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1> GUSTAVE COURBET LÁGRIMAS DE EROS Mujer en las alas, 1868 The Metropolilan Museum al Art, Nueva York, Colección H. O. Havemeyer, legada de Mrs. H. O. Havemeyer, 1929 \1 ANOY WARHOl El besa IBela Lugosi), 1963 Mugrabi Collection © 2009 Andy Warhol Foundation lor lhe Visual Artsl ARS, NYI VEGAP, Madrid, 2009 El titulo de la exposición procede del último libro de Georges Bataille, Les Larmes d'Éros (1961), donde el autor francés aborda un problema clásico: la íntima relación entre Eros y Tánatos, entre la pulsión sexual y el instinto de muerte. Tanto en la muerte como en la consumación erótica regresamos, desde la discontinuidad de la vida individual, a la continuidad originaria del Ser. La identidad entre Eros y Tánatos sólo cobra sentido para Bataille en el contexto de la experiencia de lo sagrado. El erotismo es objeto de un tabú, de una prohibición que ilumina lo prohibido "con una luz a la vez siniestra y divina: lo ilumina, en una palabra, con una luz religiosa". En el erotismo, como en lo sagrado, la prohi- bición no existe sin la transgresión. Desde el momento en que es formulada, la prohibición provoca el retorno de lo excluido; los impulsos reprimidos regresan en el sacrificio religioso, donde su violencia es moldeada como un material precioso y peligroso. El sacrificio es para Bataille el escenario último del erotismo. Dada esa afinidad con lo sagrado, parece natural aproximarse al erotismo, como lo hizo Bataille, a través del mito. Nuestra exposición se basa en un puñado de mitos, tanto grecorromanos como judeo- cristianos. La primera figura es Venus recién nacida, cuya belleza pura e intacta esconde la más horrible transgresión: según Hesío- do, la diosa surgió del semen de Urano, castrado por su hijo Cronos. Como contrapunto biblico de Venus aparece Eva, tentada y tentado- ra a la vez; los artistas modernos reinterpretan la Caída excluyendo a Adán para centrarse en la complicidad entre la mujer y la serpiente. La tentación domina también en los capitulos siguientes. Esfin- ges y sirenas son criaturas ambiguas: la terrible esfinge encierra un secreto poder de seducción, mientras que las adorables ninfas y sirenas albergan la amenaza de la muerte en el agua. Con las Tenta- ciones de san Antonio entra en escena el voyeur, el mirón, con su actitud equívoca, a la vez participante y distante, activa e inactiva. Las secciones posteriores abordan la consumación erótica, concebida por Bataille, por analogía con el sacrificio religioso, como un acto de violencia ritual. San Sebastián y Andrómeda son dos versiones, masculina y femenina, cristiana y pagana, de un ero- tismo de la dominación y la sumisión. En el capítulo "El beso", los amantes luchan por superar sus limites individuales para fundirse en un solo ser, y esa fusión entraña una violencia abierta o latente, una pasión caníbal por devorar al otro o por vampirizarlo.

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1> GUSTAVE COURBETLÁGRIMAS DE EROS Mujer en las alas, 1868

The Metropolilan Museum al Art, Nueva York, Colección H. O. Havemeyer, legada de

Mrs. H. O. Havemeyer, 1929

\1 ANOY WARHOl El besa IBela Lugosi), 1963

Mugrabi Collection © 2009 Andy Warhol Foundation lor lhe

Visual Artsl ARS, NYI VEGAP, Madrid, 2009

El titulo de la exposición procede del último libro de Georges

Bataille, Les Larmes d'Éros (1961), donde el autor francés aborda

un problema clásico: la íntima relación entre Eros y Tánatos, entre

la pulsión sexual y el instinto de muerte. Tanto en la muerte como en

la consumación erótica regresamos, desde la discontinuidad de la

vida individual, a la continuidad originaria del Ser.

La identidad entre Eros y Tánatos sólo cobra sentido para

Bataille en el contexto de la experiencia de lo sagrado. El erotismo

es objeto de un tabú, de una prohibición que ilumina lo prohibido

"con una luz a la vez siniestra y divina: lo ilumina, en una palabra,

con una luz religiosa". En el erotismo, como en lo sagrado, la prohi­

bición no existe sin la transgresión. Desde el momento en que es

formulada, la prohibición provoca el retorno de lo excluido; los

impulsos reprimidos regresan en el sacrificio religioso, donde su

violencia es moldeada como un material precioso y peligroso. El

sacrificio es para Bataille el escenario último del erotismo.

