la ira es energia

La ira es energa

John Lydon

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La ira es energa

John Lydon Traduccin de Emilia Garca-Romeu y Jaime Blasco

BARCELONA MXICO BUENOS AIRES


Nota editorial

El lector advertir que la prosa de John Lydon no siempre se ajus-ta a las convenciones gramaticales. Tambin hallar palabras no registradas en los diccionarios o empleadas de forma poco orto-doxa. No son erratas o errores, sino elementos sustanciales de la singular jerga que utiliza el autor y que, por ello, esta editorial ha respetado casi sin excepcin. Como dira el seor Lydon: No perdamos el tiempo con chorradas.


Los Lydon: no puedo agradecer a mi familia que me diera una ca-rrera (eso me lo hice yo solito), pero s que permaneciera a mi lado. Muchas gracias.

Nora: el amor de mi vida, mi mejor amiga. Nuestros desencuen-tros son bellas y nuestros reencuentros bellsimos. Ojal sepa de-volverte todo el cario y el apoyo que me has dado. Gracias.

Este libro est dedicado a la integridad.

The Lydons. I cant thank my family for giving me a career,because I did that to myself, but I can thank them for standing

by me. Thank you.

Nora. The love of my life. My best friend. The rows are beautifulbut the making up is more so. You give me nothing but love and

support. Which I hope Im repaying. Thank you.

I dedicate this book to integrity.

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Anger is an Energy text 09/09/2014 11:13 Page v


9ndice

Introduccin: Qu la carretera se alce para ti 1 1

1. NACIDO CON UN PROPSITO 2 1 Races y cultura 53 2. EL PRIMER VTER DENTRO DE CASA 65 3. JOHNNY VISTE COMO QUIERE 97 Hermosa vergenza 123 4. EN EL INFIERNO 127 Besos y abrazos, cario Primera parte 161 5. ESTE CHICO NO SE RINDE 167 Quin censura al censor? Primera parte: tiempos fraudulentos 209 6. SOLTANDO LASTRE 2 1 1 7. ABRIENDO LA CAJA DE PANDORA

CON MARTILLO Y CINCEL 245 Quin censura al censor? Segunda parte: tiempos fraudulentos 277 8. SLO PORQUE ESTS PARANOICO NO VAN

A DEJAR DE PERSEGUIRTE 285 Besos y abrazos, cario! Segunda parte 319 9. NO HAY NADA MEJOR QUE CAMBIAR 323 Quin censura al censor? Tercera parte: no permitis que me malinterpreten 36510. ILUSIONADO Y FELIZ 373


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11. JOHNNY CUCKOO 413 Quin censura al censor? Cuarta parte: deseas mi cuerpo? 45312. PUEDES MIRAR HACIA EL FUTURO

SI TE SIENTES SEGURO 463 Besos y abrazos, cario! Tercera parte: Nora 50313. LA NATURALEZA ME DESCUBRE 5 1 114. LA HISTORIA Y EL DOLOR SON UN REGALO 545 Quin censura al censor? Quinta parte: resistencia pasiva 56515. MAR ADENTRO 577

La nota final 611

Agradecimientos 613

ndice onomstico 617


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Introduccin

Qu la carretera se alce contigo

La ira es energa. Es la puta verdad. En la vida se me ha ocurrido otra frase tan potente. Cuando estaba escribiendo Rise, una cancin para Public Image Ltd, no fui consciente del impacto emocional que tendra sobre m y sobre la gente que despus la escuchara.

La escrib distrado, casi sin pensar, justo cuando me dispona a cantar la cancin entera por primera vez, en mi nueva casa de Los ngeles. Es una idea llena de dureza y espontaneidad.

Rise haca referencia al contexto de Sudfrica bajo el apartheid. Por entonces, la CNN transmita noticias horrorosas sobre el pas; versos de la cancin como They put a hotwire to my head, because of the things I did and said [me pusieron un cable elc-trico en la cabeza por las cosas que yo haba hecho y dicho], des-criben las tcnicas de tortura del rgimen. Era insoportable.

Veas los reportajes de la televisin y los peridicos y sentas que no haba posibilidad de cambio. As que en el contexto de Rise, La ira es energa era una declaracin de intenciones para que la gente deje de ver la ira como algo negativo y empiece a usarla de forma creativa. La combin con otro verso que tambin se repite: May the road rise with you [que la carretera se alce contigo].

Cuando era pequeo, haba una frase que sola decir: May the road rise, and your enemies always be behind you! [qu la carretera se alce / y tus enemigos vayan siempre a la zaga].

Una expresion que sugiere que siempre hay motivo para al-bergar esperanzas y evitar recurrir a la violencia. La ira no equiva-


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le exactamente a violencia. La mayor parte de las veces, la violen-cia no soluciona nada. En Sudfrica, al final, encontraron una solucin relativamente pacfica a travs de la ira, una energa que consideramos tan negativa, pero que si se utiliza positivamente puede lograr que las cosas mejoren.

Cuando grabamos la cancin en el estudio, el productor y yo no parbamos de discutir, lo cual, por otra parte, es de lo ms normal. Discutir es bueno, es una forma de encontrar solucio-nes. Cuando lanzamos Rise, a principios de 1986, se convir-ti en el himno de una poca, justo cuando la prensa deca que yo estaba acabado, que no haba hueco alguno para m. Claro que haba hueco para m! Y all es adonde fui. La ira es energa. Es imparable.

Ahora, cuando canto en los conciertos, me emociono much-simo porque me siento muy conectado con el pblico. Tengo unas reacciones un tanto melodramticas, siento que el pblico es pura empata con las letras, con el sentido de la cancin, con lo que quiero decir. Lo entienden perfectamente y podemos com-partirlo juntos. Me quedo sin respiracin. A veces or a toda esa gente coreando me impresiona tanto que me olvido de cantar y dejo que ellos lo hagan por m. Creo que eso es lograr el xito total: que toda la gente en la sala llegue a comprender una experiencia tan enriquecedora.

La ira est en la raz de mis canciones. A veces me da la sensa-cin de que cuando compongo apenas tengo control sobre m mis-mo. Si existen los ngeles de la guarda, el mo es un to de cuidado. En mis canciones y en mi vida en general, hay mucha reflexin y tambin muchas experiencias. Cuando me pongo en on, las pala-bras simplemente fluyen. Porque cuando estoy on, estoy ON.

Sea lo que sea lo que tengo en mi interior, me ayuda a continuar y a ser yo mismo, a no rendirme, a tener mi propia forma de enten-


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der las cosas que, de hecho, no es muy distinta a la del resto de los mortales. Mucha gente la comparte, pero yo soy el nico que se levanta y habla.

Vengo de la basura. Nac y crec en un barrio muy pobre del norte de Londres, un lugar parecido a como te imaginas Rusia hoy en da. No slo era una sociedad extremadamente controlada sino que la sensacin de estar vigilado era tambin enorme. La gente que naca en este sistema de mierda, shitstem, como lo llaman los jamaicanos, estaba convencida de que haba personas que tenan derecho de mandarte. A la familia real le dije: Podis pedir leal-tad, pero no exigirla. No estoy para servir a nadie.

No creo que muchos britnicos estuvieran de acuerdo conmi-go, quizs s lo hiciera hace siglos, pero esa forma de pensar, ms libre, qued anulada por la mentalidad victoriana. De hecho, el Reino Unido posee una estimulante tradicin de desrdenes civi-les que, cuando termin la Segunda Guerra Mundial, fue barrida de la vida y de los libros de historia. No obstante, los aficionados a la lectura, como yo, fuimos capaces de encontrarla.

Aprend a leer y escribir a los cuatro o cinco aos. Mi madre me ense. Pero luego, a los siete, cuando contraje la meningitis, me olvid de todo, perd la memoria por completo hasta el punto de olvidar quines eran mis padres. Me cost mucho recuperarla. Despus del colegio me iba a la biblioteca y me quedaba leyendo hasta que cerraba. Mis padres eran geniales. Me dejaban volver a casa solo, confiaban en que encontrara el camino, aunque a veces la verdad es que haba olvidado (literalmente!) hasta dnde viva.

Despus de la meningitis, me maravill volver a leer (historia, geologa o cualquier cosa sobre fauna salvaje; luego sub de ni-vel y le a Dostoievski). Ms o menos a los once aos pensaba que Crimen y castigo era un libro profundamente revelador. Tam-bin muy triste, pero regodearse en las miserias y penalidades de


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otro a veces resulta gratificante e incluso provechoso. Es decir, por contraste te das cuenta que en desgracias y mala suerte te ganan por goleada. Los libros fueron muy importantes para m, una especie de salvavidas.

Aqu, en Estados Unidos, hace poco surgi un debate sobre por qu cada expresidente se dedica a fundar una biblioteca, cuando es notorio que ningn poltico ha abierto un libro en su vida. De hecho, eso podra explicar la poltica estadounidense. Leer me salv, fue una forma de regresar de la enfermedad. En la lectura me hall a m mismo; gracias a ella volv a acordarme de las cosas que para m tenan sentido, me di cuenta de que era la misma persona de antes de olvidarlo todo. Pero ahora se me daba mucho mejor, era capaz de verme a m mismo desde fuera, de salir de m mismo y decirme: Pero, qu ests haciendo? Inten-ta hacerlo bien en vez de actuar impulsivamente y sin pensar. Quizs estaba metindome demasiada caa, slo tena siete aos, pero es que soy tremendamente exigente conmigo mismo (y me temo que eso no va a cambiar). Nadie puede escribir algo negativo sobre m sin que yo lo haya pensado antes; la mitad de las veces, cuando la gente se mete conmigo a saco, me siento aliviado por-que creo que no se han pasado todo lo que podran. Como vers en las pginas que siguen, soy un verdadero tirano conmigo mis-mo. Este libro responde al autoanlisis que he practicado toda la vida y que sigue en curso.

Cuando tena casi veinte aos, senta que estaba preparado, listo. Y lo que sucedi lleg de una forma totalmente alucinante y sin que yo lo buscase para nada. Desde el mismo momento en que me preguntaron si quera cantar en una banda sent que todo en-cajaba finalmente y me aferr a esa oportunidad. Tuve mucha pa-ciencia: con la gente que no se presentaba a los primeros ensayos y con todo lo negativo que al principio nos pas a los Sex Pistols. Yo no llegaba con cuadernos llenos de canciones, las letras me sa-


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lan de forma natural, directamente. Mi cerebro era como una bi-blioteca. Me gusta tomar notas, pero normalmente no valoro mucho las cosas una vez las he escrito. Pienso ms rpido de lo que escribo, digamos que tengo un buen almacn entre las orejas.

