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Pedro Perez Sarduy c LETRAS CUBANAS 'I I

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Page 1: Las criadas de la Habana.pdf

Pedro Perez Sarduy

c LETRAS

CUBAN AS

'I

I

Page 2: Las criadas de la Habana.pdf

Edici6n: Ana Maria Mufioz Bachs Direcci6n artislica y disefio: Alfredo Montoto Sanchez Ilustraci6n de cubicrla: Foto familiar del autor Correcci6n: Alicia Diaz Varona y Victoria Hernandez Composici6n compularizada: Diana Suarez Companioni y

Jacqueline Carbo Abreu

© Pedro Perez Sarduy, 2003 © Sobre la presente edici6n:

Editorial Letras Cubanas, 2003

ISBN 959-10-0846-5

Instituto Cubano del Libro Editorial Letras Cubanas Palacio del Segundo Cabo O'Reilly 4, esquina a Tac6n La Habana, Cuba

E-mail :

Impreso por EDITORIAL NOMOS S.A. Impreso en Colombia - Printed in Colombia

,,

UNO

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EL BAILE DE LAS FLORES

Atravesabamos el Parque Vidal de Santa Clara mi cuiiado, Antonia, Orlando y yo decidimos illu'' 11 dl'!\: t• yunar al Cafe Parisien aquel domingo de mediadus d1· 111.1 n Cosa curiosa, pero aunque habiamos bebido tmtdu, 1111

scntiamos mas que medio mareados y nos d i \'l'lll.lltlll J ,, mcntando sobre la fiesta y cantando algunas dl' ,. {t·. 1 .111 ciones de moda que todo el mundo se sabc, y rtlllll'" 11,,., liemposlsolinaCarrillohaciafurornuevamcnll· 1\ltlllltltlll.t y yo nos echamos una miradita y empcza llHIS

Dos gardenias para ti, con elias quiero decit; te quiero, te adoro, mi vida Ponies toda tu atencic)n , que seran tu coraz6n y c•lllllt' Dos gardenias para li, que tendrim todo el calm tf, 1111 f,, "'· de esos besos que te di I''/"' ' Jtl/1111'' encontraras en el calor ,/,• ''''o cfllc'l'l'l:

Nos gustaba cantar y mas con 1111 p.11 de buenos tragos. < >tlandoy Reytararearon Ia instlltrttl'lltaci6n delacanci6n, '"'" 1111itando cl piano y el otro stlh:111do Ia melodia, y rien-dusl' Ia segunda pat tc por Antonia:

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A tu /ado vivircm y te hablarim como cuando estas conmigo y hasta creeras que te diran te quiero. Pero si un atardecer, las gardenias de mi amor se mueren, es porque han adivinado que 111 wnor me ha traicionado JUmflll' existe otro querer. ..

Mire hacia l'l gran rcloj en lo alto del Ayuntamiento. Pronto darian las Sl'is de Ia manana.

El Baill' de las Flores era Ia fiesta que toda lajuventud, sabre todo los matrimoniosj6vcnes, esperabancadaafio. Du-rante mescs y mescs las muchachas preparaban su ajuar como si fueran a casarsc. Rccucrdo que ese afio el hermano de Orlando, mi marido, se habia casado con Antonia que trabaja-ba en Ia casa de los Trimi.fio, una familia muy conocida, donde cinco de ellos eran pianistas y violinistas de musica cllisica y ademas tenian las mejores tiendas de telas de Santa Clara, Cienfuegos y Sagua Ia Grande. Antonia era tan fullta como yo, aunque mas alta y siempre saliamos de compras juntas como ese dia en que fuimos a buscar telas con las cuales ibamos a hacer nuestros vestidos para el bail e. Aunque teniamos varios trajes de fiestas anteriores, no era concebible bajo ningtin pre-texto que fueramos al baile de ese afio con la misma ropa del afio anterior y menos con Ia que fuimos al baile del24 dedi-ciembre en Placetas, donde toc6 Benny More.

Mi madre, Alberta, se las arreglaba siempre para com placer a todas sus hijas bailadoras. Ella misma nos cosia los trajes de noche para los bailes, que en varias ocasiones tenia que chaperonear cuando todavia estabamos sol teras. Pero ya eso era cosa del pasado en cuanto a rni que llevaba mas de siete afios de casada y tenia Ia suerte de que Orlando era muy buen

bailador igual que su hermano, Rey. Aquel dia nosotras dos fuimos a Ia tienda de los Trimifio al doblar del Parque Vidal, pues habia tremenda rebaja de buenas tel as y compnunos lo que queriamos. Yo pensaba hacerme un traje de organta ron algtin tafetan rosado y blanco pero Antonia todavia no h.1hlil decidido c6mo hacerse el vestido aunque lo queria tipn ·''' 111 ,,, .,.,. pero Ia tela que habia escogido era de un satin blanconiiiY dificil de cosery necesitaba «ballenas» para que lc sostm ICI, III cl busto y ala vez que nose notara Ia costura. Pc1u h 1hi11 ticmpo y asi fue, porque esa noche cuando lleg6 a Ia cusu ·n c I cache toda vestida para la gran ocasi6n me qucdc sorllr\•ndld 1 de lo bien entallado que le habia quedado su de no{; h 'o con todos sus hombros descubiertos y una ligera l'slollllll.')'lll lcjida a mano alrededor de sus brazos y Ia espalda

- (,Que te parece, Marta, como me qucda'.' - jEstas divirta, muchacha! A los dos hermanos, mi marido y el suyo, lc 11 lilt I 1h11

que nos vistieramos con las mejores ropas y lrnh 11 h,111111s Indo el afio por complacerlos y porque cllos. ,, In\ 11l.ul . sc

quehabiaqueverlos. Ami Orlando. H' tld"'""'Pic-t.unente de blanco igual que su hermann. 1111 I 1111 t.ll1,tla lllJl<l de dril, sino mas bien e) petronio Jlill.l •1111\ ll'IIIO y Ia gabardina para el verano. Esc aiio Sl' l'"' 11 1111 1111 I rajc 1 1111ado que todo el mundo tenia que hahl r11 cit• 1·l por lo hlt'll cortado que estaba. Siernprc se tncl.t ·.11 ropa de ,, t11r en casa de Cordero, un sastrc muy l,llll 'lllll .tsado con I lo1 inda y losdos eran muy amigos < 11111o Orlando 1 1" tapatero, se habia hecho un p:11 dl· de charol hl.utco que no tenian nada que envHII.II k .1 los mcjores 1/ori\'£jn. • esos zapatos americanos q111' 1111lo d mundo que-ll.tll'ner. Relucian por todas pa1 lh·y, vestido de blanco

llcushcim.

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tambien, pero con un dril cien carisimo, bromeaba como siempre con su hermano, diciendole que parecia mas flaco que unreal de tripas bien despachado.

A los dos les gustaba fiestar y gastarsela toda en ocasio-nes como esa, el gran Baile de las Flores en la Sociedad Bella Union, que era para personas de color. Ese dia habia fiesta en todo Santa Clara. En la Sociedad El Gran Maceo, de los mulatos y algunos negros con dinero; en el Casino Espafiol, de los blancos de buena posicion; en el Santa Cla-ra Tennis Club y en el Liceo, frente al Parque Vidal, que era donde los blancos ricos se reunian a celebrar lo suyo. Pero a nosotros no nos importaban esas fiestas, porque los miem-bros de Ia Bella Union haciamos todo lo posible porque nuestras fiestas rue ran las mejores organizadas y las que con-siguieran las mejores orquestas. Las mas dificiles y solicita-das eran Ia Aragon, el Benny, Fajardo, Arsenio Rodriguez y la Orquesta America. Ese afio Ia Bella Union habia contra-tado a Ia Orquesta Aragon de Cienfuegos que estaba ha-ciendo furor en todo el pais.

Rey habia quedado en recogemos en coche a las nueve de la noche y asi fue, en pun to ahi estaban los dos impeca-blemente vestidos de blanco. Antonia estaba que parecia realmente un prim or y yo no me quedaba atras, pues los piropos de mi cufiado eran para morirse de la risa.

-Mi cufia, deja, deja al viejo ese por ahi que yo me voy contigo tambien. Tu no ves que trae el bastoncito escondido ahi.

Rey, que trabajaba como chofer particular de un arqui-tecto muy conocido, era cinco afios menor que Orlando y siempre bromeaban en cuanto ala edad ... quien nacio pri-mero, qui en era mas bajito, mas gordito, qui en bebia mas y esas cosas ... y nos reiamos muchisimo, contagiados por su enorme carcajada que lo identificaba dondequiera que es-tuviera. Lo que acostumbrabamos hacer era alquilar un co-

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che que nos paseaba por el centro de la ciudad por una horamas o menos, tirando serpentinas, sonando matracas y cometas de carton y luego, como toda la ciudad cstaba de fiesta, cada cual iba para su gran baile en maquinas t'<liiVl!r-tibles, carros alquilados o coches descapotados, cwt sus caballos trotando por las calles de adoquines de In rtttd.ul --que ala medianoche reventaria sus fuegos arti fki:tlt·o., l.ut zados desde los edificios mas altos-, para dejal'llO!'. I Ill, II mente a la entrada del callejon de Placido y 1 .til t· lndependenciayunohaciasuentradatriunfalala Bl'lla l ltlllllt bajo la mirada de los demas. Siempre habia uuat·n'''''' t' multitud afuera que se paraba especialmente a Vl'l lit'• 11'1'·'' de los bailadores, sobre todo los vestidos de las 1111111 '11.., Era algo inolvidable, sobre todo cuando una salll .t q111 In que llevaba puesto valia el esfuerzo de todo uu ann dt· ''" bajo, porque a veces los vestidos llegaban a cwil ll t llo1 1:1 cien pesos y las fiestas eran tres y cuatro al aii< 1 y, 1 tlltlll cIt jr antes, por nada de Ia vida una iba dos veces atilt It, ttl, 1 o11 cl mismo traje. Mucho menos al gran Baik dt• l,t:. l lntl'S, que erael de la bienvenida de Ia primavera y 1:1 ill.llll' llt.tr l(m de Ia temporada veraniega. Antes coincidia rolll.t tt· k hra-ciondelalndependencia,el20deMayo, pl'm l.tl hll.tl Inion queria que fuera dedicado a las flores y ..,1· qlll·d6. A veces coincidia con el Dia de las Madres, qttt· t'' t• l domingo de mayo, o con mi 'n111 o ocurrio aquella vez, o con el cumpleafios de nucstt o hijo, el dia trece. Ramoncito, que acababa de Clllllplu afios, sc quedaba en casade su abuela y sus tias qttl' vtvt.tn ccrca de nuestra casa y sabiamos que estaba conll'nto dl! que nos divirtieramos, siempre y cuando le traj(·r:ullos algunaconfi-fura por lamafiana. Mi suegra y mis cu1 tadas lo tenian tan malcriado que no teniamos preocupacion de ningun tipo, sino todo lo contrario.

II

Martinez
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Cuando entramos al gran salon de la Bella Union saluda-mas a nuestros amigos y luego subimos al salon del segundo piso don de estaban las mesas reservadas con antelacion y nos sentamos mientras nuestros hombres se encargaban de pedir las primeras bebidas, sidra El Gaitero y cofiac Pedro Domecq para nuestro coctel especial: Espana en Llamas. Antonia no bebia mucho, pero de vez en cuando le gustaba tomarse una buena copa de sidra, sin embargo, no le dio tiempo ni a probar cl primer sorbo cuando el tema de la orquesta sc dcj6 cscuchar en toda la Sociedad Bella Union:

Amgt)n, Arag6n ... Si 111 1111 son sabros6n ponle el n11io, es Aragon ...

Hacia afios que no bailabamos con esa orquesta porque a decir de los miembros de Ia Socicdad costaba muy caro contratarla, sobre todo ahora que estaban grabando discos y tenian muchas giras en el pais yen el extranjero. Pero la joven directiva se empefio en darun buen bailey Ia Orques-ta Aragon era imprescindible para demostrar que todo el esfuerzo de sus miembros habia sido correspondido.

Nos levantamos muy contentos y bajamos las escaleras del brazo de nuestros compaiieros para disfrutar de una noche verdaderamente inolvidable que al final resulto ser mi primer dia de embarazo de mi hija Teresita, segful la cuenta que sa co mi ginecologo, el doctor Celestino Chang.

La primera pieza fue el danzon La jlauta magica, donde el flautista Richard Egiies hacia alardes como solista en una competencia entre el, los violinistas y los bailadores por eje-cutar las piruetas mas atrevidas y a Ia vez mas suaves. Bailar danzon no era nada facil. No todo el mundo sabe bailar dan-zon. Nose podia estar dando muchos salticos y despa-

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rramando el cuerpo por aqui o por alla como si fucra un mambo, sino que todo era a base de giros, pausas. gracia en los pasillos y esas cosas. Por eso sacaron CSl' lll'nncro que dice:

No, Negrita, no ... no bailes mas la conga as£ ... No, Negrita, no, mira que soy dl' .'loc ''' d 1rl ... Porque si me ven bailando como en el Manglm; toda mi argumentaci6n de negm/lll fJ se me va a caer. .. No ...

Cuando Ia Aragon tocaba eso era la locum, tod11 l1111111dn lo cantaba. Un compafiero de baile bien m:opl1 lu llllllll 1 era lo que mejor se podia teneren una ficsta d1 IIIII' 1111 Orlando y su hermano eran sencillamcnll' llllh 11 11 111 dt· saberbailar.MiOrlandometomabadl•lt.dl '111 lh 1.1hn de una forma que me hacia sentir end de como era, nadie podia calcular Ia finlll'/,11,;\11\11 ll"' B" .lllil por todo el salon.

Recuerdo que fue en un bailc dondt· "" ' lllllt\111111'> No pucdonegarquememoriaporbailallllll ltl ll 11p11111l' ra vcz que lo vi. Cuando aqucllo 1111 111 1d1 lit 'I" '""l'•lh.l .1 trcsdcnosotrasqueeramosalasqlll'"'' :11•1 1111h.11u·.l.1t y no teniamos compromiso. FuL'l'll 1111 lc 1 I nl(.llll l1111 lo con Ia orquestadeArsenio Rodrlp1111i'. 111 'I" l••hllltlo., tdo ron una excursion en unaguagtm q111 II 1t1l1 ,,u 1nl,1<.l para las muchachitas que pertcncdnnllltttlll• 11 cl lo1 lklla Union. Hanchuelo se caracterizaba pot d 11 tllll 'r huenas fiestas en lll'lllpos de carnaval y tcninlltl.l Socicdad muy bien 111ganizada. LagentedcCSl'Jllll hln llttlamuchodineropor-

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que casi todo el mundo trabajaba en la fabrica de cigarros Trinidad y Hermanos. Tenian un Liceo, un Casino Espaiiol y una Sociedad de color que era la envidia de toda la provin-cia de Las Villas.

La noche que vi a Orlando bailar y mis ojos se lo querian comer, mi madre me dio mas de diez pellizcos en el brazo para que me tranquilizara. Y sucediolo que tenia que suce-der, nuestras miradas se encontraron en un memento deter-minado en que mi madre atendia a Yolanda, mi hermana menor, y Orlando vi no a donde estaba mi madre y le pidio permiso para sacurmc a bailar. Ella, mi madre, no pudo menos que acccdcr, con lo resabiosa que era, aunque no sin antes dcjarsc halagar con una frase que basta el dia de hoy me parcce tan picua en boca de Orlando:

- Senora, me gustaria que us ted me con cedi era una pie-za, pero antes quisiera bailar con una de sus hijas.

Le dijo ami madre ala vez que sefialaba bacia mi. - 1., Y quien le dijo a usted que yo bailaba? Le respondio mi madre. - Estos danzones hacen mover basta los pies mas can-

sados que hay en este salon. Mis hermanas y yo nos miramos echando la cabeza por

detras de las sillas y nos echamos a reir, pero a nuestra ma-dre no le cayo en gracia nada de aquello porque nunca Ia habia visto bailar, aunque siempre estaba tarareando can-ciones viejas, muy viejas, «en lengua de santo», pero nunca la habia visto ni mover un pie para bailar y menos en un salon. Si que le gustaba llevarnos a todas las fiestas que queriamos, pues en definitiva, ese era el mejor sitio para una conocer a un buen hombre y yo se que nuestra madre tenia metido eso en la cabeza. Pues ni que decir, que asi fue como se inicio aquella relacion que despues de cuatro aiios termi-no en matrimonio, no sin antes recorrer muchos sal ones de

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bailes, siempre con nuestra madre como chaperona hasta el ultimo memento en que nos casamos, un 15 de fcbrcro de 1942, yo iba a cumplir 19 afios y Orlando 25.

El campanario del reloj del Parque Vidal de Santa ('lara cmpez6 a repiquetear y mire el reloj que Orlando nw h.1hia regalado por mi cumpleaiios; efectivamente, eran Ia-. 'il' l 'i de Ia manana y los pajaros en sus arboles, que habian p.1-..1do Ia noche asustados por los voladores y los i ll t 1 I ll I i i lcs, preparaban su viaje a Ia sabana hasta el pcrq'llll.ll l' dl' rcgreso al atardecer, como hacian todos los dias il I•' l.11 ••o del aiio.

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MARiA LA SAGUERA

-Marta, ttl pcrd6name, chica, pero creo que mi deber es decirtelo.

Maricusa habia venido al final de Ia tarde a pasarse el peine. Esc dia no habia hecho nada mas que dos cabezas y cuando me aviso cl domingo que vendria ellunes antes del anochecer, despues que terminara Ia limpieza en casa de dona Pepilla, donde estaba colocada, Ia acepte, con perrni-so de Eleggua. Ese lunes le habia encendido un par de velas buenas de a medio y hasta le limpie su rincon, pues de Pas-cuas a San Juan trabajaba los lunes, pero en realidad tenia que hacerlo, pues Ia co sa no estaba muy buena. Pero ade-mas, Maricusa era una de mis mejores clientas, y aunque hubiera preferido que viniera por la manana como las otras dos, no la desaire y adelante las cosas de la casa, atendi a los muchachos y prepare Ia cornida para que cuando Orlando viniera encontrara todo listo.

-l,Que lio te traes, mujer? - Mira, Martona, tU sabes que antes de estar con Ia dona

yo trabajaba en casa de Celedonio, el santero de La Vigia, detras del Hospital Provincial. Pues al doblar vive una vieja arniga mia que te conoce de vista y a quien fui a hacerle una visita hace un par de noches y cuando me voy a despedir de ella vi algo que me quede fria. En la esquina veo a una pareja de enamorados como si estuvieran despidiendose y

l h

apretujandose y me entr6 un escalofrio cuando me di cuenta que el hombre era tu marido, mujer. Yo se lo coment6 a ( loy ita, mi amiga, y me dijo que ella la conocia de vista y quL' sabia que era pal era y me dice que por el barrio la conon'IIL'omo MarialaSagiiera, jyc6molesabealmuerto,miamiga' < loyita me dijo que desde hace varios meses el mismitico dL· 11 rrn.rri-do viene varias veces por semana en bicicleta, sil·•111lll' por las noches yel chou se repite. Sepasan unahora L'llalthll.lll do ahi, parades en el quicio de la puerta de Ia casa 1 l11111 h · ,· lin es Ia manejadora del nino de una mujer que trah.q.1 ,." Ia j ugueteria La Eneida. Le pagan de lo mejor y ...

- l,A eso viniste hoy, cono ... a salarrne el cahlnllllut •s'/ i Yo nose quien carajo me habra mandado a trah.q.11 ltuy!

Solte el peine caliente de un tir6n encirna dl'1•,., I'll u ''' y me fui pa'la cocina. No debi haberlo hecho, tal' l!Z, p '" ' s 11 cacareo me caus6 mucho malestar. Calent6 1111 p111,:t 11 II- ho 11 a de cafe y me trague un par de lagrimas q111' , . lthltll pot IL'Ventar.

- Mari, l,quieres un buchite de cafe? Para no despertar ala nina que estaba ""'''''' 11dn 1nuy

hu:n, medio que le grite desde Ia cocina, q111' ,·•,t.th,t lll sto al l. tdo del Lmico cuarto de la casita.

el patioRamoncitojugabacon loscn•••t''" '' ' ''·vos que ,,, tia Lilia lehabia traido el diaanterior. S11·•• •P' ' lo cstaba

11 1.1lcriando asi, trayendole cositas de Ia qlllltl .111 .1 Pedro, lll'll le a Ia muebleriaDon Lir6n. Lilia, Ia lti.I '- IOH'ncita de 111 1" cufiadas que tambien trabajaba en L'l dl'.,p;ll II lo lll: taba-1 11, al igual que las otras tres herrnanas dd >ll.utdo, rccogia tpl llt laciones parala bolita del Guayah(r, lllll ilhuo gordisimo 'I' ''' Ia bancade loteriamas grarHk' 1k todo Santa Cla-1 , , < 'omo habia tantas despalilladoras, y Ia bolita del I •••·•yabLl, que se tiraba eljueves porIa tarde, era conocida I'll' " " sc riedad en eso de pagar cualquier premio, todo el

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mundo queria apuntarle a esa gente. Aunque las casas de juego mas chicas estaban medio prohibidas, Ia gente confia-ba en la del Guayabu porque nunca habia tenido lios con Ia policia y era reconocida casi como oficial. Mis tres cuiiadas recogian en el dcspa I i Ito, aunque la Niiia, que era Ia mayor, lo hacia para Ia casa de Emestina, una vieja que decian que era comunista , pero que nadie conocia apenas, pero que tambicn ll'll ia buena reputaci6n y Ia policia nose metia con ella. Conl·sos trabajitos extras se ganaban su dinerito y por eso sil!mprc le cstaban trayendo casitas a su sobrino prefcrido, ya sea por el Dia de Reyes, el dia de su cumplea-fios en mayo, o por cualquierpretexto los fmes de semana. Cuando naci<'> Teresita , sus tias fueron las que costearon poco a poco toda Ia canastilla. Cuando empez6 a crecer y alguna de elias se sacaba en Ia loteria o en Ia bolita, de vez en cuando hasta una mudita de ropa le traian a Ia niiia. Nun-came queje de elias, siempre han sido muy buenas y muy discretas conmigo. Inclusive, cuando elias mas o menos se imaginaban que la cosa en Ia casa estaba apretada, pues venian a peinarse conmigo y me dejaban hasta cuatro o cin-co pesos de prop ina que era el equivalente de tres o cuatro peinados.

Despues de calentar la borra de cafe y saborear unos buchecitos, le servi a Maricusa en un jarrito de peltre y volvi alasala.

- G Tu no oiste, cofio? Te pregunte si querias aguachirre. - iAy, cofio, Negra, como tU me trataste asi, no sabia

que decirte! Tu sabes que yo no juego con esas cosas. Yo te quiero y te respeto mucho como para que tomes en serio lo que te he dicho. Esto es sin afan de chisme, sino para que te espabiles.

Le zafe uno de los mofios y luego de limpiar uno de los hierros calientes con el trapo empece a peinarla desde el

IX

cnineo. La grasa se cocinaba con un rico olor a lavanda. Era una vaselina fuerte que me recomendaron en Ia I )rogue-ria Sarra y que yo preparaba con romero Y. plantas medicinales y daba mucho resultado entre nus chcnlil'> pnr-que el pelo les crecia en abundancia, Y grucso, de que les gustabanlos peinadosdepaJesqueyo hact;t qtu,· se usaban mucho por aquellos afios. Esas mo?as Vl'llt.ut <k los Estados Unidos don de las negras de ese prus Sl' Pl'' "·til, 1

''

muy bonito con los pelos muy bien - Son cosas de la vida, mi cielo. Hace ttempo lJll' \ l' t:t

venir eso. Y sino me hubiera enterado por ti, lo IHallh•t,l sabido por otras bocas. Y a decir verdad, te lo agt .ttl'"' 11

pucs eso me confrrma lo que ya pl!n 1 '''''I'''' ' 1 .''

hablarmas de eso ahoraque no qmero que el nu'"'"' ' 1•1

l'On mala cara. En la sala solo se escuchaban los ruidos de"'" .tit ·•h tlu

· · Ramoncito en el patio imitando el motonk In ' ·" 1 11

"· I Is. ' ' I I ,,. l!ntretenia con sus juguetes nuevas. Siempn· <' "' Ill 11. I '' '

ptgar solo, nose si por costumbre, nolo tllll<.:ho a Pepe, el blanquito de mt \,., "'·' I'"' que lul'astigue despues que los sorprendt a los do'> ,. •1

1 Il l' I cuartico del patio, donde se guardan '"" dn·ndose el pipi con una regla. Los dos Sl' lJIIl'll.ll <ll l I r.tOs , , 1111tnm pedazo de hielo. Jose Julio, elm;utdn "' I >n.litltllsa, 1 " ' viajante de una compafiia que compr.ah.t y

11qolcs al pormayordeuna su latll11t.t qul' 1

1d,thazar de Sagua. Siempre teman dl· It qoll s, ,lit oz 1,11n11es de manteca, y a veces, cuando s.thl.t lllll' l·a·

, po11ia dificil, ella me daba un par (k lthttlas . ' '" ll .tdos o negros o una lata de grasil Yo nose lo ped1a """ l"l' me estuviera muriendo de .

1 11 lit csquina de la casa estaban po111endo pnmeros 11 t.tlmns de la ciudad y por el tralico, los cam10nes Y los

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carros pitaban muchisimo, todo el tiempo. Esa esquina de Marti y Luis Estevez era muy peligrosa. No pasaba una se-mana sin que hubiera un cheque. Yo le tenia terror a esa calle larga de adoquines, que nace en la carreterita que va para Manicaragua, atraviesa la Carretera Central, despues el Parque Vidal y muere en la Estaci6n de Trenes. Todo aquel que va para Ia costa norte tiene que pasar obligatoria-mente por l:t de Luis Estevez, pues aparte de ser muy estrecha, l'S dl' una sola direcci6n. Pero ahora no me atur-dian los 1 1 11dos, 1mts, los sentia como un balsamo y nose cuantas ros:ts pasahan por mi cabeza. Tarttas que ni cuenta me dru1:tndo k· di,1c a Maricusa:

Miratc l'll cl cspcjo aver site gusta asf. Si, mi cielo, asi mismitico. Perd6nameporlaincomo-

didad que te he hecho pasar, pero ... No importa te dije, muchacha, no importa.

Me dio un peso y me dijo que me quedara con el vuelto. Apague el reverbero y cerre la puerta de la calle. Entre al bafio que estaba entre la cocina-comedor y el cuarto, cerre Ia puerta, y para que nose escucharan los sollozos hale co fuerza Ia larga cadena del tanque de agua del inodoro dos o tres veces, descargando con mucha furia.

- jMarni, mami ... dame un pedazo de pan viejo que po ahf viene Peri co!

N? se cminto tiempo estuve asf realmente, pero de sub ito VI de regreso a esa otra realidad. Peri co era el personaje

mas popular de toda Santa Clara. Era el animal mas sagra-do que ojos humanos hubieran visto en aquella ciudad. Dia a dia, ala misma hora, tocaba el burro Peri co en las rnismas puertas de las rnisJ?aS casas de nuestro barrio del Carmen y los muchachos deJaban lo que estaban haciendo a esa hora para pararse en Ia puerta de Ia casa a esperar a que el burro Perico comiera hasta de las manos de los pequefios.

1()

Ramoncito se paraba en una silla y asomaba parte del cuer-po por el postigo, estiraba Ia mano y el burro Perico sc llevaba el pedazo de pan viejo que habfa solicitado It wando a Ia puerta con uno de sus cascos. Nadie sabia de dbnde habia salido ni cuantos afios tenia, pero todo el nHnHio lo querfa y Ia ciudad practicamente se detenia cuando l'i kn to caminardel burro poco menos que interrumpi:t t•ltdtn· sito pordonde cruzaraenesos momentos. Cuando l'i hrrr1o Perico muri6 de viejo, como todo en Ia vida, Sa11tn ( l.n ,, t•stuvode luto. El ayuntamiento de laciudadle pagtt,·l' It, 110 que fue en un potrero cerca de la Lorna <kl ( ' 1111111, donde lo enterraron con todos los honores, porquc h.1 I ' l,r h.lllda de la retreta publica le toc6 musica ftlllllll • y f 111anasio, uno de los dos hombres que mejor dn I (Ill l11s p.lltL'giricos en el Puente de los Buenos a cuanto drl1111111 '"''·'camino del cementerio, improvis6 tambit'·ll''"·''l" •I I:! l'' p,J{)Jl undiscursitOCOne}cuala}abolaSCUHJidad I 1\ I ol 'i

1.1', vi1tudes humanas del querido burro Perko q111 1111.1 .t.r I .ol de hoy es recordado en toda la ciudad. y I'll

II"' bios de los alrededores que no tuvieron In ..,111 'II d1• 11.!-n• Jllnriudadanotanvenerable,conunmonuntL'Itlnd' luonce tlnclolamafio de aquel animal que en rcalrd.ullt,J!,I.r srdo

111 ' 11ohle que muchos seres humanos. d ..,, ,bia que habia dicho la verdad y tal' 1. 'r" qucria

I" 1111 f uera cierto, pero todo aquello vi 1111 :11 111 tf lllllarsc ''"'""no habian pasado dos o tres dlas, I l11 ,1 nodw de 1 I''' ll.t ntisma semana, bastante tarde p01 11 l!ll '' kta tocando el timbre que hacin 'lll ll.tl que h tl '''"" . rontra el trafico, poria mucblcrin I >on Lrrbn, pcro I 1 11 11dn rn (ts ruido que de costumbrL'. Jlo1 lo general era

"'"•rderado y no hacia bulla para no despertar a los 1 t 1 11 hns, sobre todo a Teresita, que ya habia cumplido

11h• Ml· levante para prepararlc agua para que se ba-

2 1

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fiara y s_ervirle Ia comida, todo lo cual hice sin mayo res co-que fuera el quien me dijera Jo que

terua que Eran las tres de la madrugada y los nifios estaban rend1dos de suefio, la nifia en su cuna frente a nues-tra cama Y,el ,var<ln en su camita, un poco mas hacia Ia sal ita.

- (,Que t_u haces despierta a esta hora, mujer? . :ue lo pnn_H.:ro que me dijo luego de entrar su bicicleta

Ntagara y ckrarla en el patio. - l,Estahas trabajando hasta ahora en el chinchal? - No

. Me uno de los taburetes de Ia cocina de piso de tiCrra, Y ba.! I fO, l'Olll() para que Solo ello Oyera y haciendo

cs luer;:o para no sollozar, ?o se de d6nde saque las pa;a Ia pregunta sahera lomas clara posible.

esta pasando cont1go, Orlando? - Na , que esto acab6 aqui mismo, porque ya ru no

me gustas como muJer.

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UNA LIMOSNA PARA LA VIRGEN DE REGLA

I \sta vez no fue el «cantio» del gallo lo que me d1'"l n ·111', de las cuatro de la madrugada. Todavia Sl'IHHI I. III

1'scuchar los goterones del primer aguacero de Ilia \- u qm· II viento sacudia de la mata de mango y salpicaha111 1111 1.111temente sobre el techo de zinc del cuarto dL· l11 \11111 1ws que rni cufiado habiaafiadido allado del de la"oiHIIIhlliS, lodo el techo de la casa menos el cuarto de'"" 111111 h,, .. ' hos era de guano. Habia llovido a cantaros dL'""'' ,., ,11.11 d, ll'r y estaba amainando. Aunque con t 1111 """ y I t l.11npagos --que impulsaron ami hermana a dJIHq.u 1111a t 1111 de ceniza en el portal y otra en el piso d1• l.tllll' llla I'·"" ahuyentar al diablo--la lluvia habia sido 1111.1 hL·ndi-. 111 11 luego de casi tres afios de sequia. La bonth.t cl1· agua · h l.t l'Squina de Cundito estaba en sus tilfllll.t., y l. t gente I"' fl'll ia pozos en sus patios no parecia muy 1 ll llf l' nta con I"' It• agotaran la poca que le quedaba pat a '''t'"' las hor-

1111 11s, y mucho menos gratis. Todo cl mttndo no podia 1 11 p.tgando un medio para que alguien k 1.11 1111 par

I ' ' '"" de agua y tres centavos por sac:ula <k l pozo. En It• dos a nos la vieja Pastora se ganb hnslnnte dinerito

1 "1 • "ll negocio porque su pozo es hondo y csta muy bien "" "'"l'llla vena del manantial de Corralillo. Pero ahora,

l1 , 11 11 hahia puesto sus !atones y tinajas para recoger el II I lit I\ It I

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Martinez
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I 1 ancisco, mi cuiiado, habia sido muy bueno, despues de todo, en acogemos ami y a los dos muchachos, practica-rrtt.:nte sin un solo centavo en el bolsillo, maxime cuando las dos ultimas zafras habian sido malisimas, precisamente por Ia falta de lluvias.

Antes de componer mi pim-pam-pum me asome por el postigo del comedor y efectivamente, estaba escampando y empezaba a amanecer. El corral de los conejos estaba tran-quilo y el gallinero soltaba un vapor insoportable, porque a pesar de todo no habia refrescado mucho.

Solamente los puercos en su cochiquera estaban gozan-do de la buena a esas santas horas.

- Buenos dias, comadrita ... Va'llover pa'la cabeza. Fue el saludo de Belarmino, que venia por la calle chapo-

teando tanto fango como solamente podria hacerlo un cris-tiano. Siempre con su mismo saludo para todo el mundo: « Va 'llover pa 'Ia cabeza.» Aunque nadie sabia que queria decir con eso de que «va a lloverpa'la cabeza», tampoco nadie se lo preguntaba y aceptabamos su manera de saludar como algo muy suyo, tal vez cosas de viejo, pero que tenia que ver, de una manera ode otra, con las grandes sequias de los ultimos aiios por esa parte del norte de la provincia de Las Villas. Belarmino no era menos madrugador que el resto de Ia gcnle de Pueblo Nuevo que tenia el habito de levanlarse t:on d «t:anlio», del gallo, hubiera o no zafra. Cuan-do llegaba el «liempo muerto» iba para la Placita del Mer-cado donde tenia un pucslo de viandas y pescados frescos que le traian los fmes de semana desde el puerto de la lsabela de Sagua. Todo el mundo to conocia en el poblado, ai igual que se sabia de los problemas de unos y de otros, cosa que me fastidiaba mucho.

-Buenos dias tenga usted, Belarmino, buena la lluvia, l,no es verdad?

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-Una bendici6n, m'hijita, una bendici6n. Y sigui6 caminando sin levan tar la cabeza que I k vaba

cubierta con un enorrne saco de yute, de los de dosl'tl'lllas libras de azucar, que se utilizaba mucho para de Ia lluvia. Cerre el postigo y fui hacia Ia cocina a prcpa1. rrrrw algo caliente antes de salir. .

Mis hijos estaban dorrnidos profundamente. Cuandouhr1 Ia puertadel cuarto de los muchachos que daba a Ia 1.:11 ''' '· solamente Pire, el hijo menor de Nena, la mayot d "''" otras ocho herrnanas, hizo un mido con su ronqlll'tll h II II• tual. Todos estaban empapados en sudor. Los dos hcttlltt nos dorrnian en la misma cama de hierro de las II 1 • bastante grande, y mi hijo en otra columbina. I atilt 11 dna mia conmigo en la sala. Ese dia decidi no ir tan lcj11s \:1111"' lrt semana anterior que me habia pasado toda Ia mar,an 1 J\ 11 h • de la tarde en Sierra Morena. Menos mal que los 1 tllllllnS iban a estarmojados, aunque no enchumhmh's d 'l'! 'lll• y hasta podria disfrutar de la caminata. No II 111 • I .a t:abeza mas que con un paiiuelo de raso hl.rm:o, 1 1 qul' cuandoelsoldelmediodiaempezaraarajarl.r I" dr lr 11lt:t vez era entonces cuando de verdad tenia qu • d 11"'"'' ar que'lo que estaba haciendo era con el cora11111, 111 1'11.tha a caminar por los barrios pidiendo mi limosrr 1 d pllt'll.ll'll puerta. Nunca se me habia ocurrido han·1 tlllllf'l "'"l's,t tk cse tipo, pero creo que la decision nunc a I. a lr11n nhora. J •

La cosa en el campo iba de mal en IK'III "" 11 ""'""'' 111 donde caemos muertos. Un dia fui a Ia l "' '" 1 y k .rr111 hcrmana Nena que le habia hecho I""'"' ,, , .r l.t de Regia y que iba a pedir limosnn vc·,t 11l11 l '"' de saco de yute y descalza, para reunir lJI11)," q11 ll to:1, llcjarle algoa rnis hijos y comprarun pasaje dt: id;1 p .11.1 L a Habai).a. Nena rne mir6 como lo hacianuestra uwd11', ()ueenPazDescan-

•I 1\ I \\

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se, y con mas compasi6n que tristeza, se sec6 las manos en el delantal con el que andaba todo el dia y no me dijo ni una sola palabra.

Aquel dia que decidi irme a Corralillo era el septimo dia de la promesa, me quedaban cinco mas para cum-plir. La gente en el campo respeta esas costumbres y en el mismo Quemado de Giiines me ayudaron mucho, aun-que nadie sabia para que exactamente estaba pidiendo, pero como habia nacido en el pueblo, todo el mundo conocia a Matilda, mi padre, y ami madre Alberta, que en vida nos habia criado casi sola lo mejor que pudo, dando batea en el pueblo, que era lo unico que pudo hacer.

La gente sabia que si cstaba hacienda promesa era por algo real mente neccsario y no por vagabunda, pues de to-dos mis once hermanos y hcrmanas no habia ninguno sin oficio, tal vez con Ia cxccpci6n de M igucl ito, que desde nifio queria sermusico.

Yo no podia sentir pena ni bochorno por lo que estaba haciendo, sino todo lo contrario, tenia que demostrar a! maximo mi humildad y asi lo hice con mi frente bien en alto.

- Una limosna para Ia Virgen de Regia. Y la gente me echaba lo que podia, una peseta, un me-

dia ... algunos quilos prietos. Cuando Ia guagua se detuvo frente a! terraplen que esta

all ado del ala salida del pueblo, el chofer abri6 la puerta y me mir6 como si estuviera analizando si efectiva-mente yo estaba pagan do o cumpliendo una pro mesa o es-taba pidiendo limosna a lo descarado como habia mucha gente que lo estaba hacienda.

--z}Tuno eres Mm.tioo, una de las muchachitas de Matilda Vargas?·

- Si, seiior.

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Le respondi al chofer sin hacer ninglin ademan de que iba a pagarle el viaje.

- Entra y sientate, anda. - Que la Virgen se lo pague, seiior, pero no puedo st·n-

tanne. Fue todo lo que le dije. Yo nolo conocia, pcro :-. ltl .tr:t

me era familiar, haciamuchos aiios que viviamos l'll S.1111,1 Clara. Su cara era redonda, de chino, llena de hlll'tjllll n-. como si hubiera pasado una de esas viruelas quL' dl'l•lltl•l rastro. Nose le notaba tanto porque era muy 11l'l''" ' t.d parecia que era natural, pero yo sabia que era vinll' lil tit l.t mala, esa viruela hem bra que te marca para toda Ia ' td .• I 11

el campo habia mucha gente asi, sabre todo pet su11.h '""

yores, como era el caso de ese chafer, que """" sesenta y tantos aiios, pero estaba fuerte, como "' h11ht1 1,1 sido estibador de azlicar.

Mefuialfondode laguaguaquenoibatan Ik·llil dt ·.ptt• dt• lodo, y me agarre lo mejor que pude con una nt:lllll 11111 1111 .1-. que con la otra aguantaba fuertemente una eslalu. t dt ', .ode Ia Virgen de Regia y trataba de secarme algunas P' 11.1•, tit·, tgtl<l que se mezclaban con el sudorqueme corria ptu l.t !1 1 IIIL'.

Sin habertenido la intenci6n de pedir I intosll.t l'll 1.1 gua-gua, en el trayecto que va desde la sal ida dl•l pllt·hln hasta < 'orralillo, que era poco mas de una hora <.'o il lnd.t" las pa-t:tdas por el camino, me dieron como citKIIIH o.,ns. Todo t•mpez6 porque una monjita vestida de hl:ttH 11 dt.f pies n 1 :tbcza me mir6, hizo la seiial de la cruz y lltt• tllntut:J IIHllll!-d:t de cuarenta centavos.

-Que la Virgen la acompaiie, herma11n. Gracias, hija mia, ella es mi pat rona lambi6n, yes muy

l11tena. < 'asi inmediatamente una senora, blanca tambien y que

t'o.,laba a mis espaldas, me di6 un pufiadito de quilos prietos.

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Un senor que tenia aspecto de ser gente de pueblo me dio dos monedas de a veinticinco centavos y hasta me llamaron de los asientos de delante para darme mas monedas. El dia habia comenzado muy bueno y no sentia los pies de lo fres-cos que los tenia, todos embarrados del fango, lo cual habia sido una verdadera gracia divina, porque los primeros elias, antes del aguacero anterior, habian sido una tortura, una_ prue-ba, pienso yo, porque los terraplenes estaban tan cahentes que se me salian las lagrimas carninando y total, al fin y al cabo lo que recogi en una semana no lleg? a l?s cuan:o pesos, un poquito mas de lo que valia el viaJe de 1da hac1a LaHabana.

El chofer anunci61a t:mica parada de Corralillo y me des-pedi sin mirarlc a Ia cara:

jQue tengan bucn viaje y que Ia Virgen les acompafie! Cuando Ia <YUagua ech6 a andar nuevamente y se perdia

al final de Ia Calle Real, abri el panuelo y conte por arribita lo que ya tenia reunido. jCasi siete pesos!

La iglesia del pueblo repiquete6 varias veces antes de anunciar las siete de Ia manana.

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EN CASA DE OFELIA

Si uno se colocaba en una cas a a traves de una 111 , I • colocaciones, los primeros tres dias de sueldoL't 1111 lltll ll la agencia y a partir de ahi te perteneciael rest<>. y,, '''' ' 1.1 suerte de que pocas veces la uti lice.

Laprimera vezquemecoloqueen LaHabana lil ' lll til'" te una agencia que estaba en 23 y J, en el Vcdad(' ll1l11 fl caminadomuchisimoesasemanasintenersucrtcnlnguu.t I' '' ' porfin,laagenciamemand6aunadirecci6n 11111 1 111111l'

ahi, en la calle J esquina a 9. Toque a Ia pul·rta 11 l1 n 1111a mujer entrada en los treinta y pi co, bastantc hiL'Ill nn1., 1 ella. Me presente, y sin invitarme a pasar, la qut'IIJlll ' nt.1ha ser la senora de la casa me dijo que ya h:thia 'I Ill d.u ln en aceptar a una muchacha que habia venido L'sa 1111 111.1 I ll .I na na. Cuando me explicabaesto para desconstwln 11 1h1 oljl< li 'L' ci6 enlapuerta un senoryamayor, un port ii'XInll llt:ll sus modales y del que supe despues que era L'llut hnl h 11'111 , qut· habiaescuchado lo que le estaba contandoai,J l'lh" " mt·rc" de que habia acabado de llegar del campo \ '"'' 1 •, ll ,rhn contrartrabajo y que yo sabia atendcr hrcn """ c ·'"· ' ·

- La que mand6 tu agencia no llll' l'.tl'.lll, < >k . Dijo el tio, para seguidamente prcgun1.11 con tono indife-

rente, pero que en ultima'instancia indll'aba que a el tambien le concernia cualquier decisi6n que sc tomara en lo relacio-nado con los quehaceres domcsti cos:

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-i,Por que no colocas a esta que por lo menos se le ve tipo de persona decente?

Ofelia, como realmente se llamaba la senora, me miro de arriba abajo, mientras que de reojo intercambiaba rniraditas con el tio que habia reclinado su pesado cuerpo en el amplio marco que servia de division entre la antesala y el recibidor y trataba de enfocar en mi su mirada por encima de los espejuelos mont ados ala ire. Pasaron unos segundos, todos callados, que 111e parecicron minutes.

Entre las manos tenia un panuelito de hilo bordado que no s6 cu{lnlos nudos le hicc. Empezo a mirarme la cabeza, mi peinado, que el sc'1hado yo misma me lo habia arreglado. Luego se fij<'> en 1111 par de goticas de sudor que me corrian porIa sien deredw. Lcntamentc se detuvo en mi blusa de warandol de hilo beige que habia com prado a plazos en la tienda del turco que csta detnis de Ia Plaza del Mercado, en Quemado de Giiines. Luego me dctal lo los arabescos de mi saya holgada de crash de hilo color crema, bien almidonadita, planchadita y limpia. Por Ultimo reparo en mis sandalias de plataforma mediana, el mejor par de zapatos que tenia y casi el ultimo porque los demas los fui vendiendo poco a poco. Terminada Ia radiografia y para alivio mio, la senora Ofelia me dice que estaba bien, que volviera al dia siguiente.

---Cuando venga la otra le dire que ya volviola que yo tenia anteriormente aqui.

Sin dejarla terminar le repeti lode mi llegada de Las Villas, que estaba agregada en cas a de una hermana y ... Tal vez les cai bien, porque una sonrisita del tio de la seno-ra y un leve suspire de ella fueron, al parecer, senates de mutuo acuerdo para que la senora Ofelia me dijera que recogicra mis cosas y que volviera antes de las nueve de la no<.: he.

i M uchas gracias, senora ... Muchas gracias, senor!

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Mientras caminaba porIa calle Linea a tomar un costa do del Hotel Nacional, por todo el malecon, el fresco de aquel mediodia de marzo lo sentia diferente. Carnine apurada por-que queria dade Ia noticia ami hermana que tan hll'll se habia portado conmigo durante aquellas dos semanas dl·s· de que habia llegado a La Habana. Subi las trcs enol I Il l'S escaleras del viejo edificio de apartamentos de Ia calk:< \111 ·

cordia356 y cuando me abriola puerta se dio cucnl;l 111111 ·• diatamente, por mi alegria dibujada en el rostro, quL·Iil M 1 Ill' me habia acompanado al fm y al cabo.

- jDale gracias ala Virgen que nunca te abamh1n,u 1! Leconte a Mercedes como habia sucedido todo S1 nl io1

mucha pena por ella, por su marido que habia knlllll 1111

accidente malisimo hacia un ano, que casi se do cayo de un andamio donde trabajaba en 1111 11111 \ o edificio en el Vedado y la indernnizacion se ll' h 1h 111 1 'I minado. Perdio una pierna por encima de Ia IIHI!IJ:, In que le dieron fue realmente una miseria. M1·1l •dl• • Ia segunda de mis nueve hermanas, trabajaba po1 lu . 1111 ches cuidando a una vieja enferma en una l'.1s.1 d • 11 u>s en el Nuevo Vedado.

Aquella tarde hablamos mueho, meci6ndtullt .,, lt>s si-llones del balcon, mirando Ia gente andar p111 pcro no me senti tan derrotada como cuando ll cgul' d1 It ,unpo y banada en lagrimas me le abrace contandoll'l'll dl·tallcs cl destrozo de mi hogar. Esta vezhablaba de pl:ull'., p.llill'llillldo cobrara mi primer sueldo. '

Sonando despierta prepare mi male I ira d1• 1 o111<\n, nun-que no tenia muchas cosas en definiti va. M1'1l'cdes se rue para el trabajo a eso de las ci.nco y le p1t'll:lre Ia comida a Conrado, su marido, una persona muy sunpatica y carifi.osa, una de esas gentes que siempre and an una sonrisa a flor de labios y una broma para cualquicr cosa.

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-Seguro que ese cabron blanco del tio de Ofelia te echo UllOJO.

Fue su respuesta cuando le conte la buena nueva, pues estaba durrniendo su siesta en el segundo cuarto cuando yo habia llegado.

- jAy, Conra ... Ustcd siempre con esas cosas .... Mire que yo no estoy pa' cso!

Y se echo a rcir, mostrando sus cuatro dientes de oro entre el res to de su dentadura medio amarillenta, me imagi-no que porIa manera en que se fuma los tabacos pasando-los constantemente de un lado al otro de la boca, saboreando toda aquella cosa cannel ita como si estuvieramascando con gusto un pcdazo de soga. Cada vez que soltaba su ronca carcajada, por cualquicr cosa, sicmpre me intrigaba como aquellos cuatro dientes de oro, dos arriba y los otros abajo, habian llegado hasta alii. Le habran costado una fortuna.

A las ocho de la noche me dispuse a salir y fui para la parada de la ruta 20 en la calle Neptuno, cerca de la mue-bleria de Primos y Hermanos. Esta vez si que no tenia excu-sa para ahorrarme los ocho centavos del pasaje. Muy contenta le pague al conductor sin intentar escabullirme. La mente se me fue lejos otra vez y antes de darme cuenta en lo que estaba pensando pedi la proxima parada.

Antes de las nueve ya estaba en la casa de J y 9 que iba a ser mi primer techo seguro durante los proximos anos. Esa noche dormi de un tiron, en colchon bueno, con muelles de verdad. Al dia siguiente me desperte mas temprano que de costumbre y me dispuse a poner la mesa y preparar un buen desayuno con lo que habia en la despensa. Recogi los dos litros que habia dejado ellechero, prepare tostadas y saque el paquete de cornflakes, pero estaba preocupada porquc no encontraba como colar cafe -hasta que llego el tio de Ia senora Ofelia.

Los «buenos dias» fueron pocos y timidos aquella prime-ra manana. El varoncito y la nifia del matrimonio de Ia sdio-ra Ofelia y el senor Alberto solo dijeron «hola». Segununcnte la senora Ofelia les habia advertido que no me hicicran prc-guntas ni comentarios, como asi pude comproba1 llll'SCS despues cuando los nifios entraron en confianza y l'l pt·c I Ill' no Tico - le decian asi por lode Albertico- collll'll /11 a llamarme Tata. Pero aquel primer dia nose podia t'"P'' '•" mas que aquel simple «hola», en respuesta a mis dias».

Los ninos se fueron para el colegio en la maqutllll cll.l l padre. Tico estaba en el cuarto grado con los Salt'"'·"" ' y Cuqui en sexto con las Dominicas Francesas. Uno 1 n11 j,,., curas y laotraconlasmonjas. Julian, el tio soltcrb11. "· ''"' ch• su cuarto otra vez echandome una miradita c6mpl H 1 • , c11au, recordandorne el apuro del que me habia sacadn mente en silencio, recogi el servicio del desayuno , 11 l p< u..!n rato reapareciola senora Ofelia en la cocina, totalnll'll h ta .111., formada. Traia puesto un sencillo vestido de guutr,r a w .. tdo y su semblante era mucho mejor que duranll' l'l 'h . .,,,yuno. Pareciaahoramucho masjoven. Poraqucllos tatl''•l'" la se-ii.oraOfeliahabia perdido asumadre, aquicn qlltMltnucho, me imagine que como todos los hijos. -U sted se ve una persona de confianza, M i 11 t a. -jGracias, senora! -Mire usted, yo nose hacer nada. Mi madre 111111 i(l haec

nueve meses. Estaba muy viejita ya. Hagasc em dt• que csta es su casa. Nose cocinar, nose limpiar, no sc haccr nada util en esta casa y qui en no sa be haccr nuda no pucde mandar. ·

La senora Ofelia fue a servirse un poquito de cafe, pero lc dije que no quedaba y le prepare uno con la cafetera italiana que me costo Dios y ayuda en tender c6mo funcio-

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11; 1ba y sino hubiera sido por su tio Julian, aquella prim era manana no hubieran tornado cafe. La sefiora Ofelia se ech6 a reir cuando le explique que habia pensado que el azticar se le echaba al agua rnezclado con el cafe.

- Por lo rnenos aprendiste a hacerlo, porque yo cada dia entiendo rnenos de estos trastos.

Le servi cafe y guarde el resto en un porn ito de cornpota que lave.

-Como habra podido notar sornos cinco de familia. Mi tio Julian, que siernpre ha sido rnuy bueno con nosotros y se pasa seis meses aqui y el resto en Manzanillo, donde tenernos una tinea que nos dej6 mi abuela. Alicia, lade la foto grande en la pared, es la hija de Alberto con su primer matrimonio, ella vive con su madre, pero pasa bastante tiernpo con noso-tros. Ya la conoceras. Es muy mona. Y eso es todo.

No, no era todo. Cuando se dispuso a salir de la casa me encarg6 que le atendiera el telefono y me lirnitara a to mar los recados, sin dar sefias de ella.

-Regreso despues de las dos. Fue toda la despedida. A lo prirnero que me enfrente

aquella rnafiana fue a una serie de equipos electricos que sola mente habia visto en revistas y cosas asi. En el transcur-S<) de los dias y hablando con las otras sirvientas de la cua-drn me pude poner al dia. Con tan buena suerte, que L'nscguida me hice amiga de una sirvienta muy respetada y L'ducada que le decian Maite, porque su verdadero nombre l'S Maria Teresa. Era mas prieta que el tizne. Desde nifia la l.ttll iIi a de los Tarabella la habia adoptado, pues su madre, •1111 l1ahia muerto por aquel entonces, trabaj6 durante rnu-l lin 111 111 po en casa de los padres de Anselmo Tarabella,

II· d, l,t < 'unrta Estaci6n de Policia. tnt d1 ,1 ntaiiana, Maite se daba un saltico a rni casa y

' "' ''P ' t l.ulllllt'll de confianza de la familia Menendez donde

yo trabajaba, la sefiora Ofelia estaba muy contenta de que hubiera establecido relaciones con Maite que gozaba de gran prestigio entre todas las criadas de esa parte de Ia batt iada delVedado.

- Mira, esta batidora que se llama Guestinjtlus l'" <k las ultimas. Para echarla a andar lo linico que til:lll''i qul' hacer es mover este bot6n hacia Ia derecha, siemptl' bus· cando la velocidad que te convenga ... d1· In 'I Ill' vayas a triturar o licuar ... Asi.

Luego me hizo demostraciones con un batidor de' ' ' ti ll IS de todo tipo, con un exprirnidor de citricos y por t'tlltltll• 1 '" 1 un sarten electrico. Aquellos primeros dias fucron d,· 1111 In tal aprendizaje en casade los Menendez, y Maitr 1111p111lo ser mejor ayuda.

Poco a poco empece a entablar amistad con all' llllll . dl' las otras sirvientas de los alrededores. A men11dn put l.ts noches y despues de haber terminado nuestros q 1 11· 11.11 ,.,1 ..... nos reuniamoscuatro o cinco denosotras en algull'l''''' ''' dl' los edificios de por ahi y hablabamos de nucslt il'•' ''""" L'l1 el trabajo, de nuestras vidas, incluyendo, cl:llll t''•l.l, llll l!S-tros amores dulces y amargos.

Aquellanoche, Edelia, una santiaguerajahatl.ttnuy sim-patica, me present6 al resto de las otras mm·ll;H h.t., que ya formaban un grupito bastante compenetrad< 1

-z,Asi que tU trabajas en casa de los ML'IIvlldl'/'! Fue el saludo de una de las muchachas. , - Pues mira, ten cuidado que esa no paga. tnuy

na, pero no le gusta pagar a sus criadas. Otra de las rnuchachas, Maritza, que despu6s me conta-

ria que habia tenido muchisimos problemas cuando le tra-baj6 ala sefiora Ofelia, concluy6la presentaci6n:

* Westinghouse.

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Por eso a ella se levan las criadas. No le gusta pagar. Ahora era mi turno y tenia que hacerlo de la mejor mane-

ra. Me sente despacio, cuidando los pliegues de mi saya de muselina azul. Le pedi un cigarro a Edelia; creo que fue la primera vez que me iba a fumar un cigarro completo. Lo prendi y aspire la primera bocanada de humo pensando que todos los cigarrillos americanos eran suaves, como los Kool, pero aquel camellito, como le decia Edelia a los Camel, era mucho mas fuerte de los que entonces me fumaba de Pas-cuas a San Juan.

- iQue va, m'hijita! Ella no le habra pagado a otras, pero ami si. Yo vine del interior a trabajar porque tengo dos hijos a los que tengo que mantener.

No habian pasado tres dias desde aquella conversaci6n cuando una media maiiana la sefiora Ofelia viene ala cocina a buscar una tacita de cafe como acostumbraba. Se lo ca-lente y enseguida se lo servi. Estaba al punto de ira la bode-ga, pero tuve tiempo para una breve conversaci6n. La senora estaba muy contenta con mi trabajo y segUn. me dijo, aun-que no tenia referencias mias, le gustaba la forma en que disponia de las cosas.

- iQue casualidad, senora, hablando usted de referen-rias yen estos dias no me las han dado muy buenas de usted!

Yo sabia que cuando le dijera asi la iba a tomar por sor-presa. Estaba segura de que nose lo esperaba. Se habia 1 Jtlcdado pavida, como un pedazo de hielo, temiendo lo peor, llll' imagino.

i< 'omo es eso? I 111 lolmico que atin6 a decir, dejando su tacita de por-

' ll.111 1 1u-prnjusto debajo de Ia pila de agua del fregadero. l qtllllltt lllaquc quedabasanadeunjueguitodeseis, rega-1" • t. I" No lc di tiempo a reponerse.

"'

-Si, porque varias «criaditas» de por aqui, como uste-des nos Haman, me han dicho que a usted no le gust a pagar a sus criadas. Yo les conteste que a otra persona ustl·d lc habra cogido el dinero, pero que ami no, porque yo VI Ill' a trabajar a La Habana para mantener a mis hijos.

Esta vez le di oportunidad para que recuperara t• l aplo-mo. Por supuesto, no le dije las otras cosas que llll' h.tl ll,t ll contado de ella, pues lo que ami me interesaba l'llll'ltl td,u I era mi trabajo.

Hice ademan de servirle mas cafe, pero estaba rastl11t.tl mente distraida. Encendi6 otro cigarrillo. El cal l'· tndr" 1.1 estaba calientico. La vasija de peltre donde a<.:oslllrtdu ,th. t recalentar el cafe en banomaria mantenia buena h ntpt tit· tura porlargorato. Nohabiamaiianaen que Ia Sl'l)nt .t c lkl1o1, cuando estaba en casa, no se bebiera un par ,11- ""' n.t"l tazas de cafe. Fregue la tacita negra, la lnn '""' Ito cuidado, tratando hastade sacarle brillo, y lc l'rlw 1111 dn l1 to nada mas. Por fin me dijo:

- iAy, Martucha! iEso que le han dicho es 1111.11 . tl111t 11 t ia, porque alaunicaaquienyonolepagueful'ittll l.tt. tl Elay eso porque se fue para el campo sin avisarnl•' '

- iQue qued6 mal con usted? - iSi, ybien! - Bueno, senora, yo no le veo motivos P·'' ·' ' I It'· porquc

a veces ustedes no nos necesitan mas y siu d.n ltllll'lws t•x plicaciones nos despiden sin preguntar si Ia l't ll lt lll,, tIt· tll ll'S tros hijos ode nosotras mismas dependc de lw. I"'"'"" lflll' nos ganamos sirviendoles a ustedes. Basta w n dn unos:

«Mire, Fulana, nola necesito mas», y y.t ""'l'<il's lo re-suelven todo.

Segui trajinando en la cocina, que til' llltls csta decir, res-plandecia como ami me gusta. Vol vi a fregar la tacita de porcelana negra y esta vez la pusc en d escurridor de go rna

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' ''sada. Me detuve aver su nueva reacci6n, sin atosigarla. Su respuesta empez6 con una sonrisa medio c6mplice, tal vcz con cierta ironia. Aspir6 profunda el Chester y echo una fuerte bocanada, como hacen las mujeres de mundo en las peliculas argentinas, y comenz6 a hablar mucho mas suave estavez.

- U sted sabe ... U sted me gusta mucho ... Me gusta mu-cho su forma de ser porque es muy franca. Creo que vamos a entendernos bien.

- Asi espero que sea, senora. Tuve tanta suerte, que en vez de pagarme como era cos-

tumbre a finales de mes, me pagaba por adelantado y a veces con alguna regalia.

La senora Ofelia vivia, se puede decir, del menudeo. Siem-pre comprando un poquito de esto y un poquito de esto otro. En esa casa se vi via al diario para la comida. Ah, pero lo que era la casa y la ropa, queria que fuera Jo mejor. Siem-pre me decia:

- z,Martucha, que le qued6 de ayer? Y yo le respondia que con la media libra de manteca de

ayer se hizo el almuerzo y la comida de ayer. -z, Y media libra de manteca ya se acab6? Me pregunt6 espantada. Le explique los platos que se

habian hecho y que ella sabia bien que no era suficiente media I i bra de manteca para lo que habia que freir en aquella casa. Pcro no estaba segura si ella lo sabia realmente. Cuando iba ,, Ia bodega, me mandaba a comprar veinticinco centavos dl' p11n6n del bueno y me decia, a Ia vez que me tomaba

H'mcnte del brazo, como para estar segura de que esta-' '" "' .1cucrdo con ella:

Vn tttos a arreglarnos el dia con eso. Usted me hace 1 II HI'Il' t icas con mi' de esas que usted sabe hacer, un

IX

arrocito amarillo, alguna viandita y con eso basta, pues hay que ahorrar. Como usted ya sabe, ahora vienen las vacacio-nes y despues los quince de Alicita y usted sabc c6mo cs eso.

La senora Ofelia compraba en Fin de Siglo, La Moda y hasta en El Encanto, la tienda mas cara de Cuba. contaba Maite, lo hacia para compararse con las ot ras p.1, Ill-

des senoronas como las Carta, las Calataleiro, las 'I 1 lltl'S

Pena, o inclusive hasta con la propia senora Taralw 1111 , 1 on qui en mantenia una oculta carrera de apariencias.

En ocasiones, cuando regresaba de una de sus 1:1 senora Ofelia llegaba euf6rica contandome los d til' 1,.,, t l'S platos que habia probado y me los detallaba al <kdtll<, \ ' 1111

la misma me pedia que sino seria posible que II'" l111 tl'l n alglindia.

- Bueno, senora, yo con muchisirno gusto, (WI,,, .. ,,, II Ill' ustedme pide lleva una libra de picadillo de prillll'l,t, llll'IIHI libra de j am6n espanol, aceitunas, alcaparras, arl' t h' d1· o 11-vay ...

Me interrumpe: - Yo creo que una libra de picadillo y mcd Ill d1• 1" 111611 es

demasiado.z,Usted no cree que con un cuartil'o 1k (l ll':tdillo y dos o tres lasquitas de jamonada se pucda ""' 1'1 ... noes verdad, Martucha?

Asi era siempre. Cuando iba ala bodega d1· l'aquito cl Curro a comprar mis mandaditos, el viejo, ljlll' no cstaba viejo en realidad, sino que era un medioticmpo 11 11 1y za lamc-ro que se conservaba bastante bien, me ll:tll t:tha por t:l upc-llido de la familia, como a todas noso tras, y me decia repartiendo zetas y jotas a diestra y

- Digale, Menendez, digale a su senora que no fume tanto Chesterfield y que me pague la cucnta pues voy a tener que suspenderle el fiao.

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l Y usted, que le dijo? Me respondi6la sefiora Ofelia cuando regrese sin los

mandados y sin el carton de cigarrillos. - Yo le dije que usted no me habia dado ni un centavo,

que estaba esperando a que llegara el dinero de Manzanillo. Lo que pasaba en realidad era que la sefiora Ofelia jugaba

mucho ala canasta con el dinero que el marido le daba men-sualmente. Y entre eljuego y las compras en las mejores tien-das de La Habana, se gastaba mas de lo que tenia. Los herederos de la finca eran ella y su tio Julian, pero otro her-mane que nunca llegue a conocer, o medic hermano por par-te de padre, le giraba mensualmente alglin dinero cuando el sefior Julian estaba en casa, pero tambien se lo gastaba.

El dia esperado lleg6 aquella mafiana, cuando la sefiora necesitaba algunas cositas para una comida especial que queria hacer para unos invitados. Le conte a la sefiora lo que ocurri6 y se puso roja como un tomate maduro.

Resulta ser que Paquito el Curro me llam6 aparte a una csquina del mostrador y me di6 este recado:

- Oiga, guapa, digale a su sefiora que ya hoy no le pue-do fiar mas, que yo se que todos los sabados ella se va para su club a gastarsela en grande y que no acaba de pagarme y que de seguir asi, la cuenta no tiene pa' cuando acaba. i Andele, pues, morena, y digaselo de parte mia!

I -11 sefiora Ofelia habia salido aquella mafiana. Cuando rl·grcs6, me salud6 como siempre antes de meterse en la ducha y me pregunt6 que habia de almuerzo y si estaba (ll l'p a ran do I a cena.

I ,n que hice para el almuerzo fue una variante de lode II II I\ Ill' , Senora, perO para por la tarde nO Se que hacer.

l tL1111 Io sali6 del bafio le conte todito, con lujo de deta-Il 1, l1'' l' ''' llle cncarg6 decirle Paquito el Curro, queadecir \ cHI.II I IIIl l'l :t galle go como otras sirvientas lo llamaban,

Ill

sino que era gitano, de Andalucia, porque el mismo me lo habia dicho con mucho orgullo. Lo que pasa es que muchas personas le dicen cari:fiosamente gallego a todos los cspa-:fioles, aunque no hayan nacido en Galicia. Pero bucno, cl recado de Paquito el Curro fue que el no podia dcspad t:tr-me mas hasta que ella no le liquidara la cuenta Nose si en esos dias la sefiora Ofelia habia ganado il lgo jugando, porque para sorpresa mia me dio cinco JW"' 's y me mand6 al EKLO* , de 17 y K a comprar lo que lll'l taba para la com ida. El Minimax se habia puesto dl· 1111111. t entre Ia gente de dinero de La Habana en eso de i1 ull,u 1'1 los mandados al estilo americana. Aquello de «m i 11111 111 1> precios, «maxima» calidad, habiapegadomuy 11111' las duefias de casa y sus sirvientas.

La se:fiora Ofelia debia a muchas personas, a < ' 111 11 , lu lavandera, a Felito, el de la camiceria, que tenia 1111 111 lin tremendo con la se:fiora. Despues que no lcs I"'H"''' 1' empe:fiaba cogiendo todos los meses cincuenta v M ·• 111.1 pesos de mandados en la bodega de Paquito cl < '1111 11 'I Ill' siempre estaba diciendo que como sus qucsos ant 111 1 h 1s, susjamonadas y los aceites no habia nada igual 1 ttttolos comparaba con los de los supermercados csos I' 111 1111 l'nt tanto asi como asi, porque aunque no eran dl·lalttt """ llli ll · ca, los del Minimax eran tambien de Espmla v 111111 hn 111:'t.., baratos. Pero en fm, no erami dinero. De cuilll(llll 1 111111 lo, paranosotras las criadas eramuy elegantc .II t\ I 11 11111.1 '11 agarraba mi carrito yme paseaba por los p.htlln· 1 111 11 despensas llenas de todo y me sentia muy ottll' IILt ... ollrc todo cada vez que iba en el autom6vil co1tl'i eah. tl lltO Al-berto para hacer la factura del mes, o a VL'L'es sol.t , l wno en esta ocasi6n. Una podia seleccionar los prodtu 111:-. que que-

* Nombre de un Supennercado

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11.1 , comparar los precios y hasta entretenerse un poco 1 lusmeando con las arnigas de oficio. Sin embargo, algunas I :1m i lias no se confiaban todavia mucho de esos supermer-cados y preferian seguir comprando en las bodegas, sobre todo aquellas que tenian muchos viveres espafioles.

Pues como iba diciendo, Ia senora Ofelia cogia mucho fiao, cosa que no podia hacer en el Minimax. Por ejemplo, en El Encanto compraba perfumes franceses carisimos y muchisimas prendas de vestirpara los hijos. Hacia todo lo posible, y lo imposible tambien, para que los suyos estuvie-ran ala altura de los hijos de sus otras amigas que iban al Comodoro, al Yacht Club, al Hip6dromo y esos lugares de los blancos. Compraba a plazos como una trastomada. Un dia se compr6 un precioso brazalete en combinaci6n con un par de aretes, que seglin me dijo eran casi de diamantes y que le habian costado doscientos pesos en Kraimentz y Shultz, una joyeria de fma calidad de verdad que estaba en Ia Calle Aguila. Cuando venia Elias, el cobrador, se le es-condia, o sino me dejaba el mismo recadito:

- Martucha, si viene, digale a ese Elias que el dinero todavia no nos ha llegado de Manzanillo.

- Digale usted a su senora que yo se muy bien que ella csta ahi, que salga y que me pague, de lo contrario el duefio va a tener que resolver este asunto, porque yo ya estoy muy cansado de venir dos veces por semana y nunca esta a la hora en que una senora de verdad debe estar en su casa. Y digale tambien que sino puede pagar que nose someta a cogcr esas cuentas.

Yo no sabia d6nde iba a poner la cara de la vergiienza, I" 111 h lo mejor posible por convencerlo de lo que era I,,, .tutll• dificil deconvencerle, peroal findecidi6 irse, echan-d" I" "' il ''l pm su boca.

I'

Entre las tantas veces que venian los distintos cobra do res y que ella no les pagaba estaba este Elias, un medioticmpo pasado que un buen dia averigu6 d6nde estaba la ticndeci ta del marido y fue a cobrarle alia. El caballero Alberto l'l'il de lo mas correcto, amable, pero de pocas risas. Como I am-bien pasaba con muchas otras cosas, el caballero Allwt to no estaba al corriente de estos lios de Ia senora, y, pt 11 tl · puesto, yo seria Ia Ultima y Ia menos indicada para pt llll'l It 1 al corriente de todo. En ese sentido, yo era peor qul' 1111.1 tumba. Siempre me acordaba del consejo de mi ahul' l.t dl• que «en boca cerrada no entran moscas». El cabalkr '• \I berto se iba temprano para Ia tienda de canastilla dl· l.r < .t il l· Muralla y regresaba casi siempre despues de las sictt· v r1u·, I 1:1 de la noche. Cuando venian los cobradores, por suptw lot· I nunca estaba en casa. Pero aquel dia Elias se lc apa11'1 111

Ia tiendecita. -(,Es usted el senor Alberto Menendez? -El mismo. Digame que se le ofrece. - Mire, me da mucha pena, pero ... Yo venin " h.thlar

con us ted de un asunto personal. -(,Conmigo ... , de que se trata?Venga, pasl' it l.1oi1C1na. - Se trata de su esposa .. .Y quiero decirlc null" Indo que

estoy muy apenado, pero me he visto en est a IH'll'Sidacl. Ustedque es un hombre de negocios lo sabe 1111'1"1 que yo. Su esposa, Ia senora Ofelia Menendez, compr ol'll 1111cstra joyeria algunas prendas. El monto total cfel r rl•tlll!l l'Oil los recargos asciende a mas de quinientos pesos l'lll l l' l :1 traso que tiene. Cada vez que voy a cobrarle Ia llll' tl :-.tt:tltdad me pone un plazo diferente o me manda a dcr 11 ron Ia criada que no ha llegado el dinero de Manzanillo, o que ha ido al banco, en fin, que siempre me pone un prctcxto, y ya han pasado seis meses desde la primera compra y no ha dado mas que los cincuenta pesos de entrada y el credito fue a ·

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I" tgar en seis plazos, precisamente porque los intereses son hajos y las joyas estaban rebajadas.

El caballero Alberto escucho al cobrador Elias con su acostumbrada amabilidad, cortesia y mucha calma, sobre todo calma, pues era un hombre de refinada y natural pa-ciencia. Por su parte Elias, que no esperaba tal conducta, se quedo estupefacto luego de su breve discurso que al pare-cer habia estudiado una y otra vez.

Al comprobar la serenidad del caballero Alberto, se puso profesionalmente a su altura y listo de nuevo a enfrentar la reaccion de su interlocutor.

- Asi que usted viene a cobrarme a mi, que soy sues-poso. Cuando ustedes le vendieron a ella no me consulta-ronami.

Elias no sabia que mas decir. Fue como si le hubieran echado un cubo de hielo pi cadi to por la espalda. No espe-raba tal reaccion. Sin saber como darse a explicar mejor, siguio diciendo que como el era su esposo y ella le habia puesto tantos plazos para no pagarle al final...

-Yo quisiera ... le pi do por favor, senor Menendez, que usted ... Mire, senor, yo voy a perder mi empleo con esto ...

Ahi mismo el caballero Alberto lo interrumpio sin exaltar-se, pero un poco mas energico:

- Conmigo usted no tiene nada de que hablar al res-pecto, porque ya le dije que cuando ustedes le vendieron esas cosas a Ofelia, nadie conto con mi firma o autoriza-cion verbal, pues no me la pidieron. Vayan, pues, donde la sefiora Ofelia, y en la forma que sea procuren que les pague.

Ese mismo dia, Elias volvio sobre sus pasos y pudo sor-prender en casa a la sefiora Ofelia, jus to en el momento casi de abrir la puerta de la casa, y le conto la conversacion que sostuvo con su marido.

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- jAy, Elias, ustedmevaadesgraciar! GComoes que se le ocurrio hacer eso? Usted debio haber contado conmigo prunero.

La senora Ofelia era toda lamar de lagrimas. A pesar <k que sabia llorar muy bien, en esta ocasion me dio llllll' h a pena y senti hasta lastima por ella. Elias la compadccib lilt II bien un poco, un poquito nada mas.

- Pero, sefiora Menendez, comprendame us ted. Yil 11o tengo forma para que usted me pague. Y no soy yo. st•t)c 11.1 , ami me mandan de la tienda a cobrarle y ya qm• pretexto ponerle al contador, que encima de todo cs 111111 cIt· los duenos. La comision que yo me gano con d n ,, 11 c 1 .1 domicilio no me alcanza ni para un par de zapatos dl'l c ' Ill c ·s. jmire con los que ando!

Aquello no paso de nuevas promesas por pill h' c h · l.t senora Ofelia de liquidarle las cuentas durante I< >s 1111 , '''"'" dias, y con un vaso de agua bien fria, un cafe caht'lll 11 ,, 1111 estrechon de manos sellaron una tregua. Elias st• tl'ttll, dl' 1.1 casa pensando, seguramente, que tal vez se hahillc• cnlulo y que aquella decision de inmiscuir al marido r11c·l " " 111110 ibaacostaruncliente a sus patrones yquizas hn o,l,ttlllll Sl!ria amonestacion por parte de los gerentes de Ia lllltl.l qtt l! 61 representaba.

Sin embargo, la mejorparte de toda esta hi slo1111 lllt'l'Uan-do el caballero Alberto regreso aquella tarde, lllii" ll'lltpnt-no que de costumbre. Despues de reprocharll· lu llll'lt'llt til! Elias, nose bien si por el hecho de ira la ticr\dao por 1 cgrc-sar ala casa, y al punto de echarse a llorar lllll'Vlllltcnl c, Ia sefiora Ofelia escucho el responso de su IH!lltdo:

- Note pongas con tus lios otra vez, Ofcl in, porque ru por estar detras de toda esa gente de los clubcs, de los partis, que en definitiva tienen mucho mas que t(r ... tc vas a desgra-ciar un dia y lo peor de todo es que me vas a desgraciar a mi.

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El caballero Alberto estaba a punto de estallar, nunca lo habia visto encolerizado. Por costumbre y luego de regresar de Ia tienda se tiraba un rato en el divan y esperaba a que le Jlevara una cop ita de Tres Toneles, su conac preferido, y a veces un buchito de cafe bien calientico. Pero en esta oca-si6n no pense en eso. La senora Ofelia le habia dado su palabra a Elias de que en su le dinero de Manzarilllo le pagana y as1 rrusrmtlco se lo rep1t1o a su marido, qui en cansado de escuchar justificaciones se fue para su cuarto y se pas6 casi una hora en la ducha.

En realidad yo le tome mucho afecto y respeto al caballe-ro Alberto y hasta le tenia compasi6n, al ver como el era un hombre tan bueno, y sabiendo las cosas que le hacia la se-nora Ofelia, que nunca lo atendia y se Ia pasaban como si fueran un par de desconocidos el uno para el otro.

