lecturas para segundo ciclo

24
LECTURAS PARA SEGUNDO CICLO SEMANA DEL 18 AL 22 DE ENERO 2016 17/01/2016 EQUIPO DE BIBLIOTECA Esta semana dedicaremos las lecturas a leyendas tradicionales españolas, algunas aparecerán por provincias, otras son generales de España. Sugerimos como actividades: 1º comprensión lectora. 2º Localizar las provincias de donde son originarias. 3º Calcular la distancia desde Montoro al lugar de referencia. Estas actividades son sugerencias, si realizáis alguna otra, la comentáis. Extraída de la Antología de Leyendas de la Literatura Universal seleccionadas por D. Vicente García de Diego para Ed. Labor - Barcelona. 1953

Upload: biblioteca-biblioteca-epora

Post on 12-Feb-2017

1.370 views

Category:

Education


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Lecturas para segundo ciclo

LECTURAS PARA SEGUNDO CICLO

SEMANA DEL 18 AL 22 DE ENERO 2016

17/01/2016

EQUIPO DE BIBLIOTECA

Esta semana dedicaremos las lecturas a leyendas tradicionales españolas, algunas aparecerán por

provincias, otras son generales de España.

Sugerimos como actividades:

1º comprensión lectora.

2º Localizar las provincias de donde son originarias.

3º Calcular la distancia desde Montoro al lugar de referencia.

Estas actividades son sugerencias, si realizáis alguna otra, la comentáis.

Extraída de la Antología de Leyendas de la Literatura Universal seleccionadas por D. Vicente García de Diego

para Ed. Labor - Barcelona. 1953

Page 2: Lecturas para segundo ciclo

El último rey godo, Don Rodrigo

LECTURAS PARA EL LUNES.

El último rey godo, Don Rodrigo - Leyenda española -

Estaba mediada la primavera, habían llegado los grandes calores y el jardín del

palacio del rey Rodrigo estallaba de verdor. Desde una ventana contemplaba

Rodrigo la dulce alegría de las plantas y la claridad de un estanque, que bajo un

espesor de arrayanes y jazmines espejeaba al sol. De pronto, una alegre

algarabía de voces frescas le llamó la atención. Por uno de los senderos de la

huerta, entre pensiles de espadañas y lirios, venían unas doncellas. Llegaron al

estanque, dejaron caer sus vestiduras y los cuerpos bellísimos resplandecían

llenos de gracia y de luz. Pero era la Cava, doncella hija del conde don Julián, la

que atraía sobre todo, la mirada de Rodrigo que, suspenso, la contemplaba. Salió

el Rey por una puertecilla al jardín, se aproximó al estanque y entre unas hiedras

y bojes se ocultó para ver más a su sabor. Salió la Cava del agua y sacudiéndose

las gotas, gritó a las compañeras para que vinieran con ella a reposar. El Rey

sentía estremecerse su cuerpo como abrasado por un loco deseo. Y de esta

suerte, enamorado perdidamente de aquella belleza henchida de dulces

promesas, regresó a sus estancias.

Vanamente trató de dominar su anhelo. Y así, como encontrase después de lo

contado a la Cava, le declaró su amor: «Desde que os he visto no vivo ni duermo

pensando en vos. Dad remedio a mi mal y pensad que la voluntad del Rey ha de

cumplirse siempre». Pero ella, burlando discretamente, rechazaba las amorosas

razones de Rodrigo y procuraba acortar las entrevistas. Estos fracasos

aumentaban la tristeza de don Rodrigo, cuyo ánimo estaba preocupado por algo

que le sucediera poco tiempo antes de haber conocido a la Cava.

Había, en efecto, tenido gran osadía al romper una secular prohibición.

En Toledo existía un palacio encantado, del cual se dijo siempre que era la Cueva

de Hércules. Rechazando los consejos de sus íntimos, el Rey entró en tal lugar.

Allí vio unos extraños y bellos tapices que tenían figuras de gente con trajes

extraños, amplias vestiduras y lienzos enrollados en la cabeza. Eran figuras de

árabes, bien los conoció don Rodrigo. Su ánimo había estado admirado, mas

pronto la admiración se convirtió en tristeza cuando leyó una inscripción en la

cual se decía que cuando alguien hubiese penetrado en aquella estancia, España

Page 3: Lecturas para segundo ciclo

sería entregada al pueblo al que pertenecían aquellas gentes, así representadas

en los tapices.

Tal era la congoja que atormentaba a Rodrigo. Y a ella se unía el deseo de poseer

a la Cava. Al fin, una tarde bochornosa, estando tendido en su lecho, envió a

buscar a la linda muchacha. Esta llegó confiada en que el Rey no pasaría más allá

de las ocasiones anteriores. Mas, ¡ay, que se equivocó! Y cuando, pasada una hora,

salió la Cava de la estancia real, su semblante había perdido aquella dulzura

pueril que encantaba a la gente, sus ojos estaban enrojecidos por el llanto, su

voz ronca por los reproches que hiciera al Rey, por los gemidos que exhalara.

Todo había sido inútil y su pureza se tronchó por la fuerza del loco deseo de don

Rodrigo. ¿De quién fue la culpa? ¿De ella, que no evitó antes la mala ocasión, o de

la voluntad malévola del Rey?

La Cava perdió su belleza. En su cámara lloraba y maldecía a quien tan duramente

le quitara la flor de su juventud. Y llena de rencor, escribió cartas a su padre, el

conde don Julián, que en Ceuta era gobernador de los godos, a fin de que

vengase la ofensa que se le había hecho. Grandes fueron el dolor y la ira de don

Julián al recibir las cartas de su hija; mas su venganza fue mala y traicionera,

porque tramó la destrucción de España. ¡Ay España, tierra hermosa, la más ufana

de todas! ¡España de los valles y los trigales, rica en veneros y filones, henchida

de óleo dulce y suave, deleitosa de frutales, bien guarnecida de castillos,

alegrada por el azafrán, ardiente de proezas! ¡Por un traidor serás destruida! El

conde don Julián escribió cartas al Rey moro diciéndole que si quería le

entregaría España. Y en España había también traidores como don Opas, que

odiaba a Rodrigo. Y así, de aquella fatal ocasión en que la Cava lucía su cuerpo,

¡maldito sea!, al aire cálido de la tarde, vino la ruina de España.