Era de puta madre poder gritar todas esas cosas y de verdad que entonces no me poda imaginar la cantidad de gente que aca-bara escuchndolas. Antes de unirme a los Pistols, los haba visto tocar en un club y no tena muchas esperanzas al respecto. En aquel momento el negocio de la msica era un monopolio, como lo era todo, donde pareca que los grupos a favor del amor libre de los sesenta se haban adueado de los mejores sitios del autobs, como quien dice, y ni locos pensaban dejarlos libres.

En un ao o dos, sin embargo, dos de mis primeras canciones, Anarchy In The UK y God Save The Queen, dieron en la diana. Me gustara dar las gracias al sistema britnico de bibliote-cas pblicas, pues fueron mi campo de pruebas, all es donde aprend a lanzar granadas verbales. Porque yo no arrojaba ladri-llos a los escaparates en nombre de la rebelin sino palabras all donde importaba. Las palabras cuentan.

Diputados y concejales hablaban de m e invocaban, furiosos, la ley de traidores y traiciones, la cual era letal; una ley muy anti-gua, que, segn mi abogado, todava poda suponer la pena de muerte. Dios mo!, pero, por qu? Por unas palabras? Que el Gobierno pueda dictar lo que la poblacin debe o no debe hacer es absurdo. Si somos nosotros los que los elegimos, encima van a poder decirnos lo que hacemos mal? Al contrario, deberan visi-bilizar las cosas que hacemos bien. Derechos civiles para todos! No juzguis y no seris juzgados.

La farsa que se mont alrededor de m y de los Sex Pistols des-pert al puetero hijo de puta que llevo dentro. Me di cuenta de que, en efecto, las palabras podan ser armas y que as eran perci-bidas por el establishment... Menudo subidn. Sent que de alguna


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forma todo eso me legitimaba. Era un asunto realmente compro-metido, serio, no un motivo de risa banal. Me disgustan todos los gobiernos. ste al menos me estaba diciendo que me prohiban decir ciertas cosas o, en otras palabras, tener una opinin propia. Descubr que yo era txico para los poderes fcticos.

Pocos cantantes pop han llegado tan lejos en este sentido. Ahora estn las Pussy como-se-llamen, en Rusia. Pero antes de ellas, yo era el cantante pop que haba vivido la situacin ms extrema, la ms poltica y la ms peligrosa. Y la verdad es que entonces yo me descojonaba. Nuestro supuesto mnager, Mal-colm McLaren, se cagaba vivo, al igual que el resto del grupo. sa fue, bsicamente, la razn por la que empezamos a distanciarnos: tenan miedo de verse involucrados en lo que consideraban un escndalo. Yo pensaba que eran preguntas que necesitaban ha-cerse, una investigacin pblica en todos los sentidos, poner so-bre la mesa cuestiones como qu es lo que se puede y no se puede decir?, por qu cojones es una palabra que no pue-des ni tocar? o quin decide estas cosas?. Eso es lo que me dirigi en la senda en la que estoy desde entonces: cuento las co-sas como son y nunca doy marcha atrs.

Una vez vi el vdeo de un directo de Iggy Pop, slo una cancin. Estaba cantando Down In The Street y me qued tan impresio-nado con lo valiente que era su msica, tan ruidosa. Y no le tem-blaban las piernas, al contrario, el to lo daba todo, a tope. Ah estaba l, con su larga melena rubia, tan lujuriosa, y con su rmel (Iggy, por favor!). Me encant porque el to no esconda ni hua de su mensaje, para nada; pareca estar diciendo aqu estoy, as que ve acostumbrndote. Menudo coraje. Sin concesiones.

Nadie puede esperar gustar a todo el mundo y os dir que a veces es mejor no gustar. En cualquier caso, una vez has tenido la cara dura de subirte a un escenario, te pertenece. No huyas, no te escondas. Yo no huyo. Nunca me he dado palmaditas en la espal-


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da por lo que he conseguido, aunque he salido de la nada. Siem-pre he tenido problemas y, cuando terminaba uno, empezaba el siguiente. Para m, la msica no ha sido una forma de ganar tro-feos. Simplemente, senta que haba cosas que era necesario decir.

Ya he hecho mi parte, como por ejemplo poner sobre la mesa los corss y los estereotipos de los britnicos. Eso lo hice con los Sexy Piss-ups [Sex Pistols], as que luego me puse a otra cosa: me dediqu a la poltica interior, es decir, a intentar aclararme yo, a entender lo que me pasaba a m. Antes de hacer carrera sealando a los dems y juzgndolos, es mejor sentarse y ver los problemas que uno mismo tiene. Para eso me sirvi la siguiente banda, Public Image Limited [abreviado, PiL]. Me permiti dejar de ser tan arrogante e intentar que en la banda todos furamos iguales.

As hemos conseguido hacer cosas muy buenas, importantes, interesantes. Me encanta Pubic Hair Ltd.1 Nos enfrentamos a todo lo que se pensaba que tena que ser la msica en ese momento y cambiamos el concepto de msica por completo. De hecho, hay que decir que he transformado la msica dos veces en mi vida: una con Sex Pistols y otra con PiL.

Es difcil recordar los detalles, pero all por los aos ochenta o noventa, alguien me dijo: No sera genial que te hicieran Miembro de la Orden del Imperio Britnico?. Quizs lo deca porque pensaban que me haba ablandado, pero eso es que no ha-ba escuchado mis dos discos con PiL, Metal Box y Album. La gen-te crea que mis letras eran menos agudas e incisivas, pero se equivocaban. Lo que pasa es que en vez de volcarse hacia el exte-rior se centraban en asuntos ms ntimos. Por eso se supona que el sistema de mierda sera capaz de domarme, mimarme y sorberme el cerebro. Pero, no, no, Johnny, no vayas por ese ca-

1. Juego de palabras con public [pblico] y pubic [pbico]. (Todas las notas son de los traductores.)


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mino.... Esos ttulos de grandeza me provocan mucha descon-fianza. No creo que sean necesarios y eso que me chifla la pompa y el boato, pero no quiero formar parte de l.

Y al mismo tiempo, paradjicamente, hace poco tuve trato con el Gobierno americano, porque solicit la nacionalidad esta-dounidense y me dijeron que los britnicos todava tienen un expediente abierto sobre m! Qu fuerte!

Todo lo que quiero en la vida es claridad, transparencia, de manera que yo pueda saber quin est haciendo qu y a quin en todo momento. Mis nicos enemigos de verdad son los embuste-ros, que haran cualquier cosa por detenerme para poder conti-nuar contaminando, slo porque les resulta ms cmodo. Tam-poco aguanto a los ignorantes descerebrados que se creen todo lo que sale en los peridicos.

S perfectamente que los que ms van a disfrutar de este libro es la gente que ms me detesta y que cada lnea confirmar su des-precio. Pero se es en parte el inters del libro, por eso lo escri-bo. Mientras piensen, aunque sea negativamente, al menos estn pensando! Acaso ya habamos olvidado que la ira es energa?

As que sta es mi vida sin censura. Debera llevar el subttulo aunque algunos lo han intentado. Siempre he estado en contra de la censura. Son leyes que provienen de gente que no suele pensar mucho y que carece de capacidad de introspeccin. No conocemos el futuro, as que tirmonos a la piscina a ver qu pasa. Hay un viejo dicho que contiene una gran verdad: A lo nico que hay que temer es al miedo.

Este libro es bsicamente la vida de un temerario impeniten-te. Me gusta arriesgarme, es algo natural en m porque deja salir mis mejores cualidades. A principios de 2014 acept uno de los mayores retos de mi carrera: me compromet a irme tres meses de gira por Estados Unidos haciendo de Herodes en Jesucristo Super


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star. Saba que aquello tendra su morbo y que mucha gente me pondra verde (lo cual me encanta, creedme), pero eso no es nada en comparacin de lo que saqu de aquella experiencia. Me tuve que obligar a obedecer rdenes y a seguir un guion: la prueba de fuego! Una semana antes del estreno del espectculo, se cancel sin que nos dieran ninguna explicacin.

Intentar ser lo ms preciso posible sin causar daos persona-les. Todo el mundo merece otra oportunidad por muchas veces que haya cado. He llevado una vida dura, pero no deseo conver-tirla en un ajuste de cuentas con personajes secundarios y perder as la perspectiva. Cedo el rencor a esas sabandijas.

Tratar de recordar lo mejor posible quin coo soy. En oca-siones no sigo un orden cronolgico, pero el objetivo es ser lo ms sincero y abierto posible y decir la verdad y nada ms que la ver-dad... pero, puede que me equivoque y tambin puede que no...

En la vida todo est interconectado. La imprevisibilidad ha marcado la ma. He abierto camino y he hecho que ste sea ms seguro para los que me han seguido. Soy el elefante en la cacha-rrera, el que siempre dice lo que piensa y se queda hasta el final. El ltimo hombre en pie... en un mundo donde nadie importa.


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Nacido con un propsito

Escrib los versos Pruebas y tribulaciones a principios de los ochenta, quera intentar entender el caos y la confusin que acompaaron mi llegada al mundo: When I was born, the doc-tor did not like me. / He grabbed my ankles, held me like a turkey. / Dear Mummy, why dyou let him hit me. / This was wrong, I knew you did not love me [Cuando nac, no le gust al mdico. / Me agarr por los tobillos y me sostuvo como a un pavo. / Que-rida mam, por qu dejaste que me pegara. / Eso estuvo mal, supe que no me queras]. Tres versos despus se llega a la conclu-sin, que es que yo era un beb muy fcil de cabrear. De esa can-cin, Tie Me To The Length Of That, me siento muy orgulloso. Entonces haba un montn de programas mdicos en la televisin donde mostraban partos reales, lo cual rompa los moldes de lo que hasta entonces estaba permitido mostrar. Contemplar a esos bebs saliendo de sus madres y ver cmo luego les daban unos azotes en el culo me pareca alucinante. Tenan buenas razones para hacerlo, pero es una manera muy traumtica de venir al mundo: pasar del paraso uterino a esas tortas en el trasero.

Mi padre se enfad muchsimo al or la cancin, porque hago referencia a l cuando digo stupid drunk then the bastard dropped me [estpido borracho, luego el cabrn me dej caer]. Era una historia que mi ta me haba contado y que mi madre repeta: que el orgulloso padre haba aparecido borracho. Se haba tomado el da libre y, llevado por el pnico, una cosa condujo a la otra. Nac la madrugada del 31 de enero de 1956, un


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da increblemente fro, y mi padre haba estado paniqueando por decirlo de alguna manera toda la noche.

