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La violencia en Colombia siempre ha estado presente, inclusive desde su

independencia. Esta alcanzo su punto más alto cuando se presentaron diferentes

conflictos entre los conservadores y liberales por el poder, estos altercados

llevaron a diferentes sucesos fatales, como el asesinato del líder liberal Jorge

Eliecer Gaitán en 1948, provocando el Bogotazo donde murieron más de 300.000

personas entre 1948 y 1953. Posteriormente, entre 1958-1974 se desarrollo el

llamado Frente Nacional, que consistía en que conservadores y liberales se

turnarían el poder cada cuatro años; pero cada periodo se volvió un monopolio del

gobierno, ya que la oposición no tendría ni voz ni palabra. Durante la década de

los 60 comienzan a surgir numerosos grupos armados como las Fuerzas Armados

Revolucionarias de Colombia (FARC), y el Ejercito de Liberación Nacional (ELN) y

desde allí se remonta la violencia y el conflicto armado en nuestro país, tal y como

lo conocemos ahora, donde presidentes como Belisario Betancur, Cesar Gaviria y

Andrés Pastrana, intentaron realizar algunas negociaciones y vías de pacificación,

sin frutos satisfactorios.

En Colombia desde el surgimiento del conflicto armado, ya sea por parte de

grupos revolucionarios como las FARC, el ELN, o también en parte por las

diferentes bandas criminales; se ha ejercido la práctica del reclutamiento de

menores, una actividad en la cual se calcula que alrededor de 17.000 niños y

niñas han sido sumados a las organizaciones al margen de la ley. Esta horripilante

practica, es generado por la falta de oportunidades de los infantes de las regiones,

donde los padres no cuentan con ingresos estables y suficientes, el nivel

educativo no es el adecuado, las oportunidades laborales son escazas y la

presencia del estado no es visible. Todas estas razones hacen que los menores

sean un blanco fácil y empuñen los fusiles, adicionalmente los grupos guerrilleros

consideran a los jóvenes como mejores a la hora del combate y son fáciles de

adoctrinar y presionar.

A su vez los menores, se suman a las listas de estos grupos al margen de la ley,

ya sea de forma voluntaria, cuando están agobiados por problemas intrafamiliares,

violencia en el hogar, las necesidades en sus familias y las falsas esperanzas que

les ofrecen; Pero también pueden ingresar a estos grupos armados por obligación

un caso es por sugerencia incluso por los mismos padres del joven, que deciden

vincularlo a formar parte y participar de todo lo que se hagan en dichas

organizaciones. Otro caso son las cuotas exigidas por estos grupos ilegales,

donde las familias son sometidas a entregar a uno de sus hijos.

De cualquiera de las dos formas, el reclutamiento de menores esta desangrando

el futuro del país, es un acto que atenta contra los derechos humanos de estos

individuos, al impedirles desarrollarse como personas y privarlos de muchas otras

cosas, tales como educación de calidad, buena alimentación, además son

forzados a realizar labores no acordes con su edad. Para confirmar la crueldad de

esta práctica, se mencionarán los testimonios de 3 exguerrilleros Karina, Samir y

Elkin. Esta mujer, argumenta el dolor que sintió cuando el jefe guerrillero Iván

Rios, que “la única solución para su hija era que se volviera guerrillera. Esas

palabras la hicieron llorar, sintió un dolor grande y pensó en las madres de los

menores que había reclutado y confesó 108 menores de edad entre 1.998 y 2.006

en Nariño, Argelia y Aguadas, a pesar de estar arrepentida, afirma que a ninguno

obligó a enfilarse y confiesa como robó de sus casas a decenas de niños que

siguen desaparecidos”1. En cuanto a Samir y Elkin comandantes de los frentes 4 y

47 de las FARC “fueron reclutados siendo jóvenes y ahora como desmovilizados,

quieren arrebatarle a este grupo armado los menores que una vez tomaron” 2,

confiesan además que los niños son mayoría en la guerrilla, muchos son

obligados a estar ahí, porque una vez adentro se quieren devolver, pero no lo

pueden hacer porque serán fusilados

Teniendo en cuenta estos testimonios, se evidencia como hoy en día el gobierno

no le está dando mucha importancia a esta problemática, y a pesar de

implementar ciertos programas de prevención, estos resultan insuficientes al no

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contar con los mecanismos eficientes para llagar a la totalidad de la comunidad

afectada.

A pesar que esta problemática no toca directamente los cascos urbanos, los

ciudadanos de las urbes deben apoyar e incentivar programas en pro de los

menores en el campo, donde son desprotegidos e indefensos frente a los

pensamientos e ideas que estas personas inescrupulosas puedan argumentar.

Es importante tener claro que los niños son el futuro de nuestro país, que sus

derechos deben ser respetados y el estado debe velar porque así sea. Se deben

generar espacios participativos, donde se sientan seguros y puedan usar su

tiempo libre, donde el gobierno, por medio de presencia militar, garantice su

seguridad y tranquilidad, deben impulsarse con fuerza programas de desarrollo

para estas juventudes, donde no se vean tentados ni aterrorizados por estos

grupos armados al margen de la ley, con el objetivo de asegurar un Colombia

equitativa y en paz