Dormía una noche don Rodrigo; a su lado, la Cava. Contrarios eran los vientos y

en un cielo profundamente oscuro brillaba la luna con triste resplandor. Soñó el

rey Rodrigo que dormía en una tienda de hermosos lienzos, sostenidos por

trescientas cuerdas de plata. Dentro, sentadas en el suelo, habla cien doncellas:

cincuenta tañían, cincuenta cantaban. Sus voces e instrumentos de extraño son

eran; el tono profundo, triste, como si un aire de callados lamentos viniera de

todos los campos de España. Y una doncella llamada Fortuna habló así:

«Despierta si duermes, rey Rodrigo. ¡Malos hados se ciernen sobre ti! ¡Ay, que

veo muchedumbre de gentes extrañas que caen como bandadas de cuervos sobre

los campos de tu nación! ¡Ay, que avanzan sus escuadrones destrozando a tus

gentes, matando a tus caballeros! ¡Despierta y ponte en guardia! ¡Es el conde don

Page 4: Lecturas para segundo ciclo

Julián, por venganza de la deshonra que sobre su hija has echado, quien ha

abierto las fronteras!». Despertó lleno de congoja el rey Rodrigo y de pronto

llegaron mensajeros que le comunicaron que los enemigos estaban cerca. Montó

don Rodrigo a caballo y salió a combatir.

Junto al río Guadalete fue la batalla. Como las olas del mar chocan contra las

aguas del río en que en él desembocan, así chocaban los miles de árabes contra

los godos. Don Rodrigo, con la armadura abollada y la espada casi partida, subió a

un cerro y vio con dolor cómo apenas le quedaban guerreros: sus banderas,

rotas, desgarradas, tendidas por tierra. Y llorando amargamente, exclamó:

«¡Ayer era rey de España, hoy no lo soy de una villa!» Y cuando la noche hubo

llegado, el desdichado Rey huyó sin saber a dónde.

Huyendo de su desdicha, vagaba el Rey por campos y montañas. No quería entrar

en villas ni ciudades, no quería la sombra del encinar, ni el descanso junto al río.

Pasó entre trigales agostados, entre aradas secas, sobre prados sin rebaños;

pasó entre roquedales y llegó a las montañas más espesas, cerca de Viseo. Allí

encontró a un humilde pastor, a quien preguntó si habría cerca algún monasterio

en donde reposar. «No hay ni monasterio ni convento, contestó el pastor; tan

sólo una ermita cuidada por un santo varón. Está en lo alto de ese cerro». Y hacia

allí dirigió su cansado caballo el pobre peregrino. El pastor, compadecido al ver

su extremo estado de necesidad, le dio un poco de cecina y un trozo de pan duro,

que don Rodrigo comió llorando: recordaba los tiempos en que gozaba de buenos

manjares.

Llegó al fin a la ermita y se prosternó ante el ermitaño, que contaba más de un

siglo de edad. Hizo confesión de sus culpas, y el santo hombre, espantado, no se

atrevió a absolverle. Pero de los cielos bajó una voz que dijo: «Da la absolución a

ese penitente, mas en su misma sepultura». Entonces el ermitaño condujo a don

Rodrigo a una sepultura honda que habla allí cerca; dentro de ella se hallaba una

espantable sierpe de tres cabezas. El ermitaño metió al Rey en la sepultura y la

cerró. Cada día después le preguntaba: «¿Cómo te va, penitente». Y el Rey

contestaba entre terribles dolores: «Ya me come por donde más pecado había».

Al fin murió don Rodrigo, y en el mismo instante que expiró se oyó una alegre

sinfonía de campanas celestiales mientras las de la ermita tañían también solas.

Y el ermitaño comprendió que Dios había perdonado al último rey godo, y que el

alma del desdichado don Rodrigo subía a los cielos.

Page 5: Lecturas para segundo ciclo

LECTURAS PARA EL MARTES.

La tragantía

- Leyenda de Jaén, España -

Cuando las huestes del arzobispo de Toledo atravesaron los puertos del Muradal

con carros, cruces y caballos, el rey de Cazorla supo que iban a arrasar sus

posesiones y que todo intento de resistir por las armas el ataque de los

cristianos, resultaría inútil.

Desde el alto mirador del castillo, el monarca musulmán miraba cómo sus gentes

huían cargando en carros los enseres más valiosos. Bien preveía la suerte que

aguardaba a su pequeño reino. Como dos años antes hicieran en Quesada, los

cristianos entrarían a sangre y fuego y devastarían todo lo que no pudieran

rapiñar. Talarían árboles y viñedos, incendiarían el pueblo, arrasarían los

sembrados, cegarían los pozos y las acequias, y regresarían a sus tierras

cargados con el botín y arrastrando cautivos.

Por ello, el monarca había permitido el éxodo de sus súbditos hacia tierras más

seguras, de las que podrían regresar cuando el peligro hubiese pasado. En poco

tiempo el reino de Cazorla quedó despoblado.

El último día, los hombres de la escolta real aguardaban impacientes en el patio

del castillo la orden de partida. Temían que las avanzadas de los cristianos

alcanzasen el valle antes de que ellos hubieran tenido tiempo de ponerse a salvo.

El castillo se hallaba completamente vacío y, sin embargo, el Rey se demoraba

dentro. Nadie sabía que el desdichado tenía un motivo para retrasar la salida:

había decidido que su hija permaneciera allí dentro, oculta en unas secretas

habitaciones, cuya existencia sólo él conocía. Aunque la dejaba bien provista de

alimentos y lucernas de aceite, así como de todas las cosas necesarias para que

no sintiera incomodidad alguna durante los pocos días que duraría su reclusión, el

atribulado anciano no acababa de resignarse a partir.