Dada esa afinidad con lo sagrado, parece natural aproximarse al

erotismo, como lo hizo Bataille, a través del mito. Nuestra exposición

se basa en un puñado de mitos, tanto grecorromanos como judeo­

cristianos. La primera figura es Venus recién nacida, cuya belleza

pura e intacta esconde la más horrible transgresión: según Hesío­

do, la diosa surgió del semen de Urano, castrado por su hijo Cronos.

Como contrapunto biblico de Venus aparece Eva, tentada y tentado­

ra a la vez; los artistas modernos reinterpretan la Caída excluyendo

a Adán para centrarse en la complicidad entre la mujer y la serpiente.

La tentación domina también en los capitulos siguientes. Esfin­

ges y sirenas son criaturas ambiguas: la terrible esfinge encierra un

secreto poder de seducción, mientras que las adorables ninfas y

sirenas albergan la amenaza de la muerte en el agua. Con las Tenta­

ciones de san Antonio entra en escena el voyeur, el mirón, con su

actitud equívoca, a la vez participante y distante, activa e inactiva.

Las secciones posteriores abordan la consumación erótica,

concebida por Bataille, por analogía con el sacrificio religioso,

como un acto de violencia ritual. San Sebastián y Andrómeda son

dos versiones, masculina y femenina, cristiana y pagana, de un ero­

tismo de la dominación y la sumisión. En el capítulo "El beso", los

amantes luchan por superar sus limites individuales para fundirse

en un solo ser, y esa fusión entraña una violencia abierta o latente,

una pasión caníbal por devorar al otro o por vampirizarlo.

Si la primera parte de la exposición, en el Museo Thyssen­

Bornemisza, explora los peligros mortales de Eros, en la segun­

da parte, en la Sala de las Alhajas de la Fundación Caja Madrid,

es la muerte misma la que se ve erotizada. La muerte considera­

da bajo un doble aspecto: o bien suavizada y embellecida como

hermana del sueño o bien presentada con rasgos terroríficos. En

su versión eufemística, la muerte (como el sueño) posee el poder

de infundír o intensificar el atractivo erótico. Esa muerte dulce

desarma el cuerpo, le arrebata su resistencia y lo convierte en un

pasivo objeto de deseo. La mirada deseante que contempla a

Jacinto muerto es masculina; en el caso de Endimión dormido, la

mirada es femenina: es la diosa de la Luna quien, enamorada de

Endimión, le pide a Zeus que lo haga dormir para siempre, para

poder contemplarlo cada noche. En cuanto a los efectos estéti­

cos y eróticos de la muerte sobre el cuerpo de la mujer están

ilustrados por las figuras de dos bellas suicidas, cada una desti­

nada a una aniquilación diferente: Cleopatra, a la petrificación

marmórea, y Ofelia, a la disolución en el agua.

Los últímos capítulos de la exposición presentan otra con­

cepción de la muerte, macabra y alegórica, encarnada en la

calavera y en la cabeza cortada. La calavera pertenece a María

Magdalena, la pecadora arrepentida y penitente, ímagen viva

de la confusión entre la agonía y el éxtasis amoroso. En las

hístorias bíblicas de Judit y Holofernes, Salomé y el Bautista,

David y Goliat, la cabeza cortada adquiere una variedad de

usos: como trofeo de caza, objeto de meditación, reliquia sa­

grada y fetiche sexual.

<1 SAM TAYLOR-WOOO f', GIAN LORENZO BERNINI David Hober! Joseph Beckham ("David'1, 2004 San Sebastián, 1615 National Portrai! Gallery, Londres Omicron © Sam Taylor-Wood. Courtesy While Cube

La naturaleza de Eros que se despliega en nuestra exposición

es, como la sexualidad infantil según la clásica interpretación de

Freud, perversa polimorfa. No sólo incorpora las miradas masculina

y femenina, heterosexual y homosexual, sino una amplia variedad

de parafilias: la aquafilia o pasión por el agua, la tricofilia u obsesión

por la cabellera, el fetichismo clásico freudiano en busca de sustitu­

tos fálicos, el voyeurismo y el exhibicionismo, el bondage y el sado­

masoquismo, la agalmatofilia fascinada por muñecas y maniquies,

el vampirismo y el canibalismo, la necrofilia y su hermana menor, la

somnofilia, y por todas partes la dacrifilia o dacrilagnia, el deseo

suscitado por las lágrimas.