. Sería muy conveniente si Evan fuese malo para mí.

Al final volví a casa. Me había sentado durante horas, viendo el grupo de árboles donde Dalya había desaparecido, experimentando remordimiento por ser tan grosera con ella, por no creerle. Todo daba vuelta en mi cabeza. ¿Por qué el pensamiento de que Luca tenga la razón me hace sentir enojada y a la defensiva? Si yo no le creo —si de verdad creo que no tiene sentido— entonces ¿por qué estoy tan irritada?

Porque no estaba segura. Escuché todo lo que Evan tenía que decir sobre su pasado y eso explicó mucho, pero había algo... algo a lo que no podía llegar, que no estaba bien.

Así que me quedé sentada en la hierba mientras la humedad del rocío crecía por debajo de mí, mirando a unos árboles poco interesantes como si tuvieran la solución a mis preguntas.

Al final, el velo de la luna se volvió a blanco opaco y el cielo que la rodeaba se oscureció. Me puse de pie, frotándome la piel de gallina en mis brazos, y corrí subiendo la colina, siguiendo el camino, llegando a nuestra puerta trasera, sintiéndome reconfortada por la luz encendida de la cocina y la figura de mi madre lavando platos en el fregadero.

Ella miró por la ventana al oír el sonido de mí andar y le sonreí, contenta de estar en casa. Pero ella no sonreía, parecía penetrarme.

Sentí una sacudida en mi pecho. Con la sensación de que algo estaba mal.

Me quité los zapatos en la sala y cerré la puerta trasera. La televisión estaba encendida en la sala de estar ―un show de talentos‖ y escuché a Dot riendo de lo que mi padre decía. Algo olía bien y me di cuenta que estaba muriendo de hambre.

— ¿Qué hay para cenar? —Le dije, caminando a través de la cocina. Mamá

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estaba de espaldas a mí, pero me di cuenta de que sus ojos estaban mirándome en el reflejo en la ventana. Directamente a mí.

— ¿Mamá? —Puse una mano en el respaldo de la silla de la cocina—. ¿Qué pasa?

Ella no respondió, pero sacó las manos del fregadero y las secó con un paño de cocina. Y luego se volvió, poniendo sus manos detrás de ella mientras se apoyaba en el fregadero.

— ¿Dónde has estado? —dijo en voz baja.

—En ninguna parte —le dije, mirándola—. Bueno... en ninguna parte en particular. Simplemente caminando, ya sabes. ¿Cómo fue…?

—Has estado allí —me cortó en forma abrupta—. Dios mío. ¿Por qué no sabía que esto iba a suceder...? —Bajó la cabeza entonces, mirando hacia el suelo—. Quiero decir, no hay ninguna razón por qué... Pero me dijeron que estaba sin terminar, que no había terminado.

— ¿Quién? —Fruncí el ceño, como cuando me confundía, pero apreté mis manos en la silla—. ¿Qué está inconcluso?

—Deja de ser obtusa —Me miró fijamente a los ojos—. Deja de fingir —Ella negó con la cabeza—. Has estado fingiendo durante meses, ahora lo veo.

Abrí mi boca, pero las palabras se negaron a salir.

Me quedé parada, esperando a que dijera algo más. Pero ella sólo me miraba. Tenía los ojos clavados en mi alma, o eso es lo que se sentía. Siempre pensé que era una expresión estúpida, sin sentido. Hasta ese momento.

—Mamá, me estás volviendo loca. ¿De qué estás hablando?

—Te está pasando... —titubeó—. A mí me pasó, también. Tuve los sueños, tuve el deseo. Y de la nada, de repente tuve todo lo que quería.

Mis ojos se abrieron. —Espera un momento... ¿Estás…?

—Nissilum —sacudió la cabeza—. He estado allí, también.

Me senté de golpe en la silla de la cocina. —Oh, Dios mío —dije, poniendo mis manos en mi cara—. Es casi un alivio... —la miré—. Yo tenía esos sueños. Tan intensos. Todas las noches. Justo antes de mi cumpleaños...

Contuvo la respiración, bruscamente, con miedo, pero no dijo nada.

—Y este chico... —continué.

— ¿Quién? —dijo bruscamente—. ¿Qué chico?

—Él es... se llama Luca. Él es... no sé por dónde empezar... Es como mi mejor amigo.

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Asintió con la cabeza. —Sí. Pero, ¿Qué es él?

—Bueno, es parte humano... parte lobo —le dije, sintiendo estúpidamente ridícula.

Cerró los ojos. —Me enamoré de alguien en Nissilum —me dijo—. Total y completamente. Nunca me he sentido tan feliz y tan desgraciada, al mismo tiempo.

De pronto algo cayó en su lugar.

—Escribiste un diario —susurré.

—El que está oculto en el cajón del escritorio —dijo —. Sí.

Sentía como todo comenzaba a encajar.

Mamá se acercó y sacó la silla a mi lado. Su cara estaba tensa. Y algo hizo clic dentro de mí.

—Gabriel —dije en estado de shock, tan pronto como la verdad se reveló—. Fue de Gabriel de quien te enamoraste.

Vi el dolor en su rostro. Sus ojos se nublaron con los recuerdos.

—Tantos años atrás... —dijo entre lágrimas—. Todo regresa, cuando leo lo que he escrito. Tan intenso. Tan doloroso...

—Mamá. —Di un paso más cerca—. Todo está bien.

Su cuerpo se puso rígido y esta vez su expresión era determinada.

—No tienes ni idea —dijo secamente, sus ojos escanearon mi cara—. Sabía que esto volvería a buscarme. Sabía que habría consecuencias.

Cerré los ojos rápidamente y luego los abrí de nuevo.

—Bueno —Traté de sonar concentrada, calmada. Por dentro estaba en pánico. Nunca la había visto así—. Ya lo tengo bajo control. Se… se terminó de hecho.

— ¿Lo está? —Me sostuvo la mirada—. Yo no quería enfrentarte, cuando te escuche moviéndote alrededor en la noche...

Se levantó de repente y se dirigió hacia el mostrador, abriendo un cajón y sacando la familiar cubierta en mal estado. Apretó el diario contra su pecho. —Estaba ordenando tu habitación... casi me da un ataque al corazón.

—Luca lo encontró. Sabía que estaba conectado a mí. Ninguno de nosotros sabía por qué.

Mamá acarició la tapa del libro. —Fue hace mucho tiempo. No pensé que... — Sus ojos se posaron en la puerta—. Tu padre... no lo sabe... piensa…

—Que un tipo te rompió el corazón —interrumpí—. Algo común entre los mortales.

Ella asintió con la cabeza y sus ojos brillaron. — ¿Cómo le digo la verdad?

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¿Qué me enamoré de un ángel, de un mundo más allá de su comprensión?

—Cuéntame sobre él —Nos miramos y una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Ella era suave otra vez.

—Pobre Jane —dijo , con una voz que no había oído desde que tenía cinco años de edad—. Estás enamorada de él.

—No es lo que piensas, mamá —dije con firmeza—. Él es mi amigo. Sólo mi... mi buen amigo.

—Tu alma gemela.

—Sí —Asentí con la cabeza—. Es como si él me conociera por dentro y por fuera... y siempre estuviera ahí para mí.

Me sonrió correctamente entonces. — ¿Eso no es amor? ¿Eso es sólo amigos?

—Evan es mi novio —dije débilmente.

Dio un paso más cerca de mí y me tendió los brazos. —Cariño —dijo en voz baja—. Ven aquí.

No me moví, porque estaba demasiado vieja para abrazos.

Nunca había sido una chica a la que se le daba bien los abrazos. Pero esos brazos te invitaban. Sentí mi cuerpo ceder y fui hacia ella, dejando que me estrecharan.

—Es horrible, ¿no? —dijo —. Es exactamente lo que sentí... Quiero decir, yo no tenía a nadie más en mi vida, pero durante un tiempo me dije que no tenía ese tipo de sentimientos por Gabriel. No me lo permitía.

—Pero yo no tengo esos sentimientos por Luca —protesté—. Quiero a Evan.

— ¿Sabe lo de Luca?

Negué con la cabeza. —No importa ahora. Luca se ha ido.

— ¿Fue tu decisión?

—No —Me estremecí y ella dejó caer las manos—. No tuve que tomar una decisión, como tú lo hiciste... Luca sabe acerca de ti y Gabriel. Eres legendaria. Las mujeres mortales son malas noticias.

—Yo no elegí... —Parecía confundida y cambió de tema—. ¿Y Gabriel? ¿Está bien? Él debe tener sus propios hijos ahora.

Miré hacia otro lado. —Mamá... Tuvo hijos. Pero... se ha ido... está muerto, o desaparecido o algo así —Sonó brutal, pero no había otra manera de decirlo.

—Gabriel —susurró, con el rostro tan pálido de repente—. ¿Cómo...?

—Nadie sabe en verdad, pero dijeron que fue un corazón roto.

Se veía afectada. —Nunca lo supe —Me miró con ansiedad—. Sabes que

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debes tener cuidado —dijo —. Es embriagador ese mundo. Todo es muy intenso. Te ves inmersa, pero que nunca serás aceptada...

—Mamá —supliqué—. Se acabó. Nunca veré a Luca de nuevo. Y no nos enamoramos.

—Sólo porque es lo que te lo dices a ti misma, no lo hace verdad —dijo —, ¿Cómo te sientes acerca de no volver a ver a ese chico otra vez? Dime.

—Me siento... —me detuve—. No lo he pensado.

— ¿Ves? Estás fingiendo.

—No soy tú, mamá —dije con rabia—. Esta no es tu historia. Es mía. Y es diferente.

Me alejé hacia la puerta. Hacia el sonido de mi normal hermana pequeña y mi papá. —El hecho de que lo hayas echado a perder, no quiere decir que haré lo mismo —Quería estar lejos de ella, no quería que viera mi miedo. Mi pánico.

Sabía lo que tenía que hacer.

Corrí hasta que pensé que mi corazón iba a estallar en mi pecho y me dolían los pulmones. De regreso a la parcela de árboles. La noche ya era negra, excepto que estaba la luna, llena y brillante, mirándome con benevolencia, abrazándome. No sentí miedo. Ahora sabía que todo era real. Había sido lo mismo para mi madre. No podía mentirme a mí misma nunca más.

Miré el pequeño bosque, formas oscuras aleteaban elegantes alrededor de las ramas. Aves pequeñas. Estiré el cuello para ver más allá y me concentré en ese muchacho alto, delgado, con piel lechosa y los ojos verde musgo. Tenía que verlo, por sólo una vez más.

Cuando un búho graznó en voz baja volví la cara hacia el cielo, ganando fuerza de la noche. Había pequeñas y brillantes estrellas titilando alentadoramente y entonces sentí la más leve brisa, como un dulce aliento en mi cuello, y luego, mientras permanecía inmóvil, la brisa se hizo más cálida. Y más cercana.

— ¿Es este el final?—Susurró él.

No me volví, esperé.

Puso su mano en mi hombro y el tacto de sus manos fue como estar en casa. Estiré mi mano y la puse sobre la de él, tocando el vello en su muñeca. Finalmente encontré mi voz.

—Esa chica... —comencé, vacilante—. En el diario... Es mi madre. Era ella. Sabe de nosotros. Todo. Lo que le pasó a ella... para hacerle ver tu mundo... ha

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venido a mí.

No dijo nada, pero apoyó su barbilla en la curva de mi hombro. Como un rompecabezas humano. Sentimos como encajamos perfecto.

Tomé un respiro antes de continuar. —Luca... No va a funcionar. ¿Cómo podemos ser amigos? Estamos condenados... Así como lo fue con mi madre y Gabriel. No quiero que te hagan daño de ninguna manera.

—Pero no estamos enamorados —dijo finalmente—. No es lo mismo.

Sus palabras suenan huecas, pensé, sin convicción.

—Debería estar con alguien cuya vida no dependa de la decisión que yo tome. —Difícilmente creía lo maduro que sonaba.

— ¿Evan? —Suspiró Luca.

Me volví hacia él. —Dalya vino. Vino a avisarme de él, también —Sonreí con ironía—. ¿Sólo que no sabe que hay en él que te preocupa?