Cuando finalmente atravesó a galope tendido el puente de madera del castillo,

seguido por media docena de sus fieles, no había en todo el valle una chimenea

que humeara y la quietud era absoluta. Sus vasallos estaban a salvo.

Él no. Un certero lanzazo lo alcanzó en el cuello, derribándolo al suelo. En ese

mismo instante, del herbazal de la ribera surgió un grupo de ballesteros

Page 6: Lecturas para segundo ciclo

apuntando con sus armas al grupo fugitivo. Antes de expirar, el Rey quiso

inútilmente decir algo.

Era el día de San Juan.

Contrariamente a lo previsto, los cristianos no devastaron el valle. Se

establecieron en él y trajeron colonos de lejanas tierras, que le dieron nueva

vida.

En el silencioso y húmedo subterráneo del castillo, el silencio era casi perfecto.

Sólo lo quebraba el apagado gotear de las abundantes filtraciones de agua.

Envuelta en tinieblas, la princesa ignoraba la sucesión de días y noches.

Estremeciéndose de angustia cada vez que creía escuchar algún ruido, vagaba de

una estancia otra con una pequeña candela la mano.

A la zozobra de los primeros días sucedió la resignación y, luego, cuando se hizo

patente que el mundo se había olvidado de ella, la desesperación y el desvarío.

Las provisiones se agotaron, la lumbre se extinguió. Llegó el invierno y el frío se

hizo insoportable. Entonces la desgraciada muchacha se dispuso a morir bajo las

mantas de su oscuro lecho.

Lentamente cayó en un profundo y largo sueño.

Cuando se despertó, afiebrada, sintió las piernas heladas y doloridas. Quiso

frotarlas con las manos y se encontró con una piel áspera y escamosa, que le hizo

estremecerse de asco.

Con el tiempo dejó de sentir hambre y frío y una extraña resignación se

apoderó de su espíritu. Dormía casi permanentemente, sin moverse del lecho. Y,

poco a poco, sin terror ni angustia, aceptó el hecho de que sus extremidades

inferiores adquirieran un aspecto serpentino... hasta que comenzó a reptar a lo

largo del tenebroso subterráneo y a anillarse, entre silbos, en los pilares que

sostenían el techo.

Así fue como la desdichada princesa andalusí se transformó en la Tragantía.

En una torre del castillo de Cazorla hay una pesada losa con una argolla de

hierro, que nadie se ha atrevido a levantar. Se dice que es la entrada al

subterráneo donde el Rey ocultó a su hija, y se llega a él después de descender

por una larguísima escalera angosta. Juan Eslava Galán. Leyendas de los Castillos de Jaén.

Publ. Caja Rural Provincial de Jaén. Jaén, 1981.

Page 7: Lecturas para segundo ciclo

LECTURAS PARA EL miércoles.

El gallo que canta después de asado

- Leyenda de La Rioja, España -

En la época de la gloriosa Reconquista española, cuando los cristianos luchaban

incesantemente contra la invasión árabe, para expulsar de nuestro suelo a los

enemigos de la religión, los soldados fieles que tenían la desgracia de caer

prisioneros de los moros invocaban en su cautiverio a Santo Domingo de la

Calzada, abogado de cautivos, que con su intercesión los libraba milagrosamente

de las cadenas, sacándolos de sus lóbregos calabozos y restituyéndoles su

libertad. Así lo atestiguan las numerosas argollas y cadenas de hierro que,

colgadas de los muros del monasterio, sirvieron para demostrar a las

generaciones venideras los milagros obrados por aquel Santo en favor de los

soldados cristianos.

Sucedió que en un encarnizado combate librado en tierras de Castilla, en la

Rioja, entre cristianos y moros, quedó prisionero de éstos un soldado español de

vida intachable y gran rectitud de conciencia. El prisionero fue conducido al

campamento moro y encerrado en un oscuro calabozo; allí le sujetaron con

gruesas argollas de hierro el cuello, las manos y los pies, cerraron la puerta de la

prisión con fuertes cerrojos y pusieron centinelas para que el preso no pudiera

evadirse.

El cautivo, desde el momento en que cayó en poder de los moros se encomendó

con gran confianza a Santo Domingo, invocándole para que le alcanzara su

libertad; constantemente repetía el nombre del Santo, llamándole en su ayuda,

sin recatarse para ello de sus guardianes.

Oyeron los moros cómo a gritos llamaba al Santo pidiéndole la libertad, y

quedaron intranquilos pensando que en realidad pudiera venir a librarle.

El jefe moro, acompañado de otros guerreros, alegremente se puso a comer,

saboreando exquisitos manjares, cuando llegó uno de los guardianes del cautivo a

comunicar al jefe sus inquietudes, diciendo: «Mucho me temo, mi señor, por las

continuas preces del prisionero a Santo Domingo, que el Santo venga a sacarle

de la cárcel y a devolverle la libertad».

Page 8: Lecturas para segundo ciclo

El jefe se rió sarcásticamente al oírle y comunicó a sus comensales el absurdo

temor de aquellos guardianes que temían por la seguridad del preso, que estaba

tan bien guardado que era imposible se escapase. Y dirigiéndose a él, le dijo:

«Tranquilízate, que el preso no puede escapar; le he asegurado tan bien con

fuertes hierros, que es más fácil que el gallo que está asado en esta cazuela

cante, que no que el prisionero logre su libertad».

En aquel momento el gallo asado empezó a cantar fuertemente, mientras salía de

la cazuela y remontaba el vuelo. Los comensales, que habían oído las palabras del

jefe, quedaron aterrados ante aquel suceso sobrenatural, sin atreverse a

moverse ni a pronunciar palabra. Al instante llegó un centinela que con voz

trémula anunció que las puertas de la prisión se habían abierto por sí solas y el

prisionero había desaparecido.

Todos atribuyeron a Santo Domingo la milagrosa libertad del preso que con

profunda fe le invocara, convirtiéndose así al cristianismo algunos de los moros

oyentes, ante el prodigio obrado por Santo Domingo de la Calzada.

Page 9: Lecturas para segundo ciclo

LECTURAS PARA EL JUEVES.