El retrato que hice de l lo enfurec. No fue as... Bueno, puede que s, pero no por las razones que imaginas. Pobre pap. No lo hice para ajustar cuentas ni para molestarlo. Como deca, slo estaba intentando trasladar a una cancin las emociones por las que deb de pasar al nacer. Por eso me encanta componer can-ciones: escribirlas constituye una investigacin introspectiva elevada a la mxima potencia.

Hay una foto de la boda de mis padres que me parece tremen-damente interesante. En la esquina derecha, al fondo, est mi ta Agnes con un nio en brazos. La explicacin ms plausible es que ese nio soy yo. As que... soy un cabrn! En los ltimos aos, he conocido a otros nios que mi madre, al parecer, tuvo fuera del matrimonio. Nunca he conseguido que nadie de mi familia me diera una respuesta sincera. A ninguno le gusta hablar, silen-cio absoluto, de manera que todo es un misterio. Sin duda, hasta que consiga desentraar el misterio de mi propia vida y mi pro-pia situacin, veo difcil ocuparme de otros presuntos miembros de mi familia.

No tena certificado de nacimiento y pens que quizs ni si-quiera haba nacido en Londres. Mi padre estaba preocupado porque lo llamaran al Servicio Militar, as que se escondi duran-te un tiempo. Por motivos obvios, no puedo ser muy explcito so-bre este asunto, porque mis padres tampoco lo eran. Era como intentar sacar sangre de una piedra. Oye, pertenezco a esta fa-milia?, bueno, no s yo..., se era el sentido del humor de mi madre, que me costaba mucho pillar cuando era joven. Me tena en un constante estado de alerta, senta que de repente las cosas podan volverse del revs. Los padres tienen muchas tretas, mu-chos juegos para burlarse de sus hijos. Resultan muy tiles en la edad adulta.


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Mis padres me ensearon a ser sagaz, que es mucho mejor que ignorarte y contarte el cuento del ratoncito Prez. En mi casa se jugaba a otro nivel. No me atiborraban con fantasas. Nosotros te-namos claro que si Santa Claus bajaba por la chimenea se quema-ra y que luego, probablemente, la gente del barrio lo molera a palos por la pinta de pedfilo que tena.

En aquellos das, las cosas eran un poco diferentes. No te fia-bas de nadie. Mi madre y mi padre eran gente un tanto simple. Ojo, no tontos, para nada, eran listos a su manera, porque eran supervivientes, pero siempre se sintieron manipulados por la forma en que funcionaban las cosas en Inglaterra.

Mi padre, John Christopher Lydon, proceda de Galway y es-taba acostumbrado a trabajar con todo tipo de maquinaria pesada. Lleg a Londres con catorce aos buscando trabajo en las obras de construccin y enseguida se hizo con un permiso para conducir gras y cosas as. Nunca se consider un quitaescombros.

Su padre era un personaje violento, camorrista y raro. Haba llegado a Inglaterra antes que mi padre y vivan cerca, pero nunca se gustaron mucho. Mi padre se pasaba el da en su casa, inten-tando conectar con mi alma de alguna manera. Era muy triste. Le llambamos el Viejo, aunque la verdad es que nunca se pareci a un bho.2 Era un fumador impenitente. Siempre ola a tabaco y nunca le faltaba una colilla en la boca. Tena una voz gutural y no se le entenda bien porque era alcohlico, adems de un playboy entre las prostitutas. Era extrao ver esa relacin.

Mi madre, Eileen, de una forma callada y discreta, era muy cariosa y encantadora. En casa no se hablaba mucho. Lo nico que necesitas cuando eres pequeo es la atencin de los adultos, pero el tipo adecuado de atencin. Mi madre siempre tuvo pro-

2. En el original, juego fontico intraducible entre old fella (literalmente tipo viejo) y owl fella (tipo bho).


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blemas de salud. Mis padres tenan slo diecisiete o dieciocho aos cuando se casaron y enseguida empezaron a tener hijos.

La familia de mi madre, los Barry, procedan del condado de Cork, de un lugar llamado Carrigrohane, en Irlanda. Al parecer se conocieron mientras l estaba trabajando all. bamos todos los veranos de vacaciones a la granja slo para complacer a mi madre. All no nos podan ni ver, y nosotros, lo cual era muy molesto, tenamos que aguantarnos. Nos sentbamos y nadie hablaba. Mis abuelos maternos tampoco eran grandes habladores, as que toda la familia poda sentarse en silencio das y das, como si fuera ne-cesario apuntarles con una pistola para que pronunciaran palabra. Tenan una forma de ser muy tranquila (y muy extraa). Mi padre se volva loco, porque, a su manera, le encantaba hablar.

Sentan una especie de rencor soterrado contra l. No le diri-gan la palabra y l se contena. Creo que quizs aquello se deba a que, segn ellos, l no estaba a la altura de ella, lo cual es muy extrao, porque aos despus me enter de que mi abuela mater-na haba sido condenada al ostracismo por casarse con Jack Barry, que fue una especie de hroe en la lucha por la independencia (me troncho...).

Por lo visto la familia de ella tena dinero, algo que en Ir-landa significa tener una granja. Jack construy la suya propia despus de la guerra, cuando el sur conquist sus derechos. No le fue mal, pero tena prejuicios y los irlandeses pueden ser incre-blemente esnobs, mucho ms incluso que los ingleses con su sis-tema de clases. Eso siempre estaba latente. En Londres vivamos en un barrio pobre y deprimido. La gente all era la hostia de po-bre, nosotros incluidos. Vivamos en Benwell Road, donde el Ar-senal ha construido el Emirates Stadium. Estaba justo al lado del puente de las vas del tren, en un bloque de viviendas subvencio-nadas de Guinness Trust llamado Benwell Mansions. Haba un lo-cal en el bajo que cuando nos mudamos haba ocupado un vaga-


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bundo, Tom el Mierdas. Bajabas por un vestbulo y nosotros vivamos en dos habitaciones que rodeaban el jardn trasero: una cocina y un dormitorio. El bao era exterior, lo que significaba que te acostumbrabas rpidamente a usar el orinal. Tambin ha-ba un refugio antiareo, pero como la gente lo utilizaba de basu-rero, estaba lleno de ratas.

En el dormitorio vivamos mi madre, mi padre, yo y mis her-manos pequeos a medida que fueron llegando: Jimmy, Bobby y, para terminar Martin. As que ramos seis: dos adultos y cuatro nios. Como familia no ramos muy de toquetearnos, tampoco era necesario. Dos camas dobles y una cuna en una habitacin con una estufa de aceite: te tocabas aunque no quisieras. Lo lti-mo que deseabas eran unos buenos achuchones. De todas formas, en invierno estbamos todos envueltos con capas hechas de abri-gos viejos.

El alquiler era de unas seis libras al mes. Hasta hoy, cuando oigo un comentario racista tipo, mira esos pakis de mierda, ocho en una habitacin, pienso no slo son las palabras de un racista, es que yo crec as. Y s que tambin es el caso de la ma-yora de mis vecinos de entonces. No pensbamos que aquello tuviera que ver en absoluto con el color de nuestra piel sino con la miseria.

Cuando Tom el Mierdas se muri, nos mudamos al local del bajo. Aquel hombre no tiraba nunca nada, as que imaginaos la montaa. Y el olor no se fue durante mucho tiempo porque all estuvo muerto una semana sin que nadie lo advirtiera. Parece que siempre me rodeo de cadveres malolientes.

Desde pequeo tuve que acostumbrarme a limpiarles el culo a mis hermanos. Por pura necesidad, as eran las cosas: mi madre estaba enferma todo el tiempo y alguien tena que hacerlo. Ahora lo pienso y no me desagrada en absoluto, es algo humano. Es ge-nial que mi madre me lo pidiera, porque lo haca a gusto, me gus-


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taba esa responsabilidad. Saba que quizs tuviera que levantar-me al amanecer y no importaba hacer porridge.3 Y tambin me gustaba poner en orden las cosas.

En mi barrio eso era muy corriente: haba muchas personas que se hacan cargo de los ms pequeos. Son valores comunales que por desgracia estn desapareciendo. No lo digo en un sentido romntico o sensiblero, porque me imagino que antes de la Se-gunda Guerra Mundial las cosas eran as: Yo te odio ms que t a m. No creo que entonces hubiera mucho espritu comunitario, ms bien ricachones victorianos por un lado y muertos de ham-bre por otro. Pero despus de la guerra, supongo que la comuni-dad se convirti en otra cosa: tocaba juntarse porque no haba otra manera de sobrevivir.

Mi padre estaba fuera gran parte del tiempo. Cuando tena ms o menos cuatro aos, vivamos en Eastbourne. Aquello era un infierno. Mis recuerdos de ese sitio son terrorficos porque nuestro piso estaba justo a la orilla del mar y por la noche me asustaba muchsimo escucharlo. No poda evitar pensar que una ola nos arrastrara y moriramos ahogados. Mi madre era quien se ocupaba de nosotros casi siempre. Y con mi padre fuera, no me importaba nada ocuparme yo tambin de ella. Me gustaba asumir esa responsabilidad. Es algo instintivo en m, me gusta cuidar de la gente.

Mi madre estaba siempre muy preocupada. Por aquellos das, era usual que los ligones del barrio se pasaran por mi casa de vez cuando, porque saban que haba una mujer sin proteccin. De repente alguien llamaba a la puerta y ella deca: Cerrad las cor-tinas, no hagis ruido, esperad a que se vaya. Crecimos con un sentimiento de recelo hacia los extraos. Hacia los hombres. No confes en ellos. Tena un fuerte sentimiento protector hacia mi

3. Gachas de avena.


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madre. Cuando pienso que alguien puede hacer dao a mi familia o a mis amigos, se me va la olla. Ah es cuando Gandhi saca el bazuca.

Mi madre siempre estaba enferma. Sufri infinitos abortos y eso tampoco la ayud. Supongo que por aquel entonces no se sa-ba mucho sobre mtodos anticonceptivos. De hecho, segura-mente lo haban considerado pecado mortal de acuerdo con la doctrina de la Iglesia (los curas catlicos: siempre imponiendo hijos a la gente).

Una vez tuvo un aborto y yo era el nico que estaba en casa. Tenamos parientes que vivan muy cerca, pero, amigo, hay veces en la vida en que ests solo. Es muy fuerte llevar un cubo con el aborto y todo, haba dedos y cosas as, y tener que tirarlo por el vter. No tenamos telfono, as que primero tuve que encargar-me de todo eso y luego de ir a buscar al mdico, que estaba bas-tante lejos andando.

Haba otros miembros de la familia cerca cuando haca falta. Mi ta Agnes, casada con el hermano de mi padre, viva en las mismas viviendas de Benwell Road. Tambin estaba mi ta Pauli-ne, que vino a vivir con nosotros cuando todava estbamos en las dos habitaciones de Benwell. Al pensar en ello ahora, como adulto, me imagino lo difcil que debi de ser para mi padre y mi madre dormir en una cama y tener otra justo al lado con Jimmy, mi ta y yo: calentito y confortable, no? Pues ms bien todo lo contrario.

