La Muerte Del Testador Pastor René Barrios Tercer Servicio de Santa Cena Guatemala, 2 de septiembre del Año De La Revelación

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1

Antes de llegar a Cristo estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, pero Cristo nos dio vida, una vida en abundancia, y nos dio el derecho de ser llamados hijos de Dios, de tal forma que cada vez que nos acercamos a la mesa del Cordero anunciamos su muerte y resurrección, y con ello la vida que nos fue dada. Hebreos 9:14 (LBLA) ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo? La Biblia nos enseña que hay obras de la carne (Gálatas 5:19-21), pero es por medio de la sangre de Cristo que somos purificados de estas obras, por lo tanto, cuando somos participes de ellas, nos revelamos ante el sacrificio de la cruz. Hebreos 9:15 (LBLA) Y por eso El es el mediador de un nuevo pacto, a fin de que habiendo tenido lugar una muerte para la redención de las transgresiones que se cometieron bajo el primer pacto, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna. En el primer tabernáculo se ofrecía constantemente sacrificios, en el segundo se ofrecía solamente una vez al año, pero si el sacerdote estaba en pecado moría, sin embargo cuando vino el Señor Jesucristo trajo un pacto eterno. Hebreos 7:22 (LBLA) por eso, Jesús ha venido a ser fiador de un mejor pacto. Hebreos 7:22 (PDT) Esto quiere decir que Jesús es la garantía de un mejor pacto entre Dios y su pueblo. Cristo es la garantía de que se cumplirá la promesa de la redención, de que no se romperá el pacto que Él firmó en la cruz. Él es el sacerdote eterno, a quien la muerte no le impide continuar con su sacerdocio, y por medio de Él podemos ser llamados reyes y sacerdotes. Garantía significa seguridad, protección, resguardo, fianza, deposito, o aval; Cristo es todo esto para nosotros, nos da la seguridad que el pacto eterno no se romperá. Hebreos 7:23-25 (LBLA) Los sacerdotes anteriores eran más numerosos porque la muerte les impedía continuar, [24] pero El conserva su sacerdocio inmutable puesto que permanece para siempre. [25] Por lo cual El también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de El se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos. La obra intercesora de Cristo por nosotros no se limitó solo a la cruz, sino es una obra perpetua, por medio de la cual podemos ser constantemente rociados para ser limpios de nuestros pecados, pues debemos reconocer que constantemente le fallamos. Hebreos 12:24 (LBLA) y a Jesús, el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel.

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2

La sangre de Abel clamaba justicia, pero la de Cristo clama misericordia. La sangre del Cordero es la señal para que no haya muerte eterna en nosotros sino por el contrario, vida eterna. Cuando el ángel de la muerte pasó por Egipto, las casas del pueblo de Dios debían ser marcadas por la sangre del cordero en el dintel de la puerta, para que no hubiera juicio sobre ellos; de la misma forma la sangre de Cristo aleja el juicio de nosotros y hace que triunfe la misericordia. Hebreos 9:16-17 (LBLA) Porque donde hay un testamento, necesario es que ocurra la muerte del testador. [17] Pues un testamento es válido sólo en caso de muerte, puesto que no se pone en vigor mientras vive el testador. La palabra testador se traduce del Strong G1303 diatídsemal que significa asignar o pactar; según el DRAE el testador es alguien que hace un testamento donde expresa su deseo de quiénes recibirán sus bienes, derechos u obligaciones en el momento de su muerte. Cristo era el único heredero pero por medio de Su muerte nos hizo coherederos de todas las cosas. Juan 1:12 (LBLA) Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, Si Cristo no nos hubiera alcanzado, estaríamos perdidos, pero Él nos ha dado el derecho de ser hijos de Dios, somos nuevas criaturas, porque todo el pasado fue dejado atrás. 1 Pedro 1:18-19 (LBLA) sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, [19] sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo. En lo natural, aún nuestra salud se puede ver influenciada por las enfermedades que padezcan nuestros padres, pero esta es una maldición que el Señor puede romper por medio de la ministración de la Santa Cena, pues esta trae sanidad. Romanos 8:12-17 (LBLA) Así que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne, [13] porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. [14] Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. [15] Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! [16] El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, [17] y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con El a fin de que también seamos glorificados con El. Si bien es cierto que Cristo nos dio el derecho de ser herederos, también es necesario que nos guardemos para no vivir conforme a la carne, sino guiados por el Espíritu Santo. Hebreos 10:19 (LBLA) Entonces, hermanos, puesto que tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús,

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La sangre de Cristo también nos da acceso al trono de la gracia sin ningún impedimento. Lucas 22:19-20 (LBLA) Y habiendo tomado pan, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. [20] De la misma manera tomó la copa después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros. Hoy podemos recibir por medio de la Sangre de Cristo la confirmación del pacto que Cristo hizo con nosotros, por medio del cual nos hemos constituido en herederos de Dios.