LA VIRGEN Y EL BANDOLERO.

Leyenda de la “Virgen de Zamarrilla”

Por José Antonio Molero

na de las figuras más controvertidas del bandolerismo malagueño es,

sin duda alguna, la de Cristóbal Ruiz, el “Zamarrilla”. Las fechorías que

se le atribuyen contrastan notablemente con los actos de caridad que se

le reconocen, y la trayectoria de su vida toma rumbos divergentes según quien

la refiera. En nada de cuanto se cuenta de este forajido, ni siquiera en la

forma como murió, hay unanimidad. Sin embargo, como contrapunto, la

azarosa vida del “Zamarrilla” se nos presenta indefectiblemente vinculada a

un portentoso suceso de cuyo protagonismo es creencia generalizada entre los

malagueños.

En efecto, el sorprendente

acontecimiento del que paso a

daros cuenta en las líneas que

siguen, está presente en el

sentir general de todos los

malagueños, aunque no exista

testimonio alguno que lo avale

fehacientemente; nada está

documentado, salvo escasas y

poco fiables referencias que

datan de años muy posteriores

a la vida del personaje, todo lo

cual induce a pensar, por consiguiente, que este insólito prodigio es hijo de la

prolija imaginación de las gentes, un caso más de un fenómeno cultural de

transmisión oral y que, como todo lo que se transmite de boca en boca, su

rigor histórico es cuestionable. No obstante, Cristóbal Ruiz, el “Zamarrilla”,

existió, de igual manera que existe la leyenda, y de esta realidad soy, como

U

Barrio de la Trinidad.

(Foto antigua)

Page 10: Lecturas para segundo ciclo

malagueño, el primero en dar fe.

I

“Zamarrilla”, el bandido

Cristóbal Ruiz Bermúdez, el más temible y sanguinario bandolero que se

recuerda, vino a la vida un día de 1796 en Igualeja, pequeño pueblo escondido

entre los múltiples montes, cerros y colinas que conforman la Serranía de

Ronda, la espina dorsal de la provincia de Málaga.

Es fama que el “Zamarrilla” capitaneaba una cuadrilla de bandoleros de

similar calaña y que, bien armados de arcabuces, pistoletes y navajas, vivían

entregados al asalto de caminos, saqueando diligencias y robando a todos los

transeúntes que se les ponían al alcance, en la más absoluta impunidad.

Según cuentan los más viejos haber oído a sus abuelos, a pesar de sus

múltiples e indecibles desafueros, aquel bandido era un hombre humanitario

y menos sanguinario de lo que afirman los que no son de esa comarca. Se dice

que el “Zamarrilla” atracaba y robaba a los propietarios de grandes cortijos

para luego socorrer a los más menesterosos. Sus detractores aseguran, por el

contrario, que, en realidad, la ayuda que normalmente prestaba era sólo para

comprar el silencio de aquellas sencillas gentes, a quienes tenía amedrentadas

y de quienes se valía para aprovisionarse del necesario avituallamiento.

Asalto a una diligencia.

Page 11: Lecturas para segundo ciclo

Sea como fuere, el “Zamarrilla”, además de asesinar a unos, robar a

otros y atemorizar a muchos, llegó a convertirse en una pesadilla de

alguaciles, ministriles y corchetes, a quienes provocaba continuamente con

sus temerarias fechorías, de ahí que todas las fuerzas oficiales de la época lo

persiguieran con afán y apareciese continuamente reclamada su cabeza en

pasquines a cambio de una considerable suma de doblones.

Además de la Serranía de Ronda, otras zonas de la provincia, como las

de Estepona, Marbella, Cártama, Grazalema, Cuevas del Becerro y Coín,

fueron testigos de extorsiones en sus haciendas y de secuestros de personas

adineradas o altos funcionarios de la administración pública, con el fin único

del cobro de un rescate.

En definitiva, gracias al instinto de felino y a la agilidad de ardilla de que

estaba dotado, no había ocasión en que el bandolero no lograse llevar a cabo

sus desmanes, sin que los agentes de la autoridad lograsen darle captura. No

había quien pudiese con el “Zamarrilla”.

Pero, como era de esperar, llegaron los momentos difíciles. El año de

1844 va a suponer un duro revés para el bandolerismo español: el mariscal de

campo Duque de Ahumada es encargado de organizar la Guardia Civil, nuevo

cuerpo creado para combatir la delincuencia.

II

¡Acorralado!

El “Zamarrilla”, nombre con que tradición recuerda a Cristóbal Ruiz,

debe ese apodo a una cruz, un hito que antes había en un punto del llamado

camino de Antequera, que los primeros habitantes del barrio de la Trinidad

habían levantado al final de la calle Mármoles, en una amplia zona

despoblada en la que crecía la zamarrilla, planta silvestre de escasa altura y

de flores blancas o encarnadas y muy aromáticas, similar a la manzanilla

campestre. Era tal la exuberancia de zamarrillas en ese terreno que los

antiguos lugareños bautizaron a la cruz con ese nombre, la Cruz de

Zamarrilla, nombre que luego heredaría la ermita que se levantó en el mismo

lugar para la veneración de la Virgen de la Amargura y con el que todavía se la

conoce en nuestros días.

Con la creación de una nueva institución para combatir el bandidaje,

hubo un tiempo en que el “Zamarrilla” y sus hombres se vieron tan acosados

Page 12: Lecturas para segundo ciclo

y perseguidos por los miembros del nuevo Instituto, que la banda fue poco a

poco deshaciéndose. Los que no fueron aniquilados por el fuego de las

carabinas de los agentes del Gobierno en las quebradas de la sierra se

acogieron a las medidas de gracia concedidas por las autoridades, y el

bandolero se vio abandonado a su suerte y vagando en solitario. Cuando el

hambre le apremiaba, se veía empujado hacia las cercanías de la misma

Málaga, en cuyo barrio de la Trinidad tenía una novia, la cual, de noche, y

procurando no ser vista, proveía al perseguido de algún alimento.