Yo adoraba a mi ta Pauline. Ella era como la hermana mayor que nunca tuve, tan increblemente cariosa y al mismo tiempo tan ausente, al estilo Barry. Cuando Tom el Mierdas se muri, tuvimos una habitacin ms para la ta Pauline (y aqu entra en escena el to George, al que yo adoraba, era estupendo). Unas Na-vidades fuimos a la iglesia, pero ta Pauline prefiri quedarse en casa. Cuando volvimos les haba mordido las cabezas a los solda-


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ditos que me acababan de regalar. Todava hoy desconozco el motivo. Cuando George volvi, me trajo una casa montable del estilo de Lego, pero obviamente ms barata. Abri el paquete y par de llorar. Jugu con l toda la tarde y nunca lo olvidar, por-que pas mucho tiempo conmigo ensendome cosas y consi-gui ganarse mi inters.

Unos aos ms tarde, se cas con Pauline y se fueron a Canad. La boda me impresion bastante por muchas razones, sobre todo por conocer al hermano de George. No me acuerdo de su nombre, pero era un absoluto hooligan de los Celtics, con una cicatriz en ngulo que le cruzaba la cara y un acento cerradsimo. No paisha n. Me lan hecho con un hacha. Madre ma! Qu fuerte! Este to era un puto pelen callejero. Hostia puta!

Mientras, mi madre se dedicaba a hacer de m un ser humano inteligente. Fue ella la que me ense a leer y a escribir a los cuatro aos, mucho antes de ir al colegio. Cuando me toc entrar en la escuela de primaria Eden Grove, un colegio catlico, me convert en un problema para las monjas porque era un zurdo que ya saba escribir perfectamente. As que me decan algo as como: Sinta-te en ese rincn hasta que la clase te alcance. En el colegio reina-ba la desidia; adems, por algn motivo (y eso que yo era muy ca-llado y tmido), me gan el rencor de las monjas. Me atacaban con frases como eres zurdo, sa es la seal del demonio. Qu tipo de mensaje es se, decir eso a un nio de cinco aos slo porque ya sabe leer y escribir? Qu clase de malvada estupidez es sa? El desagrado que sentan por m continu, quizs porque me consi-deraban un listillo o algo as. Normalmente nos golpeaban en la mano derecha con la parte afilada de la regla, pero, como yo escri-ba con la izquierda, me pegaban en la izquierda, para asegurarse de que escribiera con la otra. Pero era incapaz: no estoy cableado as. Era completamente ridculo porque ni siquiera necesitaba que me ensearan a leer ni a escribir. Ya haba aprendido en casa.


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Eden Grove era un colegio estrechamente vinculado a la Igle-sia catlica: de hecho, todas las clases del piso de arriba daban, literalmente, a la iglesia por medio de una rampa y, las de abajo, a travs del patio, as que era imposible sortearla. Todo era sacro-santo y todo lo que hacas era malo y Dios te iba a castigar: una actitud muy peculiar. Nada que ver con lo que espera un nio de cinco aos del mundo, es decir, que la gente no sea tan retorcida.

Los curas siempre me metan miedo. De nio, ir a la iglesia me resultaba aterrador. Me daba la sensacin de que aquellos co-sas no eran muy diferentes de Drcula y de los personajes de las pelculas de terror de Hammer, como Christopher Lee. Los curas solan dirigirse a ti de una manera dogmtica y dictatorial, juz-gndote con condescendencia. Las monjas eran peores, unas vie-jas malolientes y amargadas que odiaban a la humanidad. Espo-sas de Cristo? Seguro que l fantaseaba con otras cosas!

Algunos de los lugareos no estaban muy contentos con los inmigrantes irlandeses y mucho menos con tener un colegio ca-tlico, con iglesia y todo, en medio de un barrio obrero. Lo vean como supongo que se perciben las mezquitas en este momento, como algo absolutamente ajeno. Quien tuviera algo que ver con el colegio era considerado un extrao.

Nunca me he sentido irlands, yo soy ingls, vengo de Ingla-terra. Siempre me lo recordaban cuando iba a Irlanda. No eres irlands, solan decir los lugareos y entonces yo recordaba lo que dice la cancin de los Magazine: Bloody hell, shot by both sides here [Joder, me disparan por ambos lados], un verso que to-dava me viene al pelo.

Mis hermanos y yo hablbamos la jerga local, pero haba olvi-dado lo cerrado que era el acento de mis padres. El de mi madre era genuinamente de Cork y muy campesino. Despus de que Malcolm falleciera, un da en que estbamos viendo pelculas de los Sex Pistols y encontr la cinta de una entrevista a mi madre.


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La cinta haba estado mucho tiempo sepultada en un almacn y, cuando volv a orla, me qued atnito de lo cerrado y difcil de entender que era su acento. Me resultaba casi ininteligible.

Mis padres intentaban ser religiosos, pero aquello no les acababa de funcionar. En la Iglesia Catlica todo est relacionado con el dinero y nosotros no tenamos un cntimo. Los domingos nos arrastraban a la iglesia, pero eran lo suficientemente buenos como para no llevarnos a la misa de primera hora de la maana sino a la de las siete de la tarde. Eso nos pareca genial, porque as nos perdamos Jess Yates y su programa de televisin Stars On Sunday.

En el colegio, intentaba entender todo por mi cuenta. Si al-guien me pregunta si era consciente de que se cometan abusos sexuales, la respuesta es la siguiente: Joder que si lo saba, por supuesto que haba abuso: institucionalizado, encubierto y per-mitido. Todo el mundo saba que haba que correr cuando ve-na a visitarnos el cura y que tampoco haba que meterse en el coro ni de monaguillo ni de nada de esas cosas por nada del mundo, porque implicaba contacto directo. Por eso me esforza-ba por desafinar, porque saba que de otra forma me metera en terrenos pantanosos. As que el gusto por cantar me lo quitaron los putos curas. No podis imaginar la alegra que me dio unirme a los Sex Pistols y hacer del mundo un lugar mejor: fue una espe-cie de revancha.

A pesar de todo esto, yo era un pollito tranquilo y feliz. Con-viva con la suciedad y la pobreza e Inglaterra acababa de salir del perodo de racionamiento, pero creo que a m lo que ms me im-portaba era pasrmelo bien los das calurosos de verano, esos que llambamos das de ensalada. Cuando era joven no entenda qu significaba esa expresin porque la ensalada no me gustaba nada. Lo que mi madre entenda por ensalada era una montaa horrorosa de hojas verde plido con salsa de ensalada Heinz. Lo


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nico bueno que tena era la remolacha porque siempre me ha encantado la remolacha en vinagre, soy capaz de abrir un bote y comrmelo entero de una sentada. Y tambin me encantaban las grosellas y mi madre compraba en verano, aunque ahora no las aguanto. Son horribles. No s cmo poda soportar algo tan amar-go. Era una tortura comrselas, pero quiz por entonces tuviera escorbuto o deficiencia de vitamina c y eso provocaba que me entraran muchas ganas de llevrmelas a la boca.

Me gustaba la ropa que nos pona mi madre. Adoraba los cha-lecos escoceses y los trajes de chaqueta de cuadritos de tres pie-zas, con chaleco y pantalones cortos. Me encantaban. Era como decirle al mundo: Mi pandilla y yo vestimos as, pasa algo?. Nos vesta bien, a los dos igual, a Jimmy y a m, pero no me im-portaba. Era muy distinto de lo que otros nios llevaban y quizs por eso comenc a comprender que era importante tener un gus-to propio.

Con el tiempo lo he apreciado todava ms, porque ahora soy consciente de lo pobres que eran y entiendo el esfuerzo que les cost llevarnos as. Siempre tenamos la sensacin de que no nos podamos permitir comprar nada. Me acuerdo de un da en que casi nos morimos de hambre. Es un recuerdo al que incluso tengo cario. No tenamos ni un penique y lo nico que haba para ce-nar era una lata de sopa al curry Heinz. La haba comprado mi padre para darnos la bienvenida. As que all estbamos los cuatro alrededor de una lata de sopa. Ya no creo que la fabriquen (y con razn). Era una sopa al curry y para nosotros, entonces, el curry era algo incomible, muy picante. Uno poda pensar: Antes de comer eso me muero de hambre. Pues muere.

Vea grandes casas y cosas por el estilo, pero no senta que me ataeran de ninguna forma, no lo entenda. Para m era un sin-sentido que la gente viviera en sitios tan grandes. Sola pregun-tarme, qu hacen en todas esas habitaciones? Cmo pueden


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dormir por la noche sabiendo que hay que cerrar el pestillo de todas esas ventanas?

Me encantaban los veranos porque significaba que estbamos fuera todo el da; no tenamos que ir a casa para nada, de hecho, te olvidabas de que exista. Me enfadaba muchsimo cuando os-cureca. Oas los berridos: Doooonde estis!!!???. Toda-va quedaban ruinas de los bombardeos y haba un montn de nios correteando a su antojo. Esas ruinas eran un parque de aventuras en todos los sentidos, tan emocionantes, sorprenden-tes, algo maravilloso para un nio. Nunca te aburras, siempre haba algo que desentraar y que explorar y, adems, tambin estaban las fbricas.

Joder, cuando uno tiene cinco, seis o siete aos, colarse en una fbrica es muy divertido. Toda la zona entre Benewell Road y Queensland Road haba quedado derruida por la guerra, pero es-taban erigiendo fbricas alrededor. Tenamos una pandilla (para cualquier cosa nos juntbamos al menos veinte nios) y mont-bamos escaleras con los ladrillos de las ruinas para subir por las paredes. Una vez llegbamos al tejado, era muy fcil entrar, sim-plemente tenas que dejarte caer. Era todo un desafo y me chifla-ba. Estaba la fbrica de helados Walls al principio de la Queens-land Road y entrar nos atraa enormemente, pero resultaba imposible. Era demasiado moderna y tena contraventanas y ver-jas de hierro, adems de candados. En su lugar, esperbamos a que cargaran las furgonetas y, cuando los obreros se iban a cargar la carretilla, intentabas afanar un polo. Lo que fuera por conseguir un Raspberry Split, que era el polo de moda. Helado por dentro y hielo con sabor a frambuesa por fuera: el polo ms rico del mundo, hacas lo que fuera por conseguir uno gratis.