Se veía pensativo por un momento. —Tengo que mostrarte... Hay algo que he encontrado al volver a casa. Puede ser nada... Podría ser una coincidencia. Pero no lo creo.

— ¿Qué? —Cerré que mis dedos alrededor de su muñeca—. Dime ahora.

—Tienes que verlo por ti misma. No me vas a creer de lo contrario.

Regresar a Nissilum.

—Pero no puedo regresar —dije—. Dijiste…

—Lo sé. Pero no hay otra manera. Solo necesitamos ser cuidadosos.

Miré hacia lo alto de la colina en mi casa. Debía ser la hora de cenar. Tenía que volver.

—Tal vez mañana —dije, pensando que mi mamá estaría en guardia ahora—. Ella va a estar siguiendo todos mis movimientos.

—Jane —Luca se mantuvo firme—. Ella no lo sabrá... Y te prometo que volverás tan rápido que difícilmente te habrás ido.

Aún así vacile. ¿Sólo era por mi madre? ¿O era el pensamiento de lo que Luca me mostraría en Nissilum? No podía no ir. Una parte de mí quería. Quería seguir conectado a todo. Y sólo había una manera de tranquilizar a Luca de que Evan era un buen tipo. No el oscuro personaje que él creía que era.

—Está bien —Suspiré, con resignación—. Vamos.

Luca no me devolvió la sonrisa. La ansiedad en sus ojos todavía estaba allí. Se apoderó de mis brazos y apoyó su frente a la mía.

—Lo siento —dijo —. Saber eso.

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Fruncí el ceño, sin comprender. —No te preocupes por eso—le dije—. Tú sólo estabas cuidando de mí.

Llegamos, por extraño que parezca, en un lugar que no reconocí al principio. Esperaba el río calmante de la Ruta del Agua y esperaba también la noche.

Pero era de día aún y estábamos agazapados en un muro de piedra.

—Tuve que usar toda mí fuerza y está un poco oxidada —susurró Luca. Hizo un gesto para que guardara silencio y con cautela se puso de pie, agarrándose de la pared y mirando por encima de ella.

Miró hacia abajo y me tendió la mano. —Vamos —dijo —. Estamos en el palacio. Esto ha estado en mis pensamientos, últimamente, así que supongo que por eso me he traído, a nosotros, aquí.

Me puse de pie, también, y miré por encima de la pared para ver el palacio brillando al sol. Una gran cantidad de coloridas rosas llenaba el arriate. Inmaculados muebles de jardín se posicionaban en el centro del césped bien cuidado.

Miré interrogativamente a Luca.

—Tenemos que entrar en el palacio —Me miró de arriba abajo—. Pero no puedes ir en esa... Dalya está trayéndote algo de ropa.

Miré mi ropa. Vaqueros desaliñados, con un gran agujero en una rodilla y una blusa con YO AMO NY que mi abuelita Ellen me trajo de vuelta de unas vacaciones en Estados Unidos un par de años atrás. Sobresaldría como la llaga en el pulgar.

En ese justo momento, Dalya apareció por una puerta en la pared más abajo. Al verme, me dio una mirada de: Sabía que volverías y balanceaba una bolsa de lona una y otra vez, mientras caminaba rápidamente hacia nosotros. Cuando llegó a Luca, lo dejó caer a sus pies.

—Tomé un uniforme —dijo , encogiéndose de hombros—. Uno de Amelia. Va a ser un poco grande —dijo , mirando descaradamente a mi pecho—. Pero servirá. Y unas zapatillas para ella.

—Gracias —Luca le sonrió—. Eres una buena hermana.

—Hmm… —Dalya me dio una mirada de reojo, pero sus ojos eran amables—. Bueno, ten cuidado. Sabes que Lowe está por aquí con esos amigos. Es mejor que seas rápido.

Luca me miró. —Ella tiene razón —Se frotó el hombro—. No te preocupes. Estará bien. Sólo tienes que vestirse.

Miré a mi alrededor, buscando un lugar más privado para cambiarme. Pero no había nada, excepto hectáreas de campos. El terreno del palacio se extendía

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por kilómetros frente a nosotros.

—Me daré vuelta —Luca asintió con la cabeza a Dalya—. Y será mejor que tú vayas a casa. Dile a Henora que estaré de regreso a tiempo para la cena.

Un destello de preocupación pasó por la expresión normal de confianza de Dalya, pero ella le tocó el brazo ligeramente y volvió a caminar de regreso a la puerta.

—Va a volver al palacio —dijo Luca, de espaldas a mí—. Es amable con los criados. Nadie va a dudar nada de esto.

Cogí la bolsa de lona y saqué el pesado uniforme blanco. — ¿Pero no los funcionarios sabrán que soy un impostora?

—Todos ellos estarán en la cocina —dijo Luca—. Cocinando, flojeando, haciendo bromas. Ellos estarán ocupados durante una hora por lo menos.

Rápidamente me quité los pantalones vaqueros y zapatillas, aunque me dejé puesta la polera. Iba a necesitar el acolchado adicional por el aspecto de la vestimenta. Me la puse y me la abroche, sintiéndola suelta y poco favorecedora en mí.

—No te atrevas a reírte de mí —le dije, empujando las zapatillas a mis pies—. Me veo horrible.

Luca se volvió, sus labios se fruncieron. —Eso no es posible —dijo , tocando mi cabello que se había soltado—. Pero hay que ponerte esto hacia arriba. Yo te ayudaré.

Antes de que pudiera protestar, lo sentí recoger suavemente mi cabello y torcer un nudo en el cuello. Sus dedos sobre mi piel me hicieron cerrar los ojos mientras me estremecía a su contacto.

—Así —dijo en voz baja—. Eso está mejor —Cuando me volví hacia él, tenía ganas de abrazarlo y nunca dejarlo ir. Pero cuanto antes termináramos esto, más pronto el drama se habría acabado.

Estaba convencida de que todo lo que Luca se sentía obligado a mostrarme resultaría ser insignificante. No podía pensar en que ocurriría algo importante. Pero sin duda tenía algo que ver con Evan.

Me sentía casi completamente segura de eso.

Metí mi ropa en la bolsa de lona.

—Aquí —Tomó la bolsa y la metió en un hueco en la pared—. Va a estar a salvo aquí.

Me sentí en un estado de ensueño. Como si me estuviera preparando para actuar en un drama de época. Todo este lugar, el Palacio Celestial, era como una de esas casas señoriales establecidas en el medio del campo Inglés. En cualquier

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momento un hombre usando un largo sombrero aparecería.

—Jane —Luca cortó mis pensamientos—. Esto no tomará mucho tiempo. Estarás de vuelta en casa antes de que te des cuenta.

—Sí —Sentí sus palabras poner fin al sueño—. Lo sé.

Me tomó la mano y caminamos normalmente a la puerta.

—Mantente unos pasos detrás de mí —me indicó, cuando hizo girar el picaporte de metal para caminar por el jardín—. Observa como si no fuera nada nuevo.

—Sí, señor —Sonreí—. Lo que usted diga, señor.

Sonrió y dio un paso por delante de mí y nos fuimos andando a través del espacio tranquilo en frente de la casa, donde vi una puerta familiar. Que era donde nos había dejado la última vez. Después de que Luca se hubiese convertido.

Me estremecí, recordando a Vanya. Esperaba que ella no estuviese por los alrededores.

En silencio nos trasladamos al interior del palacio. Bajando por el pasillo oscuro y hasta el vestíbulo. Delante de nosotros estaba la gran escalinata, flanqueada por las pinturas de retratos familiares.

—Hasta aquí —susurró Luca—. Si nos encontramos con alguien, baja la mirada.

Subiendo dos escalones a la vez logramos adentrándonos al espectacular gran salón en la parte superior, con sus impresionantes ventanas y la vista de campos verdes sin fin que parecía extenderse hasta los confines de la tierra. Que tal vez lo hacían.

Dentro de la sala, Luca fue rápido a la cómoda de madera oscura en la que abundaban fotografías. Abrió un cajón en el lado izquierdo, y se inclinó, hojeando tan silenciosamente como pudo a través de los contenidos.

Me paré en la puerta, escuchando los pasos de fuera. Vi como sacó un gran libro. Se veía como uno de los álbumes de recortes que juntaba cuando era pequeña. Recortes de periódicos sobresalían de las páginas.

Luca echó un vistazo a la cubierta de apariencia sencilla antes de ponerlo bajo su brazo y cerrar el cajón. Me miró.

—Tenemos que salir de aquí —dijo . —Volver por donde hemos venido.

A medida que nos apresuramos escaleras abajo, una forma se dibujó en la sala y Luca se detuvo, me atrajo detrás de él. La figura continuó, no nos dimos cuenta que estábamos con el corazón en la boca hasta que desapareció por la puerta hacia donde nos dirigíamos.

Luca frunció el ceño. —Vamos a tenemos que salir —dijo —. Está muy

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silencioso. Celeste y el Cadmium estarán sentados en sus habitaciones privadas. Nadie nos va a hacer caso de nosotros.

Lo seguí por el vestíbulo y para mi alivio, vi que la puerta ya estaba abierta. Nos movimos a través de ella, hacia las puertas custodiadas.

Luca se adelantó y habló con el hombre que esperaba allí, que me miró antes de asentir e hizo gestos para que pudiéramos pasar.

Finalmente cuando estábamos a cierta distancia de las puertas y fuera de la vista del mismo palacio, comencé a respirar y me detuve.

—Esa fue una experiencia que nunca quiero repetir —le dije. Eché un vistazo al libro de recuerdos, que Luca todavía tenía bajo el brazo—. ¿Es esta la prueba incriminatoria?

Bajó la mirada hacia él. —Vamos a regresar y recoger tu ropa. Y entonces te lo mostraré.

Una vez que recogimos la bolsa de lona, nos fuimos a la Ruta del Agua, y sólo cuando me había cambiado de nuevo en mi ropa y nos colocamos sobre unas rocas, con el agua gorgoteando a nuestro lado, Luca colocó el libro en su regazo.

Se veía tan insulso. No podía creer que podría contener algo impactante. Luca lo abrió en algunas páginas de tarjetas en blanco, hasta que llegó a la mitad donde unos recortes de periódico estaban pegados sin orden ni concuerdo.

— ¿Tienen periódicos? —dije, girando mi cabeza para mirar a uno de los recortes.

Luca puso su brazo sobre el artículo, obstaculizando mi vista. Él me miró.

—No —dijo —. ¿No crees que sea una clase de punto?

— ¡Luca! Dejar de hablar en clave.

Luca me mantuvo la mirada durante unos segundos más antes de que apartara su brazo y miró hacia abajo.

—Celeste encontró esto... la escuche hablar con uno de los criados cuando estuve aquí ayer. Ella pensó que le pertenecía... lo había encontrado en la cama de Raphael. Tendido allí...

Levanté una ceja y continúo rápidamente. —Tenía curiosidad. Así que cuando Etta, la criada, estaba limpiando la sala, le pregunté al respecto. Y después de un poco de persuasión me dijo que no tenía idea de lo que era, pero que ella lo tendría en un cajón de la habitación hasta que pudiera examinarlo adecuadamente. —Él hizo una mueca—. Inmediatamente fui a mirar y cuando empecé a leer estos informes, todo encajó.

Sentí que mi pecho se tensaba cuando él dijo eso y cuando miré lo que estaba dentro del libro de recuerdos, mi corazón casi salió por mi boca.

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Yo había visto estos informes antes.

—Déjame ver —dije, sin aliento, agarrando el libro.

—Jane —dijo Luca con ansiedad—. No te alteres.

No le hice caso. En lugar de eso escanee frenéticamente lo que estaba delante de mí. Recortes de periódico sobre un muchacho que había ganado un campeonato de surf. Una foto donde él esta sonriendo en su traje, su pelo rubio soleado como rayo caía sobre su rostro.

Otro artículo habla del mismo chico. Un chico deportista que vivía con su madre soltera. Un muchacho con futuro... Quién sufrió largos períodos de depresión. Que había estado en problemas con la ley. UNA PERDIDA TRAGICA DE JUVENTUD Y TALENTO decía un encabezado.

Continúe leyendo, cada recorte era sobre el mismo muchacho. Un chico con mucho potencial. Guapo y dedicado a su madre. El muchacho que había desaparecido.