La comandancia de la Guardia Civil de la ciudad de Málaga y de sus

comarcas no cejaba en seguir su pista y la Justicia, en aumentar el precio de

su cabeza: «La alimaña debía ser exterminada a toda costa», se oyó decir a

más de uno de estos funcionarios.

Cierto día en que, al amparo de las penumbras de la noche, acudía

confiado el “Zamarrilla” a la necesaria entrevista con su novia, alguien lo vio

correr a hurtadillas por aquellas apartadas casas de Málaga, hecho que puso

en conocimiento del comandante del acuartelamiento de la Guardia Civil.

Algo debió presentir el bandolero cuando, aquella misma noche, había

confiado a su novia la intención de ocultarse por un tiempo en algún

inaccesible escondrijo, durante el cual le pidió juramento de fidelidad, al que

ella, enamorada, respondió con la simbólica entrega de la rosa blanca que

adornaba su cabello.

Puesta sobre aviso, la Benemérita

Institución emprende de inmediato su

captura: «¡Vivo o muerto!», atajaba la orden.

Se movilizó una sección bien pertrechada,

que, a las órdenes de un teniente, se dirige a

donde se encontraba el forajido.

En medio de la más absoluta oscuridad

nocherniega, los agentes van tomando

sigilosamente una a una las solitarias

callejuelas trinitarias. Viéndose perdido, hace

un primer intento de romper el cerco

retrocediendo hacia la sierra que siempre lo

había ocultado tan generosamente. Pero esa

escapada era ya imposible: no había más solución que adentrarse en la

ciudad y perderse en el vericueto de sus callejas, ocultándose en alguno de

Enfrentamiento a tiros entre bandoleros y la Guardia Civil.

Page 13: Lecturas para segundo ciclo

sus muchos callejones.

Pero el bandolero estaba acorralado. Sus perseguidores se veían muy

cerca. La situación era tan angustiosa que el desenlace fatal parecía

inevitable. No había salida posible para el “Zamarrilla”, el azote de los

caminos, diligencias, cortijos y ricos hacendados. Dentro de poco, el peso de la

Justicia caería implacablemente sobre él y pagaría con la horca todas las

fechorías que había cometido a lo largo de su atrabiliaria vida.

En una frenética y veloz carrera, sube por el atajo que lleva a la ermita,

se refugia en ella y se oculta donde se veneraba la sagrada imagen de la

Virgen de la Amargura. Era la primera vez en su vida que aquel desalmado

pisaba un sitio sagrado. Pero ya fuese por temor a la horca o movido quizá por

no se sabe qué irresistible fuerza, aquel hombre se postra de hinojos ante la

venerada imagen de la Virgen y le ruega, suplicante y temeroso, que le salve

de sus perseguidores.

Una última esperanza de fuga le hace mirar a uno y otro lado del sagrado

recinto, buscando infructuosamente una ventana o puerta por donde escapar.

Es entonces cuando, sin pensarlo, decide esconderse debajo del maternal

manto de la Madre de Dios.

En esos instantes, irrumpen apresuradamente en la ermita los agentes

de la Guardia Civil, que, meticulosamente y con toda clase de precauciones,

registran el recinto palmo a palmo, por todas partes, incluyendo el manto de

la imagen de la Virgen Dolorosa.

La sorpresa de los representantes de la Ley era inefable: a pesar de su

convencimiento de que el “Zamarrilla” había entrado en la ermita, no lograban

encontrarlo en ningún sitio. Parecía haberse esfumado junto a las lenguas de

humo que salían de las velas que iluminaban los pies de la Virgen. Era como

si se lo hubiese tragado la tierra. «¡No puede ser! ¡Es imposible!», clamaban

una y otra vez los funcionarios.

Cansado ya de su infructuosa búsqueda y seguro de la imposibilidad de

que el bandolero se hallase oculto en aquel santo lugar, el oficial al mando dio

la orden de abandonar la ermita.

Page 14: Lecturas para segundo ciclo

III

El milagro

Convencido el “Zamarrilla” de que los miembros de la Benemérita se

habían marchado, sale de su escondite todo emocionado y tembloroso. Mira

detenidamente la sagrada imagen y, sin articular palabra, deja hablar a lo

más íntimo de su corazón, y, con las manos unidas y lágrimas en los ojos, le

da las gracias a aquella Virgen que lo había salvado de sus perseguidores.

Dos perspectivas de la Virgen de la Amargura: con la rosa blanca en el pecho (a la

izquierda), y con la rosa roja (a la derecha). Málaga no quiere olvidar el misterioso portento

que aconteció a aquel temido bandido.

(Ilustraciones: www.malagapenitente.blogspot.com | www.cofradesmalaga.com)

Y como persona agradecida, coge la rosa blanca que llevaba guardada, y,

con el ánimo entrecogido como nunca antes había sentido en su desaforada

vida, aquel temible bandolero, aquel facineroso sanguinario, despiadado y

duro de corazón hinca la rosa en su puñal y, poniéndose a la altura de la

Virgen, lo clava con suavidad en el pecho de la imagen para que la rosa blanca

se quedara sujeta. El alba flor ha quedado prendida en el pecho de la Madre

de Dios.

Con el corazón henchido de emoción y gratitud, reza de la manera que

nunca había hecho, clavando su mirada en los ojos de la imagen de María

Santísima de la Amargura. Se sintió confortado, con una paz interior

Page 15: Lecturas para segundo ciclo

que jamás en su vida había sentido. El “Zamarrilla” experimentó en lo más

profundo de su espíritu una brisa fresca y purificadora que en ese momento le

hizo sentir la necesidad prioritaria de cambiar de vida, de ser mejor, un

hombre nuevo.

Es entonces cuando aquel hombre, que aún no había salido de esas

primeras emociones, contempla, entre el asombro y el miedo, que la rosa

blanca que un momento antes había prendido en el sagrado pecho de la

imagen... ¡se va tiñendo lentamente de un rojo tan intenso como la sangre!