El hielo que usaban entre las cajas de helados no era nitrgeno lquido sino algo parecido; hay alguna sustancia qumica para conservarlos fros mientras los transportan entre la fbrica y el


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camin. Una vez, para hacerme el chulo, puse la lengua en lo que pareca un bloque de hielo, pero no lo era. Se me qued pegada y al intentar separarla me dej una tira de piel!: Venga, atrvete a chuparlo!. Uuuuuurrr, me atrevo a todo, estoy looocooo Corre, que vienen!

Otra vez me pillaron colndome en una fbrica con mi primo Peter, Jimmy y otros dos chicos. Los maderos nos llevaron a casa a Jimmy y a m y debieron de notar nuestra cara de angustia. Mi padre abri la puerta y dijeron: Son stos sus hijos? Les he pilla-do forzando la entrada.... l dijo: No son mos, no tienen nada que ver conmigo. Obviamente, se estaban haciendo seas y guindose el ojo; el polica continu: Bueno, la cuestin es que no sabemos qu hacer con ellos. Quizs deberamos llevarlos al norte y dejarlos all. Dios mo, qu sensacin de abandono! No parbamos de llorar, pareca que de verdad nos iban a llevar al norte. Supongo que ambas partes se estaban tronchando de risa. Slo habamos entrado en un garaje vaco, all no haba nada. Fue un modo bastante inteligente de advertirnos manteneos lejos de lo que no es vuestro y que no os pillen, que era el lema de mi padre. Si vais a hacer el puto imbcil, que no os cojan, no me avergoncis!

As que al final nos dej entrar en casa, pero nos hizo esperar fuera un buen rato y pensar en lo que habamos hecho. Y funcio-n. Termin con la racha de meternos en la propiedad ajena. Quin sabe adnde nos hubiera llevado? Es un terreno resbaladi-zo: el hurto, el asalto... y pensar que tienes derecho a disponer de las cosas ajenas. Pero as era Londres.

No haba muchos coches, las calles estaban vacas y mal ilu-minadas y haba cientos de nios sin vigilancia, haciendo lo que les daba la gana entre los cascotes de los bombardeos. Bueno, no del todo, algo de vigilancia s haba: Sal y aprende! Y cuando vuelvas, no traigas a la polica!.


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La meningitis provena de las ratas. Haba ratas por todas par-tes. Mean en el suelo y, como hacen los roedores, arrastran la parte posterior de su cuerpo y dejan un rastro. Y, por entonces, yo haca barquitos de papel y los dejaba flotar en los charcos del patio, tocaba el agua y luego me tocaba la boca, as es como me infect.

No pas de la noche a la maana. Primero tuve unos dolores de cabeza horrorosos, ataques de vrtigo, desmayos, vea cosas que no existan, como dragones verdes que respiraban fuego. Eso era lo ms terrible de todo, sentirme aterrorizado por algo que saba que en realidad no exista. Pero no poda evitar que mi cuer-po reaccionara de ese modo. Me daban ataques de miedo y me pona a gritar.

La vspera de mi ingreso en el hospital, com una chuleta de cerdo y no las he vuelto a probar en mi vida. No puedo ni verlas. Ni olerlas. No me importa el beicon churruscado, pero una chuleta de cerdo... ni en broma, porque durante aos les ech la culpa de todo y llegu a convencerme de que fue la chuleta lo que provoc la enfermedad. (Qu sano soy...)

A la maana siguiente, cuando mi madre se dio cuenta de que haba empeorado, llam al mdico y me desmay durante su vi-sita. Lo siguiente que recuerdo es estar en una ambulancia. Luego me volv a desmayar y meses ms tarde me despert en un hospi-tal. Estuve en coma profundo seis o siete meses. Cuando estaba en coma, no sent nada en absoluto.

Al despertar, recuerdo unos dedos que se movan frente a mis ojos. Intenta seguirlos, me decan. Y yo no lo haca por-que, aun estando grave, crea que deba fingir estarlo an ms. Qu pudo llevarme a hacer algo as? Pero me acuerdo de ello, como si ya entonces fuera un tramposo cabroncete, incluso conmigo mismo, alguien discretamente malvado aunque estu-viera enfermo.


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Estaba en el hospital Whittington, que siempre asocio con Dick Whittington,4 es una agradable asociacin de ideas. Estaba en una sala enorme con cuarenta nios, muchos en un estado ms grave que el mo, as que no poda sentir autocompasin. En medio haba una gran biblioteca con libros fascinantes, algunos superaban con mucho mis capacidades, pero precisamente por ello me seducan an ms. Es extrao lo que se borra y lo que no. No me haba olvidado de leer, pero no poda hablar, el lenguaje hablado haba desaparecido. Yo pensaba que articulaba palabras, pero luego me dijeron que slo emita ruidos.

Algunas veces, hasta tres veces al da, drenaban el lquido de mi espina dorsal: la horrible puncin lumbar. Vas a sentir un pinchazo en las lumbares, John. Dola mucho cuando inserta-ban la aguja en la base de la columna y, luego, cuando haban sacado el lquido, lo sentas a lo largo de la espalda y la cabeza. Era absolutamente nauseabundo. Desde entonces tengo pavor a las agujas. Las odio. A los futuros yonkis les recomiendo que antes de nada se hagan una puncin lumbar, as probablemente cambia-rn de idea. Que te pinchen la espalda de ese modo es espantoso y hasta embarazoso, incluso para un cro de siete aos. Siempre he pensado que mi culo es mo y no me gusta que me lo miren. Las enfermeras me dejaban literalmente clavado cuando me so-metan a semejante tortura. Me pona a gritar de miedo porque saba que el dolor iba a empezar de nuevo.

Aquello sin duda afect a mi postura corporal de por vida. Aquella prctica curv mi espalda, algo que puede suceder si se drena demasiado lquido. Se supona que tena que pasear suje-tando el palo de una escoba con ambas manos para arquear ade-

4. Fue alcalde de Londres a principios del siglo xv y pas a la historia por una cancin folclrica, Dick Whittington and his cat, que narra la historia de la fortu-na obtenida gracias a las habilidades de su gato. La historia se ha adaptado como musical, pelcula de dibujos animados, libro infantil...


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cuadamente la espalda y lograr mantenerme de pie totalmente recto, pero hasta el da de hoy, cuando estoy de pie e intento estirarme al mximo, me mareo. Por lo visto, se interrumpe el suministro de sangre al cerebro, as que prefiero andar como Ri-cardo III.5

Tambin me afect a la vista. Tuve que llevar gafas durante mucho tiempo, pero al final no las aguant. Veo bien de lejos, con bastante claridad, pero de cerca... hasta cortarme las uas es una tortura porque veo todo borroso. No tengo ms remedio que lle-var gafas. Para distinguir las caras de las personas, me veo obliga-do a fulminarlas con la mirada. La gente suele pensar que doy mucho miedo. Qu suerte tengo, no? (ja, ja).

Despus de otros cinco meses de recuperacin en el hospital, me haba acostumbrado por completo a la institucin. Haba lle-gado un punto en el que me senta cmodo no sabiendo nada. Un estado que, gracias a Dios, ni los mdicos ni mis padres ni nadie estaban dispuestos a tolerar.

Mis padres tuvieron que sacarme de all a pesar de mis gritos y pataleos. Me dijeron quines eran y yo tuve que creerlos.

Tienes que venirte con nosotros, eres nuestro hijo, te que-remos.

Y cmo s que eso es verdad?Volver a casa fue muy confuso porque yo no saba dnde esta-

ba. Era como estar en una sala de espera y olvidar para qu has ido, como cuando te dejan tanto tiempo esperando que te olvidas del motivo de la visita o cuando vas a darte de alta en el paro, era ese tipo de sentimiento de abandono. No lograba adaptarme, me cost muchsimo tiempo. Qu pintaba yo con esos extraos? No tena ningn sentido. La nica manera de poder acercarse a m, porque estaba en un estado de constante agitacin y pnico, era

5. Supuestamente, Ricardo III era jorobado y cojo.


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lograr que me acordara, con toda la tranquilidad de la que era ca-paz, de por qu estaba tan molesto, del motivo por el cual nada me resultaba familiar, y convencerme de que sa era mi casa de verdad.

Por raro que parezca, nunca me sent fuera de lugar con mis hermanos. Con ellos me sent a gusto desde el primer momento: nunca actuaron como si me pasara algo malo, que es lo que ha-can los adultos. Para ellos yo estaba perfectamente. Jimmy deca cosas como dnde has estado? No te visto en un montn de tiempo! yo responda no lo s. l pensaba que a lo mejor me haba ido yo solo de vacaciones.

Por fin empec a aceptar a mis padres, fue como si una puerta se abriera en mi mente. Algo hizo clic en mi cabeza y los recuer-dos comenzaron a fluir. Tuvo que pasar mucho tiempo para que recobrara la memoria por completo, pero acab sucediendo, poco a poco y fragmento a fragmento. Viva cada pequeo logro con una intensa alegra. Corra hacia mi madre, me mora de ganas de contarle lo que haba recordado y que de repente entenda las co-sas que me haba contado.

Aceptar por fin que mis padres eran quienes decan ser fue un hecho crtico y revelador. Se habla mucho de la culpa catlica, pero, creedme, negar a tus propios padres produce un sentimien-to de culpa mucho mayor que se con el que te putean los curas. Una culpa enloquecedora. Pero tambin es maravilloso darte cuenta de que nunca te mintieron, de que s eran quienes decan ser. Qu revelacin ms maravillosa!

Lo que nunca llegu a creerme es que tena que volver al co-legio. Eso no me lo tragu jams. Ahora estoy quitndole impor-tancia, pero lo digo muy en serio. Es el modo en que un nio de ocho aos reacciona cuando lo llevan a su casa y no se acuerda ni de una puta cosa. Ms de una vez me olvidaba del camino a casa y me pasaba un buen rato dando vueltas. Entraba en las tiendas. Menos mal, porque debido al espritu solidario me de-


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can: Ay, t eres el nio que se puso enfermo!, ven, que te enseo dnde vives. Pero a m me daba rabia y deca: Yo no estoy enfermo!.

En cuanto a la rehabilitacin, el Servicio Nacional de Sanidad no hizo nada en absoluto. Mis padres me contaron que lo nico que les dijeron en el hospital es que nunca cedieran, me consin-tieran o me mimaran, porque entonces me volvera perezoso y el problema no se resolvera nunca. La agitacin que senta me dio que pensar, porque, a veces, la inquietud es una herramienta muy poderosa.

El estado ms o menos me haba abandonado y el colegio sin lugar a dudas. Pasan tantas cosas en un ao y yo iba tan atrasado con respecto a los dems nios... Daba igual que hubiera estado a punto de volverme loco: el hecho era que haba perdido un ao. Readaptarme fue muy difcil. Ese primer ao estuve solo y sin amigos porque los nios no queran acercarse: Est enfermo, aljate de l.