El muchacho llamado Evan Daniel Forrest. Y luego sobre un cuerpo no identificado que había sido encontrado, ahogado en la playa, un año antes. Y allí, debajo de los demás, el rostro de la chica que había visto el ataque del muchacho.

Mantuve mi cabeza hacia abajo. La sangre parecía haber sido drenada de mi cara y giraba de página en página para ver todos los recortes, todos ellos era fotocopiados.

Eventualmente, Luca habló. —Podría ser sólo una coincidencia —Le escuché decir en voz baja, sin convicción.

Levanté la cabeza. —No —sacudí mi cabeza—. No lo es.

Escuché a Luca normalizar su respiración. —Lo siento, Jane... No quiero que esto sea verdad. Esas fotos me dejaron pensando... No quiero que estés en peligro.

Se arrodilló y puso su brazo alrededor de mí. La sensación de tenerlo, sólido, protegiéndome, de alguna manera me hizo más fuerte.

—Está bien —dije sin comprender—. Tal vez lo he sabido todo el tiempo. En el fondo. Algo no estaba bien.

Luca no dijo nada, sólo escuchaba.

—Sabía que era demasiado bueno para ser cierto —continué—. Que un chico como él me pudiera querer. Me pareció tan.... ridículo.

— ¿Qué? —Volví a ver Luca desconcertado, sus ojos muy abiertos—. No puedes decir eso. Esto no es sólo sobre ti, Jane. ¿No puedes ver eso? Sabes lo que está pasando, ¿no?

Volví a mirar el libro de recortes. —Sí. Evan Forrest está muerto. Lo que

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significa que el Evan que conozco no es él.

—No —dijo Luca—. El Evan que conoces es Raphael.

Puse mi mano en mi boca, me llegó de golpe la comprensión. ¡Por supuesto! Evan había tomado la foto de Raphael ese día. Y eso significaba que él sabía de mí también. Sabía que había estado aquí, en Nissilum.

— ¿Por qué hace esto? ¿Por qué se fue en detrás de mí? —Miré a Luca, cuyo rostro estaba lleno de angustia. Se acercó a mí, pero no me respondió, me sentía desconectada de la emoción.

Un tipo de parálisis.

—Creo que... —dijo lentamente—. Creo que tiene algo que ver con Gabriel— Negó con su cabeza—. Raphael empezó a comportarse de manera extraña cuando Gabriel se fue. Estaba tan enojado. Nadie podía consolarlo. Ha estado buscando a alguien a quien culpar. Sabía que había algo peligroso en Evan. Continuaron hasta que conseguí esto... las visiones horribles de ti con miedo y su presencia siempre está ahí. Pero no tenía nada sustancial. No fue hasta hoy, cuando encontré el libro y todas estas cosas sobre la desaparición de Evan, y luego el descubrimiento del cadáver no identificado, que supe que el peligro era de verdad.

Empecé a levantarme, presa del pánico. —Luca... todo esto es sobre mi madre... —me paseé por el césped—. Él quiere llegar a ella a través de mí... Tengo que volver ahora. Ella no está segura.

Cerré los ojos. Esto era toda mi culpa.

Luca leyó mis pensamientos. —No es tu culpa, Jane, nada de eso. ¿Cómo podrías haberlo sabido?

—Oh, Dios —Comencé a temblar y Luca me abrazó, acercándome a él.

—No voy a dejar que te haga daño —dijo enfáticamente—. O a tu familia.

— ¿Luca? —Una voz en algún lugar detrás de él me hizo alejarme. Mi corazón dejó de latir para ver a Lowe, frunciéndonos el ceño a través de los árboles.

Luca se volvió hacia su hermano. —Lowe, esto no es tu asunto. Déjanos.

Lowe negó con la cabeza. —Ella debería irse, Henora y Ulfred vienen en camino mientras hablo. Dalya te descubrió husmeando alrededor del palacio. No tenía más remedio que informar. —Sonrió casi con suavidad a Luca—. Es por tu propio bien. Ya lo verás. Algún tiempo en los sótanos del palacio te mantendrá fuera de peligro.

Una sombra cayó sobre el rostro enojado de Luca. —Muchacho estúpido. Puedo cuidar de mí mismo, tomar mis propios riesgos y hacer frente a las consecuencias. Y Jane está en peligro.

—Bueno, tendrá que lidiar con eso por sí misma.

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El tono de Lowe fue arrogante. Tuve el impulso de darle una bofetada.

Luca no me soltó y yo estaba agradecida por su protección. Más que eso, me sentí desesperada, ya que se quedaría y tendría que volver por mi cuenta.

—Lowe —declaró Luca—. Después de esto me quedaré. Pero tengo que volver con Jane. Una vez más.

Traté de no pensar en la miserable realidad de esta última frase. Tenía que llegar a casa.

—Todo está bien —Me aferré a Luca—. Yo puedo hacer esto.

Sin embargo, cuando Luca me apartó para responder vi dos caballos, montado en uno estaba Ulfred, sentada en el otro Henora, y detrás de ella una Dalya luciendo afectada.

—Diablos —susurró Luca. Miró a su hermano—. No te lo perdonaré.

—Fuiste advertido una vez, hermano —respondió Lowe—. Y te comprometiste a abandonar la tierra mortal. Y a Jane. Para siempre.

—A veces la vida es demasiado complicada para cumplir sus promesas —Le espetó Luca.

—Ah, —Henora dio un paso adelante de su marido y estaba estudiando a su hijo mayor con decepción—. Tenía la esperanza de esto fuera una historia elaborada por Lowe. Lamento encontrarte aquí. —Su mirada se posó en mí, aunque evitó el contacto visual.

—Madre, por favor. Me enseñaste a ser amable, para ayudar a otros en peligro —Luca le suplicó—. Déjame ayudar a Jane.

—Lo siento, chico —se entrometió Ulfred—. Pero sabes las reglas. Y nos has desobedecido dos veces. Nos mentiste. No tenemos más remedio que confinarte. Sólo por un tiempo. De manera que puedas contemplar tus acciones. Y aprender a obedecer.

Miré a todos ellos. Henora y Ulfred, adustos, Dalya, suspirando profundamente a su lado, Lowe se veía demasiado satisfecho de sí mismo y vi a Luca. Luca, dividido entre la lealtad a su familia y una chica que le había causado más que problemas.

—Lo siento mucho —le dije—. Nada de esto es culpa de Luca. Él sólo ha tratado de ayudarme. Deben creer, es un buen hijo. El hijo más amable, más honorable que usted podría desear.

Henora finalmente me miró a los ojos.

—Estoy segura de que tienen buenas intenciones, hija mía —dijo con frialdad —. Pero las normas que tenemos aquí como una familia en Nissilum son algo diferentes que las normas mortales. El honor está completamente ligado a la

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familia, con la raza. No puedo esperar a que lo entiendas. Pero también nos han mentido. Perdóname, pero tomo tus palabras con poca estima.

La indignación creció dentro de mí, pero me mordí la lengua. Luca se quedó en silencio ahora. Era claramente un error desafiar a Henora. Vi bien lo formidable que era.

—Ven Luca —Ulfred tomó el brazo de su hijo—. Esto no va a ser una experiencia agradable. Es mejor comenzar tu período de confinamiento ahora y cuanto antes se habrá terminado.

—Padre —dijo Dalya miserablemente—. ¿Es realmente necesario?

— ¡Cállate! —le espetó Henora. Miró con dureza a Lowe y Dalya—. Vayan a casa. Esto no es un espectáculo para el público.

Dalya lanzó una sonrisa triste, de disculpa hacia mí, mientras que Lowe mantuvo su sonrisa familiar.

Henora subió a su caballo, mientras que Lowe montó el otro. A regañadientes Dalya montó detrás de él. —Adiós —dijo , mientras Henora los llevaba fuera del bosque—. Buena suerte.

Luca intentó mirarme tranquilizadoramente, pero no había ninguna duda del miedo en sus ojos.

—Recuerda, Jane. Piensa bien en el lugar donde deseas estar. Y estarás allí — dijo, mientras Ulfred negó con la cabeza.

—Luca —advirtió, tirando de su brazo—. Vámonos. Esto no es fácil para ninguno de nosotros.

—Yo estaré contigo —dijo Luca, todo mientras dejaba que lo llevaran lejos—. De alguna manera.

— ¡Muchacho! —Gruñó su padre—. Basta —Él empujó Luca adelante de él, bloqueando mi vista mientras se alejaban. Luca estaría en el sótano del palacio. Me estremecí. Era medieval. Y cruel.

Al final Luca se volvió hacia a mí y tragué de nuevo una mezcla de miedo y tristeza intensa.

—Adiós, Luca —susurré.

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Capítulo 23 Traducido por María

olví a sentarme al lado del río, sabiendo que debía actuar ahora, pero me sentí brevemente congelada. Cerré los ojos y mi mente se centró en la casa—la voz de mi cabeza empezó a gritar, una y otra vez. Pero yo aún era consciente del aire puro de Nissilum y el susurro de las

hojas en la brisa fresca. Lo intenté de nuevo, me esforcé para que el pánico no interfiriera con mi deseo más grande. Estar de vuelta en casa, ver a mi madre allí, a salvo. Era todo lo que quería. Pero de alguna manera, no pasaba nada. Mi cuerpo estaba tenso, frustrado. Por eso, cuando sentí unas frías manos agarrando la mías, mis ojos se abrieron.

— ¿Vanya?

—Sssh —dijo ella—. Chica Mortal. Te puedo ayudar a volver a casa. No hay necesidad de toda esta basura telequinesia. —Arrugó la nariz—. Son tan poco fiables... Cuanto más lo fuerzas, más difícil se vuelve.

—No necesito tu ayuda —le dije bruscamente, añadiendo más agradablemente un ―Gracias‖, en caso de que lanzara alguno tipo de hechizo sobre mí en ese momento.

Ella hizo un mohín. —No seas tediosa, chica —Con cautela, me di cuenta de que tenía que dejarla en su sitio.

—En otra ocasión —dije rápidamente—. Puede que en otro momento.

—Lo dudo —ronroneó Vanya, apartándose su negra cabellera de sus ojos. Su rostro era casi azul de tan pálida. Y en la luz del día se veía más vieja, su rostro tenía arrugas en lugares que no tenían antes.

—Salgamos de este sombrío lugar —dijo ella, tirando de mí.

Mi energía se escapaba de mí. No fueron sólo los acontecimientos de las últimas dos horas aquí, sino la presencia de Vanya. Luca me había advertido sobre ella. Luché para no sucumbir.

—Me tengo que ir —dije vagamente—. Hay algo que tengo que hacer.

—Pero quiero disculparme —dijo en un tono suave—. Quedarte un poco más no te hará daño, ¿verdad? Ven, deja que te lleve a casa y podemos pensar en un plan para frustrar a aquellos insufribles lobos hipócritas —Hizo una mueca—. Pronto, sin embargo. Yo no trabajo bien con el sol.

Miré el fragmento de luz que entraba por los árboles, mi cabeza estaba borrosa.

V

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—Son un poco hipócritas —me encontré diciendo—. Y ellos lo han llevado a alguna parte. Lo van a encerrar para castigarlo.

Vanya ladeó la cabeza. — ¿Quién querida? ¿A quién se han llevado?

—Nadie. Nada. Ahora tengo que irme.

Vanya se movió rápidamente hacia mí, una mano con una perfecta manicura tocó mi brazo.

—Nos bajamos con el pie izquierdo en el baile... —Ella sonrió—. Como tu gente dice. Me disculpo. Es difícil quitarse cierta costumbre... —Ella examinó mi cara casi con amabilidad—. Eso fue una aberración. Un momento de debilidad. Espero que lo entiendas.

La miré fijamente. —La debilidad es humana. Entiendo la debilidad. Lo que simplemente no entiendo es la maldad.

Los ojos de Vanya se abrieron como platos inocentemente. —Oh, pero yo no soy malvada. No me permitirían vivir aquí en este mundo infernal abandonado si yo fuera malvada —Ella enderezó sus hombros hacia atrás y parecía elevarse por encima de mí imponentemente—. Y me gustaría ayudarte.