Sobrecogido por lo que está viendo, toca la imagen pensando que se

había tornado humana. Con inusual ternura, le acaricia el rostro y

comprueba que sus lágrimas son simples gotas de transparente cristal y su

talla, de madera. Todo en ella es rígido armazón, nada hay de humano en ella.

Pero la flor, aquella rosa que hasta hace unos instantes tenía la blancura de

la nieve, continúa sangrando hasta... ¡quedar convertida en una esplendorosa

rosa roja!

Se dice que el “Zamarrilla” llegó a la firme convicción de que la Virgen

había cambiado el color blanco de la rosa por un color rojo vivo para hacerle

partícipe también a él del perdón de los pecados por la muerte de Cristo en la

cruz, pues ese color rojo era el símbolo de su redención de la sangre

derramada por sus víctimas.

Page 16: Lecturas para segundo ciclo

IV

Penitencia y muerte

La tradición añade que el

“Zamarrilla” se entregó a la

Justicia y que asumió

convencido la condena

marcada por la Ley, pero que

no llegó a cumplirla

totalmente, porque fue ejemplo

de buena conducta para todos

sus compañeros durante el

tiempo de su encarcelamiento.

Los jueces, sabedores del

hecho milagroso de que había

sido objeto y atendiendo a su

buen comportamiento en

presidio, trataron de favorecerle en el gran deseo que éste manifestaba de

recluirse en un convento para el resto de sus días, entregado de pleno a la

oración y al cuidado de pobres y enfermos.

Y así se dice que aconteció. El arrepentido bandolero profesó en un

convento muy cercano al lugar en donde aquella Virgen recibía culto, y una

vez cada año, en el aniversario de su contrición, el que antes había sido un

temido malhechor salía, con el permiso de su prior, de su voluntario claustro,

bajaba por el antiguo camino de Antequera y se dirigía al oratorio de la

Señora, a cuyos pies depositaba una rosa roja de las que él mismo cultivaba

en el pequeño huerto del convento.

Una tarde, ya casi anochecido el día, cuando el “Zamarrilla” iba

caminando por la vereda que lo llevaba, como cada año, hasta la Virgen de la

Amargura, fue interceptado por unos salteadores, que, al no hallar en el fraile

dinero ni objeto de valor alguno, lo apuñalaron hasta darle muerte.

Alarmada al día siguiente la comunidad por su inusual tardanza, y

temiendo que le hubiese ocurrido alguna desgracia, salieron en su busca,

hallando el cuerpo del desdichado fraile todo ensangrentado en medio del

camino. Entre sus manos aún estaba la rosa de su ofrenda anual, que,

milagrosamente, había cambiado su color rojo por un blanco tan

resplandeciente que ni la sangre había manchado. Cristóbal Ruiz, el

Ermita de Zamarrilla.

(Ilustración: www.guiasemanasanta.com)

Page 17: Lecturas para segundo ciclo

“Zamarrilla”, había culminado plenamente su expiación.

V

"La Virgen de Zamarrilla"

Todavía existe la ermita.

Hoy ha quedado,

prácticamente, en el centro de

la ciudad, y se la puede visitar

en cualquier momento, en la

seguridad de que se estará

acompañado de un buen

número de fieles a todas horas

del día y en continuo rezo,

muchos de ellos implorando

intercesión a la Madre del Cielo

para solventar un problema o

mitigar el dolor de algún mal

del cuerpo.

En más de una ocasión, por fechas de la Semana Santa, algunos fieles

devotos de la Virgen afirman haber visto, en medio de las flores rojas que

ornamentan el camarín de la Virgen, una rosa de extraordinaria blancura, sin

que nadie haya sabido dar una explicación de cómo pudo haber llegado allí.

En Semana Santa, en la noche del Jueves Santo, salen de este pequeño

templo los cofrades ataviados de capirotes rojos y túnicas blancas, tal vez en

memoria de los simbólicos colores de esa rosa blanca convertida en roja. Y

presidiendo el cortejo procesional, radiante ante la multitud de devotos, con

su espléndido manto y sobre un trono maravilloso que portan sobre sus

hombros dos centenares de malagueños, se eleva como flotando en el éter la

sagrada imagen de la Virgen de la Amargura, la «Virgen de Zamarrilla». En el

pecho luce una maravillosa rosa roja, sostenida por un puñal, evocando la

portentosa conversión de aquel temido y sanguinario bandolero.

Trono de María Santísima de la Amargura,

la "Virgen de Zamarrilla".

Page 18: Lecturas para segundo ciclo

LECTURAS PARA EL VIERNES.

EL MAL DE OJO,

¿MITO O REALIDAD?

Por Diana Berbén Melgar

Page 19: Lecturas para segundo ciclo

ojos son, quizá, la parte más expresiva del rostro humano y, desde tiempo inmemorial, han sido fuentes generadoras de numerosas supersticiones que

atañen tanto a su color como a la manera como se utilizan para mirar. En este escrito vamos a ocuparnos del aspecto que incuben a la mirada. A los órganos

de la vista en el hombre y los animales, no sólo se les reconoce la cualidad de transmitir los sentimientos más ocultos e íntimos de las personas, sino que ha sido y es creencia en todas las culturas que se conocen que también son capaces

de ejercer el aojamiento o la fascinación; es decir, lo que todos conocemos como el mal de ojo.

En efecto; en todos los lugares del planeta hay personas que creen que todo lo que les rodea (animales, plantas, personas) puede ser afectados por el mal de ojo. Pero ¿qué es el “mal de ojo”?

Una primera acepción del término nos dice que mal de ojo es la “enfermedad que se atribuye a la vista de alguno que mira con

ahínco o con ojos atravesados”; en principio, pues, el mal de ojo no es otra cosa que una

patología que afecta al órgano de la vista y que podría identificarse con el ‘estrabismo’. Pero quizá por el efecto de incomodidad (o rareza, si

se quiere) que produce en nosotros la mirada de un bizco, las gentes han extendido también la aplicación de dicho término (y así se recoge en el

DRAE) al “influjo maléfico que, según vanamente se cree, puede una persona ejercer sobre otra

mirándola de cierta manera, y con particularidad sobre los niños”. Así entendido, hablamos de una suerte de encantamiento, embrujo o hechizo que

algunos individuos ocasionan con su mirada a las personas, animales, plantas o cosas.