MERY LA ISLENITA

En aquel edificio de cuatro grandes casas-apar tanH 111os estaba colocada una criadita que habia venido d1· II Ill Y jovencita con su madre desde Tenerife, en Isla·, I .tn:l-rias. Le decian Mery. Quince anos tenia la 11111 •htll l1111 r, Serafina, la madre, era muy sumisa y las dos 1ho111 en la casa del dueno de La Botija, una tienda11111 Y 111 11111 sa de plateria y cubiertos de lujo. Ese tipo dt• 1 rr t11l.1s echaban a perder el poco trabajo que hahin ;1q1rr I· r .111

unas desconsideradas, trabajaban por cualqu11·r dllll' IO, casi por nada.

Una mafianame encontre con Serafina cnl.l l'.,l .111'1 a de Ia planta baja y no recuerdo a santo de qu(· 1111 1 r.lllllls una conversaci6n, creo que era sobre el trabajo, qut'l'lltk•liniti-va era de lo (mico que se podia hablar. De hllr ll.l '>" p1 imc-ras, aside ram-pan me dice:

- Yo le dije aMery que tU eras muy blii.'Jl il, '"''Y !unpin, pero que eras una negra muy zoquete.

jJa! Escuchen eso ... en mi propia cant. - jAil, carajo ... asi que zoquete quicrl' <kTir que yo no

le aguante ninguna zoqueteria a gente co111o us ted. Haciendose la ofendida y jugando a las scfioronas, me

dice la islefia: - jRepita sus palabras!

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i Y se lo rep ito bien clarito! Lo que quiero decir, para si no entendi6 bien, es que usted es mucho mas zoqueta que yo, side eso se trata!

Despues de eso empez6 a regar por toda Ia cuadra y entre las demas criadas que yo era una atrevida y que su hija Mery le habia dicho que yo dije que ella, su propia madre, era una criada sumisa porque hasta los domingos en que los bueyes descansan, Serafina trabajaba, cosa que era cierta, pero toda aquella algarabia fue inutil y rebot6 en su contra porque todas nosotras teniamos, mal que bien, cierto descansito ala semana y sabiamos que era verdad, ademas de que la reputaci6n de que gozaban las islefias no era nada envidiable por esa actitud bastante extendida. Yo por mi parte no me escondia para decirlo. En el fondo le tenia mu-cho afecto y Jasti rna aMery porque su propia madre Ia tenia como a una Cenicienta y a veces hasta yo dudaba de que en .realidad fuera su madre.

Mery trabajaba dos pisos por encima del mio y la madre en otro apartamento mas arriba, perteneciente ala misma familia. Como todos los balcones traseros daban al mismo Iugar, a veces nos saludabamos durante el trajin.

- jMi negrita, que estas haciendo? Me gritaba desde arriba. -Ya termine, mi cielo. Voy a bafiarme y vestirme que

hoy me toea descansar. Mery, desde el baleen superior, me respondia con since-

re desconsuelo: - jMirame ami, tirando agua todavia! Un dianos encontramos en la calle y le dije: - Tu sabes, Mery, tU me caes tan bien que yo te voy a

ayudar para que te quites ese trabajo de los domingos. i,C6mo tU vas a hacer eso, negrita? Tu vas aver.

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Y nos pusimos de acuerdo. Fue al domingo siguicnte. Tempranito tendi mi ropita y me fui para mi baiio. Casi se me habia olvidado y hasta pense que la pobrc Jskni-ta se habia acobardado, cuando siento caer m:'t" upua que lade costumbre. Cuando salgo, me hago Ia alololl · drada y Mery me empieza a pedir disculpas de qut.• 1111 h.thia visto mi ropa ... pero no le di tiempo a seguir:

--Oyeme ru, islefiita, mira lo que me has hecho - jAy, mi negrita, perd6name ... ! - Mi negrita nada, no me digas mas negrita quL' , 11 ll 11 •11

nombre y apellidos, y hoy menos que estoy endiahlad.1 1\ tu , lo que me has hecho. Me has empapado toda Ia 111p 1 qu • lcniaaqui yeso ha sucedido porsertu tan sumi:-..llllltHtlu madre que han venido de esa dichosa isla dl·, .111 11111 11 l'Slartrabajando los domingos aqui en La Hah.1111 1 11

nwte y mira a veren cual edificio de por aqui 111 \ { 111 1111111 .1gua los domingos! En este pais el domingo cs JMI t d 111 .ar, irse a pasear y fiestar por ahi, no para esl;u h,!ld 111do

1 11 ninguna parte. En ese momento, y dentro de mi artistajl·, It• d1 lliiHl

I'·' ra que me respondiera: Es que rni senora me manda limpiar ho\ 1 1111 h11.: 11 .

Yo no me habia dado cuenta de hasta qm· p1111111 los islc-1\o-, hablaban igualitico que los cubanos. 'ocL·cita 'llll'jumbrosa partia el alma, mucho mas pol ljlll f\ kr y l'nt ltl,utquita como la leche y fufiiita a mas 110 pc;Hh 1 I 1 a Inn II Hill ita que parecia un macarr6n con una rn.rl.r dt hill ks ttd11os que le caian desordenados hasta los horuhros cu-l"''ndole casi porcompleto su rostro afilado y lnu:sudo. Su

•I sonaba chillona pero clarita, como par a que todos los ' 111os del edificio se asomaran a vcr I o q uc habia ocurri-

1, 1 II a brian pensado que alguien sc cay6. Entonces volvi a l1 ,uga:

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- Esa sefiora tuya lo que es una desconsiderada, porque rni sefiora no me manda trabajar los domingos. Mira, ellos estan hoy para la playa y yo me voy al mediodia para la calle tambien.

Entonces en ese mom en to sale al balc6n la sefiora de la casa a qui en se la veia de vez en cuando. Todavia estaba en su bata de casa y con los rolos puestos. Ni espere a que pre gun tara lo que pasaba.

- Mire, sefiora, por ser usted como es, mire lo que su Mery me ha hecho. Me moj6la ropa de los muchachos, la ropa interior de la sefiora Ofelia y hasta la que yo me iba a poner hoy para salir. Se lo advierto, desde hoy en adelante y mientras yo trabaje aqui, se acab6 eso de estar baldeando en el edificio los domingos.

Antes de que las dos se alejaran del balc6n yo entre ami cuarto haciendome la que estaba encendida de rabia y las deje con la palabra en la boca, sobre todo ala sefiorona de Mery.

Como a la hora y fingiendo como que queria hacer las paces, siento a Mery que me llama por el cajon de aire detras de la habitaci6n destinada a la servidumbre. Me aso-mo y me hace sefias de que todo estaba saliendo a pedir de boca y que despues me explicaria, y para consumo del que quisiera escuchar, me dice:

- Oyeme, mi negrita, note enfades conmigo. Dime a qu(· hora te vas ...

Ml· comporte como un muchacho malcriado y le respon· di d1 mala forma, pero en j aranas.

Yo no se a que hora me voy .. . y no me hables mas quo te1• d congo subio.

1 111 Mery seguia. Ya te arreglaste las manos?

Ill • ,, tndavia, lc respondi a media lengua:

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- Si, desde ayer me arregle las manos. Ento?ces volvi al ataque como habiamos acordado. _-Tu no que cuando yo salgo de aqui no dioo «Ia

senora d · t • em! c?sa ... », ru que soy criada, porque no lll l' da Ia Alla tUque donde quiera que vas estas dl t'll' lldo, <.da senora yo trabajo es asi... o asao ... » Cu:uulo yo

de aqur y tengo que hablar de «mi sefiora>>, <ll po ccl:t muJer Ofeha ... » y se acab6.

- (,Negrita, tU haces eso? Aquello fuelo mejorque lesali6aMery. Era nll'tc 11 , 11 t11:

<le lo queyopense. Ellaescuchaba todas las now lao .. cit I"" Ia t.arde, porque habl6 como lo bacia Minin Buro11c·, 1111 ,1 .1111sta muy buena ella que trabajaba en La No\l·l.11h Ius I >os Y que ahora protagonizaba a una solterona 1111 ,, 1 1111•

de Ia alta sociedad habanera y po111o1 ""' \liZ Jlll'UISJma, que sonaba falsa por todas partes.

Claro que si, si yo soy una sefiora tamblt'll v <' Il l 11 1111 '"' 'nc dice «sefioraMarta».

f.'n realidadno era tanto asi. Porrespeto y lllll'llf r. l' 1 11 a 1111 1c.:spetaray I d ' - oc.1· · o e ecta«senora 1e '"' ".,1on. 1', 111 en fin, sucedi6 aquel incidente y al ot ro d '" I IIIII .., me

1HIIL'ntro con Mery en la calle y me cucn1.1 '"'I"'' habia 1· 1 .. 1do en la casa.

1\ . I 0 ' 1 negnta... ye, (,tU note enfadas s1 II' l· t lll'gnta,,no es verdad ... ? Bueno, pucs fllllllll flll l.'dcs l"1 I}' llltlr habl6la sefiora. Se la pasb I 1 hc11tllto 1 dici:_ndo horrores. Y la cogi6 c<)nt I· If. Ill ' q11e " dc Tta Vlste mc-

' •fill' Ia duena de la casa y noes mas qut· ull:tl'rwda.» Yo ·1111 fue lomas sencillo que pudc y le dije:

1 ' ' ' 'itnora: dejela, usted que le inll.:resa si ella trabaja 11ull1 y qwere como ella qui ere, jdejela usted!

11 fl" l 'S lo que ella diCe, que ustedcs tienen dinero y no

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tienen moral y que ella tiene moral y tiene que vestirse lo mejor posible, porque para eso trabaja.»

;Por la Santa Virgen, encendida de lirios, negrita, te lo juro que se fue de boca!: <qPero no me digas esa negra se atrevi6 a decir que nosotras tenemos dinero pero que carecemos de moral!» Despues trate de remendar la cosa pero me parece que fue pa' peor: «Yo nose, sefiora Ros;lia, lo que quiere decir todo eso, pero ella siempre e.sta repitiendo esas cosas ... que Ia mayo ria de Ia gente que viVe en este edificio hacen veinte cosas ... »

Mery no me cont6 mas porque en ese preciso momento alguien de Ia fam i I ia se bajaba de una maquina y la conversaci6n abruptamente para que no nos vteran ha-blando con tanta confianza y le fueran con el cuento a su sefiora Rosalia. Pero con aquel teatro bast6 porque fue como un remedio santo. Durante el tiempo que estuve alli no hubo mas baldeos los domingos.

Una vez mi hijo vino a La Habana. Fue la primera vez que hizo el viaje soli to. El padre se lo llevado. para Santa Clara donde iba ala Escuela Supenor. El hiJO le habia contado a su padre que se sentia muy mal y que queria seguir estudiando en vez de ponerse a trabajar. Vi-via en casa de la familia de su padre, con la abuela y las tias. Teresita, Ia nifia de apenas siete afios, estaba con mi herrnana mayor en el campo. Me puse muy contenta por los dias en que Ramoncito iba a estar conrnigo, pues un afio que no lo veia, aunque hablabamos por telefo de vez en cuando. El iba a quedarse en casa de Mirta, otra mis herrnanas que vi via en el reparto La Sierra, en el cipio de Marianao. Cuando lo lleve a Ia casa donde tra 111ha, fue al caballero Alberto a quien se lo present pt illll'IO

1\ llll ho gusto, sefior.

Le dijo mijovencito ala vez que le extendia Ia mano. lle.garon la sefiora Ofelia y Cuqui, la hija mayor del

matrrrnomo. -Tu ves, este chiquito, o como dicen ustedcs, «l'l lrqo

de la cocinera», si que promete. Ernpez6 a decir el caballero Alberto, casi en voz a It a < ·u, ur ·

do aquello, mi Ramoncito iba a curnplir catorcc a11c •s y cr.1 hastante tirnido en cornparaci6n con Ia mayo ria de , 11 r" 1 .. c ll' su edad. Le gustaba mucho mas leerse un libro que sa I 11 11 111 , u pclota o andar mataperreando por ahi, por las csq11111 1 1 l' vustaba montarpatines y correr en el campo deport I\ u p , " no era muy adelantado en el pepillerio. El cabalkro Alb 11u ··I)-'.Ui6 con sus cornentarios y desdeluego, todo (I lll'I10 recelo porparte de la nifia Cuqui, que era 111.11111111 11os

cl··la hahl1h 1 y{lllll poqu1to de mgles, pues el padre lo tenia en una 11 111 r p 1 '.I IIIII' pcrtenecia ala familia de Victor Morrell, su p.1d1u1c 1

I I (mico comentario de Ia senora Ofelia ful· : i Que gracioso y que bien educadito Jo t l('ru 1

I 1rvuelto en todaaquellacontemplaci6n y lcllllllllllltcl/(l llll'lo .cstabarni ahi parado, ro11 "" 1 llfl'tlsi-

1111 ·llllf'ISa, apenas dibUjada, SOSteniendok l1111111.11l.1.1 to-llr1 c 11antos se fijaban en el. Ahora le tocah.1 l'lt111 110 a Ia 11 n I( uqui:

"i1, sera muy educado y todo, pero est:'1 e11 1111.1 l.!Sl lll'la 1hlrc ·' y yo voy alasDominicas Francesas I 1 c "l'llcla estaba en laAvenida de los Pll'si,·ll'llll'" l'S

I 111 1 c h1ince, uno de los colegios para uin.1s 111:'1s c:rros de Ill "'""'1. Entonces fue rni turno.

·I pl'ro a hi tambien hay rnuy rna los\ Jl'IOS. 1 Jm• t (J quieres decir ... ?

I· I• ·lllllldi6lanifiaCuquirnuchoantt.:sdcquecualquiera ,, p uhl'S Yosabialoqueteniaqucdecirynoesperemas.

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-Eso mismo, porque yo me siento a veces en laAveni-da de los Presidentes y veo y escucbo muchas cosas que hacen las alurnnas de abi. Como se percatan de que soy nada mas que una nana, con su uniform ito blanco y azul, pues ni se cuidan de lo que bablan. No digo que las de tu edad, pero si he visto muchas cosas de otras ninas un poquitico mayores que tU. Peroni tanto, lo que nolo dije, pero la hija de una amiga rnia sirvienta, que trabajaba en la calle 17, me contaba barbaridades de su Amelita, Ia nifia de Ia casa que todavia no habia cumplido los catorce.

La senora Ofelia, al darse cuenta de lo que yo estaba diciendo, trato de anular la conversacion, pero fue el caba-llero Alberto quien retorno el tema tocado.

-Si, es verdad lo que dice Marta. Empezo a decir mirandome fijamente a los ojos, mientras

bacia una pausa y se acomodaba en el respaldo de uno de los grandes butacones. Y volvio a hablar:

-Esta gente se cree que porque uno es pobre no tiene derecbo a ser educado, y ellos, que sabra Dios por que motivos tienen un poco de alcumia, se creen exentos de todas las debilidades y vicios a los cuales todos los seres humanos estamos expuestos. Yo soy del barrio de Cayo II ueso ... y tU lo sabes muy bien, Ofelia, porque nunca te lo 1u.:gue y tu madre nunca te perdono que te casaras conrnigo. Yo me erie con Chano Pozo y Miguelito Valdes, dos artistas tamosos que surgieron en la barriada, pero pendencieros a 1n;'rs no poder. Uno era negro y el otro casi blanco y rnirame 11 1111 , hoy dia soy el caballero Alberto Menendez y a veces I•• qtw quisicra seguir siendo es el mismo que se fajaba a p tit "'""l'll cl ParqueTrillo.

11111 ""In hacia su propia hija le dice en tono de regafio: 1t 1111· "q1nta que este chiquillo que hoy esta en una

11 lltl'""'ll a, como tu dices, el dia de manana no

Ilegue a ser mas que tu, porque en el fondo crcs una brutal .. -jAlberto ... , como te atreves a bablarle asi a tu propia

hija y mucbo menos frente ala sirvienta! ese precise memento me di cuenta de que m 1 hi;,, y yo

sobrabamos en Ia sal eta y pedi permiso para ret ira 1111 '. . ,EI caballero Alberto era aside natural, impulsl\io t:un-

bten. Soltaba las cosas sin tapujos y frente a frcnt l', toclo eso se lo decia a su propia hija. La senora Olcl1a s.d1o :r defender a la muchachita, pero el to no de su vo:t Jto ._,Ill•• 111,1 falso que basta Ia misma Cuqui al darse cuenta Sl' l't lu, 11 1111 lado.

-;,Ay, Alberto, por que le dices esto a lllll'"llll "" 11'/ Est a bien ... , no se puede negar que el muchar Ito p lll'l't: inteligente y que realrnente es educado, pero ...

Pero, ;,que? No termino de decirlo, pienso q11r• p111 qrrl.l todavia no habiamos acabado de salir del salonrrtn p ,., > o se lo agregue, controlando mi rabia: . - . Si, senora Ofelia, no puede dejar de tll.'1' :11lu, c. II IllY rntehgente, pero es el hijo de Iacriada, como drjo,•l, 11h.tllt ro Alberto.

Aquello no paso de ahi, pero fue el COlllll'll /11 cJ, I t 1nal. Antes de regresar a Santa Clara Ia semana slpllll'lrl• 1 k·vl: de nuevo a Ramoncito a Ia colocaci6n para CJlll' .,, , J, .p1diera de Ia familia, despues de todo ellos habian s1do11 11 rv buenos conmigo. Pero no todos estaban en Ia casa I 1111 .111 1 t l' f'ue cl propio caballero Alberto quien lo dcsp1d1o dt·w:uldolc

exitos en sus estudios y basta lc rcpalo 1111 hlllt.:te de a cmco pesos.

AI otro dia, sabado porIa tarde, dcspu(·s que !!eve ami m.uchachito a Ia Terminal de 6mnibus y regrcsc un poco tnstona a Ia casa, el caballero Alberto y yo coincidimos en Ia cocina. Siempre me daba una vueltccita pues era bastante

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cazuelero y le gustaba decirme siempre una buena frase. El sabia que estaba afligida. Se sent6 en una de las banquetas de la amplia cocina a tomarse su tacita de cafe.

- Marta, pcro a Ia verdad que su hijo seve que esta bien formadito. Mire, mujer, yo soy de la calle, de la calle, pero nunca uno sa be lo que le espera en la vida. La vida da tantas vueltas y ticne lantos encontronazos.

Y tomando su buchite de cafe empez6 a hablarme de su vida como nuncn antes habia tenido oportunidad de hacer-lo, almenos conmigo, por lo cual siempre le estare agrade-cida, pucs me Ievant6 1os animos que estaban por los suelos.

- Mire, aqui no sc discrimina solamente por el color de Ia piel, Marta, porque en defini tiva este pais es mas negro de lo que realmente quisiera ser. Lo que pasa es que no nos da la gana de reconocerlo porque no nos conviene. Por ejemplo, al Casino Espafiol al que va el juez de ahi enfrente, el sefior Juez Carabela ese, no puedo ir yo, y mucho menos aspirar a ser rniembro como su familia.

Nos echamos a reir como nifios, pues el juez Tara bella era mas flaco que un giiin de cafia.

- Yo nada mas que soy el duefio de una tiendecita de canastilla que llevo mas de diez afios luchando por expan-dirme y no puedo. Donde va la esposa del gerente de mi banco no puede ir mi mujer, o bueno, siva es por lo atrevida que es. Lo que pasa con Ofelia es que con el cuento de Ia dichosa finquita esta cogiendo fiao a diestra y siniestra y sc empeor6 desde el mismo cabr6n dia en que muri6 su abue-la, y de esto que te cuento hace bastante. Y despues con lo de la madre, la muy nose que ... , cree que se le puede per-mitir todo lo que se le antoje. Si en esta tierra habia un ser que se pareciera a Ofelia tanto como una gota de agua a otra, esa era Isabelina, su difunta madre. iAlabao sea cl Senor ... , que mujer esa!

Hizo una pausa para servirse mas cafe, que todavia man-tenia su buen calorcito. Y sigui6:

- Pero es demasiado lode Ofelia. Lo ultimo fue lo de Ia Gran Exposici6n de Modas de ese Cluistian Dior, nll :'t l!n el Country Club. Yo nose sitU sabes o vale la pena saber qui(·n es este Dior, pero para el caso te bastara con saber <Jil l' l!S un modiste francesmuyfamoso ... La cuesti6nes qul! < )fl• ll :t me tuvo con la matraquilla de que queria ir porquc i han M ' " amigas ... i, Y tU sabes cuanto val en los vestidos que ll l'V:I Il l' l nombre de esa firma ... ? iMiles de miles de pesos! ;,su ... , 11111 gas ... ? j,TeimaginasaOfeliaamigadetodaesa 1k· rnillonarios, de los Bacardi, los Gomez Mena, los t\ '-Jlllltt .'/ No, hija, que va. Le dije que se quitara eso de la r; IIH•;.t o que yo se lo quitaba.

No habian pasado muchos meses de esta1 co11 los Menendez, cuando la senora Ofelia contrat6 a 1111:1' m I Il l' ra, pues el trabajo yaera demasiado, entre los nino:-.> 1.1, :t'iH. La misma senora Ofelia se habia dado cucnta d1• 1.1 -. lt tli t ei6n. Yo en el fondo me alegre, porque me t rei nta y cinco pesos mensuales, atendia Ia cas a y los 1111ios y tenia libres un jueves y dos domingos de cad a 1 t tl''i

Cuando salia los domingos lo hacia entre Ia-; dos y las t res de la tarde y regresaba sobre las nuevc de Ia noche. La

a los 111ilos ala playa. Me levantaba tempranito eomo de costum-lu e y les arreglaba sus habitaciones. Les prcpanth:t sus bol-

de playa y todo lo demas. Era como su instifutriz, pero I 'uqui me decia que estaba muy grande para que yo fuera

tt lata. Limitate nada mas que a arreglarmc mi ropa y no te

tttl'tas en nada mas, i, entendiste? I saliamos rurnbo al Country Club, al Yacht Club,

1 llarlovento o al Comodoro, o si no, seguiamos a una

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fiestecita en casa de alguna de sus amistades. Regresaba-mos al atardecer, pcro yo no podia salir porque no era mi dia. Los atendia con paciencia, rnientras que, por otro lado, tenia que scrvi ric todos los antojos ala seiiora Ofelia, hasta Ia poca agua que sc bcbia. Si queria un cigarrillo, vaya usted a buscarsclo cnc1ma de Ia c6moda, porque ella nose movia; que qucria 1111 11 :wo de whisky con Ginger Ale, pues, al bare ito a pn:par{trsclo; que si el baiio estaba hsto, que Ia mericnda. I k .. plll'S los otros me decian: «Tengo hambre, tala». porquc yo scgul prcpanindoles la cornida a los niiios y s1 lcs tenia coc1nado un bistc a lo roast beef, que era como a cllos dos les gustaba, me decian a Ultima hora: <qAy, t.atin, situ me hicieras mejor un poll ito frito, con la salsita rica que tU sabes!», entonces tenia que sol tar aquello y hacerles el polio, que menos mal que tenia adobado. Luego la chi-quita se antojaba tambien de otra cosa.

Un dia fuimos al Carrnelo de Calzada, y Ia Unica sirvienta de color que estaba en aquella dichosa cafeteria era yo. Cuqui fue a ocupar una mesa y me sente con ella. Salud6 a algunas de sus amiguitas, una de las cuales le dijo a Ia otra:

-Por eso es que a nosotras no nos gustan las personas de color para que nos atiendan ... , aunque sean muy buenas, pero no pueden entrar a todos estos lugares sin que den Ia nota.

Las Ultimas palabras me parecieron un purgante. Estaba-mos muy cerca y todos sabian que lo que dijeron me con-cernia. Pedi permiso y me levante de mi silla haciendome Ia que iba a tomar fresco y me puse aver unas clases de ballet que estaban dando en:frente, en el Auditorium. i Siempre habia senti do pasi6n por el ballet, pero ni soiiarlo!

De regreso, por el camino, no bubo comentarios, per cuando llegamos a Ia casa empez6 a regaiiarmc como si y fucra una chiquilla como ella.

.-Dye, Marta, lY ttl por que te levan taste de Ia mesa y te fUJste por ahi aver los ensayos de ballet..., desdc cu{tndo aca tU sabes lo que es eso?

En realidad, ya me habia extraiiado que no me lo prc-guntara antes. El silencio que medi6 entre nosotras do.., 1 ks de ca_feteria la casa me daba el presentimicnto de l(lll' scna ast como tba a reaccionar la nifia Cuqui.

-. lo mejoryo lucia mal entre ustedes, segt1n dijo aqllt•lla illmgwta tuya ... , ademas en alta voz.

- Bueno, y aun asi, lo que tU tenias que hacer l'r a .. , Buscaba las palabras exactas que yo sabfa ((lll'r i,1 ,k-

rmne, pero nose atrevia, quizas, o nose acordaha, !'uno roordinar lo que, me imagino, habia escuchado l'll c.JStl de o.,us amiguitas de c6mo deben sertratadas las sirvicut,ts, Jora dt·masiado. Yo las esperaba con toda mi calma. al•11 IJIIC Ia 1111taba rnucho mas. Con la otra criada, Morh1IH, h,,ci 11 In quc queria, la constantemente como un trapo d • cori-11.1 y Ia madre m se enteraba o no queria enter :usc, l'u o onrnigo era distinto y diferente. Alterada, Ia joveucit.J sc

\ 11,1 bruscamentehaciarni: Usted. es la criada de Cuqui, no tenia qul· ll'>l' ,Jningu-

u.t p:ute mtentras yo nose lo ordenara, oyera loquc oyera. ' lhu'> muy mal con haberse levantado de Ia llll'\.1

lue entonces que me le acerque y mas b.qtto que su ltliiiHic vozledijeasi:

Fijate lo que te voy a decir, Cuqui, que .1 mi no me f111 .t.1n los rnuchachos rnalcriados. No tc vayas a cquivocar lllllllllgo que yo no soy Morbila. Situ madre y ella sc han I 11111lo a los piiiazos yo no soy de csas. Conmigo no ' Jllll'dC jUgar porque ttl Sabes que yo Si Se bien darme

1111 l'tllllcra vez que le hable asi, y Ia Ultima, porque fue como

IIIIJHIIgante. Se asust6 tanto que con la misma sali6 del tl. 1111 1to y fue aver ala seiiora Ofelia lloriqueando.

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- Tu ves, mami, por eso yo te digo que ella no me acaba de gustar. Todo me lo contesta.

Entonces vi no la senora Ofelia, autoritaria, a reclamar: - i,Qu6 le paso con la nifia, Marta? - Nada. Ella me dijo que por que me habia ido de la

cafeteria cuando escuche que esas amigas de ustedes esta-ban tratando de ofenderme con sus comentarios de que si nosot ras las si rvientas de color no podiamos estar ahi y esas cosas, y me senti muy mal, como es natural, y me largue y cuando llegamos a qui me regafi6. Yo le dije que nose equivo-cara conmigo que yo no era Morbila ... , lanueva cocinera.

i,En que senti do us ted dice que noes Morbila? - Pues nada. Ten go entendido que ustedes dos hasta se

fajan y conmigo no puede sucedereso, porque ustedes tie-nen que respetarme al igual que yo las respeto a ustedes.

Aquello no le gusto a nadie. Hacia tiempo que veniamos encontnindonos por pequefieces, pero esta vez el intercam-bio de palabras fue mas serio. La senora Ofelia me mir6 de arriba abajo, sacudi6la cabeza de un lado para otro, una y otra vez. La mire tam bien, inc6moda e impaciente. Estaba tan inc6moda que queria salir de ahi antes de que la sangre empezara a hervirme.

- j Su caracter, su canicter, Marta! Desde que la conoz-co, usted tiene un caracter muy fuerte y a mi no me gustan las personas asi para que me trabajen. Era Ia tercera vez que me decia aquello durante las ultirnas dos semanas y ya yo estaba preparandome. No le respon-di. Pedi permiso para retirarme y volvi a mis quehaceres.

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FELICES VEINTITANTOS, MARTUCHA

Un buen dia, vispera de mi cumpleafios, decidinu 1:-. t'l)k-brarlo en la casa grande de Maite, aprovechando qll l' Ia familia estaba para el chalet de recreo en Ia pl.1y.1 de Jairnanitas. Fue la misma Maite la que se embull{l l'll d. ume una surprais-parti.. Todas las muchachas de Ia h.lt t t.tda del Vedado, y otras que trabajaban ahoraen cl Hdlttlllt l' y en Santos Suarez, se aparecieron con alg{ln regnlltu

Maite me hizo unenorme cake deun piso qttl' lltlo ... tiiC· (Ores reposteros de La Gran Via podrian su,wt ntlo k nia Ires capas de frutas en conservaLibby 's y llll'tnwlada ca-'icra. Bien adomadito y hasta con un letrerito, ho'IIHt lle ir6-ll ico por cierto, que decia:

FELICES VEJNTITANTOS, MARTUC II A

Mery, la Islefuta, me regal6 unjuego de hllttlll'l' y ajusta-•hH·con encajitos rosados, jde lomas lindo! trajo ''tro juego de ropa interior; Maritza un pomo de agua de ' 11lonia Rhum Quinquina, de Crusellas, muy de moda por ll( ttellos tiempos calurosos que no tenian para cutllldo aca-

ltu J, y asi para que contar. Hasta Irdoina, que hacia tiempo ll.thia dejado la colocaci6n para dedicarse a su marido, se 1p.1reci6 con unjuego de gargantilla precioso con pendien-

11 ., de amatista y hasta un broche con forma de alacran que

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lo puse enseguida, pues todo el mundo sabia que esos b1chos .me gustaban muchisimo. Entre una cosa y otra reuni una vemtcna de regales, incluyendo Ia caja de Coca-Cola que me trajo Inesita de su casa.

Para no formar bulla y estar fuera de Ia vista de los veci-nos, acordamos hacer el motivito en el comedor del apar-tamento, que era grandisimo. Maite tenia mucha confianza en nosotras, pues casi todas trabajabamos en buenas casas y ella sabfa bien que nos comportabamos debidamente mant har los mucblcs, de jar regueros y mucho menos pcr nada.

portense como los blancos. jSobre todo tu, Mery!

r:_ echamos otra carcajada mirando para Mery, la Isleruta, 9ue Ia vez que se unia a nuestro coro, se habia

mas roJa que un tomate maduro. Nosotras sabiamos en aquellas casonas llenas de tanta

cnstalena nunca se sabia que uso se le iba a dar. Ceni-que parecian gansos y una

cant1dad cos1tas ptcuas, pero que a decir de los catalo-gos de las ttendas eran bastante caros, por lo menos mu-chos de ellos. Aunque los muebles de la familia de Maite no me parecian tan lujosos como los del caballero Alberto, que eran J?andados a hacer a Ia muebleria de Orbay y Cerrato.

Fm yo la que preparola ensalada fiia a Ia marinera, con secos, polio, papas hervidas cortaditas en

cuadri.tos y salsa hice la pasta para los bocadttos con todos los mgredientes y entre chisme y chis-me servia los.daiquiris en unas copas baratas que traje de mi casa, pues m1 gente tam bien andaba de paseo de fin de se-mana.

cnteraron, muchachas, como fue lode Ia famosa Romdta?

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Todas nos quedamos en vilo, pasmaditas. Silvia siempre estaba en misa yen procesion al mismo tiempo. Sin damos tiempo siquiera a preguntarle lo que todas queriamos pre-guntarle, continuo con su adivinanza:

-jTan fina que se hace la muy cabroncita y Ia agarraron con Ia mano en la masa, nada mas ni nada menos quL'l'll I :1 Encanto!

-{,Como que robando? Pregunto Mery, con su vocecita de mufieca Li I i. - l, Y que necesidad tiene esa mujer de cogt.:r lo qm· 110

es de ella, con la cantidad de dinero que aparcnta ll' ltl' t '' Deje caer la pregunta como quien no quicrL· Ia-. lll'>HS,

mientras seguia preparando otra ronda de daiqu111 - Nada, negra, que dicen ... , oigan bien, cahalkto, dt•s-

pues no quiero enredos de que yo dije na', nina • . dtl l'll, a mi no me locrean ... , quetieneunaenfermedad qttl' l.t1111pll l· sa a llevarse cositas de los lugares ....

- jAb! ... Si fuera una de nosotras nos llam:u ian t,tlrt.t '> y nos mandarian derechito pa' l vivac ... , pero dlos ll·llaman «Ia cleopatria» y dicen que es una enfermcdad M tcntras que a nosotras nos duele Ia cabeza, a elias lcs da ptqucca ... , y cuando les da una sirimba salen corriendo para d sicologo y nosotras, directico pa'la consulta del santcro ... i A sf es Ia vida, cariiio!

Caridad se echo a reir de sus propias ocurrcn t:ias, a las que siguieron las risotadas de todas nosotras. El yontagio rue tanto que basta Maite alzo su vozarr6n para mandarnos a callar, pero ella tam bien gozando de su propia carcajada.

- jCofio, muchachas, no hagan tanto ruido ... ! Y tU, mira a ver si aprendes a hablar que para eso te pagan.

El regafio de Ia mayor de nosotras siempre era tenido en r ucnta. Maite tenia fama de cogerse siempre el papel de matrona adoptiva de cualquiera de nosotras. Lo Unico que

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la distinguia de la Mama Dolores de Ia novel a El derecho de nacer es que no era gorda y que sabia hablar fmo. A lo que dijera Maite habia que hacerle caso, porque su influen-cia no era cosa de juego, y Caridad, una prietecita ella que trabajaba para una escri tara de radio que vi via en el edificio del Retiro Rad ia I, en Ia avenida de Linea, se sintio muy ape-nada, pcro con Ia misma yo anime la cosa.

Aver, Sil via, cuentanos como fue. Le dije y con un sandungucro movirniento se levanto del

brazo de uno de los cuatro butacones tapizados con vynil negro, simulando cuero, que estaban situados en las esqui-nas del espacioso comedor, pues era de pie como a todas nosotras nos gustaba que Silvia nos hiciera sus cuentos y ella disfrutaba con eso. Era mas actriz que Raquel Revuelta.

- l, Que como fue ... ? Pues como son las casas cuando son del alma, mi vida. Yo me entero porque su tia vino des-de Sancti Spiritus para apagar el fuego que amenazaba con extenderse, porque ustedes saben que ella mucho antes de heredar las vegas de tabaco del padre, alia en Cabaiguan, ya se las dab a de alcurnia ...

Romelia Heredia era una rubiecita-tefiia de lomas boni-ta, de muy buen cuerpo, que habia sido Reina de Belleza Palmolive unos dos o tres afios atras y con tantos preten-dientes que tenia escogio lo que parecia ser un buen partido y se caso con Jose Lorenzo Urquiala, un famoso pel otero del equipo Almendares que ganaba mucho dinero jugando tambien temporadas en los Estados Unidos. Urquiala era ahijado de don Emiliano, uno de los hermanos de la conde-sa donde trabajaba Silvia un tipo muy bonachon y mujerie-po que tenia negocios en la cerveceria La Tropical, que , 11111t p •c no era cub ana, era la cerveza mas popular de Cuba. I k ·.c h- 1111 principia este don Erniliano, que habia nacido en l.t I It ltlll.t era de padres espafioles, le habia aconseja-

do que no se casara con la tal Romelia porque, como decia a pecho abierto, <qMira, varon, eso es, pan pa' hoy y ham-bre pa' mafiana!»,pero Urquiala, que tambien tenia de macho mujeriego, repetia par su parte que « j( 'ahallo grande, ande o no ande!», y estaba encaprichao enrasarse con una de las blanquitas mas cotizadas de La llah:trlit. Nunca se supo si aquello de «caballo grande .. . » loch ia par lode las largas piemas de su esposa o la estaluta, pttcs casi le llegaba a Urquiala par los hombros, que ya l't,t g• .111 de de par si.

Silvia, que trabajaba de ama de Haves en la rcstdc·11c 1.1 de Ia condesa de Sabadel, una rnisteriosa mujer qul' d.th.t 11111 cho dinero para las Iigas contra el cancery con It a l.tcc ·p lll' ra, porque estaba podrida en dinero, nos tenia al co11tc·nte de todos los escandalos que nose publicaballllll' ll l.ts ll'• vistas Carteles, Vanidades y ni siquiera en Ia sl·n·ton ., I >l' ll tro del Suceso», en la Bohemia, y por supuc•.,to . nntc ho me nos en las cronicas sociales del Diario d<· la A lt11 1110 o HI Crisol.. .. , dos de los periodicos que lcian Iii pc•ntl' de dinero. Esta nueva aventura de Romelia no l'ta dc· lu<.: pea-res, porque el brete grande fue al afio de cas:ulo .... c uando lJ rquiala volvi6 de otra temporadaen el N01k y "''lotri6 1a bola de que su preciosa mujer le habia pcgado los larras nada menos que con Eulalia Santacruz, uno cll· pocos, va lga decir, y mejores peloteros de color, qul' Juvaha en cl l'quipo de Marianao. Todo el mundo sabia qttl' 11ulalio sc las daba de bonitillo, y con toda raz6n, pucs cdn s11s largas pcstafias y espesas cejas negras y cuando cnscnaba su fa-ttH>sa sonrisa blanquisima y parejita, se pared a a un Liberace tltulato, porque a todas estas no era negro, o al mcnos de mi color. Aquello fue tremendo, aunque tam poco sali6 en los pcri6dicos, pienso que par el miedo de que lo que era un c llisme se convirtiera en un hecho real, oat contrario, y par

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otro I ado, desprestigiara al pel otero, que tenia buenos ami-gos de mucha in fl uencia entre los periodistas. En esa trage-dia Ia sangre nunca II ego al rio, al parecer por la fuerza que tenia Mandarria en el brazo, de ahi el apodo que los fanati-cos le habian pucsto a Eulalio. Era el mejor picher de todos los equipos de pclota y estaba fuerte como un trinquete. Creo que Urquiala se aconsejo a si mismo. Uno se entera de estas cosas por Radio Bemba, que se encargo de regar-lo como p61vora frcsca por toda La Habana, hasta con lujo de detallcs, incluycndo cl morao que le hizo a Romelia en el ojo derccho del manotazo que le dio ese tremendo abusa-dor de Urquiala. Porque eso cs to que era en realidad, un tremendo abusador.

Y continuo diciendo Silvia: -Pues quien te dice a ti, mujcr, que el robo se descubre

de casualidad .. . , porque yo creo que si la empleada ... En fm, la co sa fue at parecer que Rome! ia se unta un poco de perfume en el departamento de cosmeticos y se prueba pin-turas de labios y esas cosas ... , pero que allado estaba el departamento de joyeria y a ella siempre Ia atienden muy bien en todas partes, pues todo el mundo, o casi todo el mundo sabia qui en era Romelia y ustedes saben como son los hombres que les gusta congraciarse con las mujeres a todas horas y el dependiente se pone de adulon con ella, porque al parecer Romelia siempre compraba algo ... , pero at tiempo que la mujer se vira hacia uno de los espejos, el dependiente se distrae con otra clienta que venia expresa-rnente a recoger en persona un reloj suizo con pulsera <'ham pion, regalo para su futura nuera, y este llama a una 1" Jt·va cmpleada para que se haga cargo de la clienta Romelia ) c h pma casualidad Ia empleada se fija cuando la estrellita l',thllull \ l' sc mete en el escote un solitario de perla cautiva qu l ' l ' ll un compartimento especial como muestra,

I til

encima del mostrador, junto a otras joyas. Rome! ia aprove-cha la distraccion y se despide rapidamente del dcpendicn-te, al rnismo tiempo que este reverenciaba ala senorona con un beso de galan en su mano.

Silvia hizo una pausa para encender un cigarro. No f uma baa tutiplen como muchas de nosotras, pero cuando "l'

daba un par de tragos hablaba hasta por los codm. y k gustaba picar uno de vez en cuando. Ahora ro)'11'1 1111 Chesterfield que le ofrecio Maite, que estaba a su Indo y lo cncendio con una fosforera incrustrada en unt.•sltlt·ltl' til' crista! que parecia una lampara de Aladino y qtll' .,,. , vin de adomo encima de una mesitajunto a varias copil., y casi vacias del coctel que estaba preparando. I uq•ulnll · tinuo con su historia:

- AI parecer, la nueva dependienta trat6 pw tndns los medios de advertirle al dependiente, que estaba rnqtll'll'. tll· do con su clienta, acerca del hurto que ella habia 'lll'i.t-do. Mientras tanto, Romelia tomaba la escall'l it t• h·l'tl ka rumbo ala calle. Por fin la empleadita, la pohll' lf ,11n.1 ,, l<1 supervisora del piso pero ya Romelia estahal'.l '•' o.,, tll l' lldo de la tienda porIa puerta de Galiano en buscn 1kl p.trqueo ccrca de alli donde le estaban cuidando su ( 'h1 ., 1 l onvcr-lible rojo y blanco, uno de los premios por t.'llllll ildo de bclleza, cuando uno de los guardias de scgllltd.td dl'l pi so superior de la tienda le grita al de Ia puerta, «jal:tl"· ataja, Ia lllujerdel vestido azul marino!» ,

A qui Silvia hizo un silencio y repaso Ia 111 ir:tdn dt: cad a 1111a de nosotras que daba a entender que cl desenlace del cuento. Luego de unos segundos que pare-l'tcron minutes y bajo la protesta de varias dt: nosotras, Silvia dej6 entrever una de sus sonrisas de picara doncella mien-tms dejabaescapar Ia ultima bocanada de humo del cigarro que apagaba en uno de los ceniceros de cristal brocade.

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Terminada esta otra actuaci6n nos dice como si fueramos un grupo de muchachos:

- j Esta bueno ya, caballero, que lo demas se lo pueden . . ' unagmar.

- j Cooooof\o! Fue Ia exdamacion de Inesita que habia estado atenta

a todo el artistaje y los detalles de La Guantanamera· a la Silvia. I.a historia de l robo no tenia en si tanta importan-cia por lo del v1tlor de Ia prenda que se llevaba, pues, valga Ia ac lara <..: i6n , nunca se supo a ciencia cierta que cosa era, y de haber sido el solitario del que tanto se ha-bl6, si era de verdad ode fantasia, y aunque Silviajuraba «por los restos de mi bisabuela» que era un anillo carisimo, a decir verdad nunca se pudo com pro bar nada, porque a todas estas Silvia exageraba muchisimo. La cosa grande no era lo que se habia robado, como digo, sino como se embaraj6 el asunto pues la tia de Romelia se las arregl6 para escabullir ala rnujer para el campo y Sanseacab6, no se habl6 mas del terna, a no ser entre nosotras.

* Espacio radial novelado sobre asuntos pasionales tornados de Ia prcnsa (amarilla) escrita y los archivos policiales, muy popular a pn rt i r de 193 5, amenizado con Ia ton ada gua j ira creada por J osei to Fc111f111dcz. Posteriormente fue utilizada para evocar textos pa-lnbt il"os.

ALICIA EN EL PAIS DE LA SIGUARAYA

Alicia, lahija del caballero Alberto con su primcr ttt;tlttnto nio, tenia un novio llamado Tony, de apenas Vl'tllll· ,,no:-., pero parecia mayor pues era muy corpulento, depot t t.,l.t 1 k I equipo de rutbol americano del Vedado Tennis< 'luh l',ul' ce que se habia cogido todo el feo para 61 so lo, 1wto Ia

tenia dinero. Ali, como todos lallamaban, eramuy buena, tlllll'l" tttl ltHI

y muy estudiosa, y me habia tornado rnucho aptl'llll , .d tl' 11al que yo a ella. El padre la queria con delirio y l;1111htl' ll In senora Ofelia. Casi todos los fmes de sernana Sl· lw. p.r..,.rha

casa del padre y el noviecito venia a hacerlt• l;r vt., tln. Unanoche, cuando regresabade visitar a lilt: I dr II liS her-

manas,los sorprendo en pleno forcejeo en Ia l'M .tina casi t•n penumbras. Ali se peg6 trernendo sus to.

- iAy, rni tata, de d6nde tU vienes a est as hot :ts ... , tan tarde?

Fue lo Unico que se le ocurri6 decir. - Depasear. Le respondi a secas y me detuve para que cltlluchach6n

tne dejara pasar. - i Y tUque haces a estas horas con tu novio en la esca-

lt•ra y tan tarde? AI i queria expresar su au tori dad como duefia de casa

que era tarnbien, pero nunca le sali6 bien ese papel. Por

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otro lado estaba junto al novio. La sefiora Ofelia insisti_a mucho en que Tony, de padre ganadero, se casara conAh-cia algU.n dia y cstoy segura que Ia nifia habia bajado a pedirse del novio con el de la

Al dia siguH:nte por la mafiana, dommgo, A11c1ame diJO que su novio k habia dicho que yo era muy fresca, a lo Ia muchachn lc respondi6 que en todo caso la fresca sena ella porquc no tenia por que preguntarme de d6nde venia a esa hora.

1 tala, me dijo que note resistia, que sitU ibas de eriadn a su easa 61 mismo tc botaba.

Pucs que ni sc prcocupe y no pi erda su en pensamicntos que soy yo Ia que no iria a su casa m ?e v1s1ta, porque el es muy grosero y los padres que le permltan a_ hijos tales comportamientos son iguales o peores que sus hijos.

Era tan grosero y chapucero que hasta en casa delano-via se quitaba las betas de vaquero y Ia camisa porque de-cia que senti a mucho calor. Siemprc Je estaba restregando en la cara a Ia pobre muchacha que el iba a Miami dos y tres veces al mesa pasear a casa de unos parientes que vivian en un barrio que tiene un nombre parecido al de un de cine americana ... No me acuerdo ahora. Pero bueno, Ah no podia darse ese lujo, aunque los padres estaban pensando en darle una sorpresita.

En una ocasi6n el caballero Alberto le dij o a Alicia que si seguia guiandose por la madrastra no sabia que a ser de ella y que su novio, Tony, no iba a poder segurr vllliendo a Ia casa y que no le importaban ni un comino todas las vacas que tuviera su padre.

- Porque nosotros no somes rices y Ofelia se cree otra cosa. Por estar diciendo que tu novio es el hijo del hacenda-do Fulano de Tal, le aguanta todas esas malacrianzas al tam,allti esc.

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Aquello dio pie para que las cosas se pusieran pcor, y al cabo de una semana los novios se pelearon y ella llor6 desconsoladamente.

Por su parte, la senora Ofelia no se daba por venr id;t y consolaba a Ia muchacha con promesas de reconc ll1ac 1im, para lo cual hizo hasta lo indecible de citarsc ap:ut t• ton Tony, aunque nunca dijo nada sobre lo que hablaron

No habian pasado quince dias cuando Alicia Sl'l' IH Ill' II• Ira con Tony en un club del Biltmore donde su f'ru·l ot1. 1 d1·· ccpci6n y me dice Ali:

- Tu no sabes que alla estaba el con unanovia y k dijo" las otras muchachas que yo no podiaaltemarcon t· IJH llll ll t' yo era muy pobre.

Ala semana siguiente la familia fue al Country< 'II 11, ,, lil t a l'icsta de quince y alli estaba Tony de nuevo. Ful' .d l' lll ttl II tro de Ali y tomandola por un brai o la trajo hilt 111 1 I ton hrusquedad y le dijo: «Procura que no tc vc.t ron ningtin pepillo de esos, (,me oiste?»

Ali eramuy linda, probablemente una de las hl.ltHI IIIl.ls tn:'ts lindas de LaHabana. Tenia un cuerpcc tlo d1· ttliii iL'l'a, pl'ro en comparaci6n con sus amistades o Ins qtH· 1.1 "t'llora 1 >lelia queria imponerle, era pobre. La m<Hlr v 1h· Al1 tenia 1111lrabajo buenisimo como supervisora d<.: Ia" opl'I,Jdoras d1• larga distancia en Ia Cuban Telephone< 'otllp;tny. Sus p.ulrcs se divorciaron cuando Ali apenas ltahl :tl 111 11pl ido h,.., Ires afios. El caballero Alberto nunca Ia lltl'ttl' lollaha por ttnombre sino que decia «la madre de AI i». Jo't :tlllt:lmujcr

I" II a tambien, bastante joven y tiposa, scgt'11 t apreciar .j, una foto que Ali sacaba solamente cuando estaba en la 1 "'a y Ia colocaba en la c6moda de su cuarto. Pero bueno,

nl vicndo a lamuchacha. Ali era muy graciosa y realmente . h mucha envidia. Hasta decian de ella: «Que lasti-111 t, lan linda y tan pobre.» Otras le rcstregaban en su pro-

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pia cara: <qSi, tU puedes ser muy linda, pero no puedes estrenarte un vcstido todas las semanas como yo!» Y Ali lloraba mucho por eso. Yo la consolaba:

- jMuchacha, no seas boba, tranquilizate! l,C6mo tU vas a pensar que porque tU no puedas ponerte un vestido nuevo todas las semanas vas a derramar esas preciosas lagrimas? Mira, tU vcs, elias tienen un vestido todos los dias si quieren, y no tiencn tu forma, no tienen esa delicadeza tan natural que tU ticnes, no tienen tu educaci6n ni tumoral.

Entonces ella me decia: Tata, yo quisiera saber por que tU siempre dices que

no ticncn moral. - Mira, m' hi j ita, a rni en definitiva ni me va ni me viene,

pero sitU hubieses hecho lo que Tony queria, el note deja asi de un dia para otro. Pero como tU te cuidaste y yo se bien lo que el queria de ti ... , por eso te dio un galletazo, que bien se que fue asi. Tu note das cuenta de eso porque eres muy nina a pesar de los quince anos que vas a cumplir, y ademas, yo soy mayor que ru y como dice el refran «mas sabe Ia diabla por vieja que por diabla».

Alicia no sabia bien lo hermosa que era, y si lo sabia, por lo menos no era vanidosa como sus amiguitas.

Cuando por fin cumpli6los quince aquello fue el acab6-se. El caballero Alberto se empen6 por primera vez a gusto para darle ala hija tremendos Quince ... Tanto fue asi, que la fiesta hasta la comentaron en la cr6nica social del Diario de la Marina. Solamente la orquesta que toc6 el vals y cuatro o cinco piezas mas le cost6 doscientos cincuenta pesos. Des-pues, la orquesta Riverside con Tito Gomez subi6 al esce-nario por una hora, y fmalmente un combo empez6 a tocar n wf..mmvl hasta que terrnin6la fiesta.

I varones estaban vestidos de smoking, y las quince llllltajcs largos de organzaadomados con orquideas

l I

del Jardin Goyanes, jcarisimas! Hasta nosotras las sirvien-tas que ayudamos en el servicio especial, teniamos todas uniformes nuevecitos que Ia senora Ofelia habia man dado confeccionar expresamente para Ia ocasi6n. Eramos l'omo treinta y cinco, casi todas sirvientas de familias cotHK tdas de los Menendez que habian brindado sus servicios a 11111do de regale ala cumpleanera, de lo que se alegr6 mente la senora Ofelia.

Cuando esa nifia apareci6 en lo alto de la esc a It ml" P' i 11 cipal del Miramar Yacht Club y baj6 al ritmo dl· 1111 Jtlfll

beidi-tuyu y la fanfarria de la orquesta, las exclam.H de muchisimagente todavia las tengo grabadas l'll r f,, .,l. bro. <qEs una muneca ... !», decian las mas Silll'l't it., .. lt.· lo

lijaste, Menganita, a qui en se lo habran pedido ptl'.,I.Hlc ,· ,,,, decian otras, las que siempre estaban detras dc llllllr.h y se decian ami gas de Ia senora Ofelia.

La fiesta les qued6 maravillosa y yo estaha al IJcllll' dl· todas las sirvientas ... , coordinando el champ:ln. 1 za. las bebidas fuertes, los cocteles ... , para Ia gl'llll' l!spn i. tl . llasta el mismo dueno de la pasteleria S" h .till, lc hizo un cake de cuatro pisos y todos los duln·s habi-dos y por haber. jHasta tres Cadillacs rosados .llqllllaron <.:sa tarde para transportar a las ninas del vals! < .111 os iban y t'arros venian! Todo lo cogieron fiao, «i.Y pat .1 que'?», me preguntaba yo tam bien. Para altemar con aqm•lln gcntc del < 'ountry, del Vedado Tennis, del Yacht ('lull. del ( 'as i no I del Centro Gallego, en fin ... , todos blancos que en definitiva tenian muchisimo, pero much i si 1110 lll{ts q uc l'llos.

Y lo que queria la seiiora Ofelia se cumpli<l. De los Quin-re de Ali se estuvo hablando toda una vida, porque hasta dcspues que yo me fui de esa casa y pasaron los anos, casi o,1cmpre mi mejor recomendaci6n cuando iba en busca de

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una nueva colocaci6n era que yo habia sido lajefa de servi-cio de los Quince de Ia hija de los Menendez. Y los comen-tarios de Ia gente, cuando quedan hacer algun tipo de comparaci6n, decian: «Ah, si, le quedaron muy buenos, pero no fuc los Quince de la hija de los Menendez.» Es decir, todo na antes y despues de los Quince de Ali. En esto si que Ia senora Ofelia se gan6 el perd6n del caballero Alberto por todas las travesuras que hasta ese memento habia

Por aqud ticmpo Ia senora Ofelia se echo de amante al padrino de los ninos. I era uno de los duenos de la agencia de autos Los Amigos, un ncgocio de compra y venta que estaba cerca de Infanta y 23. Ella era una de esas senoras, como habia tantas, que se hacia Ia muy fina, pero que en realidad pegaba mas tarros que una vaca en celo ... , aparen-taba una moral que Ia mayo ria de elias no tenia.

La senora Ofelia y ese hombre se hablaban portelefono en ingles. Ella me alejaba del telefono creyendo que yo era boba.

-Martucha, cualquiera que Harne al telefono, usted no vaya que yo voy a salir, (.Cornprende?

jClaro que comprendia! Entonces, si estaba cerca del telefono haciendo mi limpieza, sonaba el timbre y ella se apuraba en decirrne: <qNo, no, no vaya, Martucha, que yo lo atiendo!», cosa que era incornprensible, porque ella era tan haragana que hasta para to mar agua me pedia que se Ia sirviera. Y ahora que sonaba el telefono no me dejaba que lo atendiera como me habia instruido al principio de que ese era uno de mis deberes en la casa. Cuando terminaba de hablar y volvia a sonar el telefono al poco rato otra vez, cntonces si tenia que atenderlo.

jAy, Martucha, vaya al telefono, hagame el favor! Un dia hice un cornentario y ella se dio cuenta de que yo

ol ia algo. Me hice Ia mosquita rnuerta y le dije entre sonrisitas:

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-jAy, senora, usted parece que tiene algun problema, porque mientras usted no habla en ingles como us ted hace por telefono no me deja atenderlo!

Se lirnit6 a mirarme serio y se retir6. Pasaron los lllL'SI.'s y llcg6 el 14 de Febrero, el Dia de los Enarnorados.

- Vamos a lirnpiar Ia casa bien bonita. La mire y me eche a reir. - jAy, sefio, usted tiene una picardia! Lo que quil··

rc decir es que yo le arregle la casa, (.no es asi? - Eso mismo. Quiero que arregle la casa bien bonit11 u 11111,

.., , usted estuviera esperando a su novio. - jPero si yo no tengo novio, senora!

No, pero es un decir, para que asi ustcd sc ,. 1111'11' y •••c Ia deje bien bonita.

l.os dos hijos de Ia sefiora Ofelia con el cabalkr,, All•r• 111, l•ro yCuqui, salian a pasearmuy a rnenudo l.'<lll"''l•.rcl•rru• 'I'll' bien parecia su bisabuelo, aunquede lcjos parl't r.r qrw '>l' 111.r11tcniabien. Yo los arreglaba yel venia en sumaqlllllt•n lo.., p por LaHabana y los Ilevabaalas ticndas v H'fll·· .. Jh.lll ' 11 gados de regales. Una sola vez la sefiora st• ll f "",,a 1 .1 hombre como «el padrino de los rnuchachos>>. pt''''''"o fire · II IIIla prirnera ocasi6n, porque en lo adelanli.·, llll"',o.

\quel dia la sefiora Ofelia me llam6 y llll.', 1'1'' Martucha, cuando usted termine en Ia nH 111.1 rrcrrc

It ptrL·rta. V.1 yo sabia que el venia ese dia, aunque f lll' l.t IIlla Ironia.

'"""tenia por que portarme portodo aqul.'llo f, I l:ah:tllero lht r to estaba en su negocito, los nifios par a l'lcoll'gio, y

1 11 uulo tcrmine mi trabajo como a las dos de Ia tarde ccrre l•lllll'rta de Ia cocina y me fui a descansm ami cuarto sin 1 ·• • '11 uparme de lo que pasaba al otro I ado.

l•rrho mas tarde, como a las dos honts, porque me dor-11111111.1 siestecita, la sefiora Ofelia y yo nos encontramos en

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el pasillo que da a m i cuartico y la note con una ex presion mala, descompucsta, quiero decir. Luego supe que ese mis-mo Dia de los Enamorados se habian peleado. Ella se dio cuenta de que yo habia adivinado algo. Como mujer al fin y al cabo que soy, habia intuido el desenlace de esa relaci6n, para bien o p:u a mal, aunque ami ni me iba ni me venia yen un final csas son cosas de blancos.

Y efcct IVilllll'nte sucedi6lo que tenia que suceder. A fi-nales aqud de fcbrero me llam6 para decirme que ya yo no podia seguir trabajando con ella porque la situa-cion se est aha poniendo muy mala. La cosa era que el ca-ballt!ro Alberto se habia cnterado de todo - y no era para mcnos, porqm: todo el barrio lo sabia a gritos. Pero ade-mas, cstaba pn1cticamcntc en quiebra y se iban a separar. Pero ella no me dUo nada.

- Usted sabe, Martucha, es que no puedo seguir pagan-dole los cuarenta pesos mensuales. Como usted sabe, yael aiio pasado despedimos a Ela y ahora no puedo ofrecerle mas que veinticinco pesos.

Me estaba poniendo en la precisa porque ella sabia muy bien que rni trabajo valia mucho mas que eso y que ademas yo no podia ganar esa cantidad.

Con la misma recogi rnis cosas y me fui para casa de mi herrnana Mercedes, don de iba a refugiarrne cuando tenia o no tenia trabajo. Pero no pasaron muchos dias cuando ya estaba colocada de nuevo y esta vez sin ayuda de la Agen-cia de colocaciones, sino por recomendaci6n de una amiga que tam bien estaba en el giro.

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BERTICA Y C. CONTE

Bertica y C. Conte se divorciaron. Un dia Ia Sl'l\llt o1 lfll' llam6 y me dijo que podia estar en la casa hasla yo quisiera, pero que fuera pensando en conscguit 111111 11.1 bajo,

- ... porque no puedo seguirpagandole lo q11r u-.t< d m· res ita.

Ella era muy buena, dentro de lo que cabe - Usted me gusta, Martica. Lo linico des Ill\ 11111hlt qlll'

11sted tiene es su necesidad de servir para gan;11..,,. 1.1 \ ula, pcro usted es una persona de muy buenas cond11 111111 ,

Y le gustaba mucho que yo me arreglaral·IJH'III y las IIUillOS.

- Tome, Martica, este pes ito para que vaya a !.1 111.1 fll l'll re; 111c gusta sentir el orguUo de teneruna criad1ta rolllousted.

Un dia, la senora me llam6 y memostrouna en ••I Nuevo Vedado donde solicitaban una sirvil'nt.l

- Si hacen faltareferencias, pues lh!llll' ll lll r6 en casa todo el dia.

Me arregle una tarde de sabado y rui Cillllillando por l11dalacalle 23 hasta laAvenida26 y de a dirigi a una , :lite que esta frente al cine Acapulco. Me cost6 trabajo, Jll'ro encontre Ia direcci6n que era porIa callc 35. Fue la 1111sma sefiora de la casa Ia que me atcndi6, muy bien por ' 1erto, y me explic6 todo.

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-Mire, aqui se cocina, se lava ... , somos tres en la casa, y cuando usted term i ne los sabados, puede disponer del fin de semana como a usted se le antoje.

A esta senora le gusto mucho mi presencia mientras no me violas manos, pcro cuando baja lavista y me las mira y sin disimular ftja en las suyas, y mepreguntasi yo traba-jaba. «i< 'laro qut· si, senora!», le respondi. Sin dejanne casi terminat till' ptl')'llllla que donde.

J·n til"·' (k· Lt familia C. Conte, en la calle Linea. ;,Y "'II "'ied t•s tan buena, por que se va del trabajo ... ,

acaso Ia (h:sptdtt'l(lll'? No, senora, :tlconlrario, pero no puedo contarle el

motivo pore! cua lnw voy de esa casa. Entonces, Ia senora sc m t ra sus rna nosy vuelve a mirar-

melasmias. -i Y como es eso de que usted siendo una criada se

peina tan bonito? - Porque la senora donde yo trabajo es una muj

consciente y dice que yo soy tan mujer y presumida puede serlo cualquiera otra mujer, lo unico que desgra-ciadamente yo tengo que servir de criada para 5 auaJLJll'"•

lavida. Aquella breve explicacion, paradas las dos en medio

la antesala, no la convencio mucho. Volvio a mirarse manos; esta vez su vergiienza fue tal que inmediatamente di cuenta de que no sabia como decirme lo que yo sabia ella estaba obligada a decirme.

-Mire, no .. . Deje ... , deje .... Yo no concibo que manos que usted tiene puedan trabajar bien.

Y me fui , sin ofrecerle ningun otro tipo de to. Yo yale habia dejado el telefono de Ia casa estaba trabajando y efectivamente, llamo a Ia s lkrtica.

7X

-Buenas tardes. Mire, le habla Ia senora de Orfila y Basset. Usted no me conoce pero una muchacha de color me dio su telefono y dijo que trabajaba para us ted.

-Ah ... , si, la muchacha mia, ella se llama Marla ;,Se ajusto con ella por fin?

-Bueno, no exactamente. Por eso Ia llamaba l'ot o.,u puesto que es verdad que trabaja para usted.

sirvienta, yparaqueveaque no k tllit' nlo, Ia mvtto a vtsttarme y conversaremos mas sobt'l' un:t 111cit:t de cafe, si porque sino se ajusto con cllalt.t fll't di do unagran.srrvtenta. Esmas, fijese si es discrcta q11 • •fl. a 1111 puede segurrconnosotros porque mi esposo y yo,""'"" :1

seguirpagandole lo qul' dl.t !'.tll:t . Ttene dos hijos, uno de ellos lo conozco. Mirt· sr , . ., clr ,, tl'la que no le dijo las razones por las cuales no lllllnso-tros.

AI otro extreme de la linea telefonica lwho '"'" p.tll s:t prolongada, como si la senora Bertica tuvit•t;t q11 • mas, 0 hablar mas despacio de }o que ella l'll <; I fll I lSI IIIII· braba.

- iUstedcreeque le pudieradecirque mt·ll.lltt · cu:utdo llegue?

- Tend.ra que llamarla manana porIa tHlriH· o l'lluncs, pues hoy tlene su dia franco y esta para cas:t dl· .,u ltl'nnana. . de aquel fin de semana hahia p.a-;,u lo un dia

tl<.lUISimo en la playa de Guanabo con Notltl:t, 1111 sohrina mayor, su novio Carlitos y Guillermo, LillO dt• ... ,, ... olllltgos, 1 on el que habia congeniado bien, pcro qut· t'll aqud mo-lllento no tenia la menor idea de que tal y L'OillO sucedio, thamos a estar ligados durante muchos a nos . Pt!ro, en fin, l11e por ese motivo que regrese ala casa poco mcnos antes d..: las nueve y la senora Bertica, de lo mits contenta me t11lormo todo con lujo dedetalles y me hizo hincapie e; que

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Martinez
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le habia prometido que yo llamaria a la sefiora de Orfila y Basset. Y asi fuc, cllunes a primera hora lo hice.

- (,Digamc, quicn habla? - Buenos dias, senora, soy yo, Marta, la muchacha que

estuvo el saba do a veri a para la colocacion. - jAh, si... . que bucno que me llamaste! Mira, ya hable

con tu sct1om y nos pusimos de acuerdo y queria que me llamurns a w t st podias comenzar con nosotros lomas pronto posihk .

Mi n.:sp ll l'SI:t lm· r{tpida, mas rapida de lo que ella en real idmlltaht ia CHJK't ado.

No, scnot a, tlllldlils gracias, pero es ami a quien no me interesa traba jat ton ustcd. Yo soy muy eficiente yen cualquier Iugar enctH.:nt ro trabajo. Yo no necesito recomen-daciones.

En ese memento, Ia se ttora de Orfila y Basset trato de explicarme no se que, pcro sin darlc tiempo le dije 9ue yo sabia que habiaocurrido, que el la sc habia acompleJado al verse sus manes y compararl as con las mias y que yo no tenia esos complejos. . .

-Usted no estuvo de acuerdo con que una s1rv1enta tu-viera las manos que ten go yo.

Le dije finalmente y me despcdi lo mas suave que pude, y sin esperar la respuesta a mis «gracias por todo, y adios senora, que estoy muy ocupada en estos momentos», le colgue el telefono. .

No era la primera vez que mis manos eran tema de envt-diosos comentarios. En realidad eran muy bonitas y no por-que yo lo dijera, pues no tengo ni un pelo de vanidosa, pero recucrdo que en una casa donde trabaje, el caballero me dijo que una de las dos cosas que necesitaba Maria Felix para completar su belleza eran rnis manos. «Esos dedos lar-gos, sin carnosidades, de ufias estrechas ... , esas manos tan

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suaves que nose como diablos usted las puedc conservar haciendo este trabajo infame ... Esas son las rna nos que Ia Felix necesita; lo otro es la voz.» Santillana, asi sc llumahn o se llama aquel sefior, que escribia poesia y novel as y :t l pa recer era bastante famoso, porque salia mucho pot 1 ad to . Pues el caballero Santillana siempre me estaba ptt opL'IIIHio y hasta me habia confesado, sin ton ni son, que ,,,, '' mente enamorado de Maria Felix, lafamosa aclt t/ nw 11 a na que casualmente por aquel entonces habia pas.ulo11t1os dias enLaHabana. En aquellos afios todo eln1111tdo qttt' t ia parecerse ala Felix, que habia estado casada l'on tnto d · rnis composite res musicales favorites, el viejo !\ l' 11-.11 11 I ,u . 1. Pero, bueno, como el hombre era solter6no divtllt'tlldo, no se bien, pues ni tiempo tuve para averiguar, con lot 1111· 111.1 ll' invente un pretexto de que tenia otra colocacion 1111 11 llo 111.ts cerca de donde estaba parando y que tenia qut· dt· ,.u l ·.No se si se dio cuenta de que le habia cogido mil'do .tt· .1.11 'tol:t con ely sus locuras, pero, bueno, el caso cs q ll l ' 1111 ckspi dio con mucha cortesia acompafiada de un btl kh · dt ' t'lltl t.: pesos y con la parodia de algunas estrofas de lll ll l.t 't l.llllosa de todas las canciones queAgustinLaraJc hnhHit'St lllo a Ia Felix ...

Te acuerdas, Marta Bonita, Marta Bonita, Marta del A lma. Acuerdate de las flares ... ,

y asi siguio hastaque le dije adios con unl ip.L'm de manos. Muy romantico y todo, pero yo no t.:staba para csos jueguitos y ademas el no era rni tipo. .

La sefiora Bertica y su marido fueron muy buenos conrru-go. Un dia rni hijo, que habia pasado con sobresaliente sus cxamenes en Santa Clara, me llam6 porque queria darme la

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Marcial Martinez
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noticia y saber de mi. El me llamaba muy a menudo. Cuan-do respondi al tclcfono le dije que me habia asustado. <<Aparte de eso, mi hijo, me llamaste otra vez esta semana.»

Al otro I ado dd tclcfono la voz se sentia triste. Lo Unico que pudo dec i tl'll esc momento fue que queria oir mi voz. «Si, yo tamhi(·n, mi hijo, pero es que gano tan poco, que no me va a akatvat para pagar las llamadas con lo que gano, que tt't salK'S son nada mas que treinta y cinco pesos men-suales.» I Hnptat , L'oci nar y lavar lo que ellos llamaban menudencias.

Al no scntir respuesta de lo que estaba diciendo, insisti y le pregw1te: «j,Ttt n1e oiste, mi hijo?»

Con casi sollozos me respondi6 que si, que me estaba oyendo. Se habia ahogado en llanto. La conversaci6n habia terminado, luego de que se cal mara rapidamente, y pudo contarme lo bien que habia salido en todos sus examenes y que queria prepararse para entrar en el bachillerato.

Cuando colgue el telefono, sin notar que el caballero es-taba escuchando, me seque algunas lagrimas y cuando me dispuse a continuar con mi faena, tropece con su mirada y hasta me asust6.

- Marta, yo la estaba escuchando, no porque me inte-rese el tema de sus conversaciones, sino porque tengo ne-cesidad de saber lo que se dice en esta casa en mi telefono. Pero cuando su hijo llame, las veces que sean necesarias, nose lo prohiba, y cuando termine de hablar le dice a la opcradora que me cargue la Hamada y que su hijo llame las VI.!CCS que el quiera.

Tratc de explicarleque mi reacci6n no habia sido nada mezquina sino que estaba preocupada con lo que ganaba y con lo que me reportaba tener que pagar varias llamadas tcld(micas de larga distancia.

No, no sc preocupe. i,Usted sabe lo que es eso de que esc nngd ito suyo este tan lejos y que usted tenga que

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privarlo de escuchar la voz de su madre por unos cuantos pesos ... ? jEso es del carajo! Mire, tome, cuando le man-de las cositas que usted le manda de vez en cuando diga lc que esto se lo regalo yo por ser buen estud inn t l ' I· s u n boxeador norteamericano muy famoso. En los l•..,t,tdos

acaban de_fa?ricar este mufiequito quL' .,l. a cualqmer superfic1e hsa con esta ventosa de go111.1 , P·" •• ce que esta boxeando. C6jalo, que se que lc 'vii .t 'II SI II I ,

T?me el de aquel rubio americano ) l ' dt l.ts gracias. En realrdadno se si le iba agustar ami l11ju, pttcs lo rnenos que le interesaba era el boxeo. Me soml'i till<''''"" me secaba las lagrimas y el caballero nK· d.th.t ""·'" palmaditas enel hombroantes de regresara su of Hilt 1 \111 vi a mirar el mufiequito que tenia escrito el nw11lu • Joe Palocka en la base. Le di un golpecito con L' l tkdu y l"l' halance6 en todas direcciones.

El caballero C. Conte se ocupaba de pelcas <k ho \: II y de boxeadores y recibia muy buenos obsequios <k n Ill< h.ts l.t· bricas de cervezas, derones, deropas deporttv.t., • lt.thl.th:t muchoportelefono con Nueva Yorky sicmptc t· dt· un Iugar a otro. Lo llamaban todo el dia y de tod.t ·. p.tt It'" del mundo. De Mexico, de Venezuela, de Puerto H t<o ... y ltasta de Buenos Aires. Nunca se me olvidan1n lm. tHll nht l'S de tnuchos deellos: Kid Chocolate, Kid Gavil{tn, Pupt < i.ur ta, d Nifio Valdes y a veceshastayomismalcs abri.t l.t pm 1 t.t y los .tl t.:ndia, no solo a los boxeadores, que entllllllty il:os, ., ,no a los comentaristas deportivos de Ia radto y l:t \ veces pienso que si el hecho de haber conomlo t:111ta gent <.: f.unosamehubierareportado algful dinero, ;1 est:ts santas horas ltt1biera sido rica. Pero, bueno, yo nunca me h1c<.: ilusiones para no tener que morir de desengafio.

En ese momento en que el caballero desaparccia en su ,,f'icina, la senora Bertica entraba en cl comedor, donde se

desarrollado esta escena, y fu i don de ella a contarle.

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- Estey muy contenta porque escuche de nuevo la voz de mi hijo, pero lo senti que el estaba triste.

Y le conte todo basta el memento en que el caballero se retir6 y entonces empece a llorar, pero esta vez de verdad.

- jAy, Marti<.:a, que haremos contigo; si sabes de ellos lloras, y sino sabes tam bien!

Hacia tiempo que no me sentia tan bien en una casa y no era por cl cmpleo, sino porque casi al final me senti basta1111: sol ida ria con la senora Berti ca.

Ellos 110 teni:111 hijos y creo que era porque la senora no podia quedar embarazada. Llevaban muchos afios viviendo juntos y ella era de una familia de bastante alcurnia, aunque quien hacia cl dinero era el caballero. La hermana de lase-nora Bertica y su madre ten ian su casa en el primer piso del rnismo edificio de scis gran des apartamentos, incluyendo el de Ia senora y que pertenccia a Ia familia. Fue alli donde conoci a Cusi, una muchacha que le servia a Lalita, la her-mana mayor de la senora Bertica, y a su anciana madre, a qui en todo el mundo llamaba dona Gertrudis. A Lalita no le gustaba nada que le dijeran senora. Era de lomas simpati-ca, aunque no le gustaban los hombres. «Son hip6critas, mentirosos, embusteros, y despues que te hacen lo que quie-ren se largan», me dijo una vez cuando baje a su aparta-mento a llevarle un flan de calabaza que les habia heche a ella y a la dona.

Cusi era mi pafio de lagrimas en momentos dificiles y ha-blabamos mucho. Una noche fresca de febrero salimos a pasear por la calle Linea, hacia Malec6n y nos encontramos con Silvia. Tener amistad con Silvia era la mejor palanca que una pudiera tener. No hablaba de su trabajo y ademas no k- gustaba que le preguntaran mucho, aunque siempre 1 -..t tha dispuesta a conversarun ratico acompanando toda 1111.1 ' l"ttl' de chistes de todas las grandes senoronas, sin

HI

mencionar nombres, y acompanaba sus cuentos con risota-das enormes.

-Qui en te dice a ti, mujer, que La-Quien-Tu-S<1bes me dice, «oye, mulata, dile al chofer de la condesa que me II eve a casa», y tU sabes como soy yo de relambia. Me k pare firme y me saco el abanico del escote de rni blusa y de abanicarme un par de veces, como hace Lola l•lotl''>, k dije que ni en suenos ala condesa se le ocurria hahl.urlll'Hsi y que le recomendaba que caminara las pocas <.:u:ulr ,,., qul' Ia separaban de su casa si alglin dia querfa <kpll th- ll 'ii ll brasier. jPara que fue aquello, muchacha!, se pu .,u como la mejorana. «i,C6mo te atreves .. . , e<'Hno tt• .tttl' ves?» No sabiamas que repetirme, «i,C6mo ll' atrt'\l'S .. como te atreves?» y se fue caminando la muy fi l'-.t . 1

1, lu te

imaginas hablarle asia Silvia, lahijamas chiq111ta dl' J.rftt .r'/ Con apenas veinte afios, Silvia era la mulata run ... ncllllll.ula

de toda La Habana. Pocas personas sabian lflll" ·ll11 r ra sirvienta tambien. El pelo le llegaba por deh:IJo d1· lllt.uk· ra, un pelo macho, grueso y lustroso como <.:till dl' 1 .th, tllo y con el cual se hacia un par de trenzas enomll'" qtrl· .,l. h:un-boleaban sobre las caderas al ritmo de surnrnrn,ll, que a decir de las miradas de los hombres, era algo p.11 ;t 110 pcr-derse. Y no era que a Silvia le gustara provm·:11 < 1 ulgo por el estilo, sino que de nacimiento tenia una pil·rr 10 ltgl'r a mente mas larga que otra yen vez de cojearparcclu qtll'l'llllhreaba sus caderas al andar. A su padre lo llamahn11 'Jht h;a y era muy conocido en las luchas de los tabaqucws. en La Habana, y habia trabajado mucho tiempo <.:on los gran-des dirigentes de los torcedores de tabaco. J>or cso era muy conocido del BRA C.· Tatica casi siempre cstaba preso. Yo

* Bur6 de Represi6n de las Actividades Comunistas.