—No puedes ayudar. —Sacudí la cabeza—. Esto debe ser tratado sin trucos y... y sin sangre derramada.

—Oh —dijo ella, con una decepción exagerada—. Qué aburrido.

El sol se ocultó detrás de los árboles y me di cuenta lo vulnerable que era, estando a solas con una vampira.

—Dulce niña —dijo —. Una vez fui inocente. Sin contaminar —Ella miraba con tristeza hacia abajo en el agua—. Pero no se puede volver el tiempo atrás... Una sólo tiene que pasar... de alguna manera.

Ella dio un paso más y me moví hacia atrás.

—Sólo piensa —dijo ella, manteniendo contacto visual—. Si, hipotéticamente hablando, por supuesto, yo te convirtiera, entonces tus problemas se habrían acabado. Serías libre de poder quedarte aquí... siendo una de nosotros.

Era cierto. Yo podría quedarme aquí. Todo estaría bien. Podría pertenecer. Sólo se requeriría un minuto.

—Vanya —le dije, temblando de la tentación, pero obligándome a pensar con claridad—. Tengo un hogar.

—Ah. Hogar —dijo con nostalgia—. Sin duda, ¿El hogar es dónde sientes que perteneces?

Oh, ella era buena.

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—Y dejar a ese pobre chico herido y... marchitado. ¿De verdad puedes vivir con eso?

—Tendré que hacerlo —Ella parecía deslizarse más cerca—. No quiero ser uno de ustedes.

—Pero, ¿Qué tendrás cuando vuelvas? Traición. Soledad.

La verdad de sus palabras me afectaron, pero yo sabía que ella estaba tratando de calmarme con su voz cantarina, simpática. Tuve que luchar contra las lágrimas que amenazaban. Me sentí de repente perdiendo fuerza, mis pensamientos eran cada vez más difusos por minuto.

—Aquí puedes vivir para siempre. —Su voz era distante—. Sólo piensa en eso.

Unas nubes en mi cabeza ocultaban mis pensamientos y yo traté de despejarlas. Traté de pensar. Era algo que tenía que hacer. Alguien tenía que detenerlo.

—Raphael —dije bruscamente—. Él me ha traicionado. Mi madre está en peligro. Tengo que detenerlo.

Sentía la boca de Vanya contra mi oreja. —Es demasiado tarde para eso... No hay nada que puedas hacer. Espera aquí, y Raphael volverá... eventualmente.

Volví a mis sentidos, entonces. — ¿Sabes lo qué hizo?

—No exactamente —dijo —. Sin embargo, no me sorprende en lo más mínimo. Está desquiciado... Por supuesto, los ángeles no ven nada malo en el chico. Pero es un psicópata. Recuerda mis palabras —Me agarró por la cintura—. Y me necesitas a tu lado... ahora que Luca no está disponible.

El galope de los cascos nos sorprendió y la esperanza estalló dentro de mí.

—Déjala —dijo el jinete, mirando a Vanya mientras descendía de su caballo—. Sólo déjala ir.

Vanya se apartó de mí y pude sentir el cielo, los árboles, todo enturbiado.

—Gracias a Dios —dije, y sentí que caía.

—De verdad no te alejas del peligro cuando te lo advierten —dijo Dalya, sacudiendo la cabeza mientras me miraba—. Pero esa mujer es poderosa. Incluso nuestros inmortales necesitamos estar en guardia.

Me senté en mis codos y me di cuenta de que el río se había ido, y el dosel de hojas. Ya no estábamos en la Ruta del Agua. Estábamos de regreso en la Tierra. Dalya me había traído de vuelta a casa.

Empujó mis zapatillas hacia mí, arrugando la nariz. —Olvidaste estos.

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—Gracias por ayudarme —Agarré las pequeñas graciosas zapatillas de mis pies y los reemplacé con mis zapatillas de confianza.

Dalya suspiró, hundiéndose en el pasto.

—Luca es mi querido hermano. Y su deseo es mi orden —dijo solemnemente, aunque hubo un destello de humor en sus ojos—. Y si él te desea a ti, bueno... entonces yo también.

¿Qué más deseaba Luca? Sentí la tristeza atravesándome. ¿Desearía nunca haberme encontrado en el primer lugar?

—Así que aquí estás, y yo debería irme —dijo ligeramente, levantándose—. Henora y Ulfred empezarán a sospechar. Son las primeras horas de la mañana, por ahora —Ella infló sus mejillas—. Maldito tiempo mortal.

Era difícil imaginar que no la vería a ver otra vez tampoco. Y horrible.

—Dile a Luca que lo siento —dije—. Por todo. Y que no lo olvidaré nunca.

Dalya me dio una inusual mirada tierna a cambio.

—El sentimiento será mutuo —me aseguró, y yo podría haberla abrazado, pero ninguna de las dos era esa clase de chicas—. Y sé fuerte. Tienes el poder para ser más lista que Raphael. Sólo recuérdalo y no lo olvides.

Asentí con la cabeza, con la esperanza, pero sin creer que tenía razón.

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Capítulo 24 Traducido por María

isé con cuidado el camino de la casa y llegué a ver la puerta de atrás abierta. Pero hubo un curioso silencio. La falta de vida sobre este lugar me llenó de malos presentimientos. Me dije que mi familia estaba en

casa. Por supuesto que estaban. Estaba oscuro. Estarían en la sala viendo la televisión. Mi madre siempre apaga las luces en la cocina después de cenar.

Pero mi padre siempre cerraba con llave la puerta de atrás.

Di un paso más cauteloso.

— ¿Mamá? —Llamé—. ¿Papá?

La casa seguía en silencio en el cielo azul oscuro. Hasta por encima de mí la luna brillaba llena y blanca.

Reuní todas mis fuerzas y me dirigí resueltamente hacia la puerta de atrás, a través del pasillo, alrededor en la sala. No había ningún ruido y todo estaba oscuro.

Encendí la luz, para tragar el miedo. Y el reloj de la cocina marcaba ruidosamente.

Entonces vi la forma oscura en el suelo de la cocina.

— ¡Bobby! —Caí abajo frenéticamente frente al perro, tendido, inmóvil. Puse mi cabeza en el pecho y para mi alivio aún respiraba. Pero él estaba más que dormido. Lo sabía. Mirando hacia arriba, vi las llaves de la camioneta de papá sobre la mesa. No podían llegar a pie a ningún lado en este momento de la noche. No lo harían. Me puse de pie y, sin vacilar, cogí las llaves y corrí fuera de casa hacia la camioneta.

No sabía dónde ir. Sólo pensé que si diera una vuelta durante el tiempo suficiente, vería algo. Encontraría algo.

Puse la llave en el encendido e hice los mismos movimientos que había visto a mi padre hacer. Después de eso, tendría que confiar en mis lecciones de conducción con Evan.

Al poner el pie en el acelerador, miré en el espejo y me dirigí hacia adelante, con cautela por el camino áspero, dando vuelta a la carretera de la montaña. Aspiré a cabo, relajándome un poco y comprobé el indicador de combustible. Justo cuando el motor comenzó a fallar.

—Maldita sea —susurré, manteniendo la presión sobre el acelerador. Pero estaba sin gasolina. Y el camión no se movía.

P

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Paré el motor y me eché hacia atrás, mi respiración se volvía pesada. No quería entrar en pánico. O perderme. Tuve que mantener la calma. Estaba a salvo en el interior del camión. Nadie podría hacerme daño en el camión.

Me sentía incómoda con las sombras de los árboles que bordean la carretera, que se mecían levemente en la brisa de la noche.

Y entonces vi la figura, caminando hacia mí. Hombre, de anchos hombros. Pensé por un minuto que era mi padre... pero no, esta sombra era más alta, más joven...

Evan.

Puse mi mano para asegurarme de que la puerta estaba cerrada con llave e intenté deslizarme más abajo en mi asiento, pero la sombra me había visto, estaba mirando directamente hacia mí y cruzando la carretera, en dirección a la camioneta.

Rápidamente que recompuse. Pretende que todo estaba bien, me decía a mí misma. Todo era completamente normal.

Él llegó a mi ventana, inclinándose para observar el interior. Sonreí tan convincente como pude y él devolvió la sonrisa.

— ¿Qué pasó? —Preguntó, estirando su cabeza para mirar el tablero.

Bajé la ventanilla, poco a poco.

—Sólo quería practicar un poco. Pero se quedó sin combustible.

— ¿A esta hora de la noche? —Evan levantó una ceja.

—Todo el mundo ha salido —le dije, encogiéndome de hombros—. Y estaba aburrida.

Sostuvo mi mirada, aunque no sabría decir si era sospechosa, y luego golpeó la puerta del coche a la ligera.

—Tu padre probablemente mantiene una lata de combustible de repuesto en la parte de atrás —dijo entonces—. Voy a ir a ver.

Sin pedir las llaves se trasladó a la parte trasera de la camioneta y le oí moviendo cosas de sitio, en busca del escondite secreto de mi padre.

En cuestión de minutos estaba de vuelta, agitando una familiar regadera grande de plástico. —Lo tengo. La voy a llenar.

Me senté a esperar, agradecida por su amabilidad. Pero entonces ¿Por qué no iba a ser él amable? Él no sabía que yo lo sabía... Era todavía una actuación. En ese caso, yo también.

Abrí las puertas.

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Finalmente Evan terminó. Él abrió la puerta del conductor. —Lo pondré en marcha —dijo con buen humor—. Será mejor si lo hago yo.

No tuve otra opción y arrastré los pies al otro lado para que Evan pudiese entrar.

—Así que —dijo , su mano fue a la llave de contacto—. ¿Dónde vamos a ir?

—Tal vez deberíamos volver a casa —le dije, manteniendo mi voz firme—. Mamá y papá estarán de regreso pronto y mi padre se asustará si ve que la camioneta no está.

Evan me dio una mirada de reojo. —Estoy seguro de que tenemos tiempo para un pequeño paseo —dijo —. Va a estar bien.

Parecía muy seguro de eso. Traté de no tragar. En cambio conseguí un informal de encogimiento de hombros.

—Bien, entonces...

—Oye —Puso su mano en mi pierna—. Pareces un poco nerviosa esta noche, Janey... Relájate —Movió la mano hasta el muslo. Pero la sensación de hormigueo que tenía no era de emoción en este momento.

—Yo venía a verte —dijo Evan, mientras encendía el motor y el camión continuó su descenso por el camino de la montaña—. Hiciste uno de tus actos de desaparición.

Antes de que pudiera detenerme le lancé una mirada — ¿Actos de desaparición?

Evan tenía la mirada puesta en el camino. —Sí... Llamé a tu casa. Tu madre dijo que habías ido a alguna parte —Cambió de marcha—. Parecía un poco ansiosa para ser honesto. Pensé que podría venir por ti, para dar un paseo.

—Ya es tarde para dar un paseo. ¿Por qué no conduces?

Evan vaciló solo durante un segundo —Mi padre necesitaba el coche para algo... y yo necesitaba un poco de aire —me miró—. ¿Te has sentido así?

¿Lo sabía él?

Asentí con la cabeza, preguntándome si había algún otro significado a sus palabras.

— ¿Dónde me llevas? —Traté de sonar calmada—. No quiero ir muy lejos.

—Ya lo verás —dijo , al presionar el acelerador.

A medida que se precipitó a través de Bale, en dirección a la otra parte, la ansiedad se sintió como una tormenta dentro de mí. Cuando salimos de la ciudad y nos unimos a familiares carreteras sinuosas, me sentí el pánico comenzar. Pero eso no me ayudaba. Yo tenía que estar lo más tranquila posible. Eché un vistazo al

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perfil de Evan mientras conducía. Su boca tenía una mueca determinada, de manera agresiva, y las manos aferradas al volante eran cualquier cosa menos relajada.

Cerré los ojos, fingiendo dormir. Nunca debí haber aceptado dar una vuelta. Debería haber insistido en ir a casa. Pero, de nuevo, él sólo habría vuelto conmigo, y entonces nos hubiésemos quedado solos.

En mi casa vacía, inquietante.

Con los ojos cerrados, le escuché encender la radio y la música se hizo más fuerte. Era la estación preferida de papá. Eso debía haberme consolado, pero simplemente me hizo sentir a mí y mi familia, como una violación a nuestra intimidad. Evan estaba actuando como si fuera su camión, para hacer lo que quisiera con él.