Según los terapeutas especializados en mecánica vibracional, el mal de ojo es una

enfermedad mental pasajera, resultado de la unión de las creencias personales con la falta de

propósitos en la vida y la depresión. Por otra parte, el científico ruso Alexander Gurvitch, en la década de los treinta del siglo pasado, llegó a la conclusión de que la mirada emite

una serie de rayos invisibles que afectan a las personas a las que va dirigida; de esta manera, con sólo mirar a una persona a los ojos, podemos sentir su poder, su malicia o, por el contrario, su ternura, candidez o bondad.

Por su parte, los seguidores de las artes mágicas y los muy dados a la

fenomenología paranormal afirman que el mal de ojo puede provocarse por medio de una formulación ritual, con el objetivo de que el afectado pierda interés por todo lo que le rodea, incluso por la vida, y llegue al extremo de verse avocado al suicidio.

La tradición nos ha dejado constancia de una creencia que afirma que el mal de ojo también puede llevarse a efecto a través de la relación sexual, cuando la

L

El mal de ojo es una suerte de encantamiento, embrujo o hechizo que algunos individuos ocasionan

con su mirada a las personas, animales, plantas o cosas.

Page 20: Lecturas para segundo ciclo

víctima lleva a cabo el coito con una persona capaz de hacer maleficios. Desde muy antiguo, también se cree que una persona puede verse afectada de

aojamiento por medio de la mirada de una mujer jorobada, estrábica y embarazada.

El aojamiento y otras supersticiones de este tipo hallan un caldo de cultivo propicio en la creencia de muchas personas en la ‘mala suerte’, en nuestro natural

temor al infortunio o a la falta de una explicación o razón que justifique un mal acaecido.

Rasputín, un caso paradigmático de aojamiento

Un caso que suele argüirse como paradigma de este fenómeno maléfico podemos encontrarlo en la Historia, concretamente en el caso Rasputín, un monje

ortodoxo de la época de la Rusia zarista. Es conocido de todos el poder que este monje ejercía sobre todas las personas que lo miraban a los ojos, personas que caían, de inmediato e inevitablemente, bajo su influjo; estas personas eran

fascinadas por el clérigo de tal manera que quedaban desposeídas de su capacidad de libre decisión y albedrío. A título de ejemplo podemos traer a colación el

extraordinario control que tuvo sobre los últimos zares de Rusia, Nicolás y Alejandra, particularmente sobre esta última. En puridad, las razones de esta nefasta influencia habría que buscarlas en cuestiones de personalidad y otros motivos que ahora no vienen al caso.

El mal de ojo en la historia del mundo

El aojamiento es una creencia cuya

universalidad puede constatarse tanto en el espacio como en el tiempo. El conocimiento de este influjo maléfico

nos llega desde múltiples lugares del planeta (China, India, Filipinas,

Estados Unidos, Italia y España). Generalmente, el término es más conocido en las zonas litorales que en

las interiores, particularmente en las mediterráneas. Además, ha estado y

aún está muy presente en comunidades cerradas y marginales; así, por ejemplo, entre los gitanos no

integrados esta creencia se vive a flor de piel.

En cuanto al tiempo, se tiene constancia escrita de que este mal era

ya conocido en las civilizaciones aztecas y mayas. Además, algunos pueblos precolombinos afirmaban que

una persona podía ejercer mal de ojo a un enemigo si lo miraba masticando los

El ojo de la Luna que Set robó a Horus y que luego le fue devuelto por Tot, también llamado ojo de

Wadjet, era un amuleto popular muy utilizado como protección contra el mal de ojo.

Page 21: Lecturas para segundo ciclo

granos de maíz que había depositado previamente en la boca de un cadáver.

En algunas zonas amazónicas, cuando el sacerdote o hechicero conjuraba a los demonios, los individuos miraban hacia el suelo para evitar que el mal cayese sobre ellos.

En el antiguo Egipto estaba tajantemente prohibido mirar a los ojos del faraón para así protegerlo de cualquier efecto maléfico con que se pretendiera dañarlo, y, como medida preventiva, se usaba el ojo de Horus como amuleto para impedir las malas influencias de los aojadores.

En la Roma clásica colgaban hojas de eucalipto a la entrada de sus casas para impedir ser víctimas de este maleficio y la tradición aconsejaba no mirar a un reo que estuviese sangrando a fin de evitar que su dolor y su rabia provocasen en ellos

el aojamiento. En Grecia, por su parte, se utilizaba aloe y mirra para combatir este mal.

En España, la creencia fue introducida en tiempos de la dominación árabe y aún pervive, particularmente en las zonas rurales y apartadas. En las grandes

urbes, esta creencia se abre paso con bastante dificultad y sólo afecta a niveles culturales muy bajos y a grupos marginales.

El mal de ojo en la literatura

Ciñéndonos someramente a la literatura española, podemos ver cómo algunos de nuestros autores se han hecho eco de este maleficio dejando testimonio de su

existencia y efectividad en alguna de sus obras. Así, en el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita se habla de que el ojo de una zorra tiene propiedades curativas sobre la fascinación. En el Libro del aojamiento o fascinología de Enrique de

Aragón, Marqués de Villena, se expone un gran número de signos que presentan los afectados por el mal de ojo. Por contra, otros autores niegan su efectividad al

referirse al fenómeno; tal es el caso de Benito Jerónimo Feijoo, quien, en su obra El teatro crítico, niega la eficacia real del mal de ojo. Igualmente, Mariano

Benavente es autor de un tratado en torno a este maleficio en el que ridiculiza a todas las personas que creen en él.

¿Quiénes son los aojadores?

La tradición considera a las mujeres que están menstruando como aojadoras, lo cual guarda relación con la imagen que tenían los antiguos semitas de la mujer sin hijos, ya que la esterilidad era considerada como una gran desgracia e indicio de una maldición divina.