Odiaba los recreos porque no haca nada. Nadie me diriga la palabra. Por el colegio circulaba el rumor de que me haba queda-do un poco colgado y as es como acab: vetado, expulsado. S lo que es la soledad y es la hostia de daina. Las nicas personas que me hablaban en el recreo eran las empleadas del comedor, unas seoras irlandesas muy amables: Nos hemos enterado de que has estado enfermo, cmo ests?. La verdad es que yo no recordaba haber estado enfermo, simplemente me haca la mis-ma pregunta: Por qu estoy aqu?.

Para tener algo que hacer, pens en quedarme hasta ms tar-de y apuntarme a los Cub Scouts. Me parecieron horribles, me asustaba sentarme en crculo y cantar dob, dob, dib!. Menuda tontera y, adems, era antisocial, porque todo funcionaba a base de manuales con reglas y tenas que comprarte un uniforme y, cuando ganabas tal o cual insignia, te daban nosecuntos puntos.


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En media hora me di cuenta de que era una prdida de tiempo. El jefe era un to siniestro con aspecto de cura, oscuro y sombro. Al sonrer, enseaba los dientes y apretaba las mandbulas de una manera muy tensa. Slo dur una noche.

Una monja me llamaba tonto del bote y todo el colegio empez a llamarme as. Es estremecedor lo que esas hijas de puta te pueden hacer pasar. Pas de ser el nio que saba leer y escribir a los cuatro aos a convertirme en el tonto del bote. Me cost muchsimo superarlo, pero lo consegu. En un ao o dos volv a sacar sobresalientes. Esas cabronas me hicieron la vida imposible, as que tuve que educarme yo solo. Y segu adelante. Si haba un libro, lo coga y me pona a leer. Adoraba leer. No los peridicos. Me aburran. Son las opiniones de ayer, siempre lo he pensado. No. A m me gustaban los libros de cualquier tipo y condicin. Tras la enfermedad me apunt a un curso que haba en la bibliote-ca local despus del colegio. All me quedaba pintando hasta las nueve de la noche y luego me iba a casa cargado de libros, que lea hasta quedarme dormido. Tena un miedo atroz a no volver a des-pertarme o a despertarme y no acordarme de nada otra vez. Sin-ceramente, eso es lo peor que te puede ocurrir.

Lo que aprend es que cuanto ms duro trabajas, ms obtienes. De hecho, me gusta en igual medida trabajar mucho que no hacer nada en absoluto. Me gusta que mi vida oscile entre ambos extre-mos. Cuando tena unos diez aos, un amigo de la familia me dej encargarme de gestionar un servicio de minitaxis los fines de sema-na. A pesar de que todava estaba intentando recordar quin coo era yo, ya era lo bastante inteligente para hacer bien ese trabajo.

Me encantaba la presin, el estrs. Tenas que tener una me-moria clara y precisa. Me tocaba gestionar el trabajo de diecisis conductores al mismo tiempo y tena que acordarme de dnde estaban todos en todo momento, tena que llamarlos, hablar con ellos por radio y programar los servicios por adelantado. Me en-


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cantaba estar siempre al borde del ataque de nervios, justo a pun-to de cagarla y sin que el desastre llegase nunca a producirse. Esa responsabilidad hizo que me sintiera orgulloso y eso me ayud infinitamente.

Pronto descubr que las palabras eran mi arma. Comprend que siendo gracioso poda resolver una situacin tensa y evitar que me acosaran. La frase adecuada era capaz de descolocar y di-vertir y, as, poda lograr que me aceptaran, quizs como un to raro, pero interesante al fin y al cabo. Ni que decir tiene que, cuando diriga mi artillera contra los profesores (a los que consi-deraba una pandilla de pringados y vagos), despertaba el inters de toda la clase. Me convert en una especie de portavoz del terror sin tener que recurrir a la brutalidad o a la violencia. Siempre me asegur de que mis argumentos eran correctos, no se trataba sim-plemente de interrumpir o molestar. Mi ambicin es llegar adon-de yo quiero, conseguir el grado de informacin que necesito y a continuacin ocuparme del siguiente problema.

Cuando perd la memoria, esperaba que los dems me expli-caran qu era cada cosa. Y era vital para m que me dijeran la ver-dad porque necesitaba desesperadamente sus respuestas. Sigo siendo as. Deseo creer lo que las personas dicen. Y soy muy abierto y confiado, pero algunas personas se aprovechan de eso (como bien sabemos), gente que oculta motivos egostas.

Durante los aos siguientes, recobr la memoria y mis recuer-dos de manera casi fotogrfica, por lo que no soy muy dado a exa-gerar las cosas que me han sucedido. Son tan importantes para m que me aferro a ellas. No s cmo explicarlo, pero las fantasas se crean a partir de la realidad y hay una manera de hacerlo. Incluso antes, cuando tena visiones y pesadillas terribles, antes de ir al hospital, vea un dragn en un extremo de la cama y mi madre y mi padre me decan: No hay ningn dragn. Y yo saba que te-nan razn, que no haba ningn dragn. No es que lo viera, sino


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que mi cerebro me estaba diciendo que estaba all. Sabes que el cerebro te est engaando. Por eso pienso que existe algo diferen-te al cerebro que podra llamarse alma. Ambos se comunican, ce-rebro y alma, pero yo los veo como entidades separadas entre s.

Francamente, no soy muy fantasioso. No me queda espacio para eso. Puede que a veces eso me lleve a meter la pata y a ser un poco cortante. Detesto perder el tiempo. Me cuesta muchsimo levantarme por la maana, pero mucho ms irme a la cama. No me gusta dormir. Me asusta, por si no me despierto o me levanto sin acordarme de nada. Supongo que eso me va a pasar hasta que me muera. As que, como no va a cambiar, prefiero mantenerme despierto y alerta. Puede que en ocasiones haya contado con ayuda adicional para conseguirlo (ja, ja).

Durante un tiempo, tras abandonar el hospital, segu tenien-do visiones realmente terrorficas. Haba una con un hombre con aspecto de cura. Todava me visita de vez en cuando. Es muy alto y delgado, moreno, de ojos negros, muy, muy malvado y me mira fijamente. Lo paso fatal: a veces aparece en mis sueos y me obli-go a enfrentarme a l. Si lo consigo, se marcha. Pero es muy difcil hacerlo. Cuando ests soando, apenas tienes control. Pero de un modo u otro, creo que s he logrado controlar mis sueos. Son aos de prctica.

En resumen, sobreviv a una enfermedad muy grave que tuvo efectos en el modo como funciona mi cerebro y que explica por qu soy como soy. Por investigaciones recientes sobre el funcio-namiento del cerebro y por cmo la ciencia actual entiende la vida humana, estoy convencido de que existe algo ms grande en ella. Existe una personalidad, no slo una serie de reacciones qu-micas; tambin un alma y, por encima de la mquina, del cuerpo, est el ser humano.

S que a causa de la enfermedad tuve una infancia extraa, pero mis padres me ensearon a ser independiente y capaz de


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identificar problemas, tambin a diferenciar la realidad de la fan-tasa. De pequeo me encantaba un programa de televisin titu-lado Mystery and Imagination que daba un miedo horrible. Lo so-lan poner los domingos por la noche y mis padres no queran que lo viera, lo que haca que todava tuviera ms ganas de verlo. Me encantan las historias de terror y de fantasmas, pero s que per-tenecen a un nivel de realidad distinto, lo cual me ha resultado muy til en la vida. Me descojono con lo que sale por televisin, porque no reproduce ni de lejos lo que sucede en realidad.

Lo que no me tomo a risa en absoluto es la posibilidad de per-cibir fenmenos paranormales. De vez en cuando me han pasado cosas extraas. Es como si fuera consciente de la atmsfera: no s exactamente lo que es pero soy capaz de sentirlo y de saber si el clima o el ambiente de una habitacin o de una casa no es del todo normal. Puedo sentir presencias y distinguir a la perfeccin cuando se trata de mi imaginacin y cuando es real. Puedo sentir las vibraciones, empatizar con la sintona del entorno. Hay for-mas de sintonizar y de desintonizar. Lo puedo ignorar por com-pleto o dejarme llevar y entonces veo cosas. A veces, las visiones y situaciones se me imponen.

Una vez, en un viejo estudio de grabacin, el Manor, sent con toda claridad que un gato saltaba sobre mi cama. Saba y senta cmo se mova. Senta que estaba transmitindome que era un gato, pero no poda verlo, aunque de alguna manera saba que estaba ah. Antes de entrar en coma debido a la meningitis, poda imaginar, por ejemplo, que haba un dragn junto a mi cama, pero mi mente saba que en realidad no haba nada. Tengo una especie de perro guardin en la cabeza y entiendo muy claramen-te cul es la diferencia entre lo real y lo irreal. Es difcil de enten-der, pero est ah.

Me han pasado muchas cosas. Supe que mi abuelo materno ha-ba muerto. Corr a la habitacin de mis padres y se lo dije. Haba


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visto un gran destello inexplicable en el pasillo. Pareca moverse buscando algo. Sal y lo segu hasta la habitacin de mis padres y les dije lo que haba visto. Ya me haba pasado antes. Pero, qu dices?, me preguntaron. No pensis que es como en Most Haunted.6 Eso es precisamente lo que no es. Considero un fraude total las cosas que esos imbciles se dedican a hacer en stanos y castillos supuestamente embrujados. Se trata de otra cosa: una especie de pulso perceptible por quienes saben cmo escucharlo, en la radio lo llaman cerebro. No me asusta. Es un rea en la que me siento muy valiente. O no existe en absoluto o s existe y yo he encontra-do la manera de que no represente ningn peligro o dao para m.

Volviendo al hospital, mi mente creaba personajes que sur-gan alrededor de la cama o en la distancia dentro de la habita-cin. Todava los recuerdo. Uno de ellos es ese cura tan alto, ese personaje extrao y abominable que aparece de vez en cuando. Parece ms alto que el espacio que ocupa, no est en ninguna di-mensin que yo pueda comprender. Pero s que es malvado y cmo puedo detenerlo. Normalmente estoy profundamente dor-mido cuando esto ocurre y me fuerzo a despertarme y a mirar di-rectamente al lugar donde me imagino que est. Y entonces de-saparece, se disipa. Puedo hacerlo si no me gusta lo que estoy soando. Puedo encontrar la forma de salir del sueo y recobrar la consciencia. Normalmente, este tipo de incidentes ocurren cuando estoy solo. Superar ese tipo de experiencias requiere ha-bilidad. Despus tienes una sensacin de poder y capacidad per-sonal, pues se trata de un ataque a tu psique. De hecho, es un ataque, un desafo. Tienes que vencerlo y, de alguna manera, eso te da fuerzas. A lo mejor es mi mente ejercitndose diariamente. No hago ejercicio fsico, pero est claro que yo soy quien dirijo mi espectro mental, mis retos.