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nunca Uegue a saber c6mo Silvia se las arregl6 para trabajarle ala condesa de Sabadel durante tantos afios. Era una de esas cosas que no sc preguntan porque note van a respon-der como una qui ere, y ademas no me importaba. A lo le-jos, alla en el Morro, son6 el cafionazo de las nueve.

- Bueno, mi gente, me voy, no vaya a ser que me un bombazo verdad por ahi, pues la cosa no esta muy buena que digamos. , .

Y conlanllsma ech6 a andarporlacalle Lmea hacmsu reside111.:ia qm: estaba en Ia calle 15, casi .llegando. a Paseo. Cusi y yo 1e dijimos adios y subunos hac1a la calle 21, por c1 costado dclllotel Capn. La calle 19 estaba ce-rrada con todo el trabajo de constmcci6n que ha-cienda en el rascacielos de apartamentos de luJO que ocupaba toda la manzana de las callcs 17, 19, M yN.

CORAZON DE MI LOMA

Con mucha ansiedad habia esperado la llegada d 11 ll'l nl uv Tenia ahorrados algunos pesitos para cuando f'ul'l .1,1 < h11· mado de Giiines aver a los muchachos. Ramo111 lltlll.n toll' I viaje desde casa de sus tias en Santa Clara, pill''> It• II. II lia cscrito con mucha antelaci6n para que .IJll l p 11 .u lo paracuando le avisara que ibaa salir pormi ladtl ii.H 111 < h11 mado de Giiines donde todos nos encontnu ia1no· 11.1111.111 pasado casi tres afios desde que estaba en l .a II .Jh.111.1' llll' parecian una eternidad, sobre todo por esta1 .dt'J,HL I d1 l.1 ni fia conesaedad tan tiernaque es cuando 111:'1-. M' llt't 1'-ll .t d ra lordemadre. Pero de todos modosno podm ljlllJ.I I I lll'. I dcfinitiva la vida no habia sido lo demasiado d111 .t p.11 ami romo para sentirme derrotada o cosa por t:l l''>ll ltl v ,lllllquc hacia afios que no trabajaba para afuera , nu ··1· I Ill' habian nlvidado los trajines de una casa de verdad

Habia separado pasaje para el «Especia l>, dv 1.1-. dm:e de Ia noche de la Ranchuelera, una comptu1ia onn11hl1s que llacia poco habia empezado a dar viajes dc:sdl' Ia t:api tal ltasta Sagua la Grande y que tenia parada L'll ()ucmado de t liiines. La nueva Terminal de Omnibus de l.a llabana, que t·staba en laAvenida de Rancho Boyeros, Ia habian inaugu-l.ldo a mediados de 1951. Yo nunca antes habia estado alli, porque cuando vine para la capital, cl paradero estaba en la llabana Vieja.

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El aire acondicionado dellocalle hacia competencia ala temperatura frcsca de esa noche de diciembre. A pesar de que se aproximaban los dias de fiesta, la Terminal no estaba tan llena, al parl!ccr porque las Unicas compafiias que termi-naban su trayccto all i eran las de los omnibus interprovinciales, como Santiago llabana o las que iban para Camagiiey, Holguin, Bayamo y csos lugares por donde yo nunca habia estado. Con cl campo que yo habia conocido tenia bastante y suficicntc.

Cuando me baj6 de Ia maquina de alquiler que habia pe-dido por te161hno a Ia piqucra del Hotel Nacional, un sefior ya mayor 61, casi igualito que mi hermano Tito, medio calvo y con cara de muchacho travieso, se encargo de despachar mis dos maletas llenitas de cosas para los hijos y los parien-tes y con toda Ia ropa que pensaba estrenarme durante los dias que estuviera alla. Despues de comprarme unos caramelitos de salvavidas y tomarme una taza de chocolate, pase al saloncito destinado a los pasajeros donde decidi fumarme un cigarro y esperar a que anunciaran la salida de laguagua

La primera vez que hice algful trabajo como criada fue en casa del coronel Begerano, que vi via ala salida del pueblo, alia por la carretera que vade Quemado de Gilines a Sagua la Grande. Aquel hombre era malo malo, daba cuero a cuanto dios pensara mal del general Machado. Mi madre le lavaba la ropa para mantenernos a todos nosotros y siempre nos advertia que no abrieramos la boca a no ser para dar los buenos dias, dar el recado del irnporte de Ia lavanderia, de-cir gracias y Sanseacabo. Eso era alla por el afio treinta. Yo tendria unos diez u once afios.

Matildo, mi padre, hacia la zafra como machetero en los can avera lcs del Central U1acia. Trabajaba como un animal, a

veces hasta quince horas diarias sin con tar el viaje de ida y vuelta a pie hasta los cafiaverales y solo ganaba unos cuan-tos pesos en bonos que apenas le alcanzaban para comprar harina de maiz y manteca para la familia, que seguia crccicn-do, en Ia tienda mixta que estaba en el batey, y que al parc-cer era tarnbien de Ia familia del rnismo duefio del ingcnio.

En esos tiempos ya eramos trece y rni madre cstabn cm-barazada por ultima vez de Millito, que muri6 de ti fus sin cumplir los seis afios. La Unica que se le malogr6 de caton:e hijos que pario. Yo ayudaba ami madre con Ia ropa que junto con rni hermano Miguelito, un afio menor qul' yo, Ia llevabamos a casa del coronel Begerano, que tenia una de las quintas mas lindas del pueblo, con mucho potrero y ca-ballos y basta un pozo de agua muy hondo, con molino de viento, que nunca se secaba. Solamente uno de los un i t<.)r-mes de ese hombre valia por todo lo que lc pagaba ami madre. Eran de kaki, muy duro de cepillar pucs habia que quitarle toda aquella tierra colora como cl azafr{m, muy propia de esa zona, que se impregnaba por todos los poros. Los pantalones estaban hechos de una tela beige oscura y habia que dej:irselos bien limpios, desde luego, almidonaditos, y echarle basta bora para que brillaran tanto como sus botas altas de cuero carmelita oscuro. jQu6 hombre aquel! Miguelito y yo saliamos juntos de la casa de nosotros, que en aquellos afios estaba cerca del cementerio, entre la linea del ferrocarril y la planta electrica, y echabamos a andar descalzos por ese terraplen lleno de polverio con los bultos de ropa bien arregladitos y metidos en una de esas cestas de yarey que rni padre bacia muy bonitas -que hasta ven-diamos a veces.

El tramo era bastante lejos, casi cinco leguas, pero nos gustaba mucho ir porque asi de regreso, Miguelito y yo nos entreteniamos cogiendo algunos huevos de las nidas de ga-

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llinas que habia por las cercas de escard6n de las casonas de Fina, de Mauricio, de Ermenegildo y la finquita de Pordi6, un negro gordo y zambo, muy fresco y echao pa'lante el, que trabajaba en el matadero de reses y vi via solo con sus dos hijos varoncs, uno de ellos medio bobo, mas o menos de mi edad y que era Ia Unica familia de color que vi via por esa parte del pueblo. La gente de por alii le tenia mucho miedo a Pordi6 porque se decian cosas muy feas de el, de que era haitiano y brujero, de que si habia descuartizado a Ia mujcr con cl m ismo machete que siempre llevaba al cinto y Ia habia en terra do en el patio debajo de la mata de giiira, porque Ia habia sorprcndido con otro hombre, de que si la tenia encerrada cnun cuarto, en fin, cosas de esas, porque a todas estas, nadie sc atrevia a mirarpara adentro de la casa de Pordi6 y mucho menos pararse enfrente, pues tenia un par de perrazos negros que eran fieras, ademas no se podia ver casi nada desde afuera por Ia cantidad de matas y en-redaderas que colgaban de todas partes. Aquella casa era tremendo misterio. Para llegar basta alli habia que pasar por un callejoncito largo y estrecho que cuando llovia era casi imposible de transitar a pie porque estaba anegado en fango. Por alii pasaban de largo las carretas de cafia que halaban los bueyes que iban y venian de los caiiaverales cercanos rumbo a los dos ingenios de los alrededores, el San Isidro y el Ulacia, y que no podian ni tenian por que atravesar e) pueblo. <<Pie-dra-fiii-na ... Me-dia-luuu-na . .. », eran los nombres que le daban a las infelices bestias, que parecian mas cansadas de lo que uno pensara. Nose por que le daban esos nombres tan musicales ... , con esa rima. M iguelito se burlaba del coronet con malas palabras y de-da, csto sin que nada mas que yo lo oyera porque mi ma-dn: no podia enterarse de que nosotros sabiamos malas pal a bras, y decia ... <<Be-ge-raaa-no ... Ma-ta-geen-

1)()

te ... Hi-joe-puuu-ta ... » Y mugiendo como los bueyes, nos reiamos muchisimo.

A pie mucha gente nose atrevia a pasar por a hi Sola-mente a muchachos travicsos como nosotros q111: no lc teniamos miedoalas brujeriasquelagenteechabac:nl:ts 111.tt.1s de ceibas y de palma, ni a los perros salvajes ni a b -. l:lll ·h1.ts, ni ana- se les ocurria pasar por el Callej6n dd A boll .to, como Ia gente lo llamaba, porque se decia 11111, '1, h 1s gajos de una mata de mango filipino habian 111 111 negro que habia sido esclavo y que habia lidcrL·ado Jllt,d z.l miento en Ia zona cuando aquello de «La gul'rr1t.1 d, I Nl· gro», en Ia que mi padre estuvo envuelto y cscapo' 1111 ' 1da de milagro, pero de lo cual nunca queria habl:u vn11 11n-.o tros. Pero ademas, solo mi hermano y yo sabi;llllll' cloruk ponian las gallinas y a veces recogiamos hastil dll'Z clnl'l' huevos que luego vendiamos a tres por llll'<ho Indo 1 -.to sin decirselo ami madre, que siempre andab;t "' ''F"IIndo lo que nosotros estabamos haciendo.

Meacuerdoqueundialedescubri6a Miptll'IJto 1111lurno coloraito, calientico, de lomas Iindo, y hast. I"'' . llll k dr.JO de d6nde lo habia sacado no le perdon61a pv111ll llll,l que habia sido arrodillado encima de un punado dl' fl.IIIOS sc-cos demaiz. Ami me daba lastimacon mllll"IIII.IIHI porque no decia nada y ni una sola lagrima dejaba l''' ap.n M i ma-dre nos mand6 ami y aotro demis herrna1111o.; .1 jtJg;JJ afucra rara que no presenciaramos el castigo M 'I' Ill' I ito wntra Ia pared, all ado del altar de los santos. I ,il qlll'(·lno qw.:ria era chivatearrne porque yo habia sido Ia primero dcs-cubri6 el huevo en la cerca de lenguel'(fm de Gcncrosa, una vieja gitana que echaba las cartas y con Ia cual mi madre nose llevaba muy bien. Hasta que Miguel ito no le dio la rcspuesta que ella queria no lo perdon6, y eso fue como despues de una hora. Pero lomas triste de todo no fue eso,

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Marcial Martinez
Marcial Martinez
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sino que nos mando a los dos a casa de Ia vieja Generosa con el huevo envuelto en un trap ito blanco de cocina para que se lo devolvieramos y le dijeramos de donde lo habia-mos cogido y que mi madre decia que le pidieramos per-don. iAy ... , yo no quiero ni acordarme de aquello! Pero aunque lo hicimos, porque no teniamos mas remedio, no sin antes suplicarle a nuestra madre que no nos mandara ese castigo, que no lo ibamos a hacer mas, Miguelito y yo segui-mos con nucstras busquedas de nidas de huevos, esta vez teniendo mas cui dado y haciendo nosotros mismos nuestra huaquita, como le llamabamos los muchachos de aquellos tiempos a los escondrijos.

Miguelito y yo andabamos siempre juntos pa'rriba y pa'bajo y nos reiamos mucho, haciendo burlas todo el tiem-po porque el era muy chisposo y maldito. Pero no le gusta-ba trabajar, hacia todo lo posible por no hacer nada en la casa. Yo creo que por eso le dio porIa musica desde chi-quito. Aunque no solo a el. Todos los cuatro varones toea-ban guitarra, pero fue Miguelito el Unico que se hizo una para el condos cabuyas de jugar trompo, pero que no tenia el mas minimo aspecto de una guitarra, aunque el repetia que si y hasta se ponia bravo cuando uno se lo discutia y con la misma la hacia sonar, aunque no sonaba como sue-nan las guitarras. Cuando pasaron los afios y se convirtio en guitarrista de verdad, siempre le recordaba a la gente que lo escuchaba cantar, en bares y fiestas, como habia hecho su primera guitarra, por lo que hasta medio famoso se habia hecho inventando historias alrededor de aquellos afios. Aun-que era exagerado para todo, mi hermano tenia mucho de vcrdad en las cosas que contaba, lo que pasa es que la

no quiere saber el hambre que se paso en aquellos Hnns del machadato, sobre todo la gente pobre, cuando no llohla ni d6nde amarrar la chiva y rni hermano mayor salia

pa'l matadero y cuando tenia suerte volvia con unos cuan-tos huesos limpiecitos-limpiecitos que habia conscguido no se sabe como y que rni madre ponia a hervir y a hervi r du-rante horas y horas y le echaba algunas viandas l'Onse-guia y con eso nos llenabamos Ia barriga, porqlll' ni pnn habia. Eramos muchos y no habia trabajo ni dinl't o pont comprar arroz, harina o manteca ... Eran los tiempoH l' ll qliL' cuando habia unreal en casa eramos ricos, porqul'l'OII uqttl' llo podiamos comprar cosas de comer.

A Miguelito le gustaba sentarse debajo de In dl' ciruela al fondo del patio, alejado de la letrina, y Sl' pott l. t :t entonar lo que para el oido ajeno parecia una I t.t•.r toLd mente incomprensible, una y otra vez ... «Com 1111 tJ, · mi Lorna .. . » y rasgaba la guitarrita dos VCCl'S du H'ttdo: <<Riquit£n, Riquit£n .... » yvolvia, «Coraz6n d< ' lllll onto )), y asi repetia una y otra vez esa especie de lct:utLt ll.t .. t,tqttl' mimadresaliaalpatio y ledaba un trozo de hottt.tln iH·t vu lo y entonces se callaba, porque en realidad era lt:u111 111' lo q tiL' tenia

Paraaquellas personas que no saben lo qm'l'" ltt ll t k tri-na, se la voy a describir. Como se habdm pod tdo tt1111gi nar, Ia letrina es el cuartico donde uno hace sus m'll'!.tdudcs, no necesariamente dondeuno se asea. Por lo gL'Ill'tlt iiHs rami-lias de campo la hacen de tab las, en el patio, lo 11 11'ts alcjado que se pueda de la casa, aunque quien ptu:dl' lo haec de ladrillos, pero esas eran de lujo. Las hublo de d:tl crcntcs lormas, mas grandes, mas chiquitas, m{ts vcntil:tdas, con bombillo para quien tuviera electricidad; Ia plu.:rta con pes-t i llo o solamente con un pedacito de madera q uc aseguraba Ia privacidad durante el tiempo que uno estuvicra dando de cuerpo, en fin. El piso era de tab las tam bien, las cuales cu-brian el enorme hueco. En el centro iba un cajon de dos o t res pies de altura con un abertura redonda en el medio. Se

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conocian historias en que algunas personas gordas se ha-bian caido en pleno proceso y hasta se habian ahogado en mierda. Yo nunca lo comprobe, pero siempre Ia gente ha-blaba mucho de esas cosas, sobre todo en los velorios, cuan-do uno se entera de todos esos cuentos extrafios. Yo odio las letrinas con todo mi corazon, no solo por lo incomodo que era encaramarse encima del cajon y ponerse en Ia posi-cion adecuada para no fallar el tiro ala hora de evacuar. Para mi Ia letrina era el invento mas degradante que se habia inventado para defecar, por eso siempre o casi siempre uti-lizaba el orinal en vcz de treparme encima de uno de esos cajones. La (mica y cficaz forma de controlar la peste era echandole cal viva y crcolina bastante a menudo, hasta que al fin habia que darsc por vencido y cegar la letrina con tierra y cemento, pero nunca sin antes tener la otra ya lista. Es por eso que a veces sc podian ver en los patios de las. casas dos o tres letrinas «ccgadas» por donde a los mucha-chos nunca les gustaba andar jugando.

Ni pensar nosotros en ira Ia escuela. N i mi madre, Alberta, ni mi padre Matildo, sabian Jeer ni escribir, y al parecer ni tenian tiempo para preocuparse de que nosotros aprendiera-mos. Aun asi, de las nueve hem bras y cuatro varones que erarnos solo siete habian llegado al sexto grado, sin contar a Millito que en vida siempre fue enfermiza y no tuvo tiempo de ira la escuela. Yo misma habia repetido el tercer grado dos veces, pues faltaba mucho, en parte por los quehaceres de la casa y porque no queria ir descalza y sin blumers ala escue-la. Por eso pense que aceptando el trabajito que do:fia Emelina. 1.1 del Coronel Begerano, le habia pedido ami madre c p11 ·yo lc hiciera, podria reunir alglln dinerito y comprarme un p.11 dt· /apaticos, aunque fueran de lona.

1 '11. 11 u I< l rcgresamos con el peso y unreal del dinero de la H•l'· 1 1 It d 1 Ia noticia ami madre, no me respondio de ·

'J I

diato, pero eso no era nada nuevo porque siemprc hacia lo mismo cuando le convenia algo. Antes de scntarse en el laburete de la espaciosa cocina-comedor con pi so dt: I icrra que yo tenia que limpiar con ceniza fria y agua, mi mad1 1.' lt1c hacia el fogon y con una tenaza que habia hecho 1111 padn.: con el aro de un barril de manteca cogio una de .. , lu it'\ao..; de candela que hacian hervir una cazuela de agua p; 11; 1 po ncr la harina de maiz a cocinar, y encendio su inscp;tl cabo de tabaco. Ella compraba las ramas a lilt \'C IId1'do1 ambulante, las colgaba de uno de los tabiqucs dl' 11111d ., a que soportaban el techo de zinc de Ia cocina y t·ll.l misma torcia las hojas secas y preparaba su lluna t\pt·-.l.t ba ainfiemo,pero pornadadel mundouno podia til tt lq1111·1,t hacer muecas. Mi madre era muy severa y coli till 1 111 ·, 1\.:r muy fuerte. Habia que llamarla por su nOIIthtl' 'r lndol·l mundo tenia que decirle «Usted», menos 1111 pildt p1·1 o ,, t•lla no le importaba, porque de todas lt.thl.thall muy poco. Con su peineta de carey se atllarn'l I:t., dct !.11 g.ts lrcnzas de canas y se sento por fin en el tahlltl'l · \ il·to. al lado de lafiambrera que siempre guardaha uno dt• t'!il"' <lui-res que ella hacia y que me gustaban mucho r-.t • hanlos majaretes de harina tiema de maiz. lw. hn11 i.tl1llos y los bufiuelos, pero a veces no habia azucm qllt' Ct lt.trk. Sin t•mbargo, no siempre eran para nosotros pot los po-nta a los santos. Y nos amenazabacuando S\.'llll.tplllitba que t·ntre Miguelito y yo le pasabamos cl tk-do .II de ntajarete o faltaba uno de los dulces.

- Asi que dofia Emelina quiere que Ill k lnnpies csa ca-,ona tres o cuatro veces por semana y que d la sc arregla 1 onmigo lo que te va a pagar. (,Note dijo no?

- No, sefiora. Chupo nuevamente el cabo de tabaco y por el espacio

•!IIC habia entre sus dos unicos dientes amarillentos de arri-

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ha, (iJtro un escupitajo oscuro a toda velocidad que sola-mente ella supo d6ndc cayo. Con la misma se levanto ?el asiento y fue a echarle un par de cucharadas de cemza del fogon y le pas6 por encima dos o tres v.eces una de las chancletas viejas de vaquetetumbo que s1empre llevaba puestas. EchOla lrbra de harina de maiz en la cazuela y de regresar a su posicion de antes en el taburete, solto una bocanada de humo que se escapo fugaz por la ventana de la cocina, mientras que de lcjos vigilaba las burbujitas que ahora comenzaban a explotar como si fueran voladores celebran-do la gran comida de todo el dia. A pesar ?e lo de la comida mi madre tenia Ia habilidad de cocmar la harma con mucho y dignidad. Casi siempre olia rico por la sazon de tomates y especias que le ponia y mucho mas en esa ocasion que le habia cchado dos pedacitos de chicharrones de puerco que todavia le quedaban en la lata de manteca. Yo no podia ocultar Ia ansicdad que me em?argaba Y entretenia manoseando una muneca que yo m1sma me hab1a hecho con una mazorca seca de maiz. Silo que dofia Emelina le pagaria ami madre era bucno, le iba a decir que me diera algo para reunir y comprarmc los zapatos para rr ala e.scue-la. Nola miraba a los ojos, sino al regazo donde terua en-vuelto el delantal de tela de sa co de harina de Castilla. Hizo una pausa y por fin dijo: ,

-Esta bien, yo me arrcglo con ella Ahora larguese por ahl y vaya a echarle comida a Ia puerca aver si acaba de parir.

Cuando elomnibus que me llevaba de La Habana a Que mado de Giiines paso por la carretera casi desierta del po· blado de Corralillo, el corazon se me apreto tanto que me puse las dos manos en el pecho rara se me a salir. Todo habia comenzado aqm, o meJor dicho, hab1a co-menzado el principio de otro final.

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Los hijos se iban a poner muy contentos de volvcrme a very basta rnis hermanas y hermanos mayores, muchos de los cuales no habian dado totalmente su consentimiL·nto para que me fuera para La Habana en busca de una nuv\ a , rda «z,Que es eso de una mujer de tu edad y sola and.utdo por LaHabana?», fue la linica reaccion de Cucho, '"' h, ''""'", mayor. Pero en el fondo, tanto el como los dcm.rs

no tenia otra cosa que hacer. Por todas parll'·· 1,1 1111 , cr_on estabamuy mala con los trabajos y ellos lo s:rhurn11111Y hren, pues Ia cosa en el central estaba peor qut· n'"'' ,, '"' cso del di_ferencial azucarero de cuando Ia tal'r.t " uuh· y ahorael tzempomuerto erapeorquenunca ttt•huhr•t.l quedado nadie ibaa hacerse cargo de rni y dl'''''

ElomnibusinterprovincialHabana-Sagua IJ;tlttll tltclctlll· Ia Carretera Centralluego de pasar el mab.:t'ut111 tlllh l'ro L'll busca de los principales pueblecitos de late lsi , "'''' •, 1 • las pr?vincias de Matanzas y Las Villas. Fr;1r11r \ r II• I urn y

•u lmcllutos. All! todos los pasajeros tuvimos que baj:u I'" ll 1, th.rll a ,·char petrol eo a Ia guagua, tiempo que aptm , h,llt.lnlos para tomar un buchito de cafe, acotejarmc lit I'Sitlll,ulct it de

comprar el famoso pan de Caracas qtt " r 1 llll.t cs-pl!cre de panque muy sabroso, y hasta ir ;tl h.11tn, .tlltHJUC •tempre que viajaba evitaba los bafios p\thltt 1 pcu <!Ill' ct an

Nunca l'llluult pot q11c Ills IIHtJeres henen que ser tan desconsidcradao., hoi. til """ ro .rs de aseo personal, incluyendo las lias s:tnil:u ias us:i-

d.ts, ala vista de todo el mundo. Senora, senora, ya estamos en .Jovl'llanos. 1 Jay que

h.qarse aqui. Mi mas inmediata vecina se habia dormido tan pronto el

· onductor ponchado los bolctincs y cl chofer apago l.t ... luces a la sahda del Cotorro, dejando atras el bullicio de

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l:l capital y el titilar de los nuevos alumbrados de las calles y avenidas. Poco a poco nos adentramos en la estrecha y maltrecha Carrctcra Central, con sus inesperados baches que hacian balanccar suavemente la corpulenci.a de la .mujer que habia comcnzado a roncar en una apuesta mterrmnable con el motor de Ia guagua. Se decia que pronto iban a inau-gurar la nueva autopista que empezaba al otro I ado del Tu-nel de la Via Blanca que uniria por la costa norte a La Habana con la ciudad de Matanzas y de ahi rumbo a Varadero, para despues continuar hacia Cardenas, lo que iba a ahorrar mucho mas de una hora de viaje.

Ahora le habia dado un ligero golpecito con el codo que Ia hizo sobresaltarsc en su asiento, en busca de una explica-ci6n de lo que le habria pcrturbado su profunda sueno.

- jAy, gracias, m ' hija! l,D6nde estamos me dijiste? -En Jovellanos. -jAh ... ! Perdona que no me presente, m 'hijita; Luisa

Evangel ina Tejera, en Ia calle de Marti nUffiero 13, en Sagua Ia Grande, tienes tu casa.

Con Ia misma le respond i con mucha cortesia y le di mi direcci6n de Ia colocaci6n en el Vedado, aunque luego le a clare que no era mi casa mia, lo cual entendi6 sin mayores comentarios. Acto seguido nos levantamos y fuimos las Ulti-rnas en salir, antes de que Ia guagua se fuera para el garaje a rcllenar el tanque. Luisa Evangelina Tejera fue derechito al bano y yo me entretuve comprando algunas boberias, entre elias un par de panes de Caracas. Luego me tome una taza de cafe con leche. A esa bora el paradero de La Ranchuelera t•staba bastante animado. Hasta una vendedora de billetes , lt· lotcria estaba pregonando sus nUffieros con una voz muy h.tpta que sin mucho esfuerzo se perdia entre el ruido de ''' • una otra guagua que enfilaba hacia La Habana y las vo

1, , 1k Ia gente. AI pasar por ellado de Ia senora de I

billetes me detuve unos minutos revisando los n(uncros. Lo que mas me fue una centena que siemprc me traia suerte, un termmal513. La viejita, que se parecia ami abuc-la sus trenzas blancas en canas amarradas cntul par de

a cada lado las orejas y un paiiuelo rojo qul· lc cubna_Ia frente ':(haem un lazo en lanuca, no sc irnprt·-.u1111·, con nu presencia cuando le dije que queria dos hrfll'tt·-. dl'l n! alz6 siquiera Ia vista. Los cort6 con -. 11 .., 1.11 go1s unas yconlamismamano que me lo.-. ,.,lt-n1lro cspero monedas de a veinticinco qrw It- dr , Y algo aJuzgarpor la insistencia con Ja cual "'''""" -.11 mano ab1erta ytodavia extendidahaciami. SaqtH' d1·l 1110

un.real que acept6 muy agradecida contu1.1 •.otll l'>.l que mas bien parecia una mueca desdentada. -. es un buen nUmero, mi nifia, que Sarli a II, 11 h.11 .r t t'

gllle siempre. --Gracias, senora, mucho que Io neccsito <?>nlamisma volvi al6mnibus queya est aha ntu , .tntt·ntt•

•.ug1endo con el a todo dar. Una vcz L'llttll 1 HH· -.to,l'l 1 onduc.torcom.enzo a contarlos pasajeros. S11l1, '"''• Jll'IS<>-' ;:•s hab1an el viaje en Jovellanos, 1 x·r" lt.tlul.ur otr<ts 1 rcz esperando as1entos vacios. Era dicicmbr,· v l.t cs-

como un enjambre de hormigas por prc-parandose para las fiestas de Pascuas y /\no Nun o

- Nada mas que dos y basta Sagua b < ;, '"'dt· El fue tajante cuando Jc VOL'l'O .surrw11sajc al

1 Xf)Cdidor de boletines que parecia un car ll' r o ton su u:ni-lnnne de pantal6n de gabardina azul r>nrsra <>SL't uo hacicn-do con la gorra de guagLicro y su camisa gris l.tkr.

-Dos pa' Sagua. Repiti6 el expedidor, al1n mas alto, micntras encendia un

1 .tho de tabaco con un mechero de los antiguos, que habia

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i luminado por unos segundos su brillosa cara de un negro c.:hapapote muy negro, como se conocian que eran ne-gros de Jovellanos y esa zona de Matanzas, que. se destacaba por lo C'olorcl que es Ia tierra, pero mas arctllosa. Parece un conguito, pense para mis adentros.

-iDosaqui! Una voz ronca sali6 del grupo de personas que se

apretujaba frente a Ia pmtezuela de la guagua porque todos querian tencr Ia suertc de cstar entre los primeros. La Ranchuclera solamente aceptaba pasajes para los puntos de destino y no para de jar gcnte por el y Ia proxima parada era Ia de Quemado de Gumes, pasajes hasta Sagua primero, que era el fmal del vtaJe desde La Habana. Dos hombres de semblante cansado se adelan-taron. Con la (mica luz fria que colgaba del techo del de madera de lo que era simplemente una en.orme y fonda a Ia vez, pude distinguir traves de rru ventanilla que uno de ellos masticaba con funa otro cabo de tabaco Y su compafiero estaba comiendo lo que podria ser pedazo de un pan con lechon. Uno de los dos guaJlros de monte adentro, ajuzgarpor las botas, el de y dos jaulas medianas con una docena de guanaJOS Y gumeos, que milagrosamente no hicieron el mas minimo pago los dos pasajes de ida hasta Sagua al expedtdor que estaba parado en el primer escalon de guagua, . do tambien su cabo de tabaco. El mtsmo expedtdor cara de azabache guardolas dos jaulas en el rr:aletero h.,. .. ,. ••

lavista de los dos nuevos y afortunados pasaJeros que peraron hasta que cerrara la P?rtezuela para a la gua, sin mucho apuro, y segmr de largo el final ocupar los dos asientos vacios que daban hac1a el. c orrmar-timento donde estaba el motor de la guagua con atre dicionado, dejando a su paso una estela de olores

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podia identificar con mucha faci 1 idad y que tban el en tiempo de seca hasta los de Ia n;icrda de coneJos y ch1vas, pasando pore! penetrante olor (!I,: I humo de lo.s cabos de tabacos de hojas frescas torcidas pot sus

manos. El chofer cerr6la puerta y eciH'> a .111dar l'! omrubus,,que empezo a atravesar lentamente una a 111111 l.rs calles envueltas por una espesa neblina, sern im,• 111 .ts Y de Jovellanos. El reloj de Ia iglcsra dl! Ju,'.r111•

pnnct.pal m_arcaba las tres y cuarenta y cinco dt·lillll.rlfltrg 1 da. Mt reloJ puJsera tenia las tres y media. Era {'it'll 'L'"'al

fiestas del Quemadense Ausente, eran los fi•s11 1 .. 111,1" lmdos de todo el afio. Desde mucho antes dl' n 11 1 •

el26 de diciembre, me imagino q ,,,. 1 ,, t1 1llt1l11 1 <llr con los festejos tradicionales de Pascun:-. y I• 111 "' 1 11

como los camavales'de La Habana11 In 1 s 111 l1ago, parrandas a! estilo de Carnajuani 111 flu fo,

Cuandoviviamoscn Sanl.l < fur 11111111 ,1 faltaba a esas pero desde que me 1111 p. 11 .1 1 1 llnh 1 na, era Ia pnmera vez que venia, y nolah.t lu dr h•r r11•1:1 1 1111endo por mi pr?pia cuenta desde una c11rd ul11rn iriiJll 11 • l.rnte como capttal del pais. No Ia ... dos

o tres de viaje desde Sanla < 'l,u,1 .r <)IIL'Illado ck· en Ia misrna provincia de las Vrll.rs y l'lllll{tquina dl· alqwler, que las casi siete horas desdc I .1 ll.thana en una

nueva de ese tipo, con a ire acondJllon.tdo. . Durante todo el viaje no habia podido pl'gat los ojos.

IJ.:ntras la guagua oscundad del campo por l.1l ,HTetera, apenas podta reststtr Ia cmocibn a mcdida que 1' acercaba la hora de la llegada y me distraia asi en recor-

.(.u las habia alrcdcdorde los festejos, r•lll!Ue los dos baJ?OS pnncipales de Quemado de Giiincs,

1 I uya Y EI PereJtl competian todos los afios, siempre ro

I 0 I

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deados del mas misterioso secreto, en como hacian las ca-rrozas, el tema y su colorido, al igual que los cantos y de las congas, y como iban a preparar los fuegos artificiales y Ia cantidad de voladores que se iban a lanzar. Tam bien se te-nian en cuenta el adomo del barrio, las casas y las calles, muchas de elias de piedras mocorrero o pelonas, como le decian en otras partes y que eran traidas de los cayerios de Ia costa n01te de Ia provincia para cubrir algunas calles de tierra del poblado. A Ia gente le gustaba adomar las es-quinas de las calles con pencas de guano y cafiabrava, o bambu, que los muchachos utilizaban para hacer bazucas que disparaban con carburo, una piedra muy apestosa que servia para muchas cosas diferentes, entre elias para madu-rar aguacates y para encender los quinques.

Mi madre habia nacido alii en La Puya, y durante mucho tiempo toda la familia vivio y se crio alia, hasta que al sepa-rarse de mi padre, ella cargo con sus hijas sol teras y se fue a vi vir a Dobarganes, un barrio de gente pobre a un lado de Ia linea del ferrocarril, en las afueras de la ciudad de Santa Clara. Mi madre, Alberta, nunca volvio aver a mi padre, Matildo, y ni que ria saber de el. Nunca supe lo que le hizo, pero ni queria oir su nombre. Durante los dias de fiestas de fin de afio, a papa lo buscaban siempre para sacrificar puer-cos. Era un experto en eso de limpiar las gandingas y mon· dongos con hojas y cujes de matas de guayaba, porque todo el mundo no queria o no le gustaba la limpiadera de toda aquella bazofia y de verdad que habia que saber esco ger el gajito de guayaba, dejarlo bien lisito para que nose le encajara ninguna astilla a las tripas mientras se limpiaban con mucho jugo de naranja agria y las mismas hojas de gua yaba. A mi me gustaba mirarlo, pero no me atrevia a hacer-lo. Luego se ponia a preparar la sangre del cochino para haccr morcilla. Era un artista trinchando puercos, chivos

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cameros. Luego, mucha gente lo recomendaba para asar el puerco en puya, que irnpregnaba todo el aire con esc olorcito rico del chicharroncito, y yo me ponia con Miguel ito, mi hermano, a contemplar como se tostaba el pellejo del pucr-co. Papa seguia asando los puercos en lo que quedo de Ia segunda casa que si habia sido de la familia, al menos por un t iempo, pero que Ia perdio nose si jugando o porque nunca mas pago lo que tenia que pagar con dinero y con viandas, puercos y otros anirnales de cria. El duefio le habia arrenda-do un terrenito para que sembrara y le pagara poco a poco de esa forma. Por eso le quedo el patio grande para seguir l'uidando el sembradio yen un rincon detras del porton de Ia calle estaba su cuartico que el mismo habia hecho con pen cas de yagua, al fondo de Ia casa de otra familia. El patio lo tenia muy bien sembradito con malanga, boniato, yuca y l''ltaba rodeado de muchas matas de anon, mango, chirimo->·'· guanabana, coco, guayabadel Peru, naranja agria, to-lllnjagreifu y toronja agria, de Ia grande, que solo servia 11otra hacer torrejas o cascos en almibar.

Por eso en diciembre papa siempre se ganaba alg(In di-ltnito porque aunque viejo y todo se dedicaba a mantener ' I huerto el resto del afio. Alii habia sembrado lechugas, 1.1hanos, remolachas, zanahorias, tomates, culantros, pere-111 . , y no se cuantas verduras mas y Ia gente le compraba tlllll'ho, sobre todo en los meses frescos entre noviembre y • 111'1"0, que coincidian tambien con lazafra.

111 huerto lo era todo para papa. Lo tenia muy:arregladito \ l1111pio y le gustaba sentarse en un banquito de madera que

l111 i smo habia hecho con dos troncos de palma y se ponia 1 l11mar los tabacos que el mismo torcia como era Ia cos-

111111 hrc entre Ia gente humilde y de campo, y a contemplar 11 .1lcncio los colores de su patio, que ya no era tan suyo I' 11 <I i gamos, y parecia que se iba lejos mirando por encirna

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de la mata de yagruma que a veces, cuando soplaba algUn. vientecito, dejaba caer una de sus hojas grandes y secas hacienda un ligero ruido, como si le rascara ellomo a1 tronco de la mata. No era como el estruendo que causaba cuando una penca de guano se desprendia de una palma o cuando los palmicheros que vendian los granos para engordar los puer-cos la tumbaban de un machetazo. Pues alli se quedaba

a descansar sus afios h,asta mi hijo llegara co?-plato de com ida y el agua fria con hielo de casa de la vieJa Pastora, que era una de las pocas gentes en el barrio q_ue tenia refrigerador y hasta se habia inventado un negoc1to vendi en do tablctas de hielo a medio y durofrios de melon, mantecado y hasta chocolate riquisimos a tres por un me-dia, porque ella decia que no abria el refrigerador por de cinco centavos. Para hacer dinero, ahi estaba la vieJa Pastora. Ella fue la primera en tener televisor en todo el pueblo, yen aquellos afios en todo el N?e-vo o La Puya como le decian los mas fanat1cos, hab1an soiamente tre;; los otros dos estaban en casa de O'Reilly, un medico mulato que tarnbien habia sido alcalde del pueblo y otro que habia acabado de comprar Pagosa, un indiao que tenia una maquina de alquiler que daba VlaJCS entre los pueblecitos de por alii cerca. Por la noche, des-pues de las siete, cuando habia terminado de comer y fro-gar la vieja Pastora encendia el aparato y las personas

se sentaban con sus propios banquitos y los mu-chachos en el suelo del amplio portal aver los programas de La Habana, sin hacer mas ruido que el que producia Ia chupadera o la mordida de los durofrios. Por supuesto que aquel cine chiquito que estaba abierto hasta cerca de las once de la noche habia que pagarlo y la gente era buena en eso porque era el Unico entretenimiento que habia despucs del oscurecer. Solo algunas personas mayores y de lacon

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fianza de la vieja Pastora podian ocupar los mejores asien-tos que eran algunas sillas, y el sofa de la sala, porque los sillones y las butacas estaban reservados para la fami I ia.

Nena, la mayor de mis hermanas, se habia hecho respon-sable de cuidar a papa, aunque a decir verdad, mis otros Ires hermanos se ocupaban de el bastante y venian a visitar-lo. Tito venia de Camajuani, Monguito de Santa ( 'lnra y Jesus venia en su escandalosa motocicleta americana muy grande desde San German, en Oriente, aver al ul mcnos una vez al afio. A Papale gustabanmucho las vinn-das cocidas y Ia harina de maiz con aguacate, que le dtdnn Rubia con Ojos Verdes por aquello de la combinacibn de l'Oiores. Cuando habia alguna otra cosa como bacalao, o 111acabi, que es un pescado seco con muchisimas espinas, ptro mas grande y barato que el bacalao, todo clmundo sc ponia de lomas contento. De vez en cuando se comia pica-dtllo, y cuando habia necesidad de sacrificar un polio era porque habia alguien enfermo y no quedaba mas rcmedio, porque por lo general eran para vender.

Ramoncito, llevale Ia comida a papa y dile que me man-' h· unos rabanitos para Ia ensalada.

1\ veces mi hijo se metia en el surco y el mismo sacaba 1,,., rabanitos mas frescos y alguna que otra verdura. En '" . 1siones, ya papa tenia preparado uno de los mazos de Iechuga Itt, I '{ lindos y lo colgaba de un clavo deherraduraque nose · llttl'•n habia enterrado en una mata de palq1a, y esperaba a

tt ttl t:lo con la cornida en el plato hondo y Ia latica con agua It I 1 11 I i monada. Los dos se llevaban muy bien, porque se w 11 1 1:111 y se cuidaban uno al otro, aunque siempre en silen-

11• Papale habia buscado un trabajito que consistia en I'' p;trar los mazos de Iechuga del huerto y el berro que It 1 Lt de Ia Canada de la Luna, no muy lejos de alli pero I''' 11 n tchos en el pueblo nose atrevian air hasta alta y menos de

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madrugada porque decian que salian muertos.y giiijes por esos Iugares. Papa no entendia de, muertos m de negntos rapados al coco ni nada de eso. El amolaba su mocho que parecia un matavaca y con su saco de yute saha el viemes o el sabado con la fresca, mucho antes del ama-necer a buscar bcrro fresco ala Cafiada de la Luna, acom-pafiado con su faro! de luz el con el. que alumbraba su cuartico de yaguas y ptso de tterra donde stem-pre andaba dcsca lzo para descansar sus pies cansados. Hubo una epoca en que usaba piedras de carburo, pero por tiempo fuc d i lki I conscgu irlo porque al parecer ala Guardta Rural no lc gustaba mucho por aquello de .9ue los mucha chos hacian cxplosiones con bazucas de canabrava duranto las fiestas de fm de afio y el ruido del bombazo era tm:to q.ue parecia que era de verdad. Por nada del mundo papa _deJa ba que su nieto tocara aquel machete el.que hab1a P Ieado en Ia Ultima guerra de independencta. Sm embargo, sentia orgulloso de enseiiarle la medalla de veterano Y ha: una fotico muy vieja de Ia Asociacion ?e Veteranos de ( lor donde aparecia con levita blanca bien abotonada ha!! el y su machete al cinto, y le hablaba de cuando echo a! monte con solo quince aiios de edad y cos que le encantaba escuchar al mu.c.hacho. Fue prectsamcn con lo que le dieron de Ia pensiOn de que pud aparcerar un terrenito donde el mi.smo la castta qw.:, 11 vio nacer a muchos de nosotros, mcluyendome a m1. In era buen caminante y hasta el mismo se remendaba las I tas. Ya antes del mediodia el viejo estaba de regreso. dando la gota gorda. Entonces pasaba por dl' hermana Nena y traia el mismo su almuerzo que cogw P•' vcntana de la cocina. Antes de lavarse con agua de Ia I 'IIIII se rerrcscaba un poco, porque decia que sino pasm y cog fa rcsfriado. Despues almorzaba y se ttraba l n

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co!um?ina a Ia siesta un par de horas, pero nunca sin deJar bten ;emoJado el saco con berros, que ponia a Ia som-bra o con hojas de platano. Cuando el sol bajaha un poco las matas de mango, papa sorteaba los bc-rros Y los lnnptabas de caracolillos y otras basuras del rh dmel? Y Iuego ponia por separado los mazos que Ramo

11c

1;0 acotejaba Y. amarraba con tiras de yagua remojadas para

ll.ue se suavtzaran, y salfa a vender su mercancia sobrc hs l:lllco de la tarde,justo antes de la hora de la comida, l el campo se come mucho mas temprano que en Ia ciu-d.td. Tres mazos de Iechuga por unreal y a siete centavos e1 lllazo de A veces lo que se ganaba mi hijo en un dia •-ra entre dtezy quince centavos, a veces hasta una peseta, luego de cammar y caminar descalzo o con los tenis rotos por.· todo el pueblo pregonando Ia venta de las lechugas y cl "l'J.ro d; su abuelo y qne !a siempre compraba por-, 111c confianza en la hmp1eza y calidad de las verduras ·I·· Tanto eraasi el Unico vendedorde verduras que 1 '0 <11a pasar de un bamo a otro sin problemas era precisa-111l'nte .. raJ vez lo que ayudaba era que muchos 1, sus tios, tias Y vivian en esa otra parte del pueblo. 1 • por que cas1 stempre regresaba al huerto de papa

'"' ?e toda Ia venta, que los dos contabanjuntos dtscutian a veces acerca de la propinita que las ca-

. 1 o1s le daban. a veces, cuando estaba contento, Ie ''· un extra a1 muchacho, que Io echaba en una

1, olllCla de que tenia enterrada aJ Otro lado del patio II.J sus nose Ia saquearan. Tres de los hijos de '' ill 1 mana Nena I ban ala escuela. Daisy, lamas chiquita "" dos que poco Jes faltaba para cumplir

I rile. El umco dmero que entraba en Ia casa era el de mi •rlrdo zafra, pues tenia uno de los mejores '"·IIOs del mgemo como <<puntero» de a.zUcar, vigilando el

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melao de cafia antes de convertirse en azticar. El queria por todos los medias que sus dos hijos varones entraran en el central antes de retirarse, pero ninguno de los dos estaba pensando en seguir el rumba de su padre, ademas lo que le pagaban como aprendiz era una miseria. Yo por mi parte tenia que agradeccrles con toda mi alma a rni hermana ma-yor y a su marido por el hecho de que me cuidaran a los muchachos, sabre todo a la nifia, de la cual me habia tenido que separar tam bien con mucha tristeza, y ahara estaba so-lita, sin su hermano, que el padre habia ido a buscary que tam bien queria llevarse a la nifia, pero yo me puse dura y no lo deje. Y aunque con el tiempo supe que los dos no la pasaron nada bien alli, por lo menos nunca se acostaron con Ia barriga vacia y debo agradecerselo ami cuiiado y ami hermana. Sin embargo, muchos afios despues, Ramoncito me cont6 que mi sobrina mayor escondia los paquetes de casas que yo mandaba cada dos meses de La Habana para aliviar la situaci6n y trapichaba con algunos de los regalitos que eran especialmente para los dos muchachos, como era el chocolate Milo, que les gustaba mucho, o las cajas de galleticas La Estrella, de chocolate tam bien, y esas golosi-nas que les encantaban. Ramoncito me contaba que tenia que ir a la escuela con las botas rotas porque mi cufiado vendia los zapatos que yo les mandaba o se los cambiaba a los guajiros de monte adentro durante el tiempo muerto. Yo nunca me imagine que cosa semejante pudiera pasar y a la pobre criatura le daba miedo mandarmelo a decir, pero las quejas se las daba a su padre cada vez que iba de Santa Clara a Quemado de Giiines a verlos. Par otro lado tenia que cargar cuba tras cuba de agua para regar el huerto de 111 i cunado, que era muy celoso con su sembrado y lo tenia 11111y nrregladito. El terreno era mucho mas chiquito y tenia w nlu ras mas fmas y dificiles de lograr como eran los pepi-

lOX

nos, ellaurel de la tierra, espinacas, culantros y esas casas, aunque algunos afios le gustaba sembrar Iechuga americana. En realidad lo que tenia sembrado nolo queria pa1 a vender, el era muy orgulloso y sefiorial como para salir a wnder, a no ser que alguien viniera expresamente a comp1 ark· a I go. Tenia una enorme cria de conejos, gallinas, gal los y h<tsla gallos finos de pelea, patos, y siempre engordaba hast' 1 I res co chinos a la vez, que sacrificaba en diciembre: uno pa r.t el consumo de la casa, otro para vender en pie y el ten.: em L'l mismo lo asaba y lo vendia en la fiesta del dia 26 en Ia So ciedad de Color del pueblo, que estaba frente al parquc, a I otro lado del Licea de los blancos. Ramoncito iba a Ia es-cuela por la mafiana y cuando regresaba par la tarde y antes de descansar, alla iba a la bomba a sacar cubos de agua para que mi cuiiado regara las hortalizas. El no mandaba a sus hijos porque Walfrido estaba aprendiendo a panadero y llegaba de la panaderia sabre las siete de la mafiana y sc ponia a dormir hasta pasadas las dos de la tarde y Juancito trabajaba en una carpinteria, aunque estaba casi listo para irse tambien para La Habana y escapar asi al capricho del padre. A veces mi hijo se ganaba algunos quilitos tam-bien cuando alg(m vecino le pedia que le buscara un par de cubos de agua que pesaban muchisimo, sabre todo, me imagino, para un muchacho de doce afios tan flaquito como era el.

Ahara, mirando a traves de la ventanilla, aile;!. a Ia lejos, sc vislumbraban los primeros destellos de otra mafiana clara de diciembre y la guagua aflojaba la velocidad como si fuera expresamente para que yo pudiera apreciar con todo su esplendor elletrero pintado de azul en una plancha de metal grisaceo levantada en la cuneta que me daba Ia bienvenida a Quemado de Giiines. Justo antes de la linea del ferrocarril que iba de Sagua la Grande hasta los centrales donde tra-

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bajaban dos de mis sobrinos y un hermano, la guagua se detuvo por unos segundos vigilando la sefial del Crucero, y con ligeros movimientos al paso de los rieles, emprendi6 nuevamente la marcha. Mas adelante estaba el cementerio, con sus muros decorados unicamente por enormes cruces incrustadas. Una de la pocas veces que habia entrado al cementerio fue cuando muri6 mi abuela por parte de madre, Eduviges, con casi cien afios. Recuerdo que se vestia siem-pre de guinga azul y con un delantal blanco de saco de yute. Masticaba su cabo de tabaco todo el santo dia y con la ayuda de un bast6n de ebano que era tanto 0 mas viejo que ella, caminaba en alpargatas por los campos, donde eran muy solicitados sus servicios como partera. La gente que sabia de esas cosas dccfa que era la mejor comadrona de toda la zona porque dcsde mucho antes de los siete meses le cuidaba la barriga a las embarazadas y sabia si iba a ser hembra, var6n y hasta jimaguas. No habia ombligo de re-cien nacido que no sanara en siete dias con una pomada que ella misma hacia en secreto con manteca de maja. Y lome-jor de todo era que no se le habia malogrado ninguna criatu-ra. Yo queria mucho ami abuela, que se pasaba el tiempo diciendo que a ella habia que respetarla porque ella era «ne-gra de naci6n». Nunca se me olvidaran aquellas palabras suyas. Lo repetia con mucha autoridad, con un dejecito en la voz que no era como el de nosotros. Todos sabiamos por ella misma que habia sido esclava y que la trajeron sin su madre cuando tenia menos de diez afios, pero ella nunc a queria hablar mucho de eso y menos conmigo, que me qul' ria mucho. Cuando alguien o algo la molestaba, levantahn su bast6n y con la otra mano en la cintura decia en alta vo1 «conmigo no se juega, yo que si que soy negra ganga de naci6n, carajo». Nunca supe cuando mi abuela habia que dado embarazada de su linica hija, Alberta, mi madre, qu

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nunca conoci6 a su padre porque seglin mi abucla habia sido «un valiente insurreto en el68». Abuela Eduviges se habia hecho un remedio para nada mas que pari r n m i ma-dre, porque me dijo que habia tenido que trabajnr mucho rara pagar el «vientre libre». Mi madre sabia de csns cosas pero a ella si que no le gustabaennadahablardc Ia t.•sclavi-tud. Poreso senti mucho lamuerte de mi abuelita y IlK' pas6 toda la noche en el velorio, donde hubo tambor sin pa nu t.' ll su bajareque de yagua alla por la manigua, cerca de ln ci(·-naga, y no tuve miedo de acompafiarla hasta el cemcnkrio, que no estaba muy lejos de donde viviamos entonccs.

Ahora pasabamos por el estadio de pelota que pan.:da habian acabado de pin tar con lechada azul y blanca. Lucgo Ia Placita del Mercado, donde la gente compraba de todo, t ksde una montura de caballo hasta pencas de yagua I rcsquecitas que los guajiros utilizaban tambien para las ca-'1as de tabaco. La guagua afloj6 nuevamente la marcha para 1 It lblar por una esquina donde casualmente estaba la escue-l.t de mi hijo y de algunos de mis sobrinos mas chiquitos. La l{anchuelera era demasiado grande para las calles estrechas dt•l pueblo, acostumbrado al tratico de las maquinas, carre-l,,.., vacias, carretones, caballos y bicicletas, pero no esta-h.trt hechas para una guagua de ese tamafio, que la gente se I" tnt baa mirar con curiosidad y asombro y los muchachos II ra ian atnis para ver qui en llegaba de la urbe y si alguien 111 ·rcsitaba que le llevaran el equipaje a pie h;:tsta la casa, si I l.t CCl'Ca 0, para maS luj0, Si UnO queria Una maquina de dqtt i ler de las que estaban parqueadas alrededor del par-•Jitt·, cllos se encargaban de conseguirtela por un par de 1111 lltcdas que uno estaba en disposici6n de repartir porque It iltia acabado de llegarde LaHabana. Al pasarporel lini-' 111 tnc del pueblo, el chofer hizo sonar el pito de la guagua jl 11.1 avisarle a un hombre que iba a caballo que nose atre-

Ill

Martinez
Marcial Martinez
Marcial Martinez
Marcial Martinez
Marcial Martinez
Marcial Martinez
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viera a cruzar. A un costado del parque se levantaba la Uni-ca igJesia de todo Quemado de Gilines que estaba al princi-pio del paseo nuevo que la gente del pueblo conocia como. La Avenida. Al otro lado del parque, junto a la botica de Cunduna, pariente del primero y ultimo alcalde mulato y batistiano de todo Quemado de Giiines, se distinguia la ofi-cina de correos y telegrafos pintada de azul, blanco y gris, con el Unico telefono publico de todo el territorio que tenia enfrente la esperada terminal interprovincial de omnibus de ese pueblo que se vcstia de fiesta solamente una vez al aiio, ala misma hora.

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jSENORA NO, MADAM!

Un primero de septiembre comence a trabajar en casa de una familia medio extranjera, bastante cerca de la otra colo-t'aci6n en casa de Ofelia, por la rnisma calle Linea. Todo el mundo en el edificio la conocia como la Polaca. Cuando digo «todo el mundo» me refiero a nosotras las criadas, por "upuesto. Nose por que la llamaban asi, pues en realidad t•ra francesa de verdad, pero a todas las senoras extranje-' as o con aspecto de extranjera, algo paliduchas, rubias y

ojos claros, le deciamos la Polaca o la Polaquita, si se lrataba de alguna senora bajita.

La senora Evelyne tenia una joyeria muy famosa en la calle <Iuliano. Con ella nada mas que estuve un mes y pico. Me l'•tgaba con buen sueldo, eso si, pero tambien con mucha des-' 1111sideraci6n. Jugabamucho. Empezaban con la canasta parry r las once de la noche, y eran las cinco y a veces las seis de la

11 Htthugada y ahi estaba yo sirviendo tragos, cornidas, botando 1 1't1 iceros llenos de colillas, y a veces al final, si ganaba la senora

' I w lyne, tenia que preparar una suculenta cena con vino yen rnas ocasiones especiales hasta un desayuno con champan

lr ,utc6s, caviar y todo. Desde luego, despues me daba unos 1 ,itos y al igual que si ganaba cualquiera de los invitados, siem-

me daban una buena propinita, pero el agotarniento no 1••ulia n pagarmelo porque esto era hasta dos y tres veces por · 111a na sin con tar los sabados para domingos.

I IJ

Martinez
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I matrimonio tenia una hija Hamada Monique, jde lomas lllona la blanquita!, con s6lo once aiios era bastante adelantadita. Con cl marido nunca tuve mas de dos pala-bras. Parecia frances tambien, pero nunca tuve tiempo de saberlo, pues se pasaba casi todo el tiempo de viajes por el extranjero comprando y revendiendo diamantes y otras pie-dras preciosas.

Evelyne era lo mas elegante que habia visto como mujer. Rubia natural, de regular estatura, muy tiposa. Ala legua se la podia adivinar por los perfumes que se ponia aquella mu-jer. De ella aprendi lo que me dijo una vez, no recuerdo con quemotivo:

-Si hay dos cosas en este mundo que no se pueden confundir, una de ellas es el perfume frances.

La otra cosa era el champan, porque decia que las mejo-res uvas del mundo para hacer esa bebida se daban exclusi-vamente en una provincia que se llama tambien asi y que fue donde precisamente ella naci6. Pero, bueno, lo del perfume lo repetia siempre, y cuando queria extremarse, agregaba lo del champlin.

A ella tampoco le gustaba que le dijeran senora, pero era porque decia que no era tan elegante como su madam. Y como me pagaba para eso, pues yo le daba en el gusto y le decia madam Evelyne.

Desde un principia ala madam Evelyne le cai bien. Tan-to f ue asi que hasta me regal6 un frasco de perfume Roc has nla primera semana de estarcon ella. AI parecer reconocia algo diferente en mi. Un dia me dijo, con esa vocecita toda 1 c 111ra, arrastrando las r a mas no poder:

i <)uc hubiera sido de ti si tuvieras dinero como yo! r ... olamente dinero, madam, pense para rnis adentros.

11 .c Iuque ella queria decirme, porque aunque yo era una 11 ' l l' lll.llll..'gra, divorciada condos hijos, y teniamis resa-

II I

bios, era dueiia y senora de una buena figura, y por m i for-ma de ser ella podia distinguir que yo no era de csas que se de jan avasallar y cosas por el estilo. Yo le dije que no habia necesidad de dejarse atropellar porque una fuera s1n ll'llla.

- De todas las que han estado aqui tU eres Ia que till' I Ill scrvicio has tenido.

Le gustaba decirme asi, con su forma pausada de hahl<ll , como si contara exactamente las palabras que queria dccu me, ni una mas. Pero era demasiado matraquillosa. U n d i a me llama:

-Marta, por favor, cuando usted baje con Monique me hace el favor de que todas las batas me las lava, aunque sea una hora lo que este abajo. Hay muchos micro bios en esta ciudad.

jMuy bien, madam! No le dije asi esta vez, pero pense que estaba cansada de-sus pejigueras. l,Acaso sabia ella lo que era lavar a mano esas batas llenas de vuelitos de enca-jc? Asenti con la cabeza. En realidad, ya estaba harta de tantos abusos y de aquella constante desconsideraci6n.

Monique era tremenda para sus once afios. - Ami no me hagas cuentecitos de niiiitas. Yo soy una

nina en tamafio, pero quiero saber cosas de mayores. Siempre que saliamos, la muy atrevida me pedia que lc

h iciera cuentecitos de noviecitos y me preguntaba que cw1ndo ella iba a tener la regia y que si despues de tenerla pod in salir embarazada y que esto y esto otro. Yo nola engannha porque pronto iba a ser toda una mujercita, pcro huhi1..·m preferido que fuera su madre qui en le con tara lo q111..' IL' II i:l que contarle como madre al fin y al cabo que era suya.

Una tarde la niiia baj6 con una bata rosada prcciosa y Ia llcvea unafiestecitadecumpleafios no muy lejos de lacasa. Fuimos caminando esta vez hasta Ia misma avcnida de Paseo y Linea. No se c6mo a Ia mculom Evelyne se lc

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ocurri6 dejarme llevarla a pie, porque hasta para tres cua-dras sacaba su carro frances del garaje. Yo iba con rni uni-forme de sirvienta, desde luego, muy planchadito y todo. En el camino me dice Ia niiia:

-i,TU eres boba, Tica? Yo no quiero que me hagas cuentecitos de libros ni nada de eso. Hazme cuentos de co-sas que tU hayas hecho como mujer.

jAtrevida! Aquel sabado por la tardecita llegamos ala fiesta infantil que era en el Po tin de Linea y Paseo. Todas las manejadoras que yo conocia estaban alli con sus lindos uniformes. Muchas se asombraron de verme por el barrio otra vez, pues hacia como dos meses que estaba perdida.

- jNifia, que bien estas! i,C6mo te trata tu blanca? Me pregunt6 Basilia, una sirvienta mulatajaba de pelo

malo-malo que trabajaba por Malec6n en casa de un medi-co que se habia hecho rico y famoso hacienda legrados a mujeres de dinero, sobre todo americanas que venian de los Estados Unidos expresamente para consultarse con ese gi-nec6logo. Habian muchos que estaban en eso, pero el era el meJOr.

-i, Con qui en estas ahora, rni santa? Era la pregunta obligada cuando una desaparecia por at-

gUn tiempo, porque cuando una tiene contactos en una zona, dificilmente qui ere irse de ella. Habia muchas sirvientas que se especializaban en Miramar, en el Country, otras en cl Nautico y Siboney. Estaban tambien las que dominaban Santos Suarez, el Casino y esos barrios del suroeste. Pero cl Vedado era el Vedado y estaba creciendo mucho con los nucvos edificios que estaban construyendo. No era lo mis-tnn con el Nuevo Vedado, pues aunque fueran gentes de dtm·t n, siempre serian de medio pelo. Las farnilias del Vc-d.ulu tl·nian costumbre de emplear criadas en sus casas y 't{t tn,·,.., tiki! que nos aceptaran cuando una tocaba a Ia

llh

puerta con una recomendaci6n en la cartera, si hahia colo-caci6n. Mis amigas, diria mas bien, mis conocidas, pues amigas-amigas, tenia muy pocas, pero bueno, sicmprc las llamaba asi, pues rnis ami gas sabian que estaba bien, en una buena casa. Segim la calidad y elegancia de nuestros uni for mes, asi se podia aqui Jatar Ia clase ala que pertenecian los senores. Pero tampoco todos los que vivian en el Vedado tcnian dinero. Habia mucha gente que por vi vir en el Veda-do daban mas de un ojo.

Aquel uniforme mio era precioso. La saya era semi-cntallada, de warandol de hilo azul oscuro, fino, en forma de yompi, con los tirantes cruzados ala espalda, que se convertian en un enorme lazo atado a la cintura por detras. La blusa era blanca, con un cuello de media corona de l'ncajes y un bolsillito a un lado donde sobresalia un pa-tiuelito de fantasia del rnismo tejido que la saya. jAh!, una porrita que llevaba en la cabeza como las enfermeras, aun-que diferente al de elias.

Las dos horas que duro la fiestecita transcurrieron de lo tncjor y pase un rato riquisimo chachareando. Me despedi de toda mi gente y quede con las muchachas de ir una noche libre por el barrio para conversar con elias. Siem-pre le liamabamos «el barrio» a Ia zona por donde trabaja-hamos y nos reuniamos.

Busque a Monique y esta vez nos fuimos en el carro, pues Ia madam Evelyne prometi6 que nos, recogeria y a l.1s seis en punto estabamos listas. Cuando'llegamos a Ia 1 .tsa le dije a Monique que se qui tara la bata y me la diera. \unque yo sabia que aquella bata era una de esas que Ia madam Evelyne mandaba a Ia tintoreria de Chantres, en < .tlzada, cuando Monique me Ia liev6la puse en remojo, I" cpare algo sencillo para la com ida con sop a de vegeta-h-s y una tortilla de jam6n con papitas fritas y despues me

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di un saltico a casa de Maite, para regresar antes de las nueve. A esa hora de Ia noche me puse a lavar los vestiditos y los colgue bien guamecidos del sereno. Al dia siguiente, bien tempranito, Ia madam Evelyne fue a Ia iglesia y regre-s6 alrededor de las nueve y media. Pas6 porIa cocina justo cuando yo entraba del patiecito con las cinco batas, inclu-yendo la rosadita que Monique se habia puesto para Ia fies-tecita.

- {.Marta, que cosa usted ha hecho? Sabia perfectamente por d6nde venia, pero me hice Ia

desentendida y le pregunte de que se asombraba. - l, Y esa bata, por que usted Ia lav6? - Madam Evelyne, usted me dijo que cuando yo bajara

con la nifia a cualquier parte con una de sus baticas, que yo se Ia lavara y que procurara que usted no tuviera que repe tirmelo. Yo cumpli sus 6rdenes. Yo no sabia si esa bata era o no para mandarla a Ia tintoreria.

Despues de toda aquella descarga, despacito y mirando-me suavemente a los ojos me dijo, enredando todas las pa labras, porque cuando se ponia brava el espafiol no le salia bien, a pesar de que lo hablaba a retacitos:

- Yo no me atreveria a pensar que usted hizo eso por maldad, porque yo creo que en su cerebro, que bastanto claro lo tiene, no le cabe pensar que esta bata era para lavar en casa. Pero, bueno, ami se me olvid6 rectificarselo sin tener en cuenta su temperamento.

- Bueno, madam Evelyne, baste decirle que usted rn dijo que procurara que no me lo repitiera.

Entonces, en ese momenta, aparece Monique y trata J inmiscuirse en laconversaci6n.

Mama, no ves lo que te dije, que esta Tata no me gu Ia. N i me hace cuentos de los que a rni me gustan ni nad Ella d icc que yo soy muy nifia, por eso ami no me gusta dl

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( 'uando salgo a Ia calle me da Ia mano porque dice que ella I icne que cuidarme y yo no quiero que ella me d6 Ia mano.

La madre la mand6 a callar con una palabrita en frances, que en realidad parecian dos y que Ia muchachita asimil6 ri'tpidamente, pues ella iba a Ia Alianza Francesa, una cscuc-la muy selecta que habia en laAvenida de los Prcsidcntcs y

17, y aunque habianacido en Cuba, al parcccr habla-ba muy bien el frances.

Monique se retir6 protestando un poco, mcdio en f'ran-l 'L'S, medio en espafiol. .. , y con una reprimenda fi na I de « i ha-hla correctamente, Monique!», la nifia obcdeci6 a su madre tk• inmediato, como siempre. Todo aquello que decia la chi-qui !Ia sobre rni comportarniento responsablc para con ella 1 nla calle era la pura verdad, pero al parccer, ellio con Ia h.tla acab6 por complicarlo todo.

Por su parte, Moriique era asi, soltaba cosas por el estilo 1 11 cualquier parte y de sopet6n, sin importarle lo que decia, 1 nmo muchacho al fin y al cabo que era. No les respondi t11.1s. S6lo me vino a Ia mente lo que esa nifia me dijo un dia 1 u.tndo saliamos para el Cine Rodi, en Ia calle Linea:

Note creas que te vas a vestir asi, con esa saya, como 1 Iueras a pas ear. Ponte tu uniforme, porq ue si no no vas

. •u11nigo. i No, niiia .. ! Si aunque no me lo ponga se tiene que

1hn que yo soy tu tata. Vaya o no con el uniforme, yo no 11y parienta tuya. Yo soy tu sirvienta, tu Ade-

nl.l.,, esto se acab6 aqui mismo. Voy a hablar con tu madre r II ol que me liquide. I· 11 aquella ocasi6n no lo hice porque la nifia tenia dos

''' .tns de fin de curso y le habia prometido a Ia madam I , lync que la llevaria, pero ahora cuando le avise con tiem-1"' para que no se asustara, si que lo hice, y aunque la ''"'"Ill Evelyne se qued6 boquiabierta, me fui.

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EL CEMENTERIO DE MARiA

Despues entre en otm rasa don de habia diecisiete de familia y siete criados, de Ius stele Ia (mica que ganaba treinta y cinco pesos era yo. 'I udas las de mas ganaban entre quince y veinte pesos men sua ll:s. La senora de la casa las traia de Camagiiey, donde tcma 1 ICI ras sembradas de cafia y naran-jas. Un buen dia, una de dlas, Roxana, me dice:

- jC6mo es que ttl ganas treinta y cinco pesos! - Ah ... , porque yo no soy sumisa como ustedes. - jOye, tU no sabes qul' a Maria nose le puede decir

eso porque nos regafia! Nosot ras ganamos a veces hasta veinte pesos, pero no nws que eso.

- Alia ustedes, yo no soy sumisa. Mi servicio es bueno y si ella me necesita tienc qu1.· pagarmclo como tal.

Un dia lleg61a rnisma Ro'<illlil a Ia cocinajadeante con el coraz6n que se le queria :.;alu ,

- jAy, negra, lleg6 Maria' - jBueno, y quien cs M:11 fa ... , si Maria no se come

nadie! Nose si fue la misma Roxana, una blanquita ella muy

ecM pa'lante, o la manejadora que estaba en ese preparando algunos bibcrones para las dos 111'' '"''"'1"111 jimaguas, el caso es que una de las dos lc rue con el a Maria y le dijo que yo le habia dicho que ella, Maria, no comia a nadie. AI dia sigu iente, como era costumbre, le

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pare su desayuno y Roxana se lo lleva ala mesa del come-dor. Yo no Ia vi desayunando porque estaba en otros me-

pero regres6 a sus habitacioncs, me llam6 porel subi enseguida ala primcra planta de la res1dencia.

- Asi que usted es Marta. Me dijo mirandome de aniba y yo,

por supuesto, la observe tam bien. - La misma que viste y calza, senora. -. Sabe que me handicho todos en Ia familia que IIStl·d

muy bueno, que tiene muy buen servicio, muy hue actltud, pero que tam bien es muy fuerte.

Yo sabia por d6nde venia y estaba en guardia. . - Senora Maria, j,cree usted que ser ruertc es aquL·I qul'

1 1ene su forma para trabcUar? - No, claro que· no. Se lo digo, porque ... , no me ill' llt:l

do una de elias ... , me dijo que us ted le habla didw SI yo me cornia a alguien ... , que si yo tenia algt'111 cemen

leno aparte ... , una cosa de esas. - No, senora, no fue asi exactamenll'. Una de elias como

dice, a Ia cocina como si huhu:ra visto al dmbl?, rep1tlendo que «lleg6 Maria .... lll·g6 Maria .. . », con 1111 mtedo tremendo yyo le preguntc qlll' '\i usted secomiaa 1dguien o s! tenia un cementerio ap<llk, purque me sali6 una pal a bra as1 de Ia roiia que me dio.

Vol vi a .sostenerle Ia mirada y aso111u sonrisa. \ elo segutdo me dijo quele gustaho''"" horni forma de ser pmque a ella no le gustaba que Ia., pn '''1.1s que le sirvieran oi' IIITastraran. Yotambien me SOllll'l I )(I h'ndometodo esto ·I I ll Ia misma borr61a sonrisa o lu II'" 1ntentaba ser '"'risa, pero mas bien era 1 me pregunt6 a se-....

(,Que usted tiene para Ia, '"'"", d1 esta noche?

PI

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-Bueno, senora, yo acostumbro a que se vea lo que se va a comer cuando este en Ia mesa, a no ser que usted pida algo especial, y aun asi, le pediria que espere a que se pongan los plates en Ia mesa.

En definitiva no sabia lo que iba a cocinar, porque yo tenia dietas distintas que hacer, incluyendo dos de sus her-manas mayores que eran vegetarianas por religion. Yo tenia buena actitud para complacerlos e inventaba mucho y lo hacia bien, porque me lo demostraban al ver que se loco-rnian todo. Pero Maria seguia con aquella forma de ser, bas-tante amargada en cllondo.

Un dia, saba do porIa tarde, termine mi trabajo y subi ami habitacion, al fi na I del patio, en una casita de dos plantas para Ia servidumbre. La mat.a de mango-manzana estaba cargadita; nada mas que lc bacia fa ita LUl bucn aguacerito para que estu-vieran listos para tumbarlos antes de que los pajaros se los comieran o se estrellaran contra el pi so de baldosas.

Me vesti, baje y me fui dejandolo todo listo. Como a las seis de Ia tarde, Maria le dice a una de las otras sirvientas que le llamara a Ia cocinera. Esa era yo, y le responde Lourdes, una mulatica que le gustaba mucho el bailey que nos habiamos heche muy ami gas:

- La cocinera se fue antes de al muerzo, senora, pues tiene el domingo libre.

- (.Como que se fue antes de almuerzo sin yo saberlo? - Si, senora. Cuando ella termino se fue a su cuarto y yo

Ia vi que baj6 muy bien vestida y con su maletin en Ia mano. Lourdes era de un pueblecito cercano a Vertientes,

pore! sur de Camagiiey. Yo nunca habia cogido para esos rumbos, pero segun me contaba, se parecia mucho a mi pueblo natal. Ella habia nacido y crecido en la casona can1p0 de Ia farnilia de Maria don de su madre habia al rrentc de Ia servidumbre por mas de treinta anos.

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En las pocas semanas que llevaba alii Lourdes y yo c?nversado mucho y llegamos hasta a tenernos

cterto aprec10. En dos palabras, nos entendimos bien. Cuando regrese ellunes bien tempranito, como u las seis

de manana, Lourdes me estaba esperando en Ia escalcra de hrerro que daba aljardin y detras de Ia verja me dijo:

- 6yeme, negra, sin que me descubras, Maria va a despedir porque te fuiste sin avisarle.

- N_o hay mulata, yo se como arrcglarmelas. Subtmos, y le diJe a Lourdes que entrara ami habitaci6n

Y me explicara lo que habia sucedido. Cuando escuche el cuento Ie dije que me iba y que gracias por todo, Ia mujer sc que?o pasmada. rnismo prepare rni equipaje y bajc a Ia cocma donde deJe Ia mal eta y el maletin, Ie prepare el dcsayuno a Maria y yo misma se lo lleve a Ia mesa del co-medor. Le di los buenos dias y seguidamente le pedi la cuenta.

- (,Como que Ia cuenta? - Si, _senora. Mire, para serle franca, ami no me convie-

nc trabaJar con usted. No puedo seguir en este sigilio. Esta L'S _su casa y yo se Ia respeto y por eso mismo prefiero irrne a ttempo. Como una cocinera a su capricho, yo no trabaJar ast y ademas hay mucha gente que lllanda aqm.

En realidad era asi. Llegaba Ia sobrina y decia «esto se , , ' aqui»; verua Ia nuera y «no, esto se pone alii», y venia el

·< 1bnno detras y lo volvia a cambiar. Era Ul)a casa sin orden. Maria volvio a mirarme, pero como qulen no qui ere las

1 osas o no entendia exactamente lo que le estaba diciendo, ' t telve Ia cabeza apenas y me dice:

- (,Asi que te quieres ir? - Si, me voy. No me gus.ta su casa para trabajar. Ahora Ia brava era yo. Todas las demas sirvientas esta-

h.tn haciendo lo suyo como sino estuviera pasando nada,

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pt.:ro en realidad lo que querian saber era como iba a termi-nar todo aquello. Hasta Revolico, el viejo jardinero que jaraneaba mucho conmigo, se entero de la cosa y empezo a husmear para ver que iba a pasar. Sin mirarme esta vez, me dice: -i Y si yo te subiera el sueldo te quedarias? -No, senora, noes el dinero lo que me interesa ahora.

Ami lo que me importa mas es Ia casa donde trabajo y los senores a quienes sirvo, y no me gusta, como le dije antes, Ia forma que hay aqui.

Entonces la cosa cambio bruscamente y el tono de voz reconciliatorio se volvio autoritario.

-Pues sabras que tendras que volver manana a buscar el dinero porque no tengo nada en efectivo con que pagarte ahora.

-No importa, el dinero no me hace falta para resolver en este momento, ya regresare manana.

Y me largue con un convencional «hasta luego» para tod el mundo. Al dia siguiente me vesti lo mejor que pude y por Ia tardecita toque el timbre bronceado de la puerta principal de Ia residencia. Cuando me responde otra de las sirvienta asomando la cabeza por el postigo, me dice que tenia qu dar Ia vuelta porIa verja deljardin.

- j Que va, mi vida, si yo ya no soy criada de esta casal iDile a Marfa que vengo a cobrar mi dinero!

Dudo que ella, Marisela, esperara una respuesta asi. Que-do tan desconcertada que no le quedo otro remedio qut abrirme Ia puerta y pasarme al recibidor, no mas alla, pero lo suficiente como para que supiera que estaba dentro de It residencia y porIa puerta de enfrente.

Aquella manana Ia senora Maria se me aparecio con 1 bata de tafetan chino de fondo rojo, con sus mariposas flo res de muchos colores. Ella siempre decia que esa bata I

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quedaba muy bien, pues nose le notaban las libritas que tenia de mas. Todavia no entiendo por que Je gustaba tanto aquella bata, pues no le iba nada bien. Y me dice en csta actitud, muy risuena, como pocas veces se Ia vela:

-6yeme, negra, sitU supieras que yo no quisicra que tt'1 tc fueras de aqui. Tu forma me gusta mucho. A ti no tc gust a mi casa para trabajar, pero tu forma me gusta mucho. Dime, (.cuanto quieres ganar?

- No, senora, gracias. Ayer Ie dije que no y hoy sc lo ..;ostengo. Le repito que no me interesa trabajarpara usted. A qui hay mucho desorden y eso nova a acabarse con unos t•uatro o cinco pesos mas que usted me pague. Soy criada, lll'I'O no me gusta trabajar de esa forma.

AI fm me pago mi dinero y con Ia misma me dispuse a 1 11gcr Ia calle. Cuando una de las sirvientas me acompaiio lh1sta el gran portal, se despidio con una sonrisita de com-pllcidad y solamente le dije como saludo final, medio en ltiiHna, medio en serio:

i Yo note dije a ti que yo no soy una arrastrada como lHlustedes?

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LA DOCTORA EN IDIOMAS Y ZORAIDA, LA DE LA PUNTILLA

Poco despues de salir de casa de Maria _a trabajar_en casa de una senora que tenia varios titulos en 1d10mas a qmen habia que decirle «doctora». Ella una verdadera cria de gatos que comian mejor que los cnados.