Otros afirman que los individuos portadores del maleficio presentan unas características especiales que permiten identificarlos. Así, los aojadores son envidiosos convulsivos, celosos en extremo, tienen deseos inconfesables y sienten

abominables tendencias; y las precauciones deben extremarse con ellos, pues son capaces de ejercitar sus malas artes simplemente mirando a alguien o a algo a la vez que lo alaban.

En la tradición oriental y en Andalucía se cree que la persona de ojos azules, o

la que tenga una vena en el entrecejo o dos pupilas en uno o ambos ojos está dotada para el ejercicio del aojamiento. Está muy extendida la creencia de que este

Page 22: Lecturas para segundo ciclo

mal se inocula por el aliento, beso, tocamiento y mirada de algunos individuos, al tiempo que menciona unas palabras determinadas.

Antiguamente, se culpaba de este

mal a los diablos, a los duendes y a las brujas, pero en la actualidad, cuando ya parece que hemos

superado la creencia en estos seres y los tildamos de ficticios, les echamos

la culpa a ancianas que observan un comportamiento anómalo y a las gitanas. Es curioso que, en tiempos

pasados, se creyese que la luna era capaz de causar este mal.

Las aojadoras eran consideradas personas perversas y dignas de la

muerte por causar graves daños a los demás. En Europa, todas aquellas

personas a las que se les descubrían signos de aojadoras eran quemadas en la hoguera durante la Edad Media. A mediados del siglo XVIII, la Inquisición puso fin a la vida de la desaojadora Ana Muñoz, conocida como ‘la Rata’, oriunda de Teba (pueblo malagueño).

¿A quién afecta?

Como se ha dejado constancia al comienzo, los principales afectados por el

mal de ojo suelen ser los niños pequeños. Los síntomas que presentan son falta de apetito, desinterés por lo que les rodea, ensimismamiento, inmovilidad, sueño constante, llanto sin motivo, fracaso en sus relaciones sociales, dolor de cabeza fuerte y distracción en la escuela, entre otros.

Detección y tratamiento del mal de ojo

Para averiguar si una persona está afectada por el mal de ojo, podemos aplicar

varios procedimientos como examinar el pelo de la persona en cuestión, ‘pasar el agua’, hacer una ‘ahumada’ o la prueba del aceite y el agua. Consideremos estos

medios, pero téngase en cuenta que sólo puede llevarlos a cabo con eficiencia una persona dotada de de tal don, que, en Andalucía, normalmente, suele ser una mujer.

Para examinar el pelo, se echa un mechón de su pelo en un vaso de agua con

aceite. Si el aceite desaparece, es señal de que el mal está en él; procede, pues, ponerlo en conocimiento de una desaojadora para la sanación de la persona afectada.

El procedimiento de ‘pasar el agua’ o ‘agua del alicor’ ha de llevarlo a cabo una

desaojadora, la cual se santigua delante del enfermo y ordena que se vaya a los demonios que ocupan aquel cuerpo. A continuación, deja caer un trozo de alicor situado al borde de la jarra de baño en la que se encuentra el agua. Si se forman

burbujas rodeando dicho trozo, la persona estará afectada por el mal. Finalmente, si se confirma el aojamiento, se le dará el agua de alicor para que beba y pueda

Una pata de conejo blanco en un eficaz medio de

protección contra este maleficio.

Page 23: Lecturas para segundo ciclo

sanar.

Hacer una ‘ahumada’ pone fin rápidamente al mal de ojo mediante la

inspiración del vapor que se desprende de la quema de granitos de pólvora, suela de zapatos viejos, ramas de laurel, estiércol (porcino) y granitos de mazorca.

En la prueba del aceite y el agua se echa aceite en una vasija con agua y se analizan las gotas formadas, cosa que

sola la persona desaojadora puede llevar a cabo.

Una vez que el afectado es diagnosticado, puede recurrirse a

múltiples remedios para su sanación; estos procedimientos puede ponerlos en

práctica cualquier persona, siempre que la aojadora así lo recomiende. Por ejemplo: poner un lazo rojo en la cuna del

bebé, colgarle un papel con un versículo del Evangelio en el cuello, arrojar a un

tejado una planta de torvisco en forma de cruz y del mismo peso que el afectado o solicitar las oraciones de las llamadas ‘saludadoras’ y ‘graciosas’. Es creencia que las mujeres así llamadas tienen este

don porque nacieron en Jueves o Viernes Santo, o son gemelas, o han nacido con una cruz bajo la lengua o lloraron tres veces durante su desarrollo fetal.

Prevención del mal de ojo

Si queremos prevenir el aojamiento, podemos llevar encima un amuleto, como puede ser una cruz de madera, metal, hueso o palma sujeta con un hilo rojo; si se intuye que alguien va a hacernos el maleficio o se presente que nos lo están

haciendo, la cruz se puede hacer con los dedos en ese mismo momento. Otro medio de protección consiste en llevar consigo una herradura usada; como medida

protectora de una casa, podemos fijar esa herradura en la puerta. Es muy eficaz también llevar consigo unas tijeras abiertas, una pata de conejo, alguna pieza de cristal y azabache, cuentas de ámabra, una rama de higuera, un cuerno de ciervo,

una mano de tejón o la llamada mano de Fátima. El Marqués de Villena, en su Tratado del ojo, recomienda un sinfín de remedios para evitar el daño causado por el mal de ojo.

En las líneas anteriores he hablado de recitar oraciones o ‘ensalmos’. Es curioso saber que las que recitan las aojadoras han sido aprendidas por transmisión oral, pasadas de madres a hijas, de una a otra generación, y, aunque

en ellas se hace referencia a la Virgen María, a la Santísima Trinidad y a todos los Santos, no son las canónicas, esto es, las que se aprenden en catequesis y las Iglesia nos enseña. Por otra parte, para que sean realmente efectivas, es condición

inexcusable que esta transmisión se haga el Jueves o el Viernes Santo de la Semana Santa.

Amuleto piramidal de mármol utilizado como protección contra el mal de ojo.

Page 24: Lecturas para segundo ciclo