lección 7 – “el pueblo especial de dios(miqueas)”

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Lección 7 para el 18 de mayo de 2013

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Lección 7 para el 18 de mayo de 2013

Igual que Isaías, Miqueas llevó a cabo su ministerio profético en el período crítico de la última mitad del siglo Vlll a. C., cuando Asiria era el poder mundial dominante. En su propio país, cuando empezó su ministerio profético, Jotam rey de Judá "hizo lo recto ante los ojos de Jehová" , aunque "el pueblo sacrificaba aún, y quemaba perfumes en los lugares altos” (2 Rey. 15: 34-35). Acaz, hijo de Jotam y su sucesor, se entregó del todo a la idolatría hasta pasar a "sus hijos por fuego, conforme a las abominaciones de las naciones" (2 Crón. 28: 3). No vaciló en cambiar de lugar el altar de bronce de los holocaustos y quitó las fuentes e hizo colocar dentro del recinto sagrado del templo un altar idolátrico cuyo original había visto en Damasco (2 Rey. 16: 10-12, 14-17). Estas y otras iniquidades cometidas contra el culto verdadero del Señor quizá hicieron de Acaz el rey más idólatra que jamás reinó en Judá. Durante el tiempo de esta decadencia espiritual entre los habitantes de Jerusalén y Judá, Miqueas cumplió con su misión profética. El contenido de su libro presenta las condiciones morales y religiosas que imperaban entre el pueblo durante los reinados mencionados (CBA, introducción al libro de Miqueas)

“Por esto lamentaré y aullaré, y andaré despojado y desnudo; haré aullido como de chacales, y lamento como de avestruces” (Miqueas 1:8)

¿Por qué se lamentaba así el profeta?

Había en Miqueas sentimientos encontrados.

Por un lado, debía anunciar el juicio divino y la destrucción de su pueblo.

Por otro lado, amaba profundamente a sus hermanos y se identificaba con ellos.

El dolor por su pueblo se manifestaba en grandes lamentos, y en un deseo vehemente de que el arrepentimiento hiciera innecesaria la destrucción.

Estos mismos sentimientos encontrados

embargaron a los profetas de

todas las épocas.

“yo te quito de golpe el deleite de tus ojos; no endeches, ni llores, ni corran tus lágrimas”

(Ezequiel 24:15-18)

“en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”

(2ª de Corintios 11:23-28)

Preocupación por establecer la obra de publicaciones, educación, salud, etc. Pobreza, viajes, luchas internas…

(Notas biográficas de Elena G. de White)

“No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía”

(Números 11:10-15)

“los hijos de Israel han dejado tu pacto… y sólo yo he quedado”

(1ª de Reyes 19:14)

“Quebrantado estoy por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo”

(Jeremías 8:21-9:2)

Miqueas pinta un cuadro realista de la situación moral de Judá durante el reinado de Acaz:

Su pensamiento era de continuo el mal (Miq. 2:1) Codiciaban y robaban; oprimían al pobre (Miq. 2:2) Expropiaban a la viuda y al huérfano (Miq. 2:9) Escuchaban a falsos profetas (Miq. 2:11; 3:5) Aborrecían lo bueno y amaban lo malo (Miq. 3:2)

E.G.W. (Conflicto y valor, 2 de enero)

“Los pecadores que se arrepienten no tienen motivo para desesperar porque se les recuerden sus transgresiones y se les amoneste acerca de su peligro. Los mismos esfuerzos hechos en su favor demuestran cuánto los ama Dios y desea salvarlos. Ellos sólo deben pedir su consejo y hacer su voluntad para heredar la vida eterna. Dios presenta a su pueblo que yerra los pecados que comete, a fin de que pueda ver su enormidad según la luz de la verdad divina. Su deber es entonces renunciar a ellos para siempre”

“Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en Jehová, diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros” (Miqueas 3:11)

A pesar de todo el mal que cometían, alababan con su boca a Dios y ofrecían sacrificios, pensando que no serían destruidos aunque sus obras fuesen contrarias a la Ley divina.

Este mensaje nos debe llamar a examinarnos a nosotros mismos y nuestra relación con Dios.

Recordemos que Dios “perdona la iniquidad”, pero “de ningún modo tendrá por inocente al culpable” (Números 14:18)

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2)

En estas breves palabras, se nos presenta el misterio más maravilloso: La encarnación del Dios eterno.

Y no vino a nacer en una gran ciudad, en el seno de una familia influyente ni rodeado de riquezas.

Nació en una humilde aldea, en una familia humilde y tuvo una vida humilde: “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8)

Esta gran verdad da sentido a nuestra vida y nos da la esperanza de algo más grande de lo que el mundo alguna vez pudiera ofrecernos.

“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte [caminar humildemente] ante tu Dios”

(Miqueas 6:8)

“Hay quienes parecen hacer justicia y amar misericordia pero no tienen dentro de ellos el verdadero principio que los haría caminar humildemente con Dios. Parecen tener una fe santificada, pero al faltarles eso, les falta todo. Si la vida no está santificada, los motivos y propósitos tampoco lo están, y así es imposible agradar a Dios… Cada uno debe probar con su vida que puede ser un ciudadano en el reino de Cristo y de Dios”

E.G.W. (Review & Herald, 30 de septiembre de 1909)

“El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo

profundo del mar todos nuestros pecados”(Miqueas 7:19)

La buena noticia presentada por Miqueas es que el castigo nunca es la última palabra de Dios. Las acciones de Dios en la Escritura, en forma consistente, van del

juicio al perdón, del castigo a la gracia y del sufrimiento a la esperanza.