6. Serie sobre misterios paranormales.


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Finsbury Park: suena a sitio agradable, no? Bueno, pues no lo era. All no haba equitacin ni nada que se le pareciera, ex-cepto la polica persiguiendo a la gente joven los sbados por la tarde. Tena once aos cuando nos mudamos all desde Holloway, justo antes de entrar en el instituto. Al final, en el piso anterior vivamos demasiados y mi padre le sali con la siguiente frase al diputado local, que tena races irlandesas: Oiga, que nosotros tambin somos irlandeses, sabe?. Fue la nica vez que saca-mos partido de esa circunstancia. Supongo que estaba intentan-do ayudar a la gente afn a su poltica. Toda la operacin despeda un tufillo mafioso de tal calibre que me imagin que haba habido algn tipo de soborno de por medio, porque esos pisos del Ayun-tamiento eran muy difciles de conseguir.

Estaba en Honeyfield, a una manzana de Durham Road en Six Acres Estate. Por entonces sonaba una cancin romanticona in-sufrible de Roger Whittaker que deca me voy de la vieja ciudad de Durham... y que acababa por matar el buen rollo, pero, apar-te de eso, yo estaba muy ilusionado; slo pensar en tantas habi-taciones...! Me encantaba pasearme por el interior de la casa, su-biendo y bajando las escaleras, tocando el pasamanos. Ahora me apetece asomarme a esta ventana. No me cansaba. Por su-puesto, mi padre se quejaba siempre del alquiler. A eso equivalan tantas habitaciones: a una factura enorme todas las semanas. Aquello supuso el final de mi trabajo en los minitaxis. Estaba de-masiado lejos para ir por las maanas. Ms o menos treinta me-tros ms lejos que antes.

Me apeteca mucho empezar el instituto porque supona em-pezar de cero. Iba a asistir a William of York, otro colegio catlico que estaba en Caledonian Road. El primer da me encant. Todo el mundo era a un tiempo tmido y abierto. El rollo del tonto del bote se haba acabado. Lo que no saba es que el colegio ya me haba calificado de chico con problemas. El primer da (lo


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cual me ofendi amargamente) me pusieron con los peores, los de la D. De de deficiente, claro. Pero bueno! Simplemente supusieron que tena problemas cerebrales y punto. Pero una se-mana ms tarde ya me haban cambiado a otra clase mucho ms adelantada.

Pronto, como caba esperar, el sistema de los matones se puso en marcha, todo se convirti en el tpico rollo nosotros y ellos por el que los adolescentes suelen clasificarse. Y entonces empec a detestar ese colegio. Adems, era slo de chicos, lo cual se hizo abominablemente aburrido una vez entramos en la ado-lescencia. No haba curas, slo uno que vena a dar matemticas de vez en cuando. Tambin tena un coro, del que tambin me mantuve alejado. De verdad, el catolicismo es letal para los can-tantes, se debera hacer algo al respecto.

Algunas clases me gustaban un montn, pero detestaba la educacin fsica porque me haca ser consciente de lo pobres que ramos. Tenamos que comprarnos el uniforme de ciertas activi-dades, como el rugby. Era inaceptable. Si aparecas sin el equi-po no podas hacer educacin fsica (estupendo!); entonces te mandaban inclinarte y el profesor te golpeaba en el trasero con una zapatilla. Siempre me ofreca para que me pegaran y eso que dola mogolln.

La rabia que senta por que trataran de imponerme su unifor-me haca que el dolor fuera algo casi placentero, algo que yo aso-ciaba con algn tipo de satisfaccin personal (Ja, no vais a po-der conmigo!). Muchos otros nios hacan lo mismo y acabamos convirtindonos en mayora, as que haba muy poca gente en esas clases y al final tambin se hartaron de darnos con la zapati-lla. Los vencimos. Cuando llegaba la hora de esa clase, sala por la verja del colegio y me iba a hacer algo ms interesante.

A los doce o trece aos, empec a tener mis propios amigos, uno de ellos John Gray. John era un tipo extravagante. Estudiaba conmi-


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go en el William of York y no encajaba all para nada, no se plegaba a los planes de nadie y a m me encantaba por su singularidad. Era una joya por ese motivo y tambin por su arrogancia, que se fun-daba sobre el conocimiento real de las cosas. Un conocimiento enciclopdico, muy til. Con cualquier cosa que no supieras, ibas y le preguntabas, John?, y ya tenas la respuesta.

Me recuerda a la pelcula Su otra esposa, con Katharine He-pburn y Spencer Tracy. Trata de la sustitucin del personal espe-cializado de una compaa por un ordenador. Al final se dan cuenta de que la mente humana es ms fiable y da mejor respues-ta a los problemas desde el punto de vista emocional. Bueno, pues eso era John Gray.

David Crowe era otro de mis amigos, un to muy raro, oscuro, siniestro, un poco Frankenstein, tambin por su cuerpo, a lo hooligan, grande y torpe. Callado, muy callado, pero poda ponerse mor-talmente serio. Estaba en mi clase, pero slo empezamos a quedar despus de un ao o dos. Era un genio de las matemticas, algo que desde la meningitis siempre me ha desconcertado muchsimo. En-cuentro muy confusa la concepcin matemtica del mundo. O en-tiendo el ritmo instintivamente o no lo cazo en absoluto.

Dave se aburra saliendo con la gente del Arsenal, porque l era del Tottenham. Como l era raro en ese mundo y yo era raro en el mo y ninguno quera hacer educacin fsica (tampoco John Gray), nos juntamos. Una panda rara pero decidida, que prefera un zapatillazo a tener que disfrazarse para jugar al bdminton.

Los humos que se daba ese miserable colegio de Caledonian Road... De verdad pensaban que estaban entrenando a futuros ju-gadores de bdminton? Pero si eso era imposible en un barrio con una realidad tan brutal! Pero si el colegio estaba rodeado de gue-rras de bandas, peleas de hinchas y delincuentes! Y mira que lo intentaron, adems con toda la cursilera que uno pueda imaginar-se. Cmo se puede pedir a un to que ha nacido en ese ambiente


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que golpee suavemente la pluma de bdminton? Imposible, de nin-guna manera! Ni los chavales gais se prestaban a ello. Ni de coa.

Enseguida, mi hermano Jimmy se uni a m en William of York, pero los ms pequeos, Bobby y Martin, fueron a Tollington Park. Por entonces, mis padres empezaban a distanciarse de la Iglesia catlica, as que descartaron William of York: mis herma-nos pequeos no tendran que tragarse la mierda que soltaban los curas. Mi padre estuvo muy acertado.

El problema era que el colegio que escogi para Bobby y Mar-tin era probablemente la escuela ms hooligan de todo Londres. Tollington Park era el foco de todos los elementos peligrosos del Arsenal de la zona. Ah es donde mi mnager, Rambo, no fue al colegio, pues la asistencia no era lo que se dice un distintivo pro-pio de la institucin.

Yo he sido del Arsenal toda la vida, as que no haber ido al To-llington puede considerarse una desgraciada laguna en mi educa-cin. William of York estaba al principio de Caledonian Road, pero eso no significaba que no nos mezclramos con la chusma de la calle. Nosotros estbamos metidos en una memez catlica, muy cerrada y aislada, que intentaba bloquearte la vista, ocultar la rea-lidad del mundo, pero un colegio heavy como Tollington consista en mira, to, esto es lo que hay, no le gustas a nadie y nos impor-ta una mierda. El tema Pretty Vacant es una especie de him-no de Tollington Park. Aquello era todo menos un colegio.

Justo cuando empezaba a integrarme en William of York, pas algo terrible. Mi abuelo paterno, el Viejo, se muri y tuve que identificar el cadver. Por aquel entonces ya tena catorce hijos y viva con una prostituta. Mi padre se debi de sentir fatal de que yo viera todo aquello.

Mi ta, tambin madre de catorce hijos, vino desde Galway, pero mi padre tena que trabajar y me qued solo con ella en la morgue. Tuvieron que apaarle el crneo un poco porque, cuan-


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do estaba follndose a una prostituta en el umbral de la casa, se haba cado de espaldas y se haba abierto la cabeza. As es como muri. Cuando lo tumbaron, la tena dura. Y no era la torre in-clinada de Pisa!

All estaba yo con mi ta Lol, que empez a gritar y a llorar porque era su padre. Ese histerismo me hizo mucho dao, un horror que los adultos puedan infligirte tanto dolor cuando son ellos quienes deberan asumir la responsabilidad de la situacin. Ayyyy, ayyy, no puedo mirarlo! Es lo peor que he visto en mi vida!, exclamaba. S, pero necesitamos a alguien que identi-fique el cuerpo, decan ellos. As que me toc a m. Pareca Frankenstein, con puntos que le cruzaban la frente, pero se lo reconoca bien.

A pesar de mi juventud, saba que era probablemente el viejo ms cerdo que haba conocido en mi vida. Para que mi ta se com-portara as al verlo desnudo y con una puta ereccin... Joder, yo no estoy tan dotado. Aquello era realmente grande. Dios mo, y se era su padre! Lo que ha debido de pasar en esa familia...

As es el territorio Galway, la familia de mi padre. La familia de mi madre, gracias a Dios, tena formas distintas de decirme que haban muerto, a veces con destellos en el pasillo. Por algu-na extraa razn, mis padres se queran mucho y nos tuvieron como resultado de ese amor, pero ambos venan de familias muy locas. No tiene ningn sentido, pero es as. La frialdad de la fa-milia de mi madre, su miedo irracional y los infinitos desastres de ambos lados.

Esa noche, en nuestra casa en Six Acres, la ta Lol estaba en el dormitorio contigo. Mis padres la dejaron dormir sola, lo que sig-nificaba que Bobby, Martin, Jimmy y yo tenamos que compartir cama. Y la omos gritar toda la noche, chillidos terribles, y enton-ces mi padre nos pidi que intentramos calmarla. Aquello le re-sultaba insoportable. Ha vuelto para atormentarme!, gritaba.


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Algo deba de haber pasado porque uno no llora a su padre de esa manera. Algo terrible. As que justo cuando empezaba a superar mis propios problemas me di cuenta de la realidad de mi familia.