Un dia la gata pare y me llama para que la lavara. -(,Usted esta loca, doctora? . -(,Como rudices ... ? Aqui todas las que yo he temdo lo

hanhecho. - Si muy bien, doctora, pero es que yo no soy de esas

y si en eso consiste, deme lo poco que me debe que ahora mismo me estoy largando.

Cuando se dio cuenta de que era verdad lo que le estaba hablando trato de retenerme y me dice que yo era muy impulsiva. . .

- jlmpulsiva no! (,Qui en le dijo a usted que por vemti· cinco pesos al mes voy a atender sus gatos? Si yo no he lavado «eso» de una persona, como lo voy a lavar de un animalydeunagatamenos. , . .

1 ,a doctora Elvira era sola, pero habta que hmptarle Ia , .1 <::1 todos los dias.

Mire, doctora, no vamos a discutir, deme Ia cu 'I"' y tl me voy.

No, no, no, espera, vamos a llegar a un acuerdo ...

I 'It

-No, doctora, no nos vamos a poner de actu.::rdo, de eso estoy segura, porque usted necesita una qui.! lave los pafiales de sus gatos, y como que yo no soy esa pt:rS(lna ...

Fue entonces que le saque aquello de que a \.!!Ia no k gustaba que la criada hablara por telefono cuando t u v ll' r:l

catarro. - Mire, lo que ami no me gusta es que si usted ticm· 1111

cnamorado la este llamando a cualquier hora. Esta bit-11 u n familiar suyo, muy allegado ... , o para saber de sus h ijos, pero nadie mas. jAh!, y cuando usted tenga catarro, no me hable por telefono porque me contagia.

Aquellas advertencias fueron nada menos que el primer dia. Toea la casualidad que poco despues ella agarra un t remendo resfriado y una hermana mia me llama.

- Marta, la llama su hermana portelefono. -Doctora, por favor, digale que yo la llamo despues de

1111 telefono en la calle, porque usted tiene catarro y se me va a pegar.

Aquello para ella fue tremendo. Lo tmico que le dijo ami hcrmana fue que yo la llamaria despues. AI rato va ala co-cina donde yo estaba y me doy cuenta de que me estaba observando, pero yo no le buscaba Ia mirada. Sabia lo que queria y por que estaba ahi, a Ia entrada del comedor. Pero me decido a mirarla, asi, como quien no qui ere las cosas, y k:digo:

- (,Deseaba alguna cos a Ia doctora? , - No, te estoy observando y analizarldo. - Ah ... , es con respecto al telefono. jAy, doclora, us ted

l'S mas inteligente que yo, porque yo solo SOy una criada! Su criada ... , y negra ... , como usted me dijo .. . , que somos 1 1oco inteligentes. Yo estimo que los contagios no tienen edad, ni color, ni posicion ec<;momica. Si yo le puedo trasmitir mi t'alarro, usted tambien me lo puede pegar a mi.

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Martinez
Highlight
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-Usted sabe mucho, Marta. -iQue va, doctora ... , lo suficiente como para defen-

derme! . De ahi me fui a trabajar al reparto La Puntllla. Era Ia

primera vez que trabajaba en Fue en Ia casa del doctor Ramiro Bejart, que vtvta en un enorme acabadito de construir a unas tres cuadras del Hotel Rest-dencial Rosita de Hornedo. Toda Ia familia Ia componian el matrimonio y Mocha, una perrita que habia sido antes de irse a vivir a esa barriada fista. Con esa famtha nadie duraba mucho porque Zoraida, Ia senora de la casa, era muy despota.

Tenia un trauma tremendo porque Ia habian tenido que operar de bocio y decia que Ia cicatriz le muy fea ... Tambien siempre estaba hablando de un a.cctdente que tuvo cuando iba manejando su converttble Y del choque tuvieron que amputarle una a su madre. Pero, aparte de eso, nadie ligaba con esa sobre todo por culpa de Ia sefiora Zoraida. Tanto es as• Ia madre del doctor Ramiro, que era muy bueno, y Zoratda, su esposa, no se llevaban bien.

Pues es asi que esta mujer da conmigo y mi carc:icter que son mucho mas fuertes que ella.

Comence a trabajar un siete de abril y estuve con ellos hasta el30 de agosto del otro afio. Aguante tanto porque me pagaban muy buen sueldo c?n tal de que le aguantara sus malacrianzas. El doctor Ramrro me daba mensualmen-te setenta pesos y eran dos nada mas. Limpiar, cocinar Y a tender la lavadora y Ia tintoreria y algunos otros meneste-rcs. Yo sabia trabajar y habia pocos muebles, grandes pero pocos. Todo era muy espacioso, y no entraba cho polvo. Asi que en realidad el trabaJO no era de /\de mas, al doctor le gustaba mi forma y a ella tambten, a

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pesar de todo, pero era muy dominante y el doctor esta-ba de acuerdo en que Ia tratara duro. Ella me deda:

- Tu eres una negra fresca. Y yo le respondia en tono semejante: - Mas fresca eres ru. Despues de tuteamos, modificaba su lenguaje un poco. - Usted se cree que es Ia duefia de la casa. - No, senora, yo no me creo que soy ninguna duefia de

casa, yo soy la criada y se darme mi Iugar, pero no tengo por que humillarme ante us ted ni ante nadie.

Entonces me decia: - Tan descarada. Y yo le respondia: - Mas descarada es usted. Cada vez que habia un intercambio de palabras asi se

ponia a lloriquear, y si su marido estaba en casa le decia: - jRamiro, Ramiro ... , tU no ves c6mo me trata Ia fresca esta! Pero el me hacia sefias de que continuara. Fue en esta

l a sa don de por prim era vez oi hablar de Ia politica de en-lonces y de que al presidente Fulgencio Batista lo llamaban •<d Indio».

- Ahi tenemos al Indio para rato. - i, Us ted cree? - le respondia-. Mire que no hay mal

que dure cien afios ... -... ni cuerpo que lo resista ... , Gno? GQue tU quieres de-

Ill coneso? Pcro no le daba mas explicaciones que un encogimiento

1 h· hombres y seguia hacienda rni trabajo. La senora Zoraida h11hlaba mucho conmigo.

Negra, tU no sabes que me hice socia del Havana Hilton. l,Que cosa es eso? Eso es lo que tU no vas a conocer ni aunque te saques

I Premio Gordo. Fijate que me cost6 mil pesos hacerme

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socia de alli. Lo acaban de inaugurar la semana pasada y ya me pase todo un dia en la piscina.

-jAy, senora, el mundo da tantas vueltas que a lo mejor un dia yo sea la que vaya ala piscina y de us ted no se sepa ni d6nde este.

Entonces se puso frenetica ... -jMirenla, que atrevida es! Yo voy basta a llegar a pen-

sar que tU eres de Fidel. -Yo no soy de ninglin Fidel, pero si se que algo o al-

guien tiene que hacer cambiar las cosas para que algtin dia el trabajo que estamos pasando nosotras lo pasen ustedes un poco, para que scpan bien lo que es Ia vida.

-jQue va, si tcncmos Indio pa' rato! Era todo el consuclo de su respuesta. Raro era el dia en que alii no comieran tres o cuatro

personas distintas. Nose en que andaban ellos, pero si se que tenian mas dinero del que aparentaban. Un dia llega un oficial de la policia con quien el matrimonio mantenia una relaci6n de amistad, al parecer, de muchos anos. Mi tarea consistia, por supuesto, en servir to que deseara cual-quiera visita. El policia estaba de traje uniformado, con su carro parqueado a Ia entrada del garaje y con su chofer afuera. Era un hombre no muy mayor, pero con muchas canas, y usaba espejuelos medio oscuros de aumento. Nun-ca mencionaron su nombre, pero si to vuelvo aver lo rc conozco.

Fui a Ia mesita del centro, que era de grueso cristal opa co, y les servi cerveza Hatuey, que era la unica que siempre se compraba en la casa, bien fria, con un saladito de aceitu nas sin semillas, lasquitas de jam6n, quesitos y galleticas saltines. Hablaban como si nada fuera, como si estuvieran cnccrrados en su mundo, pero como yo no estaba muy lc jos, cscuchaba a retazos to que estaban diciendo:

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- .. .Y tU sabes, Ramiro, que el muy cabr6n me cae en cl suelo y lo agarre por el cuello de la camisa y lo volvi a soltar, como hacen en las peliculas, y le di un patadas que le meti la bota en el mismo culo ... , y el tipo llll' tkda: «Guardia, por su madre, no me de mas, acabc de Jtl:lta r-me ... » Y le dije: «no me mientes lamadre, carajo, yo no tcngo madre, cono ... »

Entonces volvi a llevar mas cervezas para la mesita. Pns(· 1111 panito por el cristal y cambie el cenicero por uno mi1s grande y que me gustaba mas, pues era de un crista! macizo y transparente, en vez del otro con las letras feas esas que dicen Cinzano. Cuando me retiraba lo mire con un odio que todos se dieron cuenta. En realidad no queria hacerlo, pcro tampoco pude evitarlo, entonces else me qued6 mi-' an do sin entender por que le sostenia la mirada, mientras que la senora Zoraida, disfrutando del cuento, dejaba esca-par una de esas carcajadas escandalosas que suelta donde-quiera y con tremendo aspaviento decia:

- jAy, pero como seria eso .. ! Y el policia seguia su cuento. Aquello habia sido casi a

de 1957. Cuando ellos notaron mi ausencia otra vez, 1'1 policia le dijo ala pareja lomas bajito posible:

- Pero, co no, entre nosotros ... , Ia co sa no esta muy bue-111 1 •.• Despues que pelamos a Ia «Manzanita» hemos tenido t jllc apretar el torniquete. La cosa se ha puesto feisima, so-lne to do all a por las lomas... ,

«Manzanita» era el apodo de un lider segun •led an, muy valiente y que en realidad se llamaba Jose An-l•lllio Echevarria. Creo que lo conocian como «Manzanita» 111 ,rq ue era gordito, y de tan blanco que erase ponia colorao I" ,r cl sol. Pues a «Manzanita» lo mataron en una encerrona q11c le hicieron at costado de la Universidad de La Habana, d1•spues de haber asaltado la estaci6n Radio Reloj, mien-

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tras otros tiroteaban el Palacio Presidencial con la intenci6n de liquidar a Batista, pero fall6, nose exactamente muy bien por que, pero fall6 y Ia caceria se forma. AI otro dia, ama-necer domingo, me dice la senoraZoraida:

--6yemc, Marta, sabes que tU eres un poco fresca. Ano-che, mientras cl capit{m y Ramiro hablaban y tU fuiste a ser-virles, tit lo mi rastc muy descompuesta, que yo te vi, aunque no lo pues te estaba observando, y ellos tambien se la llcvaron.

i. Y a m[ qu6 me importa? Usted nose da cuenta que el cs un tipo de hombre que sino es por el traje y la pistola que llcva cncima no cs capaz ni de dade un galletazo a un chino. Si que es verdad, yo cscuche lo que estaba diciendo de como maltrataba a ese muchacho que sabra Dios si esta vivo o muerto ... (,Usted cree que yo podiamirarlo con sim· patia? iPues no!

- Pues mira, yo no se si de bias o tenias que mirarlo con simpatia o no, pero nose te olvide que estas en mi casa, que eres mi sirvienta y que no tienes que mirar a nadie que venga a esta casa .. . , y menos de esa forma. Else dio cuenta aun-que lo disimul6, y pa' que tU lo sepas, el si que te enfria en este tramo de aqui a la cafeteria de Kasalta.

-De eso no me caben dudas, senora, pero es verdad l, Us ted no considera que un hombre esposado, sin defen· derse, recibiendo golpes de otro ... , es justo?

La senora Zoraida no me daba el frente, pero no so callaba.

-Tu dices que tU no sabes nada, pero tU si sabes qui en esFidel.

-Yale he dicho que yo no soy de ninglin Fidel ni tampa-co enbendo de politica, pero si tengo una sobrina que me dijo una vez que todos estos abusos se van a acabar cuando los barbudos bajen de la Sierra.

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- l,C6mo que tU tienes una sobrina que dijo cso? - Si, yo si. Yo si que no entiendo nada de politica. Con

cl problema de mis hijos que no estan aqui no me cstoy preocupando de otra cosa y no tengo tiempo de anali:t.ar lo que esta ocurriendo, pero mi sobrina si, ella es m{ts i ntel i-gente que yo y ha estudiado.

Con el tiempo, cada vez que volvia aquel capit{m de Ia rolicia u otro cualquiera, se median para hablar, y Ia sct1ora Zoraida me lei ala cartilla de como debia comportam1c. I >cro no obstante, le dije ala senora Zoraida de que como sc-guian singustarrne los militares ni los policias yo ibaa scguir mirando los como me diera la gana.

- Mira, negra, estate tranquila, que si yo le digo al capi-tan que tU me dijiste que el te da asco y le cuento lode tu sobrina ... , nola vas a pasar bien.

--Claro que nola voy a pasar bien, si ello que no tienc madre, como el mismo dijo. Con esa cara de camicero

I rasnochador que tiene. El doctor Ramiro habia entrado al comedor al sentir lo

t'aliente que se estaba poniendo la conversaci6n, y le pidi6 a su mujer que no discutiera mas conmigo y que me dejara trabajar, pensando que se trataba, como casi siempre, de nt ra de sus boberias.

-Note das cuenta de que esta mujer te ha aguantado a I i lo que ni yo mismo te aguanto.

- Esto es lo Ultimo que faltaba, que por la negra esta me l't:hes en cara mi comportamiento. ·

- Total, para lo que me queda aqui. .. El pensamiento me traicion6 en voz alta. La reacci6n fue

ubsolutamente inconsciente, pero no me arrepenti de que l11s palabras se me escaparan. Los dos se miraron y fue la "d1ora Zoraida la que primero habl6, mientras yo comence ,, fi·cgar la vajilla.

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- Yo no creo que tu te vayas air de aqui. .. - Bastante he durado, sefiora. Y empez6 a llorar otra vez, desapareciendo en sus habi-

taciones de Ia planta superior de la casa. - Yo no crco que ttl te me vayas air, Marta. Empez6 di(; icndo cl doctor en tono pausado. - Si, doctor, en cualquiermomento. - i0tt6 pm;o h:1 durado Ia felicidad! Usted ha sido la

{mica persona que me ha controlado a Zoraida. La senora Zoraida se sentia desamparada y pense que

me habia cxlralimitado un poco, pero estaba segura que no volveria a amcnazarmc otra vez con ese capitan de la poli-cia. Yo no Ia estaba pasando en nada mal, despues de todo. Pero no me gustaban las rc laciones que frecuentaban al matrimonio.

Una tarde de sabado yo habia terrninado temprano yes-taba fumandome un cigarro en la cocina, pensando, como casi siempre, en mil musarafias. Pensaba en mis hijos. Mis pensamientos estaban lejos, muy lejos ... , cuando llega lase-nora Zoraida y me dice:

- Ven, negra, sientate aqui, que te voy a ensefiar unos retratos.

Me hal6 por un brazo y nos sentamos en lamesa grande de cristal grueso en medio del comedor.

- l,Eh ... , y que cosa es esto? Se parece a una casa de citas.

Fue lo que me vino ala boca cuando me mostr6la primera de las fotos que tenia bien guardaditas en una caja de born-bones finos. Se parecia muchisimo a una casona de campo que una tia de mi madre tenia cerca de Sitiecito ... , con aque-llos cnormes portales de lindos pisos de mosaicos y baran-das de arabescos de hierro forjados.

C<111ate, no digas cosas asi, que yo confio en ti.

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- (, Y usted me dice que es honrada, no? ;,1\si que a eso i ba us ted a Ia Florida, a hacer negocio ... ?

Cuando aquello, la sefiora Zoraida tendria unos trcinta afios y se veia una mujer que en su plenajuvcntud habia sido hermosa y fuerte. Triguefia, de pelo espeso, grueso y bastante rizado ... , de piel morena y ojos color csmcralda.

el campo habia visto algunos guajiros con el pelo rubio y ojos verdes o azules, pero una triguefia natural con csos ojos yen La Habana, era bastante raro. AI pareccr, luego del accidente y con todos los medicamentos que el doctor Ramiro le hacia tomar, la sefiora Zoraida se habia avcjcnla-do un poco, porque aquellas fotos no tenian mas de dos 0 t res afios y la diferencia era notable, pero no dije nada por discreci6n.

- A veces las saco, las miro y me parece mentira que soy yo misma. Estas fueron hace unos cuatro afios, en el verano de 1953, en una casa de veraneo en uno de los islo-tes cerca de Cayo Hueso. Yo las tengo bien guardadas por-que si Ramiro las ve me regafia, pues el cree que yo las queme. Yo creo que hasta mi madre hizo alguna brujeria para que yo me casara con el vejete ese. Lo que pasa es que ahora tiene mucho dinero aunque tenga casi dos veces mi edad.

Yo la mire y me eche a reir. - Tu sabes mucho, negra. Uno habla contigo y tU pare-

res una zonza, pero todo te lo llevas. . No le respondi y sigui6 pasando las hojas del primer al-

bum, describiendome las fotos. - Cuando yo me case con Ramiro, la familia no queria

que el matrimonio se realizara porque decian que yo era de color... iQue te parece, de color yo!

La volvi amirary me eche hacia atnis exageradamente, como si luviera algo nuevo ante mis ojos, ligeramente asombrada.

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Senora, pcro pnrn scr negro no hay que sertan prieto. l,Quedeciasu fanulla ... '?

El asombro dl: Ia ';l'rl<>ra Zoraida fue mas exagerado que elrnio.

-Tu no me vas, , dccir que con estos ojos y este pelo que yo tengo pucdo 'll'l negra.

-jNo, no, no ... , que va, usted noes negra como yo! No me respondi(·, y volvi6 a pasar otra pagina del album. - Pues si, y bien q111.: no querian que yo me casara con

Ramiro, pero el estal>a loquito por mi y tU sabes que a mi me gustan los hombn·s hi en maduros porque se dedican a una y no andan por a hi puteando. Tu no sabes que un dia mi madre me llev6 a una IK'Iuqueria de esas que tU sabes y me pasaron ese hierro cal il'llh.: que tu te pasas, pero, jque va! , una sola vez y fue sufkrl' llle porque en definitiva fue para matarme los piojos que hahla cogido. jNo se como ustedes pueden resistir eso ... !

-jAy, senora .. ! Desdl! elmomento en que a usted le pasaron el peine caliente cs porque usted lo necesitaba.

- Bueno, nose, lo que sl s6 cs que Ia familia de Ramiro no me queria ni me qui ere, pcro tienen que tragarme porque lo que yo tengo aqui abajo vale un mil16n de pesos.

Y acto seguido se puso una de las manos entre las piernas. La senora Zoraida sc ponia asia contarme sus cosas yen el fondo me daba pcna. Siempre me repetia Ia misma historia de cuando su padre le compr6 un carro europeo que se llamaba MG y MG pa'qui y MG pa' lla, y que era el mas Iindo de toda La Habana, convertible, de dos asientos de piel negra ... , y total, se estre116 en una famosa curva por Ia carretera de Managua y hubo que amputarle Ia pierna a su pobre madre, que escap6 con vida tambien. Siempre me contaba la misma historia y yo se Ia escuchaba.

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A9uel d!a le dio por hablarme de su marido, cl doctor Rarruro BeJart. . - . pobre el cabr6n que tenia solo un trajccito, y se medico a empuJones .. .Y ahora Ia madre dun dose 1 ija.

1 doct?r Bejart tenia otras dos hermanas, pcm sc t'asaron con amencanos y ahora vivian en los Estados Unrdos, y su madre dado mucha batea para darle can·cr a a los h IJOS

. - FIJate, Martona, que su padre, el de Ramiro,l'lol dto fer de los de gasolina Shell con ICA, y Ill\ 0 1111 tr:emendo acctdente donde perdi6la vida. j,'l'r'r 11n " '' 'l' dl• L'tr, hace unos afios de un carnian de gasol111a <fil l' 'IL'

Y el chofer se qued6 trabado ... ? Pues l't a l' lrtt ill Hlo de m1 suegra, el padre de Ramiro. Todito sl' car hortt llt, l' l pobre. Desde entonces Ia vieja no ha tcnido vrd:r

La senoraZoraida seguia pasando las hojas l ,11 pvla de sin apenas mirarlas. A veces se deit•nia ,l,urtnt ll! pa ra senalarme con el dedo algiln detalle dt• la rop,r pl.r-va que puesta, o me identificaba las pl' t'ooll.ts tflll' Ia

en su totalidad j6venes que por .., ,, t ipo par<.: · ' ran amencanos, porque casi todos eran nrhro'

La madre del doctor era unamujer basta nil' 111.tym, pero I lillY y cierto, una mulata de ojos l'l.11 oo., que me 1111agmo h.abria stdo bellisima en sujuvcntud Por l''io Itt sc-lllHa volvia a repetirme aquello dt• qm•.

hJa qu; se ahora conmigo de qll l' sr soy mula-Ir, soy aqm 0 alla ... , y total, l,qu6 cosa l ' S cl'l Si ticnc tHrs rcron y una clinica ahora es porque mi p:tdre hastallte 'lltl' lo ayud6, de lo contrario jamas Ia huhicra podido le-

ur tar. Nunca se me olvida aquel trajccito ... Sc puso amari-lh 11 to de tanto y nunca supc de qu6 color habia sido.

luve que retrme de sus ocurrencias. El dia que vino el

I. ulr c de la sefiora Zoraida a almorzar lc gust6 mucho el po-l·• .tsado que le habia preparado sin que su hija lo supie-

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ra. se dio cucnta, pul!s sicmpre me elogiaba. En esta oca-sion tambien, y agll'p<'r

-Asi que sc va Marta ... jExcelente persona y tan buena cocinera LJlll'

Le di las gracias.IK'n> cncima de rnis palabras, la senora Zoraida salio con ot 1 o de sus abruptos.

- Si, papa, es c1 ll ll'nlc en todo, pero nose queda da con nada que ttl k d1gas. Es una negra abogada. jLastt-ma que sea tan negra' .

- jZoraida ... no Sl'iiS tun grosera, caraJo! . La senora Zoraida se asusto de verdad con el gnto

que le pego su padn· Aqucllo lo to.m.e como siempre, muy deportivamenh: Pcro para fastldtarla y reafirman-do lo que la senora Zomida habia dicho de mi, me to-que la punta del pcln, rcrca de Ia oreja y r?ce el dedo indice de mi mano derecha en el brazo tzqmer• do aludiendo al colo1 de Ia piel. Solamente ella se , cuenta.

-Tu ves papa, no ves lo que yo te digo, mira que diciendo, que tU eres de color, que me fije en pasas.

No era cierto, pues su padre no era mulat?, m cubano nacimiento, sino libanes, duci'lo de una tenena. Lo supe que se lo escuche decir al doctor, aunque de verdad sabia donde quedaba esc pais. A veces la senora L.Jv• ... •""'

era mas ignorante que yo. De todos modos, ya yo estaba por el comedor y el ..

de la senora Zoraida no lc habia prestado mayor atenc10n disfrutaba un postre de bunuclos fresquecitos que habia parado con cascos de toronja en almibar.

Luego de fregar el doctor se me acerco ala coct fumando su tabaco, como lo bacia cuando habia do bien y sin presion de tiempo. Queria confirmar si me iba.

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- Desde el mes de abril en que us ted entro a trabajar en esta casa he sido el hombre mas feliz del mundo, porque la linica que ha soportado aZoraida ha sido ustcd.

Aquello, por supucsto, me conmovio muchisi mo. Fnton-ces me puso una mano sobre el hombro, suavemcnte. como hacen los buenos medicos, y me dice:

- Marta, (,USted necesita ganar mas? Casi se me salieron las lagrimas. No, no ern posibk. - No, doctor, noes que necesite mas dinero . Aunque silo necesitaba, pero no era cso. - Es que creo que estoy enamorada y voy t1 juntarmc

ron un hombre muy bueno y no quiero seguir trnbajando m[ts para poder atenderlo a el.

- Pues vaya pensando en nuestro rcgalo por esa union, pucs usted se lo merece.

jGracias, doctor, no tengo palabras para agradecerselo! Y nose hablo mas de todo aquello. A mhos entendieron

Its razones y Ia senora Zoraida fue Ia prllttl'ra, a pesar de 111do. Asi transcurrio mi ultima semana l'll,tquellacasa, en-It I lamentaciones familiares y Ia senora ;,u,ttda con sus ex-'' tvagancias y locuras.

l'l·ro no podia mas, estaba cansada todo aquello y no thl .l pordonde iba acomenzarel final) "'"'decision iba o

""·' scr Ia mejor. Les prometi que bus' .111.r a otra que me 'trt11yerayefectivarnente,fueChanto 1111 .;obrina,laque '" ' o solamente doce dias, porquc IIIIIH ,, llegaron jl so-

l 11 t 11 sc las dos. Lo linico que lc d ijo 1111 q11c «con esa ca-llt d1· santa que tienes, no pucdes que eres muy

tl1111 11ta de tu tia».

1.1<>

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EL DIABLO SON LAS COSAS

La cosa de Ia Revoluci6n habia trastomado todos los traba-jos, incluyendo el de las colocaciones. Porun lado, las fami-lias de dinero se estabanlargando del pais, incluyendo los pocos medicos que lo atendian a uno, y por otro lado, los que no pod ian en csos momentos mandaban a los bi-jos solos, como sacos de papas, para el Norte. Cuando aquello se con·[ a Ia bola de que Fidel babia firmado un con-trato para mandar a los mucbachos para Rusia y que los rusos, que no ere! an ni en los santos ni en nada, porque eran comunistas, ponian a los rnuchachos a trabajar en un campo de concentraci6n que llamaban Ia Siberia donde bacia mu-cho frio y le hacian toda clase de barbaridades. Por lo me-nos eso seria con los nifios bitongos de familias pudientes, porque basta los blanquitos del barrio seguian mataperreando como de costumbre, y rnis hijos y rnis sobrinos y todos los vecinitos Ia pasaban mejor que nunca, porque basta recibie-ron regalos por el Dia de Reyes.

Entre los chismes que corrian por aquellos tiempos se de-cia que no babria mas servidumbre, lo cual nos tenia a todas nosotras en el aire, pues no sabiamos bacer otra cosa y tam-poco sabiamos que se iban a bacer todas aquellas senoras que estaban acostumbradas a que se lo hicieran todo, aunque babian algunas que tampoco querian irse del pais y ahi entra-ba el pugilateo de qui en se va primero, si los mayores sin los

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mucbacbos, o los mucbachos delante y los padres despues porque tenian que cuidar a los viejos. Era criminal vcr a aque-llos mucbachitos subirse solos en el avi6n, buenn, cs que iban acompafiados de alg(m cura o algunas mm1ptas ...• y lanzarse a un pais extrafio, solitos, y me imagino qlll' hasta era peor que silos mandaran pa'Rusia de vcrdad Pl'ro, pnr a ser bonesta, a rni todo aquello ni me daba frio llll'alw lla-. tante yo ya sufri con tener a mis hijos separados dl' 1111 todo aquel tiempo, quenuncaseme olvidara. Pero, hlll'IHl, hltJIIl' s[ habia era mucbo ajetreo pa 'rriba y pa 'ha1oroll l''Hl dl' las nacionalizaciones y los sabotajes en los l'l .Ill'S y en las ciudades y las proclamas contrael ll'\, 1l11rro-nario y los discursos larguisimos de Fidel por lar mlro y Ia lclevisi6ny los viajes de los dirigentesal extnlllll'lll y I. IS olllll' nazas de invasion que me tenian los nervios nltt·r,ulu-. y no s6loami sino a todo elmundo. Aquello tenia al pais l nrno1111 hcrenjenal y lagente estabamuy nerviosa, a hasl' d • di."''Jlilll, ron lode lasmilicias y lasmarcbas yya uno l!slah.•rnuy 'll'IO para estar en esa boberia de <<un-dos-tres-cuatw". qtll' lllll-rhagente se burlabade los cuatro pasitos agn.:p;IIHioll• aquc-llo de «corniendo mierda y gastando zapatm> 11l'll1 Ia c;osa l'ra en serio porque tambien se decia que en mo-rnento iban a llegar los americanos pa'poncr las l'osns l!n su lt1gar, sobre todo despues que Fidel fue a los I I J n idos y les dijo cuatro cosas, porque ni else entendib con los tune-1 icanos ni los americanos con el. Aunque no vi n k-n lll los omc-' icanos, sino que los muy cabrones mandaron a los IIIL'r-ccnurios cubanos como «carne de cafi6n» por Playa (lin'muna ma-drugada de abril,justo despues de que Fidel dcclarara que l'ramos socialistas. De ahi surgi6 aquel canto:

Somos socialistas, pa '!ante y pa '!ante, y a! que no le guste que tome purgante.

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Martinez
Myra J Garro
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Por lo menos Ia invasion se acabo en sctenta y dos horas y los americanos sc dicron cuenta de que el puebl? no estabanjugando, porque hasta los mercenanos que ht-cieron prisioneros los cambiaron despues Me acuerdo que sali6 por television cuando F1del vista a los prisioneros y habian de todo de gente,' mnos bitongos curas y hasta algunos negros. F1del se le paro frente a uno ellos, porquc creo que no era mas uno, Y le pregunto «l., Y tU que haces aqui?» A mime dto pena, eso que Haman la vergiienza ajena, era verda d. El pobre Fidel ahi fajado por resolver el rac1smo en Cuba y una mosca metida dentro de un vaso de leche. j Ver para creer! Cuando aquello ya Ramoncito con apenas dieciocho estaba en las milicias estudiantiles en Santa Clara, y St l.a guerra no se hubiera parado a tiempo hubiera estado metl-do en plena batalla, pero como era estu?iante, a el '! sus compaiieros le dieron otras tareas y los deJaron en la cmdad controlando a los que el gobiemo sabia que apoyarian invasion, rnientras que los combates tenian Iugar en el sur la provincia de Las Villas. _ . .

Como si esto hubiera sido poco, al ano stgUiente, cuando el vino para La Habana a estudiar, lo sorprende Ia Octubre y tiene que incorporarse nuevamente a las mthctas Pero como seguia siendo estudiante se queda en La na en la reserva y no tiene que regresar a Santa Clara, estaba acuartelado. Aquello fue todavia peor, porque la era de bomba atomica y todo, entre los rusos, los "r"•a..:t•

nosy nosotros en el medio. jlmaginense una bomba atC:tffil•• l':t en La Habana! En poco menos de cuatro afios que 1.1 Revolueion, lajodientina con los americanos por un, \- 1,,., por el otro, era una detras ol 1.1 Nadic se imaginaba lo que nos quedaba de \ a ron los dichosos cohetes rusos y los vuehtos rasant•

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de los aviones espias hasta que a Fidel se le calent6 Ia barba y mando a tumbarlos. Muerto el perro, se acabo Ia rabia. Con uno solo basto.

Guillermo estuvo movilizado en una bateria antial:rea du-rante un mes y medio. De verdad que no hahia t'on qul: pagar los sustos que uno estaba pasando. Menos mal lflll' Ia cosa se arreglo cuando los americanos promdiemn lflll' no iban a invadir a Cuba y los rusos se llevaron su' rohl'll'S, bajo protesta de Fidel, pero se los llevaron. J\qul'llos di:t s grises y frios no los olvidare en toda mi vida Yo Cll.'n q11 • rue a partir de ahi que empece a padeeer de Ia pll'!t l«•ll

Yo, a dec ir verdad, no entendia mucho de poll I 11..:t1, p ' I ll bueno, mientras tanto la gente mas pobrc CSiilh.l dl•lnlli(IS tontenta, sobre todo nosotros, la gentc m;is p11 ·ru, lllll'S lcniamos mucha fey esperanzade que las cosas pn1 1111 1h,111 .1 sercomo Dios manda, stn tener que cazar a 1111 pnl111q11 ''" para resolver una cama en un hospital o ir ill d •nflliftl, "" como los ricachones esos quieren que sea. y IHHIIIIIIIH •s 1" 11cr trabajos decentes y nuestros hijos un porn 111.1 d1· l'llll 1 porque todos los buenos coJegios 1:1 anp.11" '" vrnh: dl! dinero. Porque hasta las escuel itas tk llll'din pl'lol'lilll para los blanquitos, como aquella esc11rl.1 1h \nlol111 I .onzalez del Valle, alia en Santa Clara, dondl' ln-. llllll 11.1 I IIOS iban COn Uniforrne de l0 maS b011it0, Jl411l'l 1d11 ,d dv 111 ... ,.desianos. Pues hasta en esa escuela illTpl.lh.lll fl·nfl' dt· color. Sino te decian que no, por lo mcno-, 11· dq 1.111 q11v 1111 habiacupo para ese curso y el afio pr6xin111 It' lt'jldl.lll In uu-.ma cantaleta. A Ramoncito le gustab<lll\llt hill· ,, ll'.,llld 1ta ljlll' quedaba cerca de la casa de mi :r, hasta su '''' llumberto, el tintorero, le lavaha y pl:uH.: Ilaba a esa fa-r•uha, y mi hijo le llevaba Ia ropa y estaba bobito con la

' 11d ita, pero ni hablar, no habia presupuesto para eso y ,,, 'h:rbia forma de que alli entrara mi ncgrito. Porlo menos a

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Myra J Garro
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la escuelita de la familia de Victor Morrell, su padrino, si podia ir porque era para las gentes de color. En aqu.ella familia todos ten ian carreras, principalmente en el magiste-rio y la musica. Vivian en una casa grande, muy buena y bonita, a un costado de Ia Iglesia del Buen Viaje, cerca del colegio de los Maristas, en un barrio un poco mezclado, aledafio al Parque Vidal, con tres o cuatro farnilias mulatas y negras de buena posicion. La mayoria era gente muy fina, como medicos, abogados, dentistas, maestros, y hasta ha-bia un Club de Masoncs en esa calle. Todos los sabados por la manana y tres vcccs por semana durante las nes lo mandabamos a csa escuelita paga para que aprendie-ra un poco mas. Era una escuelita para repasar, no como las otras escuelas publicas o privadas, que pasaban de grado a los alumnos. Todo empcz6 porque siempre nuestra preocu-paci6n era que Ramonrito aprendiera lomas posible y su padrino, un ebanista muy conocido en Santa Clara, de acuerdo e insistia en que cl muchacho tenia que estud1ar, pero nosotros no teniumos dinero para eso. Es asi else dispuso a ayudarnos, porquc a todas cstas, la escuellta no era para todo el mundo y habia que ser de familia de recur-sos, de color, pero con di m:rito. Victor habl6 con su herma-na Carmelina, ya rcti rada de Ia Escuela Normal para Maestros y duciia dt: In cscuel ita, con elfin de que ubicara al muchacho porquc dcda que era inteligente y que el, Victor, se encargaria de pagarlc esos cstudios como un regalo y un deber por ser su ahijado. Por supuesto que aquello nos con-movi6 mucho.

Pero, bucno, volviendo al presente, yo por mi parte aqui en La Jlabana, y lucgo de matriculanne con mucho embullo en Ia escuelita nocturna de la Calzada del Cerro me di cuenta al cabo de dos o tres meses que por mucho que quisiera no iba a poder cumplir con las tareas de Ia escuela, el trabajo en

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la casa y tres o cuatro dias en la colocaci6n. Luego de darle muchas vueltas en la cabeza fui a hablar con la maestra y le dije que honestamente no podia, que sencillamente no po-dia. A Marilu, como se llamaba Ia maestra, le dio mucha pena aunque no le sorprendi6. Le invente un cuento que ella hizo como si se lo creyera. Le dije que tenia problemas en Ia vista, que me cansaba, y aunque me gustaba Ia cscuelita y habia aprendido muchisimo, era demasiado tormcnto dt:s-pues de mas o menos treinta afios sin sentam1c en llll pupt tre. A Ia sefio le gustaba mucho lo aplicada que yo t:t a en los estudios, sobre todo en las asignaturas de Lectura y <'om posicion, Historia y Geografia. Pero la maestra sahia lllL'ior que yo que la realidad mismade la vida se me imponia mu-cho mas fuerte que los deseos de superarmc. Silll'lllhar-go, paradarme yo misma aliento, le prometi qut: tan pronto se resolviera rni situaci6n volveria a matriculannc. I •sa no che, me acuerdo como si fuerahoy, me fui caminando so-lita hacia Ia casa, muy descorazonada. Por primera vez en mucho tiempo me senti como si el mundo sc me desplo-mara encima.

-Pues si Martica, con todo este revo/z{, us ted sa be, pues sc me fue Cora, y como yo ten go confianza en usted la man-de a buscar aver si usted podria estar algunos meses con nosotros hasta que yo encuentre a otra, porque se que us-led tiene que atender a su marido. Hasta me han salido callosidades en las manos de cargar cubos de agua baldeando l'l balc6n y hasta creo que he tenido una luxaci6n en la mu-t\eca, porque usted sabe que yo no estoy acostumbrada a t'slos quehaceres en la casa y estoy atormentada.

En realidad no me podia dar ellujo de atender solamente ·' Guillermo y por eso, despues de haberle trabajado a la '>L'i1ora Patricia, adonde fui luego de salir de casa de la loca .1quella de la senora Zoraida y el doctor Rarniro, me dispuse

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a hacer mis trabajitos por fuera, poco a poco, no como antes.

La senora Patricia era distinta y diferente. Tenia dos hijos que habian estudiado en La Salle, otro colegio privado, y su marido era abogado de la Agencia de Seguros de Vida El Aguila. Ella atendia los asuntos de la casa y un edificio de ocho apartamentos modemos que esta frente al cine Are-na!, alla por la Verbena, en el reparto La Sierra, que co linda entre Miramar por un costado y Almendares por el otro. Una casa enorme, de las antiguas, muy c6moda, con techo de tejas rojas, tres habitaciones grandes, garaje u· tctene1n· l diente, portal, terraza y un patio bastante amplio conj cito y todo. AI fondo de Ia cocina hay una escalera de que conducia a un cu:utico que era la habitaci6n para la sirvicnta,l'oll ba ilo intercalado y todo, muy Sus hijos cran !1 anquilos y andaban en sus cosas de y tenis y no ticmpo para andarmariposeandopor casa y cuando no en sus estudios o en el andaban de l'HCCI el es que andaban por partc lll l:JIOS en Ia y Ia senora en su oficina haciendo cuentas y csas cosas. Pagaban muy bien y dejaban que hicicra lo que qucria en Ia casa.

No tu ve ticmpo de saber mucho mas de que era de vida del senor, a parte de lo que Ia senora Patricia me dijo su marido en aquella ocasi6n en que respondi la telef6nica en la bodega de Bebo, que estaba en la esquina del solar donde viviamos en el Cerro:

- El caballero Teodoro sal i6 para el Norte con el de los muchachos para atender algunos asuntos de cios, porque al parecer pensamos establecemos alla que las aguas retomen a su curso normal.

Esa manana en que habia quedado en ira veda a su para conversar sobre la colocaci6n se comport6 como

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pr:, de lo fma y familiar conrnigo. Segtin me cont6la senora Patnc1a.' muchacha que estaba en su casa se Je fue

un famthar de ella la habia mandado a buscar desde Santiago ?e Cuba donde le iba a conseguir un trabajo. En-

nuentras tomaba un buchito de cafe que me prepar6 ella misma, me dice asi:

- jAy, Marta, que alegria me da verla otra vc£! Us ted no que Ia que era muy buena, pero sc Ia pns. ll lil

que el panllu ese va a poner a las cri adas .tll.Jha-lar, Y que todo el mlll_ldo tiene que ser igual. j'll.! llllrl )' Marta,.ustedes las cnadas trabajando en bancos, holl·h•s y t'n las trendas de lujo! Por lo menos ya no ser{t en 1 · IJ ·11t .Ill lo, que aunque lo vuelvan a construir nunca Sl'l :l t1•u.JI :1 to que era antes de que lo quemaran ... , porquc cso t'•lltt'll l' L1 culpa de que pasen estas cosas.

Yo na<:fa:mas que la miraba y de vez en cuando .J-..o111,1ha 11 11a son;tsita, porque yo, sabiendo poco o l':tSI n.ul.1 dt· po lll1 ca, SI sabia por lo menos que algo tenia qm· 11 yn · .tnba pasando y que las cosas yano iban a Hl'J l'lltllo hnsln allora.

P , M . . ues s1, arttca, se me fue Cora, y yo to1no lcngo ""l1anza en usted la mande a buscar a V\.'t st 11 -.. led L'staba '' 11 ''' meses conmigohasta , . que encuentrc a una, pw qtJL' ahora td t llla las cnadas quieren trabajar me nos. I ·l l'Osa estaba confusa y Guillermo sc habiu qun lndo s111

'' ' qo. Ade!llas, para lo que seguia ganando, pues c1 an w111 IJh '' o tremtapesos quincenales como albafli IL·n lu l'OIIs-1 1 Inn Y eso trabajo, porque pam manlencr

11 t'oil, o meJor dicho un cuarto, que era lo que tcniamos 11''' :t lcanzaba, por lo menos antes de Ia rcbaja de

Jttd, ll'S: que fue una medida que nos vi no como anillo al It I de todo esto, habia decidido traer ala niii.a de I• It 1111 hermana y eso implicaba dedi carle mucho mas

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ticmpo a ella que ya bastante habia sufrido con la separaci6n y lo estaba demostrando en el rechazo que me hacia. Pero, bueno, por eso decidi cmpezar a trabajar nuevamente, pri-mero poco a poco, sola mente a partir del mediodia durante algunos meses hasta que Guillermo se nivelara, volviera a tra-bajar, y yo me pusicra otra vez a hacer algunos garabatos en la escuelita nocturna, porque no me sentia tan vieja como otras de nosotras que no querian aprender, pero que carajo, si asi es como una pucde unicamente de jar de ser una criada y ver si una pucdc empczar a hacer otra cosa en la vida, porque mi suefio era ahrir una buena peluqueria como Jade Delia Montalvo, que l'stnba en la calle Reina.

Era asi que las llarnadas senoras se encontraban en el Minimax y se dccianrrrr.1s a otras:

-l-Muchacha, y tr'1 tflll' haces aqui en el Supermercado? - jNo me digas rr:1d.1 , rni amiga, que mi criadita se me

fue esta scmana I - j/\y,chic:1, i Ill' 1.'1demoda,lamiatambiense me

fue de lo m:is c1 rrh11ll11d1t.r' 1\hora les ha dado por decir que van a est 11dr:u , 111' • ,•o;trulr. 11 que. Pero total, si esto va a ser nada rn:rs qrrl.: Rt•rrrn p111 1111 I >ia ...

- i qu" " " I ' " 1111 poco y esperemos aver que pasa t:uando '\t d1•spr ' II'"'

- jTc rrnaprr1;'"· lv" ha d.ulo ahora por creer lo que ese loco dcgcncrado tod,l\ i.rlorr 1wstc a manigua esta diciendo de que va a convcr trr a Iii.., l rradrtas en secretarias, maestras y medicos, y elias que sc lo lll'l'll, cstan arrebatadas!

-Asi rnismo, cst{l atolondti!lldo a csas pobres criaditas. Un dia me dice la senora Patricia que si yo no opinaba o

tenia alguna cosa que dccir sohrc lo que estaba pasando. Yo le dije que no, que el tiempo scria qui en lo diria todo.

-jAy, mujer, y tU por que me contestas asi! -Na' sefio, «El diablo son las cosas».

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INTERMEDIO

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CON LOS SANTOS NO SE JUEG/\

Cuando Guillermo regres6 al anochcc(!r dl'ltt ah.qu llll' confirm6los rumores que durante todo cl di:t lm 'l'l'ltHts cstaban comentando. Desde que habia ingt"l·-.adul'll f•ll':ll · tido bacia unos cuatro afios, lo habian cogtdo pu ' lttniin. Primero pa' Angola, despues al edificio dl' lit 1\ I'""''''' • Naciones Unidas de Cuba en Nueva Yot k, dl'!il'll 11 Montreal para lo.mismo ... , pa'qui y pa'll(t y dcsd,• lt tH'ill un afio o dos erajefe de brigada de manll'lliiiii L: rttn c•• cl nuevo Palacio de los Congresos, alia pml·l < y d cami6n de la Construcci6n que lo llcvaha., 1111i11 p111lo :tl rcsto del personal regresaba de Ia obrn a rorl'l 1.1 <)uinta Avenida y luego doblaba porIa callc rurnhu ull'ttl'lllc Almendares. De ahi por laAvenida 2<> h;t-.1.1 l.t Vi:1 Hlan-l'a. El cami6n lo dejaba en el mercaditn <k f r11t.1 -., .lllll'S de doblar por la Calzada de Dolores rurnho ;1 lo•, h;11r io-. de Ia Vibora, Luyan6 y Lawton. Dcspu(·s <k tll' '-fll'dll SL' tk sus compafieros atravesaba la carrctcm y :1 pll' hast:t Ia casa.

- Vieja, tU no sabes que aqucllo pm :lll:'tl'sl:'tl'llYcrbao. I lay tremendo desvio y la milicia y Ia polu:ia l'stc'lll por todas pat1es con esa historia de la Embajada.

Siempre que llegaba del trabajo, yo lc servia a Guillermo 1111 buchito de cafe. Los dos tomabamos del mismo jarrito de peltre blanco y azul que nos ganamos en una de nuestras

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prim eras salidas a una verbena en el Coney Island, muchos aiios atnis, cuando estabamos noviando.

- l,Como es eso, Viejo? Me sente en la tinica butaca del cuarto que utilizaba tam-

bien para sentar amis clientas y pasarles el peine, mientras saboreaba el cafecito que Guillermo me habia dejado. Con excepcion del viemes y el sabado, durante la semana pro-curaba terminar sobre las cinco de la tarde para atenderlo cuando llegaba cansado del trabajo, pues se levantaba to-dos los dias a las cuatro y media de la madrugada para agarrar el camion entre las cinco y las cinco y cuarto.

Guillermo cogio uno de los dos cigarros que encendi al rnismo tiempo, cui dan do de no aspirar el humo del «fuerte», que era para el. Yo sabia que le gustaba ese tipo de gesto y siempre trataba de complacerlo.

Yo, con rni ajetreo de siempre y rnis achaques de lavista apenas agarraba un periodico, pero dias atras habia salido en el noticiero de television que un grupo de delincuentes se habia metido a Ia cafiona en la Embajada del Peru despues de haber matado al custodio, que era un muchacho nuevo, y Fidel mando a quitar las postas de todas las embajadas y la gente empezo a meterse alli por la libre.

- La cosa se esta poniendo fea, porque la olla se esta llenando de grillos. Toda la escoria de La Habana se esta amontonando alli. La zona esta acordonada y solamente han dejado abierta la calle 70 hasta QuintaAvenida, por donde bajan los antisociales que se estill metiendo en la Embajada.

Ese rnismo dia al mediodia, Manuela, mi vecina que vi via a Ia entrada del solar, habia amanecido muy preocupada, segun me dijo Julia que siempre hablaba con ella, porque a! parcccruno de sus dos hijos, al que todo el mundo conocia por Pimpinela, se habia metido tambien en la Embajada con elfin de obligar al gobiemo a que lo dejara iise pal 'Norte.

Pimpi, como yo le decia, era una deli cia de afeminado. Era mas delicado que una senorita de quince afios en flor. .. , aunque ello que tenia era nada menos que dieciocho afios. Su madre y yo no nos hablabamos mucho, pues un dia dis-cuti con Guillermo porque le estaba sacando fiesta a Ia muy pelua y ami esas cosas no me gustaban. Que es eso de estar sonsacando al marido ajeno. Pero Pimpi era olra c.;osn. El entrabaal solarchancleteandoportodo el pasillo, wsli -do con una carniseta de colorines y con su pantalom·ito cor to de mezclilla tan apretado que hasta se lc nutrcahn Ia raja del fondillo. Con larnismase sentabaen un hnnqutlo all ado de las plantas que yo tenia sembradas y ahi SL' ponla :1 ha-blar sin que le buscaran conversacion hast a qm· aiHIIIL'Il le prestaba atencion buscandole la lengua, pmqttl' hohlaba malisimo, y Eneida, la mujer de Baba, que et it ll'llll'llll' del ejercito, le hacia hablar boberias como un I oro Prr o l'Oil-migo, cuando yo estaba de buenas, tk• otras cosas. A decir verdad, todo el mundo en cl sol;ll lo qucrfa mucho; bueno, casi todo el mundo. Guillcnno hahlahn con el de vez en cuando, rni hijo tambien, y haslltL•Itttrstt H > I El Unico que nolo podia verni en pintura em Fihlwtlo, quicn no desperdiciaba una oportunidad para dC\'11 k• cosas al po-bre muchacho, como aquello de que si cl t:illllpillllL'IliO <.le Ia UMAP lo hubieran dejado abierto, de scgum q 1 u.· no hubie-ra salido de alia hasta que se hiciera hombn:, pm las hucnas o por las malas -pienso yo que los buitres sc lo huhicran cornido mucho antes. Era un salvaje como hablaba. Yo dreo que Filiberto habia nacido para chulo. Toda su vida se Ia pasaba viviendo del cuento y quejandose de que no hay csto y que no hay esto otro. Total, si nunca habia tenido nada en su vida. Se la pasaba inventando, en pleno trapi-dleo, hablando mal del gobiemo todo el tiempo, y cuando se ponia a jugar domino en el patio repctia el rnismo cuento

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de que iba a mandar a su hija pa'l Norte antes de que cum-pliera los quince afios para que pudiera un cake y comiera pan con jamon y queso para que sup1era lo que era bueno, pero no pegaba ni un chicharo. Para el, la culpa de todo la tiene Fidel. Aunque todo el mundo sabia en el solar los trucos de Filiberto, que recogia apuntaciones para la bolita, cosa que era i legal, que compraba cervezas en Ia plaza del Mercado (J n ico y las revendia carisimas y todas esas cosas, aprovech{tndose de las necesidades de la gente. Tenia suerte de que nadic nuncalo habia denunciado y hasta Baba, que era su vcci no, se ponia a jugar domino de vez en cuando con el en l:tttttsma mesa, aunqueno comopareja, con todo y eso quL' SL' Silhia muy bien que era un desafecto y que hasta tenia n tat icas de marihuana sembradas en un par de macetas que colgahnn por fuera de la ventana del bafio que el mismo hahia It echo y que daba a un solar yermo. Si habia algo positivo L'll L'Sl' solar es que la gente no era chivata yen el fondo todo L'lmutHio sc llevaba bien porestarconvi-viendo en Ia mismn sit uaribn durante muchos afios. Pero volviendo a lo que dccia :tnll's, cuando aquello de la UMAP Pimpi tendria tres o cuatro a nos, para suerte suya, porque la recogida de afeminados que hizo el gobiemo fue tremenda, aunque no solo afeminados, porquc alli h<I;bia hasta artistas de la television como el ga l{m 1\.lbertico Insua, al parecer por una forma de vida bastantc sabrosa, vacilando «la dulce vida» como en la pelicula, o los «batiblancos», esos religio-sos que proclamaban «No adorar mas Dios que Jehova, ni en el Cielo, ni en la Tierra, ni bajo las Aguas» y que estaban renuentes a saludar la bandera, donar sangre o curnplir con el Servicio Militar Obligatorio; o basta los nifios bitongos, que en su vida habian tenido que trabajar y por consiguiente Ia tarea de Ia UMAP era lade convertir a toda esa gente en hombres de verdad mediante el trabajo agricola.

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Pimpi era muy bonito, mulato colorao como su madre, de pelo indio grueso y rizado, muy bueno. Ese dia me vio trajinando en Ia cocina y me toco ami ser otra vez su pafio de higrimas.

- jAy, Marta, si yotuviera tusmanos que feliz scrin! i Mira las mias, parecen un desastre!

- jAy, Pimpi! (,Para que carajo tu quieres mis lllilltos ... ? Asi eran sus comentarios cuando queria sacnmtl' con-

versaci6n por el postigo de la cocina que estahn n ll:tdo (kl bafio, con la Unicaducha para las diez familias "t\ i:u11os en el solar. Justo al otro lado del bafio estaha conel unico inodoro paracasi veintepersonas, tttLittyt•t tdo Fela y Gumersindo, los dos viejos que viviallt'll r ttnrtos contiguos al fmal del pasillo. Cada vez que uno dv vi los va-ciaba en el inodoro su orinal tapado con LIIIIK'dn ;o < k car-ton, habia que cerrar la puerta del cuarto o irsL' pat.t l.t_cnllc hasta que la peste desapareciera. Y todo csto pa..,aha ltl'llte al postigo de mi condena cocina. Yo cogia tr l'llll'tHlos he-rrinches con Guillermo, porque tanto carne tan-to tener que esconder los santos y las asist<:tK p:tra que sus compafieros no vieran y supieran que yo si u dn, y total nada, ninguno de los apartamentos de Ia tllit't o don de tra-bajaba voluntario era para el a Ia hora de l:t tl·p:lll ici6n y espera y espera y sacrificate un afio y otro a no y total para nada. Porque eso si, las medallas se las d:thnn n cl, pcro cuando habia una casaque repartir ahi cstahil L'l, primcrito que levantaba Ia mano para cualquicra que IL'nia meritos que el, que nose habia sacrificado tanto y tan scglll-do como el. Cuando habia una casa vieja quc habia que reparar alii estaba el resolviendole los matcrialcs a sus ami-gos, o aquellos que ei decia que eran sus amigos, porque cada vez que se aparecian aqui los s{lbados a beber hasta no poder mas era para pedirle que le rcsolviera cemento,

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ladrillos, cabillas, y sc los consegufa el muy comemierda, y encima de todo ponia csos materiales de construccion en el mismo camion de trans porte para darselos a sus amigos en nombre del sociolismo, arriesgandose a que lo sorprendie-ran un buen dfa. Pero yo aqufjodfa, en el mismo cuchitrin de siempre con o sin carne del Partido, porque como dice el refran, «de jodfo pa'lante no hay quien pase». Ami me daba mucha pena, pero mucho mas rofia. iPero que carajo ... !, si hasta el mismo que era abalaui habia tenido que renegar de su creencia con tal de que lo aceptaran en el Partido, y no-sotros ahi todavia vivicndo en Ia misma cochambre desde que nos juntamos had a ya veinticinco afios.

Me acuerdo que la noche de aquel treinta y uno de di-ciembre de 1958lo estabamos celebrando en casa de su hermano Nene con tremcnda fiesta que duro hasta el me-diodia del Afio Nuevo y nos abrazamos y nos besamos y hasta lloramos, y brindarnos porque por fin veiarnos una luz al final del callejon. Me acuerdo como si fuera ahora cuan-do a Clotilde, su madre, que tenia hecho Chango desde hacia cuarenta afios, le dio el santo poco despues de las doce de la noche, en medio de la algarabia porque se habia ido Batista. Todos lo estabamos festejando menos el que habia sido su marido, o el padre de algunos de los hermanos y hermanas de Guillermo. La gente le decia Maniguela, pero su nombre de verdad era Leovigildo. Maniguela habia sido tremendo batistiano y hasta tenia permiso para portar ar-mas. Siempre andaba con un revolver escondido en la parte de atras del cinto. Como Clotilde y el estaban separados desde hacia muchos afios, Maniguela solamente iba ala casa, que era propia y se la habia dejado ala familia, una o dos veces al afio, cuando el sabia que varios de sus hijos iban a estar reunidos en alguna ocasion especial. Aquella noche de Fin de Afio, al parecer el unico que no estaba para ese tipo

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de fiestas era precisamente el, porque en mcdio de la gozadera el viejo se perdi6 y no apareci6 sino al mucho tiempo. Para sus hijos era igual, ya que lo vcian poco. Pues Clotilde estaba tranquila en su sillon tomando aguardicntc de lomas contenta, bonchando con las de sus hijos, nietos, yemos y nueras y fumando sutah:t\'o,cuando Carmita, la mediohermana mas chiquita de Ciu i I kttno, nos llama para avisarnos de que a su madre, Ia Ytl:l:t, uHno 1c deciamos todos, le habia bajado Chang6, y qul' l'staha llamando para hablarcon todos nosotros, y pa ' ILt lllttnos. Como que Guillermo era el linico de los sc is vat que era abakua, seglin el su creencia no le pcmut ta .ttq>l.tr lo que el santo de la Vieja le decia que tenia lwl'n I l l·aso es que fue a regafiadientes que Guillermo cscutiHllo que cl santo de su madre le dij o frente a todos nosot • w., tk que tenia que sentar cabeza, dejar de beber tanto, qul' 'ttl' lltprc le habia hecho mucho dafio y que buscam In tll.tll l' l,l de atendertambienasu caballo, al caballo de Ia Vrqt,l'S dl·cir a Chango, y que sino lo hacia lo iba a dl'IH' t 11 .1do en Ia manigua porque «mi'yijo con lo santo no Sl' llll'J'II», y si sc juega, con cui dado, como dice la canci6n de M tglll' ltto ( 'tmi. Nunca se me olvidara aquello que lc dijo l'l sa111o Ia Vie-ja. Uno a uno, todos los hermanos y hcrmanas, los y cufiadas, los sobrinos y las sobrinas, los llll'los, en fin, todos los que estuvimos esa noche de Fin de /\no alii, dcs-filaron frente al altar y pasaron por los brazos dl'l sa lllp de Ia Vieja, que habia cobrado una fuerza trcmenda, a pcsar de sus casi ochenta afios, y nos estrechaba contra su pccho ancho y gordo y nos sacudia fuerte, estrcmcci6ndonos de pies a cabeza ala vez que nos hacia dar una vuelta sobre nuestros propios pies. Luego nos despojaba con un mazo de yerbas de rompezaragiiey y albahaca que se preparaba para la ocasi6n con hojas del Paraiso, que es la yerba que

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mas le gusta a Chang6 yes muy sagrada porque protege, da suerte yes lo mejor que hay para limpiar la easa y saear todo lo malo de las rinconeras. Todo este mazaeote de yer-bas y cosas se preparaba con anticipacion, pues era de es-perar que tarde o temprano el santo de la Vieja iba a bajar y, jay de alg(m rniembro de la familia que no estuviera ahi en su debido momento! I kspues de todo aquello, que duraba mas o menos un par de horas, la Vieja estaba como si nada hubiera pasado y se ponia a guarachar con nosotros taman-do aguardiente del bueno, que habia que busearselo don de qui era y preguntando ella m isma que cos a me habia dicho a mi su propio Chango. Porque Ia Vieja tenia delirio eonmigo. Entonces, cuando tenia un par de tragos dados y la fiesta estaba en su apogeo, aparecia una guitarra que el mas chi-quito de mis cuiiados tocaba muy bien, y sin darme a rogar mucho, aunque esperando a que la gente se callara y me atendiera, comenzaba a can tar algunos de aquellos boleros de Vicentico Valdes que nunca pasarian de moda y que yo se los dedicaba siempre a Guillermo:

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Tu tienes una j(mna de querer un poco extraiia. No puedo acostumhrarme a tu manera. Yo se que vas a continuar y no lo puedo soportw: Has de seguir tu vida pero ami me da igual. Hartis lo que tu quieras, yolo se, te dejare tranquilo, dulce bien, y nunca mas, mi vida,

me acordare de ti. Tu tienes una forma de querer un poco extraiia, por eso tengo desconfianza en It

No era por nada, pero me gustaba tanto canta1 q111: cuan-do me senti a bien, a mis anehas, la voz me sa l1 , 1 l o1no yo queria, y ala gente le gustaba porque todo l'llrlturdo nw decia que cantaba muy bien. Fue escuchando l .til\ rolll"'\ en los bares y cabares que Guillermo y yo no:--clllllll 111111s, La primera vez que salimos juntos fuc con 1111 ..;oh1111.1 que era novia de un amigo de el. Aunque me gui-olah.tnturllo Guillermo, no queria insinuarmele por<.(UL'Il'lri:tllll., pro blemas con losmuchachos, y aunque era de Sllllll ..,lll.ll"ll:tl l y yo lucia mucho mas joven que el, tenia llll 'l (Ill" prit:ios porque era divorciada, aunque no con p;qwk·, pu oM'· parada y condos hijos. Pero el insistia una y ot1.r, cz ll.l"it:t que rni sobrina sepuso de acuerdo con ( 'a1l1loo., v 1111S iuvi -laron un 14 de Febrero, Dia de los Enan1o1 ,1dm .tl/\li Bar, donde esa neche cantaba Benny Moll' 1\ tllll(IIC t..:l Benny se aparecio tardisimo, casi a las dos lk 1.1 nt.tlh uga-da ya del dia quince, valiola pena, porqw .. · ron 1111os L'uan-los tragos de mas que tenia canto mejor qlll' llltltl.l y hasta le hice un duo que fue inolvidablc para todol'lltllllldo, mucho mas para mi. Hasta el ducfio dell\ l1 H,11 vrrto cx-presamente a nuestra mesa y nos dijo qtll' todo lo que consumieramos a partir de ese momenlo ihn poria casa.

Benny, todo vestido de blanco, con su sornbn.:ro de ala ancha y su baston de caballero muy caractl..!ristico en el, puso lo mejor de si cuando empezo a cantar, todavia fuera de escena y con los reflectores buscandolo por detras de los cortinajes, entre el publico, en fin ... , aquclla cancion que me gusta muchisimo y que dice asi:

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Comofue, no se decirte como Jue, nose explicarte que paso, pero de ti me enamore.

Tremenda emocion. El salon entero lleno de gente empezo a aplaudir. Sencillamcntc, el siempre fue demasiado Benny. Esa noche mi garganta cstaba mejor que nunca, y aunque algunas personas se atrcvieron a corear la cancion y la voz del Benny se iba por cncima de lade todo el mundo, lamia sobresalio cuando el cmpcz6la siguiente estrofa:

Fue una /u:: que ilumilu) todo miser, tu risa cwJJo 1111 manantial lleno mi t•Jdo dt• inquietud.

Fue en esta estrofa y v 11 los ncordcs siguientes de la orques-ta cuando el Benny HL' ill'l't ra a nuestra mesa, que estaba bien al frente, en la dt• hailc, y aunque nose sorprendio conmi voz,porque l'l rr.r ""'Y profcsionaly sabiamejorque nadie queel timbre til'.,,, VIII L't :t insuperable, memirocomo solo el sabia hacerlo, l"llllllllf(' h;t pi cardia, pero sin ofender ala otra parte de la p:II L' l:t, y IIIIL'rb!ono en mano vino hacia nosotros y lopuso muy t:L'tqurlu , lucgo de hacerleunareve-rencia simpatica a UuillellllO,l'<)ll lo cualle pedia permiso para que yolo acompanara, Ull gcsto muy fino del Benny, que acto seguido me llev6 con 61 hacia donde estaba su banda. La gente volvio a aplaudir, pcro con mas delicadeza, ansiosa de saber el papel que yo iba a desempefiar. Nose si pensaron que yo era una artista que ellos no conocian o si eramos amigos del Benny, no se. Pero en ese mo-

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mento fui mas artista que nadie y los tragos no me traiciona-ron, porque siempre me ayudan, sobre todo cuando son secos, como aquel Afiejo Bacardi. Guillermo no cab fa en su pellejo, estaba contentisimo. Todos estabamos muy bien vestidos, con ropas buenas. Yo estaba de lo rm1s cleguntc esa noche. Llevaba puesto un vestido blanco cnlallado de seda fria que me destacaba la cintura -sicmpre lnlu: ll:ni do pequefia- , y se me notaban las lineas del t'IIL't po 111111 que sin exageracion. Me quedabaalasrnil mara villas. /\unqttL' yo no iba al teatro ni nada de eso me fijaha tllltl'lto L'II Ia presencia de las artistas de Ia television, y hahin tuln rn lllnll-tenegraquetenia tremenda vozdesoprano, Xiolll:llit J\lfaro, que era muy elegante en sus movirnientos, aunqul' noc:lllta-ba boleros ni nada de eso, pero la pobrc no It' ll in lllllt'hu suerte porque su cara y el color tan negro dt· su ptl•ltlola ayudaban mucho, y siempre estaba viajando pot 1\r:tpu ko y Buenos Aires y Caracas. Pero yo me fijahn qiiL' \ Hlltlllra Alfaro era muy buena en los escenarios, 110 L'OIIHI ol1ns :r r-tistas que formaban choteitos en la platal'orrnn, y 1111 poco que esa noche la imite, y nose si lagentc se dro Llll'llla o no, pero finalizando Ia cancion el Benny me tllil ;t ., porquc a todas estas nunca se separo de rni !ado, COillo p;u n nyudar-me en caso de alguna caida, pero que de pronto :1 111 i sc me olvida el final, nose si por lo emocionada qttL'L'St:rha o por l:l perfume de agua de colonia de Ia bucno qut• lknny ll evaba puesto, el caso es que el me mint y Jil t: hpct: una ligerasefiade que ibamos a terrninar bien alto, unicndo nucs-lras voces en unmismotono, que yo me imagino cll3cnny pcnso que yo sabia de musica, pero no, yo no sabia de musica, aunque si sabia cantar y sabia can tar acompafiada por las tantas veces que Miguelito mi hcrmano y yo habia-mos hecho duos ... Pero bueno, el Benny lc hace una sefia a 'ill banda gigante que calla el acompafiamiento, y al unisono

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lanzamos Ia ultima estrofa que dice, <<Pero de ti me enamoreeeeee», y vin1ndose hacia su banda gigante cerro con broche de oro, mientras el publico aplaudia ahora con verdadero delirio y cl Benny se quitaba el sombrero de ala ancha que lo distingu fa a Ia legua y dandome Ia otra mano dirigia hacia mi el reconocimiento del publico. Todavia con los aplausos de fondo, cl Benny me lleva a nuestra mesa y desde alli, levantando su famoso baston, le hace un gesto al grupo de los metales y com ienza a sonar tremendo son, creo que era aquel que tienc cl coro que dice, «Castellano, i que banda tiene usted ... Benny More, que bandana mas gran-de tiene usted». Nos qucdamos en Ia mesa saboreando aquel momento que Guillermo me obsequio con un beso largo, largo, con sabor a ron tambien. jQue tiempos aque-Uos! Aquellanoche fuc inolvidable de verdad, una de esas cosas que yo no quisicra que se repitiera porque se que nuncajamas scria ni remota mente parecida. Pero, bueno, eso paso haec algunos a nos.

Yo me acuerdo que c..:uando ( luillermo regreso de Angola en 1979 me hizo los cuentos de como cuando estaba en una trinchera en los suburbios de un pueblo que se llama Santa Clara, en Ia frontcra con SudMrica, estuvo pensando todo el tiempo en que cstuvieron sit iados alii en lo que su madre. o el santo de su madre le habia dicho aquella noche, muchos afios atras, y juro que si salia con vida de alli iba a atender a su Chango. Doce dias y doce noches acosados en la em-boscada que le tendieron las gentes de ese negro malo que no por gusto Haman Savimbi, metidos en la trinchera y con el cuerpo de uno de sus compafieros de combate pudrien-dose ahi mismo sin poder darle sepultura. Aquello lo afecto durante mucho tiempo y creo que para siempre, pues nunca mas volvio a ser el mismo despues de los dos afios que sc

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paso en Angola. Y eso que nofue acombatir, sino almismo trabajo en Ia construccion de escuelas, hospi Ia lcs y csas cosas. Pero como era miembro del Partido, no podia de ningunamaneranegarse a nada. Y mentira, yo s(· hlc.;n que no estaba atendiendo a su Chango, porquc a todas l'Stas 61 tenia que hacerse Chango y lo estaba dejando y dl·puulo con el pretexto de que siempre estaba ocupado y «l:tttlotllo d cantaroenlafuentehastaque serompe». jY total. 1\tvl lt .tpo de los comunistas es tan rojo como el delmisnu , < 'h,ll tp<'l! Sucedio que un buen dia uno de mis cufiados n H.' it\ ,..,,, dl· que.; Clotilde habia muerto y el, Guillermo, estaba a I H )I iI l I II III llll'll-dootramision internacionalistaenNueva York,l·ll d nld tcio donde estaba la sede diplomatica de Cuba c.;nl.t <)N i l l·sta vez estaba mejory era como un premio por hahvt 'irt' tdo c.;n Angola, y sacrificio valia Ia pena porque pod ia tt , wt . tl p unas maletas con cosas que nos hacian falta y todol''.o, Ill" I o 110 pudoviajar aLaHabana para vera la di funta :11tk.., til' l'llk-rrarla, aunque si sabia que estaba enferrna dl' dt.tlwtl·.., y que cl corazon le podia fallar en cualquier mometll<l A< ltll'll<l lo impacto mucho. Nose por que estaba pcns:u1do l'll csto, pero el caso es que yo se que habia cosas qm· n (· I no le gustaban pero se sentia medio que obligado a dl'l 11 que sf a todo, y yo estabamuy brava con el por eso de ohltgannc a qui tar los santos de arriba del escaparate y escontkt los cnun rincon, pues todo seve desde afuera, del pasillo. Yo c..:n:o que por eso es que no progresabamos en nada, porqt!l' no csta-hamos atendiendo a los santos como se debia y todo era una rscondedera del carajo.

Pero, bueno, volviendo a lode Pimpi, asf eran sus co-mcntarios cuando se ponia a buscarme Ia lengua. Yo le res-pondia cualquier cosa, pero siempre muy atenta y respetuosa ron el muchacho, que con su defecto y todo era muy bueno, pero nadie lo entendia.

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-iAy, Marta, yo no se por que es que a mi me gusta conversar tanto contigo!

Me decia chasqueando la lengua, como si estuviera frien-do huevitos.

Pero ahora todos, de buenas a prim eras, estibamos preocu-pados con Pimpi y las cosas que se decian estaban ocu-rriendo en la Embajada del Peru de que la gente estaba pasando hambre y sed y estaba aterrillada por el sol, y que habian llamado a la Cruz Roja y que iban a preparar un puerto de salida pa' I Norte, como cuando lode Camarioca en 1965 y que habia mucha gente mala mezclada con otros que no cstaban de m;uerdo con el proceso y hasta los afe-minados sc habinn met ido alii - los pobres- y entre ellos Pimpi, que conlo dallli sela que era lo iban a apabullartodo. Yolo cntendia porque 61 siempre me decia:

- iAy, M;u Ia, yo no s6 que voy ahacercon tanta peste a macho que hay en este pais, empezando porel mismo ... !

Y con los dedos de Ia mano derecha se tocaba el hom-bre aludiendo a los galonc;s del Comandante en Jefe.

-Estan por todas partes, por eso yo ni salgo. Nola dejan a una tranquila. Por cso si no me viene el permiso de salida, estoy seguro que me van a crecer las alas y arranco en vuelo directo hasta Miami, mi vida.

Asi eran los miedos de Pimpi. Despues de aquellacon-versaci6n con Guillermo, las cosas se pusieron feas de ver-dad y La Habana entera estaba de nuevo revuelta. Solamente de mi cuadra unas quince personas se habian metido en la Embaj ada y Pimpi estaba alii.

- Vieja, calientame agua pa'banarme, hazme el favor. - Ya esta listo el cubo, mi vida ... La toalla y el jab6n

estan en el bafio. A principios de abril apareci6 en el Granma que los que

se habian metido en la Embajada del Peru sin recurrir a Ia

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violencia, sobre todo despues que mataron al soldado Pe-dro Ortiz Cabrera, custodio del edificio, no sc k:s iba a cui-par de ese hecho y podrian regresar a sus casas hnstn que se resolviera la cuesti6n de la salida, pero que n los que se metieron a lafuerzano se les ibaadarese pcnn1so I a rosa habia sido, seg(m me habia explicado Guillenno, q Ill' l'S I lillY politico, que al parecer el embajador del Pt:11'1, qlll' ll'lllll muy buena estima del gobiemo cubano, habf:t l'oli Vl'IS. Hio con los «antisociales» que invadieron la Emhaja< I: 1 y ltl..,l'llll venci6 para que regresaran a sus casas, ev1IH1 l1o•., y ll'S prometi6 que iban a recibir autorizaci6n para s11 111 dl"l p; tts hacia el Peru o los Estados Unidos -cosn qlll' h11 ll' tlll l. Pero a su gobiemo no le gusto esa actitud ptl :-t ll.l 'il\ ,, y le orden6 que hiciera regresar a los asilados a In Ptllh.q ,u l,, El diplomatico perdi6 su puesto despues de nwrlit -. lltHl'•·"'os en ese tipo de trabajo. Por su parte, cl gohtl'IIHl l 11h.11m cstaba muy bravo, sobre todo porque, cot nol l· tl'l'lll do a los peruanos, cuando el terremoto de I'> 70 lo.., lllh:1110s mandaron cienmil donaciones de sangre pat a lm. d,llnntfi-cados, pero que no estaba dispuesto a que Ia s.tnptl' de los cubanos se derramara por causa de los < 'uan-doel bote se llen6, el gobiemo cubano decidib gu t.tllt mtr Ia cuesti6n de la alimentaci6n y la sanidad, al i gua Ill 1 ll' I a lee he para los muchachos, pues hasta alii habia mucltos 11111os.

Un buen dia bien tempranito,poco despu6s qttl' < ltttllcrmo o;c fue para el trabajo, senti tremendo revuelq a litera y resul-ln que era Pimpi que se acogi6 ala palabra (lei gohierno y habia pedido un pase permanente para qucdarse en Ia casa hasta que su situaci6n de irse para el Norte se rcsol vi era. < 'on tan mala suerte que esa misma manana A lejandrito, el IIICcamco dental que vivia en la Calzada del Cerro, que siem-111 c se vestia como si tuviera promesa, habia pasado la no-1 ltc en el cuarto con Manuela, la madre de Pimpi, y se form6

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tremenda discusion que se oia todo por el patiecito que daba al pasillo de nosotros.

-Tu lo que eles muy malic6n, oiste, porque tU note-nias que metelcte all i... Eso te pasa pol lo ma-ma-ma-ma Iicon que eles ... Ojala te hubielanpicao to '1 culo, pa'que no seas tan malic6n ...

Y malic6n pa' rriba y malic6n pa' bajo, porque Alejandrito, aparte de scr medio gago, hablaba con la len-gua dormida y hacia muchisimas muecas pestafieando cons-tantemente cuando seen fLu·ecia, y a veces provocaba muchas burlas a escondidas, porq ue aparte de que era muy bueno en su oficio, se habia criado desde chiquito en el mismo barrio, primero en una cuarteria por El Canal, y luego des-pues que se le quemo el cuarto de tablas, resolvio una bue-na casa de mampostcria en Ia Calzada. Pero aun asi era bruto para hablar a mas no poder, y eso que era blanco, por fuera, porque sicmprc andaba pa' rriba y pa' bajo con gen-te de color y se vcstia todos los dias con su promesa de San Lazaro, con sus col lares y todo, cosa que poca gente hacia en aquellos ticmpos: pantal6n de saco de yute y carnisa cor-ta de guinga amarilla-anaranjada, que llamabanguapita y que son los colorcs para Babaltt Aye, el santo yoruba lucumi de las enfermedades. Micntras todas esas palabrotas se escuchaban por el pasillo, el pobrc Pimpi lo linico que re-petiaera:

- jPor eso me voy, aunque me cueste Ia vida, cofio, pa'no verlos nuncamas!