Evan se detuvo y abrí los ojos. La camioneta estaba estacionada en la puerta al campo de entrenamiento, que era triste y poco acogedor. Yo sólo podía distinguir los techos curvados de esas horribles barracas semicirculares.

— ¿Qué estamos haciendo aquí? —Pregunté, incapaz de mantener el miedo en mi voz—. No me gusta estar aquí. —Evan se inclinó y me besó cerca de la mejilla, su barba me rasguñó, y traté de no apartarlo. Me sentí rechazado.

—No seas un bebé —dijo , ahora su mano estaba en mi pierna—. Realmente es hora de crecer —Su respiración era pesada, su buena apariencia enmascarado por aquella expresión tacaña, en su cara, en sus ojos.

—Evan —dije, mi propia respiración era entrecortada—. Ya es tarde, y quiero volver a casa.

Poco a poco moví una mano a la manija de la puerta, ejerciendo una suave presión sobre la misma. Me removí, como si estuviese cada vez más cómoda en mi asiento.

Evan se acercó y trazó una línea por mi mejilla, mientras su otra mano se movió entre las piernas. Le sujeté los brazos con fuerza por instinto. — ¡Suéltame! —le dije, y esta vez no había duda de la repugnancia en mi voz.

Antes de que pudiera parpadear, su mano se levantó y me golpeó duro en la cara y grité, tratando de llevar mi mano a la manija de la puerta. Evan me miró y cerró la puerta, me apoyé contra la ventana, demasiado sorprendida para llorar, o hacer cualquier sonido.

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Capítulo 25 Traducido por Ester

o vas a ninguna parte —Presionó su cara a la mía, y yo podía oír el pulso en su cuello. Hice lo que me dijo, no me volví, miré hacia delante, concentrándose en la copa de los arboles en la oscuridad, mirando a la luna llena en el cielo.

Todo lo que podía escuchar era el intenso latir de mi corazón.

—Qué pequeña bruja traicionera eres —Su voz salió en un susurro ácido—. Al igual que tu puta madre.

Me di vuelta y nos quedamos mirando el uno al otro. Podía sentir su olor familiar, pero por lo demás no lo reconocí. Me miró... feo.

Él dio una especie sonrisa desagradable, retorcida. —Ahora que sé lo que has estado haciendo incluso me siento menos culpable… —Suspiró—. Iba a darte un poco más. Para congraciarme adecuadamente con tu familia. Tu madre habría comenzado a pensar en mí como el hijo que nunca tuvo... —Hizo una pausa—. Excepto siempre me habría mirado y visto a mi marca de nacimiento, y acordándose… preguntándose si realmente era sólo una coincidencia.

Por un segundo estaba confundida, pero luego mis ojos se posaron en su cuello, donde la cicatriz en forma de medialuna parecía más importante ahora.

—La de mi padre era casi idéntica, excepto que la tenía en su espalda. Es todo lo que me queda de él.

—Lo siento, —dije en voz apagada. Sus ojos se posaron en mí, despectivamente.

—Escuché que has estado manipulando mi mundo, —dijo cambiando calmadamente de tema—. Tú y ese patético niño lobo, Luca… —Sacudió su cabeza—. Siempre fue débil. Incluso cuando éramos pequeños. Una desgracia para su familia.

Guardé silencio, pensando que era la mejor política. —Estabas jugando con nosotros poniéndonos uno contra el otro —Evan rió antipático—. Y aquí estaba yo orgulloso de mi engaño —Me pellizcó la mejilla dolorosamente—. Descarada pequeña astuta, ¿verdad, Jane? —sacudí mi cabeza.

—En realidad, —continuó—. Me disculpo. No era tu culpa. Realmente… nada tiene que ver contigo —Hizo una pausa antes de continuar—. Pero por otro lado, todo tiene que ver contigo —Me estremecí de lo frío que sonaba. Pero que el frío, su voz era plana y sin emociones.

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— ¿Cómo? —dije en voz baja—. No entiendo…

—Porque ella es tu madre. Tu carne y sangre. Y sé que has heredado el vínculo con Nissilum… tú y Luca —Relajó su agarre un poco—. Ustedes los mortales pretenden inocencia. Parecen pasivos… pero son tan peligrosos. Tan indecisos. Tan débiles.

—Me usaste, —dije aturdida—. Todo fue sólo… un acto.

Evan hizo un mohín. —No estés tan triste, Janey. No me querías realmente y yo tampoco… ¿verdad?

—Yo… te quería. Al principio lo hice.

—Eso fue lo que yo pensé, —dijo , con una voz triste de maqueta—. Pensé que estábamos tan enamorados. Quiero decir, sé que me querías. No puedes fingir eso. Y todo iba tan bien. Sólo la cantidad correcta de afecto y amor, sólo la cantidad justa de temperamento e indisponibilidad. Es patético cuán fácil es tener a una chica interesada.

—Querías romper mi corazón. Hacerme sentir ese dolor.

—Algo parecido.

—Pero se rompió tu corazón, —dije, mi voz pareció romperse un poco—. Mi madre. Fue la cosa más difícil que ella ha hecho.

— ¿En serio? —dijo con frialdad—. Más duro que ver a tu padre desintegrarse. Desaparecer en frente de tus ojos. Castigado a causa de ella.

Evan estaba loco. Necesitaba elegir con cuidado mis palabras. —Debió haber sido terrible para ti.

—No tienes idea, —dijo Evan con más sentimiento.

Los techos curvos de las chozas abandonadas de Nissen fueron repentinamente bañadas por la luz de la luna brillando por sobre nosotros. El sonido de los graznidos, los cuervos, fue más fuerte que nunca. Me sentí enferma de miedo. — ¿Pero fue su elección, también? —me aventuré peligrosamente—. Tenía libre albedrio.

Evan no habló pero me apretó de nuevo. Miré furtivamente hacia sus manos, vi las venas sobresalidas por el esfuerzo de sostenerme tan apretadamente. —Ambos tomaron un riesgo.

—Qué sabes sobre eso, ¡Fenómeno! —susurró Evan en mi oído y las nauseas se convirtieron en algo peor. Mantuve mi boca cerrada. Pensé, quería gritar y vomitar ambas al mismo tiempo—. Eres tan ingenua. Tan inmadura. Caíste con el primer enigmático que te habló dulce en cuanto llegó a la ciudad —Una lágrima se deslizó por mi mejilla imparable.

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—Cuando entré caminando a tu casa y vi a tu madre por primera vez, me contuve todo lo que pude para no gritarle en su cara. Allí estaba, feliz, continuando con su vida como si nada hubiese pasado. Hablando toda esa basura sobre estar enamorado. ¡No era capaz de comer! Casi le doy una bofetada. Los cielos saben cómo me mantuve en calma.

Recordaba ese día. Pensé que Evan había estado tranquilo, pensando sobre su familia. Se volvió hacia mí. —Hay mucho de lo que no sabes.

— ¿Qué? —dije fingiendo ignorancia. Yo quería de una cierta manera macabra que él me dijera sobre lo que ya había descubierto.

— Puedo… Supongo que tú lo llamarías ―cambiar de forma‖—Suspiró, como si la explicación fuera aburrida—. Hubo un Evan Forrest. Todos pensaron que él desapareció, pero él murió en un ―accidente‖. Cuerpo no identificado. Fue estrangulado. Creo. —Evan me miró directo a los ojos, disfrutando del miedo que vio en ellos—. Pero el asesino nunca fue atrapado. Sólo desapareció.

—Antes de venir aquí, —dije—, mataste a Evan —Clavé mis uñas en mi palma, sintiendo las gotas de sudor en la parte de atrás de mi cuello.

—Bueno. ¿De qué otra manera iba a tomar yo su forma? —Evan casualmente se mordió el labio.

—Pero, ¿por qué él? —me encontré preguntando—. ¿Por qué ir hasta Australia?

—Era lo más fácil para cubrir mis huellas, —respondió uniformemente Evan—. Sin preguntas incómodas —Cambió, mirándome con indiferencia, como si estuviera confesando a una grabadora de la policía—. Quiero decir tenía que aprender a conducir, adquirir un buen bronceado, llegar a ser del tipo de carácter fuerte por naturaleza… y pude reinventar a Evan un poquito… y entonces podría venir aquí, sabiendo que mi padre me recibiría con los brazos abiertos.

—Todo esas cosas sobre tu madre… —Murmuré con incredulidad—. Su depresión y el descuido… —Sonrió.

—Genial, ¿no? Considerando que todo era un acto, —hizo una pausa—. Casi me lo creí.

—Ella ni siquiera sabe que su hijo está muerto, —suspiré—. Su verdadero hijo.

Se encogió de hombros. —Un poco ―bajas civiles‖ fueron inevitables. No había más remedio.

Era realmente un monstro. O enfermo mental. No sabía cual daba más miedo. — ¿Hace cuánto tiempo has estado planeando esto? —cuestioné.

—Años. Desde que mi padre falleció.

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—No lo entiendo. ¿Él murió porque le rompieron el corazón?

Los ojos de Evan brillaron con fuerza. —Te lo dije. Enamorarse es peligroso. En el caso de mi padre, fue fatal.

—Pero él se caso con tu madre, tuvo hijos… siguió su camino.

—No en absoluto, —dijo Evan con una voz cargada de sarcasmo.

— ¿Tú realmente crees que mi madre tiene la culpa? —Sacudí mi cabeza—. Eso es una locura.

—Tu madre es una tontería, una mujer de corazón frío. Ella se alejó y ahora lo tiene todo.

—No fue así, —sentí que las lágrimas picaban—. Ella estaba destrozada, —pensé en el cuaderno de notas—. Ella escribió todo y lo escondió.

Evan se volvió bruscamente. — ¿Qué?

—Ella escribió todos sus sentimientos, lo que estaba pasando… con su mamá, mi abuela, estaba muy enferma, tenía que cuidarla. Trató de explicar…

Sus labios se fruncieron en una mueca de desprecio. —Una excusa conveniente tal vez.

— ¡No! —Me liberé de sus brazos—. No tienes el monomio del sufrimiento, Evan. Tampoco tu padre. Mierda sólo sucedió. ¡Lidia con eso! —Me di cuenta que estaba temblando, pero estaba menos asustada ahora. Estaba enojada.

Evan me miró fijamente, no hizo ningún movimiento para tocarme. En vez de eso paso sus manos, exasperantemente a través de su pelo.

—Oh, estoy lidiando con eso, Jane, —dijo fríamente—. Sólo espera y ve.

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Capítulo 26 Traducido por Ester

uca pateó los tornillos de la puerta una vez más. Su gruñido de frustración envió a un ratón deslizándose a esconderse en algún lugar entre las bancas de madera. Cerró sus ojos y se dejó caer al suelo.

—Por favor, hermano… —susurró entre sus manos—. Entiende.

Pero afuera, en las profundidades del lugar, sólo había silencio. Se sentó por lo que parecían horas, mirando hacía un punto en el piso, tratando de detener el tumulto de pensamientos en su cabeza. Si se enfocaba en alguno de ellos él comenzaría a sentir rabia y a llorar… ¿a lo mejor se desintegraría? A lo mejor se lo merecía. El sonido de una puerta abriéndose a la distancia hizo que levantara la mirada. Luego pasos infantiles, luz, aproximándose a la puerta de su prisión, deteniéndose justo al lado. —Hermano, —oyó a una voz susurrando en voz baja—. Tengo las llaves.

Su corazón bombeó con fuerza casi saliéndose por su boca y la adrenalina hizo que su cuerpo subiera y se levantara, entonces corrió hacia la puerta. Presionó su oído contra ella.

—Rápido, —le dijo a su hermana—. Tengo que salir ahora de aquí.

—Lo sé, lo sé, —gruñó ella y escuchó el tintinear de las llaves. Había robado un gran manojo de llaves de la bodega del palacio y estaba buscando a través de ellas.

— ¿Niña que estás haciendo? —siseó, exasperado.

—Tratando de encontrar la llave correcta, —dijo mordaz. Habría sonreído a sí mismo si su mente no hubiese estado totalmente en lo que tenía que hacer. Eventualmente la llave abrió la cerradura y ella se paró ante él con una pequeña sonrisa triunfalmente en su cara.