Todo mi mundo se reduca al colegio y a una pequea porcin de Londres. Qu ms conocamos? No haba ido ms all de la gran-ja de Carrigrohane y, cuando mi padre tuvo que marcharse a tra-bajar, los Hastins y Eastbourne. se era el recuento de mis viajes hasta que me un a los Sex Pistols. Con el colegio fuimos de excur-sin a Guernsey y con la clase de Geografa a Guildford. Por aque-llos das, Guildford estaba lejsimos de Londres (un viaje mortal-mente aburrido en autobs por estrechos y ventosos caminos rurales) y tardamos siglos. Estuvimos una semana en esas espan-tosas cabaas de Box Hill (a las que hago alusin en un tema de PiL, Flowers of Romance), lidiando con el profesor de educa-cin fsica, que nos amenazaba con la zapatilla si no entrbamos en las duchas comunes. Prefiero la zapatilla, gracias!

A nosotros lo que de verdad nos importaba era encontrar al-guna forma de colarnos en los pubs. Eso es lo que hacamos. Era una forma de hacerte mayor: sentamos que entrar en zonas pro-hibidas era un gran logro que nos haca ms hombres.

Mientras estaba en William of York, mi padre consigui un trabajo manejando una gra en las plataformas petrolferas de la costa de Norfolk. Era invierno y nos instalamos en un cmping de veraneo de Bacton-on-Sea. No haba nadie, slo nosotros. No es-tuve mucho tiempo, pero se me peg un poco el acento y eso, cuando volvimos a Finsbury Park, no me benefici en absoluto. Queeee? No te entiendo!, me deca la gente.

Sola ir por ah con un gorro de lana tpico de Norwich, pero sin pompn. Me gustaban los colores: amarillo y verde. Tena otro gorro de un solo color (tambin sin la borla). La forma en que yo vesta, la pinta que tena, un tanto diferente del resto, pareca


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molestar a la gente del fondo norte, es decir, el fondo del Arsenal en su antiguo campo, el Highbury.

Una de las primeras veces que me puse ese gorro, coincid con John Stevens. Rambo, as lo llamaba todo el mundo, conoca a Jimmy de los bloques de pisos. En su da logr expulsar la violen-cia del ftbol gracias a su compromiso y a su capacidad organiza-tiva. Es imposible seguirlo! Siempre con ganas de pelea, rpido y menudo, sala victorioso de cualquier pelea con Arsenal, y siem-pre con una gran sonrisa en la cara! Un idiota como yo, a pesar de ser ms alto, era el que se llevaba el primer puetazo en la cara. Y mis dientes: debo de haber roto unos cuantos nudillos con los pi-os que tengo.

No me gusta meterme en ese lado psicpata de la violencia porque no soy as. No suelo guardar rencor mucho tiempo y, cuando me enfado, se me pasa en cuanto se soluciona el asunto. En realidad, las cosas son mucho ms simples: por favor, no te pongas a apoyar al Tottenham o al Chelsea en el fondo norte. Ni se te ocurra. Pero una vez que te hemos expulsado, todos contentos, vamos, que no insisto en el tema. S, me mola ir a su campo y po-nerme a gritar el nombre del Arsenal. Podra considerarse hip-crita, pero eso es lo maravilloso del ftbol, el increble sentido de la unidad que genera y que cruza todo el estadio.

No vas al campo slo a verlos ganar sino tambin a verlos lu-char. Me parece glorioso. Cuando estaba en el colegio me encan-taba la historia: de pequeo, la invasin de Inglaterra por los ro-manos era mi tema favorito. Tambin las invasiones de los sajones y los vikingos. Me gustaba imaginarme aquellos escenarios. Bue-no, pues la grada de un partido es exactamente igual y funciona de la misma forma. La defensa es fundamental. En la biblioteca hay un libro sobre la batalla de Agincourt. La tctica fue definitiva y Rambo, creedme, la ha dominado siempre, incluso de nio. ramos muy jvenes en comparacin al resto de la aficin del Ar-


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senal, unos tiarrones de treinta y cuarenta aos, pero aguantba-mos, no salamos corriendo.

Una noche, el Tottenham jugaba en casa. Corra el rumor de que iban a acudir un montn de hooligans. Nos reunimos cuaren-ta en el patio de Sir George Robey, en Finsbury Park. Yo llevaba mi gorro de lana monocolor. Rambo les haba tendido una embosca-da a los del Tottenham y a cualquiera de los suyos que intentara regresar del partido. Me mir y le dijo a mi hermano Jimmy: No, ese to no nos vale, que se vaya a casa. Jimmy contest: Es mi hermano y es mucho ms duro que yo. Por aquel entonces yo estaba trabajando en una obra, as que las apariencias engaan. Tena quince o diecisis aos y ni una pizca de miedo. A diferen-cia de antes, en aquel momento poda enfrentarme a una pelea. Aun as, si alguien como John se ofrece a respaldarte no se te ocu-rre rechazarlo ni de coa. Es una ayuda muy valiosa, de eso me di cuenta aos despus.

En el colegio comenc a convertirme en un tipo problemtico. No de forma habitual, sino por instinto. Estaba desconcertado y quera respuestas que no me daban. Si les molestaba explicar de qu coo estaban hablando, que se fueran a tomar por culo. As que acabaron enfadndose conmigo. No se puede esperar que gente como yo se quede quieta mientras se nos anula. Estaba convencido de que estaba all para aprender, para que me educa-ran. Cuando unos profesores de mierda se niegan a ensearte, te entra una rabia de la hostia. No es que me pusiera violento, pero acababa encontrando la palabra justa.

Me frustraba mucho con asignaturas como Historia, que me encantaba. Llamaba a gente como John Gray y les preguntaba: De qu va hoy la clase?. Se aburran explicndomelo, as que me iba a la biblioteca y lo investigaba por mi cuenta. Pero poco a poco, abandonado a mi suerte, perd el inters. No ves las ventajas de es-tudiar, todo deja de ser novedad y se convierte en algo molesto.


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Al final me expulsaron del William of York, a mitad de ao, en medio de la evaluacin. Llegaba tarde (la impuntualidad fue la excusa), no llevaba el uniforme inadecuado y el pelo demasiado largo. Crean que era de los ngeles del Infierno porque llevaba un abrigo de cuero de mi padre. No podamos permitirnos el abo-no del autobs, as que iba en bicicleta al colegio y sacaron las conclusiones equivocadas. Fue Prentiss, el profesor de Lengua, quien hizo que me expulsaran, el hijo puta de Manchas-de-Pis Prentiss. Ahora suelo dejar que los muertos descansen en paz, pero a ese to lo odiaba. Lo despreciaba, pero, curiosamente, era un profesor brillante. Era muy emocionante la manera en que ex-plicaba a Shakespeare, me fascinaba. Analizaba desde las pala-bras y el ritmo potico de cada verso hasta la estructura global del poema de un modo muy complejo y profundo. Absolutamente alucinante. Los entresijos de la lengua inglesa. Un profesor real-mente magistral, maravilloso, pero tambin un cabrn insufrible.

Como todava era demasiado joven para dejar el colegio y quera graduarme, me metieron en el College for Further Educa-tion en Hackney. Se trataba de una especie de colegio diurno para inadaptados al que te enviaban cuando decidan que ya no podan contigo, una especie de correccional municipal. A todos nos con-sideraban unos vagos incorregibles. Tena que coger el autobs y luego caminar diez minutos.

Desde luego, Hackney nunca fue un gran sitio. All haba otra clase de fans del Arsenal.

All conoc a Sid.


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Races y cultura

A los Lydon siempre nos ha gustado la msica. Era algo habitual en mi casa. Mi padre era especialmente musical. Tocaba el acor-den de nio. A los doce o trece aos ya tocaba en orquestas de baile irlandesas, tipo dudu, dudu, pero nunca me ense nada de eso, lo cual me pareca muy raro. Quizs, como en todo, quera que yo encontrase mi propio camino. Cuando yo era pequeo, todava tena el acorden, pero estaba olvidado en un armario y no quera ni orlo mencionar. El aire que rodeaba todo el asunto era muy extrao. No quera ensearnos nada de lo que saba de msica.

Pero mis padres tenan una coleccin de discos enorme. Po-nan msica todo el rato, especialmente los fines de semana. Te-nan gustos muy variados, tambin amigos muy variados. Todo el mundo apareca con msica para escucharla, as que en mi casa circulaba un nmero infinito de discos, lo cual era genial. A Boy Named Sue, de Johnny Cash, era el tpico disco que a mis padres les gustaba pinchar para poner a prueba a sus amigos y ver su reac-cin. A mi madre le gustaban las baladas tradicionales y el folk, pero tambin los Kinks, los Beatles y las grandes cantantes como Petula Clark y Shirley Bassey, adems de la msica de baile.

Recuerdo vvidamente a mis padres bailando Welcome To My World, de Jim Reeves, en el tocadiscos Dansette del saln: mi madre con su cardado y su vestido de polister rosa y mi pa-dre de traje y corbata. Era una cancin muy romntica, pero tambin algo poltica, porque habla de que el mundo puede ser


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un lugar mejor; una cancin esperanzadora, positiva. Una can-cin maravillosa.

En mi casa aprend a ser un buen DJ, porque de pequeo consi-deraba que aquello era tarea ma. Eso y servir copas. En ese tipo de eventos, el DJ tambin se encargaba del bar y, cuanto ms joven, mejor porque as pona buenas dosis de alcohol para que los mayo-res estuvieran contentos. Me encantaba pinchar discos. se era el tipo de maquinaria que yo entenda porque el resultado era palpa-ble. Bien! Un sonido placentero a todo volumen!, genial, me-nudo regalo! Yo mismo me aficion a comprar discos y as hasta el da de hoy.

Es extrao, pero en el hospital no ech de menos la msica en absoluto, y eso que estuve casi un ao, probablemente porque la haba olvidado, pero en la habitacin no haba msica ni radio ni nada parecido. De hecho, no creo ni que hubiera televisin.

Pronto me encontr absorbiendo toda la cultura popular que me sala al paso. Me acuerdo de haber tenido siempre una tele, puede que fuera una pequea Rediffusion. Aquella tele pa-reca inglesa (y lo era), as que no funcionaba muy bien: era pe-quea, en blanco y negro y de imagen granulada. A mi padre no le interesaba mucho, tampoco a mi madre: para ellos slo era algo que se quedaban mirando cuando llegaban exhaustos por la noche.

Despus de la Segunda Guerra Mundial se redefini total-mente el sistema de clases britnico. La nobleza terrateniente se haba convertido en un dinosaurio agonizante, as que tena que haber necesariamente un reajuste. Estaban la BBC (tory, clase media-alta) y ITV (laborista, clase trabajadora). Las lneas de se-paracin eran as de claras y definidas. Nosotros no veamos la BBC jams, aparte del ftbol, porque pensbamos que slo salan pijos haciendo el gilipollas. Me encantaban las obras de teatro, crec con ellas, pero el acento pijo me pona malo.


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