Por su parte Manuela, que al parecer estaba muy metia con Alejandrito, alzaba todavia mas su voz, y casi gritando decia que por que la vida la habia tratado tan mal, que que diablos habia hecho ella para merecerse tantos sufrimientos, que si aquello era un castigo de Dios por que no se lo man-daba todo junto de una vez .. . En fin, Ia escandalera duro

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como una bora y nadie queria intervenir, basta qttc i\. lcjandtito tirola puerta de la calle y se largo, pero no sin :ullcs decir bien alto y ya en Ia calle:

-No me ecpeles rna' hasta que elma/ic ·t), esc 1k tu hijo nose lalgue con to 'los delincuentcs \.'so

Los llantos siguieron y alla fue Julia, qul· stl'tt tpt l' M' k'-vantabatemprano,porquedesdequeMigm:ltto tnt hltt tta-no, estaba viviendo con ella, el cuarto sc hau:t itnpo., thll· porlo chiquito que era. Alli tambiendormian ( hiq11 i tllttnk· sus tres hijos varones, con otro hombre, Lutsn y M.tlllltl h.t. csta ultima de nueve afios y que era mi sohlltt.t 1\ I t)' lll·ltlo por finhabiaconseguido trabajo como cor ttll't o l'lltllt ba r co de laFlotaCamaroneradel Golfo y sc p:t..,;th;t '1 ,111 p.ut l..' del aiio en alta mar. Tan1bien tenia dos h ij os l' ll S.tt t 1.1 ( ·I a ra y estabamuy apegado asu mujerde all<t. Pl·to ,Jult .t 1 1111 " ' ' ctema paciencia, no parecia irnportarlc nada y 1 'l.: qul' volvia ala casa nunca le cerraba Ia pucrta. sllll t lodn lom11 trario. Esa mafiana la llame porel postigo dn tt lm' ll ttl ,t )' lc di un poco de cafe del bueno, no del mezdado rott t l111 hat os, bien calientico y acabadito de colar, y nos put:sto a comentar lo que estaba ocurriendo, pmq11r l.t ht1 lla era tanta que habiadespertado a toda la vecinda ( ll.ttHin sa li,6 al patio me dijo que iba aver a Manuela ahot n qm· ..,l. habta ido Alejandrito.

Entonces me puse a comenzar los quchaLTt cs dL· Ia casa. No habia pasado ni media bora cuando se ap:11 1.:r 1(> en m i puerta el mismo Pimpi en persona. Tenia Ia cahe/a ra pada, un ojo amoratao y medio hinchado y Ia lllllad del derecho entablillado. Su saludo fue mucho menos festlvo que de costumbre. Se sento en su rincon prefcrido y sin decir una sola palabra se puso las dos manos en su cabeza I isa y mal afeitada y un par de lagrirnoncs cmpezaron a bro-tarle. Luego salieron al patio Eneida, Ia mujer de Baba, dos

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de sus hijos, Pompo y Ulises y algunos de los muchachos del fondo que estaban preparados para irse para la escuela. Todos se juntaron alrededor de Pimpi que frente a tanta curiosidad lo Unico que dijo fue:

- jDejenme ustedes tambien, que estoy cansado de todo el mundo, coiio!

Yo le hice seiia a la gente para que se fueran y asumiendo el papel de curandera lo tome del brazo sano, lo lleve para rni cuarto, baje Ia cortina y deje Ia puerta medio entreabier-ta, con lo cualla gente sabia que no se me podia estar mo-lestando tan temprano.

Le prepare un cocimiento de tilo de un gajito que siempre tenia en Ia cocina, y sin hacerle preguntas le puse un poco de pomada mentolada donde tenia la marca de lo que pare-cia un tremendo galletazo y se lo cubri con una hoja de sal-via. Todo esto en silencio y con los lagrimones que se le salian de vez en cuando. Dcspues encendi el radio para sa-ber Ia hora. No le preste atcnci6n, pues cuando ellocutor dijo «Radio Reloj da Ia hora ... » y son6 el pitico, por la puer-ta entreabierta se asomaba Ia vieja Fela:

- (,Que fue lo que paso esta vez, Martica? - jAy, Fela, mire que Ia cosa esta muy mala! Fela siempre me traia alguna boberia. Con sus manos

largas y huesudas, aquella mujer que tenia mas aiios encima que Matusalen me extendi6 una cajetilla de cigarros suaves que guardaba en uno de los bolsillos de su chaquet6n gris oscuro. Casi siempre compartia conmigo cualquier cosita de Ia cuota de su libreta. Como no fumaba ni tomaba cafe y yo le preparaba a veces un pure de viandas o le adobaba el bistecito de su dieta, ella me daba en cambio, ademas de los cigarros y a veces los tabacos que le tocaban por Ia libreta de abastecirnientos como persona adulta, su cuota de cafe. Ella sabia mis resabios, como todo el mundo, pero nose

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ponia brava con mis respuestas, que nunca I.! ran groseras, porque yo se que yo no soy grosera, al menos ron quil.!n no to l'sconrnigo ... , yporeso no me tom6 en serio hHJIIL' h: dijc:

- (,Ustednove,Fela,c6mohanpuestoa Pimp• po1 haht r sc metido en Ia Embajada con esos bandidos ') 1, l JstL·d no

1 . . ? oye as noticias .... Fue el resumen que Fela asimil6 con una tl' '>Jllll' "'·' p111·

pia de sus aiios: - jPobre muchacho, Dios lo bendiga! Y desapareci6 silenciosamente, dejando Ia fi ap .1111 '·' tit•

sus desperdicios en el ambiente, aunquc a nit's dl' Jl·" •" '•l' t' ll mi puerta se habia cuidado de lavar en In pda de .tpll.t Mt orinal y verter el resultado del fregado en In lat a dl'lut11do ro, y no en el mismo Iugar donde uno tenia lJIIt' lt q •.ll l.ts vasijas y coger agua para lavary heber. Fntl'itlul.ul.t \lH''i

lo hacia cuando ella pensaba que nadic Ia l'"l.th,tohst " '"'" do. Pero, bueno, a sus aiios nose te pucdl· pcdu '"''s Buo; tante hace con estar sola.

- jGracias, Marta! Me dijo Pimpi, que en dos o tres sorbos '>l: h.tht.t totnado

toda Ia tisana. - De nada, m'hijo. Puedes estar aqui lotio d t1 r tnpo que

quieras, que yo no tengo que peinar hast a pot rlllt\.'dtodfa y ahorita voy al puesto a coger las viandas, q11t· \- lllll' t on pl{t-lanos por Ia dieta.

-No, Marta, note vayas ahora, que llt'l't•-. itol'llt.tvL· rsar contigo.

El tono serio con el cual me habia pcdtdo qw: me qucda-ra no me dio otra altemativa. De todos modos, aqucllo de ir at puesto era un pretexto para dejarto sol11 por un rato. Pero queria hablar, o mejor dicho, hablarmc.

- Espera, que voy a buscar los cigatms y tomar algo, que estoy estragada de Ia debilidad que ten go.

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Abri el viejo y robusto Frigidaire que tambien le habia arreglado el motor, con lo cual pude nuevamente comenzar a vender los durofrios a sabiendas de que a Guillermo no le gustaba que me pusicra en esa vendedera porque decia que sus compafieros del Partido lo iban a criticar por estar pa-deciendo de esa enfem1cdad que llaman «diversionismo ideo-logico», pero aun asi los vcndia con discrecion cuando el no estaba en casa, para no pcrjudicarlo en el fondo. El caso es que el Frigidaire funcionaba como el primer dia y lo volvi a comprobar en ese momcnto pues la tartara para hacer durofrios de guachipupa de fresa y naranja que habia pre-parade tempranito ya cstaba lista. Me servi un poco de re-fresco de cola y un pedazo de pudin de pan viejo que hecho el dia anterior. Le ofr·cci un pedazo a Pimpi, pero quiso. Solamente me acepto un poco del refresco que ba un poco demasiado almibarado. Cuando le traje el se lo tomo tambien de un golple, y entonces me sente borde de Ia cama y me dispuse a ser toda oidos.

- Mira, Marta, mi cielo, te voy a hablar con toda rr., ,,. __ queza, solamente para tu consumo y tienes que j por esos santos que tU tienes a hi escondidos.

Me eche a reir y le dije que si, que se lo juraba por santos.

-Como tU te habras dado cuenta, todo el mundo odia porque soy como soy y no como la gente qui ere. odian desde que naci. Todos mis parientes quisieran verme sino muerto, por lo menos olvidarse de que me tienen como familia, porque desde chi quito no soy como ellos hubi querido que fuera. Me odiaron mis compafieritos de la cuela o cuando ibamos al campo, me odia el Estado y odia este gobiemo que no puede tolerar a los porque no esta preparado para ello, y para joderlo aUn mas, mi madre me odia en el fondo de su alma nl'\'rrn ll.

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scncillamente no puede odiarme ... No, no me intcrrumpas, que esto lo voy a decir una sola vez. Deja me ll't tlttnar.

Afuera alguien estaba preguntando por Ptlllpt ha su madre que habia entrado con Julia, pero lc est aha dit tl·ndo que estaba conmigo, por eso ni Pimpi ni yo t H 1111 I i 1111 ,..,

- jQue me deje tranquilo ella tambicn! .. En un caso asi, (,que cofio tengo que han:t 'l l'lll's 111 1 c·

l;t g:11t.t , al mismo tiempo que me odian, porquc e!-.la no sa be como lidiar con gente como nosotras, qul· sonu1-. "'" L'has, nos tienen lastima porque creen que sot 11os h'1t11os de nacimiento. Mira, hacepoco la policia nos dtolll.'lltntda l'ncerrona por el hotel Capri. Toda La llnhana ... "lttn<'l . i.Cuales fueron los motivos? Nose sahett potqnll lo qlll' l'StabamOS haciendO eS lo UlliCO que SC pul'dl· It, I! I,! I Ill'S los tiempos en La Habana, mariposear ent 1 t.: nosoltH!i pa-scando de la heladeria Coppelia allloll'l Nacton,d . l'ero no, eso tampoco se puede hacer porque pot .t111 • t,rn los l'Xtranjeros. jComo silos extranjcros no ""PtCt.tll lo q11e son las locas! Tendran otro nombre, pero lot tl\ ltav don dcquiera. Desde que tengo uso de razon he ll'tttd'''l"l' .tguan-tarle ami madre, esa desdichada mujer qllt' l'st:t alti, su complejo de culpa porque mi padre Ia abandotHillt.tndo sc dio cuenta de que le habia parido un hijo mat tcon St, ma 1 icon, porque eso es lo que soy, y bien mat tl on Mts dos hctmanos, si pudieran cometerun he1manictdto,lo l,uthil'ran hecho ya, porque los dos se las dan de muy ttlit<:fmtes. Y .thora el ultimo marido que se ha cehado mi madre, 1\ lejandrito, que al parecer tiene los co jones m{ts gran des que nadie, descarga todo su machismo conmigo. Entonces respondeme site das cuenta o no de lo que te digo.

Hasta ese memento habia estado comicndo el poco de desayuno que me habia preparado, pero subitamente se me

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Myra J Garro
Myra J Garro
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form6 un nudo en Ia garganta que me ator6 el pedazo de pudin que iba a tragarme. Me levante y fui a Ia cocina a cal en tar un poco de cafe. l Que le iba a responder? Vol vi a Ia butaca y encendi otro cigarro. Cuando me disponia a de-cirle algo, me interrumpi6 Pirnpi:

-No, no tienes que responderme. Tu eres Ia menos de todas que tienes que responderme. Yo a ti te entiendo, por-que yo se que tU sabes que yo soy mas maduro de lo que mucha gente piensa. Yo me hago el chivo loco para so brevi· vir. Aqui, Marta, no ten go futuro. Estoy cansado de ser hu· millado, estoy cansado de que me vean como un articulo defectuoso. Cuando se me ocurri6 meterme en la dichosa Embajada esa fue una decision muy mia y nadie, me oyes, a nadie le tiene que preocupar. Ademas, mucha de rni gente esta alii. Unos porque quicren, otros porque no les queda mas remedio, que es lo mismo. Alli hay de todo, mi vida, como en botica. Pero nosotras tuvimos que juntarnos all( adentro porque muchos de esos bandidos cabrones que estan ahi qu ieren abusar ... j,i\. que tU no adivinas quien esta alia adentro, no sc si habr{t salido? Pues Yeya, la gorda putisima de alii al doblar, Ia que se cree muy blanca porque se tine el pelo de rubio ... pues Yeya y su marido, el bugarr6n ese de Tuti, estan ahi adentro. En fin, fue Tuti quien desde que me vio Ia cogio conmigo y alia adentro empez6 a ofen-derme junto a otros, porque nosotras nos juntamos en una de las mejores habitaciones de Ia parte de arriba, que tenia aire acondicionado hasta que COitaron la electricidad, y ei ]a queria, no solo el, sino un grupo de gente donde el se hacia pasar como el jefe junto a Ia macha esa de su mujer. Por otro !ado, muchas de nosotras queriamos salir de atli una vez que el MININT nos garantiz6 que no nos pasaria nada y nos dieron una tarjetica de que estariamos entre los prime-ros para salir hacia el extranjero .. . En fm, pa' que contarte,

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L'l caso es que como no nos dejamos mangoncar, cl Tuti Ia l'ogi6 conmigo y junto con otros me dieron t n:mcnda ence-rrona en un rinc6nymepelaroncon unacuchilla de afi:itary una tijera que encontraron en una de las hahitacrom·s L'll Ia Embajada, yen el forcejeo se metieron otras IWI so11as y yo f'ui el que recibi los peores golpes y me 111 L'l ht.r;o, y uno de los culpables fue precisamenteTuti. 1·1 y Ia tttiiJL"t' SL' quedaron dentro, pero yo sali porque no rL·sio.,t i.r 111.'rs vIa ( 'ruz Roja me cur6. Demasiada gente amotlloll.uln ltu · blando todo el tiempo y asustada y cagando pot todtts par -Ies y los muchachos chillando y lagritcrht y Ia Lqoln.r y Ia gcnte que sigue llegando en tonga. dL·I ;to., I""''"· rni vida! Yo nose en que va a parar todo esto, Ill'' o ',, "" IIIL' voy a echarpara atras, ni para coger impulso 11\ lc 'ov pa'l l'arajo de este pais!

Y asi rnismo ocurri6, un buen dia Pimpi o.,c l11c 111 dq.u rastro y ni siquiera decir adios. Durante todo d 111 ·s tk .tht ll y mayo, los periodicos daban cuenta (1\:llltlllll·to dl p1·1M> nas que se habian ido para el Peru y sohll· Indo I,, .., que habian venido a recoger en barco dcsdL· Ia I lortd,t por el puerto del Mariel. Era como una pelkuln I ,, l'omo alborotada, dandole mitin de repudut ,, todno., aquc-llos que hasta ese momento se las daban dL· 1 n oluLtonarios y cuando tuvieron Ia oportunidad prcscnt;ttott p;11 .t larp_arsc del pais. Y lo que mas encabronaba a Ia g,L'IIIL' L's qiiL' cran los que mejor vivian, como Fe! ito, un h01nht habla lrabajado toda su vida en Ia Reforma Urhtlllll y qut' Ia genic sabia que hacia muchisimas trampas con las pcrmutas y lc hacia la vida imposible a los pobres infi:liccs que nccesita-ban cambiarse de vivienda. Pero no, habla que ira vera ese pufietero desgraciao en persona y a su capricho arreglaba Ia permuta, siempre y cuando lo sal pica ran bien salpicado l'On algun dinerito. Pues a este hombre, toda Ia fachada de

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su casa, que esta a Ia entrada de Santos Suarez, por donde sube la ruta 83, se la llenaron de huevos y hasta le pintaron letreros feos en el muro del portal. A Ia gente no Ie importa-ba tanto que los maleantes se fueran porque en definitiva La Habana se habia puesto peligrosa como nunca antes con los robos de todo, desde las bodegas hasta la misma poca ropa interior que con tanto sacrificio para conseguirla uno colga-ba en las tendederas del patio. Pero bueno, cuando se sabia de alguien que habia hecho mucho dafio, Ia cogian con esa persona, como fue el caso de Laberinto, el carnicero de la calle Cerezo que se compr6 hasta dos maquinas america-nas con el dinero que habia sacado con el trapicheo de la carne. Todo el mundo en esa parte del Cerro sabia muy bien que Laberinto estaba en combinaci6n con los trans-portistas que distribuian Ia carne quincenalmente, y hasta con Ia gente del matadero. Lo que hacian era pesar el sebo como si fuera came de verdad, eso por una parte, y por el otro lado le quitaba media onza a cada libra de Ia cuota de carne que a uno le tocaba por Ia libreta. Y todo esto para revender la came carisima a quienes pod ian darse ellujo de pagarla a sobreprecio. Cuando Ia gente se enter6 que La-berinto habia dejado embarcados a los consumidores con el despacho de la came y se habia metido en la Embajada tam bien, le pintaron tremendo lctrero en la misma carniceria quedecia:

LABERJNTO, MATARIFE, QUE TE VAYA BIEN

y Ie dieron su merecido mitin de repudio en la misma car-niceria, aunque el ya no andaba por todo eso. Fue at go sim-b6lico, mas bien. Pero lomas divertido de todo es que una mujer que todo el mundo sabia que era su querida fue Ia p1imera que pidi61a palabra para hablar mal de Laberinto, y

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por supuesto, ella se beneficiaba de todo eltrapieheo. La gente no le hizo caso y Ia rechifl6 tanto que tuvo que irse eorriendo.

Del barrio se habian ido muchos conocidos dl' 1111s am isla des, pero con el favordeDios nadie de mi Hunt! lit , ilpilliL' de mi hermana Yolanda, pero ella se habia ido p:u ill'i No11l' ron su marido y dos de sus tres hijos haciacineo o SL'IS .ulo·, y d tmico contacto que tenia con ella era ver las foh1·, q11 · d" vcz

cuando me traia Rolandito, uno de sus hiJo...,, qu ' 1111 h.thi:l podido embarcarse con ellos porque estaba cnl'd.uf dl•l SL'I· vicio Militar. Las fotos eran casi todas iguaks . ...,,l'lllfll'' 11111s· lrando un cake de cumpleafios de alguie11, todo•. ' 'sl idos muy elegantes, ensefiando los zapatos lllll.!vo..., dl· l "·""'·ell pareja o en familia, allado del carro «tlltimo 1111 u h-fo ,; v 1111:1

latica de Coca Cola en la mano, porqul' cllos ""'"" ntuy bien que empatarse con un refresco en I a I lah.llt.tl' t.t pou1 menos que sacarse la loteria, pero hacia a no., qul' n t,llnpo-co habia loteria. Mi pobre sobrino, que hahlith.l.t llll'dl.t k ·11 guaytenia un poco deretraso escolar, se arolllvntpl:u las fotos de sus padres y hermanos, que viv inlll'lltllt.tLllldad que se llama Jersey City donde hay mw.:hm Lllh.llto..., Pero, hueno, de la gente conocida de verdad, <.:(lltl;•··lJIIl' .Y''Irata-ba a diario, eran pocas las que se habian lliL'IH lo l' ll l:t I mba-jada del Peru o estaban al irse pa' l Norte, Ita ... Ia l ''ol' 1111smo domingo de finales de mayo, en que se ap:lll'lT poro dcs-pues de las diez de lamafianarni vieja amiga dL· rolorar 1b11,, lnesita, quenadamas verme, se meecha en los h1 ;11os I loran-· do y me dice que Gracielita, su (mica hija, sL' k luc el dia anterior con su novio, que tenia un hermano q uc vi via en Miami y lo habia venido a reclamar en una embareaet(m por el puer-to del Mariel.

Durante muchos afios Inesita le habia trabajado a los Robledos, una familia que tan pronto tri un fo Ia revoluci6n se

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fue del pais, para Puerto Rico. El caballero Robledo, que tenia parientes en ese pais, habia sido administrador de una de las embotelladoras de Ia Coca Cola, y poco des-pues de la nacionalizaci6n de las empresas americanas la compaiiia le ofreci6 un buen trabajo en Ia oficina central en una ciudad al sur de los Estados Unidos, pero antes de establecerse definitivamente alia, queria estar seguro de las cosas y decidi6 de jar a Ia familia en Puerto Rico hasta que pudiera instalarse. Cuando Ia sefiora Robledo y Albemar, como le gustaba que le dijeran porque decia que su apellido tam bien era de abolengo, le dijo a Inesita que si estaba dispuesta a acompafiarla para que se fuera con ella, Inesita le respondi6 que no, porque se habia juntado con un hombre que era muy revolucionario y que ria cons-tituir un hogar, cosa que comprendi6, y luego de hacerle buenos obsequies, como fueron dos juegos de sobreca-ma, manteles, muchisima ropa y hasta cubiertos y utensi-lios de cocina, le dijo que Ia mantendria al corriente de todo por si acaso algtin dia necesitaba de su ayuda, si an-tes no cambiaban las cosas y regresaban.

Pero todo aquello fue un cuento, porque mi amiga nunca vivi6 realmente con Octavio, mucho mayor que ella y del que habia quedado embarazada, de lo cualla sefiora Ro-bledo y Albemar nose habia enterado, y estoy segura que lo hubiera desaprobado porque era muy cat6lica, de esas que van a misa con rosario y mantilla rigurosamente todos los domingos, y aunque era conocido de vista de algunos miembros de la familia, Ia sefiora Robledo y Albemar no sabia que Octavio era casado. Aunque yo queria y quiero mucho a Inesita y la tengo como si fuera mi hermana, ella tambien sabia que por mi propia experiencia en mi matrimo-nio tampoco estaba de acuerdo que se hubiera dejado em-barazar de un hombre casado. Pero Inesita, que habia sido

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Ia candela cuando mas joven, seguia siendo un alma de Dios de lo inocentona y buena gente que siempre ha I nclu-sive, algunas de sus amistades la llamaban «< ll'll ll'htK'IHm.

- jAy, Marta, es que Octavio me volvia lm,t.l I " tan bueno y tan carifioso, y un dia nos arrebatamo" y "II' poiH.:t-sc el gorrito de plastico estuvimos retozando ennti to todo el domingo en que mis blancos estaban p.u.1 V111 ull'lo, No me dio tiempo para nada ... Cuando me pusolu I '11!_' 11 .1 en la oreja me arrebate toda.

Asi me habia dado la noticiahacia casi w tt lll' HI ,,.,, ,Hll· que a todas estas, los cuentos de lnesita Sll' IIIJll l '1,111 d · rclajo, tenia una lengua parahablar mal as pnlnlH .I'l bia que cuidarse allado de quien una estaba l.t 1p1 t..'l Ill -bay lasigoapreciandomuchisimoy Ia dejaha l" lllll 1 tSilt.m.l.: con los cuentos de sus amorios con Octavm \ d,•, 11 'l'l· dad, el mulato estaba como para com6rsl'lo lllldt' '"' 11 pa rentaba los sesenta aiios que cargaba. Yo tm· 111 111 ""o qul' l'l trabajo que tenia como liniero de la Comp:tni. t dl I h.; II ll'ld:ul era lo que loman tenia fuerte y hermoso l.'Oillo tll ll . tha llo dl' carrera. Pero yo nunca le di a entendernada a d 1.1 t k lo que yo pensaba. Inesitano sentia recatos ni tl'IIHHdtlllll 11tos de como lo estaria pasando Ia pobrc esposa <k < )ll.t\ io, pero yo me ponia en su Iugar. Cuando de vcz l' ll l 111 11 1do k· had a alguna referencia a esa situaci6n, lo pritlll'I<Hllll' I Ill' ... ollaba eraun:

- jAlla ella con su conciencia que no sa lw ron to aguan tarlo! Ademas, rni amiga, como dice cl n; li {Ill, «o1os que no ven, coraz6n que no siente».

-Si, muy Iindo para ti responder asi, lnesita. pcro yo me acuerdo que cuando yo estaba descspcrada tenia malos suefios pensando en que Orlando cstuvicra gozando en los brazos de otra y yo sola sufriendo, sin apenas tener deseos de comer.

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- Sf, Martina, mi hermana, tU tienes en parte raz6n, el es casado ... , pero, lY yo que?Yo soy como dicen por ahi, la otra en su vida, la perdida. Pero dejame decirte una cosa, soy un ser humano tam bien, de carney hueso, igual que ella. y0 soy la otra de la cual la gente habla, la maldecida, la rompe-hogar, como dice Enrique Santiesteban en s.u grama Divorciadas·. Yo soy «la otra» ala cualla v1da m-grata maltrata, a la cualla gente insulta, como ttl, que dices sermi amiga, estas hacienda ahara. Todo el mundo nada mas que se fija en su vida, pero nadie en la rnia. da de la soledad y de la falta de un poco de canna, y nad1e piensa en eso. Ya no ten go lagrimas que brotar, y ten go el corazon completamente destrozado, para que lo sepas.

y con la misma nos quedamos en silencio un rato para luego abrazarnos al final, una llorando y la otra consolando, sin rencor porque en el fonda siempre nos hemos querido muchfsimo.

Cuando la niiia naci6 a mediados de enero de 1960 yo fui a visitarla al hospital de Matemidad Obrera, alla en Marianao, por donde tenia un cuarto. Ese linda dia in vernal lnesita estaba de lomas feliz porque habia logrado lo que tanto deseaba, una niiia.

- Note preocupes, mi hermana. Me dijo inmediatamente que me vio. - No pienso comprometerlo con la criatura. Ya tengo lo

que queria y lo demas es cosa mia. La voy a criar como siempre he deseado, y le voy a dar todo lo que a mi me negaron en la vida.

y asi mismo fue. Mucha despues que los Robledo aban-donaron el pais, Inesita comenz6 a trabajar como sirvienta

* Melodrama radial que tuvo mucho ex ito a partir de finales de 194 7, principalmente con amas de casa y sirvientas.

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en casa de unos diplomaticos extranjeros, porquL' mmque el trabajo de las colocaciones habia sido prohtbtdo <k Ia for-ma en que era antes, uno podia apuntarsc en IIIli 1 oft c ina de I gobiemo y con buena recomendaci6n de qm· ""·' t '" tt•vo lucionaria, podia ira trabajar en casa de los dtplotnill kos y recibia muy buen sueldo y hastaalgunos rcg:tltto ... dt \ l'Z L'll cuando, y asi pudo educar a Gracielita, que pttttll 'ttl l'"''' v< 1 en uno de los mejores circulos infantilcs dt• I :1 ll.th.ttHt, t•l Minrexitos, queestaenLaRampa y donde ih:111 vntnt pr i11 cipio los hijos de los funcionarios y algun<IS L''''l'lt ,,,1,,..., ,1l'1 Ministerio de Relaciones Exteriores, cl M i111 n lnL.., tl,t Ia atendia con sumo esmero; le cosia toda Ia rop1L1 qlll' l.r nina se ponia, la llevaba y la traia del circul o y L't ; ' · ' nlro de atenci6n de muchos padres por lo bien atcndulit qtt1 1 -. t.tha laniiia, bienarregladita, con unparde lazos gt.tndt , ' '" str pelo largo que Inesita se empeiiaba en cepi ll{u...,t·lnt "" 11111 cha grasa, torturando ala chiquita tempranito l'lt lu mnl.lltit , y porlanoche, cuando le zafaba las dos largns It l'll .r•, .tntt·s de acostarla. Su obsesi6n con el cepillo era han·r h· 'It .,, ,pa recer sus crespos naturales sin tener que pas;ult· 1'1 JlL' IItl', il lo que en mas de una ocasi6n estuvo tentada dt• lt:tnrlo. AI final todo result6 inutil, y amedida que la nina l'Jl'< 1:1 dl'ststi6 de tal empeiio. Despues de pasar los estudios St'LIIIld:trios con buenas notas, se gan6 primero una bcca en Ia l·.scucla Vocacional Lenin y mas tarde otra, pues era muy hut·na con las ciencias y las matematicas, y se gradu6 en Ia R I >A en '· I ngenieria Genetica, una carrera rarisima no muchos sabian para que diablos servia en aquel ticmpo. ( 'uando regres6 consigui6 un buen trabajo en el Centro Nacional de Investigaciones Cientificas con muy buen salario y conside-raciones. Pero Gracielita, al parecer, habfa con·ido Ia misma suerte de su madre y pienso que de todas nosotras. Siendo una pepilla todavia, y precisamente por serlo, Ia muchachita

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se enamora locamente de unjoven poco mayor que ella, ingeniero tambien y que al parecer tenia opiniones en contra del gobiemo, aunque parecia muy discreto. A Inesita no le gustaba el hombre en nada, y creo que no era tanto porque fuera blanco sino porque no estaba muy integrado ala Re-voluci6n, aunque trabajaba en ese centro especial que es del gobiemo. Y al pareccr la vida le dio la raz6n porque los dos se metieron tambien en la Embajada del Peru y acaba-ban de irse para la Florida y eso era lo que habia venido a decirme la pobre mujer aquella maiiana de domingo, un dia lindo y fresco a principios de junio de 1980.

-Ay, mi hermana, estoy destruida, destruida. Lo que quiero es morirme.

Inesita estaba mucho m{ts del gada que la Ultima vez que la vi a principios de afio, cuando vino a descargarme lo poco que le gustaban las relaciones de Gracielita con Jorge, su enamorado.

-Yo sabia que no era n.:volucionario, pero nunca me imagine que Ia cosa iba a parar en esto.jQue verguenza, Marta, mi hija, metida en eso! z,Que yo hice para merecer-me esto, yo que tanto Ia cornplaci, que me desvivi porque tuvicra una educaci6n y mira con Ia que me paga?

Gracie I ita era muy linda y muy bien educada y hasta ha-blaba perfectamcntc aleman y ruso. Y era verdad lo que decia Inesita. Le habia dado todo lo que a esa nifia se le antojaba. Hacia de la madre lo que queria, a tal punto que aunque Inesita no queria dejarla i r para la RDA, la mucha-cha la convenci6 y con apenas quince afios se le fue para el otro lado del mundo a estudiar. Ahora, despues de calmada un poco, comienza a contarme la historia:

-Como ttl sabes, Marta, a rni nunca me gusto Jorge por c6mo hablaba y la influencia que estaba poniendo en la ca-beza de Gracielita, que tenia muy buenas relaciones en Ia

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J uventud y todo el mundo la consideraba much lsi mo. j Pero cse Jorge, ese Jorge nose las escondial Despu6s que em-pez6 ellio este de la Embajada, una nochc vienc a casa Gracielita y me dice que tiene que salir unos dlas paru el Escambray a un trabajo y yo de comemicrda no k mucho mas de que cmintos dias iba a estar all(t, y qut• s1 1ha sola, y que si necesitaba llevarse alguna ropa p:11 a pl:ttH.It:'u sela, pero me dice que no, que estaba apurada ban esperando, y como iba a ser en un ccnttlll'"IH'l 1.11 cxperimentos alla en las lomas, con un pantalu11 P''"""· y otras boberias de ropa interiory pul6vercs k ha'-.t.th.t v que si, que iba air con su dichoso Jorge y por suptw-.to . \uno le dijenadamas que se cuidaray que avisam put l'llt'll'lnno de la bodega, donde tU sabes que me dcjan lo-. tl'i .u los y para saber cuando regresaba y esas cos as l'i'"' pa san los dias y los dias y empiezo a preocup:u IIH'Iw.l.t qul' una mafiana temprano tocan a la puerta y lltl'ln ltlllo dt• lo mas embullada pensando que era Gracid1t.t, pnollt•, l:t presidenta del Comite de Zona del CDR l'Oil '"'" tea-cion del Ministerio del Interiordonde me tnhutJt.th:ul que mi hija se habia asilado en la Embajada del t'1 y qtll' querian hablar conmigo. Marta, te lo juro, mi vtd:t, llll' qucd6 sin aliento. No podia creerlo. Te imaginas. 1111 en la embajada con todos esos dcsgrnciados 'lui\ lila I me puse que Georgina, la presidenta del ( 'onut('. qut..• 1.111 buena recomendaci6n me hizo para cuando <.:OIIH:IICl';lllrabajar para el Cuerpo Diplomatico, se apiadb de nil y me solt6la noticia mas suave, porque se dio cuentu de que yo no sabia nada, ni era c6mplice ni mucho menos de que Gracielita estaba metida alli. A partir de esc d Ia no t u vc paz ni sosiego conmigo misma hasta que una manana sc aparece Gracielita, toda descompuesta, con unas ojcras trcmendas y con una cara como nunca la habia visto antes y me dice muy fmne y

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sin titubea: que lo senti a mucho pero que si, que era verdad, que se metido en Ia embajada con Jorge y que a pesar de ser tecmcos los dos, les habian dado permiso para que se con la «escoria». Lo que yo no sabia, porque Grac1ehta nunca me lo habia dicho, es que su Jorge tenia al

los Estados Unidos y que ely su hermana se ha-cnado con unos parientes, porque su madre habia muer-

to hacia muchos aiios en un accidente de carretera. Ahora el padre y el hermano Io habian reclamado. Jorge tiene una hermana yo no conocia, pero estaba bastante integrada a Ia revoluc10n. El caso es que en ese mom en to comienzo a

y a insultarla como nunca habia hecho, que que 1ba a hacer ella en Estados Unidos, que Ia iban a matar por-que en pais no quieren negros, pero lo unico que me era que no le diJera mas eso, que ella no era negra, smo mulata y bien mulata. Pero ami no me importa-ba, Y no escuchaba lo que me respondia, yen un impulso del que me arrepiento hasta cl sol de hoy Ie tire un pufiado de ropa porIa cabeza y lc dije que se fuera, que era asi como todo _lo que habia hecho por ella, enton-ces me ffilro y se le salle ron las lagrimas ami Gracielita ... jAy! Marta, se me parti6 el alma, y yo empece a abrazarla y la apretaba duro contra mi pecho, reteniendola aver si se arrepentia, y no paraba de llorar, halandome los pelos, y Ie pre?untaba una veces que por que, que por que me hacia esto ... , y lo ultimo que me dijo fue que la perdonara otra vez, pero que yo nunca iba a comprender. Me dio un

y se siempre, y con ella se me desprendi6 el corazon tamb1en. jAy, Marta, perdi ami Gracielita ami Unica hija! '

Y llor6 como nunca antes la habia visto llorar maldicien-dose una y mil veces, echandose la culpa de todos los peca-dos que ella misma se habia inventado. Nose cuanto tiempo

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cstuvo asi, pero cuando mi hijo Ramoncito, su esposa y los dos nietos llegaron como hac ian todos los dom i ngos, me di cuenta de que era Ia una de la tarde y que ltH:sila estaba tirada en Ia cama pasando Ia crisis y yo no habi:t IH.'d to nada en Ia cocina. Guillermo habia salido esa mnnarw kn1prano hacia el reparto San Agustin a hacer trabajo volunt:uro en otro nuevo edificio de la rnicrobrigada para los h'llltl lh: Ia Union Sovietica.

jQue destino el mio, Gran Poder de Dios' 1,1'or qm'• to das estas cosas tienen que pasar por m ['? ; I >:II Ill' f lll'll:ts para poder escuchar elllanto ajeno, para as1111i l:u l.' l -.rtf 11-miento de los demas!

Despues de aquellos pensamientos rrenl l' :t 1111 '""ode agua que baje de por atras del cuadro t.:on l.t lolo dl' Ia boda, encima del escaparate, me moj61os lk·do.., y till' los pase primero porIa frente y despu6s pot lod.t l.t tlltl .t, L' l cuello y el pecho, y sacudi fuertementc las lll:lliO/-o p.u .t hol:ll lodo lo malo que pudiera apoderarse de til l Ml· pu<;l' un gajito de albahaca en la oreja y me dispusc a-;1 n dnt ks Ia bienvenida a mis nietos y al resto del domingo

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DOS

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GRACIELITA EN EL NORTE

Durante el aiio trancurrido luego de aquclla del Mariel,pasaronmuchas cosas. Desde l'l (!II IIIII' l ' IH ttl'll I ro con Inesita habrian pasado poco m:h; dl' dm v Jlll'M'S. Un par de semanas antes de aquel caluroso sith.u l11 dl· fll -nio, mi vieja arniga de colocaci6n me avi s<'> qlll' 'l'lllh in a <HTeglarselacabezayaconversarun rato. Y ''"'"""'11" fill\ me acuerdo como si fueni ahora mismo ruando llqm .tl mediodia y el cuarto estaba lleno de client as, .... tlu damos como si nunca hubieramos dejado dl· \ l'IIHl'l, l 011

a brazos carifiosos y besitos en los cachetes. - j Negra, pero que bien m estas! - j Y tU tambien, mi vida! Le respondi casi de todo coraz6n, pero Jlll' IIIJJ,t , Ia lo

sabiamejor que yo. Tal parecia que todos los Olios tk•lmun-do le habian caido encima de un sopet6n, y dondl· 111:'ts sc lc notaba era en la cara, con los p6mulos m{ls lllii..'SIIdos que de costumbre, adomados por un par de ojerns pmfundas. Cuando le mande a que se soltara el bonito panuelo de ca-beza estampado de rosas multicolores y sc descnrcdara el pelo, sus canas saltaron por todas partes, m uchas canas sueltas, porque todavia Inesita era de mucho pclo cuando aquello. Por otro lado, la forma en que estaba vestida no le asentaba mucho, con una saya de algod6n chino azul claro muypordebajo de larodilla y una simple blusitade seda fiia

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Martinez
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tipo escolar, con manguitas y todo y un par de tenis baraticos con tejidos caseros por arribita. Parecia, o en realidad esta-ba mucho mas avejentada de lo que representaban sus cua-renta afios.

- jQue va, mujer, si hasta un ciego se da cuenta de lo destruida que estoy!

Ese dia se habian juntado en el cuarto tres o cuatro de mis clientas regulares, mas algunas muchachonas nuevas que me habian recomendado y que estaban sentadas afuera en e) patiecito, guarecidas del sol, en algunos banquitos que como siempre, me prestaban los vecinos cuando los necesitaba. Me habia levantado temprano, poco despues de que Guillermo se fue para Ia micro, para de jar Ia cornida del dia lista antes de hacer Ia cruz con Beba, que habia conseguido un trabajito de limpieza dos veces por semana en casa de una francesa que se llamaba como ese famoso ballet, Gisela, y que vi via en el edifi-cio FOCSA, porque era tecnica extranjera que trabajaba en Radio Habana Cuba, que trasrnitia solamente para afuera.

- Fijate que ella me paga con laterios y carnita de puer-co Y todos los mandaditos que se me antojan de Ia tienda de los tecnicos extranjeros, hasta que cubren mi salario de unos setenta pesos, pues yo no hago na' con los pesos, mi vida, y como ella sabe que las rusas del FOCSA se la pasan en el trapicheo, pues mi Gisela ha aprendido muchisimo aunque no hace tanto negocio como los bolos.

Beba era de lomas buena conmigo, pues seglin parecia, aquel trabajito de colocaci6n era de lomas bueno y siempre me traia alguna boberiita. Cuando no era un porno de con-fitura bUlgara era un choricito o un embutido cualquiera, y a veces hasta una cajetilla de cigarros suaves de los buenos, no de los que venian porIa libreta con mas boronilla que picadura, pero atin asi por aquellos afios Ia gente los vendia en «Ia bolsa negra>> hasta por veinte pesos la cajetilla.

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- jAy, Marta, c6mo saben estos blancos, sohrc todo si son extranjeros! Se las saben toditas. Lode < lisda es mu-cho, mi arniga, con todo lo francesa que cs. Rt•sulta ser que <.l isela fuma como una trastoma, de esas qm• htllllltl por matraquilla, uno detras de otro, como Ia chint t' th.'a de ( 'rusellasen sus buenos tiempos ... , pero Itt no ..,,,lw-. lJIIl' 'it' cncontr6 una fumadora mas empedemia qllt' l·ILtnll.t pot Huenavista con Ia cual descubri que ha hccho I tl'llll' 11d11 lit' gocio. Resulta ser que esa mujer, que cs muy tnayot y qllt' scgtin parece ha fumado toda su vida hasla ltt''i l .ql'lill." tk cigarrosamericanos pordia, pero como yatH> hay l ip.lltos mnericanos, se conforma con los suavcs, o till h· .til ,tll-l.an los que le dan poria cuota de Ia librcta y. pat ,l llll l':lll -sarte, no se c6mo se empata con Gisela, Ul' '' qm· IIlla sobrina de la vieja trabaja en el Banco Nartoll;tl dtutdt• los cxtranjeros cambian su dinero, y·convcrsalldutnll l.tlllllll't que laatendi6una vezquefueaese banco, 'ialtn utd lllll lo de que su tia, que habia viajado mucho y ha-.la h.thi.tl''ilado en Paris fumaba muchisimo, y esos comcnLillt'"• v Ia l.'osa fue a parar que al cabo del tiempo comictV:IIIIIIIIti'IIH.'lldo intercambio. Porque a todas estas, la vicja cs 1k 1111.t l;ttllilia de mucho dinero que no quiso irse pa' fue1 a y t·-. v111da de un famoso medico cirujano que muri6 antes dt• lu Rt•volu-ci6n y Ia mujer esta sola, bueno, casi sola, pm.•s vtvt•w n su madre que es mucho mas vieja que ella, que yn t'S hnslantc vieja ... Pero, bueno, el caso es que Gisela, que detras de otro, le resuelve ala vieja su funw de cigarros suaves, porque Gisela fuma de los fuertcs, y en repugo lc cmpieza a dar copitas de bacarat, adomos de porcclana, manteles finos y basta unas lamparas prcciosus, de muchos colorines, como si fueran vitrales, que son una monada y yo se, porque se lo oi decir una tarde, que son buenas y caras de verdad porque en una ocasi6n una amiga de ella, extran-

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jera tambien, visitola casa porque queria comprarle a Ia mujer unos muebles viejos de estilo frances y le pregunto que de donde habia sacado esas tres lamparitas tifani o estifani, algo asi, y que son muy famosas, y Gisela le explico francamente a su amiga lo que te estoy contando, aunque se cui do de no decirle Ia direccion, pero yo si que lase, porque tam bien estoy en el chanchullo ese de correveydile, y como vive por rni barriada, pues es mucho mas facil pasar, dejarlc su otra cuota de cigarros suaves, y luego en otro memento Gisela se las arregla para al cabo del tiempo ir en carro a buscar su nueva adquisicion.

Beba hablaba a todo meter, menos mal que a esa hora de la mafiana ella era la prim era y todavia podia soportarle aque-lla perorata.

- A todas estas su marido, que ensefia en la Universi-dad, no fuma. Gisela ticnc ceniceros por todas partes y Ia casa huele a infierno. Yo no se como el puede aguantarla ...

-jAy, niiia, no cs pa' tanto; el vicio es el vicio! La mayoria de mis clientas estaban en el giro de las colo-

caciones en casa de los extranjeros, pero no de los rusos o los hungaros y los checos y toda esa gente de los paises socialistas. Ellos de rareza empleaban a alguien, porque Ia mayoria de los hombres de esos lugares venian con sus es-posas que los acompaiiaban para atenderlos mientras ellos trabajaban, y los hijos iban a una escuela especial alla por Ia Avenida 31 entre 18 y 20, en Miramar, que en sus buenos tiempos habia sido el convento de Las Ursulinas, unas monjitas muy buenas. Pero mi gente lo que queria era resol-ver el fogon y trabajaba con los extranjeros de verdad, los que venian de los paises capitalistas, que comprendian Ia situacion y le resolvian a una sin tanta regatifia. Y el que podia se las arreglaba, aunque a mi gente no le gustaban esos rusos que no estaban acostumbrados a usar desodo-

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1 ante y se Ia pasaban sudando la gota gorda ml!l ramisas de nylon, jCOn el calor que hay en esll! p:us! reman mas oro en los dientes que una casa de Porquc t•so si, para gustarles el oro hay que buscat a los tusos. no 'iC ponian mas porque no tenian mas dicnll!s 1 't llliiiO lo buscaban! Si yo me acuerdo que en los prllllt'to-. ltnnpos de la Revolucion habia una tiendecita del g.1 1hlt'lllll .1ll.t P' lt ('alzada y E, en el Vedado, de esas de «Bit'l lt'' M.llvl·t,;l dos», que vendian a todo el mundo y barat islttllllw.ull·t i.ts de ese tipo que habian dejado las familias Ill ;t' qtlt' ... t·lta bian ido de Cuba ... Y ahi estaban las rusas llnrtl'IHiu l.1t ola dcsde lamadrugadaparacuando Ia tienda del mediodia comprar joyas de oro que uno sah1 .1 h11·n que dcspues se las llevaban para su pais y las tt'\ l'ltdl.ln Y no solamente relojes suizos, sortijas y .. dl' 11111..,1110 hasta pendientes y gargantillas de brillanll!s I lll'tnlt .H JIIl' I los afios locos cuando el dinero dejo pr{tt:ltt ,ttttl'tlll' dl' It' ncr valor. Tambien vendieronmuchisima poll d.tn.t httt·na. porque yo si se de cosas buenas; collarcs dt'JWtl.t-. tultlva-das, abanicos finos de nacar, vestidos cosidos y ll'pdos t:on hi los de oro y de plata, objetos religiosos. t'lt 1111, pa: que (;On tar. Y alii en primerita fila estaban elias, h HI." J'.' mit las y bien corniditas, las compafieras de los paiscs ht•tm; ums. Todo csto duro como hasta 1967 ... Yo nunca supe pot tJIIl! re1 ra-ron la tiendecita, pero me imagino que arras:11 on ron todo. Asi que no dudo que esas lamparitas de las q.111.: I tambien valieran una fortuna, porquc bs tam IIIlis que vivian por esos barrios buenos de por all{t si que tenian tarecos de lujo.

Antes de terrninar con Ia cabeza de Bcba, sobre las nueve y media de la mafiana, ya habian llegado Irma y Irma era una solterona muy seria que forrnaba mucho nusteno para hablar de su edad, y alardeaba de que era «senorita». jlmagi-

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nese usted, senorita en estos tiempos! La mujer trabajaba en la CTC y era revolucionaria de <<Patria o Muerte». Olguita era otra cara de la moneda. Negra achina, pepillona, muy fondillua ella, de pelo bueno, abundante y muy crespo, pero

gustaba tenerlo largo y bien planchado. Habia llegado cmc? o seis a:fios atras a La Habana desde Gibara, un pue-blecito al norte de la provincia de Oriente, con ganas de estudiar cualquier cosa, y hasta lo logr6 porque se hizo tra-ductora de ruso en la Makarenko, una escuela de idiomas alla por La Copa, en Miramar, pero ahora tambien se habia colocado -sin que la gente de su escuela lo supiera, por supuesto, pues era militante de la Juventud y creo que hasta la tban a procesar para el Partido-- en casa de una norte·

que seglin decia estaba haciendo un trabajo de mvestigaci6n con el Ministerio de Salud Publica sobre las campanas de vacunaci6n infantil y la atenci6n ala mujer.

-jAy, mi cielo!, Jo que pasa es que uno resuelve mas con las boberias que te dan estos blancos que con los ciento setenta y cuatro pesos que gano matandome con mis alum· nos seis horas de Junes de viernes ensenandoles ruso. Y total, no hay na' que comprar. Ademas, Ia paso de lo mejor en su apartamento que tiene hasta agua caliente en la ducha, Y nada mas que tengo que ir por las mananas dos veces a Ia semana, los lunes y los viernes o a veces los sabados cuan· do hago una gran limpieza general y se acab6. Con los

que me da resuelvo casi tres veces mas que con mt salano, porque hasta son cosas buenas de la Diplotienda Ademas, me deja hacer lo que quiera en Ia casa porquc

no coge lucha con na', ni con su querido, que no sc en que anda, menos que cada vez que yo estoy alli se Ia pasa todo el tiempo velandome el fondillo y bebiendo cer veza como un trastornao, porque el sabe que las cervezas esas de laticas verdes que ella le compra no las encuentra

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por ninguna otra parte, a no ser en ese aparta1m:nto. Ella es de lomas buena pero tremenda cabrona, porqul' tienc sus .t11itos, aunque se conserva bien, porque hat:L'l'll'rririos en Ia piscina del Sierra Maestra, el edificio gnHuk· dl' itp:u tn-rncntos que es solo para extranjeros que a nil''\ M' ll.11naha Rosita de Hornedo, y ei es uno de esos tan los hl.liHtrrrtos dl' i;r nueva ola, mediojinetero ademas, que lo {rrtllll qtrl· .,,, ben hacer es andar en Ia temp ladera por a hi, pw l'',ll \-ll

- No creo que sea correcto exprcsarsc a. ll'll puhlrl o saber delante de quien usted esta hablnndo Yolo sabia. Era la primera vez que las dos l'ollll rdl.rn y

o;abia que iban a ligar como el aceite y <.:1 vr n.rrr,· < '111no tenia mas confianza con Olguita, desdc had a r.rli 1 h , . ..,l.rha hnlando el pelo disirnuladamente para que l'illllhr.n.r d1l on vcrsaci6n o se callara, pero o no me entcndrt'lo .,,. hr. o Ia t'hiva loca. Esas cosas nose podian estar dicrl·ndo d1 l.rniL· r le Irma, que no entendia Ia forma de ser de <>I p 111 t .1 ,

-Perd6n, senora ... , z,con quien esta us ted hahl.rrHio .. '! - jCaballero, no quiero discusiones de polit ll.r ,rqrri! Fue lo linico que atine a decir, pero justo alnullnl·nto en

que Norma comenzaba su tequecito: - No, Marta, nadie esta discutiendo aqui, (W"''"' r.:rco

' lue sea correcto expresarse de esa forma, y llHidto rtll'nos li·cnte a oidos extranos. En primer Iugar, porquc 1:1 Rl·volu-ci6n ha sido muy generosa con nosotras las trabnjmloras de origen humilde. z,C6mo se pueden pasar por alto bcnc-licios logrados en la educaci6n, la salud y la Para l'SO el gobierno esta haciendo un sacrificio a I pri va rnos de ciertas cosas para que los tecnicos extranjcros vcngan a < 'uba y nos presten su colaboraci6n, sobrc todo los que proceden de los hermanos paises socialistas. Si no fuera por ellos, hoy no estuvieramos aqui.

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-Espere, espere, espere ... Si la cosa es en serio ... Yo nose de que sacrificio esta hablando usted mas del que uno esta haciendo en este pais ... , y no solo para conseguir comi-da y ropa, sino para todo, y nosotros los negros, si, los negros, estamos igualitos o peor que antes, sobre todo no-sotras las mujeres, porque por lo menos antes se conse-guian cosas de color sepia para nosotras. jPero ahora ... , ja! Ypreglintele a Marta que sabe de esas cosas yes mayor que nosotras, (.no es verdad, Marta .. ?

Y sin esperar otra respuesta que un halon de pelo, conti-nuo y yo la deje, al menos por el momento.

-(, U sted no sabe con que yo hago polvo para el color de mi piel...? Pues con ladrillo de tierra colora, para que lo sepa bien. (. Usted no sabe que las medias de vestir que hay en este pais son para las personas blancas, porque nosotras las negras no existimos, y sabe con que resolvemos, pues Ia tefiimos con borra de cafe ... ?(. Usted no sa be que en este pais no hay vaselina para una plancharse el pelo ... , ni alco-hol para encender los reverberos ... ? (. Usted no sabe que Ia crema para la piel en este pais esta orientada para la gente blanca, mi vida ... , o en que pais us ted esta viviendo ... ? No se pa' que me buscan la lengua.

- Yo no me estoy refiriendo a eso ... Ustedes los jovenes no quieren tener sentido de la historia, estan totalmente desmemoriados y todo lo quieren resolver con las trivialidades de la vida y no quieren tener perspectiva. Digame usted en cuantos paises se le costea la educacion a una persona des-de el Circulo Infantil basta la Universidad, completamente

contar la atencion ala salud. Y eso tiene que sahr de algun Iugar, (.noes asi?

- jPor eso mismo estamos tanjodidos como estamos! Como que usted esta hablando de sacrificio y sacrificio y cuando uno resuelve alguito por fuera empiezan las criticas,

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Ia cizafia, metiendole miedo a uno con eso de que «te voy a cchar pa' lante» y que no debe ser asi, que esto y csto otro, yyaestoy cansada ... jY total, si en un final yo soy 1:111 «com-pafiera» como usted! Lo que no me callo las mil h:11 h:tr ida-des que estan hacienda una serie de bandidos en L'l gohrl·rno, ateniosa que son revolucionarios.

Y ahi tuve que interrumpir. Deje de deserm·d:ull' l' l pl'lo y me pare en medio del cuarto entre Irma, quL' l'SI.thill'lll'l sillon, y Olguita, sentada en la butaca y que :rltor,t podt:t lcvantar la cabeza, que se la mantuve con l:t h:u hrll:t l'lll'l pecho mientras le desenredaba el pelo:

- (,6iganme, que cosa es esto? Mi casa no l'S ""'P'"' < 'o-mitedeZonadelosCDRninadadeeso. /\qui lod<H'IIItllrHio puede hablar sin ofender a nadie porque nolo IK'IIIlllo, pl'ro no quiero discursos de politica ni de un I ado 11 i de oil o, q Ill' yo no estoy en na' ni quiero estar en na', (,me oyeron'? . Y se acabola discusion, o mejor dicho, se acab61o que rba a comenzar a seruna discusion. En otro momento no me hubiera metido, pero con Norma ahi no podia dejar que mi casa se convirtiera en lo que ella queria, porque siempre que venia a peinarse caia en la misma cuestion hablando de politica y del Ultimo discurso de Fidel y yo no oigo discursos de nadie, pero tampoco me interesaba perder una clienta. De todas formas tenia mas confianza con Olguita que con Irma, que era la tercera vez que venia y siempre dejaba su buena propinita, yen definitiva mi casa habia que respetarla. Fue asi que para suavizar el ambiente comenc6 a hablar para qui en quisiera escuchar de los tiempos de antes, cuan-do yo llegue a La Habana para colocarme como sirvienta. Defmitivamente eran otros tiempos. Cuanto hubiera dado por haber tenido una colocacion asi, como lade Olguita o la de Beba, y tener tiempo para hacer mis cosas. Pero estos cran otros tiempos.

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Cuando por fin temtine de pasarle el peine a Olguita, el cuarto se habia llenado y ya nadie se acordaba del inciden-te. Mientras se calentaban los peines, fui a Ia cocina a pre-pararme un cafe con leche condensada y un pedazo de pan con aceite de comer y ajo, que era lo que me apetecia cuan-do tenia mucho trabajo. Yes asi que siento Ia inconfundible voz de Inesita que vocea por el postigo:

- jNegrona ... , mira que tU eres desgracia, cofio, nunca me llamas!

Los saludos de Inesita siempre eran asi, en tiempos rna-los y tiempos buenos. Alardeando de que hacia mas de veinte afios que no nos veiamos y que ya no compartiamos como antes, en fin ... Luego de saludarnos con muchos aspavien-tos y dejar su jaba y Ia sombrilla en un rincon, se fue para el cuartico de Julia a desahogarle sus penas hablando todo el tiempo, como scria su calvario durante el resto de su vida, de su querida hija Gracielita y de todos los sinsabores por los que estaria pasando Ia muchacha.

- jAy, Julia, yo he estado tan asustada durante todos estos meses, que no tengo palabras para explicarte! Por lo menos al cabo de tantos meses ya recibi las prim eras noti-cias de rni Gracielita, que mando fotos y esta bien dentro de lo que cabe, con lo cual me he resignado un poco.

Julia si que tenia paciencia para aguantar los sufrimientos ajenos y nadie mejor que ella podia saberlo. Con su carninao despacito, ladeando Ia cabeza y casi siempre fumando ciga-rros fuertes y hasta cabos de tabaco, nadie calculaba lo mucho que sabia Julia. Nose metia con nadie y nadie se metia con ella. La Unica entradita de dinero que tenia era la ropa que lavaba y planchaba para afuera y algunos pesitos que de vez en cuando le traia su hijo mayor que era policia de trans ito, de esos que andan en motocicleta, porque mi hermano no servia nada mas que para no ser serio en Ia

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vida, porque ni los trabajos buenos le gustaban De ahi en ruera era pasar trabajo gratis, lode esa nHq l!t hHins los dias, aguantando trastazos uno detras del otto, ha-.ta de las dos hijas hembras, pues las dos le salieron curh.tt .tzadas unadespues de laotray sinhabercumplido los qu iuc · :rnos. Aunque yo no podia quejarme, porquc nu hij,t kr "' rt ll llt • salio embarazada tambien cuando estaba all(t cnl,t h 1'.t ·s· tudiando magisterio en Topes de . .., -. i lllliJtrhr "r t sido por rrll hijo y mi nuera noSe COffiO Jwhtl'l.t I Sl lttlo lo que esamuchachitame hizo, porque hast l ·''"l'll' ' ·s Lido de boda y todo, aunque no blanco pot cuatro meses en la barriga. Pero a Julta tHt ll' lltlpntlitha porque ella tambien habia pari do por ptlllll't,t \ ''/ lllll 't 10 vencitaynuncallegoacasarse. jAsi qun·ll.tlltt rrt,llltll' til muy buen ejemplo que digamos! Lo ltlltl'<llllll' l,rr • 'llllfot-taba eran las sesiones espiritistas, a las ctt.tl · ytJ IH11h i n asistia de vez en cuando. Eran en casa de < 'l,utl t, en Ia Calzada de San Salvador. jA la verda<.! qu • lull,\ tt uh. tf•' cl muerto que hay que veri a! Luego de enccndl!r 111 1 ·v · 'l.l.ts en el altar, santiguarse y todas esas cosas. lits s 'SIIIIIl!s

ritistas empiezan con la lecturade varias orario11 ·s, qui! stem-pre le tocahacerlo a Clarita, Ia duefia de Ia l'<t s,t y ditl.'l tora del templo. Cuando los habituales al centro y los 1111n os se cnteran que Julia va, el salon se llena, porqlll: .tl ntclltl.! trabaja muy bien, muy limpio y natural. Desplll.'·-, que< 'l:tnta dice lo que se va ahaceresanoche, que u VClT.., p1p.:dc ser, a peticion de una de las personas prescntes, invol·ai el espi-ritu de unfamiliar difunto, ya sea para saber c6111o csl{t algun pariente aquejado de alguna enfermedad y qui.! vive en el cxtranjero, pues el medium mas fuerte em pie/a a can tar sua-ve, como si estuviera arrullando, y los de mas mediums, que no son tan fuertes como Julia, hacen coro. A veces, como sucede en su caso, nose entiende lo que dice, y es que de

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buenas a primera le viene el muerto de Julia que es Mahatma Ghandi, un patriota de la India que luchaba porIa paz y que se vestia como un santo, envuelto en un pedazo de lienzo y andaba con su vara haciendo caridad entre la gente pobre y poreso lo mataron. Juliahasta tiene algunas fotos del vieji-to, por el cual siente mucha devoci6n, tanto es asi que si le ocurre algo bueno, como el dia en que se sac6 cien pesos en la bolita, en vez de darle <qGracias aDios!», o por lo menos a los santos, decia, « j Gracias, Mahatma Ghandi! » y con la misma se persignaba con Ia sefial de Ia cruz. Pues cuando le viene ese espiritu habla como si fuera hindua de verdad, con un acento de lo mas raro, aunque se entiende lo que dicey comienza a hablar y a responder a traves de Clarita que Ia asiste en todo. El espiritismo es muy bonito, muy limpio, y cuando uno termina Ia sesi6n se siente todo reconfortado. Yes asi que los vecinos quieren mucho a Ju-lia, y por eso la gente va y le hab Ia, sobre to do rnis clientas, que encuentran siempre una frase de alivio o un remedio a los males del cuerpo y del alma, aunque sea una palabrita de aliento de esa mujer que pnicticamente no tiene nada mate-rial en la vida, ni le in teresa, por suerte o por desgracia. Es asi que sin preguntarle nada por su hija, Inesita le abri6 su coraz6n, y Julia, que tiene una forma muy suya de respon-der a base de refranes y dicharachos de negros viejos, le sentenci6 a Inesita, moviendo la cabeza hacia los lados y ama-rrandose el pafiuelo blanco que siempre llevaba impecable-mente blanco amarrado ala cabeza, como un turbante:

- jAy, Inesita!, deja de calentarte tanto la cabeza, que un solo palo no hace monte.

- Mira esto, Julia, Ieete esta carta que me lleg61a sema-na pasada, la primerita despues de tantos meses.

N adie sabia que Julia no podia leer, no por problemas de Ia vista, sino porque era medio analfabeta y pocas personas

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lo sabian, porque me acuerdo que cuando SL' hi/0 cl censo para la campafia de alfabetizaci6n ella <.:sl'ondib en el cuarto de Fela para no tener que respOJ1(kt lo qttl' L'll esc momento solamente yo sabia. A veccs SL' Ia \ Ll.t durante horas y horas sentada allado de Ia pucrta dl! s11 l'll:ll to, hojeando por centesima vez unarevista viL'Jil, dl· .1111l.., dL·I:t Revoluci6n, o algunade Espana, de esas coniHlJ;I.., dv h1 tll1to y muchas fotos a colo res que Ismael, cl etl:lntol. 11 In dt I .t 11.1 , Ia hija mayor de Eneida y Baba, le trac dc alm·1,1 pn1 qtll' "I cs marino mercante y siempre anda con l o:-.,1., qtH' n.ulll· mas tiene y como es muy bueno siemptL' :uul.1 1 t•p,tl.tndo cositas como si fuera su misi6n. Parcci:t l'Oillll ·,1 lttlt.tlas cstuviera leyendo y releyendo y volviendo n kl'l till II 'r ot nt vez, pero no, no estaba leyendo, sino hoJL':'uHh 11.1. 'tlndo las fotos, como queriendo recuperar algo dl'lll1 p ..... ulo qliL' no conocia, que Ia trasladaba a otro mundo, 111,1 ., ,tll.ltk-1 marydel desierto;perono, nunca leycndo, po1qt1 • lult.tlto sabe leer.

-Leela tU, que se me rompieron los espL'Jll l ln ... v llliL'Il lras empiezas voy acolarun poco de car6 qt1L .tVll VIIHlla cuota de Ia semana.

Y sin hacerse rogar, Inesita abri6 el sobt'L' l:u )'tl blanco y abultado, y empez6 a leer el primero de lo:-. l'IIILo largos pliegos escritos amaquina por su hija Gracil'ltl:t

San Agustin, 18 de noviembre, I \WO

Mi querida Mirna, Cuanto hubiera querido haberte oscrito an-

tes, pero en realidad no pude y cuando leas a continuaci6n esta carta te daras cuenta por que te lo digo. Te estoy escribiendo desde el pueblo donde vive Javier, el hermano de Jorge, con

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tuvo completamen t e renuente a salir de la em· bajada porque decia que si sus compaiJ.eros de trabajo lo agarraban lo iban a meter preso, pero la gente del MININT cumpli6 su palabra, y con-migo tampoco h ubo mayores problemas, par-que yo creo que en Ult ima instancia los colegaa del Cent r o hasta se alegraron de que nos larga-ramos. Uno nunca sabe.

Aquella manana salimos temprano del Mariel en un yate con otras 40 personas a bordo, in-cluyendo el capitan del barco que era un cuba-no que fletaba viajes de Ida y Vuelta desde Cayo Hueso. El hermano de Jorge se puso muy con-tento y se la pasaron abrazados y hasta llorando durante todo el viaje. Estaban muy emociona-dos. Nose side la alegria del reencuentro o por la noticia de la muerte del viejo, o las dos casas al mismo tiempo. Llevaban trece aiJ.os sin verse. Como tu sabes, su padre tuvo que dejar a Jorge porque estaba en edad del Servicio Militar, aun-que yo creo que lo que el viejo queria era deshacerse de su mujer y la hija que no que-rian irse, hasta que la vieja se volvi6 loca y nun-ca mas ha recobrado el juicio.

Luego de la llegada a Cayo Hueso nos toma-r on algunos datos y al clia siguiente fuimos por carretera hasta un punta de concentraci6n en Miami donde comenzaron a procesarnos, es decir, tamar mas datos y esas casas. El viaje es de lo mas bonito, por una carretera muy linda que atraviesa el mar y hay puentes entre las islitas. Javier nos ayud6 mucho y nos dej6 en buenas manos, pero tuvimos que esperar como quince elias antes de que pudieramos reunir-nos nuevamente con el, de regreso en San Agustin, que esta a una distancia como entre

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La Habana y Camagiiey. Como d1J1mos que era-mas personas con educaci6n p r ofenlonn.l, du-r ante esas dos semanas nos pus1£'ron n £\YUdar en una de las oficinas que atendmn Pefu giados, a procesar tambien a otr oA 011hn.noe qut> estaban llegando y que si que en•an t no' >1'111 de verdad como la que estaba amont.orw.drl. lll Ia ' . embajada en los primer os diaa. Alll ll lt)lrn,ul o.l gunas amistades con otros cubanof! q111 11 v 1. ban bastante tiem po en los Est.a.clnr l I nl lllf! ,

Mirna, la burocracia de los noPI.mtrn I'IIJ t.tiiJt:l es peor que la nuestra, te lo ju Po, rt.l 11111' 11 Jllll' lo menos est a funciona. El pap(liPn ••13 t,t• rn n -do y la cantidad de detallit os q u e llr.w q1 1 ponder es delirante. Con los ouhtu '' n I ' 'nna no es tan complicada, aunque lo 1 > tl'l L, !d menos con la gente preparada com' n ,, l.t·na. Las planillas que uno tiene que llonru· jj1 or 1 l)tl!!lO

un cuentame-tu-vida ; que si tkn 0 ntrlllllu !l los Estados Unidos, que si estuv1fit,, 1 11 1 I I t.l'l.l · do o que situs padres o familiareA o flO u H '" hn.n sido militantes; te pregunt an a 1ft. r•o.zo. o. lr.t. que perteneces y, por ejemplo, p ara qu 1,1 nt.m•es, yo aqui no soy mulata, ni m est17.A., nl cd 1\Hpa na», aunque hablemos espaiJ.ol, nl nndtL de e>Ho, sino «black», que quiere decir nt P,r%, Y yo Pa toy segura que esa es una d e las ootmu pot• Jn.a cuales hemos decidido irnos a r•m11> l vnr• nor nuestra cuenta fuera de la fam1lln dn du.vter, pues ya he notado, no en mi proHUI\0111., desde luego, pero he podido darme cuentn. que no soy muy bien aceptada entre ellos, y J m•gc no qui ere enfrentar la situaci6n.

Aqui en San Agustin la gente que tiene mas o menos mi tez se debe al sol d e la playa, porque por aca arriba hay muy p oca gente de color.

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iPero te imaginas, decir que yo soy negra! Cuan-do vieron en mi planilla que en el cuadrito don-de dice Origen Etnico puse que era Cubana, con mayU.scula me pidieron rapidamente que pu-siera lo que tenia que poner. Y para evitar com-plicaciones puse «mestiza», y me pidieron que agregara a que grupo indigena pertenecia, en-tonces, sin entender muy bien al principia lo que querian que pusiera, una muchacha cuba-na, muy simpatica ella, que habla el ingles como los norteamericanos y que trabaja voluntario en la ubicaci6n de los refugiados cubanos, me recomend6 que pusiera «Black Hispanic» , que es como decir «Afroespanola», y asi todo el mun-do qued6 satisfecho, pero lo de «Cubana» lo puse dos veces.

For aqui nose usa eso de parejas de diferen-tes razas, como en Cuba. Porque hasta en Eu-ropa eso esta de moda. Es mas, no he vista a ninguna. Las pocas veces que hemos salida a pasear por la parte vieja del pueblo que esta cerquitica del «Castillo de la Fuerza», de San Agustin - le decimos asi porque el Morro de San Marcos, como efectivamente se llama, tie-ne tremendo parecido con el que esta frente a la Plaza de Armas, en La Habana Vieja--, nota-mas c6mo la gente nos mira, o pensamos que nos mira, porque se nota que no somas de por aqui, no se si por la forma de vestir y de hablar, y me he dado cuenta de que Javier y su mujer, que se han adaptado muy bien a esta forma de vida de por aqui, no se sienten del todo muy c6modos con nuestra presencia.

Aunque el hermano de Jorge y la mujer es-tan bien conectados econ6micamente y han sido muy buenos con nosotros, dentro de lo que

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cabe, ya hemos tenido bastante d o ollos, y los gastos en nosotros ya comienzan n. Bentirse, a pesar de que por el momenta I'f'o11>1moa una ayudita en efectivo del gobierno. Por• rm, con un poco de dinerito que Jorge se lm 1-{ft.nrt.clo por aca hacienda trabajitos y con un pono pt•t nt,n do, nos lanzamos para Miami a r•l• propios, siempre contando con utm pfil [ t.tHtlllt.n del hermano de Jorge, que esta r tHll1t)l'lcJill'.clo en ponerse a estudiar en una unlv• r·r ldn.d q111 hay por aca arriba, porque segull t·lii.VII r•, pt I' sonas como el tienen la oportun1rl t.Ltl dr 1)1111,1 guir una beca facilmente con la 01 1 I tl1 un titulo o convalidar el que uno t,t tH , 'Vc • t,t,tl go otros planes de abrirme cam1no n tn l pt•o pia carrera cientifica que bastiLJlt,, ''" ow1t,o terminarla, y para eso necesito clntJt r1 vnlv, 1'1110 primero. For el momenta, estamol'lt 11 v' I' tJ II llO arreglamos nuestros intereseA p 1'1 llltld A. Pero, buena, aun asi estamos m1.) r1 • q\11 mu· cha otra gente que todavia esta t.l'rd utcllt. ' n el papeleo para la ubicaci6n, porq lll 1 H 1 1,1 en on parientes por aca.

Los peri6dicos y la television han dan-do reportaj es todos estos mesea u.o I'Ort. d «los Marielitos». No se si por alla han cltt.do l,u, noti cias de las revueltas en los campa.nu nLcm clo nde estan albergados los cubanos Me imagino que si porque eso es buena pt•opn.ganda para el gobierno de Cuba. Pero la publici-dad de por aca para los que vinimos por el Mariel no nos ha hecho ning{:tn beneficia y es que to-dos no somas iguales , que es una de las casas con las cuales siempre tuve problemas. Juntos, pero no revueltos, como dice el refran. Hay un elemento muy maleante en todo este proceso,

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y sabre todo un elemento maleante donde hay muchos negros y guaposos que forman lios por cualquier cosa como ocurri6 enjunio pasado en un campamento militar en el estado de Arkansas, donde habian reubicado a varios cientos de cubanos que no tenian buenos ante-cedentes.

Yo no los culpa del todo, pero es que asi no se hacen las casas. Llevaban semanas y sema-nas esperando a que se les resolvieran los tra-mites para incorporarse a una nueva vida aqui en los Estados Unidos, como todo el mundo quiere, pero sin lograr que su situaci6n se nor-malizara. La cosa fue tan violenta que hasta los soldados tuvieron que intervenir porque esos maleantes se rebelaron y empezaron a quemar casas y a tirar piedras. En fin, que despues que se llen6 de grilles, la olla se puso caliente.

En los campamentos a donde repartieron a la gente en ese proceso, las broncas eran una detras de otra; por cualquier cosa habia pleito. Se escapaban de la instalaci6n, les daba por rom-per los asientos y las mesas de los comedores, por ensuciar los pisos a tal punta que aquello parecia un chiquero de puercos. Los dormito-rios de los hombres y algunos de las mujeres estaban desatendidos. Algunas de ellas al pare-cer siguieron con el papel de fleteras que ternan en Cuba; los chulos estaban por dondequiera, Y si no hubiera sido por el trabajito que nos conseguimos y que la gente nos conocia y nos respetaba un poco, hubieramos tenido proble-mas tambien, porque a todas estas, los guar-dias y otras personas que se ocupaban de nosotros no daban abasto, y los norteamerica-nos no hablan ni papa de espanol, y a estas gen-

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tes no hay quien diablo les entiencifl. como ha-blan de rapido y enredado, la mfcyOt'lll, de ellos por lo menos. Los abusos con los j ovunoll.oH eran tantos que hubo que separarlos dorlpltllR dr> un incidente muy feo que ocurri6 on plutH> <ltn on el que uno de los grupos mas gun.pot.olll ,, !llll.l · t rat6 a golpes y despues viol6 lilt 1111 tlnt.\oo muy afeminado y a una muchacl)n t.tLIIIlllt!ll l ,ru, tante joven. Yo creo que si hubiPt'IL '"'/{\It d e, 11 tltL semana mas en ese albergue m e Jnr hl(•t'lt, Vllt Jt,o loca.

Ahara estamos pagando «just on 1 H 11• 1 Jlj!JW I o-res» y creo que esta caquita nad\11 111 1r 1 1, VIL n qui tar de encima durante muohc >r 11.1 tc 1r1 , l'cw que aunque no lo quieras, cua.nclo J,, 111'11g1 rn· tan tienes que decir qui en erel:l, .Y •·1111.1" Ill In gente de aqui se entera que vinisto 1 H H' r 1 te echan en el mismo saco.

Creo que por el momenta no Lnllf{c 1 ltltlollo mas que contarte. La semana que vI, ! J II tllltl VIL mos para Miami, una ciudad lindn. .Y f.t'll.llclt quo no tuvimos mucho tiempo de disli•ttl.nr•, pcll'que el dia que Javier nos fue a reoogm· nl tlt t.rnpa.-mento nos demoramos un poco po.r•n fu111.1 lfl,f' de arreglar los papeles con la Inmig:r•aolclll don.qui y salimos de Miami ya de noche y n Loci o m o\,or por la autopista, pues el viaje es oo1nn rl< l 0 horas entre una cos a y otra. Voy n I 111.oc II' una fotocopia de esta carta y te la voy a mAncltw por dos vias. Primero a traves de mi Helga, que me se de memoria la direcci6n do madre en Dresden, y la otra a traves de una senora cubana antigua vecinay amiga de Javier y Bessie que va aver a la familia en diciembre. Ella vive en Estados Unidos desde principios de la Revo-luci6n y trabaja como auxiliar d e laboratorio

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en la Escuela de Veterinaria de la Universidad de Gainesville, que es don de Jorge quisiera ir, pero no por ahora. No se cu8J. de las dos cartas te Uegue primero, o si te lleguen, pero piensa. siempre que te quiero mucho y que tratare de hacer todo lo posible porque alg(m clia te retinae conmigo. Como la comunicaci6n es muy dificil entre Cuba y los Estados Unidos, no se cuando vas a recibir otra carta mia. Tan pronto tenga una direcci6n fija en Miami tela mando. Aun que faltan algunas semanas, te deseo que ten gas un feliz Ailo Nuevo, dentro de lo posible. No me guardes rencor, Mirna, no te olvides qui sigo siendo tu Gracielita de siempre. Un beso grande y un abrazo todavia mas grandote. 81 despide de ti, tu hija querida,

Inesita se sabia Ia primera carta de su hija casi de memoria y cada vez que releia los cuatro pliegos de papel escritos a maquina que habian llegado desde la RDA con muchisima tardanza, me contaba que se la pasaba el dia entero Horan do. Cuando termin6 de leerle Ia carta a Julia dobl6las hojaJ con mucho cuidado, casi acariciandolas una por una, para finalmente hacer de nuevo un abultado sobre. Mientras rc petia una y otra vez el nombre de su querida hija, Inesita fut poco a poco elirninando todas las excusas y pretextos pa11 otro llanto, aunque no dur6 mucho, porque Julia le hahlo fuerte y le dijo que mientras su Gracielita estaba sobrcvi viendo lo mejor que podia alla en el Norte, ella se consumla en vida, y que eso no estaba bien nile iba a gustar a su hijl\ i Oaba lastima verla sufrir de esa manera!

Yo Ia habia dejado en casa de Julia toda Ia tarde sm molestarla, porque sabia que lo que necesitaba era un bucn

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sacudi6n y yo no estaba como para darsL·Io tiL' Ia forma en que solo Julia podria hacerlo. Yo hubiera Stdo m:h brusca y directa porque no iba a perrnitirle esc llanlL'tt p111 una mu-chacha, malcriada en el fondo, que en dd'ulllt\ ,, l.t nttsllHI lnesita la habia consentido desde que era una lwhitu. 1\•t o bueno, aunque todo am ores ciego, el de mntill' tiC 1 t lltlltl lIt ca como ningiln otro porque no hay comprollli ... os dl' p111 medio y solamente se sabe cuando sees madH·.