—Buen trabajo, —dijo él, tocando brevemente la parte superior de su cabeza antes de pasar de ella empujando hacia las escaleras.

—Espera, —agarró su brazo—. Encontré algo —Sacó una carta de su bolsillo.

Luca frunció el ceño. —Dalya, no hay tiempo.

— Léela, —dijo empujándolo—. Podría ser tu única esperanza.

Él abrió la carta doblada y leyó el contenido. Su hermana veía sus ojos agradarse mientras él leía. Cuando terminó se quedó mirando las palabras enfrente de él, eventualmente miró a la niña.

— ¿Cómo puedo llevar esto conmigo? Tendríamos que convencerlo de su existencia.

Ella asintió con la cabeza. —Lo guardaré en un lugar seguro. Para cuando tú regreses.

Se miraron el uno al otro, sin saber si él volvería del todo.

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—Tengo que irme, —dijo —. El tiempo se acaba.

Los dos corrieron ágilmente por las escaleras, la respiración de ella era más pesada detrás de él. Se volvió al llegar arriba. —Esto es lo más lejos que tú puedes llegar, —le dijo—. Lo sabes.

Ella hizo un mohín, pero batió su mano. —Ve, entonces, —suspiró—. Ten cuidado.

—Eres una buena hermana, —le dijo, sintiéndolo—. Y volveré.

Tirando de su capucha corrió tan rápido como un puma cruzando el patio de los sirvientes y a través de la puerta trasera.

Viéndolo desaparecer de su vista, ella cerró sus ojos, dejando que viniera la ansiedad.

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Capítulo 27 Traducido por Ester

etuve el motor y miré a través del lago. El Lago del Pájaro. Así lo había llamado cuando era pequeña. Años antes, debía haber tenido alrededor de cinco o seis, mi padre me había traído aquí. Cuando

había caminado hasta el borde del agua. Había puesto mis manos en mi cara. Dos cisnes blancos habían flotado, muertos y cubiertos con sangre, en la superficie del agua.

Pálido y choqueado, papá me había alejado, tomándome y sosteniéndome cerca, con grandes pasos ansiosos lejos de la escena del crimen. Estuve gritando todo el camino de vuelta donde papá había estacionado la camioneta, y no paré hasta que me quedé dormida, gritando y cansada. Tuve pesadillas por meses. Mi madre envió a papá a la casa del perro. Estaba furiosa con él.

— ¡Como iba a saber yo que encontraríamos cisnes salvajes! —Una noche le escuché decir con culpa cuando escuchaba afuera de la puerta del living—. Jesús, Anna. Debió haber sido un perro salvaje o algo parecido.

Desde entonces, ya que las pesadillas se habían detenido, no habían regresado. Y después de un tiempo, dejé de pensar sobre eso. Lo bloqueé supongo. Pero ahora estando aquí de nuevo. Mirando por sobre la expansión de agua verde-gris, cubierta de rojo, aumentando las nauseas en la boca de mi estómago.

La voz de Evan era casual, pensativa. — ¿Espeluznante, verdad?

No dije nada, concentrándome en no temblar, en no vomitar.

—Llamo a este lugar el Lago de la Muerte, —añadió.

—Todo muere aquí.

Un ruido agudo cortó mis pensamientos, como un cuchillo deslizándose a través de mi cerebro y un sonido seseante, convirtiendo ese sonido en palabras. —Ya voy, —dijo una voz—. No tengas miedo.

No me atreví a creerlo. Evan estaba jugando con trucos. Pero cuando subí mis ojos para ver su cara, su boca estaba cerrada, en silencio.

— ¿Así que me vas a matar entonces? —dije—. Sólo tienes que acabar de una vez.

Volteó a verme, comenzando a sonreír. —Pero ese no es el punto Jane —Sus ojos bailaban con burla—. ¿Dónde estaría lo divertido en eso?

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Sentí de nuevo bilis. Parte de mi quería escupirlo todo en su cara. Pero me contuve. Me di cuenta que él quería que reaccionara. Que comenzara a gritar o tratara de escapar. No le iba a dar eso.

En medio del lago, un pájaro sin saberlo bajó en picada, dando círculos, interesado. Vi como flotaba, su pico picoteando tentativamente un pedazo de madera mojada. Me enfoqué en la investigación de la criatura, ignorando el oscuro cielo sobre mí. Sentí más frío de lo que nunca había sentido en mi vida.

Resiste.

Me estremecí en respuesta de la voz y en algún lugar dentro la esperanza se agitó. Luca iba a venir. Luca lo haría bien. —Oí que eras parte de los invitados del Gran Baile, —Evan dijo como conversando—. Una linda pequeña mortal.

Volteé mi cabeza para enfrentarme a él. — ¿Cómo sabías…?

Estaba sonriendo desagradablemente. — ¿En verdad pensaste que no me enteraría de esto? —Sacudiendo su cabeza, agarró un palo delgado y comenzó a pinchar el suelo—. Hay algunos chismes voraces en Nissilum, —continuó—. Las brujas no pueden ayudarse ellas mismas.

Tilly.

No dije nada, quería escuchar cada detalle de lo que sabía. De una manera enfermiza, que él hablara del baile me hizo sentir cerca de Luca. Tragué para contenerme de llorar.

—Y cuando vi la fotografía en tu cuarto… —Su rostro se oscureció—. Supongo que aceleró lo inevitable.

Recordaba eso. Recordaba su rareza. Había dicho que era algo que había visto fuera de la ventana. Pero él había visto la fotografía. —Ese chico eres tú, —dije entonces—. Por supuesto.

—Ese chico era inocente, confiado, lleno de amor… —Hizo una pausa—. Pero tu madre destruyó todo.

Iba a contradecirlo de nuevo. No tenía sentido. — ¿Dónde está mi familia? —dije.

Torció su boca en una sonrisa fea. —Continúan con vida, si es por eso que estás preocupada.

Continúan vivos. ¿Nos iba a matar a todos? Confundida y asustada. Por mi padre, quien no sabía nada del oscuro secreto de mi madre. Ellos no merecían ser castigados. Tampoco ella.

—Haz lo que quieras conmigo, —le dije, sonando mucho más valiente de lo que me sentía—. Pero no los lastimes a ellos.

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—Lealtad, —dijo en voz baja—. Me gusta eso… desafortunadamente para ti, no es lo suficiente para reconsiderarlo —Se rascó la barbilla, pensativo—. ¿Pero cuál es el apuro? Estoy disfrutando de nuestra pequeña charla.

Si me daba más tiempo, estaría agradecida. Comencé a pensar que no habría un final feliz. Traje a mi mente la cara de Luca. Podría ver sus ojos y me concentré en ellos.

Mantenlo allí, me dijo, claro como una campana.

Mantenlo allí.

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Capítulo 28 Traducido por Ester

uca saltó por encima de las murallas del palacio; ágil y fuerte, sus pómulos estrechándose, cambiando la forma de su cara. Era luna llena y el tiempo para transformarse nunca había sido el más correcto. Estaba consciente de que

alguien lo seguía, pero no tenía tiempo para detenerse y mirar. Estaba a punto de hacer algo que nunca había intentado antes. Cambiar en un mundo y saltar a otro. Su corazón se aceleraba y su piel creció tensa, luego más elástico se estaba preparando a sí mismo para su cataclismo cambio. Pronto sus órganos crecerían y su corazón se agrandaría el doble de su tamaño. Su pelo se volvería más grueso y los vasos sanguíneos en sus ojos estallarían por la presión.

Estaba familiarizado con esto. Lo sabía. Lo que no sabía era si podría salvar a la chica que amaba.

— ¡Luca!

Escuchó el grito mientras saltaba a través del campo y sacudió su cabeza mientras corría, preguntándose si era ella pidiendo ayuda. Si Raphael ya había…

— ¡Luca!

La voz estaba cerca ahora, justo detrás de él y volteó para ver a su hermana. Una versión más pequeña, limpia y bonita de él.

Dalya era una loba.

Se paró en sus piernas traseras, con el estremeciendo del impacto.

—Hermano, no puedes hacer esto solo, —medio jadeaba, medio gruñía y luego perdió su voz. Su delgada mandíbula se cerró de golpe. La miró de lleno, en una comunicación silenciosa de gratitud y ella pateó el suelo, preparándose para correr con él. A medida que la luna se cernía sobre ellos, hermano y hermana saltaban hacia delante, en dirección a la Ruta del Agua.

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Capítulo 29 Traducido por Ester

abrá luz pronto, pensé, sin saber si esto haría las cosas mejor o peor. Estaba cansada y concentrada; no me atrevía a bajar mi guardia.

Evan estaba lanzando piedras a la asquerosa agua estancada. Usé el tiempo para mirar a mí alrededor, preguntándome cómo, si es que tuviera la posibilidad de escapar. A través de algunos árboles, podía ver la camioneta de mi padre, la cual Evan me había hecho conducir, disfrutando el verme como navegaba nerviosamente por los estrechos caminos. Había sido un infierno de un modo de perder mis lugares de principiante. No creo que nunca sería capaz de conducir de nuevo.

Eso era, si no moría antes de que tuviera otra oportunidad. Traté de pensar donde mis padres y Dot estarían. Donde los habría llevado. Nos había conducido a ese espeluznante terreno abandonado de entrenamiento del ejercito… podía haberlos puesto en una de esas viejas oxidadas chozas Nissen. Podía haberlos llevado a cualquier lugar.

— ¿Qué pasa contigo y ese lugar? —dije a su espalda—. ¿Ese terreno de entrenamiento del ejército?

Su brazo se levantó, a punto de lanzar otra piedra al agua, pero se detuvo, volteando sólo la mitad hacia mí.

—Me gusta, —dijo —. Tan frío, abandonado y triste… —Dio la vuelta entera enfrentándose a mí—. Se siente como al lugar donde pertenezco. Un lugar donde una persona puede quedarse por años… y nadie los encontraría. Ni un alma.

Se volvió y lanzó la piedra agresivamente hacia adelante. Ni siquiera causó una honda, sólo cayó en unos cañaverales en descomposición. —Pero tú no has sido abandonado, —dije en voz baja—. Tienes una familia que… te quiere.

—No me importa, —gruñó y yo salté con un poco de miedo.

Caminó hacia mí y me agarró del brazo, apoyó su boca cerca de mi oído. —Déjame mostrarte que es sentir verdadero miedo, —dijo —. Porque en verdad… no tienes idea, — traté de controlar mi respiración, que estaba haciéndose pesada y me permití ser arrastrada a la camioneta.

—Entra, —dijo toscamente, abriendo la puerta.

Me senté en el asiento del pasajero y Evan puso en marcha el motor, ignorando el cinturón de seguridad. No me atreví alcanzar el mío, miré directamente hacia el frente, sintiendo el sudor formándose en mi cuerpo, a pesar

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de que era la mitad de la noche y hacía frío.

Evan condujo rápido, sinuoso alrededor de los caminos, asustando a las criaturas nocturnas y los pájaros.

No había error hacia donde el vehículo se dirigía. A pesar de la velocidad vi una señal, una señal familiar.

Estábamos volviendo allí.

El lugar era frío y húmedo. Evan condujo directo a través de la puerta de madera cerrada y me tapé la boca con mi mano ya que además de estrellarse, la madera salió volando entre los arbustos de alrededor.

—Por favor, —me escuché farfullar—. Detén esto.

— ¡Cállate! —espetó y la camioneta paró en seco. Él abrió la puerta bruscamente y yo me quedé donde estaba, incapaz de moverme.

— Sal —Abrió la puerta del pasajero y no sé cómo me bajé a la hierba, a pesar de que mis piernas parecían gelatina.

Ahora estaba lloviendo. Chispeando desagradable y la hierba estaba mojada. Frente a nosotros, estaban las misteriosas cabañas, como si nos estuvieran esperando para recibirnos.

No me importaba, sólo quería ver a mi familia viva.

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Capítulo 30 Traducido por Ester

uca luchó en la oscuridad. Con dolor en todo su cuerpo, se estiró y distorsionó, abrió sus fauces y aulló, pateando con rabia al suelo. Detrás de él, Dalya jadeando, mirándolo para recibir instrucciones. Poco a poco se abrió paso a través de los árboles, sacudiendo la lluvia de su cabeza, y ella lo siguió

obedientemente.