Fue ya al finalizar la tarde cuando Harne a lm·s tl.t p.tr" l'mpezar a arreglarle la cabeza y me asombr6 de wt b p;t; y tranquilidad que se le reflejaba en sus ojos. Su so111 is:t, qttl' l'n tiempos buenos estaba siempre a flor de boca sin 1111pot . tarle los dos colmillos encaramados que tiene, rL'apareda .thorn con mas suavidad. Luego supe que no solamcntc Ju-lta le descarg6 a su manera, sino que, llegado su momcnto, 'IC sent6 con ella frente a un vaso de agua limpia, lc dijo Ires vcces la Oraci6n a Santa Clara, aquella que dice:

Digna Madre Santa Clara, espejo de pureza, base fir-me y viva fe, caridad y erario de las virtudes. Que limpies de nuestras almas las manchas y las culpas, te suplico porIa paz y el orden de mi alma, pues yo con-flo en Ia bondad infinita que por vuestros meritos al-canzare para su mayor gloria. Amen

\ scguidamente la despoj6 con unos gajitos de albah;u.:a que me habia arrancado de una de las matas que ten go ei1 el pasillo. Luego de pedir a sus scrcs lo que ella solamcnte .thla que les habia pedido, logr6 transmitirle a Inesita, que

I'·" ccia unAlma de Dios, toda Ia armonia espiritual que casi ll'll1pre embargaba a Julia, aun en los peores tiempos.

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POR LA CALLJ: 0CHO

Entretanto, y que en Cuba y sobre todo en La Habana el furor dei.wfanel se empezaba a derretir como un

frio en el veran°, como siempre duraba todo el ano, en los Estados t!ntdos segufa la discordia que habf provocado la ultima ,nvasi6n de cubanos la cual de una

0 ,

otra forma habfa repe(Cutido en Gracielita al igual que en la gran mayoria de los ctJbanos en el exilio.

De vez en cuando Vol via a hablar de los escoriados como la gente llamaba a aquello

que temendo buenos o:ab<!]os y a veces basta responsabil i dades en las organizaclones politicas y de masas se habian

al resto de la «escoria» y tenfan «tapaito>; lo que c reahdad eran, desafectos que mantenian dos caras. Es a:d que durante todo el resto del afio continuaron los rnitines d repudio contra ese tipO de personas, ya sea frente a la casu o si todavia estaban en ei trabajo el dia en que se les descu bria, pues el mitin lo ac0mpafiaria por toda Ia calle dondc sumaban personas, no supieran de qui en se tm taba, pues stempre hay qutenes se prestan para ese tipo de hrL·tc. A mi me daba Verguenza y no se que necesidu II .J hia todo ese especta.culo. Junto a Ia palabrita d '· ' ' ' ' ' 'i< H.: ta I es», Ia de «eSconados» se qued6 en ellengu"'

d•·l1 Hl<·hlo allado de lade «gusanera» cada vez que la gcn • • 11 It' '·' a quicnes sehi.lbian ido de una vez para el extrunr:

I I II

jero y eran clasificados como contrarrevolucionarios. Yo a veces me confundfa un poco, aunque no lo comentaha para no lucir ignorante, pero no entendia bien que o qui en era un contrarrevolucionario, si aquel o aquella que had a sahota-jcs y ponia la vida de la gente en peligro, como cl de aquel acto criminal en un circulo infantil en Miramar q uc ca usb mucha indignaci6n entre el pueblo, o una persona cualquie-ra, como mi misma hermana, que habia decidido acompa-l)ar a su marido y a sus hijos sin nunca haberle tirado ni una piedra a un perro, porque en el fonda es de lomas cobarde, 'IOiamente que no le gustaba esto. Ami, por mi parte, no me ugradan ninguna de esas palabras, ni nunca perrniti que mis rli entas la usaran en casa, pensaran lo que pensaran, par-que en definitiva cada cual sabe sus problemas yen mi casa 11 1tmdoyo.

A medida que el tiempo pasaba las cartas de Gracielita It 1cron cada vez mas frecuentes, casi siempre por la misma 'Ia de sus amistades en la RDA, y por consiguiente las ' 1sitas de Inesitano se hacian esperarmucho, con las cuales t.111to Julia como yo logramos conocer basta con lujo de d1·talles, la situaci6n de Gracielita en el Norte. A menudo · 11 a por casa al anochecer para acompaiiar a Julia a las ··-. iones espiritistas de las que se habia convertido en una

'''""del grupo. Pero mientras buscaba y habia encontrado l•ll<'na terapia en sus continuas visitas ala casa-templo de • 1.11 ita, el pretexto principal era contamos la trayectoria de '' querida Gracielita, que ya llevaba casi cinco aiios los

1 .t,ulos Unidos. I >esde que la muchacha lleg6 a Miami al parecer pis6

1 '''Ifni a con el pie derecho, porque casi nada le sali6 bien t. .tl<· el principia. Luego de instalarse provisionalmente con '' lmgc en un apartamentico de un barrio en Miami que

llu' '·"' Ia Pequeiia Habana, Ia felicidad de la pareja no dur6

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mucho, precisamente por los intereses tan diferentes que entre los dos comenzaron6 a florecer como la verdolaga. Tal y como se lo habia propuesto, Jorge se inscribi6 en una escuelita nocturna para extranjeros yen unos dos afios ha-bia concluido los estudios de convalidaci6n que le pedian y con la misma se fue para la universidad que le habia reco-mendado su hermano. Con tan buena suerte, buena suerte para el, pero muy mala para Gracielita, Jorge estaba termi-nando sus estudios con un tipo de beca que el gobiemo americana le habia dado a los cubanos que habian salida por el Mariel, se portaban bien y querian superarse. j Ni que fueran socialistas!

Seg(m lo describia Gracie! ita en sus primeras cartas des-de Miami, la Pequefia Habana le daba la impresi6n de un rompecabezas don de las diferentes piezas eran pedacitoa revueltos de muchos barrios de La Habana metidos en el mismo coraz6n de una ci udad muy grande. Por alli a bun daD los cubanos y, por supuesto, el cubaneo es el idioma que predomina, al igual que por otros barrios que Gracielita ha-bia empezado a frecuentar, como Hialeah -donde Yam ill tenia su casita y que esta llenito de cubanos con un poe mas de recursos , que se reconocen ala legua porquc parecen muchisimo a otros barrios de La Habana, como ol Casino Deportivo, Alturas de Luyan6, Lawton, Buena Vt ta y hasta Miramar, sobre todo esa parte de Marianao.

El hecho de que a la barriada la llamaron la Pequcfta Habana no queria decir en modo alguno que siempre hahle estado habitada por cubanos o que sus propietarios asi I eran, sino todo lo contrario, americanos. Aquella zona c un trecho grande de terreno que desde muchos aiios atr se habia llamado como aquella orquesta cubana que ubi casi siempre para los blancos aqui en Cuba, Riverside. S glin contaba Gracielita, a principios de los afios mil nu

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cientos, los duefios habian dividido los terrenos en peque-nos lotes para que las familias de modestos ingrcsos fabri-caran sus casas. Por supuesto, para los blancos, porque los negros tenian los suyos bien separados. Pero todo cslo era mucho antes de que los cubanos se aparecieran por alii, por lo menos hasta despues de 1959, cuando los prim eros a li.:c-tados por la Revoluci6n encontraron que era la zona m(ls barata para alquilar y poco a poco pudieron comprar y cons-truir sus viviendas propias, inclusive abrieron negocitos si-milares a los que tenian en Cuba por aquella epoca. A lo largo de las calles y avenidas principales de la barriada co-menzaron a aparecer muchisimas tiendas con nombres tan lhmiliares para los cubanos como La Marquesina, La Es-quina de Tejas, Fin de Siglo, El Corte Ingles, La Isabela de Sagua, y asi... A partir de entonces, Riverside dej6 de ser Riverside para convertirse en lo que es hoy, la Pequefia Ha-hana, con un sabor inconfundiblemente cubano. Aunque la 111ayoria de las viviendas seguian siendo como las de siem-111 c, los nuevos inquilinos empezaron a darle el gustico crio-llo con toda una serie de adaptaciones que las asemejaban a l.1s de Cuba, o por lo menos se parecian a las que habian , .,!ado viviendo antes de irse, o aspiraban a tener. Cuando lngraron construir o adaptar una casa con portales, el suefio , h• toda familia cubana, sacaron los sill ones para coger fres-1 ,, y contemplar la gente pasar por delante de las matas de p.dmito, arecas, crotos y basta que habian dn en sus canteros muy bien arregladitos. Eso si, empeza-11111 a trabajar en todo cuanto era trabajable, sin miramientos. I h ·-:de porteros, choferes de taxis, guagiieros, de todo, aun-, I Ill' en Cuba hubieran sido empleados de tiendas de ropas , •nolarios publicos. Asijuntaron su dinero y resolvieron su

' "' ' t a. Con la misma empezaron a agradecerle a la virgen , t. It 1 ( 'aridad del Cobre lo que habian logrado y empezaron

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a llenar el barrio de altares, cosa nunca vista antes en zona, y se apertrecharon con articulos de santeria en tiendecitas que muchos de ellos empezaron a abrir y llamaron Botimica por todas las yerbas y otras cosas venden para hacer brujeria. Para bien o para mal, pero jeria al fin y al cabo. i Y despues dicen que los negros ... porque a todas estas, todos los que andaban en esas cosaa son blancos cubanos ... , hasta que ocurriolo del Marie! ctoJ:tOII se colo el negrerio que si conoce de verdad los tos de las reglas. Pero las Botimica siguen siendo de el A esto hay que afiadirle la guarapera, el timbiriche de cubano en las esquinas y la cocina cubana, con fr pastelitos de guayaba, batidos de mamey y todo lo que da a la Pequeiia Habana un to no distinto y diferente, la Gran Habana en sus buenos tiempos, con todas "'""""• picuencias y chambonerias a las cuales nos hemos tumbrado la mayoria de los cubanos, que nunca nos mos para hacer las cosas. Los murales y decoracioncs las fachadas de viviendas y establecirniento, hacen ·mn,t•• ble con:fundir Ia zona con otra cosa que no sea un barrio a cubano de verdad, que se apreciaba en las fotos y de revistas que Gracielita mandaba de vez en cuando y describian como de <<llil gusto demasiado cheo como atreverme a vi vir por mucho tiempo en este ambiente». Ia congoja de la que estan embargados los cubanos viven en Miami en espera del momento de «Ia liberacion Ia Patria». Desde capillas de crista! ala entrada de las ron cstatuas de San Lazaro, Ia virgen de Santa Barb:u ' ' 1rgcn de Regia y con mucho mas frecuencia la virgcn I ',11 1<lad con el botecito y sus tres juanes naufragos y I l••• ll 1n:'ts, completamente acuatizada encirna de una I 1 111 1 111l l'l:itas que suelta chorritos de agua, hasta los 11111 q111 t.111 hien describia Gracielita, donde seve a uri

' I I

de hombresjugando domino, bajo la mirada za lamera de lo que se cree que es la tipica mujer cubana, blanca por 'lupuesto, ataviada con el traje nacional, rodcada de g lo-hos blancos, rojos y azules, los colores de Ia bandera l:U-hana ... , o las tiendecitas de esquina anunciando

COMIDAS CRIOLLAS ESPECIALES DIARJOS ENViOS DE MEDICINAS A CUBA MIAMI MEATS CARNICERiA # 1

PRECIOS DE MATADERO SANDWICHES CAFE CUBANO

1 •lll una humeante tacita allado y

1.ECHONES PARA ASAR 89c LffiRA SEPARELO CON TIEMPO

.1demas del artistico retrato de un antiseptico cerdito jus-" '·tllado; oeste otro queparecia emularcon los comedo-" , populares del barrio:

CANTINAS JULIETA SERVIC IO A DOMICILIO

1\quella emprendedora forma de vi vir sintetizada en aque-dibujos, allado de los cuales la gente seretrataba para

!t1111dar con mucho carifio a los desafortunados farniliares 1111 habian quedado en la isla, por lo menos para darles

11 1dia cuando supieran lo que estaban comiendo, era la I till til de poder tener un poco cerca el pedazo de terrufio al

I''' 110 sabian cuando iban a volver o si iban a lograrlo alglin 1 1 I· sa transformacion, porque me irnagino que los ameri-''"'" no tienen por que tener los gustos de nosotros, fue

1, • poco a poco por las diferentes olas de cubanos que II . • 11 1 l ll a las costas de la Florida, sobre to do a Miami, que

" 1 IIHIChos ya se ha convertido en la otra piema de Cuba, 1 · ' '"mente la «asada».

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Lo primerito que bicieron Gracielita y Jorge despues de alquilar el pequefio apartamento interior en la Calle Quinta y la Avenida 14 y reinscribirse en el registro de la oficina de Inmigraci6n para recibir el estipendio al que todavia tenian derecbo, fue salir a explorar un poco Miami, confundiendo-se primero con la multitud de cubanos que ambulaba por el barrio. Los dos transpiraban el aire distinto del recien llega-do y se daban cuenta de que asi eran percibidos desde ba-cia mucbo tiempo, aparte de que la combinaci6n del triguefio blanco con ojos claros de Jorge con la esplendida mulata de Gracielita nunca babia causado mucba gracia en La Haba-na, y basta en la escuela le babian puesto como nombrete Ia Piola, por su marcada preferencia con mucbacbos de raza blanca. Gracielita nunca vio nada anormal en aquello y aho· ra, para desconsuelo suyo, comenzaba a notar la similitud de esa parte de Miami con su ciudad natal, la Gran Habana Pero la mucbacba estaba consciente de qui en era, se sentia orgullosa del color canela de su piel y lo exhibia con toda Ia dignidad que la amparaba, porque basta el piropeo cubano lo escucbaba cada vez que se aventuraba sola al supermarket El oso blanco, que le quedaba varias cuadraa mas arriba.

- jSi, pero esto ni es La Habana de verdad, ni Estado1 Unidos tiene nada que ver con Cuba! Aqui lo peor que It puede ocurrir a uno en este pais es ser negro. Lo demas H pucde arreglar, pero ser negro, no!

Fue la respuesta de Yamila, que ya estaba nuevamcnt ttv i6ndose del segundo pedido de tachinos acabaditos d

lt l' i r para acompafiar un par de las cas de lecb6n as ado, IIU tltll l a (;<lrnepreferida.

I .uninar por la famosa Calle Ocbo de Miami un sabad I'"' 111 Ltrde era para los recien llegados descubrir otro lllttntlot ompletamente desconocido pero que al mism

'lit

tiempo les era, no obstante, bastante familiar. Ese dia ha-bian acordado encontrarse con otra pareja de cubanos que habian conocido en el Hogar de Tninsito de Miami, donde Gracielita estuvo durante sus primeros dias en los Estados Unidos. El contacto establecido con Yamila con-tinuo por telefono entre San Agustin y Miami. Gracie I ita habianotado que Yarnila y Reinerio llevaban bastante ticm-po en los Estados Unidos y se habian ofrecido voluntaria-mente a cooperar en la Operaci6n Refugio, organizada ulrededor de los dias de la llegada de los cubanos desde el puerto del Marie!.

La cita la habian fijado en el restaurante Casablanca que csta en la Calle Ocho y la Avenida 23, en el suroeste de Miami, mas conocida como la Saguesera, no se sabe si era por la cantidad de gente que babia llegado desde el puerto de Ia Isabela de Sagua, de la misma ciudad de Sagua la Grande, que le quedaba cerca, o por aquello de southwest en ingles que queria decir suroeste. Es como lo que sucedi6 con Cayo II ueso, porque asi lo llamaron los espafioles, pero cuando vinieron los americanos entendieron «West», por «Hueso» y entonces tradujeron «Cayo» que es «Key», y de ahi sali6 Key West, porque a decir la verdad, no hay que saber tanta HCOgrafia como para darse cuenta de que ese cayo no esta .11 «oeste» de nadie, mas bien al sur de la Florida, yen todo tiiSO mas al este que al oeste de los Estados Unidos. Pero, hueno, el caso es que Yamila, segtin la describia Graci;elita, t• ra tan mulata y esbelta como ella misma, pero con el pelo , ,tstafio tirando a rubio natural. A Reinerio, Gracielita no lo dcscribi6 tanto al principio, porque al parecer no le caia 111uy bien aquel mulato indio, de pelo lacio natural y «de •nminao bonito» que trabajaba como contador en una fir-lila de seguros.

- jBienvenidos al coraz6n del exilio cubano!

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Fue el saludo de Yamila, dirigido mucho mas a Graci eli que lucia radiante de juventud ese dia con su pantalon blan co, zapatos de lona blanca y una blusa de algodon rosad de mangas tres cuarto bastante holgada. Luego de entrar restaurante y pedirvarios platos de cames, incluyendo poll desde luego, ademas de frijoles negros y arroz blanco co platanos maduros fritos, los famosos tachinos, ensaladas d hortalizas frescas y ese tipo de comida por la que los cuba nos damos la vida de todo corazon, las dos parejas despa charon una jarra de cerveza y otra de limonada fresc mientras que cada cual compartia a su manera sus frustr ciones y esperanzas del pasado, del presente y sobre tod del futuro.

- Oigan, cabal1ero ... , vamos a de jar el temita ese de I raza, que en definitiva aqui «el que no tiene de congo tic de carabali»; todos somos cubanos y estamos aqui por I mismo ... Vamos a seguir disfrutando de Ia cornida y a dive tirnos sin hablar de politica, por lo menos hoy.

Despues de su pequefio sermon, Jorge se dispuso as vir mas cerveza. En ese momento una de las dos camarc que atendian las doce mesas casi llenas del salon se ace al grupo, y con una amable sonrisa bien fabricada le preg to a Yarnila, en un espafiol medio mexicano, que si esta satisfechos con el servicio. Todos repartieron halagos por servicio de Guadalupe, pues asi fue como se presento cu do las dos parejas fueron ubicadas en una de las cuat mesas que estaban al fondo del salon, bien dispuestas 11 bre una especie de plataforma con vista ala avenida, y I hombres acompafiaron sus cumplidos con excesivas son sitas, rniradas, y alguna que otra frasecita de mas. Cuan la camarera se dirigio a la siguiente mesa, don de dos ho bres devoraban una bandeja de masas de cerdo asn Reinerio retorno el hilo de la aparente discrepancia de h

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unos minutos y respaldola propuesta de Jorge cchandole una miradita a Yamila y le Ianzo una seiia guii'iandole el ojo dcrecho, con lo que trato de dade a entender que mudara Ia conversacion, pero no hubo tiempo porque Gracie! ita ya habia comenzado a ripostar, todo esto en una atm6s Cera muy calida, como el rnismo clima de Miami:

- No creo que una co sa tenga que ver con la otra, Yam i Ia . Yo entiendo como es este pais y me voy a adaptar a las l'ircunstancias y ala realidad de aqui, pero por eso no voy a 'enunciar a lo que soy o a lo que somos.

- Deja que tropieces con la realidad. Ojala que todo te .alga bien, pero note dejes engaiiarpor las apariencias y no ol vides que yo llevo mas tiempo aqui que ru. Pero, ademas, d(· jame decirte algo mas ...

Sin terminar su respuesta a Gracielita, Yarnila presto esta 'L'/, mucha mas atencion al responso en voz alta de Reinerio:

- jOigan, caballero, me va a hacer dafio Ia comida, y 1111ra que nos va a costar muy cara! 1,Hasta cuando varnos tl'star en Ia misma? No hace ni una hora que nos encon-'' "mos y no hemos dej ado de hablar de la misma co sa ... I kja que cada cual haga con su vida lo que quiera. jEsta htteno ya!

Sin embargo, el almuerzo habia terrninado en paz, como • 1 , , de esperar porque nadie estaba en espiritu belicoso. I 111rc flanes, natillas, varias tacitas de cafe a Ia cubana y tll• t'm que otro cigarrillo nose hablo mas del tema, al menos , · 11 presencia de los dos hombres, porque cuando Yamila se · It t o cargo del convite y pago con una de sus tarjetas de

los cuatro montaron en el auto que con destreza 11 1. 1111.:jaba Yamila por las amplias calles de Ia Sagi.iesera en ,,,, .,ra de Ia prirnera salida de Ia ciudad, por una de las tan-' 1 vias que atraviesan los grandes canales entre el Gran

It" tn i. y Miami Beach, hacia donde se dirigieron primera-

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mente. Poca conversacion durante el trayecto, con excep· cion de los brevisirnos comentarios de Yamila para explicar algunos detalles del imponente paisaje que les rodeaba. En silencio todo el trayecto, Gracielita contemplo a lo lejos, con cierta indiferencia, tres cruceros gigantescos que llena· ban todo el muelle, algunas embarcaciones de recreo, inclu· so tres hombres y una mujer de raza negra atareados en faenas de pesca ala orilla de la carretera, que tenia de fon do el enorme edificio donde se hace el periodico mas im portante de Ia ciudad, el Miami Herald en ingles, con su version en espafiol, El Nuevo Herald que por mucho afan en ser hispano, en realidad responde a los caprichos de Ia cubania, porque guardando las diferencias, se parece mu cho al Granma sin anuncios de publicidad. Cuando entra ron a Miami Beach bien al sur, por uno de los primeroa puentes, Yamila busco un buen espacio donde estacionar su auto. Deposito varias monedas en el parquimetro, suficicn tes como para no tener preocupaciones basta que comenzara el periodo gratis de parqueo, y las dos mujeres empezaron I carninar juntas del brazo a una prudente distancia de Jorge y Reinerio, que iban detras, por Ia Unica alameda de Ocean Drive, como se llama el paseo que corre paralelo a una par-cion de Ia playa, pensando en mil y una musarafias mientrua disfrutaban del ambiente inocentemente festivo del South Beach, un tanto asombrada por los recuerdos que esa part de Miami Beach le volvian a traer de muchas ciudades en Cuba. Los edificios de apartamentos, hoteles y tiendas pin tados de colores suaves y alegres, tienen una arquitectura tan similar a Ia de Cuba que era dificil poder decir qui en habia copiado a quien prirnero. La contraluz del atardeccr el gentio y el calor contribuian mucho mas a que aquel espoo jismo tuviera cierto sentido de realidad.

- Te agradezco de todo corazon tu preocupacion por ml

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Yamila le apretoligeramente el antebrazo izquicrdo con Ia mano y le respondio que no tenia por qu6.

- Mira, Gracielita, no quiero desanimartc, pcro aqui las l'Osas son mas diferentes de lo que unamisma sc imngina y vcras que el tiempo sera la mejor prueba de lo que tc digo. Justo cuando «ustedes» estaban desembarcando por C'ayo llueso, los negros norteamericanos crearon disturbios gra-ves en Overtown, que antes le llamaban Colored Town, poco .tntes de convertirse en Ia capital negra de Miami, mas o 1 ncnos por la epoca en que yo naci. Los afronorteamericanos pobres, por supuesto. Los otros no se meten en nada y ndemas ni viven por todo esto sino por alia arriba por el Noroeste, fuera del hacinarniento de la ciudad. Es mas, fija-1<.: que ni a Ia playa sal en. Los que pueden se van de vaca-riones para las Bahamas, las Islas Virgenes o cualquiera de l'sas otras is las del Caribe, pero no a Miami Beach o a nin-1/.ll na de las playas de esta costa de Ia Florida. Pero, bueno, 1acabaron! Lo malo es que los mismos negros le prendieron lt1cgo a sus barrios. Siempre hacen lo mismo. Nunca atra-vicsan la linea hacia donde vive la gente con dinero o tam-poco hacia los suburbios de la clase media, sino entre ellos 111ismos. Y quienes pierden son ellos. Eso es lo que nunca .t(;abare de entender. Como te dije una vez, ser «cubano» 110 es una raza sino una nacionalidad, pero para los norte-,unericanos, o para ser mas breve y ademas esta de moda, para los «anglos», no hay ninguna diferencia porque tU eres ·d Hack», nosotras somos «Black», aunque nos considere-ltlOS o nos consideren mulatas, o jabaos, o cuarterones, no unporta cuales de esas clasificaciones atrofiadas en las que 1I'CCn los cubanos, sencillamente no estaen lamente dena-di<.: aqui, y siesta, sencillamente no funciona en la computa-dora del sistema, no cab en en ni ng(rn formulario en este pais. 1<) cres o no eres! Si eres clase media no pretendas aparen-

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tar otra cosa y viceversa. Es decir, te adaptas o no te adap· tas, gustete o note guste. Este es el pais de la asimiladera En tus cuatro paredes puedes hacer lo que quieras, pero cuando sales al mundo exterior, tienes que comportarte se-gUn las reglas del juego. Este es un pais hecho de inmigrantes que no le gustan los extranjeros, porque aqui todos somo1 inrnigrantes. Por otro lado, las cosas que pasan en esta ciu-dad son mas espantosas que las que ocurren en las peliculat norteamericanas. Poco despues de la llegada de ustede porque no pudo ser en peormomento, los afronorteamericanot de Liberty City andaban en zafarrancho de combate cazal'llt do a los anglos para cortarles el cuello, de verdad, no dt mentiras. Toda esta otra refriega comenzo en marzo, cuat11 do un negro norteamericano de treinta y ocho afios de edad que iba en una motocicleta se llevo una luz roja y la policia persiguioluego de que, segtin el info nne policial, el motock clista le saco el dedo, y esto aqui no se puede hacer, porqUI lo consideran tremenda groseria y es motivo para que I metan un tiro a uno en la cabeza. Por ejemplo, cuando yas a pedir DOS con los dedos de la mano, no hagas coml hacen los cubanos que dejan el dedo del medio y el imh parades, mientras esconden los otros tres con la palma la mano hacia nosotros. Eso no se puede hacer ... Puc!4 policia anglo le cayo atras al negro norteamericano yen p< minutes otros policias lo acorralaron tambien y lo maltrn ron tanto que el pobre hombre murio en el hospital. AI p tiempo el caso se presenta en la corte y los cuatro polid implicados en el as unto fueron absueltos. Ni que decirtc 4 esa fue la chispa de los disturbios. Cuando comenzaronl disturbios por Liberty City, los negros norteamericanos, bre todo los jovenes, estaban sedientos de venganza y zaron a varios anglos que en definitiva no tenian nada q ver con nada, solamente que eran blancos que seen con

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ron en mala hora en un Iugar equivocado y les hicieron ho-n·ores, hasta le cortaron la lengua y las orejas a uno de ellos, y bueno ... Y esas cosas pasan aqui en Miami y no solo en Miami. Todas las grandes ciudades norteamericanas cstan enfermas por la violencia que es reflejo del mal que nos aqueja a todos nosotros como seres humanos, y el estado de Ia Florida tiene el numero UNO en todas las estadisti-L'as por muertes violentas, es decir, con armas de fuego. ( 'uando se habla de cubanos o cubano-americanos, los ncgros no existen. Y esto me insulta rnucho porque tU ves II las norteamericanas de piel mas clara que tU y que yo Y 'ie sienten orgullosas y dicen que son «Black», nada de mulatas. Inclusive, en Tampa conoci familias mulatas, cu-hanas, que llevan varias generaciones por aca, y se consi-tkran «Black» en consonancia con la realidad de este pais. ' para bien o para mal, los cubanos no han podido en-' nntrar un entendimiento en ese senti do. Y te digo esto para que te evites mementos desagradables. La cosa no ' ., nada facil. En mis dias fmales en el Refugio, recuerdo qtt L: mi jefa, anglosajona pura, me dijo que con los \ larielitos no hay arreglo, porque desconocen las reglas ·II· I j uego de aqui pues ignoran el sistema de competencia.

k dijo por ejemplo que mando a un ingeniero a una en-''' vista y que no consiguio el trabajo. No entendia por que It '"Ia que lo vio personalmente. Fue ala cita tan mal vesti-

y sin afeitarse que lo que parecia era un trapo de co:ci-tr 1 I as cosas son muy diferentes aqui, aunque haya muchas lt lh•tlades y posibilidades de seleccion. Ellos se quejan del lrl11 nqui en Miami que no encuentran los alimentos a los '' 'ks cstan acostumbrados y no saben como buscar sus-

lilt tins, en fin. Los que llegaron contigo no saben estas co-' tti tampoco los que vengan despues. Tienes que

I ttllrtc, fijarte una meta y no perder cl tiempo.

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Para cuando Yamila habia terminado de leerle la cartilla a Gracielita, q,ue se habia mantenido callada todo ese tiempo,

calor hab1a hecho de las suyas y las dos parejas estaban hstas para alglin tipo de refrigerio y no necesariamente un chapuz6n, pues nadie habia venido preparado para lanzarse a la playa, que a pesar del veraniego inviemo, octubre nun· ca era la temporada ideal para la gente de la zona y menos los cubanos. AI final del Ocean Drive encontraron un res·

bar que servia diferentes tipos de bebidas. Habian cammado varios kil6metros y todos necesitaban un descan· so. PorIa acera de enfrente, turistas y vecinos del South B,each Miami se confundian con algunos j6venes que exhi· b1an Ia frescura de sus cuerpos expuestos al atardecer mien· tras hacian piruetas montados en patines.

A que] inolvidable dia de paseo no se repiti6 otra vez ni de fonna parecida. Gran parte de lo que Gracielita aprendi6 del con Yamila trat6 de aplicarlo a su propia expenencta, pero sin muchos resultados positivos. No obs tante, Gracielita estaba empecinada en su derrotero y poco a poco comenz6 a hacer varias concesiones.

Tal y como se lo habia propuesto, al cabo de un par de envueltos en varias discusiones en las cuales ninguno

de los dos dio su brazo a torcer, Jorge empaquet6 sus po cas pertenencias y se fue dellado de Gracielita, que pudo encontrar un poco de consuelo en Yamila que para enton ces se habia convertido en su mejor amiga, tal vez la Unica A fiJ?al_es del segundo aiio de haber llegado a Miami, Gractehta habia completado con bastante exito un curso in tensivo de otro de infonnatica, que aprob6 con muy

cahf1cac10nes. Para celebrarlo esa noche, Yamila Ia mv1t6 a comer en un restaurante muy bueno al otro lado do Ia_ «Bahia del Vizcaino», como le decia Gracielita a Key Biscayne. La pasaron tan bien que parte del tiempo fue ella

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qui en domin6la primera parte de la convcrsaeibn con anec-dotas de la escuela mientras que sobrc si ya se habia olvidado de Jorge, algo de lo cu;ll < ir m rl'lrta no tenia intenciones de comentar mas alia de qttl' dl· 'l'l en cuando hablaban por telefono como amigos y qu t til> sc guardaban rencor por lo pasado, nada mas. Las do•. 111111 e-rcs se dirigieron al bar del segundo piso que tenra llll.t ' rsta panoramica hacia la bahia, desde donde se podi:rn \Tl las siluetas de los altos edificios de la ciudad. Gracil!lrl.lno se imaginaba ni remotamente que Yamila le iba a conl :u por primera vez cosas que no sabia de su vida. Cuando Ia ca-marera se les acerc6, les dijo su nombre y les rccil6 de memoria toda la cocteleria del Bar Restaurante, Yami la se npresur6 a recomendarle una de las especialidades que ( lracielita acept6 gustosamente:

- Dos Pina-Colada, por favor. Una con poco ron. Aunque el pedido lo hizo en ingles, Gracielita se burl6 de

Yamila que habia cambiado la «fi» de Pifia por la «n», de Pina.

-Por poco le sueltas una palabrota. Le dijo Gracielita a Ia vez que aguantaba Ia risa. -No, lo que sucede es que aqui trabajan muchos j6ve-

ncs de origen hispano que hablan espa:fiol, pero cst{m acos-lumbrados a que se pida asi, con excepci6n de los ruhanos que lo dicen bien1alto como si quisieran ofcntkr :r los mu-rhachos porno querer decir Pifia-Colada, qul' l'l-. 1, omo debe ser, en vez de Pina-Colada. Pero, bucno. 11 In qlll' voy. ;,Tu no sabes que yo soy norteamericana?

La incredulidad de Gracielita fue tomada por nrn h:r-.;como unabroma.

- Yo me lo imagine, pero como nun en 11 K' d ij iste nada no quise preguntarte; ademas, no hemos tcnido rnuchas oca-'l iones a so las y tranquilas.

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-Es una his to ria larga que te voy a con tar en pocas pa labras, por lo menos para que sepas que si, que padre nacio en Tampa. Mis abuelos, que no conoci, trabaJaron en la industria del tabaco en Ybor City. Mis padres se cono· cieron alli en 1955, aunque rni madre, que si nacio en Cuba. vino a Tampa originalmente por encargo de una tia_medio norteamericana tam bien que habia abierto una escuehta para los hijos de los ernigrados cubanos y queria que tn! Ia ayudara. La tia murio poco despues, rni madre deJO tlpo de trabajo y casi de inmediato empezo como auxthar de enfermera en un pequefio hospital. Pero en fin, para no can· sarte, la cosa es que mis padres, aunque vivieron en concu· binato incluso despues del Unico y bastante tardio embarazo de mi 'madre, no se casaron hasta yo haber cumplido los tres afios y ella treinta y siete. Desgraciadamente yo no ten· go muchos recuerdos de mi padre en vida, pues en los Estados Unidos a principios de 1962 y poco despues nu madre y yo regresamos a Cuba. Se que era mulato de ojos claros como los mios, pero muy consciente de que no per tenecia a Ia raza blanca, aunque su madre si lo era. Sin em bargo, el circulo de amistades de mi padre estaba mas bien entre su gente. En las fotos con arnigos se le ve muy apuesto y con gusto para vestir. Mi madre lo recuerda mucho, pues siempre dice que esa etapa de su vida fue lamas feliz. Y no volvio a casarse. Poco despues rni madre hizo arreglos para reclamar su residencia norteamericana, porque no se adap to ala situacion en Cuba. Ademas, ya no teniamos famil iu cercana. Como yo soy hija de norteamericano y ella nunca perdio su permiso de residencia, pues no complica ciones y llegamos por el puente aereo de Camanoca en 1965 Yo iba a cumplir cinco afios.

Para cuando llegaron las dos copas con el refrescantc coctel, Gracielita tenia una mejor idea de como estaba com

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puesto el mundo de Yamila, algo que habia recibido de ma-nera dosificada y confusa hasta ese momento, aunque nun-ca lo habia confesado porque en el fondo apreciaba mucho Ia relacion con Yamila. Las dos, que habian nacido en e1 mismo afi.o de 1960 con casi nueve meses de diferencia, sc llevaban muy bien, como si se hubieran conocido de toda una vida.

-Segun mi madre, my dad no fue un hombre que lc gustara hacer politica, sino que era mas bien inclinado a los negocios, aunque eso si, muy cubano y patriota, chapado a Ia antigua, con un senti do civico muy estricto, creo que has-ta era mason y tambien miembro de Ia directiva de una so-ciedad de cubanos de color fundada a principios de siglo, cuando la segregacion racial en este pais estaba en sus me-jores tiempos y por necesidad habia que agruparse entre los suyos para poder sobrevivir, y aun asi no era facil. A pesar de todo hablaba el espafiol con tropiezos y con un acento muy divertido, segun cuentami madre, que hizo siempre todo lo posible porque yo aprendiera ingles y espafiol co-rrectamente. Yo se que aunque no tengo acento de cubana-cubana de Cuba, tampoco hablo anglo, l_,entiendes?, con cse acentico que se nota que uno ni es de aqui ni tampoco de alla ademas de atropellar el idioma. Mi madre pudo re-' . damar, por suerte, un poco de dinero de la herencta que nos dej o mi padre. Lo mas lin do de to do fue que ella no lo sabia. Fue asi que compro una casita, hizo estudios elemen-t ales para asistenta social y trabajo unos cuantos afios para las autoridades del estado de laFlorida y posteriormcnte se acogio a un retiro temprano. Ahora lo que hace cs cuidar nlgunas personas de edad avanzada en Fort una ciudad costera muy bonita y mas al norte de Miami, donde muchos anglos han ido a concentrarsc huyendoles a los negros y a los hispanos. Ella vive tam bien por alla, pero

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no por esos motives. Los que se han quedado por aca aba-jo se refugiaron, como ya tU debes saber, en las zonas resi-denciales de Coral Gables, en los alrededores del ghetto negro; Coconut Grove y los llamados condos, o edificios de Key Biscayne y el Noreste, entre otros lugares donde quien no tiene dinero ni pregunta donde esta. ;, Te das cuenta de que uno tiene que tener mucho cui dado de no ira parar a) Iugar equivocado? Me imagine que en Cuba era asi tam-bien, ;,no?

Hubo un espacio de silencio que ninguna de las dos supo exactamente como ni cuando iba a llenar. Gracielita estaba infinitamente agradecida de aquella amistad que habia surgi-do de forma tan desinteresada entre ambas. Casi sin pres-tarle atencion y sin darse cuenta, las dos mujeres no pudieron evitar que sus ojos centellaran ligeramente humedecidos. Tanto una como la otra estaban extasiadas contemplando Ia armenia irregular de colores reflejados en las aguas de Ia bahia por el efecto del sol que se filtraba entre los altos edificios de la ciudad. A Gracielita le parecia que estaba en el restaurante Polinesio del hotel Habana Libre, algo que le comento a Yamila, pero tambien penso en el follaje del ca baretTropicana. Lo unico que faltaba, le dijo a su amiga, era que estuviera ubicado al otro lado de la bahia de La Habana, mirando hacia la ciudad. j Que ilusiones aquellas! La atmosfera interior era casi tropicalmente cubana, con muchas plantas omamentales muy bien cuidadas, avios de pesca, cestas enormes tejidas a mano y ese tipo de decora cion exotica. Pero se notaba sobre todo por la homogenei dad dominguera de una clientela inconfundiblemente cubana Los hombres, bien pelados y afeitados, con sus bigotes es crupulosamente trinchados, muchos de ellos ostentando ca ras guayaberas o filipinas de suaves tonos; bien planchadito!l sus pantalones apretados por encima de la cintura abultada

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como si trataran de contener algtl.n exceso de grasa en tomo a la barriga; y las sefioras, demasiado perfumadas, resplan-decian de pulcritud embutidas en sus vestidos de crash azul cielo, verde esmeralda o rosado palido, algunas de elias en combinaciones de beige, con calzados de marca ados to-nos y medio tacon, ataviadas con collares de perlas que lucian atl.n mucho mas falsas a esa hora del calido anoche-cer, verificando la hora de las reservaciones para la cena temprana en sus relojes pulseras totalmente pasados de moda, pero que hasta cierto punto eran una demostracion de que poseian cierto donaire de pertenecer a una estirpe que nose habia extinguido como muchos creian. Evidente-mente no eran del monton, formaban un conglomerado dis-t into, mucho mas similar ala Cuba de la cualle habianhablado incansablemente y que nunca habia tenido oportunidad de conocer porque no habia salido atl.n del vi entre de su ma-dre, y se preguntaba como habia sido posible que esa co-munidad de cubanos pudiera aparentar tanto bienestar t.!conomico que se podia aquilatar sobre todo en sus autos, t.!Stacionados en el enorme parqueo al aire libre. Aparte de que a aquellas sefioronas cubanas se las podia reconocer a distancia por la intensidad del maquillaje, por el mismo pa-t r6n en el arreglo del cabello con las mismas canas disimula-das por el tinte color caoba, ademas del tono y el tema de las conversaciones, Gracielita tenia la impresi6n de que es-taba en un mundo contradictoriamente familiar le era al mismo tiempo ajeno.

- Tu eres la primera mujer cubana con la cual puedo scntirme con absoluta tranquilidad para conversar, Gracielita. Tal vez sea porque nos parecemos mucho de caracter y hasta fisicamente y quizas en otros aspectos de nuestras vi-' las. AI igual que tU, yo no tuve un padre en la familia que me ayudara en tiempos dificiles y aprendi a valerme por rni mis-

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rna, por mis propios meritos y no por los de ninglin hombre, sea quien sea, y eso se lo debo ami madre. jNo se! Mis amistades femeninas se pueden con tar, la mayoria son cen-troamericanas, latinas, y algunas afroamericanas. Con las anglos sencillamente no me entiendo, y con los cubanoamericanos tam-poco. Y me siento desencajada en esta sociedad. Por un lado no tengo recuerdos claros de Cuba, pais al que quiero infi-nitamente, pero no entiendo muy bien lo que esta ocurrien-do alia. Y por otro, me resisto a identificarme con la politica de los exiliados cubanos porque su mentalidad es demasia-do retrograda y va en contra de los val ores en los que yo creo. Es como si me hubieran robado el arte de ser cubana, como si ese concepto pcrtencciera solamente a un grupito que nose que es lo que pcrsigue con esa insistencia de que-rer que la isla se hunda a cualquierprecio en la discordia y la miseria. Por eso hablo contigo asi.

Aquel dia, Gracie! ita supo entre otras muchas cosas como Ia madre de Yami la Ia habia criado practicamente sola. Como habia luchado para que su hija ahorasunuevaamiga-pudicra lograr una educaci6n que le permitiera por lo menos escapar un poco a las cosas feas de Ia vida. Un temamuy familiar. llasta logr6 haccrse un cuadro bastante complete, si ncero y hasta j usti ficable de emil era su posicion en cues-tiones de politica.

-l,Entonces, ru no cstfts en contra mia ni tampoco en contra de la gente del Marie!?

-No, de ninguna manera. Noes eso. Note olvides que yo no conozco Cuba como ru, ni estoy familiarizada con Ia problematica por la que tu y Jorge ... , perdona que te lo rncncione ... , y hasta el mismo Reinerio han pasado. Mi pun-to de vista es otro, es el de alguien que busca sus raices y de sub ito el arbol se quema. No, no estoy en contra tuyani de nadie, tal vez de mi misma porno poder razonar mas. Lo

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que sucede es que me irrita pensar la ingcnuidad con Ia cual n? solo los cubanos, sino gentes de muchos otros paises: vwnen esperanzados a los Estados Unidos a querer resol-ver problemas sin intentar saber que aqu i m ismo

de hombres y mujeres, nifios y ancianos han VIVIdo por generaciones en este gigantesco y riqLaf-

Simo pero a quienes el sistema los ha echado a un Indo Y_ s1do en un mecanisme complejo de ap:1 nenc1as ':( competencms, explotador, desculturizador y si<:n1. pre nadie me puede hacer historias porqLIC yo s1 que he VIaJado mucho de costa a costa y he trabajado durante aiios con ese tipo de inmigrantes y con la comuni-dad afroamericana. l, Tu te imaginas que una ciudad como Oakland, pegada a San Francisco, en California uno de los estados mas ricos de la naci6n, tiene uno de los mas altos de mortalidad infantil en todo este continente? Por su-puesto, entre los negros. Y la gente no se da cuenta o no qui ere darse cuenta de lo que esta ocurriendo a nuestro al-rededor. Yen a un mendigo y a veces le tiran un mendrugo, pero no le preguntan por que tiene hambre. Y esto ocurre en nuestras propias narices en el pais mas rico y poderoso del mundo. jMi pais!, del que supuestamente debo sentirme orgul!osa. Mientras que por un lado los mexicanos arriesgan sus v1das cruzando la frontera entre los dos paises para co-

hortalizas, vegetales y frutas para las grandes com-pamas que les pagan una miseria, precisamente son

otro «lamigra», como le dicen a Ia pa(rulla fronteriZa, los sorprende, y los devuelven adondc vinicron. El Servicio de Inmigracion de los Estados Unidos expulsa

a mas mexicanos indocumentados que a tnmigrantes de todo el resto del mundo. jAh!, con los cubanos

cosa _es diferente. A ellos los reciben en este pais hasta con fanfamas, vengan como vengan. Y si de democracia se tra-

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tara, pues Cuba y Mexico estan parejos, porque los dos paises tienen un gobierno unipartidista. El caso de los haitianos es mas nuevo, pero tanto o mas escandaloso que el de los mexicanos, pues los gringos les robaron sus tierras. Esos pobres negros, que no tienen nada que ver con este pais, constituyen el pelda-fio mas bajo de esta escalera inrnigratoria. Son realmente perseguidos, torturados y asesinados por los grupos paramilitares en Haiti, y de acuerdo al Servicio de Inmigra-cion y Naturalizacion de los Estados Unidos, esos pobres no cumplen los requisites para ser aceptados como refugia-dos politicos. Esto es bochornoso, yen esa lucha estan rnis arnigos del Centro de Refugiados Haitianos. Ellos saben bien que se trata de una mUltiple conflagracion contra los refugia-dos, que aparte de ser negros no tienen ningU.n apoyo civico en la Florida. Y todo en nombre de la democracia y Ia tiber-tad, porque no se te debe olvidar que vives en el pais mas libre de la tierra, libre de verdad; tan libre que uno tiene toda la libertad que qui era para aniquilarse o para que lo ani qui-len a uno. jNo se, perdoname la ironia, pero es que estoy cansada de tanto cinismo!

Las miradas de Gracielita y Yarnila se encontraron nue-vamente, pero solo por un instante, interrogandose una ala otra en silencio y por diferentes motivos. Luego continuo su monologo:

-Al cabo de los dos afios desde que comence a traba-jar con los nuevos refugiados, y luego de los motines y to-das esas cosas, pude llegar a Ia conclusion de que dentro de toda la variedad de individuos que yo rnisma procese pueden apreciarse claramente dos grupos. En el primero hay gente emprendedora y ambiciosa en el buen senti do de la palabra, sin cera, y muchas son personas con deseos de lograr una vida diferente y salir adelante. El otro grupo es lo completamente opuesto. A veces parece que lo quieren todo

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o nada. Yo te incluyo, junto a Jorge, en el primer grupo, cualesquiera que sean las motivaciones. Lo que ocurre es que noes facil. Pero ustedes llegaron a este pais en medio de tremenda recesion economica y creo que los cubanos de Cuba no tienen la menor idea de que significa eso para el hombre y la mujer comunes y corrientes. Qui ere decir que las oportunidades de trabajo son limitadas, que recortan el presupuesto para los gastos sociales, la salud y la educa-cion, yen los que se incluyen los entrenamientos vocaciona-les, los prestamos para estudiantes, viviendas, empleos y programas subvencionados; pero si hay dinero para gente como ustedes. Para los otros no aparece dinero por ningu-na parte; ellos, que hasta sus tatarabuelos ayudaron a cons-truir este pais y siguen viviendo en la mas infame depauperacion. Y la enorme mayoria es gente de color. Entonces, claro, ellos se preguntan, porque no son esrupi-dos:

«l,Diablos, que esta pasando con nosotros, es que de verdad somos ciudadanos de tercera categoria?» Entretan-to algunos politicos honestos, porque los hay, cornienzan por su lado a preguntarse por que hay que darles privilegios a unos inrnigrantes mas que a otros, que Began a montones y a diario, muchos de ellos buscando asilo politico de ver-dad y lo confunden con un simple inmigrante en busca de lrabajo. Una de esas grandes contradicciones de la politica i nmigratoria de este pais es el programa de asilo. Real mente esta orientada a proteger a los refugiados que temen ser perseguidos en sus paises. Pero el rnismo sistema esta satu-rado de solicitudes de personas que no tienen razones vali-das para solicitar asilo politico. Lo solicitan para conseguir 1111 perrniso de trabajo 0 permanecerun poco mas de tiem-po en los Estados Unidos. Mientras que los africanos, los dominicanos, los haitianos, los asiaticos, los centroamerica-

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nos, hacen to indecible por llegar a las costas de este pais, muchos de ellos huyendo del hambre, la tortura y Ia muerte o una combinaci6n de las tres calamidades, todo mezclado, los cubanos llegan frescos, saludables y con educaci6n para aprovechar todas las bondades de este sistema. Por su-puesto, el racismo y la politiqueria racial juegan un papel primordial en todo esto yes to que quiero que entiendas. De ninguna manera es nada personal, Gracielita, sino todo lo contrario. Mi frustraci6n es mas bien conmigo misma, te dije. Estey confusa, te lo confieso. Todos mis problemas giran alrededor de nuestra identidad, porque para definir-nos a nosotros tenemos que partir de las circunstancias que nos han rodeado. Me siento cubana sin conocer bien a Cuba, y hablo cubano casi como una cubana, pero mi ooico pasa-porte dice que soy norteamericana, tampefia. Yo no me iden-tifico con esa generaci6n de estudiantes universitarios cubanoamericanos, demasiado rosaditos en la mente y en Ia piel, que mientras pretenden aconsejar como debe ser Ia politica intema y extema de Cuba, lo que asp iran es a en-grosar las filas de Ia elite que decidira el futuro del exilio cubano en este pais, al igual que lo hicieron sus padres cuando salieron huyendo de Cuba. Ellos seran los que obtengan los mejores puestos en las universidades, las compafiias y so-bre todo en el gobiemo, con lo cual podran influir en Ia es-tructura de poder de este pais. Cuando era estudiante en el High School, y despues en el College, siempre me identifi-caba mas con los afroamericanos que con esos estudiantcs que estaban mas preocupados por la moda y las discotecas que otra cosa. Por lo generalla mayoria son hijos de fami· lias pudientes o favorecidos por este sistema. Por supuesto, entre ellos los negros se pueden contar con los dedos de una mano. Por eso me considero una disidente, ahora que Ia palabra ha vuelto a estar de moda. Nosotros tenemos que

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trabajar duro para costeamos Ia educaci6n superior y yo te cnvidio, con todo lo que tU me cuentes, porque tu carrera note cost6 ni un solo centavo. iNi el boleto de viajc! Mu-chos de estes j6venes cuba nos del exilic han accptado Ia cultura norteamericana mas facilmente porque sus padres o sus familiares los anirnaron. Hasta llegan a considerarsc rm1s americanos que cubanos, aunque mantienen fuertes ciertas tradiciones, como los lazos fuertes con la familia y hasta con Ia iglesia cat6lica. Pero yo no estoy en eso tampoco, y no quiero decir que no disfrute una buena cena a Ia cubana de vez en cuando, pero sus implicaciones van mas all a del arte culinario. Ahora me encuentro contigo, con ustedes. Antes con Reinerio, que ha funcionado como un catalizador per-que en el fondo lo que tiene en Ia cabeza es la rnisma confu-sion de todos nosotros, pero multiplicada. Yo quiero rcspuestas, aunque no sean faciles, a esto que estoy experi-mentando, y no se si las voy a encontrar. Por eso quiero buscar otros rumbos y te invito a que me acompafies para que nos ayudemos.

- G Que ru quieres decir? - Me voy de Miami. Ya lo tengo todo arreglado. Con-

o.,cgui un buen trabajo en un centro comunitario en Boston. - Yo no sirvo para eso, Yarnila, tU lo sabes. Lo rnio es el

laboratorio, las formulas, los analisis y esas cosas. Note puedo negar lo mucho que lo extrafio. Y tengo rniedo, mu-cho miedo de que el futuro que me espera sea de una I :mnacia vendi en do medicinas por receta y esas cosas. Por 11lro !ado, quiero estar lomas cerca posible de mi madre.

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GRACIELITA EN EL CAYO

Gracielita se sinti6 muy afectada porIa separaci6n le ayud6 bastante areconfortarse el hecho de que Yamila habia encargado que le cuidara su casita en un reparto bano al oeste de Miami de dos dormitorios, sata-c:orrtca-. bafio y hasta portal conjardin al frente donde habia brado muchas plantas y enredaderas igualiticas que laa Cuba, y un patio bastante amplio donde habia algunos de citricos y un par de matas de arecas. Yamila le habia a su cuidado tambien casi todas sus pertenencias, del carro que tenia tres afios de arrendado y lo devolvil'l l agencia luego de completarvarias diligencias.

La mudanza se hizo de un solo golpe pocos dias ant que Yamila lo entregara. Yamila le explic6los detallc mentales de c6mo operar Ia casa y le dijo que el tclc seguiria a su nombre hasta fmes del mes de mayo, pl'm en lo adelante la compafiia ala que ella estaba suscritn taria el servicio a no ser que ella renovara el Sl't v Gracielita no sabia manejar todavia y aunque Yamilal plic6 una y otra vez que se decidiera, pues es sun11111 dificil andar en Miami a expensas del transporte pl1hl1, muchacha le repiti6 que tenia terror a manejar en Ia" pistas que atraviesan la ciudad.

-Te vas a limitar muchisimo tus posibilidades dl· 11 miento. Un auto en este pais noes un lujo, sino una"'

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I td imprescindible, porque hasta llega a convertirse en tu • J'llnda casa yen ultima instancia te evitas tener que andar

l"u lugares peligrosos por todo este condado de Dade que l utta malafamasehaganado.

aun asi Gracielita no se decidia, ademas el curso '"'' : 1 ba caro y no tenia presupuesto para ello, al menos por lt11omento, como se lo hizo saber a Yamila que le explica-

'' 1 Ius ventajas de poder controlar sus movimientos por la IIHI:td.

I'm fin lleg6la vispera de la partida. Esa fue la primera 11111 he que Gracielita pas6 en casa de Yamila, a quien le t "' pn r6 una rica cena de despedida a base de pure de papa

1111 bien sazonado picadillo que habia aprendido poruna 1 • ' Ia de su amiga alemana Helga. El ambiente estaba ame-li .1do por lamusicaque salia de una de las tantas estacio-

dl· radio que transmiten de dia y de noche en espafiol, 11 1l'1s, en cubano. Noticieros, llamadas de los oyentes que 1 1hlecen dialogos y hasta se fajan con los locutores y los

11h lrcs con los oyentes sobre problemas relacionados con It 1 tllliLJnidad cubana en el sur de la Florida y el gobiemo

pil l' l1 Cuba, como por ejemplo, que si mandar dinero y '1 1 l'osas para los familiares en Cuba es ayudar al go bier-, th• J.'idel; que hay que entrenarse en las cienagas del sur

I l 1 J.' lorida para combatir porIa libertad de Cuba; que • 1 q uc andan dando viajecitos a Cuba no son patriotas y • • Jill' darles lo que se merecenpor ayudar ala «tirania», 1 ultt csto se mezclaba de vez en cuando con grupos J. nscntados en los Estados Unidos y de otras partes de

lll l'rica Latina que interpretan solamente ritrnos cuba-1• 11 Ia amplia cocina-comedor, Gracielita y Yamila

1 than algun que otro estribillo, mientras cada cual toma-' J, 1H 1 vaso la cerveza que habian estado disfrutando des-l.ltHH.:hecer.

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Despues de Ia comida y ya pasada Ia Gracielita atendio a toda una lista de detalles, y recomendaciones que sobre Ia casa y el vecindario le bia escrito a maquina Yamila. Practicamente no durmieron, hablando hasta tarde en Ia madrugada de cosas de Ia vida y de los proximos pasos que las dos mujeres iban a dar en lugares muy distantes el uno del otro. Fue Yamila quien por fin decidio no echarse a dormir y preparo una buena taza de cafe americana, es decir, bastante claro, antes de meterse en la ducha donde paso largo rato. Cuando salio, Gracielita se habia quedado dormida entre los cojines del largo y co-modo sofa de mimbre y no fue como hasta al cabo de dos horas que Yamila la desperto para que comenzara a prepa-rarse, pues Reinerio llegaria un poco mas tarde para llevar-las al Aeropuerto Internacional de Miami.

La despedida, sin Iugar a dudas, fue muy emotiva para las dos. Todo el tiempo de espera antes de que Yamila en-trara a Ia gatea, Reinerio se mantuvo en silencio y al margen de las dos ami gas, hasta que finalmente se abrazaron una y otra vez reconfortandose mutuamente.

- Te llamare tan pronto como llegue y si has cambia do de idea para entonces, no vaciles en decirmelo. Ya Reinerio sabe que hacer al respecto y ru tambien. l,Me lo prometes?

- j Que buena tU eres, Yamila, no se que me hubiera he-cho sin til jOjala que todo te salga como ru quieres!

- Y a ti tam bien, hermana. Cuidate mucho. Diciendole esto ultimo, Yamila la estrecho fuertemente,

se miraron a los ojos nuevamente y volvieron a abrazarse. Cuando se separo de Gracielita, su arniga tomo el enorme abrigo de gruesa lana y suaves estampados a cuadros que hasta ese momento sostenia Reinerio y se alejo un poco de Gracielita. Yamila le dijo unas cuantas palabras a Reinerio y se dieron un beso corto pero humedo y un ca-

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rifioso abrazo. Acto seguido, alzola mano y lc dirigio otro adios a Gracielita acompafiado de una linda sonrisa. ( iracielita la siguio con Ia vista hasta que, lucgo de pasar su equipaje de mano por la rampa electronica de Rayos X Yamila se confundio entre la multitud de hombres, mu-

y nifios de todos los colores y nacionalidades, ata-rcados con sus maletas y bultos de todos los tamafios que entraban y salian constantemente por aquellos laberintos de portezuelas automaticas. Gracielita habia visitado mu-chos aeropuertos - no realmente muchos, pero algunos si-, y todos juntos no podian compararse rmerto Internacional de Miami. Aun<;lue le parec1era.1?-descriptible, lo asociaba con una estacwn espacial completamente alfombrada. Med10 por aquel espectaculo que le recordaba las fenas en la RDA, Gracielita nose dio cuenta de que Remeno estaba a su lado preguntandole algo.

- Perdoname, Reinerio, j,que me decias? -Que nos vamos, que te voy a dejar en Ia casa. - Okei. Desde que salieron de los vestibules del aeropuerto y

luego del parqueo de Ia cuarta plataforma donde habian dejado el carro, yen las dos ocasiones en las cuales trato de sacarle algUn tipo de conversacion, Reinerio fracaso por la absoluta indiferencia de las respuestas de Gracielita. En rea-lidad no era nada personal con el pobre muchacho, 9ue hacia todo lo posible por caerle bien a s,in resultados positivos, y el que lo Cuando llegaron a Ia casa de Yamila, Remeno se baJo del carro, y hasta le abriola portezuela, como un «galan de dia». Le extendio Ia manoa modo de desped1da y le dejo su tarjetica del trabajo, no sin antes escribirle por de-tras la direccion y el telefono de su casa.

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-Por si me necesitas. Yamila me ha encargado que to ayude en lo que este ami alcance ... Pero aunque ella nolo hubtera hecho, estoy a tu entera disposici6n.

- iGracias, Reinerio! iMuchas gracias de veras! Dis· culpame que note invite a pasar, pero estoy bastante tras-nochada. Hasta la proxima, y de veras, muchas gracias por todo.

Durante las primeras semanas, Gracielita decidi6 entrete· nerse en varias tareas domesticas, que incluyeron Iimpieza general, sobre todo en el baiio; lavanderia de la ropa de cama de los ,dos cuartos; puli6 el piso de madera natural, y al fmal podo el cesped y las plantas, con lo cual remat6 su total agotamiento. Cuando una noche Ie cont6 a Yamila por telefono todo lo que habia hecho, al otro extremo se escu-c?6 una carcajada que sirvi6 de preambulo a un intercam-bw de bromas entre las dos amigas sobre que ese seria un buen trabajo a buscar porque en ciertas zonas lo pagan bien. Pero en realidad, de este lado de la linea telef6nica, Gracielita no.pudo acertar si se trataba de una broma, porque de serlo la mterpretaria como muy pesada, o una disimulada reco-me?daci6n de que en algtin momento tendria que to mar en seno. Pero ese momento no habia llegado todavia y de to-dos modos era evidente que le gustaba mucho Ia casita de

por lo acogedora que era, casi hecha a Ia medida y antoJo de su dueiia y ahora tam bien de su nueva inquilina. Tanto era asi que aquel encantamiento le permiti6 relajarse a tal.punto que durante casi un mes despues de Ia partida de Yamlla, Gracielita no sinti6 necesidad alguna de aventurarsc mas alla de cumplir las salidas necesarias al supermercado, de donde traia diariamente dos o tres de los peri6dicos del

que devoraba durante horas, aunque no por las notlctas mtemacionales o las cr6nicas del pais y la rc-

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gi6n, sino para marcar los empleos que estaban anunciados las paginas de clasificados. Fue precisamente un dia en que no habia encontrado ab-

solutamente nada que le conviniera, cuando se fij6 en un pequeiio anuncio:

AMA DE CASA CON EXPERIENCIA Hombre o Mujer. Debe ser competen-te, eficiente, limpia y emprendedora. Cortes. Necesario Licencia Conducci6n estado Florida. No fumadora. Tareas: atender lavanderia, cocina, planchado, limpieza, hacer mandados. Seis dias de Ia semana. De 7:45 am hasta 6:45pm. Referencia. Tel. 792-2829 solo de 7:30 a 9:30pm . .

En los primeros meses Yamila mantuvo contactos telef6-nicos con Gracielita muy a menudo, pues la llamaba desde Ia oficina de su trabajo que estaba en las afueras de Boston y del cual hablaba maravillas por las posibilidades de desa-tTollarun excelente proyecto empresarial, con creditos ban-carios para pequeiios negocios orientados a eso que en Estados Unidos Haman pequeiias «minorias» etnicas y que son todos aquellos que tienen la suerte o la desgracia de no tener el color de la piel adecuada, es decir, blanca.

AI decir de sus cartas, Gracielita estaba aprendiendo muy rapidamente. Seglin contaba, el climulo de trabajo que tenia Yamila la obligaba a ausentarse de Cambridge, Ia ciudad gemela de Boston donde estaba radicada Yamila, lo que le impedia seguir con regularidad los extensos dialogos telef6-nicos, los cuales, por consiguiente, se limitaron ados y a veces tres veces por mes. Sin embargo, esto era suficiente

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como para que las dos se mantuvieran cada cual al tanto de todos los pormenores en sus vidas paralelas, y en defmitiva ayudaba a combatir la soledad.

Animada precisamente por Yamila, y luego de que se embullara a poner en pnictica su decision de presentarse a un par de direcciones, primero iba a responder a una con-vocatoria para ensefiar biologia en un Community College del con dado. Gracielita se habia convencido de que ya era tiempo de que resolviera de una vez el rniedo escenico y se lanzara a buscar trabajo, pues no podia seguir mas en aquel limbo y ese tipo de dependencia de la oficina de Bienestar Social. Hasta las recomendaciones por telefono de Yarnila le parecieron demasiado matemales: «Ponte la mejor ropa que tengas, y si no tienes, busca en los baules de rni cuarto que por ahi hay algunas cosas que para el clima de Miami tc van perfectamente bien. Recuerda que tu apariencia y cl impacto del primer momento es lo que decide el resultado de la entrevistadora.»

Gracielita misma no se reconocia por lo desganada que estaba en los ultimos tiempos, con todo lo activa y dispuesta que habia sido siempre, pero algo la habia cohibido hasta ese momento en que decidi6 cumplir con los requisites for males para asistir tambien a otra entrevista donde convoca ban a cubrir dos plazas para medioambientalista de Ia administraci6n local. La cita era en un edificio de oficinas publicas que se encuentra en el Bulevar Biscayne. El frag mento de la carta en la cual Gracielita le cuenta a su madre estos detalles, voy a de jar que se explique por si rnismo:

Pues de verdad, Mirna, que debi haberle hecho caso a Yamila, pues ese dia atraved casi todo Miami para llegar a l colegio y en guagua, ademas el calor es insoportable

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Menos mal que iba vestida ligerit a, pero con cierta elegancia. Cosas de lo mas di-vertidas me ocurrieron, pues mientras espe-raba en un saloncito muy bien arreglado junto con otras veinte o treinta mujeres de varios paises, en su mayoria de mi edad mas o menos, me sente por casualidad al lado de una mujer negra, cubana tambien, bastante bemboncita ella, pero que parecia de lo mas educada. El caso es que sacamos conversa-cion y en media hora nos contamos por arribita nuestras vidas. Resulta que Rosita Balmaseda, como se llama ella, vino por otra via, pues se caso con un prisionero politico y asi pudo salir del pais . Y me dice la mujer: «Ese paso de casarme con un hombre que ape-nas conocia no nacio de la desesperacion, porque mis ideas siempre fueron las mismas. Desde hacia muchos anos yo no soportaba seguir viviendo en Cuba, y no solo por lo economico, sino porque me habia dado cuenta de que alli no tenia porvenir. Yo soy gra-duada en Ciencias de Informacion Tecnica y Bibliotecnologia de la Universidad de La Habana y antes habia estudiado magisterio, pero queria salirme de ese ambiente de los muchachos y la matadera de la educacion. Por eso me las arregle y vine para aca creyendo que todo se resolveria, pero, ique v al No he tenido suerte. iPorque aqui todo es a base de suerte! Yo llegue a este pais con mucha esperanza, como todo el mundo, en definitiva. Al principia me encontre con una serie de personas muy agradables pero al poco tiempo me sent i igual que en Cuba, sin posibilidades de desenvolvimiento. Pense

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que por mis afios tal vez, porque soy un noca1• mayorcita que tu, pero no, no es eso. imaginas, con las calificaciones que tengo ... ? No me dio tiempo a terminar m1 tesis de doctorado cuando una conocida dt una amiguita mia que habia hecho lo mismo me aviso de que un preso politico amigo dt su marido estaba dispuesto a casarse y asl sali para aca. Pero he estudiado muchisimo aqui y no he resuelto nada fijo, a pesar dt haber logrado buenisimas calificaciones. Ht pasado entrevistas como estas y no he lo grado conseguir nada. Ya ni esperanzas ten go, fijate . Yo vivo con mi marido, el mismo con el que sali de Cuba, y tenemos dos mu chachos, porque por suerte congeniamos bien Vivimos en un barrio casi enterito de cuba-nos. Pero todos son blancos, y es muy di vertido, muchacha, porque cuando uno es nuevo en la zona y vas a los mercados, esto1 blancos, igualitos o peores que en Cuba, st sienten aterrados con la presencia de uno, pero entonces cuando ya hablan contigo y st relacionan, como que les cae una cosa asl de descanso, porque soy cubana y porque evidentemente se dan cuenta de que soy un& persona con educacion igual que ellos. Por que yo no se si tu te habras dado cuenta ya, pero nosotros los negros nos sentimos como unos satelites, y despues que llego la gen te del Mariel, peor aun -sin que te sientaa aludida. N1 tenemos apoyo por parte de loa negros americanos ni tenemos apoyo por par te de los blancos cubanos. A veces cuando me oyen hablar espafiol me preguntan si soy dominicana o puertorrique:iia. Cualquier cosa,

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porque se han convencido de que los negros cubanos no existimos. 6Como se puede luchar contra esto si para esta gente no existi-mos? Yo he tenido muy malas experiencias aqui.» Fue de lo mas comico, Mirna, porque cuando la tal Rosita Balmaseda salio de su entrevista, que habia tenido lugar cuatro personas antes que la mia, la mujer volvio a sentarse a mi lado y me dijo con una sonrisita de resignacion: «6No ves? Yo te lo dije. Aparte de que no me lo dijo, me dio a entender que lo que necesitaban era una muchacha de veintipico de afios. 6De donde diablos van a sacar una muchacha de esa edad que tenga la experiencia y las califi-caciones que yo tengo? iQue tengas suerte, mi vida!» Y con la misma desaparecio como si nunca nos hubieramos conocido. Despues que me toco a mi, la senora, que evidente-mente es cubana, debe ser una secretaria de muchos afios de experiencia porque hablando con su asistenta por el intercomunicador sonaba casi como los norteamericanos. En fin, me hizo muchas preguntas sobre lo que hacia en Alemania Oriental y lo que hacia en Cuba y que cuanto habia costado mi ca-rrera y cuales eran los proyectos que te-niamos en el Centro don de trabaj aba en Cuba y que donde se compraban los equipos para los laboratories y la cantidad de personal que habia... 6yeme, Mirna, te lo juro que se paso conmigo casi cuarenta y cinco minutes. Y a cada una de mis respuestas, lo Unico que repetia era: «Muy interesante, muy intere-sante.» Al final me dijo que no me prometia nada, pero que tal vez yo fuera una buena

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adquisici6n para el condado de Dade, que no d ependia de ella, sino de sus riores, y que el departamento se de avisarme si habia tenido suert e . Yo p supuesto me fui muy esperanzada. Por lado, lo del College fracas6. Desde m antes de entrar no estaba entusiasmada. colegio esta en un barrio d e ambiente malo al que asisten j6venes de origen pano y n egros n orteamericanos, todos co muy mala a pariencia. Hice, pues, todo 1 posible por desaprobar la entrevista y n me pesa.

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I A QUE NO ADIVINAS?

I 'it: mediodia del lunes en que Inesita paso por casa a con-llltaralgunas cosas conJulia y conmigo sobre el asunto de

c 11 acielita, yo habia decidido hacer tamales con las mazor-, 1s de maiz que habia comprado el sabado en el mercado • .11npesino de la Virgen del Camino. Julia habia salido esa 1111 sma madrugada temprano hacia la Terminal de 6mn ibus · l1• Marianao aver si conseguia un pasaje hasta San Cristo-h. II para atender a su madre que estaba acatarrada, y como · 1.1 muy viejita, siempre corria hacia Pinar del Rio por si , 11alquier cosa. Como era el dia de Eleggua no pasaba el p1· i ne a no ser para alguna clienta con mucha necesidad, p1'1'0 siempre respetaba ese dia. El caso es que Inesita y yo 11os habiamos quedado largo rato, mientras hacia mis que-

tratando de descifrar lo que habia detnis de las .II las de Gracie !ita y como la estaba pasando.

-Yo se como es ella, Marta, y aunque tenga que pasar 11 nova a colocarse como nosotras. .

lnesita habia estado pensando en proponerle a su hija q11e localizara a la familia Robledo, para qui en ella trabajo d11rante muchos afios, para que Ia ayudara en lo que pudie-' 1 /\IIi rnismo la ayude con algunas hojas de papel bueno de 11.., libretas donde yo hacia mis garabatos y se dispuso a

rribirle una carta que le tomo casi tres horas entre una ' 11sa y otra, pues en cada parrafo consultaba conrnigo.

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- jPero, lnesita, aunque ella es tu hija, note olvides de que tambien es una mujer hecha y derecha!

En medio de todas mis tareas de ese Junes, que aparte de hacer los tamales incluia lavar y hervir las sabanas y fundas de Ia semana, y hasta el viejo cubrecama de satin rosado, lnesita escribi6 su carta que poco a poco termin6 de leerme para cuando mi ropa tendida se habia secado con el bucn sol de Ia tarde que languidecia sobre el patio.

Entre muchas otras cosas, Inesita le cont6 basicamentc que estaba bien de salud, <qgracias aDios y a todos los santos!»; que todavia tenia fuerzas para seguir luchando y que en el trabajo le iba bien, sin ningun tipo de problemas. Tam bien le dijo que en cuatro afios habia hablado un par de veces con su padre, Octavio, y que ilo le habia dado mucha importancia al hecho de que estuviera en los Estados Uni-dos, «porque en definitiva nunca se ha ocupado de ti». Le puso en Ia carta que no habia sabido nunca mas de ninguno de sus antiguos compafi.eros de trabajo, pero que tampoco se habia preocupado de aquellos que en un tiempo fueron sus amistades. Mas o menos le cont6 que el problema de Ia comida se habia arreglado un poco con el Mercado Librc Campesino, que aunque caro, se podia comprar desde car ne de cerdo, carnero y aves hasta todo tipo de hortalizas, vegetales, viandas, flores y hasta yerbas medicinales, y que Ia gente salia desde tempranito a comprar las mejores cosas que traian los guajiros del campo. Y era verdad, porque yo me iba con mi sobrino antes de las seis de la mafiana para cl mercado de la Virgen del Camino y compraba mazorcas de maiz tierno para hacer tamales que a veces vendia a peso, sin que Guillermo se enterara, aunque lo sabia, pero se ha cia el desentendido. Yo no acabo de comprender por que tanta critica con los campesinos, que si se estan haciendu ricos, que si tienen casa en el campo y otra en la ciudad, y

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que si en la explotadera de la gente vendiendole a peso la cabeza de ajo han llegado hasta comprarse dos maquinas, en fm. El caso es que desde que abrieron esos mercados, uno se las arregla para tener comida en lamesa, y bastante variada por cierto, porque con la cuota de la libreta, senci-llamente no se puede. Tanto miedo y tanto sigileo con los campesinos y sus intermediaries y total, si en este pais todo cl mundo esta en el mismo trapicheo. Si vamos aver bien claro las cosas, todo, absolutamente todo en este pais fun-ciona ilegalmente, asi que si no fuera por el mercado ne-gro ... Yes que es asi. Mira lo que paso con las dos hermanas de aqui del fondo. Como tienen dinero, buena casa con patio de tierra y parientes en el Norte que les resuelven, se las arreglaron para tener una linea de telefono. Y nadie pre-gun to nada de que, l,C6mo fue?, pues la respuesta seria, «como son las cos as ... » Algun contacto, dos o tres obse-quies para los linieros de Ia compafiia de telefonos Y. resolvieron. Por eso hay que tener FE, mucha FE, <<Farruha-res en el Extranjero», como dice Eneida, Ia mujer de Baba. Pero, bueno, por aquel entonces yo, que no tenia farniliares afuera que me resolvieran nada, me defendia bastante y ami manera con mis tamales, la venta de durofrios y rnis peina-dos. Cuando compraba las mazorcas, le daba cinco pesos a uno de mis sobrinos y me traia un saco lleno desde Ia Virgen del Camino en su carretoncito que habia hecho con una caja grande de madera con cuatro ruedas viejas de pa_-lines. La gente en el solar se daba cuenta cuando iba a hacer tamales, porque en realidad que me ponia pa' las cosas, como aquel que dice. La faena es dura, porque hay que desgranar el maiz y molerlo a maquina, cosa que habia he-cho el domingo por el mediodia. Hacia esto para no tener que pagar un poco mas comprando el maiz tierno desgrana-do y molido en vez de la mazorca, porque a veces en esa

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harina molida te echan de todo lo que aparece por delante para aumentar Ia cantidad, y le da un sabor muy amargo a la harina. Yo prefiero escoger las mazorcas yo misma y hacer todo el proceso, aunque me demore mas. Despues hay que preparar la sazon hecha con buenos tomates, ajo, cebolla y otros condimentos cuando se consiguen, iY eso si!, buena manteca de cerdo. Luego pongo a cocer todo aquel pure espeso con la harina y los chicharroncitos de puerco, cuan-do los hay, hasta que el condumio este en su punto para verterlo en el cartuchito que se hace con las hojas de Ia mazorca y amarrarlo bien para que no se bote durante las horas del hervor, seg(m la consistencia que uno qui era darle al cocido. Los orientales utilizan la hoja del platano para Ia envoltura de lo que ellos Haman tayuyo pero mis tamales yo los hago diferentes. Cada cual tiene su librito. El olor es riquisimo y una mordida de ese man jar -que por cierto, lo aprendi no de mi madre, sino de mi prim era suegra, lama-dre de Orlando- jes algo inolvidable! No por gusto mi cocina es siempre celebrada. Pero, bueno, cuando Inesita II ego y le tomo casi toda una tarde para contarme muchas cosas de su Gracielita, no tuve mas remedio que invitarla a que probara un par de mis tamales que se anunciaban por sf solos en toda Ia cuadra.

Aunque nada mas que tenia la vieja direccion que Ia sc nora Robledo y Albemarle habia mandado desde una ciu dad que se llama Atlanta a fmales de los alios sesenta, lnesita, que Ia guardaba como oro viejo, se Ia puso en Ia carta a su hija y luego de pegar el sobre le deposito un beso como sa se tratara de Ia propia mejilla de su querida Gracielita.

-jOjala que pueda resolver, Marta! Gracielita nolo daba a entender bien clare en sus cartas

donde siempre mandaba a decir que mas o menos se Ia estaba arreglando, pero ya habia pasado bastante tiempo y

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Ia muchacha todaviano tenia nada seguro, menos que algu-nos trabajitos sueltos y estudios y mas estudios. Fue enton-ces que a principios de enero lnesita, que cogio tambien una fuerte gripe que tenia a todo el mundo medic tumbado, me trajo dos cartas de un tiron de su hija en Ia cualle mandaba a decir un menton de cosas.

Primeramente, los varies intentos que habia heche Gracielita para conseguirun buen trabajo no habian tenido frutos positives, y solo mediante una recomendacion de su siempre fie] arniga Yarnila logro un trabajito dando clases de cspafiol en una escuela nocturna para muchachos de padres latinoamericanos pero que habian nacido en los Estados Unidos y no dominaban el idioma materno. Aunque no le agradaba ese empleo del todo, mas o menos se defendia. No mencionaba nada respecto a si tenia novio o no y su madre nose lo habia preguntado. Por fin, una de las cartas tr-aia bastante informacion sobre la sugerencia de Inesita para que contactara ala familia Robledo. Para suerte de Gracielita, Ia senora Robledo y Albemar vi via desde hacia unos afios en un lujoso barrio al sur de Miami Beach, una especie de isla semiprivada de gente de dinero de verdad. Quedo viu-da durante el tiempo en que estuvieron en Atlanta y nunca habia resistido vi vir en aquella ciudad, porque seg(m le ha-bia dicho a Inesita en Ia unica carta que le habia escrito poco antes de Ia muerte del senor Robledo, Atlanta le resul-laba demasiado americana y fria para ella. Es asi que tan pronto cumplio las gestiones para el traslado de los restos del difunto para Miami se mudo hacia esa ciudad, don de habia estudiado uno de sus dos hijos varones, que ya esta-han casados y con niiios.

La senora Robledo y Albemar, que habia heredado bas-I ante dinero del marido, ademas de una buena pension de Ia rompafiia de refrescos Coca-Cola para Ia cual tambien ha-

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bia trabajado toda su vida en Cuba, tenia fijacion con llo de darle sepultura a su marido en un cementerio que taba en Ia barriada de Ia Pequena Habana, no se sa be si era porque alli descansan los restos de dos presidentes nos, Fulgencio Batista y Carlos Prio Socamis,junto a los de muchos otros cubanos, incluyendo los que participaron en la invasion a Playa Giron en 1961 y fallecieron afios pues, o porque ella tenia cierta relacion con los duefios de Ia famosa Funeraria Caballero, que tiene una casa mortuoria en la zona, pues le recordaba que sus abuelos fueron didos en La Habana por la antigua funeraria que ya tenia mas de cien afios de fundada y desde muy temprano, al triunfo de Ia Revolucion, los duenos de entonces dejaron Cuba y se radicaron tambien en Miami, que como dice Ia gente, es Ia ciudad donde viven mas cubanos despues de Ia misma Habana, iY cui dado!

Luego de ubi car ala senora Robledo y Albemar, y berse presentado por telefono, Gracielita recibio una calida invitacion, como ella misma lo describe, para que fuera a visitarla un domingo por la tarde,justamente el mismo dia en que cumplia veintisiete afios de edad. Ese fue precisamente el dia en que Gracielita decidio aprender a mane jar, y hasta que no logro comprarse un auto de segunda mano un afio mas adelante no dejo de pensar en su querida amiga Yami Ia. que tanto le habia repetido que en Miami no se puede vi vir sin carro. Para salir de Hialeah le cos to Dios y ayuda, puc!l primero pidio un taxi que la recogio en su casa y la llev6 hasta Ia estacion de auto buses que ya conocia muy bien y que casualmente atraviesa todo el noroeste de ese distrito, entre Liberty City y Overtown, hasta Miami Beach. Alii vol vio a tomar otro taxi para no aparecerse ala cita con la ropu ajada. Pero lo que en realidad la decidio a hacerse de un carro fue el desagrado que le causaba estar en constantc

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roce entre hispanos, negros norteamericanos y los haitianos, gentes trabajadoras y pobres en su mayoria, que eran las que siempre utilizaban las guaguas del transporte publico.

Tal y como se lo imagino, hubiera sido demasiado ridicu-lo aparecerse en el apartamento de la senora Robledo y Albemar en Key Biscayne en otro tipo de transporte, ya que todavia no tenia auto. Cuando el taxista llego ala direc-cion, Gracielita aguantola respiracion sin darse cuenta, has-ta que no tuvo mas remedio que darle su nombre y el de Ia familia adonde iba al guarda de seguridad y servicio, que estaba indiferentemente sentado en una caseta de piedras blancas, detras de un grueso crista! ahumado y concavo para protegerse de los fuertes rayos del sol que durante varias horas caian directamente sobre la torrecita. Para ella aque-llo era lomas exclusivo que habia conocido hasta ese mo-mento. Fue el mismo portero, un hombre de mediana edad, correctamente uniformado y de piel morena, pero que por el tono de voz sabia que no era cubano, qui en le abrio me-diante un mecanismo electronico las dos gigantescas vetjas de hierro fotjado en arabescos de tipo colonial espanol. El taxista siguiolas instrucciones del portero hasta uno de los edificios que tendria como veinte pisos y Ia dejo ala entra-da. Le pago, tomo el vuelto, y con dolor de su alma le dio dos do lares de propina.

A Gracielita toda Ia ropa, por sen cilia que fuera, le que-daba bien. Su madre se hubiera sentido muy orgullosa hubiera visto con aquel traje sastre color verde olivo claro, muy de moda y que su amiga Yamila le habia regalado tam-bien. El pantalon era desahogado en el cuerpo, al igual que Ia chaqueta de dos botones. Llevaba una blusa de seda co-lormalva con un lazo en forma de corbata y calzaba mocasines carmelitas. Cuando el taxista enfilo nuevamente hacia la sa-lida del reparto residencial, Gracielita saco su libretica de

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direcciones y marco el codigo que le habia dado por telefo nola senora Robledo y Albemar y que se componia de letras y numeros nada mas, pues la Unica lista de los inquili nos que vivian en el edificio estaba en la computadora del portero. Cuando termino de marcar.el codigo se fijo que una camara de circuito cerrado habria registrado todos suN movirnientos. Despues de varios segundos se sintio el zum bido del mecanismo electronico y empujo suavementc Ia portezuela de solido crista! enrnarcado en metal bronceadn Atraveso el recibidor de pi so de madera y se miro rapida mente en los enormes espejos de las paredes que estaban flanqueados por varios canteros de plantas omamentalc distribuidos de forma casual. Antes de subir los cuatro cal ones que conducian hacia los dos ascensores, uno de loa cuales estaba abierto, como esperandola, se fijo en otra camarita de video que habria seguido todos sus movimicn tos. Entro y marco el piso 15. Adentro, Gracielita se volvio a mirar en el espejo, pero en una posicion muy incomodn pues el unico que habia en todo el cubiculo, que parecia mucho mas una capilla mortuoria que un ascensor, era cl que estaba en el techo, y no era cristal de espejo, sino una reluciente placa de metal, y penso sino habria otra camarit t que la estuviera espiando detras de su propia imagen.

Gracielita no tenia la men or idea del fisico de la senor 1 Robledo y Albemar, pues las descripciones que su madre lc habia dado eran de antes de nacer ella misma. Inesita lc habia dicho que en aquel entonces tenia un cuerpo de prin cesa. Cuando la puerta del ascensor se abrio sin el me not quejido, no encontro dificultad en dar con el apartamento pues eran solarnente cuatro en el piso, lo cualle hizo pensar enseguida que serian enormes, a juzgar por el exterior del edificio. Luego se encamino en busca del15-B, que por su posicion tendria el mar abierto a Ia vista en vez de las aguu

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1 k: Ia bahia. Y efectivamente, asi fue, porque cuando la rnis-tna senora Robledo y Albemarle abriola puerta, lo prirnero que la irnpacto no fue la saludable y robusta figura de una IIIUjer madura que habia prestado siempre mucha atencion 11 su apariencia, sino la panorarnica del paisaje azul sereno <lc un intenso mar ilurninado suavemente por dcstellos tropi-l'a les que reproducian tonalidades entre am bar y gris pla-IL!ado. AI otro lado, en alguna parte, estaba Cuba, penso < iracielita rnientras le extendia la manoa la duena y senora de Ia casa sobre la cual tanto habia oido hablar.

<q Que sorpresa, Graciela! Nunca pense llegar a cono-l'erte y mucho menos en este escenario de Miami. Yen, 'l icntate aqui, en el sofa, que es rni lugar preferido, mirando hacia el sur, hacia nuestra querida Habana.»

La senora Robledo y Albemarle ofrecio una limonada li·esca que ella rnisma le fue a servir, tiempo suficiente como para que Gracielita se reafirmara que de verdad era gente 1lc mucho dinero. La enorme sala estaba decorada sin gran-des pretensiones, pero con elementos de lujo y buen gusto. I \I sofa donde estaba sentada era enorme, de pura piel blan-<'a muy suave. En uno de los rincones habia un secreta ire ,tntiguo, que aunque fuera de imitacion, habria sido caro porque estaba bien hecho, como los que hay en los museos de antigiiedades. Dos grandes cuadros de pintura colgaban de las paredes opuestas al balcon, uno era de ella sola, sen-lada de medio perfil en un traje blanco y rosado, al parecer ttna combinacion de pintura al natural y alguna foto de cuan-do joven, el otro era del matrimonio, donde se veia al senor Robledo de pie, detras de ella, que reclinada sobre su mari-tlo le tomaba una de las manos que descansaban sobre sus lwmbros. En otro de los rincones de la sala con piso de 111adera color caoba claro habia un piano de cola negro. Varios butacones, algunas lamparas de pie y dos plantas de

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crotos en lindas macetas de ceramica negra, eran todo lo que cornponia el decorado de aquella agradable habitacion.

mi nifia, cuentame, que haces ru en este pais, ru que segun tu madre, que tan buena es, lo tenias todo en Cuba. No se que te habra contado de nosotros tu madre,

nos cost6 mucho trabajo abandonar No fue facti. Pero el caballero Robledo ya lo habia dicho cuando aquell? de Ia nacionalizacion, yes que la medida era una barbandad. Uno no se puede meter con los norteamerica-

Pero aqui nos fue bien, mucho mejor que en Puerto R1co. C?mo puedes darte cuenta, las islas me persiguen y mefascman, aunque sean pequefias como esta. Mis hijos estan muy bien. Los dos son abogados. Ricardo Lugo, el mayor, es socio de un bufete de abogados que trabaja para una constructores cubano americanos y preside Ia AsoctaciOn de Abogados Cubano americanos; vive aqui mis-

en aquel otro edificio del fondo. El menor, Nestor Ale-Jandro, ensena en Ia Universidad De Paul, en Chicago. A el nunca le gusto Miami, dice que aqui siempre hace mucho cal,or. Despues que murio mi esposo, mi hijo mayor me com-pro apartamento en paraiso que terminaron de

no hace mucho. El me cuida mucho; jtU no sabcs bten como son los varones! Queria con delirio al padre, que nunca se.recuperoluego de Ia operacion renal. Fue Ricardo Lugo qmen se encargo de todo el proceso de traer los res-tos para aca para Miami. Aqui en el cementerio de

esta. enterrado el abuelo, asturiano de nacimien-to, nu difunto esposo. Fue Ia enfermedad Ia que lo oblig6 a retlrarse Ia compafiia, que lo trato muy bien durante los c?arenta anos en que trabajo para ellos; pero el se lo mere-cia le reporto muchas ganancias y le abrio mercados en y el Caribe. Yo, por mi parte, he seguido con mts activ1dades civicas, aunque ya me he jubilado tam-

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bien, como qui en dice. Estuve como tesorera de nuestro Club de Mujeres Cubanas y luego fui cofundadora de la Asociacion Hispanoamericana contra la Discriminacion, que se ocupa de lograr trabajos justos y equitativos entre las mujeres hispanas, siempre buscando la armonia racial y etnica. Es una empresa caritativa y le reserva a una sus re-compensas. Miami tiene muchos problemas de ese tipo, mi nifia, muchos problemas. Pero, bueno, no me dejes hablar a mi sola, porque no paro. Cuentame de ti, que sabes de tu madre, jtan buena que es! Debe de haber sufrido mucho con tu salida de Cuba. Te pareces mucho a ella ... , o, z,que sacaste de tu padre ... , como se llama me dijiste? Tu naciste alglin tiempito despues que nosotros nos fuimos, z,no es cier-to? Es que nunca pensamos que la espera se iba a prolongar tanto tiempo. Eres muy bonita y muy joven.»

La pobre Gracielita habia sido acribillada con rafagas de preguntas despues de la presentacion de la senora Robledo y Albemar, para qui en su madre habia servido durante mu-chos afios. No, no le habia mencionado el nombre de su padre ni pensaba entrar en detalles, porque no era a eso a lo que habia venido ni le interesaba exponerle sus sentimientos a! respecto.

«De mi padre no he tenido nunca mas noticias desde que se divorcio de Mirna, y de eso hace tiempo, sefiora. Y hoy casualmente es mi cumpleafios.»

<q Ah, pues felicidades! Vamos a celebrarlo con una co-pita, z,que te parece?» :

El entusiasmo de Ia senora Robledo y Albemar parecia sincero, tanto fue asi que Gracielita hasta medio que se con-movio. En breve pudo darse cuenta de lo que su madre le habia dicho de ella, sobre todo lo exageradamente atenta que era. Con inusitada ligereza para el volumen de su cuer-po y sus anos, que pudieran estar alrededor de los sesenta,

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aunque de ninglln modo los aparentaba, la senora ........... .. ,

y Albemar se levant6 del c6modo sofa y al poco rato del comedor con una pequena botella y dos finas co pas de crista!.

«Noes cham pan, sino un excelente vino espumante de California. Ami hijo Ricardo Lugo se lo mandan directa mente de las vinas, pues uno de sus mejores clientes con propiedades en Miami se ocupa tambien de la producci6n de vinos. Brindemos para que todo te salga como ru quie-res. En definitiva este es un pais de muchas oportunidade para todos.»

<qGracias, muchas gracias! Pues no ha sido facil, seno-ra ... »

«Puedes llamarme senora Robledo y Albemar, como tu madre ... Todos me Haman asi...»

«Pues le decia que todo no ha sido muy facil, senora Ro-bledo y Albemar ... »

Y asi, poco a poco, Gracielita le cont6 en sintesis c6m habian pasado sus primeros anos en los Estados Unido haciendo muchos trabajos menores. Sin embargo, no habfa logrado lo que mas anhelaba, que era volver a su carrcra. pero cuando le explic6 en que consistia su especialidad,la sorpresa de la senora Robledo y Albemar fue compartida tambien por Gracielita, pero por motivos diferentes.

«Pero no es para menos, rni nifia ... Ese tipo de carrera t-"11 este pais no sirve de mucho, y menos para alguien como tu En primer lugar no debes abochornarte de ello, sino todo lo contrario, pero debes saber que en este pais tU tiencs el color de piel equivocado para aspirar a algo semejante; ad mas eres mujer, otra desventaja, a lo cual hay que anadirl que eres de la ultima ola de immigrantes cubanos que sc h hecho no to ria por todas las atrocidades que ha cometido la forma en que la prensa los ha tratado a ustedes. No ha

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ll'lh1n mas verdadero que aquel que dice: «Cria fama y ,,ruestate a dormir.» No es que todo cl mundo sea igual, porque eso lo sabemos de so bra, pero dcbcs tener presen-ll' en que pais estas viviendo. Los j6vcncs de hoy s6lo pien-.,111 en hacer dinero en el mundo de las I eyes, las finanzas y l.1s inversiones, los bienes raices y las construcciones. Mira, t•stc mismo complejo residencial... La firma de abogados a l.t que esta asociado rni hijo Ricardo Lugo cs Ia que Ia atien-de desde que se inici6 este proyecto de varios mill ones de db lares y el es intimo amigo de uno de los principales con-I 1 ntistas de la compailia. Hasta hicieron carrera juntos y ahora l'slan asociados. En eso tenia raz6n mi difunto marido por-quc esas son las carreras que dan dinero y prestigio con 1 .1pidez y para siempre. Pero las de ciencias, humanidades y l'sas cosas, jque val Eso esta bueno para los que trabajan

laboratorios de las grandes compaiiias yen las uni-versidades privadas. Ademas, para llegar alli hay que estar dentro de ese mundo y haber nacido en buena cuna o llegar de afuera ya famoso, sobre todo cuando vienen huyendo de Ins dictaduras comunistas de Europa Oriental que no se por que producen tantos buenos cientificos.»

Gracielita agradeci6la sinceridad con la cualle estaba hablando Ia seiiora Robledo y Albemar y no tuvo que hacer mucho esfuerzo para que volviera con un nuevo repertorio:

«Mira el caso de mi nuera Ileana, la esposa de Ricardo I ,ugo. Tiene titulo en antropologia y a que ru no en que esta trabajando, pues nada menos que en ZETA, una

consultora con negocios por valor de setenta mi-l Iones de d6lares. Porque hay otra cosa, dejame decirte. I cnta, pero gradualmente, las mujeres cubanas estamos lo-l'rando posiciones estrategicas, donde su poder de influen-ria es significativo. jAh!, pero eso si, no hay ni una sola mujer de color, aunque son pocas de todas maneras. jEn

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este pais las cosas son de otro modo a la Cuba de mi · tud! Aunque no tanto, realmente, porque tanto que ,.,,,,or••-repetir aqui que en Cuba nunca bubo discriminacion y no es verdad, porque a mi nadie me puede venir con ..,u.._ .. __ tos. Lo que pasa es que Ia vida es asi. Cuando se habla las mujeres cubanas en el exilic, claro que nose habla de las mujeres de color, para que vamos a engaiiarnos. Nosotras nunca nos conformamos con ser amas de casa. Evoluciona· mos mucho. Hubo que trabajar muy duro en hoteles y fabri· cas, yo no tuve esa necesidad -j aDios gracias!- y asf ascendimos a posiciones ejecutivas. Y ahora ya estamos listas para cambiar nuestras oficinas por puestos politicos, porque hacia all a vamos. Tu veras dentro de unos aiiitos don de vamos a estar. Perote repito, alli no se encuentran mujeres de color como ru. jSencillamente no las hay! Y na· die se preocupa en preguntar por que, porque sencillamente a nadie le importa. No es un problema para nosotros. Yo me alegro mucho de que al fin y al cabo tu madre no se haya decidido a venir a juntarse con nosotros, pues aunque la queremos y la necesitabamos, hubiera sido muy dificil para ella, con tan baja educacion escolar yen este mundo tan disparejo. Porque tam poco es facil. Ese fue uno de los mo-tives por los cuales yo me retire de rnis actividades civicas. Hay demasiadas injusticias en este mundo en que vivirnos. No son solo los comunistas, no. jAqui tambien, sobre todo aqui! N osotros tuvirnos suerte, tanto en Cuba como en este pais. Los abuelos de mi difunto esposo vinieron a los Esta-dos Unidos antes de la guerra hispano-norteamericana de finales del siglo pasado. El Unico nieto, ese que esta alii arri-ba conmigo en el cuadro, hizo carrera aqui al igual que nues-tros hijos ... Es decir, hay una tradicion, un apellido de por medio que nos respalda, pero muchas personas que viencn a hacer fortuna aqui no tienen ni donde caerse muertos. Y lo

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mas Iindo es que lo logran, son esos llamados nuevos ricos que toda su vida no han sido nada mas que Don Juanes de los Palotes. No, nolo digo por gente como ru ... Ami hijo Ricardo Lugo no le gusta que hable asi porque dice que los cimientos de este pais estan hechos precisamente para eso, para que todo el mundo tenga la rnisma oportunidad. Y qui-tas el tenga su razon, pero en el fondo es mentira. En nues-tro Club de Mujeres Cubanas nosotras nos preocupamos precisamente de que sea asi, aunque alii no admitimos a todo el mundo, sino a personas de buenas familias. No, no lo digo por ti, que se que nose te ocurriria ni por un memen-to intentarlo, porque no es tu mundo, sino por otras que se quieren hacer las muy damas y nunca lo han sido, ni alla ni aca. Ya yo estoy retirada, aunque de vez en cuando me i nvitan a dar rnis conferencias sobre la his to ria de nuestras cxcelsas mujeres cubanas, y ayudo mucho en cuestiones religiosas y de caridad. Yo quisiera que hubieras estado aqui cuando inauguramos la capilla de Nuestra Senora de la Ca-ridad del Cobre, nuestra patrona, que ya me imagine habcis visto a un costado de la Bahia de Biscayne. Fue muy emo-cionante. Pero, bueno, yo cedo el paso a las generaciones mas jovenes, porque eso si, siempre les doy consejos y los cstimulo a que amen mucho a la Patria. Por eso la entrada principal de la capilla da hacia el Sur, bacia Cuba. Muchos de estos jovenes de ahora solo piensan en hacer dinero y dinero y mas dinero y no tienen lamas minima preocupftci6n por el futuro del pais de sus padres, que en definitiva es el suyo tambien, porque aunque muchos han nacido aqui, no tienen por que dejar de ser cubanos. A veces ni piensan visi-tar Cuba. jAh!, si yo tuviera la oportunidad de volver a La Habana antes de juntarme en el cielo con mi difunto marido.»

Gracielita no sabia por donde cortar aquella conversa-cion que no era tal cosa sino la verborrea del desahogo, tal

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y como Ia senora Robledo y Albemar se habia ac<)snunoJ do a hacerlo con Inesita cuando le trabajaba a Ia familia sus buenos tiempos. Por fin se decidi6 a intentarlo, con el de anirnar un poco el dialogo:

«G Y usted considera que eso es justo, no lo digo usted sino en general, esa forma en que son · las personas de color, como usted dice?»

<qClaro que no! Pero, Gd6nde tU. crees que estas do? Mira aver cuantas personas de color hay en Ia cion Nacional Cubano Americana que nada mas tiene tres cuatro anos de haberse creado, o en las demas · · nes patri6ticas. jAsi estamos! Pero bueno, cambiando tema, creo que es el memento de preguntarte en que uu,,uu ... ayudarte, porque segun me dijiste por telefono este es motivo de la vis ita, aparte de que ha sido muy tenerte aqui, pero no tengas pena que yo siempre he si asi, me gusta intcrcambiar ideas.

A partir de ese memento fue Gracielita la que estuvo a Ia ofensiva. Le cont6 algunos aspectos de su historia, disfra zan do los un poco, como por ejemplo, nunca le mencion nada de su novio, y solamente se refiri6 de pasada a sua conflictos laborales con Ia direcci6n del Partido y la admi nistraci6n de su antiguo centro de trabajo aqui en La Haba na. Pero fue suficiente como para lograr una brusca reacci6n de la senora Robledo y Albemar:

<qPero, claro ... , que esperabas de esa gente que n sabe tratar con personas educadas como ru! El talento mi nina, el talento es algo que hay que saber aprec iar respetar.»

A todo lo largo de la exposici6n de Gracielita y mientl'll mas se interesaba en su relato, Ia senora Robledo y Albcmar dejaba escapar de vez en cuando algunas observacioncs de esa naturaleza. Cuando bubo pasado una media hort.

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< lracielita le habia contado a su interlocutora diez anos de ,u vida, para rematar en csta forma:

«Es por eso que mi madre pens6 en usted para que me .tyudara en lo que pudiera, aunque yo estaba renuente a lt.tccrlo, porque como usted misma lo ha reconocido, no todos somos iguales y Ia fama que nos hemos ganado noso-t 1 os los "marielitos" por culpa de unos cuantos cabezas lo-cas noes algo que se borra facilmente.»

La senora Robledo y Albemar no tenia por que andarse l on ning(ln tipo de rodeos y Gracielita volvi6 a apreciar su lmnqueza:

«Te agradezco que hayas venido ami primeramente y te voy a ser sincera, como si estuviera hablando con tu madre, ,, quien aprecio con el alma. Si quieres seguir viviendo en l'Stc pais y prosperar, olvidate de tu carrera cientifica y 111 i I iza tu porte fisico, tu inteligehcia y tu juventud en algo que fl•nga mas provecho. Otro consejo: si puedes vete de I lorida, y mientras mas lejos mejor. Tienes Ia gran de que estas viviendo en un pais enorme y muy d1verso. 1\unque note olvides de que la Florida es unica y como Miami no hay dos. A qui por lo menos tienes pedacitos de < 'uba por todas partes. Ya veras que dentro de unos anos

ciudad va a ser mas cubana que la misma Habana. i Ya vcras! Pero si insistes en quedarte puedo darte recomenda-ciones para algunos trabajitos. Y siestas muy apretada de dinero mi nuera anda en busca de alguien que la ayude ' . Ia nina y estaria encantada de que le sirvieras de nana a m1 11 ictecita de dos anos. Ileana tiene un trabajo de mucha res-ponsabilidad y siempre esta muy ocupada, por lo que nece-' lta una ninera y creo, sino me equivoco, que tU. serias la persona ideal porque eres cubana y muy Tendrias hucn dinero y hasta podrias vi vir con ellos, pues henen mu-l ho espacio. De lo contrario, vere si algunas de mis arnista-

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des tienen la posibi1idad de encontrarte otra cosa. Pero ·como dice el refn1n, "la luz del frente es la que alumbra". Porque eso si, aqui trabajo no falta ni so bra, lo que hayes que salir a buscarlo, encontrarlo y disponerse uno a to-rnado cuando se presente la ocasion y no andar con rernil-gos, como muchas personas en este pais que quieren escogerun buen trabajo desde el principia sin sacrificarse. A qui hay que trabajar duro, muy duro, y empezar por abajo si uno qui ere ascender, a no ser que tengas capital, y aun asi es cuando masse trabaja porque Ia competencia es implacable.»

Aunque Gracielita no rechazo de plano las sugerencias de la senora Robledo y Albemar, tampoco se comprometi6 de inmediato a aceptarlas y acordo con aquella duena y senora de volver a contactarla en un futuro inmediato, a lo que Ia senora Robledo y Albemar no le dio mayor trascen-dencia y con lo cual concluyola vis ita, no sin antes invitarla a dar un paseo por el reparto residencial con el que Gracie! ita habia quedado encantada, principalmente porIa tranquili dad, lo espacioso de las areas verdes, por donde se veian dos o tres personas corriendo en ropa deportiva y otras entreteniendo a sus bien cuidados perros. Cerca de la en trada principal, Gracielita se despidio con un roce de meji llas en las cuales deposito un beso simulado. AI otro lado de la enorme verja de hierro un taxi la estaba esperando. Cuandn c1UZaba el enorme puente miro a traves de la bahia y disfi'u to dellindo paisaje y de la inmensa nostalgia que la embar gaba. El resto del domingo lo paso «con tremendo gorri6n)), como habia mandado a decir en su carta, muy triste y solo, festejando su curnpleafios ensirnismada en mUltiples pensu rnientos, hasta que a eso de las nueve de la noche, rnientru• pretendia mirar una pelicula, la llam6 su mejor y Unica amiga desde Boston.

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Yarnila la envidiaba, pues anoraba el clima de la Florida. Desde hacia varias semanas estaba nevando mucho en gran parte del pais. Tanto en Ia capital como en Nueva York y otras ciudades, estaban al decretar un estado de emergen-cia debido ala persistente nevada. Las dos ami gas hablaron por espacio de cuarenta minutos en los cuales intercambiaron sus Ultimas experiencias y se dieron consejos mutuamente, como en los mejores tiempos. Luego de haberle recomen-dado que nose complicara en trabajos de servidumbre que podrian frustrar su vida, Yamila le dijo que tenia una gran sorpresa para ella.

- ;_,A que no adivinas? - ;_, Te vas a casar? - jNi loca, rni arniga! - Pues tienes que decirme, porque no ten go Ia menor

idea. - Piensa bien cual ha sido el sue no de rni vida ... Gracielita hizo un silencio que obligo a Yarnila a pregun-

tarle si todavia estaba al telefono. Cuando iba a responderle que si, pego un grito de exclamacion ...

- jNo ... ! -jPues si..., voyaCubaporfm! Yamila estaba muy atareada en Boston y hasta formaba

parte de una asociacion de amistad con Cuba que entre otras muchas actividades organizaba viajes de estudio para especialistas, pues era Ia unica forma en que los ciudada11os norteamericanos pueden venir a Cuba. El grupo en cuestion estaba preparando un viaje para el verano y Yamila era la coordinadora del programa. A Gracielita no le sorprendio Ia noticia, pero la tom6 por sorpresa, pues lo menos que habia pensado es que alguien tan cercano a ella pudiera via-jar a La Habana y, en el caso de Yamila, por supuesto que vcria a su madre y le daria noticias de primera mano, al

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mismo tiempo que le llevaria un mont6n de cosas, sobre lo cual desde ese precise memento comenz6 a hacer planes y proyectos. Pero, z,que le iba a mandar a decir a su madre? Habria tiempo para pensarlo. Por el memento se content6 con saber que tan pronto los preparatives del viaje estuvic ran adelantados Yamila se lo comunicaria, aunque hablarian antes que eso, por supuesto, y trataria de viajar a Miami un par de dias antes para poder conversar antes de tomar el avi6n hacia La Habana.

- jEs el mejor regalo que he tenido en mucho tiempo y justamente el dia de mi cumpleaiios!

Las dos amigas se despidieron y Gracielita volvi6 a su mundo.

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YAMILA EN LA HABANA

I verano nose habia ido ese aiio del sur de Ia Florida, pero para Yamila el inviemo en Boston habia sido demasiado lar-go, pues hasta mediados de mayo hubo temperaturas bajo ccro en esa parte del noreste de los Estados Unidos. En los Cdtimos meses, Yamila y Gracielita habian seguido mante-niendose al tanto de todo. Mientras que Yamila demostraba su alegria debido a que el proyecto de trabajo que habia sometido a consideraci6n de la direcci6n de la cooperativa habia sido aprobado, Gracielita, por su parte, ya no podia ocultar su estado depresivo porque no estaba haciendo nada, o casi nada, que le gustara. La Unica y mejor noticia era que habia recibido su licencia de conducci6n y habia pensado scriamente en comprarse un auto de uso, pequeiio, si lo cncontraba. Su ingles habia mejorado bastante y Yamila, que la felicit6, lo pudo comprobar, pues casi todo el tiempo y por primera vez desde que se conocieron no hablaron en cspaiiol. El viaje de Yamila tendria Iugar a finales de julio, y no en agosto como habia pensado. Gracielita, que tenia a su madre mucho mas presente que en aiios anteriores, no po-dia ocultar la alegria del viaje, como si fuera ella misma la que iria a La Habana. El grupo de Yamila estaba compuesto de hombres y mujeres que se ocupaban de trabajos socia-lcs en diferentes comunidades de Cambridge, Boston y otras ci udades. Hasta ese memento Gracielita, por su parte, no le

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habia dicho a Yamila que estaba haciendo tres dias por se· mana de ninera en el apartamento de Ileana, la nuera de Ia senora Robledo y Albemar. Y aunque nose podia quejar, pues la trataban muy bien y ademas no tenia que pagar im-puestos, Gracielita consideraba ese trabajo muy temporal y como un primer paso para establecer contactos, porquc, seglin ella misma se repetia constantemente, no habia estu-diado durante tantos aiios para tener la carrera de su rna· dre. Lo interesante era que se llevaba relativamente bien con la senora Ileana, con mas o menos su edad y que era muy considerada, pues siempre le estaba regalando ropas buenas, pues pre feria mil veces darselas a una persona co-nocida y de confianza, que llenar una caja y dejarla en cual-quiera de las tantas tiendas de caridad que posteriormente las revendian baratisimo. Y era ropa buena que Ileana se ponia un par de veces y ya se deshacia de ella, al igual que Ia de su marido. Con raz6n Yamila le decia a Gracielita que los unicos articulos nuevos que ella se compraba eran la ropa interior y los zapatos, lo demas venia de las tiendas de se-gunda mano. Ileana le habia dicho en la primera ocasi6n en que hablaron que no le gustaba tener ni sirvienta ni nifiera y que preferia que la llamaran por su nombre. Ella era hija de un arquitecto que ya era famoso cuando vi via en Cuba y habia hecho muy buenas obras en Miami y otras ciudades de la Florida, incluyendo un centro de convenciones por cl cual habia ganado un premio del Colegio de Arquitectos Cubanos en el Exilic, y gozaba de buena estima. Ella traba-jaba desde su casa los dias en que Gracielita no atendia ala nifia. Habia llegado a Miami con sus padres cuando todavia no sabia hablar, pero ahora dominaba los dos idiomas con bastante soltura, aunque Gracielitahabianotado que el ingles le era mas c6modo. Mientras que su madre, lade Ileana, se Ia pasaba recordando el pasado, tanto ella como su marido,

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Ricardo Lugo, no hablaban de Cuba mas que lo necesario, y en dos ocasiones presenci6 discusiones de la madre de I Ieana porque la joven pareja repetia constantemente que no le interesaba Cuba ni que tenia intenciones de radicarse <.m Ia isla aunque en el futuro cambiara el regimen. Por lo tanto, las escasas conversaciones de la pareja con su pri-mera niiiera se limitaban a pasar revista al comportarniento de la nina, que segun Gracielita le cont6 a Yamila un par de meses mas tarde, era «muy inteligente y buena, sorprendentemente buena, como para embullarse». Es as i que, en vez de darle a Yamila los detalles del proceso de convencerse a si misma y decidirse a trabajarle a Ia nuera de Ia senora Robledo y Albemar, Gracielita le hizo cntender que estaba muy bien dando clases de idioma espanol donde siempre. Pero, como le explic6 a su ami-ga mucho despues, no era gran cosa lo que estaba ha-cienda. Se la pasaba casi todo el tiempo sola, las dos o tres veces que iba por semana al apartamento del matri-monio, y ademas no le alcanzaba el dinero para sus gas-los y, ahora con la inminencia del viaje de Yamila a La Habana, lo menos que podia hacer era ahorrar un poco de dinero para mandarle a Inesita y comprarle algunas cosas. Por otro lado, a partir de haber comenzado su segundo trabajito en casa de Ileana, la correspondencia con su madre se limit6 a una sencilla carta mensual en la cualle repetia casi lo mismo sin darle lamas minima idea del proyectado viaje de su amiga. ·

En una ocasi6n Inesita me habia traido las dos ultimas cartas antes del viaje de Yamila en visperas del26 de Julio. Su aspecto no habia cambiado mucho en los ultimos tiempos, todo lo contrario, pues ella misma reconocia que estaba cansada del trabajo y que cada vez que recibia car-tas de su hija, en vez de alegrarse y darle a:nimos, se aeon-

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gojaba mas. La !mica noticia nueva era que por fm se •avJta -comprado un carro japones de uso, que le iba bien y que pronto tendria noticias de verdad.

Yo por mi parte habia aflojado un poco el trabajo de la peinadera por recomendaci6n del medico, pues estaba de-sarrollando, o mejor dicho, habia desarrollado ya, una es-pecie de reumatismo o bursitis en el hombro derecho que se empeoraba cada vez mas y estaba limitando mis tareas. Aquel afio me ocurri6 algo que aunque habia presentido, nunca llegue a pensar que se repitiera. Pero Ia vida es asi. Todo empez6 poco a poco. La bebedera de Guillermo habia em-peorado en los ultimos afios, a tal punto que Ia medico de la familia le recomend6 que fuera a un especialista, pues esta-ba tan alcoholizado que con darse nada mas que un par de tragos se emborrachaba. Por supuesto, esto trajo muchisi-mas peleas, puesto que con mi canicter y cansada de traba-jar todos los dias, sin descanso apenas, y sin el tener deseos de sacarme nunca a ning(!n lado, las discusiones eran inevi-tables. Sus hermanos, que me quieren muchisimo, conver-saban con el, a quienes les prometia que iba a cambiar. Pero nada. Fue asi que una noche, Ia prim era desde que nos jun-tamos, dej6 de venir a Ia casa. Cuando regres6 porIa tarde del domingo me dijo que se habia quedado en Ia obra ha-ciendo guardia. Era mentira, porque dias despues un com-pafiero suyo de trabajo que fue a buscarlo cometi6 una indiscreci6n y lo descubri6. No le dije nada en ese memen-to, pero por mi indiferencia el se dio cuenta de que yo no estaba contenta ni convencida de sus j ustificaciones. Luego volvi? a hacer lo mismo y me solt6 otra componenda y asi sucestvamente, hasta que acostumbr6 a desaparecerse to-dos los fmes de semana con Ia misma excusa de siempre dr que estaba haciendo guardia de milicia o reuniones del Par-tido y esas cosas que ni el mismo se las creia. Bicha vieja al

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lin y al cabo, me oli que andaba en otros jaleos que no eran prccisamente los que el decia. Fue asi que se desapareci6 durante una semana sin decir absolutamente nada. Durante l'Sos dias hasta Emilio, jefe de obra tam bien, su amigo y rompafiero en Angola, miembro del mismo nucleo del Par-lido, me dice una tarde que habia convcrsado largamente

ely que la Unica raz6n que le habia dado para haberse 1do de la casa era que yo peleaba mucho por todo. Ellos cran muy buenos socios y Emilio me rcspcta mucho. Tenia lanta confianza con el que le pedi que se sentara frente ami y se vio en la obligaci6n, casi con lagrimas en los ojos, de confirmarme que era verdad, que Guillermo andaba con otra mujer que no tenia ni una sola de las condiciones que como mujer yo tengo. AI principio no le dije nada a mas nadie, o mejor dicho, si, porque aparte de Emilio, Io sabia Julia. Pero nadie podia imaginarse que Guillermo estaba viviendo con una mujer por alla por Marianao, de la cual no quise ni sa-her su nombre ni que estampa tenia. Mis nietos, que ya eran mayorcitos, preguntaban por el, pues lo querian mucho, y mi respuesta era que estaba trabajando y trabajando y tra-bajando, hasta que un buen dia hable con mis dos hijos, mi yemo y mi nuera, y les conte lo que ya ellos, sin preguntar-me, pensaban que estaba ocurriendo.

Aunque durante mucho tiempo me doli6 esa espina cla-vada en el alma, no me desanime y le puse mas empefio a a tender los caprichos de mis nietos, que tienen delirio,con-migo. Me entretenia como de costumbre, haciendo mis es-t:ritos, asistiendo a las sesiones espiritistas en casa de Clarita y con mi peinado de vez en cuando, sin matarme mucho, porque en definitiva no necesitaba dinero con lo que Guillermo me seguia mandando de vez en cuando y las mesadas que me daban los muchachos, con Io cual no me raltaba absolutamente nada material, todo lo contrario. Pero

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no podia negar que el vacio que habia dejado la ruptura de aquella relaci6n de mas de treinta afios era insalvable, sobre todo a mis afios. Sin embargo, todavia me pregunto de don-de saque tantas fuerzas para mirar adelante. Es por eso que segui con mis escritos, que todavia no enseiiaba a nadie; ademas, despues que fui al oculista y comence a usar espejuelos, senti mucha mas curiosidad por la lectura. Con ayuda de mis hijos me consegui buenas nove las y revistas y siempre estaba entretenida. Tambien me embulle en hacer una vida social que antes no tenia y me interese por ir al teatro y al ballet que tanto me gustan, y con mas regularidad ayudaba en la casa ami nuera y ami hija, que ya tenia cinco muchachos creciditos y estaba trabajando en una escuela diferenciada, para niiios con retraso mental, como el ma-yorcito de ella que habia tenido meningoencefalitis ala edad de dos aiios, cuando Ia gran epidemia a principos de los afios setenta.

Por eso aquelhi. maiiana del 26 de Julio en que Inesita lleg6 a Ia casa con una sonrisa mas grande que su propia cara, pensamos que se habia cogido la fiesta nacional para ella sola, pero no, era que traia Ia noticia de que Yamila, Ia amiga intima de Gracielita, habia llegado tres dias antes y su hija le habia mandado de todo, desde un sobre con algun dinerito que lo dej6 con Yamila para que le hiciera algunas compras en las tiendas para los extranjeros y Ia gente de la comunidad, hasta varias muditas de ropa, zapatos, y lomas lin do de todo, un album con muchisimas fotos de su querida hija Gracielita. Aunque la carta no era muy larga, pues Ic indicaba a su madre que Yamila se encargaria de contarlc de todo, lo que viene a continuaci6n es uno de los fragmen-tos mas interesantes:

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Mirna, no te voy a negar la envidia que tengo por el viaje de Yamila a Cuba, pero aunque se que no es lo mismo, es como si fuera yo, pues ella sera mis propios ojos y oidos en este viaje. Para ella es la realizacion del sueiio de su vida, para mi t odavia no se que significa. Saber que est ara al lado tuyo y te abrazara es como si lo hiciera yo, es mas, le pedi que te volviera aver antes del regreso y que no se quitara la ropa con la cual te despida. No te rias, tu sabes como soy. Ahora son las diez d e la noche y Yamila salio a cenar con su viejo amigo Reinerio, que nunc a se resigno a la ausencia de Y amila. No se en que va a parar todo esto. Aprovecho un poco la tranquilidad para term inar esta carta que ya tiene casi un mes desde que la comence y te he dado detalles de mis acti-vidades. Como ya te dije, no pienso seguir mucho mas tiempo con Ileana porque para suerte mia va a poner a la hij a en una creche · privada que esta en camino a su ofi-cina. Aqui me he mantenido lo mas alejada posible de la chabacaneria politica de nuestros compatriotas. Aparte de que me re-pugna, la matraquilla es constante y por todas partes, siempre hablando del mismo tema, de cuando caiga Fidel el aiio proximo y de que cuando regresen a Cuba, y prepara-tivos para una invasion de los Comandos por la Libertad, y todas esas casas. Por lo menos me estoy reuniendo con varias perso-nas que piensan un poco diferente. Tengo un amigo cubano con el cual salgo a veces, no mucho, que esta en una organizacion que no es belicosa y he aprendido mucho con el. No

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es de la gente que quiere derrocar al gobler-no ni mucho menos, sino entrar en una especie de diaJ.ogo con la gente de alla que no se pol' d6nde ni c6mo podra lograrse. Descuida, que no pienso meterme en ninglin otro tipo de organizaci6n. «Los golpes enseiian», se que me vas a decir. Pues, Mirna, aqui te mando dos-cientos d6lares para que Yamila te compre lo que necesites. Tambien te mando un maletin con medicamentos y otras cosas, incluso para. que repartas con tus amistades mas cercanas, pues tus amigas de toda la vida te hacen mas falta ahora que nunca y esta es mi forma de agradecerles las atenciones contigo. Esta noche no vamos a dormir, por supuesto, porque debe mos estar en el aeropuerto a las seis, ya que el vuelo charter sale hacia La Habana a las diez y tu sabes c6mo somos nosotros los cuba-nos de exagerados para todo. Como que Yamil& es una de las personas que ha organizado e1 viaje, pues la estoy ayudando en recibir las llamadas de la gente de su grupo que ha esta-do llegando en diferentes vuelos desde Boston para juntarse con los integrantes del con tingente que vienen de otras ciudades, pues son unos cincuenta los norteamericanos que van a la conferencia. Por ahora es todo lo que quiero contarte. Escribeme mucho y con versa lo mas que puedas con Y amila. Tu sabea que la quiero como si fuera la hermana que no tengo. La estare esperando de regreso en el aeropuerto pensando que eres tu. Se despidl con un fuerte abrazo, tu hija que sigue sien do la misma de siempre. Muchos besitos.

Gracielit&

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Durante la vis ita de Yamila, Inesita solamente tuvo opor-lunidad de verla dos veces, pues la conferencia en cuesti6n en el Palacio de las Convenciones Ia tuvo muy ocupada yen dos ocasiones las delegaciones de varios paises salieron de excursion a Varadero y a Soroa, pero fueron suficientes como para que Inesita tuviera el primer contacto cercano con al-guien tan intimo como la mejor amiga de su hija. Fue la no-che antes de su regreso a Miami que Yamila tom6 un taxi y rue hasta el apartamento de lnesita, que la recibi6 mas ner-viosa que cuando la sorprendi61a primera ocasi6n. A mu-cho suplicar, Yamila le habia pedido que le hiciera una lista de los viveres y productos que necesitara, y esa tarde, des-pues de la recepci6n de despedida, no volvi6 al hotel con el grupo, sino que paso por una de las tiendas especiales y compr6, no solamente lo que Ia madre de Gracielita le habia encargado, sino mucho mas. Sin mirar apenas las dos enor-mes bolsas llenas de todo lo que pudo comprarle, Inesita la abraz6 una y otra vez y le pidi6 que le contara otra vez cosas de su hija. Yamila mezcl6 memorias de c6mo empez6 su relaci6n de amistad con Gracielita y lo bien que se habian compenetrado desde el principio. Sin lograr consolarla, le dijo que la vida tampoco era facil para muchos en los Esta-dos Unidos, y menos para una mujer relativamente joven y sola, y que uno de los motivos por los cuales Gracielita no habia superado todos sus temores era en realidad porquc no queria irse de Miami por Ia cercania con La Habapa, como si en cualquier momento que deseara pudiera to mar cl primer avi6n y regresar. Aparte de que no era muy facil volver a Cuba para una persona como ella que habia salido por el puente del Mariel, Gracielita nose atrevia ni a imagi-narse de nuevo en Cuba, no porIa vergiienza que Ia embar-gaba de enfrentarse cara a cara con su madre, que desde el primer momento la habia perdonado como madre al fin que

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es, sino por el hecho rnismo de tropezar por casualidad algunos de sus cole gas de antes, o jefes de trabajo, ........ .., .. ,,_ de los cuales manifestaban hacia personas como ella abierta antipatia que Gracielita compartia con mucha mt1en-1• sidad, pero en direcci6n opuesta.

Inesita rompi6 a llorar silenciosamente, aunque con clara le decia a Yamila que no parara de hablar, que no prestara atenci6n, que su llanto era de felicidad por tenerla su !ado y al rnismo tiempo de tristeza por la inrninente sepa raci6n. Finalmente, llegado el momento del inevitable adios, Inesita se habia serenado completamente, como para que esa fuera la imagen mas fresca que le transrnitiera a su hija dentro de las pr6ximas horas. La abraz6 con ternura y Ia acompafi6 hasta la entrada del pasillo que daba a la callt donde desde hacia un ratico Ia esperaba el mismo taxistl del hotel que habia quedado en recogerla a una hora indicae da.

- Dile, m'hija, dile a rni Gracielita que siempre, siemprt sere su madre, y dale este abrazo y este beso que son pa11 ti tambien. No puedes imaginarte lo bien que me ha hecho tu vis ita. Gracias y vengan alg{m dia juntas.

El regreso de Yarnila habia tenido Iugar en momentos en que la ciudad de Miami y sus mas alborotados ciudadam se estaban confrontando publicamente por otra visita, d caracter internacional esta, y que aunque no lleg6 a cfct.: tuarse, no por ello dej6 de ser t6pico de calientes de bat en varias tribunas publicas y privadas. Result6 ser que ruidosas protestas por parte de los lideres de la comunidnd afronorteamericana, el heroe sudafricano liberado de su t' lll tiverio, NelsonMandela, habiasido desinvitado a peticu\ de los alcaldes cubano-americanos del sur de Ia Flond Aunque Mandela, que estaba de gira por varias ciudml

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del pais, habia sido invitado a una convenci6n sindical y nunca .tccpt6 invitaciones de las autoridades de la ciudad, el desagra-vio de los alcaldes hiri6 la sensibilidad de la comunidad afronorteamericana de Miami y hasta Ia de los haitianos, quienes echaron toda la culpa a los cubanos que en su enor-mc mayoria criticaban en alta voz cualquier tipo de vinculos con la Revoluci6n, sus dirigentes y sobre todo con Fidel, como era el caso de Mandela, que publicamente habia ex-presado su apoyo ala Revoluci6n cubana por su participa-ci6n en la guerra de Angola y los enfrentamientos con el l!jercito sudafricano, donde habia participado Guillermo. <1racielita, interesada cada vez mas en estos problemas que inevitablemente Ia afectaban de una u otra man era, le habia guardado a Yarnila varios peri6dicos donde aparecian fotos y articulos detallando el incidente, entre ellos habia un ejem-plar del diario en espafiol mas popular de Ia ciudad, El Nue-vo Herald, que traia Ia foto de un blanco cubano de rostro campesino que llevaba una pancarta con un letrero en ingles y que Gracielita habia traducido para nosotros:

SENOR MANDELA SI USTED LUCHA POR LA LIBERTAD,

(,C6MO ES QUE APOYA A UN DICTADOR COMO CASTRO? EL PUEBLO CUBANO

Tal vez por eso Ia llegada del primer vuelo procedente de La Habana de aquel 'viernes a principios de agosto estaba mucho mas cargado de emoci6n que lo habitual. Por un I ado, Ia triste despedida y la bulla de las familias divididas cargando hasta mas no poder, lidiando con el exceso de cquipaje, haciendo cosas tan ridiculas como poniendose dos, tres y hasta cuatro sombreros vaqueros uno encima del otro para repartir entre la parentela y los arnigos del campo; y las

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mujeres, muchas de ellas mas gorditas que de costumbre, forradas con media docena de pantalones, para tratar de burlar Ia Aduana en La Habana que de vez en cuando se bacia de Ia vista gorda. Por el otro !ado, la alborotosa bien-venida, ya que el mismo a vi on llevaba y traia pasajeros a traves del estrecbo de Ia Florida en un viaje que duraba apenas tres cuartos de bora entre Miami y La Habana.

Gracielita y Reinerio llegaron al aeropuerto por medios propios, de lo cual Gracielita estaba muy orgullosa de si misma, y se encontraron ante una de las portezuelas de en-trada al vestibule donde Ia agencia de pasajes Marazul tenia asignada su area de despacho en el CONCOURSE 'D', que aunque era una de las primeras de Ia terminal aerea en forma de semicirculo, por orden alfabetico, estaba en una zona muy apartada, casi abandonada en el interior del edificio. Atravesar los amplios pasillos alfombrados de aqucl Iaberinto no era facil, porque ademas de escasear los letreros que hay en los demas «concourses» que indican con claridad las lineas aereas y toda la informacion que uno necesita para embarcarse o recibir a los pasajeros, alli era todo lo contrario, porque hasta Ia iluminacion es minima, como si el Periodo Especial empezara o terminara alii, In cual hace que el trayecto y Ia estancia se vuelvan casi una aventura clandestina.

Cuando empezaron a salir los primeros pasajeros, Ia al garabia aumento con una mezcla de gritos de alegria y llan tos, desmayos y todo tipo de exclamaciones acompafiadas de no pocas malas palabras, unos insultando al gobiemo de la isla a viva voz y otros sal pi cando las criollas frases de bienvenida de los farniliares. Dentro de la multitud de perst, nas, que se apretujaban por descubrir primero a sus pari en tes, se destacaban algunos cubanos de color, entre ellos Gracielita, por supuesto, que tenia muy acentuada su mulatc1

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por el intenso y prolongado verano de Miami y su nuevo peinado de estilo africano, muy de moda y que Inesita pudo apreciar con sorpresa en varias fotos en las que aparecia con su abundante cabellera convertida en un enorme mazo de lindas trencitas. Por fin empezaron a salir los que a dis-tancia se sabia que eran norteamericanos, blancos y negros, y entre ellos una de las primeras fue Yamila, que estaba muy contrariada porque en Ia Aduana le babian confiscado algu-nos articulos considerados propaganda comunista, como discos, afiches, puloveres, aunq ue pudo salvar un par de paquetes de cafe y basta un estuche de rones cubanos.

Luego de saludar con mas atencion a Gracielita y a Reinerio, Yarnila se despidio de sus compafieros de gira que seguirian viaje hacia sus respectivas ciudades, no sin antes acordar bacer una den uncia por el tratamiento que babian recibido al regresar a los Estados Unidos en un viaje que se ajustaba a las severas !eyes del bloqueo economico de ese pais contra Cuba.

- jMenos mal que conseguiste uno asi, porque en este pais nose hacen mucbas cosas en pequefi.a dimension!

Fue el comentario de Yamila mientras acotejaba su equipaje en el maletero y monto al carro de Gracielita, que comenzo a mane jar con bastante soltura. Reinerio se despi-dio de ambas y prometio una visita cuando terminara su trabajo al anochecer. Durante todo el trayecto, que duro poco mas de Ia mitad del tiempo de vuelo entre La Habana y Miami, Yamila le dijo que le traia mucho carifio de su ma-dre y como se lo prometio, tenia puesta la misma ropa con Ia cual se abrazaron la noche anterior en La Habana. Gracielita le sonrio sin quitar los ojos de la autopista por donde volaban los autos en todas direcciones y siguio escu-chando el informe de Yamila sobre como habia encontrado asumadre.

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La estancia de Yamila en Miami fue mas breve de lo es-perado, pues cuando chequeo por larga distancia y casi durante media bora, una lista de mensajes que tenia en su responded ora automatica, en su apartamento de Boston, entre los recados habia una cita de trabajo muy importante para el siguiente rniercoles y tenia que prepararse durante cl fin de semana. Pero la urgencia del regreso no impidio que Gracielita saciara su inmensa curioridad por saber con lujo de detalles la reaccion de su primer viaje a Cuba, del que dijo haber sido la experiencia mas abrumadora de su vida, a tal punto que basta creia que se habia enamorado de un cubano y pensaba regresar a La Habana en cuanto pudic-ra. Lo que mas la impresiono, no solo a ella, sino al resto del grupo de norteamericanos, fue la sencillez de la gente y Ia humildad frente a tantos problemas de todo tipo por los que estabamos pasando. Hubo, sin embargo, algunos contratiem-pos con parte del grupo que provocaron serias discusiones. Uno de esos hechos ocurrio con tres de las afronorteamericanas en el hotel Capri donde se hospedaron. A1 parecer las tres mujeres, que son tambien de Boston, echaron pestes por su boca porque decian que las habian tratado con una actitud racista, pues en una ocasion hubo un altercado en el come-dor porque cuando se quejaron de que ellas no comian car-ne de cerdo y eljefe del salon les dijo que eso era lo Unico que estaba orientado servirles y que o se lo comian o lo dejaban, pero que no habia otra co sa. Aunque Yamila tuvo que interceder entre ambos bandos, el de sus compafieras y con Ia administracion del hotel, el incidente fue otra gotica mas en una cadena de acontecimientos que le ocurrieron a ellas y otras del grupo, cuando una tarde se decidieron a pasear sol as por Ia Habana Viej a y un grupo de muchachos se burlaron de sus ropas afucanas y de la obesidad de una de elias. En otra ocasion la propia Yamila fue testigo de

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como le prohibieron Ia entrada al hotel a uno de los afronorteamericanos del grupo, porque pensaron que era cubano. Independientemente de estos incidentes que no le echaron a perder su ansiada visita, Yamila le comento a Gracielita que todavia quedaba mucho por hacer en Cuba en cuanto a las manifestaciones racistas y que ese es un tema muy importante que nose puede descuidar en lo ab-solute, sobre todo ahora que el odioso sistema del Apartheid en Sudafuca comenzaba a desmantelarse. Sin embargo, se-g(m la misma Gracielita habia mandado a decir, Yarnila ha-bia sacado en conclusiones muchas esperanzas y dudas de su viaje a Cuba, con su lado bueno y su lado malo, todo lo cualla habia motivado a reflexionar y aver las cosas desde otra perspectiva.

En los meses siguientes y cada vez que hablaban porte-lefono, Yarnila le tenia reservada una nueva sorpresa, ya sea acerca de su nuevo enamorado cubano de Cuba, como ella misma decia, o para darle Ia noticia de que habia sido pro-mo vida en su trabajo y que tendria una oficina regional en Washington, D.C., con aumento de salario y fondos priva-dos disponibles para amp liar la capacitacion de personal especializado en Ia iniciativa de empresas cooperativas. Yarnila comenzaria su nuevo puesto a principios de 1991, y le habia pedido a Gracielita que la ayudara a instalarse y asi pasarian las navidades juntas, invitacion que acepto de in-mediato.

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EL MURO DE AGUA

Cuando Gracielita llego alAeropuerto Nacional de Was-hington, Ia ciudad estaba siendo azotada por una tormenta de nieve que le recordo de inrnediato sus afios en la ya desaparecida Republica Democratica Alemana. Lo prime-roque le dijo a Yamila fue que en el futuro las visitas las haria fuera de Ia temporada invemal. Aquel habia sido su primer viaje fuera de Ia Florida desde que desembarco en los Estados Unidos. Se habia aclirnatado tanto, que preferia los huracanes que de vez en cuando azotaban la region ala imperiosa necesidad de protegerse del crudo inviemo. Es asi que el recorrido desde el Aeropuerto Nacional, que esta en plena ciudad, hasta su casa, lo hicieron despacio en el carro nuevo que Yamila habia alquilado por dos semanas. Las condiciones del trafico asi lo requerian.

Yamila tenia un buen apartamento de dos dormitorios, dos bafios, sala-comedor y amplia cocina en Ia calle 16 en el noroeste de Washington, D.C., que por mucho que Yamila le explico nunca llego a comprender del todo por que le llamaban Distrito de Columbia, ni mucho menos como al atravesar una calle ya estaba en otro estado, pero que al mismo tiempo, Washington, D.C. no era un estado sino un distrito, y ese distrito era Ia capital de Ia nacion. Fue en estas deliberaciones que las dos amigas se queda-ron conversando hasta muy tarde, contemplando la ultima

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nevada y tomando buchitos de ron cubano de la reserva que habia salvado de su viaje a Cuba. Los muebles toda-via eran pocos, porque Yamila habia preferido tener los suyos propios, no los que estaban ya en el apartamento que mando a vaciar. Queria amueblar su nueva vivienda para sentirse en casa propia. Por eso lo Unico que habia en t.:ada una de las habitaciones era un buen colchon encirna de una alfombra que habia comprado en un mercado de objetos de segunda, pero sin usar, y que a no ser por algtin defectico de fabricacion que ni se veia, estaba en perfec-tas condiciones. El balcon, que daba ala calle 16, la mis-ma que llegaba casi hasta la famosa CasaBlanca, tenia cristales panonimicos y una vista muy bonita de toda Ia avenida que, segtin Gracielita pudo comprobar mas tarde, tenia cientos de iglesias a ambos lados, de igual numero de nominaciones y cultos extrafios, «sirnbolo de la libertad de cxpresion y credo de este pais», como le habia dicho Yamila, que le sefialo algunas cuando iban a de jar el carro en el parqueo del edificio.

Una de las cosas que le causo mayor irnpresion a Gracielita rue la visible cantidad de afronorteamericanos en buenos puestos de trabajo, cosa que nunca habia visto en la Flori-da. Hombres y mujeres de todas las tonalidades y con.figu-raciones, lindos y feos, muy bien vestidos, ocupados en multiples actividades. Sin embargo, a pesar de que la po-blacion de Washington, D.C., es fundamentalrnente negra, Yarnila le habia advertido que desgraciadamente el dinero de verdad no estaba en manos de ese sector de la pobla-cion y que las relaciones raciales eran igual o peor que en cualquier otra parte del pais, y le dijo de paso que a unas cuantas cuadras de alii rnismo, al otro !ado del puente sobre cl bosque, habia uno de los barrios negros mas notorios de toda la capital, centro del trasiego de drogas fuertes.

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Un mediodia, cuando la tormenta habia pasado, Yamila y Gracielita salieron a explorar las tiendas, que estaban muy llenas por las festividades del Fin de Afio, y pasearon por Ia ciudad sobre la que caia un sol radiante rnitigado por un frio de bajo cero. Poco a poco y segful lo perrnitieran las condi-ciones del clima, las dos amigas recorrerian el circuito turis-tico de la ciudad. Primero los museos y edificios del gobiemo; los monumentos de los que tanto habia oido hablar o lei do sobre ellos, desde la propia CasaBlanca, que se la habia irnaginado como un enorme palacio y que, sin embargo, no es mas que una casita pintada de blanco, segful sus propias observaciones, hasta la con:fluencia de la calle 14 esquina a U donde en el afio de 1968 estallaron los disturbios tras el asesinato del dirigente negro Martin Luther King, hijo. Otra tarde, poco antes del oscurecer, subieron hacia la colina de Anacostia, un barrio negro donde hay un museo sobre Ia historia del pueblo afronorteamericano y desde cuya altura se divisa toda la planicie de la ciudad, platinada por el retlc jo de la luna nueva sobre la nieve que se habia acumulado durante dias. Gracielita estaba fascinada con la ciudad, que era mas atractiva de lo que ella habia pensado, tal vez por ser el centro neuralgico de la burocracia administrativa y politica de la nacion. Como ese anochecer estaba mucho mas agradable que los dos primeros dias despues de su llegada, y como era viemes, Yamila la invito a cenar en un restaurante en la pequefia ciudad de Richmond, en el estadu de Virginia, adonde la habian llevado una vez unos rur.igos que mas tarde se los iba a presentar a Gracielita, y que esta ala salida de la ciudad, al otro lado del aeropuerto, pasan do el famoso edificio de los rnilitares norteamericanos co nocido como el Pentagono.

- jMiralo bien que irnponente es! i Y pensar que ahi esta el cerebro militar mas poderoso del mundo!

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Durante un par de horas las dos mujeres se deleitaron con el ambiente relajado y elegante del restaurante, donde disfrutaron de una comida a base de cames y pastas ala italiana, acompafiada por una exquisita cerveza que sabo-rcaron a sus anchas. Luego volvieron hacia la ciudad y a duras penas encontraron parqueo en una especie de terreno baldio que estaba atendido por dos hombres negros, abri-gados con todo tipo de ropas ajadas, sucias y viejas, y que at parecer apenas los protegian.

- Aunque nos cueste un poco mas, pero estamos cerca y el parqueo es seguro.

Cerro el carro, y cogidas del brazo para equilibrarse so-bre la nieve y el hielo en la acera, volvieron sobre sus pasos en direccion al club del que le habia hablado Yamila, pero sin darle santo ni sefias. La calle estaba muy animada con los restaurantes, cafeterias y hastalas librerias abiertas a esa hora, rnientras que los autos sub ian y bajaban en una infruc-tuosa busqueda de un parqueo gratis. Yamila se detuvo :frente a la entrada del club y apunto hacia arriba con la cabeza. En una de las ventanas del piso superior por encima de la puer-ta de entrada habia una bandera cubana y mas abajo en letras de neon azul cielo el nombre de:

HABANA VILLAGE - GALER1A CAFE

Gracielita miro a Yamila mas sorprendida que otra cosa1 qui en aprovechando el desconcierto la conmin6 a abrir la gruesa puerta de cristal y subir las escaleras por donde des-cendia un vaho hlimedo impregnado de humo y de una mu-sica dulzona que le era muy suya.

Cuando lograron acomodarse en un rincon al principio de la barra, Yamila le sefialo a un hombre de joven apa-riencia y rostro muy guarachero que micr6fono en mano

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coreaba un viejo son montuno de Felix Chapotin y anima• ba Ia fiesta, que tenia un inconfundible sabor cubano, por· que efectivamente, Eduardo, aquel mulato de sonrisa a flor de labios, irradiaba Cuba por todos lados. Con el saludo de la mano le hizo saber a Yamila que la habia vista y que dentro de poco estaria a su lado. Ala entrada del pequefio cubiculo donde Eduardo estaba poniendo la musica ha· bian varias canitulas al parecer vacias. Una de elias tenia el dibujo en colores del famoso cantante puertorriquefio Daniel Santos, conocido como el Inquieto Anacobero, que hizo furor en Cuba durante la decada de 1950; la otra canitula era la de Benny More, donde se le veia en una famosa foto en los Jardines de la Tropical. .. iAy, que tiem pos aquellos!

Yamila y Gracielita, que no pensaban ni nacer cuando aquello, se refugiaron en un rinconcito del club rodeadas de recuerdos de Cuba, con las paredes autografiadas por fu gaces visitantes y amantes improvisados, adomadas con lo iremes del culto abakua, maracas, banderitas y estadandarte de Cuba y Puerto Rico, sombreros de yarey, afiches y car-teles de antes y despues de la Revoluci6n. Detras del bar y encima de la nevera habia un numero indeterminado d botellas de bebidas fuertes, y al fonda, a todo lo largo de Ia pared de ladrillos desnudos, un panel de espejos cubicrto casi por completo de billetes de varias denominacionc!l col ores y nacionalidades, la mayoria cubanos, en un intcntu inutil por cubrir los defectos de la mamposteria. En otra c quina, al lado de un extinguidor de incendio y mas alla del alcance de la mana, colgaba uno de los instrumentos mus1 cales mas sencillos y caracteristicos de la musica cubana, un giiiro. Pero como si todo esto fuera poco estaban los lctrc ros bien grandes escritos a mano y deliberadamente con faltas de ortografia:

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POR FAVOL NO BEVIDAS EN LA PISTA DE BAYLE CADA PUEBLO CON SU MUNDO

ARTE Y FOLKLORE Ml MUNDO ES CADA PUEBLO

y casas por el estilo. -;_,A d6nde me has traido, mujer? La pregunta de Gracielita, que se estaba divirtiendo mu-

t:hisimo, desapareci6 con el repentino anuncio de Eduardo en el micr6fono de que acababan de llegar al club dos de sus nuevas amistades. Seguidamente dej6 encargado del departamento musical a uno de los cantineros que habia esta-do atendiendo ala bulliciosa, exigente y rnixta muchedurnbre, compuesta en su mayoria por hispanos y norteamericanos. ( 'uando Eduardo lleg6 hasta las dos arnigas reparti6 abrazos y besitos a diestra y siniestra, muy campechano, sin esperar a que Yarnila le presentara a Gracielita aunque fuera con el minima de formalidad. Eduardo sudaba copiosamente. Es-taba pelado bien bajito al rape y su cabeza brillaba. Con un ademan rapido llam6 a uno de los cantineros, de abundante pclo lacio color azabache que contrastaba con sus peque-nos ojos oblicuos, los cuales confmnaron Ia sospecha de su procedencia asiatica cuando Eduardo lo present6 como «rni amigo de Vietnam-Cuba» y le dijo que las atendiera en lo que desearan, que todo corria por la casa. Con la misma pidi6 perrniso para volver a su puesto como animador de)a liesta, su fiesta, y que volveria mas tarde.

- Es lo mejor que he conocido en mucho tiempo este I \duardo. Me lo present6la semana pasada Tony, un amigo norteamericano que fue con nosotros en el viaje a Cuba. A I ·:duardo no lo conocia de antes, pero me da mucha con-lianza. Y as6mbrate ahara de verdad, lleg6 a este pais por Ia misma via que ru, por el Marie I.

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De todos los clubes nocturnos de Ia barriada rnedio bo· hernia de Mont Pleasant, el Habana Village era el ultimo en cerrar. Pasadas las tres de la rnadrugada, el volurnen de la mtisica y los bailadores habia disrninuido. Jaraneando con Tony, Richard y Yarnila, Gracielita habia pasado una noche inolvidable bailando como hacia aiios no bailaba. Ahora conversaba con Tony, que se habia quedado fascinado con ella. Nacido y criado en San Francisco, California, Tony trabajaba en un banco financiero para America Latina, pero su mayor interes no eran las fmanzas, sino los libros, aparte del trabajo de solidaridad no solamente con Cuba y otros paises del sur, pero Cuba ocupaba un Iugar rnuy especial en su coraz6n y asi se lo hizo en tender a Gracielita, hablandole todo el tiernpo en espaiiol-cubano con un simpatico acento norteamericano.

-Yo amo mucho a Eduardo, es un hombre que tiene un coraz6n asi mucho grande.

Y diciendo lo anterior abri6los brazos como si fuera un aeroplano.

Sin poder evitar alzar la voz, Tony supo por la propia Gracielita demasiado de su vida, tal vez por culpa de una copa de mas. Eduardo, que habia desaparecido casi por completo luego de que llegaran Tony y Richard, volvia aho-ra ala mesa con una supercafetera italiana y varias tacitas, platicos con pastel de chocolate, varias cucharitas y una azu carera. El grupo lo aplaudi6 y le hicieron Iugar. La convcr saci6n fue a partir de entonces en ingles, para que nadic quedara fuera.

Eduardo habl6 de su filosofia en la vida, y dijo paru qui en no lo supiera ya que su club estaba abierto para Ia personas de buen coraz6n, sin distinci6n, para todos aquc llos que respetaran a los demas, ya sea fisica como intc lectualmente.

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- Yo si creo en Ia dcmocracia. A nuestro club vienen gentes hasta de la ernbajada cubana, celebramos varias fe-e has de la Patria, lecmos poesia de poetas cubanos que siguen en Cuba o vivcn en otros paises; vienen muchos arni-gos de Cuba, y muchos tambien que se fueron de Cuba por veinte mil motivos, y nunca les pregunto nada, solamente quiero que me respcten como yo los respeto a ellos, de lo contrario no tienen cab ida aqui. No guardo ningtin tipo de rcncor por el pasado. Mi lema es «vive y deja vivir a los demas», y me ha ido bien asi. Desde que sali por el Marie! no he vuelto a Cuba, pero mi coraz6n esta alla, siempre cstara alla. i Ya llegani el momenta oportuno para el retor-no, aunque sea porun rato!

Eduardo y Gracie !ita se miraron intensarnente y a los dos se les aguaron los ojos.

- jMi hermana, te quiero mucho y no me alcanza la vida! Eduardo y Gracielita se fundieron en un fratemo abrazo,

muy estrecho y silencioso, momenta que aprovech6 el can-tinero <<Vietnamita-cubano» para hacer su entrada triunfal cnarbolando una botella del famoso ron santiaguero Paticruzado que Yamila habia reservado para una ocasi6n precisa y dias atras se Ia habia dado a Eduardo como regalo de Navidades, pero que solamente Huang-Troi sabia del cscondrijo debajo del fregadero, por eso cuando la descor-ch6 y I a coloc6 ceremoniosamente en lamesa, Eduardo lo insult6 en broma, el grupo aplaudi6 al unisono, y antes de que Yarnila comenzara a servir, el rnismo Troi dej6 caer unas gotas en el piso de aquel glorioso liquido aiiejo y con verda-dero acento cubano apoy6 su acci6n: jPa'que los espiritus se emborrachen tambien, carajo!

El grupo acababa de aumentar con Ia llegada tarde de Sergio, otro cubano, negro, muy simpatico a juzgar por los comentarios de Gracie !ita, del cual supo que habia llegado a

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los Estados Unidos a traves de un largo periplo por varios paises, pues habia sido contramaestre de un buque mercan-te cubano y un buen dia desaparecio en un puerto canadien-se. Ahora se ocupaba de la publicidad y la contaduria de un pequefio negocio de imprenta y su ambicion era, llegado el momento apropiado, poder establecerse en La Habana. Algunos mezclaron el cafe caliente con el ron, otros disfru-taron Ia y el famoso ron santiaguero por separado, pero nad1e deJO de pro bar las dos bebidas con las cuales brindaron mas de una vez.

Gracielita estaba muy contenta. Era otro ambiente total-mente distinto del que habia conocido hasta ahora en Ia Flo-rida y ?-o entendia como se habia mantenido ajena durante tant? tlemp?. Con los prim eros cabeceos de Tony y el ago-tamiento de Ia mayoria del grupo, Yamila fue la prime-ra e_n sugenr que levantara Ia sesion y empezaron los bes1tos de desped1da, no sin antes aceptar una invitacion que TonJ:' lanzado al grupo para el mismo dia por la tarde as1st1r a Ia fiesta de cumpleafios de una amiga cubanoamericana como Yamila.

El timbre del telefono desperto a Gracielita pasadas las dos de la tarde. Habia dormido muy relajada por los efec-tos de la bebida. Cuando Yamila paso por su cuarto le explico que a las cinco Eduardo y Sergio vendrian a en-contrarse con elias, y que Tony y Richard iban por su lado mas tarde.

Mientras se desperezaba en el suave col chon Gracielita tenia Ia agradable sensacion de que por primera en mu-rhos se sentia muy contenta con sus nuevos y verda-' ll·ros am1gos, que aunque eran del otro dia, por decirlo asi ll· porccia como silos conociera de siempre y que de 1111 11 111a nera pertenecian a un pasado en su vida que habia th 'itllldado.

Por fin llegaron Eduardo y Sergio, muy bien vestidos con sweaters de lana tejida y gruesas chaquetas deportivas de piel que fueron celebradas por sus dos anfitrionas. Ninguno de los dos habia tenido oportunidadde visitarel apartamento de Yamila Despues de quitarse los abrigos se acomodaron en un par de gruesos cojines que estaban allado del nuevo sofa de damasco estampado de flores y se sirvieron vino blanco y algunas galleticas con queso y salami que ya estaban preparadas en una bandeja. Los dos amigos se habian conocido porcasualidad en la propia ciudad, y seg(m Eduardo, ambos salieron de Miami por las rnismas razones:

-jMi hermana, aquello no sirve! Miami atrasa. Nosotros la conocimos muy bien. Lo Unico bueno que tiene esa aldea es el clima, y para eso, espera a que llegue la primavera y el verano aD .C. Los mas hermosos cerezos en flor del mundo, despues del Japon, por supuesto, seven aqui. Lastima que no hay mar, pero bueno, con el Potomac nos basta.

Yamila asintio con Ia cabeza y revisola mirada de sus tres amigos. Casi de inmediato se explico un poco mas:

-Para rni, lo peor de Cuba se ha concentrado en Miami. No digo que solamente todo lo malo este alii, porque hay gente muy buena, pero la envidia, el chisme, Ia avaricia, la politiqueria, el racismo, todas esas mierdas que los cubanos conocemos perfectarnente bien, se han reproducido en Miami como Ia mala yerba. Lo jodio es que tienes que tragartelo todos los dias como un purgante, en la radio, en los periodi-cos, en Ia calle, en Ia tienda, por todas partes, y ho puedes protestar, a riesgo de que te crucifiquen en publico o te asal-ten en privado. j Y si eres negro te salaste, mi hermana!, porque esos hijoeputas que quieren que todo el mundo piense igual que ellos son una copia peor de los que deja-mos en Cuba. Esa gente se limpia con Ia democracia norteamericana.

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El mismo Eduardo se ri6 de sus propias ocurrencias y los demas se contagiaron espontaneamente, memento que apro-vech6 Sergio para lucirse tam bien con su granite de arena:

-Aqui en D.C. hay de todo, pero Ia dosis de cubanos noes tanta como por alla abajo. Y por lo menos hay mu-chos negros norteamericanos, no solamente en los ghettos, lo cual es una tremenda ventaja para nosotros. El ambiente no nos resulta tan hostil. Es una ciudad violenta, como casi todas las grandes ciudades norteamericanas, con los mis-mos problemas. Aqui cualquier chamaco se te para delante y te vacia una pistol a automatica que consigui6 facilmente. Tanto es asi, que desde que vine para aca hace mas de cinco afios, y eso lo sabe perfectamente Eduardo que me conoce de antes de esa epoca, he cambiado muchisimo en mi forma de pensar y de ser, a Ia vez que he aprendido cosas que no queria saber antes. Te puedo decir, sin temor a equivocarme, que me he vuelto mas revolucionario de to que era en Cuba, a la vez que me he hecho mas capitalista. con lo cual me estoy preparando para algun dia ayudar a nuestro pais. Estados Unidos ha sido para mi una gran es cuela. He aprendido mucho mas de lo que pensaba, porqut uno cae en este pais por embullo, por lo que te dicen, oyes. y hasta ves en el cine y Ia television. Pero Ia realidad es otra. En dos palabras, pura propaganda. Por eso, Miami te lo regalo completico, con palmeras, cocoteros y todo el resto de la nostalgia.

Con los ultimos comentarios de Sergio, las dos parejaa se dispusieron a salir hacia Ia fiesta de Magdalena, como • llamaba la cumpleafiera. La tarde estaba radiante de sol y II llll. vc en la calle se habia derretido en parte, aunque las ace. 1 as est a ban resbalosas por el hielo y por dondequiera vcinn ,nnontonadas lomas sucias, de diferentes tamafios

f(mnas de lanil'Vl' que habia sido paleada

algunas personas que se ganaban su dinerito por iniciativa propia, o por las maquinas especiales que manejan los em-pleados del servicio publico de la ciudad.

La tal Magdalena tenia su apartamento en un barrio muy bonito y con mucha onda, llamado Georgetown, igual que la universidad donde trabajaba en el departamento de equi-pos audiovisuales.

- Este barrio noes lomas exclusive en D.C., pero aqui no vive todo el mundo, mi hermana, y negros como noso-tros, muy pocos. Esto es como el Vedado en su mcjor epo-ca. Lo que pasa es que con Magdalena no hay qui en pueda. Como buena cubana que es, sc las sahc tndas y conoce muy bien el sistema. Pero ya vcr{ts, cs rnuy buena gente. Nosotros la queremos muchisimo. II a hecho de todo, des-de tenerun marido de origen arabc riquisimo del cual se divorci6 y le dej6 bastante dinero, hasta ayudar a Cuba, donde entra y sale cuando quiere, en todo lo que puede. Ella si que no tiene problemas. Y lo bueno es que nadie se mete con ella, porque nadie Ia quisiera tener por enemiga. jTiene una lengua .. ! Pcro cuanto cubano de otras tierras pasa por Washington tiene que conocer a Magdalena, y si cs de Cuba le da una recepci6n. Asi es de chevere, ya ve-ran. Es toda una instituci6n.