El cielo poco a poco se estaba poniendo pálido, pronto la luna desaparecería. Gruñó, olfateando el suelo, tratando de encontrar su esencia. El aroma de Jane. Estaban cerca de su casa. Sus siluetas eran sombras contra la pared trasera y algo le hizo detenerse, poniendo su hocico en el suelo otra vez.

Podía olerla.

Ahora todo lo que tenía que hacer era llegar a tiempo.

Se volvió hacia Dalya y en silencio habló con ella, y ella dejó escapar un gemido bajo en comprensión. Juntos, los animales corrieron bajando por la vasta pista hacia el camino de la montaña, en dirección a la otra parte de la ciudad.

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Capítulo 31 Traducido por LizC

e la entrada de la cabaña colgaban trozos de metales oxidados, hostiles y crujientes, mientras se balanceaban un poco hacia atrás y hacia adelante.

Me restregué los ojos para ver la parte trasera de la cabaña, pero no había nada excepto sombras.

— ¡Mamá! —Llamé, mi voz saliendo como un sollozo—. ¡Papá!

A mi lado, Evan se rió sin humor.

—Ellos no pueden oírte. No malgastes el aliento.

— ¿Dónde están, bastardo? —Me lancé contra su pecho, golpeándolo tan duro como pude—. ¡Tú malvado…!

—Cálmate —dijo él, divertido—. Están a salvo... por ahora. Están fuera de combate. —Se rascó la barbilla—. Tu madre y la niña fueron bastante fáciles, pero tu padre... —Él sacudió la cabeza—. Ese requirió un poco más de esfuerzo.

— ¿Están aquí en alguna parte? —dije desesperadamente, empujando más allá de él.

Me agarró del brazo, lo que dolió. Hice una mueca de dolor.

—Cuidado, Jane —susurró—. No tan rápido.

—Es mejor que no los haya tocado —le dije—. Dot... —Puse mi mano sobre mi boca, sin querer pensar en lo que le había hecho a mi pequeña hermana.

—Cálmate. —Evan sonaba aburrido ahora.

—No están lejos. Van a estar todos juntos pronto. —Sonrió maliciosamente—. Están incapacitados, eso es todo.

— ¿Qué hiciste con ellos? —Estaba temblando incontrolablemente.

—Tilly tiene sus usos —dijo suavemente—. Una pequeña infeliz irritante la mayoría del tiempo, pero hace una mezcla sedativa sumamente eficaz. Lo suficientemente fuerte como para poner a un caballo a dormir durante seis meses.

Lo miré boquiabierta, de pie con tanta indiferencia. Tan desdeñoso con la vida de otras personas.

—Así que vengas la muerte de tu padre al tratar de destruir a toda una familia —dije con incredulidad—. ¿No puedes simplemente superar toda esa mierda?

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Su rostro se rompió de nuevo en una mirada de odio puro mientras sus brazos salieron disparados y sentí sus dedos estrangulando mi cuello.

—Cuida tu boca, monstruo —dijo —. No te atrevas a juzgarme.

Se detuvo, olfateando el aire, con el ceño fruncido.

— ¿Qué estás haciendo? —Lo miré.

Se encogió de hombros. —Nada. Cállate de una vez, ¿puedes?

Abrí mis fosas nasales. No sentía nada más que odio hacia Evan ahora. Su una vez hermoso rostro se veía casi demacrado. Amargo.

Él se movió alrededor de la cabaña, golpeando viejos trozos de maquinaria oxidados en el suelo. Una rata se escabulló por debajo de un neumático y me estremecí. ¿Mis padres estaban durmiendo con ratas?

— ¿Cómo se compara esto —dijo Evan recostado contra la pared—, en términos de pura miseria, a tu colegio? —Sonrió desagradablemente—. Supongo que Sarah ya no es tan mala. Sólo una niña inofensiva.

Lo miré fijamente. —Ustedes dos están hecho el uno para el otro —dije, con frialdad—. Quiero decir... ella sabía todo esto, ¿no?

—Que inteligente. —Se tocó la cabeza con condescendencia.

Me sentí asqueada. —Realmente eres un samaritano.

—Gracias. —Se cruzó de brazos—. Ella estaba muy feliz de ayudar. Aburrida, estropeada... Estaba con ganas de animar las cosas en su vida. La estudié por algún tiempo antes de entrar en contacto.

— ¿Cómo?

—Hablé con ella... en sus sueños. —Levantó una ceja—. ¿Esto te suena?

—Espera... ¿Puedes hacer eso también?

—Todos podemos... Si queremos lo suficiente. Sólo se necesita un cómplice... ¿Sabes lo que quiero decir?

Me aparté de él. Le había dicho que me atormentara.

Quería que todas nuestras vidas fueran un infierno.

Irónico, viniendo de un ángel. Abrí la boca para hacer otra pregunta, pero volví a cerrarla. ¿Qué importaba ya?

—Entonces, ¿qué vas a hacer con nosotros? —dije en su lugar, no queriendo saber, todavía escuchando; pero sólo había silencio en la cabaña.

—Hmmm. —Entrecerró sus ojos—. Yo hubiera querido ahogarte, a uno por uno; pero levantar esos cuerpos... estoy seguro de que puedo hacer uso de algunas

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de estas armas mortales que yacen por aquí. —Estudió una vieja sierra, letalmente afilada y oxidada.

Yo no tenía defensas contra él. Estaba completamente sola.

Luca no iba a venir. Todos íbamos a morir aquí. Dejé escapar un pequeño sollozo.

Un trueno de repente onduló a través del cielo y los dos nos sobresaltamos, asustados, mirando hacia fuera para ver un tridente blanco dividir la oscuridad. Iluminó todo el campo exterior, y por un segundo vi una silueta oscura, moviéndose a través de la hierba. Dos formas oscuras... perros, o...

No podía ser. ¿Podría? Mi corazón dio un grito esperanzado de júbilo, en silencio.

Me obligué a no reaccionar externamente, y a no esperanzarme, pero los animales iban aumentando la velocidad y encabezados directamente hacia nosotros.

Evan me empujó bruscamente hacia él, poniendo un brazo alrededor de mi cuello, presionando contra mi garganta.

Los perros desaceleraron y se detuvieron jadeando en la entrada. Los ojos del más grande brillaron hacia mí.

Eran ojos verdes.

Perdí un poco del miedo.

Luca gruñó, mostrando sus dientes afilados, con sus orejas hacia atrás, listo para atacar.

—No te tengo miedo —susurró Evan hacia él, todavía fijándome contra él—. ¿Por qué te tendría miedo?

Luca volvió su cabeza, pateando furiosamente al suelo. El metal colgando resonó con la vibración.

—Vuelve con tu familia... —habló Evan con él, apretando su agarre en mi cuello por lo que gemí levemente.

Luca se disparó hacia adelante, chasqueando sus mandíbulas, dejando de lado el metal colgando como si fuera nada más sustancial que una cortina. Sacudió su cabeza de lado a lado, frustrado, pero Evan no se inmutó siquiera.

—Luca —le dije, extendiendo la mano para acariciar su nariz y él se frotó contra mí brevemente, antes de volverse a mirar a Evan a la cara. Detrás de mí, sentí a Evan alcanzar algo en su bolsillo con su mano libre y me arranqué fuera de su agarre, girando para ver que se trataba de una botella.

—Luca —le dije advirtiéndole, pero él ya estaba delante de mí. Rodando su cabeza rápidamente se abalanzó sobre la botella, que se estrelló en el suelo.

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—Mi amigo —dijo Evan suavemente—. No me harías daño... recuerda, Luca. Ni siquiera aplastarías a una mosca.

—No lo escuches —gemí.

Luca negó con la cabeza y vi que su cuerpo estaba contrayéndose, reduciéndose.

Miré hacia atrás al lobo de pie aguardando en la entrada, cuyos ojos brillaban con ansiedad sobre Luca.

— ¿Dalya? —dije—. ¿Eres tú?

Ella se quejó en respuesta.

—No me puedes hacer daño. —Evan negó con la cabeza hacia Luca—. Ya lo sabes.

El pelo corporal de Luca fue desapareciendo y se movió hasta ponerse de pie. Con un susto me di cuenta de que estaría desnudo una vez que el proceso se completara.

Me arranqué la chaqueta, envolviéndola suavemente alrededor de la cintura de Luca. Se lamió sus labios y vi a esos pálidos pómulos familiares aparecer.

—Qué dulce —se burló Evan de nosotros—. Disfruten de sus últimos momentos juntos.

—Evan, esto no es lo que Gabriel querría. —Luca habló finalmente, y su voz, baja y tranquila envió ondas de alivio a través de mí. Alivio... y algo más a lo que estaba empezando a acostumbrarme.

— ¿Qué sabes tú? —El rostro de Evan se retorció con desprecio—. No tienes idea de lo que he vivido. Gabriel todavía estaría aquí si no fuera por su madre. Y mírate... estás destinado a correr la misma suerte.

—Gabriel no murió por un corazón roto. —dijo Luca en voz baja.

—No lo hizo. —Una voz en la entrada de la cabaña nos hizo asustarnos. Volviéndome, vi a mi madre de pie detrás de Dalya. Tenía el cabello empapado, abrazándose a sí misma.

—Mamá. —Me alejé de Evan, prácticamente tropezando con todas las cosas en el suelo. Pero mamá levantó su mano para que me detuviera.

Evan pareció sorprendido, y ultrajado.

— ¿Cómo lograste salir? —gruñó—. Estoy advirtiéndote…

—Escúchame. —Ella lo interrumpió, con voz firme y autoritaria. Como los adultos hacen con nosotros. Nos quedamos en silencio, esperando a que ella continuara.

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—No rompí el corazón de tu padre —dijo más cansada—. Él rompió el mío. Él no me quería. Él me lo dijo. Me dijo que me fuera y no volviera nunca más.

Fruncí el ceño. ¿Qué estaba diciendo?

—Mentirosa. —Evan escupió en el suelo.

—Pero yo no quería creerlo —continuó—. Me engañé a mí misma diciéndome que era mi decisión. Mi madre estaba enferma... yo era una humana. Nunca iba a funcionar. —Ella sacudió la cabeza—. Yo incluso escribí todo. Pensé que si lo escribía, se convertiría en verdad.

— ¿Esperas que me crea eso? —Él frunció el ceño.

—Es la verdad. —Ella lo miró directamente—. No soy una mentirosa.

Se hizo un silencio mientras le señalaba a que saliera.

Luca se aclaró la garganta entonces. —Evan, ¿lo creerías, si lo vieras escrito… por tu propio padre? —le preguntó.

Miré de uno a otro, confundida.

— ¿Qué? —espetó Evan.

—Tu padre escribió una carta —dijo Luca en voz baja—, dirigida a ti y Dorcas. Dalya la encontró, en el palacio. En el cajón de la oficina de Gabriel.

Dalya, quien para ahora ya estaba en su familiar ser de cabello oscuro y llevando la chaqueta de mi madre, asintió con la cabeza, temblando un poco de frío.

—No fue mi intención entrometerme —dijo tímidamente—, pero pensé que podría haber alguna pista...

— ¡Basta! —Evan se veía furioso, pero también un poco confundido. Retrocedió y se apoyó contra la pared—. ¿Dónde está esa carta, entonces?

—En Nissilum —dijo Luca pacientemente—. No podíamos traerla con nosotros, como hombres lobo.

—No —dijo Evan, oscuramente sarcástico.

Mi madre se acercó entonces. Sus pantalones vaqueros y su camisa se aferraban a ella. Ella estaba completamente empapada.

Y se veía de alguna manera más joven de lo que yo jamás había visto.

—Escucha —dijo ella—. Tu padre era un hombre bueno, y fuerte. Él soñaba con tener su propia familia. Vivir una vida pacífica. Guiado por la moral... —Ella me miró rápidamente antes de continuar—. Sabía que nunca podría tener eso conmigo. Y él quería eso. —Vi que las lágrimas se reunieron en sus ojos—. Él quería a tu madre, y a ti. Más que nada.

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Se hizo un silencio mientras Evan digería sus palabras. Era obvio que estaba tratando de ocultar cualquier otra emoción que no sea puro desprecio. Incluso el odio.

—Él nunca nos hubiera dejado de no haber sido por ti —empezó a decir, su voz atascándose un poco—. Cree lo que quieras creer. Si no hubieras existido nunca habría tenido la tentación de…

—Evan —dijo ella, exasperada—. Parte de ser un hombre es aceptar las responsabilidades. —Miré a mi madre con admiración, y luego a Evan, cuyo rostro estaba contraído con rabia frustrada. Eso realmente le llegó.

Por primera vez lo que estaba escrito en sus ojos era real.

—Cómo te atreves… —escupió al final, incapaz de articular algo más allá de eso, mientras abría y cerraba los dedos.

—La vida presenta muchos desafíos —soltó mamá, sin miedo—. La tentación es uno de ellos. —A continuación se adelantó y se apoderó de mi mano—. Y el libre albedrío nos gobierna a todos. Tenemos el poder de elegir.

Contuve la respiración, esperando a que Evan estallara, pero él parecía estar congelado en el lugar por las palabras de mamá. Levantando mi cabeza, miré a los ojos de Luca. Él no apartó la mirada, sino que sostuvo mi mirada. El sonido de la lluvia parecía el escenario perfecto para lo que estábamos enfrentándonos.

—Jane —dijo mamá en voz baja—. Nada es simple. En particular, no el amor. Debes confiar en lo que tus instintos te dicen.

¿Estaba advirtiéndome o dándome algún tipo de bendición? Cuando vi a Luca mirándome de una manera que ya no podía describir simplemente como ―amigos‖ esperaba que fuera un poco de ambas.

Detrás de nosotros, Dalya rompió el hechizo.

Sosteniendo la chaqueta en alto hacia mi madre, suspiró profundamente, y luego habló con Evan. —Puedo mostrarte la carta —dijo , su voz ligeramente inestable—. De vuelta a casa.

—Tráeme la carta —le espetó él, con su mirada baja—. Y entonces voy a decidir.

Dalya miró a Luca por orientación. Él dudó antes de responder.

—Ve a buscarla. —Le dijo a Dalya, aunque sus ojos estaban sobre Evan—. Yo me quedaré.

Dalya asintió y se volvió para irse, cuando se detuvo, de espaldas a nosotros. Vimos otra forma acercarse. Yo contuve la respiración, esperando que no fueran Ulfred o Henora viniendo en pos de sus hijos errantes.

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Pero era peor que eso. Mi corazón se hundió cuando Lowe llegó claramente a la vista. Oí gruñir a Luca ligeramente, mientras que Evan parecía divertido.

—Excelente —dijo —. Otra interferencia no benefactora ha venido a hablar a mí alrededor.

Lowe no le hizo caso, simplemente puso la mano en su bolsillo y sacó algo. —Te olvidaste de esto —dijo , metiendo un trozo de papel en las manos de Dalya.

Confundida, miré a Luca mientras una sonrisa reemplazaba el ceño fruncido de su rostro. Mi madre sostuvo mi mano de forma apretada, protectoramente.

Luca se acercó a su hermano y lo abrazó. Por encima de su hombro los ojos de Lowe se encontraron con los míos, pero esta vez no había malicia, sólo una extraña clase de aceptación.

Dalya sostuvo lo que yo veía ahora era una carta o nota para Evan.

—Toma —dijo amablemente—. Esto es parte de tu padre.

La mano de Evan temblaba mientras desdoblaba la carta, y para mi sorpresa, se aclaró la garganta, ahora viéndose más a un niño que a un monstruo, empezó a leer en voz alta:

Mis queridos Dorcas y Raphael estoy escapando. No es mi cuerpo, es mi mente. Sé que ninguno de los dos va a entender. Pero no puedo seguir viviendo como uno de los Serafines, uno quien debe guiar y proteger a su familia y a la población de Nissilum—No puedo continuar sabiendo lo que hice hace muchos años. Fue un momento de locura, de rara debilidad humana, pero me enamoré de una chica mortal. Era hermosa y fuerte y valiente y vivía una vida que sólo podía soñar. Una en donde se tolera el error humano, a veces es aceptada. Yo quería ser parte de eso. Era sólo un chico. Soñaba con ella, y mal usé todas mis fuerzas por tenerla. Y ella se enamoró de mí. Pensé que me sentía de la misma manera. Pero me di cuenta después de un tiempo, que nunca podría darme lo que realmente quería y lo que Celeste y Cadmium querían, una esposa e hijos que no estuvieran contaminados por sangre humana, mortal. No la traté bien. La dejé y aunque sabía que ella viajaría a verme, no fui a ella. Sentí tal culpa, que confié en mi hermana, quien tomó mi dolor como el dolor de un corazón roto, y así se lo dejé creer. Porque sabía que lo que había hecho era insensible y cruel.

Anna no se lo merecía.

La culpa que siento ahora tiene en parte que ver con eso, en cómo había tratado a Anna, pero en parte con el hecho de haber manchado a mi familia con ese breve, enamoramiento adolescente. No soy puro. No merezco mi posición aquí. O mi vida.

Los amo a ambos más de lo que puedo decir. Y Raffy, la idea de dejarte me trae más dolor del que te puedas imaginar. Ve con cuidado, muchacho. Refrena tu naturaleza emocional, sé lo que yo no soy capaz de ser. Un verdadero líder, un modelo a seguir para todos en Nissilum. Estoy muy orgulloso de lo que sé que vas a ser.

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Gabriel.

Levantando la mirada vi que la cara de mi madre estaba empapada con lágrimas. Y frente a mí, Evan permanecía de pie, de repente más pequeño y vulnerable, aunque hacía todo lo posible para no demostrarlo.

—Estoy harto de ti —susurró hacia Luca y a mí—. Sólo asegúrate de que nunca te vuelva a ver.

Nos quedamos sin palabras. Aliviados. Sin atrevernos a movernos.

Evan se abrió paso entre nosotros, su codo excavando hacia mí a su paso. Apenas podía creer que sólo unos pocos días antes él había sido mi adorado novio. Pero no me sentía herida. Ni siquiera me sentía sorprendida. Yo no sentía nada por él.

Cuando Evan llegó a la entrada de la cabaña, donde Dalya permanecía de pie nerviosamente con Lowe, Luca se volvió a hablar con él. —Hiciste lo correcto —le dijo a Evan—. Gracias.

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Capítulo 32 Traducido por Annaiss

amos, Dalya, —dijo Lowe, tirando del brazo de su hermana—. Tenemos que volver antes de que Henora y Ulfred descubran que todos hemos desaparecido. —Asintió con su cabeza hacia Luca—.

Haré las cosas bien, —le dijo—. Ellos nunca se enterarán acerca de esto.

—Gracias, —sonrió Luca—. Sólo necesito un poco de tiempo…

Lowe caminó detrás de Raphael y, junto con Dalya, los tres de ellos se sumergieron en la oscuridad de la madrugada.

Mi madre se secó los ojos con la mano.

—Ahora tengo que despertar a Dot y mi marido, —le dijo a Luca—. Están fuertemente sedados en la cabaña de al lado. Evan sólo me golpeó con su puño.

Miré la botella en el suelo.

—Alguna posición que Tilly hizo para él…

Luca negó con la cabeza. —Arpía traidora, —dijo —. Pero conociendo a Tilly, tuvo que haber exagerado la potencia de lo que ella le dio. Dalya volverá a buscar un remedio, —le dijo a mi madre—. Volverán a la normalidad pronto.

Luca y yo ayudamos a mi madre a subir a Dot y a papá en la camioneta. Ella insistió en conducir de vuelta a casa, dándome una última mirada antes de que se metiera adentro y encendiera el motor. Cuando la camioneta desapareció del camino, a través de la puerta rota, dejó a Luca y a mí solos.

Me había preparado para el hecho de que esta sería la última vez.

—Gracias, —le susurré—. Por preocuparte por nosotros.

—Ven aquí —Luca abrió los brazos y me acurruqué entre ellos, sintiendo su aún caliente cuerpo, temblando, mientras le acariciaba su delgada pero muscular espalda. Hundí mi rostro en su pecho. Luca trazó una de mis mejillas con su dedo—. Volverán a la normalidad en poco tiempo.

Asentí, y me di cuenta que yo también estaba temblando, incapaz de mirarlo a los ojos. Esto era el final.

V

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—Jane, —dijo tras una pausa—. Recuerdas lo que te dije. ¿Acerca de nunca enamorarme de ti? ¿Sobre lo peligroso que es? El riesgo…

Me tragué la decepción, el dolor que sabía se acercaba.

—Está bien, —le dije—. No tienes que volver a decirlo.

Puso sus brazos alrededor de mi cintura, sosteniéndome fuertemente a él.

—Estás equivocada. Tengo que decirlo, —murmuró—, y lo diré todos los días por el resto de nuestras vidas.

Finalmente levanté la cabeza y vi sus labios, al mismo nivel que los míos. — ¿Decir qué? —le dije, tratando de no pensar en lo deseable y tentadora que su boca parecía.

—Que te amo. Te amo… como un hombre ama a una mujer. Y no quiero que eso nunca termine. Sin importar el riesgo que eso conlleve.

Retiró el pelo de mi cara mientras lo miraba.

—Encontraremos una manera de hacerlo funcionar, —susurró—. Si eso significa que tenemos que estar separados en ocasiones, entonces que lo sea.

—Luca —Sonreí—. ¿Puede esto realmente funcionar?

Puso su frente sobre la mía mientras mis dedos sentían la fuerza de su cuerpo, su largo torso, respirando su aroma familiar a madera.

—Nuestros corazones están unidos, —dijo —, y soy libre de decidir a quién amo. Y lo que quiero. Nada, ni la presión de mi familia o lo que piensen los demás, es importante.

Mientras me liberé para mirarlo, bajó su cabeza y sus labios se acercaron a los míos, y luego, finalmente, nos besamos. No suavemente o tentativamente, pero con hambre, pasionalmente, su boca viajando a mi cuello y luego a mi labios otra vez, empujando mi cabello a un lado, y dejando sus manos explorar mi espalda arqueada.

Supe entonces que todo lo que había sentido con Evan era sólo una fracción de lo que estaba sintiendo ahora. Tenía miedo. Pero esta vez amé tener miedo.

—No tienes idea de cuántas veces he querido hacer esto, —dijo Luca entre besos, su respiración rápida y fuerte—. Y cuánto he querido tocarte. Cada centímetro de ti.

—No sé por qué no lo había notado antes —dije en voz baja—. Y ahora que lo veo, no creo que pueda estar sin ello… sin ti.

Luca levantó mi barbilla suavemente. —Te prometo que haré todo lo que pueda, —dijo —. Tengo algunas batallas que luchar. Con mis padres. Con Celeste y los ángeles… Ellos confían en mí. Y quién sabe lo que Raphael dirá o hará la

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próxima vez… Él ha dado un paso tan grande hacia la oscuridad que no sé si va volver… Pero lo que siento por ti es demasiado como para dejarte ir.

Me besó con rapidez y firmeza en la boca, provocando chispas en mi corazón.

—Puedo esperar, —le dije, con la esperanza de que realmente podía hacerlo. Que el tiempo y otras personas no se entremeterían en el camino.

—Voy a esperar.

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La historia de Jane y Luca continúa en

Dark Heart Rising.

La historia de Jane y Luca continúa… pero no como ellos la habían planeado. Cuando los desafíos y las amenazas del mundo inmortal de Nissilum separa a los jóvenes amantes, Jane es despojada. Sin los brillantes ojos verdes de Luca, y su gentil sonrisa, Jane se siente perdida, sola y triste. Pero luego un viaje a París con su abuela la pone en el camino del amable Soren—un alma cándida que puede ser justo lo que ella necesita… Mientras tanto en Nissilum, Luca lucha contra las lealtades y las expectativas que vienen con ser parte del mundo inmortal. Un mundo que está a punto de ser sacudido desde sus cimientos: rumores de una creciente inquietud se están extendiendo, y con los rumores de creciendo de un ángel ninguna criatura está a salvo—especialmente una chica mortal que se ha enamorado de un chico lobo…

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