La fiesta era muy linda y elegante, animada con mas cu-banos de lo que Gracielita y Yamila esperaban. Hubo un memento en que Gracielita no se sinti9 c6moda en aquel ambiente extrafio, pero con tan buena suerte que se le pas6 wando Sergio hizo las presentaciones de rigor ala duefia de Ia casa y Magdalena le dio tratamiento individual. Eduar-do y Sergio se quedaron hablando con Yamila basta que llcgaron Tony y Richard, mientras se iniciaba una breve con-vcrsaci6n entre Magdalena y Gracielita que gir6 sobre los rambios en Europa Oriental y especificamente en la RDA,

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una vez que Gracielita le mencion6 que habia estudiado en esa parte de Alemania. «Del otro lado de ese muro que derrumbaron, alli mismo estuve», le dijo a Magdalena, que la habia invitado a seguirla hasta la cocina. Gracielita pens6 en momento en una de las ultimas cartas de Helga, su amtga en Dresden, yen la postal de Navidad que le habia mandado con un Iindo mensaje que decia entre otras cosas:

Te deseo que el Muro de Agua de ustedes se disuelva pronto tambien.

Tony y Richard se habian acercado a las dos mujeres que estaban atareadas en darle los toques finales a una lindisima ensal.ad.a de frutas frescas, y saludaron a Magdalena y a Grac1ehta con mucho carifio. Acto seguido, Tony tom6 del brazo a Gracielita y fue presentandola a las diez o quince personas qu.e estaban hablando y comiendo, comiendo y hablando, m1entras que un bolero cubano muy familiar, pero que no pudo identificar de inmediato, irrumpi6 en el am-biente festivo que la rodeaba a esa hora de un temprano anochecer, visperas de Nochebuena, y se volvia mucho mas nostalgico de lo que Gracielita hubiera deseado, en parte porque habia olvidado lo que eran las blancas Navidades y sobre todo que en algunos lugares las estaciones del afio son eso, estaciones que cambian durante el afio pero tam-bien porque pensaba mucho en su madre y de cosas que

carectendo y de lo que estaria haciendo en esos pre-ctsos momentos. Pero Tony Ia sac6 de su ensimismarniento:

- Perd6name porque anoche no pude atenderte como mcreces, pero luego de una semana agotadora de traba-

JO, estaba muerto. , Tony no tenia que excusarse en realidad,

Gracrdrta lotom6comounactomuycaballerosodesuparte

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y le dijo que no era nada. Luego con. los invitados y hasta se uni6 a un coro espontanco e tmprovtsa-do que empez6 a cantar Contigo en Ia distancia, ese Iindo bolero de Cesar Portillo de Ia Luz que dice:

No existe un momenta del dia en que pueda apartarme de ti, el mundo parece distinto cuando no estas junto a mi.

Mientras tanto dos o tres parejas sucumbieron a Ia tcn-taci6n, incluyendose ella y Sergio, que la con una agradable invitaci6n, pues habia cortado el boton de uno de los ramos de rosas rojas que Magdalena tenia en diferentes bucaros. Los dos siguieron el coro que cada vez se hacia mas grande y empezaron a bailar como de verdad se bailan los boleros:

Mas alia de tus labios, del sol y las estrellas, contigo en la distancia, amada mia, estoy.

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EN CUEROS Y CON LAS MANOS EN LOS BOLSILLOS

Desde que Gracielita se fue para el Norte las cosas habian cambiado mucho en Cuba, sobre todo Ia gente, que sees-taba comportando mas agresiva que de costumbre. Ave-ces el coraz6n me daba un vuelco de imaginarme que los caracoles se reviraran y Ia vida volviera a ser hasta peor que antes. Lo pensaba leyendo las cartas de Gracielita y porque las cosas seguian empeorando sin que Ia luz se vi era al final

tUne I, y como decia Eneida, Ia mujer de Baba, «si laves m te embulles, que es una luz prestada», aludiendo a los

apagones que cada vez se hacian mas seguidos. A Ene1da no se le podia dar el mas minimo chance para hablar, porque cuando Ia buscaban la encontraban:

j Esto esta que no hay ni donde amarrar Ia chiva, cofio! Te lcvantas_y no en la cabrona pila; vas a cocinar y te srn sr consrgues un huevo, no hay aceite para fre1rlo;_s1 encrcndcs el televisor para ver la novela se va la luz, s1 te acuestas no puedes poner el ventilador y pegar los OJOS ... jHasta cuando, Santa Barbara Bendita!

Mi propia vida habia cambiado enormemente, y aunque nolo aparentaba, todos lo sabian.

La cosa habia_comenzado cuando Luisito, uno de los hermanos de Gulllenno, se apareci6 en casa un buen dfa para dmme la noticia de que mi ex marido de afios estaba muy enfermo con cancer pulmonary que los medicos le

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daban solamente seis meses de vida. lloncslamcnte, no s6 que cosa me pas6 por la mente en esc mollll'lllo. Me dieron deseos de halarme los pelos, de salir corrll'ndo, de gritar y llorar, pero no, no hice nada de eso. Muy sl'lt'llllllll' levantc del sill6n y fui para la cocina a preparar cafe y fl11nannc un cigarro con mi cufiado, porque a pesar de todo, I uisito y los demas hermanos y hermanas me querian murho y lodos me seguian diciendo carifiosamente <<mi cufia». No Sl' ... , h rl· ron precisamente los tragos, la mala vida o la ii.mwdl'l" ''' que acab6 fulminandolo. Con el cancernuncase sabc. Jwn poco me acordaba cuando fue la ultima vez que lo vi. I ks pues que se fue de casa se apareci6 como a los cinco o scrs meses y hablamos muy poco, porque nose atrevi6 a darme la cara y ni el mismo se decidi6 a recoger su ropa y sus cosas, sino que mand6 a que Luisi to lo hiciera. Los amigos que se encontraban con el por el trabajo, por la calle y pos-teriormente en el hospital cuando estaba con tratamiento, dicen que si yo lo hubiera visto no lo hubiera reconocido de lo seco que estaba y que le daba mucha pena darme el fren-te, de lo cual no me quedaban dudas.

El dia en que fmalmente muri6, no puedo negar que me doli6 hasta el alma, pero no llore. Esa noche, Luisito vi no a buscarme y fuimos juntos para la funeraria don de pas6 va · rias horas, no allado de la caja donde estaba tendido, sino en otro de los salones de la funeraria, con las hermanas y Ia !-. esposas de los hermanos. La mujer que fue su amanll' 111 Sl'

apareci6 por todo aquello, aparte de: que at l'lla lo habia dejado despues que se supo que el cancer hahia avan-zado muy nipido y la relaci6n entra en dcsgracia. /\I de jar de trabajar, de buenas a primeras seve solo, abandonado y con unos cuantos meses de vida por delantc. I fue lo que tenia en la mente cuando permanecf por u n ra to mirando su cara consumida, tranquila, a traves del crista! del ataud.

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Martinez
Highlight
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Hubiera querido poder haberlo atendido en sus ultimos dias. Solamente me acerque al crista! que cub ria la parte superior del feretro y le deje un beso de despedida a traves del insal-vable abismo que nos separaba en ese momento. Tampoco deje salir ni una lagrima.

Nunca mas volvi a ser la misma. Tal parece que todo me vino de golpe. Por un lado mi hija se habia separado final-mente del marido, pues estaban peleando mucho y afectan-do a los muchachos, y mi hijo, el periodista, habia pedido un permiso en su trabajo del ICRT y se habia ido a Europa con Ia esposa y los hijos. Lo que quedaba demise consu-mia a cuentagotas y solamente yo lo sabia. Aunque mis dos hijos me mantenian al tanto de lo que estaban haciendo no era lo mismo. Con el tiempo habia desatendido a mis clientas y el peinado. Mi desgano era casi completo, y para colmo no encontraba consuelo en nadie y yo lo sabia, porque los santos me lo habian dicho, que nosotras, las hijas legitirnas de Yemaya 016kun tenemos este destino. Fue entonces que encontre cierto sosiego en mis memorias y volvi a escribir un poco sobre las cosas que me habian pasado a Io largo de los afios, quizas debido en parte a Ia influencia de mi hijo y las cartas larguisirnas que nos escribiamos.

Entretanto el solar seguia mas o menos sin novedad, a no ser por un escandalo que ya se venia venir. Katiushka, la hija mayor de Baba y Eneida, habia caido presa por jinetera profesional y an dar con dinero extranjero. Desde mucho antes de cumplir los quince Ia muchacha ya habia desarro-llado tremendo cuerpo de mujer. Recuerdo que cuando es-taba en Ia primaria, Eneida habia tenido discusiones serias, de griteria y todo, con Ia directora de la escuela, porque era di ficil convencer a nadie de que todavia era una muchachita me nor de edad. Con esto quiero decir que Katia, como le diccn, tenia mas cuerpo de mujer de lo que sus diecisiete o

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dieciciocho aiios pudieran indicar. AI contra rio de todos sus hermanos varones y hasta de la otra he111hrita, a Katia no lc interesaban los estudios para nada por<.JllL' sus aspiracioncs eran ser modelo, pero Eneida, con su lcngua l;u Ia criti-caba mucho siempre, y le decia a Ia muchacha, a .,II propia hijaque sin equivocos adora con el alma: «j'l'ittH> \l'" que tienes mucho culo y eres demasiado puta para scr mmk·lo' >> jEfectivamente, vocaci6n y cuerpo tenia de sobra!. Dl· str.lll pre ala muchacha le habia gustado el buen vest1r, Ia \ tda suave y sin sacrificios. Presumida en el vestir y tiposa COt Jill

es Katia atrae a los hombres como el azucar a las moscas, ' y como siempre lo supo se aprovechaba ello. A_lta como es y con su cuello espigado, el pelado baJito al estilo de .los afios cincuenta que se habia hecho le quedaba de lo meJor. Aquella moda de mujeres j6venes peladas casi al rape no era muy com lin en La Habana, y por supuesto, todo lo ex-traiio llama mucho la atenci6n. Otra cosa era su forma de caminar, suave, con pasos largos y siempre erguida, mos-trando con mucho porte Ia configuraci6n casi perfecta de sus hombros. Tal parece que siempre tiene tiempo de so bra para todo. Cuando estaba en casa no hacia nada mas que arreglarse las uiias de las manos y de los pies, pues le gusta mucho andar en sandalias, bermudas o pitusas. Como por lo general se levantaba tarde, despues que Ia gente hab!a salido para el colegio y el trabajo, pues era dueiia del patio para todos sus menesteres, los cuentos de sus travesuras con los extranjeros. Hasta ella misma pared a una extranjera y explotaba esa creencia, porque cualquier trap? que se echara encima la favorecia enormemente, por llo o extravagante que fuera. jNada, que hay gente as1 que los Santos favorecen! Pero lomas curioso es su despreocu-pado caracter en Ia vida, sobre todo si se trata de una acti-vidad fisica. Su propia existencia es asi.

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AI principia, cuando Katia empezo a salir por las noche-citas y volver tarde de madrugada, Eneida fue la menos que le pidi6 cuentas, pues decia que eran cosas de los jovenes. Y hasta cierto punta era verdad, porque ella tenia sus ami-guitos cubanos, aunque no eran cubanos cualquiera, sino los pepillos de la nueva ola de Miramar que se reunian en una de las discotecas mas famosas que habia en toda La Habana en esos tiempos.

Una vez me dice Katia que tenia un enamoradito que mane-jaba el Lada de su padre y que iban a bailar a El Johnny, un club que estaba en la calle Cero, cerca del runel de Miramar. Pero lo dej6 porque era muy engreido. Yo le dije que no cono-cia ese club, que debia de ser nuevo. Pero no, porque resulta ser que yo estuve colocada cerca de alli, yen sus buenos tiem-pos aquel club se llamo La Red. El caso es que alii se juntaban esos pepillones a bailar como si estuvieran en otro pais. Los negritos eran contados, para no decir inexistentes. Y eso no lo decia yo, porque yo no iba a ese tipo de club, ni Katia podia inventarlo, sino que era su propia experiencia y lo soltaba con esa forma de hablar igualita a su madre:

i Ay, no, hija, que va! Los prietos no tienen cab ida alii. La musica que se toea en El Johnny es disco-music, que es musica extranjera, de brinquitos, meneitos y esas boberias. Alii no hay nada de salsa o musica cubana de los Van Van o esas orquestas de musica chea que bail an los aseres. Allies como si estuvieras en Miami sin salir de Cuba. Todos son pepillos, y que yo sepa, los negros no son pepillos, sino guaposos.

Katia, que siempre ha sido muy expresiva y sin pelos en I a lengua, me decia que nadie sabia que ella vivia en un solar, a I menos la pepillada esa que se reunia en el club, y que aunque de vez en cuando Ia invitaban a alguna fiestecita en casa de uno de esos jovencitos, siempre se habia negado:

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-Yo soy independiente, Marta. Yo no quiero guara con los cubanos, y menos ellos. Son muy machistas, enseguida te quieren controlar Ia vida; demasiado pretensiosos, siem-pre exhibiendo sus relojes suizos y japoneses, 0 el ultimo pulovito que le trajo del extranjero el papa 0 la mama; y muy racistas, porque tu nunca los ves ni siquiera con una mulata como yo, sino con rubiecitas, aunque sean tefiidas. Con todo y eso que son hijos de dirigentes, ode intelectua-les, ellos se las arreglan para comprar en las tiendas para extranjeros. Siempre te lo estan restregando en la cara, y yo no estoy para eso. jAy, mi vida, ese es otro mundo! Por eso yo prefiero a los extranjeros, que saben apreciar lo que es buena.

A veces, casi al amanecer y cuando cualquiera de noso-tras estaba terminando la guardia del CDR, cuidando la cuadra, alli llegaba ella, en un carro con chapa extranjera, ya sea de los tecnicos, de los diplomaticos o los de turismo. Cuando el padre se enterolo linico que le dijo era que nolo envolviera con problemas de extranjeros ni nada de eso, que ella y su madre sabian su posicion como militante del Partido y miembro de las Fuerzas Armadas. Aunque sus «arnistades», como dice Katia, son personas decentes, todo el mundo sabia que nadie llega a su casa a esa bora de Ia madrugada de una iglesia, sobre todo con olor a bebida, a cigarro americana, en carro bueno, con un hombre al timon, no importa de que edad, tostadito pqr el sol de la playa, y lo peor de todo, extranjero, de qui en se despedia con muchos besos y apretujones. Y era uno detras de otro, siempre di-ferente. La gente sabia que Katia tambien andaba en ese bisneo que se habia puesto de moda de andar romanceando por ahi con los extranjeros que podian comprar en las tien-das de divisas y que en definitiva le resolvia muchisimo ala madre en la cocina y a los demas hermanos y hermanas con

Hll

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pulovitos y chucherias. Y nadie se metia en nada. No sola-mente que nadie se metia, sino que nadie podia interferir en la vida de nadie, tal y como estaban las cosas. Y menos con Katia, que.con su.forma de hablar suave y bajito nadie cal-cula el geruo que hene. Con ella ning(m hombre puede andar con manoseos gratis ni mangoneandola, y mucho menos echarle mal as palabras. Por eso la madre, en el fondo, decia que ella, Katia, se sabia defender muy bien y que estaba segura dondequiera que estuviera, «lo malo es que es muy puta, Marta, y no.se puede tan puta en estos tiempos», eran los comentanos de Ene1da, y I a misma Katia lo ratifica-ba cuando hacia los cuentos en el pasillo de como hacian los hombres de diferentes paises, los europeos, los suramericanos Y los entre otros, cuando se les trepaba encima, como SI .montando a caballo, y les decia que se quedaran tranqmhtos, que ella era la que iba a empezar a Jmetear.

- Para evitarme salaci6n yo no ando con cubanos por-que si un cabr6n de esos me levanta la mano se Ia

si, y entonces me voy a embarcar. Nose qu6 tanto mtsteno con una, si a nosotras lo que hayes que dar-nos una medalla porque con nuestro aporte ala economia

poniendo el nombre de Cuba bien alto y ayudando alpa1s.

muchacha esa, hay que oirla para aquilatar bien qruen es esta Katia! Pues bien, la cosa fue que Katiushka se hace pasar por extranjera y se aloja durante seis semanas en el Hotel Riviera. jNada menos que en el Hotel Riviera!

al malec6n. Alii estuvo, disfrutando de todos los en la piscina, en el bar, en el restaurante, dandose

masaJes, en los banos de vapor, en la manicure yen la pel en_ fin, como una millonaria nose de que pufiete-ro pa1s canbeno, creo que de laMartinica, o martiniquefia

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de Francia, en fin. La cosa es que hasta se cambi6 el no Ill bre, y como ella estudi6 frances en la escuela de idiomas, Ia gente que sabe dice que ella lo habla bien yes asi que enga-fia al personal del hotel, pues hasta un dia en el restaurante le trajeron ensalada mixta y fingi6 que nunca habia visto un aguacate en su vida. A todas estas, lo Unico que hacia era firmar a credito y se habia vuelto muy popular porque le hacia regalitos a los empleados. Les resolvia mediecitas y ropita interior a los hijos de las ascensoristas para que se hicieran de lavista gorda con sus arnistades; al de la carpeta y las telefonistas les regalaba boligrafos y jaboncitos para que les atendieran bien los mensajes; a los taxistas, botelli-tas de ron y pi las para radiotransistores para que la llevaran y la trajeran de cualquier Iugar y a cualquier hora. Lleg6 a convertirse en una jefa de relaciones publicas que organiza-ba encuentros informales entre los extranjeros que venian de turistas o a entablar negocios en el pais y con sus arnista-des cubanas, hombres y mujeres, todos muy bonitos, que tambien andan en el jineterio. Katia tiene un amigo que casi siempre andaba con ella, es como su escolta, un negro muy bonito que le dicen Chocolatico, de lo mas misterioso por-que no se deja ver mucho, y que seglin los cuentos, al mu-chacho hasta lo recorniendan desde el extranjero yes muy solicitado porque se esmera en dar atenciones muy perso-nates a las europeas. Porque eso si, hay algunos que sees-pecializan por regiones. Por ejemplo, estan los y las que se encargan de Mexico, Chile, Argentina y Brasil; otros de los espafioles, alemanes, los suecos y asi sucesivamente. Seg(m los cuentos de Katia, cuando se empataba con un frances se regalaba toda:

- jSon los mejores, Marta, te lo juro, los mejores! Todo esto segun sus cuentos, que eran para consumo

popular, a toda voz yen pleno patiecito del solar.

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Pero, bueno, cuando pasa el mes en que debia liquidar su cuenta, el jefe comercial del hotelle empieza a de jar noticas en su casillero de Haves para que atendiera sus gastos, pues et credito habia sobrepasado el limite de los dos mit pesos. Se hace Ia ignorante y se pone a inventar cuentos, uno de-tras de otro, basta que le suspenden el credito. Es entonces que ese mismo dia Ia muy torpe, porque ahi si que meti6la pata, se pone a protestar ante el administrador y en vez de esfumarse si sabia que ya estaba metida en candela, Ia mu-chacha se pone a reclamar y a insultar a Ia j efa de carpeta que habia reportado a la supervisora del hotel para que los guardias de seguridad investigaran et caso, que a su vez ele-varon a Ia policia econ6mica y ahi se descubre todo el caso, porque le habian registrado Ia habitaci6n y le encontraron billetes y monedas de muchisimos paises y era al parecer bastante dinero. Menos mal que no estaba metida en ningu-na cuesti6n politica. Cuando por fin Ia detienen esa manana en Ia piscina, lo primcro que hace es justificarse diciendo que su marido es el cxtranjcro y no ella, y que en su pais Ia mujer obtienc cl apcllido del marido y que por eso ella fir-maba en su nomhrc, pcro que su hombre no estaba en Cuba en esc momcnto; dcspucs viene con el cuento de que su novio lc promclt6 que se iban a casar cuando regresara de un viaje de ncgocios a otro pais y que no habia vuelto toda-via. Nose cuantas historias invent6, porque ella insistia en que era «martiniqucna de pura cepa». Pero las mentiras mentiras sony tarde o temprano comienzan a desbordarse como un mar sin orillas. Por lo menos esto ocurre durante el tiempo en que su padre estaba por tres meses en su trabajo como instructor en una academia militar, fuera de la capital, porque si no, y aunque elles tolera muchas irregularidades a sus hijos, estoy segura que no la hubiera pasado muy bien, porque el mismo le habia advertido que no le complicara su

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vida, que no tenia tiempo para sus sandeces. eso Encida no se sorprendi6 cuando lleg6 una patrulla de poll cia pregun-tando por los padres de Katiushka y luego supimos en detalle lo ocurrido, porque para el chisme no hay como el cubano. Ese dia Eneida se hizo Ia que no sabia nada, se volvi6 como loca, bubo que darle agua porque estaba atacada de los ner-vios y Ia policia lo Unico que hizo fue dejarle una citaci6n para que fuera a Ia estaci6n aver a Ia hija. Pero ella misma, Eneida, tenia Ia culpa al fin y al cabo, por embullar a Ia muchacha para que se buscara un «macho con dinero y si es blanco mejor, porque los negros no sirven para nada mas que para golpes y hacerte barrigas». 0 si no, le decia que buscara stem-pre un hombre de pie! mas clara que ella para adelantar Ia raza; o que le iba a recomendar a Fidel que si queria resolver los problemas del pais, que industrializara Ia mulatada y las incluyera en los planes de exportaci6n.

- iAzucar y mulatas, muchas mulatas, que las mulatas son el futuro de Ia humanidad, coiio!

Por supuesto, todas estas barbaridades las gritaba en el patio cuando su marido no estaba en casa, y como todo el mundo hace lo que le da Ia real ganas en este salao solar, nosotros no le haciamos caso, pero su hija mayor si, y Ia que venia detras iba por el mismo camino. Los hijos nes de Eneida concordaban en que su madre no estaba bten de Ia cabeza. Aunque sin l ugar a dudas Katiushka tenia tre-menda capacidad para consumir hombrrs,_creo que por mismo motivo los trataba tan mal y nose mteresaba sena-mente por ninguno, es decir, en los que !a c?-nozco ha demostrado enamoram1ento seno por nmgun hombre. Pero los hace gozar a todos y seglin ella, cada uno es una cajita de sorpresas.

-Es que yo soy muy caliente de naturaleza, Marta, y me arrebato de verdad, y ellos no saben de eso.

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Asi eran sus comentarios cuando estaba como para con-fesarse. La cosa fue que le echaron dos afios en el campa-mento de rehabilitacion de mujeres Bello Amanecer, que esta por la Autopista de la Monumental. No cogio mas afios porque Eneida empujo aBaba para que interviniera, por-que el estaba renuente. El padre lo que hubiera querido en realidad era que le hubieran echado cinco afios de prision a su hija para que se reformara, como el mismo dijo despues que se sentencia en el tribunal de la Habana Vieja, «porque s1 no Ia muy cabrona va a terminar en el cementerio por lo cabeza loca que es». En defmitiva lo que cumplio de condena fueron dieciocho meses, porque el plan de rehabi-litacion consistia en trabajar en una granja avicola de cinco de la manana a doce del dia y por la tarde, de dos a cinco, a estudiar. Y hasta se las diode maestra ensefiandole fran-ces a las reclusas en el plan de rehabilitacion.

Cuando por fin Katia salio de la prision de mujeres con muy buen expediente por su conducta, el recibimiento que le hicimos ese dia en el solar y hasta en Ia cuadra fue como una fiesta de cwnpleafios.

jTanta cosa yen un final nosotras si que somos guerri-lleras de vcrdad, jineteras mambisas, y a mucha honra!

Fuc lo primcrito que me sol to cuando vino a saludarme, a dar,me un beso y a preguntarme si la queria pelar, porque terua mucho pelo.

- jClaro que si , m ' hijita, pero mira aver site cuidas mas para Ia proxima!

Le respondi y siguio de largo para su casa, si se le puede llamar asi al cuartucho donde no se de que forma cab ian siete personas adultas, porque Ia vivienda se compone de una por la noche se convierte en comedor y Iuego en dorrn1tono porque lo demas es un bafiito con su ducha y su taza en el rnisrnito Iugar, justo allado de Ia cocinita.

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Ese fue el mayor incidente durante esos aiios en cl sol;u Por lo demas, la vida para nosotros se habia vuelto m{ts dificil que nunca, ahora que Ia Union Sovietica era un cad{t-ver inesperado y uno estaba poco menos que «en cueros Y con las manos en los bolsillos», como le gustaba voccar constantemente a Eneida. Yo le decia a Inesita qul' Sl' alc-grara de que su hija lkl'll k L''iO no era ningful consuelo y lo atest1gua 1111 prop1a L' !WI I 'IH 1.1 porque aunque sabia que mi hijo y .su ranllllat",t.lh.ullll t 11 pordondeandabanenEuropa, 11 .111.1 ba muchisimo. Aunque su situnci6nt•r il ddl'll 'llli ·' l.1 dt· Gracielita, pues el no era de esos qul' ""h-11 th•l P·"" t 1111 permiso de Inmigracion y cuando andillll'"' ttll (t .tl.ll l' l:l se quedan en cualquier Iugar a niL'S qiH' llT il 111 rt < 11ha Pero todono puede serpara uno. I os 11'1"'• ' 11 11 • 11 td t'tll'll dizanyunonopuede seguir enlanll ..,lll.lll t. lll tqllllll t lllllll cuando les estaba dando de 1ll:llll:u. 1 11 qu • p,l,flt '1111'

para una madre los hijos num·a u n !t'll, Fue precisamente hablando dl' lm. hq11·.t 1111 l11• 1111 lt.1·

liaundomingoporlatarde,comcnt.uulo l. l ' " • d1 ''"t1a y lo bien queestaba ahora , que s:d11'> ill l' ltll 11 lt 111111p.11a cion entre su estado animico y eln11o y h.thl. utl ll'• Ill IlL ho sobre aquello de que el amor de mad1 1' '> II 111111 1 •' 1.1 q•oi., ta. Inesita estaba mucho m{ts rcpul'st.l , .11111'1111 p.11 .1 111111 persona sola vi vir de Ia librcta era un111:11 t 1111 1 y tndol' 11111111 do o casi todo el mundo, cstaba hill'll'IHlo t .. ll 1 tltl 111., pam

los cinturones con cl <H1uncio dt· qiiL ..,l .IVl'l' lllnba un Periodo Especial de austcridad ecmu'lllllt ll t' tl l'l pals. que se sabriacuando empezaria, pcro no l'lliiiHlo th:t a Entre laeliminacion del mercado l :uupcs1110 pnmeroy luego con ese nuevo trasplantc q ue llamaron pereztr6pika, que menos mal que no d1o rcsultado porque sino lo hubieramos copiado tam bien; pues con todo eso ya

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a nosotras en ultima instancia nos daba igual, porque des-de que hemos tenido uso de razon no salimos de un Perio-do Especial, para entrar en otro, forrajeando todo el tiempo. Pero, como dicen los viejos, «siempre que llueve escampa».

Casi al oscurecer y cuando Inesita se estaba preparan-do para regresar a Marianao, una de mis clientas, Olguita, que bacia tiempo no vefa, paso por casa pues querfa que Ia peinara el martes por el dia, porque esa misma noche iba a un concierto en el teatro Carlos Marx, del conocido cantante y compositor de la Nueva Cancion, Omar, que tenia una residencia en el reparto Siboney y ella se la aten-dfa todo el tiempo, porque el viajaba mucho por America Latina y Espana.

- j Pues ya me ves, pasando por blanca basta que se me descubra! Con Omar me va mejor que nun ca. Como uste-des sa ben, el es toda una figura, y no esta en nada, porque no tiene necesidad. Gana muchisimo dinero del bueno y tie-ne lo que quiere. Hasta un estudio de grabaciones se ha construido en lo que era la biblioteca, porque eso si que es una verdadera mansion con pisos y escaleras de marmol. Cuando esta en cl pais se Ia pasa todo el tiempo en su estu-dio componiendo sus canciones y nadie lo molesta. Yo le atiendo su telcfono, le tomo los recados de sus amigos y de la gente de Ia empresa musical, y basta el me deja mensajes que debo transmitir en la maquina del FAX, que es el mejor juguetico que he visto en toda mi vida. j Se imaginan ustedes man dar carticas escritas por telefono! Despues que Ia mujer lo dejo y el se alejo del puterio ese que tenia cuando era mas joven, la gente que viene a su casa es gente seria - bueno, seria dentro de lo que cabe, porque los artistas son todos unos cabrones. Yo le atiendo sus visitas que vienen de todas partes del mundo y toda la noche es como

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de fiesta, pero una fiesta ordenada, como si fuera una vcla-da, cantando sus piezas con Ia guitarra, o a veces viene bas-ta el grupo que lo acompaii.a en sus giras por el extranjero, y todo esto dura basta porIa manana en que preparo un buen desayuno y algunos sc quedan a dormir, sobre todo los ex-tranjeros, que la mayor parte son brasilefios, mexicanos, argentinos y espaii.oles, porque la casa es enorme y precio-sa, basta con piscina y todo. Omar es muy bueno, el me tiene mucha confianza y me respeta. Por eso le prometi que iria al concierto y quiero ponerme bien elegante porque ten-go un par de buenos asientos para mi y mi amigo.

Cuando le pregunte a Olguita que como habia consegui-do ese trabajo tan bueno, lo unico que me respondio fue que como el era un gran artista muy querido por casi todo el mundo, ella se sentia en la revolucionaria obi igacion de ayu-darlo en su carrera. jPero todo eso era un cucnto de ella que no queria entrar en detalles! No tanto por ella, porquc si uno la aprieta un poquito habla como un cao, sino mas bien para proteger a Omar, porque todo el mundo Io cono-ce y lo aprecia mucho. A decir verdad, pocas personas sa-bian que el tenia sirvienta, por eso Olguita se las daba de secretaria, y aunque ella es muy graciosa, no tiene tipo de ser secretaria de nadie. Despues que decidio dejar sus cla-ses como profesora de ruso, Olguita le cogio tanto gusto al trabajo domestico que no tenia intenciones de salir de ese circuito. Con su forma tanjocosa de tomar las cosas de la vida, se las inventaba para siempre estar bien. Y ademas, cada vez mas, muchas mujeres de mediana edad como ella estaban en lo mismo.

-Hay que cogerle el turnbao ala vida, mi cielo y siem-pre estar por arriba de Ia bola. Nunca por debajo. Yo sin ser culturosa me he convertido basta en su secretaria priva-da. Y todo muy serio, tan serio que ni a rni familia Je doy el

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numero de telefono y eso ello aprecia mucho. Qui en me quiera ver tiene que mandarme un recado por FAX, pero como casi nadie tiene FAX, iYa ru sabes! Y todo esto tiene su recompensa, por supuesto. Cada cual con su cosa. Bue-no, mi gente, nos vemos el martes.

Olguita no cambiaba su modo de ser. Era la mujer mas feliciana que yo habia conocido en mi vida. Siempre con la misma ironia para enfrentar el mundo y con una historia dis-tinta y diferente cada vez que se aparecia por casa. La ulti-ma visita que me hizo no fue para peinarse, sino para traerme un regalito por el Dia de las Madres. Una insignificancia, pero mas se agradece el gesto que el obsequio, sobre todo viniendo de alguien que noes ni pariente tuyo. Yaqui estaba Olguita con sus cuentos otra vez. Aunque ella ya no estaba metida en la Juventud, se las arreglaba de todas maneras para enterarse de chismes que no salian ala calle, al menos con lujo de detalles.

- iAy, m'hijita! Note digo a ti que estos blancos son igualitos para todo; aunque le cambies el manual de marxis-mo por la Biblia, todos reaccionan igualito cuando los pin-chas donde mas les duele. Como todo el mundo. Resulta que en el nucleo del Partido de mi medio hermano se arm6 lade San Quintin porque uno de los militantes -prim era vez que esto pasa- devolvi6 su came en una reunion de militantes, porque se oponia absolutamente a que su hija se casara. Pero la cosa no es tan simple como aparenta. Re-sulta ser que la hij a de este hombre estudiaba en una Es-cuela en el Campo y se enamora de un compafierito de estudios, cuyo padre pertenece tambien al mismo nucleo. Cuando el padre de la muchacha se entera de que su noviecito es negro pega el grito en el cielo, y Ia cosa se pone que arde cuando los j6venes deciden casarse y el padre de ella va a pedirle cuentas a su compafiero del Partido. El padre del

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muchacho le dice que por que tanta preocupaci6n, que ellos se conocen desde hace mucho tiempo, que son muy buenos muchachos, estudiosos, hasta militantes de la Juventud; que no tendran problemas de vivienda, pues hay espacio tanto en la casa de uno como en la del otro, que en definitiva cual es el problema. Pero el padre de la muchacha dice que no y que no, que cada cual con lo suyo, y hay un altercado, con insultos y todo. La discusi6n trasciende y llega hasta el se-cretario del nucleo del Partido que convoca una reunion para discutir el asunto. Alli el padre de la muchacha dice que la Revoluci6n le ha pedido todo tipo de sacrificio y que el nun-case ha negado, pero que no esta dispuesto a permitir que su hija mantenga relaciones amorosas y que se case con ... , no le salia la palabra, porque no iba a decir «con un negro», o «con un compafiero negro», o «con el hijo de un camara-da negro», en fin, y sefial6 para donde estaba sentado su compafiero del nucleo y solt6 de mala gana un «con su hijo», y con la misma sac6 su carne del bolsillo y se lo entreg6, con lagrimas en los ojos, al secretario del nucleo, lo que de he-cho significaba su renuncia. Por supuesto que se la acepta-ron, aunque no sin antes tratar de convencerlo de que era un error politico lo que estaba cometiendo y que se iba a arre-pentir. El pobre hombre, digo pobre porque no puede ser otra cosa cargando con tantos prejuicios, pues el pobre hombre hasta castig6 a su hija para que no vi era a su no-vio, pero ellos se las arreglaron para verse a escondidas, porque a todas estas, sus compafieros en la escuela se ente-raron y la Juventud los apoy6 en su causa, porque son muy buenos estudiantes, como te dije. Por fin se casaron, por-que son may ores de edad, sin el consentimiento de los pa-dres de la rnuchacha. En la propia escuela fue la boda, con fiesta y todo. Ahora viven con los padres del muchacho. (,Que te parece?

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Ese fue el ultimo cuento que me trajo Olguita junto con aquel regal ito por el Dia de las Madres que consistio en un par de jabones Mirurgia, de Espana, que hacia tiempo no veia.

Despues de aquel domingo en que la pasamos muy rico chismeando y conversando de cosas de cuando eramos jo-venes y de la lucha cotidiana, Inesita se dio tremenda perdi-da, pues no solo dejo de asistir a sus sesiones espiritistas en casa de Clarita, sino que tambien nos dejo de hacer sus visitas ocasionales. Nadie sabia en que andaba y, honesta-mente, yo no hice mucho por averiguar porque con tantos dolores de cabeza, no necesitaba uno mas. Pero un buen dia, no recuerdo exactamente si fue unjueves o viemes por la manana, se aparece Inesita muy alborotada con un par de sob res condos cartas de Gracielita que habian llegado por mediacion de un amigo de Yamila que estaba en La Habana con un grupo de periodistas norteamericanos. En la primera carta, un poco apurada y mucho mas breve que Ia segunda, le decia a Ia madre que estaba al punto de mudarse para Washington, donde habia conseguido un trabajo con la ayu-da de Yamila. En Ia otra, con muchos mas detalles y ya asentada en Washington, le decia que estaba muy cerca del apartamento de Yamila y casi al doblar de la Oficina de Intereses de Cuba, y que todos los dias cuando iba para el trabaj o pasaba por all i. U n buen dia se decidio a averiguar cuales eran los tramites para viajar a Cuba y comenzo con las gestiones para venir en un futuro que pronto le contaria cwindo iba a ser.

Inesita estaba sofocada de la emocion. Queria ese mis-mo dia hacer Ia carta de invitacion que Gracielita necesitaba para entregarla ala oficina de Inmigracion en La Habana. Y yo Ia ayude, por supuesto. A partir de entonces las visitas de Inesita volvieron casi a su frecuencia anterior, incluyendo

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las sesiones espiritistas, y las comunicaciones entre las dos se hicieron tam bien mas a menudo. Entre una cosa y otra, el carteo y las gestiones duraron como un at1o y medio. En todo este tiempo, segl!n Ia correspondencia que Incsita me dejaba para que yo la estudiara, la muchacha se habia en-derezado un poco.

Su visita de un afio atras a Washington fue el pun to de viraje. Antes de despedirse de Yamila, ella misma dtJO que estaba dispuesta a vivir en Washington. Yamila la ayudo en todo lo que pudo. Primero viajo a Miami a finales del vera-no y resolvio alquilar su casita a traves de una agencia de bienes inmuebles. Vendio algunas pertenencias que none-cesitaba, y conservolos equipos electricos que eran de buena calidad. Hasta le organizo Ia mudada a Gracie! ita, que por primera vez viajo por tren, pues llevaba muchas cosas, pero quedo puesta y convidada porque dice que los Estados Unidos se demo ran mas que los de Cuba. «N I mire para atras», le dijo ala madre en una de sus cartas. Segl!n sus propias palabras, no fue una sola motivacion Ia que l.a impulso a to mar tal decision, sino un cfunulo de aconteci-rnientos:

Mirna, Miami se me ha vuelto completamente intolerable. Los efectos de la propaganda aqui es demasiado contagiosa y me estaba contaminando sin darme por enter ada. Mien-tras que en Washingtonlla gente piensa por si misma, decide lo que quiere y con quiem quiere asociarse, en Miami llegue a vivir con temores y presentimientos raros, con miedo, y no me daba cuenta hasta que mis verdaderos amigos en Washington me abrieron los ojos. Me sentia acosada. Como te dije en una ocasi6n, no es que vaya a meterme en

JIJ

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politica, porque hasta mi relaci6n con al-guna gente buena en Miami se echo a perder porque alli todo el mundo quiere que tu pienses como ellos. Y tu sabes que con no-sotros los cubanos, no hay arreglo, porque cada cual es un mundo aparte. Yo se que las cosas no estan ciento por ciento buenas en Cuba, pero cada vez que llega un balsero, un escritor o un artista, un secuestrador de aviones, un militar o hasta algunos an-tiguos funcionarios del gobierno, dicen horrores de lo que esta pasando en Cuba. Yo tengo mi conciencia tranquila que nunca me preste para esos juegos. Ni antes ni des-pues. Yo me fui de Cuba precisamente por ese mismo tipo de gente oportunista que ha heche mas dano al pais que el mismo blo-queo. La cosa se ha puesto feisima despues de la promulgaci6n de la Ley de Democracia Cubana, la Hamada Ley Torricelli. Hay gen-tes que la apoyan y otras que estan en contra, pero no se atreven a decirlo publi-camente. Hace poco se form6 tremendo debate en la prensa de Miami entre un historiador negro de origen cubano llamado Carlos Moore, que vive desde hace muchos ailos en una de las islas francesas del Caribe, y los exiliados cubanos mas derechistas. Lo unico que dijo este senor Moore fue que es contra-producente para los cubanos que viven en Cuba apoyar el reforzamiento del bloqueo econ6mico contra Cuba y que hay que dejar al pueblo para que resuelva su propio proble-ma. Pero yo creo que lo que el espera tam-bien es que en Cuba ocurra lo mismo que en los antiguos paises socialistas. Sin embar-

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go, segUn dijo en esa entrevista en El Nuevo Herald, estes grupos componen «una especie de republica semiaut6noma de cubanoamericanos blancos de habla h ispana» que buscan res-tablecer en la Cuba poscastrista milicias persona-lea, organizaciones politicas paramilitares, emisoras de radio desinformativas, tabloides amarillos, politicos demagogos y en general, un clima de int imidaci6n y terror contra artistas, personas de pensamiento libre y disidentes liberales. «De materializarse todo esto», dijo Moore, «lanzaria a Cuba a deca-das de tormenta politica, guerra civil y carencia social que inevitablemente afecta-ria al resto de America Latina y el Caribe». 6Son o no motives suficientes para salir huyendo de Miami? Hasta el mismo sali6 como «bola por tronera», como se dice, pues habia estado en Miami dando conferencias, promo-viendo un libro suyo sobre Cuba. Y esto es constante, Mirna. En las calles, en las tien-das, en los peri6dicos, en la radio, en los colegios, en las universidades, dondequie-ra. Y ya ni deseos tenia de salir a pasear o a bus car trabaj o. No podia seguir viviendo con esa paranoia. Lo que ocurri6 en los paises socialistas me da mucho miedo y sen-cillamente no podia seguir asi. A Yamila nada de lo que te cuento la tom6 por sorpre-sa. Solamente me dijo que se alegraba mucho de mis conclusiones finales, que nunca es tarde para rectificar. Aqui en Washington me parece que hasta he vuelto a revivir. Tu no

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puedes imaginarte la angustia en la que h e estado viviendo t odos estos aiios.

Con razon Inesita habia venido aquel dia con el corazon en la boca. Es asi que tanto estas como otras cartas que en lo adelante me trajo Inesita me sirvieron para entretenerme un rato y planear como iba a incorporar todo ese material en lo que ya se estaba perfilando como un libro de memorias y que con voluntad y sin alborotar mucho, Inesita y Julia me estaban ayudando a escribir, de todo lo cual mi hijo se habia puesto muy con ten to cuando se loco mente en una carta.

Gracielita se instalo en Washington con la ayuda y la cooperacion de los que ella ya tenia como su primera gran familia en el Norte. Estaba contentisima porque entre Tony y Magdalena le ayudaron a conseguir un puestecito tem-poral como auxiliar de laboratorio en un colegio preuni-versitario para estudiantes afronorteamericanos. Pero lo mas novedoso de todo es que habia comenzado a salir con Sergio, lo cual Inesita interpreto como una verdadera «vuelta de camera» de como habia cambiado su hija.

Gracielita no entraba en muchos detalles, lo cual mortifi-co un poco a su madre, que se quejaba de Ia falta de expli-caciones. Por ejemplo, despues que Inesita resolvio arreglar por su lado todos los papeles con Inmigracion, Gracielita no le respondia nada de como le iban los trfunites para su viaje, ni mucho menos para cuando tenia pensado venir. Sola-mente se limito a decir que habia recibido Ia notificacion del Consulado. Inesita queria saber basta si tenia intenciones de casarse alg(tn dia, a lo cual su hija le respondia que cuando llegara el momento, si tomaba esa decision, ella seria I a pri-mera en saberlo, pero que por ahora no tenia intenciones de casarse y menos de parir. De ahi Ia obsesion de Inesita, pues con cada carta que recibia de su querida hija, las aspi-

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raciones de tener nietos se alej aban mas y mas. Sin em bar-go, le hablaba de la ciudad y de lo mucho que le gustaba. Le cont6 de su primer fin de semana en Nueva York, con su amigo Sergio, Yamila y Tony, y de lo bien que la pasaron. Fueron en el carro de Yarnila y se hospedaron en un hotel en el corazon de la ciudad. Siempre juntos, los cuatro amigos visitaron museos, fueron al Parque Central, que segun Gracielita es como si el Parque Lenin multiplicado por diez naciera en las calles de 23 y L, en el Vedado. Hasta fueron a un concierto de Gonzalo Rubalcaba, unjoven musico cu-bano, pianista el, que estaba de gira por Estados Unidos, y la pasaron bien. «Con mucho nivel», habia escrito al fmal de la carta. .

De vuelta a Washington, Gracielita ya se estaba prepa-rando para darle la sorpresa a su madre de que el proyecta-do viaje lo habia planificado para finales de julio o principios de agosto proximo. Su contrato de trabajo era por un curso escolar solarnente y cuando volviera de Cuba buscaria otra cosa. Alii se respiraba un ambiente distinto porque la gente pensaba mas en como resolver el conflicto entre Cuba y Estados Unidos por otros medios que no eran las groserias, la intimidacion y la violencia de Miami. Decia tam bien que habia expectativas con una invitacion del gobierno para ce-lebrar una reunion en La Habana entre la comunidad cuba-na del exilio de distintos paises y funcionarios cubanos y que ella esperaba que todo cogiera un impulso, pues ape-sar de que se encontraba mucho mejot ahora, se sentia como colgada en el aire, sin asideros por ninguna parte. Otro de los temas en los cuales Gracielita no entraba en detalles era sobre lo que se estaba diciendo de Cuba en estos tiempos en que el Periodo Especial estaba haciendo mas estragos que el ciclon Flora. De vez en cuando Gracielita escribia algo sobre lo que salia en los periodicos, pero no habia nada

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novedoso seglin ella, pues todos coincidian en que la crisis econ6mica de Cuba iba de mal en peor, y eso nosotros lo sabiamos mejor que nadie; pero tambien mandaba a decir que cada vez que llegaban nuevos balseros a las costas de la Florida las historias eran alarmantes. Los cuentos sobrc los que naufragaban y eran festin de tiburones tenian a Ia gente muy dividida en sus opiniones sobre las causas por las cuales Ia gente se lanzaba a esa aventura tan llena de peli-gros e incertidumbre. Hasta se habian estado celebrando funerales simb61icos en Ia Pequefia Habana, los que se con-vertian en manifestaciones de protesta contra Cuba, verda-deros rnitines de repudio.

Los recien llegados hablaban de Ia falta de medicinas, falta de comida, falta de libertad, falta de todo. Por su parte, Inesita le decia a Gracielita lo mismo que yo le mandaba a decir ami hijo y a su familia, en dos palabras, que teniamos el agua al cuello, pero que estabamos dando brinquitos y todavia respirabamos.

Aunque Gracielita no habia hecho ningful tipo de referen-cia al respecto hasta muchos meses despues, ya en La Ha-bana, ella tuvo el presentimiento de que algo parecido a lo del Mariel se estaba fraguando en Ia mente de algunos. Eran demasiadas las coincidencias, le dijo a su madre durante la visita. Por un lado Ia violaci6n de las embajadas en La Ha-bana, una tras otra, luego la enorme cantidad de balseros, secuestro de embarcaciones; incluso basta unjoven rubio, muy bonito y saludable, se apareci6 un dia en una de las playas de Miami, encaramado en una plancha de esas que Haman surf, como qui en no qui ere las cosas, y sali6 en Ia primera plana de muchos peri6dicos y hasta gan6 mucho dinero haciendole publicidad a una fabrica de esas planchas de vela - todo esto seglin la radio de afuera.

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Y Gracielitano se equivoc6. LaHabana, sobre todo Ia capital del pais, estaba agitada desde ese mismo verano de 1993. Cosas muy raras estaban ocurriendo. Gente asilada en las embajadas, unas tras otras, como si fuera unjueguito de muchachos, presionando al gobiemo para que los deja-ran irse de Cuba. Igualito que antes del Marie!. Robos, asaltos a mano armada, asesinatos, violaciones de muchachas. La gente se irritaba por cualquier cosa. Nadie queria trabajar y abundaba Ia indolencia frente a los problemas de los demas, cosa que nunca antes habia pasado. La falta de gas, luz brillante y hasta carbon para cocinar tenia a las amas de casa alzadas. Eneida, la mujer de Baba, estaba como nun-ca, diciendo horrores del gobiemo a toda voz, sobre todo cada vez que se iba Ia electricidad por Ia noche cuando empieza la telenovela brasilefia que esta buenisima yes im-posible seguirla por los apagones. Hasta yo habia dejado de hacer durofrios, porque no tenia senti do. Aparte de que habia muy poco con que hacerlos, cuando Jograba llenar un par de tartaras se me derretian todos y Ia poca comida que guardaba se me echaba a perder. jEra una salaci6n!

Por otro lado, el solar seguia en las mismas condiciones. Katia se habia ido a vi vir a Miramar con un espafiol que era duefio de una discoteca en Santa Maria del Mar. El turismo para los extranjeros estaba como nunca antes, y desde que despenalizaron la tenencia de divisas Ia gente estaba albo-rotada porque ya el peso no servia ni para limpiarse las manos, y todo el mundo no tiene un pariente en el extranje-ro. La misma Katia, que habia tenido problemas por andar con dinero extranjero, estaba hasta medio sorprendida con Ia medida. Las cosas se habian puesto muy caras, y si no era con esos papelitos verdes que la gente comenz6 a lla-marfo/as, por lo fulastre que son, nose consigue mucho. El contrabandeo habia florecido hasta el pun to que era don de Unico se podia conseguir algo para comer y todo el mundo

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estaba en las mismas, convirtiendo en verdaderos millona-rios a los macetas, que son capaces de conseguirte hasta un elefante montando bicicleta si lo puedes pagar bien.

Fue en medio de toda esta lucha que a mediados de fe-brero, Gracielita le manda a decir a su madre que por fm ya tiene todo arreglado para via jar a La Habana en julio. Aun-que todavia tenia que esperar la confirmacion del vuelo, queria darle la noticia porque sabia que la iba a alegrar mu-cho. Y efectivamente, no era para menos, porque a pesar de que todavia le quedaban cinco meses de una espera an-siosa, ya Inesita habia comenzado a hacer planes. Cuando me trajo la noticia la comparti con ella como si fuera mi propia hij a. Ramoncito no pensaba regresar hasta mas ade-lante, pero nos manteniamos en contacto por telefono casi todos los meses. En cambio, en todos estos aiios, Inesita habia escuchado la voz de su hija una sola vez en un casete que le mando poco antes de que la muchacha cumpliera sus treinta aiios, pero en modo alguno era como lo que volveria a experimentar dentro de unos meses.

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CONTIGO EN LA DISTANCIA

Esa misma noche dellunes quince de agosto, despues que Inesita y yo fuimos al aeropuerto de Rancho Boyeros para despedir a Gracielita, las noticias en la radio estaban anun-ciando que el medio millar de personas que el dia anterior ocupo el buque cistemaJussara cargado de petroleo en el puerto del Marie I, lo habia abandonado voluntariamente y sin necesidad de emplear la violencia. Era tremenda la locu-ra de esa gente, porque a la verdad, hay que estar muy desesperado para hacer algo asi. Aunque yo pensaba de esa manera, nunca se lo deje saber a Inesita, y menos a su hija, mas bien por respeto. Pero no era menos cierto que todos estos acontecimientos no la ayudarian mucho. 0 tal vez me eqmvoque.

Inesita habia decidido regresar ami casa para aflojar un poco la tension acumulada durante todos estos dias y pro-bar algun bocado de algo. Tenia el coraz6n hecho trizas. Encerrada ella en su tristeza, y Y9 haciendole compaiiia lo mejor que pude, fue asi que nos ehtretuvimos viendo el no-ticiero de television de las ocho donde ellocutor leyo una nota del Ministerio del Interior anunciando el final de ese dramatico episodio, que tuvo en vilo al gobiemo desde el dia anterior. El abordaje masivo se habia producido el do-mingo, poco despues de terminar la concentracion en la mis-ma localidad del Mariel en homenaje al oficial de marina

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Martinez
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Roberto Aguilar Reyes, de treinta y ocho afios de edad, asesinado por un recluta durante el secuestro de otra em-barcacion una semana atnis. Al parecer algunas gentes se habian puesto en combinacion con el capitan griego del bar-co para que secuestraran el tanquero y se lo llevaran para el Norte. Pero desde un principia el MININT advirtio que se habian tornado medidas especiales para impedir el movi-miento del barco extranjero que hacia travesia de cabotaje cargado de combustible.

Yo habia tenido oportunidad de compartir con Gracielita en dos ocasiones durante las dos semanas que habia estado en La Habana y pude comprobar como la ansiedad que la embargo hasta el ultimo momento de su visita le fue bien dificil disimularla. Las coincidencias eran demasiadas. Los recuerdos de catorce afios atras la persiguieron constante-mente dia y noche, desde que le dimos la bienvenida en el mismo aeropuerto aquel domingo 31 de Julio por la mafiana hasta que la despedimos.

Inesita habia decidido quedarse en mi casa para salir tem-pranito hacia Rancho Boyeros. Esa noche la peine bien bo-nito y conversamos con Julia hasta entrada la madrugada. Ni que decir tengo que Ia pobre mujer ni pego los ojos. Yo si que me acoste pasadas las dos, pero en mi suefio Ia senti dando vueltas en el pim-pam-pum que me presto Julia. Antes de las seis nos levantamos y le prepare primero un cocimiento de tilo y despues desayunamos un poco de arroz con leche condensada, tibiecito.

A las siete ya estabamos en la parada de la Ciudad De-portiva y dos horas y media mas tarde en el aeropuerto. Honestamente que habia hecho todo aquello porque Inesita me lo habia pedido encarecidamente, pero hacia tiempo que no salia precisamente por evitarme la tragedia de la cogedera de guagua, y menos para esa zona. La Ultima vez que habia

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estado en el aeropuerto fue cuando el viaje de mi hijo y su familia, pero todos fuirnos en el carro de uno de sus Aunque en maquina el viaje se hace en de medta hora, en Ia guagua, si llega y para, demora cast tres veces. Pero al fin llegamos, con el favor de Dios, y tuvimos que apuramos porque el a vi on estaba por aterrizar en la terminal nueva, la que esta por la Avenida de Rancho Boyeros, y nos habiamos confundido con Ia otra.

Inesita se habia compuesto bastante. La tisana le habia caido muy bien. Estaba muy serenita y contenta a Ia vez, como la mayoria de las personas que se amontonaban de-tras de las dos paralelas de tab las que inutilmente trataban de contener al publico. Por fin el momento tan por madre e hija llego. La griteria de unas dosc1entas o trescientas personas, me imagino que po: lo menos dos por cada pasajero, era insoportable. Cast una hora des-pues de que llegara el avion aparecio Ia puerta matica de salida y entrada de pasaJeros Ia radtante Gracielita. Su madre se quedo tan fria que pense que le habia bajado la presion y se iba a desmayar, Y. si .no hubie-ra sido por el grandisimo «jMima!» de Gractehta, que se alzo por encima del bullicio de la gente, no creo que la mujer hubiera resucitado. .

El encuentro fue tan, pero tan emoc10nante, lleno de abra: zos y de besos y mas a brazos y mas besos, que hasta a ffil

se me aguaron los ojos. , -G Te acuerdas de Marta, m'hija? Ella te vio nacer. Dale

un beso tambien que es tu tia y me ha ayudado mucho en todos estos afios.

Medio timida y visiblemente emocionada, la muchacha me dio tambien un fuerte abrazo, al tiempo que me decia que claro que se acordaba de mi y sabia todo lo que habia cui dado a su querida madre.

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- jGracias, Marta, muchas gracias! Creo que sino hu-biera sido por usted ...

- jDe nada, m'hija! No tienes por que darme las gra-cias. Tu madre es como otra hermana mas. Estoy muy con-tenta tam bien de que hayas venido, tan linda como estas. jQue los santos te bendigan! Y ahora atiende a tu madre que te necesita mucho.

Cogidas del brazo o tomadas por las manos todo el tiem-po, Gracielita y su madre arreglaron el equipaje y la bolsa de plastico conteniendo medicinas. El taxi que Gracielita habia alquilado me dej6 en la casa y las dos siguieron rumbo al hotel Comodoro donde estarian alojadas por dos sema-nas. Gracie) ita hubiera querido alojarse en casa de lama-dre, pero el paquete turistico para Ia comunidad de cubanos que vivia en el extranjero todavia no incluia esa opci6n. Jus-tamente una semana despues del regreso de Gracielita el gobierno anunci6 una serie de modificaciones en cuanto a Ia politica migratoria cubana en la que se estipulaba entre otras cosas, que no era necesario reservar previamente en los hoteles para poder viajar a Cuba y los que habian salido legalmente del pais no tendrian necesidad de visa para en-trar a Cuba por un periodo reglamentario, siempre y cuan-do no hubieran hecho nada malo contra Ia Revoluci6n. Gracielita nose habia hecho ciudadana norteamericana y estaba obligada a usar pasaporte cubano para via jar a Cuba. Como ella habia salido por el Mariel, que era decir medio legal, medio ilegal, Ia muchacha todavia no caia en ninguna de las categorias en las que se beneficiaban muchos cuba-nos que vivian en el extranjero. jTremenda complicaci6n!

.. Fue al domingo de su llegada que Inesita y su hiJa se aparecteron sobre el mediodia por la casa, nada menos que para invitarnos a almorzar a Julia y ami al hotel. Pero tambien nos trajeron algunas cositas que les agradeci-

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mos muchisimo a las dos. Con tan buena suerte que yo ha-bia cocinado unas empanadas de picadillo de soya y me las arregle para preparar algo rico de comer y asi no tuvimos que salirporque ni Julia ni yo estabamos para eso, aside pronto, sin arreglamos. Por otro lado, Gracielita no tenia que gastar sus do lares en nosotras.

La muchacha estaba preciosa, tan delicada como siem-pre. Tenia sus trenzas larguisimas y bien cuidaditas, amarra-das con una banda de elastico color naranja de lomas bonita. Sus manos estaban preciosas, con las uiias pintadas de lo mas lindas de color magenta claro que hacia juego con su tez curtida por el sol y el salitre que habia estado disfrutando en la piscina del hotel. A Inesita, por su parte, le habian ido bien esos dias de descanso y buena comida con su hija. Por supuesto que hablaron mucho, de madre a hija y de mujer a mujer cada cual reflexionando sobre sus logros, sus errores y los milagros en la vida, pero sin grandes conmociones en cuanto a Inesita y con mucha madurez por parte de Gracielita, segtin me dijo su madre mucho mas tarde, despues que Ia hija habia regresado.

La situaci6n imperante en ese caluroso verano que no tenia para cuando acabar contribuy6 a que el mismo tema de la situaci6n del pais volviera una y otra vez. Dio la ca-sualidad que ese dia el apag6n empez6 temprano y yo habia desconectado el refrigerador para que no me volara elmo-tor cuando la corriente entrara con, fuerza. Por eso no tenia nada frio que servirles, y por los alfededores todo el mundo estaba en las mismas. Gracielita estaba impresionada con muchas cosas que en pocos dias habia podido apreciar, sobre todo el deterioro de La Habana. Rapidamente se habia dado cuenta de que la gente parecia como si estuviera ala expec-tativa de un acontecimiento importante, como si esperaran que ellevantamiento del bloqueo norteamericano iba are-

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solver de Ia nocbe a Ia manana los problemas acumulados durante mas de treinta aiios. Se babia dado cuenta tambien que much a gente fingia por todo, exageraba por cualquier cosa, decia mentiras constantemente, mas de lo que ella habia conocido afios atras. Tenia la impresi6n de que a nadie le importaba nada.

Gracielita estaba alarmada con los acontecimientos del de agosto, pocos dias despues de su lie gada, cuando

c1entos de muchachones empezaron a lanzar piedras a las tiendas de turismo del Hotel Deauville y se enfrentaron con Ia policia por las calles de Escobar, Virtudes, Galiano y San Lazaro, cerca del malec6n. Nunca antes una cosa similar habia ocurrido, porque ni cuando lo del Marie!. Dias atras la lancbita que hace el viaje entre Casablanca y La Habana habia sido secuestrada ante Ia mirada de asombro de Ia gente que andaba porIa Avenida del Puerto. Esto fue despues del otro secuestro de la lanchita de pasajeros de Regia, el rnis-mo 26 de Julio. Treinta personas iban a bordo, incluida la tripulaci6n. La mitad regres6 y el resto fue rescatado por una lancha guardacostas de Estados Unidos. Pero antes de eso ocurri6 el incidente mas grave; el del remolcador se-cuestrado en el puerto de La Habana con sesenta y tres personas a bordo, tam bien con la intenci6n de via jar bacia el_ Norte. La nave se hundi6 en alta mar tras ser perseguido e mterceptado por otros tres remolcadores. Sobrevivieron treinta y una personas y a los otros treinta y dos se los llev6 Ia ira de Yemaya Oloklm, Ia que tiene Ia fuerza del mar. Con ella no se puede jugar. Gracielita estaba al tanto de los acon-tecimientos desde mucho antes y basta babia traido dos o tres peri6dicos de Miami y de Washington que traian articu-los especificamente sobre ese incidente donde se acusaba al gobiemo de baber causado el bundirniento del remolca-dor 13 de Marzo.

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Despues que almorzamos mejor de lo que yo hubiera pensado, pues a todas estas les gustaron mis empanadas de soya, Gracielita nos hizo muchos cuentos de como era la cosa en los Estados Unidos, de su vida en Washington y de susamtgos.

- Sergio y yo congeniamos desde el primer mom en toy nos queremos, pero no estamos apurados y romanceamos mucho. Miralo que simpatico y elegante es en esta foto que nos tomamos una noche en el club de Eduardo.

Gracielita habia sacado un pequeiio album de fotos de su cartera y nos estaba mostrando una donde ella y Sergio estaban muy arrimaditos, rodeados por un grupo de amigos que uno a uno Gracielita fue identificando.

Inesita estaba embelesada contemplando a su hija, y rnien-tras le pasaba suavemente Ia mano por su cabellera, por los brazos y los hombros, como limpiandola de todo el mal de ojo que le pudiera baber caido encima, aquella mujer abria su coraz6n de madre desde donde escapaban en alta voz sus mejores pensamientos:

-l-NO es verdad que esta preciosa mi hija, Marta .. . , que tu dices, Julia .. ?

Hasta ese momento Inesita no sabia que Gracielita se habia mudado para el apartamento de Sergio, que es muy amplio, y estaban viviendo juntos desde bacia unos cuatro meses. Su negocio estaba prosperando mucho. Gracielita nos dijo que ellos estaban considerando hacer un viaje jun-tos sin tener que esperar a que ntejoren las relaciones entre los dos paises, y que estaban convencidos de que Cuba y los Estados Unidos no podian seguir con tanta hostilidad durante mucho mas tiempo,justamente ahora que muchos paises que tenian serias disputas estaban arreglando sus diferendos y hasta hacian concesiones. Una de las cosas en las que softaba Sergio era en abrir una imprenta de diseiios

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comerciales, pues era un experto en la materia y estaba muy especializado con nuevas tecnologias.

- Pero yo no se, Mirna ... Como ya te dije, no se si nos casemos, o si tendremos hijos ni nada de eso, aunque no me queda mucho tiempo para decidirme, pero Sergio y yo estamos en otras cosas. Si, sabemos que lo nuestro es serio, por lo menos hasta ahora. Pero tam poco te puedo decir ciento por ciento si en un futuro nos volvamos a radi-car aqui, lo que si queremos es tener la posibilidad de en-trar y salir a nuestro pais cuantas veces queramos y ayudarlo en Ia medida de nuestras posibilidades y nuestros deseos, con mucha honestidad. No todos los que viven del otro lado piensan asi, por supuesto. Alla hay mucha gente buena, eso si, pero tam bien mucha gente resentida y amargada. Yo he aprendido mucho, y he podido confron-tar nuestros conflictos con los de ese pais. i Ustedes nose irnaginan como es aquello! Hay demasiadas riquezas y mu-chas gentes muy pobres y desamparadas que seguiran asi hasta el final de sus vidas, a no ser que ocurra un milagro. Y en los Estados Unidos las gentes no creen en milagros como nosotros, aunque vayan a las iglesias y a los temp los todos los dias. Mi gran dilema sigue siendo por que la gen-te seve obligada a largarse de su pais cuando en realidad no qui ere que sea asi. Y yo he reflexionado mucho durante todos estos afios. No me arrepiento de la decision que tome, porque nadie me obligo. Me fui por mis propias convicciones de que algo anda mal y estaba entrando en conflicto con mi otro yo. Durante muchos afios estuve abo-chomada de mis propios actos, sobre todo cuando senti a

· en mi conciencia la indignacion de todo un pueblo para con aquellos que tomarnos la accion de irnos por el Mariel. Pero aun asi, no creo que estaba equivocada totalmente.

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Cuando Gracielita llego a este punto, me levante de Ia mesa y fui a hacer cafe del bueno, del que me ella me trajo. jHummm .... , que aroma! Gracielita se habia detenido en su conversacion, pero desde Ia cocinita le dije que siguiera, que la estaba escuchando. Esa nifia tiene un pi co de oro. jQue bien se expresa, por tu vida; ojala yo pudiera escribir como ella habla! Sin darle muchas vueltas, yo entendia muy bien como se sentia. No importaba que no era mi pro pia hija y nola conocia tan bien como su madre, pero yo Ia comprendia. Estoy convencida de que ni aun con mis afios yo estaba en la mejor posicion para criticarle sus actos, por muy desesperados que hayan sido. Hay una fuerza extrafia en el ser humano que lo impulsa a tomar decisiones que no siempre son completamente explicables.

Despues de tomar el cafe y encender un cigarrito mentolado que tiene forma de un tabaquito finito que me trajo Inesita del Comodoro, Julia le pregunto a Gracielita si a veces no le daban algunos dolores en la nuca yen la frente y se sentia muy agotada. Gracielita le habia respondido que si, que en repetidas ocasiones, aunque no se si lo dijo complacer a Julia, que inmediatamente se dispuso a sann-guarla, sin averiguar sus creencias. Con su linda sonrisa de siempre, Gracielita le dijo que estaba bien, pero que no ol-vidaran que ella seguia siendo una cientifica, y comento que Miami se parece cada dia mas a La Habana con esas cos-tumbres de magia y religion. Yo me fui para la cocina y las deje so las a las tres por un mom en to mientras bromeaban de que hasta los curas se estaban volviendo cientificos, que si Gracielita nose daba cuenta como hasta el Papa se esta-ba metiendo cada vez mas en cuestiones de ciencias que de religion. «i Y pronto hasta de espiritismo y santeria, tU ve-ras!», le dijo Julia medio en serio y medio en broma, lo cual provoco algunas risas. Despues solarnente escuche la Ultima

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parte de la oracion a la Santisima Caridad del Cobre, esa parte que dice:

Haz que este cuerpo se levante sabre las vibraciones de la naturaieza inferior y alcance La mente espiritual por la que te conocemos. Dame paz, fortaleza y vida, eso te pido, oh, espiritu omnipresente porque hija tuya soy. Amen.

Concluida la oracion, Julia le dijo que no era obligacion, pero que cuando regresara a su casa pusiera un vaso de agua fresca encima de un mueble o una repisa, sobre a! go bien alto, y que de vez en cuando ley era la oracion por las noches, antes de acostarse, despues que se mojara los de-dos con un poco de esa agua, pensara en ella y la botara fuerte para la calle, que iba aver como se le iban a acabar esos dolores de cabeza.

Despues de darle las gracias a Julia por los consejos y a mi porIa com ida, madre e hija se prepararon para salir en busca de un tcl6fono que funcionara y pedir un taxi o tal vez conscguir alguno porIa Calzada del Cerro. Pero insistiendo en sus buenos modales, Gracielita nos extendio otra in vita-cion, en esta ocasion para ir al teatro aver Santa Camila de Ia Habana Vieja, una obra que habia hecho furor en los aiios sesenta. Ahora Ia estaban volviendo a poner en la sal a Cafe Teatro Bertolt Brecht, que esta en Linea y J, en el Vedado, y se estaba llenando todos los fines de semana, de viemes a domingo. Mi hijo habia sido muy amigo de Jose Brene, el autor de la obra, que murio hace unos cuantos aiios, al parecer porIa bebida y la mala vida que llevaba, y me habia llevado al estreno, donde lo conoci. Brene era un hombre muy simpatico, de sabiduria popular muy sana, que habia viajado el mundo entero como marino mercante y de

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la noche ala maiiana se convirtio en un famoso escritor de teatro y luego de radio y television.

Julia, por su parte, nunca en su vida habia puesto un pie en un teatro y tam poco tenia Ia intencion de hacer una ex-cepcion ahora. Por eso le dio un besito a Ia muchacha y le agradecio mucho la invitacion. Yo si que iba a aprovechar porque no tenia nada que hacer y estaba aburridisima. Por supuesto que conocia Ia obra. Me acuerdo que cuando el estreno en el Teatro Musical de La Habana habian muchisi-mas personas que nunca antes habian estado tampoco en un teatro y se veia a la legua que eran gentes de barrio wmo yo, que respetaban a los santos y querian comprobar tam-bien que de verdad nose estaba jugando con eso. Los sos fueron la mejor respuesta. Yo no me acordaba muy bien de la obra escena por escena, pues habian pasado muchisi-mos afios, pero se que trata de la vida de una santera que tiene un querido que es tremendo y hay mucha brujeria de pormedio.

El tema tiene bastante parecido con Maria Antonia, que la escribio Eugenio Hernandez, otro amigo de rni hijo y ve-cino nuestro, de aqui al doblar en la calle Cerezo. Esa otra obra tam bien causo sensacion aqui en La Habana, porque refleja mucho nuestras vidas, donde hay mucha mucha guaperia y ese machismo nuestro mezclado tamb1en con la santeria. El estreno fue en el Mella, en 1967, a teatro lleno todo el tiempo que estuvo eg cartelera, y el publico tambien la ovaciono largamente. La Habana entera ... , bue-no, es un poco de exageracion, pero en esa ocasion muchi-sima gente tambien fue a! teatro por primera vez a ver a Maria Antonia.

Pues aquella noche Ia pase muy agradable, pues hacia tiempo que no salia y me despeje la mente Gracielita se comporto como se comporta una buena hiJa

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que quiere a su madre, muy complaciente. Del teatro fuimos a su hotel, todo esto siempre con taxi, porque ni pensar en coger una guagua. El hotel es precioso, nunca me lo hubiera imaginado asi. Fuimos ala cafeteria y pedimos bocadito de jamon y queso, cerveza, y despues helado y cafe. Hacia afios que no veia nada de eso. Despues caminamos un po-quito por la piscina y Ia playita. Subimos hasta la habitacion, vimos television en colores, con programas de los Estados Unidos, conversamos, en fin, pase un rato encantador. Lue-go, como a las dos de la madrugada, me acompafiaron has-ta abajo y Gracielita me consiguio un taxi que me dejo nuevamente en mi solar del Cerro.

Mientras tanto, La Habana seguia muy agitada. Para el saba do dia trece, la Juventud habia organizado un acto de reafirrnacion revolucionaria en La Punta del Malecon haba-nero, donde dias atras el pueblo se habia enfrentado a los nuevos antisociales. No habia sido coincidencia que ese mismo dia Fidel cumpliria sesenta y ocho afios de edad, y los jovenes lo iban a celebrar con canciones y cantos pa-trioticos, ajustado al momento que se estaba viviendo. Era bueno saber que no todo el mundo estaba en contra de la Revolucion, que estaba pasando por tan malos ratos.

Fue poco despues, de regreso del aeropuerto con Inesita, que supe por boca suya que la misma Gracielita le habia pedido que queria estar en el acto para que nadie le hiciera cuentos, porque al regreso su gente le iba a preguntar preci-samente por lo que estaba ocurriendo en La Habana en esos dias y que ella no iba a decir que se la paso todo el tiempo en Ia piscina del hotel y hablando con su madre.

Habian sido aquellas dos semanas de acontecimientos muy serios con los dos asesinatos. Diola casualidad que eran negros los dos: un marino de treinta y ocho afios y el policia de solo diecinueve afios, llamado Gabriel Lamoth

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Caballero. El muchacho habia nacido en Guantanamo y al1{1 lo velaron. En los noticieros dijeron que mas de ciento cin-cuenta mil personas asistieron ala ceremonia que tuvo Iugar en la Plaza de la Revolucion Mariana Grajales y fue conde-corado post mortem con la Orden Antonio Maceo. Yo pense para mis adentros que era tambien mucha coinciden-cia que la Orden que le pusieron al jovencito caido fue la del Titan de Bronce, y que el velorio se efectuara en la plaza que lleva el nombre de la madre de los Maceo. Digo que fue mucha la coincidencia porque los dos Unicos caidos en aque-llos dias eran de nuestra raza, como Mariana y Maceo. Tam-bien como Marianas se comportaron las madres de los que cayeron en esos dias. Era como si los santos nos estuvieran repitiendo que es mucho el sacrificio que todavia hay que pagar para vivir con un poco mas de dignidad. jAy, Gran Poder de Dios, hasta cuando!

Gracielita no intento vera ninguna de sus antiguas arnista-des. Ni siquiera las menciono. La noche antes del regreso le dejo a su madre varias postales con paisajes de Cuba muy lindos para que se las echara al correo, una de las cuales era para Helga, que ahora vi via y trabajaba en Berlin, que ya era una sola ciudad, porque el pais se habia reunificado. Su madre nola pudo leerporque estaba en aleman. Se fijo que las otras eran para su amiga Yamila, la sefiora Robledo y Albemar, Tony, Eduardo, Magdalena, y una muy especial para Sergio con un saludo Iindo que decia:

Te quiero y te vuelvo a querer. Ojala hubieramos es-tado juntos. Besos. Gracielita.

Esa fue Ia Unica postal que Inesita ley6 y Ia estrecho fuer-temente contra su pecho.

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Marcial Martinez
Marcial Martinez
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El taxi con Gracielita y su madre pas6 a recogerme a media manana, ya que el vuelo salia a las dos de la tarde y el despacho era tanto o mas ca6tico en Boyeros de lo que Gracielita contaba de Miami. Las dos estaban con el sem-blante muy triste, y no era para menos, pero cada cual por sus razones, porque lo fulico que le importaba en la vida a Inesita era su querida hija que se le volvia airy nadie sabia si su fragil coraz6n iba a resistir el golpe de otra separaci6n, y menos si se prolongaria demasiado la proxima visita. Aun-que muchas cosas cambiaron en las semanas y meses si-guientes despues de su regreso, el estado de animo de estas dos mujeres seguia dependiendo en gran medida de las iro-nias de la politica entre los dos paises, que por mucho que he tratado de entender, me cuesta aim mas resignarme de saber que cada vez entiendo menos. En ese preciso mo-menta pocas personas se imaginaban que el relajito ese de hacer una balsa con cuatro palos amarrados a cualquier cosa que flo tara y tirarse por una de esas playas o hasta por e) mismo malec6n con rumbo norte se iba a acabar pronto, despues que en los Estados Unidos se asustaron con las advcrtencias de Fidel de que les iba a llenar otra vez Ia olla de grillos, como sc dice vulgarmente.

Por fm llegaron los abrazos y mas abrazos y la lloradera de la despedida. Eran demasiadas ironias, estar en pleno aeropuerto despidiendo a Gracielita que iba hacia Miami. Ella nunca mand6 a decir nada, pero estoy segura de que en pleno avi6n habria mirado hacia abaj o tratando de localizar a vuelo de aguila alguna que otra balsa flotando a la deriva.

«Vuelve pronto, m'hija», le susurre cuando me toc6 mi cuota de abrazos. A Gracielita se le escaparon dos gruesas lagrimas que me humedecieron el alma. La muchacha no hablaba, tenia la garganta trancada igual que nosotras dos. Yo me enjugue rnis lagrimitas y le seque las suyas. Me dio un

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beso en la mejilla y me dijo muy bajito al oido, acompafiado de un gran suspiro que le sali6 de lomas profunda de su ser.

-lAy, Marta, yo nose si pueda ... !

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UNO / 5 El baile de las flares I 7 Maria la sagiiera I 16

iNDICE

Una limosna para Ia Virgen de Regia I 23 En casa de Ofelia I 29 Mery Ia Islefuta I 4 7 F elices veintitantos, Martucha I 61 Alicia en el pais de la siguaraya I 69 Bertica y C. Conte I 77 Coraz6n de mi lorna I 87 jSefiora no, Madam! I 113 El cementerio de Maria I 120 La doctora en idiomas y Zoraida, Ia de la Puntilla I 126 El diablo son las casas I 140

INTERMEDIO I 149 Con los santos no se juega I 151

DOS I 185 Gracielita en el Norte I 187 Por la calle Ocho I 21 0 Gracielita en el Cayo I 236 GA que no adivinas? I 247

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Yamila en La Habana I 267 El muro de agua I 282 En cueros y con las manos en los bolsillos I 296 Contigo en Ia distancia I 321

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